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AL ALCA A LA GUERRA
La estrategia de EE.UU. Para América Latina La política de militarización Las alternativas
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NO
AL ALCA A LA GUERRA
La estrategia de EE.UU. Para América Latina La política de militarización Las alternativas
Julio C. Gambina Compilador
Atilio A. Boron Mariano Borzel Elsa M. Bruzzone, José Luis García y Horacio P. Ballester Daniel Campione Orlando Caputo Leiva Agustín Crivelli Theotonio Dos Santos Julio C. Gambina Alfredo T. García Leonel González Jacob Goransky Eduardo Gudynas Claudio Katz Claudia Korol Horacio A. López Eduardo Lucita Susana Merino Andrés Musacchio Daniel Olesker Mario Rapoport José Sbattella Julio Sevares
No el Alca. No a la Guerra La riqueza de las distintas intervenciones justifica la edición de estos materiales, no solo por su valor teórico, sino como parte de la Campaña Continental de Lucha Contra el ALCA y los objetivos liberalizadores sostenidos por la Organización Mundial de Comercio (OMC), y como parte inescindible de la resistencia al endeudamiento externo gerenciado por el FMI y la militarización del continente, que entre otras manifestaciones se expresa en el Plan Colombia y otros varios operativos y ejercicios militares conjuntos impulsados en la región. Aún semejando diferentes asuntos son parte integral de un mismo proceso, precisamente por el carácter integral que asume la intervención económica, política, militar y cultural de EEUU, especialmente en la región. Siendo necesario profundizar las tareas de esclarecimiento sobre una realidad muy dinámica, éste trabajo de compilación que hoy presentamos apunta a profundizar el debate sobre la situación mundial y el lugar que ocupan los fenómenos económicos, políticos y sociales en América latina y el Caribe. Asunto de particular interés en un momento en que se han generado expectativas de cambio en la región luego de décadas de aplicación hegemónica del decálogo neoliberal. Pese a todo, desde los organismos internacionales se insiste en recrear bajo nuevas condiciones el Consenso de Washington, privilegiando el ideario favorable a la iniciativa privada, la apertura de la economía y el ajuste fiscal. Son políticas que articulan con la presión liberalizadora sostenida desde la OMC y que se expresan regionalmente en el ALCA. Se pretende inducir un mayor conocimiento de los distintos aspectos contenidos en la propuesta del ALCA, que empezaron a hacerse públicos, saliendo del ámbito secreto en que estaban recluidos por efecto de la extendida resistencia popular en todo el continente. Iniciados los debates en 1994, recién en abril de 2001 se conoció el primer borrador y hoy puede consultarse un segundo borrador surgido de las negociaciones sostenidas a fines de 2002. Es imprescindible reflexionar sobre estos documentos y las consecuencias de las experiencias en curso sobre acuerdos de «libre comercio», negociados regional o bilateralmente, tal como viene sucediendo con el Nafta entre EEUU, Canadá y México, en pleno desarrollo desde 1994, o recientemente con el acuerdo entre EEUU y Chile. La recopilación se propone socializar información y opiniones que puedan ayudar en la elaboración de propuestas alternativas. Es nuestra aspiración facilitar el debate en los campos más amplios de la práctica política del movimiento social, en el sentido de conformar los actores que puedan sostener las propuestas para otro mundo posible, lo que supone tomar en cuenta sus opiniones, necesidades y objetivos. La condición para que las propuestas adquieran un carácter transformador es que encarnen en la conciencia de quienes se asuman como sujetos transformadores de la realidad. Debemos consignar que el Seminario estaba pensado desde que en abril de 2001 se estableciera en Québec a Buenos Aires como sede de la IV Cumbre de Presidentes de las Américas para abril de 2003. El desafío era construir una Cumbre de los Pueblos, alternativa al cónclave oficial. En ese marco se inscribía el debate sobre el ALCA, las alternativas y la resistencia. El encuentro de Presidentes en Argentina tenía por objeto habilitar el último tramo de negociaciones para instalar el acuerdo comercial y de inversiones para comienzos del 2005. La crisis en Argentina a fines del 2001 arrastró al
gobierno e imposibilitó la reunión oficial de los presidentes de América en la forma y oportunidad prevista. La ciudad capital, inundada de asambleas populares, trabajadores desocupados movilizados (piqueteros), y variadas formas de protesta callejera, era inhabitable para los gobernantes negociadores del ALCA. La dinámica popular impidió materializar la reunión. Pese a la suspensión de la junta oficial, se resolvió la realización en Buenos Aires de un Encuentro Regional por la Soberanía y la Integración de los Pueblos, contra el ALCA, la Deuda Externa y la Guerra, en cuyo seno se llevaría a cabo la Segunda Asamblea Nacional de Lucha Contra el ALCA, que entre otras resoluciones adoptó la decisión de convocar a una Consulta Popular para indagar la voluntad de la población de Argentina en torno a la continuidad o no de las negociaciones gubernamentales por el ALCA. Resolución en sintonía con procesos similares impulsados en otros países de la región. Sólo luego de la renovación presidencial concretada el 25/05/03 es que se vuelve a concretar la cita en Argentina. Escribe Irene Klinger, Secretaria Ejecutiva de la OEA, que «Estamos a medio camino entre Québec y la Cuarta Cumbre de las Américas, programada para 2005 en Argentina. Actualmente se están sentando las bases para una Cumbre Extraordinaria que se celebrará en México en el transcurso de este año...» (Clarín, 16/06/03). Habrá que pensar otra vez en organizar otra actividad, alternativa, de debate y estudio sobre la evolución de los acuerdos gubernamentales y de las propuestas y análisis resultantes de la Campaña Continental de resistencia al ALCA. Será parte del necesario esclarecimiento en torno a la liberalización sostenidas en la OMC y el ALCA. Además del ALCA, como asunto específico a tratar, el Seminario debió ser convocado con el análisis de la nueva situación mundial generada por la invasión de EEUU sobre Irak. A comienzos de año se vivía un clima de extrema tensión mundial, vinculado a las amenazas de guerra que luego se transformaron en concreta agresión al margen del sistema mundial de relaciones internacionales. La masiva respuesta de rechazo popular al accionar unilateral de EEUU había sido la extensión de un movimiento de resistencia global y que movilizó contra la guerra a millones de personas en todo el planeta. Bajo esas circunstancias es que los convocantes redefinieron las características del Seminario, con base en el fuerte vínculo entre la oposición a los dos proyectos estratégicos de EEUU: el ALCA y la guerra. Son temas que en América Latina y el Caribe se expresan en una creciente militarización, la que está subordinada a las hipótesis de conflicto sustentadas por la nueva teoría y práctica de la seguridad hemisférica impulsada por Washington. Apareció naturalmente una convocatoria para discutir la nueva situación mundial, amenazada por el accionar de la administración Bush con el claro propósito de afirmar hegemonía y dominación global de EEUU a escala planetaria. El ALCA, la guerra, la militarización, el endeudamiento externo, eran así parte conjunta de una estrategia a resistir y que define el accionar imperialista a comienzos del Siglo XXI. Julio C. Gambina Compilador Buenos Aires, Junio de 2003
Theotonio Dos Santos El ALCA en el nuevo contexto mundial: la guerra, la economía y la democracia Iniciando un nuevo milenio En el 2000 dominaban las esperanzas de la nueva economía; se discutía qué hacer con el superávit fiscal creciente generado por el presupuesto norteamericano, apoyado en el crecimiento del PBI. Mientras tanto, en los bancos centrales, dirigidos por los conservadores empedernidos, se tendía la trama de una conspiración que buscaba detener el crecimiento, el cual generaba el pleno empleo, lo que según ellos, provocaría la inflación (que no se veía por ningún lado... ya que estábamos en una coyuntura deflacionaria mundial). En el 2000 se discutía la supremacía absoluta de Estados Unidos, protegido por su superioridad científica y tecnológica. Se lo consideraba un territorio inalcanzable en su poder incontrastable. A pesar de los varios ataques que había sufrido en el exterior y en su interior (el más violento, protagonizado por un joven derechista que derrumbó un gigantesco edificio público en Oklahoma), Estados Unidos se consideraba más que nunca intocable. En el 2000, bajo la inspiración del presidente de Estados Unidos, se buscaba reforzar el camino de la paz en el Medio Oriente, se reanudaba el pago de las cuotas norteamericanas en las Naciones Unidas y se fortalecía la idea de que el multilateralismo es el mejor camino para alcanzar la paz mundial. El presidente de Estados Unidos llamaba a reforzar la previsión social, condenaba la comercialización de la salud y proponía un estatuto de defensa del paciente médico, transformaba en ley su propuesta de alcanzar la educación superior universal para los jóvenes norteamericanos. En Seattle, bajo la presión de un inesperado movimiento de masas en contra de la globalización capitalista, el presidente de Estados Unidos aceptaba incluir los condicionamientos sociales y ambientales en las negociaciones internacionales y discutir la condonación de la deuda externa de los países más pobres, y se hablaba cada vez más insistentemente en una estrategia mundial para erradicar la pobreza. En el año 2001 las conquistas logradas hacia una civilización planetaria fueron dejadas de la lado tras la muy discutible victoria electoral del candidato de la derecha en Estados Unidos. Esto acompañaba la hegemonía de los conservadores en el Federal Reserve Bank (Banco Central) de EE.UU. y en el Banco Central europeo, que dieron inicio al «aterrizaje» de la economía norteamericana. La violenta elevación de la tasa de interés en los Estados Unidos acentuó de manera drástica las dificultades que aparecían en la coyuntura económica de EE.UU., determinadas por la caída de la tasa media de ganancia de las empresas y el aumento de los salarios reales de los trabajadores, como resultado de sus luchas sindicales, estimuladas por el bajo nivel de desempleo (3,4%) del año 2000. Era también un mal indicio el crecimiento del déficit comercial norteamericano a los niveles dramáticos de los años ‘80. Estaba claro que el dólar se encontraba, y aún
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se encuentra, supervalorado. Pareciera imposible mantener una política de crecimiento económico sin abrir cada vez más los mercados norteamericanos para los productos de menor valor agregado, sobre todo en la industria. Habría que romper con los límites de una ciencia económica tradicional, que tiene sus bases metodológicas inciertas en los límites de los mercados nacionales, para concebir la reanudación del desarrollo como un fenómeno mundial que pasa por la recuperación de los mercados de las zonas hoy deprimidas por años de sumisión a las políticas de estabilización y ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial. Se necesitaba la amplitud de visión revelada por los Estados Unidos en la posguerra, no sólo con la creación de las bases institucionales de la nueva economía mundial, alcanzada con los acuerdos de Bretton Woods, sino también por el Plan de Reconstrucción de Europa (Plan Marshall), la reorganización de Japón y otras intervenciones globales que, junto con la idealización de la «guerra fría» y el apoyo al proceso de descolonización, permitieron a Estados Unidos construir el más completo sistema hegemónico mundial jamás imaginado. En vez de caminar hacia delante, la economía mundial, bajo la hegemonía de los presidentes conservadores de los bancos centrales de todo el mundo, fue sometida a un brusco y primitivo tratamiento de choque que alcanzó su punto crucial en el año 2001. En este curso negativo vinieron a sumarse los efectos del aumento de la tensión mundial creada por el nuevo clima internacional y la entrada en escena de un gobierno de derecha en Estados Unidos. Una derecha profundamente arcaica, profundamente ideológica, anclada en principios doctrinarios rígidos que se combinan con intereses económicos colosales. En este nuevo ambiente, marcado por la pérdida de ritmo del crecimiento y luego por la amenaza de recesión, vuelve el fantasma del desempleo y se refuerzan los sentimientos proteccionistas en contra de las importaciones de los países de más bajos salarios. Se refuerzan también los prejuicios en contra de los inmigrantes, que vendrían a competir por empleos en disminución. Este nuevo clima de intolerancia y miedo favorece la victoria electoral de corrientes de inspiración fascista que han ganado las elecciones en Austria e Italia y se extienden a Dinamarca, Portugal e incluso Francia, países donde la derecha tradicional conserva su fuerza y sustituye la aventura fascista que crece en los demás países. De todos modos, la vacilación de los gobiernos socialdemócratas y socialistas en abandonar los caminos neoliberales los debilita. Esta es la salsa en la que se cocina un nuevo retroceso ideológico en el plano mundial, que cambia el neoliberalismo exacerbado por una mezcla de principios conservadores y fantasías fascistas o populistas de derecha, que tiene en Berlusconi su más refinada manifestación. Es en este ambiente lleno de malos signos para la paz interior de los países que se inscriben los actos terroristas cometidos en territorio norteamericano el 11 de septiembre de 2001. Esta concepción tan brutal del terror como instrumento privilegiado de la implantación de un clima contrario a una potencia tan cuidadosa de su poder tiene su origen en el pensamiento de derecha, aún cuando pueda estar al servicio de pueblos sometidos a la explotación y a la humillación secular.
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El gobierno republicano, lleno de prejuicios étnicos y religiosos, se encontró con que los autores del atentado y sus protectores estaban entre los mismos irracionalistas a quienes ayudó y estimuló hasta hace muy poco tiempo. Al contrario de lo que parecían pensar algunos sectores que se consideran de izquierda, no se puede comparar a los Talibán o Al Qaeda con fuerzas de profunda raíz social y nacional como los Vietcongs, nacidos en los campos y ciudades vietnamitas. Los Talibán fueron un producto artificial creado por el dinero de amplios sectores de Arabia Saudita y de la inteligencia norteamericana. Forman parte de la misma horneada preparada en los años ‘80 por las guerras de baja intensidad concebidas por los seguidores de Reagan y Thatcher. Acordémonos de los combatientes de estas guerras: los «contras» en Nicaragua, para derrumbar el gobierno sandinista; Pol Pot y el Khmer Rouge en Camboya para detener la unidad de la antigua Indochina bajo liderazgo vietnamita; los Talibán para oponerse a la invasión soviética al Afganistán, ahora en favor de la Alianza del Norte; el apoyo a Saddam Hussein en contra del Irán fundamentalista y otros casos similares. En África se exacerbaron las luchas intertribales, en Yugoslavia las confrontaciones interétnicas. Al lado de estas acciones de guerrilla o guerras abiertas entre facciones y naciones, se realizaron acciones militares en contra de enemigos débiles que permitiesen reimplantar el orgullo militar perdido en la derrota en la guerra del Vietnam. Se escogieron adversarios pequeños como Granada y Panamá. En este último país instalaron a un agente de la CIA, de quien luego desdonfiaron. Integran la lista de ex agentes reconocidos Noriega, Saddam Hussein, Montesinos, Bin Laden. Guerras interminables... que buscan mantener encendida la llama del peligro no muy bien definido que justifique una política militarista en un mundo sin enemigos nacionales importantes. Guerras que tienen por objeto establecer el terror que paralice a los adversarios frente a la potencia aplastante de Estados Unidos. Es en este contexto que se sitúa también la guerra en contra del Irak. Pero queda el residuo que no se puede negar. Los Estados Unidos no son invulnerables. Así como la Roma imbatible, este Imperio colosal abrió sus entrañas a sus subordinados rebeldes. Recordemos que la imagen del Imperio Romano fue usada masivamente en el período Kennedy, sobre todo en el cine. El año 2001 nos presentó también los estertores de las políticas de ajuste estructural y del Consenso de Washington en Argentina. Tal como fue previsto miles de veces, estas políticas llevaron a impasses colosales. Con discípulos tan incondicionales como la oligarquía argentina, se puede demostrar más claramente hacia dónde conducen estos planes de un mundo regido por un pretendido libre mercado, por la falsa disciplina monetaria y cambiaria. Mientras se privilegien los objetivos financieros por sobre los objetivos sociales, se preparará un mundo de miseria y exclusión social creciente. La verdadera crisis argentina no es su crisis financiera. Es su crisis social, ideológica, política y humana. La misma crisis que arruinó a Yugoslavia, que consumió al continente africano, que destruyó los regímenes militaristas en varias partes de América Latina y de Asia, como en Filipinas y en Indonesia.
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Lo más dramático de estas políticas es el horizonte estrecho y limitado a que son llevados los pueblos que son sometidos a ellas. En un mundo marcado por la revolución científico-técnica, por el aumento de la productividad, por la liberación de la humanidad de las tareas más difíciles del trabajo material, sólo se ven restricciones de gastos sociales desviados hacia el pago de intereses y hacia la especulación financiera. Se reciben las estadísticas de aumento de la pobreza, de analfabetismo, de altos índices de mortalidad infantil, de violencia y criminalidad. El nuevo milenio del calendario occidental se inicia con muchas más inquietudes que esperanzas. ¿Aprenderá la humanidad a revertir en su favor las poderosas fuerzas de la tecnología que libera cada vez más ordenada y disciplinadamente?
El plan militar En el plano militar y geopolítico, la doctrina norteamericana del destino manifiesto alcanzó un desarrollo total hacia una justificación del hegemonismo necesario e ilustrado. En febrero de 2002 el presidente George W. Bush produjo un conjunto de declaraciones presidenciales que reunió bajo el título general de «La Estrategia Nacional de los Estados Unidos de América». Este documento es una expresión impresionante de un nuevo fundamentalismo que amenaza gravemente el futuro de la humanidad si tomamos en consideración el poder económico y militar que manejan aquellos que lo formularon. Más grave aún es constatar que estas ideas logran enraizarse profundamente en una sociedad que apoya las propuestas del presidente después del atentado del 11 de septiembre de 2001. El eje de esta doctrina está seguramente en la identificación de los Estados Unidos con los valores fundamentales de «salvadores de la humanidad» que están expresados en gran parte del documento, pero especialmente en la siguiente afirmación: «La estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos se basa en un internacionalismo americano distinto que refleja la unión de nuestros valores y nuestros intereses nacionales. El objetivo de esta estrategia es ayudar a crear un mundo no solamente justo sino también mejor. Nuestras metas en el camino del progreso son claras: libertad política y económica, relaciones pacíficas con los otros Estados y respecto a la dignidad humana. Y este camino no es sólo americano, está abierto para todos». Entre estos valores universales que se encarnan en los Estados Unidos están el libre comercio y la propiedad privada. De esta manera se establece una relación perversa entre el mundo y los Estados Unidos, ya que esta nación es la portadora de los ideales universales y sus empresarios son la punta de lanza de éstos: cualquier restricción a estos ideales o cualquier restricción a los intereses norteamericanos y a los de los representantes de la libre iniciativa son la misma cosa. «La América debe defender firmemente las no-negociables demandas de dignidad humana: el imperio de la ley; los límites al poder absoluto del Estado; la libertad de palabra; la libertad de trabajo; la justicia equitativa; el respecto por la mujer, la tolerancia religiosa y étnica e el respeto a la propiedad privada», afirmó el presidente Bush en su discurso del 1ro de junio de 2002 en West Point.
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Vean bien los lectores. Estos principios se defienden en una Academia Militar como parte de la definición de una estrategia militar. Ello quiere decir que si algún gobierno se rehusa a implantarlos, es pasible de una acción militar. Claro que estas declaraciones no pueden corresponder a la realidad por una razón muy fundamental: el mundo real está formado por múltiples civilizaciones y culturas que podrán evolucionar hacia una civilización planetaria, pero desde su propia realidad cultural y de sus propios valores. Es muy difícil creer que una sola nación concentrará el marco valorativo e institucional que dirigirá a toda la humanidad. Todos sabemos que los principales aliados de Estados Unidos en el Oriente Medio, empezando por Arabia Saudita y Kuwait, no aceptan estos principios, no son estados laicos sino musulmanes, y por lo tanto tienen sus concepciones propias sobre el rol de la mujer, sobre la noción de justicia, sobre la propiedad privada, sobre el poder del Estado, etc. Sabemos también que la guerra en contra del gobierno Talibán, implantado en Afganistán a partir de la imposición norteamericana, fue conducida desde un régimen militar en Pakistán, que llegó al poder a través del derrumbe del régimen institucional de la Sra. Butho, cuyo padre también fue derrocado del gobierno al que fuera libremente elegido, por golpes militares sucesivos apoyados por los Estados Unidos. Sabemos también que el desarrollo del terrorismo y del fundamentalismo en el Oriente Medio fue más que apoyado por los servicios de inteligencia norteamericanos. Basta ver ahora quiénes son los enemigos fundamentalistas de Estados Unidos para percibir el rol protagónico de la CIA en el entrenamiento y preparación del terrorismo fundamentalista que se ejerció originalmente en contra de los invasores rusos del Afganistán, de los nacionalistas árabes y de los demócratas de la región. Basta hacer la lista de los buscados del momento actual. Los dos protagonistas más importantes, Bin Laden y Saddam Hussein, fueron formados, entrenados y apoyados por la CIA para convertirse en dirigentes políticos importantes en la región. Lo mismo pasó con los jóvenes talibanes, formados y alimentados por el apoyo de la CIA y de varios gobiernos occidentales. No será diferente el record de violaciones de los principios éticos considerados intrínsecos al Estado norteamericano si nos desplazamos hacia otras regiones del mundo. En el momento actual aumentan las informaciones comprobatorias de la intervención, apoyo y articulación de los servicios de inteligencia e incluso de las embajadas norteamericanas en favor de los golpes militares en América Latina, así como su rol de instructor de las prácticas de tortura y de los arreglos del terrorismo de Estado como la Operación Cóndor. Es aún más grave la revelación de la complicidad del secretario de estado Henry Kissinger con las acciones terroristas cometidas en el propio territorio norteamericano, como en el caso del atentado que causó la muerte del ex ministro de relaciones exteriores de Allende, Orlando Letelier. ¿Cómo llenar el abismo entre la peligrosa doctrina que fundamenta las acciones militares con principios éticos, asociados a Estados y agentes económicos, y la realidad basada en hechos totalmente opuestos a los principios invocados? Esto
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resulta en una disfunción moral y ética extremamente disruptiva. Estamos en el campo de la ausencia total de principios para orientar las relaciones internacionales. En su discurso de junio de 2002 pronunciado en West Point, el presidente Bush refuerza sus preocupaciones no solo con el terrorismo (que pasa a constituirse en un enemigo prioritario, que «no puede justificarse por ninguna razón) sino sobre todo por su posible articulación con la alta tecnología. Según él: «El peligro más grave para la libertad está en la encrucijada entre el radicalismo y la tecnología. Cuando la difusión de las armas químicas, biológicas y nucleares, en conjunto con la tecnología de la balística de mísiles, ocurre, incluso los estados frágiles y los pequeños grupos pueden alcanzar un poder catastrófico para atacar las grandes naciones. Nuestros enemigos han declarado tener esta intención, y fueron descubiertos buscando estas armas terribles. Quieren la capacidad de nos chantajear o de herirnos a nosotros o a nuestros amigos. Nosotros nos opondremos a ello con todo nuestro poder». ¿Cómo podemos creer en estas afirmaciones cuando el gobierno del Pakistán, fruto del golpe militar y claramente contrario a los derechos humanos, dispone de la bomba nuclear y es ayudado militarmente por los Estados Unidos, que lo convierte en una contraparte privilegiada en el Asia Occidental, al mismo tiempo que promueve acciones terroristas en India sin que EE. UU. tome medidas serias para evitarlo? Sabemos también que operan en el territorio de Estados Unidos los más diversos grupos de terroristas, que tienen acceso a armas ultra sofisticadas cuyo derecho de libre venta es defendido ardorosamente por el partido republicano del presidente Bush. Entre estos grupos tienen un status especial por sus vínculos con la inteligencia norteamericana los grupos anticastristas que operan acciones terroristas a partir de territorio norteamericano. No nos olvidemos de las operaciones hoy plenamente documentadas que el gobierno de Reagan (y de Bush padre) realizó en favor de los guerrilleros «contras» para minar a los sandinistas en Nicaragua, involucrando en las mismas a varios gobiernos de América Central. No parece tampoco ser una negación radical del terrorismo el apoyo prestado al Khmer Rojo, que mantuvo la representación oficial de Laos en las Naciones Unidas después de que su gobierno cayó por la acción de las tropas vietnamitas. No es éste el lugar para hacer desfilar las expresiones de estas contradicciones entre los principios enunciados y la práctica de la política externa de Norteamérica. Sería más tranquilizador para el resto del mundo si una visión más pragmática y menos fundamentalista orientara los principios de la geopolítica norteamericana. La afirmación del principio de la tolerancia entre las civilizaciones distintas podría sustituir el principio de la autonomía de las naciones que Wilson puso en vigor en la Liga de las Naciones en el final de la Primera Guerra Mundial y que ahora se abandona sin pena ni gloria, sobre todo en la invasión del Irak. Esto podría justificar más abiertamente la complicidad con los enemigos de los derechos humanos y con estados de filosofía diferente a la de EE.UU. en relación a varios aspectos. Ello dificultaría también las justificaciones inaceptables para la defensa de intereses estrictos y locales en nombre de principios éticos universales. Haría más claros
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por ejemplo los intereses en llevar adelante una guerra en contra de Irak en el mayor centro petrolero del mundo, en vez de recorrer a falsos argumentos y pretensiones. Esto no cambiaría tan dramáticamente las contradicciones entre los intereses de un poder hegemónico que busca defender sus condiciones de dominación, pero permitiría mayor transparencia en las relaciones internacionales. En los términos actuales se hacen casi imposibles el diálogo entre las naciones y la implantación de condiciones de paz y cooperación en el plano internacional.
El crepúsculo del neoliberalismo Los dramáticos acontecimientos de 11 de septiembre han agravado la crisis profunda y radical de las bases del pensamiento neoliberal que había ocupado una posición casi unánime en los medios de expresión y comunicación del oficialismo en el mundo. El llamado pensamiento único nos hizo creer que el libre funcionamiento del mercado llevaría las sociedades a un equilibrio casi perfecto entre las necesidades expresadas en la demanda de las poblaciones y la oferta expresada en la capacidad productiva de cada unidad económica. El libre comercio entre las naciones permitiría la especialización de cada una de ellas en aquellos productos en que tuvieran mayor ventaja comparativa, de manera tal que se tendería hacia una productividad óptima y al máximo de eficiencia económica. Pues bien, el triunfo ideológico del neoliberalismo y la imposición de políticas inspiradas por él en la mayor parte de los países en el mundo llevó a la humanidad a la crisis más profunda de toda su historia. Desde 1987, al desaparecer 1 billón de dólares (un trillçon de dólares en las economías sajonas) de la economía mundial en menos de una semana, la inestabilidad cultivada en los años de hegemonía neoliberal en las administraciones de Reagan y Thatcher explotó, y no fue posible retomar un mínimo de equilibrio cambiario, fiscal y financiero hasta que la devaluación de la moneda dominante -el dólar- se instalara y se iniciara la quiebra del sistema financiero internacional sobredimensionado, creado por la falsa libertad de mercado impuesta en los años ‘70 y ‘80. En realidad, en los ‘70 se había generado una deuda internacional colosal en los países del entonces llamado Tercer Mundo. En los ‘80, mientras se obligaba estos países a pagar los servicios de esa deuda (acrecentada por renegociaciones puramente contables que inflaron de manera colosal su volumen), aparecía la gigantesca deuda norteamericana basada en el financiamiento de masas gigantescas de déficit cambiario y fiscal. La fantástica liquidez que había inundado los países del Tercer Mundo en los ‘70 se desplaza hacia la Tríada Norteamérica-Europa-Japón. La economía mundial aumenta dramáticamente su desequilibrio. La década de los ‘90s se encargó de volver a poner en parte las cosas en su lugar. Pero este ajuste ha sido bastante penoso. Estados Unidos es el país que menos sufrió. Librado del déficit cambiario con la devaluación del dólar y del déficit fiscal con la baja del servicio de la deuda pública, como consecuencia del desplome de las
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tasas de interés y de la rebaja de los gastos militares, Estados Unidos pudo retomar el crecimiento económico de manera excepcional. Europa (particularmente Alemania) se aprovechó de su superávit comercial para valorizar sus monedas y crear una moneda regional que ayudara a consolidar un desarrollo regional sostenido que empezó a manifestarse en la segunda mitad de los ‘90. Japón fue el más afectado por los cambios. Frente a la devaluación del dólar vio caer radicalmente su superávit comercial y la colosal liquidez que le había favorecido hasta 1992. La baja de crecimiento y la pérdida de competitividad, para un país cuyo dinamismo económico se fundara en buena medida en la penetración masiva en el mercado norteamericano, significaron una crisis de largo plazo de la cual no ha logrado salir hasta hoy. Japón inició de hecho una integración con los mercados del extremo asiático abandonando su convicción de que podría comandar un proceso de globalización de dimensiones planetarias. Sus inversiones se hicieron cada vez más regionales, y se vio en la necesidad de compartir con China la perspectiva de una economía regional cada vez más poderosa pero no necesariamente hegemonizada por Japón. En EE.UU., Europa y Japón eran abandonados los caminos neoliberales. Mientras el discurso económico continuaba siendo neoliberal, las políticas económicas e industriales tomaban caminos cada vez más estatizantes y proteccionistas. En el plano social se buscaba imponer las políticas de flexibilización del trabajo que eran únicamente una rebaja de los niveles salariales con la cual se buscaba un aumento de las tasas de explotación de los trabajadores, se intensificaba el trabajo y se intentaba restablecer altas tasas de ganancia. Como lo hemos destacado varias veces, el retorno al crecimiento económico en Estados Unidos y Europa fue creando las condiciones para una mayor combatividad de los trabajadores, menos amenazados por el desempleo. Las huelgas de los trabajadores franceses en 1996 llevaron de vuelta al poder a los socialistas que hicieron una autocrítica de su abandono de la lucha por el pleno empleo, convencidos como estaban por los neoliberales de la imposibilidad de una política de crecimiento económico inducido. En Inglaterra, la tercera vía de Tony Blair parecía abrir el camino para la conjunción de e la economía «eficiente» del mercado y las correcciones sociales de la socialdemocracia. Sin embargo, el pueblo de Londres prefirió seguir a Levingston, el alcalde rebelde que se apartó del partido laborista, y lo eligió en Londres en contra de la política de privatizaciones del metro propuesta por Blair y su candidato. En Alemania, los trabajadores derrumbaron los intentos de restricción de los derechos de los trabajadores propuestos por Kohl e hicieron triunfar la coalición socialdemócrata-verde. Cuando Schroeder apartó de su gobierno a su ministro de Economía de orientación anti-neoliberal y quiso imponer un plan económico similar al que intentara Kohl, fue amenazado por sus propio partido y tuvo que abandonar sus pretensiones pro-patronales.
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En todas estas oportunidades, las grandes mayorías sociales se rehusaron electoralmente, mediante huelgas o en otras formas a las propuestas neoliberales, y pusieron en la agenda de las políticas económicas de sus países las medidas progresistas que permitan retomar el crecimiento económico y el pleno empleo: Reducción de la jornada de trabajo. Baja de las tasas de interés. Políticas de industrialización y de revaloración de los recursos humanos. Especial énfasis en la educación y en el nivel de vida de los trabajadores como instrumentos de competitividad y de dotación de sentido a la actividad económica. Recuperación de la previsión social, conquista amenazada por cálculos contables que ignoran el aumento colosal de la productividad, facilitando que con cada vez menos trabajadores activos sea posible sostener cada vez más trabajadores jubilados. Este nuevo programa, que se extiende al plano internacional con la exigencia de la generalización de las mejores condiciones de trabajo y salarios hacia todo el planeta, eliminando la tendencia a la caída de los niveles salariales por la acción de la mano de obra barata propia de los países del Tercer Mundo, que además representan una amenaza al empleo de los trabajadores de los países desarrollados. Todo esto es potenciado por la madurez de la conciencia ambientalista, que se esfuerza por subordinar el crecimiento económico a los objetivos del desarrollo sostenible, que garantice a las próximas generaciones el desarrollo humano. Esta nueva agenda de paz y desarrollo fue en parte desequilibrada por los acontecimientos del 11 de septiembre, que fueron utilizados por el gobierno de Bush para justificar un plan de desplazamiento de tropas para las zonas petroleras del Oriente Medio y las reservas de gas del norte de Asia. Pero al mismo tiempo, las necesidades de la intervención geopolítica y la exposición al mundo de los peligros de una economía de libre mercado, mientras la humanidad no se organiza como un sistema de planeamiento mundial, quedaron claras cuando se constató la debilidad de un sistema de seguridad inspirado fundamentalmente en la fuerza. No son pocas las voces que se levantan en el momento actual para afirmar que no es posible garantizar la seguridad de Estados Unidos si no hay una solución planetaria para los problemas de la miseria y la pobreza. Nada de esto asegura un nuevo camino en las relaciones internacionales, pero apunta hacia él. Cabe a las personas de buena voluntad trabajar para crear la conciencia de esta necesidad. Se ha reforzado la idea fundamental de que hay que superar un enfoque económico, una manera de pensar el mundo y la sociedad que se encuentra sintetizada en el pensamiento económico único de carácter neoliberal. Hay que superar sobre todo la falsa noción de la naturaleza humana que está por detrás de las fórmulas aparentemente técnicas y científicas del pensamiento económico conservador contemporáneo. Mientras se crea que el hombre es un ser individualista que busca su felicidad a través de la maximización de sus bienes y de la atención de sus necesidades posesivas, no podremos concebir una sociedad mundial en la cual se impongan los principios de la paz y de la convivencia pacífica entre los hombres. La competencia,
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tan elogiada por el neoliberalismo como fuente de eficiencia y eficacia, debe y puede ser substituida por valores más sólidos de solidaridad, de resolución de los problemas de la humanidad, de garantía de un alto nivel de vida, de una calidad acorde a la condición humana.
Tragedia y razón La tragedia no suele ser buena consejera; provoca en realidad una reafirmación de valores, intenciones y aspiraciones preexistentes. Los agentes sociales tratan de explicarlas a través de sus concepciones anteriores para reafirmar la defensa de sus intereses y de su posición en la sociedad. Se trata de fuerzas colosales que continúan su acción, ya sea para la victoria o para la derrota. Véase lo que pasa hoy en función de los terribles acontecimientos que se sucedieron en los Estados Unidos. Nadie revisó sus posiciones. Por el contrario, los republicanos incrementaron su belicismo, aprovechando los acontecimientos para ampliar los gastos militares y las acciones de inteligencia, con el fin de restaurar el poder imperial norteamericano. Los liberales demócratas aumentan sus angustias frente a esta evolución incontestable de la derecha republicana y tratan de obligar al gobierno a un pacto con la oposición. Refuerzan el contenido de consenso obligatorio en una situación de emergencia nacional, intentan asegurar los derechos individuales bajo una fuerte ofensiva de los baluartes de la derecha, tratando de contener las consignas militaristas e irracionalistas que avanzan aprovechando el clima de odio y emoción chauvinista generado por el orgullo nacional pisoteado. En el plano económico vemos reacciones similares. Los conservadores quieren garantizar el control sobre los acontecimientos conteniendo las variables macroeconómicas. Como hemos visto en varias oportunidades, fueron ellos los que contuvieron el crecimiento económico norteamericano, provocando el aumento de las tasas de interés para derrumbar la inexistente «amenaza inflacionaria» y los «peligros» del pleno empleo. Frente a la amenaza de una recesión (profundizada debido a los efectos inmediatos de la tragedia del World Trade Center y del Pentágono) que perjudicaba a amplios sectores económicos, los conservadores se veían obligados a retroceder en su política de contención del crecimiento y aceptaban la necesidad de bajar las tasas de interés. Con este objetivo, Alan Greenspan, el presidente de la Federal Reserve, ya estaba en Europa cuando sucedieron los actos terroristas, en la búsqueda de un consenso en el sentido de una rebaja común de las tasas de interés para evitar una fuga de capitales de Estados Unidos. La verdad es que hay una contradicción de intereses económicos importante entre el aumento de las tasas de interés (que favorece al capital especulativo) y su baja (que provoca un desplazamiento de los capitales hacia las inversiones bursátiles, reforzando en consecuencia el sistema empresarial y las inversiones productivas).
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El capital financiero especulativo tiene el control del sistema capitalista en su conjunto y ha aumentado su poder en los últimos treinta años de hegemonía del llamado pensamiento único de carácter neoliberal. La administración Clinton había iniciado un cambio de orientación de política económica a favor del sistema empresarial volcado hacia la innovación tecnológica y la información, buscando bajas tasas de interés y favoreciendo la valorización de las empresas en las bolsas de valores, luego sobrevaluadas por el desplazamiento del capital especulativo hacia las mismas. La reanudación de una ofensiva del capital financiero tuvo su expresión en las medidas de contención del crecimiento y la elevación artificial de las tasas de interés, provocando el desastre de la economía mundial en curso. La agudización de la crisis abierta por los acontecimientos del 11 de septiembre pone al capital financiero a la defensiva. Nadie podrá defender, en un momento tan dramático, medidas de profundización de la crisis. Parece que los factores que promueven la reanudación de las inversiones ganan dinamismo en una coyuntura como ésta. De inmediato, las insanas pretensiones de Bush de utilizar los excedentes presupuestarios para disminuir los impuestos y devolver poder de compra a una población caracterizada por el exceso de consumo están liquidadas. Frente a la gravedad de la crisis, el Congreso votó el establecimiento de 40 mil millones de dólares (equivalente a la mitad del excedente presupuestario) para los fines de reconstrucción, de salvación y de defensa. Se votaron otros 15 mil millones de dólares para la asistencia a las empresas aéreas. Asimismo, los conservadores y los intereses económicos no perdieron la oportunidad para poner los fondos de la previsión social de los funcionarios públicos a disposición de la intervención gubernamental para enfrentar la crisis. Hace mucho que quieren utilizar esos fondos, que si bien tienen protección legal son susceptibles de ser liberados por acuerdo de la Corte Suprema, que finalmente encuentra razones para hacerlo. Como se ve, las emergencias resuelven cuestiones que se quedaban en el plano de la presión velada y se convierten en realidad. Pero todo esto funciona en la dirección de medidas anticíclicas de inspiración keynesiana. Paul Krugman ya alertó a sus lectores en este sentido. Se liberan las puertas para medidas favorables a la inversión y al aumento de los gastos públicos: reconstrucción urbana, gastos militares, apoyo al consumo. Pero sobre todo, disminución incondicional de las tasas de interés. Todos sabemos que en una coyuntura de recuperación económica se hace necesario caminar incluso hacia unas tasas de interés negativas, como forma de apropiación por el sistema empresarial y hacia el sector productivo de los excedentes financieros generados en los períodos de caída del crecimiento y aumento de la especulación financiera, que caracterizan las fases depresivas de los ciclos largos. Como sabemos, éste es un período de devaluación de activos, sobre todo los financieros, y aquí nos aproximamos a otro efecto económico de la coyuntura. Nadie debe ilusionarse con las declaraciones ruidosas y las movilizaciones de tropas. No hay duda de que los acontecimientos del 11 de septiembre ponen en cues-
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tión la hegemonía incontestable de Estados Unidos y precipitan aún más la tendencia depresiva del dólar. Porque el dólar es el refugio más importante de los activos mundiales. Todos los países ponen, o ponían, antes del euro, sus reservas en dólares; y buena parte de las familias y las empresas también. Una devaluación del dólar corresponde a una devaluación general de los activos mundiales. Al mismo tiempo favorece una transferencia creciente de los ahorros hacia el oro, las commodities y las monedas competitivas, entre las cuales se destaca el euro, en valorización junto con el yen. Claro que esta situación favorecería la reanudación de las exportaciones norteamericanas, y debería disminuir el terrible déficit comercial norteamericano y abrir camino hacia una recuperación del crecimiento económico en bases más sanas. Ocurre sin embargo que hay poderosos intereses internacionales en contra de esta tendencia. Se trata de una clara contradicción entre las funciones de la moneda dominante mundial, el dólar, como moneda o medio de intercambio, y su función como fuente de atesoramiento, como forma preferencial de expresión de los activos mundiales. Esto se refleja muy fuertemente dentro de Estados Unidos entre los sectores interesados en el aumento de las exportaciones y en la competitividad del país como productor, y los sectores ligados a la especulación con el dólar como moneda sobrevaluada. Ocurre sin embargo que el déficit de la balanza comercial norteamericana ha llegado a niveles insostenibles, que amenazaban necesariamente la cotización del dólar frente a otras monedas de países con alto poder competitivo. La crisis generada por la ofensiva terrorista crea dudas aún más fuertes sobre el verdadero valor del dólar. El precio del oro es la primera expresión de estas dudas. La devaluación del dólar es otra manifestación del mismo fenómeno. Está claro que la tendencia a la devaluación debe acentuarse, y no hay cómo contrarrestar esta tendencia hasta que EE.UU. logre disminuir fuertemente el déficit comercial. Las demostraciones de poder militar no ayudan en tal coyuntura. Se trata de más gastos de dólares en el exterior, a no ser que los aliados se dispongan a financiar la guerra en contra del terrorismo como lo hicieron en 1989. En la presente coyuntura de amenaza de recesión, parece poco probable que la solidaridad llegue a estos términos. A fin de cuentas, un ataque terrorista –por más masivo que haya sido- no representa una amenaza clara para los demás países. Al contrario, un apoyo demasiado evidente a EE. UU. podría atraer el terrorismo hacia el interior de estos países. Pareciera que ningún país querrá comprometerse en asumir los gastos de una guerra, además de no querer que se desplace contra sus poblaciones. Por otra parte, vivimos una coyuntura de escasez de liquidez. Parece claro pues que la crisis resultante de los lamentables hechos que ensangrentaron Nueva York y Washington acentuó tendencias que ya se presentaban en la economía mundial. En esencia, se trató de las medidas que favorecieron una recuperación de la economía mundial, a pesar de sus efectos restringidos en la medida que la
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amenaza de nuevas aventuras bélicas norteamericanas incita al aumento del precio del petróleo y apunta hacia un aumento del déficit fiscal norteamericano. Una nueva baja en la tasa de interés en Europa y EE.UU., ya que en Japón ella se encuentra negativa, es la medida crucial y más importante, pues la crisis internacional devino de un aumento artificial e injustificable de las tasas de interés. Sin embargo, tanto el Banco de la Reserva Federal de EE.UU. como el Banco Central europeo han reducido tan exiguamente sus tasas de interés que no ayudaron suficientemente a la recuperación. En segundo lugar está la reanudación de los gastos públicos frente a la aparición de superávit fiscales en los años 2000-2001. Esto deberá disuadir las pretensiones de los conservadores de liquidar el superávit fiscal de EE.UU. a través de la baja de los impuestos a los consumidores (sin discriminación de la concentración de renta). A pesar de las resistencias que señalamos, están cuestionadas estas altas tasas de interés, que obligan a los estados a gastar sus excedentes en pagos de intereses por sus deudas, transfiriendo hacia el sector de propietarios de bienes y hacia los especuladores los recursos presupuestarios. En tercer lugar, la baja del dólar permitirá, a mediano plazo, un mejor equilibrio de la balanza comercial norteamericana, y provocará una devaluación masiva de activos financieros, de inmuebles, de divisas y de reservas. Esta devaluación funcionará también en favor de los activos productivos, de las empresas y de las bolsas de acciones. Es decir, una fuga hacia la actividad productiva o una recuperación económica generalizada.
Guerra e información La baja de la tasa de ganancia en 2001, y la brutal suba de la tasa de interés promovida por el Federal Reserve Bank, produjeron una tendencia a la caída de las bolsas de acciones en todo el mundo. Sin embargo, la recuperación de las mismas ha sido tan rápida que casi volvimos a los niveles anteriores a la crisis en 2002. Mientras tanto la amenaza de una recesión mundial como consecuencia de estas medidas consolidó las tendencias a abandonar radicalmente los principios neoliberales y a retomar las políticas anticíclicas, particularmente la baja de las tasas de interés y el aumento de los gastos públicos. El propio presidente George W. Bush, que pretendía bajar los impuestos, se vio obligado a ampliar seriamente los gastos públicos. Asimismo se fortalecieron las coaliciones de fuerzas en contra de la hegemonía del sector financiero, con especial énfasis en la crisis de éste, golpeado por fuertes desvalorizaciones de los activos en todo el mundo. Japón ha sido el último bastión en que ha logrado resistir el sector financiero, superdimensionado en la década del ’80 y caracterizado por una extrema liquidez, generada por los excedentes en dólares provenientes de los superávits comerciales, obtenidos sobre todo con los EE.UU. En el momento actual se intenta una fuerte reestructuración del sistema financiero japonés que se había fortalecido debido al apoyo del Estado, el cual se transformó en deudor para apoyar el enriquecimiento de los bancos.
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En el mundo de las economías emergentes se ve una acentuación de la crisis, sobre todo en América Latina, que ha sido la zona más ortodoxa en la aplicación de las medidas estabilizadoras del Fondo Monetario Internacional. Esta región ha sido víctima de una brutal contradicción entre la voluntad de sus pueblos, expresada en las urnas a través de sucesivas derrotas electorales de los candidatos en favor de las políticas recesivas, y las administraciones elegidas, que terminaron entrando en choque con los principios que han propuesto a sus electores. Véase el caso de Argentina, inmersa en una colosal crisis después de haber adoptado políticas altamente elogiadas por el FMI. El ministro de Economía de la ortodoxia se presenta en las elecciones, y su partido no alcanza ni el 1,5% de los votos. Sin embargo, el señor Cavallo continuó en el gobierno poniendo en práctica una política rechazada masivamente por las elecciones. De todas formas, la crisis tan profunda de economías tan elogiadas por el Fondo Monetario Internacional y los inefables servicios de consultoría de negocios internacionales pone en jaque definitivo toda una tendencia tecnocrática (con pretensiones científicas apoyadas por premios Nobel al servicio de ciertos grupos de presión montados en las academias) que se había impuesto sobre las aspiraciones de estos pueblos. Lo que se puede concluir de este rápido análisis es el hecho de que la crisis norteamericana ha permitido acentuar tendencias económicas que se presentaban anteriormente y que lograron revertir políticas aparentemente victoriosas e invencibles. Otro campo en profunda revisión es el geopolítico. Desde el final de la guerra fría se han acentuado cambios radicales en las relaciones entre países, Estados y regiones. Una región clave para el juego geopolítico universal es el Golfo Pérsico, donde se concentra la mayor parte del petróleo del mundo. La guerra del Golfo en 1990 permitió a Estados Unidos concentrar en esa región la mayor masa de recursos militares aéreos y marítimos después del Mediterráneo. Quedaba aún fuera de su control el mar Índico, donde la marina india ejercía una hegemonía incuestionable. La crisis generada por las acciones terroristas del 11 de septiembre en los Estados Unidos trajo una excusa muy clara para concentrar en esta región un poder militar inimaginable sin un acontecimiento de esta dimensión. Sea o no el grupo terrorista dirigido por Bin Laden el responsable por las acciones terroristas del 11 de septiembre que impactaron a toda la humanidad, hay fuertes intereses en ocupar geopolíticamente la región de Asia Occidental, y los hechos coyunturales sirven a tendencias presentes anteriormente. Se puede decir por lo tanto que Estados Unidos logró una importante victoria diplomática y militar al desplazar para la región una masa tan impresionante de poder de fuego. No está claro, sin embargo, el efecto político de esta operación colosal. Parece claro que los norteamericanos se ven en una difícil situación política en la región. Después de haber apostado por décadas al crecimiento de corrientes fundamentalistas, para oponerse a la URSS en el Afganistán y a los gobiernos laicos de inspiración socialista en India, Argelia, Egipto, Siria y otros países, ellos ven estas
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fuerzas volcarse en contra de Estados Unidos e incluso de la realeza de Arabia Saudita, que había inspirado y apoyado financieramente gran parte de estos movimientos. Entrenadas por la CIA y modernizadas en sus técnicas de terrorismo, estas organizaciones se transforman en una amenaza para los Estados Unidos, incluso para los gobiernos republicanos que habían apoyado tan entusiastamente a estos «héroes de la libertad». Recordemos que Bin Laden ha inspirado el personaje coadyuvante principal de Rambo II y ha sido elogiado abiertamente en toda la prensa mundial de los años ’80. Esto quizás se deba a la actitud tomada por la administración Bush hijo en la cuestión palestina, a las aprehensiones del gobierno norteamericano frente a las conspiraciones en contra de la dinastía de Arabia Saudita, o simplemente al crecimiento impresionante de las organizaciones fundamentalistas en la región, que está acompañado de fuertes sentimientos anti-norteamericanos. O quizás este antiamericanismo tenga que ver con el peligro de un fortalecimiento de tendencias tan radicales en Pakistán, país que dispone de poder nuclear en expansión y que no aceptó los intentos norteamericanos de contenerlo. Si consideramos que a su lado el otro poder nuclear, la India, está en manos de corrientes nacionalistas enfrentadas a Pakistán, y que se hace muy difícil lograr una paralización de la carrera nuclear en la región, parece claro que el apoyo a las corrientes fundamentalistas ha sido un juego extremadamente arriesgado, cuyos frutos negativos se empiezan a recoger ahora. En todo esto hay algo parecido a la acción de la inteligencia y de los gobiernos norteamericanos en América Latina al apoyar a los gobiernos militares de la región entrenándolos en los principios de la contrainsurgencia y las técnicas terroristas, en las prácticas de tortura y otras acciones que hoy son bastante conocidas por las revelaciones de los documentos de la CIA del periodo. Después de algún tiempo los actos terroristas se desplazaron hacia Estados Unidos, como en la operación en contra de Orlando Letelier que mató también a una joven norteamericana. Hasta hoy el principal responsable de esta y otras acciones similares, el general Pinochet, no ha sido debidamente punido a pesar de las evidencias disponibles en los tribunales chilenos y de varios países. Lo mismo podemos decir de los activistas anti-cubanos en Miami que se dedican a acciones terroristas hace treinta años con el apoyo del gobierno norteamericano y con una impunidad legal defendida por la justicia norteamericana. Todos sabemos del apoyo de los católicos norteamericanos al IRA, y conocemos el apoyo oficial del gobierno Reagan a los «contras» en Nicaragua y a las dictaduras militares de toda la región. Es aún peor el apoyo de Reagan a los Kmer Rojos en Camboya después de haber asesinado en masa a su pueblo. Las FARC y el ELN son considerados como organizaciones guerrilleras en Colombia, mientras los violentos grupos paramilitares de extrema derecha quedan excluidos de la lista de organizaciones terroristas. Esta conducta hace muy difícil derrotar al terrorismo como práctica política generalizada en el mundo. Aún cuando sus acciones causan los efectos que vimos en Nueva York y Washington, no se demuestra una voluntad radical y definitiva de abandonar tales prácticas en contra de los adversarios del gobierno norteamericano.
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La misma actitud queda clara cuando se acepta la idea de que no importa la pérdida de vidas inocentes en los países enemigos de Estados Unidos, porque estas muertes no fueron deseadas, sino solamente calculadas. Parece necesario pasar a un nivel más alto de civilización. No se puede considerar ilegítimo el terror enemigo y legítimo el terror propio. La humanidad ha alcanzado una integración planetaria que ya no permite estas duplicidades éticas y morales; tiene que desarrollar una ética realmente universal que respete las diferencias, siempre que no se oponga al principio de la preservación y desarrollo de la vida humana. Las civilizaciones, las religiones nacidas en condiciones locales específicas, se abren a un universalismo que encuentra un ejemplo fundamental en el ecumenismo cristiano, que se ha desarrollado hacia todas las formas religiosas y de civilizaciones. En este contexto parace muy claro el peligro que representa trabar uno de los más importantes avances de la civilización occidental: la libertad de prensa. Lo peor es que se justifican esas medidas restrictivas como defensa de la civilización, igual que se promovieron golpes en pro de la democracia, presuntamente amenazada por los enemigos creados durante la guerra fría. Todo indica que Estados Unidos está perdiendo la guerra de la opinión pública internacional, y ello se debe en buena medida a este intento de monitorear abiertamente los medios de comunicación, cuando el mundo árabe puede mantener una estación de televisión respetada por todas las partes en conflicto. Es claro también que el pánico generalizado y la confusión entre el terrorismo y la religión mahometana, que se transforma en prejuicios incontrolables, favorecen la ampliación de una brecha creciente entre los musulmanes y la civilización occidental. Brecha incrementada por el desprecio hacia las religiones orientales en general, y que parece fortalecer el espíritu fundamentalista en todas las partes del mundo occidental. Cuando tales visiones y comportamientos culturales son acompañados con un poder de fuego como el que está a disposición de EE.UU, agravado esto por la adhesión de casi todas las naciones de «Occidente» a acciones que llevan a la muerte a centenares de miles y expulsan de sus territorios a millones de personas. No podemos olvidar las consecuencias históricas resultantes del desplazamiento de los refugiados palestinos. Nadie puede creer que estamos generando un ambiente adecuado para la paz mundial. Es absurdo pretender que se alcanzará una legitimidad ideológica y política en un mundo como éste, y los medios de comunicación perderán su poder de influencia cuanto más se identifiquen con la creación y conservación de este mundo caótico e injusto. En la era de la información nos encontramos con una fuerte amenaza global a una de las conquistas más caras de la evolución reciente de la humanidad.
La guerra y la democracia Los acontecimientos de orden planetario que circundan la presente guerra con Irak tienen innegablemente múltiples facetas. La acción unilateral norteamericana
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produjo un stress sobre todos los aspectos de la vida: en lo económico, en lo social, en lo político, en lo ideológico, en lo ético. La vasta bibliografía que se expande por toda la prensa refleja el enorme esfuerzo de los pensadores de todos los campos por entender los acontecimientos y por buscar caminos de intervención sobre los hechos a pesar del sentimiento de impotencia que produce el avance inexorable de las confrontaciones militares. Pero quizás el elemento nuevo más impresionante en este contexto son las manifestaciones populares en contra de la guerra, que no se abaten ante la aparente indiferencia de quienes detentan el poder mundial. En vez de entregarse a la frustración, los jóvenes y viejos militantes aumentan sus energías y su convicción sobre la importancia de manifestarse. Un fenómeno de esta dimensión y profundidad debe tener razones muy radicales que lo explican, y me gustaría intentar aproximarme a la formulación de una teoría sobre la coyuntura actual. Si observamos el hecho de que estas manifestaciones impresionantes se han desarrollado durante los últimos años en oposición a las reuniones de las organizaciones internacionales, lo que indica la existencia de un sentimiento que rebasa el acontecimiento específico de la guerra; si agregamos el hecho de que se extienden por todo el planeta, a pesar de tener sus mayores expresiones en los países centrales del sistema mundial; si vemos que están asociadas a procesos de discusión, investigación y acción política cotidiana que suponen un inmenso aparato institucional, que tiene como fenómeno nuevo las organizaciones no gubernamentales de distintas formas, las cuales incluyen también a los antiguos sectores sindicales y cooperativistas, organizaciones y partidos políticos, y grupos de intelectuales y militantes de las más distintas orígenes; si atendemos el hecho de que este movimiento buscó encontrar un centro de expresión en el Foro Social de Puerto Alegre (Río Grande do Sul, Brasil) que no agota esta búsqueda de coordinación que se desdobla en varios foros locales y regionales; si agregamos los procesos de respuesta armada de nuevo tipo y de antiguas formas que se desarrollaron en los últimos años, sobre todo a partir del fenómeno del zapatismo en México; si notamos la aparición de nuevos movimientos étnicos de expresión continental como el movimiento indígena latinoamericano, que se asocia al fenómeno del zapatismo, con los antecedentes de las guerrillas guatemalteca y otras manifestaciones de explosión indígena locales y regionales, como el caso reciente de Ecuador y de Bolivia… Cuando atendemos la existencia de movimientos de nuevo tipo como el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, o las varias formas de asociaciones de masa que se produjeron en Argentina a partir de la crisis final del gobierno De la Rúa; cuando finalmente asistimos a procesos electorales hacia los cuales se desaguan estos vastos movimientos sociales sin que los gobiernos por ellos generados asuman claramente todas las consecuencias de representar una rebeldía tan significativa, vacilantes en sus políticas económicas y tendiendo a concesiones ante las presiones de las instituciones internacionales tan combatidas por este mismo movimiento; cuando sumamos a todos estos elementos la presencia creciente de los movimientos religiosos, fuera y dentro de las jerarquías eclesiásticas, involucrando las más distintas religiones y las más distintas formas de articulación entre lo religioso y lo político… En fin, cuando sumamos todos estos fenómenos y los enfrentamos a la acción insana del gobierno Bush hijo, comenzamos a configurar un proceso revolucionario
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cuya ideología y objetivos están aún confusos, pero que claramente desean «un otro mundo», como la consigna de Porto Alegre lo identificó. El gobierno Bush es la coronación de una vasta ofensiva contrarrevolucionaria que se inicia en los gobiernos Thatcher y Reagan, en la década de 1980. Los elementos de esta ofensiva estuvieron articulados en torno de lo que se pasó a llamar el neoliberalismo. La doctrina de los ideólogos, economistas y políticos reunidos en torno a las Cumbres de Mont Pellerin desde el final de la II Guerra Mundial. Los unía la oposición a las tesis entonces dominantes, que ponían en jaque al viejo liberalismo económico que se ahogara durante la crisis de 1929, y sus terribles consecuencias sociales y políticas. Trataban de profundizar y radicalizar el enfoque liberal, asumiendo la crítica del Estado de Bienestar, del planeamiento económico social, sin hablar de las experiencias del socialismo soviético y sus áreas de influencia. Para estos ideólogos -disfrazados sobre todo de economistas, por la influencia que ganaron sobre el Premio Nobel de Economía que llegaron a otorgar a su máximo jefe, el señor Friedrick Hayeck- había que retomar los fundamentos del liberalismo del siglo XVIII que reconocía sin ningún pudor la legitimidad del homo economicus como fundamento de la ética y de la vida pública. Se trataba de retomar la imagen del llamado libre mercado como una entidad metafísica capaz de asignar los recursos de acuerdo con la más mezquina racionalidad (entendida como el ajuste económico óptimo de los medios a los fines). Se trató de un proyecto ideológico de gran dimensión, al que se quiso presentar con gran rigor científico, que incorporó doctrinarios como Milton Friedman, con su monetarismo, además de muchos economistas que se llamaron a sí mismos «clásicos», que tomaron por asalto las escuelas de economía de todo el mundo, pero que se vio desmentido por los hechos y por la crítica académica. Muchos considerarán estas palabras muy duras, pero así se trataba a estos señores hasta la década del ’70, cuando el grupo de la Universidad de Chicago, donde se atrincheraron en la pos-guerra, fue llamado a poner en práctica sus ideas en el primer gobierno abiertamente fascista de la posguerra: el del general Pinochet en Chile. La crisis general del capitalismo que se profundizó en la década del ‘70 facilitó el camino para la valorización artificial de la experiencia chilena. El Chile pos-Allende gozaba de ventajas excepcionales: ahí se había realizado la reforma agraria más radical de los años ‘60-‘70, iniciada por los demócrata-cristianos, eliminando una oligarquía latifundista parasitaria que no pudo recomponerse con el régimen militar fascista. Durante el gobierno de Allende se había nacionalizado el cobre por voto unánime del Congreso chileno, y puesto a disposición del Estado chileno más de la mitad de sus recursos cambiarios. Los avances educacionales del período de Frei y Allende profundizaron una vocación histórica de Chile por la educación en sus más diversas manifestaciones. La dictadura militar fascista no pudo detener las fuerzas sociales que habían impulsado estos cambios revolucionarios. Lo que ha conseguido ha sido reorientar estos avances hacia un capitalismo mezquino y utilitarista, que transformó a Chile en una nación de individualistas, dejando de lado a las capas sociales más bajas que habían avanzado hacia el poder durante el período del gobierno de la Unidad Popular.
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El caso chileno, a pesar de la crueldad de los datos sociales y de las mediocres realizaciones económicas del gobierno militar, que cae en 1986 bajo la influencia de la terrible crisis económica que enfrentaba el país, fue presentado como modelo al resto del mundo por la señora Thatcher y por los ideólogos de Reagan. Estaba abierto el camino para que los «magos» de la estabilidad económica alcanzasen el poder en varios países con el apoyo sistemático de los mayores beneficiados de la política económica del monetarismo actualizado. El Fondo Monetario Internacional, otra trinchera del pensamiento monetarista, fue abriendo espacio a los ideólogos neoliberales, y varias universidades los incorporaron a sus departamentos, que buscaron copar ya que traían toda una «teoría» económica, cuyas raíces atrasadas (una vuelta al siglo XVIII, como hemos visto) obligaban a un conjunto de conocimientos cristalizados en manuales, que los nuevos economistas de los países del Tercer Mundo traían de las universidades norteamericanas, donde estudiaban a costa de nuestros limitados contribuyentes. El espíritu crítico y las contribuciones del pensamiento económico latinoamericano fueron puestos de lado, por ejemplo, para abrir camino a «científicos exactos» que sustituían a los economistas antiguos, que pretendían ser «científicos sociales». La profesión de economista ya había sido asaltada por ingenieros con postgrados en economía, que desconocen totalmente que se trata de una ciencia social que representa la complejidad de los fenómenos históricos. Una de las características más claras de esta ideología es el considerar a la ciencia como una aplicación de leyes generales de las cuales se deducen las políticas económicas y sociales. En esta visión positivista arcaica no hay lugar alguno para la democracia. ¿Para qué consultar al pueblo y darle el poder de voto que define el tipo de gobierno que desea, si las políticas económicas son fenómenos técnicos que se deducen de las «teorías» económicas? Creo que ahí está uno de los nudos centrales que ha generado un odio tan generalizado de los pueblos al llamado «neoliberalismo» y a las instituciones internacionales que lo representan. Se trata de una dictadura de los técnicos, evidentemente al servicio de los poderes económicos más fuertes, que les abren los recursos privados y dan origen a una época de corrupción pública y corporativa colosal, como jamás se conociera. La forma más común que ha asumido este modelo de gestión estatal es lo que hemos llamado «golpes de Estado electorales». Se permite que se realicen elecciones relativamente limpias, pero gane quien gane tienen que aplicar las políticas económicas del FMI y de los nuevos y viejos aparatos institucionales internacionales. Casi siempre los nuevos gobiernos se eligen en contra de estas políticas económicas, para adoptarlas cuando ocupan el poder. Y encima hay que aguantar el escarnio de estos ideólogos y de sus publicistas, que afirman siempre: «ellos no tienen alternativas sino aceptar nuestras políticas científicas». Las campañas electorales son el campo de la demagogia y el gobierno es el campo del «realismo». Hemos discutido en varias oportunidades la esencia de estas tesis pretendidamente científicas, y hemos demostrado que lo que se presenta como un plan coherente y «científicamente» deducido de un cuerpo teórico cerrado solo
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son manifestaciones del más descarado oportunismo pragmático al servicio de intereses poco confesables. La verdad es que se percibe lo que está pasando. Han transformado los procesos electorales y la democracia en un espectáculo, una farsa para aquietar a la gente. Este sentimiento es extremadamente fuerte en el momento actual, en el cual vastas mayorías sociales se manifiestan en contra de la guerra de Irak y ven a los políticos ignorar olímpicamente sus manifestaciones. Hay algo podrido en Dinamarca, decía el vate; hay algo podrido en la democracia representativa contemporánea. Tenemos que encontrar una forma de democracia no sólo representativa sino también participativa, donde la voz del pueblo se imponga sobre los burócratas, los tecnócratas y sus patrones.
Antecedentes del ALCA El segundo encuentro Cumbre reunió en Santiago de Chile a los jefes de estado y gobierno de todas las repúblicas de las Américas, excepto Cuba, fue un acontecimiento excepcional. Por primera vez en la historia el ideal panamericano, expreso en la Doctrina Monroe, se tradujo en una reunión de jefes de estado de la región. Hasta entonces las realidades del hemisferio occidental fueron cuestiones de segundo orden que no exigían la presencia de los presidentes y primeros ministros. Los presidentes de América Latina nunca habían se reunido hasta 1990, cuando lo hicieron bajo el concepto del iberoamericanismo. La Europa ibérica, unida a Europa occidental con el apoyo de la Unidad Europea, redescubría sus vínculos con sus viejas colonias. Estados Unidos siempre consideró al latinoamericanismo como una agresión al concepto de panamericanismo, y siempre se opuso a la reunión de los jefes de Estado de la región. Lo máximo que se admitía era el encuentro de los ministros de Relaciones Exteriores y de Economía. ¿Porque EE.UU. reúne la Primera Cumbre de las Américas, dándole continuidad a su proyecto en Santiago de Chile en 1998? Ocurre que en los últimos treinta años América Latina y el Caribe han avanzado cada vez más en el sentido de organizar su voluntad política propia a pesar de la oposición de los Estados Unidos y de la debilidad de sus élites y clases dominantes. Los marcos en este proceso son: la crisis del 1929, que desarticuló los vínculos de las economías de la región con la economía mundial; la Segunda Guerra Mundial, en que Estados Unidos, líder mundial emergente, tuvo que negociar con los países de América Latina su participación en la guerra o su neutralidad (la política de «buena vecindad» de Roosevelt demostraba esta necesidad); en la posguerra, retoma fuertemente el panamericanismo a través de la articulación de la OEA (Organización de los Estados Americanos) y del Acuerdo de Defensa Mutua intentó detener el creciente sentimiento latinoamericanista y anti-imperialista que se aliaba a las concepciones nacional democráticas de los gobiernos y movimientos políticos llamados posteriormente de «populistas». Sin embargo, la idea de la unidad subregional triunfó con la creación de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL). Con su apoyo ideológico y técnico se concibió una integración latinoamericana que Estados Unidos logró reducir a una Asocia-
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ción Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Al mismo tiempo, se proyectó un ambiguo Banco Interamericano de Desarrollo que era más un canal para inversiones estadounidenses en las Américas. Era la época de las revoluciones boliviana y guatemalteca, debidamente neutralizada una y militarmente destruida la otra; de los golpes de Estado en contra de Vargas y de Perón, que no resultaron en «soluciones» permanentes pro-americanas, en la medida en que los partidos populares continuaron siendo una mayoría electoral insoslayable. En 1958, el triunfo de los movimientos revolucionarios en contra de las dictaduras venezolana y cubana abrió una nueva época. En Cuba los guerrilleros se apropiaron del gobierno y se mostraron consecuentes con sus propuestas de reforma agraria y desarrollo nacional, que los llevaron al choque con los Estados Unidos y a una radical posición latinoamericanista, materializada en la figura del comandante Che Guevara. En Venezuela las transformaciones revolucionarias se detuvieron en 1958, pero el frente democrático se dividió y surgieron las guerrillas dirigidas por el MIR y los comunistas. A partir de este momento la estrategia estadounidense se apoya en la contrainsurgencia, a la cual se subordina la ayuda económica expresa en la Alianza para el Progreso propuesta en la primera reunión especial de la OEA (a nivel de ministros de Relaciones Exteriores y no de jefes de Estado), en 1960, en Punta del Este. La estrategia de contrainsurgencia incorporaba la formación de gobiernos militares encargados de modernizar la región y abrirla al capital extranjero, realizando una moderada reforma agraria y creando una infraestructura para el crecimiento del comercio intra- y extra-regional. Se trataba de sustituir la modernización revolucionaria en plena efervescencia por la modernización conservadora que sostenía la concentración del ingreso e incluso la reforzaba como consecuencia de la creación de modernos monopolios industriales y financieros. En este contexto, los intentos de acción conjunta latinoamericana se transformaban en actos subversivos, en agresiones al panamericanismo y a los Estados Unidos. En Valparaíso se reunieron por primera vez los ministros de Relaciones Exteriores, en 1966, con el democristiano Eduardo Frei a la cabeza de un intento de moderado reformismo regional. Estados Unidos entraba en la defensiva con las consecuencias inesperadas de la Guerra del Vietnam. La consolidación de la revolución cubana se apoyaba cada vez más en el apoyo soviético, en la medida que los movimientos revolucionarios de la región eran derrotados y los golpes de Estado implantaban gobiernos pro-estadounidenses. La percepción del debilitamiento norteamericano en Vietnam permitió sin embargo que se ensayaran intentos de integración sub-regional inicialmente de gran alcance y eficacia. El Bloque Andino reunía, en 1968-1973, las economías de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Después del golpe militar pro estadounidense de Pinochet, Chile se retiró del Bloque y Venezuela se incorporó. El CARICOM reunió a 15 países del Caribe. El Mercado Común Centro Americano integró los 5 países centroamericanos. A pesar de los éxitos obtenidos inicialmente por estos intentos sub-regionales, éstos no pudieron avanzar debido a la oposición estadounidense.
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La revolución nicaragüense y el avance de las luchas democráticas en América Central llevaron a la constitución del Grupo de Contadora en la década del ‘80, compuesto por Colombia, Venezuela, México y Costa Rica, que lograra impedir la invasión de Nicaragua, y contaron con el apoyo del Grupo de los 10, que incluyó a Brasil y a otros países sudamericanos en este frente diplomático. Asimismo, en la década del ‘80, las iniciativas que intentaron unificar la acción de los países latinoamericanos en contra del pago indiscriminado de los servicios de la deuda externa tuvieron en la reunión de los ministros de Economía de la región en Cartagena un paso tímido pero significativo. Por fin, en 1986, Brasil y Argentina, liberados de los dictadores pero aún en proceso de transición democrática, se aproximaron en busca de una cooperación económica y geopolítica. De estos acuerdos resultó el MERCOSUR, que se amplió con Uruguay y Paraguay y con la adhesión de Chile y Bolivia. ¿Qué nos muestra este balance histórico? Mientras Reagan abandonaba las concepciones multilaterales defendidas por los demócratas en los ‘60 y ‘70 para adoptar la idea de negociaciones bilaterales, la región avanzaba para la creación de una densa red de cooperaciones locales, sub-regionales y regionales. Se abrió el camino hacia una densidad diplomática desconocida en la región. Si Estados Unidos pretende, bajo la presión de la Unidad Europea y el reforzamiento de las alianzas regionales en el sudeste asiático, formar un área de influencia propia en el hemisferio occidental, tiene que revisar muchas de sus concepciones sobre América Latina y el Caribe. La propuesta de la Iniciativa de las Américas del presidente Bush en 1990 no tenía claridad sobre los nuevos hechos y correlaciones de fuerza. Pretendía ser un instrumento de negociación internacional para un Estados Unidos asustado con los éxitos de la unidad europea, y el desarrollo del este asiático bajo el impulso japonés y la emergencia de la China. Al retomar el tema, el presidente Clinton pensó que tenía en las manos un instrumento fácil para public relations y para mostrar capacidad de articulación internacional. El presidente Bush hijo buscó garantizar el fast track que Clinton no consiguió, pero se ve cada vez más confundido frente a los resultados de la Guerra de Irak, que aumentaron las diferencias con los países de América, incluyendo Canadá. Los hechos se muestran más complicados. La integración hemisférica es una necesidad para Estados Unidos, pero no necesariamente para todas las Américas. Hay mucho que ganar con las relaciones de los demás países con Europa y Asia. Por lo tanto, una mayor integración del hemisferio supone para los Estados Unidos un complejo proceso diplomático que exigirá amplias negociaciones con las siguientes contrapartes: un Canadá presionado por el NAFTA por un lado y la lucha de independencia de Québec por otro, y en busca de alguna autonomía de acción; un Brasil que descubre, con la oposición de sus elites, su potencial de liderazgo económico y político en América del Sur y en África; una Argentina presionada entre la decadencia económica y un intento pro-norteamericano tardío y desastroso; un México tragado por la frontera con Estados Unidos y el NAFTA, pero demográfica y culturalmente enraizado en sus orígenes indígenas y sus vínculos caribeños, centro y latinoamericanos; una Venezuela que se desplaza hacia la
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Amazonia y hacia el mercado brasileño del petróleo y se hace sudamericana y caribeña; un Chile cuya vocación por el Pacífico le exige más sofisticación política y un fuerte apoyo en el Cono Sur y América Latina; una Colombia debilitada por la crisis de su Estado nacional pero estratégicamente valorizada por la importancia del Cartel de la Coca. Los resultados de este proceso de negociación serán muy diferentes de lo que pretenden sus partes. Estados Unidos quiere más mercado para sus productos, pero deberá descubrir una importante realidad: no habrá más mercado en América Latina si no se realizan las reformas agrarias y la distribución del ingreso en la región. Los temas centrales de la reunión del ALCA en Chile lo demostraron: democracia, educación, pobreza y tráfico de drogas. Todos estos temas encuentran sus orígenes en la concentración de la propiedad de la tierra y en la brutal concentración del ingreso. Es decir, son la consecuencia inevitable de la modernización conservadora que Estados Unidos impuso a la región con el auxilio de la fuerza militar y de la corrupción de nuestras élites. Habrá por lo tanto un largo camino por delante antes de que el ALCA se convierta en una realidad y en un efectivo instrumento de un hemisferio occidental económicamente poderoso y políticamente democrático. Paradójicamente, el único país excluido de la reunión es también el único que logró la educación secundaria universal, la reforma agraria y la redistribución del ingreso en la región. Sin embargo, su exclusión se basa en la afirmación de que es el único país no democrático de América Latina y el Caribe... Pensemos bien: ¿a dónde nos llevará este discurso?
Mercusur-Europa: un proyecto histórico A comienzos de los años ‘50 el pensamiento económico latinoamericano produjo, sobre todo en la CEPAL, una abundante literatura sobre la importancia de la integración económica. En esa época no se podía imaginar que una política de cooperación siderúrgica entre algunos países europeos, que poco tiempo antes se mataban entre sí en una guerra odiosa, llegaría a constituir esta obra colosal de la cooperación humana que es hoy la Europa unificada. En América Latina tuvimos que asistir impotentes a las dificultades de la colaboración regional, iniciada por ALALC en 1960. Tuvimos que restringir nuestras pretensiones integracionistas bajo presión de la doctrina del panamericanismo, pero sobre todo por la pesada herencia de nuestro pasado colonial y dependiente. Nuestras infraestructuras de carreteras y de comunicación se dirigían fundamentalmente hacia la exportación de productos primarios a los centros de la economía mundial. Desconocíamos, y hasta hoy así es, lo que pasaba en nuestros países vecinos. Nuestra diplomacia se orientaba verticalmente hacia los centros del poder mundial, dándole una importancia secundaria a América Latina. En este ambiente poco favorable presenciamos el debilitamiento de ALALC, buscando muchas veces razones técnicas para su fracaso, cuando sufríamos de hecho las consecuencias de una estructura del poder mundial en la que éramos más espectadores que autores. Desde los años ‘30 hasta la década de los ‘80, logramos avanzara en dirección a una estructura económica más orientada a nuestros mercados internos. Hoy logra-
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mos incrementar nuestras relaciones diplomáticas regionales creando el MERCOSUR. Esta cooperación en el Cono Sur de América mostró las potencialidades del intercambio entre economías de desarrollo medio, como Brasil y Argentina. El éxito del MERCOSUR vino a estimular iniciativas diplomáticas regionales de gran repercusión para el destino de las Américas y de nuestras relaciones con el resto del mundo. Hoy señalamos el entusiasmo que esta experiencia, aún restringida y localizada, despertó en todo el sub-continente de América del Sur. Los países que componen el Pacto Andino y el Pacto Amazónico desean ardorosamente unirse al MERCOSUR, visto como una exitosa experiencia de cooperación económica y diplomática. Conseguimos romper el inmovilismo diplomático que se inspiraba en el miedo a afrontar el panamericanismo exclusivista. Conseguimos construir una cooperación iberoamericana, con claro apoyo de la Unión Europea. En 1989, los presidentes de América Latina pudieron reunirse por primera vez en la Primera Cumbre Iberoamericana. Rompimos, en definitiva, las amarras que nos impedían auto-percibirnos como una compleja identidad cultural, como hermanos con intereses económicos y políticos comunes. Por ello, los que siempre aspiramos a una unidad de América Latina vimos con mucho gusto que la Unión Europea haya comprendido la importancia geopolítica de la cooperación de América Latina y del Caribe (cada vez más identificada con nosotros) con la nueva Europa, que nace de la firme decisión de crear su moneda propia y de llevar hasta las últimas consecuencias el espíritu de la cooperación entre los pueblos. La guerra de Irak demostró la brecha creciente entre el proyecto de unidad europea y las doctrinas hegemónicas defendidas por la derecha norteamericana. Queremos formar parte de esta aventura europea. No compartimos de ningún modo las dudas y el escepticismo de los que desconfían de la capacidad de latinoamericanos y europeos de construir una colaboración efectiva y provechosa. No reducimos la propuesta europea de una integración entre el MERCOSUR y la Unión Europea a un proyecto de zona de libre mercado. Sabemos que la perspectiva europea no es la de un ALCA inter-atlántico. Se trata de la creación de un espacio de cooperación económica, sociopolítica y cultural. No tiene sentido exigir que Europa abandone su concepto de seguridad alimenticia (que por cierto debe mucho a un gran brasileño, Josué de Castro, hoy olvidado a partir de una operación iniciada por la dictadura brasileña) como condición para el avance de esta integración de gran significado para ambas comunidades. Es perfectamente posible avanzar por partes y establecer acuerdos específicos y bilaterales que permitan una mayor participación de nuestros productos agroindustriales en la economía europea. También es posible avanzar en los acuerdos de cooperación científica y en el intercambio de inversiones. Hay un precedente importante en este sentido, que es el avance de la cooperación iberoamericana.
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Si prestamos atención a la constitución y desarrollo de las cumbres iberoamericanas, veremos que ellas representaron un salto geopolítico para América Latina. La primera reunión de los presidentes latinoamericanos se realizó con ocasión de la creación de estas cumbres iberoamericanas. EE.UU. nunca estuvo de acuerdo con que pudiéramos reunirnos entre nosotros, sin su presencia. La doctrina Monroe quiso sujetarnos a un panamericanismo suicida. El auto-designado líder de las Américas y del mundo no miraba y no mira con buenos ojos nuestra identidad iberoamericana. Sin embargo, los hechos demostraron que cuando la comunidad europea respaldó el proyecto de reconstitución de una herencia histórica tan profunda como el iberoamericanismo, éste se desarrolló, echó raíces y se estableció definitivamente. Lo mismo ocurrió cuando Brasil y Argentina superaron una competencia artificial manipulada históricamente por intereses favorables a una balcanización de América Latina, y establecieron el MERCOSUR. El salto obtenido en nuestro comercio exterior en menos de una década es una muestra de la fuerza de una perspectiva de cooperación latinoamericana. Argentina está reviviendo este proyecto después de que sus enemigos trataron de impedir su continuidad e intentaron establecer un falso dilema entre el MERCOSUR y nuestra integración en la economía mundial. Al contrario de lo que piensan estos señores, que representan una vieja oligarquía de inspiración colonial, nuestra integración en la economía mundial no será hecha con la sumisión a las imposiciones de las grandes potencias, sino por nuestra integración regional y nacional. Solamente naciones bien integradas internamente pueden ocupar un lugar privilegiado en el comercio mundial. Véase el ejemplo reciente de Brasil. Al abrir unilateralmente todas sus puertas para el comercio mundial sólo consiguió derrumbar sus exportaciones, y ahora sus importaciones, después de la devaluación inevitable de su moneda en enero de 1999. Como resultado de esta integración subordinada al mercado mundial, Brasil disminuyó su participación en el comercio mundial del 1,2% al 0,8%. Esto quiere decir que la política de apertura irresponsable, en vez de globalizarnos como nos prometía, sólo consiguió desglobalizarnos. No se trata de cerrar economías que, al contrario de lo que se dice, estuvieron siempre abiertas y sumisas al mercado mundial. Se trata de asegurar un efectivo camino de integración en el mercado mundial, y para esto tenemos que saber respetar nuestros orígenes históricos, nuestras herencias culturales y nuestros intereses geopolíticos reales. Y nuestro proyecto de afirmación cultural pasa claramente por el reconocimiento de nuestras raíces ibéricas y nuestra aventura común latinoamericana. Entre el 2000 y el 2001, las inversiones españolas ganaron un papel especial en Brasil y en toda América Latina. Esto es una buena señal, a pesar de la ideología conservadora que viene junto con este capital. No se trata de alejar el capital norteamericano, sino de contrarrestar cualquier dominio unilateral en la región.
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Desde luego, reconocemos nuestra realidad hemisférica, a pesar de que nunca tuvimos ningún papel protagónico en su configuración estratégica. Juscelino Kubitschek, por ejemplo, lanzó la Operación Panamericana (OPA), en 1959, pero supo al mismo tiempo romper con el Fondo Monetario Internacional, que quería bloquear su Plan de Metas, el cual permitió a Brasil avanzar 50 años en 5. La OPA fue seguramente uno de los antecedentes de la Alianza para el Progreso, pero no se le reconoció ningún papel en la formulación e implantación de ésta. La OEA tuvo fuerte apoyo brasileño, pero se transformó, durante muchos años, en un simple apéndice de la política exterior norteamericana. Todo esto es muy diferente del proyecto de la cooperación iberoamericana que desarrolla América Latina junto con España y Portugal, y que empieza a dar frutos en varios sectores. Podemos encontrar ahí los antecedentes de una futura cooperación euro-latinoamericana que cambiará positivamente la dirección de nuestra inserción internacional, con la apertura de nuevas opciones comerciales, tecnológicas y culturales. No se trata de sustituir una dependencia por otra, sino de utilizar diferentes bloques de fuerza para equilibrar influencias y aumentar nuestro poder de negociación. Para ello debemos radicalizar al máximo nuestras demandas, a fin de lograr la movilización necesaria para paralizar la acción del centro hegemónico y permitir alcanzar las mejores condiciones de negociación para los gobiernos más o menos progresistas de la región que tienden a radicalizar su distanciamiento de EE.UU.
