DIAZ, Estther, (editora) METODOLOGIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES, Bs. As., Biblos, 1997 Capítulo 2 LÓGICA Y LENGUAJE
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DIAZ, Estther, (editora) METODOLOGIA DE LAS CIENCIAS SOCIALES, Bs. As., Biblos, 1997 Capítulo 2 LÓGICA Y LENGUAJE
Silvia Rivera INTRODUCCIÓN La tarea de presentar la lógica' y sus contenidos básicos no es sencilla. Esto es así porque, a pesar de ser éste un terreno -junto con el de la matemática- en el que las expectativas de los hombres por alcanzar un elevado grado de objetividad en el conocimiento llegan a su punto máximo, la lógica no puede desentenderse de las contingencias que atraviesan todas las empresas humanas. No es, pues, algo que ha nacido de una vez y para siempre coronado con los atributos de completitud y peifección, tal como Palas Atenea de la cabeza de Zeus. l,a lógica, como todos los prcductos del conocimiento, también tiene su historia. Por eso es necesario que nos remitamos brevemente a los comienzos griegos del pensamiento lógico racional. La palabra "lógica" deriva del vocablo griego logos. Entre sus numerosas traducciones se destacan "palabra", "discurso", "pensamiento", "razon También se agregan a estos significados básicos el de "principio" o "ley". El verbo legeui' se traduce por "decir", "hablar". Pero se trata de un decir significativo, por esto se ha indicado que el sentido primario de legein es "reunir", "ordenar", unir las palabras de modo tal que se obtenga la razón o el sentido de lo dicho. "Logos" indica, así, específicamente, esos principios o criterios de orden que otorgan inteligibilidad al discurso, y también al pensamiento. "Logos" se contrapone a "mito". Por "mito" también debemos entender "palabra". Pero se trata esta vez de una palabra mágico-religiosa, que es solidaria de estructuras de pensamiento diferentes y específicas, tales como las de totalidad, completitud, identidad de los contrarios, etc. Esta palabra se inserta en un mundo muy peculiar. El mundo mitico es un mundo atravesado por sorprendentes continuidades, a punto tal que los dioses no se diferencian de los fenómenos fisicos, las palabras se identifican con las cosas representadas por ellas y los hombres con la naturaleza misma. Un ejemplo de esto lo encontramos en la magia, donde es posible incidir activamente en las condiciones de vida de una persona operando con su nombre. También se aprecia esta cuestiór' en la completa divinización de la naturaleza y en la disolución de la identidad e individualidad de los hombres en la especie, que caracteriza al universo mítico. Además, en el mito, la verdad de una afirmación se sustenta en la autoridad de quien la profiere. En el caso de algunos personajes privilegiados o "maestros de la verdad" ~l rey, el adivino y el poeta- sus palabras eran verdaderas en virtud del poder que detentaban dentro del grupo, sin importar en absoluto que sus sentencias respetaran los principios de derivación lógica o de correspondencia con la realidad, sobre cuya base nuestra cultura examina los conocimientos para decidir acerca de su sentido y verdad. El ser humano vivió muchísimo tiempo inmerso en este mundo mítico. Sin embargo, a partir del siglo viii a. de C., y en relación con las importantes transformaciones económicas, sociales y políticas que en esa época se desencadenaron en el Peloponeso, comienza a perfilarse un tipo de palabra diferente. Se trata de la palabra lógico-racional, estructurada sobre la base de principios tales como el de identidad, no contradicción y tercero excluido, que otorgan unidad y coherencia al discurso y al pensamiento. Cabe destacar que este orden no sólo alcanza a la palabra y al pensamiento, sino que se extiende también al mundo. Por esto nuestro mundo parece tener una estructura lógica, y de hecho la tiene, porque los instrumentos a través de los cuales lo aprehendemos confieren su fisonomía específica a la realidad en la que nos insertamos. 1. En este texto la palabra "lógica" se entenderá en el sentido de "lógica formal". que ha sido deflnida como
"la ciencia abstracta que tiene por objeto el análiSis formal de los argumentos. o también, y más concisamente. como teoría formal del razonamiento" (Manuel Garrido, Lógica sun bóUca, Madrid, Tecnos. 1995, p. 23). Pero, tal como señala este autor, es importante recordar que la lógica formal no agota el ámbito de los estudios lógicos. También forman parte de la lógica la "teoría de la ciencia". que estudia la metodología de las distintas ciencias particulares, y la fllosofia de la lógica. que se ocupa entre otras cosas de indagar el status de las leyes lógicas, la relación de estas leyes con la realidad, de precisar el concepto de verdad lógica. etcétera.
