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VIAJE
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AL
INTERIOB DE PEESIA. .
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POR D.
ADOLFO
RIVADENEYRA,
.'" Socio correspondiente de la Academia de la Historia, Cónsul de Езрайа.
T O M O
1.
MADRID, IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE ARIBAÜ Y 0.* (6TT0BS0BEB DE ZtlTADENEYBA), callo del Dnque de Osuna , núm* 3. ,
^
1880.
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VIAJE
AL
I N T E R I O R
DE
P E R S I A .
VIAJE AL
INTERIOR DE PERSIA, ron
D.
ADOLFO FÍIVADENEYRA,
Socio correspondiente de la Academia de la Historia Cónsul de España.
-9
T O M O
1.
MADRID, IMPRENTA Y ESTEREOTIPIA DE ABIBAU Y C. (SUCESORES DE IUVADENEYHA), culle
del
Duque
ile
Osuna ,
1880.
núm.
3,
=
Esta obra, es propiedad del Autor, el cual se reserva el derecho de su reimpresión y traducción.
A LA SEÑORA
Boña Jíieucs Sancii^ be íuvabcnegra.
MADRE MÍA : este libro, lleno de recuerdos, es la ofrenda que te prometí al marchar k Persia, pero ¡ay de mí! llega tardo; lo consagra ú tu memoria, con la cual vive más que con el resto del mundo, tu
ADOLFO.
AL L E C T O R .
La carrera consular ofrece á la actividad del hombre campo tan inagotable de observaciones, y ocasión para estudios tan variados y útiles, que siempre aplaudiré el haber ingresado en ella. N o se limita la misión de un Cónsul á velar por los intereses y seguridad de sus conciudadanos, sino que se extiende á promover de los países en que reside la exportación de todo cuanto en el propio pueda contribuir al fomento de la riqueza y al estímulo del saber. A los respectivos Gobiernos toca dar p u blicidad á las relaciones de sus Agentes, de c u y o c e lo son firme garantía, á fin de que puedan ser útiles á quien necesita consultarlas, sin ir en busca de lejanas tierras. E l Ministerio de Estado fácilmente hallara persona de más valía c instrucción que y o para mandar á Persia; con mejor deseo de servir, ninguna. Fruto de mis estudios en aquella región clásica de la antigüedad es el presente libro.
AL
VIII
LECTOR.
Sé que es m u y atrevido escribirlos de esta clase hoy, en que á todas horas pasa por la Puerta del Sol quien haya dado la vuelta al m u n d o ; sé que son muchas las obras que pueden reunirse tocante á cualquier país, pero también sé que de dos siglos á esta parte nada so ha escrito en España acerca del país de los persas, y que, por lo tanto, puede servir de excusa á mi osadía la conveniencia de poseer en nuestro idioma noticias que sólo en extraños era permitido encontrar. Tamj)oco ignoro lo difícil que es escribir bien sobre materia alguna, y señaladamente sobre viajes; pero, ajeno y o á todo linaje de pretensiones literarias, he creído que puedo ganarme, no el aplauso, pero sí la benevolencia de los más, pensando
con ingenuidad y escribiendo con
sencillez. Lleno,-sin e m b a r g o , de t e m o r , fui dilatando el término de la presente publicación, que retrasaron asimismo causas de m u y distinta índole, tales c o m o la profunda pena ocasionada por la muerte de mi madre, larguísima enfermedad después, un año de permanencia en Mogador, el país más triste, si bien el más sano del universo, y la falta de entusiasmo para dar publicidad á un libro que seguramente no leerán cien personas en España y sus colonias. E n punto á la verdad de los datos, he escrito con
AL LECTOR.
ix
el mismo cuidado que hubiese puesto sabiendo que todo el mundo ha de ir á j u z g a r de la exactitud de mi relato; narro h e c h o s , no impresiones.
D o s per-
sonas se impresionan ante un mismo objeto ó suceso de distinta manera ; por consiguiente, el modo de acertar es no impresionarse y apuntar aquello que por ser tangible no admite duda; es decir, que me ha guiado la observación, nunca la imaginación. Si hubiese podido volver á I r á n , allí concluyera mi trabajo sin los tropiezos que lejos de aquel país he hallado. A salvarlos casi todos han contribuido las personas cuyos nombres me complace consignar : Félix Vauvillier, ilustrado ingeniero francés, conocedor del idioma y usos de aquel país, D i r e c tor del Parque de Teherán, donde tantos y tan f e cundos trabajos ha llevado á c a b o ; Rene de Balloy, distinguido diplomático al servicio de Francia, y el Coronel R o s s , Residente inglés en el Golfo Pérsico, persona m u y versada en lenguas orientales, traductor do varias obras arábigas sacadas por él del olvido, uno de los más cumplidos caballeros que he tenido la suerte de encontrar en mi ya larga peregrinación por el mundo, y á quien debo eterna g r a titud por el buen acogimiento y agasajo que me hizo. Reciban aquí estos señores la expresión de mi profundo reconocimiento.
x
AL
LECTOE.
También es acreedor á él nuestro ingeniero
y
orientalista, D o n Eduardo Saavedra, á cuyos c o n sejos y vastísima ciencia acudí repetidas veces d u rante la publicación de esta obra. Garantía es, por fin, de la conciencia con que be escrito, el que por él no aguardo recompensa de ninguna clase, ni me alienta el l u c r o ; fuera locura pretenderlo y o cuando nuestros escritores de nota apenas alcanzan mediano pasar con su pluma. Y es que nosotros no compramos libros para saber si son b u e n o s , sino á veces cuando estamos m u y seguros de ello. L o único que anhelo es estimular á nuestra floreciente
juventud á estudios que enaltezcan sus
privilegiadas dotes. L a coyuntura más propicia para conocer á una persona pronto y bien es viajar con olla; sus c u a lidades, sus defectos, resaltan á cada m o m e n t o , así durante las horas tranquilas del reposo, c o m o durante aquellas en que la fatiga agobia al cuerpo. P o r este motivo, dicho se está que corro riesgo de que el lector me abandone por antipatía, ó fastidio, que sería p e o r ; mas si tal no ocurre, y juntos en buena armonía volvemos al punto de partida, declaro i n genuamente á mis compañeros de peregrinación que el mayor favor que podrán hacerme, y con la voluntad á mí posible desde ahora a g r a d e z c o , será
AL LECTOR.
xr
corregir lo que conceptuaren susceptible de m e j o ramiento en el arte de escribir viajes, y así, los d e fectos encontrados en este segundo ensayo podrán quizá remediarse en un t e r c e r o , si ahora, que principio á saber viajar, no principia á decaer la energía necesaria á secundar la más inocente de las p a siones.
I. DE MADRID Á TÍFLIS.
Tiflis, 15 de Marzo de 1874. Pocas ocasiones se presentan en el curso de la vida que permitan recorrer país tan apartado y distinto del nuestro como lo es el Reino de Irán, y ya que la casualidad me coloca allí con cargo honroso, quiero aprovecharla para contar á mis compatriotas todo cuanto estime y o que pueda serles de utilidad ó agrado. N o limito á la Pcrsia propiamente dicha mi relato; empieza éste el dia en que salí do Madrid, y terminará aquel en que regrese al amado suelo donde reposan las cenizas de mi padre. A fin do cumplir esto propósito lo mejor
que
pueda, creo conveniente seguir el mismo procedimiento adoptado en el Viaje de Ceylan á
Damasco,
que publiqué hace tres a ñ o s , es decir, hablar tan sólo de cuanto vea ó tenga por bien averiguado, sin cuidarme del artificio retórico más que para designar las cosas por su verdadero n o m b r e ; y si do vez en cuando renuncio á este mi primer sano intento,
2
VIAJE AL INTERIOR DE PERSEA.
será únicamente de pasada, como ahora, por ejemplo, para hablar de las relaciones que en otros tiempos mediaron entre España y Porsia, materia enlazada con la historia de esto pueblo, y que tiene aquí natural cabida. L u e g o que recibí el nombramiento de V i c e c ó n sul en Teherán busqué fuentes en que hallar datos acerca de aquel tan olvidado asunto; y c o m o aun para esto so necesita instrucción, acudí á la notoria de mi amigo Zarco del V a l l e , quien al punto me designó el Legajo
2 7 — F e l i p e 111—Casa,
archi-
vado en la biblioteca de Palacio. Entre lo que de allí copié, y por lo que de nuestra historia general tenía aprendido, redacté el siguiente resumen: Sin referir el origen, D . Modesto Lafuento c o n signa el hecho de que en tiempos de Alfonso el C a t ó l i c o , el kelbite Ab-uI-Játar, aquel que envió el Gobernador de África para restablecer el orden en Andalucía, repartió porción de tierras entre los i n vasores, y que de resultas de dicha distribución « a l gunos persas se quedaron en Loja.» Esta es la vez primera que en la Historia de España se menciona á los persas. E n una disertación histórica sobre la parte que tuvimos en las guerras de las Cruzadas, dice D o n Martin Fernandez de Navarrote, bajo la responsabilidad de Jauna y Capmany, lo siguiente: « D e r r o tados los sarracenos junto á Emesa por doscientos mil hombres que mandaba G a z a n , lley
de Persia,
abriéronsele las puertas de Damasco y Jerusalen.
DE MADRID Á T I F U S . Sabedor de esta expedición D .
3
Jaime I I de A r a -
g ó n , envió á Pedro Solivera por Embajador á
Ga-
z a n , con instrucciones y cartas fecha á 18 de M a y o de 1 3 0 0 , ofreciéndole naves, galeras, g e n t e s , a r mas, caballos, víveres y cuanto fuese provechoso á su hueste, aun su misma Real persona ; notificándole ademas haber ordenado que cualquiera de sus vasallos que quisiese aumentar los ejércitos lo p u diese hacer sin obstáculos.» Sabido es que Gazan fué el último rey de Persia que ayudó á los cristianos á recuperar los Santos Lugares, y que para eontrarestar el poderío del Soldán de E g i p t o trató con varios Soberanos europeos; pero no consta que por aquel entóneos mediasen con España ulteriores relaciones. Un siglo después, en 1 4 0 0 , D . Enrique el D o liente, ó el E n f e r m o , que así lo califican las historias de aquel tiempo, y por tal título es aún d o signado á pesar de haberle granjeado otros mejores su energía y amor ai p u e b l o , decidió enviar una embajada al gran Tamerlan, al esforzado
caudillo
que un dia se vio reducido á la posesión de un c a ballo y de un camello, y que p o c o después llegó á dominar veintisiete Estados. Creen algunos que al entablar el Soberano de Castilla relaciones con mur-leng,
Ti-
que es tanto c o m o si dijésemos Timur el
C o j o , no tuvo otro fin que el de hacer alarde y o s tentación de poder ; pero sospecho que D . Enrique •quiso entonces granjearse la amistad de los fuertes, si no es que se propuso también conocer costumbres
4
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
y leyes de extrañas tierras, cual conviene á quien rige los destinos de una Nación. Los Embajadores castellanos fueron
Payo
Gó-
mez de S o t o m o y o r y Hernán Sánchez Palazuelos, quienes tuvieron ocasión de asistir á la memorable batalla de A n g o r a , en que Bayaceto quedó vencido y prisionero. Tamerlan agasajó á los españoles con ricos presentes, y entre los que envió al R e y D . E n rique con un caballero principal de la Corte, llamado Mahomad Á l c a g í ,
estaban dos bellas cautivas
de noble linaje, que, según el cronista González Dávila, casaron después con los dos Embajadores, y fueron troncos de ilustres familias de
Castilla.
Asegura, empero, A r g o t e de Molina, en su
Discur-
so sobre el itinerario
Clavijo,
de Ruy
González
de
que, de las dos bellas cautivas que vinieron c o n Mahomad A l c a g í ,
y posteriormente se
llamaron
doña María Gómez y 13. Angelina de Grecia, sólo a
la primera casó con P a y o Gómez de
Sotomayor,
y la segunda con D i e g o González de Contreras, R e g i d o r de Segovia. N o quiso Enrique I I I ceder en cortesanía á su nuevo aliado, y le envío otra embajada, más suntuosa que la primera, compuesta do R u y González de Clavijo, el Maestre F r a y Alonso Paez do Santamaría y G ó m e z de Salazar, portadores de valiosos presentes para el Soberano asiático, que residía en Samarcanda, capital de los tártaros, y ala
sazón
ciudad rica, populosa y próspera. L o s enviados de Castilla, acompañados de M a -
DE MADRID Á T I F U S .
5
honrad A l c a g í , que regresaba á la Corte de sn S e ñor , so embarcaron en el puerto de Santa María á 21 de Mayo de 1 4 0 3 ; siguieron las costas de España basta Cabo Martin, desde allí hicieron rumbo á Oriente, y con suerte más bien adversa que favorable llegaron á Trapisonda el ] 1 de Abril de 1404. E n dicha ciudad, capital de un imperio mezquino, dejaron nuestros viajeros la carabela, y recorrieron á caballo durante cinco meses
dilatadas comarcas
de Armenia, de Media y del Jorassan, hasta llegar á Samarcanda, nunca antes visitada por europeos, y aun hoy de m u y pocos conocida. De su viaje escribió Clavijo una narración sumamente curiosa, que es al propio tiempo modelo de bien decir en aquel siglo p o c o letrado. La obra a d o lece del estilo de entonces, monótono y c o n c i s o ; demasiado conciso para quien gustaría de conocer á fondo el estado social é intelectual de pueblos casi ignorados. La transcripción de nombres de lugares, en lo cual h o y tampoco estamos m u y adelantados, dificulta ademas determinarlos en el m a p a ; pero en cambio son patentes la buena fe del autor, su gran juicio y discreción. Leyendo el relato de Clavijo no se puede menos do seguirle con cariñoso interés en aquella
larga expedición
al través do los mares
dominados entonces por los genoveses, y por e n medio de los desiertos infestados por
numerosas
hordas, instrumentos fieles del poderoso T i m u r ; r e crearse en la pintura de muchas islas del Mediterráneo y de la capital de los Paleólogos, antes que la
G
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Media Luna hubiese destronado la Cruz ; sentir con viveza las varias situaciones en que se halló, cuando por el alto carácter que revestía era objeto de h o nores, así en el palacio como en el aduar, ó de obsequios y agasajos para él desconocidos, c o m o el c o mer caballo asado y beber leche de y e g u a : y por fin, verlo juguete de contratiempos, entre los c u a les debió causarle honda impresión la muerte de su colega y compañero G ó m e z de Salazar, ocurrida en Teherán, liada es más interesante, por su misma sencillez, que el asombro que muestra al c o n t e m plar en el territorio de la antigua Eáges, «torres tan altas como un orne podia echar una piedra en alto, que eran fechas de lodo é cabezas do ornes de unas gentes que llamaban Tártaros Blancos», así c o m o la admiración que experimenta en Samarcanda, de la que dice que era p o c o m a y o r que Sevilla, al verse precedido « p o r seis marfiles que tenían e n cima sendos castillos de madera, con ornes encima dellos que los facian facer j u e g o s con la gente.» Regresó Clavijo á Trebisonda por el misino c a mino que llevó á la ida, y , do tormenta en tormenta, que lo echaba de un puerto á otro, llegó á Sevilla, y poco después á Alcalá de Henares, donde t e m p o ralmente se hallaba la C o r t e , el 4 de Marzo do 1 4 0 6 , al año de morir el gran conquistador tártaro, y un año antes de la muerte de Enrique I I I . Como acontece á menudo en nuestra patria, la obra do Clavijo quedó sepultada en el olvido cerca de dos siglos, hasta que el original vino á parar á
DE MADRID Á TIFLIS.
7
manos do A r g o t e do Molina, quien lo publicó «bajo el favor y amparo de Antonio Pérez.» E n nuestros (lias, ávidos los ingleses de cuantas noticias se r e fieren al Asia Central, lian traducido á Clavijo, y no es aventurado asegurar que este viajero-escritor es ya más conocido en las Islas Británicas que en el resto do Europa, y aun en nuestro propio país. E x traño, sin embargo, que en una obra titulada : Bibliograpliie ele la Per,te, escrita por Mr. S c h w a b , no se mencione la de Clavijo , lo cual prueba que nos suponen tan escasos en varios ramos de la literatura, que no se toman el trabajo de buscarlos, cuando, por el contrario, eu todos los hemos heredado abundantes y sazonados, y en éste nos afanamos por no desmerecer de la reputación que crearon nuestros m a yores. Andando el t i e m p o , durante el reinado de F e l i pe I I I , próspero tan sólo para las letras, se vuelven á anudar momentáneas relaciones entre España y Persia, gobernada á la sazón por uno de esos g r a n des Beyes que constituyen el orgullo de un pueblo. Ansioso Shah Abbas el Grande
de
establecer
toda clase de mejoras que pudiesen contribuir al desarrollo del Irán, y á iniciar á los Persas en los adelantamientos que entonces se verificaban en el arte y la industria europea, atrajo á sus dominios varios extranjeros do reputado mérito, entre los c u a les hicieron gran papel dos hermanos, ingleses de nación, llamados Roberto y Antonio Sherley. Éste se ocupó de la organización del ejército, y aquél
8
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
fué enviado á Europa en calidad de Embajador para hacer alianza con los Soberanos « q u e
creen
en Jesucristo», y en contra de los turcos, enemigos acérrimos de los persas. H e visto las cuentas de gastos que se formularon con motivo de la estancia en Madrid á principios del siglo x v i i de varias embajadas persas, y por ellas principalmente, ya que documentos de mayor valía, archivados en Simancas, no llegaron á mis manos, he logrado comprender la ilación que entonces g u a r daron nuestras relaciones diplomáticas, y , según tales datos, es c o m o s i g u e : E n 1600 vinieron á E u r o p a , enviados para revelar las miras del Shah, Antonio Sherley y U z e n A l í B e y ; mas por entonces sólo éste se presentó en Madrid, porque, según González Dávila, el inglés ceno osó entrar en España, á causa de su propia conciencia por lo que habia cometido contra el R e y Católico. )> A esta primera embajada correspondió Felipe I I I enviando á Abbas el Grande tres religiosos agustinos : F r a y Antonio de G o b e a , F r a y Jerónimo de la Cruz y F r a y Cristóbal del Espíritu Santo, que partieron de Goa con instrucciones y presentes que les dio Fray Alejo de Meneses, V i r e y de la India. Parecería h o y extraño revestir del carácter de E m bajadores á tres sacerdotes, pero en aquellos tiempos era común y corriente, porque el anhelo de ganar la corona del martirio llevaba al J a p ó n , al C o n g o , á A n g o l a , á Siam, á las Molucas y á todas
DE MADRID Á TIFLIS.
9
partes á los sacerdotes do la f e , conquistadores p a cíficos al parecer, pero en realidad promovedores de disturbios, que á la larga motivaban, y aun h o y acarrean, la invasión extranjera. Los tres religiosos agustinos pasaron por Mascat e , Shiraz, G u n - A b a d , y fueron recibidos en audiencia por el S h a h , en M a g e d , á 4 de Setiembre de 1G02. « S . M . , dice la crónica, recibió las cartas del Soberano español, y el presente, que constaba de muchas cosas preciosas, porque es la puerta por donde se llecra á negociar con estos bárbaros. E n las cartas se le pedia hiciese guerra al T u r c o , y d i j o : «Yo
responderé c o a obras, y cumpliré lo que el
» gran B e y me pide. » Así lo hizo efectivamente, publicando la guerra á sangre y f u e g o , mandando pregonar en sus R e i nos que el vasallo que fuese su amigo le buscara doquiera riñese batalla; y en testimonio de amistad, despachó una embajada á Castilla, compuesta de Maculí B e y Bauticaré, A l í Guli B e y , Boniat Bey, y Orush B e y . L o s tres últimos se convirtieron posteriormente al catolicismo, fueron bautizados en Valladolid, y en esta misma ciudad publicó Alí Guli B e y , bajo el nombre de Don Juan de
Per-
sia, un poema que consta de ochocientos versos, acerca de las c( cosas notables do P e r s i a , genealogía de sus B e y e s , guerras de Persianos y Turcos, su conversión, e t c . » La carta que Maculí B e y Bauticaré entregó á Felipe I I I , y en que Shah Abbas reclamaba el a p o -
30
VIAJE AL INTERIOR DM PERSIA.
y o de España contra Turquía, principiaba de este modo : « E n nombro de D i o s , las cartas que me e n vió el m u y alto y poderoso Señor, cuya grandeza es sin igual, que resplandece por todo el orbe, tan poderoso como fué Alejandro M a g n o , que tiene el sol por montera, á cuya sombra vive la cristiandad, que manda sobre todas las tierras, cuyos vasallos son tantos c o m o las estrellas del cielo, el mayor de todos los Reyes cristianos, que no hay otro que tenga mano en el mundo R e y de España
»
como él, Don
Felipe,
Pero cuanto pudo lograr por
entonces el Soberano español, fué que el Marqués de Santa Cruz, G-eneral.de las galeras de Ñapóles, apresara algunas embarcaciones do corsarios y saqueara varias islas del Archipiélago, hecho lo cual volvió á Ñapóles, mientras que los piratas
turcos
venían á insultar nuestro pabellón hasta Gibraltar. N o era así c o m o el persa entendía que España cumpliese su promesa de auxiliarlo contra el p o d e río t u r c o , y en 1610 despachó á Castilla á R o b e r t o Sherloy y Danguiz B e y para quejarse de la poca, ayuda que Felipe I I I prestaba, y aun para decir que Persia baria infaliblemente La paz con Turquía « s i sus Embajadores se volvían, como los demás, con las manos vacías. 5) A
pesar do t o d o , y do la
opinión del Consejo de Estado, qus resolvió f a v o rablemente acerca de las pretensiones del Shah, el R e y no pudo seguir obrando más que en pequeñísima escala relativamente á las pretensiones do su ambicioso aliado.
DE MADRID Á TIFUS.
11
A esta última embajada debió corresponder F e lipe I I I enviando á Persia, en 1 6 1 2 , á Fray A n t o nio de G o b e a , obispo de Sirene. N o he hallado acerca de tal misión más indicio que el consignado accidentalmente por el editor de la Vida del Tamorlan,
sacada cíe los Comentarios
cía de Silva y
de Don
Gran Gar-
Figvcroa.
Esto mismo personaje fue quien recibió la orden de ir á Persia en 9 de A g o s t o de 1 6 1 3 ; pero no se puso en camino hasta principio de 1 6 1 8 , justamente cuando el Shah despachó á Madrid por segunda vez á Roberto Sherley. Quizá entraría en los designios de Felipe I I I abandonar relaciones e n tabladas años atrás, comprendiendo que de las h o s tilidades de España contra Turquía quien tínicamente se aprovechaba era Persia, y por esto se retrasarla la marcha de Silva Figueroa. Mas v o l viendo á Madrid Eoberto Sherley para insistir en las pretensiones de su Señor, y en el cumplimiento de lo pactado, no j u z g ó conveniente el
Gobierno
darse por desentendido, y mandó partir al nuevo Embajador. Antes de hacer mención del viaje de este personaje daré al lector extracto de algunas cuentas que presentó Hierónimo do Quinquoces, contralor de Su Majestad, por los gastos que ocasionaron las misiones persas. Muestran dichos documentos que entonces, c o m o aun h o y se estila en Oriente, los Embajadores vivían á expensas del país donde estaban acreditados.
12
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. Entre lo que se iba librando para el gasto do M a -
culí Bey Bauticaré, que llegó á Madrid el 6 de Febrero de 1 6 0 8 , figuran las partidas siguientes: « 1 0 0 . 0 5 0 maravedises por alquiler de un brasero de plata para servicio del aposento del Embajador, durante tres meses, á razón de 350 reales mensuales ; — 2 0 0 . 7 3 2 maravedises y medio por los vestidos que se compraron para el Embajador y sus criados, para ir á ver las fiestas al prado de San J e r ó n i m o ; — 2 6 4 reales para seis mozos y dos galopines que sirvieron al Embajador durante los treinta y dos dias que estuvo en la Corte, á razón do tros ducados cada m e s . » Figuran ademas partidas de leña, carb ó n , pastelería, especias; otras de alquiler de casa, una de 500 ducados para la gaveta del Embajador, y una del pellejero Luis Navarro, que asciende á 2 0 0 . 9 2 4 maravedises, « p o r cuatro lomos de martas para forro de un sombrero y dos ropas del E m b a jador. » L a más curiosa es una cuenta do « 1 3 2 . 4 0 5 maravedises librados á Juan Ortiz de Á n g u l o , sumiller de la c a v a , por tantos que montó el vino r e galado al Embajador en los treinta y dos dias que se le hizo la c o s t a » ; prueba do que Maculí B e y t e nía pocos escrúpulos fuera de su país. E l hospedaje de Danguiz B e y y su mujer, que vinieron á Madrid en 1 6 1 1 , costó 5!). 199.368 maravedises. Una de las muchas partidas dice así: « ocho ducados por tantos en que se tasó un balcón alquilado á Cosme de Burgos (mercader de esta villa) en la puerta de Guadalajara, para que D a n -
DE MADEID Á TIFLIS.
13
gniz B e y y su gente viesen la procesión general que en esta villa se hizo dia de Nuestra Señora de M a r zo de este presente año de 1 6 1 1 . » Los gastos que originó la permanencia de R o berto Sherley, desdo el 18 de Febrero de 1G18 hasta fin de Marzo del mismo año, fueron 15.330.012 m a ravedises, y se alojó « e n una casa del Conde de la Puebla, que es en la callo de L e ó n , á razón de ocho mil reales al año. )> D i g n o de mención es en verdad el viaje de don García do Silva Figueroa, personaje do vasta ilustración, autor de los Comentarios que de parte
del Jleij de España
hizo al Rey Xaabas
de Persia.
de la Don
embajada Felipe
III
Desgraciadamente
la obra no ha llegado completa hasta nosotros; F i gueroa murió en Madrid según u n o s , en el mar de Loanda según otros, y en esto caso lo que t e nemos sería tan sólo extracto de sus notas. Sea c o m o fuere, la obra del último Embajador que medió e n tre España y
Persia fué vertida al francés por
W i c q f o r t en 1G67, mientras el texto castellano permanece inédito hasta tanto que la suerte lo depare un editor, c o m o se lo deparó á la obra de Clavijo. Recorrió Figueroa casi toda la Persia, parte de la Mesopotamia y del Asia M e n o r ; demuestra un tacto especial en sus relaciones con los orientales, gran juicio y mayor talento de observación, c o m o lo prueba el haber adivinado que los escritos c u neiformes constituían caracteres de un idioma, y n o dibujos, como hasta entonces creyeron los demás.
14
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. Trascurrieron dos siglos sin que en España se
hiciese mención de Persia ni de los persas, hasta que el año 1814 se vulgarizó tal nombre con m o t i v o de la exposición presentada á Fernando V I I por amantes del absolutismo, y cuya primera frase, que forma endecasílabo, d i c e : « Era costumbre en los antiguos persas
» aludiendo á la que, según I l e -
r o d o t o , regía en aquel país, de pasar algunos dias sin Gobierno al finalizar cada reinado, para d e m o s trar que conviene vivir esclavo y sujeto a u n dueño, puesto que de otra suerte surgen el desbordamiento y males propios á la anarquía. Persas
se llamaron
desde entonces los firmantes de tal d o c u m e n t o , y conservaron este apodo hasta tanto que sus secuaces formaron el partido de los anille ros, origen del moderado, reducido h o y á un corto número do ancianos. Finalmente, en 1842 firmóse en Londres un tratado de amistad y comercio entre España y el Reino de Irán, que fué ratificado en 1 8 7 2 ; mas de hecho no se entablaron relaciones directas
entre
ambos países hasta dos años después, que me cupo en suerte ser nombrado Vicecónsul en Teherán por el Gobierno de la República. Cualquier compañero mió habría aceptado este nombramiento con indiferencia, sin más objeto que el do ir acumulando años de servicio á fin de adelantar en la carrera; pero y o lo acogí con verdadero alborozo, entre otras razones, ¡rorque profeso desde la infancia extraordinaria predilección á conocer cuantas noticias se relacionan con Irán. E l primer
DE MADRID Á TIFLIS.
15
libro que cayó en mis manos en París, el año 4 8 , fué el álbum anejo á las obras de Chardin; y ante las escenas que reproducen aquellos dibujos quedó absorta la infantil imaginación. Más tarde estudiaba yo con afán la Historia antigua, y lo p o c o que se sabe de Persia servia de aliciente á mi curiosidad. Cuando visité el Museo Británico, no obstante los prodigiosos restos que allí se acumulan de las primeras civilizaciones, m e faltó tiempo para entrar en el departamento persa : al tocar en Busliir, el año 6 8 , consideré c o m o una desgracia no poder v i sitar las ruinas de Pcrsépolis, sin pensar que p r o n to se abriría ancho campo á mi insaciable deseo de recorrer las tierras donde primero se desparramaron los padres do nuestra raza, justificándose este pensamiento de Goethe: V/as man Hat
in der jugend
mam in dem alter
sich
lo'únshl
diefülle.
« L o que desea la juventud lo goza la vejez.» Sin duda el gran poeta filósofo consideraba que el deseo y la voluntad obran cual fuerza material en la realización de los hechos. E s , pues, evidente que nadie habría sido tan d i choso como y o al recibir la orden de ir á Persia, contribuyendo á mi alegría la misma incertidumbre en punto á mi itinerario, á pesar de la facilidad do comunicaciones y generalizado comercio de g e n tes que h o y existen entre las varias regiones del globo.
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. Á la verdad, yo bien sabía dónde se halla el Irán:
yendo de Ceylan á Damasco, vi en el Golfo Pérsico las inhospitalarias costas del Beluchistan y del Farsistan, las arenosas playas casi desiertas del Arabistan, donde tribus árabes viven aún la vida de los siglos pasados; desde el Tigris divisé á lo l e j o s los Montes de atrás (.Puskti Kiili),
que limitan
el Loristan por la parte do O c c i d e n t e , y y o sabía, por haberlo loido repetidas v e c e s , que el Guilan, el Mazanderan, son fértiles provincias que forman la costa Sur del Caspio. Con t o d o , repito, me vi p e r plejo acerca do la ruta que habia de seguir. E n el mapa, por cualquier c a m i n o , parecía llana la llegada á Teherán; por el Danubio y Rusia, á las playas septentrionales del Caspio, camino que s i guieron los primeros pobladores de Europa, pronto me vería en Persia; atravesando desde Escutari á Sivas, el país de la «salida del s o l » , ó sea la A n a tolia, donde florecieron colonias griegas, y se a c u mulan maravillosos restos del arte antiguo, caminando luego por las frías y accidentadas comarcas do los Ha'iks, que h o y llaman Armenios, y entrando en Persia por J ó i, Tabriz y K a s v i n , también llegaba á mi destino. Mas en el primer caso, sobre estar helado el Danubio, ignoraba los medios de comunicación por el mar Caspio; en el segundo, dudaba si en la presente estación sería posible atravesar las nevadas regiones donde se desarrollan el monte Tauro con sus numerosas ramificaciones, y en arabos, la duración del viaje me parecía d e m a -
DE MADRID Á TIFLIS.
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siada. Podía acortarlo, cruzando el mar N e g r o basta Poti, luego el Cáucaso; pero acerca de tal itinerario también carecia de datos en Madrid, y c o m o creyera hallarlos en París, me despedí de mi familia el 18 de Enero, llegando en breve por Alicante y Marsella á la capital de Francia. E n el trayecto de Madrid al Mediterráneo, principalmente hacia Almansa, noté recientes estragos de la guerra que prosiguen los carlistas, empeñados siempre en que lo pasado ha de volver; cerca ya de Alicante, cautivaron mi atención los restos de antiguos y escarpados castillos moriscos, la belleza y estructura del país, rico en viñas, en olivos, en algarrobos, que, sin cultivo, produce cada uno de cincuenta á sesenta reales; pero más que nada, el espectáculo de miles do palmeras, y un sol envidiado por casi toda E u r o p a , distraían alegremente mi espíritu, preocupado con la amarga separación de la víspera. Cien veces, desde quo salí de Madrid, he contemplado á mi madre, arrasados los ojos en lágrimas , oyendo el eco de una voz quo lo repetía e s tos versos populares, tan sencillos, tan llenos de sentimiento: «Ya so van los quintos, madre, Por la puerta de Alcalá; Ya se van los quintos, madre, ¡ Dios sabe si volverán !» Hacía diez y siete años que no había pasado por Alicante. Inútil es decir lo mucho que en ese t i e m po ha prosperado, como ha prosperado toda nues-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
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tra E s p a ñ a , á pesar de sus discordias é imperfecta administración. Paseándome por el muelle vi a g o l parse á varias embarcaciones
de pequeño porte,
tropel de muchachos que emigraban á Oran para eximirse del alistamiento forzoso; los infelices van allí confiados en la hospitalidad de los árabes, c o m o si fuese posible hallarla en ninguna parte sin dinero y sin poderse entender; y por el afán de trocar la sujeción en libertad, concluyen las más veces presa del hambre, de enfermedades y de la muerto. La emigración á Oran y A r g e l constituye una verdadera sangría para España : h o y la debilita, mañana una raza fuerte hispano-francesa será su enemiga. Supe asimismo en Alicante la causa de ir la Numancia á Oran, y no á Marsella, c o m o , según parece, habian acordado do antemano los jefes de la insurrección de Cartagena, y fué q u e , á la salida del puerto, el fuego do la escuadra del Gobierno produjo
tal confusión
en aquel inmenso
buque,
abarrotado de gente inexperta por lo general en. faenas de m a r , que nadie cuidó de la derrota; sólo un maquinista
conservó
serenidad bastante, y la
aprovechó para hacer rumbo á Oran, donde tenía su familia. La travesía de Alicante á Marsella Ja efectué en un buque francés, c u y o capitán tenía sobre el c o m e r cio y la colonización ideas harto peregrinas. C o m prendiendo la pingüe ganancia que proporciona el tráfico del extremo Oriento, y temeroso de que el
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proverbial talento de imitación de chinos y j a p o n e ses amengüe la industria europea, propalaba c o m o remedio eficaz el exterminio de aquella raza, que es como dos veces la población de E u r o p a , y en cuanto á la A r g e l i a , sostenia que debia ser trastormada de colonia en provincia francesa, no por otro medio sino obligando á los indígenas á casarse cristianamente y á usar sombrero de copa alta. Tenía ademas un acabado p r o y e c t o , fruto de su larga práctica y natural t a l e n t o , para señales de noche, á fin de evitar abordajes; mi escasa c o m p e tencia en cosas de mar me impidió comprender el conjunto y los detalles; pero recuerdo que hice propósito de no navegar si llegaba á ponerse en práctica. La modesta colonia que hace veinticinco siglos fundaron heroicos emigrados focenses es h o y mía. ciudad de primer orden y do grandísimo m o v i m i e n to, mas no tuve tiempo de recorrerla; á p o c o de poner pié en tierra tomé el tren rápido,
que me lle-
vó á París en diez y seis horas. Advertí en los c o ches una mejora digna de adoptarse : consiste en cierta campanilla eléctrica que pueden utilizar los viajeros para que el tren se detenga. N o me atrevo á hablar de París al lector; si allá estuvo, lo conocerá tan bien ó mejor que y o ; de l o contrario, no es posible describírselo al paso. París, corazón de F r a n c i a , participa del carácter n a c i o nal; es alegre, industrioso, elegante. E l arte tiene más grandes y espléndidos monumentos en otras
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
capitales: las Tullerías no valen nuestro Heal; Notre
Dame
Palacio
no vale la catedral de B u r g o s ;
Inglaterra, y sobre todo Italia, tienen monumentos superiores al Louvre
y IÚ Hotel de Ville,
dicciona-
rio de la historia de cuatro s i g l o s , que h o y reedifican p o c o á p o c o ; la nueva Opjera, mezcla de dorados , bronces y mármoles, con todos los órdenes de arquitectura y de gusto discutible, me ¡carece, por más que cautive la vista, un producto de los heterogéneos conocimientos que ávida pretende abarcar la j u v e n t u d , una prueba tangible de que el arte m o derno busca aún por sendero incierto fórmula que lo caracterice. Pero en lo que París no tiene rival en el mundo es en el arte de vivir; treinta duros diarios puede allí gastar una persona, sin vicios, viviendo en una alcoba y completamente aislada, condición de muchos extranjeros, por lo mismo que se necesita andar una legua para visitar á cualquier amigo. Cada escaparate es allí una tentación, y cada tentación no tiene escape, porque de los países más remotos afluyen productos que comprometen la bolsa más modesta; allí lo bien alineado de las anchurosas calles, la m u l titud que las inunda, hacen andar horas y horas sin saber adonde ni por qué, origen y raíz del verbo fláner;
allí, en fin, hay diversiones honestas para
todos los bolsillos, para todos los gustos, y de las que dejan de serlo habría tomos que escribir. Ni en belleza ni en perfección aventajan las francesas á las demás europeas; pero así y t o d o , hay
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señora que con sus encantos llega á reunir cincuenta mil duros de renta, suma que parecerá inverosímil á nuestras modestas cortesanas, y que asombra al considerar la habilidad que debe atesorar un ser de veinte a ñ o s , débil, al parecer inexperto, desvalido do ordinario, para conducir á hijos de familia, á graves
diplomáticos, á sagaces banqueros á la
ruina y al suicidio, sin más armas que las gracias naturales. Pero no miremos sólo el terrible cuadro encerrado en tan dorado m a r c o ; no veamos de P a rís sólo los lovlevards ejército de cocones, lavrants,
y teatros, Mabille con su
el Bosque de B o l o n i a , los
res-
los infinitos cafés; veamos también sus es-
cogidos museos, sus acaudaladas bibliotecas, perfectas escuelas, hospitales y sociedades benéficas, y no olvidemos que, si es la metrópoli del placer, lo es igualmente del saber y del arte, y que ningún artista alcanza universal reputación si no ha pasado por la sanción del criterio parisiense. Volvamos á mi viaje, puesto qiie para dar con el más breve camino, y no á otro propósito, fui y o á París. Principié al efecto mis informes visitando al G e neral Nazar Á g á , Ministro del Shah. E n cuanto le vi supuse fuera cristiano, y no me equivoqué, pues en el curso de la conversación dijo que pertenecía á la colonia armenia de Ispahan. Habló S. E . de P e r sia como
habla de su patria el destei-rado ; dijo
luego que en la presente estación no podia irse á Teherán más que por Trebisonday Tabriz, pues era
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
imposible llegar á Bacú bajando el V o l g a , por h a llarse helado este r i o ; que cruzar el Cáucaso desde Poti era factible, pero m u y penoso , y en fin, que la travesía de B a c ú á E n z e l i , puerto de la provincia del Guilan, ofrece el inconveniente de que los vientos h o y reinantes obligan á menudo á proseguir hasta la bahía de Asterabád, desde donde vuelve á intentarse el desembarco, muchas veces en vano. Añadió el Sr. Ministro que sería fácil recoger en Constantinopla mejores datos, y á este fin tuvo la bondad de darme una carta de recomendación para su colega en la capital de Turquía. P o r Constantinopla debia pasar necesariamente, cualquiera fuese mi itinerario, y allá me encaminé, dejando á París el 16 de Febrero por la noche, aunque sin resolverme á seguir la ruta que habia indicado líazar A g á , no tanto por la distancia de d o s cientas setenta leguas que hay de
Trebisonda á
Teherán, cuanto por lo desagradable de
recorrer
países cuyo idioma aun desconozco. E n treinta y siete horas llegué á V i e n a , disfrutando cómoda instalación en un v a g o n - c a m a , con retrete, tocador, bebidas, etc., menos durante el trayecto de Estrasburgo á M u n i c , por haber olvidado la Compañía pedir permiso á la autoridad local á fin de que circulasen esta clase de carruajes, olvido harto sensible, que me obligó á atravesar en un c o cho ordinario el Vurtemberg, país notable por el aspecto de bienestar y limpieza de sus pueblos y esmerado cultivo del campo, á la sazón cubierto de hielo.
