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ISBN 987-9499-22-0
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CONICET - UNCuyo
ISBN 987-9499-22-0
Estado nacional y conformación de una alianza dominante en la Argentina agro exportadora
Graciela Alejandra Inda
Este libro se basa por completo en una investigación llevada a cabo para la realización de la Tesis de Maestría presentada ante FLACSO (Buenos Aires), bajo la dirección de Juan Carlos Portantiero.
Inda, Graciela Estado Nacional y conformación de una alianza dominante en la Argentina agroexportadora - 1a ed. - Buenos Aires : Libronauta Argentina, 2006. EBook. ISBN 987-9499-22-0 1. Sociología Política Argentina. I. Título CDD 301 : 320.982
Edición Digital ISBN 987-9499-22-0 © by Libronauta, 2005 Perú 267 C1067AAE Buenos Aires - Argentina Queda hecho el depósito de ley 11.723 Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida sin la autorización por escrito del autor y Ambrosía, la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento incluídos la reprografía y el tratamiento informático.
Contenido
Capítulo 1 Conformación y consolidación de la alianza de clase dominante en la Argentina ............................................................... 13 1.1 La existencia de grandes extensiones de tierras fértiles en la región pampeana ....................................................... 15 1.2 La plena incorporación de la Argentina al mercado mundial y la consolidación de una forma de acumulación del capital agro exportador ....................................... 21 1.3. La constitución y consolidación del Estado nacional y su forma de intervención en la economía ..................... 39 Capítulo 2 Características, composición y correlación de fuerzas de la alianza de clase dominante hasta 1.930 ....................................... 55 2.1. La burguesía agraria ............................................................... 56 2.2. La división interna de la burguesía terrateniente y sus modalidades de apropiación de la renta agraria ....................... 60 2.3. Algunas cuestiones relacionadas con la composición de la clase dominante ............................................... 78 2.4. La burguesía industrial............................................................ 84 Capítulo 3 Las contradicciones de la alianza de clase dominante en la década del treinta.......................................................................... 97 3.1. Los cambios en el sistema mundial capitalista y el ajuste de la forma de acumulación basada en la renta agraria mediante la sustitución de importaciones .......................... 98 3.1.1. La modalidad de penetración de los capitales extranjeros ................................................................................... 110 3.2. La burguesía industrial y su creciente diferenciación interna .................................................................. 116 [5]
GRACIELA INDA
3.3. La nueva estrategia de la fracción hegemónica del bloque en el poder........................................................................ 128 3.4. La posición de la fracción de los criadores ........................... 141 3.4.1. Criadores frente a invernadores en torno a la intervención estatal en el comercio de carnes.............................. 145 Capítulo 4 La nueva forma de intervención del Estado en la economía ......................................................................................... 157 4.1. El Pacto Roca-Runciman ...................................................... 164 4.2. Las Juntas Reguladoras......................................................... 171 4.3. La creación del Banco Central.............................................. 174 4.4. El control de cambios ........................................................... 176 Conclusiones................................................................................... 183 Bibliografía..................................................................................... 203
[6]
Introducción En términos generales, el propósito de esta tesis es investigar la configuración y reproducción de la alianza de clase dominante en la Argentina hasta principios de la década del cuarenta. Consideramos que si bien esta temática ha sido tratada, directa o indirectamente, por diversos estudios construidos desde campos disciplinarios distintos y con ópticas también disímiles (los cuales serán oportunamente retomados y analizados en el cuerpo del trabajo), no ha sido de manera alguna agotada. Subsisten interrogantes y problemas a nuestro juicio ineludibles si se quiere avanzar en la explicación de la clase dominante en el período mencionado. Los objetivos específicos planteados, que pueden sintetizarse como sigue, traducen justamente esos interrogantes y problemas: • determinar las condiciones económicas y políticas que conducen a la formación de una alianza de clase dominante en la Argentina; • establecer la composición de esa alianza en el período objeto de estudio; • delimitar las relaciones de fuerza, contradicciones y ejes de confluencia al interior de la alianza de clase dominante durante el lapso mencionado; • revelar las estrategias que se tornan predominantes en el seno de dicha alianza y qué factores las determinan; • analizar las prácticas estatales de intervención en la economía desde el punto de vista de su relación con la alianza de clase dominante. [7]
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Presentados los objetivos, nos referiremos brevemente a la estructura del trabajo. En el primer capítulo, discriminamos los procesos que conducen a la conformación y consolidación de una alianza de clase dominante en la Argentina a fines del siglo XIX y precisamos cómo concurren a ese resultado. Es que, para nosotros, la clase dominante no aparece dada de una vez por todas ni lleva su nombre en la frente: es el resultado de un proceso tendencial que, además, no puede ser limitado a las relaciones económicas. Asimismo, elaboramos una primera caracterización de dicha alianza mediante la determinación de su fracción hegemónica y de algunas de las condiciones objetivas que la convierten en tal. En el segundo capítulo, nos abocamos a identificar tanto los diferentes componentes de la alianza de clase dominante (que se presenta constitutivamente dividida) como las contradicciones y coincidencias que tienen entre sí hasta la fractura marcada por la crisis del treinta. Ello porque estamos convencidos de que una indagación fructífera no puede consistir en una simple descripción estática de los integrantes de una clase sino, por el contrario, en una explicación del proceso permanente de su división y de sus formas sucesivas. En otras palabras, no se puede tratar de una mera clasificación porque la burguesía como clase dominante se define de entrada por sus contradicciones y se constituye mediante el juego de sus divisiones (es por esta razón, entre otras que explicaremos más tarde, que usamos el concepto de alianza de clase dominante). En el capítulo tercero, con la misma convicción, estudiamos el despliegue de las contradicciones de la alianza de clase dominante y los cambios en su correla[8]
ción interna de fuerzas ante las nuevas condiciones políticas y de acumulación del capital de la década del treinta. La elucidación de las estrategias que cada segmento de la alianza pone en escena y de cuál logra prevalecer y por qué, constituyen el otro eje de esta parte. En todo momento sostenemos que la burguesía no puede ser estudiada como clase con independencia de su propia transformación histórica. En el capítulo cuarto, profundizamos una cuestión presente a lo largo de todo el trabajo: la del rol preciso de las formas de intervención del Estado en la reproducción de la alianza de clase dominante. Aquí, lo hacemos a propósito de las modalidades de injerencia estatal en la acumulación del capital en la década del treinta. Ahora bien, no sólo tenemos en cuenta el efecto de esas prácticas estatales sino que, al mismo tiempo, las examinamos como condensaciones de las relaciones de fuerza entre los diferentes grupos de la alianza dominante. De tal forma, nos separamos de las visiones que ven en las políticas el simple producto de decisiones burocráticas que a posteriori favorecen intereses determinados. Podemos precisar ahora la relevancia de nuestra investigación. Por una parte, consideramos que reviste especial interés en tanto revaloriza los problemas relacionados con la estructura de clases, algo descuidados por las ciencias sociales en los últimos tiempos. Por la otra, creemos que puede constituir un aporte interesante en su campo específico. En primer lugar, porque contribuye a superar la carencia manifiesta de estudios sistemáticos e integrales sobre el tema. En segundo lugar, en tanto aborda la problemática de la conformación, consolidación, división interna y características [9]
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de la clase dominante en la Argentina entre 1.880 y 1.940 considerando tanto los procesos económicos como los políticos. En tercer lugar, porque - en oposición a una vieja tradición que la identifica con la sola burguesía terrateniente- analiza a la clase dominante en su complejidad sin reducirla a uno solo de sus segmentos. Cabe agregar, para terminar, que se trata de una investigación de tipo teórica inscripta en el campo problemático de la sociología. La materia prima está constituida tanto por los datos disponibles útiles a nuestra tarea (composición del producto bruto interno, volumen de las exportaciones, modalidades de explotación de las tierras productivas, etc.), como por los esquemas teóricos elaborados para dar cuenta de diferentes aspectos que, según nuestro criterio, conciernen al problema de investigación formulado. Sobre la base de la sistematización y el estudio comparativo y crítico de ese material, construimos una explicación ajustada a nuestro objeto de estudio. Los pasos seguidos pueden describirse brevemente de la siguiente forma: • acercamiento descriptivo al problema de investigación mediante la búsqueda metódica de bibliografía, artículos y documentos pertinentes al problema de investigación; • sistematización, selección y clasificación de la información; • análisis comparativo y crítico del material seleccionado; • profundización de la comprensión y de la definición del problema objeto de la investigación;
[10]
• refinamiento de los conceptos y de las hipótesis iniciales; • búsqueda de relaciones causales entre las variables más importantes del problema y análisis metódico de las mismas; • confirmación, y cuando correspondió, reformulación de las hipótesis de trabajo; • construcción de un marco teórico explicativo del problema seleccionado.
[11]
Capítulo 1* Conformación y consolidación de la alianza de clase dominante en la Argentina
La tesis central que desarrollaremos en esta primera parte es que desde mediados del siglo XIX tiene lugar una serie de procesos económicos y políticos que concurren a la emergencia y afirmación de una alianza de clase dominante o bloque en el poder, en cuyo seno la burguesía terrateniente tiene una posición hegemónica frente a las otras fracciones de la burguesía. De entrada estamos afirmando dos cuestiones claves que no siempre son tenidas en cuenta: el fraccionamiento interno de la clase dominante y la hegemonía de una fracción en su interior. Cuando hablamos de fracciones es para señalar los subgrupos en los que puede descomponerse una clase de acuerdo con diferenciaciones económicas importantes. Por tanto, las fracciones implican lugares diferentes 1 en el proceso mismo de acumulación del capital . Esta * Se agradece la colaboración de Celia Duek en la elaboración de este capítulo. 1
Existe otra diferenciación importante al interior de una clase: las capas. En la delimitación de las capas de clase adquiere mayor peso la referencia a criterios políticos e ideológicos. Así, se trata de los subgrupos en que puede dividirse una clase o fracción según [13]
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distinción resulta crucial tanto para el análisis de la composición de la clase dominante como para el estudio de sus contradicciones internas ya que algunos autores piensan a la clase dominante como compuesta sólo por una de sus fracciones (la burguesía terrateniente, por ejemplo) colocando a las otras fracciones de la burguesía como parte de las clases dominadas mientras que otros piensan a la clase dominante o “elite dominante” como un bloque sin fisuras internas. Por su parte, con el término hegemonía hacemos referencia a la fracción que se constituye en el elemento dominante del bloque en el poder. Pero hay algo más. Cuando decimos bloque en el poder o alianza de clase dominante estamos significando que la alianza dominante no se constituye exclusivamente en virtud del lugar que tiene en las relaciones económicas sino también por el que ocupa en el terreno por excelencia de las luchas políticas, el Estado. Para ser exactos con las definiciones, el concepto de bloque en el poder o alianza de clase dominante designa la unidad contradictoria de fracciones de clase económica, política e ideológicamente dominantes. Volvamos a nuestra tesis para desarrollarla. Los procesos de concentración de la propiedad de las tierras productivas, de configuración de una forma de acumulación agraria y exportadora (producto a su vez de los cambios que tienen lugar a fines del siglo XIX en posiciones políticas e ideológicas. El caso más sobresaliente en la literatura marxista es el de la aristocracia obrera: se trata de un subconjunto que se diferencia del resto de la clase obrera por su inclinación constante a colocarse política e ideológicamente del lado de la burguesía. [14]
la expansión de las relaciones capitalistas a nivel mundial) y de consolidación del Estado nacional son los que, según nuestro análisis, producen en su conjunción la constitución y afianzamiento de una clase dominan2 te caracterizada por la hegemonía de la burguesía terrateniente.
1.1 La existencia de grandes extensiones de tierras fértiles en la región pampeana Si bien la disposición de enormes y abundantes llanuras recién adquiere todo su significado económico a partir de la inserción de la Argentina en el mercado mundial capitalista como gran exportadora de materias primas, los procesos de expansión de la frontera y de apropiación territorial, que dan forma a los grandes terratenientes de la zona pampeana, se vienen gestando desde antes. En el período previo a la consolidación de la forma de acumulación agraria-exportadora son la producción ganadera y la actividad comercial ligadas al puerto de
2
Cuando decimos clase dominante (o burguesía) debe entenderse como sinónimo de bloque en el poder y de alianza de clase dominante. Esto precisamente porque, como demostraremos, la burguesía no se constituye como tal fuera del Estado ni está indiferenciada internamente. [15]
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Buenos Aires las que inician la acumulación de capital en el Litoral 3 . En efecto, entre fines del siglo XVIII y 1.860 se dan algunas condiciones que favorecen cierto desarrollo de la producción ganadera. La abundancia en la zona pampeana de tierras fértiles que casi no requieren la contratación de fuerza de trabajo, la liberación del monopolio comercial español, la baja complejidad de la ganadería (la cría, matanza y faena de ganado pueden realizarse con elementos técnicos precarios y escasa organización) y la moderada expansión de la demanda mundial (el incipiente proceso de industrialización de las potencias europeas estimula el comercio mundial de productos tales como las lanas y los cueros al tiempo que crece la demanda de tasajo para el consumo de la mano de obra esclava en Estados Unidos y Brasil)
3
Ya en el período colonial existe en torno al puerto de Buenos Aires un núcleo comercial que opera de intermediario de las escasa producción de las regiones del interior y de los bienes importados. Pero la pobreza de la producción exportable de la zona pampeana, el escaso intercambio con las otras regiones y el monopolio impuesto por la Corona española explican que hasta fines del siglo XVIII no haya alcanzado un desenvolvimiento apreciable. Con la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1.776 y el Reglamento de Libre Comercio de 1.778 se inicia una nueva etapa en el desarrollo de los grupos comerciales ya que el puerto de Buenos Aires surge como intermediario privilegiado, sobre todo, de las producciones de cueros y tasajo. Comienza así a conformarse una burguesía comercial centrada en el puerto de Buenos Aires y, por ello, defensora a ultranza del librecambio. [16]
son los factores que permiten la primera expansión ganadera 4 . Dicha expansión hace que la ocupación por el indio de la mayor parte de las tierras se torne problemática. Mientras que para las actividades ganaderas orientadas a una exportación muy limitada o al consumo interno y basadas en la caza a campo abierto (predominantes hasta aproximadamente 1.750) la imposibilidad de expandir la apropiación territorial no es un obstáculo serio, el agotamiento progresivo de la hacienda cimarrona y el desarrollo de la exportación de cueros conducen a la emergencia del rodeo como forma básica de crianza de la hacienda y hacen necesaria la posesión efectiva de las tierras. Es así que la consolidación de la estancia como forma de organización del trabajo empuja simultáneamente a la expansión de la frontera y a la apropiación privada de la tierra. Pero no es sino a través de la acción de políticas estatales específicas que dichas expansión y apropiación privada tienen lugar. En otras palabras, la acción estatal juega un papel principal en la configuración de los grandes latifundios y, de esta forma, en la constitución de un conjunto de grandes propietarios territoriales. Efectivamente, desde 1.822 las políticas estatales de enajenación de las tierras públicas, sobre todo las llevadas adelante por el gobierno de Buenos Aires, conducen a la rápida concentración de las mismas en pocas manos. El régimen de enfiteusis rivadaviano es el punto de partida de esa concentración. Éste da al Esta4
FERRER, Aldo. La economía argentina. Las etapas de su desarrollo y problemas actuales, págs. 53-57. [17]
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do el dominio de la tierra no escriturada (es decir, la mayor parte del campo argentino) prohibiendo por decreto todas las donaciones o ventas de la misma hasta tanto no se cuente con una ley que regule esas transferencias. Tal política tiene como propósito declarado poblar la campaña y asegurar un régimen agrario de pequeños burgueses. Pero esto no sucede. Como la ley no limita la superficie de tierra que cada solicitante puede obtener, los ganaderos, comerciantes e inversores extranjeros de la época son los más grandes enfiteutas 5 . La ley de enfiteusis viene entonces a permitir el proceso de enajenación de las tierras fiscales y marca el nacimiento de los grandes terratenientes. En 1.828, ya disuelto el gobierno nacional, la legislatura provincial de Buenos Aires dispone el arrendamiento de tierras para pastura y cultivo de las que se benefician apenas unos 538 arrendatarios 6 . En la época de Rosas el mecanismo de apropiación territorial alcanza grandes dimensiones ya que toda una serie de leyes propicia la venta de tierras fiscales. En 1.836 se promulga una ley que ordena la venta de 1.500 leguas de tierras fiscales 5
El verdadero móvil de ese proceso obedece a causas más inmediatas: al proscribir la enajenación de tierras, el gobierno tiene por objeto su ofrecimiento como garantía a los prestamistas ingleses. La Banca Baring Brothers otorga al gobierno de Buenos Aires un empréstito de un millón de libras esterlinas sobre esa garantía. ODDONE, Jacinto. La burguesía terrateniente argentina, pág. 65.
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TAYLOR, Carl. “Propiedad y distribución de la tierra” en RAPOPORT, Mario (compilador). Economía e historia. Contribuciones a la historia económica argentina, pág. 222. [18]
estableciendo además que sólo podían ser compradas por los enfiteutas, es decir, por los que ya arriendan las tierras (éstos no están obligados a comprarlas pero se ven favorecidos si lo hacen porque la ley aumenta al mismo tiempo el alquiler de las tierras no vendidas) 7 . En 1.838, merced a una ley similar, un buen número de tierras arrendadas queda en manos privadas. No es extraño entonces que en 1.840 293 familias posean 3.436 leguas de tierra de la provincia de Buenos Aires 8 , esto es, 9.276.650, 24 hectáreas. Todas las tierras vendidas están situadas en las mejores zonas de la provincia y constituyen grandes parcelas. Entre ese período y 1.867, cuando el régimen de enfiteusis es anulado, se dictan más leyes y decretos que favorecen la adjudicación de tierras fiscales. La ley de arrendamiento de 1.857 es ejemplar: permite alquilar las tierras que aún quedan en poder del Estado defendidas por la ley de Rivadavia al tiempo que establece la entrega de tierras libre de pagos de arrendamiento más allá de la línea de frontera. Finalmente, la ley de 1.867 prohíbe directamente la renovación de los contratos de arrendamiento y ordena la venta de todas las tierras arrendadas en virtud de la ley de 1.857 dando prioridad nuevamente a los arrendatarios ya existentes. A esto se deben sumar las múltiples leyes y decretos que autorizan a diferentes municipios de Buenos Aires a vender tierras de propiedad pública 9 . 7
Ibídem, pág. 223.
8
ODDONE, Jacinto. Op. cit., pág. 94.
9
Ibídem, págs. 144-145. [19]
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El proceso descrito de adjudicación de tierras fiscales se ve reforzado por la entrega de tierras como forma de pago a los militares de la guerra de la independencia y de los conflictos civiles, las cuales casi inmediatamente son enajenadas. En el momento que la denominada “campaña al desierto” de Roca de 1.879 señala la derrota del indio ya está prácticamente consumado el proceso de apropiación privada de las tierras más fértiles de la región pampeana. A las expropiaciones ya mencionadas se agregan las tierras entregadas a los militares de la lucha contra el indio, rápidamente vendidas a los propietarios existentes, y las ventas a través de subastas de grandes extensiones disponibles tras la campaña al desierto. Es así que cuando la exportación de capitales y el incremento de la demanda de alimentos por parte de los mercados consumidores europeos comienzan a ejercer su influencia, existen en la Argentina campos localizados en la zona templada, cuya propiedad está concentrada, y que ofrecen condiciones óptimas para la producción agraria. Prácticamente no requieren de empleo de abono y los ganados pueden pastar al aire libre gracias al clima benigno. Una característica particular de la pampa húmeda va a determinar la abundante rentabilidad de los campos propiedad de los terratenientes argentinos. Monopolio de la propiedad a su vez posibilitado tanto por las múltiples acciones estatales que tienen lugar desde principios del siglo XIX como por la existencia de una incipiente acumulación de capital alrededor del comercio portuario y la ganadería. [20]
1.2 La plena incorporación de la Argentina al mercado mundial y la consolidación de una forma de acumulación del capital agro exportador A fines del siglo XIX el desarrollo de la industrialización en Europa y en especial en Gran Bretaña 10 , que hasta la primera guerra mundial ejerce un rol hegemónico en el sistema mundial capitalista, se traduce en una importante exportación de capitales, en la apertura de nuevos mercados para la colocación de las exportaciones, en una creciente demanda de alimentos y materias primas y en desplazamientos migratorios (el proceso industrial de los países europeos libera una enorme masa de trabajadores en condiciones de emigrar a países poco poblados). Si en un primer momento las exportaciones de manufacturas y de capitales ingleses se dirigen principalmente a Europa y Estados Unidos pronto comienzan a orientarse a nuevas áreas. En efecto, entre 1.870 y 1.913 las exportaciones inglesas al resto de Europa y a Estados Unidos decrecen en más de un 8% mientras se incrementan en igual medida las que tienen como desti10
En los últimos decenios del siglo XIX y los primeros del XX tienen lugar cambios tecnológicos de gran importancia que permiten aumentos masivos de la producción y mejoramientos de la tasa de ganancia al incrementar la productividad del trabajo: la electricidad, el empleo del petróleo y de los motores de combustión, la revolución de los transportes (automóvil, avión) y de las comunicaciones (telégrafo, teléfono), el frigorífico, etc. Asimismo, una nueva forma de organización del trabajo, el “taylorismo”, contribuye también a aumentar la tasa de ganancia capitalista. [21]
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no los países periféricos 11 . Al mismo tiempo, las importaciones de materias primas y alimentos desde Estados Unidos y los países europeos son progresivamente reemplazadas por las de las nuevas áreas de interés. Al acelerar la incorporación al mercado mundial de nuevos países proveedores como la Argentina, Gran Bretaña suple a su antigua colonia, Estados Unidos, en el mismo momento en que éste (superada la guerra civil) profundiza su industrialización y expande su mercado interno. El incremento de las exportaciones manufacturadas hacia los países nuevos da lugar a una intensificación del comercio bilateral, acompañado por el crecimiento vertiginoso de las transacciones internacionales que es un signo de estos tiempos: entre 1.870 y 1.914 se cuadruplican 12 . El mismo proceso se da en lo tocante a las exportaciones de capital 13 : mientras que hacia 1.850 Estados 11
RAPOPORT, Mario. “El modelo agroexportador argentino” en RAPOPORT, Mario (compilador). Op. cit., pág. 170. 12
CÁRDENAS, Eduardo y PAYÁ, Carlos. En camino a la democracia política (1.904-1.910), pág. 297. 13
Dicho proceso de exportación de capitales aparece como una modalidad de expansión de las relaciones capitalistas que, en ese momento, permite enfrentar la depresión de la economía europea iniciada hacia 1.873 (en la cual el aumento masivo de la producción y la disminución de los costos del transporte se traducen en una caída de los precios de los productos, sobre todo de los primarios): en efecto, al orientarse a las zonas periféricas, los capitales pueden aumentar su tasa de ganancia. En el caso particular de Gran Bretaña, la exportación de capitales y la expansión comercial hacia los países periféricos y los que forman parte de su imperio le posibilita (frente a países como Estados Unidos y Alemania que co[22]
Unidos y Europa son los preferidos por los capitales británicos, en 1.890 son los países de escasa población y significativos recursos naturales (Canadá, Australia, Nueva Zelandia, Sud África y América Latina) los que concentran la mayor parte de las inversiones de ese país, las cuales adoptan principalmente la forma de créditos gubernamentales y empresas ferroviarias. Ese proceso de exportación de capitales concurre a la profundización del desarrollo industrial en el centro mediante la incorporación a la economía mundial de nuevas economías productoras de alimentos y materias primas a bajo costo. La integración de la Argentina en el mercado mundial como exportadora de materias primas y alimentos e importadora de productos industrializados es así producto, en el plano internacional, de las necesidades de las burguesías de los países centrales que cuentan con una creciente disponibilidad de capitales. En concreto, requieren mayores beneficios para esos excedentes 14 , la apertura de nuevos mercados para la exportamienzan a industrializarse y a participar del comercio mundial) mantener su posición privilegiada. Pero, al mismo tiempo, la exportación de capitales constituye un cambio estructural de la economía mundial capitalista relacionado con la conformación del “capital financiero” (o sea, la fusión del capital industrial con el capital bancario) y los monopolios o grandes empresas que implantan filiales en todo el mundo. Pero no hay que olvidar que, hasta aproximadamente 1.930, las exportaciones de mercancía coexisten en importancia con las de capital. 14
Rapoport estima que la tasa de rentabilidad de las inversiones extranjeras a partir de 1.880 alcanza picos del 10 al 15% de dividendos anuales en algunos años. RAPOPORT, Mario y colaboradores. Historia económica, política y social de la Argentina (1.880-2.000), pág. 32. [23]
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ción de productos manufacturados y el abastecimiento de alimentos baratos que les permita incrementar la plusvalía por la vía de la reducción del valor de la reproducción de la fuerza de trabajo. Para la burguesía británica la ecuación con Argentina no puede ser más ventajosa: coloca los saldos exportables de su producción industrial en su mercado interno, recibe dividendos e intereses por sus inversiones de capital (lo cual, obviamente, acrecienta su capital) y adquiere materias primas y alimentos a bajo precio que le permiten, a su vez, incrementar su exportación de productos industriales. En síntesis, el acoplamiento de los procesos internacionales de aumento de la demanda de alimentos, de exportación de capitales, de caída de los fletes (producto de las innovaciones tecnológicas) y de exceso de mano de obra en los países europeos con la potencialidad de las tierras de la pampa húmeda para la producción de carnes y granos conducen al crecimiento incesante de las producciones agropecuarias una vez que éstas se orientan a la exportación. Las sucesivas apropiaciones de tierra llevadas a cabo en las décadas anteriores adquieren ahora trascendencia económica al tiempo que la expansión de la línea de frontera, el avance del ferrocarril 15 (que reduce 15
Respecto de la red ferroviaria hay que tener en cuenta que las líneas estatales se encuentran fuera de cualquier incentivo económico mientras que las líneas privadas, que obtienen grandes ganancias, se proyectan en forma de embudo en torno al puerto de Buenos Aires. Además, el sistema de tarifas favorece la remisión de materias primas del interior a Buenos Aires y de manufactura en sentido inverso, lo cual conspira contra la industrialización de gran parte del interior. [24]
los costos internos de transporte), la creciente inmigración (que soluciona el problema de la escasez de manos de obra) y las mejoras técnicas permiten el ingreso de nuevas tierras a la producción. La incorporación de la Argentina al mercado mundial combinada con la propiedad monopólica de grandes extensiones de tierras fértiles, va a permitir la captación de una renta agraria a nivel internacional 16 que 16
La adopción de estos términos implica desestimar la categoría de renta diferencial a escala internacional, muchas veces utilizada para explicar la forma de acumulación agro exportadora. Aquí consideramos válida la crítica que efectúa Enrique Arceo a la utilización de dicha categoría y su propuesta de reemplazarla por la de renta internacional. A continuación resumimos brevemente sus argumentos centrales. Los autores que explican el desarrollo de la forma de acumulación agro exportadora sobre la base de la captación de una renta diferencial a escala internacional adscriben a la tesis de que dicho desarrollo se explica, aceptando la vigencia de salarios similares a los del centro, exclusivamente por la mayor calidad de sus tierras (tal es el caso de Di Tella y Zimelman, Laclau, Flichman y Sábato). Además, aceptan como supuesto la existencia de capitales que operan con una misma tasa de ganancia y un idéntico sistema de precios a nivel mundial. Enrique Arceo, al cuestionar los supuestos de movilidad internacional del capital y de constitución de precios internacionales de producción, deslegitima la interpretación basada en la obtención de una renta diferencial a escala internacional. En el período 1.8801.930 hay, en el marco de una economía mundial abierta, una tendencia a la interconexión e incluso a la igualación de las tasas de ganancia: pero ésta no alcanza a imponer la emergencia de precios internacionales de producción. Para que esto último ocurra es necesario que el capital productivo pueda desplazarse en el conjunto de la economía mundial dentro de cada rama y entre las distintas ramas con el fin de invertirse donde el costo de produc[25]
GRACIELA INDA
ción es menor, de manera que las condiciones mundiales de producción determinen directamente la localización y el precio medio de producción de cada una de las actividades. Esto no ocurre dada la existencia de obstáculos a la formación de precios internacionales. Por un lado, existe una significativa barrera al acceso al mercado internacional para la obtención de capital de préstamo por parte de las actividades que no están basadas en el desarrollo de operaciones a gran escala. Por el otro, las inversiones que pueden impulsar de manera directa la formación de precios internacionales de producción mediante el traslado del capital productivo al lugar o rama de mayor tasa de ganancia tiene una importancia sólo relativa. En fin, el total de la inversión de capital de préstamo y de capital productor de beneficios se concentra en muy pocas actividades, lo que conduce a descartar la existencia de un proceso directo o indirecto de igualación de las tasas de ganancia susceptible de posibilitar la formación de precios internacionales de producción. Entre las actividades que no acceden al mercado mundial de capitales se encuentran justamente las actividades agropecuarias periféricas. “Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Estados Unidos, Uruguay y Argentina habían absorbido hasta 1.913 casi el 55% de las inversiones inglesas. Aún así la inversión de capital extranjero en las actividades agrícola-ganaderas era, en términos globales, despreciable” (pág. 43). No existen las condiciones necesarias para que los capitales locales, salvo excepciones, puedan solicitar préstamos en los mercados externos de capital y mucho menos para que el capital externo pueda realizar inversiones directas en el sector. Las empresas de los países centrales sólo tienen interés en crear una filial en el exterior si ello es más atractivo que proveer a ese mercado mediante exportaciones y si pueden competir con los productores locales. Además, las inversiones externas en la industria se concentran en unos pocos rubros en que resulta posible la producción en gran escala de productos de consumo masivo no susceptibles de transporte o que están relacionados con el procesamiento de exportaciones de productos locales (como los frigoríficos).
[26]
resulta de la diferencia entre la cantidad de trabajo empleada en la producción de la mercancía exportada y la que se utiliza para la producción de una cantidad equivalente en el centro. En efecto, Arceo demuestra que la productividad del trabajo agrario en los países nuevos es cuatro veces mayor que en Inglaterra. Tal diferencia se debe a una serie de causas, algunas de las cuales ya hemos mencionado: la ubicación y fertilidad de las tierras (en los países nuevos se han acumulado durante milenios nutrientes mientras que en Europa las tierras ya han sido sometidas a la explotación agrícola por siglos); el descenso en los costos de transporte; el incipiente proceso de ocupación del suelo que hace que exista una extenEn síntesis, los movimientos internacionales de capital sólo acceden a un número muy limitado de actividades productivas, lo que se refleja en la concentración de más del 70% de las inversiones inglesas en sólo dos rubros, empréstitos a gobiernos y ferrocarriles. El grueso del intercambio entre el centro y la periferia tiene lugar entre actividades productivas donde no existe significativa movilidad internacional del capital. Es imposible entonces que se configuren precios internacionales de producción capaces de inducir la igualación de las tasas de ganancia entre los países, y en especial entre el centro y la periferia. Aunque ya existe un proceso de internacionalización de ciertas fracciones del gran capital en ciertas actividades, en lo esencial, las distintas economías siguen regidas por sus propias tasas de ganancia medias. Si no hay precios internacionales de producción no puede hablarse de la existencia de una renta diferencial a escala internacional. La cuestión reside, según Arceo, en determinar la cantidad de trabajo directo e indirecto empleado en relación a la productividad del trabajo en el centro, la cual está determinada - entre otros factores- por la calidad de la tierra. ARCEO, Enrique. Argentina en la periferia próspera. Renta internacional, dominación oligárquica y modo de acumulación, Versión preliminar, Capítulo II, págs. 32-64. [27]
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sión de tierra sustancialmente mayor para cada unidad de capital invertida en el agro (obteniéndose por consiguiente, en tierras de calidades similares, mayores rendimientos por hombre ocupado que en el centro); el hecho de que el ganado se alimente por sí mismo en praderas en su mayor parte naturales (mientras que en Europa el ganado se cría en establos); la prescindencia por parte de la agricultura del uso de fertilizantes y de rotaciones (al tiempo que la agricultura europea se basa en rotaciones para la restitución de la fertilidad del suelo y la alimentación del ganado, así como en el empleo de grandes cantidades de abono y fertilizantes). Ahora bien, el empleo de una menor cantidad de trabajo por unidad de producto agrario se traduce en una renta a escala internacional porque la unidad de trabajo empleada en Argentina aparece como equivalente a la invertida en el centro. La apertura del mercado interior del centro a la producción agraria de nuevas regiones hasta entonces escasamente pobladas produce el abaratamiento de los alimentos y la caída de la renta agraria al tiempo que un notorio incremento de las exportaciones industriales hace factible la potenciación del trabajo en la periferia. “El trabajo de ésta, más productivo, se presenta en el mercado mundial como un trabajo más intensivo que concentra en un menor lapso de tiempo una mayor cantidad de trabajo socialmente necesario” 17 .
17
Ibídem, pág. 59. [28]
Esa renta agraria internacional constituye un tributo impuesto por los que monopolizan el territorio de la periferia (esto es, por quienes controlan un recurso natural limitado y no reproducible) al conjunto del capital del centro. “Resulta no sólo de la inexistencia en el centro de tierras de calidad similar a la del país nuevo, sino también y fundamentalmente del hecho de que el capital del centro no puede –en razón de la barrera que erige la estructura del trabajo agrario a la movilidad internacional del capital- explotar directamente el suelo del país nuevo” 18 . Ahora bien, y como veremos, la renta lograda a partir de la exportación de la producción agropecuaria pampeana en condiciones que intensifican la productividad del trabajo, no es apropiada exclusivamente por los terratenientes 19 . Parte de esa renta corresponde a los sistemas de comercialización, transporte y finanzas caracterizados por el predominio del capital extranjero. Por cierto, los recursos financieros emergentes de la integración de la Argentina al mercado mundial capitalista tienen una importancia crucial en la formación de la clase dominante argentina. La valorización de las tierras inducida por la expansión agrícola y ganadera y la posesión de vacunos (que equivale a contar con un “capital semilíquido”) son los ejes de la captación de recursos financieros. De tal modo, el aumento del precio de la tierra y del ganado - efectos de la incorpora18
Ibídem, pág. 60.
