WALTER D. MIGNOLO ELEMENTOS PAI\A UNA 'moníA DEL TEXTO LITERAIUO
EDITORIAL CRITICA
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WALTER D. MIGNOLO ELEMENTOS PAI\A UNA 'moníA DEL TEXTO LITERAIUO
EDITORIAL CRITICA
PHILOLOGIA. f.f. Ciencia compuefta y adornada de la Gramática, Hhetórica, Hiftoria, Poesía, Antigüedades, Interpretación de Autores, y generalmente de la Crítica, con efpeculación general de todas las demás Ciencias. Es voz Griega. Lat. Philologia. Diccionario de Autoridades
ELEMENTOS PARA UNA TEORíA DEL TEXTO LITERARIO
FILOLOGíA Director: FRANCISCO RICO
WALTER MIGNOLO
ELEMENTOS PARA UNA TEORíA DEL TEXTO LITERARIO
EDITORIAL CRíTICA Grupo editorial Grijalbo BARCELONA
Para Wylie.
PREFACIO El libro que presento en estas líneas es el resultado de un deseo) de una obsesión. Ambos son inseparables, si ello no es, también, redundante; ambos se remontan a los años de preparación de la licenciatura en letras) se continúan en la tesis doctoral) en la enseñan-za; ambos justifican las virtudes) defectos del libro. En la fórmula «virtudes) defeaos» no debe leerse un temprano pedido de disculpas, sino más bien una alusión a cierta realidad del campo de estudio reconocido como hispanismo: en los años de preparación de la licenciatura (mediados de la década de los sesenta), nos encontrábamos con una tradición estilística pero, al mismo tiempo, con una ausencia de revisiones) aauali7,!tciones de los planteamientos teóricos, con relación a lo que estaba ocurriendo en otras áreas de los estudios literarios. Tal ausencia nos dejaba en un estado de cierta insatisfacción ante lo que el campo hispánico ofrecía. Teníamos, sin duda, los esbo7,fJs de una tradición: laspropuestas teóricas de Amado) de Ddmaso Alonso; sus prolongaciones en las investigaciones de C. Bousoño; dos libros fundamentales (El deslinde ) La crítica en la edad ateniense) de Alfonso Reyes;), posteriormente La estructura de la obra literaria de Félix Martínn.. Bonati. N o creo que olvide muchos nombres;) si no menciono la escuela filológica fundada por don Ramón Menéndn.. Pidal) sus prolongaciones, tanto en España como en América, es porque -pese a su importancia- su , relación con los problemas que nos preocupaban era, a mi entender, indirecta. Contaba además el hecho de que la tradición teórica era, de alguna manera, marginal en un área de estudios donde las tendencias dominantes se orientaban hacia la investigación empírica, más que hacia los planteamientos teóricos (ésta es la constatación de un hecho más que o
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una evaluación; no pretendo decir que las investig,aciones empíricas teng,an «menor» importancia que las investig,aciones teóricas). Debido a esta situación de{ campo de estudio del área hispánica, toda investig,ación teórica emprendida hacia mediados de la década del sesenta era una empresa necesariamente aislada, a causa, precisamente, de la ausencia de una tradición en la cual inscribirla. Por esta ra7!n, la presentación de este libro comien7.tl con una referencia personal más que con su inscripción en el marco de un pensamiento teórico o de una «escuela»; por esta ra,ón, también, comenzamos hablando de «virtudes y defectos». La experiencia personal tiene, vista en retrospección, dos momentos básicos: el primero es el de las inoestigaciones para completar la tesis doctoral; el seg,undo, posterior a ella, es la experiencia didáctica. Con respecto al primero, al,reali7.tlr la tesis en un centro de estudios (École' Pratique des Hautes Études) enrolado en otra leng,ua y otra cultura, los problemas del hispanismo fueron, para mí y durante este período, ajenos a la experiencia teórica. Con respecto al seg,undo, mi habilitación para la enseñan7.tl de literaturas hispánicas, y la posibilidad de comen7.tlr la experiencia didáctica en una universidad francesa (Toulouse), donde el hispanismo forma parte de las leng,uas extranjeras, hi7,p emerg,er el reverso de la primera experiencia: la teoría era totalmente ajena a los problemas' del hispanismo. Esta experiencia docente tiene su particularidad en relación a la que se pueda tener en países hispánicos: al ser el hispanismo parte de las leng,uas extranjeras, es en estos casos más acentuada la tendencia a considerar que los estudios teóricos conciernen a los departamentos de literaturas nacionales (francesa o ing,lesa), o, en último caso, a los departamentos de literaturas comparadas. Al enfrentarme con estudiantes que asistían a las clases interesados en las literaturas hispánicas, se acentuaba más la separación entre el prog,rama de estudios hispánicos y mis preocupaciones por la teoría literaria. Esta separación, relacionada con el programa de estudios que el estudiante debía cumplir en vistas a los exámenes que debía preparar, restring,ía el tiempo dedicable a los problemas teóricos. La situación se dificultaba debido al hecho de que la bibliog,rafía existente estuviera referida a las literaturas no hispánicas. De esta situación fue naciendo la necesidad de forjarme mi propia concepción de la
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teoría del texto literario, para sortear el «entre-espacio» que separaba el deseo de la obligación. Este proceso fue transformando la tesis doctoral en las páginas del presente libro. El orden topo-lógico -y no necesariamente crono-lógico- de los problemas que en él se anali7¿n y el orden de su distribución tiene, como momento inicial, las reflexiones sobre el objeto y la forma de la teoría: los aspectos sustantivos y los aspectos metodológicos. Con respecto al primero es evidente, desde el formalismo ruso, que el objeto de estudio no está constituido por la literatura sino por su especificidad, la literariedad. N o obstante, las cosas no son tan claras puesto que con la tradición del término hemos heredado, no sólo el problema, sino también la respuesta: la literariedad interpretada sobre la base de determinados mecanismos verbales. A poco que se indague, la respuesta resulta insatisfactoria por dos ratpnes: la primera es que la literariedad, en su interpretación, reduce el fenómeno literario al privilegio de un número reducido de estructuras verbales; la segunda es que la interpretación de la literariedad se apoya demasiado en un tipo de literatura que se corresponde con un modelo lingüístico: el fonológico. Entre los muchos fenómenos que este modelo no puede explicar se encuentra, en su adyacencia inmediata, el de la poesía que se construye más sobre la grafía que sobre el sonido. Pero también, a poco de indagar, nos dimos cuenta de que la herencia delformalismo ruso había dejado dos líneas de continuidad: una que pasa por Praga y termina en R. Jakobson; otra, mássilenciosa, que pasa por M. Baktiny termina en la escuela de Tartu (e.g., J. Lotman, B. Uspenski). De la primera aprendimos a reconocer equivalencias y paralelismos; de la segunda a diferenciar el texto del no-texto, el sistema primario de modeli7¿ción del sistema secundario de modeli7¿ción. La distinción entre el texto y el no-texto resulta de una importancia fundamental, puesto que pone en evidencia que el primero es el resultado de un procesamiento cultural de la información: el no-texto, producido y olvidado, es un punto de referencia (y la clase complementaria) del texto, producido y almacenado en la memoria cultural. Llegados a este punto es necesario hacer explícitas las dimensiones del sustantivo «texto» y del adjetivo «literario»: si el texto es una construcción verbal que cumple una función cultural, J por el/a
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se conserva en una cultura, el texto literario resulta de una operación de selección de un subconjunto de estructuras verbales a partir del conjunto total de las estructuras del texto. Puesta la cuestión en estos términos, el problema no es tanto el de definir la literariedad, sino el de describir las condiciones bajo las cuales ésta llega a darse. Al formular en forma abstracta las relaciones entre el no-texto, el texto y el texto literario, se hace evidente que la interpretación de la literariedad no es una cuestión que ataña a la teoría, puesto que la interpretación (como respuesta a la preguna «¿ qué es lo que hace de un mensaje verbal una obra de arte? J») es un hecho producido constantemente en la evolución cultural, variable según los momentos históricos y las concepciones estéticas, a las cuales la teoría no puede reducir a una de valor «unioersal». De esta manera la literariedad deja de exigir a la teoría una interpretación, porque ella está siendo constantemente interpretada (por cada escuela, por cada autor, por cada movimiento). En relación a la teoría, el concepto debe «vaciarse') de una respuesta, de un contenido, de una interpretación, porque respuestas, contenidos e interpretaciones son variables en el proceso histórico; al vaciarse de contenido, el concepto pasa a ser un punto móvil y abstracto cuya variabilidad es la variabilidad de la historia literaria misma. Planteado en estos términos el problema del objeto. es necesario hacer una breve referencia sobre la forma de definirlo (en la teoría). El hecho fundamental al respecto es que la teoría no es una estructura conceptual que se «aplica» o se ((proyecta» sobre un objeto existente y externo a ella. sino que el objeto es parte de la estructura conceptual de la teoría. Porque el objeto no es externo a la teo-
ría, es por lo que su definición no es posible sin referencias al discurso que lo define. Aunque, la mayoría de las veces, la definición del objeto pasa en silencio el discurso que lo conceptual~, que lo construye, dejando a éste en la transparencia de un discurso neutral que postula la universalidad. Esta constatación no sólo es básica para la construcción de una teoría del texto literario, sino también para anal~r la forma de otras teorías. Así esbo7.,!ldos, los problemas del objeto y de la forma de la teoría pueden resumirse en dos grandes líneas: 1) especificar las condiciones
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abstractas .'fue definen el objeto de estudio (especificidad literaria, literariedad) y describir las condiciones empíricas en las cuales se manifiesta la literariedad en diversos períodos históricos; 2) explicitar la forma de la teoría, su alcance y su ámbito operativo. 1) En la indagación de la especificidad literaria, los aspectos del aprendn¿je de la lengua y del aprendi7,!lje de la literatura se presentan como un punto capital, dado el énfasis puesto en la transposición de modelos lingüísticos a los fundamentos de la teoría literaria. Al pensar esta relación, surgen varias inconsistencias: una es la depensar la literatura como un sistema, paralelo al sistema de la lengua; la otra es la depensar en una competencia literaria, paralela a la competencia lingüística. Al comparar los hechos de lengua con los fenómenos literarios, la diferencia radical surge en el momento de comprobar, por un lado, lo temprano e «inconsciente- del aprendi7,!lje de la lengua; por otro, lo tardío y «consciente» del aprendi7,!lje de la literatura. Además, entre uno y otro, es necesario considerar una serie de niveles que median entre la lengua y la literatura (e.g., los grados de conceptuali7,!lción, el manejo creciente de estructuras conceptuales no verbales, etc.). Al comprobar esta diferencia, es útil recurrir a las nociones de sistema primario y de sistema secundario y reducirla a una extrema abstracción: por un lado nos encontramos con los fenómenos de la lengua, de incumbencia del lingüista (sistema primario); por otro, con los de la literatura, de incumbencia del teórico de la literatura (sistema secundario). Al tra"Zar esta distinción, se hace también evidente que, si hasta este momento hemos contado con «teorias lingüísticas de la literatura», es necesario despegarse de ellas y pensar en c>. Cervantes (Don Qu;jott. l. 37) se refiere, claramente. a las letras humanas -en oposición a las divinas- en relación con la jurisprudencia: «(...) hablo de las letras humanas. que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo. entender y hacer que las buenas leyes se guarden».