Este proceso de desacralización de la palabra modifica por completo la concepción habitual de la verdad, que se desplaza desde el criterio de autoridad hacia la búsqueda del consenso sobre la base de argumentos convincentes. Estos argumentos se forman a partir de encadenamientos de proposiciones enlazadas de formas diversas. A pesar de la infinita cantidad de proposiciones que pueden formarse en las distintas lenguas históricas, es posible reconocer tipos básicos de enlace que son comunes a todas ellas. Estos tipos de enlace nos permiten fundamentar la verdad de algunas proposiciones en la verdad de otras que nos parecen evidentes, sea porque las captamos por observación directa, porque no podemos hallar otras que les sirvan de fundamento, o porque pertenecen al fondo de supuestos compartidos que conforman el sentido común de un grupo: "El sonido que escucho es agudo", "Todo objeto es igual a sí mismo", o también "La ciencia cambia porque progresa". Es importante tener en cuenta que no siempre es posible establecer una nítida distinción entre las proposiciones cuya verdad se fundamenta en otras, y aquellas que sirven de fundamento. De hecho, ocurre que muchas veces la observación directa es enganosa, y también que las proposiciones que expresan los supuestos compartidos por un grupo cambian de una cultura a otra. De todos modos, aquí nos interesa destacar la absoluta necesidad de fundamentar lo que nosotros creemos o cuestionamos. Esta necesidad se impone como consecuencia de la mencionada transformación en la forma de entender la palabra~ la verdad que se impone definitivamente en Atenas en el siglo v a. de C. Todo el desarrollo del conocimiento occidental se inscribe en este proceiío de desacralización de la palabra. Sobre esta base se consolidan las prácticas de fundamentación y justificación ~n el sentido de "dar razón" de nuestras afirmaciones- que caracterizan nuestro modo de pensar y argumentar.
1 EL CARACTER FORMAL DE LA LÓGICA
Todo el tiempo, tanto en el ámbito de nuestra vida cotidiana como en prácticas más especializadas, como el derecho, la química ola matemática, suponemos que ciertas proposiciones son verdaderas y probamos, a través de mecanismos de inferencia o derivación, que otras son, a su vez, verdaderas demostrando que se siguen necesariamente de las primeras. Estos mecanismos pueden ser correctos o incorrectos, y a la lógica compete establecer esta distinción. Arialicemos un ejemplo que nos proponen en su libro Morris Cohen (1880-1947) y Emest Nagel (l901).2 Consideremos la siguiepte proposición: "Hay por lo menos dos personas en la ciudad de Nueva York que tienen el mismo número de cabellos en la cabeza", a la que designaremos con el símbolo "q". ¿Cómo podría demostrarse su verdad? Un método directo sería el de corroboración empírica, que supone buscar y hallar dos individuos que tengan realmente el mismo número de cabellos. El problen~a es que no es ésta una tarea sencilla, pues supone el examen minucioso del cuero cabelludo de por lo menos seis millones de personas. Pero también podemos demostrar que la proposicion q se desprende con necesidad de otras cuya verdad es posible establecer con mayor facilidad. Examinemos la proposición "Hay cinco mil peluquerías en la ciudad de Nueva York". ¿Es ésta una proposición relevante para establecer la verdad de "q"? Obviamente no lo es, puesto que el dato sobre el número de peluquerías, aun siendo verdadero, no resulta un el~mento de juicio satisfactorio para establecer la verdad de "q" Consideremos ahora esta otra