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Eduardo Gudynas Asimetría, subordinación y primarización en el ALCA La propuesta de creación de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) viene generando una creciente respuesta ciudadana en todo el continente. En la medida que avanzan las negociaciones gubernamentales y se conocen más detalles sobre los términos de la negociación, quedan en claro potenciales efectos de envergadura sobre todas las naciones. En sus términos actuales, el ALCA apuesta a una apertura sobre mercancías, servicios y capitales que acentuarán las actuales estrategias insustentables del desarrollo latinoamericano. Pero además limita seriamente las capacidades para generar un desarrollo alternativo orientado hacia la sustentabilidad, entendido como las estrategias que logran un balance entre las metas de calidad de vida y calidad ambiental. En el ALCA participan todos los países de Latinoamérica y el Caribe, a excepción de Cuba, junto a Estados Unidos y Canadá. En caso de concretarse, será el bloque comercial más grande del mundo, con más de 800 millones de personas en 34 países. Contendrá aproximadamente un tercio del producto económico mundial (alrededor de 11 millones de millones de dólares), y manejará un quinto del comercio mundial. En tanto casi las tres cuartas partes del comercio latinoamericano están basadas en recursos naturales, las implicancias del ALCA para las estrategias de desarrollo sustentable son evidentes. Pero además, esa propuesta tiene fuertes implicancias sobre las opciones de desarrollo futuras tanto en el medio rural como en el urbano. En el presente texto se examinan algunos de los aspectos esenciales del ALCA desde la perspectiva del desarrollo sustentable, articulando elementos en las esferas tanto sociales como ambientales. Las ideas que siguen retoman otros estudios de mi autoría, listados en la bibliografía de este artículo.
La propuesta liberalizadora del ALCA Las negociaciones para constituir un área de libre comercio hemisférica se iniciaron en 1994 bajo el impulso de Estados Unidos. Si bien la propuesta se ha venido discutiendo por años, y sus antecedentes se remontan a la Iniciativa de las Américas del entonces presidente George Bush padre, fue la administración de Bill Clinton la que inició el proceso formal, convocando a un reunión presidencial en Miami. Desde entonces la negociación ha tenido momentos en alza, y otros en baja. Más recientemente, con la nueva presidencia de George Bush hijo, las negociaciones han tomado un nuevo ímpetu, bajo un contexto internacional totalmente diferente y una mayor debilidad de América Latina. Los objetivos que formalmente se plantean sobre el ALCA apuntan a una vinculación económica en todo el hemisferio que abarca tanto el comercio sobre las mercancías y servicios, eliminando las barreras arancelarias y para-arancelarías, y el libre movimiento del capital. Se incluyen medidas que vienen siendo tratadas desde hace años, como la eliminación definitiva de los subsidios a las exportaciones, pero a la vez ingresan muchos temas nuevos, que van desde la apertura del sector de
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servicios a la liberalización de las compras gubernamentales. En el ALCA también se apunta a eliminar las barreras a las inversiones extranjeras por medio de un marco normativo de protección a los inversores. Si bien se trata de un acuerdo en sí mismo, se encuentra a su vez estrechamente vinculado a los avances en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Toda la información disponible indica que la propuesta actual del ALCA representaría un acuerdo de escala continental muy similar al que existe actualmente bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), actualmente vigente entre Estados Unidos, Canadá y México. A partir de la reunión ministerial de San José, Costa Rica, se estableció un marco básico sobre las negociaciones: se buscará un «compromiso único» donde se deben cubrir todos los temas en negociación, y no se formalizarán acuerdos en temas específicos mientras queden otros por resolverse. Este criterio fue firmemente solicitado por varios países latinoamericanos, para evitar caer en acuerdos específicos en ciertos temas de interés para Estados Unidos mientras que sus reclamos eran transferidos para negociaciones futuras. El caso más temido era un acuerdo con Estados Unidos por el acceso a mercados, sin concesiones a cambio en el tema agropecuario. Si bien se acordó una cláusula de «ausencia de exclusiones», en la práctica varios países vienen estableciendo restricciones sobre algunas cuestiones, y entre ellas muchas de las medidas más distorsionantes que defiende Estados Unidos También se aprobó que el acuerdo se lograra por «consenso». Sobre los contenidos, se acordó la consistencia con los avances que se logren en el marco de la Organización Mundial de Comercio. Si bien se sostiene que el proceso de negociación enfoca el «libre comercio», en realidad la propuesta del ALCA es mucho más abarcadora, en especial por los nuevos tipos de regulaciones que impone en los flujos de capital y la equiparación del status de empresas con el de gobiernos en el caso de disputas. La iniciativa se restringe al plano económico, y más específicamente al comercial, sin contrapesos políticos sustantivos. Por lo tanto, el viejo esquema de «un país, un voto» queda en los hechos suplantado por poderes de negociación proporcionales a las economías. En su actual sentido, el ALCA es además un proceso asimétrico, tema que abordamos más adelante. Todo parece indicar que, siguiendo el ejemplo del TLCAN, se transferirán enormes capacidades de acción a las empresas internacionales y su flujo de capitales, incluyendo serios recortes a la soberanía de cada país para regularlas.
La nueva situación de la negociación del ALCA Las negociaciones del ALCA parecen haberse acelerado en el año 2001, bajo la presidencia de George Bush hijo. En la última cumbre presidencial hemisférica, en Québec, Canadá, el presidente de Estados Unidos proclamaba que «ha llegado la hora de extender los beneficios del libre comercio a todos nuestros pueblos», defendiendo el comercio abierto como un instrumento clave para crear y expandir la prosperidad y apuntalar las libertades democráticas, y poniendo como ejemplo el acuerdo de América del Norte. En la negociación se proclama que se respetará un acuerdo único (single undertaking), donde no habrá acuerdo final hasta que todos los temas hayan sido
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resueltos. Esta cláusula es uno de los principales reaseguros de los gobiernos del Sur para lograr algunas concesiones, y a partir de ella se espera imponer el «paralelismo» en las negociaciones: las concesiones arancelarias que se otorgarán deberían recibir como contraparte desmantelamientos del proteccionismo agrícola de Estados Unidos y Canadá. Es incierto en estos momentos si esa condición se respetará. En otros temas se mantienen las diferencias entre los gobiernos. Es el caso de las medidas anti-dumping, subsidios y barreras fitosanitarias, usados con frecuencia por Estados Unidos y que obstaculizan la apertura. Una buena parte de las discusiones radica en que algunos gobiernos del Sur reclaman ciertas compensaciones desde Estados Unidos y Canadá, especialmente una reducción en las barreras y protecciones de su sector agropecuario. Las medidas de Washington -imponer protecciones para su industria del acero, y la aprobación de una nueva ley agrícola, la Farm Bill, con masivos apoyos al sector agropecuario en los próximos diez años- han generado fuertes debates y desconfianza entre los países del Sur. Además, la aprobación de la autoridad de negociación comercial (TPA por sus siglas en inglés) permite a la administración Bush pasar a posiciones mucho más activas en estas negociaciones, pero a la vez le impuso varias restricciones destinadas a la protección de sectores claves y el empleo en Estados Unidos. Este hecho determina que en los hechos Washington no tiene muchos elementos para dar a cambio en una negociación, y mantiene por ejemplo sus resistencias a liberar su mercado de agroalimentos. La nueva política unilateral de Estados Unidos, y su asociación a una estrategia de defensa y seguridad, han tenido también impactos en las negociaciones del ALCA. El mensaje que se ha repetido desde Washington es que los acuerdos de libre comercio son «buenos» y «necesarios» para lograr la seguridad hemisférica. Finalmente, se debe recordar los acuerdos de la OMC en Qatar, a fines de 2001, que alientan la tendencia a liberalizar el comercio mundial, pero en especial a ampliar las reglas de comercio a nuevos sectores, los cuales pasan a ser considerados productos o servicios bajo reglas comerciales. Los acuerdos en otros terrenos, como la liberalización agrícola, se han estancado. Las implicancias de ese hecho dentro de las negociaciones del ALCA están por verse, ya que han quedado jaqueados los acuerdos de vinculación entre un proceso y otro.
El contexto latinoamericano Desde el punto de vista latinoamericano también debe reconocerse que existe una diversidad de posiciones. En los casos mexicano y centroamericano, Estados Unidos son un destino privilegiado de las exportaciones, con un peso muy importante en el comercio total, y por lo tanto ofrecen muchas posturas funcionales a los Estados Unidos. En el caso de los países andinos existen distintas actitudes, desde una oposición más o menos clara de la administración Chávez en Venezuela, pasando por posturas ambivalentes de algunas naciones que perderían sus regímenes de preferencias arancelarias, a un militante apoyo al ALCA desde Colombia. En el caso del Cono Sur, Chile ya concretó su negociación bilateral con Estados Unidos, , mientras que Brasil ha reclamado sostenidamente reciprocidad en las aperturas comerciales. . Sin embargo la situación dentro del MERCOSUR es difícil, dada la crisis argentina y la
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postura del actual gobierno uruguayo más proclive a los Estados Unidos. El triunfo de Luiz Inacio «Lula» da Silva en el Brasil estuvo rodeado por expectativas de una posición de mayor independencia frente al ALCA, pero ha aceptado la fecha final del 2005 y ha derivado temas conflictivos hacia la OMC, si bien invocando sus propias razones es justamente una medida del agrado de Washington. Estos y otros factores muestran que en la actualidad no existe una «unidad» en América Latina capaz de incidir fuertemente en las negociaciones del ALCA. Mientras unas naciones quisieran acelerarlo, otras buscan su retraso en tanto les interesa mantener esa diversificación exportadora. Algunos países ven potenciales beneficios de exportación, especialmente en el sector agropecuario, como es el caso de Argentina, Brasil y Uruguay, pero a la vez sufren el riesgo de verse inundado de esos mismos productos, ya que Estados Unidos es un gran agroexportador a escala global. La diversidad de posiciones aumenta al reconocer que la situación de varias naciones se ha deteriorado, en complejas interacciones económicas, sociales y políticas que han afectado algunos de los procesos de integración regional -como en la Comunidad Andina de Naciones y el Mercado Común del Sur- y que debilitan las posibilidades de negociaciones comerciales más autónomas. Esta situación tiene particular importancia, en tanto debe recordarse que la propuesta actual del ALCA aparece después de los avances sustantivos del MERCOSUR al afirmarse el Protocolo de Ouro Preto. En muchos aspectos, la idea inicial del ALCA apuntaba a un reposicionamiento de Estados Unidos tanto frente a la Unión Europea como ante el MERCOSUR. El debilitamiento de los marcos de integración regional es a su vez consecuencia de distintos problemas que viven varios países. Entre ellos se destaca el estado de conflicto interno en Colombia, que aumenta sustantivamente su alineamiento con Washington, el enfrentamiento en Venezuela, y las crisis que se han sucedido en Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. De distintas maneras, estos países están afectados por severas restricciones económicas, se han volcado hacia una búsqueda intensa de nuevos mercados exportadores y abren las puertas al ingreso de todo tipo de inversiones. Esos factores contribuyen a dejarlos en posiciones más débiles en las negociaciones comerciales. Los atentados de septiembre de 2001 han cambiado los marcos de negociaciones internacionales. Está primando una agenda multilateral enfocada en la seguridad, y eso explica la creciente militarización del conflicto en Colombia y su impacto en los países vecinos, especialmente Ecuador y Venezuela
Acentuación de la primarización productiva Es por cierto difícil predecir qué ocurrirá con cada uno de los países de América Latina en caso de aprobarse la propuesta del ALCA. Pero la experiencia de México vinculándose al TLCAN ofrece varios ejemplos de lo que podría suceder, más allá de los problemas metodológicos de cómo separar los efectos de ese tratado de los ajustes estructurales y la liberalización comercial iniciados por el propio gobierno mexicano. Por un lado, sin duda existió un fuerte aumento de las exportaciones mexicanas, y con ello un incremento de la economía mexicana. Usualmente los defensores del
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ALCA ponen como ejemplo el fuerte aumento exportador para demostrar las bondades de la propuesta. Para ser más precisos, se debería agregar que buena parte de ese comercio se debe a «maquilas» en la zona fronteriza, ligadas a un comercio intrafirma, sin generar nuevas cadenas productivas propiamente mexicanas. Esas maquilas están asociadas a cadenas productivas que en gran parte residen en los Estados Unidos Ciertamente la proximidad geográfica y los bajos salarios son factores claves para explicar la ubicación de las maquilas en las cercanías de la frontera norte de México. Es dudoso que lo mismo se repita con los países del sur, donde los costos de fletes y la distancia cambian drásticamente las posibilidades. Existe además fuerte evidencia que muestra un duro golpe sobre ciertos sectores mexicanos, en particular el agrícola, y especialmente la producción de maíz, devastada por las importaciones desde Estados Unidos de grano subsidiado. Justamente, el comercio agropecuario es uno de los rubros que más serias preocupaciones despierta en el Cono Sur: no olvidemos que Estados Unidos es un gran productor y exportador en casi todos los rubros agroalimentarios propios del MERCOSUR, tales como soja, carne, leche, maíz, trigo, etc.. Por lo tanto, la apertura hacia el ALCA podría desembocar en una invasión de productos agroalimentarios subsidiados, impactando seriamente sobre campesinos y pequeños productores rurales. Finalmente, se han encontrado otros graves problemas debidos a una reducción de las condiciones ambientales y laborales. Se han sucedido denuncias sobre casos extremos, especialmente en la maquila. La repetición del patrón de maquiladoras en los demás países latinoamericanos es incierta. En cambio, es evidente que la liberalización comercial funcionalmente vinculada a Estados Unidos termina acentuando el patrón exportador de algunos recursos naturales, y por lo tanto aumentan sus impactos sociales y ambientales. Diversos estudios plantean dudas respecto de que se pueda expandir un incipiente sector manufacturero si tuviera que competir con productos industrializados desde Estados Unidos y Canadá. Por lo tanto, se espera que varios países sigan sumidos en una estrategia de venta de minerales, petróleo, gas natural, y algunos productos agroalimentarios, especialmente agropecuarios. Se congelaría así un patrón de primarización exportadora muy acotado, ya que unos pocos productos tienen altas representaciones en el total de las ventas al exterior. La exportación basada en recursos naturales está asociada a fuertes impactos ambientales, genera poca mano de obra, y sus valores en los mercados internacionales vienen continuamente en caída. Este tipo de estrategia representa en todos los casos un retroceso en la construcción de un desarrollo sustentable.
Asimetría y subordinación Tanto la negociación actual como un futuro acuerdo son profundamente asimétricos. Implican a Estados Unidos, la economía más grande del mundo, con otras economías mucho menores. El conformar bloques regionales, como la CAN o el MERCOSUR, apenas reduce la diferencia, pero en ningún momento se llega a un balance aceptable. La asimetría también se observa en la propia negociación arancelaria, donde las naciones de América Latina y el Caribe deberán reducir sus aranceles y proteccio-
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nes, de hecho ya muy bajos, sin saber cuáles serán las contrapartidas de Estados Unidos y Canadá en rubros clave como el agroalimentario. La misma asimetría se repite en otras cuestiones, como la pretensión de Washington de mantener sus mecanismos de anti-dumping o de expandir sus exigencias en patentes. De hecho, la última propuesta de Estados Unidos de reducción arancelaria para los productos agropecuarios apunta a conformar grupos de países, con los mayores beneficios en Centroamérica y el Caribe, que son pequeños agroexportadores, y los menores para el Cono Sur, los mayores exportadores agropecuarios del continente. Estas asimetrías no están contempladas en la negociación por mecanismos que amparen a las naciones latinoamericanas. Apenas existe un grupo dedicado a las pequeñas economías, pero no se han conformado mecanismos políticos para lidiar con la enorme disparidad entre las naciones negociantes. El ALCA, tal como se propone, es además un proceso de articulación entre países que genera subordinación. No tiene a modo de contrapeso un proceso de integración en otras esferas, como la política, cultural, etc. El caso del TLCAN es igualmente ilustrativo: allí los ciudadanos mexicanos siguen necesitando pasaporte y visa para viajar a los Estados Unidos No existen, ni están previstos, procesos de equivalencia en planos no económicos, especialmente el político. Justamente en esos terrenos el MERCOSUR ha logrado algunos avances, tales como el libre tránsito de personas sin visas o pasaportes, la coordinación en el área educativa y sanitaria, la red de autoridades municipales (MERCOciudades) e incluso la proliferación de articulaciones culturales. Estos dos aspectos reducen las capacidades de generar estrategias en desarrollo sustentable. En tanto la sustentabilidad es un proceso esencialmente político, ya que descansa en las múltiples valoraciones y preferencias de las personas sobre el mercado, los espacios de negociación políticas son indispensables, y no pueden establecerse a priori condicionalidades de unos sobre otros.
Erosión del estado-nación Todo parece indicar que, siguiendo el ejemplo del TLCAN, se transferirán enormes capacidades de acción a las empresas internacionales y su flujo de capitales, incluyendo serios recortes a la soberanía de cada país para regularlas. Justamente ese punto quedó en evidencia con el texto del borrador del capítulo en inversiones del ALCA. El hecho reviste cierta complejidad, ya que en sentido estricto no se refiere a una imposición de un país sobre otro -asumir que es una imposición de Estados Unidos sobre las naciones latinoamericanas sería una simplificación- sino que es algo más profundo: la imposición de una nueva manera de generar reglas y normas, que no tiene necesariamente una ubicación geográfica. Esta nueva racionalidad operará sobre todas las naciones, y también Estados Unidos la sufrirá, y sus ciudadanos podrán estar afectados por ella, debido a que las empresas transnacionales quedan desvinculadas de sus países de origen, y pueden demandar no sólo a otras empresas, sino también a los Estados. Emerge por lo tanto un serio problema de erosión del Estado-nación.
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Régimen de inversiones Muchos de estos aspectos quedan ilustrados con la propuesta de liberalizar las inversiones en el marco del ALCA, que van mucho más allá del simple flujo de inversiones y expresan nuevas formas de regulaciones sobre las economías nacionales, e incluso sobre las regulaciones sociales y ambientales. Analizaremos a continuación algunos aspectos destacados. La inversión extranjera sigue siendo importante en América Latina, y en muchos casos se buscan medidas específicas para atraerla. Si bien las inversiones extranjeras directas (IED) vienen cayendo en la región con respecto al total mundial, continúan siendo la principal fuente de recursos externos de las economías que la componen, ya que las inversiones en las bolsas locales, la colocación de bonos y otros instrumentos tienen una participación muy pequeña. Esta inversión extranjera está íntimamente asociada a los cambios en los sectores empresariales en el continente. Tales modificaciones involucran cambios en la propiedad, destacándose una transferencia a compañías extranjeras, y especialmente las transnacionales. Es posible adelantar que el peso de esas empresas es una de las fuerzas impulsoras para lograr un rígido acuerdo sobre inversiones. En efecto, las compañías transnacionales de Estados Unidos y Canadá, y sus gobiernos, son una de las fuerzas que promueven el ALCA, y en especial procedimientos para retirar sus ganancias desde los países, y mecanismos que los vuelvan inmune a las regulaciones de los gobiernos. Sorpresivamente, algunos gobiernos latinoamericanos repiten en parte esa tendencia entre sí: los ejemplos más claros son el comportamiento de la compañía mexicana Cemex en sus inversiones en Centroamérica, o de la brasilera Petrobras en Argentina y Bolivia. Estos hechos no han generado la atención que merecen, y casi todos los gobiernos latinoamericanos ya han realizado buena parte de la liberalización en esa materia. Por lo tanto, los conflictos emergen esencialmente frente a las medidas laborales y ambientales que pueden afectar ese flujo de capital. Según el borrador actualmente en consideración, una empresa extranjera podrá recurrir contra medidas laborales, como la seguridad en el lugar de trabajo, y contra regulaciones ambientales, como impedir el uso de agrotóxicos. Podrá hacerlo invocando que esas regulaciones implican un trato diferencial y discriminatorio frente a otras empresas nacionales, de donde el problema pasa a ser si existió un trato diferente, antes que la validez o no de las condiciones ambientales o laborales. El texto del borrador sobre inversiones del acuerdo del ALCA ofrece mecanismos muy apreciados por las empresas extranjeras: permite saltearse la soberanía judicial de cada país y apelar a comités de arbitraje comercial. Se crea así un instrumento para asegurar el cumplimiento de los acuerdos del ALCA en el terreno comercial, que va más allá de las soberanías y reside directamente en los escenarios comerciales. El énfasis de la negociación está en asegurar condiciones para la inversión extranjera y para las actividades de empresas extranjeras. El borrador del capítulo sobre inversiones aborda otros temas, como los requerimientos de performance, personal «clave» de las empresas, transferencias, expropiación y compensación, compensaciones por pérdidas, excepciones generales, re-
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soluciones de disputas, disputas entre Estados, disputas entre inversores y Estados (incluyendo provisiones sobre el arbitraje), y un largo artículo con las definiciones básicas. Los artículos sobre regulaciones de las inversiones, trato nacional y disputas entre empresas y Estados son similares a los del capítulo 11 del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que vincula a EE.UU., Canadá y México. Allí se contempla que las empresas nacionales y extranjeras pueden demandar a los Estados toda vez que afirmen que una medida gubernamental determinará la posible pérdida de sus futuras ganancias. Ese tipo de hechos pueden ser definidos como «expropiaciones» o «nacionalizaciones» indebidas. Una vez establecido un reclamo desde una empresa contra un gobierno, éste puede avanzar bajo un mecanismo de disputa y arbitraje propio del ámbito comercial, y por fuera de los poderes judiciales. Estas son posiciones extremas, donde existe una pérdida de soberanía de los países no sólo frente al ALCA, sino también frente a las propias empresas extranjeras. Los arbitrajes sobre inversiones a nivel internacional están en manos de dos instituciones. Por un lado se encuentra el Centro Internacional de Arbitraje de Disputas en Inversiones (ICSID por sus siglas en inglés), que tiene por finalidad arbitrar disputas comerciales relacionadas con las inversiones, tanto entre particulares como entre éstos y los Estados. Este centro es una institución asociada al Banco Mundial. Los países se someten voluntariamente a ese mecanismo, debiendo adherir al Convenio sobre Arreglo de Diferencias sobre Inversiones entre Estados y nacionales de otros Estados. Por otro lado, se debe mencionar a la Organización Multilateral para la Garantía de las Inversiones (MIGA por sus siglas en inglés), que también depende del Banco Mundial. En este caso, la organización asegura contra los llamados «riesgos no comerciales» en países en desarrollo, que en la actualidad están referidos a problemas políticos, laborales y ambientales. En estos casos, la puerta legal para evadir el sistema judicial de cada país es demostrar que la empresa extranjera recibe un trato que es diferente a aquel recibido por las empresas nacionales. Como ésa es una circunstancia ambigua, las empresas pueden recurrir fácilmente contra cualquier medida que consideran dañina. En realidad, las limitantes se encuentran en la capacidad de las empresas de invertir tiempo y dinero en las firmas de abogados especializados que llevarán adelante la demanda. Las consecuencias de estas medidas son impactantes. Los tribunales de justicia dejan de tener utilidad, y las resoluciones quedan en manos de paneles de arbitraje internacionales. A ello se suma que no existe ninguna opción de defensa desde las organizaciones sindicales o sociales, ni siquiera desde el ciudadano. En efecto, en el borrador no se reconoce que los propios ciudadanos o sus organizaciones representativas puedan también elevar acciones para defenderse. Sólo los inversores tienen derecho a la defensa. Justamente en este nivel se hace evidente la erosión de la capacidad del Estado-nación a la que me refería más arriba. La propuesta del ALCA va incluso más allá de los acuerdos logrados en la Ronda Uruguay del GATT, que hoy lleva adelante la Organización Mundial de Comercio (OMC). Allí nada se dice sobre un trato nacional para la inversión extranjera ni la aplicación de la cláusula de «nación más favorecida», de donde los gobiernos pueden
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controlar el ingreso del capital, imponer condiciones diferenciales, e incluso incentivar a los nacionales pero no a los extranjeros. El ALCA va más allá de todo esto, y propone el «trato nacional» a las inversiones, amparándolo de forma extrema. En el marco del TLCAN han tenido lugar varios casos de este tipo, en que las empresas demandan a los gobiernos. Entre ellos se destacan las demandas de Methanex de Canadá vs. Estados Unidos por $ 970 millones de dólares por lucro cesante al prohibírsele usar un aditivo en la gasolina calificado como cancerígeno; de Ethyl Corp, de EE.UU., contra Canadá, por la «expropiación indebida» al prohibirse la importación del compuesto MMT que se conoce como dañino; o de Metalclad Corp, que acusó a México de una «expropiación indebida» al denegársele el permiso para construir una planta de manejo de residuos. Esta lista de casos es impactante, ya que muestra a empresas privadas demandando a gobiernos. Esas acciones incluso se alzaron contra el gobierno de Estados Unidos Por lo tanto, es natural plantear fuertes dudas sobre qué sucedería en los países de América Latina al ser demandados por una compañía de ese porte los demandara, en la medida que las capacidades institucionales son más débiles y los recursos económicos para contratar firmas de abogados especializados son casi inexistentes. Estos procedimientos debilitan la soberanía de las naciones. El Poder Judicial queda relegado a un segundo plano e incluso pasa a ser prescindente. Ello se debe a que los gobiernos, en caso de firmar el capítulo de inversiones tal como está planteado, aceptan las potestades de los mecanismos de arbitraje comercial a nivel internacional, que tienen un gran poder. En el caso de Ethyl Corp contra el gobierno canadiense referido al comercio del compuesto MMT, un aditivo de la gasolina calificado por la Agencia Ambiental de los Estados Unidos como riesgoso para la salud y el ambiente, Canadá había avanzado en el mismo sentido, prohibiendo el ingreso de ese aditivo en su país. Ante esa medida, la empresa Ethyl Corp elevó una demanda por «expropiación indirecta» contra Canadá que se desarrolló por medio del mecanismo del arbitraje. Ante el temor a perder el arbitraje, el gobierno canadiense terminó pagando 13 millones de dólares a la empresa, y tuvo además que sufrir la humillación de emitir un comunicado público indicando que el aditivo MMT no era riesgoso para la salud o el ambiente. El caso de Metalclad contra México es igualmente impactante. Las autoridades del estado de San Luis de Potosí denegaron el permiso para una planta de manejo de residuos de Metalclad debido a sus impactos ambientales, y la empresa resolvió entonces iniciar una demanda alegando la «pérdida de sus futuras ganancias comerciales», calculada en 90 millones de dólares. El caso quedó en manos del Centro Internacional de Arbitraje de Disputas en Inversiones, asociado al Banco Mundial, que en agosto de 2000 resolvió otorgar al gobierno de México 45 días para el pago de los 16,7 millones.
Racionalidad más allá de geografías En cierto modo, el ALCA es más que un acuerdo comercial donde unos países intentan sacar ventajas sobre otros. En realidad estamos presenciando el debate sobre varias concepciones de desarrollo y Estado-nación. Dentro de los países
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latinoamericanos, e incluso al interior de Estados Unidos y Canadá, son evidentes las discusiones sobre cómo debe discurrir la vinculación entre las naciones. Hasta ahora han prevalecido las perspectivas conceptuales fuertemente sesgadas al economicismo. Al ganar los espacios de toma de decisiones en Estados Unidos y Canadá, a su vez el peso de la diplomacia de esos países avanza en dirección de una liberalización unilateral impuesta hacia el Sur. Otros sectores de importancia en los países latinoamericanos empujan en el mismo sentido. Existen varias visiones alternativas a esa perspectiva. Algunas de ellas logran ciertos triunfos en limitar la apertura doméstica, en especial en EE.UU., donde la dinámica interna hace que el Congreso sea efectivo para proteger a ciertos sectores sensibles. Ese mecanismo está muy deteriorado en los países latinoamericanos por diversos factores: las debilidades del Poder Legislativo, el menor peso de los grupos empresariales nacionales dedicados a la producción nacional, y la menor disponibilidad de fondos públicos para dedicarlos a la protección y subsidios. Tales factores dejan en evidencia que en realidad nos enfrentamos a una racionalidad que concibe al desarrollo como un progreso esencialmente material, que se desenvuelve en el plano económico, y por lo tanto reacciona ante otros componentes, como el social, laboral o ambiental, interpretándolos como barreras. Por lo tanto, no se puede reaccionar frente al ALCA como «un proyecto de Washington que busca invadir América Latina». En realidad la situación es más compleja, y nos encontramos ante concepciones del desarrollo que no sólo predominan en esa ciudad sino que se repiten en muchas capitales latinoamericanas. Justamente por ese tipo de razones, los énfasis mercantiles se observan no sólo en las empresas provenientes de Estados Unidos y Canadá, sino en muchas otras que tienen un origen latinoamericano. Las imposiciones, manipulaciones, condicionalidades y otras prácticas que han merecido diversas críticas también se repiten con empresas latinoamericanas operando en países vecinos del continente. A modo de ejemplo se pueden recordar los casos de la petrolera brasileña Petrobras operando en el gasoducto Santa Cruz-Sao Paulo, que ha causado fuertes impactos ambientales en Bolivia; de Luchetti de Chile, implantando una cuestionada factoría en Lima; o de Bunge&Born, originariamente de Argentina, con varias plantas en Brasil. En el mismo sentido discurren una serie de acuerdos paralelos al ALCA que revelan su misma racionalidad. Entre ellos se destaca el Plan Puebla Panamá, que vincula a México con las naciones del istmo centroamericano, en donde las ideas en discusión y las metas economicistas son las mismas. Otro ejemplo es la idea de Brasil de construir un Área de Libre Comercio de América del Sur (ALCSA). En su marco se han desarrollado dos cumbres de presidentes sudamericanos, y si bien no desembocó en medidas comerciales concretas, está avanzando en un plan de articulación en infraestructura y energía (IRSA). Si bien algunos analistas han festejado la propuesta de un ALCSA como alternativa al ALCA, un examen atento de su desarrollo y objetivos muestra que podría servir a fines instrumentales para ganar mayores márgenes de negociación frente a Washington, pero desde el punto de vista ciudadano no asegura ninguna estrategia de desarrollo alternativo. Es más, la marcha de IRSA alerta sobre
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potenciales impactos ambientales en toda la cuenca amazónica y una profundización del patrón de desarrollo basado en recursos naturales. Tanto la idea del ALCSA como las dificultades para concretar un acuerdo entre la CAN y el MERCOSUR ejemplifican las tensiones que se viven dentro de la región. El embajador brasileño Samuel Pinheiro Guimarães, que es bien conocido por sus posiciones críticas sobre el ALCA y el apoyo al MERCOSUR, y que mantiene una posición clave en las negociaciones, comentaba meses atrás que se debe «superar la situación actual donde la ‘cola’ (Argentina, Uruguay y Paraguay) atrasa al ‘cachorro’ (Brasil), sin ningún provecho mayor para el cachorro». En efecto, hay quienes consideran que Brasil se ha atorado con sus demás socios del MERCOSUR, mientras que a la inversa, otros tantos en los demás países del Cono Sur consideran que Brasil ejerce imposiciones o una lógica del hecho consumado cada vez que puede. El punto clave que debe reconocerse en este momento no apunta a qué postura es la más correcta, sino al hecho de que esas tensiones existen y deben resolverse para intentar cualquier paso alternativo. Todas las naciones deben estar dispuestas a ceder un poco. Frente a estas situaciones el debate clave debe enfocar la esencia de las relaciones de dominación y subordinación. Siempre ha estado en claro ese hecho frente a los países industrializados del Norte, pero no puede legitimarse la búsqueda de autonomía frente a ellos ha costa de mantener otro tipo de relaciones dependientes entre los países Latinoamericanos. De nada servirá conseguir una nueva autonomía frente al ALCA de Washington por medio de un acuerdo restringido al Sur pero que repite las mismas racionalidades sobre la producción y la sociedad. Por lo tanto el debate sobre la autonomía vuelve a un primer plano, tanto a nivel continental como incluso para buscar un nuevo balance entre regiones dentro de un país. Problemas similares se dan con la invocación a buscar una postura alternativa apelando a negociaciones por fuera del ALCA, y hacerlo dentro de la OMC. Aún en el caso de que la ronda Doha de la OMC se destrabara, sus implicancias para la sustentabilidad son negativas. Ese acuerdo amplió los temas de negociación comercial hacia nuevas áreas, incorporando inversiones y políticas de competitividad. En ambos casos el acuerdo de Doha establece ciertas metas, como por ejemplo limitar las discusiones a las inversiones extranjeras directas, y con frases para aligerar las preocupaciones de los países menos desarrollados, pero lo cierto es que se busca avanzar en la misma dirección que los borradores del ALCA. Si el paso se concreta, nuevas áreas de las políticas nacionales podrán ser reguladas por marcos comerciales multilaterales. En el caso del capítulo agrícola, los compromisos de Doha apuntan a «mejoras sustanciales del acceso a los mercados; reducciones de todas las formas de subvenciones a la exportación, con miras a su remoción progresiva; y reducciones sustanciales de la ayuda interna causante de distorsión del comercio». Queda en claro que en realidad no hay acuerdos concretos ni sustanciales, no se dice que se anularán los criticados subsidios en un determinado plazo, y ni siquiera se establece qué proporción alcanzarán esas reducciones. Pero aún: el acuerdo en realidad apunta a negociar las modalidades con las cuales se llevarán a cabo esas reducciones, o sea que es una negociación sobre cómo se negociará en el futuro. Todo ello con una frase de salvaguardia impuesta por la UE. Finalmente
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debe subrayarse que en Doha también se acordó la reducción o eliminación de los obstáculos arancelarios y no arancelarios a los bienes y servicios ecológicos. Esto significa un paso más en la mercantilización de elementos como el agua, o de servicios como el ciclo del carbono. No solamente podrán ser considerados mercancías los elementos de los ecosistemas, y las relaciones que hay entre ellos, sino que estarán regulados por normas de la OMC. A algunos podrá parecerles una medida extrema, pero justamente en el mismo sentido apunta la venta de vales de absorción de carbono que se postula para el Protocolo de Kioto. Por lo tanto, el ALCA es más que una lucha entre países o una cuestión de geografía. Incluso es más que un mero debate comercial. La propuesta del ALCA obliga a poner nuevamente en discusión nuestras ideas sobre el desarrollo, la autonomía y la subordinación, el papel del Estado y sobre las formas en que se hace política.
La insustentabilidad de la propuesta del ALCA La actual propuesta del ALCA muestra un acuerdo que es únicamente comercial, y que sólo considera los balances comerciales. Ese «aislamiento» conceptual del acuerdo se da por lo menos en dos frentes. Por un lado, la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos han abandonado el diseño activo de estrategias de desarrollo en muchos sectores (agropecuario, industrial, servicios, etc.). La marcha de esos sectores queda abandonada al mercado, y por lo tanto no tienen referentes conceptuales contra los cuales analizar las propuestas comerciales del ALCA. Una consecuencia grave de esa situación es que el borrador del ALCA no ofrece ningún mecanismo para establecer una coordinación de estrategias entre los países. No existen mecanismos para elaborar algo similar a una Política Agropecuaria Común del Cono Sur o de Sudamérica, y de hecho la propuesta del ALCA podría impedirlo. El borrador del ALCA no incorpora adecuadamente los aspectos sociales y ambientales en el comercio. No existen claras referencias articuladas con metas de reducción de pobreza, suficiencia alimentaria, condiciones de trabajo, calidad de vida, etc. En el caso de las medidas ambientales, existen referencias a la «caja verde», pero se remiten a las decisiones de la OMC. Tanto las condiciones laborales como las ambientales no han sido incorporadas, y de hecho cualquiera de esas medidas puede ser combatida apelando a la libertad de inversión. Se puede sostener que la razón de ser de un acuerdo comercial no es alcanzar ni corregir los problemas ambientales y sociales, sino simplemente mejorar la economía. Pero es justamente en esa meta donde radica la principal limitante de un acuerdo como el ALCA como perspectiva para el desarrollo, al afectar negativamente los contextos humanos y ecológicos en todo el continente sin que existan estrategias para manejar esas consecuencias. .
Perspectivas futuras Frente a esta situación es imperioso hacer un seguimiento del estado de esas negociaciones. Si bien existen intereses y gobiernos muy poderosos por detrás de esta iniciativa, también debe reconocerse que nos encontramos en medio de una negociación. Todo el texto del ALCA es un borrador: no hay nada resuelto, y es
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posible incidir en la marcha de los futuros pasos. De hecho, casi todas las secciones de los borradores del ALCA se encuentran bajo corchetes. En este terreno la situación de los países permite observar varias tendencias. Por un lado, Brasil sigue mostrando ciertas resistencias a una apertura unilateral, y en especial frente a las medidas proteccionistas recientes de Estados Unidos en acero y agricultura. Otros países empujan hacia la constitución del ALCA, especialmente las naciones centroamericanas, Canadá, Colombia y Chile. Estados Unidos ha ejercido presión en pos de avanzar en este camino, incluso apelando a ligar libertad y desarrollo con el ALCA bajo el complejo escenario de «guerra al terrorismo» y ampliación de las fronteras de seguridad estatal. A estas alturas es obvio que el comercio con Washington poco tiene de «libre», tal como lo evidenciaron las medidas de protección al acero o la enorme Farm Bill. En esta diversidad los intereses corren esencialmente por las ventajas o desventajas comerciales percibidas en el borrador actual. Pero más allá de esas disputas, las ideas para una estrategia alternativa son limitadas entre los gobiernos. Incluso la oposición de Brasil, que en muchos casos es comentada con admiración, no necesariamente significa un cambio en la esencia de las reglas del comercio o del proceso de integración. En varias ocasiones, suplantar una empresa de Estados Unidos por una brasileña no arroja mejorías ni en la situación social ni en la calidad de vida de una localidad. Las propuestas tradicionales sobre el desarrollo se ponen en tensión bajo las negociaciones del ALCA, en tanto es evidente que son necesarias posturas alternativas, pero no es fácil hallarlas. Para ilustrar el punto consideremos las recientes declaraciones de José Genoino, el presidente del Partido de los Trabajadores, quien sostenía que la última propuesta de Washington «procura atraer a los países menores de la región y aislar al Brasil», y frente a ello Brasil debería retomar el fortalecimiento del MERCOSUR y desplegar una posición más activa en otras esferas internacionales, reiterando la necesidad de «relaciones bilaterales amistosas» con Estados Unidos sin que eso impida que Brasil «adopte una postura de crítica incisiva al unilateralismo global» de éste. Genoino sostiene además que Brasil debería seguir las «posibilidades abiertas por las negociaciones y declaraciones» de Doha, en el marco de la Organización Mundial de Comercio, ya que a su juicio ofrecería una perspectiva que puede interesar a los países en desarrollo en temas como subsidios, agricultura, medidas sanitarias y fitosanitarias, etc. Este tipo de posturas ilustran opiniones que son muy comunes en Brasil, y en buena medida entre organizaciones ciudadanas de varios países. Por un lado poseen aspectos positivos, tales como la necesidad de ampliar la participación ciudadana y la construcción de una posición más independiente frente a Washington. Estas no son cuestiones menores, especialmente en un contexto donde varios gobiernos latinoamericanos rápidamente aceptan cualquier medida comercial de Estados Unidos; Brasil se ha resistido a varias medidas, y hay que reconocer que eso sucede desde tiempos de Fernando Henrique Cardoso, cuando su canciller era Luiz F. Lampreia.
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Pero por otro lado, esas posiciones reflejan algunas limitaciones. La invocación a la ronda de Doha de la OMC es preocupante. Como se indicó arriba, en esas negociaciones se profundizaron posiciones sobre el comercio que son muy similares a las que se defienden en el ALCA, incluyendo la incorporación de los servicios a las reglas del comercio, la ampliación de las regulaciones comerciales sobre nuevos bienes y servicios, y poco o ningún avance en materias críticas como la agropecuaria. La OMC no es una alternativa al ALCA, y en realidad una y otra se refuerzan mutuamente. Ninguna de las dos ofrece una opción de desarrollo alternativo. Por otro lado, si bien las propuestas de Brasil de un reordenamiento regional son potencialmente útiles frente a las presiones de Washington, todavía deben recorrer un largo camino para establecer una relación entre iguales, al menos en el Cono Sur y el resto de América Latina. Hasta ahora Brasil ha defendido la integración regional pero lo hace en la medida que sea funcional a sus intereses; no ha estado dispuesto a renunciar a sus propias perspectivas sobre la región, y para colmo en el comercio regional ha apelado a trabas arancelarias y obstáculos técnicos para proteger a sus sectores productivos. Por esa razón, cada vez que Brasil critica las prácticas comerciales de los países industrializados y a la vez reclama que se lo apoye en los foros internacionales, sus vecinos le recuerdan sus pequeñas trampas comerciales. Entre las más recientes está la compra de productos agrícolas subsidiados de Estados Unidos desplazando exportaciones originadas en Argentina y Uruguay. Esa actitud fue la que prevaleció en la época de oro del MERCOSUR, en la cual Brasil nunca permitió que se diera el paso hacia un ordenamiento supranacional, en tanto eso limitaría la soberanía de cada uno de los países, tal como sucede en la Unión Europea. Llegados a este punto queda en evidencia uno de los problemas centrales con el ALCA: si bien más y más reconocen los problemas de ese proyecto, las propuestas alternativas que vienen planteando algunos gobiernos latinoamericanos, como Brasil, en realidad no ofrecen un cambio de perspectiva. La idea del ALCSA sudamericana es un claro ejemplo. Su propia condición de «alternativa» debe ser motivo de una discusión. Sin duda la integración regional es una condición necesaria para la construcción de una estrategia distinta, pero deberá estar dotada de metas, contenidos estratégicos y planes de acción que realmente apunten a otro tipo de desarrollo. Las organizaciones ciudadanas enfrentan un abanico más diversificado de opciones, con la ventaja de tener ciertas posibilidades de poder incidir en un acuerdo que se encuentra todavía bajo discusión. Una primera tarea es actuar intensamente para difundir los borradores que los gobiernos vienen analizando, y otra, elevar propuestas alternativas. En este caso la difusión no es un hecho menor, ya que nos encontramos con un tratado que tendrá consecuencias muy negativas, en especial referidas a la pérdida de soberanía, lo que difícilmente recibirá el apoyo ciudadano. Recordemos que bajo el ALCA se corre el riesgo que muchos logros obtenidos tras largas luchas sociales, especialmente en el terreno sindical, puedan ser modificados para atender a demandas comerciales. Allí la situación es de claroscuros, ya que son precisamente varios gobiernos latinoamericanos los más fuertes opositores a incluir regulaciones sociales y ambientales en el acuerdo. Ricardo Lagos, de Chile, sostuvo que su país no aceptará reducir su capacidad exportadora bajo el
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pretexto de normas ambientales, y justamente en estos días su gobierno está discutiendo una nueva reforma laboral. La actual propuesta del ALCA implica la erosión de las capacidades de los Estados nacionales de regular sus propias estrategias de desarrollo, otorga una condición privilegiada a las empresas frente a los Estados, refuerza la primarización productiva con sus conocidos efectos sociales y ambientales, y en buena medida impide la integración genuina en los planos sociales y políticos. Para casi todos los países de América Latina, el ALCA es aún peor que el NAFTA, ya que ni siquiera podrán disfrutar de las ventajas de la cercanía geográfica con Estados Unidos. Por lo tanto, el ALCA profundiza un estilo de desarrollo insustentable. Desde la sociedad civil, las posturas son claras. En el caso laboral, las declaraciones de las centrales sindicales apelan a los compromisos dentro de la OIT, y reclaman puntos como asegurar el empleo y su calidad, y asegurar la atención de las asimetrías. Los mayores sindicatos del continente, junto a organizaciones agropecuarias, ambientales, indígenas y sociales, se vienen movilizando para enfrentar este programa de liberalización. En especial, la coalición Alianza Social Continental organizó varios de los talleres y marchas en Buenos Aires y Québec, con una masiva respuesta. Más allá de estas defensas, no debería caerse en una posición simplista, suponiendo que todo acuerdo de integración entre países es negativo y de hecho siempre desembocará en algo parecido al TLCAN. La marcha de ese acuerdo y la situación del ALCA dejan en claro una paradoja que no siempre es bien percibida: un acuerdo de libre comercio puede de hecho impedir la integración entre naciones, no es necesariamente un sinónimo de la integración. La liberalización comercial puede impedir una integración en otros planos, como el político, cultural o social, y termina agravando la asimetría entre los socios. Por lo tanto, las opciones alternativas al ALCA se inscriben en generar nuestra propia propuesta de integración alternativa, que desde el inicio incluya componentes políticos para tener una regulación social sobre el mercado. Así, en varios sentidos, el ALCA ofrece una nueva oportunidad para repensar nuestras estrategias de desarrollo y hacerlo en común entre varios países hermanos.
Bibliografía ASC 2003 (2002) «El ALCA al desnudo: críticas al texto borrador del Área de Libre Comercio de las Américas», en Alianza Social Continental (Sao Paulo) [www.aschsa.org] Genoino, J. 2003 «ALCA, o mayor desafío da política externa», en O Estado de S. Paulo (Sao Paulo) 15 Febrero. Pinheiro Guimarães, S. 2002 ¿Debe o Brasil se retirar da Alca? en La Insignia Madrid (Lugar) 16 noviembre [www.lainsignia.org]. Gudynas, E. 2001 América Latina, atrapada en una ronda eterna. La Insignia, 24 noviembre 2001 [www.lainsignia.org]. Gudynas, E. y G. Evia. 2002 « Comercio Internacional y Agricultura Latinoamericana: temas recurrentes, objetivos olvidados», en Tercer Mundo Económico(Lugar) Montevideo. Nº 154: 15-19.
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Gudynas, E. y G. Evia. 2003 «El capítulo de agricultura del ALCA. Análisis preliminar de sus impactos», en Observatorio del Desarrollo, CLAES (Uruguay)16 enero 2003 [www.ambiental.net/agroverde]. IISD y WWF. 2001 Private rights, public problems (Manitota: IISD y WWF).
Países
PBI per cápita en dólares de 1997 a paridad de poder de compra Austria 22,070 Argentina 10,300 EE.UU. Portugal 14,270 Paraguay 3,980 Haití
Ingresos más bajo respecto al mas alto
1.5
2.6
22.8
29,010 1,270
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Mario Rapoport La Argentina y los caminos divergentes del MERCOSUR y del ALCA* «...el águila cuyas garras nos ofrecen la sarcástica oferta del comercio libre y recíproco...» Diario El Nacional, 4 de octubre de 1889. La relación de un país con Estados Unidos es algo semejante a estar en la cama con un elefante, se debe tener cuidado de asegurarse de que no se dé vuelta sobre usted mientras duerme» Extracto declaración de Pierre Trudeau, ex Primer Ministro de Canadá.
Introducción En diciembre de 1994, en el contexto de la Cumbre de las Américas realizada en Miami con la asistencia de treinta y cuatro países americanos 1, se presentó la propuesta de los Estados Unidos de establecer un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con el objetivo de integrar las economías del hemisferio occidental en un acuerdo único de libre comercio. Los jefes de Estado y de gobierno de estos países acordaron el establecimiento de dicha área, en la cual se eliminarán progresivamente las barreras al comercio y a la inversión, previéndose la finalización de las negociaciones para el año 2005. Para la Argentina, el ALCA se presenta en un momento en el que el MERCOSUR pareciera estar perdiendo dinamismo. Ese proyecto de libre comercio continental implica una población de 800 millones de habitantes (13,6% de la población mundial), un PBI per cápita de 12.990 dólares, exportaciones totales por 1,23 billones de dólares (el 22% de las exportaciones del mundo) y una extensión geográfica de 39.797.000 km2 (30% de la superficie mundial) (Rozenwurcel:2001). No obstante, las magnitudes por sí mismas no conforman un argumento convincente para la adhesión al acuerdo. Más allá del encanto de los grandes números, es necesario un análisis detallado de sus implicancias en materia no sólo económica sino estratégica, y describir el alcance de sus efectos tanto en el corto como en el largo plazo. En este trabajo se examinarán las posibilidades de desarrollo de la Argentina a partir de los procesos de integración regional. Para ello se realizará un estudio con perspectiva histórica a fin de comparar la actual experiencia en integración que propone el MERCOSUR y las posibles ventajas o desventajas que supone el ALCA, tratando de esclarecer si ambos proyectos son o no compatibles y cuál resulta más conveniente para la Argentina. Analizaremos también las posibles consecuencias de la nueva ley agrícola de Estados Unidos sobre la economía argentina, en tanto consideramos que su implementación tendrá amplios efectos distorsivos en el comercio y la producción agrícola. * Este trabajo forma parte de un proyecto UBACYT 2001-2003. Agradezco la colaboración de Vera Chiodi y Verónica Robert.
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Para el estudio del MERCOSUR nos basaremos en la experiencia de la región en los últimos años. En este caso disponemos de estadísticas de comercio que facilitan la tarea. Para estudiar las posibles ventajas del ALCA, en cambio, debemos valernos de algunas hipótesis de trabajo, porque el mismo no es más que una conjetura y por lo tanto no ha pasado todavía al terreno de los hechos. Utilizaremos en este caso ciertas herramientas que nos provee el análisis económico, tanto en materia de integración como de comercio, pero sobre todo los hechos que constituyen la historia, las experiencias pasadas, los viejos intentos de integración americana y las políticas proteccionistas. El caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) es un ejemplo a tener en cuenta por ser la base sobre la que se pretende erguir al ALCA, puesto que «la normativa del NAFTA constituye, para Estados Unidos y Canadá, según declaraciones de ambos gobiernos, un piso mínimo para las negociaciones» (Arceo, 2001).
Antecedentes históricos El Panamericanismo Los intentos de integración en América no han sido pocos. La Primera Conferencia Panamericana lanzada por el Secretario de Estado James G. Blaine en Washington en 1889 proponía una unión aduanera para las Américas. En aquella ocasión las discusiones se extendieron por más de seis meses, desde el 2 de octubre de 1889, día en que se abrió la conferencia, hasta el 19 de abril del año siguiente, cuando se le dio clausura. Los temas tratados abarcaron desde la uniformidad del sistema de medidas y pesos hasta la generalización de una moneda común, pasando por el arbitraje y la unión aduanera y otras cuestiones, como reducciones arancelarias unilaterales. El éxito de la conferencia fue limitado o nulo. Los representantes argentinos, Roque Sáenz Peña y Manuel Quintana, ambos futuros presidentes, se opusieron sistemáticamente a todas y cada una de las propuestas planteadas por los representantes norteamericanos. En uno de sus discursos, Sáenz Peña puso de relieve el carácter geopolítico, más que económico, de la Conferencia. Citó para ello a un senador norteamericano que afirmaba que «los estados hispanoamericanos comenzarán entregándonos (a los Estados Unidos) las llaves de su comercio, para terminar entregando la de su política», y concluyó su intervención contraponiendo al lema de la doctrina Monroe, «América para los americanos», el de «América para la humanidad»(IAC: 1960). De hecho, la historia ya había demostrado que la política económica exterior norteamericana, si bien proclamaba los principios de igualdad y de nación más favorecida- (equality) y reciprocidad (reciprocity), no los aplicaba en la práctica. «Esto es, Estados Unidos ganó acceso a los mercados de Japón y China en términos de igualdad entre los principales extranjeros más privilegiados, pero los japoneses y chinos no ganaron igualdad en Estados Unidos»(Eckes,1995: 26). La importancia de Europa para la economía argentina hacía imposible asumir una actitud diferente, y tanto Sáenz Peña como Quintana actuaron en consecuencia. El carácter de las economías norteamericana y argentina era en aquel entonces, como lo sigue siendo en la actualidad, fuertemente competitivo. Estados Unidos empezaba a presentar rasgos de su potencialidad industrial, a la vez que continuaba siendo un importante productor de productos agropecuarios. Resultaba evidente que su
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objetivo era desplazar a Europa de su comercio con América. Sáenz Peña explicaba que el intento de crear una zona de mercado libre americana podría llegar a provocar «una guerra de un continente contra otro, dieciocho estados independientes, aliados para excluir de la vida comercial a esa misma Europa que nos tiende su mano, nos envía sus fuertes brazos y complementa nuestra existencia económica, después de proporcionarnos la civilización»(IAC: 1960). No obstante, el fracaso de la Primera Conferencia Panamericana no fue consecuencia exclusivamente de la oposición de los demás países. La representación de Estados Unidos no era homogénea, pues había intereses comerciales e industriales divergentes. Las diferencias se dejaron ver durante la conferencia, y fueron oportunamente señaladas por Quintana y Sáenz Peña 2. Las ideas de Blaine sobre la reciprocidad no eran ciegamente aceptadas por todos sus compatriotas. A pesar de que encontró apoyo interno para la implementación de políticas orientadas a las exportaciones de manufacturas, algunas de sus propuestas nunca fueron votadas en el Congreso, donde los partidarios de la protección a la industria local se resistieron (Eckes, 1995). Sin embargo, este primer intento de acercamiento entre los dos países no fue el único, y las relaciones económicas transitaron caminos difíciles en los años venideros. En este sentido, el contexto internacional fue determinante para la configuración de las estructuras productivas y comerciales y, en efecto, Estados Unidos fue adquiriendo un rol cada vez más importante en la economía mundial, no sólo en el sector agropecuario sino también en el industrial. El esquema triangular y el proteccionismo norteamericano Después de la Primera Guerra Mundial, con la declinación del Imperio Británico, pudo observarse una gran penetración de los intereses comerciales, financieros y empresarios norteamericanos en el sur del continente. Esto tuvo un impacto especial en la Argentina, que por aquella época comenzaba a abandonar los vínculos privilegiados que había sostenido con Gran Bretaña durante el siglo XIX. En este contexto, da comienzo una relación triangular con dos socios a cambio de uno: Estados Unidos por un lado, y Gran Bretaña y más tarde Europa continental por el otro, como se ve claramente en el período 1914-1930. En este caso, mientras el grueso de las exportaciones se dirigía a Europa y el Reino Unido, Estados Unidos tenía un peso decisivo como proveedor de bienes manufacturados y de capital (ver Cuadro 1) Pero este esquema triangular todavía continúa hoy, aunque con características distintas, por la importancia que adquirió el comercio intra–MERCOSUR, como puede observarse en el Cuadro 2. La relación triangular que se dio históricamente en el comercio exterior de la Argentina se debe en buena parte a la estructura exportadora del país. Es preciso señalar que en todo este largo período de casi cien años las relaciones con Estados Unidos fueron muy poco complementarias, y en ocasiones altamente conflictivas. Estados Unidos nunca dejó que los productos argentinos entraran en sus mercados, mientras que la Argentina se fue haciendo cada vez más dependiente de las importaciones de productos norteamericanos, sobre todo en lo que se refiere a bienes de capital con
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Cuadro Nº 1 Comercio Argentino con Gran Bretaña y los Estados Unidos en porcentaje Año Gran Bretaña Estados Unidos Exportac. Importac. Exportac. Importac. 1914 29.3 34.1 12.2 13.5 1915 29.6 29.8 16.1 24.8 1916 29.4 28.3 20.9 29.2 1917 29.4 21.9 29.4 23.3 1918 38.1 24.9 20.6 33.8 1919 28.7 23.6 18.4 35.5 1920 26.8 23.4 14.7 33.2 1921 30.6 23.3 8.9 26.9 1922 22.2 23.5 11.8 22.1 1923 24.5 23.7 11.6 20.9 1924 23.1 23.4 7.1 22.0 1925 23.9 21.8 8.3 23.5 1926 25.1 19.3 9.1 24.8 1927 28.2 19.4 8.3 25.4 1928 28.6 19.6 8.3 23.2 1929 32.2 17.6 9.8 26.3 1930 36.5 21.0 6.0 15.8 Fuente: Anuarios de comercio exterior de la República Argentina
alto contenido tecnológico. Por ejemplo, ya antes de 1914 «los granjeros norteamericanos se quejaron de problemas en el acceso a las exportaciones. Con las mejoras en los fletes y las comunicaciones, se incrementó la competencia en el mercado europeo de oferentes como Australia, Argentina, Canadá y Rusia, en commodities tales como harina y trigo. En el continente, los asuntos de seguridad y las presiones políticas de los granjeros contribuyeron a aplicar medidas más proteccionistas en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial»(Eckes, 1995: 62). Se pueden citar varios ejemplos de vieja data respecto a las dificultades que encontró la Argentina para exportar a los Estados Unidos. Hacia 1867 el parlamento norteamericano cerró virtualmente la importación de lanas argentinas al dictar la Ley de Lanas y Manufacturas de Lanas. Este producto era el rubro principal dentro de la estructura exportadora de la época, y Estados Unidos absorbía una cuarta parte de las colocaciones argentinas(Chiaramonte, 1986). En 1921 el presidente norteamericano W. H. Harding pidió al Congreso una ley de emergencia tarifaria, señalando: «creo en la protección a la industria norteamericana y es nuestro propósito que Norteamérica prospere primero». En consecuencia, en 1922 se promulgó el arancel (Tariff Act) Fordney-McCumber, que implicaba volver a los niveles de protección previos a la Primera Guerra Mundial y afectaba entre otras cuestiones el comercio de carnes, cereales y frutas (Eckes, 1995). A pesar de que hacia mediados de la década del ‘20 el mercado norteamericano no era de volumen importante para las exportaciones de nuestro país, prometía incrementos sustanciales. Sin embargo, en septiembre de 1926 el Departamento de Agricultura de Estados Unidos emitió una disposición por la cual se prohibía la entrada de carnes frescas o refrigeradas de regiones con aftosa, perjudicando especialmente
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A ño 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000
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Cuadro nº 2 Comerc io ex terior de A rgentina con el MERCOSUR, el NA FTA y la Unión Europea, 1989/2000 En millones de u$s Exportac iones FOB Importac iones FOB Saldo MERC NA FTA UE MERC NA FTA UE MERC NA FTA UE 1832.6 2101.7 1816.7 833.4 968.9 500.1 999.2 1132.8 1316.6 1977.1 1551.2 1953.4 1738.2 1744 788.5 238.9 -192. 8 1164.9 2326.9 1638.3 3731.8 3676.3 2817.2 3633.3 -1349.4 -1178.9 98.5 3684 1562.5 3646.4 4028.7 3483.9 4139.2 -344.7 -1921.4 -492.8 4803.7 2083.5 3890.5 4783.8 4819.2 6139.6 19.9 -2735.7 -2249.1 6769.7 2026.9 4465.6 4602.7 4856.6 6024.5 2167 -2829.7 -1558.9 7918.4 2470.6 4562.6 5809 5565.7 6901.8 2109.4 -3095.1 -2339.2 9596.7 2554.4 3992.8 7612.7 7155.7 8320.9 1984 -4601.3 -4328.1 9410.8 2701.3 4602.1 7939.1 7217.8 8620.2 1471.7 -4516.5 -4018.1 7071.3 3173.8 4712.6 6298.8 5776.9 7119.2 772.5 -2603.1 -2406.6 8401.8 3764.5 4691.2 7199.3 5675.2 5784.1 1202.5 -1910.7 -1092.9
Fuen te : Ins titu to N aciona l de Es tadís tica y C e ns os (IN D EC )
a la economía argentina, cuyas principales zonas ganaderas se consideraban afectadas por esta enfermedad aún cuando muchos de esos productos eran aceptados en Inglaterra y Europa continental. «El conocimiento científico era común a ambos países. ¿Es que estos conocimientos eran suficientemente concluyentes para justificar el embargo, o esta medida fue solamente consecuencia de las presiones proteccionistas de los productores estadounidenses? Y si es que los conocimientos eran concluyentes ¿cuál habría sido la razón que impidió a Gran Bretaña imponer también un embargo igualmente estricto?» (O’Connell, 1986). En efecto, esta medida hacía peligrar el comercio de carnes entre la Argentina y Gran Bretaña. Sin embargo, Londres no aplicó las mismas políticas que el país del norte, en tanto esto hubiese perjudicado seriamente su economía doméstica, que podía resultar afectada por un aumento del costo de vida. En este episodio encuentra su justificativo el lema de «comprar a quien nos compra» enarbolado por la Sociedad Rural Argentina, que constituye el primer antecedente del acuerdo comercial más importante firmado por la Argentina en la década siguiente: el controvertido Tratado Roca-Runciman. En diciembre de 1930 el Congreso norteamericano instrumentó el arancel SmootHawley. Esta ley arancelaria es calificada como la que impuso las tarifas más altas en la historia de los Estados Unidos. Aunque ello no sea cierto, porque en el siglo XIX hubo en promedio aranceles mayores, fueron sin duda los niveles de protección más elevados del siglo XX 3. Sabemos que «la Smoot-Hawley Act incrementó la tasa promedio de bienes importados de la Argentina entre un 15,2% a un 31,9% en 1931...», mientras que «las exportaciones argentinas a Estados Unidos se redujeron entre un 74% y 75% entre 1929 y 1931. Hubo así en Argentina una considerable agitación pública contra Estados Unidos» (Eckes,1995:125). Otro incidente sucedió durante la implementación del programa de reconstrucción europea en la posguerra, el llamado Plan Marshall, donde los países latinoamericanos contaban con participar como proveedores de productos agropecuarios. Ninguno de ellos pudo incorporarse, ya que Estados Unidos, cuyo poder en la orientación de las compras era determinante, dado que proveía las divisas, no autorizó la concreción de tales negocios, que perjudicaba la colocación de sus excedentes agrarios.
E 6.6 4.9 8.5 2.8 49.1 58.9 39.2 28.1 18.1 06.6 92.9
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Los subsidios agrícolas estadounidenses se triplicaron en la última década del siglo XX, llegando a más de 30 mil millones de dólares (Le Monde Diplomatique en español, septiembre de 2001). Pero recientemente esa situación empeoró en forma considerable con la aprobación por parte del gobierno de George W. Bush (h) de una nueva Ley Agrícola (Farm Bill) en la que se profundizan las medidas de apoyo al sector agropecuario norteamericano. Esta nueva ley significa un giro de 180º en comparación con la vieja ley, Fair Act, que rigió entre 1996 y 2002. Esta última buscaba que los agricultores decidieran qué producir, cómo producir y en qué cantidad producir teniendo en cuenta los precios del mercado y no los incentivos que otorgaba el gobierno. La nueva legislación dista considerablemente de dicho enfoque, ya que procura garantizar «niveles de rentabilidad mínima para la producción sectorial que estarán más desprendidos que en la actualidad de las señales del mercado» (Liboreiro, 2002).
Los primeros acuerdos latinoamericanos Además de la Unión Aduanera de las Américas y el actual proyecto del ALCA, también surgió otra opción que políticamente estuvo en la mente de los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín, y que se expresó de distinto modo a lo largo del siglo XIX y empezó a desarrollarse como idea a partir del siglo XX. El llamado ABC entre Argentina, Brasil y Chile constituyó en 1915 una alianza política de estos tres países para actuar en un frente común con respecto a los conflictos continentales. Aunque algunos autores sugieren que el ABC se constituyó por influencia de Estados Unidos., que deseaba tener un bloque amigo en la región, en los hechos aparecía como una forma de contrabalancear el poderío norteamericano, y la idea se reflota en este sentido en años posteriores, como la década del ‘50. Además, no obstante su objetivo político, este tratado dejaba abierta la posibilidad de un acuerdo económico entre los tres países a través de un régimen de comercio preferencial y concesiones recíprocas de comercio(Rapoport). Por otra parte se multiplicaban al mismo tiempo las propuestas de distintos economistas de la región, entre las cuales la más importante es la del argentino Alejandro Bunge, en 1909, que propone la creación de una Unión Aduanera del Sur, integrada en primer lugar por Argentina y Uruguay, «La Unión del Plata», a la que se sumarían luego Paraguay, Chile, Bolivia y Brasil. Las ideas de Bunge fueron perfeccionándose y se publicaron en 1940 como un capítulo de su libro Una nueva Argentina. Unas décadas más tarde tuvo lugar finalmente la formación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, ALALC, de la que luego surgió la Asociación Latinoamericana de Integración, ALADI. ALALC se creó en febrero de 1960 bajo la iniciativa de la CEPAL, procurando gestar una integración económica que diera prioridad a los intereses de la región. La idea que sustentaba este proyecto era que las economías latinoamericanas lograsen una expansión de sus mercados nacionales sin someterse a las fuertes turbulencias de la economía mundial, y evitando sobre todo el progresivo deterioro de los términos de intercambio. Se suponía que la liberalización e intensificación de los intercambios regionales contrarrestaría las deficiencias del comercio exterior en su conjunto, hacia la conformación de una unión aduanera a escala continental.
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Sin embargo, a pesar del éxito relativo de sus primeros años, la ALALC encontró sus límites en la incapacidad de alcanzar grandes objetivos y en los fuertes vínculos que los distintos países tenían todavía con las principales potencias económicas. Luego de fracasos en las negociaciones, la suspensión de contratos vigentes y un período de relativo estancamiento, pasó a una etapa «informal» donde los «proyectos» reemplazaron a los «compromisos». Bajo estas premisas se firmó en agosto de 1980 el tratado de Montevideo que dio origen a la ALADI. Pero esta nueva asociación se transformó pronto en una suma de acuerdos bilaterales extensibles a terceros países con problemas de desigualdades en el desarrollo económico de cada país parte, y su debilidad permitió que años más tarde se firmara el Acuerdo de Asunción, punto de partida del MERCOSUR, de características muy diferentes (ver Cuadro 3).
Años 1960 1965 1970 1975 Variaciones 65/60 70/65 75/70
CUADRO Nº 3 Comercio de la Alalc En millones de dólares Comercio del Comercio res to del intra ALAC (a) m undo (b) 567.2 7347.9 834.1 9516.0 1264.1 12786.0 4010.2 29740.0 47% 52% 217%
30% 34% 133%
a/b 8% 9% 10% 13% 14% 13% 36%
Fuente: Elaboración propia a partir de información de la CEPAL Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, 1989.
Todos estos intentos de integración tuvieron el mismo objetivo: crear mecanismos de protección que defendieran el comercio, la producción y el empleo en el continente frente al avasallador impulso del gigante norteamericano. El ideal bolivariano de una América Latina unida podría algún día ser alcanzado mediante un acuerdo regional firmado por la totalidad de las economías de la región.
Creación y desarrollo del MERCOSUR El Mercado Común del Sur, que abarca a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, y dos países asociados, Chile y Bolivia, es actualmente la culminación más exitosa en América Latina de aquellas iniciativas. Pese a todas sus imperfecciones, controversias y falta de institucionalización, este proceso de integración regional constituye para la Argentina el área donde se lograron los mayores progresos en materia de inserción internacional. El MERCOSUR cuenta con un eje principal formado por Argentina y Brasil, de cuyas relaciones va a depender su éxito o su fracaso. Brasil pasó a ser en poco tiempo el principal mercado para las exportaciones argentinas, y la Argentina el segundo mercado en importancia para su vecino. El comercio interregional experi-
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mentó así, desde los primeros acuerdos de integración hacia fines de la década de los ‘80, un notable incremento de más del 20% anual, que quintuplicó el crecimiento del comercio extra-zona (ver Cuadro 4). A pesar de las dificultades de los últimos años, por la crisis y devaluación en Brasil y la caída de la convertibilidad y la profunda recesión de la Argentina, el comercio entre los dos países siguió sosteniéndose y representando un porcentaje significativo del intercambio exterior de cada uno de ellos, aunque entre 1999 y el 2001 cayera en volumen. En el 2001 las exportaciones e importaciones fueron para la Argentina de 6.205 y 5.277 millones de dólares respectivamente, con un saldo positivo para el país del Plata de 928 millones. Lo que nos interesa demostrar, sin embargo, son los profundos lazos comerciales y económicos que se establecieron entre las dos naciones en apenas una década, y el incremento sostenido de los mismos. Por otra parte, el MERCOSUR juega una activa participación en el conjunto de las exportaciones argentinas y cobra una relevancia mayor si se analiza su composición sectorial: del 30% que la Argentina exporta al MERCOSUR, cerca de la mitad corresponde a manufacturas industriales, que son productos de mayor valor agregado. A ello debemos agregar que las exportaciones argentinas a Chile también tienen una participación importante en el comercio argentino, cercana al 10%, realzando la importancia de la región. Respecto a los otros bloques, en conjunto las exportaciones hacia los mismos se elevan a poco más del 30% de las ventas totales, y de ellas la Unión Europea cuenta con una importancia relativa mayor. En cuanto a su composición, podemos destacar que en términos relativos la Unión Europea compra más productos argentinos de carácter primario y manufacturas de origen agropecuario que manufacturas de origen industrial y combustibles. En el caso del NAFTA, en cambio, se observa una situación diferente por la imposibilidad de colocar productos agrarios en el mercado norteamericano (ver Cuadro 5). Como se puede observar en el Cuadro 2, el crecimiento del comercio de la Argentina con el continente americano presenta asimismo grandes asimetrías. El MERCOSUR tuvo un lugar mucho más destacado que el NAFTA, tanto como destino cuanto como origen de los flujos de comercio. Esta evolución es notoria en lo que respecta a las importaciones, que se incrementaron entre 1989 y 2000 en un 465% desde el NAFTA, y en un 728% desde el MERCOSUR, alcanzando en los últimos años el 28,5% de las exportaciones totales. Sin embargo, tal disparidad se hace aún más evidente en lo referente a las exportaciones argentinas. Allí, el incremento cercano al 490% para el MERCOSUR contrasta con un menos dinámico 171% para los países del NAFTA. En ese sentido, la última cifra es incluso ligeramente inferior al crecimiento de las exportaciones totales de Argentina en el período, que se elevó al 174%. Este comportamiento refleja tanto la evolución de las estructuras productivas de los principales países involucrados como tendencias con una larga raíz histórica. Brasil tuvo a lo largo de buena parte del siglo XX una importante participación en el comercio exterior argentino, lo que señalaba de antemano la potencialidad de un mercado ampliado ([IMA] 2001). Desde este punto de vista, la eliminación de las trabas al comercio mutuo posibilitó la profundización de la complementación de
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No el Alca. No a la Guerra CUADRO Nº 4 COMERCIO ARGENTINO CON BRASIL, 1987-98
año
Importac. de Brasil (1) (A)
Partic. En las Importa Variac. c. Relat. totales argentin as (%)
(en millones de dólares) Partic. Partic. Partic. En las En las En las Saldo de exporta exporta Exportac. importa la Balanza Corriente Variac. c. c. a Brasil (2) c. Comerc. de Comerc. Relat. totales totales (B) totales Con Brasil (A+B) argenti brasiler brasiler (B-A) nas as (%) as (%) (%) 3,17 574,69 -9,04 3,82 -257,09 1406,47 2,9 707,1 23,04 7,74 4,84 -272,28 1686,49 2,1 1.238,99 75,22 12,94 6,79 516,87 1961,1 2,05 1.399,68 12,97 11,33 6,77 754,54 2044,82 4,67 1.614,68 15,36 13,48 7,67 138,51 3090,85 8,49 1.731,63 7,24 14,15 8,42 -1308,36 4771,61 9,49 2.717,27 56,92 20,76 10,76 -941,51 6376,05 9,5 3.661,97 34,77 23,12 11,07 -473,9 7797,83 8,69 5.591,39 52,69 26,67 11,19 1550,26 9632,53 10,83 6.805,47 21,71 28,58 12,76 1635,43 11975,5 12,77 7.941,29 16,69 30,27 13,29 1174,01 14708,56 13,2 8.034,17 1,17 30,39 13,92 1287,06 14781,28
1987 831,8 -14,29 1988 979,4 17,75 18,4 1989 722,1 -26,27 17,19 1990 645,1 -10,66 15,82 1991 1.476,20 128,81 17,84 1992 3.040,00 105,94 20,44 1993 3.658,80 20,36 21,8 1994 4.135,90 13,04 19,16 1995 4.041,10 -2,29 20,08 1996 5.170,00 27,94 21,76 1997 6.767,30 30,89 22,12 1998 6.747,10 -0,3 21,49 Elaboración propia. FUENT E: INDEC, FIDE y Ministério do Desenvolvimento, Indústria e Comércio Exterior do Brasil. 1 FOB en Brasil. 2 FOB en Argentina.
CUADRO Nº 5 Estructura de las exportaciones argentinas durante el 2001 En porcentajes Manufacturas Manufacturas Productos Combustibles y de origen de origen primarios energía agropecuario industrial 4.6% 3.2% 15.0% 5.3% 0.6% 1.0% 2.3% 6.6%
Mercosur Chile Resto de ALADI 0.8% 1.2% NAFTA 1.2% 3.3% UE 5.7% 8.1% ASEAN 1.0% 1.8% China 3.2% 0.9% Corea Rep, 0.8% 0.3% Japón 0.8% 0.3% India 0.1% 1.5% Medio Oriente 1.9% 1.7% Sudáfrica 0.2% 0.6% Resto 2.0% 4.1% Total 23% 28% Fuente: Elaboración propia sobre datos del INDEC
2.1% 5.5% 3.2% 0.3% 0.4% 0.1% 0.3% 0.1% 0.3% 0.4% 1.1% 31%
0.4% 3.7% 0.2% -0.1% 0.4% --0.1% 0.03% 1.0% 18%
Balanza comerci al argentin a total 541 3.813 5.373 8.275 3.703 -2.635 -325 -5.751 841 49 -4.019 -4.963
Total 28.2% 10.4% 4.6% 13.7% 17.2% 3.2% 4.5% 1.6% 1.4% 1.7% 4.1% 1.2% 8.2% 100%
diversas ramas en ambas economías, así como un mejor aprovechamiento de economías de escala y el desarrollo de una división del trabajo en la producción de algunas empresas instaladas en los dos países, particularmente en el sector automotriz (Rapoport).
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Mario Rapoport CUADRO Nº 6 Com ercio exterior con los Es tados Unidos (1943-2001, años s eleccionados ) En m illones de dólares
anza merci al entin otal
Exportaciones Años
41
813 373 275 703 635
25 751 41 9 019 963
Totales
Coeficiente de i como demandante
EE.UU.
1943 603 146 24 1949 1.045 112 11 1953 1.125 213 19 1959 1.009 108 11 1963 1.365 154 11 1969 1.612 144 9 1973 3.234 260 8 1979 7.810 569 7 1983 7.836 755 10 1991 12.146 1.210 10 1992 12.399 1.325 11 1993 13.269 1.264 10 1994 16.023 1.737 11 1995 21.162 1.804 9 1996 24.043 1.975 8 1997 26.430 2.204 8 1998 26.441 2.212 8 1999 23.285 2.653 11 2000 26.409 3.156 12 2001 26.655 2.908 11 Elaboración propia. Fuente: INDEC
Importaciones
Totales
EE.UU.
238 1.181 1.179 992 988 1.576 2.136 6.700 4.504 8.403 14.982 16.872 21.675 20.200 23.855 30.450 31.404 25.508 25.243 20.310
45 175 135 191 242 346 462 1.049 973 1.845 2.468 3.076 4.373 4.207 4.748 6.095 6.227 4.996 4.785 3.781
Coeficiente de incidencia Saldo con de EE.UU. EE.UU. como proveedor
19 15 11 19 24 22 22 16 22 22 16 18 20 21 20 20 20 20 19 19
101 -63 78 -83 -88 -202 -202 -480 -218 -635 -1.143 -1.812 -2.636 -2.403 -2.774 -3.891 -4.016 -2.343 -1.629 -873
El ALCA: posibles efectos para la economía argentina El comercio argentino-norteamericano Estados Unidos no ha sido jamás un mercado importante para la Argentina, mientras que, por el contrario, este país fue un cliente importante para los vecinos del norte, y por lo tanto el comercio argentino con Norteamérica ha tenido un carácter históricamente deficitario, como se puede observar en el Cuadro 6. El mejoramiento general de las relaciones bilaterales con los Estados Unidos ha implicado un incremento del intercambio comercial bilateral en aproximadamente un 200% en la última década (1990-2000). No obstante, cabe destacar que este aumento significativo se ha debido en mayor medida al incremento de las exportaciones estadounidenses a la Argentina, y no tanto al aumento de nuestras exportaciones a aquel país. Este balance negativo ha llevado a que durante el período 1991-2000 la Argenti-
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na haya acumulado un déficit comercial con los Estados Unidos de unos 24.000 millones de dólares. Si analizamos el comercio de la Argentina con el MERCOSUR y el NAFTA, vemos una situación muy parecida en relación a esta última región. En lo que se refiere al sector agropecuario argentino en particular, éste enfrenta una situación doblemente difícil, por un lado porque existen productos agropecuarios competitivos con el país del norte, situación que se agrava con el avance de la biotecnología, y por otro por la profundización del proteccionismo norteamericano. Un ejemplo de ello puede encontrarse en los principales productos exportados por ambos países. Para la década del ‘90 se han elaborado los tres gráficos que adjuntamos, en donde se verifica que ante incrementos en la participación de las exportaciones argentinas dentro del total mundial 4 se produjeron caídas en la participación respectiva de Estados Unidos, y viceversa. Esto aporta evidencia empírica a la tesis de competitividad entre las economías argentina y norteamericana.
Conclusiones Para la Argentina, por el carácter competitivo de su comercio con Estados Unidos, la integración al ALCA no reportaría ninguna ventaja. Además, el proteccionismo norteamericano sigue en pie, y fue reforzado por la última Farm Bill. Brasil, cuya estrategia económica internacional es más clara que la nuestra, ha planteado como objetivo una participación «de las negociaciones para la formación del ALCA en posición de fuerza, basada en el MERCOSUR» (Moniz Bandeira, 2002). El país vecino tiene una economía más consolidada, que podría poner en cuestionamiento la hegemonía política y económica de Estados Unidos en la región, sobre todo con la llegada al gobierno de Lula. Es evidente que una de las mayores preocupaciones de Estados Unidos es que, si los dos países del MERCOSUR fortalecen sus relaciones bilaterales, se generalice una tendencia proteccionista que definitivamente anule cualquier posibilidad de consolidación del ALCA. En verdad, Brasil quiere hacer recaer toda responsabilidad de un eventual fracaso del ALCA en el gobierno norteamericano, de quien no duda que no accederá a retirar las barreras a su comercio, pues responde a la presencia de fuertes lobbies agrarios dentro del Congreso. En igual sentido, la legislación anti-dumping y el aumento de tarifas autorizado por el Presidente Bush, que atañe a la producción siderúrgica, provocará un daño considerable a las exportaciones brasileñas. Por el contrario, las exportaciones norteamericanas hacia el Brasil se triplicaron en la década del ‘90, pasando de 5.000 millones de dólares en 1990 a 15.300 millones en el 2000, y el déficit comercial con los Estados Unidos alcanzó entre 1996 y 2000 18.600 millones de dólares, con un promedio de 3.700 millones anuales y un pico de 6.300 millones en 1997. Por ende, mientras soporta un importante déficit comercial con China, Estados Unidos pretende recuperarlo con fuertes superávit a costa del comercio exterior de Argentina y Brasil. En cambio, si consideramos un escenario distinto, con la continuación y profundización del MERCOSUR, la no participación en el ALCA no implicaría una ruptura del comercio con los países del NAFTA, del mismo modo que la participación de México en el NAFTA no implicó una caída sustancial de sus relaciones con el resto de los países latinoamericanos. Por el contrario, si el MERCOSUR se
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desintegra como consecuencia de la negativa de Brasil a integrar el ALCA, la situación para Argentina sería muy grave, porque perdería un mercado sustancial como el brasileño, mucho menos competitivo que el americano; dejaría de tener un socio estratégico para discutir en la OMC, e incluso con respecto a los Estados Unidos; y perdiendo toda capacidad de negociación con la Unión Europea, un socio hoy en día igualmente importante que el país del Norte. Lo más ventajoso para la Argentina es mantener y reforzar el MERCOSUR y negociar a través de él con los otros bloques regionales: NAFTA, UE, países Asiáticos, otros países latinoamericanos, y la OMC. Asimismo, el MERCOSUR debería avanzar rápidamente en la construcción de instituciones comunes: en especial, en la coordinación de políticas macroeconómicas que reafirmen el polo negociador y amplíen los mercados. A partir del MERCOSUR es posible negociar en mayores posiciones de fuerza y posponer un proyecto como el ALCA, o limitarlo a un acuerdo entre bloques comerciales. Como concluye un cientista político brasileño: «El objetivo de los Estados Unidos. con la formación del ALCA, es consolidar las medidas ultraliberales (...) fomentar sus exportaciones en un 30% y asegurar el crecimiento de su PBI a una tasa de 4 al 5% anual, como compensar el déficit comercial con otras regiones, a costa de los países latinoamericanos, induciéndolos gradualmente a adoptar el dólar como la única moneda en el hemisferio, cuya emisión y circulación estarán sobre su exclusivo control» (Moniz Bandeira, 2002). En resumen, el ALCA y el MERCOSUR tienen raíces históricas y objetivos contradictorios, y la coexistencia de ambos proyectos, al menos tal como se plantean, parece por el momento incompatible Bibliografía ALCA y la nueva agenda de negociaciones internacionales, 2001 (Buenos Aires, Ed. Prosur, Friedrich Ebert Stifung). Arceo, Enrique 2001 ALCA neoliberalismo o pacto colonial (Buenos Aires: Central de los Trabajadores Argentinos [CTA]). Chiaramonte, Juan C. 1986 Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, (Buenos Aires, Ed. Solar. Eckes, Alfred E. Jr 1995 Opening America’s Market, U.S. Foreign Trade Policy since 1776, (North Carolina, The University of North Carolina Press). Instituto para el Modelo Argentino [IMA] 2001 Informe Económico Nº 2. Noviembre. International America Conference [IAC] 1960 Minutes of the Conference, en T. F. McGann Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano 1880-1914 (Buenos Aires, Eudeba). Le Monde Diplomatique 2001 Versión en español, Septiembre. Liboreiro, Ernesto S. 2002 «La ley de la selva», en Clarín, Sábado 18 de mayo. McGann, T. F. 1960 Argentina, Estados Unidos y el sistema interamericano 18801914 (Buenos Aires: Eudeba). Moniz Bandeira, Luis Alberto 2002 (Revista LA ONDA digital. Portal de UruguayInternet) Julio.
