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I JORNADAS SOBRE GESTIÓN DE CRISIS. MÁS ALLÁ DE LA SOCIEDAD DEL RIESGO Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña 9 y 10 de noviembre de 2005
Juan de Dios Ruano Gómez (Dir.)
A Coruña 2006
Universidade da Coruña Servizo de Publicacións
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I Jornadas sobre Gestión de Crisis. Más allá de la sociedad del riesgo Juan de Dios Ruano Gómez (Dir.) A Coruña, 2006 Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións Cursos_Congresos_Simposios, nº. 84 196 páxinas. 17 x 24 cm. Índice: páxinas 5-6 ISBN: 84-9749-211-0 Depósito legal: C-2375/2006 Materia: 316: Socioloxía
Edición: Universidade da Coruña, Servizo de Publicacións, http://www.udc.es/publicaciones ©Universidade da Coruña Distribución: Galicia: CONSORCIO EDITORIAL GALEGO. Estrada da Estación 70-A, 36818, A Portela. Redondela (Pontevedra). Tel. 986 405 051. Fax: 986 404 935. Correo electrónico:
[email protected] España: BREOGÁN. C/ Lanuza, 11. 28022, Madrid. Tel. 91 725 90 72. Fax: 91 713 06 31. Correo electrónico:
[email protected]. Web: http://www.breogan.org Deseño da cuberta: Julia Núñez Calo Motivo da cuberta: Grabado alusivo al terremoto de Lisboa de 1755 Imprime: Lugami Artes Gráficas
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Índice
Introducción ........................................................................................................
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Día 9 de noviembre de 2005, sesión de mañana PRESENTACIÓN ........................................................................................... JUAN DE DIOS RUANO GÓMEZ
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LA CRISIS ECOLÓGICA COMO CRISIS DE LA OBJETIVIDAD ............. ALBERTO COTILLO PEREIRA
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LA DERIVA HACIA LA INCERTIDUMBRE DE LA SOCIEDAD DEL RIESGO ................................................................................................ RAMÓN RAMOS TORRE
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EL TRATAMIENTO INFORMATIVO DE LAS CRISIS Y LAS CATÁSTROFES .............................................................................................. FRANCISCO SÁNCHEZ SÁNCHEZ
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Sesión de tarde MITOS DE LOS DESASTRES Y DESASTRES DE LOS MITOS .................. BENJAMÍN GONZÁLEZ RODRÍGUEZ CONSECUENCIAS DEL 11-S SOBRE LA ADMINISTRACIÓN FEDERAL NORTEAMERICANA .................................................................................... LAURA ROMÁN MASEDO EL 11-M Y SU IMPACTO ELECTORAL ....................................................... EDUARDO REGO RODRÍGUEZ
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Día 10 de noviembre, sesión de mañana LA AYUDA A LA DECISIÓN EN LA GESTIÓN DE CRISIS ....................... BEGOÑA ÁLVAREZ GARCÍA LA ESTRUCTURA NARRATIVA DE SUCESOS CATASTRÓFICOS EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN .................................................................. ANDRÉS GARCÍA GÓMEZ TEORÍA DE LA CRISIS ................................................................................. GONZALO PARENTE RODRÍGUEZ
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Sesión de tarde EL PRESTIGE EN LA PRENSA GALLEGA ................................................. VICENTE GONZÁLEZ RADÍO INFORMACIÓN DEL RIESGO Y OPINIÓN PÚBLICA: CONVERGENCIAS Y DIVERGENCIAS EN EL CASO PRESTIGE ............................................. ARIADNA RODRÍGUEZ TEIJEIRO FARO DE VIGO: MAREAS INFORMATIVAS DE UNA CATÁSTROFE ... MAR DE SANTIAGO PÉREZ
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A modo de clausura DE LA CATÁSTROFE DIVINA A LA CATÁSTROFE PÚBLICA: EL TERREMOTO DE LISBOA DE 1755 ...................................................... JUAN DE DIOS RUANO GÓMEZ
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Introducción
JUAN DE DIOS RUANO GÓMEZ
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niciamos con estas I Jornadas sobre Gestión de Crisis una serie de encuentros anuales que tienen por objeto preparar un campo de reflexión específico en torno a esta clase de situaciones inestables. Situaciones críticas que vienen siendo generalmente abordadas desde la urgencia de los acontecimientos y la variedad de las explicaciones. Por esta razón, somos plenamente conscientes de que el campo de reflexión propuesto es susceptible de ser planteado desde una pluralidad de perspectivas que pueden darse cita, válidamente, alrededor de esta temática de la gestión de crisis. Con todo, como se tendrá ocasión de comprobar, nuestro empeño es tener presente –en todas y cada una de las series de jornadas que se llevarán a cabo– tres ámbitos concretos de reflexión sobre las crisis: el teórico, el empírico y el técnico. En efecto, la construcción teórica, la contrastación empírica y la actuación operativa en materia de crisis constituirán los ejes permanentes de todas y cada una de las Jornadas previstas. Se tratará así de ir estableciendo una problemática científica en consonancia con las circunstancias en las que se producen esta clase de procesos inestables y en torno a los cuales diversas disciplinas estarán llamadas a esclarecer tan significativo ámbito del devenir social. Sociología, ciencia política y de la administración, ciencias de la comunicación, economía, historia, antropología y tantas otras áreas de conocimiento pertinentes a la problemática irán paulatinamente incorporándose a esta serie de jornadas eminentemente científico-sociales. De este modo, y a través de la sucesiva edición de las Jornadas, estamos convencidos de que los conocimientos desarrollados en el transcurso de éstas pronto habrán de constituirse en un referente de consulta para este complejo campo de estudio. Para llevar adelante nuestro propósito contamos con el decidido apoyo de distintas instituciones con las que venimos trabajando desde hace años, así como con
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la ayuda especial de organismos que anualmente contribuyen a la organización concreta de cada serie anual de jornadas. Entre los apoyos permanentes debemos destacar en primer lugar al Centro Europeo de Investigación Social de Emergencias (CEISE). El CEISE, un órgano coparticipado por la Dirección General de Protección Civil y Emergencias del Ministerio del Interior y por el Consejo de Europa, viene colaborando ampliamente con esta línea de trabajo desde los inicios de nuestro grupo de investigación, constituido allá por el año 2000. Igualmente, la Dirección General de Investigación y Desarrollo de la Xunta de Galicia viene sustentando periódica e ininterrumpidamente la investigación teórica y empírica de este equipo universitario desde el año 2001. En el caso particular de estas I Jornadas sobre Gestión de Crisis, a través del programa de incentivos recogido en el proyecto de referencia PGIDIT04PXIC26106PN. De igual modo, queremos agradecer a la Dirección General de Investigación del Ministerio de Educación y Ciencia su ayuda para la consecución y difusión de algunos de los resultados provenientes del Proyecto VEM2003-20076-C02-02 que aquí se han presentado y que, dada su amplitud, volverán a tener cabida en las próximas Jornadas que tendrán lugar en noviembre de 2006. Por lo demás, tanto la Dirección General de Universidades de la Xunta de Galicia como el propio Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Comunicación de la Universidad de A Coruña -con la colaboración del Banco Santander- han hecho factible la realización de estas I Jornadas. Una labor que ha contado con la entusiasta participación tanto de los alumnos y profesionales inscritos en las Jornadas como del equipo de becarios –coordinado por Ariadna Rodríguez y adscritos al Laboratorio de Prospección Social– formado por Luz Ángela Silvar, Elvira Santiago, Asunción López y Manuel Pereira. A todos ellos nuestro agradecimiento por su dedicación, interés y simpatía que han hecho posible el éxito de estas I Jornadas sobre Gestión de Crisis celebradas los días nueve y diez de noviembre de 2005 en la Facultad de Sociología de nuestra Universidad.
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DÍA 9 DE NOVIEMBRE DE 2005 SESIÓN DE MAÑANA
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Presentación de las I Jornadas sobre Gestión de Crisis1
JUAN DE DIOS RUANO GÓMEZ Director de las Jornadas
Buenos días, es para mí un placer presentar las I Jornadas sobre Gestión de Crisis que se organizan en la Universidad de A Coruña. Unas Jornadas que constituyen un motivo de doble satisfacción. En primer lugar por encontrar entre los asistentes a algunas personas conocidas ya desde hace años y, en segundo lugar, porque espero que –para quienes todavía no nos conocemos– estas I Jornadas nos permitan establecer la cordial relación que supone compartir conocimientos y experiencias. Tanto a unos como a otros, deciros que estáis en vuestra casa. Como muchos de Uds. saben, François Mitterrand decía que «Francia sólo sabe arreglar sus problemas mediante crisis». Y en ello están. La situación francesa actual es una crisis real, y las intervenciones que mañana realizarán los profesores Begoña Álvarez y Gonzalo Parente nos ilustrarán sobre algunos de los aspectos a tener en cuenta en el desarrollo y resolución de las mismas, tanto en sus etapas de toma de decisiones como en su modalidad más conflictiva, respectivamente. Y digo que lo de Francia es una crisis real porque también estamos asistiendo actualmente a una crisis virtual. Si les confieso que ya hay personas que en lugar de decir «¡que viene el lobo!» usan el más eficaz grito de «¡que viene el pollo!» sin duda alguna ya saben a lo que me refiero. En efecto, ayer comentaba con una de mis
1 Se reproduce aquí la intervención de Apertura de las Jornadas correspondiente a la mañana del día 9 de noviembre de 2005. Algunas de las referencias que se hacen están ligadas al contexto del momento, por lo que merece el lector que se realicen algunas aclaraciones. Concretamente la referencia a la crisis en Francia alude a la masiva quema de coches que diariamente venía produciéndose en los barrios de las afueras de París. Respecto al contexto español, también se alude al nuevo texto del Estatuto de Cataluña presentado en el Congreso de los Diputados por aquel entonces.
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colaboradoras la sorpresa que me causaba que en un periódico de ámbito nacional –y si me lo permiten les diré que esto del «ámbito nacional» va camino también de abrir otra crisis– se escribiese que la pandemia de gripe aviar en el caso de que se produjese, y cito textualmente, «podría causar entre 2 millones y 360 millones de muertos en todo el mundo». Bueno, como Uds. razonablemente supondrán esto no es manera de expresar una estimación rigurosa, ni creíble. Decir eso y pasar del riesgo a la incertidumbre es todo uno. Pues bien, de ese interesante tema será del que nos hable el profesor Ramón Ramos en el día de hoy, es decir, del cambio social que representa el paso de la sociedad del riesgo a la sociedad de la incertidumbre. Pero quiero además significarles, con este ejemplo, la importancia que para nosotros tiene la comunicación en las situaciones de crisis. A esta dimensión de las crisis dedicaremos prácticamente la mitad de las intervenciones de estas I Jornadas porque, no en vano, la comunicación en situaciones de crisis es algo fundamental en la necesaria regeneración de la confianza social y política. Así, el profesor Francisco Sánchez desde la perspectiva periodística y Andrés García desde la perspectiva sociológica se encargarán de ilustrarnos el tema del tratamiento mediático de las crisis y las catástrofes. Por su parte, el profesor Vicente González Radío moderará mañana la mesa dedicada a los medios de comunicación y el Prestige, tarea que desempeñará con indudable acierto dada su estereofónica formación como periodista y como sociólogo. Por lo demás, en estas I Jornadas se realizará una aproximación a los medios de comunicación que no sólo se desarrollará desde una perspectiva teórica o, también, experiencial, sino que, igualmente, lo será de contrastación empírica. Buena prueba de ello la tendremos en las intervenciones de la profesora Mar de Santiago de la Universidad de Vigo –quien nos hablará del tratamiento periodístico de la catástrofe del Prestige en el diario Faro de Vigo– y de la investigadora, y coordinadora de estas Jornadas, Ariadna Rodríguez, que hará lo propio con el diario La Voz de Galicia. Pero en las crisis no sólo se informa, no sólo se comunica, también se adoptan medidas y se toman decisiones con consecuencias políticas y administrativas para los Estados y para los Gobiernos. A este aspecto contribuirá la mesa redonda de esta tarde donde, además de la apreciable intervención del profesor Benjamín González, contaremos también con la participación de la profesora Laura Román para hablarnos sobre las consecuencias administrativas del 11-S y con la participación del profesor Eduardo Rego para tratar acerca de las consecuencias políticas del 11-M.
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En fin, para terminar esta presentación, he dejado para el final al primero de nuestros intervinientes, un entusiasta de las paradojas. Un interviniente cuya temática es de lo más profunda y oportuna. Y es que, como muchos de Uds. saben, se conmemora en este mes de noviembre el doscientos cincuenta aniversario del terremoto de Lisboa. Un terremoto que produjo también un tsunami, una ola gigante, no sólo en las costas atlánticas de la península sino también en las mentes más lúcidas de la Europa de 1755. Me estoy refiriendo concretamente a la disputa intelectual entre Voltaire y Rousseau a propósito de las causas del terremoto de Lisboa. Posiblemente la que podríamos considerar, a todos los efectos, como la primera catástrofe de la modernidad.2 Hasta ese momento, las explicaciones que consideraban a las catástrofes como un castigo divino se venían dando sin mayor cuestionamiento. Sin embargo, a partir del debate filosófico entre Voltaire y Rousseau, otras explicaciones de carácter menos teológico comenzaron progresivamente a tener más presencia social. El terremoto de Lisboa acabó, por lo demás, con el optimismo metafísico que se debatía en la sociedad europea de la época, articulado en torno a la idea básica de que «Todo va bien». Si la explicación del castigo divino, propia del Antiguo Régimen, comenzó a resquebrajarse; la versión racionalista y moderna de Voltaire, según la cual estaba en la Naturaleza el germen de la desdicha, también encontró un firme opositor. Un contendiente a quien hoy día cabría calificar de postmoderno y ecologista, ciertamente nos referimos a Rousseau, para quien los damnificados del terremoto de Lisboa eran víctimas, no tanto de un fenómeno natural, cuanto de un sistema social que permitía el hacinamiento de la población en unas condiciones urbanísticas realmente deplorables. Pues bien, quizás la contribución del profesor Alberto Cotillo en estas I Jornadas –sin que la temática concreta de su conferencia hubiese sido acordada previamente– nos devuelva al presente aquel debate producido entonces entre la razón ilustrada de Voltaire –en forma de «objetividad»– y la del buen salvaje rousseauniano -en forma de «ecologismo». Muchas gracias por su atención y que disfruten de las Jornadas. Tiene la palabra el profesor Alberto Cotillo.
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Se incluyen conmemorativamente al final de este libro, una serie de consideraciones sobre el terremoto de Lisboa de 1755.
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La crisis ecológica como crisis de la objetividad
ALBERTO COTILLO PEREIRA Profesor Titular de Técnicas Avanzadas de Investigación Social Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña
En mayo de 1986, justo después del accidente en la central nuclear de Chernobil, Ulrich Beck, que acababa de terminar su libro profético sobre «la sociedad del riesgo», se decidió a escribir un preámbulo, «dadas las circunstancias». En esa situación, observaba una «peculiar mezcla entre naturaleza y sociedad con la que el peligro vence a todo lo que pudiera ofrecerle resistencia». La prueba de esta afirmación la encontraba en la nube atómica, según él, un híbrido, «una fuerza de la civilización –dice Beck– invertida y transformada en una fuerza de la naturaleza en la que la historia y el clima se han unido de una manera tan paradójica como poderosa». En efecto, Beck hace bien en vincular el peligro atómico y, más allá, la crisis ecológica, con la proliferación de híbridos. Los tomates que consumimos se producen en invernaderos en los que los humanos controlan la temperatura, la humedad y el proceso entero de crecimiento. Lo mismo cabe decir, por ejemplo, de los pollos criados en las modernas granjas avícolas, tan famosas en estos días de amenaza de pandemia mundial. ¿Los tomates, los pollos o, por supuesto, los alimentos transgénicos son naturaleza o son sociedad? La pregunta carece de sentido, son naturaleza y son sociedad, son híbridos. Siempre los hubo, pero hoy en día abundan por donde quiera que miremos. Es en este sentido en el que podemos considerar que la crisis ecológica es, ante todo, una crisis de la objetividad.
1. LA CRISIS ECOLÓGICA COMO FIN DE LA NATURALEZA La amenaza que suponía la nube tóxica del accidente de Chernobil parecía acarrear un conjunto de peligros tan acuciantes que tal vez no puedan ser comparados en su perentoriedad a lo que se conoce como crisis ecológica. Sin embargo, en el pensa-
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miento ecológico y, sobre todo, en la práctica ecológica militante, los múltiples peligros que implica la crisis ecológica se consideran igualmente acuciantes y la necesidad de una solución se ve como algo ya perentorio. Desde hace unas décadas es habitual escuchar lo que Bjorn Lomborg, un ecologista escéptico según él mismo, ha calificado como «la letanía», término que aparte de su sentido religioso hace coloquialmente referencia a una insistencia larga y reiterada. El punto de vista que expresa «la letanía» sobre el estado del mundo y en particular sobre el medio ambiente nos es absolutamente familiar porque está formado a partir de imágenes y mensajes que aparecen a diario en la televisión, en los periódicos, en las declaraciones de los políticos o incluso en las charlas informales en el trabajo o en los cafés. De acuerdo con «la letanía», durante el último siglo, la humanidad ha hecho todo lo que estaba en su mano para dominar la naturaleza. Hemos represado los ríos, hemos talado los bosques y con ello hemos empobrecido el suelo terrestre hasta dejarlo en un estado lamentable. Estamos devastando nuestro planeta: el suelo fértil desaparece, el asfalto y el hormigón cubren la naturaleza destruyendo la vida salvaje, modificando el clima de la biosfera. Nuestros recursos se agotan: la población no para de crecer reduciendo al tiempo la cantidad de alimento disponible. El aire y el agua están cada vez más contaminados. Los seres vivos que pueblan el planeta se extinguen por millares, los bosques desaparecen y los recursos pesqueros disminuyen drásticamente. El ecosistema de la Tierra se está destruyendo. A comienzos del siglo XXI podemos observar signos inequívocos de que la explotación del planeta ha alcanzado su límite, a partir del cual la naturaleza comienza a tomar su venganza. El deshielo de las regiones polares sugiere que el cambio climático se produce a gran velocidad. El clima varía de forma más errática que antes, repartiendo de forma arbitraria la lluvia en distintas zonas. El fuego ha arrasado este verano vastas zonas de Galicia y de Portugal y en las últimas décadas ha ardido una extensión cercana al 10% de todo el territorio español. Las noticias sobre tormentas, tornados e inundaciones se suceden a diario, mientras amplias zonas del planeta sufren de grandes sequías. Los ejemplos se pueden multiplicar al gusto. La crisis ecológica parece, por tanto, un problema más que acuciante, al menos tanto como la nube tóxica de Chernobil en 1986. En palabras del famoso Isaac Asimov (citado en Lomborg): «Ya es muy tarde para salvar nuestro planeta. Ya han ocurrido demasiadas cosas: las granjas se han convertido en desiertos, los bosques se han talado hasta dejarlos secos, los lagos han sido envenenados, el aire se ha llenado de gases nocivos. Incluso es demasiado tarde para salvarnos a nosotros mismos de los efectos de otros terribles procesos, que ya se han puesto en marcha e inevitablemente seguirán adelante. La temperatura global aumentará. La capa de ozono continuará reduciéndose. La contaminación provocará enfermedades e incluso la muerte a más seres vivos. Todo esto ha llegado ya tan lejos que, inevitablemente, irá a peor antes que a
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mejor. La única oportunidad que nos queda es decidir hasta dónde dejaremos que las cosas se deterioren». En 1989, Bill McKibben publicó un libro titulado El fin de la naturaleza, que trataba de poner en orden las últimas evidencias científicas sobre el efecto invernadero, el agotamiento de la capa de ozono y una inquietante lista de otros males ecológicos y explicaba con claridad las temibles implicaciones de la destrucción que el hombre ha infringido sobre el planeta. Aunque durante siglos la civilización humana ha saqueado y contaminado la Tierra, en el pasado esos ataques eran relativamente locales; ahora, con los cambios globales causados por los gases de efecto invernadero y la destrucción de la capa de ozono, el hombre ha alterado los procesos más elementales de la vida en cualquier parte del planeta. Al convertir la naturaleza en un «artefacto» o un subproducto del desarrollo económico –considera McKibben– se ha perdido algo de gran importancia: la naturaleza como una fuente cuasi-religiosa de significado y valor trascendente. Es a esa pérdida a la que McKibben se refiere en el título de su libro: el fin de la Naturaleza como algo independiente, incontrolado o más amplio que el hombre. En su ya clásico libro, McKibben pretende subrayar dos observaciones. La primera es que mantenemos una concepción errónea del tiempo: solemos pensar que la Tierra cambia con una lentitud infinita; pero de hecho ahora se está acelerando, cambiando de forma rápida, peligrosa y profunda como resultado de las alteraciones que producimos los humanos. Nuestro sentido de un futuro eterno, que está extraído de la idea de que aparentemente el pasado también es eterno, es una ilusión. Es verdad que la evolución ha supuesto millones de años hasta llegar a crear a los humanos, pero eso no significa que el tiempo se mueva siempre a ese mismo ritmo. Los sucesos, a veces los sucesos más importantes, pueden tener lugar deprisa. A lo largo de un año, una década o una vida pueden producirse cambios enormes, impersonales y dramáticos. La segunda observación que centra el discurso de McKibben es que mantenemos un sentido de la escala que es erróneo: solemos pensar en la gente como algo pequeño y el mundo como algo muy grande; pero en nuestras vidas ha devenido verdad lo contrario. El mundo ya no es tan grande como intuitivamente creemos, el espacio puede sufrir transformaciones tan profundas y dramáticas como el tiempo. Nuestro confortable sentido de la permanencia de nuestro mundo natural, nuestra confianza en que cambiará gradualmente e imperceptiblemente es, entonces, resultado de una perspectiva sutilmente falseada. Cuando McKibben habla del «fin de la naturaleza» no quiere decir el fin del mundo. La lluvia seguirá cayendo y el sol brillará, aunque de forma diferente a como lo hacía hasta ahora. Cuando habla de la naturaleza se refiere a un cierto conjunto de ideas humanas acerca del mundo y nuestro lugar en él. Pero la muerte de esas ideas comienza con cambios concretos en la realidad circundante, cambios que –según
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McKibben– los científicos pueden medir y enumerar. Cada vez con más frecuencia, estos cambios chocarán con nuestras percepciones hasta que, finalmente, nuestro sentido de la naturaleza como algo eterno y separado se desvanezca. Detrás de planteamientos como el de McKibben subyace una idea crucial. La crisis ecológica pone en cuestión la vieja idea de que la naturaleza y la sociedad constituyen ámbitos separados y eternos. La naturaleza está siendo aniquilada por una sociedad cada vez más invasora y la crisis ecológica global es una prueba fehaciente del fin de la naturaleza en manos de los hombres. A la vez, la crisis ecológica tiene por resultado una sutil pero drástica modificación de nuestra concepción de la naturaleza. La imagen social de la naturaleza es algo cambiante y variable, y la crisis ecológica es un poderoso mecanismo de transformación de nuestra concepción de la relación entre naturaleza y sociedad. La crisis ecológica, el fin de la naturaleza, es, a la vez, causa y consecuencia de una radical transformación de nuestra concepción de la relación entre la naturaleza y la sociedad.
2. IMÁGENES SOCIALES DE LA NATURALEZA La afirmación de que la imagen social de la naturaleza es algo cambiante y variable está lejos de ser novedosa: todo el mundo está de acuerdo, no hay nada menos estable que la noción de naturaleza. Descola (1996) señala que bajo el naturalismo propio de los occidentales, el nombre naturaleza designa tres elementos diferentes. En primer lugar, la naturaleza sería una parte del mundo sometida a la estricta causalidad y al sólo reino de la necesidad. En este sentido la naturaleza se opone al reino de la sociedad humana, de su subjetividad, marcada en oposición por el reino de la libertad y por la suspensión de la estricta causalidad. En segundo lugar, el conjunto formado por la reunión de la naturaleza no social y de la naturaleza social; es decir, a la vez una parte y el conjunto puesto que la sociedad humana en su evolución no se concibe separado de la causalidad. En tercer y último lugar, una distinción entre la naturaleza (no social) y la naturaleza (social) que se puede concebir de dos maneras: o bien esta distinción parece pertenecer al orden de la naturaleza (se dirá, por ejemplo, que la evolución ha arrancado a la humanidad de la estricta determinación de la naturaleza (no social)) o bien se pensará que esta distinción pertenece al orden de la sociedad (se dirá que es una convención, una categorización realizada por el espíritu humano, que no está en las cosas sino que es un producto histórico). De acuerdo con la forma en que se traten los dos polos (naturaleza y sociedad) cabe distinguir diversas concepciones (Latour, 1999). Una primera versión es la de separación. Para ésta, cualquiera de los dos polos se encuentra a la mayor distancia posible respecto al otro: se dirá, por ejemplo, que la libertad humana se define por su separación respecto de las estrictas determinaciones naturales o se
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criticará el «artefacto» superfluo de la sociedad humana. Cuando se mantiene esta concepción se puede caer en dos formas extremas de desdén mutuo: una naturaleza que ignora todo sobre el mundo social y un mundo social que ignora todo sobre la naturaleza. Una versión diferente es la de conquista, para la que la inestabilidad de la polaridad entre naturaleza y sociedad queda marcada por un esfuerzo por invadir el polo opuesto, portando las ventajas obtenidas del primero. Así, se producirá la naturalización, que consiste en extender la lista de las entidades determinadas causalmente para tratar de reducir los fantasmas de la libertad humana, y la socialización, que tratará de subrayar al máximo la insignificancia de la naturaleza ante la libertad creadora del hombre. En tercer lugar, la relación entre naturaleza y sociedad puede verse como posiciones distintas mediadas por un espejo. Desde esta versión se considera que la distinción entre los dos polos es total, pero se pone en duda la capacidad de salvar la distancia entre ambas. La naturaleza tal como es conocida por el hombre no hace sino reflejar las categorías sociales. Cualquier intento de pasar al otro lado del espejo sólo hace reenviar a la imagen de lo social o, a la inversa, las conquistas de la libertad humana no hacen sino reflejar la imagen de las estrictas necesidades naturales. La distancia entre naturaleza y sociedad es insalvable: la naturaleza sólo ve naturaleza en la sociedad y la sociedad sólo ve sociedad en la naturaleza. Una versión habitual en el pensamiento sociológico ha venido siendo la posición dialéctica. La solución dialéctica no pone en cuestión la distinción entre naturaleza y sociedad, sino que la pone en escena de otra manera: lo que se encuentra en la naturaleza se encuentra siempre ya presente en lo humano y su trabajo libre y creador; lo que se encuentra en lo humano se encuentra siempre ya en la naturaleza y sus estrictas determinaciones. De ahí que algunos afirmen que lo natural es social y lo social es natural (vgr. Iranzo, 2000). En las últimas décadas ha surgido una versión que considera las relaciones entre naturaleza y humanidad como relaciones de fuerza que están siendo recientemente invertidas, en la medida en que el poder humano se ha hecho capaz de rivalizar, si no con el cosmos, sí al menos con las fuerzas locales de la tierra. El crecimiento demográfico y técnico de los humanos rivaliza con la naturaleza y deviene peligroso para ella. Esta forma de relación es contradictoria con la precedente pues hace imposible el entusiasmo fabricador siempre presente en el modo dialéctico y es igualmente incompatible con la de separación y conquista pues ahora la naturaleza es una vieja madre que se ha de proteger. Las concepciones habituales sobre la crisis ecológica y la práctica de los movimientos ecologistas, la ecología militante, se aproximan a esta última concepción. Para McKibben, la relación de fuerzas entre naturaleza y sociedad presenta un balance cada vez más claro: la victoria aplastante de la sociedad hasta concluir en la aniqui-
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lación de la naturaleza. Herederas de la concepción del mundo como una relación de fuerzas excluyentes entre la naturaleza y la sociedad, la ecología militante mantiene la distinción fundamental entre una y otra. Pero deja sin explicar el fenómeno de la proliferación de híbridos. Como bien observó Ulrich Beck, la nube tóxica que cubrió parte de la antigua Unión Soviética y de la Europa del Este en 1986 no era sólo una fuerza de la civilización que construyó la central de Chernobil ni era sólo una fuerza de la naturaleza como una nube más. Era ambas cosas a la vez, era un híbrido, como es un híbrido la oveja Dolly o el maíz transgénico.
3. CRISIS DE LA OBJETIVIDAD: MÁS ALLÁ DE LA DISTINCIÓN ENTRE NATURALEZA Y SOCIEDAD La ecología militante fracasa al albergar en sus preocupaciones el fenómeno de la proliferación de híbridos o, en el mejor de los casos, ve en éste únicamente el fin de la naturaleza a manos de una sociedad cada vez más omnipresente. Mi posición al respecto es que esta idea es resultado de que la ecología militante no ha atendido al papel que juega el conocimiento científico en la constitución de la distinción entre naturaleza y sociedad, básicamente porque su percepción de la crisis ecológica ha estado fuertemente influida por los resultados de la investigación científica. Propongo que un buen modo de hacer sitio a los híbridos en las preocupaciones ecologistas es atenerse a los resultados de los estudios sociales de la ciencia, a una radical puesta en cuestión de la distinción entre naturaleza y sociedad. Afirmaciones como que lo natural es social o que lo social es natural se convierten en afirmaciones banales que nada significan si no se pone en cuestión la misma ruptura entre naturaleza y sociedad. Los estudios sociales de la ciencia han venido a mostrar que la producción de conocimiento parece surgir de la fusión de elementos que ni son sociales ni naturales por sí mismos. Por ejemplo, Michel Callon y Bruno Latour (1981) mostraron que, si algo llega a ser un problema científico, es porque previamente se ha determinado qué cuenta como social y qué cuenta como natural, qué es interno a la ciencia y qué es externo a ella. Mantener que las teorías científicas se desarrollan en función de sus propias fuerzas racionales, vale decir internas, o en función de intereses sociales, vale decir externos, es sólo optar por uno de los dos bandos, no es analizar sino opinar, no es entender el proceso sino sólo tomar partido. En lugar de tomar partido por una de las dos posturas enfrentadas, en vez de decidirse por una de las dos facciones en la lucha entre los partidarios de poner la naturaleza por delante de la práctica de los científicos o poner la sociedad, es más interesante percatarse de que la práctica científica es uno de los modos más poderosos en las sociedades avanzadas de hacer pasar a algo como natural o como social. La efectividad y el éxito de la ciencia descansa precisamente en que constituye por sí
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misma un poderoso instrumento para borrar la distinción entre los factores sociales y los factores naturales. Cuando se presta atención a los momentos en que los hechos aún no se han convertido en evidencia científica, cuando se observan las primeras fases en el proceso de construcción del conocimiento científico, rasgos «sociales» como la contingencia, la negociación, la controversia... se hacen patentes. Cuando se atiende a la fase en la que ya se dispone de evidencia, se ha cerrado la controversia, los rasgos «naturales» de descubrimiento, hecho, prueba... parecen muy apropiados. En lugar de optar por una visión o la contraria, ambas parciales, es preferible ver ambas como momentos diferentes en el proceso de construcción de hechos científicos. La oposición entre lo social y lo natural es uno de los artefactos de que disponen los científicos a lo largo del proceso de investigación. En los primeros momentos de la construcción de hechos, los investigadores comienzan a clasificar «lo natural», lo creíble, como algo separado de «lo social», los elementos situacionales o personales. Una vez realizada esta división, los factores «naturales» se consideran como causas primeras o exclusivas de los resultados obtenidos. El proceso de construcción de hechos es un mecanismo de producción de orden y simplicidad, de realidad, en donde antes sólo existía contingencia, complejidad y desorden. La construcción de hechos implica una importante inversión paradójica. Un buen ejemplo de cómo concebir este proceso de inversión paradójica en la construcción de hechos es la teoría que Latour y Woolgar (1979) desarrollan sobre el descubrimiento. Para ellos, el descubrimiento es más un proceso que un punto en el tiempo y transcurre a lo largo de cinco etapas: 1) documento: los científicos obtienen documentos; 2) documento ¡ objeto: los científicos usan los documentos para proyectar la existencia de un objeto particular; 3) documento objeto: aunque el objeto se constituye inicialmente en virtud del documento, se percibe ahora como una entidad separada, distinta de aquellos documentos; 4) documento objeto: las relaciones se invierten de modo que parezca que el objeto ha dado lugar al documento; y 5) negación de las etapas 1-3: para mantener la inversión en el paso 4 es importante minimizar la importancia de los pasos 1 a 3. Otro modo de exponer la inversión paradójica que implica la construcción de hechos científicos y su carácter político es tomar como alegoría el mito de la Caverna que Platón describe en «La República». Para Latour (1999), el mito de la Caverna puede bien definir las relaciones entre la ciencia y la sociedad. En ese mito, si queremos acceder a la verdad debemos deshacernos de la tiranía de lo social, de la vida pública, de la política, de los sentimientos subjetivos. En clara paradoja, el acceso al conocimiento implica en este mito una doble ruptura. La primera consiste en negar la continuidad entre el mundo de los humanos y el acceso a las verdades «no construidas por la mano del hombre». La segunda consiste en que el saber, una vez equipado de las leyes no construidas por la mano del ¡
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hombre que viene de contemplar gracias a que se ha apartado del infierno del mundo social, puede volver a entrar en la Caverna y poner orden en los resultados indiscutibles que acalla la palabrería de los ignorantes. La astucia de este mito que explica su insólita efectividad se debe a la paradoja siguiente: ninguna de estas dos rupturas impide su contrario, que se encuentra combinado en la figura heroica del filósofo gobernante, a la vez legislador y sabio. Aunque el mundo de la verdad difiere absolutamente del mundo social, el sabio puede pasar de ida y vuelta de uno a otro mundo: el paso cerrado para todos los demás está abierto sólo para él. Sin esa doble ruptura –según Latour– no habría ni ciencia, ni epistemología, ni la concepción occidental de la vida pública. Desde hace 25 siglos hasta aquí sólo una cosa ha cambiado: la doble ruptura que implica el mito, incesantemente repetida, nunca ha sido tan radical. Para que la doble ruptura resista durante siglos a todas las evidencias en contrario es necesario que exista una poderosa razón: una cultura (una Constitución en términos de Latour, lo que a diferencia de la cultura reúne tanto los elementos humanos y no-humanos) que organiza la vida pública en dos cámaras: la sala oscura de la Caverna, donde los ignorantes se encuentran encadenados sin poder mirar directamente ni comunicarse salvo por las ficciones proyectadas sobre el muro, y el exterior de la Caverna, un mundo compuesto de no-humanos, insensibles a nuestras preguntas, a nuestras ignorancias. Toda la astucia del modelo descansa en ese pequeño número de personas que son capaces de trazar el puente entre las dos cámaras y de convertir la autoridad de la una en la de la otra. La sutileza de esta organización reposa enteramente en el poder dado a aquellos que pueden pasar de una a otra cámara, quienes podrían verse dotados de la más fabulosa capacidad política jamás inventada: hacer hablar al mundo mudo, decir la verdad sin que nadie te discuta, poner fin a los interminables debates mediante una forma indiscutible de autoridad que apelaría a las cosas mismas. Esta organización no se mantendría sin la aportación, minúscula pero indispensable, de la epistemología, cuya tarea es distinguir claramente entre las dos cámaras: la «Ciencia», por una parte y la «Política», de otra. Esta cuestión eminentemente política sobre la repartición del poder entre las dos cámaras se convierte en una distinción entre, de una parte, una inmensa cuestión puramente epistemológica sobre la naturaleza de la Ideas y el mundo exterior y, de otra, una cuestión solamente política y sociológica sobre la naturaleza del mundo social, sobre «La República». Cualquier intento de poner en evidencia esta trampa provocará que el paso entre ambas cámaras sea aún más estrecho, puesto que se te acusará de querer «confundir» las cuestiones políticas y las cuestiones cognitivas, de contaminar la pureza de las ciencias con las bajas consideraciones sociales. La trampa no funcionaría si no fuera porque previamente el pueblo ignorante se encuentra hundido en la oscuridad de la gruta, cada individuo mezclado con los demás, encadenado a su banco, sin contacto con la realidad, presa de los rumores y de los prejuicios.
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Dicho de otro modo, el mito exige desde el principio que nosotros, los humanos, descendamos a la Caverna, cortemos nuestros innumerables lazos con la realidad, perdamos todo contacto con nuestros semejantes y comencemos a devenir incultos, rencorosos y paralizados. Sólo entonces es cuando la Ciencia podrá venir a salvarnos. Es necesario escapar a esa elección obligatoria: o bien la realidad del mundo exterior o bien el infierno del mundo social; es decir, que nadie examine a la vez la idea de la Ciencia y la de la Sociedad, que nadie se ocupe a la vez de la epistemología y de la sociología, es decir, que no haya sociólogos de la ciencia.
4. LA CRISIS ECOLÓGICA COMO CRISIS DE LA OBJETIVIDAD Del mismo modo que en el mito de la Caverna, en la ecología militante también se produce una inversión paradójica. Pretende poner en la agenda de las preocupaciones políticas a la naturaleza, a la vez que mantiene a la naturaleza como un ámbito separado de la lucha política. El ecologismo retoma, sin modificar una sola línea, la división moderna entre dos ámbitos, el de la política y el de la naturaleza, y deja a la primera impotente frente a los dictados de la segunda. Bajo la coartada de proteger y conservar la naturaleza, los movimientos ecologistas también han conservado una concepción de la naturaleza que la hace impracticable para entrar en el combate político. No se puede presentar la ecología militante como una preocupación nueva que sobrevendría a la conciencia de occidente hacia la mitad del siglo pasado, como si después de entonces los políticos hubieran tomado conciencia de que es necesario incluir las cuestiones de los recursos naturales en la lista de sus preocupaciones habituales. Nunca se ha hablado de política sin hablar de naturaleza, o, más bien, nunca se ha apelado a la naturaleza sino para dar una lección de política. Por cada línea que se ha escrito en nombre de la naturaleza, del orden de la naturaleza, de la ley natural o del derecho natural no se ha hecho sino una afirmación relativa a la forma de organizar la vida pública. Las concepciones de la política y las concepciones de la naturaleza siempre han formado una pareja tan rígidamente unida que son como los dos platos de una misma balanza, en el que uno baja cuando el otro sube y a la inversa. No se ha tratado jamás de otra política que la de la naturaleza ni de otra naturaleza que la de la política: la epistemología y la política son una y la misma cosa. La importancia de la expresión «la naturaleza» no procede del carácter particular de seres que ella considera reunir y que es propio de una isla particular de la realidad. Todo el poder de esta expresión proviene de que se la ha utilizado siempre en singular: la naturaleza; es la unidad de la naturaleza la que produce su beneficio político. ¿Qué renta política aportaría hablar de los derechos naturales, de la protec-
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ción de las naturalezas o de las ciencias de las naturalezas? Estamos dispuestos a hablar del multiculturalismo, pero aún sigue sonando extraño ocuparse del multinaturalismo. El ecologismo militante ha llamado la atención sobre la crisis ecológica, pero ésta no puede entenderse sin más como una «crisis de la naturaleza». No sólo están en crisis un conjunto particular de objetos a los que se les otorga la etiqueta de «naturales», la crisis se refiere a todos los objetos. La crisis ecológica no es una «crisis de la naturaleza» es una «crisis de la objetividad». El movimiento ecologista no se puede caracterizar a partir de una crisis de un conjunto particular de objetos, los objetos ecológicos, sino que se trata de una crisis cultural generalizada que se refiere a todos los objetos. No se puede caracterizar la ecología militante por una crisis de la naturaleza, sino por una crisis de la objetividad. Las crisis ecológicas no se apoyan sobre un tipo particular de objetos (por ejemplo, los ecosistemas) sino sobre la forma de fabricar los objetos. Como bien demuestran los casos del maíz transgénico, los tomates de invernadero, los pollos de granja avícola o la oveja Dolly, los objetos ya no son lo que eran; o, mejor dicho, cada día con más frecuencia aparecen un tipo de objetos que poseen características diferentes a los objetos, digamos, clásicos. La diferencia esencial entre unos y otros es que los últimos en aparecer están claramente asociados al riesgo, a sus consecuencias imprevisibles; los nuevos objetos, los híbridos, son objetos con riesgo. Los objetos sin riesgo modernos, los objetos simples (o «calvos», según Latour, 1999) a los que estamos acostumbrados, presentan cuatro características esenciales que los sujetos pueden reconocer a simple vista. En primer lugar, tienen bordes claros, una esencia bien delimitada, propiedades bien definidas; pertenecen sin duda al mundo de las cosas, un mundo hecho de entidades obstinadas, tercas, definidas por leyes de estricta causalidad, de eficacia, de rentabilidad, de verdad. En segundo término, los investigadores, ingenieros, administradores, empresarios y técnicos que conciben, producen y ponen en el mercado estos objetos devienen invisibles una vez que el objeto se ha acabado. La actividad científica, técnica e industrial permanece fuera de juego. Tercero, estos objetos sin riesgo implican ciertas consecuencias siempre pensadas bajo la forma de un impacto sobre un universo diferente compuesto de entidades menos fáciles de delimitar y que se designan con los vagos nombres de «factores sociales», «dimensiones políticas», «aspectos irracionales». Estos objetos sin riesgo dan la impresión de caer como un meteoro bombardeado desde el exterior sobre un mundo social que le sirve de blanco. Por último, ciertos de estos objetos podrían, si bien años más tarde de su aparición, acarrear grandes riesgos, incluso cataclismos. A pesar de esto, los objetos no se hacen responsables de estas consecuencias que acarrean. La mejor forma de caracterizar las crisis ecológicas es reconocer, a costa de los objetos simples, la proliferación de objetos complejos, objetos con riesgo (objetos
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«peludos», Latour, 1999). Las características de estos objetos son completamente diferentes de los precedentes, por eso se habla de crisis cada vez que aparecen. A diferencia de sus predecesores, no tienen bordes netos, esencias bien definidas, separaciones claras entre un núcleo duro y su entorno. Sus productores ya no son invisibles, sino que aparecen controvertidos, implicados con todos sus instrumentos, sus laboratorios, sus talleres y sus fábricas. La producción científica, técnica e industrial forma parte íntegra de su definición. Además, de estos híbridos no se puede propiamente hablar de impacto como si cayeran del exterior sobre un mundo diferente al suyo. Presentan numerosas conexiones que les unen de mil formas a objetos tan arriesgados como ellos mismos y que, en consecuencia, no componen otro universo independiente del primero. Por último, no pueden separarse de las consecuencias inesperadas que ponen en funcionamiento a muy largo plazo. Al contrario, todo el mundo espera, paradójicamente, consecuencias inesperadas que no van a dejar de suscitar y de las que aceptan la responsabilidad y de las que sacan enseñanzas. Quisiera hacer notar que se puede vincular el crecimiento de la ecología militante con la multiplicación de estos nuevos objetos que mezclan su existencia a la de los objetos clásicos, los cuales forman siempre el fondo del paisaje común. Nos parece que esta diferencia entre los objetos sin riesgo y los objetos arriesgados, los «objetos simples» y los «objetos complejos», cuenta bastante más que la distinción imposible entre las crisis que implican a la ecología de aquellas que implican a la economía o a la sociedad. No asistimos a la irrupción de cuestiones de la naturaleza en los debates políticos, sino a la multiplicación de los objetos complejos que ya no pueden simplemente limitarse al mundo natural, que ya no pueden naturalizarse más de lo que ya están. Más bien, asistimos a un proceso por el cual las viejas certidumbres sobre la producción de objetos sin riesgo es cada vez más sustituida por la creciente incertidumbre que genera la producción de objetos complejos, de objetos peludos, de objetos con riesgo.
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REFERENCIAS BECK, ULRICH. 1986. La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona, Paidós. CALLON, M. y B. LATOUR. 1981. «Unscrewing the Big Leviathan: How actors macro-structure reality and how sociologists help them to do so». En Knorr-Cetina, K. D. y Cicourel, A. V. (eds.) Advances in Social Theory and Methodology. Towards an Integration of Micro- and MacroSociologies. Londres: Routledge and Kegan Paul. 277-303. DESCOLA, PHILIPPE. 1996. «Constructing natures: symbolic ecology and social practice». En Descola, Philippe y Pálsson, Gísli (eds.). Nature and Society. Anthropological Perspectives. Londres: Routledge. IRANZO, JUAN MANUEL. 2002. «Un error cultural situado: la dicotomía Naturaleza/Sociedad». En Política y Sociedad, vol. 39 (3), pp. 615-625. LATOUR, BRUNO. 1999. Politiques de la nature. Comment faire entrer les sciences en démocratie. Paris, La Découverte. LATOUR, BRUNO y WOOLGAR, STEVE. 1979. Laboratory Life. The construction of Scientific Facts. Princeton, Princeton University Press. (Existe traducción al español: Vida de laboratorio. La construcción de los hechos científicos. Madrid: Alianza Editorial). LOMBORG, BJORN. 2003. El ecologista escéptico. Madrid: Espasa. MCKIBBEN, BILL. 1989. The End of Nature. Humanity, Climate Change and the Natural World. Londres: Bloomsbury.
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La deriva hacia la incertidumbre de la sociedad del riesgo*
RAMÓN RAMOS TORRE Catedrático de Cambio Social Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid
Aunque en las páginas finales procederé a extender y relacionar el núcleo duro de mi propuesta, presento ya las cosas por lo derecho y paso a fijar sintéticamente la hipótesis que planteo –una hipótesis ciertamente problemática y que requeriría matices que en estas pocas páginas no se pueden concretar. La hipótesis propone que nos hallamos en un proceso de cambio social que nos lleva de un tipo de sociedad caracterizada, en alguno de sus rasgos fundamentales, por la administración de riesgos hacia otro tipo que, también en alguno de sus rasgos más relevantes, arroja a la sociedad mundial a la experiencia de una incertidumbre desatada y radical, es decir, no plenamente abordable por (y eventualmente reductible a) las técnicas de administración de riesgos. Intentaré aclarar la hipótesis procediendo a una incursión muy selectiva en el tema. Empezaré aclarando la idea del riesgo y de la sociedad del riesgo para explorar los significados y bases de esa incertidumbre desatada y radical que, según propongo, es central en la experiencia del mundo actual. En cuanto al riesgo, haré unas precisiones muy sintéticas. Es obvio que se trata de un concepto que, de tan polisémico, connotado, manido y, además, utilizado en los contextos más variados, resulta gaseoso, cuando no oscuro. En una definición mínima, cabe presentarlo como (a) un concepto práctico, es decir, referido a la acción humana, que se singulariza (b), por un lado, por hacer referencia a la eventual exposición de quien actúa a daños que preferiría evitar y (c), por el otro, por presuponer que esos daños a los que se está expuesto son producto de, y están abiertos a, las decisiones de esos mismos actores que desearían evitarlos3. *
Este texto es una reelaboración parcial de Ramos (2003 y 2004). Agradezco a los participantes en las Primeras Jornadas sobre Gestión de Crisis y a su coordinador, Prof. Ruano, los debates que suscitó y las ideas que se presentaron para su mejora. 3 Esta propuesta es desarrollada en Ramos (1999a). Para una aproximación al plural significado del riesgo cf. Beck (1992), Bechmann (2004), Ewald (1996) y López Cerezo y Luján (2000).
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Luhmann (1992), en un trabajo importante sobre el tema, propuso que para aclarar el concepto convenía contrastarlo con su contrario: el peligro. Cuando enfrentamos un riesgo o un peligro nos exponemos a sufrir un daño; es esto lo que hermana ambos conceptos. Lo que los diferencia, según Luhmann, es que mientras en el caso del riesgo los daños eventuales resultan del modo en que se ha actuado y son imputables a quien, obrando de una determinada manera, hubiera podido hacerlo de forma distinta, en el caso del peligro esos daños provienen de fuerzas o determinaciones del mundo exterior, independientes de nuestra voluntad, y cuyos efectos no se pueden imputar de forma significativa a la manera en que, en razón de decisiones, se haya actuado. En definitiva, en ambos casos la acción humana está acosada por daños y males, muestra su fragilidad, sus límites y su apertura a que las cosas salgan mal, y no como creíamos o querríamos, pero, según dice Luhmann, mientras los peligros se nos echan encima, los riesgos los adoptamos nosotros mismos. He aquí la diferencia sutil, pero significativa, que tiene profundas implicaciones en el ámbito de la imputación y la responsabilidad –en campos como la moral, la economía, el derecho, la política, etc., en cuyo análisis no entro. Siempre, y en todo caso en que las fronteras entre lo uno y lo otro se pueden trazar, lo propio de los peligros es que se sufren, mientras que lo característico de los riesgos es el hecho de que se adoptan; el primero muestra lo que Arendt (1993) llamaría la cara paciente de la acción; el segundo, su cara agente. Y así, y para hacerlo más explícito, puedo decir que adopto un riesgo a sabiendas de que la oportunidad que quiero aprovechar abre la posibilidad de sufrir daños o pérdidas de las que me podría arrepentir y que eventualmente no sufriría si mi decisión fuera otra. En razón de esto, y como han mostrado los estudiosos del tema4, el mundo del riesgo se rodea de previsiones y prevenciones. Las previsiones consisten en probabilizar la eventualidad del daño y dan lugar a esas técnicas y racionalidades del riesgo que parecen omnipresentes en nuestro mundo. Cuando, en un contexto de adopción de riesgos, fijo y utilizo previsiones sobre los posibles escenarios del devenir, considero qué acontecimientos pueden ocurrir y cuáles no y, sobre todo, establezco cuál es la probabilidad de que un acontecimiento dañino y negativo ocurra dentro de coordenadas concretas de espacio y tiempo. Por su parte, las prevenciones me invitan a adoptar medidas de protección antes de que ocurra algo y sin saber positivamente si y cómo va a ocurrir y, además, inducen a asegurar la acción suscribiendo pólizas de seguros para compensar las pérdidas o los daños en el caso de que ocurrieran.
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En este apartado son interesantes las aproximaciones de los neo-foucaultianos al análisis a las racionalidades del riesgo. Véase Dean (1999), Ewald (1996) y O’Malley (1999).
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Tomando previsiones y prevenciones en consideración, como la columna vertebral de las técnicas y racionalidades del riesgo, entonces se puede concluir que, en lo sustantivo, el riesgo es una manera de lidiar y dominar un mundo probabilista5, de forma que las acciones no estén abocadas a un generalizado arrepentimiento decisional. Y uno se libera sustancialmente del arrepentimiento decisional (‘tenía que haber obrado de otra manera’, ‘¡qué torpe fui!’, etc.) cuando se decide en función de la mejor técnica de evaluación y administración de riesgos y con el respaldo de un seguro que, en caso de daño, compense las pérdidas6. Resulta así que un mundo de riesgos es ciertamente contingente e incierto, pero su característica más propia es justamente la robusta reducción técnica de esa misma incertidumbre gracias a la probabilización del acontecer y a la aseguración de compensaciones. En definitiva, el riesgo contiene7 a la incertidumbre en el doble sentido de llevarla en su seno, pero también de mantenerla a raya. Con las técnicas del riesgo conseguimos contener la incertidumbre, lo que propiamente significa, no que la disolvamos o nos libremos definitivamente de ella, sino que la reducimos y la administramos generando expectativas plausibles y medidas compensatorio-paliativas. Reconocemos que la incertidumbre sigue ahí, en pie, pero sabemos que ha quedado sustancialmente domada y se ha convertido en familiar y hasta amable. Los bienes que históricamente se han administrado con las técnicas y racionalidades del riesgo son heterogéneos. Me remito a tres recurrentes y decisivos: por un lado, la vida y la salud de los hombres (o incluso de los seres vivos en general); por otro lado, los bienes materiales o, más en general, la riqueza de que los seres humanos disponen, que se puede invertir en esto o aquello utilizando distintas tecnologías (algunas muy complejas y sofisticadas) de administración de riesgos; y por último, y de forma crecientemente importante en el último siglo dominado por la tecnociencia, el medio ambiente en cualquiera de sus manifestaciones, cuya preservación y los daños a que puede ser expuesto son típicamente objeto de políticas de riesgo. Si todos los bienes pueden ser objeto de administración de riesgos, los titulares y administradores de esas políticas pueden también ser muy variados. Es evidente que los individuos pueden desarrollar políticas de riesgos y lo hacen típicamente cuando entran en su coche, conducen y llegan o no a su destino: a lo largo de todo el proceso están amparados por seguros de accidente que han probabilizado, en función de las
5 Algunos proponen que se trata de una manera de domar al azar. Sobre el tema, cf. los conocidos trabajos de Berstein (1996) y Hacking (1995). 6 Sobre la relevancia de la aseguración en un mundo de riesgos probabilistas cf. los trabajos de Ewald (1986 y 1996). 7 Utilizo el concepto de contención o contener en el doble sentido que le ha destacado Dupuy. (Cf. Ramos 1999b).