DE MADRID Á T I F U S .
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E l 18 por la mañana llegué á V i e n a , ciudad b e llísima, aristocrática más que otra alguna, y que visitaba por vez primera. La capital del imperio austríaco, asentada en fértil campiña, cortada por el Viena y el canal del D a nubio , el mayor de los que por allí forma el caudaloso r i o , ofrece maravilloso conjunto. Destácase en ella, cual eminente atalaya que parece desafiar la p e sadumbre del tienrpo, la torre de la catedral, una de las más altas de E u r o p a , y desde la cual se d i visan los campos de batalla de L o b o , V a g r a m , A s pern y E s l i n g , teatro de las esforzadas hazañas de Napoleón. N o es Viena la ciudad antigua y de p o bre aspecto que la Historia y los viajeros pintaban el siglo pasado, de calles estrechas y tortuosas, c o modidad escasa, vida barata, reducido espacio; la actual población, por el número de habitantes, que asciende á un millón; por sus anchas y limpias vías, su hermoso caserío, sus teatros, m o n u m e n t o s , parques y j a r d i n e s , iguala y aun aventaja en desahogo alas más famosas éntrelas modernas. La navegación o
de su r i o , los progresos de la industria, han verificado trasformacioncs que me confirman en la idea de que la generación que espira ha asistido al c a m bio material más grande que jamas vieron los siglos. A d o l e c e , sin e m b a r g o , la capital de un inconveniente difícil de remediar y perjudicial á la salud pública; consiste en el polvo de vastas canteras g r a níticas , situadas en las inmediaciones, y que por el derribo de las murallas, que antes servían de valla-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
d a r , se arremolina por las principales arterias de la ciudad. La falta de aguas se salva en la actualidad, mediante la conducción por un acueducto, casi terminado , de los copiosos manantiales de Semmering, distante veinte leguas. Las obras costarán siete m i llones de d u r o s , y según me dijo el Director de Obras Públicas, el agua sale á la temperatura de seis grados, y sólo aumenta dos en el trayecto. Durante todo un dia recorrí los sitios en que sin duda los romanos establecieron sus campamentos para dominar esa gran barrera contra heterogéneas muchedumbres, cuyo remoto origen atestigua el nombre de Don-Ohi, ó sea A g u a - O b i ; las espaciosas calles, adornadas de árboles y animadas por multitud de elegantes y bellisimas mujeres; las ruinas del palacio de la Exposición, del cual todavía puede formarse idea. Y a se han vendido en pública subasta los materiales que formaron tan lujoso emporio de la industria moderna, y á este propósito c o n s i g naré que la Exposición defraudó las esperanzas de los vieneses, no realizando el hiero que se p r o m e tían , y de los industriales, que por la frecuencia de estos certámenes no podian hallar adelantos sobre aquellos que ofreció París seis años atrás. Sólo un dia permanecí en Viena, y aun éste lo habría aprovechado en adelantar el viaje si el tren de París enlazara con el de Odessa; pero las estaciones de ambos puntos distan una legua, y no p u e de disponerse del tiempo suficiente para verificar el trasbordo. Lejos de pesarme tal contratiempo, lo c e -
DE MADRID Á TIFUS.
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lebré, y el 19 marché á Odessa, tomando el billete hasta Constantinopla. Mi primor cuidado en el vagón fué arreglar el dinero, si tal puede llamarse la variada colección do billetes de Banco que en Austria y Rusia reempla zan casi en absoluto al metálico, y cuyo cambio sólo se consigue con empeños ó crecidos descuentos. E n honor de la verdad, los billetes austríacos, por d e s agradable que sea usarlos, atendido lo sucios que están, son de un grabado excelente, y en forma de orla tienen los signos heráldicos de los doce pueblos que hablan otros tantos idiomas, subdivididos en muchos más dialectos empleados en el Imperio aus tríaco. Ordenada la hacienda, dediquéme á contemplar en las provincias que atravesaba los profundos surcos de la bien cultivada, tierra, fina, negra, crasa, abun dante en aguas. ¡Buen país! pensaba y o , poblado, bien administrado, de más rendimientos que E s p a ña
E n cambio no se dirá de nosotros : Alii bella
gerant, tu , felix
Au stria,
nu be (mientras otros p e
lean, Austria feliz, tú cuidas de matrimonios).
№
estamos expuestos á ver despedazarse el territorio, á que diez millones de alemanes se unan á Prusia, á que las provincias de raza eslava, la más refrac taria al alemán, constituyan nacionalidad, ó las a b sorba Rusia; á que la tradición de mil años so borro á manos de una aristocracia vana, que allí todo
el
mundo se dice noble, y lo estiman en mucho. Pasada la ciudad de Cracovia disminuyen consi
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
derablemente los centros de población, y baja también la temperatura, pues noté que desde aquel punto los viajeros acudian al tren con abrigos de pieles de volumen tan descomunal, que hubiera sido justo p a gasen doble asiento ; los cuellos particularmente semejaban pesada carga, bajo la cual desaparecía la cabeza por completo. El 20 á mediodía llegué á Voloziska, frontera rusa, aduana por consiguiente, y de las más severas. L a operación de visar los pasaportes es m i n u ciosa : un caballero que venía de París tuvo que volverse á Cracovia, primer punto en que hallaría Agente de su Nación, para recoger el visto del C ó n sul ; no dejaron en sacos y maletas ni pañuelo sin desdoblar; un polaco que llevaba dos pistolas de lujo, á las cuales renunció con gusto para proseguir el viaje, hubo de permanecer en Voloziska, y p r o bar sin duda que aquellas armas no eran para atentar contra la preciosa vida del Zar. Permanecí dos horas en la fonda de aquella estación, pensativo y con el disgusto propio de quien no comprende el idioma que oye hablar. Á fin de pasar el tiempo, pedí un plato que circulaba en t o das las mesas, llamado blini,
manjar nacional con
que los rusos se regalan en Carnestolendas, que es propio de pueblos no muy cultos tener platos especiales para festejar solemnidades. L o preparan del modo siguiente: mezclan 20 gramos de levadura con un cuartillo de leche t i b i a ; cuelan el líquido, y en él diluyen 250 gramos de harina de flor y 3 0 0 de
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harina de alforfón, cuidando que tome p o c o c u e r p o ; se añade á la pasta un p o c o de sal, y se la deja alzar por espacio de dos horas. Calentadas unas p e queñas sartenes hechas á propósito, y untadas de manteca de vaca, echan en ellas la pasta, y pasan al horno por espacio de tres á cuatro minutos. A l cabo de este tiempo retiran las sartenes, echan á la pasta un poco de manteca derretida, la vuelven del revés, y nuevamente va al horno. A los dos m i n u tos sirven los blinis
con leche cuajada, manteca
derretida ó caviar, ó bien aún con todos estos adherentes. P o r treinta y cinco copecos
(cinco reales)
me sirvieron tres de aquellas tortitas, pero las hallé tan pesadas, que no pude concluir la s e g u n d a ; los demás despachaban
hasta una docena, y todavía
guardaban espacio para beber dos ó tres vasos de té, de un m o d o por cierto distinto del nuestro, pues en lugar de echar el azúcar en el té para que so disuelva, lo muerden, y detras sorben el líquido. De Voloziska á Odessa el trayecto es l i s o ; lo habitan poblaciones donde predomina el elemento i s raelita, m u y poderoso en la Pequeña Píusia, pero detestado, c o m o en todas partes, del resto de las gentes. A l llegar á Odessa el 21, á las doce de la m a ñana, hacía" mal tiempo, la niebla impedia distinguir una persona á veinte pasos, circunstancia frecuento en aquella costa durante los dos ó tres primeros m e ses del a n o , debida á la diferencia de temperatura entre el agua del mar y la más fria del Danubio. Valido de persona con quien podia entenderme,
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
tomé, á falta de otro carruaje, uno descubierto, con orden al cochero de llevarme al muelle donde se h a llaba atracado el vapor que iba á Constantinopla. I g noro de qué modo lo entendería el istvoschseJiik, que asi, ni más ni menos, se llama en ruso al auriga; ello es que durante dos horas y media me llevó de un punto á otro á todo escape. Cuatro ó cinco veces r e corrí las mismas calles, muy anchas, tiradas á c o r del, con casas bajas por lo general; otras tantas pasé junto á la estatua del Duque de Richelieu, fundador y Gobernador de aquel emporio del c o mercio á principios de este s i g l o ; no sé el número de veces que subí y bajé el muelle, salpicando con el barro que despedian las ruedas un
vocabulario
frances-ruso, donde porfiaba por combinar frase m e diante la cual pudiese decir al cochero que parase en sitio donde hablaran otro idioma que el ruso. N o lográndolo, me limitaba á gritarle: ¡jarashó,
niet.'
(¡bien, n o ! ) , pero el hombre no me entendía, m e j o r dicho, no queria entenderme, y arreaba las
flacas
bestias, hasta que por fin vi pasar un militar de alta graduación, y dirigiéndome á él en francés, en inglés, en alemán, acortó á comprender en esta h a bla cuan angustiosa era mi situación. Volvióse g r a vemente al istvoschsclák, y debió reprenderle, porque llegué al punto de mi destino á los dos minutos. Algunos más, y no hubiera alcanzado el vapor por obra y gracia de mi cochero, que no forma e x c e p ción entre los suyos, atendido á que todos y en t o das partes proceden de igual manera, para decir en
DE MADRID Á TIFLIS.
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el momento de la retribución : « ¡ Y a ve V . cuánto he c o r r i d o ! » Preciso es añadir que los tales aurigas no brillan por su inteligencia, cosa nada extraña, pues que tengo entendido que la plebe en Rusia es do cortísimos alcances. El trayecto de Odessa á Constantinopla es de quinientas treinta y ocho verstas
(trescientas c i n -
cuenta m i l l a s ) ; por reglamento deben emplearse treinta y seis horas; pero rara vez aquél se cumple. En la buena estación, durante Junio y Julio, cuando el estado atmosférico permite divisar las tierras llanas de la costa, la navegación se verifica en veintiocho horas, y en cuarenta y tantas durante el equinoccio, sin contar las paradas á que obliga la espesa niebla, como sucedió en nuestro viaje, y la cual explica el nombre de mar Negro
con que lo
apellidaron los turcos. E l calificativo eu.xeinos, h o s pitalario, era sin duda una antífrasis empleada pollos griegos, con objeto de dar á entender la hostilidad que hallaban en aquellas costas. En primera clase sólo tuve por compañeros á dos comisionistas franceses, uno de los cuales reveló hasta donde puedo llegar la vanidad humana. P a r e ciéndole la cruz de la Legión de H o n o r m u y fuera de su alcance, y anhelando tener una á toda costa, me consultó cómo podría lograr la del Síedshidiye ó la de Cristo de Portugal, cuyo color rojo de la cinta se asemeja al de la francesa. L e dije que, do todos los caminos, el más corto era disponer de un amigo poderoso ; pero contemplándose por una parte
SO
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
huérfano de tal ayuda, y por otra meciendo su ilusión en la posibilidad de llegar al término de sus deseos, exclamaba con acento contrito y lastimoso: Du rouge, inon Dieu,
du
rouge!
El 23 de Marzo amanecí en el B o s f o r o , nombre griego equivalente á «paso de b u e y » y que más tarde reemplazaron los turcos por el de bogaz
(gar-
ganta), palabra adecuada á la importancia do un sitio que fué y será manzana de discordia entre los fuertes. Tan triste como los anteriores era el dia aquel; ni un rayo de sol bañaba las de antiguo c é lebres riberas entre las cuales se deslizaba majestuosa y lentamente el v a p o r ; á todas partes acudía la mirada ansiosa de contemplar el siempre bello e s pectáculo de la naturaleza, y á cada recodo del canal aumentaba la impaciencia, porque crecían la animación y la vida. A chozas pobres, míseras, seguian casitas de madera pintadas de azul, amarillo y r o j o , veíanse luego espaciosas viviendas, caseríos asentados en verdes lomas, blancos palacios de estilo oriental y europeo, magníficos alcázares del Sultán, r o deados de jardines que sombrean altos cipreses, corpulentos álamos y vetustos cedros; y allá, á lo lejos, al cabo de dos horas de intervalo, divisé en accidentado terreno, por entre nubes de gaviotas, la apiñada multitud de casas, de mezquitas cuajadas de cúpulas que encierra Islam-polis,
de cuyo
seno
arrancan centenares de elevadísimos y blancos m i naretes, semejando, cual flechas góticas, lazo de unión entre la tierra y el cielo.
DE MADRID Á TIFLIS.
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Tan bollo panorama ¡quién lo diria! es ilusorio: Istambul es un dédalo de callejuelas intransitables en invierno, sucias, desniveladas, sin monumentos dignos de especial atención, salvo alguno que otro destinado á Dios. Mas esto no me sorprendió ; t i e m po bá tengo observado que las ciudades orientales se semejan en lo bollas que aparecen por fuera, y en lo triste y descuidadas por dentro; son', c o m o sus moradores, de simpático acceso y adusta i n tención, y c o m o el idioma, pomposo en palabras, casi siempre vacías de sentido. Frente á Constantinopla, en territorio que un dia estuvo unido á ella, so asienta Escútari, ciudad importante, cuyo inmenso cementerio cobijan b o s ques de sombríos cipreses. E s costumbre antigua que las personas piadosas y ricas dispongan en vida el traslado de sus cadáveres á dicho rincón del Asia, fundándose para ello en que la Bien conquistará en Viernes, precisamente
guardada
se
cuando
los
fieles estén orando en las mezquitas. No es mi propósito hablar de Constantinopla, á cuyo nombre va unido en nuestra mente el de la iglesia do Santa Sofía, edificio que merece verse, como también el Tesoro por los objetos que en él se encierran. N o vi ninguno de los dos. Dijeron en nuestra Legación que era preciso para ello un firman del Soberano; mas estando ya Constantinopla d e n tro do casa, c o m o suele decirse, no insistí, y
me
ocupé en la prosecución de mi viaje. El Sr. Ministro de España me presentó al E m b a -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
jador de Persia, Motasen J a n , taombre de modales corteses, fácil palabra, mirada escudriñadora y p e netrante, quien se dignó convidarnos á almorzar para el siguiente dia. Habita S. E . primoroso palacio junto á una m a n zana de oficinas, cuartuchos, donde están todos los Ministerios, Puerta.
y que lleva el nombre de
Sublime
La mesa fué espléndida, servida á la euro-
pea, con profusión de manjares y vinos, y ningún indicio revelaba ser el anfitrión
un oriental, ni
como tantos otros de su raza, los cuales, al pretender imitarnos, siempre dejan resquicio por donde se percibe la diferencia entre la copia y el original. ~So puedo decir otro tanto de la cultura de su espíritu : larga permanencia entre la alta sociedad e u ropea no ha logrado destruir en S. E . añejas p r e ocupaciones. Tratándose de la temible picadura de algunas víboras, aconsejó con la mayor seriedad que, para evitarla, me hiciese encantar al llegar á Persia: « Y o lo estoy, decia, y apuesto á que todas las serpientes venenosas del mundo no me harán el menor daño.» También se habló de mi futura estancia en Irán. A l decir del Ministro y sus secretarios, aquel país en nada cede al más privilegiado ; pero en opinión de uno de los convidados, ingeniero inglés recien llegado de Teherán, debe contarse entre los más miserables del m u n d o ; y tanto me dijo á solas en este sentido, tantos ejemplos adujo, que sin el entusiasmo de que iba yo poseído, en vez de prose-
DE MADRID Á
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TIFLIS.
guir, habría vuelto á mi casa. Dicho señor regresó por Bacú y P o t i ; sus indicaciones me decidieron á seguir el mismo itinerario, y , sin más averiguaciones, me embarqué para este último puerto el dia 2 8 , á las cuatro de la tarde, si bien no salimos de C o n s tantinopla hasta la madrugada siguiente. El mar tan temido en los tiempos bíblicos es surcado h o y por vapores franceses, austriacos, t u r cos, que tocan en dias fijos en los puertos de la costa Sur hasta Trebisonda; sin e m b a r g o , sólo los vapores rusos llegan á Poti. E l Bug,
donde me
embarqué, era un barco viejo, de doscientos c i n cuenta caballos de fuerza, y c u y o p o c o calado, p o r escasez de c a r g a , nos puso en grave peligro al salir del Bosforo; la mucha mar y el viento, impidiendo ir avante, obligaron á fondear á la entrada del C a nal, en diez y siete brazas, j u n t o á peñascos y p e ladas rocas, donde la mar rompía furiosa, con riesgo de nuestra vida. Cincuenta horas permanecimos en tan crítica situación; al salir de ella percibimos un aviso turco, c u y o destino i g n o r á b a m o s ; pero momentos después llegó por el lado opuesto un vapor ruso, engalanado, conduciendo á bordo
al
general Ignatief, embajador el más influyente en Turquía. Con sumo trabajo principiamos á romper la mar, hasta tanto q u e , pasadas doce horas, la encontramos en p o p a , pues los muchos ríos que desaguan en el mar de A z o f f y golfo de P e r e c o p , buscando salida por el Bosforo, producen á la entrada del 3
3t
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Canal nna corriente central de cinco millas, y dos* laterales de diez en sentido contrario, una do las cuales encontramos estando ya á distancia de la boca, y merced á ella continuamos el viaje sin i n terrupción. También contribuyó á empeorar el trance en que nos vimos un Noroeste de los que se p r o ducen en Setiembre, Febrero y Marzo, durando de ordinario cinco y seis dias. • Tocamos primero en Incboli, cuyas
casitas y
montes inmediatos apónas dejaba percibir la espesa nieve que los cubría. Más adelante, camino de S i n o p e , pescamos caballas, sargos, escombros, espadartes, que, según dijeron, emigran al mar Blanco d u rante la canícula; atún, r o m b o , llamado en turco calcan,
es decir, broquel ó escudo. D e noche los
habitantes de la costa cogen con la mano un pez, cuyo nombre i g n o r o , atrayéndolo por medio de a n torchas. L o que más comíamos eran hermosos lenguados, mucho esturión sobre t o d o , aderezado de una manera exquisita con setas y salsas m u y picantes, que eran parte á aliviar la molestia acasionada por el intenso frío. Asentada en reducida península, c o m o de dos leguas do circuito, está Sinope, con cuatro mil h a bitantes ; al par de Sebastopol, es puerto natural, seguro é inmenso. Abundan en la bella campiña los granos y el tabaco, prueba de que la nieve era e n tonces un accidente de aquel dulce c l i m a ; aceite, frutas, manzanas particularmente, que cuestan á tres cuartos la docena; á orillas del mar las ostras
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cuestan á real el ciento, y á precio más ínfimo aún las almejas de tamaño extraordinario. En
la antigüedad,
Sinope enseñoreaba con su
marina la Paflagonia entera; luego vino á ser c a pital de los Reyes del P o n t o , hasta caer presa de Lúculo. Allí nacieron Diógenes y Mitrídates; allí la flota turca sufrió terrible desastre, que ocasionó la guerra de C r i m e a ; allí, por fin, se encuentran m o nedas, medallas y restos de fortificaciones antiguas. Más poblada que la anterior es la ciudad de S a m sum, próspera á impulsos del comercio y actividad do circasianos que hallaron en Turquía refugio c o n tra la Rusia. La mayoría de estos desgraciados, que en número de medio millón huyeron ó fueron desterrados de su país el año 5 9 , perecieron de h a m b r e ; algunos viven todavía del pillaje; otros descuajan los c a m p o s , donde abunda la viña, y sobre todo riquísimo tabaco, que venden en
Constantinopla
con pingüe ganancia. Otro germen de riqueza para aquel puerto, si dispusiera de combustible, serian las minas de plomo argentífero, c o b r e , hierro y nafta que entraña la vecina cordillera. Así me lo d i jeron dos ingenieros
franceses, conocedores de la
localidad por haber trazado los planos del camino de hierro que proyectan construir de Escutari á Bagdad. D o c e leguas de S a m s u m , hacia el interior, está la antigua Amassia, que deseara visitar en otra o c a sión; encierra restos de soberbios monumentos, c u yas fotografías compré en Trebisonda, y grandes
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
sepulcros tallados en escarpada roca, que se cree fueran obra de los persas, dada la analogía que guardan con otros del Irán. N o desembarqué en aquella playa-, á causa de la mucha nieve; así es que seguí tranquilamente hacia Trebisonda, saludando de paso á Ordun y Kirasundan. E n una obrita que tenían á b o r d o , compuesta á principios de este siglo por el belga Eottiers, leí que « d e s d e Kirasun fué enviado á Italia el cerezo por el Procónsul L ú culo. Así lo aseguran San Jerónimo y A m i a n o M a r celino, y es digno de notarse que ciento veinte años después trasplantaron dicha fruta á Inglaterra.» N o me es posible averiguar aquí la certeza de esta n o ticia. Muchas horas pasé sobre cubierta meditando en las vicisitudes de ese pedazo de tierra llamado Asia Menor, mansión de la Fábula, morada un dia de la riqueza, del valor, de la libertad; presa envidiada de persas y g r i e g o s , y puerta por donde el coloso romano asentó en Asia su poderío. E l de los turcos tuvo allí la cuna, y también hallará sepultura en dias no lejanos, que es vergüenza para E u ropa haberse dejado invadir y dominar por gente que destruyó todo sin crear nada, y para colmo de ignominia, se burló de nosotros en las personas de los Cruzados. E l 7 de Marzo llegué á Trebisonda. Las almenadas fortificaciones, hoy muy deterioradas, todavía forman un cuadro que resalta á la vista del espectador. Es población de ciento veinte mil habitantes; su
DE MADRID Á TIFLIS.
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movimiento comercial no baja de diez millones de duros, á pesar de ofrecer h o y el Cáucaso nuevas vías al comercio asiático, y la prestan vida y animación la continua llegada y partida de compactas caravanas, que en todas direcciones llevan p r o d u c tos europeos para competir en baratura con otros ele igual origen traidos por distintas vías. La Cuadrada,
cuyas espesas murallas cubre la
hiedra, y que un dia albergó á los Diez mil en su retirada, no posee camino a l g u n o ; así es que el trigo, valiendo dos duros el quintal á diez leguas de distancia, cuesta cinco en la ciudad. Tal restía
no ocurre de
ordinario; proviene
ca-
actual-
mente del intenso calor que el año pasado destruyó las mieses do aquella fértilísima
provincia,
rica
también en piedra de construcción y en metales; el hierro, por ejemplo, abunda de tal suerte, que aplicado un imán á las arenas del mar, saltan parcelas del metal. Como Persia no figura todavía, en la Union p o s tal, es preciso nombrar en Trebisonda persona e n cargada de recibir las cartas de Europa y de remitirlas á aquel país, ó viceversa. Recurrí para esto á la amabilidad del señor Vicecónsul de España, quien tuvo asimismo la de presentarme á algunos de sus colegas, entre ellos al francés Mr. Querry, traductor de un Código de leyes shiitas titulado: Ordenanzas sobre los puntos
lícitos y vedados,
com-
puesto por E l Mohekldk en el siglo v n r . Después de platicar largamente con tan ilustrada
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
persona, me despedí de Tarabozan; así pronuncian los turcos el nombre de la ciudad, origen de un imperio efímero y de costumbres bárbaras, y tanto, que los soberanos daban sus hijas á vecinos bárbaros y soeces á cambio de condescendencia y buena amistad, de que tanto necesitaban. Tres horas después de zarpar vislumbré, á c u a renta leguas de distancia, la nevada cima del Cáucaso. A la mañana siguiente, al llegar á Batum, la blanquísima cordillera semejaba inmensa barrera surgiendo de los mares, y el s o l , tiempo há escond i d o , animaba con sus rayos las altas cimas que e n señorea el mitológico E l b u r z , de seis mil metros de altura. Puerto excelente y natural tiene la pequeña c i u dad de Batum, asentada en los terrenos do aluvión que, desde A t i n a , soparan el mar de los montes del Lazistan, población reputada por su valor entre las que constituían la riquísima Colquide. N o lo es menos hoy por la abundancia y excelente calidad del m a í z , del tabaco, del algodón, de la fruta, entre la cual es de admirar el tamaño de las uvas y manzanas. P o r el Sur do la ciudad desemboca el rio C h o roc ( c o r r o m p i d o ) , voz parecida á C h o l o c , que es el nombre de un riachuelo cercano á P o t i , y frontera entre Eusia y Turquía, según el Tratado de 1860. La semejanza entre ambos nombres es causa de continuas contestaciones, porque al fijarse
la
divisoria de ambos imperios, el Zar pretendía lo fuese el Choroe, guardándos3 de esta suerte á B a -
DE MADRID Á TIFLIS.
39
tum, mientras que el Sultán sostenía serlo el C h o l o c , como lo es efectivamente, no obstante las r e clamaciones de Ilusia, que surgen con
cualquier
pretexto. A mediodía me trasbordé al GalupcJiik
(peque-
ño p i c h ó n ) , vaporcito de rueda con fondo llano, donde se verifica el paso de la barra que obstruye la embocadura del famoso Rion. Conmigo embarcar o n , procedentes de Francia y de la Pequeña R u sia, centenares de cajas de azúcar, artículo de g r a n dísimo consumo en el Cáucaso y ÍTorte do Persia. Costeé las risueñas playas donde abordaron los argonautas, fija la vista en la imponente cordillera de doscientas leguas de l a r g o , barrera hasta el presente entre Europa y Asia. E n la falda septentrional del Elburz existe una comarca llamada A s i a ; de ella tomaron tal vez nombre las tierras que los griegos exploraron al Sur de la roca donde P r o m e teo fué condenado ; pero viendo que el Asia no t e nía límites al Oriente, llamaron Asia Menor al país que consideraban cual segunda patria, con objeto de distinguirlo del resto del continente. Semejante división va borrándose poco á p o c o , y nunca la c o n o cieron los asiáticos. A las dos horas de deslizarse el GalupcJiik v i , en el punto más oriental del mar N e g r o , el fin de la cordillera Lazistan, que abunda en caza m a y o r , y bosques espesísimos donde el r o b l e , el h a y a , el enebro, el castaño, sólo caen á impulsos del t i e m po. Serian las cinco cuando cruzamos la barra deL
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Ш о п , paso m u y peligroso siempre que los vientos del tercero y cuarto cuadrante soplan con violencia. Desemboca este rio lentamente en el mar, forman do un delta llamado Isla de los Faisanes, ensancha do cada dia por el limo que arrastra; sus planas limosas orillas, bordadas de b o j , acacias, plátanos, álamos y clemátides, las animan tropeles de pelí canos é inmensidad de ranas. E n la margen i z quierda , á dos quilómetros, está la ciudad de Poti, cuyo nombre parece ser el mismo que la voz Tasis, mediante una trasformacion de las letras aspiradas. E l celo de las autoridades rusas no desmerece en dicho punto del que desplegaron en V o l o z i s c a ,
y
nada tiene de extraño, cuando los periódicos diri gidos á Poti van primero á Tiflis, donde borran cuanto parece irrespetuoso á la persona del Zar. A cambio de contraseñas se llevaron los pasaportes, y , no obstante mi carácter oíicial, é insistir en que desde luego registrasen baúles y sacos, hube de d e jarlos en la aduana, pues al ocaso del sol concluyo la tarea de los empleados en dicho centro. A fuerza de gestos y de hojear mi vocabulario, fui en direc ción de una fonda, corriendo por anchas calles c u biertas de nieve. A
cada persona que hallaba ai
paso decia : ¿Gastininza
ciída?
(¿hotel
dónde?);
pero ocupados los dos que existen allí, hube de p e dir albergue en una taberna con visos de fonda, donde, á falta de comodidades, hallé compañía a l e gre y servicial; que en esto la de los pobres suele ser más envidiable que la de los ricos.
DE MADRID Á TIFLIS.
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L a dueña de la casa, hermosa mujer maguer sus cincuenta a ñ o s , sólo hablaba georgiano. A l igual de otras personas que levantan la voz al dirigirse á quien no las entiende, c o m o si la ignorancia de un idioma implicara sordera, la buena señora atronaba mis oidos; p e r o , siendo estériles sus esfuerzos, p i dió auxilio á un g r u p o de hombres que alrededor de una mesa bebían, fumaban y departían con el calor y entusiasmo propios de nuestra raza. Todos se interesaron por el extranjero, contribuyendo p r e surosos á facilitarle el alimento y descanso que h a bia menester. Iba á disfrutarlo, cuando acertó á e n trar un j o v e n , empleado en correos y
conocedor
del idioma alemán; saludarnos y quedar apalabrados para verificar al dia siguiente un paseo en t r i neo todo
fué
uno,
alegrándome muchísimo
tal
coincidencia, pues nada iguala al fastidio de andar solo por una ciudad que se desconoce. N o se reduj o á tan estrecho límite nuestra excursión; por espacio de tres horas recorrimos en todos sentidos los alrededores de P o t i , dignos de cautivar la atención del naturalista. Debo francamente confesar que me alegró sobremanera oír llamar Jason
al
cochero
que nos guiaba; ese nombre me trasladó mentalmente á la infancia de la Historia, y sin poderlo evitar, contemplaba aquel hombre cual reliquia de frágil nave perdida en el océano de los tiempos. Todos allí, hasta los niños, conocen la leyenda de la mitológica expedición. La fundación de Poti se remonta á tres siglos,
42
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
cuando Amurátes I I I disputaba el Cáucaso á los persas; consta de doscientas casas de un solo piso, construido sobre estacas de haya y roble, que vale á seis duros el metro c ú b i c o ; p e r o , efecto de la excesiva humedad, causa de fiebres que allí se padecen, y también de la multitud de insectos, p o cas habitaciones resisten veinte años. Las calles son m u y anchas, rectas y l a r g a s , porque á cada finca está anejo un jardín con profusión de hortalizas, único artículo que se encuentra barato; lo demás es carísimo, incluso las carnes, y siendo e x o r b i tantes los derechos que el Gobierno impone á los productos extranjeros, resulta que el trato en las fondas varía de ocho á doce duros diarios. L a c i u dad carece por completo de la animación y vida q u e , sin duda, tendría en los siglos X i i l y s i v , cuando los activos genovesos por allí comerciaban; todo es soledad y tristeza. A l S. E . de Poti extiéndese el lago salado Paleost o m , bordeado de juncos y cañas; tendrá seis quilómetros de diámetro; su nombre griego significa antigua Loca, lo cual da á entender, creo y o , que un tiempo debió ser la desembocadura del Piion, por más que el rio tenga hoy un curso independiente del lago. Este se une al rio por el estrecho canal Nadorta, y al mar por el riachuelo K a p a r c h á i ; aconteciendo á menudo que las olas inundan el Paleostom y lo convierten en sitio fétido, cuajado de m u s g o , empeorando de esta suerte las condiciones higiénicas de la ciudad. P o r mi parte considero
DE MADRID Á TIFLIS.
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el espacio de legua y media cuadrada que c o m prende el delta del I l i o n , el Nadorta y el l a g o , c o mo robado al mar por las tierras que arrastra el famoso rio, y cuyo lecho se viene modificando desde que no existia la antigua boca. Aquellos terrenos ofrecen á la vista una capa de arcilla clara, donde brillan partículas de mica que en otros tiempos t o maban por o r o , si bien aseguran que las arenas del rio arrastran el precioso metal. Monumentos históricos no existen, y mal pudiera haberlos donde
las discordias principiaron, hace
treinta y cinco siglos, con la venida de los argonautas, que, con perdón de sus descendientes,
tengo
por unos bandidos cuyas violencias y mala fe crearon en Oriente aversión profunda contra una raza aventurera y pérfida. Tres horas duró la agradable expedición en trineo , que por cierto me costó siete rublos , unos seis duros ; pero los di
como bien empleados, tanto
más, cuanto que soy apasionado por este medio do locomoción, único encanto de las regiones frías. Invertí el resto del día en diligencias encaminadas á que no abrieran un cajón que contenia otro de z i n c , en que llevo parte del equipaje á fin de p r e servarlo de la humedad, y á la mañana siguiente, al despuntar el dia, marché á Tifus. Diez minutos tardó un vaporcito en subir el rio hasta la estación del camino de hierro, situada en la opuesta orilla á la en que se halla Poti. N o o b s tante la diligencia que acostumbro á desplegar c u a n -
U
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
do viajo, descuidóme aquel dia más de lo prudente. Tomado el billete, fui á facturar el equipaje; pero viendo otros muchos delante del mió, j u z g u é que tardaría en llegar mi t u r n o ; en tal supuesto, acudí con varias personas á tomar café, sin ocurrírseme que el tiempo invertido en soplar la hirviente bebida lo perdian los baúles para ser facturados con tiempo. D e repente, sin previo toque de campana ni señal alguna, salen del café todos los viajeros, o c u pan en un instante los coches, y y o me encuentro s o l o , frente al equipaje, que seguía donde lo había dejado. E n vano doy á entender que lo facturen; los empleados se encogen do h o m b r o s , contestando : pozdno (es t a r d e ) ; vuéivome al conductor, que daba el primero y último silbido, y ya echaba á andar el tren, cuando opté por ir á Tiflis y dejar el equipaj e , gritando desde el estribo del carruaje á los e m pleados que circulaban por el andén : «Tiflis, telegraf.» Deseaba y o significar en tan breves palabras el propósito do enviar un parte con las señas del. equipaje á fin de que pudiesen remitírmelo, y s e g u ramente lo adivinaron ; en cambio y o no adiviné las idas y venidas, las subidas y bajadas que la r e c u peración de los baúles habia de costarme, aprendiendo de p a s o , no sin cierto consuelo, que existen administraciones donde el expediente es aun más largo que en España. E l trayecto de Poti á Tiflis es pintoresco.
AI
principio se halla la vía como encajonada en espesos bosques de arbustos y altísimos árboles, entre
DE MADRID Á TIFLIS.
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los cuales descuellan la haya, la higuera, el arce, el peral silvestre, mezclados al tilo, al fresno, al aliso, al sauce; pero según me hicieron observar, no existe el álamo blanco, ni árbol alguno con hojas aciculares. Aquel camino me recordó, por la abundancia do la flora, el de Colambo á K a n d y , en la isla de C e y lan, donde el areca y el c o c o apenas dejan á la l o comotora espacio para correr. E n cambio, echaba de menos la temperatura privilegiada de aquella perla de la Corona de Inglaterra : el termómetro señalab a — 5", y á mayor abundamiento, los vagones son de hierro y faltos de caloríferos. En la pequeña aldea de H o b o
Ceháku ensán-
chase el horizonte: á derecha é izquierda aparecen escalonados los macizos y altos ramales del Grande y Pequeño Cáucaso, trazando aquí y allá valles y llanuras, entre las cuales, la más importante es la vastísima que se extiende al Sur de Kutaís, punto al cual se llega á mediodía. Parecerá extraño que el camino de hierro diste media legua de tan i m portante centro, morada de los antiguos Reyes de Imerecia; débese, según me dijeron, á que un p r o pietario, rico é influyente, deseando vender ciertos terrenos de su pertenencia, hizo pasar la vía por donde más cuadraba á sus intereses. Después de Kutaís la comarca aparece cada vez más quebrada; por abruptas sierras se ven correr jabalíes; grandes águilas vuelan á tiro de pistola; pero lo más digno de observación es la variedad de
46
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
tipos que ofrecen los grupos de peones ocupados en barrer la nieve ó en apisonar el terreno.
