Un trato muy especial © 2001 Martin Manuel Scachi Todos los derechos reservados Cláusula de Copyright
e-books
Copyrigh...
9 downloads
429 Views
78KB Size
Report
This content was uploaded by our users and we assume good faith they have the permission to share this book. If you own the copyright to this book and it is wrongfully on our website, we offer a simple DMCA procedure to remove your content from our site. Start by pressing the button below!
Report copyright / DMCA form
Un trato muy especial © 2001 Martin Manuel Scachi Todos los derechos reservados Cláusula de Copyright
e-books
Copyright Por la presente edición electrónica Todos los derechos reservados Editado en Buenos Aires, Argentina, Octubre de 2001
Un trato muy especial
Índice UN TRATO MUY ESPECIAL ........................................................................................................... 2 REGALOS MUY ESPECIALES .......................................................................................................10 LA VENGANZA DEL PITIROSPORUN OVALE ...........................................................................14
1
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
UN TRATO MUY ESPECIAL “Cuenta la historia de un hombre muy afortunado que en su suertudo paso por esta vida recolecto mas de lo que en su muerte pudo pagar, si es que en realidad ha muerto. Nunca nadie sospecho nada mas, luego del extraño suceso que lo tuvo como protagonista pero, en algún lado, una trama, quizás una gran duda o, ¿por que no? una gran mentira tomo lugar. No todos los viejos de la ciudad recuerdan lo que un buen día paso pero la mayoría no puede olvidarse el nombre del protagonista de aquellos tan celebres sucesos: Cacho. Ese día fue algo como lo que ahora relatare: Cacho estaba como todos los días camino a su trabajo, el lunes por la mañana, tal vez como vos o como muchos otros, pero le pasaría algo reservado para pocos. A la altura del kilómetro 66, en un autopista sumamente mojada y con una espesa niebla que nada dejaba ver, un casi accidente de transito lo sorprendió. ¿Casi?, se preguntaran. Si... casi. Aunque los accidentes de transito se destacan por no tener decimales, este que estamos considerando no llegaría a ningún entero en ese momento: ni cero, ni uno. ¿Cómo?, sobre eso se trata esta historia. El kilómetro 66 no estaba señalado por ningún cartel ya que no era una distancia muy importante pero sin embargo su poder residía precisamente en aquello que no se podía ver, que no se podía observar. Cacho como de costumbre, se desplazaba a unos 130 Km. por hora, una velocidad prudente si se considera que esa era la máxima del camino que recorría. Sin embargo, la prudencia no tuvo mucho sentido: cuando se encontraba a solo 20 metros del kilómetro 66 de una calle lateral, casi oscura, casi inexistente, un gran camión con acoplado cruzo la autopista y como una gran barrera se erigió en frente de el. Cacho solo atino a apretar el pedal del freno al máximo, aun cuando cualquiera con la cabeza fría sabia que de mucho no serviría y su cara tomo la expresión del que sabe que su destino estaba echado. No obstante unos segundos más tarde descubriría lo equivocado que estaba. Cuando se encontraba a solo un metro del camión y, mientras las grandes y rojas letras del acoplado de este (que decían la presagiante frase “Matacucarachas Diablo”) se dibujaban justo en frente de las luces de su Renault Clío, el mundo pareció pararse. Todo lo que un instante antes se encontraba en movimiento, justo en ese momento, quedo congelado, tal como una imagen de un video al apretar la tecla “still”. Todo estaba parado, nada se movía. Y justo en ese momento apareció quien tenia que aparecer en el kilómetro 66 frente un camión con la palabra “diablo” en su acoplado: nada más ni nada menos que Lucifer. En una pose muy similar a la de la propaganda del Clío, el diablo apareció sentado en la butaca trasera de su auto, llevando sus atuendos rojos unos grandes cuernos y el tridente en su mano. Cacho, mientras tanto, ante tal aparición y escena juzgo que mucho no podría hacer dado de lo “congelado de su mundo”. Sin embargo el diablo, con su poderosa, omnipresente y tentadora voz dijo: - Puedes hablar idiota. Solo he parado el mundo, no tu lengua, imbécil-. - Ahh... si, tienes razón. ¿Eres el diablo? ¿no?-. - ¿Y tu eres retrazado mental, verdad?. Claro que soy el diablo, no me ves, estoy usando la ropa de etiqueta-. - Si. ¿Para que me quieres?. Me parece que debería estar chocando-. - Si, es verdad, deberías estar chocando. Pero por alguna razón he aparecido y es tu oportunidad de salvarte. ¿Qué te parece si vamos a mi sala de negocios por un momento?-. - Mientras tanto ¿sigo vivo?-. - Si, sigues vivo, pero debes venir o quedarte en esa butaca, bajo ese camión en llamas. - Prefiero ir. En ese momento todo lo que se encontraba alrededor de Cacho comenzó a desvanecerse, al igual que todo el horizonte, o todo el mundo. La autopista con los árboles rodeándola fue pronto reemplazada por una acogedora sala, propia de una mansión, decorada con exquisitez y amueblada con las mejores cosas que Cacho había podido ver alguna vez. Las cortinas hacían juegos con los 2
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