19
Cuando hablamos de terratenientes no lo hacemos para aludir a una clase precapitalista a semejanza de la que existió en los países europeos. Se trata de una fracción de la burguesía que se caracteriza por la propiedad económica real de grandes extensiones de tierra, y por ende, por el poder de decidir qué uso darles. [29]
GRACIELA INDA
ción al mercado mundial- contribuyen al crecimiento del capital local y a la obtención de una voluminosa cantidad de dinero líquido 20 . También la modalidad adoptada por las exportaciones de capital de las burguesías de los países centrales concurre a la consolidación de una clase dominante asentada en una acumulación agro exportadora. En efecto, esas exportaciones se orientan a la realización de obras que facilitan la comercialización y el transporte de los productos argentinos en el mercado internacional. El notable incremento de los capitales ingleses permite la expansión del ferrocarril y la modernización del puerto de Buenos Aires. Al mismo tiempo, y si bien las inversiones de capital británico son decididamente exiguas en el sector industrial, son de origen inglés los capitales que instalan los primeros frigoríficos. El resultado es la asociación del monopolio de la tierra con los capitalistas ingleses, los cuales participan en la producción de uno de los principales bienes exportables e influyen fuertemente en el comercio exterior. Con la finalidad de exportar los productos del agro, los capitales extranjeros 21 abarcan no sólo los frigorífi20
SÁBATO, Jorge Federico. La clase dominante en la Argentina moderna: formación y características, págs. 105-108. 21
Hay que señalar, si queremos ser rigurosos, que si bien las inversiones europeas (sobre todo las inglesas) son las predominantes, no son las únicas. Ya desde fines del siglo XIX los capitales norteamericanos consiguen implantarse en la industria frigorífica. Pero no es sino hasta después de la primera guerra mundial, y sobre todo en la década de 1.920, que se produce su entrada intensiva. Además, sigue en pie el hecho de la participación predominante de los capitales ingleses en el total de inversiones extranjeras [30]
cos y los servicios públicos (ferrocarriles, gas, tranvías, teléfonos, subterráneos y energía eléctrica) sino también las compañías exportadoras de granos 22 , los bancos, las compañías de tierras y las empresas marítimas que transportan la producción argentina. Proporcionan de esta forma los mecanismos comerciales y financieros para la movilización de la producción exportable y la distribución de importaciones en el mercado interno 23 . radicadas en el país: en 1.913 es del 59.3% y en 1.931 se mantiene en un 55.3%. RAPOPORT, Mario. Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas: 1.940-1.945, pág. 24. Además, el principal comprador de las exportaciones agropecuarias, incluso ya desplegada la crisis de los treinta, es Gran Bretaña. Es decir, las nuevas posiciones en la economía mundial capitalista a partir de la primera guerra mundial se traducen en una entrada de capitales norteamericanos (es más, en la década del veinte la mayor parte de los nuevos fondos proviene de Estados Unidos) pero no desmienten el poder sobresaliente que ejerce Gran Bretaña sobre la Argentina de entonces. 22
Desde fines del siglo XIX actúan en la Argentina las grandes compañías exportadoras de granos (Bunge y Born, Dreyfus, Weil Brothers, Wormser) que en poco tiempo controlan, a través del crédito y su inserción en el mercado internacional, la expansión cerealera. 23
“Conforme a las cifras disponibles, el capital extranjero invertido en el país pasó prácticamente de cero en 1.860 a tres mil millones de dólares de hoy en 1.900 y a cerca de 13.000 millones de dólares en 1.913. La importancia de las inversiones extranjeras en la formación de capital resulta evidente si se recuerda que en 1.913 aquéllas representaban cerca del 50% del capital fijo existente. Todavía en 1.929, cuando termina la etapa, el porcentaje se elevaba al 32%. Del capital existente en 1.913 el 36% estaba invertido en ferrocarriles, el 31% en títulos gubernamentales y en servicios públicos el 8%. Esto es que del total de la inversión ex[31]
GRACIELA INDA
De tal modo, la Argentina nace como una formación nacional (hacia 1.880 se produce la definitiva consolidación del Estado) periférica y dependiente en el mismo momento en que a la forma de expansión del capitalismo por la exportación de mercancías se suma la exportación de capitales. Periférica y dependiente porque, para decirlo rápidamente, el proceso de acumulación del capital se deriva principalmente de la evolución de las formaciones sociales centrales, sobre todo de la de Gran Bretaña, quedando así supeditado a unas relaciones externas. “La llamada coyuntura inversa, es decir, la relación inversa entre las fases coyunturales de Inglaterra y la de las naciones periféricas vinculadas a ella, posibilitaba que en las fases ascendentes de acumulación del Reino Unido (fuerte importación de materias primas, déficit comercial) se crearan condiciones de prosperidad en sus partenaire basadas en la importación de capitales provenientes de la metrópoli. Por el contrario, cuando en Inglaterra comenzaba la etapa depresiva, los capitales, atraídos por las mayores tasas de interés ofrecidas por las instituciones financieras británicas, retornaban a su país de origen descargando las consecuencias de la crisis en los países de la periferia. Gran Bretaña pudo así controlar los ciclos económicos en su propio beneficio dada
tranjera existente aproximadamente el 75% estaba destinado a proporcionar el capital básico de infraestructura en transportes y servicios públicos y, a través de la absorción de títulos del gobierno, a articular política y económicamente al país mediante el financiamiento de la inversión y el gasto público. El 25% restante estaba compuesto por inversiones en comercio e instituciones bancarias (20%) y en actividades agropecuarias (5%)”. FERRER, Aldo. Op. cit., pág. 116. [32]
su posición hegemónica en el comercio y las finanzas internacionales” 24 . Los ingresos de capitales y la cantidad de las exportaciones agrarias, pilares del funcionamiento de la forma de acumulación agro exportadora, dependen de las condiciones específicas de los mercados agrarios y de capitales de los países centrales. El resultado es, claro está, una marcada vulnerabilidad externa: el patrón de oscilaciones económicas (expansión-recesión) que se registra en la economía agro exportadora encuentra su origen en la variabilidad de las exportaciones y del ingreso de capitales 25 . Pero la forma de acumulación agro exportadora no sólo se basa en las constantes entradas de capitales y en la conservación de los mercados para sus exportaciones sino también en las importaciones de bienes manufacturados. En general, los artículos de consumo, excepto la carne vacuna y otros alimentos, se importan como así también casi la totalidad de las maquinarias y equipos. En cuanto a la estructura de las importaciones según las industrias de origen, la posición dominante la tienen, incluso a fines de la década del veinte, los productos textiles, el hierro y el acero 26 . De tal forma se crea un círculo vicioso que tiene por resultado una aguda subordinación del proceso de 24
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., págs. 9-10.
25
O’CONNELL, Arturo. “La Argentina en la depresión: los problemas de una economía abierta” en Desarrollo Económico, v. 23, Nº 92, enero-marzo de 1.984, pág. 483. 26
DÍAZ ALEJANDRO, Carlos. Ensayos sobre la historia económica argentina, pág. 29. [33]
GRACIELA INDA
acumulación a las condiciones externas. Por un lado, ya desde antes de la primera guerra mundial, los servicios de la deuda son superiores al saldo de la balanza comercial. Por tanto, cada año se necesita de la entrada de nuevos capitales para evitar problemas en la balanza de pagos. Fodor y O’Connell señalan que en toda la primera mitad del siglo XX la corriente de servicios financieros (intereses, beneficios, amortizaciones) hacia el exterior supera la del capital ingresado al país 27 . Por el otro, no se pueden disminuir fácilmente las importaciones ya que contribuyen de manera decisiva a satisfacer el consumo interno. Representan de tal modo, al igual que los servicios de la deuda, una carga fija bastante inflexible frente a los ingresos de divisas que, por el contrario, son altamente inestables 28 . La vulnerabilidad se agrava además por el hecho de que los proveedores de divisas (principalmente, empresas cerealeras y frigoríficos conectados al comercio exterior) están concentrados y ejercen un fuerte control sobre las reservas de dichas divisas. Además, el hecho de que en el mercado mundial se fijen los precios de los productos 29 y el destino de los capitales determina indirectamente qué conviene producir. Los centros industrializados tienen así poder de 27
FODOR, Jorge G. y O’CONNELL, Arturo. “La Argentina y la economía atlántica en la primera mitad del siglo XX” en Desarrollo Económico, v. 13, Nº 49, abril-junio de 1.973, pág. 8. 28
O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 485.
29
Si bien el monopolio de la propiedad de la tierra permite captar una renta apreciable no hace subir los precios internacionales, cuyo nivel está determinado fundamentalmente por las condiciones del mercado mundial. [34]
decisión sobre la organización interna de la producción. Tal es así que al promediar la segunda mitad del siglo XIX la adecuación a las nuevas exigencias del mercado europeo conduce a la desarticulación de la incipiente economía exportadora apoyada en los cueros y el tasajo para dar paso al desarrollo de la ganadería ovina y la exportación de lanas. Cuando tiene lugar la abolición de la esclavitud en Estados Unidos (1865), en Cuba (1885) y en Brasil (1888), hasta entonces los mercados tradicionales de la exportación ganadera, comienza a declinar la exportación de carne salada argentina y adquiere primacía la crianza de ovinos merinos orientada a los mercados consumidores europeos que requieren para sus industrias de tejidos de lana larga 30 . La introducción de la conservación de carnes congeladas a principios de la década del ochenta produce el desplazamiento del merino: se lo comienza a reemplazar por otras razas o se lo mestiza con el objeto de obtener mejores rendimientos cárneos del ganado ovino. No obstante su pérdida de importancia frente al lanar, el ganado vacuno - convenientemente mejorado para adaptarse al gusto europeo- encuentra una salida merced al desarrollo de la exportación de ganado en pie sobre todo a Inglaterra 31 .
30
GIBERTI, Horacio C. E. Historia económica de la ganadería argentina, pág. 153.
31
RAPOPORT, Mario. “El modelo agroexportador argentino”, pág. 194. [35]
GRACIELA INDA
Luego, entre 1.904 y 1.910, la intensificación de la introducción de reproductores importados, la prohibición de importación de ganado en pie establecida por Gran Bretaña desde 1.900 y el perfeccionamiento de los frigoríficos orientados a la exportación de carnes (ahora también producen carnes enfriadas) conducen al apogeo del vacuno fino, lo cual tiene un efecto adverso sobre el lanar hasta entonces predilecto de los ganaderos. Comienza entonces el predominio de las exportaciones de carnes vacunas congeladas y enfriadas. Las nuevas técnicas frigoríficas y el mayor refinamiento del ganado van de la mano con el desarrollo agrícola más intenso y acelerado de la región pampeana. Esta expansión de la producción agrícola es significativa sobre todo si tenemos en cuenta que en los años anteriores a 1.880 es tan escasa que es preciso importar trigo y otros cereales para satisfacer el mercado interno y que recién en 1.890 logra abastecerlo. Sus causas son conocidas: el reemplazo de las mayor parte de las ovejas y de casi todo el ganado criollo por vacunos refinados, impulsado por la necesidad de satisfacer la enorme demanda de carnes de calidad del mercado europeo, obliga a alfalfar los campos y a roturar la tierra. La alfalfa, debido a su carácter perenne, aparece como el mejor medio para la implantación de pasturas que posibiliten el engorde final del ganado mestizado. Pero su implantación requiere de la previa preparación del terreno mediante la obtención de varias cosechas. En el primer quinquenio del siglo XX comienza a darse, con el objeto de reemplazar los pastos duros por pastos blandos para el engorde del ganado vacuno, una complementación entre la ganadería y la agricul[36]
tura a través del mecanismo de los arrendamientos 32 : las tierras se dividen en lotes y se arriendan para dedicarlas a la siembra del trigo y del maíz, dejándolas luego con alfalfa. La producción agrícola no sólo crece en términos absolutos (en efecto, la superficie total sembrada de granos y forrajes pasa de 340 mil hectáreas en 1.875 a 6 millones en 1.900, a 20 millones en 1.913 y a 25 millones en 1.929) sino que finalmente alcanza en importancia a la producción ganadera (mientras que en 1.870 las exportaciones de productos agrícolas representan menos del 1% del total y las ganaderas el 80%, en 1.915 prácticamente se equiparan, constituyendo esto un fenómeno de largo plazo) 33 . Es el auge de la producción agropecuaria de exportación: en las décadas del veinte y del treinta Argentina exporta el 60% del maíz, el 40% del trigo y de la carne vacuna, aproximadamente, de las exportaciones mundiales de dichos productos 34 . Al tiempo que mientras 32
Vale agregar que el sistema de arrendamientos predominante en las explotaciones agrícolas es otro factor que contribuye a explicar (junto con la disminución de los costos de transporte y la amplia disponibilidad de tierras, por nombrar algunos) el bajo costo de producción de las exportaciones argentinas. 33
FERRER, Aldo. Op. cit., pág. 112.
34
FLICHMAN, Guillermo. La renta del suelo y el desarrollo agrario argentino, pág. 97. Hay que subrayar, además, que el crecimiento de la producción agrícola es espectacular hasta la primera guerra mundial y que a partir de entonces registra un crecimiento más suave e irregular. El volumen físico de la producción de cereales y lino crece un 240% entre 1.900 y 1.915, en tanto que luego de esa fecha (a través de vaivenes notables) llega a crecer un 50% más hasta alcanzar un máximo en 1.935 que habrá de mante[37]
GRACIELA INDA
que en 1.900 las exportaciones agropecuarias representan el 55% de la producción total de la región pampeana, hacia 1.929 la proporción crece hasta el 70% 35 . Ahora bien, y este dato es de vital importancia para comprender los problemas en torno al comercio de carnes que analizaremos más adelante, son las exportaciones cárnicas las que constituyen la base del comercio con Gran Bretaña. En efecto, en 1.914 mientras que del total de las exportaciones de trigo, maíz y lino argentinas se coloca en el Reino Unido el 19,6%, 10,4% y el 13,1%, respectivamente; las exportaciones de carneros congelados a ese país constituyen el 89,3% del total y las de carne bovina congelada y envasada el 83,5% 36 . En 1.925, mientras solamente el 10% del maíz y el 34% del trigo exportado por la Argentina tienen como destino Gran Bretaña, el 76% de todas las exportaciones de carne argentina, el 54% de la carne bovina congelada y el 99% de la enfriada son vendidos a Gran Bretaña 37 . En otras palabras, las exportaciones de carnes - sobre todo las de carnes enfriadas- se encuentran extremadamente concentradas en torno a Gran Bretaña mientras que las exportaciones de granos tienen una distribución más diversificada. En fin, el desarrollo de una forma de acumulación asentada en el crecimiento de las exportaciones agronerse durante los próximos treinta años. SÁBATO, Jorge. Op. cit., pág. 119. 35
FERRER, Aldo. Op. cit., pág. 112.
36
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 79.
37
FODOR, Jorge G. y O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 11. [38]
pecuarias (posibilitado, a su vez, por la amplitud de la demanda mundial de las mismas) y en las inversiones externas contribuye a que la fracción asociada al comercio exterior y propietaria de las tierras puestas en producción (las cuales cuentan con las ventajas derivadas del humus pampeano, del régimen de lluvias, de la escasa distancia desde los lugares de producción a los puertos de embarque, etc.) ocupe un lugar central en la estructura de clases. Mientras tanto, y en virtud de los mismos procesos que concurren a la consolidación de una alianza dominante que basa su desenvolvimiento en la dinámica de las exportaciones agropecuarias, se consolida una formación social dependiente que no controla internamente el proceso de acumulación.
1.3. La constitución y consolidación del Estado nacional y su forma de intervención en la economía Si es habitual advertir el papel que tienen los dos primeros procesos, el de la expansión y concentración territorial y el de la forma de acumulación agraria y exportadora ligada a los movimientos comerciales y de capital internacionales, en la conformación de la clase dominante argentina no puede decirse lo mismo en lo referido al rol del Estado. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, se revela imposible comprender la configuración de dicha clase sin tener en cuenta el proceso de construcción del Estado nacional. Es el Estado, a través de múltiples mecanismos, el que construye un terreno sólido de confluencia de los intereses de las distintas fracciones de la burguesía. Lo [39]
GRACIELA INDA
hace, sobre todo, interviniendo activamente en la consolidación de las condiciones necesarias a la forma de acumulación emergente, manteniendo el orden en todo el territorio a través de sus aparatos represivos, fabricando un discurso político e ideológico acorde a las nuevas condiciones y cohesionando la formación social 38 . La fuerte expansión de la demanda mundial de productos agropecuarios de clima templado y la disposición en la Argentina de tierras fértiles para esta producción no son condiciones suficientes para posibilitar el crecimiento de la producción y de las exportaciones agropecuarias. El Estado, que adquiere su consolidación institucional hacia 1.880, tiene un papel decisivo para asegurar el funcionamiento de la forma de acumulación agraria y exportadora. Sus acciones más importantes son las de garantizar la libre circulación de bienes y capitales, favorecer la expansión de la red de transportes orientada al puerto de Buenos Aires y otras obras de infraestructura, facilitar la puesta en producción de las nuevas tierras de la frontera, estimular la inmigración extranjera para obtener fuerza de trabajo y organizar un sistema jurídico monetario. 38
Al mismo tiempo, no hay que olvidarlo, ese Estado no constituye una realidad externa a las clases sino que está conformado por las contradicciones de clase. Pero no se trata de pensar que el Estado “expresa” la división en clases de la sociedad, y que surge a partir de ellas para asegurar el dominio de una clase sobre otras. El Estado se constituye juntamente con las clases sociales: no hay una división primera de la sociedad en clases que luego da origen al Estado sino que en un mismo proceso se configuran el Estado y las clases sociales, incluida la dominante. [40]
Pero ese Estado nacional no sólo es condición sino al mismo tiempo producto del proceso de expansión capitalista que toma la forma específica de una relación desigual entre una formación central (Inglaterra, luego también EE.UU.) y una Argentina periférica con una forma de acumulación satélite. Por un lado, el Estado tiene un papel constitutivo en la creación y reproducción de las condiciones y recursos necesarios a la solidificación del nuevo proceso de producción; papel que en sus inicios se traduce centralmente en la puesta en marcha de los aparatos represivos. Por el otro, aparece como producto de esa expansión: la multiplicación y especialización de las instancias estatales responden, en parte, a la necesidad de resolver los problemas que plantea el desarrollo de la nueva forma de acumulación 39 . En este proceso bilateral el Estado no condensa simplemente los intereses de la burguesía terrateniente sino también los intereses del capital internacional dominante y los de los demás capitales imperialistas. A través de las acciones tendientes a la vigorización de la forma de acumulación agraria y exportadora, de la formalización de un discurso unificador (el del orden y el progreso sin límites) y del disciplinamiento y calificación de la fuerza de trabajo (escolarización, etc.), el Estado viene a cumplir un papel organizador específico respecto de las diferentes fracciones de la burguesía. Crea las condiciones propicias para el desarrollo y
39
OSZLAK, Oscar. “Reflexiones sobre la formación del Estado y la construcción de la sociedad argentina” en Desarrollo Económico, v. 21, Nº 84, enero-marzo de 1.982. [41]
GRACIELA INDA
homogeneización de unas fracciones que ocupan lugares diferentes en el proceso de producción. En efecto, la burguesía no se presenta constitutivamente unificada, esto es, no constituye una clase social con intereses homogéneos ya en el terreno económico. Si aparece dotada de cierta unidad es por la mediación del Estado: sólo entonces se constituye en un bloque con intereses comunes a pesar de sus contradicciones. Es la autonomía relativa del Estado respecto a cada fracción del bloque en el poder la que le permite asegurar la organización del interés general de la burguesía (su organización política), al tiempo que realizar compromisos con las clases dominadas. Dicho papel del Estado nacional en la unificación de la clase dominante puede entenderse mejor si se toman en cuenta las relaciones de fuerza específicas que están en la base de la construcción de dicho Estado. Veamos. La afirmación del Estado implica la monopolización de la violencia legítima, la consecución de los recursos necesarios a su funcionamiento y la reproducción y puesta en marcha de sus aparatos represivos e ideológicos. Los problemas que se oponen a ello a fines del siglo XIX son, entre otros, el control por parte de las burguesías bonaerenses (los terratenientes ganaderos y los comerciantes) de la renta aduanera, la ausencia de un ejército auténticamente nacional, el dominio de gran parte del territorio por los indios y la carencia de una residencia definitiva del Gobierno Nacional. El roquismo (que representa la alianza entre las burguesías provinciales sin conexión con el capital extranjero y que concentra los apoyos de las corrientes populares del alsinismo bonaerense, los intelectuales del interior y el incipiente ejército nacional) resuelve [42]
uno por uno esos problemas produciendo la unificación nacional 40 . A través del control del ejército, enfrenta el monopolio de la renta de las burguesías comercial y terrateniente ganadera bonaerenses 41 y la 40
INDA, Graciela. El Estado y la construcción de la ciudadanía, págs. 71-77. 41
Con ello pone término a las luchas intestinas que tienen lugar desde Caseros (1.852) en adelante y que no reflejan otra cosa que el enfrentamiento entre dos proyectos diferentes de unidad nacional ajustados a intereses opuestos. OSZLAK, Oscar. La formación del Estado argentino. Orden, progreso y organización nacional, pág. 53. Podemos agregar que se trata desde entonces y hasta 1.880, del enfrentamiento entre dos alianzas de clases territorialmente situadas por la distribución de la renta aduanera. Por un lado, la burguesía comercial ligada al puerto de Buenos Aires y los terratenientes de la pampa húmeda que obtienen una alta renta agraria y los terratenientes medianos de la misma zona (todos ellos ligados a los capitales ingleses). Por el otro, los terratenientes medianos del interior que obtienen una renta apreciablemente menor dada su distancia del puerto de Buenos Aires, las burguesías agroindustriales del interior basadas en la producción tradicional orientada al mercado interno (azúcar, vid, etc.) y los cada vez más escasos productores artesanales (hilados, etc.). Las divergencias económicas entre ambos bloques se fundan en el diverso tipo de producción, en el privilegio geográfico de Buenos Aires y en la diferente conexión que tienen con las inversiones extranjeras. Las burguesías provinciales pretenden mediante la unificación nacional emplear el capital derivado de la renta aduanera y de la producción exportable en todo el país. Pero aún cuando la Constitución Nacional proporciona desde 1.853 un esquema institucional y normativo imprescindible para la organización del Estado nacional, su implementación está todavía pendiente a fines del siglo XIX. Asimismo, si bien en las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda se fortalecen ciertos aspectos cruciales que hacen a la centralización del poder estatal (como por ejemplo, que toda movilización contraria al orden establecido por los vencedores de Pavón [43]
GRACIELA INDA
distribuye a todas las provincias al tiempo que obtiene una fuente de recursos (a la que se suman rápidamente los empréstitos extranjeros) para el desenvolvimiento y expansión del Estado nacional. Los límites a la expansión de las fuerzas productivas requerida por las relaciones capitalistas mundiales (anarquía monetaria, población insuficiente, caminos intransitables, aduanas interiores, normas dispersas y contradictorias, etc.), son removidos por el Estado nacional. Éste, a través de los gobiernos con hegemonía roquista, interviene creando y fortaleciendo las condiciones que favorecen el proceso de producción dominante (construcción de nuevas vías de comunicación, imposición de leyes generales que regulan las operaciones comerciales y la propiedad de la tierra, expansión del aparato educativo y del sistema de salud, poblamiento del territorio, etc.). Pero, al mismo tiempo, impide la división soñada por Inglaterra (una Buenos Aires aislada del resto del país) y fuerza la sea catalogada como rebelión), la conformación definitiva del Estado nacional aún no se ha logrado. En efecto, a lo largo de la etapa que va desde Pavón (1.862) hasta 1.880 es claro el liderazgo ejercido por Buenos Aires. No sólo por haber vencido a la Confederación sino, además, porque sobre la base de sus instituciones se va organizando el nuevo aparato estatal. Las fuerzas militares de Buenos Aires, por ejemplo, se constituyen en el núcleo del ejército nacional. El gobierno nacional establecido en 1.862 nace encadenado a los grupos dominantes bonaerenses y dependiendo financieramente del gobierno provincial. Tal es así que hasta la emergencia del roquismo, el centro de la escena política es ocupado por una coalición de la burguesía mercantil y bancaria en expansión y por un grupo de intelectuales y militares que controlan el aparato institucional (burocrático y militar) de Buenos Aires. [44]
Aires aislada del resto del país) y fuerza la situación de la unificación nacional contra la política de los comerciantes y terratenientes bonaerenses que la impiden desde hace décadas 42 . Esta es la gran tarea histórica que le cabe al Estado nacional surgido de la federalización de la ciudad de Buenos Aires impuesta por el roquismo del interior en 1.880. No obstante, el roquismo en el poder pronto se encuentra preso de una antítesis irresoluble. Mientras que las fuerzas que lo integran defienden el proteccionismo estatal, los capitales internacionales - que juegan un papel indispensable en el financiamiento del Estado y en el desarrollo de las relaciones de producción vigentes- no se interesan por la industrialización como tampoco la burguesía terrateniente. La internalización de los capitales foráneos y el consiguiente desarrollo de las fuerzas productivas termina produciendo la vinculación entre las burguesías provinciales (representadas por el roquismo) y las burguesías portuarias (representadas por el mitrismo). Toma forma la “oligarquía”. A medida que se solidifica la vinculación entre las burguesías provinciales y las portuarias, dando lugar a la configuración de una clase dominante verdaderamente nacional, se da un desplazamiento de las fuerzas populares tradicionales hacia un nuevo movimiento nacional que gira en torno del radicalismo yrigoyenista. El programa yrigoyenista del sufragio universal, el cumplimiento de la Constitución Nacional del 53 y la 42
Al respecto, véase RAMOS, Jorge Abelardo. Del patriciado a la oligarquía. [45]
GRACIELA INDA
realización de elecciones libres y transparentes constituye un eje aglutinador importante en un momento en que sólo unos pocos participan efectivamente de la lucha política. En esta nueva fuerza nacional encuentran su expresión las clases populares y criollas así como los nuevos argentinos hijos de la primera generación de inmigrantes. El yrigoyenismo representa fundamentalmente a los productores agrícolas y ganaderos desvinculados del mercado mundial y enfrentados a la “oligarquía” terrateniente y comercial. Su principal apoyo popular está constituido por el peón rural. Pero también incorpora a su proyecto a otras clases y sectores: la nueva pequeña burguesía urbana surgida junto con la consolidación del Estado, la pequeña burguesía agrícola, la pequeña burguesía industrial y los universitarios. Pretende, en un contexto en que la maquinaria electoral y el resto de los aparatos e instituciones del Estado se caracterizan aún por la hegemonía del partido autonomista nacional, abrir espacios de acción política para las clases, fracciones de clase y categorías sociales que representa. Se transforma en fuerza hegemónica a medida que el roquismo pierde su carácter revolucionario e inscribe en las estructuras estatales ya consolidadas por éste la marca de una lucha histórica: el sufragio universal. Se abre así el acceso de nuevas clases a la lucha política. Tanto el roquismo como el yrigoyenismo, que ocupan cada uno en su momento las posiciones claves en las cimas administrativas y de gobierno así como el centro de la escena política, tienen vinculaciones estrechas con la alianza de clase dominante pero no realizan sin más sus intereses. Su papel es impuesto a la clase [46]
dominante como producto de las alianzas y los compromisos necesarios para el establecimiento de su hegemonía. En efecto, a pesar de que en determinados momentos se pliegan claramente a los intereses del bloque en el poder, el roquismo y el yrigoyenismo no siempre están dispuestos a un compromiso incondicional con el mismo. A menudo, las necesidades de expansión de la actividad estatal resultan contradictorias con los intereses de la burguesía por lo que ciertas iniciativas del gobierno nacional (como por ejemplo, la nacionalización del Banco de la Provincia de Buenos Aires, la tributación sobre el comercio exterior) lo enfrentan a esa clase. Además, no cabe dudas de que tanto la federalización de la capital llevada adelante por el roquismo como el sufragio universal impuesto por el yrigoyenismo son conquistas “arrancadas” a la clase dominante. Pero, por otra parte, ya vimos cómo el conjunto de las intervenciones del Estado no hacen otra cosa que posibilitar y profundizar la forma de acumulación agraria y exportadora al tiempo que representa el interés político a largo plazo del conjunto de la burguesía bajo la hegemonía de la burguesía terrateniente. Las fronteras objetivas a las acciones que desde el Estado pretenden impulsar las fuerzas nacionales y populares están dadas por esta hegemonía. En efecto, la transformación política propugnada por el radicalismo proporciona un mecanismo pacífico para el acceso de nuevas clases al poder político pero no pretende alterar la estructura básica agraria y exportadora. En otras palabras, las políticas radicales se dirigen a ciertas instituciones de la estructura de los [47]
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aparatos estatales pero no alteran la base misma de la forma de acumulación agraria y exportadora ni tampoco la organización e institucionalización ya consolidada del Estado. La burguesía con hegemonía terrateniente no encuentra en el Estado un instrumento hecho a su medida (esto porque las distintas resistencias se inscriben en la materialidad misma de ese Estado), pero sí haya en él un espacio privilegiado de ejercicio de su hegemonía política. Los principios del liberalismo, con los que la burguesía constituye su identidad política, guardan una relación objetiva con los fundamentos de las instituciones estatales: se da una articulación entre los intereses particulares de la burguesía y el discurso del Estado que proclama la defensa de las libertades, la promoción del progreso y del orden. Un amplio conjunto de funcionarios-intelectuales de la burocracia estatal se identifica así con la ideología propia de la burguesía librecambista. Sintetizando, es recién a partir de la realización del objetivo estratégico de la capitalización de Buenos Aires y la consiguiente nacionalización de la renta, llevada adelante por el roquismo, que el Estado nacional comienza a adquirir capacidad para mantener, más allá de las armas, la cohesión de la formación social argentina hasta ese momento constantemente en jaque. Ciertamente, hasta la configuración del roquismo la correlación de fuerzas no da para la constitución de un Estado nacional. Las clases portuarias producen una estructura política limitada a Buenos Aires y al puerto mientras que el roquismo, representante de los intereses de las burguesías agrarias e industriales del interior, consigue articular los intereses de las fuerzas na[48]
cionales ya mencionadas: el alsinismo bonaerense, los restos de los ejércitos federales, la nueva agricultura del interior, etc. 43 . Durante las décadas siguientes a la federalización, el roquismo (cada vez más imbricado con la alianza de clase dominante) estimula la consolidación de un sistema de instituciones nacionales relativamente independiente de las alianzas locales. Este sistema desplaza paulatinamente la relación entre provincias como eje de la lucha política, para dar lugar a otras instancias, tales como el congreso nacional y el sistema de partidos. Estas instituciones configuran los nuevos espacios de la lucha política no sólo de las distintas fracciones de la clase dominante sino también de las clases dominadas. En síntesis, por el mismo proceso que se configuran los aspectos constitutivos del Estado nacional toma forma la alianza de clase dominante que aparece dotada de una organización política e ideológica. Por una parte, se consolida un conjunto de aparatos relativamente autónomo que garantiza la cohesión de la formación social a la vez que condensa las relaciones de fuerza entre las clases presentes en dicha formación. Por la otra, las diferentes fracciones del capital configuran una alianza política de largo plazo y de alcance nacional, un bloque en el poder. Prueba de ello es que las políticas económicas de largo plazo implementadas por el Estado (ya sea en los gobiernos roquistas o en los radicales) durante toda la fase de acumulación basada en las exportaciones agro43
FRANCO, Mario. Sociología nacional, pág. 5. [49]
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pecuarias giran en torno a la apertura de la economía a las fuerzas operantes en el mercado mundial, a la incorporación masiva de inmigrantes y de inversiones extranjeras, al tratamiento diferencial de las importaciones, a la expansión del gasto público necesario al crecimiento de la economía, a la organización de un sistema monetario estable, a la expansión de un conjunto de bancos estatales que permite la formación de un mercado financiero, a la consolidación del marco legal necesario a las transacciones comerciales (Códigos Penal, de Minería, de Comercio, etc.). En otras palabras, la forma típica de intervención del Estado (que dista mucho de ser un Estado “gendarme” como pretenden los liberales) hace foco en las necesidades de reproducción de la forma de acumulación en que se basa el poder de las fracciones más importantes de la alianza de clase dominante. El manejo de la coyuntura económica, por su parte, al limitarse a acompañar las variaciones del ciclo económico iniciado en los centros industriales 44 , opera en el mismo sentido. En efecto, el Estado capta una buena parte de las inversiones extranjeras a través de los empréstitos gubernamentales (12 millones entre 1.880 y 1.885, 23 millones entre 1.886 y 1.890, 34 millones entre 1.891 y 1.900 45 ) y se hace responsable por el capital y los intereses de los préstamos tomados. Préstamos que, una 44
FERRER, Aldo. Crisis y alternativas de la política económica argentina, pág. 57. 45
ROMERO, José Luis. Breve historia de la Argentina, pág. 102. [50]
vez cubiertas las necesidades presupuestarias, se dedican a obras de infraestructura y a la construcción de vías férreas, esto es, a la infraestructura básica agro exportadora. Asimismo, no deja de incentivar la inversión extranjera. Con tal fin, garantiza a las inversiones en ferrocarriles beneficios mínimos que llegan hasta el 7% del capital invertido; exime desde 1.907 (por medio de la ley Mitre) a las empresas del pago de impuestos a cambio de una obligación del 3% sobre las utilidades netas; realiza concesiones de tierras adyacentes a las vías, etc. Estos ejemplos muestran cómo el Estado interviene activamente estimulando el proceso de acumulación. Lo hace sobre la base del endeudamiento externo y la consiguiente salida de divisas. Mecanismo que mostrará su fragilidad en cada crisis, como las de 1.890 y 1.914, cuando los centros industrializados interrumpen el flujo de capitales. La ausencia de una política de protección industrial, asimismo, no hace otra cosa que posibilitar el crecimiento de las importaciones. Si bien la Ley de Aduanas de 1.877 establece derechos aduaneros sobre la importación de diversos productos tales como calzado, ropa y muchos productos alimenticios (favoreciendo así el desarrollo de ciertas industrias) no es acompañada por otro tipo de medidas al tiempo que el mismo sistema arancelario presenta severas limitaciones: un alto porcentaje de importaciones queda libre de derechos y las denominadas ramas dinámicas de la industria quedan desprotegidas. Este “proteccionismo al revés” se profundiza en 1.906 cuando la Ley de Aduanas, vigente hasta la década del treinta, es reemplazada por la Ley [51]
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Arancelaria que fija un valor de aforo para cada producto que sólo puede ser actualizado por otra ley. Al distanciarse los precios internacionales de los valores de aforo se produce una reducción real de las tarifas. Las únicas actualizaciones de esos valores sobre los cuales se determinan las tarifas se hacen en 1.920 y 1.923. El resultado es que mientras que en 1.910 las tarifas representan en promedio el 92.7% de su valor arancelario y en 1.916 el 59.4%, en 1.918 tan sólo el 33.1% 46 . El conjunto de estas políticas condensa entonces la estrategia propia de los grandes terratenientes aliados con la burguesía comercial y la burguesía financiera que, dadas las condiciones del sistema mundial capitalista, consiste en bloquear el desarrollo interno de la industrialización y en fomentar el desarrollo de las condiciones que permiten la obtención de una renta agraria a escala internacional. Pero, al mismo tiempo, algunas políticas tienen que ver con las necesidades de reproducción del Estado (como la que en 1.928 establece el impuesto a las exportaciones, que pasa a ser un interesante recurso fiscal) y con los compromisos políticos asumidos con otros grupos sociales (los gobiernos radicales, por ejemplo, aumentan el gasto público en salarios y pensiones, favoreciendo la consolidación de la nueva pequeña burguesía). También, y en atención a los reclamos de los pequeños y medianos productores agrarios, en 1.921 se dicta una ley de arrendamientos que permite a los que 46
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 69. [52]
arriendan pequeñas parcelas (menores a 300 hectáreas) prolongar el alquiler cuando el contrato es inferior a tres años y negociar libremente la venta de su producción. Otras medidas, como el reparto de semillas en momentos críticos, se orientan en el mismo sentido. Pero se trata de medidas acotadas y parciales que no alteran el régimen de propiedad de la tierra ni el sistema de arrendamientos. Por otra parte, y esta es una función esencial en el mantenimiento de la hegemonía de la burguesía, el Estado interviene activamente desarticulando la organización política de las clases dominadas y disciplinando el mercado de trabajo mediante la represión 47 . Por todo lo dicho queda claro entonces que no se trata simplemente de que las políticas estatales beneficien los intereses de las fracciones más poderosas de la burguesía. Desde la unificación nacional se da un proceso en el que el Estado, en el conjunto de sus aparatos, interviene en la configuración y consolidación de la alianza de clase dominante o bloque en el poder, empezando por la cohesión del territorio nacional y la recreación de las condiciones necesarias al desarrollo de una acumulación orientada al mercado externo y que excluye la industrialización.
