Filosofía y derechos del hombre Desde Kant hasta Marx
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Filosofía y derechos del hombre Desde Kant hasta Marx
B I B L I O T E C A F R A N C E S A DE F I L O S O F Í A
Director Bernardo Correa
Fiiosofia y derechos del hombre Desde Kant hasta Marx
Bernard BourgeDis
Traducción de Jorge Aurelio Oíaz
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Btiurntvjis. Bf'rrr.inl Filosoíi.t y ilcrpihiis ili'l lirnTil'ft': ilcicle K.itil h|iít,i M i i r i ' fiffn.inl Hourgtioii: iMtlutción dp tnr^e AufflUí Üi.i/.. — ÜÍJ^JIJ: Siglo ili'l I ioinhrf Fd¡(i>fps, Univerilrlaíl Níjciofiril rlt! t o l t i n i b i . i , tnili.ijiiüiJ ÍII> Fr.inf i.i, 2I1IH. T16 [J.; 21 cm. InL'liiVí) MhlínKirillt). líBN-.'nR.ijíiS.Ufil-ti 1. llPAiLhos liumiinij* - Ai[u'í|i)5'IÍl<Jwfli i"-1- n í . i í - lur^tf A u n lin. Ir ti. Tit Al
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N)*ftKlt4-7J D t W l ' ' iMilWKi en t'olomiri.t-f'rítileil tu C u l i mil iiíi T^níc» lo? rlprwrhoí rpsíTVrMitks. Í.'^U pubtir j r i ó n rvi ( T ü w l r - n^r ^p|>^in^^l^ tiLi rli í^r> todo ciudadano pasivo debe tener la posibilidad legal de llegar a ser ciudadano activo, En Fichte y eil Hegel, igualmente, la actualización individual de) derecho universal de propiedad o de participación cívica se expresa en la adquisición de derechos particulares variables como condiciones empíricas del propio contenido de estos. Al no s.er principio, sino punto de apltcación ác\ derecho, el i'ndü'íduocomo tal —empírico— no puede exigir del derecho que sea, en lanto que derecho, determinado en todo su contenido mcJterial. formalismoÚG los derechos del hombre es el precio de su afirmación i//i/í't?rsa/absoluta, Pero 5 ! el idealismo alemán le otorga derechos al individuo sólo en la medida en que es el soporte dfr la razón práctica O de la voluntad libre, estos derechos se extienden según la intensificación d.e\ i/ínculocxvirz la libertad y la naturaleza, la razón práctica y la razón teórica. Hay así, desde Kant hasuj Hegel, una creciente eoncretízación de los derechos del hombre y, en particular, un desanollo progresivo de los derechos-libertades hacia derechos créditos —desarrollo, y no simple i/uirapasictón de derechos que hacen referencia a dos principios difei^entes, como algunos han afirmado. En Kant se presenta la afirmación practicada la subordinación de !a razón teórica —y de su correlato: la naturaleza, la necesidad— a la razón práctica —la libertad. Tal subordinación práctica implica la ausencia de toda inmanencia realde la libertad a la necesidad, de la razón a la empiria. Este es el rigorismo kantiano, que preside, entre otras, a la teoria que Kant propone sobre la pena. La cultura, cuya cima es el derecho, es entonces la simple sumisión de la naturaleza a una ríizón que, en su contenido puramente formal, no consagra ningún elemento empírico, En el dominio político (derecho público), laactualización empírica de la razón no es ni siquiera necesario; una disposición (ley, decreto) es conforme con el contrato originario qUe otorga legitimidad a todo gobierno, si ella puedeSQT aprobada por todo individuo en tanto que ser racional, etc. En Fichte la razón se hace razón teórica, la libertad se Afícenecesidad, en el trabajada una cultura que transforma poco a poco la naturaleza en instrumento inmanente de) espíritu. La libertad ¿reAoce"condicionar por la necesi-
dad, y el derecho, por ello mismo, integra en su contenido las condiciones empíricas a través de las cuales la libertad se hace surgir. La doctrina de Fichte pone asi derechos-créditos: derecho aJ trabajo [no debe haber ociosos), derecho ala asistencia social (no debe haber pobres); prevé así mismo un ablandamiento, una íwman¿zaciónú& la pena, pensando en la corrección del criminal, y la superación de la estricta ley del talión, todavía afirmada por Kant. Tal preocupación por el sujeto empírico de la razón, que hace integral' la humanidad en el derecho —en lugar de cireunscribíi'la al simple deber ético—. no da sin embargo origen a un derecho indeterminado, aunque tampoco allí se pueda superar el formalismo y la abstracción de las disposiciones legales: el eniendimieniopracúco determina de igual manera el derecho a la asistencia que el derecho de propiedad; es cieno que la felicidad es en sí misma indeterminable, ¡pero no lo son los medios de su Ubre obtención! La identificación hegeliana de una felicidad tal con la libertad va entonct*s a culminarla humanizaciónú.