tapizados de los sillones y el gran escritorio de caoba tras el cual el diablo trabajaba era del mismo tono que todos los apliques de madera que podía ver a su alrededor. En síntesis era un hermosa oficina: - Es una hermosa oficina- dijo Cacho. - Si, todos dicen lo mismo. Hasta el tarado que escribe esto- fue la magistral respuesta del diablo-. Luego continuo:- no tengo tiempo para charlas. Tengo que ir a un curso Management y luego a una conferencia con mi servidor Bill Gates, así que te cuento todo a lo vendedor argentino (te digo poco, compras todo, te llevas nada). - Perfecto. - Este es el contrato: vivís cuarenta años más, el accidente no existe, sos feliz y durante todo ese tiempo no me tenés que decir ni rendir cuentas de nada. Sos libre de hacerte judío, budista o católico o lo que prefieras, podes enamorarte, podes morir por obra de Dios, podes tener hijos, en fin podes hacer lo que quieras. Es más podes ver la película “El exorcista” una vez y “El día final” todas las veces que quieras. A cambio, una vez finalizado los cuarenta años pasaras a ser de mi staff y voy a poder hacer todo lo que quiera. Te lo resumo, durante cuarenta años, sos libre. Después, sos mío. No hay letras chicas, ni nada que se le parezca. Si no, podes rechazar el trato y volver a tu Renault Clío y morir en contra del camión. Es tu elección. - Obviamente prefiero aceptar el trato. - Bien, no es necesario que firmes nada. Ahora mismo volvés a tu auto y seguís camino a tu trabajo (que es en realidad una sucursal de mis tierras). Ahh.. me olvidaba. Durante estos cuarenta años, vos vas a ser consciente de este trato. No es que te olvidas de todo. No, no, no. Vos vas a saber que te morís en cuarenta años, sabes de este trato y sabes de mi existencia. Eso si no le podes decir a nadie lo que sabes... Bien eso es todo. Chau!!!!. Cacho, antes de poder preguntar nada, volvió a la butaca de su auto, conduciendo a la misma velocidad que llevaba antes de frenar y pasando frente al kilómetro 66 sin que ningún camión se interpusiera en su camino. Pesaroso se dio cuenta de que había hecho un trato con el diablo, pero peor se puso al ver la hora que era: llegaría tarde. Por una de esas casualidades un pequeño y bajito viejito que se encontraba en las orillas de la autopista había sido testigo de cómo aquel Renaul Clío había frenado de golpe sin ninguna razón y luego había vuelto a aparecer unos metros atrás y a mayor velocidad. Este seria uno de los viejos que me contaría la historia. En los días siguientes a Cacho se le ocurriría una brillante idea, propia de su loca y desconcertante mente: cuando faltara solo un día para pasar a ser propiedad del Diablo se suicidaría y con ello evitaría las penas y estaría la eternidad con Dios (si este lo aceptaba). No obstante, luego de algunos días, Cacho casi se había olvidado de todo ya que su vida era normal: había podido comer sin problemas, ver televisión, reírse, pensar, todo como si nada hubiere pasado. Es más, un día, en medio de una misa, salió corriendo despavorido de la Iglesia porque se había salpicado con agua bendita. Su pensamiento más inmediato al ver sus ropas húmedas fue “me moriré, tuve un pacto con el diablo y ahora me moje con agua bendita”. Sin embargo a cuatro cuadras de la Iglesia se había dado cuenta que nada le había pasado en realidad. Ejemplos cómicos como estos hubo miles a lo largo de aquellos treinta años pero no son ellos de los que nos estamos ocupando. Cosas importante también pasaron para Cacho: un día conoció una nueva compañera de trabajo, salieron juntos, se divirtieron, se enamoraron y finalmente se casaron. Luego a los siete años del trato tuvieron hijos y se compraron una casa. Vivieron juntos, tuvieron amigos, consiguieron múltiples mascotas, criaron a sus hijos, conocieron a sus novios, cambiaron de trabajo, conocieron a más novios de los hijos, se les murieron mascotas, compraron varios autos, casi mata Cacho al hijo de puta del yerno que dejo embarazada a su hija, arreglaron compromisos, acompaño al altar a su hija, despidió en ataúdes a sus padres, se alegro de ver embarazadas a las novias de los hijos y, finalmente, a los 29 años del trato y con 59 años fue Abuelo. Cacho, en los días en que ir al hospital era una costumbre, comenzó entonces a preocuparse por lo que vendría, por el “cumpleaños” que se le acercaba. Durante todo ese tiempo se había3
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
negado a aceptar su destino y se había contentado o conformado con la idea del suicidio, con la idea de una escapatoria fácil. Pero, el tiempo había pasado y no solo el había cambiado, sino que también habían cambiado sus decisiones. Estando unos momentos en el salón de visitas del hospital donde su ultimo nieto había nacido, comenzó a pensar en su futuro, en su preocupante futuro. Sabia que el diablo iría a buscarle, sabia que todo estaba perdido, pero sabia que ya era incapaz de suicidarse. Tenia una esposa a la que amaba, unos hijos a los que amaba, unos nietos a los que quería conocer y un perro al que cuidaba. Su vida se había construido solidamente, tan fuerte como el nunca había pensado que seria. había logrado todo lo que quería: un hogar, una mujer a su lado, hijos hermosos y buenas personas, nietos, el perro, todo lo que siempre había querido. Su matrimonio había sido de total éxito: su esposa era la mejor mujer del mundo y se amaban tanto como nunca había sentido eso por nadie. Toda su familia era maravillosa, su trabajo era el que le gustaba y lo hacia por deseo, no por obligación. Casi nunca se enfermaba, casi nunca sufría, se había olvidado de lo que era llorar por tristeza y la sonrisa era la expresión dominante en su cara. En fin... su vida era la mejor, la más maravillosa, las más soñada, la que no quería perder. Pero había un trato y sabia que pasara lo que pasara no podía huirle. Sabia que solo le quedaba una semana y sabia que no tenia nada más que esperar el paso del reloj. No obstante, ese día que conoció a su nuevo nieto, sintió que tenia que luchar, que podía ganar, que había esperanza. Y decidió comenzar una verdadera negociación. En el segundo en el que se decidió salió disparado de su asiento, hablo con su esposa y le dijo que iría a buscar algo que necesitaba y que volvería en un rato. Se despidió con un beso a cada integrante de su familia y le dio el primer y único vistazo a su nieto. Rápidamente bajo en ascensor al estacionamiento, encendió su auto y a velocidades increíbles y haciendo chillar las ruedas fue en busca de su destino. Casi no recordaba el camino al antiguo trabajo de treinta años atrás, pero las nuevas autopistas y señales lo llevaban rápidamente. El mundo había cambiado para mejor y todo era síntoma de felicidad. Trato de no pensar particularmente en su familia pero no pudo evitar sentir desesperación por creer que la perdería en los siguientes días, si era que no tenia éxito. Así, sin querer, llego al kilómetro 66. Tamaña sorpresa se llevo cuando comprobó que el antiguo y solitario camino lateral se había convertido en una gran autopista, pero mayor fue la sorpresa cuando al pasar en frente del mojón 66 una visita apareció en su butaca trasera, esta ves sin necesida d de camión. - Bien, has vuelto. Pero antes de tiempos. ¿Tienes apuros en pasar a ser mío?