47
PORTANTIERO, Juan Carlos. “La crisis de un régimen: una mirada retrospectiva” en NUN, José y PORTANTIERO, Juan Carlos. Ensayos sobre la transición democrática en la Argentina, pág. 60. [53]
Capítulo 2* Características, composición y correlación de fuerzas de la alianza de clase dominante hasta 1.930
Ya hemos determinado que es la burguesía terrateniente la que se constituye en la fracción hegemónica de la alianza dominante o bloque en el poder dado el lugar privilegiado que ocupa en el proceso de producción y el poder que ejerce (aliada con las burguesías comercial y bancaria) en el seno del Estado. En efecto, en función de sus intereses específicos logra imponer, en un contexto mundial que lo permite, el bloqueo de la producción de bienes manufacturados y de capital. Producción que probablemente tendría como efecto una elevación de los costos de las actividades agropecuarias - en relación con el precio de los bienes de capital importados- a que se dedica esta fracción y el rompimiento de las estrechas relaciones entabladas con las burguesías de las formaciones capitalistas centrales, sumamente interesadas en colocar sus propias exportaciones. También es un mérito del papel dominante que ejerce la burguesía terrateniente en el terreno estatal el hecho de que la política agraria no estimule, como en otros países, a los pequeños y medianos productores
* Se agradece la colaboración de Celia Duek en la elaboración de este capítulo. [55]
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independientes. Por el contrario, la acción del Estado en este campo favorece la valorización de las tierras e incentiva a sus propietarios a ponerlas en producción. 2.1. La burguesía agraria Sin embargo, no es la terrateniente la única fracción de la burguesía directamente relacionada con la expansión de la actividad agropecuaria 48 . Las relaciones de producción en el agro pampeano 49 permiten delimitar asimismo la existencia de una burguesía agraria formada por el conjunto de capitalistas que se insertan en 48
Esta actividad, a diferencia de la industrial, se caracteriza por el hecho de que el objeto de trabajo, la tierra, es más importante que los instrumentos de trabajo. 49
Es conveniente aclarar que las formas que asumen las relaciones de producción (o sea, las relaciones de propiedad económica y de posesión sobre el objeto y los medios de trabajo) en el período de expansión del agro pampeano son diversas y de una gran complejidad. Los estudiosos del desarrollo agrario en la región encuentran diferentes unidades de producción o empresas agrícolas que dan lugar a la coexistencia de arrendamientos capitalistas, arrendamientos campesinos, explotaciones organizadas en forma capitalista por los terratenientes, subarrendamientos, etc. En este trabajo, sin embargo, se toman como eje para la definición de los componentes de la alianza de clase dominante las formas de producción predominantes. Al respecto, existe una marcada coincidencia en torno a que, pese a la heterogeneidad de las formas de producción, la unidad de producción dominante es la gran estancia y la relación central es la que se da entre gran propiedad y arrendamiento. SÁBATO, Hilda. “La cuestión agraria pampeana: un debate inconcluso” en Desarrollo Económico, v. 27, Nº 106, julio-setiembre de 1.987, pág. 300. [56]
el agro que no tienen la propiedad de la tierra: arriendan parcelas y las explotan utilizando fuerza de trabajo obrera 50 . Obtienen así una ganancia al tiempo que deben pagar una renta al propietario 51 . El peso del arrendamiento capitalista no puede ser menospreciado, sobre todo en la ganadería. Flichman y Arceo (basados en el Censo de 1.937, el cual refleja una tendencia presente en las décadas anteriores) coinciden en que más del 40% de las explotaciones ganaderas de más de 1.000 cabezas de ganado (límite que asegura el carácter capitalista de la estancia) corresponde a arrendatarios capitalistas 52 . Sin embargo, tampoco hay que olvidar que la gravitación de los arrendatarios capitalistas en la ganadería disminuye a medida que aumenta el tamaño de la estancia (es decir, el número de cabezas de ganado). En efecto, el porcentaje de propietarios de la tierra en las estancias con un número de cabezas de ganado que va de 2.001 a 5.000 es de 63,49%, 50
Existen, por supuesto, arrendatarios no capitalistas: es el caso de los que utilizan predominantemente la fuerza de trabajo familiar y no recurren permanentemente a la contratación de mano de obra asalariada (en este caso, la extensión de tierra que pueden arrendar es más reducida). Pero, como es obvio, no forman parte de la burguesía: integran la pequeña burguesía.
51
En este grupo, como en realidad en todas las fracciones de la burguesía, puede a su vez distinguirse entre capitales pequeños, medianos y grandes de acuerdo a criterios tales como el tamaño de la explotación, la cantidad de fuerza de trabajo empleada, el volumen de producción, etc. Sin embargo, tal subdivisión excede los límites de este trabajo. 52
FLICHMAN, Guillermo. Op. cit., pág. 90 y ARCEO, Enrique. Op. cit., Capítulo IV, pág. 147. [57]
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en las que poseen de 5.001 a 10.000 cabezas es de 73,14% y en las de más de 10.000 cabezas los propietarios representan el 87,18% 53 . En la agricultura, en cambio, el arrendamiento capitalista no parece ser la modalidad de relación preponderante. “En la producción agrícola predominaron los arrendatarios chacareros medianos y pobres, en cuyas explotaciones la fuerza de trabajo estaba fundamentalmente constituida por los productores y sus familiares” 54 . Sólo en menor medida existen arrendatarios capitalistas en el agro. Si consideramos además que, según Arceo, en las explotaciones de menos de 200 hectáreas no se hace necesario recurrir a la contratación de obreros agrícolas en forma permanente, nos encontramos (de acuerdo a datos del censo de 1.914) con que las explotaciones llevadas adelante con mano de obra familiar representan el 80,45% de las explotaciones agrícolas de la región pampeana 55 . Pero ello no significa que los arrendatarios dedicados a la agricultura que contratan obreros no forman también parte de la burguesía agraria: lo que hay que determinar es su relevancia. Si en lugar de tener en cuenta el porcentaje de las explotaciones capitalistas sobre el total de las mismas atendemos al volumen de producción generado en función de la extensión de las explotaciones podemos tener una mejor idea de la importancia de las empresas capitalistas en el agro pampeano: las explotaciones capitalistas (si consideramos como tales a las de más de 53
ARCEO, Enrique. Ibídem.
54
FLICHMAN, Guillermo. Op. cit., pág. 93.
55
ARCEO, Enrique. Op. cit., pág. 170. [58]
200 hectáreas) ocupan cerca del 60% de la superficie de la región pampeana dedicada a fines agrícolas 56 . Si a este dato le sumamos el hecho, también mencionado por Arceo, de que - por lo general- los terratenientes no se dedican directamente a la agricultura sino que participan de la misma utilizando el sistema de arrendamientos podemos inferior que la participación de la burguesía agraria en la producción agrícola no es para nada desdeñable 57 . Esa burguesía agraria, sobre todo cuando se trata de capitalistas pequeños o medianos, tiene una relación de subordinación con la burguesía terrateniente en tanto ve limitadas sus posibilidades de acceder a la propiedad de la tierra. Como hemos señalado varias veces, al comenzar la expansión agraria, las tierras ya se encuentran apropiadas y luego, su precio no hace más que aumentar. Es que, como veremos, uno de los ejes de la estrategia propia de los grandes terratenientes consiste en conservar la propiedad concentrada de la tierra y asignarla, según las aptitudes de la misma y las oscilaciones de los precios internacionales, a diferentes usos. El subconjunto de capitalistas agrarios, al no controlar el principal medio de producción del proceso productivo, encuentra dificultades para imitar esa elasticidad de la burguesía terrateniente. Ante ello, pretende 56
Ibídem, págs. 170-173.
57
Si bien hemos utilizado como punto de partida de este análisis el trabajo ya mencionado de Enrique Arceo, las conclusiones a que arribamos en lo referido a la existencia e importancia relativa de una burguesía agraria (tal como la hemos caracterizado) no pueden de ninguna manera ser adjudicadas a dicho autor. [59]
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contratos de arrendamiento de mayor duración que posibiliten el sostenimiento o el incremento de sus ganancias. También se encuentra en una posición de subordinación frente a los grupos más concentrados de las burguesías comercial y financiera, los cuales fijan límites estrictos a las posibilidades de acumulación autónoma de esta fracción de la burguesía. Al estar el comercio de granos argentinos con el extranjero dominado por un sistema oligopólico que mantiene una fluida comunicación con los principales centros importadores y controla el almacenamiento de cereales y los elevadores 58 , la burguesía agraria se ve obligada a desprenderse rápidamente de la producción cerealera a los precios fijados por ese sistema. Además, la participación de esa fracción en el proceso de apropiación de la renta agraria emergente de la integración argentina al mercado mundial en condiciones que posibilitan una mayor productividad del trabajo es - por razones que analizaremos enseguidaapreciablemente menor que la de la burguesía terrateniente. 2.2. La división interna de la burguesía terrateniente y sus modalidades de apropiación de la renta agraria Pero volvamos a la caracterización de la burguesía terrateniente. Para empezar podemos advertir en su 58
ARCONDO, Aníbal. “El conflicto agrario argentino de 1.912. Ensayo de interpretación” en Desarrollo Económico, v. 20, Nº 79, octubre-diciembre de 1.980, págs. 358-359. [60]
interior dos grupos diferentes. Por un lado, el de los grandes propietarios rentistas, esto es, el grupo de terratenientes que no explota directamente la tierra y que se apropia de una renta del suelo simplemente en su calidad de propietarios de la misma. Por el otro, los grandes propietarios capitalistas que ponen en explotación la tierra por medio de la utilización de obreros agrícolas (reciben, por tanto, también una ganancia). Se trata, por lo general, de grandes ganaderos ya que la agricultura, en general, no es realizada por los propios terratenientes. En ambos grupos, no obstante, lo que resulta determinante es la propiedad de grandes porciones de tierra. Hasta aquí hemos sostenido que a la gran propiedad territorial le corresponde una participación sobresaliente en el proceso de apropiación de la renta obtenida a escala internacional. Ahora podemos profundizar. Para ello retomaremos los diferentes momentos de la organización de la producción en la región pampeana 59 . De lo analizado en la primera parte de este trabajo se desprende que el proceso de adquisición concentrada de las tierras da primacía en la apropiación de la renta internacional a quienes son, aún antes del desarrollo de la ganadería de exportación, dueños de tierras y ganados. Cuando la producción de ovino merino para exportación alcanza cierto desarrollo, los ganaderos se apo59
En cuanto a las formas de apropiación de la renta obtenida a escala internacional también hemos seguido el excelente análisis de ARCEO, Enrique. Op. cit., Capítulo IV. [61]
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deran automáticamente de una parte sustancial de la renta agraria internacional dado que los costos locales de producción son inferiores al precio que obtienen los productos de similar calidad en el centro, donde imperan métodos más intensivos de producción. Son los propietarios de las tierras “de más antigua población” los que asimilan, bajo la forma de una renta diferencial, el excedente generado por la expansión del ovino. Esto porque, como explica Arceo, la producción de ovinos requiere respecto del pasado inmediato (caracterizado por el predominio del ganado bovino para cuero y tasajo) una mayor cantidad de mano de obra y un cierto nivel de inversión que permita el cercado de los campos, la creación de aguadas artificiales, la construcción de galpones para la esquila y depósitos para la lana, etc. Además, y esto es decisivo, a medida que se expande la superficie ocupada por el ovino hacen falta campos con pastos tiernos, lo cual depende del tiempo en que el terreno haya sido destinado al pastoreo de ganado vacuno que elimina los pastos duros. “En los años cincuenta los rebaños representaban el 74% y la tierra el 19% de la inversión necesaria para establecer una estancia ovina de 10.000 hectáreas. Hacia el ochenta las proporciones eran del 25% y 62% respectivamente” 60 . De tal modo, razona Arceo, la renta internacional generada por el ovino es captada en este momento bajo la forma de una renta diferencial que, al incrementar el precio de la tierra apta para el ovino, reduce la tasa de ganancia del capital total. Paralelamente, el gran pro-
60
Ibídem, pág. 128. [62]
pietario tiende a utilizar predominantemente mano de obra asalariada. Comienza así una tendencia, que pronto se tornará dominante, a la percepción de una parte creciente del excedente total generado en la región pampeana bajo la modalidad de renta de la tierra: los propietarios están en condiciones de requerir, dada esta primera expansión de la ganadería, precios cada vez más altos obstaculizando “(...) el acceso a la misma en propiedad por quienes no disponen de un monto considerable de capitaldinero” 61 . Al sobrevenir en la década del ochenta la exportación de carne ovina congelada y la consiguiente suplantación del merino por el Lincoln, el stock ovino sufre una nueva valorización incrementándose la renta agraria internacional. Esta renta nuevamente es principalmente apropiada, dada la limitación de la oferta de tierras aptas para el ovino, bajo la forma de renta diferencial por los grandes propietarios del corazón de la región pampeana. Veinte años más tarde, y también como consecuencia de los requerimientos de la industria frigorífica, la reproducción del ganado vacuno de raza se transforma en la actividad productiva más rentable. Las ya mencionadas disposición de tierras, riqueza de pasturas, régimen de lluvias y buenas condiciones climáticas permiten esta producción con una intervención de trabajo humano sustancialmente menor que en Europa. Ese proceso de incremento de la renta internacional se profundiza en la primera década del siglo XX al co61
Ibídem, pág. 129. [63]
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brar importancia la exportación de carne vacuna enfriada: en la región pampeana se utiliza para su producción cincuenta veces menos mano de obra que en Europa (mientras que el ovino utilizaba 10 veces menos mano de obra, lo cual explica que se lo desplace) 62 . Este cambio, como los anteriores, requiere de fuertes inversiones: se hacen necesarios la compra de reproductores, el cercado de campos, la subdivisión en potreros, la implantación de molinos de agua. La elevación del valor del capital en ganado (que se multiplica por cinco entre 1.895 y 1.914 63 ) se da junto con una reducción en los denominados gastos de personal (el alambrado disminuye las tareas de vigilancia, etc.) y con una caída de los fletes como resultado de la expansión ferroviaria. Por consiguiente, no sólo se eleva la masa del excedente sino también la tasa de ganancia. La competencia del capital para acceder a la posesión de la tierra, condición necesaria para su explotación y la obtención de ganancias extraordinarias, hace que los propietarios de la tierra absorban una renta que se suma a la renta diferencial que corresponde a los diferentes tipos de terreno. Es que las transformaciones emergentes de la particular inserción de la Argentina en el mercado mundial capitalista determinan que el precio de la tierra (o sea, su renta capitalizada) aumente durante todo el proceso, sobre todo en las tierras aptas para el vacuno. “En los sesenta años transcurridos desde 1.857, el valor de la tierra creció alrededor de un 62
Ibídem, pág. 134.
63
Ibídem, pág. 136. [64]
30.000 por ciento” 64 . Se entiende entonces que Flichman denomine renta especulativa a esta ganancia proveniente de la continua valorización de la tierra que hace que las explotaciones en las cuales el peso de la inversión en tierra es mayor obtengan una especie de “premio” 65 . En resumen, y como venimos diciendo desde un comienzo, el proceso de concentración de la propiedad de la tierra que tiene lugar ya desde principios del siglo XIX (y en el cual al Estado le cabe un papel de primer orden) determina la apropiación de una parte importante de la renta agraria obtenida internacionalmente bajo la forma de renta del suelo. Ese monopolio de la propiedad de la tierra también determina la forma que adopta la expansión agrícola del primer quinquenio del siglo XX. Pero antes de analizar la relación de la gran propiedad territorial con el desarrollo de la agricultura conviene tener en cuenta la diferenciación que comienza a producirse al interior de la burguesía terrateniente desde fines del siglo XIX y que se consolida con la evolución tecnológica de la primera década del siglo XX en el procesamiento de las carnes. En efecto, la mencionada aparición de la carne enfriada (de una calidad superior a la carne congelada en tanto compite en gusto y calidad con las carnes europeas) impulsada por los frigoríficos dominados por capitales ingleses y norteamericanos no sólo interviene
64
WEIL, Félix. “La tierra del estanciero” en RAPOPORT, Mario (compilador). Op. cit., pág. 286. 65
FLICHMAN, Guillermo. Op. cit., pág. 154. [65]
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ampliando la masa del excedente sino también introduciendo una escisión de gran importancia. En efecto, los grandes propietarios agrarios se dividen en dos fracciones que designan lugares diferenciados en el proceso mismo de producción. La más poderosa es la fracción de los invernadores ligada al comercio externo y al capital extranjero. Su posición excepcional radica en la posesión de buenos pastos tanto en invierno como en verano, lo cual le permite asegurar a los frigoríficos una oferta constante de carne a lo largo del año. En otras palabras, es la fracción propietaria de las tierras que bordean el litoral y rodean el centro urbano de Buenos Aires, de mayor fertilidad, humedad y proximidad a los puertos. Tierras que son las que más se valorizan en el proceso de incorporación de la economía argentina al mercado mundial a través del desarrollo de la producción agropecuaria. Como señala Díaz Alejandro, estas tierras - ocupadas desde un principio- proporcionan rentas considerables a medida que se produce la expansión de la frontera hacia las tierras marginales. De tal modo, la superior calidad de las tierras litoraleñas asegura a sus propietarios contra la posibilidad de que nuevas expansiones disminuyan sus rentas (un desplazamiento inverso, desde las más pobres hacia las mejores, habría podido producir una disminución del precio de la tierra ya apropiada) 66 . Como las carnes sometidas a la técnica del enfriado deben ser consumidas entre los cuarenta y los cuarenta y cinco días posteriores al faenamiento, los frigoríficos 66
DÍAZ ALEJANDRO, Carlos. Op. cit., pág. 47. [66]
requieren una oferta constante y no estacional, la que es proporcionada por el grupo de los invernadores propietarios de las tierras especiales de pastoreo. El subconjunto de los invernadores actúa de intermediario entre el ganadero criador y el frigorífico que adquiere el ganado: compra al criador el novillito al precio más barato y al contar con una gran extensión de campos de pastoreo vende el animal preparado al frigorífico a precio de privilegio. Le basta con tener buenos pastos y un número mínimo de peones a cargo de la vigilancia (es más, a medida que aumentan los animales en inverne disminuye relativamente el personal necesario). De ahí que para bajar el costo busque acrecentar las tierras para pastoreo sin otra limitación que el capital disponible para la compra de novillitos. En buena medida por medio de contratistas, los campos se invierten en pastoreo de forrajera y los invernadores multiplican sus inversiones. Se desarrolla así un nuevo modo de crianza del ganado con destino a la exportación: los chillers, terneros de alta calidad engordados especialmente en pastizales de alfalfa. La demanda de ultramar de este tipo de carne crece notablemente después de la Primera Guerra Mundial y en la década del veinte se convierte en el principal ítem de las exportaciones de carnes argentinas al tiempo que, como ya señaláramos, más del 90% de estos embarques tienen por destino Gran Bretaña 67 . Y es la naturaleza extensiva del negocio de invernada la que explica el mantenimiento del proceso de acaparamiento de tierras, sobre todo en la provincia de 67
SMITH, Peter H. Carne y política en la Argentina, pág. 43. [67]
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Buenos Aires 68 . Además, es precisamente este reducido núcleo de invernadores el que compone el grupo dirigente de la Sociedad Rural Argentina, cabeza política de la burguesía terrateniente. Fundada en 1.866 por un grupo de hacendados de la provincia de Buenos Aires en el marco de la crisis lanera, alcanza luego significación nacional con la incorporación de los grandes propietarios rurales de otras regiones. La otra fracción de los grandes propietarios agrarios está formada por los criadores que no están vinculados al frigorífico y, por tanto, tienen una relación de dependencia con los intermediarios invernadores. Al estar ubicados en las zonas menos propicias para el engorde, sólo alimentan el ganado a lo largo de la edad de destete (ocho o diez meses) mientras que los invernadores lo engordan hasta que está listo (a los dos o tres años de edad) para venderlo directamente a los frigoríficos. De tal forma, criadores e invernadores están ligados a diferentes mercados.
68
Jorge Sábato entiende que este fenómeno se vincula con el problema de las rentabilidades comparativas entre agricultura y ganadería. Para cada una de las fases (cría e invernada) se usan tierras diferentes: la cría puede hacerse en campos no aptos para la agricultura, mientras que la invernada (que implica mayor cantidad de kilos de engorde por Ha/año) puede competir con la producción de cereales en tierras agrícolas. Así explica el mantenimiento de las grandes propiedades rurales cuya emergencia detallamos anteriormente. SÁBATO, Jorge Federico. Op. cit., pág. 76. Arceo (en el trabajo ya citado) se acerca a ese planteo al decir que la rentabilidad de la agricultura es mayor que la de la ganadería, incluida la invernada. De lo contrario, insiste, no se destinarían tierras a esa explotación. [68]
El mercado interno (de un volumen para nada despreciable: en 1.920, 1.925 y 1.930 el porcentaje de carneadas para consumo interno es del 58,3, 61,3 y 67,2 respectivamente 69 ) proporciona una salida no sólo para parte de la producción frigorífica sino, sobre todo, para los criadores productores de animales de calidad inferior que están excluidos de los beneficios que se pueden lograr mediante la exportación de carnes enfriadas. Los criadores tienen así dos principales salidas para su producción: la venta a los invernadores y la venta en el mercado de Liniers, habitualmente vacas para el consumo interno. Pero, sin duda, el negocio de la carne enfriada es el más rentable. Los invernadores, que comercian casi exclusivamente con los novillos chillers preferidos por los frigoríficos y son por lo común ganaderos en gran escala, están básicamente interesados en el margen de ganancia que obtienen entre el precio del ganado comprado a los criadores y el que reciben por parte de los frigoríficos. En esta táctica se alinean habitualmente con los frigoríficos y se enfrentan a los criadores 70 . 69
SMITH, Peter H. Op. cit., pág. 46.
70
Las diferencias entre invernadores de la zona central y criadores de las zonas menos favorecidas se traducen en divergencias al interior de la Sociedad Rural Argentina. Los segundos solicitan desde principios de 1.920 (en el marco de una caída de los precios del ganado) la intervención estatal en el comercio de carnes al tiempo que los primeros defienden la bondad de las fuerzas del mercado y la acción de los frigoríficos. Pero en 1.922, al asumir la dirección de la SRA un notorio criador, Pedro Pagés, las declaraciones de este organismo cambian su sentido: se culpa a los frigoríficos de beneficiarse a costa de los ganaderos y se solicita un precio mínimo oficial para el ganado. Los frigoríficos, apoyados [69]
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por los grandes invernadores, continúan su defensa del libre juego de la oferta y la demanda y rechazan todo proyecto de intromisión estatal (excepto el apoyo diplomático para la conquista de nuevos mercados) argumentando que lesiona el derecho a la libre empresa garantizado en la Constitución Nacional. En 1.923, estas contradicciones se trasladan al Congreso. Después de meses de debate se aprueban cuatro leyes que contemplan la construcción de un frigorífico administrado por el Estado en la ciudad de Buenos Aires (aspiración propia de los criadores que pretenden con ello frenar las manipulaciones del pool frigorífico), la inspección gubernamental del comercio de carnes, la venta del ganado sobre la base del peso en vivo y la fijación de un precio mínimo para la venta de ganado para exportación y de un precio máximo para la venta de carne local. La respuesta de los frigoríficos no se hace esperar: dejan de comprar novillos e interrumpen el comercio de exportación de carnes. Muchos invernadores solicitan asimismo la derogación de la ley. A las tres semanas de haberse firmado el decreto de fijación de precios, Alvear suspende la aplicación de la ley aduciendo que las condiciones del mercado han mejorado. La mayor parte de las otras leyes tampoco se aplican y el mercado de carnes se mantiene sin regulaciones. La única que se aplica es la más insubstancial, la de la medida del peso en vivo. En 1.926 el grupo de los criadores pierde la conducción de la SRA ante Luis Duhau, conocido invernador y futuro Ministro de Agricultura de Justo. En oposición al reclamo criador, el organismo apoya ahora la competencia entre los frigoríficos como medio para obtener precios justos del ganado. En 1.927, restablecido el pool frigorífico luego de 27 meses de guerra, comienza a defender una injerencia del Estado en el comercio de carnes pero limitada tan sólo a la inspección de los libros de las compañías por parte de una junta designada por el gobierno. Al mismo tiempo, mantiene su posición en cuanto a que el pool mantiene en armonía la oferta y la demanda. Sin embargo, y como veremos más adelante, lo que realmente preocupa a los invernadores no es la guerra de carnes o los acuerdos entre los frigoríficos, sino el estado precario del comercio internacional de carnes: desde 1.925 los frigoríficos comienzan paulatinamente a disminuir las compras de ganado al [70]
La diferente participación de ambos grupos en la apropiación de la renta agraria hace que los invernadores puedan aprovechar mejor los cambios en el procesamiento de las carnes y en la demanda exterior asegurándose el monopolio del comercio de carnes con Inglaterra. Asimismo, cuando los precios del ganado declinan, los invernadores (y también los frigoríficos) pueden proteger sus márgenes de ganancia a expensas de los criadores. Ahora bien, las grandes propiedades territoriales no se dedican exclusivamente a la ganadería de alta mestización. También, y merced al sistema de arrendamientos, se destinan a la agricultura. Pero veamos esto más en detalle porque nos permite dilucidar cómo la forma de producción predominante en la zona pampeana, caracterizada por la alternancia entre ganadería y agricultura, se relaciona con la estrategia económica de los grandes terratenientes. Como ya hemos indicado, la expansión del vacuno refinado conduce al desarrollo de las explotaciones agrícolas que hasta entonces se localizaban en las zonas periféricas de la pampa húmeda. El tipo de agricultura que comienza a desarrollarse en los primeros quince años del siglo XX es de tipo extensiva y supera, en las tierras con las aptitudes adecuadas, al excedente generado por la ganadería. Sin embargo, a pesar de la mayor rentabilidad de la agricultura sobre la ganadería, los terratenientes y tiempo que Gran Bretaña amenaza con gravámenes a las importaciones que no provengan de sus dominios coloniales. Sobre este tema véase Ibídem, págs. 83-121. [71]
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grandes productores ganaderos no están en condiciones de asumir su desarrollo: con la tecnología existente no se puede explotar eficazmente una superficie mayor a mil hectáreas. La extensión que se requiere poner en explotación para que sea rentable la contratación de trabajo asalariado y la inversión en instrumentos de producción hace que los terratenientes no intenten encarar por sí mismos la actividad agrícola. Frente a los altos costos de organizar y controlar tal tamaño de explotación, les conviene optar por el arrendamiento 71 . El resultado es factiblemente la obtención de una renta mayor que la que obtendrían mediante la explotación directa. De tal forma, el arrendamiento permite al propietario de la tierra transferir el costo de la inversión al arrendatario e incrementar la rentabilidad de la explotación ganadera mediante la implantación de alfalfares. El predominio del sistema de arrendamientos se relaciona con el hecho de que al comenzar el proceso de expansión agrícola el suelo se encuentra ya apropiado y en explotación al tiempo que su constante valoración cierra a la mayoría de los productores la posibilidad de acceder a su propiedad 72 . En otros términos, en lugar
71
ARCEO, Enrique. Op. cit., Capítulo V.III, págs. 173-182.
72
Diferentes analistas coinciden en que los principales factores que impiden el acceso a la propiedad de las tierras son la continua valorización de la tierra como producto del avance de los ferrocarriles y el auge de las exportaciones y la inexistencia de créditos a largo plazo a tasas de interés tolerables. Los préstamos hipotecarios del sistema financiero se otorgan fundamentalmente a los grandes terratenientes y comerciantes, favoreciendo las operaciones de compra y venta de grandes extensiones que, además, ya están produciendo. ARCONDO, Aníbal. Op. cit., pág. 354; DÍAZ [72]
de la venta de parcelas a medianos y pequeños productores, se da una forma dominante de producción determinada por el hecho de que los terratenientes adoptan como estrategia conservar la propiedad de la tierra y beneficiarse directamente de la constante valorización de la misma inducida por el auge de las exportaciones. Esa primacía del arrendamiento agrícola al mismo tiempo que promueve la extensividad de las explotaciones (ya que al agricultor le conviene arrendar tanta tierra como pueda trabajar), posibilita la articulación de la ganadería con la agricultura a través de una particular utilización de la tierras. Los grandes estancieros de la región pampeana no se limitan a introducir la agricultura para posibilitar la ganadería vacuna refinada sino que, demostrando capacidad para aprovechar las favorables circunstancias que ofrecen los mercados mundiales de cereales, se insertan en el negocio agrícola diversificando su producción. “Es muy probable entonces que la práctica del arrendamiento, originalmente pensada para solucionar el problema de la mejora de los pastos para el refinamiento del ganado, no fuera abandonada después de completado el ciclo que culminaba con la siembra de pasturas. El dueño de la tierra-ganadero, que ya desde la etapa del lanar manejaba su empresa combinando muchas veces la explotación directa de su tierra a través del empleo de mano de obra asalariada, con el arrendamiento ganadero y la aparcería, habría de incorpo-
ALEJANDRO, Carlos. Op. cit., pág. 51; ARCEO, Enrique. Ibídem. [73]
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rar ahora el arrendamiento agrícola y la mediería a sus prácticas empresarias habituales” 73 . La alternancia entre agricultura y ganadería basada en la relación gran propiedad-arrendamiento permite a los grandes terratenientes minimizar los costos de producción. La estancia mixta es, agrega Hilda Sábato, por su significación en términos de tierra y capital involucrado, de dinamismo y capacidad de innovación, el sector clave en el proceso de acumulación del capital en el agro pampeano y en la expansión tanto de la ganadería como de la agricultura. Además, los productores medianos y pequeños imitan este comportamiento de las grandes empresas agrícolas combinando agricultura y ganadería. Esta combinación tiende a imponerse en todas las explotaciones porque aún cuando el excedente generado por la agricultura sea mayor en un determinado terreno se hace necesaria la ganadería para reconstituir la fertilidad del suelo. La hipótesis de Jorge Sábato es que el dominio de la alternancia entre ganadería y agricultura (y no la dedicación exclusiva a la agricultura como sucede en otros países) se debe al hecho de que, al ser la rentabilidad de la ganadería de invernada comparable a la de la agricultura, los ganaderos aprovechan para diversificar riesgos y percibir en forma combinada renta y ganancia maximizando los beneficios. La invernada se vincula al mismo tiempo con la cría (a través de la compra de novillitos para engorde) y con la agricultura (al competir por el uso de tierras aptas para ambas). De esta forma, la fracción de los 73
SÁBATO, Hilda. Op. cit., pág. 300. [74]
invernadores constituye el nexo a través del cual las tres actividades productivas fundamentales de la región pampeana quedan vinculadas entre sí 74 . Queda entonces de manifiesto el papel central de los invernadores: como las tierras de la zona de invernada suelen ser aptas tanto para la agricultura como para el pastoreo, si el trigo parece ser una mejor inversión que el ganado, los invernadores deciden arrendar sus tierras con fines agrícolas. Les conviene, en clara contraposición a los intereses de la burguesía agraria y la pequeña burguesía rural, reducir al máximo la duración de los contratos en las zonas donde ambas actividades arrojan una renta similar para asegurarse la posibilidad de asignar a diferentes usos la tierra. Ahora bien, tanto los precios de los cereales como los de los novillos para frigoríficos están ligados a los precios internacionales, ya que en ambos casos se exportan en una alta proporción. En cambio, el precio de la carne está principalmente sujeto al mercado interno (en efecto, a pesar de constituir un producto de exportación, desde 1.915 la proporción de carne para el consumo interno casi nunca es inferior al 60% del total de los vacunos faenados 75 ). De tal modo, los invernadores quedan ligados a los precios externos cuando venden novillos a los frigoríficos y a los precios internos cuando compran novillitos a los criadores. Son entonces los precios internacionales los que determinan si las tierras se dedican a la agricultura o a la 74
SÁBATO, Jorge Federico. Op. cit., pág. 82. También Smith, en la obra ya citada, se manifiesta al respecto de la misma manera. 75
Ibídem, pág. 84. [75]
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invernada, desplazamientos que pueden hacerse relativamente rápido dado el escaso capital fijo empleado y la gran disponibilidad de tierras (en efecto, hacia 1.920 los precios de la carne caen y se inicia un desplazamiento en la distribución de tierras a favor de la agricultura que habría de culminar en el último quinquenio de la década del 30). Influyen también, vía el precio ofrecido por los invernadores, en el precio interno de la carne. Los invernadores, al no necesitar de inversiones fijas importantes y requerir poca fuerza de trabajo, tienen el modus operandi de un comerciante que compra si el margen de precios entre el novillito (relacionado con los precios internos) y el novillo terminado (relacionado con los precios externos) es conveniente. Por todo lo dicho, la fracción de los invernadores de la burguesía terrateniente (al igual que las burguesías comercial y financiera) se caracteriza por trabajar con una proporción relativamente alta de capital de giro y contar así con una gran capacidad de maniobra que le permite desplazarse con cierta celeridad entre diferentes actividades productivas. Tal flexibilidad le permite adecuarse a las condiciones externas y cambiar desde la ganadería a la agricultura (como en la década del veinte) o viceversa, o buscar actividades más allá de los cereales y la carne 76 . En otras palabras, no reinvierte los excedentes apropiados en la misma actividad que los produce (aumentando así las potencialidades de una determinada actividad productiva sobre las 76
Esta es, creemos, una de las conclusiones más importantes a que arriba Jorge Sábato en el trabajo ya mencionado, pág. 126. [76]
demás), sino que los coloca en una amplia gama de actividades. Esta característica, como veremos, influye mucho en la estrategia que adopta ante la crisis mundial de 1.930. Por otra parte, esa capacidad de adaptación a los impulsos externos por medio de la diversificación y la acumulación de activos líquidos se traduce, señala Nochteff, en una renuncia a la especialización y la innovación necesarias para continuar con la expansión más allá de la “etapa fácil” de precios en alza y de rendimientos crecientes del factor tierra 77 . La contrapartida de la flexibilidad de la burguesía terrateniente es la ausencia de inversiones fijas especializadas. En suma, en la fase de acumulación agro exportadora se conforma una burguesía terrateniente caracterizada por el hecho de que la parte sustancial de su capital fijo está constituida por la propiedad de la tierra y sólo subsidiariamente por la inversión reproductiva. En efecto, si bien la fracción de los criadores cuenta con una mayor proporción de capital fijo en relación a la de los invernadores (si incluimos en él el stock de vacas y toros reproductores), éste constituye igualmente - como dice Jorge Sábato- un “capital semilíquido”. De tal modo, renta de la tierra y beneficio capitalista derivan hacia una burguesía terrateniente que, favorecida por la naturaleza y el sistema mundial montado sobre la exportación de capitales, no reinvierte capital 77
NOCHTEFF, Hugo. “Los senderos perdidos del desarrollo. Elite económica y restricciones al desarrollo en la Argentina” en AZPIAZU, Daniel y NOCHTEFF, Hugo. El desarrollo ausente. Restricciones al desarrollo, neoconservadorismo y elite económica en la Argentina. Ensayos de Economía Política, pág. 47. [77]
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en la ampliación de su capital fijo para elevar la productividad. Es que la principal forma de apropiación de la renta internacional está constituida por la renta del suelo que, según el cálculo efectuado por Enrique Arceo, representa el doble de las ganancias del capital 78 .
