Qué cuenta como una vida La pregunta por la libertad en Judith Butler
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Qué cuenta como una vida La pregunta por la libertad en Judith Butler
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TEORh y (;RITIC.\
Colección dirigida y diseñada por Luis Arenas y Ángeles J. PeroJl;¡Id ;-.\lS propios análisis atemos a la fundamentalidad del ámhito de lo social e histórico. Butler, como así nos' lo recuerda nm ('lIloción [4], leyó la Historia de la sexualidad de Foucault b'l:ju el illIlujo de Rubin. Foucault se irá mostrando en lo sucesivo cumo uuo de los autores que más ha contribuido con sus peculiare:- pUII\OS de \'ista al despliegue de las innovadoras formulariollt,,;; de llutler. En Subject.\' (1 J){'Úrt', sin embargo, solo en los últimos capítulos añadidos para la publicación del libro se aprecia el inicio del mo\'irnicnto teórico que Butlcr efectuó con todo rigor en la escritura de su obra de 1990, Gender ñ·ouble. De ahí que en el prólogo de 1999 para la reedición de su texto sobre Hegel, explicite que aquella fue una obra de juventud, escrita demasiado pronto, que se debe leer teniendo en cuenta las mencionadas reser..as. El deseo como asunto filosófico es el motivo central de interés de la obra de Butler. La fIlosofia occidental ha mostrado la mayor parte de las veces un escepticismo hacia el aprovechamiento fIlosófico del tratamiento teórico del deseo. En general, el deseo ha sido representado como lo otro de la filosofia [5], en cuanto arbitrario, inmediato, animal, irracional. En su tendencia hacia el conocimiento, la filosofia, en su autoproclamada
[4] ST, p. 78. [5] Véase DC, p. 334; VC, p. 236. Allí, Butler, narrando su relación teórica y vital con la filosofia en su ensayo significath'amentt utulado «¿Puede hablar el «Otro» de la filosofia?», nos cuenta cómo siendo adolescente leyó la Étj¿a de Spinoza y retuvo, entre otros pasajes, aquel que dice «El deseo [...] es la esencia del hombre, es de-cir, el esfuerzo que- cada uno realiza por conser\'ar su sen>. Nos dice también Butler: (,En aquel momento no sabía que esta doctrina de Spinoza só'TÍa esencial para mi trabajo académico posterior sobre Hegel, pero éste es el precedente moderno del argumento de Hegel que afirma que el deseo es siempre deseo de reconocimiento, y que el reconocimiento es la condición para una \ida continua y \iable». En este mismo texto dice Butler más adelante: «Mi doctorado sobre el deseo y el reconocimiento en la FenommologúJ del espíritu de Hegel trató de algunas de las mismas cuestiones que me habían preocupado a una edad mucho más temprana» (DC. p. 340; VC, p.240).
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pureza, no ha creído necesitar ni al mundo ni al deseo que es impulso hacia el mundo y su conocimiento. Pero como la tilosofia, según Butler, no puede renunciar del todo al deseo, ha formulado estrategias para someterlo y controlarlo. La negación del deseo es una de estas operaciones realizadas por la filosofia que «desea hacer algo con el deseo» [6]. Cuando la fliosofia no se plantea estar más allá del deseo sino ser cauce racional de su domesticación, cuando pretende armonizar razón y deseo, entonces se ofrece como la promesa del final del desequilibrio psíquico entre razón y deseo. El deseo, desprovisto de su interpretación naturalista como mero dato fisica y dotado de significaciones fIlosóficas, puede ser entendido como potencia movilizadora del afán de conocimiento que guía a la filosofia. Así, el deseo adquiere nuevo sentido y la razón extiende sus habituales límites que la constriñen al ámbito de la racionalidad pensativa. En nuestra experiencia del deseo estamos ya interpretando el mundo, hacemos entrar en.juego nociones filosóficas, nuestra existencia como seres filosóficos. Esta es una posibilidad para integrar el deseo en la filosofia. Sin embargo, Butler quiere pensar más ampliamente hasta qué punto el deseo y la razón pueden hermanarse, en qué medida el deseo no supone siempre una ruptura del proyecto filosófico. ¿No será que la filosofia fabrica un deseo a su imagen? [7]. Ante todo, lo que es preciso tener en cuenta, para no precipitar respuestas prematuras, falseadas, es que los términos, las palabras «filosotia» y (deseo» no tienen un único significado. Los términos tienen una historia, aparecen y se usan en concretos contextos temporales y teóricos. De ahí que, la pregunta sea para Butler una pregunta sobre las circunstancias particulares que determinaron al deseo como asunto filosófico; de qué modo el deseo devino en una cuestión filosófica; cómo el deseo humano se convirtió en un problema del pensamiento filosófico. En el siglo xx francés, y este es el contexto puntual al que atiende la investigación butleriana, en los años treinta, la preo[6] SD. p. '2. [iJ ¡bid., p. 3.
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cupaClon filosóficI1 dI' 111a~ (J/ complejidad de lo que indica el texto de l'i'lIcalll1: ('Jll(IIICt"~, podremos preguntar al cuerpo por sus conexiones nm las relaciones de género, por sus vínculos con la!'> tlikrcllcia~ de raza y de etnia, por su mudo de significar posiciOl\("~ !"( Icialc:-, y lucha,> culturales, por cómo su interrelación CUII otros cuerpos históricamente específicos nos alumbra el entl'ndimiellto del deseC)o Butler tampoco realiza aquí, en su lihro "oh!'\" H("~cl, esta historia de los cuerpos que echa de menos en Foucault, pero al reclamar la importancia de tal investigación anticipa la línea de sus futuros estudios. En adelante su pCII:-,arni("lllo se hará progresivamente más fuerte en la lúcida di,sección de conceptos como sujeto, sexo, género, ctierpo.
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DEL SEXO AL GÉ::-;-ERO.
DE BEAUVOIR y DEL LLEGAR A. SER :\IUJER
Con anterioridad a la publicación, en 1990, del libro Gender Trouble, probablemente aún el más conocido y el que más reconocimiento internacional le ha proporcionado, Butler escribió una serie de textos en los que mostrándose con claridad su movimiento teórico hacia la centralidad de la reflexión sobre el género anticipa ideas que luego serán más por extenso desarrolladas. Simone de Beauvoir, y en particular su obra El segundo sexo, es la autora a la que dedica varios de estos escritos. El impacto de este estudio de la filósofa francesa, editado en 1949 y traducido al inglés en 1952, fue de gran relevancia en el contexto norteamericano de la segunda ola feminista iniciada hacia los años sesenta. Indiscutiblemente, la fuerza de esta influencia no ha cesado todavía de dar sus frutos. No extraña que Butler no solo pero también en Beauvoir haya encontrado un entramado de pensamiento desde el que reorganizar su propia teoría sobre el género. ~orque, como ha explicitado Donna Haraway, «a pesar de sus importantes diferencias, todos los significados feministas modernos de género parten de
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Simone de Beauvoir y de su afirmación de que "una no nace mujer"» [33J. En dilucidar los sentidos de esa sentencia, «No se nace mujer: llega una a serlo» [34], tanto los evidentes como sobre todos los significados implícitos, contenidos, o al menos sugeridos, pero no formulados, ocupa Butler buena parte de sus análisis sobre Beauvoir. Con ello se observa, por otra parte, que prevalece la afición de Butler por el quehacer filosófico en su dimensión de crítica intelectual, aguda en desentrañar, yendo más allá de lo obvio, la red de posibilidades de lecturas que abren los textos. «Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex» [35], fue publicado en 1986; «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» [36], también en 1986; «Gendering the Body: Beauvoir' s Philosophical Contribu-
[33] DonnaJ. Haraway, Ciencia, CyborgsJ mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Ediciones Cátedra, Universitat de Valencia, Instituto de la Mujer, 1991, p. 221. Una introducción a la problemática del sexo y el género en el feminismo contemporáneo, en la que también se recogen algunas de las ideas de Beauvoir y de Butler, he ofrecido en mi texto «Género y sexo en la teoria feminista contemporánea», en Joan B. Uinares y Nicolás Sánchez Durá (eds.), Ensa)'os de filosqfia de la cultura, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002. pp. 369-393. [34] Simone de Beauvoir, El segundo sexo, vol. 2., La experiencia vivida, Buenos Aires, Siglo )('"'\:I, 1987, p. 13. [35] Judith Butler, «Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex», Yafe French Studies, Simone de Beauvoir: ¡.vitnm to a Century, n." 72, 1986, pp. 35-41; SGE, pp. 10-21. [36] VSG. Este ensayo fue publicado en Praxis Internationa~ 5 (4), January 1986, pp. 505-516. Pero la edición más citada es la contenida en Seyla Benhabib and Drucilla Comell (eds.), Feminism as Critique: EssaJs on the PoliticJ of Gender in Late-Capitalist Societies, Cambridge, Polity Press, \987, pp. 129-142. También está publicado en Sara Salih with Judith Butler (eds.), The Judith Butler Reader, Oxlord, Blackwell Publishing, 2004, pp. 21-38 (será esta edición la que citaremos en nuestm trabajo). Hay traducción española en Seyla Benhabib y Drucilla Cornell. lioriafeminista)' teoria critica. Valencia, Ediciones .Alfons el :\lagnimim, 1990, pp. 193-211 (esta será la edición que citaremos: VSGE); y en ?-.-Iarta Lamas ¡comp.), El género: La constru.cción cultural de la diférenda sexual, :\Iéxico, Grupo Editorial tvIiguel Ángel PorrÚa-P.U.E.G., 1996, pp. 303-326. Este texto de
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momento, no pretenderá tanto, Butler, resolver este rompecabezas cuanto mostrar sus piezas constituyentes, lo que es una vía para resaltar la problematicidad del género. Una reinterpretación de la doctrina existencial, en el modo sartreano, es lo que Butler entiende que hace Beauvoir, logrando así eliminar los apectos más cartesianos aún vigentes, no sin cierta ambivalencia, en la filosofia de Sartre. La noción de yo sartreana mantiene el punto de vista cartesiano de una estructura egológica dada con anterioridad al lenguaje y a la cultura. Esta concepción desestima la importancia concedida en la filosofía contemporánea -en la de Butler, además y como se comprobará, de un modo progresivamente más fundamental- a la construcción lingüística y cultural del yo. En este lugar, lo que aprecia Butler, indagando en una dirección que desde luego será profundamente revisada en sus obras posteriores, es que si bien parece necesario que el yo personal sea un pre-requisito lógico en la tarea de elegir el género, ello no significa que el yo sea un ente carente de cuerpo, separado y distinto por completo al cuerpo. A este yo descarnado, Butler se refiere con la expresión «fantasmas cartesianos» [43]. Beauvoir, más que refutar a Sartre, tratará de alejarse de ese «Cartesian Ghost» pensando el cuerpo y criticando la doctrina de las almas incorpóreas. La tesis de que la conciencia precede al cuerpo y de que tiene una realidad ontológica distinta será tanto admitida como negada, alternativamente, por Sartre en su obra El ser y la nada [44]. Aunque ofrece un intento de distanciarse del dualismo cartesiano, Sartre, según Butler, no acaba por conseguirlo del todo. Se aproxima al cuerpo y a la identidad personal como realidades coextensivas, pero también sugiere que la conciencia de algún modo está más allá del cuerpo. Considera Butler que lo que intenta hacer Sartre es conceptualizar la
['¡'3] VSGE, p. 194; VSG. p. 24. [H] Jean-Paul Sartre, Llre el le néant: Essai d'ontologie phénoménologique. Paris. Gallimard, 19'¡'3. Traduccicín castellana: El ser)' la /lada, ~ladrid, .-\liall/.d Universidad-Losada, 1984.
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identidad como transcendencia al tiempo que indagar en su esencial, paradójicamente, relación con el cuerpo. Para ella, la mención sartreana al sobrepasamiento del cuerpo que realiza la conciencia es posible leerla no solo a partir del dualismo mente-cuerpo sino que también se puede abordar desde el supuesto de que el movimiento del yo hacia la transcendencia sea en sí mismo un movimiento corporal. El cuerpo. entonces, es dinámÍco e intencional; no es ni natural ni autoidéntico sino que en su acceso al mundo va más allá de sí mismo, sobrepasándose, indicando de este modo su carácter ontológico de «realidad referencial» [45]. El cuerpo, experimentado, \'ivido, dI" acuerdo con esa óptica, es una modalidad del !/¡;gar a ser. Es Butler la que rastrea en los textos de Sartre esta posibilidad interpretativa y la que la relaciona con el llegar a ser de Beauvoil~ postulando que Beauvoir lleva al terreno de! sexo y de! género la comprensión de Sartre de la existencia corpórea. De este modo ha contextualízado Butler el llegar a ser género de Beauvoir en el marco de la filosofia sartreana. Advierte, sin embargo, que mientras que la paradoja que atrapa a Sartre es la de una conciencia que está en e! cuerpo pero más allá del cuerpo, en Beauvoir e! problema es cómo trasladar e! cuerpo natural, e! sexo, al cuerpo atravesado por la cultura, e! género. En Beauvoir, e! movimiento del sexo al género se efectúa siempre en e! ámbito del cuerpo, como si se tratara del ejercicio de dar forma cultural a un cuerpo original, pero de un ejercicio que no halla un punto concreto de origen, porque no se puede delimitar ese supuesto momento inicial, ni tampoco encuentra un punto definitivo de llegada, porque adquirir un género es una empresa que tiene lugar incesantemente, ya que el género es la manera, en cada situación temporal, de vivir el cuerpo en e! mundo [46]. El papel que en este devenir de! género juega el concepto de «elección» queda aún por matizar. Se elige el género pero quien elige no está situado en un afuera del género, de lo con[45] VSGE, p. 196; I'Se, p. 25. [46] I'SGE, p. 197; vse, p. 26.
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trario el «fantasma cartesiano» no se habría eliminado, como defiende Butler que ha hecho Beauvoir. Al respecto de esta cuestión, la elección del género, Beauvoir se inspira en la elaboración sartreana del tema de la «elección prerreflexiva» pero proporciona a la especulación de Sartre una concreción, un significado cultural. La elección prerreflexiva es directa y espontánea. Se realiza sin que apenas, en el momento en que la ejecutamos, seamos conscientes de ella, aunque, más tarde, tenemos acceso consciente a nuestra elección. Butler apunta que Beauvoir parece haberse apoyado en tales ideas de Sartre cuando afirma que vamos adoptando un género de acuerdo con un proyecto laborioso ~n. gr;~Jltñ~dida encubierto que -consiste en la progreslva: il1terpretación, reinterpretación, de las normas y restricciones otorgadas por nuestra cultura. La elección de género no es, en tal caso, una elección en sentido absoluto, incondicionada. No se elige al modo de la creación radical, pero la elección, en algún sentido, tiene lugar. Esta propuesta dialéctica entre voluntarismo y coacción cultural no permanece exenta de problemas. Beauvoir no explicita los mecanismos concretos que dan vida a ese estilo corporal que es el género ni la complejidad de la materialidad de la opresión de género. No obstante, Butler muestra más interés en sus ensayos sobre Beauvoir en detectar los elementos positivos de la teoría del género de la filósofa francesa, en parte porque Butler está en esa época recopilando materiales, por así decirlo, para elaborar su propia y diferenciada óptica crítica sobre el género. Butler subraya, en esta línea, cómo la apuesta de Beauvoir se inclina en favor del potencial emancipador. De Beauvoir se deduce que la opresión no funciona sin una cierta aceptación por parte de la persona sometida. Hay complicidad con el amo. La cultura no se impone pasivamente sobre los individuos porque estos pueden elegir apropiarse de unos rasgos y no de otros. La cooperación de las personas es decisiva. Al mismo tiempo, esto supone también y sobre todo que existe la acción transformadora, porque la voluntad de sometimiento es, en su otro rostro, voluntad de rebeldía. La oprimida puede dejar de ser tal oprimida.
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Adt:más, las tesis de Beauvoir, dado su planteamiento dialéctico del Llegar a ser un género dentro de un contexto cultural particular, pueden llevar a enfocar la mirada, así lo hace Butler más que la propia BeaU\'oir, hacia la fuerza del peso de las normas de género, lo que no deja de ser tampoco un agudizar la ,ista hacia el lado de la emancipación porque permite conocer la medida de la energía coerciti"a que no, proponernos enfrentar así corno el grado de nuestra libertad de elección. La inserción en un medio social exige a toda persona la adopción de un género femenino o masculino sin ambigüedad, en consonancia con las normas establecidas. Traspasar abruptamente esos límites de género puede significar la pérdida de la existencia misma. Por esta razón, el miedo y la angustia acompañan a! abandono de los géneros normativos. Se nos impone ajustarnos a las interpretaciones culturales de género, lo que da la clave no solo del constreñimiento de las normas sino de hasta qué punto no hay géneros naturales, reforzándose con ello la afirmación beauvoriana de que no se nace mujer, u hombre. Libertad y presión socia! se interrelacionan complejamente. El ejemplo de la maternidad que trae Butler a colación es muy ilustrativo. La maternidad se acepta antes como motivada por un impulso natural e instintivo que como prescrita por una institución social, con la carga de decisión opcional que ello conlleva. La resistencia ante la representación de la maternidad como una práctica voluntaria, la tendencia a encubrir su no naturalidad se debe a que junto con la maternidad se sometería a revisión qué otras cuestiones son asimismo objeto de elección. La identidad de género caería bajo sospecha. Nuestro lugar social, en su supuesta solidez, se tambalearía y el «vértigo» [47] entraría en escena. El carácter descriptivo de la fórmula «se llega a ser mujer» es evidente. En El segundo sexo se nos describe la experiencia \~vi.da del devenir mujer, desde la infancia y hasta la vejez, pasando por la iniciación sexual, el matrimonio, la maternidad, la madurez, para mostrar cómo las mujeres adquieren un sen-
[47J J'SGE,p. 199; v.S"G,p. 27.
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tido de inferioridad que frecuentemente les lleva a aceptar su situación de opresión antes que a reclamar su libertad. Pero Beauvoir no explicita cuál es la manera más adecuada de asumir el género. Butler sostiene que, no ob~tante, hay una intención prescriptiva en la obra de Beauvoir que puede ser detectada. Beauvoir argumenta cómo las mujeres han ocupado el lugar de «lo Otro», y en el proceso de su explicación pueden hallarse sus intenciones prescriptivas, la dirección del camino para la emancipación, para dejar de habitar el espacio de «lo Otro». La transcendencia es la propuesta que Beauvoir dicta a las mujeres. Esto significa, en principio, que Beauvoir proyecta la idea de que se puede ir más allá del género desarrollando un modelo de libertad no generizada. Esto parece que debeIÍan hacer las mujeres ya que para ellas el género mujer les ha supuesto la pérdida de autonomía, el vivir en la inmanencia cerrada, atadas a sus anatomías. Ello implica que la libertad para las mujeres reside en identificarse con la conciencia, con esa actividad de transcendencia que han practicado los hombres en la creencia de que no dependían de sus cuerpos. Las mujeres deberían adecuarse a los valores estipulados para los hombres; ellas debeIÍan ser como los hombres, en definitiva. Así ha sido entendido, en muchas ocasiones y siempre por parte de lecturas precipitadas y poco minuciosas, el tipo de feminismo prescrito por Beauvoir. El cuerpo es, en Beauvoir, tema fundamental de reflexión, sin embargo. Beauvoir dice mucho más y dice en un sentido distinto a aquel de una existencia descorporalizada. De otro modo no se podría entender ni su conceptualización de la mujer como «lo Otro» ni su consiguiente crítica al proyecto masculino de una vida sin cuerpo. &J.ltler recoge la discusión de Beauvoir sobre el Yo y el Otro y la relaciona con la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel [48]. En la versión de Hegel,
[48] Butler, en su texto «Sex and Gender in Beauvoir's Second Sex», desarrolla más por extenso que en su escrito «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, Wittig, Foucault» el análisis de la dialéctica beauvoiriana del Yo y el Otro en conexión con la hegeliana del amo y el esclavo.
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como ya señaló Butkr en su Subjerts úf Destre, el amo no alcanza verdadera autonomía a través del esclm'o sino que el esclm'o es una parte alienada de sí mismo. En Beauvoir el amo es el hombre descorporalizado y el esclavo la mujer determinada por su cuerpo. El uno, el amo, solo puede representarse a sí mismo como ser sin cuerpo, radicalmente libre, con la condición de que las mujeres sean cuerpo, no cuerpo vi\ido y pleno de significados culturales sino solo cuerpo escla\izante donde su conciencia y sus proyectos son meras urgencia,> del cuerpo. Las mujeres son «lo Otro» en este sentido, así definidas, así recluidas en la esfera del cuerpo por los hombres y con el fin de pensarse a sí mismos como desposeídos de sus cuerpos, como almas descarnadas, porque sus cuerpos están negados y desplazados fuera de sí, en «lo Otro». Las mujeres como «lo Otro» representan la corporalidad misma. Beauvoir cuestiona ese modelo masculino de autonomía por ser un engaño ilusorio e insatisfactorio. El hombre no puede "i\"Ír al margen de su cuerpo. Al negar el cuerpo lo que hace es «existir el propio cuerpo en el modo de la negación» [49]. Una vez desmitificado el diseño de libertad y autonomía masculino, se hace dificil mantener que para Beauvoir la emancipación de las mujeres viene acompañada de la adopción de los valores y comportamientos de los hombres. Ante las posiciones dicotómicas, existencia masculina descorporalizada, existencia femenina encarcelada en el cuerpo y en un cuerpo del que se presupone ser realidad natural inconmO\ible, Beauvoir nos acerca a pensar el cuerpo, todos los cuerpos, como «situación»: «si el cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra aprehensión del mundo y el esbozo de nuestros proyectos» [50]. Es materialidad que se da siempre dentro de un contexto cultural de sentido y es, en tanto vehículo de nuestras metas, a la vez el ámbito del ejercicio de nuestra capacidad de elección. Hemos dado de nuevo con esa ambigua, no resuelta del todo, [49] VSGE, p. 200; I'SG, p. 28. [50] Simone de Beau\'oir,.E1 segundo sexo. vol. 1.1LiS hechos), los mitos, op. cit., p.58.
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relación dialéctica entre determinación cultural y voluntad de elección que define el llegar a ser mujer. El cuerpo es situación y en ese su carácter de estar situado el género le acompaña siempre. El cuerpo es cuerpo. generizado y no puede ser de otro modo. Asumir esta lección, el cuerpo como situación, sería la enseñanza otorgada por Beauvoir tanto a las mujeres como a los hombres, aunque harían falta bastantes precisiones más, que no nos ofrece Beauvoir, para que a partir de esa idea el sendero de la emancipación pudiera ser transitado sin vacilación. Tal vez, como nos hace observar Butler, no se trate de perseguir un concreto ideal de llegar a ser mujer ni de caminar por un camino único y lineal, ya que no hay esencia definidora de lo que es y de lo que deviene mujer. Cierto, pero Beauvoir no va tan lejos como Butler en la problematización de las categorías del feminismo; aquella pretende hablar a la «mujem y dictarle que en la «fraternidad» [51] de mujeres y hombres está su «liberación». No obstante, la ambivalencia de las afirmaciones de Beauvoir es abundante. Nos presenta a la mujer como un ir haciéndose en sociedad y, paradójicamente, como un ser en el que las funciones biológicas tienen un peso denso [52]. Beauvoir resalta, en ocasiones, los rasgos fisicos, biológicos y psíquicos, incluso, que se adscriben tradicionalmente a la diferencia sexual, y que la sostienen interesadamente: La mujer es más débil que el hombre; posee menos fuerza muscular, menos glóbulos rojos y menor capacidad respiratoria; corre menos velozmente, levanta pesos más livianos, y no hay
[51] Ibíd., vol. 2, p. 518. Con la mención de la fraternidad entre mujeres y hombres concluye el libro de Beauvoir, precisamente.
[52] ena autora que critica a Beauvoir por la contradicción que expresa entre el valor de la cultura y el determinismo biológico es SusanJ. Hckman, Gender and Knowledge: Elements of a postmodern fem in ism , Cambridge MA, Routledge, 1990. Otras autoras, sin embargo, defienden que Beauvoir, antes que asumirlas, muestra los límites de las interpretaciones biológicas. Véase, en este sentido, :\Iichelle Le DOClIff, «Simone de Beallvoir and Existencialism», Feminist Studies, 6 (2), 1980, pp. 277-289.