- le pregunto el diablo. - No, en absoluto. Pero creí conveniente venir. Quiero negociar- dijo con voz firme. - Te das cuenta que no tienes nada que negociar. En días serás mío. Tengo un contrato y ni siquiera Dios desafía las leyes de mi mundo. - Si, pero el contrato es solo dentro de una semana. Me quedan siete días de libertad y tengo entendido que el diablo es capaz de aceptar cualquier reto. Pues, yo te reto a que negociemos un par de horas y a cambio ganas estos siete días. Eso si, las negociaciones implicarían deshacer el antiguo contrato. - Y ¿por qué debería aceptar?. Poner en peligro un esclavo por siete días no es un gran negocio. - Siete días más. Tu decides. El diablo pensó un momento y su codicia, ambición y confianza en su gran experiencia en negocios lo obligo a aceptar. Total, sabia que un simple humano nunca lo derrotaría. Chasqueo los dedos y el diablo, junto a Cacho, comenzaron a desvanecerse. La carrocería del Renault Clio tambien se empezó a desvanecer en el instante, sin dar momento a nuestro protagonista de digerir el consentimiento de Lucifer a negociar. Pensaba muy internamente que ya con eso había logrado su objetivo, había logrado romper el primer contrato, pero sabia también que tendría que negociar y con el más malvado, traicionero y vil de todos. Sin embargo la satisfacción de Cacho dio lugar pronto a una extrema sorpresa: la nueva habitación, a la que estaba siendo transportado no era como la que había visitado treinta años atrás. Las muy 4
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
luminosas ventanas del ayer habían sido reemplazadas por incomprensibles rendijas de luz, provenientes de pequeñas y estrechas claraboyas. Las cortinas, como todos los elementos de tela que decoraban el antiguo cuarto, habían sido devoradas por invisibles polillas y tanto las paredes como la pequeña mesa lucían desnudas y sin protección. Este ultimo elemento también había cambiado: lo que antes era una extensa mesa de algarrobo había sido reemplazada por un pequeña y destartalada mesa de camping, que recordaba las penas del ayer y las revivía a cada momento, crujiendo con cada cosa que era depositada arriba. Por otra parte todo el mobiliario había sido eliminado: tan solo la mesa y dos pequeñas y plásticas sillas se encontraban dentro de la habitación. La iluminación, finalmente, solo provenía de una pequeña bombilla de 25 wats, la cual colgaba del también desnudo y descascarado techo. Toda la habitación estaba pésimamente iluminada, y la sombra volvía todo más terrorífico, lúgubre y, en cierta forma, muerto. La explicación para este cambio llegaría del más sabio de los presentes: - ¿Por qué vinimos a esta habitación?. Si mal no recuerdo la otra era mucho mejor- pregunto Cacho. - Es la misma habitación: la habitación de los negocios- contestó el diablo. - Entonces, ¿por qué ha cambiado?. - No ha cambiado. Nunca ha existido y por lo tanto es imposible que experimente cambios. - Pero antes era más acogedora, hasta muy cómoda y atrayente diría yo- le retrucó Cacho. - Así era como tu te la imaginabas. En treinta años de la Tierra, el que ha cambiado,.. eres tu-. El diablo, con las primeras palabras ya había obtenido una victoria. El que había efectivamente cambiado había sido Cacho, y así como su alma era otra, la habitación se permitía variaciones, aunque no fueran más que de su piel. Luego la conversación continuo: - Bien, empecemos- dijo Cacho. - ¿Con que?- pregunto Lucifer. - Con lo que vinimos a hacer. - Y,... ¿qué piensas que vinimos a hacer?- preguntó con sorna el diablo. - Creí que a negociar. Por eso vinimos, esa había sido la razón- contestó Cacho. - ¿“Creí”, “había”? ¿Por qué usas el pasado para hablar?. ¿Ya no quieres negociar?-. - Si, quiero negociar. Pero parece que tu no- arriesgó. - Yo, no he dicho eso-. - Pero tu actitud lo demuestra, me estas intimidando- le denunció nuestro protagonista. - Yo no estoy haciendo nada, ni tampoco me negué a nada. ¿Te asusto?- preguntó el diablo. - Si... esta habitación, tu forma de hablar- dijo Cacho, cayendo en la trampa. - Si, Si... estas asustado de mi. No tienes más que hacer, en tu alma veo que sabes que perderás- atacó Lucifer. - No... ¡No!. Aun puedo vencerte. Aun puedo derrotarte. ¡Eres un traidor, un farsante y yo soy el “bueno”!. Yo seré más inteligente que tu. Se como controlarte-. - Pero ni siquiera eres capaz de controlarte a ti- le tiró el diablo-. - Pero a ti te ganare. No podrás manejarme a tu gusto-. - No creo que pueda, es cierto. Pero... no soy yo el que esta gritando, con miedo y, más que todo, ¡desesperado! por tiempo- concluyó el diablo. - No puedes manejarme, eso es lo que necesito, es la certeza de tu derrota- pareció ganar Cacho. - No puedo manejarte... pero tu tampoco. Esa es mi certeza, la de mi victoria. Este camino es el que yo construyo y frente a nosotros hay una curva- definió magistralmente Lucifer. - Pero puedo frenar-. - Permíteme aclararte, no es un auto lo que conduces. Es tu alma el vehículo, el mismo que esta habitación representa, el que ha cambiado. Tu velocidad es el tiempo que se escurre, el reloj que no para de dar vueltas, y el inexorable correr que te acerca al fin. Con muchos truquillos podrás aminorar la marcha, hacer más lento su paso, pero nunca podrás frenar... Tan solo eres un hombre- terminó el diablo. 5
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