proposición: "El número de habitantes de la ciudad de Nueva York es mayor que el número de cabellos que tiene en la cabeza uno cualquiera de sus habitantes", a la que simbolizaremos con "p". Para facilitar la tarea de análisis de esta proposición utilizaremos cifras pequeñas a los fines de la ejemplificación. "Supongamos", afirman Cohen y Nagel, "que el número mayor de cabellos que tiene cualquier habitante de la ciudad de Nueva York sea cincuenta, y que haya en ella cincuenta y un habitantes, ninguno de los cuales es completamente calvo. Asignemos a cada habitante un número correspondiente a su np mero de cabellos: la primera persona tendrá un cabello, la segunda dos, etc., hasta llegar a la quincuagésima persona, que tendrá, a lo sumo, cincuenta cabellos. Queda un habitante y como hemos supuesto que ninguno tiene más de cincuenta cabellos, este debe por fuerza poseer un número de cabellos igual al de uno de sus conciudadanos". 35i nos detenemos un minuto en este razonamiento advertiremos, sin lugar a dudas, que se trata de un razonamiento absolutamente general que no depende del número de cabellos y habitantes elegidos. Precisamente es la "lógica" la disciplina apta para estudiar los principios que permiten establecer la distinción entre los mecanismos correctos y los incorrectos de derivación de proposiciones.4 Ahora bien, estos principios no pueden depender de los co~tenidos o significados ocasionales de
los signos lingúisticos que utilizamos, dado que en su búsqueda de necesidad, universalidad y rigor absoluto la lógica deja de lado las contingencias de las lenguas históricas. Por el contrario, deberá atenerse a la estructura invariante que atraviesa nuestros razonamientos. Esta estructura se toma manifiesta cuando reemplazamos los contenidos materiales de nuestras sentencias con ciertos símbolos denominados "variables", de modo semejante a como en el álgebra se reemplazan los números por letras que mantienen la regla de la ecuación, independientemente de los casos concretos en los que se efectiviza. Si retomamos nuestro ejemplo anterior podemos afirmar que, si el caso que "el número de habitantes de la ciudad de Nueva York es mayor que el número de cabellos que tiene en la cabeza UnO cualquiera de sus habitantes" ("p"), entonces es el caso que "hay por lo menos dos personas en la ciudad de Nueva York que tienen el mismo número de cabellos en la cabeza" ("q"). Y "p" es verdadera, entonces "q" también lo es. Expresado en símbolos, tenemos la siguiente forma de razonamiento: Si "p" entonces "q", y "p", entonces "q" .~ La lógica se presenta como una ciencia formal. Esto significa que, dejando de lado el significado o contenido de nuestras afirmaciones, focaliza su atención en el esquema o esqueleto que las ordena y estructura. Queda claro, entonces, que la verdad de las proposiciones de las qúe parten nuestros argumentos 6no es algo relevante. Lo que sí es relevante es la conexión necesaria, o relación de implicación, entre las proposiciones, independientemente de su valor de verdad. En nuestro ejemplo, y aun suponiendo que la proposicion p ~ue nos informa acerca de la relación entre el número de habitantes de la ciudad de Nueva York y el número de cabellos de sus cabezas- fuera de hecho falsa, la lógica destaca la relación necesaria entre esta proposición y otras tales como "q" con las que mantiene una relación lógica de implicación. l"'a forma de esta relación se manifiesta tan pronto como abstraemos el contenido empírico a partir del mencionado proceso de simbolización.