No
exagero al decir que entre aquellas caras be visto cuantas caracterizan al europeo y al asiático; las hay rubias, morenas, oscuras, ovaladas y redondas; cabezas prominentes y bajas, con pelos lisos y rizados, estaturas altas y bajas, cuerpos vigorosos y raquíticos; no parece sino que adrede hubieran ido escogiéndolos para formar tan variado y curioso conjunto. Vastagos deben ser de pueblos de remoto origen, que por las leyes de la adaptación formaron tribus depositarías del idioma y tradiciones de sus mayores. Prueba de ello es, á mi entender, un h e cho reciente. E n el año 68 fué nombrado el Príncipe A n e n gof'f jefe de una comisión cuyo objeto era estudiar el idioma de los abjházes, colindantes con los mingrelios por la parte de Norueste; después de vivir algunos meses entre los abjházes, ni siquiera lograron formar del habla de esas gentes un alfabeto que reprodujese los sonidos guturales y nasales, tan sumamente exagerados, al decir de un testigo auricular, que todas las palabras parecen idénticas. Lindando con el territorio de los avaros, están los vatchas, tribu de unas doscientas familias, cuyo idioma tampoco entiende nadie. De otros, y dicen que en el Cáucaso hay
diez y siete, sin contar los
dialectos, se han podido traducir por medio de intérpretes algunas palabras. N o parecerá inoportuno consignar unas cuantas del habla de los esvanos,
DE MADRID Á TIFLIS.
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que habitan orillas del I n g ú r , en su curso más elevado, y que recogió hace diez años el alemán Kadde, fundador del Museo de Tiflis. Helas aquí: MOMBRES SACADOS
DE
UN
DE
PROPIOS
PERGAMINO
ANTIGUOS,
.ESCRITO
DE
HOMBRES.
EN
IDIOMA
CllUSINIO.
MUJEUE?.
Álp
Gunána
Neke Bebé
Altuina
Cbalíne
Indo
Chatuta
Duda
Natella
Kiki
Tamara
Lula NOMBRES
PROPIOS
MODERNOS.
Pépu
Doshmáse
Goga
Dido
Doda
Tita
Lomi
Tánu Tátu
Puta NÚMEROS
1 — cischu 2 — jóri
C A R D I N A L E S.
8 — árra 9 — tcháclira 10 — iesht
3 — s'émi 4 — óshtu
11 — ieshtosclm
5 — óshustu
12 — ieshtjóri
6 — úsqua 7 — íshquit
30 — j e r v e s h t i c s h t
20 — j e r v e s h t
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. ADJETIVOS.
VEIIDOS.
mucho — massaro!
vivir — lürde
poco — molidgar
morir — deshódgan
pequeño — c h ó c h r a
escribir — lísi
grande — chescha
hablar — ragát
claro •— nárgui
viajar — lisí
oscuro — lüs
cantar — ligral
¡Qué tesoro de riquezas no hallara el filólogo en el Cáucaso! ¡qué de noticias no podrían suministrarse á la Historia por tan áspero cuanto curiosísimo sendero! Pero el Cáucaso no volverá á r e c o brar la perdida libertad : los rusos rusificarán tan heterogénea comarca, y el dia en que esto suceda, quedarán, si no los ha aprovechado antes, perdidos para la ciencia secretos que pudieran ilustrarla. A las dos de la tarde formóse nuevo tren, reemplazando los vagones de hierro por otros de m a dera, movidos por dos locomotoras, que alimentan con leña, pues las abundantes minas de carbón que entraña el Cáucaso todavía no se explotan. Instalados de n u e v o , fuimos salvando lentamente un largo trecho, cuyo declive es tan excesivo, que lo consideran contrario á lo que dicta la prudencia. Póni es el punto culminante de la vía; hállase á unos setecientos metros sobre el nivel del mar N e g r o , y separa la Georgia del Gobierno de Tiflis, uno de los nueve en que está dividido el Cáucaso. E n Surhan volvimos á cambiar de vagones, y al caer la tarde vi el rio K u r , divisoria entre la grande y pequeña
DE MADRID Á TIFLIS.
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cordillera; sobre las aguas por extremo rojizas deslizábanse anchas balsas cargadas de madera ó de productos que los centros de importancia distribuyen á los que la tienen escasísima. Era ya m u y entrada la noche cuando paré en Gori, ciudad populosa,
cuyos moradores
tienen
fama de corteses y elegantes; y, por fin, á la una de la madrugada descansé en esta población, llamada por los persas : «Casa de la alegría», proponiéndome apuntar las muchas noticias que aquí he podido recoger. Poti dista de Tiflis 289 verstas, es decir, 309 q u i lómetros. Invirtieron quince años en construir la vía férrea que enlaza ambos puntos; los planos se trazaron por ingenieros r u s o s , pero de las obras so encargó una compañía anglo-francesa.
4
II. DE T I F U S Á BACÚ.
Bacú, 31 de Marzo de 1874. Cuando leo en la Historia que un pueblo invade á otro, y después de invadirlo trata de aniquilarlo, todas mis simpatías acompañan al v e n c i d o , y toda mi indignación se acumula contra el vencedor. E n vano dice la experiencia que las invasiones redundan en beneficio del progreso moral de los hombres; que la razón del fuerte bajo algún concepto supera á la del débil, y que las grandes agrupaciones, u n i ficando las formas de gobierno, disminuyen las c a u sas de g u e r r a ; á pesar do todo esto, siempre quisiera yo tener en mis manos poder suficiente para l i brar del y u g o de una raza superior á sociedades inferiores, é impedir que las manifestaciones de su peculiar ingenio se borren de la faz de la tierra. Este deseo se acrecienta cuando y o mismo
pre-
sencio la desgracia; vuelvo entonces á olvidar la majestuosa marcha de la Historia, para descender á mirar sus detalles, lo cual es tanto c o m o m a n o -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
sear los pequeños materiales de una obra grandiosa. La ruina que contemplo es precisamente la del país en cuya independencia debió interesarse E u r o pa , porque sin la gran barrera del Cáucaso, que hizo cambiar de rumbo á los pueblos asiáticos, no seriamos hoy lo que somos, y cuantas gentes se desparramaron por el Norte del Danubio habrían venido á poblar nuestro continente por las tierras benignas de la costa septentrional y acaso por las playas m e ridionales del Mediterráneo. Sin el Cáucaso seriamos tártaros ó m o g o l e s , y el mundo romano no habria existido. P o r tal motivo se debió proteger el Kavkas del mismo modo que se protege á una persona acreedora á nuestro agradecimiento, ó por lo menos, p o ner dicho territorio al amparo de toda agresión. Bajo el nombre de Kavkas no aludo á la provincia que h o y lleva este n o m b r e , y cuya superficie es mitad de la de España, sino á aquella parte que se extiende al Sur de la infranqueable cordillera donde habitan restos de los antiguos Yavana ó Jóvenes, descendientes de familias aventadas por las mismas muchedumbres de que formaban parte, y que no pudieron contener el V o l g a , ni el D a n u b i o , ni siquiera la Persia. Desgraciadamente hoy ya es tarde para llevar á cabo aquel plan
filantrópico
al par que político.
Hasta la Era del vapor, las naciones europeas no parece que hayan apreciado como debian el carácter de muchos acontecimientos realizados en A s i a , y por e n d e , no han podido asociar á las consecuencias
DE TIFLIS Á BACÚ.
53
de los mismos idea alguna de los efectos que un dia ejercieran sobre su marcha política. Sería prolijo citar ejemplos en apoyo de este aserto; mas concretándonos al Cáucaso, ¿ quién duda que habría sido prudente neutralizarlo, ó por lo menos fortalecer allí á Turquía , aun cuando se la debilitara en E u ropa, pero jamas con ventaja de Rusia? D e esta suerte, Rusia no sería h o y arbitra de una parte del Asia, ni podría utilizar el mar N e g r o , ni el Caspio, ni amenazarla el Mediterráneo, ni sería una amenaza con el crecimiento sin igual de su poderío, que, como dicen los armenios, «seextiende c o m o el agua bajo la p a j a . » Hace diez años cayó en mis manos una traducción francesa, m u y rara por cierto, de la obra de Karamzin, que viene á ser en Rusia lo que D . M o desto Laftiente en España; el interés con que la leí me inclinó recientemente á estudiar el desarrollo del poderío ruso en el Cáucaso, y este estudio me permitirá hacer algunas breves reflexiones antes de r e latar mi estancia en Tifus y llegada á Bacú. De muy antiguo se encontró sitiado este país por sus cuatro costados : los griegos lo atacaron por Occidente, los persas por el Sur, los turcomanos por el E s t e , y por el N o r t e , grupos de gentes que habitaban las frias regiones del Ural y del rio Obi hasta el mar Caspio. Las conquistas de Alejandro, c u y o nombre se perpetúa aquí en las tradiciones populares, dieron á los griegos preponderancia sobre los demás inva-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
sores; pero sin duda debieron fundirse con los naturales, porque se pierden de vista al aparecer los r o m a n o s , quienes, después de ocupar la Armenia, se hallaron frente á l o s partos, del mismo m o d o que los rusos se encuentran h o y frente á los turcos y á los persas. Desde entonces el Cáucaso fué pretexto y teatro de reñidos encuentros. La invasión de los Bárbaros, detenidos por la gran barrera del Kavkas, no produjo cambios en el m o d o de ser de los pueblos de la vertiente meridional de esta cordillera; pero á causa de la rápida propagación del cristianismo, que coincidió con la nueva vida que al culto zoroástrico dio el fundador de la dinastía sasanida, surgieron guerras religiosas, que apenas ahogó el mahometismo. Y a en 661 atacaron los árabes la G e o r g i a ,
y la guardaron
hasta mediados del siglo v m , dejándola sumida en discordias. Creen algunos que los lezguis, enemigos natos de los g e o r g i a n o s , sean una mezcla de árabes y aborígenes. A fines del siglo x n principió á conmoverse el Cáucaso con el flujo y reflujo de las hordas de D y e n guiz Jan; luego con las de Tamerlan, merced á lo cual el elemento tártaro alcanzó la supremacía que h o y conserva, y habiendo surgido el cisma entre turcos y persas, el Cáucaso y países limítrofes volvieron á ser teatro de rencores. N o obstante, la memoria de Kartlos, fundador del estado georgiano, aun subsistia, y los Príncipes Kartvelos, que vivían del prestigio romano, ya c a d u c o , sobrenadaron á
DE TIFLIS Á BACÚ.
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tantos infortunios hasta después de la toma de C o n s tantinopla. Si hubiesen permanecido
unidos,
vi-
vieran tranquilos al amparo de la Media Luna : desgraciadamente, como es condición de pueblos v e cinos y hermanos andar siempre enemistados, contribuyeron á la propia ruina disgregando la corona, y en 1 5 8 5 , Alejandro I I I , rey de K a j e t í , se acogió el primero al amparo del Zar Fedor Ivanovich, quien solia enviarle estampitas de santos en prueba de simpatía religiosa. Ignoraba el Kartvelo que la p r o tección del fuerte tiene del plátano el majestuoso aspecto, y del manzanillo la venenosa sombra; por consiguiente, que en el paso que daba se fundarían cuantas pretensiones ha hecho valer Rusia en el curso de sus conquistas. Por m u y favorables que entonces fueran las relaciones de dicho Estado con los Janes que enseñoreaban la parte Sur del territorio moscovita, hallábase demasiado comprometido en lo exterior
con
Polonia, en lo interior con las disensiones do los falsos Dimitris; así es que apenas prestó oido al apoyo que los reyezuelos del Cáucaso imploraban, hasta la aparición de Pedro ol Grande, quien con voluntad asombrosa rompió el círculo de hierro que le cercaba por todas partes. E n algunos meses llegó este grande hombre al A r a x , frente á Persia y Turquía; y si la muerte le impidió derrotar á esta última nación, se encargaron de ello sus descendientes, tanto más, cuanto que mucho antes que Turquía fuese Turquía, los rusos eran sus enemigos, y esa
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
enemistad se borrará únicamente cuando espire el poderío osmanlí. H é aquí algunas cláusulas del primer Tratado entre Rusia y G e o r g i a , firmado en 1783 por P o t e m kin, uno de los amantes más atrevidos de Catalina I I , y en nombre del Zar Heraclio, por Chaftchavadre y Dagrasion : AKTÍCULO
De hoy
i.
en adelante, Heraclio no se llamará
« V a l y de G e o r g i a » , como vasallo persa; en calidad de cristiano y aliado de R u s i a , so titulará « Zar de Georgia » , título y poder que Rusia le confiere para él y sus descendientes hasta la consumación de los siglos. ARTÍCULO
II.
Las provincias que de antiguo pertenecían á la Georgia, y actualmente ocupan los persas, turcos y l e z g u i s , se considerarán parte integrante
de
la
Georgia. ARTÍCULO
V.
E l Zar Heraclio estará representado en San P e tersburgo por un Residente, pero es inútil que R u sia le tenga en Georgia. ARTÍCULO
VII.
Cuando el Zar confiera cargos elevados, los s o meterá previamente á R u s i a por mera fórmula. ;
DE TIFLIS Á BACÚ. ARTÍCULO
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VIII.
El Patriarca ó Católicos de Georgia tendrá el o c tavo puesto entre los arzobispos de Rusia, y añadirá á sus títulos el de «Arzobispo de T o b o l s k . » Conviene observar cpie, según la crónica redactada por orden del rey V a c h t a n g , los Soberanos de Georgia usaron el título de Zar desde el año 159 antes de J. C , y que Catalina convirtió este título personal en título de la Corona. El tratado de 1783 sólo constituía una alianza, y pronto se vio que los rusos querían una fusión. D i fícil era llevarla á cabo dadas las disensiones en que hervia el país por las agresiones de turcos y persas, tan continuas y devastadoras, que se dudó entre dejar que el Cáucaso se convirtiera p o c o á p o c o en desierto donde Rusia tuviera una línea de defensa, ó bien arrancarlo á los georgianos, cuya voluntad era fácil captarse á todas horas con esperanza de s o corros. Fué adoptado este último plan; las consecuencias ahí están en el tratado de 1 7 9 9 , y en el manifiesto del Zar Alejandro á los georgianos, f e chado el 12 de Setiembre de 1 8 0 1 , que contenia casi las mismas palabras que en ocasiones recientes ha dirigido á otros pueblos el actual Soberano m o s covita. « N o es para aumentar nuestras fuerzas, dice, n o es por el interés de extender los límites de tan gran Imperio, por lo que aceptamos la pesada carga del trono georgiano; el sostenimiento de nuestra d i g n i -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
dad, el honor, la humanidad, nos imponen el sagrado deber de atender á vuestros padecimientos, de establecer en Georgia un gobierno fuerte, equitativ o , á cuyo amparo disfrutéis los beneficios de la igualdad ante la ley.» Pero la misma gran barrera que protegió al Cáucaso
en diversas épocas dificultó
extraordinaria-
mente la ocupación de los rusos; por cualquier parte que intentaban pasar, un hombre detenia á ciento. Abundan los escritos que por aquella época refieren las proezas de rusos, turcos y persas, y aun de algunos pueblos de Georgia, que no consentían en renunciar la libertad; pero Rusia no omitió sacrificios, y tuvo la suerte de encomendar la guerra á hombres c o m o Tsitsianoff, Yermóloff y Paskievich, cuyo g e nio supo modificar en estas comarcas escabrosísimas los principios clásicos de la estrategia. A este último General se debe la derrota del turco Osman Bajá, y el tratado de Turkmanshái con Persia, firmado en 1 8 2 8 ; en una palabra, las actuales fronteras meridionales del Cáucaso. L a tranquilidad, sin embargo, aun tardó en consolidarse. Los rusos apenas podían atajar la llama de la rebelión, y á menudo, después de una victoria, quedaban expuestos á una derrota. A ser posible la unión entre abjházes, georgianos, imeritianos, mingrelios, esvanes, gurielos, yevsuropchavos, lezguis, armenios, kurdos, tártaros, persas, y qué sé yo cuántos m á s , todavía reconquistara el Cáucaso su libertad; pero, sobre ser difícil un acuerdo entre
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gentes que no se entienden, contribuían á dividirlas las religiones cristiana y mahometana, en esos países equilibradas. Los del Daguestan fueron los más rebeldes de todos. — « Estos tiempos adversos, p r e dicaban los alfaquíes, nos han hecho perder la creencia religiosa, que sólo puede florecer al amparo del árbol de la libertad, y el árbol de la libertad sólo brota de la sangre de los
tiranos.»—Combatieron
con esfuerzo incomparable por espacio de treinta años, capitaneados por el heroico Chamil, y aun subsistiera el foco de la guerra, si el General V o ronzoff no hubiese adoptado el sistema de ir cercando y fortificando, á medida que adelantaba, el territorio ocupado por Chamil, hasta encerrarlo en la fortaleza del monte G u r i b , situado entre el país de los avaros y el do los karakoisues. ¡ Ciento cincuenta mil hombres perecieron antes de hacer prisionero á aquel solo h o m b r e ! Designáronlo después como r e sidencia la ciudad de K a l u g a , cerca de M o s c ú , d o n de vivió en honrosa cautividad hasta 1 8 6 8 , época en que le permitieron ir á M e c a ; allí quedó ciego, y murió p o c o después. Un hecho conocido tal vez de pocas personas es que entre las tropas de Paskievich se hallaba eu 1829 el famoso poeta Pushkin, arrastrado al c o m bate, ignoro si por su imaginación exaltada y carácter aventurero, ó si por mandato del Gobierno; ello es que á orillas del Iusha-su o y ó por primera vez el silbido de las balas, y fuese derecho al enemigo, solo, lanza en ristre, con asombro de los cosacos,
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que veían atónitos aquel señorito con sombrero b o n g o y gabán de pieles medir sus fuerzas con los más fuertes en desigual combate. A s í cuentan el hecho personas que lo oyeron de testigos oculares. P u s h kin murió después en desafío: era bullicioso y pendenciero, como lo fueron Q u e v e d o , Edgardo
Poe,
Larra y otros muchos de gran mérito. Desde 1 8 6 0 Rusia es definitivamente dueña del Cáucaso; una generación educada en la paz bastará á asimilarle estos países. Todo recien nacido es d e clarado ruso, la enseñanza de cualquier otro idioma que el ruso está prohibida; los antiguos fueros, abolidos; la práctica de dar los hijos en esclavitud, severamente castigada; algunos descendientes de r e yezuelos reciben pensiones de los rusos, otros han emigrado, otros buscan en el trabajo cotidiano escaso sustento, y los hay que sirven á quien en c o n cepto de ellos debiera servirles. Doscientos mil h o m bres, por fin, velan por el mantenimiento del orden, prueba de temor, ó cuando menos de recelo. Conocida la situación en que todavía han de mantenerse los rusos, no se debe extrañar ningún proceder de la policía, y es fácil comprender las muchas trabas que dificultan al extranjero circular por este país, si bien no soy y o quien tenga derecho á decirlo, por la benévola acogida que las autoridades me han dispensado en todas partes. A m b a s circunstancias se consignarán más adelante. Hablemos primero de Tiflis, llamado por los políticos « Ojo del Cáucaso», y residencia de un Teniente del E m -
DE TIFLIS Á BACü.
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perador, que actualmente es el Gran Duque Miguel Nicolaievich. Así que llegué, pedí que me condujeran al Hotel de Europa, pues no hay población donde falte albergue bautizado con tal nombre. Era el dicho hotel el mejor de la ciudad, y hallábase situado en el centro de ella. Mediante ocho d u ros diarios, sin ningún extraordinario, tenía una alcoba con muebles de nogal, que apenas resisten la sequía del verano, y buena comida, donde nunca faltan siluros, barbos, sargos, y sobre todo salmón, exquisito y m u y abundante en el K u r . Las carnes y aves son mejores que en Madrid,pero también aprecio algo más subido; la carestía de la vida consiste principalmente en el uso de artículos extranjeros y en el alquiler de las casas, que es por demás e x a g e rado. P o r regla general, creo poder afirmar que, en el gasto de la vida c o m ú n , una peseta representa en el Cáucaso el valor de un real en España. Antes de acostarme pidieron el pasaporte para presentarlo al Gobierno civil, diligencia que tienen buen cuidado de cumplir en las fondas, so pena de pagar veinticinco duros de multa. Siguiendo mi sistema de ver, antes que los detalles de una ciudad, su conjunto, dediqué un dia á recorrerla en coche. Tomé uno descubierto, de c u a tro asientos, tirado por dos pequeños caballos, y después de mandar repetir tres veces mis instrucciones al istvoschshik,
eché á andar. Era la primera, que
anduviese despacio; p e r o , á semejanza del que m o
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sirvió en Odessa, corria como si fuera Luyendo de un peligro, por más que esté prohibido andar al g a lope, y así de vez en cuando se lo decían los a g e n tes de policía. A l pasar junto á un edificio en que vi escrito Telegraph
me detuve á poner un parte. L o redacté
en francés, bajo la severa mirada de un delegado del Gobierno, quien, después de leerlo y mirarme bien, preguntó qué quería y o dar á entender con impatient
attendant caisse. Contóle entonces lo que
me habia acontecido con mis baúles; pero viendo que no acababan de satisfacerle mis explicaciones, añadí que no tenía inconveniente en suprimir la frase, como así lo hice. Puso él mismo la dirección del parte antes do entregarlo al telegrafista, sin d e jar por esto de mirarme atentamente, y advirtiéndolo y o , quise preocuparle fingiendo un aspecto siniestro. Después de atravesar un jardín, en cuya puerta se hallaba el carruaje, volví la cara, y detras de las ventanas vi al guindilla mirándome todavía boquiabierto. De allí fui al Banco á cambiar algunos billetes por plata, pero sólo me cambiaron tres rublos; para mayores cantidades se necesitan empeños y r e c o mendaciones. P o r manera que no es sólo en nuestros billetes donde se lee: «Pagadero al portador», y luego no pagan. La fundación de Tiflis se remonta al siglo v. E l B e y georgiano Vajtang G o z g Asían, al dejar su r e residencia de ííomen-sjet, se trasladó á Seidabad,
DE TIFLIS Á BACÚ.
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situado precisamente donde h o y existe la aristocrática calle de V o r o n z o f f , á corta distancia de unas aguas termales que empleaba con frecuencia, y que llaman Tbíli; de cuya palabra, añadiendo la terminación si, que indica sitio ó lugar, resultó Tbilisi ó Tiflis, nombre actual de la ciudad. Su posición, e n tro áridos y amarillentos montes, es desagradable; divídela en dos partes desiguales, unidas por tres puentes arqueados, el rio K u r r a ,
corrupción del
nombre que los griegos dieron á C y r o ; pero los georgianos llaman á este rio Mhtkbari
(agrada-
ble), pues aunque el color sea p o c o grato, sus aguas, clarificadas, son buenas y saludables. Es Tiflis un reflejo del Cáucaso, una población de cien mil habitantes, compuesta de muchas poblaciones que sería difícil enumerar detalladamente. Después de los indígenas, notables por su belleza, siéndolo á mi entender mucho más los hombres que las mujeres, figuran en mayor número los armenios, representantes del
c o m e r c i o ; siguen los tártaros,
dedicados á diferentes oficios, c o m o armeros, j o y e ros, bordadores, e t c . ; los persas, ocupados especialmente en la construcción y decoración do edificios, y bastantes cosacos (jajah),
nombre que en tártaro
significa «sin h o g a r . » Desde 1820 existe allí una colonia, c o m o de mil personas, procedente de Vurtemberg. Residen en un extremo de la ciudad, en la margen izquierda del r i o , á lo largo de espaciosa alameda, donde las viviendas se distinguen por el aseo y cultivo de los
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VIAJE AL INTERIOR DE
PERSIA.
jardines. La colonia rusa consta principalmente de empleados civiles y militares. También hay mucho gitano, casi todos músicos ó cantantes, y algunos calmucos, que parecen genuinos representantes de los mogoles. Ni siquiera los mencionara, si un c o m e r ciante ruso, procedente de Astracán, en cuya p r o vincia residen en gran número, no me hubiera enseñado cierto documento que á dichas gentes se refiere, y el cual prueba que, no obstante haber entre ellos muchos cristianos, otros conservan aún las creencias de sus mayores, adorando doce divinidades, cuyos nombres transcribiré, sin responder de su exactitud. l.° Bushan Bayusshi, legislador. 2.° Maydári, administrador de los habitantes de este mundo. 3." Abidaba, dios inmensamente brillante y espléndido. 4.° Maca-gal, divinidad terrible, señora del i n fierno. 5.° Saman-daga, divinidad domadora de espíritus infernales. 6.° Onin F e n g u e r i , id. id. 7.° Oteír Bani, id. id. 8.° Dar E k o , pródigo de cuidados al género humano. 9.° Yzoidshi Burehan, juez del bien y del mal. 10. A j u c h i , dispensador de larga vida. 1 1 . Camsara, dispensador de bienes terrestres. 12. Nübor U z u k c h i , g m a de bienes y del arrepentimiento.
DE TIFLIS Á BACÚ.
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Parece ser que cuantos rinden tributo á estas divinidades oran en el idioma del Tibet, y que sus oraciones terminan con esta frase :
«Coronemos
las cabezas de los sabios del Reino de las n i e v e s » , es decir, del Tibet. Toda la vida de la ciudad de Tiflis está c o n c e n trada en la margen derecha del Kurra. Allí se destacan alta y arruinada fortaleza, en anfiteatro, las moradas de un barrio digno
de cualquier ciudad
europea, y las de otros que recuerdan la Turquía ó atestiguan vida nómada. Las casas son de ladrillo; constan de dos pisos, con galerías exteriores, c o m o si hiciese siempre mucho c a l o r ; mas una estadística que tengo entre manos arroja los siguientes datos : temperatura media del a ñ o , 1 3 ° ; en invierno baja h a s t a — 1 5 ° , y en verano subo á 37°. Contribuye á esta desigual temperatura la situación p o c o desahogada de la ciudad, y las rocas negruzcas y amarillentas que la comprimen. Apenas cuentan cien dias serenos durante el a ñ o ; por espacio de otros ciento sopla un S. S. O. abrasador, y otros tantos nieva ó se desata la lluvia, que estiman en veinte pies al año. Efecto de estos cambios, las fiebres i n termitentes, tifoideas y cerebrales ocasionan muchas víctimas. Para resguardarse del frío emplean el sistema de calefacción generalizado en R u s i a ; consiste en un cuerpo de ladrillos, de dos varas de alto, revestido de lozas blancas, donde después de convertida en brasas la leña queda contenido el calor.
Gtí
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. Éntrelos edificios merece citarse en primer lugar
el palacio de la autoridad suprema. Exterior é interiormente es severo, y ele estilo c o m p u e s t o ; llama la atención una sala preciosamente decorada con arabescos y espejos, multitud de armas, alfombras, sederías, industrias del Caucaso, heredadas de los p e r sas. Tiene además el Gran Duque en su despacho un mapa del Caucaso, de relieve, que ocupa todo un lienzo de pared. A espaldas del palacio se extiende un bonito parque, y si bien no puede disfrutar de él el público, éste encuentra agradable esparcimiento en el Jardín Botánico, que en nada cede al nuestro. También hay un buen teatro, donde suelen trabaj a r artistas italianos; una gran escuela, y club b e llísimo, cuya construcción devoró la inmensa fortuna de un armenio. P o r lo que encierran, y no por lo que aparentan, haré especial mención del Museo y de la Cartografía. A l entrar en el primero de dichos establecimientos, que fué inaugurado el 2 de Enero do 1 8 6 7 , compré un catálogo, que por estar escrito en ruso, fué para mí ininteligible; con t o d o , quedé agradablemente sorprendido al ver ordenadas con gran método y gusto cuantas curiosidades va suministrando el Kavkás en sus diferentes fases. La fauna constituye la colección más rica. F i g u ran en primer término hermosos tigres reales, viaj e r o s , sin duda, que vinieron del Himalaya cruzan-
DE TIFLIS Á BACÚ.
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do la cordillera M e d i c a ; todos parecen estar vivos, y algunos miden ocho pies desde el hocico al arranque de la cola. E n compañía de tan terrible animal, y en posturas m u y bien estudiadas, están el leopard o , el lobo, la rayada hiena, el tejón, el chacal (pañis aureus).
E l uro es el más notable de los rumian-
tes, pero tampoco desmerecen los corzos y antílopes ; la capra
caucásica
descuella por su tamaño y
abundante vellón. Representan á los vivíparos, focas procedentes del Caspio y delfines del mar N e g r o . H a y una nube de pájaros : águilas preciosas, halcones, cornejas, faisanes, abejarucos. La colección de peces me pareció p o c o interesante y escasa; en cambio hay centenares de anfibios y miles de insectos: lagartos de media vara de larg o , mucha culebra, pero tan sólo una especie v e n e nosa, la, vípera berus; tortugas de diversos tamaños, si bien pequeñas comparadas á las de Ceylan ; y a d vierto que todo el mundo aquí repugna la sopa p r e parada con ellas. L a clase de los escarabajos es riquísima, y respecto á los demás insectos, se descubre el propósito do reunir principalmente cuantos dañan ó molestan al hombre : langostas,
moscardones,
chinches, piojos, falangias, escorpiones, etc. De la flora existen unas tres mil muestras de m a deras y plantas, y lo que no liabia visto nunca, y es de gran interés práctico, fué el ver reunidas las plantas características á cada zona vegetal del Cáucaso, colocadas sobro grandes cartones, que tienen forma adecuada á tal objeto. E n los mismos están
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VIAJE AL INTERIOR DE PEKSIA.
trazadas las dimensiones de cada zona, y se ve, por ejemplo, que la vegetación del Elburz principia á doce mil pies sobre el nivel del mar, con la misma que en los A l p e s , la cunomia
rotundifolia.
Contemple del reino mineral magníficas muestras de carbón, cobre, hierro, sal de piedra de las orillas del Arax, y unos aerolitos que cayeron junto á Petrovskosh; el mayor tendrá el tamaño de una naranja. Pero no es sólo al naturalista á quien interesa el museo de Tiflis; la sección etnográfica interesa t a m bién al historiador. A h í existen martillos y mazas de piedra procedentes de los alrededores de Culpi, flechas de hierro y utensilios, al parecer de cocina, hechos del mismo m e t a l ; adornos de b r o n c e ; tal cual a r o , corona, hachas, flechas, y pequeños í d o los, que sería curioso comparar á otros de diversas religiones, á los de E g i p t o por ejemplo. Hace más de cinco mil años que los habitantes de este país encantador extraían el estaño del Cáucaso, pues no es probable que fueran á buscarlo á las islas Casitéridos, y podría ser que entre los egipcios y los padres de los 'georgianos se establecieran lazos
co-
merciales primero, y afinidades en las ideas religiosas después. Mas, sea de esto l o q u e fuere, las reliquias de piedra y hierro no prueban siempre la romo ta antigüedad de un pueblo. Del período escita-helénico existen adornos de oro que revelan sumo gusto, y de tiempos más m o dernos se han reunido armas é instrumentos de ¡nú-
DE T I F U S Á BACÚ.
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sica muy originales, pertenecientes á tribus tártaras y persas. Llaman, por fin, la atención varias urnas cinerarias de piedra de distintos tamaños y formas, no pocas losas con inscripciones que nadie conoce, y sobre t o d o , una colección de figurines con los trajes de hombres, mujeres y niños de todas las nacionalidades del país. Esta c o l e c c i ó n aun
está
por completar : constará de unas ciento cincuenta piezas. En el mismo compartimiento van colocando vistas fotográficas admirablemente hechas de los p u n tos principales del Cáucaso, de m o d o que con permanecer ¡en aquel museo un par de dias se conoce el país y sus habitantes sin necesidad de viajar, y aun acaso mejor que viajando. N o menos interesante es la Cartografía, vasto e s tablecimiento que honra á su Director el General Jodsko, reputado por ser el primero que midió el monte Ararat, cuya altura es de 16.916 pies. E r a tradición armenia que ningún mortal subiría jamás hasta su cumbre para no arrebatar el arca de N o é . Secundado el General desde hace veinticinco años por oficiales de Estado M a y o r , cumple con gran celo la misión de dar á conocer en sus más mínimos detalles la región del Cáucaso y países limítrofes. Para ello lucharon á menudo con la ignorancia, y á veces apelaron
á las armas; pero fruto
de tantos
sacrificios es una riqueza de datos etnográficos que antes de pocos años permitirán conocer los puntos más recónditos de este territorio.
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. E n diversas escalas hacen y publican mapas es-
peciales para el militar, para el g e ó l o g o , para el viajero, y no sólo del Cáucaso entero, sino que también de cada provincia, y aun de cada distrito. Pollo general aplican la escala de una pulgada inglesa porcada veinte verstas, es decir, de
i m
l
0 0 Q 0
• Los c o r -
tes del terreno están indicados con suma precisión, determinándose particularidades y variedades de las rocas graníticas, poriíricas, volcánicas ó neptunianas ; las alturas se han calculado casi siempre por la triangulación, y rara vez por alturas barométricas. A l recorrer dicho establecimiento, donde trabajan cien personas, entre oficiales, dibujantes, grabadores, prensistas, coloristas y aprendices, me detuve á examinar un gran mapa de Persia, para el cual confrontan escrupulosamente cuantos datos suministran las personas que han viajado por dicho I m perio. Este mapa tendrá dos varas en cuadro, y no lo concluirán hasta dentro de tres años. Otro trabaj o , cuya importancia no está suficientemente apreciada, consiste en un gran mapa de relieve del Cáucaso, hecho con pasta de p a p e l : mido tres metros en cuadro, y es más primoroso que el que está en el despacho del Gobernador General. Nada más á propósito para conocer la geografía pronto y bien. Allí el Rion y el K u r señalan perfectamente la separación de los dos Cáucasos, « d e análoga formación á la de los Alpes y Pirineos, me decia el Coronel Stebnitsky, y abundantes en carbón, hierro, mármol, durísima piedra para cons-
DE TIFLIS Á BACÚ.
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truir, y alguna propia á litografiar, por más que empleemos con preferencia la de Baviera.» E n aquella preciosa miniatura se ve el Ijoksha, lago v o l c á nico con buena a g u a , situado á 6.340 pies sobre el mar N e g r o , es decir, 1.000 pies más alto que el lago V a n , y 2.000 sobre el U r m i y a b , ambos con agua salada, y este último falto de peces. E l nivel del Caspio, después de repetidas observaciones, r e sulta hallarse 87 pies más bajo que el mar N e g r o . E l famoso monte Elburz domina el Ararat y tiene el tamaño de un huevo. Nadie ha pisado el v é r tice de tan gran manifestación de las fuerzas volcánicas que dieron origen á la cordillera entera, y cuyo acceso defienden picos traqiúticos y profundos precipicios. C o m o es natural, cada pueblo lo designa á su manera : Kaf-da taros; Shatlgora Orji-itub,
( K a f - m o n t e ) , le llaman los tár-
(monte de las sombras), los rusos;
los abjházes; Oshga-Machía
( m o n t e de
los bienaventurados), los adigués; pero el nombre más general es ICwamli,
que en georgiano signifi-
ca « h u m o » , y Dshin-padishah
(emperador de los
genios), en persa, sin duda porque los abismos que lo rodean pintan lo inaccesibles que en la imaginación de los antiguos bordaban la región de los fantasmas. Por medio del gran Ararat, llamado todavía
Kuh-
Nuli (monte do N o é ) , pasa la divisoria entre T u r quía y Rusia; j u n t o á él está el pequeño Ararat, dividido en tres partes : la rusa, la turca y la persa. También me indicaron los dos estrechísimos d e s -
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VIAJE AL INTERIOR DE
PERSIA.
filaderos por donde algunos salvaron la gran cordillera : el uno, llamado por los antiguos Pibe siai, y por los georgianos Yevis-Karí
Cauca-
(puertas de
J e v ) , está en el meridiano de Tiflis y Vladicavcas; dentro de poco surcará la locomotora aquella escabrosísima región; el otro, que cae junto á Derbent, roca de doscientas varas, tajada como á pico, deja en la orilla del mar estrecho paso, parecido al de las Termopilas; se llamó Pilce Albania:; luego, «Puertas principales», « Puertas de hierro», por árabes y turcos, y también « T r o n o de o r o » , por los tártaros. De allí arranca la muralla levantada contra los pueblos del N o r t e , que llegaba hasta las Pila}
Cauca-
sicc, obra atribuida por los orientales á Scandar ( A l e j a n d r o ) , por más que el héroe macedonio, si bien lo dice el Alcorán, no pasara de Armenia. E n el siglo V la restauró el Shah de Persía, K o b e d , según indica una historia do Derbent, traducida del persa al armenio, y luego extractada en ruso. U n oficial que hace pocos años visitó aquella obra g i gantesca me dijo que, á juzgar por algunos trozos que miden 12 metros de altara por ia tercera parte de espesor, la muralla que arranca de las «Puertas de hierro» puede competir con las grandes obras de igual clase de chinos y babilonios, y que supera á la que protegía á Corinto, Constantinopla, y á la que levantaron los romanos contra los pictos. D i g n o es de observarse que en los montes Caucásicos no nace ningún rio caudaloso, y á este p r o pósito diré que la unión de los dos mares, canali-
DE TIFLIS Á BACÚ.