^ los derechos del hombre. La legislación civil intensifica su "socialización", y la legislación penal su ablandamiento. También allí, como en Fichte, los derechos-créditos se justifican como la condición misma del ejercicio de los derechos-libertades, de tal manera que si aquellos exceden a estos (como lo mwr/r'ffíexcede a lo que. en relación con él, es abstractd\, este exceso tiene su razón de ser en la posibilidad de la realización efectiva de los derechos-libertades; la negación de las libertades formales no puede justificarse por la afirmación de las libertades reales, y la afirmación de éstas es la afirmación real de aquellas. Es cierto que la afirmación del "derecho abstracto" no puede ser una afirmación absoluta, y el Estado es la potencia absoluta sobre la tierra, pero semejante afirmación no seria ella misma más que una afirmación abstracta, irreal, la negación real de este derecha. La estructura constante de lo abstracto y de lo concreto en el proceso hegeliano, hace aparecer que lo concreto no es otra cosa que la reposición, pero según una realidad asegurada, de aquello mismo cuya auto-negación —la irrealidad de lo abstracta tomado en si mismo—, ha justificado su propia posición; el derecho abstracto recibe una realidad acrecentada por su concretización política.
En contextos diferentes —en tanto que etapas de una reunión cada vez más íntima de la razón y de la realidad, del dercctio y del hecho, de la libertad y de la necesidad—, las filosofías sucesivas de) idealismo alemán ilustran todas la relación /r/'ñ/'í7/¿^'fí7 de ambos momeíitos, del derecho y de la libertad, en JDencficio de la razón, y esto con seguridad en la diferencia misma que esa relación reviste en los diferentes contextos. Se conoce la afirmación kantiana acerca de la paz por e) derecho, correlativa a aquella de la felicidad por la virtud: quien (.omienza buscando la poi ella riiiama (como renlización jurídica de la felicidad), traiciona por igual a la paz y al derecho, mientras que quien comienza buscando el derecho, obtiene la paz por añadidura: la más eficaz de las políticas es la política moral; el más grande realista es el idealista. La misma relación, con un sentido propio, se halla en vigor en el fichteanisino. En cuanto al hegelianísroü. éste verifica también en el nivel del espíritu objetivo su definición del absoluto como unidad no neutra del sujeto y del objeto, puesto que la unidad absoluta del sujeto V del objeto es el .sV//rroabsoluto Si lo real es racioJial (segunda t'ormiila de la célebre ecuación), es porque lo racional es —es deeír, se liace— real, ya que el es absoluta actividad (la ecuación en su formulación inicial). El entendimiento se halla en el coríizón de la razón, la libre voluntad es el principio de la necesidad bistónea. De ahí el euesiionamiento que haeeftegel de la oposición entre rolimiarísmotí hismrícrsmo, es decir, de la oposición entre dos procedimientos exclusivos, entre los cuales tendría que escoger la investigación sobre los derechos del hombre. También aquí el idealismo alemán puede alimentar utilmente la necesaiia reflexión sobre el movimiento conflictivo de los derechos del hombre, y esto en contra de toda confusiói:, ya que se la lleva a cabo dentro de la estricta jerarquía áe: una relación orgá!}ica. Cuando se trata de determinar el esnloúi' la realización de los derechos del hombre, los pensadores alemanes rechazan claramente la afirmación unilateral y abstracta, tanto del ua!uncansit!o[-s.QX'ms\.a]. coma del histüricismo{pa.5mst3.. quietista). Ilustraremos en primer lugar el rechazo del voluntarismo con los ejemplos de Kant y de Hegel; sin embargo, la posi-