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O’Connell, Arturo 1986 «La fiebre aftosa, el embargo sanitario norteamericano contra las importaciones de carne y el triángulo Argentina-Gran Bretaña-Estados Unidos en el período entre las dos guerras mundiales», en Desarrollo Económico (Buenos Aires) Vol. 26, Nº 101, Abril-Junio. Rapoport Mario y colaboradores, 2003 Historia económica, política y social de la Argentina, 1880-2000 (Buenos Aires, Ed. Macchi, 2da. edición) Cap. 9. Rozenwurcel, Guillermo 2001 Los países del Mercosur buscan su lugar en el mundo. El
Notas 1 Los países que conforman las negociaciones del ALCA son Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Dominica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, San Kitts y Nevis, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela. La voz oficial del ALCA habla de «las treinta y cuatro democracias de América». Deliberadamente, Cuba no está entre ellos. 2 Ante un intercambio de palabras entre Coolidge y Estee, Manuel Quintana afirmó: «La delegación de los Estados Unidos carece de instrucciones de sus gobiernos con respecto a este asunto vital... La actitud sostenida por la delegación de los Estados Unidos lo confirma plenamente... Un delegado no representa sino a una nación –una nación no tiene sino un solo voto- y en presencia de estos hechos me pregunto: ¿Cómo puede una sola delegación ofrecer dos opiniones, dos ideas, dos planes tan completamente distintos que se contradicen claramente?» (IAC:1960). 3 De acuerdo con la ley arancelaria de Smoot y Hawley, las tarifas promedio llegaban a 59,1% en 1932. No obstante, los niveles de cien años antes fueron mayores: el promedio arancelario para 1830 fue de 61,7%.(Eckes, 1995). 4 Argentina, Australia, Canadá, Corea, China, Estados Unidos, Hungría, Japón, México, Nueva Zelanda, Polonia y Unión Europea.
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Julio Sevares La política exterior argentina y el ALCA Los gobiernos argentinos participan en las negociaciones por el ALCA desde el lanzamiento del proyecto, pero nunca se explicitó cual era la posición oficial sobre el tema. Durante el menemismo, tanto la Cancillería como el ministro de Economía Domingo Cavallo tuvieron numerosas iniciativas y actitudes contrarias al MERCOSUR. Cavallo, en particular, hizo declaraciones a favor de profundizar las relaciones económicas con los Estados Unidos. Pero la pertenencia al MERCOSUR siguió siendo la política oficial. Durante el gobierno de Fernando De la Rúa se mantuvo la misma ambigüedad. Los gobiernos siguientes adoptaron una postura más claramente defensora del MERCOSUR, pero sin rechazar el proyecto del ALCA.
Evolución de las relaciones con Estados Unidos La Argentina siguió a lo largo de su historia una relación zigzagueante con los Estados Unidos. Por su comercio exterior, perteneció hasta casi mediados de siglo a la zona de la libra esterlina, y sus clases dirigentes privilegiaban los vínculos diplomáticos con Gran Bretaña. Durante la Segunda Guerra, mantuvo la neutralidad hasta último momento, cuando la derrota del Eje era ya evidente. En su libro Los Estados Unidos y el Peronismo, Rapoport y Spiguel califican esta política de ambivalencia entre confrontación nacionalista y pragmatismo negociador, y de instrumento de regateo. En Estados Unidos la posición argentina despertaba opiniones encontradas entre funcionarios y departamentos, y generaba una pronunciada desconfianza. Un documento del Departamento de Estado de los Estados Unidos de 1952 sostiene que Perón buscaba boicotear los planes de defensa estadounidenses para el hemisferio sur, fomentando la idea de que a la Argentina no le convendría participar junto a los Estados Unidos en caso de una guerra contra el comunismo (Rappoport y Spiguel, 1994). Las empresas estadounidenses rechazaban, por otra parte, el proteccionismo y el estatismo de la política peronista. En los últimos tramos de su mandato, presionado por la situación económica interna y el panorama internacional, Perón intentó un acercamiento con los Estados Unidos, pero no tuvo tiempo de concretarlo. Luego del derrocamiento del gobierno peronista, Argentina estrechó lazos diplomáticos con Estados Unidos. La política del tercer gobierno peronista, iniciado en 1973 con Héctor Cámpora, al que sucedió Perón, volvió a provocar diferencias con el país del norte. El gobierno trazó una política económica proteccionista, hizo negocios con Cuba y revitalizó las relaciones con la Unión Soviética, al tiempo que seguía reivindicando la Tercera Posición en materia de relaciones internacionales, esta vez bajo la fórmula del no alineamiento. El gobierno terminó con el golpe militar de marzo de 1976, pero paradójicamente la política exterior de la dictadura militar tampoco mejoró la percepción que los Esta-
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dos Unidos tenían de la Argentina. Una de las primeras decisiones del gobierno militar fue no unirse al embargo cerealero impuesto a la URSS por James Carter a raíz de la invasión soviética a Afganistán. Luego, el régimen entró en guerra con el principal aliado histórico de los Estados Unidos, Gran Bretaña, buscando aliados como los gobiernos latinoamericanos nacionalistas, Cuba incluida. El gobierno radical llevó cabo iniciativas que tampoco conformaron a Estados Unidos, como las negociaciones para coordinar las políticas de deudores latinoamericanos, un acercamiento a Europa, y el lanzamiento de una asociación con Brasil, que se convertiría en la base del MERCOSUR. Cuando se inició el gobierno de Carlos Menem se estaba produciendo una profunda transformación en el escenario internacional, con el colapso de la Unión Soviética, el fin de la época de la bipolaridad y el inicio de una unipolaridad liderada por Estados Unidos. En este contexto, las potencias enfatizaron, en su política exterior, objetivos económicos como la defensa del modelo de libre mercado y de los intereses de las corporaciones y los mercados propios. Las disputas de orden económico se multiplicaron incluso entre potencias aliadas, como lo reflejaron los continuos enfrentamientos por el comercio alimentario entre Estados Unidos y Europa. El gobierno de Carlos Menem produjo una drástica reorientación de la diplomacia argentina bajo el supuesto de que en ese escenario las políticas de no alineamiento, o peor aún, de confrontación de países débiles, tienen costos económicos y políticos. En tales condiciones, se considera que la mejor opción de los países que no tienen capacidad para influir en el orden mundial es adaptarse al orden existente, especialmente para el gobierno de un partido con una tradición de conflictos con Estados Unidos. La formulación más consistente de esta posición fue realizada por Carlos Escudé en su teoría del «realismo periférico». Escudé recomienda asumir que la Argentina es un país chico, por su participación en el producto y el comercio mundial, y que no tiene relevancia estratégica para las potencias, como sucede con países con mayor desarrollo o enclavados en zonas de importancia estratégica, por sus recursos naturales o por ser frente de conflictos actuales o potenciales. Según este punto de vista, la vulnerabilidad de la Argentina se debe a su subdesarrollo, que sólo podría solucionarse en el largo plazo. En tales condiciones, la política exterior no debe ser confrontativa ni buscar protagonismos, sino que «debe tener la función primordial de posicionarlo favorablemente por medio de la cooperación con dichas potencias en todos aquellos campos en que no estén en juego sus intereses materiales» (Escudé, 1997: 216). En rigor, el gobierno de Menem llevó hasta sus últimas consecuencias esta estrategia, en un alineamiento sin fisuras con las posiciones estadounidenses en el ámbito internacional y siguiendo puntillosamente las orientaciones del Consenso de Washington. Convirtió la dependencia estratégica de un país periférico y endeudado, en una estrategia de Estado. Esa política fue dirigida por el canciller Guido Di Tella, quien la calificó de «relaciones carnales».
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Siguiendo esta orientación, en 1990 el gobierno decidió enviar tropas a la Guerra del Golfo, incluso sin consultar con Brasil, opuesto a ese protagonismo. En 1991 votó favorablemente la propuesta de Estados Unidos de investigar la situación de los derechos humanos en Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Este alineamiento implicó un cambio en la posición histórica del país, y un alejamiento de los demás países latinoamericanos, que, salvo Panamá, votaron en contra o se abstuvieron. Ese mismo año se canceló el proyecto de desarrollo del misil Cóndor, como lo quería Estados Unidos, y se abandonó el Movimiento de No Alineados. En 1992 se explicitó la posibilidad de ingresar al NAFTA junto con Chile, lo cual implicaba terminar con el MERCOSUR, y en 1996 se solicitó la incorporación de la Argentina como aliado externo de la OTAN para combatir el narcotráfico y el terrorismo. En el ámbito nacional, el ministro de Economía Domingo Cavallo asumió frecuentemente la defensa de los intereses de inversores estadounidenses. Los dos casos quizá más notorios de esta postura fueron la defensa de ellas en la privatización de radares de frontera, y sus ataques contra el grupo Yabrán, propietario de empresas de correo privado, en respaldo de las de EE.UU. Otro punto de fricción fueron las reiteradas vacilaciones argentinas en relación al proyecto del ALCA impulsado por el gobierno estadounidense. Mientras Brasil priorizaba el MERCOSUR y lo consideraba como un instrumento de negociación con los Estados Unidos, tanto la Cancillería como el ministerio de Economía de Argentina daban reiteradas muestras, a veces explícitas, de preferir la opción del ALCA. Desde el punto de vista de la racionalidad diplomática, el fervor de la alineación menemista puede explicarse por un interés en revertir la imagen de país impredecible y confrontativo conque la Argentina ingresaba en el nuevo cuadro mundial. Más aún, ese interés estaba reforzado por tratarse de un gobierno perteneciente al partido político que más lejos había llevado las diferencias con los Estados Unidos. Pero puede también formularse una hipótesis tan tentativa como inquietante: el menemismo cambiaba alineamiento y beneficios para las corporaciones estadounidenses (y por cierto también europeas) a cambio de tolerancia frente a las operaciones oscuras en las que participaban muchos de sus miembros más notorios y enriquecidos. Se trata de un tipo de tolerancia que tanto Estados Unidos como Europa han tenido con muchos regímenes dudosos, o incluso abiertamente corruptos y criminales, que colaboraron con las estrategias de las potencias. El gobierno de la Alianza, iniciado en diciembre de 1999, mantuvo a grandes rasgos la continuidad en materia de política exterior; Una de las propuestas preelectorales de la Alianza era, dentro del reconocimiento del orden mundial existente, recuperar grados de autonomía en su formulación. La posición de la Alianza parecía incluir, por ejemplo, la intención de revertir la posición menemista en relación al voto sobre Cuba en las Naciones Unidas y volver a la posición argentina tradicional. Pero dentro de la Alianza existían posturas diferentes sobre el punto, y prevaleció la favorable a mantener el alineamiento, según se manifestó en aspectos como la reiteración del voto de condena a Cuba instaurado por el menemismo y las presiones de sectores del oficialismo en pos de privilegiar el ingreso al ALCA y a favor de la dolarización de la economía.
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Los análisis de la política exterior argentina suelen puntualizar que el país nunca tuvo una política exterior de Estado, sino una política exterior determinada por las posiciones de los partidos políticos o las fracciones militares dominantes, ya que tampoco las Fuerzas Armadas tienen una posición homogénea en la materia. La realización de una política de Estado supone la defensa de intereses estratégicos del país, lo cual implica a su vez la defensa de los intereses económicos estratégicos de los sectores dominantes por encima del régimen político existente o de los partidos que gobiernen una democracia. Políticas de esta naturaleza se desarrollan, en alguna medida, en países como Brasil o Chile. En el caso de Argentina puede afirmarse que en la década del ‘90 hay fuertes elementos de continuidad, los cuales podrían dar lugar a la constitución de una política de Estado orientada en el alineamiento estratégico con Estados Unidos y el seguimiento de las normas del Consenso de Washington. Esta política se ha sustentado hasta ahora, y podría sustentarse en el futuro, en el proceso de concentración y extranjerización gracias al cual ganaron peso económico y político los sectores de poder más proclives a la alineación con los Estados Unidos y al sostenimiento del modelo neoliberal. Este esquema implica sin embargo fuertes tensiones internas y externas. Una de ellas es la existencia del MERCOSUR y la importancia que tiene para Argentina la relación con Brasil, más allá de las diferencias. Otra es que Estados Unidos mismo pone restricciones proteccionistas a su programa de integración del ALCA. Eduardo Duhalde inició su gestión en enero de 2002 anunciando la realización de una nueva alianza, abandonando los compromisos del Estado con el sector financiero y el capital extranjero, y asociándose con el capital productivo nacional y los sectores populares. No obstante, su canciller Carlos Ruckauf reiteró una voluntad de alineamiento con Estados Unidos similar a la formulada en su momento por el gobierno menemista. En esa línea, prometió la continuidad del voto contra Cuba en las Naciones Unidas y se mostró dispuesto a colaborar con la intervención de Estados Unidos en el conflicto con el narcotráfico y el terrorismo en Colombia. Aún así, el gobierno privilegió las relaciones con el MERCOSUR, motivado básicamente por el hecho de que Brasil mantuvo una actitud solidaria frente a la crisis argentina desatada en el 2001. El ascenso de Lula Da Silva a la presidencia de Brasil y su postura de fortalecimiento del MERCOSUR constituyó un aliciente más para las tendencias prointegracionistas de la Argentina.
Participación argentina en el ALCA A través de diferentes gobiernos, la Cancillería argentina participó en las negociaciones por el ALCA desde su inicio, rutinaria y silenciosamente, lo cual hace a las características que estas negociaciones tienen. Según la opinión de dos especialistas, «lejos de diluirse en el tiempo, las negociaciones en torno al ALCA han ido creando una dinámica propia con reuniones que involucran a un número muy elevado de funcionarios, técnicos y negociadores en torno a una agenda de trabajo, cada vez más precisa en sus objetivos y en sus plazos» (Botto y Tussie, 2002).
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Diplomáticos argentinos consultados que aceptaron opinar abiertamente o manteniendo la reserva de su nombre coinciden en considerar el proyecto ALCA como un hecho irreversible al cual es necesario adaptarse 1. El ALCA, sostiene enfáticamente el embajador Jorge Hugo Herrera Vega, es inexorable, porque fue decidido por los Jefes de Estado en la Cumbre de las Américas celebrada en Miami en 1994 y ratificada en encuentros posteriores en Santiago de Chile y Québec 2. El embajador Victorio Taccetti considera, por ejemplo, que lo apropiado es que el MERCOSUR negocie en forma conjunta porque esta asociación y el ALCA son proyectos diferentes. El ALCA es un proyecto de liberalización comercial, y el MERCOSUR es más abarcativo y pretende la creación de un mercado común. En ese sentido, una concreción del ALCA no tiene por qué implicar una desaparición del MERCOSUR: éste puede sobrevivir como un espacio de integración en el marco de un acuerdo de libre comercio más amplio. Por lo pronto, hay coincidencias en que la presente crisis argentina iniciada en el 2001 no afectó, al menos decisivamente, el frente del MERCOSUR en las negociaciones con el ALCA. Refiriéndose a Brasil, Herrera Vega opina que, más allá de la voluntad argentina, «hay una decisión de nuestro socio de sostener y aún consolidar el MERCOSUR en estos momentos críticos», lo cual explica que la Argentina haya podido seguir exportando a ese país a pesar del superávit acumulado. Esta voluntad fue confirmada en 2003 por el nuevo gobierno brasileño encabezado por Lula Da Silva. A su vez, el gobierno argentino iniciado el 25 de mayo de 2003 ha manifestado su intención de profundizar la alianza con Brasil, ampliándola incluso al resto de la región. En su discurso de asunción, el presidente Néstor Kirchner sostuvo: «el MERCOSUR y la integración latinoamericana deben ser parte de un verdadero proyecto político regional. Nuestra alianza estratégica con el MERCOSUR, que debe profundizarse hacia otros aspectos institucionales que deben acompañar la integración económica, y ampliarse abarcando a nuevos miembros latinoamericanos, se ubicará entre los primeros puntos de nuestra agenda regional». El presidente no mencionó el ALCA, pero afirmó que no debe esperarse de su gobierno alineamientos automáticos, y que Estados Unidos, así como la Unión Europea, debe esperar una relación seria, amplia y madura por parte de la Argentina. Apenas asumido, todo hace suponer que el gobierno no se manifestará explícitamente contra el ALCA, pero privilegiará una negociación con el proyecto a través del MERCOSUR. En este escenario tiene plena vigencia la cuestión planteada hace algunos años por Raúl Bernal-Meza en su libro Sistema Mundial y MERCOSUR: «uno de los interrogantes más importantes que se presentan es si el MERCOSUR tendrá la capacidad de mantener un dinamismo tal que le permita enfrentar las estrategias de regionalización hemisférica impulsadas por Estados Unidos, o si estas terminarán por fagocitar -como en el pasado- otra de las iniciativas latinoamericanas» (Bernal Meza, 2000).
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Bibliografía Bernal Meza, Raúl 2000 Sistema mundial y MERCOSUR. (Buenos Aires: UNCPBA/ GEL). Botto, Mercedes y Diana Tussie 2002 La agenda del ALCA: patrones nacionales y tendencias regionales de integración (Buenos Aires: Mimeo) Febrero. De la Balze, Felipe A. M. y Eduardo A. Roca 1997 (Compiladores) Argentina y Estados Unidos. Fundamentos de una nueva alianza (Buenos Aires: CARI/ABRA). Escudé, Carlos 1997 «La historia, la cultura política, los errores y las lecciones en las relaciones argentino-norteamericanas», en De la Balze, Felipe A. M. y Eduardo A. Roca (Compiladores) Argentina y Estados Unidos. Fundamentos de una nueva alianza (Buenos Aires: CARI/ABRA). Rappoport, Mario y Claudio Spiguel 1994 Estados Unidos y el Peronismo (Buenos Aires: GEL). Suplemento Zona de Clarín (Buenos Aires) 12 de agosto de 2002.
Notas 1 Estas opiniones fueron vertidas originalmente en el artículo «Los desafíos de una soberanía en portuñol» publicado en el suplemento Zona de Clarín, 12 de agosto de 2002. 2 Entrevistas realizadas por el autor, publicadas originalmente en una nota del suplemento Zona de Clarín, 12 de agosto de 2002.
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Agustín Crivelli Alca y MERCOSUR Introducción En este trabajo procuraremos analizar las perspectivas de desarrollo e inserción internacional de Argentina a partir de los procesos de integración regional. Para ello, en primer término analizaremos la actual experiencia del MERCOSUR y el proyecto del ALCA. Luego realizaremos una comparación entre ambos para ver si son proyectos compatibles y cuál es más conveniente para la Argentina. Por último, esbozaremos algunas propuestas para una modificación sustancial en la configuración actual del MERCOSUR y plantearemos las conclusiones que se desprenden de este trabajo.
MERCOSUR La firma del Tratado de Asunción, que da origen al MERCOSUR, se enmarca en la visión que los dos principales gobiernos firmantes 1 tenían del mundo y de la inserción de sus respectivos países en el orden económico internacional. Ambos afirmaban como necesaria la adopción de una serie de principios básicos postulados en el denominado Consenso de Washington para integrar a nuestros países a la economía internacional. Los postulados eran básicamente apertura comercial unilateral, amplia libertad a los movimientos de capitales, y una reducción del Estado, sobre todo a través de programas de privatización. Los resultados comerciales del Tratado de Asunción fueron un enorme incremento del comercio intra-regional en los primeros años, y un enorme y creciente desequilibrio comercial en relación a terceros países, causado por el establecimiento de un nivel muy bajo en el arancel externo común (AEC) combinado con tipos de cambio atrasados, transformando los antiguos superávit comerciales de Argentina y Brasil con países desarrollados en enormes déficit, agravando la crisis del sector externo. Estos déficits se mantuvieron con una enorme captación de recursos en el mercado internacional, a través de los programas de privatización, de políticas de altas tasas de interés y de tipos de cambio fijos, en Argentina por ley, y en Brasil de modo informal. La contrapartida de las políticas de altas tasas de interés para atraer capitales y la total apertura comercial debilitó las estructuras capitalistas locales, permitiendo su adquisición por el capital extranjero, financiada a veces incluso por los propios estados. El resultado fue un profundo proceso de desestatización y desnacionalización de las economías. En este sentido queda claro el espíritu inminentemente mercantilista del MERCOSUR, cuyos objetivos casi exclusivos se centran en la liberalización comercial y financiera y la desregulación de las economías. A diferencia del liberalismo clásico del siglo XIX, hoy el libre mercado es sinónimo de apoyo a la formación de monopolios u oligopolios. En consecuencia, al privilegiar la integración de los mercados se beneficia a las élites, perjudicando al resto.
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Se trata de una iniciativa impulsada principalmente por burguesías con una fuerte tendencia predatoria, que, a diferencia de lo ocurrido en la experiencia europea, no se encuentra amortiguada por la existencia de un Estado fuerte que fije reglas del juego y proteja a los sectores amenazados. La consecuencia es un proyecto integrador en donde los costos recaen sobre los hombros de las clases populares. Al igual que el resto de los acuerdos de integración vigentes, el MERCOSUR tiene su sustento en la hegemonía del pensamiento neoliberal. En este sentido, aún cuando presente algún grado de contradicción con la estrategia norteamericana del ALCA, dista de representar intereses contrapuestos. Como en el resto de los procesos de integración, los esfuerzos integradores obedecieron más que nada a los intereses de las burguesías. Los intereses de las clases y capas populares nunca jugaron un papel de importancia, y fueron invariablemente subordinados al cálculo empresarial. De esta manera, los trabajadores y demás actores sociales no sólo no se ven beneficiados, sino que incluso podrían verse perjudicados por estos mecanismos de integración regional.
ALCA Debido al extraordinario entrelazamiento de la economía norteamericana con el mundo, en relación no solamente al petróleo sino a diversos insumos industriales estratégicos, ésta se ha transformado en una economía mundial y, desde el punto de vista de su gobierno, el mundo es territorio norteamericano. El objetivo permanente de la política económica externa norteamericana es la liberalización total de los flujos de bienes, servicios y capitales en cada país del mundo. En diciembre de 1994, en el contexto de la Cumbre para las Américas realizada en Miami, con la asistencia de 34 países americanos 2, se presentó la propuesta de Estados Unidos de establecer un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con el objetivo de integrar las economías del hemisferio occidental en un acuerdo único de libre comercio. Los jefes de Estado acordaron la eliminación progresiva de las barreras al comercio y a la inversión, previendo la finalización de las negociaciones para el año 2005. El proyecto del ALCA implica una población de 800 millones de habitantes (13,6% de la población mundial), un PBI per cápita de 12.900 millones de dólares, exportaciones totales por 1,23 billones de dólares (el 22% de las exportaciones mundiales) y una extensión geográfica de 39.797.000 km2 (30% de la superficie mundial) (Rozenwurcel, 2001). Sin embargo, no debe perderse de vista que dentro de la estrategia imperialista norteamericana el ALCA es sólo una instancia previa al establecimiento de estas mismas reglas a escala global vía la Organización Mundial del Comercio (OMC). El ALCA es la concreción de un proyecto secular de dominación imperial que tiene sus orígenes en el panamericanismo y la doctrina Monroe de 1823, «América para los (norte)americanos», y es en esto donde se borran las diferencias, de por sí tenues, entre republicanos y demócratas. Al hablar del ALCA, debemos tener en cuenta que no se trata de un proyecto de integración regional. Un Área de Libre Comercio no busca la una integración. Como
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objetivo primordial, busca establecer reglas multilaterales para la libre circulación de mercancías y capitales. Como estrategia norteamericana orientada a asegurar su hegemonía en el continente, el ALCA apunta a desplazar la zona de influencia de los capitales europeos en la región. Su negociación es posible por la generalización en el continente americano de gobiernos de corte neoliberal que responden a los intereses del capital transnacional dominante. Este proyecto, a diferencia del MERCOSUR, excluye la libre circulación de la mano de obra e instaura la libre movilidad de mercancías y capitales entre países con grados muy diferentes de desarrollo. En el caso de instaurarse el ALCA, el acuerdo se llevaría a cabo en una zona del globo donde no sólo contamos con la peor distribución del ingreso del planeta, sino que conviven la mayor y más poderosa superpotencia mundial y un grupo de naciones entre las que se incluyen las más pobres de la Tierra, como Haití, Honduras, Guatemala y Bolivia. No es posible ignorar este hecho y pretender que se trata de un acuerdo de libre comercio entre treinta y cuatro estados nacionales autónomos y soberanos. Constituye un ejercicio interesante el comparar las diferencias existentes en el PBI per cápita entre los países de mayor y menor nivel de desarrollo dentro de distintos acuerdos regionales (MERCOSUR, ALCA y UE). Si bien es cierto que el PBI per cápita no es el mejor indicador para medir el nivel de desarrollo de un país, su simpleza nos sirve a modo ilustrativo. En el siguiente cuadro es posible observar las marcadas diferencias existentes entre los acuerdos analizados. En el caso de la Unión Europea, donde el PBI per cápita del país con mayor ingreso alcanza 1,5 veces el de menor ingreso, existen mecanismos de convergencia. En el caso del ALCA, el PBI per cápita de Estados Unidos es 22,8 veces el de Haití. Sin embargo, no se prevén mecanismos de convergencia. El fundamento se halla en la ideología neoliberal, según la cual la libre movilidad de las mercancías y los capitales, en conjunto con el mercado autorregulador, se encargará de llevar a todos los países a un mismo nivel de desarrollo. A esta situación debemos sumar normas sobre inversión y libre acceso a los mercados, las cuales impedirían que los estados nacionales lleven a cabo políticas activas de desarrollo, ya que éstas afectarían los intereses del sector privado, al practicar competencia desleal. Evidentemente, la eventual concreción del ALCA modificará de manera sustancial la modalidad de inserción de las economías nacionales en los mercados mundiales.
ALCA y MERCOSUR ALCA y MERCOSUR no son proyectos compatibles. Aún cuando se continúe con el modelo de integración en su configuración actual, el MERCOSUR como unión aduanera supone el establecimiento de un arancel externo común para los bienes provenientes de países no pertenecientes al bloque. A su vez, el ALCA como área de libre comercio supone la eliminación de barreras arancelarias
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entre treinta y cuatro países americanos. Por lo tanto, el ALCA supone la disolución del MERCOSUR. La contradicción es aún más clara cuando el ALCA se contrapone a un MERCOSUR que procure el establecimiento de un sistema productivo regional, donde la autonomía en el diseño de políticas de desarrollo por parte de los estados miembros es una pieza clave que se perdería con el ALCA. El ALCA significaría beneficios sólo para los principales exportadores de la Argentina, los cuales se basan en la explotación de recursos naturales y en un muy bajo costo de mano de obra luego de la devaluación. El abandono del MERCOSUR en pos del ALCA significaría reforzar una estructura productiva vinculada a la explotación de las ventajas comparativas naturales con un sector industrial aún más desarticulado. En resumen, desindustrialización y primarización de la economía. En términos económicos, al evaluar la sustitución del MERCOSUR por el ALCA debemos contraponer la pérdida de un trato preferencial en el mercado brasileño versus la supuesta posibilidad de acceder sin aranceles al mercado norteamericano. Sin embargo, el mercado norteamericano no reviste gran importancia para los países del MERCOSUR, en especial para Argentina y Brasil, que poseen una estructura industrial que se vería fuertemente afectada con el ALCA. Además, Argentina y Estados Unidos tienen estructuras productivas competitivas y no complementarias. La mayor parte de la inversión industrial externa que recibe el MERCOSUR (principalmente europea), está dada por la necesidad de «saltar las barreras» (para no pagar aranceles, los capitales externos deciden fabricar en el MERCOSUR para abastecer este mercado). Con el ALCA los capit5ales europeos no podrían competir con los norteamericanos. Asimismo, si tenemos en cuenta que existe una tendencia a la concentración del capital en el sector más avanzado de la economía, el cual en el caso del ALCA sería Estados Unidos, existiría una tendencia al incremento de la concentración de las inversiones en Estados Unidos en detrimento del proceso de acumulación capitalista en los países del MERCOSUR. Por otro lado, los efectos esperables en términos de creación de comercio no serían muy significativos. Sí lo serían las pérdidas derivadas del desvío de actuales flujos comerciales en perjuicio de proveedores extra-regionales. La erosión de las preferencias de las que los países del MERCOSUR disponen en sus mercados regionales tendría serios efectos negativos sobre sus corrientes de exportaciones intra-regionales. Un 30% de las exportaciones argentinas tiene como destino países del MERCOSUR, de las cuales más de la mitad son bienes industriales de alto valor agregado. Por lo pronto, con el ALCA la mayor fuente de exportaciones industriales desaparecería. Al analizar la evolución del intercambio comercial de la Argentina con el MERCOSUR vemos un saldo comercial superavitario, por lo que es de esperar que el mismo juegue un papel fundamental como fuente generadora de divisas para el país.
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Por otro lado, al analizar la evolución histórica del comercio bilateral entre Argentina y Estados Unidos, se desprende que el mercado norteamericano no es, ni nunca sido, importante para la Argentina. Al contrario, la Argentina siempre fue un cliente importante para Estados Unidos, por lo que la relación comercial bilateral siempre fue deficitaria para la Argentina (expulsora de divisas) Finalmente, un aspecto importante a tener en cuenta es el enorme impacto que las políticas macroeconómicas de Estados Unidos tendrían sobre el conjunto del territorio americano. Las mismas serían implementadas por Washington, y Brasil, Argentina y los demás países estarían sometidos a sus efectos a pesar de no haber tenido ninguna participación en su elaboración o ejecución, ya que no están representados en el Congreso y administración norteamericanos.
Hacia un nuevo MERCOSUR En una época donde el abandono de las estrategias de integración vertical de las estructuras productivas a nivel nacional e incluso regional declinó frente a las ideas neoliberales, el proceso de integración es considerado sólo como un paso intermedio en la marcha hacia una economía global, donde se apunta a ser partícipe de un sistema productivo que se complete en un espacio más amplio que los límites geográficos propios del MERCOSUR. La integración es vista como una herramienta para incorporar la región a los mercados mundiales en el marco de una fenomenal apertura económica, desregulación y liberalización de la economía. El fortalecimiento del MERCOSUR debería avanzar de manera tal que la visión neoliberal de la integración, tomada como solución de problemas mercantiles sea reemplazada por una integración en un sentido más amplio. Esto implica no sólo la construcción de una estructura productiva regional verticalmente integrada sino también el fortalecimiento de lazos políticos, sociales y culturales. Si el neoliberalismo fracasó, es necesario pasar a una nueva visión, crear una estrategia de integración que por encima de todo permita reducir las disparidades, establecer mecanismos de compensación y políticas comunes en el área industrial, comercial, de ciencia y tecnología y del trabajo. Caso contrario, el MERCOSUR será apenas un campo de actuación para las megaempresas multinacionales, que se aprovechan de la liberalización del comercio y de la remoción de obstáculos para obtener beneficios extraordinarios. En este sentido, si bien es cierto que el MERCOSUR nació como un proyecto básicamente comercial y se convirtió en una importante herramienta para la incorporación de la región a los mercados mundiales, esa etapa ya está agotada. Si el proceso de integración no trasciende lo comercial, el MERCOSUR está condenado a desaparecer. El principal objetivo del proceso integracionista deberá ser la conformación de un sistema productivo regional, la construcción de una estructura productiva regional integrada verticalmente. Existen puntos concretos en los cuales se deberá trabajar. Los más importantes deberían ser: alcanzar en un mediano plazo la autosuficiencia alimentaria de la región; crear un sistema mediante el cual las exportaciones del MERCOSUR sean de tal magnitud que superen los déficit de balanza de pagos, terminando de una buena vez y para siempre con la dependencia de los capitales extranjeros y sus empréstitos
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esclavizantes; crear un Banco de Desarrollo Regional que canalice el ahorro interno en créditos a tasas diferenciales, estimulando principalmente el sector de las pequeñas y medianas empresas (mayores generadoras de empleo); y por último, la cooperación científica-tecnológica entre los países miembros.
Conclusiones El objetivo central de la integración es mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población: en otras palabras, que los beneficiarios del MERCOSUR sean primordialmente los que integran el grueso de la ciudadanía en cada uno de los países miembros. Sin embargo, este objetivo será inalcanzable en tanto y en cuanto los propios pueblos no sientan y hagan suya la bandera de la integración. Es alentador el contexto político que asoma en la región. Con la llegada de Lula a la presidencia de Brasil y su planteo de promover una asociación estratégica con el MERCOSUR y el resto de América del Sur más allá de lo comercial se genera un clima favorable en este sentido, aún cuando todavía no se han manifestado cambios concretos. Asimismo, el afianzamiento de las relaciones entre Brasil y Venezuela y la decisión de fortalecer la integración regional y cooperar en sectores estratégicos como la energía actúan en el mismo sentido. En Argentina, es de esperar que el nuevo gobierno se inserte en esta corriente de profundización de la integración regional. Kirchner y Lula comparten una visión común: que el proceso de integración pueda ir sumando a otros países de Sudamérica, con el objetivo estratégico de conformar un bloque continental al estilo de la Unión Europea. En cuanto a Uruguay, es grande la posibilidad de la llegada al poder de un gobierno con presencia de izquierda en la próxima renovación presidencial. Sin embargo, el cambio necesario en el proyecto integrador no vendrá desde el marco de la institución de gobierno, sino principalmente en la dinámica de la resistencia empujada por las clases oprimidas. El MERCOSUR puede, debe, trascender las fronteras de los actuales cuatro países. Incluyendo o acordando con Chile y los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el MERCOSUR se tornaría en un bloque poderoso con un mercado interno compuesto por 325 millones de consumidores y una economía de aproximadamente 1,3 mil millones de dólares.
Bibliografía Rozenwurcel, Guillermo 2001 Los países del Mercosur buscan su lugar en el mundo. El ALCA y la nueva agenda de negociaciones internacionale. Friedrich Ebert Stifung Seminario Internacional ProSur, Buenos Aires, Argentina, 7 de noviembre de 2001
Notas 1 Carlos Saúl Menem en Argentina y Fernando Collor de Melo en Brasil. 2 Queda excluida Cuba.
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Mariano Borzel Dolarización (y neoliberalismo) en América Latina: un proyecto que continúa El objetivo del presente trabajo es analizar los determinantes que hacen de la dolarización un tema a tener más que presente en la agenda regional, en virtud de la importancia que tendría tanto para Estados Unidos en la consolidación de su dominio global como para los países en los que se aplicaría, en virtud de los efectos negativos que se producirían sobre ellos. La combinación existente entre la posibilidad de emitir la moneda de reserva internacional y la posesión del principal centro financiero del mundo (Wall Street) le otorga a la primera potencia una ventaja indiscutible que tratará de consolidar. Es por ello que la adopción del dólar por parte de las restantes economías de la región, ya sea de manera formal o informal, puede considerarse como uno de los objetivos centrales de la política norteamericana hacia el patio trasero. Claro está que fracasos dolarizadores como los ocurridos en Ecuador o Panamá, conjuntamente con el desprestigio de las prácticas neoliberales aplicadas en las sociedades latinoamericanas, parecen acallar las voces que propugnan por una expansión definitiva de la moneda verde 1. Sin embargo, dicho silencio no debe llamarnos a la confusión, ya que podría ser sólo aparente, y estaría reflejando el reconocimiento por parte de las autoridades norteamericanas del escaso consenso que una medida como ésta tendría en la mayoría de las sociedades latinoamericanas. Pero debido a que la dolarización forma parte de un amplio proyecto neoliberal, el ALCA adquiere hoy más relevancia que nunca para Estados Unidos, obteniéndose con él la garantía de la aplicación completa del recetario de la ortodoxia económica, con lo cual vendría atada, en el mediano o largo plazo, muy probablemente la dolarización. El proyecto es extraordinariamente amplio, y la dolarización es sólo una de las aristas a las que se apunta desde Estados Unidos. La organización de la exposición es la siguiente. En el primer apartado nos abocamos a analizar la experiencia ecuatoriana a tres años de la dolarización. Luego utilizamos el esquema de las Áreas Monetarias Óptimas para refutar teóricamente la propuesta, incluso en los propios términos utilizados por intelectuales cercanos a los académicos que la apoyan. Por último, se abordarán algunos aspectos sobre la importancia que tendría para Estados Unidos la adopción del dólar a escala regional, como parte de una estrategia vinculada a satisfacer sus propios apetitos imperialistas, en medio de una coyuntura económica mundial que tiene como característica fundamental la recesión de las principales potencias, a lo cual deberíamos agregar los últimos episodios de caída en el valor relativo del dólar respecto del euro.
El fracaso en Ecuador Luego de una severa crisis que había afectado de lleno al sistema financiero y que provocó una fuerte caída del PBI, del 7,3% en el año 1999, con altas tasas de inflación y con una constante desvalorización del sucre, Ecuador recurrió en marzo de 2000 a la dolarización formal de su economía La misma fue presentada como la única solución para acabar con una crisis considerada como terminal. Así fue la traducción que impulsaron los sectores qye
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se beneficiarían potencialmente con ella para influir en la población, tarea que fue eficazmente llevada adelante por los medios de comunicación en conjunción con los más «reconocidos» economistas del establishment. Fue vendida como el único remedio capaz de disminuir las tasas de interés y la inflación, acotar la incertidumbre (para hacer previsibles las decisiones de inversión y consumo), promover la disciplina fiscal, facilitar la integración financiera y conseguir financiamiento externo. De esta forma habría de alcanzarse una reactivación inmediata de los sectores productivos que inauguraría un círculo virtuoso para toda la economía. Así, Ecuador se convirtió en el primer país latinoamericano que sacrificó oficialmente su moneda nacional, otorgándole curso legal completo a una moneda extranjera, el 24 de marzo de 2000. De esta forma se incorporó a la lista de veintiséis colonias o territorios que hasta entonces utilizaban una moneda extranjera en todo el mundo, siendo dicha moneda el dólar estadounidense en once casos. Panamá ya había dolarizado en 1904, y el último país que se unió al «club verde» fue El Salvador, el 1ro de enero de 2001. Veamos qué ocurrió con los precios. Si bien luego de haberse registrado una inflación del 60,7% en el año 1999 se produjo una caída de la misma, los niveles en dólares siguieron siendo excepcionalmente elevados. Para 2000 fue del 91%, para 2001 del 22,4%, y se estimaba que para 2002 sería del 12%: una inflación acumulada post-dolarización nada despreciable, del 161%. Si bien algunos pueden argumentar que la escalada de precios irá desapareciendo con el transcurso del tiempo, ello no representará per se un logro meritorio de la dolarización sino un ajuste necesario de toda economía que funciona con un corsé similar al conocido por nosotros durante la convertibilidad. La explicación es que una economía dolarizada, que no posee el instrumental monetario y cambiario para actuar de manera contracíclica, necesita de la deflación como única forma de obtener la necesaria competitividad externa para la generación de divisas y liquidez doméstica. La otra forma es el endeudamiento. Con la suba de precios posterior a la dolarización y la disminución del salario mínimo de U$S 210,5 a U$S 127,4 mensuales entre fines de 1999 y de 2002, no es de extrañar que haya existido una importante agudización del cuadro social preexistente, acompañada por una fuerte redistribución de los ingresos. Más, cuando el costo de la canasta familiar básica es de U$S 336 y el ingreso mínimo mensual de una familia tipo es de U$S 224. En el segmento del mercado de trabajo, es cierto que se ha producido una caída en el desempleo y subempleo, que ha llevado a que el primero se encuentre por debajo de los dos dígitos (se estimaba en un 9% para 2002) luego de que en 1999 fuera del 15,1%. Pero esta baja no se debe a una generación de empleo genuina, sino que obedece a la corriente migratoria producto de la crisis, que habría expulsado -y aún continúa haciéndolo- entre 700 y 800 mil personas. Si agregamos los trabajos precarios, llegamos a que un 50% de la población como mínimo tiene problemas laborales, estimándose además que si regresaran al mercado laboral ecuatoriano los que han emigrado al exterior la PEA se incrementaría en un 10%. Como señala Carlos H. Juliá, a raíz de la pobreza «Ecuador ha salido de sus propias fronteras. Hay
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ecuatorianos en todas partes del mundo; tras las dos ciudades principales de Ecuador, que son Quito y Guayaquil, la tercera ciudad ecuatoriana del mundo es Nueva York, con un millón de ecuatorianos» (Juliá, 2000). En cuanto al nivel de actividad, luego de la dolarización se registró un incremento del PBI que fue respectivamente del 2,3% y 5,6% en 2000 y 2001. Pero dicho incremento «estuvo motorizado por el inicio de la construcción de un oleoducto de crudo pesado, cierto repunte de la inversión pública y, en menor grado, por la recuperación del consumo de los hogares» (CEPAL, 2001). Este último se habría financiado con las remesas de los inmigrantes y con recursos del corralito que poco a poco se han ido descongelando 2, los que representan un flujo de una vez y para siempre, provocando que luego las decisiones de consumo se ajusten a los ingresos corrientes de los preceptores. En el 2000 las remesas financiaron el 16% del consumo (entraron al país unos U$S 1.360 millones), y en el 2001 el 11% (U$S 1.415 millones). En el primer trimestre del 2002 ya habían registrado un marcado debilitamiento. Luego de un repunte inicial en el 2000 y 2001 del 10,5% y el 40% respectivamente, la inversión disminuyó su ritmo en el 2002: en el primer trimestre había caído un 8,6%. Esto comenzó a indicar que la reactivación podría no ser sustentable, ya que las importaciones también registraron una caída, del 7,4%, en el primer trimestre. Recordemos que una parte nada despreciable de las importaciones se explica por la construcción del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP). Otro de los argumentos de los dolarizadores ha sido la baja de las tasas de interés. Si bien es cierto que las tasas pasivas han disminuido de manera más que considerable, las activas se mantienen en niveles prohibitivos para la inversión y el crédito doméstico. El argumento de que la ausencia de riesgo cambiario debería traducirse en una baja en las primas de riesgo, y por lo tanto en las tasas de interés cargadas en las operaciones, no ha permitido recrear el circuito del crédito, ya que sigue existiendo un riesgo implícito de repago de los proyectos independientemente del otrora riesgo devaluatorio. Las tasas activas superan en la práctica el 20% para la mayoría de las actividades productivas. Para empresarios pequeños y medianos, las tasas reales estarían alrededor del 50% e incluso el 80% para compras a plazos en establecimientos comerciales privados (Acosta, 2003). La diferencia entre tasas activas y pasivas ha aumentado constantemente desde mayo de 2000, encontrándose en el primer trimestre de 2002 en el 11,2% 3. Incluso el riesgo país sigue siendo uno de los más altos de la región, superando al de países como Colombia, Chile y Perú, que no tienen sus economías dolarizadas. Ante la imposibilidad de emitir dólares, el funcionamiento de la economía ecuatoriana depende de las remesas de los inmigrantes, de los ingresos por exportaciones y del financiamiento que pueda conseguirse en el exterior. En el primero de los casos, las transferencias son importantes: superiores en casi tres veces a la inversión social y en más de dos veces a la ayuda para el desarrollo. Las exportaciones se encuentran concentradas en la producción primaria, estando toda la expectativa centrada en la exportación de hidrocarburos. Se confía en que este recurso permitirá financiar el funcionamiento de la economía en la
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dolarización a pesar de que el auge petrolero de los años ‘70 sea difícil de repetir, tanto por el contexto internacional como porque hoy en día el Estado percibe sólo un 20% de la renta petrolera, cuando en los ‘70 recibía aproximadamente el 85% de la misma. El resto de las exportaciones principales son el banano, camarón, café, cacao y atún, que en conjunto son superadas por el ingreso de remesas del exterior. La pérdida de competitividad de las exportaciones queda de manifiesto en el Reporte Global de Competitividad, que muestra al país en la posición Nº 68 para un ranking compuesto por setenta y cinco países. Por ello, para una economía como la ecuatoriana, la única forma de incrementar la competitividad será la deflación de precios. Esto implica una mayor flexibilización y precarización de las condiciones laborales, en virtud de que el país se encuentra imposibilitado de modificar el tipo de cambio con respecto al dólar, inexistente porque no tiene moneda propia, mientras que el resto de los países vecinos sí puede hacerlo. Con importaciones que superan a las exportaciones, y con los intereses de la deuda externa que se agregan para terminar configurando un severo déficit de la cuenta corriente, el financiamiento de la economía se ve limitado a lo que se pueda obtener vía remesas y endeudamiento externo. De no conseguir financiar la actividad interna, sólo quedará el ajuste por recesión. En este contexto no es de extrañar incluso un aumento de la prima de riesgo país y de las tasas de interés internas, que arrojaría por la borda el argumento de su baja automática luego de la dolarización. El endeudamiento externo privado se incrementó notoriamente entre enero de 2001 y julio de 2002, pasando de 2.239 millones de dólares a 4.528 millones. Ello se explica principalmente por el financiamiento externo para importaciones, ya que el negocio está en aprovechar los mayores precios internos. De esta forma, los acreedores están dispuestos a proseguir con el financiamiento. Es más, en este lapso habrían ingresado una gran cantidad de dólares falsos y narcodólares (Acosta, 2003). En cuanto al endeudamiento externo público, éste se ha mantenido cerca de los 11.300 millones de dólares, y si el Estado no ha conseguido financiamiento es porque en definitiva sigue siendo insolvente y se encuentra imposibilitado de obtener crédito, tanto de los privados como del propio FMI (con el cual se ha estado negociando una innumerable cantidad de veces para lograr nuevos desembolsos), siendo que los organismos internacionales habían sido los principales propulsores de la dolarización y de sus beneficios, entre los cuales se contaba el acceso automático al crédito externo, lo cual hasta el momento no se está cumpliendo. Ahora bien, con un sector público potencialmente generador de déficit en virtud de su dependencia de los ingresos petroleros y del pago continuo de los servicios de la deuda 4, una estructura tributaria que recae sobre la recaudación del impuesto al valor agregado 5, un sector externo que padece de un continuo estrangulamiento como para generar los dólares que pongan en funcionamiento la economía, e inversores poco dispuestos a financiar a un país en virtual estado de bancarrota, la dolarización no ha hecho más que agravar los desequilibrios preexistentes, estableciendo un chaleco de fuerza que obliga a sufrir las consecuencias de economías que funcionan bajo el mando del «piloto automático».
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Con la dolarización, lejos de haberse logrado los resultados vaticinados por los funcionarios, la economía ecuatoriana continúa hoy por el sendero del ajuste estructural, negociando continuamente acuerdos con los organismos internacionales y dependiendo del ingreso de divisas de sus exportaciones primarias, volátiles en materia de precios internacionales, y de las remesas del exterior, como única forma de hacer funcionar la economía.
Las implicancias de una dolarización en Argentina Si bien en estos momentos la idea parece bastante lejana de aplicarse en Argentina, el estudio de los resultados de una potencial dolarización en nuestro país puede ser extendido sin mayores inconvenientes al análisis de otras economías latinoamericanas. Para nuestra tarea nos basta con un simple análisis de los principales pros y contras de una eventual dolarización. Algunos analistas que siguen el enfoque de las Áreas Monetarias Óptimas ponen su énfasis en los costos y los beneficios que se generan para dos o más países que adoptan una moneda en común, y que por lo tanto hacen desaparecer su tipo de cambio bilateral y la posibilidad de tener una política monetaria autónoma. Al respecto debemos aclarar, y no por esto desaparece la relevancia del enfoque, que la dolarización no encajaría dentro de este esquema por completo, ya que Argentina no estaría adoptando una moneda común sino la de otro país. A diferencia de la Unión Europea, que sí tiene un Banco Central que representa los intereses de todos los países de la zona euro, en este caso sería la FED la emisora de los dólares, y se encargaría de fijar las pautas en materia de política monetaria. Desde una perspectiva de largo plazo, los costos de la dolarización son variados. La adopción del dólar como moneda en reemplazo del peso hace desaparecer a la política monetaria y cambiaria 6 como herramienta de manejo del ciclo económico: es imposible incrementar la cantidad de circulante para reactivar la economía, y el tipo de cambio no puede ser utilizado para incrementar la competitividad de los productos locales. La teoría convencional sobre el tema de las monedas comunes señala que la integración monetaria tiene menores costos cuando existe la suficiente flexibilidad de precios y salarios como para que el ajuste posterior a un shock, por ejemplo de demanda externa, sea rápido y permita desplazar de terceros mercados a los productores del resto del mundo compitiendo vía precios (no podemos pensar en economías del tercer mundo, que toman los precios fijados internacionalmente). En nuestro país, la deflación es pensada como la respuesta que daría el sistema económico para generar la necesaria competitividad en virtud de la baja de precios de los no transables y por ende del aumento en el margen de ganancia de los exportadores, lo que en teoría incrementaría la oferta exportable. El funcionamiento de este mecanismo dependerá de la disminución de los niveles salariales, y por ende afectará al bienestar de la población. A pesar de ello, de existir un shock internacional negativo, los casos donde se puede verificar la inmediata flexibilidad (¿deseada?) de precios son casi inexistentes. El ajuste se torna penoso y se produce vía cantidades, o desempleo.
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Otro de los argumentos por los cuales aquellos teóricos apoyan la eliminación de la política monetaria y cambiaria es que si existe libre movilidad de mano de obra y capital, el ajuste podrá ser soportado por el resto del mundo. Es decir, el desempleo puede ser exportado hacia el país socio (¡en este caso Estados Unidos!), ya que en éste la demanda de sus productos puede haberse mantenido constante o incluso aumentado. Pero son bien sabidas las restricciones que impone Estados Unidos a los inmigrantes mexicanos como para pensar que los trabajadores argentinos puedan formar parte del mercado de trabajo norteamericano. La movilidad del capital es esgrimida también por la ortodoxia. La idea es que, si los mercados de capital se encuentran perfectamente integrados, el financiamiento externo podría atemperar los efectos de una crisis. Nuevamente, el argumento de los mercados financieros completos cae por su propio peso: basta solamente con observar la imposibilidad de la Argentina de obtener financiamiento durante todo el proceso actual de la crisis, aunque también alcanza con las ideas de J. Stiglitz relacionadas con los problemas de información que se observan en los mercados financieros. Un segundo aspecto de la conveniencia o no de adoptar el dólar tiene que ver con la vinculación entre los ciclos económicos de ambos países. Si pensamos en shocks externos comunes, se podría pensar que los costos de la dolarización son menores cuanto más vinculados estén los ciclos de las economías. Debido a que Estados Unidos es el único que puede utilizar una política monetaria y cambiaria, un shock común que disminuya la demanda de productos de ambos podría ser compensado con una devaluación del dólar, que haría más competitivas a las dos economías a la vez con respecto al resto del mundo. Una vez más, el argumento se refuta al verificarse que los ciclos económicos en ambos países no se encuentran para nada correlacionados. Pensemos si no en el impacto que tuvo sobre América Latina la política monetaria dura de Estados Unidos a comienzos de los ‘80, que produjo una elevación considerable de las tasas de interés y dio origen a la conocida crisis de la deuda externa de 1982. Por esto se dice que, con libre movilidad de capitales, el país que ata su moneda al dólar importa la política monetaria del emisor. Para nuestro país, el atarse a los designios de la autoridad monetaria de otro país representaría, entre otros, un elevado costo en materia de posibilidades de influir en el ciclo económico. Otro de los argumentos que no justifica la dolarización es la ausencia de un comercio realmente significativo entre ambos países. En la teoría se señala que una moneda común disminuye la incertidumbre, la confusión y los costos de cálculo y transacción que surgen cuando los tipos de cambio fluctúan. Pero en realidad, el beneficio es mayor cuanto mayor es el comercio entre ambos países, hecho que no se verifica en el comercio con Estados Unidos y que no otorga mayores incentivos a la adopción del dólar con base en este argumento. En ese sentido, un país como México, que exporta la mayor parte de sus productos a Estados Unidos, sería un ejemplo de país que podría verse beneficiado en este punto. De todas formas, ello representa una ganancia menor como para resignar su moneda. Algunos suponen que la dolarización generaría por si misma una mayor solvencia fiscal, ya que el gobierno no se financiará más mediante la emisión monetaria. Pero, ¿Cuan es el problema de hacerlo de manera responsable? Ninguno. En realidad, con la
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dolarización el gobierno no podrá obtener los mbeneficios del señoreaje 7, hecho que representa una restricción más que absurda y violatoria de la soberanía económica de cualquier país. Además, un desequilibrio fiscal podría ser de todas formas financiado con endeudamiento externo, o incluso desembocar en una mayor presión tributaria, generadora de nuevos impactos sobre la distribución del ingreso; y también, por qué no, con la emisión de cuasimonedas. Nada garantiza que el gobierno no caiga en situaciones de insolvencia o que tenga la necesidad de recurrir a salvatajes externos.8 La prima de riesgo país no tiene por qué caer, lo que podría redundar en la expulsión del sector privado del acceso al crédito, inexistente en la Argentina actual, motorizada por mayores tasas de interés activas. Otra de las cuestiones es la que se refiere a la pérdida del prestamista de última instancia. En efecto, el Banco Central no podrá emitir para auxiliar al sistema financiero en caso de crisis generalizada o de algún banco en particular, con las consecuencias que esto podría generar de ocurrir algún fenómeno del tipo ‘profecía autocumplida’. De esta forma se podría ver exacerbada la fragilidad del sistema financiero, y se incrementaría aún más el riego sistémico. Piénsese en si el BCRA no ha sido útil, luego de la crisis financiera de diciembre de 2001, al alivianar la situación de algunas entidades mediante el otorgamiento de redescuentos. Incluso aquellos que tratan de sostener la dolarización argumentando que con una banca extranjerizada se obtendrían líneas de crédito del exterior para superar focos de crisis o corridas generalizadas se han visto refutados por la experiencia de lo ocurrido en nuestro país desde la implementación del corralito, donde la cuantía de los fondos aportados por las casas matrices hacia sus sucursales ha sido escasa con relación a las ganancias obtenidas con anterioridad. Los dolarizadores argumentan a su favor al sostener que al disminuir el riesgo de devaluación caen la prima de riesgo país y las tasas de interés domésticas, así como aumenta la previsibilidad en el horizonte de consumo e inversión, incrementándose el empleo y reactivándose así la economía. Pero, además de los argumentos ya presentados acerca del comportamiento de las tasas, este tema debe ser relativizado, ya que el riesgo país seguirá siendo elevado mientras Argentina sea insolvente en el repago de su deuda, independientemente de la moneda en circulación. Como el riesgo país tiene incorporado tanto el de default (o soberano) como el cambiario, la eliminación del segundo no alcanzaría para evitar las altas tasas. Para muestra véase el caso de Ecuador, que sigue teniendo un riesgo país muy superior a los 1.000 puntos básicos. Algo relacionado que esgrimen los partidarios de la dolarización es que, al evitarse las devaluaciones por definición, no se producirán más los conocidos desequilibrios entre activos y pasivos para el caso de las empresas que, por ejemplo, dependan del mercado interno en la obtención de sus ingresos (en pesos) y se encuentren endeudadas (en dólares). De esta forma, sostienen, se eliminaría una parte del riesgo cambiario, se observaría una caída en las tasas cobradas a las empresas y una reactivación del crédito y la actividad económica. Nuevamente se cae en un argumento más que peligroso. Como la economía ajusta vía precios bajo la dolarización, la caída de los mismos llevaría de todas
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formas a la empresa a una situación riesgosa, ya que aumenta su deuda en términos reales, generándose un impacto sobre la economía real y un desequilibrio que incrementaría el riesgo de default empresario, produciendo senderos no sustentables de endeudamiento y posiblemente una sucesión de quiebras. Este hecho tampoco hace de la dolarización un arreglo superior hecho tampoco hace de la dolarización un arreglo superior al de mantener en vigencia la moneda local. Algunos autores han argumentado que los beneficios se obtienen en términos microeconómicos mientras que los costos son puramente macroeconómicos. Las supuestas ventajas en términos de estabilidad monetaria -disminución del riesgo cambiario y generación de una mayor certidumbre para los inversionistas- parecen ser más que superadas por los costos, entre los cuales el más importante es la pérdida de autonomía monetaria y cambiaria. En virtud de estas cuestiones, incluso la mayor certidumbre podría transformarse nuevamente en incertidumbre en caso de agudizarse la problemática en materia macroeconómica, y de esta forma los casi inexistentes beneficios de la dolarización se esfumarían rápidamente.
Jugando a ser moneda de reserva Hasta aquí sólo nos hemos referido a las consecuencias de la dolarización vistas desde la óptica del que dolariza, pero en ningún momento hemos hecho referencia a los beneficios que obtiene el país que disfruta del monopolio de la emisión de dicha moneda. Si bien se trata de un tema demasiado amplio como para tratar en la presente exposición, hay una serie de argumentos que pueden ayudarnos a entender el por qué de la conveniencia para un país como Estados Unidos de expandir al máximo posible el área de influencia de su moneda. Y más allá de las contradicciones que se pueden observar en el seno de la Unión Europea, el surgimiento del euro podría representar un foco de insubordinación de las economías europeas al predominio histórico del dólar. Es por ello que el actual momento es considerado como fundamental para las autoridades norteamericanas, y de esta forma no es para nada descabellado pensar que la idea de la dolarización regional sigue estando más que presente en la cabeza de los principales intelectuales de la derecha norteamericana. Históricamente, la ruptura de Bretton Woods a comienzos de los años ‘60 le permitió al dólar transformarse en uno de los ejes indiscutibles de la economía mundial. La importancia que desde entonces ha adquirido como reserva de valor, conjuntamente con el rol clave del mercado de capitales norteamericano (Wall Street), han sido determinantes fundamentales en la consolidación del poderío económico norteamericano. Cualquier amenaza a alguno de estos dos pilares puede ser vista incluso como una cuestión de «seguridad nacional». Ambos se refuerzan mutuamente. Es sabido que los dólares son acumulados por la mayoría de los bancos centrales como reservas internacionales, y que una gran parte de éstas reingresan incluso en el mercado financiero de Estados Unidos. De esta forma, la fortaleza del dólar refuerza también la de Wall Street. A su vez, la mayoría de las commodities están valuadas y se transan internacionalmente en dólares. Por lo tanto, una parte importante de las transacciones que financian las operaciones de compra y venta se realizan mediante instituciones norteamericanas.
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El tamaño y el atractivo de Wall Street le garantizan a Estados Unidos. el financiamiento de su cuenta corriente sin mayores inconvenientes. El déficit comercial norteamericano, que fue de 435 mil millones de dólares en 2002, es fabuloso, y explica el 86% del de la cuenta corriente, que alcanzó los 503 mil millones de dólares. En términos del PBI, el déficit del pasado año fue del 4,8%, el mayor de los últimos seis años, y opuesto al superávit obtenido por el resto de los países desarrollados. Japón alcanzó un superávit del 2,7%, y los países de la zona euro un 0,9%. Los números hablan solos a la hora de analizar la dependencia norteamericana del financiamiento externo. Es más: si nos guiamos por la Posición de Inversión Internacional, vemos que la posición deudora neta para el año 2001 era de casi 2,3 billones de dólares 9. Si bien es cierto que el tamaño del PBI es enorme (unos 9,2 billones de dólares a valores constantes), también lo es el hecho de que el ritmo del incremento de la deuda supera con creces al del PBI. De esta forma, cualquiera podría decir que prestarle a los Estados Unidos podría no ser negocio a futuro, dada la dificultad que presentan algunos de sus números. Pero es aquí donde interviene nuevamente el dólar como reserva de valor y «tranquiliza» los temores. La existencia de la Reserva Federal, ubicada en la economía más poderosa del mundo, lo cual no es casualidad, es vista, por el momento, como un reaseguro para las acreencias. La fortaleza del dólar otorga a su vez toda una serie de beneficios adicionales, que van incluso más allá del reforzamiento del poderío de Wall Street. Sin entrar en detalle, es importante mencionar la apropiación de valor internacional a través del señoreaje y de los tipos de cambio. El señoreaje representa la apropiación de valor externo por parte del país que emite el medio de pago internacional, por el simple hecho de tener el monopolio de su impresión. Para que esto ocurra, la moneda deberá ser internacionalmente aceptada, y ése es un lugar que le cabe al dólar sin ninguna discusión. El señoreaje, que puede ser calculado como la diferencia entre el valor nominal de cada billete y su costo de producción, le da al emisor la posibilidad de adquirir bienes del resto del mundo con la simple emisión de dólares. Es un beneficio más que atractivo para cualquier economía, y es Estados Unidos: el que lo posee. Se obtiene una ganancia máxima cuando los dólares son utilizados para adquirir bienes del exterior y no reingresan a dicho país financiando exportaciones norteamericanas, hecho que haría disminuir el señoreaje debido a la apropiación, por parte de no residentes, de valor producido en territorio norteamericano. Claro está que existe un límite para la emisión desenfrenada, ya que podría disminuir el poder de compra del dólar y el deseo de los extranjeros de tenerlos, hecho que podría afectar el status de la moneda (Carchedi, 2000 [a]). Esto nos lleva a pensar en que preservar el valor del dólar es crucial para Estados Unidos, ya que este mecanismo podría verse revertido de no ser considerado moneda de reserva. Además, ceteris paribus el stock de dólares, una moneda que se revaloriza implica la posibilidad de apropiarse de mayor valor del resto del mundo. También evita que las variaciones del dólar ejerzan un impacto sobre los productores norteamericanos de similar magnitud al que experimentan los productores de otros países ante una alteración en el tipo de cambio de su moneda.
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Cuando aumenta el valor del dólar, si los precios internacionales están fijados en esa moneda, como ocurre con los granos y la mayoría de las commodities, los precios de exportación e importación no varían automáticamente, dependiendo de la alteración en las condiciones de la competencia inducidas luego de la devaluación. Por lo tanto, los exportadores norteamericanos no se verán afectados del mismo modo que si fueran productores de cualquier otro país. Pensemos que en este caso recibirían automáticamente una menor cantidad de moneda local por cada dólar exportado (Arceo, 2001). Hemos visto hasta aquí que los beneficios de poseer la moneda de reserva no son para nada triviales. Si bien la actual coyuntura puede plantearnos interrogantes sobre la forma que adoptará la salida de la actual crisis mundial, en principio pareciera quedar claro que la postura norteamericana será de preservación del valor de la moneda. Estados Unidos necesita del financiamiento externo como forma de continuar motorizando una economía que ya no posee las dos grandes usinas que le dieron impulso durante los noventa: el auge del sector manufacturero en la primera mitad y el efecto riqueza en la segunda; debido a ello es que es fundamental mantener el status quo en esta materia. La situación actual es nueva para la principal potencia, ya que desde los años ‘70 el dólar no había tenido mayores desafíos. Basta con mencionar que en 1976 la cantidad de dólares que circulaban fuera de Estados Unidos. representaba el 9,8% de la base monetaria norteamericana, y que en el año 2000 se encontraba en el 41% 10 . Quizás sea demasiado pronto para subirse al tren del euro y decir que la desvalorización actual del dólar marca una tendencia definitiva. En la actualidad, la explicación más plausible para entender la desvalorización del dólar puede encontrarse en las bajas tasas de interés norteamericanas vis a vis las europeas. Mientras que en el año 2002 las de corto plazo fueron del 1,6% en Estados Unidos, en la Eurozona se establecieron en el 3,3% 11. Claro que esto se da en un clima de estancamiento casi generalizado en el que la sobrecapacidad y la sobreproducción ponen en jaque al conjunto del sistema. Y si bien habrá que esperar el desenlace de los acontecimientos, el euro se hará poco a poco un lugar, aunque eso no significa el desplazamiento del dólar como moneda de reserva internacional. Más allá de su revalorización -el 28 de mayo de 2003 había alcanzado su máximo valor histórico de 1,19 dólares- hay otros datos que nos muestran el dinamismo alcanzado por el euro. Por ejemplo: en el tercer trimestre de 2002 se emitieron globalmente bonos denominados en euros por 93 mil millones de dólares, mientras que bonos en dólares registraron un monto de 59 mil millones. Pero al mismo tiempo hay datos que marcan la fortaleza casi abrumadora de Wall Street: mientras que en 2001 los flujos totales de capitales netos fueron positivos para el caso de Estados Unidos (382 mil millones de dólares), en la Eurozona fueron negativos (30,7 mil millones de dólares), luego que en 1999 y 2000 fueran positivos. Además, no debemos dejar de mencionar que la capitalización del mercado accionario norteamericano representa el 47% del total mundial, que posee la emisión del 44% de los títulos públicos y corporativos y el 28% de los activos bancarios mundiales.12 La actual coyuntura puede llevarnos a sacar conclusiones apresuradas en un contexto caracterizado por la desaceleración de la economía mundial. Como dijéra-
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mos, que el dólar se haya depreciado con relación al euro en los últimos tiempos no indica por el momento ninguna tendencia que muestre un desplazamiento de la hegemonía del dólar. Es cierto que hay señales que preocupan a las autoridades norteamericanas, pero sin dudas la gran preocupación tiene su base fundamental en una economía mundial que no muestra signos de recuperación, en medio de un reacomodamiento del capital a escala global en la disputa por recomponer la rentabilidad de épocas pasadas. Mientras tanto, la tenencia tanto del monopolio para la emisión de la moneda de reserva mundial como del principal centro financiero internacional, le otorga a Estados Unidos no sólo la posibilidad de apropiarse valor del resto del mundo y proteger a sus productores de los vaivenes del tipo de cambio, sino también le da una herramienta clave, como es el manejo casi discrecional de la política monetaria internacional, en medio de una crisis económica internacional que amenaza con profundizarse.
Conclusiones El fracaso de la dolarización en países como Ecuador (donde hasta incluso se ha mencionado la posibilidad de vuelta atrás con la medida) o Panamá debe hacernos reflexionar seriamente, ya que si bien es compartido el diagnóstico de la debilidad de las monedas latinoamericanas, de él no se desprende necesariamente la eliminación de las monedas nacionales. La pobreza académica de la propuesta es casi inédita, y vuelve a hacernos pensar en que las cuestiones no deben tomarse solamente en términos económicos, en virtud de la relevancia que posee para Estados Unidos la región americana como campo de fortalecimiento ante los restantes bloques regionales, en especial el europeo. Así, se observa que la entera región latinoamericana está siendo destinataria de una parte considerable de los esfuerzos en materia de política exterior norteamericana, con la finalidad última de terminar con los últimos rasgos de soberanía de los países que se encuentran al sur del Río Bravo. La consolidación del dólar como depositario de todas las funciones habituales del dinero, en conjunción con una probable conformación del Área de Libre Comercio de las Américas y la penetración por la vía militar, pueden ser vistos como los ejes centrales de la política norteamericana hacia América Latina y el Caribe. Al respecto cabe señalar que paralelamente a la dolarización ecuatoriana se establecía una base aérea norteamericana en dicho país (Manta). La importancia que tiene el fortalecimiento del área de influencia de Estados Unidos como polo de confrontación con el bloque europeo, y las consecuencias nefastas que tendría el ALCA sobre el MERCOSUR (más allá de las críticas que este merezca) , no deben ser despreciadas. Además, al propiciar la salida de capitales europeos de la región y dejar limpio el terreno a los capitales norteamericanos, el acuerdo expandirá las transacciones regidas bajo la égida del dólar y fomentará aún más la dolarización de las economías, hecho doblemente favorable para los intereses estratégicos de Estados Unidos. Por último, sabiendo que la dolarización no representa solución alguna para los países del Tercer Mundo, y que la propuesta es más bien representativa de los intereses del capital norteamericano, debemos seguir activos en la confrontación
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con las prácticas del neoliberalismo y con todos sus proyectos, llámense ALCA o, en el caso aquí presentado, dolarización. En este punto, la opción debe pasar por poder fortalecer el valor de las monedas locales sin resignar soberanía en materia económica, hecho que tendrá que ver casi por completo con lo que ocurra con el MERCOSUR y su redefinición, o con una alternativa latinoamericana superadora. En este caso, hablar de una moneda común seguramente adquirirá otro contenido y un significado distinto para los ciudadanos de los países de América Latina.
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Notas 1 Hasta Guillermo Calvo, economista jefe del BID, hizo declaraciones contrarias a la dolarización en Argentina. Diario Clarín, 13 de mayo de 2003. 2 El temor generado en el pasado reciente provoca que los fondos se destinen en su mayoría al consumo de bienes durables y a la construcción. 3 José Cucalón de Ycaza, miembro del directorio del Banco Central de Ecuador. Exposición realizada en Asociación de la Banca Especializada, Argentina. 4 La deuda pública, que representaba el 120% del PBI en 1999, pasó a representar el 70% en la actualidad. Si bien este dato es mostrado como un signo positivo de la dolarización, no es más que el resultado de la reestructuración de la deuda pública externa, que disminuyó su stock en unos 2.500 millones de dólares, y de la apreciación real del tipo de cambio. 5 En 2000 el IVA pasó del 10% al 12% y se logró incrementar la eficiencia en la recaudación del mismo. También se reintrodujo el impuesto a la renta con una tasa máxima del 15% y se redujo el impuesto a la circulación de capitales del 1% al 0,8%. 6 La discusión es planteada por los dolarizadores en términos de la conveniencia o no de tener política monetaria propia dada la poca credibilidad del Banco Central, la historia previa, o la imposibilidad de alterar variables reales de la economía (como por ejemplo el tipo de cambio real) a través de las nominales (el tipo de cambio nominal). La discusión queda desacreditada al existir suficiente evidencia que confirma que las variables reales pueden ser alteradas (Brasil luego de la devaluación, o incluso nuestro país), que la historia argentina de los últimos años ha sido de deflación más que de inflación, y que la poca credibilidad de las instituciones no es un fenómeno que no puede ser modificado. 7 El señoreaje es la capacidad que tiene un Estado para financiarse presupuestariamente a través de la emisión de su propia moneda por intermedio de la autoridad monetaria. Si bien el tema merece una discusión más acabada, aquí basta con decir que bajo la dolarización no se podría hacer frente al incremento en la demanda de dinero, ya que el único emisor es Estados Unidos. Ello representa un costo más que debe agregarse a la lista de los aspectos negativos de la dolarización. 8 Esta situación incluso podría llevar a que las tasas de interés no disminuyeran de la forma predicha por los dolarizadores. 9 Millones de millones. 10 Cálculo propio en base a datos del FMI y del Departamento de Comercio. La base monetaria incluye el circulante en poder de los bancos. 11 Para Estados Unidos utilizamos los Bonos del Tesoro a tres meses, mientras que para la zona euro utilizamos un promedio de tasas del mercado de dinero y del EURIBOR a idéntico plazo. 12 World Economic Outlook (abril de 2003) y Global Financial Stability Report (marzo de 2003).
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Julio C. Gambina Experiencias y expectativas de la resistencia al ALCA en América Latina I Hay una historia de la resistencia al ALCA que ha ido evolucionando desde que la iniciativa fue presentada en 1994. Los primeros en confrontar fueron los movimientos populares, y en el último tiempo, y progresivamente, se van incorporando algunas voces oficiales e incluso gobiernos de América Latina y el Caribe. Eso potencia la resistencia a un proyecto estratégico de Estados Unidos , de las corporaciones transnacionales de ese origen y de muchos de los gobiernos de la región en concordancia con los intereses y necesidades de los capitales más concentrados que actúan en esos territorios. Es un proyecto impulsado por la Organización de los Estados Americanos (OEA), y cuenta con la cooperación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). No es un tema menor considerar la creciente resistencia al ALCA en tanto expresión continental de los objetivos liberalizadores del capital transnacional a escala global que sostienen las propuestas de la Organización Mundial de Comercio (OMC). El ALCA es al continente americano lo que la OMC es al sistema mundo. El dato de la resistencia popular al ALCA es revelador de la recomposición de las clases subalternas en la perspectiva de constituirse como sujeto social y político en condiciones de instalar en el imaginario popular la posibilidad de una construcción social y política de carácter alternativo. La novedad cultural a comienzos del siglo XXI es la emergencia de un sujeto, una propuesta de agenda y programa alternativo al pensamiento hegemónico, concebido como «único» en la última década del siglo XX. Ese aporte civilizatorio está siendo protagonizado por los pueblos con una diversidad difícil de categorizar en la actualidad, pero que induce a pensar en la construcción de una subjetividad transformadora que rema contra la corriente principal del pensamiento hegemónico y las prácticas impuestas por las clases dominantes en escala global. Parte de esa historia se procesa en nuestra región desde la resistencia al ALCA.
II El Área de Libre Comercio de las Américas tiene como antecedente inmediato la convocatoria de George Bush padre, presidente de Estados Unidos, en junio de 1990, difundida entonces como Iniciativa para las Américas (IPA). Este fue un proyecto estratégico de Estados Unidos pensado en el nuevo tiempo histórico que se vivía entre la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la desarticulación de la Unión Soviética en 1991. En pleno momento de cambio de la situación mundial, el presidente de los Estados Unidos lanzaba una estrategia hacia América Latina para reubicar geopolíticamente a la región bajo el dominio norteamericano, con una fuerte iniciativa política de carácter integral, económico, cultural, hacia toda la región. El objetivo era reinsertar a los Estados Unidos en la disputa global por el nuevo orden que ya se avizoraba ante la debacle del campo socialista y la ruptura de la bipolaridad.
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Se trata del momento más importante de disminución de la defensa de las clases subordinadas a escala global. Es el punto más bajo de la resistencia de los pueblos que veían afectada su capacidad no sólo de confrontación con el proyecto económico del capital, sino también de instalar un proyecto subjetivo de carácter alternativo. Lo que estaba afectado era el imaginario popular para construir una sociedad alternativa. Era la oportunidad para un relanzamiento del carácter hegemónico de Estados Unidos , particularmente en la región. No debemos olvidar que Estados Unidos venía afectado por la derrota en Vietnam en los ‘70, y había sido desafiado por la revolución sandinista y el régimen iraní en los ‘80. La guerra del Golfo Pérsico y la IPA en los inicios de la década del ’90, eran la respuesta global y continental del gobierno de Estados Unidos para reposicionarse en el nuevo orden internacional en disputa. El cambio de gobierno en los Estados Unidos en 1992, con la ascensión de William Clinton y el Partido Demócrata, conlleva la adecuación de la IPA, la que se transforma en el desarrollo de dos iniciativas sucesivas y convergentes: el Tratado de Libre Comercio (TLC o NAFTA) entre Estados Unidos , México y Canadá, que se negocia desde el inicio de la gestión demócrata y que empieza a funcionar el 1ro. de enero de 1994, y el lanzamiento del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), en la Primera Cumbre de las Américas, organizada por la OEA en Miami en 1994. Era también una respuesta de Estados Unidos a la iniciativa europea de las Cumbres Iberoamericanas iniciadas en 1991, que excluían a los países del norte de América e integraban a España y Portugal junto a América Latina y el Caribe. Esas reuniones fueron el marco de relaciones políticas y diplomáticas que facilitó el ingreso de inversiones europeas en la región durante la década del ‘90. La disputa por la dominación integral de nuestra región estaba en pleno desarrollo. Estados Unidos lo tomó como un desafío que hoy se mantiene. Se concebía al Tratado de Libre Comercio, o NAFTA, como un ensayo desde el punto de vista jurídico, económico, político, cultural, de la construcción de una zona de libre comercio desde Alaska a Tierra del Fuego, con la exclusión de Cuba. La realidad es que tanto el proyecto originario de Iniciativa para las Américas de Bush padre, como el objetivo de constituir el Tratado de Libre Comercio (NAFTA) y el ALCA, generaron un proceso incipiente de resistencia popular.
III Esa resistencia ha tenido un trayecto cuyos puntos originarios más visibles son el levantamiento zapatista, que es coincidente con la inauguración del TLC a comienzos del año 1994, y la batalla de Seattle, en Washington, en noviembre de 1999, contra el proyecto de liberalización de las economías a escala global planteado por la Organización Mundial de Comercio. Insistimos en que el ALCA representa en la región americana lo que la OMC propone a escala global: un proceso de liberalización creciente de las economías favorable a las dinámicas de acumulación de los capitales más concentrados con origen en los países capitalistas desarrollados. Es además una profundización cultural de las ideas del capitalismo: todo es mercancía, todo se compra y se vende. Se estandariza un enfoque cultural de la realidad tendiente a generar acostumbramiento. Se instala así un sentido común generalizado que es favorable a los intereses de las clases dominantes.
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Ya en 1998 se convoca a una primera contra-cumbre, o Cumbre de los Pueblos, en Santiago de Chile, en oportunidad de realizarse la Segunda reunión de Presidentes Americanos. Las Cumbres de los Pueblos se fueron organizando recién a partir del segundo cónclave de los presidentes. Los gobernantes llevaban la delantera y era producto de la iniciativa política requerida por la ofensiva del Consenso de Washington y las ideas dominantes en la década de los ‘90. Todavía hoy se plantea si será posible organizar una Cumbre de los Pueblos al margen de la realización de un Encuentro de Jefes de Gobierno. Se había pensado organizar una contracumbre en Buenos Aires para abril del 2003 y finalmente se redujo a un Encuentro Regional. La dinámica de la resistencia todavía sigue atada a las fechas que define la agenda del poder. La lógica del Foro Social Mundial (FSM) siguió la misma trayectoria que las Cumbres No al ALCA. Porto Alegre nació como el anti-Davos: FSM contra Foro Económico Mundial (FEM). Integrante del Grupo de Trabajo sobre Hegemonía y Emancipaciones y de Economía Mundial de CLACSO. Profesor Titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Director del Instituto de la Cooperación, IDELCOOP. Director de ATTAC- Argentina. En el encuentro de Chile, los jefes de gobierno hicieron un balance positivo de la evolución de la economía en la región desde la reunión en Miami en 1994. Era una consideración favorable al desarrollo de las políticas neoliberales en curso en los países de América Latina y el Caribe y la reafirmación del Consenso de Washington como ideario a instalar, con matices, en todos los países. La lectura de la realidad realizada por los pueblos era distinta: el desempleo y la pobreza, la miseria y la explotación habían crecido como consecuencia de la crisis capitalista en su versión regional, más conocida como ‘efecto tequila’. En efecto, la devaluación del peso mexicano a fines de 1994 indujo un proceso recesivo en toda la región con fuerte incidencia en las dos economías de mayor peso relativo: Argentina y Brasil. La CEPAL informa que el desempleo urbano abierto pasó del 6,6% en 1994 al 7,5% en 1995, al 8% en 1996, al 7,6% en 1997 y al 8,1% en 1998. En 1999 subiría al 8,9%, al 8,4% en 2000, y al 8,4% en 2001. Queda claro que entre la reunión de los Presidentes de 1994 y la de 1998 había habido un deterioro en tan importante indicador socioeconómico. La deuda externa pasó de 564.399 millones de dólares en 1994 a 619.233 millones en 1995, 641.305 millones en 1996, 666.482 millones en 1997, y 747.583 millones en 1998 (www.cepal.org). Ese crecimiento de la deuda tiene su correlación en los condicionamientos establecidos por los organismos multilaterales de crédito, que generarán a su vez un proceso de resistencia de los pueblos. Por eso es correcto vincular la resistencia al ALCA con el movimiento por la anulación de la deuda externa pública y más allá de la economía, con el movimiento actual contra la guerra y la militarización, tal como surge del FSM en su última edición de enero de 2003. La respuesta de las clases dominantes ante la crisis fue la profundización de las políticas de ajuste estructural que empujaron los organismos multilaterales de crédito.
