LA AVENTURA NOCTURNA
JULIÁN ACEBRÓN RUIZ
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LA AVENTURA NOCTURNA
JULIÁN ACEBRÓN RUIZ
LA AVENTURA NOCTURNA Claves del sueño en la literatura castellana medieval y del siglo XVI
Tesis de Doctorado dirigida por el Dr. Guillermo Serés Tutor: Dr. Jaume Pont
UNIVERSITAT DE LLEIDA LLEIDA, 2001
Il sogno è il mito d'una cultura che si desta ogni notte, quando l'occhio magico del sogno fa parte di una cosmografia che si in-scrive ogni volta che si apre e si mostra lo spazio onirico. La scena del sogno continua la sua vita ombrosa e luminosa seguendo i destini strani e imprevedibili d'una avventura: l'avventura onirica.
Salomon Resnik
PRÓLOGO
Precepto es de Platón (el cual obliga a todos los que escriben y enseñan) comenzar la doctrina por la difinición del sujeto cuya naturaleza, diferencia y propiedades queremos saber y entender. Dase por esta vía gusto al que la ha de aprender, y el que escribe no se derrama a cuestiones impertinentes, ni deja de tocar aquellas que son necesarias para que la obra salga con toda la perfección que ha de tener. Y es la causa que la difinición es un tema tan fecundo y concertado, que apenas se halla paso ni contemplación en la ciencia ni en el método con que se ha de proceder, que no esté en él apuntado. Por donde es cierto que no se puede bien proceder en ningún género de sabiduría no comenzando de aquí. Juan Huarte de San Juan: Examen de ingenios para las ciencias (edición de 1594, capítulo I).
La idea que animó este trabajo nació con la lectura, hace ya algún tiempo, del Espejo de príncipes y cavalleros de Diego Ortúñez de Calahorra. Exactamente, de una breve nota de Daniel Eisenberg, su editor, en el capítulo XLIX, al hilo de unos sueños de la princesa Briana que no podemos dejar de citar aquí:
...una noche soñó que verdaderamente su esposo era vivo, y que venía por la mar a entrar en esta tierra, muy bueno y alegre, y en la mesma edad en que estava quando partió de ante sus ojos. E no
PRÓLOGO
solamente aquella noche soñó este sueño, mas otras dos noches en seguimiento. Y la postrera vez le paresció visiblemente que venía a ella un viejo muy honrrado, y le reprehendía terriblemente porque no dava crédito a aquel sueño. Y aunque la princesa tuviesse esto por imposible, no dexó de estar algo suspensa.1
Decía Eisenberg (después de notar que los sueños proféticos, con una rica tradición literaria que se remonta a la Biblia y a los clásicos griegos y latinos, abundan en los libros de caballerías) que faltaba “un estudio profundo sobre el sueño en la literatura española”. Ese comentario era estímulo suficiente para asomar a un terreno, sin duda atractivo, que se presentaba entonces poco hollado, y la lista de nueve títulos que facilitaba sobre el tema se convirtió en el punto de partida para una recopilación de referencias y de datos que todavía continúa.
La edición de Eisenberg se publicó hace ya más de cinco lustros, y en todo ese tiempo han ido sumándose trabajos a los pioneros de Jean-Paul Borel, Quelques aspects du songe dans la littérature espagnole2, y Dinko Cvitanovic, El sueño y 1 Diego Ortúñez de Calahora: Espejo de príncipes y cavalleros (El Cavallero del Febo), edición, introducción y notas de Daniel Eisenberg, EspasaCalpe, Madrid, 1975, vol. II, p. 273. 2 Baconnière, Boudry-Neuchâtel, 1965.
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PRÓLOGO
su representación en el barroco español3, los únicos estudios sobre los sueños en la literatura española que citaba Eisenberg en su nota. Georgina Sabat de Rivers, Julian Palley, Miguel Avilés, Juan Manuel Cacho Blecua, Harriet Goldberg, Aurora Egido, I-Chung Wang, Christopher Maurer, Mónica Nasif, Jacques Joset, Teresa Gómez Trueba, son autores de aportaciones importantes al estudio profundo de los sueños en las letras hispánicas que reclamaba Eisenberg. A sus sabios comentarios se debe mucho de lo que actualmente sabemos sobre la cuestión.