Cacho había sido nuevamente vencido. La conciencia de su fin, de su pequeña existencia, de las irrevocables limitaciones, lo llevaron por un camino tortuoso, que le recordaba lo poco que era, lo mucho que perdía en la lucha con el más poderoso. ¡Enfrentarse al diablo!, la derrota segura. - Dejémonos de palabrerías, no me interesa nuestras calificaciones- aseguro en forma nerviosa Cacho-. Luego continuó: -quiero un nuevo tratado, algo más beneficioso-. - ¿Por qué piensas que es necesario un nuevo tratado?. Es obvio que ya eres consciente de la derrota. Y... por otra parte, ¿porque “más beneficioso?- inquirió el diablo. - Porque no tuve suficiente tiempo- confesó Cacho. - ¿Treinta años no es suficiente tiempo?- preguntó Lucifer. - Si, es bastante, lo reconozco. Pero es muy poco para mi nieto-. - Para mi, personalmente, no es nada. Pero no puedo solucionarte el problema. Tu solo aceptaste el anterior trato. Podrías haberte negado a aceptarlo. Corriste los riesgos-. - Pero no sabía nada, no sabía que tendría tantas cosas en el futuro, tantas cosas a las que querer, a las que quisiera conocer, auque sea-. - Si es por tu nieto, tienes siete días-. - Tampoco siete días me alcanzan, quiero más-. - Tu problema es claro: no eres capaz de aceptar la muerte. Si fuera por Dios, el ni siquiera seria capaz de negociarlo. Yo te doy la oportunidad de, aunque sea, explicarlo. - Mi problema es otro. Puedo tener mucho tiempo, mi vida pueden ser años, pero mi muerte es todo- terminó confesando Cacho. - Explícame mejor- dijo Lucifer con una imborrable y naciente sonrisa en su rostro. - Puedo tener muchos años más... otros treinta, pero al eternidad te pertenece a ti... Firmé un trato..., pero mi familia no. No podría estar la eternidad sin ellos- dijo Cacho poco a poco. - Tu no puedes estar con ellos porque me perteneces efectivamente, pero ellos si pueden estar contigo. Solo necesitarían un trat...- decía el diablo hasta ser interrumpido por Cacho. - ¡No!. Mi familia no participa. Ellos no serán molestados-. - Entiéndelo humano, tu no tienes nada que ofrecerme, yo tampoco te daré nada-. - Solo quiero una cosa, estar junto con ellos-. - Pues no podrás, tu estas condenado a estar aquí, en mi mundo-. - ¡No, puedo deshacer el trato, tu lo has dicho!-. - Si, puedes hacerlo. Volverías a tu auto, chocarías contra aquel camión. ¿Lo recuerdas?. - Si... pero no te pertenecería, iría al cielo- descubrió alegremente Cacho. Luego continuo: seria de Dios y ¡perderías todo lo que ahora tienes!. Ves... no tienes nada con que luchar Lucifer. Ya he vivido treinta años y ahora si quiero puedo volver al camión a morir, pero ya he vivido y no sería tuyo. - Si... tienes razón- asintió tranquilamente el diablo. - ¡Ves como todo lo tuyo se desmorona!. Luego esperaría en el cielo a toda mi familia: a mi esposa, a mis hijos, a mis perros y a mi nieto. Estaría la eternidad con ellos. ¡Gano de cualquier forma!- decía alegremente Cacho. - Perdón- lo interrumpió el diablo- dijiste que pasarías la eternidad... ¿con quienes?-. - Con mi esposa, con mis hijos, con mi nieto-. - Te olvidas algo- razono el diablo-. Ellos son de esta vida. Si mueres en el camión, también morirían tus hijos y tu nieto. Es más... me gustaría verlos en estos momentos- dijo Lucifer. Una gran pantalla se abrió entre el diablo y Cacho, en la cual la imagen de un recién nacido rodeado por mayores ocupaba el centro de la escena. Nuestro protagonista pudo rápidamente reconocer a toda su familia, reunida feliz y desfrutando. - Ellos están felices. Y, si haces lo que pensaste, morirían, se desvanecerían. Tu esposa, por otra parte, nunca te conocería y quien sabe que será de ella-. Cacho quedó mudo, pero en reflexión constante. Se dio cuenta que aquel despreciable ser tenia razón. Se dio cuenta que había perdido nuevamente, pero esta vez mostrando sus peores flaquezas. Casi sin ánimos y a medias llorando, no pudo disimular más: -Estoy condenado- dijo finalmente. 6
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
-
Si, estas condenado. Cometiste un gran error de treinta años: te llenaste de anclas. Tu vida se enriqueció a cada momento, mejoró con el pasar de los años, se hizo más sólida y fuerte y ahora es tu mayor obstáculo. No te deja seguir y ya no puedes volver atrás. Ya desde un principio habías perdido porque de cualquier forma llegarías aquí: si te suicidabas, como era tu plan (sabia todo lo que pensabas) vendrías al infierno. Si dejabas pasar el tiempo también terminarías aquí. La única opción que tenias era la que descubriste recién y la perdiste por tu culpa misma. Tu eres el culpable -. - Si... si... si... Yo soy el culpable- dijo Cacho casi llorando.-Tendría que haberlo preveido, tendría que haber sabido que esto pasaría. ¿Por qué no habré terminado en ese camión?. Tu me engañaste, me diste todo para que yo fuera tuyo-. - Pero..., piénsalo mejor. Te di una vida, te di treinta años de felicidad, te di lo que más querías. ¿Así me agradeces?. podría haberte dejado morir allí, por obra de Dios, pero en cambio te di la oportunidad de elegir. Y ahora me haces responsables de tu decisión-. - Me dibujaste todo, creaste todo con el único fin de dominarme-. - Tu no vales nada, todo lo creaste vos mismo. Tu vida la creaste vos mismo-. - Si, pero si hubiera muerto allí ya no te pertenecería. Has obtenido beneficios-. - Tu también: tu familia. Si hubieras muerto, ellos morirían. Te recuerdo que eso es lo que te detiene para deshacer el trato-. - Si hubiera muerto sin tu intervención ni siquiera los habría conocido, no estaría matando a nadie, no estaría sufriendo. La conciencia de su existencia y la conciencia del trato que hice con vos es lo que me esta condenando-. El diablo suspiro profundamente y Cacho también. habían estado hablando ya hacia un buen rato y ambos estaban cansados. El diablo, sin embargo, estaba más hastiado que nada. - Humano tu eres el único culpable y todo esto no tiene arreglo. Ya te he hecho muchas preguntas y proposiciones y no conducen a nada. Es hora que vuelvas y que disfrutes tus siete días- dijo a Cacho. Este se había desplomado sobre la mesa, con los ojos cerrados y llorando por dentro. Sin embargo, sus oídos estaban muy abiertos, y lograron escuchar las palabras del diablo. Estas retumbaron en su cabeza, hasta que obtuvo la clave de todo el problema. “Te he hecho muchas preguntas y proposiciones y no conducen a nada”, “Te he hecho muchas preguntas y proposiciones y no conducen a nada “Te he hecho...”