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Así, se fueron generalizando las políticas de ajuste fiscal, privatizaciones y reforma estructural regresivas, objetivo que se suscribía en la declaración final de la Segunda Cumbre de las Américas en Santiago de Chile y se anticipaba como referencia a suscribir en el tratado sobre aranceles, tema principal de las conversaciones de los gobernantes. Paralelamente al tema de los aranceles se introducía la cuestión de las inversiones y así consolidar los derechos adquiridos por los inversores internacionales en las compras de activos, principalmente en el sector público de la región. El ALCA se iba instalando como el código de consolidación de las reformas impuestas en la década del ‘90. En ese contexto el proceso de resistencia tendría para ese tiempo carácter testimonial. Las consecuencias del ALCA y los acuerdos de los gobernantes estaban lejos de la consideración pública, tema agravado por el secreto con que se analizaba los detalles del acuerdo. Es en oportunidad de la Tercera Cumbre de las Américas que la resistencia popular contra el ALCA tuvo visibilidad. El cónclave de los presidentes se reunió en abril del 2001 en Québec, Canadá, y pocos días antes se había realizado la reunión ministerial en Buenos Aires, Argentina. Para entonces ya estaba constituida la Campaña Continental contra el ALCA, que motorizó un conjunto de movilizaciones estimadas en 30.000 manifestantes de distintas partes del continente en Buenos Aires. A los quince días, en Québec, se estimó en 40.000 a los participantes de la protesta en la Segunda Cumbre de los Pueblos, que se transformó en la primera convocatoria masiva contra el ALCA. La movilización popular ya había abandonado el carácter testimonial y se expresaba en las calles, con un nivel de organización continental, con expresiones nacionales e incluso la articulación de redes y movimientos populares. Así, durante el 2001 y 2002 fue creciendo el movimiento de resistencia al ALCA. Las autoridades de Buenos Aires instalaron un cerco represivo y de silencio en torno de la reunión de ministros. El ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina respondió negativamente al requerimiento de una delegación de representantes de organizaciones sociales contra el ALCA presidida por el Premio Nóbel de la Paz Adolfo Pérez Ezquivel. La intención era conocer la posición argentina en las negociaciones. La respuesta fue el carácter secreto de las mismas, como un compromiso asumido por el conjunto de los Estados partícipes. En Québec las precauciones fueron mayores y se instaló un cerco físico de 4 km de extensión y 3 mts de altura para aislar la protesta del lugar de realización de la cumbre presidencial. La represión incluyó gases y palos para alejar a la movilización. Sin embargo, tamaña protesta tuvo su efecto, y así apareció el primer logro de la lucha contra el ALCA. El compromiso de los presidentes fue hacer público el documento en borrador de las negociaciones, hasta entonces secreto. Es cierto que se trataba de una trampa. Pese a su divulgación era imposible descifrarlo adecuadamente, ya que se trataba de un texto con innumerables párrafos entre corchetes que eran expresión de los desacuerdos de algunos de los países que negocian el tratado sobre el ALCA. De todas maneras, el texto permitió conocer la similitud de las cláusulas del ALCA con las del NAFTA, cuyos efectos negativos en los pueblos involucrados ya eran conocidos. Quedaba en evidencia que Estados
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Unidos no sólo tenía iniciativa política sino también técnica. Los funcionarios de Washington redactaron los documentos a discutir. Eso le otorga ventaja a EEUU en la negociación, porque los negociadores en representación de los demás gobiernos están muy lejos, técnicamente hablando, de los ideólogos e impulsores con origen en Estados Unidos Un dato a destacar es el papel de los trabajadores en la resistencia al ALCA. A las reuniones de Buenos Aires y Québec de abril de 2001 se había llegado con una acumulación de experiencias de resistencia que involucraba al movimiento obrero. En efecto, en diciembre de 1999 se realizó la primera cumbre sindical del MERCOSUR en paralelo a la Cumbre de Presidentes del MERCOSUR, con 400 dirigentes, y allí se cuestionó la estrategia de integración impulsada por los gobiernos en la región y las negociaciones con Estados Unidos. Se decidieron acciones convergentes con la protesta global contra la liberalización, y en particular contra el ALCA. Al año siguiente, en agosto del 2000, se realizó en Brasilia una reunión alternativa de dirigentes sindicales, manifestando contra la reunión de presidentes de América Latina. Y en diciembre de ese año, en Florianópolis, 700 dirigentes protagonizaron en paralelo a la cumbre de presidentes del MERCOSUR una reunión convocada por la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur (CCSCS). Entre otras resoluciones, la CCSCS impulsó la protesta global contra el ALCA en Buenos Aires y Québec para abril del 2001. Otro antecedente previo a la Tercera Cumbre de presidentes (Québec, 2001) es la realización en Porto Alegre, Brasil, del Primer Foro Social Mundial (FSM). Entre las principales resoluciones de ese encuentro se anotará la resistencia al ALCA, tema que será central en la Segunda y Tercera convocatoria de los años siguientes (2002 y 2003). En la versión 2002 del FSM se lanzó la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA con una manifestación por las calles de Porto Alegre con más de 60.000 participantes, un acto político y la difusión de un manifiesto de la Campaña. Luego, en la versión 2003 del FSM fue elocuente la extensión del movimiento de resistencia en el masivo acto y movilización realizados, superando todas las previsiones de participación sugeridas previamente por los organizadores: cerca de 100.000 manifestantes contra el ALCA, constituyendo de hecho la clausura de las deliberaciones desarrolladas durante cinco días a fines de enero de 2003. Durante el 2002 se desplegó la parte inicial de la campaña de lucha. La idea apuntaba a crear en cada país organizaciones locales para impulsar las acciones contra el ALCA. Se pretendía una estrategia amplia de alianzas de fuerzas sociales y políticas para esclarecer y sensibilizar a la población sobre los alcances y consecuencias del ALCA. Entre otras iniciativas se promovía la realización de plebiscitos o consultas populares para lograr el pronunciamiento de la sociedad, asunto que sólo pudo materializarse durante ese periodo en Brasil, con más de 10 millones de adhesiones. Entre las principales consignas que se generalizaron sobresalen las siguientes: «No al ALCA, Sí a la Vida», «No al ALCA, otra América es posible», «Por lo nuestro, contra el ALCA», «Soberanía Sí, ALCA No». La intención de los lemas era
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destacar el aspecto negativo del tratado negociado por los gobiernos, y al mismo tiempo la necesidad de resaltar una propuesta alternativa por la positiva. El movimiento de resistencia al ALCA recibió un fuerte e inesperado apoyo con los acontecimientos de fines de 2001 en Argentina. Todo indicaba que la Cuarta Cumbre de Presidentes se haría en abril del 2003 en Buenos Aires, ya que el ex Presidente de Argentina, Fernando De la Rúa, había sugerido a dicha ciudad como sede. La renuncia anticipada del gobierno argentino fue diluyendo la convocatoria, y a comienzos del 2003 no se conocía ni lugar ni fecha de la Reunión de Presidentes. La movilización popular en Argentina había tenido un logro imprevisto: postergar una reunión clave de un proyecto estratégico de las clases dominantes en la región. Este es quizá uno de los aportes específicos de la pueblada argentina a la lucha contra el ALCA. Durante el 2002 pueden consignarse algunos momentos claves de desarrollo de la campaña continental contra el ALCA. Uno estuvo dado por la resistencia a la Cumbre de los Jefes de Estado de la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe, realizada en mayo de ese año en Madrid, producto de la presidencia española de la UE durante el primer semestre. El tema tuvo su importancia más allá del ALCA, ya que las discusiones de liberalización comercial entre Europa y la región tenían en esencia las mismas connotaciones regresivas. Sólo cambiaba la hegemonía en las relaciones comerciales y económico-políticas de Estados Unidos hacia Europa. Otra instancia destacable ocurrió a fines de octubre en ocasión de sesionar en Quito, Ecuador, la Reunión de Ministros por el ALCA. Paralelamente se realizaron múltiples talleres y debates con relación al ALCA y sobre todo una gran movilización callejera donde sobresalían las presencias de los pueblos originarios, los que unían sus históricos reclamos a los actuales, contra viejas y nuevas expropiaciones. En síntesis, desde 1998 se desarrolló un movimiento de resistencia al ALCA que ha ido creciendo en cantidad y calidad entre los pueblos de la región. Un dato relevante lo constituyen las manifestaciones populares en Estados Unidos y Canadá, organizadas por una cantidad importante de movimientos de nuevo y viejo cuño. Es destacable en ese sentido el papel del movimiento obrero norteamericano (Estados Unidos y Canadá). Quizá como nunca antes, los intereses de ese movimiento son convergentes con los de los trabajadores del resto del continente. Es que la defensa de los ingresos laborales en el norte motiva al sindicalismo a luchar contra el trabajo no registrado y de bajos salarios de los inmigrantes. Debe recordarse que el ALCA excluye la libre circulación de la fuerza de trabajo entre sus propósitos. En efecto, en los borradores difundidos sólo hay lugar para el libre cambio de capitales, mercancías y servicios. El texto negociado excluye la circulación de personas para impedir el masivo ingreso de potenciales trabajadores al mercado laboral de Estados Unidos Se trata en general de una resistencia protagonizada por «organizaciones sociales, políticas y culturales, nacionales y regionales; grupos ecologistas, de derechos humanos, de solidaridad; movimientos de campesinos, indígenas y mujeres; iglesias cristianas y otros grupos religiosos» (www.noalalca.org.ar 2002), todos ellos articulando la resistencia en la Campaña Continental contra el ALCA.
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Un informe de enero de 2003 realizado por la Secretaría de la Campaña Continental contra el ALCA sobre la base de informaciones ofrecidas por movimientos de once países, tanto por Comités Nacionales de Lucha contra el ALCA como por organizaciones que desarrollan iniciativas en ese sentido, da cuenta de una importante actividad durante el 2003. Este informe fue realizado para ser presentado en la Reunión de la Coordinación Continental de la Campaña contra el ALCA, llevada a cabo en Porto Alegre, Brasil, el día 28 de enero de 2003 en el marco del III Foro Social Mundial (www.asc-hsa.org). El informe se ordena sobre tres interrogantes: - ¿existe en su país un comité unitario de campaña? En caso contrario, ¿existe un proceso rumbo a la unificación? Y de no ser así, cuál es la propuesta de los distintos interlocutores/as acerca de cómo llegar a lograrlo. - ¿está prevista la realización de la consulta popular? ¿Cuándo? ¿Con qué modalidad? ¿Con qué metas? - ¿qué otras acciones tienen previstas para 2003? Las respuestas provienen de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, México, Perú, República Dominicana y Uruguay. No excluyen la realidad de otras experiencias existentes de resistencia al ALCA, pero resultan representativas de cómo viene evolucionando un movimiento que ha crecido en los últimos dos años. Es probable que la realidad de la resistencia sea más extendida, pero a los efectos de brindar un cuadro que pretende ser integral la información resulta útil, aún cuando pueda ser incompleta. Salvo en Chile, todos reconocen haber constituido un Comité Nacional contra el ALCA, aún con distintas denominaciones, con carácter plural y una diversidad de situaciones con relación a la participación de los partidos políticos en su seno. El tema de la participación de los partidos políticos vale su consideración, ya que los efectos de la aplicación del ALCA afecta a todos los actores, sociales o políticos, y en una campaña de esta naturaleza resulta conveniente incorporar a la mayor cantidad de población, con independencia de su lugar en la sociedad. Resulta curioso cómo la crisis de credibilidad en la «política» impacta en los propios movimientos que pretenden una política alternativa y sin embargo boicotean sus propias acciones limitando la incorporación de sujetos y actores que aporta a la masividad y extensión de una tarea que es estratégica para el Imperio. Por ello es que ante las experiencias de resistencia al ALCA, la expectativa es desarrollar frentes amplios, plurales, con inclusión de movimientos sociales, culturales, políticos, es decir, sin exclusiones. Chile celebró un acuerdo bilateral con EEUU a fines del 2002. Esa quizá sea una explicación probable de la situación en Chile. El fenómeno de resistencia popular se concentró en los efectos del acuerdo comercial y de inversiones suscripto con Estados Unidos, más que contra el ALCA. Si bien el acuerdo es parte de la construcción del ALCA, debe consignarse que se trata del primer tratado impulsado por Estados Unidos desde que el Congreso aprobó la TPA y favorece las negociaciones bilaterales del gobierno de EEUU con otros países.
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Brasil remite su actividad al movimiento organizado durante el 2000 contra la deuda externa y las negociaciones del gobierno y el FMI. Incluyen entre los convocantes a fuerzas sindicales, eclesiales, sociales y populares del campo y de la ciudad, y a movimientos de ciudadanía y fuerzas político-partidarias. En Argentina la campaña inició a comienzos del 2002 con la inclusión de movimientos sociales y partidos políticos, personalidades de la cultura, la política y la sociedad, y organizaciones diversas para resistir al ALCA. Para México, el comité constituido en julio del 2002 es amplio e incluyente, con sindicatos, movimientos campesinos, vecinales, estudiantiles, de mujeres, jóvenes, ONGs, artistas e intelectuales, organizaciones políticas. Varias de esas organizaciones tienen estructura nacional, algunas poseen estructura regional, y otras son de carácter local. En el caso de Perú, la campaña existe desde agosto de 2002. La integran movimientos sociales, de género, de ciudadanía, de intelectuales, organizaciones vinculadas a los medios de comunicación, de jóvenes, etc. En Uruguay lo integran la central sindical, la federación de estudiantes universitarios, organizaciones cooperativas, otros movimientos sociales, y no se incluye a los partidos. En República Dominicana existe un proceso de convergencia entre las distintas iniciativa, y tienden a articular la actividad de movimientos sociales y políticos. La experiencia colombiana es de unificación desde setiembre de 2002, y articula una red de múltiples comités de lucha contra el ALCA en los distintos espacios sociales, políticos y de la producción. Ecuador tiene un comité unitario, de carácter social y político. En El Salvador la campaña se constituyó en enero de 2003, con fuertes vínculos con la resistencia a las privatizaciones. En Canadá existen dos comités de campaña, uno en la región de habla inglesa y otro en la francesa, que tienen fluida comunicación y articulación. Sobre la realización de consultas populares, es Brasil el que ha materializado en septiembre de 2002 un plebiscito con una participación superior a los 10 millones de consultados. Se apoyaron en la experiencia de una consulta previa con 6 millones de participantes sobre la deuda externa en 2000, y están peticionando al nuevo gobierno la convocatoria a un plebiscito oficial. Es un tema en debate dentro de las mismas organizaciones sociales y políticas que sustentan el nuevo gobierno asumido en enero de 2003. La idea de peticionar una convocatoria oficial se estudia en Ecuador, motivación que resulta del cambio de gobierno en enero de 2003 y los vínculos de éste con el movimiento popular que impulsa la resistencia al ALCA. De no haber éxito, se convocará a la consulta desde los movimientos populares. En algunos países se están materializando y proyectando consultas que incluyen la modalidad de recolección de firmas: tal es el caso de El Salvador, Perú, y el área de habla inglesa del Canadá. En México se planifican jornadas de votación en lugares públicos y dentro de las propias organizaciones en el transcurso de este año. En Argentina, Colombia, República Dominicana y Uruguay el tema está en estudio, y si bien en algún caso existe fecha, todavía no hay confirmación. En Chile se asume una consulta mediante un observatorio de las negociaciones comerciales. En materia de otras acciones a desarrollar, Brasil incorpora acciones de formación y sensibilización articulando tres ejes: ALCA, deuda externa y militarización. Más allá de la actividad nacional, se están preparando para protagonizar iniciativas
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regionales previstas para el 2003, en Buenos Aires contra el ALCA y en Cancún contra la OMC, siendo ésta la movilización más importante prevista en el calendario de resistencia a las políticas de liberalización. Los mexicanos están abocados a los preparativos de la agenda internacional que convoca a Cancún en septiembre para alternativizar la reunión oficial. En Perú está prevista la capacitación y esclarecimiento sobre los partidos y el parlamento. En este último sentido apuntan las acciones en Uruguay. La preocupación central en Argentina es realizar del 10 al 13 de abril un encuentro regional de los pueblos contra el ALCA sobre la base de una importante actividad nacional con invitados internacionales. En Colombia están previstas acciones sobre el Parlamento y el seguimiento de los borradores negociados. Ecuador también planifica acciones sobre el Parlamento. En El Salvador se incluyen acciones directas para llamar la atención de la población. Todos están pensando continuar con tareas de formación, divulgación y sensibilización, incluso con la utilización de los medios masivos de comunicación. En Ottawa se piensa desarrollar un evento público de educación popular que pretende visibilidad pública a través de los medios. En Chile se articula el estudio de la temática con iniciativas académicas que involucran a otros países.
IV Un dato relevante del proceso de resistencia es la incorporación de algunos gobiernos que suman su vos al reclamo de los pueblos. Hasta ahora, lo visible eran los levantamientos populares callejeros en tanto iniciativas de la sociedad civil confrontando con los proyectos del gobierno de Estados Unidos y los gobiernos involucrados, todos articulados en organismos de integración superestructural (OEA, CEPAL, BID). A comienzos del siglo XXI, la novedad proviene de las resistencias de algunos de los gobiernos nacionales en la región. Es un proceso todavía incipiente, que tiene entre sus puntos más destacados, en primer lugar, las iniciativas desarrolladas por el gobierno y la sociedad cubana contra el ALCA: pese a ser uno de los países excluidos del Tratado de Libre Comercio planteado por Estados Unidos y los gobiernos de la región a través de la OEA, Cuba ha desarrollado en los últimos años un conjunto de iniciativas internacionales que suman al proceso de resistencia popular que se viene desarrollando en la región. En el II Encuentro Hemisférico contra el ALCA en noviembre de 2002 se decía en el llamamiento de La Habana que «además de las luchas que libraremos en cada país y región, convocamos a encontrarnos y movilizarnos contra el ALCA y la OMC en el marco del Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero del 2003; a encontrarnos y movilizarnos junto con nuestros hermanos y hermanas de todo el mundo en Cancún, México, en septiembre del 2003 contra la OMC, desarrollando toda clase de movilizaciones y acciones simultáneas en todos nuestros países; a realizar una jornada continental de acción contra el ALCA cuando se reúnan los ministros de comercio del ALCA a fines del 2003 en Miami y a volvernos encontrar en La Habana en enero del 2004» (www.alcaabajo.cu 2003). En segundo lugar se encuentra el caso de Venezuela, cuyo gobierno ha instalado algunas señales que expresan una resistencia al proyecto hegemónico del ALCA, entre las que se destacan las observaciones al documento final de la Tercera Cumbre de Presidentes de las Américas realizada en Québec en abril de 2001, que luego fuera potenciada con la posición de los negociadores del
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gobierno venezolano en la Cumbre de Ministros realizada a fines de octubre de 2002 en Quito, Ecuador. En las dos oportunidades, el tema que permitió el posicionamiento diferenciado del gobierno de Caracas fue el plazo de ejecución del ÁLCA, planteando como interrogante por qué necesariamente tenía que irse a un proceso de reducción arancelaria con fecha en el año 2005, y sugiriendo una flexibilización y postergación del plazo de suscripción del acuerdo. El segundo elemento que mostró la posición de Venezuela tiene que ver con la cuestión democrática. La sugerencia del presidente venezolano al documento final en Québec era de privilegio a la defensa de la democracia participativa por sobre la propuesta a favor de la democracia representativa que había inscripto el presidente de la Argentina, quien sería expulsado del gobierno pocos meses después por la movilización popular. En la reunión ministerial de Quito, en octubre de 2002, el representante del gobierno de Caracas planteó que la Constitución de Venezuela lo obliga a realizar una consulta, por lo que demandaba más tiempo y mayor transparencia. Este mensaje venezolano puede incidir en la región, generalizando un proceso de esclarecimiento previo, de difusión, e incluso culminar en plebiscitos y de ese modo, el accionar de los gobiernos estaría convalidado por la participación popular en torno de sí es conveniente o no adherir al Área de Libre Comercio de las Américas. También hay que considerar las críticas del gobierno brasileño al proceso del ALCA, tema que de alguna manera expresó la política exterior de Cardoso y que se profundiza a partir del nuevo gobierno brasileño en enero de 2003, cuyo discurso desarrollado en la campaña electoral, plantea al ALCA como una estrategia de anexión y privilegia las relaciones económicas, políticas y culturales con la Argentina y con los países integrantes del MERCOSUR, con potencialidad de proyectarlo al conjunto de los países de América Latina y el Caribe, y por lo tanto una confrontación con el ALCA. Durante el primer mes de gestión gubernamental los cambios más visibles se perciben en la política exterior, con un carácter más ofensivo en el liderazgo regional que actúa de hecho en contradicción con los intereses de Estados Unidos De todos modos, es aún temprano para considerar hasta dónde irá la confrontación de Brasil con el proyecto ALCA. Puede plantearse asimismo que la posición que puede adoptar el gobierno ecuatoriano, que asumió el 15 de enero de 2003, es también la de priorizar la resolución de los problemas internos y una inserción en la economía regional, de modo diferenciado a lo que plantean los supuestos del Área de Libre Comercio de las Américas, tal como se venía negociando hasta ahora. La Argentina es una incógnita respecto a cómo va a actuar, porque su política exterior viene siendo funcional a las demandas de Estados Unidos , y por lo tanto al ALCA, e incluso al proyecto de dolarización de la economía argentina y latinoamericana. Sin embargo, en los últimos tiempos la resistencia popular, la dinámica de los movimientos sociales y la crisis de representación política que existe en la Argentina, y que tiene un horizonte imprevisible con independencia de cómo resulten los comicios de renovación presidencial en el corto plazo (elecciones presidenciales de abril de 2003), ubican a la Argentina, desde la nueva institucionalidad popular y el régimen político que pueda emerger de la crisis actual, en una potencialidad de asociarse a unas políticas de resistencia a la constitución del ALCA, en la línea que
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presenta Cuba y que comienza a ser explícita en Venezuela, y que genera expectativa en los posicionamientos del gobierno de Brasil, e incluso en Ecuador. Dentro de este cuadro debe incluirse la potencialidad de la izquierda uruguaya a partir de la posibilidad de disputar la presidencia de ese país en la renovación presidencial del año 2004, lo que generaría condiciones para una confrontación de los gobiernos de la región a la política exterior norteamericana. Es cierto que lo comentado es una hipótesis que tendrá que verificarse a corto plazo. La incorporación de gobiernos a la resistencia al ALCA potenciaría la capacidad de protesta, que hoy está fuertemente radicada en la sociedad civil. Los acuerdos asumidos en las dos cumbres previas sostienen la necesidad de crear una Zona de Libre Comercio desde Alaska a Tierra del Fuego, que se propone iniciar sus actividades en el 2005. Desde Chile se anticipó el agrado por adelantar al 2003 el comienzo de la desregulación comercial. Brasil informa que no hay apuro y que la perspectiva de negociación debe sustentarse en acuerdos previos de carácter regional, es decir, desde el MERCOSUR. ¿Qué nos dice el gobierno argentino? Poco se sabe, aunque guiña el ojo hacia ambas fronteras, y mientras trata de ganar puntos con la administración Bush.
V En síntesis, lo que queremos subrayar es que la trayectoria de la resistencia al ALCA incluye iniciativas del movimiento popular, de la sociedad civil, y ha incorporado en el último tiempo la resistencia de los propios gobiernos, con una perspectiva de políticas soberanas por parte de los estados locales. La importancia de esto radica en que, al inicio de las negociaciones por el ALCA, había una fuerte iniciativa de las autoridades de EEUU, a las cuales se asociaban calladamente los gobiernos de América Latina y el Caribe y, por eso, admitieron las condiciones que planteaba la OEA: en primer lugar, la exclusión de uno de los estados de la región, como es el caso de Cuba. El cambio de situación en el ámbito global permite una evolución de la resistencia al ALCA que genera expectativas para construir una agenda alternativa de integración en América Latina y el Caribe, donde la región no se subordine a las necesidades de Washington. En este sentido, hay que pensar que hay una historia de la integración de los pueblos a la que uno podría ubicar en los últimos años en la experiencia de la ALALC en la década del ‘60 o de la ALADI en la década del ‘80, que eran proyectos de integración en el marco de modelos de acumulación de capitales que se proyectaban como aliento al desarrollo de los mercados internos, fuerte participación de los Estados en el desarrollo económico nacional, y desde allí una integración que tenía en cuenta el carácter proteccionista de las economías locales; es decir, una estrategia de integración que era funcional a los modelos de acumulación dominantes que los capitales más concentrados desarrollaban fronteras adentro. La realidad es que en la década del ‘90 los proyectos de integración sufrieron la transformación que requería la funcionalidad de los modelos de acumulación de capitales; es decir, proyectos de integración inspirados en la apertura económica, particularmente de la cuenta de capitales que facilitara el libre ingreso y salida de los
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capitales. Todo esto fue acompañado por una estrategia fuertemente proteccionista en los países capitalistas desarrollados que se expresaba en los límites al ingreso de mercancías de los países capitalistas más atrasados y, al mismo tiempo, fuertes subsidios a las producciones locales, tema que subsiste hasta nuestros días. Es decir, se alentaba teóricamente un proceso de apertura de la economía, y hacia adentro de los países capitalistas desarrollados -Estados Unidos , Europa y Japónse alentaba una política fuertemente proteccionista. Esto ha generado resistencias desde los pueblos en los propios países capitalistas desarrollados, pero también fue motivo de fuertes protestas en los países capitalistas dependientes, que han motivado profundas resistencias a escala global. Lo que está puesto en discusión es la reinstalación de un sujeto con capacidad de confrontar con la ofensiva del capital. Las distintas experiencias de resistencia a la apertura de la economía, al libre comercio que fomentan las corporaciones transnacionales, los Estados de los países capitalistas desarrollados y sus articulaciones en el Grupo de los 7, o su hegemonía en el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio, tiene su historia y su perspectiva a corto y mediano plazo. ¿Por qué? Porque la posibilidad de instalar la política de apertura económica, de fuerte ofensiva del capital en los años ‘60 y ‘70, luego potenciada en las décadas que siguieron, particularmente en el nuevo orden derivado de la ruptura de la bipolaridad a comienzos de los años ‘90 con la instalación de la hegemonía neoliberal en el capitalismo global, tiene que ver con la destrucción de sujetos: destrucción física, tal como ocurrió durante las dictaduras militares de Chile, Argentina y otras similares en América Latina y otras partes del mundo, pero también procesos de manipulación de la conciencia, de chantaje, de disciplinamiento político, social y cultural de los pueblos, tal como podemos ubicar en la experiencia mexicana y algunos otros países de la región, generando condiciones para obstruir toda constitución de sujetos de resistencia, lo que nos ha llevado a decir en varias oportunidades que uno de los méritos de la ofensiva del capital y de las políticas neoliberales fue el destruir, desarticular sujetos que puedan confrontar con esa ofensiva del capital. El nuevo fenómeno a comienzos del siglo XXI es precisamente la construcción de sujetos.
VI Constituir sujetos tiene relevancia, ya que la disputa de poder pareció reducirse en los ‘80 y ‘90 a una confrontación entre las principales potencias económicas del capitalismo desarrollado, y ello llevó a Estados Unidos a retomar su interés por la región y a presionar para consolidar su poder hegemónico. En ese marco apunta a todos los terrenos y profundiza su hostilidad contra Cuba, enarbola el Plan Colombia para preparar una ofensiva militar policial en toda Latinoamérica, y consolida el espacio continental como territorio propio para el negocio de sus transnacionales. El ALCA actúa en la disputa por el reordenamiento del sistema mundial, el cual se procesa en la producción y en la circulación. Son los principales protagonistas de esa confrontación cotidiana los países que lideran las áreas dominadas por las monedas fuertes: yen, euro o dólar. De allí entonces que el ALCA no es sólo un protocolo para favorecer el comercio en América. Es la parte económica de un
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proyecto integral que asume el capital concentrado de origen en Estados Unidos para afirmar su dominación en un espacio disputado por Europa y Japón. No se puede concebir al ALCA sólo como una herramienta económica. Es parte de una política deliberada, todo terreno, de estructuración de las relaciones globales. Si las Compañías de Indias constituían el sujeto que promovía la inserción de las colonias en el orden capitalista mundial en emergencia, hoy ese papel lo cumplen las transnacionales. Las compañías asociaban a su actividad a las oligarquías nativas, que hoy denominamos grupos económicos. Y ayer como hoy, el funcionariado del Imperio y de la colonia aplica sus dotes al servicio del naciente orden económico. Es necesario delimitar adecuadamente el campo de batalla. La dominación es producto de una congregación de fuerzas económicas, sociales y políticas que actúan en el centro y en la periferia: a eso le llamamos transnacionalización del poder, y es un tema central para dimensionar la característica actual de la resistencia popular. Una cuota de ese poder está en manos de los gobiernos locales, claro que en forma subordinada al gobierno norteamericano, y un poco también a otros gobernantes del círculo del poder mundial (G7). Otra parte del poder pasa por capitales concentrados originados en cada país, y por cierto subordinados a su capacidad de articulación, asociación y o fusión con corporaciones transnacionales. Eso explica las ventas parciales o totales de empresas locales a capitales foráneos, y la fuerte dependencia local de los inversores internacionales, tanto como la dependencia por las decisiones asumidas en la Reserva Federal norteamericana, o en cualquier oficina influyente en el imperio. También sugerimos la posibilidad de confrontación en una articulación global más allá de reclamos nacionales. La confrontación contra el ALCA no puede hacerse desde una contradicción nación–imperio. Sostenemos que hay actores sociales en uno y otro lado de la relación que afirman su poder con la suscripción del ALCA; que quienes lo sostienen afirman sus intereses económicos y políticos de dominación; y que aquellos que confrontan también necesitan articular intereses comunes contra el régimen de explotación, en el Norte y en el Sur. Por ello es clave el carácter del sujeto que confronta contra el ALCA, el cual no puede resignarse a un carácter nacional, sino que debe construirse desde una perspectiva global, continental e incluso internacional, global. Por eso la lucha contra el ALCA es parte de la agenda a la que convoca el FSM bajo la consigna «Otro mundo es posible». La resistencia al ALCA es parte del movimiento de resistencia a la globalización capitalista. No es una lucha anti-globalización, sino por otra globalización. Esta demarcación de límites es imprescindible, pues aquellos que defienden el uso de categorías nacionales desprecian o subestiman el peso que tienen estructuras, instituciones, ideas y personas que organizan una cultura favorable a las demandas del poder global, aún desde posiciones locales, ya sea en gobiernos, universidades, medios de comunicación, etc. En ese orden aparecen aquellos que reivindican los acuerdos regionales, entre gobiernos de regiones, para confrontar contra poderes globales. ¿MERCOSUR, Comunidad Andina de Naciones u otros ámbitos de integración regional contra ALCA? ¿Han sido acaso los primeros ámbitos de resolución de las necesidades de los trabajadores, productores agropecuarios,
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pequeños y medianos empresarios de los países involucrados? La expansión del comercio intra-regional ¿mejoró la situación de la mayoría poblacional en los países que integran esos acuerdos arancelarios? ¿Qué integración? El asunto radica en el cambio de contenido del proceso de integración. Hoy la voz cantante surge de la ofensiva del capital. Es sabido que en los años ‘60 y ‘70 el poder de los trabajadores limitó la capacidad de valorización del capital y se materializó como la confirmación de una tendencia a la disminución de la tasa de ganancias. Eran sujetos constituidos en la resistencia con la perspectiva de alentar un nuevo tiempo histórico, con un imaginario popular de profundas transformaciones. La ofensiva del capital incluyó la promoción de políticas públicas que alentaron la baja de la masa de salarios, la disminución del gasto público social, la reforma de la función estatal, para colocarla al servicio de la iniciativa privada. En ese marco había que abrir las fronteras económicas, y al mismo tiempo establecer «muros de la vergüenza», como en ciudad Juárez en México, o del mismo modo que se hace con las leyes de residencia en el civilizado mundo de los países capitalistas desarrollados. Libre circulación de mercancías, servicios y dinero: ésa era la consigna. Y cada quién en su casa, además del mantenimiento del proteccionismo en los países imperialistas. La realidad de ese proyecto devino en la «globalización», con el predominio de la burbuja financiera que mueve dos billones diarios en bolsas y mercados de capitales por doquier. No es menor la proporción de esos recursos que sustentan la especulación, el tráfico de armas, drogas y personas, y que luego requieren ser «lavados». América Latina y el Caribe, en tanto países emergentes, son piezas claves de la circulación de dinero en los últimos años: las llamadas inversiones externas, las privatizaciones y el endeudamiento externo son sólo una porción de un fenómeno que conlleva la contrapartida del desempleo en aumento y el deterioro de la calidad de vida de la mayoría de la población. ¿Son distintos el MERCOSUR, la CAN u otros tratados similares? Hasta ahora los grandes beneficiarios de negocios son los grandes capitales que actúan en cada país. La demora de converger en políticas macroeconómicas en cada tratado ha significado el ajuste sobre sectores populares. El problema a resolver pasa por organizar otra integración, la de los pueblos, que tiene como punto de partida la resistencia a la integración neoliberal, tanto regional, continental, como global. Es el camino que se trazó en el Foro Social Mundial. Es cuestión de reinstalar en las conciencias aquello de que los trabajadores y los pueblos deben unir sus voluntades en todo el mundo. Es cierto que eso de «trabajadores del mundo uníos» fue dicho hace mucho y quizá, como en otros casos, de lo que se trata es de recuperar la memoria y desde allí actuar en la conformación de una nueva sociedad.
VII Finalmente, lo que está en cuestión es la instalación de una agenda propia de los pueblos del continente por una integración que recoja las tradiciones de la lucha por la independencia y la articulación con la resistencia de otras poblaciones del
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mundo. Es un problema de soberanías nacionales y de construcción de otras relaciones internacionales, e incluso de nuevas formas de articulación en una globalización alternativa, favorable a los intereses y necesidades de los pueblos. Hacia allí deben apuntar legislaciones que hoy pueden transitar la realidad de algunos pueblos en la región, tal como hemos apuntado con relación a Cuba, Venezuela, Brasil, Ecuador e incluso, con cierta perspectiva de cambio, Uruguay y Argentina. Pero va más allá de algún marco jurídico alternativo. El tema a resaltar es la aprobación del acuerdo por el ALCA desde el 2005, y los condicionantes que ello implica. En ese sentido, resulta de interés considerar las diferentes facetas de este tema y evaluar el impacto cultural del fenómeno. Un intelectual argentino razona sobre el efecto del ALCA y la cultura del siguiente modo: «Estados Unidos está tratando de promover, a través del ALCA, la liberalización total de las inversiones en las industrias culturales. Hace años que lo impulsa desde la Organización Mundial del Comercio pero sin éxito gracias a la resistencia de algunos países europeos y de Canadá. Pero si nosotros no producimos leyes, formas de defensa y apoyo preferencial a lo que se produce en los países latinoamericanos antes del 2005, después estaremos perdidos. Vamos a quedar presos en un sistema transnacional que no sólo implicará una pérdida económica sino el fin de decidir nosotros mismos quiénes somos. Otros se apropiarán y moldearán nuestra identidad, nuestra imagen. Canadá y Francia han sabido protegerse. Por ejemplo, tiene que haber 42% de cine francés en las pantallas. Hay acciones estatales, decisiones políticas y económicas que fortalecen y dan continuidad a lo que un país es. La pregunta es si lograremos construir redes de presión social, en la Argentina y en los demás países de Latinoamérica» (García Canclini, 2002). El tema es extensivo a otras esferas de la vida, con lo cual se demuestran efectos más allá de lo económico y de lo jurídico, para instalarse en una dimensión cultural, o si se quiere, civilizatoria. En definitiva, se trata de pensar con independencia. La resistencia contra el ALCA impone pensar una agenda propia de solución a los problemas globales. El jefe de gobierno cubano ha señalado que: «Si bien albergo la más firme convicción de que América Latina y el Caribe podrán ser devorados, pero no digeridos por el decadente imperio, ya que los pueblos harían renacer las naciones de nuestro continente de sus propias cenizas para integrarse entre ellas, como deben integrarse y unirse en busca de un destino superior y más decoroso, sería mucho mejor que los cientos de millones de latinoamericanos y caribeños nos ahorremos una durísima etapa de posterior lucha por nuestra liberación. ¡Evitemos la anexión, exijamos resueltamente y desde ahora que ningún gobierno pueda vender una nación a espaldas del pueblo! ¡No puede haber anexión si hay plebiscito! Sembremos conciencia del peligro y de lo que significa el Sucre, Morazán, Hidalgo, Morelos, Juárez y Martí» (Castro, 2001). Resulta destacable resaltar la existencia de Alternativas para las Américas, un extenso material que articula trabajos de una multiplicidad de colaboradores que durante mucho tiempo intentaron sistematizar elementos de una «alternativa al modelo
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de integración dominante», los cuales se desarrollan en el análisis de los distintos tópicos que hacen a las negociaciones oficiales por el ALCA. El documento ha sido confeccionado por la Alianza Social Continental (ASC), un foro de organizaciones y movimientos sociales progresistas de las Américas que surge en 1997 en una contra-cumbre planteada ante una reunión hemisférica que los gobiernos sostenían a favor del ALCA. Se consolidó como propuesta ante la Cumbre de Presidentes de Chile en 1998 y comenzó sus actividades en 1999. La ASC se formó «para intercambiar información, definir estrategias y promover acciones conjuntas en la búsqueda de un modelo de desarrollo alternativo y democrático, que beneficie a los pueblos». Se trata de una red de organizaciones de todo el continente que es uno de los principales animadores de la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA. Es importante señalar que los autores no consideran conveniente pensar en incorporar algunos de los planteos sostenidos en su material al documento oficial por el ALCA. Esa negativa recoge el mandato general de la Campaña contra el ALCA, que se asienta en el rechazo al ALCA y la necesidad de pensar en términos alternativos (Alianza Social Continental, diciembre de 2002). Vale la aclaración, ya que algunas voces hablan de mejorar el ALCA. La campaña continental enfatiza el No al ALCA.
VIII Resulta complejo hacer un balance de la resistencia al ALCA, pero pueden señalarse algunas conclusiones. Existe una campaña continental en cuyo marco las movilizaciones callejeras se han acrecentado. Su máxima expresión fue la multitudinaria marcha en Porto Alegre al cierre del FSM el 27 de enero de 2003. Al mismo tiempo, hay conciencia de que no alcanza con la visualización de la resistencia movilizada por parte de la sociedad y hace falta profundizar el vínculo entre los efectos de la liberalización de la economía y la vida cotidiana. Para ello se requiere potenciar iniciativas que fortalezcan los lazos entre las personas y organizaciones populares con los contenidos esenciales que impone el ALCA. En ese sentido aportaría la realización de plebiscitos o consultas populares, que requieren mayor preparación que una caminata e impactan más profundamente en la disputa de la conciencia social. Lamentablemente se encuentra muy retrasado el plan de realización de esas iniciativas. En un plebiscito se contempla el trabajo previo de preparación de la militancia que protagoniza la consulta, tanto como las ideas para su difusión y búsqueda del consenso social y el trabajo que supone obtener la adhesión social para participar de la consulta. Incluso puede contabilizarse el trabajo posterior de divulgación de los resultados para extender la sensibilización y toma de conciencia de los cambios estructurales regresivos que generaría la suscripción de los acuerdos anticipados en los borradores por el ALCA. Es relevante la nueva situación política en la región derivada de los nuevos gobiernos surgidos en los últimos tiempos y las expectativas que éstos generan en los sectores populares: el caso de Venezuela, Brasil y Ecuador. Algunos de ellos han dado señales de obstaculizar las negociaciones. Venezuela, con acciones concretas y todavía incipientes o tímidas. Brasil, con algunas declaraciones específicas sobre el ALCA y una iniciativa en política exterior que abre posibilidades de instalar ejes alternativos a la hegemonía de Estados Unidos en la región. En rigor, estamos hablando de la
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incorporación del actor «gobierno» en la resistencia, es cierto que aún tímidamente, y que puede en la convergencia con la resistencia de la sociedad civil colocar en un plano superior la visibilidad de los efectos regresivos contenidos en el ALCA. La demanda de los movimientos brasileños contra el ALCA de que sea el gobierno el que convoque un plebiscito sobre el ALCA pone en discusión los alcances que puede tener una movilización asociada entre gobierno y sociedad civil resistente. La resistencia popular es esencial pero insuficiente. El acceso al gobierno de proyectos políticos con respaldo popular potencia esa resistencia. La demora en expresar políticamente e institucionalmente el poder popular puede hacer retroceder los éxitos de las campañas de movilización contra el neoliberalismo, y en este caso contra el ALCA. La articulación sistemática de resistencia, gobierno y poder debe ser la clave a la hora de proyectar con éxito las perspectivas de una integración alternativa. La combinación de los dos comentarios previos habla de los límites del movimiento popular en la región e incluso en el mundo si no se construyen un nuevo imaginario y una práctica social y política alternativa. Es decir, una nueva sociedad donde las diferencias entre Estado y sociedad civil están marcadas por lo funcional, pero convergentes en la perspectiva de construcción de otra sociedad: ese otro mundo posible al que remite la máxima de los FSM de Porto Alegre. La resistencia al ALCA tiene los límites de la ausencia de alternativas políticas en cada uno de los países y en el ámbito regional y global. La propuesta de Estados Unidos ha avanzado desde el llamado inicial con fuerte iniciativa política desde comienzos de la década de los ’90, y el proceso de resistencia, como hemos sostenido, viene construyendo con retraso y todavía con dificultades para articular en un mismo arco una potencia social y política que puede construir una alternativa al ALCA e incluso más allá, ya que aún en la hipótesis de derrota del ALCA no debe olvidarse el avance de los fenómenos liberalizadores inducidos por la OMC que se materializan en la legislación de cada uno de los países. Pero también el avance de los acuerdos bilaterales, como el recientemente suscripto entre EEUU y Chile. La constitución de sujetos para el cambio es resultado del proceso de resistencia al ALCA y a las políticas hegemónicas impulsadas por las CTN, los grupos económicos locales, el gobierno de Estados Unidos y la mayoría de los gobernantes locales, con la asistencia de los organismos multilaterales de crédito. Es quizá la más importante conclusión que podemos sugerir sobre las experiencias y expectativas generadas por el proceso de resistencia, con los límites e insuficiencias que éste aún mantiene. Se trata de un proyecto estratégico de las clases dominantes en el ámbito global, específicamente radicado en la política exterior de la mayor potencia mundial. Es más que dominación económica. Tiene alcances culturales en la subordinación de la vida cotidiana a la naturalización de principios y normas originarias de la constitución del capitalismo. Se trata de hacer «natural» unas relaciones de intercambio que pretenden perpetuar el fenómeno de la explotación. Es la mercantilización del conjunto de las relaciones sociales. Es una cuestión cultural que define los problemas que afronta la civilización contemporánea, y es imprescindible una visión alternativa que pueda constituirse en sujeto para una construcción alternativa. ¿Podrá la experiencia de resistencia que construye actualmente la cam-
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paña contra el ALCA aportar a la construcción de esa perspectiva contra-hegemónica y abrir espacio para la emancipación social?
Bibliografía Castro Ruz, Fidel (2001) «Sembremos conciencia del peligro y de lo que significa el ALCA», discurso del 1 de mayo en la Plaza de la Revolución (La Habana, Cuba) en www.noalalca.org.ar García Canclini, Néstor (2002) «Aún controlamos la producción cultural», Diario Clarín, Suplemento ZONA, domingo 8 de septiembre de 2002. CEPAL. América Latina y el Caribe: Principales Indicadores Económicos. Cuadro A-1 y América Latina y el Caribe: Deuda Externa Bruta Desembolsada. Cuadro A13, en www.cepal.org Llamamiento de La Habana, en II Encuentro Hemisférico contra el ALCA, en www.alcaabajo.cu Alternativas para las Américas, diciembre de 2002. Alianza Social Continental, en www.asc-hsa.org
Orlando Caputo Leiva Reestructuración económica de Estados Unidos y anexión de América Latina * La nueva política de seguridad nacional y la potencia económica de Estados Unidos En el artículo «Las Ambiciones Imperiales de Estados Unidos en Irak» de Monthly Review se señala que la nueva estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos recientemente transmitida por el Poder Ejecutivo al Congreso (New York Times, 20 de septiembre de 2002) establece tres principios claves de la política estratégica estadounidense: asegurar permanentemente el indisputado dominio global de Estados Unidos, de modo que a ninguna nación les será permitido rivalizar o amenazar a dicho país; la disposición permanente de Estados Unidos para desarrollar en forma rápida ataques militares preventivos contra estados o fuerzas en cualquier parte del globo que sean considerados una amenaza a su seguridad, a sus fuerzas e instalaciones en el exterior, o a sus amigos o aliados; la inmunidad de los ciudadanos norteamericanos frente a procesos en los Tribunales Criminales Internacionales En el texto que estamos citando se agrega lo siguiente: «Al comentar esta nueva Estrategia de Seguridad Nacional, el Senador Edward M. Kennedy, declaró que: ‘la doctrina de la Administración es un llamado al imperialismo norteamericano en el siglo XXI que ninguna otra nación podría o debería aceptar’» (7 de octubre de 2002) La reestructuración de la economía de EE.UU. y la reconquista de la hegemonía económica a nivel mundial constituyen una de las bases fundamentales de la nueva estrategia de su seguridad nacional. En esta presentación desarrollaremos en forma breve la reestructuración de la economía de Estados Unidos y la transformación en potencia única mundial, que les permiten afirmar en su nueva política de seguridad nacional que no aceptaran compartir con nadie, incluyendo a los otros países desarrollados, este «indisputado» dominio global de Estados Unidos Esa reestructuración económica estadounidense se produce en la época de globalización mundial que le ha permitido a EE.UU. pasar a ser potencia única, en tanto América Latina ha sufre un proceso de involución y de fuerte desnacionalización, que como tal puede ser asimilado como su anexión por parte del país del Norte. También analizaremos brevemente este desarrollo desigual entre Estados Unidos y América Latina. Estados Unidos ha recurrido a la vía violenta a través de la invasión para apropiarse del petróleo de Irak (ver nuestro trabajo «El Petróleo en Cifras: Las Causas Económicas de la Invasión de Estados Unidos a Irak», en www.cetes.cl 2003). En América Latina ha usado la «vía pacífica» para apropiarse de las principales empresas de nuestros países y de sus principales recursos naturales. La desnacionalización * En este trabajo colaboraron Graciela Galarce y Juan Radrigán, investigadores de CETES.
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del cobre que Salvador Allende había nacionalizado hace treinta años es quizás el ejemplo más paradigmático de la apropiación de los recursos naturales ya realizada, y el tratado minero chileno-argentino podría constituirse en la situación más paradigmática futura de apropiación por parte de las grandes empresas transnacionales de los recursos de la Cordillera de los Andes, localizada en ambos países (ver en trabajos sobre el cobre www.cetes.cl).
Globalización de la economía mundial, las crisis cíclicas internacionales y el desarrollo desigual Este apartado es un breve resumen de algunos planteamientos de trabajos anteriores: «La economía mundial actual y la ciencia económica» (1999), «La globalización de la economía mundial desde la crisis asiática» (2000) y «La economía de Estados Unidos y de América Latina en las últimas décadas» (2001). Adicionalmente señalamos algunos diferencias significativas que se han concretizado en la década de los ‘90, referidas al peso diferente del capital financiero en los países desarrollados y en América Latina, así como la disminución de los problemas de la ocupación de los países desarrollados y el agravamiento en América Latina. Antes de ver la reestructuración de la economía estadounidense y el desarrollo desigual con América Latina, presentaremos brevemente las limitaciones del escenario nacional de la ciencia económica frente a la existencia objetiva de la economía mundial, y una pequeña síntesis sobre las seis crisis cíclicas internacionales en las tres últimas décadas.
La existencia objetiva de la economía mundial y las limitaciones del escenario nacional de la ciencia económica La ciencia económica, en sus principales escuelas, tiene como escenario fundamental las economías nacionales. Por ello se habla de economía nacional cerrada y luego de economía nacional abierta. Los modelos económicos se refieren a economía nacional y resto del mundo, aún en condiciones de economías pequeñas como Ecuador, Bolivia y Chile. En los textos de economía internacional como un objeto especializado de estudio al interior de la ciencia económica se trata de economías nacionales que se interrelacionan entre sí. El título es muy ilustrativo: «inter-nacional», relaciones económicas entre países, como lo ha señalado Javier Martínez Peinado en su trabajo «Qué Hay Detrás del Conflicto de Irak», marzo de 2003. La lámina siguiente muestra la existencia objetiva de una economía mundial que se mueve en el tiempo y en el espacio a través de un movimiento cíclico y crisis cíclicas. Existe una estructura productiva mundial que se superpone a los países. En múltiples situaciones, mercancías específicas están constituidas por partes y piezas producidas en los más diversos lugares del mundo, e incluso en diferentes lugares de los propios países que aportan componentes de estas mercancías. En la producción de estas mercancías se incorpora también fuerza de trabajo de múltiples países. Estas mercancías a su vez son enviadas a muchos mercados nacionales y locales como parte del mercado mundial, y son consumidas en múltiples países.
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En esta economía mundial se presentan a nivel de esa totalidad los ciclos y las crisis. Con la globalización, y a través del origen de los desequilibrios y de la sobreproducción, se nos presenta relacionando diversos momentos en el tiempo desde 1970 hasta ahora, y también desde el punto de vista espacial, incorporando a nuevos países y regiones al movimiento cíclico y a las crisis cíclicas. La producción mundial como manifestación de la existencia de una economía mundial queda también en evidencia con la circulación mundial de las mercancías -el mercado mundial- y con el desarrollo de un sistema de crédito privado internacional. Esta economía mundial actual está comandada por las grandes empresas transnacionales que controlan gran parte de la producción, del comercio mundial y de las finanzas mundiales Las crisis económicas se presentan como una regularidad del funcionamiento del capitalismo a nivel mundial y permiten modificaciones importantes de las categorías económicas fundamentales, por ejemplo, de la tasa de ganancia y el proceso de inversión. También las crisis pueden dar lugar a un cambio profundo en la forma en que estaba funcionando el capitalismo en los países y en la economía mundial. La situación más evidente fue la crisis de los años ‘30. La economía mundial estaba organizada por economías nacionales cuya dinámica estaba basada en los mercados externos. Esta fue una etapa anterior de globalización. La crisis de los años ‘30 llevó a una ruptura de ese proceso de globalización. La economía mundial se organizó en base a economías nacionales cuya dinámica económica estuvo determinada por la producción preferentemente hacia los mercados internos. No se puede descartar una crisis que lleve a la ruptura de la globalización como una etapa actual de la economía mundial. En esta eventualidad, la economía mundial capitalista podría estar organizada, preferentemente, sobre la base de bloques regionales. Por tener como escenario fundamental de análisis las economías nacionales y desarrollar la economía internacional como relaciones internaciones, la ciencia económica está fuertemente limitada para describir, explicar y predecir la situación de las economías nacionales. Esta limitación está muy presente en los países desarrollados. La realidad en que viven los lleva a pensar en economías nacionales autónomas. Pero también esta limitación la hemos sentido con mucha fuerza entre los economistas de los principales países del Cono Sur: Argentina y Brasil.
Economía mundial: las seis crisis cíclicas internacionales en las tres últimas décadas Según la teoría neoliberal, el libre mercado, y por lo tanto la globalización, deberían suavizar el ciclo económico. En condiciones de libre mercado, las crisis económicas son inconcebibles. Estas se producen por la intervención sobre los mercados. Sin embargo, la realidad es completamente opuesta y muestra que desde la posguerra hasta fines de los ‘60 los mercados regulados -desarrollo hacia adentro, Estado de Bienestar y modelo ISI- suavizaron el ciclo económico mundial, y no se presentaron verdaderas crisis económicas internacionales.
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En oposición a la ausencia de crisis postuladas por la teoría neoliberal, en la etapa de globalización se ha presentado con una acentuación del movimiento cíclico con seis crisis cíclicas internacionales. Algunas de ellas se presentaron como crisis del mercado mundial con disminuciones importantes del comercio internacional. Estas últimas son crisis mundiales o de la economía mundial capitalista. Las otras son crisis internacionales con impactos regionales. En la Tabla Nº 1 se pueden observar las seis crisis cíclicas internacionales en las tres últimas décadas. Se produce un cambio muy importante en el origen de la crisis. Hasta inicios de los ‘90, las crisis tenían su origen en los países desarrollados, y particularmente en los Estados Unidos Avanzada la globalización, a mediados de los ‘90, las crisis internacionales se inician en México en 1994 y en el Sudeste Asiático en 1997. Es decir: por primera vez en la historia económica del capitalismo algunas crisis internacionales se originan en países periféricos, pero los más sobresalientes y paradigmáticos de la globalización actual de la economía mundial. La reciente crisis tiene su origen en Estados Unidos A su vez, Argentina continuó con su crisis, que se inició antes de la crisis de Estados Unidos Asimismo, Japón continúa con una crisis relativamente profunda, y de larga duración, a partir de inicios de los ‘90 (ver Tabla 1). La globalización y la agudización de la competencia llevan a la sobreproducción de mercancías, que, con excepción de la crisis de 1974-1975, es generalizada de mercancías. Es decir, de productos industriales (entre ellos, los de alta tecnología), materias primas, energéticos y alimentos. La sobreproducción mundial de mercancías, y particularmente la sobreproducción de alimentos, se da simultáneamente con el aumento de la pobreza y del hambre en el mundo. Esto es resultado de la lógica interna del funcionamiento del capitalismo a nivel mundial, que eleva en grado extremo la producción y limita las capacidades de consumo de la población. También tiene que ver conque amplias regiones y un número grande de países no forman parte, por ahora, de las zonas de inversión rentable, a pesar de la universalización creciente del capital. La globalización de la economía mundial a través de las seis crisis cíclicas ha posibilitado las grandes transformaciones de la economía estadounidense y de América Latina, particularmente la de inicios de los ’80, conocida incorrectamente como la de deuda externa de la región. Si bien la de deuda fue muy importante, estuvo precedida por una de sobreproducción generalizada de mercancías que afectó seriamente las exportaciones de América Latina. Esta crisis, que permitió el cambio del modelo de desarrollo hacia adentro al modelo de desarrollo hacia afuera, se presentó a nivel de la esfera de la producción, de la circulación internacional de mercancías, financiera y de deuda externa y monetaria. La sobreproducción es cada vez más amplia, provocando una disminución generalizada de precios que en la crisis actual comienza a manifestarse desde hace un tiempo como un proceso de deflación mundial. La disminución de precios de los productos que van al mercado mundial es muy evidente. En las economías nacionales la deflación se presenta con fuerza en algunos países, inicialmente en Japón, y recientemente en Alemania, y con cierto desarrollo en la propia economía estado-
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unidense. Las disminuciones sistemáticas de precios de muchos productos se han transformado en una limitación para la reactivación actual, en especial de la economía de Estados Unidos Es posible que la deflación se generalice en la actual crisis o en una nueva crisis cíclica mundial, y que sea uno de los elementos que lleven al agotamiento y ruptura del actual proceso de globalización.
La globalización y el desarrollo desigual entre Estados Unidos y América Latina La reestructuración de la economía de Estados Unidos Con la globalización se produce en las tres últimas décadas un desarrollo desigual muy profundo entre Estados Unidos y América Latina. Este resultado es también opuesto a las conclusiones teóricas del neoliberalismo, que plantea que los mercados libres, y por lo tanto la globalización, deberían favorecer a todos los países participantes y en un grado mayor a aquellos de un menor nivel de desarrollo; la denominada teoría de la convergencia, en realidad ha profundizado muy agudamente la polarización. En este período, y como respuesta a la crisis cíclica, Estados Unidos reestructura toda su economía con fuerte apoyo del Estado. A mediados de los ‘80, los principales sectores de la economía estadounidense, y la propia economía de Estados Unidos, se caracterizaban como una economía decadente, que estaba siendo desplazada por Japón y el sudeste asiático. La profunda reestructuración de la economía estadounidense, con fuerte apoyo estatal, llevó a que Estados Unidos reconquistara la hegemonía económica, que en sus momentos de decadencia compartía con Europa y Japón. La reconquista de la hegemonía que ha llevado a Estados Unidos a transformarse en la única potencia económica, política y militar mundial, como proceso con gran apoyo estatal, es similar a la carrera espacial con la Unión Soviética en la época del presidente Kennedy. Desde el punto de vista de las categorías económicas fundamentales, en Estados Unidos se produce un cambio cualitativo relacionado con las ganancias y con la inversión. En las décadas del ‘70 y del ‘80, las ganancias globales estaban prácticamente estancadas. La tasa de ganancias era baja. En las crisis cíclicas del ‘74-‘75 y del ‘80-‘82, las ganancias globales y la tasa de ganancia bajaron aún más. A partir de mediados de los ‘80 las ganancias y la tasa de ganancias empiezan a aumentar; en el gráfico puede observarse como en las cuatro últimas crisis cíclicas la economía estadounidense se encuentra con tasas de ganancia elevadas (ver el gráfico). En condiciones de tasas de ganancia elevadas, en cierta medida las crisis cíclicas son atenuadas. Así ha sucedido en las crisis de la década de los ‘90. En la actual, a pesar de la fuerte disminución de las ganancias de las empresas en Estados Unidos en los últimos años, la cíclica que se produjo en Estados Unidos no fue hasta ahora tan profunda. Sin embargo, el escenario actual es incierto. Podría producirse una superación de la crisis y el paso a una fase de recuperación y auge bastante acentuada, similar al auge de la década de los ‘90. También es posible que la crisis cíclica no sea superada en los próximos meses y que ciertos momentos de reactivación no tengan la suficiente capacidad como
gráf tasas de ganancia).
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para salir de ella, y den origen a una nueva zambullida. Varios trimestres atrás hemos caracterizado la situación de la economía de los Estados Unidos como una crisis de doble zambullida Tampoco se puede descartar, como hemos mencionado, una crisis profunda de la economía mundial asociada a una deflación mundial con ruptura del proceso de globalización, que dé origen a una economía mundial conformada por bloques regionales. En relación a la inversión, se da una situación parecida a la de las ganancias. Las inversiones globales en la economía de los Estados Unidos eran bajas en los ‘70 y en los ‘80. A partir de mediados de los ‘80 se inicia un aumento de las inversiones, que en los ‘90 muestran un crecimiento exponencial hasta el año 2000, previo a la crisis actual. Este crecimiento de la inversión se produce sobre todo en las inversiones en maquinaria y equipo de alta tecnología, que crecen en cerca del 170% entre 1990 y el 2000. Las inversiones en los edificios de las empresas o estructuras físicas sólo crecen en un 21% en el mismo período. En la economía de los Estados Unidos, en las mismas estructuras físicas de las empresas se reemplaza la maquinaria antigua por maquinaria y equipo de alta tecnología, de mayor productividad y de precios bastante menores.
El desarrollo desigual entre Estados Unidos y América Latina: los procesos de inversión En las últimas décadas, en América Latina, como parte de la globalización, también se produce una reestructuración total del funcionamiento de la economía, tal como lo señalan varios economistas en diversos documentos. En muchos de ellos se destacan las características del nuevo modelo o forma de funcionamiento del capitalismo y los profundos problemas sociales que se han generado en las últimas décadas. Nosotros hemos concentrado la investigación en las categorías fundamentales relacionadas con las ganancias y los procesos de inversión. En síntesis, la transformación de las economías de América Latina muestra que la única similitud con Estados Unidos es el crecimiento de las ganancias, ya que los niveles globales de las inversiones prácticamente no se han incrementado en las dos últimas décadas. Entre 1970 y 1980, las inversiones en América Latina, en dólares a valor de 1995, pasaron de 174 mil millones a 348 mil millones. En este período predominaba en la mayoría de los países de América Latina el modelo de desarrollo anterior. En la década de los ‘80, la inversión disminuyó. En 1990 era bastante menor a la de 1980, ya que alcanzó sólo 282 mil millones de dólares. Sólo a partir de 1997, y hasta el 2000, se supera un poco la inversión global que se había logrado en 1980. La composición de la inversión cambia: aumenta la inversión en nuevas zonas residenciales y turísticas y disminuye la inversión en maquinaria y equipo (ver Gráfico 1). En 1980, la inversión global de América Latina equivalía al 53% de la de Estados Unidos En el año 2000, dado que la inversión en Estados Unidos había crecido mucho y la de América Latina se había estancado, la inversión global de América sólo equivale a un 21% de la de Estados Unidos-
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Esto aparentemente contrasta con el gran crecimiento de la inversión extranjera, pero en realidad ésta ha venido fundamentalmente a comprar empresas ya existentes. Por lo tanto, no se ha reflejado en un verdadero crecimiento de la inversión bruta de capital en América Latina. La inversión extranjera directa ingresada en América Latina desde 1991 al 2002 se aproxima a los 500 mil millones de dólares (CEPAL).
El desarrollo desigual y la desnacionalización de las principales empresas de América Latina La importancia creciente del capital extranjero en las doscientas mayores empresas exportadoras de América Latina En 1996, de las doscientas mayores empresas exportadoras de América Latina, 78 eran de propiedad extranjera. En el año 2000, 98 son extranjeras, controlando en forma creciente las exportaciones totales (ver Tabla 2).
La importancia creciente del capital extranjero en las cien mayores empresas manufactureras de América Latina En el período 1990-1992, de las cien principales empresas manufactureras, 48 son de propiedad extranjera. En el período 1998-2000, las empresas extranjeras se elevan a 59 y tienen el 62% de las ventas de las cien principales empresas manufactureras de América Latina (ver Tabla 3)
La propiedad extranjera en los bancos y en los fondos de pensiones También las empresas extranjeras están controlando los bancos y los fondos privados de pensiones. En México y Argentina controlan respectivamente el 76,5% y el 54,5% de los activos estatales de los bancos. En Bolivia controlan el 85% de los fondos de pensiones; en Perú el 78,5%; en Argentina el 73,6%; y en México el 66,6% (ver Tabla 4)
La globalización y el estrangulamiento de la reproducción económica en América Latina Según la CEPAL, la deuda externa de América Latina ha disminuido a partir de 1999, pasando de 764 mil millones de dólares a 725 mil millones en el 2002. Sin embargo, han crecido en forma significativa la inversión extranjera directa y las emisiones internacionales de bonos. La suma de ambos acumulada, en dólares corrientes del período de 1991 al 2002, arroja una cifra cercana a 840 mil millones. Teniendo presente la necesidad de una serie de correcciones metodológicas para evitar contabilizaciones dobles, como por ejemplo el hecho de que gran parte de la inversión de las empresas se realiza con créditos asociados, que a la vez aparecen como deuda externa, y que debería descontarse parte de las inversiones de América Latina fuera de la región, se llegaría a estimar la posición inversora neta de América Latina como se calcula en la economía estadounidense. De esta manera, el total neto de las inversiones extranjeras de todo tipo en América Latina puede llegar a ser cercano a los 1.300 mil millones de dólares. Si se considera el valor de mercado de las empresas extranjeras, el valor de las inversiones extranjeras puede elevarse en América Latina en torno a 1.600 mil millones de dólares.
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Si se tiene presente que en los últimos años el producto interno bruto de América Latina es de alrededor de 2.000 mil millones de dólares, las inversiones directas extranjeras más las deudas financieras con el exterior provocan un estrangulamiento de las capacidades de reproducción de las economías de América Latina. Si la rentabilidad promedio de las inversiones extranjeras fuese de un 8% del PIB de América Latina, las utilidades e intereses de las inversiones extranjeras corresponderían a 130 mil millones de dólares anuales. Si la depreciación y la amortización correspondieran al 10% de la inversión global, las remesas de capital por este concepto serían de 160 mil millones de dólares. Del total del PIB de América Latina, 290 mil millones de dólares corresponden a las inversiones extranjeras: casi un 15%. El estrangulamiento de América Latina es evidente, ya que la inversión como porcentaje del PIB es en torno al 18%; y es más evidente si sólo consideramos el PIB de las empresas productoras de bienes y servicios y restamos el PIB producido por los trabajadores por cuenta propia, la contabilización imputada como arriendo de los propietarios de los bienes raíces, y otros componentes que aumentan el PIB. Una de las expresiones del estrangulamiento del proceso de reproducción en América Latina se expresa en el hecho de que a partir de 1999 América Latina se transforma nuevamente en un exportador neto de capital. En el Gráfico 3 se puede observar que la región se transforma en un exportador neto de capital en los últimos años, iniciando un proceso parecido al de los años posteriores a la crisis de la deuda externa. En América Latina, como en Estados Unidos, hay un aumento de las ganancias globales y de la tasa de ganancias. Esto se desprende de la distribución funcional del ingreso, dado que en América Latina no se publican estadísticas sobre la ganancia de las empresas. La participación de los salarios en los ingresos globales de los países de América Latina ha disminuido en varios puntos porcentuales, y han aumentado los excedentes operacionales y los montos por depreciación. Como hemos señalado, en América Latina las inversiones globales, y particularmente las inversiones en maquinaria y equipo, permanecen estancadas. El aumento de los excedentes operacionales se destina preferentemente a consumo suntuario, inversiones residenciales en barrios nuevos y zonas turísticas, y una parte importante es transferida al exterior.
Los profundos cambios de la relación entre el capital financiero y el capital productivo en América Latina En Estados Unidos y en los países desarrollados, las empresas productoras de bienes y servicios se han liberado del dominio que en décadas anteriores ejerció el capital financiero. El Gráfico que presentamos a continuación muestra que en el período 1980-1990, en promedio, los intereses netos sobre las ganancias de las empresas no financieras de los Estados Unidos estaban en torno al 43%. En 1990 alcanzaron el 60%, y en 1991 estuvieron en torno al 55%. Desde allí empezaron a bajar sistemáticamente. En los últimos años, previo a la recesión reciente, los intereses netos sobre las ganancias de las empresas no financieras en los Estados Unidos bajan en torno al 22% (ver Gráfico 3).
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En América Latina se presentan en forma combinada el poder del capital financiero y del capital productivo. El primero relacionado muy directamente con la deuda externa de la región, y el segundo con las inversiones directas. La actuación conjunta ha posibilitado la desnacionalización de las principales empresas de América Latina y el incremento de la deuda externa y de la posición inversora neta. Los bajos niveles de las tasas de interés en los países desarrollados en los últimos años podrían reafirmar este planteamiento. Por un lado la liberalización del capital productivo en los países centrales respecto del capital financiero, y la actuación conjunta en América Latina, como lo expresa el hecho de que las inversiones directas se realizan con grandes créditos internacionales asociados. Pensamos que constituye un error seguir considerando que en la actualidad la economía mundial capitalista está dominada por el capital financiero. Son las grandes empresas mundiales productoras de bienes y servicios las que comandan el capitalismo mundial, apoyadas en el capital financiero. Es en estas condiciones que la relación de explotación del capital sobre el trabajo aparece de nuevo con mayor nitidez. En todo caso, es necesario estudiar esta transformación en profundidad. Una situación como la actual nos recuerda los señalamientos de Marx y de Keynes, en el sentido de que en etapas avanzadas del capitalismo se producirá un exceso de capital, dejando de ser escaso en términos relativos.
Los cambios en el empleo en los países desarrollados y en América Latina Los cambios en la tasa de desempleo Hasta ahora predominaba el planteamiento de que en la economía mundial capitalista existía un desempleo estructural y era destacado como el problema económico fundamental del capitalismo desarrollado. La información muestra que el desempleo era mayor en los países desarrollados que en América Latina en los primeros años de los ‘90. En dichos países la tasa de desempleo se ubicaba por sobre el 7,5% para el conjunto de los países de la OECD. En algunos países europeos, superaba el 10%. En el total de América Latina, se ubicaba en torno al 6,5% en 1993 y 1994. En 1995, la tasa de desempleo baja en los países desarrollados y comienza a aumentar drásticamente en América Latina. A partir de ese año el desempleo disminuye en la OECD, hasta que en el año 2000 llega a cerca del 6%. En tanto, en América Latina, que había llegado a niveles de 6,3% en 1994, a partir de 1995 empieza a subir hasta llegar en 1999 a una tasa cercana al 9%. En el 2002, y por efecto de la crisis, el desempleo en los países de la OECD aumentó a 6,8%, y en América Latina alcanzó un 9,1% (ver Gráfico 4). Podríamosestar frente a un cambio muy profundo del comportamiento de la economía mundial que requiere ser analizado en su caracterización y sus significados desde el punto de vista económico y social. La tasa de desocupación se basa en diferentes metodologías en los países, tanto para medir la desocupación como para medir la fuerza de trabajo. Además, es
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un indicador relativo en que pueden modificarse el numerador y el denominador, en magnitudes tales que, por ejemplo, puede haber un aumento de los desocupados con una disminución de la tasa de desocupación. Presentamos a continuación, las tendencias de ocupación global en los países desarrollados y en América Latina.
Los cambios en el empleo global En el cuadro que considera períodos diferentes definidos en función del quiebre de tendencias, se muestra lo siguiente: En el período 1991-1996, en el conjunto de los países de América Latina para los cuales hay información en los Anuarios de la OIT, la ocupación global aumentó en un 8,6%. En la Unión Europea disminuyó en 1,7%. En Estados Unidos y en Canadá aumentó en 7,6% y 5,9% respectivamente. El crecimiento de la ocupación global era mayor en América Latina en el período 1991-1996. Esta situación marca un quiebre en el período 1996-2000. La ocupación en América Latina disminuye de 8,6% a 7,3%, en tanto en la Unión Europea, que había tenido un decrecimiento de 1,7%, aumenta en un 7%. En Canadá el crecimiento de la ocupación global aumenta, comparado con el período anterior, y crece en un 9%. En Estados Unidos, los porcentajes de crecimiento de la ocupación disminuyen de 7,6% a 6,7% entre el primer período y el segundo período. Estas tasas son elevadas en ambos períodos. En el período 1991-2000 se crearon 9 millones de puestos de trabajo y en el segundo, con un año menos, se crearon 8,5 millones nuevos empleos. Desde el punto de vista de la ocupación global también se está dando la transformación que veíamos en la tasa de desempleo en los países desarrollados en América Latina. Es importante señalar que en Chile, que aparece como la economía más avanzada en la implementación de la nueva forma de funcionamiento del capitalismo en la actual etapa de globalización, y que se presenta como el modelo a seguir, esta transformación se presenta con mucha fuerza. En el período 1991-1996 la ocupación global creció en cerca de 17%. Desde 1996 y hasta el 2000, sólo crece en 1,6%. Se debe tener presente que en el año 2000 en la ocupación global se consideran más de cien mil empleos en los planes de emergencia implementados por el gobierno. Si se descuentan estos empleos de emergencia, la ocupación global estaría estancada. Lo anterior es producto de la globalización de la economía mundial, que tiene como base teórica el neoliberalismo y la implementación de la política económica siguiendo los lineamientos del Consenso de Washington. Se trata de una exigencia de los organismos internacionales y es aceptada y promovida por los gobiernos de América Latina. De ésta manera, el Área de Libre Comercio impulsada por Estados Unidos será la formalización y profundización, apoyada ahora en acuerdos internacionales, de la política económica neoliberal y de los resultados y tendencias de la globalización.
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Orlando Caputo Leiva Gráfico 1: Formación bruta de capital fijo (millones u$s de 1995) 1800 1600 1400 1200 1000 800 600 400 200
EEUU
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
1992
1991
1990
1985
1980
1975
1970
0
A. Latina
Gráfico 2 - Transferencias netas de recursos (en miles de millones de dólares) 40 30 20 10
-20 -30 -40 -50
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
1992
1991
1990
1989
1988
1987
1986
1985
1984
1983
1982
1981
-10
1980
0
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No el Alca. No a la Guerra Gráfico 3 - Intereses Netos sobre las ganancias
70
60
50
40
30
20
10
1999
1998
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1996
1995
1994
1993
1992
1991
1990
1980-90
1970-80
1960-70
0
Gráfico 4 - Desempleo en países desarrollados y en América Latina 9,5 9 8,5 8 7,5 7 6,5 6 5,5
Total OECD
A. Latina
2002
2001
2000
1999
1998
1997
1996
1995
1994
1993
5
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Orlando Caputo Leiva Tabla nº1
G lobalización:las Seis C risis C íclicas Internacionales en la Econom ía M undialen las Tres ültim as D écadas 1974-75
1980-82
1990-92
1994
1997
2001-...
M éxico
Sudeste A siático
EEUU (A rgentina continuó con su crisis previa)
O R IG EN D E LA C R ISIS
EEUU, Europa
EEUU
EEUU (Japón inicia su larga crisis)
Sobreproducción (a)
PI
P I,M P ,E,A .
M P ,E,A .
Subproducción
M P ,E,A .
C om ercio Internacional
Tasas negativas
Tasas negativas
Tasa de G anancia (b)
B aja (c)
B aja (c)
A lta (e)
A lta (e)
A lta (e)
A lta (e)
Inversión Interna (b)
B aja (d)
B aja (d)
A lta (f)
A lta
A lta
A lta (f)
C rédito Internacional
Fuerte crecim iento que ayudó a salirde la crisis
Entró en crisis (D euda)
Im pacto Suave
Situación m onetaria y cam biaria
Inestabilidad
Fuerte devaluación en A .Latina
Inestabilidad
P I,E,algunas P I,M P ,E,A MP
Siguió siendo Siguió siendo Siguió siendo elevado elevado elevado
Tasas negativas
C risis C risis financiera en financiera M éxico y en profunda en algunos elSudeste países de A . A siático y Latina Japón Fuerte devaluación en M éxico
Fuerte devaluación en P aíses A siáticos
Im pacto Suave...
Inestabilidad
(a) P I: P roductos Industriales, M P : M aterias P rim as, E: Energéticos, A : A lim entos. (b) En los países capitalistas desarrollados.(c)Esta crisis se da en un período en que la tasa de ganancia es baja yen las crisis baja aún m ás.(d)Esta crisis se da en un período en que la tasa de crecim iento de la inversión es baja y en las crisis llega a sernegativa.(e)D esde fines de los 80,en los países capitalistas desarrollados aum enta la tasa de ganancia yno es afectada seriam ente porlas crisis de la década de los 90.En la crisis del2001 la tasa de ganancia cae fuertem ente.(f)La inversión en este período es relativam ente elevada,m uycíclica ybaja en los países capitalistas desarrollados durante la crisis,donde llega a sernegativa.
Tabla 2 La importancia creciente de las empresas extranjeras en las 200 mayores empresas exportadoras, 1996-2000 (en millones de dólares y en %) 1996 1997 1998 1999 2000 Por Propiedad Nº de Empresas 200 200 200 200 200 Extranjeras 78 92 97 97 98 Expor Total 115,317 139,833 133,841 133,041 191,813 Extranjeras 34,033 57,313 60,315 54 83 % Extr/Total 29,5 41,0 45,1 40,6 43,3 Fuente: Construido a partir de “La inversión extranjera en América Latina y El Caribe”, Informe 2001, CEPAL.
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Tabla 3 La importancia creciente de las inversiones extranjeras en las 100 principales empresas manufactureras en los 90' (En número, millones de dólares y el porcentaje) 1990-92 1994-96 1998-2000 Nº de empresas 100 100 100 Extranjeras 48 53 59 Ventas Totales 102,094 176,923 198,137 entas de Extranjera 54,293 104,922 122,186 % 53,2 59,3 61,7 Fuente: Construido a partir de “La inversión extranjera en América Latina y El Caribe”, Informe 2001, CEPAL.
Tabla 4 Propiedad Extranjera en Bancos y en Fondos Privados de Pensiones Bancos (1) Fondos de Pensiones México 76,5 Argentina 73,6 Argentina 54,5 Bolivia 85,3 Perú 53,8 Chile 54,1 Chile 43,7 Colombia 47,4 Venezuela 42,3 México 66,6 Brasil 30,6 Perú 78,5 Colombia 21,4 Uruguay 29,5 Fuente: BID, Informe 2002 (1) Se refiere a porcentaje en los activos totales de los Bancos
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Daniel Olesker ¿Cuáles estrategias continentales alternativas? La elaboración de una estrategia continental pasa por la definición de condiciones económicas, sociales y políticas que hacen posible la propia estrategia de liberación a nivel nacional y una confluencia política de países, organizaciones políticas y sociales en una amplia convergencia de articulación internacional, intereses y acciones. Y es en esa perspectiva metodológica que debemos analizar el MERCOSUR como una alternativa al ALCA y un instrumento de lucha 1. Por ello, para analizar este capítulo queremos en primer lugar definir qué es lo que queremos en términos de un modelo alternativo; en segundo lugar, qué estrategias son básicas para su desarrollo en términos nacionales; en tercer lugar, qué confluencia de sectores sociales y políticos se hacen necesarias; y finalmente, en cuarto lugar, qué estrategias de inserción internacional, obviamente conjuntas, deben pensarse en esta dirección.
¿Qué modelo alternativo? Los objetivos Un modelo alternativo debe diseñarse para: mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población, comenzando con la de aquellos segmentos que el modelo concentrador y excluyente en vigencia ha deteriorado con más fuerza; revertir los efectos más nocivos para el conjunto de la sociedad de este modelo LACE (liberal, aperturista, concentrador y excluyente)que con matices se ha aplicado en toda la región; redistribuir la riqueza fuertemente concentrada en los grandes conglomerados capitalistas ligados a la apertura externa; abrir cauces de participación ciudadana para recuperar la idea de la acción colectiva, del diálogo y de la solidaridad, sustituida cada vez más por un matriz cultural que apuesta a la acción individual y la reducción de los espacios de democracia; generar transformaciones en la estructura del poder económico y político, reafirmando los principios de la igualdad de oportunidades, la transparencia y la honestidad en la acción, así como la irrestricta defensa de todos los derechos humanos. En definitiva, para transformar el modelo de crecimiento LACE en un modelo también de crecimiento, pero conducido estratégicamente por el Estado, respaldando la producción nacional, redistribuyendo la riqueza, incluyendo a la ciudadanía en términos económicos, sociales, políticos y culturales: todo ello en un contexto de integración regional con fuerte contenido social.
La clave del modelo alternativo: la redistribución del ingreso y la riqueza y el poder La señal básica de identidad de un modelo alternativo es el proceso profundo, estructural e irreversible de cambios en la distribución de los ingresos, en el acceso a los bienes y servicios básicos y en la riqueza generada, así como cambios en el acceso al poder y a la propiedad. Por lo tanto, el quid de un modelo alternativo es definir objetivos, estrategias e instrumentos cuyo eje central esté en dicha distribución.
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Las estrategias de cambio en la distribución del ingreso pueden agruparse en tres tipos: aquellas que generan empleo de calidad y por ende estabilizan el ingreso y universalizan el acceso al trabajo pleno; aquellas que permiten la mejora de los ingresos sea por vía directa (salarios, jubilaciones, etc.) o indirecta (subsidios, menores impuestos, etc.); y finalmente, aquellas políticas sociales que viabilizan el acceso a ciertos servicios como la salud o la educación.
Un cambio central del modelo alternativo: la cultura ciudadana Un modelo alternativo debe sustentarse en un paradigma de vida diferente al actual. La ideología dominante se expresa con fuerza en el individualismo, en el éxito material, en el consumismo, es decir, en un concepto de necesidades humanas individuales y mercantiles. Frente ello debemos recomponer dicho concepto en la búsqueda de una idea de desarrollo cuya meta son las personas y no los objetos. Es necesario elaborar paradigmas que permitan entender mejor el desarrollo y comparar diferentes procesos. Una operación que no puede ni debe hacerse a través del PBI por habitante. El problema fue abordado por Manfred Max-Neef, quien plantea seguir el siguiente camino: “El mejor proceso de desarrollo será aquél que permita elevar más la calidad de vida de las personas (…) Dicha calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales (…). Las necesidades humanas (que deben diferenciarse de los satisfactores de dichas necesidades) conforman un sistema en el cual la base jerárquica es la necesidad de subsistencia, mientras las demás interactúan con simultaneidad, complementariedad y compensaciones” En este sentido, Max-Neef clasifica las necesidades en dos grupos: las existenciales y las de valores. En el primer grupo ubica las necesidades de ser, tener, hacer y estar, y en las segundas las necesidades de subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Por ello, a modo de ejemplo, la salud es un satisfactor de la necesidad de protección, y la educación, de la necesidad de entendimiento. Por ende, un objetivo central de este modelo de desarrollo es el de identificar los mejores satisfactores, y a partir de allí articular las políticas económicas, sociales y culturales adecuadas para una mejor y más democrática satisfacción de todas ellas las materiales y las otras.
¿Qué debe hacer un modelo alternativo? Crecimiento económico No hay posibilidades a largo plazo de mejorar la calidad de vida de la población sin expandir la riqueza de la sociedad.
La distribución de la riqueza Como el capitalismo genera crecimiento económico, pero al mismo tiempo concentración de la riqueza, la segunda estrategia del modelo de desarrollo, la clave, como vimos en la definición misma, es la materialización de condiciones objetivas que hagan posible que la sociedad en su conjunto acceda a los frutos del crecimiento.
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La realización integral de mujeres y hombres Una tercera estrategia de nuestro modelo de desarrollo se refiere a la realización integral de los seres humanos, destinatarios fundamentales del desarrollo de la sociedad. Es decir, generar un mejoramiento sustancial de las relaciones sociales básicas y del acceso de la sociedad toda a la educación, la vivienda, la salud, el esparcimiento, el ocio.
El control nacional/regional del proceso productivo
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Todo lo anterior debe complementarse con la perspectiva nacional y soberana del desarrollo, en un contexto regional. Se trata entonces de controlar el proceso de acumulación y la utilización de los excedentes en función de los objetivo del modelo desarrollo. Cinco elementos se asocian al control nacional del proceso de acumulación: el control del excedente financiero que permita su utilización y orientación en función de las necesidades globales de la sociedad; el control local de los mercados internos y la capacidad de ser competitivo en los mercados externos en rubros seleccionados; el control local de los recursos naturales, que supone no sólo su propiedad sino sobre todo la capacidad de planificar su uso racional; el control local de las tecnologías, que no supone necesariamente su producción nacional, sino el hecho de que, aún siendo importadas, la sociedad pueda reproducirlas y adaptarlas sin verse obligada a importar indefinidamente sus insumos básicos; las políticas de desarrollo del consumo que posibiliten que desde el propio Estado se pueda articular las políticas de producción y de consumo y la estrategia de autosuficiencia alimentaria.