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parte, la voz latina Literatas genera dos vocablos castellanos: uno, el ya aludido, LITERATO; y el otro, LETRADO. Éste, a su vez, tiene dos entradas que nos interesa recordar: 1) «El docto en las ciencias que porque estas se llaman letras, se le dió este nombre. Viene del latino Literatas, que significa lo mismo». La cita de santa Teresa, en esta entrada, lo liga a la entrada que el diccionario da para LETRAS, y 2) «LETRADO: Se llama comúnmente al Abogado». En este sentido, LETRAS está también ligada a la jurisprudencia. Finalmente, para LITERARIO. la entrada es: «Lo que pertenece a las letras, ciencias o estudios. Es voz latina: Literarius», Esta última referencia es ilustrativa por cuanto parece resumir, de alguna manera, la familia de palabras que estamos analizando: lo LITERARIO nos remite al conjunto Y (ciencia o estudios) y no al conjunto XI-X2 (fenómenos descritos por el discurso Y). La referencia al padre Suárez, en la entrada de LITERARIO. parece establecer una relación entre lo literario y lo filosófico. Esta relación se explica. aparentemente, en la entrada de CIENCIA: «Conocimiento cierto de alguna cosa por sus causas y principios: por lo cual se llaman assi las Facultades, como la Theologia, Philosophia, Jurisprudencia, Medicina y otras». Las referencias anteriores bien podrían hacer suponer que LITERATURA sería una de las «Facultades que se llaman Ciencia» y que en la entrada de CIENCIA no se mencionan (sey otras»]. b) Veamos ahora la otra familia. PoÉTICA se define como: «Lo mismo que Poesía. También se llama así la obra o tratado en que se señalan las reglas y preceptos necesarios para la mayor perfección de las obras poéticas». ¿ De qué manera POÉTICA es lo mismo que Poesía? Lo es en cuanto. para POESÍA. podríamos dividir en dos la entrada correspondiente: 1) «Ciencia que enseña a componer y a hacer versos»; y 2) «Se llama también la misma obra o escrito compuesto en verso», Lo mismo, en la entrada de POÉTICA. parece referirse al punto 1) de la entrada de POESÍA. pero no al 2). Vale decir que POÉTICA es, también. la ciencia que enseña a hacer versos y, por añadidura. el tratado en donde tal ciencia se trasmite. Para POEMA tenemos: «En su riguroso sentido significa qualquier obra. en verso o en prosa, en que se imita a la naJ. - MIGNOLO
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turaleza» (la cursiva es mía). En este caso POEMA se refiere claramente al conjunto xl-xZ' POETA. por su parte y en oposición a LITERATO. no es el que sabe sino el que hace: « El que tiene numen de hacer versos o los hace según arte». Por lo tanto. POÉTICA y pOEsíA. en su sentido compartido ((ciencia que enseña a componer y a hacer versos»), es ciencia del hacer y no ciencia del saber. La clave. si la hay. sería el «hacer según arte», puesto que la entrada para ARTE nos dice: «La facultad que prescribe reglas y preceptos para hacer rectamente las cosas. Debajo de este nombre se entiende la generalidad de las artes liberales y mecánicas». Dejemos de lado la tentación de ramificamos por las «artes liberales y mecánicas», pero digamos, sin embargo. que la distribución aristotélica parece haber sido re-distribuida. En la redistribución se mantiene un elemento: la diferencia entre las artes útiles (mecánicas) y las hermosas (liberales); y se ha modificado otro: la poética ya no es ciencia del saber. como part) de la filosofía, sino del hacer. como parte de las artes. El saber ha sido ocupado por LITERATURA y las dos familias de palabras son así dos paradigmas bien diferenciados: el uno integra la literatura a la ciencia (Y1); y el otro, la poética a las artes (Yz). Poema y poesía (esta última en su segunda definición) designan el conjunto XI-XZ' El discurso Z parece haber sido relegado a las letras cuyo agente es el Literato. 4) Hasta este momento vemos que de ninguna manera el concepto de literatura se emplea para designar los hechos x ¡-Xz. Este empleo surge, al parecer, en la Edad Moderna. Y. como consecuencia, literatura y poesía pasan a ser conceptos que distribuyen el conjunto XI-XZ en fenómenos de distinta naturaleza. El ejernplo más claro en este sentido, y también por su relación con la tradición retórica y poética esbozada en las páginas anteriores. es el de Benedetto Croce. Para Croce uno de los problemas es el de trazar la diferencia entre literatura y poesía (1935). Al repartir el campo de fenómenos en XI-XZ' el vocablo literatura ingresa como designador de una parte de los fenómenos que deben ser estudiados y no ya del conjunto o discurso conceptualizador. Este dis-
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curso (Y), para Croce (en la tradición de Hegel), tiene el nombre de Estética. El problema comienza, para el autor, cuando comprueba que los mismos conceptos que aparecen en las Poéticas aparecen también en las Retóricas. Pero Crece encuentra, en las segundas, un total desconocimiento y una «ofensa» del ser de la poesía (1951, p. 268). Al mismo tiempo, esta constatación le ofrece las bases necesarias para trazar la distinción entre literatura y poesía: la diferencia reside en la función de la palabra en una y en otra. En la poesía no es aplicable el concepto retórico de lo conveniente, ni tampoco la división entre forma y contenido, ni tampoco la diferencia entre palabra literal y palabra figurada: la expresión poética es siempre literal y siempre figurada ((La parola nella poesia non é veste della poesía, ma é la poesía stessa»; 1951, p. 268). El concepto de lo conveniente, como también las divisiones entre forma y contenido, entre sentido literal y sentido figurado, sí son aplicables a la literatura. De esta manera, la literatura se sitúa en el reino de la prosa y de la retórica, en tanto que la poesía en el de la poética y en el del verso. La diferencia, en su generalidad, reside en las «actitudes del espíritu»: la belleza, . único criterio de la poesía, es «fulgor teorético»; lo conveniente, único criterio de la prosa, es «orden práctico». La distribución de Crece, en relación al diagrama 2 consiste, entonces, en diferenciar dos tipos de fenómenos entre los hechos a estudiar (literatura y poesía) y en dar otro nombre (con todas sus consecuencias conceptuales) al discurso Y que los estudia. Éste, a su vez, dividido en dos aspectos de acuerdo con la división en el objeto: la estética, cuyo objeto es la poesía, y la historia de la civilización, que se ocupa de la literatura.
1.2.3. Los ejemplos analizados hasta aquí nos muestran la variabilidad entre el objeto y el discurso que lo conceptualiza. Hay, por cierto, una constante. Pero ésta, como sistema conceptual, varía con el desplazamiento de conceptos que se producen en el discurso teórico o en la metalengua. La pregunta a formular sería: ¿ esa constante es indicadora. de alguna manera, de al-
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guna esencia universal que puede ser caracterizada de una vez para siempre, más allá del desplazamiento histórico de los conceptos? Pregunta fundamental para la teoría del texto literario; dado que x¡-Xl es el objeto de Y. la definición del primero será lo que caracterice el objeto de la teoría. Pero, entonces ¿qué atributos debemos seleccionar en el fenómeno Xl-Xl? Comenzamos esta discusión mencionando el toncepto de literariedad, como una posible respuesta. Pero. todavía. ¿este concepto se refiere a atributos constantes y universales? 0, por el contrario. si consideramos el desplazamiento de conceptos. ¿el concepto de literariedad es uno de los que, antes de ser aceptado como objeto de la teoría, debe ser analizado en el marco epistemológico del desplazamiento dé conceptos? Si aceptamos la segunda posibilidad ¿qué nos queda como designación del objeto de la teoría. ya que el de lirerariedad, aunque discutido. presentaba. sin embargo. una solución cómoda? Retomemos dos de los mayores intentos. en el presente siglo, de formular el objeto de estudio sobre bases sistemáticas: el que trata de delimitar la estructura de la obra de arte literaria y el que trata de delimitar lo específico de la literatura (e.g., la lirerariedad).
A) La obra de R. Ingarden (1931) es un esfuerzo por delimitar los atributos de la relación Xl-Xl' cuyo título testimonia un desplazamiento paradigmático que se traducirá en el área de los conceptos: Kunstwer~ (obra de arte, producción artística) remite. por un lado. a la conceptualización de poesía / poema que vimos para el siglo XVIII: pero también remite, Ingarden lo señala, a la opinión general (doxa) que se tiene, en su momento. de la obra literaria. Ingarden señala, al respecto, que a diario nos enfrentamos con obras literarias. las leemos, las evaluamos, etc., y su existencia nos resulta tan natural que nos parece conocer el objeto, universal y exhaustivamente. A esto agrega que nuestro conocimiento de la obra de arte literaria no es sólo inadecuada sino también vaga e incierta. El intento de Ingarden consistirá en dar bases sistemáticas a nuestra doxa. El primer paso, en esta tarea, consiste. en la separación de todo lo que es espúreo en la constitución del objeto (evaluación. estudio del autor, etc.], operación
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que no deja de recordarnos la preocupación de Saussure por separar la lengua de! habla y de! lenguaje. Una vez marcado lo espúreo, Ingarden se dedica a definir los cuatro estratos que caracterizan y definen la esencia óntica de la obra literaria. En este momento, e! concepto de obra de arte literaria pasa a ser una construcción abstracta. Nos interesa señalar dos aspectos de esta posición: e! primero es que e! esfuerzo por delimitar e! objeto, su esencia óntica, tiene como presupuestos (o como paradigma metafísico) la tradición de la filosofía de! ser (lo cual genera e! concepto de esencia óntica) y, a la vez, una tradición más reciente que, en oposición al estudio empírico de hechos aislados y al principio de causalidad de la mecánica clásica (ver 1. 5.2.), producirá las nociones de sistema y de estructura. De la confluencia de un paradigma conceptual filosófico y otro experimental, pero dominado por el primero, surge entonces la delimitación de! objeto. Si aceptamos esta lectura de la obra de Ingarden podemos decir que su operación se define por lo que presupone: que es posible aceptar una noción de literatura y luego definir rigurosamente los fenómenos a los cuales ésta alude; que es necesario definir la esencia óntica de! fenómeno «obra de arte literaria». De esta operación resultaría que tal esfuerzo postula las características universales como generalización de presupuestos históricos particulares. En e! mundo hispánico, el libro de Félix Martínez Bonati (1960) se inscribe en e! paradigma que funda Ingarden. La diferencia que se establece es conceptual y consiste en desplazar la estructura óntica hacia la estructura fenoménica. A Martínez Bonati le resulta necesario este desplazamiento puesto que, nos dice, en e! planteo de Ingarden «toda obra literaria es de la misma construcción óntica, pero no muestra en todo sentido la misma estructura fenoménica, la cual difiere considerablemente (oo.) en e! drama, la narración y Ía lírica» (p. 36). El riguroso estudio de Martínez Bonati no debe ocultarnos que, en cuanto al concepto de literatura que nos ocupa en este apartado, se mantiene e! paradigma metafísico de Ingarden. Bonati contribuye, además, a aclararnos la reducción que se opera en el concepto: «Entendemos "literatura" en e! sentido estricto de esta expresión, que co-
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rresponde al sentido lato de "poesía". Las expresiones "literatura". "obra literaria". "obra poética". "poesía" y "poema" son usadas aquí indistintamente» (p. 13). Como resultado de esta definición podemos ver que el desplazamiento del paradigma conceptual. propuesto por Bonati, queda. como dijimos. absorbido en el paradigma metafísico fundado por Ingarden y vale para el primero la observación que hicimos para el segundo sobre el esfuerzo por buscar las características esenciales que sobrepasan las diferencias históricas. La discusión de estos presupuestos (que preocupó a los lingüistas en los últimos años) nos llevaría demasiado lejos; puesto que. si es discutible la postulación de una «gramática universal», resulta todavía más discutible la del concepto de literatura o de obra literaria: ésta. en oposición a la gramática. se sitúa -al parecer- más cerca de la actuación que de la competencia (ver I. 5.• y cap. 4). Por esta razón creemos que la construcción de un discurso conceptual (Y) que trata de delimitar la universalidad del objeto literario (XI-X2)' resulta -reconocido el rigor de las postulaciones y su validez histórica- inadecuada como conceptualización del «fenómeno literario».
B) La noción de lirerariedad, como alternativa. surge en otro paradigma metafísico y conceptual que no apunta hacia la esencia sino hacia la especificidad: no busca la estructura ontológica sino ciertas características distintivas en los mecanismos lingüísticos que particularicen el discurso verbal literario. Para situar esta postulación. vale la pena recordar que el desplazamiento metafísico. marcado por las «ciencias experimentales» más que por el discurso filosófico. guarda. sin embargo. ciertas huellas de este último. La diferencia entre «lengua literaria» y «lengua poética» (manifiestas en las tesis de 1929 del Círculo Lingüístico de Praga) nos remite a la distinción croceana: la poesía es concebida como «lengua poética» y ésta. que no debe confundirse con la lengua de comunicación. se caracteriza por mecanismos verbales que radican en los planos fonológico. léxico. sintáctico y semántico; la «lengua literaria». por el contrario. se distingue de la lengua popular y expresa la vida de la cultura y de la civilización;
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su función cultural radica en la ampliación y modificación del vocabulario. En el plano de los conceptos, aparece aquí una primera ambigüedad que no será resuelta: el concepto «literariedad» para designar fenómenos que corresponden a la «poeticidad».? R. Jakobson, en 1921, afirmaba que «El objeto de la ciencia literaria no es la literatura sino la literariedad, es decir, aquello que hace de una obra dada una obra de arte» (citado por B. Eikhenbaum, 1925). En 1960 (R. Jakobson, 1960), el mismo autor sistematiza esta primera formulación al fundamentar lo que podríamos llamar «teoría lingüística de la literatura» (pero que el mismo R. Jakobson llama «poética»], Esta fundamentación, como se sabe, se basa en unos pocos principios: a) el lenguaje poético desplaza, en relación al sistema de la lengua y de su manifestación en el habla, el principio de equivalencia del eje de la semejanza al eje de la contigüidad; b) este desplazamiento caracteriza una de las seis funciones del mensaje, la que está centrada sobre el mensaje mismo, y c) esta función es designada como función poética. Función poética sería entonces equivalente a Iiterariedad: en 1973, R. Jakobson (p. 486) nos dice, por un lado, que la literariedad se define como una operación que transforma la palabra en obra poética y, por otro, que la poética puede ser definida como el estudio lingüístico de la función poética, tanto el de los mensajes verbales en general, como el de la poesía en particular. Tenemos aquí entonces caracterizado el conjunto Xl-X2 como función poética o literariedad y el conjunto Y como poética. Lo que surge, en primer lugar, es que la validez de la definición de la función poética lo es sólo para un período histórico y para un tipo de poesía (obsérvese su insistencia en Hopkins); pero deja de lado otro tipo de poesía del mismo momento histórico (¿por qué Hopkins y no Mallarmé o Apol.
7.
Las relaciones entre los conceptos de poericidad y de lirerariedad son de sumo
'~lterés .para analizar de qué manera el desplazamiento de un paradigma hacia otro man-
t,;ne. Sin embargo. las huellas metafísicas del primero. Esta distinción se mantiene todavia entre algunos repr~entant~ de la gramática textual (que denominaremos de ahora en adelante, «gramática del discurso» para evitar las confusiones del uso de la expresión texto y textual en el sentido que damos en este libro; ver nota 10): ver J. Petófi (197S. pp. 117 Y 123). Sobre la noción de poencidad puede consultarse también el interesante artículo de F. Lázaro Carreter (1975).