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características del automóvil y de su conductor, los daños que se pueden sufrir y las compensaciones necesarias para cubrirlos. En el extremo opuesto, el Estado moderno también es uno de los grandes agentes de la administración de riesgos. Como ha mostrado de forma muy brillante François Ewald (1986), el Estado social, que empezó a construirse en Europa a finales del XIX (y que más tarde se llamó Estado del Bienestar), no era sino una gran agencia de definición, gestión y aseguración de riesgos colectivos: el accidente de trabajo, la enfermedad, el paro, el nacimiento de los hijos, la vejez, la misma muerte de los ciudadanos administrados. Todo era definido como un caso de riesgo para el que el Estado, financiándose con los impuestos de sus ciudadanos, aseguraba una cobertura universal, aguando de esta manera el conflicto de clases o lo que en la época se llamaba la cuestión social. La crisis de ese Estado, su adelgazamiento y la puesta en marcha de políticas neo-liberales han supuesto la descolectivización de los riesgos, su reorientación hacia una individualización en la que cada cual se hace cargo de sí mismo (O’Malley 1999). De un Estado administrador de riesgos se transita hacia un universo de individuos que los enfrentan por sí solos y deciden contando con los propios recursos. En definitiva, el ámbito de los bienes bajo cobertura de riesgo es inmenso y los agentes que lo definen y administran muy variados (desde individuos hasta maquinarias tan complejas como los Estados). Es más, sería de lo más correcto sostener que la sociedad occidental moderna (la que surge de la revolución industrial y la revolución democrática) no ha sido sino una sociedad del riesgo, incluso antes de que hubiera atisbos de la crisis ecológica, momento en el que justamente se propuso la idea de que vivimos en tal tipo de sociedad. Tal vez desde que surgió el mismo término «riesgo» –allá por el siglo XIII-XIV, para referirse a los «riescos» o peñascos con los que podía toparse el navegante en sus desplazamientos8– la detección, evaluación y gestión de riesgos ha estado ligada al desarrollo del capitalismo, como lo estuvo después a la evolución del Estado moderno y como ha acabado por estarlo al desarrollo del complejo tecno-industrial a lo largo del siglo XX. Llevamos siglos viviendo en la sociedad del riesgo –o planteando la cosa en tono algo menor: en un tipo de sociedad que encuentra en la gestión de riesgos una de sus experiencias más extendidas y definitorias. Es evidente que en ella no todo daño que pueda ocurrir se puede reducir a un riesgo, pero sí los daños fundamentales. Por decirlo de forma tal vez demasiado rotunda: en ella, en esa sociedad, todo lo que puede causar daño tiende a convertirse en un riesgo,
8 El Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana de Corominas informa de que el término viene probablemente de risco, antiguamente riesco [1222], «por el peligro que corre el que transita por esos lugares o el navegante que se acerca a un escollo». También es derivable del latín RESECARE, ‘cortar’, de donde ‘dividir’, ‘sembrar discordia’ y por otra parte ‘lugar cortado y fragoso’, y de ahí fundamentalmente ‘peligro’.
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de modo que la lógica del riesgo se erige en su sociodicea fundamental, aquélla que dice el sentido y justificación de los males que podamos sufrir. Si en la sociedad medieval el mal provenía del pecado, en la sociedad moderna el mal proviene de la asunción de riesgos y se administra técnicamente, ya no por medio de rituales purificadores. Hasta aquí lo que ha ocurrido; entremos ahora en lo que ocurre. Mi propuesta es que, en la actualidad, esa sociedad del riesgo, que tanto éxito ha obtenido en los dos últimos siglos, está alcanzando sus límites y es incapaz de cumplir sus promesas de seguridad y sosiego; de ahí que, incapaz de cumplir sus compromisos de aseguramiento del mundo, se acabe convirtiendo en una sociedad de la incertidumbre no reductible ni fácilmente administrable. Del riesgo administrado a la incertidumbre desatada: tal parece ser lo propio de la coyuntura de cambio en la que nos encontramos –por lo menos si atendemos a algunos de sus aspectos más novedosos. En efecto, como resaltan sus analistas más sensibles al problema del riesgo9, la sociedad actual se fundamenta, por un lado, en la gestión de la incertidumbre en los términos anteriormente fijados, de forma que, en todos los ámbitos relevantes (salud, familia, trabajo, desplazamientos, medio ambiente, etc.), los problemas emergentes sean reducidos al análisis, evaluación y prevención o aseguración de riesgos. Pero, por otro lado, esa misma sociedad, en lo que tiene de más novedoso, está experimentando la superación de la semántica del riesgo tal como se había ido fijando históricamente. Y en efecto, si atendemos a los riesgos tecno-científicos de impacto medioambiental en los que han centrado su atención los sociólogos, antropólogos, politólogos y economistas abiertos a la detección y estudio de los problemas emergentes del mundo actual (y piénsese en algo como el eventual cambio climático ligado, según se supone, al incremento del nivel de CO2 y al efecto invernadero), resulta que esos riesgos, en razón de la complejidad desbordante de los fenómenos a que van ligados, se caracterizan al menos por tres rasgos rebeldes a la lógica del riesgo: • Por un lado, no son imputables a decisiones individuables (pues somos todos y nadie quien los causa; en última instancia son de orden civilizatorio y superan la capacidad de decisión de los individuos aislados), • Por otro lado, y tal vez sea éste el rasgo más decisivo, no resultan probabilizables en su deriva ni reductibles a un claro esquema causal en sentido estricto, dejándolo todo en el nivel de conjeturas cuya demostración es harto problemática,
9 Cf. Los distintos trabajos de Beck (1992, 1995, 1997 y 2000b), el libro de Beck, Giddens y Lash (1997), el trabajo de divulgación de Giddens (2000) y los libros editados por Franklin (1998), Lash, Szerszynski y Wynne (1996) y Adam, Beck y Van Loon (2000). Una visión de conjunto sobre esta línea de análisis de la sociedad contemporánea en Strydom (2002).
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• Y, por último, y con la relevancia pragmática o económica que esto tiene, no resultan asegurables. Si han dejado de ser todo esto (imputables a acciones individuales o de grupos específicos; reductibles a modelos probabilistas o causales; asegurables), entonces lo que se detecta desborda la semántica institucionalizada del riesgo, y habría que diagnosticar, no ya la continuación o preservación de la sociedad del riesgo, sino más bien su crisis, su desbordamiento, su sustitución por algo que tiene unas características que no se pueden reconducir a ese concepto, tal como se fue forjando paso a paso a lo largo de la historia social, económica y política de las sociedades occidentales. Lo que propongo de este modo es que cuando, en la actualidad, se habla de la sociedad del riesgo, en realidad siempre se está mentando algo que va más allá de ese concepto estricto y se precipita en la asunción de incertidumbres imposibles de administrar con las técnicas de todos conocidas de evaluación y gestión de riesgos10. Las sociedades actuales se están deslizando más allá del riesgo hacia la experiencia de una incertidumbre globalizada, desatada e incluso radicalizada. Esta deriva llega hasta el punto de situar en el espacio de lo incierto e inseguro lo que, a lo largo de la modernidad, estaba exento de incertidumbre: la tecnociencia. Es esto lo que me parece más relevante y la razón de la pertinencia de reconsiderar la incertidumbre11 en nuestro tiempo, fijándola como una característica de época. En efecto, en la tradición de la modernidad, la tecnociencia había sido siempre concebida, en última instancia, como el espacio libre de incertidumbre en un mundo que se podía concebir como carente de sentido religioso, moral o estético, pero que encontraba en el espacio de recorte causal de la tecnología y en el saber metódico de la ciencia una fuente de seguridad incuestionable: el eje que hacía que todo se moviera sin peligro y con sosiego. Podría haber mucho rechazo a la pérdida de sentido que la tecnociencia suponía, pero no había barrunto alguno de sospecha en relación a la certeza práctica que arrastraba consigo. Ciertamente, esto ha de ser matizado y retratado cabalmente: científicos y tecnólogos han reconocido siempre la incertidumbre, pero tendiendo (salvo en algunas variantes de ciencia heterodoxa) a concebirla como puramente subjetiva (es decir: un rasgo que afecta al observador, pero que no responde a las determinaciones propias de la cosa) y, en última instancia, una simple estación de paso en el viaje infinito de la tecnociencia. Se suponía que bastaría con que la
10 Propuestas semejantes aparecen en Adam (1998), Dean (1999), Ewald (1996) y en el conjunto de la obra de Wynne (1988, 1992 y 1996). 11 Sobre el concepto de «incertidumbre» y sus complejas relaciones con la acción, los trabajos clásicos de referencia son los Dewey (1952) y Wittgenstein (1988); cf. Ramos (2004). En ciencias sociales ha sido un tema central en economía: Greer (2000).
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ciencia y la tecnología se desarrollaran ulteriormente para que las incertidumbres de hoy se disiparan y fueran sustituidas por certezas. El progreso consistiría en eso: luz, mucha más luz, una luz que iría disipando tinieblas puramente coyunturales. Pues bien, la novedad actual a la que me estoy refiriendo radica en que ese espacio de certeza se ha ido problematizando progresivamente. Lo apuntan recientes estudios sobre la percepción social de la ciencia y la tecnología. En efecto, en un artículo reciente, Cristóbal Torres (2005), al cabo de una investigación sobre el tema, muestra cómo los estados de opinión de la gente sobre el complejo tecno-científico han ido variando sutilmente, apuntándose una desconfianza que anteriormente no aparecía. En concreto, Torres subraya dos rasgos de la máxima relevancia: el primero es que las actitudes ante el complejo tecnocientífico son crecientemente ambivalentes, lo que contrasta con la opinión compactamente positiva que se tenía en el pasado. La cosa es relevante: se confía y desconfía, se aprecia y se teme, se admira y se critica algo que anteriormente sólo se admiraba, se apreciaba y provocaba, sobre todo, confianza. Pero es el segundo rasgo el que me parece más importante aun: informa Torres que en muchos apartados del desarrollo tecnocientífico no son los legos, sino los expertos o, por lo menos las personas que científicamente ‘alfabetizadas’, los que, por lo menos en los países de la UE, muestran niveles altos de escepticismo, reticencias y temores ante el desarrollo de la tecnociencia y su progresiva colonización del mundo. Parece como si la ciencia y la tecnología, que eran siempre fuente de certezas, seguridades y desde luego objeto de evaluaciones muy positivas, hubieran entrado en crisis o se hubieran convertido en criaturas más de carne y hueso, menos augustas, más modestas, menos fiables. Ya ni siquiera aquellos que les dedican la vida o la conocen creen en ellas a pies juntillas. No niego que puedan ser estados coyunturales de opinión que acaben disipados, también coyunturalmente, tras el enésimo éxito tecnológico de pasado mañana. Con todo, creo que esas formas de concebir y valorar la tecnociencia retratan algo más hondo. A mi entender se relacionan con cambios ocurridos en la ciencia misma que, utilizando la terminología de Ravetz y Funtowicz (1993 y 2000), van de la mano del surgimiento de la ciencia posnormal. La propuesta de Ravetz y Funtowicz es que, en relación con la ciencia básica tradicional y la ciencia aplicada que le estaba asociada, la ciencia actual, los objetos de que habla y las tecnologías que fundamenta, han ido deslizándose en una escalada de complejidad e incertidumbre crecientes. La ciencia se define como posnormal cuando los hechos de que trata son inciertos, no hay consenso sobre los valores, lo que está en juego es importante y las decisiones son urgentes. Gran parte de la ciencia actual es así, pues trata con incertidumbres cada vez más difíciles de disolver que lindan con, o se sitúan en, el espacio de la ignorancia pura (o de la ignorancia de la ignorancia) y, además, aquello de que trata pone nuestros valores fundamentales en juego. Piénsese
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en temas como el cambio climático o la nueva biotecnología: en ambos casos encontramos impedimentos no superables para reducir la complejidad inherente de los objetos de observación y disipar sus incertidumbres; pero, además, en estos casos nos jugamos mucho en términos de valores o incluso nos jugamos todo (la supervivencia, la biodiversidad, la salud de las generaciones futuras). La ciencia se ha hecho, pues, posnormal: observa hechos blandos (es decir: rugosos, de formas cambiantes, inestables, llenos de pliegues o, como diría Latour (1999), ‘peludos’, ‘greñudos’, frente a los hechos ‘mondos y lirondos’ de la ciencia anterior) a la luz de valores fuertes. Es como si las cosas se hubieran dado la vuelta, pues justamente de la anterior ciencia normal era característico situarse en un mundo en el que los hechos eran duros y los valores blandos. Hoy, por el contrario, son los hechos blandos y los valores duros. Pero dejemos aquí la ciencia, sus relaciones con la tecnología y los estados de opinión que muestran las encuestas y se teoriza en las propuestas sobre la ciencia posnormal. Para hacer más palpable la tesis de fondo de esta propuesta y mostrar cómo la incertidumbre se ha visto progresivamente reconocida como tal y en la actualidad aparece como desatada, a las claras y sin sus corsés, me centraré en dos ejemplos que me parecen muy significativos y desde luego no son para nada triviales. El primer ejemplo me lo proporciona Charles Perrow (1999) y su hipótesis de los accidentes normales. El segundo, el nuevo principio de precaución que la UE acaba de institucionalizar en la gestión medioambiental y que empieza ya a ser acogido en la jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo. La idea de Perrow (y que en el campo de los estudios sociales de la ciencia ha desarrollado amplia y exitosamente Wynne) es que, en razón de su complejidad interna y sus relaciones con el entorno, los sistemas tecnológicos están abocados al accidente y que, por lo tanto, lejos de ser éste el resultado de su mal funcionamiento o de circunstancias atípicas, está inscrito en su propia normalidad. La tesis es nítida: el accidente es normal. Por lo tanto es absurdo seguir alimentando el sueño colectivo de la seguridad absoluta. Por el contrario, hemos de reconocer que las tecnologías de la gran industria petroquímica o las variadas ingenierías biológicas, por no decir la vieja tecnología nuclear, son, todas, arriesgadas: el accidente y/o la catástrofe no sólo no son descartables, sino que son constitutivos de aquellas. Los accidentes no triviales, incluso catastróficos, son, pues, normales. En principio, una propuesta así sería procesable en los términos de la tecnología y las racionalidades del riesgo: sus probabilizaciones del accidente y sus medidas paliativas y compensatorias. Y resultaría que la incertidumbre quedaría contenida porque, en última instancia, ¿a qué preocuparse y para qué tanta alarma social si la probabilidad estadística del accidente es muy baja, los sistemas de seguimiento plenamente fiables y las compensaciones que aseguran las compañías y el Estado creíbles y suficientes? La sociedad del riesgo vive así la normalización del accidente: creyendo y no creyendo en él.
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Pues bien, el paso a la sociedad de la incertidumbre se da cuando ese accidente desdeñado estadísticamente aparece y se convierte en catástrofe social. Piénsese en el llamado síndrome CH-CH (así denominado por Funtowicz y Ravetz 1992) que se desató a mediados de los 80, tras el accidente de Chernobil y el desastre del Challenger. O piénsese, en términos más locales, en los temores que desató en España la crisis de las vacas locas (Francescutti 2003) y de qué modo quedaron afectadas las fibras más profundas de los hábitos civilizatorios de este país que durante un tiempo dejó de comer carne. O piénsese, en términos ya plenamente globales, en los temores mundiales por el cambio climático –o la posibilidad de la llegada de nuestra hora final, como se titula uno de los libros (Rees 2004) sobre el tema– y sus relaciones con el efecto invernadero de base antropogénica. En todos estos casos, el riesgo se convierte en incertidumbre desatada: lo contenido deja de estar sometido a control y no es mantenido a raya. Tal es la enseñanza de los accidentes normales cuando se muestran en forma de catástrofe impensable, pero real, palpable. Y tal es también la enseñanza que se desprende del segundo caso a considerar: la aparición y utilización del principio de precaución. El Principio de Precaución12 (también llamado de Prudencia o, en castellano, Principio de Cautela) se puede definir como un principio guía para la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre. Su característica más distintiva es que hace legítima la adopción de medidas (prohibiciones, suspensión de productos, moratorias, etc.), que pueden ser muy lesivas para intereses individuales o incluso colectivos, justificadas en razón de temores racionales y sin poder disponer, en el momento de adoptar esas medidas, de una evaluación de riesgos que sea absolutamente concluyente. Para concretarlo más, se puede tomar en consideración una definición del principio en un texto justamente famoso en la historia ecológica del Planeta Tierra, la Declaración de Río de Janeiro de 1992 realizada por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente. En ese texto se dice: «Con el fin de proteger el medio ambiente, los estados deberán aplicar ampliamente el principio de precaución conforme a sus capacidades. Cuando haya peligro de daño grave e irreversible, la falta de certeza científica absoluta no podrá utilizarse como razón para postergar medidas eficaces en función de sus costes para prevenir la degradación del medio ambiente».
12 Sobre el principio de precaución cf. Cierco Seira (2005), Goddard (1997), Kourilsky y Viney (2000), O’Riordan y Cameron (1994), O’Riordan, Cameron y Jordan (2001), Ramos (2002 y 2003), Riechmann y Ticker (2002). Al tema está dedicado el vol. 40, nº 3 de Política y Sociedad (2003).
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Se trata de un texto programático lleno de las cautelas y los sutiles matices que fueron necesarios para convencer a un universo de firmantes con intereses y perspectivas medioambientales muy variadas. Es claro que el Principio de Precaución no queda enunciado en su versión más radical, sino sujeto a estrictos límites; de ahí la referencia a las capacidades de acción de los signatarios y la llamada de atención sobre el coste económico de las medidas que se adopten. Con todo, y a pesar de tanta moderación, lo que destaca en la declaración es, a mi entender, el reconocimiento de la incertidumbre científica más allá de su tradicional contención cuando está sometida a la lógica del riesgo. En efecto, el principio de precaución descarta doblemente: por un lado, que toda incertidumbre sea plenamente probabilizable en términos de riesgo; y por otro lado, que aquello que no sea probabilizable y quede como incierto haya que dejarlo en manos del principio que deberíamos llamar de dilación (Tindale 1998), un principio que, confiando en que todo es bueno mientras no se demuestre lo contrario, se limita a esperar que pase el tiempo y éste diga y disponga. Por el contrario, el principio de precaución concibe la incertidumbre como constitutiva de espacios muy relevantes del complejo tecno-científico, y propone que no debemos quedarnos a la espera de que las cosas evolucionen hacia el mejor de los mundos posibles, sino que hay que actuar, aunque sea a tientas, para intentar evitar lo que tenemos motivos racionales de temer. La incertidumbre queda así desatada de su contención en el discurso del riesgo y se presenta más a las claras para que sea vivida, meditada y decidida por los seres humanos en sociedad. Tal es la situación en la que nos ha tocado vivir. La conclusión que se alcanza casa con la propuesta que se hacía al comenzar el recorrido: el descubrimiento de la actualidad de la incertidumbre. Casa con ese diagnóstico porque destaca que lo penetra todo, que no existen territorios exentos y que, sobre todo, se da una novedad incuestionable en razón de su presencia en el núcleo duro del sistema de certezas. Es de lo que hablan las ambivalencias sobre la tecnociencia, la emergencia de la ciencia posnormal, la idea de los accidentes normales y el principio de precaución. No por ello dejan de surgir posibles objeciones. En efecto, supongamos que se acepta el anterior diagnóstico en lo sustantivo. Entonces, si las cosas son así, ¿qué repercusiones tiene el hecho de que el mundo en que vivimos consiga una mejor o más ajustada descripción cuando se toman en consideración la ambivalencia de la ciencia, los accidentes normales y la relevancia creciente del Principio de Precaución o Cautela? ¿Es realmente significativo? ¿Qué efectos puede tener todo esto sobre nuestra conducta? ¿Estamos abocados al desconcierto más radical y en última instancia al desastre evolutivo? Vivimos en un mundo poblado de objetos que son producto de la tecnociencia, y sabemos que esto ha hecho cambiar sustancialmente nuestra situación como especie que participa en la evolución. La ha hecho cambiar porque nos proporciona un poder
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de acción sobre nosotros mismos y nuestro entorno que no tiene precedentes en la historia de los seres vivos. Por decirlo al modo de la tradición prometeica de la que venimos: sabemos, podemos y hacemos de un modo que no se puede comparar con ninguna otra situación histórica. Como subrayó de forma pionera Hans Jonas13, si en el mundo de la primera modernidad (el de Kant pongamos por caso) la relación entre el hacer y el deber se podía resumir en la máxima del imperativo categórico: ‘debes, luego puedes’, hoy en día (y piénsese en lo que supone el surgimiento de las biotecnologías de impacto evolutivo, a que antes me referí) la máxima es en todo caso la contraria: ‘podemos, podemos mucho, somos inmensamente poderosos, luego debemos hacer esto o lo otro, algo que se relacione con nuestra situación de poder inmenso’. El problema es, pues, qué hacer con tanto poder. Pues bien, lo que progresivamente queda claro es que el saber de que disponemos, el saber que nos proporciona la base de nuestro poder y de nuestra acción sobre el mundo, es más frágil de lo que pensaron nuestros ascendentes ilustrados. Más frágil porque es más incompleto, más cercado de incertidumbres, más claramente situado en una frontera de ignorancia: es un saber propio de la ciencia posnormal de Funtowicz y Ravetz. Aprendemos que la complejidad del mundo (ya sea la propia, ya sea la que generamos antropogénicamente) es inabarcable, no dominable por medio de esos artefactos de reducción de la complejidad que aparecen de la mano de la tecnociencia. Y aprendiendo esto, vemos progresivamente la otra cara de la fragilidad creciente: el hecho de que de gran parte de lo que hacemos no sabemos a ciencia cierta las repercusiones que tiene, sus consecuencias a corto, medio o largo plazo, lo que lleva a que muchas veces nos dé la sensación de estar jugando a una lotería tremendamente peligrosa en la que progreso, innovación y catástrofe van de la mano. Los sentimientos ambivalentes ante la ciencia, el escepticismo que muestran sobre la deriva de la tecnociencia algunos científicos, lo que se nos advierte al dar cuenta de los accidentes normales o la lógica del Principio de Precaución son caras variadas, pero pragmáticamente coincidentes de un toque de atención sobre estos hechos. En ultima instancia se limitan a ponernos ante los ojos los problemas de fondo que enfrentamos, sugiriéndonos que administremos con sabiduría la paradoja constitutiva de la ciencia y la tecnología; una paradoja que se puede enunciar así: a más saber más poder, a más poder más peligro, para lo cual es necesario un saber adicional que generará nuevos peligros, y así siempre, una y otra vez. Pero la incertidumbre de fondo que se detecta –y quiero que esto quede muy claro al final de esta aproximación al tema– no se puede traducir en una actitud adánica de rechazo de la razón y la tecnociencia, sino que se limita a introducir criterios de
13 El trabajo más relevante de Jonas sobre el tema es su Principio de Responsabilidad (Jonas 1995). Para más información cf. Ramos (2003b) y la bibliografía allí citada.
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racionalidad dominados por la humildad y la moderación. En realidad, el redescubrimiento de la incertidumbre en el espacio crucial de la tecnociencia no hace sino resucitar algo que tuvo claro un pensador tan empírico y racionalista como Aristóteles (y de esto hace ya veintitantos siglos)14. Para Aristóteles había tres actitudes cognitivas ante el mundo: la episteme, la técnica y la prudencia. La episteme nos habla de un mundo legaliforme, sometido al determinismo, a la necesidad universal. La técnica, por su parte, nos proporciona reglas fiables y eficaces para abordar problemas recurrentes para los que podemos fijar la mejor solución y el mejor curso de acción. Por el contrario, lo que denominaba «prudencia» o frónesis es un saber concreto cara a un mundo dinámico, contingente y poblado de incertidumbres. Pues bien, por limitarnos ahora al Principio de Precaución, me parece evidente que no hace sino rescatar este ideal prudencial que dominó la ética y la política antiguas: ante un mundo dinámico, de alta complejidad, de procesos no lineales y de consecuencias no predecibles, ante un universo que no siempre es probabilizable, la única guía de acción de que disponemos la brinda ese saber humilde y moderado, pegado a las cosas, dispuesto a desdecirse en función de la evolución del mundo, dúctil, flexible, llamado prudencia. La apuesta por la prudencia no es así una llamada en contra de la racionalidad o del saber científico, ni tampoco una invitación a un conservadurismo neofóbico que quiere dejar el mundo tal cual está, sino la reivindicación de un saber más sutil y profundo. Es esto lo que trabajosamente quiere significar el paso de la sociedad del riesgo al reino de la incertidumbre que he ido diagnosticando. ¿Hay evidencia de que en el mundo actual se esté produciendo esta respuesta? ¿Crece la prudencia de la mano del reconocimiento de un mundo más incierto? No tengo claro que tal cosa ocurra. Por lo que parece, un mundo incierto se desliza más bien hacia el miedo y la búsqueda desesperada de fundamentos. Juega con el miedo incluso más allá de lo que es sensato, pues ama comunicar sensaciones fuertes y, como propuso Gil Calvo (2003), el miedo es el mensaje cotidiano que se lanza en los medios de comunicación. No puedo desarrollar esto aquí porque desbordaría el marco de una intervención centrada en los riesgos medioambientales y sus relaciones con la tecnociencia. En cualquier caso puedo apuntar que la incertidumbre no es sólo un rasgo del mundo de la tecnología y la ciencia, sino un rasgo que se ha disparado en el mundo globalizado en que vivimos, y afecta a todas las esferas de sentido que podamos considerar. A finales del siglo XX se sucedieron diagnósticos de época que hablaban del fin de la historia y del advenimiento de un mundo cuya deriva sería sosegada, sin sobresaltos, pacífica, benéfica, un más de lo mismo. ¿Qué ha pasado desde entonces?
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Sobre el tema hay dos trabajos de referencia: Aubenque (1997) y Nussbaum (1995).
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Parece que lo que ha pasado es que los acontecimientos se han encargado de arruinar tal conjetura optimista: la historia se ha reafirmado, lo que era seguro ha dejado de serlo, la pacificación de las relaciones sociales es puesta día a día en entredicho y la violencia reina sin límite, incluso sin sentirse en la obligación de justificarse. En un mundo así, la sensación de inseguridad ha crecido y la incertidumbre se ha expandido por todas las instituciones. Se siente que el mundo no es confiable, que todo está abierto a redefinición, que la contingencia del mundo (el hecho de que lo que ocurre podría ser de otra manera y mañana podría dejar de ocurrir) es máxima. ¿Cómo responder a esto? Una posibilidad es la que he apuntado anteriormente: asiéntese el espacio público de la discusión democrática y vayamos produciendo verdades basadas, como diría Luhmann (1997), en el entendimiento y que lo serán hasta nuevo aviso; un saber modesto de un ciudadano maduro, realista. En esto consiste administrar con frónesis la contingencia del mundo y su incertidumbre de fondo. Pero son otras las posibilidades de respuesta que parecen de más éxito inmediato: ante la incertidumbre se desata el miedo, y ante la experiencia generalizada del miedo se acaba soñando en un mundo fundamentado e indubitable. La emergencia y proliferación de variados fundamentalismos va en ese sentido. Es una respuesta ingenua, inmadura, tradicionalista, al nuevo mundo, pero es a la que se acogen muchos de nuestros conciudadanos en este planeta globalizado. Que quede esta advertencia poco optimista o, más bien, algo desanimada como cierre definitivo: nos ha tocado vivir una incertidumbre inesperada y no está claro qué vamos a hacer; como dice Bechmann (2004), el problema no es hacer desaparecer la incertidumbre, sino convertirla en oportunidad para un proceso de aprendizaje que nunca acabe propiamente, que se diga y se desdiga según van ocurriendo las cosas.
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El tratamiento informativo de las crisis y las catástrofes15
FRANCISCO SÁNCHEZ SÁNCHEZ Director de Comunicación de la Corporación Voz de Galicia
(…) Francisco Sánchez -¡Muchísimas gracias! Bueno, estoy, en primer lugar debo decirlo, muy agradecido de estar aquí. Eh… y muy apesadumbrado de no haber llegado antes y de no poder quedarme después porque… bueno, ocurre que mañana tengo un acto muy potente; el más potente del año, en La Voz de Galicia; y del que soy responsable. Y me temo que, que… en fin, que todavía hay demasiadas cosas pendientes y tengo que irme. Pero, digo que estoy muy agradecido de que me hayan invitado; y muy contento de estar aquí; en este edificio. Que, además, es mi edificio porque también dirijo el Master de Producción Audiovisual que está ahí abajo. Por tanto, vengo con frecuencia. Pero le decía a Juan de Dios, que se empeñó en que viniera, que… que… que… bueno, que yo de esto no sé. Y me… eh, realmente, el… el rato que he estado aquí, pues he podido comprobar que no sé y que estoy en medio de gente que sabe muchísimo más. Y ya está. Entonces, voy a contar lo que sé; lo que sé sobre la narración periodística en el caso de las catástrofes, ¿no? Cuando se produce una catástrofe. Voy a hacerlo de un modo abreviado, porque lleváis mucho tiempo aquí. Pero, eh… Si pensáis que conviene discutir algún asunto, pues lo discutimos.
15 Queremos agradecer al Profesor Dr. Francisco Sánchez en particular y a todas las personas que intervinieron en el turno de preguntas de las Jornadas, en general, que nos hayan permitido transcribir sus intervenciones en esta conferencia concreta. Hemos querido con ello transmitir al lector –al menos con una muestra– la empatía de los conferenciantes con el público así como los animados coloquios que se desarrollaron tras cada una de las intervenciones.
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FRANCISCO SÁNCHEZ SÁNCHEZ
Hay un… un texto que yo he citado unas cuantas ocasiones, de Andrés García Gómez. Creo que está mañana aquí, ¿no? Precisamente sobre este asunto: la narrativa de los medios de comunicación en situaciones de catástrofe. Bien, me remito a ese texto, ¡ahá! Con esto podía terminar. (Risas). Estoy básicamente de acuerdo con ese texto, que… que… que es un texto, digamos, poco clemente (risa) con los medios de comunicación, ¿no? Poco piadoso con los medios de comunicación. Eh, sin embargo, yo, como responsable de un medio de comunicación y como periodista, no me queda más remedio que concordar con la mayoría de las cosas que dice ahí. Él afirma que siempre que se produce una catástrofe, los medios tienden a contarla en forma de tragedia, utilizando el formato, el macro texto, digamos, de la tragedia. Y, además, sigue a Aristóteles, también, en… en la definición de… de… de… del género tragedia. El género tragedia es, en realidad, representativo. Y los periodistas, los periódicos y, en general, los medios de comunicación, lo que hacen es, más bien, narración. Pero si es verdad que… que hacemos tragedia en… en las situaciones de catástrofe, ¿Por qué? Pues porque la tragedia es el género más adecuado para expresar el sufrimiento. Para contar el sufrimiento. Y el sufrimiento, a su vez, es… eh… una noción, por dejarlo…, por definirlo vía… vía mínimos, ¿no? Una noción, ¡eh!, crucial, como acaba de… de… de exponer el profesor que me ha precedido en el uso de la palabra, ¿no? En, en…la… en… la constitución de la vida de las sociedades, ¿no? El sufrimiento es crucial en… en… en la constitución de la persona humana. Crecemos a base de sufrir, de alguna manera; y crecemos bien o mal en función de lo que sepamos hacer con el sufrimiento. Y algo así les pasa también a las sociedades, ¿no? Y a las comunidades; crecen bien o mal según lo que sepan hacer con el sufrimiento. Bien, eh… y por otra parte, eh… la tragedia, la narración del sufrimiento, es la manera de aliviar; la catarsis, ¿no? A la que se refería… a la que nos referíamos hace un momento, la manera de aliviar, de paliar, de, por lo menos, dar sentido; intentar entender el sufrimiento. Por eso se narra el sufrimiento. Entonces es verdad, es verdad que… que los medios de comunicación, de ordinario, en las catástrofes, reaccionamos así; reaccionamos poniendo el punto de mira en el sufrimiento. En el sufrimiento humano. Hay algunos matices de la… del… del texto del profesor García Gómez, discutibles. Que, a veces, ocurre, a veces, no. Que es posible que se den, pero son propios del mal periodismo; o de un periodismo de… con un estándar… con unos estándares de calidad muy malos. Y otros que, yo creo, que, a veces, no se dan. O que casi nunca se dan; pero en fin… Pero en general, yo creo que esa descripción es muy buena. Muy certera. Me parece que, de todos modos, la… la narrativa de las catástrofes, eh… la narrativa periodística de las catástrofes depende completamente de una serie de factores… Yo me voy a referir a cinco de ellos. Son… son más, ¿no? Pero hay cinco
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factores que me parece que son claves a la hora de enfocar la narrativa periodística. Es decir, el cómo los medios de comunicación contamos lo ocurrido, ¿no? En primer lugar, es definitivo el tipo de catástrofe que se produce. En segundo lugar, quiénes son los agentes de esa catástrofe. En tercer lugar, la confianza que esos agentes de la catástrofe tengan acumulada en la opinión pública. En cuarto lugar; y es casi el más importante, dónde se produce la catástrofe. Y en quinto lugar, cuánto dura. Es decir, cuánto tiempo se tarda en cerrar la catástrofe, o la crisis. Eh… sobre la primera… la primera condición, el tipo de catástrofes… bueno, sobre tipologías de catástrofes, seguramente tenéis muchísimas en vuestros libros de texto y en montones de «papers» que están al alcance de cualquiera, ahora mismo. Hay taxonomías tan variadas como criterios se utilicen para clasificarlas. Borges hacía una broma muy buena, ¿no? Sobre clasificaciones; que no sé si conoceréis, pero es muy divertida. O sea, tú, todas las cosas del mundo las puedes clasificar de muchísimas maneras. Yo voy a utilizar, aquí, una clasificación también parcial; y me voy a referir sólo a algunos tipos de catástrofes, y no a todos. Por ejemplo, voy a dejar fuera, de entrada, las pandemias, ¿Mmm? Eh… aunque algunas pueden… algunas pandemias pueden entrar en algunas de las clasificaciones que, ahora voy a… en la clasificación que ahora, voy a comentar. Un primer tipo de catástrofe sería la catástrofe natural. Entonces, la… la catástrofe natural… las definiciones que voy a hacer son básicas, ¿no? Catástrofe natural es aquélla que tiene una causa natural. Y una catástrofe ecológica es aquélla que produce un daño de carácter ecológico pero no de causa natural. Y así sucesivamente; los accidentes, etc. Voy a decir cuatro. Los siguientes tipos: Catástrofe natural, catástrofes ecológicas, accidentes y catástrofes te… que tienen que ver; tienen su origen en el terrorismo. Me voy a referir solamente a estas categorías; hay muchísimos otros, ¿no? Y dentro de ésas me voy a fijar sólo en algunos. Y creo que, casi con la mera enumeración de las catástrofes que voy a mencionar se percibirá, inmediatamente, qué diferente ha sido la narrativa de los medios de comunicación en unos casos y en otros. Catástrofe natural fue, por ejemplo, el tsunami o el… o el maremoto, como se le quiera llamar, del Sudeste Asiático, en el Océano Índico, del 26 de Diciembre. Ahí murieron, no se sabe muy bien, pero en torno a unas 250.000 personas. Tuvo un seguimiento mediático que todos, probablemente, recordaréis. También fue una catástrofe natural el… el Huracán Katrina, que finalmente, el 29 de Agosto, después de asolar todo el Sur de Estados Unidos, entró por Nueva Orleáns, aunque se desvió un poquito, y causó un desastre evaluado, al final, según los últimos datos oficiales, en 1.281 muertos. Bastantes menos que el tsunami del Sudeste Asiático.
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O también, como sabéis, el pasado 8 de Octubre, si no me equivoco, un terremoto en Pakistán que produjo un número, también, indeterminado de muertos; pero que sobrepasa los 30.000. Y un huracán en Guatemala, el Stan. Hubo muchas más cosas estos… en estos últimos meses; pero en fin… El 10 de Octubre, casi en las mismas fechas, que produjo un número, también indeterminado de muertos, ahora mismo, las últimas cifras oficiales se acercan a los 2.000. Bueno, pues el… el seguimiento informativo de estos cuatro eventos es completamente distinto, si lo recordáis. Eh… el tsunami tuvo un seguimiento fuerte porque la catástrofe era de un tamaño colosal; 250.000 muertos son muchísimos muertos. A pesar de que se produjo en… en un área muy alejada del mundo Occidental. Aunque con una fuerte presencia de occidentales, porque arrasó zonas turísticas. Esa presencia de occidentales hizo que la duración del seguimiento mediático de la catástrofe durara mucho más; porque se utilizó con mucha más profusión la… eh… el testimonio de personas del propio país que estaban allí. Y se siguió, con mucho detalle, especialmente en algunos países nórdicos y en Alemania… Se siguió, con mucho detalle, la evolución de las cifras de fallecidos de… de esa nacionalidad; de esas nacionalidades. También había algunos españoles, muy pocos; y seguimos, día a día, las peripecias de algunos, ¿no? Un tipo que no aparecía, no sé si os acordáis. Que, al final, estaba vivo. ¿No os acordáis de esto? Bien, el caso del Katrina, eh… que solamente tiene 248.000 muertos menos, duró más en los medios de comunicación, por muchas razones, ¿no? En primer lugar porque se produjo en Estados Unidos. Y ¿eso qué significa? Significa que Estados Unidos tiene una proporción de cámaras de televisión, de reporteros, de gente mirando y capaz de contar, de «blogers»… mucho mayor que todo el Océano Índico junto. En segundo lugar, por los agentes de la propia… de la propia historia, ¿no? Eh… había una gente principal, eh… bueno, hay una primera cosa y es: se suponía que estas cosas, que estas grandes catástrofes naturales, afectaban muchísimo a los países del tercer mundo pero muy poco a los del primer mundo, y, en este caso, se había producido una catástrofe de verdad. En segundo lugar, hubo una reacción supuestamente lenta o realmente lenta, de los… del… del Estado, de las instituciones. Y había un… una gente con poco crédito en el banco de confianza de la opinión pública, que era el Presidente Bush. Entonces, en seguida, se produjeron reacciones muy fuertes y todo tipo de comentarios y de… y de… y de informaciones en torno a la actitud del Presidente y del Gobierno Federal, en general, en este… en este caso. Luego se demostró que la culpa la tenían, más bien, el alcalde y… y la gobernadora, pero… pero bueno, cuando se demostró esto… se cerró la crisis, ya, prácticamente. Dejó de tener interés, ¿eh?
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El terremoto de Pakistán duró poquísimos días en… en… en España está abierto en algunos medios de comunicación, por ejemplo, en La Voz de Galicia; porque hemos enviado tropas españolas allí, y son gallegas. Y hemos enviado, con… con esas tropas, a un enviado especial. Si no, estaría prácticamente cerrado, y son muchísimos más muertos que los del Katrina. El huracán de Guatemala, ¿quién se acuerda del huracán de Guatemala? (Risa) Eh… Hay, efectivamente, unas cuantas cuentas abiertas por ahí, pero ya en los medios de comunicación es algo que murió ya hace tiempo. Catástrofes ecológicas. El Prestige. Cero muertos. Incendio de Guadalajara, por poner dos ejemplos españoles así cercanos; incendio de Guadalajara del 16 de Junio de 2005: once muertos. Pues el Prestige todavía dura en los medios de comunicación, de alguna manera; ya casi está muerto. El incendio de Guadalajara, eh… que se produjo hace sólo tres meses, ha muerto hace tiempo. En concreto, falleció para los medios de comunicación el 30 de Agosto, con la Comisión de Investigación de… de… de la… del Parlamento de Castilla La Mancha. ¿Qué ocurrió ahí? Ocurrió que… ocurrieron muchas cosas, ¿no? La primera, que había una gente con… con… una cierta… La verdad es que, entonces, tanto el gobierno gallego, como el gobierno central, en el caso del Prestige, no tenían un banco de confianza malo, ¿no? No, no estaba mal el banco de confianza en la opinión pública, que tenían tanto el gobierno gallego como el… como el gobierno, eh… central. Ahí lo perdieron, precisamente. Ahí, y luego con la… con la guerra… con la foto de las Azores; la guerra de Irak y, definitivamente, ese fue el gran problema del 11-M. Cuando ocurrió el 11-M estaban con el banco de confianza vacío, ¿no? No había confianza en la información que dieran esos gobiernos, porque, efectivamente, en el caso del Prestige, se dio… se actuó de una manera discutible, y se dio una información muy poco transparente. Y el resultado fue que no se cerró nunca la crisis. O sea, se tardó muchísimo tiempo en cerrar la crisis. Por lo tanto, eso fue aprovechado por… por diversas instancias, a… a… apoyándose, lógicamente, en… en un pueblo herido; que estaba realmente herido. Y… y terminó prolongando muchísimo la narración de la tragedia. Y encima, se producía en un ámbito, ¡vamos!, hasta tal punto… Yo no sé si os acordáis pero, eh… cuando el Prestige, no empezó a llegar aquí leche en polvo para todos los gallegos, de milagro. O sea, la impresión que tenía el resto de España era que… sí… juguetes y tal, en fin, ¿no? Es decir… que esto era… Bueno, el incendio de Guadalajara; once muertos, ya digo, sí contaba con… con un banco de confianza, por parte de los gestores. Han conseguido… consiguieron en su momento, dominar la crisis en muy poco tiempo, a pesar de que era una crisis muy fuerte; tanto ecológica, por los miles de hectáreas quemadas, como el número de
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muertos. Y consiguieron, aceptaron rápidamente, la… la Comisión de Investigación; y la cerraron también, rápidamente. Y terminaron con este asunto en nada. Duró toda la crisis, menos de un mes y medio. Mes y medio, ¿eh? No como el Prestige, que duró años. Accidentes, en el caso de los accidentes, es crucial el… eh… dónde suceden. Por ejemplo, en… en… noviembre del 99 se produjo un accidente muy curioso, en… en el aeropuerto de Ginebra, con un avión español, que era un MD-88 que… un MD80, perdón. Que estaba… que llegó a… para aterrizar, venía de Barcelona, iba a aterrizar y… y no le bajaba el tren de aterrizaje delantero, ¿no? Bueno, al final, el… consiguieron aterrizar sin tren delantero de… de aterrizaje; y sin que hubiera ningún muerto, ningún herido, nada. Cero. Y dejando el avión intacto; sin que ardiera, ni nada. Eh… este… este accidente, abrió todos los telediarios de todo el mundo, y en España, duró casi cinco días en los periódicos. Ya digo, cero muertos… Duró cinco días porque Iberia convocó una rueda de prensa, esto ocurrió en sábado, y… el lunes o el martes, Iberia convocó una rueda de prensa de la tripulación del avión; vamos, del piloto, del copiloto y del sobrecargo del avión para explicar que lo que estaba diciendo la prensa no era verdad, ¿eh?... en el fondo. O sea… y ¿qué es lo que estaba diciendo la prensa? Lo que estaba diciendo la prensa es… era que el piloto del avión era un campeón. Era un héroe. Eh… era un tipo... bueno, era un fuera de serie; un tío buenísimo, ¿no? Que había conseguido aterrizar el avión sin tren delantero; sin ningún problema, sin que nadie se muriera, sin que nadie resultara herido, sin que nada le pasara al avión, etc. Entonces, Iberia convocó una rueda de prensa con… con el comandante del avión, el comandante Marcos; para que el comandante Marcos explicara que él no era un héroe; que todos los pilotos de Iberia son así (Risas). Que… que… o sea, para llenar el banco de confianza de Iberia. Es decir, para asegurarse, de que no se transmitía el mensaje de que, en ese viaje, habían tenido suerte los… los… los… los pasajeros porque estaba el comandante Marcos. ¡No, no! Es que los… los pilotos de Iberia, señores, tenemos unos cursos de entrenamiento; aprendemos de cada accidente y, en concreto éste; la probabilidad -yo sigo acordándome, también por otras razones, pero en fin- la probabilidad de que un… un tren delantero de este avión, de este modelo, no… no se despliegue es de una entre un millón. O sea, todos tranquilos, yo no soy un héroe. Esto funciona, tal… ¡Claro! Esto es muy distinto de cualquier… como, probablemente sabréis, la… más de dos tercios; casi tres cuartas partes de los accidentes de aviación que se producen en el mundo, se producen en el tercer mundo. No se producen en el primer mundo. Y se producen en el tercer mundo por una razón muy sencilla. Utilizan aparatos de segunda mano y no hacen mantenimiento, casi, ¿no? Eh… ¡Claro! Pues los accidentes que se producen en el tercer mundo, a no ser que haya muchísimos muertos, eh… ni siquiera aparecen en el periódico, o en los
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medios de comunicación; eh… Bueno, también aparecen en televisión si hay una imagen muy buena. Que… que fue lo que ocurrió con... con el MD-80 de… de Iberia, que, como se dieron cuenta de que no bajaba el tren de aterrizaje, y tardaron una hora en aterrizar; agotaron el combustible, y tal… Entonces, dio tiempo a que llegaran las cámaras, tal; y entonces, salió en todas partes. Eh… ¡Claro! Pues, todos estos accidentes del tercer mundo, pues… pues… pues se produjeron dos el mes pasado, ¿no? Muy fuertes. ¿Os acordáis de dónde eran? (Silencio) ¿Veis? En cambio, yo todavía estoy recordando, aquí, uno de Iberia, que no fue un acc… ¡Buah! Fue un accidente pero no hubo ningún muerto. Terminó bien, fue glorioso, etc. ¡Bien! Un caso distinto, o muy distinto, es el del Yakolev, ¿no? Eh… En Turquía, el 26 de Mayo del 2003; donde mueren 62 soldados españoles. Eh… otra… eh… este es otro de los elementos que contribuyó a la falta de… de… de nivel en el banco de confianza del 11-M; con respecto al Gobierno. Eh… ¿Qué pasó ahí? Pasó otra vez que se… que hubo un uso no suficientemente transparente de la información; a partir de un dato que era un dato, tampoco tan complicado, ¿no? Y que, además, fue prolongado artificialmente, por toda una serie de… de personas, ¿no? Muchísimo tiempo después de que… ¿Verdad que todos os acordabais del Yak? Muchísimo tiempo después de que el accidente hubiera sucedido; de hecho, Miguel Barroso16, yo creo que ha utilizado el Yak; ha hecho despegar al Yak, ¿No? Miguel Barroso era el Sec… era hasta hace dos semanas…; sabéis quién era. Ha hecho despegar al Yak cada vez que había un problema de otro tipo, ¿No? O sea, que… que se monta un lío porque Bono quiere ponerse una medalla, despega el Yak. Y sale una noticia sobre el Yak, y ese… y esa semana el Yak, ¿No sé si os habéis fijado? Miguel Barroso sabía utilizar muy bien, muy bien, la contraprogramación. Bueno, ¿Por qué pudo hacer eso Miguel Barroso? Porque nadie cerró bien la crisis del accidente del Yak. Al contrario de lo ocurrido con el hundimiento del barrio del Carmel. ¿Habéis oído hablar últimamente del barrio del Carmel? Es cierto que ahí, tampoco ha habido muertos, pero ahí, se llegó a un pacto muy rápidamente con… con los medios de comunicación catalanes y, en general, con los medios de comunicación. Esto ocurrió el 26 de Enero. No es como el Yak, que es de hace tres años; dos y medio. No, no. Esto es de enero de este año, ¿eh? Y, sin embargo, suena ya remotísimo lo del Carmel, que sigue sin arreglar, ¿eh?
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Miguel Barroso: Secretario de Estado de Comunicación en el período 2004-2006.
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Eh… pues nadie… cerraron rápido el… el problema entre ellos; digamos entre los distintos grupos políticos, porque daba la impresión de que todos estaban implicados, eh… o, por lo menos, los anteriores y los actuales gobernantes. Y, con los medios de comunicación. Se cerró la crisis. Nadie hizo la labor de perro de presa sobre ese asunto; como ha ocurrido con lo de Guadalajara. Se ha cerrado, ha quedado estanco, no hay más problema con ese… Cabía con Guadalajara, y cabía con el barrio del Carmelo, eh… hacer el mismo, el mismo… la misma narración trágica: de sentimientos, etc. Que se hizo con el Prestige o con el Yakolev. O, incluso más, en alguno casos, ¿No? Porque en alguno de ellos había 11 muertos. No se hizo. ¿Por qué no se hizo? En el caso del terrorismo, pues todavía es más claro. Hay… Es que son las 2 menos 10; las… sí: 2 menos 10. Eh… Voy a resumir muchísimo, ¿No? Tres, tres casos… eh… singulares, ¿No? En… en… en este nivel, en el caso del terrorismo, podemos aprender una cosa más, creo. EL 11-S, el 11-M y los atentados de Londres, ¿No? Uno, como sabéis, 11 de Septiembre de 2001, 11 de Marzo del 2004 y 7 de Julio del 2005. 2.986 muertos, 190 muertos, 56 muertos. Eh… es decir, bueno, pues… ¿Qué pasó con el tratamiento informativo? Que… ¿Qué otras cosas influyeron además, no? Porque fue muy distinto, ¿No? El tratamiento informativo del 11-S, del… del 11-M; y el de los atentados de Londres fue radicalmente distinto. Hay, también, una verdadera multitud de… de «papers», ponencias, libros; documentación sobre estos tres atentados, ¿no? Sobre todo sobre los dos primeros. Aquí, hay un elemento nuevo, que es… la experiencia. Es decir, del… del 11S al 11-M se aprendió algo; poco. Pero algo se aprendió. Y del 11-M a los atentados de Londres se aprendió muchísimo. Muchísimo. De tal manera que… que el cierre del… de la crisis de Londres, a pesar de que fue mucho más complicado en sí mismo, porque si recordáis, el… el… los atentados de Londres tuvieron… tuvieron réplicas, ¿no? Y tuvieron problemas, digamos, colaterales; por seguir con esa terminología eufemística, ¿no? Como el asesinato, bueno… sí, el asesinato del pobre brasileño aquel en el Metro de Londres, ¿Lo recordáis, este asunto? Que le… que los policías «se lo bajaron» sin más, ¿No? Con perdón por la expresión. ¿Recordáis esto o no? Eh… bueno, pues a pesar de todo eso, eh… el… el… los atentados de… de… de Londres no tuvieron, eh… la cobertura, eh… estilo tragedia, digamos, prolongada y, sobre todo… En todas las catástrofes, siempre hay un orden. Lo primero en que se fija el periodista es en cuántos muertos hay. O sea, cuál es el impacto.