Desarrollo sustentable Un quinto aspecto que compone la definición de desarrollo tiene que ver con la perspectiva de largo plazo respecto a la perdurabilidad de la dotación de recursos del país. Se trata de respetar el equilibrio de recursos naturales y humanos de manera de no hipotecar el desarrollo futuro de la propia sociedad.
La libertad y la participación Un componente central de cualquier modelo de desarrollo que es la libertad de acción y creación así como la participación de los ciudadanos en el quehacer cotidiano y en la definición de las orientaciones centrales del modelo mismo. Se propone aquí una visión integrada del desarrollo que no puede ser cortada en pedazos, pues todo contribuye al desarrollo y eleva el bienestar de la población. Se propone además una visión del desarrollo como proceso que se va logrando día a día y se renueva y mejora en cada momento. Se propone también una visión del desarrollo que apuesta a la participación de los propios ciudadanos, donde las clases sociales organizadas y el propio Estado deben conducir este modelo que llamamos desarrollo autocentrado.
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Los sectores integrantes del modelo alternativo Las clases sociales Desde nuestra concepción la construcción de un modelo alternativo requiere de un respaldo social organizado que permita el apoyo, el desarrollo y la defensa de las transformaciones populares que están en la base del modelo alternativo. No es una construcción académica ni tampoco meramente de estructuras político-partidarias, sino el resultado de una interacción entre las organizaciones políticas y sociales. Desde esa perspectiva, el modelo debe apoyarse como primer eje de acción en la clase trabajadora asalariada tanto ocupada como desocupada, destinataria principal de las transformaciones socioeconómicas. En segundo lugar, en el conjunto de pequeños y medianos empresarios que trabajan para el mercado interno y cuya composición de capitales es básicamente nacional/regional. El capitalismo, y en particular el capitalismo liberal y agravado en la acumulación de los países dependientes, a través de la centralización de capitales, ha desplazado del poder económico, del poder político y de buena parte de los beneficios del desarrollo capitalista a un segmento creciente de empresarios que debe ser integrado a una estrategia de esta naturaleza. Al mismo tiempo, en tanto proyecto de transformación de las relaciones de producción, y dada la relevancia del movimiento cooperativo en América Latina, éste debe ser un eje central de sus apoyos y relaciones.
El papel de los estados nacionales Un modelo alternativo que se propone modificar sustancialmente las relaciones económicas, de poder y de propiedad, debe tender a privilegiar los mecanismos sociales de apropiación del excedente y de toma de decisiones. Por ende, en el largo plazo pensamos en un Estado administrador, regulador de las relaciones entre los ciudadanos, pero en donde la propiedad de los medios de producción, su gestión y su planificación estén en manos de las organizaciones privadas que los ciudadanos decidan darse. Sin embargo, hay un largo período de transición en el que deben consolidarse las transformaciones estructurales básicas del modelo alternativo a nivel nacional y los procesos de convergencia a nivel regional/internacional, en el que un modelo alternativo apoyado por mayorías nacionales y populares encontrará serias resistencias del poder económico centralizado y concentrado, que intentará impedir fuertemente cambios tales como la reforma tributaria, la reforma del agro o la generalización de la negociación colectiva y del fuero sindical Por ello es necesario un Estado fuerte, con presencia estratégica en la planificación económica, que resuma en sus lineamientos políticos las necesidades y propuestas del modelo de desarrollo nacional y popular. Para el cumplimiento de estas metas, el Estado debe incluir en su estructura tres condiciones: una centralización de objetivos e instrumentos de acción en áreas tales como la producción, el crédito, las políticas laborales y sociales y el desarrollo tecnológico; en tanto se propone ser en su orientación estratégica el articulador de un acuerdo social, debe no sólo consultar de manera permanente a la sociedad civil, sino
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generar mecanismos permanentes de diálogo y participación a través de organismos permanentes que representan a la sociedad organizada; una descentralización progresiva de la gestión, de manera de ir transfiriendo el poder a los ciudadanos. Por ello el estado debe ser un instrumento al servicio de los objetivos sociales, económicos y políticos planteados, y un factor de cohesión de la nueva alianza social en el gobierno. En ese sentido planteamos un estado con presencia relevante desde el punto de vista económico-social en: la orientación de la inversión; la orientación del crédito; la orientación del comercio exterior; los precios de los productos de la canasta básica; el mercado de trabajo y la fijación de salarios; las políticas de acceso a los servicios públicos. En este proceso, la dialéctica entre intervención del estado y socialización de la gestión ciudadana es clave para ir hacia un verdadero modelo de democracia económica, social y política que es el objetivo final. Por ello, al mismo tiempo que el estado planifica, se tienen que generar los mecanismos de participación ciudadana que vayan tomando decisiones en la vida cotidiana de la sociedad y en la gestión gobierno. Y al mismo tiempo, la articulación de políticas comunes de estados nacionales es un eje central de la constitución de un proyecto continental
La confluencia internacional En esta perspectiva de acción nacional e internacional, de confluencia de organizaciones sociales y políticas y de naciones, es fundamental consolidar los mecanismos de convergencia tanto desde el punto de vista organizativo como desde el punto de vista de las acciones conjuntas. En ese sentido es necesario consolidar los procesos de convergencia que existen como los Foros Sociales, el Foro de San Pablo de partidos, y grupos de países como los No Alineados u otras experiencias recientes en América Latina derivadas de las nuevas condiciones políticas que expresan los gobiernos de Lula en Brasil y de Chávez en Venezuela. Es necesario incorporar en esta confluencia a los sectores sociales y políticos de los países centrales (aún del hegemón) que en muchos casos, como sus centrales sindicales o sus movimientos por la paz, entre otros, han demostrado una potencialidad de oposición al modelo concentrador muy importante. Además de consolidar estas experiencias muy importantes de confluencia organizativa, es necesario un proceso de articulación entre las experiencias que se hacen en la órbita de las organizaciones sociales con las que se gestan dentro de estructuras de partidos e incluso alianzas de gobiernos, en la medida que existe una confluencia de objetivos e intereses muy importante. La separación entre las organizaciones sociales y las políticas y todas ellas de los gobiernos progresistas, es una estrategia del poder concentrado para dividir el enfrentamiento a sus estrategias y consolidar su propio poder económico. No hay gobierno popular de Lula o de Chávez sin los sectores sociales, en especial los trabajadores organizados en el sostén de sus principales transforma-
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ciones. Pero al mismo tiempo no hay desarrollo de estrategias populares sin un proceso de unidad con los partidos de cuño popular y con apoyos de gobiernos que han emprendido las transformaciones sociales más relevantes.
La inserción internacional La estrategia de liberación continental supone políticas internacionales de los países que vayan consolidando una región que quiebre la subordinación al hegemon y que cree las condiciones para un desarrollo alternativo con los objetivos que hemos expuesto más arriba. En ese sentido, desde los países que inician el proceso de transformación, desde las organizaciones políticas de oposición que buscan torcer los caminos, y desde las organizaciones de la sociedad que empujan el cambio, deberían coordinarse propuestas y políticas de inserción internacional igualmente alternativas. A esos efectos proponemos algunas ideas sobre política exterior, sobre temas de la deuda y el comercio en el marco de una propuesta sobre las políticas en el seno del MERCOSUR, para acompañar este diseño alternativo. Los ejes rectores de la política económica internacional que planteamos cuestionan la tesis clásica de que una apertura irrestricta, en un marco de competencia internacional entre países con diferentes dotaciones de factores de producción, necesariamente conduce a una especialización internacional, a una producción creciente, a un aumento del comercio, a una mayor difusión del progreso técnico y a un mayor bienestar económico. Más bien, como demuestran las tesis de la dependencia que expusimos más arriba, nos inclinamos por la idea de que las relaciones comerciales están pautadas por el intercambio desigual y por un esquema mundial de dominación-dependencia de las relaciones entre países. Una parte de la explicación de nuestros bajos salarios, de la fragmentación de los mercados de trabajo, de la concentración de la riqueza y la pobreza, y del uso inadecuado de los recursos naturales, reside en esta particular articulación desigual y combinada de las relaciones internacionales. Como también dijimos más arriba, la extracción de plusvalía absoluta y mecanismos de sobreexplotación está en la base del desarrollo desigual de esta fase del imperialismo. En ese sentido, un modelo sustentable debe atenuar las relaciones de subordinación y aprovechar las fortalezas del país en sus relaciones internacionales. En función de ello proponemos que la política exterior se sustente en la consolidación del MERCOSUR como bloque, su ampliación a las otras zonas integradas de la región (CAN, MCCA y CARICOM) y el privilegiar sus relaciones con los demás bloques de los países dependientes y con países como India o China en un marco de fortalecimiento de una alternativa internacional a la hegemonía de los Estados Unidos y su respaldo internacional. Proponemos como aspectos guía de una estrategia regional los siguientes puntos: - Políticas productivas conjuntas, unificando las cadenas de producción con dos objetivos centrales: la autosuficiencia alimentaria, con un balance de divisas en materia de alimentos que priorice la producción regional y sólo abra el mercado extra-zona a los bienes y servicios que no se produzcan aquí o que se produzcan en
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volúmenes insuficientes y sean indispensables en la canasta familiar; la producción de medios de producción que posibilite sustentar un desarrollo regional de largo plazo y de dinamismo tecnológico. - Profundizar dicha dimensión productiva en temas como la complementación productiva a través de las cadenas productivas entre empresas privadas, la creación de empresas públicas multinacionales de la región, o realizar acuerdos conjuntos entre los países para regular y administrar las inversiones de fuera de la región. - En el marco de los acuerdos de complementación productiva y de la inserción regional e internacional, promover el aumento del valor agregado nacional en la producción de bienes agroindustriales de exportación. - Estas políticas productivas deben tener un apoyo financiero de los estados, a través de subsidios selectivos y planificados, como forma de fortalecer su capacidad de competencia internacional, en especial dirigido al segmento de pequeñas y medianas empresas, con énfasis en las experiencias colectivas de trabajo. - Establecer una política comercial regional que defina cupos y derechos compensatorios como forma de combatir el comercio desleal y al mismo tiempo permita consolidar el proceso de integración productiva.. - Poner en marcha acuerdos de financiamiento conjunto a través de la búsqueda, fundamentalmente por la vía complementaria, del ahorro interno regional para el financiamiento de emprendimientos productivos nacionales o de incidencia regional (por ejemplo, obras de infraestructura que unifiquen los países en una perspectiva integral). - Poner en marcha la dimensión tecnológica con el inicio de procesos de investigación y desarrollo tecnológico conjuntos, tanto a nivel de oficinas de gobierno como de universidades, para diseñar sistemas de innovación en el camino de la ruptura de la subordinación tecnológica. - Poner en marcha la dimensión social del MERCOSUR, que incluye la Carta de Derechos Fundamentales de los Trabajadores, la definición de políticas sociales conjuntas que igualen hacia arriba los niveles de calidad de vida existentes hoy, la definición de políticas de promoción del empleo, y la recuperación de salarios regionales en un marco de fortalecimiento del mercado interno regional y cambios sustantivos en la distribución de la riqueza. - Promover la creación de ámbitos de negociación colectiva regional, ya sea por ramas de actividad o por grupos económicos regionales, de manera de establecer un ámbito de negociación y regulación de las relaciones laborales. - Promover mecanismos de refinanciación de deudas externas con la creación de frentes de países endeudados. Este frente debería plantear no sólo mecanismos de refinanciación de deudas, sino soluciones de fondo al problema de la subordinación financiera. En definitiva, pensamos en el diseño de un MERCOSUR ampliado a la región con políticas macroeconómicas, productivas-sectoriales y sociales comunes, y una integración política e institucional.
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Creemos que las luchas de los pueblos en nuestra América Latina en los últimos años, la llegada al gobierno de Chávez en Venezuela y de Lula en Brasil, la proximidad de un triunfo del Frente Amplio en Uruguay, procesos complejos pero de mayor avance como el de Ecuador, todo ello conforma un nuevo escenario en la región que permite ser optimistas respecto a un proceso de transformación de la realidad latinoamericana en la dirección de un modelo democrático e incluyente.
Bibliografía Amin, Samir(1991) La Desconexión Editorial Siglo XXI Méjico Bittencour, Gustavo y Rosario Domingo (2001) Inversión extranjera directa y empresas transnacionales en Uruguay en los ‘90. Documento de Trabajo Facultad de Ciencias Sociales Universidad de la República Caputo, Orlando y Juan Radrigan (2000) Acumulación, Tasa de Ganancia e Inversión en los principales países capitalistas desarrollados. (Documento de Trabajo REDEM www.redem.buap.mx) Caputo, Orlando(2001) El desarrollo desigual de de Estados Unidos y de América Latina en las últimas décadas. (Documento de Trabajo REDEM www.redem.buap.mx) Ceceña, Ana Esther (2000) Estrategias de dominación y planos de construcción de la hegemonía mundial (Documento de Trabajo REDEM www.redem.buap.mx). CEPAL (AÑO) La inversión extranjera en América Latina y el Caribe. (LUGARL: EDITORIAL). Dos Santos, Theotonio (2003) Teoría de la Dependencia: Balance y Perspectivas. (España Editorial Planeta) Estay, Jaime (2002) El capítulo de Inversiones del ALCA. (Documento de Trabajo REDEM www.redem.buap.mx). Gambina, Julio (2002) Estados Unidos y la estrategia de control internacional. Las diferentes dimensiones articuladas en la disputa por la hegemonía. (Documento de Trabajo REDEM www.redem.buap.mx). Manfred Max-Neef (1987) La economía descalza. Editorial Nordam. Martínez Peinado, Javier (1999) Globalización: elementos para el debate. (Documento de Trabajo REDEM www.redem.buap.mx). Olesker, Daniel (2001) Crecimiento y Exclusión. (Montevideo. Editorial Trilce.)
Notas 1 Este trabajo forma parte de un documento de análisis sobre las formas de dependencia actuales y las estrategias continentales alternativas presentado al Congreso de la Fundación Rodney Arismendi, titulado “Frente al desarrollo dependiente, la exclusión y la desigualdad propios de la actual fase de la economía mundial hegemonizada por Estados Unidos: ¿cuál alternativa continental?”. 2 Este trabajo, así como la ponencia mencionada en la nota anterior, ha sido el fruto de un debate colectivo y una reflexión conjunta con los compañeros de CLACSO y de REDEM, en especial con Theotonio dos Santos, Orlando Caputo, Ana Esther Ceceña, Julio Gambina y Jaime Estay. 3 A efectos del análisis de las condiciones de control del proceso económico que permiten la desconexión de América Latina, seguimos el libro de Samir Amin, “La Desconexión”, citado en la bibliografía
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Alfredo T. García Las relaciones entre la Unión Europea y América Latina: ¿más de lo mismo? Introducción El surgimiento y desarrollo de la «globalización neoliberal» y la extensión de políticas desreguladoras instaladas desde el Consenso de Washington estuvieron acompañados de una intensificación de la integración orientada a consolidar los bloques económicos, constituyéndose una tríada compuesta por los bloques de América del Norte, el europeo y el asiático. Fuera de este esquema de bloques quedaron países y continentes, algunos olvidados por la tríada, y otros en la mira de los distintos bloques, en procura de captar los potenciales negocios que ofrecen. África y América Latina y el Caribe son ejemplos de las distintas políticas: mientras África sólo recibió el 1% de las entradas netas de IED (Inversión Extranjera Directa) total entre 1995 y 2000, América Latina y el Caribe recibió el 10%. Si realizamos la comparación sobre las entradas de IED recibidas por los países en desarrollo, las cifras ascienden al 4% y 39,7% respectivamente (CEPAL, 2001). En el caso de América Latina y el Caribe existen acuerdos de integración 1, pero no generaron un proceso integrador entre esos países y el MERCOSUR, el más importante por su tamaño pero también por el nivel de integración, está muy lejos de poder sumarse a la tríada mencionada. No obstante, resulta un bocado apetecible para los otros bloques, en especial Norteamérica y la Unión Europea, al igual que la totalidad de América Latina. En el caso de Estados Unidos, la estrategia desarrollada es la Iniciativa para las Américas, de la cual nace el ALCA, un proceso de integración que va mucho más allá del libre comercio al que hacen referencia las siglas del acuerdo, siendo su eje fundamental la defensa de las inversiones extranjeras: en este caso, de los Estados Unidos, por el rol dominante que tomaría en el acuerdo. En el caso de Europa, se ha ido avanzando políticamente en la construcción de un acuerdo entre América Latina y el Caribe (ALyC) con la Unión Europea (Unión Europea), casi tan amplio como el ALCA si tenemos en cuenta la cantidad de temas de futura integración que contiene, y cuyo último hito lo constituye la Cumbre de Madrid del 17 de mayo de 2002. El objetivo de este trabajo es analizar las implicancias de la relación con la Unión Europea, pasada y futura, y contribuir a su análisis. Ello nos permitirá, como un subproducto del análisis realizado, proponer ideas para discutir una estrategia muy escuchada y leída en los círculos progresistas latinoamericanos que establece que la asociación con la Unión Europea podría dar más libertad para negociar el ALCA, e incluso generar una mayor independencia de América Latina, y en especial del MERCOSUR.
La relación entre América Latina y la Unión Europea La relación institucional entre América Latina y la Unión Europea se formalizó en la ciudad de Rio de Janeiro en junio de 1999 durante la reunión de los Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe y de la Unión Europea, con el objeto de
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«avanzar en la consolidación de una asociación estratégica de carácter político, económico, cultural y social, y de cooperación entre ambas regiones, que contribuya al desarrollo de cada uno de nuestros países y a lograr mejores niveles de bienestar social y económico para nuestros pueblos, aprovechando las oportunidades que ofrece un mundo cada vez más globalizado, en un espíritu de igualdad, respeto, alianza y cooperación». En la segunda cumbre, realizada en Madrid en mayo del 2002, se emitió un documento sobre «Valores y posiciones comunes» que será una de las fuentes principales de información para nuestro análisis. El proceso ha continuado, y actualmente se está trabajando para la tercera cumbre, a realizarse en México en el 2004. Sin duda estos acuerdos son la respuesta europea al avance del ALCA en el continente, pero resultaría un grueso error derivar de ello que el interés de la Unión Europea en formalizar acuerdos comerciales y de inversiones con América Latina nace a la sombra del ALCA. Ya en 1991, apenas firmados los acuerdos que daban nacimiento al MERCOSUR, comenzaron a gestarse relaciones entre la Unión Europea y el flamante proyecto de Mercado Común, que se concretarían en diciembre de 1995 con la firma de un Acuerdo Marco Birregional que consta de tres pilares -consulta política, cooperación y comercio- con el objetivo explícito de crear un área de libre comercio. Posteriormente, dicho acuerdo se insertó en el marco más amplio de los acuerdos de Rio de Janeiro. Hasta el momento se realizaron nueve rondas de negociaciones, abarcando bienes, contratos públicos, inversiones, servicios, comercio electrónico, resolución de conflictos, vinos y medidas sanitarias y fitosanitarias. Los acuerdos de Madrid ratifican los objetivos establecidos en la reunión de Rio de Janeiro, ampliándolos a fin de incorporar las características de la cooperación económica deseada, ya que se expresa que la Cumbre «ha brindado una ocasión para concretar y consolidar la asociación estratégica birregional mediante expresiones jurídicas e institucionales basadas en acuerdos de asociación, acuerdos de colaboración y otros mecanismos, en un diálogo político fructífero y en unas sólidas relaciones económicas y financieras, que se apoyan en una liberalización progresiva, equitativa y equilibrada del comercio y de la circulación de capitales». Ya en la introducción del documento de «valores y posiciones comunes», una de cuyas partes se acaba de transcribir, queda establecido el espíritu neoliberal del acuerdo, que adopta los postulados del Consenso de Washington como propios. Esto no deja de ser llamativo, puesto que en mayo del 2002 ya arreciaban las críticas hacia dichos postulados, tanto desde los movimientos «anti-globalización» como de los sectores académicos, incluidos varios intelectuales que formaron parte de los elencos de investigación de organismos como el FMI, el Banco Mundial y otros.
Valores y posiciones comunes El documento de «Valores y posiciones comunes» está dividido en tres partes: ámbito político, ámbito económico, y ámbito cultural, educativo, científico, tecnológico, social y humano. En este artículo centraremos el estudio en el área económica.
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Además de la ideología neoliberal que ya ha sido descrita, el documento tiene un enfoque que podría entenderse como la relación entre un «imperio» y sus súbditos. Dado que la palabra ‘imperio’ está indisolublemente ligada a Estados Unidos, alma máter del ALCA, hablaremos con más propiedad de una relación jerárquica, de primacía de parte de la Unión Europea. Al igual que en el ALCA, los europeos miran la paja en el ojo ajeno, haciendo blanco de las críticas a los países latinoamericanos por su falta de apego a las normas de liberalización económica, dejando en el olvido algunas prácticas europeas que contradicen estas normas. En este aspecto, la Unión Europea utiliza el mismo enfoque que instalara el gobierno de Estados Unidos luego del 11-S: las decisiones que puedan resultar contrarias a determinados valores pregonados por ellos, como el respeto a los derechos humanos, la defensa del medio ambiente, y la liberalización comercial y financiera, son esenciales para la sobrevivencia del país y no constituyen motivo de negociación. Mientras que al resto se les exige un cumplimiento sin excepciones, ellos están libres de decidir en qué ocasión y en qué medida respetarán dichos valores. Un ejemplo de la supremacía de los países europeos a la cual hemos aludido puede encontrarse cuando el documento define las estrategias para superar las dificultades económicas que se atraviesan actualmente a escala internacional, para cuya solución «hemos de aunar esfuerzos bajo el liderazgo de las economías industrializadas, que desempeñarán un papel fundamental a la hora de fomentar la renovación del crecimiento económico mundial y de facilitar la plena participación de los países en desarrollo en los sistemas comerciales y financieros». Los países industrializados no sólo lideran, sino que además facilitarán la participación de los países periféricos. Cualquier mención a un rol activo de los países periféricos derivaría de un error de trascripción. Un posible acuerdo entre tan diversos países signatarios enfrenta el problema de las desigualdades en las relaciones económicas y comerciales internacionales, las cuales se resuelven, según el documento, mejorando las posibilidades reales de acceso al mercado que ofrecen el sistema comercial multilateral y el sistema financiero internacional. En dicho concepto se puede observar, como en otros tantos pasajes del documento, una valoración altamente positiva del sistema comercial multilateral -especialmente la OMC- y del sistema financiero. Las críticas de las cuales ha sido objeto la OMC, al igual que la abundante bibliografía sobre la búsqueda de una «nueva arquitectura del sistema financiero internacional» que da cuenta de las fallas del mismo, la volatilidad inherente a él y la desestabilización que genera sobre los países 2, son totalmente ignoradas. La tesis del documento analizado establece que las posibilidades que otorga la liberalización comercial no pueden ser utilizadas convenientemente, pues en palabras de los europeos y latinoamericanos «reconocemos concretamente que algunos países en desarrollo tienen limitaciones que obstaculizan su integración en el sistema económico y comercial internacional».
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La carga es puesta sobre los países «en desarrollo», excluyendo maliciosamente de la imposición de obstáculos a los países «desarrollados». No se menciona que los subsidios de la Unión Europea son los más altos. Según un documento del gobierno argentino (Sturzenegger y otros: 2001) la Unión Europea otorga el 47% de la Estimación de Ayuda al Productor (EAP), una estimación amplia de la totalidad de subsidios y beneficios otorgados, del total de la OCDE, mientras que Estados Unidos participa del 17% de la misma. Con el mismo ímpetu, se destaca «la importancia de la OMC como foro fundamental para la promoción de la liberalización comercial y el establecimiento de las normas y disciplinas básicas para la necesaria regulación del sistema de comercio internacional». Pareciera que ninguno de los presidentes de los países latinoamericanos tomó nota sobre la discriminación que sufren sus países en el citado organismo comercial y la funcionalidad del mismo respecto a los intereses de los países industrializados. Estos últimos han sido los que realizaron la mayoría de impugnaciones en la OMC sobre violaciones a los acuerdos: entre 1995 y 2000, por ejemplo, Estados Unidos realizó la mitad de las 117 impugnaciones. Las concesiones no han sido equitativas: en la Ronda Uruguay, los países en desarrollo otorgaron disminuciones arancelarias a los productos de los países industriales que fueron en términos proporcionales mucho más importantes que las disminuciones que éstos les otorgaron a ellos. Mientras que los países en desarrollo ya han implementado casi todos sus compromisos de acceso a los mercados, los países industriales aún deben implementar importantes medidas de liberalización (Sturzenegger y otros: 2001). Por último, cabe mencionar que los países de la OECD utilizan la política de subsidios para morigerar los efectos de las crisis comerciales, como se puede comprobar con la conducta adoptada por dicho bloque ante la crisis asiática. Mientras que el índice de precios de exportación de productos primarios con base en 1993=100 cayó de un valor de 121 en el año 1997 a 105 en el siguiente año y a 92 en 1998, el índice de subsidios a la agricultura de los países de la OCDE subió de 86 en 1997 a 100 en 1998, año tomado como base, para crecer a 111 en 1999. El gráfico que muestra la comentada evolución se asemeja a dos escaleras: una cuyos escalones descienden (los precios agrícolas) mientras que la otra muestra escalones cada vez más altos (los subsidios). Esta política permitió morigerar significativamente los efectos de la crisis asiática sobre los productores agrícolas de los países de la OCDE. Por la estructura cristalizada por la OMC proveniente de la Ronda Uruguay, el sector agrícola de los países en desarrollo fue gravemente afectado por los efectos de la baja de productos, aumentando significativamente sus niveles de pobreza como consecuencia directa de esta situación. Esta desigualdad en las posibilidades de aplicar políticas anticíclicas y proteccionistas es la que aceptan los presidentes como un «valor y posición común». También se establece taxativamente la necesidad de fomentar el comercio de servicios, cuya liberalización presupone la modificación de leyes y reglamentos nacionales, con la consiguiente pérdida de soberanía para los estados. Hablar de
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servicios implica hablar de los servicios de gobierno, especialmente en temas tan delicados como la salud y la educación (García: 2002). En un documento tan respetuoso de las libertades del capital no podía faltar el tema de las patentes. Dicen los presidentes: «nos comprometemos a promover los derechos de propiedad intelectual con arreglo a los acuerdos internacionales en materia de propiedad intelectual en los que somos parte». En otras palabras, la aplicación del TRIPS (Acuerdo sobre aspectos de derechos de propiedad intelectual relacionados con el comercio), que ya se encuentra en vigencia y que ha sido utilizado por las empresas farmacéuticas para mantener los altos precios de los medicamentos e impedir la producción de medicinas genéricas más baratas por parte de países en desarrollo. Para finalizar este punto resulta conveniente mencionar que el documento de «Valores y posiciones comunes» hace especial mención al proceso de IED, expresando: «reiteramos nuestra convicción de que la promoción de las inversiones directas constituye un objetivo fundamental de las relaciones entre nuestras dos regiones». Ello demuestra el interés de la Unión Europea en realizar inversiones en AL, pero si estudiamos la magnitud de los flujos destinados a la región, la misma es escasa respecto al total de IED salida desde el continente europeo, tal como se analiza en detalle en un apartado posterior. Partiendo de esta aparente dicotomía, las fuertes proposiciones que se realizan en el documento, y que definen el espíritu del acuerdo, sobre la importancia de promover las inversiones externas, y su verdadera magnitud, puede pensarse que el verdadero objetivo de estas proposiciones es una cuestión ideológica: mantener vigentes las ideas del Consenso de Washington respecto a la irrestricta inserción del capital financiero en las economías en desarrollo, y configurar de esa forma, junto con otros mecanismos como el endeudamiento externo, un corsé a las políticas autónomas que los países latinoamericanos deseen aplicar.
El BID entre América Latina y la Unión Europea En la última asamblea del BID, llevada a cabo recientemente en Milán, la Comisión de la Unión Europea y el BID formalizaron un acuerdo para la colaboración del organismo de crédito internacional para trabajar en cuatro ámbitos específicos: en la consolidación de la democracia y los derechos humanos; sobre la equidad social y reducción de la pobreza; integración regional y comercio; tecnologías de la información. Estos acuerdos están orientados a proveer resultados y estudios para la cumbre Unión Europea -AL a realizarse en México en el 2004, en la cual se inaugurará un importante seminario sobre cohesión social donde se analizarán los problemas de desigualdad y la exclusión social, y cómo superarlos. En el camino está planificada una reunión en julio del 2003 entre la Comisión de la Unión Europea y el BID, en Perú, sobre la experiencia de ambas organizaciones en las consultas con la sociedad civil relacionadas con las iniciativas de integración y comercio (Binetti, 2003).
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Más precisamente, la Comisión de la Unión Europea ha decidido delegar en el BID la definición y el seguimiento del tema de cohesión social para toda América Latina, incluyendo el MERCOSUR. Estas definiciones implican que los contactos con la sociedad civil que tendrá la Unión Europea serán mediatizados por la acción del BID, un organismo que si bien es multilateral, responde, al igual que el resto de los organismos financieros, a las políticas de Estados Unidos. De hecho, la sociedad civil latinoamericana deberá hacerse escuchar a través del BID, una mediatización que no garantiza la fidelidad que sí podría alcanzarse si se conformara un organismo integrado por los representantes de esa misma sociedad que fuera recibido directamente por la Unión Europea. Esta decisión abre un interrogante, que podrá ser respondido a medida que transcurra el tiempo, sobre la estrategia de la Unión Europea hacia América Latina y la influencia de Estados Unidos en dicha relación, o al menos en la mediación entre la sociedad latinoamericana y la Unión Europea, que también es decir entre la sociedad latina y los capitales europeos. Es muy probable que la estrecha vinculación diplomática entre el Reino Unido y España con Estados Unidos, ostensible en el tema de la guerra contra Irak, haya sido fundamental en estas decisiones, y que por lo tanto la estrategia de los acuerdos Unión Europea -AL termine encuadrándose en la global del capital hacia América Latina. La evolución de los acontecimientos permitirá analizar los resultados de estas aún novedosas alineaciones en cuanto a su intensidad.
Características del proceso de IED Como resultado de este interés por la región latinoamericana, la misma ha recibido un significativo flujo de IED durante la década de los ‘90, en especial a partir de 1995: los flujos netos de IED hacia ALyC entre 1995 y el 2000 fueron 18 veces superiores a los registrados entre 1989 a 1994. Mientras la IED total creció 2,95 veces como promedio entre el primer y segundo quinquenio de la década de los ‘90, la IED hacia América Latina creció más de 4,4 veces. En dicho período, la participación europea osciló en torno al 50% de esos flujos. En este proceso tuvo un papel especial la IED proveniente de la Unión Europea, ya que en 1997, por primera vez en el decenio, los flujos de IED europea se equipararon con los de Estados Unidos. El flujo de IED hacia los países de ALyC ha sido fenomenal, y ha tenido un gran impacto en la región. Sin embargo, el análisis de la totalidad de la IED realizada por la Unión Europea nos lleva a relativizar significativamente el esfuerzo inversor europeo. De la totalidad de los flujos de salida de IED desde los países de la Unión Europea entre 1992 y 2000, el 55% de esos fondos ha sido inversión intracomunitaria, es decir, que los principales receptores de la IED europea han sido sus mismos integrantes. Otro de los principales beneficiados ha sido Estados Unidos, con el 27% de las salidas de IED europea, mientras que América Latina y el Caribe han recibido sólo el
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6% del total. Ello muestra que la inversión europea en ALyC podría caratularse de marginal en relación a la aparente independencia de los flujos recibidos por ALyC respecto a los ciclos de la IED total emergente de la Unión Europea, especialmente si lo medimos a nivel de cada país latinoamericano. Es el caso de Argentina, donde la inversión española crece significativamente en el ‘98 y ‘99, años en los cuales la IED total de la Unión Europea hacia Latinoamérica se reduce. Sin duda la crisis asiática ha impulsado una salida significativa de los capitales hacia otros destinos en busca de mayor rentabilidad. Sin embargo, estos destinos se han ubicado principalmente dentro de los países industrializados. Los flujos de salida de la IED total mundial crecieron 2,7 veces entre 1997 y 2000. Los flujos de salida de la Unión Europea del año 2000 han mostrado un mayor dinamismo, puesto que han resultado 3,9 veces mayores a las salidas de 1997. En el caso de la IED intracomunitaria, ésta se multiplica por 5 en el período mencionado, indicando una concentración dentro del mismo bloque. Este comportamiento de la IED europea se visualiza más claramente al observar la composición porcentual de estos flujos. En efecto, podemos detectar un comportamiento tendencial de la IED europea: si bien ha crecido ininterrumpidamente desde los ’94, y a un ritmo significativo, los destinos de la IED evidencian dos ciclos muy marcados, y cuyo punto de reversión puede ubicarse a partir de la crisis asiática. Como se observa en el cuadro siguiente, la IED intracomunitaria va perdiendo participación a partir de 1992 a favor de otras economías industrializadas, especialmente Estados Unidos: la inversión intracomunitaria va decreciendo significativamente en su participación, desde el 68% de 1994 hasta sólo un 39% en 1998, año de la crisis asiática, a partir del cual recupera sus valores de inicios de la década de los ‘90, cercanos al 60%. Resulta interesante resaltar que en estos comportamientos cíclicos el porcentaje de las salidas de IED de la Unión Europea orientadas hacia los países industrializados, incluidos los intracomunitarios, muestra una variabilidad escasa, muy menor a la de la IED intracomunitaria, y por supuesto, a la destinada a América Latina. De hecho, al analizar los años de cambio en la tendencia (‘96 a ‘98), gran parte de la reducción de la IED intracomunitaria ha sido compensada por un fuerte incremento de la IED destinada hacia Estados Unidos, siendo este comportamiento el que determina la menor variabilidad de la IED destinada hacia la totalidad de países industrializados. Cuadro nº 1 IED intracomunitaria (Fuente: CEPAL, 1991) 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 Intracomunitaria 73% 62% 68% 54% 57% 47% 39% 53% 60% EEUU 11% 21% 13% 26% 16% 22% 39% 32% 24% Hacia Industrializ 85% 79% 82% 82% 77% 70% 78% 88% 85% (aprox) ALyC 2% 2% 7% 4% 8% 11% 8% 6% 5%
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La IED europea en América Latina: una estrategia de concentración El análisis del punto anterior nos lleva a concluir que la IED es esencialmente un fenómeno de los países desarrollados, mientras que la porción que se dedica a los países periféricos es poco relevante. En el caso de ALyC podemos decir que es marginal, y relativamente independiente de las grandes tendencias de la IED. Si analizamos la participación de ALyC en la IED de la Unión Europea, la misma se incrementó entre el ‘96 y el ‘98 al igual que hacia el resto de los países no desarrollados, y en ese sentido podemos otorgarle un componente tendencial. Sin embargo, la IED orientada hacia ALyC estuvo ausente del crecimiento de la IED mundial entre 1997 y 2000. Mientras que la IED mundial creció 170% en dichos años, la IED hacia ALyC sólo creció 78% en el mismo período. Con un promedio que oscila en el 10% de la IED total y el 7,5% de la IED europea para el período 1994-1997, el cual baja al 9,7% y 6,3% respectivamente para los años 1998 a 2000, la IED dedicada hacia AL es efectivamente marginal. Sin embargo, no podemos utilizar dicha calificación cuando analizamos la IED por país, e incluso por sector de actividad económica. Desde esta perspectiva, los efectos de la IED son notablemente variables y significativos. La IED dirigida hacia Argentina resulta un buen ejemplo de cómo los flujos hacia un país pueden independizarse de la tendencia general de la IED hacia el continente latino. En los años en que la IED comenzó una retirada de ALyC, 1998 y 1999, la IED hacia Argentina registró un incremento más que significativo. La IED recibida desde la Unión Europea en 1998 y 1999 duplicó casi exactamente a la del mismo origen en los años 1992 a 1997. Si bien es cierto que en este comportamiento se destaca la adquisición de la petrolera estatal YPF por parte de Repsol, dicha adquisición es la más importante pero no la única en los dos años mencionados. El sector financiero es también un ejemplo de cómo la IED hacia ALyC está desvinculada de la tendencia general y se encuentra más vinculada a determinantes propios de las economías domésticas receptoras de las inversiones. La segunda parte de la década de los ‘90 (con mayor intensidad del ‘96 al ‘98) puede ser caracterizada como el desembarco de los bancos españoles en América Latina, que fue coronado con la adquisición, en el 2000, del grupo bancario mexicano Serfin (tercero en el ranking nacional) por parte del SCH y del Bancomer (primero en el ranking nacional) por el BBVA. Esta última estrategia fue seguida en el 2001 por el Citigroup, que adquirió al Banco Nacional de México (Banamex). Y no podemos olvidar la adquisición del Banespa (Banco de San Pablo) por parte del SCH en el 2000. Como parte de dicha estrategia, las acciones del BBVA en la bolsa de New York crecieron 550% entre 1995 y 1999. Para el SCH, el crecimiento en idéntico período fue cercano al 350% 3. La estrategia, especialmente ligada a la adquisición de grandes bancos minoristas, no se restringió al sector bancario, sino que también se extendió a otras actividades financieras, en especial los fondos de pensiones. El banco con mayor partici-
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pación en fondos de pensiones en AL es el BBVA, con cerca del 18% del total de fondos, seguido por el Citibank (12%) y por el SCH (10%). Los desembarcos en el sistema financiero no están relacionados con las tendencias de la IED desde los países inversores, sino que están vinculados más estrechamente con los cambios en las políticas y regulaciones domésticas de los países receptores. La magnitud de los sistemas financieros nacionales, incluso los mercados de Brasil y México, es pequeña comparada con los activos de los grandes bancos internacionales, por lo que puede pensarse que siempre existen capitales dispuestos a adquirir entidades financieras en la medida que la desregulación de los mercados nacionales lo permita. De hecho, y con excepción de los españoles, las inversiones de los grandes bancos internacionales en América Latina insumen un pequeño porcentaje de sus activos. La participación también define el involucramiento de los bancos en un determinado país o región, como en el caso de los bancos españoles, que poseen una porción de activos en América Latina significativamente superior a la de otros bancos norteamericanos y también europeos. En el año 2001, el SCH tenía el 29,2% de sus activos totales en América Latina y el BBVA el 26,1%, mientras que esta relación era del 13,1% para el FleetBoston, 9,7% para el Scotiabank, 6,7% para el Citigroup, 3,4% para el ABN AMRO, 2,5% para el HSBC y 2,2% para el Lloyds. Este significativo desembarco de los bancos extranjeros configuró un fenómeno de concentración inédito para Latinoamérica. En el 2001 los bancos extranjeros poseían en AL el 63,8% de los créditos, el 64,4% de los depósitos, y el 84% de los fondos de pensiones. Los tres bancos principales -Citibank, SCH y BBVA- poseían en conjunto el 28,8% de los créditos, el 31% de los depósitos y el 56,4% de los fondos de pensiones. Ello llevó a guarismos de extranjerización que podrían calcularse como insólitos, tal como se muestra en el Cuadro 2. Cuadro nº 2 Participación de la Banca Extranjera en los activos de la Banca Latinoamericana 1990 1999 2001 Argentina 10% 49% 61% Brasil 6% 17% 49% Chile 19% 54% 62% Colombia 8% 18% 34% México 1% (1) 19% 90% Perú 4% 33% 61% Venezuela 1% 42% 59% (1) Datos para 1994 Fuente: CEPAL, La Inversión en ALyC 2002
A pesar de que continuaron incrementando la participación de la banca extranjera, Chile y Argentina, que ocupaban los primeros puestos en extranjerización bancaria a
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fines de la década, fueron dejados atrás en tan preocupante ranking por México, que exhibió en el 2001, como fruto de las compras mencionadas, el 90% de participación de la banca extranjera, un guarismo incomprensible de no ser por el NAFTA. Por último, resulta indispensable mencionar que el MERCOSUR acaparó la mayor parte de la IED europea hacia América Latina, especialmente en la década de los ‘90, como se observa en el Cuadro 3.
Total Mercosur
Total IED europea 92 93 94 1477 1799 6026 1147 1105 2172 78% 61% 36%
Cuadro nº 3 hacia América Latina y el Mercosur 95 96 97 98 99 2000 total 4652 10675 19799 29045 35128 35220 143821 2267 6218 8238 24033 29455 23176 97811 49% 58% 42% 83% 84% 66% 68%
En resumen, la IED resulta un tema casi exclusivo de los países industrializados, pues entre ellos se mueven los mayores flujos de inversiones directas, siendo muy escasos los flujos que recalan en los países periféricos. Sin embargo, dado que también las magnitudes de las economías de los países periféricos son pequeñas 4 comparadas con los países de la OECD, los flujos de IED recibidos por ellos tienen un impacto significativo sobre sus economías receptoras, configurando procesos de extranjerización y concentración de ventas y activos nunca antes observados, en especial en las economías latinoamericanas.
A modo de conclusión Si analizamos la correlación de fuerzas existente en la actualidad, con la imposición de Estados Unidoscomo gendarme internacional, incluso por encima de los organismos multilaterales (en especial las Naciones Unidas), existe una fuerte posibilidad que el avance hacia el ALCA sea inevitable en la medida en que el actual gobierno de Estados Unidoslo defina como la estrategia económica hacia Latinoamérica y la considere un complemento indispensable de las estrategias militares y políticas. Desde el continente latinoamericano, la nueva camada de gobiernos recientemente elegidos en Sudamérica o con posibilidades ciertas de asumir, sumada a otros que ya llevan algún tiempo, permite avizorar una mayor posibilidad para avanzar más firmemente hacia distintos niveles de integración latinoamericana. En este aspecto, el MERCOSUR es un eje crítico para dicho proceso. Es en la confrontación de intereses contrapuestos y la dificultad de establecer políticas autónomas de los intereses estadounidenses que muchos intelectuales proponen la necesidad de reforzar los vínculos con la Unión Europea como manera de contrarrestar en algún grado el poderío de Estados Unidos sobre Latinoamérica, que se vería significativamente fortalecido con la implementación del ALCA. Coquetear con los dos bloques económicos podría ser una estrategia que ayude a mantener un mayor grado de autonomía. Tal es la tesis. Sin embargo, al estudiar las relaciones de América Latina con la Unión Europea, y los términos de los acuerdos en marcha, se observa que la intención de ésta, y los acuerdos derivados de ella, no son muy distintos de los que nos deparará el ALCA. La primacía del capital internacional que avanza sobre la capacidad de regulación de
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los estados nacionales, o más concretamente, sobre su soberanía política y económica, está presente tanto en los acuerdos del ALCA como en los establecidos con la Unión Europea, al igual que una liberalización comercial significativa de los países latinoamericanos sin la necesaria contraparte de los estados industrializados, que no ponen en discusión sus políticas de subsidios a la producción, y que además refuerzan la validez de organismos multilaterales (v.g. la OMC) que, como lo han demostrado, defienden los intereses de los países desarrollados. Esta coincidencia en los objetivos de la integración en los dos acuerdos genera la posibilidad de plantear una duda relativa a si existe una divergencia de intereses entre EUA y la Unión Europea, o si en cierta forma puede haber acuerdos entre ambos para obtener una total liberalización de América Latina y dejar el campo libre a los capitales, sean estos estadounidenses o europeos, en el caso de que efectivamente aún se pueda utilizar la noción del origen nacional para caracterizarlos. El estudio más detallado de esta hipótesis, al igual que su demostración, excede el objetivo de este trabajo, y también la capacidad de un solo investigador. No obstante, resulta importante su planteamiento a la hora de pensar una política de integración regional y sus vínculos con los otros bloques económicos.
Bibliografía CEPAL 2001 y 2002 La Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe. Ocampo, José Antonio 1999 Reforming the international financial architecture: consensus and divergence (Santiago de Chile, CEPAL). Sturzenegger, F., J. Nogués y P. Sanguinettio 2001 Integración económica. Los procesos de negociación (Buenos Aires, Asociación de Bancos de la Argentina). García, Alfredo T. 2002 «Aspectos esenciales del ALCA», en Datos & Opinión, (LUGAR) Abril. Binetti, Carlo (2003)»BID», en AL-Inform (Lima) Nº 6.
Notas 1 Podemos mencionar el Mercado Común Centroamericano, el CARICOM (Comunidad del Caribe) y la Comunidad Andina (CAN). 2 Véase, entre otros, el artículo de José Antonio Ocampo Reforming the international financial architecture: consensus and divergente. 3 Para mayor información ver CEPAL, 2002. 4 La referencia a la pequeñez también alcanza a Brasil y México, puesto que si bien su PIB resulta importante comparado a nivel internacional, existen mercados específicos en los cuales las dimensiones son escasas respecto a las alcanzadas por empresas multinacionales (como el sector energético y el financiero, entre otros).
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Susana Merino Nuevos aportes sobre la Tasa Tobin Introducción El ALCA constituye no sólo un tratado de libre comercio entendido éste como la libre circulación de mercaderías, sino que incluye la total apertura de los servicios básicos a la privatización extranjera, y lo que es más grave, a la libre circulación de los capitales. Esta perspectiva exige reinstalar y seguir desarrollando la idea de gravar las transacciones financieras con el doble objeto de frenar y controlar la especulación y crear un fondo de recursos genuinos destinados a morigerar el grave deterioro de las condiciones de vida de cada vez más amplios sectores de la población mundial, provocado precisamente en gran parte por la especulación financiera y las evasiones impositivas del gran capital. Sobre esta base no resulta ocioso recordar que fue la idea de establecer un impuesto a las transacciones financieras, inicialmente llamado Tasa Tobin, la que hace poco más cuatro años diera nacimiento a la asociación ATTAC, pero además es igualmente pertinente señalar que en tan corto lapso esta idea ha recorrido el mundo y se ha instalado en muy diferentes ámbitos geográficos, con beneplácito de quienes la apoyan y a despecho de quienes la combaten . Debido a las permanentes campañas de difusión realizadas durante estos últimos años, la Tasa Tobin ha pasado de ser una oscura idea de algunos especialistas a convertirse en un tema de debate internacional verdaderamente ineludible, en el sentido de que mantiene su presencia aún entre aquellos que la rechazan. Lejos de permanecer en estrechos círculos militantes, esta reivindicación ha penetrado varias esferas gubernamentales y ha producido en instituciones internacionales expectantes manifestaciones de momentánea neutralidad. Los gobiernos finlandés, belga, francés y alemán han adoptado actitudes positivas y numerosos proyectos han sido presentados en diversos parlamentos preocupados tanto por la necesidad de combatir la especulación financiera, los paraísos fiscales y los sitios denominados «off shore» como por encontrar nuevas fuentes de financiamiento para el desarrollo.
Proyecto de tratado para un impuesto sobre las transacciones monetarias (CTT) Los más recientes debates sobre su factibilidad y otros aspectos relacionados con su instrumentación se han desarrollado en dos de los foros más importantes convocados por los movimientos sociales en el transcurso de los últimos meses: el Foro Social Europeo, en Florencia, y el Foro Social Mundial en Porto Alegre. Durante el transcurso del Foro Social Europeo se inició la discusión de un proyecto de tratado destinado a establecer un Impuesto a las Transacciones Monetarias rebautizado como Currency Transaction Tax (CTT), redactado por los catedráticos Heikki Patomaki, de la Universidad de Nottingham en el Reino Unido, y Lieven A. Dennos, de la Universidad Libre de Bruselas.
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Este proyecto fue inicialmente presentado durante una Conferencia sobre Tasación de las Transacciones Cambiarias y Factibilidades de su Aplicación realizada en Vancouver, Canadá, en octubre de 2001, sobre la base de un trabajo previo de Patomaki titulado «Democratizando la Globalización», y del marco jurídico aportado por el profesor Dennys y posteriormente discutido en los mencionados foros europeo y mundial de 2003. Los objetivos del tratado fueron claramente definidos, y contemplan: reducir la especulación en los mercados de cambio y en consecuencia los movimientos de corto plazo en los mercados de capitales, de manera tal que el impuesto permitiría estabilizar los mercados financieros y fortalecer la autonomía de las políticas económicas nacionales; crear fondos internacionales destinados a poner en marcha medidas preventivas y compensatorias, a financiar la creación de «bienes públicos mundiales» y a desarrollar programas ecológicos y sociales en los países en vías de desarrollo; ejercer un control democrático sobre los mercados financieros mundiales y sobre las fuerzas neoliberales que estos han contribuido a liberar y a consolidar. Como resultado del debate se lograron algunos puntos de acuerdo y se decidió dejar para futuras discusiones aquellos en los que no fue posible obtener consenso. Una breve reseña de ambos aspectos nos permitirá conocer cuáles han sido los avances y cuáles exigen todavía mayor profundización o la generación de alternativas para alcanzar mayores acuerdos. Los puntos de acuerdo son los siguientes: - es posible que un grupo de países tomen la iniciativa estableciendo unilateralmente el CTT sin esperar a lograr un acuerdo mundial. Este grupo inicial podría ser la UE junto a algunos países de África, Latinoamérica y Asia. - el CTT podría ser un impuesto a las transacciones de dos tiempos, como lo propusiera P.B. Spahn (1995, 2002). Un impuesto normal del 0,1% prevalecería durante los períodos tranquilos de los mercados de divisas. ‘Tranquilo’ significa que las tasas de cambio fluctúan dentro de bandas de fluctuación predeterminadas. En el momento en que las tasas de cambio de las divisas transgreden hacia arriba o hacia abajo la banda preestablecida, el impuesto recibe automáticamente una prohibitiva sobrecarga del 100%. Este sistema de dos tiempos tiene el propósito de confiscar ganancias excesivas derivadas de la sobreespeculación. - las autoridades monetarias nacionales deberían ser las responsables de la instrumentación de la CTT, y los bancos centrales de su recaudación fiscal. La recaudación del impuesto debe hacerse básicamente en el lugar de la transacción a través del Sistema Real Gross Time Settlement en cada uno de los países, y en las casas de clearing si se halla establecida previamente la red de transacciones extranjeras. A todas las transacciones en divisas realizadas en el país debería aplicárseles el impuesto. Todas las transacciones realizadas en los mercados de cambios (deportes, comisionistas y derivados) deben pagar el impuesto. Luego los ingresos fiscales deberían ser transferidos a una institución internacional u Organización CTT (de ahora en más, CTTO). La CTTO será una nueva institución, ya que no existen instituciones internacionales técnica y democráticamente
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preparadas para administrar la centralización del impuesto y su posterior distribución en los países receptores. - la CTTO contará con un cuerpo ejecutivo integrado por representantes de todos los países participantes. La cantidad de representantes será proporcional a la cantidad de habitantes de cada país, pero ningún país tendrá una cantidad de votos predominante. La CTTO tendrá también un cuerpo legislativo integrado por miembros de los parlamentos, representantes de sindicatos y ONGs. Los países en desarrollo tendrán la mayoría de votos en los dos cuerpos. El cuerpo legislativo tendrá la última palabra en la votación del presupuesto. Los demás puntos planteados, sobre los que aún está pendiente el acuerdo, y que aún constituyen interrogantes, son aún más numerosos: - ¿estarían todos los países autorizados a firmar el tratado, aún aquellos que flagrantemente violan los derechos humanos y en los que no existe la democracia? - ¿deberían depositarse todos los ingresos fiscales en el CTT y luego ser distribuidos entre los países beneficiarios, o parte de estos ingresos debería permanecer en el nivel nacional? - ¿Los países desarrollados (ricos) deberían retener parte de los ingresos (y en caso afirmativo, cuánto), o todos los ingresos deberían ser destinados a los países subdesarrollados (pobres)? - ¿qué criterio adoptar para destinar los ingresos fiscales?¿Debería ser reformado el Indice de Desarrollado Humano publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP)? ¿Podemos estar de acuerdo en que cada país decida establecer sus prioridades sociales y ecológicas a través de un debate nacional y democrático?¿Pueden bloquearse los ingresos fiscales y mantenerlos en un fondo especial en caso de no prevalecer la democracia? - ¿podría el tratado establecer condiciones para el uso de los ingresos fiscales? Por ejemplo, las prioridades sociales y ecológicas de cada país. ¿Podría el tratado definir en términos generales cuáles son los bienes globales comunes? ¿Podría destinarse parte de los ingresos fiscales para financiar un fondo de reserva que ayude a los países a defenderse en caso de ataques especulativos? ¿Podemos estar de acuerdo en que cada país sea libre de determinar en qué quiere usar los ingresos fiscales, aunque fuere para comprar armas o financiar guerras? ¿Podría aceptarse que un país pueda usar los ingresos procedentes del CTT para reducir sus impuestos internos, por ejemplo los impuestos a las ganancias de las empresas multinacionales, con el riesgo de que se produzca mayor dumping entre los países? - Si decidimos que el uso de los fondos se restrinja a cubrir las necesidades sociales y ecológicas, ampliamente definidas, ¿tendría la CTTO el derecho de monitorear el gasto de cada país aún en el caso de que se socave el tratado? - si un país no respeta sus obligaciones ¿debería condenárselo a devolver el dinero y a ser excluido? Estos son aspectos puntuales que deberán ser seguramente objeto de otras instancias de discusión, tal vez prolongadas. Pero no existen dudas entre quienes impulsan el establecimiento mundial de un impuesto a las transacciones financieras
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sobre los fines que desde un principio fueron planteados por ATTAC, y que salvo algunas pequeñas desviaciones, como las de aquellos que en algún momento sugirieron que dichos fondos podrían usarse para aliviar la deuda de los países subdesarrollados, que no obtuvo apoyo, se mantienen como objetivo final e indiscutido.
Otros recursos potenciales para el financiamiento del desarrollo La idea que prevalece y que se manifestó en el Foro Social Mundial es la de que, ante el agravamiento del deterioro sufrido por la población mundial en aspectos básicos para la subsistencia humana, urge encontrar nuevas fuentes de financiamiento, que no reemplacen a las existentes (como por ejemplo los Fondos de la ONU, el 7% del PBI que debería destinarse a Ayuda al Desarrollo comprometido, pero no cumplido por los países desarrollados ni siquiera el de los recursos aunque cada vez más exiguos de los países pobres destinados al bienestar social) sino que se sumen a éstas. Existe igualmente consenso en que estos aportes no deberán producir una reducción de los aportes fiscales según la creciente tendencia impulsada por los programas neoliberales, ya que fácilmente se constata que según las cifras publicadas por la OCDE el promedio impositivo en los países ricos es equivalente al 26% de su PNB, al 19% en los intermedios, y a apenas el 9% en los países pobres. Esto pone en evidencia que, cuanto más pobres son los estados, menor voluntad política existe de aplicar impuestos a las ganancias de las empresas o a los ingresos de las capas más ricas de la población. También ha sido motivo de análisis el hecho de que si la ayuda al Desarrollo comprometida por los 22 países ricos que agrupa la OCDE alcanzara los niveles que deberían ser destinados, el 7% de su PNB, monto que pasaría de ser 54 mil millones a ser 156 mil millones, lo que equivale a un incremento de 100 mil millones de dólares anuales, según consta en los documentos preparatorios discutidos en la Conferencia de Monterrey, México, realizada en marzo de 2002. En dichos documentos se analizaban también otras alternativas de impuestos globales, tales como: el impuesto sobre el dióxido de carbono o impuesto al carbono, que podría proporcionar unos 100 mil millones de ingresos anuales; el impuesto a los transportes aéreos, aunque no se llegaba a precisar a qué sectores afectaría (a todos los pasajes, sólo a las clases primera y ejecutiva, a los fletes aéreos) y no sería de todos modos una muy importante fuente de financiamiento; un impuesto sobre la venta de armas, lo que a todas luces no sería ni ético ni moral, ya que resultaría absurdo pretender ayudar a los países pobres a partir de ingresos surgidos de la venta de armas para masacrar a su propias poblaciones; y por último, la propuesta del impuesto Bit que podría aplicarse al uso de Internet, cuyos fundamentos no parecieran tener demasiada aceptación. Según Helmut Reisen, deberían considerarse algunas otras iniciativas relacionadas con el financiamiento del desarrollo, tales como otorgar incentivos a las empresas que inviertan en reducción de la pobreza, o la conformación de fondos especiales dirigidos a nuevas emisiones de Special Drawings Rights (SDRs) por parte del FMI.
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Según Bruno Getin, los únicos impuestos entre los mencionados que merecen especial atención son aquellos que por aplicarse a actividades generadoras de externalidades negativas o efectos negativos desde el punto de vista social justifican su establecimiento. Así como la especulación resulta económicamente negativa, también la contaminación produce efectos nocivos sobre la salud de la población, mientras que Internet no genera efectos negativos evidentes como para incluirla entre los aspectos genuinamente imponibles.
Adhesiones recientes a la idea de establecer un impuesto tipo Tobin Uno de los países que a través de sus organizaciones sociales más ha debatido la necesidad de establecer el impuesto Tobin ha sido Italia. Durante el año 2000 se desarrolló una intensa campaña de recolección de firmas con el objeto de lograr la realización de un plebiscito que permitiera impulsar su tratamiento en el Parlamento italiano. Sin embargo, pese a haber recolectado en muy poco tiempo alrededor de 100 mil firmas, no se logrado aún concretar oficialmente el llamado a dicha consulta popular. También los sindicatos bancarios europeos manifestaron un año más tarde su adhesión a la puesta en marcha de un impuesto a las transacciones financieras. El último Congreso Mundial de la UNI realizado en Berlín en setiembre de 2001 declaró que esta medida constituye una reivindicación del movimiento sindical internacional, y que UNI-Finanzas reclama a la comunidad internacional asegurar el control de los mercados a nivel planetario, y especialmente los mercados financieros en el marco de las instituciones financieras internacionales. El objetivo debe ser, según expresaron, retomar el manejo de los mercados financieros de modo de estimular las inversiones productivas. En Venezuela, el presidente Chávez, según lo anunciara en el Tercer Foro Social Mundial, está decidido a enviar al Congreso de su país un proyecto de ley fundado en la Tasa Tobin, que propone gravar con un 1% a las grandes transacciones financieras internacionales, que según sus propias palabras rondaron los 35 mil millones en los últimos cuatro años, cifra que si se compara con los 100 mil millones del PBI venezolano constituye un monto realmente exorbitante. A fines del año pasado, el gobierno de Alemania anunció su preocupación por la falta de control sobre las entradas y salidas de capital de corto plazo en los países, y el riesgo de que esta actividad afecte a los procesos económicos, agregando que está dispuesto a discutir cuales deben ser los instrumentos a utilizar, incluida la Tasa Tobin. En la Cámara de Diputados del Estado de San Pablo, en Brasil se creó, también en el transcurso de 2002, un Frente Parlamentario conformado por representantes de diferentes partidos destinado a estudiar la puesta en marcha de un impuesto tipo Tobin y a impulsar la creación y la coordinación de organismos parlamentarios similares en el seno de las asambleas legislativas de los demás estados brasileños. Ya en el corriente año, en la Cumbre de los 114 países No Alineados (NAM) realizada en Malasia, el Primer Ministro de la India, Atal Vajpayee, declaró en el acto
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inaugural, refiriéndose a la Tasa Tobin, «creo que ha llegado el tiempo de aplicar este tipo de reforma», insistiendo luego en la necesidad de reorientar el sistema financiero mundial, actualmente al servicio de las economías desarrolladas, con el objeto de prevenir graves problemas económicos en los países en desarrollo.
Algunas opiniones en pro y en contra de la CTT Dean Baker, codirector del Center for Economic and Policy Research de Washington, expresaba que quienes se oponen a la Tasa Tobin sostienen que un impuesto de este tipo sólo sometería a las transacciones al contado (cambio efectivo de divisas), que la mayor parte de las operaciones sobre productos derivados no dan jamás lugar a la realización de operaciones al contado, y que por lo tanto el impacto de la Tasa Tobin sobre los costos en las transacciones de productos derivados sería mínimo. Agregaba que puede ser fácilmente resuelto haciéndolo extensivo a los productos derivados, las transacciones relacionadas con opciones sobre divisas, los contratos a término, los swaps de divisas y otros instrumentos mucho más deseables que las mismas transacciones monetarias. Establecer un impuesto sobre este tipo de transacciones podría generar decenas de millares de dólares de fondos adicionales para financiar el desarrollo. Algunos partidarios de la Tasa Tobin quisieran que las transacciones financieras domésticas, como la venta de acciones y de obligaciones, fueran también susceptibles de pagar impuestos como sucede en muchos países, especialmente en el Reino Unido y Francia. Según su opinión, el problema general de la puesta en marcha de un impuesto Tobin debe ubicarse en el propio contexto. Las tentaciones de evadir un impuesto son proporcionales a su importancia. Por otra parte, es mucho más fácil aplicar un impuesto en un mercado muy concentrado que en uno muy descentralizado. En este sentido, la Tasa Tobin parece ser mucho más fácilmente aplicable que los derechos de autor –que pueden ser considerados como un impuesto recaudado por personas privadas, y por lo tanto un proceso absolutamente descentralizado de más difícil captación. Con relación al monto del impuesto, muchos de los partidarios de la Tasa Tobin recomiendan un valor del 0,1%, mientras que los derechos de autor son efectivamente un impuesto del 100%. Si no existieran los derechos de autor sería posible obtener gratuitamente programas, música y videos en Internet: el precio del producto se debe a la aplicación de los derechos de autor. Esto significa que la tentación de evadirlos es mucho mayor que la de eludir la Tasa Tobin. La mayor parte de estas reflexiones de Dean Baker constituye una respuesta a Helmut Reisen, funcionario de la OCDE, cuyos argumentos sobre la viabilidad de la Tasa Tobin desestiman la idea de que el enorme volumen de las transacciones financieras sea la causa de la inestabilidad financiera suponiendo que el volumen de estas transacciones no tenga nada que ver con la inestabilidad. Las transacciones mismas implican un costo para la economía, dado que movilizan recursos – trabajo y capital – que podrían ser utilizados de otro modo. Esto significa que, si el establecimiento de la Tasa Tobin reduce el volumen de intercambios, disminuirá el derroche de recursos en transacciones. Como todos los costos de las transacciones repercuten en alguna parte -nadie opera gratuitamente- aparecerán en la facturación de los
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bancos, las compañías de seguros u otras instituciones financieras. De modo que en síntesis, añade Baker, la fuerte caída de los volúmenes de intercambio que el Reisen ve como un problema ocasionado por la Tasa Tobin resulta ser una de sus virtudes.
La variante de Bernd Spahn Una de las variantes más interesantes, y acordada ya en los cuatro puntos preliminares anteriormente citados, es la de Paul Bernd Spahn, que propone establecer un impuesto variable: muy pequeño cuando la especulación es moderada, y mucho mayor cuando se producen grandes ataques especulativos, tales como los que quebraron el sistema monetario europeo en 1992 y 1993. Esta propuesta resulta interesante porque instala un área autorizada variable en las tasas de cambio, fuera de la cual el impuesto sería lo suficientemente alto como para frenar la especulación. Dado que, como dice Jean Marie Harribey, la liberalización financiera ha hecho imposible mantener la estabilidad y la autonomía de las políticas monetarias nacionales en el marco de las multinacionales, la propuesta de Spahn permitiría restablecer cierta estabilidad. La idea de establecer un impuesto variable podría ser, según el mismo Harribey, adoptada por sólo un grupo de países. Esto significa que se podría crear una zona experimental del tipo Tobin con un impuesto pequeño para las monedas de aquellos países que no son miembros de la UE pero que deseen adherirse, y una mayor para los demás. Es indudable, finalmente, que los argumentos técnicos son una cosa, y la finalidad política otra. Quienes se oponen no se equivocan; por el contrario, son conscientes de que la propuesta de James Tobin estaba dirigida a ordenar un sistema económico cuyos objetivos eran el provecho pecuniario y la mercantilización de todas las actividades humanas, del conocimiento y de los recursos naturales, y que en consecuencia perseguía imponer en el corto plazo la total libertad del capital y la abolición de toda posible barrera al libre comercio. Nuestro objetivo es lógica y diametralmente distinto: la Tasa Tobin es un instrumento que nos permitiría ir resolviendo los problemas más urgentes mientras seguimos pensando en cómo configurar los tiempos del post capitalismo.
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José Sbattella El Indice de Riesgo Social * Para presentar el Índice de Riesgo Social es necesario hacer un pequeño recordatorio de las circunstancias que motivaron la investigación. El movimiento popular recién se está recuperando del impacto que le provocó la caída del Muro de Berlín y la inmediata implosión de las economías socialistas, quebrando la perspectiva de modelos alternativos al capitalismo. Durante los últimos veinticinco años, el capitalismo triunfante genera no sólo una base económica que es el sustento de las expansiones del control de los recursos naturales por las empresas transnacionales y el sometimiento de los países periféricos, sino también una superestructura coherente con esa base. Yendo al marxismo clásico, la superestructura ideológica e institucional del modelo global tiene instrumentos que justifican, defienden y reproducen el modelo global: organismos internacionales, los organismos de crédito, el Fondo Monetario Internacional y otras estructuras de financiamiento. Y en lo militar tiene la expresión de lo que hasta hace poco era la OTAN, que hoy ha entrado en crisis a raíz de las diferencias entre Europa y Estados Unidos sobre la guerra de Irak. Básicamente, hay una superestructura institucional que genera ideología. Ahora bien, como la dialéctica funciona para todo, y en consecuencia los movimientos de la base económica van generando elementos que cuestionan la visiones vigentes, planteando opciones y las posibles nuevas superestructuras, no sabemos si va a venir un cambio de modelo, y cuánto puede tardar el capitalismo en modificarse. Lo que sí sabemos es que la base económica se mueve, y en la dialéctica genera alternativas y superestructuras futuras, que se van a contraponer contra la vieja superestructura. Marxismo clásico, hasta ahora. ¿Qué significa esto? Que en este movimiento de la dinámica social no sólo tomamos conciencia los opositores al modelo global, sino que también se dieron cuenta los organismos internacionales y las transnacionales de que hay situaciones a corregir dentro de su propia lógica. Los mismos organismos internacionales están planteando la necesidad de crear una DGI mundial, por ejemplo, para recaudar los fondos que ataquen las ineficiencias producidas por las situaciones no deseadas en la provisión de bienes públicos. Vito Tansi, ex Responsable del Fondo Monetario para América Latina, está planteando que hay que atender con recursos globales la ineficiencia de la provisión de bienes públicos internacionales. ¿Cuáles son estos bienes públicos? La eliminación de la pobreza extrema es un bien público, que mejoraría la eficiencia del modelo global. El tema de la inestabilidad del movimiento de capitales es otro bien público. O sea que es muy probable que aparezcan propuestas de los propios organismos internacionales para recaudar impuestos que subsanen los problemas de la provisión de bienes públicos internacionales, nombre que supone un contenido ideológico marcado por la visión neoclásica de la economía. Entonces, como es el esquema que intentan instalar, se nos hace inevitable, más allá de los roles personales circunstanciales, el grado de desarrollo que tenga el
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propio país, o la capacidad de respuesta internacional hoy existente, generar opciones creíbles y discutibles para que en esos foros no quede, como visión racional y posible, la de los organismos internacionales. Hay obligación, lo que no quiere decir que haya poder. Por ejemplo: en la discusión sobre quién recauda los impuestos internacionales, claramente hay que intentar que esos recursos no sirvan para reforzar el esquema de poder global existente. Se nos plantea también otro desafío: no se puede hacer esto sin poder político en algún país o grupo de países, y en consecuencia hay que discutir la responsabilidad de acceder al poder político. Este es otro tema, pero no podemos hablar de las propuestas sin imaginar que sean materializadas. Una región o un país deberán implementar por primera vez la tasa Tobin, y entonces se presentará la discusión real de cómo se reparte lo recaudado. Ahí es que el Índice de Riesgo Social en el que estamos trabajando puede utilizarse. Peleamos en la superestructura organizacional del modelo global y en la implementación de propuestas concretas. Nuestra explicación se acerca al concepto de índice de desarrollo humano, que está teñido de una visión gradualista de las etapas de desarrollo de los países. No hay oposición dialéctica entre desarrollo y subdesarrollo, sólo una cuestión de grado. Hay países más desarrollados, menos desarrollados, y un índice que va marcando el grado de desarrollo, pero no está explicitada la visión centro-periferia. Hay que plantear por un lado lo organizacional, luego cómo se recauda y qué se recauda. Necesitamos resolver donde y cómo se reparte, teniendo en cuenta que nos van a proponer que algún organismo internacional se haga cargo de esto y que la metodología de ese cálculo esté en manos de algún organismo internacional. Tomando el desafío de oponernos al criterio ideológico de lo que significa el «riesgo país», hemos desarrollado el Índice de Vulnerabilidad a la Pobreza, que es el índice de «riesgo social». En Argentina, el «riesgo país» actual está superando los 6.000 puntos, que según el criterio de los sectores financieros representa el riesgo de no cobrar, y en consecuencia justifica las tasas usurarias de los préstamos. Como dicen los economistas liberales: nos fuimos de rango, salimos de la escala normal. En otros países, Brasil por ejemplo, está en 1.000, y es una noticia cotidiana. El riesgo país esta latente, midiendo el grado de incumplimiento, de responsabilidad de los gobernantes respecto de determinados criterios económicos que ideológicamente responden a la aceptación de la subordinación al capitalismo global. Oponiéndonos a eso, presentamos el Índice de Riesgo Social, que puede ser calculado no sólo en la Argentina y sus distintas regiones, sino en todos los países. Se trata de una metodología que utiliza bases de datos estadísticos semejantes en los distintos países. El desafío mayor es que este riesgo social tenga presencia cotidiana, tal como la tiene el riesgo país, que sale diariamente y que se calcula automáticamente utilizando las diferencias entre las tasas de interés nacionales e internacionales. Aparece todos los días porque la consultora que lo difunde desarrolló una metodología ligada a datos generados todos los días.
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La visión que desarrollamos es que los procesos de ajuste estructurales mejoran el riesgo país, pero las políticas de ajuste contraen los mercados internos, y la contracción de los mercados internos aumenta la pobreza. Entonces, en esa lógica perversa de que mejora el riesgo país y aumenta la pobreza, nosotros buscamos un índice que denominamos Índice Ampliado de Vulnerabilidad a la Pobreza, y que toma como variable a determinar la probabilidad de que un sector de la población vulnerable caiga en la pobreza. ¿Qué datos tenemos para este cálculo? Desde el año 1995 se publica la Encuesta Permanente de Hogares, que es presentado anualmente para los meses de mayo y setiembre. Esta encuesta está siguiendo un lote de familias por cuatro ondas seguidas, que permite ver cuál es su historia, si tiene trabajo o no, qué porcentaje de ese sector social está perdiendo el trabajo, y en comparación con la anterior permite ver cómo se amplió la diferencia de ingresos. Es una cuestión que está trabajada seriamente por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC). Aprovechando la masiva utilización de los medios de comunicación y la introducción en el imaginario popular del índice de riesgo país, queremos capitalizar la idea anteponiéndole la del riesgo social. La imagen a presentar es anti-cíclica al riesgo país: cuando el riesgo país sube, el riesgo social tiene que bajar. Esto se ve cuando se grafican los dos en el mismo cuadro. Utilizamos entonces los datos del INDEC, que son semestrales, y presentamos desde 1995 a la fecha un índice que mide la probabilidad de caer en la pobreza de determinado universo vulnerable, que todavía no está en la pobreza, pero podría estarlo en base a su perspectiva en la distribución del ingreso. El índice tiene tres componentes: vulnerabilidad ante la pobreza, incidencia de la pobreza e intensidad de la pobreza. La vulnerabilidad de la pobreza tiene que ver con la fluctuación que se produce en un hogar que vea caer sus ingresos por debajo de la línea de pobreza. La línea de pobreza se mide mensualmente en la Argentina, y utilizamos la del mes que corresponde. En la Argentina hay para cada región una línea de pobreza distinta. Se calcula según el valor de la canasta básica de consumo de supervivencia de cada región. La vulnerabilidad ante la pobreza es el riesgo de que un hogar vea caer sus ingresos por debajo de la línea de pobreza. Además, solo se incluye el sector que pertenece al sector más bajo, que es el quintil más cercano a la línea de pobreza. La incidencia en la pobreza, que es el otro índice que se computa acá, es el porcentaje de personas pobres determinado en cada encuesta. En este porcentaje no interesa ni el tiempo ni el monto de ingresos que tienen, solamente qué cantidad de personas hay por debajo de la línea de pobreza. Y la intensidad de la pobreza es la diferencia entre la línea de pobreza y el ingreso medio de los pobres, de los hogares pobres. En otras palabras, la intensidad es cuánta diferencia más hay entre el ingreso medio de los pobres y la línea de pobreza. Estos tres indicadores estadísticamente presentados en el INDEC todas las veces que se hace el cálculo de la Encuesta Permanente de Hogares.
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El desafío que tenemos a partir de esta situación es que el dato semestral debemos transformarlo en mensual, para competir con el índice de riesgo país. Si fuera posible, quisiéramos tener un índice de riesgo país y un índice de riesgo social diarios: para eso está la econometría. Si la utilizamos bien, podemos presentar proyecciones estadísticas mensuales para los seis meses que separan las encuestas del INDEC. Hacemos lo mismo para el seguimiento de algunos sectores económicos y el nivel de producción industrial de las regiones. Metodológicamente, en este momento estamos buscando el índice más representativo posible del nivel de actividad para correlacionarlo con los resultados del INDEC. Si encontramos una variable que se ajuste en el tiempo con los índices del INDEC, tenemos el índice mensual que nos fijamos como objetivo. Lo estamos desarrollando hasta febrero del 2003. Nuestra intención tiene que ver con la posibilidad de que con esta metodología, desde ATTAC, y trabajando con los institutos e investigadores con los que estamos relacionados, podamos calcular el índice en otros países. La idea es tener un índice de riesgo social global, porque las bases de datos para su cálculo están en todos los países o metodológicamente son parecidas. Casi todos calculan la tasa de desocupación y tienen una encuesta permanente de hogares Se podría llegar a presentar el índice de riesgo social para cada país, midiendo el riesgo de caer en la pobreza en cada uno. ¿Para qué sirve este criterio? Si alguna vez hay que discutir los porcentajes que le tocan a cada país por la tasa Tobin, tendremos un prorrateador consensuado, practicado, hecho con tiempo en algunos países donde el índice de la pobreza debería ser inversamente proporcional a los recursos que se repartan. Es decir, seria un prorrateador posible, a utilizar en una eventual distribución de la recaudación generada por la tasa Tobin. Este es el esquema que presentamos, y queda a disposición de ustedes. Los resultados están siendo presentados en algunos institutos y congresos internacionales. Hemos aprendido en estos largos años de pelea contra el liberalismo y sus defensores académicos -Fundación Mediterránea, FIEL, CEMA- que si no difundimos nuestras investigaciones y ponemos números a las propuestas, se generaliza la visión única y hegemónica. En consecuencia, no solamente se debe expresar el deseo de cambio o la oposición: intentamos presentar también, con rigor científico y metodológico, un instrumento de análisis derivado de una visión alternativa en lo político e ideológico al discurso del modelo global.
Notas *La presentación del modelo puede verse también en el informe especial «Una propuesta metodológica para monitorear la evolución mensual de la vulnerabilidad a la pobreza en la región» publicado en el Informe Económico, N° 9 del Instituto para el Modelo Argentino, disponible en Internet en el sitio www.sitioima.com.ar.
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Jacob Goransky* ALCA e IRAK y la estrategia de un capitalismo que en su crisis sistémica se manifiesta como fascismo ALCA e Irak forman parte de una similar estrategia. Responden a intereses similares, resultan de una historia similar y reconocen a intelectuales, políticos, empresarios, que conformaron y conforman un grupo monolítico de poder que, en el marco de la crisis sistémica del capitalismo, afecta a cada país en particular y a la comunidad mundial. La crisis del capitalismo se evidencia cuando el saldo de sus aportes se torna crecientemente negativo hasta convergir en las dos últimas décadas en una lógica que pone en riesgo a la humanidad. En ella se manifiestan, espacialmente y en forma simultánea, políticas deliberadas orientadas por el poder de gobiernos y estados en defensa de sus Conglomerados Transnacionales (CTN), particularmente Estados Unidos, y la que resulta de la competencia feroz entre los mismos por cada porción del mercado mundial. Fascismo como manifestación del poder estatal de Estados Unidos, como dictadura del gran capital financiero, productivo y de servicio, actualizado al desenvolvimiento de estos años, y que privilegia el interés de sus CTN sobre las instituciones que se gestaron en el capitalismo y otras que se forjaron en la historia de la sociedad. Lo que acontece tenía que acontecer necesariamente. Proviene de las entrañas del sistema, en la medida en que los pueblos no pudieron, por diversas razones, interrumpir su lógica. Denominarlo como fascismo no implica asimilarlo al fascismo hitleriano o mussoliniano, porque los escenarios son absolutamente diferentes. Destaquemos dos hechos: primero, que en aquel momento su derrota fue posible porque los pueblos se impusieron sobre sus gobiernos y por la participación de la URSS; segundo, que vivimos el final de un ciclo irreversible de onda larga en el marco de la Revolución Informacional (RI). U Thant, Secretario General de las Naciones Unidas, dice en su informe de mayo de 1969 titulado «El reto de un decenio: desarrollo global o fracaso global»: «no quiero parecer excesivamente dramático, pero a juzgar por la información de la cual dispongo, como Secretario General, sólo puedo inferir que a los Miembros de las Naciones Unidas quizás les queden diez años más para subordinar sus antiguas querellas o iniciar una asociación global a fin de poner coto a la carrera de los armamentos, mejorar el medio ambiente humano, reducir la explosión demográfica y cobrar el impulso necesario para los esfuerzos del desarrollo. Si tal asociación global no se forja durante el próximo decenio, mucho me temo que los problemas mencionados puedan alcanzar proporciones tan aterradoras que escapen a nuestra capacidad de control». U Thant pone fecha a un cambio en la tendencia de la crisis, pero la crisis viene de antes. Lo acontecido en treinta años demuestra que la advertencia de U Thant cayó en el vacío. Hubo un retorno al funcionamiento del capitalismo emergente del
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siglo XVIII, en el que primaban la codicia, el egoísmo y el individualismo, sin las normas e instituciones que el sistema fue conformando. Se impone que la investigación debe ser sistémica y profundizar en su dinámica. ¿Por qué sistémica? Porque las causas de los problemas que están en los orígenes de la crisis son económicas, sociales, políticas, institucionales, culturales, morales y éticas, y se interinfluencian espacial y temporalmente. ¿Por qué profundizar en su dinámica? Porque hay una Dinámica Sistémica (DS) que subordina a países, pueblos e individuos, y se expresa en una expansión del capitalismo cualitativamente diferente y con efectos sobre el hombre y la sociedad. El punto de partida para abordar la investigación es precisar la caracterización de la crisis. Podría decir que hay una disyunción en los análisis de las diferentes disciplinas alrededor de ese concepto: la mencionada por los economistas no es similar a la concepción del resto de las disciplinas de las ciencias sociales, que tratándose del desenvolvimiento de la sociedad se subordinan a ella. De hecho, los economistas se abrogan el derecho inapelable de no considerar, o descartar, las concepciones y opiniones de las otras disciplinas. Es un tema trascendental a revisar. No hay un solo fenómeno, ni un solo rasgo en la evolución sistémica que no interese a las diversas disciplinas. Siempre fue así, y en la actualidad la metodología utilizada para encarar la coyuntura y las tendencias adquiere particular importancia. La dinámica sistémica neoliberal es una dinámica de crisis, y es necesario reiterar que ella es a su vez la del capitalismo como sistema. Precisar las causas recurriendo a la historia y a la teoría es la única manera de abordar la investigación a fin de diseñar un escenario que nos permita dilucidar una apertura. Pero la historia debe servir para prever, para generar escenarios posibles y proponer acciones concretas.
Privilegiar a la historia y remontarse más atrás de los últimos decenios Con la historia de la humanidad sucede lo mismo que con las ciencias de la naturaleza: el conocer no tiene límites temporales, el infinito está detrás y delante de nosotros. Con cada nuevo cambio y comprensión del presente, se arroja luz para revisar y comprender el pasado. Cuando Federico Engels escribe la introducción a La Guerra Civil en Francia, ya pronostica la Primera Guerra Mundial. Dice en 1891, después de haber destacado el acierto de Marx sobre los acontecimientos acaecidos desde 1871: «¿Y acaso no pende constantemente sobre nuestras cabezas la espada de Damocles de otra guerra que, al empezar, convertirá en humo de pajas todas las alianzas estampadas por los príncipes sobre el papel; una guerra en la que lo único cierto es la absoluta incertidumbre de sus consecuencias; una guerra de razas que entregará a toda Europa a la obra devastadora de quince o veinte millones de hombres armados, y que sino ha comenzado ya a hacer estragos es simplemente porque la más fuerte entre las grandes potencias militares, tiembla ante la imposibilidad de prever su resultado final?». De las palabras de Engels se podía inferir que en su opinión el capitalismo entraba en una época en que se acumularían los perjuicios que inferiría a la humanidad.