2. EL OBJETO DE ESTUDIO DE LA LÓGICA Está claro ya por qué la lógica es una ciencia formal. Pero resta todavía establecer con mayor precisión cuál es su objeto de estudio específico. Presentamos la lógica como el estudio de las relaciones necesarias de implicación entre proposiciones, que condicionan la validez de las inferencias o procesos de derivación sobre las que se articulan nuestros razonamientos. Ahora bien, es fácil advertir que, en esta primera aproximación, se entrecruzan dos planos de objetos diferentes: el plano del lenguaje y el del pensamiento. ¿Se ocupa, entonces, la lógica de nuestros procesos de pensamiento o de los signos de nuestro lenguaje? Ante todo debemos separar con claridad la lógica tanto de la psicología Como de las diferentes ramas de la lingúística. En primer lugar, la diferencia que establece la lógica entre mecanismos correctos e incorrectos de derivación de proposiciones no pone el acento en los procesos subjetivos que se producen en la mente de un sujeto y que acompanan las inferencias, sino en las relaciones necesarias de implicación entre proposiciones que se suponen en la base de las inferencias. Si bien la lógica es un producto histórico que recopila y sistematiza los principios de nuestras prácticas concretas de deducción y fundamentación, restringe su atención a los resultados obtenidos, a los que se otorga un status peculiar. Su peculiaridad consiste en que estos resultados se independizan, ubicándose en un espacio de idealidad" que los pone al margen de toda contingencia empírica. El objeto de estudio de, la lógica se ubica' fuera del tiempo y del espacio, invistiéndose con las propiedades de perfección e inmutabilidad. Pensemos en la matemática ~tra ciencia formal- cuyo objeto de estudio 3-Idem, p 17 4-A estos principios o "reglas" les conferimos validez universal con el objetivo de que garanticen el acuerdo mínimo necesario para que los hombres coincidan en la estructura formal de su razonamiento. 5-El esquema obtenido en este caso corresponde a la forma lógica de un tipo de argumento denominado modus ponens.
6-Inferimos válidamente una proposición de otra sólo si hay una relación objetiva de implicación entre la primera y la segunda. A partir de aquí es posible distinguir la tnferencia ~ue es un proceso o actividad que tiene un desarrollo en el tiempo y que ocurre en la mente de un sujeto~ de la Lmplicación ~onsiderada como una relación objetiva entre proposiciones-
-los números, las figuras geométricas- es por completo independiente tanto de los procesos a través de los cuales los aprehendemos como de los objetos fisicos a partir de los cuales los representamos. El hecho de que "la suma de los ángulos interiores de un triángulo sea igual a dos
rectos", que interesa al matemático, es por completo independiente de nuestros mecanismos subjetivos de aprendizaje y también de nuestras mediciones de los ángulos de los diferentes objetos triangulares que podemos construir o encontrar a nuestro alrededor. Pero, si bien es posible deslindar la lógica del estudio de fenómenos psicológicos o procesos subjetivos, esto no resulta así en el caso del lenguaje. Porque los priricipios "lógicos" que organizan y estructuran nuestro pensamiento son, sin lugar a dudas, de carácter lingúístico. De ahí que el análisis lógico sea también, en cierto modo, análisis lingúístico. Pero, si ben es cierto que la lógica se ocupa del lenguaje, lo hace de un modo especial y propio que la distingue nítidamente de otras disciplinas que tienen al lenguaje como objeto de estudio. Por lo tanto, y en segundo lugar, la