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En segundo lugar, es en qué pasó. Que pasó. En tercer lugar, por qué pasó. Cuarto lugar, quién es el culpable. Y esto de quién es el culpable, es especialmente apetitoso, ¿no? Para… para una profesión que está mal entrena…, digamos, o mal… tiene una cultura de perro guardián. Se dice así, ¿no? «Watch dog», ¿no? De… de… de… los propios periodistas hemos acuñado, ¿no? Nosotros somos los guardianes del… del… del… poder, ¿no? O sea, los… los perros que vigilan el… el buen funcionamiento de las instituciones públicas. Entonces, para alguien que… que… que está… que ha crecido, que se ha nutrido de esa cultura de perro guardián, el quién tiene la culpa es interesantísimo. Y si os fijáis en el accidente de anteayer, ya estamos en el quién tiene la culpa. Eh… pero vamos, estamos, no hoy, no ayer, sino el mismo día que se produjo el… el accidente, ya… ya por la noche estaban preguntando qué… qué es esto. Ya empezaron a salir papeles, y ya empezaron a salir cosas. La autovía del Mediterráneo y tal. Es normal, y es que esto funciona así. Y eso es bueno, además, ¿eh? Esto es bueno. Dónde… dónde no hay esos personajes pintorescos, ¿no? Que tienen esa idea de sí mismos de perro guardián, y tal. Que no es la mejor idea, ¿eh? Que se puede tener. Por lo menos yo, a mí me parece que no es una buena idea que los periodistas se formen con esa mentalidad. Pero bueno, donde no existe periodismo es muy difícil que exista una comunidad de verdad y que sea libre. Muy difícil. Por tanto, donde hay más periodismo, es lógico que haya también, eh… más críticas, más dificultades a la hora de gestionar una crisis. Una crisis de cualquier tipo. Siempre. Por eso le ha… ha pasado lo que ha pasado en Nueva Orleáns, por eso ha pasado lo que ha pasado aquí, con el Prestige. Eh… Y sin embargo, no ha pasado en… en… en… El Carmelo, en Barcelona. Y será por algo. Y creo que sé exactamente, por qué. Porque hay menos periodismo. No… no me arrepiento de haber dicho esto. Bien, digo porque es muy fuerte; sé que es muy fuerte lo que he dicho. Entonces, el… el… el planteamiento narrativo de… de esos tres casos, el 11-S, el 11-M y los atentados de… de Londres, ha sido, eh… completamente distinto. En el caso de Londres se cerró muchísimo antes, el… el… el tipo de portavoces que se utilizó en Londres fue muy distinto. No fue ningún primer ministro, ni ningún ministro, siquiera, el que habló. Eh… la dosificación de la información fue diferente. No fue inmediata, en tiempo real, como en España. Se lo aprendieron. Eh… se reconocieron eh… inmediatamente las cosas que se podían reconocer. Y no se inventaron posibles; no sé, ex… Quizás porque también, en… en… en el caso británico, esto era más sencillo. Y porque la catástrofe, en sí misma, era menor.
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Bien, eh… no… no quiero cansaros. Me parece que con esta… con esta panorámica de catástrofes de diverso tipo, con diversos tipos de agentes, también, en diversos tiempos, con diversos bancos de confianza, eh… en… entre la sociedad en la que se produjeron, etc. eh… podemos hacernos una idea bastante aproximada de cómo, de cómo y por qué funciona el relato periodístico en las diversas circunstancias. Y a partir de ahí, puesto que son las dos, quedo a… espero haber sembrado las suficientes inquietudes para… que no sé si el hambre lo permitirá, pero espero haber sembrado las suficientes inquietudes para… para que me hagáis preguntas. Benjamín González -Muy bien. Pues muchas gracias. Yo, realmente, cuando empezaste a hablar, pues un poco me asusté. «nos va a meter en una tipología, en una clasificación, y tal» (Francisco Sánchez -No) y de pronto vi, que esa clasificación tomaba cuerpo. Ha pesado, quizás, por Borges, y que… que iba adquiriendo mecanismos como de lógica borrosa, también, de gradientes enlazando con lo que había comentado anteriormente, Ramón, eh… de incertidumbre pero que, al final, es el juego… y yo creo que ha quedado implícito, y explícito también, el juego éste de las certidumbres-incertidumbres; el papel de los medios ahí. Lo que callan y lo que dicen. Este tipo de cuestiones que, bueno, animan un poco el drama. Por lo tanto, preguntas. Una estudiante -Al principio de la ponencia comentabas… Juan de Dios Ruano -Un segundito. Eh… si… si puedes decir tu nombre, porque a los demás los conocíamos y, y es por una cuestión de que luego se va a transcribir, porque se va a publicar. Y como a ti no te conocemos, pues si dices el nombre… La estudiante -Mari Luz Rodríguez. Mari Luz Rodríguez -Al principio de la ponencia comentabas que, que un poco, el tratamiento de las catástrofes en los medios es convertirlo en tragedia. Y si uno de los principios de… de los periodistas, de la ética del periodismo, es la transparencia, la objetividad, eh… ¿no crees que convertir una catástrofe, es decir, en los medios, tratarlo de manera de tragedia, no responde a un exceso de morbo? que hoy en día, es lo que ven… es lo que vende, por lo que está dominado la sociedad. Porque tú mismo comentabas que el resto de España pensaba que con el Prestige, que aquí esto, que era la debacle… la debacle, y realmente, no era así. (Francisco Sánchez -Hombre, era bastante debacle) ¿Cómo? (Francisco Sánchez -Era bastante debacle; pero no, no hasta ese nivel) Me refiero, me refiero, como daños personales, a las personas. Aparte de los afectados, evidentemente, pescadores, mariscadoras o lo que sea. Eh… entonces, ¿no puede responder a un exceso de que el morbo es lo que vende? Entonces, tratar las cosas de esa manera, y no de una manera más objetiva; porque, gente de Madrid, de Sevilla, de Alicante, no sabía cómo estaban aquí, las cosas. O sea, pensaban que aquí, realmente, que esto, era el… el… el… el acabose. Y realmente, tampoco era para tanto en lo relativo a daños personales; a que el ciudadano de a pie, de una ciudad
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como Vigo, Pontevedra, Coruña, seguía haciendo la vida que estaba haciendo hasta ese momento. Evidentemente, con las consecuencias que puede tener, pues de pensar que tus playas, o que tus rías, pueden quedar dañadas. La fauna, que puede morir… pero, ¿pero no puede ser ese exceso de morbo, de querer vender…? Porque, o sea, está claro, Gran Hermano, tal… Son programas que, en principio… y es lo que vende. Las audiencias de esos programas están ahí arriba. Francisco Sánchez -Sí, bueno, tiene a… vamos a ver. Insisto, el sufrimiento, el sufrimiento humano es el principal valor en una noticia porque es un valor muy importante en la sociedad; y no porque venda, sino porque, es que es noticia. Ah… eh… pero, ¡Claro! «Vosotros lo ponéis porque vendéis» No, o sí. Todo lo ponemos porque vendemos. Nosotros queremos vender periódicos, efectivamente. Pero sobre todo, queremos vender noticias, queremos vender información, ¿no? A la gente le interesa. Le interesa mucho, le interesa en… en… en… su… escala de… de… de… valores es de… de… de… asuntos que le afectan directamente. Eh… el sufrimiento ocupa un lugar importantísimo, ¿eh? Importantísimo. Por lo tanto, no hablar del sufrimiento y convertir la información en algo meramente técnico pues es hacer otra cosa. El periodismo es narrar, es contar historias. La narración tiene el problema de que supone una recomposición de la realidad, ¿eh? Supone tomar una serie de elementos que están efectivamente, en la realidad, y componer con ellos un nuevo orden. En ese nuevo orden, tú no puedes tomar toda la realidad y llevarla al relato. Es un espacio limitado, y aunque no lo tuvieras, tienes que hacer eso porque la gente no tiene un tiempo ilimitado para leerte. Eh… en… en ese nuevo orden que tú compones con tu narración, evidentemente, privilegias unos elementos sobre otros. Privilegias aquellos elementos que son más significativos; que evocan de una manera más directa, mejor, el significado total de aquello que estás contando. ¡Claro! Eh… ¿A la gente, en el fondo, qué es lo que le interesa? A la gente lo que le interesa, lo que nos interesa a nosotros todos, ¿No? Es ser felices. Por tanto, eh… el… el sufrimiento. Y el sufrimiento tiene muchísimo que ver con la felicidad. Y el ver ese sufrimiento, esa felicidad e infelicidad en otros es crucial a la hora de contar una historia en periodismo. ¿Qué ocurre? Ocurre que cuando el Efecto Lupa que habla… que habla Juande, ¿no? A veces, eh… ah… eh… el periodista al hacer eso; al concentrarse demasiado en las personas concretas que sufren, puede producir un Efecto Lupa, es decir, puede producir el efecto de que todos los gallegos estamos sufriendo eso que está sufriendo ese mariscador o esa mariscadora concreta, efectivamente. Pero no por eso podemos dejar de contarlo. Otra cosa es que se cuente, se… se… se coloque la lupa eh… sobre la peor playa del tal, del peor lugar, ¿eh? Sólo para conseguir ese efecto manipulador, sin
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contar que hay otras playas que están mejor, ¿no?, Que se están… Mal, ¿no? ahí se está, se está manipulando. Pero contar la historia del… del… del mariscador, en fin… ¿Cuál es el problema? El problema no es, ni siquiera, propiamente el periodismo. El problema es, más bien, la televisión. Es que… es que una playa limpia ya para televisión, no… no funciona en… en una noticia de tres minutos en el telediario, ¿Um? Este es… y… y una persona serena en un telediario, en una noticia de telediario, vende menos, ¿no? Que… que una persona llorando porque no… piensa que ha arriesgado toda su producción de almejas, ¿no? Luego, había elementos que tenían un altísimo valor épico, retórico, o las dos cosas a la vez. O trágico, como el caso de la defensa de la… de la bocana de la… de la ría de Arosa. Aquello fue muy espectacular; muy espectacular. Y es lógico que se cuente, también, con épica especial, porque, en fin, que tres mil barquichuelas, ¿no? Puestas en la bocana de la… de la ría cogiendo el chapapote a mano… ¡Hombre!, eso… eso tiene su… tiene su fuerza, ¿no? Entonces, y luego nuestro propio paisaje es un paisaje eh… en fin, que permite cierto lucimiento de imágenes, de eh… la… eh… la… la propia, ¿cómo diría yo? La propia mitología, o la propia, el propio cliché que el resto de España tiene sobre Galicia incluso, ¿no? Pues ayuda, ¿no? Al… al… a forzar todavía más, una imagen a veces, caricaturesca. Pero a mí me preocupa muchísimo más la imagen caricaturesca que se dio de Galicia en… en las elecciones pasadas, ¿eh? En las últimas elecciones nuestras autonómicas. Que si leías la prensa de Madrid o de Barcelona, bueno, éramos unos tipos lamentables, ¿no? O sea, un caciquismo brutal, ¿no? Que, además, llegaba a todo. ¡Cómo si ellos no lo tuvieran! Eh… Y, en fin, toda una serie de simplificaciones brutales sobre la vida de Galicia que… que eran ofensivas, ¿no? O… o… o las que aparecen… o simplificaciones tan brutales de la… de la conciencia y… y del paisaje incluso, gallego, como el que se produce en algunas películas, ¿no? Que a mí me… me… realmente, me hicieron sufrir. No sé si recordáis en «Mar adentro», el tramo en el que Ramón Sampedro va desde su casa al juzgado de La Coruña, ¿no? Ahí, hay un… una serie de planos en las que se recoge una serie de… de visiones, digamos, de Galicia, ¿no? Es como el resumen de la visión de Galicia. Todas esas visiones, si intentáis recordar cuáles eran os estremeceréis; frente a la visión de Barcelona como la gran ciudad urbana, progresista y… y, en fin, bien hecha. No hay una sola toma urbana de Galicia en esa… en esa… en esa película. Buena, eh… también son simplificaciones, efectivamente, y… y me parecen mal; pero cuando se… cuando se narra… El periodismo es fronterizo con el arte, ¿no? No es… no es una ciencia. Eh… es más bien, un arte. Y… y claro, en esa frontera es muy escurridiza.
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No sé si he respondido Mari Luz Rodríguez -Sí, sí, sí, sí. (Francisco Sánchez -¿Sí?) Me quedó muy claro con el Efecto Lupa. Nunca lo había escuchado, y la verdad es que… Francisco Sánchez -Es de… la… la… la expresión… Juan de Dios Ruano -El sintagma es suyo. El contenido sí es mío. (Risas) pero estoy encantado, ¿eh? Francisco Sánchez -¡Ah!, ¿No? ¿El sintagma es mío? Juan de Dios Ruano –Yo no le llamé nunca Efecto Lupa. (Francisco Sánchez ¡Ah!, ¿no?) El contenido sí lo tengo escrito pero, vamos, encantado, ¿eh? o sea, que muy bien. Francisco Sánchez - Pues nada. ¡Ah! Yo pensaba que sí. Que… que era tuyo. Juan de Dios Ruano -Además, como aparecerá en la publicación de las Jornadas, fantástico. (Risas) Francisco Sánchez -¡Vale, vale! Juan de Dios -Efecto Lupa, ¡Puf!, Fantástico Francisco Sánchez -A pesar de que te lo había oído a ti. A ver si me lo he inventado yo. Juan de Dios -Los periodistas le ponen nombre muy bien. Jorge Manzanares -Os juro que no iba a preguntar nada hasta lo que acabo de oír ahora mismo de la imagen de Galicia. Eh… justo después de la catástrofe del Prestige, eh… ha habido una proliferación de gallegos en la televisión que es bochornosa, es un desastre. Dan ganas de tirar la televisión por la ventana o… o de… no sé de qué. Yo recuerdo varios. En la serie «Los Serrano» había una chica de la limpieza que, casualmente, era gallega, adicta al orujo, alcohólica. Que había sido novia de un gaitero que había tenido que emigrar a la Argentina. De un jugador del Orense; no sé qué rollo. La pobre estaba en paro, tenía un hijo, el marido la había dejado porque no sé qué y tenía un horrible acento gallego que… de estos que no se encuentran, ¿no? (Risas). Y acaba de salir, ahora, «Torrente tres». Uno de los co… coprotagonistas es de Viana… de Viana del (Francisco Sánchez -Do Bolo) (Benjamín González -Un conflicto ha habido ahí, sí) según él, textualmente, que es bochornoso, también. Francisco Sánchez -Sí, pero al final han invitado a… a Santiago Segura a hacer el pregón de las fiestas en Viana do Bolo. Jorge Manzanares -Sí, eh… bueno, esa es otra; que luego les das un pregón y se olvida todo. (Risas) pero es bochornoso porque… aparte, esa caricatura que se daba del gallego bruto, que bueno, hasta es capaz de enfrentarse a un tío de siete metros, aunque le vayan a partir la cara porque simplemente, es como una mula de carga, ¿no? Y… y bueno, luego aparecieron más… más visiones de las que no me acuerdo, pero creo que aparecieron… había contado unas… unas seis. Bueno, quitando a
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Manquiña, que hizo mucha gracia en «Airbag» pero que también es bastante horrible lo que dice de él y las visiones de… de eso, de Barcelona, gran ciudad, con todos sus… con todos sus… derrumbamientos de casas y sus Forums, que no valen para nada, y todas estas cosas. Y al lado de la pobriña Galicia, donde hay una casa de piedra revestida de cemento con moho; a donde no llega, ni siquiera, una carretera asfaltada. Que el único plano que se hizo de Coruña fue la esquina de la Plaza de Galicia (Francisco Sánchez -Así fue) y un banco de madera con el escudo del ayuntamiento (Francisco Sánchez -Efectivamente) pero así de medio… Francisco Sánchez -Esos son los dos… esos do… esos dos son los dos únicos planos urbanos. Jorge Manzanares -Del parque de Santa Margarita (Francisco Sánchez -O sea, que…) sí, sí. Del parque de Santa Margarita. Bueno, eh… la furgoneta, seguramente no llega a ser del año 92. En la que llevan a Ramón Sampedro y los coches (Francisco Sánchez -Yo tanto no me había fijado) (Risas) pues sí, sí. Y el coche… el coche que tenía el abogado de Barcelona al salir del juzgado, (Francisco Sánchez -Eso sí) con la bandera ondeante de Cataluña, no sé qué, no sé cuánto. Y… y bueno, cómo se utilizaba el gallego, en el ambiente familiar. Con las gallinas al lado, y todo esto. Dentro del cobertizo que tenían allí. Y cómo se utilizaba el catalán a la puerta del juzgado de Barcelona. Enorme… (Francisco Sánchez -¡Jo! Has ido mucho más lejos. Trabajadísimo) (Risas). Jorge Manzanares -No, pero es que… luego, todo esto sale de una imagen que es un niño con la camiseta del Real Madrid, al borde de unas rochas, allí, en la playa, diciendo que a ver qué le iban a traer los Reyes Magos ese año porque no tenía ni qué comer. De ahí sale, de una imagen de Telecinco; que yo no sé si se pretendía ayudar o se pretendía tal. Pero realmente, a lo mejor, con esa imagen se está reclamando inversión pública pero se está ahuyentando privada, a lo mejor, ¿no? porque las empresa dicen: «¿A dónde vamos a ir, a Albania?» inversión gaita. Francisco Sánchez -Bueno, sobre todo es que no es verdad, ¿eh? Pero en fin. Jorge Manzanares -No, y aparte, salía el niño con la camiseta del Real Madrid que recuerda mucho a estos niños que también salen por la tele: marroquíes, que salen con la camiseta del Madrid, del Barça, corriendo por las calles; mirando hacia la cámara. Y salía el pobre niño también: «¿qué vamos a comer ahora que no van a venir los reyes magos? Porque no sé qué, porque no sé cuánto, porque tal». Llorando, tal. Eh… al lado de ese paisaje eh… agreste y todo eso. Eh… es que es bochornoso. Y a partir de ahí… Francisco Sánchez -Bueno, bueno. Te creemos (Risa). Jorge Manzanares -A partir de ahí… no, no. No sé si os dais cuenta. A partir de ahí, comienzan a salir una serie de personajes a nivel televisivo, gallegos, siempre en el papel de pobre gente. Además caricaturizada, y la gente se ríe mucho de ellos. Y me parece que en ese sentido, una escena, porque supongo, que aparte de esas habría
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otras; una o varias escenas, eh… sacadas de una tragedia que fue fruto de una acción periodística dio lugar a… a… a crear una… o sea, si ya existía, a desarrollar una imagen todavía más patética de lo que tenemos aquí, ¿no? Francisco Sánchez -Sí, no… Jorge Manzanares -Y luego, tuvo repercusión en las elecciones, ¿no? que, ¡claro! se debían de pensar que aquí, ni había… ni había elecciones, a lo mejor, ¿no? (Risas) que, a lo mejor, nos llamaban a todos a la plaza pública. Francisco Sánchez -Estás en plena forma, ¿Eh? (Risas). ¡Ay Dios mío! Está bien. Sí, no. Yo, de todos modos, yo insisto mucho. El... la cobertura periodística de… del Prestige no estuvo mal, ¿eh? Hubo cosas, cosas sangrantes. Eh… eh… como siempre ocurre en cualquier cobertura masiva, ¿No? Sobre todo en alguna televisión, en alguna radio, y… y por omisión, en algunos periódicos de aquí, ¿Eh? Pero en general, la cobertura, la cobertura del Prestige, en fin… La… la… la culpa del Prestige no fue de la prensa, ¿Eh? O sea, de… de… de que… de que la crisis se prolongara o no se cerrara, etc. O sea, si… si el barco se hubiera quedado quieto ya de entrada y… y se hubiera hecho algo con él, en vez de pasearlo por toda… por todo el Noroeste, ¿no? Sólo con eso ya se hubiera, ya se hubiera… Pero, ahí lo que ocurrió fue que, sobre todo al principio, ninguna autoridad creyó que… que era… que aquello tenía… se iba a convertir en una catástrofe, ¿no? Pese a que «La Voz de Galicia», el propio 14 de Noviembre, pues sacó en primera página abriendo, ¿no? Con un gráfico, incluso. Bueno, pues… pues nadie se lo creyó. De hecho, se fueron por ahí algunos. Esto, nadie… nadie se creyó que iba… que iba a haber un problema de ese tipo. Tardaron mucho tiempo en reconocer las características de la catástrofe y por tanto, en ponerse al frente y gestionarla. Pero eso no es culpa de los periodistas, eso es culpa del que lo gestiona. Jorge Manzanares -Yo digo los periodistas… incluso Santiago Rey, salía en su… en un artículo diciendo que si al… que si muchos vinieran a ver Galicia y a ver lo modernas que son nuestras ciudades y nuestras muchas cosas se quitarían esa imagen de la cabeza. Pero la televisión también es periodismo y fue… fueron… fueron televisiones que sacaron esas imágenes. Francisco Sánchez - Oye, claro, claro. Carlos Ramos -Yo quisiera hacer una pregunta a raíz de la enumeración que hizo al principio de su exposición, sobre las características… bueno, intuyo que… que un periodista busca en una catástrofe y en una crisis. Y una… y una de ellas era la de la temporalidad, la duración de la… de la catástrofe y la duración del tratamiento. Entonces, yo quería preguntarle si es acertado pensar que la duración de la noticia está marcada por el consenso de intereses entre las empresas eh… informativas y la, digamos, el mundo político. Si es acertado pensar así y, en caso afirmativo, si esto no significa una falta de respeto a los lectores, audiencia y oyentes. O, bueno, en fin, aparte de la desinformación que se pueda generar ahí.
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Francisco Sánchez -Bueno, yo creo que no. Que no es acertado pensar así. La… la… la crisis, por hablar de una cosa que no es una catástrofe, la crisis de los, la crisis de los camioneros eh… se saldó muy rápidamente en cuanto se salió del ámbito de Galicia. Aquí, tuvimos doce días de huelga. El resto de España tuvo dos días de huelga porque en cuanto el problema se solucionó desaparece el asunto. O sea, el… el problema de los mineros se solucionó también en dos días porque en cuanto les das a los mineros lo que necesitan pues, o piden, se solucionan. Es decir, el… el… el primer momento, eh… el primer, el primer elemento para que una crisis dure poco es solucionarla. Es decir, quién tiene capacidad y poder para solucionarla la solucione, ¿Eh? Y eso no significa connivencia con nadie. Cuando eso… cuando eso no es posible, no se puede solucionar rápidamente, fácilmente, como ocurre con el barrio del Carmelo, por ejemplo, ahí sí que puede entrar en juego la connivencia con… de los políticos entre sí y con las constructoras y de los… y de los políticos y las constructoras con los medios de comunicación. Pero ya es un segundo nivel. El primer nivel es que, efectivamente, quien puede gestionar la crisis y cerrarla, la cierre cuanto antes, ¿eh? Que es justo lo contrario a lo que se hizo en el Prestige, que se prolongó indefinidamente, casi. Gonzalo Mora - Yo quería ahondar justo… Francisco Sánchez -Pero si… pero si pasara esto segundo, está mal, evidentemente, ¿no? Lo que… tú preguntas es: sí, está mal. Carlos Ramos -Es una falta de respeto. Francisco Sánchez -Sí, es una falta de respeto. Exacto, y el apagón informativo, que además se llamó así, y se decretó públicamente. Se decretó un apagón informativo en torno a las… a las… no, en torno al socavón del Carmel. Eso es indecente. Es indecente. Imaginaos que hubiera habido un apagón informativo en el Prestige. Sí. Gonzalo Mora -Mi pregunta era, un poco, sobre eso. No sé hasta qué punto podrás… la verdad, cuando lo comentaste, al principio, me quedé un poco preocupado y tenía pensado hacer la pregunta. Y ahora, viene también a colación. Si en el Carmelo se produce una… una catas… catástrofe (no se entiende) yo creo que si a la gente le preguntas, yo creo que allí, aún tienen síntomas; una percepción de crisis, allí, todavía. Lo que no entiendo, también lo mencionabas tú, eh… que decía antes la chica, tú decías: «No, es que es noticia. Además, pues también queremos vender periódicos. ¿Por qué los medios de comunicación? Francisco Sánchez -Menos mal que ha quedado grabado lo que he dicho. (Risas). Gonzalo Mora -¿Los medios de comunicación claudican a lo que la Generalitat dice? No sé si entre ellos se ponen de acuerdo. Porque, claro, tienes que poner a todos de acuerdo para que haya un apagón.
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Francisco Sánchez -¡Claro! Gonzalo Mora -Y menos en… en un medio que se me ocurre, que ha seguido un poco más, pero que ya no lo hace, ¿por qué llegan a ese acuerdo? Francisco Sánchez -¿Qué medio siguió un poco más? Gonzalo Mora -Pues creo que la COPE, a lo mejor dio un poco… Francisco Sánchez -¡Ah, la COPE! Gonzalo Mora -De… de dándole un poco de caña más a ese tema. Francisco Sánchez -Son esos que no les renuevan las emisoras en Cataluña. Gonzalo Mora -Efectivamente (Risas). Y entonces, que ahora, tampoco lo hace mucho. ¿Por qué, por qué esos medios se ponen de acuerdo entre sí y hacen ese apagón informativo cuando es noticia y va a vender? Porque allí, hay sentimiento, también. Tú oías a la gente cuando entrevistaban y la gente hablaba de los sentimientos que les daban en sus casas; que no podían recoger sus fotos (Tos) (No se entiende) también podía rozar casi, hasta la épica que mencionabas tú con… con el… la bocana de… de la ría. ¿Cómo, cómo son capaces los medios de comunicación de ponerse de acuerdo, de hacer un apagón informativo, ponerse de acuerdo con la administración? Francisco Sánchez -¿Tú por qué crees? Gonzalo Mora -¿Por qué ceden? Francisco Sánchez -¿Por qué crees tú? Gonzalo Mora -Pues supongo que por muchas maldades. Francisco Sánchez -A ver, di maldades. Benjamín González -Quiere que las digas tú las maldades. Gonzalo Mora -¡Claro! (Risas). ¡Claro! tú, en un principio, cuando mencionabas el tema tenías ganas de decirlo pero te quedaste callado no sé si por prudencia… la prudencia de la que nos hablaba Ramón. Francisco Sánchez -No, no me quedé callado. Dije: «En el Carmel ha pasado esto porque no hay periodismo» Lo dije con todas las letras. Y luego dije: «He dicho una barbaridad pero no me arrepiento». O sea que no… Gonzalo Mora -Pero, ¿A qué llamas tú que no hay periodismo? Porque tenemos allí, unos medios de comunicación tan importantes como: La Vanguardia, El Periódico. No sé. Francisco Sánchez -¿El Periódico de qué tendencia es? Gonzalo Mora -Socialista. Francisco Sánchez -Bastante, sí. (Risas) ¿Y La Vanguardia? Gonzalo Mora -Nacionalista. De CiU. Francisco Sánchez -¿Y los implicados en el… en el? La Vanguardia es… es, no es exactamente de una cosa; pero vamos… En concreto… Ramón Ramos -Institucional.
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Francisco Sánchez -Es institucional (Risas). La Vanguardia va cambiando según cambia el gobierno. Ramón Ramos -¡Claro! (Risas). Francisco Sánchez -Pero éste… esto sí que me gustaría no haberlo dicho (Risas). Ramón Ramos -Puede ser otra Vanguardia. Francisco Sánchez -Tengo que ser respetuoso con mis colegas. Pero vamos, La Vanguardia, según datos que… que… que… que, en fin, que son públicos, eh… la Generalitat de Cataluña compraba, y sigue comprando, parece, unos 26.000 ejemplares de Vanguardia todos los días, ¿no? Gonzalo Mora -Sí, se me puede ocurrir por ahí. Temas económicos. Francisco Sánchez -Yo como… vamos, si a mí me compran a diario, 26.000 ejemplares de La Voz de Galicia. Bueno, primero, me convierto en el cuarto periódico de España. Sí, vamos. ¿26.000 periódicos diarios? ¿Qué… qué más quieres que te cuente? (Risas). ¿Qué más? Benjamín González -¿Hay alguna pregunta más? (Silencio) Bueno, pues entonces, yo creo lo que hay, es hambre, ¿no? nos vamos a comer, ¡Gracias! (Aplausos).
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DÍA 9 DE NOVIEMBRE DE 2005 SESIÓN DE TARDE
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Mitos de los desastres y desastres de los mitos17, 18
BENJAMÍN GONZÁLEZ RODRÍGUEZ Catedrático de Técnicas Avanzadas de Investigación Social Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña
S
i algo tiene de novedoso la sociología es su disposición y capacidad para desmitificar las cuestiones más relevantes que acontecen en la sociedad. Desmitificar no significa en este caso, quitar importancia a algo, sino más bien limpiar ese algo de adherencias, de forma que surja lo esencial. En este sentido, vamos a tratar de plantear una serie de mitos que vienen acompañando a las situaciones de crisis, emergencias, desastres y catástrofes durante muchos años. El medio del que se vale la sociología para llevar a cabo esta labor desmitificadora consiste en destacar los factores que moldean la vulnerabilidad ante las catástrofes así como las relaciones entre vulnerabilidad y política. Puede obtenerse una idea rápida de la importancia del tema de los mitos relativos al desastre, tecleando la expresión disaster myths en un buscador cualquiera de Internet. El resultado inmediato es de 25.300 referencias. Estos mitos no son inocentes, sino que se traducen, tal como veremos más adelante, en comportamientos no adaptativos
17 Este artículo se originó, en su primera versión, a raíz de una ponencia en un proyecto de la Fundación Seoane que se desarrolló en la primavera de 2005. Dicho proyecto apareció bajo el sugerente título Seducidos por el accidente que surgió con el ánimo de constituir una «aproximación tanto a las nuevas líneas creadoras de artistas que han fijado su objetivo en ese imaginario antes mencionado, como a la de los pensadores que ocupan parte de su conocimiento en descifrar los nuevos códigos de actuación de la sociedad contemporánea» (de la Introducción de la Directora de la Fundación al libro Seducidos por el accidente). 18 Este trabajo ha sido posible, en parte, gracias a un Proyecto de Investigación (SEJ2004-01098) que me fue concedido por el Ministerio de Ciencia y Tecnología/Ministerio de Educación y Ciencia, para el trienio 2005-2008.
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que inciden en la propia gestión de las catástrofes, y, por tanto, en la propia población afectada.19 Se viene hablando y escribiendo, en los últimos años, de mitos para referirse a distintos aspectos del comportamiento de la población en situaciones de crisis, emergencias y/o catástrofes: el mito del pánico, el mito de la conducta antisocial, el mito del egocentrismo, el mito de la traumatización, entre otros. Títulos como Los siete grandes mitos de la seguridad contra incendios, Mitos y realidades en situaciones de desastres, Los expertos refutan los mitos posteriores a un desastre, Siete mitos sobre el desastre del Challenger, Stop a los mitos sobre desastres, El desastre como evento mediático y como mito, y Mito, propaganda y desastre, forman parte de una sucesión que sería casi imposible enumerar de modo exhaustivo. En el ánimo de los estudiosos de los riesgos late la idea de destacar (supuestas) falsedades, reveladas por la propia investigación a la hora de interpretar la conducta de la gente en dichas situaciones límite, destacando la labor negativa de estudios anteriores sobre estos temas debida a un mal entendimiento, o comprensión desfigurada de lo que en la realidad acontece. Si bien resulta meritoria esta labor crítica, sobre todo en la medida en que revela interpretaciones que pueden resultar negativas de cara a la intervención en situaciones de crisis, conviene, sin embargo, aclarar desde el comienzo algunos aspectos relativos al propio uso de la palabra, mejor dicho, del concepto de mito, utilizado para referirse a los mencionados incorrectos supuestos de los que se parte y a los que se llega en el momento de interpretar las conductas de la población en situaciones de catástrofe. Es por ello por lo que sólo analógicamente debería aplicarse a las mencionadas interpretaciones de la conducta de la población el término y el concepto de mito. De las tres definiciones de mito que ofrece el D.R.A.E., la segunda podría aplicarse con cierta propiedad a algunas descripciones del comportamiento de la población en situaciones de emergencia. Es aquella que describe el mito como conjunto de creencias e imágenes idealizadas que se forman alrededor de un personaje o fenómeno y que le convierten en modelo o prototipo. Podría, desde este punto de vista, hablarse del mito (desmentido por numerosas investigaciones) de unas personas que, en situaciones de catástrofe, huyen despavoridas, manifestando las denominadas con-
19 Aparte de esta, existen otras consecuencias de estas mitologías que llevan a mezclar cuestiones como la de las relaciones entre mito, autoritarismo e intereses políticos: «Interpretaciones erradas y la confusión existente son parte de una historia. La reflexión sobre qué es en realidad un desastre y cómo interpretarlo comenzó, a nivel de universidades y de autoridades gubernamentales, no hace muchos decenios. En la prensa y entre el público predomina en general una idea del desastre teñida de mitos. Esa mitología ha demostrado poseer mucha fuerza y favorece además una actitud tecnocrática y autoritaria sobre cómo debe actuarse ante un desastre. Asimismo, el mito y el autoritarismo se mezclan con sentimientos de compasión e intereses políticos, lo que condiciona las donaciones y la asistencia a los damnificados» (da Cruz et al., 2003).
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ductas pánicas. Se trataría, pues, de acuerdo con esta definición, de una creencia o imagen formada alrededor de un fenómeno y que lo convierten en prototípico. De modo parecido, tendría cabida también la tercera definición (invención, fantasía), interpretada en el sentido de que, vaya por caso, la población, en situaciones de crisis grave, reacciona presa del pánico, perdiendo totalmente el control. Debido a este uso analógico del concepto de mito aplicado a los comportamientos en situaciones de crisis, sería posiblemente más correcto referirse al mismo en términos de falsos supuestos o interpretaciones incorrectas de dichos comportamientos, que no se adecuan a la realidad de los acontecimientos, ya que la población, salvo casos excepcionales, no reacciona con pánico, ni se vuelve egocéntrica, ni queda tan traumatizada como para no poder valerse por sí misma. Más bien todo lo contrario: florece el altruismo, se acrecienta la solidaridad, y se despliegan mecanismos saludables de auto-organización. No obstante, debido al uso generalizado del término mito para referirse a estas falsas interpretaciones, seguiremos empleando este vocablo, entendido como falsos supuestos o interpretaciones incorrectas de los fenómenos y comportamientos que revisaremos a lo largo de este trabajo. Algunos de estos mitos o creencias se refieren preferentemente a la conducta de los individuos en situaciones de catástrofes o desastres y tienen que ver con el impacto emocional de los mismos sobre la conducta de las personas, individualmente consideradas, mientras que otros mitos se refieren predominantemente a las condiciones estructurales en las que se encuentran las personas afectadas, y otros apuntan al papel de los expertos y de la ciencia y la tecnología a la hora de conceptualizar, investigar, planificar y gestionar las catástrofes. Otras creencias, sin embargo, tienen más que ver con las connotaciones políticas de los desastres. Esta clasificación pretende ilustrar el carácter complejo de las situaciones catastróficas, por cuanto intervienen en ellas muy distintos actores que interactúan provocando una red dinámica de interacciones sociales. El hecho de destacar o desenmascarar estos mitos, concepciones erróneas, o supuestos falsos, no pretende otra cosa que incidir en la idea de que no podemos comprender el comportamiento de la población en situaciones de emergencias o catástrofes si sólo nos limitamos a estudiar las conductas de los elementos o actores intervinientes por separado. La comprensión sólo tendrá lugar a partir de un análisis sistémico que tenga en cuenta a la vez los elementos, las estructuras y las relaciones, tal como se indicará un poco más adelante.
1. LA REACCIÓN DE LA POBLACIÓN: EL MITO DEL PÁNICO De todos los mitos o falsos supuestos, el mito del pánico es el que ha tenido una mayor difusión e impacto, debido a diversas razones que posteriormente se analizarán. Son numerosos los estudios sobre el pánico en situaciones de crisis y catás-
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trofes20. La Real Academia Española define el pánico en estos términos: Se dice del miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso21. La supuesta huída pánica provocaría desde saqueos hasta subida exagerada de los precios, efecto contagio, necesidad de ley marcial, dependencia psicológica, shock del desastre y otras conductas descontroladas y extremas (Fisher 1999). Ciertamente, en una situación de catástrofe, los individuos pueden sentir miedo intenso o terror, pero no extremados, y tampoco la observación parece indicar que dichos miedos sean generalizados ni contagiosos, tal como se ha averiguado en investigaciones diversas realizadas desde el ámbito de las ciencias sociales, lo que contradice el mito del pánico, que es posiblemente uno de los mitos o falsos supuestos más extendidos al mantener que, en situaciones de catástrofe, la gente reacciona presa del pánico manifestando una serie de conductas caracterizadas por reacciones emocionales impulsivas, incoherentes, irracionales y egoístas, como si se tratara de animales acosados. Es evidente, según acabamos de destacar, que las víctimas de una catástrofe pueden sentirse acosadas, preocupadas y amenazadas, sin que ello signifique que su actuación vaya a ser irracional y egoísta. Hace ya varias décadas Quarantelli y Dynes (1970) describieron acertadamente el estereotipo del pánico de la gente en situaciones de desastres, en términos de rasgos como los siguientes: caos personal, despreocupación por los demás con tal de salvarse uno mismo, conducta irracional, hostilidad y agresividad hacia los demás, síndrome del desastre, conductas infantiloides, jungla social, histerismo, sensación de desvalimiento, prevalencia de los saqueos. Varios lustros de investigación han demostrado, sin embargo, que lo que se produce en estas situaciones es lo contrario del denominado síndrome del pánico. Las reacciones de pánico en situaciones de catástrofes constituyen más bien la excepción que la regla, siendo un modo poco frecuente de reaccionar por parte de las víctimas. Por otra parte, para que emerja la conducta de pánico, debe darse simultáneamente un conjunto de condiciones que raramente se producen a la vez (der Heide, 2004): (1) percepción por parte de la víctima de un riesgo cierto de quedar atrapada en un espacio sin salida posible, (2) las vías de salida parecen cerrarse rápidamente, (3) la huída parece el único modo de supervivencia, y (4) no hay nadie en el entorno que pueda prestar ayuda. Posiblemente, son los medios de comunicación e incluso los responsables de la gestión de la catástrofe o los mismos políticos con sus declaraciones quienes anticipan y, en cierto modo, inducen a pensar que la gente reacciona con pánico. Lo cual no resulta inocente, ya que visto el problema desde la perspectiva de estos actores,
20 Véase, por ejemplo, Johnson (1987); Foreman (1953); Keating (1982); Quarantelli (1954); Quarantelli (1957); Schultz (1964); Strauss (1944). 21 Diccionario de la Real Academia Española, 22ª ed. 2001.
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bien podría suceder que la imputación de pánico pudiera convertirse en un justificante para no facilitar información a la población. Esta línea argumental se basa en numerosas investigaciones realizadas en las que se demuestra que la población tiende a exhibir una conducta racional, sensata y encaminada a ayudar a los demás, por lo que el mito del pánico es como mucho un mero supuesto que no necesariamente hay que asumir y que como tal no debe ocupar apenas espacio en el ámbito de la gestión y planificación de desastres. Aparte de a través de la investigación, puede uno convencerse fácilmente de que la conducta de pánico es rara con sólo revisar las imágenes del 11-M emitidas por TV. Lo que allí afloró fue más bien lo contrario del pánico, es decir, conductas racionales y altruistas de ayuda a los demás aún a costa de arriesgar la propia vida. La atribución de conductas de pánico en situaciones de catástrofes proviene posiblemente de las películas sobre este tema. Esto es lo que ha destacado Clarke (2002) con toda rotundidad al señalar que: «Aparecen por doquier imágenes de pánico grupal y de caos colectivo en las películas de Hollywood, en los medios de comunicación dominantes y en la retórica de los políticos y, sin embargo, en contra de lo que sugieren estas representaciones, el pánico colectivo es relativamente raro. En situaciones de desastres la gente muestra unos modelos ejemplares de civismo… Las películas estimulan la idea de que la gente es propensa al pánico. Títulos como Independence Day, Armageddon y Earthquake in New York son ejemplos típicos: las personas saltan por encima de sus amigos, de sus familiares y de los desconocidos para ponerse a salvo a sí mismas» (pág. 21).
Mitchel et al. han estudiado once películas sobre desastres para hacer el seguimiento de cinco mitos inicialmente estudiados por Jones (1993) y analizar su difusión en estas películas. El objetivo de su estudio consistió en ver si esos mitos se transmitían y perpetuaban por medio del cine. La conclusión era que, en general, sí. Vienen manteniendo esta perspectiva sobre las conductas pánicas no sólo los cineastas, sino también los políticos, administradores, funcionarios, periodistas y el público en general cuando no está en dichas situaciones de catástrofes. Tal como insiste el trabajo que se acaba de citar, después de décadas de investigación del comportamiento de la población en situaciones como terremotos, tornados y riadas, los resultados son sistemáticos y consistentes en afirmar que la gente raramente muestra esas conductas de pánico. En este sentido, tras numerosos análisis llevados a cabo, uno de los investigadores que primero y más extensamente ha estudiado este tema concluye que posiblemente el concepto de ´pánico´ no resulta nada útil (Quarantelli, 2001). Por otra parte, estos falsos supuestos sobre las conductas de pánico en la población en situaciones de desastres han sido desmentidos categóricamente por la investigación llevada a cabo a lo largo de varios lustros. En palabras de Clarke (2002:1):
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«Contamos, sin embargo, con 50 años de evidencia sobre el pánico, y la conclusión es meridiana: es muy raro que la gente reaccione con pánico, al menos en el sentido en que normalmente se utiliza este término. Incluso cuando la gente siente un miedo excesivo –como un sentimiento de desastre abrumador– normalmente evita tanto los esfuerzos insensatos como sumirse en el caos. En concreto, resulta altamente improbable que cause daños a los demás en el momento en que está luchando por sobrevivir, llegando incluso a arriesgar su propia vida para ayudar a otros».
En esta misma línea se sitúan las conclusiones de Quarantelli (2001) cuando señala: «Más recientemente, Johnson (1988)22 llevó a cabo estudios intensos sobre personas atrapadas en situaciones potencialmente provocadoras de pánico, tales como un fuego en un club nocturno y una estampida durante un concierto de rock y en los que murieron respectivamente 160 y 11 personas. Los resultados no admiten ambigüedad alguna. La gran mayoría de las personas implicadas no se comportaron como si fueran animales, al contrario de lo que preconizan muchos estudiosos anteriores del pánico. En contra de las ideas de irracionalidad, lo que se produjo fue una conducta racional frente a la crisis, y si bien las personas experimentaron emociones fuertes, éstas no las llevaron a desarrollar una conducta no-adaptativa. Estos resultados dieron nuevos bríos al punto de vista de que, entre los muchos investigadores que han estudiado lo que parecerían situaciones de pánico, predominan los comportamientos sociales frente a los antisociales, incluso en situaciones de este tipo».
2. LA REACCIÓN DE LA POBLACIÓN: EL SÍNDROME DEL PÁNICO Como consecuencia del mito del pánico, se ha desarrollado el denominado síndrome del pánico en situaciones de desastres. De acuerdo con este síndrome, la gente, traumatizada, víctima del shock, reacciona presa del pánico mostrando una serie de comportamientos como la traumatización, la paralización, el egocentrismo y la conducta antisocial. En primer lugar, en relación con la traumatización, es corriente suponer que tras una catástrofe la gente queda sometida a un estrés tan fuerte y de tan larga duración que no podrá salir de él sin ayuda psicológica y/o psiquiátrica, debido
22 En este artículo describe este autor lo que sucedió en un incendio en el que murieron cerca de 200 personas. Este artículo se ha tomado como paradigma de conductas de pánico y el autor demuestra que, aunque la lucha por la propia supervivencia fue más acusada a medida que las salidas se iban cerrando, sin embargo, incluso en esta situación no se produjo una rotura total del orden social, permaneciendo las normas sociales y los lazos estructurales.
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a los profundos trastornos emocionales derivados de la exposición a la catástrofe. De hecho, en la bibliografía sobre gestión de catástrofes predomina la etiqueta del stress post-traumático que, en muchos casos, se suele aplicar generalizada e indebidamente. Los diagnósticos categoriales psiquiátricos se vuelven frecuentes en estas situaciones, cuando la realidad más habitual indica que se trata de estados de fuerte carga emocional que pasan con el tiempo. Por otra parte, los datos existentes indican que la frecuencia, intensidad y duración de los trastornos psiquiátricos no suelen superar la frecuencia que se observa en las situaciones previas a la catástrofe y que tienden a remitir pronto sin que todas esas reacciones supongan un impedimento invalidante para el desarrollo de las actividades cotidianas de los individuos. En este sentido, a veces se trata de efectos del diagnosticador más que del diagnosticado: a raíz del accidente del Prestige, apareció en la prensa la noticia de los resultados de una encuesta en la que, a los tres meses, algunos sujetos hablaban de que podían padecer cáncer debido a su contacto con el chapapote. Una vez más, el uso inoportuno del instrumento inadecuado puede provocar desastres. Ante el shock producido por el desastre vendría la paralización, es decir la supuesta incapacitación o invalidación del individuo. Uno de los aspectos del síndrome del pánico tendría que ver, entonces, con el hecho de que la gente, al verse atrapada, sin salida y sin ayuda de los demás, tendría una sensación de desvalimiento, que la llevaría a una especie de parálisis que le impediría tomar decisiones. Suele pensarse que, si bien las catástrofes y desastres no generan pánico como tal de una manera generalizada, sí suele suceder que en estas situaciones la gente queda paralizada o incapacitada para reaccionar y defenderse. Esto sólo es cierto en el caso de las personas que han quedado gravemente heridas tras la catástrofe, y no lo es en los demás casos en los que la gente se moviliza rápidamente y pasa a la acción sin necesidad de quedar a la espera de que alguien venga a salvarlos o rescatarlos. De hecho, tras el impacto inicial de la catástrofe, la gente se organiza rápidamente para iniciar las tareas de búsqueda y rescate, sin esperar la llegada de las distintas organizaciones. Es una observación común encontrarse con que muchas personas encuentran fuerzas redobladas en estas situaciones, tal como lo demuestran los cientos y miles de voluntarios que se aprestan a colaborar en las más variadas tareas y necesidades. Un buen ejemplo de todo esto lo constituye la reacción de la población en el caso del Prestige, que lejos de quedarse esperando soluciones de fuera se arremangó y embadurnó sus manos en la recogida del chapapote, o en el caso del 11-M donde la población fue capaz de convertir los bancos de los parques públicos en improvisadas camillas para transportar a los heridos en tanto llegaron las ambulancias. Lejos de la paralización surge la auto-organización rápida, eficiente y eficaz, con toma de decisiones racionales y expeditivas. Un tercer componente del síndrome del pánico tiene que ver con el supuesto egocentrismo que desarrollarían las personas en estas situaciones. Esta falsa creencia
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incide en la idea de que tras la catástrofe los individuos sólo piensan en sí mismos y en sus pérdidas de todo tipo, lo que los lleva a una situación de desesperanza y, por tanto, a una profunda desmoralización que, en ocasiones, los fuerza incluso a abandonar la comunidad en la que vivían antes del desastre. Esta cadena de razonamientos no se ve respaldada por los resultados de la investigación. La solidaridad y el compartir las propias situaciones se convierten en una oportunidad esperanzadora. Se plantea aquí el tema de que normalmente lo que una catástrofe rompe no es tanto la autonomía funcional de un individuo, sino más bien las redes, roles y relaciones de los grupos, es decir, la catástrofe actúa sobre las estructuras y las relaciones, que son las que quedan más resquebrajadas. Finalmente, otro de los mitos recurrentes es el de la conducta antisocial de la población tras la catástrofe. Se dice que el pillaje, los saqueos y en general la conducta antisocial afloran durante y después de la catástrofe. Esta imagen es bastante incorrecta y debe su existencia a relatos esporádicos de los medios de comunicación y a la difusión de rumores e historietas diversas que circulan y se transmiten entre la gente. Lo que las investigaciones han demostrado con nitidez es que sucede todo lo contrario, es decir, se dan conductas sociales y solidarias de la población durante todo el proceso de la emergencia. Tanto en los distintos terremotos y tsunamis recientes como en los atentados del 11-M y del 11-S, lo que se produjo fue una reacción de solidaridad y ayuda tanto a nivel local como nacional e internacional.
3. LA DISTRIBUCIÓN ALEATORIA DE LOS IMPACTOS Suele repetirse con mucha frecuencia que los efectos de los desastres afectan a todos de una manera aleatoria y por igual, por más que tanto la observación como la investigación hayan demostrado sobradamente que, a nivel individual, los desastres pegan más fuerte a las personas más vulnerables, entre las que se encuentran los pobres, las mujeres, los niños y los ancianos. Tampoco a nivel de colectividades o países se da una distribución aleatoria del impacto de los desastres: golpean más duramente en los lugares de alto riesgo, que suelen estar ocupados precisamente por las personas más pobres, por lo que no es lo mismo un terremoto de la misma intensidad en Japón que en Latinoamérica. Los últimos terremotos así lo demuestran. Mientras que en Japón apenas ha habido víctimas mortales, en otros países de menor nivel de desarrollo y con una preparación menor, las víctimas pueden contarse fácilmente por miles, hecho que alude claramente a problemas de estructura social: «¿Somos entonces desiguales frente a la naturaleza? Sin la menor duda. En un informe publicado el 2 de febrero pasado y titulado Reduciendo el riesgo de los desastres, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se pregunta si, a la vista de
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cifras como las que acabo de citar, todavía se puede seguir hablando de catástrofes naturales. El impacto de un terremoto, de un ciclón o de una inundación no es el mismo según los países; depende de las políticas de prevención aplicadas por las autoridades» (Ramonet, 2004).
La investigación de distintos tipos de desastres a nivel internacional ha demostrado que este supuesto de la distribución aleatoria de los impactos es esencialmente falso [WHO (2006), Bryant (2000)]. Como siempre, vulnerabilidad e impacto están altamente correlacionados, de forma que, tras un desastre o catástrofe, la probabilidad de sufrir un zarpazo mayor o menor está directa e indirectamente relacionada con el hecho de ser varón o mujer, joven o anciano, pobre o rico, vivir en una zona de la ciudad o en otra, en un país o continente o en otro. Normalmente, los costes en vidas humanas, los daños económicos, psicológicos y sociales son mayores allí donde viven las personas más desfavorecidas, manteniéndose esta ley tanto a nivel individual como a nivel de regiones, zonas y países, por lo que la perspectiva de la distribución aleatoria de los impactos carece de fundamento. Más aún, el fomento de este supuesto aleatorio podría inducir la idea de que, dado que los terremotos, por ejemplo, son asesinos aleatorios, poco se puede hacer frente a ellos. La experiencia demuestra que cuando los edificios se han construido de manera adecuada y la población está formada (preparada) las muertes son mínimas o nulas. Según ya se ha mencionado, el número de muertos tras un terremoto de la misma intensidad en un país como Japón o en un país pobre de Latinoamérica es muy distinto.
4. DEL DESCONTROL Y DEL CONTROL DE LA INFORMACIÓN En situaciones de crisis graves, los medios de comunicación cumplen un papel de elementos resonadores o amplificadores de los efectos del desastre, construyendo determinados marcos de referencia y enfocando selectivamente determinados aspectos sobre otros, en función no tanto de la objetividad como de destacar aquello que puede resultar noticiable. No es noticia el hecho de que la población se auto-organice y gestione con sentido común la catástrofe, pero sí lo es el hecho de que se produzca un par de actos de pillaje. Si esta noticia se amplifica adecuadamente, la imagen que puede quedar reverberando es la de una ciudad sumida en el caos. Parece cierto que «se entrena o educa a los informadores para que busquen los lugares y los sucesos más dramáticos» (Fisher 1999). Según este autor, son bastantes los estudios que «indican varios factores que pueden contribuir a aumentar o disminuir la probabilidad de que los mitos relativos a los desastres se transmitan como si de hechos se tratara». Destaca los siguientes: tipo de cobertura de la noticia, el encaje de la entrevista en el relato, el momento de la catástrofe sobre el que se está informando y el tipo de
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desastre. En la siguiente cita de Tierney et al. (2006: 57) queda claramente reflejada la idea del efecto de los marcos de referencia que puedan adoptar los medios de comunicación: «Los supuestos de que los desastres van acompañados del pillaje, la desorganización social, y la conducta desviada, constituyen buenos ejemplos de tales mitos. La investigación demuestra que los medios de comunicación desempeñan un papel importante en la propagación de creencias erróneas sobre el comportamiento en los desastres. Tras el huracán Katrina, los medios enmarcaron las respuestas de las víctimas del desastre de un modo que exageraban la incidencia y la gravedad del pillaje y el desorden. La información facilitada por los medios utilizó inicialmente un marco de referencia en términos de revuelta civil, y, posteriormente caracterizaron la conducta de las víctimas como equivalente a una guerrilla urbana. El énfasis de los medios tanto en el desorden como en la necesidad de un control social estricto refleja y refuerza el discurso político encaminado a demandar un mayor papel de las fuerzas armadas en la gestión del desastre».