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zando el K u r , y uniendo su manantial al del Ilion, es empresa demasiado difícil, que nadie piensa en realizar, máximo cuando puede lograrse el mismo objeto volviendo á principiar los trabajos que inició Pedro el Grande : la construcción de un canal, desde el manantial del Kamisinska desaguando en el V o l g a , al del Lana en el Don. Terminé aquella interesantísima lección llegando á la escabrosa comarca teatro de las hazañas del indómito Chamil, visitando más abajo las estepas del M o g a n , por donde, reunidos el K u r y el Arax, surcan un terreno que se han creado; pero donde con preferencia se fijó la vista fué en el camino que seguí hasta Bacú á lo largo de las lisas tierras r e g a das por el K u r . E n la Cartografía de Tiflis existen, como es natural, cuantos trabajos en establecimientos análogos produce Europa; también me los enseñaron, y á este propósito los señores oficiales tuvieron la deferencia de hablarme de los trabajos de Ibañez y de los itinerarios de B o z a s , encomiando el mérito de ambos Generales. Los dos centros acerca de los cuales he conveniente
creido
hacer especial mención hablan m u y
alto en favor de la ilustración del Gobierno ruso. Estos países jóvenes llevan grandísima ventaja á los pueblos antiguos; pueden principiar por donde e s tos últimos concluyen, sin necesidad do destruir añejas preocupaciones. Además, entre nosotros es n e cesario buscar dentro y fuera del país quien nos
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
enseñe, mientras que los rusos se atraen indistintamente cuantas personas puedan dirigirlos. Así marchan ellos. Trabajos de m u y distinta clase dan asimismo á la ciudad de Tiflis especial nombradla: las capuchas para resguardar del frió la cabeza, y do uso general, constituyen una gran industria. Es un tejido de pelo de cabra ó de camello, llamado paja en georg i a n o , y bashlik en turco, es decir, cabecera; puesto al estilo del país, afecta la forma del gorro frigio, con sus dos puntas colgantes; los más finos, los de pelo de camello, cuestan doce duros. Las incrustaciones en plata, mediante una composición de c o bre, p l o m o , plata y azufre, son más conocidas en E u r o p a , por tener aplicación á multitud de objetos de adorno, c o m o cadenas, botones, brazaletes, caj a s , petacas, etc., que exportan en crecido número. A l considerar el barrio de Tiflis que ofrece aspecto europeo, dicho se está que sus moradores han de participar del mismo carácter, siendo digno de notar la mareada disposición de estos pueblos, y también del ruso, á asimilarse idiomas y costumbres extranjeras; facultad que, á mi entender, caracteriza al asiático como á todas las razas atrasadas. Con las modas francesas, inglesas, alemanas, se han ido introduciendo costumbres, conceptos, aplicaciones, en que cada cual elige lo que le parece m e j o r , del mismo modo que el Gobierno ruso, afrancesado hace algunos años, tiende hoy á germanizar leyes, ejército y enseñanza. E l procedimiento es inevita-
DE TIFLIS Á BACÚ.
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Lie, y en la práctica sucede á menudo que pecan de exagerados, principalmente porque imitan al ruso, quien á su vez imita á otros. Así, por ejemplo, siendo proverbial la amabilidad de formas en el francés, no quieren quedarse atrás, y á los cinco minutos de c o nocer á una persona se despiden de ella con besos y abrazos; saben que al ir de visita acostumbramos á dejar el gabán ó la piel en la antesala; pues aun para entrar en una oficina veinte veces en una bora, veinte veces se quitan el gabán ó la piel, y lo c o n trario sería incurrir en grosería. Oyen que los ingleses consideran de mal tono prescindir del frac para comer, y cátate á un georgiano de frac y guante blanco á las ocho de la mañana; saben que cuando brindan pronuncian algunas palabras, y ellos p r o nuncian discursos de media hora; que en presencia de dos personas desconocidas, la conocida de a m bas suele presentarlas
mutuamente, y sin
enco-
mendarse á Dios ni á los Santos, sin averiguar si conviene al uno ó á los dos, ni siquiera si procede presentar A á
B , ó B á A , al p u n t o : — « T e n g o
el honor de presentar á V . á mi querido amigo A ; •—El señor es mi queridísimo amigo B » ; han oido decir que es propio, en fin, de rancios aristócratas besar la mano á una señora, y ellos en toda ocasión y tiempo la besan á jóvenes y viejas. E n cambio c o meten multitud de faltas, que entre nosotros m e r e cerian censura, y no las apunto, porque en materia de costumbres no admito la crítica; duele, sí, ver s o ciedades que cifran la civilización en cosas fútiles,
7G
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
cuando puede alcanzarse sin detrimento del propio carácter y sin incurrir á los ojos del extranjero, y por el afán de imitar, en anomalías cuyo alcance desconocen. Sea ó no consecuencia de la misma exageración, la amabilidad de este pueblo hacia los extranjeros es digna de encomio, y el terreno que para tributarla eligen con preferencia es, c o m o en todas partes, la mesa. N o se abriga, ni acaso es posible, la sobriedad en las regiones frías; y si un español hubiera de medirse en este punto con un ruso ó georgiano en los convites, ni siquiera obtendría el accésit. Y allá va la p r u e b a : Antes de sentarse á la mesa páranse los convidados á tomar el zacusca delante de otra m u y p e queña, donde en orden de batalla se agrupan botellas de vinos generosos, secos, dulces y toda especie de entremeses, entre los cuales el caviar
ocupa
siempre la vanguardia. Es de usanza que durante el zacusca los comensales se pasen uno á otro el tenedor ó cuchara que han empleado; s i g n o , creo y o , de fraternidad. Ocupan luego sus sitios, teniendo sumo cuidado el anfitrión de colocar á cada uno en el que j u z g a corresponderle, pues no todos discurren con el gran juicio de D o n Quijote, y principia el festín, abundante en manjares, que cualquiera de ellos bastara á satisfacer un regular apetito, y nunca son de estos que abultan mucho y cuestan p o c o , c o m o nuestro maldito
DE TIFLIS Á BACÚ. alimento respij'atoi'iollamado
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garbanzo. Los rellenos,
las pastas, los huevos duros, la cebolla, el chaucráut alemán, el asado con torta de manzanas, ó gelatina, ó ambas cosas á la vez, budines, etc., son adherentes de cualquiera mesa exenta de grandes pretensiones. A pesar de que los vinos extranjeros son de rigor, los del país tienen gran aceptación, no obstante ser muy fuertes y su sabor á brea. Entre todos los del Cáucaso, el vino de Cajetí, el mayor viñedo de Georgia, ocupa lugar preferente; cuesta á peseta la botella, y tiene algún parecido con el B o r g o ñ a ; su color semeja al dorado del exquisito vino de Canarias, pero no es natural, sino que se obtiene m e diante el zumo de una uva que cultivan únicamente para dicho objeto; lo trasportan en pellejos de cabra ó búfalo de una sola pieza, de manera que sólo falta al animal la cabeza para semejar que está v i v o ; el interior de los pellejos lo untan con nafta. Pero no son los vinos del país los que emplean para los brindis, sino el clásico eliampagne,
que en
Oriente no es más que un compuesto de muchos compuestos, por caro que se pague. El dueño de la casa designa la persona que ha de beber á la salud de los demás, y en principiando u n o ,
imposible
calcular cuándo terminarán todos; al final observan una costumbre digna de elogio : los convidados saludan al anfitrión, y si tiene familia, sus hijos lo besan la mano. Por lo general se hacen tres comidas : almuerzo á las nueve, comida á la una, cena á las siete, con
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
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más un tente en pié al levantarse, otro á las cuatro de la tarde, amén de cinco ó seis vasos de t é , que se toma en cualquier visita ú oficina. ¿ H a y entre nosotros quien se atreva á tanto? Sólo nueve dias permanecí en la capital del Cáucaso, y los dediqué principalmente á disponer mi viaje á B a c i i , empresa poco c ó m o d a , y menos en la estación de invierno. A n t e todo es preciso lograr un padaroshna,
ó
pasaporte, indispensable para ir á cualquiera parte, so pena de ser rechazado. L o hay de dos clases: el padaroshna
de correo, el más eficaz, porque en los
relevos tiene preferencia para obtener caballos, se da únicamente á personas encargadas de una misión extraordinaria; y el padaroshna
cazolnaya,
ó de la
corona, que fué el que á mí me dieron, atendido mi carácter oficial. D e no tenerlo, hubiera debido ser portador de una recomendación especial del Gobierno ruso. Dueño del padaroshna,
de buen grado habría yo
recorrido á caballo los seiscientos veinte quilómetros ( 5 8 0 verstas)
que me separaban do esta ciudad, si
en las paradas dieran á los jinetes caballos, y á éstos pienso; no hallándome dispuesto á organizar una caravana, tenía que optar entre el troika ó el carruaje. Mi difunto padre ( q . e. p . d.) recorrió, hace veinte años, el mismo trayecto que acabo de recorrer, y tenía tan mal concepto del troika,
que desde lue-
g o renuncié á é l , no sin ensayarlo antes por vía de
DE TIFLIS Á BACÚ.
79
curiosidad. Verdaderamente es un vehículo inaeuantable, sobre todo habiendo do andar á campo través, que es como se anda de Tifus aquí, porque, careciendo de resortes y muelles, los sacudimientos son terribles. Redúcese á un cajón de madera en forma de cesto, en el cual caben dos personas y el cochero, pero tan apretados, que apenas puede llevarse un saco de n o c h e , á no ser que el equipaje sirva de asiento. La única ventaja del troika es ser barato : cuesta un kopcko ( 2 5
maravedises) por
versta y uno por caballo, y como siempre se e m plean dos por lo m e n o s , resulta que el viaje de Tifus á Bacii puede hacerse mediante una onza. El troika y el cochero so renuevan en cada una de las treinta y dos paradas que hay en el trayecto. Jío están los carruajes en el mismo caso; sobre ser difícil hallar siempre disponible el que se necesita, debe pagarse adelantado el alquiler para la ida y para la vuelta, que precisamente ha de durar docedias; pero c o m o al llegar el viajero al punto á que se dirige, rara vez encuentra quien necesite su carruaje para ir al de partida, resulta que casi nunca reembolsa la mitad del gasto. E l carruaje además exige llevar un conductor que lo vuelva al punto do salida; y aunque las sesenta personas que desempeñan este cargo disfrutan sueldo, es costumbre gratificarlas. Resultado: el viaje en carruaje cuesta como dos viajes. Si se lleva mucho equipaje, á m e nos que sea indiferente aguardarlo cuarenta dias en Bacú, todo se complica, porque entonces debe b u s -
80
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
carse vehículo que lleve al viajero y sus baúles, y de uua carretela de dos asientos á una de cuatro, ó á una diligencia, la diferencia de precio es exorbitante. Gracias a l a amistosa intervención del señor Director de Comunicaciones, General Paparigopul o s , pude esquivar las exigencias del contratista de carruajes, que si n o , allí concluyeran los treinta mil reales que traje de Madrid, y logré además salir de Tifus á tiempo justamente para alcanzar el vapor de Enzelí. Conocí al General Paparigopulos por mediación de un pariente suyo, propietario de los más acaudalados de la Pequeña Rusia, con quien vine de Viena á Odessa, y como cuarenta y ocho horas de conversación en viaje intiman más que años de escaso trato en populosa ciudad, resultó que los dos viajeros, unidos por afinidad de ideas, se convirtieron en amigos. Mediante, pues, los buenos oficios de dicho Director, conseguí una carretela para dos personas, en que parte del equipaje servia de asiento, y la otra iba en espaldar. P o r conductor diéronme nada menos que al mismo que acompañó al Shah de Persia, un alemán de fuerzas hercúleas, luterano, de ejemplar piedad, más inofensivo que una malva, no obstante haberse distinguido en la campaña de Alexandropol en 1853 ; desde entonces iba en pos de la fortuna, pero con poca suerte en verdad. E l importe del viaje subió á trescientos duros: ciento sesenta por alquiler del carruaje y el de los
DE T I F U S Á I3ACÚ.
81
caballos, diez por derechos de calzada, cuarenta y cinco de gratificación á los soldados que en ocasiones me escoltaron, cuarenta y ocho por caballerías suplementarias, veinte de gratificación al c o n d u c tos, y sólo diez por manutención y hospedaje, pues traia provisiones en abundancia, y , como se verá, apenas he parado en punto alguno. Dispuestas y arregladas las cosas mejor de lo que presumía, salí de Tiflis el 20 de Marzo a l a una do la tarde, embargada la mente por esa virtud mágica del deseo, que todo lo embellece, y con bríos para llegar de un tirón, no digo á B a c ú , sino al mismísimo lago Balkash, codo á codo con mi c o n ductor, ambos en animada conversación, y guiados por un cochero tártaro capaz por su fisonomía de infundir terror á los Siete Niños de Ecija. Al volver una calle, impidiéronnos el paso, so pretexto de que iba á pasar por allí el Gran D u q u e , y, dando un rodeo, ganamos los arrabales de la c i u dad y luego una carretera junto al r i o , en
cuya
opuesta orilla, al borde de elevada y tajada roca, se ven hacinadas las casuchas de los barrios tártaros. Corríanlos con toda la velocidad de nuestros caballos, cuando vi al conductor levantarse de su asiento, agitando en la mano el padaroshna,
para que los
guardas del portazgo levantaran una gran viga atravesada en medio del c a m i n o ; así lo hicieron, y á escape proseguimos hasta la primera estación, donde en cinco minutos cambiamos de caballos y
de
cochero. A las cinco y media llegamos del mismo e
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
modo á la tercera estación, recreando de continuola vista, ora en las blancas cimas del Cáucaso, ora en las sinuosidades del rio ó en lomas de arcilla de variados colores que bácia la derecha se perdían en lontananza. Pero las circunstancias no habian de plegarse siempre tan á mi sabor. E n la tercera estación ya paramos una hora; j u z g ó prudente el conductor valerse de sus poderes pidiendo dos jinetes que nos escoltasen, « p o r q u e , decia, vamos á pasar por unos desfiladeros donde suelen emboscarse ladrones, y si le roban á V . , hallará los procedimientos judiciales tan largos, que gustoso renunciará á recuperar lo perdido.» E s cierto que ocurren robos, pero rarísima v e z ; en tales casos, no siendo habidos pronto los culpables, manda el Gobierno soldados, y á v e ces un regimiento al pueblo ó pueblos en cuya zona so cometió el delito, y en el cual deben de estar avecindados los escopeteros que escoltan al viajero. Como las tropas viven á expensas del pueblo hasta tanto que se descubren los ladrones, todos se interesan en coparlos, so pena de verse arruinados en p o c o t i e m p o ; de ahí el que pueblos, tribus, tártaros en su mayor número, tengan buen cuidado en o b servar á los forasteros, y aun unos á otros entre sí. L o s jinetes destinados á la seguridad particular se llaman chape'»'; son dos ó tres en cada estación, y reciben del Gobierno quince rublos mensuales, lo cual no quita para que acostumbre
gratificarlos
quien los molesta; tienen larga cabellera, dividida
DE TIFLIS Á BÁCÚ.
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en finísimas trenzas, que cubre desmesurado gorro de pelleja de c a m e r o , montan casi de pié sobre e s trecha silla, y llevan siempre el fusil dentro de una funda y en bandolera. A las ocho de la noche costeamos el rio Jrama, que riega fértilísimas tierras abundantes en cereales, y á las nueve descansé en la cuarta estación, después de haber andado setenta quilómetros. B i fúrcanse allí los caminos que conducen á A l e x a n dropol, sobre la frontera de Turquía, y á Dshulfa, sobre el A r a x , camino éste que hubiera seguido á, no tener propósito de venir por él cuando regrese á España. Como los baúles estaban artísticamente amarrados al carruaje, preferí dejarlos en tal estado á entrarlos en el aposento; pero el conductor creyó prudente mandarlos custodiar por un centinela m i e n tras dormía, ó mejor d i c h o , trataba de dormir, que no es fácil conseguirlo dada la escasa comodidad que para ello ofrecen los paradores de este trayecto. Constan de una gran cuadra con su correspondiente cabra, para impedir, d i c e n , el pataleo de los caballos durante la n o c h e , y alejar al diablo.
Según
prescripción del G o b i e r n o , debe haber disponibles veinte y cuatro caballos para los viajeros, y seis para los correos que semanalmente cambian la correspondencia entre Tiflis y Bacú. Separada de las c u a dras hay una habitación sin más ajuar que dos ó tres bancos que sirven de c a m a , un cubo de agua, una tetera y el samavar,
de rigor en todas partes,
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
para calentar agua. Redúcese tan generalizado aparato á una caja de latón que se cierra herméticamente, dentro de la cual hay una, á manera de chimenea, donde se echa el carbon, y por medio de un grifo vierten el líquido en la tetera. Junto á alguna que otra estación he visto un fortín con diez ó doce circasianos, á quienes incumbe
obligación
análoga á la de nuestros guardias civiles. Proseguí antes del amanecer; el dia era oscuro y desapacible; el coche ya no corría por ancha y lisa carretera, sino por vastísima llanura, como las de Mesopotamia, pero no tan igual que permitiera andar sin tropiezos y saltos; sólo recreaban la vista, haciendo olvidar algún tanto la aridez del país, el aspecto de la gran cordillera, sus caprichosos estribos y la variedad de sus tintas. M e detuve en dos puntos á ver las habitaciones subterráneas de los tártaros, y de las que es imposible formar idea desde fuera; nadie, en efecto, sospecharía por la adusta entrada de tan singulares moradas el agradable reís o fugio que ofrecen en la presente estación, y á no dudarlo, también en la cálida. Sobre gruesas vigas de basta seis metros de alto descansan las tablas necesarias al sostenimiento de la tierra; un profundo agujero transversal da luz y aire á la mansion, en c u y o centro está el fuego destinado á los usos domésticos y para calentarse. V i ' e n una, alrededor de las brasas, y en cuclillas, más de veinte personas envueltas en tan densa atmósfera de h u m o , que párese imposible puedan soportarla seres humanos.
DE TIFLIS Á BACÚ.
85
El tipo de los tártaros es interesante : marcial presencia, fisonomía de clásica regularidad; en g e neral son do aspecto f e r o z , realzado por las muchas trenzas do pelo negro y rizado que cubren sus frentes, pero también he visto caras de dulzura f e m e nina. Los dientes son blanquísimos, los ojos, redondos, las manos, grandes y velludas como el resto de sus cuerpos, pero los pies no guardan con ellas p r o porción, antes me han parecido pequeños. Conservan el habla de sus mayores, padre del turco; p r a c tican la religión de Mahoma, pero aseguran
que
no han olvidado ritos de época m u y anterior al P r o feta, del tiempo quizá en que aun no habian salido de la mansión primera para ser terror del Asia y de los reyes V a r e g o s . A las nueve y media de la noche, enfermo y rendido por la fiebre, llegué al pié de los últimos c o n trafuertes del Pequeño Cáucaso, de donde arranca la llanura en que está situado Elizabetpol; al pronto tuve intención de permanecer allí un dia y recuperar en los siguientes el tiempo perdido; mas l u e go desistí, estimando que la constancia y voluntad deben desplegarse en trances arduos, aunque no sea más que porque no sobrevengan circunstancias que los compliquen. Como el termómetro y barómetro bajaban simultáneamente, temí la lluvia, que en efecto arreció, y habiendo de dificultar el camino, resolví marchar á la mañana siguiente, no sin dedicar una hora á r e correr Elizabetpol, aglomeración de miles de c h o -
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
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zas con su correspondiente jardín, que ocupan una superficie de legua y media cuadrada. Priva allí el plátano, esbelto, corpulento, y entre los cuadrúped o s , el búfalo. E l número de habitantes se calcula en treinta y cinco mil, tártaros los más, armenios los menos, pero ricos éstos c o m o en todo el Cáucaso, por ser dueños del comercio y disponer de fondos bastantes para dedicarse á la banca, especialmente al cambio de billetes por moneda : el del cobro cuesta 3 por 1 0 0 , 8 el de la plata, 15 el del o r o ; mas estos tipos se elevan á fin de Marzo y Setiembre c o n motivo de las transacciones que se verifican eu la famosa feria de Nijni N o v o g o r o d , á la cual acude mucha gente de esta comarca y del Irán. Lindan con la ciudad dilatados viñedos, que producen m u y buen vino tinto y blanco; la uva es grand e , y en todas partes la tenian, á la sazón, colgada. Abundan asimismo el t r i g o , cebada, seda, y entre las maderas, el n o g a l ; largas vigas de un pié de diámetro cuestan dos duros. Gandsha
llamaban los persas á E l i z a b e t p o l ; fué
patria del famoso poeta N i z á m i , autor de cinco poemas m u y celebrados, titulados: Josrú y Shirin, Leila
y Medslmun,
meh y Almacén
Las siete figuras,
de secretos.
Scandar
na-
Murió en 1 1 8 0 .
A l salir de dicha población caminé hacia el E. N. E. en busca del rio K u r , distante cincuenta y ocho verstas; fronte á mí estaba la gran cordillera; á sus pies pequeñas lomas, y luego extensas llanuras con espesas alamedas, cuyos árboles tenian el aspecto
DE TIFLIS Á BACÚ.
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triste de la estación. A l a tercera parada, décimaquinta desde Tiflis, atravesé el K u r en una barca de maroma, llamada iguirní en tártaro, y par rom en ruso, que consiste en un tablado sobre dos lanchas. El parrom
es propiedad de la Corona, y los viajeros
nada pagan por utilizarlo. E n un pequeño establecimiento, orillas del rio, me detuve á ver de qué manera confeccionan el caviar; la fabricación en ancha escala de tan exquisito entremés, generalizado por Austria y Rusia, se v e rifica en Salian, j u n t o al Caspio. Dispónense las huevas de diferentes clases de esturiones sobre un cedazo, y se comprimen hasta quedar tan sólo la grasa y los tendones; á medida que caen las polvorean con sal, mucha en verano, poca en invierno. Luego amasan las huevas hasta producirse un ligero zurrido semejante al que se verifica removiendo pedacitos de vidrio, hecho lo cual, las disponen en barriles de tilo silvestre, y mejor aún en cajas de hoja de lata. Este caviar, tan bueno c o m o el que en Cartagena se conoce con el nombre de huevas de m ú j o l , es el « f r e s c o » ; pero hay otro llamado «comprimido», que consiste en impregnar las huevas en salmuera, prensándolas después en grandes sacos. Las varias clases de pescado que utilizan al efecto se disponen por capas en cajones de madera, c u briéndose cada capa con sal. Cerradas las cajas, las conservan en hielo ó en sitios muy aireados; al mes retiran el pescado para secarlo al sol, y ofrece á los pobres ordinario sustento.
88
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA. Además del caviar obtienen del esturión la veziga,
que emplean en la confección de algunas pastas. Para ello lavan las cuerdas dorsales, se prensan, y extraen la materia blanda. La
cola y el aceite se
preparan por los medios ordinarios. Discurriendo acerca del tamaño de los salmones que abundan en el K u r , oí referir una particularidad digna de mención,
si es que el conductor me
la explicó bien. Parece ser que el salmón sube las cataratas del r i o , algunas de tres y cuatro pies de altura, no por medio de saltos, sino por un movimiento combinado de la cola y de las aletas; la fuerza de la corriente favorece tan extraño ejercicio, m u y saludable al p e z , puesto que en Tifus-es más exquisito que orillas del Caspio. Momentos antes de proseguir el viaje llegaron de la estación inmediata nueve caballos, que
apenas
bastaron á arrastrar un faetón, efecto del estado por demás deplorable de los caminos. Fundado en esto, pidió el conductor cuatro caballos en lugar de dos; mas á pesar del celo y habilidad de nuestro cocher o , al cuarto de hora no fué posible andar, por la profundidad del barro y accidentes del terreno. A l salvar una colina bastante rápida bajamos del coche, y á cada instante teníamos que aunar las fuerzas para desatascarlo. E n uno de aquellos malísimos pasos hallamos una carreta tirada por búfalos, y noté, en la penosa ascensión de los animales, que para p r o ducir mayor fuerza se arrodillaban y arrastraban todo su cuerpo, haciéndose firmes en los pies. Ca-
DE TIFLIS Á BACÚ.
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miné luego trabajosamente por espacio de dos lioras, con barro basta la mitad de la rodilla, aprovechándome de las huellas que habían impreso los cuadrúpedos, y no sin repetir de vez en cuando la operación de desatascar el vehículo. Con tales y tantos trabajos, que subían de punto al atravesar caudalosos torrentes, donde raro es el año que no perezca algún viajero, anduvimos desde las cuatro de la tarde hasta las nueve de la noche; á esa hora llegué á una estación ocupada por varias personas, pero tan llena de humo, que preferí dormir en el coche y á la intemperie. Dos dias y medio tardé en ir de Elizabetpol á Sliamaha, empleando siempre tres, cuatro ó cinco caballos. Guardaré un triste recuerdo de aquella e x cursión, porque, además de las dificultades del camino, de la lluvia, de la fiebre que por momentos me debilitaba, un frió de — 1 4 ° llegó á paralizar los menores movimientos. Si el Gobierno ruso g u s ta de alejar del Cáucasoá los viajeros, no tiene sino dejar los caminos en el estado que se encuentran, que son tal y conforme los trazó naturaleza. Pero no arredra sólo la mayor ó menor molestia, sino que también lo yermo del país, falto de recursos, sin más que alguno que otro oasis de tamarindos y granados, ni más población que cabanas donde mora la miseria. E n algunos grupos de tan tristes viviendas penetré varias veces, para observar á los matacanes, secta de origen presbiteriano, que el emperador Nicolás echó de Rusia, y hasta entonces
90
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
mandaban emigrar
de una provincia para
otra,
ce con propósito de que no contaminasen á los o r t o d o x o s . » Carecen de templos é imágenes; sus directores espirituales, lospresbiler,
no están asalariados,
y deben la posición que ocupan á una vida ejemplar y al conocimiento de los textos sagrados. Todos los domingos se reúnen para cantar salmos ó leer la Biblia, y efecto de observarse constantemente unos á otros, poseen virtudes á las cuales deben cierta prosperidad material con relación al medio en que viven. Media hora antes de llegar á Shamaha, desde la vertiente de los montes que dejaba á mi espalda, descubrí esta ciudad, asentada sobre la falda de una colina. Las noticias que allí nos dieron del estado de los caminos requería siquiera andar de d i a ; en lo que restaba de luz era imposible llegar al punto inmediato, y la aproveché para recorrer
algunas
calles antes de acostarme. Estas son anchas; las casas, de un solo piso, bastante levantado sobre el suelo, son de madera y con techumbre en caballete; para preservarlas de la extraordinaria humedad, las pintan de verde ó encarnado. Aunque todas tienen ventanas, rara vez se abren, por la extraordinaria fuerza del viento, que sopla de todas partes, pero señaladamente del lado de Oriente. La catedral es m u y espaciosa y riquísima en imágenes; su cúpula, forrada de chapas de zinc pintado de verde. Shamaha está situado á unos ochocientos metros
DE TTFLIS Á BACÚ.
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de elevación, y g o z a de una triste celebridad, la do los temblores de tierra, motivo por el cual emigraron los habitantes en distintas épocas. Sin embargo, sigue floreciendo una industria que de antiguo le da reputación, y que consiste en unos preciosos tejidos de seda, que exportan en forma de colgaduras, c o jines , etc. E n algunas tiendas vi
mucha piel de
zorra, al precio de seis cuartos cada una. E l dia 25 fué el último del viaje. ¡Pasado el rio Kirsanka cesa toda vegetación, aun la más pobre, y la vista sólo descubre largas hileras de lomas areniscas de diversos y mareados colores, ó anchas grietas en que se ven estratificaciones de marga e n carnada , que insensiblemente degenera en
color
blanco, indicio de terrenos terciarios. Vivir en aquellas soledades es morir en vida, y acertados anduvieron los persas al darlas el nombre de Cabristan, que significa cementerio. Con t o d o , lo atravesé m u y satisfecho; á más de no haber llovido por dicha zona, el suelo es duro, inclinado, y corría el coche cual en circo romano, con velocidad vertiginosa. M a n i festando mi asombro al conductor, dijo que el c o chero era ruso y de los más diostros; iba de pié, algo doblado el c u e r p o , con una mano tenía las riendas, sencillas cuerdas, y con la otra agitaba el látig o , que de vez en cuando le servia de pañuelo; para ello aplicaba el extremo en un lado de la nariz y luego en el otro. Pero si el cochero merecía elogios, también son acreedores á ellos los caballos de este país : peque-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
ñ o s , flacos, pero sufridos y seguros c o m o los que más; ni una sola vez los he visto tropezar. M e detuvo largo rato en Balaz, pueblo de malacanes, donde existen cuatro molinos, únicos que he visto por el Cáucaso, y luego también en Barazy, que consta de dos hileras de casitas m u y bajas, con su correspondiente habitación subterránea detras. Noté en aquel sitio una piedra sepulcral en forma de trapecio, de un pié de espesor por metro y m e dio de l a r g o , sobre seis decímetros en el lado más ancho. E l centro lo ocupa casi todo un hueco cuya forma afecta el contorno del cuerpo humano, y en cada extremo del sitio reservado al cadáver, un agujero, cuadrado el de la parte inferior, oblongo el otro. E n los cuatro lados, por fin, y con caracteres persas m u y bien hechos, se lee : Abel AVlali (esclav o de D i o s ) . A las cinco de la tarde vi m u y á lo lejos, y por cima de oleadas de arenas, una cinta azul; era el mar Caspio, y su vista aumentó el ansia que tenía de llegar. Desgraciadamente el trayecto de la última estación se hallaba en tan pésimo estado, que fué preciso enganchar seis caballos, y era ya de n o che cuando, en lugar de ver la ciudad de Bacú, sólo tenía delante espesísima niebla, que apenas dejaba paso al reflejo de la luna en su cuarto creciente.
A
las nueve apareció, cual si estuviera á mis pies, el brillo de algunas luces, que fueron acentuándose más y más, y creciendo el declive del camino, pronto llegué á los confines de la interesante comarca
DE TIFLIS Á BACÚ.
93
donde un tiempo tal vez se meció la cuna de nuestros valientes progenitores. Considerado
entonces
el triste estado del vehículo, halló módico el precio en que lo habia alquilado; con otro viaje parecido al mió necesitará tantos cambios y composturas, que será preferible desecharlo y comprar otro.
III. DE BACÚ Á RESHT.
Ecsht, 7 de Abril de 1874, Hace doce años que en la costa occidental y m e ridional del mar Caspio existen comunicaciones r e gulares : de Abril á Octubre, cada ocho dias, sale de Astracán un vapor que toca en diferentes puertos, incluso Asterabad, situado en el Mazanderan; en el resto del año el servicio es quincenal, y sólo á partir de Derbent, porque estando heladas las aguas del V o l g a , se halla paralizado el movimiento
co-
mercial en tan principal arteria. Los vapores p r o ceden de Inglaterra; por el L a d o g a y los canales que surcan la Rusia llegan hasta Nijni N o v o g o r o d , donde los arman, y para alimentarlos emplean el residuo de la fabricación del petróleo, que
cuesta
diez veces monos de lo que antes pagaba el carbón de las orillas del D o n . Una máquina de ciento veinte caballos, con velocidad de nueve millas por hora, consumo once quintales de esa brea mineral, que en Bacú vale dos reales y medio cada uno. N o e m -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
plean la nafta por el exceso de gases que p r o d u ciría. Dos horas después de mi llegada debia zarpar el Constantino; mas hubo de permanecer anclado hasta la mañana siguiente, á consecuencia de un violento S. O. Oí además decir á todo el mundo que en la presente estación rara vez pueden
desembarcar
los viajeros en E n z e l í , y prosiguen hacia Asterab a d , conforme lo habia asegurado Nazar A g á ; pollo m i s m o , no quise correr el azar do que me obligara á pasear por el Caspio semanas enteras, como ha solido acontecer, y aguardé al 31 de Marzo. Ese dia emprendió el cabotaje un vaporcito cuyo poco calado le permite atracar en la misma aduana de Enzelí, y si bien se arriesga á anclar en el camino por la fuerza del viento, hay la ventaja de poder aprovechar los momentos de calma. E n tal seguridad, renuncié á marchar con el Constantino,
y me
detuve seis d i a s ; por lo agradables que fueron no me habría pesado que se convirtiesen en seis semanas. E s Bacú una ciudad de veinticinco mil habitantes, m u y digna de ser mencionada por lo heterogéneo de su población, sus ruinas, que atestiguan la dominación persa, y su suelo sembrado de inagotables manantiales de nafta. Hállase
á la latitud
de Constantinopla, de Ñapóles, de Madrid, en el centro de la curva que forman las playas desiertas del Cabristan al Sur, y al Oriente las del promontorio A p k e r o n , que penetra diez leguas dentro del
DE BACÚ Á EESHT.
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mar, extendiéndose á los pies del Cáucaso c o m o las «radas que conducen á un trono. La temperatura media del año es de 20", pero la mitiga un viento N . que por espacio de nueve meses sopla con furia increíble, obligando á tener cerradas todas las ventanas y aun á tapar los resquicios con papel. D e esta particularidad toma la ciudad su n o m bre, que en persa significa « v i e n t o g i r a t o r i o » , y he observado que durante los dias ventosos baja el barómetro 14 milímetros, do 0 , 7 6 7 , que es la prem
sión normal en la presento estación. Tiene Badcúha
un vasto puerto natural, donde
se abrigan embarcaciones de pequeño porte dedicadas á la pesca, adorna la playa largo y ancho m u e lle, posee buenas callos con espaciosos edificios, por más que las estrechas y tortuosas estén en mayoría. Hay un casino, una f o n d a , bonitas tiendas con productos extranjeros en su totalidad y excesivamente caros; así, por ejemplo, un copillo para la cabeza me costó cuatro duros, mientras que en M a drid costaría cuatro pesetas; un refresco de grosella, (pie en cualquiera de nuestros cafés vale dos reales, allí dos pesetas, et sic de cmteris. El a g u a , si bien es sana, tiene un gusto acre, desagradable; la tierra es floja, de mala calidad, así es que no se ve planta alguna. Actualmente crea el Gobernador
un jardin
con buena tierra
vegetal
traída de ocho leguas al N o r t e , donde principia la región montañosa, y donde crece la rubia, el mirto y el ciprés. También al Sur se extienden dilatadas
98
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
llanuras favorables al añil, y una Compañía inglesa trata hoy con el Gobierno para explotar aquella, zona que, á no dudarlo, será fértilísima tan luego como la surquen acequias de donde emane el indispensable riego. Destácase en Bacú inmenso torreón, hecho de sillería , de veinte metros de diámetro por otro tanto de alto, que en tiempo de la dominación persa debió ser refugio seguro contra invasores, y acerca del cual refieren allí cuentos, que no j u z g o dignos de mención. Existen además restos del palacio de los antiguos J a n e s , todo él de durísima piedra sienita admirablemente labrada, en cuyo trabajo desplegaron los constructores raro conocimiento del arte; puede juzgarse de lo que f u é , contemplando una portada rectangular de ocho metros de alta. Consta de arco conopial que abraza extensa inscripción de menudos caracteres arábigos; arrancan debajo intrincados adornos y bovedillas apiñadas, entre las cuales aparecen los capiteles poligonales que sustentan el arco y descansan sobre columnas funiculares rodeadas de otras empotradas. A la mitad de la altm-a se destaca el dintel de una portada, que guarda en todo simetría con la grande, y cuyo vano, de dos metros de alto, tiene igualmente la forma de arco conopial. E n todo ese espacio no hay uno de media pulgada en cuadro donde la piedra esté sin labrar; de tal suerte lo e m bellecen en armonioso conjunto inscripciones arábig a s , alusivas al A l c o r á n , molduras de boltel, Aletadas, lacerías, que de lejos semejan finísimo encaje.
PE BACÚ Á RESHT.
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E n el paramento Je algunos muros existen taijctones cuadrados, redondos, poligonales, de hasta un metro de d i á m e t r o ; los ocupan caprichosos c a racteres tallados en relieve, formados de elementos rectilíneos combinados de tal suerte, que en vez de inscripciones semejan dibujos delicadísimos, cuvos trazos apenas puede seguir la vista en sus vueltas, cruzamientos y enlaces. Sin e m b a r g o , después de bien examinados, se descubre que constan de una misma breve inscripción, recordando el nombre de Dios ó de los imuniss; pero escrita de distintos m o dos y yuxtapuesta de diversas maneras. N o he visto trabajo igual en ninguna parte, y es de sentir que aun no se haya reproducido dignamente por un medio cualquiera tan preciosa muestra del ingenio persa, refrescado, á no dudarse, pollas brisas artísticas de Bizancio y Granada. Allí cerca me señalaron esbelto alminar circular cubierto con cimborio estriado, cuya sección es una ojiva túmida ; al (plinto próximamente de la altura hay uno á manera de capitel formado de bovedillas apiñadas, y que constituía el antepecho del pasadizo donde circulaba el almuédano para llamar á los fieles á la oración. E n aquel mismo recinto, deteriorado por la a c ción de cuatro siglos, hay espaciosa galería dividida en compartimientos; en uno vese en el suelo estrecho agujero que da á vasto recinto subterráneo, y dice la tradición que allí mandaban los jueces precipitar vivos á los condenados á muerte. El famoso
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VIAJE AL
INTERIOR
DE
PERSIA.
castillo del Siró de Coussy, j u n t o á Soissous, posee habitación semejante á aquélla. A espaldas de B a c ú , al Oeste, se alza un m o n tículo, donde recogí conchas fósiles, y donde existen varios cementerios; hacia el Sur, á media hora, está el arsenal, m u y bien provisto por cierto. La población es variada; se compono de persas, circasianos, tártaros, rusos
y algunos
europeos,
cuya molicie contrasta con la febril actividad de los orientales, que en sus bazares se afanan por el luc r o ; todos emplean para sus cuentas el slwti de los chinos, que manejan con suma destreza. Una clase de hombres que chocan por su
fisono-
mía pálida y voz aguda es la de los scopsi ó castrad o s , dedicados exclusivamente á la confección
y
venta del pan, ó á coser. Entre ellos so castra á t o do aquel que engendró una v e z ; son ricos por lo general, y sumamente
caritativos con los suyos.
Hombres y mujeres asumen indistintamente el carg o de preceptor ó profeta, al que es inherente una vida ascética estimulada por el a y u n o , y me aseguran además que tienen reuniones nocturnas donde se dan el nombro de dios, y so discute quién está más en la gracia del Todopoderoso. P e r o lo más importante de B a c ú , lo que le da nombradla, cual se la da á Málaga la pasa y el vino, al Brasil el diamante, á Ceylan la canela y el café, es la nafta, materia que de m u y antiguo
cauti-
vó la atención de los hombres. E n el lib. I I , capítulo i, vers. 36 de los Macabeos se llama neftar
al
DE
BACÚ Á
IÍESHT.