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casi ningún depune t'Il el que pueda competir cun él: no puedt' afrolltar ;!1 maclJO ell la lucha. :,\, esa debilidad se agregan la inestabilidad, la ralta de «control» y la fragilidad de que hemos hablado: C·"tos SOIl hechos. Po;' lo tanto, su ,!prehensión del mundo es m;'¡s restringida, y tiene menos firmeza y perseverancia en proyectos que también es menos capaz de realizar, Esto quiere decir que su vida indi,'idual es menos rica que la elel homhre [53].
Con ello, parecería obvia su defensa de una diferencia sexual irrebasable, dificil de conjugar con las metas feministas igualitarias en las que, particularmente por parte del feminismo angloamericano [54], ha sido incluida Beauvoir y como una de sus pioneras del siglo xx. Mas el texto continúa así: «No sena posible negar esos hechos, en verdad, pero no llevan su sentido en sí mismos. Desde que aceptamos una perspecti\'a humana, definiendo el cuerpo a partir de la existencia, la biologia se convierte en una ciencia abstracta» [55], En otro lugar escribe: «La mujer no es determinada por sus hormonas ni por instintos misteriosos, sino por la forma en que recupera, a través de conciencias extrañas, su cuerpo y su relación con el mundo» [56]. Y, también: «el cuerpo de la mujer es uno de los elementos esenciales de la situación que ella ocupa en este mundo. Pero tampoco él basta para definirla; ese cuerpo no tiene realidad vivida, sino en la medida en que es asumido por la conciencia a través de sus acciones y en el seno de una sociedad» [57], La no naturalidad del cuerpo, y del cuerpo generizado que, en efecto, Beauvoir insistentemente proclama. es lo que retiene, finalmente, el análisis de Buder en lugar de su también persis[53] Simone de Beauvoir. El segundo sexo, op. cit., \'oL L p. 58. [54] Una defensa de que Beauvoir lanza el mensaje de la erradicación de la diferencia sexual en favor de la identificación de mujeres y hombres, puede verse en Tina Chanter. Ethics of Eros: Irigara)' 's reu:riting of /he philosophers, New York, Routledge, 1995. [55] Simone de Beauvoir, El segundo sexo, ,'oL l. Los hechos)' los mitos, op. cil.,
p.58. [56] lbíd" voL 2, p. 511. [57] Ibíd., voL 1, p. 60.
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tente exposición detallada de las importantes desigualdades fisicas, y más que fisicas, entre mujeres y hombres. El cuerpo se nos da inserto en un medio cultural y el intento de acceder a él sin ese atravesamiento de significados es imposible porque, además del cuerpo objeto de investigación, la persona que lo observa también está provista de un lenguaje cultural. Extendiendo esta idea, en una dirección no contenida, sin duda, en el texto de Beauvoir, Butler se plantea no solo la distinción entre sexo y género sino si la conexión entre sexo y género no será, quizá, un vínculo convencional, culturalmente establecido. 0, si tal vez, no será que el sexo tampoco es una realidad natural. Aproximándose a lo que se convertirá en uno de los pilares de su teoría sobre el género, Butler extrae de Beauvoir la posibilidad de que la reinterpretación de las normas de género que ocupa a nuestro devenir un género pueda conducir a una «proliferación y variación de estilos corporales» [58]. Dicho de otro modo: «Que uno llega a ser el propio género parece ahora tener más implicaciones que la mera distinción entre sexo y género. No solo la anatomía no dicta más el género sino que la anatomía no parece presentar necesariamente ningún límite al género» [59]. Beauvoir, ni dice ni siquiera sugiere que pueda haber más de dos géneros. Butler lo admite directamente [60], pero considera que en Beauvoir sí se sugiere la no necesidad ontológica del sistema binario de géneros. Beauvoir desafia las normas de género establecidas cuando plantea el llegar a ser mujer como un proceso dialéctico entre cultura dada e invención. Y este crucial punto, y ello es lo importante para Butler, no había sido propuesto con anterioridad. En general, en sus líneas fundamentales, Butler mantiene esta su primera lectura de Beauvoir en su obra Gender Trouble, donde al inicio, justo como encabezamiento de su primer capítulo, está impresa la frase «No se nace mujer: llega una a serlo», compartiendo espacio con citas deJulia Kristeva, Luce lrigaray, [58] VSCE, pp. 200-2001; v:S-C, p. 29. [59] SGE, p. 19. [60] [bU., p. 2 1.
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:Michd foucault y ?-.Ionique Wittig, en un claro indicio de su reconocimiento a los pensamientos donde, en diálogo crítico, ha fermentado su propia teoría del género. Allí resalta Butler que si bien Beauvoir no se afana en problematizar la categoría mujer sí sei'iala cómo esa categoría es un resultado cultural [61]. Sostiene que en Beauvoir el sexo no es discutido: se nace con un sexo fisico inmutable, pero el sexo no es la causa del género. Sexo y género están radicalmente separados. El cuerpo sexuado, entonces, para Butler, está abierto a múltiples ·elaboraciones culturales de género, más allá de los dos géneros acostumbrados. Los géneros no tienen por qué quedar reducidos a la supuesta dualidad de sexos, porque el género es un proceso, una actividad con capacidad transformadora. Sin embargo, en Gender 7í'ouble, Butler admite un cierto desplazamiento de su primera interpretación de Beauvoir. En contra de su propio esfuerzo por alejar a Beauvoir del «fantasma cartesianQ»), Butler afirma en Gender Trouble que en El segundo sexo, a pesar del intento de establecer una síntesis entre los términos, se mantiene el dualismo mente-cuerpo [62J. Beauvoir reproduce la distinción mente y cuerpo y esa distinción trabaja siempre en favor de la relación jerárquica entre los géneros, como abundantemente ha demostrado la filosofia y el feminismo. Cuando Beauvoir plantea su noción de cuerpo como situación y como instrumento de libertad, cuando alude a cómo el sexo puede dar lugar a un género no opresivo sino elegido, es posible leer ahí la propuesta de una síntesis entre conciencia y cuerpo. Pero, no obstante, nos advierte Butler, quizá esa síntesis se sostenga en el mantenimiento de la diferencia ontológica entre mente y cuerpo y, en consecuencia, en la superioridad de la mente y de lo masculino sobre el cuerpo y
[61] GD, pp. 142-143 (la traducción española contiene dos prólogos, el de la primera edición en 1990 y el de la segunda en 1999); GT, pp. I I 1-112 (las páginas citadas corresponden en este caso y en los sucesivos a las de la edición de 1990. Sin embargo cuando se citan páginas del segundo prólogo de 1999 ellas corresponden a la segunda edición de la obra). [62] GD. p. 45; GT, p. 1:2.
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sobre lo femenino. Este es un tema fundamental a lo largo de toda la obra de Butler, de ahí su interés por escudriñar el trazado de su formulación en Beauvoir: cómo pensar 10 humano, la materialidad del cuerpo y su capacidad de acción transformadora, bajo presupuestos que inhabiliten el dualismo ontológico de la tradición filosófica y la oposión binaria entre los géneros; cómo pensar lo humano generizado fuera del marco de la diferencia sexual. En el trabajo «What is a Woman? Butler and Beauvoir on the Foundations of the Sexual Difference» [63], Sara Heinamaa discute la interpretación de Butler de la filósofa francesa. El punto inicial de la crítica sostiene que Beauvoir no llevó a efecto una teoría sobre el género sino una descripción fenomenológica del complejo fenómeno de la diferencia sexual, con lo que toda aproximación a El segundo sexo desde la óptica, ajena a la propia obra, de la relación entre sexo y género está errada; la de Butler entre ellas por ser deudora, en este sentido, de la recepción angloamericana de Beauvoir. Heinamaa resalta particularmente la comprensión de Butler, que estrictamente solo puede ser hallada en Gender Trouble, que encuentra en Beauvoir el voluntarismo sartre ano. De acuerdo con el análisis de Heinamaa, no solo no es lícito utilizar la distinción sexogénero para abordar el texto de Beauvoir sino que tampoco es adecuado el uso del marco existencialista de Sartre como clave de acceso. Desde el enfoque de Heinamaa resulta Beauvoir próxima, incluso, a la ética de la diferencia sexual de autoras como Luce lrigaray. En todo caso, en El segundo sexo no está, para Heinamaa, a pesar de que reconoce la ambigüedad y dificultad del texto, la afirmación de que los procesos de socialización sean los determinantes del llegar a ser mujer por encima de los factores biológicos, como hormonas y cromosomas, y que en definitiva sean
[63] Sara Heinamaa, ,,\\'hat is a Woman? Butler and Beauvoir on the Foundations of the Sexual Difference», fl.ypatia, vol. 12, n." 1, Winter 1997, pp. 20-39. Traducción española: «¿Qué es ser mujer? Butler y Beauvoir sobre los fundamentos de la diferencia sexual», Alora, n.o 4, 1998, pp. 27-44.
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aquellos elememos socializadores la causa de la diferencia ~exual. Las explicacione" causales del !/('gar a ser muja, de tipo socioló!,"'¡co, y también las biológicas, psicoanalíúcas y las basadas en el materialismo histórico, sun, dice Heinamaa, rechazadas por Beam"Oir para abrir paso a una exposición de la experiencia de ser mujer y de sus significados. El contexto de pensamiento adecuado, cntonce,\ para entender la perspectiva de Beam'oir es, según Heiniimaa, el de la fcnomenolosría, en particular en la versión de l\1erleall-Ponty, donde se pone especial énfasis, diferenciándose de los dualismos cartesianos y sartreanos, en pensar al sujeto de la experiencia no como conciencia aislada del mundo sino como cuerpo viviente que habita en relación con otros cuerpos. La intelección del cuerpo de Merleau-Ponty es la que adopta Beauvoir para su proyecto feminista, subraya Heinamaa. Para este cuerpo, que es cuerpo vivido, y que se relaciona con su mundo mediante relaciones internas de expresión, no mediante relaciones causales y externas, la sexualidad es manera de ser; la sexualidad, femenina o masculina, lo caracteriza en su totalidad. Beauvoir, en tal caso, no pretende teorizar sobre el origen o la causa de ser mujer, tampoco sobre alguna suerte de forma común de ser mujer. Beauvoir describe la diversidad de acciones, prácticas, comportamientos que configuran el significado de ser mujer, teniendo en cuenra que ese modo de ser, que es ser mujer, no es «una cualidad ftia, sino una estructura abierta» [64]. En realidad, dice Heinamaa, ni el modelo del \'oluntarismo, donde el género se elige, ni el del constructivismo, donde el género viene determinado por la presión social, son adecuados para comprender el enfoque de la diferencia sexual de Beauvoir que se pregunta sobre qué significa ser mujer. Sexo no es en Beauvoir el suelo natural de la construcción de género, ni género es una interpretación cultural del sexo. Sexo y género son abstracciones teóricas que se organizan sobre una experiencia de vida, femenina o masculina, que es el asunto
[G+] Ibid., p. 3G (de la traducción espaii.ola); p. 28 (de la edición inglcsa) ..
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que Beauvoir indaga desde una perspectiva fenomenológica. Por lo tanto, concluye Heinamaa, «cuando Beauvoir pregunta cómo se llega a ser mujer, en realidad pregunta cómo es posible que un cuerpo, interrelacionado con el mundo y con otros cuerpos, pueda repetir ciertas posturas, gestos y expresiones y, asimismo, cambiarlos y modificarlos. Su respuesta a este interrogante quizá no sea del todo coherente. Sin embargo, para criticar su resolución, habría que comprender correctamente la pregunta» [65]. De acuerdo con su análisis del texto de Beauvoir, Heinamaa considera que Butler entiende incorrectamente la fórmula [71]; no es un hecho de la existencia estático sino una modalidad de existencia donde, a partir de una más extensa experiencia histórica, el individuo realiza, dramatiza, una serie de posibilidades. Que el pensamiento de Merleau-Ponty potencie esta apertura de la teoría sobre la sexualidad es, sin embargo, solo una apariencia engañosa porque en su ftlosofia se lleva a efecto un giro hacia la asunción de las normas que rigen la sexualidad heterosexual. Además de considerar que la relación sexual es heterosexual, dice Butler, caracteriza la sexualidad masculina como mirada descorporalizada que enfoca a su objeto de deseo como cuerpo y solo crudo cuerpo. Cierto que discute el supuesto de una estructura natural de la sexualidad pero ftia la relación cultural entre los sexos sobre una base a la que llama «esencial» o «meta[70] lbíd., p. 85. [71] lbíd., p. 86.
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física». Quizá, indica BUllcr, sea el ca:,.o dé que en l\lerleau-PolHy \lila específica construcción cultural de: la sexualidad de\iene natural. De ahí que para Butler el feminismo que lucha en COI1tra de la naturalización de la sexualidad como forma de dominación puede hallar en ~\'lerleau-Ponty elementos positiyos ~; a la vez, negativos [72]. La estructura de la percepción descrita por ~lerleau-Ponty se des\·cla, en la minuciosa disección de Butler, como misógina. El sujeto que mira es masculino y el cuerpo que ese sujeto percibe es femenino y ese cuerpo femenino aparece a la vista de tal modo como si sus propios atributos, con independencia de la mirada masculina detenida sobre ellos, provocaran los gestos sexuales masculinos. No se trata entonces de que el hombre proyecte sus deseos sobre el cuerpo femenino sino que considera eso que es su proyección como la estructura misma del cuerpo percibido. Para Merleau-Ponty «el cuerpo expresa existencia» pero el cuerpo femenino contiene una «esencia», como mujer, esencia fundada en su cuerpo. Esta contradicción es subrayada por Butler [73], ai1adiendo que la esencia del cuerpo femenino parece ser una esencia fisica que lo determina como objeto de la percepción en lugar de como sujeto. El cuerpo femenino no es nunca sujeto, es siempre esencia fijada y no existencia abierta; por tanto, ese cuerpo, cuerpo que se nombra de forma general, sin especificaciones, ese cuerpo que es existencia, tiene que ser masculino y la existencia no pertenece a la mUJer. El proyecto de la Fenomenología de la percepción de mantener un sujeto abstracto al tiempo que se describe una concreta experiencia de vida es calificado por Butler de imposible. El sujeto al que Merleau-Ponty se refiere es un sujeto determinado, masculino. No se puede invocar una estructura universal de la existencia corporal mediante la puesta en escena de casos particulares y singulares. Y el resultado de ese camino recorrido por Merleau-Ponty es que reclama universalidad y legitimidad para f72] ¡bid. [73] ¡bid., p. 94.
una forma concreta de sexualidad organizada culturalmente. Que el marco fenomenológico no sea normativo y que nos proporcione una comprensión mayor de la sexualidad que otros . marcos de intelección, se muestra para Butler, de este modo, como una expectativa ilusoria. La sexualidad, para Merleau-Ponty, nos sitúa en un mundo común, nos hace partícipes de una comunidad universal, pero el mundo que él describe es el de las relaciones de dominación entre los sexos, caracterizado por una dinámica no recíproca entre el hombre que mira, el voyeur, y la mujer objetualizada. Postula que esta dialéctica universal se sostiene en la experiencia vivida. Y en el análisis de la experiencia vivida lo que hace Merleau-Ponty no es otra cosa que investir al cuerpo de una estructura ahistórica, estructura que está, de hecho, precisa Butler, motivada históricamente. Merleau-Ponty explica esta estructura diciendo que la experiencia sexual es una oportuni. dad para que el individuo se familiarice con lo humano en su conjunto en su aspecto general de autonomía y dependencia. Debido a la estructura metafisica del cuerpo la vida humana universal está implicada en esa dinámica de autonomía y dependencia, que forma parte de la dialéctica del yo y del otro, que no es otra cosa que la dialéctica del amo y el esclavo. Porque tengo un cuerpo puedo ser reducido a objeto por la mirada de otra persona para quien yo no soy persona; también puedo convertirme en el amo y mirar yo a la otra persona [74]. Rastreando la conexión de la ideología sexual de MerleauPonty con la dialéctica del amo y el esclavo, y entendiendo que la percepción, en el contexto sexual, significa deseo, Butler señala cómo el sujeto que desea es equivalente al amo y el objeto deseado al esclavo. El amo que desea es ser sin cuerpo, y el esclavo es el cuerpo que le falta al amo. Como el esclavo es un cuerpo objeto, es un cuerpo sin deseo. De lo que se sigue, entonces, que en esa relación no hay cuerpos deseantes: a esta consecuencia llega Butler en su comentario crítico de esa
[74] ¡bid., pp. 95-96.
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estructura metafisica de la existencia corporal a la que remite el texto de Merleau-Ponty. Butler, por otro lado, no oculta que 11erleau-Ponty no identifica al amo con el cuerpo masculino ni al esclavo con el femenino, pero nos hace obse¡yar que el filósofo francés tiende a considerar el cuerpo femenino como un cuerpo descontextualizado y fragmentado. Situándose bajo la óptica de Beam'oir )' su consideración de la mujer como «lo Otro», como ser reducido a cuerpo, a sexo, la descripción de MerleauPonty de la existencia corporal desemboca, según Butler, en una consolidación de la dinámica cultural de la relación heterosexual. Merleau-Pon~; critica Butler, ,·acía·ta e),:periencia de ,ida de referencias culturales específicas convirtiéndola en una estructura metafisica, y cuando la contextualiza la dota del marco de la construcción cultural de la heterosexualidad. Butler concluye que La Fenomenología de la percepción nos deja en una situación de «confusión metafisica» al respecto de la experiencia sexual; confusión que mantiene irreconocible la relación de dominación y sumisión que vivimos [7.5]. Sobre el valor que pudiera tener la fenomenología para el feminismo, Butler reflexiona todavía, y de modo explícito, en el último apartado de su ensayo sobre Merleau-Ponty. La obra póstuma del fenomenólogo francés, Lo visible)' lo invisible [76], es mencionada aquí por cuanto ofrece la sugerencü:i de una ontología del tacto en lugar de una ontología de la mirada en la que la ,-isión detenta el privilegio. Aquella sería Ulla descripción de la vida sensual donde el ámbito compartido de la carne podría resistirse a ser categorizado en términos de sujeto y objeto. Butler se plantea si en su última teoría ~ferleau-Ponty ha logrado distanciarse de sus anteriores tesis sobre el vOJleurismo y la objetualización [77], al tiempo que insiste en que en la Fenomenología [75] IUd .. p. 97. [76] Maurice Merleau-Ponty, 11 visible el ¡'imisible, Paris, Gallimard, 1964. [77J A este respecto, en su trabajo «¿Qué es ser mujer? Butler y Beauvoir sobre los fundamentos de la diferencia sexuah" op. cit., p. 37: p. 29 (de la edición inglesa), Heinamaa critica la interpretación de Butler de Merleau-Ponty con el argumento de que solo atiende a los pasajes de la Fenonlfl/ología de la pero cepción donde se habla de la visión y deja fuera del análisis los referidos al
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de la percepción el autor acepta la dialéctica del amo y el esclavo como una dinámica invariante de la vida sexual. Sujeto y objeto son antes constructo s metafisicos que experiencias vividas, y la rriayor «confusión metafisica» de Merleau-Ponty es pensar que su teoría vuelve transparente la experiencia vivida [78]. Además, su concepción del sujeto es problemática en tanto que en su formulación abstracta pretende representar no a un género sino a todo género. De este modo, el género como categoría de análisis no es en Merleau-Ponty relevante en la descripción de la experiencia corporalmente vivida. y, por otro lado, como el sujeto descrito refleja a un sujeto masculino culturalmente construido, su pensamiento «consagra la identidad masculina como modelo de sujeto humano, devaluando, de ese modo, no al género sino a las mujeres» [79]. Estos dos factores, su renuncia al género para explicar la experiencia vivida ysu implícita universalización del sujeto masculino, se conjugan con el hecho de que la filosofia de Merleau-Ponty no da reconocimiento a la historicidad de la sexualidad y de los cuerpos, lo que es una ausencia clave porque en el intento de acceder a la experiencia vivida es fundamental la referencia a la concreta sexualidad y al concreto cuerpo del que se pretende hablar. Las sexualidades son muy diversas y asimismo sus contextos lingüísticos y psicosomáticos. Siguiendo este razonamiento, Butler afirma la ingenuidad del planteamiento de Merleau-Ponty que reduce la vida a una abstracción donde están ausentes las situaciones singulares de los tacto. Esa es la razón, según Heinamaa, por la que Butler concluye que el proyecto filosófico de Merleau-Ponty experimenta un cambio en Lo visi~{e J' lo invisible. Heinamaa remite, además, a la lectura de Luce lrigaray en su Ethique de la diffirence sexuelle (Paris, :\Iinuit, 1984) donde la autora francesa cuestiona la fenomenología de Merleau-Ponty no tanto por centrarse en la visión cuanto por privilegiar un cierto e~tilo de \·er, de tocar y de escuchar que conduce a la objetualización del otro. ~ea la mujer, el hombre o el mundo. De ahí que la apuesta de lrigaray consista en desarrollar un modo de ver y tocar que permita ser al otro por derecho propio (véase, p. 37, nota 46; p. 35, nota 13 de la edición inglesa). [78] SIPD, p. 98. [79] lbíd.
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incli\·iduos particulares y en la que se pri\ilegia la idea de una estructura metafisica por encima de la~ realidades históricas y. culturales. La aproximación feminista a l\1erleau-Ponty, en consecuencia, deberá cuestionar estos aspectos de su planteamiento e insistir en el estudio de los modos en los que su texto universaliza y da legitimidad a las estructuras de la opresión sexual. En todo caso, una positiva apropiación feminista de I\'lerleauPonty implicaría entender el cuerpo y la sexualidad en una dirección no recorrida en su texto: el cuerpo como lugar de expresión y puesta en escena de elementos existenciales dotados de un género y de una historia, y la sexualidad como ámbito de luchas culturales susceptible de innovación y de cambio. Vuelve a dejar claro Bucler que ella, en la labor de exégesis de un pensamiento, se dirige más allá de los límites de sus formulaciones escritas.
4. l\10DELO
FENO~JEr\OLÓGICO y ~10DELO TEATRAL
DE APROXI:-'1ACIÓr\ AL GÉNERO
En el ensayo titulado, «Performative :\cts and Gender Constitution: An Essay in Phenomenology and Feminist Theol)·}} [80], es posible rastrear también el acercamiento de Butler a la fenomenología existencialista de Simone de Beauvoir y de Merleau-Ponty en relación con su producti\idad para el feminismo. En esta ocasión, Butler hace intervenir en su discurso a las teorías de la representación y actuación y a la teoría de los actos de habla, que convenientemente desplazada de su lugar de origen, y en una dimensión sobre todo lingüística, formará parte esencial, algo más tarde y en lo sucesivo, de su definición del género. Citando de nuevo la sentencia de Beauvoir a postular, desde el comienzo, la idea de que las mujeres no constituyen un «grupo natural», que las mujeres son socialmente integradas en un grupo de carácter artificial. Wittig, además, sustenta su afirmación en la existencia de la comunidad lesbiana. Es la sociedad lesbiana la que hace visible la dimensión política de la reconstrucción de las mujeres como «grupo' natural». Una reconstrucción que trabaja tanto sobre las mentes como sobre los cuerpos con el objeto de someter a las mujeres a lo que ha sido dictado para ellas como naturaleza y como naturaleza que se presupone de existencia anterior al engranaje de la opresión. Para Wittig, sin embargo, «naturaleza» nombra tan solo a una idea; las lesbianas son en sus vidas prueba de ello. Wittig reconoce que con anterioridad Beauvoir había insistido en la crítica a las tesis defensoras del determinismo biológico para las mujeres. «El conjunto de la civilización elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado que se suele calificar de
[97] Monique 'vVittig, "Qne is Not Born a Woman», Feminist Issues, vol. 1, n." 2, invierno de 1981. En su recopilación de los textos más representa!i\'os del feminismo de la segunda ola. Linda Nicholson incluyó de \\"ittig precisamente el de "Qne is );ot Born a "'omam>. Véase, Linda Nicholson (ed.), The Second ¡'~ave. A Reader In Feminúl Theo~v, New York, London, Routledge, 1997, pp. 265-271. Este trabajo de \ \'ittig fue en principio presentado en la conferencia Slmolle de Beallwir que [1.1\'0 lugar en Nueva York en 1979. Traducción castellana: }'O se nace mujer, en :\Ionique \Vittig, El pensamiento he/erosexua!.v o/ros ensayos, 'Madrid, Editorial Egales, 2006, traducción de Javier Sáez y Paco Vidarte, pp. 31-·1-3.