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linaire?) que escapa al modelo de base fonológica que sustenta la poesía de Hopkins y que se corresponde con el interés del lingüista, y deja también de lado el hecho de que, en ciertos períodos históricos, la función poética fuera localizada en la conativa o la referencial. De modo que, si aceptamos esta formulación, debemos hacerlo no en su postulación original que intenta fundamentar la poética, sino en su alcance particular que es la fundamentación de una poética como un modelo que permite describir y explicar ciertos fenómenos lingüísticos." Llegados a este punto, podemos decir que, tanto en el paradigma conceptual-metafísico que se funda en la búsqueda de la estructura de la obra literaria como el que se funda en la búsqueda de la función poética, es necesario distinguir dos facetas: la primera, que intenta la delimitación del objeto de estudio (cosa que implica su definición) y que postula la generalización de un concepto de la literatura que es histórico, debería ser considerada como una «generalización empírica» (ver nota 1 3), cuya validez está limitada por los hechos (o datos) particulares que le sirven de fundamento; la segunda, que intenta describir ciertos fenómenos particulares de las experiencias empíricas reconocidas como literarias, que debería ser analizado en su aspecto metodológico. Para nuestras intenciones (resumidas al final de 1.1.1., al hablar de nuestro punto de referencia para proponer una teoría del texto literario), la más relevante es la primera faceta: ella es la que constituye nuestro ll. El prohlcm.• fundamental reside. a mi entender. en que -desde un pumo de visk.¡.\ico- cuando se afirma que la función poética se corresponde con la función del mensaje qu,' se centr.• en el mensaje mismo. se mezclan en esta afirmación dos niveles: por un lado. un nivel que propont un mecanismo (función) del mensaje que se define. tamo bién, por lo que no ,"S [i.e.. las cinco funciones restantes que se relegan cuando la «dominanten l'\ I.t función mcnsaic-mensaje}; por otro lado, se asume un principio metafísico: que esa ,"S la función poética y no otra. I..l. Tratemos de indagar en las concreciones posibles de r (X, Y) para luego dar una versión más específica de ella.
2.2.2.
Coordinación y conexidad
Los fenómenos coordinativos llamaron mayormente la atención, en los estudios literarios, a raíz del tipo de coordinación anómala manifiesta en la poesía moderna. Los fenómenos coordinativos fueron, también, notados por los estilistas, puesto que, en ciertos casos, su relieve cuantitativo permitía encontrar particularidades de estilo (L. T. Milic, 1970, pp. 243-257). La base de coordinación, en el sistema primario, lo constituyen los morfemas conectivos (u otras formas semejantes; Th. Crowell, 1973; J. Whetley, 1973) de las cuales disponen todas las lenguas (M. A. K. Halliday, 1966). Para el español, por ejemplo, tenemos morfemas de coordinación copulativos, distributivos, disyuntivos y adversativos (Real Academia Española, 1973, pp. 5O5-51 3). 2.2.2.1. Para el caso de los textos literarios, J. Cohen (1966) -apoyado en una observación de G. Antoine (1958), según la cual el discurso es una inmensa coordinación de enunciados- señala que este fenómeno, aunque poco estudiado, es de fundamental importancia para la poesía, la novela, la pintura, el cine. 7.-MIGNOLO
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La importancia de la coordinación es la de poner en evidencia las restricciones, particularmente semánticas, a las cuales están sujetas las secuencias de enunciados. Si bien podemos comenzar por dos formas coordinativas simples, una conexión sintáctica mediante morfemas conectivos (y, pero, o, no obstante, porlo tanto, etc.] o por simple yuxtaposición (> como una descripción literaria. no obstante reconocer en el ejemplo los elementos que particularizan a una descripción. La norma que condiciona la inclusión de la descripción en el texto. condiciona también el tipo de interpretación que se hace de su estructura básica (TI + N + Pr). En el tipo de normas bajo las cuales escribe Mármol, una inserción predicativa como «Desnuda, se adivinaba en ella la garra de una leona y el cuerpo de una culebra» sería inaceptable en Amalia. No lo es en el discurso de Cambaceres, ¿ Por qué? Porque el texto literario instaura aquí su propio orden de selección semántica para verbalizar una estructura abstracta y tiene, en conjunción, la metalengua naturalista. Así, por ejemplo, Mármol nunca «baja» del uno, siempre cubierto y como parte integrante del busto en el cual Amalia es descrita. En tanto que Carnbaceres «baja» al pie para «subir» luego (eepan-, torrilla», «rnuslos»]. Repitamos entonces que la serniotización de la descripción aparece como una proyección de la metalengua en el texto y viceversa; siendo, a su vez, esta proyección la que inscribe la descripción en el texto. Como resumen, vale la pena recordar la observación de Roland Barthes (1968, pp. 86-87) con respecto a la descripción de Rouen insertada en Madame Bol'ary. Barthes nota que esta descripción, aparentemente desligada de toda secuencia funcional o de significados caracterológicos, no es escandalosa y se encuentra justificada por las leyes de la literatura: su «sentido. depende de la conformidad a las reglas culturales de la representación y de los imperativos de la norma realista.
3.4.1.2. Relato y «mundos posibles». - En 2.3.3.2., vimos de qué manera nuestra concepción de las acciones está estrechamente ligada a nuestra manera de representarlas. Ello nos permitió proponer que en la recepción de tal tipo de discursos se activa una capacidad (socializada) para percibir estructuras conceptuales a
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partir de estructuras discursivas. De ello derivamos el aspecto cognoscitivo involucrado en este proceso de recepción. A ello podemos agregar que la clasificación mimética de enunciados que mencionan estados o acciones, importa quizás menos en su relación con el referente. que con la manera en la cual tales menciones se pliegan a las convenciones conceptuales socializadas. De esta manera deberíamos situar el criterio mimético en el proceso de recepción y analizarlo en relación a códigos perceptivos. Por lo tanto. desde la perspectiva mimética. como caracterización de un tipo particular de recepción. el enunciado que menciona estados no difiere del enunciado que menciona acciones. U n primer grado de serniotización de ambos (ampliamente discutido en la tradición retórica) reside en la mayor adecuación a las expectativas filosóficas. morales o estéticas del grupo que detenta el poder del juicio (literario). en un momento y en una cultura determinada. Al respecto. vimos en el apartado precedente que las menciones de estados. organizadas en descripciones. se insertan en discursos más amplios; y de qué manera la semiotización de esta conducta verbal del no-texto se realiza en conjunción con la metalengua. Algo semejante podría sostenerse con respecto a un primer nivel de serniotización del discurso. que organiza la mención de acciones en relato. La mayoría de los relatos que se conservan (novelescos. épicos. etc.) no se diferencian de los relatos del no-texto por la estructura. sino quizás por el tipo de acciones representadas. Acciones que. por una u otra razón. son consideradas significativas en un grupo cultural. En los relatos épicos. por ejemplo. la serniotización radica no tanto en el relato como en la versificación. en el rango del héroe, en la significación social de sus acciones. y en las condiciones pragmáticas en las cuales tiene lugar el acto de narrar. Este complejo de condiciones parece otorgar. a un relato. su lugar especial (textual) entre todos los relatos posibles. En ciertos relatos novelescos. de manera semejante. no hay semiotización particular de las estructuras narrativas. sino que ésta radica. quizás. en la semiotización de la descripción o en la configuración del plan global y en las referencias (explícitas o implícitas) a formas de conductas sociales. En resumen, la semiotización de un discurso
LA CONI;((.;URAC10N DEL SISTEl\IA SECUNDARIO
217
descriptivo de acciones. en este primer nivel. se corresponde con nuestros códigos perceptivos (en cuanto estructuras narrativas) y se refiere a creencias y expectativas que son marcadas. por su significación en un grupo cultural. En este caso. como en la descripción. se trata fundamentalmente de la proyeccidn de estructuras
no-textuales sobre un conjunto de ualores y de expectativas fuertemente socialrzadas expresadas en la metalengua.
3.4.1.2.1. Lo que nos interesa aquí analizar es un tipo de serniotización narrativa que opera «alterando» los códigos perceptivos. cuya recepción satisfactoria requiere una modificación de la manera de conceptualizar y conectar estructuras globales. Cuando digo satisfactoria. me refiero a un criterio de aceptación por el receptor mismo: la información que no puede ser integrada (y .11macenada] por los dispositivos perceptivos es «rechazada»; sólo se incorpora aquella que tiene acceso al ordenamiento acumulativo. En la recepción de textos. este nivel está indicado por las reacciones. en las aulas de clase. tales como «Ah. ahora entiendo» o «No. todavía no entiendo». Aparentemente. este tipo de semiotización de las estructuras narrativas (del cual Borges constituye uno de los mejores ejemplos) está relacionado. en la modernidad. con un cambio epistemológico que. al menos en parte. es generado por la física relativista y por su manera de afectar a la noción de tiempo. En este sentido. y dicho primero en forma general para entrar de inmediato en algunos detalles. se alteran las estructuras narrativas. concebidas como una línea que va de izquierda a derecha y en donde las acciones realizadas y no-realizadas tienen el mismo «status». Es decir. que el agente. ante la necesidad de ejecutar entre A o B. ejecuta A y B. Estas modificaciones en el relato son inseparables de la metalengua que lo concibe. Los ejemplos los encontramos en el mismo Borges. Detengámonos en este aspecto. J. L. Borges ( 1941) comenta que Ts'ui Pén concibe el tiempo de una manera diferente a la que se encuentra en los tratados filosóficos en la tradición de occidente:
218
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
1)
A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su [Tsui Pén] antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos. en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes. convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos lJue se aproximan. se bifurcan. se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros. yo, no usted; en otros. los dos. En éste. que un favorable azar le depara, usted h,l llegado a mi casa; en otro. usted. al atravesar el jardín. me ha encontrado muerto; en otro. yo digo estas mismas palabras. pero soy un error. un fantasma. (( El jardín de senderos que se bifurcan ..)
Estas observaciones de Borges presuponen la interiorización de pautas lineales de percepción a las cuales modifica la concepción de Ts'ui Pen. I O Lo «extraño» de la concepción de Ts'ui Pén es «extraño» porque se destaca sobre celo común» que garantiza su existencia, Esta concepción teórica del tiempo afecta y sostiene el suplemento en la estructura narrativa de Ts'ui Pén que opera, en este caso, como modificación de la consecución lineal de acciones y de la temporalidad. Cuando hablamos de la organización de acciones en secuencias, a partir del esquema El (T) E 2• no prestamos demasiada atención al factor temporal que está involucrado en el esquema, La conducta serial, en la ejecución de acciones. implica que una preceda a la otra o viceversa. Esta concepción temporal básica tiene, quizás, su origen en la manera en que pro10. Es preciso notar aquí la distinción entre tiempo cronológico (para el cual disponemos de los días de la semana• del año. erc.): tiempo físico. que conceptual izamos. en el sistema primario. en la intuición del acontecer y. en el sistema secundario-cultural. con las teorías sobre d tiempo; y tiempo lingüístico (E. Traugott, 1975). Un enunciado como" El traje <jue vestiré ayer .. produce un sentimiento extraño por la incompatibilidad entre el verbo y el sustantivo. Su efecto es más lingüístico <jue físico-conceptual. Por el contrario. en el caso de Borges, el tiempo lingüístico no se altera y la «operación .. del relato consiste en alterar el tiempo físico-conceptual. De manera <jue, si d concepto del tiempo es inseparable de una "lógica .. [i.e .• resultado de una racionalidad). estos relatos nos sugieren la necesidad de «otra lógica » (i.e .• otra racionalidad). Lo curioso es <jUl' esa lógica comienza a buscarse (A. N. Prior. 1957; N. Rescher y A Urquhart, 1971; N. Rescher, 1968 j.