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sitio donde existia dicha sustancia, y de los versículos 19 y 31 deduzco que servia para alimentar el friego sagrado, como asimismo para la consumación do dos sacrificios. Atendida, pues, la importancia, íjue allí tiene la nafta, conviene hablar aquí de la excursión que realicé por los llanos del p r o m o n t o rio Apkeron, con
el fin de inspeccionar los terre-
nos donde abunda, y los ingenios donde preparan el petróleo. Tomé un coche guiado por tres pequeños briosos caballos, y , precedido de un tártaro práctico en la localidad, eché á andar á todo escape, c o m o aquí acostumbran, con dirección al N. E., para luego v o l ver por la orilla del mar, cubierta á la sazón de espesa y negra nube de humo exhalado por treinta fábricas de petróleo. A p o c o de salir hallé larga filade carretas, vacías las unas, llenas las otras do odres con nafta destinadas á las fábricas que lejos á mi derecha dejaba; al cabo de una hora, salvada una loma de formación cuaternaria, descubrí un sitio llamado Balajané (arriba casa), y esparcidas en él como do cincuenta á sesenta barracas de madera, con techumbres en caballete, cuya parte central se eleva, hasta quince m e t r o s ; l u e g o atravesé un gran charco, en que el líquido presenta, los colores del arco iris, y un olor bastante pronunciado denota la existencia de la nafta. Allí cerca aparecen distintos charcos de esta sustancia, que por ser demasiado (len.-'a, y oscura, no reúne condiciones para el alumbrado.
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VIAJE AL
INTERIOR DE
PERSIA.
Me detuvo en algunas barracas para ver extraerla, lo cual hacen, ya por medio de máquinas hidráulicas, ya por medio de caballerías que bajan por uu plano inclinado para subir el odre lleno, y vuelven por el mismo camino para en seguid;! repetir idéntica operación. E n el primer caso consta el aparato de cilindro de palastro revestido de gruesa hoja de cobre, y de cinco á seis metros de alto por un pié de diámetro; vacian la nafta en inmensas cubas, de donde pasa á distintos depósitos subterráneos. De esta manera extraen hasta cuatro mil quintales en veinticuatro
horas, y como la tercera parte cal-
leando fuerza
animad. Los hombres dedicados á
estas faenas parecen diablos; sus caras y blusas tienen un color cetrino que da m i e d o ; por lo general son tártaros; ganan diez duros mensuales, pero teng o entendido que apenas gastan dos en su manutención. N o en todas partes han tenido igual suerte los propietarios del terreno, y sucede á varios lo que á muchos en Australia con el o r o , es decir, que después de hacer crecidos desembolsos no encuentran nada, ó m u y poco. Sitio hay donde extraen nafta desde hace cuatro a ñ o s ; en otros, á los dos meses se había concluido ; en algunos han perforado el terreno quince metros, traspasado una capa de agua, y barrenado la piedra, para no encontrar á la postro nada; más allá, en cambio, ha brotado con poco trabajo espeso y ardiente chorro de nafta de doce metros de alto, y por fin, en otro- pe rajes el chorro
DE BACÚ Á RESHT.
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os intermitente, surge cada inedia hora por espacio de cinco minutos desde hace treinta años, ó cesa á los pocos
dias.
La temperatura ordinaria
de
la
nafta varia entre 15 y 25 grados, y se observa que cuando sopla el viento N. sale en mayor abundancia. El Gobierno dividió la superficie de la zona llamada Balajané, que mide ocho kilómetros de largo por la mitad de a n c h o , en quince lotes, que fué vendiendo en subasta á diferentes Compañías por la suma de dos millones de duros, obligándose los p r o pietarios á pagar cien rublos anuales, y el medio por ciento del producto líquido. E l año pasado estimaron en dos millones de quintales la nafta extraída, de la cual se preparó una tercera parte de fotógeno. El precio de la sustancia primera varía entre siete y quince cuartos el quintal; el del fotógeno es invariablemente de una peseta la arroba. L o exportan en barriles de roble, que cuestan tanto como el c o n tenido ; y lo que puede dar idea de la dificultad de comunicaciones por 'el Cáucaso es que, á pesar de los derechos de entrada, los Estados-Unidos surten de petróleo á Poti. Marché después á Surajané, distante una legua al E. de Balajané, con objeto de visitar la gran f á brica de fotógeno de K o k o r e f f y C. , fundada hace a
quince años, y ver los fuegos eternos, cuyo e s p e c táculo encarecía mi cochero. A poco de echar á andar, y efecto quizá del viento y de babor almorzado p o c o , sentí tal debilidad,
104
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
que paré en un ingenio, suplicando á fuerza de g e s tos me dieran algo de comer. Acerté á dar con persona que me llevó á su c a s a ; eclió aceite en una sartén, cascó en ella seis h u e v o s , abrió un grifo del cual salió nafta, y prendiéndole f u e g o , en menos de dos minutos principié á comer. Bebí un vaso de agua exquisita, si bien en aquella región es casi t o da sulfurosa, aunque buena también después de hervida, y seguí adelante á todo escape, pues á gran prisa se acercaba el término del día. C o m o leí hace muchos años una noticia acerca de los adoradores del fuego y de los fuegos eternos, iba tan entusiasmado que, al ver surgir de tierra anchas llamas, y gentes alrededor, creí que fueran discípulos de antiguos sacerdotes practicando
ex-
traños ritos. D e pié en el carruaje, estimulaba al cochero á que corriese, aun cuando no lo habia m e nester, y cerca ya del sitio que anhelaba alcanzar, me encontré con unos albañiles hacinando piedra para convertirla en cal por medio del hidrógeno carbonado que salía de tierra. La escarbé y o mismo con el látigo del auriga, arrimé' un fósforo, y salieron llamas; sacudí el pañuelo para apagarlas, y p r o seguí andando. Era casi de noche cuando divisé el contorno de un inmenso edificio con luces por t o das partes. Este debe ser, dije para m í , el famoso templo zoroástrico; entré en un patio, y creció de punto mi admiración al ver por todas partes altas llamas, que cual arbustos de fuego iluminaban la fachada del soberbio edificio. Mas pronto m e c o n -
DE BACÚ Á RESHT.
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vencí de que tampoco Labia allí ni sacerdotes, ni quien los esperara; estaba en la fábrica de K o k o reff y C. , dirigida por un alemán, el Sr. AicLler. a
Tuvo éste la amabilidad de enseñarme todos los d e partamentos, provistos de un sinnúmero de m e c h e ros de gas, que prestan más claridad que la del d i a ; vi cómo por medio de bombas pasa la nafta á una serie de hornillos alimentados por vivas llamas; c ó m o de allí pasa á otros compartimientos donde la purifican y le quitan el mal olor, mediante un 3 por 1 0 0 de ácido sulfúrico y sosa cáustica, y c ó m o , por fin, para mejorar la combustión, eliminan las partículas de sosa por medio del ácido hidroclórico. El petróleo preparado de esta suerte es de calidad superior, y para cerciorarme -de ello introduje en él un papel encendido, y se apagó. U n a máquina de veinticinco caballos pone en movimiento aquella fábrica, c u y o costo total fué de dos millones de p e setas. Trabajan allí ciento cincuenta hombres, la mitad de ellos ocupados exclusivamente en hacer barriles donde se exportan los ochocientos quintales de fotógeno que diariamente elaboran. L a m a dera proviene de] gobierno de Vjatka, al N. de Rusia. Diciéndole al Sr. AicLler cuan extraño parecia el que tan p o c o uso hicieran en Bacú del petróleo, contestó que es m u y difícil desarraigar preocupaciones añejas; un compañero suyo aplicó en Cuba, el hidrógeno carbonado á la confección del pan, y fracasó en su empresa.
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VIAJE AL INTERIOR DE I'ERSIA.
Terminada esta rápida inspección, me dijo s! gustaría yo de ver los fuegos eternos. L a sonrisa con que se expresaba reveló la poca importancia di* los mismos. A c c e d í , no obstante, y atravesando un patio, llamamos á la puerta de pequeño edificio contiguo á la fábrica. Mientras contemplaba á la luz de inmenso mechero de gas grandes
caracteres
sánscritos pintados de r o j o , salió á abrir un indio, que mire y volví á mirar con atención, temiéndome no fuera algún tártaro disfrazado para embaucar á los extranjeros; pero oyéndole decir que era natural de Bomhay, y habia pasado muchos años en Ceylan, le saludé en síngales, y el conocimiento de este idioma, á más de su t i p o , me persuadieron de que era realmente! un indio de la India, por más que no fuera zoroastriano. Conducido y o á estrecho recinto m u y estucado, donde existe pequeño altar con varias piedrecitas encima y dos campanillas, pasó el indio un fósforo por delante de varios orificios que habia en la pared y en el suelo, quedando convertida la habitación en luminar que producía cierto olor
parecido
al éter; vistióse luego blanco sayo, cogió una campanilla en cada mano, y agitándolas sin cesar, principió á rezar en sánscrito con grandes inflexiones de voz. Cambió varias veces de sitiólas piedrecitas que tenía sobre el altar, y dio principio á una melodía parecida á la que usan las monjas á la hora de maitines. Terminada la oración me ofreció azúcar candi, para significar que las palabras que habia pronun-
DE BACÚ" Á RESIIT.
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ciado en alabanza á Dios eran más dulces aún, y á seguida .presentó un platillo, donde deposité un rabio. A esto se reducen los adoradores del f u e g o , v los fuegos eternos de B a c ú ; á que un indio, que tal vez no sepa él mismo lo que dice, viva de la c u r i o sidad de los extranjeros, como á expensas de los que lo son en religión viven otros sacerdotes del mismo m o d o . Junto á la habitación en que me hallaba existe una cúpula de manipostería, y debajo una pequeña alborea, de la cual, arrimando f u e g o , sale espesísima llama. Parece ser que allí se han quemado algunos muertos. E n diez años que lleva en Bacú el Sr. Aiehlor, una sola vez, según me dijo, trajeron un cadáver del Sind, cuyas cenizas, terminada la c r e mación, llevaron á aquel país. A espaldas del muro de cerca noté cuatro losas con caracteres devanágares; pregunté al indio si los entendía, y contestó que eran alusivos á D i o s ; es decir, que lo ignoraba. E l fenómeno que ofrece la región de ios gases en el promontorio Apkeron también se presencia en la orilla del mar; cuando el tiempo es m u y sereno, io cual rara voz acontece, se acerca al agua un fósforo encendido, y flamea el líquido en extensión á veces de treinta ó cuarenta varas en cuadro; mas no he podido averiguar si es esto debido á los gases ó á corrientes de nafta. Volvamos á la ciudad de B a c ú , donde el G o b e r nador me dispensó tan amable acogida, que fuera
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VIAJE AL
INTERIOR DE
PERSIA.
injusto no hacer de ella especial mención; en sn casa comia diariamente, y en su casa conocí lo más escogido de la sociedad georgiana, entre la cual su señora goza de extraordinaria, simpatía por la hermosura y talento que la adornan, pues habla tres idiomas europeos con suma perfección , y está aprendiendo á escribir el tártaro y el persa. Nuestras conversaciones recaían principalmente sobre viajeros que han escrito del Cáucaso, y por ellas venía en conocimiento de cuan severos son siempre los naturales do un país en su juicio sobre aquellos que no han escrito en elogio y buena reputación del mismo. Hasta el concienzudo Chardin fué cierta noche objeto de amarga crítica, porque cía á ciertas voces circasianas significación que no tienen. D e Dumas no hablemos, pues ni siquiera le conceden que sea el Offembach de la literatura de viajes. L a obra de Dubois de Montpereux, obra voluminosa y m u y importante acerca del Cáucaso, fué proclamada regular; la del alemán Pedzhold, que también está escrita m u y á conciencia, demasiado seca. Así se expresaba el orgullo nacional, intransigente c o m o en todas partes, nocivo á la fraternidad que debiera existir
entre los hombres;
orgullo que sólo desaparecerá cuando se establezca comunidad de intereses entre los distintos pueblos. H é aquí una noticia tocante á las costumbres persas, que nunca pudiera y o referir de visu. Al llegar el Shah á M o s c ú , decidió privarse de la c o m pañía de cuatro mujeres, las más distinguidas de sn
DE BAGÚ Á RESHT.
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harem, en atención á los muchos disgustos que le ocasionaban. S. M. siguió hacia Occidente, y ellas volvieron á Teherán. Pasaron en Bacú algunos dias, y con tal m o t i v o , la señora del Gobernador fué á ver á la ce A m i g a del Imperio» (Anizeddaidet),
que
es el nombre de la favorita del Shah. Convenido el dia, que era uno de los más calurosos de Junio, y la liora de las nueve de la n o c h e , presentóse la visita, v fué recibida en espaciosa habitación cuajada de luces y espejos; la A m i g a del Imperio se adelantó á recibir á la europea, y conforme á la etiqueta, la sentó en un extremo del diván en cuyo otro extremo ella se hallaba. Vestia la real esposa amplia camisola de gasa imperceptible, sujeta por b o t ó n ; encima una chaquetita de terciopelo carmesí bordado de oro, diamantes y perlas, pero tan sumamente corta, que apenas alcanzaba á la mitad del p e c h o ; sobre uno c o m o calzoncillo de baño llevaba refajito de finísima tela blanca, cubierto con otro de raso carmesí, bordado de oro y casi horizontal; de los m u s los para abajo, nada, y en los pies, calcetines de seda y babuchas bordadas de diamantes y zafiros. El tocado, por fin, consistía en sencillo pañuelo de seda verde sujeto sobre la parte superior de la cabeza por medio de un aderezo de diamantes. E s mujer, dicen, de hermosas facciones, cutis blanquísimo, cabello de ébano, ojos rasgados y negros. Después de cambiados los saludos de costumbre, quitóse la favorita del Shah la chaquetita de terciopelo, y luego, so pretexto de que el calor era i n -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
sufrible, la camisola, invitando á la extranjera á desnudarse
si gustaba. Preguntando
ésta si era
aquél su traje ordinario, contestó que era el mismo con que suele presentarse á S. 51., único hombre que la v i o , pues si otro la mirara, perdería al punto, quien lo hiciera, un ojo. E n una cena que dio el Sr. Gobernador
conocí
al general Lazareff, el mismo que después de centenares de combates logró someter á Chamil Bey, famosísimo guerrillero, escudo de la independencia de su país por espacio de treinta años. Tiene Lazareff algo de la cara y la fuerza del león : su edad es de sesenta y siete años, mas, no obstante, aun conserva bríos de la pasada juventud. U n o de los artificios que empleaba con el adversario consistía en pagar hombres adictos á su persona, á quienes después do hacer padecer hambre é inferirles heridas, enviaba en concepto de espías al campo enemig o , donde los acogian como desertores á causa de los malos tratamientos que recibían de
Lazareff.
P o r uno de estos hombres vino en conocimiento de que Chamil había despachado gente para matarlo, y hallándose solo en su tienda después de un c o m bate, se le acercaron tres hombres, y sospechó al punto Lazareff que venían á asesinarlo. E n tan apurado trance, fuese á ellos precipitadamente, y con mirada fascinadora les d i j o : «Venís á matarme, lo sé; si no cumplís ahora mismo con vuestro deber, sois unos viles traidores, y ya que no os decidís, desde este momento formaréis parte de mi escolta.»
DE BACÚ A RES1IT.
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Así lo hizo, y los que iban á ser criminales se c o n virtieron en sumisos servidores. Habló Lazareff de Chamil con e n c o m i o , y m e complacía oirle. D e niño, decia, llamaba ya la atención por su carácter severo y enérgico, pues siendo de constitución débil, endureció el cuerpo á fuerza de penosos ejercicios; cuando los compañeros le g a naban en la caza ó en la lucha, se pegaba á sí mismo para castigar su torpeza, y durante muchos dias permanecía solo y escondido. Era apasionado por los espectáculos de la naturaleza : á la caída de la, tarde solia subirse á las elevadas crestas de los m o n tes para contemplar el sol en su ocaso, y á veces pasaba noches en despoblado embebido en la meditación. Su estatura era mediana, claro el color de la cara, finísimo el cutis, rubios los cabellos, grises los ojos, recta la nariz, y , c o m o N a p o l e o n , tenía labios muy finos, y pies y manos de recorte admirable. L a regularidad en sus movimientos descubría la tranquilidad de su alma, y cuanto mayor era el peligro y más horribles los estragos de la muerte, más sereno se mostraba. Los hijos de Lazareff, jóvenes apuestos y de c u a lidades distinguidas, serán sin duda dignos herederos de las virtudes de su padre. L l e g ó , m u y á pesar m i ó , el dia 31 de Marzo, en que debia proseguir hacia Teherán. A las diez de la noche me embarqué en el vnporcito Guelma,
de
setenta y cinco pies do eslora, diez y seis de manga y cinco de puntal. P a g u é por el pasaje hasta E n z e -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
lí seis duros, no comprendida la manutención, porque siendo persas y tártaros la mayor parte de los •viajeros, cada uno lleva consigo sobria comida. La tripulación se reducía al capitán, timonel y un m o z o , tártaros los tres ; pero tan aficionados á la bebida, q u e , por lo general, dos de ellos siempre dormían, y aun el otro no estaba tan despierto que de vez en cuando no creyera y o prudente ver si faltaba carbón á la máquina, ó ayudar al timón. La marcha, de consiguiente, no fué m u y rápida; invertimos cuarenta y dos horas en recorren' las 197 millas que Bacú dista de Enzelí. Conmigo venían un armenio, una niña circasiana que volvía con sus padres á Lenkoran, y un montenegrino; no siendo posible permanecer todos en el camarote, el eur o p e o , que hablaba m u y bien alemán, y y o nos instalamos sobre cubierta, en medio de sacos de patatas, q u e , por la excesiva humedad, no se producen en el Guilan, de grandes cajas de cristalería y objetos de cocina, procedentes del interior de Rusia, y de otras más pequeñas de azúcar y t é , producto éste que de Constantinopla pasa en transit por el Cáucaso, atendido el impuesto de cinco reales libra con que los rusos lo gravan en sus antiguas provincias. Sumamente entretenido.pasé las horas de la noche en conversación tirada con el montenegrino, dedicado hace años al comercio
de las lupias de
árboles, habiendo al efecto recorrido en todos sentidos la provincia del Talish y sus alrededores. Ha
DE BACÚ Á
1ÍESHT.
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reunido una regular fortuna; pero parece que la industria por el y otros muchos explotada no ofrece ya los grandes beneficios en otro tiempo frecuentes. La mayor parte de los nogales están inutilizados, si bien aun so encuentran algunos que tienen dos mil años de fecha; el año pasado tuvo
aquel
mi compañero la fortuna de arrancar una giba de nogal del peso de diez quintales, que le valió mil cuatrocientos duros, y otra de roble, que le valió la mitad. La preparación de las lupias en hojas
se
hace en Europa. Me contó asimismo que en el M o g a n , territorio ruso limítrofe do Persia, al O. de L e n k o r a n , las tribus tártaras llamadas Shasservanes, terribles bandoleros en pugna siempre con las autoridades, tienen con los habitantes del Guilan tratos dignos de las personas más honradas. Parece ser que los de esta provincia, agobiados por la contribución, e n tregan sus rebaños á los Shasservanes para que los cuiden, dándoles en pago la mitad de los recentales; trato que se mantiene con rara escrupulosidad, ganando por ende las dos partes contratantes. Estas y semejantes conversaciones
tuve hasta
Lenkoran con mi compañero de viaje, quien, á semejanza de gran parto de sus compatriotas
ani-
dados en una superficie de doce leguas cuadradas, tienen que emigrar de sus áridas montañas para g a narse la vida en tierra extranjera. « C o n harto sentimiento nuestro, decía, pues somos patriotas exaltados, y en caso de guerra tomamos las armas sin s
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
distinción de s e x o , ni estar obligados á ello por nuestro gobierno popular.» E l 1.° de Abril amaneció hermoso : el color del cielo semejaba al de una limpia turquesa; el del agua, á limpia esmeralda. A l S. 0 . se alzaban las nevadas cimas del Talidsh, divisoria del Gobierno de Lenkorau y de la provincia persa del Guilan. A mediodía
v i m o s , lejos al E . ,
un islote
llamado
D s h i l o i , en cuyas inmediaciones (así lo aseguran en B a c ú ) , y cuando el mar está en calma, se ven ruinas de una ciudad, murallas y cuerpos de edificios, que los rusos llaman Chorovgorod, «ciudad del d i a b l o » , y los persas Sltehri
es decir: Yunáni:
«ciudad de los yavanas ó griegos.» P o c o después, junto á lisas y desiertas playas cubiertas de cañaverales, vi una boca del rio Kur, que surcan hasta la ciudad de Salian, emporio del caviar,
embarcaciones que calan nueve p i e s ; con
el fin de reunir mayor cantidad de pescado, existe, junto á la boca del r i o , un enverjado de hierro que los detiene. E n aquel punto el agua del mar toma el color rojizo de las del K u r , y su gusto agradable; p o c o después se pasa frente á otra boca del mismo r i o , una de tantas que surcan la bahía de Kizil Agash. N o obstante la buena voluntad del capitán, llegamos á Lenkoran después de entrada la noche, y anunció su llegada á aquellos pacíficos habitantes disparando cohetes. E n el m a p a , que por mero lujo habia á b o r d o , vi
DE BACÚ Á
RESHT.
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que á veinte leguas al E. Je Lenkoran se halla e! punto más profundo del Caspio; mide 1140 metros; la depresión general de tan inmenso lago cae hacia el S. O., y sabido es que en él no existe marea. La segunda noche, despejada y embellecida por la claridad de la luna llena , tuve por compañero s o bre cubierta al armenio; desgraciadamente sólo p u dimos cambiar alguna que otra palabra turca, las precisas para comprender y o q u e , en caso de no hallar morada en Enzolí, él me ofrecía gustoso la suya. Sin nada digno de referir durante el dia 2, en que, desde m u y temprano, contemplé las altas y nevadas cimas de los en otros tiempos llamados Montes Caspios, entre los cuales descuella el abultado Demavend , llegamos á las cinco de la tarde á un quilómetro de la boca del Murd ab (muerta agua). A l par que bandadas de golondrinas y vencejos, que revoloteaban sobre el Guelma,
abordáron-
lo dos lanchas de las cuales saltaron sobre cubierta, sin ninguna de las formalidades que en otras partes exige la Sanidad, hombres armados de largas estacas, que les servian de sonda para guiar al t i m o nel. Ganamos así la abertura del l a g o , ancha de un centenar de metros, si bien es sólo de doce á quince el espacio por donde podia pasar el
Guelma;
y torciendo luego á la derecha, atracamos en la aduana de E n z e l í , junto á carabelas destinadas á la exportación de los productos del Guilan; dichas e m barcaciones figuran pertenecer á subditos m o s c o v i tas, p u e s , según
el tratado de Turkmanshái, el
UG
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
Caspio es un lago ruso donde no pueden anclar buques extranjeros; y tan al pié de la letra mantienen este derecho, que la madera con que se construyen las carabelas persas ha de venir de Saratof, previo permiso del Gobierno del Zar. Escondidas en un bosque de naranjos , limoneros, toronjas, están las casas de E n z o l í , y un centenar de chozas cercadas de j u n c o y cubiertas do tejas ó bálago. Todo extranjero que desembarca, allí suele venir recomendado á un agente ruso que desempeña el cargo de capitán de puerto; y o no lo estaba, y no sabiendo adonde i r , ni menos dar con quién m e entendiera, acudí á la hospitalidad que me ofreció mi compañero do viaje. Mas antes de ir á su casa aproveché la última hora del día en visitar el Palacio
del Sol, nombro de un edificio que constru-
yeron para recibir al Shah cuando fué á Europa. Esta agradable mansión, de forma o c t a g o n a l , consta de cuatro pisos ; es de ladrillo, y la rodea espacioso jardín. Cada piso tiene una galería sostenida por finísimas columnas de madera; en el paramento del muro campean figuras al fresco groseramente hechas, que representan tipos de soldados presentando armas, jóvenes gallardos y apuestos, al parecer enamorados de bellezas persas, vestidas en parte á la europea, en parte al uso del país, que en los pueblos es manifiesta la tendencia á adoptar exterioridades de otros más cultos. Protegen al Palacio del Sol contra la intemperie ó el calor, esteras de finísimo j u n c o , que reemplazan, cuando lo ocu-
DE BACÚ Á REST-IT.
117
pa S. M . , ricos bordados, de que cuida una familia alojada en la planta baja de aquella deliciosa mansión. Le^ más curiosa de las habitaciones es la superior; revístenla preciosos adornos de yeso con espejitos de diversos tamaños incrustados en él, que, á no dudarlo, ofrecerán maravilloso aspecto al encenderse las muchas arañas y candelabros que penden del. dilatado techo y adornan las paredes. Agrada asimismo el panorama que desde allí abraza la vista : por un lado se ve tranquilo y terso el Murd ab, que tendrá dos leguas y media de E. á O., y la mitad en sentido contrario; su faja de espesa arboleda do sauces, bejucos y árboles frutales, protegida por majestuosa blanca cordillera, es perceptible todo alrededor; en el lado opuesto está el Caspio, que enviaba hasta mis oidos el fuerte ruido causado por la agitación de sus olas. Anclado en el lago hay un vaporcito, única flota del Shah, con su correspondiente Almirante. Cuentan que el año G(5, deseoso S. M . de hacer un viaje por m a r , mandó equipar el yate;
pero sabedor de
ello el Z a r , puso á su disposición la flotilla que tiene estacionada j u n t o á Asterabád, sin otro fin que el de observar á los turcomanos. Cuando el Shah se dirigió al buque almirante, todo el harem prorumpióen gritos desgarradores, suplicándole que no se embarcase, pues de fijo lo llevarían preso; tan grande fué el clamoreo , q u e , infundiendo serios t e mores en el ánimo de S. M . , pensó volverse atrás;
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
mas notándolo su a m i g o , ol D r . Tolozan, lo animó para bien suyo y mantenimiento del prestigio nacional. Así que estuvo á bordo y vio el traje de la gente de tropa, llamó al Ministro de la Guerra y se quejó de que sus soldados no estuviesen tan bien vestidos c o m o los rusos; pero el Ministro le replicó que llevaban aquel uniforme únicamente para honrar á la majestad persa. A l retirarme á casa del armenio compre un poco de excelente onfaeomeli, á razón de quince cuartos el litro, y paré luego frente á una casa que tiene por fachada del piso principal gran
ventana
corredera en sentido vertical, á la sazón alzada. Al borde de la habitación estaba el j u e z , rodeado de cinco nd la tere,
que dirima contiendas con varias
personas que desde la calle exponían sus quejas. Durante la frugal cena con que me brindaron, ajusté en cinco duros la travesía á Peribazar, distante doce quilómetros, y la emprendí á la mañana siguiente al despuntar el dia. Nada más agradable que aquella excursión : sereno el tiempo, deslizábase la lancha cual en bruñido espejo; la inmensidad de peces que contiene el lugo excede á toda ponderación, como que á veces cogian los marineros con la mano carpas, siluros, jeses, llamados aquí «pescados b l a n c o s » : abundan el salmón, la trucha salmonada, el s o l l o , el esturión, y lo que prueba la abundancia es que un armenio paga al Shah ochenta mil daros anuales por el privilegio de pescar en el lago y en la emboca-
DE BACÚ Á RESHT.
119
dura de los r í o s , desde Astara hasta la frontera turcomana. E s de notar que en toda esa parte del litoral no existe la langosta ni el lenguado. A las dos horas cambiaron los remos por el b i chero, á fin de atravesar estrechos recortes de cañaverales que habitan legiones de pelícanos, gaviotas, cuervos marinos,
patos, tropeles
de
flamencos,
cisnes, y entramos luego en el rio Peribazar, o b s truido materialmente por t o r t u g a s ,
salamandras
acuáticas, serpientes de agua de gran tamaño, y s o bre cuyo negro pescuezo se destaca una raya amarilla, que semeja dorado anillo sobre barra de hierro; multitud de pececitos, por fin, llenaban las orillas, v cuando les tiraba pan, se lo disputaban luchando hasta con encarnizamiento. El rio Peribazar, que subí por espacio de una hora, tirada por la orilla derecha la embarcación mediante un c a b l e , se parece á los rios de Ceylan; extraordinaria es la feracidad de la negra tierra en ¡as orillas, donde se descubren profundas raíces de hayas y o l m o s , cuyos troncos cubre espeso musgo. Peribazar es un depósito de mercancías ; estiman en nueve mil toneladas los trasportes que se verifican anualmente de Enzelí allí, y recíprocamente, á razón de diez duros cada una. Ilesht dista una legua en dirección S. E . Tomé una calesa, cargué el equipaje sobre dos muías, y fui andando por regular calzada bordéala de barrancos; mas no pude distinguir la capital del Guilan sino cuando entré en ella, por impedirlo
espesísimos bosques
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
cuajados de n o g a l , b o j , nísperos, manzanos, perales do diversas clases, olivos silvestres, ciruelos, almendros, viñas, acebos, mirtos, y alisos }
r
sobre todo,
morales, más altos que en ninguna otra
parte. N o obstante ser Resht población de treinta mil habitantes, hálleme en ella c o m o trasplantado á rrn mundo distinto del que c o n o z c o . Nadie me entendía, nadie ofrecía la sagrada hospitalidad, de todas partes alejaban al desamparado extranjero por ser « i m p u r o » Qiadalies), y prescribirlo así la secta shia; por las calles recogen los hombres cuidadosamente su traje para no rozarlo con el m i ó , las mujeres, aunque m u y tapadas, evitan que so las mire, aplicando la cara contra la pared. Entré en una carvasera, porque urgía descansar y comer, pero al punto se hizo el vacío á mi alrededor; así es que , no obstante la natural aversión que profeso á molestar á nadie, y aun constarme que se hallaba ausente el Sr. Cónsul de R u s i a , para quien traía carta de recomendación, acudí con ella á su casa, d o n d e , merced á la bondad del Sr. Canciller, disfruté comodidades y atenciones en mayor grado del que pudiera apetecer una persona exigente. L a copiosa é incesante lluvia me ha obligado á diferir la prosecución del viaje, y me obligara por más tiempo aún si tratase de aliviar los dolores reumáticos que hace veinte y cuatro horas paralizan mi cuerpo ; pero he resuelto marchar en seguida y concluir el presente capítulo refiriendo al-
DE BACÚ Á IíESHT.
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gnnas de las noticias que lie recogido. Enumeraré antes el paso que di para poder ir á Teherán, con objeto de llevar en lo posible al ánimo del lector la creencia de que es él mismo quien viaja. Puesto que entre Eosht y Teherán hay paradas donde pueden renovarse los caballos, del mismo modo que en Mesopotamia, resolví utilizarlos p r e via la adquisición de un permiso ó taliquet que fui yo mismo á pedir al Gobernador. L a morada de S. E . , primera casa al estilo persa que v e i a , nada ofrece exteriormente de particular; m a s , salvada la entrada,, en el fondo de un jardin rectangular vi, en forma de escenario, á metro y medio del suelo, una gran habitación, cuyas ventanas con cierres m o vedizos estaban alzadas, y á la cual dan acceso e s trechas entradas á ambos lados de la misma. Hallábase el Gobernador sentado sobre hermosas alfombras, en el proscenio de aquella habitación, rodeado de una docena, de personas; en el j a r d i n , inmóviles y en silencio, soportaban la, lluvia unas veinte personas entre litigantes y pretendientes, á quienes prestaba atención S. E . , al parecer, con interés. Así que entré trajeron una silla, porque saben lo molesto que es para nosotros sentarnos á la usanza oriental, y expuse á S. E . mi pretensión en francés, idioma que posee por haber estado en Francia muchos años. Dirigióse al punto á uno de los escribientes que lo rodeaban, mandándolo redactar el taliquet, y principió á hablarme de cosas indiferentes con bastante frialdad. E n esto hizo una p r e g u n -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
ta el amanuense, y después de breve pausa, oí que el Gobernador contestó : « D a n m a r k » . Deduje quo me tomaba por dinamarqués; pero como indudablemente sabía que y o era español, no supe darme cuenta de lo que ocurría, y en la duda, me callé. Al entregarme S. E . el luliqucl lo d e s p l e g u é ; como la escritura persa es casi idéntica á la arábiga, recorrí con la vista el primer renglón, y antes de llegar al final, leí la palabra bailas, equivalente á Cónsul., y á seguida danmarhf.
Asombrado el Gobernador, pre-
guntó si sabía el persa; le contesté que lo bastante para ver que en la cédula me llamaban Cónsul de Dinamarca en vez do España; adujo entonces que ninguna de las personas á quienes iba dirigido el permiso sabe que existo tal país de España, y era probable les fuera más conocido el nombre de Dinamarca , por beber ido hace algunos años á Teherán cierto dinamarqués. l\o accedí á tal pretensión, que fácilmente rebatí, y mantuve mi derecho, que fué acatado con señales de disgusto. Poseedor del iaUtjnel y de una silla de montar al estilo del país, idéntica á las árabes, que lo son á las andaluzas, puedo presentarme cuando quiera en el Chapar jane,
ó Casa de Correos, y pedir los cua-
tro caballos á que el pasaporte da derecho : uno es para m í ; dos para los equipajes, entre los cuales va una cainita de viaje que compré en Constantinopla, y el cuarto para un grabador en h u e c o , cuya marcha á Teherán aprovecho y costeo, á condición de que me sirva de intérprete, pues habla el idioma
DE BACC Á RESHT.
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turco, m u y generalizado por aquí, si bien distinto del que y o aprendí. Nada de particular ofrece líeslit. Principió á florecer esta ciudad en tiempo de Abbas el Grande; las calles están empedradas, pues d é l o contrario no podría circularse en la estación lluviosa; las casas, de un solo piso por lo general, y á bastante aitura del suelo, están hechas de ladrillos y cubiertas con teja romana; carecen de ventana á la calle, y da a c ceso á ellas una puerta m u y baja. Muchas poseen pequeño j a r d i n , entre cuyas flores la hermosura de la violeta llamó mi atención. No puede visitar ¡as mezquitas en Persia ningún extranjero, ni siquiera pasando por la exigencia de entrar descalzo. Exceptuando una bastante grande, las demás apenas se distinguen enteramente de las casas particulares; cúbrelas amplio tejado cónico, y los alminares son bajos y cilindricos. El clima es malísimo : la humedad, acrecentada por la proximidad del agua al nivel de tierra y a l gunos pantanos, perjudica mucho. Todo el mundo padece de fiebres; especialmente de Julio á Setiembre, hay quien las coge tan sólo al atravesar el G u t lait, y meses después Je regresar á Europa vuelven ¡i molestarle. N o las originan tan sólo el calor y la humedad, sino que también el bad guerm
(viento
•saliente), que sopla de Occidente por espacio de tres á siete dias, desde las once de la mañana hasta las doce déla n o c h e , principalmente antes y después de nevar, por Diciembre y Abril.
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
L a oftalmía, la hidropesía y la viruela hacen estragos; así es que considero c o m o un sacrificio por parte de los Cónsules de Rusia é Inglaterra, que Francia lo suprimió, el residir aquí. La colonia europea la componen dos suizos comerciantes. A pesar de tales inconvenientes , no hay un médico, ni b o t i c a ; cada cual tiene su provisión de quinina, y Dios ayuda. La única ventaja consiste en la baratura de la v i d a ; hemos calculado que puede darse á cinco personas un banquete opíparo, con buen vino de K a z v i n , á dos reales botella, mediante un duro: incluyo el gasto del carbón, que es de tres cuartos arroba. Los cerdos y jabalíes, de que están llenos los b o s q u e s , sólo cuestan el trabajo do cogerlos, pues los indígenas aborrecen estos animales, y los matan para que no destruyan los plantíos de arroz; un cochinillo cuesta tres reales; un pollo, seis cuartos; las codornices, dos cuartos; las perdices, un real; la c h o c h a , llamada « r e i n a del Guilan», abunda, de tal suerte después de nevar, que por millares cae extenuada de frío y hambre sobre los tejados; los faisanes cuestan una peseta; los capones, p o c o m e n o s ; el arroz, á dos cuartos libra,; el pan, ¡i o c h a v o , y al tenor las frutas, u v a s , peras, etc.; precios todos que tienden á la alza con motivo de la exportación á Rusia. E l rio Ivugarud, que pasa por Resht, arrastra inmensidad de salmones que llaman « p e z p e r r o » , y tampoco cuesta más trabajo que cogerlo, pues siendo pescado sin escamas, lospersaslo aborrecen.
DE BACÚ Á RESI1T.