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lé:mclliI1O», subraya \ Vittig [98] citando el texto de Beau\"oir. ::\0 obstante, \ \"ittig persiste en denunciar el determinismo biológico porque a p('sar de la obra de Be-au\'oir sigue perviviendo, y aun dentro del feminismo, la interpretación biologicista de la opresión ele las mujeres. Además y más allá de Beauvoir, \\"ittig considera que es un hecho social, no natural, no solo la suhordinación ele las ml~e res sino la división misma de lo humano en mujeres y hombres. El planteamiento de \'\'ittig, de este modo, lo que discute enérgicamente es, como dijimos, la naturalidad del sexo y no únicamente del género. La afirmación de que hay dos sexos dados por naturaleza y de que la relación heterosexual es la legiúma y natural es la que el texto «One is Not Born a "'aman» pone claramente en cuestión. De ahí que considere problemática la apuesta por un matriarcado tanto como la vigencia del patriarcado, porque la sociedad matriarcal, sosteniéndose en la diferencia sexual y en la relación heterosexual, no deja de mantener la idea de que la maternidad, la capacidad biológica de procrear, es lo qu(' define a las mujeres. Tampoco, por consiguiente, las reivindicaciones de la superioridad biológica de las mujeres, y las correlaúvas condenas de los hombres que dictaminan la inevitabilidad biológica de sus comportamientos \iolentos, convencen a \ Vittig en absoluto, quien, por el contrario, discute el escrito de Andrea Dworkin «Biological Superiori~; the "'orld' s Most Dangerous and Deadly Idea» [99]. Reclamar una superioridad biológica y la naturalidad de la maternidad es asentar la di\ isión sexual; es dotar del valor de lo natural a la opresión de las ml~eres; es imposibilitar el impulso hacia la transformación social. En lugar de resaltar la positi\idad de la maternidad, 'Vittig nos propone como fructífero para la acción feminista «\-er la reproducción como una producción forzada» [100] o
[98] l\foniquc "'ittigo «Qne is Not Born a ,\Ooman», en Linda Nicholson, Thr Secolld JI ave. A Read/'T in Frminist Tlleo1); op. cit., p. 265. [99] Andrea Dworkin, «Biological Superiority, the World's Most Dangcrous and Dcadly Idea», Hereries, 6: 46, 1978. [IDO] l\lonic¡uc Wittig, «Qne is Not Born a "'oman», en Linda l\"ic:holsono Tlle Scrond H ave. A Reader in Felllinist T/¡eo~): O/l. rit., p. 266.
También de modo central discute Wittig el privilegio de la heterosexualidad en su conocido escrito «The Straight Mind» [10 1J. Con esta expresión se refiere la autora a la cultura normativa heterosexual, que su trabajo pretende desmantelar. La relación heterosexual, como relación obligatoria entre hombres y mujeres, plantea Wittig, tradicionalmente no ha sido sometida a análisis, ni en las disciplinas humanísticas ni por parte de algunos feminismos, porque es punto de partida presupuesto, como si fuera un núcleo de naturaleza que resta inscrito en el interior de la cultura. Considerada principio evidente, la cultura heterocentrada organiza sobre la heterosexualidad un diseño completo de toda actividad social e individual, lo que tiene unos claros y contundentes efectos opresivos. La heterosexualidad dicta su ley sobre el conjunto completo de la actividad humana así como universaliza su producción de conceptos. Bajo esta lógica, las mujeres son conceptualizadas como «lo Otro)) diferente, siendo siempre ese otro lo subordin~do y dominado, al hombre en el caso concreto de la mujer. Wittig considera urgente y necesaria la transformación no solo de las condiciones sociales y económicas de vida sino de los conceptos cuyas consecuencias son claramente materiales. El lenguaje, el pensamiento, la ciencia, pertenecen a un orden de materialidad. De ahí que, al circunscribir, lo que no hizo Beauvoir, la diferencia entre los sexos al ámbito de la heterosexualidad obligatoria, rechace el término «mujeo), lo que otorga sentido a su postulación final de «La pensée straight)): «las lesbianas no son mujeres)), porque «mujeres) es palabra que tiene un significado, y significado opresivo, dentro de una trama de pensa-
[101] :\lonique \\'ittig, «The Straight Mind». Este texto fue presentado en 1978 como conferencia en la Afodern Language Associ~tion Convenlion, en Nueva York. Se publicó como «La pensée straight», QJ/estions Féminisles, n." 7, 1980, Y en inglés, «The Straiglu ~Iind», FeminisIIsS/leJ, \'01. 1, n." 1, \'erano de 1980. El texto se recoge en, The Slraight Mind and Olher Essa:vs, Boston, Beacon Press, 1992. Posteriormente ha sido editado por Marie-Héléne Bourcier en La penJée slraight, Paris, Balland, 200 l. Traducción castellana: El pmJamienlo heterosexual, en ;\lonique Wittig, El pensamimlo helemsexual.v nlm5 ensqvos, op. cil., pp. 45-57.
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mjcllto y ele \'ida h('terosexuales. Con la negación de la inclu,¡ClJ] de b~ lesbi;ma~. dentro de la categ'oría «mujer», "'ittig se propone problematizar el patriarcado y, además, subvertir el kmÍl lismo hererocen n-a do. «l\fujer» es una marca acuí'iada a lo largo de una historia que es una historia de opresión, se argumenta en «One is Not Born a "'oman», E" una marca que trabaja de modo similar a la nocióll de «raza» elaborada en la época de la esclmitud, cuando reinterpreta, en función de una interesada red de poder, unos rasgos fisicos en sí neutrales. Esta denuncia de Colette Guillaumin en «Race et nature: systeme des marques, idée de groupe naturel et rapports sociaux» [102] es retomada por 'Vittig para su aprovechamiento. Comparando los conceptos de sexo y de raza y sometiéndolos a un cierto análisis genealógico, Wittig, apoyándose en Guillaumin, concluye que «lo que creemos ser una percepción fisica y directa es solo una construcción sofisticada y mítica, una 'formación imaginaria', que reinterpreta rasgos fisicos (en sí mismos tan neutros como otros pero marcados por el sistema social) mediante la red de relaciones en la que son percibidos» [103], Otorgándole al sexo aquello que Guillaumin adjudicara a la raza, Wittig, no debe ohidarse, formula una idea, la del sexo como «formación imaginaria», que ha llegado a ser muy aplaudida en los textos feministas posteriores que se han ocupado también de des\'elar el carácter no natural de nociones como las de sexo, cuerpo, deseo y mujel~ Butler cita explícitamente el párrafo señalado de Wittig, tanto en «Variations on Sex and Gender: Beauvoir, ''Vittig, Foucault» [104] como en su Gender Trouble [105]. La lesbiana no es una mujer, decíamos, la lesbiana rehúsa ser una mujer, esto es, ella no acepta la dictada por el patriar-
[102] Colette Guillaumin, «Race el nature: systeme des marques, idée de groupe naturcl el rapports sociaux», Plunel, n.o 11, 1977, pp. 39-55. [103] Monique Wittig, "One is ]\;01 Bom a "'oman», en Linda Nicholson, The Second IVaue. A Reader in Ferninist Theo7J; op. cit., p. 266. [104] VSGE, p. 202; I:5'G, p. 30. . [105J G'D, p. 145; (iT. p. 114.
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cado necesidad de habitar un cuerpo fisica y biológicamente determinado. En la figura de la lesbiana dibujada por Wittig, fracasa esa lógica de la opresión que consiste en lograr que las personas lleguen a ser, para sí y para las otras, tal y como el opn~ sor dice ver que son. A esta lógica, que sin anunciarlo apunta hacia la performatividad lingüística donde se anuda decir con hacer, se refiere vVittig del modo siguiente: «Ellas son vistas como negras, por lo tanto, ellas son negras; ellas son vistas como mzgeres, por lo tanto, ellas son mujeres. Pero antes de ser vistas de esta manera, primero ellas tuvieron que ser hechas de esta manera)) [106]. También queda sugerida la acción de la performatividad cuando Wittig enuncia que cierta declaración del opresor vertida sobre las lesbianas en el sentido de que ellas no son mujeres verdaderas, está indicando que «mujer no es algo que suceda sin un decim [107]. Lo que pretende la figura de la lesbiana de Wittig es poner en evidencia la artificialidad y la opresión de las marcas sexuales a la vez que el modo de trabajo de la opresión. Con interés y provecho recoge Butler las declaraciones de Wittig sobre cómo la diferencia sexual no es un dato previo, anterior a la interpretación que se hace sobre la diferencia, sino que es resultado de «un acto interpretativo cargado de supuestos normativos sobre un sistema de género binariO)) [108]. Afirmando esta idea a partir de su interpretación de VVittig, Butler sugiere que la noción de sexo se halla en dependencia de la de género. Este es un úpo de inversión, del género hacia el
[106] Monique Wittig, "üne is Not Born a \\'oman», en Linda Nicholson, The Second Wave. .t:I Reader in Feminist Theor}, op. cit, p. 266. El texto de Wittig dice así: «They are seen black, therefore they are black;. [hey are seen as women, therefore, they are ,,"amen. But befare being seen that way, (hey first had to be made that way». Hemos traducido tlzli)' por ellas respetando e! mayor uso de vVittig de! género femenino pero ello no implica, obviamente, que \Vittig se esté refiriendo aquí de modo exclusivo y específico a los seres que e! patriarcado determina como mujeres, sino que Winig alude con tlz~v a los humanos. [107] ¡bid., p. 267. . [108] VSGE, p. 202; VSG, p. 29.
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sexo. en lug-ar de la tradicional·dirección del sexo al género. que estará Illuy preseme, en lo sucesi\'o, en la obra ele Butler. ele modo que el género se convierte en lo que centralmente hay que problematizar en cuanto punto de arranque de las categorías sexuales: dualidad de sexos, relación heterosexual. El constructo cultural del binarismo de género actúa en favor de la jerarquía, del hombre sobre la mujer, \. al senicio de la considn)) (T... cmlo U'\A \'m\
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de un puente sobre la brecha abierta entre >, pp. 328-329. [4] CD, p. 18; CT, «Preface (1999)>>, p. xvii. El texto de Butler continúa así: «al mismo tiempo que Queer Nation hizo suyo e! libro, y que en algunas de sus reflexiones sobre la teaualidad de la autopresentación de los queer resonaban las tácticas de Act-Up, la obra estuvo también entre los materiales que empujaron a los miembros de la i\sociación Psicoanalítica de Estados Unidos y de la Asociación Psicológica de Estados Unidos a revaluar parte de su doxa vigente sobre la homosexualidad. Las cuestiones del género performativo lueron incorporadas de distintas formas en las artes visuales, en las exhibiciones de 'Vhitney, y en la Otis School for the Arts de Los Ángeles, entre ·otros. Algunas de sus formulaciones sobre el tema de «la muje!'» y de la relación entre la sexualidad y e! género también encontraron acomodo en lajurisprudencia feminista y en el trabajo académico de! ámbito juridico antidiscriminatorio de la obra de Vicki Schultz, Katherine Franke y Mary Jo Frug» (CD, p. 18; CT, p. xYii). En el contexto del Estado español también se hace cada vez más e\'idente la fructífera utilización de la obra de Butler por parte de diferentes movimientos sociales y artísticos.
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Hay un aspecto acerca de las condiciones en que se produjo el texto que no siempre se entiende: no lo compuse simplemente desde la academia, sino también desde los moúmientos sociales con\"('rgentes de lo~ cuales he formado parte, y en el contexto de una comunidad lésbica y gay de la costa este de Estados unidos, donde \'i,í durante catorce aiios antes de escribirlo. Pese a la dislocación del sujeto que el texto lleva a cabo, hay una persona aquÍ: asistí a muchas reuniones, bares y marchas, y vi muchos tipos de géneros: entendí que yo misma estaba en la encrucijada de algunos de ellos. y me topé con la sexualidad en varios de sus bordes culturales. Conocí a muchas personas que estaban tratando de definir su camino en medio de un importante mm'Ímiento en favor del reconocimiento y la libertad sexuales, y sentí el júbilo y la frustración que conlleva formar parte de ese mm1miento tanto en su lado esperanzador como en su disensión interna. Estaba instalada en la academia, y simultáneamente estaba \·1,1endo una vida fuera de esos muros; y si bien El género en disputa es un libro académico, para mí empezó con un momento de transición, sentada en Rehoboth Beach, pensando si podlía \'Íncular los diferentes lados de mi '1da [5].
La revisión en profundidad del feminismo, de los conceptos y categorías difundidos en sus elaboraciones, se e\l.dencia, para
Butler, como tarea imprescindible dada la rigidez de unos planteamientos incapaces de acoger sin autoritarismo y sin fundamentalismo la emergente pluralidad de sujetos. Hacía falta una obra que, como Gender TroubLe, es, sin duda, «una «intervención» provocadora en la teoría feminista» y «uno de los textos fundadores de la teoría queem [6]. Es una obra que cuestionando ciertas versiones feministas es un discurso feminista, de autocrítica feminista inmanente; no un texto de crítica negativa al feminismo y desde posiciones externas o ajenas al feminismo que pretenda socavar la fuerza y com'eniencia de la teoría feminista orientando al pensamiento por un sendero no necesitado
[5] GD, p. 17; GT, p. xvi s. l5] GD. p. 0; GT, p. ,·ii.
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del feminismo, como así se entiende, en ocasiones, a la teoría queer, cuando lo queer se reduce a homosexualidad, a un estudio sobre sexualidades con independencia de la variable de género que considera asunto exclusivo del feminismo, de un feminismo centrado en el género, en el binarismo de géneros al que replica su tendencia heterosexista. Que su trabajo haya podido ser evaluado como una salida queer del feminismo le indica a Butler hasta qué punto el feminismo está dominado por el he terosexismo [7]. El programa teórico de Butler, si ha podido, en efecto, ser punto de referencia de la teoría queer lo ha sido en una línea de análisis donde género y sexualidad deben pensarse en interrelación mutua, entencliendo lo queer en una dirección más inclusiva, abierta a múltiples posibilidades y provechosa para el feminismo, donde lo cuestionado es la política identitaria cerrada y el privilegio del concepto de lo «normal», «naturab~ [8]. Además de Butler, Eve Kosofsky Sedgwick [9], en especial, y [7] Véase a este respecto, APO, pp. 1-30. [8] En una entrevista realizada en mayo de 200 l por Regina l'vlichalik (para LOLApress), durante una estancia de Butler en Berlín con motivo de una invitación por parte de la Academia Americana, comenta Butler: «El movimiento queer era anti-institucional con una critica a la normalización: uno no tiene que volverse normal para convertirse en alguien legítimo. Para mí «queer» es una expresión que desea que uno no tenga que presentar una tarjeta de identidad antes de ingresar en una reunión. Los heterosexuales pueden unirse al mo\·imiento queer. Los bisexuales pueden unirse al mOvimiento queer. Ser queer no es ser lesbiana. Ser queer no es ser gayo Es un argumento en contra de la especificidad lesbiana. Que si soy lesbiana tengo que desear de cierta forma, o si soy gay tengo que desear de cierta forma. Queer es un argumento en contra de cierta normativa, de lo que una adecuada identidad lesbiana o gay constituye» (la entre\;sta, titulada «El deseo como filosofi~), puede consultarse en: http://www.lolapress.org/elec2/artspanish/butl_s.htm). [9] Véase el influyente libro de Eve Kosotsky' Sedgwick, Epistemolog), '!f tite Close!, Berkeley, e ni\'ersity 01' California Press, l C)C)O: traducción castellana: Epistemología del armario, Barcelona, Ediciones de la Tempestad, 1998. La mayor parte de las veces en que se estudia lo qlleer en esa dirección abierta, opuesta a la reivindicación de una identidad tundante, encontramos a Sedg",ick citada junco con Butler como las' autoras que han defendido y quc han desarrollado esta línea de análisis de lo qlleer.
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Diana F uss [10] son autoras importante~ atentas a lo queer en esta segunda dimensión apuntada. E.-, a Teresa de Lauretis a quien se remite haber acuílado la expresión «teoría queer» [11]. Butler nos comenta cómo en un primer momento, siendo conocedora del ensayo de Lauretis titulado «Queer Theory», consideró en consecuencia que de ella era la expresión, sorprendiéndose ante la noticia de que no era otro texto sino Gel/der 1í'oubLe el apreciado en el ámbito de la teoría quecr [12]. Lauretis, sin embargo, abandonó pronto y explícitamente e! uso de! término «queer» en favor de la palabra «lesbiana» [13], palabra más potente y apropiada, en su opinión, para dirigir los estudios lésbicos y gays. Mientras que Butler, por su parte, valorando lo queer en e! sentido sailalado, ha continuado insistiendo en lo sucesi\'o en la necesidad de articular género y sexualidad, feminismo, estudios queer y estudios lésbicos y gays.
1.2. Debate sobre las caleg01iasfeministas Propósito fundamental de Gender TroubLe es cuestionar los abundantes supuestos implícitos heterosexistas, en la mayoría de los casos, presentes en las teorías feministas. Butler dirige su primer capítulo de la obra [14] hacia la puesta en evidencia de los [10] Véase, Diana Fuss (ed.), ln.ride/Oul: úsbian Tluories, Gql' Theo7'l'es, New York, Routlcdge, 1991. (1 1] \\;ase, Teresa de Lauretis, «Queer Theory: Lesbian and Gay Sexualities», Dijfere/lres: A ]oumal if Fnninist Cultural Studies, n. u 3 (2), 1991, pp. iii-x\'iii. Abundante y clara información introductoria sobre lo queer se proporciona en lengua castellana en el libro de Ja\'ier Sáez, Teoria Queer.l' jJsicoanálisis. i\1adrid. Editorial Síntesis. 2004. [12] Véase, GAP, pp. ~2-39. Léase en particular la p. 32. [13] Véase, Teresa de Lauretis, Tite Pra(/í(( if Lovc: Lesbial/ Sexuali!l' al/d PC1'l'mc Desire, Indianapolis, Indiana Uni\'Crsit\" Press, 1994. [14] El primer capítulo de Gender Trouble se titula: «Subjects of Sex/Gender/Desirc» (-b :-:0 "e continúe ::J"cstigando y usando el concepto de «universalidad». E."¿5re. sin embargo, una esperanza de que la interrogación critica del térrr.i:-:-: :~,::c.:cione un uso más eficaz, especialmente considerando las criticas a las fG~~c:ione5 espurias que se han ensayado justificadamente, en los últimos ;:;i:.~;. -::-: cm.:diús posCúlúnialcs, leministas y culturales». Traducido'al castellar-o -:::'--.z,r.emo, también ¿el texto de Buder «La universalidad de la cultu-
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1l100ilidad y este' exceso puede contribuir no solo a sedimentar la., acciones de rechazo sino ante todo a (',-itar los efectos perniciosos de los términos universales. Por otra parte, esto dicho sobre la posible dimensión producti,·a de la universalidad no elimina ni debilita la crítica de Butler al recurso a la identidad substancial «mujer», ni tan siquiera a la identidad estratégica, como punto de partida ineludible de ia~ políticas feministas. Ante la pregunta, que continúa sie:1do pertinente a lo largo de la obra de Butler, de cómo llevar a cabo una política feminista no apoyada en la unidad de una base identitaria prediseilada, Butler responde con la política de coalición: Sin la presuposición ni el objetivo de «unidad», que en ambos casos se instituye en un nivel conceptual, pueden surgir unidades provisionales en el contexto de acciones concretas que tienen propósitos di!i,tintos a la articulación de la identidad. Sin la expectativa obligatoria de que las acciones feministas deben instituirse desde una identidad estable, unificada y acordada, ésta~ bien podrían iniciarse más rápidamente y parecer más compatibles con muchas «mujeres». para quienes el significado de la categoría es permanentemente discutible [24]. ra», en l\1anha G.l\ussbaum, Los límites del patriotismo_ Identidad, pertenencw)' "ciudadanía mundial", Barcelona, Paidós, 1999, pp_ j9-66_ :\llí se lee: «El carácter cultural y contingente de las convenciones existentes que rigen el alcance de la lllli'-crsalidad no niega la utilidad o importancia del término universaL Simplemente, significa que el supuesto de uni'-ersalidad no ha sido plena o finalmente' realizado y que queda por ''er si y cómo se podrá articulan> (p_ 60)_ Y también: «Así pues, la importante tarea que nos plantea la diferencia cultural no es otra que articular la universalidad a tra,-és de un dificil proceso de traducción. Esta tarea pretende transformar los términos mismos de que está formada la univcrsalidad y darles nue,·a significación: de ahí que el mO\;miento de esa transformación no anticipada establezca el universal como aquello que lOdada ha de lograrse y que, a fin de resistir a la domesticación_ nunca sc podrá lograr de forma total o definiti,-a» (p_ 66'_ En texto de gran interés y de contenido muy actual en el que Butler trata de este tema de la universalidad desde la perspccti\-a de los derechos humanos, es «El modelo Guantánamo», El viejo tlJPO, n." I ¡8. abril de 2003, pp_ 58-69_ [24] GD, p_ 48; GT, p_ 15_ Hav que subrayar que la política de coalición ha sido también defendida_ de modo semejante, para el feminismo por DonnaJ Hara,,"ay y su política ~vborg_
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Este tipo de coaliciones abiertas, tendrían la ventaja, para Butler, de permitir la apertura a múltiples y móviles identidades que se configuran y se abandonan en función de los objetivos y que, en consecuencia, no quedarían obligadas a una norma preestablecida. El feminismo entendido de este modo podría ver positivamente disminuida la huella autoritaria y coercitiva presente en las políticas identitarias, permitiendo e! surgimiento y la expansión de nuevos conceptos de identidad. Claro que la manera concreta en que pueda surgir esta conjunción de posiciones identitarias dispares es algo que no puede ser predicho de antemano. Si se establece un ideal anticipado como camino para la consecución de la meta de ·la unidad, entonces puede quedar impedido el propósito de la formación de la coalición. Aceptar la contradicción interna, la fragmentación de la acción política forma parte de la política no fundacional, democrática, que Butler comparte. La política de coalición no se haya necesitada de la categoría «mujer» ni de W1 concepto identitario, aun pensado de manera compleja, que pueda manifestarse de forma acabada: «una coalición abierta afirmará identidades que alternativamente se instituyen y se abandonan de acuerdo con los objetivos de! momento; será un conjunto abierto que permita múltiples convergencias y divergencias sin obediencia a un telas normativo de definición cerrada» [25]. El género es precisamente un proceso nunca concluido en e! tiempo, imposible de ser acotado en límites temporales concretos. El género ni es idéntico a sí mismo en todo momento ni es una identidad unitaria e internamente coherente.
1.3. Del género al sexo
En la dirección del concepto de política feminista potenciada por Butler, antes que dar por sentado que «mujer» es el sujeto, sujeto unitario y no problemático del feminismo, hay que dis-
[25] GD, p. 49; GT, p. 16.
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cutj¡~ por el contrario, las categorías de género e identidad como un requisito también para la acción política feminista de alcance liberador. Se impone la indagación critica sobre las categorías de «sexo" y «género» y sm modos de articulación. Este es un trabajo que, como se ha podido observar, Buder "iene desarrollando desde sus primeros ensayos feministas. En Gendcr 7í'Oublr la formulación de este decisivo tema, aun retomando, lógicamente, sus estudios anteriores, logra mayor precisión, fuerza y rigor argumentativo. La relación entre sexo, género y deseo "a a ser dislocada por Buder, pensada de nuevo quebrando el orden tradicional en el que los elementos se hacían encajar de acuerdo con la norma de la coherencia y estabilidad y de la regla de la naturalidad de los sexos y de la práctica de la heterosexualidad. La critica de Buder aquí incluye, obviamente, también la disputa de formulaciones propias de la te aria feminista. La separación entre sexo y género, que ya Buder, como se analizó más arriba, encontraba en Simone de Beauvoir, es vuelta a ser subrayada como punto de arranque del cuestionamiento tanto del binarismo de género, de la idea de que los géneros han de ser dos, como de la naturalidad del sexo mismo. Temas estos que han sido ya el motivo de buena parte de sus reflexiones anteriores. Pero las sucesivas y penetrantes interrogaciones que en Gender Trouble se enlazan unas con otras evidencian cómo sus criticas se han ido afianzando progresi,'amente con la amplitud de sus argumentaciones y con la extensión de sus fuentes de referencia [26]:
¿Podemos referirnos a un sexo «dado,) o a un género «dado» sin investigar primero cómo se da el sexo y/o el género y a tra\'és de qué medios? ¿Y qué es el «sexo» a fin de cuentas? ¿Es natural, anatómico, cromosómico u hormonal, y cómo puede
[26] Butler menciona en Gender Trouble, y en relacióll con su c:ritica a la naturalidad del sexo, obras procedentes de \'arios campos de investigación, filosóficos, antropológicos, así como investigaciones del ámbito de la biología y de la historia de la ciencia. Véase, GD, notas 8, 9 Y 10, p. 39; GT, pp. 151152.
