France Vernier.
¿Es posible una ciencia de 10 literario?
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France Vernier
¿Es posible una ciencia de lo literario?...
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France Vernier.
¿Es posible una ciencia de 10 literario?
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France Vernier
¿Es posible una ciencia de lo literario? Traducción: María Olmedo Mardne-¿ y
Juan Alfredo Bellón Ca7.abán
11
AKAl EDITOR
1.
Introducción
La cucstión es saber si la -crítica_ está consa·
grada a no ser más que una práctica ideológica, un discurso que dobla un discurso, o si una ciencia de .10 literario» o de la «literatura» es posible y cómo lo es. En consecuencia, no se puede transformar una práctica ideológica en ciencia por la simple importación de métodos o conceptos científicos prestados de otras cicncias que no han sido constituidas como tales más que a partir del momento en que su ob· jeto ha sido dcfinido científicamente. No se trata de responder, en términos O por métodos desde ahora «científicos», a cuestiones que hemos hereda· do, sino de plantear otras cuestiones. Así, la definición misma de un dominio y de un objeto científi· co las determina. Mientras que se buscaba la pie· dra filosofal, las experiencias de los alquimistas no bacían progresar la química, que na ha sido constituida hasta después del l'ccha:1.O de este objeto ilu· sorio. Tampoco puede eludirsc ni dejar de lado pro· visionalmente la cuestión del dominio y del ob· jeto (1). Si hay que volver a insistir sobre este punto es porque son muchos todavía los que creen que pueden descuidar este problema: asf, no definir el ob· jeto científico de la crítica no es «darle de lado» ni «atenerse a una práctica»; es, se quiera o no, ratifi· car, ejecutar «prácticas» ligadas a una «concepción» de la «literatura» y de la lengua que no se pone en discusión. No hay ningún trabajo crítico -sea sobre variantes o cotejo de manuscritos- que no pre· (1) Como Pierre Machcrcy ha su,brayado claramente (página IS de Pour une tlléorie ele la productioll littera;7·e).
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suponga o no ponga en .luego una c:onccpcu)Il del «Texto» del «Autor». de la «Literalura•. La confusión que actualmente se mantiene entre «método» y uteoria» no debe embaucamos. Muy a menudo. el «método.. (ifrecuentemente romado de otra ciencia y traspuesto sobre la basc de una analogía. que en general le hace perder lo que tcnía de «científico» en su ciencia de origen! ) alcanza el lugar de la teoría y su «aplicación» acaba por convertirse en un fin en sí. Y no fueron cierlamenrc los métodos. sín embargo. científicos. de la fíSica mldc•. t • los qUl' ayudaron a Marx a elaborar la Icol'ín dd capltalis. mo, aunque hubiera tcnido .. SI.I diSPOSICión un la· boratorio para analizar la composici6n molecular del oro o del papel moneda. EXcllscseme la excesiva insistenda en este punto; las «evidencias» son precisamente t.,s que resultan más difíciles de poner en entredicho. Por lo tanto, Ja cuestión tiene importancia: lo que se ha entor· pecido es la finalidad misma de los estudios literarios y de la crítica; .es su función la que. en vez de ser cuestionada, es ratificada. siendo «desplazado» d problema (en el sentido que Freud da a lCdespla· I.amiento») hacia cuestiones cn suma secundarias: de entre los diferentes «caminos» que llevan a co, nocer mejor al "autorlO (la biografía lagarde·Michar· diana, la psicocritica o el sociologismo individual del tipo que Sartre emplea en sus artículos sobre Flaubert), el que más se aparta de un estudio cien· tífico es quizá el último en la medida en que parece integrar de antemano una critica fundada en el mar· xismo, mientras que lo que en realidad hace es desvirtuar las cuestiones para reducirlas a la eterna búsqueda (pequeño·burguesa) del individuo-testimonio·del·hombre: ¡el problema de la relación entre la lucha de clases." el fenómeno literario se reduce a la situación de clase de Gustave Flaubert! El hecho es particularmente grave cuando se piensa que. dada la estructura escolar y universita8