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La miseria, no obstante, es espantosa; por las calles se ven hombres, mujeres y niños casi en c u e ros implorando sustento; muchos de estos desgraciados sobreviven al año del hambre (el 7 1 ) , en cuya época las desdichas de este ¡jais no tuvieron cuento. Para mayor infortunio, sucedió que, después de t o mar los rusos á Bojára, devolvieron á Persia treinta mil individuos hechos prisioneros y esclavos por los turcomanos en distintas correrías dentro de los dominios del Shah. Persona digna de gran crédito dice quí! al salir aquella turba, que, bien ó m a l , al fin vivia en tierra enemiga, los rusos se incautaron de cuanto llevaban, para que no les fuese arrebatado por el c a m i n o , dando en cambio á cada interesado un billete, mediante el cual recibirían del Cónsul Je Persia en Astracán la suma que le correspondiese, los rusos además cubrieron el gasto de aquel largo viaje; mas al llegar los pobres y atribulados viajeros á Astracán, vía Iskutsk, al cabo de ciento noventa dias de m a r c h a , el Cónsul persa les dijo que hallarían en Enzelí cuanto reclamaban. E n E n zelí una gran parte halló la muerte ; otros se esparcieron por el Guilan y el Mazanderan, y algunos todavía subsisten. Muchos de aquellos infelices eran prisioneros de la derrota sufrida en Merv el año 60, y se observó que casi habian olvidado el idioma patrio. El comercio del Guilan, cuyas mayores transacciones se verifican aquí por mano de armenios, c o n siste en la exportación de la seda. E l 'año pasado,
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que fué de los más privilegiados, se distribuyeron en esta provincia cien quintales de semilla, procedente en su mayor
parte del Jorassan, al precio
medio de 1 3 0 0 0 reales; cada quintal lia producido basta ciento cincuenta de seda, vendida al precio de cuarenta á cincuenta duros. La seda de calidad muy superior se paga un 30 por 100 más. El dueño do la semilla la entrega á uno ó varios propietarios de morales, que se encargan asimismo de la cría do gusanos, y terminada, se reparte el producto por iguales partes entre el propietario de la semilla, el del campo y las personas que intervinieron en las faenas, h o m b r e s , mujeres y niños. P o r cuenta del primero es también el local destinado á la cría. Y a dije que la pesca es objeto de gran l u c r o ; el aceite, el j a b ó n , la cera, el b o j , el ciprés, figuran en los artículos de exportación, como también el jabalí, cuya piel utilizan para calzado y sillas de montar, el sebo para diversos usos, y las sedas para cepillos. Suelen por aquí tener á este animal en las cuadras, en vista desque su olor aleja las moscas é insectos que molestan á los caballos. D e Rusia traen petróleo, objetos de cobre para cocina, y cosas de gran p e s o ; barras de hierro, quincallería, y sobre t o d o , mucho samovar para hacer el té. He visto que importan ácido sulfúrico, que también aquí preparan quemando azufre bajo una campana. Merecida fama da á Resht la industria llamada qul duzi (paño mosaico). Consiste en preciosos bor-
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dados, hechos de trocitos de paño de varios colores, cosida y bordada la juntura á cadeneta; primoroso es el dibujo , esmerado el trabajo, que se paga de uno á dos duros el pié cuadrado, y aun más, según la profusión y calidad del bordado. Los e m plean para tapetes de m e s a , cortinas, pies de lámpara, g o r r o s , zapatillas, c o j i n e s , y principalmente, para mantas de caballos. E l m o d o de hacerlo es c u rioso : un maestro (listad),
rodeado de cuatro
ó
cinco mozos y media docena de chiquillos, recorta el paño; sin decir palabra, cada cual sabe los h u e cos donde le toca adaptar piezas de un mismo color. Hecha esta primera operación, se procede al bordado; uno borda hojas, aquél flores, el de más allá franjas, etc. E l bordado lo hacen con suma velocidad por medio de un ganchito de metal, y sujetando el paño entre dos planchitas m u y finas. Los niños y demás trabajadores ganan de dos cuartos hasta seis reales. Operario hay que confecciona medio pié cuadrado en un dia, y aun se encarga de reproducir cualquier dibujo que se le dé. H o y ofrece la ciudad escaso m o v i m i e n t o ; en c a m bio es extraordinario á fines de Julio , cuando principia la recolección de la seda; cunde entonces gran animación; de todos los rincones de la provincia a c u den como en romería á n e g o c i a r , á casar los hijos, sin que sean parte á amenguar el entusiasmo el c a lor de 40", ni la lluvia, ni los mosquitos. Los n e g o cios son todos al contado; á plazo no se estilan. Los reshtinos tienen fama de fanáticos, sobre t o -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
do los alfaquíes, que naturalmente los estimulau por esa pendiente. Referiré algunos episodios, que á no ser aquí sabidos de todo el mundo no me atreviera á consignar, temeroso de incurrir en la nota de exagerado , pues difícilmente se concibe que hombres de edad madura, no exentos do natural talento, fij e n su atención en cosas c o m o las que v o y á referir. Ocurriósele á un respetable mol'lah,
que viene á
ser c o m o ministro do la religión, la duda de si era lícito á los persas comer el azúcar fabricado por impuros fránguis,
y clarificado además con mate-
rias impuras, s a n g r e , huesos quemados, .entre los cuales podia m u y bien haberlos de algún cerdo. Fácilmente atrajo á su m o d o de sentir diversas personas; en las mezquitas, en la plaza pública, en todas partes se hablaba de la impureza del azúcar; nadie se atrevía á comprarlo; unos acudían á implorar perdón por faltas cometidas inadvertidamente, algunos emprendieron lejana peregrinación con igual fin; ya se formaban conciliábulos, partidos en pro y en contra, hasta q u e , subiendo de punto la excitación de los ánimos, y siendo conveniente aplacarlos,
apareció en la mezquita un Viernes el
Mushtahid
ó Jefe del clero. Después de larguísimo
e x o r d i o , declaró que un buen shia peca en el mero hecho de pretender averiguar lo que hacen los impuros europeos; y por m u y impuro cpie sea cualquier objeto, se purifica comprándolo de un creyente; « p o r lo mismo, añadió, soy de opinión que el único responsable ante Dios
sea quien venda azúcar.»
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Los vendedores de la dulce sustancia proclamaron á su v e z , fundados en las teorías del Pontífice, que en el mero hecho de tocar el azúcar con las manos se purificaba, y de consiguiente, nadie podia censurarles por venderlo. A fines del año pasado suscitó otro mol'lah la duda siguiente : ¿puede un persa beber té, después de servirlo á un europeo? ¿ N o puede dividirse en dos partes la g o t a , y caer la mitad en la taza del creyente, y la otra en la del idólatra? También esto fué origen de gran c o n m o c i ó n ; se formaron partidos, se explanaron teorías, hasta que por fin se llegó al acuerdo siguiente: «cuando de uua misma tetera hubiera de servirse á un europeo y á un creyente, que se sirviera primero al creyente, y se
dejara luego
reposar la tetera, para que no pudiera
dividirse la última gota que estuvo en suspenso. » Á pocos minutos de Eesht, pasado el rio R u d bar, mejor d i c h o , el rio Bar, puesto que rud significa, rio, visité los trabajos, ya abandonados, para la construcción del camino de hierro proyectado por el Barón de Beuter. L a historia de la concesión hecha por el Gobierno persa al opulento capitalista es tan larga de contar, y son tantos y tan varios los períodos por que atravesó, que bien pudiera llenar un t o m o , cuanto más algunos do estos r e n g l o nes. Nació dicha concesión de la intriga, y murió por la intriga. E l Barón, por su parte, se condujo como un soberano, y los persas c o m o pequeños
subditos. A l
amparo de grandes promesas, de s u 9
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puestas inagotables riquezas del Irán, t o d o s , desde el Sbah para abajo, participaron de las liberalidades del Barón antes de firmarse, en Julio do 1 8 7 2 , un contrato, del cual reproduciré en sustancia algunas cláusulas: — S e autoriza al Barón de Beuter ó á sus ageno
tes para construir un camino de bierro entre el Caspio y el Golfo Pérsico, y cualquier otro que estime conveniente. Tan importante privilegio excluye la competencia, y se concede por setenta a ñ o s , al cab o de los cuales el Gobierno quedará propietario de los trabajos realizados. La presente concesión se hace extensiva á la construcción de tranvías. E l Gobierno entregará, libre de gastos, el terreno que se necesite para la construcción de caminos de hierro, tranvías y dependencias de los mismos, indemnizando á los propietarios al tipo de los precios corrientes. Las vías tendrán el ancho suficiente para una doble línea de carriles, con más treinta metros de espacio á ambos lados de la misma. — F a c u l t a al concesionario á proveerse gratuitamente en los dominios del Shah de la piedra y arena necesarias á la construcción y conservación de los trabajos. — C o n c e d e franquicia á todo el material que se importe para las vías férreas ó de sangre, y los empleados de la Compañía estarán
exentos de im-
puestos. — S e depositará la suma de cuarenta mil libras esterlinas en el Banco de Inglaterra, en nombre
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del Gobierno persa y del concesionario. Si los trabajos no principiasen en los quince meses de p r o mulgada esta concesión, el Gobierno se incautará de dicha suma; en el caso contrario se la librará al concesionario, mediante un certificado del G o b e r nador del Guilan en que consto la llegada á Enzelí de los carriles necesarios para la construcción de la línea de Resht á Teherán. — E l Gobierno percibirá el 2 0 por 100 de la g a nancia líquida que arroje la explotación de las vías férreas. — E x c e p t u a n d o el o r o , la plata y piedras preciosas, la Compañía podrá explotar todas las demás minas situadas en terreno perteneciente al Gobierno, con la sola obligación de ceder el 15 por 100 de los beneficios. También se le conceden las minas que, situadas en terrenos de particulares, no estuviesen en explotación cinco años antes de pedirlas el c o n cesionario. — C o n c e d e por setenta años el privilegio de plantar arboledas en los terrenos incultos; el 15 por 1 0 0 del rendimiento de los bosques será para el G o bierno. — F a c u l t a al concesionario á levantar un empréstito de seis millones delibras esterlinas para principiar el camino de hierro y demás trabajos. El G o bierno pagará el 7 por 100 de ínteres de dicho capital tan luego c o m o se concluya la vía férrea de Resht á Ispahan; garantiza dicha renta con la de aduanas, minas, bosqueB y canales. Antes de aquel plazo el
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pago de la renta será de cuenta del concesionario. T o d o , por lo visto, quedará en p r o y e c t o , pues la Compañía que de Astracán debia enviar los carriles á Enzelí no ba cumplido, y Reuter la ba puesto p l e i t o ; siete italianos, un ruso y un inglés, que terraplenaron algunos quilómetros y colocaron un centenar de carriles, viendo que no se les pagaba y que la población les era contraria, se marcharon. Y o oí sus quejas en B a c ú , y es suerte no haya sido may o r el número de los desengañados, pues tengo entendido que si los trabajos prosiguieran siquiera por espacio de dos meses, el Gruilan se habría llenado de impuros,
prueba, entre otras, de cuan difícil es
h o y ganar la subsistencia en Europa. N o creo se pensara nunca seriamente en esta empresa; de lo contrario, no habrian puesto traviesas de álamo, cuando tanto y tan buen roble existe en el país, y principiaran los trabajos, no aquí, sino en E n z e l í , protegiéndole contra la
acción de las
olas, y canalizando la boca del Murd-ab para facilitar la entrada de los buques, y por ende el transporte de los materiales, que en las circunstancias presentes no es posible verificar. Pero aun suponiendo que el Barón de Reuter hubiese acometido los trabajos que p r o y e c t ó ; que se encontrara con grandes cantidades de cobre, hierro, hulla, etc., ¿adonde habría exportado ésta? ¿dónde, á la vuelta de crecidos desembolsos, habría podido competir el cobre ó el hierro llevado de Persia? ¿en qué lo emplearían aquí? Tales ventajas serian proba-
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bles después de quebrar la Compañía Reuter, y tras ésta otras varias, hasta formarse una que se aprovechara á poca costa de los sacrificios de las demás. El ferro-carril no reportará beneficios, porque no es lo mismo explotar una vía de esta clase allí d o n de se necesita, que construirla para necesitarla más tarde.
IV. DE RESHT Á TEHERÁN.
Teherán, 15 de Junio de 1874. E l mayor beneficio de que disfrutarán las g e n e raciones venideras será poseer un idioma mediante el cual comunicarán todos los hombres, y un mismo nivel de civilización en el mundo será premio de tan feliz innovación. Los dialectos se amalgaman en idiomas, los idiomas ceden el paso al que más generalizan las crecientes comunicaciones, y esa habla llevará siempre consigo gérmenes destructores de añejas preocupaciones. Elemento tan saludable apenas si alcanza á la Persia. F u é « O j o del m u n d o » , y con razón así se llamó cuando el m u n do era una parte del Asia, cuando para ir de L e vante á Poniente caminaban entre el Caspio y el «Mar del S u r » ; pero hoy, que ese mismo país, habitado primeramente por los hombres de nuestra raza, se halla apartado de las sociedades modernas; hoy, que la vida rebosa en las costas de los mares antes de refluir al interior, el país que necesariamente fué
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
« Ojo del mundo » ha venido á ser
oasis aislado
de él,
donde deben hallarse estancadas las ideas, que para no corromperse han menester movimiento, como lo han menester el agua y nuestro mismo cuerpo. Mas el egoismo que por alguna parte asoma siempre en el hombre era causa de que y o sonriera al contemplar la situación de este pueblo, cubierto aún del sudario del fanatismo, pues, á no dudarlo, ha de ofrecer pasto abundante á mi curiosidad, tan insaciable por conocer al hombre en los diferentes períodos de su desarrollo, que si fuera permitido desear aquello que es imposible alcanzar, deseara nacer en el siglo X V para seguir las huellas de nuestros prodigiosos conquistadores. Embargada la mente en estas y parecidas reflexiones, salí de Resht el 7 de Abril á las tres de la tarde, con tiempo lluvioso, frió, y paralizado además el cuerpo á causa de la intensidad del reuma. Sobre espacioso puente atravesé el B u d b a r , cerca del cual vi de nuevo los restos de la comenzada vía férrea. Pasado el riachuelo Siavash entré por un país cubierto de arrozales, espesamente arbolado con moreras, b o j , algarrobo, cuyos frutos sirven de pasto á las vacas; pero tan inundado de agua, que ofrecía á la vista aspecto semejante al de un lago. Creí hallarme en la India después del copioso aguacero de una tarde de verano. Para hacerse cargo de la humedad, baste decir que ahuman el arroz
antes de
desgranarlo, y
cajones bajo tierra.
luego lo
conservan en
DE RESHT Á TEHERÁN.
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Á todo escape pasé por Dochambé bazar, grupo de barracas donde cada sábado acuden los c a m p e sinos de los alrededores, y donde existe un mástil que iluminan, untándolo de nafta, el décimo dia de Muharram, en bonor del Imam Hussein. Llegué á Kudum, primera estación de las diez que debia r e correr, á las seis de la tarde, y proseguí al dia siguiente en las mismas molestas condiciones de la víspera, viendo á derecha é izquierda de los espesos bosques pequeñas granjas ó cortijos, que en ellos, á falta de pueblos, están diseminados los habitantes del G-uilan, cuya principal ocupación consiste en el cultivo de la seda. Daré á conocer la disposición que por lo general tienen dichas casitas de labor. Constan: 1.°, de la habitación de invierno del labrador, asentada sobre fuertes vigas, sin más v e n tana ni chimenea que la puerta; el tejado en caballete, cubierto de paja de arroz, es tan grande, que sus extremidades descansan sobre estacas, formando una galería, donde la familia se acoge y resguarda gran parte del dia; 2.°, del quetam, habitación de verano para preservarse contra pulgas y mosquitos, la cual está colocada sobre una á manera de jaula de dos varas de alto, consistente en vigas espaciadas y cruzadas simétricamente unas encima de otras, que permiten hacer fumigaciones abajo para alejar i n sectos arriba; 3.°, del tilimbar, ó cámara destinada á la cría de los gusanos de seda. Semejase al quetam, sólo que tiene dos compartimientos paralelos á una vara de distancia; al inferior llaman el « p u e n t e » ; a l
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
superior, la, « c a m a . » Entre, ambos, y todo al reded o r , hay un enrejado do paja de arroz que impide la caida de los gusanos. Junto al tilimbar suele hallarse, una choza cónica llamada quendudsli ú hórreo, donde se conservan las mieses en garba, y también el arroz, que desgranan mediante una viga que puede girar sobre otra; en un extremo tiene piezas salientes de madera, en el opuesto se pone un hombre á caballo; á cada salto que éste da baja el astil y despoja el grano del tallo. Después de nacer los gusanos, un mes antes del equinoccio de primavera, los colocan en platos de b o ñ i g a , y los alimentan con las yemas del moral; allí hacen la primera muda, llamada jab
(sueño);
después los llevan al tilimbar para alimentarlos con ramas verdes de! mismo arbusto. A la cuarta muda el gusano principia á hilar; quitan entonces la cama y cierran el tilimbar por espacio de diez días. Después que hube andado legua y media, abandoné el terreno llano, donde crecen la mayor parte de los árboles frutales que produce el Sur de E u ropa, y principié á subir los estribos de los montes médicos por senderos de fácil acceso, bordados de tilos, arces, plátanos y bejucos. A las nueve y cuarto vi el Sefidrud (blanco r i o ) , que á mi izquierda corría
hacia el
mar, sumamente caudaloso en aque-
lla estación, y sembrado de isletas que forman las arenas que arrastra; su nombre no le cuadra hoy, pues las aguas aparecian por demás rojizas y espesas. Seguí su orilla hasta Eustemabad , por estre-
DE EESHT Á TEHERÁN.
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enísima vereda trazada en la falda de los montes que determinan su curso, no sin peligro á causa de las torrenteras y derrumbamientos del terreno, tan blando, que cede al menor impulso, arrastrando postes de la línea telegráfica persa, colocados en cestos de una vara de alto. Aquella región abunda en sauces de una especie muy pequeña, cuyas hojas durante la canícula rezuman espesas gotas que utilizan los confiteros. T a m bién se ven bosques de cipreses, o l m o s , fresnos, acacias, entre las cuales hay una variedad llamada en persa leléki, que tiene largas espinas. Atravesé sobre buen puente empingado, c o m o lo llaman en Castilla, el Siarud ( n e g r o r i o ) , tributario del que venía siguiendo; procede de las oscuras gargantas de montes que cubren el plátano, la higuera, el frambueso, el azufaifo, el l o d o ñ o , cuya madera prefieren para la construcción. Á las tres horas llegué á Rustemabad, mal reputado por las falangias en que abunda. Tanto el cuarto de los v i a jeros c o m o las cuadras estaban inundados de g o t e ras; así es que me acomodé en uno de los escalones desmesuradamente altos que conducen al piso principal, y, aderezada una tortilla, proseguí hacia M e n d shil, parándome
en el trayecto á ver rocas que
entrañan hierro y c o b r e , y á contemplar grandes plantíos de hermosas higueras, vetustos olivares asentados en dilatadas v e g a s , orillas del Sefidrud. Los olivos producen, por término medio, un duro anual; para comer el fruto lo recogen en Octubre, y
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
para beneficiarse en aceite, un mes después. E n el primer caso lo maceran en ceniza, y depositan durante ocbo dias en agua, hasta que cambia de col o r ; hecha esta operación, extraen los cuescos y guardan en salmuera la aceituna, que generalmente comen con una salsa compuesta de nueces machacadas y j u g o de granada agria. Para preparar aceite colocan las aceitunas á la sombra; así que la piel principia á arrugarse, las tuestan ligeramente en calderas de cobre, y puestas en saquitos de tela, las comprimen entre dos muelas. D e noche y a , salvé el Sefidrud sobre un puente de dos rampas opuestas y en pendientes y contrapendientes alternadas, de siete ojos y cien pasos de l a r g o ; los hube de contar, porque fué preciso apearse á causa de la violencia del viento; en verano especialmente sopla desde las doce de la noche hasta las doce del dia. Débese el fenómeno á la diferencia de altitud entre las tierras que baña el Caspio y la región de Mendshil, situada á ochocientos metros de altura: aquí se forma una corriente de aire procedente de la región baja, y no teniendo más escape que la estrecha garganta donde está Mendshil, se precipita por ella. Sin este viento no podría vivirse en verano por el calor y las moscas; así es que en todas las habitaciones hay troneras para circulación del aire cuando cesa la violencia del que dura sólo doce horas. Junto al p u e b l o , c o m o de quinientos habitantes, están las ruinas de una fábrica de aceite, y en sus alrededores recogen alumbre y la planta llama-
DE RESHT Á TEHERÁN. da absynthium artemisia,
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vermífugo m u y en b o g a .
Faltaban dos estaciones para llegar á K a z v i n , y si bien crecían mis padecimientos en aquella región por demás húmeda y brumosa, calculando que en dicha ciudad hallaría medios de alivio, proseguí á las pocas horas de permanecer en Mendshil. A t r a v e sé el riachuelo Lushan, cuyo c a u c e , cuajado de p e druscos, señala, á mi entender, el límite de la e x u berante vegetación que hasta entonces admiraba, presentando una barrera de agavanzos, rosales silvestres, terebintos y tamariscos. Más allá de Pachiuar corre el Shahrud, tan veloz á la sazón, que llamé en ayuda de las caballerías unos campesinos que acertaron á pasar j u n t o á m í ; desde la opuesta orilla subí trabajosamente por estrechas veredas y vericuetos inundados de b a r r o , montes en que apenas se descubre otra planta que chaparros, breñas, aarzales, y desde cuyas cimas descubrí los grandes contornos de la cordillera E l b u r z , cubierta de e s pesa capa de nieve. Serian las cuatro de la tarde cuando hallé paradas varias personas, séquito de u n a , al parecer, importante, mirando atentas en una misma dirección. Acérceseles el c o n d u c t o r , y le señalaron en el fondo de la quebrada que á mi izquierda se abria, dos leopardos que felizmente llevaban distinta d i rección de la nuestra. Dijéronle también no ser p o sible proseguir hasta Mazráa aquella tarde, pues dificultando el paso la mucha nieve, de fijo nos s o r prendería la noche en el camino. Creí, por lo tan-
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t o , sería prudente pernoctar en Jarzan, y fuera locura no obrar tan cuerdamente, atendido á que las cuatro horas invertidas al dia siguiente en llegar á Mazráa fueron penosísimas : el camino se reducia á estrechísimo espacio abierto en la espesa nieve por las recuas que en larga fila van y vienen de Resht á Kazvin. D o s veces nos cruzamos con ellas; siendo objeto de altercados quién cedería el p a s o ; con dinero logré zanjarlos, mas no el caer repetidas veces del caballo, principalmente en la bajada hacia Mazráa, donde se me aparecieron inmensos y áridos llanos, que cierran á lo lejos una fila de montes paralelos á aquellos en que estaba. A mediodía, por fin, llegué á la ansiada parada, y no siendo posible seguir inmediatamente hacia Kazvin por falta de caballerías y por lo agudo de mis padecimientos , me detuve allí dos días. Hállase situado Mazráa en el límite de dos regiones que forman el mayor contraste que pueda imaginarse. P o r un lado la fertilidad de la India, b o s q u e s , verjeles, movimiento, industria; por el o t r o , la aridez del Sahara, soledad, líneas rectas y severas. Jamás vi contraste igual, definido por los guilaneses del modo siguiente: «Si te colocas en la cima de nuestros montes, la mitad de tu barba vuelta hacia nosotros estará húmeda, tendrá el perfume de nuestras flores, mientras que la otra mitad permanecerá seca, empolvada, c o m o las espinosas plantas de los desiertos extendidos detras de nuestras verdes montañas.»
DE RESHT Á TEHERÁN.
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Trazado el itinerario de las cuatro primeras estaciones de Resht á Teherán, que suman veintidós leguas, y valiéndome de las investigaciones históricas sobre la M e d i a , por G. de Saint C r o i x , y de un interesante folletito acerca del Guilan, escrito en francés el año 69 por el Sr. C h o d z k o , quien, durante trece años, desempeñó el cargo de Cónsul de Rusia en R e s h t , daré algunos pormenores acerca de la historia y modo de ser del pueblo guilanés. Cuando otras personas han dedicado años do estudio á un asunto concreto , la que sólo puede d e dicarle algunos dias debe ceder el paso á quien sabe más. El litoral que dominan los montes Caspios mide cien leguas desde el rio Asta ra, frontera de Rusia, hasta el de Karasú, divisoria del territorio de A s terabad y de los desiertos turcomanos de DeshtKiptchak. E n dicha extensión la provincia del G u i lan (barro) ocupa treinta y seis leguas de playa; la del Mazanderan, cincuenta y siete. A m b a s p a r ticipan de iguales caracteres : la misma exuberancia do vegetación y de riquezas naturales, la misma cantidad de lluvia por espacio de siete m e s e s , pero también la misma atmósfera mefítica, semejante á la que se respira en una estufa, c o m o que d i c e n : «Si quieres morir,
vete al
G u i l a n » ; é idéntica difi-
cultad de comunicaciones, que impide recorrer
el
país con detenimiento, y que contribuyó á proteger la independencia de sus moradores. Se cree que los guilaneses sean los guelai de H e -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
r o d o t o , que habitaban orillas del Dniéper, j u n t o al mar N e g r o . Plinio dice : « Gelm, quos graici sius appcllavere.y)
Cadu-
Según Ctesias, el persa Parsadas,
enemistado con Astiages, levantó en armas á los cadusios y saqueó la Media. L o s guelios auxiliaron á C y r o en el sitio de Babilonia, pero no á Jórjes en su desgraciada expedición contra la Grecia. Quiso subyugarlos Artajérjes Memnon con un ejército de trescientos mil infantes y diez mil jinetes, pero fué derrotado en dos grandes batallas, y los guilanesea conservaron su independencia hasta el tiempo de Sapor I. E n el de Justiniano se borra el nombre de guelios cadusios, y lo reemplaza el de guelios deilimitas, tribu autóctona del Guilan, que resistió con increible valor á la invasión islamita, hasta tanto que H o l a g ú los subyugó á principios del siglo x i n . Desde entonces principian los guilaneses á cambiar sus rudas costumbres, á participar de la nueva civilización del Irán, y á plegarse, por fin, al y u g o de Abbas I , quien, después de una gran degollación, los impulsó por las saludables corrientes del trabajo, abriendo calzadas y caminos, hoy en ruina, é introduciendo el cultivo, de la seda, á que tan propicio es aquel país. Esta industria regeneró el Guilan; con el lucro y los beneficios de la paz olvidaron los rudos habitantes sus aspiraciones á la libertad, y de tal suerte renunciaron á las costumbres guerreras de otros tiempos,- que en los presentes pasan por las gentes más inofensivas del Irán. E n dos ocasiones fueron atacados por mar : en 1636
DE EESHT Á TEHERÁN.
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y 1668 los cosacos del D o n y del Urall saquearon á Resht, y en 1 7 2 2 los rusos ocuparon dicha ciudad por espacio de diez a ñ o s , aprovechándose del t e mor que embargaba á los guilaneses cuando vieron caer decrépita la dinastía sefevida. E n dicho intervalo el E e y de Persia cedió á Rusia, y á perpetuidad, las provincias del Caspio; mas luego Nadir Shah redujo todas las ventajas de los rusos á permitirles que tuvieran un Cónsul en R e s t h , acuerdo que sólo tuvo efecto un siglo después. Ningún monumento de los tiempos pasados existe en el G u i l a n ; cualquier obra de fábrica perece allí en p o c o tiempo : las lluvias la minan, y luego la higuera silvestre con sus profundas raíces de hierro, y multitud de hierbas y arbustos, pronto acaban con la obra arquitectónica. E l único m o n u mento que halló el Sr. Chodsko en sus expediciones fué un puente que, j u n t o con el rio que cruzaba, desapareció bajo una capa de detritus vegetales de cuatro metros de espesor; los dos ojos tenían cada uno doce metros de luz. P o r lo que hace al rio , era uno de tantos torrentes que cambian allí á menudo de dirección. El modo de pensar de los guilaneses sobrevive á los embates del tiempo. Desde la época zoroástrica conservan por el gallo b l a n c o , que he visto en muchos corrales, un gran respeto, persuadidos de que su canto es de buen augurio y aleja los d e monios que vagan por los bosques. L a tórtola se halla en igual caso que el gallo, y ambos «acreciento
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VIAJE AL INTBRTOR DE PERSIA.
tan la prosperidad de una casa, preservándola de las desgracias que el Todopoderoso les envié.» V í s pera del último miércoles que precede al equinoccio de primavera, las mujeres y los hombres van orillas del mar en parejas, encienden allí hogueras, y saltan por cima de las llamas cantando : « ¡ F u e g o vivo del miércoles, en justicia del j u e v e s , que se aleje el infortunio y v é n g a l a prosperidad!» Durante los eclipses tratan de hacer desaparecer « l a mancha n e g r a » , disparando tiros, y sobre t o d o , haciendo gran ruido con baterías de c o c i n a , entre las cuales es más eficaz aquella que se heredó. Para obtener lo que se les niega invocan los manes de sus antepasados; invocación hecha rara vez en vano, por la tenacidad con que procuran alcanzar justicia. Por desgracia, nadie sabe el origen, el por qué do estas costumbres, y sería esto precisamente lo interesante. Entre los cantos populares que aquellos montañeses conservan, sin duda de sus antepasados, hé aquí uno : « F u i á la cúspide del monte á apacentar el reb a ñ o , — y vi una muchacha, cuya hermosura paralizó mi aliento. — ¡ D a m e un b e s o , j o v e n ! le dije. — ¡ D a m e dinero! replicó ella. — Contesté: el dinero está en la bolsa, la bolsa en la a l f o r j a , — la alforja sobre el camello, y el camello en Kerman! — ' Y ella : quieres un beso de mis l a b i o s , — e l labio está detras de los dientes, los dientes cerrados con l l a v e , — la llave la tiene mi madre, y mi madre está en K e r m a n ! »
DE TiESHT Á TEHERÁN.
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Mal de mi grado hube de permanecer en l\Xazrsa dos dias, habiendo apelado para sudar al medio que emplean los árabes en el desierto, que fué p o nerme al rededor del pescuezo una toalla e m p a pada en agua f r i a , cubriéndome luego con toda la ropa que pude allegar. Tenía buena habitación, que no era p o c o , y m u y abrigada. E l g r a b a d o r , fatigado del obligado silencio en que y o le tenía, se desquitaba ventajosamente día y noche con los viajeros que allí paraban; m a s , p o r mucha que fuera mi atención , apenas lograba entender más que alguna palabra arábiga, y otra cosa que : hale, hule, hale, adverbio afirmativo. E r a , sin e m b a r g o , atendido con afabilidad, y entre todos me preparaban de c o m e r , pues los orientales poco ó mucho saben, cocinar, no tan bien seguramente co mo L h a r d y , pero lo bastante para regalarse ellos á su manera: así es que si la ignorancia del idioma y la necesidad de permanecer postrado dia y noche me i m p e dían participar del natural regocijo que embarga á quien provisionalmente se resguarda do la inclemencia , en cambio la cosecha de observaciones fué variada, c o m o no puede menos de serlo cuando se llega á país e x t r a ñ o , y en í-azon á que para r e c o gerlas no necesitaba más ayuda que la de los ojos. L o q\ie choca desde luego es el afán de fumar. Primero renunciarán á la comida que al galiun;
á
todas horas lo tienen en la mano, aspirando con i n creíble fuerza.
Este
aparato
es teóricamente
el
mismo que usan en Turquía con el nombre de nar-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
gailé, pero más práctico; consta de una vasija elipsoidal, de nuez de c o c o ó do metal, donde echan a g u a , y de dos tubos, uno vertical, otro lateral, de seis á siete decímetros; sobre el primero adaptan el braserillo con el tombacú, ó sea tabaco del p a í s , y por el segundo aspiran. E n viaje llevan el galiun en bandolera. Introdujeron dicha variedad de nicotiana los portugueses en tiempo de los primeros monarcas Sefevidas, y desde luego prohibieron su empleo hasta con pena de muerte. A l g u n o s granos de opio colocados en el braserillo contribuyen á aliviar el dolor de muelas y neuralgias de la cara; para p r o curarse alegre éxtasis emplean cáñamo. D e más novedad fué el apresto del arroz, base do la alimentación asiática. Prepáranlo de un modo exquisito y por demás sencillo. Se lava dos ó tres veces en agua fria; después de escurrido, lo vierten en una cacerola
con agua convenientemente salada,
puesta á calentar con buen fuego para que rompa á hervir. V a n espumando, hasta que alza el arroz y está en p u n t o ; luego lo escurren por un cedazo, echándole agua fria. Derriten un p o c o de sebo, que otra especie de grasa no abunda, en la proporción de una onza por cada dos jicaras de arroz; después de hervido se añade una cantidad de agua igual al volumen de la manteca, y esta mezcla se echa hirviendo en el arroz, donde previamente se hacen agujeros para que se impregne bien. Ponen la cacerola encima de la lumbre, cubriéndola con tapadera de barro, sobre la cual colocan ascuas, y á la me-
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dia hora ó tres cuartos se presenta el arroz de m a nera que forme un cono que alcance los bordes del plato. H é aquí un procedimiento más breve : Ponen á gran fuego una cacerola con agua c o n venientemente salada, ó caldo; cuando rompe á hervir se echa el arroz acabado de lavar, y estando en punto, retiran la cacerola del hornillo; vierten en el arroz la mezcla que antes apunté de sebo ó m a n teca y agua, remueven el todo con cuchara de m a dera, y á los cinco minutos de reposar, lo sirven. Tal es el pilóo. El clálóo es para gente rica, y su preparación más complicada. Lavada carne de carnero ó pechugas de gallina, ó ambas cosas, las cortan en pedacitos
menudos,
que á fuego vivo frien en una cacerola, donde p r e viamente se ha hecho hervir manteca de vacas, caso de no tener sebo fresco; añaden pedacitos de cebolla muy picada, tomate colado ó azafrán, pasas de C o rinto, piñones ó pedacitos de dátil ó albaricoque, sal y poquísimo perejil. Dorada esta composición, echan caldo en proporción de un cuartillo por cada onza de manteca ó cada dos jicaras de arroz. A s í que hierve, echan el arroz acabado de lavar; estando en punto, se quita el fuego del hornillo, y lo c o locan, mediante una tapadera, sobre la cacerola por espacio de un cuarto de h o r a , tiempo
suficiente
para que el arroz haya absorbido el caldo. Para m a yor prontitud suelen, en vez de f u e g o , cubrirla c a -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
cerola con una servilleta m u y doblada; pero es con detrimento del gusto del arroz. Cuanto mejor e s , más liquido requiere, y el punto que le dan es algo más consistente que en la paella. E l pilóo,
y á veces el chilóo, se comen con leche
cuajada, suficientemente acida, ó con un lacticinio preparado del modo siguiente. Depositan leche de vaca en un tarro durante dos ó tres dias, según la estación, hasta tanto que la superficie aparece consistente. Ponen luego ascuas al rededor del tarro, y A'an batiendo la leche con una tablilla redonda adherida á un mango vertical, por medio del cual se maneja de arriba abajo. R e c o g e n la manteca, y el residuo se come con el arroz. Para verificar el cuajo de la leche emplean el de cabrito, ó la flor de la alcachofa, ó j u g o de higuera. E l café también lo preparan de un modo especial y exquisito. Se tuesta y muele cada vez que se toma. L a primera operación consiste en dorar el grano en una cazuela; de ahí lo echan en un plato, m u y tapado con una servilleta, á fin de no dejar perder el aroma; la segunda se lleva á efecto en
mortero
de piedra con mano de madera. E n un tarrifo de cobre, más ancho de base que de cuello, echan agua; así que hierve, vierten el café en la proporción de una cucharada de sopa por una jicara de chocolate; cuando espuma, lo retiran del f u e g o , y luego vuelven á colocarlo en él. A las tres ó cuatro veces de
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repetida esta operación echan unas gotas de agua fria para precipitar el café, y se sirve. Nunca lo t o man con azúcar. A l g ú n tanto repuesto de mis dolores, salí de M a z ráa el 12 á mediodia, y marché á Kazvin. A las dos horas y media de ir bajando de la c u m bre en que me hallaba llegué á A g a b a b á , pueblecito situado en llano, al pié de la cordillera que con tanta penalidad habia salvado. Durante el trayecto me enseñaron, hacia la izquierda, unas ruinas en el vértice de un monte llamado « N i d o del á g u i l a » , donde es tradición que se refugió y combatió heroicamente el Viejo de la M o n t a ñ a , aquel jefe de la secta de los A s e s i n o s , que durante los calamitosos tiempos del siglo x n aterró la Persia y toda el Asia anterior con horrorosos asesinatos. D e A g a b a b á á Teherán el país es llano c o m o la palma de la m a n o , sin más que alguna ondulación del terreno , triste, desierto, cual se me apareció desde la cima del Elburz. Aquella inmensa sabana de tierra, que se prolonga hasta el Jorassán, se halla situada á 1.200 metros sobre el nivel del mar Caspio; la limita por el N . el Elburz, y por el S. las montañas de Karagan
que arrancan en Zindshan,
ciudad importante, situada entre Tabriz y Teherán. El espacio comprendido entro ambos sistemas de montañas es de GOá 80 quilómetros; lo riega el K e redsh, procedente de los montes Sherestanc; pasado Mayo es vadeable, pero en la época en que lo atravesé estaba, con motivo del deshielo, m u y crecido,
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
c o m o que antes de llegar á Teherán estuve á punto do perecer en él á causa de la rapidez de la corriente. Para el riego se valen de canales subterráneos, llamados janat, que á veces proceden de distancias considerables; corre por ellos el agua en plano ligeramente inclinado; de cincuenta en cincuenta metros hay unos hoyos por donde van extrayendo la tierra á medida que construyen el janat,
y sirven
para bajar á ellos en caso de desmoronarse el terreno. Éste se presta admirablemente, porque es sólido, duro, y la razón de no estar los canales al descubierto dicen que es para no interceptar los caminos y evitar la excesiva evaporación. D e esta suerte se proveen de agua casi todas las ciudades y lugares del Irán. Los pozos artesianos son m u y raros; sin duda es m u y difícil construirlos en regiondon ele la arcilla es tan gruesa y compacta, y tan sumamente espesa la capa de terrenos cuaternarios que cubre la piedra. Llegué á Kazvin á la caída de la tarde, teniendo la grata sorpresa de ver que el Jefe de la estación telegráfica era hermano de un médico italiano de Damasco con quien tenía y o amistad. Gracias al generoso acogimiento del Sr. Natalé, pasé allí dos dias m u y agradables. P o r más que K a z v i n se halle casi todo en ruinas, es población de cincuenta mil habitantes, y da una idea d é l o que fueron las ciudades persas, justificándose por ende el asombro de los viajeros que de los
DE RESHT Á TEHERÁN.