2.3. Algunas cuestiones relacionadas con la composición de la clase dominante La alianza dominante no sólo está integrada por la burguesía terrateniente, la burguesía agraria, la burguesía comercial y la financiera hasta aquí mencionadas, sino también por la burguesía industrial. Todas estas fracciones de la burguesía tienen el control económico real de determinados medios de producción y ocupan un espacio de poder también determinado en los aparatos del Estado 79 . Vale recordarlo frente a las concepciones que identifican a la clase dominante formada durante la forma de acumulación agraria exportadora exclusivamente con 78
ARCEO, Enrique. Op. cit., Capítulo V.V., pág. 196.
79
Un ejemplo de la presencia de la burguesía industrial en el terreno político lo constituye la serie de gestiones (con diferentes grados de éxito) que llevan adelante las instituciones representativas de la industria (el Club Industrial creado en 1.875 y, luego de 1.887, la Unión Industrial Argentina) para incidir en la determinación de las tarifas aduaneras. Al respecto, véase DORFMAN, Adolfo. Historia de la industria argentina, págs. 166-173. [78]
los terratenientes 80 . También frente a aquellas, más cercanas en el tiempo, que eluden la identificación de las fracciones comercial y bancaria como diferentes de la terrateniente y que colocan a la burguesía industrial como parte de las clases dominadas. Analicemos esa última posición tal como la sostiene Ernesto Sábato en su obra “La clase dominante en la Argentina moderna: formación y características”. Su tesis inicial es que junto a la propiedad de la tierra, las actividades comerciales y financieras constituyen la clave 80
En efecto, durante largo tiempo ha prevalecido la concepción de que los terratenientes pampeanos constituyen por sí solos la clase dominante de la Argentina y que, además, estarían caracterizados por un comportamiento “precapitalista”, de tipo patrimonialista y feudal, que habría trabado el desarrollo capitalista en la Argentina. Sin pretender entrar de lleno en esta temática basta decir que si bien en todo el período de auge y consolidación de la expansión agropecuaria pampeana, que suele fecharse entre 1.880 y fines de la década del treinta, coexisten en la región distintas relaciones de producción, son las relaciones capitalistas las que dominan. El que la renta de los terratenientes provenga del monopolio de la propiedad de la tierra no quiere decir que no formen parte de la burguesía: constituyen, a partir de la integración de la Argentina al mercado mundial por medio de la exportación agropecuaria, una fracción de la burguesía que se apropia de una porción de plusvalía bajo la forma de renta del suelo. Por supuesto, existen terratenientes no capitalistas en la misma medida en que existen relaciones de producción no capitalistas en el campo, pero tal existencia se da en medio de unas relaciones capitalistas que imprimen al proceso de producción sus rasgos principales. Por otra parte, las formas no capitalistas que pueden encontrarse en la Argentina no tienen su origen en la época precolonial sino en la colonial y, por tanto, no representan remanentes de formaciones sociales precapitalistas sino de una fase temprana de imposición del capitalismo. [79]
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de la consolidación y comportamiento de la clase dominante en la Argentina del siglo pasado. Estamos totalmente de acuerdo. Los problemas empiezan cuando considera que “Esta clase - se refiere a la clase dominante-, si bien poseía buena parte de la tierra, actuaba en una variada gama de actividades y su principal base de poder económico-social residía, sobre todo, en el control del comercio y las finanzas”. Y continúa “por su evolución y características, la clase dominante llegaría a poseer una gran unidad como tal. Dicho de otro modo, la clase estaría muy poco fraccionada internamente, a diferencia de lo que habría ocurrido si distintos subgrupos se hubieran implantado y controlaran actividades económicas diferentes (industriales, ganaderas, agrícolas, etc.)” 81 . Creemos que su error consiste en limitar la clase dominante (que designa una alianza despareja entre diferentes fracciones de la burguesía) a la fracción hegemónica de esa alianza. Entonces busca demostrar que los terratenientes son al mismo tiempo comerciantes y financistas. Y con ello reduce la determinación estructural de una clase o fracción (es decir, el lugar objetivo que ocupa en las prácticas económicas, políticas e ideológicas) a la cuestión de los agentes, es decir, a la cuestión de si tal o cual individuo o familia es terrateniente, comerciante o financista o todo a la vez. De lo que se trata es que sólo por la alianza que la burguesía terrateniente entabla con las burguesías comercial y bancaria es que, como bien dice Sábato, dispone de grandes posibilidades de dispersar riesgos entre distintas actividades productivas y de aprove81
SÁBATO, Ernesto. Op. cit., pág. 109. [80]
char con gran rapidez las coyunturas favorables. Ahora bien, a pesar de la fuerte convergencia de intereses (y dependencia mutua, por qué no) que existe entre ellas permanece en pie el hecho de que se trata de fracciones diferentes de la burguesía. Las burguesías comercial y bancaria forman parte del bloque en el poder y merecen ser distinguidas de acuerdo a la función específica que cumplen en el proceso de acumulación y más allá de que en muchos casos sea el propio terrateniente el que disponga de los sistemas de comercialización y finanzas. En otras palabras, no conviene hablar de una fusión terratenientecomercial-financiera porque, a pesar de las importantes conexiones que se establecen entre ellas, se ignorarían los diferentes lugares que ocupan en el proceso de acumulación del capital y sus posibles contradicciones. Al mismo tiempo, y como un corolario más de su limitación de la clase dominante a la sola fracción hegemónica, Sábato considera que dentro de las clases dominadas “(...) quedan incluidas porciones importantes de la misma burguesía” 82 . Esto es imposible: toda fracción de la burguesía participa, bajo modalidades propias, en el proceso de acumulación del capital y se sitúa en el terreno de la dominación política, o sea, en el terreno estratégico del Estado. Lo que hay que determinar es cuál es la correlación de fuerzas entre las diferentes fracciones de la burguesía. No es que la burguesía industrial, por ejemplo, esté fuera de la clase dominante sino que, en este período, ocupa una posición subordinada. 82
Ibídem, pág. 154. [81]
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Además, no hay que olvidar que es justamente a partir de la alianza con las burguesías del interior (incluidas las industriales) que la burguesía terrateniente puede convertirse en el elemento dominante de una alianza de alcance nacional. Más allá del estudio de Sábato (que de todas formas constituye un aporte clave para la explicación de ciertos rasgos de la burguesía terrateniente en la Argentina), la discusión acerca de la caracterización de la clase dominante resulta crucial puesto que por lo común se usan términos ambiguos para referirse a ella: clase terrateniente, sectores agropecuarios, clases propietarias rurales, elite dominante, grupos privilegiados, clases dirigentes, etc. Es preciso, por tanto, establecer cuáles son los componentes de la clase dominante y cuáles sus coincidencias y contradicciones. Hasta aquí hemos delimitado al interior de la alianza de clase dominante la burguesía agraria y la burguesía terrateniente, esta última con su correspondiente diferenciación interna. Además, establecimos que en virtud de las características estructurales de la forma de acumulación agraria exportadora y el papel principal que asume en la dirección política-ideológica, la burguesía terrateniente (esto es, la fracción propietaria de grandes extensiones de tierra de la zona pampeana) es la fracción hegemónica del bloque en el poder. Las otras fracciones de la clase dominante, algunas de cuyas características ya han sido mencionadas, son la burguesía comercial, la financiera y la industrial 83 . 83
Debemos marcar como una limitación de este trabajo la ausencia de un análisis específico de las burguesías comercial y financiera. En efecto, estas fracciones pueden ser objeto de un estudio espe[82]
La burguesía comercial (cuya génesis se remonta a la época colonial) y la burguesía financiera (consolidada al calor del auge de las exportaciones primarias) tienen con la burguesía terrateniente una sólida convergencia de intereses en torno al mercado externo. En efecto, las actividades financieras y bancarias privadas, en las cuales tienen una participación principal los inversionistas extranjeros 84 , comienzan a desarrollarse en la década del sesenta y setenta y se dedican fundamentalmente al financiamiento del comercio exterior y al otorgamiento de créditos hipotecarios con la tierra por garantía. La burguesía comercial, por su parte, afianza y expande sus operaciones en torno al comercio de importación y exportación de los productos agropecuarios 85 . De tal modo, los capitales comerciales y financieros al tiempo que proporcionan los mecanismos necesarios cial que, sin embargo, no se lleva aquí a cabo. En cambio, prestamos especial atención a las fracciones terrateniente e industrial y, en lo que respecta a las otras fracciones, nos interesan más bien sus coincidencias o contradicciones con las primeras. 84
Según una estimación de Rapoport, entre 1.900 y 1.914, el 35% del dinero depositado en todas las instituciones bancarias corresponde a capitales extranjeros como así también el 33% de la cartera del total de préstamos del sistema. RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 37. 85
La comercialización de gran parte de la producción agrícola destinada a exportación (la cual constituye cerca del 75% de la producción agrícola) está controlada por un puñado de firmas multinacionales europeas (Bunge & Born, Dreyfus, Weil Hnos., Huni & Wormser, General Mercantil Co.). En efecto, el 70% de los embarques de trigo, el 73% de los de maíz y el 90% de los de trigo es acaparado por estas empresas. Ibídem, pág. 172. [83]
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para que los productos del campo lleguen a los mercados de consumo participan de la apropiación - bajo la forma de ganancia- de una parte de la renta agraria obtenida a escala internacional. El carácter internacionalizado del gran comercio de importación y exportación les permite la obtención de sustanciales ganancias basadas en su poder monopólico, las cuales - por lo general- son transferidas al centro mediante las remesas de utilidades.
2.4. La burguesía industrial Hemos dicho que la burguesía industrial aparece al interior de la alianza de clase dominante en una posición de subordinación tanto por su lugar en las relaciones económicas como en las políticas. Es hora de precisar. Para empezar, la emergencia de la forma de acumulación agro exportadora, asentada como está en la necesidad de la burguesía británica de colocar sus propios productos industriales, produce el desmantelamiento de las incipientes industrias del interior argentino. En efecto, con la importación en masa de productos elaborados en Europa dejan de existir las débiles producciones artesanales y manufactureras de las provincias argentinas. Así, la burguesía industrial que se apropia de los beneficios de la unificación por las armas impuesta desde Pavón en adelante es la burguesía británica. [84]
Desde entonces, sólo aquellas industrias complementarias de esa dinámica o que no entran en contradicción con ella encuentran un lugar en la estructura productiva. Por una parte, en obvia relación con las exportaciones agropecuarias, se desarrolla una serie de actividades industriales (talleres ferroviarios, molinos harineros, frigoríficos) controlada por capitales internacionales y organizada en forma oligopólica. Son los británicos quienes realizan las primeras inversiones destinadas a solucionar el problema del traslado de la carne argentina (la demanda británica de carne supera constantemente su oferta y depende de la importación de la misma): ya en 1.822 George W. Drabble funda el primer frigorífico del país, el River Plate Fresh Meat Company. En 1.886 inicia sus actividades el frigorífico Las Palmas Produce Company también de capital inglés y en 1.902, inversores británicos y otros grupos extranjeros crean La Plata Cold Storage Company. En 1.903 se establece otro frigorífico inglés, el Smithfield & Argentine Meat Company. Mientras tanto, los capitales autóctonos forman la Sansisena Company (1.884), La Blanca (1.902) y el Frigorífico Argentino (1.905). Ahora bien, a partir de 1.907 (con la compra de la gigantesca planta La Plata Cold Storage por parte de la Swift & Company) comienza la radicación de empresas norteamericanas que priorizan las carnes blandas enfriadas antes que sólidas congeladas, controlando en poco tiempo las exportaciones cárnicas de mejor calidad 86 .
86
SMITH, Peter H. Op. cit., págs. 42-43. [85]
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El propósito de esa industria, cualquiera sea el origen de su capital, consiste en abastecer el mercado británico 87 . Se trata, por tanto, de una industria orientada al mercado externo y que, al mismo tiempo, se comporta como un monopolio de compra. Ese sector de la burguesía industrial orientado hacia la exportación, apoyado por la política estatal y con acceso a las tecnologías modernas de la época, se apropia de parte de la renta agraria debido a los bajos cos-
87
El desarrollo de la industria frigorífica reconoce, como es sabido, diferentes etapas de “guerra de carnes” que enfrentan a los diferentes grupos por la distribución del comercio de exportación. Entre 1.902 y 1.911, año en que tiene lugar la primera Conferencia de Fletes, se desarrolla el primer episodio de dicha guerra que culmina con un acuerdo que confiere el 41,3% de los embarques a establecimientos norteamericanos, el 40,15% a los ingleses y el 18,5% a los argentinos. La segunda “guerra de carnes” termina en 1.915 con un nuevo pacto que tendrá vigor hasta 1.925 y que distribuye los embarques de la siguiente forma: 58,5% corresponde al grupo norteamericano, 29,64% al británico y 11,86% al argentino. Esta distribución refleja nuevamente la mayor capacidad tecnológica de las empresas norteamericanas y sus mejores posibilidades de absorber eventuales pérdidas transitorias. En 1.927, tras casi dos años de competencia abierta, se realiza un nuevo acuerdo según el cual el 60,90% de las exportaciones corresponden a los frigoríficos norteamericanos, el 29,09% a los ingleses y el 10% a los argentinos. En todo caso, el transporte del volumen total exportado está monopolizado por los capitales ingleses, que de este modo compensan su pérdida de capacidad transformadora. Mientras tanto, las compañías pequeñas no pueden afrontar la competencia. En 1.925, por ejemplo, la Sansisena se retira del comercio de exportación y se orienta al mercado interno al tiempo que quiebran otras empresas. Al respecto, véase ORTIZ, Ricardo M. Historia económica de la Argentina, págs. 358 a 365. [86]
tos de las materias primas e insumos 88 y, cabe agregar, de la fuerza de trabajo. Por otra parte, la existencia de una demanda nacional expansiva unida a la ventaja relativa en la dotación de recursos naturales que tienen algunas regiones periféricas provoca la expansión de un tipo de actividades industriales que no tiene por meta la exportación. Algunas de las producciones regionales que comienzan a expandirse tienen su origen en la economía colonial pero sus condiciones de desarrollo a partir de fines del siglo XIX se modifican en forma sustancial: se constituyen en actividades básicamente orientadas hacia un mercado nacional crecientemente diversificado. En este momento surgen posiciones contra el modelo librecambista y a favor de una política de corte industrial 89 . 88
NEFFA, Julio César. Modos de regulación, regímenes de acumulación y sus crisis en Argentina (1.880-1.996), pág. 113. 89
Adolfo Dorfman señala que en 1.875, durante el gobierno de Avellaneda, nace la primera legislación de proteccionismo industrial desde Caseros. La ley de aduanas de 1.877, que establece derechos aduaneros para diversas importaciones (calzado, ropa, productos alimenticios) si bien tiene como meta la recaudación fiscal y presenta serias limitaciones (en efecto, sólo protege ciertas industrias y deja libradas a su suerte a muchas otras), traduce también en parte las demandas a favor de una industrialización y en contra de la excesiva vulnerabilidad externa. Figuras intelectuales y políticas de gran influencia entonces como José y Rafael Hernández, Vicente Fidel López, Carlos Pellegrini, Miguel Cané y Lucio V. Mansilla levantan la bandera del proteccionismo industrial. Este movimiento industrialista atribuye al Estado una función protectora con el fin de desarrollar la industria, poniendo en tela de juicio la concepción hasta entonces dominante del Estado mínimo y llamando la atención sobre el hecho de que las grandes potencias del mundo son proteccionistas. DORFMAN, Adolfo. Op. cit., pág. [87]
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En efecto, en medio de las crisis mundiales de 1.874, 1.890 y 1.914 (que como es lógico afectan fuertemente a una economía basada en los impulsos externos) se echan las bases de la industria del azúcar y de los vinos cuyanos. Los denominados cultivos industriales extrapampeanos no sólo se benefician con la ampliación del mercado interno sino que además reciben en algunos casos protección arancelaria (como la caña de azúcar) y en otros, incentivos fiscales del gobierno nacional (maní, arroz, yerba mate) 90 . En su conjunto, las industrias conformadas durante los primeros años de la fase agro exportadora están insertas en su mayor parte en las llamadas “ramas vegetativas”, esto es, producen esencialmente bienes de consumo no durables. Asimismo, utilizan en general un porcentaje mínimo de materias primas importadas. Según las estimaciones de Adolfo Dorfman, basadas en el Censo Industrial de 1.895, el rubro industrial más importante es el de la alimentación (molinos harineros, saladeros, ingenios de azúcar, elaboración de cerveza, 152. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que en su conjunto la política estatal no hace más que desalentar el desarrollo industrial. El sistema arancelario impuesto por la ley de 1.877, que ya de por sí no tiene un impacto importante sobre el sector industrial, es reemplazado por la Ley Arancelaria de 1.906 (vigente hasta la década del treinta) que provoca una disminución real de las tarifas aduaneras. “Según el censo de 1.914, la importación de productos textiles, por ejemplo, representaba ese año el 77% del consumo interno, y la de productos metalúrgicos, el 67%”. RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 69. 90
GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas. El ciclo de la ilusión y el desencanto. Un siglo de políticas económicas argentinas, pág. 89. [88]
aceites, conservas, fideos y otros), siguiéndole el de vestido y tocador (alpargaterías, lavaderos, fábricas de tejidos), luego el de la construcción (aserraderos, fábricas de cal, ladrillos, tejas, etc.) y finalmente el de los metales y anexos (que comprende los talleres ferroviarios, mecánicos, herrerías, fundiciones, broncerías, etc.) 91 . Es notorio que las principales industrias se limitan al aprovechamiento de las materias primas fundamentales con un escaso grado de tecnificación. La burguesía industrial nace así supeditada a las actividades básicas de la forma de acumulación agro exportadora. La transformación de las carnes y subproductos, la molienda de trigo y la elaboración de caña y vid son las cuatro ramas que según Dorfman absorben la mayoría de los capitales industriales. Los censos de 1.908 y 1.913 revelan que el principal rubro sigue siendo el de las industrias alimenticias que transforman los productos de la ganadería y la agricultura en productos de consumo- y que no hay cambios cualitativos importantes respecto de 1.895 salvo el establecimiento de algunas pocas industrias nuevas (la del papel, fabricación de ciertos productos químicos y otras) 92 . También muestran la intensificación de la concentración regional de las actividades industriales en la pampa húmeda, o si se quiere, el creciente y definitivo desequilibrio económico entre las diferentes regiones del país.
91
DORFMAN, Adolfo. Op. cit., págs. 210-211.
92
Ibídem, pág. 280. [89]
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Durante los años posteriores a la primera guerra mundial, en los que se da una reducción en las importaciones de artículos de consumo, se produce un aumento de la capacidad productiva de las fundamentales industrias alimenticias (frigoríficos, molinos, conservas) y de algunas industrias extractivas ganaderas (lanas, cueros) al tiempo que una vigorización de ciertas industrias textiles y mecánicas (ligadas estas últimas al desarrollo de los talleres ferroviarios) 93 . Pero no se trata de un crecimiento industrial sostenido y de largo plazo: la insuficiencia de maquinarias y equipos industriales adecuados y la pronta recuperación de las potencias extranjeras (que vuelven a la carga con sus importaciones industriales) junto con la ausencia de políticas estatales para protegerla lo impiden 94 . Además, salvo en el sector de alimentos y bebidas, las industrias no satisfacen la totalidad de la demanda interna y en muchas ramas la importación supera la producción local 95 . La composición de las importaciones 96 y la ausencia de una política de fomento industrial limitan el desarrollo industrial a las ramas de menor densidad de 93
DORFMAN, Adolfo. Cincuenta años de industrialización en la Argentina. 1.930-1.980, págs. 39-40. 94
FERRER, Aldo. La economía argentina, pág. 137.
95
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 183.
96
Entre 1.900 y 1.930 están conformadas en un 40% por bienes de consumo, en un 30% por bienes intermedios y combustibles y en otro 30% por maquinarias y equipos para la agricultura y materiales de construcción. FERRER, Aldo. La economía argentina, pág. 137. [90]
capital y complejidad técnica. Efectivamente, la fuerte importación de productos manufacturados disminuye notablemente las posibilidades de “eslabonamientos hacia atrás” generadas por el auge de las exportaciones y la inversión en capital social fijo: por ejemplo, la fabricación de maquinaria agrícola y otras industrias metalúrgicas no se ven beneficiadas por el aumento de las exportaciones agrarias y la construcción de los ferrocarriles 97 . Es que las actividades líderes, como los ferrocarriles y las industrias focalizadas en productos primarios (molinos, frigoríficos, etc.), utilizan importaciones de bienes de capital, tecnología e insumos. De tal modo, la conexión de estas actividades con el resto de la economía interna es muy frágil contribuyendo a conformar lo que Ferrer denomina la “subindustrialización” de la Argentina 98 . La burguesía industrial formada bajo el imperio de una forma de acumulación agro exportadora se aleja cada vez más del programa industrialista y proteccionista definido en ocasión de la discusión de la ley de aduanas de 1.877, articulando subordinadamente sus intereses a los de la burguesía terrateniente en tanto no se encuentra amenazada por la competencia de productos importados ni reclama la protección estatal. En efecto, la Unión Industrial Argentina (creada en 1.887) considera abiertamente a la industria autóctona como derivada de la industria europea y enlaza su posición con la de la Sociedad Rural Argentina. “Nosotros no tenemos industrias manufactureras propias, ni apti97
DÍAZ ALEJANDRO, Carlos. Op. cit., pág. 30.
98
FERRER, Aldo. El capitalismo argentino, pág. 64. [91]
GRACIELA INDA
tud adquirida en nuestras poblaciones nativas para crearlas, ni capitales nuestros y baratos para promoverlas, desarrollarlas y consolidarlas. Para avanzar hacia la era fabril, ideal de toda nación civilizada, necesitamos traer de Europa hombres, aptitudes hechas y capitales a precios convenientes” 99 . La burguesía industrial, al centrar su actividad en productos derivados sometidos a un proceso de industrialización que no afecta la importación británica, se opone, junto a las burguesías terrateniente, comercial y financiera, a las políticas de controles de precios 100 . Por lo general, sostiene la ideología del liberalismo económico característica del bloque en el poder. En síntesis, durante todo el período predominan las industrias “livianas”, toleradas por la burguesía terrateniente librecambista y por los capitalistas británicos (porque no interfieren con sus intereses), que han crecido en la elaboración de productos agrarios (en efecto, utilizan en su conjunto un muy bajo porcentaje de materias primas importadas) y arraigadas en el seno del sistema exportador e importador. A esa fracción de la burguesía le alcanza con la tradicional defensa aduanera para sus productos y adhiere por lo general al proyecto liberal hegemónico. No menoscaba la hegemonía de la burguesía terrateniente basada, como vimos, en la apropiación privilegiada de la renta obtenida a escala internacional y en la direc99
Boletín de la Unión Industrial Argentina, 15 de abril de 1.914. Citado en CÚNEO, Dardo. Comportamiento y crisis de la clase empresaria, págs. 92-93. 100
SIDICARO, Ricardo. “Poder y crisis de la gran burguesía agraria” en ROUQUIÉ, Alain (compilador). Argentina, hoy, pág. 71. [92]
ción política que ejerce en el seno de los aparatos del Estado. La principal preocupación de esta burguesía industrial, intensiva en la utilización de fuerza de trabajo, gira en torno a los reclamos obreros. Desde comienzos de siglo, la Unión Industrial resiste la demanda de la jornada de ocho horas, por cuya conquista se multiplican las huelgas, considerando que conduciría a una disminución de la producción y a un aumento del costo de la misma en un contexto en que no se pueden aumentar los precios dada la competencia de artículos importados similares. Resistirá también la UIA el descanso dominical votado en 1.904 por la Cámara de Diputados, el Código de Trabajo propuesto por el ministro Joaquín V. González y la reglamentación del trabajo de menores. El argumento que se repite una y otra vez es que las industrias nuevas no pueden competir con las extranjeras si sus obreros sólo trabajan ocho horas. En 1.914, cuando se presenta por tercera vez el proyecto de ley para limitar la jornada laboral, la UIA vuelve a argumentar que el costo competitivo de la manufactura depende de la mano de obra barata y abundante y no de la renovación técnica 101 . En este interés por frenar la “intranquilidad obrera” la UIA no está sola. En 1.918 adquiere personería jurídica (por decreto de Yrigoyen) la “Asociación del Trabajo” integrada por representantes de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Sociedad Rural Argentina, el Centro de Exportadores de Cereales, el Centro de Importadores y Anexos, el Centro de Navegación 101
Cf. CÚNEO, Dardo. Op. cit., págs. 80-93. [93]
GRACIELA INDA
Transatlántica, las Compañías Importadoras de Carbón, el Mercado Central de Frutos, la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad, las Compañías de los FF.CC. Central Argentino, del Sud, del Oeste, del Pacífico, Central Córdoba, NE Argentina, entre otros. Su función expresa es sumar fuerzas para enfrentar las cuestiones relacionadas con el trabajo que afecten el desenvolvimiento de las industrias y el comercio 102 . En los años siguientes esta Asociación, así como la UIA, continúan con su resistencia a las demandas obreras y reclaman la intervención “decidida” del Estado. El rechazo de la legislación social, además de relacionarse obviamente con la defensa de la tasa de ganancia, se vincula asimismo con la consideración de la industria como apéndice de un régimen esencialmente agro exportador que no requiere de la ampliación del mercado interno. Ahora bien, la estructura industrial hasta aquí retratada comienza a sufrir modificaciones en la segunda mitad de la década del veinte. En este momento empieza a registrarse un proceso, que se profundizará más tarde, consistente en la inserción de capitales extranjeros (sobre todo norteamericanos) fundamentalmente en las ramas de la producción industrial destinadas a la satisfacción directa del mercado interno. Este crecimiento de la inversión en la industria proporcionará la base necesaria para que en la década del
102
Ibídem, págs. 102-103. [94]
treinta se pueda dar una mayor utilización de la capacidad ociosa en el sector 103 . La penetración de empresas industriales transnacionales, el desarrollo de compañías locales que cuentan con el apoyo financiero y técnico de firmas internacionales y el uso de patentes del mismo origen se traduce en la emergencia de ciertas industrias no complementarias de las actividades agropecuarias, esto es, que se dedican a la producción de nuevos bienes (como las de armado de automóviles). Es notorio el cambio en cuanto a las ramas industriales en que se inserta esta nueva camada de capitales foráneos preponderantemente norteamericanos (inserción que responde a una forma diferente de expansión de las relaciones capitalistas a nivel mundial y a la nueva hegemonía norteamericana, como veremos más adelante): entre los años 1.921 y 1.930 entran al país 43 grandes empresas que en lugar de implantarse como antes en las ramas de alimentos y bebidas lo hacen principalmente en las ramas químicas (13), de artículos eléctricos (10) y de metales (7) 104 . Los campos elegidos por las inversiones norteamericanas (fabricación de automóviles, productos farmacéuticos y de perfumería, cemento, petróleo) reflejan asimismo una tendencia que se reforzará en la década siguiente: la exportación de capitales se divorcia de la producción para la exportación de bienes desde el país 103
VILLANUEVA, Javier. “El origen de la industrialización argentina” en Desarrollo Económico, v. 12, Nº 47, octubrediciembre de 1.972, pág. 452. 104
Ibídem, pág. 464. [95]
GRACIELA INDA
deudor al acreedor 105 . O sea, la nueva afluencia de capitales no se destina a aumentar la capacidad de exportación de la Argentina. No obstante, no hay que olvidar que las actividades introducidas en los veinte, si bien tienen una capacidad tecnológica y productiva superior al promedio e influyen indirectamente en el crecimiento del número de industrias complementarias y subsidiarias de capital local, no alcanzan en importancia a las industrias tradicionales, las cuales siguen dominando la estructura industrial.
105
FODOR, Jorge G. y O’CONNELL, Arturo. Op. cit., págs. 1819. Estos autores señalan que en 1.925 Estados Unidos se convierte en el principal proveedor de la Argentina y que conserva esta posición hasta la depresión. [96]
Capítulo 3 Las contradicciones de la alianza de clase dominante en la década del treinta
Las transformaciones operadas en el sistema mundial capitalista y la crisis de la forma de acumulación basada casi exclusivamente en la dinámica agro exportadora vienen a modificar las relaciones entre las diferentes fracciones del bloque en el poder. Analizar detalladamente en qué consisten esas alteraciones y qué condiciones objetivas las animan es el objeto de este capítulo. A modo de adelanto podemos decir que la agudización de las contradicciones al interior de la burguesía terrateniente, el fortalecimiento de la posición de la burguesía industrial y su creciente diferenciación interna, y la conservación de la posición hegemónica por parte de la fracción de los invernadores (por medio de la implementación de una nueva táctica que consiste en apoyar una industrialización limitada contando con la dirección política en el seno del Estado) constituyen, desde nuestra perspectiva, los rasgos centrales de la correlación de fuerzas al interior de la clase dominante a lo largo de la década del treinta y principios de la del cuarenta.
[97]
GRACIELA INDA
3.1. Los cambios en el sistema mundial capitalista y el ajuste de la forma de acumulación basada en la renta agraria mediante la sustitución de importaciones Si bien ya desde la finalización de la primera guerra mundial aparecen los primeros síntomas de estancamiento de la forma de acumulación esencialmente agroexportadora, es en los treinta cuando entra definitivamente en crisis. A partir de entonces comienza a esbozarse una forma de acumulación del capital, comúnmente denominada “sustitución de importaciones” o “industrialización dependiente”, y una modalidad también inédita de intervención del Estado en la economía, que suele designarse como “dirigismo estatal”. En efecto, profundizando una tendencia preexistente, la crisis de los años treinta pone de manifiesto transformaciones sustanciales en el funcionamiento del sistema mundial capitalista. La expansión capitalista liderada por Inglaterra desde fines del siglo XIX hasta el período entre las dos guerras se caracterizó, como vimos, por la inversión en los sectores productores de materias primas y en la infraestructura que permitía la comercialización de las mismas. Dicha expansión estaba a su vez marcada por la existencia en las metrópolis de un equilibrio inestable entre el capitalismo competitivo y el capitalismo monopolista 106 . Con la crisis del treinta se abre una nueva fase imperialista en la que, en el seno de los países centrales, el 106
POULANTZAS, Nicos. Las clases sociales en el capitalismo actual, pág. 41. [98]
capital monopolista establece su dominación sobre el capital competitivo, mientras que el imperialismo inglés pierde definitivamente su fuerza hegemónica en jaque desde hace décadas: Alemania, Japón y, sobre todo, Estados Unidos establecen su predominio 107 . La crisis de 1.929, ilustrada en la estrepitosa caída del valor de las acciones de la Bolsa de Nueva York, asume en un principio las características de las crisis cíclicas anteriores pero demostrará ser más profunda y de largo alcance 108 . En ese año emblemático culmina una larga fiebre especulativa estimulada por una fuerte expansión y la abundancia de capitales en busca de rápidos beneficios. En efecto, en la década del veinte la producción había crecido en forma continuada, principalmente en Norteamérica, que vive por entonces la euforia de sus “años locos”. En este país las industrias del petróleo, la química, la electricidad, los automoto107
Para ser precisos, entre 1.870 y 1.913 la economía británica crece más lentamente que las de Alemania y Estados Unidos. En 1.890, por ejemplo, Inglaterra es superada por Estados Unidos en la producción de hierro y acero y en 1.914 es aventajada por Alemania. Durante todo el período de su hegemonía Inglaterra tiene dificultades para modernizar su estructura productiva a fin de ponerla a la altura de otras potencias jóvenes como las ya mencionadas, las cuales utilizan en sus industrias materiales eléctricos, productos químicos y tipos de maquinarias no desarrollados por entonces por la industria británica. Para hacer frente a esta competencia, Inglaterra expande sus exportaciones de capital y dirige su comercio hacia nuevos mercados. Pero, ya hacia el período de entre guerras, esa desaceleración en la acumulación del capital se hace sentir. RAPOPORT, Mario. “El modelo agro exportador argentino”, pág. 169. 108
FERRER, Aldo. La economía argentina, pág. 152. [99]
GRACIELA INDA
res, la metalurgia y la construcción registran un notable crecimiento acompañado por las nuevas técnicas de producción y la creciente concentración del capital. Aún así, el alza del valor de las acciones en los años previos a la crisis no se corresponde con la actividad económica general. Esa crisis, cuyos efectos durarán hasta la década del cuarenta y que sólo será superada con la Segunda Guerra Mundial, ha sido muchas veces interpretada como una crisis de superproducción (o subconsumo) en la medida en que el volumen de la producción requiere una demanda que resulta excesiva para obtener una tasa de ganancia aceptable, capaz de asegurar una inversión suficiente para mantener o expandir el ritmo de acumulación del capital. Llegado ese momento, la crisis es el medio de recomponer el equilibrio reduciendo la demanda a un nivel de producción que no erosione la ganancia capitalista. En otras palabras, la respuesta de los capitalistas al incremento de lo que los economistas llaman stocks no planeados de productos (bienes que no pueden venderse) consiste en reducir la producción. Por eso la crisis implica una reducción del salario real y del nivel de empleo, lo que a su vez agrava la situación al contraer aún más la demanda. De tal modo, la recesión prepara las condiciones para una recuperación de la tasa de ganancia capitalista y para una normalización de la inversión. Ahora bien, son ciertas características del funcionamiento del sistema mundial capitalista desde finales de la primera guerra mundial las que están en la base de esa crisis. Es sabido, para empezar, que a partir de esta contienda crece enormemente la participación de Estados Unidos (insistimos, ya desde 1.913 Estados Unidos [100]
ejerce el liderazgo en cuanto a progreso técnico y su ritmo de productividad es más rápido que el que jamás logró el Reino Unido 109 ) en el comercio mundial tanto en lo que respecta a la exportación de mercancías como de capitales. En efecto, desde entonces expande su exportación de maquinarias o bienes industriales de alta tecnología (mientras Gran Bretaña sigue exportando principalmente textiles, carbón, hierro y acero) en tanto que sus inversiones en el exterior pasan de 3.500 millones de dólares en 1.914 a 10.720 millones en 1.940 110 . La diferencia clave respecto de la hegemonía británica del pasado inmediato es que al mismo tiempo que Estados Unidos se transforma en el principal exportador de mercancías y capitales mantiene cerradas sus fronteras a las importaciones de productos europeos o de otros países, los cuales se ven obligados a vender sus productos en un mercado mundial restringido para obtener las divisas necesarias para pagar sus deudas a Estados Unidos, que sale de la guerra como principal país acreedor 111 . Es la creciente dependencia del sistema mundial de pagos en relación al dólar norteamericano la que determina, explica Rapoport, el fuerte impacto que tiene sobre el mercado mundial el crack de Nueva York. En efecto, ante el abandono forzado del patrón oro durante la guerra (por la pérdida de las reservas de oro de los países beligerantes), la emisión excesiva de papel moneda para la adquisición de material bélico y la con109
MADDISON, A. La Economía Mundial: 1820-1.992, pág. 41.