LA CONFIGURACIÓN DEL SiSTEMA SECUNDARIO 219
cesamos y almacenamos todo tipo de información. Somos capaces de concebir sucesiones, de una manera no problemática, en todos los fenómenos de nuestra vida cotidiana. El reconocimiento de un orden secuencial implica, obviamente, la temporalidad (¡ desde la cocción de cualquier comida hasta la lectura de Cervantes !). Una pauta secuencial subyace a nuestra percepción de fenómenos individuales. Por lo cual, una secuencia puede pensarse como un programa de sucesiones temporales, que involucra estados-tipos (reglas), repetibles en infinitos estados-ocurrencias (ejecuciones). Este esquema básico lo aplicamos en la recepción de cualquier narración verbal. El primer fragmento de Borges se articula, como suplemento, sobre esta estructura: sobre la base de la linealidad, es posible proponer la bifurcación. Podemos imaginar, como ejemplo, un sistema como estado de cosas (W. Ross Ashby, 1960, pp. 2163). Tal estado no es instantáneo, sino que se sostiene en intervalos temporales, por cortos que estos sean (microsegundos, minutos, años). Cada intervalo temporal exhibe, en consecuencia, un estado particular del sistema. El sistema, por lo tanto, está gobernado por leyes de transición cuya función es la de especificar que, si el estado del sistema en ti es D, en ti+ 1 será D'. Las leyes que gobiernan el sistema pueden pensarse como determinadas o indeterminadas (o probabilitarias). Una ley determinada tendría la forma de: «El estado D es siempre e invariablemente seguido por el estado D'». Una ley indeterminada tendría la forma de: «Un estado D es seguido por un estado D' con la probabilidad p y por el estado D" con la probabilidad t'» (N. Rescher y A. Urquhart, 1971). El estado probabilitario sigue las leyes de las cadenas de Markov (Ross Ashby, 1960, pp. 226-236), en el sentido de que la probabilidad, que el sistema asumirá en el tiempo ti, es una función del estado del sistema en el tiempo ti-l ; Y es totalmente independiente del estado o de la historia del sistema, anterior a ti-l. Es fácil relacionar este sistema imaginario con las restricciones en la ejecución de acciones discutidas en 2.3. 3.2. Este esquema, válido para las acciones realizadas, lo es también para la «libertad» narrativa que organiza la secuencia de acciones. En narraciones fuertemente pautadas, como en los relatos que constituyen
220
PARA UNA TEüRIA DEL TEXTO LITERARIO
la comunicación de masas, algunos estados del sistema están totalmente determinados: quien comete un crimen sed irremediablemente castigado, N o lo son menos en muchos de los relatos "literarios», Cierto efecto estético se alcanza cuando, precisamente, un relato escapa a las probabilidades codificadas e instala una nueva probabilidad o, en cierto sentido, una improbabilidad, En otros casos tales secuencias narrativas pueden pasar a formar parte de lo "fantástico» o de lo «maravilloso». En el caso de la no-alteración de las probabilidades del sistema estaríamos, de nuevo, ante los efectos miméticos que no alteran las probabilidades admitidas por los códigos interiorizados por el grupo receptor. La improbabilidad puede ser rechazada y relegada al olvido (al no-texto), o recuperada como «fanrástico» o "maravilloso», De nuevo, las retóricas pueden suministrarnos los ejemplos necesarios en su constante resumen de creencias y expectativas, Francisco Sánchez (Principios de retórica J poética. 1805, cap, VI). a comienzos del siglo XIX. elimina las «furias y los espíritus» como probabilidades narrativas: "No creemos en hadas ni en encantamientos que en otro tiempo formaron el maravilloso de algunos modernos, Las furias, los espíritus infernales, las virtudes y vicios alegóricamente personificados, ya en vez de causarnos agrado, nos fastidian», Tal codificación reduce a cero las probabilidades de la inserción de hadas y espíritus como parte de la estructura narrativa," 11. Este aspecto era ya notado por el Ta"o. cuando intenta 'IIU.lr d "1'1~"1I del milagro COII plena conciencia de 'lue lo maravilloso (prodigio ° mJla~ro) nene 'u h,l'" ,'11 convenciones socializadas: no es verosímil 11I creíble par,. d ni'tI.llI" 1" 'lue h.•h,.1 "d" creído por el idólatra: «Quanto dunque il maravigli"'o che port.ln" "'0' i (ji"vi e ~Ii Apollini sia acompagnato da ogni probabilirá. da ogni verisinuluudinc. da o¡.:ni ll'l',kll~, da o¡!ni grazia e da ogni autorirá, ciascuno di mediocre ¡(uidllio '" IH' potr.i 1.11I1ml'lltl avedere, leggendo I rnoderni scritrori. lila ne poeti annchi 'lu,'"'' (O," deoll" •.",'1' lene con altra considerazione e quasi con altro ~u~to. non ~ollJ come ricrvutr d.rl \"ol¡..:o, 'l1.l come approvale de 'ludia rdigiolle. qualunque dla lo"e» (Dl\fOnl del /,Uf'IIII'CUI{'O
¡
Fónica»
Microestructuras
2
"ITUACION
Versificación
mer.ifora)
SITUACIÓN
Compensación
OE
Enunciación
f
CONTEXTUAL
Macroestructuras
SP = Sistt'm.l primario SS ~ Sistt'm.l secundario PS Proceso dc semiotización ~
f
Situación discursiva
Agentes Acciones Estados Procesos
Ernbragues-deícticos Axialidad Figuración Estructuras narrativas Descripciones Personajes N iveles y estructuras temporales [.«mundos posi-
bles..)
OR
CONTEXTUAL
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL
259
algunas de las pautas de reconocimiento bosquejadas en el diagrama 2. Los estímulos verbales son los «activadores» de tales pautas. Desde la perspectiva de OE (siguiendo la lectura del diagrama), la serniotización del discurso 'j su conversión en texto sería, entonces, un ordenamiento especial de los estímulos: marcarlos para que aquello que no está presupuesto permita a OR ejercer sus pautas de reconocimiento. De esta manera podemos decir que, en toda semiosis, el proceso de emisión tiene la ventaja de marcar las jugadas; en tanto que el de recepción tiene la obligación de inferirlas. La comunicación literaria, por lo tanto, no debe ser entendida como una «transmisión de sentidos», de OE hacia OR, sino como una estructura compleja en la cual se actualizan códigos de reconocimiento, y éstos, a su vez, se proyectan sobre la organización de los estímulos verbales en su doble función: discursiva y textual.
4.3. 4.3.1..
EL SISTEMA COMUNICACIONAL
Direcaonalidad
Las observaciones anteriores nos ofrecen una base de elaboración del sistema de comunicación literario, a la vez que pueden responder a las posibles objeciones sobre lo irreductible del texto literario al sistema comunicacional. Estas objeciones, que parten fundamentalmente de la direccionalidad de izquierda a derecha (dd autor al lector), serían desplazadas en el momento en que consideramos tal direccionalidad sólo en el plano de los estímulos verbales. De esta manera podemos retomar el esquema 1), especificado en el esquema 2), y marcar sobre él la direccionalidad en diversos planos del sistema comunicacional:
260
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
3) TEXTO:
EVS: SS
PS
2
DISCURSO:
EV: SP
2
üE ----.~ Estímulos verbales ----.~ OR
Como ya lo señaláramos, la direccionalidad de izquierda a derecha sólo se cumple en l. En 2 y en 3 se produce un lugar de encuentro en el cual las «intenciones» de OE deben ser reconocidas y evaluadas por O R. Así, por ejemplo. en el proceso que se cumple en 2, no todas las marcas puestas por OE serán necesariamente inferidas por O R. Por otro lado. O R puede realizar inferencias (debido a un estado especial de su sistema), que lo llevan a resultados interpretativos que no se corresponden con las «intenciones» de OE. En el sistema de comunicación literario. un factor primordial de esta ocurrencia es que OE y OR no están ca-presentes en la misma situación contextua] de comunicación. Por esta razón las condiciones de comunicación son aún más complejas cuando ambos están separados por grandes períodos temporales, y el contexto de OE difiere radicalmente del de OR. En estos casos, el «d estino» de los estímulos verbales fijados en la grafía depende, en gran medida, de las decisiones de O R. Esta complejidad del sistema comunicacional que radica en la direccionalidad es la que justifica la necesidad, en la teoría del texto literario, de elaborar modelos de síntesis y de análisis que describan los procesos de producción y de recepción; además de los modelos descriptivos de estructuras verbales que serán la base sobre la cual asentar los primeros. De esta manera, un esquema más general de los objetivos de la teoría del texto literario quedaría resumido como sigue: 1)
elaboración de modelos descriptivos de la configuración discursiva no-textual y semiotizada (textual-literaria), que nos ocuparon en los capítulos 2 y 3;
CONl-'tlJURACION DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 261
2) 3)
elaboración de modelos de la conducta del emisor (síntesis), y elaboración de modelos de la conducta del receptor [análisis].
Desde una perspectiva metodológica, pensar O E Y O R como una construcción abstracta tiene la ventaja de dejar abierto el camino a elaboraciones sistemáticas que reemplacen las proyecciones intuitivas del analista con respecto al emisor (do que el autor intenta decir»), o de lo que se intuye como proyección personal hacia todo lector ((en este momento de la novela el lector intuye que ... » o «lo que siente un lector leyendo tal poema, una mañana de sol en la alameda del parque»]. Propondremos dos perspectivas para analizar diferentes aspectos de los sistemas O E Y O R: una pragmática y otra cognitiva. A ellas dedicamos las páginas siguientes.
4.3,2,
OE Y OR: perspectiva prag,nática
La necesidad de elaborar las condiciones pragmáticas 2 del sistema de comunicación literario puede justificarse mediante cuatro puntos fundamentales. En primer lugar, porque el carácter de implicaciones de un lexema o de una estructura verbal serniotizada es restringido por el contexto pragmático de su aparición. Sea esto algo que hacemos cuando interpretamos, sea que el contexto lo fuerza, porque tal lexema o estructura verbal está fuertemente codificada en él. Así, si identificamos una estructura verbal como verso, la actitud interpretativa que adoptemos hacia ella dependerá, además, de nuestra aceptación -o de la codificación contextual- de su carácter folklórico. publicitario, literario. etc. De ello se desprende, en segundo lugar, que hay una estrecha relación 2. El sentido en e! cual empleo la nocion de pragm.itic« tiene su fundación C'11 Ch. Morris (1939). La actualidad y transformaciones de esta herencia sOI1 di-cund.« por Ch. Sayward (1974) Y por Hans Heinrich Lieb (1971). Por otro lado, dl'iJc' cont.irvr con las renovaciones propuestas en la pragmática de R. ;l.lonta¡(lIl' (!')6X) y. l'I1 ot!"., Ii· nea, por H. P. Grice (1968). En estas consideraciones SI¡(O tund.rnunt.dmcntc ,1 L. Aposrel (1971). Es de interés también el reciente libro, editado por T ('.111 Dijk (1976).
262
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
entre el contexto de uso (emisión y recepción) y los «mundos posibles» que serán invocados para determinar el valor y la función del lexema o de la estructura verbal. En tercer lugar. podemos agregar que los «mundos posibles» son, por una parte, internos y dependen de la competencia frástica y discursiva de OE y OR. Por lo tanto, hay un plano del procesamiento de la información que corresponde sólo a este nivel y que podría tener el mismo valor en diversos contextos. Pero, por otro lado y en cuarto lugar, toda situación contextua] relevante (así como la memoria que tiene el sistema de situaciones anteriores) condiciona las relaciones (y la interpretación) de los diversos «mundos posibles» (o «textos parciales». ver 4.4.) que OE marcará y que OR inferirá. Para avanzar en la elaboración de estas condiciones, es necesario otorgar una estructura interna a los sistemas OE y OR, en la cual puedan localizarse diferentes estados y diferentes momentos del proceso. Podemos, entonces, comenzar suponiendo que, previo a la ejecución del acto discursivo (semiotizado o no). el organismo se encuentra en un estado algo semejante a: ccOE sabe, cree que OR no sabe (le interesa) p». en donde p representa cualquier tipo de información que condiciona y/o motiva la producción verbal de OE. Esta motivación de base conduce a un proceso de decisiones en el cual OE debe elegir. según las restricciones del contexto. la forma adecuada para ejecutar p. De ello podemos derivar que, en tal estado del sistema. üE tiene un conocimiento parcial y presupuesto del estado de O R, el cual condicionará su proceso de decisiones. Podemos entonces dotar a OE de un segundo sistema «modal»: además de creer o saber que OR no sabe (o le intereJa) p. OE debe querer, desear, esperar que a OR le interese p. Sin este segundo componente modal no podríamos pensar la motivación inicial que conduce a la producción del discurso. A partir de estas dos modalidades de O E Y O R en el sistema de cornuniccación, podemos imaginar. basados en L. Apostel (1971). una serie de situaciones que subyacen al acto de emisión-recepción: 1)
OE produce un acontecimiento complejo D (discurso) que se manifiesta como estímulo verbal;
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 263
2) 3)
4)
5) 6)
7) 8) 9)
o R percibe
el acontecimiento complejo D'; D' es una función x en D (D' = f (D, x)) dado que -por las razones expuestas al considerar la direccionalidad- las señales verbales de D son los estímulos que inician el proceso de recepción; O E (sabe, cree) que O R percibe la función x de D', o que tiene posibilidades de percibirla. De otra manera no emitiría su mensaje; OE (quiere, desea) que OR perciba D de la manera mencionada en 4). Si esto ocurre podríamos decir que, en el caso ideal D = D'; OR (sabe, cree) que OE produjo el complejo D; OE (sabe, cree) que si OR percibe D, entonces OR sabe que OE (sabe, cree) p; OE (quiere, desea) que OR sepa que OE (quiere, desea) p; la percepción de D' produce en O R un cambio de estado, dado que este tiene que reconocer en D' una clase de acontecimientos verbales) (conversación. publicidad, literatura) y diferenciarlos de la clase '\.; etc.