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siglos x i v al x v n las visitaron. H a y espacios inmensos, grandiosidad en las mezquitas y en las puertas de la ciudad; el gusto y elegancia se revelan en los sepulcros de los santones, así como en los rincones de cualquier antiguo edificio. L a curva dominante, así en las valientes arcadas c o m o en las cúpulas , es la ojiva túmida; los materiales son el adobe y el ladrillo; la ornamentación la constituyen ingeniosas combinaciones de finísimo alicatado, ó de ladrillos y azulejos, desde el más ordinario al más vistoso entre los vidriados y esmaltados. D e estos últimos existen aún bastantes en la mezquita principal, llamada del Shah, que despiden intenso resplandor; pero sabiendo el afán de sustraerlos, dificultan extraordinariamente su adquisición. Como nos está vedada la entrada en cualquier santuario, fuerza es contentarse examinándolos desde fuera. A s í vi en el centro de un gran patio, c u bierto de sepulturas, el sepulcro de Hussein, donde existe un catafalco de o r o , cubierto con preciosos bordados, y á j u z g a r por cuanto dicen, debe asemejarse al cenotafio de Abrabam *. Kazvin tiene animación, mejor d i c h o , se la p r e s ta el carácter de este p u e b l o , que me parece más bullicioso y alegre que el turco y el árabe. E n el i n terior de la ciudad existen muchas cisternas sólidamente construidas bajo tierra, y fuera de puertas se extiende dilatada zona de jardines cuajados de
1
Viaje de CeyJan á Damasco, pág. 311.
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
árboles todavía en desboje , que valieron á Kazvin el nombre de «Puerta del Paraíso.» L a « u v a real», de que preparan vino exquisito, pasa, y cuantas frutas pueden apetecerse, allí se encuentran abundantes y baratas. A pocos quilómetros de distancia rec o g e n sal mineral. L o que más me chocó fué el sinnúmero de pequeños trapos que vi suspendidos en las rejas de los santuarios, en las ramas de los árboles, en las rejas, en todas partes ; el jirón de una túnica, la punta de im pañuelo, un trozo, en fin, de cualquier prenda que se lleva puesta, representa allí un voto hecho. Nacieron en K a z v i n Hamdul'lah
L o c k m a n y el
geógrafo
K a z v i n i ; fué corte de los primeros
Sasanidas, luego de los soberanos mogoles desde Shah Tamasp hasta Abbas el Grande, es decir, por espacio de más de un siglo. L a primera noche la pasé despierto casi toda ella, agradablemente entretenido en oir los suavísimos ecos de un concierto que parecía darse á larga distancia. Momentos hubo en que quise levantarme á oir más de cerca y gozar de una melodía extraña á, mis oídos ¿ respecto á la cual, manifestando mi asombro á la mañana siguiente, nadie pudo venir en conocimiento de aquello á que aludia, mas yo lo atribuí á que todos tenían oido menos delicado que el mió, ó habían dormido mejor que y o . En la noche inmediata A'olvió á reproducirse el mismo concierto; entonces me levanté, y al llegar ala ventana de la habitación contigua á la mia, caí en que
DE RESIIT Á TEHERÁN.
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el ruido provenía del movimiento de sinnúmero de cristalitos que aquí forman las grandes ventanas correderas en sentido vertical. Consisten en bastidores más ó menos anchos, por dos y aun tres m e tros de alto, surcados de caprichosos dibujos formados mediante piececitas de madera primorosamente entrelazadas; en las ranuras de los espacios que dejan, á veces dos ó tres m i l , colocan cristalitos de diversos colores, que se mueven al menor impulso del viento. Para levantar una de estas ventanas se necesitan dos hombres; Emprendí la marcha de veintidós leguas que faltaban andar hasta aquí, en un hermoso d í a , aunque más frió de lo que por mi parte podia presumir dada la estación; verdad es que el invierno ha sido excepcional, así lo califican, pero estoy acostumbrado á oir ponderar en todos los países el frío de la estación en que se v i v e ; en Trebisonda jamas se había conocido invierno tan terrible como éste; en Constantinopla, lo m i s m o ; hasta en Madrid decian lo propio. Con el calor sucede otro tanto; quizá sea también que, como el frió y el calor son la base i m prescindible de toda conversación, si no los p o n d e ran, no hay de qué hablar. Casi sin desviación fui siguiendo la línea telegráfica, cuyo planteamiento ha costado á no pocos e n e migos de ella estar clavados de una oreja contra los postes de madera, ó amarrados á ellos cuando son de hierro. Sucedo también que para disminuir el asombro de la población, y no darle que sentir c o n -
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VTA.TE AL INTERIOR DE PERSIA.
siderándose inferior á los europeos, proclamó el clero que el telégrafo lo poseian los persas en tiempo de Dshemshid, lo cual, para la generalidad, es como si dijésemos en tiempo del rey que rabió, y que, efecto de las guerras, cayó en desuso basta que lo volvieron á descubrir en Franguistan, si bien no tan perfecto c o m o lo era antes. P o r más que los ingleses comuniquen desde hace años con la India mediante el telégrafo de Mesopotamia y el cable del Golfo P é r s i c o , ban establecido una línea entre Teherán y Bushir, quo les costó medio millón de duros y es propiedad del Gobierno persa. Este percibe además por cada despacho que se cruza entre Inglaterra y la India siete pesetas en concepto de derecho de tránsito, y por la pérdida que se le ocasiona, pues también tiene una línea telegráfica entre Teherán y I i c s h t , casi siempre inútil, pero enlazada al fin con la red europea. D e aquí expiden tan sólo unos cien despachos mensuales á E u r o p a ; la tercera parte va por la vía persa, y las veinte palabras cuestan á razón de veintinueve pesetas, en vez de treinta y siete que llevan los ingleses. Pierden seguramente, pero en cambio los beneficios que al comercio índico se reportan son incalculables. Sin nada digno de particular mención, más que la de algunos pueblos de trecho en t r e c h o , arruinados ó desiertos, ya por la adversidad de los tiempos, ya por miedo á los espíritus, pasé por las estaciones de AbduPlahabad, Safar Jodshá,
Sangurabad y
DE RESHT Á TEHERAN.
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Miandshub, última parada de mi viaje de Madrid á Teherán. V i , sin e m b a r g o , en tan monótono trayecto unos montículos que al pronto no llamaron mi atención, pero luego la paré detenidamente en ellos. Afectan la forma de pirámide truncada, de unos treinta y sesenta metros en la base, por quince de altura; la pendiente mide cincuenta grados, á v e ces algo
más. Los naturales los llaman
ateshgah
(fuego s i t i o ) , y es tradición que en tiempo de los adoradores del fuego practicaban allí
ceremonias
religiosas; opinion á la cual me inclino, rechazando la de que fuesen sitios destinados á telégrafos ó p ticos, entre otras razones, porque desde un ateshgah se divisan varios ; entre Kazvin y la capital he c o n tado diez y seis. En la parte superior del que visité el piso estaba removido, y en algunos puntos descubrí masas de adobe, circunstancia innecesaria para probar que dichas moles son artificiales; pues en un terreno cuaternario con
sus estratificaciones
horizontales
claramente marcadas, c o m o el que se extiende al pié del Elburz, la formación de semejantes montículos sería inexplicable. Las paradas ó chaparjané
(correo casa), donde
se renuevan los caballos, están todos trazados sobre un mismo sencillo plan. Constan de un patio de veinte á veinticinco metros en cuadro, cerrado por cuatro murallas flanqueadas de torreones en los á n gulos; todo es hecho de barro m u y e n l u c i d o ; en el
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
bajo están las cuadras y la habitación del guardián que nunca m e ha parecido tener instrucción bastante para saber que Dinamarca y España sean dos cosas distintas ; en el principal sólo hay un cuartito destinado á los viajeros, pero sin más aderezo que las paredes. Conviene añadir que los que realizan expediciones en caballos do correo suelen llevar tanta prisa, que sólo descansan el tiempo preciso para cambiar sus monturas. E l 9 de Abril emprendí la última caminata. El día era hermoso, y por más que fijara la vista en los confines de la vastísima llanura, ningún indicio de población se veia. Atravesé el K e r e d s b , donde no quedé sumergido, únicamente porque estaba escrito, c o m o diria un creyente, que en él no babia de perecer. Buscando el guía un vado por diferentes puntos, y cansado y o de perder t i e m p o , entré en el agua tirando su caballo del freno, y él hizo lo mism o con los que conducian el equipaje; desgraciadamente no calculé la fuerza de la corriente, y me arrastró; mas siendo en punto donde el rio forma estrecho r e c o d o , y hallándose m u y juntas unas de otras las caballerías, así que halló fondo la mia, pudo mantenerse en él. Paré luego en un ventorro á secarme y á almorzar antes de proseguir en busca de Teherán. A poco divisé oscura raya envuelta en vapores, y acentuándose paulatinamente, descubrí el contorno de populosa ciudad situada en una depresión del terreno apenas perceptible en aquel mar de tierra, y en el
DE RESHT Á TEHERÁN.
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ángulo que forma el Elburz y un pequeño contrafuerte lateral, que va á concluir en Shah A b d u í Azim, dos leguas S. de aquí. Fueron sucesivamente destacándose á la vista la armadura de una inmensa cúpula, la torre rectangular de Palacio, y todas las masas de edificios bajos, terrosos, que constituyen la capital del Irán. Entré por la gran puerta de K a z v i n , y salvado nn largo espacio amurallado, llegué á los arrabales de la c i u d a d , á través de un dédalo de estrechísimas calles, donde yacen en fiérrala mayor parte de las casas, y luego por altos y oscuros bazares salí á una bonita plazoleta bordada de acacias y olmos. Me chocó el aspecto de la generalidad de las personas; vestían de n e g r o , con afectado descuido y marcada expresión de dolor en la cara; algunos iban despechugados, todos sin aseo ni compostura. Eran los dias en que celebran la «fiesta del sacrificio», en memoria de la muerte de Alí y de sus dos hijos, venerado aquél en Persia al igual, si no más, que el Profeta, pues éste es «enviado de D i o s » , y Alí «lugarteniente de D i o s » . Durante tan aciago período el pueblo celebra bajo toldos, en corrales ó al aire
libre, representaciones
teatrales llamadas
tázies, que vienen á ser lo que entre nosotros eran los autos sacramentales. L o extraño es que dichas funciones daten tan sólo de fines del siglo pasado. Quizá hayan querido los persas, al advenimiento de la actual dinastía turca, acentuar su adhesión á las creencias nacionales r e -
ICO
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
cordando las vicisitudes de la muerte de Alí y de sus hijos, é ideáronlos
tázies.
E n el extremo de la plazoleta de que
antes
hice
mención, y siguiendo en línea r e c t a , pasé por otra gran puerta, tup
jane,
luego
por la anchurosa plaza Meidan
donde existen algunos cañones, cercada
toda ella por medio de arcadas simuladas, y , por fin,
salí á anchurosa vía, cuya vista cercaba fren-
te á mí la cordillera Elburz. Allí está el barrio europeo; al menos así lo llaman por radicar en él varias legaciones extranjeras, la iglesia católica, la estación telegráfica de la línea inglesa, algunas casas de europeos, y una especie de fonda, á cargo de un francés, antiguo confitero del Shah. E n ella encontré dispuesto el alojamiento que desde K a z v i n pedí por telégrafo, y al p o c o rato tuve la satisfacción de recibir un paquete de cartas que habia llegado la víspera, algunas de Madrid, de sólo treinta y cuatro dias de fecha. Después de leerlas, tuvieron algunos europeos la bondad de venir á saludar al nuevo colono que con ellos iba á compartir una existencia para mí más familiar que para todos ellos, pues pocos aquí han permanecido en Asia los años que y o . Triste y monótona es la vida en estos países; no se busquen goces fuera de los materiales; no se hallarán más que en el trabajo ó en el estudio, y aun éste necesita, para dar frutos, el roce con personas de saber. E s preciso que el europeo solo, á
menos
DE RESHT Á TEHKRÁX.
H51
de tener ocupaciones apremiantes, tenga condiciones m u y especiales para vivir aquí; s i n o , el minado espíritu matará al cuerpo. Pero si logra resistir un año, está salvado; entonces hallará encantos en los placeres de la vida que vivíanlos primeros hombres; placeres que se reducen á dar al cuerpo cuanto apetece, en tanto lo consiente la bolsa, lo cual, después de t o d o , viene á ser lo único real y positivo
que
existe en el mundo. Los
extranjeros forman aquí
grupos aislados,
casi siempre indiferentes unos á o í r o s ; siendo orígen de esto, que pudiera llamarse fenómeno social, no la falta de conocimientos lengüísticos, sino la diferencia de clases, que entre pocos es m u y marcada, y que existirá mientras existan pobres
y
ricos, y asimismo la circunstancia de estar siempre en evidencia la conducta de t o d o s , lo cual da margen á la sabrosísima conversación de hablar mal del prójimo; ocupación m u y principal en estas exiguas colonias, y en la que trata cada uno de no figurar como actor. Sin e m b a r g o , son poquísimas las personas (pie habiendo permanecido años en Turquía ó en Persia anhelen volver á la patria, y se explica. El europeo que llega á Oriente se halla al pronto como trasportado á otro m u n d o , todo le parece e x traño, á cada momento recuerda pesaroso la familia, sociedad, diversiones, alimentos, hasta el ruido y animación de nuestras ciudades. Pasado algún t i e m po, reconoce que la calidad de europeo constituye una categoría entre ios indígenas, que lo consideran 11
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Y TAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
por su saber como no lo consideraban sus compatriotas; unido esto a l a s ganancias que realiza, alas ventajas que le dan los tratados, sustrayéndolo á la jurisdicción
local,
facultándolo á poseer inmue-
bles, etc., y sobre todo, y principalmente, á la extraordinaria libertad de que g o z a , acaba por amoldarse á la expatriación, y si la deja, pronto suspira por disfrutar la perdida libertad; libertad del pájaro, es v e r d a d , pero que, acostumbrado á ella, constituye el más preciado tesoro de la vida. Otra gran ventaja es la economía. Una persona modesta no encuentra en qué gastar, salvo en la manutención, y ateniéndose á lo que el país da de sí, cuatro ó cinco pesetas diarias bastan; es verdad que hay poca variedad : carnero, arroz, huevos y pollo, y al dia siguiente, pollo, huevos, arroz y carnero. Vacas y bueyes matan m u y p o c o s , y aunque los rusos introdujeron el cultivo de la patata, todavía escasea. H é aquí algunos precios corrientes: Carnero, á nueve cuartos la libra. S e b o , á dos reales libra. Manteca de vaca, á peseta la libra. Leche, á seis cuartos el cuartillo. H u e v o s , á dos reales la docena. U n p o l l o , cuatro reales. Azúcar, á peseta la libra. A r r o z , á siete cuartos la libra. Las frutas vienen á costar la cuarta parte de lo que cuestan en Madrid, y , exceptuando la fresa,
DE RESÍIT Á TEHERÁN.
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se encuentran las que se quieran. E n la misma proporción cuestan las legumbres, entre las c u a les la lechuga y el berro son de calidad superior; éste tiene las hojas más pequeñas y finas que el nuestro. El pan de cebada está á ochavo la libra, el de trigo, de uno á dos cuartos, j aun cuando no sepah
ren el salvado de la harina, es m u y bueno, porque el trigo es inmejorable y la harina da excelente levadura. Ofrece el pan un grave inconveniente por el modo de confeccionarlo. E l horno consta de dos compartimientos, uno abovedado y otro rectangular yuxtapuesto; el piso de éste lo cubren con p i e drecitas, y en el primero producen A'ivas llamas mediante zarzas y espinos; cuecen éstos la masa d e positada sobre las piedrecitas, y después de volteada dos ó tres veces, se coloca sobre ancho escaparate. Resulta que suelen quedar adheridos al pan algunos guijarros, y que pueden ser tragados inadvertidamente. Los panes tienen la forma y tamaño del perfil de un pantalón. El que es aficionado á cazar puede tener c u a n tas perdices quiera, mucho más delicadas que en Europa. Respecto al vino, que siendo extranjero vale cuádruple que en E u r o p a , puede obtenerse del país, por conducto de los armenios ó j u d í o s , á p e s e ta la botella, y bastante regular. La mayor parte de los europeos que vienen á Oriente son francmasones, y si bien tienen algunos hermanos persas, el Gobierno no consiente las l o -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSÍA.
gias, llamadas faramudí
jane
(secreto
casa), de
miedo no conspiren contra él, y sobre t o d o , de miedo á la secta bahi. He observado que fuera de su país los ingleses viven m u y unidos: lo propio acontece con los alemanes y suizos; pero entre los de raza latina cada uno tira por su lado. N o procedí y o de esta manera, y c o m o bastan algunas semanas para identificarme con las costumbres
de un país basta el punto de
creer que es el mío, y como por otra parte me vi en Teherán en la alternativa de vivir solo ó vivir con todo el m u n d o , no vacilé en la elección. Pero mi trato con los demás es escaso, porque el estudio del Idioma persa, que principié al cuarto día de llegar, absorbe el día y aun parte de la n o c h e ; así es que mi mayor distracción, la general, suele reducirse á la llegada del correo, que dos veces 'al mes, si no lo roban en el camino, viene desde Trebisonda. Esta ventaja la debemos á las Legaciones extranjeras, que alternan el envío desús chapars ó correos, de tal suerte que cada uno haga dos viajes al año, recibiendo por ellos dos mil pesetas de gratificación. Suelen ir y volver en un mes. E l dia de la llegada del chapar estamos todos animados y contentos; tenemos, por decirlo así, una conferencia con los nuestros; c o m o que las cartas , en sentir de los árabes, equivalen á la mitad del encuentro. Los periódicos permiten ochar una mirada sobre los sucesos europeos, y comentándolos se pasan dos ó tres dias antes de recaer en la ordi-
DE RESHT A TEHERÁN.
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naria atonía. P e r o no disfruto yo de estas p o l é m i cas, porque á fin de ganar tiempo en el estudio del persa, tan sólo me dedico á leer un solo y m i s ino número del periódico Irán,
publicado una vez
por semana, seguro de q u e , entendiendo un número de corrido, entenderé dos. Esta lectura, por ser siempre la misma, no sirve de distracción; en cambio contribuye al conocimiento de las costumbres del país, y en tal concepto, se me pasan buenas ganas de traducir aquí mismo t r o zos enteros. En la sección oficial se habla primeramente de la salud de S. M . , de sus paseos, entrevistas; luego se enumeran algunas de sus disposiciones, n o m b r a mientos, ordenanzas, c o m o , por ejemplo, que se r e duzca el alto de los g o r r o s ; actos llevados á cabo por alguna autoridad, c o m o , por ejemplo, que el Gobernador de Teherán, paseándose por unos jardines después de las nueve de la n o c h e , encontró dos jóvenes con «cabeza bonita» (ser josh),
es decir,
demasiado alegres, y los puso en arresto «para que vuelvan á la vía recta.» E l extracto de periódicos franceses é ingleses, y los telegramas suelen ocupar dos páginas; se dan resúmenes de la política exterior, se transcriben noticias que á este pueblo parecen harto extrañas : que en tal ó cual ciudad se d e safiaron dos hombres por la posesión de una m u j e r ; que un marido se tiró por el balcón para evitar las impertinencias de su mujer; que fulano ó mengano vende líquidos para rejuvenecer el cabello, ó le t i c -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
ne m u y bueno, procedente de la China, para uso y adorno de las señoritas, etc. E n la sección de anuncios, por fin, se leen no pocas declaraciones de quiebras comerciales y se estampan algunos c o m o éste : (í/Quimia!
¡Quimia!
(alquimia);
fulano ó mengano, domiciliado en tal bazar, fabrica metales preciosos, oro especialmente.» E n observar este pueblo, en estudiar su historia, su idioma, llevo ya invertidos dos meses, y seguiré por espacio de otros tres haciendo lo propio, á fin de emprender siquiera con algún provecho mis viaj e s por Irán.
V. HISTORIA DE PERSIA.
Teherán, 13 de Agosto de 1871. Es indudable que se debe estudiar la historia de un país antes de recorrerlo, pues que lo contrario sería, en cierto m o d o , tratar con una persona cuyos antecedentes se ignoran. Nace entonces la frialdad, y si yo la hubiera sentido hacia un pueblo
como
éste, origen de otros pueblos, y hacia una gente que, sola entre todas las g e n t e s , jamás so inclinó supersticiosa ante los ídolos forjados por el miedo y conservados por la d u d a ; hacia una civilización, reflejo de la filosofía y de las artes antiguas que en la sucesión de los tiempos concurren á formar el modo de sentir y pensar de la humanidad, jamás hubiera venido aquí. Suplico al lector tenga la bondad de seguirme en la rápida excursión que v o y á hacer sobre los fastos iranios, nombre que los griegos reemplazaron por el de persas, y que ha prevalecido sobre el de m e d o s , hoy desconocido aquí.
1G8
VIAJE AL INTERIOR 13E PERSIA.
Ni las investigaciones de hombres doctísimos, ni el auxilio de obras antiquísimas, h o y traducidas y en poder de t o d o ' el m u n d o , me han servido sino para aumentar, si cabe, la ignorancia en que me hallo de nuestros orígenes; apenas también si desde Cyro hasta los árabes encuentro datos que permitan trazar, sin interrupción y con exactitud, las vicisitudes de esta Nación. En el primer período todos los materiales se reducen á inducciones y deducciones ; en el s e g u n d o , rara vez puede descartarse la v e r d a d , tan difícil de conocer por el hecho y el modo de apreciarlo. N o obstante, el Shah nameh ó Crónica Real de Firdusi, arcano de tradiciones, tej i d o de alegorías, el libro nacional por excelencia, prescinde de semejantes obstáculos, y después de alabar á D i o s , á la inteligencia; después de referir sucintamente la creación del m u n d o , del hombre, del sol y de la luna, habla de K a i y u m o r s , primer R e y de Persia. « U n h o m b r e , d i c e , que leyó un libro antiguo, donde están consignadas las historias de los héroes, refiere que K a i y u m o r s instituyó el trono y la corona, y que fué el primer R e y . » La Crónica Real descansa sobre cuentos y canciones populares, primer manantial de la Historia, manantial que encierra verdad, p o r q u e , de lo contrario, la epopeya de Firdusi no alcanzara la in* mensa b o g a que tuvo desde un p r i n c i p i o , pero á donde la ciencia no puede acudir sin excesiva circunspección.
HISTORIA DE PEESIA.
169
Hasta la época de C y r o , lo repito, hallamos dificultades insuperables para formar la trama c r o n o lógica, y desde los tiempos del gran R e y basta la invasión islamita estudiamos la historia por boca de los g r i e g o s , gente aventurera, dada á la e x a g e ración , y luego por boca de los romanos , gente falaz, interesada. E n ambos períodos, por mucha que sea la inteligencia del historiador, rara vez puede hacer concordar unos con otros los nombres de Beyes y comarcas que señalan los textos persas, los que proclaman los monumentos , y aquellos
que
apuntan los escritores extranjeros. Explícase esto por la alteración que sufren las palabras al trascribirse en idioma extraño, y puede formar idea de la anarquía que surge respecto á este particular quien sepa la forma que al cabo de tres ó cuatro generaciones han tomado en Gibraltar nombres propios, italianos por ejemplo, escritos primero por españoles , y luego por ingleses. Á veces también solíacada Nación antigua designar una misma población por distinto nombre. A pesar de tanta dificultad y escasez de datos, fuera descabellado pretender agrupar en algunas páginas todo cuanto sobre el particular se sabe y bajo el título que d o y al presente capítulo tendría derecho á esperarse; sobre esto son inútiles prolijas explicaciones. Narraré en sustancia algunos de mis recuerdos, y aun cuando discrepen en parte de a q u e llos que el lector conserve, habréle invitado siquiera á meditación propia, adecuada al objeto que me
170
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
p r o p o n g o , esto e s , el de recapitular antes de recorrerlo , la historia del país, cuna de nuestra raza. Siguiendo los tenues
filamentos
de la
filología
comparada, nuevo mundo en la ciencia, sorprendemos hacia el Hindú Ivush una familia humana. E s la jafetita, procreadora de los persas. Mas no parece que pueda deducirse por esto que allí estuviera también la cuna de la humanidad entera. Opónese á admitir esta teoría la circunstancia de que en E g i p t o existió una civilización floreciente y de origen asiático mucho
antes
de la
época á que alcanzan las primeras tradiciones de los pueblos do este continente, sin lazo alguno de unión con la familia jafetita por consiguiente, y el hecho de no haber quedado rastro de la emigración de la raza n e g r a , única que desconoce la tradición del diluvio, en el largo trecho de dos mil leguas que debió recorrer desde la supuesta primera mansión hasta África. Existe, á no dudarlo, deseo de colocar el núcleo de las familias postdiluvianas en un solo punto, y de hacer converger al mismo el origen do los idiom a s , ó vice-versa, para deducir de cualquiera de estas unidades la de la especie humana; pero es evidente que á este fin son innecesarios esfuerzos de investigación, porque las primeras formas del lenguaje, en cualquier sociedad humana, han de tener puntos afines : de causas análogas, efectos homogéneos, y la indestructibilidad de los caracteres primordiales del cráneo revela, por otra parte, unidad
HISTORIA DE PERSIA.
171
en la formación de la especie humana. H a y , sí, m o tivos para alejar la época de un estado primero, que en vano buscará siempre el h o m b r e , y c r e o , por lo tanto, que los 6984 años q u e , según D . Alfonso el Sabio, trascurrieron entre el diluvio universal y la época de J . C. no son suficientes á enlazar los datos históricos antes mencionados, ni otros á todas luces irrefutables. Verdad es que el gran Monarca apuntaría la fecha de 6 9 8 4 por análogos motivos que no apuntó 6983 ó 6 9 8 5 . Nosotros los antiguos no nos hacemos cargo del tiempo que habrán necesitado los jóvenes para pasar del período remático al de los dialectos, y luego al mítico ; ni paramos mientes en el tiempo que habrá trascurrido para formarse el .carácter moral de los pueblos. Porque si el retrato de los iberos por Séneca, el de los galos por César, el de los israelitas por Josefo Flavio, el de los persas por H e r o doto, son hoy dia aún retratos de los descendientes de aquellos antepasados, ¿ qué de siglos no habrán trascurrido antes que de la unidad surgieran semejantes variedades? ¿ C o n qué cifras se puede e x p r e sar el tiempo que habrá necesitado el hombre para inventar las cosas más sencillas, y que en realidad son muy complejas, como el hacer pan, curtir p i e les, tejer telas? etc. Los antepasados de los persas, jafetitas, aislados en región elevadísima por un diluvio que cubrió la tierra « c u l t i v a d a » , diluvio que no sabemos si duró ciento cincuenta ó sesenta y un dias, constituyen
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VIAJE A L INTERIOR DE PERSIA.
una familia cuyas tradiciones se acercan más que otras á nosotros, porque circunstancias extraordinarias paralizaron su desarrollo, y el que lo tuvieran con anterioridad los e g i p c i o s , los negros, los chinos, los aztecas, no implica en manera alguna negación de la unidad de nuestra especie. P o r regla general, no se da crédito á remotas tradiciones de los pueblos; todas son extravagantes é inverosímiles. Comprendo que un adam
(hombre)
y una i r ( m u j e r ) , creciendo solos en el m u n d o , inventaran un origen, q u e , por lo m i s m o , careciera de valor histórico; sin e m b a r g o , la manifestación de este concepto revela en los progenitores de los Persas origen menos remoto que el de otros pueblos. A l decir la t r a d i c i ó n : « L a primera dinastía de nuestros Reyes reinó tantos miles de millones de años yes
los Mahabadianos fueron los primeros R e el Aryanam A^aedsho la primera mansión
)),
manifiestan la noción de un estado primero menos remoto sin duda que el de los egipcios, cuando decian : « D e s c e n d e m o s de P t a h , padre del padre de los d i o s e s » , ó el de los incas,
«descendientes
del S o l . » Al
hablar asimismo los textos zendos
de los
hombres-diablos, los oscuros, los divs, que los primeros viajeros jafetitas hallaron caminando hacia el Occidente del mar de Javer ó Vura kasha, hoy convertido en lago salado, también se da campo á la suposición de que antes de dispersarse las familias concentradas en el Asia central hubiese otras
HISTORIA DE PERSIA.
173
desparramadas por el mundo. E s más; creo infundado suponer que los hombres que dijeron: « c o n s truyamos una ciudad, una torre, cuyo vértice llegue al cielo, y conquistemos reputación para no ser dispersados por el m u n d o » , fueran unos necios que pretendían lo que no pretende el loco más rematado; eran gentes perseguidas, acosadas por aquellas más fuertes que trataban de dispersarlas. Aquel g r i to era un grito de dolor. Los primeros materiales de que echamos mano para nuestro estudio son los libros zendos, traducidos, anotados, comentados con sin igual esmero por franceses, alemanes é ingleses. Aquellos t e x tos consignan las circunstancias en que los arios ocuparon las mesetas del I r á n , tenidas por algunos en concepto del Paraíso terrenal {Pardas),
cómo
estaban en posesión de la idea monoteísta heredada de sus progenitores, cómo surgió divergencia sobre este p u n t o , si bien ignoramos el momento en que el cisma separó á los persas de los medos. Hubo indudablemente lucha, de resultas do la cual el dualismo persa, la creencia en Ormuz y Ahriman, se impuso al magismo de los medos, descrito por H e rodoto, religión cuyo
carácter primordial era el
culto de los elementos, principalmente del fuego. Aun hoy, para apagar una luz no soplan, sino que la extinguen con los dedos ó agitando un pañuelo, del mismo modo que los judíos. Posteriormente se fundieron ambas creencias, y, predominando los persas, Darío consumó la uniñ-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
eacion. Que el magismo y el dualismo eran religiones distintas lo prueba la
magofonia.
Revelan las inscripciones cuneiformes que dos mil quinientos años antes de J . C. se apoderaron de Babilonia los m e d o s , y desde aquel momento va apuntando la historia el fenómeno propio de las relaciones de unos pueblos con otros : la guerra, las invasiones recíprocas de semitas é iranios, provocadas siempre por los más pobres contra los más ricos, y ataques contra t o d o s , de la gente turania, (pie reemplazó á la aria en la primera mansión. La forma alegórica de la tradición da fuerza á estos hechos, y las inscripciones cuneiformes los confirman. Pero ni siquiera con visos de probabilidad es aún posible determinar épocas, enumerar acontecimientos y fijar dinastías, por más que sea corriente designar á K a i y u m o r s , el Dshima ó Dshemshid (Espléndido) de los indios, como fundador de la dinastía paishdadiana; es decir, d é l o s «distribuidores» (de la j u s t i c i a ) . Tan sólo puede admitirse de aquella época tenebrosa la existencia de Gaveh, un pobre herrador, jefe de una insurrección contra odiados invasores, que suponen fueran los asirios, y quien, haciendo de su mandil el estandarte nacional, sacudió la tiranía. Ese mandil del herrero lo veremos ondear más tarde c o m o la bandera de un pueblo. El hilo de la historia aparece cuando los medos conquistan la Asiría. L u e g o principia la dinastía aquemenida en la persona de Ciaxares, según unos; en la de Artabaces, según otros; pero lo cierto es
HISTORIA DE PERSIA.
175
que sus descendientes llegaron hasta la Lidia, Susa por una parte, y la Bactriana por otra, no obstante haber ocupado temporalmente el país los bárbaros del N. E., y asimismo que en tiempo del padre de Üyro existían en Asia tres robustas monarquías: Media, Babilonia y Lidia. Difícil es conocer las circunstancias
en que el
poderío de los medos pasó á los persas en la persona de Cyro (Kaij
Josrit);
el hecho, sin embargo,
es indiscutible, como lo es también que ese gran hombre, de madre meda y de padre persa, fué la personificación de la unidad irania y de la alianza ile dos nacionalidades, como se ofrece en todos los países que marchan de la variedad á la unidad. Quizá también, y puesto que medos y persas pertenecian á la familia aria, se hubieran los segundos unido á los semitas, y fueran considerados por los medos como una raza distinta. E l oráculo de D é l fos, viene en apoyo de este aserto. Sea como fuere, Cyro domina en pocos
años
toda el Asia anterior, asentando su poderío sobre las ruinas del asirio y del niedo. Por el m o d o como fué tomado Sardes, creo p u e da deducirse que se considerarla tan grande, que despreciaba los medios corrientes entre los débiles, pues ya entonces poseían los asirios máquinas de guerra que él debia conocer y no u t i l i z ó ; t a m poco los empleaba en su conducta con los vencidos: nada de opresión, nada de violencia, seguro de tenerlos á raya como un padre á sus pequeñue-
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
los. Raro ejemplo de un grande hombre, que es al propio tiempo un hombre bueno. Las mismas colonias jónicas y eolias, imploraban del vencedor que las tratase al igual de los subditos de Creso;
¡ cuan
grande no sería, por consiguiente, la magnanimidad de C y r o ! Pero prestó aún mayores beneficios á la humanidad. Primero creó un pueblo, en los límites que cabía hacerlo, atrayéndose á los vencidos y asociándolos á sus miras de p a z ; luego resistió con esfuerzo incomparable al torrente de huestes turanias que de continuo lo asediaban, ora por el N o r t e , ora por el Nordeste, ora por el Este del Imperio, teniendo por digno capitán á Rustem, el Cid de los persas. Y acaeció por aquel entonces un hecho memorable, cuya tradición dura aún, á pesar del trascurso y vicisitudes de los tiempos; hecho que armoniza con el carácter caballeresco y elevado de C y r o ; carácter
que comunicaba
á sus soldados, como se
comunica hacia abajo cuanto viene de arriba. E n tonces, d i g o , junto al Caspio, á presencia de los ejércitos enemigos que tenían desplegadas sus banderas, donde figuraban esfinges, pieles de pantera, de león y de gacela, se verificó el combate de los once iranios contra otros tantos turanios, cantado por Firdusi con gran entusiasmo; combate semejante al de horacios y curiados en R o m a , en el que cupo á los iranios la victoria. E l arte, en distintas manifestaciones, sigue reproduciendo de aquel triunfo nacional.
pormenores
H i STOP,'i A T>Z PEHSI.
177
La raza judía imploró del gran R e y lo que no s« implora de nadie: la libertad. El la concedió, y los míseros, no sabiendo cómo levantar á su protector, le llamaron H o m b r e - C r i s t o , y aun le hicieron crer que estaba inspirado por Dios. Pero la libertad alcanzada de esta suerte se pierde pronto, y los judíos la perdieron cuando el Hombre-Cristo revocó el edicto que habia dado. Más dignas de aprecio que las palabras de Isaías y Jeremías, que invocaban á su gusto el nombre de Dios, son las de un enemigo como Esquilo, ce Cyro, dice, ¡afortunado
mortal!
derramó el reposo entre sus subditos, conquistó la Lidia y la F r i g i a , sometió la J o n i a , fué
siempre
amado de los dioses, porque era j u s t o . » Como de todos aquellos (pie en la antigüedad d e jaron marcada su personalidad poderosa, ignóranse los detalles de la existencia de Cyro. Brilló, d o m i nó, y no sabemos más. A pesar de mi profundo respeto hacia tan gran figura, no comprendo su inmensa gloria por lo que realizó e n v i d a : el apoyo que prestó á los judíos fué estéril; en su defensa contra los turamos fué á veces derrotado y
quizá
murió entre ellos. Sin él, ¿habria presenciado E u ropa una invasión de bárbaros, que domeñando á Grecia, matara en embrión al pueblo romano? P o sible es, y por esto acaso se le haya ensalzado, más que por lo que h i z o , por el rumbo que sin sus aetoshabria tomado la política. Discurriendo de esta suerte, Cyro puede ser tenido por más grande que Alejandro, y de cierto. :.>or el primer agente de la 12
178
VIAJE AL
INTERIOR DE
PERSIA.
Historia. Pero c o m o ésta no j u z g a con semejante criterio, deben existir otros motivos que abonen su extraordinario renombre. Desde el alto punto de gloria en que colocó al Irán , descúbrese con asombro y con pena la tortuosa huella histórica de este pueblo. Aparece primero el período de Jérjes hasta Alejandro, siguen luego las terribles luchas mantenidas por los Arsacidas; nace más tarde Nushirvan, el Cyro de la época sasanida, y todo es claro hasta que la luz desaparec e , y viene el caos en que los árabes sumieron á los que con tanto brío reconquistaron la honra y gloria de sus mayores. D e vez en cuando veso por allí ligero brillo, al parecer aurora de un nuevo día, pero lo eclipsa, ora espesa turba de tártaros, ora de mogoles, hasta que, rehecho el instinto nacional, recobra vida, y vuelve el proceso histórico á tomar rumbo ascendente, pasando veloz por el período sefevida; terminado el cual, la historia del Irán sólo ofrece una serie no interrumpida de desgracias y dolores, que acaso, por ley de eterna vida, contribuyan á la depuración y transformación de la gente irania. Acentuemos con detalles tan larga y trabajosa existencia. L a buena fe de Herodoto no llega al punto de no mortificar ó de atenuar la gloria de quienes, por excelentes que fueran, al fin y al cabo vigilaban á los de su raza. L o único bueno que dice de C y r o , cuya grandeza llenaba el m u n d o , lo pone en boca de los
ÍSTORÍA DE PERSTA.