lógica no debe confundirse con ninguna de las partes de la lingúístíca. Porque la linguistica, o en general las distintas ciencias del lenguaje, son ciencias empíricas descriptivas que estudian de modo sistemático la forma en que distintos pueblos utilizan las palabras. La lógica, por su parte, se ocupa de la estructura básica y universal de todo lenguaje, atendiendo con exclusividad a sus aspectos formales, que se relacionan directamente con los aspectos formales de nuestro pensamiento. En virtud de su carácter formal la lógica pretende ser una ciencia universal, tan rigurosa como la matemática, capaz de proporcionarnos la capacidad de realizar operaciones y cálculos de modo exacto. Esto requiere la confección de un lenguqie artificial, a diferencia del lenguqje natural u ordinario, siempre relativo a una comunidad histórica, sembrado inevitablemente de redundancias, vaguedades y ambigúedades. En cierta forma toda ciencia recurre al empleo de un lenguaje artificial del que forman parte los términos técnicos de cada una. Pero en el caso de la matemática y la lógica, el lenguaje artificial requerido es formal o simbólico. Un lenguaje de esta índole implica dos cuestiones. La primera es el uso de símbolos ~tractos, que se dividen en dos grandes categorias: simbolos constantes, que son aquellos que tienen un sentido fijo dentro del lenguaje en cuestión (como, por ejemplo, "=" y "+" en aritmética), por una parte, y simbolos variables, cuyo sentido cambia según el contexto en el que se utilicen (como sucede, por ejemplo con las letras "x" e "y" en las ecuaciones matemáticas). La segunda es la existencia de reglas explicitas que establecen el uso de los términos y la formación y transformación de fórmulas y enunciados. Es necesario aclarar que de algún modo todos los lenguajes, en tanto se estructuran como sistemas reglamentados de signos,7 pueden considerarse sistemas simbólicos. Pero la lógica se presenta a sí misma como un simbolismo perfecto que reduce, y hasta aniquila, las inevitables desprolijidades del intercambio lingúístico cotidiano en el marco de las diferentes comunidades históricas. Por esto debemos extender nuestra exposición al universo de los signos con el objetivo de recabar elementos útiles que facIliten nuestra comprensión de las estructuras lógicas fundamentales, que son también, inevitablemente, estructuras lingúísticas.
3. NOCIONES DE SEMIÓTICA 3.1. El objeto de la semiótica Se llama "semiótica"8 a la ciencia o teoría de los signos. Un signo es un obeto material que sirve para sustituir o representar a otro objeto ausente de nuestra percepción. Y esto lo hace refiriéndose a alguna cualidad o atributo del objeto. Todo objeto puede ser considerado como un signo, pero aquello que lo convierte en tal no es una característica propia o interna, sino su inserción en un proceso complejo que los especialistas llaman "proceso Semiótico" o "semiosis". En este proceso intervienen varios factores: el Vehículo o señal que es el signo propiamente dicho, aquello que usamos como sustituto de otra cosa; el objeto, o aquello indicado por el signo; el intérprete, que es el sujeto que usa al signo. Por último debemos recordar 7. Algunos autores utilizan la palabra "símbolo" como sinónimo de 'signo". Sin embargo, lo más frecuente es utilizar la palabra "símbolo" para referirse a una clase especial de signo. Concretamente "símbolo" alude a aquellos signos convencionales de carácter social; por ejemplo. la paloma como símbolo de la paz. 8. La palabra "semiótica' proviene del griego semeion que significa precisamente signo".