. “¡Claro!, esa es la clave” pensó Cacho. “Sus preguntas y proposiciones no conducen a nada, el me ha dicho que construye el camino, no que me conduce. En realidad el que me conduce es... es... mi alma. Si, eso recuerdo que dijo: “no es un auto lo que conduces. Es tu alma el vehículo”. Esas es la clave, no es el que me conduce, debo ser yo quien conduzca, debo ser yo quien maneje mi alma. Debo hacerlo a través de mi mismo. Soy yo el que tiene que manejar esto. ¡Soy yo el que debe hacer las preguntas!”. - ¿Porque vinimos?- preguntó Cacho bruscamente. - Porque.... porque...- el diablo no encontraba respuesta, estaba cansado y desconcertado pero no podía omitir la pregunta-. Ehhh.... Vinimos a cambiar el trato- contestó finalmente. - ¡No!..., vinimos a negociar. Creo que el que esta ahora preparado para la derrota eres tu. ¿Por qué no puedo volver atrás?-. - Si puedes, pero te recuerdo que no quieres- dijo Lucifer esta vez seguro. - Entonces puedo, tengo la posibilidad ¿Qué significaría para ti el que yo deshaga el contrato?. - Significaría que vuelves y mueres. No serias de mi propiedad. Pero tu familia moriría-. - ¿Morirían? ¿A dónde irían en ese caso?-. - No se... supongo que al cielo. Lo cierto es que a mis dominios no vendrían. No tienen ningún trato conmigo. Eso no me importa. No son ellos los que me importan-. - ¿Serian entonces libres, allá en el cielo?-. - Quizás, tal vez. No he ido nunca. Por algo soy el Diablo-. - La posibilidad de que sean libres allá arriba existe. Y es la duda de mi victoria. ¿Qué me pasaría a mi si me muero contra ese camión?-. 7
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
-
Seguramente irías al cielo- confeso el diablo, cayendo en la trampa de Cacho. Y, entonces, ¿con quien terminaría?- pregunto con una sonrisa. Terminarías... terminarías...- pensó el diablo- terminarías... junto a ellos. ¡Si.! terminaría con ellos. Todos juntos. Si deshago el contrato obtengo lo que quiero, estar con mi familia por la eternidad. Tu, en cambio, no obtendrías nada. perderías el control sobre mi y no podrías evitar mi felicidad-. Cacho se había levantado en un brinco. Estaba ahora parado frente al diablo, desafiándolo de cerca, mostrándole su derrota. Gritaba cada vez más, pero de alegría. Sabia que tenia la victoria. - ¡He ganado, he ganado!. No tienes nada. Solo con decidir deshacer el trato, ganaré-. - No, no. ¡NOOOOOOO!. No. No puede ser, no he sido derrotado-. - Si, si lo has sido. Solo tengo que hacer una cosa y gano. Tu has perdido. No te pertenezco. Mi familia estará conmigo-. La risa de Cacho era ahora sonora y estaba humillando al diablo. Este se exasperaba ante lo evidente de su derrota y solo decía maldiciones. Luego terminó echando todo por la borda. - Vete, vete de mi salón de negocios. No quiero verte nunca más. Eres un humano despreciable, no te quiero aquí-. - Primero quiero deshacer cierto contrato- dijo sarcástico Cacho. - No necesitas deshacerlo. ¡Vete!. ¡¿Quieres estar con tu familia?!. Pues este trato esta roto, así como todos los demás. No morirás, no chocaras. VETE y vuelve a tu vida si quieres. - ¡¿Eso significa que puedo seguir viviendo ahora con mi familia sin morir en una semana?!-. - Si, solo vete. VETE. Cacho salió corriendo rápidamente de aquella habitación, a través de una puerta que se había abierto justo en ese momento. Apareció repentinamente en la carretera por la que iba antes de aparecer el diablo, pero con una rápida mirada comprendió que todo estaba bien: su cara estaba arrugada, la autopista seguía siendo moderna y el auto no era el viejo Clío de treinta años antes. Estaba en el tiempo que quería, no chocó ni nada, su familia estaba viva y en siete días no tendría nada que hacer, no tendría que rendir cuentas. había ganado. Mientras tanto, en la oscura habitación el diablo reflexionaba: “Que estúpidos estos humanos. Es tan fácil engañarlos”. Lo primero que hizo Cacho fue, obviamente, regresar al hospital donde su nuevo nieto lo esperaba. Manejo velozmente por todos los caminos, pero ¡Ojo!, no tuvo ningún accidente ni nada por el estilo. Al rato llego a la habitación y una gran sorpresa lo estaba esperando:.... todos estaban bien. Nada raro tampoco. Saludo a todos, vio a su nieto y comenzó a quererlo desde ese primer momento. Todos estaban bien, todo estaba bien. Pero algo pasaría. Horas más tarde, al día siguiente, la nuera de Cacho era dada de alta. Su hija ya estaba bien y era hora de volver a su casa. La decisión del auto, no obstante, había sido premonitoria: Cacho sería el encargado de llevar a todos, en su nuevo y grande “minibús”. Subieron a bordo su esposa, sus hijos, sus nietos, todas las personas amadas. Luego de unos minutos de espera el minibús salió del estacionamiento, rumbo a la casa del nuevo integrante de la familia. Todos iban felices y contentos, hablando de lo que harían con el bebe, del futuro que les esperaría. En realidad, del futuro que los atropellaría. Como aquel tren. Un cruce de barreras sin funcionar, un Cacho desprevenido, un “minibús” sin frenos y un maquinista con cierto trato (firmado con cierto personaje de esta historia), fue el cóctel total. Las chapas, carnes y demás cosas fueron mezcladas en lo mismo: muerte. Todos murieron. ¿Quién ganó?. ¿El diablo? ¿Cacho? ¿Nadie?. El diablo fue el responsable de la muerte de todos. Todos murieron. Todos fueron al cielo. Todos están en el mismo lugar. ¿Cacho ha ganado?. Cacho ganaba si pasaba la eternidad con su familia, y lo hará, estará en el mismo lugar que su familia. ¿Ha ganado?. 8
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
La respuesta es confusa, pero aquí les va una pista. están en el cielo, en el mismo lugar, pero esto no significa que estén juntos. Cacho esta buscando uno a uno a todos sus familiares, pero aun no ha dado con ellos. Aun esta solo. Su búsqueda continuará por toda la eternidad pero ¿los encontrara? La duda es, la pregunta es: ¿Cacho los encontrara? El cielo es, finalmente, muy grande. La eternidad es, por lo tanto, la búsqueda de la compañía. ¿Cacho ha ganado? FIN.