Este tipo de situaciones que, debemos suponer, subyace a la situación comunicati va, indica la complejidad de su realización. El caso más simple sería aquel que se representa en 5): O R infiere lo que OE «quiso decir» (en la comunicación no-textual), o lo que «quiso hacer» en el plano de la semiotización discursiva. En este último caso el plan (ver 4.3.6.). reconstruido por OR. correspondería al plan imaginado por O E. En términos propuestos por L. Prieto (1968), estaríamos ante el éxito del acto sérnico ; en tanto que D f= D' correspondería a su fracaso. Ahora bien, esta formulación tendría validez sólo en el sistema primario; sería más difícil su aplicación en el plano de la serniotización discursiva que da lugar al texto literario, dada la complejidad direccional que supusimos en este sistema de comunicación. Lo cual nos conduce a suponer que la correspondencia D = D' sea sólo teórica y casi imposible en la práctica. Los ejemplos que pueden ilustrar estas conclusiones abundan. É. Zola. en el prefacio a la segunda edición
264
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
de Tbérese Raquin, trata de poner en claro que el lector no entendió el sentido que él quiso producir. Sánchez Ferlosio, en la quinta edición de El Larama -ante la favorable acogida que el comienzo y el final de su novela (consideradas como sus «mejores páginas») tuvo entre sus lectores-c. se ve impelido a aclarar que éstas fueron «extraídas» de un libro de geografía. Amado Alonso (1940, p. 119), al discutir ciertas formas del «sentido» en la poesía de Pablo N eruda, recuerda unas palabras de Robert Brown: «Cuando escribí esos versos, sólo Dios y yo sabíamos su sentido; j hoy sólo Dios lo sabe!». En el caso de Zola podríamos ver un ejemplo de la situación en la cual OR atribuye a D' una función que OE no intentó en D. En el caso de Ferlosio. OE sabe que lo que cree OR no es adecuado según lo que OE sabe que no sabe OR. En el caso de Brown, podemos ver que OR tiene la mayor libertad con respecto a la modalidad del querer de OE, en cuanto éste no marca D para que OR llegue a inferir el plan que subyace a su producción discursiva. Debido a que en la comunicación literaria OE y OR no están co-presentes (excepto en los casos de «poesía oral» que no contemplamos aquí) y que, además, la no ce-presencia puede estar marcada por grandes intervalos de tiempo, la relación entre ambos puede manifestarse en diversas formas: 1) la recepción no se corresponde con la «intención» de OE, dado que OE y OR están situados en «mundos distintos», cualesquiera sean los datos que consideremos para marcar esta diferencia; 2) OR no tiene suficiente información y, por lo tanto, no puede realizar inferencias adecuadas a partir de D'. Sería el caso en que el (elector no entiende», y esta «no-comprensión» se debería al desconocimiento de los códigos presupuestos en la acción discursiva de OE; 3) OR tiene más informaciones que OE, caso en el cual OR realiza inferencias que no fueron intentadas como marca en la producción de OE. Teniendo en cuenta estas tres posibilidades, podemos sugerir una regla general que las contemple. Para ello agregaremos la denominación de mensaje (M) a la función (f(D', x)) que delineamos en los casos 4) y 9), anteriormente:
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 265
lO)
La percepción de un mensaje M provoca en OR un estado E. por cuanto OR debe asumir que M pertenece a un conjunto determinado de mensajes M' (e.g.• literarios). La descripción estructural de M (descripción de estructuras discursivas textuales y serniotizadas]. que tiende a representar la conducta de O R. operará asumiendo que sólo aquellos mecanismos verbales que siguen ciertas reglas R (e.g., de semiotización) producirán mensajes del tipo M'.
Es en la especificación de R donde podemos localizar diversos estados del proceso receptivo, cuyas inferencias permiten dar interpretaciones plausibles de la función f (O', x). En la recepción podemos localizar. al menos, cuatro órdenes distintos en los que las reglas R serían operativas: en primer lugar, la disponibilidad del mismo código lingüístico con respecto al discurso producido; en segundo lugar. los códigos que permiten identificar y diferenciar tipos de discursos; en tercer lugar, un «conocimiento del mundo» que completará la información semántica del código lingüístico; en cuarto lugar. los códigos de orden valorativo (e.g., estéticos) que sitúan el discurso O en un orden jerárquico con respecto a otros discursos conocidos por ORo La interpretación que hace A. Alonso de «El fantasma del buque de carga)) (P. Neruda, Residencia en la tierra) puede ilustrarnos la aplicación de algunos aspectos de la regla 10). Alonso propone que el el sentimiento provoca la actividad de la fantasía y la fantasía da estructura al sentimiento» (1940. p. 58). En esta interpretación podemos ver que las inferencias se ordenan de la siguiente manera: se asume que M pertenece a la clase de mensajes M' (poéticos); se deriva que los mensajes M' están motivados por una fuerza afectiva; se concluye que M'. motivado por la afectividad, se estructura sobre la base de la fantasía. Esta, a su vez, es la premisa que justifica la presuposición de que M' pertenece a la clase de mensajes poéticos. Volvamos sobre la situación específica de la comunicación literaria. caracterizada por la no co-presencia entre OE y OR. Es decir, que en las situaciones pragmáticas que regulan el fenómeno «literario» (i.e .• situaciones reguladoras de la producción y recep-
266
PARA UNA TEORIA DEL TEXTO LITERARIO
C10n de un tipo especial de mensajes). üE debe «imaginar» () "pre-suponer)) un estado especial de ORo Podemos todavía extraer más consecuencias de este hecho: la presuposición () imaginación de üE está condicionada por el "espacio social» que ambos organismos comparten. No puede entrar. sin duda. en el proceso de decisiones de O E ningún tipo de consideración sobre un O R en un futuro que escapa a las condiciones socio-culturales compartidas. En el proceso de decisiones de OE. en un espacio social compartido en el cual imagina a ORo cuenta también su poder enunciar. En el poder enunciar se localiza un rol social: un sermón en la iglesia sólo puede ser producido por un párroco; la defensa del acusado sólo puede hacerse por alguien que haya cumplido requisitos que le otorgan tal rol en el grupo social. etc. En la "institución literaria» tal poder es un reconocimiento social de faao. Es este reconocimiento. y la conciencia de él por parte de O E. lo que condiciona e! proceso de decisiones. Proceso de decisiones que conduce a una elección de un tipo de discurso en e! cual se involucra la «imaginación" de ORo Así. por ejemplo. Karl Vossler (1960) testimonia la situación socio-cultural que condiciona. en gran medida. e! surgimiento del trocar dos: e! deseo del vate de ser admirado y pertenecer a la corte es lo que condiciona la modalidad de! querer como intención dirigida hacia su receptor. En sentido inverso. la aceptación, por el grupo. de la «oscuridad» de su discurso es un valor presupuesto en O E por e! cual este asume que O R le otorga el poder de la palabra. Un ejemplo simétrico y opuesto lo ofrece la aparición de determinadas formas poéticas «oscuras" hacia mediados del siglo XIX En este caso. la «oscuridad- indica un deseo de separación de cierta clase de OR y la imaginación de un ORo distinto al del grupo mayoritario. Por un mecanismo paradójico. es por la existencia de O R Y por la constitución virtual de OR' (en la medida en que las formas nuevas son incorporadas en los receptores). por lo que O E siente o sabe que nene otorgado el poder de la palabra (J. Kristeva, 1974. pp. 315-335. analiza el mismo fenómeno desde otra perspectiva). Hay todavía otros elementos (pragmáticos) a tener en cuenta
CONfiGURACIÓN OEL SISTEMA COMUNICACIONAL
267
con respecto a la manera en que el espacio cultural compartido condiciona el proceso de decisiones de OE, y lo fuerza a la elección de una forma discursiva. Si el candidato a presidente, por ejemplo, cuenta a su esposa cuáles son los puntos fundamentales de su plataforma política, el discurso que construya para hacerlo diferirá del discurso que deba producir para convencer a sus electores. Y, viceversa, si la segunda fuera la forma que adopta para comunicarse con su esposa, ésta lo tomaría como una broma o como un ejercicio, dado que consideraría no apropiada la aplicación de ciertas normas del contexto político a la situación de la comunicación marital. Estas condiciones pragmáticas (externas) condicionan también el proceso de decisiones cuando se trata de producir estructuras discursivas con la conciencia de su plano semiótico. Un ejemplo de esta situación lo constituye el momento en que el latín da lugar al surgimiento de las lenguas romances. En este caso, es la conciencia de los sistemas primarios y secundarios la que impone restricciones a la producción de discursos (e.g., Dante, Di volgare eloquentia), por cuanto las normas institucionales dictan cuáles discursos deben/pueden escribirse en «volgare» y cuáles en latín. López Pinciano escribe su Philosophia antigua poetica en romance, pero tiene el cuidado de aclarar la particularidad del hecho. Puesto en nuestros términos: este sería un caso en el cual, en el espacio social compartido, OE sabe que el tipo de discurso T está ligado, por convención, a la lengua L. Por lo tanto, hacerlo en la lengua L' exige a OE advertir a OR que OE sabe la posible incompatibilidad de la decisión con respecto a la norma. En otros casos, cuando OE opera «contra» las normas socio-culturales compartidas y produce una determinada organización de las señales verbales, de tal manera que «impide» un reconocimiento receptivo inmediato, estaríamos en la generalidad de los fenómenos de «invención» o de cambios. En estos casos, la invención o el cambio sería un fenómeno localizado en la producción, como un tipo especial de marca, que obliga a O R a un tipo especial de inferencias que, hasta ese momento, y en un espacio cultural determinado, no se había practicado (e.g., el arte de vanguardia).
268
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
4.3.3.
Coherencia y proceso de recepción
En el capítulo 2 analizamos los aspectos conectivos del discurso. Las conexiones son fenómenos relacionales que consisten. principalmente. en la organización de informaciones equivalentes. Las equivalencias. en los ejemplos analizados en el capítulo 2. estaban «dictadas» por presuposiciones teóricas. Sabemos además que. si bien la teoría puede hacer explícitos los criterios sobre los cuales basa el «descubrimiento» de equivalencias. éstas no son un privilegio teórico del lenguaje, sino que responden a un fenómeno más general que tiene como base el principio de identificación. Por otra parte, podemos suponer que la recepción de todo discurso presupone en OE una cierta organización. aunque no explícita, para la cual OE está capacitado. Presumiblemente. la atribución de coherencia a una sucesión lineal de estímulos verbales es el resultado de un proceso organizativo que consiste en relacionar un número mínimo de informaciones equivalentes. Si esto es así, podemos asumir que la coherencia es fundamentalmente un fenómeno receptivo. En última instancia, el procesamiento de informaciones equivalentes, que permite atribuir sentidos a un discurso, sería el momento en el cual el receptor llega a reconstruir, a partir de los estímulos verbales, los códigos que fueron actualizados por el emisor del mensaje. De ello se deriva la limitación de toda posición que pretende sostener que toda la información para el procesamiento de un discurso está contenida en él y sólo ella es necesaria. El único tipo de discurso para el cual esta premisa sería válida estaría ejemplificado por el discurso formal. Es quizás por esta razón por lo que la noción de coherencia, mucho antes de ser introducida en el análisis de discursos naturales (1. Bellert, 1970), tiene una larga trayectoria en el discurso filosófico. unida a las nociones de sistema y de verdad. Tanto en los discursos naturales como en los discursos semiotizados, no son sólo las reglas (axiomáticas) las que juegan un papel definitorio en el acto de comunicación. sino que en éste interviene (como bien lo señala Bellert,
CONHGURACION OEL SISTEMA COMUNICACIONAL 269
1970) un «conocimiento del mundo» que comparten DR y DE. Veamos un poco más de cerca las razones que pueden justificar que la noción de coherencia designe la autosuficiencia de un sistema formal, pero que. a la vez. sea insuficiente como principio de organización de los discursos naturales y serniorizados, para los cuales se requiere «otra" información. además de la contenida en el discurso. F. H. Bradley (1914. p. 223) sugiere. para el discurso filosófico basado en los discursos formales. que la noción de verdad es una expresión ideal del Universo; que es. a la vez. coherente y comprensiva. Por lo tanto. no debe entrar en conflicto con ella misma y debe ser realizada como un todo sistemático. No voy a entrar en los detalles de la confluencia. así expresada. entre las nociones de coherencia y de estructura. La noción de coherencia adquiere mayor operatividad cuando. extraída de las resonancias metafísicas de la posición de Bradley. A. C. Ewing (1934. pp. 229-230) le otorga un contenido lógico: un conjunto de dos o más proposiciones es coherente si 1) cada una de las proposiciones del conjunto sigue a las precedentes según una necesidad lógica. y las precedentes llenan el requisito de verdad: y 2) ninguna de las proposiciones de la totalidad es lógicamente independiente de las restantes proposiciones dd conjunto. Ewing justifica estas premisas. y en especial 2). sugiriendo que una manera simple de entender el contenido de esta noción es la de considerar aquellos casos en los cuales d ideal de coherencia es admitido en los límites o en el interior de un ámbito determinado. Los ejemplos que suministra son. por cierto. el de las teorías matemáticas y el de las teorías bien definidas fuera de éstas. « Bien definidas" significa. en este caso. que la definición de los elementos, de las reglas de formación y de transformación. son la sola y única garantía de la coherencia del discurso como derivación formal. La garantía de coherencia está dada por las características mismas del sistema. Un lenguaje formalizado está compuesto por las frases bien formadas según: 1) un conjunto de símbolos o alfabeto y 2) un conjunto de reglas de formación que determina las combinaciones posibles entre los símbolos. El aparato deductivo es así especificado a partir del lenguaje formalizado. para la obtención de un sistema
270
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
formal. Dicho de otra manera, el sistema formal es el lenguaje formalizado y el aparato deductivo más 3) los axiomas constituidos por alguna fórmula del lenguaje formalizado y/o un conjunto de reglas de transformación que determinan cuáles fórmulas es posible deducir de 3). De esta manera podemos caracterizar una derivación formal en su aspecto sintáctico (construcción de frases bien formadas), semántico (valor de verdad) y pragmático (cierto fin, orientación del discurso en el conjunto de los sistemas formales). Vemos, entonces, que sólo metafóricamente podemos caracterizar un discurso natural como una derivación (ver 1.4.(.). El único criterio que lo aproximaría al lenguaje formal sería el reconocimiento, por parte del receptor, de una frase bien formada que cumpliría con las exigencias de las reglas sintácticas. Pero sabemos también que este criterio es relativo y depende de condiciones pragmáticas, puesto que lo que es considerado como bien formado en un sistema dialectal, puede ser considerado como mal formado (no-gramatical) en otro. Además, la noción de coherencia se aplica más al aspecto semántico-pragmático que al sintáctico. Una frase como «El hijo menor de María está en México» no sólo requiere su aceptación como bien formada, sino que el receptor debe también saber y/o presupcner que María tiene más de un hijo, que María no vive en México, que México refiere tanto a un país como a una ciudad y que, por ello, si el contexto no lo ha especificado el interlocutor debe pedir explicaciones al emisor, etc. En los discursos naturales y semiotizados, la coherencia es una operación de segundo orden en relación a la conexidad. Dijimos, en el capítulo 2, que una sucesión de enunciados puede estar conectada pero no estructurada. La estructuración, atribución de coherencia, no es una función ni necesaria ni suficiente de la conexión. Ésta depende de los grados de organización que üR pueda atribuir a una sucesión de estímulos verbales, mediante la activación de códigos socializados comunes con los de O E. En el proceso conectivo, las informaciones lingüísticas son fundamentales aunque no únicas (e.g., «El hijo menor de María está en México»). en tanto que, en el cohesivo, es necesaria la activación de códigos de reconocimiento que organicen las conexiones. Es en
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 271
este proceso donde operan las modalidades del saber y del querer: una construcción anómala, por ejemplo, tenderá a ser estructurada en forma coherente, si el receptor sabe que ella es una licencia (literaria) permitida por la norma, o si sabe que el emisor no conoce bien su propia lengua y es todavía incapaz de construir frases sintácticamente bien formadas. Marcadas las diferencias entre discursos formales y naturales, nada impide que recurramos a los primeros, tomándolos como modelo analógico para especificar el ámbito de los fenómenos cohesivos en la configuración discursiva y en su proceso de semiotización. Supongamos, para empezar y teniendo como referencia discursos no semiotizados, una derivación simple en la cual los símbolos sean A, B, C, D, E, F, Ydonde contemos con una regla de implicación. En tal sistema, cada proposición debe estar implicada por la anterior. Supongamos, además. que (A,B,C) sea un conjunto de proposiciones, dos de las cuales, A,B, permitan derivar la tercera C. Supongamos también que (D,E,F) sea un conjunto semejante pero independiente del primero. El sistema S, compuesto por los dos conjuntos (A,B,C) y (D,E,F) debe satisfacer un principio como: 1)
Cada proposición. en el sistema. sigue lógicamente a las precedentes, si todas las otras son verdaderas.