Clan fichteana es la misma, El voluntarismo supone que la historia, el devenir de los hombres, es un simple material del querer, un dato empírico desprovisto de Toda razón, que no realiza ninguna libertad. Ahora bien, para Kant este devenir de los hombres como seres no razonables, puramente naturales, se anularia en la guerra de todos contra todos (el estado de naturaleza es un estado de guerra). El serde los hombres, dotados de razón y por tanto abiertos en el estado de nati-iraleza al llamado del derecho, supone por consiguiente la realización de ese derecho, es decir, el derecho rea/de\ Estado, de un Estado; siemprehay razón en la historia humana. También el querer actuante debe respetar el querer realizado, condenando el carácter revolucionario de todo voluntarismo. Si todo derecho es derecho del hombre, el derecho del hombre no existe sino por el derecho, el respeto al derecho en tanto que derecho existente: "¡toda autoridad viene de Dios!" La negación de un derecho injustoes ella misma una negación injusta, porque es la negación de todo derecho, ya qeie el derecho¡ obra de la libertad, no tiene otra realidad, no existe de otra manera, que a través de su realización determinada más o menos imperfecta, y dado que la diferencia capital no es aquella que separa realizaciones de la libertad, sino aquella entre la existencia natural y la existencia por libertad, existencia heroica en tanto que atacada por toda la potencia de la sensibilidad. El derecho en si se halla enc\ derecho fenoménico, en el derecho positivo mínimamente racional, porque éste expresa un acuerdo, al menos tácito, entre los hombres, para excluir el estado de naturaleza donde reina el mal absoluto de la guerra. Y un mal derecho vale más que la ausencia de) derecho, en la cual toda revolución corre el riesgo de volverá caer, sin ninguna certeza de que se pueda llegar a salir de allí. El hombre no tiene entonces el derecho de correr el riesgo de suprimir el derecho. ¡No se puede querer el derecho (del hombre) como fin, si no se lo quiere antes y siempre como un medio! ¿Se dirá entonces que la historia nos enseña que la violencia guerrera o revolucionaria es el motor de la realización progresiva del derecho? ¿Se opondrá a Xz. fdosofía del derecho de Kant su propia jilosojia de la historia? Hay que responder entonces quei
1. El recurso a la iüstoria (filosóficaj otorga la "garanüa" del obrar racional, pero pierde toda razón de ser, se contradice, si se pretende, por él, que se excuse eJ obrar irracional, inmoral. 2. ya que las enseñanzas de la filosofía de la historia —-sin valor teórico objetivo, "constitutivo" de la experiencia— no reciben una verdad sino por su fundamentación en el carácter absoluto del imperativo de la razón práctica, y puesto que 3 . el hontbie, en iajito que responsable caLegóricamense de sus actos, no puede justificar la violencia, y no es por tanto libre exteriormen te sino cuando afirma el derecho de manera absoluta, es decir, de manera actual. Esta es sin duda la razón de la condena totalj en Kant, de la realización revolucionaria de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Cualquiera que viole un derecho —en nombre de un derecho mejor— debe ser condenado siempre moralmente; la buena conciencia revolucionaria es un mal. En Hegel encontranros la misma condena del voluntarismo político. Una política voluntarista de los derechos del hombre que se dedicara a traducir de manera inmediata en acto su declaración, no podria sino ser contradicha por la necesidad histórica, la cual, en tanto que racional, identidadd^ la identidady de la diferencia, niega la absolutización teórica y práctica de la difereticia, del indii'iduo, contenida en la reivindicación de estos derechos, obra del entendimiento. Por haberlo ignorado, fracasó la Revolución francesa: en ella la historia negó claramente la política abstracta de los derechos de! hombre. Sin embargo, tal rechazo del voluntarismo no significa de ninguna manera, tanto de la parte de Kant como de la de Hegel, su alineamiento dentro de las tesis historicistas. Sí para Kant el derecho no debe negar la historia —la cual encierra siempre algo de derecho—, esto no quiere decir que este derecho objetivo se realice por fuera de toda presencia, en los agentes de la historia, de la norma subjetiva del derecho, es decir, por la sola necesidad natural de la violencia. El texto sobre "la paz perpetua" reconoce, es cierto, que la necesidad inmanente de ja historia impondrá la