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una crítica feminista valorar los discursos científicos que pretenden establecer tales «hechos»? ¿Tiene el sexo una historia? ¿Posee cada sexo una historia diferente, o varias historias? ¿Hay una historia de cómo se estableció la dualidad del sexo, una genealogía que presente las opciones binarias como una construcción variable? ¿Los hechos supuestamente naturales del sexo se producen discursivamente por medio de diversos discursos científicos al servicio de otros intereses políticos y sociales? [27].
El acento interrogativo de estas enunciaciones indican la conveniencia de insistir en la investigación de estas cuestiones que no teniendo un significado claro e inmediato y que no hallando una respuesta directa y única son problemáticas; son problemas que merecen seguir siendo pensados porque en ellos nos va la vida, sin duda. Que estos problemas son vitales, que afectan a las vidas de las personas, es uno de los aspectos que la obra de Butler ha sabido destacar con contundencia. Considerar el sexo y el género como una realidad establecida y no discutible provoca violencia, dificulta, cuando no imposibilita, la vida de los individuos. En el prólogo de 1999 nos dice: Crecí entendiendo algo de la violencia de las normas de género: un tío encarcelado por tener un cuerpo anatómicamente anómalo, desprovisto de familia y de amigos, y que pasó el resto de sus días en un «instituto» en las praderas de Kansas; primos gays que se \ ieron obligados a abandonar el hogar por su sexualidad, real o imagínada [28].
l\tIediante este anteriormente citado encadenamiento de preguntas, Butler defiende, en línea con Foucault, la fundamentalidad de la tarea que se ocupa de estudiar los medios, los mecanismos, los discursos que son los instrumentos históricos de la construcción del sexo. A ellos se debe asimismo que el [27] GD, pp. 39-+0 (he modificado ligeramente la traducción castellana); GT, pp. 6-7. [28] GD, p. 20; GT, «Preface (1999)>>, p. xix.
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~exo aparezca como dato natural. ::\"0 puede seguir manteniéndose por má~ tiempo la idea de que el género e~ una construcción cultural y social que se organiza, y que se sostiene, sobre el sexo natural. Butler afirma ahora no solo que el sexo y el género no pueden distinguirse ya que amhos son elaboraciones culturales (lo que ya se apuntaba en H\'ariations on Sex and Gender: Beauvoir, "\ "ittig, Foucault>, ~ino que. aplicando al sexo y al género la lógica de la inversión de Foucault pero que él no había llegado a definir en este terreno, postula que acontece un desplazamiento del género al sexo. En el marco de la producción cultural y discursiva del género: en ese marco y desde ahí, se produce la noción de sexo natural y como parte de esa producción se establece que el sexo es una realidad prediscursi"a, anterior al orden de lo cultural:
El género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza; el género también es el medio discursi\"ol cultural mediante el cual la «naturaleza sexuada» o «un sexo natural» se produce y establece como , en Fina BiruJés y ~laria Isabel Peña Aguado ¡eds." Úl jmsJió f!cr la lIil)(7'lal. j jJassionforji'eedonz. Amó. passiá i jJolítica. COlllroi'Í'lsics jeTllinú{cs. Action. Pa.uion an PoliticJ. rrminists Contlw'eTs7es, Barcelona. Publiracions J Ediciol1S de la Uni\nsilal de Barcelona, 20C).J. pp. 1:20-124.
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posibilidades de vida que solo pueden prosperar en la transformación del entramado conceptual-cultural-social hegemónico que LIs ha alimt"nndo. Desde el marco postestructuralista f'n el que se sitúa, Butler reconoce explícitamente la influencia de Foucault, de Derrida; autores que, como ellos mismos afirman, son deudores de esa inicial crítica a la tradición occidental inaugurada por :'\ieu:sche. Desde este ángulo, es claro que hay una cierta comunidad inrclccwal desde :\"ictzsche hasta Butler. Además, las referencias directas que Butler dedica a Nietzsche son prueha de ello: :\"i tampoco sorprende que la teoria de la sexualidad de foucault y su historia de los clIapos esté escrita sobre la base de La roluntad de poder y la Genealogía de La moraL de ~ietzsche, cuyo método de critica existencial revelaba regularmente cómo se pueden reducir los \'alores que parecen naturales a sus orígenes culturales contingentes [45].
La teoría sobre el poder y el método genealógico de :'\ietzsche [46] son elementos del pensar nietzscheano que Butler retoma directamente, también a través de Foucault, y que comid('ra sumamente provechosos para sus propósitos. En efecw, la labor crítica nietzscheana se sustenta en el cuestionamienw dd \alor del origen, en la desnaturalización de nociones cumu bien y verdad, en Hé'lmar la atención sobre la importancia de realizar la historia críoca genealógica de los conceptos, de las creencias, de los pensamientos, de los comportamientos y acciones, mostrando su carácter «humano demasiado humano», su [+jj r:,GE, p. 211; VSG. p. 37. [+i3J La erilica feminista contemporánea reconoce abiertamente la procedenc:a nietzq-heana del recur,o feminista a la crítica gcnealóg1ca. Puede con::ultar>e. en este senlido, la entrada «Genealogp' contenida en Lorraine Code ed .. E!l(1"dopedia vf Feminisl Theon",·s. op. cit .. pp. 22-1--225. Otra cuestión distinta es el hecho de que la crilica feminista sc halla di\'idida entre las posiciones que uc:Iizan prm"Cchosamcntc el instrumento genealógico y las posiciones quc rechazan la conveniencia de esta estrategia de análisis para el feminismo.
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carácter contingente y provisional, su caráctCf modificable y tr::msfórmable. :\simismo mostró ~ietz"che lo que es una consecuencia de lo anterior, de su genealogia, esto es, la urdimbre densa entre el podlT, la ,·ida y el saber, cuyo resultado es la negación del recurso a un más allá del poder. La \"ida siempre se halla contaminada. atravesada por el poder; por un poder que asume. ames en .\"ierzsche que en Foucault, un rostro fundamentalmente produni\'o-creati\·o. En su interés no por acceder a una adecuada descripción del sujeto sino por mostrar el modo en el que el sujeto se construye, Butlcr reconoce ("n Gmdcr 7í-oublc que la foucaultiana idea de la producti\idad del poder, de que el poder produce a los sujetos, se halla ya en Nietzsche [47]; además, afirma que de l'\ietzsche toma Foucault su distinción entre poder jurídico y poder productivo y c:ue Vigilar)" castigar se inspira en La genealogía de la moral [48]. Butler aplica, como venimos comprobando, estas nietzscheanas nociones y estrategias al feminismo, a la problematización del género, de la identidad de género. La categoría de sujeto, concretamente, será sometida por Butler a este análisis que ya iniciara Nietzsche. El presupuesto de un sujeto concebido como ya dado, como pre\io al elemento del poder y por ello como línea de fuga del poder, como núcleo originario y como polo fundan te de la acción es re,isado por Butler apoyándose explícitamente en afirmaciones nietzscheanas. Cuando en Gcndcr 7í"Oubú' I3utlcr cuesúona la idea de la existencia previa de una identidad como asiento natural de una determinada adquisición cultural de género, la crÍúca nietzscheana al sujeto que incide en su carácter de constll..lcción lingüística es un camino valioso en el que se apoya. En el proceso lingüístico de producción del sujeto acontece, según Butler, un ocultamiento del propio proce'so de producción a tra,·és de' un movimiento de inversión en el que aquello que es un efecto se sitúa en el lugar de la causa. Así, el sujeto detenta el \·alor del origen, de lo que ya
[47] GD, nota 1, p. 34; GT, p. 150. [48] GD, Ilota 30, p. 91; GT, p. l(jl.
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está ahí dado de antemano romo substrato de sus atributos o predicados consiguientes. Por su parte, ciertos textos póstumos del :"Jietzsche de los años ochenta de! siglo XIX, textos breves, esquemáticos, en efecto, son, sin embargo, contundentes en su afirmación del carácter producido del sujeto: Contra e! positivismo, que se detiene en e! fenómeno «sólo hay l¡cchosJ), yo diría: no, precisamente hechos no hay; sólo hay interpretaciones. );0 podemos constatar ningúnJactum «en sí»: quizá sea un sinsentido querer algo como eso. «Todo es subjetivo», decís: pero ya eso es interpretación, el «sujeto» no es nada dado, sino algo añadido con la imaginación, ocultado detrás. -¿Es preciso, a la postre, poner todavía al intérprete detrás de la interpretación? Ya eso es imaginación, hipótesis [49].
La critica nietzscheana a la metafisica de la substancia es aquÍ inequívoca. Además, no solo vemos en e! texto cómo '.'J"ietzsche apunta el carácter construido del sujeto sino que, como ButIer, afirma que e! sujeto construido se oculta y se desplaza de! lugar del añadido al lugar de lo dado: Donde comienza nuestra ignorancia, donde ya no podemos ver más allá, colocamos una palabra, por ejemplo la palabra «yO», la palabra «hacer», la palabra «padeceD>: quizá sean líneas de! horizonte de nuestro conocimiento, pero no son «verdades» [50].
En su df'smantelamiento de la metafisica de la substancia, desarrolla una critica al concepto fuerte, tradicional, de verdad. El sujeto no es un en sí dado, no es una verdad: El yo es puesto por e! pensar; pero hasta ahora se creía, igual que el pueblo, que en el «yo pienso» hay algo de inmediata-
[+9] Friedrich )iietzsche, Fragmento póstumo de los ailos 1885-1887, traduciJo por Andrés Sánchez Pascual en .-!r(/lIjJiélago. n."' 23, in\"Ícrno ele 199,). p.89. [50] Ibíd., p. 89.
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mente cierto y que ese (':'0» es la (alisa dada del pensar. por analogía con la cual comprenderíamos todas las demás relaciones causales. Por muy habitual e imprescindible que resulte ahora esa ficción, eso por sí solo es algo que no prueba toda\ía nada en contra del carácter ficticio de ella: una creencia puede SlT condición de Yida y ser, ¡)C.I{ a tUv. falw [51].
Junto a la quiebra del sujeto cartesiano se muestra en el texto citado una crítica a la relación de causa y efecto en la que, aun sin alusión expresa al proceso de im'ersión, se apunta con nitidez hacia él. El yo es una ficción, dice l\'ietzsche, no es una \wdad en sentido clásico. Pero, el yo no deja por ello de ser algo. Decir que el sujeto es construido no es lo mismo que decir que no existe. Existe como ficción -en términos de Nietzsche-, como construcción -en términos de Butler--; y como una ficción o construcción que es condición de \ida, que hace posible la \ida, que, en cierto sentido, nos da la ,ida. Como dirá Butler en The PS)'chic Life of Power, el sujeto es un constructo que nos dota de inteligibilidad lingüí,tica, cultural y social: Los individuo.; llegan a ocupar el lugar del sujeto (el sujeto emerge simultáneamente como «Iugam) y adquieren inteligibilidad sólo en tanto que están. por así decir, prc\'iamente establecidos en el lenguaje. El sujeto ofrece la oportunidad lingüísLÍca para que el indiúduo alcance y reproduzca la inteligihilidad, la condición lingüística de su existencia y su potencia (ageuC)')
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¿Cómo podríamos vivir en ausencia de esa inteligibilidad? Lo importante no es empeñarse en \i\ir sin ficciones; empeño imposible, por otra p;1rte, si aceptamos la óptica del Nietzsche de Sobre ve/dad)' mentira en sentido ex/ramoral que afirma que la misma idea de verdad es una ficción: «las verdades son ilusio-
[51] ¡bid. [52] J[PP, pp.
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21-2~;
PLP, pp. 10-11.
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nes de las que se ha olvidado que lo son» [531. Al situarnos en la perspectiva de que e! sujeto es una ficción o construcción ponemos e! acento en su carácter histórico, contingente, y por tanto en su carácter susceptible de transformación. Se trata de resignificar la noción de sujeto y no de suprimir la noción. Se trata de mostrar e! modo de la construcción de! sujeto para permitir su resignificación. Esta apuesta clave butleriana fue antes una apuesta nietzscheana. En términos de Butler, como dijimos más arriba, el ocultamiento de! proceso de construcción de! sujeto produce efectos substancializadores. Continuemos con Nietzsche: Sujeto: es la terminología de nuestra creencia en una unidad entre todos los varios momentos de! supremo sentimiento de realidad: entendemos esa creencia como eficto de una sola causa, creemos en nuestra creencia hasta tal punto que, por mor de ella, imagínamos en general la «verdad», la «realidad», la «substanl.ialidad». «Sujeto» es la ficción de que muchos estados iguales en nosotros son e! efecto de un solo substrato: pero somos nosotros los que hemos creado primero la «igualdad» de esos estados; lo que de hecho se da es el igualar y arreglar esos estados, no la igualdad (ésta, antes bien, cabe negarla) [54].
Contra la noción de lo dado en sí, contra la noción de la verdad en sí, contra la noción de lo uno idéntico a sí mismo, Nietzsche formula su hipótesis: y a un «tenen> donde la medida para ambos sexos, el significante único, es el Falo [67]. Lacan se refiere a los conceptos de «sen> el Falo y de «tener» el Falo como posiciones, posiciones sexuales. dentro del lenguaje. «Ser» el Falo supone ser el significante del deseo del Otro, esto es, ser el objeto de deseo de un Otro que es masculino y que está heterosexualizado. Ese objeto de deseo refleja el deseo masculino y es antes que el límite de la masculinidad cllugar donde lo masculino se autoelabora. Las mujeres «son» el Falo en tanto que como sitio de la amencia de Falo, como espacio donde el Falo penetra, otorgan al Falo la confirmación de su poder. Las mujeres, así, no teniendo Falo, «son», sin [G7] \·éasc . .Iacqllc. Érri/I, Paris. tditiom dll Seuil. 1966. p. 6CJ-t.
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embargo y paradójicamente, e! Falo, porque el sujeto masculino necesita de esa posición de las mujeres de carencia de Falo para que en una operación dialéctica -que no deja de recordar a la hegeliana dialéctíca de! amo y e! esclavo-- otorguen reconocimiento al poder de! Falo que él sí «tiene». Se observa de este modo cómo es la estnlctura de significación la que proporciona e! efecto, la apariencia de ser. Esa estructura de significación, el orden simbólico, organiza la inteligibilidad mediante las posiciones de «ser» y de «tener» el Falo y a través de sus interrelaciones recíprocas. Dentro de este marco binario cualquier intento por c~tablecer la identidad ha de remitir a la noción de «carencia», «pérdida», en que se apoya su construcción. Lacan, desde el modelo del estructuralismo, piensa al sujeto como el resultado de una represión primaria de corte masculino. Es esa represión primaria de los placeres del incesto, del cuerpo de la madre, la condición de la formación del sujeto, de! hablante, y de su presentación ante sí como ser autónomo, con la que pretende ocultar, precisamente, aquella represión de la que procede y que le indica la posibilidad constante de perder su apariencia de autofundación y su apariencia de ser e! origen de los significados. Además, ese aparente poder masculino está necesitado de que las mujeres constantemente reflejen dicho poder masculino y su ilusoria autonomía, con lo que se revela la esencial dependencia de su constitución. El sujeto masculino niega su dependencia pero también la busca; requiere a la mujer en tanto es el cuerpo materno desplazado, la promesa del regreso a ese goce (jouissance) anterior a la indiúduación. Así, apunta Butler, en la teoría de Lacan se muestra el conflicto de la masculinidad que, por una parte, quiere su autonomía y su reconocimiento a la vez que, por otra parte, quiere lo que esa dinámica de autonomía y reconocimiento le promete: la vuelta a los placeres previos a la represión. La posición femenina tampoco puede entenderse sino desde dentro de ese orden simbólico, la ley paterna, que le da signilicado. «Siendo» el Falo, las mujen~s son siempre «seres para), el sujr.to ma~culino cuya función tSencial deben reflejar y conJir-
[Co\P¡O, L1.0 1I 1
mar. Las mujeres son instrumentos de la ley del Falo. signos de ~u poder. y por ello se elice de ellas que «son» el Falo. Pero, la posición de las mujeres, «ser» el Falo, es insatisfactoria porque no pueden cumplir por completo la ley del Falo que les exige reafirmar el poder del Falo. La posición de los hombres, por su parte, también supone un fracaso ya que ellos «tienen» el Falo jJClU el pene no es el Falo, el pene no puede simbolizar completamente esa ley elel Falo. Sin embargo, ambas posiciones fracasadas están obligadas a interactuar y a repetir su imposibilidad. En el caso de las mujeres, en el intento por explicar su extraii.a posición de «sen) el Falo, Lacan remite al concepto de «mascarada» en su texto «La signification du phallus». Las mujeres, caracterizadas por la «falta» -ellas «S011» el Falo pero no «tien e \1» el Falo-, deben enmascarar esa «falta» para aparentar «ser» el Falo. Butler analiza los sentidos contradictorios que se aprecian en la ambigua noción lacaniana de mascarada referida a las mujeres. En primer lugar, si el «ser» el Falo es una mascarada, entonces ello remite el ser a la apariencia, a un parecer ser, de modo que la ontología de género queda enmarcada en una dinámica de apariencias. En segundo lugar, la mascarada de «ser» el Falo que realiza la mujer apunta hacia la existencia de un ser de la mujer, de la feminidad, anterior a la mascarada misma y cuyo desvelamiento podría suponer una quiebra del sistema «falogocéntrico». En el primer caso, el concepto de mascarada remite al ámbito de la producción performativa donde un «parecer» adquiere com1ncentemente la categoría de «sen>. Este será el camino recorrido por la teoría de Butler, el que conduce a un replanteamiento de la ontología de genéro en la dirección de la critica paródica en la que se \uelven quebradizas las líneas divisorias entre el «ser» y el «parecer» y en la que la feminidad es articulada como producto de la mascarada misma. En el segundo, se presupone una feminidad ontológica que fundamenta un deseo femenino al que la economía fálica obliga a renunciar. Es esta versión de la noción de mascarada la que potencia el desarrollo de teorías femini:,tas, como la de rrigaray, empcii.adas en desf'nmascarar, en liberar, el deseo femenino «autélltico» que ha quedado reprimido.
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4.1. La feminld,J{f como
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La cuestÍón de qué sea aquello que la mascarada oculta puede' ser respondida de diversas maneras: Butler investiga, a este respecto, también la noción de mascarada desarrollada en el texto de Joan Ri"iere «Womanliness as a Masquerade» [68], de 1929. La formulación de Riviere de la feminidad como mascarada parte de la revisión de la teoría de Ernest Jones sobre la sexualidad femenina. De acuerdo con la clasificación de Jones, los diferentes tipos de desarrollo de la sexualidad femenina se pueden encuadrar en dos grupos, uno heterosexual y el otro homosexual. Jones maciza, además, la existencia de formas intermedias. Ri"iere se fija en estas formas intermedias, precisamente, para llevar a cabo su teoría. Recurriendo a lo que ella dice que puede ~er obervado en la vida cotidiana, afirma que ciertos individuos, mujeres y hombres, aun mostrando un desarrollo sexual heterosexual manifiestan rasgos característicos del sexo opuesto. ~o especifica, desde luego, qué se entiende -y qué se oberva- como rasgos del sexo propio y del otro sexo. Ri"iere da por supuesta la coherencia entre sexo, género, deseo y orientación sexual. No obstante, como así subraya Butler, el hecho de que Ri"iere fije su análisis en este grupo intermedio tiene el interés de que remite a unos individuos que poncn en cuestión [as fronteras rígidas entre heterosexualidad y homosexualidad y que, por lo tanto, ponen en duda las clasificaciones naturalizadas. El punto de vista adoptado por Riviere en sus explicaciones sobre la feminidad como mascarada se enmarca dentro de una teoría de la interacción \" resolución de conflictos. Las manifestaciones sexuales no obedecen, entonces, tanto a unas tendencias innatas cuanto a un iqtento de resolver conflictos. La adopción de atributos de género mixtos es para Ri\ iere una manera de enfrentar la angustia y es esto lo que determina, según el grado variable de la angustia, la orientación heterosexual u [68] Joan Rivi,\rc. ,,\\'omanliness as a ).[ascarac!t:,>. Inll'rnalional ]o/lmal o/
PS)'cho-Anarysis, n." X, 1929. pp. 303-313.
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homosexual dd desarrollo sexual. Fere;1(zi había ~eñalado que hombres homosexuales exageran su comportamiento helerosexual con el fin de «defenderse» de su homosexualidad_ y Ri\icre se apoya en la obseryaeión dé Ferenezi para argumenlar en favor de que las mujeres que a~piran a la masculinida -mujeres, según Riviere, intelectuales. académicas y profesionales en general. interesada~ por el i:nbito de lo públicoadoptan la máscara de la feminidad -cumpliendo con los roles tradicionales de esposas y madres- para protegerse contra la angustia y comra las represalias que suscitan en los hombres. El caso concreto tomado como ejemplo por Ri\iere es el de una mujer que, de modo inhabitual para su tiempo, desarrollaba su acti\idad profesional mediame el uso de la escritura y de la palabra en conferencias públicas. Para Ri\iere el miedo al castigo experimentado por esta mujer se explica porque en su fantasía ella tomaba el lugar de los homhres y de su padn: en particular, aunque mo\-ida pur un deseo cuyo objeto no era su madre sino el llegar a ocupar la posición de ~ujeto del discurso. Su temor a la censura de los hombres, sobre todo después de sus intervenciones en público, la conducía a utilizar la feminidad como máscara de sus rasgos masculinos, en especial a través de una actitud enfocada a despenar el interés sexual de los hombre~ de su alrededor, actitud que contrastaba fuertemente con el comportamiento impersonal y objeti\'o mantenido durante sus conferencias. La homosexualidad enmascarada de la mujer descrita por Riviere se refiere a su identificación masculina, a su voluntad de ser tratada como un hombre, pero no a su deseo sexuaL Riviere considera a este tipo de mujer más bien como asexual en el sentido de que su identificación masculina no persigue desempei'íar un lugar en un intercambio sexuaL Por tanto, su alusión a Ferenczi no comporta una equiparación entre la llOffio:,exualidad masculina) la femenina. La feminidad como mascarada es más bien una manera de marcar una distancia con respecto a la homosexualidad masculina. Butler conduce la interpretación de la noción de feminidad como mascarada hacia el punto clm'e, desde su propia perspectiva, del texto de al~-unos
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Riviere. A la pre3Unta de dónde reside la diferencia entre una feminidad genuina y una como mascarada, Riv;ere responde negando la existencia de una tal diferenci~. La feminidad, ya sea superficial o fundamental, es propia de toda mujer, según Riviere. Para Butler, esto significa que Riviere rechaza la existencia de una feminidad anterior a la máscara y que, como apunta Stephen Heath en (~oan Riviere and the Masquerade», la feminidad (womanliness) auténtica es la mascarada [69]. Supuesta la inserción del deseo en una matriz heterosexual, la feminidad como máscara resuelve una identificación masculina que podría provocar el deseo de otra mujer. Es desde esa matríz heterosexual desde donde se postula que todo deseo cuyo objeto es una mujer proviene de una posición heterosexual masculina. Se entiende ahí a la libido como masculina y como el lugar de origen de la sexualidad. A partir del texto de Riviere, el análisis de Butler se halla interesado en investigar la producción cultural del género y de la sexualidad, reconsiderando las nociones de feminidad y masculinidad. En contra de la tesis defendida por algunas teorías psicoanalíticas de que la bisexualidad es primaria y de que sobre ella actúa la cultura, reprimiendo, para establecer la heterosexualidad, Butler considera que la cultura no es posterior a la bisexualidad sino que la cultura es la que impone el marco de inteligibilidad desde el que puede llegar a pensarse en la bisexualidad. Es después, una vez que ha sido posibilitada por el discurso, cuando la bisexualidad se instituye como fundamento psíquico primario y prediscursivo.
J.2. La iriflexibilidl.l.dde la ley lacaniana En relación a la (eoria lacaniana, Butler valora positivamente la lectura de Jacqueline Rose que afirma que para Lacan no hay rcalidad prediscursiva. que no existe lugar previo a la ley suscep-
[69] GD, p. 87; GT p. 53.