la interpretación, o proceso por el cual un sujeto toma aun objeto como signo de algo. Sin lugar a dudas, el lenguaje articulado es el sistema de signos más ¡mportante de todos aquellos utilizados por los hombres. Los signos lirigúísticos no sólo se destacan por su variedad y complejidad, sino porque es a través de ellos que se estructura nuestro pensamiento y nuestro
mundo, a punto tal que espontáneamente les atribuimos -al pensamiento y al mundo la misma forma o estructura lógica que funciona como andamiaje de nuestro lenguaje. 3.2. Los dimensiones de la semiqt'ica Charles Sanders Peirce (1839-1914) fue uno de los primeros filósofos que se ocupó de destacar esta función constitutiva de los signos. Dice Peirce: "l,a palabra o signo que el hombre usa es el hombre mismo". 9 En su minucioso estudio de los signos, Peirce puso de relieve la naturaleza relacional de éstos. Un signo es aquello que representa algo para alguien. Por lo tanto los signos se construyen como tales sólo a partir de las relaciones que mantienen, en primer lugar, con otros signos; en segundo lugar, con los objetos que estos signos representan; y, en tercer lugar, con el intérprete o sujeto que los usa. Posteriormente, Charles Morris (1901-1979), sobre la base de esta relación triádica que es el signo, traza la división entre las diferentes dimensiones de la semiótica: la sintaxis, semdntica y la pragmática La sintaxis estudia las relaciones que los signos mantienen con otros signos sobre la base de reglas -llamadas reglas stntdcticas- que establecen cuáles son los signos de ese lenguaje y cómo se pueden combinar entre sí para obtener expresiones más complejas. Podemos analizar sintácticamente un lenguaje ya dado, como en el caso de una lengua histórica -el espanol, por ejemplo-, donde las reglas establecen que el signo que funciona como sujeto coordina con el verbo, y que el articulo precede al sustantivo. Podemos también proponemos la formación de un nuevo lenguaje de alcances y aplicaciones precisas. En este caso debemos determinar las reglas deformación, que establecen el modo de combinar signos elementales para obtener signos complejos bien formados. Sobre esta base se establecen luego las reglas de transformación, que permiten derivar nuevas expresiones válidas a partir de aquellas obtenidas ya a través de la aplicación de las reglas de formación. La semántica estudia las relaciones que los signos mantienen con los objetos que ellos representan. Estas relaciones se establecen a través de
reglas semdnticas que determinan la referencia de los signos. Ray distintos modos de establecer esta relación entre signo y objeto. Es nuevamente Charles Sanders Peirce quien I~s acerca una acertada tripartición que posibilita sistematizar de manera adecuada estos diversos modos de relación. En primer lugar se encuentra el icono, o signo que se constituye com0 tal en virtud de la semejanza que tiene con el objeto que representa. son ejemplos de iconos las imágenes y los ~ Una fotografia es, sin lugar a dudas, un signo icónico. En segundo lugar se encuentra el índice o signo que se relaciona con el objeto en virtud de la existencia de una conexión espacio-temporal o asociación sensorial entre ambos. En este sentido afirmamos que el humo es indice del fuego. En tercer lugar, el símbolo es aquel signo que se encuentra más alejado de las cualidades sensibles del objeto. En cierro aspecto es el menos "natural", y no hace referencia a un individuo sino a una clase, en función de su carácter convencional y también social: la paloma como símbolo de la paz, y también los símbolos de un lenguaje que representan objetos extralingúisticos. Un lenguaje sintácticamente articulado es un lenguaje formal o vacío de contenido, un lengu(4e sintactico puro. Sin embargo, sobre la base de las reglas sintácticas, podemos darle a este sistema una interpretación. Para esto necesitamos de las reglas semdnticas, que son de dos clases: las reglas de designación y las reglas de verdad. Las primeras son aquellas que relacionan biunivocamente a cada signo del sistema con un objeto o conjunto de objetos determinado. Por su parte, las reglas de verdad establecen las condiciones requeridas para que un enunciado del lenguaje sea considerado 9~ Charles Sanders Peirce, Collected Papers, Cambridge, Harvard Universiiv Press, 1933-1958, 5.313-314.