9
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
REGALOS MUY ESPECIALES Esta historia puede resultar triste a muchos que la lean, pero tiene un sentido más que nada reflexivo, sin ninguna intención de conmover, entristecer o traer recuerdos dolorosos del pasado. “Cuenta esta historia de un episodio más en la vida de una familia, quizás muy especial, quizás como la tuya. Estaba conformada por seis integrantes, desde los más queribles hasta los más aborrecibles, pero todos buenas personas. Algunos pueden resultar (a nosotros, que no formamos parte de ella) realmente fastidiosos, podemos llegar a pensar que son malos y otros pueden parecernos bondadosos. No nos engañemos, no somos nosotros los que juzgamos, abramos nuestras mentes y aceptemos estos personajes. Ellos son: mamá, papá y cuatro hermanos. Esta familia tenía una particularidad: sus padres cumplían años el mismo día y como era de esperar festejaban sus cumpleaños juntos, tan juntos como toda la vida habían estado. El suceso que relataremos no esta tan relacionado con dicho día sino más bien con los preparativos de los hermanos para la ocasión. No adelantemos más y comencemos de una vez. Luis estaba en su casa descansando luego de un maratónico día de trabajo en la oficina. Estaba vestido con las ropas de gimnasia, algo que no usualmente ocurría. En realidad era un lunes, y como tal, era el día de caminata nocturna luego del partido de tenis. El fin de semana, en el que no trabajaba, era un fastidio para los lunes, ya que las tareas se amontonaban y la vuelta al trabajo era una verdadera tortura. Precisamente por ello, había arreglado con sus compañeros aquel día como el día del tenis. Ese deporte era una forma de escapar al estrés y desagotar su presionado cuerpo. La casa en la que se encontraba estaba completamente sola: su mujer e hijos habían ido al cine tras dejar una nota colgada en la heladera. La paz que le traía el silencio hacía que el sitio en el que se encontraba, acostado en el sillón, fuera un paraíso que le permitía reflexionar, algo que quizás le costaba mucho hacer. Luis era un agente de bolsa y como tal tenía un trabajo agotador, con mucho trajín diario y nocturno, extremadamente invasor de su tiempo libre y estresante hasta lo máximo. Claro que todo esto tenía su costado bueno: Luis era el más “acomodado” de toda la familia. Su situación económica era excelente y tal como siempre había querido podía disfrutar de los máximos placeres de la vida, aunque nunca tenía tiempo para ellos. Sin embargo el momento que más le gustaba era el que en ese momento, solo y acostado, experimentaba, aunque no le duraría mucho. Luego de unos minutos de descanso, el timbre del teléfono lo sorprendió somnoliento y tras despertarlo sonoramente perturbó todo su descanso. - ¿Qué?...Digo... hola- dijo ni bien tomó la bocina. - Hola. ¿Luis?. ¿Sos vos?- le contestaron del otro lado. - Si. Si, soy yo. ¿Carlos?- preguntó a su tiempo. - Si, habla Carlos. ¿Qué hacés hermano?-. - Nada, descansando en mi casa-. - ¿Descansando?. ¡Que raro de vos!-. - Si, es que estoy solo y me hice un ratito para descansar. ¿Para qué me llamabas?-. - Mirá... es algo importante-. - ¿Importante?. ¿Qué?- preguntó Luis en seco. - No... bah si... El sábado es el cumpleaños de papá y mamá... y ya sabés: soy muy sentimental yo. Quería saber si te acordabas. - No. No me acordaba. Estuve muy ocupado y no tengo tiempo para pensar en esas cosas-. - Si, lo se. Siempre peleamos por eso. Pero esta vez quería que fuera diferente. Vos siempre negás lo de mamá y papá, y el cumpleaños es para ellos, o mejor dicho, para mi, muy importante-. - Si. Te entiendo. Pero para mi es algo difícil-. - Bueno, no importa. Es por ellos. Quería que nos reuniéramos los cuatro para ver que les regalamos. No me gustaría caer a visitarlos con lo mismo- dijo Carlos. 10
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
-
Bueno, está bien. Esta semana va a venir livianita y puedo. Si fuera en otro momento no iría ni a visitarlos- dijo Luis. - ¿Qué?. ¿Cómo podes decir eso?-. - Vos sabés como veo yo las cosas. No coincido con vos, pero voy por ellos-. La conversación duraría unos segundos más en los que Luis arreglaría con Carlos el día de encuentro y el lugar: Casa de Federico a las 7 del viernes. Carlos era el mayor de los hermanos. Como tal había sido el primero en relacionarse con sus padres y estaba muy íntimamente unido. Para él los sentimientos eran lo primero por sobre todo y, con acciones enfermizas algunas veces, no olvidaba ninguna fecha especial en relación a sus progenitores. El cumpleaños de ellos era, por lo tanto, una fecha tan importante como su vida misma, y siempre organizaba alguna reunión previa a la ocasión para ver que podían hacer los cuatro juntos por sus padres. Esta vez había elegido reunirse por los regalos, algo que consideraba no muy importante pero también valioso. Su vida corría por otros parámetros donde lo material, como los regalos, estaban relegados. Él era asistente social. Su trabajo estaba muy relacionado con la vida y con el bien común de los demás y su pensamiento era muy solidario. Era, por así decirlo, lo opuesto a Luis. Mientras que este ultimo se ocupaba de la ganancia de unos pocos, a veces mezquina y maliciosamente, Carlos intentaba remediar lo que ello causaba. Como he dicho, los sentimientos propios y ajenos eran muy importantes y, constantemente, pensaba en lo espiritual, en la importancia de los valores. Ello mismo estaba haciendo tras llamar a su hermano Luis, algo que casi siempre le resultaba frustrante. Ambos sabían que eran muy diferentes y aunque a Carlos no le gustaba usar estereotipos, reconocía en su hermano a la clase de persona que más aborrecía: la materialista. Sin embargo, tras analizar lo que Luis atravesaba, sintió compasión de él: “Pobre... no puede sentir como yo. Todo lo ha cambiado”. Mientras tanto escribía en una hoja de papel la siguiente frase: “Casa de Federico. Viernes a las 7”. Federico era uno de los medianos, junto con Luis. En general solía pelearse con este a causa de lo mismo que Carlos: sabia que su hermano era un dinero dependiente y no le gustaba. Sin embargo no era tan diferente: en su cinismo, quizás envidia, no podía reconocer que el dinero era el que lo movía en sus acciones aunque, a manera opuesta a Luis, la falta de él era lo que lo marcaba. solía recibir cada billete como una bendición y el soltarlo representaba una tragedia. Cuidaba el dinero más que su salud y, tan costoso como era el obtenerlo, era el gastarlo. Lo que lo diferenciaba con Luis era que el no tenía demasiado y eso siempre le había reportado algún que otro resentimiento extra. Por ello y por otras cosas que lo habían marcado representaba el niño amarrete hasta miserable de la familia y aunque todos sabían de eso (hasta el mismo) simulaban negarlo y tratarlo cortésmente. Su trabajo no era muy prometedor y, por ello, la frustración de ver truncado sus sueños de dinero lo acompañaba a cada momento. Él era