Pero aún más, el hecho de exagerar las situaciones puede provocar efectos bastante desastrosos de cara, por ejemplo, a evacuar a tiempo a las víctimas y evitar así que perezcan o se lesionen. Un ejemplo de ello aparece en el Informe encargado por el Congreso americano para conocer los fallos de la gestión durante el huracán Katrina. Se difundió la idea de que la población no quería ser evacuada y de que disparaban a los helicópteros que aparecieran por allí, por lo que el rescate y la evacuación se retrasaron en exceso, con unas consecuencias fatales en muchos casos: «Los informes de que se estaban produciendo unas revueltas desenfrenadas, especialmente la persistente leyenda urbana de que se disparaba contra los helicópteros, demoraron definitivamente algunas respuestas a la emergencia y al restablecimiento del orden. Abundaban las informaciones provenientes de lugares como Andover, Massachusetts, de lugares que no querían enviar sus bomberos debido a que la gente derribaba los helicópteros. La Guardia Nacional renunció a acercarse al Convention Center hasta el día 2 de Septiembre, 100 horas después del huracán, porque estábamos esperando hasta tener suficientes efectivos disponibles para constituir una fuerza abrumadora, en palabras del Teniente General H. Steven Blum, Jefe de la Oficina de la Guardia Nacional ante los periodistas el día 3 de Septiembre» (Davis, 2006:171).
Las consecuencias de este tipo de información exagerada por los medios quedan claras si leemos la siguiente declaración del Coronel Ebbert (Davis, 2006:171):
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«Los funcionarios gubernamentales se hicieron eco de estas preocupaciones: incluso los conductores que llegaban a Mississippi eran disuadidos por las noticias de los medios de comunicación social de New Orleans. Muchos de ellos terminaron pidiendo escoltas militares. Habían llamado y decían ‘hemos sido asaltados o nos hemos quedado sin combustible en la Autopista 49 o en la 59’. Cuando la ayuda llegó admitieron que no era cierto, que lo único que querían era escoltas. Evidentemente, esta situación impidió una logística a tiempo, dijo Ebbert».
Otro aspecto importante desde el punto de vista de la gestión de crisis es el relativo a la conveniencia o no de limitar la información a la población. El mito o creencia, desde este punto de vista, señala que lo mejor es limitar la información relativa a la magnitud de la tragedia, con el fin de no alarmar a la población innecesariamente. Sin embargo, la realidad de la investigación muestra que estas restricciones de información a lo que llevan es a crear una falta de confianza en la población y, directa o indirectamente, a generar violencia y otros tipos de comportamientos no adaptativos. El recurso al constructo de la alarma social puede ser un mecanismo limitador del derecho a la información en estas situaciones de catástrofe, recurso al que pueden acogerse tanto los informadores como los políticos. Reaparece aquí el mito del pánico utilizado como pretexto para no informar a la población (Gutiérrez Gutiérrez, 2001): «En principio, parece justo que todos los individuos estén informados sobre los peligros que corren. Sin embargo, suelen surgir motivos para justificar la falta o manipulación de la información, como la preocupación de no provocar un daño mayor a través de la comunicación desencadenando el pánico. Este es uno de los muchos mitos que existen sobre la conveniencia o no de alertar con tiempo, la población caerá en «pánico colectivo», pero ésta no se espanta a no ser que exista una clara evidencia de no existir vías de salida o causa clara de muerte inminente. Muchas de las resistencias al conocimiento de los riesgos se deben al valor negativo que se atribuye a la ansiedad».
5. DE CÓMO LAVAR LA PROPIA CONCIENCIA O EL AFÁN DE AYUDAR MAL Y A DESTIEMPO La idea de que toda ayuda exterior destinada a aliviar la situación catastrófica es bienvenida y necesaria, no siempre es cierta. Así, en lo referente al personal sanitario, por ejemplo, muchas veces el problema principal no es tanto un problema de escasez, sino sencillamente que el personal nativo ha perdido también bienes o familiares o amigos, lo que le incapacita para prestar asistencia regular. Por otra parte, en una situación de catástrofe donde el propio personal sanitario autóctono no cuenta ni con vivienda, ni con comida ni con recursos suficientes, el hecho de que acuda personal
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de otros países se convierte en una sobrecarga aún mayor para el sistema23. En este sentido, sólo sería recomendable la ayuda de personal sanitario que pudiera cubrir las necesidades que el personal autóctono no pudiera satisfacer. Lo mismo se aplica al envío de medicinas. Muchas veces estos envíos se convierten en un problema serio de almacenamiento y distribución o bien vienen etiquetadas en un idioma que nadie entiende o están caducadas o no son adecuadas para las necesidades sanitarias o no existen los canales de distribución pertinentes. Por estas y otras razones, no siempre es bienvenida la ayuda exterior, ya que, de una parte, una rápida respuesta de solidaridad que no se derive de una clara valoración de las necesidades reales, lo que hace es aumentar el problema, y de otra, a veces lo que logra es neutralizar las capacidades de respuesta autóctona, víctimas, funcionarios, agencias, voluntariado, que pueden resolver por sí mismos las situaciones, por lo que la ayuda exterior es útil tras una adecuada evaluación de las necesidades (Bryant y de Ville de Goyet). A esto hay que añadir que, con frecuencia, la voluntad de ayudar llega a herir la sensibilidad de las personas afectadas, tal como sucedió, pongamos por caso, en el accidente del Prestige en Galicia, cuando algún medio de comunicación (¡siempre los medios con su capacidad resonadora!) iniciaron una colecta encaminada a enviar «juguetes para los niños pequeños, para los pobres gallegos»24. Se ha observado a veces que durante un desastre, la respuesta de ayuda nacional e internacional, puede contribuir a aumentar el caos (de Ville de Goyet): «Nuestra experiencia refleja el hecho de que una respuesta precipitada, es decir, que no se base en la familiaridad con las condiciones locales y que no sea complementaria de los esfuerzos nacionales, lo único que hace es potenciar el caos. Es, a menudo, mejor esperar hasta que se hayan evaluado las necesidades genuinas. Las donaciones no pedidas de ropas, alimentos y medicamentos que no se ajusten a los criterios de la Organización Mundial de la Salud, lo que hacen es bloquear los canales de distribución».
Parece oportuno destacar aquí de nuevo el papel de los medios de comunicación social, la TV sobre todo, así como las consecuencias de su actuación a la hora de plantear el contexto social de la catástrofe. Nada mejor para entender este aspecto
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Véase: http://www.who.int/hac/techguidance/ems/myths/en/. Un mecánico, Alfonso Marcos González, declaraba lo siguiente: «A Galicia se la está tratando como si fuera un país totalmente pobre. En Navidad ya se estaban mandando juguetes para los niños pequeños, para los pobres gallegos. Pero resulta que esta desgracia es ajena a nosotros, fueron ellos los que no fueron capaces de paliarla desde el principio como deberían. El barco estuvo ahí una semana, lo pasearon de sur a norte y de norte a sur, para que toda la porquería esta quedara embadurnando las costas. Dicen que fue lo mejor que se podía hacer. ¿Qué sería entonces lo peor?» (Revista Fusión, 25 de Abril de 2005). 24
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dramático del problema que recurrir a las propias palabras de dos especialistas en estos temas, Dynes y Rodríguez (2005): «La percepción de falta de ayuda a la vista de unas necesidades agobiantes, combinada con la insistencia burocrática, es capaz de convencer a los televidentes de una cadena de TV nacional de la necesidad imperiosa de brindarse como voluntarios e ir al lugar del desastre para ayudar a poner remedio a la falta de ayuda. En algunas ocasiones, efectivamente pueden cubrir alguna necesidad. Por otra parte, sin embargo, con gran coste personal de tiempo y de dinero, pueden acudir los voluntarios unos días más tarde para encontrarse con que no son necesarios o que no son bienvenidos por parte del personal de la administración que está en el lugar de los hechos. Por la misma razón por la que las víctimas podrían necesitar ayudadores, estos también necesitan víctimas. Estos ayudadores frustrados son los candidatos perfectos para ser entrevistados por la TV, acusando a los burócratas gubernamentales de impedir su implicación e insistiendo en sus habilidades y destrezas, y en su sacrificio personal, así como en el sacrificio que les ha supuesto llegar hasta allí y su convicción de que su ayuda es necesaria».
6. LA ESTRATEGIA DEL OLVIDO O LA TEORÍA DE LA RECUPERACIÓN ESPONTÁNEA En poco tiempo los medios de comunicación se dedicarán a otra cosa y los afectados tendrán que seguir recuperándose individual, social y económicamente. Las personas ajenas a la catástrofe se quedarán tranquilas pensando que la recuperación total se producirá espontáneamente. Es el momento para la estrategia del olvido, una especie de amnesia social, por parte tanto de políticos, voluntarios, periodistas, gestores y ONG, como de las propias víctimas. Aquellos, porque posiblemente no queda clara su responsabilidad sobre el modo de gestión de la crisis, éstos, los afectados, porque es mejor olvidar algo que ha sido muy traumático. Y, sin embrago, desde un punto de vista científico/técnico, el problema, en palabras de Miletti (1999), es que conviene pensar a largo más que a corto plazo en lo que a mitigación de impactos se refiere: «Tal como se la concibe normalmente, la mitigación es de muy corto alcance. En general, la gente muestra una predisposición cultural y económica a pensar fundamentalmente a corto plazo, si bien una mitigación sostenible requeriría una perspectiva a más largo plazo que tuviera en cuenta el efecto global de los esfuerzos de mitigación tanto sobre la generación actual como las futuras».
Este esfuerzo de mitigación a largo plazo estaría relacionado directamente con los esfuerzos posteriores en cuanto a inversiones (en recursos humanos y financieros)
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para la recuperación del sistema dañado, tanto a nivel personal como social, económico, y político. Es realmente el momento de comprobar las promesas de la fase de catástrofe de los gobiernos, entidades financieras, políticos, y otras organizaciones de diversa índole, quienes, una vez que han aparecido en la TV, olvidan las generosas promesas realizadas.
7. AL ACECHO DEL PARADIGMA PSICOMÉTRICO: EL PAPEL DE LOS EXPERTOS Este mito es posiblemente uno de los más extendidos y de un impacto más negativo sobre las políticas de gestión de emergencias, crisis y catástrofes. Se deriva de los estudios sobre la percepción del riesgo y ha provocado un dualismo devastador entre las percepciones del riesgo que tienen los expertos y la percepción del mismo que tienen los ciudadanos corrientes, con el agravante de que este dualismo ha llevado al intento de los expertos (especialistas) de tratar de corregir las percepciones de la población sobre los riesgos intentando llevarla de sus supuestos miedos irracionales hacia una concepción racionalista, científica y técnica. En la realidad de los hechos lo que sucede es que es necesario combinar y coordinar los saberes y habilidades de todos los implicados en una situación de catástrofe, que constituye «un mosaico muy complicado de individuos y organizaciones que tienen destrezas, recursos, energía, capacidad de improvisación, y conocimiento de la sociedad afectada. El auténtico malabarismo consiste en fusionar su energía y sus conocimientos en un esfuerzo coordinado» (Dynes y Rodríguez, 2005). Esta extendida idea de que las decisiones de la política social deben ignorar las percepciones que el público tiene de los riesgos procede en buena medida de este mito del denominado paradigma psicométrico (Sjöberg et al. 2004). Desde hace tiempo, y en la actualidad también, persiste la desconfianza entre los expertos (científicos) y sus enfoques del riesgo y las ideas, creencias y actitudes que la gente tiene sobre los riesgos, hasta el punto de que Slovic et al. (1992) concluyen que lo que en realidad se produce entre estos dos modos de ver una misma realidad es una crisis de confianza y que es necesario comprender en profundidad la naturaleza del concepto de confianza como tal. No es este el lugar para desarrollar en mayor profundidad el carácter central de la confianza en las situaciones de catástrofes. Baste recordar que, si revisamos cada una de las catástrofes más recientes, uno de los problemas fundamentales que emerge en todas ellas, desde el punto de vista de la gestión de la crisis, es el de la desconfianza mutua. La población no se fía de los juicios de los expertos ni de los políticos, los técnicos desconfían del papel que desempeñan los medios de comunicación, y estos no confían en el discurso de los políticos, el parlamento desconfía de unos y de otros y encarga informes independientes que tratan de averiguar la verdad de lo ocurrido, sobre todo con respecto a las responsabilidades.
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8. LA TONADILLA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA: DE LO LINEAL A LO SISTÉMICO Esta cantinela consiste en trivializar, simplificándolos, los fenómenos complejos y parte de la idea de que con el avance de la ciencia y la tecnología se solucionarán más fácilmente los conflictos, crisis y peligros tanto nacionales como internacionales. Las cosas son, sin embargo, más complejas (es decir, no deterministas) ya que «Los hormigueros, la macro evolución, las selvas tropicales y el cerebro comparten un rasgo común: son sistemas complejos, dotados de propiedades especiales a medio camino entre el orden y el caos» (Solé, 1996). Las variables de análisis son sistémicas, por lo que hay que tener en cuenta cuatro componentes esenciales: elementos del sistema, estructuras del sistema, relaciones entre los elementos y el sistema, y relaciones entre las estructuras del sistema. Este esquema tiene la ventaja de que puede aplicarse por igual a cualquier sistema, ya sea biológico, social, o político, y, por otra parte, tenerlo en cuenta podría evitar que los expertos, al estar concentrados en las partes, pierdan la perspectiva del conjunto. Hay una serie de problemas conexos que nos impiden dar una respuesta sencilla a las preguntas relacionadas con el riesgo. En primer lugar y, ante todo, los riesgos han dejado de ser un simple hecho natural (actos de Dios) para convertirse en un fenómeno más complejo donde se observa una interacción de los sistemas naturales, sociales y tecnológicos. El desarrollo de las tipologías basadas en la etiología de los hechos ya no es funcional, y lo mismo sucede con la distinción entre amenazas naturales y tecnológicas. En segundo lugar, actualmente se conciben las respuestas a los riesgos como inscritas en un medio social y ambiental más amplio, donde es cada vez más difícil distinguir entre los impactos de catástrofes o riesgos específicos y el contexto social o ambiental más amplio. Uno de los resultados directos es la complejidad creciente de los sistemas de gestión de los riesgos y un espectro más amplio de las alternativas de tratamiento que van más allá de los aspectos geotécnicos. En la medida en que los riesgos y amenazas se vuelvan más políticos, se adoptarán las decisiones de tratamiento sobre la base de criterios sociales, no de proezas técnicas (Mitchell 1990, Kates 1985)25. Todo ello hace pensar en la necesidad de nuevos enfoques y estrategias encaminadas a dar cuenta de la complejidad misma de los desastres, por medio de una perspectiva sistémica global y de un mayor énfasis en las fuerzas y factores sociales que intervienen en cada una de las fases de los desastres, por lo que
25 Citado en Susan L. Cutter, Respuestas sociales a los riesgos ambientales (http://www.unesco.org/ issj/rics150/cutter150.htm). Ver también Kates, RW, 1985. «Success, strain and surprise», en Issues in Science and Technology, Vol. II (1): pp. 46-58. Mitchell, JK, 1990. «Human dimensions of environmental hazards: complexity, disparity and the search for guidance», en Kirby, A. (comp.) Nothing to Fear: Risks and Hazards in American Society (Tucson: University of Arizona Press 1990), pp. 131-175.
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ya no basta con el conocimiento del mundo físico y de los factores tecnológicos que rodean este tipo de situaciones catastróficas (Miletti 1999).
9. EL MITO DE QUE LAS CATÁSTROFES SON SIEMPRE Y EN TODO NEGATIVAS Muchas de las definiciones de los desastres y/o las catástrofes se plantean en términos negativos. Se trata de una creencia generalizada, si bien a nivel empírico puede demostrarse que tienen una serie de consecuencias positivas a todos los niveles sociales. Mientras algunos científicos sociales ven los desastres como eventos traumáticos que le acontecen al sistema social (perspectiva negativa y reactiva), otros, sin embargo, los ven como manifestaciones evolutivas de los sistemas sociales sujetos a cambios permanentes (punto de vista positivo y proactivo). Desde una perspectiva positiva, nos situaríamos en el marco del cambio social y no de los problemas sociales. Vimos anteriormente cómo en una situación de catástrofe las personas pueden sacar lo mejor de sí mismas en términos de solidaridad, autosuperación, nuevos liderazgos, respeto al medio ambiente, etc.
10. LA GLOBALIZACIÓN DE LAS CRISIS Suele darse por supuesto que las amenazas, los riesgos y los peligros afectan a algunos sólo y no a todos. Distribución aleatoria frente a sujetos designados: el terrorismo de ETA no fue un problema acuciante para la población hasta que dejó de elegir a determinadas víctimas (militares, jueces, policías, etc.). El problema surgió cuando la designación de las víctimas se convirtió en aleatoria: cualquiera podría ser la próxima víctima. Es ahí donde surge el rechazo por parte de la población. Históricamente se creía que los desastres y catástrofes suelen concentrarse en un área geográfica determinada y que afectan a un solo sistema político. Cada vez es menos cierta esta afirmación ya que la mayoría de los riesgos, peligros y catástrofes modernos tienden a expandirse más allá de fronteras geográficas concretas y afectan a sistemas políticos y naciones múltiples. Es decir, trascienden el espacio y el tiempo. Por ejemplo, una catástrofe nuclear no afecta sólo al país donde se produce ni sus efectos se limitan a unos pocos días, sino que pueden perdurar muchísimos años. O, en otro caso, el terrorismo no es un fenómeno local, sino que va permeando fronteras. ¿Qué ha pasado con la crisis de las vacas locas? ¿Y las dioxinas? ¿Y la fiebre aftosa? También las crisis, catástrofes, riesgos y peligros se globalizan.
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11. DE LA VOLUNTAD DIVINA A LA DEJADEZ Los desastres y catástrofes, según esta creencia, son hechos naturales (proceden de Dios o proceden de la naturaleza) y por tanto poco se puede hacer contra ellos. Sin embargo, el paradigma de las ciencias sociales sostiene que (1) los desastres son esencialmente fenómenos sociales y (2) la fuente de los desastres reside en la estructura o en el sistema social mismo. No obstante, seguimos utilizando conceptos que nada tienen que ver con estas dos afirmaciones. Por ejemplo, utilizamos los conceptos de espacio y tiempo en su sentido geográfico y temporal cronológico.
12. LA APOLITICIDAD DE LAS CATÁSTROFES Las catástrofes y desastres son fenómenos que suceden y que nada tienen que ver con el sistema político. Alguien ha destacado lo contrario con la expresión pionera resonancia política de las catástrofes (García Gómez 1989). Se alude con ello a la idea de que conflictos previos latentes del sistema social aprovechan la situación de crisis para manifestarse. No es infrecuente que coincida la caída de un gobierno con un terremoto o un atentado, por ejemplo. Si alguien duda de la conexión entre catástrofes y política puede liberarse de su incertidumbre leyendo el libro Earthquakes in Human History: The Far-Reaching Effects of Seismic Disruptions26. Un comentarista del libro señala lo siguiente: «En el caos que siguió al terremoto de Lisboa, los líderes políticos y religiosos se disputaron el control. El Marqués de Pombal subió al poder y se convirtió en la práctica en un dictador. Como consecuencia, los jesuitas perdieron una gran parte de su influencia en Portugal. Voltaire escribió su obra satírica Cándido, para refutar la filosofía del «optimismo», la creencia de que Dios había creado un mundo perfecto. Y el terremoto de 1755 disparó la búsqueda de una comprensión científica de los desastres naturales».
Dice el autor del libro que «algunos desastres naturales son desencadenantes del cambio; otros son catalizadores de un cambio subyacente», y estos fenómenos –añade– «llevan a una secuencia de eventos que pueden durar siglos».
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Jelle Zeilinga de Boer y Donald Theodore Sanders, Earthquakes in Human History: The Far Reaching Effects of Seismic Disruptions (New Jersey: Princeton University Press 2004).
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En este libro se relatan las consecuencias políticas de desastres naturales antiguos y actuales. Desde el terremoto que destruyó la mayor parte de la ciudad de Esparta en el 464 a.C. produciéndose una serie de revueltas sociales que siguieron a las geológicas, hasta el ya mencionado de Lisboa, con las secuelas enumeradas anteriormente, llegando hasta el terremoto de Managua en 1972, que supuso la caída de Somoza, tras haber robado la mayor parte de la ayuda internacional para la reconstrucción, lo que estimuló la revolución sandinista que terminaría triunfando en 1979. Añade García Gómez (1989)27 algunos ejemplos más de conexión, no necesariamente causalidad, entre desastres y cambio de régimen político: Cabrían múltiples ejemplos históricos de esta teoría, pero recordemos a título de ejemplos, la independencia de Bangladesh a raíz de un ciclón en los años 70, la caída del régimen somocista en Nicaragua y el terremoto de Managua, y un ejemplo paradigmático es la reciente historia de Rusia: El régimen zarista cae en pleno desastre bélico del 17, y el régimen comunista se empieza a desmoronar poco después del accidente tecnológico-nuclear de Chernobyl y del desastre natural del terremoto de Armenia. El desastre bélico de la guerra de las Malvinas propició la caída del presidente Galtieri en Argentina. En nuestro propio país el primer régimen constitucional se dio en plena catástrofe bélica, de la llamada Guerra de la Independencia, y que dio lugar a la popular Constitución de Cádiz conocida como «la Pepa».
CONCLUSIÓN Tras esta revisión de los principales falsos supuestos, mitos y creencias no fundadas en la realidad sobre los desastres y catástrofes, puede apuntarse un conjunto de conclusiones. Así, en primer lugar, observamos que, a pesar de que estos falsos supuestos han sido detectados (e incluso denunciados) por numerosas investigaciones llevadas a cabo sobre catástrofes acaecidas en distintos momentos y en diferentes países, estos mitos persisten en la actualidad, tal como puede apreciarse en distintos análisis de eventos como el huracán Katrina, con respecto al control/descontrol de la información y su impacto en las labores de salvamento. Por otra parte, sigue sin solucionarse el conflicto frecuente de la integración de la verdad de los expertos y la verdad de los ciudadanos: aparecen yuxtapuestas las lógicas del cientifismo, del desarrollo, y de los ciudadanos, faltando una integración de las mismas, de forma que pudiera abordarse con más eficacia la complejidad de las crisis, emergencias y catástrofes. No es inocente, en tercer lugar, la pervivencia de estos y otros mitos relativos a los desastres ya
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Este autor fue quizás de los primeros en destacar estos aspectos para los que acuñó, ya en los años 80, la expresión resonancia política de las catástrofes.
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que son reales en sus consecuencias que, fatalmente, suelen recaer con toda su dureza en las propias víctimas. En este sentido, está claro a quién perjudica la pervivencia de esta mitología sobre los desastres pero, que sepamos, son pocos los estudios encaminados a averiguar a quién beneficia tanto su difusión como su continuidad. Parece oportuno, finalmente, desvelar todos estos mitos, creencias y falsos supuestos sobre los efectos de los desastres, tanto desde el punto de vista de la concienciación y preparación de la población de cara a posibles emergencias de este tipo, como desde la óptica de la investigación y de la gestión de crisis. El hecho de desenmascarar estas creencias puede contribuir a una mejor puesta en práctica tanto del principio de precaución como del de prevención ante situaciones de riesgo y peligro.
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Consecuencias del 11-S sobre la administración federal norteamericana
LAURA ROMÁN MASEDO Profesora Titular de Ciencia Política y de la Administración Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña
El propósito central de mi intervención en estas primeras «Jornadas sobre Gestión de Crisis» celebradas en nuestra Universidad, es describir el proceso de creación del Departamento norteamericano de Seguridad Interior. En este sentido, la segunda parte de mi presentación no será sino una mera exposición pública de los resultados de la investigación que desarrollé sobre este asunto y que se recogen en la obra, Riesgos colectivos y situaciones de crisis: el desafío de la incertidumbre (Servicio de Publicaciones de la Universidad de A Coruña, 2005), coordinada por el profesor Juan de Dios Ruano Gómez, en la que colaboré con el capítulo titulado «Gestión de crisis y cambio institucional: el Departamento norteamericano de Seguridad Interior». En efecto, este macrodepartamento de la administración federal norteamericana es la respuesta institucional del gobierno de ese país a los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, me interesa sobremanera comenzar presentándoles lo que podría considerarse una introducción a dicho capítulo, haciendo una breve reflexión sobre las razones de naturaleza histórica y política que explican por qué un departamento de estas características no existía antes del 11-S. Esta reflexión nos conduce inevitablemente a bucear, si quiera brevemente, en lo que algunos autores denominan la «filosofía americana del gobierno» o, si se prefiere, a cómo se ve el gobierno central en los Estados Unidos, cuáles son las funciones que tradicionalmente se le han asignado y por qué la función o el servicio de «seguridad» ha estado y hasta cierto punto sigue estando disperso entre multitud de agencias gubernamentales. Inmediatamente después de los atentados del 11-S, la primera pregunta que se hicieron muchos analistas y que, sinceramente, nos hicimos casi todos los demás también, fue la siguiente: «¿cómo ha sido esto posible?» Aunque es evidente que en todo fenómeno político las explicaciones difícilmente pueden ser monocausales, a efectos de este análisis ordenaremos las respuestas a esta pregunta en torno a dos grandes bloques de políticas de la administración federal norteamericana. Por un lado,
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se han buscado respuestas más o menos sofisticadas sondeando en el terreno de la política exterior norteamericana de los últimos 30 ó 40 años, y aún más concretamente en su posición respecto al conflicto de Oriente Medio, sobre todo tras la caída del Muro de Berlín. En este sentido, y en los términos más simples desde el punto de vista ideológico, algunos han tratado de utilizar los atentados para completar el proceso de demonización de la «metrópoli», queriendo entenderlos como una respuesta casi «lógicamente» esperable ante la política exterior norteamericana de las últimas décadas. Sin embargo, nos interesa analizar aquí el contexto institucional en el que se producen los ataques del 11 de septiembre de 2001, desde el punto de vista del concepto de seguridad manejado por la administración federal desde la misma fundación de la República en 1787. No en vano, la mayoría de las explicaciones de lo que ocurrió aquel día, desde el punto de vista de la política de seguridad interior, coinciden en denunciar una flagrante falta de coordinación28 entre las diversas agencias gubernamentales encargadas de prestar este servicio a la población. Para acometer esta tarea habremos de indagar en el modelo de arreglo institucional que establece la propia Constitución norteamericana, sus bases filosóficas, y las consecuencias de ambos para explicar la ausencia de una única agencia de seguridad interior en aquel país durante casi 200 años. Cuando algunos sostuvieron, el propio Presidente Bush así lo hizo, que los atentados del 11 de septiembre eran un ataque contra el «estilo de vida americano», no se estaba simplemente utilizando una frase hecha. Además de las implicaciones de esta afirmación hacia fuera de los Estados Unidos, recurrir al mito del estilo de vida americano pudo servir al gobierno federal para un doble propósito: En primer lugar, se trataría de reforzar algunos valores tradicionales, como el patriotismo, que podrían hacer renacer la «Idea de América» lanzada por el Presidente Grant en la década de los años veinte del siglo XIX cuando afirmaba tener, «la firme convicción de que el mundo civilizado se inclina hacia el republicanismo y que nuestra gran República está destinada a ser la estrella que guíe a las demás (...) Creo que el Hacedor está preparando al mundo para que, llegado el momento, se transforme en una gran nación que siga nuestros pasos (...)» (Palomares Lerma, 1999:18)29.
28 Me gustaría dejar claro desde ahora que de ninguna manera estoy afirmando que en un hipotético caso de mejor coordinación entre las agencias de seguridad norteamericanas, los atentados no se hubieran producido. Los problemas de coordinación son endémicos en las administraciones públicas, sobre todo en sistemas político-administrativos muy descentralizados. Ocurre, sí es cierto, que una mejor o peor coordinación entre agencias puede mejorar o empeorar, en el caso que nos ocupa, el funcionamiento de los sistemas de seguridad nacional. 29 Según algunas encuestas realizadas en los Estados Unidos y publicadas en junio de 2002, el 85% de los encuestados creían que los norteamericanos eran más patriotas entonces que antes del 11 de septiembre de 2001 (fuente: Fox News/Opinión Dynamics).
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Este sentido de misión, este sentimiento nacionalista que se fragua en torno a la idea de responsabilidad histórica universal de realizar cierto ideal de libertad, de dar un modelo de democracia al mundo, permitiría al Presidente Bush (pero no nos equivoquemos, hubiera permitido a cualquier otro) abanderar la lucha contra el terrorismo internacional incluso con intervenciones armadas en territorios extranjeros, siempre que la seguridad nacional de los Estados Unidos pudiera verse amenazada. En segundo lugar, entender los atentados como un ataque contra el «estilo de vida americano» (en el que se incluye su filosofía del gobierno), sirvió al Presidente norteamericano para justificar y legitimar la decisión de construir una maquinaria administrativa central de proporciones descomunales en un país tremendamente descentralizado en el que «se ve con malos ojos» a la administración y al gobierno federales; dicho de otra manera, en el que los poderes centrales se han visto siempre con muchísima reticencia. Todo el debate que tiene lugar en el momento fundacional entre los Republicanos liderados por Jefferson y los Federalistas dirigidos por Hamilton, pivota precisamente sobre qué poderes deberían asignarse el gobierno de la Unión y cuáles debían permanecer en el seno de los estados federados. Este debate puede parecernos antiguo, pero realmente atraviesa la historia constitucional y política de los Estados Unidos hasta nuestros días30 y lo que de él nos interesa es cómo se resuelve respecto a la función principal que se le asignaría al Presidente y, por extensión, a la administración federal. Pues bien, en este sentido resultan de extraordinaria relevancia las palabras del propio George Washington en su Discurso de Despedida en el que sostiene que: «(...) para la nueva nación, lo más crucial es conducirse con éxito en nuestras relaciones externas: nuestro sentido de la democracia y de la libertad es el producto que tendrá mayor éxito y que mejor podemos exportar...» (Palomares Lerma, 1999:19).
Esta idea, entre otras, explica por qué en la propia Constitución de 1787 los poderes del ejecutivo se ordenan en torno a la política exterior de la Unión (tanto en su vertiente militar, como en la diplomática, aunque no en todos los casos), que era la única que se entendía que legitimaba la propia existencia de un poder central, además
30 Por ejemplo, cuando los republicanos ganan la mayoría en las legislativas de 1994, la Cámara de Representantes aprueba en cien días nueve de las diez medidas contenidas en el «Contrato con América» que el senador conservador Newt Gingrich había propuesto en las mismas escalinatas del Capitolio. Traicionando el origen federalista de su propio partido pero animado por la ola del neoliberalismo político que liderasen Reagan y Thatcher en la década de los 80, propone entre otras medidas reducir lo que el consideraba «responsabilidades tentaculares del poder central federal en beneficio de los estados federados» (Palomares Lerma, 1999:182-185). Esta anécdota simplemente pretende ilustrar cómo la distribución de poderes entre el gobierno de la Unión y el de los estados es un asunto más del debate político ordinario en Estados Unidos.
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de la regulación «nacional» de las condiciones económicas que permitiesen el libre comercio y la recaudación de impuestos, funciones principales que se asignan al Congreso. Los poderes de los estados, que son en los que reside la soberanía original, permanecieron prácticamente inalterados respecto a la mayoría de «competencias» de las que ya disfrutaban. Por lo que se refiere a la función de seguridad interior, que ahora nos interesa, la Segunda Enmienda a la Constitución, que se aprueba junto con otras nueve en 1791, termina de dar el espaldarazo definitivo a esta distribución de poderes: «Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas».
El valor del individualismo liberal, protestante y calvinista se plasma así en la propia Constitución, asignando en última instancia a cada individuo particular la función de proteger su propia vida, de contribuir personalmente a la seguridad interior del país, en un momento en el que esta función ya se consideraba en Europa propia del poder central. En efecto, para comprender esta diferencia, esencial en el concepto, sólo habremos de recurrir a un par de citas referentes al caso español. En España es la Constitución de Bayona la que establece el primer Ministerio de Policía General (Decreto de 6 de febrero de 1809) que, «(...) tenía como principal función la de proponer al rey ‘todas las medidas necesarias para la seguridad general del Estado, todas las disposiciones de alta policía, todos los reglamentos que convenga hacer, y todas las medidas que haya de tomar para mantener el buen orden y la tranquilidad pública en todas las partes del reino, y particularmente el régimen de pasaportes’. Del mismo modo, el Ministro debía asegurar y vigilar la ejecución de todas estas medidas. Tenía también a su cargo ‘la policía interior de las prisiones y el nombramiento de todas las personas ocupadas de este servicio’, así como la censura de los periódicos» (Sánchez-Arcilla Bernal, 1994:218).
Por su parte, José de Posada Herrera, en sus Lecciones de Administración publicadas a mediados del siglo XIX, se refiere a las funciones de policía en los siguientes términos: «El orden público es la primera condición y la circunstancia más indispensable para la existencia de toda asociación (...) El orden público dice relación a la seguridad de las personas, a la tranquilidad de los pueblos y a la seguridad interior del Estado (...) Las personas a quienes las leyes encargan de la conservación del orden público son el primer lugar los alcaldes... y en la cúspide de la administración, se encuentra el minis-
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terio de la gobernación que es el encargado de velar por el orden público en toda la monarquía» (De Posada Herrera, 1988:353-354)31.
Esta divergencia conceptual no significa, claro está, que la administración federal norteamericana no haya adquirido con el tiempo competencias en materia de seguridad interior. A pesar de que a los norteamericanos, «se les enseña a sentirse avergonzados de recibir ayuda del Gobierno; y admiten de manera inmediata no tener ninguna teoría general que justifique tal ayuda» (Cushman, 1963:130), la complejidad de la moderna tarea de gobernanza ha exigido la progresiva creación de órganos administrativos encargados de funciones diversas, entre ellas la de seguridad interior. Pues bien, es en este punto donde surge el segundo de los problemas que explican los fallos de coordinación de los que se acusó a la administración federal tras los atentados del 11-S. Y es que si bien es cierto que algunas estructuras de seguridad se crean ex novo tras los atentados (como la TSA, Transportation Security Administration, que se crea dentro del Departamento de Transporte en noviembre de 2001 y que pasa a formar parte del organigrama de Departamento de Seguridad Interior en marzo de 2003), otras competencias sobre esta materia que en la actualidad forman parte del DSI, han sido asumidas a lo largo del tiempo por distintas agencias centrales, en una suerte de proceso de aluvión, sin que se creara al mismo tiempo un órgano central encargado de la coordinación de todas ellas. Los siguientes ejemplos ilustran nuestro argumento. – El Servicio de Aduanas (Customs and Border Protection) fue creado en 1789 prácticamente con el sólo propósito de recaudar impuestos sobre los bienes importados, aunque progresivamente va asumiendo otras competencias relacionadas con la vigilancia del cumplimiento de la ley en las fronteras (entre otras muchas). – La Patrulla de Fronteras (Customs and Border Protection) se crea en 1904 dentro del Servicio de Inmigración con el propósito de controlar las fronteras para evitar la inmigración ilegal. Comenzó siendo un cuerpo de policías
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El concepto de policía ha tenido distintas acepciones a lo largo de la historia reciente de Europa. Durante el siglo XVIII, y tanto dentro de la cameralística alemana como de la Ciencia de la Policía francesa, este concepto hacía referencia a toda la administración interior civil del Estado, como justificación ideológica de la actividad intervencionista de las propias monarquías absolutas. Sin embargo, muy pronto, la aparición del concepto de ciudadano portador de unos derechos individuales anteriores a la propia existencia del Estado va limitando el concepto, circunscribiéndolo a las actuaciones del Estado en materia de criminalidad o, más concretamente, a la garantía de la seguridad pública y del orden. Por ejemplo, el «Código General Prusiano de 1794» establece que «el servicio de la policía comprende los establecimientos necesarios para el mantenimiento de la tranquilidad, la seguridad y orden públicos y para la evitación de los peligros que acechan al público o a los miembros individuales del mismo» (para un análisis del concepto de policía véase, Nieto, 1986:67-91 y Baena del Alcázar, 1968:31-42).
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de frontera prácticamente de amateurs para, progresivamente, irse profesionalizando. – Servicio Federal de Marshals (oficiales) del Aire (Inmigration and Customs Enforcement) se creó en 1968 con el objeto de proteger la seguridad aérea (aeropuertos, pasajeros, tripulaciones y mercancías). – La Agencia Federal de Gestión de Emergencias (Emergency Preparedness and Response) tiene sus orígenes nada menos que en una ley de 1803 que se aprueba tras un desastroso incendio en la ciudad de New Hampshire, aunque es el Presidente Carter el que la crea formalmente en 1979 con el objeto de centralizar los esfuerzos de varias agencias que en una aproximación también de aluvión se habían encargado de la gestión de catástrofes hasta entonces. – El Servicio de Inmigración (U.S. Citicenship and Inmigration Services) tiene su origen en el Servicio de Inmigración y Naturalización que se crea a finales del siglo XIX y empieza a operar en la Isla de Ellis en el puerto de Nueva York (hasta 1875 no hay una sentencia del Tribunal Supremo que declara la regulación de la inmigración como responsabilidad federal). – Servicio de Guarda Costas (U.S. Citicenship and Inmigration Services) resulta de la unión de cinco agencias federales en un proceso que comienza en 1789. Interceptar contrabando es su misión principal hasta la II Guerra Mundial, aunque tras esta su responsabilidad principal es el mantenimiento de la seguridad en las costas norteamericanas. – Servicio Secreto (U.S. Citicenship and Inmigration Services) se crea en Washington en 1865 con el único objeto de perseguir la falsificación de moneda. Más tarde sus responsabilidades se extienden a la detención de personas que perpetren fraudes contra el gobierno. Sólo en 1894 comienza su actividad como agencia de protección del Presidente de manera informal, actividad que se hace formal en 1908 (como anécdota señalar que el Presidente Roosevelt envía 8 agentes al Departamento de Justicia que forman el núcleo de lo que posteriormente sería el FBI). La creación del DSI en noviembre de 2002 parece responder a la necesidad de poner algo de orden en este aparente caos y de establecer un órgano de coordinación en materia de seguridad interior. Es en este contexto político-organizativo en el que debemos entender su creación. Como respuesta a la crisis que originan los atentados del 11-S, el DSI viene a centralizar en un solo departamento el trabajo de multitud de agencias, como éstas a las que nos acabamos de referir u otras, que operaban en la administración federal de manera independiente o cuasi-independiente. Otra de las
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funciones principales de este Departamento es coordinar las funciones de seguridad que los estados y los condados siguen reteniendo. En este sentido, no se trata de recortar las funciones locales de policía, sino de coordinarlas. Para hacernos una idea, el propio Departamento reconoce la existencia de unas 87.000 autoridades con competencias en materia de seguridad. Como acabamos de señalar, el DSI se crea con el objeto de poner algo de orden en esta compleja situación. Y se crea tras un ataque terrorista que exige una reacción institucional que vaya más allá de aquellas propias de, digamos, una gestión de crisis «convencional». La magnitud del suceso explica sin duda la dimensión de la respuesta que le sigue. No es suficiente nombrar un comisionado, ni siquiera una comisión entera. Se hace inmediatamente evidente la necesidad de superar un conjunto de medidas que podríamos denominar como «paliativas», para emprender la construcción de un gran tinglado administrativo cuya misión sea proteger al país y aminorar el riesgo de que lo ocurrido vuelva a ocurrir32. La reacción del Presidente Bush ante la tragedia es inmediata. El 20 de septiembre de 2001, es decir, sólo nueve días después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, el jefe del ejecutivo anuncia ante el Congreso de los Estados Unidos el inmediato nombramiento de un Consejero de Seguridad Interior. Dicho nombramiento se produce en los primeros días del mes de octubre a través de una Orden Ejecutiva en la que además se crea el Consejo de Seguridad Interior y la Oficina de Seguridad Interior, ambas dentro de la Oficina Ejecutiva del Presidente. La creación de ambos órganos y el nombramiento del Gobernador de Pennsylvania, Tom Ridge, como Consejero de Seguridad Interior, constituyen la primera respuesta para dar un marco institucional a la gestión de la crisis que los atentados habían provocado. Sin embargo, en ninguno de los casos y por razones obvias, se trata de una respuesta que tenga detrás una estrategia de seguridad a largo plazo. El proceso para diseñar y ejecutar dicha estrategia seguiría una doble vía. Su diseño correría a cargo de la Oficina de Seguridad Interior, que en julio de 2002 publica el documento Estrategia Nacional de Seguridad Interior33. Por su parte, el Presidente Bush ya había enviado al Congreso el mes anterior la propuesta de creación del Departamento de Seguridad Interior34, parte esencial en la ejecución de la nueva estrategia. El 22 de noviembre de ese mismo año la Cámara de Representantes aprueba el proyecto de ley enmendado por el Senado y el 25 de noviembre el Presidente firma la ley que crea el nuevo departamento35.
32 A partir de este punto la exposición sigue en líneas generales lo ya expuesto en mi contribución al libro coordinado por profesor Ruano Gómez arriba mencionado. 33 National Strategy for Homeland Security, Office of Homeland Security. July 2002. 34 The Department of Homeland Security, President George W. Bush, June 2002. 35 Homeland Security Act of 2002.
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Por lo que se refiere a la misión del Departamento de Seguridad Interior es necesario hacer una primera matización. No es infrecuente que la traducción de algunos términos confunda al lector más que situarle en el contexto adecuado para comprender una determinada problemática. Este podía ser el caso con el Departamento de Seguridad Interior (DSI) cuyo nombre en inglés es Department of Homeland Security. Así que parece necesaria una breve aclaración terminológica. Homeland es un término vago cuya traducción literal al español sería «tierra natal» o «patria». Por su parte, la propia ley que crea el departamento especifica que homeland ha de significar para el lector «Estados Unidos». De manera que ateniéndonos a la traducción literal tendríamos que hablar de «Departamento de Seguridad Patria» y ateniéndonos a la interpretación de la ley «Departamento de Seguridad de Estados Unidos». Por razones obvias hemos desestimado la primera traducción. La segunda podía inducir a confusión, puesto que el término «seguridad» puede referirse tanto a la seguridad interior como a la exterior, cuando en la estructura de la administración federal norteamericana ésta última recibe el nombre genérico de «seguridad nacional». Así pues, la elección del adjetivo «interior» es más una consecuencia de la necesidad de desestimar las alternativas anteriores, que una opción que nos deje plenamente satisfechos. Todo lo anterior es importante para entender lo que no es el DSI. Y es que este departamento no es un Ministerio del Interior o al menos no es como nuestro Ministerio del Interior36. El DSI es un departamento de la administración federal que nace con la misión principal de prevenir ataques terroristas, reducir la vulnerabilidad de los Estados Unidos frente al terrorismo y minimizar los daños y ocuparse de la asistencia inmediata en caso de que un ataque terrorista se produzca. En este sentido, no le corresponden, en términos generales, tareas de carácter policial, ni tiene, por ejemplo, competencia alguna sobre las instituciones penitenciarias del país. El DSI es una enorme agencia de protección (civil) nacional frente al terrorismo en sus más variadas manifestaciones, que sólo tiene competencias para prevenirlo o remediar sus consecuencias pero no para perseguirlo. Pero no sólo esto. Le corresponden asimismo al nuevo departamento una serie de funciones que no están directamente relacionadas con el terrorismo, como son las relativas a la asistencia a la población civil en caso de desastres naturales, los rescates marítimos (a través del Servicio de Guarda Costas), o la lucha contra el tráfico de drogas (a través del Servicio de Aduanas). En definitiva, el DSI es una gigantesca y permanente estructura de análisis de riesgos de toda naturaleza, así como una organización dedicada a la gestión de crisis y la gestión de las consecuencias de las crisis37. 36 La Administración federal norteamericana tiene un Departamento de Interior (esta vez la traducción si es literal) que se ocupa de asuntos básicamente relacionados con el medio ambiente, como la conservación de los parques naturales, el mantenimiento de las reservas de agua, etc. 37 La propuesta presidencial pretende que el nuevo departamento elimine la distinción entre «crisis management» y «consequence management».
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Respecto a la estructura del nuevo Departamento, y a pesar de que en la propuesta presidencial para su creación se afirma que son más de 100 las organizaciones del gobierno con alguna responsabilidad en materia de seguridad interior, su actual organigrama es resultado de una suerte de «fusión» entre 22 agencias38 gubernamentales. Resultado de dicha fusión es el más grande de los departamentos de la Administración federal cuya creación es considerada por todos los observadores, y por el propio documento del Presidente, como la reestructuración administrativa más importante desde la creación del Departamento de Defensa en 1947. En efecto, si la Segunda Guerra Mundial y los prolegómenos de la Guerra Fría forzaron al Presidente Truman a la creación del Pentágono, uniendo así las funciones de seguridad exterior antes dispersas en los distintos departamentos que componían las fuerzas armadas del país, el 11 de septiembre de 2001 impulsó la creación de un superdepartamento encargado de la seguridad interior del país. Sin embargo, como señalábamos más arriba, el DSI carece de competencias plenas de naturaleza policial en materia antiterrorista y tampoco dispone de jurisdicción para coordinar los servicios de inteligencia del país. Esto explica que ni el FBI39, ni la CIA hayan pasado a formar parte del nuevo departamento y augura nuevos problemas de coordinación entre agencias a la hora de detectar y prevenir posibles ataques terroristas. No obstante, dicho problema pretende superarse asignando las tareas de coordinación a los dos órganos de seguridad que el Presidente creó en plena crisis tras los atentados del 11 de septiembre. Así, tanto la Oficina como el Consejo de Seguridad Interior continúan bajo control directo del Presidente en el marco institucional de su Oficina Ejecutiva. Por lo demás, atendiendo a la misión que le atribuye la Ley de Seguridad Interior de 2002, el DSI se organiza en cuatro grandes Divisiones que asumen las competencias de varias agencias y oficinas gubernamentales con alguna jurisdicción en materia de seguridad interior. Las cuatro Divisiones y las agencias u oficinas40 que comprende cada una son las siguientes: A) Seguridad de Fronteras y Transportes. Tiene como misión controlar los miles de kilómetros de frontera terrestre (con Canadá y Méjico), marítima y las aguas territoriales del país, así como la entrada de los 500 millones de
38 Utilizaremos el término «agencia» de manera genérica para designar distintas organizaciones de la Administración federal, Sobre la compleja cuestión de la clasificación de las agencias administrativas en Estados Unidos puede consultarse la obra de Moreno Molina que aparece en la bibliografía, en particular las páginas 64 y ss. 39 Salvo alguna de sus Oficinas, como veremos más adelante. 40 Para una descripción de las funciones de cada una de ellas pueden consultarse los enlaces que aparecen en la página http://www.dhs.gov/dhspublic/display?theme=13, aunque no todos ellos están disponibles.
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personas que cruzan dichas fronteras cada año, 330 de los cuales son extranjeros. Junto con esta función de vigilancia, le corresponde hacer cumplir las leyes de inmigración, deteniendo la inmigración ilegal y llevando a cabo las investigaciones necesarias en esta materia. Aunque la prioridad de la División es la prevención de entrada de terroristas (personas y artefactos), dicha función debe realizarse asegurando el normal desenvolvimiento del tráfico y el comercio en los distintos puertos y puestos fronterizos de entrada en el país, por lo que también le corresponde la vigilancia en el cumplimiento de sus leyes de comercio. Junto con esta función, la División de Seguridad de Fronteras y Transportes es competente en materia de seguridad en los aeropuertos a través de sus servicios de inspección, inteligencia, regulación y cumplimiento de las leyes de transportes. B) Preparación y Respuesta para Emergencias. Esta División del DSI tiene como misión principal coordinar los esfuerzos de todas aquellas partes implicadas en caso de un desastre natural o provocado por un ataque terrorista. En este sentido, le corresponde elaborar un programa integral de gestión de riesgos que comprenda todas las medidas necesarias para la prevención, respuesta y, en su caso, recuperación. Asimismo, es competente para la gestión de crisis en situaciones declaradas catastróficas siendo uno de sus cometidos en este campo la preparación de los planes de actuación y el entrenamiento del personal encargado de los primeros auxilios a hipotéticas víctimas. C) Ciencia y Tecnología. Originalmente denominada «Contramedidas Químicas, Biológicas, Radiológicas y Nucleares», esta División se encarga de todas las tareas de investigación y desarrollo relacionadas con la seguridad interior. En este sentido le corresponde organizar los recursos científicos y tecnológicos del país con el objetivo de prevenir y en su caso mitigar los efectos de un atentado terrorista. Para alcanzar este objetivo, la División de Ciencia y Tecnología es responsable de patrocinar todos aquellos programas de investigación destinados a la creación de sistemas complejos que anticipen los efectos de ataques terroristas con armas convencionales y no convencionales y que elaboren las medidas necesarias para contrarrestarlos en caso de que aquellos ocurran. D) Análisis de Información y Protección de Infraestructuras. Las distintas Oficinas que forma parte de esta División tienen dos objetivos principales. En primer lugar, actuar como una agencia de inteligencia, recopilando y procesando toda aquella información relacionada con la seguridad interior al objeto de elaborar un mapa de posibles amenazas y puntos débiles del país que haga posible, en su caso, la puesta en marcha de los correspondientes
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planes de emergencia. En segundo lugar, la División tiene como misión la protección de todas las infraestructuras del país (incluidas las telecomunicaciones y por supuesto Internet) que potencialmente puedan ser objetivo de un ataque terrorista, coordinando en este punto los planes de la Administración federal con todos aquellos que pongan en marcha los gobiernos estatales y locales, así como la empresa privada. La pregunta que surge inmediatamente tras esta breve exposición sobre la creación, misión y estructura del DSI es de fácil formulación y difícil respuesta: ¿ha resuelto la creación de este Departamento los problemas de coordinación entre las distintas agencias de seguridad? No lo sabemos. A día de hoy, el Departamento de Seguridad Interior esta en plena fase de reorganización impulsada por el nuevo Secretario del Departamento, Michael Chertoff. Sobre esta cuestión, cabe realizar un par de comentarios. En primer lugar, puede plantearse la duda de si realmente sólo 22 agencias de la Administración federal, de entre las aproximadamente 500 que aparecen en el Code of Federal Regulations41, tienen alguna competencia en materia de seguridad interior. Ya que ésta ha sido definida, entre otras cosas, como «un esfuerzo coordinado nacional para prevenir ataques terroristas dentro de los Estados Unidos y reducir la vulnerabilidad de América frente al terrorismo»42, es lícito preguntarse si algunas agencias federales que no forman parte del DSI, como el Servicio de Inteligencia del Departamento de Defensa, la CIA o el FBI, deberían permanecer fuera de la competencia del nuevo departamento. En segundo lugar, cabe preguntarse si la nueva estructura federal ha resuelto efectivamente el problema de la dispersión de agencias involucradas en materia de seguridad interior, es decir, si la creación del superdepartamento soluciona, por sí misma, los problemas de coordinación. En este sentido y al menos a primera vista, la creación del DSI no ha resuelto dos de los problemas fundamentales con los que se enfrenta la lucha antiterrorista. Los servicios de información e inteligencia siguen dispersos en varias agencias federales pertenecientes (Office of Investigation y Office of Intelligence dentro del ICE) o no (CIA, FBI) al Departamento de Seguridad Interior. Por su parte, las fuerzas de seguridad del país siguen siendo un conjunto de cuerpos de naturaleza policial que también dependen de diferentes organizaciones, sin que exista un mando único que pueda implantar una estrategia común. Por ejemplo, tienen competencia sobre la seguridad de las fronteras del país, la policía de fronteras (Border Patrol), la policía de aeropuertos (Federal Air Marshal Service), la policía que protege las instalaciones federales (Federal Protective Service) y los diver41 El «Code of Federal Regulations» es un código que reúne el conjunto de legislación publicada por los departamentos y agencias del Gobierno Federal. 42 The National Strategy for Homeland Security, pg. 2.
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sos cuerpos de naturaleza militar que cumplen funciones de vigilancia y comparten la responsabilidad de controlar la entrada y salida de personas y mercancías en el país, así como la de hacer cumplir las leyes de inmigración y comercio. Y todo esto sin mencionar siquiera al Servicio Secreto, a las policías estatales o a la Guardia Nacional. Algunos observadores han comparado los atentados del 11 de septiembre con el ataque japonés a Pearl Harbour. Si éste último puso de manifiesto la necesidad de crear un solo Estado Mayor que coordinara las acciones del gobierno federal en materia de seguridad exterior, el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono habría logrado un efecto similar respecto a la seguridad interior. Lo que ocurre es que el antiguo enemigo exterior era uno y visible, igual que lo era la naturaleza de las armas que potencialmente pudieran emplearse contra los Estados Unidos. La tarea de coordinar esfuerzos para la lucha contra el terrorismo internacional, de fronteras difusas y límites borrosos, promete ser mucho más compleja.