110
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 108.
111
Ibídem, pág. 114. [101]
GRACIELA INDA
secuente inflación, se consagra en 1.922 en la Conferencia Internacional de Ginebra un sistema (fácticamente utilizado desde 1.918), el Gold Exchange Standard, que vincula la moneda de cada país no directamente al oro sino a una moneda central definida y convertible en oro. La libra esterlina y el dólar se convierten en las dos monedas convertibles en oro. Y en tanto Estados Unidos (con superávits en la balanza de pagos) adquiere activos en moneda extranjera con gran rapidez y acumula oro, los países deudores quedan prácticamente sometidos a las disponibilidades de su sistema bancario. Al mismo tiempo, lo repetimos, este país no invierte, como otrora Inglaterra, los excedentes de su balanza de pagos en los países deudores. Es en este contexto que una alteración brusca en el funcionamiento de la economía norteamericana equivale a la suspensión de los empréstitos externos y al desmoronamiento del comercio mundial 112 . En resumen, al basarse cada vez más en las exportaciones de capital disociadas de las exportaciones de bienes hacia el país exportador de capitales (desde la década del veinte Estados Unidos es no sólo un país industrial sino asimismo un importante productor de alimentos y fibras de zona templada), la economía mundial requiere para su funcionamiento de constantes incrementos de las exportaciones de capital. Por tanto, dicen Fodor y O’Connell, cuando el volumen de éstas se derrumba a partir de 1.928 todo el sistema internacional queda paralizado 113 . 112
Ibídem, págs. 110-111.
113
FODOR, Jorge G. y O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 27. [102]
Conjuntamente, el fuerte descenso de la producción industrial en las formaciones sociales centrales provoca una disminución de sus importaciones y, por ende, del volumen del comercio internacional. Dicha disminución del comercio internacional se profundiza aún más como consecuencia del tipo de medidas que adoptan esos centros industrializados con el fin de desligar sus procesos internos de acumulación de las oscilaciones del comercio internacional. La adopción de políticas proteccionistas, el abandono del comercio multilateral y su sustitución por acuerdos bilaterales, la devaluación de las monedas, el mencionado abandono del patrón oro, la adopción de controles de cambio y el establecimiento de cuotas de importación actúan como sólidas barreras a las importaciones. En síntesis, la gran depresión y las políticas de los países centrales que la acompañan (como por ejemplo la de Estados Unidos que en 1.930 incrementa sus tarifas aduaneras entre un 30 y 40% en promedio 114 ) producen una grave reducción del nivel de las exportaciones mundiales y una contracción del flujo internacional de capitales. El valor de las exportaciones mundiales totales cae aproximadamente un 50% entre 1.929 y 1.933 como efecto de la disminución tanto de su volumen físico como de sus precios 115 . A su vez, la participación de los productos primarios en las exportaciones mundiales no hace más que declinar: a lo largo de la década del treinta lo hace un 66% 116 . 114
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 207.
115
FERRER, Aldo. La economía argentina, pág. 153.
116
Ibídem, pág. 159 [103]
GRACIELA INDA
Pero la corriente internacional de capitales no sólo se contrae sino que además registra un cambio de sentido: los centros tradicionales de exportación de capital comienzan a recuperar parte de sus inversiones en el exterior. Este panorama, a pesar de ciertos repuntes, será característico de toda la década del treinta. De tal modo, la crisis viene a alterar los términos en los que la forma de acumulación del capital de nuestro país se había insertado en el sistema mundial capitalista. Hasta 1.914, como hemos visto, el monto de las inversiones extranjeras (fundamentalmente inglesas y orientadas básicamente hacia la construcción de ferrocarriles y la compra de valores públicos) crece constantemente. Pero a partir de entonces se produce una prolongada disminución de las mismas (que no llega a afectar en sus cimientos la forma de acumulación agro exportadora por que justo en ese momento se da el boom de las exportaciones agropecuarias), junto con una reorientación del mismo. Lo importante es que este proceso se acentúa y adquiere rasgos definitivos con la crisis del treinta. Las burguesías de los países centrales tienden ahora a colocar el grueso de sus capitales en aquellos países que no plantean problemas de transferibilidad de divisas 117 . Esta nueva estrategia queda bien ejemplificada en la Conferencia Imperial de Ottawa de 1.932, en la cual se garantiza la colocación de los productos sólo a los países del Imperio Británico mediante el establecimiento de restricciones a las importaciones de las naciones que no pertenecieran a él. Las inversiones direc117
Ibídem, pág. 154. [104]
tas que a pesar de la crisis se realizan en los países exportadores de productos primarios como la Argentina, se insertan en las actividades industriales. En efecto, paralelamente a la disminución del volumen de capitales extranjeros que llega a nuestro país se da una diversificación de los mismos: decaen las inversiones en valores públicos y ferrocarriles y aumentan las orientadas al comercio de exportación e importación, a los bancos y a la industria, especialmente frigoríficos e industria alimenticia 118 . También, y continuando el proceso iniciado en la segunda mitad de la década del veinte que ya mencionáramos, las inversiones en fábricas de armado de automóviles son características de esta época. No hay que olvidar, sin embargo, que esa reorientación de los capitales hacia los sectores industriales constituye una tendencia que sólo se hace preeminente a nivel mundial en la década del cincuenta. También es preciso recordar que esta nueva forma de expansión capitalista no implica la anulación de las inversiones de las burguesías centrales en las fuentes de materias primas. Cuando se trata de productos primarios que no se producen en su propio país o se consiguen en los países periféricos con mayores márgenes de ganancia, dichas inversiones persisten. Ahora bien, en la medida en que la reversión del ingreso de capitales se da juntamente con una caída de la demanda de productos agropecuarios y el desmejoramiento de los términos del intercambio entre los pro118
DI TELLA, G. y ZYMELMAN, M. Las etapas del desarrollo económico argentino. [105]
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ductos primarios y los industriales se produce también, como es de esperar, una caída del poder de compra de las exportaciones argentinas. Se entiende la gravedad del asunto si recordamos que desde sus inicios la forma de acumulación agro exportadora se basa en una fuerte vinculación con las burguesías de los países centrales (interesadas en la obtención de alimentos baratos que permiten incrementar la masa de plusvalía), a través justamente de las exportaciones agropecuarias. Es el crecimiento de la demanda externa el encargado de incrementar la producción y las exportaciones agropecuarias, las que a su vez crean divisas que permiten importar bienes y servicios para el consumo y la inversión. Al estancarse en 1.930 el comercio mundial de productos agropecuarios (recesión que se mantiene durante toda la década del treinta y en los años de la segunda guerra), las exportaciones pierden parte de su importancia. La caída de la disponibilidad de divisas generada por la reducción de las exportaciones produce a su vez una disminución de la capacidad de importar, es decir, una contracción de las importaciones hasta el nivel permitido por la capacidad de importar. En otras palabras, se produce una reducción del valor de compra de la producción agropecuaria por dos vías: se exporta menos y a precios inferiores. En efecto, entre 1.925-1.929 y 1.930-1.934 el poder de compra de las exportaciones argentinas cae de 3.200 millones de dólares a 2.000 millones de dólares y, en consecuencia, el volumen de las importaciones se reduce cerca de un 40% entre esos años (afectando prin-
[106]
cipalmente las adquisiciones de maquinarias y equipos) 119 . Al reducirse las importaciones - en un contexto de depreciación de la moneda y control de cambios- los precios de los bienes en el mercado interno suben, ampliándose el margen de ganancias que puede obtenerse en la producción interna de los artículos anteriormente importados. De tal modo, la reducción de las exportaciones (que produce desabastecimiento de productos industriales importados), los mayores precios de las manufacturas y la existencia de un mercado interno en expansión hacen rentable la sustitución de importaciones. Parte de la producción agraria argentina, que no puede ser colocada en el exterior, se industrializa localmente. Se comienza, aprovechando en buena medida las plantas ya existentes, por la fabricación de productos de baja tecnología y cuya materia prima se obtiene en el país. A los cambios externos se suma como factor que contribuye a la erosión de la acumulación agro exportadora la consumación del proceso de ocupación de tierras, a través del cual se lograba el incremento de la producción destinada a la exportación. En efecto, 119
FERRER, Aldo. Crisis y alternativas de la política económica argentina, pág. 57. Esta situación, a su vez, afecta negativamente el balance de pagos. Debido a que también disminuye el flujo de inversiones externas se hace cada vez más difícil el pago de la deuda y de los servicios de capital extranjero con las divisas provenientes de las exportaciones. Ferrer calcula que los pagos al exterior en concepto de amortizaciones, utilidades e intereses representan en los primeros años de la década del treinta cerca del 40% del valor de las disminuidas exportaciones. [107]
GRACIELA INDA
mientras que el ritmo de crecimiento del área cultivada es del 7% anual entre 1.895 y 1.908 y del 9% anual entre 1.908 y 1.914, es del 1.5% entre 1.914 y 1.937 120 . “De allí en más, la producción exportable pasó a depender de los rendimientos por hectárea, esto es, del cambio tecnológico y la mecanización de las explotaciones rurales” 121 . Son varios los analistas (además de Ferrer, Giberti, Díaz Alejandro, Neffa) que coinciden en que hacia fines de la década del veinte se llega al “límite natural” de la frontera agrícola pampeana y que para superarlo sólo queda realizar inversiones fijas que hagan posible un sistema de producción intensivo 122 . Por otra parte, al techo alcanzado por la ocupación y puesta en producción extensiva de la pampa húmeda hay que sumarle la creciente urbanización que absorbe una proporción cada vez mayor de la producción agropecuaria destinada al consumo, reduciendo así el volumen de los saldos exportables 123 . Los cambios a nivel mundial implican, además, el crecimiento progresivo dentro de las exportaciones tradicionales del porcentaje de las carnes vacunas en detrimento de los granos y cereales 124 . Una vez más la organización de la producción responde a los vaivenes de la demanda externa. 120
FLICHMAN, Guillermo. Op. cit., pág. 161.
121
FERRER, Aldo. La economía argentina, pág. 149.
122
NEFFA, Julio César. Op. cit., pág. 115.
123
Ibídem y RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 187. 124
O’CONNELL, Arturo. Op. cit., págs. 510-511. [108]
En efecto, la política de los países industrializados orientada a autoabastecerse de materias primas agrícolas tiene un impacto importante en la utilización de las tierras de la pampa húmeda: se desplaza crecientemente el uso agrícola en favor de la producción ganadera (dentro de la cual, por causas que estudiaremos más adelante, cobra mayor peso aún el engorde de ganado refinado). Este fenómeno, unido al de la concentración de las exportaciones pecuarias en torno a Gran Bretaña, permite comprender la importancia que tiene para los grandes terratenientes argentinos el comercio de carnes. En fin, la crisis del treinta marca el comienzo de un nuevo período marcado por la disminución del coeficiente de importaciones y, sobre todo, del de las importaciones directas de bienes de consumo. La industrialización, basada esencialmente en la sustitución de importaciones, se perfila entonces como una modalidad adecuada tanto a la caída de las exportaciones típicas como a la nueva forma de expansión del capital a nivel mundial. Ese proceso de industrialización no es empero atribuible enteramente a la erosión de la capacidad de compra de las exportaciones 125 : a la especial interven125
Es más, entre 1.933 y 1.937 aumentan temporariamente, a pesar de la depresión de los mercados mundiales, los precios de exportación y mejoran los términos del intercambio para la Argentina. El motivo es la prolongada sequía en las regiones productoras de granos de los Estados Unidos, Canadá y Australia. “En 1.937 los términos del intercambio para la Argentina habían vuelto al nivel de 1.928 y, por tanto, al de 1.913, el más alto por muchas décadas”. Pero en 1.937, se produce una nueva recaída. Ibídem, pág. 494. [109]
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ción del Estado, a la estrategia implementada por la fracción hegemónica de la burguesía terrateniente y a la intensificación de la radicación de capitales foráneos justamente en la estructura industrial, les cabe un papel de primer orden en la explicación del mismo. En lo referido a las inversiones de capital extranjeras ya dijimos que, como efecto de la crisis del comercio internacional, registran una merma en países como la Argentina al tiempo que se insertan preferentemente en actividades centradas en la sustitución de importaciones. Veamos este proceso, crucial al fortalecimiento de la fracción industrial en la década del treinta, más en detalle.
3.1.1. La modalidad de penetración de los capitales extranjeros Aunque cuantitativamente las inversiones extranjeras en la Argentina disminuyen durante todo el período considerado, su gravitación sigue siendo esencial pero bajo una nueva forma. Mónica Peralta Ramos señala al respecto que “(...) es fundamental no confundir la cantidad de inversiones extranjeras que anualmente se vuelcan en la economía con su capacidad de control de las actividades económicas a partir de la reinversión de ganancias obtenidas localmente. Es decir, que si bien el flujo de capitales que viene del extranjero a invertirse en el país puede disminuir, esto no quiere decir que disminuyan las inversiones de empresas extranjeras ya establecidas en el país ni
[110]
que no pueda haber desplazamientos de ese capital extranjero establecido de un sector a otro de la economía” 126 . Azpiazu, Basualdo y Khavisse refuerzan a nuestro entender esa perspectiva al destacar que, bajo una forma de inserción diferente, el capital extranjero es igualmente importante en la nueva fase de acumulación. De ahora en más es la inversión extranjera directa realizada por una casa matriz para instalar subsidiarias en actividades industriales orientadas al mercado interno el mecanismo principal de penetración del capital extranjero 127 . Según esos mismos autores, la disminución del volumen de inversión extranjera puede explicarse también en virtud de este tipo especial de inserción en actividades industriales caracterizadas por un tamaño relativamente pequeño, una alta proporción de maquinarias y equipo, tiempos cortos de maduración y alta rotación del capital. Este tipo de inversiones, en un contexto de restricción estatal a la importación de productos terminados, permite aprovechar la demanda interna insatisfecha. Por otra parte, y retomando nuestro análisis anterior, los capitales que tienen como blanco las empresas dedicadas a actividades industriales (metales, maquinarias y vehículos, artefactos eléctricos, textiles, refinación de petróleo, productos farmacéuticos, alimentos, bebida, etc.), las compañías de seguros y los bancos 126
PERALTA RAMOS, Mónica. Acumulación del capital y crisis política en Argentina (1.930-1.974), pág. 67. 127
AZPIAZU, Daniel; BASUALDO, Eduardo y KHAVISSE, Miguel. El nuevo poder económico en la Argentina de los años 80, pág. 17. [111]
GRACIELA INDA
son, ya desde la década del veinte y en consonancia con la nueva relación de fuerzas a nivel mundial, principalmente norteamericanos. También provienen de Estados Unidos, convertido en un importante mercado de capitales, numerosos préstamos de corto y mediano plazo. Entre 1.914 y 1.928 prácticamente la totalidad del financiamiento externo del sector público nacional, provincial y municipal se obtiene en el mercado neoyorquino 128 . Lo importante es que la relación con Estados Unidos presenta una gran diferencia respecto de la mantenida con Gran Bretaña. Los saldos de la balanza de pagos con esta última son permanentemente favorables a nuestro país por el hecho de que es la principal compradora de las exportaciones argentinas (lo cual queda compensado del lado británico por los intereses y dividendos de las inversiones de ese origen, los fletes de transporte marítimo inglés y los ingresos por la prestación de servicios financieros). Como señalan Fodor y O’Connell, las corrientes de capital provenientes de la Argentina le permiten a Gran Bretaña saldar gran parte de su balanza comercial desfavorable 129 . No ocurre lo mismo con los saldos correspondientes al comercio con Norteamérica. Sus políticas proteccionistas, reforzadas en 1.927 por el cierre total a la importación de carnes y cereales argentinos, hacen que los saldos de la balanza de pagos sean negativos para 128
PHELPS, Vernon L. “El crecimiento de las inversiones extranjeras en la Argentina, 1.910-1.934” en GIMÉNEZ ZAPIOLA, Marcos (compilador). El régimen oligárquico. Materiales para el estudio de la realidad argentina (hasta 1.930), pág. 334. 129
FODOR, Jorge G. y O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 9. [112]
nuestro país 130 . La combinación de un superávit comercial con Gran Bretaña y un déficit con Estados Unidos determina que nuestro país dependa de la financiación que haga la primera de su excedente de importación (o sea, que pueda convertir libras en dólares) o de las exportaciones netas de capital que realicen los segundos 131 . Asimismo, y como hemos visto, el hecho de que Gran Bretaña (importadora de alimentos y materias primas y exportadora de manufacturas) requiera de la Argentina la producción de alimentos y la importación de productos manufacturados tiene como efecto una obstaculización de las actividades de industrialización no vinculadas a las exportaciones. No sucede lo mismo en la conexión con Estados Unidos. Éste último país, por el contrario, se autoabastece de los productos en que se ha especializado la Argentina al tiempo que, dado su fuerte desarrollo industrial, exporta productos industrializados y bienes de capital de alta tecnología. De tal forma, junto con la expansión de las inversiones norteamericanas se registra un notable incremento de las exportaciones de ese origen hacia nuestro país: las maquinarias, hierro, acero y automotores estadounidenses desplazan a sus equivalentes británicos produciendo lo que se llama usualmente el “comercio 130
Los saldos desfavorables de la década del veinte se revierten luego entre 1.940 y 1.945 por el aumento de las exportaciones argentinas hacia Estados Unidos y la caída de las importaciones de ese origen (las cuales, sin embargo, se recuperan después de la guerra). RAPOPORT, Mario. Gran Bretaña, Estados Unidos y las clases dirigentes argentinas: 1.940-1.945, págs. 21-28-33. 131
O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 485. [113]
GRACIELA INDA
duciendo lo que se llama usualmente el “comercio triangular” entre Estados Unidos, Argentina e Inglaterra 132 . Hacia 1.930, el 26% de las importaciones argentinas provienen de Estados Unidos, el 17% del Reino Unido y el 30% del resto de Europa 133 . Es que Estados Unidos, con el objeto de desarrollar su propia industrialización, está interesado en el mercado interno argentino como potencial importador de bienes de consumo durables, intermedios y de capital. No es la necesidad de alimentos baratos sino la conformación de grandes firmas (cuya expansión las insta a buscar mercados externos con menores costos de producción), la que explica la llegada de los capitales norteamericanos a la Argentina. No obstante, es recién después de la nacionalización de los ferrocarriles y de otras empresas inglesas, que los capitales norteamericanos llegan a superar a los capitales ingleses invertidos en la Argentina. Lo que es cierto es que la mayor parte de las nuevas inversiones proviene de Estados Unidos mientras que las inversiones británicas, así como las de los otros países europeos, se mantienen constantes. Pero, insistimos, no alcanzan todavía en importancia a las inver132
RAPOPORT, Mario. “El triángulo argentino: las relaciones económicas con Estados Unidos y Gran Bretaña, 1.914-1.943” en RAPOPORT, Mario (compilador). Op. cit., pág. 259. Mientras que las importaciones provenientes de Norteamérica casi quintuplican su monto entre 1.910 y 1.929 (de 118 millones pasan a 516 millones) las británicas crecen mucho menos, de 268 a 345 millones de pesos. 133
NEFFA, Julio César. Op. cit., pág. 116. [114]
siones inglesas: aún en 1.945 constituyen, según Rapoport, más del 50% del total de los capitales extranjeros ingresados al país. Sólo en la década del cincuenta las inversiones estadounidenses asumirán claramente el predominio sobre las demás inversiones extranjeras. Ahora bien, lo decisivo para nosotros es que la progresiva penetración de los capitales norteamericanos coincide con la ya mencionada reorientación de las inversiones. Valga como ejemplo que en 1.929 una tercera parte de los capitales estadounidenses en la Argentina se destina a minería e industria 134 . En general, puede decirse entonces que a partir de los cambios en la expansión del capital a nivel mundial, la relación entre la Argentina (formación dominada y dependiente) y las formaciones centrales (ahora también Estados Unidos) comienza a modificarse: la dominación del capital extranjero ya no se da simplemente por la reproducción de la relación de dependencia sino que establece su dominación directa en el propio seno de la formación social dominada. Mientras que en la fase anterior la relación entre los países centrales y los periféricos es similar a la que existe entre ciudades (industria) y campo (agricultura), después de la crisis del treinta “(...) el modo de producción de las metrópolis se reproduce, bajo forma específica, en el interior mismo de las formaciones dominadas y dependientes” 135 . La estructura de la dependencia incluye ahora también la industrialización, constituyendo una reproducción “inducida” e “interiorizada” del capital de los centros. 134
DORFMAN, Adolfo. Cincuenta años de industrialización en la Argentina, pág. 424. 135
POULANTZAS, Nicos. Op. cit., pág. 43. [115]
GRACIELA INDA
3.2. La burguesía industrial y su creciente diferenciación interna Como producto del creciente proteccionismo agrario de los grandes mercados internacionales, la actuación de ciertas políticas estatales internas que tienen un efecto proteccionista y la reorientación de las inversiones extranjeras directas crece la importancia de las actividades industriales en el conjunto de la economía. Entre 1.935 y 1.945 la producción industrial crece al 8% anual acumulativo y se duplica la ocupación industrial 136 . La estructura industrial, que había comenzado a diversificarse y a producir para el mercado interno en la segunda mitad de la década del veinte, registra a mediados de los treinta un impulso decisivo. En poco tiempo, el valor total de la producción industrial excede al de la producción agraria: en 1.935 un 14% y en 1.943 en un 132% 137 . Sin embargo, no hay que menospreciar el hecho, señalado por Weil, de que los valores de una producción contienen a los de la otra. El sector agrario satisface con materia prima a la industria mientras que la producción agraria contiene productos adquiridos en el sector industrial. Si nos fijamos en el valor neto agregado por cada proceso de producción podemos arribar a conclusiones más justas. Si bien el valor agregado por la in136
AZPIAZU, Daniel; BASUALDO, Eduardo y KHAVISSE, Miguel. Op. cit., pág. 16. 137
WEIL, Félix. “La industrialización argentina en los años ‘40” en RAPOPORT, Mario (compilador). Op. cit., pág. 364. [116]
dustria se eleva a más del doble entre 1.935 y 1.943 (mientras que el de la producción agraria sólo se incrementa aproximadamente un 17%, y debido al aumento del valor del ganado), la producción industrial en 1.935 se encuentra todavía alrededor de un 40% por debajo de la producción agraria, alcanzándola recién en 1.942 y superándola en 1.943 138 . Con todo, lo que nos resulta relevante es que, como explicaremos en detalle más adelante, la industrialización es una buena salida cuando caen las exportaciones agrarias tanto desde el punto de vista de la recolocación de las inversiones como desde el de la venta de las materias primas agropecuarias para su utilización industrial. Ahora bien, ¿en qué consiste específicamente ese proceso de industrialización? Un primer indicio nos lo proporciona la composición de la producción industrial por ramas. Para empezar podemos establecer que la diferencia entre la industrialización de los veinte y la de la década del treinta radica en que declina paulatinamente la participación de ramas como alimentos y bebidas, calzado e indumentaria, maderas, cueros, minerales no metálicos, papel e imprenta y publicaciones, mientras que se expanden lentamente las ramas de productos químicos y petróleo, productos metálicos y, especialmente, textiles 139 (y es justamente en estas ra138
Ibídem.
139
VILLANUEVA, Javier. Op. cit., pág. 457. Este autor entiende que no es la tasa de crecimiento industrial la que registra las transformaciones más importantes respecto del pasado sino más bien los cambios en cuanto a la composición del producto. [117]
GRACIELA INDA
mas en expansión donde, como veremos enseguida, se concentran las inversiones extranjeras directas). Sin embargo, a pesar de que las industrias metalmecánica y químicas mejoran su situación relativa, entre 1.935 y 1.940 siguen primando en el conjunto de las actividades industriales las de alimentación y vestuario, en tanto que crece la variedad de cultivos industriales y de ramas que proveen insumos intermedios (sobre todo textiles) 140 . En efecto, según el Censo Industrial de 1.935, alimentos, bebidas y tabaco agrupan el 30% de los establecimientos, el 25% del personal remunerado y proporcionan el 43% del valor bruto de la producción; textiles ocupa el 16% de los establecimientos, el 23% del personal y genera el 20% del valor bruto de la producción; metalmecánica, maquinarias y equipos concentra el 20% de los establecimientos, el 17% del personal remunerado y el 10% del valor bruto de la producción; y la industria química y petroquímica ocupa el 3% de los establecimientos, el 5% del personal remunerado y genera el 9% del valor bruto de la producción 141 . En general, desde fines de los años veinte hasta la posguerra inmediata la estructura industrial argentina se caracteriza entonces por la predominancia de las industrias vegetativas livianas, “salpicaduras” de metalmecánica y químicas simples orientadas al consumo final y gérmenes de desarrollo automotor y de industria eléctrica (principalmente de ensamble no integra140
DORFMAN, Adolfo. Cincuenta años de industrialización en la Argentina, pág. 48. 141
NEFFA, Julio César. Op. cit., pág. 126. [118]
das) 142 . Ciertamente, entre 1.935 y 1.946 los grupos vegetativos representan la mitad del capital industrial (con marcada preeminencia del grupo alimenticio) y los dinámicos una cuarta parte (por partes más o menos iguales entre metalmecánica y químicas, participando fuertemente de estas últimas las refinerías de petróleo) 143 . Siguen entonces, a pesar de las nuevas tendencias, predominando las llamadas industrias livianas productoras de bienes de consumo no durables. Algunas de las causas del desarrollo y la diversificación industrial ya han sido mencionadas: la limitación en la capacidad de importación provocada por la disminución de las exportaciones, ciertas regulaciones estatales (como por ejemplo el aumento de los derechos aduaneros a partir de 1.931), la existencia de un mercado interno consumidor relativamente amplio y en buena medida concentrado geográficamente, la disponibilidad de abundante fuerza de trabajo (provista ahora desde el interior), la relación de precios favorables a los productos industriales que hace más rentable la colocación de excedentes en las industrias productoras de bienes de consumo y las modificaciones en la expansión capitalista mundial. El proceso de industrialización que responde a esas nuevas condiciones - y que, como hemos establecido, se caracteriza por la dominancia de las industrias livianas- implica simultáneamente la aparición de industrias pequeñas y medianas y la intensificación del 142
DORFMAN, Adolfo. Cincuenta años de industrialización en la Argentina, pág. 60. 143
Ibídem, pág. 337. [119]
GRACIELA INDA
grado de concentración y de penetración del capital extranjero en la industria. Esto es de suma importancia para analizar la composición de la burguesía industrial en el período que va desde la crisis del treinta hasta principios de la década del cuarenta. Por una parte, tiene lugar un proceso de consolidación de un conjunto de industriales pequeños y medianos. “Muchas industrias pequeñas - principalmente aquellas conectadas con la producción de equipos industriales-, las que fabricaban repuestos y muchos talleres de maquinarias especializadas se expandieron, lo que sirvió de base al proceso de industrialización de posguerra” 144 . Por otra, se acentúa el grado de concentración de los capitales industriales. Podríamos discernir así ya en esta época un fraccionamiento de la burguesía industrial entre capitales pequeños y medianos y gran capital. Abona nuestra hipótesis la conclusión a que arriba Dorfman tras el estudio del Censo Industrial de 1.935. “La certidumbre de que la industria argentina se hallaba en vías de una marcada concentración fue, sin duda, una de las revelaciones más interesantes del censo practicado en 1.935 (...) Fue muy instructivo, entonces, constatar que el acrecentamiento y la diversificación productiva venían acompañados por la aparición de una multitud de pequeños establecimientos, a la vez que la consolidación de empresas más grandes, culminando con un grupo que, en muy escasa proporción de los establecimientos, concentraba sin embargo la mayor parte de la fuerza obrera, el equipamiento motor y
144
DI TELLA, G. y ZYMELMAN, M. Op. cit., pág. 72. [120]
capitales, contribuyendo con la parte preponderante de la producción fabril” 145 . Si consideramos la contratación de fuerza de trabajo como un buen índice del tamaño de los establecimientos industriales (que puede justificarse en este momento por la intensiva contratación de mano de obra que caracteriza el crecimiento de la producción industrial), tenemos que en 1.935, y según los datos del mismo Dorfman, los establecimientos industriales que sólo contratan hasta 10 obreros constituyen el 20%, los que ocupan de 11 a 100 obreros el 33%, de 100 a 500 obreros el 12% y los que emplean a más de 500 el 34% del total de los establecimientos industriales 146 . Si a estos datos sumamos los correspondientes a la participación en el producto bruto industrial en 1.937, podemos tener una mejor idea del proceso de concentración: el 1,4% de las empresas aporta el 57,6% de la producción industrial mientras que el 98,6% produce el 42,4% de esa producción total 147 . En muchos casos se trata de la industrialización de la producción primaria. Tal es el caso de Bunge & Born: siendo uno de los grandes exportadores de cereales (compra el 50% de la producción de cereales y exporta el 30% de la misma a mediados de los años trein145
DORFMAN, Adolfo. Cincuenta años de industrialización en la Argentina. 1.930-1.980, pág. 60. 146
Ibídem, pág. 134. Hay que considerar que existe una proporción de los establecimientos industriales (que en estos datos no se especifica) que no contrata personal obrero y que, por tanto, no forma parte de la burguesía industrial. 147
DORFMAN, Adolfo. Evolución industrial argentina, pág. 263. [121]
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ta) se diversifica ya desde la década del veinte estableciendo empresas que elaboran su propia producción primaria 148 . La otra característica que mencionamos como definitoria de la burguesía industrial es el peso decisivo de los capitales extranjeros en su interior. De nuevo según datos de Dorfman referidos al censo de 1.935, por lo menos más de la mitad del capital total de la industria es extranjero 149 . Mónica Peralta Ramos entiende además que “(...) la concentración económica coincide con el origen del capital invertido. Es decir, son las empresas extranjeras, o vinculadas al capital extranjero, las que están más altamente concentradas y las que por lo tanto controlan la mayor parte de la producción industrial” 150 . Puede decirse por tanto que la fracción más concentrada de la burguesía industrial está dominada directa o indirectamente por capitales foráneos. Lo cual está relacionado obviamente con el papel central, marcado por numerosos analistas, que cumple la corriente de inversiones extranjeras de tipo directo en la expansión de la industria en la segunda mitad de los treinta. Pero también guarda conformidad con el hecho de que las grandes empresas locales, como señala Javier Villanueva, están a su vez conectadas por lazos técnicos y financieros a firmas internacionales 151 . 148
AZPIAZU, Daniel; BASUALDO, Eduardo y KHAVISSE, Miguel. Op. cit., pág. 23-24. 149
DORFMAN, Adolfo. Evolución industrial argentina, pág. 301.
150
PERALTA RAMOS, Mónica. Op. cit., pág. 70.
151
VILLANUEVA, Javier. Op. cit., pág. 452. [122]
Ya hemos hablado de que la reorientación de los capitales extranjeros se traduce en un proceso de radicación e integración parcial de industrias extranjeras. En efecto, la agencia comercial importadora de ciertos bienes (electro-metal-mecánicos y químicos) se convierte en un primer momento en planta de montaje o reacondicionamiento de materiales terminados que provienen del exterior. En un segundo momento, se produce la instalación de talleres o laboratorios químicos para la producción de ciertas partes y compuestos complementarios de los que aún se importan (no obstante, los insumos básicos metálicos y químicos continúan proviniendo en buena medida del exterior). Si el primer destino de las inversiones directas en la industria por parte de los capitales extranjeros es el frigorífico (inversiones orientadas obviamente al acondicionamiento de uno de los principales productos de exportación), son las llamadas “nuevas industrias”, vinculadas a los ramos metalmecánica y químico, las que atraen la mayor parte de las inversiones extranjeras mediante el establecimiento de filiales. Ciertamente, aunque no faltan capitales industriales extranjeros que instalan fábricas de productos alimenticios y textiles, las industrias de automóviles, electrodomésticos, productos farmacéuticos y medicinales, cosmetología y electrificación son sus preferidas. Para más datos: entre 1.931 y 1.943 se instalan por lo menos 45 grandes empresas transnacionales, en buena parte norteamericanas, cuyas producciones tienden a con-
[123]
GRACIELA INDA
centrarse en las ramas químicas (12), metales (7), artículos eléctricos (6) y textiles (7) 152 . Ese tipo de industrias origina con el tiempo demandas que conducirán al establecimiento de industrias metalúrgicas, metalmecánicas y químicas de base 153 . Por ahora, no obstante, las empresas industriales de importancia mundial que establecen fábricas subsidiarias se dedican a la obtención de los mismos productos que sus casas matrices, pero en una escala menor y limitada a las fases finales de fabricación. Con ese objetivo reciben de dichas casas matrices equipos usados, maquinaria nueva y conocimientos tecnológicos (el célebre “know-how”). De tal forma, terminan el producto en el país importando la mayoría de los insumos a un tipo de cambio favorable mientras que el producto final está protegido por un precio más alto 154 . 152
Ibídem, pág. 464. El número de empresas que operan es, según el mismo autor, seguramente mayor que el se puede establecer con la información disponible. 153
Parte de estas industrias se establece durante los años treinta, pero como se desprende de lo dicho anteriormente, no son las de mayor peso. Es a mediados de la década del cincuenta (tras la interrupción de los años de la segunda guerra mundial) cuando se reanuda con fuerza este proceso pero en una escala mayor: se suman la fabricación completa de automotores, de tractores y diferentes maquinarias y equipos, de químicos sintéticos para el consumo final (como las fibras sintéticas y los detergentes) y para el uso de otras industrias (ácidos y álcalis, varios compuestos petroquímicos incluyendo el caucho sintético) al tiempo que se difunde la electroquímica y la electrometalúrgica. DORFMAN, Adolfo. Cincuenta años de industrialización en la Argentina, pág. 432. 154
CORTÉS CONDE, Roberto. Progreso y declinación de la economía argentina, pág. 45. [124]
En síntesis, al mismo tiempo que aumentan las inversiones extranjeras en la industria y se orientan a fabricaciones de nuevo tipo se opera un cambio en la modalidad de inserción de las mismas: en lugar de exportar bienes industriales se tiende cada vez más a la “exportación de industrias” (aunque sin abandonar el otro mecanismo) destinada a producir bienes para el mercado interno. Esta forma de penetración de los capitales extranjeros, característica sobre todo de los norteamericanos, hace posible dominar el mercado interno, en proceso de expansión, de forma más efectiva y la consecución de máximos beneficios dentro de las nuevas condiciones tanto internas como externas. En función de todo lo anterior podemos decir que en el mismo momento en que la burguesía industrial modifica su posición relativa dentro del conjunto de la burguesía se acentúa el grado de concentración y centralización en su interior. En otras palabras, adquiere relevancia en la estructura social un subconjunto de grandes industriales que por el tamaño de sus capitales tiene la capacidad de controlar fuertemente la producción. Esa capacidad es negada a los propietarios de las industrias pequeñas y medianas que, conforme a los datos anteriores, constituyen más de la mitad de las industrias existentes en 1.935. Es entonces el mismo proceso de afianzamiento de nuevos capitales en la industria y de aceleración del proceso de acumulación del capital el que profundiza la concentración o monopolización de los medios de producción y la centralización del capital. Y con ello el fraccionamiento de la burguesía industrial. Eso porque al incrementarse el capital aumenta paralelamente su concentración en manos de los capita[125]
GRACIELA INDA
listas individuales, aumenta la concentración de los medios de producción. Como ya lo indicara Marx, tanto la concentración de los medios de producción como la centralización de capitales ya existentes están implicadas en el proceso de acumulación 155 . La centralización (que es un proceso rápido comparado con la acumulación, pues se basa en modificar la distribución de las partes que integran el capital) complementa así la obra de la concentración, porque permite a los capitalistas industriales extender la escala de operaciones 156 . Al crecer las proporciones de los establecimientos industriales (ya sea por la expropiación de unos capitalistas por otros o por la aglutinación de capitales pequeños para formar unos pocos capitales grandes), se crean las bases para llevar adelante procesos de producción con una organización más amplia del trabajo colectivo. Cuanto mayor es la escala de producción, mayor es la productividad del trabajo y mayor también la posibilidad de absorber capitales de menor tamaño. Y ese proceso de aceleración, concentración y centralización del proceso de acumulación del capital industrial, que está en la base de la diferenciación interna de la burguesía industrial entre grandes capitales y
155
MARX, Carlos. El Capital, Tomo I, Sección Séptima, págs. 474-649. 156
Las historias de los grupos Tornquist, Bunge & Born, Braun Menéndez, Roberts y Fabril Financiera constituyen excelentes ejemplos de este proceso de centralización y concentración creciente. Al respecto, puede leerse con provecho LEWIS, Paul H. La crisis del capitalismo argentino, págs. 86-108. [126]
pequeños y medianos, tienen lugar en buena medida merced al ingreso de capitales extranjeros. De tal modo, la posición en que se encuentra a principios de la década del cuarenta la burguesía industrial al interior de la clase dominante no es principalmente el efecto de un desarrollo interno autónomo de las fuerzas productivas sino el resultado de nuevas formas de penetración del capital de los países centrales, de la redefinición de las funciones económicas asignadas a las periferias y, como analizaremos enseguida, de la nueva estrategia de la fracción hegemónica de la clase dominante y las políticas estatales que la acompañan que también son, en parte, producto de unas condiciones externas. Una última cuestión en relación a este tema. Aquí no nos ha interesado la distinción, de dudosa utilidad, entre capital nacional y capital extranjero en torno a la nacionalidad del inversor (tarea, por lo demás, dificilísima dada la interpenetración de los capitales ya acentuada en esta época). Hemos querido destacar una cuestión distinta: son las inversiones extranjeras las que en gran medida empujan el crecimiento industrial (y la concentración y centralización que le son paralelos) en la Argentina de la década del treinta. Se trata de una consideración de gran importancia para contrarrestar opiniones como la sostenida por Paul Lewis en un libro reciente. Según éste, en oposición al período anterior caracterizado por la primacía del capital extranjero, “(...) la industrialización entre la primera guerra mundial y 1.943 tuvo a la vanguardia al
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GRACIELA INDA
capital nacional privado” 157 . Ya sabemos qué pensar de esto. No hay que confundir las cosas. La diferencia entre gran capital y capital medio y pequeño, que según sostenemos comienza a darse en esta década, no debe identificarse de ninguna manera con la distinción entre burguesía nacional y burguesía compradora (es decir, al servicio del capital extranjero). Burguesía nacional no es sinónimo de capital autóctono: existen capitales autóctonos totalmente adscriptos al capital extranjero. Por la misma razón, tampoco se la puede identificar con la fracción del capital medio o pequeño. Menos aún se puede equiparar la oposición burguesía nacional - burguesía compradora con la distinción capital comercial - capital industrial. La tan mencionada, pero poco delimitada con rigurosidad, burguesía nacional sólo puede distinguirse en un plano distinto del económico y apelando a criterios políticos e ideológicos: sólo puede tratarse de una capa de la burguesía que ocupa un lugar relativamente autónomo en la lucha política e ideológica contra el capital imperialista extranjero 158 .