taxista y como muestra de su tacañería diré que eligió su casa como punto de reunión para no tener que trasladarse y el horario de las siete le pareció apropiado para evitar que sus hermanos reclamaran atenciones como cena o merienda. Tras hablar con Carlos y arreglar todo aquello se sintió más frustrado aun ya que sabia que su hermana iría a su casa y, como era de esperar le criticaría todo lo que tantos billetes le costaba. “Maldita sea, va a venir Laura” pensaba internamente mientras se preparaba un puchero. Por todo lo demás, agregaré que era soltero. Laura era la anti-todo de la familia. Era agnóstica, no creía en nadie, odiaba la política, pensaba mal de los imperialistas económicos, de los zurdos asistentes sociales y no añoraba mejoras para la clase trabajadora. Creía poco en la Justicia y la educación le parecía vana y sin sentido. Por otra parte tampoco la ciencia la atraía y era completamente escéptica. La confianza, la fe y el creer eran cosas que no existían en su mundo y, para decirlo claramente, este se encontraba en completa oposición al mundo “normal”. Ella era contadora. La indiferencia con la que miraba todo lo que la rodeaba hacia que solo los números le fueran confiables y ni siquiera su familia podía captar su atención. Por ello la reunión le pareció sin sentido y menos aun la movilizó el cumpleaños de sus padres. Era algo tonto, vano, sin ningún11
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
valor, pensaba ella. Sin embargo, muy a su pesar, había accedido a ir a la reunión para contentar a su hermano Carlos que constantemente trataba de hacerla cambiar de postura. Entre aguantar a su hermano molestándola todo el tiempo y aguantar a sus tres hermanos molestándola unos ratos, prefería la segunda opción y por ello iría. “No,... encima es en esa casa mugrienta del tacaño ese”, pensaba. El encuentro estaba, por lo tanto, y con mucho esfuerzo, arreglado. El día no tardaría en llegar. El día llego rápido. El viernes por la tarde-noche, en casa de Federico, se encontraban los cuatro hermanos reunidos. Tras los falsos saludos se escucharía lo siguiente: C: - Quería que nos juntáramos para ver que regalo le damos a papa y a mama-. Lau: - Si, ya sabemos. Menos ceremonia-. L: -¿Que pensás regalar vos?-. C: -No se. Pensaba en una medallita de oro, o en un lindo crucifijo. Algo religioso, que tanto les gusta y que tenga significado-. F: -¿Qué?... eso. Gastar en eso y, encima ¡al pedo!-. L: - Para mi es muy poco. Yo pensaba en juntar entre los cuatro y regalarles algo caro. Algo de gran valor-. Lau: -¿Para que?. Es todo lo mismo, una mierda-. C: -No empecemos a pelearnos, pero me parece que algo caro es un despropósito si no tiene ningún valor del afectivo-. F: - A mi me sigue pareciendo un gastadero de guita al pedo. A vos Luis te sobrará, pero a mi me cuesta ganarla-. L: - Yo entiendo que a vos te puede costar. Pero me parece que comprar algo barato, por más que tenga “valor afectivo” no es nada. Ellos se merecen que gastemos más. C: - Me parece que no es necesario gastar más, si es de corazón-. Lau:- Vos siempre con esas boludeces, del corazón y de toda esa estupidez. ¡Date cuenta!. Cualquier regalo es tonto, sea caro o sea barato. Es todo lo mismo-. F:- Si es todo lo mismo, entonces regalemos algo barato. Por lo menos que no me cueste mucho-. L: - Sigo pensando que tenemos que hacer un esfuerzo económico y comprar algo caro-. C: - Para mi el esfuerzo tiene que ser sentimental. No importa el valor económico-. F: - Creo que es alpedo, así que mejor barato. Lau: - Me parece que todo es al pedo. Al igual que esta reunión-. Tras estas ultimas palabras todos se quedaron pensando, meditando, reflexionando. No pudieron comprender lo que oían de los demás, ni tampoco lo que ocurría. No podían creer en lo que se habían convertido, en lo mucho que se habían separado, en lo poco que ahora compartían. Cada uno veía en los otros a alguien diferente a si mismo y amenazador para su forma de ver la vida. El otro era un enemigo, aun para Carlos, el que más reparos ponía. Estaban enfrentados y desunidos. En realidad, no podían creer lo que habían perdido desde tiempo atrás, luego del suceso. Tras unos segundos de silencio, Laura corrió su silla, se paro frente a todos y, tras un leve adiós, partió hacia fuera. Federico ni siquiera se molestó en acompañarla y la confirmación de que se había ido surgió del ruido de su auto haciendo crujir las gomas en el asfalto. Luego, Luis la siguió en el mismo camino: se paró, dijo que tenia un negocio importante y partió abruptamente. Tras unos minutos de silencio, finalmente, Carlos se paró y, sin decir nada, se aproximó a la puerta. Luego de abrirla dio media vuelta y, mirando a Federico, dijo lo siguiente: “Es una lastima que hallamos perdido eso que nos unía. Es una lastima sobre todo para mamá y papá”. Luego partió. Federico quedó solo y, tras unos momentos de reflexión se fue a acostar a uno de los sillones para ver televisión. La noche paso rápidamente y los hermanos pensaron por separado en sus vidas, en lo que antes era su familia, en sus padres. Más de una lagrima surgió de sus ojos y surcaron todas sus facciones. 12
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
Al día siguiente fueron a ver a los cumple añeros. Por esas casualidades se encontraron en la puerta a la misma hora. Federico venia del sur. Luis del norte. Laura de un negocio de enfrente. Carlos salía de su auto, que estaba estacionado justo en la puerta. El encontrarse de repente y de manera tan fortuita, los sorprendió aunque no fue sorpresa el único sentimiento que los unió. Cada uno de ellos pudo ver lo que los otros traían, los regalos. Cada uno pudo ver lo que antes habían sido todos juntos. Cada uno pudo sentir por los otros lo que no había podido sentir en años. Finalmente, cada uno corrió en búsqueda de los otros. Los cuatros se estrecharon en una abrazo fuerte, sentimental, hermoso, húmedo por lagrimas, frente al lugar donde sus padres los esperaban ansiosamente. Comenzaron a llorar todos juntos, sin diferencias entre el más sentimental o el más avaro o el más indiferente. Las lagrimas los unían, el dolor los unía. El amor los unía. Tras unos cuantos minutos de llorar abrazados decidieron entrar a dar el regalo a sus padres, pero entrar juntos, como estos siempre hubieran querido que estuvieran. Los abrazos se mantuvieron por un buen rato y, si fuera poeta, diría que serian por toda la vida. Ellos comprendieron ese día lo que significaba “familia” y la mantuvieron por siempre. Quizás lo que los había separado los volvería a unir. Aquí finaliza esta historia, pero seguramente esperas más, una explicación. Solo te diré lo siguiente: Las rosas rojas estaban hermosas. Las de Carlos, las de Laura, las de Federico, las de Luis: todas eran igualmente hermosas. Especialmente remarcaban su hermoso color y vida ante la lápida en la que estaban depositados, que rezaba: “A papa y mama. Sus hijos por siempre, aun luego del día de su muerte”.