En otras literaturas contamos con numerosos estudios al respecto, algunos de carácter general y más ambicioso, pues abarcan la obra completa de varios autores, géneros e incluso periodos. Constituyen una referencia excelente y una fuente de información con puntos de vista y reflexiones originales. Estudios como los de E. C. Ehrensperger (Dreams in Middle English Literature), F. X. Newman (Medieval Theories of Dreaming and the Form of Vision Poetry), A. Grillone (Il sogno nell'epica latina. Tecnica e poesia), C. Hieatt (The Realism of Dream Visions. The Poetic Exploitation of the Dream-Vision in Chaucer and his Contemporaries), M. Weidhorn (Dreams in Seventeenth-Century English Literature), H. Braet (Le songe dans la chanson de geste au XII siècle), A. C. Spearing (Medieval Dream Poetry), A. H. M. Kessels (Studies on the
3 Cuadernos de Sur, Instituto de Humanidades, Bahía Blanca, 1969.
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PRÓLOGO
Dream in Greek literature), S. Longhi (Orlando Insonniato. Il sogno e la poesia cavalleresca). Todos ellos son útiles modelos de las diferentes maneras en que se puede abordar el tema.
En cuanto al fenómeno onírico (Dario Del Corno ha propuesto el término onirología para designar la especulación sobre los sueños o ciencia del ensueño, diferenciándolo de oniromancia, que es la adivinación del futuro por los sueños4) plasmado en los
textos,
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día
que,
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con
conocemos una
mejor
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histórica, se han llevado a cabo en el ámbito de la filosofía, la medicina,
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medievalista
religión cuenta,
y en
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tradiciones punto,
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populares. las
El
valiosas
aportaciones de F. Lanzoni, P. Saintyves, L. Thorndike, P. Antin, P. Courcelle, W. Suchier, M. Dulaey, S. R. Fischer, W. Wolf, J. Le Goff, M. C. Pouchelle y los ponentes del seminario internacional celebrado en Roma hace unos años bajo el rótulo I sogni nel medioevo. En cuanto al siglo XVI, las actas de otro coloquio internacional (Le songe à la Renaissance), publicadas en los noventa, son una contribución en absoluto desdeñable. No menos provechosos resultan los trabajos sobre el mundo antiguo, que sitúan a Eric R. Dodds, Luis Gil y Giulio Guidorizzi al frente de una extensa nómina de autores interesados por la onirología y la oniromancia en civilizaciones precristianas. El estudioso de los relatos oníricos halla 4 Vid. Giulio Guidorizzi: “I prontuari oniromantici bizantini”, Rendiconti dell’Istituto Lombardo, CXI (1977), pp. 135-155, p. 136.
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PRÓLOGO
información complementaria, pistas para la investigación y muchas sugerencias en obras tan dispares como imposibles de reducir a los límites de una reseña sumaria. Desde estudios de psicología colectiva a encuestas sobre el folklore, pasando por una selva de interpretaciones de toda clase de fenómenos ejecutadas con ojo psicoanalítico. El apartado bibliográfico final ofrece una relación que nunca podrá ser exahustiva sobre las publicaciones que conciernen a la materia que tratamos.
Al ser de suyo enormemente atractivo, así como por las posibilidades que plantea en el análisis filológico (nada más subyugante que el lenguaje de los sueños, ni más poético que la
experiencia
onírica,
universal,
íntima,
cotidiana),
el
ensueño literario ha captado la mayor atención de los estudiosos, que han atendido mucho a los contenidos e interpretaciones de las percepciones oníricas y poco a aspectos contextuales tales como las marcas de inicio y final de la experiencia, los diferentes estados de vigilia, dormición y duermevela, las condiciones del durmiente, las circunstancias en las que se adormece, duerme y despierta, y otras tantas cuestiones que, en nuestra opinión, no merecen permanecer en la penumbra, pues son parte relevante de lo que nos atrevemos a llamar la cultura onírica. Con la intención de conocer mejor las manifestaciones de esta cultura más allá de la estricta percepción onírica, y a fin de esclarecer su papel en la literatura castellana medieval y del siglo XVI, en este
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PRÓLOGO