constitución republicana, hasta a "un pueblo de demonios", pero a través de muchos "inconvenientes",'' ya que, si bien es cierto que e) derecho eÁÍsrecon independencia de la ética —^onio voluntad del derecho por él mismo—, no se hace ^;&cí/z'í7absolutamente sino sostenido por ella. El "Primer Apéndice" de Por ¿a paz perpetua subraya claramente la virtud política e histórica de la moral. Hay una causalidad de la razón práctica como querer de un contenido exterior universal, es decir, de un contenido juridico-político —si se trata, claro está, de una tal voluntad (en oposición a una simple veleidad) por su preocupación en aprovechar, y para ello en conocer previameme, el mecanismo natural que puede hacer de im propósito un efecto. El refonnismo kantiano no signiCca de ningima manera un pUi'o abandonarse a la Providencia, sino la asunción rigurosa de las exigencias del derecho, o de la libertad. Como el querer más eficaz es el querer de la razóti prác tica, el querer moral, que es el querer en el pileno sentido de la palabra, entonces la realización de un Estado conforme al derecho, que afirme y garantice en él los derechos del hombre y del ciudadano, depende de la educación de ese querer. Hace falta entonces, ante todo, ilustrara, los poderosos y a los subditos. De ahí que la "libertad de la pluma'' sea "laÚnica salvaguarda de los derechos de los pueblos",'^ La información de ios responsables políticos —dado que el cambio de] Estado sólo puede venir de arriba, del Estado mismo— y la formación de los ciudadanos, suponen la libre difusión y comunicación de las ideas; mientras que la información debe conducir a terminar con el absolutismo, la formación debe conjurar la anarquía revolucionaria (¡ambas están ligadas intimamente entre si como el dogmatismo y el escepticismo!), Kant insiste particularmente en el papel de la escuela, hace falta enseñar en ésta un "catecismo del derechoy no dudar en consagrar una hora diaria "a ha-
K a n . Zum Cti'Kii^n Fru^deti //-tji ta ¿jaz pcrpeítiti/, en Kantf; H¥rh'e(KW\, AkadciTiif'TextauSKabe.Bd. VIH, Berlín, Walle.r ele Gruyler, Íí)ñ8. pp. 366 367. /f£, Obsr dem Gemeitispruch: Das mag ü¡ dtr 'nie richtip peúi. fnufft abernicluJíirdk'Praxi.'íXAcerca dMariagto;Esapucd;?f^ercnrrecto en la tewtQ.p^'vno^lniepara fiefdnen fcjpniéfíf.vij,. 11, /CK Vtll, p LIO*!,
cer que los mños conozcan y tomen a pecho los derechos de ios hombres, esa niña de los ojos de Dios en la tierra" " La historia progresa en realidad mediante la transíormación del arbitrio en una libertad del querer. Como en Kant, el rechazo del volimtarismo por Hegel no significa abandonarse a Lina historia divinizada en su necesidad natural; hay que rechazar la acusación de pañi cismo histórico que se le hace repetidamente al pensador alemán Fijemos algvinos puntos. bs claro que la razón (divina) conduce el mundo empleando ardides c o n la energías h\.imanas, a tas t^ne utiliza como simples medios; esta afirmación —diferente de la que hace Kant es la másabsi:}iutaen el ámbito del espíritu objetivo o del derecho, lo que hace que el agente ético obre tanto más absolutamente, cuanto lo haga desde la perspectiva de Lma historia cuya objetividad remite, c o m o a su fundamento, a l espíritu absoluto ¡"religioso"). Pero la alínriación de esa necesidad de la historia, muy lejos de negar el pa)3el de la vokmtad en la realización del ílerecho. lo asegura en su manifestación que es entonce.^ efec tiva y eficaz, por s e r concreta: 1 . La afirmación í7^/f7//'f7—mediante el filósofo como espectadorA^- la historia—, de la necesidad C|uela gobierna, es la afirmación de una raaótt práctica o de una voluntad que obra mediante voluntades que se quieren a si mism E t s en su propia esencia, es decir, en su libertad, cuya realización constituye el derecho. Los lieroesúe la hi.storia mundial han querido lo que han heehoy hmi hechu lo qiie han q\ierÍdo —sti relación con el espíritu del mvmdn no se expresa en una exterioridadinstnuuental. ?ZI dereclui N O se realiza sino cuando es querido, aunque el hecho Uc ser querido —o declarado— no sea isufieiente para su realización, 2. La afirmación subjerira—por el agentet^iezxwo de la historia— de la inmanencia triunfante de la razón divina en e) devenir humano —en el cristianismo pleno como protestantismo luterano—. muy lejos de debñitar el comprnmi-