REFERENCIAS BAENA
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DEL
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El 11-M y su impacto electoral
EDUARDO REGO RODRÍGUEZ Profesor Titular de Sociología Política Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña
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o ha habido en la historia reciente de la democracia española un acontecimiento tan atroz, con tantas víctimas como los sucesos del 11-M. Y menos, que se produzca en vísperas de unas elecciones generales de las que saldrá un nuevo gobierno. Un atentado terrorista que produce casi dos centenares (191) de muertos y más de mil heridos, que es retransmitido casi en directo, habrá de tener un enorme impacto sobre la sociedad española. Si los medios de comunicación, como ha señalado Sartori, en las sociedades avanzadas, tienen un enorme poder, al conformar las percepciones y las opiniones de los ciudadanos, no cabe la menor duda del papel que juegan en acontecimientos de este relieve. Dicho esto, lo que aquí nos interesa es analizar, en alguna medida, de qué forma pudo haber afectado el atentado del 11-M al comportamiento electoral de los ciudadanos, dos días después, al acudir a las urnas para expresar su voluntad en la elección del partido que habría de gobernar los próximos cuatro años. La proximidad de estos dramáticos acontecimientos al día previsto para votar, fueran cuales fuesen los resultados, habrían de constituir un elemento clave en el análisis posterior. Tal como fueron los resultados, en función de la expectativa de cada partido político, de su cumplimiento o incumplimiento, de su cercanía o alejamiento a lo previsto, la importancia del 11-M en la interpretación de los apoyos electorales recibidos varía sustancialmente de unos partidos a otros. Y es más relevante en aquellos partidos que optaban solos (o con posibles apoyos posteriores a gobernar), caso del Partido Popular y del Partido Socialista. Unos meses antes de las elecciones del 14 M, el Partido Popular partía, en las encuestas, con una notable diferencia de apoyos respecto del Partido Socialista, que le hacía albergar expectativas de mantenimiento de la mayoría absoluta que había obtenido en las elecciones del año 2000, aún cuando presentaba en esta ocasión un
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candidato nuevo Mariano Rajoy, que había sido ministro del gobierno conservador presidido por Aznar. Conviene recordar que el Partido Popular obtiene su mayoría absoluta de forma inesperada; la mayoría de los sondeos previos a las elecciones del año 2000, aunque daban una importante ventaja a este partido frente al PSOE, no pronosticaban que alcanzaría los 176 diputados que obtuvo y que le va a permitir llevar a cabo una política sin necesidad de pactos y prescindir de los apoyos de Convergència i Unió y el PNV que durante la legislatura anterior le prestaron. Aún cambiando de candidato tras la renuncia del Presidente Aznar a repetir por tercera vez consecutiva, las expectativas eran mantener la mayoría absoluta para seguir gobernando en solitario. Deseo y objetivo que las encuestas anunciaban43 y que evitaba la difícil situación que una pérdida de esa mayoría supondría para gobernar dada las relaciones deterioradas con los que habían sido sus principales socios en la anterior legislatura, a excepción de Coalición Canaria, que sería el socio posible en caso de no alcanzar aquella mayoría y necesitar el apoyo de algún escaño. Esa ventaja en las encuestas a un espacio relativamente corto del 14-M, vistos los resultados, va a convertirse en el factor clave, exclusivo, de la interpretación en términos electorales de los atentados terroristas del 11-M y de la atribución a ese hecho la pérdida del gobierno, mejor dicho, de la manipulación de ese hecho por parte de medios de comunicación afines al PSOE, obteniendo una derrota «injusta», «inmerecida». A partir de ahí desarrolla una estrategia de deslegitimación de los resultados electorales y del gobierno socialista presidido por Zapatero, lo que será una constante durante el tiempo transcurrido de la legislatura actual. Por su parte, el Partido Socialista relativiza el impacto en el comportamiento electoral de dichos acontecimientos y pone el énfasis en el rechazo a la política del gobierno Aznar, que se había ido manifestando en las protestas masivas de los ciudadanos ante determinadas decisiones políticas y que se habrían reflejado en las encuestas preelectorales en un goteo continuo de pérdida de apoyos al Partido Popular y en un creciente, aunque lento, aumento de apoyos al candidato socialista Rodríguez Zapatero que se reflejarían especialmente durante la campaña electoral, llegando a situarse –levemente– por encima del PP en intención de voto y en el aumento de la valoración de ZP respecto a su contrincante Mariano Rajoy. La primera interpretación, la del Partido Popular, se basa en la explicación de los efectos de un acontecimiento, dramático, convulsivo, si se quiere, en una única causa, extraordinaria, que produce un vuelco en los apoyos recibidos. La del Partido Socialista, se basa, más que en una única causa, en la consecuencia de un proceso en
43 Véase los datos de encuestas preelectorales en López García, G.: «Consideraciones sobre los efectos electorales de los atentados terroristas del 11-M», Aposta, Revista de Ciencias Sociales, Nº 12, Noviembre de 2004.
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el que intervienen distintos factores que confluyen en un momento determinado. Más acorde, inicialmente, esta explicación con las teorías actuales del comportamiento electoral, aunque nos encontremos ante un hecho al que, por sus características atípicas en los procesos electorales de las sociedades avanzadas, resulte fácil atribuirle de partida más consecuencias de las que en la práctica pueda haber tenido. Aún salvando todas las distancias, cuando el Partido Popular obtiene la victoria en las elecciones del año 2000, sin que mediara un acontecimiento dramático como el que hemos vivido el 11-M, pero ante la inesperada mayoría y considerable distancia con el Partido Socialista, surgen explicaciones para dar cuenta de los resultados basadas en algún factor determinante, o al menos significativo. La teoría de los cleavages, de las divisiones sociales, hace algunas décadas, tenía una gran utilidad para explicar los alineamientos partidistas y la estabilidad electoral reduciendo la volatilidad electoral44, pero, en la actualidad, en los sistemas democráticos consolidados y en nuestro país también, lo que caracteriza el comportamiento electoral es el aumento de la volatilidad electoral, que hace que el análisis del comportamiento electoral sea más complejo. Así, en relación a los resultados del año 2000, podemos encontrar análisis muy diversos que ponen el énfasis en distintos factores descubriendo la importancia de variables que habían permanecido en un segundo lugar a las que se le suponía que su relevancia en la actualidad era reducida aún cuando en el pasado habían tenido gran incidencia. Así, por ejemplo, Calvo y Montero (2002) ponen de relieve cómo la religiosidad se convirtió de nuevo en un factor importante para orientar las preferencias de los ciudadanos a la hora de votar45. Otras interpretaciones basadas en la teoría de la elección racional que parte de la idea de que el individuo tiene su propio interés y es capaz de elegir racionalmente los medios que corresponden a los fines definiéndose ese interés, generalmente, en términos económicos, volvieron a cobrar protagonismo en la explicación del comportamiento electoral con motivo de las elecciones del año 200046; Freire junto a Maravall47, en un artículo anterior, habían señalado las limitaciones de este planteamiento indi-
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Ver: Gunther, R., Montero, J. R.: «Los anclajes del partidismo: un análisis comparado del comportamiento electoral», en Comportamiento político y electoral, Edición a cargo de Pilar del Castillo, Madrid, CIS, 1994, pp. 479 y ss. 45 Calvo, K. y Montero, J. R.: «Cuando ser conservador ya no es un problema: religiosidad, ideología y voto en las elecciones generales del 2000». Madrid, Revista Española de Ciencia Política, nº 6, abril de 2002, pp. 17 y ss. 46 La importancia del voto económico en las elecciones del años 2000 y en las anteriores del año 1996 es analizado por Marta Freire: «El voto económico en las elecciones de 1996 y 2000: una comparación», Madrid, Revista Española de Ciencia Política, nº 6, abril de 2002, pp. 129 y ss. 47 Maravall, J. M. y Freire, M. «Desempleo y política», Madrid, Revista Española de Ciencia Política, nº 2 abril de 2000, pp. 7 y ss.
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cando la confluencia junto a los factores económicos de factores ideológicos, punto de vista defendido, también por G. Polavieja. Las explicaciones del comportamiento electoral se han ido haciendo con el paso del tiempo, en las sociedades democráticas avanzadas, mucho más complejas de lo que a primera vista puede interpretarse y de lo que las teorías tradicionales explicaban, sin que ello quiera decir que las variables que eran fundamentales en la explicación como la clase social o los problemas de tipo religioso, entre otras, no tengan ahora ninguna importancia, sino que por sí mismo no lo explican, igual que son insuficientes aquellas que explicaban el comportamiento electoral como un reflejo de la estructura social. Esa complejidad no casa bien con la atribución a un único factor como determinante del comportamiento electoral. Y eso es lo que hace el Partido Popular al atribuir su derrota en las elecciones y su pérdida de gobierno a un único factor, por mucho que ese factor haya tenido tan extraordinario impacto en la sociedad. En este caso, se trata de atribuir la causa, además de aislar un factor de todo su contexto, a un factor emocional. En otras palabras, parecen decir «los ciudadanos votaron irracionalmente» a las demás opciones. Aún así habrían de explicar por qué esa emoción les perjudicó a ellos electoralmente. Y la respuesta a esta pregunta la contestan atribuyendo a los medios de comunicación (a algunos) un relevante papel manipulador o de mediatización –como prefiere decir Antxón Sarasqueta48. Recordemos que Bush, después de los atentados terroristas del 11-S, revalida su victoria con un mayor margen de diferencia en relación a su «cuestionada» primera elección como Presidente de Estados Unidos. Hemos comenzado señalando la importancia que los medios de comunicación tienen en las sociedades modernas en la conformación de las percepciones, actitudes y opiniones de los ciudadanos. Pero ello por sí sólo no explica los cambios que se producen en las orientaciones del voto. Esta misma argumentación del poder de los medios de comunicación como elemento decisivo en los resultados electorales la hemos escuchado en numerosas ocasiones, en algunos sectores, para explicar las mayorías absolutas que ha obtenido el Partido Popular en Galicia, con Fraga, desde el año 89. Y sin querer sacarle importancia a este factor, en el caso que nos ocupa, habría que señalar que las posturas del gobierno de Aznar, sus posiciones y sus decisiones, fueron defendidas por muchos medios, nacionales, regionales, locales, públicos y privados. De forma que la teoría de la manipulación de los medios de comunicación a partir del shock social que producen los atentados tendría que ser más desarrollada pues resulta difícil de sostener por mucho que se minusvalorase la influencia del Partido Popular en los medios públicos y un hipotético distanciamiento de los medios
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Antxón Sarasqueta: «La mediatización de la democracia»,(2005) en www.fundaciónfaes.es
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de comunicación privados que hasta entonces habían sido poco o nada críticos con las decisiones del gobierno. Volvamos de nuevo a las encuestas. Como ya hemos señalado todas las encuestas que se hicieron publicas en los dos meses anteriores al día de las elecciones dejaban claramente como pronóstico la victoria del Partido Popular a una distancia de 6 puntos con respecto del PSOE y, todavía, la expectativa de mantenimiento de la mayoría suficiente para gobernar en solitario (la mayoría absoluta). Si bien esto es así, a medida que trascurre el tiempo y nos acercamos a la campaña electoral, la distancia entre ambos partidos se va acortando sondeo a sondeo en un goteo continuo que se acelera durante la campaña electoral hasta poner ya en entredicho la posibilidad de que el Partido Popular obtenga la mayoría absoluta a la vez que apuntaban una tendencia lenta pero persistente –desde al menos los últimos cuarenta días– de aumento de los apoyos en intención de voto al PSOE y el descenso correspondiente de apoyos al Partido Popular. Esta situación se ve reflejada en algunos titulares de prensa: La Voz de Galicia, del 27 de febrero, aludiendo al barómetro del CIS correspondiente a enero dice «que otorga al PP una ventaja de sólo 2,5 puntos respecto al PSOE». En el mismo sentido pero referido a los datos de la encuesta de la SER, el diario El Mundo, dice el 27 de febrero «…el PP perderá la mayoría absoluta. Perdería entre 11 y 17 escaños. El PSOE obtendría dos puntos y medio más que en el 2000, conseguiría 11 y 19 escaños más». A medida que pasan los días y se acerca el 14, los titulares siguen poniendo en evidencia el mantenimiento de esa tendencia, en la que ya no sólo perdería la mayoría absoluta sino que no sería suficiente el apoyo de Coalición Canaria: El Mundo, 9 de marzo, «los socialistas habrían ganado en pocos días un punto en intención de voto (…) Este sondeo confirma la evolución a la baja del PP y al alza al PSOE cuando comienza la semana de campaña. Si esta tendencia se confirma Mariano Rajoy podría verse forzado a pactar no sólo con Coalición Canaria, sino también con CIU para formar gobierno. La clave siguen siendo los indecisos». Días antes el 4 de marzo, La Voz de Galicia, recogía el siguiente titular: «Rajoy endurece su campaña. Este vuelco en la estrategia obedecería a la preocupación de la dirección popular por las encuestas». En el mismo sentido, pero el lunes 8 de marzo, después de que se conociesen los datos de numerosos sondeos publicados por diversos medios, Libertad Digital49, en su editorial, recogía ese temor («Todos estos sondeos –incluido el de La Razón– reducen todavía más la ventaja que el CIS y el diario El Mundo otorgaban el viernes al PP») aunque alentando y manteniendo la esperanza de obtener un número suficiente de escaños que permitieran gobernar con el apoyo de Coalición Canaria, a la vez que muestra preocupación «con ese perfil bajo –a veces
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www.libertaddigital.com, editorial, lunes 8 de marzo de 2004.
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nulo– con el que Rajoy acogía la gravedad de lo que venía afectando y protagonizando al PSOE». En un espacio relativamente corto de tiempo, el PP, que gozaba de una clarísima ventaja respecto al PSOE con pronósticos que le ponían al borde de la mayoría absoluta, pierde, sin embargo, expectativas a medida que se va acercando la campaña electoral y ésta. Aún así, casi todos los sondeos que se publicaron durante la campaña electoral mantenían una importante ventaja para el PP en intención de voto que llegaba en algunos casos hasta una diferencia de cinco puntos (Sigma Dos/El Mundo –4,5 en marzo y Celeste Tel/La Razón –5,7); si bien en estos dos sondeos la diferencia con respecto a los datos del mes de enero era de pérdida del PP, más de 6 puntos en el de Sigma Dos/El Mundo y de 2,5 en el de Celeste Tel/La Razón. La tendencia manifestada desde enero de 2004 hasta la semana anterior al 14-M indicaban un acercamiento en la expectativa de voto entre PP y PSOE, favorable, no obstante al primero. La principal excepción se produce en el sondeo de Noxa/La Vanguardia (7 de marzo), dirigido por el profesor Julián Santamaría quién habla de «empate técnico» entre PP y PSOE en la semana anterior al 14-M. Con estos antecedentes de reducción de la ventaja del PP sobre el PSOE a medida que nos acercamos al 14-M, las interpretaciones alternativas al efecto de un único factor «los atentados terroristas del 11-M como causa del «vuelco» electoral, y producto de una decisión emotiva e irreflexiva del electorado», que se han venido dando en relación a los resultados electorales, cuestionan el impacto de ese trágico acontecimiento y ponen el énfasis en la hipótesis de un cambio latente. Así, se desprende de algunas de las intervenciones que destacados politólogos y sociólogos realizaron en el seminario «Guerra de Irak y elecciones del 14-M: un año después», organizado por la Fundación Alternativas50, convocados para hacer una reflexión sobre los efectos electorales de la política exterior. En el mismo Julián Santamaría, Catedrático de Ciencia Política, de la UCM, aunque considera que el impacto de los atentados no siendo determinante incrementó ligeramente la ventaja del PSOE, piensa que «habría ganado en cualquier caso las elecciones»51. En buena medida su argumento se basa en que algunas de las últimas encuestas publicadas pronosticaban un empate técnico, es decir la diferencia entre el PP y el PSOE era inferior al margen de error que utilizaban algunas de las encuestas; además, no era la primera vez que los sondeos hacían un pronóstico que no se ajustaban a los resultados finales, del día de las elecciones, sin que mediara ningún acontecimiento extraordinario, caso, en su día, de gran celebridad, el referendo sobre la OTAN, pero más cerca, las elecciones generales de 1993 en las que contra todo pronóstico el PSOE ganó al PP y también, las
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Dicho documento se puede bajar de Internet en: www.fundaciónalternativas.org Guerra de Irak y elecciones del 14-M: un año después: www.fundaciónalternativas.org, p. 36
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elecciones de 1996, en las que –aunque finalmente el PP gana por un punto de diferencia– las encuestas le daban una ventaja de 8 puntos, y en el 2000 cuando los sondeos daban una victoria del PP pero no la obtención de la mayoría absoluta o una distancia a su favor de 10 puntos –resultados que finalmente obtuvo– más que el PSOE. Algunos datos de las encuestas preelectorales apuntaban en el sentido de una más que probable victoria del PSOE. No es sólo la tendencia al alza del PSOE y a la baja del PP que venían reflejando todos los sondeos sino que algunos datos de las mismas, en particular los del CIS, reflejaban un deseo de la mayoría de los electores de que ganase las elecciones el PSOE frente al PP, sino que la valoración del candidato socialista era superior en 7 puntos (preferido por el 49%) al del PP (41%). Las razones de la victoria del PSOE no habría que buscarlas tanto en el impacto de los atentados como en la propia política del gobierno que, a juicio del profesor Santamaría, se reflejaría en la opinión pública a un año vista de las elecciones y que daría un vuelco «con la gestión que hizo el gobierno de la catástrofe del Prestige y a la decisión unilateral del presidente Aznar de enviar las tropas a Irak»52. En este mismo sentido, argumenta Belén Barreiro53, profesora de Ciencia Política y Asesora en el Departamento de Estudios del Gabinete del Presidente del Gobierno, los principales motivos de su derrota tienen que ver con factores no externos evitables, como el autoritarismo del PP que le hace «gobernar a espaldas de la opinión pública» y cuyo caso más sangrante sería el de la guerra de Irak, decisión del gobierno que 8 de cada 10 españoles valoraban negativamente. En el contexto de la interpretación de los resultados como producto de la dinámica interna entre partidos, de la política del gobierno y de las actuaciones de la oposición, del PSOE, en este caso, como principal partido y la explicación de la diferencia entre los datos de las encuestas preelectorales que, aún habiendo recogido la tendencia a la baja del PP y al alta del PSOE, no pudieron pasar del empate técnico, Giacomo Sani, Catedrático de Ciencia Política de la Universitá di Pavia, se apunta a la hipótesis, no fácil de demostrar, de que la diferencia de los pronósticos con los resultados «se debe en buena medida a la existencia de un voto oculto que en las encuestas no sale de una forma clara»54, argumento que se ha utilizado en diversas elecciones anteriores para explicar esas diferencias entre pronósticos y resultados, pudiendo hacer variar la atribución del voto indeciso. Este voto oculto socialista podría explicar también el fracaso de los sondeos en las elecciones de 1993 y 1996.
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Santamaría, J.: «El azar y el contexto», en Claves de la Razón Práctica, nº 146, octubre 2004. «Guerra en Irak...»: op. Cit. pp. 8-9. «Guerra en Irak...»: op. Cit. pp. 31-32.
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No cabe duda que un factor importante en la victoria del PSOE ha sido el voto de los jóvenes y el incremento de la participación. El problema está en evaluar si la sobremovilización de esos electores se produce a partir del 11-M o se fue activando durante la campaña. Entre los abstencionistas, los que han votado alguna vez a algún partido, el PSOE es el partido que ha sufrido mayor pérdida, que ha ido aumentando con el paso del tiempo. Así, según señala la profesora Belén Barreiro, en el PSOE «el porcentaje de abstencionistas ha pasado del 4,2% en 1986 al 11,1 en el año 2000»55. Afecta, además, en mayor proporción a la izquierda que a la derecha. A priori, una mayor participación beneficiaría a la izquierda y particularmente al PSOE, pues la distribución de los indecisos no sería proporcional, sino que estaría condicionada por su ideología. Buena parte de la movilización del voto a favor del PSOE, así como de las pérdidas del PP, según el profesor José Ramón Montero56, se debe fundamentalmente a tres factores que, en parte, conectan con los atentados pero exigen para su explicación la existencia de un deseo latente de cambio. Estos factores son: «1º.- La atribución de la responsabilidad del gobierno de los atentados como consecuencia de su activo apoyo a la intervención en Irak. 2º.- La acusación al gobierno de realizar una política de comunicación opaca e interesada sobre la posible autoría de los atentados y 3º.- La valoración negativa de prácticamente de toda su política durante los últimos cuatro años». En relación a este tercer factor los sondeos han venido confirmando la valoración negativa de la política del gobierno en casi todos los aspectos, desde tiempo atrás, a excepción de la economía y el empleo, seguramente aspectos estos últimos que, aplicando la teoría de la elección racional, podían dar credibilidad a la ventaja que las encuestas venían indicando ya la hipótesis de la victoria del Partido Popular. En una línea parecida a la anterior, el profesor Guillermo López García57, de la Universidad de Valencia, explica los resultados del 14-M como una consecuencia de los atentados del 11-M, pero distante, no obstante, de la tesis del Partido Popular. Según este autor, se habría dado un proceso acelerado de la opinión pública que reorientó su voto entre el 11 y el 14 de marzo, en respuesta a la gestión política de los atentados por parte del gobierno, a un castigo del público, a una recusación del gobernante saliente (accountability58). La sobremovilización que se produce por este suceso, citando datos del estudio postelectoral del CIS la cifra en un 10,6%59 de los votos
55 Barreiro B.: «La progresiva desmovilización de la izquierda en España», Madrid, Revista Española de Ciencia Política, Nº 6, abril 2002, p. 186. 56 «Guerra en Irak...»: op. Cit., p. 15. 57 López García, G: «Consideraciones sobre los efectos...», op. cit., pp. 18 y 22 58 Denominación que emplea Enrique Gil Calvo., en López García, op. cit. p 15 59 En todas las elecciones generales entre un 5% y un 10% deciden su voto en los últimos días. Ver, Julián Santamaría: «El azar y el contexto», op. cit.
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que afirman decidir su voto después de los atentados, siendo la gran mayoría simpatizantes socialistas de provincias en los que era mayoría la izquierda. Sin embargo, los profesores Ignacio Lago Peñas y José Ramón Montero, en un artículo que lleva por título «Del 11-M al 14-M: Los mecanismos del cambio electoral»60, a partir de un análisis estadístico realizado con datos poselectorales de Demoscopia y mediante simulaciones contrafácticas, plantean ¿qué hubiera sucedido si no se hubiesen producido los atentados?, para concluir –con todas las precauciones que requieren estas simulaciones– que estiman en un 3,5% de votos que habría obtenido el PSOE a mayores como efecto de los atentados, muy inferior a las que han manejado algunos autores deshaciendo la situación de empate técnico que habían indicado algunos estudios preelectorales. Para el profesor Gil Calvo, el atentado terrorista actúo como un catalizador externo61, que movilizó ciudadanos que iban abstenerse contra el gobierno. Según dicho autor, un acontecimiento de esas características, un atentado realizado por extranjeros, tendría que haber tenido un impacto neutral electoralmente, beneficiando a todos los bandos por igual, o tendría que haber beneficiado «sobre todo al Gobierno, como representante colectivo de toda la ciudadanía»62. Sin embargo, argumenta que ocurrió lo contrario porque la ciudadanía le atribuyó responsabilidad por no preverlo después de decidir su apoyo a la guerra de Irak y, especialmente, por la gestión de la crisis al tratar de ocultar a la ciudadanía los verdaderos culpables, produciendo una desautorización moral del gobierno y la desacreditación de la figura de Aznar. Con ello quedaron desacreditados el PP y su candidato Mariano Rajoy, pinchándose la burbuja electoral que hasta entonces mantenía las esperanzas de la victoria del PP. Algunos días antes de las elecciones algunos medios habían llamado la atención sobre el carácter reñido de la contienda electoral a punto de finalizar la campaña señalando que la victoria del PP o del PSOE se iba a dilucidar «por un estrecho margen de papeletas»63 en una veintena de circunscripciones. Es muy difícil calibrar sin la más mínima duda el efecto de los atentados en los resultados electorales; sí parece, no obstante, que existen muchos argumentos y razones para rechazar la hipótesis de explicación de los resultados del Partido Popular; hipótesis que parece más bien destinada a no reconocer errores. El debate estaría más bien entre dos alternativas: la de aquellos que ponen el énfasis en la victoria del Partido Socialista y la de aquellos otros que ponen el énfasis
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www.upf.es/dcpis/activitats/forum/ignacio-lago.pdf Gil Calvo E.: «11/14M: El cambio trágico. De la masacre al vuelco electoral. Madrid, Adhara Editorial, p. 120 62 Gil Calvo E: op. cit., p. 159. 63 El País, día 9 de marzo de 2004. 61
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en la derrota del Partido Popular. Los primeros ponen el énfasis en el éxito de la estrategia del Partido Socialista, en la valoración de su candidato, en la existencia de una tendencia de fondo, etc. y los segundos se apoyan más en la reacción de la respuesta y castigo a la política del gobierno por parte de los ciudadanos, especialmente, a la política informativa de manipulación que siguió el gobierno de Aznar y que tuvo su desacreditación mayor en la gestión de los atentados del 11-M. Aún así, en este segundo planteamiento, el balance que los ciudadanos realizaron sobre la gestión del gobierno de Aznar, negativo en muchas de sus principales decisiones, la política informativa manipuladora durante la segunda legislatura, su autoritarismo que le conduce a no tener en cuenta la opinión pública, el desprecio por las formas, etc., constituyen una línea de argumentación para explicar los efectos catárticos que la gestión de los atentados del 11-M va a producir en la opinión pública movilizando a la ciudadanía en contra del gobierno y produciendo su derrota electoral.
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DÍA 10 DE NOVIEMBRE DE 2005 SESIÓN DE MAÑANA
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La ayuda a la decisión en la gestión de crisis64
BEGOÑA ÁLVAREZ GARCÍA Profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de A Coruña
La gestión de las situaciones de crisis (relacionadas con desastres naturales, accidentes, pandemias, etc.) implica tomar decisiones para intentar superar los problemas o por lo menos tratar de evitar daños irreparables. La toma de decisiones en situaciones de crisis es delicada y, por eso, hay que ser especialmente cautos y prestar atención a todos los elementos básicos del proceso de decisión (identificación de los actores, definición de las alternativas o acciones y elección de los criterios). La actividad de ayuda a la decisión tiene un importante papel en la gestión de crisis pero debe quedar claro que ésta no tiene como pretensión establecer verdades absolutas sino que intenta ayudar a clarificar el proceso de decisión para que los actores implicados comprendan mejor lo que está en juego y puedan elegir (basándose en deducciones y análisis rigurosos) con mayor criterio y sin que haya hueco para las improvisaciones.
1. INTRODUCCIÓN El desastre ecológico que se produce en noviembre del año 2002 en Galicia como consecuencia del hundimiento del buque Prestige provoca una importante crisis medioambiental y humana que hace que los gallegos (y todos los españoles) tomemos
64 Este trabajo está dedicado al profesor Bernard Roy, quien me invitó a pasar seis meses investigando en el Laboratorio LAMSADE que después se alargaron durante tres años y medio; deseo agradecerle su interés, sus ánimos constantes y haberme dado la oportunidad de conocer a muchos de los más sobresalientes investigadores en la Ayuda a la Decisión. Sus aportaciones a la Ayuda Multicriterio a la Decisión son mundialmente conocidas y, por eso, he traducido su libro Méthodologie Multicritère de l’Aide à la Décision al castellano.
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conciencia de lo indefensos y poco preparados que estamos para afrontar situaciones similares. Lamentablemente, desde entonces no han parado de llegar noticias sobre otros desastres ecológicos65 (maremotos en el océano Indico entre Tailandia y las Maldivas, huracanes en Norteamérica, terremoto en Pakistán, tormentas en Centroamérica) y sanitarios (la gripe aviar se extiende por todo el mundo) que también han tenido terribles consecuencias y que cada día parecen más frecuentes. Todos estos hechos han generado preocupación y una gran sensibilización de la opinión pública que está alerta por las posibles catástrofes (evitables e inevitables) que puedan ocurrir y ante las que se siente expuesta. Parece evidente que no hay que esperar a que las cosas ocurran para tratar de buscar soluciones; la prevención66, el respeto al medio ambiente, la toma de conciencia de los daños que se están provocando y la capacidad para aprender de los errores del pasado son fundamentales. Ahora bien, además de prevenir también hay que saber qué hacer cuando sobreviene una catástrofe de este tipo. Resulta intolerable que la mala gestión de una crisis pueda provocar daños irreparables o que las consecuencias de las decisiones actuales se conviertan en un pesado lastre para las generaciones futuras. La adecuada gestión de una crisis necesita que se aporten respuestas a las cuestiones que van surgiendo, que se desarrollen actuaciones eficaces y que se utilicen todos los recursos disponibles para evitar males mayores. Por tanto, para avanzar en las crisis y tratar de evitar perjuicios graves hay que tomar decisiones, razón por la que la ayuda a la decisión pasa a tener un importante papel en la gestión de este tipo de situaciones que suelen tener un grado de complejidad elevado. En este trabajo se hace hincapié en los elementos básicos de cualquier decisión, a los que hay que prestar especial atención en situaciones de crisis ya estén relacionadas con fenómenos naturales, accidentes, atentados, etc. La sorpresa, la falta de tiempo, las dudas, la incertidumbre, la gravedad de los hechos, etc. no pueden implicar improvisaciones o una falta de actuación. Por eso, en los párrafos que siguen vamos a reflexionar sobre la importancia que tiene la ayuda a la decisión en la gestión de situaciones de crisis.
65 En el día 26 de abril de 2006, en que se cumplen 20 años después del terrible accidente de la central nuclear de Chernobyl, todavía siguen existiendo dudas sobre lo ocurrido y sobre la gestión que en su momento realizaron las autoridades soviéticas. 66 En la III Conferencia sobre Alerta Temprana contra los Desastres Naturales que se desarrolló en Bonn (Alemania) en marzo del 2006 Bill Clinton señaló que cada dólar que se invierte en prevención ahorra cinco dólares en pérdidas cuando se producen las catástrofes.
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2. LA TOMA DE DECISIONES EN SITUACIONES DE CRISIS Cuando normalmente hablamos de una crisis hacemos referencia a una situación imprevista que irrumpe en el escenario y puede alterar el curso de los acontecimientos o a una situación difícil y complicada. Para tratar de superar estas situaciones de crisis, o cuando menos intentar evitar perjuicios o daños importantes, hay que tomar decisiones. Normalmente las decisiones no se reducen al acto único de un responsable aislado que ejecuta una acción final. Como indica Roy (1985) ese acto final suele ser el desenlace de un período previo de debates, reflexiones, negociaciones, análisis, pactos, estudios, etc. Nosotros subrayamos la importancia que tiene ese período previo en las situaciones de crisis, donde más que nunca la decisión no se puede improvisar o reducir a opiniones políticas que no tengan en cuenta las preferencias de los afectados y las opiniones de los expertos. Ese período previo, en el que se definen los elementos básicos del proceso de decisión, es vital en situaciones de crisis debido a la importancia que tienen los hechos objeto de estudio y a la gravedad que pueden tener las consecuencias. Ahora bien, en muchas de las decisiones que se toman en las crisis no se realiza ningún estudio previo de las alternativas y criterios, se sustituyen las opiniones de expertos por opiniones políticas, se realiza una lectura sesgada de las conclusiones del proceso de decisión y lo que resulta más grave es que incluso puede haber una falta de actuación o una actuación tardía que no responde a un estudio riguroso del problema sino que es una reacción impulsiva a la presión externa que se puede estar sufriendo (críticas de la opinión pública, juicios en los medios de comunicación, etc.). La toma de decisiones necesita contar con métodos y técnicas que permitan ir más allá de las buenas intenciones o de la simple experiencia y que puedan responder a las necesidades de las partes implicadas en el proceso de decisión. Asimismo, hay que tener en cuenta que la mayoría de los procesos de decisión (especialmente en situaciones de crisis) no se desarrollan en condiciones de certeza; suelen existir dudas, ambigüedades, incertidumbres e indeterminaciones que sitúan a los actores de la decisión ante problemas moderadamente estructurados o poco estructurados. En este sentido, la ayuda67 a la decisión aporta un valioso apoyo a las
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Roy aclara en «Decision science or decision-aid science?», European Journal of Operational Research, vol. 66, nº 2, abril 1993, 184-203, porque no cabe hablar de ciencia de la decisión y sí de la ciencia de ayuda a la decisión. En concreto, explica que la ciencia de la decisión debería tener por objeto la búsqueda de verdades objetivas y de un conocimiento exacto (o aproximado) de la mejor decisión en un contexto dado. Ahora bien, esto implica presuponer que existe una decisión óptima que se puede establecer objetivamente, que los aspectos de la realidad a los que hace referencia la decisión son estables y no pueden estar influenciados por el estudio ni por la actuación de las partes implicadas en la decisión y que existe un decisor racional bien identificado que actúa teniendo en cuenta un sistema de relaciones de preferencia en el que se excluyen las ambigüedades y las incomparabilidades. Si admiti-
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personas que participan en el proceso para que puedan comprender mejor los problemas que les afectan y puedan responder mejor (con análisis y deducciones rigurosos) a las preguntas que se plantean. Al hablar de ayuda a la decisión no sólo se alude a un conjunto de técnicas y procedimientos matemáticos que los actores del proceso de decisión pueden utilizar, sino que se está haciendo referencia a una actividad, la de aquel que, teniendo en cuenta modelos explícitos, ayuda a reflexionar sobre el propio proceso y a obtener respuestas a las preguntas que surgen con el objeto de clarificar dicho proceso y prescribir68, cuando proceda, un comportamiento a seguir (Roy, 1985). Por tanto, la ayuda a la decisión no tiene la pretensión de buscar o poner de manifiesto verdades absolutas, sino que permite aclarar las cosas para llegar a compromisos o soluciones satisfactorias que van a estar a disposición de las partes afectadas pero que no obligan a nada. Asimismo, la ayuda a la decisión puede servir para legitimar una determinada decisión (que se podría obtener por otras vías). ¿Qué pasos se deben seguir para tomar decisiones? La respuesta a esta pregunta está relacionada con el análisis del proceso de decisión que realizamos a continuación.
3. ELEMENTOS BÁSICOS DEL PROCESO DE DECISIÓN No existe un proceso de decisión universalmente aplicable. Cada decisor y cada situación tienen unas características únicas que requieren una actuación distinta e implican una manera irreproducible de hacer las cosas. Esto no quiere decir que a la hora de tomar decisiones no se puedan aprovechar las experiencias anteriores ni que en cada decisión haya que partir siempre de cero. Sin embargo, tampoco se pueden aplicar recetas comunes válidas en todo momento y lugar, porque no existen. Barba-Romero y Pomerol (1997) señalan que la mayoría de los investigadores de las ciencias de las organizaciones asumen que la toma de decisiones es un proceso a lo largo del tiempo en el que se pueden identificar al menos cuatro fases: Recogida de información, Diseño, Selección y Revisión. – Recogida de información. Se busca la información relacionada con el problema que es objeto de estudio.
mos que la decisión implica una parte de descubrimiento que depende del propio proceso de decisión (en el que los actores tienen una importante influencia), que la decisión se puede considerar teniendo en cuenta distintos puntos de vista que pueden estar en conflicto y, por tanto, que no existe una mejor decisión, entonces hablaremos de ciencia de ayuda a la decisión. 68 La prescripción tiene el sentido de una recomendación y en ningún caso significa que el decisor deba obligatoriamente aplicar el resultado de la decisión.
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– Diseño. La información se analiza y dispone para que pueda ser utilizada en el proceso de decisión. – Selección. Se eligen una o varias de las alternativas a las que se aplica la ayuda a la decisión. – Revisión. En esta fase se deberían analizar las decisiones tomadas (adecuación a la realidad, consecuencias, etc.), sin embargo, no siempre se realiza un estudio de este tipo. La división del proceso de decisión en fases o etapas es una abstracción que tiene cierta utilidad, pero que no tiene por qué coincidir con la realidad, porque el proceso de decisión es no lineal. Es decir, las fases que podrían jalonar el proceso de decisión no tienen por qué seguir un orden preestablecido, sino que el paso de unas a otras y la posible vuelta hacia una fase anterior dependen de numerosos aspectos como son: el propio desarrollo de los acontecimientos objeto de estudio, las personas implicadas en el proceso, la modelización del problema, ciertos fenómenos que, aún siendo externos al problema, condicionan algunas evoluciones, etc. Resulta, por tanto, difícil y carente de sentido intentar trazar a priori un camino en el que se predeterminarían las calles que habría que tomar y como se deberían tomar. En estas condiciones, no importa tanto identificar las fases del proceso de decisión y denominar esas fases como definir los conceptos y elementos básicos de la decisión que ayudan a que las partes implicadas se comprendan y también puedan entender el alcance y los posibles efectos del proceso en el que se hayan inmersos. Por tanto, antes de tratar de elegir una o varias alternativas se necesita entender cuál es el problema objeto de estudio, es decir, hay que tener una idea clara y concreta de lo que está en juego y de las opciones que tienen los actores del proceso de decisión. Esos conceptos y elementos básicos de la decisión hacen referencia a los siguientes aspectos: Identificación de los actores Aunque la responsabilidad de la decisión pueda corresponder a una única persona perfectamente identificada, normalmente la decisión es la resultante de interacciones entre varios actores que participan en el proceso de decisión (son los participantes: decisor, estudioso o analista, solicitante del estudio, etc.) o que simplemente sufren de forma pasiva las consecuencias de esa decisión (son las terceras partes). La identificación de los actores y de sus sistemas de valores y preferencias tiene especial relevancia en el proceso de decisión porque, como hemos señalado, condicionan directamente el desarrollo de ese proceso.
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Definición de las acciones potenciales La palabra acción69 es un término general que designa cada una de las alternativas o soluciones que se pueden elegir en el proceso de decisión y que constituyen el punto de aplicación de la ayuda a la decisión. Una acción potencial o candidata es una acción que en la ayuda a la decisión se considera realista, es decir, corresponde a un proyecto que se podría considerar realizable. La identificación y definición del conjunto de acciones potenciales es una parte fundamental del proceso de decisión que no siempre resulta evidente porque las acciones no están dadas –hay que buscarlas o imaginarlas– y, por eso, no es extraño que un mismo problema se pueda modelizar con distintos conjuntos de acciones potenciales. En muchas situaciones no se puede definir el conjunto de acciones potenciales a priori, sino que este conjunto se tiene que ir dibujando progresivamente a medida que avanza el proceso de decisión. ¿Cuántas acciones debe haber en el conjunto de acciones potenciales? El conjunto de acciones potenciales sólo está definitivamente delimitado cuando se satisfacen dos condiciones: una de estabilidad interna que se cumple cuando no hay razón para considerar que en el conjunto actual de acciones potenciales falta alguna y una de estabilidad externa que se cumple cuando el contexto exterior no afecta al conjunto actual de acciones potenciales. Elección y definición de los criterios Una vez que se ha definido el conjunto de acciones potenciales, éstas se deben comparar entre sí (o con respecto a acciones de referencia) teniendo en cuenta los atributos que permiten distinguirlas. Ahora bien, por sí mismos estos atributos no sirven como base para realizar juicios de preferencia (juicios en los que se establece si una acción es indiferente a otra, más preferida que otra o menos preferida que otra70) porque no incorporan información sobre las preferencias del decisor. Cuando a los atributos se les añade información sobre las preferencias del decisor se convierten en criterios que son los elementos en los que ese decisor se basa para comparar las acciones. Como Vincke (1988) indica un criterio es una función g que representa las preferencias del decisor según un punto de vista.
69 Aunque muchos autores utilizan el término acción (sobre todo los pertenecientes a la Escuela Europea de Ayuda a la Decisión), también son muchos los investigadores (sobre todo los pertenecientes a la Escuela Americana de Ayuda a la Decisión) que prefieren el término «alternativa». 70 Además de la indiferencia y la preferencia también es posible que se produzcan situaciones de incomparabilidad entre las acciones (cuando el decisor no quiere o no puede compararlas).
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La comparación de las acciones puede realizarse teniendo en cuenta un único criterio que hace referencia a un punto de vista concreto (en este caso estamos en el paradigma de decisión monocriterio) o varios criterios que reflejan distintos puntos de vista (en este caso estamos en el paradigma de decisión multicriterio). En la mayor parte de los procesos de decisión reales los actores implicados no toman sus decisiones basándose en un único criterio, sino que el proceso suele estar influenciado por una gama de criterios usualmente en conflicto. En esta situación (cuando tenemos varios criterios conflictivos), no existe una acción que resulte ser la mejor en todos los criterios y, por tanto, ya no se pueden buscar soluciones óptimas, sino que se intentará llegar a soluciones satisfactorias (que se obtendrán estableciendo compromisos en los distintos criterios). La ayuda multicriterio a la decisión71 proporciona un valioso apoyo para tratar de buscar esas soluciones compromiso, aunque, en muchas situaciones, simplemente se conformará con ayudar a aclarar y a definir las alternativas, criterios y actores implicados. ¿Cuál es el número de criterios que hay que considerar? No existen limitaciones sobre un número mínimo o máximo de criterios, las únicas restricciones que se pueden considerar son de orden práctico: – Cada criterio debe hacer referencia a un aspecto importante del problema objeto de estudio y no se deben dejar de lado aspectos importantes del problema, es decir, el conjunto de criterios debe ayudar a tener una visión completa de la realidad que se aborda. – Cada criterio debe poder aplicarse a todas las acciones potenciales: no puede haber criterios que sólo sirvan para evaluar algunas de las acciones. – El número de criterios debe ser manejable y asimilable por los actores (un número excesivo podría dificultar la comprensión de los actores). Cuando los criterios no tienen la misma importancia (porque unos son más relevantes que otros), habrá que tratar de reflejar el distinto peso que se asigna a cada uno de ellos ponderándolos de manera adecuada.
71 En el prólogo del libro de Vincke (L’aide multicritère à la decisión, Bruselas: Editions de l’Université de Bruxelles, 1988), Roy puntualiza que lo correcto es decir ayuda multicriterio a la decisión y no ayuda a la decisión multicriterio. Esto es así porque que en el mundo real no existen decisiones monocriterio o multicriterio y, por tanto, esta distinción sólo tiene sentido cuando se aplica al enfoque que se utiliza para analizar los problemas.
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Evaluación de las acciones La definición de las acciones y los criterios permite que se pueda evaluar cada una de esas acciones en cada uno de esos criterios, obteniendo así las evaluaciones individuales (que después habrá que agregar). Cuando el conjunto de acciones es pequeño y se define en extensión (es decir, enumerando cada una de las acciones de la lista de acciones potenciales) las evaluaciones se pueden presentar en una tabla (denominada tabla de evaluaciones) que no resulta esencial en el proceso de decisión, pero que ayuda a resumir de manera clara la información relacionada con el proceso de decisión. Figura 1: Tabla de evaluaciones Criterios Acciones a1 a2 ... am Pesos de los criterios
g1 g1(a1) g1(a2) ... g1(am) p1
g2 g2(a1) g2(a2) ... g2(am) p2
... ... ... ... ... ...
gn gn(a1) gn(a2) ... gn(am) pn
La definición de todos estos elementos básicos tiene gran importancia en la ayuda a la decisión y no puede descuidarse en situaciones de crisis por falta de tiempo, miedo a asumir responsabilidades importantes, conflictos entre las partes implicadas, poca comunicación, desconocimiento del problema y de las consecuencias, etc. En realidad, debe suceder todo lo contrario porque en las situaciones complejas es cuando más interés tiene conseguir la información relevante que pueda ayudar a las partes implicadas a entender mejor lo que está pasando y las consecuencias que se pueden derivar de su actuación.
4. MODELIZACIÓN DE
LAS PREFERENCIAS
Cuando se ha obtenido toda la información necesaria sobre los elementos básicos del proceso de decisión, se intentará elegir la acción o acciones más interesantes. Para ello, habrá que comparar las acciones teniendo en cuenta las evaluaciones de cada una de ellas en cada criterio y las preferencias del decisor. Así, cuando el decisor compara dos acciones potenciales a1 y a2 con respecto a un criterio debe ser capaz de expresar si:
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– Prefiere alguna de las dos acciones, lo que se denota como a1 P a2 o a2 P a1. La relación de preferencia se puede matizar distinguiendo entre preferencia fuerte (que se sigue denotando como P) y que indica que el decisor prefiere una de las dos acciones sin ningún género de dudas y preferencia débil (que se denota como Q) y que indica que el decisor tiene una cierta preferencia por una de las acciones pero esta preferencia no llega a ser fuerte. – Las acciones le parecen indiferentes, lo que se denota como a1 I a2. – No quiere o no puede comparar las acciones, es decir, las acciones son incomparables y esto se denota como a1 R a2. La modelización tradicional de las preferencias derivaba en dos posibilidades: una acción es preferida a otra o es indiferente (es decir, no puede darse la incomparabilidad). Además, desde el momento en que la evaluación de una acción en un criterio g es superior a la evaluación de la otra, automáticamente se prefiere la primera acción a la segunda: a1 P a2 £ g(a1) > g(a2) a1 I a2 £ g(a1) = g(a2) La estructura de preferencias que se puede representar con este modelo clásico, en el que se asume que la preferencia y la indiferencia son transitivas, es una estructura de preorden completo. A partir de este modelo clásico se han definido otros modelos en los que se puede aceptar la incomparabilidad y se puede asumir que la preferencia y la indiferencia no tienen porque ser transitivas. En estos nuevos modelos, en los que ya no se considera que toda diferencia positiva en las evaluaciones de las acciones implica una preferencia por una de ellas, se utilizan nuevos instrumentos de trabajo: los umbrales. Así, cuando se incluye un umbral de indiferencia q positivo tenemos un modelo en el que las acciones pueden ser indiferentes aunque sus evaluaciones no sean iguales, basta con que la diferencia en las evaluaciones sea menor o igual que q: a1 P a2 £ g(a1) > g(a2) + q a1 I a2 £ |g(a1) = g(a2)| # q La estructura de preferencias que se puede representar con este nuevo modelo, en el que la preferencia sigue siendo transitiva y no se acepta la incomparabilidad, es una estructura de preferencias de semiorden. En este modelo el umbral de indiferencia q es constante; sin embargo, este umbral también podría variar a lo largo de la escala considerada, lo que nos lleva al siguiente modelo:
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a1 P a2 £ g(a1) > g(a2) + q(g(a2)) a1 I a2 £ g(a1) # g(a2) + q(g(a2)) g(a2) # g(a) + q(g(a1)) Cuando además del umbral de indiferencia q (variable) también se incluye un umbral de preferencia p (variable), tenemos un modelo en el que las diferencias menores o iguales que el umbral de indiferencia implican indiferencia, las diferencias mayores que el umbral de indiferencia y menores o iguales que el umbral de preferencia implican preferencia débil y las diferencias mayores que el umbral de preferencia implican preferencia fuerte: a1 P a2 £ g(a1) > g(a2) + p(g(a2)) a1 Q a2 £ g(a2) + p(g(a2)) $ g(a1) > g(a2) + q(g(a2)) a1 I a2 £ g(a2) + q(g(a2)) $ g(a1) g(a1) + q(g(a1)) $ g(a2) Sin entrar en más detalles con respecto a los umbrales, señalamos que son muy útiles para representar las preferencias cuando los datos del problema incluyen algunas arbitrariedades o existen dudas o ambigüedades con respecto a la definición de los criterios. Por eso, los modelos que incluyen umbrales permiten modelizar las preferencias de manera más realista que el modelo clásico.
5. AGREGACIÓN DE LAS EVALUACIONES Una vez que se obtiene la tabla de evaluaciones (o simplemente las evaluaciones de cada acción en cada criterio) se plantea un nuevo problema que consiste en saber qué hay que hacer para determinar si una acción (a1) es al menos tan buena como otra acción (a2) cuando no sólo se considera un único criterio, sino todo el conjunto de criterios. La solución a este problema se hallará respondiendo a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos agregar las evaluaciones individuales que tenemos para cada criterio? Con el objetivo de dar respuesta a esta pregunta se han propuesto muchos métodos y técnicas, aunque la mayor parte de ellos se puede incluir en alguno de estos tres enfoques72: 72 Roy (1985) clasifica estos tres enfoques denominándolos sucesivamente: - Enfoque del criterio único de síntesis sin incomparabilidades. - Enfoque de sobreclasificacion que admite incomparabilidades. - Enfoque del juicio local interactivo con prueba y error.
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– El primer enfoque, a partir del que se ha desarrollado la Teoría de la Utilidad Multiatributo o Multiple Attribute Utility Theory (MAUT), consiste en agregar los diferentes criterios en una única función que posteriormente debe ser optimizada. En este enfoque, de marcada inspiración americana, se consigue una ordenación completa para cualquier par de alternativas a1 y a2, es decir, a1 es preferida a a2, a2 es preferida a a1 o ambas son indiferentes. Por tanto, se rechaza la existencia de cualquier posible incomparabilidad. La Teoría de la Utilidad Multiatributo se apoya en una sólida base teórica, sin embargo, su aplicación práctica está llena de dificultades porque las hipótesis que se asumen pueden resultar demasiado rígidas en la práctica. – El segundo enfoque, de inspiración francesa, ha dado lugar a los Métodos de Sobreclasificación73 o Métodos de Superación. En este enfoque, que admite la incomparabilidad, las acciones se comparan dos a dos en cada criterio sin tener, por tanto, que agregar la información en un primer momento. Aunque algunos investigadores han criticado la base teórica de estos métodos, sorprende el gran número de aplicaciones en las que se han utilizado (sobre todo en Europa). Los métodos de sobreclasificación o superación más conocidos son ELECTRE (Elimination Et Choix Traduisant la Réalité) y PROMETHEE (Preference Ranking Organization Method for Enrichment Evaluations), para los que se han desarrollado varias versiones. – El tercer enfoque lo integran los Métodos Interactivos. En estos métodos se alternan etapas de cálculo y etapas de diálogo con el decisor. En un primer momento se obtiene una solución inicial y se pregunta al decisor sobre sus preferencias relativas con respecto a esta solución. A continuación, estas preferencias del decisor se introducen en la estructura del modelo y se genera una nueva solución con respecto a la cual se vuelve a preguntar al decisor. El proceso iterativo continúa hasta que se alcanza una solución suficientemente buena. Además de los métodos que se proponen desde estos tres enfoques, existen muchos otros que también ayudan a tomar decisiones con uno o varios criterios. A la hora de elegir un método que sirva para decidir en una situación de crisis hay que tener en cuenta las características del problema que se aborda (existen muchas dudas o el problema está bastante claro, podemos modelizar fácilmente la realidad que abor73 En francés estos métodos se denominan «Méthodes de Surclassement». La palabra sobreclasificación es una traducción directa del término surclassement, aunque muchos investigadores prefieren utilizar el término superación. En inglés estos métodos se denominan Outranking Methods.
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damos o surgen muchas incoherencias, conocemos las consecuencias de las distintas alternativas o no somos capaces de prever qué efectos tendrá su aplicación, etc.). Es importante no olvidar que la ayuda a la decisión no intenta buscar verdades absolutas sino que pretende aclarar el proceso de decisión para que los actores del mismo comprendan mejor lo que está en juego y puedan elegir con mayor criterio.