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El capitalismo de fines del siglo XIX tenía una crisis larvada que llevaba varias décadas, y por debajo de los ciclos, salió hacia delante con la expansión de capitales y la emigración, en el entorno de la segunda revolución industrial. Al mismo tiempo, la puja inter-imperialista lo condujo a la guerra del XIV. A raíz de ello es posible afirmar que a partir de la crisis de fondo desatada en la segunda mitad del siglo XIX el capitalismo nunca más volvió a ser el mismo, a un costo social y económico tremendo y creciente. La paz cerrada en el ‘18 no fue sino una etapa dentro de la crisis. Al respecto, es útil leer El Precio de la Paz de John M. Keynes, quien afirma que con ella se habían echado las bases para un nuevo conflicto. Keynes hizo semejante prospectiva por haber sido protagonista, y le resultaba claro que se habían impuesto los intereses del poder de los estados-nación y de sus empresas. Ya la Revolución Soviética había significado una gravísima ruptura. La década del ‘20 fue el camino para la crisis de los años ‘30. El «huevo de la serpiente» se incubó en Versailles. Las respuestas capitalistas a la crisis de esos años fueron el New Deal como versión democrática del keynesianismo, y el IV Reich como su versión dictatorial. Al terminar la guerra parecía que aprenderían de las experiencias pasadas, surgiendo la ONU y su declaración de los DDHH y Bretton Woods. Durante veinticinco años creyeron haber conjurado los fantasmas, pero la crisis se había incubado al darle al dólar un privilegio inaudito. Curiosamente, Keynes, que previó los conflictos, fue invocado como el teórico del Estado de Bienestar.
El pronóstico de U Thant y la respuesta desde el poder U Thant hizo un pronóstico correcto porque fue protagonista de esas décadas. La caída del estado de bienestar necesariamente tenía que producirse. En los ’60 EE.UU. reducía su participación en la economía mundial y estaba en juego su liderazgo mundial, en competencia con Europa y Japón. La crisis apareció a fines de los ‘50 y se agravó a lo largo de los ‘60. La respuesta la dio Nixon al declarar la inconvertibilidad del dólar y terminar con Bretton Woods, la estafa más grande en la historia de la humanidad. Ello formó parte de una estrategia acerca de lo que debía hacerse orientada por los institutos que se forjaron en la guerra, y que luego jugaron un papel decisivo para consolidar el poder del imperialismo yanqui. Luego del ‘71, la estagflación impulsó un cambio de premisas, de prioridades y de objetivos que fueron las formas de responder a la crisis. Una crisis deliberada, como la llamó Paul Samuelson, montada sobre la crisis objetiva consecuencia de la propia dinámica de la estrategia keynesiana. La llamada por sus seguidores «revolución keynesiana» había dado todo lo que podía dar, y el sistema recurrió desde el poder, y con todo su poder, a engendrar la contrarrevolución neoliberal. Al igual que en el período anterior, fue el poder de Estados Unidos el que en definitiva impuso las nuevas pautas. El carácter de la hegemonía cambió porque había desaparecido la limitación que le imponía el patrón dólar–oro. A partir de entonces, la hegemonía de los Estados Unidos fue una hegemonía coactiva.
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La conjunción del poder público con la dinámica de crecimiento de las multinacionales produjo cambios que se manifestaron en las formas de propiedad, de competencia, de acumulación de ganancias, y en la retribución del salario. Se internacionalizó el proceso productivo y del trabajo, y se conformó el mercado mundial, una concepción superadora de la del mercado internacional. En ese mercado se manifestaron las contradicciones que se daban al interior de las naciones, a las que se agregó la contradicción entre estados-nación y transnacionales (TN) y hoy las existentes entre ellos y las regiones a su interior. Antes de que se manifestara la crisis aparecieron estudios y propuestas desde sus usinas intelectuales. Recuerdo a Herman Kahn -futurólogo, fundador del Hudson Institut, famoso por su libro El Año 2000- y Bruce Briggs, que publicaron en 1967 un libro denominado Lo que habrá de suceder: década de 1975 a 1985. Luego de identificar a sus enemigos, los autores proponen las medidas a tomar para alejar a los Estados Unidos de las mejores tradiciones liberales, republicanas y democráticas, y consolidar a la derecha y su cultura en el poder. Como buenos futurólogos, pergeñaron los escenarios posibles convenientes a los intereses de sus mandantes: los acontecimientos posteriores evidenciaron que fueron escuchados. En verdad Khan y Briggs se vieron recompensados como pronosticadores cuando Ronald Reagan ascendió a la presidencia de los Estados Unidos, una profecía auto-cumplida. Recordemos asimismo La Era Tecnotrónica de Zbigniew Brzezinsky, o a Henry Kissinger. Los intelectuales orgánicos funcionales al sistema hicieron un buen trabajo; contribuyeron y contribuyen a hacer la historia. También las universidades como Chicago y sus economistas formaron ideológicamente a los que habrían de regir el Estado y los gobiernos, y desde ya, a los medios de comunicación de masas, y por su intermedio a los electores. Pensemos en algunos premios Nobel como Milton Fridman, Gari Becker, Robert Lucas o James Buchanan. Todos permitieron dejar en el pasado a La Nueva Frontera de Kennedy y La Gran Sociedad de Johnson y criticaron fuertemente a Paul Samuelson. No son cosas burdas: la teoría de un nuevo federalismo de Buchanan puede ganar adeptos por postular llevar la democracia y la participación ciudadana a los municipios, que es donde se toman las decisiones y la gente puede participar con más facilidad. La diferencia está en que en su postulación quienes orientan la inversión son los CTN, y lo hacen a través de las fronteras, haciendo perder entidad a los estados-nación. Políticos, ideólogos, pronosticadores y economistas hombres interpretaron la historia en beneficio de sus patrocinantes, formando opinión entre quienes habrían de turnarse en el Gobierno. Para ellos siempre estuvo clara la importancia del poder en el devenir histórico, tema alrededor del cual hay una grave ausencia en las ciencias sociales. Para calificar lo acontecido en los últimos treinta años bastaría destacar el triunfo de la concepción microeconómica sobre la macroeconomía y la imposición de sus paradigmas a la cultura, la moral, la ética y el entorno. Es lo que habilita a afirmar que su predominio mercantilizó las actividades humanas.
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El mundo es mucho más complejo que en cualquier otro momento de su historia. Ya no se trata, como en la época de los clásicos, ni siquiera la de veinticinco años atrás, de lograr proporcionalidad entre dos sectores de la economía. Pensemos en el tigre de Samuelson o en las ecuaciones de Marx. La falta de proporcionalidad en las ecuaciones de Marx, el tigre de Samuelson, o la destrucción creadora de Schumpeter, tenían salida en el mismo ciclo. En este momento de la fase recesiva del ciclo largo, con su gravísimo derroche de recursos materiales, naturales y humanos, es difícil pensar en una salida hacia adelante como antes. La crisis actual, en el marco de la Revolución Informacional (RI), está fundada esencialmente sobre la creciente dificultad de lograr armonía y eficiencia en la asignación de los extraordinarios beneficios que se acumulan y distribuyen crecientemente favoreciendo a los CTN y marginando a los asalariados manuales e intelectuales, sectores de ingresos fijos y PyMES. Ello implica una contradicción entre las necesidades objetivas de la producción y la apropiación de las ganancias generadas. Marx, en Trabajo asalariado y capital, expresa: «Ahora bien, ¿cuál es el costo de producción de la fuerza de trabajo? Es lo que cuesta sostener al obrero como tal obrero y educarlo para este oficio». La educación, la salud, la vivienda, todos considerados erróneamente como bienes en exclusividad sociales, tienen que ver con el mantenimiento, la reproducción y la adecuación de la fuerza de trabajo a las nuevas exigencias de la producción. El conocimiento es el «factor de producción» (denominación neoclásica) de mayor trascendencia, y se asienta sobre la espalda de los asalariados manuales e intelectuales. Norbert Wiener, el padre de la cibernética, señaló en 1950 que, como consecuencia de la aparición de las nuevas herramientas, la actual recesión e incluso la depresión de los años ´30 parecerán una broma simpática. Esto echa por tierra las afirmaciones de perplejidad por lo que hoy sucede. Los resultados de la RI eran previsibles cuando comenzó a manifestarse. El sistema funcionó permanentemente en un marco de crisis que se agrava día a día a pesar de los descensos en las tasas de inflación, de desocupación, o los incrementos de los PBI. El sistema monetario internacional solo logra tener, en sus mejores momentos, un equilibrio inestable. Las contradicciones que antes se manifestaban en el ámbito de las naciones hoy se manifiestan en el mercado mundial, trascendiendo el concepto de tiempo y de espacio geográfico. Todo cambia en segundos y afecta a la economía mundial. Seguramente la capacidad de devaluar las monedas por parte de las naciones (factor decisivo en la crisis de los años ‘30) y regiones, y la capacidad de impulsar reducciones salariales, comiencen a ser el futuro escenario de los conflictos que han de marcar el siglo que comienza. La salida probable dentro de su lógica será de una tremenda desvalorización del capital, en primer lugar del financiero, que dará lugar a una crisis sin parangón en la historia del capitalismo.
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La mundialización económica se manifiesta como dictadura de las Corporaciones Trasnacionales, en particular de los Estados Unidos, ergo fascismo. La globalización financiera se manifiesta como dictadura del capital financiero, y en particular de la Reserva Federal, a través del manejo del mercado de títulos y del precio del dólar respecto de las demás monedas, es decir, fascismo. La reflexión de Engels cobra pertinencia: después de doscientos años, en una gran parábola se actualizó la filosofía del capitalismo concurrencial, con primacía de la microeconomía. Parábola, porque en estos decenios donde se evidencia lo señalado, la teoría–ideología neoliberal, en la práctica concreta, impone políticas que continuamente disminuyen la población activa al excluir, en una selección perversa, a miles de millones de seres humanos en el planeta. Con el funcionamiento a ultranza del neoliberalismo ha retrocedido la democracia, se ha acrecentado la desigualdad, ha desaparecido la fraternidad y se ha limitado la libertad. Nuevamente, como en sus comienzos como modo de producción consolidado y expandido por todo el mundo, el sistema queda prisionero de un grupo pequeño más concentrado y centralizado, aunque no ya monárquico absolutista, como nunca antes: la dictadura del gran capital financiero y productivo. Su consecuencia inmediata fue el surgimiento de una dinámica capitalista que dejó de lado las normas, las reglas de conducta, la moral y la cultura empresaria, afectando las instituciones que lo distinguían, que se manifestaban en un Estado que si bien atendía el interés de las clases dominantes, necesitaba dar respuestas de conjunto, arbitrando entre el Poder Económico y la sociedad. Constituciones, parlamentos, poder judicial, formas electivas que impusieron el gobierno de las mayorías con respeto de las minorías, y gestiones municipales más o menos participativas; instituciones que se generaron en su devenir y conformaron la ya señalada democracia burguesa. El neoliberalismo es el capitalismo del siglo XX y XXI, que enfrenta la crisis más grave de su historia como consecuencia de la aplicación de sus dogmas. Es necesario precisar los rasgos de la crisis, que explican su irreversibilidad: enfrentamos la mayor regresión en la historia de la humanidad. Debemos considerar: - el derroche de los recursos humanos con creciente desocupación, marginación y exclusión social. La población sobrante de Malthus y El ejército de reserva de Marx tienen extraordinaria vigencia a fines del siglo. En los Estados Unidos se ha convertido a la fuerza de trabajo en una mercancía just in time. - el derroche de los recursos de la naturaleza denunciado en las Conferencias de Río deJaneiro y de Kioto. - el derroche de los recursos de capital; entre otros, el derroche del conocimiento y de técnicas aplicadas a la economía de guerra, con destino a los galpones de rezago o guerras puntuales, y a la fabricación de productos fútiles y siempre cambiantes que satisfacen necesidades a un pequeño sector de la sociedad. - el bajo incremento de la productividad por la gestión, privatizada, de la RI.
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Con lo dicho hasta aquí, podemos esbozar un cuadro de situación. La crisis afecta la ciudadanía, la cultura, las instituciones, la ética, la moral, la psicología social, la soberanía y autonomía de los estados-nación. Afecta al individuo como tal y su inserción en el medio; al hombre y su biosfera; al derecho nacional e internacional; a las ciencias de la naturaleza y a las ciencias exactas. Afecta a la democracia e incrementa los riesgos para la supervivencia de la humanidad. Es explicable que en un análisis ahistórico haya quienes opinen que es una recesión como otras, que acabará cuando los stocks se agoten, las acciones recuperen su precio y el consumidor vuelva a confiar en el futuro; se trata de manipular la tasa de interés y la emisión de títulos, y de ayudar a reactivar la economía. Habrá analistas que afirmen, con estadísticas en la mano, que todo es pasajero, que lo sucedido es «externo» al sistema. Pero nada es externo al sistema: los hechos políticos y sociales impactan sobre el desenvolvimiento económico. El enorme desfasaje entre países desarrollados y emergentes, y al interior de los países, entre quienes lo tienen todo los que no tienen nada, se ha convertido en un polvorín. El entorno internacional es suficientemente conflictivo, y la forma en que Estados Unidos ejerce su poder con total desprecio, aún por sus pares, multiplica los conflictos. Cualquier episodio en el rincón más remoto puede hacer saltar una chispa que repercutirá, en primer lugar, en las finanzas, provocando la licuación de los capitales ficticios, el supuesto milagro de los últimos decenios, ya que multiplicaban las ganancias como los «panes bíblicos», huyendo hacia la nada. Es necesario apreciar las implicancias que tienen el poder y el miedo como limitaciones a la libertad de decisión de los individuos, de las sociedades y de las comunidades nacionales y regionales. ¿Cuál es la dificultad mayor que enfrentan los pueblos del mundo?: el poder. ¿Cuál es el arma del enemigo de la humanidad? ¿Cuál su más perfecta forma de coaccionar y chantajear?: el miedo. Miedo que cunde entre los ocupados por perder el trabajo, entre los desocupados por no conseguirlo, entre los pequeños y medianos empresarios por no reunir las condiciones de las transnacionales proveedoras o compradoras. Miedo de los países si se resisten pagar la deuda, o no cumplen en tiempo con los pagos, o tienen políticas autónomas. El miedo es el arma, y el que la sostiene no es ningún fetiche: está identificado por cada ciudadano, en cada pueblo del planeta. En el espacio mundial se condensan las diferentes actitudes que adoptan frente a los fenómenos citados las políticas activas de los estados-nación o regiones, para el caso de la UE, y en particular la de Estados Unidos El agravamiento se debe justamente a la actitud imperial que asumió esa potencia, con absoluto desprecio por la opinión mundial, incluso la de sus pares, especialmente en los temas más graves. Al interior del país, destaquemos: Crear una nueva estructura de seguridad, el Departamento de Seguridad Nacional, que agrupa todas las oficinas de investigaciones al interior y exterior del país, junto al departamento de Defensa y nuevas formas de funcionamiento (un cartero puede denunciar a una familia como sospechosa de acuerdo a su criterio); el anuncio de la privatización de servicios federales
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que conlleva el debilitamiento del sindicalismo; Acta patriótica, aprobada 6 meses después del 11 de setiembre que en su cláusula 215 le da poderes al FBI para controlar lo que leen los americanos por sus compras en librerías y en las bibliotecas públicas y privadas, que no pueden informar de ello a los lectores. También controlan los correos y la Internet. Los sectores más esclarecidos del pueblo estadounidense perciben que la Justicia y el Parlamento, así como el respeto ciudadano, retroceden frente al avance de los sectores más retrógrados. La conducta de la justicia en el caso de los cinco ciudadanos detenidos por intentar llegar a la raíz de los terroristas de la mafia del exilio de Miami es un ejemplo de ello. La ruptura de las instituciones, necesaria para el avance conservador, se compadece con la crisis de su economía. El desempeño de Estados Unidos se puede sintetizar señalando lo siguiente: tasa de ahorro nula, déficit comercial que de acuerdo a las cifras de los últimos meses se puede proyectar a más de $500 mil millones de dólares, déficit fiscal superior a $200 mil millones , deuda pública y privada medida en billones de dólares, tasa de inflación de 6%, tasa de desocupación de 6%, tasas de crecimiento más altas que las del resto de los Países Desarrollados pero muy bajas respecto a las décadas anteriores, y una elevada productividad montada esencialmente en la racionalización y flexibilización laboral. Sin embargo, sus títulos públicos son una inversión-refugio, y su Reserva Federal es de hecho el prestamista de última instancia del sistema financiero mundial. Si consideramos la tasa de interés, similar a la de 1959, año que se señala como el comienzo del fin de la bonanza desde 1945, y los índices de desocupación y de inflación mencionados, podemos afirmar que son síntomas reveladores de la crisis sistémica. El panorama de Estados Unidos descrito es posible porque succiona el ahorro de los Países Desarrollados y aún de los Países en Desarrollo. Para completar el cuadro de las implicancias del ejercicio coactivo del poder del imperialismo de Estados Unidos , agreguemos: - el magro gasto en ayuda a los países necesitados. Aporta entre $ 10 mil y $ 11 mil millones, en tanto que la UE aporta $ 26 mil millones. La relación entre gastos de defensa y de ayuda externa es de 35 a 1 en Estados Unidos , contra 6 a 1 en Gran Bretaña y 1,6 a 1 en Dinamarca, según Paul Kennedy; - el incremento de los gastos de defensa, reanudando la construcción de un paraguas antimisiles. Estados Unidos tiene este año un presupuesto militar de $ 355 mil millones de dólares, $ 37 mil millones de incremento, que representa más que la suma de los gastos de defensa de Francia y Gran Bretaña, y se aproxima a la cifra que gastan las doce naciones que más gastan en defensa, según Paul Kennedy. - a través del Echelon controla las comunicaciones en el mundo entero, poniendo en juego la libertad de expresión y la libertad de información. Todo lo señalado es posibilitado por el dominio de las tecnologías de la información y comunicación, que a su vez es fuente de beneficios para las empresas americanas del sector.
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Con respecto a las relaciones internacionales, destaquemos: - los problemas ecológicos, al afirmar que Estados Unidos no firmaría el Protocolo de Kioto; - la negativa a suscribir un acuerdo para regular la fabricación y venta de armas denominadas «chicas»; - la biogenética, al aceptar que la manipulación genética le sea permitida al capital privado como una mercancía más (al igual que con la industria militar, se da en este caso que en tanto la investigación fundamental se hizo con el presupuesto público, su comercio queda para el capital privado); - la negativa a convalidar el Tribunal Penal Internacional. Lo reseñado culmina en el gobierno de Bush con la declaración del derecho de Estados Unidos a iniciar un ataque preventivo, que rompe una tradición de siglos en el derecho internacional y que ha motivado la denuncia del Vaticano. Debe unirse esa declaración a las afirmaciones reiteradas de Bush cuando dice: «el que no está con nosotros, está contra nosotros». Crisis, políticas deliberadas y lógica sistémica explican la invasión a Irak, que va más allá de la estrategia de Estados Unidos para apropiarse de las fuentes de producción del petróleo del Golfo Arábigo, del Mar Negro, del Golfo Pérsico y de las ex Repúblicas Soviéticas, avanzando sobre el oriente y amenazando a China y la India. Hubo un antes de Irak y hay un después de Irak. En su «patio trasero» impulsa coactivamente al ALCA, en detrimento de los pactos regionales como el MERCOSUR, para introducir por esa vía el Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI). Coacciona a Colombia para subordinarla e impedir la paz con las guerrillas que luchan por la autonomía y soberanía nacional. Utiliza el problema de los cultivos de coca y otros para imponer el Plan Colombia, que responde a una estrategia militar. También con el ALCA hubo un antes y hay un después: lo que está en juego es la soberanía, nuestra posibilidad de ser un estadonación autónomo y libre de toda presión extranjera. Agreguemos la creciente manipulación del desprestigio de las instituciones internacionales, como la ONU, el FMI, el BM, la OMC y las instituciones regionales, para privilegiar sobre ellas el interés de sus CTN económicos y financieros por encima de cualquier otra consideración en la que puedan terciar otros, intereses o países. Lo expresado es el escenario objetivo en que se manifiesta el poder. Y surgen Seattle, Chiapas, los foros sociales de Porto Alegre, Ginebra, Florencia, las luchas contra la guerra y las diversas formas en que los pueblos del mundo lo enfrentan. Es la sociedad civil que resiste y confronta con el capitalismo como sistema, convirtiéndose en un actor trascendental como «agente económico» activo, pero también como actor socio-político que influencia el devenir de la sociedad. Hasta ahora, en los textos de estudio de economía se destacan tres agentes: el Estado, las empresas y las familias. Como una nueva manifestación de la crisis en el final del siglo XX y el comienzo del actual, es necesario agrega a la sociedad civil como otro agente con igual o mayor entidad o jerarquía.
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La sociedad civil ha pasado a ser un actor trascendente que influencia las políticas económicas así como lo socio-político. Un ejemplo es el presupuesto, en el que se evidencian el carácter del gobierno, los intereses que defiende, y la correlación de fuerzas entre capas y clases sociales. Influye asimismo en los derechos humanos concebidos en sentido amplio, la ecología, la antropología, la cultura, la moral y la ética; en los problemas de población y urbanos. Ya es tenida en cuenta por gobiernos, estados, parlamentos, partidos y otras instituciones en cada país y en las relaciones entre países, gravitando también en las decisiones de política internacional, tanto geopolíticas como económicas. Las reflexiones señaladas implican que para superar la crisis hay que superar al neoliberalismo, la propia dinámica sistémica, su lógica de funcionamiento, sus relaciones de propiedad y poder. No será todavía socialismo, pero tampoco capitalismo. La salida a la situación planteada por el capitalismo a la humanidad surgirá de los conflictos y confrontaciones. Serán los mismos pueblos los que irán dando su impronta; no una mente privilegiada, ni tampoco vanguardias esclarecidas. Está claro que el capitalismo siempre encontró una salida. Si su historia probó lo acertado de las conclusiones de Marx y Engels en cuanto al carácter sistémico de sus crisis, también probó que la única posibilidad para los pueblos de superarla es mediante la lucha política, ya que en el desenvolvimiento económico-social la lógica sistémica encontraría sus propios caminos. Debemos darnos cuenta que enfrentamos al fascismo. Habría que reflotar esa imagen de la mujer soviética, tantas veces vista, cuando clamaba al pueblo a enfrentar la bestia nazi. El imperialismo yanqui ha declarado la guerra a la humanidad, y la sociedad civil lo enfrenta. Ese es el desafío.
Bibliografía: U Thant. «El reto de un decenio: desarrollo global o fracaso global», informe de mayo de 1969 en la ONU. Federico Engels. Introducción a La Guerra Civil en Francia. Varias ediciones. Paul Kennedy. Diario Clarín, 7 de enero 2003. CV: Miembro del Consejo Académico de Attac. Miembro de la Mesa de Coyuntura del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA)
Notas: * Recientemente fallecido.
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Horacio A. López Concreción en la Argentina de la estrategia de Estados Unidos para América Latina Así como la voladura del buque de guerra Maine en 1898 le permitió a Estados Unidos involucrarse en la guerra independentista cubana y apoderarse de las últimas colonias españolas -Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las islas Uam-, el atentado a las torres Gemelas se convirtió en el nuevo pretexto para la política imperialista, para aprobar y aplicar la «Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos» que justificó la invasión y el genocidio en Irak. Existen sobre el planeta tres recursos esenciales que se hacen indispensables para la política de dominación imperialista: el agua dulce, el llamado «oro verde» (la biodiversidad), y el petróleo. El Banco Mundial predijo, en uno de sus documentos, que las primeras guerras del siglo XXI serían por el dominio del agua dulce. Se equivocó con la primera, pero no hay duda de que toda la estrategia de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe contiene entre sus objetivos, además de la insurgencia y los procesos radicalizados por cambios sociales, llegar a dominar esos tres recursos que nuestra América posee generosamente.
Objetivo: la Triple Frontera, una de las «áreas sin ley» Con la concepción del nuevo mecanismo del Sistema Interamericano de Defensa (SIAD), complementado con la «Nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos», trágica normativa ya más conocida como Doctrina Bush, el objetivo de la Triple Frontera (TF) ha comenzado a desplegarse. Como se sabe, la denominación se refiere a tres ciudades, Foz de Iguazú (Brasil), Puerto Iguazú (Argentina) y Ciudad del Este (Paraguay), y su entorno, ubicado precisamente en la triple frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina. De acuerdo al SIAD, hay que atender militarmente al peligro del narcoterrorismo y de las «células» dormidas de Hezbolá, Hamas y otras. Para los estrategas del imperialismo, la TF es parte de los llamados «espacios sin gobierno» o «áreas sin ley», entre las que se encuentran, además de toda la extensión de Surinam, el corredor de Tabatinga–Leticia, en la frontera de Brasil con Colombia; la zona de Lago Agrio, entre Ecuador y Colombia; y la selva del Darién, en Panamá. En los primeros días de marzo del 2003, el general James Hill, jefe del Comando Sur de las FF.AA. de Estados Unidos , a cargo de las relaciones militares con América Latina, dedicó parte de su discurso al tema en una conferencia desarrollada en Miami: «hoy en día la amenaza a los países de la región no es la fuerza militar de un vecino o la invasión de un poder extranjero. La amenaza actual es el terrorista, el narcotraficante, el traficante de armas. Esta amenaza es una hierba que es plantada y crece en los espacios sin gobierno, como costas, ríos y áreas fronterizas despobladas» (diario La Nación, 11/3/03). Pocos días después los cables daban cuenta de las declaraciones de Curtis Strable, subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, mediante las cuales, además del conflicto colombiano, el funcionario no dudó en señalar a la TF como una de las áreas que Estados Unidos sigue con mayor atención: «actualmente hay oficiales de enlace de los Estados Unidos que colaboran con policías de los tres países. En la Triple
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Frontera hay tres aspectos que tomamos en cuenta. La utilización que se hace desde Medio Oriente de grupos que recaudan fondos. El apoyo logístico que puede ser aprovechado por grupos terroristas para cometer atentados. Y el comercio en negro, o gris, que sirve al narcotráfico y a los vendedores de armas». Strable agregó que Estados Unidos , al igual que los tres países que comparten frontera, tiene «pruebas de exportación de armas a Colombia, por drogas, y a Brasil. Y todo eso alimenta el narcoterrorismo en el continente» (La Nación, 26/3/03). Los planes yanquis se van avalando con «pruebas» que los mismos medios de comunicación se encargan de aportar. El periodista Nelson Fernández, corresponsal del diario ya citado, escribe el 6/4/03 un artículo con el título «Tras la pista de narcos argentinos», en el que relata «sospechas» de la policía uruguaya sobre «vuelos misteriosos (de avionetas, desde Uruguay hasta la zona de la TF) detrás de los que se puede esconder una trama de tráfico de drogas a gran escala en la que se unen tres países (la Argentina, Uruguay y Brasil) y, tal vez, una organización que llega a las mismas fronteras de Colombia». La escena de materializar el «área sin ley» de la TF se viene montando sin pausas. Ya durante el año 2002 hubo visitas a la zona fronteriza por parte de una misión de legisladores estadounidenses, y posteriormente, en diciembre de dicho año, se apersonó el Coordinador Antiterrorista yanqui, Francis Taylor. En ambos casos los jerarcas norteamericanos aseguraron que la TF es «un nido» de terroristas islámicos, pero nadie vio las pruebas. La Triple Frontera será en un futuro cercano uno de los «ejes del mal» latinoamericanos, y hasta allí vendrán los marines para instalarse en una zona desde la cual dominarán un espacio cercano a las capitales de los tres países involucrados, y la llave de entrada a la Amazonia.
La estrategia separatista Es una política que Estados Unidos e Inglaterra han venido aplicando desde los tiempos de la guerra independentista, cuando lograron abortar el proyecto bolivariano de la Confederación de Repúblicas. En la actualidad vienen alentando esta estrategia como forma de dividir estados no confiables y de dominar territorios que pasen a tener status de naciones. Es el modelo aplicado con Texas en el siglo XIX. Según un trabajo de los venezolanos Luis Britto García y Fermín Toro Jiménez, existen dos formas de estrategia separatista aplicadas por Estados Unidos : la «dura» y la «blanda». Mediante la primera se impulsa la separación lisa y llana de un territorio parte de un Estado bajo la bandera de la autonomía e independencia. Es el caso que se alienta actualmente en la región del Zulia en Venezuela, rica en yacimientos de petróleo, así como en la Guayana en Quito en Ecuador, en Río Grande en Brasil, y también en el norte de México, sin descartar Chiapas, en la dirección de alentar intenciones separatistas como las que se dieron entre los ‘misquitos’ y los angloparlantes de Bluefield en el proceso de la revolución nicaragüense. La estrategia separatista «blanda» presupone empujar a provincias, regiones y departamentos de un Estado nacional a ir logrando mayor autonomía e independen-
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cia del Estado. Tiene que ver con proyectos de federativismos o descentralizaciones extremas: «su objetivo consiste en fragmentar el poder entre las oligarquías locales para impedir a los estados nacionales coordinar cualquier política administrativa, estratégica, económica, social o cultural». Planes de estos tipos se están intentando aplicar en nuestra Patagonia, donde se sabe existen fuentes importantes de agua dulce, energía hidráulica, minerales, gas y petróleo. Como una estrategia de tipo «blanda» podemos ubicar el intento de unificación de poderes provinciales que hace poco declamaran los gobernadores de Río Negro y Neuquén con el pueril pretexto de «achicar gastos administrativos». Como una de tipo «dura», la que la CIA está trabajando para todo el territorio patagónico: el 27 de agosto de 2002, en el diario norteamericano The New York Times, en una nota firmada por Larry Rohter, seguramente uno de esos periodistas que escriben por «encargo», se informaba sobre un «creciente movimiento en Neuquén para separarse del resto del país». Neuquén sería «el centro de un agitado y creciente movimiento para separar a esta región del extremo sur de Sudamérica, rica en petróleo y minerales, del desastre económico que es el resto de la Argentina». Más adelante el escriba de dudoso patrón agrega: «el antiguo resentimiento hacia Buenos Aires se ha intensificado y la autonomía política, la integración regional y hasta la secesión son hoy discutidas abiertamente como posibles soluciones. Una Patagonia independiente sería una nación escasamente poblada, pero próspera». Y remata, mostrando la hilacha: «la región cuenta con casi la mitad del territorio nacional, la mayor parte de sus fuentes de agua dulce y de energía hidráulica y el 80% de su petróleo y gas». Una ignota Junta Promotora de la Independencia Patagónica ha publicado en una página web (www.republikpatagonik.com.ar) una declaración de independencia supuestamente aprobada por el pueblo de la región: «Nosotros, el pueblo de la Patagonia libre, reunidos en las calles, las plazas y las rutas, desde el Atlántico a los Andes, desde el Cabo de Hornos hasta el Río Colorado, hemos decidido por aclamación dejar de pertenecer a la República Argentina, cuyo Estado ha cesado de tener legitimidad en estas tierras australes. Frente a la ausencia del Estado nacional argentino, que ha quedado reducido a las fuerzas represivas y algunos pocos organismos de recaudación tributaria, es menester que el pueblo de la Patagonia ponga fin a las tristes décadas de dominación argentina y recupere para sí el espíritu libertario que sopla en los vientos de las estepas. Los Estados nacionales no son entidades eternas y bien pueden expandirse o dislocarse según sea la voluntad de los pueblos. La anexión de la Patagonia al Estado argentino es una de las páginas más dolorosas de la historia del ahora vecino país...» (sigue la declaración).
Canje o venta de la soberanía En marzo de 2002 una llamativa encuesta preguntaba a los pobladores de la provincia de Chubut si estarían de acuerdo en anular la deuda externa del país con la entrega de la Antártida argentina o con tierras patagónicas, mecanismo psicológico para ir metiendo la propuesta entre la gente sencilla. Un año después, aparece la noticia sobre el debate en Francia, referida a la posibilidad de conciliación de pagos a los organismos de crédito internacionales con la entrega de tierras en la
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Patagonia. Artículos al respecto aparecieron en el diario parisino Liberation el 4 de marzo de 2003, y en el semanario Nouvelle Observateur dos días después. Obviamente, toda esta gran maniobra está impulsada por el Departamento de Estado para dominar la región, según se desprende incluso de sus intenciones confesadas en el documento Santa Fe IV. Son conocidas y se han venido denunciando las compras de extensos territorios por parte de personajes estadounidenses, algunos de ellos vinculados a las esferas del poder republicano. Es el caso, entre otros, de Douglas Tompkins, que ha comprado centenares de miles de hectáreas tanto en el sur de Chile como en la Patagonia. Sus tierras están bajo el régimen de las leyes de impuestos y rentas de Estados Unidos y no bajo las legislaciones argentina y chilena. Los Tompkins, Soros, Benetton, Turner, etc., vienen invirtiendo en este «negocio» millones y millones de dólares. Los intentos de privatizar el Banco Nación y el de la Provincia de Buenos Aires esconden, además de la política de desmantelamiento de la banca pública a favor de la extranjera, el objetivo de quedarse con las aproximadamente 15 millones de hectáreas cultivables que estos bancos detentan por quiebras y endeudamientos de miles de chacareros. Estremece pensar la similitud de este proceso, tanto de radicación de propietarios estadounidenses como de intenciones separatistas, con el que sufriera Texas en detrimento de México a mediados del siglo XIX.
Operativos militares conjuntos y bases norteamericanas en Argentina A partir de las sucesivas reuniones de ministros de Defensa de las Américas desde 1995, las Conferencias Especializadas de la OEA sobre Terrorismo (Lima, 1996 y Mar del Plata, 1998), los Acuerdos de la Triple Frontera, los lineamientos que surgen del Sistema Interamericano de Defensa, el documento Santa Fe IV y la más reciente «Nueva Estrategia de Seguridad de los Estados Unidos «, la ingerencia de Estados Unidos sobre Latinoamérica, y en particular sobre Argentina, ha ido creciendo. En lo que respecta a operativos militares conjuntos entre fuerzas de Estados Unidos y de Argentina y otros países del área, por supuesto bajo el mando del Comando Sur de los Estados Unidos , al tradicional operativo naval UNITAS que viene desarrollándose desde hace décadas se le han incorporado otros, terrestres y aéreos. Durante el año 2000 se realizó en Córdoba el denominado Operativo Cabañas, con tropas de varios países y dirigido por Estados Unidos En la zona mesopotámica, sobre el río Paraná, se realizó el llamado Ejercicio Fluvial IV con 120 infantes de marina estadounidenses y 250 de nuestro país. En el 2001 se repitió el Cabañas en la región de Salta, con la participación de 1.500 efectivos de Estados Unidos , Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador. Llamativamente, el ejercicio se realizó en una de las zonas más conflictivas en cuanto a las luchas piqueteras en aquel momento, violando, al igual que los otros, el artículo 75 de la Constitución Nacional. En el presente año, en Mazaruca, sobre el delta de
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Entre Ríos, se ejercitaron 300 marines utilizando botes de goma, barcos menores y helicópteros. Para completar el cuadro con la participación de las Fuerzas Aéreas, consignemos que en el año 2001 se realizó un ejercicio en San Luis en el que participaron aviones de Argentina y Estados Unidos Está planteado el Operativo denominado «Águila III», que contará con las fuerzas aéreas de Argentina, Estados Unidos , Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay y Bolivia, y se desarrollará en las provincias de Mendoza y San Luis. Se utilizarán más de 70 aeronaves y unos 1.000 hombres, y será el operativo aéreo más grande que se haya realizado en Sudamérica, con un costo estimado en 1.700.000 dólares, aportados casi totalmente por Estados Unidos. Este operativo se ha venido postergando por el masivo repudio a los yanquis que viene manifestando nuestro pueblo, según indican las cifras contundentes de las últimas encuestas, además de a la incomodidad que causa para el gobierno argentino la exigencia norteamericana de lograr la inmunidad para sus tropas, posición de su política exterior a partir de la creación del Tribunal Penal Internacional. En lo que respecta a bases militares, además de la existente en las islas Malvinas perteneciente a Gran Bretaña, aliada de Estados Unidos, existe un destacamento semi-permanente de marines en islas del delta del río Paraná, próximo a la ciudad de Zárate. En 1999 el gobierno de Menem ofreció al Pentágono los terrenos de la Escuela de Monte que el Ejército Argentino posee en la zona selvática de la provincia de Misiones para el entrenamiento de boinas verdes. A esto hay que agregar que dicha provincia firmó un convenio con los marines para hacer un monitoreo de enfermedades tropicales como el dengue, excusa que los yanquis aprovechan para sus objetivos encubiertos. En los planes del Comando Sur de Estados Unidos figura la instalación de una base en la provincia de Salta, presumiblemente para control aéreo, con el argumento de las rutas del narcotráfico. Ya funciona en Salta una oficina de la División Antinarcóticos (DEA). Se ha hablado también de la instalación de otra base en la provincia de Chubut. Pero lo más concreto es la que se erigirá en Tierra del Fuego, para la cual ya existe el decreto de autorización (Nº 1639/01) firmado por el gobernador Manfredotti por pedido de la presidencia de De la Rúa, por medio del cual se instalará una base militar de Estados Unidos en Laguna del Indio, a 15 Km. al sur de Tolhuin, con el fin encubierto de implementar el Sistema Internacional de Vigilancia para la Prevención y Prohibición de Ensayos y Explosiones Nucleares. En realidad será funcional a la llamada Red Echelon, que es el sistema de Espionaje Internacional que intercepta todas las comunicaciones mundiales electrónicas. Además se inscribe en la necesidad del imperialismo de controlar el paso interoceánico, tal cual se plantea en el Santa Fe IV. Este panorama se completa con informaciones que hablan de una política de desmantelamiento de las bases argentinas en la Antártida, con el argumento de falta de presupuesto para su mantenimiento.
Luchar por la liberación En la actual coyuntura internacional, en la que Estados Unidos pretende erigirse en gendarme de todo el mundo, la guerra por conquistas no está lejos de noso-
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tros. América Latina y el Caribe están en la mira del imperialismo, tanto por sus inmensos recursos, de los que necesitan apropiarse, como por los procesos de luchas que existen y quisieran abortar. Estados Unidos quiere aplicar y ya aplica dos brazos de la estrategia de dominación en el área: uno es el del ALCA, y el otro el estrictamente militar, directa o indirectamente. Son varios los países que entran en la categoría de objetivo para los yanquis. En primer lugar Cuba, bastión irreductible para todos los latinoamericanos y caribeños. Le siguen Colombia con la existencia de poderosas fuerzas insurgentes, Venezuela con su revolución bolivariana, Brasil, Bolivia, y todos los países en que las masas se alzan contra el neoliberalismo y por sus reivindicaciones de cambios. Argentina está en la lista: la Argentina impredecible que surgió con fuerza a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001. Los hechos aquí apuntados muestran que los planes de dominación total de Estados Unidos están en marcha en la Argentina, como lo están en gran parte de América Latina y el Caribe. Derrotar estos planes estratégicos del imperialismo es la gran tarea en el marco de la lucha por la segunda y definitiva independencia de Hispanoamérica, que tendrá éxito en la medida en que podamos construir la gran alternativa unitaria antiimperialista en el país y en todo el territorio continental, llamada a lograr la liberación y a conformar la gran Confederación de Repúblicas Socialistas de América latina y el Caribe. Bibliografía Isa Conde, Narciso. Los Halcones Atacan. Estrategia de Estados Unidos en el siglo XXI y alternativa revolucionaria Santo Domingo, Editorial Tropical, 2002. Eyerbe, Luis Fernando. Los Estados Unidos y la América Latina. La Construcción de la Hegemonía. La Habana. Fondo Editorial Casa de las Américas. 2001 López. Horacio. «Santa Fe IV, Estrategia para América Latina», en «Santa Fe IV en los tiempos del Plan Colombia» AAVV. Bogotá. Ediciones Nuestra América. 2001. Cemida (Centro de Militares por la Democracia). Ponencia sobre el Sistema Interamericano de Defensa, presentada en el Cuarto Congreso Anfictiónico Bolivariano. Buenos Aires, nov 2001. Bruzzone, Elsa; Cnel. (R) García, José Luis; Cnel (R) Ballester, Horacio. «La patraña del peligro terrorista en la Triple Frontera», ensayo, mimeo. Banco Mundial, Proyecto para la Protección Ambiental y Desarrollo Sustentable del Sistema Acuífero Guaraní. OEA, Banco Mundial, FMAM // Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, Montevideo, Uruguay, Secretaría General, s/f, en internet, http://www.oea-uruguay.org.uy/ acuifero_guarani.htm. Pinzón Sánchez, Alberto. «Operación Geoestratégica Global de EE.UU. para anexar a América Latina», ensayo. Resumen Latinoamericano, en internet, s/f, http:// www.nodo50.org/resumen/resumen66/geoestrategia.htm Artículos periodísticos en diarios y latinoamericanos.
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Claudia Korol Argentina: bases para la militarización de la política y la economía, la cultura y las relaciones sociales La burguesía norteamericana, en su batalla por mantener y ampliar su hegemonía en el mundo, ha desatado una agresiva disputa por el control de los pensamientos y sentimientos de hombres y mujeres, por la manipulación del sentido común, de las nociones sobre los alcances y límites de la autodeterminación de los pueblos y de las naciones, de las ideas sobre el valor y el precio de la vida y de la muerte, por el acceso irrestricto a los territorios que guardan riquezas no renovables y resistencias no negociables. El imperialismo norteamericano libra una intensa lucha por afirmar su capacidad de dominación, frente a las posibles competencias imperialistas y a la continuidad de la batalla emancipatoria de los pueblos. En pos de este objetivo está procediendo a un nuevo reparto del mundo, apelando para ello a guerras e invasiones, y a mecanismos de chantaje como la deuda externa, planes de integración subordinada como el ALCA, y proyectos de militarización como los llamados Plan Colombia y Plan Puebla-Panamá. Para viabilizar este proceso, que incluye el fortalecimiento de las relaciones de subordinación de los ejércitos latinoamericanos al mando del Pentágono, y el establecimiento de bases militares en América Latina, cuenta con la cooperación de la mayoría de los gobiernos del continente, e intenta doblegar las resistencias que existen por parte de Chávez en Venezuela y Lula en el Brasil, así como aislar y acosar a la Revolución Cubana. Es un plan de dominación de alcance mundial. No reconoce, por lo tanto, límites geográficos, políticos ni éticos. Es la palabra de la fuerza para asegurar el interés norteamericano. En esta perspectiva se inscriben los planes para Argentina, que presenta interés tanto por las enormes riquezas naturales que posee -fieramente disputadas por las trasnacionales a pesar del enorme saqueo y devastación de recursos ya realizados-, como por la explosión de desobediencia que derribó al gobierno de Fernando De La Rúa y Cavallo en las jornadas de rebelión del 19 y 20 de diciembre del 2001 y la crisis de gobernabilidad posterior. El ALCA necesita una América Latina subordinada y dócil, en lo posible estable en su gobierno, y aplastadas sus resistencias. En estas direcciones -apropiación de recursos y disciplinamiento del conflicto social- actúa el bloque de poder, en consonancia con los intereses norteamericanos en la región. Para ello avanza en la militarización del país, que abarca desde los proyectos de instalación de bases militares norteamericanas hasta los ejercicios conjuntos de fuerzas armadas del continente que tienden a una participación común en el Plan Colombia o en acciones contrainsurgentes en el país. Estos factores “militares” van siendo acompañados de cambios en la legislación que favorecen y posibilitan el crecimiento de la injerencia militar en la vida civil y de la presencia militar extranjera en el país -a costa de afectar la soberanía argentina-, y de una sostenida acción de disciplinamiento, por cooptación o mediante la represión de
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los movimientos populares, tendiente a revertir el clima de rebelión que se extendió desde finales del 2001 hasta mediados del 2002 en el país.
Bases y operativos militares conjuntos en Argentina Hay varios aspectos no suficientemente conocidos de los planes de militarización de la Argentina que actúan como sostén del ALCA en una estrategia global, que requiere fortalecer al mismo tiempo el poder de la burguesía local. Entre los proyectos en curso, podemos considerar: los ejercicios conjuntos entre las fuerzas armadas argentinas y otras fuerzas armadas latinoamericanas, bajo la dirección del Comando Sur; los proyectos de instalación de bases norteamericanas en nuestro territorio; la militarización de regiones completas del país; el crecimiento de la represión directa y de la legislación represiva, así como la fascistización del discurso político y de la propaganda en algunos de los medios masivos de comunicación, en relación a los temas de “seguridad”. Los documentos militares de los años ‘90, en la perspectiva de la guerra de baja intensidad, han venido preparando el terreno para una acción más agresiva, de media -y si fuera necesario de alta- intensidad en la región. Actualmente hay diferentes informaciones sobre la presencia de marines en el país, pero es necesario recordar que ésta ya se registra desde 1993, cuando tropas norteamericanas hicieron maniobras en Misiones, con la presencia del comandante general del ejército sur de Estados Unidos, general George Cracker, mientras en Córdoba otro grupo de tropas realizaba actividades similares bajo el nombre de “ejercicios de gabinetes de comandos”. En ese mismo mes -entre el 6 y el 10 de septiembre- ya se habían realizado ejercicios militares en Misiones ‘para perfeccionarse en tareas en zonas de espesa vegetación selvática’”. A mediados de 1996 una información periodística reveló que existía un Proyecto de Seguridad presentado por Argentina a Brasil que suponía la intervención militar en “procesos de desestabilización social, cultural y política en los estados partes”. Más allá de los planes de instalación de bases militares extranjeras en la Argentina, hay que recordar que ya existen enclaves que integran este esquema estratégico de control, como son: 1) La base militar inglesa de las Islas Malvinas, con capacidad de almacenar armas de destrucción masiva y operar aviones de gran tamaño, constituye una pieza clave para la OTAN en el control del Atlántico Sur, la Antártida y la confluencia de los océanos Atlántico y Pacífico. Según trascendidos del año 1999, por un acuerdo entre los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos, esta base se ampliaría con una base naval conjunta con capacidad de dar cabida a 13 mil efectivos. 2) En la capital de la provincia de Salta funciona una oficina de la División Antinarcóticos de Estados Unidos (DEA) con efectivos de gendarmería y policía argentinos, bajo la supervisión de tropas norteamericanas. La región que va de la ciudad de Salta hacia la frontera con Bolivia está absolutamente militarizada, con controles de gendarmería a lo largo de las carreteras que ejercen un operativo intimidatorio permanente, asumiendo tareas represivas directas en los momentos de crecimiento de la lucha social. Vale recordar que es ésta una región rica en petróleo,
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en minerales, y que ha sido escenario de importantes puebladas, como las que se han desarrollado en General Mosconi y en Tartagal. 3) Fue denunciada -y negada por el gobierno, aunque varias veces confirmada por los pobladores de la zona- la presencia de un destacamento norteamericano en las islas del delta del río Paraná, en proximidad del estratégico puente Zárate-Brazo Largo, que conecta la zona metropolitana con la Mesopotamia y las rutas a Uruguay y Brasil. En esa parte del delta se hicieron en los años 2000 y 2001 maniobras conjuntas con marines norteamericanos. 4) El gobernador de Tierra del Fuego Carlos Manfredotti, firmó el año 2002 el decreto Nº 1.369 que autoriza la instalación de una base del Sistema Internacional de Vigilancia para la Prevención y Prohibición de Ensayos y Explosiones Nucleares en la ciudad de Tolhuin, en el centro de la isla. 5) En Córdoba se realizó en agosto de 2000 el denominado Operativo Cabañas con tropas de varios países, entre ellos Estados Unidos 6) En los años 2000 y 2001 se realizaron en la provincia de Salta los Operativos Cabañas, con la participación de 1.500 oficiales de Chile, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay, dirigidos por el Comando Sur del Pentágono. Estos operativos fueron hechos sin autorización del Congreso, aunque según la Constitución Nacional la misma es obligatoria para el ingreso de tropas extranjeras al país. Según documentos del gobierno argentino, el objetivo de este entrenamiento sería crear un “comando militar unificado” para combatir el “terrorismo en Colombia, además de un campo de batalla compuesto por civiles, organizaciones no gubernamentales y potenciales agresores”. Este comando actuaría en la región de la Triple Frontera entre Brasil, Paraguay y Argentina. 7) Para este año están anunciados ejercicios militares con la presencia de marines norteamericanos en las provincias de Mendoza y San Luis. Todos ellos son parte de la preparación de una eventual intervención militar conjunta de los ejércitos latinoamericanos, y apuntan a ir dejando establecidas las premisas para un presencia militar norteamericana permanente en Argentina, que se extendería hasta la región más austral.
La legislación que pretende legitimar la presencia militar norteamericana El documento preparado por la Secretaría de Asuntos Militares, la Subsecretaría de Políticas y Estrategia y la Dirección Política del Ministerio de Defensa de Argentina bajo el gobierno de Carlos Saúl Menem proponía la intervención militar para prevenir estallidos por causas diversas como “indigenismo, subversión, terrorismo, narcotráfico, factor campesino”, y manifestaba la intención de “desarrollar estrategias de anticipación a partir de la detección temprana de los riesgos y amenazas comunes”. Para ello se impulsaron acuerdos de seguridad entre los países del MERCOSUR y acuerdos en relación al control de la Triple Frontera. La política menemista de relaciones carnales con Estados Unidos , llevada adelante durante una década, ha avanzado en proyectos concretos de militarización del país que fueron continuados por sus sucesores, Fernando De La Rúa y Eduardo
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Duhalde. Fue Duhalde quien remitió a la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados el proyecto de ley que autoriza el ingreso al país de personal militar extranjero para realizar ejercicios militares. La iniciativa faculta al Poder Ejecutivo a otorgar, si lo considera conveniente, privilegios e inmunidad al personal militar de otros países durante su permanencia en el territorio argentino. También en esta dirección se encuentra el proyecto impulsado por el ministro del Interior del gobierno de Duhalde, Jorge Matzkin, y el secretario de la SIDE, Miguel Ángel Toma, para que se apruebe en el Senado de la Nación una ley “antiterrorista” que pretende legalizar el espionaje interno y devuelve a las Fuerzas Armadas la posibilidad de realizar tareas de inteligencia y cumplir un rol policial. En los fundamentos, el proyecto de ley menciona la Triple Frontera como santuario de delincuentes y células terroristas. Con esta ley se pretende que las Fuerzas Armadas recuperen, junto al rol policial que desempeñaron hasta 1983, un lugar de mayor decisión dentro de la política argentina, como reaseguro de los intereses del capitalismo global. Concientes del repudio social cosechado durante la dictadura, se intenta revertir esta situación haciendo pasar una legislación que autoriza su directa intervención en el control del conflicto social y en la coordinación de estos esfuerzos con sus “pares” de América Latina, subordinados ideológicamente y políticamente a las políticas del Pentágono. El pedido de Estados Unidos de inmunidad para su personal ante un posible requerimiento de la Corte Penal Internacional fue el factor que impidió la realización de maniobras con la presencia de marines norteamericanos en la provincia de Misiones en el mes de octubre del año 2002, según admitió en conferencia de prensa el ministro de Defensa Horacio Jaunarena. Y para subsanar las dificultades legales se realizó el proyecto de ley que se encuentra en la Comisión de Defensa de Diputados.
La Triple Frontera Durante el gobierno de Carlos Menem se firmó a principios de 1998 el Acuerdo de la Triple Frontera, cuyo objetivo era la coordinación militar y de seguridad para reprimir las movilizaciones populares en la región. Los medios locales informaron que fue la CIA la que advirtió al gobierno de Menem sobre la posibilidad de que la Triple Frontera sirviera como “plataforma de atentados terroristas”. En diciembre de 2001 Francis X. Taylor, entonces Coordinador de Antiterrorismo del Departamento de Estado de Estados Unidos , declaró en Asunción del Paraguay: “organizaciones extremistas del Islam, como Hezbolá, Hamas, al Gamaat al Islamyya y otras utilizan esta zona pujante como base de apoyo al terrorismo”. El comandante en jefe interino del Comando Sur del Ejército norteamericano, Gary Speer, afirmó que su fuerza “reconoció (en la Triple Frontera) una amenaza terrorista viable en América Latina mucho antes del 11 de septiembre”, y que si esa amenaza “no es expuesta y removida, representa un potencial de peligro tanto para nuestra seguridad nacional como para la de nuestros vecinos” al informar al parlamento sobre la “Guerra contra el terrorismo y la política estadounidense en Colombia”. También sostuvo que sus fuerzas de inteligencia monitorean “actividades terroristas desde hace años, incluyendo incidentes como los ataques con bombas contra la embajada israelí en Buenos Aires y la sede mutual judía en la Argentina, en
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1992 y 1994, atribuidos a Hezbolá”, aunque esto nunca haya sido comprobado, y los atentados a los que se refiere nunca fueron esclarecidos, existiendo importantes denuncias de los familiares de las víctimas sobre las interferencias permanentes a las investigaciones judiciales y a los mismos procesos por parte de funcionarios políticos y miembros del Poder Judicial. Al comenzar el año 2002 la provincia de Misiones firmó un convenio con los marines para hacer un monitoreo de enfermedades tropicales como el dengue. El diario electrónico Misiones On Line informaba que “Los Estados Unidos desembarcarán en la región para ayudar en ‘seguridad ambiental’. Fuerzas de seguridad y ambientalistas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Estados Unidos , Uruguay y Paraguay acordaron que el Comando Sur de la armada norteamericana ayude en defensa, seguridad y desarrollo ambiental. Con esta decisión, la seguridad ambiental será administrada por las FF.AA, con apoyo del Comando Sur”.1 Un mes después el mismo medio informó en tapa que el representante norteamericano para América Latina, Otto Reich, sostuvo que el terrorismo y la violencia política aún persisten en el hemisferio: “organizaciones terroristas operan en Colombia, Perú y en la zona de la Triple Frontera, entre Argentina, Paraguay y Brasil”.2 El 26 de diciembre del 2002, se realizaba en Iguazú un encuentro antiterrorista entre Paraguay, Brasil, Argentina y Estados Unidos . Como conclusión se informó que: “resultado de la reunión mantenida, Estados Unidos destinará un millón de dólares a la Triple Frontera para investigar relaciones con el terrorismo”.3 “A Estados Unidos le preocupa que las actividades ilícitas en el área de la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay financien el terrorismo, y el gobierno estadounidense se ha comprometido a colaborar con estas naciones para atender esta amenaza”, dijo J. Cofer Black, Coordinador para Antiterrorismo en el Departamento de Estado. Otra conclusión de la cumbre que mantuvieron en Iguazú es que Estados Unidos también “cooperará” en el patrullaje de los ríos de Argentina, Paraguay y Brasil. Los delegados diplomáticos de los cuatro países coincidieron en implementar un mecanismo de patrullaje conjunto en los ríos de la región, para lo cual se coordinarán los recursos disponibles como una forma más de prevenir acciones vinculadas con el terrorismo. A pesar de todos estos esfuerzos, en la audiencia realizada en el Senado norteamericano para confirmar su nominación, el nuevo embajador de Estados Unidos en Argentina, Lino Gutiérrez -un cubano americano que nació en Cuba y creció en la Florida-, manifestó que quiere mejorar la cooperación que ya existe entre Estados Unidos y Argentina en materia de contraterrorismo, fundamentalmente en el área de la Triple Frontera. Lo cierto es que la Triple Frontera es una región estratégica para Estados Unidos como puerta de acceso a la región amazónica, como reserva de agua dulce –una de las más importantes del mundo- y por sus riquezas en biodiversidad. En un trabajo elaborado por la Prof. Elsa M. Bruzzone y los Cnls. (R) José Luis García y Horacio P. Ballester del Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA) se destaca el significado del “acuífero guaraní”. Se señala en la investigación que el acuífero guaraní está situado entre los paralelos 16° y 32° de latitud
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Sur y los meridianos 47° y 56° de longitud Oeste; se extiende por las cuencas de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay... Es una de las mayores reservas de agua subterránea del planeta estimándose la misma, hasta hoy, en unos 50.000 kilómetros cúbicos. La recarga se estima entre 160 y 250 kilómetros cúbicos por año y explotando 40 kilómetros cúbicos por año podría abastecerse a unas 360.000.000 de personas con una dotación de 300 litros por habitante diariamente. En vastas regiones presenta surgencia natural... Constituye el Guaraní la principal fuente de suministro de agua potable para abastecimiento urbano, industrial y agrícola. Las áreas de recarga y descarga del Guaraní y las áreas donde existen una alta concentración de usos y usuarios, se consideran áreas críticas (hots spots): Concordia (Argentina) Salto (Uruguay), Rivera (Uruguay) – Santana do Livramento (Brasil) - Ribeirao Preto (Brasil). Pero el área más importante y fundamental de recarga y descarga es el corredor transfronterizo entre Paraguay, Brasil y Argentina, y este corredor está en la zona de la Triple Frontera. También existe interés por parte del gobierno norteamericano de establecer un lugar de control permanente sobre este territorio en el que cobra fuerza la resistencia de los movimientos de campesinos sin tierra de Brasil y Paraguay, a quienes en diferentes documentos norteamericanos señalan como una posible “amenaza” y un “mal ejemplo”. Estos movimientos campesinos, que avanzan en la coordinación de sus acciones, que tienen entre otras prioridades la lucha por la tierra y la batalla contra el ALCA, se han vuelto una referencia para diversos movimientos populares del continente.
El remate de la Patagonia La Comunidad Mapuche Pillán Mahuiza escribía recientemente una carta a los movimientos populares desde la provincia de Chubut: “necesitamos urgente de su compromiso activo para evitar juntos la subasta de nuestro territorio. El 11 de octubre del año pasado un puñado de hombres y mujeres de las comunidades mapuches de Cerro Centinela, Pillán Mahuiza, Lago Rosario, y Sierra Colorada, cortamos la ruta 259 de la ciudad de Esquel en contra de la subasta de nuestro territorio. Aquella jornada estuvo signada por la soledad, la perenne lluvia mojó no sólo nuestro cuerpo sino inundaba de tristeza nuestro espíritu, ilusamente creímos que de todos los sectores sociales se sumarían al piquete a repudiar la entrega de nuestro territorio, ya que bosques, lagos, ríos son entregados cotidianamente a manos extranjeras, sólo obtuvimos dos adhesiones en aquella oportunidad, mientras que un importante número de curiosos se concentraron en las márgenes de la ruta a contemplar el despliegue represivo sobre nosotros... El resultado de aquella jornada es el procesamiento y embargo al peñi Martiniano Jones Huala y la lamguën Moira Millán, fallo del juez federal Leonidas Moldes, de San Carlos de Bariloche. Sin embargo no hemos escarmentado, aferrados a la idea de que éste debe ser un compromiso de todos y una lucha nacional, o mejor aún una lucha de todas las naciones originarias y de todo el pueblo argentino, hemos vuelto a soñar y en nuestro sueño hemos visto multiplicarse con alas de cóndor, a aquel puñado de hombres y mujeres, que aquel 11 de Octubre dijo NO, no permitiremos ni un desalojo más, ni un alambre más cercando nuestros ríos, bosques y lagos, ni la instalación de emprendimientos
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desarrollistas que sólo traen miseria y destrucción de nuestra Mapu. Pero sólo es posible cristalizar el sueño con la participación de ustedes, y que el grito vociferando el NO sea uno pero el más fuerte, el grito del arco iris, de muchos colores, de distintos sonidos, de diversidad de culturas y el de muchas voces milenarias antes acalladas pero ahora ensordecedoras, el de la dignidad, el de la bronca, el del derecho y de la libertad, el grito que no se silencia con dólares ni se lo aplasta con tanques, al que nunca podrán fusilar ni sujetar con barrotes, el que aún hoy anida en el fondo de nuestra Mapu (tierra) y emerge con la fuerza de nuestros antepasados, de los hijos de la tierra, de milenaria presencia, que hoy cobran formas e imágenes diversas, piqueteros, campesinos, etc. Que impregnan de identidad una Argentina europeizada, ese grito portaremos para marchar junto a ustedes en Bs. As. el 24 de abril a las 15 hs. desde Plaza de los Congresos a Plaza de Mayo, dos objetivos tenemos con esta marcha: comenzar a concientizar a todos los argentinos que el próximo Irak bien podríamos ser nosotros, los buitres internacionales ven con ambiciosos ojos a la Patagonia y saben que la guerra del futuro es por el agua, y quien controle el agua tendrá el poder, mientras nos pretenden entretener con el juego electoral ya se están comprando por migajas nuestro territorio. Es por ello que no podemos perder tiempo. También buscamos que por primera vez en la historia el pueblo argentino salde su deuda moral con los hijos de la tierra, hasta hoy negados, despreciados, ignorados, y reconozca no sólo su verdadera historia sino su existencia y reclamos, y que no nos apoye sino sea parte de la defensa de nuestros derechos. Debemos no sólo defender la diversidad biológica sino también cultural de nuestro país”. Otra región estratégica en los intereses imperialistas es la Patagonia. Las cinco provincias de la Patagonia abarcan la mitad del territorio argentino, con 17,6 millones de km2. Allí se encuentra una gran parte de los recursos naturales, algunos no renovables, de la Argentina: reservas de petróleo, de gas, oro y otros minerales, así como manantiales de agua potable. El Premio Nobel de Economía Joe Stiglitz, ex Funcionario del Banco Mundial, afirmó que la Enron, cuyo presidente Ken Lay fue el principal aportante para la campaña electoral de George W. Bush, está realizando una lenta tarea de acopio de las principales fuentes de agua potable del mundo, incluyendo la región de los Grandes Lagos en el Norte de Estados Unidos y la Patagonia Argentina, debido a que sus proyecciones indican que ese recurso será crítico y estratégico a lo largo de este siglo, por lo cual hay que tomar posiciones desde ahora para controlarlo. En este contexto hay que interpretar también la firma del Tratado Minero ChileArgentina gestado durante presidencia de Menem entre 1991 y 1999: un mega-plan de “crecimiento” y “desregulación” que pretende transformar la cordillera de los Andes en uno de los distritos mineros más grandes y privado del planeta. Recientemente, la población de Esquel ha denunciado y se ha opuesto a la explotación de una mina de oro proyectada por la Meridian Gold. Al mismo tiempo, la población mapuche de la región ha denunciado el desalojo de sus tierras de numerosas comunidades mapuches. En un estudio realizado por intelectuales y científicos sobre las consecuencias de la explotación minera en la región de los
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bosques patagónicos se señala que ésta “significaría, lisa y llanamente, la transformación y devastación de una gran cantidad de cerros y valles, la tala rasa de bosques nativos y el consecuente impacto negativo sobre las poblaciones humanas y las actividades económicas asentadas en la región. Esta población vive desde hace más de un siglo en base a la utilización de los recursos naturales renovables del área. La minería en gran escala también implicaría un ataque directo a la base económica, a las visiones del mundo y a la vida de comunidades mapuche y tehuelche que aún resisten en esta región (más del 40 % de la población regional tiene algún ancestro mapuche o tehuelche) y que la habitan desde tiempos inmemoriales. El proceso de explotación del oro planeado, de ser aceptado por las autoridades nacionales, provinciales y municipales, utilizaría 6 (seis) toneladas de cianuro por día en una de estas minas. Tal despropósito involucra el altamente riesgoso transporte por mar y tierra de ese químico y la posterior liberación de sus productos de descomposición y de metales pesados a los cursos de agua, a las aguas subterráneas, a los suelos y finalmente a toda la cadena alimenticia. La voladura de más de 42.000 toneladas de roca por día y su posterior molienda, además de los problemas inmediatos de polvos en suspensión, dará origen en cada mina a los conocidos drenajes ácidos y a la solubilización de metales pesados, que pueden persistir por siglos, con sus secuelas de irremediable contaminación tanto de las cuencas del Atlántico como del Pacífico. Esto significaría la incalculable pérdida de calidad de vida, de biodiversidad y de potencialidad económica, contrariando en forma absoluta cualquier principio de utilización de recursos de una manera ambiental y socialmente sustentable y equitativa. Como contrapartida, el capital especulativo transnacional, necesariamente asociado con un poder político local para llevar adelante semejante atentado, vería rápidamente engrosadas sus ganancias para marcharse una vez el recurso se agote, dejando que los costos y las consecuencias de la devastación, en muchos casos irreversibles, sea asumido por las comunidades locales y regionales”4. En definitiva, los intereses económicos en juego son los que están detrás de los proyectos de establecimiento de bases militares también en la región patagónica.
¿Cómo actuar? ¿Piedras contra misiles? Cada vez más se ponen en el debate de los movimientos populares las relaciones existentes entre economía, política, militarización del país y vida cotidiana. La denuncia sobre los objetivos estratégicos del ALCA comienza a difundirse entre los sectores militantes, aunque todavía no son conocidos suficientemente por la sociedad. La presencia de bases militares, o de operativos militares conjuntos con participación norteamericana, comienza a ser denunciada por sectores y organizaciones populares. Recientemente se realizó en la provincia de Córdoba un escrache a Lockheed. En las consideraciones de los movimientos que lo promovieron se expresaba: “¿por qué escrachamos a Lockheed? Porque esta empresa es la principal corporación estadounidense dedicada a la producción de aviones, helicópteros y armas con que se está masacrando al pueblo de Irak, destruyendo sus ciudades y su cultura. Porque esta empresa dejó en la calle a 1.500 obreros cordobeses cuando tomó posesión de la ex
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Área Material Córdoba, desde el 1° de julio de 1996 a la fecha. Porque al preparar las condiciones para esa privatización, el gobierno de entonces, con Carlos Menem a la cabeza en el orden nacional, mintió con que iban a mantener y aumentar los puestos de trabajo... Por todo eso, en solidaridad con el pueblo masacrado de Irak mediante los aviones y helicópteros fabricados por Lockheed, y en demanda de reparación del daño hecho a la economía y a la gente de Córdoba, no sólo escrachamos a la Lockheed. También exigimos la reestatización de la misma, sin pagar indemnización alguna a estos traficantes de la guerra que facturan 23 mil millones de dólares anuales, sobre todo con contratos y negocios con el Pentágono yanqui”. La acción es testimonio de una nueva conciencia que va surgiendo en las fisuras del sentido común producidas en las jornadas de rebelión del 19 y 20 de diciembre. Entre estas fisuras se encuentra la creciente conciencia entre los lazos directos de la opresión imperialista y las políticas entreguistas de los gobiernos locales con la vida cotidiana de miles de personas, las relaciones entre economía y política, las posibilidades de realizar acciones que desnuden las políticas neoliberales. En el sur del país, la población de Esquel logró con su movilización y la firma masiva de un plebiscito en contra detener a la Meridian Gold. En la provincia de Misiones existió una fuerte denuncia contra los intentos de establecer allí a los marines norteamericanos. De todas maneras, estas acciones no alcanzan para poner freno a las políticas imperiales. Es necesario desarrollar proyectos integrales de denuncia de estas políticas, acompañados de experiencias de educación popular que permitan establecer los lazos existentes entre ellas y la vida cotidiana de hombres y mujeres, así como la relación entre las resistencias económicas, políticas, sociales y culturales. Al mismo tiempo, es necesario producir ante cada hecho acciones de resistencia concretas, creativas, comprometidas, que permitan llamar la atención sobre cada iniciativa del bloque dominante y crear conciencia, así como convocar a la activa movilización social para impedirlas. Estamos viviendo tiempos duros. La agresividad imperialista juega a disparar misiles contra pueblos armados de conciencia. En estas circunstancias, cada territorio “cedido” al imperio es un espacio en el que se debilitarán las posibilidades emancipatorias, se desorganizarán las fuerzas sociales, y se romperán las articulaciones de resistencia. Es por ello que se coloca como desafío de los movimientos populares, en lo inmediato, la rediscusión de los temas que hacen a una mayor claridad sobre los alcances, contenidos y características de las políticas imperialistas, y la necesidad de definir un plan estratégico para enfrentarlas que obligue a constituir, más allá de todo sectarismo, el bloque político social capaz de presentar verdaderas resistencias y de proyectar alternativas populares frente al ALCA, a la militarización y a la entrega de los países, para hacer posible no sólo la proclamación sino la efectivización de una nueva perspectiva emancipatoria en la Argentina, como parte de los impulsos libertarios que recorren al continente y al mundo.
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Notas: Diario Electrnico Misiones On Line, edición del 3/6/2002. Diario Electrónico Misiones On Lines, edición del 13/7/2002. 3 Diario Electrónico Misiones On Line, edición del 26/12/2002. 4 Publicado en el periódico electrónico Ecoportal. 1 2
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Elsa M. Bruzzone, José Luis García y Horacio P. Ballester La patraña del peligro terrorista en la Triple Frontera «Cuando un imperio proclama la paz trae la guerra, cuando exalta la solidaridad esconde un ataque, cuando reclama adhesión trama entrega y cuando ofrece amistad distribuye hipocresía» Gustavo Cirigliano1
Introducción En los últimos tiempos la opinión pública se ha visto desbordada por una serie ininterrumpida de informes sobre el grave peligro que constituye la actividad del terrorismo internacional en la zona conocida como la Triple Frontera, que amenaza no sólo a los países limítrofes y al nuestro sino a todo el mundo «occidental», al ser un centro de planificación de acciones terroristas, recaudador de fondos para financiarlas y coordinador de todo tipo de acciones delictivas para lograr tales fondos. El dato no deja de ser significativo y preocupante, más aún cuando se insinúa que las acciones terroristas que destruyeron la Embajada de Israel en la Argentina y la AMIA, con su secuela de ciudadanos muertos y heridos de nuestro país, probablemente partieron de elementos que se infiltraron ilegalmente en nuestro territorio a través de esa zona geográfica, donde además pudieron recaudar el dinero para financiarlas. El CEMIDA ha tenido el privilegio de conocer a través de los años esa región por medio de algunos de sus adherentes que prestaron sus servicios militares en la zona de referencia o en su área de influencia. Ese conocimiento detallado, y recientes investigaciones, nos permiten presentar este trabajo para hacer partícipe al pueblo argentino de nuestras conclusiones, algunas de ellas espectaculares, y con una casi nula difusión hasta la fecha: esperamos que las mismas sirvan, como nos sirvieron, de temprana advertencia.
Características de la región Tomando como núcleo central el lugar llamado Tres Fronteras donde limitan Argentina, Brasil y Paraguay, y sin otro objetivo que dar un panorama general de la zona, la sensación dominante de un observador es la de encontrarse en el reino de las aguas fluviales. La magnitud del río Paraná en la zona de su confluencia con el Iguazú, potenciado inmediatamente al norte por la enorme represa de Itaipú con sus ensordecedores vertederos, y engalanado hacia el este por las portentosas Cataratas del Iguazú, nos obliga a pensar en la enorme riqueza que constituyen las aguas de superficie en ese lugar, corazón de la llamada Cuenca del Plata, que no demasiado lejos de allí agrega las enormes cuencas de los ríos Paraguay, Uruguay, Pilcomayo, Bermejo, Grande, Parapema, San Lorenzo, Apa, Negro y otros, constituyendo un recurso que, aunque poco explotado, determina el potencial de esa región, derivado Trabajo realizado sobre el terreno y complementado por información proporcionada por el Banco Mundial, la OEA y organismos gubernamentales de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
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de sus posibilidades energéticas y la diversidad de recursos disponibles de esas potenciales vías de comunicación. De acuerdo a datos oficiales, la zona de las Tres Fronteras tiene una población de 470 mil habitantes, agrupados del siguiente modo: en Puerto Iguazú (Argentina) 30 mil, en Foz do Iguazú (Brasil) 270 mil, y en Ciudad del Este (Paraguay) 170 mil. Si bien en conjunto se trata de una cantidad respetable, en particular y en cada caso dichas poblaciones constituyen porcentajes reducidos del total de sus respectivos países, y casi sin importancia con relación al total de los tres sumados. La zona así descripta presenta características diferentes en cada país. En Argentina, la región norte de la provincia de Misiones ha sido organizada como Parque Nacional, preservando las especies originales, aunque bastante depredadas, de la selva misionera, no permitiendo actividades comerciales, y controlando severamente la actividad turística. En Brasil toda la selva original ha desaparecido, la mayoría de su población se dedica a las actividades rurales, y en la zona de Cataratas existe un importante flujo turístico. En Paraguay la principal actividad en la región es comercial, derivada del comercio de todo tipo creado en Ciudad del Este, que si bien no tiene acceso directo a las Cataratas aprovecha el flujo turístico para comerciar en lo que puede considerarse una escala intermedia, aunque para sus habitantes aparezca como muy importante. En las inmediaciones de la región hay poca población, y ésta se ocupa en actividades rurales, incrementadas últimamente por el cultivo de la soja, aunque en magnitud reducida. La selva original ha sido depredada y prácticamente no existe.
Elementos de seguridad desplegados en la región Dentro de ese espacio geográfico, de un gran movimiento turístico nacional e internacional que concurre a disfrutar del majestuoso espectáculo de las Cataratas del Iguazú, con su inevitable oferta de toda clase de mercaderías para atraer a esos públicos, los países interesados han desplegado sus medios de seguridad a fin de evitar que eventuales acciones delictivas puedan amenazar a esa industria tan vital. En general se puede expresar que los tres países disponen en sus tres ciudades básicas -Puerto Iguazú, Foz do Iguazú y Ciudad del Este- de elementos de la policía nacional en cantidad más que suficiente. A ellos se agregan las disponibilidades de fuerzas de seguridad de Gendarmería y Prefectura, filiales de órganos de inteligencia, policías aduaneras y agencias de vigilancia privada para hoteles y otras dependencias turísticas. Prácticamente se podría decir que en un espacio geográfico no demasiado extenso y con una población permanente de magnitud moderada, los medios de vigilancia y seguridad son más que suficientes para mantener un control casi absoluto de la zona y sus habitantes y detectar de inmediato cualquier anomalía de importancia. A ello hay que agregar la disponibilidad inmediata o casi inmediata de guarniciones militares de importancia regional, sobre todo en Brasil y Paraguay, y un poco más distante en la Argentina, que son elementos que ayudan a completar la disuasión de delincuentes en la zona señalada, tanto comunes como políticos. En particular puede expresarse que tanto en territorio argentino como brasileño las actividades turísticas, comerciales y sociales están aceptablemente organizadas
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y controladas, si bien se puede observar cierta tolerancia de los controles sobre el «contrabando hormiga» que practican los residentes permanentes y algunos turistas. Pero siempre bajo el control de las autoridades, que no permiten desbordes. En territorio paraguayo, la situación es algo diferente. Ellos no poseen la atracción de las Cataratas, privilegio argentino-brasileño, y por ende han apelado a un comercio de bienes y mercaderías que se realiza aún en las calles públicas y donde se puede obtener todo tipo de elementos. Esto sucede en medio de una situación que un ojo desprevenido puede calificar de caótica. Pero no conviene engañarse. Paraguay basa la obtención de parte de sus recursos en actividades que a veces no son muy claras, pero que tienen un grado de control riguroso: nos referimos al contrabando a escala mayor, a la compra-venta de objetos robados en Brasil y Argentina, especialmente de automóviles, a actividades de cruce ilegal de todo tipo de mercaderías y objetos por lugares ajenos a los puestos de control fronterizos e incluso acciones menores de narcotráfico. Esas actividades ilícitas se desarrollan en un marco muy controlado ya que los recursos mal habidos son administrados por un corrupto poder político - militar que históricamente lo organizó y controló. Ese control es hermético y casi infalible. Cualquier elemento extraño a la organización mafiosa oficial que pretenda terciar en las actividades tendrá una existencia efímera. En Ciudad del Este se ha radicado y dedicado al comercio, que es su vocación ancestral, una relativa importante comunidad sirio-libanesa, que desarrolla sus actividades muy controlada y pacíficamente, y que ha sido destinataria, conjuntamente con la comunidad árabe de Foz do Iguazú, de acusaciones como la que nos ocupa. Podemos decir que en este marco de referencia tales denuncias resultan no sólo irrelevantes sino también ridículas. ¡Pobre comunidad árabe si se atreviera a quebrar el orden establecido a través de los años! En realidad puede trabajar en el marco comercial establecido por el orden creado y debe desembolsar grandes sumas de dinero para hacerlo. ¿Es que entonces el terrorismo internacional de las Tres Fronteras, sistemáticamente denunciado por las autoridades norteamericanas en los últimos tiempos, está siendo financiado por el poder establecido en el gobierno del Paraguay? El solo enunciado de ese desatino resulta inverosímil y obliga a investigar si, en lugar de la lucha contra el terrorismo, Estados Unidos está buscando lograr otros objetivos en esa zona con ese pretexto.
Elementos estratégicos de importancia mundial a resguardar en la región El análisis de los movimientos de Estados Unidos en el marco mundial y regional para obtener y asegurarse el control de insumos estratégicos y su forma habitual de operar para lograrlo podría ser un buen orientador para nuestra investigación. El recurso estratégico más importante para ellos en la actualidad es el petróleo y sus derivados. Hemos observado que, para asegurarse su abastecimiento a precios convenientes, bajo el pretexto del control del terrorismo internacional y del narcotráfico primero lograron establecer el control político y luego el militar de importantes yacimientos, sobre todo en el Asia Menor y Latinoamérica. Su fenome-
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nal despliegue militar en la región donde se ubican las mayores reservas de hidrocarburos del planeta es manifiesto. No han trepidado en llevar la guerra más inicua contra países como Afganistán e Irak con pueriles pretextos, repudiados por la mayoría de la comunidad internacional por absurdos. En América, a fin de asegurarse los mismos recursos, operó sobre México y Venezuela para controlarlos. Sobre México utilizando el NAFTA como instrumento de sometimiento y dependencia, y sobre Venezuela organizando fallidos golpes de estado como amenazas a fin de que no se vea perjudicado su control sobre el recurso petrolero. Si observamos con atención el accionar imperial norteamericano se puede comprobar que otros elementos han pasado a tener valor estratégico para un futuro próximo y han llevado a desarrollar otras acciones tendientes a controlar estos nuevos recursos. Ha sido muy significativa en los últimos tiempos la importancia que se está dando al agua potable como un recurso escaso para los próximos años que resultará fundamental para la humanidad. En realidad, mucho más fundamental que los hidrocarburos: quien la controle controlará la economía universal y toda la vida del futuro no lejano. Los primeros que percibieron el peligro de un nuevo accionar en años pasados fueron nuestros vecinos del Brasil. Por el Plan Amazonia, importantes intereses norteamericanos amenazaron con establecerse en la región para controlar sus grandes reservas de agua potable. Por el límite norte alentaron el movimiento independentista de indígenas Yanomanis que aspiraban a segregar importantes sectores del territorio brasileño. Hubiera sido más fácil para Estados Unidos controlar los recursos con los indígenas que con Brasil, que posee un amplio sentido nacional. Más adelante, Estados Unidos lograría establecer una base militar en Alcántara. Pero Brasil operó rápidamente ante el peligro cortando la segregación, estableciendo una línea de bases militares a lo largo de su frontera norte, construyendo carreteras en la selva y trasladando su capital al corazón de la Amazonia, en una estrategia de afirmación de su soberanía que completó actualmente con el Sistema de Vigilancia de la Amazonia (SIVAM), el Sistema de Protección de la Amazonia (SIPAM) y el anuncio del actual gobierno del cierre de Alcántara. Pero el imperio no se rinde fácilmente: cambió su frente e intentó sin éxito afirmarse con un golpe de estado en Venezuela. Bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico estableció el llamado Plan Colombia, que en el fondo consiste en tener una activa presencia militar en la región, y más aún, amplió sus perspectivas con la llamada Iniciativa Regional Andina, que logró establecer una base militar en Manta, Ecuador, la cual le permitió ir cerrando el cerco sobre la Amazonia, controlar su periferia militarmente, y estar en condiciones de tener un rol preponderante en el momento que se exploten sus recursos naturales. Todo ello complementado con su plan de imponer en los próximos años el llamado ALCA, pseudo-alianza económica que someterá totalmente las débiles economías latinoamericanas ante el poder colosal de estas gentes, no dejando más alternativas que enajenar los recursos.
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Es por ello que nos pusimos en la tarea de determinar el interés militar yanqui en la Triple Frontera. En la zona no hay recursos minerales de importancia salvo los yacimientos de hierro de El Mutún y El Urucún, en Bolivia y Brasil respectivamente. Pero no tienen un valor estratégico de carácter mundial. En la investigación apareció de pronto un colosal yacimiento, quizás la reserva más importante en el orden mundial de agua potable: el acuífero guaraní. Hay mapas que muestran lo detectado hasta hoy por organismos dependientes del Banco Mundial. Es increíblemente enorme y sorprendente, y sus límites norte, sur y oeste no han podido precisarse hasta hoy. Veamos en qué consiste.