3.3. La nueva estrategia de la fracción hegemónica del bloque en el poder 157
Ibídem, pág. 109.
158
Es Nicos Poulantzas, en la obra citada con anterioridad, quien clarifica en un nivel teórico general esta cuestión. Al respecto, véanse págs. 66-67. [128]
Mientras las particulares condiciones internas de producción y la amplitud de la demanda mundial de productos agropecuarios se combinan para permitir el constante ensanchamiento de la renta agraria, las diferentes fracciones de la clase dominante, incluida la burguesía industrial, están cohesionadas alrededor de la defensa del librecambio. La Sociedad Rural Argentina, la Bolsa de Comercio y la Unión Industrial Argentina (expresión gremial de las industrias mayormente livianas asociadas al sistema agro exportador), no tienen conflictos agudos al respecto al tiempo que las modalidades de intervención estatal en la economía se orientan en su conjunto, tanto en los gobiernos roquistas como en los radicales, a reproducir las condiciones de expansión de una acumulación basada en las exportaciones agropecuarias. La forma típica de intervención estatal se relaciona a su vez con el hecho de que condensa una relación de fuerzas favorable a la burguesía terrateniente y sus más íntimas aliadas, las burguesías comercial y financiera, que encuentran por entonces la base de su poder en dicha expansión agro exportadora. Podría creerse a primera vista que las modificaciones en el proceso de acumulación del capital y en la modalidad de intervención estatal que tienen lugar a partir del treinta conllevan la hegemonía de la burguesía industrial en el seno de la clase dominante sobre una burguesía terrateniente que pugna por mantener intacta la centralidad agro exportadora y el librecambio. Nada más erróneo. Lo cierto es que si bien el proceso de sustitución de importaciones y las políticas estatales “proteccionistas” (tema éste que discutiremos en el próximo capítulo) [129]
GRACIELA INDA
implican paulatinamente un mayor peso relativo de la burguesía industrial en el seno de la alianza de clase dominante, no desplazan de su posición hegemónica a la fracción de los invernadores. Dicho de otro modo, durante toda la década del treinta y principios de la del cuarenta esta última fracción sigue siendo el elemento dominante del bloque en el poder. Veamos esto más de cerca. Murmis y Portantiero, en un trabajo ya clásico, nos muestran cómo los invernadores aceptan y promueven el proceso de industrialización basado en la sustitución liviana de importaciones. En el momento que el esquema de división internacional del trabajo en que se sustenta el crecimiento de las exportaciones agropecuarias deja de funcionar, dicen, se abren dos alternativas. La primera, intentada durante los primeros años de la crisis, consiste en esperar que se presente una coyuntura favorable para aumentar el coeficiente de integración en el mercado mundial. La segunda, finalmente adoptada, implica modificar en parte la estructura productiva, reemplazando en ciertos rubros las importaciones con producción local 159 . Ahora bien, la estrategia de los invernadores no se limita a propiciar cierto desarrollo industrial sino que se despliega en varios frentes. Por una parte, ya desde fines de la década del veinte, y en función de la con-
159
MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos. Estudios sobre los orígenes del peronismo, Primera Parte: Crecimiento industrial y alianza de clases en la Argentina (1.930-1.940). [130]
tracción del principal mercado externo de carnes 160 , este grupo modela una nueva propuesta política en lo referente al comercio internacional. La sabiduría librecambista es puesta en tela de juicio a través de una intensa campaña que lleva adelante la Sociedad Rural Argentina - presidida por el invernador Luis Duhaucuyo emblema central, ávidamente secundado por los frigoríficos, es “comprar a quien nos compra”. Ese programa parece en principio reflejar los intereses tanto de criadores como de invernadores por cuanto una caída de las exportaciones perjudica a ambos grupos. Pero visto más en detalle, habla más bien de los intereses de los invernadores: al ser Gran Bretaña casi el único comprador de carne enfriada, con tal campaña se promueve especialmente esta comercialización. Por otra parte, los invernadores reelaboran su posición frente a la intervención del Estado en el comercio de carnes. En efecto, la Sociedad Rural Argentina no se conforma con la perspectiva de un convenio bilateral con Inglaterra: entre 1.931 y 1.932 lanza el denominado “Plan Orgánico de Defensa Ganadera” con el propósito declarado de proteger a los ganaderos de las tácticas de los frigoríficos. Es que los invernadores también tienen sus contradicciones con la industria frigorífica en cuanto ésta, organizada bajo una forma oligopólica, suele desplazar las caídas de precios a los ganaderos. 160
Recordemos que el autoabastecimiento agrícola de los países centrales tiene como efecto un crecimiento de las carnes vacunas al interior de las exportaciones agropecuarias (superando a los granos y cereales) al tiempo que las tierras se destinan crecientemente a la producción ganadera. [131]
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Cuando los invernadores se ven afectados por la crisis mundial solicitan, con el apoyo de los criadores 161 , la puesta en marcha de una legislación que los proteja. Simplificando, una vez zanjada su participación en el mercado mundial a través del Pacto Roca-Runciman y abierta la posibilidad de encontrar respaldo estatal para mejorar los precios de venta de su producción, los invernadores ponen en marcha una estrategia diferente frente a la industrialización que antes les parecía un obstáculo. En el mismo momento en que las nuevas condiciones internacionales dejan de ser vistas como circunstanciales, el mercado interno se presenta como una buena fuente de colocación de los productos agropecuarios sometidos a un proceso de industrialización. La sustitución de ciertas importaciones aparece asimismo como una opción que permite el mejor funcionamiento de una economía caracterizada ahora por la erosión del poder de compra de las exportaciones y, por ende, de las divisas necesarias para hacer frente a las importaciones. No es casual entonces que las fuerzas políticas conservadoras, reposicionadas desde 1.930 en las cimas administrativas del Estado, lleven adelante políticas 161
En este momento criadores e invernadores coinciden en la necesidad de una intervención estatal en el comercio de carnes (de hecho los criadores la solicitan desde hace tiempo a pesar de la histórica oposición de los invernadores, tradicionales aliados de los frigoríficos). Sin embargo, como veremos, esa convergencia de intereses es sumamente acotada: subsisten fuertes disidencias en cuanto al alcance de la intervención y en cuanto hasta dónde llevar el choque con los frigoríficos. [132]
que promueven la sustitución de importaciones. Es que el desarrollo de ciertas ramas de la industria liviana hace posible, sin alterar lo esencial de la estructura económica, un ajuste a las nuevas condiciones del comercio mundial. “En la medida en que desciende la participación de las economías agro exportadoras en el mercado mundial, se hace necesario, para nivelar la situación a los nuevos términos, que las importaciones desciendan a la altura de las exportaciones” 162 . En otras palabras, el crecimiento de las actividades industriales de sustitución de importaciones incentivado por los invernadores (y en el cual participan también, como vimos, los capitales internacionales) no implica de ninguna manera la modificación de raíz de la estructura económica. El objetivo principal consiste en producir los bienes de consumo anteriormente importados, sobre todo los de alimentación y textiles. Recordemos que, en efecto, el incremento industrial se concentra en las ramas que elaboran materias primas agropecuarias. Y es la capacidad de desplazarse rápidamente de una actividad a otra, característica tanto de la fracción de los invernadores como de las fracciones comercial y financiera, la que permite esa reorientación estratégica. En efecto, y como analizamos en su oportunidad, el escaso capital fijo y la alta proporción de capital de giro con que operan les posibilita adaptarse a las nuevas condiciones reorientando con celeridad sus inversiones. Tal flexibilidad se pone de manifiesto una vez 162
MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos. Op. cit., pág. 13. [133]
GRACIELA INDA
más cuando la inversión en industrias sustitutivas de importaciones se torna rentable. En resumen, el grupo de los invernadores no sólo no se opone al proceso de industrialización en marcha: lo promueve. Lo hace de dos formas: invirtiendo directamente en las actividades industriales y, dado su poder en el seno del Estado, imponiendo una estrategia diferente de intervención en la economía y un proyecto aggiornado al conjunto de la burguesía. La primera forma está obviamente condicionada por el hecho de que, por las razones ya apuntadas, las actividades agropecuarias pierden atractivo para la reinversión de la renta agraria obtenida a escala internacional. La fuerte inversión de bienes de capital que exige el ya mencionado agotamiento progresivo de las tierras vírgenes viene a coincidir con la disminución de las perspectivas de rentabilidad de las exportaciones agropecuarias tradicionales. En un trabajo reciente, Musacchio confirma que simultáneamente al crecimiento de la inversión en la industria, la inversión y la importación de bienes de capital en las actividades agropecuarias muestran un claro estancamiento. Y agrega: por lo menos el 38% de la inversión industrial entre 1.935 y 1.939 (equivalente al 2% del PBI) no puede ser vinculada a los capitales foráneos ni atribuirse a las pequeñas y medianas industrias (cuya capacidad de acumulación hace dudar de semejante participación en el crecimiento industrial de la época). “Es evidente - dice este autor- que estamos en presencia de un fenómeno que involucra a sectores con una capacidad de acumulación importante, que debe buscarse en algunos grandes y medianos grupos industriales locales de antigua data, pero también en otras actividades, como [134]
la agropecuaria que, coincidentemente, se encontraba con serios problemas para sostener un proceso de reproducción ampliada. Por lo tanto, creemos que un grupo de la elite tradicional comenzaba a diversificar sus inversiones hacia la industria” 163 . Insistimos, nuestra interpretación es que, ante el panorama de una baja de la rentabilidad agropecuaria, el grupo de la burguesía terrateniente dotado de una significativa elasticidad realiza inversiones en empresas industriales propias o participa en el capital accionario de empresas de origen extranjero. Pero hay más. Como dijimos, dicha fracción participa del proceso de industrialización también de otra forma. Se posiciona en el terreno estatal a favor de la adopción de determinadas medidas que al fomentar cierto desarrollo industrial posibilitan asimismo un mejor funcionamiento global del proceso de acumulación. Todo ello sin abandonar su tradicional fuente de ganancias: el comercio exterior. En efecto, podría decirse que sólo cuando logra una posición privilegiada en las restringidas cuotas de exportación este grupo se permite promover la sustitución de importaciones. Y aún cuando ello sucede el comercio exterior sigue fijando los límites y las posibilidades de crecimiento del conjunto de la economía. Es que a pesar del estancamiento de la producción agropecuaria y la coyuntura de precios favorables a los productos industriales, todo el sistema sigue depen163
MUSACCHIO, Andrés. Política económica, grupos sociales e industrialización: la Argentina en la década del 30, pág. 20. [135]
GRACIELA INDA
diendo (incluso la industria) de la producción agropecuaria en cuanto a la entrada de divisas. Esta importancia clave de la producción agraria en el conjunto de la economía se ve reforzada además por la influencia decisiva que ejerce en el valor de la fuerza de trabajo en el mercado interno. En fin, al adoptar una táctica de promoción de una sustitución de importaciones limitada a la industria liviana perfectamente compatible con el intercambio agro exportador e imponer en el terreno contradictorio del Estado una reorientación de la política económica y del discurso político hegemónico 164 , la fracción de los invernadores logra conservar la dirección estratégica del conjunto de la burguesía. Las burguesías comercial y financiera rápidamente actúan como mediadoras del proceso de inversiones del agro hacia la industria. También los intereses de la burguesía industrial convergen en el proceso de sustitución de importaciones que se lleva adelante 165 . Los grandes industriales ligados a la Unión Industrial Argentina propician, en efecto, un modelo de in164
En efecto, los intelectuales-funcionarios del Estado proclaman, cada vez con mayor claridad, que junto a la producción de la tierra las industrias por entonces denominadas “naturales” (es decir, que utilizan materias primas del país) son los motores del desarrollo nacional. 165
Insistimos en aclarar un malentendido bastante extendido en la literatura. No se trata de que recién ahora la burguesía industrial se gane un lugar dentro de la alianza de clase dominante (lo cual supone que antes estaba fuera de ella). Como ya lo hemos indicado, la burguesía industrial en su conjunto ya desde los inicios de la fase de acumulación agro exportadora forma parte de la alianza de clase dominante, ocupando - claro está- una posición subordinada. [136]
dustrialización basado en las industrias livianas que no signifique una transformación tajante de la estructura productiva y que asegure una inversión lucrativa al capital extranjero radicado en el país. No oponen por tanto un proyecto de profundización del proceso de industrialización que entre en conflicto con la estrategia de la fracción hegemónica. Al igual que en la fase anterior, la preocupación central de los industriales pasa por oponerse a los reclamos obreros. En función de la preservación de su tasa de ganancia (se trata, recordémoslo, de una industria basada en la extracción de plusvalía absoluta) sigue resistiendo todo intento de reducir la jornada de trabajo o de aumentar los salarios, principales motivos de las luchas obreras. La ya mencionada Asociación del Trabajo organiza la resistencia y a ella adhiere la Sociedad Rural Argentina, la cual milita especialmente para excluir de los alcances de una posible legislación favorable de los trabajadores a los obreros rurales 166 . Asimismo, el proyecto de industrialización hegemónico tampoco entra en contradicción con la estrategia imperialista de la época sino que se ajusta perfectamente a ella. En efecto, como hemos dicho varias veces, la burguesía norteamericana no está principalmente interesada en exportar productos manufacturados que compitan con la industria local (como el caso de la burguesía industrial inglesa), sino más bien en aprovechar la industrialización de la Argentina para venderle maquinarias y bienes de capital (en la producción de los cuales tiene ventajas tecnológicas) y en 166
CÚNEO, Dardo. Op. cit., pág. 129. [137]
GRACIELA INDA
participar en el mercado argentino por medio de inversiones directas e indirectas. La fracción más poderosa de la burguesía industrial expresada a través de la Unión Industrial Argentina tiene la misma concepción del país que los ganaderos de la Sociedad Rural Argentina: su “proteccionismo” es limitado y no pretende ir más allá de una producción complementaria de la importación. El pequeño y mediando capital industrial, por su parte, carece de canales institucionales y es incapaz de formular un proyecto de industrialización propio, a pesar de que su propia supervivencia está amenazada por la concentración del capital industrial. Lo dicho hasta aquí respecto de la nueva estrategia de la fracción hegemónica de la burguesía terrateniente y del consenso que encuentra en las burguesía industrial, comercial y financiera se evidencia claramente en ocasión de la discusión en 1.940 del famoso Plan Pinedo. Dicho Plan propone que el Estado adquiera los excedentes agrícolas que no encuentran salida en el mercado externo y la estimulación de la producción industrial y la construcción. Pretende, al mismo tiempo, asegurar a los productores agropecuarios una demanda para sus productos y el mantenimiento del nivel de actividad económica mediante un plan de construcción de viviendas populares y el estímulo a las producciones industriales exportables que no impliquen una disminución de las importaciones de los países compradores de los productos locales. En resumidas cuentas, el Plan combina la protección de los grandes terratenientes con la incentivación de una industrialización limitada controlada por ellos que sirva para compensar [138]
el declive de las importaciones extranjeras por la guerra. La Unión Industrial Argentina aprueba, como es de esperar, un proyecto que promete créditos a largo plazo para las industrias existentes y un reajuste de las tarifas aduaneras. En efecto, el Plan otorga al Banco Central (creado en 1.935) atribuciones para disponer de una parte de los depósitos existentes en los bancos comerciales con el objeto de financiar préstamos a la industria. Los bancos podrían computar esos fondos como parte del “efectivo mínimo” exigido por el Banco Central 167 . Lejos está este organismo, controlado por las grandes industrias tradicionales adheridas al sistema agro exportador, la idea de proponer una política de industrialización más amplia. Al capital extranjero industrial, especialmente norteamericano, y a las industrias emergentes en la fase agro exportadora les basta con la perspectiva de contar con regímenes de protección frente a las importaciones y con la ampliación del mercado interno. La Bolsa de Comercio, mientras tanto, aplaude la iniciativa del gobierno. Al tiempo que la Sociedad Rural Argentina aprueba la propuesta de compra de las cosechas por parte del Estado y recomienda cautela en cuanto a la promoción industrial. Solamente las industrias que utilicen materias primas autóctonas y no alteren el intercambio externo merecen la atención estatal. Pero en esto coincide con el propósito mismo del Plan
167
AZPIAZU, Daniel; BASUALDO, Eduardo y KHAVISSE, Miguel. Op. cit., pág. 31. [139]
GRACIELA INDA
y, en realidad, con la política económica implementada durante toda la década. En definitiva, si bien el Plan fracasa, principalmente por la oposición que encuentra en el radicalismo 168 y las asociaciones ganaderas que agrupan a los criadores, puede notarse en él la recomposición estratégica del grupo de los invernadores que ha comenzado a diversificar sus intereses y el progresivo peso del gran capital industrial. “Estos sectores son los que monopolizaron las pocas medidas que se implementaron del Plan Pinedo tal como la Corporación para la Promoción del Intercambio S.A. que manejaba la venta de divisas provenientes de las exportaciones de nuevos productos a los importadores de productos restringidos. En el Directorio de la Corporación confluyeron los directivos de las mayores empresas norteamericanas radicadas en el país con los directivos de los principales grupos económicos diversificados locales” 169 . Se entiende entonces que la industrialización de la década del treinta, en tanto producto de la reorientación estratégica del grupo de los invernadores y del flujo de capitales extranjeros, se caracterice por el dominio de las industrias de transformación de materias primas agropecuarias complementado con las indus168
El radicalismo proclama que es la producción agropecuaria, y no la industria “artificialmente fomentadas”, el eje de la economía nacional y abraza el librecambio, alineándose así con los ganaderos criadores. Asimismo, postula la protección de los “consumidores urbanos” que ante medidas proteccionistas de la industria se ven perjudicados por un aumento de los precios de los productos manufacturados que consumen. MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos. Op. cit., págs. 40-41. 169
AZPIAZU, Daniel; BASUALDO, Eduardo y KHAVISSE, Miguel. Op. cit., pág. 32. [140]
trias no tradicionales implantadas justamente por esos capitales transnacionales. Constituye, ante la depresión de la demanda de alimentos en los mercados exteriores tradicionales, una nueva modalidad de canalización de la renta agraria y una nueva forma de penetración del capital de los centros hegemónicos mundiales. Dicha industrialización es limitada y dependiente ya que las importaciones de bienes de capital y de insumos intermedios impiden el desarrollo local de tecnología al tiempo que el pago de regalías y de asistencia técnica implican una constante pérdida de divisas 170 .
3.4. La posición de la fracción de los criadores Dentro de la clase dominante es la fracción terrateniente de los criadores la que más tiene que perder dentro del esquema emergente de la crisis mundial. Los ganaderos criadores, desde siempre socios secundarios en la apropiación de la renta agraria, ven obstaculizadas sus transacciones con Gran Bretaña dado que el núcleo de los invernadores monopoliza ese comercio. Aunque tanto los invernadores como los criadores dependen de la evolución del comercio exterior, los primeros logran, a través del Pacto Roca-Runciman, el mantenimiento de su tradicional fuente de ganancias mientras que los segundos, por el contrario, quedan al margen de las cuotas de exportación. 170
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 332. [141]
GRACIELA INDA
En efecto, en tanto que la exportación anual de carnes enfriadas logra estabilizarse, la exportación de carne congelada desciende gravemente 171 . Además, ante la caída de los precios de las carnes, los frigoríficos recurren (como lo han hecho históricamente) a diferentes prácticas para transferir dicha caída a los ganaderos, y en especial a los criadores. En 1.929 y 1.933, por ejemplo, el precio medio del ganado vacuno en Liniers (mercado principal de los criadores) baja un 41%, mientras que el precio de la carne desciende apenas un 10% en Capital Federal y un 17% en Smithfield 172 . De tal modo, las diferencias existentes desde décadas anteriores entre invernadores y criadores no hacen más que acentuarse luego de la crisis internacional del treinta. Si bien desde hace tiempo los criadores reiteran sus protestas ante la Sociedad Rural Argentina por las discriminaciones de precios entre ganaderos y las clasificaciones arbitrarias de haciendas, es con la depresión cuando se produce un endurecimiento de la posición de este último grupo frente al de los invernadores. Por una parte, fracasado su intento de participar en el comercio de carnes con Gran Bretaña, la fracción de los criadores intenta abrirse nuevos mercados para la exportación de carnes congeladas y en conserva tales como Estados Unidos, Italia y Alemania. Su interés radica en ampliar sus posibilidades de intercambio. En consecuencia, este grupo brega por reemplazar la divisa de los grandes ganaderos asociados a Inglaterra 171
MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos. Op. cit., pág. 27. 172
GIBERTI, Horacio C. E. Op. cit., pág. 211. [142]
(“comprar a quien nos compra”) por otra ajustada a sus necesidades (“vender a quien nos vende”), en un intento de penetrar especialmente en el mercado norteamericano 173 . Eso se explica porque mientras los ingleses compran principalmente carne enfriada de calidad proveniente de los campos de engorde o invernada, los ganaderos dedicados a la cría (cuya carne es de menor calidad) sólo pueden exportarla en conserva o congelada, quedando así fuera de ese comercio. El mercado estadounidense, por su parte, se halla cerrado a la importación de aquellos productos (entre los cuales figura la carne enfriada) que produce internamente. Pero su actitud respecto de los productos que no produce como para satisfacer toda su demanda interna es distinta: éste es el caso de las carnes en conserva y otros productos agrícolas. Por otra parte, los ganaderos criadores se enfrentan a toda propuesta que tienda a impulsar la sustitución de importaciones. Esta posición antiindustrialista queda expuesta en los distintos planteos realizados por las asociaciones rurales del interior, siendo la más importante la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa, CARBAP. En el transcurso de la década del treinta y principios de la del cuarenta dicha confederación denuncia toda política o mera tentativa de protección de las industrias, incluido el Plan Pinedo, por su contribución al cierre de los mercados de las exportaciones agropecuarias. “Ni siquiera se trata, como en el caso de la 173
MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos. Op. cit., pág. 31. [143]
GRACIELA INDA
se trata, como en el caso de la SRA de alertar contra la promoción deliberada de industrias artificiales; para los ganaderos subordinados la mera estabilización de las industrias ya existentes era vista como un perjuicio” 174 . Para este subconjunto de la burguesía terrateniente la industrialización en marcha no constituye, creemos, una opción válida ya que, a diferencia de los invernadores, ve limitada su capacidad de maniobra para dirigirse a otras actividades económicas. Ahora bien, la estrategia de los criadores desvinculados de los frigoríficos no consiste solamente en rechazar las políticas estatales que traban el comercio de exportación por medio de los incentivos a la sustitución de importaciones y en batallar por la apertura de nuevos mercados. Al mismo tiempo, los criadores solicitan en forma cada vez más insistente y firme una modalidad de intervención estatal en el mercado de carnes que choca con la propugnada por los invernadores. En otras palabras, la fracción de los criadores combina la defensa del más estricto librecambio en lo referente al comercio exterior con la lucha por lograr una intervención del Estado que rompa la tradicional relación entre gran estanciero y frigorífico extranjero. Los avatares de esa lucha constituyen un capítulo sumamente interesante de las contradicciones internas de la burguesía terrateniente y, al mismo tiempo, de las transformaciones que sufre la modalidad de intervención estatal en el campo económico en la década del
174
Ibídem, pág. 39. [144]
treinta. Es por ello que creemos que amerita un análisis detenido.
3.4.1. Criadores frente a invernadores en torno a la intervención estatal en el comercio de carnes Como hemos señalado con anterioridad, desde la década del veinte los criadores exigen la intervención estatal en el comercio de carnes mientras que los grandes estancieros vinculados a la industria frigorífica se oponen. Sin embargo, como efecto de la crisis de los precios ganaderos, dicha contradicción toma otro carácter: los primeros siguen solicitando una intervención directa del Estado en la industrialización y comercialización de carnes al tiempo que los invernadores ajustan su postura: pretenden en el nuevo contexto una presencia estatal limitada a mantener los precios pero que no implique la gestión de empresas frigoríficas. En efecto, cuando en medio de la crisis necesita de la protección estatal, la Sociedad Rural Argentina conducida por los invernadores comienza a poner énfasis en la regulación de la relación entre los precios internos y los precios externos - esto es, en el control del margen de comercialización de la industria frigorífica-, mientras confía en la clasificación de ganado practicada por los frigoríficos. Es que el pool frigorífico, que se distribuye las cuotas del mercado británico de carne vacuna, compra directamente en las estancias la cantidad y la calidad de ganado requeridas. Este mecanismo, como hemos [145]
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dicho muchas veces, beneficia a los invernadores propietarios de tierras especiales de pastoreo ya que obtienen precios más altos que los que logran los criadores en el mercado abierto. De tal modo, a partir del treinta los invernadores tienen frente a la industria frigorífica una actitud matizada. Por un lado, pretenden (por intermedio de la acción estatal) poner límites a las habituales transferencias de las caídas de los precios internacionales que les efectúa dicha industria. Por el otro, aspiran a mantener su condición de proveedores de los frigoríficos. En función de este último objetivo es que, a pesar de la primera contradicción, propugnan una intervención estatal acotada. Las sociedades rurales del interior que representan a los criadores y frigoríficos pequeños y medianos (en 1.932 se constituye la ya mencionada CARBAP y también la Confederación de Sociedades Rurales del Litoral - Entre Ríos y Corrientes-, CSRL) plantean algo diferente. Sin olvidar la relación entre los precios internos y los externos, atribuyen suma importancia a las diferencias entre categorías de ganado y a la cotización. Esto no es difícil de entender ya que la discriminación de ganado efectuada por la industria frigorífica oligopólica constituye uno de los mecanismos por los cuales los criadores quedan relegados a precios inferiores: “(...) mientras la mayor parte del ganado comprado en las estancias está clasificado como apto para enfriado, el ganado de calidad comparable que se vende en Liniers con frecuencia se divide más o menos por igual entre el ganado apto para ser enfriado y grados inferiores” 175 . Asimismo, solici175
WEIL, Félix. “La tierra del estanciero”, pág. 336. [146]
tan la creación de un frigorífico controlado por los productores para regular el mercado y acabar con el favoritismo de los grandes frigoríficos. La remozada posición “intervencionista” del grupo de los invernadores pronto se traduce en la sanción de una ley, la 11.747 de 1.933 176 . Ciertamente, no se puede dudar de su paternidad ya que es elaborada sobre la base de un plan elevado por la Sociedad Rural Argentina al Poder Ejecutivo denominado “Plan orgánico de defensa ganadera”. Dicha ley crea la Junta Nacional de Carnes y nacionaliza el Frigorífico Municipal inaugurado en 1.929 en Capital Federal. Atribuye a dicha Junta facultades para controlar el comercio de carnes, establecer normas para tipificación y clasificación del ganado y carnes para consumo o exportación, fiscalizar bodegas, regular embarques y crear empresas frigoríficas. Pero aún cuando contempla la creación del Frigorífico Nacional de la Capital y de la Corporación Argentina de Productores de Carne (CAP), la nueva ley tiende a garantizar, como dijimos, los intereses de los invernadores. En efecto, según lo dispuesto en la llamada Ley de Carnes, el financiamiento de las actividades de la Junta debe basarse en donaciones, multas y especialmente en una contribución automática de los que venden ganado a las empresas frigoríficas. El 20% de esos fondos debe utilizarse para gastos operativos y el 80% restante para la organización de un frigorífico de los producto176
Exposiciones detalladas de los problemas en torno al comercio de carnes en esta época pueden encontrarse en los clásicos trabajos de GIBERTI, Horacio C. E. Op. cit., págs. 206-232 y de SMITH, Peter H. Op. cit., págs. 144-205. [147]
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res. Pero las participaciones de los ganaderos en este proyectado frigorífico se distribuyen según la contribución de cada uno, la cual cubre las ventas de ganado realizadas a los frigoríficos. De tal modo, aún cuando prevé la formación de un frigorífico “cooperativo”, los criadores quedan de antemano al margen mientras que los invernadores ganan el control del mismo. Eso explica que si bien en un principio los criadores apoyan, con ciertas reticencias, la campaña de la Sociedad Rural Argentina basada en el “Plan orgánico”, en la discusión de la ley se enfrentan con los invernadores en torno a la composición de la Junta (en la que incluso ganan un asiento los frigoríficos). Pero más allá de las disputas alrededor de su contenido, lo cierto es que ni siquiera se cumplen las disposiciones de la ley que tienden a favorecer la posición de los criadores. Aún cuando queda abierta la posibilidad de conformar una “empresa testigo” que defina con claridad los costos y beneficios correspondientes a las distintas etapas que van desde la cría de ganado hasta la carne para consumo interno o externo (lo que permitiría encauzar el oligopolio frigorífico), ésta no se concreta. Los invernadores y los frigoríficos siguen dominando el mercado de carnes, manejando el precio del ganado e impidiendo la conformación de una empresa “testigo”. Recurren para ello a prácticas tales como la presentación de pedidos de inconstitucionalidad de los aportes compulsivos, quejas ante el Senado, etc. Pese a que los estatutos de la CAP - aprobados en 1.934 y elaborados por la Junta en ejercicio de sus atribuciones- la autorizan a intervenir directamente en el proceso de industrialización y comercialización de carnes, en los hechos se limita a actuar como compra[148]
dora de hacienda en el mercado de Liniers (lo cual no significa que dicha intervención no lesione los intereses de los invernadores, como veremos) y abandona su proyecto de una fábrica propia. Los frigoríficos continúan con su habitual clasificación de tropas que favorece a unos pocos ganaderos, los invernadores. La CAP es asimismo utilizada para eludir la cláusula del Tratado Roca-Runciman según la cual solamente las empresas argentinas que no persigan fines de beneficio privado (o sea, las cooperativas de ganaderos) pueden explotar el 15% del mercado de carnes británico. Hasta 1.941, en que consigue sus propios mataderos, la CAP compra su cuota de carne principalmente a las empresas Sansesina, del grupo Tornquist, y Smithfield & Argentine. Esto es, contrata faena con los propios establecimientos frigoríficos cuya acción critica. Mientras tanto, dice Giberti, la Junta sostiene que el Frigorífico Nacional ya no constituye una solución adecuada. Durante aproximadamente los tres años siguientes a la aprobación de la Ley de Carnes de 1.933, la CAP y la Junta mantienen buenas relaciones. Los criadores pampeanos (sobre todo, los grandes criadores) están medianamente satisfechos en la medida en que las compras que hace la CAP en el mercado de Liniers (en lugar de comprar directamente en las estancias) aumenta el volumen de las matanzas y mejora los precios. Cierta recuperación de la coyuntura económica y la acción de la CAP hacen que los precios pagados en Liniers se igualen hacia mediados de la década a los pagados en las estancias. Justamente en ese lapso, más específicamente entre 1.934 y 1.936, tiene lugar el conocido debate en el Se[149]
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nado sobre el comercio de carnes protagonizado por el demócrata progresista por Santa Fe, Lisandro de la Torre. La postura de los ganaderos medianos de las zonas de cría encuentra un portavoz en el Congreso. El senador argumenta que la ganadería argentina se encuentra en ruinas por obra del monopolio frigorífico (que a pesar de la ley de carnes reduce constantemente el precio local del ganado, aún cuando aumenta en Smithfield, perjudicando seriamente a los ganaderos) y la complicidad del gobierno con los invernadores. Al mismo tiempo, sostiene que el empleo de la cuota del 15% prevista por el Pacto Roca-Runciman favorece a los grandes ganaderos (puesto que debe cubrirse, según decisión gubernamental, con carnes enfriadas) y a los frigoríficos (en tanto la CAP subcontrata con ellos). La propuesta de de la Torre, en pocas palabras, se basa en la creación de un monopolio estatal de la industria de la carne: el Estado debe industrializar la carne por sí mismo o bien suscribir contratos con aquellos frigoríficos que mantengan una relación razonable entre costos y precios. En suma, la intervención directa del Estado para proteger al grupo ganadero más expuesto a las maniobras de los frigoríficos. En los estertores de ese debate cambia nuevamente el escenario: criadores e invernadores entran en conflicto abierto en torno al control de las dos entidades creadas por la Ley de Carnes de 1.933, o sea, la Junta Nacional de Carnes y la Corporación Argentina de Productores de Carnes (CAP). Ciertamente, en 1.936, año en que se renegocia el Pacto Roca-Runciman estableciéndose un arancel del 20% sobre el precio de venta de las importaciones de carnes argentinas a Gran Bretaña, la Junta decide adop[150]
tar una política de “acción solidaria” con los frigoríficos. Ésta se materializa en el “Plan Integral para el Comercio de Carnes” que establece, defendiendo claramente los intereses de los invernadores, un subsidio a la producción de carne enfriada mientras que las calidades inferiores quedan excluidas. Entonces, la posición de los criadores se endurece: solicitan nuevamente la creación de un frigorífico independiente. Ante lo cual la Junta interrumpe los aportes de fondos a la CAP (en la que los criadores tienen una presencia más decisiva y en ciertas ocasiones logran imponer su política) provenientes de la retención que hace la primera sobre la venta de ganado. La cuestión de fondo, nos parece, es que el accionar de la CAP no puede en el largo plazo convenir a los invernadores en tanto ofrece a los criadores la alternativa de vender su ganado a un precio más alto del que obtendrían si negociaran directamente con ellos el precio de los novillos. Los criadores, que se han hecho fuertes en las sociedades rurales del interior y se han nucleado en confederaciones regionales 177 , adoptan una estrategia más frontal y combativa frente a los invernadores y los grandes frigoríficos. En ese mismo año de 1.936, la SRA deja de asistir a los congresos de la CARBAP. La contienda entre criadores e invernadores, que en un principio se expresa ante todo al interior de la propia SRA, 177
En 1.932, como dijimos, se constituyen la CARBAP y la CSRL, en 1.936 se reorganiza la CSRL y en 1.938 se constituyen CARCLO (Confederación de Asociaciones Rurales del Centro y Litoral Oeste) y FSRP (Federación de Sociedades Rurales de la Patagonia). [151]
GRACIELA INDA
se manifiesta ahora principalmente en la pugna de organizaciones totalmente enfrentadas. La CARBAP, a cuyos congresos asisten entre 1939 y 1.942 veintinueve sociedades rurales, acusa a la Junta Nacional de Carnes de no afrontar los problemas relacionados con la clasificación y tipificación del ganado, de desviar los fondos de la CAP para impedir la constitución de un frigorífico propio, de favorecer unilateralmente la producción de carne enfriada, de impedir mediante argucias estatutarias la genuina participación de los ganaderos en las decisiones de la Junta, etc.; en suma, de estar compuesta por invernadores clientes de los frigoríficos, de consolidar el monopolio de carnes que tiene el trust de los frigoríficos (que a su vez, trata preferencialmente al grupo de los invernadores) y de dejar en manos de los grandes invernadores la cuota de exportación a Gran Bretaña 178 . A pesar de las quejas de la CARBAP, la Junta establece en 1.937 un precio mínimo para novillos chilled (lo cual restringe la libertad de acción de la CAP para negociar) y un nuevo retiro de fondos 179 . El resultado 178
En 1.938, o sea, en el mismo momento en que tiene lugar esta querella entre criadores e invernadores a través de sus organizaciones gremiales, en el Congreso se conoce el Informe del Comité Mixto Investigador del Comercio de Carnes Anglo Argentino designado de acuerdo al Pacto Roca-Runciman. En el mismo se denuncian, por ejemplo, el monopolio comercial de los frigoríficos y los procedimientos que favorecen a los invernadores. Al respecto, véase SMITH, Peter H. Op. cit., págs. 194 a 198. 179
Los fondos se destinan a una nueva entidad creada en 1.937 por la Junta, los Mercados de Haciendas y Carnes. Pero en 1.940 es disuelta por el Poder Ejecutivo y los fondos son restituidos a la CAP. [152]
es que la CAP se ve obligada a comprar directamente en las estancias. De esta forma, los criadores pierden un importante mecanismo de compensación (esto es, las compras en Liniers) y quedan nuevamente confinados a precios inferiores. No obstante, el inicio en 1.939 de la Segunda Guerra Mundial introduce modificaciones de gran impacto en la relación criadores-invernadores. El Reino Unido se constituye, a través de una serie de contratos con el gobierno argentino, en comprador único y se anula de hecho el manejo de las bodegas por parte de los frigoríficos. Además, la estructura de la demanda de carnes cambia como consecuencia de la guerra: el congelado y la conserva sustituyen al enfriado (que ocupa más espacio en los barcos y tiene escasa conservación), con lo cual queda casi sin mercado el chilled 180 . Ante esta situación la Junta Nacional de Carnes, ahora sí, empieza a practicar la tipificación de ganados autorizada en el texto mismo de la Ley de Carnes y exigida por las sociedades rurales del interior lideradas por los criadores y los frigoríficos pequeños. Por lo tanto, el reclamo de los criadores sólo es acompañado por el éxito cuando, por razones externas, comienza lo que se conoce como el declive del oligopolio frigorífico. En 1.941 entra en vigencia un sistema de tipificación para novillos de exportación con precios mínimos: los mejores novillos, independientemente de su destino (congelado, conserva) valen más que los de las categorías inferiores, cuya carne es más demanda180
DROSDOFF, Daniel. El gobierno de las vacas (1.933-1.956). Tratado Roca-Runciman, pág. 120. [153]
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da. Este proceso de intervención estatal, que más tarde se amplía y perfecciona, tiene como efecto inmediato el deterioro del poder de los frigoríficos en el comercio de carnes de exportación. Dicho en otros términos: la tradicional alianza invernadores - frigoríficos consolidada en torno al comercio externo (eje del desafío de los criadores) pierde sus bases cuando el mercado británico queda asegurado por medio de contratos del gobierno ante los requerimientos de la guerra. Entonces los frigoríficos se transforman en intermediarios sujetos a la acción estatal. “Establecido el precio de venta por contrato con el Reino Unido, las autoridades argentinas determinaban márgenes para industrialización y comercialización; por residuo surgía el precio del ganado. Por fin desembocóse en un sistema de frigoríficos subsidiados, como consecuencia de los precios mínimos oficiales para compra de ganado y venta de carne a precio oficial máximo o único en sus distintas etapas. La anterior puja tradicional entre ganaderos y frigoríficos alrededor del precio de la hacienda perdió sustentación; ambas partes, para aumentar sus ingresos, se enfrentaban cada vez más con el gobierno” 181 . A ello hay que agregar que la exportación de carnes va perdiendo gradualmente importancia ante el consumo interno de las mismas. Los frigoríficos, los invernadores y los criadores comienzan así a interesarse por el mercado interno. A partir de 1.943 comienza una etapa distinta en la relación criadores - invernadores. La CAP, intervenida 181
GIBERTI, Horacio C. E. Op. cit., pág. 235. [154]
por el gobierno, dirige su accionar ya no a los ganaderos sino a los “consumidores” (encara, por ejemplo, un plan de abaratamiento de la carne para fomentar el consumo interno), despertando serias resistencias por parte de ambos grupos de la burguesía terrateniente. La CARBAP y la SRA comienzan una era de acercamientos. Es que las políticas implementadas (comercialización estatal de granos, rebajas forzadas de arrendamientos rurales, ciertas expropiaciones de campos, la sanción del Estatuto del Peón Rural, etc.) vienen a mitigar las diferencias intraterratenientes anteriores. Pero este ya es otro tema.