trabajo hemos creído conveniente manejar un corpus textual lo más amplio posible, atendiendo especialmente a aquellas obras y pasajes que, por significativos, pueden orientar e iluminar la comprensión de la tradición en la que se consolidan las fórmulas y los lugares comunes propios de la relación de experiencias oníricas. Poemas épicos, narraciones hagiográficas y de milagros como la Vida de Santa Marta, las obras de Gonzalo de Berceo o los romanceamientos de Pero Marín, sin descuidar cuentos, novelas, canciones, crónicas, documentos, han de permitir hacernos una idea cabal de la tradición literaria onírica medieval y del Quinientos. La evolución de esta tradición literaria revela determinadas actitudes, con frecuencia restrictivas cuando no netamente beligerantes, frente al ensueño o sueños (imágenes que se presentan durante la dormición) e incluso frente al sueño (entendido como sopor, reposo, acto de dormir)5, actitudes a 5 Emilio Suárez de la Torre propone diferenciar sueño (acción de dormir) de ensueño (conjunto de sucesos o escenas que alguien se representa mientras duerme), para evitar el equívoco que supone la dualidad del vocablo castellano sueño, donde se recogen ambas acepciones. De esta manera se pretende establecer una terminología equivalente a la que presentan el griego, que distingue hypnos/enypnion (oneiros), o el latín, con somnus/(in)somnium, que a su vez dio lugar a las formas catalanas son/somni, italianas sonno/sogno, francesas sommeil/songe (rêve) y portuguesas sono/sonho. E. Suárez de la Torre: “El sueño y la fenomenología onírica en Aristóteles”, Cuadernos de Filología Clásica, V (1973), pp. 279-311, nota 1. El profesor Luis Gil ha guardado siempre el mismo criterio en sus trabajos sobre lo onírico en la tradición clásica
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PRÓLOGO
las que no es ajeno un discurso eclesiástico que, consagrado a erradicar la pervivencia de prácticas y creencias paganas que se hallan en contradicción con la ortodoxia cristiana, condena y ataca (con graves consecuencias a veces) las supersticiones. La doctrina ascética cristiana, represora de lo corporal y siempre recelosa de la imaginación libre, también tuvo una influencia en absoluto despreciable en la apreciación del sueño y de las percepciones oníricas.
Las páginas que siguen apuntan datos y argumentos para la comprensión
del
proceso
por
el
que
los
sueños
son
degradados en las diatribas antisupersticiosas que lanza la Iglesia, considerados prudentemente en los textos medievales y rehabilitados para la ficción literaria del siglo XV y del XVI. A este respecto es importante tener en cuenta el sentido de la antonimia sueño/visión, su origen, su evolución y sus consecuencias y aplicaciones. Por razones obvias que afectan al rigor exigible a un trabajo de estas características, y dada la vastedad del campo de estudio, nuestro examen presta atención especial a una selección textos por cuanto que antigua. En castellano, la forma sueños es, en el uso, principalmente un plural específico. Vid. María Moliner: Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid, 1988 (reimp.), y Joan Corominas y José Antonio Pascual: Diccionario crítico etimológico castellano español e hispánico, Gredos, Madrid, 1980, s.v. “sueño”. A esta diferenciación sueño /ensueño (sueños) nos atenemos a lo largo del presente trabajo, si bien débese notar que en el título de portada empleamos, por mor de la concisión y con carácter excepcional, la palabra sueño en su doble acepción.
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PRÓLOGO
permiten identificar con claridad ciertos rasgos de las manifestaciones oníricas a través de la literatura medieval y del siglo XVI.
En efecto, para no extraviarnos en una selva inabarcable de textos, hemos tomado seis títulos como puntos de referencia para el itinerario que proponemos, sin duda extenso en el tiempo. Estas obras son parte fundamental del esqueleto que vertebra y sostiene nuestro estudio, por cuanto centran aspectos que precisábamos tratar de la relación entre cultura onírica y literatura. Se trata del Poema de Fernán González, Las Sergas de Esplandián, Florisando, Palmerín de Olivia, La Lozana andaluza y Las lágrimas de Angélica.
El Poema de Fernán González nos introduce en el rito incubatorio, práctica consolidada en los templos paganos de la Antigüedad que el cristianismo no supo eliminar de la devoción popular aunque se esforzó en su control, y en las fórmulas de discernimiento y verificación de las revelaciones oníricas. El ensueño del protagonista se inscribe, por lo demás, en el motivo épico de la premonición heroica.
Las Sergas de Esplandián, Florisando y Palmerín de Olivia ilustran, complementándose perfectamente, la utilización de los sueños en el diseño de relatos extensos en prosa. Ya las ficciones del Cuatrocientos, especialmente aquellas de materia caballeresca, planteaban nuevas e interesantes formulaciones
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PRÓLOGO
en la explotación de la experiencia onírica de sus personajes. Pero son los libros de caballerías del período que Federico Francisco
Curto
Herrero
denomina
fundacional
y
constituyente del género6, bien porque lo inauguran (Amadís de
Gaula,