Descripción del Acuífero Guaraní Llamado también Acuífero Gigante del MERCOSUR y Sistema Acuífero MERCOSUR, está situado entre los paralelos 16° y 32° de latitud sur y los meridianos 47° y 56° de longitud oeste. Se extiende por las cuencas de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay. De acuerdo a datos existentes hasta la fecha, su superficie es de 1.194.000 km2, de los cuales 839.000 corresponden a Brasil, 226.000 a Argentina, 71.700 a Paraguay y 59.000 a Uruguay. Por el norte toma contacto con el Pantanal, que a su vez se conecta con la Amazonia. Se desconoce todavía el límite oeste del Acuífero en el Paraguay y en Argentina, aunque se estima que en nuestro país se prolonga hacia la cuenca del Bermejo. También es desconocido el límite sur en la Argentina, pero no se descarta que continúe hacia las regiones pampeana (inundada) y patagónica, pudiendo llegar a conectarse con la zona de los grandes lagos pre-cordilleranos. Sabemos que el agua potable se está convirtiendo en un bien escaso, y por lo tanto de valor incalculable. Quizás la masiva compra de tierras cercanas a ríos y lagos que han llevado y llevan a cabo particulares norteamericanos en la Patagonia no obedezca a un capricho ecológico sino a una temprana toma de posiciones para un futuro que se aproxima peligrosamente. Algunas características geológicas del Guaraní se conocen desde hace más de cincuenta años por las exploraciones de PETROBRAS, YPF y PAULIPETROL en Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Ya en 1974 se publicó en Brasil el primer estudio hidrogeológico importante sobre la región. Es una de las mayores reservas de agua subterránea del planeta, estimada hasta hoy en unos 55.000 kilómetros cúbicos. La recarga se estima entre 160 y 250 kilómetros cúbicos por año, y explotando 40 kilómetros cúbicos por año podría abastecerse a unas 360.000.000 de personas con una dotación de 300 litros por habitante diariamente. En vastas regiones presenta surgencia natural. El espesor más común del Acuífero es de 200 mts, pero supera los 600 mts. En el eje de dirección NNE–SSN paralelo al río Paraná llega hasta 800 mts. a lo largo del río Uruguay, alcanzando 1000 y 1.200 mts. en zonas de Brasil y Argentina Las aguas encontradas entre 500 y 1.000 mts. de profundidad presentan caudales mayores a los 500.000l/h, y en algunos casos 1.000.000 l/h. La temperatura del agua varía con la profundidad.
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La región comprendida por el Acuífero posee unos 15 millones de habitantes. El Guaraní constituye la principal fuente de suministro de agua potable para abastecimiento urbano, industrial y agrícola. En Brasil, más de 300 ciudades de entre 3.000 y 500.000 habitantes son abastecidas total o parcialmente por él. En Paraguay se han registrado unos 200 pozos que abastecen a poblaciones de la región oriental del país. Uruguay cuenta con unos 135 pozos, y se los usa para abastecimiento público y baños termales. En la Argentina hay en explotación solamente 6 pozos termales de agua dulce en el sector oriental de la provincia de Entre Ríos. Las áreas de recarga y descarga del Guaraní, y aquellas donde existe una alta concentración de usos y usuarios, se consideran áreas críticas (hots spots): Concordia (Argentina) - Salto (Uruguay) , Rivera ( Uruguay) - Santana do Livramento (Brasil) y Ribeirao Preto ( Brasil). Pero el área más importante y fundamental de recarga y descarga es el corredor transfronterizo entre Paraguay, Brasil y Argentina, y este corredor está ubicado, oh sorpresa, nada más y nada menos que en la zona de la Triple Frontera. Se menciona la existencia de otro acuífero en el continente americano. Si bien sus límites reales aún se desconocen, se extendería desde la zona del Yucatán, en México, hasta Panamá. Esto explica la proliferación de bases norteamericanas en la región y la presión que se ejerce sobre los gobiernos locales para que acepten el Plan PueblaPanamá, simple extensión del NAFTA. Ambos instrumentos le garantizan a Estados Unidos el control militar y económico de la región, cuyo control político ya posee.
Lo actuado hasta la fecha A nivel regional Estados Unidos estructuró un sistema para detectar la magnitud del recurso, asegurarse su uso de manera «sustentable» y evitar todo tipo de contaminación. Para ello puso al frente de la investigación al Banco Mundial, la OEA, los órganos alemanes y holandeses que controla, y algunos elementos universitarios de los países involucrados. Destinó un presupuesto de 26.760.000 dólares y hasta sugirió cómo participarían las comunidades indígenas y la sociedad civil para asegurarse sus fines, que son: determinar la magnitud del reservorio, evitar su contaminación, regular su uso de manera «sustentable», y mantener permanente control hasta cuando lo considere conveniente. Cabe preguntarse por qué los gobiernos de la región renunciaron a la autonomía del proyecto ¿Qué significa ‘desarrollo sustentable’ para los países del Primer Mundo y para los que no pertenecen a tan «selecto» grupo? Basta con mirar hacia ellos para darnos cuenta: el Primer Mundo ha dilapidado sus recursos y reservas, y ahora viene por los nuestros. ¿A quién obedecen y responden los organismos internacionales que intervienen en el proyecto? ¿Desde cuándo poseen sentimientos altruistas, solidarios y humanitarios reales? ¿Qué significa preservar? ¿Acaso una cadena de spas? ¿El no uso de las aguas del Acuífero? ¿Desde cuándo las poblaciones indígenas han sido consultadas para que opinen sobre proyectos que las han afectado, la mayoría de las veces para mal? Y si se las consultó alguna vez, cosa dudosa, ¿se las ha escuchado? ¿Cuándo los gobiernos de la región han informado la verdad a sus ciudadanos y los han consultado sobre temas transcendentales que tienen que ver
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con el mantenimiento de la soberanía e independencia de nuestros países? ¿Por qué la comunidad académica permanece en silencio sin alertar sobre los peligros que encierra el proyecto, que no responde a nuestros intereses nacionales sino a los de Estados Unidos?? La inoperancia y actitud de los gobiernos locales, atentos exclusivamente a sus intereses particulares y no a los nacionales, ha favorecido el incesante avance de EE UU y ha puesto en peligro la soberanía de nuestros países sobre el Acuífero Guaraní y toda la región, pues como escribiera Manuel Ugarte, «pueblos que esperan su vida o su porvenir de una abstracción legal o de la voluntad de los otros son de antemano pueblos sacrificados» 2
A nivel nacional En febrero del 2001 el gobierno argentino constituyó la Unidad Interministerial de Aguas Subterráneas Compartidas con los Países Limítrofes. Luego se conformó la Unidad Nacional para la Fase de Preparación del Proyecto (UNPP), integrada por las Subsecretarías de Recursos Hídricos y de Ordenamiento y Política Ambiental, Cancillería (Dirección de América del Sur y del Medio Ambiente) y la Jefatura del Gabinete de Ministros. Como Consejo Asesor, las universidades Nacional del Litoral y de Buenos Aires, el Instituto Nacional del Agua (INA), los gobiernos provinciales de Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Chaco, Formosa y Santa Fe, centros de investigación ONGS, profesionales especialistas en el tema, otras universidades privadas y públicas. Luego se formó la Unidad Ejecutora del Proyecto (UNEP). Pero como los gobiernos de la región renunciaron a la autonomía del «Proyecto para la Protección Ambiental y Desarrollo Sostenible del Sistema Acuífero Guaraní», en nuestro país el control del mismo está en manos de Estados Unidos a través de los organismos internacionales que lo coordinan, fiscalizan y ejecutan. Por lo tanto, los estudios no tienen en cuenta las necesidades reales de la Argentina. El objetivo sobre el cual se insiste una y otra vez es la preservación del Guaraní de los riesgos de la contaminación, y su uso sustentable. Salta a la vista que los gobiernos argentinos han adoptado como propia una de las premisas del Documento Santa Fe IV:» los recursos naturales del hemisferio están disponibles para responder a nuestras prioridades nacionales. Las de Estados Unidos. Una Doctrina Monroe, si quieren».3 Se desconocen proyectos de utilización del Acuífero en el país. Se sabe que las aguas son de excelente calidad para el consumo humano, industrial, hidrotermal y para el riego, y que la relación costo–beneficio es sumamente favorable si se la compara con la que demanda el tratamiento de aguas de superficie. Con la construcción de acueductos, tal como lo hicieran en el pasado las grandes civilizaciones del continente, podría abastecerse de agua pura a las grandes y pequeñas ciudades y poblaciones de las provincias mesopotámicas, del Noreste, Noroeste, Córdoba, Capital Federal, Buenos Aires y también de agua para riego. Ensamblando con la Cuenca del Bermejo, podrían desarrollarse las provincias del Noreste y aún las del Noroeste. La población tendría acceso al agua potable, un bien escaso para la mayoría del pueblo argentino, a un costo bajísimo y en cantida-
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des ilimitadas. Y, de confirmarse la conexión del Guaraní con las cuencas patagónicas, estaríamos a las puertas, si tuviéramos la suerte de contar con dirigentes políticos comprometidos con los reales intereses del país, de lograr la explotación de recursos que podrían financiar todo el desarrollo de nuestro pueblo.
Conclusiones Ante las cifras, no cabe más que la sorpresa. Ahora todo se justifica. La inusitada presencia de efectivos militares norteamericanos en la región, la proliferación de informes -siempre falsos- de la acción del terrorismo internacional desde la Triple Frontera, los infundados cargos a la comunidad árabe, los continuos ejercicios combinados de las fuerzas militares del imperio con las regionales, con pretextos tan infantiles como el de enseñar a los marinos argentinos a combatir el dengue en Misiones. Se habla continuamente de la necesidad y posibilidad de instalar una base militar de Estados Unidos en la zona de la provincia de Misiones a fin de controlar a tan temidos terroristas, y los preparativos avanzan continuamente con el visto bueno del inefable y permanente Ministerio de Defensa Argentino y el apoyo de algunos sectores militares que facilitan sus instalaciones para las fases previas, y que sueñan que con la presencia yanqui en el país volverán a repetir su «epopeya de la guerra contra la subversión», ahora contra el peligro de los comerciantes sirio-libaneses. Parece un cuento escatológico y estrafalario, pero convendría preguntar a los habitantes próximos a la base naval de la Mazaruca, provincia de Entre Ríos, qué saben de marines norteamericanos, y preguntar al Intendente de la zona que le pasó por denunciar esas presencias ilegales que vulneran sistemáticamente nuestra Constitución. Por ello expresamos que cada uno, en su ámbito, debería resguardar: - el gobierno: preservar para la nación y sus habitantes los recursos naturales y no permitir la ingerencia extranjera en sus proximidades, máxime la militar. El gobierno debe ser el resguardo de la soberanía de la nación. Debe tener planes de prospección, explotación y mantenimiento de los recursos estratégicos para el largo, mediano y corto plazo, y sólo coordinar con nuestros hermanos limítrofes la forma de explotar esos recursos en forma conjunta. Es realmente vergonzoso que la investigación de esas riquezas esté organizada y financiada por el imperio y sus aliados, y nosotros recibamos la información de segunda mano. - el pueblo: no debe ni puede permanecer al margen de estos verdaderos problemas actuales y del futuro argentino. Debe informarse y manifestarse contra toda forma de entrega del patrimonio. No debe tolerar la presencia y acción de los profetas nacionales del imperio que se vanaglorian de su accionar desnacionalizado, y muchos menos de fuerzas armadas extranjeras en nuestro territorio. - las Fuerzas Armadas y de Seguridad: deben recuperar el sentido nacional que les inculcó el Libertador y que se diluyó en su desgraciada participación en las contiendas internas. No deben confraternizar con los efectivos del agresor imperial, por importantes que parezcan los beneficios que éste ofrezca. Su único lugar es junto a su pueblo, del que son parte, resguardando su patrimonio económico, social y cultural. Ello les devolverá el aprecio que tanto añoran.
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Todos deberíamos estar advertidos de lo que pronosticara el Libertador Simón Bolívar el 5 de agosto de 1829: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria” 4
Notas 1 Cirigliano, Gustavo: Metodología de Proyecto de País. Buenos Aires, Nueva Generación, 2002. 2 Ugarte, Manuel: El destino de un Continente. Madrid, Mundo Latino, 1923. 3 Tambs, Lewis y otros: Santa Fe IV: El futuro de las Amèricas: Temas para el nuevo milenio. Santa Fe, Gordon Summer Jr y Lewis Tambs, 2000. 4 Bolívar, Simòn: Cartas del Libertador. Caracas, Vicente Lecuona, 1929 – 1948.
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Andrés Musacchio ¿Que inserción internacional para qué desarrollo? El «regionalismo abierto» y su raíz histórica Argentina se encuentra involucrada en negociaciones con diversos bloques económicos en la búsqueda de una mayor liberalización económica. Tanto con la Unión Europea como con el ALCA se trata de establecer mayores facilidades para el acceso a los mercados de bienes, liberalización del mercado de servicios y protección a la circulación del capital. Esas negociaciones se realizan en base a un conjunto de ideas que encuentran su anclaje en la teoría económica tradicional de las ventajas comparativas estáticas. De manera esquemática, la aproximación podría describirse de la manera siguiente: la apertura comercial y la liberalización de los flujos de capitales ponen en marcha un proceso de selección natural de las distintas ramas de la producción por medio de la competencia externa, que concluye con la especialización del país en aquellos sectores en los que, por diferentes razones, se puede producir de manera más eficiente. A su vez, tales sectores se convierten en polos de atracción de inversiones externas, que aceleran el proceso. Con una especialización determinada exclusivamente a través de mecanismos de mercado se lograría, al menos en el plano de la teoría, una utilización más eficiente de los recursos, lo que permitiría maximizar el bienestar y optimizar el crecimiento y el nivel de empleo, de manera que se avance en el sentido de un desarrollo sustentable de largo plazo. La mayor apertura debería reducir la diversificación de la economía, concentrando las actividades locales en los sectores con ventajas comparativas. En este contexto, las actividades destinadas exclusivamente al mercado interno se convertirían en la excepción, motivada por especificidades del consumo local, costo de transporte o dificultades para el traslado de insumos. De allí que las exportaciones se convierten en el factor de mayor incidencia para el crecimiento global de la economía. En ese contexto, las negociaciones con grupos de países y bloques económicos constituyen un elemento adicional de la estrategia. Si bien, como queda claro, el comercio libre a escala internacional es el objetivo deseado, lo cierto es que la existencia de barreras comerciales resulta un hecho incontrastable. Un camino posible para superar esas barreras es la firma de acuerdos que permitan abrir de manera parcial y paulatina las economías, sendero en el que se inscriben las negociaciones de Argentina con el MERCOSUR y el ALCA. Esa estrategia, bautizada con el nombre de «regionalismo abierto», entiende a los procesos de integración como una plataforma para los países que participan que los fortalece competitivamente en el comercio mundial, fin último de la estrategia. En este sentido, la integración se produce en el marco de una apertura unilateral al resto del mundo. Mientras ésta estimula las importaciones y fuerza la reestructuración interna, aquella permite mejorar la competitividad de las exportaciones.1 Por eso, la idea del regionalismo abierto combina procesos de integración subregional con una liberalización general del comercio, la estabilidad de precios por
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medio de reformas fiscales y políticas monetarias ad hoc, y procesos de integración de tipo sur-sur en el marco de un fortalecimiento general de los vínculos con los países desarrollados, y no como una estrategia de tipo defensivo o proteccionista como otras concepciones de la integración (Foders, 2000: 109-110). FIGURA 1 COMERCIO INTERNACIONAL Y DESARROLLO SUSTENTABLE EL PARADIGMA LIBERAL
Librecambio y movilidad internacional de capitales
Efecto positivo
Aumento mundial de la inversión, la producción y el beneficio
Efecto acumulativo
Efecto positivo
Desarrollo sustentable
Efecto positivo
Recursos y tecnología
FUENTE: Damian y Graz (2001) A pesar de que tales hipótesis se inscriben en el marco de las «nuevas teorías del comercio internacional» y han sido reformuladas en algunos casos con inusual elegancia matemática, sus fundamentos no son nuevos para la economía argentina. Sobre esa base se establecieron los lineamientos conceptuales de las políticas económicas a lo largo de prolongados períodos de la historia del país, especialmente en lo que la literatura denomina el «modelo agroexportador» (Rapoport y colaboradores, 2000). En aquella época, como señalaron diversos autores, funcionaba el «método indirecto», es decir, aquél en el que los habitantes satisfacían sus necesidades de manera indirecta, adquiriendo los bienes demandados por medio del comercio exterior. Más adelante la idea perduró como referente de la discusión por parte de los economistas liberales, quienes sostuvieron que el crecimiento del país se encontraba atado a su comercio exterior y que éste debía incrementarse por medio de la
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eliminación de la protección aduanera. Sin lugar a dudas, el exponente más sólido y brillante de esta concepción fue Federico Pinedo (1971). En ese contexto, jugaba un rol de singular importancia la firma de acuerdos que ampliaran el área geográfica en la que rigiera una mayor libertad de comercio. García Belsunce (1978: 323-324) resumía esta posición con meridiana claridad: «existe consenso entre nosotros de que el crecimiento de nuestras exportaciones es el factor principal de nuestro desarrollo económico… Para nosotros, la constitución de mercados regionales no significa la formación de cotos cerrados a la competencia exterior, sino instrumentos para facilitar la especialización de la producción y con ello la elevación de los niveles de vida de los pueblos que los componen, destinados a incrementar cada vez más el comercio con el resto de los países del mundo. Sabemos que en la liberalidad y la multilateralidad se encuentran las mejores defensas de nuestros intereses nacionales. Los mercados comunes y las zonas de libre comercio son, para nosotros, formas de introducir ráfagas de aire fresco en ambientes que han permanecido demasiado tiempo encerrados en sí mismos». Alemann (1971) analizó simultáneamente las ideas de Pinedo en torno a la conformación de áreas de libre comercio y la evolución histórica de diversas experiencias, especialmente lo ocurrido en Argentina luego de la crisis del ‘30. Destaca el autor el énfasis que ponía Pinedo en la cuestión de la liberalización regional del comercio -es decir, lo que se podría denominar la faz «ofensiva» de la integraciónpor sobre la posibilidad de una acción aduanera conjunta frente a los productos extra-zona -la faz «defensiva». La propuesta de Pinedo avanzaba un paso más, al contemplar la libre circulación de los productos extra-zona una vez ingresados al área liberada, tratando de generar una competencia entre los participantes de la iniciativa para rebajar los aranceles y propender a la máxima apertura posible. Como puede verse, la idea de la apertura comercial y las negociaciones internacionales para crear bloques comerciales como base para un crecimiento exportador no es nueva ni en la historia ni en la literatura argentina. Por el contrario, tiene una fuerte raigambre, que puede rastrearse muy atrás y que empalma con las diferentes vertientes del liberalismo vernáculo. Desde el punto de vista teórico, las críticas que ha recibido esta concepción son tan numerosas como conocidas, de modo que no nos parece necesario volver aquí sobre ellas. Pero sí nos parece pertinente volver sobre las potencialidades y los condicionantes concretos que observa Argentina en este contexto, para evaluar los resultados que ofrece en la práctica este enfoque como modelo de desarrollo.
Las ventajas comparativas de Argentina A pesar de que las negociaciones de Argentina con la Unión Europea y el NAFTA se encuentran en pleno proceso de despliegue y aún no tienen un momento preciso de conclusión, la idea de tomar al sector externo como el principal referente para los cambios estructurales y orientarse hacia las ventajas comparativas es el criterio que ha predominado en el último cuarto de siglo (Cf. Musacchio, 2001). Su análisis permite entonces descubrir los potenciales y las debilidades de la estrategia más allá de los acuerdos que puedan lograrse.2
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El régimen militar que se inicia con el golpe de estado de marzo de 1976 provocó en el plano económico la ruptura del proceso de sustitución de importaciones sobre el que se había sustentado la expansión de la posguerra. Con el argumento de controlar la inflación mediante el establecimiento de un ancla cambiaria, el programa de Martínez de Hoz procedió a avanzar en un firme desmantelamiento de buena parte de las restricciones aduaneras a las importaciones y a una liberalización del flujo de capitales, así como a una revaluación de la moneda local, herramientas que dieron lugar a una profunda transformación estructural orientada, en lo productivo, hacia una marcada especialización y concentración de la producción. Aunque en los primeros años del gobierno democrático posterior la crisis del balance de pagos obligó a una política algo más cuidadosa, sobre todo en materia cambiaria, la orientación general no sufrió alteraciones considerables. Pero con el cambio de gobierno en 1989, y especialmente a partir del plan de convertibilidad de 1991, se volvió a una versión radical de la teoría de la especialización en base a las ventajas comparativas. Nuevamente, se procedió a un desmantelamiento de la protección aduanera, con la reducción y simplificación de los aranceles y la eliminación de buena parte de las restricciones no arancelarias, mientras se establecía un régimen de tipo de cambio fijo y convertible y una nueva liberalización de los movimientos de capitales. El tipo de cambio tuvo especial influencia sobre la reestructuración, por cuanto la marcada revaluación disminuyó la competitividad de la producción local, y por lo tanto sectores cuyo nivel de productividad era suficiente como para encarar una salida exportadora o conservar su presencia en el mercado interno se vieron afectados artificialmente. Por otra parte, las exportaciones tampoco fueron promovidas por una agresiva política económica, como en el caso de otros países que emprendieron una estrategia similar. Por el contrario, se eliminaron varios incentivos y la inserción pasó a depender fundamentalmente de la propia performance de las firmas. Por otra parte, dado que el eje económico se orientó hacia la valorización financiera, las condiciones para la expansión de las exportaciones –al igual que de la actividad productiva en general- resultaron afectadas negativamente desde dos puntos de vista: por un lado las dejó con pocas posibilidades de obtener créditos a tasas adecuadas, y por otra parte la alta rentabilidad de las inversiones financieras limitó notablemente la cantidad de sectores viables, es decir, aquellos con tasas de rentabilidad comparables o superiores. Lo que ocurrió, pues, es que la actividad productiva se concentró sectorialmente, reduciendo el grado de diversificación y el país marchó hacia una especialización orientada por una versión extrema y fundamentalista de las ventajas comparativas estáticas. El proceso se manifestó visiblemente en las exportaciones, que desde 1976 tendieron también a contraer su grado de diversificación, poniendo de manifiesto con claridad los sectores en los que el país tiene ventajas comparativas. Como puede verse en el siguiente cuadro, las exportaciones argentinas se concentran en torno a un puñado de actividades, seis de las cuales aportan casi el 50% de las colocaciones externas. Si extendemos la cantidad de sectores considerados a veinte, abarcamos el 90% de las ventas.
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Del total de las exportaciones del año 2002, 38% corresponde a productos primarios, combustible y energía. Esto significa que un 62% de las ventas proviene del sector manufacturero. Una mirada sobre éste revela un panorama con pocos matices, ya que en su mayoría las ramas involucradas tienen una fuerte base en la transformación de productos primarios. Dentro de las manufacturas de origen agropecuario (MOA) se destacan por ejemplo los residuos y desperdicios de la industria alimenticia y las grasas y aceites, que suman el 19% de las exportaciones totales y el 60% dentro de las MOA. En el caso de las manufacturas de origen industrial (MOI), los metales comunes y sus manufacturas y los productos químicos, ambos intensivos en recursos naturales, suman el 11,5 % de las exportaciones totales y el 38% de las MOI. A este grupo se le agrega el material de transporte, que creció al amparo de los acuerdos con Brasil y se eleva al 6,5% del total. Entonces, buena parte de las exportaciones tiene su base en recursos naturales, tanto renovables como no renovables. Se trata pues de commodities, cuyas características dejan poco margen para un proceso de desarrollo económico y social sostenido. Se trata en muchos casos de bienes con una baja demanda de mano de obra, con demanda internacional poco dinámica, sujeta en varios casos a fuertes restricciones a la entrada y con importantes fluctuaciones de precios. Aunque Argentina es tomadora de precios, en algunos rubros, como en el caso de varios productos agrícolas, las cantidades ofrecidas por el país tienen una influencia inversa sobre el precio, de modo que un incremento del volumen de exportación no siempre garantiza un aumento en el valor.3 En esas condiciones, es poco probable un despegue exportador que dé lugar a la generación de un círculo virtuoso de crecimiento del producto y del empleo, así como de una redistribución progresiva del ingreso. Por el contrario, las características de las ventajas comparativas de Argentina componen uno de los principales factores explicativos del bajo coeficiente exportaciones/PBI que registra el país, y dada la caída del poder de compra interno de los últimos años también tienen una cuota de responsabilidad en el proceso recesivo. Un crecimiento basado en las exportaciones y apoyado en los sectores que se han revelado con las ventajas comparativas analizadas tiene por fuerza poco dinamismo, en la medida en que las propias exportaciones son poco dinámicas.
Y sin embargo, algunos indicadores no son tan malos… Quedan no obstante dos cuestiones estadísticas a explicar. La primera es el fuerte incremento de la relación exportaciones/PBI ocurrida en tiempos recientes. Sobre esto, vale acotar en primer término que la relación continúa siendo extremadamente baja como para sustentar un proceso de crecimiento sostenido. Aún incluyendo la exportación de servicios, para 2002 la relación era del 14,1%, de manera que para lograr un incremento del producto del 1% se necesita una expansión de las exportaciones de algo más del 7%. Eso significa que para lograr una tasa de crecimiento sostenida del 4% las exportaciones deberían duplicarse cada cuatro años. En segundo lugar, hay un fenómeno estadístico que distorsiona la serie. Dado que las exportaciones se miden en dólares, el tipo de cambio real afecta las mediciones. Un retraso cambiario tiende a subvalorar la participación de las exportaciones, mientras que una devaluación real del peso las sobrevalora. Al fin y al cabo, uno de los
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No el Alca. No a la Guerra CUADRO 1 Exportaciones F.O.B. de Argentina por tipo de bien. Año 2002 Millones de U$S % SOBRE % RUBRO VALOR EL TOTAL ACUMULADO TOTAL 25.352,10 Manufacturas Origen Agropecuario 8.136,50 32,1 Manufacturas de Origen Industrial 7.589,40 29,9 Productos Primarios 5.270,30 20,8 Combustibles y Energía 4.355,90 17,2 Residuos y desp.de la Ind.Alimenticia 2.790,10 11 11 Petróleo crudo 2.177,20 8,6 19,6 Cereales 2.147,60 8,5 28,1 Grasas y Aceites 2.088,20 8,2 36,3 Material de Transporte 1.612,50 6,4 42,7 Metales Comunes y sus Manufacturas 1563,2 6,2 48,8 Carburantes 1.373,70 5,4 54,2 Productos Químicos y Conexos 1.352,10 5,3 59,6 Semillas y Frutos Oleaginosos 1.284,90 5,1 64,6 Máq.y Aparatos, Material. Eléctrico 927 3,7 68,3 Pieles y Cueros 703,3 2,8 71,1 Materias Plásticas Artificiales 641,4 2,5 73,6 Gas de Petróleo y otros hidrocarburos 578,3 2,3 75,9 Carnes 576,1 2,3 78,2 Pescados y Mariscos sin Elaborar 480,8 1,9 80,1 Resto MOA 449,3 1,8 81,8 Material de Cobre y sus concentrados 424,7 1,7 83,5 Frutas Frescas 386 1,5 85 Resto MOI 360,4 1,4 86,4 Papel, Cartón, Imprenta y Publicaciones 338,2 1,3 87,8 Productos Lácteos 302,3 1,2 89 Preparados de Legumbres y Hortalizas 284,8 1,1 90,1 Pescados y Mariscos Elaborados 236,1 0,9 91
FUENTE: Elaboración propia en base a datos del INDEC
GRAFIC O 1 R ELAC ION EXPORTACIONES/PBI EN % Fuente: Elaboración propia en bas e a datos del IN D EC 16 14 12 10 8 6 4 2
Bienes y servicios
Bienes
2002
2001
2000
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1997
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1995
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indicadores de la evolución del tipo de cambio real es la relación entre los precios de los productos transables y los de los no transables. De modo que no es difícil concluir que tanto el bajo valor de los ‘90 como el súbito crecimiento luego de la devaluación tienen un importante componente relacionado con las formas de medición. Sin embargo, el aspecto más destacable es la correlación entre los saltos en la relación exportaciones/PBI y las recesiones internas. El gráfico muestra un súbito aumento de la relación en 1995, año caracterizado por la recesión asociada a la crisis mexicana. Luego comienza otra etapa ascendente a partir de 1998, con la recesión de la etapa final de la convertibilidad, que se agudiza con el desmoronamiento de 2001 y la devaluación. Esto significa que lo que afectó a la variable es la caída de la producción interna, y no una mayor dinámica exportadora. A pesar de las debilidades del sector exportador argentino que acabamos de explicar, no es menos cierto que las ventas externas tuvieron en la primera mitad de los ‘90 un importante crecimiento, tal como puede verse en el Gráfico 2.
Gráfico 2 - Valor de las exportaciones argentinas (millones de u$s) 20000 15000 10000 5000
total
Mercosur
UE
2002
2001
2000
1998
1997
1996
1995
1994
1993
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Nafta
Si bien el crecimiento que se produjo hasta 1997 es notorio, tuvo mucha relación con la construcción del MERCOSUR. La eliminación de las barreras y el avance en los acuerdos regionales, así como la reestructuración de algunas firmas transnacionales que adoptaron una estrategia de carácter regional y complementaron sus líneas de producción, permitieron un fuerte aumento del comercio argentino-brasileño. Por eso, las exportaciones argentinas hacia el MERCOSUR se elevaron un 432% entre 1990 y 1997, tendencia de la cual se deriva en gran medida la dinámica general. De la misma manera, el agotamiento del potencial de intercambio en base a los parámetros sobre los que fue diseñado el MERCOSUR, las propias recesiones de los países miembros, y los efectos de la devaluación brasileña de 1999, provocaron el estancamiento y la posterior declinación en el comercio intrarregional. Mientras tanto, el comercio con la Unión Europea siguió un sendero de oscilaciones cíclicas en una banda de entre los 4.000 millones y los 6.000 millones de dólares, y el comer-
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cio con el NAFTA observó una suave tendencia ascendente, que al cabo de doce años totalizó un crecimiento del 76%. La debilidad de la estrategia exportadora trajo como resultado un abultado déficit comercial, que sólo logró revertirse cuando la depresión pulverizó las importaciones. Ese déficit, por sí solo, representaba un factor de alerta sobre el comportamiento de las cuentas externas y la sustentabilidad del modelo. Pero a ello había que agregar los servicios de la deuda externa y la remisión de utilidades al extranjero, cuyas tendencias crecientes a lo largo de la década agravaron un panorama intrínsecamente complejo. En el tramo ascendente del ciclo, los déficit fueron cubiertos con ingresos de capitales externos, privatizaciones y endeudamiento. Pero a largo plazo, la aparente solución agravó todavía más el problema, pues incrementó los servicios de la deuda y las transferencias de utilidades. A estos factores se les sumó una pertinaz fuga de capitales, reflejo del carácter financiero-especulativo que predominó a lo largo del modelo (Cf. Basualdo y Kulfas, 2002). En estas condiciones, los desequilibrios externos se acentuaron hasta desembocar en una crisis que, aunque tiene la apariencia de un fenómeno financiero y cambiario, refleja la insuficiente de la estructura productiva nacional. Gráfico 3 Algunos componentes de la cuenta corriente (en millones de u$s) 20000 15000 10000 5000 0 -5000 -10000 1992
1993
Mercancías
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1995
1996
Servicios
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INTERESES
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2001
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UTILIDADES
¿Un problema de negociaciones o de estrategia de desarrollo? Retornamos así al punto del cual habíamos partido. La pregunta inmediata es si las negociaciones por una mayor liberalización de los mercados permitirán darle al modelo del «regionalismo abierto» el oxígeno que hasta ahora no ha tenido. Una respuesta a tal interrogante debe abordar dos aspectos. La primera cuestión apunta a la profundidad en la liberalización que cabe esperar en los mercados europeos y de América del Norte. La segunda consiste en saber si una amplia liberalización tendrá el efecto impulsor de las exportaciones esperado.
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¿Una apertura inminente? En relación con el primer interrogante, las expectativas son poco propicias. Tres aspectos deben ser tenidos en cuenta. En primer lugar, no hay un aval histórico a la hipótesis de liberalización de los mercados de Europa y EE.UU., algo que es particularmente notorio en el caso del mercado norteamericano. Existe allí una larga tradición de restricciones al ingreso de productos argentinos que, tal como analiza Rapoport (2002: 30-32), se remonta hasta mediados del siglo XIX y se mantiene casi sin solución de continuidad hasta el presente. No se trata, como argumentan algunos, de una actitud de represalia contra un país que no sigue unos lineamientos de política exterior que se adapten a los criterios emanados de Washington. Por el contrario, las restricciones tienen que ver con el hecho de que las exportaciones argentinas son competitivas respecto de la producción norteamericana. A pesar del peso del sector industrial, EE.UU. es también productor de bienes de origen agropecuario, con los que incluso entra en concurrencia con Argentina en terceros mercados. En el caso de los países europeos, la complementariedad fue una característica del pasado, lo que permitió la inserción exportadora del modelo agroexportador. Pero ya desde la década de 1930 comenzaron a desarrollarse trabas crecientes. Así, por ejemplo, en las negociaciones del convenio argentino-británico de 1936, el «pacto Malbran-Eden», las carnes argentinas fueron gravadas con fuertes aranceles aduaneros por presión de los propios ganaderos británicos. Europa oriental también competía con las exportaciones argentinas en parte del continente. La Política Agrícola Común, una de las primeras iniciativas del proceso de integración de Europa, constituyó sin lugar a dudas el principal escollo para el ingreso de productos argentinos a aquella región, traba que se proyecta hasta nuestros días. La «tradición histórica» tiene, como señalamos, un vínculo estrecho con las condiciones productivas que desde el punto de vista objetivo constituyen el segundo aspecto a considerar. Tanto Europa como EE.UU. son fuertes productores agrícolas, que compiten con Argentina, y nada indica que estén interesados en abandonar la actividad. Diversos elementos permiten tal razonamiento, entre los que pueden destacarse la imposibilidad de reubicar a los trabajadores agrícolas en otras actividades, las posibilidades de desarrollo tecnológico que ofrecen las actividades agropecuarias, las razones de índole estratégica vinculadas al autoabastecimiento alimentario o, en el caso específico de la Unión, el próximo ingreso como miembros de varios países del Este europeo, con una fuerte participación de las actividades agrícolas en el producto, y cuyo desmantelamiento podría generar migraciones hacia los socios más ricos pero con altas tasas de desempleo. Algo similar ocurre con algunas manufacturas de origen industrial, como la siderurgia o productos químicos. El tercer elemento a tener en cuenta es la propia conducta reciente de EE.UU. y la UE. La ronda de negociaciones en el marco de la Organización Mundial de Comercio, conocida como Ronda Doha, incluyó en su agenda la discusión de tópicos vinculados al sector agropecuario, particularmente en lo referente a ayuda interna y subsidios a las exportaciones. Esto representa un avance con respecto a lo ocurrido en las sucesivas negociaciones del antecesor de la OMC, el GATT. Sin embargo, tal inten-
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ción contrastó con la falta de definiciones concretas en esos temas. Los esperados avances no han logrado cristalizar aún en una propuesta seria (Cf. IMA, 2002b). La falta de definiciones en la Ronda Doha se relaciona íntimamente con la actitud que continúan mostrando EE.UU. y la Unión Europea. EE.UU. sancionó en 2002 una nueva ley agrícola, que implica un incremento del 70% en los subsidios al sector, al autorizar erogaciones anuales de hasta 19 mil millones de dólares. Mientras tanto, la Unión Europea se encuentra revisando su Política Agrícola Común (PAC) sobre una base que no contempla un desmantelamiento del apoyo a sus productores. Es altamente probable que la nueva PAC apunte esencialmente a «digerir» la incorporación de los nuevos socios. Por eso, Argentina no puede esperar en el futuro mayores facilidades para el acceso a estos mercados, sino un endurecimiento de la competencia (Cf. IMA, 2002a y 2002b). Los instrumentos proteccionistas no sólo complican las exportaciones agropecuarias de Argentina, sino que se extienden a otros sectores. Tal el caso, por ejemplo, de la siderurgia, sector en el que las restricciones, eufemísticamente llamadas medidas anti-dumping, se han agravado en los últimos tiempos. En lo que respecta a las negociaciones recientes, las discusiones mostraron mucha voluntad pero pocos avances concretos. Aunque en materia arancelaria los compromisos parecen bien encaminados, en lo que respecta a restricciones no arancelarias tanto EE.UU. como la UE toman como ámbito de discusión la OMC y no los acuerdos regionales, dado que, según argumentan los negociadores norteamericanos y europeos, la protección no se relaciona con América Latina, sino con la UE para el caso de EE.UU. y viceversa. El problema consiste en que en ambos casos las principales barreras son no arancelarias, a diferencia de lo que ocurre con los países latinoamericanos (Cf., por ejemplo, Musacchio, 2001b). Por eso, las expectativas que puede tener Argentina en relación a una política más laxa en las negociaciones referidas al ALCA y a una zona de libre comercio con Europa no parecen ser demasiado auspiciosas.
Pero… ¿y si efectivamente nos abren los mercados? La apertura total de los mercados europeo y norteamericano es, por las razones que acabamos de considerar, un evento que difícilmente ocurra. Es probable que las negociaciones permitan concesiones parciales, que avancen en una liberalización limitada, basada en la reducción de aranceles. Mucho menos probable parece una eliminación de los programas de subsidios y restricciones para-arancelarias. Sin embargo, aún en algunos de esos casos, es dudoso que estimulen un despegue exportador para Argentina. Las mismas restricciones nos hablan de mercados con una marcada tendencia a la sobreoferta, con una dinámica intrínseca poco prometedora. La evaluación prospectiva debe realizarse en dos tiempos. La liberalización tendría un efecto de corto plazo, en el que se manifestarían las reasignaciones de recursos inmediatas, y un efecto de largo plazo, en el que se plasmaría la dinámica relativa de los sectores en los cuales cada país ha tendido a especializarse. Sobre el primer aspecto es interesante rescatar los resultados de un trabajo reciente del Centro de Estudios Internacionales del Ministerio de Relaciones Exte-
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riores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina (CEI, s/f). El trabajo, inscripto metodológicamente en el desarrollo de un modelo de tipo neoclásico que no compartimos, tiene precisamente por este motivo un valor doble. Una de las conclusiones teóricas principales del esquema neoclásico es la que indica que la liberalización del comercio internacional permite optimizar el uso de los recursos y mejora el bienestar de las naciones. El estudio del CEI propone un modelo estático que trata de medir el impacto económico de diversas alternativas en el escenario internacional al que enfrentará en el futuro Argentina. Estas alternativas son el ingreso al ALCA, un acuerdo con la Unión Europea, ambas alternativas en conjunto, un tratado MERCOSUR-EE.UU. y el libre comercio mundial, comparados con el escenario actual. Se realizan además varias estimaciones considerando alternativamente el levantamiento de diversos supuestos del modelo base de tipo Heckscher-Ohlin. De los análisis teóricos cabría esperar un fuerte impacto positivo para Argentina, algo que no se infiere en absoluto del estudio. Los incrementos esperados del PBI oscilan en un rango que va de entre -0,4% (libre comercio mundial considerando rendimientos crecientes a escala y acumulación de capital) hasta 7,2% (ALCA + MERCOSUR + UE, con rendimientos crecientes a escala, acumulación de capital y externalidades relacionadas con el comercio). En general los resultados esperados son pobres en todas las alternativas, y no consideran efectos colaterales como el que puede provocar en el empleo un incremento mayor de la productividad que del producto. Tampoco se mencionan los cambios en el empleo y la distribución del ingreso de una mayor especialización en los sectores que liderarán la nueva especialización, es decir productos de la carne, industria alimenticia, industria petroquímica y productos metálicos. En varias de las alternativas se estima incluso una importante contracción del sector automotriz. Si los resultados inmediatos son pobres, nada se dice en el trabajo del CEI sobre la continuación de la historia, y en este sentido, lo ocurrido en la década del ‘90 con el MERCOSUR es una lección que no se puede desechar tan fácilmente. Si la reasignación inmediata de recursos puede provocar un tirón inicial de las exportaciones (y nada garantiza que tal fenómeno ocurra), en el largo plazo resurgirán los problemas relacionados a una especialización en productos con mercados estancados y saturados, que preanuncian bajas tasas de crecimiento relativo y fuertes oscilaciones, tal como argumentamos en la segunda sección de este trabajo. Más allá del reacomodamiento inicial, que acentuará la especialización y podrá eventualmente provocar alguna ganancia concreta en el comercio, los factores que determinan la evolución de largo plazo continuarán actuando. Desde ese punto de vista, el patrón de especialización de Argentina y el comportamiento de las principales variables inducen a pensar en una baja tasa de crecimiento relativo, que profundizará el alejamiento paulatino de la economía del país frente a las grandes potencias, pero también frente a países de menor magnitud. Contrariamente a lo que se infiere de los modelos tradicionales sobre el comercio exterior, una parte de la literatura cuestiona la idea de desprender de la liberalización del intercambio una ganancia similar para todos los participantes y una eventual convergencia en los niveles de desarrollo relativo. Se ha señalado que si un país tiene
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un patrón de especialización productiva y un nivel de ingresos que determinan que la elasticidad ingreso de la demanda de sus exportaciones sea menor que la de sus importaciones, este país habrá de crecer a un ritmo inferior al de sus socios comerciales para mantener el equilibrio de la balanza comercial (Bértola y Porcile, 2000: 56). Precisamente es de esperar que una especialización en sectores cuya dinámica relativa es de por sí baja contribuya a una divergencia creciente. A esto se le suma que la deuda externa obligará a mantener un superávit estructural que impactará aún más negativamente sobre el crecimiento del producto. Por otra parte, nada se dice sobre aspectos como el desempleo o la distribución del ingreso, asumiendo que tales cuestiones podrán ser resueltas a partir del crecimiento exportador. Lo cierto es que las exportaciones argentinas no son intensivas en mano de obra, de modo que la eliminación del desempleo sin un cambio estructural presupondría tasas de crecimiento extraordinarias. En estas condiciones, tampoco sería de esperar una modificación en las pautas de distribución del ingreso, asumiendo que por un lado durante largo tiempo habrá presión por el lado del alto desempleo, y por el otro se insiste en vincular la competitividad al costo salarial y las políticas oficiales tratan de mantener, en consecuencia, los salarios deprimidos (Cf. Musacchio 2001).
Hacia una nueva inserción internacional La idea de un crecimiento empujado por las exportaciones en el marco de una liberalización comercial que estimule la «revelación» de las ventajas comparativas estáticas es para Argentina un callejón sin salida. Esto no significa, empero, que las exportaciones no tengan un papel de gran importancia para el futuro del país. Una política de desarrollo exigirá un fuerte esfuerzo en la importación de bienes de capital e insumos, que deberá ser financiado con divisas genuinas, es decir, con inversiones extranjeras directas o con exportaciones. Además, al retomar el pago de la deuda externa luego de la inminente negociación -que deberá reducir el monto y la tasa de interés, así como alargar los plazos de pago- se necesitará contar con un saldo comercial positivo. Pero en ese punto llegamos a una visión diferente a la analizada críticamente en este trabajo. No se puede exportar lo que no se produce, de manera que en lugar de exportar para crecer es preciso crecer para exportar. Pero crecer no es sólo aumentar la cantidad sino la calidad de la producción, lo que implica un programa de desarrollo sustentable. En materia estrictamente comercial, el objetivo de una política de desarrollo es claro: el comercio exterior debe permitir la adquisición de las importaciones necesarias para fortalecer y potenciar el proceso de acumulación interno, incrementando la capacidad de trabajo y su productividad. Como señala de Bernis (2001:94), sólo pueden acumularse los bienes acumulables, tales como maquinarias, pero un país subdesarrollado se caracteriza precisamente por el hecho de que su excedente no tiene la forma de bienes acumulables. La función primordial del comercio exterior es, pues, transformar esos bienes no acumulables en bienes acumulables. La restricción externa es tanto menos limitante cuanto más abultadas sean las exportaciones. Dado que el perfil de ventajas comparativas del país deja poco mar-
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gen para apostar por un boom en los sectores tradicionales, se deberá promover activamente, con todos los instrumentos a disposición, una diversificación de las ventas externas, apuntando a incorporar cada vez mayor valor agregado. Por supuesto que tal política dará resultados en el largo plazo, ya que tal diversificación debe verificarse previamente en la producción. Mientras tanto, las exportaciones tradicionales deberán ser sostenidas con programas de incentivos y firmes negociaciones internacionales en todos los frentes. La otra forma de reducir la dependencia de las divisas es la contracción de las importaciones, sobre todo en relación al nivel del producto interno. El punto de partida es por demás complejo, dado que uno de los peores balances del neoliberalismo es la destrucción de numerosas ramas de la producción y el debilitamiento de muchos tejidos industriales. Habrá pues que apuntar a una paulatina reconstrucción del aparato productivo, con restricciones firmes en materia de importaciones. Aquí importa sobre todo una buena sintonía fina en el marco de una protección al límite de lo permitido por los acuerdos firmados en los organismos multilaterales como la OMC. Es que la necesidad de maquinarias, por ejemplo, debe balancearse con el propio desarrollo de una industria de bienes de capital propia, con el respaldo de un agresivo programa de investigación y desarrollo. También se debe tener en cuenta la dependencia de insumos o de bienes de consumo que ya no se fabrican localmente, cuya sustitución será, por fuerza, paulatina. Las características del mundo actual y el retroceso productivo sufrido en el último cuarto de siglo implican además un replanteo de la inserción geográfica del país. Es evidente que replegarse sobre el mercado interno ya no alcanza, pero tampoco es beneficioso firmar acuerdos de libre comercio sin atender su impacto interno. La mejor inserción internacional es aquella que potencie el desarrollo en base a la conformación de un sistema productivo que garantice el crecimiento y la acumulación. En ese sentido, tal vez el principal aspecto que se recorta es la rediscusión del MERCOSUR, ya no en busca de un espacio comercial sino de un proyecto productivo compartido, que contemple aspectos cruciales como la generación de cadenas regionales de valor que densifiquen las estructuras productivas, medidas comunes de asistencia a la producción, la creación de un organismo regional para el financiamiento de inversiones, la convergencia y potenciación de programas comunes de investigación y desarrollo, y la implementación de políticas activas sociales y de empleo. Se impone pues un replanteo de la política comercial, que obliga a insertarla previamente en una estrategia de desarrollo. Se trata de modelar el sector externo en base a las propias necesidades internas, ya que es imposible concebir hoy una inserción externa exitosa sin una fortaleza económica interna que la preceda y sustente. La herencia del modelo neoliberal es un terreno minado, plagado de restricciones, cuellos de botella y vacíos. Pero por difícil que resulte, la reconstrucción de una economía nacional que permita incluir a toda la población y garantizar la expansión sostenida resulta imprescindible, y cuanto más se postergue el despegue menores serán las posibilidades de éxito.
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Notas 1 La literatura sobre este enfoque es muy amplia. Para una crítica de esta concepción ver Musacchio, 1996. 2 Indicábamos antes que el modelo agroexportador puede considerarse una estrategia de similares características. En ese sentido, el estudio de su auge y su agotamiento constituye un referente importante como antecedente de los problemas que discutiremos en esta sección. Aunque no abordaremos aquí esta cuestión, consideramos que el modelo agroexportador sufrió un proceso de descomposición que se originó tanto en el agotamiento de diversos factores internos que habían sustentado la expansión, como en la saturación de los mercados a los que se apuntaba. En ese sentido, no suscribimos las tesis de un abandono erróneo de las pautas del modelo por parte de los hacedores de política económica ni de un shock externo súbito, aún cuando este último factor tuvo un rol importante como catalizador de problemas preexistentes. Sobre la cuestión, Cf. Rapoport y colaboradores (2000), punto 2.9.2. Sobre la insustentabilidad de largo plazo del sector externo durante ese período, Cf. Musacchio (2002). 3 Cf., por ejemplo, Kosacoff, 1995; Conesa, 1996. Para el caso de la reconversión productiva en algunas de las principales ramas industriales, ver Bisang y Gómez, 2002. Sobre la participación de las empresas transnacionales en la exportación, ver Chudnovsky (2001).
Atilio A. Boron Martí y el expansionismo norteamericano de ayer a hoy * La confirmación de los pronósticos martianos. A ciento cincuenta años del natalicio de José Martí y a poco más de un siglo de formuladas sus apreciaciones sobre la realidad de las relaciones entre la América española y la anglosajona, sus sombríos pronósticos no podrían haber sido confirmados con mayor contundencia por el devenir histórico. Una voz calificada por muchos como pesimista, por otros como poseída por un radical resentimiento debido a los desencantos que le produjo el “haber vivido en las entrañas del monstruo, lo cierto es que el mensaje martiano resuena en nuestra América con una claridad y una profundidad extraordinarias. Pocas veces, en el ámbito de la historia y las ciencias sociales, fue una predicción más certera que la que nos legara Martí en sus escritos. Hegel había predicho que, agotada la Europa de la ilusoria restauración decretada por el Congreso de Viena, la América Latina y los Estados Unidos se encontrarían frente a frente, dirimiendo en un pie de igualdad la supremacía sobre el orden internacional. Variantes menores de esta tesis se encuentra también en el pensamiento de Alexis de Tocqueville, todas ellas reposando sobre el supuesto, desmentido por la historia, de que las dos Américas seguirían un recorrido ascendente que las llevaría a su inexorable confrontación. La contradicción es, fue, inocultable; pero la idea de que ambas partes arribarían a dicho momento en condiciones razonablemente similares en cuanto a su desarrollo económico, político, social y cultural resultó ser equivocada. En todo caso, lo que queríamos subrayar aquí es la precisión de la previsión martiana allí donde –es cierto que en un período histórico anterior- grandes cabezas del pensamiento social y político de Occidente fallaron por completo. Cabría agregar, en honor a la verdad, que hubo también otro pronóstico de deslumbrante exactitud producido contemporáneamente al de Hegel. Se trata, claro está, del formulado por Simón Bolívar cuando escribiera que “los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar a la América española de miserias en nombre de la libertad.” La anticipación bolivariana, plasmada al igual que la de Martí en el fragor de las luchas por la independencia, fue notable, pero no avanzaba en los detalles. Habría de ser Martí quien expusiera, con inigualada claridad, los contornos precisos de las amenazas que se cernían sobre nuestros países a partir de la vocación imperial norteamericana. La excepcional penetración de la mirada martiana, su experiencia personal en la sociedad norteamericana y su inclaudicable lucha por la libertad de Cuba y las naciones hermanas de nuestra América le permitieron captar con singular precisión los alcances de la amenaza que la potencia del norte colocaba a los pueblos de América Latina.
* Esta ponencia retoma y desarrolla algunas de las ideas expuestas en nuestro El ALCA y la consolidación de la hegemonía norteamericana, trabajo presentado ante el II Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA (La Habana, Cuba, Noviembre de 2002)
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Algunos podrían calificar nuestra ponderación sobre el significado de la reflexión martiana afirmando que ella era la expresión del “espíritu de la época.” El llamado “arielismo,” movimiento cultural que reconocía en la pluma del uruguayo José E. Rodó su inspirador y fundador, había propagado por la América española el evangelio anti-norteamericano. En la Argentina, como lo retratan magníficamente las encendidas crónicas de Martí para el diario La Nación de Buenos Aires, este espíritu refractario a la cultura, la economía y la política de la América anglosajona había penetrado inclusive en el seno de las clases dominantes tradicionales y sus intelectuales. Más cerca de Cuba, en el México del Porfiriato, el dicho atribuido al dictador: “Pobre México: tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” refleja el clima ideológico de la época. Es indiscutible que Martí no podría haberse abstraído al mismo, máxime teniendo en cuenta su exquisita sensibilidad. Pero en su obra hay algo más que un lamento. Lo suyo cala mucho más hondo y va mucho más lejos. El antiamericanismo que recorrió América Latina hacia finales del siglo XIX era, en algunos casos, una tardía exaltación del hispanismo y poco más que eso. Podría hasta decirse que, en algunos casos, era reaccionario. Lo de Martí, en cambio, se inscribe en otro registro. No se trata de la queja abstracta o del lamento melancólico sino de un análisis concreto de las condiciones histórico-estructurales que dan lugar a una organización del sistema internacional que condena a los pueblos latinoamericanos a la postración y el sometimiento. Lo que hallamos en Martí, a diferencia de sus contemporáneos, son lúcidas interpretaciones acerca de la naturaleza de la relación entre ambas Américas, el papel de la dirigencia política en ellas, los rasgos distintivos de las culturas contrapuestas, el papel de los intereses económicos y las estrategias que los gobiernos de la América Latina deberían seguir para ahorrarnos los pesares que habrían de abrumarnos a lo largo del siglo XX. En este sentido es preciso recuperar la figura de Martí como la de un sutil analista de las relaciones internacionales, un sociólogo de amplia mirada que polemiza con ventaja con Domingo F. Sarmiento y un economista que supo discernir con agudeza las complejidades de las relaciones económicas internacionales y el papel del imperialismo. Podríamos concluir, entonces, que el infortunio del destino latinoamericano, al menos hasta el momento en que nuestros pueblos decidan hacerse dueños del mismo, encuentra su origen precisamente en la negativa a escuchar las sabias advertencias del Apóstol.
El “destino manifiesto”, el ALCA y la trascendencia del legado martiano. La propuesta de establecer el Área de Libre Comercio para las Américas se ha convertido, en nuestros días, en el tema de mayor importancia para el futuro de nuestros pueblos. Ideólogos y publicistas del neoliberalismo se han desvivido por presentar este proyecto como una gran iniciativa de carácter meramente comercial, que potenciaría las perspectivas de desarrollo económico de los países de la región y aseguraría -gracias a la liberalización de los flujos comerciales, el desmantelamiento de las interferencias estatales y la caída de las barreras proteccionistas- el advenimiento de una era de prosperidad sin precedentes en nuestra historia. El gobierno de los Estados Unidos no escatima esfuerzos para lograr su establecimiento lo antes posible, utilizando para tales efectos todo tipo de estrategias: desde la ame-
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naza de sanciones comerciales y financieras a los que se oponen hasta los sofismas economicistas según los cuales el ALCA derramaría sobre nuestros países ingentes beneficios. El argumento utilizado por la Casa Blanca y sus voceros, y reproducido servilmente por algunos gobiernos de la región y su corte de publicistas afirman que el ALCA no es sino el demorado sinceramiento de nuestras economías con el venturoso primado, considerado ya irreversible, de los mercados mundiales y la necesaria –aunque transitoriamente dolorosa- reafirmación en el plano hemisférico de la adecuación de América Latina a las exigencias de la así llamada “nueva economía.” Este es el “relato oficial” del ALCA que, por supuesto, poco tiene que ver con la realidad. Lo que ésta nos enseña, y lo que nos advertía Martí, en cambio, es que el ALCA es la culminación de un secular proyecto de dominación imperial cuyas raíces se hunden en la historia hemisférica. La expresión más clara al respecto, pero no por cierto la única, fue planteada tan tempranamente como en 1823 por quien fuera entre 1817 y 1825 el quinto Presidente de los Estados Unidos, James Monroe. Fiel a su vocación expansionista, durante su mandato Monroe concretó la adquisición de la Florida y, pocos años más tarde, formuló la doctrina que lleva su nombre y que se sintetiza en su bien conocido aforismo: “América para los americanos.” El pretexto para tal pretensión era alejar a las potencias europeas de toda intromisión en los asuntos del hemisferio. Los móviles verdaderos eran, en cambio, asegurar el predominio absoluto en la región para ese fragmento del mundo anglosajón en tierras americanas, poniendo a los decrépitos imperios coloniales de España y Portugal en retirada y aconsejando a británicos y franceses de abstenerse de inmiscuirse en un área que, para los norteamericanos, constituía su esfera natural de predominio. Su “destino manifiesto” no sería negociado con nadie, y mucho menos con una potencia extra-regional. Como repetidamente lo señalarían los cultores de esta doctrina, no se trata tan sólo de un derecho sino de una obligación que el pueblo norteamericano tiene hacer que su civilización prevalezca sin contrapesos en las Américas. No sorprende entonces comprobar que desde los albores mismos de la independencia latinoamericana se escucharan voces de alerta motivadas por las vigorosas tendencias expansionistas e imperialistas que, ya desde sus primeros pasos, exhibían las trece colonias inglesas. Las palabras de Bolívar, mencionadas más arriba, constituyen un testimonio inapelable. La obra de Martí remite con sublime obsesión a lo mismo. A lo largo de muchas páginas de la voluminosa producción martiana el Apóstol se refirió in extenso a este tema. No es éste el lugar para realizar una exégesis minuciosa de sus argumentos, pero conviene de todos modos subrayar algunos de sus lineamientos principales. En una de sus magníficas notas publicadas en el diario La Nación Martí advertía que “en cosas de tanto interés, la alarma falsa fuera tan culpable como el disimulo. ... Los peligros no se han de ver cuando se les tiene encima, sino cuando se los puede evitar. Lo primero en política, es aclarar y prever.” 1 Aclarar y prever porque, según Martí, “en política lo real es lo que no se ve.”2 Y lo que no se ve, y no se deja ver gracias a la maraña creada por la industria cultural dominada por los imperialistas, son los intereses de los Esta-
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dos Unidos en la promoción del ALCA. Se trata, entonces, de ver, y Martí nos ofrece unas guías para poder ello. Por ejemplo, nos advierte que “ningún pueblo hace nada contra su interés. (...) Si dos naciones no tienen intereses comunes, no pueden juntarse. (...) Cuando un pueblo es invitado a unión por otro, podrá hacerlo con prisa el estadista ignorante y deslumbrado, (...) podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles; pero el que siente en su corazón la angustia de la patria (...) ha de inquirir y ha de decir qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado (...) y si es probable que los elementos temibles del pueblo invitante se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del invitado. (...) Y el que resuelva sin investigar, o desee la unión sin conocer, o la recomiende por mera frase y deslumbramiento, o la defienda por la poquedad del alma aldeana, hará mal a América.”3 De su indagación extrajo Martí las siguientes conclusiones, cuya actualidad difícilmente podría ser mayor. Primero: los norteamericanos “creen en la necesidad, en el derecho bárbaro como único derecho: esto es nuestro, porque lo necesitamos,” sentencia ésta que prefigura con un siglo de anticipación la más reciente innovación doctrinaria norteamericana en materia de seguridad que viene a justificar las “guerras preventivas” contra todo aquél que, en un futuro incierto, pudiera llegar a ser una amenaza para la seguridad militar norteamericana. Volveremos sobre este tema más adelante. Segundo: de sus investigaciones histórico-culturales Martí concluye que: “quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. El pueblo que quiere morir vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse a más de uno. (...) El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político.4 Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios.” La conclusión final no es menos actual que las anteriores observaciones. En efecto, Martí nos previene en contra de “la ligereza de un prestidigitador político” capaz de “ponerle colorines de república a una idea imperial.”5 Para nuestra desgracia, ya no es uno sino son muchos los prestidigitadores políticos que le ponen colorines de república a una idea imperial e imperialista, procurando invisibilizar aquello que salta a la vista: Que el ALCA no es otra cosa que la tentativa de coronar exitosamente el proyecto imperialista del “destino manifiesto”, cuya continuidad se extiende a lo largo de dos siglos. Bertolt Brecht decía que la burguesía era una señora que no deseaba que se la llamase por su nombre. Parafraseando a Brecht podemos decir que el ALCA es un caballero imperialista que también pretende que no se le llame por su nombre. Las premonitorias advertencias de Bolívar y Martí demostraron ser exactas. En un proceso que no tuvo pausas, y que siempre supo combinar la sistemática penetración económica en nuestros países con otros recursos, signados por el engaño, el soborno a gobernantes corruptos y, casi siempre, la violencia más desenfrenada, los Estados Unidos asentaron un predominio sin contrapesos en esta parte del mundo. Tal como lo dijera Martí, el influjo económico se tradujo inmediatamente en influjo político; la dependencia económica dio paso a la dependencia política, la
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sumisión económica se tradujo en una humillante abdicación de la soberanía nacional.. Al no ser libres en los negocios nuestros países tampoco pudieron ser libres en lo político. Perdieron soberanía económica y, con ella, la soberanía política. Nuestros estados se convirtieron en guarniciones imperiales; nuestros gobiernos abandonaron toda pretensión de representar al pueblo y se rebajaron al rango de meros mandatarios de los poderes económicos dominantes, fieles transmisores y ejecutores de las órdenes del imperio y preocupadas ante todo y fundamentalmente en preservar los derechos de la potencia hegemónica; De este modo, la democratización obtenida luego de prolongadas batallas y a un costo extraordinario en términos de vidas humanas y penurias y sacrificios de todo tipo dio lugar a impotentes simulacros toda vez que los gobiernos elegidos por sufragio universal prestaban oídos sordos a las voces de los pueblos mientras escuchaban con atención el tiránico vozarrón de los mercados. El ALCA no es sino la culminación de este proceso, la legalización e institucionalización de la dependencia y de la sumisión al imperialismo, el cumplimiento cabal del “destino manifiesto”.precozmente esbozado en la Doctrina Monroe.
Los imperativos estratégicos de la Casa Blanca en la fase actual, América Latina y el papel del ALCA. Para comprender los alcances del ALCA conviene situar esta iniciativa en el marco de la discusión existente en los Estados Unidos en relación a sus prioridades en materia estratégica, sobre todo teniendo en cuenta los nuevos acentos que aquélla ha adquirido luego de los atentados del 11 de Septiembre del 2001. Digamos para comenzar que sería un error imperdonable suponer que un proyecto como el ALCA se promueve tomando en cuenta tan sólo sus facetas económicas. Ninguna iniciativa de tal envergadura es impulsada por Washington en base a exclusivas consideraciones de orden comercial o financiero. Esto es algo que nunca han hecho los norteamericanos. Pese a la penosa rusticidad que exhibe gran parte de la clase política de los Estados Unidos –y de la cual George W. Bush Jr. es uno de sus ejemplos más patéticos- no hay que olvidar que, por debajo del tinglado electoral y de la escena política formal existe un sofisticado y complejo entramado de instituciones y agencias que reclutan a algunos de los intelectuales y expertos más destacados de ese país y que son ellos quienes producen las visiones de largo plazo que orientan la conducta de los ocasionales ocupantes de la Casa Blanca. A diferencia de Woodrow Wilson o Franklin Delano Roosevelt, George W. Bush carece por completo de ideas propias, su condición siendo la del mero vocero de los intereses que prevalecen en el centro imperial. Precisamente debido a esta orfandad política es que conviene examinar los términos de la discusión estratégica actual tal cual la plantean los expertos y policy advisors del gobierno. En un trabajo reciente, Robert Kagan -de la Hoover Institution y uno de los más influyentes asesores presidenciales- sostenía que los Estados Unidos, a diferencia de Europa, deben ejercer su poder “en un mundo anárquico y Hobbesiano, en el cual las leyes y normativas internacionales son inseguras e inciertas. En un escenario de ese tipo la verdadera seguridad, defensa y promoción de un orden liberal dependen de la posesión y uso de la fuerza militar.” Es por eso,
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continúa nuestro autor, que los Estados Unidos deben con frecuencia actuar como un verdadero “sheriff internacional.,” Pese a su autoproclamada designación como gendarme mundial, su papel es ampliamente bienvenido porque los gobiernos responsables y la opinión pública sensata saben que Washington trata de imponer la paz y la justicia en un mundo sin leyes. Ante tal situación, los que están fuera de la ley deben ser neutralizados o destruidos, y la doctrina de la “guerra preventiva” contra cualquiera sospechoso de amenazar la seguridad militar norteamericana actual o futura es una simple consecuencia lógica de tan paranoico razonamiento. Siguiendo con esta alegoría del lejano Oeste, Kagan sostiene que Europa, en cambio, no desempeña el papel del sheriff sino el del cantinero, a quien sólo le importa que los malvados consuman gasten el dinero obtenido con sus fechorías en su local.6 Nuestro autor remata su argumentación apelando a un trabajo de un experto británico, Robert Cooper, quien alega que al tratar con el mundo exterior a Europa “debemos regresar a los métodos más brutales de antaño –la fuerza, el ataque preventivo, el engaño y cualquier cosa que sea necesaria. ... Entre nosotros mantenemos la ley, pero cuando operamos en la jungla debemos también utilizar las leyes de la jungla.” La jungla es, obviamente, todo el resto del planeta que se encuentra fuera del Atlántico Norte y muy especialmente las regiones periféricas del imperio.7 La beligerante visión de Kagan y Cooper ya había sido anticipada, unos años antes, por un trabajo de otro notable intelectual orgánico del establishment norteamericano: Samuel P. Huntington quien, a diferencia de algunos izquierdistas extraviados como Michael Hardt y Antonio Negri no alberga la menor duda acerca del carácter imperialista del actual orden mundial. Su preocupación es, en cambio, la debilidad de los Estados Unidos en su condición de “sheriff solitario” en un mundo signado por lo que algunos teóricos denominan “el momento unipolar.” Según este autor, la especificidad de la actual coyuntura internacional obliga a Washington a ejercer el poder internacional de forma despótica e inconsulta. El temor de Huntington es que la reiteración de esta conducta pueda precipitar la formación de una amplísima coalición anti-norteamericana en donde no sólo se enrolen Rusia y China sino también, si bien en diversos grados, los estados europeos, lo cual pondría seriamente en crisis al actual orden mundial. En cuanto “sheriff solitario” los Estados Unidos fueron compelidos, por imperio de las circunstancias, a “presionar a otros países para adoptar valores y prácticas norteamericanas en temas tales como derechos humanos y democracia; impedir que terceros países adquieran capacidades militares susceptibles de interferir con la superioridad militar norteamericana; hacer que la legislación norteamericana sea aplicada en otras sociedades; promover los intereses empresariales norteamericanos bajo los slogans del comercio libre y mercados abiertos y modelar las políticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses (...) forzar a otros países a adoptar políticas sociales y económicas que beneficien a los intereses económicos norteamericanos; promover la venta de armas norteamericanas e impedir que otros países hagan lo mismo (...) categorizar a ciertos países como “estados parias” o delincuentes y excluirlos de las instituciones globales porque rehúsan a postrarse ante los deseos norteamericanos.”8 A esta lista de odiosas iniciativas, que hemos presentado en forma resumida en este trabajo, podríamos agregar, sin dificultad alguna, la siguiente: “promover la
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creación del ALCA para favorecer los intereses de las grandes corporaciones norteamericanas,” y la enumeración estaría completa. Las palabras del Secretario de Estado Colin Powell en relación a las expectativas que Washington tiene en relación al ALCA son bien contundentes: “nuestro objetivo es garantizar para las empresas norteamericanas el control de un territorio que se extiende desde el Ártico hasta la Antártica y el libre acceso sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios, tecnologías y capitales por todo el hemisferio.” Así, mientras algunos sectores de la izquierda exhiben una enfermiza tendencia a olvidarse de la existencia de la lucha de clases y el imperialismo (probablemente por temor a ser sindicados por el prevaleciente consenso neoliberal como extravagantes y ridículos dinosaurios fugados del Parque Jurásico del socialismo), los mandarines del imperio, preocupados como están por aconsejar con sus conocimientos a las clases dominantes que se enfrentan a diario con los antagonismos clasistas y las luchas emancipadoras no pueden darse el lujo de distraerse con elucubraciones metafísicas. Esta es una de las razones por las que Zbigniew Brzezinski, ex Director del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, es tan claro en su diagnóstico, y en vez de hablar de un fantasmagórico “imperio sin imperialismo” como el que en su alucinación perciben Hardt y Negri celebra sin tapujos la a su juicio irresistible ascensión de los Estados Unidos a la condición de “única superpotencia global”. Pero preocupado por asegurar la estabilidad a largo plazo de la fase imperialista abierta tras el derrumbe de la URSS, Brzezinski identifica los tres grandes principios orientadores de la estrategia geopolítica norteamericana y al interior del cual será preciso descifrar el significado del ALCA: primero, impedir la colusión entre –y preservar la dependencia de– los vasallos más poderosos de los Estados Unidos en cuestiones de seguridad (Europa Occidental y Japón); segundo, mantener la sumisión y obediencia de las naciones tributarias, como las de América Latina y el Tercer Mundo en general; y tercero, prevenir la unificación, el desborde y un eventual ataque de los “bárbaros”, denominación ésta que incluye desde China hasta Rusia, pasando por las naciones islámicas del Asia Central y Medio Oriente.9 Este es, en resumidas cuentas, el marco estratégico en el cual debemos comprender al ALCA. Cualquier otra consideración que sea hecha al margen de estas directrices no alcanza a captar, en toda su dimensión, la magnitud y complejidad de la amenaza que se cierne sobre nuestra América. Téngase presente, por ejemplo, que en el prolijo examen que Brzezinski realiza sobre cada una de las regiones que constituyen el tablero internacional este autor excluye a América Latina. Si bien no explicita las razones por las cuales procede de esta manera, una atenta lectura de su texto no puede evitar descubrir su motivación: para Brzezinski, al igual que para la gran mayoría de los expertos en estos temas, nuestros países configuran una suerte de gigantesca “provincia interior” del imperio. Atento a esta caracterización, lo que aquí ocurra no cae en el terreno de las relaciones internacionales sino que se define, más bien, en el marco de la política doméstica. Las dos veces secular tendencia hacia la anexión del vasto espacio geográfico que yace al sur del Río Bravo hace que en las especulaciones de los estrategos imperiales lo que ocurra en nuestros países no merece un tratamiento demasiado distinto del que merecería
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una revuelta secesionista en Alabama o Texas. Y si no siempre la Casa Blanca recurre a la metodología violenta es por la conveniencia de mantener una cierta fachada de independencia entre sus posesiones neocoloniales del Sur dado que, de lo contrario, su prédica como campeón de las libertades se vería seriamente erosionada en el contexto internacional. Paradojalmente, el silencio sobre América Latina revela la importancia estratégica fundamental que ésta tiene para los Estados Unidos por ser la región que, en el largo plazo, le plantea los mayores desafíos. Sobre esto hay un indicio inapelable: en los años ochentas, en el apogeo de la “guerra de las galaxias” lanzada por Ronald Reagan en el marco de la Segunda Guerra Fría, el personal diplomático adscrito a la embajada de los Estados Unidos en México era superior al que se hallaba estacionado en todo el territorio de la Unión Soviética. La razón de fondo de esta sorprendente constatación radica en la convicción, silenciosamente compartida por la casi totalidad de los estrategas norteamericanos, de que la URSS era un problema transitorio de los Estados Unidos, un conflicto de naturaleza política y, por lo tanto, transitorio. En cambio, América Latina constituye un problema permanente que tiene la densidad y persistencia de un accidente geográfico, algo que muy difícilmente la obra de los hombres puede revertir. México es, a consecuencia de lo anterior, la frontera entre el más poderoso imperio jamás construido sobre la faz de la tierra y su periferia subdesarrollada, la región del mundo que ostenta el triste título de ser la más injusta y desigual del planeta. Se comprende pues la fenomenal concentración de recursos de todo tipo destinados a monitorear y, de ser posible, controlar todas las circunstancias que acechan desde el sur. Poco tiempo atrás, el economista cubano Osvaldo Martínez planteaba con claridad este problema al subrayar que nuestros países son la región “donde el apetito del imperio se excita con los mercados por controlar, las esferas de inversión de capital por dominar, las empresas públicas por privatizar, los lucrativos sectores de servicios por someter la barata fuerza de trabajo por explotar. Es la región donde hay petróleo, agua, biodiversidad y espacio geoestratégico para ampliar su red de bases militares.” 10 Abundando en detalles Martínez señalaba que América Latina pese a no ser la primera región petrolera del mundo es sin la menor duda aquella que puede ofrecer un suministro más cercano y seguro a mediano plazo. Este es un dato harto significativo cuando si se tiene en cuenta que las reservas petrolíferas de la superpotencia no alcanzan para más de diez años y la inestabilidad creciente de la región que cuenta con las mayores reservas del mundo, el Medio Oriente, puede muy rápidamente desembocar en la constitución de regímenes fuertemente opuestos a los Estados Unidos. Esto nos permite entender, asimismo, la excepcional importancia que tiene Venezuela y la desesperación de la Casa Blanca por “normalizar” la situación política en ese país, es decir, por imponer un gobierno dócil a sus directivas lo antes posible. Por otra parte, nuestros países albergan nada menos que la tercera parte del potencial mundial de agua del planeta, y la cuenca acuífera localizada en la Chiapas zapatista es una de las más importantes de la región. Téngase en cuenta que mientras América Latina posee en su conjunto los ríos más caudalosos del mundo el Suroeste norteamericano se enfrenta ante su inexorable desertificación,
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y el suministro del líquido para la ciudad de Los Ángeles será un desafío formidable en pocas décadas más. Tan es así que ya existen proyectos que, ante la negativa canadiense, planean construir un gigantesco acueducto desde el sureste mexicano hasta el sur de California, a los efectos garantizar la provisión de agua a esa región de los Estados Unidos. En términos de biodiversidad Martínez señala que América Latina cuenta con el 40 por ciento de las especies animales y vegetales existentes, lo que constituye un imán poderosísimo para las grandes transnacionales norteamericanas dispuestas a imprimir el sello de su copyright a todas las formas de vida animal o vegetal existentes. Por último, desde el punto de vista territorial, América Latina es una retaguardia militar de crucial importancia. El bombardeo aéreo masivo e indiscriminado puede destruir a un ejército, pero hasta que no se ocupa el territorio la guerra no ha terminado. Esta es la lección de Vietnam y, en menor medida, también la de la Guerra del Golfo. La importancia de controlar el territorio sigue siendo un tema fundamental en el arte de la guerra, desde TzungTsu hasta nuestros días, pasando por Maquiavelo. Y ese territorio, tan crucial para los Estados Unidos, es América Latina y el Caribe. En fin, el inventario de recursos y situaciones que hacen que esta parte del planeta sea de excepcional importancia para los Estados Unidos sería interminable. No obstante, el Departamento de Estado y la Casa Blanca insisten rutinariamente en declarar que América Latina tiene escasa importancia en la agenda de la política exterior norteamericana, tesis ésta que muchas veces es reiterada por analistas supuestamente progresistas y políticos y gobernantes resignados de nuestros países. En realidad, la doctrina de la “negligencia benigna”, que así se llama esta impostura, no es otra cosa que una burda mentira, una actitud hipócrita que busca por medio de este artilugio desalentar cualquier tentativa de cuestionar las relaciones de subordinación establecidas entre la potencia hegemónica y nuestros países. El argumento es que América Latina no pesa en el escenario internacional, sus países no son “jugadores centrales” en la arena mundial y sus economías no gravitan en los mercados globales. Sin embargo, si así fuera, si nuestra región y nuestros países fuesen tan irrelevantes, ¿por qué Washington persiste durante más de cuarenta años con su criminal bloqueo a Cuba? ¿Por qué ha intervenido, por todos los medios a su alcance y sin ninguna clase de escrúpulos morales, para abortar procesos reformistas sin hablar del sistemático ataque lanzado contra cualquier gobierno revolucionario? ¿Por qué esa secuencia interminable de intervenciones militares, invasiones, golpes de mercado, asesinatos políticos, sobornos, campañas de manipulación de la opinión pública y desquiciamiento de procesos democráticos perpetrados contra una región carente por completo de importancia? La tesis de la “negligencia benigna” se derrumba pues como producto de sus propias contradicciones.
El ALCA como la cristalización de la hegemonía actual de los EEUU en el sistema internacional. Para resumir: el ALCA no es otra cosa que una tentativa de coagular, en el hemisferio americano, las relaciones de fuerza predominantes en la actual coyuntura internacional. Esta se caracteriza por la profundización de los desequilibrios
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dentro de la tríada dominante, en donde la prolongada recesión económica que afecta al Japón y las dificultades que obstaculizan la recuperación económica europea le han conferido a los Estados Unidos una situación extraordinariamente privilegiada. Por otra parte, para nadie es un misterio que tanto Japón como la Unión Europea son gigantes económicos en problemas pero, antes que nada, entidades que carecen de voluntad política para desempeñar un papel relevante en el concierto internacional y, sobre todo, verdaderos pigmeos en cuestiones militares. Mientras que los Estados Unidos poseen cerca de ochocientas bases y emplazamientos militares repartidos por todo el mundo y su presupuesto militar equivale a la mitad de la totalidad del gasto militar del planeta, la Unión Europea y Japón no tienen siquiera la capacidad para garantizar la seguridad militar de sus propios territorios. La debilidad político-militar de los “principales vasallos” de Washington, para utilizar la expresión de Brzezinski, unido al suicidio de la ex-Unión Soviética y la cautelosa aparición de China en el escenario privilegiado de la política internacional le otorgan a los Estados Unidos un margen de maniobra jamás alcanzado antes en su historia. De ahí que se hable de “unilateralismo”, “momento unipolar” y otras expresiones por el estilo que dan cuenta de esta nueva realidad. Esta coyuntura está asimismo signada por el inédito retroceso experimentado por las fuerzas progresistas y de izquierda de todo el planeta en las décadas finales del siglo XX, lo que no está desmentido por el reciente reverdecimiento de muy promisorias tendencias precisamente en América Latina. Los procesos en marcha en Venezuela, Brasil y Ecuador, la tenaz resistencia de la revolución cubana y las perspectivas que se abren en un conjunto de países en donde el neoliberalismo ha fracasado rotundamente -como Argentina, Uruguay y Bolivia, para mencionar apenas unos pocos casos en Sudamérica- atestiguan lo que venimos diciendo, pero aún así la correlación internacional de fuerzas sigue siendo sumamente desfavorable para el campo popular y, por la inversa, favorable en grado extremo a los intereses imperialistas. El peso de ciertos procesos objetivos, tales como los avances de la mundialización neoliberal, la creciente vulnerabilidad y dependencia externas de nuestras economías y el férreo control que la gran burguesía transnacional ejerce sobre nuestros países mediante la labor del FMI, el BM y la OMC reproduce a su vez las condiciones que facilitan los planes del gobierno norteamericano y el conglomerado de oligopolios que lo controlan. Dadas estas condiciones, la creación del ALCA equivaldría al otorgamiento de un estatuto legal a una situación de transitoria pero abrumadora hegemonía del capital imperialista, estableciendo por eso mismo una serie de mecanismos institucionales y legales que consagrarían la irreversibilidad de tal situación. Le asiste toda la razón al Comandante Fidel Castro cuando, en su discurso del Primero de Mayo de 2001 dijera que “el ALCA, en las condiciones, plazo, estrategia, objetivos y procedimientos impuestos por Estados Unidos conducen inexorablemente a la anexión de América Latina a Estados Unidos.”11 Por todo lo anterior se desprende que es necesario y urgente impedir la creación del ALCA. En palabras de Martí, la puesta en marcha de un proyecto de ese tipo “le hará mal a América” pues se trata de un proyecto que pretende institucionalizar nuestra subordinación al imperialismo forzando la capitulación de los pueblos latinoamericanos ante la potencia hegemónica. Lo que se pretende es
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lograr la silenciosa anexión de nuestros países a los Estados Unidos, liquidando definitivamente cualquier pretensión de soberanía y autonomía nacionales. Liquidando también cualquier sueño de justicia y cancelando definitivamente nuestras aspiraciones democráticas. En suma, el ALCA es incompatible con la libertad, la democracia y el bienestar de nuestros pueblos. Por eso tiene que ser negociado en secreto, a espaldas del pueblo, dado que es indefendible ante los ojos de la opinión pública: sólo favorece a las grandes empresas y a sus aliados, a sus representantes políticos e ideológicos y a los pequeños grupos y sectores integrados a la hegemonía del capital. Por eso existe una oposición completamente intransigente a abrir el tema a la discusión pública, o de someterlo a un referéndum popular. Para la abrumadora mayoría de la población latinoamericana el ALCA vendría a concretizar la sombría profecía de Simón Bolívar a la cual nos refiriéramos al principio, sembrando de miserias nuestro continente en nombre de la libertad. Por ello debemos rechazar al ALCA. No debemos cejar en nuestro empeño. La heroica resistencia de Cuba demuestra lo que puede una firme voluntad revolucionaria. Con la misma tenacidad tenemos que resistir esta nueva tentativa anexionista del gobierno de los Estados Unidos. Y pese a la intensa campaña publicitaria y a la incansable labor de la industria cultural del gran capital imperialista internacional debemos insistir con nuestro “no.” Cabe recordar una vez más las palabras de Martí: “el pueblo que quiera ser libre, que sea libre en negocios.” Y también aquellas otras que decían que era preciso “ser cultos para ser libres.” La batalla de las ideas, el combate por los sentidos adquiere un carácter fundamental en el mundo de hoy. El ALCA es el caballo de Troya mediante el cual se introduce en los pueblos latinoamericanos la conciencia resignada de nuestro inexorable destino como colonias de los Estados Unidos. Para ello se le ponen “colorines de república a una idea imperial,” y se difunden toda clase de mentiras y patrañas a los efectos de engañar a nuestros pueblos y convencerlos de que con el ingreso al ALCA habremos de alcanzar la prosperidad que, de lejos, parece adornar a la “Roma americana.” Por ello es preciso salir con energía y resolución a librar el gran combate de las ideas, la madre de todas las batallas. El gran revolucionario italiano y fundador del Partido Comunista de Italia, Antonio Gramsci, dijo en reiteradas ocasiones que las clases y capas subalternas deben ser dirigentes si es que alguna vez quieren ser dominantes. Y ser dirigentes significaba tener la capacidad de derrotar al “sentido común” y a las ideas dominantes sobre las cuales la burguesía y sus aliados asentaban su dominio. No se va a derrotar al ALCA con la crítica de las armas, terreno al cual nos pretende conducir el imperialismo pues es precisamente allí donde la desproporción entre su gigantesca potencia militar y la nuestra es insuperable y origen de una segura derrota. Martí dijo, en su momento, que “de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace; ganémosla a pensamiento.” 12 Lo derrotaremos, como lo hizo Martí, con las armas de la crítica, librando el combate en el terreno de las ideas, concientizando a las grandes masas de nuestras sociedades y preparándolas intelectual y moralmente para resistir a la anexión imperial.