Pero, por definición, no satisface el principio 2): 2)
Ningún conjunto de proposiciones puede ser lógicamente independiente de las proposiciones restantes en el interior del sistema.
dado qi.le supusimos que (A,B,C) y (D,E,F) son semejantes pero independientes. Para que el sistema cumpla o satisfaga el principio 2}, es necesario introducir otras «exigencias» en la definición de S. Entre estas exigencias deberíamos contar las condiciones de conexión entre ambos sub-conjuntos y establecer que éstas son necesarias para que S pueda ser considerado coherente: 3)
Una proposición cualquiera de S debe tener. al menos. una conexión con todas las proposiciones de S.
272
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
Este principio nos permitiría introducir uno de mayor generalidad que sostiene el criterio de coherencia: 4)
Las proposiciones de S forman un tejido en el cual cada uno de los elementos (proposicionales) se relaciona lógica o semánticamente con todos los elementos del conjunto pertinente y también del conjunto complementario.
Sobre la base de este principio, podríamos afirmar que S define una red conectada y estructurada, a la cual podemos aplicar el criterio de coherencia. Los principios enunciados son lo suficientemente generales como para referirse, al mismo tiempo. a discursos formales y naturales. Para ser más específicos, deberíamos trabajar con definiciones de la verdad lógica para el primer caso, y de información semántica para el segundo.' Esto sería así debido a que la conservación de la verdad es requisito primario para el sistema formal; pero no lo es para los discursos naturales, debido a que la exigencia mínima para éstos es que conserven cierta información semántica. suministrada por los enunciados que preceden al enunciado en consideración. Dicho de otra manera. un enunciado Si deberá conservar informaciones sémicas, temáticas y/o referenciales. en relación a los enunciados SI ...Si-I' A partir de estas consideraciones. podemos retomar las posibilidades de 1) a 9) enumeradas en 4.3.2. Consideremos sólo dos como ejemplificación: 1) 4)
O E produce un acontecimiento complejo D que se manifiesta como estímulo verbal; OE (sabe, cree) que OR percibe la función x de D', o que tiene posibilidades de percibirla.
Para que estas dos condiciones se cumplan. üE debe saber o creer que üR está en condiciones de conectar y de estructurar la secuencia D. que él emite. La coherencia será establecida. al menos en el discurso natural, cuando üR atribuya la función x y. en esta función. perciba el discurso como estructurado. según los parámetros
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL
27 3
de la situación en la que OR y OE se encuentran ca-presentes. Si esta condición no se cumple, OR tiene la posibilidad de interrogar a su interlocutor, pidiéndole más informaciones; y OE tiene la posibilidad de corregir a su interlocutor, si, en el desarrollo del intercambio, aquél percibe que OR no ha aplicado la función correcta. El caso es enteramente distinto en el sistema literario de comunicación. Tomemos un ejemplo antes de especular sobre esta diferencia. D. Alonso (1956, p. 22 3) interpreta unos versos de L. de Góngora, marcados con letras mayúsculas, en relación a la paráfrasis que, siguiendo a D. Alonso, damos de ellos: (oo.) seguida la novia sale de villanas ciento a la verde florida palizada, cual nueva Fénix en flamantes plumas matutinos del Sol rayos vestida, de cuanta surca el aire acompañada monarquía canora y, vadeando nubes, las espumas del rey corona de los otros ríos, en cuya orilla el viento hereda ahora pequeños no vacíos de funerales bárbaros trofeos que el Egipto erigió a sus Ptolorneos.
A B
C
D E
La paráfrasis que sugiere D. Alonso: A B C D E
= La novia sale con otras aldeanas; = La Fénix resucitada con su cortejo de pájaros;
= La Fénix va volando hasta coronar el Nilo; = El Nilo está a las orillas de las Pirámides; = Las Pirámides fueron erigidas por Egipto a sus Ptolorneos.
La organización del ejemplo está realizada de tal manera de poder confrontarla con la definición del sistema abstracto conectado y estructurado que discutimos en las páginas precedentes: S = {(A,B,C); (D,E,F)}. En el discurso (semiatizado) de Góngora podemos ver que A está ligado a B por analogía. Lo que se preserva, en este caso, es la información necesaria que funda la 1M - MIGNOLO
274
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
analogía. A partir de e ya no es demasiado «claro» qué es lo que se preserva de A. U na posibilidad sería la de continuar el símil con una metáfora: (da novia vuela». A partir de C. podríamos hablar de conexión no estructurada (sugerida en 2.2.2.). en donde el «predicado» de e es «sujeto» de D. y el «predicado» de D es «sujeto» de E. Podríamos seguir suponiendo. Lo que quiero subrayar con ello es que las conexiones (y la eventual coherencia) son enteramente un proceso de inferencias de ORo en el que éste actualiza su «saber acumulado» y donde acepta los presupuestos pragmáticos que sostienen al sistema de la comunicación literaria. Es decir que OE necesita de un criterio de relevancia que le permita organizar las conexiones en sub-estructuras (nudos) coherentes; y. además. que le permita organizar estas sub-estructuras entre sí. En la interpretación de D. Alonso. el criterio de relevancia se evidencia en dos premisas: 1) estamos frente a un mecanismo recurrente en la poesía de Góngora (es decir. conocimiento de otra información que no proviene del discurso considerado); 2) estamos frente a una comparación frecuente ((mujer hermosa = Fénix»] en la poesía grecolatinizanre. Este criterio de relevancia no es. sin embargo. suficiente para soportar la coherencia de todo el párrafo. y Alonso concluye con un (desgraciadamente» que implica una ausencia de criterios para integrar. de manera relevante. C. O y E. por un lado. en relación con A y B. por el otro. Estos ejemplos nos permiten sugerir una interpretación más general del principio 4). proponiendo que el criterio de coherencia. en el proceso receptivo. no depende de la información contenida en los estímulos verbales. sino en un «acto de invención» de OR que consiste en recolectar informaciones del discurso y en organizarlas sobre la base de las informaciones acumuladas por la memoria del sistema. Este proceso puede ser representado en el esquema siguiente:
DIAGRAMA 1
•
Nudo , (Lexemas)
1
1 11l1.,rma,iúll -ununistrad., por d discurs»
i
~
••
•
Nudo, (Frases)
Nudo, (Acciones. personajes. etc.]
Informaciún acumulada y codificada en OR
i
276
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
La invención de la coherencia está limitada por los códigos que restringen todo tipo de conducta verbal y por dimensiones pragmáticas. Este proceso consiste, primero, en la operación de conexidad que agrupa la información en sub-conjuntos (nudos) y, segundo, en la de «cohesionar» los nudos entre sí (una extensión de este punto en 4.3.5.). Este esquema general que sitúa el criterio de coherencia en el sistema de comunicación y no lo hace depender únicamente de los estímulos verbales, coincide con ciertas observaciones -realizadas desde diferente perspectiva teórica- de Roman Ingarden (1937). Ingarden nota que las conexiones son invisibles. Por lo tanto, el receptor trata de encontrarlas y se asombra cuando no las encuentra. Lo cual nos vuelve sobre los criterios pragmáticos que condicionan la atribución de coherencia: "encontrar las conexiones» implica organizar la información de manera tal que la totalidad pueda ser procesada como conectada y estructurada. Podemos reconocer de inmediato conexiones discursivas, pero necesitamos una segunda operación de «búsqueda» para atribuir la coherencia. La primera lectura de ciertos poemas de Trilce constituyen un ejemplo. Llegar a organizar la información de ellos de manera coherente implica la articulación de las conexiones en la cual éstas se organicen según criterios de relevancia. De ahí que 1. Bellert subraye que la coherencia de un discurso no se resuelve únicamente en las inferencias lingüísticas. sino que necesite también del "conocimiento del mundo» del receptor. En el campo de los estudios literarios podemos comprobar que la tarea de la crítica ha sido y sigue siendo un trabajo de "invención" de la coherencia: la coherencia es un problema de estrategia de interpretación. Desde esta perspectiva podemos preguntar: ¿ Cuáles son las condiciones que posibilitan la selección de una clase de conexiones. para aceptar un discurso conectado como coherente r, ¿ de qué manera un enunciado contiene las informaciones que le atribuimos? ¿ de qué manera establecemos conexiones con otros enunciados y recolectamos la información para agruparlas en nudos? Si aceptamos los principios del sistema de comunicación literario esbozados hasta aquí. podemos sugerir que las informaciones ljue agrupamos en nudos son los datos ljue selec-
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 277
ciona el interpretador (OR). Atribuir coherencia a un discurso D. implica construir un sistema relacional consistente que organice los datos extraídos del conjunto total de enunciados de D. Podemos suponer entonces que: a) todo receptor que acepta un discurso literario como coherente (expresión común: «lo entiende»], realiza una operación en la cual una masa amorfa de información es procesada mediante una serie consistente de inferencias; b) el tipo especial de procesamiento de la información que exige el sistema de comunicación literario consiste en una «imposición» de la estructuración. Los puntos a) y b) se establecen desde una cierta perspectiva teórica. Por lo tanto. estos puntos constituyen «problemas» para la teoría, cuya tarea consiste en elaborar (abstractar) las condiciones bajo las cuales a) y b) son posibles. Dado que estamos aceptando, en este capítulo, la importancia de OE y OR en el sistema cornunicacional literario, puede sernos de utilidad considerar a éstos desde una perspectiva cognitiva.
4.3.4.
OE) OR: aspectos cognitivos 3
4.3.4.1. Presupusimos, desde el comienzo, la importancia de los componentes culturales en la conformación de lo que reconocemos como texto literario. La importancia que pueda tener esta presuposición radica en su posición teórica: en primer lugar. porque tiene detrás de sí la hipótesis que, en los últimos años. subrayó la prioridad y autonomía de los «estímulos verbales» (estructuras); en segundo lugar. porque este reconocimiento nos fuerza a buscar modelos posibles y adecuados que permitan sistematizar la información que llamamos «componentes culturales». En 4.3.2. y 4.3.3. prestamos atención a los aspectos pragmáticos. 3. En estas consideraciones me "poyo. fundamentalmente, en ios estudios ya clásicos de F. C. Barden (19 32). Miller, Galanter y Pribram (1960) Y U. N eisser (1967). Estudios comprensivos de estos problemas en psicología cognitiva. con amplia bibliografía. son los de B. Anderson (1975). A. Paivio (1971). W. B. Weimer y D. S. Palermo (1974). D~ especial interés con los problemas aquí tratados es también el de P. Gar· vino ed (1970).