ría actual dc Francia, el aprendizaje de la lectura se hace en la escuela y que el fenómenu literario -tanto escritura como Icctura- está prioritaria· mente determinado pUl' (y para) la enseñanza. La toma de conciencia, bastante reciente, dcl he· cho de que el aprendizaje del «francés. (lengua y Ii· teratura) está ligado más o menos directamente a las «ideas dominanteslt ha provocado en el caso de los enseñantes dc todos los grados una interrogación positiva acerca de ]a finalidad de su enseñanza y de su práctica (.nada se enseña inocentemente.). Sin embargo, ello conduce, por falta de métodos «de recambio., a un malestar que' se traduce, en el caso de unos, en una afición a la explicación del texto o en la afición por la disertación cuyo aspecto caduco sienten (aunque la cuestión no sea ésta) y en las que no creen, pero que tampoco saben por qué reemplazar: en el casu de otros, por un replanteamiento tcuricisla, generalmente separado de toda aplicación práctica y que se dobla -necesariamen· te- cuando se trata de prepararse para el bachille· rato o las «oposiciones» con una triste sumisión a las «recetaslO del deber. Oc este modo, la enseñanza está demasiado de· terminada en el funcionamiento del fenóm'eno lite· rario porque no se la puede colocar entre paréntesis. Pues, de hecho, los discursos teoricistas de los enseñantes más lIal díalO no pueden ser, tal comp funcionan lus cursos, más que paréntesis dirigidos a la «élite» de los alumnos, y doblados por una práctica, no sólo caduca, sino ligada a la propagación de la idcologia dominante que cuntinúa rOl"mando '! seleccionando la masa dc los alumnos y enseñantes. De este modo es indispensable poner al dia los presupuestos de partida y que sustentan los métodos que se empican someterlos a la critica, tanto en el plano de su \'aJid~z teórica como en el de su aplicación metudulúgic:a. La finalidad de este articulo es contribuir a definir el objeto dc lo que podría
ser una ciencia del fenómenu literario, someterlo a critica y elaborar los métodos de investigación qu{' podrían derivarse de esto. incluyendo sobre todo a la enSeñan7.8. que sigue siendo la clave de toda lectura/escritura.
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n.
J.
Definición de un objeto
Puntos de partida a aitica,'
Las teorías, métodos o prácticas de la crítica li· teraria descansan, implícita o explícitamente, en el reconocimiento como pel·tinenle de uno de estos dos puntos de partida siguientes. Dicho de otra forma, toman el uno o el otro como «algo dado.. , (Así. he citado más arriba a Macherey para apl'Obar su exi· gencia en cuanto a la definición de un objeto. aun· que me parece discutible la primera frase del ca· pítulo 2: «Decir: la crítica literaria es el estudio de las obras literarias, es darle un dominio, pero no un objeto». Esto no es «darle.. un dominio, es tan sólo reconocer una separación provinente de juicios de valor que ha privilegiado ciertos escritos como si tuvieran una cualidad especial o un modo de funcionamiento irreductible respecto a otros.) l." El primero de estos «puntos de partida» im· plícitos es el siguiente: la «literatura- sería «el con, ¡tinto de [os textos literarios»: esta suma, acumula· da con el transcurso del tiempo, sería algo .dado» para estudiar, y los métodos ganando en cientifici· dad gracias a los préstamos de la lingüística O del psicoanálisis. permitirían transformar su estudio en Ciencia. Todo depende, pues, del método. permane· ciendo inmutable el campo de aplicación. Así, los dextos literarios. no constituyen ni siquiera un dominio empírico. Si quisiéramos interrogar bien la expresión .Ios textos literarios» nos veríamos obli· gados a constata" que d conjunto que designa varía Por comodidad. yo la n.-emplazarla por esta Oll-a:
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corpus literarios. (2), es decir, el conjunto de los escritos .sagradoslO, de los «textos» que son reconocidos como lC literarios» en una época dada por una clase social (3). Se constata fácilmente que esto~ IlcorpuslO varían con el tiempo y el régimen social. '! no varían sólo por adjunción de «textos» nuevos sino que registran separaciones e integraciones. Así. pues, a pesar de su aparente evidencia, no puede hacerse una formulación como ¿sta: «existen textos, de aquí es de donde hay que partirlO, pues la evi· dencia no está más que en una simple analogía con las ciencias llamadas exactas (ejemplo: «hay mine· rales •. Pero la analogía es ilusoria, pOl'que lo neceo sario sería una mineralogía que tomara como domi· nio no «los minerales», sino «los minerales preciosos», del mismo modo que los lCtextos. son ..escri· lOS preciosos»). Del mismo modo, y para limitarnos provisionalmente a la cuestión del .. dominio» de textos literarios (o paralitcrarios), siendo relativa y dudosa, no sabría designar nuestro dominio de estudio, y menos aún nuestro objeto. Por el contrario, la evolu· ción, la transformación de estos «corpus., forma parte del dominio de nuestro estudio. •.10:;