6. CONCLUSIONES Los desastres ecológicos y sanitarios que se han producido en los últimos años han tenido importantes consecuencias y nos han hecho tomar conciencia de que estamos expuestos a serios peligros que cada vez parecen ser más frecuentes. La prevención, el respeto a la naturaleza y una mejor comprensión de los efectos que provoca la actividad humana pueden ayudar a evitar algunas catástrofes, aunque otras son inevitables. Para tratar de superar estas situaciones de crisis (que pueden estar relacionadas con fenómenos naturales, accidentes, pandemias, etc.) e intentar evitar daños graves hay que tomar decisiones. La actividad de ayuda a la decisión tiene un importante papel en la gestión de crisis porque contribuye a que las partes implicadas en el problema puedan comprender mejor lo que está sucediendo y puedan responder mejor a las cuestiones que se plantean. No se trata, por tanto, de buscar verdades absolutas, sino de aclarar los posibles caminos que los actores de la decisión pueden tomar. El proceso de toma de decisiones está jalonado por una serie de etapas o fases y su identificación puede ser útil para guiar al decisor y a los otros actores durante el mismo. Sin embargo, el paso de unas etapas a otras no suele ser lineal, puede haber saltos entre etapas o vueltas hacia atrás que hacen que cada decisión sea única e irrepetible. Por tanto, parece más importante identificar y definir los elementos que son básicos en cualquier proceso de decisión que intentar seguir un camino trazado a priori. La identificación de los actores del proceso, la definición de las alternativas de actuación y la elección de los criterios son elementos básicos en el proceso de decisión que cobran especial importancia en las situaciones de crisis por la propia relevancia que tienen los hechos que se estudian. Sin embargo, en muchas de las decisiones que se toman en situaciones de crisis no se realiza ningún estudio serio de las alternativas o de los criterios, se sustituyen las opiniones de expertos por opiniones políticas e incluso puede haber una falta de actuación o una actuación tardía. A veces todos estos errores se justifican por falta de tiempo, incapacidad para asumir responsabilidades en un tema crítico, dudas, desconocimiento. Sin embargo, las improvisaciones o la falta de actuación no se pueden tolerar cuando hay mucho en juego. Es precisamente en las situaciones de crisis cuando hay que ser más cauto y hay que tratar de buscar más información para comprender mejor y responder mejor a las preguntas que van surgiendo sin que haya hueco para las improvisaciones.
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REFERENCIAS BARBA-ROMERO, S.; POMEROL, J. C. Decisiones multicriterio: Fundamentos teóricos y utilización práctica. Madrid: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alcalá de Henares, 1997. CÓRDOBA BUENO, M. Metodología para la toma de decisiones. Madrid: Delta Publicaciones, 2004. DÍEZ
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La estructura narrativa de sucesos catastróficos en los medios de comunicación
ANDRÉS GARCÍA GÓMEZ Centro Europeo de Investigación Social de Emergencias de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias
INTRODUCCIÓN Esta conferencia forma parte de las conclusiones de un estudio realizado durante varios años, cuyos objetivos fueron propuestos por Andrés García (CEISE) y que fue diseñado y dirigido por el catedrático Manuel Martín Serrano (EURODOXA). En el mismo, a través de varios Delphis que hacían referencia a eventos catastróficos tanto naturales como tecnológicos, participaron más de 60 periodistas de los diversos medios de comunicación, tanto escritos como de audio y audio-visuales. La forma y manera en que este colectivo afrontó, indagó y relató las distintas fases del desarrollo de las emergencias, fundamenta el contenido de esta conferencia. La pertinencia y valor de las conclusiones de este estudio, de las cuales sólo una parte se expondrán en esta conferencia, se da en varios sentidos. – En primer lugar porque sirve de contrastación, ratificación, sistematización y ampliación de las conclusiones de otros estudios anteriores: Tratamiento periodístico de los sucesos acaecidos en Galicia con ocasión del embarrancamiento del buque Cason, Génesis García y Andrés García, CEISE-DGPC, 1986-1989; Imagen de Correos en los medios de comunicación a raíz de las cartas bomba, Génesis García y Andrés García, Ministerio de Transportes, 1989-1992. – En segundo lugar, el análisis estructural, sistemático y científico, de la narrativa periodística sobre noticias catastróficas, complementa otros estudios que se han realizado sobre los medios de comunicación en situación de emergencia, como son los de credibilidad (Hans Peter Peter) o los del rol de los periodistas (Takao Matsumura). Es decir, llena un vacío de las ciencias 125
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sociales en esta área, e intenta afrontar un campo que hasta el momento no había pasado de la informalidad de una charla de café, en la que todos hablamos pero nadie sabe. – En tercer lugar, los resultados y conclusiones de este trabajo, son un útil instrumento, tanto de comprensión como de trabajo, para todos aquellos que con responsabilidad (política, técnica e informativa) en la gestión y lucha contra los efectos de una catástrofe, quieran encontrar una mejor coordinación y cooperación con los medios de comunicación. La, a veces, dificultosa relación entre gestores y cuerpos de intervención en emergencias con los medios de comunicación, hace que en ocasiones se explique atribuyéndoles, generalmente de forma infundada, a los periodistas una mala fe distorsionadora de los hechos o, cuando menos, ignorancia sobre lo acontecido. Esta postura, además de ser poco constructiva, sí refleja los prejuicios que los gestores e intervinientes en emergencias tienen sobre los medios de comunicación y su incapacidad para comunicarse de forma eficaz con los mismos. Reitero que decimos «a veces», pues no faltan los casos y ocasiones en los que las relaciones entre gestores y medios de comunicación son fructíferas y positivas de modo evidente; pero dado lo que hay en juego (bienes y vidas masivas de personas) tanto por corregir el «a veces» como mejorar las relaciones que ya son buenas, merece la pena hacer un esfuerzo por comprender y entender al otro, ya sea en una u otra dirección.
LA ESTRUCTURA QUE TIENEN LAS NARRACIONES DE LAS CATÁSTROFES Cuando acontece una catástrofe semejante a las que se han utilizado para realizar este estudio se rompe en alguna medida la continuidad de la vida cotidiana y se ve más o menos afectada la organización de las relaciones sociales. Por eso una catástrofe es ocasión en la que se pone a prueba la solidez de los vínculos entre los miembros de la comunidad y la capacidad de las instituciones para afrontar la desorganización. Desde el punto de vista del comunicador profesional que se enfrenta con estos aconteceres cabe pautar la catástrofe como una tragedia (en el sentido técnico del término): clase de narración cuyo pathos procede de la dialéctica entre orden roto/ orden restituido. No queremos afirmar que los periodistas busquen deliberadamente en Eurípides o en Esquilo los modelos narrativos para contar lo que sucede cuando surge una catástrofe. Nos limitamos a llamar la atención sobre la clase de estructura comunicativa que hemos observado, al analizar la naturaleza de los datos que buscan los comunicadores y la forma en la que organizan la narración de la catástrofe.
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Lo mismo que sucede en la tragedia, el relato de la catástrofe gira en torno a la condición imprevisible de un accidente, natural o tecnológico; suceso que ha sido propiciado por la acción del hombre, empeñado en domesticar las fuerzas de la naturaleza. El comunicador se recrea en la descripción de las causas de la catástrofe, de sus manifestaciones y sobre todo de sus efectos. Hace ver que, cuando se creía que todo estaba bajo control, el incidente libera fuerzas que el hombre no puede dominar. El relato muestra la insuficiencia de las medidas de seguridad, supuestamente a prueba de cualquier fallo. Para ello insiste en la descripción de lo que no se debía de haber intentado, y sin embargo se intentó; de lo que se debía de haber hecho, y sin embargo no se hizo. Se nos describe el espectáculo del agua y del fuego subrayando su poder destructor. Lo mismo que en la tragedia, se da voz a los informantes para que puedan contar con toda precisión cuántos han sido los muertos, cuántos los heridos, cuántos los desplazados de sus hogares; y cuanto mayor resulte la magnitud del balance de las víctimas, mejor se ilustra que la calamidad es una desgracia colectiva, y por esa misma razón un castigo público. A tenor de lo ya dicho, es fácil identificar la culpa que le hace acreedora a la comunidad de una expiación por el fuego o por la inundación. Es la misma que aparece en Prometeo: la arrogancia –en este caso tecnológica–, cuya máxima manifestación consiste en querer suplantar las leyes naturales por los designios humanos. También se mantiene el relato periodístico de las catástrofes fiel al esquema de la tragedia, cuando se refiere a los Personajes implicados en los aconteceres. Los sujetos humanos que «toman la palabra» representan a las instituciones sociales. Aquí no cuentan ni las opiniones ni los sentimientos privados, sino los juicios y las pasiones colectivas. Intervienen para narrar lo que le ha sucedido; son portavoces de las instituciones y de las empresas implicadas en la catástrofe; intervienen en tanto que técnicos conocedores de lo que está sucediendo y de lo que todavía está por suceder. Como se ve, se reproducen roles que nunca faltan en la tragedia. Precisamente en el orden que se han mencionado es fácil identificar al «coro», a «los mensajeros de los protagonistas» y los «los augures». Como cabía esperar, los protagonistas del relato son las instituciones, y no los individuos. En este caso, la máscara que les identifica es la función que desempeñan en la organización social. Por ejemplo el MOPU que hace obras públicas; la EMPRESA que explota la central nuclear; la GUARDIA CIVIL que acude en socorro de las víctimas. Cada institución implicada en el acontecer encarna intereses, y por lo tanto representa pasiones. Por ejemplo: temor a que se descubra la ineptitud; ambición económica desmedida y falta de escrúpulos; abnegación y solidaridad en la ayuda al prójimo. Los comunicadores profesionales no siempre otorgan los papeles de héroes y de antihéroes a las mismas instituciones; pero, en todo caso, se empeñan en identificar un «bueno» y un «malo». En ocasiones estos papeles recaen en Organismos de la Administración, y en otras, en Corporaciones Privadas.
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Completan el esquema narrativo las figuras de los destinatarios y de los narradores. Son destinatarios de los esfuerzos por paliar los efectos de la catástrofe «las víctimas», presentadas siempre como un colectivo. Los destinatarios son quienes tienen derecho a que ningún esfuerzo o recurso sea excluido para llevar el socorro; pero juegan un papel pasivo, muy en contradicción con la actitud de autoprotección que trata de difundir Protección Civil. De hecho, el narrador se reserva el derecho a no informarles de lo que «no conviene que sepan». Son narradores los propios «profesionales de la comunicación» y algunas instituciones que asumen circunstancialmente ese papel; entre ellas, Protección Civil. Es consustancial a la narración trágica la existencia de un desenlace. Pero la conclusión difiere según el modo en el que transcurran las cosas: A) Cuando finalmente se dominan las causas de la catástrofe, el comunicador profesional recurre muy tópicamente a las reglas establecidas: elabora un relato que tuvo un planteamiento, un nudo, y por fin una conclusión. La conclusión consiste en que el orden roto ha sido finalmente restablecido. Ese restablecimiento se debe a dos factores: – El primero, los poderes excepcionales que posee el héroe, para paliar el desaguisado producido por el antihéroe. Por ejemplo, los recursos humanos y técnicos con los que cuentan las Fuerzas de Seguridad del Estado para salvar a la población; la capacidad logística del MOPU para recanalizar las aguas desbordadas, etc. – El segundo factor es la reconciliación de las fuerzas naturales con el hombre: «por fin deja de llover», «el fuego acaba extinguiéndose», etc. Es fácil captar la analogía con la intervención piadosa de los Dioses a favor de los hombres, que aparece en la Tragedia. B) Cuando el desenlace es falso, porque el problema se reproduce tiempo más tarde con mayor gravedad y el fenómeno escapa definitivamente de control, la situación creada no se pauta como una tragedia. Así ha ocurrido en uno de los supuestos. En «Valdellano», al final de la prueba se planteó que, cuando parecía que las dificultades habían sido vencidas, se produce una fuga radiactiva muy grave. En este caso, el abandono de la forma narrativa de tragedia se hace para pasar a la estructura narrativa del relato épico. Los narradores se convierten en portavoces de los responsables de organizar el salvamento. La dirección colectiva se atribuye a las instituciones que posean más autoridad. Ya sólo hay dirigentes, auxiliares, y una comunidad que debe conocer y acatar unas instrucciones, que son inapelables.
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– El relato en clave trágica de un desastre se refiere a la expiación de la arrogancia humana por el sufrimiento y por el esfuerzo. El relato en clave épica de ese mismo desastre se refiere a la supervivencia biológica de la comunidad por la obediencia y por el altruismo; entendido este último término como la disposición a sacrificar la propia vida por la salvación del grupo. A modo de resumen: Así pues, queda establecido con toda certeza que los comunicadores profesionales tratan sistemáticamente las catástrofes como tragedias. El pathos de este tratamiento narrativo reside en referirse al quebrantamiento del orden cotidiano y en la puesta en entredicho de la eficacia de la organización, para en su momento mostrar que se restaura la continuidad de las relaciones sociales y el funcionamiento de las instituciones. Entre el momento del quebranto, generado por fuerzas naturales o tecnológicas, que escapan al control humano, y el momento del regreso a la normalidad, ha mediado la intervención de Actores que representan a colectivos, y no a sujetos individuales. El número de tales personajes, los papeles que desempeñan y los comportamientos que llevan a cabo están prescritos muy ritualmente. Se encontrará siempre un único Héroe (acompañado o no de otros auxiliares); en este caso, la Institución, generalmente del Estado –por ejemplo el Ejército– que se enfrenta con tenacidad y, sobre todo, con poderosas herramientas contra las fuerzas desatadas, encarnando la solidaridad. Aparecerá un único Antihéroe; (acompañado o no de cómplices), en este caso otra Institución, generalmente privada –por ejemplo, la empresa constructora de la instalación siniestrada– a la que se le hace responsable de lo sucedido, atribuyéndole o bien incapacidad, o bien rapacidad; móviles que explicarían imprevisiones y descuidos. Aparecen ciertamente los Destinatarios: en este caso los afectados, a quienes hay que salvar o aliviar de sus desgracias; pero a quienes se les otorga el papel de Pacientes y no de Agentes participantes en el control de su propio destino. Se encontrará indefectiblemente el Coro, a quien el Narrador profesional le encomienda que vaya creando el clima para la catarsis colectiva. El Coro es el vehículo para los momentos patéticos del relato, y en ocasiones, claramente amarillistas: cuenta la impotencia humana frente a la fuerza del fue-
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go o del agua, recuenta los muertos y la destrucción; introduce en imágenes, el llanto y, sobre todo, la desorientación de los afectados. Con la intervención del Coro se combina la del Augur; otra figura que nunca falta; por ejemplo, el Servicio Meteorológico que anticipa si lloverá o no lloverá en los próximos días. Y para completar esta galería hay que incluir otras dos figuras más: la primera, el Consejero del Héroe, en este caso, los «técnicos», «expertos», «especialistas», que desde los templos de la Ciencia (por ejemplo, la Universidad) o los recintos gerontocráticos (por ejemplo, los Colegios Profesionales) ofrecen diagnósticos y proponen soluciones, pero se mantienen al margen de las actuaciones. La segunda figura corresponde al propio Narrador, que se presenta a sí mismo como «quien estuvo en el lugar de los hechos», «quien vio lo que cuenta» o, dado el caso, «quien obtuvo el testimonio de testigos presenciales». Respondiendo al rol prescrito, el Narrador pretenderá cuando sea posible narrar los hechos en tiempo presente, al hilo mismo del acontecer. La existencia de esta estructura narrativa en todos los materiales analizados permite una conclusión de la mayor importancia práctica: cuando el tema de referencia de la comunicación es un desastre, el fondo de la narración se supedita a la forma. Con ello señalamos lo siguiente: cualesquiera que sean las características concretas del suceso, cualesquiera que sean las causas, las circunstancias y los efectos del desastre, el profesional de la comunicación va a narrar una tragedia. Por lo tanto, se referirá al orden quebrantado y restituido; se ocupará de colectivos y no de personas; buscará entre las Instituciones públicas y privadas concernidas a quiénes asignarles cada uno de los personajes arquetípicos que se han mencionado. Lo que realmente acontece servirá sólo para ilustrar un modelo dramático. Transformar algo tan grave como un desastre en la oportunidad de reproducir ritualmente la ceremonia de un relato trágico puede parecer desmesurado e incluso frívolo; sin embargo, no lo es. La función más importante de la comunicación pública no es informar sobre lo que está sucediendo, sino restablecer la confianza en el funcionamiento de la organización social. Ese es el objetivo que tratan de cumplir las instituciones comunicativas cada vez que la sociedad se enfrenta colectivamente con fuerzas naturales o sobrenaturales que la sobrepasan. De lo que se trata, tanto en la tragedia clásica como en el relato de los medios de comunicación de masas, cuando se narra el desastre, es de reafirmar que, en ocasiones, las fuerzas del destino pueden ser finalmente vencidas, cuando los hombres actúan organizada y solidariamente. Ese mensaje antes se difundía desde el teatro; ahora desde el televisor, el receptor de radio o el papel impreso. Pero la función es la misma: se les ofrece a las audiencias una
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visión de lo que sucede, que vuelve a legitimar la organización y los valores sociales compartidos. Visión que contribuye, por lo tanto, a la reproducción social, la tarea más importante que compete a los profesionales de la comunicación pública.
LA ACTUACIÓN DEL COMUNICADOR PROFESIONAL QUE INFORMA SOBRE LA CATÁSTROFE La figura crucial en la narración de una catástrofe es el propio Narrador. En consecuencia, conviene dedicar un epígrafe de estas conclusiones a examinar cómo realiza su trabajo el comunicador profesional; es decir, aquella persona o personas que seleccionan, elaboran y difunden la información que finalmente llega a las audiencias. El epígrafe precedente ha aclarado cuáles son los temas que el profesional de la comunicación va a tratar de ilustrar. El detalle de estos intereses comunicativos se describe en el capítulo dedicado al análisis de los datos (que no se expondrá en esta conferencia). Ahora sólo es necesario trazar a grandes rasgos cuáles con los temas que orientan la actividad de los comunicadores: – Se interesan en todo cuanto tenga que ver con las causas, las características y los efectos del desastre; están atentos a las manifestaciones de la desorganización generada por la catástrofe y a todos los empeños por reorganizar «la normalidad» de la vida cotidiana. Igualmente se ha aclarado cuáles son los Actores que traerán a colación: – Tratarán de identificar y de contactar con representantes de las Instituciones y de los colectivos implicados en la catástrofe, para distribuir entre ellos los «papeles» que ya han sido descritos, y que indefectiblemente van a asignarles a medida que vayan describiendo la trama de los sucesos. En razón de esas preocupaciones temáticas y de estos planteamientos narrativos se comprende que la tarea más importante para el comunicador profesional sea buscar y contactar con las fuentes de la información. Ciertamente que una Institución o una persona es fuente de noticias porque el comunicador le asigna esa condición. Por lo tanto, el examen de las características que tienen las fuentes arroja mucha luz sobre cuáles son los criterios que utiliza el profesional de la noticia. Los enumeramos a continuación: A) Se considera más importante estar presente en el escenario de la catástrofe que obtener una información más completa, más global y más documentada. En general, el trabajo informativo referido a la catástrofe se concibe
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como reportaje. Si se puede, una «unidad móvil», y si no se puede, un «enviado especial» serán el soporte que vertebre la comunicación y, a veces, los únicos proveedores de noticias. Hay muy poco uso de fuentes secundarias (documentos, estadísticas, informes, etc.); en todo caso, se considera suficiente la documentación que puede proporcionar el propio medio o la Agencia de noticias. B) Se tiende a utilizar como fuentes fiables a los otros medios de comunicación antes que a los especialistas cualificados. Frecuentemente, los medios se realimentan; buscan la noticia en lo que se edita o difunde en otro periódico, otra emisora o cadena de televisión. C) Se prefiere a los informantes que son portavoces o representantes de organismos e instituciones, tanto públicas como privadas, antes que a las personas que se manifiestan a título individual. Las razones de esta práctica ya quedaron explícitas. D) A la hora de contactar con los informantes, incluidos quienes pertenecen a la Administración, se trabaja más con quienes no son profesionales de la comunicación, que con otros periodistas. De cada cuatro informantes, sólo uno es profesional. La primera razón es que los gabinetes de Prensa no existen en todos los organismos de la Administración ni en todas las empresas; pero esa explicación no basta. Existe proclividad a moverse por los meandros de la jerarquía administrativa, sin respetar las competencias específicamente informativas de los portavoces oficiales; en busca de la autoridad más alta –política o técnica– que puede proporcionar, en razón de su cargo o de su función, un aval mayor. E) Se prefiere a los informantes que son responsables directos de la intervención –durante las tareas de rescate y atención a las víctimas– que a los informantes que están dedicados precisamente a atender a los medios. Se trata de conseguir directamente del Jefe de Bomberos, del Responsable de las Fuerzas de la Guardia Civil, del Jefe de los Servicios de Tráfico o del Director del Observatorio Nacional la información que podría proporcionar un Gabinete de Prensa de la Delegación del Gobierno. Ciertamente, esta inadecuada selección de informantes más bien debe de contribuir a crear problemas que a resolverlos. La razón es fácil de explicar: el periodista quiere mostrar al «Héroe», al «Antagonista» y al «Augur» y no a sus mensajeros. Por ese motivo, resultará muy difícil evitar esa práctica.
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F) Los «técnicos» y los «especialistas» de las Empresas implicadas, y en menor medida de la Administración, son requeridos como informantes, pero su testimonio queda bajo sospecha. Es práctica periodística habitual, contrastar los juicios «interesados» con otros «independientes» en aras de la objetividad. Pero en esta ocasión se pone un extraordinario celo, que además responde a otras razones. Recurriendo a los «expertos» ajenos se pueden señalar no sólo los responsables y las responsabilidades, sino también la existencia de actuaciones y de intereses no confesados, que es imprescindible suponer para que quede bien dibujada la figura del Antihéroe supuestamente causante del desastre. G) Siempre que es posible se prefiere adoptar el papel de entrevistador, recurriendo al contacto en vivo con los informantes. La entrevista –personal y sobre todo telefónica– constituye la materia prima más importante a la que recurren los profesionales para realizar sus productos comunicativos. El precio de la espontaneidad, a veces de la improvisación, puede ser en ocasiones muy elevado, desde el punto de vista de la pertinencia, la relevancia y la completitud que tenga la información relativa a una catástrofe. Dicho en pocas palabras, la superficialidad en el enfoque de los temas está generalizada. H) Al comprobar el desmesurado peso que tienen las entrevistas, se percibe, por contraste, lo menguado que suele ser el trabajo de redacción. Los artículos, editoriales, trabajos monográficos en los que cabría profundizar y contextualizar la catástrofe, son escasísimos. Los comunicadores profesionales están mucho más preocupados por transmitir el pathos que el ethos de los acontecimientos. I) Finalmente, sólo queda llamar la atención sobre lo menguados que son los equipos que cubren las catástrofes y sobre el muy escaso recurso a las nuevas tecnologías informáticas y comunicativas. La imagen que de ellos mismos quieren dar los comunicadores profesionales cuando cubren una catástrofe tiene un aura entre romántica y anticuada. El arquetipo que se ha presentado corresponde a un informador solitario, entrevistando sobre el terreno, al tiempo que suceden las cosas, trabajando con poco aparato tecnológico. Esta descripción nos devuelve a la época heroica del periodismo; y ciertamente es incompleta, porque las Agencias de Noticias y las Oficinas de Prensa también aportan su contribución al trabajo comunicativo. Luego, en la mesa de redacción, todavía se llevan a cabo nuevos ajustes, cambios, interpolaciones y supresiones, a los que nadie ha querido referirse en esta investigación.
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En todo caso, esa imagen que se quiere transmitir, tan romántica como distorsionada, del trabajo periodístico relativo a las catástrofes, tiene una posible explicación. El profesional de la comunicación que cubre una catástrofe no se siente como un mero mediador, tal como se sentiría si informase sobre la bolsa o sobre el tiempo. Interpreta un papel en la tragedia que incluye ciertamente las funciones de Narrador. Pero además se asigna las atribuciones del testigo, y en ocasiones del investigador privado e incluso del juez. Las facilidades que pueda recibir de las Administraciones Públicas para realizar su trabajo informativo no cubrirán nunca esas otras funciones no comunicativas que el profesional de la comunicación se siente con derecho a asumir. Hay que contar con esa trasgresión a la hora de entender las razones de comportamientos tan desconcertantes como puentear al Gabinete de Prensa, que podría haberle proporcionado al profesional de los medios la misma información que solicitó directamente a una autoridad; a la cual se la distrae de sus obligaciones en circunstancias en las que debería poder concentrar sus esfuerzos en otras tareas inaplazables.
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Teoría de la crisis
GONZALO PARENTE RODRÍGUEZ Profesor de Análisis del Conflicto Universidad de San Pablo - CEU de Madrid
1. INTRODUCCIÓN Para estudiar la crisis como fenómeno social necesitamos recurrir al marco general de la sociología del conflicto, fenómeno social genérico, del cual la crisis es un caso particular. De esta forma ya podemos afirmar que existe la crisis porque existe el conflicto, y que cada conflicto en su evolución pasa por su correspondiente fase de crisis. Debemos partir, pues, de la noción básica del conflicto como fenómeno de relación y comunicación social entre dos partes antagónicas. Diversos autores han proporcionado conceptos sobre el conflicto que sirven a modo de definición. Nos fijaremos en los más importantes que, por no extendernos, agruparemos en los clásicos y los actuales. Clásicos: – George Simmel: «El conflicto está destinado a resolver dualismos divergentes. – Lewis Coser: «El conflicto es una enfermedad del cuerpo social». – Karl Marx: «El conflicto se deriva de la estructura social y está destinado a cambiarla». Actuales: – Ralf Dahrendorf: «El conflicto es la oposición entre dos partes» – Johan Galtung: «El conflicto es una contraposición de valores y de intereses».
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– Julien Freund: «El conflicto consiste en el enfrentamiento intencionado entre dos seres de la misma especie que se manifiestan hostiles respecto a un derecho. Otros muchos sociólogos como Aron, Parsons, Weber o Angell, estudiaron el conflicto desde distintos puntos de vista. Así, podemos resumir que se agruparon en dos escuelas, la europea de Frankfurt dedicada a los estudios del conflicto y la escuela de Chicago, más preocupada por los estudios del orden, precisamente la cara opuesta. Vemos así cómo conflicto y orden, constituyen los dos puntos antagónicos de las relaciones humanas. Podríamos considerar que el orden es el consenso que facilita la convivencia y el conflicto es el desorden, el desacuerdo o la ruptura. De esta forma podemos establecer conceptos extremos en la evolución del conflicto. Los más frecuentes e influyentes en la vida humana, a través de la historia, han sido las situaciones de paz y las situaciones de guerra. Así, decimos que la paz es la expresión mínima del conflicto, y la guerra su expresión máxima. El conflicto, como fenómeno observable y objeto del estudio científico, necesita una representación gráfica que se hace considerando sus dos variables básicas, el tiempo y la intensidad, sobre dos ejes de coordenadas que nos darían una figura en forma de curva, variable según estos dos parámetros. A tal representación podemos dominarla «Espectro del Conflicto». En la zona origen de la gráfica se sitúa lo que se entiende como zona de paz y en el extremo de la máxima intensidad podemos encontrar el espacio de la guerra. Pues bien, en una zona variable intermedia, entre la paz y la guerra, se sitúa la representación de la crisis. Por eso decimos que la crisis es un estado intermedio en la evolución de un conflicto. Este fenómeno, de particular interés y características propias, constituye así una fase del proceso conflictivo que alcanza su momento crítico. Por tanto en el espectro del conflicto se distinguen tres zona singulares: la zona de paz, orden y consenso; la zona de crisis como estado intermedio crítico y la zona de guerra que busca establecer un nuevo orden, sea este material o de derecho.
2. LA CRISIS Una vez que hemos situado el fenómeno crisis en el marco del desarrollo del conflicto, podemos pasar a visualizarlo de forma más concreta. En primer lugar, destacaremos que la crisis ha incrementado su presencia en la sociedad actual en todos los ámbitos del conflicto. Siendo nuestra sociedad más conflictiva, las crisis se han generalizado en todos los sectores de la actividad humana, del familiar al laboral, pasando por las crisis religiosas, culturales, económicas, etc. Pero las dos crisis de mayor trascendencia son las crisis políticas y las crisis internacionales a las que nos vamos a referir más detalladamente.
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Desde la segunda mitad del siglo XX, la modernización social que se produjo durante el período de la guerra fría, hicieron que las crisis, como fenómeno intermedio, se fueran abriendo paso en el desarrollo de las relaciones sociales y su presencia se hizo persistente obligando a tomar en cuenta el nuevo fenómeno que ha sido estudiado por distintos autores, como Freund (pág. 263), quien llega a tratar la crisis como algo diferente al conflicto. En esto no estamos de acuerdo, ya que Freund acepta el concepto generalizado de que la crisis significa un cambio en un proceso, como por ejemplo la crisis de valores, la crisis de crecimiento, la crisis de gobierno. En estos casos se designa la crisis como un proceso que rompe con la estabilidad de un sistema buscando un cambio, y añade (pág. 265): «Como regla general la crisis marca una transición entre un estado de estabilidad relativa y la búsqueda de un nuevo equilibrio». Hasta ahí estamos de acuerdo, pero lo que no dice es por qué se produce el intento de cambio. Nosotros afirmamos que en todo proceso anida estructuralmente el conflicto y que, llegado el momento, éste evoluciona hasta el enfrentamiento crítico primero y a la lucha, del tipo que sea, (dialéctica, electoral, judicial o armada). Según Marx (El Capital, pág. 262 del libro III, t.I) «el conflicto entre factores antagónicos se actualiza en las crisis». La crisis se produce así en un momento crítico, en el cual las partes en conflicto se identifican como un juego a dos, de voluntades enfrentadas. Entonces ocurren una serie de acontecimientos en un clima de incertidumbre, riesgo y urgencia. Todo ello sucede porque los actores principales saben que de sus decisiones depende el futuro de una colectividad a su cargo, sea esta una empresa, una familia, una comunidad o un país. Por eso ambos actores-jugadores tienen que actuar con un principio de firmeza-flexible que implique la cautela para evitar que el conflicto, en su momento más crítico, se ponga fuera de control y se produzca una escalada no deseada. De lo que se trata es de alcanzar los objetivos mínimos que satisfagan a ambos, en el lenguaje vulgar «permitir salvar la cara» al contrario, sin olvidar los objetivos propios. El momento crítico del proceso conflictivo produce una serie de efectos fácilmente reconocibles que nos van a servir para identificar la crisis, tales son: – Un aumento súbito de la tensión del conflicto. – La urgencia en la toma de decisiones, debido a la rapidez de los acontecimientos. – La identificación de los contendientes al máximo nivel y la aparición del tercero mediador. – La presentación de alternativas conducentes a la pacificación o a la escalada del conflicto. – La intensidad de las actividades de información, la proliferación de mensajes con propuestas o amenazas.
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Desde el punto de vista académico resulta importante el estudio de crisis históricas ya resueltas. En ellas podemos fijarnos para su análisis en tres factores principales: el escenario de la crisis, los actores y el tiempo transcurrido. El escenario es el soporte físico de la acción que puede ser propio o ajeno. Deben considerarse las condiciones ambientales, la extensión del territorio y la lejanía de las partes en conflicto. Ello influirá en la disposición de los medios y en el apoyo de la población civil. Son importantes también las condiciones medio ambientales. Los actores son los protagonistas de la acción que incluyen, no sólo a los de máxima responsabilidad, sino también a los distintos escalones de apoyo. Las decisiones que se tomen son fruto de la doctrina propia, pero también influyen factores psicológicos y culturales. Es importante tener en cuenta las distintas organizaciones que rodean a los protagonistas de la crisis, como son las de carácter político, económico o estratégico. Todos ellos actúan para solucionar la crisis. Estas actividades tienen una enorme influencia en las decisiones finales y son fruto de la experiencia, de la cultura y de las tecnologías (especialmente de información) disponibles. Finalmente, el factor tiempo en la crisis es generalmente corto, cuestión de días (13 en la crisis de los misiles de Cuba). Independientemente de la duración de la crisis, deben identificarse momentos como el inicial, el punto de no retorno y el que inicia la fase final del proceso, a partir del cual el conflicto entra en las condiciones mas graves o bien comienza un retroceso hacia una situación de menor tensión que facilite la pacificación del enfrentamiento con una mayor distensión. Del estudio y análisis de los tres factores de la crisis considerados se pueden obtener unas consecuencias didácticas sobre el resultado y actuación de las partes enfrentadas. Para facilitar el estudio del fenómeno crisis nos fijaremos en dos tipos concretos que pueden resultar del mayor interés: las crisis políticas y las crisis internacionales.
3. LAS CRISIS POLÍTICAS Recurrimos a Michael Dobry, quien en su Sociología de las Crisis Políticas (pág. 27) utiliza la teoría de Clausewitz respecto a la guerra: «La crisis política es la continuación de las relaciones políticas por otros medios». En sus explicaciones posteriores sobre cuáles son los medios que utilizan las crisis políticas llega a la conclusión de que las movilizaciones que facilitan los cambios políticos son los medios de acción en este tipo de crisis. Desde el principio, Dobry señala que los procesos de crisis políticas están asociados a las movilizaciones, y para comprender la dinámica de estos procesos utiliza la perspectiva clausewitziana. Parte de la hipótesis de la continuidad para interpretar el proceso de las crisis políticas en las que varios actores juegan sus bazas enfrenta-
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dos, unos para mantenerse en el poder y otros para obtenerlo quitándoselo a quienes lo tienen. La perspectiva clausewitziana, en síntesis, sirve para distinguir la actuación en los distintos niveles: el táctico que utiliza los medios, el estratégico que organiza los modos y el político que busca los fines. En resumen, la crisis política es el elemento que utilizan los políticos para favorecer el cambio en el poder, según la secuencia histórica que el mismo Dobry señala (pág. 5) como un proceso del tipo: integración – desintegración – reintegración. Los medios disponibles son genéricamente las movilizaciones que en una escala variable ofrecen todo tipo de instrumentos políticos para la acción, como son: declaraciones, conferencias, libros, manifestaciones, huelgas y agresiones más o menos revolucionarias. Define la movilización como: «Un proceso por el cual una unidad social (política) adquiere (o trata de) un control significativo sobre unos recursos que antes no controlaba». Vemos así cómo la movilización es el principal instrumento de la crisis política que busca favorecer el cambio de poder. La movilización requiere disponer de unos recursos calculados para poner en marcha una determinada línea de acción (una jugada), todo ello en un contexto conflictivo. Las jugadas cumplen una función decisiva en el desarrollo de la crisis política. Se realizan alternativamente (como en el ajedrez) y constituyen movimientos tácticos de un plan de ataque o defensa, contando con las reacciones del contrario. Todo ello se materializa con el anuncio y ejecución de las movilizaciones correspondientes. Alrededor de la serie de jugadas de los actores principales se realizan también jugadas secundarias de apoyo que se mueven en distintos ámbitos, como son los de la información, la economía y la política. Algunos de estos movimientos tácticos, principales o secundarios, serán irreales o falsos, con la intención de desconcertar al contrario. Las movilizaciones, por tanto, tienen también una dimensión estratégica, pues buscan alcanzar directamente los objetivos superiores de la política. Es por ello que estas jugadas son de mayor alcance que las tácticas. Según Dobry, en esto estamos de acuerdo, para distinguir una jugada táctica tendremos que ver si responde a la pregunta de ¿cuántos?, mientras que las de carácter estratégico responden a la pregunta ¿cómo?, lo que se comprende por el empleo de los medios o de los modos. Por último, parece muy interesante la explicación que aporta Dobry (pág. 24) sobre la forma de elegir la movilización adecuada para una situación determinada en una crisis política. Se trata de una fórmula matemática que indica que: «El valor de una movilización es igual al valor mercantil de lo que se quiere conseguir, multiplicado por la probabilidad de conseguirlo». Ello nos servirá para evitar el error de emplear recursos desproporcionados a la situación crítica en la cual se quiere intervenir.
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CRISIS INTERNACIONALES
En el libro Análisis del Conflicto (cáp. VIII) de M. Nicholson encontramos la información de la teoría sobre las crisis internacionales que explica suficientemente la dinámica de los conflictos entre las naciones. En realidad se trata de un caso particular de las crisis políticas, pero de mayor gravedad y trascendencia, toda vez que puede desembocar en una guerra. El ejemplo más clásico de las crisis internacionales es el de la crisis de los misiles de Cuba, ocurrida en 1962, que estuvo a punto de provocar una guerra nuclear de repercusiones desconocidas para la humanidad. Nicholson señala dos condiciones definitorias de la crisis internacional. En primer lugar se refiere a la incertidumbre del resultado que puede conducir el conflicto a la mejor o a la peor de las soluciones posibles. La segunda característica es la urgencia de las decisiones ya que éstas han de ser tomadas en un período muy corto de tiempo. Las dos condiciones sirven para distinguir la fase de crisis en el desarrollo de un conflicto, cosas que se confunden muchas veces con el conflicto propiamente dicho. El estudio de esta patología concreta del conflicto sirve para establecer las pautas por las que guiarse en una situación de crisis internacional y para gestionar los recursos en las mejores condiciones. Así pues, no se trata de observaciones experimentales que sirvan para satisfacer la curiosidad intelectual sociológica, sino más bien con el fin de aprovechar experiencias anteriores para aplicarlas o no, en situaciones críticas de riesgo futuro. Las crisis internacionales tienen para su estudio la ventaja de que los actores se mueven normalmente en el marco del Gobierno de cada nación implicada. Por ello es importante considerar los sistemas de toma de decisión de cada país para ver la fluidez y el acierto del funcionamiento de cada sistema nacional, pues ello dependerá de la organización y el desarrollo político propio. La crisis internacional obliga a que el sistema de toma de decisiones, compuesto por subsistemas varios, como los de información y tratamiento de datos, sea capaz de trabajar bajo presión en condiciones de máxima tensión. El sistema funciona con decisiones que responden al modelo de acción-reacción-acción. El proceso puede comprender cuatro partes principales: primero, la recogida de información, que se recibe por canales muy variados (diplomáticos, militares, periodísticos etc.); posteriormente, la información se procesa en los órganos encargados de valorarla, según la importancia de las distintas noticias; seguidamente la información transformada en inteligencia se pasa a los órganos de decisión para que tomen las medidas oportunas; finalmente los órganos de ejecución reciben las órdenes para actuar. El sistema funciona permanentemente desde los tiempos de normalidad. Cuando sea necesario se activan los llamados Gabinetes de Crisis, que sirven para ayudar al máximo responsable (Presidente del Gobierno) a valorar la situación y tomar las decisiones oportunas.
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El momento crucial del proceso de una crisis internacional exige que el funcionamiento de toma de decisiones sea eficaz, y de su fluidez y experiencia depende en muchos casos la solución de la crisis más conveniente. Desde el punto de vista académico es importante la práctica y el conocimiento de los métodos de gestión de crisis internacionales que ya están suficientemente experimentados. Para ello se proponen dos métodos: el método de simulación, basado en poner en práctica modelos conocidos de crisis, representando las distintas partes enfrentadas, y el método de análisis de contenidos, que consiste en realizar la investigación y revisión de los documentos que justifican las decisiones tomadas en una crisis internacional determinada.
REFERENCIAS NICHOLSON, M.: Análisis del conflicto, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1974. DOBRY, M.: Sociología de las crisis políticas Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid, 1988. FREUND, J.: Sociología del conflicto, Ediciones Ejército, Madrid, 1990.
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DÍA 10 DE NOVIEMBRE DE 2005 SESIÓN DE TARDE
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El Prestige en la prensa gallega
VICENTE GONZÁLEZ RADIO Catedrático de Sociología de la Comunicación Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña
INTRODUCCIÓN El Prestige ha llenado un espacio público de forma significativa en los medios de comunicación y, de hecho, aparecen dos polos cualitativamente significativos en el análisis de los medios en general: la prensa estatal y la prensa gallega. Una y otra han representado un soporte, un instrumento y una referencia mutuas que los ciudadanos e individuos en general hemos observado. Esta relación mediática ha tenido una retroalimentación cualitativa por su frecuencia, intensidad y extensión, provocando la petición de ayuda y auxilio frente a la desgracia, riesgo o simplemente accidente, donde hay perjudicados, afectados, implicados, etc. Demasiados frentes en el análisis de un tema que desborda por su amplitud, por su abarcabilidad y por los niveles de implicación, sean políticos, sociales o económicos, tanto por acción como por omisión o por ser parte activa o por ser parte pasiva. La inclusión y la exclusión ante la catástrofe adquirió signos, señales, indicios, símbolos y representaciones connotados con todos los frentes posibles. Para poder ir adentrándonos en la materia y presentar y moderar el debate sobre el caso Prestige en la prensa gallega conviene, sin adentrarme en lo analizado por nuestras participantes en el debate, resaltar la pregunta en forma de interrogante: ¿cómo se puede y debe abordar esta problemática específica, la del tratamiento informativo? Problemática específica, puesto que hemos pasado del acontecimiento, que ha quedado como anécdota e historia gráfica con imágenes curiosas e impactantes, a la representación con todas sus significaciones y patrimonializaciones simbólicas. En ese marco nos encontramos con referentes (los hechos o los acontecimientos), las referencias (las ideas, las ideologías y los discursos) y los elementos de sustentación (los medios de comunicación).
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Aquí nos encontramos con una pluralidad cualitativa de enfoques, de perspectivas y de marcos de referencia a través de mensajes, donde los medios se convirtieron en actores sociales de primera magnitud, ya que categorizaron y expresaron de forma específica y concreta las informaciones, las comunicaciones y los conocimientos que se iban sucediendo. El horizonte perceptivo estaba altamente mediatizado por los medios, que han sido portavoces, defensores e identificadores ante un accidente convertido en catástrofe con los consiguientes daños y rupturas con y en el statu quo, que afecta al lugar geográfico, a su medio físico, natural y entorno, y al lugar cultural, el de las normas y valores sociales. Precisamente en ese marco se ha desarrollado y resaltado el papel de los medios de comunicación, ya que han servido para vehicular las ideas e ideologías ecologistas, lo que es la naturaleza, la respuesta natural y la respuesta artificial, la identidad y la identificación, etc. La ruptura de la belleza natural de estas costas por la mancha negra y su proyección/reflejo en los medios y en la sociedad. La desubicación y resituación, la toma de decisiones y la elección racionalizada con relación a fines y valores. Casi releíamos a Kant en su Crítica del juicio cuando diferenciaba la finalidad de los fines. Es que eran unas consecuencias de grandes proporciones. Los hechos (los acontecimientos), por una parte, y, por otra, las imágenes y representaciones eran contados, relatados e interpretados desde varios soportes y con diferentes argumentarios donde la ecología, los recursos materiales y humanos, la afectación y extensión en los planos naturales, sociales y económicos afloraban por todos los sitios, aunque los medios los polarizaron en unas fuentes específicas: el poder político y en movimientos sociales específicos donde Nunca Máis se convierte en un centro desde donde se irradia y proyecta. La sociedad del riesgo con todo el repertorio de actuaciones, el caos y el conflicto, la inevitabilidad, la imprevisibilidad y la responsabilidad aparecían como marcos para poder contextualizar y explicar todo lo que encierra y conlleva esta situación en los ámbitos jurídicos, económicos, sociales y políticos. Desde el horizonte perceptivo de lo que pasó los medios se convierten de referente en elemento de sustentación, sirviendo las hemerotecas de testigos de aquellos acontecimientos naturales y humanos que nos llegan: directamente, ya que hay afectados, interesados e implicados; indirectamente los individuos y la sociedad se sienten concernidos por la magnitud, por el proceso, por el resultado y por las consecuencias y efectos; medialmente, ya que a través de los medios se plasmó una construcción e imagen de lo sucedido. Al acercarnos a los medios diferenciamos la comunicación que implica coexistencia común, la información, que es lo crudo, es el contenido de la comunicación y el conocimiento. Los medios ofrecieron la realidad, el conocimiento y el discurso. Esos discursos contenían una categorización del mundo ofreciendo un tratamiento deter-
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minado que reforzó la cohesión social de la población que se sentía atacada y que buscaba apoyo y ayuda. De hecho los medios tratan temas importantes para los individuos, establecen una jerarquización y agenda; reproducen los hábitos, las tradiciones, las costumbres y los estilos de vida, en definitiva, presentan una pedagogía social; canalizan corrientes de pensamiento y de opinión. Socializan e interaccionan con los individuos. El nivel de afectación se amplió de la comunicación interpersonal, a la comunicación de masas y a la comunicación masiva. De esta forma fueron estableciéndose consensos sociales, representaciones colectivas, formas sociales, tipos sociales, prácticas populares y comportamientos colectivos.
MEDIOS, CONTENIDOS Y FUENTES ¿Cómo se gestiona la información? ¿Dónde están las fuentes? ¿Cómo se canaliza la retroalimentación de las noticias? Preguntas al periodismo informativo y al de opinión. ¿Cómo se trata el acontecimiento? ¿Y cómo se trasladan las representaciones simbólicas? En la presentación formal de la noticia hay que destacar el despliegue informativo, la puesta en escena de los medios. Al revisar las hemerotecas nos damos cuenta de la complejidad del problema y de su extensión en el plano público y en el plano privado, ya que la sociedad pide medidas para prevenir este tipo de accidentes y la aplicación de protocolos de actuación específicos, que no siempre se encuentran. El tráfico marítimo, el tráfico marítimo como subsector económico con peso, las cuestiones de seguridad y de garantía para los Estados y para los individuos, la seguridad marítima, la industria del petróleo, las rutas marítimas y su internacionalización, los armadores, los marinos, las aseguradoras, las condiciones del transporte donde aparecen problemáticas específicas como la proliferación de buques con bandera de conveniencia y la eliminación de responsabilidades, los petroleros monocasco, la edad de los buques, los países productores de petróleo, los distribuidores, la disociación entre producción y distribución, etc. Todo ello presenta problemáticas específicas en centros determinados de poder económico y político que rebasan a la Comunidad Autónoma y a España y que debieran ser tratados en la prensa para su divulgación y vulgarización en la sociedad global. El Prestige se convierte en tema, ocupa un espacio público y es motivo de debate, por lo que es causa de posicionamientos políticos y de emisiones de mensajes de la más variada naturaleza, origen y condición, por lo que es arma arrojadiza para la defensa de la identidad y de la ecología. El nós (nos-otros) se siente afectado, el pueblo en el sentido hobbesiano influido, las multitudes en el sentido spinoziano conectadas, las masas espectadoras y los públicos expectantes. Hay muchos Prestige en
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el Prestige, que producen manifestaciones de toda índole, tanto particulares como colectivas y, de hecho, el PSOE gana la batalla al Bloque en el espacio público, ganándole las calles, canalizando la protesta dirigida contra el PP. ¿Cuáles son las noticias del Prestige? Identidad y ecología, economía y política, liderazgo y dirección. Aquí esta el gran conjunto de variables del cambio. El desgarro ante la lesión y agresión a un pueblo y la ecología como bandera. Sin embargo, conviene matizar los discursos, como de hecho han sido reconducidos en las elecciones generales y autonómicas, ya que lo natural y lo artificial se combinan en nuestra civilización global, pese a los paradigmas del dominio en occidente, de la naturaleza en oriente y de la racionalidad natural (lo del jardín, mezcla natural y artificial). Sin embargo, al individualizar el tema, el espacio público y el motivo del debate apenas encontramos en los medios más manifestaciones que las oficiales y las oficiosas. En ese análisis del tratamiento que los medios realizaron del Prestige hemos revisado las páginas, los textos, las fotografías, así como el tipo de fuentes que nos manifiestan los medios, las fuentes propias y las agencias, las fuentes oficiales, que eran la mayoría frente a las no oficiales, que eran las de asociaciones, organizaciones variadas, etc., las versiones únicas frente a las complementarias. Todo ello pone de manifiesto que los medios de Galicia estuvieron a la altura del resto de medios del Estado. Podemos resaltar los círculos de la comunicación y la vida en relación, que adquirió dimensiones magnificadas, rupturistas de la cotidianeidad y del protocolo, que resaltan el plano noticiable y se adentran en otros territorios, que siendo noticias tienen su propio marco de realización. Por ello, se hace inevitable acudir a un modo de abordar el análisis desde los medios donde podamos individualizar los elementos objetivos, los elementos subjetivos y los elementos formales; es decir, las evaluaciones, los protagonistas y las puestas en escena, ya que los medios han sido testigos, son constructores y receptores/emisores de lo que pasó, donde se individualizan la dimensión política con acciones determinadas como el plan Galicia y plan para Galicia, la dimensión ética de la verdad y la mentira con todo el corolario de acusaciones mutuas, la dimensión económica que evalúa los recursos, las necesidades y las satisfacciones, la dimensión natural y biológica y la dimensión social. Ahora, de forma específica, vamos a revisar dos medios de comunicación de Galicia: uno de Vigo, El Faro de Vigo, y otro de La Coruña: La Voz de Galicia.
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ARIADNA RODRÍGUEZ TEIJEIRO Investigadora del Laboratorio de Prospección Social Universidad de A Coruña
I. INTRODUCCIÓN La temática de esta presentación constituye uno de los ámbitos de análisis abordados desde una exhaustiva investigación acerca del proceso de comunicación del riesgo llevado a cabo durante la gestión del hundimiento del buque petrolero Prestige frente a las costas gallegas en noviembre del año 200274. Así mismo, cabe señalar que parte de las conclusiones contenidas en esta presentación han sido sometidas al debate público generado en distintos foros científicos habiéndose contrastado y enriquecido su contenido gracias a las aportaciones de los expertos participantes en tales eventos75. Partiendo del paradigmático hundimiento del buque Prestige como estudio de caso y situándolo en el ámbito de la comunicación social en situaciones de crisis o de catástrofe, el análisis expuesto en esta presentación se articulará en torno a dos cues-
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Se trata del proyecto de investigación titulado De la catástrofe ecológica a la crisis política: Opinión pública y opinión publicada sobre el caso Prestige, desarrollado con financiación pública concedida por el Ministerio de Educación y Ciencia (VEM2003-20076-C02-02) y la Xunta de Galicia (PGIDIT03CSO16302PR). 75 Hablamos, por un lado, del Simposio sobre Vertidos Accidentales en el Medio Marino (VERTIMAR) celebrado en la Universidad de Vigo del 13 al 16 de julio de 2005, concebido como un punto de encuentro en el que plantear y debatir desde una perspectiva interdisciplinar los resultados obtenidos en los diversos proyectos de investigación realizados al amparo de las ayudas concedidas por el Ministerio de Educación y Ciencia para el estudio de la catástrofe del Prestige. Por otro lado, y con anterioridad, parte de los resultados derivados de la contrastación empírica llevada a cabo en el desarrollo del proyecto señalado, han sido expuestos en el XIX Congreso Internacional de Comunicación celebrado en la Universidad de Navarra los días 11 y 12 de noviembre de 2004, bajo el título Los medios de comunicación como formadores de opinión: Análisis de la opinión publicada en el caso Prestige.
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tiones teóricas fundamentales. Por un lado, el análisis de los medios de comunicación como eventuales agentes de una construcción discursiva de la realidad social (Vasilachis de Gialdino, 1997). En concreto, nos detendremos en el tratamiento que los medios realizan de las distintas informaciones relativas a una situación de crisis o de catástrofe –mediación de los mensajes políticos– y en los efectos que sus mensajes pueden llegar a ejercer en los modelos interpretativos existentes entre la población afectada –niveles de afectación en la opinión pública– (Canel, 1999). Por otro lado, determinaremos la existencia y conjunción de diferentes planos comunicativos dentro de la gestión informativa de una situación de crisis o de catástrofe. Esto es, hablaremos del ejercicio, por una parte, de una comunicación del riesgo de naturaleza institucional, ejercida por organismos y autoridades políticas y, por otra parte, de la comunicación del riesgo de naturaleza mediática, –que denominaremos información del riesgo– llevada a cabo por los medios de comunicación. Así, basándonos en el material empírico76 derivado del proyecto de investigación anteriormente citado, expondremos parte de los resultados obtenidos, articulando dos ámbitos de análisis específicos en relación con ambas dimensiones teóricas de partida. En primer lugar, determinaremos la coexistencia de dos ámbitos de realidad relativos a la catástrofe del Prestige. Hablaremos, por un lado, de una realidad de la catástrofe transmitida a través de los medios de comunicación y, por otro lado, de la realidad percibida de manera directa por la población afectada. Para ello, nos basaremos en el análisis de las convergencias y divergencias discursivas existentes entre el contenido de las noticias publicadas por los medios de comunicación en relación al suceso y las opiniones vertidas por la población directamente afectada por el mismo. En segundo lugar, a partir del análisis de ese discurso producido por la población gallega, analizaremos la percepción social existente en torno a la gestión informativa de la catástrofe. Concretamente, nos detendremos en el análisis de los posibles aciertos o errores cometidos en el ejercicio de los dos planos comunicativos que componen la gestión informativa de la catástrofe; la comunicación institucional y la información mediática. En definitiva, el principal interés del presente artículo se sitúa en la relevancia práctica de establecer unas pautas adecuadas de comunicación e información del riesgo de cara a estabilizar o desestabilizar el contexto social que rodea a una situación de
76 Dicho material está constituido por las transcripciones del discurso obtenido en los Grupos de Discusión y Entrevistas Abiertas realizadas en distintos puntos de la geografía gallega durante el Trabajo de Campo correspondiente al proyecto de investigación citado, el cual se ha desarrollado en tres fases distribuidas entre octubre de 2003 y mayo de 2004, entre noviembre y diciembre de 2004 y entre noviembre de 2005 y enero de 2006, respectivamente. Así mismo, constituyen también el corpus de dicha investigación las noticias publicadas en distintos medios de comunicación escritos –La Voz de Galicia y El País– en relación con la catástrofe del buque Prestige durante los meses posteriores a su hundimiento.