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til)!c ek ser recuperado. Así, lo femenino no es si no es en cIlcn2:uajc. Pero, se plalllCéI Butlcl~ si para Lacan la leyes la causante de esa escisión fundamental del sujeto que desemboca en la dualidad de los sexos, entonces, lo que no es e\idente es que la ley tenga que producir siempre e in\"ariablemente el resultado de la dualidad sexual. A juicio de Butler. el problema es que perlllaIICCe en Lacan la idea de una bisexualidad inherente . .\unque esa interpretación de Lacan que acentúa la imposibilidad de lo prediscursivo tenga el interés de acercarse a una concepción de la ley a la vez como prohibiti\'a y como producti\'a, el dualismo sexual prescrito por Lacan actúa de modo que delimita de ante mamo el campo sobre el que se ejerce la represión de la ley. Cabria pensar que esa ley prohibiti\'a crea lo reprimido mediante la represión. Pero de este modo no se justificarla la presencia f'n la teorla de Lacan de una nostalgia por el goce perdido e irrecuperable. No podemos conocer ese pasado desde nuestro presente como sujetos. No obstante, ello no implica, para Lacan, que no pueda tener realidad. Butler menciona en este sentido la tesis kantiana de la existencia de la realidad nouménica, incognoscible por definición. El hecho de que ese goce primario nos sea innaccesible indica que es la realidad fundamental para Lacan. La leyes en Lacan una ley simbólica de carácter fantasmático -esto es, que tiene un fantasma como ideal [70]- en la que, por ello mismo, por su dimensión fantasmática, el destino de cualquier identificación es el fracaso. Lo simbólico es inconmensurable con lo real y produce un diseño determinado y estrecho de la sexualidad que además de desembocar en el drama dd fallo dé' la identificación tiende al inmO\ilismo cultural. La crítica de Butler incide en este aspecto de inflexibilidad de la ley lacaniana que no propicia su reformulación cultural en direcciones más abiertas. Bucler encuentra cuestionable también en la postura de Lacan una cierta idealización de tonos romántico-religiosos que observa en su formulación del fracaso d" la identificación y del som~ [72] del género. Precisamente ese término usado por Freud, el de «consolidación», es el aprovechado por Butler para indicar que el niño puede encaminarse en la dirección heterosexual, consolidando su masculinidad, y que el niño puede también encauzar su libido hacia disposiciones femeninas y hacia la renuncia de la heterosexualidad. En la psique las disposiciones y tendencias masculinas están difusas y no necesariamente se organizan hacia la heterosexualidad. Y e! caso de la niña ofrece un resultado análogo. El tabú de! incesto la lleva a la pérdida del padre. A partir de ahí, puede o bien identificarse con e! padre y consolidar su masculinidad o bien des"iar su relación con e! padre y orientarse hacia la heterosexualidad. Son múltiples las preguntas abiertas por los ensayos de Freud. Butler se plantea cómo han de entenderse las disposiciones primarias. Las oscilaciones interpretativas presentes en Freud, su recurso a las nociones de disposición primaria y de identificación en relación con la feminidad y la masculinidad, le conducen a Butler a postular que las «disposiciones» de la bisexualidad pueden ser comprendidas no tanto. como primarias sino como productos resultantes de un proceso de interiorización. La obsel':ación de Butler pone el acento en que a pesar de la afirmación de Freud de una bisexualidad primaria, si deduce
[72] GD, p. 94; GT, p. 59.
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del deseo del niño por el padre la presencia de una disposición fl'lllenina, en lugar de concebirlo romo un amor de carácter homosexual, es porque el punto de partida de Freud es la configuración heterosexual del deseo y no la bisexualidad. Este es el centro de la critica de Butler: el hecho de situar Freud en el origen de la formación del género una matriz heterosexual. Las disposiciones femeninas y masculina~ integrantcs dc la bisexualidad son comprendidas por Freud como tendencias siempre de objetivos heterosexuales sobre la base de que la atracción es entre sexos opuestos. En la tesis de la bisexualidad primaria lo que se postula es la coexistencia en la misma psique de deseos heterosexuales, negándose así la posibilidad del deseo homosexual, de la niña hacia su madre, del niño hacia su padre. Ka hay forma sin embargo para Butler de probar la existencia de disposiciones primarias ni, por lo tanto, de comprobar que la configuración de género se establece sobre las disposiciones y no mediante un proceso de identificaciones interiorizadas. La línea explicativa de la formación del género a tra\'és de la interiorización de las identificaciones del yo, halla sustento, como decíamos, asimismo en Freud. El objeto de amor perdido se incorpora melancólicamente al yo que así no renuncia sino que preserva el objeto amado -interiorizando también la dimensión ambivalente, de ira, de culpa, de esa relación mantenida por el yo con el objeto exterior en calidad de un ideal del yo, esto es, de una instancia critica interior. Acontece mediante este mecanismo de autocritica del yo, del yo vuelto sobre sí mismo, una recondución del deseo que propicia la consolidación de la identidad de género. Significa esto que en la interiorización del padre o de la madre amados estas figuras no solo aparecen como objetos prohibidos de amor sino que ejercen la función de ser instancias que prohíben. Y a la vez que estos ideales del yo niegan el deseo hacia el padre o la madre instauran un «espacio» interior en el que ese deseo queda preservado. Queda abierta la posibilidad de que el amor heterosexual se cll"place hacia el d('seo homosexual. Burler defiende que en la
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identificación de género está implicado el tabú del incesto y con anterioridad el tabú contra la homosexualidad [73], si bien explicita que esta idea no aparece argumentada en los textos de Freud a pesar de que puede derivarse de ellos ya que de otro modo no podría actuar el conflicto edípico que sanciona las tendencias incestuosas heterosexuales. En e! caso del tabú de! incesto heterosexual la pérdida del objeto de amor se sufre como un duelo. Esto es, e! objeto se pierde y se reconoce como tal objeto perdido. Como consecuencia se produce un desplazamiento del objeto de amor pero no del objetivo heterosexual. En la narración psicoanalítica e! objeto perdido es el cuerpo de la madre y es esta pérdida la que inaugura el proceso de individuación y del habla significativa. En la prohibición de! incesto homosexual, se pierde e! objeto y se niega también el deseo homosexual aseverando que nunca se perdió y que nunca se amó a esa persona. Este proceso se realiza no de acuerdo con la figura del duelo sino con la de la melancolía. La pérdida no se reconoce y así se mantiene melancólicamente e! objeto amado y e! deseo homosexual. El amor homosexual se preserv'a mediante la adopción de una identidad de género opuesta, resultando, cuando se trata de la homosexualidad masculina, que el indi"viduo intensifica su masculinidad. Claro que la persona homosexual que rechaza el deseo heterosexual puede, asimismo, mantener la heterosexualidad a través de la incorporación melancólica. La diferencia, no obstante, es importante porque la prohibición de la homosexualidad es impuesta culturalmente, de ahí que no sea absolutamente comparable con la negación de la heterosexualidad efectuada por el homosexual melancólico. Es la melancolía heterosexual y no la homosexual la que se instituye y se sostiene culturalmente constriñendo hacia la adopción de una identidad de género estable basada en el deseo hacia las personas de sexo opuesto. Son las prohibiciones del incesto y de la homosexualidad las [73] Esta idca, como habíamos dejado dicho más arriba, había sido ya dclcndida por Gayle Rubin en su ensavo «The Trallic in \ ';"0 m en: :\'ütcs 01" the "Polítical Economy" 01" Se-x», o/J. rito Blltler se refiere a estas tesis de Rubin en GD, p. 107; GT, p. 73.
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que dictan el camino del g~n('ro) diferenciando y localizando ]", pbe (:lIolhel" Cam/): Fcmale lmpmonalors in Americo, op. cil.. p. 103), [84] Butler cila la obra de Esther :\ewton como apoyo a su tesis de la cslrucllIra imitati\'a de todo género también en su texto ISG, p. 97; lGl. p. 127: «y sin embargo, recuerdo con bastante claridad la primera \'ez que leí en ¡\folhrr Camp: Femalr blljlmonalors in Amen·ca. de Esther :\ewton. que cltra\'cstismo no es una imitación o copia de un género pre\"Ío y auté,lltico: sCf:,>lm :\"e\\"lOn, el trm'estÍsmo representa la mi~ma cstructura imiratÍ\'a « are phanlasmatic con.\lructiOIb -illusions uf subslancc-- ¡hal boclies are COI11pclled 10 approximale, but nc\·er can».
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Ili que la identidad sea entonces algo meramente arti1lcial y arbiu·ario. Para Butlcr si el feminismo identitario no ha sabido entender el sentido de su propuesta de la identidad como efecto es porque ha permanecido encerrado bajo la dicotomía irreconciliable entre "oluntad libre o determinismo rígido. Situarse en un punto de ,'ista exteríor a la identidad construida es un rasgo imperialista que el feminismo, a juicio de Butler, debería e\·itar y que de hecho puede e\itar al localizar su acción, y una acción que es política, dentro del ámbito de las repeticiones constitutivas de la identidad. que es desde donde es posibk enfrentar las constricciones de las normas de género. Butler hace radicar la política feminista en el interior de las prácticas significantes. No puede ser de otro modo, ya que los sujetos estamos siempre inmersos en esas prácticas de repetición de las normas de género, ante las que no cabe no repetir pero ante las que sí es posible repetir en direcciones que trastornen la estrechez de las normas, sus pretensiones normali;::adoras. Identidades de género diferentes ya existen pero existen marcadas como ininteligibles, como imposibles. Butler rei\-indica una apertura de las normas mediante el cuestionamiento de la naturalidad del sexo y de la identidad de género original que otoq?;ue inteligibilidad cultural a esos sujetos marginados.
7. RÉPLICAS A EL
C;t\ERO E\' DIPl 'T.-l
Un amplio campo de debate suscitó, y continúa pro\'ocando, la publicación y difusión de Gender Trouble; lo que e\ idencia, de modo fundamental y en primer lugar, la fuerza del pensamiento de Butler sobre la identidad de género. Comentaremos en este momento algunas de las principales y más persistentes objecione~ que son formuladas a sus planteamientos. Es importante conocerlas también porque en obras posteriores Buder se preocupa por despejar los malentendidos a los que dio lugar su primer libro feminista así comu por intentar ahondar en aquellos aspectos relativos al género que pudieron quedar menos intensificados en el desarrollo de sus argumentaciones.
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La cuestión de si la noción de performati\ idad del género capacita o por el contrario anula por completo la potencia para la acción del sujeto, es enfocada inmediatamente como elemento central de la discusión. Ya en 1990, en relación con el tema «Feminismo y Postmodernismo», tuvo lugar un intercambio de posiciones feministas que se publicó en 1995 con el nombre de Feminisl Conlenlions. A Philosophical Exchange [89], Y en el que participaron junto a Butler, Seria Benhabib y Nancy Fraser; con posterioridad Drucilla Cornell se sumó además al debate. A pesar de que en Gender Trouble se afirma por extenso el sentido y el alcance feminista de la existencia, como efecto, del sujeto, Benhabib considera que la postura de Butler, como filosofia feminista que se apropia del pensamiento de Nietzsche, implica la muerte del sujeto. El rechazo del supuesto de una identidad de género como fundamento de las expresiones de género es el punto inaceptable para Benhabib, para quien este vaciamiento de una identidad como origen de los actos de género supone imposibilitar la acción, y la acción transformadora, por parte del sujeto. En su trabajo «Feminism and Postmodernism: An Uneasy Alliance», Benhabib reconoce cierto valor a la crítica postmoderna de la racionalidad occidental en tanto que abre la mirada hacia los márgenes, pero, mostrando, Benhabib, su voluntad
[89] Judith Butler, '-'iancy Fraser y Seyla Benhabib participaron en septiembre de 1990 en un simposio organizado por Tlze Greater Philadelphia Philosophy COl/Sortiwn. En Praxis International, II (2), July 1991, se editaron tex[Os sobre el debate. y posteriormente la polémica, que se extendió incluyendo a Drucilla Cornell, se recogió primero en Der Streit U111 Differen::., frankfurt, Fiseher Ve rI ag, 1993, y después en Seyla Benhabib, Judith Butler, Drucilla Cornell y )¡ancy Fraser. Feminist COl/tenlions. A PhilosojJhical Exchal/ge. ;-'¡ew York and London. Routledge, 199.5. Un estudio donde se analizan las posturas enfrc:ntadas de Benhabib y de Butler nos lo ofrece Firma \\'cbster, «Thc Politics of Sex and Gender: Benhabib and Butler Debate Subjectivity», H;palia. vol. 1.5, n." 1, Winter 2000. pp. 1-22. La autora se interesa en particular por mostrar cómo el debate entre las dos autoras ha provocado una confusión sobre las implicaciones polític:clzallpe, O/l. cit" pp, 17-34, \'éansc en particular las pp. 29-30, Traducido como «Fcminismo y post modernidad: una ditlcil alianza», en Celia Amorós (eoord,), Historia de la te01iaJemill1sUl, Madrid, Comunidad de !lladrid-Dirrcción General dc la !\lujer-Instituto de 111\'csti~aciones Fcministas-Univcrsidad Complutcnse de Madrid, 1994, pp. L') I-L:Jb; \'éansc en panicular las pp. 255-256.
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mo, dotado de intencionalidad, responsabilidad y reflexividad; de un sujeto hacedor que siempre está sustentando sus actos. El de Benhabib es un sujeto situado [91] pero situado en un contexto que no deja de ser, a fin de cuentas, externo al sujeto. Por su parte, Nancy Fraser, de orientación filosófica pragmático-falibilista, reconoce que el feminismo no debería tener problemas para reutilizar formulaciones teóricas provenientes de diversos, e incluso heterogéneos, marcos conceptuales, y afirma -junto con Linda ~icholson [92]- que el feminismo puede renunciar a los fundamentos filosóficos pero no así a la fuerza emancipadora y a la critica social. Fraser, en polémica con Benhabib y Butler, define su propuesta feminista como aquella que puede superar la «falsa antítesis» entre Teoría Crítica y Postestructuralismo. En el debate con Butler acepta, a diferencia de Benhabib, que el sujeto formulado por Butler como el c~pacio de la resignificación tiene capacidad para la acción. Sin embargo, Fraser mantiene la necesidad para el feminismo de poder distinguir entre «buenas» y «malas» estrategias [93], advirtiendo que la teoría de Butler, aun siendo hábil para la insubordinación, en su opinión no proporciona los instrumentos teóricos y éticos que permitan efectuar tal discriminación. El momento de la resignificación señalado por Butler no es para Fraser suficiente. La critica no puede ser substituida por la
[91 J Sevla Benhabib, Situaling Ihe se!! Gender, Commllnity and Poslmodernism in CO/llelllporm~)"
Et/I/ú, Oxford, BlackwelI, 1992. [92] 0iancy Fraser and Linda.J. ~icholson, ,<Social Criticism witholl[ Philosophy: .-\n Encoumcr netween Feminism and Poslmodcrnisl11», cn Linda]. Nicholson (ed.), FnninismIPostmod(!rnism, op. cit., pp. 19-38. [93J :'\anc\' Fraser, «False Antithcses: .-\ Response to Scyla Benhabib and Juclith Butle!"», cn Scyla Benhabib,]udith Butler. Drucilla Comell amI :\, Hypatia, n." 10 (4-1, 1995, pp. 151·157.
rC.\PITlW ¡¡ 1
solo Weir v Bordo ofrecen inteiecciones distintas de ias tt'sis de Bmkr sino que son inversas sus respecti\'as \'aloracione~ sobre las implicaciones de la postmodemidad, Sin duda, bajo el término «posunodernidaci» quedan atrapados indebidamente un conjunto plural de pensamientos no reductibles a unidad; de ahí la incomodidad manifestada por Butler ante tal rúbrica [10 1], Sin duda, también, la obra de Butler merece- una dedicación mucho más cuidadosa, alejada de miradas fragmentarias y parciales, Buena parte de la incorrecta comprensión de la que Gendl"r 'Jí-ouble ha sido objeto se debe, como decíamos con ocasión de la crítica de Benhabib, a la confusión en:re las nociones de poformanee y performatividad [102]; confusión potenciada por la fija;-';0
Hekman, en «Beyond identiry, Feminism, ici;:ntity and idemit)" politics», Feminist Tlzeo~)', n," 1 (3), 2000, pp. 289-308, cuestiona como insostenible la noción de sujeto de Butler que define como un sujeto ficcional carente de substantividad. Pero el interés de Hekman es, en todo caso, eliminar la específica problemática identitaria del campo de la.; políticas feministas, [101] Véase judith Butlel; «Encuelltro~ ¡ra¡1s[ormadores», en Elisabcth Beck-Gernshcim,judith Butlcr y Lídia Puig\'en_ Jf,geres)' tran{.fúrmacionts sociales, Barcelona, El Roure, 2001, p. 77: «Pero sé por experiencia que este término aparece relacionado conmigo, que es utilizado por otras para describirme, y que siempre se utiliza, no para defender la relevancia política de mi ¡rabajo, sino para cue,¡ionarlo». [102] Autoras como Ann Ferguson, «?\.'Io~al ResponsibiJity and Social Change: A New TheoT'y o[ Sel[», ~lj1alia. Spc:·1:/Issuc. Tlzird Jli1¡'c Feminisms. vol. 12, n." 3, summer 1997, editado por jacquelyn K Zita, p, 121, aun cuestionando ciertos aspectos de la obra de Butler -en particular por lo que ~e refiere al tema de la responsabilidad moral de la acción- aluden a estas lecturas estrechas del concepto de performance que ignoran la complejidad de su planteamiemo del sujeto. Sara Salih, en Judith Butler, London and :\ew York, Routledge, 2002, p. 69, se refiere en concreto a la poco clara comprensión de la noción de performatividad de But!cr Ib'acla a cabo por Benhabib. Salih menciona además otros cuestionamientos de l¿ performati"idad, como el de Toril Moi (What 15 a r+ÍJmall? And Other Essa).'. Oxford. Oxford L'ni"ersi¡y Press, 1999, p. 45) que objeta a Butler -a cu"a obra le reconoce de todos modos el mérito de ser d más important,· esntdio en los aiio~ noventa sobre el sexo)' el género- que otorgue al poder, al ámbito discursi,'o, una fuerza semejante a lo di"ino al postular que el sexo no es más que género y al reemplazar al sujeto estable y coherente por un sujeto inestable, incoherente y perlormati,-o. :\simismo, Salih recoge las críticas efectuadas, esta "ez, desde el
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ción de la mirada de un modo excesivo en las performances ejecutadas por las drags. El libro de Butler ha quedado reducido ante esos ojos de cono alcance a tan solo un mínimo conjunto de frases que, por lo demás, tampoco han sabido leer con agudeza. (,:'\hyoritariamente soy conocida» --escribe Butle,-- - «por la discusión que tiene lugar en unos ocho púrrafos del libro sobre las performances drag y su potencial subversivo» [103]. La drag era un modelo de performatividad, comenta Butler [1 04J, Y UD modelo del que se advierte que no está exento de restricciones, pero fue entendido, desde una interpretación voluntarista, como el paradigma de: la performatividad y de la subversión del género. La gran popularidad alcanzada por esta obra, opina la autora, pudo contribuir a la incomprensión de lo que ahí se quena decir [105J. En ('sta línea, Butler aludirá también [106] a su sorpresa al comprobar cómo se había supuesto que en Gender Trouble performatividad era sinónimo de performance, cuando el uso del ejemplo drag queen pretendía ser una alegoría de la performatividad de género en la que toda persona está implicada. La performance de la drag hace explícito el funcionamiento de la norma a través del cuerpo. La performance de género es una parte de la performacampo de la sociología_ En este sentido cita, en p. 69, aJohn Hood WiJliams ya \\'endy Cealy Harrison ( de los ya publicados en el anterior libro citado Hútoria de la teoTÍafeminista. Véase, lloria feminista: de la Ilustración a la globali.::.ación, 3 \'015., Madrid. Minerva Ediciones. 2005. [110] Celia Amorós, «Feminismo, ilustración y post-modernidad: notas para un debate», en Celia .\morós ':coorcl.:' HiJton'a de la t('orínjemini.\ta. o/J. ,.il., pp. 341-352.
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cOll\·icrre en una afirmación del género como «ficción» carna\'alcsca con L qUé' libremente se puede jugar [111]. Aquella incomprensión de Gender Tí'ouble que tanto sorprendió a Butler es la que c;stá presente también en las réplicas, insistentes y reiteradas. de Amorós que, no en vano, se dejan guiar por los comentarios de Benhabib y de Fraser. El estudio «SlÚt'tO, sexo y género en la polémica modcrnidad-postmodernidad» [112] de Alicia Pule o, quien desarrolla asimismo en sus escritos la perspectiva del feminismo ilustrado, alude al pensamiento de But..ler en relación con las revisiones postmodernas del horizonte conceptual ilustrado. Puleo encuentra en lo que ella denomina visión postmoderna un desplazamiento de las críticas al patriarcado en favor del cuestionamiento del humanismo. Butler, nos informa Puleo, detecta un inadmisible «esencialismo humanista» en autoras como Beauvoir y Wittig. En razón de estas críticas butlerianas, Puleo concluye que Butler comierte al sujeto en una «ficción» ya que lo concibe como cfe-cto de las múltiples prácticas de poder; lo que Puleo enlaza con la propuesta de Butler de lucha contra la tradicional opresión dc género binario a tra\·és de la proliferación de géneros. Puleo entonces, como Amorós. ve un serio problema en esta noción de proliferación de géneros antitética al concepto ilustrado de sujeto. Retomando ideas de Amorós, considera quc el planteamiento de Butler muestra un rasgo epicúreo de alejamiento de lo político y de acercamiento al ámbito de lo ético y de lo estético-lúdico, que imposibilita que el camino de la proliferación de géneros logre los previstos resultados de ruptura del sistema hegemónico de sexo-género. [! II J Celia Amorás, TiemjJo de jcllliniJ/lIO, )'Iadrid, Ediciones CátedraL'ni\'ersitat de \"alcncia-Instituto de la ~huel; 1997, p. 458. También, Celia .-'\morós, «Feminismo y peryersió!1», en Luisa Posada Kubissa, Sexo)" esencia. De cSC/lcia/ismos C/Icubicrtos)' esencia/ismos /¡crtdadoJ: desde un ji:minis1I1o nominalista, Madrid, Horas y Horas, 1998, p. J40. En su posterior libro, Feminismo )"fi/osofia, l\1adrid, Editorial Sintesis, 2000, pp. 72-82, Amorós continúa disputando las tesis de Butler con los mismos argumentos. [1 J2J Alicia Puleo, «Sujeto, sexo y género en la polémica modernidadposlmodernidad», Anales de La Ca/edra Francisco Suare.;:, 31, 199-1, pp. J 1-121. _
(,
Según Puleo, el movimiento butleriano de diversificación de los géneros no altera la permanencia de relaciones asimétricas de poder. Estas solo podrían verse eliminadas, al decir de Puleo y de acuerdo con Amorós, por el trabajo de anulación. de las diferencias de género, porque género y patriarcado, género y relación jerárquica de poder, son conceptos equivalentes. Mas, desde la perspectiva de Butkr, es claro que estas políticas identitarias sostenidas sobre la noción de un sujeto humanista, antes que lograr la anulación del poder y de sus consecuencias excluyentes producen un fuerte efecto de poder, vehiculan el poder de la acción autoritaria y normalizadora que impide otras diferentes posibilidades de vida, pues la vida, toda vida, nunca sucede al margen del género, de los géneros, los deseos, las sexualidades. Y si la diversificación de los géneros no consigue el derrocamiento final del patriarcado puede, sin embargo, lograr agrietar sus sedimentaciones más constrictivas. En fechas más recientes, Cristina Malina Petit no deja tampoco de referirse al pensamiento de Butler desde su óptica del feminismo ilustrado. En «Debates sobre el género» [113], al explicar la proliferación paródica de géneros vuelve a catalogar a Butler bajo la rúbrica de pensadora postmoderna e insiste en calificar su estrategia como estética y lúdica siguiendo, como en los casos anteriores, las tesis de Amorós. Pareciera como si la obra de Butler empezara y concluyera con Gender Trouble para estas autoras, quienes, por lo demás, aun prestando atención a una única obra, reflejan en sus observaciones la precipitación de sus lecturas. Así, Cristina Malina, en su texto «Género y poder desde sus metáforas. Apuntes para una topografía dd patriarcado» [111-], afirma que en Butler el géneru «no tiene más realidarl.
