SOBREVIVIENTES FREDERIK POHL El mensaje comenzaba así: «NO PODEMOS SABER CON CERTEZA SI USTEDES ESTÁN LO BASTANTE EVOLUC...
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SOBREVIVIENTES FREDERIK POHL El mensaje comenzaba así: «NO PODEMOS SABER CON CERTEZA SI USTEDES ESTÁN LO BASTANTE EVOLUCIONADOS COMO PARA ENTENDER SIQUIERA ESTA COMUNICACIÓN. EN DEFINITIVA, NO NOS ENTERAMOS DE SU EXISTENCIA HASTA DESPUÉS DE LA EXPLOSIÓN.» El general entró a la sala de guerra y tiró su capote a un ordenanza. Las estrellas de sus hombreras tintinearon unas contra otras. —¡Pero qué descaro! —murmuró—. ¿Quién se creen que son? El oficial técnico de servicio levantó la vista de su computadora. —Con el debido respeto, señor —dijo—, parece evidente que están más avanzados que nosotros. —¿Más avanzados? Ah, puede ser que tengan mejores aparatos, si se refiere a eso. Bueno, está bien, siga descifrando. —Sí, señor. «NO ES IMPORTANTE QUE ENTIENDAN ESTE MENSAJE. DE TODOS MODOS LOS SALVAREMOS, CON LOS MISMOS MEDIOS QUE USAMOS PARA ATRAVESAR EL ESPACIO Y LLEGAR HASTA AQUÍ. NO TENGAN MIEDO.» —¡Miedo! —bufó el general, escandalizado. «EL TRASLADO SERÁ INSTANTÁNEO. NO HARÁ FALTA NINGUNA ACCIÓN DE PARTE DE USTEDES, Y NI SIQUIERA SE DARÁN CUENTA QUE OCURRE ALGO HASTA QUE LLEGUEN A NUESTRA NAVE.» —¿Está seguro que esto no es una broma? —preguntó el general, no muy esperanzado. —No creo que lo sea, señor. Vigía Espacial informó hace once horas que había rastreado un objeto no identificado en órbita cislunar. El mensaje comenzó a llegar... el mismo mensaje, una y otra vez... desde más o menos... a ver —pulsó rápidamente las teclas de su calculadora de bolsillo— desde la una menos cuarto de esta mañana. En seguida lo llamamos a Washington, señor. —Sé perfectamente que lo hicieron —ladró el general—. ¿Los rusos también están recibiendo esto? El oficial técnico se entusiasmó.
—Creo que no, señor —contestó—. Nos pusimos a interferir en el acto. No creo que los rusos puedan discriminar las verdaderas señales sin esto —palmeó el teclado que conectaba la sala de guerra de Denver con las gigantescas computadoras centrales instaladas bajo las Rocosas de Colorado—. ¡Y sabemos que no tienen nada parecido! —Mmmm —dijo el general, un poco más calmado—. ¿Dice algo más el mensaje? —Oh, sí, señor. —El oficial técnico reinició la impresión del texto: «TENGAN EN CUENTA QUE SÓLO A USTEDES PODEMOS SALVARLOS DE LOS EFECTOS DE LA EXPLOSIÓN DE LA ESTRELLA ALFA DEL CENTAURO. PUDIMOS LLEGAR HASTA SU SISTEMA MUY POCO ANTES QUE LA ONDA FRONTAL. NO PODEMOS RESCATAR A TIEMPO NI A SUS ANIMALES NI SUS OTRAS PERTENENCIAS.» —Si dejan que los rusos se quemen —sonrió el general—, ¿qué importa si no salvan a los perros? Pero, ¿qué pasa con Alfa del Centauro? ¿Qué hay si explota? —Bueno, señor —respondió el oficial técnico, vacilante—, no soy quien para afirmarlo, pero la gente del Consejo Nacional de Ciencias dice que, si eso es verdad, será una explosión tan enorme que podría llegar a quemarnos. —¿Y eso cuando ocurrirá? —preguntó el general, inquieto. —El mensaje del objeto en órbita cislunar decía: «CUANDO LES ALCANCE LA ONDA FRONTAL». Nuestra gente está trabajando en esto, señor, pero podría tratar de efectuar el cálculo ahora... —¡Hágalo! —Sí, señor —contestó el oficial técnico, y metió la mano en el bolsillo. La sacó sin calculadora—. ¿Qué raro? —dijo, mirando en derredor para ver dónde la había puesto. No tuvo éxito—. Bueno, general, lo haré en la computadora central... Pero también había desaparecido el teclado de comunicación con el centro de computación. Y el videotransmisor. Y la impresora. Y cuando el oficial técnico, con una repentina sacudida de espanto, armó un enlace improvisado de circuito cerrado de TV con el centro de computación de las Rocosas, encontró que las enormes salas de roca estaban desiertas. No había cintas magnéticas, ni procesadores. No había nada que tuviese relación con computadoras, calculadoras, o cualquier otra forma de inteligencia artificial. Todo eso había desaparecido. Sólo quedaban los animales domésticos, palpándose las estrellas de sus uniformes, atontados, con los ojos clavados en sus monitores de comunicación... mientras afuera el cielo se encendía un poco más. Y seguía iluminándose con creciente intensidad.
FIN Digitalización, Revisión y Edición Electrónica de Arácnido. Revisión 3.