[155]
Capítulo 4 La nueva forma de intervención del Estado en la economía
En la primera parte de este trabajo demostramos que el Estado, a través de diferentes instancias, interviene activamente en la conformación de la alianza de clase dominante. Que cumple, desde el momento mismo de su configuración, una función esencial en el proceso de reproducción de dicha alianza al tiempo que desarticula permanentemente las luchas de las clases dominadas. La clase dominante, dijimos, no puede reproducirse por el solo proceso de acumulación del capital: requiere de las múltiples acciones del Estado. Pues bien, en el período abierto en el treinta el Estado no deja de cumplir un papel de primer orden en la reproducción de la alianza de clase dominante. Lo hace, sin embargo, a través de una modalidad diferente. Si en la fase anterior el Estado intervenía expandiendo la frontera, expulsando al indio, atrayendo inmigrantes, promocionando las inversiones destinadas a la exportación agropecuaria, organizando el sistema monetario en torno al patrón oro, implementando políticas arancelarias abiertas a la importación de manufacturas, etc.; a partir del treinta asume una nueva forma de intervención que en lugar de bloquear la industrialización contribuye al paulatino desplazamiento del centro de gravedad de la economía desde las actividades agropecuarias a ciertas actividades industriales. [157]
GRACIELA INDA
Y esa novedosa forma de intervención es, en buena medida, el efecto del funcionamiento de las nuevas condiciones de reproducción a que se enfrentan las diferentes fracciones de la burguesía, incluida la de los invernadores. Por tanto, podríamos decir que esa intervención del Estado puede ser analizada al mismo tiempo tanto desde el punto de vista de la correlación de fuerza entre los integrantes de la alianza de clase dominante que ella condensa, como desde el de su contribución a la reproducción de dicha alianza. Ambos aspectos son, desde luego, inseparables. En atención al segundo aspecto, lo que sostenemos es que a través de determinadas políticas el Estado impulsa un proceso restringido de industrialización y que al hacerlo garantiza las condiciones de reproducción del capital en el nuevo esquema de relaciones capitalistas mundiales. Aún contra los intereses de cierta parte de la burguesía, el Estado interviene a favor del interés de largo plazo del conjunto de la misma. Con esta tesis nos oponemos, en general, a los análisis que consideran el proceso de acumulación del capital y de reproducción de la clase dominante como espacios autorregulados sin injerencia estatal. Y en particular, a aquellos que omiten estudiar el papel del Estado en la industrialización de la década del treinta considerándola como “espontánea” o “inesperada” y, en definitiva, como ocurriendo a pesar del Estado y de la burguesía terrateniente en su conjunto. Tal es el caso de Félix Weil, quien sostiene “(...) el espectacular desarrollo de la industria argentina tuvo lugar casi sin proteccionismo, espontáneamente, como consecuencia de un proceso histórico natural estimulado por acontecimientos a nivel [158]
internacional” 182 . También el de Abelardo Ramos que entiende que la clase dominante sólo toma medidas defensivas de índole monetaria y financiera que terminan promoviendo “sin proponérselo” el proceso industrial 183 . Y el de Guido Di Tella y Manuel Zymelman que afirman - en la obra ya mencionada en este trabajoque los terratenientes favorecen el proceso de industrialización en forma “inadvertida”. Para empezar, para nosotros la intervención estatal no sólo no es un obstáculo a la sustitución liviana de importaciones sino que constituye una de sus bases de sustentación. Bien, pero no hay que confundir las cosas. Lo que sí es indiscutible es que en esta década no existe una política “industrialista” ni en el sentido de subsidios y créditos accesibles a los diferentes subconjuntos de la burguesía industrial ni tampoco en el de un fomento de las industrias denominadas “de base”. En lo esencial, la intervención del Estado promueve el desaliento de las importaciones y, por este medio, un proceso de industrialización limitado y dependiente de los centros hegemónicos mundiales. Esto al mismo tiempo que garantiza la continuidad del proceso de apropiación de la tradicional renta agraria. Ello porque en el período abierto en 1.930 la principal gestora de la modalidad de intervención estatal es la propia burguesía terrateniente invernadora que con182
WEIL, Félix. “La industrialización argentina en los años ‘40”, pág. 366. 183
RAMOS, Jorge Abelardo. El sexto dominio, pág. 180. [159]
GRACIELA INDA
serva en el seno del Estado una posición principal. Incluso, tras el intervalo abierto en 1.916 por el radicalismo (que si bien no alteró en lo esencial el funcionamiento de la forma de acumulación agroexportadora imponía límites determinados al poder de los grandes terratenientes), en 1.930 las fuerzas sociales “conservadoras” retornan al centro de la escena política. En otros términos, a partir del derrocamiento del radicalismo es la propia burguesía terrateniente la que proporciona buena parte del personal de las cimas ejecutivas y administrativas del Estado. Son entonces las mismas fuerzas “oligárquicas” las que, prevaleciendo en el terreno político sobre la base de la proscripción del partido político mayoritario y del fraude, participan directamente en la elaboración de las nuevas políticas estatales. En efecto, si bien la primera respuesta de los gobiernos “oligárquicos” a la crisis económica consiste básicamente en cumplir las deudas con el exterior al costo de la recesión económica y en la adopción de algunas medidas coyunturales (en 1.931 se aplica un 10% adicional aduanero sobre las importaciones y se establece la Comisión Nacional de Cambios y en 1.932 se implementa un régimen de prioridades para la importación), a partir de 1.933 - siendo Federico Pinedo ministro de Hacienda- la política económica se reorienta 184 . En principio, el gasto público real aumenta un
184
Sin embargo, el objetivo de proseguir con el pago de la deuda externa a pesar de los efectos de la crisis sigue constituyendo uno de los ejes de la política económica durante toda la década. [160]
70% entre 1.932 y 1.939 185 y la oferta monetaria un 29% entre 1.935 y 1.939 186 . Estamos ya en presencia del otro aspecto a tener en cuenta en relación a la modalidad de intervención del Estado, esto es, qué estrategias y qué relaciones internas al bloque en el poder condensa. La novedosa forma de intervencionismo estatal se relaciona obviamente con la también nueva estrategia del bloque en el poder resultante de la coincidencia de intereses en torno a la sustitución liviana de importaciones de la burguesía terrateniente invernadora, los de sus aliadas tradicionales y, ahora también, los del conjunto de la burguesía industrial. La dirección políticoideológica al interior del bloque en el poder corresponde a la burguesía terrateniente invernadora, la cual torna hegemónico en el terreno estatal un proyecto de crecimiento industrial estrictamente ajustado a sus necesidades. Esto es, que no cuestiona el eje agro exportador y que tiende principalmente a promover las industrias de complementación de la producción agropecuaria. El discurso dominante del Estado, incluido el de las asociaciones industriales, es el de la bondad de las industrias “naturales”, que se opone al carácter indeseable de las industrias “artificiales”. De tal modo, reiteramos, el crecimiento de las actividades industriales que se desarrolla en la década del treinta se debe no sólo a la nueva modalidad de penetración de los capitales internacionales y a la reorienta185
FERRER, Aldo. Crisis y alternativas de la política económica argentina, pág. 59.
186
FERRER, Aldo. La economía argentina, pág. 230. [161]
GRACIELA INDA
ción de la inversión de la renta agraria llevada adelante por determinados segmentos de la burguesía, sino también a la actuación de ciertas políticas estatales, las cuales condensan la estrategia hegemónica del bloque en el poder ante los cambios estructurales operados a nivel mundial 187 . Por otra parte, la modalidad de presencia estatal en la economía que se configura en la década del treinta también responde a las necesidades de reproducción del propio Estado. En efecto, al perder importancia el capital extranjero como fuente de financiamiento de la inversión pública (recordemos que durante décadas un alto porcentaje del capital extranjero se dirigía a ella directa o indirectamente, como las inversiones en títulos públicos que permitían el desarrollo de obras de infraestructura) y al disminuir los ingresos provenientes de la recaudación aduanera y de las operaciones de cambio (las tres cuartas partes de todos los ingresos corrientes del gobierno se originaban en los aranceles y en otros gravámenes a las importaciones 188 ) el Estado se ve en la necesidad de aumentar las fuentes de recursos internos. Cuando se ve comprometida la recaudación fiscal por la merma de los ingresos aduaneros se buscan
187
Esta estrategia, como analizamos en el capítulo anterior, no es incontrovertible al interior de la alianza de clase dominante. Pero sí es la que logra mayor consenso, incluido el del gran capital industrial, lo cual se traduce justamente en una determinada intervención estatal en el campo económico. 188
O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 484. [162]
nuevas formas de financiamiento del gasto público apoyadas en la actividad interna, como el impuesto a los réditos que grava las ganancias de particulares y empresas. El cambio es significativo: el aporte de la recaudación aduanera a los recursos fiscales pasa del 57% a menos del 30% entre 1.930 y fines de la década, mientras que los impuestos internos crecen del 17 al 23% (correspondiendo un 13% de la recaudación total al impuesto a los réditos) 189 . En conclusión y sintetizando, la intervención estatal en la economía a partir de 1.933 cumple básicamente dos objetivos claves para la reproducción del bloque en el poder. Por un lado, salvaguarda los viejos intereses de la fracción de los invernadores, y los de sus aliados comerciales y financieros, así como los de la burguesía agraria. Por el otro, promueve la reactivación del mercado interno y el desaliento de las importaciones equilibrando así el proceso de acumulación al tiempo que favorece los nuevos intereses de los grupos que transfieren parte de la renta agraria a la industria y, obviamente, los del conjunto de la burguesía industrial. En otros términos, la forma de intervención del Estado de la década del treinta tiene un papel principal tanto en el desarrollo de una industrialización sustitutiva fuertemente ligada a los capitales internacionales (y por tanto, en el fortalecimiento de la burguesía industrial) como en el mantenimiento de la hegemonía de la burguesía terrateniente invernadora. Se trata, por supuesto, de una conjunción inestable que mostrará sus límites en la década siguiente. 189
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 254. [163]
GRACIELA INDA
En lo que sigue analizaremos los principales frentes en que se desarrolla la nueva forma de intervención del Estado en la acumulación del capital, que hasta aquí sólo hemos tratado a grandes rasgos. Esto nos servirá, por una parte, para estudiar tanto los efectos específicos de las políticas más importantes en la reproducción de la burguesía como las relaciones de fuerza que resume cada una de ellas. Esto es, los dos aspectos para nosotros cruciales en el análisis de las intervenciones del Estado. Por otra parte, nos permitirá demostrar que no se trata de una intervención monolítica sino, por el contrario, marcada por diferentes tensiones.
4.1. El Pacto Roca-Runciman Como es sabido, en la Conferencia de Ottawa de 1.932 Inglaterra firma acuerdos con Australia y Canadá para dar preferencia a sus carnes y promete no reducir sus tarifas sobre las de otra procedencia. Los invernadores y propietarios de frigoríficos en Argentina tiemblan, y no es para menos. Recordemos, por un lado, que el comercio argentino con Gran Bretaña se centra en el intercambio de carnes, y sólo en menor medida de otros productos agropecuarios, cuya demanda está mucho más repartida entre diferentes países. En efecto, ese país absorbe hacia 1.929 el 99% del total de exportaciones de carnes vacunas enfriadas, el 91% de carnes ovinas congeladas y el [164]
54% de carnes vacunas congeladas 190 . La dependencia que tienen los grandes ganaderos del mercado británico es notable. Por otro lado, se asiste en este momento a un nuevo desplazamiento dentro de la producción agropecuaria desde los cereales y el lino hacia la carne. Es a través del Pacto Roca-Runciman que se procura subsanar el efecto adverso que tiene la mencionada conferencia sobre la participación argentina de carne enfriada en el mercado británico. En virtud de este famoso pacto Gran Bretaña se obliga a conservar la cuota de importaciones de carnes argentinas de los años 1.931 y 1.932 (las que ya de por sí son inferiores a las imperantes antes de la crisis), reservándose el derecho de restringirlas si así lo decidiera. El 85% de las licencias de importación de la carne argentina en Inglaterra será distribuido por el gobierno británico, mientras que sólo el 15% será manejado por el gobierno argentino. Eso quiere decir que de la cuota de exportación se reserva a los frigoríficos extranjeros el 85%: sólo el porcentaje restante puede ser exportado por empresas argentinas, las que además no deben perseguir beneficio privado. En ese 15% se incluyen las exportaciones que ya efectúan el frigorífico de Gualeyguaychú y el Frigorífico Municipal de Buenos Aires. Como no existen en ese momento cooperativas ganaderas argentinas, el derecho de los ganaderos a exportar carnes a Inglaterra es prácticamente nulo, puesto que en ese caso se trataría de fines de lucro. Más tarde, como hemos visto, corresponderá a la Corporación Argentina de Productores de Carne (CAP), creada en 1.933 en 190
DÍAZ ALEJANDRO, Carlos. Op. cit., pág. 34. [165]
GRACIELA INDA
virtud de la Ley de Carnes, el manejo de la cuota permitida por el Pacto, y lo hará contratando faena con empresas frigoríficas del pool. De esa manera se consolida el trust frigorífico y la posición de los ganaderos vinculados a él. Gran Bretaña se asegura también el total monopolio del transporte de carnes ya que éste sólo puede realizarse utilizando barcos ingleses. Las concesiones que otorga el gobierno a cambio de esta garantía, tan discutidas en la literatura, son desproporcionadas si se tiene en cuenta que nuestro país se encuentra en una posición hasta cierto punto favorable para negociar. Gran Bretaña depende en gran medida de las exportaciones argentinas de carne enfriada (dadas las distancias no hay garantías de que los barcos frigoríficos de otros países hagan llegar el producto en buenas condiciones al mercado británico), al tiempo que el monto de remesas por intereses y dividendos hacia Inglaterra es casi igual al monto de las exportaciones argentinas de carne enfriada hacia ese país 191 . De acuerdo con el Pacto, la Argentina debe usar las libras esterlinas provenientes de sus ventas para pagar las deudas con sus acreedores británicos. Dicho de otra forma: el gobierno garantiza la cantidad de divisas necesarias para hacer frente a las remesas corrientes al Reino Unido en un volumen igual al de las ventas de
191
RAPOPORT, Mario. “El triángulo argentino: las relaciones económicas con Estados Unidos y Gran Bretaña, 1.914-1.943”, pág. 264. [166]
productos argentinos hacia ese país. También se compromete a no gravar con impuestos el carbón y otras importaciones inglesas, a no aumentar los impuestos aduaneros existentes e incluso a volver a las tasas y aforos vigentes en 1.930, a no reducir las tarifas ferroviarias y a dar tratamiento “preferencial” a las inversiones inglesas en servicios públicos. Además, en virtud de los acuerdos financieros que acompañan el Pacto, el gobierno argentino se obliga a mantener el servicio de la deuda externa, adoptando así una posición diferente de la mantenida por otros países latinoamericanos (como la de Brasil que suspende los pagos y renegocia su deuda). Ahora bien, el hecho de que el primer impacto del Pacto Roca-Runciman consista en favorecer las importaciones de origen británico y perjudicar a las norteamericanas (las importaciones de Estados Unidos descienden de 516 millones de pesos oro en 1.929 a 107 millones de pesos oro en 1.933 192 ) no debe ocultarnos que Gran Bretaña no está ya en condiciones de explotar al máximo el mercado argentino (dadas las propias dificultades de la industria inglesa) ni que mediante el control de cambios, como veremos, no se estimule la radicación de inversiones norteamericanas en la industria. En 1.936, cuando vence la vigencia del Pacto, se reinician las negociaciones 193 . Por una parte, la Argentina se encuentra en una situación más favorable gracias a 192
Ibídem.
193
Sobre este tema véase DROSDOFF, Daniel. Op. cit., págs. 79-
92. [167]
GRACIELA INDA
cierta expansión de las exportaciones, pero, por otra, los ganaderos ingleses reclaman al gobierno de su país protección para su producción. En ese contexto, el nuevo tratado agrega un impuesto a las exportaciones de carnes argentinas (lo cual, lógicamente, afecta a los ganaderos exportadores) que se utilizará para subsidiar a los ganaderos británicos. A cambio de ello, otorga el control de la cuota de carnes al gobierno argentino. Lo cual no significa, en la medida en que la Junta Nacional de Carnes está controlada por el trust de los frigoríficos y el grupo de los invernadores, cambios sustanciales respecto del período previo. Ese arancel a las carnes argentinas de exportación (que es del 20% sobre el precio de venta) no será soportado ni por los ganaderos ni por los frigoríficos: el gobierno implementa un subsidio y un tipo de cambio diferencial para las divisas liquidadas por los frigoríficos. Por este mecanismo, el Estado actúa manteniendo el precio de venta final del chilled beef argentino y haciéndose cargo del subsidio a los ganaderos ingleses. También impone nuevas condiciones relacionadas con poner fin a la construcción y pavimentación de carreteras y la eliminación de las líneas privadas de colectivos urbanos (que compiten con los subtes y los tranvías ingleses). En relación a esto último, en el mismo año de 1.936 se sanciona la ley que crea la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires que obliga a los dueños de ómnibus a unirse a la corporación dominada por las grandes compañías de transportes de la ciudad, incluyendo la Tramways Anglo-Argentina. “La ley de Corporación de Transportes sacó al Consejo Municipal el poder de regular el transporte y se lo dio a las grandes com[168]
pañías” 194 . Al poco tiempo, en 1.937, se sanciona la ley que establece la Comisión Nacional de Coordinación de Transportes cuya función es proteger el sistema de ferrocarriles frente a la competencia de los camiones 195 . En esto consiste justamente el trato preferencial a las inversiones inglesas. Sin embargo, no es suficiente. La competencia de los automotores (ligada a los capitales norteamericanos) termina socavando la posición de los ferrocarriles en tanto que las restricciones a las importaciones amenazan cada vez más las exportaciones textiles británicas. En síntesis, la firma del Pacto Roca-Runciman, y su par de 1.936, no sólo pone de manifiesto el poder de la fracción de los invernadores y de cierto grupo concentrado de la industria agro exportadora (los frigoríficos) sino que profundiza, tal como analizamos en su momento, la diferenciación ya existente al interior de la burguesía terrateniente. Mientras que los invernadores ligados a los frigoríficos y dependientes de la venta de chilled a Gran Bretaña consiguen mantener el nivel de sus exportaciones 196 , los criadores (que venden en el mercado interno a precios menores que los pagados en los mercados externos en tanto están desvinculados de los frigoríficos) quedan evidentemente desplazados y deben subordinarse a los acuerdos a que llegan los primeros con los mercados tradicionales. Aspiran, en definitiva, a una “democratización” de las cuotas de 194
Ibídem, pág. 99.
195
Ibídem, pág. 111.
196
Ibídem, pág. 49. [169]
GRACIELA INDA
exportación y se oponen, como también vimos, a las acciones emprendidas desde el Estado. Mientras tanto, la actitud de la Unión Industrial Argentina (presidida por Luis Colombo y asesorada por Alejandro Bunge) frente al Pacto sólo consiste en solicitar que no se bajen los aranceles aduaneros, esto es, que se cumpla con lo estipulado en el mismo Pacto. El discurso pronunciado por Luis Colombo en el Luna Park en la movilización “proteccionista” organizada por la UIA en junio de 1.933 (cuando Justo ha enviado a Londres la misión especial a Londres para asegurar por parte de Gran Bretaña la compra de carnes de acuerdo a la divisa “comprar a quien nos compra”) es elocuente: “Queremos que cualquier concesión a los países amigos se reduzca estrictamente a materias primas que no producimos o artículos que no se elaboren en el país... Queremos que entre esos países amigos se cuente de preferencia a la Gran Bretaña, cuya secular amistad es proverbial y cuya contribución al progreso argentino ha sido la piedra angular del mismo, ya prodigando sus capitales en los primeros empréstitos o asentando sus rieles en todas las direcciones de nuestras tierras, o creando industrias de servicios públicos y fabriles, sin dejar de ser nunca el más consecuente y fuerte cliente de nuestros productos agropecuarios. Queremos que la salvedad que se hiciera en el protocolo firmado en Londres por el eminente ciudadano Vicepresidente de la Nación, doctor Roca, sea cumplida con toda fidelidad por los que han de concertar el acuerdo definitivo, en cuanto aquél estableció que la reducción de derechos aduaneros alcanzará
[170]
hasta donde lo permitan las necesidades fiscales y el interés de las industrias nacionales” 197 . En conclusión, el Pacto Roca-Runciman constituye el aspecto de la intervención estatal más evidentemente relacionado con la defensa de los tradicionales intereses de los grupos de la burguesía ligados al desarrollo de las exportaciones agropecuarias, sobre todo, los de los invernadores. A su vez, concentra el apoyo de las otras fracciones de la burguesía, con excepción de la de los criadores.
4.2. Las Juntas Reguladoras El Pacto Roca-Runciman no es la única política estatal que actúa directamente protegiendo los intereses de la fracción terrateniente así como los de las otras fracciones de la burguesía a ella ligadas, incluyendo la burguesía agraria. La creación de la Junta Reguladora de Granos, por ejemplo, tiene como propósito garantizar a los grandes productores de cereales y oleaginosas la salida de sus producciones en el consabido contexto de caída de la demanda externa de las mismas. Se hicieron Juntas para todo. Hasta 1.935 se crearon las siguientes: Comisión Nacional del Azúcar, Nacional de Fomento Industrial, Comisión Nacional de Patatas, Comisión Nacional de Fibras Textiles, Comisión 197
Anales de la UIA, junio de 1.933. Citado en CÚNEO, Dardo. Op. cit., pág. 134. [171]
GRACIELA INDA
Nacional del Extracto de Quebracho, Comisión Nacional de Elevadores de Granos, Junta Nacional de la Yerba Mate, Junta Reguladora de la Industria Lechera, Comisión Nacional del Aceite, Comisión de Productos Alimenticios Nacionales, Junta para la Promoción de Exportaciones de Carnes, Comisión Nacional de la Industria Vitivinícola, Comisión de Harinas, Junta Nacional del Algodón, Comisión de Fruticultura y Junta Nacional de Carnes. En total, entre 1.930 y 1.940 se instituyeron más de cuarenta Juntas y Comisiones Asesoras. Las mismas no tienen por objeto el abastecimiento interno, ni el incremento de la producción ni la incorporación tecnológica sino la defensa de los grandes productores. De tal forma, contribuyen a la consolidación de los monopolios existentes. Las funciones asignadas a estas Juntas son amplias: pueden dictar reglamentos y resoluciones para regular el comercio, controlar la elaboración y comercialización de productos, disponer de recursos provenientes de impuestos, tasas, etc., imponer multas y sanciones, fijar precios, fabricar productos, aplicar medidas de fomento, tipificar productos y fijar sus grados y cualidades, llevar registros de comerciantes y productores. Pero el nudo del asunto está en la facultad que tienen de limitar la producción, fijar épocas de cosecha, limitar superficies de cultivos, destruir existencias de productos, almacenar productos y regular las exportaciones e importaciones. De este modo, el vino corre por las acequias mendocinas y las cosechas se queman en las calderas de las usinas y las locomotoras. Pero volvamos, dada su importancia, a la Junta Reguladora de Granos (1.933). Ésta auxilia principalmen[172]
te a los grandes productores y comercializadores garantizándoles la colocación de sus productos. En efecto, por medio de la compra a los monopolios exportadores (Bunge & Born, Dreyfus, etc.) el Estado garantiza el equilibrio entre la producción (capaz de abastecer en exceso el mercado interno) y el consumo, que disminuye en estos años de crisis. Compra cualquier cantidad de trigo, lino y maíz ofrecida al precio mínimo y lo vende a los exportadores al precio vigente en el mercado. En otras palabras, la última función de la Junta es la de mantener los precios elevados en un contexto de depresión de los precios internacionales. Por tanto, la proclamada defensa de los productores no es general: algunos grupos, los más concentrados, resultan más favorecidos que otros. Una vez más los compradores y exportadores ligados al comercio internacional descargan sobre los productores pequeños y medianos la baja de precios provocada por la crisis. Pero si bien al principio la Junta debe comprar el 86% de la cosecha de trigo (el maíz y el lino pronto se ubican por encima de su precio mínimo) y vende parte de ella asumiendo las pérdidas, con posterioridad a 1.934 (cuando se da cierto aumento de los precios internacionales) el panorama cambia: los fondos provenientes del margen de cambios ya no se utilizan para subsidiar el precio de los productos agrícolas. “En consecuencia, dicho margen terminó constituyendo casi permanentemente una medida fiscal que gravaba a los productores rurales” 198 . En efecto, a pesar de que en ocasiones se efectúa una rebaja de ese “impuesto” en forma de un 198
O’CONNELL, Arturo. Op. cit., pág. 504. [173]
GRACIELA INDA
precio mínimo superior al del mercado, existe a partir de entonces una discriminación contra los precios agrícolas.
4.3. La creación del Banco Central Otra de las políticas más importantes es la constitución en 1.935 del Banco Central, dotado de facultades para discernir en el manejo de las divisas (y, por tanto, en la selección del intercambio) y para emitir moneda en forma exclusiva (lo cual constituye, como es sabido, un elemento decisivo en la fijación del nivel general de precios). Asimismo, tiene como funciones mantener una reserva suficiente para asegurar el valor del peso equivalente al 25% de los billetes en circulación y obligaciones a la vista, regular la cantidad de crédito y de los medios de pago y aconsejar al gobierno en la emisión de empréstitos y en las operaciones de crédito 199 . En resumidas cuentas, le corresponde de ahora en más al Banco Central decidir la oportunidad y la conveniencia de volcar el ahorro hacia determinados sectores productivos, regular la tasa de interés y otorgar o negar cambio para el comercio exterior, según el país con el que se quiera comerciar o el tipo de productos que se quiera importar. 199
Los datos sobre la creación y características del Banco Central han sido extraídos de RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., págs. 249-253; GERCHUNOFF, Pablo y LLACH, Lucas. Op. cit., págs. 136-139 y MUSACCHIO, Andrés. Op. cit., págs. 8-9. [174]
Se trata técnicamente de una institución de “capital mixto”, la mayoría de cuyo directorio se elige por los bancos accionistas mientras que el presidente es nombrado por el Poder Ejecutivo. La composición del Directorio y de la Asamblea de Accionistas de dicho Banco es sumamente interesante puesto que reflejan con bastante claridad qué grupos de la burguesía están detrás de esta modalidad de intervención en la economía que en adelante se revelaría crucial. Según la ley 12.155 de creación del Banco Central, de los catorce miembros del Directorio tres deben ser nombrados por el gobierno, siete corresponden a los bancos y los cuatro restantes representan a diferentes actividades de la economía. “(...) Pero examinando la composición real de esos bancos y de esas actividades se caía en la cuenta de que la mayoría de los votos de su directorio está en poder de los intereses británicos a través del núcleo de invernadores esclavizados a los frigoríficos extranjeros; de la banca privada ligada al sistema financiero imperial; del gran comercio metropolitano, agente importador de Gran Bretaña (...)” 200 . Es indudable que la banca extranjera, caracterizada por la predominancia del capital británico, tiene un gran peso en la administración del Banco Central. En la Asamblea de Accionistas queda nuevamente de manifiesto: el Banco de la Nación Argentina y los bancos provinciales que aportan casi 4.000 acciones tienen una cantidad de votos inferior (menos de 3.000) mientras que las entidades privadas “nacionales” (la mayoría de las cuales en realidad están controladas por capitales foráneos)
200
RAMOS, Abelardo. El sexto dominio, pág. 224. [175]
GRACIELA INDA
y los bancos extranjeros tienen prácticamente la misma cantidad de votos que de acciones (cerca de 6.000). En otras palabras, el Estado pone buena parte del capital del Banco pero ese capital no le da un equivalente derecho de voto. Sus gestores, los funcionariosintelectuales de la “oligarquía”, entienden que el Banco Central debe estar al margen de las influencias del gobierno, pero no califican de la misma manera a los capitales privados. De tal forma, los capitales británicos logran controlar la política monetaria. No se trata por cierto de un acto aislado sino que está inscripto en el intento británico de reconstruir el sistema monetario internacional desarticulado por la crisis mundial. En conclusión, se aplica a las cuestiones monetarias el mismo principio de las Juntas Reguladoras. El principal instrumento de política anticíclica es hasta su nacionalización en 1.946 una especie de junta reguladora del dinero, controlada por representantes de la burguesía. Cabe agregar que por la misma época se crea el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias que cumple la función precisa de socorrer a los bancos golpeados por la crisis haciéndose cargo de sus créditos.