13
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
LA VENGANZA DEL PITIROSPORUN OVALE “Cuenta la historia que un buen día, como el de hoy, así de nublado, una tragedia tuvo lugar en unos de los tantos edificios que decoran la postal de Buenos Aires. La mañana había sido lluviosa, quizás como hoy, pero a diferencia de esta, presagiaba los eventos que no tardarían en llegar en la siguiente tarde. El frió, por su parte, hacia que la multitud de trabajadores que deambulaban por las calles llevaran puesto sus pesados, molestos y completamente negros sacos, como caracoles que en su trágico pasar arrastran las deudas del pasado (y las casas del presente). Entre todas las pobres pero felices personas, que en un viernes como el de hoy solo esperaban la hora de salida, había sin embargo un invitado sin permiso, un inocente con culpa, un enemigo sin causa, un asesino prematuro: era él, sí señores: el maléfico y perverso pitirosporun ovale. En los hombros de los varones, en las carteras de las señoras, en el bolsillo del caballero, en las pelucas de las muñecas, en los perros callejeros: había cientos, por todas partes, pero ninguno como él. Las inquietas manos de los incomprensibles entes intentaban en su desesperado camino ocultar lo que las negras vestiduras se esforzaban por delatar e intentaban disfrazar las rascadas a las que las uñas estaba obligadas. Todo era agreste, todo era negro, pero en esa negrura se revelaban pequeños puntos blancos, sedientos de importancia y de valor, en contra de una sociedad que los despreciaba. Entre ellos, él se desplazaba como cualquier otro pero como ninguno. Cuando el reloj de la estación retiro marcaba las cuatro de la tarde él se encontraba ingresando ya en el edificio de sus objetivos. El huésped que había elegido era una persona realmente importante: desarrollaba en ese templo de la burocracia una de las tareas más preciadas por todos los empleados. Era el bufetero. Lentamente en su pasar fue saludando a cada uno de los empleados que allí se encontraban, con total cortesía pero con la traición en su espalda, o más bien cabello. Piti (ya lo hemos bautizado) mientras tanto, se escondía de los que encarnaban su mayor peligro y pensaba en las ironías del destino, como la que lo había llevado a entrar ahí, en ese impensado lugar para cualquiera de su genero. El desplazamiento en el ascensor fue para Piti algo totalmente nuevo y divertido, pero no llego a acallar todo el odio que dentro suyo estaba contenido. Al abrirse las puertas y ver en el final del pasillo la oficina de su venganza, sin embargo, dudo acerca de si lo que estaba haciendo era lo correcto. Se planteo cosas como la legitimidad de la justicia por mano propia (que tanto lo había afectado) si era bueno provocar lo que provocaría y termino filosofando sobre el bien y el mal. Finalmente decidiría seguir adelante. Nuestro huésped, justo en el punto máximo de la disertación del villano Piti, interrumpió con su voz los pensamientos malignos de éste. -¿Me llamaron deste piso pa´ un pedido?- fue su pregunta ; -si, la oficina del presidente, al fondo- fue la respuesta. Con estas palabras y luego de ser sacado del más profundo velo de la reflexión, Piti comenzaba a disfrutar de su venganza y a saborear el jugo de la victoria. Entrar a aquella oficina solo éxito su pequeño corazón. Ver a su odiado solo le crispo los nervios. El bufetero, luego de tomar el pedido (uno de crudo con queso y dulce de batata) salió de aquella habitación lentamente, dejando tras si una estela de odio que el mismísimo Piti constituya. La caída en la alfombra fue dura pero en aquel momento pensó que bien lo valía. Sin perder un segundo, nuestro enemigo, se incorporo y comenzó a ascender por la también alfombrada pared, rodeando el escritorio tras el cual la síntesis de su resentimiento trabajaba. Tras una hora de caminata dificultosa y muy cansadora, arribó al lugar que esperaba llegar, exhausto por el esfuerzo pero contento por lo logrado. En ese momento se encontraba justo por detrás del “presidente del edificio”, a unos metros por arriba de su cabeza, justo en el mismo estante donde se suponía, aquel sujeto atesoraba un exquisito picahielo. El plan había llegado a su ultimo punto, donde ya no se podía volver, donde el destino había sido ya echado. Antes de hacer lo que haría dudo un instante, pero el recuerdo de los seres queridos perdidos lo animo a seguir adelante nuevamente. –Lo are por mi familia, la que tu y los tuyos, cerdos capitalistas, me sacaron- pensó para si mismo. Tras aquella revelación salto a su destino, a su venganza, al motivo de su existencia. Y callo. 14
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados
Un trato muy especial
El “presidente” sintió un silbido a sus espaldas, pero fue lo ultimo que sintió. El picahielo, con Piti montado en su mango, cayo tan rápida y certeramente en su cabeza que la muerte fue instantánea, sin necesidad de sufrimiento. La escena dantesca que el finado daba con su cabeza ensartada en el escritorio fue observada primero por su secretaria, luego por su esposa y por ultimo por la policía. Al día siguiente fue enterrado pero eso no es ya importante. Meses más tarde la ley culparía a aquel inocente, pero quizás cómplice ante el destino, bufetero, presumiendo que había matado al “presidente” a causa de un ajuste de cuentas. La familia de este ultimo se recuperaría de la perdida y la compañía que se asentaba en aquel edificio continuaría adelante con su accionar asesino. Piti cumplió con su venganza, pero... ¿qué fue de él?. Un canoso sargento le sirvió de vehículo para la salida incógnita de la escena del crimen. Luego, en la calle, en la puerta del edificio, se paso a unas personas que esperaban el colectivo. Su misión ya había concluido pero no estaba del todo satisfecho, no había encontrado la paz que había perdido con la partida de su familia. No obstante todo había salido bien, por lo que al mirar hacia atrás, por la ventanilla trasera de aquel colectivo, y al observar en el horizonte el edificio de su venganza, pudo aunque sea por una vez en su vida, sonreír. Cuantas preguntas que se te ocurren, ¿no?. ¿Qué fue del ignorante y ajeno bufetero? La falta de merito lo salvo de la injusticia, aunque nunca podría recuperarse. A cada lugar donde ahora va es señalado como un asesino. ¿Qué fue del “presidente”? Tras unos paso por algunas morgues y mesas de forenses fue enterrado. Hoy es victima de los gusanos, que castigan su cuerpo por la misma razón de su muerte. ¿Qué fue de Piti? Tras unos cambios muy emocionantes (Eligio huéspedes como jugadores de fútbol, importantes políticos y el perro de Susana) tuvo una decisión desafortunada y callo en la infernal, solitaria y desierta cabeza de Cavallo. Finalmente murió ahogado por la yema de un huevo. Eso fue todo. Sin embargo tenés algo que decir: “¿Que sentido tiene todo esto?” “¿Por qué Piti haría algo así? ¿qué lo llevo a tan atroz asesinato? La respuesta no la conoce nadie más que él, y se la llevo a la tumba. Será un secreto por siempre y nadie lo supo, lo sabe o lo sabrá jamás. Como consuelo te puedo decir que mientras se alejaba del lugar del crimen, dentro del bondi, en sus ojos, brillaban las palabras de la marquesina de aquel edificio: “Triatop”. RECUERDA: Ten cuidado con el shampoo que usas. Los pequeños puntos tienen vida, piensan, sienten y tienen familia, al igual que vos. No les hagas lo que no quisieras que te hicieran. Y, por ultimo, ten cuidado en tu oficina: ve a tus espaldas siempre, no uses picahielos y desconfía de cada bufetero: pueden ser la vía de una terrible venganza.
15
© 2001 Martin Manuel Scachi
Todos los derechos reservados