[113] Cristina ~Iolina Pnit, ,> [115J Y que su propuesta hablil de elegir el género, lo que implica, a su juicio, que el discurso de Butler se clirige solo a la elite del «Estado del BieIlestar» además de ser una voz procedente de un «sujeto lésbica» fl16], Toda la argumentación butleriana, detallada y sólida, sobre la improcedencia de la clicotomía \'oluntarismo-determinismo, sobre la mclancolb de género, sobre la problematicidad de lo:> cunceptos idemitarios: todo ello así como su minuciosa crítica a la categoría de «la lesbiana» de Witúg y el sentido de su uso de lo quecr siempre conectado con una clara preocupación por extender las posibilidades de \1da en fm'or de las personas culturalmente no dotadas de inteligibilidad, han desaparecido por completo del alcance de la mirada de Crisúna l\101ina, y tampoco dejan de ser inadecuados los come marias que ha dejado impresos la filósofa, ig-ualmente discípula de Celia Amorós, Asunción Oliva Portolés [117], quien resuelve la com]Jlicada cuestión sobre el modo butleriano de pensar el sujeto afirmando: «La concepción de Butler de que el sujeto está constituido por el discurso, aunque no determinado por él, es un ejemplo de una política antiesencialista y constructi\'ista radical», Antiesencialismo y construcU\1SmO radical no significan, sin más argumentación, la misma cusa, como parece, sin embargo, sugerir la referencia citada de Oliva Portolés, ~Iás recientemente, esta autora vueh'c a Butler afirmando que «desarrolla una perspectiva constructi\i.sta extrema sobre el género» r118J. i\ juicio de Oliva Portolés, para la tarea feminista la perspectiva adecuada es la de raíz ilustrada ya que el cons[115] l/M, p. 133. Ibír/., p. 137. [11/] :\~unción Oli"a Ponoll-s, «Sujeto ~. diferencias cullurales de~d(' la perspecti,·¡¡ del feminismo filosófico", en Teresa López Pardina )' A~un('ión Oli\'" Ponolés ,cds .... Cl'ítiw jilllilllJ/n al jJsirualiti/iJiJ )' a /a jlosc1ia, ~ladrid, EdilOrial Complulense: 2(l03, pp. 241-242. [1 le] .\sunción Oli"a Ponob, «Debates sobre el género», en Celia Amorós y Ana de l\Iiguel (eds.), Troriafc71lillis/a: de la Ilus/raciólI n la globalú:.aóólI, Oí;· cit., \'01. 3.", p. 36. En este texlo Oli\'a Portolés: no obstante, se esfuerza por expliGlr la~ línca, I;ú,icas del pcnsamicmo de Butlcr sobre el género.
1I I 6]
tructivismo extremo «nos aboca a callejone~ de muy dificil salida» [119] aunque, sin embargo, en su afirmación no explicita cuáles son estos calü:jones. Además, la filósofa argentina Maria Luisa Femenías mantiene en sus líneas fundamentales esa dirección critica interpretativa inaugurada, en el panorama internacional, por Benhabib y Fraser, y por Amorós en e! contexto de! Estado español. En Sobre sujeto)' género. l.ecturas feministas desde Beauvoir a Butler [120], donde dialoga con autoras feministas como Beauvoir, Amorós, Pateman, lrigaray, FemenÍas destaca que el pensamiento de Butler debilita e! proyecto político feminista. En Butler, según Femenías, las diferencias son todas admitidas por igual sin quedar sometidas a previos criterios que pudieran distinguir las diferencias significativas de las que no lo fueran. Y al respcí.to de la proliferación de géneros, Femenías observa que ni conlleva unas claras consecuencias políticas ni sirve para eliminar las relaciones de subordinación entre los géneros [121]. [119] 11M. p. 51. [120] Maria Luisa Femenías, Sobre szgeto] género. Lecturas feministas desde Berzuvolr a Butler, Buenos .-\ires, Catálogos, 2000. En obras posteriores, Femenías, formada en el ámbito del feminismo de Celia Amorós, mantiene esta misma discutible perspecti\'a de análisis sobre Butler. Véanse,]udith Buller (1956), :\Iadrid, Ediciones del Ono, 2003;]udith Bu/ler: Introducción a su lectlLra, Buenos .-\ires, Catálogos, 2003. [121] Siguiendo en gran pane la lectura contra la positividad del feminismo de Butler realizada por Femenías, la estudiosa también argentina .\ndrea D' Atri ha escrito los textos «Igualdad y diferencia. El feminismo y la democracia radical... mente liberal", Lucha de clases. Revista .I!arxúla de TcO/ia Polít/((l, Buenos .-\ires, nO"l.;embre de 2002. El texto se puede encontrar además en http://www.rebelion.org/izquierdo/ datri2111 02htm. Otro texto de dura crítica a Butler, ya las tesis de la democracia radical, de la misma Andrea D'Atri es «Feminismo y democr:lcia enJudith Butler. Entre la metonimia del mercado y la metáfora:imposiblc de la re\·oluriónn. (;¡'¡'(Itl, idrrdji'll1inillll. En la \\"(~h: http://ww\\".crcati\·idaelkmil1isla.or~/articlllos/rem_2()()3_bllttlcr.htm . D' .-\tri, desde el postulado marxista ele que la dilerencia de clases es la base explicativa de toelo tipo ele opresión y, por tanto, de que es esta categOlia de la diferencia de clases la que ele be orientar la lucha. se manitiesta con dureza contra los planteamientos de la demo("[;lcia pluralista r:ldical, planteamientos defendidos en sus trabajo., por HUller.
rc.WiT\\.() 11]
ena aproximaclOn al concepto hutkriano de cIÍ'ica C01110 resignificación que, por el contrario, respeta la presentación que Butler hace ele sí misma como pensadora postestructuralista antes que como postmoderna, nos la ofrece :\eus Campillo en su escrito «El significado de la crítica en el feminismo contemporáneo» [122], Campillo alude, ella también, al debate entre Buder, Benhabib y Fraser. Pero en su narración de esta polémica hay que subrayar que sc detiene en explicar la concepción ele sujeto de' Burler de un modo bastante más preciso que en los casos anteriormente mencionados. Campillo nos indica que la negación de Butler de la existencia de un sujeto pre\'Ío y dotado de autononúa \'a acompañada de la afirmación de la posibilidad de que La! sujetO tenga capacidad de acción en Lanto que es, precisamente, el hecho de que el sujeto esté constituido -lo que es distinto de estar determinado- lo que permite su agencia. y esta agencia del sujeto se mueve en la dirección de una acción, que es acción política, que no precisa de la formulación previa, o posterior, de un sujeto del feminismo. La capacidad de acción que es capacidad de rcsignificación es la que le da al sujeto butleriano la posibilidad de resistir sin tener necesidad de un marco de referencia, de una instancia crítica, transcendente al propio mO\'Ímiento de resignificación. Campillo se nos muestra, en r1efinitiva, preocupada sobre todo por hallar la fortaleza del feminismo en su configuración como crítica autónoma. Yes desde este ángulo desde el que da cuenta, en lugar de encaminarse' a su dc~calificación, de la noción de resignificación de Butlcr guiada por el convencimiento de que se ha de hacer posible el diálogo entre diferentes perspecti\'as feministas con independencia de los paradigmas filosóficos que subscriban. De ahí que, en su trab~io «Paradojas y rompecabezas de las política~ feministas» [ 123], Campillo continúe subrayando el "alor positivo para la política feminista de la orientación de Butler.
[122] I'\eus Campillo, «El significado de la crítica en el feminismo contemporáneo», en Celia Amorós led.), Feminismo)" Filo.rojia, op. cit., pp. 287 -318. [123] :\"eus Campillo, «Paradojas y rompecabezas de las políticas feministas», Riff Rnff Jlc;·i.\ta dI' PCl/salllimto.l' Cultura, n." 27, 2:' época, im'icrllu
2"': '
También una mayor atención a las tesis de la filosofía de Rutler se percihe (':n el texto de María José Guerra Palmero «¿«Subvertir» o «situaD> la identidad? Sopesando las estrategias feministas de Judith Butler y Seyla Benhabib» [124]. Aquí el pensamiento de Butler no es citado de modo colateral, con ocasión de una exposición argumentativa que pretende otros fines, sino que Butler es protagonista, junto con Benhabib, del texto de Guerra. La intención de Guerra es analizar los planteamientos enfrentados en torno a la problemática de la identidad con la ,ista puesta en reflexionar sobre las consecuencias ético-políticas que subyacen a las diferentes propue~t.as:_ y, -para ello, Guerra nos expone las tesis de Butler y Benhabib porque, según afirma directamente, son dos modos muy «lúcidos» de pensar el difícil tema de la identidad [12j]. El trabajo de Guerra nos ofrece un sería esfuerzo por desentrañar la complejidad del
2005, pp. 102-116. Véase también su artículo «Ontología y diCerencia de los sexos», en Sih-ia Tubert (ed.), Del sexo al género. Los equh'ocos de un conceplo, op. cil., pp. 83-120, donde Campillo analiza con esmero tesis Cundamentales del pensamiento butleriano, entre las que se encuentra la de la performatividad del género. Además en otros trabajos esta autora recoge las ideas butlerianas mostrando su interés por ellas. Veáse: «De la identidad sexual a la identidad política», en ;"I/eus Campillocoord.), Género, ciudadanía] s/!jelo /)olílico. En lomo a las políticas de igualdad, Valencia, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Uni\'ersidad de Valencia, Colección Quaderns Feministes, Publicaciones de la U niversitat de Valencia, 2002, pp. 161-175; e «Idcntidad y sexo: un rompecabezas ontológico», en Angel "Ianue! Faerna y :\Icrcedcs Torrevejano (eds.), Identidad, individuo e histona, Valencia, Pre-Textos, 2003, pp. 265-285. [124] :\Iariajosé Guerra Palmero, «¿«Sub\'crtir» o «situar» la identidad? Sopesando las estrategias feministas de Judith Butkr y Seyla Benhabib», Daimon. Ret'isla de Filosofia, n." !-l, 1997, pp. 1+3-154. [125]lbíd., p. 145. En otros de sus trabajos, Guerra Palmero alude, aunque de modo deri\'ado, al pensamiento de Butler: .\bljer, idenlidad)" recollOcimifll' lo. Habermas)' la ailicajf1/1iIlÚla, hlas Canarias, Instituto Canario ele la ~IujLT. Centro de Estudios de la Mujer. Uni\"Crsidad de La Llguna, Colección \'oces Feministas, n, 1998; «Género: debates feministas en torno a una categoría». Arel/al, n." 7 ~ 1¡o 2000, pp. 207-230; Teoriajimúnisla corllem/JOrlÍ.llea. ['Ila aproxilllil' ción desde la ética, ;\ladrid, Instituto de In\'estigaciones Fcministas-Uni\"Crsiclad Complut, úctora. n." +, 1998, pp. 83-91: Javier Sáez, TroTÍa queer_)' psicoanálúis, ofi. ciL Desde el terreno del arte cahe citar:Juan Vicente Aliaga, Bqjo vientre. Representaciones de la sexualidad er¡ la cultura)' el arte contemporáneos, Valencia, Generalitat Valenciana, 1997; J. Martínez Oliva, Slljc(cione.!, Valencia, Consorci de 2\luseus, Generalitat Valenciana, 1998.
l Qu:
CLT.'\IA (;0\10 L',A \'ID\J
CAPÍTCLO
III
l. Los CCERPOS EX SC :\L\TERIALIDAD
E::.crito con posterioridad a Gender Trouble, e! libro Bodies tha! .Haller. On ¡he Discllrsive Limits of «SeX» se propone, aunque sin duda tiene un alcance mucho más amplio [1], deshacer algunos de los malentendidos provocados por e! primero. Esta segunda obra ve progresivamente acrecentada su lectura a medida que el pensamiento de Butler es reconocido justamente como de atención imprescindible dentro de la filosofia feminista de última generación. Las reflexiones sobre e! cuerpo, por otra parte, adquieren en la sociedad contemporánea un lugar central. Ello contribuye también a la difusión de Cuerpos que importan, cuya peculiar perspectiva de análisis no puede suscitar indiferencia. Cuestiones como las de cuerpo, materialidad del cuerpo y su relación con la performatividad, son centrales en este texto donde se investigan las construcciones discursivas de los cuerpos, esto es, los modos en los que la performativ;dad discursiva ope:ra en la materialización de! sexo y de los cuerpos en
[1] Vl'a:;e, Carol \ Vatts. ,, Butler, interrogada sobre si su obra no tiene implicaciones ontológicas en las que se formulan juicios sobre cómo es el mundo, especifica que su teoría de lo que sí trata es de los efectos ontológicos que se movilizan en el discurso, y que desde ahí, solo desde ahí, es desde donde sería aceptable relacionarla con cuestiones ontológicas. Su trabajo con las enunciaciones de carácter ontológico no es para investigar su «verdad» o «falsedad» sino para provocar en ellas una grieta que permita resignificarlas y reorientarlas en una dirección divergente a la de la metafisica dominante. Butler dice, en una formulación muy potente, que lo importante es producir ontología como «campo de contestación» [31]. De acuerdo con Butler, y también en relación con el tema ontológico, los términos no hay que prohibirlos. Ella usa los términos ontológicos con el fin de impedir, mediante su repetición, que continúen ejerciendo sus más habituales efectos constrictivos de poder; de impedir que persistan en distribuir realidad a unos cuerpos a costa de la abyección de los otros, esto es, del rechazo de ciertos cuerpos cuyas \-idas son estimadas, mediante un proceso discursivo, como no ,-i\-ibles. De «How Bodies Come to Matte!"», sin embargo, Vasterling retiene, en particular, el pasaje donde Buder se aproxima en
[31] HBC\1, p. 279.
2·H
cierta medida, y «temporalmente», a la versión derridiana de la orientación epistemológica kantiana argumentando que «la afirmación ontológica no puede nunca capturar su objeto por completo» porque e! referente hacia e! que indica «no está completamente construido en e! lenguaje» [32). Nos es inaccesible aquello que no sea un efecto lingüístico y el referente se entiende que es algo distinto de! efecto lingüístico; por ello, entonces, el referente no puede ser atrapado y por ello,. también, que existan variados modos de referirse a algo. Vasterling resalta cómo estas tesis de Butler implican su aceptación, como en la tradición kantiana, de los límites del lenguaje y de! conocimiento, lo que supone que lo que depende del lenguaje es el conocimiento, la inteligibilidad de las cosas, no negándose con ello la posibilidad de que en su ejercicio e! lenguaje deje un «resto ontológico» [33]. Pero como Butler es tajante en observar que no hay realidad más allá del lenguaje a la que se pueda acceder de algún modo, Vasterling, que ha leído con atención esta idea [3-!], discute la conveniencia de aquella asunción epis-
[32] Ibíd., p. 279. [33] Veronica Vasterling, «Butler' s Sophisticated Constructivism: A Critical Assessment», op. cit., p. 22. Vasterling en su posterior trabajo «Body and language: Butler, Merleau-Ponty and Lyotard on the Speaking Embodied Subject», International]ournal of Philosophical Studies, Vol. II (2), 2003, pp. 205223, en particular en pp. 207-210, también se refiere a lo que ella denomina giro lingüístico de la epistemología kantiana en el pensamiento de Butler, donde lo que en Kant es el sujeto transcendental es en Butler el lenguaje. La distinción de Butler, afirma Vasterling en p. 207, entre referente y efecto lingüístico corresponde a la distinción kantiana entre cosa en sí y fenómeno. Aunque, a nudtro juicio, esta equiparación no se puede admitir sin más matizaciones. En Butler el referente no tiene ni el sentido ni la fuerza ontológíca de la cosa en sí kantiana. Además, es dificil vincular el sujeto transcendental -estructurado bastante rigidamente- a una noción del lenguaje en la que se afirma que el lenguaje. en m discurrir histórico, móvil y temporal, tiene efectos ontológícos. [34] Otras criticas, sin embargo, no nos parecen que hayan sabido acertar a comprender el pensamiento de Butler en este punto. Así, Maria Luisa Femenías en su obra ]udith. Butler: introducción a su {ectura, op. cit., pp. .189-190. considera que en Gender Trouble mantiene Butler una postura «hiperconstruc-
[CAPiTCLO
III J
\emológica a la que considera excesi\·amente rcstricti\·a ya que sitúa en el lenguaje tanto la inteligibilidad de las cosas como su accesibilidad. Opina \ ·asterling que Butler está vinculando accesibilidad e inteligibilidad, no dando ocasión a que pueda haber un camino extralingüístico que conecte con las cosas al margen de su inteligibilidad. Un cierto acceso a los fenómenos que no conlleve a la vez su conocimiento o su entendimiento, sí es posible para Vasterling. La vivencia fenomenológica del cuerpo es la que la autora considera en este contexto. De acuerdo con la fenomenología, el cuerpo es una materia que persiste y Vasterling relaciona esta concepción del cuerpo con un pasaje del texto de Butler donde se alude a la materialidad del cuerpo como algo que persiste)' donde queda especificado que lo que persiste es (, en Lcllinlllld P/¡ilosoJ)/~r alld Otha EjJ(~l's, :\'c\\' York, Monthlv Re\'iew Press, 1971 :pub1icado por primera \'ez en LA Pmsée, 1970\.
[C.\l'iTl"I.O
III J
en el enunciado interpelante. Butler se pregunta, entonces, por la posibilidad de pensar de otro modo este ejercicio discursiyo de formación del sujeto. Le discute a Althusser el no haber considerado el campo de las posibles desobediencias del sujeto a la . ley que le interpela. En la propuesta de Althusser, la ley, concebida al modo de la voz soberana, ejerce un poder obligante y unilateral. Sin embargo, es importante subrayar para Butler cómo el sujeto puede no solo desobedecer sino lleyar a cabo unas rearticulaciones tales de la ley que rompan su legitimidad y su pretendida uniformidad así como que pongan en cuestión la autoridad de quien la formula: «Aquí lo performativo, la I1amada que hace la ley que pretende producir un sujeto legal, provoca una serie de consecuencias que exceden y confunden lo que aparentemente es la intención de imponer disciplina que motiva la ley» [46]. En este interés crítico empeñado en oponerse con rigor, con la fuerza de los argumentos bien trabados, a los planteamientos inmovilizadores, cuando no directamente negadores, de la capacidad de acción, múltiple y sub\·ersiva, de los sujetos discursivamente formados, Butler nos dirige la mirada hacia una concepción de la performatividad donde el momento de su fracaso como tal acto performativo en su sentido clásico austiniano -esto es, el que logra la realización efectiva de aquello que nombra- queda resaltado con el valor de lo fundamental y de lo constitutivo. La posibilidad de que el enunciado performati\·0, como asimismo el grito interpelante, fracase no es ni lamentable ni accidental sino que el fallo forma parte constitutiva de la \ida misma del performativo. Es ahí, en el fracaso, donde el performalÍvo abre el espacio para la agencia del sujeto: «Este fracaso constitutivo de lo performatiyo, este deslizamiento entre el mandato discursivo y su efecto apropiado es lo que proporciona la ocasión y el índice lingüísticos de la desobediencia resultante» [47]. [46] Gl, p. 180 (he modificado ligeramente la traducción castellana); BM, p. 122.
l47] CJ, p. 181; B.\I, p. 122.
l QU:
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1
La fórmula de Gayatri Chakravorty Spivak de «una violación habilitan te» (:"!".\
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1
cuanto tal origen firme y seguro de su decir. Las palabras lo definen con anterioridad a su toma de conciencia identitaria. En este sentido, el sujeto no se hace responsable del significado despectivo de las palabras que lo nombran. Tampoco puede, en consecuencia, hacer brotar de la nada aquellos términos que puedan trabajar para el logro de su libertad: La performatividad describe esta relación de estar implicado en aquello a lo que uno se opone, este modo de volver el poder contra sí mismo para producir modalidades alternativas de poder, para establecer un tipo de oposición política que no es una oposición «pura», una «trascendencia» de las relaciones contemporáneas de poder, sino que constituye la dificil tarea de forjar un futuro empleando recursos inevitablemente impuros [77].
Bajo esta óptica, de lo que se trata es de usar los términos mediante los que somos definidos, y tanto en el espacio de la intervención política cuanto en el de la vida privada y cotidiana, como medio para conseguir la reelaboración de los significados peyorativos que esos mismos términos hacen circular. Lo que se propone Buder subrayar en su argumentación y en relación con el término queer al que se refiere con el valor del ejemplo es, por un lado, el hecho de que la palabra queer ha alcanzado un desplazamiento de significado desde una posición negativa hacia otra positiva y afirmativa debido al trabajo interno de resignificación efectuado por las mismas personas a las que el término se arrojaba como desprecio. El mismo término vehículo de degradación es usado como signo de liberación: «De manera paradójica, aunque también implica una importante promesa, el sujeto encasillado como «queem en el discurso público a través de interpelaciones homofóbicas de diverso tipo retoma o cita ese mismo término como base discursiva para ejercer la oposición» (78].
[77] cl, p. 338; BAI, p. 24l. [78] Cl, p. 326; BM, p. 232.
[ C.~piTC LO
III 1
:\1as, por otro lado, Butler insiste en considerar que incluso en su dimensión positi\"a de elemento de reconocimiento social e! término queer no evita llevar a cabo un ejercicio de exclusión de aquellos sujetos que e! término no admite bajo su protección, lo que implica que queer presenta una faceta afirmativa para los sujetos reconocidos bajo e! término y a la vez asume una faceta negativa, de desprecio lanzado hacia aquellos otros que no son admitidos por el término pero que sin embargo quieren llegar a estarlo (algunas personas heterosexuales comprometidas con las luchas antihomófobas están en esta situación en particulares contextos de uso del término). Ante ello, Butler nos anima a desarrollar una actitud de vigilante revisión de los mecanismos de exclusión de los términos que reivindicamos al tiempo que nos incita a estar abiertos a los aún no predecibles significados futuros de las palabras. Entre los términos que realizan la construcción del sujeto se encuentran las normas de género que reclamando coercitivamente su incesante repetición evidencian lo improcedente de la clásica imagen voluntarista del sujeto. Ocurre que el sujeto no puede abstenerse de repetir las normas y que en ese sentido e! sujeto no es libre sino que es el resultado de la repetición que lo constituye. La concepción performativa del género señala hacia este mecanismo de las normas de género que funciona mediante la cita, a través de su repetición. No obstante, e! sujeto tiene capacidad de acción. De nuevo, Butler se preocupa por resaltar esta dimensión de su pensamiento aquí en «Critically queer» e igualmente como respuesta explícita a las críticas \·ertidas contra su Gender 7i·ouble. Justamente la libertad de! sujeto, que ella entiende de manera concreta como posibilidad de acción y no como algo abstracto y de carácter presocial, se sostiene en e! modo de funcionamiento de unas normas que al interpelar al sujeto exigiéndole su repetición abren el espacio para la producción de unas grietas desestabilizadoras de la regulación de! poder. Las mismas normas son, entonces, las que permiten su vuelta hacia sí en una dirección subversiva porque e! sujeto que ellas alimentan no puede, a pesar de su reiterado empeño, cumplirlas
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[QU:
CL·E:'\TA CO~IO C!\A '"lOA]
nunca del todo quedando ahí atrapado; de modo que en algunas ocasiones, ocasiones que no pueden ser eficazmente calculadas p.or anticipado, antes que llegar a aniquilar al sujeto este es capaz de transformarlas en un lugar de resistencia. El ejemplo es, otra vez, la palabra queer. En el comienzo y en el final de Bodies that Matter cobra presencia textual Gender Trouble como discurso sobre la construcción performativa de la identidad donde la capacidad de acción, la libertad, halla, aun con sus limitaciones, un modo apropiado de proceder.
[CAl'iTL"1.O
III]
2.75
CAPÍTULO
l.