278
PARA UNA TEORíA DEL TEXTO LITERARIO
Ellos nos permitieron seleccionar cierto tipo de información relevante en el sistema de comunicación literario. pero no nos avanzó demasiado en el conocimiento «interno» de lo que llamamos OE y OR. Aparentemente es necesario recurrir aquí a otro tipo de modelos. El porqué y el qué tipo de modelos están sugeridos por ciertas proposiciones recientes con respecto a la función cultural del texto y a los «actos de invención» concebidos como alteración de códigos constituidos. Veamos más de cerca dos aspectos. Por una parte, recordemos que en las tesis para el estudio semiótico de la cultura. B. Uspenski y otros (1973) proponen una serie de aspectos que conciernen la relación OE y OR (para dios destinador y destinatario). Dado que el texto depende fuertemente de valores culturales, es necesario. en primer lugar, distinguir aquellas culturas que se orientan, en la producción textual, hacia el uno o el otro extremo del sistema. Por ejemplo, toda cultura que dé prioridad a la historia y a otras formas de la prosa (leyes, novelas. etc.) estará marcada, al mismo tiempo. por una orientación hacia OR. En este caso coinciden. por así decirlo, celo más valioso» con celo más inteligible». Por el contrario, las culturas orientadas hacia O E serán de tipo esotérico. Los textos «poéticos» (en un sentido general) constituyen el mejor ejemplo para este caso. Ambas orientaciones pueden resumirse apuntando que. en el primer caso. OE respeta las pautas exigidas por OR. En tanto que. en el segundo. O R debe adaptarse a las pautas de OE. Ambos aspectos pueden contemplarse en la totalidad de grandes bloques que podemos identificar como culturas, o como «dominantes» en el interior de una cultura. En este caso nos es forzoso contemplar el aspecto diacrónico para analizar las fuerzas que condicionan el movimiento de la tendencia dominante marcando la orientación hacia O E u O R. Otro de los aspectos señalado por Uspenski y otros es el que se relaciona con la «cantidad» de información suministrada por un texto: ésta no depende del texto de referencia, sino de una función del texto en relación a un conjunto de textos. El conjunto de textos puede determinarse en relación a un agregado que. considerado en su aspecto colectivo. podemos llamar con Lotrnan «receptor actual». La selección de
CONFIGURACiÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL
279
textos, por este receptor, estará regida por un conjunto de variables tales como las normas estéticas, los valores generacionales y la pertenencia a un grupo social. La selección, por parte del emisor, puede contarse, en primer lugar, como una operación común al grupo cultural al que el receptor pertenece; pero el receptor tiene también la «facultad» de aceptar o de rechazar, y proponer -por ejemplo- nuevas normas estéticas. En este momento del proceso podemos localizar también la orientación: si rechaza las normas, el texto se orientará hacia O R; si no lo hace, se orienta hacia O E. Ahora bien, para la selección, es necesario que -tJnto en O E como en OR- dispongan de cierta información acumulada (estructura de la memoria) que oriente la selección como procesamiento de la información. Por otra parte, U. Eco (1976) analiza los modos de producción de signos y propone un modelo básico que contempla al emisor y al receptor. Habría, según este modelo, un proceso que consistiría en tres etapas representadas en el diagrama 2 (Eco, 1976, p. 248). De esta manera el proceso de producción de signos se piensa, primero, como una etapa en la cual la información suministrada por el ambiente (cultural) es seleccionada por el sistema perceptivo; segundo, la información seleccionada por el sistema perceptivo se proyecta sobre una representación semántica (conceptual); tercero, esta representación semántica se proyecta sobre un conjunto de técnicas expresivas, ya codificadas; o, cuarto, se proyecta sobre reglas de transformación que permiten, a partir de una representación semántica, generar una estructura sobre la base de la similaridad. A partir de este esquema, el acto de invención tendría lugar cuando el «resultado expresivo» se constituye como un tipo de información que no puede ser procesado por el receptor, porque su aparato perceptivo y conceptual «no está preparado» para recibir tal tipo de información. Estos dos ejemplos nos autorizan a retomar las instancias de los procesos de síntesis y de análisis, referidos para el análisis pragmático, sobre la base de los modelos cibernéticos, elaborados para dar cuenta de los procesos cognitivos. Para el cibernético, la tarea consiste en diseñar máquinas que actúen de manera «inreli-
DIAGRAMA 2
Proyección
Proyección
por
por similitud
abstracción
XI
(
-. Modelo
Modelo
perceptivo
semántico
Expresión
CONflGURACIÚN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 281
gente». Pero. al buscar analogías entre la máquina y el cerebro (W. Ross Ashby. 1960). se presentan varias diferencias. Cuando el cibernético. por ejemplo. habla de una máquina. piensa en un computador más un programa. En el ser humano. esta diferencia no es clara y puede quizás ser vista analógicamente como una estructura biológica (e.g .. el sistema nervioso). más factores hereditarios y su interacción con el ambiente (físico y cultural): debemos pensar. en este caso. en un organismo «condicionado» genéticamente. cuyo «programa» se constituye en la interacción con el ambiente. Sólo en este sentido es válida la metáfora: el cerebro es una máquina que procesa información. Aceptando la analogía. podemos avanzar hacia nuestro objetivo: el procesamiento de «cierto tipo de información» (discursos verbales y discursos verbales semiotizados). Antes de llegar a él. es necesario detenernos en algunos aspectos generales que conciernen al procesamiento de la información. Postulada la metáfora inicial según la cual el cerebro es una máquina que procesa información. debemos distinguir entre los procesos primarios y los secundarios. Con respecto a los primeros. cuenta la información recibida por los órganos receptores. No nos interesa aquí llegar a especificar las zonas del cerebro en las cuales estos procesos son localizados (Barry F. Anderson, 1975. pp. 25-108). sino marcar la diferencia entre los dos para posteriores consideraciones del modelo de la comunicación literaria. Desde una perspectiva filogenética (que refiere a la evolución de las especies) se ha comprobado que los organismos más primitivos sólo perciben la luz. la situación. el movimiento y el tamaño; en tanto que algunos organismos más avanzados perciben formas y pautas más complejas. En este sentido podemos decir que los procesos primarios son aquellos en que la transformación de energía física en actividad nerviosa constituye el primer nivel del procesamiento de la información. Esta transformación implica una selección de la información del ambiente y tal selección tiene como límite la constitución misma del organismo. Los procesos secundarios comienzan cuando esta información es combinada y también cuando el organismo va más allá de la información recibida. Para dar este paso. es necesario que el organismo tenga
282
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
cierta información acumulada (memoria), sobre la cual proyecta y procesa toda nueva información. Referiremos a los procesos secundarios como producción simbólica, dando a este término un sentido general que abarca todo tipo de actividad instrumental y conceptual que caracteriza al organismo «humano». Podemos asumir, de acuerdo con estos principios, que el organismo interactúa con el ambiente, para mantener su estabilidad, intercambiando energía y materia. El intercambio presupone en el organismo una selección que es, a la vez, una reducción de la complejidad del mundo externo. Para que haya selección y reducción, debe existir un principio de relevancia. Para los procesos primarios, podemos sostener que el criterio de relevancia es condicionado biológicamente: no podemos percibir el sonido cuando éste sobrepasa cierta frecuencia. Por otro lado, estas capacidades biológicas dependen del tipo de organismo. El organismo animal dispone de un «programa congénito» que le permite ejecutar ciertas acciones (caminar, comer) qne al organismo humano le requieren cierto entrenamiento y aprendizaje. Por otro lado, es el aprendizaje y el entrenamiento el que condicionará el criterio de relevancia en los procesos secundarios: podemos captar ciertos «sonidos desafinados» aunque no sepamos música; y, si la hemos estudiado, recibiremos más información que otra persona que no haya tenido tal entrenamiento. Podemos esquematizar diciendo que el cerebro es un procesador de información en dos grandes órdenes: a) aquella información que intercambia para mantener la estabilidad del organismo y b) aquella a la que nos referimos como «estructuras simbólicas» y que conforman «el ambiente cultural». El criterio de relevancia es importante en este segundo caso dado que, de la misma manera que podemos comprobar un umbral en la recepción de la información física (umbral constituido por el programa genético), lo podemos suponer también para la información cultural (umbral constituido por el programa simbólico). De esta manera, el procesamiento de la información verbal (en sus diferentes planos) se nos presenta como un tipo o sub-conjunto específico que pertenece al orden de la información simbólica. La consecuencia mayor de esta presuposición es que la estructura de la lengua
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 283
se funda en los procesos cognitivos y no a la inversa (E. Lenneberg. 1967. pp. 284-292). Se trataría en el caso de la lengua y de toda construcción semiotizada a partir de ésta. un "desarrollo» de las dos operaciones básicas: identificación y diferenciación.
4.3.4.2. La construcción de modelos de la conducta de OE y OR, que se integren a la teoría del texto literario partiendo de las premisas sugeridas en el párrafo anterior, hace necesario contemplar ciertos principios metodológicos destinados a circunscribir el alcance de la metáfora cibernética. Esta necesidad se funda, en primer lugar, en el hecho de que el momento y el lugar de teorización es un aspecto particular del sistema OR. En segundo lugar, porque al asumir la metáfora "el cerebro es como una máquina» estamos asumiendo, al mismo tiempo, que la construcción de los sistemas OE y OR deberían ser «isomorfos» a los sistemas de cada individuo emisor y receptor. No obstante la posibilidad de postular esta creencia. hay serias restricciones para justificar el isomorfismo entre el modelo del sistema OE y OR, por un lado, y «Ío que ocurre en la ernpiria», por el otro. Veamos estos dos aspectos por separado. El hecho de que el «momento» de teorización sea un aspecto general del sistema O R, obliga a tener en cuenta cuatro premisas: 1)
2)
La construcción teórica se sitúa en el lugar de un «observador externo» al sistema de comunicación, OE .... estímulos verbales .... OR. Pero, a la vez, en cuanto es parte del proceso de recepción, la teoría es también un momento de la producción de signos (Eco, 1976) que pasa a formar parte de la información simbólica en general y que incide -por un movimiento de retroalimentación (ver cuadro 3, p. 308), tanto en O E como en O R. La construcción teórica describe las estructuras verbales discursivas y serniotizadas que pasan a ser, así. el sistema de preceptos y de conceptos que la teoría supondrá en O E Y O R.
284
3)
4)
PARA UNA TEORIA DEL TEXTO L1TERAKIO
como sistemas que procesan información. Vale decir que la «colección» de estructuras verbales descritas por la teoría es el punto de partida para determinar el tipo y el modo de la información verbal que procesan OE y OR. Los estímulos verbales que constituyen el intercambio entre OE y üR y que la teoría describe como estructuras verbales (discursivas y semiotizadas) son las que posibilitan la determinación del principio de relevancia en O R: por ejemplo. hasta el momento en que los paralelismos gramaticales y las equivalencias fónicas. sintácticas y semánticas no fueron «creadas» como estructuras verbales que pasan a ser sistema de preceptos y de conceptos en O R. éstas no eran consideradas relevantes. porque el sistema no estaba preparado para percibirlas y procesarlas. Hasta el momento supusimos que OE y OR son dos sistemas que funcionan en «entidades» (individuos. organismos) diferentes o distintos. Esta situación es una de las posibles. por cuanto podemos considerar ambos sistemas en un mismo organismo. Llamemos S, al sistema de producción que supusimos en OE. y llamemos S2 al sistema de recepción que supusimos en O R. Ahora bien. en cuanto todo O E es también un recep_or antes de ser un emisor. OE está dotado de S, y de S2' A su vez. por cuanto OR -que naturalmente está provisto de S2- es a su vez un emisor potencial y está también dotado de S l' independientemente del hecho de <jue lo lleve al nivel de ejecución. Esta formulación tiene ciertas semejanzas con la metáfora de la relación «escritura-lectura» que popularizó la crítica de los últimos años.
Tomemos el segundo de los aspectos metodológicos señalados. La importancia que adquirió la noción de competencia en la lingüística generativo-transformacional llevó a tomar literalmente lo que en realidad puede ser considerado como una metáfora: el hecho de que las reglas gramaticales. descritas por la teoría. representen lo que «realmente ocurre» en la cabeza de un hablante nativo. Es decir. que las reglas teóricas estén en relación isomorfa con
CONfiGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 285
los procesos mentales. Esta creencia fue pronto cuestionada en la lingüística (Y. Wilks. 1974. pp. 77-95) y. mucho antes. por los estudios que se enfrentaban con el mismo problema en la antropología cultural (A. Wallace y J. Atkins, 1960. pp. 58-80; R. Burling. 1964. pp. 113-132). El carácter de observador del teórico. que le permite. en ciertos casos. inferir reglas a partir de la conducta de un organismo. no debe ocultar el hecho de que es inevitable la proyección de lo que el mismo observador sabe con respecto a esa conducta. puesto que él mismo la practica. De manera que. en lugar de postular el isomorfismo entre las «reglas formuladas» por el teórico y lo que ocurre en la mente del emisor y del receptor. es quizás menos brillante. pero más realista. suponer que tales reglas son mecanismos convenientes y plausibles para describir lo que ocurre en los sistemas O E Y O R cuando procesan y generan información. De manera que el ámbito metodológico que opera en el momento en que la teoría del texto literario se enfrenta a la descripción de las conductas de OE y ORo debe ser reconocido como una construcción que tiene una estructura del tipo: DIAGRAMA
3
inferencias
Reglas. códigos ....4 1 - - - - - - - - - - - estructuras formuladas
___________---+. descripciones de
Conducta observada (e.g. autores que se manitiesrun en sus obras. cartas. etc. ; lectores que se manifiestan verbalmente o
por escrito)
Procesos mentales
286
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
El proceso de inferencias, a partir del cual se formulan las reglas (estructuras, códigos, etc.], implica que el observador sabe o ha aprendido las reglas del juego. Se debe saber «leer» o «jugar al ajedrez», antes de teorizar sobre los procesos de lectura o las reglas del juego. Por lo cual, el ámbito metodológico, en este aspecto, puede resumirse en dos puntos: a) como teóricos somos miembros de un grupo cultural con el cual compartimos ciertos códigos que generan una conducta común; b) tratamos de describir las formas de esa conducta de la cual somos también actores. Ahora bien, si al hacerlo no podemos todavía asumir la relación isornórfica entre nuestros diagramas sobre el papel y los procesos mentales, esto no invalida ni el carácter heurístico de la teoría ni tampoco su rol ideológico al introducir, en el campo de los estudios literarios, tales exigencias de teorización.