verdadero. De este modo se obtiene un sistema interpretado, o sistema semántico, en el que los signos ya no sqn vacíos, sino que tienen un significado fijo. Es importante tener en cuenta que, a partir de un mismo sistema sintáctico puro, pueden obtenerse diferentes sistemas semánticos, conforme varíen las reglas de designación y verdad. Las reglas semánticas establecen las distintas_modalidades de relación entre los signoS y los objetos que representan. Ahora b!en, el objeto o conjunto de objetos representado es el denotado del
signo. A su vez, se entiende por designado a las características o propiedades del objeto a las que el signo hace referencia. Todos los signos tienen designado, pero no todos ellos tienen denotado. Tal es el caso de "unicornio", signo para el cual no encontraremos objeto alguno al que aplicarlo. A pesar de esto, entendemos el significado del signo, porque aprehendemos el concepto que designa: "Animal semejante a un caballo con un cuerno que emerge de su frente". La denotación de un signo se determina a través de su aplicación a objetos que se ubican en determinadas coordenadas espaciales y temporales precisas, con independencia de la mente del sujeto que lo usa. Pero ocurre que la aplicación de un signo no siempre es sencilla. Hay signos que no tienen denotado: "centauro", "lealtad", "duende". Otros tienen un denotado único, tal es el caso de los nombres propios. Pero ocurre también que el denotado de algunos signos constituye una clase de limites imprecisos: alumnos", "libro", "mesa". Las cosas se complican aun más cuando se trata de signos caracterizados por su "vaguedad": "mucho", "poco", etcétera. Pero, si bien es cierto que algunos signos tienen un denotado impreciso o aun carecen de él, siempre podemos aproximarnos a su designado. El procedimiento metodológico que nos ayuda a reconocer el designado de un signo es la definición, que se ocupa de precisar los alcances y límites de un signo siempre en el marco de un determinado contexto teórico. En la definición se establece una equivalencia entre el significado del signo a definir, o defmiendum, y aquel signo o conjunto de signos que se utilizan para establecer el significado del anterior, o def'miens. Por ejemplo: "El triángulo es una figura plana limitada por tres lineas ~ectas". La definición nos ayuda también a reducir la vaguedad y a eliminar la ambigú edad. Un término es considerado ambiguo cuando puede ser interpretado de distintas maneras dentro de un mismo lenguaje. Tal es el caso de "banco" que, en nuestro idioma, designa tanto a la institución bancaria como a un asiento. Por último, la pragmática se ocupa de las relaciones que mantienen los signos con sus usuarios o intérpretes. De este modo las reglas pragmáticas enunciarán las condiciones que deben darse en el intérprete para que un vehículo-señal sea considerado como signo de algo. Insertados en el espacio de la pragmática, es posible hablar de diferentes usos del lenguaje" en función de la intención del hablante y también del contexto en el que los signos son utilizados. El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, en su libro Investigaciones filosóficas, nos enfrenta con los innumerables tipos diferentes de usos que0 tienen las palabras y oraciones, cuando compara el lenguaje con una caja de herramientas.' Algunos de estos usos -sugeridos por el propio Wittgenstein son dar órdenes, describir la apariencia de un objeto, relatar un suceso, elaborar y poner a prueba una hipótesis, preguntar, agradecer, maldecir, rezar, contar un chiste, resolver un problema de matemática aplicada, traducir de un lenguaje a otro, etcétera." Sin olvidar esta inconciliable multiplicidad de usos, es conveniente recurrir al clásico intento de sistematización que reconoce un uso informativo, un uso expresivo y uno directivo del lenguaje. El objetivo del primero de estos usos es comunicar información. El discurso informativo describe los hechos del mundo y razona sobre ello a través de la afirmación y negación de proposiciones: "Está lloviendo", "Viena es la capital de Austria". Del lenguaje usado para afirmar o negar proposiciones, o para presentar razonamientos, se dice que cumple una funciónformativa. La ciencia nos ofrece el ejemplo más claro de discurso informativo. Por su parte, el uso expresivo del lenguaje es aquel que expresa o comunica sentimientos y emo~ciones. Si bien el ejemplo por excelencia de la función expresiva del lenguaje es la poesía "¡Ah, mi amor es como una rosa roja recién florecida en la primavera!"- también hacemos un uso expresivo del lenguaje al manifestar nuestra pena o entusiasmo: "¡Magnífico!". "¡Qué tristeza!". Por último, el lenguaje cumple una función directiva cuando se lo usa con el propósito de provocar o impedir una acción manifiesta. Los ejemplos ~nás importantes del uso directivo son los pedidos y las órdenes: "Cierre la ventana". También las preguntas. en tanto el planteo de una pregunta supone, por lo general. el pedido de una respuesta: "¿Qué hora es?". 10. Cf. Ludwigwittgenstein, Investigacionesfdos