so del hombre, lo intensifica a través de iiaféen la unidad (en Cristo y en el espíritu de la comunidad) entre Dios y el hombre. Ahora bien, si la religión es asi, como "reforma" luterana, disposición de espíritu absoluta—Gesinnung—, el principio de todo obrar político, y si ninguna revolución política es posible sin remlución religiosa,semejante jundameniación religiosa del obrar político no es como tal la determinación de su contenido y de su forma. Como en el hegelianismo el fundamento prueba siempre su poder por su bondad, y exalta su libertad liberando, el espíritu objetivo es liberado, mediante la fiiosofia de! espíritu absoluto, en una construcción racional inmanente del Estado, pmpiamente política. Hegel simplemente resalta el papel capital del espíritu, del espíritu del pueblo, del espíritu de! tiempo, del cual toda constitución debe estar animada, bajo pena de no poder subsistir. Se trata de expresar la importancia fundamental de la opinión pública, y del lugar fundamental de su verdadera formación; la escuelay la universidad. También aqui, por lo tanto, y en un contexto diferente del contexto kantiano, se subraya el papel decisivo de la instrucción y de la educación en la realización del espíritu objetivo y del derecho,,, Pero como la formación del espíritu tiene su lugar al interior de! Estado y de sus instituciones escolares, es el Es^ lado el que, al formara sus ciudadanos, debe inculcarle? el sentido de) dereclio, de sus derechos como hombres y como ciudadanos, Pero entonces ¿no se corre el peligro de absorción, de perversión, de disolución cívica de la humanidad? Si el /íO/?i¿/'í^ desaparece en el ciudadana ¿guarda todavía derechos el individuo que ya no es definido sino por su relación con aquello que lo constituye como ciudadano, es decir, con la absolutez objetiva del Estado? f-Acaso sólo hay deberé.'^?... A estas preguntas el idealismo alemán ofrece una respuesta que constituye un aporte capital para la reivindicación ciuica de los derechos del hombre y del ciudadano.
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tns ciencias aiosó/itas/. g 35
nota.
Para Kant, para Fichte y para Hegel, el Estado es el lugar i3íY¿>Jcjabsoluto de la realizaciónde los derechos del hombre a través del ciudadano Pero no puede ser un lugar asi, ni el agente absoluto de la realización de los derechos del hombre, a no ser que en él el liombre posea derechos —coexista con otros hombres— en lanto que no es ciudadano, es decir, en tanto que es un individuo social. Pero entonces, si el Estado es la fuerza absoluta ¿cómo puede /JO/IÉTen él mismo —siendo la fuerza absoluta— una sociedad como no puesta por él? ¿Cómo pueden pL-nsarse a la vcz la autoridad y la liberalidad del Estado? Esto no es posible sino para un Estadci que sea distinto del Estado liberal, o de! Estado to talitario, o, también, del Estado "republicano", en su idealidad no verdaderamente estructurada. De ahí que, en este punto, resulte del mayor interés el desarrollo teórico de la fiiosofia del Estado, y de la relación Estado-sociedad, desde Kant hasta fiegel. Dejaremos de lado la etapa mediadora elairarada por Fichte, con el fin de oponer el comienzo (abstracto) y t\ fin (concreto) de la definición de la relación Estado-sociedad, implicada por la afirmación post-revolucionaria de los dereclios del hombre, es decir, el modelo kantiano y el modelo licgeliano de la razón práctica jurídico-política. El paso de Kant a Hegel es entonces el paso de la afirmación de un derecho del hombre como ser social ideal, cuya existencia no requiere del Estado sino una limitación ideal de si mismo, a la afirmación de un derecho del hombre como ser social real-, cuya existencia requiere del Estado una limitación real, una auto-limitacion efectiva de si mismo y de su derecho soberano. El reconocimiento de !a efectividad creciente de los derechos del hombre como derechos del liombre en e! eiudadant), se roncretiza asi, desde Kant hasta Hegel, en la creciente liberación, por e! Estado que es afirmado cada vez más en su fuerza, de la sociedad que es afirmada cada vez más en su efectividad. El kantismo hace de la humanidad la norma ideal de la ciudadanía. Según Kant, el derecho fundamenta al Estado, que no es más que el iiistnimentjo de su realización. En efecto, la puesta en práctica natural —es decir, por el individuo como tal— de las exigencias exteriores de la razón práctica, aquello que Kant llama el "derechoprivado", no