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Notas 1 José Martí, América para la humanidad (La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2001), p. 4. 2 ibid., p. 49. 3 ibid. pp. 49-50. 4 ibid. pp. 53-54. 5 ibid. pp. 57-58. 6 Robert Kagan, “Power and Weakness”, Hoover Institution Papers, (Stanford: California, 2002), pp. 1, 10-11. 7 Dejamos sentado que cuando, a lo largo de este trabajo, utilizamos la voz “imperio” de ninguna manera lo hacemos en el sentido en que Michael Hardt y Antonio Negri le adjudican a dicho término. Una crítica sistemática a las erróneas tesis de Michael Hardt y Antonio Negri desarrolladas en su libro Imperio se encuentra en nuestro Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri (Buenos Aires: CLACSO, 2002), reproducido en Revista Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 2002. 8 Samuel P. Huntington, “The lonely superpower”, Foreign Affairs, Vol. 78, No. 2, 1999, p. 48. 9 Zbigniew Brzezinski, El Gran Tablero Mundial (Buenos Aires: Paidós, 1998), p.40. 10 “ALCA: el convite de la ‘Roma Americana.” Ponencia inaugural del II Encuentro Hemisférico de Lucha contra el ALCA, La Habana, Cuba, 25 al 28 de Noviembre de 2002. 11 Comandante Fidel Castro Ruz, Discurso del Primero de Mayo de 2001, en José Martí, América para la Humanidad, op. cit., p. 81. 12 En OC, tomo 4, p. 121.
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Leonel González * La guerra, el ALCA y la política exterior de Estados Unidos Variantes agresivas del Imperio Estos debates nos ayudan a unificar las propuestas, lo que supone construirlas de manera colectiva. Al acelerarse la caída del campo socialista, entre 1988 y 1990, el compañero Fidel Castro ya alertaba sobre los peligros que habría de implicar para los pueblos la instalación de un mundo unipolar hegemonizado por Estados Unidos, donde el Imperio pudiera imponer su política de fuerza militar por encima la las Naciones Unidas. Al mismo tiempo, en los primeros años de la década de 1990, la intelectualidad de izquierda europea y grandes movimientos políticos de izquierda en el mundo celebraban la caída del Muro de Berlín y el «fin de la historia». La guerra agresiva contra Irak demuestra cuánta razón había en la denuncia de Fidel, lo peligroso que sería un mundo unipolar que facilitara imponer la ley del imperio. Las Naciones Unidas han sufrido un golpe mortal, han sido totalmente destrozadas. Se ha impuesto el extraordinario poderío del nuevo Imperio, más poderoso que el propio Imperio Romano en su época. Es decir, un Imperio que puede destruir al mundo con sólo apretar un botón. Lo que se denunciaba, que parecía utópico e irreal, lamentablemente se está haciendo realidad. Yo creo que una de las cosas más escandalosas de esta guerra fue el atentado con misiles sobre el hotel donde el mundo entero sabía que se hospedaban los periodistas. En esa acción fueron asesinados periodistas pertenecientes a países que apoyaron la guerra, como los de la agencia Reuter y los españoles del periódico El Mundo, entre otros: una lamentable muestra de que al Imperio no le importa absolutamente nada la opinión pública internacional, incluyendo la de sus propios aliados. Hace instantes veía imágenes de las movilizaciones en España, de los medios españoles, protestando por el asesinato a sangre fría, a mansalva, de un grupo de periodistas que estaban tratando de decir la verdad. Porque ésta ha sido una guerra de muchas mentiras y de mucha manipulación. La CNN fue explicando paso a paso lo que pasaba en la guerra, instalando en forma amenazante la guerra de nuevo tipo, demostrando el rol que el Imperio da a los medios masivos de difusión que están a su servicio.
Los derechos humanos y la guerra La Organización de las Naciones Unidas, quedó destrozada y sin credibilidad. Le va a ser muy difícil a Estados Unidos utilizarla para sus intereses como hasta ahora. ¿Qué credibilidad podrá tener en el futuro la Comisión de Derechos Humanos, que está ahora sesionando en Ginebra, luego de que esa gran potencia desconoció abiertamente la existencia de la Organización de las Naciones Unidas? A Estados Unidos sólo le preocupan sus propios intereses. * Editamos la intervención sobre la base de la desgrabación de su intervención en el Seminario.
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Un grupo de países, con apoyo de algunas ONGs, acaba de proponer en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU el concepto de la indivisibilidad de los derechos humanos, y que los derechos económicos, sociales, es decir los derechos a la salud, a la educación, al empleo y al trabajo, estuvieran incluidos. La delegación de Estados Unidos se opuso abiertamente. ¿Cómo pueden hablar de derechos humanos? Sin embargo, ése es el lenguaje que predomina entre los gobiernos del Sur, objeto de manipulaciones por parte de los países del Norte, incluyendo la Unión Europea y Japón. Se trata de derechos de los que adolece la gran mayoría de la humanidad: 1.200 millones de pobres y desposeídos en el mundo carecen del derecho a la vivienda, a la educación, a la salud, a un empleo. Acabamos de reunirnos en Francia delegados de sesenta países con motivo del Congreso de los Sindicatos Franceses de la Central General de Trabajadores. Cuando muchos delegados del Sur felicitaron a Francia por su posición, los sindicatos franceses nos advertían públicamente que no nos adelantáramos, que finalmente los europeos terminarían cerrando un acuerdo con Estados Unidos. La visita que realizó Condoleeza Rice a Moscú nos permite suponer un proceso de recomposición que de alguna manera validará la guerra. Es probable que pronto puedan llegar a aceptar que la agresión fue necesaria. Si la ONU se hace cargo del trabajo de reconstruir y administrar -como ya sucedió en los Balcanes- lo que dejen los yanquis, demostrará que finalmente todos acuerdan. Parafraseando al caudillo militar cubano Antonio Maceo, General de las Guerras de Independencia de Cuba, quien afirmara «no espero nada de los americanos en la guerra contra España», podemos decir que no debemos esperar nada de los poderosos que han expoliado al mundo durante tantos años. Lo que no seamos capaces de conquistar nosotros, luchando, nadie nos los regalará. Esta guerra presupone serios peligros para mañana. Necesitamos preguntarnos cuál será el futuro de Irán y Siria, amenazadas por la presencia de las tropas agresoras en sus fronteras. ¿Se decidirá el Imperio a atacar a Corea del Norte, a los países que Bush calificó como integrantes del «eje del mal»? ¿Cuál será el futuro de Palestina una vez que hayan fortalecido sus posiciones en la región ante la inmensa debilidad del mundo árabe? Creo que el mundo árabe actuó con una debilidad extrema. Creo que con la única excepción de las voces de Siria, prácticamente el mundo árabe no se opuso al crimen que se estaba cometiendo, lo que agrava más la situación para el futuro. La guerra resulta de las necesidades del Imperio para su propia existencia. Es decir, la guerra es una necesidad para Estados Unidos, con una economía en crisis que necesitaba un 11 de setiembre, que le vino como anillo al dedo. Había una crisis en los ámbitos rurales de Estados Unidos y en toda la economía mundial, que se aceleró a partir del 11 de setiembre. Bush llegaba al 11 de setiembre con su imagen muy deteriorada, y los sucesos de ese día le dieron la excusa para aplicar políticas macartistas en el seno de la sociedad norteamericana, como no ocurría desde fines de la década de 1940 y la de 1950. La sociedad de Estados Unidos fue retrotraída al viejo estilo del macartismo, donde son reprimidos los intelectuales, los artistas y otros sectores. Por menos de lo que han hecho con figuras como Susan Sarandon,
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Tim Robbins, Charlie Sheen o Martin Sheen, cualquier otro país sería acusado ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Los grandes medios de difusión masiva fueron llevados a boicotear las producciones artísticas en las que participan los que se han opuesto a la guerra, violando groseramente los derechos de la libertad de expresión sobre la que tanto vociferan en Estados Unidos Los temas sobre el fracaso del socialismo ya forman parte de la historia. Ahora tenemos capitalismo. Se desarmaron los movimientos políticos de izquierda. Se desarticularon, dividieron y fragmentaron los partidos comunistas. Los partidos socialdemócratas se fueron más aun a la derecha. El socialismo, en sólo setenta años, demostró sus enormes potencialidades. Los errores cometidos fueron muchísimos, es verdad, pero no pueden ocultar que es posible un régimen social con mejor distribución de las riquezas y que promueva el desarrollo humano, por ejemplo. Quienes sólo refieren los errores del socialismo, mienten. No podemos dejar de lado que los estados de bienestar fueron las respuestas del capitalismo a ese mundo que emergía del feudalismo para convertirse en una potencia mundial, como fue el caso de la Unión Soviética. Esos son hechos que no pueden negarse. Mientras tanto, tras cuatrocientos años el capitalismo ha demostrado su fracaso.
El ALCA Escuché en el Seminario fuertes críticas a la ausencia de propuestas. Pero me parece que para llegar a elaborar propuestas realistas todavía queda bastante por hacer en cuanto a la toma de conciencia de las grandes masas populares y del mundo político real. Lo que significó para la izquierda mundial el derrumbe del campo socialista creó una falta de fe, una falta de confianza sobre hacia dónde ir, no tanto una crisis de la ideología. El ALCA tiene lugar en medio de esta crisis, que se expresa en lo político, en lo económico, en lo social y en lo moral. Estamos en una coyuntura muy compleja. La deuda externa es una de las causales fundamentales de la falta de salida a la actual crisis económica. El tema de la deuda debe convertirse en uno de los ejercicios fundamentales de las luchas futuras. Me da la impresión que, salvo Jubileo y algunas otras pocas organizaciones, se ha dejado de hablar de la deuda. En el congreso sindical que antes mencioné, uno de los debates fundamentales se desarrolló con relación al problema de la deuda externa y como desde Europa se disponen a dar batalla a favor de un nuevo orden económico internacional. La solidaridad del Norte con el Sur no debe consistir en dádivas para fomentar una ONG o dar dinero para que funcione un sindicato. Mientras persistan las políticas de proteccionismo, dumping, comercio injusto y desigual que patrocinan la Organización Mundial del Comercio, el FMI y el Banco Mundial, ningún país podrá dar solución a sus problemas.
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Acusan a los gobiernos corruptos de ser los causantes de la deuda, de vender sus países, sus tierras y propiedades. Se repite la expoliación de hace quinientos años. Esta vez la deuda fue el instrumento utilizado para someternos. Se habla del creciente desempleo en América Latina. Salvo Costa Rica, ningún país de América Central tiene un índice de empleo real superior al 25%. La informalidad en el empleo en Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua supera el 70%. Los pobladores de esos países carecen de seguridad social y de derechos humanos. Estados Unidos opera por diversos caminos para imponer el ALCA. Por un lado, presiona por su aplicación a nivel multilateral con todo el continente, salvo Cuba. Por otro lado, lleva adelante negociaciones bilaterales. Por ejemplo, se prepara la firma de Chile de un acuerdo de libre comercio.1 También está negociando con América Central y con la República Dominicana. Había una tendencia a demorar las negociaciones hasta que la consolidación del MERCOSUR lo habilite para negociar con Europa y con Estados Unidos. En la práctica quieren un ALCA mejorado, lo que supone un camino peligroso. Estuve participando en el mundo de los movimientos sociales y populares, como en el primer Foro de Porto Alegre y en la Alianza Social Continental en lucha contra el ALCA. Tengo la impresión de que todavía no hay verdadera conciencia sobre los peligros de lo que significa el ALCA. Siempre damos el ejemplo de México, que de exportador de maíz, algodón, papa y arroz pasó a importar esos productos. Un país que basa su alimentación en el maíz lo está importando de Estados Unidos, país que subsidia su producción y aplica altas tecnologías, impidiendo que los países del Sur puedan competir. México ingresó al acuerdo del NAFTA argumentando que necesitaba abrir sus fronteras y exportar. Es cierto, aumentó sus exportaciones, pero sólo el 2 % de lo que exportan las maquilas mexicanas tiene componente mexicano; el resto se origina en trasnacionales asentadas en territorio mexicano. El crecimiento de sus exportaciones proviene de subsidiarias de grandes empresas trasnacionales radicadas en el territorio. Sólo el 18% es de la planta fabril mexicana, y el 82% es de empresas trasnacionales. Incluso Canadá, uno de los países del Grupo de los Ocho, también está en pleno proceso de deterioro. Entre los años 1990 y 2000 el porcentaje de pobres respecto de la población total pasó del 30 al 40%. Se trata de un país rico, integrado a las ocho economías fundamentales del mundo. ¿Qué puede quedar para Centroamérica o para Bolivia? ¿Qué va a quedar incluso para Brasil o para Argentina, que son dos de los países de mayor potencialidad en América Latina? Cuba tiene el gran privilegio de estar excluido del ALCA. Pero ese peligro nos afecta a todos. No estamos en la batalla contra el ALCA sólo por solidaridad. La solidaridad existe, pero el peligro del ALCA tiene una connotación extraordinaria en términos de pérdida de soberanía, de independencia, de recolonización y de anexión de América Latina y el Caribe a Estados Unidos Nuestra batalla fundamental es impulsar la toma de conciencia, ayudar a crear conciencia de ese peligro.
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Porque aún en los marcos del capitalismo se puede hacer mucho más sin ALCA que con ALCA. Podría haber alternativas sin el ALCA, pero con el ALCA no habría ninguna: pese a que hoy algunos luchadores dicen «¿qué más van a dominar?» y algunos argentinos dicen «¿qué más vamos a vender?», toda América Latina quedaría reducida a una mera colonia del Imperio norteamericano. En Cuba organizamos anualmente los Encuentros Hemisféricos de Lucha Contra el ALCA y hemos logrado que el plan de acción continental y hemisférica se discuta allí. En el último encuentro de noviembre de 2002 se aprobó un programa con mucho consenso, con dos acuerdos fundamentales: vincular la lucha contra el ALCA a la lucha contra la OMC y la deuda externa. En ese marco se fijaron grupos de acciones continentales. En los próximos días se va a celebrar el encuentro en Bolivia con miles de participantes, otro en Ecuador y ahora estamos celebrando este encuentro en la Argentina, que es acompañado por grandes movilizaciones. Estando aquí Theotonio Dos Santos no me voy a referir a Brasil, pero estamos preocupados por lo que va a pasar con el gobierno de Lula. Creo que toda la gente progresista de izquierda y revolucionaria del mundo debe luchar por defenderlo, para que pueda actuar en los marcos de una deuda externa que le obliga a destinar a su pago más del 50% de sus ingresos por exportaciones. Pero qué va a pasar con Brasil y el ALCA es una de las preguntas que hoy se hace la inmensa mayoría de los luchadores sociales y populares, economistas y políticos. Brasil siguió negociando y reclamó por los subsidios. Estados Unidos subsidia por 48 mil millones de dólares, más de lo que exporta Brasil, que es la octava o novena economía mundial. ¿Podrá Estados Unidos renunciar al subsidio a sus producciones, lo soportarían los productores norteamericanos? Esa sería la gran incógnita.
Notas 1
Firmado posteriormente.
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Daniel Campione Sobre la guerra y la incierta posguerra, contra la guerra ¿Qué significa esta guerra? ¿De qué manera luchar contra ella? ¿Cómo enfrentar la posguerra y sus amenazas? Propondré algunas reflexiones sobre estos tres puntos.
La guerra Estados Unidos está librando una guerra -que no se inicia en Irak sino que incluye el comienzo en Afganistán- en la que se asume como potencia mundial de un mundo unipolar, y desde esa posición escoge su enemigo y determina la procedencia y modalidades de su intervención, por sí y ante sí. Quiere así sacar todas las consecuencias favorables posibles del cuadro mundial emergente de la caída de la Unión Soviética, y hacerlo por iniciativa propia y exclusiva, sin reconocer status igualitario a ningún socio actual o potencial. Se consolidaría de este modo un nuevo orden mundial, donde las instancias internacionales caducan frente a un poder único, Estados Unidos constituido en única instancia realmente soberana del planeta. En este conflicto, Estados Unidos se lanza a explotar a pleno las ventajas de la unipolaridad, a partir de la definición de “guerra antiterrorista” proclamada después del 11 de septiembre pero planificada con anterioridad. La lábil y móvil definición del terrorismo viene a reemplazar al enemigo mundial ausente desde 1991 -el narcotráfico nunca tuvo el potencial amenazador para ser un enemigo verdadero, y hoy se lo utiliza en un lugar subordinado, para la noción de “narcoterrorismo”. El espíritu de “cruzada” se reconstruye, con la ventaja de un enemigo plural e indeterminado. Estados Unidosencuentra así una “guerra caliente” que reemplace a la “guerra fría”. El objetivo fundamental es afirmar la hegemonía mundial norteamericana, sustentada en primer lugar en el plano militar, y su capacidad para destruir a cualquier fuerza, estatal o no, que pueda definirse como una amenaza por los medios que Estados Unidosdetermine como “adecuados” para el caso. No es sólo una cuestión de fuerza, sino de generar consentimiento hacia la hegemonía absoluta norteamericana, por una de dos vías: aceptar el rol de guardián universal e inapelable del orden y la libertad de EE.UU, la resignación frente a un poderío político-militar incontrastable, al que no tiene sentido enfrentar, mas allá del grado de arbitrariedad e injusticia que su utilización acarree. Por convencimiento o por sentimiento de inevitabilidad, el objetivo es un mundo que acepte la pax americana, entendida como la aptitud y el “derecho” del poder norteamericano de reestructurar económica, política y hasta culturalmente cualquier área del planeta. La elección de países islámicos del Oriente Medio para la iniciación del ataque tiene causas más profundas que su supuesta vinculación con la fantasmagórica Al Qaeda. El Islam da vida e identidad a un área amplia que sigue ofreciendo resistencias a ajustarse a la hegemonía política y cultural norteamericana. El Medio Oriente es una región de importancia estratégica ocupada por estados que para Washington pueden dividirse entre aliados inseguros y “gobiernos hostiles”, pero sólo Israel sigue siendo un socio firme, a la vez que muy costoso por la necesidad de solventar el interminable
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conflicto con sus vecinos hostiles. Occidente puede realizar allí negocios petroleros y en otros rubros, pero no ejercer el indisputado predominio de otras áreas, ni gozar de los beneficios de una situación estable y “pacífica”. A su vez, puede elegir allí adversarios que no tienen armamento nuclear ni químico en condiciones de efectiva utilización, ni una extensión geográfica y un volumen de población que hagan francamente difícil establecer un dominio permanente. Por todo eso se elige seguir haciendo negocios en China sin pensar en desarmes ni cambios de régimen, mientras se bloquea y se invade a Afganistán e Irak. Sin embargo, todo llega: más de un analista considera que a mediano plazo China será un objetivo. Esto deriva en la afirmación del poder del Estado norteamericano y de las corporaciones, ambos imbricados en un solo conglomerado, no sometido al control ni al consentimiento de ninguna instancia que no les responda -ONU, OTAN, estados extranjeros, etc.- y en la degradación general y voluntaria de las mediaciones político-institucionales y jurídicas frente al decisionismo que permite definir el estado de excepción, el cese de todas las normas y restricciones, ejercido por Estados UnidosEn más de un sentido, el Estado norteamericano queda virtualmente ubicado en el lugar de la única entidad realmente soberana en el concierto mundial. La concepción del mundo como comunidad de estados nacionales queda así al borde del colapso, socavada por la primera potencia mundial, que procura convertirse en la única. El objetivo económico existe, desde el dominio del petróleo hasta los contratos para la reconstrucción de Irak, pero no determina por completo la decisión de librar la guerra. El interés estratégico del gran capital es colonizar todos los espacios mundiales, rediseñar las relaciones sociales y políticas de modo que remuevan todos los obstáculos y otorguen todas las facilidades a un capital cada vez más móvil y globalizado. No ya la invasión a Irak, sino todo el entramado de la suerte de “guerra antiterrorista perpetua” en marcha, es funcional a los intereses estratégicos, de conjunto, de mediano y largo plazo de las grandes empresas, norteamericanas o no, aunque puede entrar en colisión con los intereses inmediatos de varias de ellas, como se ha mencionado reiteradamente con las empresas francesas y de otras procedencias que tenían jugosos contratos en el Irak de Saddam Hussein. En los últimos años Estados Unidosha visto aparecer obstáculos y dificultades en su dominación post-guerra fría, desde los elementos de déficit comercial y de cuenta corriente, depreciación del dólar frente al euro, crisis fiscal, estancamiento económico, inestabilidad de los mercados a nivel mundial, hasta los específicamente político-culturales, como la impugnación tendencialmente anticapitalista del “pueblo de Seattle” y las críticas generalizadas al “pensamiento único”, el paradigma neoliberal y las consecuencias de la aplicación de las reformas estructurales que éste preconiza. Ante la posibilidad de que se dé un punto de inflexión en la larga contraofensiva emprendida por el gran capital luego de la crisis del petróleo y el desastre de Vietnam, los sectores más radicalizados han decidido renovar el ataque, y el atentado a las Torres Gemelas jugó un rol dialéctico de preocupación real por la vulnerabilidad y de pretexto propagandístico para lanzar la nueva ofensiva. Estos sectores radicalizados son vastos y diversos, no pueden reducirse a Bush y un grupo de personajes en su torno. Se trata en algún sentido de repetir la experiencia de salir a la ofensiva de una situación comprometida, pensando en el reaganismo
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que se abrió cuando el capitalismo aparecía acorralado por los movimientos socialistas y de liberación nacional y terminó con el derrumbe de la URSS, pero esta vez sin esperar a que la situación se torne crítica para la potencia imperial. La noción de “guerra preventiva” se proyecta también en dirección a este sesgo anticipatorio, que busca conjurar la crisis antes de que se manifieste plenamente.
El enfrentamiento a la guerra Las nuevas condiciones de la guerra plantean también la necesidad de un antibelicismo renovado. No basta la denuncia general contra la guerra, ni tampoco de condena tradicional al intervencionismo norteamericano, sino que son necesarios la denuncia y el enfrentamiento global a la “guerra antiterrorista” y sus proyecciones mundiales. Contra esta modalidad bélica que no tiene final, que puede definir nuevos adversarios a cada instante, que concluido el operativo iraquí pasa a amenazar a Siria, a Cuba, a Corea del Norte y a quien pueda cuadrar, en una estrategia de tensión permanente que recuerda a cada instante que el poderío militar norteamericano puede caer sobre cualesquiera cabezas que se atrevan siquiera a pensar en desafiarlo. Esto comprende la idea de que no se trata sólo de detener la invasión a Irak, sino las nuevas intervenciones e invasiones que sin duda se producirán y han sido de hecho anunciadas a partir de una noción de terrorismo que excede al Medio Oriente, al Islam y a los estados y organizaciones que puedan tener alguna vinculación con prácticas terroristas, para amenazar a toda instancia contraria o sólo reticente frente al poder norteamericano. Por tanto, se trata de constituir una conciencia y movilización de largo alcance, en el tiempo y en el espacio. Se suele encarar las movilizaciones anti-bélicas como una acción de solidaridad con los pueblos agredidos. Ese posicionamiento es hoy insuficiente, porque todos los pueblos pueden ser agredidos. Nadie tiene garantizado ser externo a esta guerra: en más de un sentido ya estamos en guerra, y debemos salir de ella. La solidaridad se subsume en lo que en cualquier momento puede convertirse en autodefensa. El tipo de guerra que Estados Unidosha resuelto emprender contradice toda idea verosímil de defensa de la libertad y la democracia, y en ese sentido socava a futuro la capacidad hegemónica y la credibilidad de la idea de Norteamérica como abanderada mundial de la libertad y la democracia. A partir de la invasión en Irak se ha producido la sensación generalizada de que, de alguna manera, “el mundo” ha sido declarado objetivo bélico por Norteamérica. Eso abre un amplio abanico de posibilidades en cuanto a juntar voluntades para el movimiento anti-bélico. La convicción contraria a la política norteamericana brota espontánea y mayoritaria en casi todas las latitudes, incluyendo países alineados con la guerra, como Gran Bretaña o España. Sin sobreestimar las diferencias hoy actuantes entre el estado norteamericano y buena parte de sus aliados tradicionales, hay que valorar el hecho de que la mayoría de las grandes democracias de Occidente, incluidas Francia y Alemania, se opongan a la guerra anti-terrorista. Sin negar las inconsecuencias de esa oposición, el hecho es que nada parecido a un bloque occidental está operando hoy, y que el gobierno de Washington debió salir al campo de batalla sin respaldo de la ONU, de la OTAN o de ninguna otra entidad internacional. El objetivo de imponer una soberanía única e incontestada tiene el problema de su propia grandiosidad. Genera oposiciones políticas demasiado heterogéneas como para que los éxitos militares logren acallarlas.
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El actual conflicto no es sólo el producto del aventurerismo irresponsable de un grupo estrecho de políticos y funcionarios mediocres, corruptos y ligados a empresas multinacionales. Responde a un sistema de poder mucho más amplio, que es el que pone en juego la maquinaria bélica y toda su logística, y usa como punta de lanza a una serie de personajes -Bush, Rumsfeld, etc.- que obran más como simbolizadores de un liderazgo, como comunicadores públicos, que como quienes trazan realmente una política. La denuncia de la guerra debe apuntar a ese sistema de poder y no sólo a sus personeros más claros: no es la guerra de la derecha republicana sino la del gran capital imperialista, ebrio de ambición y poder como nunca antes en la historia. Esta guerra no declarada es sólo la variante más abiertamente destructiva de la globalización impulsada desde el gran capital en todos los campos. La táctica antibélica no puede ser sino parte de una estrategia general y mundial contra esa globalización impuesta, a favor de un mundialismo de signo diferente. La destrucción bélica se asocia al desastre ecológico, al empobrecimiento generalizado, a la creación de nuevas formas de explotación y alienación. Las reformas estructurales sufridas en diferentes grados por un amplio conjunto de países se integran en una misma política mundial del gran capital. Oponerse consecuentemente a la política militar norteamericana es apuntar en contra de todo lo demás. La cuestión no es poner todas las esperanzas en que la guerra sea un nuevo Vietnam. Hay que tener una estrategia anti-bélica no sólo para el caso de que las fuerzas de intervención se empantanen, sino también en caso de que la victoria más o menos rápida se logre concretar. Cada blitzkrieg exitosa abrirá rápido paso a la siguiente, pero un fracaso, si no está acompañado por una movilización mundial de sentido no sólo anti-bélico sino también anti-capitalista, será motivo para ajustes operativos y algún retardo, pero no para la terminación de la guerra anti-terrorista. Además, las victorias sanguinarias logradas por medio de agresiones injustificables son el caldo de cultivo de posteriores derrotas políticas. Recuérdese si no el efecto deletéreo, sobre todo a mediano plazo, de las “exitosas” intervenciones soviéticas en Hungría y Checoslovaquia. La guerra de Irak es un capítulo de una operación que está planeada para proseguir por mucho tiempo y en los escenarios más variados. La batalla inicial para los adversarios de esa guerra es que este capítulo se convierta en el último, de modo que se haga políticamente muy difícil proseguir con operaciones de este tipo. Las operaciones guerreras no se agotarán por su propia lógica ni por giros humanitarios de EE.UU., sino por una oposición activa y mundial creciente. El horror que la brutalidad norteamericana está produciendo, lo temprano y masivo de las movilizaciones por la paz, obran a favor. Estados Unidosha bombardeado a niños y mujeres en un país económica y militarmente débil, vampirizado por un bloqueo tan prolongado como estricto que lo privó de bienes fundamentales. Los supuestos paladines de la libertad desarrollan una lógica de genocidio a cielo abierto, y esto debilita objetivamente su posición, aunque hoy aparezcan triunfadores y arrogantes. La actitud de posguerra, con el nombramiento de un gobernador militar y la división del país en zonas de ocupación, tiende a reforzar la percepción de que asistimos al intento de colocar en situación de soberanía limitada, cuando no de neocolonias, a cualquier país del mun-
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do que ingrese en una lista negra cuya integración sólo Estados Unidosdecide, con argumentos que no somete al examen de nadie. Todas las justificaciones ensayadas para la guerra por Bush han ido cayendo, y sólo queda en pie la de convertir a Irak en una democracia bajo tutela norteamericana. Hay que denunciar esta idea de la “libertad a palos”, junto con el enrarecimiento de las libertades públicas a nivel global, en función de esta guerra americana. Hasta Internet está sufriendo censura y bloqueo de sitios. La paradoja está a la vista: en nombre de la democracia se están estropeando las condiciones de vida democráticas; en nombre de la libertad se generan nuevos mecanismos de esclavización de pueblos enteros. También en nombre de la democracia se anuncia desde ya que no se permitirá que Irak se transforme en una república islámica, e implícitamente, que no se aceptará ninguna forma de democracia que no sea el modelo liberal, representativo, que en buena parte del mundo está tendiendo a vaciarse de contenido. La contradicción flagrante entre la pretensión de erigirse en gendarme de la libertad mundial y la puesta en marcha de toda una panoplia de medidas de espionaje y restricciones a las libertades, que afecta a los propios norteamericanos, es una de las debilidades potenciales de su posición, que debe ser explorada en sus consecuencias. No se es impune mucho tiempo cuando se desarrollan políticas que van abiertamente en contra de los ideales a los que se proclama servir. La mentira puede ser útil en política mientras la acompaña una dosis de verosimilitud, pero cuando ésta se pierde, la manipulación comienza a mostrar la cortedad de su alcance. El poder norteamericano intenta convertir su modo de barbarie en modelo de civilización. A partir de allí, ataca todo lo que le resulta contrario o siquiera reticente. Así, podría apuntar a atacar a los miembros de la OPEP, a los países que mantienen formas de organización no capitalista, y a las organizaciones no estatales que luchan contra los poderes constituidos en sus países o regiones: a todo el que se oponga, integral o parcialmente, a las orientaciones propiciadas desde el polo imperial. Se requiere denunciar activamente que de Venezuela a Irán, de Corea del Norte a Cuba, de China a Siria, de los zapatistas a las FARC, todos pueden ser blanco futuro de la guerra anti-terrorista preventiva, y probablemente lo sean si la movilización popular internacional y las formas más creativas de boicot y sabotaje a la acción bélica no los detienen. La comparación de la política agresiva de Bush con el nazismo debe ser tomada con un grano de sal: la Alemania nazi nunca fue una potencia militar ampliamente superior a cualquier otra. El militarismo y la agresividad de sus posiciones eran ilimitados, pero el potencial económico, político y militar para llevarlos adelante era incomparable con el norteamericano actual. Si se trata de visualizar la capacidad efectiva de destruir al mundo que posee el agresor, la comparación de Bush con Hitler queda pequeña. Habría que trabajar la idea de que el mundo todo está ante una amenaza inédita: la primera potencia mundial, en un mundo unipolar, sin contrapesos, lanzada a una escalada agresiva sin límites geográficos ni temporales claros.
La posguerra No hay por el momento tal posguerra, sino el preludio de la próxima operación, del ataque a otro miembro del “eje del mal” o quien sea definido como amenaza a la
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libertad de comercio, los intereses de las empresas norteamericanas o la democracia, que puede no ser un estado sino una organización y hasta un lugar geográfico sospechoso, como la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. Y en realidad, la cuestión no es la existencia de una amenaza real o virtual, sino el propósito de uniformar al mundo en la economía de mercado (léase capitalismo monopólico) y la democracia parlamentaria (en un modelo cada vez más basado en la apatía y la desmovilización). Esto ha llegado a ser discurso explícito en Bush y sus adláteres, incluso en escritos. Y en el fondo, la hegemonía militar es pensada como punta de lanza para consolidar la hegemonía cultural: que nadie se oponga a la dominación del capital por ninguna vía. En proyección, se necesita crear conciencia de que no hay posguerra programada. Hay que conquistar un escenario de paz posterior, sólo factible en la medida en que el rechazo mundial a la política en curso termine haciéndola políticamente inviable, ya que por desgracia es factible en el plano militar. No cabe la solidaridad humanitaria con los afectados, que resulta un complemento de la escalada bélica, sino la denuncia permanente del nuevo orden imperial, desde la condena no sólo a la acción militar directa sino también a la hipocresía con propósitos mercantiles que luego se encarga de la asistencia y la “reconstrucción”. Se necesita integrar la denuncia de la guerra con la crítica general al capitalismo en su modalidad actual. La guerra es un frente de la implantación de un orden mundial en el que sólo son fundamentales dos factores, la acumulación de capital y la posibilidad de usar la fuerza, más la dominación cultural que permita cohonestar a ambos. Al poder del capitalismo globalizado no se lo puede enfrentar con propuestas solamente nacionales o regionales. Los sectores dominantes tratan de convencer a los subalternos de la belleza de lo pequeño, de lo disperso, de lo particular, mientras ellos se montan sobre un gigantesco proceso de concentración y centralización del poder, del capital económico, social y cultural a escala global. La forma de enfrentar esas tendencias es la refundación de un nuevo internacionalismo, de una rebelión de todos los explotados, alienados y desfavorecidos en cualquier campo, que no puede ser unificación en una central, sino articulación en una acción conjunta prolongada y una identificación de objetivos comunes. Un mundo sin guerras es un mundo sin el poder del capitalismo. Sin el sometimiento de la humanidad toda a un pequeño número de conglomerados monopólicos. No basta con ser pacifista, ni con ser anti-norteamericano. El anti-belicismo de fondo y totalmente efectivo no puede no ser anti-capitalista. La frase de Rosa Luxemburgo, “socialismo o barbarie”, cobra una nueva actualidad.
Argentina frente a la guerra La crisis de diciembre de 2001 tuvo un reflejo en las relaciones exteriores argentinas. Desde el Estado, y buena parte del establishment, se propugna hoy una política que podría definirse como “relaciones carnales ma non troppo”, en la que se elabora una orientación que consiste en seguir las líneas centrales trazadas en la era Menem, evitando las sobreactuaciones de aquél. Así, no se condena a la guerra; se ofrece ayuda humanitaria para la reconstrucción, pero no se envían tropas ni se adhiere explícitamente a la política imperial. Decisiones recientes en otros terrenos
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de la política exterior, como la negativa a seguir con la condena a Cuba, o la propensión a apostar al MERCOSUR con prioridad sobre el ALCA, podrían coadyuvar a despegar algo más al mundo oficial argentino del seguidismo absoluto hacia Estados Unidos. En estas circunstancias, las condiciones para desarrollar un anti-belicismo radical, de orientación antiimperialista con buen eco en la población, aumentan. La ilusión de ingresar al capitalismo desarrollado subidos al carro de los vencedores ha naufragado sin remedio. La sociedad argentina está decididamente en contra de la guerra. Ya repudió masivamente otras intervenciones armadas menos unilaterales, como la de Kosovo. Ningún político con aspiraciones se ha atrevido a respaldar la guerra, y menos a propugnar la intervención argentina en ella. De todos modos, el carácter periférico en términos de poder, y la lejanía geográfica, suelen jugar en contra del compromiso anti-bélico activo: se ve a la guerra como algo lejano, que afecta siempre a países distantes con los que no se tienen mayores vínculos y de los cuales no se posee mucha información. Hace falta crear conciencia sobre el carácter virtualmente mundial de la acción norteamericana de hoy, pues las guerras circunscriptas de la época de la bipolaridad han quedado atrás... Irak está lejos, Colombia mucho más cerca, la Triple Frontera en la esquina, y abarca un área de territorio nacional. No estamos afuera sino adentro: también nos han declarado la guerra a nosotros. Puede aspirarse desde hoy a crear garantías para que nuestro país no se involucre nunca más en conflictos internacionales del lado de los opresores. Para ello se necesita traer a la memoria el pronorteamericanismo abyecto de la política exterior de los ‘90, no sólo del gobierno de Menem, sino de sus sucesores de la Alianza. Y extender el repudio a quienes hasta el día de hoy, desde los medios masivos de comunicación, como Mariano Grondona, o a partir de posiciones en el aparato del Estado -nuestro augusto cuerpo diplomático, siempre enrolado en el reaccionarismo con justificaciones “técnicas”- siguen propendiendo el alineamiento automático con los representantes mundiales del gran capital y la opresión de los pueblos.
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Eduardo Lucita Expansión imperialista: ALCA, guerra y nueva soberanía Este seminario enfocará el ALCA desde diversas perspectivas. En este panel dedicado a la expansión imperialista trataré de intervenir buscando la relación entre el libre comercio, los cambios en el Estado y la imposición de una nueva soberanía a escala mundial. Como es sabido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estaba hasta ahora sostenida por una estructura legal que llevaba implícita la resolución jurídica de los conflictos entre naciones. Los países miembros de la comunidad internacional se comprometían, en pos de la «seguridad colectiva», a dejar de lado la guerra como herramienta de las relaciones entre ellos y a privilegiar el ordenamiento jurídico de alcance internacional.1 El reparto del mundo que emergió luego de la Segunda Guerra Mundial, así como el equilibrio de fuerzas resultante en el marco de la Guerra Fría, favorecieron la lógica de este sistema, que llevaba implícita la declinación de la noción clásica de soberanía y su reemplazo por una juridicidad supranacional, que primaba sobre el derecho de las naciones a la guerra. Esta arquitectura jurídica internacional, que se mostraba cada vez más debilitada por transgresiones y violaciones permanentes, subsistió hasta la implosión de la Unión Soviética y el desplome del bloque soviético. Pero a partir de la ruptura del status quo de posguerra la noción de soberanía está de nuevo en la mesa de discusiones, justamente cuando tanto se habla y se discute acerca de la debilidad y el agotamiento de los estados-nación. Se trata ahora de una soberanía de nuevo tipo, nacida de un mundo unipolar que sólo reconoce un único sujeto soberano. Es este concepto que quiero retener, porque creo que se expresa tanto en el ALCA como en la guerra de invasión de Irak. Con la reunión de la Coordinadora Intersindical del Cono Sur en diciembre del 2000 y el Primer Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero del 2001, los temas del Área de Libre Comercio Americana (ALCA) comenzaron a ser noticia entre nosotros y culminaron en una movilización de más de 20 mil personas en ese mismo año. Pero esto no tuvo continuidad, a partir de una serie de acontecimientos internacionales, tanto las discusiones como las movilizaciones ingresaron en un cono de sombra. A tal punto que se suspendió la reunión de presidentes a realizarse en Buenos Aires en estos días de abril. Sin embargo, y reafirmando aquello de las tendencias de largo plazo independientes de los movimientos de coyuntura, la aprobación por el Congreso de los Estados Unidos de la Ley de Autoridad de Promoción Comercial vulgarmente conocida como «vía rápida» (fast-track) y el viaje de O’Neill, un empresario devenido en secretario del Tesoro de Estados Unidos, colocaron nuevamente a las negociaciones por el ALCA en el centro de la escena. Claro que, a diferencia del período anterior, ello se dio en el marco de una ofensiva general por reorganizar la dominación imperialista en la región. La profundiza-
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ción de la guerra en Colombia, el Plan Puebla Panamá; los fallidos golpes de estado en Venezuela, la ruptura de relaciones de Uruguay con Cuba, el «soltarle la mano» a nuestro país en el marco de la más profunda crisis de nuestra historia, son las aristas más destacadas de esta ofensiva, de la que el proyecto ALCA forma ya parte indisociable. Esta reinstalación del tema ha tenido rápidas respuestas. En el Foro Social Mundial- Argentina el proyecto ALCA fue colocado en el centro de la crisis latinoamericana, formando parte de un plan más amplio tendiente a la reorganización de la dominación imperialista en la región. En el plebiscito organizado en Brasil en los primeros días de septiembre pasado votaron más de 10 millones de personas que se expresaron claramente en contra del acuerdo. Una tercera fueron Las Jornadas nacionales de resistencia al ALCA, realizadas en Quito, Ecuador, en octubre del 2002. Estas jornadas que estamos desarrollando en Argentina y este Seminario forman parte también de esas respuestas. Para comprender el significado del ALCA y del actual despliegue bélico de Estados Unidos es necesario partir del escenario mundial que se abrió con el colapso del bloque socialista y el fin del enfrentamiento Este-Oeste. Este acelerado proceso, que tuvo su momento culminante en el bienio ‘89-‘91 del siglo pasado –caída del Muro de Berlín e implosión de la Unión Soviética -no sólo dio nuevos aires al neoliberalismo a escala mundial, que por ese entonces presentaba signos de agotamiento, sino que concluyó con las políticas de enfrentamiento entre bloques. Aquí radica el origen de la perdida de consistencia de la Alianza Atlántica, donde la desaparición del enemigo común juega un papel decisivo, e incluso del debilitamiento de la arquitectura jurídica que cohesionaba y dotaba de sentido a las Naciones Unidas. En este contexto de cambios fue tomando forma una nueva matriz de relaciones internacionales. En ella, la apertura de los mercados, la interdependencia creciente y la conformación de bloques económicos regionales son componentes determinantes de esta nueva fase de la mundialización capitalista que conocemos como globalización. Los países más poderosos del mundo, reunidos en el G7+1 –Estados Unidos, Canadá, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia y Japón, más Rusia- y las grandes corporaciones internacionales, que en una dinámica de asociación, absorción y fusión casi permanente van controlando monopólicamente las principales ramas de la actividad económica mundial, son la base de la conformación de estos bloques económicos regionales. En estos megamercados las «ventajas comparativas» del período anterior van siendo reemplazadas por las «ventajas competitivas» de este tiempo. Este es un resultado directo del forzado cambio en el papel de los estados: el pasaje de la etapa del Estado Nacional del Bienestar (ENB) a lo que algunos autores llaman la etapa del Estado Nacional de Competencia (ENC). En la etapa del ENB el Estado jugaba un papel regulador de los mercados al interior de los estados-nación y se hacía cargo de la satisfacción de necesidades y servicios sociales de alto valor para las sociedades y sus ciudadanos, en tanto que en el plano internacional ofertaba los productos nacionales resultantes de la combinación de sus
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recursos naturales, la calidad de su mano de obra, la capacidad industrial instalada y la disposición de tecnología y capacidad de financiamiento propia. Por el contrario, en la etapa del ENC el papel del Estado es muy distinto. Se desentiende de toda función reguladora, promueve la mercantilización de las necesidades sociales y las define como servicios que deben negociarse en el mercado. En tanto que en el mercado mundial son las corporaciones y las empresas que logran vincularse las que ofrecen sus producciones en tanto que el Estado sólo opera como demandante de financiamiento ofreciendo a cambio desregulación de los mercados, reducciones impositivas, libre movimiento de capitales, contralor social, etc. Este escenario, que combina una nueva matriz de relaciones internacionales con los cambios en el rol del Estado, no es un lecho de rosas. En él las grandes naciones buscan disputar, recuperar y ampliar viejas y nuevas zonas y formas de dominación, a la par que tienden a agudizarse los desequilibrios económico-financieros y la brecha tecnológica. En este período ha sido la confrontación inter-imperialista entre la Unión Europea (UE), el Bloque del Pacífico y Estados Unidos la que llevó a este último a impulsar la constitución del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, o NAFTA según sus siglas en inglés) primero con Canadá en 1990 y con México después, cuyo ingreso fue forzado en 1994. No es un dato menor el hecho de que Estados Unidos acumule tres grandes fracasos en los últimos años: el bloqueo francés al Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) que implica la libertad absoluta para los movimientos de capitales, el frustrado intento de imponer una zona de libre comercio en el área del Pacífico asiático, y sobre todo el fracaso de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la publicitada ronda del milenio en Seattle, producto de la formidable movilización conjunta de los sindicatos estadounidenses y movimientos sociales de todo tipo, pero también de inocultables disputas entre el NAFTA y la UE. Se comprende entonces por qué la principal potencia mundial de la historia busca reforzar su capacidad de negociación, reorganizando la dominación de su «propio» bloque. Una primera conclusión: el ALCA es resultado de las disputas y contradicciones inter-imperialistas en el mercado mundial. El TLCAN entró en vigencia el 1ro de enero de 1994. No es ocioso recordar que en esta misma fecha hizo irrupción el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) con un pliego de demandas que incluía la reivindicación de su territorio y de su cultura y las cuestiones indigenistas y ambientales, pero también el rechazo al ingreso de México al TLCAN. Muchas de sus denuncias de entonces fueron realmente anticipatorias en cuanto a sus consecuencias para México, hoy de público conocimiento. Casi un año después, en diciembre del ‘94, el gobierno de Estados Unidos convocó a la Primera Cumbre de las Américas para «discutir la unificación de las economías del hemisferio occidental bajo un solo acuerdo de libre comercio». Este objetivo, cuya fecha de concreción estuvo planteada para el 2005, es lo que ha tomado forma como Área de Libre Comercio para las Américas.
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No obstante, fue recién a fines de 1999 que las tareas tomaron un ritmo creciente y también no público, no deja de ser interesante señalar que en ese período las sesiones se hicieron bajo la presidencia de Argentina. Con las informaciones y los textos disponibles no es difícil deducir que el ALCA no es más que la cubierta que pretende enmascarar la extensión del TLCAN a todo el continente americano. Esta expansión es la que ha sido negociada en forma secreta por los ministros de Economía y Comercio de todos los países y tiene como ejes centrales la desregulación absoluta de los mercados y la privatización de los servicios públicos, reforzando así el poder de las corporaciones multinacionales y limitando la ya escasa capacidad de los gobiernos para, en algún momento, intentar revertir las políticas neoliberales implementadas en las ultimas décadas. Esta idea de una zona continental de libre comercio fue lanzada tempranamente en 1990, en el marco de la Iniciativa para las Américas, por el presidente George Bush, y retomada por el presidente Bill Clinton en 1992. Y pareciera que se concretará quince años después, con la presidencia del segundo George Bush (h), en 2005. Esto es, cuenta con el visto bueno de republicanos y demócratas. Una segunda conclusión: el ALCA constituye una política de estado para Estados Unidos No debe pasarse por alto al momento de contrastar el tiempo transcurrido con los avances concretos alcanzados el hecho de que, a pesar del fracaso del modelo por sustitución de importaciones, que hizo eclosión a fines de los ‘70, muchas burguesías latinoamericanas mantuvieran en estos años viejos resabios de independencia y de cierta autonomía, buscando mecanismos de integración que escaparan al control de las corporaciones y al poder económico-militar de Estados Unidos Fue necesaria una década de intensa ofensiva neoliberal, articulada por el Consenso de Washington, con sus devastadores efectos de desintegración económica y social y de perdida de soberanía de nuestros países, para que los ideólogos del neoliberalismo estuvieran en condiciones de descalificar todo intento de integración regional de raíz latinoamericana y lograr la adhesión subordinada de la mayoría de las burguesías latinoamericanas. Sólo Brasil y Venezuela dan hoy señales de oposición a la constitución del ALCA. Pero aún en las nuevas condiciones impuestas por las corporaciones, cuando la mayoría de los gobiernos actuales acuerdan en la integración comercial subordinada tal como está planteada, estos difieren muchas veces en sus concepciones y en sus proyectos para la región. Por otra parte, los acuerdos comerciales en discusión no son sólo numerosos y complejos sino también trabajosos de concretar, pues deben responder a la multiplicidad de intereses económicos y políticos de las corporaciones, de los grandes grupos empresarios locales y de los propios países involucrados. Ello explica la dualidad de la estrategia de Estados Unidos en este período. Por un lado impulsa la liberalización de las relaciones comerciales, y por el otro levanta los aranceles, por ejemplo a la miel argentina y al acero brasileño, e incrementa los subsidios a sus productores agrarios, con lo que tira abajo los precios y perjudica a
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países como el nuestro. A la par que busca un acuerdo global con el ALCA, impulsa en simultáneo negociaciones bilaterales con distintos países. Este tratado, que es presentado como el acuerdo que permitirá ingresar los productos de la región a los mercados del Norte, esconde en realidad la crisis de la economía norteamericana que se sostiene sobre la base de un enorme déficit comercial y financiero que ahora se ve agravado con la aprobación de partidas presupuestarias para la guerra. La balanza comercial estadounidense sólo es superavitaria en el subcontinente latinoamericano y deficitaria con el resto del mundo Sin embargo, el objetivo, más allá de los acuerdos comerciales, es claramente político. Estados Unidos es hoy el poder económico y militar hegemónico a escala mundial, pero esto no se traduce en una hegemonía política: por el contrario, estos intentos provocan numerosos conflictos. Sustentado en acuerdos comerciales, busca cristalizar las relaciones económicas pero sobre todo políticas de Estados Unidos con América Latina y el Caribe, reforzando así su capacidad de disputa frente a los otros componentes de la tríada: Unión Europea y Japón. No son ajenas a estas políticas las cuestiones de seguridad y de gobernabilidad política del continente. Una tercera conclusión: más allá de los intereses comerciales, el ALCA constituye un objetivo político para Estados Unidos A través de este acuerdo se profundizarán y generalizaran en la región medidas liberalizadoras del comercio, los servicios y de los movimientos de capital 2, que en Argentina y Chile, por ejemplo, están muy adelantadas. Sin embargo, a partir del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York y la declaración unilateral de guerra por parte de Estados Unidos en la que todo el planeta puede ser campo de batalla, las tendencias al unilateralismo en las relaciones internacionales se acentuaron y toman ahora forma definitiva con la invasión a Irak Una nueva noción de soberanía está en juego, y la relación entre militarismo y ALCA ha quedado completada. Esto se hace más claro cuando se comprende que el punto determinante del ALCA es el establecimiento de derechos jurídicos favorables a las corporaciones. Mediante el ALCA se intenta imponer en el continente americano derechos que aún no lograron imponerse a escala mundial a través de la OMC. La cuestión del otorgamiento de derechos a las corporaciones es de vital importancia y tiene implicancias políticas de envergadura. Es la aplicación del capítulo 11 del TLCAN que establece los contenidos de lo que define como una nueva relación entre Estado e inversionistas. Por un lado vulnera la soberanía de los países, ya que las corporaciones podrán llevar a juicio a estados soberanos. Por el otro, al poner los derechos de los inversores por sobre los de los ciudadanos, vulnera la soberanía popular, las instituciones y el propio régimen democrático. La solución de controversias entre países suscriptores del tratado estará en la órbita de mecanismos supranacionales similares a los establecidos por la OMC. Y es aquí donde el ALCA se vincula con la reorganización geopolítica del mundo en curso. Porque este tratado es presentado como un acuerdo comercial cuando en
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realidad esconde un proyecto hegemónico que vulnera la soberanía de nuestros países. La guerra de Irak, que es presentada como de liberación para el pueblo iraquí, y por alguno de sus críticos superficiales como una nueva guerra por el petróleo, esconde la imposición de una nueva soberanía internacional. Y no es que el petróleo, el agua o las ganancias de la reconstrucción no tengan importancia. Claro que la tienen, sólo pensar que Irak es el segundo reservorio petrolero del mundo con muy bajos costos de producción; o que es el único país de la región que tiene cursos de agua en su territorio; o basta ver los cuestionamiento de Rusia, Francia y Gran Bretaña por el control de la reconstrucción (política y económica) que formula la administración americana 3. Incluso el petróleo puede tener un valor estratégico mayor al económico si se lo considera desde la perspectiva geopolítica. Pero el problema es más profundo. En el reciente Foro Social Mundial de Porto Alegre Noam Chomsky señaló, como bien recuerda John Brown en un artículo reciente (Brown, AÑO), que quien más se adaptaba a la definición de terrorismo dada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos era la propia administración americana. ¿Qué dice esta definición?: «utilización calculada de la violencia con el objetivo de coaccionar o intimidar a gobiernos o sociedades persiguiendo objetivos que son generalmente políticos, religiosos o ideológicos». Ahora bien, a poco más de dos meses del atentado a las torres, en diciembre 2001, esta definición fue levemente modificada. El calificativo-sustantivo «ilegal» acompaña ahora a la palabra ‘violencia’, y este cambio resulta fundamental para comprender todo el despliegue bélico de Estados Unidos luego del 11 de septiembre, porque resultaba indispensable en el marco de la violencia política calculada de la administración americana. Es fundamental porque, como acertadamente señala Brown en el artículo citado, esta nueva definición admite la lógica de excepción. Si hay una violencia ilegal, significa que hay también una violencia legal. Si antes la violencia del Estado sobre otros estados aparecía encubierta, ahora se la presenta como legítima. Lo que hay aquí de nuevo no es obviamente la violencia del Estado contra otros estados o pueblos, sobre los que hay demasiados antecedentes y más en América Latina, sino que esa violencia se reconozca como legítima. Y este nuevo concepto de soberanía es el que ha puesto en crisis toda la arquitectura jurídica del derecho internacional construido en la última mitad del siglo pasado, y el que liquida también el estado de derecho a nivel nacional. Si en Kosovo la agresión militar se disfrazó de «guerra humanitaria» y en Afganistán fue «guerra anti-terrorista», ahora en Irak se trata de la «guerra preventiva», y se habla ya del eje del mal con Irán y Corea del Norte. Esta soberanía de nuevo tipo a escala mundial necesita para legitimarse mantener un estado de guerra permanente, y ello lleva a redefinir el enemigo en forma continua, a elegirlo, a inventarlo. El ALCA es producto de la nueva matriz de relaciones internacionales, pero también recoge los resultados de los cambios estructurales impuestos por veinticinco años de políticas neoliberales.
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Cuarta conclusión: en este contexto, la política de la administración Bush es colocar a Estados Unidos al tope de una nueva soberanía mundial; un imperio reconocido como tal por las otras potencias, especialmente por la UE, Rusia y China. Ahora bien, no es éste un camino sin tropiezos. La invasión a Irak ha puesto en dificultades a los diversos regímenes árabes normalmente aliados de los Estados Unidos que ven ahora posibilidades concretas de una expansión de la intifada palestina en sus territorios; y que se sienten empujados hacia Siria e Irán para defender sus tradiciones de la invasión de la cultura americana. Los Estados Unidos ven cuestionada su política por los aliados más fuertes que tenía en el continente europeo, Francia y Alemania, en tanto que Rusia, con cuya complicidad contaba para hacer su política en Asia, que ahora ve peligrar sus intereses en Asia meridional, lo ha enfrentado de la manera más explícita desde el fin de la guerra fría. Con la ruptura de la OTAN y de la política atlantista, y la crisis en que ha sumido a la ONU, está forzando una alianza entre Francia, Alemania, Rusia y China que buscó impedir por años. Cuando intenta reforzar su capacidad de negociación imponiendo el ALCA ha hecho entrar en contradicciones a gobiernos aliados como el de Chile, el de México o el de Argentina y profundizando la autonomía de otros, como los de Brasil y Venezuela. ¿Cuál es la consecuencia? Que la legitimación de la política del terror de estado imperial a escala mundial no alcanza el nivel de legitimidad social necesario. Por el contrario, esta guerra imperialista enfrenta el pico de sentimiento anti-norteamericano más alto de la historia, no sólo en los países del tercer mundo sino también en el centro de las grandes potencias. Quinta conclusión: hoy se hace más que evidente que la actual política de guerra permanente y la militarización imperialista son un resultado directo de la lógica de un sistema de acumulación del capital sostenido en la mundialización mercantil. Y es esta constatación colectiva a nivel mundial la que está ligando la lucha contra la guerra con la lucha contra el neoliberalismo -ALCA incluido- y la lucha por otro mundo posible. Claro que todavía hay que recorrer un largo camino. No obstante, nada es definitivo, y todo tiene su contrapartida. Así, después de Seattle, una generación que no se ha formado en la política de enfrentamiento entre bloques, que no ha estado sometida a las presiones de la política estalinista, que está en condiciones de pensar con cabeza propia, ha ingresado a la lucha contra la mundialización mercantilista y contra la guerra. Y estas actividades son fuertemente movilizadoras y politizantes. Como bien señala Daniel Bensaïd (Bensaïd,AÑO), «la hora actual sigue siendo la hora de las resistencias. Pero la multiplicación, en menos de tres años, de los Foros Sociales (Porto Alegre, Florencia, Buenos Aires, Hyderabad, Ramalá), prepara la hora de las alternativas».
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Esta realidad está forjando un nuevo internacionalismo de masas, apoyado no sólo en las resistencias sino también en la proposición de alternativas. De la capacidad del movimiento social y político para aprovechar las grietas y los espacios que provoca la disputa inter-imperialista, de nuestras iniciativas para impulsar la coordinación del movimiento internacional fortaleciendo en su seno una corriente anticapitalista, de nuestros esfuerzos por frenar el ALCA y las política neoliberales, depende en gran parte nuestro éxito contra el terror de estado imperial y esta imposición de una nueva soberanía a escala mundial.
Bibliografía Brown, John (AÑO)»La guerra del Imperio: lógica de excepción y retorno de la soberanía» en Revista Viento Sur (Madrid) Nº 66. Bensaïd, Daniel(AÑO) «La guerra tendrá lugar», en Boletín Electrónico de la Cuarta Internacional para América Latina y el Caribe (LUGAR) Nº 580.
Notas 1 Esto no significa un embellecimiento de la ONU. Chechenia, el Kosovo, Ruanda, Afganistán, son las muestras más recientes de su inoperancia cuando no complicidad, y del compromiso de su Consejo de Seguridad. Por otra parte, la ONU es también responsable del genocidio con sus doce años de sanciones a Irak, votadas entre otros por Alemania, Francia, Rusia y China, mientras que no hubo una sola sanción a Israel por su masacre sobre el pueblo palestino. 2 Entre otras cosas se avanzará hacia la eliminación de los aranceles, dando igual tratamiento a los bienes y productos importados que a los nacionales. En la categoría de servicios se incluirán la salud, la educación la previsión social y la cultura en general, que deberán ingresar en una lógica de mercado, lo mismo que otros servicios brindados por el Estado. Se eliminará todo tipo de subsidios, permitiendo la competencia de las empresas extranjeras. En la agricultura se eliminaran los subsidios internos y a las exportaciones, en tanto que se rebajarán los aranceles, dejando librada la producción local a la competencia con las grandes corporaciones del sector, son lo que resulta totalmente falsa la «igualdad de trato y acceso a los mercados» que sostienen los defensores del ALCA. Se abrirán los mercados estatales (nacionales, provinciales y municipales) a las empresas extranjeras, con lo que se perderá toda posibilidad de impulsar políticas nacionales. 3. Recientes estimaciones sostienen que concluida la guerra, y con un muy bajo nivel comparativo de inversión, la producción iraquí alcanzará entre 2,5 y 3,5 millones de barriles diarios, lo que significará ingresos del orden de 15 mil a 25 mil millones de dólares anuales. Esto explica la disputa entre Estados Unidos y Europa, y también con los iraquíes que reclaman por su riqueza, por la apropiación de esos ingresos. Por otro lado, Rusia y China exigen se cumplan sus contratos petroleros preexistentes. Otro tanto puede decirse sobre la disputa por la adjudicación de los contratos para la reconstrucción de Irak, cuyo costo oscila entre los 80 mil y 100 mil millones de dólares. Mientras Estados Unidos busca adjudicar los contratos a empresas norteamericanas o de sus aliados directos, intenta también que los europeos paguen parte de los costos de la reconstrucción, perdonando parte de la deuda de miles de millones de dólares que Irak tiene con sus grandes acreedores –Francia, Alemania y Rusia.
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Claudio Katz El debut del nuevo imperialismo * La inminente guerra en Irak marca el debut del imperialismo del siglo XXI, porque actualiza tres rasgos clásicos de este mecanismo de dominación: opresión militar, sometimiento político, y sustracción de recursos económicos de un país periférico.
El genocidio bélico Los jefes del Pentágono no disimulan la masacre que perpetrarán sus tropas. Han publicitado que durante los primeros días de ataque lanzarán más proyectiles que durante toda la expedición anterior del Golfo. Intentarán una «campaña corta» aterrorizando a la población civil, que ha sufrido medio millón de muertos como consecuencia del bloqueo de la última década. La televisión exhibe impúdicamente como se preparan los misiles de última generación, las armas electromagnéticas y las bombas químicas para ensangrentar al pueblo iraquí. Los pretextos esgrimidos para consumar el genocidio son insostenibles. Irak no es un peligro, sino un país arruinado. Carece de las armas nucleares que posee Israel, y el arsenal biológico que en los ‘80 el Pentágono le suministró a Hussein para atacar a Irán y a los kurdos ha sido desactivado por los inspectores de la ONU. Las vinculaciones de Saddam con Bin Laden son irrelevantes en comparación a la complicidad de Al Qaeda con los jeques pro-norteamericanos de Arabia Saudita. Irak enfrenta la insólita situación de aguardar una invasión inminente presentando pruebas de su desarme. Se le exige demostrar que no dispone de armas, como si fuera posible probar la carencia de algo. Mientras el Pentágono ultima los detalles del ataque, los inspectores de la ONU desguarnecen a la víctima de cualquier protección militar. Esta presión diplomática es un complemento y no un contrapeso de la agresión, porque apunta a viabilizar la rendición del país. Para cumplir esta función las Naciones Unidas aplican un estándar doble de resoluciones: las que Israel puede violar, y las que Irak debe cumplir. Estados Unidosha fabricado artificialmente una crisis para rediseñar el mapa de Oriente. Luego de instalar trece nuevas bases militares en Asia Central, el Pentágono busca ocupar Irak para remodelar los protectorados petroleros de la región y para brindar además cobertura al opresor sionista con chantajes sobre Siria e Irak. La guerra es una demostración de fuerza frente al mundo árabe, que dejará muy atrás los asaltos de Panamá, Somalia o Kosovo. La destrucción de la capacidad tecnológica y la autonomía económica de un país como Irak ilustra los rasgos coloniales que presenta el imperialismo del siglo XXI. La guerra constituye un componente indispensable del metabolismo imperialista. No es tan sólo una «cortina de humo» para distraer a la población de las dificultades económicas, ni un recurso electoral para ganar votos con discursos patrióticos. La historia del capitalismo está signada por una compulsión periódica hacia el exterminio de grandes poblaciones. En algún punto de la acumulación, la competencia por el beneficio requiere desenlaces extra-económicos. Luego de haber liderado en la última década la mundialización, la revolución informática, las transformacio-
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nes financieras y la expansión geográfica del capital, Estados Unidos necesita exhibir una secuencia de conquistas para reafirmar su hegemonía. Por eso, el componente irracional de la guerra que tantos críticos subrayaron no debe ocultar la lógica infernal de la masacre. Los «halcones se han lanzado a una locura histórica» 1 porque la expansión de los mercados exige depredaciones sanguinarias. La irracionalidad del genocidio se sustenta en la racionalidad de la acumulación. Y si Bush encabeza el clan de funcionarios más reaccionarios y arrogantes de las últimas administraciones, es porque este personal resulta apto para inaugurar un nuevo período del imperialismo.
La «guerra infinita» A diferencia de lo ocurrido durante la guerra del Golfo, las justificaciones de la masacre no logran un mínimo de adhesiones. Por eso, algunos voceros de la embajada norteamericana intentan descabelladamente demostrar que «Sadam constituye una amenaza para el mundo» 2, cuando es evidente que el mayor peligro para la humanidad habita la Casa Blanca. Algunos pensadores sostienen que «el constitucionalismo norteamericano es preferible a la dictadura iraquí», como si la guerra no fuera un operativo contra la democracia en ambas regiones 3. En Irak es obvio que el ocupante sustituirá al tirano en desgracia por un cipayo afín, como lo demuestra la red de monarcas, narcotraficantes y bandidos pro-norteamericanos que gobiernan la región. Pero la guerra también amenaza los derechos civiles de Estados Unidos, porque un presidente mesiánico pretende disimular su origen fraudulento creando un clima de terror paranoico entre la población con el auxilio de enemigos instigados o fabulados por el FBI. La escandalosa difusión pública de las torturas aplicadas a los prisioneros de Guantánamo es tan sólo una muestra del avance del estado policial luego del 11 de septiembre. La guerra constituye el recurso clásico de disciplinamiento de la población norteamericana, aturdida por discursos chauvinistas destinados a realzar las virtudes de la autosuficiencia y la fuerza bruta frente a la cobardía y la vacilación europeas. Estos mensajes incluyen la denigración de la inteligencia y el desprecio por cualquier legislación que contravenga la supremacía del gendarme. Pero dado que en el mundo predomina un generalizado descreimiento hacia la «misión civilizadora» de Estados Unidos, el cinismo se ha convertido en la justificación más corriente de la guerra. Esta actitud prevalece por ejemplo entre quienes denuncian la complicidad de los gobiernos europeos con el empobrecimiento de Irak para avalar resignadamente la agresión norteamericana. La invasión inaugurará la vigencia de la nueva doctrina de «guerra preventiva» que legitima el derecho de Estados Unidos a agredir cualquier país esgrimiendo simples presunciones. La política de «guerra infinita» desconoce tratados internacionales y pone en marcha operaciones bélicas que no guardan ninguna proporción entre medios y fines. Bush está actuando como un criminal de guerra, y la definición de terrorista le calza mucho más que a su ex socio Saddam.
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La economía de la muerte Los hombres del Pentágono no disimulan el objetivo norteamericano de apropiarse del petróleo iraquí. Dado que la principal potencia sólo detenta el 2% de las reservas mundiales de crudo y consume un cuarto de la producción total, ocupar un país que posee el 12% de los recursos detectados se ha vuelto una prioridad. Explotando los yacimientos conocidos, los conquistadores esperan duplicar inmediatamente los niveles actuales de extracción petrolera de Irak. Estados Unidos busca asegurarse la provisión regular de combustible para adecuar su precio a los requerimientos del ciclo norteamericano -subir la oferta en la recesión y bajarla en la expansión- neutralizando así la incidencia sobre el precio del barril que actualmente tienen los grandes productores de la OPEP. Obviamente, también el complejo industrial militar está directamente interesado en la guerra. Sus corporaciones ya no dependen sólo de la demanda gubernamental, sino también de la propia concurrencia del mercado. La compulsión competitiva se ha intensificado, provocando el desgaste más acelerado del armamento y obligando a utilizarlo con mayor frecuencia. Irak es un blanco ideal, porque según ciertas estimaciones por cada dólar invertido en la extracción de petróleo en el Golfo se requieren cinco dólares adicionales de coberturas militares. Por eso la fiebre armamentista se ha reactivado tan furiosamente en los últimos meses, elevando el presupuesto bélico en 11% por encima del promedio de la guerra fría. Masacrar a la población de Irak se perfila como un floreciente negocio también para las compañías que participarán en la reconstrucción. El Pentágono planifica ambas tareas conjuntamente, siguiendo la norma capitalista de maximizar el beneficio sobre los cadáveres y las ciudades demolidas. Pero lo que parece un resultado previsible en Irak es una apuesta incierta dentro de Estados Unidos, porque nadie sabe cual será el efecto de la masacre sobre la economía norteamericana. En Wall Street se pronostica que «un conflicto corto tendrá efectos positivos», mientras que una batalla prolongada descontrolaría el precio del crudo. Más peligroso aún es el desequilibrio fiscal, porque Bush acrecienta el gasto bélico al mismo tiempo que recorta impuestos. Si el gasto militar habrá de tener el efecto reanimante de Corea o el impacto inflacionario de Vietnam es un misterio que se develará en el próximo período. Aunque Bush promueve la guerra para contrarrestar la recesión actual, su apuesta no es coyuntural. Un clima bélico resulta indispensable para intentar resucitar el crecimiento de los ‘90 con incentivos impositivos a los grupos enriquecidos y estímulos a la inversión empresaria basados en atropellos sociales. Una demostración de gran poder de fuego es la forma de inducir un precio del dólar que preserve el ingreso de capitales a Estados Unidos y permita al mismo tiempo un relanzamiento de las exportaciones.
Imperio, super-imperialismo e inter-imperialismo La guerra que comanda Estados Unidos es imperialista y no imperial en el sentido que Negri le asigna a este término, ya que no enfrenta a fuerzas pertenecientes a un mismo capital transnacional. Los marines actúan al servicio de Texaco y Exxon y
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no en favor de un «capital global» indiscriminado y desterritorializado. Su acción confirma que las fronteras y las naciones no se han disuelto, y que los grupos capitalistas continúan rivalizando bajo la protección de sus estados. Pero el imperialismo contemporáneo difiere sustancialmente de su clásico antecesor. El incendio de Irak no es la antesala de un choque entre potencias por el reparto del mundo. Aunque la guerra está precipitando una crisis sin precedentes en la OTAN, ni Francia ni Alemania están embarcadas en la formación del tipo de alianzas que en el pasado culminaron en dos guerras mundiales. En comparación a ese generalizado enfrentamiento, el choque actual es extremadamente limitado. La «vieja Europa» participó en la expedición anterior al Golfo y coincide con el proyecto imperialista de someter a Irak, pero Francia tiene negocios petroleros con Hussein que serían gravemente dañados por un gobierno de ocupación norteamericano. Mientras que las corporaciones Mobil y Texaco están esperando en Kuwait el ingreso de los marines para asaltar el crudo, la compañía francesa Total Elf mantiene contratos con empresas iraquíes desde hace una década. En una situación semejante se encuentran la empresa rusa Lukoil y otras empresas europeas afincadas en Irán. Estos conflictos inter-imperialistas desbordan ampliamente el escenario iraquí, ya que un éxito militar norteamericano debilitaría la presencia de Francia en África y de Alemania en Europa Oriental. También presionaría a las clases capitalistas en formación de Rusia o China a inclinarse en favor del líder estadounidense en desmedro de sus socios europeos. Pero incluso un estallido de la Unión Europea no asemejaría la crisis actual a la del período que precedió a la segunda guerra, porque ninguna potencia está en condiciones de preparar un desafío militar a Estados Unidos. Por eso es tan efectista como equivocada la analogía de Bush con Hitler que muchos críticos del imperialismo contraponen al ridículo parentesco entre Saddam y el Tercer Reich difundido por la prensa norteamericana. Es cierto que los delirios místicos de Bush recuerdan a Hitler, y que el holocausto que puede desencadenar la maquinaria bélica norteamericana supera todo lo conocido. Pero la guerra en curso es imperialista y no inter-imperialista. La resistencia del eje franco-alemán también demuestra que a pesar de su indisputada hegemonía militar Estados Unidos no ha logrado alcanzar aún el status supremo de super-imperialismo. Sus vasallos se mantienen localizados en la periferia y no se han extendido a Europa occidental ni a Japón. Aunque desde la implosión de la Unión Soviética ha logrado inclinar en su favor el balance económico de fuerzas, Estados Unidos no detenta el poder ilimitado que describen muchos comentaristas.
La protesta global contra la guerra La impresionante reacción contra el genocidio constituye un acontecimiento imprevisto por los invasores que algunos medios identifican con el surgimiento de una «opinión pública mundial» y que está en condiciones de frustrar la operación imperia-
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lista. Las marchas coordinadas de diez millones de personas que se realizaron en 2.000 ciudades de 98 países inauguraron el 15 de febrero la mayor batalla popular contemporánea contra una guerra imperialista. Las movilizaciones revierten la pasividad predominante durante los ‘90 frente a las guerras del Golfo y los Balcanes, y superan el alcance de la resistencia a los misiles que conmovió a Europa entre 1981 y 1983. A diferencia de Vietnam, el movimiento debuta antes del conflicto y no como resultado de su sangriento desarrollo. La multitudinaria conquista de las calles, que volvió a repetirse el 15 de marzo, constituye apenas el primer acto de la movilización anti-militarista. Ya se produjeron bloqueos a los trenes que transportan armamento en Italia y a los camiones que transitan por las bases de Alemania. Los estibadores de varios puertos europeos no embarcan municiones, y bajo el recordado lema de «no pasarán», en algunas localidades ya aparecieron los piquetes que cierran el paso de tropas que marchan al frente. Las acciones para detener buques en alta mar ilustran el coraje de la nueva generación. En Irak se ha instalado además un «escudo humano» multinacional de valerosos voluntarios contra el bombardeo. La próxima secuencia de acciones contempla la organización de huelgas y el boicot al consumo de productos norteamericanos. Ya no sólo Blair está jaqueado por la oleada antimilitarista. También Aznar y Berlusconi pueden quedar pulverizados si continúan participando tan activamente en la cruzada de Bush. La existencia de un foro mundial que promueve y coordina las protestas constituye otro rasgo distintivo del movimiento actual. La protesta contra la globalización capitalista tiende a reorientarse hacia una lucha frontal contra la guerra. Esta evolución es un positivo síntoma de radicalización y no un «desafortunado desvió de las energías de lucha» 4. Pasar del repudio a los banqueros a la movilización contra la guerra permite desenvolver la incipiente conciencia anticapitalista que existe en el movimiento de protesta global. Transformar el rechazo a la mercantilización del mundo en un cuestionamiento al orden imperialista facilita la comprensión de por qué «otro mundo posible» sólo será alcanzado con el socialismo. La lucha en curso también permite clarificar por qué los protagonistas de la emancipación no son amorfas multitudes, sino jóvenes, trabajadores, explotados y oprimidos.
América Latina entra en la mira La creencia de que Latinoamérica será ajena a la guerra porque «está lejos» y no figura en la «agenda norteamericana» es una inadmisible ingenuidad. La región ocupa un lugar comparable al de Medio Oriente en la estrategia de dominación imperialista, porque ambas zonas nutren de materias primas a la economía estadounidense y son mercados privilegiados de su producción. El resultado de la guerra es vital, ya que reforzará o debilitará al gran opresor de América Latina en tres planos. En la órbita militar es evidente que Colombia seguirá a Irak en la lista de países directamente intervenidos por los marines. El presidente Uribe ya ha solicitado abiertamente esta invasión, mientras se generaliza el proceso de rearme de los gobiernos regionales que se han subido al carro norteamericano «de la lucha contra el terrorismo».
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En el plano político, el desenlace de Irak definirá cuál es la nueva escala de recolonización estadounidense. El insultante trato que han recibido los diplomáticos de México y Chile en el Consejo de Seguridad -espionaje telefónico, presiones para comprar votos- es apenas un anticipo de la nueva arrogancia imperialista. El Pentágono mantiene en reserva otro intento de golpe contra Chávez mientras se decide el curso de la guerra en Oriente, porque Estados Unidos considera que el petróleo venezolano constituye un recurso propio de su «patio trasero». En la esfera económica el resultado en Irak impondrá definiciones sobre el ALCA y la deuda. Una mayor presión comercial para acelerar la apertura importadora de la región sin contrapartida equivalente en el mercado norteamericano será acompañada por mayores exigencias del pago de la hipoteca. Esta agobiante succión de recursos explica en cierta medida por qué la oposición a la guerra es tan generalizada y contundente en todos los países latinoamericanos. Hasta los propagandistas más descarados del Departamento de Estado han reconocido la contundencia de este rechazo 5. Esta resistencia frontal es muy visible en la Argentina en los resultados de las encuestas (90% de oposición a la guerra), en la masividad de las marchas y en la radicalidad anti-imperialista de las consignas. Este clima es un efecto de la revuelta del 20 de diciembre y del nefasto resultado que tuvo la participación argentina en la guerra del Golfo. Sólo a los voceros locales de la Casa Blanca 6 se les ocurre pregonar un nuevo alineamiento con el invasor, repitiendo que esta sumisión favorecerá el ingreso de inversiones extranjeras. Parecen olvidar el desprecio que los gobiernos norteamericanos suelen demostrar por sus lacayos más obsecuentes. Cuando además sugieren que el rédito de la guerra radica en el encarecimiento de las exportaciones argentinas, omiten que los eventuales beneficios de los grupos petroleros y cerealeros no se extenderán al conjunto de la población. El gobierno de Duhalde ya no está en condiciones de embarcar al país en otra «relación carnal» con Estados Unidos, pero intenta preservar este alineamiento con promesas de «auxilio humanitario» que encubren el propósito de enviar hospitales militares al campo de batalla. Es igualmente muy improbable que pueda concretar esta payasada.
Desborde de contradicciones Al momento de escribir esta nota, Bush se apresta a lanzar el ataque en un marco de creciente aislamiento. No sólo está deshecha la alianza que forjó su padre, sino que también se ha quebrado el frente que propiciaba la aventura a principio de año. Además de Francia, Alemana y el Papa, ahora también resisten la invasión una parte del gobierno británico y un significativo sector de la clase dominante norteamericana (Brezinski, Carter, Clinton, The New York Times). En el propio gabinete de Bush las «palomas» (Powell) que no pertenecen al lobby petrolero y armamentista (Rumsfeld, Cheney) están disconformes con la idea de cargar la expedición exclusivamente sobre las espaldas de EEUU.
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Contra el Alca. Contra la Guerra
Pero Bush ya desplazó su armada hacia el Golfo y está muy comprometido con la guerra como para retroceder sin sufrir un derrumbe de autoridad. O se embarca en la invasión o pierde credibilidad, y en ese caso en lugar de rodar la cabeza de Hussein se desmoronará la administración del presidente guerrero. Como dijo Kissinger: «a esta altura ya no podemos detener el tren». La necesidad de una victoria militar relampagueante se ha vuelto imperiosa en estas condiciones, ya que cualquier empantanamiento -y especialmente la multiplicación de bajas norteamericanas- quebrará el frágil sostén político de la operación. Pero este triunfo acelerado requiere el tipo de masacres que subleva a la población mundial. Tampoco un éxito militar fulgurante asegura el triunfo de la operación. Nadie sabe si una ocupación prolongada de Irak alcanzará para impedir la desintegración territorial del país y la consiguiente dificultad para asegurar la apropiación estable del petróleo. Tampoco se avizora cómo Estados Unidos podría arbitrar en el mosaico de tensiones regionales -especialmente en el Kurdistán- que serán potenciadas por su presencia directa en la zona. La ingobernabilidad de Afganistán y la competencia de fracciones islámicas por el control de los yacimientos y oleoductos de Asia Central son anticipos de estos conflictos. Además, esta desarticulación estatal abona el terreno para que germinen los Bin Laden. Pero también fuera de la región se avizora un horizonte de crisis. El unilateralismo bélico de Estados Unidos ya provocó una crisis de la OTAN superior al abandono francés de los ‘60, a la tensión creada por los euromisiles en los ‘80 y a las desavenencias desatadas por la guerra de los Balcanes en los ‘90. El choque actual no se reduce a Irak, sino que involucra a todo el manejo inconsulto de la Alianza norteamericano, que últimamente estuvo dirigido a reforzar las amenazas contra Rusia y a socavar la constitución de un eventual ejército europeo. Justamente, la principal víctima de la guerra en Irak sería la Unión Europea, como ya lo prueba la espectacular cuña que Estados Unidos introdujo entre los artífices de la comunidad. Que España proteja sus inversiones en Latinoamérica sosteniendo a Bush, y que Polonia o Hungría obstruyan su ingreso a la UE apoyando la guerra, son signos ilustrativos de la fragilidad del mayor proyecto regional que desafía la hegemonía norteamericana. Pero la guerra no sólo puede abortar la Unión Europea, sino también la continuidad de la propia ONU como organismo dotado de alguna efectividad. Si Estados Unidos ataca sin el aval del Consejo de Seguridad destruirá la viabilidad del ámbito que ha regulado las relaciones internacionales durante el último medio siglo. Esta amputación abre el temido horizonte de incertidumbre que tanto preocupa a los gobiernos opositores a una guerra exclusivamente norteamericana. ¿Cuál sería el escenario de los conflictos de Corea del Norte, Palestina o India-Pakistán si colapsan las Naciones Unidas? En los últimos doscientos años el desenlace de ciertas guerras marcó el punto de viraje de grandes etapas, fases y crisis del capitalismo. El conflicto de Irak se perfila como un acontecimiento de este tipo, porque podría definir el ambiguo resultado de las transformaciones económicas registradas durante los ‘90. Pero las guerras también precipitaron en el pasado la renovación íntegra del proyecto socialista, y esta perspectiva también está abierta en la realidad actual.
Claudio Katz
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Notas * Otros textos sobre el mismo tema pueden consultarse en www.netforsys.com/claudiokatz 1 Como bien señala José Pablo Feinmann en «Historia y locura», Página 12, 23/02/2003. 2 Escudé, Carlos «Hacia una consolidación del nuevo orden mundial», La Nación, 23/02/ 2003. 3 Ver por ejemplo las opiniones de Tomás Abraham en «El silencio de los inocentes», Página 12, 16/02/2003 4 Hardt, Michael «No al antiamericanismo» Página 12, 21/02/2003 5 Oppenheimer, Andrés «Los daños colaterales en América Latina», La Nación, 04/03/ 2003. 6 Castro, Jorge «Incertidumbre económica» La Nación, 23/02/2003