2:' El segundo punto de partida tomado como base implícita o explícitamente es un cardcter par· ticular, especifico, una «lilcrariedad» que estaría más o menos presente en todos los «textos., yendo (2) Soy pcrh:Clamcntc conscienle del hechu dc que el término de Corpus no es l.-strictamenle aplicable aquí (sal. \'0 en caso de caer en el vicio que denunciaba antes: la transferencia de conceptos) en la medida cn que Olcorpus. desi~na un conjunto que sc ha defillido, aunque sea arbitranamcnte, con cfaridad v sobre el que se decide traba· jaro Por el contrario, Olcl conjunto dc los textos literarios. que es -dado. como relevante de la Olevidencia. no está precisamente delimitadu, sino siempre justiricado _.. pos· teriari.. También la c:'tpresión .corpus lilcrarlo- necesita una definición. (3) Está claro que l.:uan, quedando la lengua relegada a un papel de traductor mientras que ella es en realidad el lugar y el riesgo de un conflicto que la sobrepasa, hay que descartar otra, complementaria: la de los métodos .formales» que no toman el fenómeno literario en sus relaciones con la Historia, sino que lo aislan en su especificidad. No se trata de negar la aportación de los formalistas rusos, sino de situar sus investigaciones y de ajustarlas a un objeto di· ferente. Continuar apoyándose en los fines de los formalistas rusos más que en los resultados de sus análisis que permiten hacer progresar la problemática de una ciencia del fenómeno literario, es inmovili7.ar su aportación misma. Así, cuando V. Chklovski (10) escribe: .lIamaremos objeto estético, en el sentido propio de la palabra. a los objetos creados con la ayuda de los procedimientos particulares. (10) En Théorie de la littérature. Seuil 1965, pág. 78. 43
cuyo fin es asegurar una percepción estética para estos objetos., o cuando Eikhenbaum (11) afirma: «Habría que mostrar que la sensación de la forma surge como resultado de ciertos procedimientos aro tísticos destinados a hacérnosla sentir., no se pue· de ignorar que estas declaraciones escamotean el problema centra!: ¿«percepción. por quién?, ¿quién es el nosotros que «siente.? Sin hablar de los corolarios de esta perspectiva (la noción de creación, la de intencionaltdad), el no hacer intervenir este ele· mento esencial del funcionamiento del fenómeno Ii· terario es, quiérase o no, apoyarse sobre una «naturaleza humana. que, a través de las diferencias de lugares, de tiempos, de clase, respondería en este dominio a una constante. Ni el texto-transparencia ni e] texto-opacidad bastan para rendir cuenta -respuestas opuestas a una misma cuestión, sin embargo, conservada- del funcionamiento del fenómeno literario. Propondré dos conceptos para tratar de expli. car la lucha específica, en efecto, pero no autónoma, que se entabla en el (yen medio del) fenómeno literario, evitando las teorías que han llevado a reducirla a un reflejo o a transformarla en una historia autónoma de las formas.
4.
Distorsiones
En una sociedad dada, la ideologfa dominante se presenta como un sistema donde c todo tiene su lugar., y que puede rendir cuenta de todo. y cuya legislación impone a través de múltiples mediaciones, tanto las normas estéticas como las de ]a moral. Los elementos que remiten objetivamente a ideologías antagonistas y que son, pues, irreducti· bIes a la ideología dominante. no pueden manifes(J 1)
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Op. cit., pá¡. 44.
tarse positivamente, sino sólo por la distorsión de las normas en vigor. No por una estética constitui· da --que supondría el triunfo de la clase antagonista- ni tampoco, por definición, por otras normas. El término «distorsiones_ designa las de/ormaciones o contravelzciones a las 1I0rmas estéticas en vigor en una época dada (las del «buen francéscomo las de la retórica o las de los géneros litera· rios). No todas las innovaciones o .hallazgos» estilísticos, sino las que contravienen a las normas (las primeras son atribuidas, como luego se verá a propósito del efecto estético, al «talento_; las segundas, cuando no son censuradas, al «genio»). Habida cuenta de lo que precede, estas distor· siones son la manifestación (mediatizada) de los deseos y aspiraciones de las clases dominadas. Es su apariencia de innovaciones en «la forma» o en «la técnica» de un género, por ejemplo, lo que le da un falso aire de especificidad irreductible o in· cluso de autonomía (12). Esto es lo que haee po· sible su aparición misma. En la medida en que es· ias innovaciones remiten a datos sociocconómicos cuya relación con eHas es informulada o incluso in· formulable por los dctentadores del «lenguaje» y de la .literatura- en una época dada, es por lo que escapan a la censura ideológica tanto al nivel de la escritura como al de la edición. Lo que es, en efecto, «específico- es el tipo de mediaciones que preside los desplazamielllos, las formaciones de compromiso que las dejan aparecer (tengo que pre· cisar que no me pongo aquí al nivel del escritor o del sujeto escritor, sino al del conjunto del fe. nómeno literario). Es por lo que en la época su aparición, o bien son imperceptibles como tales, o bien «pasan» como innovaciones estilísticas o etéc· (12) Hay que anticipar a lo Que sigue: el hecho de ~uc apar