179
iranios, quienes ((proclamaban padre á Cyro, amo á Cambíses y mercader á Darío.» L o primero es indudable, lo segundo es natural. Cada día vemos hombres modestos que acumulan fortuna para, sus h i j o s , y la regla es que los hijos sean altivos, soberbios, circunstancia que los induce á cometer actos que parecen originados por la locura, á pesar de estar libres de ella; así Cambíses, tachado por algunos de l o c o , después de sepultar el cadáver de su padre siguió combatiendo al enemigo nacional, al turanio, y fué á E g i p t o , donde se condujo con Psammético al igual de Cyro con Creso, generosamente, sin abusar de la fuerza; tiene por lo mismo gran piarte en la obra civilizadora llevada á cabo por su padre. Se m a t ó , según dice la inscripción de Bisutun; y aunque no revela más, no por esto debe menguarse su nombre. P o r lo que á Darío respecta, no veo en él nada de mercader,, palabra que á mi entender escogería H e r o d o t o , f o r zando el concepto de otra más adecuada al Soberano, y que andaría en boca de los iranios. Trató, c o m o es natural, de probar que pertenecía á la familia de los aquemenidas ( a m i g a b l e s ) ; parece ser que enlazaba á ellos por la tribu de P e sergad (hijo de G a d ) , que es ¡como si un pariente lejano de Enrique I V hubiese aducido para ser R e y de España
afinidad con los vascos. E l primero
dio ejemplo de lo que puede la osadía; es el tipo del usurpador, y si no lo proclamó, se debe al arraigado afán de los pueblos, encaminado á probar que
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
todos sus Reyes proceden de un misino tronco, evitando de esta suerte la vergüenza que sin duda les causa el que muchos vivan á merced de uno. Esta vergüenza se ha perdido h o y , en que existen hombres que van por el mundo buscando persona que se digne mandarlos. Usurpador y t o d o , afirmó el edificio levantado por sus gloriosos antecesores, y e s lo
menos conservar como
tan difícil por
ganar. E n t o n c e s , y lo
mismo observo que acontece h o y ,
el despotismo
engendra la democracia; siendo altísimo el pedestal en que se halla colocado el amo, son imperceptibles las diferencias entre los subditos; todos son iguales ante aquel que reside en Susa, y la historia de Mardoqueo prueba (pie en estos Estados despóticos no es tan fácil deshacerse de un hombre, por insignificante que sea. Los
Kshatrapa,
nombre
análogo
al
de Bajá
( P a sha), puesto que éste significa «pié del Shah», y aquel, «pié de la corona», y según otros, «Señor del gran quita s o l » , cuyo sentido es idéntico, erau funcionarios de la administración, mientras que los órganos del poder político eran, en mi sentir, los Jshaeta,
especie de Gobernadores ó Señores feuda-
les, sobre quienes estaba el Paiti Jshaeta, Señor de los Señores feudales, título que ha venido á ser Padishah, Shahinshah, y de consiguiente, significa « R e y de los R e y e s » del país, no del mundo. Respecto á los veinte millones de duros anuales que procedían de las veinte satrapías, no
debían
HISTORIA DE PERSIA. «star destinados, á juzgar por lo que acontece n o y , á los gastos de aquel vastísimo Imperio, sino tan sólo á una parte de los mismos, y lo restante para la gaveta de S. M., á cuyas expensas vivirían nubes de holgazanes é intrigantes. A tan respetable suma deben añadirse los regalos con (pie ab initio los p e queños abren las puertas de las casas de los g r a n des, pues mucho antes de Quevedo sabían que el ((pobre cuando da, pide más que cuando pide.» E n posesión de tantos caudales, ¿qué extraño es el d e s pilfarro de que se habla en el libro de Ester? T a m bién despilfarra h o y el Shah, quien sigue siendo el vico por excelencia. No sabemos si Darío hizo la guerra en persona.. Dado su carácter, creo probable (pie no se c o n t e n tara con los ocios de la abundancia, y tomara siquiera parte en algunas de las expediciones que por entonces se realizaron á E g i p t o , á la Pequeña R u sia, al Adriático ó á Maratón, donde las armas iranias sufrieron un revés secundario por más que digan, y lo prueba el corto número de Atenienses que murieron. Puso en curso la moneda, los dáricos, regularizó los medios de comunicación, reformóla religión, en lo cual no halló dificultad, porque los iranios fueron siempre despreocupados, estrechando con esta medida los lazos de unión
entre
muchas y diversas gentes, y por fin, dio cuerpo y arraigo al Imperio, declarando á Susa capital; C y r o y Cambíses no tuvieron tiempo de pararse en estos detalles.
182
VÍA.IE AL INTERIOR DE PERSIA.
N o v e o , por consiguiente, cómo pudo decirse do Darío que fué un mercader; si no hubiese hecho más que acumular tesoros, valiéndose de su posic i ó n , podía haber sido tenido por tal, aunque esto hacían antes que él, y lo siguen h o y haciendo el may o r número de Monarcas. Pero organizar un país moral y materialmente, y engrandecerlo, se aviene mal con aquel concepto. C y r o , Cambíses y Darío ofrecen el fenómeno, único en la Historia, de tres grandes hombres que se suceden en un mismo trono. Llegamos al reinado de Jérjes, el Isayarsa de los iranios, el Asnero de la Biblia. Nacido en la molicie, educado en el fausto, ¿qué habia de ser? El harem bastaba á su corazón; las fiestas, á su entendimiento ; es pues natural que en tales manos decayese ya el Imperio, como d e c a y ó ; confirmándose de esta suerte el principio de que todas las cosas en este mundo tienen su primavera y su otoño. Acerca de los detalles trasmitidos por los griegos de aquella época dolorosa, no hay duda de que cabe sospechar en ellos extraordinaria exageración. Por regla general, en Oriente y en Grecia, cuando se promete ó se elogia, y se promete á cada paso y se elogia t o d o , hay que dar en seguida al olvido la alabanza ó la promesa. Sabíalo esto perfectamente Herodoto, pero halagábale el decir que Jérjes necesitaba enviar
centenares de miles
de hombres
contra los helenos ; si lo hubiese meditado un poco, habría caido en la cuenta de que es tan imposible mover una
mas:; de cinco
millones de
hombres
HISTORIA DE PERSIA.
183
como mover un país de un ¡lado para otro. Menos crédito merece aún Ctesias, el cual vivía á mesa y mantel con los aquemenidas, y como éstos le favorecian, hablaba mal de ellos. L o propio hacen extranjeros que van' á ganar la subsistencia en país extraño; que el agradecimiento no es carga para todo el mundo. Indudablemente Jérjes fué arrastrado á Grecia, y de fijo por los mismos griegos desterrados en su Corte, que esperarían á cual más, beneficiarse de la conquista del Gran E e y . E l h a r e m , alma de estos G o b i e r n o s , también tendría parte, así como la excentricidad,-el orgullo, y sobre todo, la superstición. Pero ¿debe recaer sobre Jérjes todo el pese de las desgracias? X o me parece esto j u s t o , entre otras razones, porque entiendo que la iniciativa del error nunca parte exclusivamente de nosotros, sino más bien del conjunto de circunstancias que nos rodean, mientras que la iniciativa del bien es siempre por entero nuestra. Cuando contemplo la corte del Shah, ó pienso en la del Sultán de Cónstantinopla, imagino
lo que
debió ser la de Jérjes, y me la represento entre aquel sinnúmero de bellas construcciones
asirías,
realzadas por el ingenio griego, la esfinge en a r m o nía con la columna, el bajo relieve con la estatua, el vistoso azulejo con la sólida sillería ; veo multitud de operarios y artífices dedicados á la confección de armas y utensilios preciosos, al tejido de telas, á la. escritura en adobes, al hierogrammata codearse con
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
el guerrero, al persa despreocupado y alegre junto al industrioso e g i p c i o , al paciente negro
alternan
do con graves mercaderes árabes; admiro armella magnífica ciudad, mansión de la holgura, invadida por hombres de todas las Naciones, llena de sabios, de artistas, de mercaderes!, astrólogos, familiares, cortesanos, mujeres, y sobre todo de aventureros é intrigantes minando aquel grandísimo edific i o , pero contribuyendo
al mismo tiempo á ser
vehículo de las ideas y corruptores de las costumbres, que es el camino para depurarlas, porque sólo el exceso mata al exceso. Susa no pudo menos de ser lo que es h o y Londres ó París, lo que había sido Nínive ó Babilonia; allí se encontraban los viajeros procedentes de distintas comarcas, allí se reflejaban las civilizaciones de todos los pueblos, así del g r i e g o en su extraordinario rápido a p o g e o , c o m o del babilonio en su decadencia, c o m o del egipcio enamorado de su antigua rutina, como del j u d í o , rudo de cerviz, orgulloso con su tradición. Y este choque de tan diversos pueblos debia ser tanto más notable, cuanto que en aquella edad se viajaba de m u y distinto m o d o que h o y ; el viajero no pasaba entonces sin ver ni ser visto; era necesariamente un agente civilizador en el sentido ¡ato de esta palabra: no v o laba por el país, tenía que andarlo paso á paso, marcando su huella en todas partes; entonces entre los hombres el primer lazo de comunicación era la c o munidad de ideas, porque la idea, para hacer su cam i n o , tenía que ir envuelta en la mercancía.
HISTORIA DE PERSiA.
185
Curioso sería conocer los manejos de los helenos proclamando con énfasis su interés por la persona del Gran R e y , del mismo modo que h o y proclaman su adhesión al Sultán, y pidiéndole auxilio á todas horas para atacar una ciudad, para atizar una rebelión, recomendaciones para intrigar contra un Sátrapa, influencias para engrosar las filas de mercenarios, verdaderas sanguijuelas del gigante iranio, y posteriormente del coloso griego. Irán pereció por sobra de h o m b r e s , 'clel mismo modo que Grecia, y posteriormente nosotros también por falta de ellos. Los israelitas, fija la mente en reconquistar la unidad nacional, tan rampantes c o m o siempre, t a m p o co debieron ceder á los griegos en doblez, y se deslizarían por donde sólo ellos saben deslizarse. ¿Qué extraño e s , pues, que entre todos contribuyeran á desmoronar el Imperio iranio, faltando iniciativa y fuerza en quien debiera tenerlos á raya? N o sabemos cómo ni cuándo murió Jérjes, ni lo que aconteció después de él. P o r espacio de dos siglos, hasta la invasión de Alejandro, disminuyen los materiales de la Historia al par que el poderío aquemenida; la agonía de tan soberbia dinastía fué larga, á proporción de su vigorosa existencia p a sada. La Crónica Real no habla más que de intrigas, discordias, muertes, es decir, de todo aquello que surge del harem, eje de giro del gobierno a b soluto. Lo cierto únicamente es que á Jérjes
sucedió-
Artajérjes L o n g i m a n o , y que en tiempo de sus
186
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
flojos sucesores se embelleció á Persépolis y Darab, evidentemente, bajo la dirección de artistas griegos. El Imperio se hundía por todos los puntos de la circunferencia y los apocados Soberanos sabían sin duda que no podían estimarse seguros en el centro de ella; porque es de advertir que sobre la dura condición de verse de continuo expuesto á las invasiones de gentes de Oriente, el Irán carece de vías fluviales, que son las venas de una N a c i ó n ; no tiene un N i l o , ni un Tigris, ni un I n d o , ni un R h i n , ni siquiera un Tajo, y en tales condiciones la obra creadora de un p u e b l o , sobre ser dificilísima y m u y limitada, es instable, porque no hay expansión, todo es artificio. Irán adquirió por sí solo la vida que en todos los rincones de la tierra secunda la naturaleza, y es extraño que H e r o d o t o , tan profundo en sus observaciones, no hallara para definir este país concepto opuesto al que aplicó al E g i p t o . El hecho más notorio de aquel período, un tanto reanimado por la pluma de los griegos, fué la rivalidad entre los hermanos Cyro y Artajérjes Memnon. Sin duda fué una desgracia que Cyro no triunfara en Cunaxa; parecía joven de dotes brillantes y de gran iniciativa. Pero resultó, así y t o d o , un beneficio para el país, y fué la retirada de aquellos diez mil 'peseteros, cuyo famoso relato es otra de las apreciaciones históricas con que se falsea el criterio que debe tenerse de la antigüedad. P o r m u y desangrados que estuvieran los iranios, ¿ es posible creer que diez mil hombres fueran terror del Asia? Daño po-
HISTORIA DE PERSIA. dian h a c e r ; lo intentaron, no sólo
187 en tiempo de
Artajérjes, sino que también posteriormente, y lo prueba la conducta de Tisafernes; pero suponer que después de Cunaxa se retiraron por motivos honrados, gentes para quienes era lo mismo el ir contra la Metrópoli que contra las colonias, es negar el timeo Bañaos,
que aun hoy es una verdad plenamente pol-
los hechos confirmada. L o cierto es q u e , sin duda por aquello de : ce A l enemigo que huye, la puente de plata » , los griegos no fueron molestados en su marcha; vínicamente los curdos los hostilizaron, y no siempre, pues que en Armenia no se metieron con ellos. ¡ Qué diferencia entre la retirada de los diez mil, y la retirada de nuestros catalanes y aragoneses de aquellas mismas frías regiones, que guardan i n cólume la tradición de las creencias cristianas! Los unos fueron atacando
y venciendo, y
volvieron
atacando y victoriosos; los otros fueron seguros y volvieron á la ventura; las proezas de los unos p u e den ser asunto para la epopeya, los actos de los otros no han podido formarla sino falseándolos por completo. Se dirá que todos peleaban por dinero, y que es tan inmoral vender su sangre como el que la mujer venda su c u e r p o ; pero sobre estar siempre en primer término la inmoralidad del comprador, sus efectos tienen graduación, como la tienen todos nuestros actos. Á pesar de que el Irán seguía predominando en el Archipiélago, los griegos mercenarios eran los niños mimados de aquella época de decadencia, y
188
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
con su genio disolvente avivaban á más no poder las llamas que desde el harem de Susa se propagaban á todas partes, y como las circunstancias se aunan así para precipitar la desgracia como para ayudar á la fortuna, Darío Oko iba á tener por contrincante á F i l i p o , R e y de Macedonia. Es más, prodújose en Grecia el fenómeno de dos grandes hombres que se suceden en un mismo trono. N o es fácil conocer h o y el alcance de los p r o y e c tos de F i l i p o , ni si concibió tal vez lo que Alejandro realizó más tarde. Sea como quiera, el solo propósito del j o v e n macedonio de marchar contra los iranios, dándose el título de « J e f e supremo de los g r i e g o s » , justifica su inmortalidad; que en este g é nero de empresas el iniciarlas prueba acaso más grandeza de ánimo que el llevarlas á c a b o ; porque los hechos mismos arrastran la voluntad y llevan á donde nunca quizás imaginó el deseo. E l hermoso hijo de A m m o n ( e l misterioso) vino al mundo en momento p r o p i c i o ; mejor que los mismos iranios sabía él cuan postrados se hallaban. V e loz como el r a y o , vence en el Gránico; al ver la rapidez con que caen y se humillan ante él ciudades importantes, y que el grueso de las fuerzas enemigas ni siquiera era nacional, sino compuesto de mercenarios de distintas procedencias, corre al Pínaro, y arrollando en todas partes los ejércitos de Darío, va á someter el E g i p t o , siendo lo singular y hasta lo asombroso que ninguna pasión se impusiera al conquistador; que ni el oirse llamar d i o s , ni el ali-
HISTORIA DE PERSIA. ciento, del a m o r , ni el verse en posesión de inmensas riquezas, le desviaran del camino emprendido. Vence en A r b e l a s , entra en Babilonia, y prosigue recto á Pasargades y Persépolis, librando á todas estas ciudades del incendio y basta del saqueo, y dando ejemplos de moderación, dignos de aquel que lloró al ver á su enemigo en tierra y cadáver, v í c tima de golpe inhumano. Su campaña después de salir de Hecatompilos, situado en los confines orientales del Mazanderan, sometiendo pueblos, asociándolos á sus miras con las armas difíciles de la persuasión y de la generosidad, llegando así hasta orillas del Suledsh, fin de la última satrapía, y regresando luego á Susa por el Afganistán, constituye, junto con los proyectos civilizadores que cortó la m u e r t e , los hechos más extraordinarios de que guarda memoria el hombre. Sólo podia ser mayor su gloria si no hubiese sido hijo de Filipo. En c a m b i o , fué discípulo de A r i s tóteles. Sin e m b a r g o , es necesario tener en cuenta, y no digo esto para desvirtuar la figura del gran hombre, que en el Irán propiamente d i c h o , el cual se extiende desde el Oxo (Garcáii)
al Tigris, sólo
había entonces tres ó cuatro ciudades de i m p o r tancia; que no existían centros de resistencia, únicos que podían oponerse al conquistador; todo lo cual demuestra que era fácil á tropas bien disciplinadas , guiadas por un hábil capitán, atravesar un país cuyos habitantes, seducidos además por el tacto y la prudencia del conquistador, hallábanse despre-
31)0
VIAJE AL INTERIOR DE RERSIA.
venidos. L o difícil no era conquistar, sino conservar lo coníjuistado. Dicho se está que los griegos no vacilaron en apropiarse la gdoria de A l e j a n d r o ; si hubiese salido vencido, ¡ c ó m o habrían renegado de un vil macedomo ! P e r o salió v e n c e d o r , y todos á una gritaron entonces y han repetido después : « ¡ H e m o s helenizado el Asia!)) L o que sucedió fué que los helenos contribuyeron al esplendor de la cultura que había en Irán, que es el resultado de toda invasión. El Reino griego de la Bactriana, que vivió por favor de los arsacidas, resume, á mi entender, todos los resultados civilizadores de las conquistas de Alejandro. L o s seleucidas estaban en condiciones m u y distintas de los b.actrianos. ¿ Qué hay además en Alejandro que demuestre propósito, no ya de helenizar, pero ni siquiera de subyugar el Asia? ¿ E l que matara al asesino de Darío? ¿ El que casara con mujeres iranias y obligase á ochenta de sus capitanes á hacer lo propio?
¿Es
acaso por su proceder con P o r o , ó porque se rodeó del fausto propio de los grandes reyes aquemenid a s , ó p o r q u e , c o m o le acusaron los g r i e g o s , quiso hacerse adorar á semejanza, de un dios? Pues todo esto prueba que Alejandro quiso suplantar á los aquemenidas, que derrotaba á los iranios á la manera que Felipe V derrotaba á los españoles, no para volver á G r e c i a , sino para establecer algo sólido y personal en el Irán. E s necesario recordar que Alejandro fué el verdugo de aquella institutriz
HISTORIA DE PERSIA.
191
del m u n d o ; que él dispersó á los hijos de la misma por todas partes, de tal suerte que había ocho m i llones de griegos unidos moralmente, y no habia ocho mil para defenderla y conservar la soberanía política. E s indudable que si Alejandro viviera más tiempo, y hubiera dejado hijos capaces de sustituirle, ellos reinaran tranquilamente en Irán, y el segundo ó tercer heredero hubiera sido más iranio que Darío. Sacudió el m u n d o , fué un meteoro cuyo brillo (¡jamas igual se ha vuelto á v e r ! ) se disputaron para honrarse con él los vencidos, los g r i e g o s , los egipcios y , según Firdusi, los mismos persas , entre quienes es corriente decir que hubo dos Alejandros: el de dos cuernos (zucurnain), de origen, y el riimi,
el bueno y persa
es d e c i r , el g r i e g o , que fué
el malo. En todas las edades la figura de aquel joven ha sido en Oriente, y señaladamente en el Irán, asunto predilecto de la pluma del filósofo y del poeta; pero no en el sentido severo que guia al historiador, sino en el ameno que inspira al novelista. Entre éstos la obra de N i z á m i , titulada Skandar
nameh
(Alejandro escritura), sigue ocupando el primer puesto, algo semejante, por su fondo y estilo, á la Gerusalemnie
liberata
del Tasso; pero es patente
que la verdad puede apenas descubrirse al través de los prismas fantásticos que esmaltan la primera novela histórica del siglo Vi de la K é g i r a , tomada en su fundamento de las antiguas relaciones
nove-
192
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
leseas griegas atribuidas á Calistenes. A s í , por ejemplo, Pitágoras se niega á recibir Embajadores iranios, Aristóteles desencanta á Alejandro y á las tropas de éste, acaecen muertes por virtud de talismanes, se incluye la expedición de los rusos contra Berda, se ven héroes enjaulados, sortílegos decidiendo de la suerte de Alejandro, quien, después do haber estado en M e c a , convierte al mahometismo á cuantos le resisten en lejanas tierras, desde el sitio donde nace el sol, hasta aquel donde se pone; triunfa de hombres que tienen cuernos ó
pies de
buey, atraviesa por desiertos inundados de hormig a s ; aquí se bate con una ballena, allá con un drag o n , y p o c o antes de morir, en los confines del Oriente, hace su testamento. Más en armonía con la verdad histórica, cuenta Firdusi las proezas del macedonio, á quien da por madre á Nahid, hija de un Emperador griego, y por padre á Darab ( D a r í o ) , vencedor del rúmi. Alejandro nombró por sucesor al « m á s fuerte». ¡ Qué conocimiento de los hombres no envuelve esta palabra! Desgraciadamente, un fuerte excluye á o t r o ; grandes eran los Generales de Napoleon,pero él era grande entre los grandes; y en España tenemos muchos grandes hombres, pero en vano aguardamos uno cuya indisputable superioridad sea reconocida y acatada por los demás. E n vano también aguardó el Irán que los ayudantes de
Alejandro
reavivaran la pasada gloria; brilló en algunos puntos, pero débilmente, hasta tanto que el instinto
HISTORIA Di? PERSÍA.
103
nacional tomó cuerpo en los lleves arsacidas ó partos, teniendo por origen la f e , la comunidad
de
ideas en antigua tradición, en el venerado mandil de Gaveh, paladión de la unidad irania, que en remotos tiempos de desgracia aunó el esfuerzo contra bárbaros invasores. El intrépido A r s h c , nacido en el Jorassan, d e claró tenerlo en su poder. Todos lo siguieron; presurosos, destronaron al débil A g a t o c l e s , y, bajo la forma política de « R e p ú b l i c a de t r i b u s » , ilustraron por espacio de cuatro siglos el nombre arsacida, realizando proezas y hazañas que enaltecieran á cualquier Nación. Vivían arma al brazo, siempre apercibidos al combate, sin residencia fija los jefes, por más que en Reí descansaran á veces. Del Caspio al Golfo pérsico constituían sólida m u r a lla, que el coloso romano no pudo salvar;
antes, por
el contrario, allí morian ó perdían su reputación íos¡ más ilustres capitanes, y más tarde volvían á R o ma, llevándose de los sasanidas la etiqueta de !a Corte y formas administrativas. En sañudo y tenaz combate deslizóse el tiempo hasta la época de A r f a b a n , aurora de una nueva era. De la arsacida desgraciadamente no puede formarse relato completo. Este trabajo está aún por hacer, entresacando de los autores latinos el fondo, y de la numismática los detalles, si bien las medallas arsacidas sean muy escasas, y sin fecha por lo general. Los materiales que se han reunido p e r m i 13
194
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
ten, á lo sumo, conocer alguno que otro personaje de ¡as cuatro familias reales párticas : la de Irán, de Armenia, de Bactriana, ó sea del Oriente, puesto que bajter significa « L e v a n t e » , y la de los septentrionales, llamados también alanos. Respecto al nombre de partos, parece indudable que deriva de Partiana, territorio incluido por Iíerodoto en la x v i satrapía, llamada Partva en la inscripción de Bisutun, y punto desde el cual inició el Gobernador de Bactriana, Diodote, el sacudimiento del y u g o seleucida. La « R e p ú b l i c a de t r i b u s » , mandada por «Reyes de t r i b u s » , ofrece antiquísimo tipo del feudalismo, puesto que el país entero, durante 4 8 0 años, estuvo ocupado militarmente, ó ¡o que es lo m i s m o , dividido entre los defensores de la unidad nacional. E l último arsacida, Arlaban V , hubo de luchar contra los romanos, que aun no renunciaban al imperio universal, y contra sus mismos compatriotas, cansados de guerrear, hambrientos de tranquilidad, ávidos de desarrollar en la paz los instintos de su raza. A l logro de tal objeto se levantaron aunados en una misma idea, en la, idea religiosa, y fija otra vez la mente en el mandil de Gaveh, el estandarte nacional. La personificación de la opinión pública fué Ardeshir, nieto de Sasan, sacerdote d é l o s templos del fuego en el Farsistan, y á quien, desde el tiempo de Jérjes, busca La
Crónica
m o d o y ma-
nera de enlazar á ¡a descendencia aquemenida. El instrumento de la restauración fué el sacerdocio, alentando á los tibios y reacios, para que contribu-
HISTORIA DE PERS1A.
195
yeran á arrinconar á los antiguos intrépidos defensores de la patria. El núcleo de la gente arsacida, parece hallarse en Afganistán,
cuyos
moradores
aun proclaman descender de Israel y de los antiguos Hoyes del I r á n ; la palabra afgan,
que en
idioma pushtú significa «.(lamentación», tal vez e x prese una triste verdad; y digo triste, porque si los arsacidas preservaron al Irán del y u g o romano, á ellos correspondía la gloria de organizar el país; pero sucedió entonces lo propio que á la muerte de Alejandro, es decir, que la rivalidad de algunos fué, como siempre, la muerte de todos. En Ras O r m u z , cerca de Shuster, Ardeshir destruyó las últimas reliquias de las fuerzas que a g r u pó Arshc, mató á quien las alentaba, tomó el n o m bre de Malcam-Malca, ó sea R e y de los Reyes, y se fijó en Ctesifonte. Proclamaba el sabio vencedor que «no podia haber autoridad sin ejército, ejército sin dinero, dinero sin agricultura, ni agricultura sin. justicia.» A arraigarla en todas partes, á beneficiar con los efectos de la misma las fuerzas creadoras del país, y á recoger entre las ruinas de cinco siglos lo que pudo hallarse del Avesta,
dedicó el resto de
su existencia aquel insigne pacificador. Hubo un tiempo en que el Zend Avesta comprendía veintiún libros, llamados nosk, libros que la d i vina sabiduría iba distribuyendo á los iranios por conducto de sus profetas y á medida que los necesitaban. Cada nosk contenia el avesta ó texto sagrado original y un comentario zendo.
196
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA,
Casi todos aquellos antiquísimos textos se han p e r d i d o ; creen algunos que Alejandro mandó quemar siete y envió los restantes á Macedonia para que fuesen vertidos al idioma griego. A los que aun conservamos llaman los parsis Venalidad Sadé. Contienen estos escritos: 1.", el Izeshne,
que compren-
de noventa v dos liase» ú oraciones divididas en dos partes, y suponen que correspondía al primero y segundo nosk del A v e s t a ; 2.°, el
Visperd
enumera todos los «jefes de los seres»; divídese en veintisiete cárdese»,
y correspondía al nosk décimo-
quinto; 3.°, el Vendidad, ó sea el nosk vigésimo primero, es obra de Zoroastro; se divide en veintidós farga.rdes, que comprenden las oraciones mediante las cuales se aleja á los demonios, y trata además del «alejamiento de toda descripción impura, de la cual arrancan grandes daños para el mundo.» Los descendientes de Ardeshir fueron modelo de Soberanos, hasta tanto que la inevitable decadencia de todas las cosas vino á coincidir fatalmente con la elevación de otras : el apocado
Darío Oko se
encontró con Alejandro; el apocado
Yezdeguird,
con las huestes árabes. E l Shah-nameh abunda en datos históricos acerca de los sasanidas; la pluma del escritor, indecisa hasta ahora, principia á narrar la Historia á su manera. Shahpur (Shah insigne) combatió gloriosamente contra los Emperadores é hizo prisionero á Valeriano. Varahran condenó á muerte á Manes, por atreverse á oponer al culto de los magos una variante de la
HISTORIA DE PERSIA.
197
doctrina pitagórica y del cristianismo. Muchas fueron las sectas y grande la revolución que produjo el nuevo Paracleto, objetando que Dios no pudo crear al d i a b l o , puesto que preveía la apostasía, é impugnando la igualdad de las tres personas que constituyen la Trinidad; pero de sus escritos y de los de sus discípulos apenas preservaron alguno que otro fragmento los Padres de la Iglesia que refutaron el maniqueismo, cuya historia sería digna de conocerse, principalmente por los puntos de contacto que ofreciera con el zoroastrismo y el p i t a g o rismo. A principios del siglo iv Shabpur I I hizo frente á los árabes, que tiempo há se habían asentado y prosperaban orillas del Golfo P é r s i c o , del Eufrates y aun en Siria. Sin duda debian ya infundir espanto los padres do los mahometanos, puesto que el Shah mandaba dislocarles los hombros en reciprocidad de las crueldades que cometían. Del lado de. Oriente contuvo á los turcomanos, y orillas del T i gris á los griegos. Disipada ligera nube creada por los aspirantes á la Corona, vuelve el Irán á consolidar la paz y f o mentar la prosperidad; se generaliza la sabia m e d i da del fundador de la dinastía, consistente en i n demnizar al agricultor cuando la cosecha habia sido mala; ce el agricultor, decían, es nuestro asociado en provecho : ¿por que no ha de serlo en la p é r d i d a ? » •Se trata de reemplazar el antiguo diezmo de los p r o ductos de la tierra por un impuesto basado en el c a -
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
tastro de toda la tierra cultivable del Irán; miles do músicos vienen de la India; artistas, filósofos, profesores de Oriente y O c c i d e n t e ; este desenvuelve teorías de las doctrinas griegas, aquél traduce las fábulas de P i l p a y ; aquí se reparan edificios, por allá se establecen redes de comunicación, y si el Irán acumulaba gran suma de conocimientos, claro es que también los propagaría hacia Bizancio, llevando arquitectos, artes, costumbres al supuesto Bajo I m p e r i o , que cada dia demuestra haberlo sido menos. Fué aquélla la edad de plata de la gente iraida. Oyro estimuló el amor p r o p i o ; Nushirvan, ¡as facultades buenas. También Nushirvan fué grande y b u e n o , y no sólo en la paz, sino que también en la guerra , cuando la suerte le era propicia en las fronteras de la India, y cuando, después de ser derrotado por Belisario, llegó basta el Mediterráneo y el mar N e g r o , donde fué querido su nombre. Murió aquel insigne Monarca en 5 7 8 , y la abundancia y la pereza en (pie crecieron sus descendientes labraron inauditas desgracias , que pronto vinieron á consumir la floreciente sociedad. E l hijo de Nushirvan, destronado por su propio hijo Josrú Parviz, reinó en paz con apoyo del Emperador griego Mauricio, y aun llegó á E g i p t o y al Bosforo; pero engolfándose ¡négo en los placeres, recibió a tirillas del Karasú el mensaje de un individuo de Meca, que le invitaba á reconocerlo como apóstol de Dios. Josrú tiró la carta al rio, pero el portador de la misma le d o : « A 4 echará Dios tu reino, y : ;
HISTORIA DE PERSIA.
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rechazará, las súplicas de Josrú. » Tal sucedió; pero la verdad es que todos procedieran c o m o Josrú. Desde aquel momento la zozobra reemplazó á la tranquilidad, la desgracia á la dicha. El Emperador Heraclio batió en Nínive á Josrú con escaso esfuerzo, y con ninguno entró en Ispahan. Rebajado el Soberano persa en la opinión pública, fué condenado á muerte por su propio hijo; su amada Shirin (Dulzura) le s i g u e , envenenándose sobre la tumba de su esposo, y tan trágicos acontecimientos son principio de otros más decisivos y trascendentales para el país. Los pretendientes al trono se persiguen unos á otros; pero como todos no podían desaparecer , en í)32 lo ocupa. Y e z d e g u i r d ; y aquel hombre bueno, inocente, victima expiatoria
de
recientes
desmanes, rota en sus manos el arma que pudiera oponerles, vio
descargar furiosa la tempestad en
forma de un diluvio de hombres, que adulteraron el idioma, la religión y las tradiciones del Irán, es d e cir, el Irán entero. Los árabes conocían perfectamente el estado crítico en que se hallaban los últimos sasanidas, por más que éstos les prestaran apoyo contra la dominación abisinia, y habiendo p o c o á poco llegado á estrechar de cerca y en gran número á los iranios, una nueva fe religiosa sirvió de pretexto á hombres exaltados, sobrios é intrépidos, para ensancharse á sabor por comarcas prósperas y ricas á la sazón. Orillas del Eufrates derrotan al sasanida; cuatro dias después le arrebatan el estandarte venerado, el
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VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
mandil del Herrero. Asaltan á Ctesifonte, inundan 3 Kermanshah, y c o m o si esta creciente marea de hombres no fuera bastante á aplastar los iranios, de] lado de Cúfa vino otra hacia Nahavend, en cuyos llanos quedan dispersas y aniquiladas las postreras reliquias de la independencia nacional. El último sasanida huyó por el Jorassan con dirección á Merv, y extramuros de aquella vasta población, un molinero lo mató alevosamente para despojarle de sus vestiduras; una hija de Yezdeguird casó con Hasan, hijo de A l i , y Fatma; un hijo imploró hospitalidad de! Emperador de la China. Pero los míseros que nacieron en modesta cuna, ni hallaron amores en que olvidar la desgracia, ni palacios donde mitigarla; murieron en gran parte, otros huyeron ó doblaron la cerviz ante las relucientes cimitarras de gente cuya habla no entendían; otros, después de relegados en el Arabistan durante un siglo, corrieron hacia la India en busca de una segunda patria y la hallaron, conservando allí heroicamente las venerandas tradiciones religiosas que, mil años después, cuando ni recuerdo quedara de la antigua gente aquemenida, concurrieron por medio de su primitiva lengua á facilitar al europeo el descubrimiento del habla de los Grandes Reyes, estampada en las inscripciones cuneiformes; descubrimiento tan fecundo, que h o y van los parsis á Occidente para recoger noticias y explicaciones referentes á los escritos del gran Zoroastro, teatro de cuyas glorias fué en el Norte de la Bactriana, «en
HISTORIA PE PERSIA.
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los países donde el día más largo del estío es igual á los dos más cortos del invierno.» Si quedara expedito el camino de Occidente, tal vez recibiera Europa á los parsis emigrantes, y p o seyera en ellos lo que posee la India, esto es, una raza inteligente, trabajadora, rica; pero
Europa
tal vez los habría alejado, y acabaran en las s o ledades del Á f r i c a , como acabaron los colonos a n daluces que fueron á F e z , mientras que en la India subsisten y prosperan, conservando el idioma y el ideal de sus mayores, en memoria de quienes adoptaron la Era de Y e z d e g u i r d , que principia el año en que murió. Y o los he visto allá en aquellas r e g i o nes, donde figuran en número de cien mil; aquí h o y tan sólo se cuentan unos ocho mil. No pidamos noticias á los iranios de lo que por entonces a c a e c i ó ; dirán que « s ó l o Dios es sabedor de todas las cosas » ; ni las pidamos á los historiadores árabes, porque los vencidos no tienen historia; viven en silencio á la sombra del inmenso poderío de los Omeyas primero, y del de los Abbasidas después, gobernados por lugartenientes de tan
mag-
níficos Soberanos, que fueron émulos al principio (ic la carrera, rivales y enemigos en la prosperidad. Al par que la fortuna , se desvanece la autoridad de los abbasidas; los iranios, sin más áncora de salvación que la unidad en la idea religiosa, hallan por ella estrecho sendero á su inútil aspiración, y de las últimas capas sociales surgen heroicos iniciadores de la suspirada independencia.
202
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
E n tiempo del Mahdi apareció á orillas del Oxo un hombre de origen oscuro, que se dijo profeta. Llamábase el Mukanna y también el Burki, es decir , « e l V e l a d o » , porque cubría con una máscara su deforme fisonomía, lo cual atribuian los sectarios á que su rostro esplendoroso podía deslumhrar á cuantos lo contemplaran. Entre otros milagros, hizo aparecer la luna del fondo de un pozo por espacio de muchos
dias, hecho que le valió el apodo de
Sazandahmah,
«hacedor de l u n a » ; pero infundien-
do recelos el rápido ascendiente que conquistaba, fué aniquilado por las tropas del Califa, y cuando hubo perdido toda esperanza de salvación, envenena á sus compañeros de armas, quema sus cuerpos, y él mismo se sumerge en una cuba do ácido nítrico. P o r espacio de cinco siglos hubo sectarios del « h a c e d o r de l u n a » . Cuando agonizaba la dinastía abbasida, en 868, un calderero del Sistan fundó la saffarí ó del «azofarero», cuyos jefes estuvieron sometidos á los califas tan sólo nominalmente; pero habiendo ¡legado á hacerse sospechosos al poder supremo, instigaron contra ellos á un jefe tártaro llamado Snmaní, quien, después de derrotar al último azofarero, probó que pertenecía á la descendencia de Josrú Parviz, llegando por este medio á fundar la dinastía samanita, cuyos Soberanos residían en Bojara, y trataban de restaurar la nacionalidad persa avivando ios sentimientos ( ¡ q u i é n lo creería!), mediante la propagación de la antigua literatura pahlaví. Sabían ellos
HISTORIA DE PERSIA.
203
que mientras un pueblo conserva su idioma no debe desesperar de la independencia. Contemporánea á esta dinastía fué la buyalvida, fundada por un pobre pescador del Fars, llamado Buvab; mas pronto la absorbieron los
gaznavidas,
cuyo timbre de gloria es haber tenido en la Corte de Gaznah al inmortal Firdusi, que más propiamente debiera llamarse Pardusi, es decir, el « P a r a disiaco», y cuyo verdadero nombre era Hasan abul Kasem. Pero ya que de todas estas dinastías que surgieron á impulso del noble sentimiento de la independencia, sólo la gloria de haber existido quede en la memoria de algunos hombres, justo es dedicar á Firdusi, que vive en la de todos, un recuerdo de a d miración. Encargado por Malimud de Gaznah de escribir en verso la historia de Persia, para lo cual se reunieron cuantos materiales aun
quedaban de la irrup-
ción verificada por los árabes, y cuantas tradiciones de generación en generación se transmitían los Dihcans, «jefes ó propietarios de tierras y pueblos», escribió el Paradisiaco una obra sin mezcla alguna de palabras árabes, es decir, en pahlavi,
idioma
que, salvo ligeras alteraciones, producidas principalmente en tiempo de los arsacidas, hablarían los contemporáneos de los aquemenidas. Treinta años empleó para componer cincuenta y cuatro mil versos, en que se encierran historias de gloria y desventuras pasadas, hasta la
muerte
204
VIAJE AL INTERIOR DE PERSIA.
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