IV
DE lA PERFOR~L\TIVIDAD DE LOS ACTOS DE HABL [30J. De esta nuestra constitución en el lenguaje mediante las palabras dichas por los otros depende nuestra agencia. Por esta razón no podemos evitar por completo las potenciales consecuencias dañinas de las palabras pero ello no implica que no se pueda distinguir entre los diferentes tipos de lenguajes que elaboran nuestra constitución lingüística. Esta tarea crítica se propone Buder resaltando, además, que en su teoría no queda eliminada o anulada la responsabilidad de! sujeto que habla. El lenguaje injurioso circula invocando una convención; ni comienza ni termina con el sujeto que lo enuncia en un momento dado, pero el sujeto no deja por ello de ser responsable de lo que dice. La responsabilidad está ahí donde al decidir repetir un habla injuriosa de una cierta manera convencional y acrítica fortalecemos esa habla y su contexto de odio. Se trata de entender la responsabilidad no en el sentido de que el sujeto es el origen singular de su habla sino en tanto que el sujeto puede repetir en una dirección ofensi,·a. que
[30J LPf, p. 52; E,>, p. 26.
amenaza nuestra existencia lingüística, o en otra contraofensiva, que posibilita nuestra existencia Iingiiística. No obstante, Buder es cuidadosa, en todo momento, a la hora de señalar las "ías de repetición de efectos subversivos. Mantiene que es una pregunta abierta la cuestión de cuál es el mejor camino de la repetición. Desde las opiniones favorables a la censura de los términos injuriosos se concibe al hablante como culpable porque se considera que él es el origen de su lenguaje de odio y porque se afirma que ese tipo de lenguaje es un acto ilocucionario que necesariamente hace lo que dice. Para Butler, por el contrario, la: responsabilidad está en el hecho de repetir y sobre todo en el modo de la repetición. La idea largamente comentada por Butler, por ser central en su noción de' performatividad, de la no existencia previ~ a la acción de un sujeto ontológicamente dado; esta idea que encuentra apoyo en el nietzscheano texto de la Genealogía de la moral, es aquí, en Excitable Speech, retomada desde la perspectiva de la culpa y de la responsabilidad. Situar al actor detrás de su acción tiene unas consecuencias morales al ser un modo de su culpabilización.' El sujeto queda establecid9 como el lugar de la responsabilidad. Es más, la exigencia de instaurar un centro de responsabilidad es la que impulsa la, , ff:?qnación del'stXjeto y su establecimiento como foco originario,y'cau.sal del habla y de la acción. Dada la imposibilidad de rastrear la historia de la constitución del sujeto, que la postulación de un ficticio origen del suj~to se encarga, por otra parte, de obstruir, se atribuye al sujeto que habla la responsabilidad única, moral y judicial de su habla. Esta conceptualización del sujeto es la qur. reclama una solución jurídica a la \ iolencia del habla de odio, sin tener en cuenta que el habla del aparato jurídico está ejerciendo violencia aldiscrirninar sobre qué es y qué no es un lenguaje que hiere, por ejemplo cuando elabora sus sentencias prohibitivas, cuando discute si palabra y acción son o no indisolubles, cuando establece cuál es el -lenguaje protegido y qué enunciados neben ser por d contrario penalizados: [CAl'iTU.O 1\':
Es necesario recordar que la persecución legal del discurso de odio en los tribunales corre el riesgo de conceder a los tribuna-
les la oportunidad de ejercer aún más violencia. Y si los tribunales empiezan por decidir lo que constituye o no una forma de lenguaje violento, entonces esta decisión corre el riesgo de convertirse en la más vinculante de todas la violaciones [31].
No es que con ello Butler esté diciendo que no se debe peren ningún caso al sujeto de habla ofensiva. Su preocupación es poner en evidencia la complejidad del problema motivando la reflexión sobre de dónde extrae su poder el lenguaje injurioso. Desde luego no de un sujeto particular. ~s ~ fueq.,q, de la iterabilidad la que dota de poder a la palaQra para Ga~~ una herida. Esta iterabilidad es justamente la que hace dificil poder limitar la responsabilidad al sujeto singular' que habla [32]. El habla de odio, por lo demás, si bien en ocasiones hiere, no siempre consigue sus propósitos. Este tipo de lenguaje no queda englobado bajo aquella definición estrecha y cerrada de actu ilocucionario sino, en todo caso, bajo el acto perIocucionario --como, por otra parte, sugiere Austin según subraya la lectura de Butler [33]-, más claramente abierto a la posibilidad de invertir los efectos, evitando el daño. Pero, principalmente, el lenguaje de odio es para Butler acto de habla performati\·o: ~eguir
Entender la pelformatividad como una acción renovable sin origen ni fin claros implica que el lenguaje no se ve restringido ni por su hablante específico ni por su contexto originario. Ese lenguaje no sólo viene definido por su contexto social, también está marcado por su capacidad para romper con ese contexto.
(31) !.PI, p. 111; ES, p. 65. (32) LPI, pp. 91-92 ; ES, p. 52. [33) LPI, p. 39; ES, p. I i: «Ausrin señala asimismo que algunas consecuencias de un acto perlocucionario pueden ser "no intencionales" y da el ejcmplu del imulto no intcllciunal, situando así el dalio verbal en la óptica de la perlucución. Por tanto, A.ustin su~erc que el ddño no es inherente a las com'ellciom:~ que un arto dl' hahla dado im·oca. ~illo que dt"pende de las consecuencias csp('cífic.,TJ1 Performatiw's,), pp" 71-10'2"
somo. [+9] LPI. p. 228; ES, p. l39. fí
11'11l'W 1\' ~
pueden dar lugar a lo inesperado. La censura, en este sentido, funda el habla y la censura permite la oposición a ella misma dado qu~ la norma prohibiu\'a no es externa al habla. La tart'a de la agencia estriba en la capacidad, recibida de la forclmión, para reorientar en direcciones futuras los trazos de la exclusión.
3. J. Bourdieu)' Dem'da corifrolltados
Del habla al cuerpo que habla: permanece aún la inquieta cuestion de cómo las normas constituti\'a~ del habla, del sujeto que habla, habitall el cuerpo dando forma a la \'Ída corporal del sujeto. Butler sigue el rastro de la teOlía del habitus de Bourdieu [50] contrastándola con la noción de performati\ 'Ídad de Derrida para arrojar luz sobre su propio entendimiento de la agencia discursiva y; a la vez, corporal, de acuerdo con su postulado de que el acto de habla es en la misma medida lingüístico y corporal. Bourdieu, por una parte, plantea que la performati\'Ídad es consecuencia del poder social, de una serie de contextos de autoridad prev'Íamente establecidos; Derrida, por otro lado y en oposición a dicha tesis, considera que el elemento de fuerza de la performatividad reside no en su inserción en un marco de autoridad social ya conformado sino justamente en su acción de ruptura con los contextos dados con anterioridad. Cierta utilidad concede Butler [51] al habitus de Bourdieu al dar explicación al proceso de incorporación de las normas pero [50] Butler se refiere fundamentalmente a las siguiente~ obras de Pierrc Bourdieu: Language al/d ~hl/bolic Aclint/, Cambridge, Mass., Haryard Cni\'ersity Press, 1991; Thc ÚJgic oj Practicc, Stanlord, Standord L niversiry Press, 1990. Sobre la crítica de Butlcr a la teoría de Buurdieu y sobre la incomprellSión de Bourdieu de la teoría de Butler, pueden comultarse los trabajos de Pablo Pérez l'\a\'arro, "Pe¡{ormati\'idad y subversión de la identidad: A propósito de la obra deJudith Butkr», op. á/., pp. 159-160: y "Cuerpo v discurso en la obra de Judith Butler: Políticas de lo abvecto», op. át., pp. 133-148. [51] Butlcr ha dedicado otro de sus textos. donde retoma, y amplía, idea, \'a expresada, en Excitable ~/Jeech, a anali~ar la teoría del habilus y de la performali\idad de Bourdicu. \"éasc, P5JJ, pp. I ],)-123.
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acentúa que tal propuesta no es capaz, sin embargo, de dar razón de la resistencia del sujeto a las normas que lo constituye·n. Bourdieu se inclina por una comprensión del performativo que hace depender su eficacia de las convenciones autorizadas, no dando cabida explicativa, por tanto, a las situaciones en las que los discursos legitimados son disputados por una subversiva fuerza performati\"a quebrantadora de las reglas que discriminan lo que se puede y lo que no se puede decir. Butler subraya criticamente que para Bourdieu el lenguaje es un sistema estático y cerrado cuya autoridad procede, mediante un mecanismo mimético, de un lugar exterior al lenguaje mismo, del poder social que detenta la persona que habla. Mientras que Butler defiende la habilidad de las palabras para adquirir nuevos sentidos no sujetos a contextos previos; sentidos no comunes u ordinarios que pueden lograr hacer entrar en crisis el concepto mismo de significado ordinario y su distinción con respecto a un supuesto significado extraordinario o no común. Dada esa conceptualización estática del lenguaje, y de las instituciones sociales también, que mantiene Bourdieu, su teoria rechaza la lógica derridiana de la iterabilidad y su potencia para la transformación social. Lo que decide, según Bourdieu, que un performativo tenga o no éxito no depende del elemento lingüístico del habla sino del hecho de que la persona que habla esté o no legitimada socialmente para que su lenguaje dé lugar a un hecho. Queda desatendida, con ello, la capacidad re significadora que se sustenta en que una fórmula convencional puede ser repetida de un modo no convencional al romper con el contexto de origen. En este sentido, Butler cita el comportamiento dé Rosa Parks [52] cuando no estando legitimada [52] LPI, p. 239; ES, p. 147. En aquella ocasión (en 1955, en Montgomery, Alabama:, en la que se negó a levantarse del asiento que ocupaba y que le reclamaban dejar libre para que fuera ulilizado por las personas blancas quienes eran las únicas legilimadas para ocuparlo, Rosa Paiks sufrió las consecuencias del encarcelamiento y del pago de una multa. La respuesta no se hizo esperar: cincuenta mil personas durante 381 días evitaron usar los autObuses como acto de protesta ante el trato dado a Rosa Parks. Desde entonces se ha convertido en un claro símbolo de la libertad ciudad a-
pre\-iameme, en función de las normas segre~ac\Onista" que entonces regían en ('] Sur ele Estaclos Unidos, ucupó en un autobús un asiento prohibido para ella. Esa acción inició un proceso exitoso de abolición de las leyes establecidas. Resalta Butler cómo, en contraposición a Bourdieu, Derrida fija su mirada en la iterabilidad del performati\·o. en su podcr para dCSCOlllextualizar y ciar lugar a llUC\'O:-. COl1i.eXlOS. La fórmula convencional en que consiste un performari\-o. se repite sucesi\'amente y es ahí, en la necesidad de repetición, donde se explica que no esté atrapada por ningún contexto determinado. Butler entiende que esto significa que la delimitación de un contexto está sujeta siempre a re\i.siones. En la teoría de Derrida lo importante son los rasgos estructurales que se dan independientemente del contexto social y de los aspectos semánticos. El signo es iterable, lo que indica que está separado de un origen al que se supone que está ftiado. La iterabilidad es. para Derrida, constituti\'a de todo signo; es su característica estructural. De este modo, a diferencia de Bourdieu para quien el performativo halla su fuerza fuera del lenguaje, para Derrida esa fuerza del performativo reside en la iterabilidad del signo. Sin embargo, el propósito de Bucler es examinar la iterabilidad como una lógica social [53]. En opinión de Bude!', Bourdieu sobredimensiona la esfera de lo social no pudiendo explicar la capacidad de transformación del performativo, su capacidad para asumir nue\'os contextos; y Derrida Ile\"a a cabo un vaciado de la dimensión social del ritual de la enunciación. Dado que Deni.da considera asunto estructural del signo la ruptura del contexto no permite desde ahí, desde esa separación de la iterabilidad del marco social, la indagación sobre dónde reside el hecho de que ciertas enunciaciones logren más que otras resistir la cOl1\'ención o que alguna.
sión y opresión, pero comprendiendo su apertura en direcciones divergentes, no previsibles de antemano. Cierto que puede ser fuerte el deseo de cerrar esa incertidumbre del futuro provocadora de ansiedad. La actividad que interroga nuestros presupuestos, nuestras com'icciones, es considerada peligrosa pero porque solo se percibe como un impulso hacia la pérdida de nuestras convicciones, no teniendo en cuenta la posibilidad de que ese trabajo dc puesta en cuestión se encamine hacia una re\'italización de los conceptos e ideas en su alejamiento de sus lugares fundacionales. Butler describe ese «miedo a pensar» como un miedo que ha sido moralizado como sig;no de la dctensa de lo político, advirtiendo que en ese sentido la política requiere de una cierta actitud «anti-intelectualista». Negarse a pensar, a volver a pensar las opciones políticas elegidas es, dice Butler, «optar por una posición dogmática al precio tamo de la \ ida como del pensamiento» [58]. Cuestionar el feminismo, inquirir sobre las alteraciones de sus categorías, no es renunciar al feminismo ni al uso de sus términos. Quizá ese terror producido por la interrogación de los términos, terror que asimila la dislocación de los términos con la imposibilidad de su uso y con la puesta en duda de la vida misma, apuma, nos propone Butler, a que términos como «sujeto», «universalidad», son asumidos en un sentido «mamó', bajo la «forma de un imperativo» [59] cuyo incumplimiento es terroríficamente penalizado. Ello explicaría, pero no legitimaría, la paralizante negati\'a a cuestionar los términos en los que se desarrolla la vida. La tendencid, una tf'ndencia fundaciona!ista, del marco político contemporáneo a elaborar una firme base teórica para la acción política, la ejemplifica Butler aquí comentando, no sin cierta ironía, cómo la propuesta metodológica de ciertos estudios queer concluven que mientras el género es el asunto propio [:l8) De. «¿El lin oc la diferencia sexua!?», p. 25h; Sexual Dit[en.:ncc?", p. 130, [59) DG, ,,¿El lin ,le la difcn:ncia ,e:"'tla!?», p, 2;j(); Sexual DifTerence)", p, 18 1.
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ele! feminismo, el sexo y la sexualidad es el tema de análisis de los estudios lésbicos y gays. Género y sexualidad no deben confundirse, según se propone desde esos mo\-imientos teóricos y pulíticos. \ sin embargo, nos cuenta Buder, en tOno claramente crítico, que en 199.') ::y en la actualidad continúa en la misma línea intensificándola aún más [60]) el Vaticano propuso que la plataforma subre la condición de las mujeres de las organizaciones no gubernamentales de las ;\iaciones L'nidas (Unifed ..lI,alions .Yon-GovenzamenlaL Organizaliolls) debía condenar el término «género» con d argumento de que esa noción es un código para la homosexualidad [61]. Para el Vaticano es el término «sexo» el que se debe emplear como da para asegurar la conexión entre feminidad y maternidad y como medio de mostrar la naturalidad )' la di\ -inidad de ese orden necesario de los sexos. De hecho, algunos estados miembros de la ONU, dominados por las tesis del Vaticano pretendieron eliminar la palabra «género» para substituirla por «sexo» en sus disposiciones preparatorias del encuentro de 1995 en Beijing. Con razón y con acierto, otros miembros del comité reaccionaron afirmando que las tesis de la Iglesia Católica eran insul-
[GO] Es de dominio público que en las declaraciones del alío 2004 del \·aticano. el entonces cardenal Joseph Ratzinger, encargado dentro de la Cim::regarión ¡Jara /a doctrina dr IflJr de' redactar el documento «Carta a los obi,pos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo», condenó al feminismo radical y a la ideología de género con el argumento de que desconsidera la nalUral diferencia de sexo alentando la idea de la posibilidad de la elección del género y porque equipara la homosexualidad con la heterosexualidad incitando hacia una sexualidad polimorfa. Para Ratzinger es ese feminismo radical el culpable de la lucha de sexos \. el responsable de la desestructuración de la familia natural, esto cs. la unidad compuesta de padre y madre. Lo intncsame. por otra pane, de este conjunto de despropósitos de caráC"ter dogmático moralizante al estilo más tradicional y reaccionario, es que re\'ela la importancia de la teoria y de la práctica feminista como instrumentos capaces de una ef(;c!i\'a transforma,ión ,acial. ~o de otro modo se explica el afán del Vaticano por adoctrinar sobre la naturaleza del hombre, de la mujer y sobre el único modo natural de su relación. [61] DC. «¿El fin de la diferencia sexual?», p. 257: CC. «The End of Sexual DifTácnce!», p. 181,
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tan tes, que su finalidad era in\'l~rtir los logros conseguidos por las mujeres intimidándolas y bloqueando todo progreso futuro. Se oponían a que las mujeres volvieran a ser consideradas bajo la tradicional lógica de «la biología es el destino» que las confina y las reduce a sus «características sexuales fisicas)) [62]. Reclamaban en contra del Vaticano la reafirmación del uso del término género. Por lo tanto, en esta polémica señalada en torno a la noción de género se observa cómo, paradójicamente, «género)) es tomada, en un caso, como palabra que sostiene a la homosexualidad y, en otros casos, en los estudios lésbicos y gays, «género)) es considerada como palabra opuesta a homosexualidad. Además, ocurre también que desde dentro de la teoría feminista, en algunas de sus versiones y como se ha dicho más arriba, se desprecia la categoría de género como signo de cualidades construidas y variables al tiempo que se defiende el concepto de diferencia sexual en tanto que este concepto sí remite a diferencias fundamentales. De acuerdo con el análisis de Butler, son dos movimientos políticos, si bien opuestos en muchas direcciones, los que rechazan el término género. Para el Vaticano género se vincula con homosexualidad al potenciar la idea de que la homosexualidad es un género más, que ser homosexual es no ser ya ni mujer ni hombre, como si la persona homosexual renunciara a su sexo de adscripción. De ahí que la homosexualidad sea conceptualizada como una proliferación de géneros. Este es el miedo del Vaticano. Junto al género masculino y al femenino se situarían la lesbiana, el homosexual, transexual, etc. El sexo reproductivo, el mandato de la necesidad de la heterosexualidad, perdería su lugar de privilegio en favor de las sexualidades. Los estudios queer que mantienen la división metodológica entre teoría queer y feminismo, por su parte, participan de la presunción de que la sexualidad excede y desplaza al género proyectando la utopía de una vida posible más allá del género. Sin embargo, se hace evidente que mientras que el Vaticano rechaza al género [62J DC, «¿El fin de la diferencia sexual?». p. 238; CC, «Thc Ene! 01' Sexual Diffcrcnce?», p. 182.
par" yol\"(T al sexo la teoría qucn se mueve no hacia el sexo sino hacia la sexualidad. El \ 'aticano. no queriendo la ~cparacióll entre sexo y sexualidad que pone en peligro el supuesto de la naturalidad de la reproducción se opone al género y a la teoría qua}". Y la negatiya al género de la teoría qua! es, a la ilwcrsa, porque es la base del feminismo y de su presunto asiento en la hetC'wsexualidad. Pero tampoco se puede dejar de considerar el hecho de que el término «género», también en Estados l~nidos, es en ocasiones aplicado, como indicador de meras características culturalmrnte construidas, al margen del feminismo y dc· su dimensión política. En programas de estudios de género, algunos de ellos desarrollados asimismo en la Europa del Este, el género adquiere legitimidad académica eludiendo la polémica feminista. e na única y cerrada definición de género no es suficiente. Esto aprendemos del dC'bate apuntado. Lo importante para Butler de este conflicto de perspecti,·as e interpretaciones es la puesta en ('\'idencia de la habilidad del término, de los términos, para deslizarse de modo múltiple y dinámico a tra,·és del ámbito de lo público y de la cultura. La problematización del género por la que aboga reiteradamente Burler se inserta en este marco de:' intelección de la tarca del feminismo. La complejidad de la tensión prm·ocada por la polisémica categoría «génC'ro» se '·c acrecentada aún más cuando, como ya se observó con anteriOl;dad, se atiende a la teoría que opone al concepto de gl'nero el de diferencia sexual. .-\hí, frente al significado de género como construcción social de la feminidad y de la masculinidad se alza el ,"alor simbólico de la diferencia sexual y la especificidad de lo femenino en el terreno político. Junto a Braidoni, Butler menciona denrro de esta crítica al género efectuada por el modelo de la diferencia sexual a ::\aomi Schor y Elizabeth Grosz. sin por ello pretender agotar la enumeración de teóricas que se reconocen en esta línea de pensamiento. Pero qué sea la diferencia sexual no es un asunto de fácil y sencilla resolución. Burler insiste en que si no es una simple facticidad, si es algo psíquico es también algo social y de ui1a manera que:' todavía no está articulada. Esta es la cuestión de
nuevo subrayada por Butler. Las estructuras psíquicas están conectadas con la dinámica del poder social. La diferencia sexual trae a escena la dificultad de delimitar el principio y el final, las lindes y fronteras, de aquello denominado como lo biológico, lo psíquico, lo discursivo, lo social. Braidotti niega la reducción de la diferencia sexual a lo biológico, a lo cultural, a lo social. Entonces, nos interroga Butler, cabe preguntar sobre dónde se asienta la base ontológica de la diferencia sexual. Tal vez sea que la diferencia sexual permanentemente dificulta su determinación, que en parte sea dada y en parte construida, ambas cosas. Si ello es así, la diferencia sexual plantea una cuestion, no una respuesta, la cuestión de la relación de lo biológico con lo cultural y con lo social como tensión que reclama no su resolución sino ser pensada y repensada. Productivo para el feminismo, antes que decidir en qué consiste la diferencia sexual, es dejar abierta e ¡rresuelta en su problematización la pregunta sobre la diferencia sexual. De este modo se posibilita, en el presente y para el futuro, rearticulaciones de la categoría en direcciones de consecuencias ni naturales ni necesarias para la organización social de la sexualidad. En su libro lHetamorphoses [63] Braidotti, nos dice Butler, argumenta sobre la necesidad de poner límites a las transformaciones del cuerpo. No en todas las direcciones están legitimadas, desde un punto de vista ético, político y feminista, las modificaciones corporales y, por tanto, la aplicación del desarrollo tecnológico. Aquellas que trabajan por desdibl0ar o superar la diferencia sexual, que pretenden ir más allá de la diferencia corporal, son las rechazadas por Braidotti sobre la base de que se acomodan al «falogocentrismo» reistaurando el dominio de lo masculino e impidiendo la presencia del simbólico específico femenino. El cuerpo y la diferencia son para Braidotti las condiciones y el instrumento de la transformación y sin ellos la alteración de la norma no puede acontecer. Cierto [63] Rosi Braidotti, .HetamOlJihoses: Tou:ards a .lIa/erialist Theo~)' rif Beco/lling, Cambridge ,England'l, Polit;., Prcss, 2002 traducción óstdlana: '\felalllotjv,ú. Hacia l/na ¡poria maten'alista del deu71ir. ~ladrid, Akal, 200ji,
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que Braidotli, en contra de algunas opiniones críticas con las teorías pOSlestructuralistas en lantO reclaman la necesidad de un sl~ieto unitario para la tarea de la transformación, sostiene la capacidad de transformación en un sujeto concebido deleuzianamcnte, pero también psicoanalíticamente, de modo múltiple y móyil, siendo esta una de sus aportaciones principales de su trabaju filosófico. Sobre la multiplicidad se eb'a la voluntad afirmati\'a y ahí reside no su negación sino la potencia para la acción del ~ujl'to. La interacción de la.-; fucr:cas múltiples es generadora de nuevas posibilidades de vida. Pero el punto de \ista adoptddo por Braidotti afirma que parte de estas fuerzas de capacidad transformadora y que trabajan a trm'és de significados corporales son inconscientes, que el sujeto no es pura consciencia, en el sentido de que algo hay que precediéndome me constituye como yo. Que la diferencia sexual produce al sujeto quiere decir en Braidotti, según Butler, que el sujeto es un cuerpo afectado por otros cuerpos. Solo desde el cuerpo, entonces, se puede dar la transformación porque los procesos corporales, procesos que son especificados en términos de diferencia sexual, son las condiciones de posibilidad de la transformación. La diferencia sexual pensada por Braidotti «es el nombre para un simbólico futuro que viene a valorar lo no-uno como la condición de la \ ida misma» [64]. Ambas autoras feministas, Braidotti y Butlel~ son incluidas dentro del marco feminista postestructuralista. Aunque ciertas posiciones son coincidentes en una y en otra. no por ello dejan de enfrentarse en otros aspr:ctos, como ac¡uÍ se vienc mostrando, porque sus fuentes de referencia y sus problemáticas pri\ilegiadas son distintas. Butler se esfuerza por reflexionar sobre estas facetas de ~us respectivas divergencias, mas como camino para cnriquccer el debate feminista. Reconoce que su propia teoría incorpora la dimensión de la falta, el trabajo de la negación en sentido hegeliano: por ello se ocupa de la melancolía, r64] DG. «¿El fin de la diferencia sexua]?». p. 2i5 (he modificado en parte la traducción castellana;; CG, «The End of Sexual DilTerencc'», p. 1~·t.
del duelo, de la culpa, el terror, y dirige su pensamiento hacia cuestiones relativas a la vida, a la posibilidad de \·ida, y a la diversas formas de violencia social. Analiza el sufrimiento, el dolor, la pérdida de aquellas personas, por ejemplo, que se ven obligadas a emigrar o que son expulsadas de sus casas, países. Braidotti, por su parte, se centra más fundamentalmente en conceptos como el de afirmación y transformación. Se propone pensar la dificil cuestión de la transformación desde la afirmación. ~o se trata de que rechace el ~ufrimiento sino dl' que lo considera un lugar posible para la instauración de nuevas posibilidades, un sitio para la afirmación transformadora. Esta forma de lectura propiciada por el texto de Braidotti retiene el interés de Butler quien valora su capacidad para contrarrestar el pesimismo de ciertas teorías que proclaman que nuestras vidas son efectos del trabajo tramposo de los procesos sociales. También subraya Buder la potencia de Braidotti para proponer formas de agencia inspiradas en la dinámica de la multiplicidad, distintas a las «falogocéntricas» dominantes negadoras del cuerpo y de la diferencia sexual. Pero, entre Butler y Braidotti hay, no obstante, puntos de desacuerdo que el aprecio butleriano por la riqueza producti\'a del encuentro crítico no quiere dejar de analizar. La diferencia sexual es, con insistencia, el tema de la polémica. Para Butler no querer ajustarse al marco de la diferencia sexual no supone sin más la adopción de una perspectiva devaluada sobre lo femenino ni, menos aún, el giro hacia una actitud misógina. La búsqueda de la proliferación de la feminidad en múltiples direcciones, que subscribe asimismo Braidotti, no tiene por qué someterse necesariamente al horizonte de la diferencia sexual en su conceptualización binaria. Butler nos pregunta si no será posible desplazar la categoría de diferencia sexual fuera de la constricción del binarismo y en favor de la multiplicidad. Este es el trabajo esforzado perseguido por Buder a lo largo de su obra: quebrar la estrechez impositiva de consecuencias violentas y opresivas, incluso negadoras de \ida, de la ley imperati\·a, que reclama coherencia;: estabilidad, de la dualidad de sexos-géneros. Y esta es, en nuestra opinión, una meta realmen.