4.3.f.
Recepción: preceptos, categorías, conceptos
4.3.J.1. Hasta el momento hemos hablado del proceso de comunicación literaria teniendo en cuenta, al mismo tiempo, O E Y ORo En las páginas que siguen serán considerados por separado. El hecho de comenzar por la recepción estaría doblemente justificado. La primera razón que podríamos aludir es que es «más fácil» comprender que ejecutar: primero se comprende una lengua y luego se habla. Por el mismo motivo, y como segunda justificación, porque la incorporación del valor «literario», en el organismo, es tardío y también precedente a la etapa de producción. Así, por ejemplo, si bien el niño incorpora rápidamente estructuras narrativas (cccuentos infantiles»] y puede, a su vez, narrar cortas historias hasta en un segundo momento tardío de su socialización no llegará a aceptar y producir estructuras narrativas «literarias». Dado qUt" la recepción de la «lirerariedad. es un hecho tardío, comenzaremos por tener en cuenta los aspectos más generales del acto de recepción para, luego, insertar en él la particularización receptiva del fenómeno literario.
DIAGRAMA
4
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Sistema ejecutor
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I
288
PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
El proceso que podemos describir," en el diagrama 4, es el siguiente: en «O» suponemos el cúmulo de información verbal que constituye la intorrnación disponible para O R. En {( 1» suponemos un sistema de receptores (preceptos) constituidos, principalmente, por las reglas lingüísticas (frásticas y discursivas) que le permiten seleccionar aquella para la cual O R está preparado para procesar Así, por ejemplo, no sería seleccionada ninguna información de un discurso en un idioma que O R no conoce; o frases y conexiones de frases que no respetan la gramática de OR y que, por lo tanto, éste no «entiende». En «2» podríamos hablar de un «sistema ejecutor» que estaría destinado a «organizar» (comparar, clasificar) la información seleccionada en « 1 », Esta organización se ejecuta con la ayuda del sub-sistema marcado en « 3», en el que suponemos las unidades almacenadas (memoria) de experiencias previas. Es decir, si OR puede entender la frase «Juan es tonto» es porque tiene, o cuenta con, una regla N + V + Ad que le permite entender todas las frases semejantes. Esto independientemente de la «imaginería» que puede acompañar la calificación de una persona como «tonta», que se agregaría a la información de la frasco A la vez que el sistema ejecutor org,anhil' sobre la base de la información almacenada en la memoria, puede también enviar a ésta todo trozo de información que sea considerado nuevo y relevante. En {(4)> se representaría la etapa final del acto comprensivo donde, como resultado de {( 2» y {( 3 », se formaría el concepto; éste podría, a su vez, ser emitido y/o ejecutado como expresión. Para realizar esta etapa, O R dispondría de «técnicas» adecuadas y vigentes en la organización cultural (así, por ejemplo, en el caso de la expresión verbal, dispondría de la lengua), señaladas en « 5»; y, en el caso de estructuras simbólicas más complejas, OR se encontraría ante un proceso de decisiones en su expresión: la mantención o la modificación de las pautas que la cultura le suministra para ello. Extendiendo, rápidamente, el esquema al caso de la «interpretación» de tex-
4. Contemplamos aquí sólo algunos aspectos del esquema con el propósito de bosquejar la generalidad del proceso de recepción y de runtualizar algunos de los problemas sustantivos que se presentan en la «construcción» de sistema ORo
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL
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tos literarios, podemos decir que, si esta expresión se socializa (e.g., signo escrito que circula en el grupo), pasa a ser, por un proceso de retroalimentación (marcado en ce 8»), fuente de información (marcado en ceO»), para un nuevo proceso de recepción. Además, en ce 7 », tenemos en cuenta una etapa fundamental del proceso: el que corresponde a los valores que operan en la etapa de organización ({( 2»), de memorización (ce 3») Yde conceptualización ( ce 4»). Podemos entonces ver que, con respecto al organismo receptor, el proceso de semiotización no radicaría en la capacidad del organismo para captar estructuras verbales, sino para recibir estructuras verbales de cierto tipo, cuya decisión la haría el sistema ejecutor, sobre la base de ce 7 ». La discusión llevada a este extremo puede parecer, de pronto, sin mucho sentido con relación al fin perseguido. Descendamos para conectarla con algunas de las preocupaciones teóricas con respecto a la recepción de textos literarios. J. Culler (1975, p. 127) discute la manera en la cual las teorías del relato pueden ser evaluadas, y concluye diciendo que éstas pueden serlo sólo en la medida en que tienen éxito en la descripción (o sirven de modelo) de algún aspecto particular de la competencia literaria. Cita, como ejemplo, la habilidad del lector para reconocer y resumir relatos, para agrupar relatos semejantes, etc. El problema es ¿cómo decidir cuál es la teoría que tiene mayor éxito en la descripción de la competencia si no disponemos de modelos (útiles y manejables) acerca de la conducta de tal «lector»? Otro caso: S. J. Schmidt (197 3b, p 27) traza una lista de factores que deben ser considerados en el análisis de la recepción del texto. Entre ellos menciona: a) entrada (el texto como conjunto de signos); b) percepción del texto; c) descodificación: ti) reconocimiento de estructuras; e) análisis formal y estilístico. Esta enumeración debe ser comprendida sobre la base de los tres tipos de recepción que tiene en cuenta Schmidt: la lectura, la crítica, los estudios literarios. Ahora bien, ¿de qué manera podemos trazar esta diferencia si tampoco contamos con un modelo general de los procesos de recepción?, ¿cómo podemos dar cuenta de la descodificación si no intentamos elaborar, al mismo tiempo, modelos de las conductas
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PARA UNA TEORíA DEL TEXTO LITERARIO
receptivas en general y no sólo para los textos literarios? La teoría del texto literario, entonces, puede ser concebida en dos grandes órdenes: uno que tiene como tarea la elaboración de un lenguaje adecuado (formal y/o cuasi formal) para describir estructuras verbales y estructuras verbales semiotizadas; el otro que tiene como tarea la elaboración de un lenguaje (formal o cuasi formal) para describir las conductas de emisión y de recepción. Resulta precario, por lo tanto, asumir que una teoría es válida cuanto más se adecua a la competencia del {elector» o tener en cuenta, en el sistema de comunicación literaria, el aspecto de la descodificación sin -ni en uno ni en otro caso- avanzar en la elaboración del sistema receptor. En 2.3.4. Y en 3.3. enumeramos algunas posibilidades de la organización conceptual de la información verbal. En ese momento, nuestro interés era, sobre todo, la primera de las tareas que asignamos a la teoría del texto literario (e.g., elaboración de un lenguaje adecuado para describir estructuras verbales y semiotizadas). En este momento, podemos volver sobre ellas y relacionarlas con el cuadro trazado, como primera aproximación a la descripción de los procesos de recepción. El cuadro elaborado anteriormente indica, en general, las etapas en las cuales, podemos suponer, que toda información es recibida y organizada. No intentaré elaborar en detalle cada una de ellas. Me detendré en un ejemplo, para indicar las posibilidades que esta perspectiva puede ofrecer en la elaboración de los procesos de recepción del texto literario. Comencemos por lo obvio, retomando como ilustración el cuento de J. Rulfo «El Hombre» (ver 2.2.3.). La comprensión de la historia requerirá cierta forma de organización de la información, de tal manera que se identifique a uno de los hombres como "perseguido" y al otro como "perseguidor". Esta identificación implica, al mismo tiempo, una relación y en la relación el establecimiento de la diferencia. Estas dos operaciones implican que se debe reconocer, en el texto, toda información que sea atribuida a uno o a otro de los protagonistas. Vale decir que, junto con la operación de identificación y de diferenciación, es necesario contar con la de clasificación de la información en la clase que se atribuye al perseguidor o al perse-
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 291
guido. El fracaso en la ejecución de estas operaciones dará. como resultado. la no comprensión de la historia. Ahora bien. el ejemplo elegido es particular. por cuanto el ordenamiento lineal de la información (de la primera a la última página del cuento) dificulta la realización de estas operaciones por parte de un lector no acostumbrado a manejarse en él. No obstante. podemos suponer que el mismo tipo de operaciones se lleva a cabo para un relato que no ofrezca alteraciones en la disposición. Si esto ocurre. estamos ante un caso en el que la organización de los estímulos verbales no altera los modos o las pautas de identificación. diferenciación y clasificación que el organismo ha aprendido en el proceso de socialización. En uno y otro caso lo que ocurre es la puesta en práctica. en el sistema ejecutor, de la capacidad para categ,orh,flr y conceptua/i7,flr (ver 4.4.). Estas. supuestamente. están a la base de los procesos cognitivos. Por ejemplo. se considera que la capacidad para organizar en clases y en dicotomías (i.e.. "perseguido" vs. "perseguidor") aparece en la infancia temprana. y las clasificaciones imbricadas y cruzadas (e.g .• la clasificación de instituciones -religión, familia. gobierno- y cultura -hopi. winnebago. romana. española-o en donde cada institución está presente en cada cultura y cada cultura cuenta con todas estas instituciones) se aprenden al final de la infancia (L. S. Vigotsky. 1962. pp. 33- 57; J. Piaget. 1964). Podemos suponer. en consecuencia. que la capacidad para «reconocer y resumir» relatos está ligada a la capacidad para conceptualizar a partir de las operaciones de categorización. Categorizar sería. en un sentido. la operación mediante la que el organismo reduce la complejidad de la información que extrae de un discurso (propiedades. atributos. formas. sernas. etc.] mediante su ordenación. Caregorizar sería. también. la identificación como acto de "colocación" según un reconocimiento: si podemos identificar a un actor corno "perseguido" y al otro como "perseguidor", es porque tenemos ya almacenada la información necesaria para que tal identificación sea posible. De no tenerla. deberíamos preguntar qué es lo que trata de hacer uno de los hombres con respecto al otro. Categorizar sería. también. reducir la necesidad de aprendizaje: cada
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PARA UNA TEORÍA DEL TEXTO LITERARIO
vez .que leamos un relato en el cual A persigue a B, no tenemos necesidad de aprender de nuevo qué significa perseguir, quién es el agente y quién el paciente en la acción de perseguir, etc. El «resumen de la historia» sería así un resultado posterior a las operaciones de categorización. Si decimos que ccA persigue a B, porque B mató a la familia de A», y que «B mató a la familia de A porque previamente A había matado al hermano de B », haríamos un resumen presumiblemente compartido por todo lector del cuento de Rulfo. «Presumiblemente» tiene aquí todo su peso, dado que, a falta de observaciones empíricas de cómo el lector llega a dar una respuesta-resumen a partir de la información de un relato, no podemos hacer otra cosa que manejarnos en la especulación con suposiciones. El ejemplo anterior presupondría un lector "ingenuo", quien procesa la información verbal de acuerdo a la manera de procesar la información en su contexto socio-cultural. Si consideramos otro tipo de lectura, como aquel que ejemplifican la crítica o los estudios literarios, nos encontraremos no con la aplicación de categorías ya adquiridas sino con su invención: es decir, con la búsqueda constante de nuevas formas de agrupamiento. Tomemos de nuevo un ejemplo. El análisis de las estructuras equivalentes en poesía practicado por R. Jakobson puede ilustrarnos el caso. La operación consiste en agrupar cierto tipo de información y luego, en un segundo momento, organizarla en dicotomías. Para ello la forma del soneto es apropiada: así las dicotomías se organizan sobre el primer cuarteto y el último terceto; sobre el segundo cuarteto y el primer terceto; sobre los dos tercetos o los dos cuartetos. Ahora bien, la categorización de la información fónica, sintáctica y semántica (de la manera en que la practica Jakobson) es una historia completamente diferente al ejemplo supuesto en un lector "ingenuo", con respecto a la categorización y conceptualización de un relato. Para llegar a percibir tal información en un soneto el organismo necesita de un entrenamiento especial. Si bien la categorización es un proceso o una operación común a todo organismo, y podemos suponer que -en cierto nivel- la información literaria se procesa sobre la base de nuestro conocimiento (incons-
CONFIGURACIÓN DEL SISTEMA COMUNICACIONAL 293
ciente] de la lengua y nuestro «conocimiento del mundo». la invención de categorías corresponde a la etapa en la cual el organismo receptor inventa descripciones funcionales del universo (ver 4.3.). Estas invenciones son las que corresponderían a las etapas «5» y «6» de nuestro diagrama y que, por un proceso de retroalimentación (