puede asegurar sino en lorma precaria —"provisoria"—, dentro del medio necesariamente conflictivo de las relaciones sociales inmediatas, un derecho que sin embargo debe ser, es por esto que el derecho, en tanto que privado, es decir, en tanto que contradice como derechosu existencia contradictoria como derecho privado, fundamenta^w ejecución pública a través de una institución estatal que garantiza, volviéndola perentoria, la realización de las exigencias prácticas exteriores de la razón; realización a la cual se apunta, pero que no se logra con su afirmación inmediata." El hombre debe ser ciudadano para ser lo que debe ser, es decir, sujeto razonable, hombre en el sentido pleno de la palabra. A.SÍ, el Estado asegura en ella misma, al pacificarla, a la sociedad en la que el hombre se halla naturalmente inmerso como el medio dcnUo de cual debe realizar su racionalidad. Por ello es racional que no exista sociedad alguna que no sea estatal. Es cierto qué la afirmación según la cual el Estado realiza la esencia positiva —únicamente en su nivel ideal— de la sociedad, recuerda que la ciudadanía no absorbe al hombre, y el filósofo tiene el deber de subrayar que el Estado —que no es por esencia la primera sociedad—, tampoco puede afirmarse como la ülrima—porque el derecho es la condición de la ética, exigencia de la comunidad absoluta designada por el "reino de los fines". Pero el individuo real no es tal süio como ciudadano^y dehechono tiene derechos sino como ciudadano, es decir, como aquel ser que tiene esencialmente deberes. La república kantiana no tiene nada de república liberal:, expresa más bien el triunfo del rigorismo práctico. Es cierto que Kant es el filó.sofo de los derechos del hombre, pero la idealidad, o la irrealidad, que le asigna a la vida social tomada en sí misma, por fuera del Estado, que es el único que la convierte en vida social del ser razonable, lo conduce a proponer una ejecución poco humana de estos derechos del hombre. En el hegelianismo, por el contrario, la humanidad aparece como la base real át la ciudadanía. RecnrdertiOS que, segün la Doctrino deldercv/ioK^nt, el '[Itrcf.-ho pnv a d o " y el " d u - t r h n publico" se rilferRiidan, no e n r a ü o n etc s u s curiientriaa. ?i[>o en razdn út\ pjorricirj o de lu a p l i c a c i ó n de éslc (yíi acá por l a s tndivi<Ju(i» en l^ntD que tales, y a sea por s u reunión cii Lun B^Cadol.
El Estado racional hegeliano reconoce y establece por y en su ciudadano los derechos del hombre en tañía que tal (es decir, en tanlu que no es ciudadano, o que no se define ante todo por los deberes), al volverlos concretos, y al movilizar, para lograrlo, todo su potencial supra-individual. Los Principios de ta ftloso/la del derecho presentan la decidida afirmación estatal de los derechos no csratales o no cñ'icosdc los miembros del Estado racional. Si sólo el Estado puede hacer e.dstiresXos derechos, el no los determina en su esencia. No es en tamo que ciudadano, que el ciudadano posee tales derechos y puede reivindicar su ejercicio. Estos derechos se determinan y justifican en su nteetpropio, que no es el nivel de la ciudadanía y del Estado; en el hegelianismo la potencia más concreta afirma siempre en ellos y por ellos mismos sus momentos más abstractos, los cuates no tienen ta fuerza para afirmarse por si mismos. Tales dereclios no cívicos, por su contenido y su forma de derechos, son, por una parte, derechos / > y í w - c i v i c 0 5 , y , por otra, derechos supra<W\va%. Los derechos irtfra-cívicos establecidos y garajitizados por el Estado racional, son los derechos "abstraetos" de la "persona" a la proiiiedad de las cosas, los derechos ligados El la responsabilidad moral, los derechos que rigen la e.'dstencia familiar, así como los derechos sociales a la iniciativa económica individual, pero también a la solidaridad ("pol¡cia"y "corporación*') Ahora bien, el Estado asegura igualmente, en su abstracción "objetiva" (en tanto que se exteriorizan en eomjjortamíentos), los derechos supra-civicos i( la práctica del arte, de la religión y de la filosolíai es derúi\ -a una vida en el seno del espirttu absoluto: Lo tjUí d
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