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crisis o de catástrofe, así como de determinar el papel que los medios de comunicación, en su función de mediadores de los mensajes políticos (Canel, 1999), pueden llegar a ejercer en un eventual proceso de construcción de la realidad.
II. CORPUS DE LA INVESTIGACIÓN El proyecto de investigación «De la catástrofe ecológica a la crisis política: Opinión pública y opinión publicada sobre el caso Prestige» ha dado lugar a un extenso material empírico de cuya explotación analítica se han obtenido conclusiones de notable relevancia acerca del proceso de comunicación del riesgo llevado a cabo durante la catástrofe del Prestige. Concretamente, hemos analizado la adecuación de las pautas de comunicación institucional adoptadas por organismos y autoridades, así como la naturaleza de la información mediática llevada a cabo por los medios de comunicación durante la catástrofe. Para ello, se ha realizado un análisis del discurso de las opiniones vertidas por la población gallega afectada, así como el correspondiente análisis de contenido de las noticias publicadas por seleccionados medios de comunicación. Así, el análisis del discurso de las opiniones y actitudes manifestadas por la población afectada, nos permite plantear la existencia de tres planos discursivos diferenciados en la opinión pública gallega en relación con la catástrofe del Prestige. Por un lado, el relativo al papel de los medios de comunicación en la construcción discursiva de la realidad social: a) convergencias o divergencias existentes entre las informaciones transmitidas por los medios de comunicación y la realidad percibida por la población afectada. Y por otro lado, los planos discursivos que aluden a la gestión informativa de la catástrofe: b) deficiencias en el proceso de comunicación e información del riesgo –manipulación, oscurantismo y apagón informativo– y c) origen de la manipulación informativa en cuestiones internas y externas a los propios medios. II.A. El papel de los medios de comunicación en la construcción discursiva de la realidad social En los últimos tiempos hemos asistido al desarrollo de «nuevos riesgos»77, entendidos como situaciones susceptibles de generar una alta inestabilidad en el contexto social y político en el que se producen. La naturaleza accidental o negligente de los
77 Gil Calvo señala como nuevos riesgos del siglo XXI los siguientes: riesgo terrorista: atentados y guerras preventivas; riesgo alimentario: vacas locas; riesgo sanitario: síndrome de SARS y gripe aviar; riesgo social: desorganización familiar, violencia de género y precariedad laboral; riesgo político: incapacidad para gestionar las crisis y descrédito de la cosa pública, y, por último, riesgo ambiental: catástrofe del Prestige.
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mismos así como la relevancia mediática que adquieren han dado lugar a un clima de opinión, casi generalizado, marcado por el miedo, la desconfianza y el escepticismo, en definitiva, con lo que algunos autores han venido a denominar «aversión al riesgo» (Gil Calvo, 2003). Sin embargo, desde una perspectiva científico-tecnológica, podemos decir que lo que verdaderamente ha aumentado no son los riesgos reales, sino la sensación del riesgo percibido. Aunque el desarrollo tecnológico ha supuesto que las poblaciones asuman un mayor nivel de riesgo en determinadas prácticas o situaciones, lo que realmente ha contribuido a generar un estado de opinión marcado por la aversión al riesgo es, a nuestro juicio, la dimensión mediática que alcanzan esos nuevos riesgos. En la actualidad, contamos con los mecanismos de comunicación a nivel global necesarios para poder informarnos, evaluar y reaccionar ante situaciones de riesgo existentes en cualquier lugar del mundo, por ello ante determinados tipos de riesgos, tales como el riesgo sanitario o el alimentario –vacas locas, síndrome de SARS o gripe aviar– la población no afectada directamente experimenta el desasosiego propio de la extensión del riesgo y de una posible afectación. En este sentido, podemos decir que los medios de comunicación actúan no sólo como trasmisores de la información, sino también del miedo y de la incertidumbre. En esta línea, establecemos que los medios de comunicación ejercen un papel fundamental en la comunicación social del riesgo basándonos en dos cuestiones principales. Por un lado, los medios participan en una construcción discursiva de la realidad social llevando a cabo una presentación de los actores implicados y una representación del contexto en el que tienen lugar los hechos, creando un determinado «contexto social textual». Como veremos en el siguiente apartado, tanto La Voz de Galicia como El País, a partir de diferentes estrategias argumentativas, crean diferentes contextos sociales textuales –como distintas representaciones de una misma realidad– que trasmiten a la población implícitamente en sus mensajes (Vasilachis de Gialdino, 1997: 226). Por otro lado, la influencia de los paradigmas y argumentos interpretativos que transmiten los medios a través del contenido de sus noticias, puede alcanzar distintos niveles de afectación en la opinión pública existente en torno a una determinada situación de crisis o de catástrofe. Podemos hablar de una afectación a nivel de cognición –contribuyendo a incrementar o disminuir la percepción del riesgo– de actitud o juicio –dando lugar a numerosas opiniones de una misma realidad– y de comportamiento –potenciando la creación de asociaciones o grupos de protesta– (Canel, 1999)78.
78 Canel plantea la existencia de distintas teorías en relación con el efecto que los mensajes emitidos por los medios de comunicación pueden ejercer sobre la opinión pública. Concretamente, habla de la teoría de la agenda-setting, en relación con la afectación sobre el nivel de conocimiento, de la teoría de priming o 2º nivel de agenda-setting, que actúa sobre el nivel de actitud o juicio y, por último de la teoría de espiral del silencio, en relación con la afectación a nivel de comportamiento.
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Análisis de contenido prensa escrita Para ahondar en la naturaleza y características del primer plano discursivo existente en la opinión pública gallega en relación al papel de los medios en un eventual proceso de construcción (discursiva) de la realidad social –convergencias y divergencias entre la realidad transmitida y la percibida– resulta conveniente analizar primeramente las pautas informativas que, según la población afectada, han adoptado los medios de comunicación escritos durante la gestión de la catástrofe del Prestige. Dado que en el artículo incluido en la monografía Riesgos colectivos y situaciones de crisis: El desafío de la incertidumbre79, se expone el análisis completo del contenido de las noticias publicadas en sendos medios de comunicación escritos en relación con la catástrofe del Prestige –La Voz de Galicia y El País– en esta ocasión tan sólo nos detendremos en las conclusiones obtenidas en dicho análisis relativas al contenido de las noticias publicadas por ambos medios en relación con el hundimiento del buque. En este sentido, podemos decir inicialmente que aunque no existe un posicionamiento claro en ninguno de los dos diarios hacia nuestro tema de investigación, sí podemos hablar de una determinada tendencia en el tratamiento informativo de la catástrofe. Esta tendencia es el resultado de un proceso de construcción de la noticia que se encuentra influido por una serie de factores que mediatizan las informaciones que llegan a la redacción de un diario –características de los propios periodistas, rutinas profesionales, fuentes de información, Gobierno, audiencia u otros medios de comunicación– (Canel, 1999: 132). En el caso del diario regional La Voz de Galicia la tendencia predominante va adoptando diversos tintes desde los primeros días de la catástrofe hasta pasadas varias semanas de la misma. Esto es, en una primera fase de la catástrofe las noticias destacan por un carácter ciertamente alarmista, que va decayendo en intensidad hasta el pesimismo para, finalmente, acabar subrayando los aspectos más positivos de la gestión de la catástrofe. Podemos hablar, por tanto, del predominio en este medio de comunicación escrito de un discurso notablemente alarmista y catastrofista. La creación de un contexto social textual marcado por el miedo y la incertidumbre se puede alcanzar a través del uso de diferentes estrategias argumentativas tales como el uso de
79 Rodríguez Teijeiro, A. (2005): «Prestige y Fuerzas Armadas: Análisis desde una perspectiva mediática» en Ruano Gómez, J. D. (ed.): Riesgos colectivos y situaciones de crisis: El desafío de la incertidumbre, A Coruña, Servicio de Publicaciones de la Universidad, pp. 125-161. Aunque en este artículo el análisis se centra en el contenido de las noticias publicadas por ambos medios en relación con la actuación de las Fuerzas Armadas en la catástrofe del Prestige, el análisis llevado a cabo abarca ámbitos de análisis más amplios y relativos la actuación de otros colectivos implicados, así como a los diferentes contextos de la catástrofe.
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la metáfora institucional o el uso del discurso referido80, de formas verbales impersonales para velar la autoría o responsabilidad de un acto o declaración frente al uso de nombres propios para destacar o atribuir una acción determinada, etc. (Vasilachis de Gialdino, 1997: 7). En el caso concreto de La Voz de Galicia, la creación de un contexto de catástrofe en torno a las noticias publicadas en relación con la situación generada tras el hundimiento del Prestige, se basa en el uso, fundamentalmente, de dos estrategias argumentativas, a saber, el empleo de metáforas naturales y la naturalización de la acción social. En este diario se presenta la información, sobre todo durante los primeros momentos de la catástrofe, destacando los aspectos más alarmantes e inciertos de ésta, equiparando su naturaleza y efectos a los de una catástrofe natural. En el caso del diario El País, a partir de estrategias argumentativas tales como el uso del discurso referido, de metáforas institucionales o de formas verbales impersonales, fundamentalmente, se crea un contexto social textual marcado por la ironía, la crítica y la desconfianza. El contenido de gran parte de las noticias publicadas en este diario se centra, básicamente, en diversas críticas hacia las decisiones, actuaciones y comunicados institucionales llevados a cabo durante la gestión de la catástrofe. Por otro lado, tras aplicar un análisis de marcos y de coherencia externa e interna (Eco, 1989 y Lozano et. al., 1989) al contenido de las noticias publicadas por el diario La Voz de Galicia, podemos decir que el marco dominante que engloba el mayor número de noticias, destaca por contener redes semánticas centradas en cuestiones relativas al miedo, la incertidumbre y la preocupación. En base a ello y teniendo en cuenta las opiniones vertidas por la población afectada, podríamos decir que lo que la población lectora de este medio pretendía no era prioritariamente una aportación de datos y cifras sobre la catástrofe, sino unas pautas de comunicación que le clarificasen cuál era el problema real, su origen y sus posibles consecuencias, en última instancia, una comunicación del riesgo eficaz. Tratándose, además, de una población que, por afectada, contaba con un importante grado de emotividad, podemos pensar que la presencia física de un comunicador institucional hubiese contribuido notablemente a suavizar sus miedos e incertidumbres generando un mayor nivel de confianza en la gestión de la catástrofe. En el caso del diario El País, podemos decir que la emotividad se deja de lado para dar paso a un tratamiento más político del suceso. Como veíamos anteriormen-
80 Hablamos, en el caso del discurso referido, de la acción discursiva por la cual el periodista señala claramente cuál es la fuente de una información determinada con el fin de tomar distancia de su contenido. En cuanto al uso de las metáforas institucionales, se trata de presentar las voces institucionales enmarcadas bajo los términos «gobierno», «diputados», etc., de modo que los actores aparecen como agentes institucionales impidiendo al lector individualizar a los sujetos de una determinada acción o información (Vasilachis de Gialdino, 1997: 7).
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te, sus contenidos están marcados por un tono e intencionalidad crítico e incisivo hacia las instituciones y autoridades políticas responsables de la gestión de la catástrofe. En este caso, podríamos decir que los lectores de este medio en concreto demandaban una información del riesgo veraz; es decir, que los datos aportados, así como las declaraciones realizadas durante la gestión de la catástrofe, se llevasen a cabo de un modo claro, fiable e inmediato a través de una adecuada comunicación institucional. Todo el proceso de construcción de la noticia llevado a cabo por ambos medios de comunicación escritos forma parte de un proceso de creación discursiva que, a su vez, da lugar a la representación de una realidad en torno a una situación de crisis o de catástrofe. Esta representación de la realidad puede contener una serie de convergencias o divergencias discursivas con respecto a los modelos interpretativos que el lector posee. Concretamente, el modo en que haya sido construida la noticia creará nuevos modelos interpretativos, los modificará o apelará a algunos de los modelos ya existentes en la población (Vasilachis de Gialdino, 1997: 265). Del mismo modo, según Van Dijk, la comprensión de las noticias por parte del lector hará que actualice sus esquemas cognitivos en relación con un determinado suceso, llegando incluso a construir modelos interpretativos nuevos acerca de éste (Van Dijk, 1980: 257). Análisis del discurso I: Coexistencia de dos ámbitos de realidad: realidad transmitida y realidad percibida Una vez analizado el contexto social textual creado y transmitido por los medios de comunicación, podemos decir que durante la gestión de la catástrofe del Prestige coexistieron dos fuentes de información cuyos contenidos resultaban notablemente divergentes. Hablamos, por un lado del contenido de las noticias publicadas por determinados medios de comunicación escritos, y por otro, de los datos que la población afectada podían obtener a partir de una visión directa del suceso. Ambas fuentes contenían y transmitían una serie de divergencias considerables desde el punto de vista discursivo. El discurso utilizado en las noticias no utilizaba los mismos aspectos semánticos que los empleados por la propia población para dar cuenta de lo ocurrido. Como se ha podido observar en el apartado anterior, en las noticias publicadas por sendos medios de comunicación escritos, por un lado, se utilizaba un lenguaje catastrofista y alarmista que sí coincidía con el estado de ánimo de la población más directamente afectada por el suceso. Sin embargo, otro tipo de emisiones81, cuyo marco teórico se basaba en los aspectos relativos al estado de las playas o en los posibles efectos sobre el medio marino, fueron notablemente criticadas por la población afectada. El motivo era que esos men-
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Entendidas como noticias o fragmentos concretos de las mismas (Canel, 1999:192).
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sajes mantenían unas estrategias argumentativas que llevaban a minimizar tanto el origen como las consecuencias de la catástrofe. Así, el contexto social textual creado a partir de las redes semánticas utilizadas en dichas noticias era notablemente divergente con la dimensión de la catástrofe que la población podía percibir de manera directa. GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 1: Ribeira (A Coruña), 14 de noviembre de 2003. Estudiantes de secundaria. Género mayoritariamente femenino. Páginas 8 y 9.
El origen de esta falta de convergencia discursiva entre los medios de comunicación y la población afectada podemos situarlo en varios aspectos teóricos. En primer lugar, en el proceso de mediación llevado a cabo por los medios de comunicación durante la catástrofe. Desde el momento en que las primeras informaciones sobre un suceso concreto llegan a la redacción de un diario hasta que las noticias salen publicadas, tienen lugar un gran número de decisiones acerca del origen, selección y tratamiento de las noticias y de su contenido82. En términos de Canel, la información es tratada y convenientemente elaborada a través de un >. Esta autora a lo largo de sus planteamientos expone hechos como la «fabricación» de las noticias así como la «producción de mensajes», llegando a constatar la existencia de una realidad creada o, cuando menos, modificada por los medios de comunicación (Canel, 1999: 133). Tras este proceso que, según Canel, tiene lugar con todos los mensajes de naturaleza política que pasan por la criba de los medios de comunicación, surge otra «rea-
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Hablamos, en concreto, de las tres fases que componen el proceso de mediación, a saber, el newgathering; lo que es la obtención de la información procedente de diversas fuentes tales como ruedas de prensa, comunicados o teletipos, entre otros, el newsmaking; selección de aquellas informaciones consideradas como noticiables –lo que para Canel constituye la fabricación de la noticia– y, finalmente, el newsreporting; que supone el tratamiento de cuestiones tales como el estilo, espacio o ubicación de la noticia (Canel 1999: 130-134). Así, el contenido de las noticias resultantes no sólo depende de une serie de decisiones subjetivas del propio periodista que recibe la información sino de todo un proceso que «refleja las tendencias sociales y el entorno organizacional y cultural» (Brown, 1979, en Canel, 1999: 135).
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lidad invisible» –que es destapada por los medios a través de «revelaciones» dando lugar a la producción de «acontecimientos mediáticos»– que puede entrar en controversia con la «realidad visible» percibida por las poblaciones afectadas por un determinado suceso (Gil Calvo, 2003: 163). En aquellas situaciones en las que la población tan sólo cuenta con una fuente de información –en este caso los medios de comunicación– aquella no tendrá oportunidad de contrastar los mensajes emitidos por éstos, por lo que contará tan sólo con una única realidad, con la realidad visible. Al mismo tiempo, hay que decir que la posibilidad de contrastar, confirmar o refutar los datos transmitidos a la opinión pública, tanto mediática como institucionalmente, con unos hechos objetivos, incluye una nueva dimensión en el proceso de comunicación social del riesgo, que puede modificar considerablemente la adecuada consecución del mismo. Otro factor que incide en esas divergencias existentes entre la situación percibida de manera directa por la población gallega y los mensajes emitidos por los medios de comunicación, es el papel del periodista en el proceso de construcción de la noticia. La actuación ideal de éste de cara a una información totalmente objetiva sobre un determinado acontecimiento, sería la recogida por la teoría del espejo, según la cual el profesional de la comunicación cuenta con una única fuente de información y proyecta su contenido en los mismos términos en los que la recibe. Sin embargo, el papel actual del periodista es mucho más complejo y en él entran en juego numerosos factores que determinan el origen de la noticia así como su resultado final. El periodista recibe diferentes informaciones de fuentes diversas sobre las que posteriormente proyecta sus propios enfoques siendo . Así, tal y como plantea la denominada teoría del prisma, el periodista no proyecta la información que recibe sino que para, finalmente, de una misma realidad producir relatos diferentes según el medio de comunicación del que se trate (Canel, 1999: 133). Por lo demás, otro posible punto de origen de las divergencias planteadas por la opinión pública gallega respecto al contenido de las noticias publicadas, lo encontramos en los sistemas de redes de interacción y de redes de comunicación expuestos por Gil Calvo. En este sentido, así como se genera una determinada realidad a partir de las redes de comunicación, también existe otra realidad surgida a partir de las redes de interacción que puede entrar en controversia con otra realidad83 existente de forma
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Gil Calvo plantea la existencia al margen de la realidad racional y emergente –ambas socialmente construidas–, de una realidad objetiva o natural, externa e independiente, ajena al proceso comunicativo y, por tanto, a la redefinición de la realidad que lleva a cabo durante el sometimiento al debate público (Gil Calvo, 2003).
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ajena al proceso de representación de la realidad llevado a cabo por los medios (Gil Calvo, 2003). Es decir, la realidad objetiva no sólo puede entrar en controversia con la realidad transmitida a través de los medios de comunicación sino también a través de la interacciones entre la población afectada. Así, en el caso que nos ocupa, esa disonancia entre las diferentes realidades se traslada también a la población no directamente afectada a través de los numerosos voluntarios llegados de distintas partes de España, los cuales actúan como transmisores de esas divergencias existentes entre la realidad transmitida y la percibida. En este sentido, podemos ver los términos en los que algunos de los participantes en uno de los Grupos de Discusión realizado en Madrid que habían colaborado como voluntarios en las tareas de limpieza del fuel en las costas gallegas, comentan cómo han podido percibir la situación existente durante su estancia en las costas gallegas: > GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 3: Madrid, 21 de abril de 2004. Voluntarios universitarios. Género mayoritariamente masculino. Edades entre 20 y 25 años. Páginas 26 y 27.
II.B. Gestión informativa del riesgo: planos comunicativos institucional y mediático Construidos en mayor o menor medida por los medios de comunicación o generados o no por el desarrollo tecnológico, los nuevos riesgos o, en su defecto, el aumento del riesgo percibido en los últimos tiempos, ha dado lugar a un mayor número de situaciones susceptibles de requerir de los mecanismos de comunicación social del riesgo. Por ello, podemos considerar que la adopción de unas pautas adecuadas para la comunicación social del riesgo resulta fundamental en las sociedades actuales, de cara a mantener un contexto social estable en torno a una situación de riesgo, contribuyendo a la existencia de una opinión pública favorable hacia su adecuada gestión. En este sentido, y teniendo en cuenta el papel que ejercen los medios de comunicación en la gestión comunicativa e informativa del riesgo, consideramos que los
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mecanismos de comunicación social que tienen lugar durante una situación de crisis o de catástrofe han de sustentarse principalmente sobre el ejercicio de dos tipos de procesos comunicativos; hablamos, por un lado, de la comunicación institucional de crisis; ejercida por instituciones, organismos y autoridades políticas –en la cual se lleva a cabo, a nuestro juicio una función comunicativa–, y por otro lado, nos referimos al proceso de comunicación mediática de crisis; ejercido por los medios de comunicación escritos, radiofónicos y televisivos –cuya actuación se basa en este caso, en una función informativa. Concretamente, hablamos de comunicación institucional como una acción que va más allá de una serie de informaciones sobre datos relativos y relevantes acerca de una determinada situación. Así mismo, cuando hablamos de acción comunicativa nos referimos a los mensajes emitidos por las instituciones y organismos públicos a través de ruedas de prensa, comunicados o declaraciones. Se trata de un intercambio de opiniones (signos, señales y símbolos) de tipo personal destacado por la aparición pública de la figura de la autoridad poniendo en marcha mecanismos de comunicación por los que el «político que tiene que tomar una medida, trata de explicar a los ciudadanos los motivos que le obligaron a la misma, con el fin de lograr en ellos el consenso y, como consecuencia, que la medida sea aceptada» (Canel, 1999: 29). La comunicación mediática, por otro lado, aporta la información necesaria para el conocimiento de una situación. Como acciones informativas podemos incluir los debates políticos, la publicidad política y los datos que las instituciones o autoridades facilitan a los medios de comunicación a través de ruedas de prensa y comunicados, es decir, todos aquellos mensajes derivados de los eventos político-comunicativos. Así mismo, en última instancia, son las noticias emitidas y publicadas por los medios de comunicación –como mediadores de esos mensajes políticos84– los principales agentes de comunicación mediática del riesgo. De un modo más amplio, podemos decir que la acción comunicativa es el primer estadio de un proceso mediador en el que los medios de comunicación reaccionan a los mensajes políticos emitidos por las instituciones y que finaliza en la producción y ejecución de una acción informativa por parte de los medios, la cual repercute a distintos niveles de afectación en la opinión pública85 (Canel, 1999).
84 Se trata del proceso de mediación planteado por Canel a través del cual los mensajes políticos emitidos por políticos e instituciones son «tratados» por los medios de comunicación durante el proceso de elaboración de la noticia (Canel, 1999: 185). 85 El «mensaje político que sale de las instituciones y sobre el que los periodistas proyectaron sus propios enfoques» puede incidir en la población a distintos niveles: a) de cognición, b) de actitud o juicio y c) de comportamiento. Sin embargo, sus efectos dependerán de la motivación, de los prejuicios y del proceso selectivo de exposición, atención y retención del propio lector (Canel, 1999: 181).
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Sistemas de intercambio comunicativo En base a todo ello, planteamos que dentro del proceso de la comunicación social y política en situaciones de crisis o de catástrofe tienen lugar tres sistemas de intercambio comunicativo diferenciados: a) intercambio entre políticos y ciudadanos; b) intercambio entre políticos y medios de comunicación; y, c) intercambio entre medios de comunicación y ciudadanos. El primer sistema de intercambio a) constituye un proceso de comunicación entre ambos agentes –políticos y ciudadanos–, mientras que los sistemas b) y c) dan lugar a un proceso de información entre políticos y medios de comunicación y entre éstos y los ciudadanos. En este sentido, la diferencia que establecemos entre un sistema de intercambio y otro se basa en una cuestión de expectativas por parte de la población. Es decir, consideramos, por un lado, que en la comunicación de crisis institucional se establece un contacto directo entre los líderes políticos y las poblaciones afectadas –como veíamos anteriormente- yendo su actuación más allá de una mera aportación de datos. En este caso, la población afectada de manera directa o indirecta por una situación de crisis o de catástrofe espera que los responsables políticos a través de sus declaraciones y comunicados institucionales alivien sus miedos y despejen sus incertidumbres, en definitiva, que les transmitan seguridad contribuyendo a una eventual reducción del riesgo percibido86. Por otro lado, lo que la población afectada por una determinada situación de riesgo espera de los medios de comunicación durante la gestión informativa del suceso es absorber la mayor cantidad de datos posibles de un modo rápido y sencillo. Esta saturación de información obvia cuestiones como la veracidad, la objetividad o el hecho de que esas informaciones hayan sido contrastadas debidamente. En los primeros momentos de una situación de crisis o de catástrofe, la población necesita poder acceder en todo momento a la mayor cantidad de datos posibles sobre la situación con el fin de calmar su ansia de información. Así, mientras que la actuación de los medios de comunicación, dada su diversidad y la posible falta de coherencia entre unos y otros –diversas líneas editoriales, distintas fuentes de información, diferencias en cuestiones organizacionales dentro de la propia redacción, etc.–, puede dar lugar a situaciones de caos informativo y, por tanto, al aumento de la incertidumbre. Las autoridades políticas han de adoptar unas pautas de comunicación social basadas en la coherencia y en la fiabilidad de los datos, manteniendo una línea clara y firme en el contenido de sus declaraciones y comunicados.
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Nos basamos en la diferenciación entre los conceptos de riesgo y peligro realizada por Ruano Gómez, según la cual «el peligro se sitúa en un tiempo de presente inmediato, de espacio contiguo con el sujeto afectado o la situación referida» mientras que «el riesgo (...) se sitúa en un tiempo de futuro mediato, en un espacio virtual respecto al sujeto o la situación a la que se refieren» (Ruano Gómez, 2003).
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Análisis del discurso II: Deficiencias en el proceso de comunicación e información del riesgo: manipulación, oscurantismo y apagón informativo. En el ámbito de la gestión informativa de la catástrofe que ahora nos ocupa, el discurso de la opinión pública gallega establece la existencia de una serie de deficiencias en dicha gestión durante la catástrofe del Prestige. Esas deficiencias se hacen explícitas en la adopción de unas pautas inadecuadas de comunicación e información del riesgo –tanto desde el ámbito institucional como desde el mediático. Concretamente, el discurso de la población afectada señala la existencia de un oscurantismo informativo en los comunicados y declaraciones institucionales, así como una manipulación de la información con fines fundamentalmente políticos llevada a cabo por los medios de comunicación. Tal situación de desinformación percibida por la población afectada provoca un aumento de la incertidumbre, del miedo y de la desconfianza en relación con la gestión de la catástrofe. Todo ello deriva, finalmente, en la generación de una opinión pública pesimista y desfavorable hacia cualquier acción o decisión adoptada en relación con la gestión política de la catástrofe. GRUPO DE DISCUSIÓN: Luarca (Asturias), 26 de mayo de 2004. Marineros y miembros de la Cofradía de Pescadores. Género mayoritariamente masculino. Edades entre 30 y 50 años. Página 35.
GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 1: Ribeira (A Coruña), 14 de noviembre de 2003. Estudiantes de secundaria. Género mayoritariamente femenino. Página 11.
Análisis del discurso III: Origen de la manipulación informativa en cuestiones internas y externas a los propios medios. Así como la opinión pública gallega sitúa las deficiencias en el proceso de comunicación institucional llevado a cabo por organismos y autoridades políticas en una intención de ocultamiento de determinadas informaciones con fines políticos y
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electorales, las causas de los errores cometidos en el proceso de información por parte de los medios de comunicación son situadas en el funcionamiento de los propios medios, aunque dando cabida igualmente a un posible origen exógeno o inducido. Es decir, la opinión pública gallega, además de plantear la existencia de una manipulación informativa por parte de los medios de comunicación, sitúa su origen en la relación entre el poder político y el poder mediático. Se plantea que desde el poder es necesario controlar los medios de comunicación por lo que estos se convierten en instrumentos al servicio del poder. Cierto es que en cualquier sociedad la mayor necesidad, tanto para los periodistas como para las figuras políticas, es llegar a la población, por lo que la relación prensa-poder se encuentra presente en muchos ámbitos sociales. Esta relación de interés común puede analizarse dentro de una postura normativa, partiendo de: a) una teoría liberal, según la cual «la prensa, además de informar, entretener y vender, debe descubrir la verdad, y vigilar y controlar al poder político»; o de: b) una teoría de la responsabilidad social por la que «los poderes públicos han de garantizar que los medios desempeñen sus funciones apropiadamente, para que la libertad de prensa no dañe el ejercicio de otras libertades» (Canel, 1999: 124). O bien, desde una postura fáctica nos encontramos con diferentes posibilidades de relación poder-prensa87, entre las cuales el «modelo de intercambio» se corresponde con las cuestiones planteadas por la población afectada en relación con la manipulación informativa percibida tras el hundimiento del Prestige. Según este modelo, la relación entre poder y prensa parte de una dependencia o necesidad mutua según la cual ambos necesitan un intercambio fluido de opiniones, conocimientos y, fundamentalmente, de informaciones. La consecuencia de este modelo, a nuestro juicio predominante en la sociedad actual, es la generación de una serie de «lealtades para el periodista» que pueden provocar que la información se vea notablemente perjudicada (Canel, 1999: 149). Por otro lado, la población gallega sitúa como otra posible fuente de manipulación de las informaciones relativas a un determinado acontecimiento las cuestiones relativas a la propiedad de los medios de comunicación, debido a los compromisos que esa titularidad pueda implicar hacia determinas empresas, instituciones u otros medios de comunicación. GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 2: Cangas del Morrazo (Pontevedra), 16 de abril de 2004. Clase social media-media. Género al 50%. Edades entre 25 y 35 años. Página 38.
GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 1: Ribeira (A Coruña), 14 de noviembre de 2003. Estudiantes de secundaria. Género mayoritariamente femenino. Página 11.
GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 2: Cangas del Morrazo (Pontevedra), 16 de abril de 2004. Clase social media-media. Género al 50%. Edades entre 25 y 35 años. Página 4.
Por otro lado, se plantea también el origen de la manipulación informativa existente en determinados medios de comunicación, en cuestiones endógenas a los propios medios. Es decir, dentro del proceso de producción del mensaje informativo llevado a cabo por los medios de comunicación –desde que se recibe una información determinada hasta que se publica la noticia–, uno de los numerosos factores que pueden influir en los niveles de mediación de la información es el factor organizacional. En este sentido, cuestiones relativas al funcionamiento interno de un medio de comunicación tales como las rutinas profesionales –que determinan los criterios de noticiabilidad de los acontecimientos–, las características individuales de los periodistas, la propiedad del medio o determinados factores externos como son las fuentes
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de información, determinan el proceso de selección, tratamiento y creación de la noticia –«gatekeeping» o «criba de informaciones»– llevado a cabo durante el proceso de producción del mensaje informativo (Canel, 1999: 63). Podemos ver un ejemplo de ello en las propias palabras de un periodista participante en uno de los Grupos de Discusión que colaboró en las tareas de limpieza llevadas a cabo en las costas gallegas tras el hundimiento: GRUPO DE DISCUSIÓN Nº 3: Madrid, 21 de abril de 2004. Voluntarios universitarios. Género mayoritariamente masculino. Edades entre 20 y 25 años. Página 28.
III. CONCLUSIONES En definitiva, podemos decir que el discurso, tanto de la población directamente afectada como de la que no lo estuvo, sitúa, en gran medida, el origen del contexto social convulso generado en torno a la catástrofe del Prestige en un deficiente proceso de gestión informativa de la catástrofe. En este sentido, las pautas de comunicación seguidas para trasladar a la opinión pública las informaciones relacionadas con la gestión de la catástrofe, lejos de transmitir claridad y confianza, parecen haber alimentado la incertidumbre, el escepticismo y la desconfianza institucional de la población directa e indirectamente afectada por el suceso. El proceso de comunicación social llevado a cabo en una situación de crisis o catástrofe se constituye, pues, como un factor determinante de cara a mantener un clima de opinión favorable respecto a las decisiones y medidas adoptadas en su gestión política. Concretamente, resulta necesaria una correcta articulación entre las dimensiones de la comunicación del riesgo señaladas, a saber, información mediática y comunicación institucional, al mismo tiempo que una adecuada fluidez en los tres sistemas de intercambio comunicativo: a) entre políticos y ciudadanos; b) entre políticos y medios de comunicación; y c) entre medios de comunicación y ciudadanos.
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REFERENCIAS CANEL, M. J. (e.o. 1999/2005): Comunicación política: Técnicas y estrategias para la sociedad de la información, Madrid, Tecnos. ECO, U. (1989): La estructura ausente: Introducción a la semiótica, Lumen, Barcelona. GIL CALVO, E. (2003): El miedo es el mensaje. Riesgo, incertidumbre y medios de comunicación, Madrid, Alianza. LOZANO, J., PEÑA-MARÍN, C. Y ABRIL, G. (1989): Análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interacción textual, Cátedra, Madrid. RUANO GÓMEZ, J. D. (2003): «Riesgo y seguridad en las sociedades actuales» en Jornada sobre política común de seguridad y defensa europea: el punto de vista español, Colección de Textos Profesionales para Politólogos y Sociólogos, Madrid. VAN DIJK, T. (e.o. 1980/1990): La noticia como discurso: Comprensión, estructura y producción de la información, Barcelona, Paidós. VASILACHIS DE GIALDINO, I. (1997): La construcción de representaciones sociales. Discurso político y prensa escrita. Un análisis sociológico, jurídico y lingüístico, Barcelona, Gedisa.
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Faro de Vigo: Mareas informativas de una catástrofe
MAR DE SANTIAGO PÉREZ Profesora de Políticas del Audiovisual Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad de Vigo
1. INTRODUCCIÓN En el marco del proyecto de investigación De la catástrofe ecológica a la crisis política: opinión pública y opinión publicada sobre el caso «Prestige» (VEM2003-20076C02-02), dirigido por el Profesor Juan de Dios Ruano, se han desarrollado diversos trabajos empíricos –aplicando técnicas cualitativas de investigación social–, en torno a la percepción social y los procesos mediáticos en un contexto de catástrofe y gestión de crisis. Circunscribiéndose a esta última área temática, la autora de este capítulo se ocupó de analizar el discurso mediático de los diarios El País, ABC y La Voz de Galicia durante la catástrofe y crisis del Prestige. Posteriormente, y aceptando de nuevo la invitación del Profesor Ruano, en esta ocasión para participar en las I Jornadas sobre gestión de crisis, se consideró oportuno completar y complementar la anterior investigación, añadiendo a aquella terna mediática las aportaciones de un estudio sobre los procesos de enmarcamiento de la información «Prestige» en el diario Faro de Vigo. Hemos tenido presente que se trata de un periódico que posee unas características y connotaciones muy específicas y, por supuesto, diferentes a las de los otros tres medios impresos analizados con anterioridad. Por tanto, este texto –procedente de la conferencia pronunciada en el marco de las mencionadas Jornadas– se ha planteado como una continuación y prolongación temática y, sobre todo, metodológica del trabajo de investigación anterior. De esta manera, no vamos a insistir de nuevo en los planteamientos teóricos ni metodológicos que ya han sido expuestos en un artículo precedente88. Y así
88 De Santiago Pérez, M.: «SOS Prestige: marea negra, oleaje mediático» en Ruano Gómez, J.: Riesgos Colectivos y situaciones de crisis: el desafío de la incertidumbre. Servicio de Publicacións da Universidade da Coruña, 2005.
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vamos a entrar ya en materia: analizar la repercusión y el discurso mediático del diario Faro de Vigo en el caso «Prestige». Pero no sin antes, brevemente, exponer una serie de consideraciones previas sobre la prensa gallega y su papel en este asunto, así como una breve aproximación a las claves mediáticas del diario que vamos a analizar. 1.1. Los medios impresos en Galicia y el «Prestige» El naufragio y posterior hundimiento del buque-petrolero «Prestige» dio la vuelta al mundo e impactó a propios y extraños. Una Galicia invadida por el chapapote ocupó portadas y abrió informativos. Se trataba de un accidente con repercusiones medioambientales, económicas, sociales y políticas, sin precedentes. Con una trascendencia y repercusión social y mediática también sin precedentes. La catástrofe era una realidad que dejaba atrapada a la sociedad gallega como entre las tupidas redes que las gentes del mar lanzaban a las aguas del Atlántico en un desesperado intento de frenar el desastre que se avecinaba. Un asunto que, podríamos decir, tuvo una presencia inédita hasta el momento en la prensa gallega en general, y en las portadas de algunos diarios gallegos, en particular. De las limitaciones impuestas por las circunstancias (estructurales y coyunturales), los medios de comunicación impresos de Galicia, comparativamente con otros soportes, supieron responder y estar a la altura. Precisamente, las características de su formato posibilitaron la elaboración de un trabajo de reflexión y análisis más intenso que esos otros soportes mediáticos. Para La Voz de Galicia (diario circunscrito al ámbito gallego pero de proyección y difusión más allá del ámbito autonómico), este suceso merece la máxima atención editorial. Por su parte, el Faro de Vigo, diario de implantación y vocación localprovincial, le da una mayor cobertura editorial que el resto de periódicos circunscritos al ámbito gallego; obviamente, en su mayoría también de implantación provinciallocal (El Ideal Gallego, La Opinión-A Coruña, El Correo Gallego, El Progreso, La Región, Diario de Pontevedra o Atlántico Diario) excepto O Correo Gallego. Tanto en La Voz de Galicia como en el Faro de Vigo, es la noticia de salida (con fotografía) durante aproximadamente los dos primeros meses tras el naufragio. Además, otros criterios para establecer la relevancia mediática y la repercusión social son la propia estructura de la información, la tipografía y el grado de elaboración de los textos: titulares, reportajes, crónicas, entrevistas, artículos de opinión o ilustraciones (en sus diferentes formatos, fotografías, infografías o viñetas de apoyo gráfico). En líneas generales, los medios impresos gallegos concedieron una amplia cobertura al caso «Prestige» (otra cuestión es cómo trataron esa cobertura, un aspecto que en el diario Faro de Vigo, nosotros intentaremos dilucidar a lo largo de estas líneas). Un asunto que tuvo una visibilidad pública y por tanto una repercusión mediática y social muy por encima de un anterior episodio catastrófico en tierras gallegas: la crisis de las vacas locas.
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1.2. Algunas claves mediáticas del diario Faro de Vigo En cuanto al diario vigués que pertenece al Grupo Moll (Prensa Ibérica), es el segundo medio impreso gallego en tirada y difusión (42.794 ejemplares), detrás de La Voz de Galicia (105.000 ejemplares). Recordemos que se trata de un periódico de fuerte implantación en un territorio muy poblado (las Rías Baixas). El Faro de Vigo responde a un medio de comunicación con clara vocación de recabar, transmitir y generar información local, de proximidad. Sin duda esta es su gran seña de identidad, pues centra su temática y contenido en los intereses más próximos y cercanos (servicios, tejido industrial y empresarial de Vigo y comarca). Con esta aproximación a lo que entendemos que es y supone este medio, cualquier acercamiento de cara a observar, comprender y analizar su estructura y estrategias informativas debe contemplar y tener muy presente este aspecto. Una cuestión que además de introducirnos en su esencia, nos aleja, en principio, de otro tipo de consideraciones. Al respecto, se debe advertir que este diario no responde a una nítida línea editorial en cuanto a sus coordenadas político-ideológicas. Su posicionamiento opera en virtud de los asuntos de interés local que atañen a los actores sociales y agentes económicos de Vigo y su comarca de influencia.
2. FARO DE VIGO: MAREAS INFORMATIVAS DE UNA CATÁSTROFE Para elaborar una aproximación a la estrategia discursiva-informativa89 del diario Faro de Vigo, se ha llevado a cabo un estudio que contempla como claves y fundamentales los primeros días de la catástrofe. Se han seleccionado las tres primeras semanas: desde el catorce de noviembre, día siguiente del naufragio, al uno de diciembre, día de la manifestación en Santiago de Compostela y jornada previa a la visita del rey Juan Carlos. En este breve pero intenso período de tiempo, hemos distinguido tres ciclos de información o «mareas informativas» –si se me permite la expresión y haciendo honor a la temática– que, además de hacer más operativo y comprensivo el análisis, suponen a la vez que una cierta ruptura y superación del ciclo anterior, una renovación y evolución de la percepción de la problemática «Prestige», incluso un cambio de perspectiva (o mejor dicho, la adopción de diferentes perspectivas desde las que abordar esta compleja realidad). Precisamente por todo ello, resulta útil esta metáfo-
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Cuando hacemos referencia al discurso mediático y al análisis de la información, consideramos bajo esta denominación, tanto la redacción de noticias, la elaboración crónicas y reportajes, como los artículos de opinión, las entrevistas a expertos y a los colectivos y actores implicados y afectados por la catástrofe.
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ra. Una transposición de la realidad que permite comprender las claves mediáticas del Faro de Vigo durante la retransmisión de esta catástrofe, como una sucesión de idas y venidas de información, de olas mediáticas que van y vienen, reconducidas por la dirección desde la que soplan los vientos (mediáticos, económicos, sociales, políticos...). El primer ciclo o marea informativa comienza el día posterior a la aparición del buque frente al litoral galaico, el catorce de noviembre de 2002 y termina el dieciocho del mismo mes. La segunda marea de información comprende los días diecinueve, cuando tuvo lugar el hundimiento del barco, hasta el día veintitrés de noviembre de 2002. Y una tercera marea informativa abarca desde el veinticuatro de noviembre, día en que este diario publica una reveladora editorial, hasta el uno de diciembre (también se publica una interesante editorial), jornada previa a la visita del rey don Juan Carlos y día en que está convocada una manifestación en Santiago de Compostela bajo el lema «Nunca Máis». 2.1. Marea informativa I: 14-18 de noviembre de 2002 El problema para este diario llegó en forma de un temporal (catástrofe natural) que se encuentra con un buque-petrolero obsoleto (monocasco) y clandestino (con bandera de conveniencia de Bahamas) que naufraga frente a las costas de Galicia desencadenando una catástrofe ecológica, económica y social, [Galicia afronta una catástrofe al naufragar un petrolero con 77.000 toneladas de fuel-oil, titular en portada al día siguiente del naufragio, 14-XI-2002]. Este fue el diagnóstico inicial en este diario, una diagnosis que se fue nutriendo y reforzando a través de informaciones que lo verificaban [La marea negra del «Prestige» invade 150 km de costa, portada con fotografía de una playa contaminada, 17-XI-2002; El barco ha perdido parte del casco y está a punto de hundirse a unas 55 millas del litoral, 18-XI-2002], y lo enfatizaban a través de elementos de dramatización [La costa teñida por el petróleo, reportaje sobre el negro historial de Galicia en accidentes de este tipo, 14-XI-2002; El vertido del petrolero «Prestige» tiñe de negro 150 km de la costa gallega, 17-XI-2002; Mañana tendremos que coger las maletas, esto es el fin. Los vecinos de A Costa da Morte aseguran que sólo les queda la alternativa de emigrar; Desastre en la mejor época del año, 17-XI-2002; Aves sin vuelo. Los animales afectados tendrán que superar un período de recuperación superior a los 15 días, 18-XI-2002]. En cuanto a la atribución de causas y responsabilidades, contempla desde las iniciales referencias a las condiciones climatológicas y las circunstancias del fortísimo temporal que asoló Galicia por aquellos días [Crece la alarma porque el temporal acerca al petrolero, a punto de partirse en dos, hacia el sur de Galicia, entradilla en portada, 17-XI-2002], hasta los aspectos que, a juicio de este diario, desencadenaron y fueron la causa del problema-catástrofe. Se trata de potenciar el contexto y el marco normativo, considerando que la responsabilidad del naufragio y de la catástrofe está en la falta de control en el cumplimiento de la legislación sobre seguridad marítima
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[Sancionado dos veces en 1999 por infracciones en los puertos de Rotterdam y Nueva York: el buque «Prestige» con 26 años de antigüedad carecía de las medidas de seguridad necesarias para navegar. (…) Sin licencia, sin doble casco y según un informe de la Xunta está «mal mantenido», sin remolque de emergencia (…), 15-XI-2002]. Este discurso se recoge ampliamente también en artículos de opinión: La «barcopista» del Atlántico, o también en Guardias para la autopista del mar. [(…) Los buques que eligen este atajo suelen pasar peligrosamente cerca del litoral gallego, y en número lo bastante copioso como para que no resulten infrecuentes las colisiones, y por mera razón estadística, los naufragios. (…) Por desgracia la mar es mucho menos gobernable que los asuntos de tierra firme, y ninguna precaución parece suficiente para conjurar las calamidades propias de una barcopista tan transitada como la gallega del Atlántico. «La ‘barcopista’ del Atlántico» Crónicas Galantes, Anxel Vence, 14-XI-2002].
[(…) No es de extrañar que representantes del gobierno europeo y del de Galicia coincidan en que hay algo raro en el hecho de que el «Prestige» eludiese cuidadosamente la aproximación a cualquier puerto europeo en su habitual ruta de Letonia a Gibraltar. (…) Se conoce, en efecto, que el código marítimo de la circulación es más indulgente que el de tierra firme, o de lo contrario no se entiende que el petrolero a la deriva en Fisterra pudiera surcar las aguas con todos los permisos legales, como en apariencia lo hacía. Ahora la UE hace fuertes aspavientos ecológicos y hasta exige al gobierno del Reino Unido explicaciones por su negligencia en los controles de seguridad del «Prestige» durante su estancia en Gibraltar. A buenas horas, mangas verdes. Se diría que los comisarios de Bruselas son los únicos en ignorar a estas alturas las facilidades que en la colonia británica se dan a toda clase de actividades, digamos, atípicas. Más notable resulta aún que la desmemoria de Bruselas llegue a punto de no recordar que la Comisión de Transportes de la UE aprobó hace apenas un mes la urgencia en la obligatoriedad del doble casco en los petroleros, actualmente sujeta a moratoria. Una medida simple que, sin embargo, hubiese bastado para retirar de la circulación al buque que ahora amenaza con darle los santos óleos -es decir: la Extremaunción- a las costas gallegas. Para nuestro infortunio, la UE tiende a acordarse de Santa Bárbara cuando truena, y ya sólo queda luchar contra corriente (marina) para alejar en lo posible la insalubre carga del «Prestige» de nuestras gaviotas y cormoranes. Quizás Bruselas considere ahora la necesidad de endurecer su código de la circulación marítima (…). «Guardias para la autopista del mar». Crónicas Galantes, Anxel Vence, 15-XI-2002].
La derivación de responsables completa la diagnosis que se desprende del análisis en este diario. Sin duda, la selección de los antagonistas supone el paso posterior
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a la señalización de la problemática y las responsabilidades que de ella se derivan [El gobierno español a través del ministro de Fomento, anuncia que emprenderá acciones legales contra Grecia -país de procedencia del armador- y Letonia -país que expidió el fuel que transporta el petrolero-. (…) Álvarez Cascos anunció también que el ejecutivo estudia la posibilidad de exigir responsabilidades a la Sociedad de Clasificación de EE.UU. que autorizó al barco operar en aguas internacionales, así como a las autoridades del Reino Unido, dado que el petrolero se dirigía a Gibraltar. (…) Después del accidente, la Comisión Europea pidió información a las autoridades británicas sobre los controles a los que se ha sometido en Gibraltar el petrolero, ya que este puerto fue el único punto del continente donde el buque, procedente de Letonia, iba a tomar contacto con tierra, 15-XI-2002; La Marina Mercante asegura que el armador griego del «Prestige» le informó de que el fuel-oil iba al Peñón; El embajador británico niega que el petrolero fuera a Gibraltar y declara que se dirigía a Singapur, mientras el gobierno español lo confirma, 16-XI-2002; Arrestan al capitán del «Prestige», que navega con riesgo de partirse, titular en portada, 16-XI-2002; Está acusado de atentado contra el medio ambiente y desobediencia a la autoridad, 16-XI-2002; Un comportamiento muy sospechoso. El capitán del barco, que está a disposición judicial, se negó a colaborar durante las labores de rescate, 17-XI-2002]. Cuando se trata de establecer las prioridades y de perfilar un plan de acción para salir de la situación-problema que se ha diagnosticado, el Faro de Vigo no duda, en este primer ciclo de información, en focalizar la atención en las decisiones y acciones institucionales-gubernamentales [Tratan de llevar el barco mar adentro para evitar una «marea negra». (…) Los remolcadores enviados a la zona por Salvamento Marítimo intentaban frenar el escoramiento del buque para evitar una catástrofe medioambiental en aguas del Atlántico, 14-XI-2002; Todos nuestros esfuerzos y técnicas consistirán en intentar que la carga no se vierta al agua de manera descontrolada, por eso nuestra prioridad se concentra en la maniobra para alejar el buque de las costas, estabilizarlo y recuperar la carga, declaraciones del director del Servicio de Salvamento Marítimo, 14-XI-2002; (…) Ante el temor de que el viento empujase la mancha contaminante hacia tierra, los coordinadores de la emergencia optaron por alejar el carguero lo máximo posible de la costa y remolcarlo mar adentro, 14-XI2002; Logran remolcarlo y prender la máquina del petrolero, denunciado por sus deficiencias, 15-XI-2002; Para controlar la «marea negra» se concentraron en la zona 7.800 metros de barrera y 20 tanques fijos, 15-XI-2002; Una comisión de expertos se reunió ayer para evaluar en qué puertos de Galicia es necesario colocar barreras para atajar una posible entrada de fuel, cuando se acerque el vertido a la costa. El Ministerio de Fomento ha concentrado en la zona equipos de lucha contra la contaminación desde diferentes puntos de España y se ha activado el Plan de Cooperación con Francia por si acaso fuera necesario, a la vez que se ha solicitado ayuda de barcos especializados y equipos a Francia, Reino Unido y Holanda, 15-XI-2002].