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te \'aliosa para el fEminismo, para lo humano. ~lujeres amando él mujeres; mujeres que sin renunciar a la feminidad no se acomodan a la categoría mujer si no es a través de la permutación de la categoría; mujeres cuyo deseo (como el deseo butdz) indica no solo participación en el deseo de las mujeres y de lo femenino, también juega con la masculinidad, con una masculinidad no fundada en los hombres, como se ejemplifica en los estudios de Judith Halberstam sobre Fcll1ale J1asculini{y [65], sobre masculinidades encarnadas en cuerpo~ de mujeres que no pueden ser simplemente entendida~ como una consecuencia dd repudio de lo femenino, que, por el contrario, exigen ser pensadas como una mutación posible de lo frmenino y de lo masculino no reductibles a la lógica «falogocéntrica». La masculinidad puede emcrger en cuerpos de mujeres porque lo masculino y lo femenino no pertenecen en exclusiva a cuerpos diferentemente sexuados. El lenguaje de la diferencia sexual no es suficiente. La constitución del cuerpo obedece a una multiplicidad de fuerzas. No se justifica que esa multiplicidad también perseguida, por otra parte, por Braidotti quede recluida en el marco binario de la diferencia sexual. Si la diferencia, dice Butler, «no es un código para la normati\idad heterosexual, entonces seguramente necesita ser articulada para que la diferencia sea entendida como lo que desorganiza la coherencia de toda postulación de identidad» [66]. Estas cuestiones, los diferentes caminos de apropiación del deseo y del género, no deben dejar de ser cruciales centros de interés de la teoría feminista si lucha por abrir espacios más liberadores para la~ mujrres, para los hombres y sus relacione" mutuas \" si, asimismo, persigue extender el concepto de lo humano para posihilitar la vida de aquellas personas que sic:¡do expulsadas dc la carcgoría no halbn C(ll)ijo para Ilc\'c;r z:
[55] Judith Halberstam, Fi:nwk Jfasrulilli!J; Durhan and Londoll, Dukc Cni\'ersity Press, 1998. [55] DG, «¿El fin de la direrencia sexua!?", p. 286 (he modificado en par[r la traducciún castellana'!: ['G. «The End of Sexual DiITerence?". pp. 202-203.
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efecto sus vidas. El feminismo de Braidotti ofrece variados elementos producti\"oS para la tarea de la transformación social. Butler los ha especificado con acierto. Sin embargo, aquí coincidimos con la filósofa norteamericana en replicar las limitaciones del marco conceptual de la diferencia sexual. Es la problematización del género en su atravesamiento con el deseo y las sexualidades practicada por Butler con una fuerza y una inteligencia inigualada, por el momento, por ninguna otra teoría de nuestros días, la que sin duda valoramos como la más potente acción capaz del logro de una transformación social de alcance extensivo a la pluralidad de fluidas identidades presentes en la sociedad contemporánea.
3.3. Haciendo)' deshaciendo el género (intersexualidad y transexualidad) En una línea que no concuerda con la tesis de Braidotti deslegitimadora de las transformaciones orgánicas que confunden los límites corporales de la diferencia sexual, Butler analiza en varios ensayos contenidos en Undoing Gender la compleja y debatida cuestión de la intersexualidad y de la transexualidad. Desde Butler, y no desde Braidotti, es desde donde la reflexión serena sobre la problemática implicada en tales asunciones de identirlad puede motivar un cambio fructífero del concepto de lo humano y del campo de lo social que sea capaz de hacer viviblc la vida también de aquellas personas que no tienen cabida dentro del esquema dicotómico de la diferencia sexual. Si los sexos -y los géneros- son dos, solo dos, bien distintos, ¿cómo concebir y reconocer una vida humana en el individuo intersexo? El género no es un asunto meramente personal y que nos afecte de manera exclusivamente indi\·idual. Es el marco social, colectivo y común, el que da sentido y significado a eso que llamamos identidad de género. Ahí llegamos a ser; obtenemos, o no, legibilidad y reconocimiento '1 desde ahí nos autorreconocemos o nos convertimos en irreconocibles para nosotros mIsmos.
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Pensar maneras en las que esas vidas en transformación sean reconocibles y afirmadas es la larea, pero mientras tanto el diagnóstico, a pesar de la violencia que implica --'----y que tiene que ver también con no poder acceder a la custodia de hijas e hijos; con no tener empleo o casa-, no puede sin más ser eliminado porque para muchas personas es la yia para lograr sus desws. Butler dice: «no hay duda de que lo mejor sena vivir en un mundo donde no existiera ese estigma, ni ese diagnóstico, pero no vivimos aún en tal mundo» [83]. Personas que sufren bajo el diagnóstico, personas corrientes, se preocupan, no obstante, por las consccUl'ncias ele la anulación del diagnóstico dado que no pueden ellas pagarse los tratamientos y las operaClones. Quizá sería recomendable, mientras tanto, valorar el diagnóstico solo como un instrumento de uso estratégico, con el fin de suspender la carga de enfermedad mental que sobre los individuos arroja. Desde este ángulo, ha sido propuesto que el diagnóstico sea asunto meramente médico y no psiquiátrico o psicológico, de modo similar a cuando alguien asiste a una consulta médica para que le operen los pechos. Sin embargo, no parece fácil que los médicos no hagan funcionar criterios de salud mental porque la mayor parte de los discursos médicos -y los psicológicos, así como las instituciones financieras y legales- hacen recaer sobre las transgresiones de género una profunda duda sobre la normalidad psíquica de quienes las practican. Además, quienes emplean estratégicamente el diagnóstico tienen que aprender a utilizar, bajo la promesa del cambio, un Icng;uajc CJue no es el suyo y que dice cosas que no son la.;; que querrían (krir. Estar a favor o en contra del diagnóstico tiene que ver, según Butler, con la noción de autonomía que se adopte. Así, la opo~ición al diagnóstico suele partir de un punto de \ista, sobre la autonomía, individualista, pero entonces queda pendiente
[83) DG, «Dcsdiagnostior el género», p. 131 'hemos modificado ligeramente la traducción castellana!; L'G, "Cndiagnosing Gender», p, 88,
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quién debe costear un proceso de cambio que ha sido concebido como expresión de una libertad pri\'ada; y la defensa del diagnóstico se apoya en la idea de que la libertad concreta no se puede ejercer sin el suelo de una~ condiciones materiales y sociales, En otros casos, se apoya con whemencia el diagnóstico con el fin de consolidar la estabilidad de la familia heterosexual y de e\'itar la homosexualidad a través de la potenciación de figuras identitarias fuertes acordes con las normas de masculinidad v feminidad, ,\utonomÍa y libertad no se dan en Butler sin una protección social y k~al; sus formas específicds requieren de condiciones legales e institucionales y de sus diseños singulares de lo que rige como humano, Que' los individuos transexuales se vean sometidos a unos mecanismos muy restrictivos para cumplir sus deseos revela que su concepto de identidad y su práctica vital están claramente discriminados porque las mujeres, por ejemplo, cuya voluntad es modificar sus pechos no necesitan para ello de ningún tipo de dictamen psicológico. Se sobreentiende en tales casos que esas peticiones de las mujeres, de aumentar o disminuir sus pechos, se acoplan sin quiebra a las normas de género dominantes; sería otro el juicio, por el contrario, si las mujeres quisieran no tener pecho en absoluto. La cuestión clave que aquÍ nos plantea Butler es .por qué es expresión de una elección el que una mujer modifique el volumen de sus' pechos y es indicio de enfermedad el que se incline por una e~tirpación total. En el primer caso, se trata de hábitos y de prácticas, que corrib los de seguir una dieta alimenticia, trabajan en consonancia con el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios buscando que el cuerpo evidencie el sexo correspondiente, Lo material y lo cultural del cuerpo sexuado se entrelazan en "esas prácticas cotidianas indicando que la legi": bilidad sexual del cuerpo requiere tanto de elementos materiales como de signos culturales; ambos, signos materiales y culturales, están imbricados estrechamente, Es desde el interior de una matriz cultural de significación y en referencia a un mundo wcial desde donde se \'ive, se experimenta, el sexo y el género, Por ello, aunque el diagnóstico l c..l..! T
el T~T.\ (.U~IO L"l\A \·ID ..~]
parece estar interesado en saber si un individuo puede V1V1r bajo el otro sexo con independencia de la valoración de las ventajas sociales que podría adquirir con el nuevo género, deslindar e! deseo de ser de! sexo opuesto del poder que -se obtiene socialmente con la transformación no parece posible. El diagnóstico no acaba de entender las fuerzas culturales que alimentan los deseos. El sexo se inserta dentro de un sistema normativo que le da sentido; no es una categoría exclusivamente singular sino que excede toda apropiación personal. Los beneficios sociales que puede aportar el nuevo sexo pueden formar parte de los deseos vitales y Sf'f la oportunidad para la realización de las metas de las personas. Tampoco indaga e! diagnóstico lo que es crucial: si en realidad e! problema de que un individuo no se sienta bien con su sexo asignado no es que está en el sexo equivocado sino que lo inapropiado son las normas de género que presumen la rigidez y solidez del género y que son el motivo del malestar y del sufrimiento. Si hablamos de sexo asignado es porque el sexo no es un sentimiento privado que nos atribuimos a nosotros mismos; está socialmente producido. Entonces, que una chica, por ejemplo, se reconozca bajo un nombre masculinn, practique juegos y vista ropas que las férreas versiones de género atribuyen al masculino, no es sin más un síntoma de un interno desorden de género. Tal vez se trata de un cuestionamiento de la categoria social que le abre líneas de acción y que fortalece su agencia. El sufrimiento, si lo padece esta chica, se debe a que no obtiene el apoyo social para su hacer su género. La presión social, el riesgo, real, de violencia y muerte son desatendidos por el diagnóstico cuya única preocupación es aquello que dice ser el sentir interno de los transo El mismo diagnóstico, además, es una forma de agresión social con su insistencia en la adaptación a las normas de género vigentes. Pero, de nuevo, Butler puntualiza que el diagnóstico otorga, aunque bajo constricción, reconocimiento social y una cierta forma de libertad y que, por tanto, no se puede, por el momento, prescindir por completo de él.
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Esta es la situación parad~iica que: se deriYd de las condiciones socidc~ é.lctuales en las que las normas de género se estructuran en un marco convrncional: el diagnóstico puede a1i\1ar el sufrimiento y el diagnóstico puede intensificar el sufrimiento. La auronomía, en nuestro mundo, es paradójica. En el mO\1miento de hacernos persona dependemos de lo que no somos, de las cO:1diciollcs sociales. «Hasta que las condiciones sociales -afirma Buder- sean radicalmente modificadas. la libertad requiere no libertad y la autonomía está comprometida con la sujeción» [84). Este discurso de Butlel: tomando como o~jeto panicular de análisis la intersexualidad y la transexualidad se dirige. no se debe oh1dar: al conjunto de la sociedad.
[8+] DG, «Desdiagnosticar el género», p. 148 (he modificado ligeramente la ¡¡-aducción castcllana:: CG, "Cndiagnosing Gcndcr", p. lO\.
EPÍLOGO PENSAMIENTO EN PROCESO
L'n nítido hilo conductor dd conjunto de la obra de Butler es su empeñada inteligencia en maximizar las posibilidades de vida; su contundente esfuerzo por ('1 futuro de un mundo donde la realización de la pasión de cada individuo no solo encuentre cobijo sino que sobre todo sea un elemento integral del florecimiento de la vida. Imprescindible resulta para esta tarea, como dejamos dicho al inicio de este trabajo y como ahora esperamos se haya hecho más evidente, un activo y despierto cuestionamiento, reflexivo, con argumentos sólidos, de ese uso llamado común del lenguaje que con tranquilidad presupone que los conceptos -y conceptos tan teórica y vitalmente determinantes como la categoría de lo humano- refieren una realidad en sí e inmediatamente autoevidente. La crítica a ese lenguaje ordinario, la consciente negativa a utilizar los términos en su empleo corri(:ntc, ha contribuidu sin duda a que la teoría de Butkr haya sido calificada de dificil acceso y, por otra parte, a que sobre ella se haya dicho que es abstracta, que no atiende a lo real, que no se ocupa de las cuestiones materiales, sociales, económicas; que ignora los núcleos cruciales donde sr tejen las discriminaciones y las exclusiones viokntJ.s. Sin embargo, una cuidada, detallada y paciente lectura dr sus textos -y únicamente ese tipo de lectura es la adecuada para enfrentar los pensamientos filosóficos relevantes- nos ha mostrado, eso nos hemos propuesto, que son tales réplicas las que
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subre\'udan i¡"'11orando la complejidad d(' su dis('ur~o. no queriendo arries~ar la entrada en la densa riqueza, teórica y práctica, ele una eSCl;tura que al interrogar los conceptos habitualmellte dados lOmo ya cumcnsuados prO\'oca una reúsión de aquello que tomamos por nuestro ser y hacer más propio y seguro. 1\1artha ~ussbaum, filósofa y teórica feminista, con \-irulencia ha cnfr('ntado las propuestas -no bien entendidas- ele Butler. En particular ha sido conocido el texto ele :\ussbaum titulado «The ProfCssor al' Parad)"» [1J. En él acusa a BU1..ler de ser una pensadora elitista de feminismo exclusi\'amente académico )" de estilo autoritario. cuyo pensamiemo de tipo simbólico, y que otorga centralidad allengu~e, no puede dar cuenta de la materialidad de la vida ni de la opresión ni dd sufrimiento, ya que no logra conectar con lo que ?\ussbaun llama «la situación real de las mujeres reales». ,'\úade l'\ussbaum que el feminismo de Butler no posibilita la acción pulítica sino que finalmente concluye en un quietismo político que colabora con el mal (eti!) [2]. Ha continuado ~ussbaum con posterioridad a su texto paródi{() valorando negau\'amente la obra de Bullel: En «Ho\,' Should
[1] :\lartha .\"ussbaum, «Thc Professor of Parody: Th. re"ic\\" of Judith BUller, E\rilabk S/I((ell. TII( P~ldli( LiF qf PUi.ar. BodicJ IlIal .\falln and (;mder ]i"(llIb/c, TI/{. \¡.~. RCfiubhr, 220/8 fcbruary 22, 199~rl. pp. 37--15. Onlinc: hllp:/ IInnnnr.com/archi\"C /(J::!99/0:?22<J9/ Ilusbaum02229~).html.
[2] ena muy argumcntada y arcrtada Cl;tira a la interpretación quc rcaliza ;'\ ussbaum de BUllel: resaltando . pp. 167-168.
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la inactividad y a la pasividad, cuando no ~e calilican directdmente como enunciados que dITopan y protegen a los actos ele \lolcncia y a las acciones terroristas. Contra esta tesis se posiciona Butler, aquí y a lo largo de toda su obra, indicando cómo la escucha de las otras perspectivas puede contribuir a comprender las situaciones y sucesos que nos rodean. Restringir el debate público implica decidir quién merece ser un sujeto hablante; supone controlar lo que se puede oír, ver, leer, sentir 'i conocer; establecer qué es y qué no es la realidad; delimitar, en fin, qué vidas son valoradas como vidas y qué muertes no cuentan como muertes [6]. La reflexión sobre los motivos que pudieron desencadenar, por ejemplo, los atentados del 1 1 de septiembre de 200 1, nos puede ayudar a reconocer la vulnerahilidad de la existencia y el hecho de la inevitable inrerdependencia de la vida, y podría haber sido una oportunidad para pensar un modo de reducir la \'iokncia desde la apuesta por una comunidad política global; ); sin embargo, quienes optaron por pensar las condiciones económicas, sociales, políticas, en las que tuvieron lugar aquellos ataques, y quienes cuestionaron la política de Estados Unidos en Oriente Medio, fueron censurados entendiéndose sus discursos como exculpatorios de los comportamientos violentos. Sobre ello indaga en su texto «Explanation and Exoneration, or \ Vhat We Can Hear» [7], poniendo el acento en la negatividad de la censura y del ambiente antiintelectual que se difundió como resultado del ataque del lI de septiembre. A esta atmósfera descrita aplica los conceptos psicoanalíticos de duelo y melancolía en el escrito «Violence, ~Iourning, Politics» [8]. La dependencia, la vulnerabilidacl 3nte el otro, ante la otra, son dimensiones de lo humJ.no. La pregunra es, entonces, qué sucede con ese dolor que debe ser acallado, que no es reconocido públicamente, porque resultado de aquellos sucesos fue un estado de mebn-
[6] PL, pp. x....'\.-x..'ü [i] PL, pp. 1-18. Estt: tt:xto apar .JCOITlI BCTI.ER J
('11 cOI1\"ersación oral. ese día 13 de julio, el1 su despacho de ia l-lIi\'crsiclad el\' Califurnia en Dcrkclc\', Allí !lOS recibió haciendo gala de gran generosidad y de un talante sencillo, humilde y cordial. Dedicó paciencia y un serio esfuerzo a responder unas pregumas que con anterioridad no conocía, :\lguna~ de ellas fueron conceptualmente complejas: otras, como se puede comprobar en su lectura, se referían él un contexto cultural. político y ~ocial. el español. que"' no e" ('1 propio y familiar de Butle-r, Aunque nos parecía lógico esperar que no quisiera dar respuesta a todas nuestras cuestiones, Butler, con amabilidad y COIl una actitud siempre cercana, no dejó de aplicar su brillante capacidad intelc-ctual al análisis de' cada una de nue~tras m terrogaclOnes, ~uestra última pregunta, lo sabíamos, dio lugar a una contestación en la que Burlcr remite a unas \~sitas a Europa que en el mome'nto en el que la entre\~sta pueda ser leída ya habrán tenido lugar, Sin embar¡w, dado el carácter \~\"o de lo que es una entre\~sta, y teniendo presente que no se- puede- prever con certeza el tiempo preciso de su publicación, nos ha parecido adecuado recoger íntegramente, sin eliminaciones, el conjunto de su conversación, Queda como un testimonio, sin duda \'alioso, de aquel intercambio comunicati\'o, Con posterioridad, una vez realizada la trascripción de sus respuestas orales, Burler re\'isó el texto escrito de la enl!T\~sta, Ella también en esto mostró esa cuidadosa atención que dedica a aquello que hace, que piensa, El agradecimiento a María por su relación con Butler que ha permitido la realización de esta entrevista, así como por su habilidad en usar la lengua inglesa y por su maestría en la traducción al castellano, no quiero dejar de subrayarlo, Tampoco, claro está, mi agradecimiento, nuestro agradecimiento a Butler quien nos ofreció un encuentro inoh~dable. ,
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(Por María Prado Ballann y Elvira Burgos Díaz)
1. En el ensayo titulado «The Question of Social Transformatiofi» ofreces unas reflexiones sobre tu libro Gender Trouble en las que dices: «tenía dos objetivos en aquel entonces: «el primero era exponer lo que entendía como un heterosexismo generalizado en la tcona feminista; el segundo era un intento por imaginar un mundo en el que aquellas personas que viven a cierta distancia de las normas de género, o que viven en la confusión de las normas de género, put'dan todavía considerarse a sí mismas no solo viviendo vidas vibibles, sino como merecedoras de un cierto tipo de reconocimiento». ¿Qué podrias decirnos sobre los presupuestos heterosexistas presentes en la teoría feminista contemporánea? Reconociendo el hecho de que toda generalización es necesariamente simplificadora, ¿estarías de acuerdo en que tanto el feminismo de la diferencia sexual como la corriente denominada feminismo liberal o humanista todavia tratan de resistir los desafios al marco binario mujerhombre planteados por la teona queer y por las minorías sexuales? ¿Crees que ambas maneras de entender el feminismo asumen que el éxito de su lucha política depende de mantener y proteger un binarismo estable, basado en el modelo jundico opresor-oprimido, y que así ceden a la tentación de inmovilizar a las mujeres ya sea en la posición de eternas víctimas de relaciones de poder asimétricas o como el paradigma de la exclusión (considerándose que todas las demás diferencias excluidas serían, citando a lrigaray, «secundarias»)? Por otra parte, ¿te han mostrado tus conversaciones con Rosi Braidotti que, es posible una versión no heterosexista de la rliferencia se'mal? En este sentido, ¿por qué afirmas que es con ella con quien has tenielo un diálogo más productivo?
J. Butler: no creo que haya una sola escuela denominada «feminismo de la diferencia sexual» y pienso que si se analiza a feministas como, digamos,jacqueline Rose en Gran Bretaiia, la «Escuela (k Milán» en Italia y luego a Rosi Braidotti, o incluso r ¡::'TRF\·I'iT.\ eo'\
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a la última l'\aomi Sehor. que era una de las editoras de DlffilClm.l, te das cuenta elo:: que hay distintos puntO' ele \·iSla. Por lo tan tu, no estoy segura de si hablaría de una escuela tal como «feminismo de la diferencia sexual». Con respecto al feminismo igualitario, permitidme decir que no sé exactamente lo que es. En cuanto a si creo que hay toda\'ía un helcrosexismo dominante en la teoría feminista. creo que citrtamente lo hay. ?\fis peocupaciones más recieJ1le~ tienen que ver con el modo en el que se consideran los derechos reproductivos. Cuando las feministas afirman que las mujeres ticnen, o deberían tener, ciertos derechos reproductivos en \-¡rtud de su función reproductora, entendida biológicamente, creo que malinterpretan la institución social de la reproducción. Esto naturaliza la reproducción heterosexual; no nos permite pensar en el parentesco o en la filiación como una relación mantenida entre madres solteras y sus hijos/as, o entre dos hombres)' sus hijos/as, o entre dos mujeres como madres, o entre familias mezcladas o reconstituidas. Lo que me preocupa es que al fundamentar las políticas reproducti"as en una función reproductora naturalizada acabemos idealizando un determinado modelo de maternidad biológica que pertenece a un marco de mujeres heterosexuales. Se trata de un marco heterosexual específico en el que una mujer heterosexual está casada con un hombre y tiene un hijo o una hija en \'Írtud de esa capacidad biológica reproductora. En realidad, las instituciones de la heterosexualidad son más complejas: una mu.ier heterosexual puede formar parte de acuerdos sociales de parentesco muy complejos, con antiguos o actuales compañeros o cónyuges, con hijos o hijas biológicos o adoptados. Idealizar la función reproductora como el fundamento del parentesco no es un punto de ,-¡sta que favorezca especialmente a las personas heterosexuales. Estn no significa que esté en cuntra de todas las demanda, identitarias, especialmente en el caso eJe las mujeres. Tengu claro que determinados grupos sufren discriminación y \-¡olencia, pero tenemos que ser críticos y cuidadosos con respecto a la base sobre la cual empezamos a determinar quiénes son estos
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