4.4. El control de cambios Juntamente con la firma del Pacto Roca-Runciman se adoptan ciertas medidas que tienen que ver con el reajuste de la economía a los nuevos condicionamientos. Entre ellas se encuentra el control de cambios, el cual coadyuva al proceso de sustitución de importa[176]
ciones y a la ampliación del mercado interno al tiempo que contribuye al mantenimiento de la tradicional fuente de ingresos de la burguesía terrateniente. En efecto, es en esta política donde quizá mejor puede apreciarse el carácter si se quiere multifacético de la intervención del Estado en la economía. Ya en 1.931, ante las crecientes dificultades del sector externo y la fuga de divisas, se establece un control de cambios para desvincular el nivel de la oferta monetaria y la demanda interna de la crisis de divisas generada por la caída de las exportaciones. Se crea en ese momento una Comisión de Control de Cambios que, además de asegurar el pago de las deudas con el exterior, fija el valor de las divisas y, a partir de 1.932, las distribuye de acuerdo a una lista de prioridades (que ubica en primer lugar el pago de las obligaciones externas y luego las importaciones consideradas imprescindibles). Los principales objetivos son, por tanto, cubrir el servicio de la deuda externa y reducir las importaciones para luchar contra el déficit de la balanza comercial. Pero se trata todavía de medidas de carácter transitorio 201 . En 1.933, y teniendo en cuenta que Gran Bretaña sale del patrón oro en octubre de 1.931, ese mecanismo de asignación de las divisas se precisa. Se establece un mercado de cambios doble, uno oficial y otro libre. En el primero, el tipo de cambio es fijado por el Estado a través de la Comisión y partir de 1.936 por medio del Banco Central. A su vez, se organizan dos mercados oficiales: uno para las exportaciones a 15 pesos la libra 201
MUSACCHIO, Andrés. Op. cit., págs. 3-4. [177]
GRACIELA INDA
esterlina y otro para las importaciones a 17 pesos la libra 202 . Los exportadores deben vender sus divisas al Estado al tipo comprador mientras que los importadores deben pedir un permiso previo que se concede de acuerdo con la disponibilidad de divisas y el orden de prioridad de la operación. Las diferencias entre los tipos de cambio constituye el llamado “margen de cambios”, que pensado para favorecer los precios agrícolas actúa también en adelante como fuente de financiamiento estatal (para ser más exactos, posibilita el financiamiento de la Junta Reguladora de Granos). En el mercado libre se llevan a cabo todas las otras transacciones comerciales o financieras. En él, dice Cortés Conde, el peso finalmente se cotiza a 20 pesos la libra. Las importaciones ya no quedan totalmente supeditadas a permisos del gobierno: pueden operar sin ese aval pero con un tipo de cambio más alto que el oficial. De tal modo, al liquidar importaciones por el mercado oficial (más baratas, como las de Gran Bretaña tras el Pacto de 1.933) o en el mercado libre (más caras, como las de Estados Unidos), el Estado discrimina las transacciones del comercio exterior. Asimismo, el control de cambios es complementado con un aumento de los aranceles de importación de aproximadamente un 10% (los cuales en el caso de Gran Bretaña resultan amortiguados por las disposiciones del Pacto RocaRunciman). Los grupos inmediatamente beneficiados por esa intervención estatal en el mercado de divisas, acompa202
CORTÉS CONDE, Roberto. Op. cit., pág. 41. [178]
ñada por una significativa devaluación del peso, son aquellos ligados a los exportadores tradicionales: la burguesía terrateniente y los segmentos de las fracciones comercial e industrial que intervienen en la exportación de carnes y granos. Pero también es cierto que estas medidas producen un encarecimiento de las importaciones, constituyéndose así en un estímulo para sustituir las mismas con producción interna. Dicho de otra manera, la política estatal de restricción de las importaciones, motivada por la caída de la capacidad para importar, hace más rentable la instalación de fábricas orientadas al mercado interno. Los permisos preferenciales para importar las materias primas que necesitan las industrias también constituyen un claro incentivo para su afianzamiento. El nuevo mecanismo de asignación de divisas no sólo favorece las exportaciones tradicionales y la industrialización en marcha sino que también beneficia la entrada de inversiones extranjeras, las cuales pueden liquidarse a un precio más alto que el oficial en el mercado libre. Es más, como ya dijimos, Estados Unidos (principalmente, pero también otros países) supera la discriminación comercial en su contra mediante la entrada de inversiones directas. “(...) en el caso de nuevos flujos de capital extranjero, debemos considerar la evolución del mercado libre donde la devaluación fue del 65%. Si es probable que las inversiones productivas, en contraposición con las financieras o especulativas, pudieran ver parcialmente neutralizada esta ventaja por la importación de bienes de capital o insumos que debían liquidarse en el mercado libre, esto no ocurría con frecuencia: por lo general, la mayor parte [179]
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de esas importaciones se encontraba entre las prioridades a la hora de distribuir las divisas en el mercado oficial” 203 . La política comercial discriminatoria establecida por el Pacto Roca-Runciman (repetimos: las divisas disponibles por la vía del control de cambios son destinadas en lo esencial a cubrir el intercambio financiero y de bienes entre la Argentina y Gran Bretaña), al encarecer las importaciones norteamericanas termina constituyendo un estímulo para que las empresas de ese origen (productoras de nuevos bienes y de insumos para las industrias locales e importadoras de equipos, partes, materias primas y patentes) salten esa barrera e instalen sucursales en el país. Lo cual es posible justamente porque la prioridad principal en los sistemas de control de cambios en la década del treinta es la de proveer los insumos necesarios para la industria 204 . A su vez, como señala Musacchio, la evolución del tipo de cambio real resulta importante para la aparición y protección de actividades industriales nuevas o insuficientemente desarrolladas. La devaluación y el incremento de los aranceles aduaneros se suman al control de cambios para disminuir el nivel de exposición de la industria al impacto de las importaciones 205 . Además, agrega este autor, el crecimiento de la inversión pública favorece directamente el desarrollo de ciertas industrias, entre las que se destaca la de la construcción. En particular, el programa de construcción de caminos tiene como efecto estimular la demanda de au203
RAPOPORT, Mario y colaboradores. Op. cit., pág. 248.
204
VILLANUEVA, Javier. Op. cit., pág. 469.
205
MUSACCHIO, Andrés. Op. cit., pág. 9. [180]
tomotores y camiones. Se agrava así la declinación de los ferrocarriles y los tranvías ingleses al tiempo que se fortalece la posición de los capitales norteamericanos, ligados justamente al desarrollo automotor. La misma situación de conflicto se da en lo tocante al origen del combustible para el transporte: mientras los capitales norteamericanos están interesados en la explotación petrolífera, los británicos son principales proveedores de carbón. Por lo tanto, el control de cambios acompañado de las medidas mencionadas interviene garantizando simultáneamente los intereses capitalistas vinculados a las exportaciones agropecuarias y los relacionados con la sustitución de importaciones. Al mismo tiempo, traduce la tensión existente entre los capitales británicos y los norteamericanos caracterizados por diferentes formas de penetración. Se garantiza a los primeros las remesas de ganancias pero se lesionan sus intereses en relación al desarrollo de los ferrocarriles y la colocación de sus importaciones de bienes finales tradicionales. Mientras que los segundos sufren una discriminación en el uso de las divisas pero ven facilitada, dada su modalidad típica de expansión, su entrada al país.
[181]
Conclusiones
En la Argentina la constitución a fines del siglo XIX de las diferentes fracciones de la burguesía en una clase dominante con alcance nacional y relativamente unificada bajo la hegemonía de la fracción terrateniente responde principalmente, según hemos sostenido en este trabajo, a la conjunción de tres procesos: el de concentración de la propiedad económica de las grandes extensiones de tierra de la zona pampeana (propiedad que implica, claro está, la capacidad de decidir qué destino productivo darle a los medios de producción, entre los cuales ocupa un lugar dominante la tierra misma); el de configuración de una forma de acumulación del capital agro exportadora; el de consolidación de los aparatos e instancias propios de un Estado nacional y puesta en marcha de modalidades precisas de intervención en la economía. El proceso de centralización de la propiedad de la tierra pampeana (que responde a su vez a la emergencia de la estancia como unidad productiva ganadera y a un conjunto de políticas estatales orientadas a la enajenación de las tierras públicas bajo la forma de grandes parcelas y a la expansión de la frontera) explica claramente, sin dar muchos rodeos, la formación de un conjunto de grandes propietarios terratenientes. Concentración que lejos de opacarse se mantendrá en las décadas siguientes dada la naturaleza extensiva de las explotaciones agropecuarias y la continua valorización [183]
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del precio de la tierra. Ahora bien, sólo cuando engarza con los otros dos procesos mencionados adquiere real envergadura. La combinación de la incorporación de la economía argentina al mercado mundial como productora y exportadora de carnes y granos e importadora de productos industrializados (efecto de la exportación de capitales, del incremento de la exportación de productos manufacturados y del aumento de la demanda de alimentos y materias primas por parte de los países centrales industrializados) con el monopolio de la propiedad de las mejores tierras pampeanas (monopolio que actúa de hecho como una barrera a la movilidad internacional del capital y, por ende, a la igualación de las tasas de ganancia) posibilita la obtención de una renta agraria a nivel internacional. La mayor productividad del trabajo empleado en la producción agropecuaria argentina (determinada, como vimos, por las particulares condiciones de las tierras localizadas en la pampa húmeda, la caída de los fletes, el sistema de arrendamientos, etc.) redunda en una renta agraria cuando esa producción se encauza a la exportación. En resumen, el desarrollo de una acumulación del capital asentada en la renta agraria hace que la fracción propietaria de las tierras puestas en producción ocupe un lugar central al interior de la burguesía. Es este factor el que nos acerca a la explicación de la hegemonía de los grandes propietarios territoriales en la alianza de clase dominante. Es que la burguesía terrateniente se apropia privilegiada y crecientemente (por las razones ya apuntadas en el cuerpo del trabajo) de la renta agraria obtenida a escala internacional bajo la forma de renta del suelo. Y [184]
dentro de la burguesía terrateniente corresponderán a los invernadores (propietarios de tierras especialmente aptas para la producción agropecuaria) los más altos niveles de valorización de las tierras y de percepción de renta diferencial. La estrategia que pone en marcha esta fracción consiste básicamente en alternar - dada la aptitud de sus tierras- la ganadería con la agricultura mediante el sistema de arrendamientos adaptándose a los precios y la demanda externos, en mantener el sistema de propiedad latifundista de la tierra y en restringir sus inversiones reproductivas especializadas para poder desplazarse con cierta celeridad de una actividad a otra. Pero hace falta tener en cuenta la concurrencia de una tercera condición para dar con la formación de la clase dominante en la Argentina. En efecto, la expansión de las exportaciones agropecuarias posibilitada por la estrategia de los capitales internacionales y la existencia de tierras excepcionalmente aptas para esa producción no son los únicos procesos que se compaginan para dar forma a una alianza de clase dominante: hay que considerar asimismo el papel de primer orden que tiene aquí el Estado. Nosotros afirmamos que el Estado, al tiempo que consolida sus aparatos e instituciones, interviene organizando políticamente a las diferentes fracciones de la burguesía como una clase dominante a pesar de sus contradicciones. Para llevar las cosas a un extremo: sin esta organización política las fracciones de la burguesía no llegarían a constituir una clase dominante. Ello porque, como ya hemos señalado, las diferentes fracciones de la burguesía no se encuentran de por sí unificadas. O lo que es lo mismo: no es posible pensar a la clase [185]
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dominante, compuesta de varias fracciones de la burguesía, como constituida en la sola esfera económica (visión ésta que es propia de las interpretaciones instrumentalistas del Estado). Más concretamente, sólo cuando se produce la unificación nacional, la consolidación de un Estado verdaderamente nacional - esto es, un conjunto de aparatos especializado, centralizado, con autoridad legítima y soberana en todo el territorio, con un poder específico relativamente separado del poder económico y de las alianzas localistas- se produce la conexión de los diferentes segmentos de la burguesía. Como ya hemos señalado, esa unificación es impuesta por el roquismo (sustentado en la alianza entre las burguesías provinciales desconectadas del capital internacional, en el incipiente ejército nacional y en ciertos sectores populares) a la burguesía comercial y terrateniente ganadera bonaerenses que monopolizaban la renta y portaban un proyecto político estrictamente circunscripto a Buenos Aires y su puerto. La progresiva vinculación de las burguesías provinciales con las burguesías portuarias, que tiene lugar en el terreno estratégico de los aparatos e instituciones del emergente Estado nacional, termina produciendo la configuración de una alianza de clase dominante de alcance nacional (en la cual persisten y se recrean, claro está, determinadas contradicciones) que supera la anterior oposición entre dos alianzas de clase “territorialmente situadas” por la distribución de la renta. Todo esto fue analizado en detalle en el primer capítulo y no nos detendremos más en ello. Lo que resulta especialmente relevante, insistimos, es que las diferentes fracciones de la burguesía confi[186]
guran por intermedio del Estado una alianza política de largo plazo con trascendencia nacional. Si frecuentemente se considera la relación del Estado con las clases bajo la forma de un arbitraje, lo cual supone que las clases existen políticamente organizadas antes de la intervención del Estado, para nosotros, en cambio, no existe una unidad política de las fracciones de clase dominantes previa o anterior a la acción estatal. Esto quiere decir que es el Estado nacional el que organiza la unificación (inestable y relativa) de la clase dominante bajo la hegemonía de una de sus fracciones, la terrateniente. Lo hace a través de una multiplicidad de formas y en varios niveles. Mencionemos algunas. Para empezar, contribuye a asegurar, en última instancia mediante el ejercicio monopólico de la violencia legítima, las condiciones generales del proceso de acumulación del capital manteniendo el orden y la cohesión de la formación social: desde la liquidación de las resistencias provinciales hasta la desarticulación de las luchas obreras la lista es larga. Interviene en el proceso de reproducción, calificación y disciplinamiento de la fuerza de trabajo. También elabora e inculca una ideología del orden y del progreso acorde a las necesidades de reproducción de las relaciones capitalistas dominantes. En efecto, la convicción de que la Argentina debe incorporarse al mercado mundial aprovechando sus grandes extensiones de tierra; el rechazo de toda política de protección de la industria en tanto constituye una traba a la libre competencia; la afirmación de la necesidad de atraer capital y mano de obra, de expandir la frontera agropecuaria y de unificar el mercado interno constituyen los postulados fundamentales del discurso que legitima tanto las prácti[187]
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cas del Estado como la conservación de la forma de acumulación vigente. Asimismo, y en esto nos hemos detenido particularmente en esta tesis, el Estado adopta políticas de intervención que tienen como efecto específico posibilitar y potenciar la forma de acumulación del capital en que basan su poder las fracciones más poderosas de la clase dominante. El Estado constituye también en este aspecto, el de su forma de intervención en la economía, una condición de posibilidad de la existencia y expansión de las fracciones de la clase dominante. La disposición de enormes y abundantes llanuras (en cuya apropiación concentrada, como vimos, también tienen mucho que ver las políticas estatales) que casi no requieren el empleo de abono y reciben lluvias más que suficientes resulta obviamente crucial para una economía caracterizada por la explotación extensiva de la tierra. Pero no es suficiente. Hay que expandir la línea de frontera para incorporar nuevas tierras a la producción, facilitar la entrada de los capitales externos interesados en el avance del ferrocarril (el cual reduce los costos de transporte de la producción exportable), construir la infraestructura necesaria al régimen agro exportador, atraer inmigrantes para solucionar el problema de la escasez de mano de obra 206 , posibilitar transacciones comerciales permanentes y seguras, etc. 206
Si bien es cierto que el desarrollo de las actividades agropecuarias más importantes (extensivas y basadas en la propiedad latifundista) no se caracterizan por una alta absorción de mano de obra, más bien todo lo contrario, los inmigrantes proporcionan, en un momento clave, la mano de obra necesaria (considerada escasa y cara) para el sistema de arrendamientos en el que se basa gran [188]
Todas esas tareas imprescindibles a la obtención de una renta agraria y, por tanto, necesarias a las fracciones y sectores de la burguesía que de ella dependen, son encaradas por el Estado, incurriendo, por cierto, en un fuerte endeudamiento externo. Igualmente, y no se trata de algo menor, obstaculiza (por medio de acciones y omisiones determinadas) el desarrollo interno de la industrialización de bienes manufacturados y de capital en tanto estorbaría la expansión de las exportaciones agropecuarias y la afluencia de los capitales ingleses interesados en colocar sus propios productos. En fin, recién dijimos que el desarrollo de una forma de acumulación del capital con eje en la producción agropecuaria es clave para comprender la hegemonía de la burguesía terrateniente. Ahora estamos en condiciones de redondear la explicación. Esta fracción no es hegemónica al interior de la alianza de clase dominante solamente en virtud de su posición en el proceso de producción y apropiación de la renta agraria: construye asimismo su hegemonía en el terreno contradictorio del Estado. La preeminencia, casi incuestionable durante décadas, de un proyecto de desarrollo basado en la inconmensurable generosidad del campo y en la centralidad del comercio exterior es una muestra de ello. ***
parte de la explotación agrícola de la zona pampeana y que constituye uno de los factores que posibilita el bajo costo de las exportaciones argentinas. [189]
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Pero ese Estado que tiene un papel principal en la configuración y reproducción de una alianza de clase dominante con hegemonía terrateniente no es, claro está, una realidad que se constituye fuera o por encima de las contradicciones de clase. No se trata de una entidad que al ser presionada externamente intervenga a favor de la reproducción de determinadas fracciones. El Estado, condición y producto de la expansión capitalista, lejos de constituir una realidad externa a las contradicciones de clase no es sino la condensación material de las mismas. La palabra material es clave porque no se trata para nosotros de que el Estado sea una especie de caja vacía a la que se le puede imponer cualquier contenido: tiene su propia materialidad institucional y está dotado de una autonomía relativa frente a la clase dominante y frente a cada una de sus fracciones. Lo cual se traduce, por ejemplo, en la adopción de medidas que lesionan los intereses de la burguesía pero que tienen que ver con la reproducción misma del Estado, o en el establecimiento de compromisos con las clases dominadas. En la medida en que nos ha interesado fundamentalmente el proceso de constitución y reproducción de la alianza de clase dominante no hemos analizado ese último aspecto constitutivo del Estado. Pero ello no debe conducir a ignorar que los aparatos, ramas e instituciones del Estado no sólo condensan las estrategias e intereses de las fracciones de clase dominante: también registran el impacto de las luchas populares. La federalización de la ciudad de Buenos Aires y el sufragio universal son claros ejemplos de ello. Dicho eso podemos retomar una temática que ha ocupado un espacio central en nuestro trabajo: el de las [190]
modalidades de intervención estatal en la economía que, al mismo tiempo, anudan determinada relación de fuerza entre los componentes de la alianza de clase dominante y cumplen un papel preciso en su reproducción. La forma de intervención estatal que acompaña la emergencia y consolidación de la clase dominante en la Argentina, cuyos rasgos centrales detallamos recién, se transforma entrada la década del treinta. Se pasa de una intervención centrada exclusivamente en la expansión de la producción agropecuaria a una que posibilita una sustitución de importaciones limitada a determinadas ramas livianas de la industria. Nuestra postura al respecto es que viene a resolver algunos de los problemas que por entonces afectan la reproducción misma de la clase dominante, y sobre todo la de su fracción hegemónica. A través de la combinación de políticas precisas (tales como el control de cambios, la creación de Juntas Reguladoras y el establecimiento de pactos con Inglaterra) el Estado, por una parte, promueve un proceso de traslación de ingresos desde la producción agrícola a la producción industrial y la radicación de inversiones extranjeras en la industria y, por la otra, asegura la persistencia del proceso de obtención de la renta agraria internacional y sus modalidades tradicionales de apropiación. Al mismo tiempo, resguarda los intereses tradicionales ligados al comercio de exportación y los nuevos intereses resultantes de la mencionada transferencia de la renta agraria y de la radicación de industrias extranjeras. Asegura, en fin, las condiciones de reproducción del conjunto de la burguesía aún contra [191]
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las aspiraciones de una de sus fracciones, la de los criadores. La estrategia preponderante (aunque no indiscutida) al interior de la alianza de clase dominante ante el escenario internacional de los treinta, así como las necesidades de financiamiento del propio Estado, se expresan en la articulación de una nueva forma de intervención estatal en la economía. Lo interesante es que esta última impactará gravemente en la correlación de fuerza entre los diferentes componentes del bloque en el poder. En efecto, si bien la nueva modalidad que adopta la presencia estatal en la forma de acumulación del capital es en parte producto de la reorientación táctica de los componentes más poderosos del bloque en el poder, conducida por la todavía hegemónica fracción de los invernadores, no tardará en gravitar en la propia relación de fuerzas de ese bloque por medio del incentivo al desarrollo y expansión del capital industrial. *** Otro de los problemas que nos ha interesado sobremanera, tal como puede apreciarse a lo largo de todo el trabajo, es el de la delimitación de los componentes de la alianza de clase dominante, sus contradicciones y sus ejes de aglutinación a lo largo del período 1.880-1.940. Tarea de por sí valiosa, creemos, puesto que prácticamente no existen estudios que lo encaren en forma sistemática. A continuación sintetizamos muy brevemente nuestras conclusiones al respecto. Mientras tienen plena vigencia las condiciones que hacen posible la continua expansión de la renta agra[192]
ria, las diferentes fracciones de la burguesía se encuentran sólidamente cohesionadas alrededor del comercio exterior. Pero, al mismo tiempo, cada una de ellas asume un posicionamiento específico en ese bloque y tiene con las otras determinadas oposiciones. Esos dos aspectos se conjugan en una alianza despareja y contradictoria pero vinculada en su conjunto a la producción agraria de exportación. En efecto, los invernadores no son el único grupo que participa de la apropiación de la renta agraria internacional y que depende de su evolución. Las burguesías comercial y financiera, verdaderas fracciones internacionalizadas, participan de ese proceso de apropiación y constituyen las aliadas naturales de los invernadores en tanto encuentran la base de su poder en el comercio de importación y exportación, la especulación hipotecaria, etc. La burguesía agraria se apropia asimismo de una porción de esa renta, pero lo hace en forma subsidiaria ya que mantiene relaciones de subordinación tanto con la burguesía terrateniente como con la comercial y financiera. En efecto, no tiene acceso a la propiedad del principal medio de producción, la tierra, y se ve sometida a los precios e intereses fijados por los grupos comerciales y financistas oligopólicos. También la fracción de los criadores de la burguesía terrateniente, supeditada a los efectos del pacto entre los invernadores y la industria frigorífica extranjera, participa secundariamente (en virtud de causas que fueron señaladas en su oportunidad) de la apropiación de la renta resultante de la inserción de la Argentina en el mercado mundial en condiciones de alta productividad del trabajo. [193]
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Como es de esperar, el subconjunto de la burguesía industrial estrechamente vinculado a las exportaciones (molinos harineros, frigoríficos) y controlado por capitales extranjeros también accede a una parte determinada de la renta agraria dados los bajos costos de las materias primas, los insumos y la fuerza de trabajo. El otro componente de la burguesía industrial conformado en la primera fase de la forma de acumulación agro exportadora (esto es, el segmento orientado a satisfacer nichos del mercado interno en los cuales las importaciones no ocupan un lugar excluyente), no pone trabas al desarrollo de la estrategia hegemónica y sostiene también la ideología librecambista. Sólo defiende tímidamente, como vimos, protecciones aduaneras acotadas para su producción al tiempo que considera a esta última como un apéndice del campo. Ahora bien, cuando la crisis del treinta señala transformaciones estructurales del sistema mundial capitalista y la correspondiente depresión de la acumulación agro exportadora, esa homogeneidad de la alianza de clase dominante en torno al programa librecambista se ve perturbada al tiempo que se registran nuevas relaciones en su interior. Por una parte, los criadores se dan una organización política propia y plantean una estrategia claramente enfrentada a la de los invernadores y, en realidad, a la que prontamente se torna preponderante en el seno de la clase dominante. Al encontrarse desplazados por los invernadores de las cuotas de exportación y acorralados por los frigoríficos defienden la inexistencia de trabas al comercio exterior con el objeto de acceder a mercados no tradicionales y se oponen a cualquier proyecto de sustitución de importaciones. Proclaman [194]
el librecambio en el preciso momento en que éste comienza a ser desplazado como táctica del conjunto de la clase dominante. Al mismo tiempo, enfrentándose también en este terreno con invernadores y frigoríficos, pugnan para que el Estado asuma directamente la gestión de empresas frigoríficas. Por otra parte, la burguesía industrial sufre un proceso de concentración que da lugar a la conformación de una fracción que adquiere importancia creciente en la correlación de fuerzas de la alianza de clase dominante: la del gran capital industrial. Pero ello no significa que la fracción de los invernadores no conserve en la década del treinta su posición hegemónica. Por el contrario, esta última fracción lidera el proceso de aggiornamiento que imponen las condiciones resultantes de la crisis. Su nueva estrategia consiste, en parte, en aprovechar su capacidad de desplazamiento de una actividad económica a otra participando en un proceso de industrialización limitado a la sustitución de las importaciones que no ponga en juego la renta ligada al comercio exterior. Garantizar la colocación de su principal producción en el mercado británico y lograr una acción estatal encaminada a mantener los precios pero que no altere su rol de abastecedora de los frigoríficos, son los otros aspectos principales de dicha estrategia. De tal forma, el ajuste a las transformaciones mundiales y a la concomitante erosión de la rentabilidad de la producción agropecuaria por medio de una industrialización de sustitución de bienes de consumo anteriormente importados lejos de ser extraño a la fracción de los invernadores es propulsado por ella, ya sea re[195]
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orientando la renta agraria hacia la industria o imponiendo en el terreno estatal políticas que la protejan. Esa industrialización permite a un tiempo una salida para las materias primas agropecuarias cuya exportación se ha visto disminuida y un mejor funcionamiento de una economía marcada ahora tanto por la caída del valor de las exportaciones como del ingreso de capitales y, por tanto, por el necesario descenso de las importaciones. Pero, y no hay que olvidarlo, todo el sistema sigue dependiendo de la producción agropecuaria de exportación para la entrada de divisas al tiempo que los grandes ganaderos y exportadores supeditan su apoyo a la sustitución de importaciones industriales a que ésta tenga un carácter estrictamente complementario de las actividades agrarias. Las burguesías comercial y financiera adhieren rápidamente a la nueva estrategia de industrialización, suplementaria de la importación y de la producción agropecuaria, actuando como intermediarias del proceso de traslado de la renta agraria hacia la industria. El gran capital industrial caracterizado por una fuerte presencia de los capitales internacionales, como es obvio, no puede menos que acordar con una estrategia que se adapta a la nueva forma de expansión capitalista. Las luchas proteccionistas de la fracción del gran capital industrial (expresado en la UIA) se inscriben de hecho en el marco fijado por la fracción hegemónica. Mientras tanto, el capital industrial pequeño y mediano, ocupante de una clara posición subordinada en la alianza, no pone en escena un proyecto de industrialización que se oponga al prevaleciente. Como conclusión más general podemos decir que las diferentes fracciones de la burguesía están en com[196]
petencia por el reparto de la plusvalía socialmente producida y que sólo indirectamente “trabajan juntas” por el aumento de la misma, de la cual provienen, en última instancia, todas sus rentas y todos los fondos de acumulación. La burguesía no es una reunión de propietarios iguales: implica la unidad de grupos entre los cuales las diferencias políticas y las desigualdades económicas son considerables. Es por ello por lo que es imposible definirla según un carácter descriptivo común y por lo que resulta indispensable estudiarla con respecto a las transformaciones históricas del proceso de acumulación del capital y del Estado. Para terminar, no hay para nosotros incompatibilidad entre la unidad de clase de la burguesía y sus contradicciones internas. Se desarrollan juntas, puesto que la unidad de la burguesía no es históricamente una unidad de intereses materiales espontáneamente convergentes sino el resultado de la hegemonía ejercida por uno o varios de sus fragmentos sobre el resto de los grupos sociales que se apropian de una parte del excedente (desigualmente y bajo formas diferentes). *** Quizá la conclusión más interesante a la que podemos arribar tras el análisis de la clase dominante en la Argentina entre 1.880 y 1.940 es la siguiente: las formas precisas de la expansión mundial de las relaciones capitalistas están en la base tanto de la particular conformación y evolución de la clase dominante como de las estrategias que adopta. [197]
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Para empezar, el proceso interno de producción está, en todo el período considerado, orientado a satisfacer determinados requerimientos de las burguesías de los países centrales y responde a las transformaciones que tienen lugar en el sistema mundial capitalista. En un primer momento, que podemos fechar entre 1.880 y 1.930, proporciona mejores beneficios a los capitales de exportación de esas burguesías y un nuevo mercado para la colocación de sus producciones industriales justamente cuando la economía europea enfrenta una crisis de superproducción (la que se despliega a partir de 1.870). Asimismo, reduce el valor de la reproducción de la fuerza de trabajo de los centros incrementando la masa de plusvalía obtenida por medio del abastecimiento a bajo costo de alimentos. Podemos decir entonces que a la intensificación del desarrollo industrial de los centros le es paralela la especialización de la Argentina como exportadora de alimentos y materias primas. Y también que a las diferentes necesidades de los mercados de las formaciones sociales centrales les corresponden siempre, como hemos visto detalladamente, cambios en la organización interna de la producción. En otros términos, es el mercado mundial el que determina qué conviene producir, cuánto, de qué calidad, etc., por medio de la fijación de los precios internacionales y la orientación de los capitales. Son la demanda y los precios externos los que producen incrementos de la producción y determinan, por ejemplo, si las tierras se dedican a la agricultura o a la invernada. Asimismo, el que las importaciones estén compuestas principalmente por bienes intermedios, combustibles y maquinarias y equipos para la producción agropecuaria y la construcción [198]
limita el desarrollo interno de la industria a las ramas que no compitan con ellas. A su vez al proporcionar los medios necesarios para el transporte y comercialización de la producción de exportación y la distribución interna de las importaciones, los capitales internacionales controlan directamente el proceso de circulación del capital. Esto se traduce, por supuesto, en el carácter internacionalizado de las burguesías comercial y financiera y en una constante salida de divisas por remesas y utilidades. La masa de renta agraria, base de la forma de acumulación agro exportadora, depende entonces del exterior. Puesto que si bien son, entre otras causas, las óptimas condiciones de la pampa húmeda las que la hacen posible, esta renta está determinada (como queda claramente de manifiesto en la crisis del treinta) por el nivel de los precios internacionales y la extensión de la demanda de los países centrales. Dicho más sencillamente: el volumen de las exportaciones agrarias depende exclusivamente de las condiciones específicas de los mercados internacionales (como así también el ingreso y la retracción de capitales). No es extraño entonces que cuando en las décadas del veinte y del treinta la expansión capitalista adopta formas nuevas (las cuales traducen el dominio del capital monopólico en los países centrales y la definitiva hegemonía norteamericana en el sistema mundial) los cimientos de la forma interna de acumulación se vean paulatinamente alterados. El predominio de Estados Unidos en el concierto internacional, tanto en lo que hace a la exportación de mercancías como de capitales, acarrea consecuencias de primer orden ya que se trata de un país que no dirige sus exportaciones de capital a [199]
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aumentar la capacidad exportadora del país deudor. El principal exportador de capitales no sólo es un productor industrial de avanzada sino también un gran productor de alimentos de zona templada. El influjo de esa nueva modalidad de expansión en la acumulación interna se ve reforzado porque se da juntamente con una crisis mundial que implica una contracción de las exportaciones argentinas. En cuanto los países centrales disminuyen sus importaciones tradicionales, implementan políticas proteccionistas y declinan sus exportaciones de capital cae el poder de compra de las exportaciones argentinas y la sustitución de importaciones se torna conveniente 207 . Cierta industrialización aparece entonces como una respuesta conforme tanto a la caída de las exportaciones agropecuarias como a la nueva modalidad de penetración de los capitales extranjeros. Estos últimos, en efecto, se insertan ahora precisamente en las actividades centradas en la sustitución liviana de importaciones. Mientras que la burguesía británica requería de su “sexto dominio” la producción de alimentos y el bloqueo de las actividades industriales independientes de las exportaciones agrarias (colocando sus capitales en los sectores productores de materias primas y en la infraestructura para su comercialización), Estados Unidos está interesado en el mercado argentino como importador de sus bienes de capital, invierte entonces sus capitales preferentemente en la industria de susti207
Se trata sin duda de un proceso más complejo, el cual analizamos oportunamente. Intervienen también factores tales como la consumación del proceso de ocupación de nuevas tierras, el incremento del consumo interno de alimentos, la expansión y diversificación del mercado interno, etc. [200]
tución de importaciones. Nuevamente son las variables externas las que inducen cambios internos del proceso de acumulación. Por todo ello es que afirmamos que la clase dominante de la Argentina no controla el proceso interno de acumulación del capital. Por el contrario, ese control recae en las burguesías de los países centrales. El peso de las condiciones externas se pone de manifiesto asimismo en la importancia relativa de cada fracción al interior de la alianza de clase dominante, en la correlación de fuerzas entre los diferentes componentes de la burguesía. Tomemos como ejemplo el singular caso de la burguesía industrial. Como ya dijimos, mientras la expansión capitalista se encarrila a facilitar las exportaciones agropecuarias y a obstaculizar la industrialización interna, la burguesía industrial aislada de dichas exportaciones tiene una posición totalmente secundaria en la alianza de clase dominante. Cuando, por el contrario, toma fuerza el proteccionismo agrario de los países centrales y los capitales adoptan formas de inserción directamente relacionadas con la industrialización, su posición en la correlación de fuerzas resulta modificada. La misma reorientación estratégica de los invernadores, que concurre también al desarrollo industrial de la década del treinta, es al fin de cuentas producto de los cambios externos. Además, es el proceso de inversiones extranjeras directas en la industria, junto a la mencionada reinversión de la renta agraria también emergente de la coyuntura internacional, el que profundiza el proceso de concentración del capital industrial, y con ello el fraccionamiento de la burguesía industrial. Es así que la importancia creciente de la bur[201]
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guesía industrial y su diferenciación interna resulta, en lo esencial, de la nueva forma de expansión de las burguesías centrales y de la obligada rectificación de la forma interna de acumulación. En definitiva, las condiciones y características del proceso de expansión del sistema capitalista mundial en el período considerado constituyen una determinación importante de la configuración de la alianza de clase dominante, de sus contradicciones internas y del establecimiento de cierta fracción como hegemónica.
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