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A continuación, el discurso mediático insiste en que la solución o soluciones para que no se produzca un escenario de catástrofe como el que ocurrió, pasa por el control y cumplimiento de la legislación en materia de seguridad marítima [Urge la reforma del código de la circulación del mar (…), «Guardias para la autopista del mar». Crónicas Galantes, Anxel Vence, 15-XI-2002; La solución no está tanto en eliminar los efectos, que ha de hacerse, (…) sino en resolver la causa. Y, aún sin llegar al riesgo cero, sólo existe una manera: impidiendo que los buques que transporten mercancías peligrosas naveguen en malas condiciones, y si lo hacen que sea lejos de las costas, fuera de las aguas jurisdiccionales. La UE puede hacerlo, y puede hacerlo ya: es una decisión política compleja, pero a su alcance. Lo que está por ver es si hay voluntad, «La reacción». Crónica política, Javier Sánchez de Dios, 18-XI-2002]. Las alternativas o plan de acción y los actores protagonistas en este inicial escenario de catástrofe que va describiendo este diario pasan, en un altísimo porcentaje, por decisiones, acciones y/o declaraciones de fuentes institucionales, autoridades y gobierno central y autonómico [El gobierno español anuncia que emprenderá acciones legales contra Grecia y Letonia; La Xunta de Galicia, por medio de su presidente, Manuel Fraga y de su conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, pidieron a la Comisión Europea la obligatoriedad de construir barcos con doble casco, 15-XI2002; El eurodiputado del PP Daniel Varela pedirá para Galicia ante el Parlamento Europeo la «consideración de zona sensible por dependencia de la pesca» al contar la comunidad con un ecosistema marino muy especial y del que dependen muchas personas, 16-XI-2002; El Delegado del Gobierno aseguró que era previsible que el barco se mantuviera «en una pieza» hasta hoy. Además aseguró que la profundidad de la zona en la que se encuentra el buque, mitigaría los daños de un vertido masivo, por lo que un hipotético vertido de fuel «se solidificaría», y por ello, «los límites de garantía son suficientes», 16-XI-2002; La Consellería de Pesca ha diseñado la constitución de un dispositivo de trabajo integrado por ocho equipos de expertos que evalúan los efectos; Fraga dice que el peligro grave ya ha pasado, 16-XI-2002; Aznar: España se reserva el derecho a ejercer las acciones legales que pueda tomar al respecto, 17-XI-2002; El ministro Cañete asegura que «no teme una catástrofe ecológica» ni «grandes problemas», 17-XI-2002; El Gobierno aprobará ayudas para compensar las pérdidas en las zonas afectadas, 18-XI-2002; El Gobierno compensará antes de Navidad las pérdidas causadas por el vertido del «Prestige». Los daños causados por el combustible se cifrarán en siete millones de euros diarios, 18-XI-2002]. En este primer ciclo de información los protagonistas, para Faro de Vigo, han sido fundamentalmente los actores institucionales, es decir, los gobiernos central y autonómico, y en general las autoridades que realizaban las decisiones de ambos ejecutivos. También se ha prestado atención, aunque en mucha menor medida, a los
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colectivos de afectados (marineros, mariscadores). Los antagonistas apuntan hacia fuera, el armador, los países implicados en el itinerario del buque o los responsables en la materia de la UE. El diagnóstico: catástrofe ecológica, económica y social. 2.2. Marea informativa II: 19-23 de noviembre de 2002 El problema-catástrofe se intensifica y con ello, –y podríamos decir que por ello– la labor informativa del Faro de Vigo. Por un lado, el barco finalmente se hunde, arrastrando al fondo un mar de dudas y preguntas que buscan respuesta. Por otro, esta amenaza que ya es un hecho, supone que la «marea negra» se encamina hacia las Rías Baixas [La catástrofe del «Prestige» amenaza ahora las Rías Baixas, portada 19-XI2002; Alarma en las Rías Baixas al hundirse el «Prestige» a 255 km de las Cíes, titular en portada a toda página con imágenes del buque hundiéndose 20-XI-2002; (…) Toda Galicia vive pendiente de lo que arroje el mar. Los expertos dudan sobre lo que puede ocurrir con el fuel hundido (…), 20-XI-2002; Si los tanques estallan, se formaría la mayor «marea negra», la mayor catástrofe ecológica en la historia de Galicia; La alarma llega a Arousa tras avistarse las manchas de fuel en la boca de la ría. Las aguas más ricas de Galicia pueden verse afectadas por el vertido. O Grove pide protección, 19-XI-2002]. Pero además, en estos días, se generó información que mostraba las otras dimensiones –y actores– del problema, verificando su magnitud y su intensidad reforzada por imágenes y noticias que recurren a la dramatización [Los pescadores afirman que perderán 11 millones si el fuel entra en la Ría de Vigo, 19-XI-2002; Miedo, preocupación y la intranquilidad embargan a los pescadores de la Ría de Vigo, 20XI-2002; El vertido de fuel-oil pone en peligro aves únicas en la península ibérica; La catástrofe es un tajo a la cadena de la vida en el mar, declaraciones del Director del Instituto de Investigaciones Pesqueras de Vigo, 19-XI-2002; Si el buque llegase a hundirse, el proceso de recuperación tardaría decenas de años, declaraciones del Responsable de Contaminación del Oceanográfico, 19-XI-2002]. El discurso sobre las causas y los responsables continua en la misma dirección que en la primera semana de naufragio [(…) Habrá quien vea en el «Prestige» un caso paradigmático de los males que trae consigo la globalización. «Las rías, en globo». Crónicas Galantes, Anxel Vence 19-XI-2002; (…) La marea negra no es la del Prestige si no la de Gibraltar y su paraíso anacrónico, corrompido y parásito. «La marea negra de Gibraltar». Redvolución, Javier Monjas. 19-XI-2002; Aznar: «está muy claro, y así ha sido comprobado y constatado que el destino del barco era Gibraltar», 19-XI-2002; La Comisión Europea recuerda que en materia medioambiental «quien contamina paga» (…) La investigación sobre los hechos servirá para establecer los posibles responsables del naufragio del «Prestige», ya sea la sociedad de clasificación, el propietario del buque o de la carga, y se puede actuar contra ellos ante la Justicia», declaraciones del portavoz comunitario de transportes, 19-XI-2002;
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Fraga visitará el jueves las zonas más afectadas de la Costa da Morte, 19-XI-2002; Aznar dice que España se reserva «todas las acciones legales» para exigir responsabilidades. (…) El Gobierno planteará ante la UE cuantas iniciativas sean necesarias para garantizar que la seguridad en el transporte marítimo y especialmente el del petróleo sea una realidad lo antes posible. (…) El Gobierno ha iniciado ya gestiones para ocuparse de «lo más importante» en referencia a los afectados, y también a la defensa del medio ambiente, 19-XI-2002; (…) Fantasmas del todo invisibles siguen siendo a estas alturas de la catástrofe los responsables del flete del barco, que -fieles a su condición de espectros- no se dejan ver, aunque sin duda existen. «Los fantasmas del «Prestige’». Crónicas Galantes, Anxel Vence, 20-XI-2002]. Sin embargo, la amenaza de la marea negra a las Rías Baixas (paralelamente al contexto de crisis, de inestabilidad y alarma social, de críticas y movilización de los afectados y de la ciudadanía, que por aquellos días se estaba viviendo), parece que marca un antes y un después en la estrategia discursiva de este diario en el asunto «Prestige». Quizá por ello sea momento de observar los acontecimientos desde todos los ángulos posibles y analizar los hechos, decisiones y declaraciones de forma más reflexiva y crítica. Digamos que va reconduciendo y trazando nuevas tendencias en la construcción de la información, marcando los límites a la vez que el inicio de una nueva marea informativa. Observamos que el grado de implicación y compromiso aumenta, y por tanto, el esfuerzo mediático es mayor cualitativa y cuantitativamente (se duplica el número de páginas con respecto al período anterior). Podemos además percibir una cierta evolución de perspectiva a la hora de enmarcar la realidad-universo «Prestige». Se presenta un escenario mediático más plural, contemplando la posibilidad de una mayor apertura a otras dimensiones del problema, de las responsabilidades y los responsables. Y también mayor protagonismo de actores que hasta el momento habían estado más relegados en su escaparate mediático. Aparecen también las primeras críticas en clave política, informaciones sobre la «falta de medios y de información», la otra dimensión del problema-catástrofe que hasta el momento este diario prácticamente había obviado. Entonces, comienza a hacerse eco de las críticas, las protestas y las movilizaciones. Pero se observa aún cierta cautela a la hora de hacer una referencia directa y explícita a las responsabilidades políticas que se derivan de la catástrofe, y por tanto, a la aparición de un escenario de crisis política [Las cofradías reclaman barreras flotantes y critican la falta de información, 20-XI-2002; La asamblea acordó reclamar a Pesca y a la Delegación del Gobierno información veraz y sin engaños; La historia se repite con los mismos protagonistas y víctimas, los marineros (…); La Administración no toma las cosas en serio; se habla mucho pero no se adoptan medidas (…); Cuando el sector reclama medidas preventivas se le tacha de alarmista, entrevista al Patrón mayor de la Cofradía de San Martiño de O Grove, 19-XI-2002].
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Si la catástrofe se hace más real porque el chapapote amenaza con alcanzar el sur de Galicia, resulta preciso descomponer, analizar, e incluso cuestionar esa realidad (re)transmitida por las autoridades. Plantear todas las dimensiones posibles y alejarse de clichés unidireccionales. Así se cuestionan decisiones gubernamentales como las de alejar el barco de la costa [(…) quién dio las órdenes sobre el rumbo a seguir por el petrolero y sus remolcadores. (…) No fue una decisión banal. «Las órdenes». Crónica política, Javier Sánchez de Dios, 20-XI-2002], y algunas acciones, y sobre todo las reacciones del gobierno central y autonómico ante la catástrofe [(…) por qué se tardaron cinco días en solicitar la presencia de remolcadores capaces de tirar del «Prestige» de una forma eficaz, cosa que no lograban los españoles existentes. (…) Por qué siendo esta costa la más transitada de la península, no se dispone de medios tan potentes como el que más, capaces de mover los pesos que se necesitan arrastrar aquí. (…) ¿Por qué seis días después, el gobierno de Madrid -la Xunta hizo su parte, en cambio, con eficacia- no había dispuesto el envío de barreras suficientes para, ubicadas en tierra a lo largo de la costa, pudiesen lanzarse al agua en el momento mismo en que se viesen llegar los vertidos? «Las órdenes». Crónica política, Javier Sánchez de Dios, 20-XI-2002]. Hemos advertido también que en este período, este diario comienza a prestar más atención a otros protagonistas y a las acciones (soluciones) que estos otros actores llevan a cabo [Marineros y pescadores de la ría de Vigo planifican una estrategia para minimizar el impacto de la contaminación en el caso de que el fuel entre en la bahía; Las cofradías formarán barreras con sus barcos en las bocas de las Rías; Los marineros de O Morrazo se movilizan para hacer frente a la llegada de los vertidos, 20-XI-2002]. Pero a veces esta transición parece sólo un espejismo, porque el discurso trazado desde el inicio de la catástrofe continúa su curso. Es decir, mayor protagonismo de actores del ámbito institucional. Eso sí, en unas ocasiones más explícitamente que en otras [El Congreso y el Senado aprueban por unanimidad medidas para paliar la catástrofe, 20-XI-2002; Los marineros y mariscadores obligados a paralizar su actividad recibirán una ayuda mensual de 901 euros, según la orden de Pesca que publicó ayer el Diario Oficial de Galicia. Con esta orden se ponen en marcha las primera medidas urgentes, 19-XI-2002; Las fotos de los periódicos y las imágenes del la tele nos han permitido conocer la cara de los protagonistas del desastre en curso (…) Hemos visto el rostro desolado de los pescadores súbitamente privados de su medio de vida; el de las aves atrapadas por las pesca oleaginosa; el de los gobernantes obligados a dar la cara en razón del cargo y hasta el de variados expertos que hubieran solucionado el problema con todo tipo de fórmulas milagrosas (…). Los únicos que hasta ahora no ha dado la cara –o la jeta, que es correcto sinónimo- son precisamente los representantes del «Prestige», 20-XI-2002; Rajoy anuncia ayudas y beneficios fiscales para los afectados por los vertidos; La Armada aspira las playas, 19-XI-2002].
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Comprobamos que en esta segunda semana posterior al naufragio, y coincidiendo con el hundimiento del barco, la información va tomando un nuevo rumbo. Pero, si algo caracteriza también este período, es el tono de desconcierto que nos transmite el Faro de Vigo. Lo que se traduce en una cierta ambigüedad y cautela a la hora de elaborar las noticias. De hecho, hemos observado que el discurso más crítico se expresa en la voz de los expertos [el director el Instituto de Investigaciones Pesqueras de Vigo pide: «planes de emergencia para evitar situaciones tan calamitosas», 19XI-2002] o a través de la información generada y publicada en las ediciones locales [El BNG comarcal de O Morrazo demanda ayudas para reparar los daños provocados por el Prestige. Reclaman «controles adecuados» a los barcos y aumentar la distancia de paso en la costa, 20-XI-2002 [O Salnés reacciona ante la amenaza. Pescadores, mejilloneros, sindicatos, empresarios y algunos políticos cierran filas en defensa de la integridad de la ría, 20-XI-2002]. 2.3. Marea informativa III: 24 de noviembre-1 de diciembre 2002 Este nuevo período de información viene marcado por la publicación de dos editoriales de gran significado para nuestro análisis. La primera se publica el domingo 24 de noviembre bajo el título «Los responsables de la catástrofe», y precisamente marca la transición al tercer ciclo informativo. La otra se publica el domingo uno de diciembre («La credibilidad política hace agua»), coincidiendo con la manifestación convocada por la Plataforma «Nunca Máis» en Santiago de Compostela, y la inminente visita del Rey de España al escenario de la catástrofe. Entre una y otra transcurren ocho días cargados de noticias, crónicas, reportajes, entrevistas y artículos de opinión enmarcados en las coordenadas –ahora sí ya más explícitamente– expresadas en las editoriales. A continuación recogemos algún fragmento para resumir las claves mediáticas de esta tercera marea informativa. Porque consideramos que nada mejor y más ilustrativo que las editoriales de un medio impreso para resumir y expresar el discurso que subyace en sus informaciones: De la catástrofe causada por el «Prestige» quedan funestas consecuencias medioambientales, sociales y económicas. Muchas preguntas incómodas que reclaman respuesta, y por supuesto, responsabilidades que tendrán que afrontar quienes las hayan contraído. Queda también una sensación en la sociedad gallega de que ha sido burlada, porque la información que ha recibido ha sido deficiente, contradictoria y confusa. Los gallegos se sienten inermes e impotentes ante los siniestros de los barcos basura, y frustrados porque carecen de medios para combatirlos. Pero lo peor de esta truculenta historia de naufragios que traen la desolación a las costas gallegas, siembran el miedo ante sus habitantes y causan estragos en la fauna y el paisaje, es que puede repetirse. (…) Y nadie puede garantizar que no vayan a suceder. (..) Los
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gallegos están confusos, preocupados e indignados. Tienen derecho a saber, por los medios que sean, y el Parlamento es el escenario adecuado, qué aconteció desde que el «Prestige» sufrió el accidente frente a Fisterra. ¿Quién tomó la decisión de arrastrarlo a lo largo de la costa y por qué no se disponía de los remolcadores adecuados? ¿Por qué se minimizó el siniestro y sus efectos? ¿Por qué no se adoptó un plan de emergencia, el más racional y eficaz? ¿Existen planes de emergencia para catástrofes como ésta? ¿Por qué no se dispone de los medios elementales para combatir la contaminación? ¿Por qué no ha habido una coordinación para contrarrestar la contaminación? (…) Cuando Fraga llegó a la presidencia de la Xunta, una de las medidas urgentes que adoptó fue combatir el fuego. Se habilitaron fondos y medios para atajar los incendios. Puede decirse que se ha ganado esa batalla y Galicia tiene capacidad para prevenir y combatir el fuego en los montes. Pero nunca se planteó la necesidad de dotar a las costas de equipos contra las catástrofes en el mar. (…) Ahora será más gravoso afrontar la crisis que el costo y mantenimiento de los buques anticontaminación. La imagen de los marineros tejiendo redes para evitar la entrada de la marea negra en las rías de Arousa y Pontevedra y la conjura de los pescadores para formar una barrera con sus barcos revela la desesperación y la rebeldía de las gentes del mar, eso es el reflejo de un país subdesarrollado. Es lo que se haría en Senegal. (…) Es evidente que la responsabilidad de lo ocurrido es de la casa armadora del buque, que es reincidente. (…) no bastan las lamentaciones, sino que la preocupación por el medio ambiente debe concretarse por un endurecimiento normativo que impida la navegación de barcos obsoletos con cargas peligrosas. Urge una legislación de la UE severa e implacable. Del nefasto episodio del «Prestige», no pueden salir indemnes los gobiernos central y gallego, que parecen haberse visto presos de sus indecisiones y desinformaciones. La falta de respuesta ante la catástrofe de esta envergadura que inicialmente se intentó minimizar es imperdonable. No han sabido estar a la altura de la crisis y merecen todas las críticas. Ahora no pueden fallar, la Xunta debe liderar la iniciativa de plantear al gobierno central la confección de un plan de emergencia costera (…). Debe exigir que se aleje el tránsito de los petroleros de la costa. Y como tarea inminente, urgir la entrega de las ayudas para remediar las pérdidas que han sufrido los afectados. Con la celeridad necesaria para eludir el fárrago burocrático y con la máxima generosidad. «Las responsabilidades de la catástrofe», Editorial, 24-XI-2002.
Lo ocurrido en Galicia desde que hace dieciocho días comenzó el desastre ecológico, social y económico provocado por el petrolero «Prestige» ha abierto una grieta de credibilidad en la nave de los principales gestores políticos, autonómicos y centrales (…). Hay demasiadas decisiones y actitudes imposibles de entender o de compartir, sobre todo habida cuenta de que aquellos sobre los que recae la responsabilidad de gobierno se han empecinado desde el primer día en minimizar y maquillar el proble-
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ma al que nos enfrentaremos durante mucho tiempo. Si hacemos caso de su versión de los hechos, estamos ante un comportamiento casi impecable por parte del poder político. El idílico cuadro que pintan quienes hemos elegido por mayoría absoluta para regir nuestros destinos, habla de rapidez de reflejos, coordinación, disciplina en la respuesta, y resoluciones urgentes y concebidas para evitar las principales consecuencias negativas sobre todo en el ámbito económico. Y además en el lienzo siempre se observa un panorama de vertidos, nada de marea negra, palabra tabú. Por eso resultó más sorprendente que el conselleiro de Pesca, Enrique López Veiga, se atreviera a decir el viernes que Galicia debía «prepararse para lo peor». Por primera vez, en casi veinte días, una autoridad pública llamaba a las cosas por su nombre, estrategia que probablemente hubiera sido mucho más beneficiosa para el gobierno gallego si se llega a aplicar desde el primer momento, en lugar de empeñarse en minimizar un gravísimo problema. La autocomplacencia oficial llega a tal punto que entre las ocurrencias de los estrategas populares figuró la de participar en la manifestación prevista para hoy en Santiago. (…) El origen de muchos comportamientos incomprensibles es justamente esa falta de visión precisa de la realidad. Los desenfoques los inició el titular de Agricultura y Pesca, Arias Cañete, al afirmar que aquí no iba a pasar nada. Tras el ridículo histórico del ministro, le pasaron la patata caliente al delegado del Gobierno Arsenio Fernández de Mesa, que tuvo que dar la cara continuamente en el momento más difícil y a quien hay que reconocer que fue capaz de navegar sin mancharse demasiado en medio de esa marea de chapapote. (…). El presidente de la Xunta, Manuel Fraga, tardó nueve largos días en acudir a uno de los muchos lugares destrozados por el fuel (…). Los argumentos esgrimidos desde su entorno hablan de acatamiento a los criterios del gobierno central, dado que es el Ministerio de Fomento el que controla el ámbito marítimo. La sorprendente actitud de Fraga, generó además una riada de especulaciones sobre supuestas tensiones con el gobierno de Madrid, y desembocó en una nueva crisis de imagen al hacerse público que había estado en Aranjuez con los invitados a una cacería durante el fin de semana en que la primera marea negra invadió la Costa de la Morte. (…) Hizo tan poco caso de las críticas recibidas que ayer, pocas horas después de la advertencia muy preocupante de López Veiga, estuvo en Guimaraens (…). La presencia mañana del rey de España en la costa gallega, con muchos más reflejos que el presidente Aznar, debería dejar bien clara la realidad del problema y, sobre todo, su trascendencia pública, a quiénes aún intentan dar la sensación de que aquí no ha pasado casi nada gracias a la eficacia de las autoridades (…). «La credibilidad política hace agua», Editorial, 1 de diciembre de 2002.
La publicación, tras las dos primeras semanas del naufragio, de sendas editoriales, evidencia la evolución discursiva de este diario. Pero en rigor, y a pesar de la claridad y tono crítico de los textos, hemos de advertir que este medio continúa ha-
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ciendo gala de una cierta ambigüedad en sus criterios mediáticos, probablemente por una actitud de precaución, cautela y contención la hora de informar. Este aspecto lo percibimos en la pluralidad de enfoques, actores o declaraciones, a veces contradictorios y divergentes, que tienen cabida durante este ciclo de información. Cabe resaltar un aspecto que, creemos, ilustra muy bien esa moderación discursiva, esa contención que caracteriza a este diario en el asunto «Prestige». Pues si bien da rienda suelta a su sentir y pensar en tono crítico sobre la catástrofe en las mencionadas editoriales, dando un do de pecho con respecto a los inmediatos días del naufragio, la «afrenta» se queda en eso: críticas y exigencias de buenos propósitos hacia la clase política gallega (a la que no ataca tan directamente y en ocasiones incluso disculpa), y muy especialmente hacia los gestores políticos de la UE y el gobierno central (contra los que sí carga sus tintas mediáticas). Sin embargo, no advertimos una gran profundización en el análisis de las responsabilidades políticas por las polémicas ausencias o las erróneas acciones y decisiones gubernamentales (de las que sí daban cuenta otros medios de comunicación). Así mismo, no observamos ningún atisbo de peticiones de dimisiones (salvo algún artículo de opinión que se posiciona en esta línea), y mucho menos de hablar de crisis política, sino de «crisis de credibilidad» o «crisis de imagen» de la clase política (gobiernos europeo, central y autonómico). Para finalizar el análisis en esta tercera etapa informativa, creemos oportuno referirnos a un aspecto que nos llama poderosamente la atención. Cómo habiéndose hecho eco durante esos días de la moción de censura que la oposición política gallega negocia para presentar al presidente de la Xunta, en la editorial del día uno de diciembre no se hace ni la más mínima referencia a esta importante y trascendente cuestión.
3. LECTURA DE RESULTADOS: ANÁLISIS COMPARATIVO Y CONCLUSIONES En líneas generales y durante el período analizado, en cuanto a la dimensión mediática en torno al caso «Prestige», el Faro de Vigo realizó un considerable esfuerzo editorial, pero creemos que adoptó un tono informativo ambiguo y poco claro o impreciso. Por tanto, elaborar un análisis comparativo resulta muy interesante para enriquecer los resultados del análisis y las claves y conclusiones de nuestra investigación. El hecho de distinguir tres ciclos de información (o mareas informativas) en el inmediato escenario de la catástrofe del «Prestige» a través del diario Faro de Vigo, sin duda, es claro síntoma de la evolución progresiva en las claves mediáticas de su enmarcamiento informativo. Y, sin duda, obedece también a la necesidad de no quedarse atrás y caminar a la par que los acontecimientos que se suceden y que, por otro lado, la audiencia de este medio podía oler, observar en directo y casi tocar con sus propias manos.
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Hemos tratado de resumir en dos ejes los resultados y conclusiones de nuestra investigación. Dos son los epígrafes que estructuran y dan forma a nuestra tesis, uno se corresponde con un análisis cuantitativo y el otro con una aproximación analítica cualitativa. 3.1. La repercusión mediática: amplia cobertura informativa Desde el punto de vista cuantitativo, el volumen de información generada por el «Prestige» se fue duplicando a medida que avanzaban la catástrofe. Durante los primeros días, coincidiendo con la retransmisión del buque a la deriva por aguas del Atlántico, la media de páginas dedicadas a este asunto (y siempre en la sección de sucesos, algo que puede resultar por sí mismo bastante significativo) era de cinco. Si bien es cierto que, en todo momento, este asunto se trataba en portada y con imágenes de la catástrofe. A partir del día en que el barco se hunde y el chapapote amenaza con alcanzar las Rías Baixas, crece considerablemente el caudal de información. Desde este día, el diecinueve de noviembre, el número de páginas publicadas con este tema se sitúa entre las quince y las veinte. Pero además la profundización en el tema y el esfuerzo editorial, se expresa en otros indicadores: además de la frecuencia (el «Prestige» fue noticia de salida con fotografía en este diario prácticamente hasta el final de ese mismo año), la elaboración de los textos y el recurso a fuentes primarias (reportajes y crónicas, entrevistas a expertos, implicados o afectados, el gran número de artículos de opinión), y el tratamiento gráfico del tema (gran número fotografías, infografías y viñetas gráficas de apoyo) son ejemplo e ilustran una mayor dedicación al asunto. Por tanto, en función de los mencionados criterios y desde nuestra perspectiva, se confirma que el Faro de Vigo le concedió al caso «Prestige» una amplia cobertura. 3.2. El enmarcamiento de la información: moderación discursiva Analizando e interpretando la información «Prestige» mediante criterios y técnicas cualitativas, extraemos, en mayor medida, los resultados y conclusiones de nuestra investigación. Si analizamos por separado este diario, nos sorprende con progresivas subidas de tono en su discurso informativo, que alcanzan su clímax en las editoriales anteriormente mencionadas. Sí podemos decir que su información se fue haciendo más reflexiva, analítica y crítica. Sin embargo, desde una perspectiva más amplia, poniendo al Faro de Vigo en relación con otros medios impresos analizados con anterioridad (El País, ABC y La Voz de Galicia), su discurso se podría tildar de poco claro, en ocasiones ambiguo, y caracterizado por una cierta cautela. Esta precaución a la hora de informar, se traduce en una suerte de contención y moderación sobre todo cuando se trata de señalar las dimensiones políticas de la catástrofe.
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Ante una realidad compleja y dramática y dada la proximidad (ya que se podía vivir en vivo y en directo), y la sospecha de una supuesta distorsión de esa realidad, había que informar y este medio optó por no radicalizar su discurso. Adoptando una estrategia que podríamos calificar de discurso atemperado o moderación discursiva. En su diagnosis del caso «Prestige» prevalece el término «catástrofe» (ecológica, económica y social) y «crisis de imagen» o de «credibilidad» frente a cualquier atisbo de referencia clara y directa a la existencia de una «crisis política». Sí observamos que en las sucesivas mareas informativas analizadas se va introduciendo un discurso más crítico, pero que se queda en eso, no llega a más. Es decir, no se posiciona ante las peticiones de dimisión por parte de los miembros de los ejecutivos central y autonómico, ni ante las informaciones sobre la moción de censura que las fuerzas políticas de la oposición intentan presentar al presidente de la Xunta, Manuel Fraga. Hace públicas estas acciones, decisiones, declaraciones y manifestaciones políticas pero más al albur de su estrategia (evolutiva-discursiva) informativa. Es decir, abrir su escaparate mediático a otros actores preocupados por la catástrofe en general y, sobre todo, a los implicados y afectados por la catástrofe, en particular. Observamos que se adoptan más enfoques y perspectivas, pero no toma parte activa más allá (como hemos indicado más arriba) de las críticas a algunas decisiones y actuaciones del gobierno autonómico (fundamentalmente a Fraga por su falta de reflejos y la «crisis de imagen» que provocó), y exigencias a la Xunta para liderar soluciones con el fin de que una catástrofe así no vuelva a repetirse nunca más. En este sentido, es bueno advertir que no es casual que la mayor cobertura y visibilidad pública durante el período analizado se le concedió (a pesar de las críticas y precisamente también por ello) a las fuentes y actores institucionales-gubernamentales; tuvieron mucho más protagonismo que otros actores también implicados y afectados por la catástrofe. En nuestro análisis comparativo hemos comprobado que el periódico Faro de Vigo no se posiciona tan explícitamente como lo hacen los diarios El País o ABC, y especialmente La Voz de Galicia. De hecho la politización del asunto «Prestige» se observa de forma manifiesta tanto en El País como en ABC (obviamente en direcciones opuestas). Por su parte, La Voz de Galicia destaca por su implicación, grado de compromiso y esfuerzo mediático y editorial, lo que se traduce en un discurso más radical y mucho más crítico y complejo que el que manejó el Faro de Vigo. El diario de mayor difusión de Galicia lidera el seguimiento en profundidad de la catástrofe y de su evolución, en contacto con fuentes expertas y, sobre todo, en voluntad de contrastar la información. Además, La Voz de Galicia encuadra su información en un marco identitario más que ideológico (a diferencia también de El País y ABC), un recurso al que, sólo muy puntualmente, recurre el diario Faro de Vigo (y fundamentalmente queda reflejado en algún fragmento de las editoriales).
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Con respecto a una dimensión tan importante en este asunto como la movilización social y los ciclos de protesta, sí hay información sobre los afectados y voluntarios. Pero le concede una débil cobertura mediática a la Plataforma «Nunca Máis», un actor social importante en este escenario ya que estaba capitalizando las protestas y la movilización de los sectores más críticos e implicados de la ciudadanía. Sí podemos afirmar que enmarcó la información, a medida que la catástrofe se agudizaba y se acercaba a las Rías Baixas, en unas coordenadas proclives a activar a la ciudadanía. En esta misma línea, hemos observado también, cómo durante las primeras mareas informativas del Faro de Vigo, la moderación discursiva que caracteriza a este diario en el período analizado se evidencia en su estrategia de expresar las reflexiones más críticas a través de las voces de los «otros»: entrevistas a expertos, afectados y sobre todo, a través de los artículos de opinión (las voces más incisivas). 3.3. Conclusiones finales En primer lugar, consideramos que el Faro de Vigo informó de acuerdo con sus coordenadas mediáticas. Como ya sabemos, centradas en adoptar una perspectiva de proximidad, por tanto, local-provincial (en clave social, ecológica y económica, los sectores productivos más afectados de la zona geográfica en la que está implantado este diario, etc.) y menos ideológica. Sí es de destacar, sin embargo, que su alineamiento (en clave política) cuando se produce, lo hace en mayor medida con el ejecutivo autonómico, dirige una crítica, podríamos decir que más constructiva que la que orientó hacia los gestores políticos tanto de Bruselas como de Madrid. Antes de finalizar, debemos señalar una crítica: su ambigüedad y contención a la hora de informar (ahondar en todas las dimensiones del problema-catástrofe), y no ser más explícito en las críticas en clave política, lo que en este estudio hemos denominado «moderación discursiva». Precisamente por ello, en nuestro análisis comparativo, la ubicación de este diario está en el medio (tanto en las coordenadas ideológicas, como en el grado de implicación) de los diarios El País, ABC, y La Voz de Galicia. Y como fin de trayecto -o más adecuadamente, de la travesía-, una cualidad a su favor: la amplia cobertura sobre este asunto «Prestige». En este sentido, es de destacar que el esfuerzo informativo llevado a cabo por este diario en los meses inmediatamente posteriores al naufragio del petrolero es considerable y de gran envergadura. Sobre todo si tenemos en cuenta que estamos ante un medio de comunicación impreso con vocación informativa y asentamiento en el ámbito local-provincial. Comparativamente, su labor y despliegue informativo ha sido, sí, bastante inferior a los de La Voz de Galicia, diario con una idiosincrasia mediática diferente; pero, y esto es lo importante, muy superior y más sistemático que el de los otros medios de comunicación impresos también de implantación local-provincial y circunscritos al ámbito gallego.
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De la catástrofe divina a la catástrofe pública: el terremoto de Lisboa de 1755
JUAN DE DIOS RUANO GÓMEZ Profesor de Técnicas de Investigación Social Facultad de Sociología de la Universidad de A Coruña
«A manhã do 1º de Novembro anunciava-se calma e quente, na continuação dos belos dias de fins de Outubro: a temperatura era de 17,5 graus. O céu estava sem nuvens, brilhava o Sol; um vento ligeiro soprava na direcção nordeste. Pelas 9 horas e 40 minutos, depois de um grande ruído subterrâneo que aterrorizou toda a gente, a terra teve um primeiro abalo, vertical, depressa seguido por outro, horizontal, no sentido norte-sul. Os dois abalos não duraram mais de minuto e meio, mas, depois de um minuto de intervalo, um novo abalo, mais violento, prolongou-se durante dois minutos e meio, e logo um terceiro durou mais três minutos. Entre o segundo e terceiro abalos houve ainda um minuto de intervalo. Durante estes nove minutos, o rumor subterrâneo foi ouvido sem interrupção. O céu ficou escurecido pelos gases sulfúricos exalados pela terra (notaram-se fendas compridas e estreitas nas ruas) e sobretudo pela poeira, que tornava a atmosfera irrespirável. Ao mesmo tempo as águas retiraram, deixando ver o leito do rio - para se precipitrem em seguida, em enormes vagas, que varreram o Terreiro do Paço e as ruas e os terrenos próximos das margens. O capitão de um barco inglês ancorado no meio do Tejo contou, numa carta dirigida ao seu armador, como viu a água elevar-se e precipitar-se de 16 pés de altura, de três vezes seguidas, em cinco minutos. Pelas 11 horas, um novo tremor de terra fez ainda cair alguns edifícios. Em seguida, houve um incêndio que durou cinco a seis dias, e que completou a obra do terramoto. Foi o fogo, de resto, o causador da maior parte dos prejuízos: «se a cidade o não tivesse sofrido, a sua ruína teria sido rapidamente reparada», escreve uma testemunha da catástrofe.» Moreira de Mendonça, 1758
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El uno de noviembre de 2005 se conmemoraba el doscientos cincuenta aniversario del terremoto de Lisboa, un terremoto que no sólo sacudió la tierra y el mar, sino también las instituciones sociales y políticas de la época. Todavía hoy día podemos estremecernos con los relatos de aquella catástrofe, incluso con los que fueron redactados años después de que ocurriese, como el del propio Moreira de Mendonça. Y, sin embargo, el temblor social, político e ideológico del terremoto de Lisboa se encuentra ya completamente olvidado. Como tendremos ocasión de ver, se trata no obstante de un olvido activo, de una falta de memoria peculiar, reveladora –en cuanto que ya desvanecida– de su completa integración en el cuerpo social; de su plena asimilación como hábito reflejo en el sentir mismo de la ciudadanía. Se trata, en definitiva, de lo que podríamos considerar como el modelo de actuación esperable a la hora de afrontar una catástrofe por parte de nuestro vigente orden social. Como diría Jesús Ibáñez refiriéndose al orden social, es en su carácter inconsciente para el conjunto de la sociedad donde gana, precisamente, toda su efectividad, porque el orden social para que sea eficiente ha de ser inconsciente, reflejo pero no reflexivo. Pues bien, vamos a intentar adentrarnos, a través de esta breve exposición del terremoto de Lisboa de 1755, en el origen de algunas de las modernas pautas ideológicas y políticas de actuación pública en las catástrofes contemporáneas. Y es que –como decimos– el terremoto de Lisboa fue el umbral de un cambio en nuestra conciencia social respecto a la atribución de las causas y, también, respecto a las actuaciones operativas propias ya de la moderna gestión de catástrofes. Así, la tradicional explicación de los desastres como castigos divinos, originados por las malas acciones de los hombres, podemos indicar que alcanzó un punto de inflexión histórica en 1755. En efecto, a partir de este terremoto aparece un amplio debate intelectual en Europa sobre las causas naturales y las causas sociales como explicaciones filosóficas de los desastres, conjuntamente con las entonces populares y dominantes explicaciones teológicas. Ciertamente, el terremoto de Lisboa concitó, junto a la arraigada atribución de la «causa divina» de la catástrofe, la aparición de otras interpretaciones que comenzaron a difundirse no exentas, efectivamente, de una gran polémica ideológica como las ya enunciadas en la Presentación de estas Jornadas de las «causas naturales» –por parte de Voltaire– y de las «causas sociales» –por parte de Rousseau. En este sentido hay que recordar que desde el siglo IV, los terremotos eran considerados en la tradición cristiana como un signo de la presencia de Dios, más allá de las propias leyes de la naturaleza. Desastres que constituían, en definitiva, expresiones de la reprobación divina a causa de las transgresiones morales o religiosas de los hombres. La coexistencia de la explicación teológica y de la explicación naturalista, vigente hasta entonces, deviene en herejía de acuerdo con el texto del obispo de Brescia Liber de hoeresibus (año 383 d.C.) donde se afirmaba que quienes atribuían el movimiento de los elementos a la potencia de la naturaleza no reconocían la poten-
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cia de Dios; dado que ésta es una de las formas en que Dios actúa sobre su creación para la conversión y el beneficio de numerosos pecadores90. La importancia de esta causación divina de los terremotos tuvo consecuencias en la gestión política, administrativa e incluso operativa del terremoto de Lisboa, como tendremos ocasión de ver posteriormente. En el ámbito político de la gestión del desastre se tomaron iniciativas que hoy día ya consideramos como de «sentido común». Tales como las –a veces desacreditadas– «habituales» visitas de las autoridades a las zonas siniestradas pero que, cuando no se realizan o bien cuando se realizan con retraso, no sólo no caen en el olvido de los cronistas sino que son motivo de amplio reproche social y político. La ausencia o tardanza de los políticos de turno es –en nuestros días– calificada como de grave desconsideración hacia los afectados, difícilmente justificable por no decir que imperdonable. En definitiva el carácter de estas visitas a las zonas siniestradas, no por el hecho de ser tachado de «ritual» por algunos, deja por ello de hacerlas necesarias. Es más, ese mismo carácter ritual no sólo no desvirtúa la importancia de las visitas de las autoridades sino que refuerza socialmente su necesidad, por su clara condición de esperadas. De hecho, estos recorridos de las autoridades por las zonas afectadas caben interpretarse como un acto de reapropiación simbólica –por parte del orden instituido– con respecto a unas zonas siniestradas que, generalmente, son evocadas en términos «caóticos». A este respecto, el referente histórico más próximo a las visitas de las autoridades a las zonas destruidas habría que buscarlo en las procesiones religiosas que en la Edad Media se realizaban tras los temblores de tierra. En este sentido, debemos señalar que la práctica de las procesiones rogatorias contra los terremotos fueron introducidas en la ciudad de Gaule (Lyon) por San Mamerto en el siglo V, posteriormente fueron extendidas como ritual a toda la Iglesia cristiana por el concilio de Orleans (año 511) y, finalmente, aprobadas por el papa León III en el
90 Dos siglos más tarde, Isidoro de Sevilla (560-636) vuelve a retomar la coexistencia de las explicaciones naturalistas –aristotélicas– y religiosas en su tratado De natura rerum liber. A partir del siglo XIII se impone la teoría de la «doble verdad», según la cual hay temblores de tierra naturales y sobrenaturales. No obstante, teniendo en cuenta que era la propia Iglesia quien, en la práctica, decidía sobre la calificación específica –natural o divina– de un terremoto, se hace difícil imaginar a esta institución desaprovechar la oportunidad de adoctrinar a sus feligreses en circunstancias de tan extraordinaria conmoción social. Más adelante, tras el terremoto de Nápoles de 1456, el renacentista Manetti (13961459) escribe su tratado De Terroemotu, donde presenta y discute las explicaciones naturalista y religiosa con objeto de unir en concordia las dos posibles causas de los terremotos. Para ello pide – prudentemente– que se reconociese que la mayor parte de los terremotos obedecían a causas naturales, si bien algunos habrían sido milagrosamente obra de Dios todopoderoso. Sin embargo, es preciso señalar que su teoría no alcanzó gran difusión habida cuenta de que sus libros fueron prohibidos y que, de los cinco ejemplares manuscritos que se realizaron, tres se encuentran en el Vaticano (Guidoboni y Poirier, 2004).
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año 81691. Por tanto, el rito colectivo expiatorio habitual en la cristiandad consistía en las procesiones religiosas que constituían –en sí mismas– uno de los primeros signos de restablecimiento del orden público. Así, podemos recoger de San Juan Crisóstomo (años 350 a 407) la siguiente predicación a los habitantes de Antioquía afectados por un terremoto: «Por los santas huellas de vuestros pasos, habéis purificado nuestra ciudad, tomando la medida al foro con procesiones alrededor y santificando el aire mismo» (Guidoboni y Poirier, 2004: 160)92. En estas procesiones medievales participaba la jerarquía eclesiástica y las autoridades siguiendo un itinerario que partía de la iglesia principal y recorría las zonas afectadas así como las principales partes de la ciudad, incluidas las murallas y las zonas donde se refugiaba provisionalmente la población, especialmente la nobleza. En definitiva, como señalan Guidoboni y Poirier: «Se puede ver en estos recorridos ritualizados, una voluntad de asegurar simbólicamente la defensa de la ciudad, ‘atacada’ por el terremoto, rodeando las zonas afectadas o amenazadas» (2004: 161). A nuestro juicio, estas procesiones suponían también un acto de visibilidad del poder instituido en tanto que superviviente del desastre. Su presencia pública y en movimiento, remarcando con ello su omnipresencia, se sobreponía visiblemente por tanto a las ruinas en las que habrían quedado, probablemente, las sedes más estables y representativas de este mismo poder: palacios, catedrales, iglesias, grandes casas, etc.93.
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En efecto, tras una serie de terremotos que aterrorizan a la población del valle del Ródano en el año 463, San Mamerto instituye las procesiones penitenciales rogatorias en las que, además de las lógicas plegarias de protección frente a los terremotos, se incluían también algunas súplicas frente a las consideradas como calamidades más graves de la época tales como las tempestades, la peste, el hambre, la guerra y otras de carácter más singular a los ojos actuales (A spiritu fornicationis, libera nos, Domine! A fulgure et tempestate, libera nos, Domine! A flagello terraemotus, libera nos, Domine! A peste fame et bello, liberanos, Domine) (Guidoboni y Poirier, 2004: 152). 92 Curiosamente, uno de los detalles destacados por los habitantes de Muxía tras la visita del Rey –a causa de los vertidos marinos del petrolero Prestige– hacía referencia, precisamente, a que «Su Majestad bajó hasta la playa con sus propios zapatos» (Informe de observación participante correspondiente al proyecto La Actuación de las Fuerzas Armadas: Actitudes y Opiniones de la Población Afectada por el Prestige, 2003). 93 En este sentido, debemos constatar como significativa la sorpresa que para algunos autores actuales representa la excesiva presencia que –en las crónicas de la época– tuvo la muerte del embajador de España en el terremoto de Lisboa, frente a la minusvaloración de las víctimas portuguesas (las cifras oscilaban entre 100.000 y 30.000 muertos) o la simple y llana omisión del número de víctimas en las gacetas locales. Y es que quizás se debiera aclarar que la población era considerada en el siglo XVIII como una de las principales fuentes del poder nacional, de modo que dar a conocer las propias bajas se entendía que podía ir en menoscabo del poder del Estado-nación, dado que la divulgación de esa información podía suscitar el deseo de invasión de las potencias vecinas. En cualquier caso, merece la pena destacarse aquí la crítica realizada por Voltaire quien, el 17 de diciembre de 1755, escribe: «Los cien mil hombres muertos en Lisboa son ya reducidos a veinticinco mil. Y serán pronto reducidos a diez o doce. Sólo los comerciantes conocen sus pérdidas justas, porque conocen la suma de sus efectivos, y los reyes no conocen nunca la suma de sus hombres» (Citado en Poirier, 2005: 63).
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Pero, en el terremoto de Lisboa de 1755, fue el Secretario de Estado José de Carvalho –más conocido por el título que recibiría años más tarde de Marqués de Pombal– quien inauguró con su comportamiento y con sus declaraciones la «moderna» gestión de catástrofes. Así, el tipo de visita a la zona siniestrada que realiza José de Carvalho tiene un carácter novedoso y más contemporáneo en comparación con el que otras autoridades venían realizando de manera tradicional –y conjuntamente con la jerarquía eclesiástica– en forma de procesiones religiosas expiatorias. En efecto, como veremos más adelante, el moderno recorrido que realiza José de Carvalho está íntimamente ligado a una toma de conocimiento directo –«sobre el terreno», diríamos hoy día– con el objeto de aplicar las oportunas medidas políticas y administrativas necesarias para restablecer el orden público en todas sus dimensiones esenciales para la época, incluidas por supuesto, las dimensiones moral y religiosa. Pero si seguimos las crónicas desde los inicios de la actuación del Secretario de Estado José de Carvalho ante el terremoto de Lisboa habría que comenzar destacando la conocida frase que le hiciera mundialmente célebre. En efecto, cuentan estas crónicas que ante el estupor del Rey José de Portugal por lo que había sucedido, este último le preguntó a su Secretario de Estado: «¿Qué hacer?». Siendo entonces cuando el Marqués de Pombal contestó: «Señor, enterrar a los muertos, cuidar a los vivos». En resumidas cuentas, toda una declaración de principios básicos, comúnmente aceptados y sobre los que se puede ampliar y mejorar la gestión de catástrofes pero fundamentales y pertinentes en cualquier actuación contemporánea al respecto. De hecho y a nuestro juicio, gran parte de la estupefacción que recientemente manifestó la población europea por la actuación de la Administración norteamericana frente a los efectos del huracán Katrina en Nueva Orleans no hace más que revelar lo arraigado que están estos principios de intervención post-catastrófica en la mentalidad europea. Volviendo a las medidas puestas en marcha por el Secretario de Estado José de Carvalho, es preciso destacar su avanzada intuición científica en materia de terremotos ya que puso en marcha la primera encuesta sobre catástrofes de la que nosotros hayamos podido tener noticia. En este sentido, hay que señalar que envió un cuestionario a todos los párrocos de Portugal en el que se incluían preguntas tales como: ¿A qué hora comenzó el seísmo y cuánto duró? ¿Qué ha observado usted en el mar, los ríos y las fuentes? y otras de estilo similar. Igualmente, hizo publicar al año siguiente una memoria con las principales medidas que fueron tomadas tras el temblor de tierra. Medidas y ordenanzas que fueron en muchos casos dictadas sobre el propio terreno devastado que recorrió -personalmente- durante varios días, mientras tomaba nota de la situación y sin apenas reposo. A este respecto, la actividad del Marqués de Pombal tras el terremoto es elocuentemente descrita en 1798 por el duque francés de Châtelet en los siguientes términos:
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«Recorriendo la ciudad en todas direcciones, portaba allí socorros, aquí consuelos: en todas partes su presencia llevaba tranquilidad y calmaba temores […] en menos de ocho horas doscientas treinta ordenanzas salieron de su fecunda cabeza; todos los ladrones, todos los perturbadores del orden que eran cogidos en fechoría eran colgados al instante […]. Su coche fue durante muchos días su despacho, su cama, su único refugio. Cuarenta y ocho horas pasaron sin que tomara más alimento que un consomé que su propia mujer le llevaba». (Citado en Poirier, 2005: 94).
Por lo demás, las ordenanzas y edictos que se pusieron en vigor respondían al extenso desarrollo de las siguientes catorce medidas, sobre las cuales reproducimos algunos de los comentarios formulados en su mayor parte por el mismo Poirier (2005): I- Descartar el temor a la peste que amenaza, en razón de la corrupción de los innumerables cadáveres y de que no hay nadie para enterrarlos, debido a la deserción precipitada y general de los habitantes de Lisboa. En relación con esta medida hay que decir que al día siguiente del terremoto, el propio Secretario de Estado pide opinión al cardenal-patriarca de Lisboa sobre el lugar idóneo en el que dar sepultura a los muertos, contestando este último ese mismo día con diversas formas adecuadas al caso: desde cavar fosas colectivas profundas en las que enterrar los cadáveres hasta transportar los cuerpos en grandes barcos y arrojarlos al mar, tal y como se practicaba con quienes fallecían en los navíos. Esta última forma era, por cierto, la preferida del cardenal-patriarca para este caso. Disposición que, por supuesto, fue llevada a cabo. Unos días más tarde, sin embargo, José de Carvalho envía una circular a todos los prelados de los conventos de Lisboa para persuadirles de la urgencia de dar sepultura a los muertos. II- Evitar el hambre… Más de once ordenanzas se pusieron en vigor entre el segundo y el sexto día posterior al terremoto con objeto de facilitar la disponibilidad de alimentos y fijar las exenciones de tasas e impuestos sobre los mismos, a fin de abaratarlos y hacerlos fácilmente accesibles. III- Cuidar a los heridos que permanecen en las calles, en peligro cierto de muerte. IV- Traer a los habitantes de Lisboa, que la han abandonado, para restablecer una población sin la que nada se puede hacer.
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V- Evitar los robos y castigar a los ladrones. Como ya fue mencionado anteriormente en la descripción realizada por el duque de Châtelet, se procedía a la ejecución sumaria de los ladrones atrapados en flagrante delito. VI- Evitar que los hurtadores pudieran salir por mar… Es interesante destacar, en este sentido, que la célebre frase del Secretario de Estado aconsejando al Rey de Portugal «enterrar a los muertos, cuidar a los vivos» se complementaba con un «y cerrar los puertos» (Enterrar os mortos, cuidar dos vivos e fechar os portos) (Poirier, 2005: 93-94). Ahora bien, esta medida iba dirigida a otro tipo de individuos distintos a los que hacía referencia la disposición anterior. En nuestra opinión, y a juzgar por la política exterior y comercial que José de Carvalho postulaba para el Reino, aludía más bien a los comerciantes de potencias europeas privilegiadas por tratados desventajosos para Portugal y suscritos con anterioridad a su mandato. En cualquier caso, lo cierto es que el 3 de noviembre de 1755 ordena a los comandantes de todas las fortalezas impedir la salida de puerto de cualquier barco o navío, bajo pena de muerte. VII- Atender a las necesidades del reino del Algarve y de la ciudad de Setúbal. VIII- Hacer venir las tropas del reino para participar en los grandes trabajos de la ciudad. Sobre este aspecto nos remitimos a las conclusiones de nuestra investigación sobre La Actuación de las Fuerzas Armadas: Actitudes y Opiniones de la Población Afectada por el Prestige94 en la que, apenas doscientos cincuenta años después del terremoto de Lisboa y en una catástrofe de carácter ecológico como la provocada por los vertidos marinos del petrolero Prestige, se sigue poniendo de manifiesto la adecuación y valoración del trabajo de las Fuerzas Armadas para atender toda clase de sucesos de índole catastrófica. IX- Proveer de alojamiento provisional al pueblo… X- Restablecer el ejercicio de los oficios divinos en las pocas iglesias que hayan sido salvadas o en lugares temporales decentes.
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Incluidas en el libro: Ruano Gómez, J.D. (Ed.) (2005): Riesgos colectivos y situaciones de crisis: el desafío de la incertidumbre, A Coruña, Servicio de Publicaciones de la Universidad.
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XI- Reunir a las religiosas dispersas y volver a ponerlas en clausura. Sobre esta medida debemos indicar que nada menos que cincuenta y cuatro ordenanzas fueron dispuestas en el transcurso de un año para asegurar el cumplimiento efectivo de esta disposición. A nuestro juicio, este hecho es suficientemente revelador del escándalo público que suponía para la población portuguesa de la época la anómala situación que entrañaba la presencia y el deambular de las monjas de clausura fuera de los conventos. XII- Proveer a diversas necesidades del pueblo… XIII- Actos de religión de Su Majestad para apaciguar la cólera divina y agradecer al Señor sus buenas acciones. Reseñar que entre los actos dispuestos se encuentra el nombramiento de San Francisco de Borgia como protector del reino y de sus dominios, contra los terremotos. XIV- Dotarse de medios apropiados para la reconstrucción de la ciudad. Así pues, como acabamos de observar, se tomaron unas disposiciones que iban más allá de las tradicionales exenciones de impuestos que, de modo transitorio, se solían poner en vigor durante la Edad Media para aquellas zonas afectadas por una calamidad. Por lo demás, también se tomaron medidas de carácter moral y religioso –como ya habíamos avanzado– que reflejaban el papel fundamental que éstas venían desempeñando en el restablecimiento del orden público de la época. Con todo, es preciso señalar que, incluso en relación con las disposiciones de carácter religioso, hay matices que marcan una línea original e ilustrada con respecto al papel de la Iglesia ante el terremoto y la preeminencia de la gestión pública de la catástrofe frente al tradicional tratamiento religioso de la misma. Valga como muestra, y con ello terminamos, que el propio José de Carvalho realizó peticiones específicas a la jerarquía eclesiástica con el objeto de que las prédicas de algunos párrocos fueran suavizadas, habida cuenta del terror y el desánimo que infundían entre la población. Hecho, este último, que contribuía a dificultar enormemente los trabajos de reconstrucción urbana. Es decir, que las admoniciones a la población no debían tener ya únicamente un valor religioso o estrictamente moral sino que debían ponerse al servicio del restablecimiento de la normalidad de la vida pública en todas y cada una de sus facetas sociales y políticas. En definitiva, el terremoto de Lisboa de 1755 supuso un paso histórico en la consideración y tratamiento de la catástrofe: desde su carácter divino y de reprobación moral de la población –propio de la Edad Media– hacia una valoración y tratamiento moderno que tenía como finalidad la restitución del orden público afectado.
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REFERENCIAS GUIDOBONI, E. y POIRIER, J-P (2004): Quand la terre tremblait, Paris, Odile Jacob. POIRIER, J-P (2005): Le tremblement de terre de Lisbonne, Paris, Odile Jacob. RUANO GÓMEZ, J.D. (Ed.) (2005): Riesgos colectivos y situaciones de crisis: el desafío de la incertidumbre, A Coruña, Servicio de Publicaciones de la Universidad. VILLAR, A. (1995): Voltaire-Rousseau: en torno al mal y la desdicha, Madrid, Alianza Editorial. VOLTAIRE (e.o.1761/ 2002): Candide ou l’optimisme, Paris, Hachette.