EL AGUILA GUERRERA PARTE I
1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítu...
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
2ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9
3ª Parte
Capítulo 10
Capítulo 1
Capítulo 11
Capitulo 2
Capítulo 12
Capítulo 3
Capítulo 13
Capítulo 4
Capítulo 14
Capítulo 5
Capítulo 15
Capítulo 6
Capítulo 16
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
5ª Parte 4ª Parte Capítulo 1 Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
6ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
EL AGUILA GUERRERA
PRIMERA PARTE
1. "HACÍA FALTA TANTO ARSÉNICO..."
"A esto siguió una terrible convulsión -relatará su hermano Manuel, acompañante en la fatal travesíaque apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos".
Cornelio Saavedra, moderado y conciliador con las ex autoridades coloniales, había logrado imponerse sobre Mariano Moreno, jacobino y rabiosamente antigodo. Para desembarazarse de él lo envía a Europa con una misión relacionada con la compra de armamento. More-no acepta, quizás con la intención de dar tiempo a sus partidarios para revertir la situación y también para sal-var su vida. Un oficial de su secretaría en la Junta, Pedro Jimenez, declarará en la correspondiente investigación abierta años después por la Asamblea General Constitu-yente, que le había aconsejado que se alejase o se ocul-tase "pues corrían voces de que se le quería asesinar". El encono de los saavedristas lo acompaña hasta el embarque. Los acompañantes de don Mariano, su her-mano Manuel y Tomás Guido, secretarios de la misión, lo escuchan susurrar: "Algo funesto se anuncia en mi via-je...” La fragata inglesa "Fama" soltó amarras el 24 de ene-ro de 1811. A poco de partir Moreno, que nunca había gozado de fortaleza en su salud, se siente enfermo. Segu-ramente como consecuencia de las desazones políticas sufridas durante las últimas semanas.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
Para paliar sus males el capitán le administra una pócima, “imprudentemente y sin nuestro conocimiento", apunta Manuel Moreno, quien añade: "Aunque quisimos estorbarlo desamparó su cama ya en este estado, y con visos de mucha agitación, acostado sobre el piso de la cámara, se esforzó en hacernos una exhortación admira-ble de nuestros deberes en el país en que íbamos a entrar, y nos dio instrucciones del modo que debíamos cumplir los encargos de la comisión, en su falta. Pidió perdón a sus amigos y enemigos de todas sus faltas; lla-mó al capitán y le recomendó, con el más vivo encareci-miento, el cuidado de su esposa inocente -con este dic-tado la llamó muchas veces-." La historia ha inmortalizado sus últimas palabras: "¡Viva mi patria aunque yo perezca!". Luego se sumergió en la inconsciencia. Mariano Moreno murió luego de una horrible agonía de tres días. Era el amanecer del 4 de marzo de 1811. Tenía 32 años. "Su cuerpo fue puesto en el mar, a las cinco de aque-lla misma tarde, después de haberle tributado las demos-traciones compatibles con nuestra situación. La bandera inglesa, a media asta, y las descargas de fusilería anun-ciaron a las otras fragatas del convoy la desgracia sucedida en la nuestra, y el cadáver estuvo expuesto todo aquel día sobre la cubierta, envuelto también en la bandera inglesa". Al poco tiempo de partir don Mariano hacia su nunca alcanzado destino londinense, su esposa María Gua-dalupe Cuenca- recibió anónimamente un abanico de luto, un velo y un par de guantes negros. "Era el anuncio de su próxima viudez", señala Enrique de Gandia en su Historia del 25 de Mayo. Otro dato muy sugerente fue que el gobierno porteño haya firmado contrato con un tal Mr. Curtís, el 9 de fe-brero, es decir quince días después de la partida del ex secretario cae la Junta de Mayo y sin conocer, por lo tanto la noticia de su muerte, aunque "para el caso de que falleciera"., adjudicándole una misión idéntica a la de Moreno para el equipamiento del incipiente ejército nacional. El artículo 11 de este llamativo documento aclara "que si el. señor doctor don Mariano Moreno hubiere fa-llecido, o por algún accidente imprevisto no se hallare en Inglaterra, deberá entenderse Mr. Curtís con don Aniceto Padilla en los mismos términos que lo habría hecho el doctor Moreno."
En el navío "Fama" no había médico, función que cumplió el misterioso capitán, quien se negó al pedido de Guído y de Manuel Moreno para que desviara la nave a algún puerto cercano a fin de tratar al enfermo. Además la marcha del barco, y sin justificación evidente, se retra-só notoriamente. Dicho oficial, cuyo nombre nuestra historia no regis-tra, jamás volvió a pisar Buenos Aires aunque sí regresó el buque.
Como es sabido, anoticiado, don Cornelio exclamó: "Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego". Efecti-vamente, el arsénico quema las entrañas... (2, 63, 67).∗ http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (4 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
EL AGUILA GUERRERA PARTE I
2. EL VOCAL SUICIDA
De él se decía que era el integrante de la Junta de Mayo de mayor fortuna personal. Español, nacido en 1782, Juan Larrea era el dueño de una flota naviera. Comprometió su peculio en un préstamo para la formación dela primera escuadra argentina que fue puesta a las órdenes de Guillermo Brown. El intermediario, Pío White, un norteamericano que fue espía inglés en las invasiones de 1806 y 1807, hombre de negocios turbios, los perjudicó en uno de los primeros negociados que registra nuestra Historia, lamentablemente caudalosa en estos descarríos, comprando a precios exorbitantes. El infortunio de Larrea se agrava cuando, comprometido con el gobierno de Alvear y la logia Lautaro, es arrastrado en su caída y desterrado a Francia. Se afinca en Burdeos y, hábil hombre de negocios, se recupera inaugurando la navegación postal entre el Río de la plata y Europa. Logra ser nombrado cónsul argentino en dicha ciudad francesa. Durante el bloqueo francés de 1839, y dadas sus vinculaciones económicas con el país enemigo. Rosas sabotea sus operaciones comerciales llevándolo a la quiebra. Tantos avatares son demasiados para el ex integrante de la Junta de Mayo, quien se hunde en la miseria y en la depresión. El 20 de junio de 1847 termina con su vida degollándose con su navaja de afeitar.(8).
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
3. CARTAS A NADIE.
María Guadalupe Cuenca, esposa de Mariano Moreno, escribe: “Mi querido y estimado dueño de mi corazón: “Me alegraré que lo pases bien y que al recibo de ésta estés ya en tu gran casa con comodidad y que Dios te dé acierto en tus empresas; tu hijo y toda tu familia quedan buenos pero yo con muchas fluctuaciones y el dolor en las costillas que no se me quita y cada vez va a más; estoy en cura, me asiste Argerich, se me aumentan mis males al verme sin vos y de pensar morirme sin verte y sin tu amable compañía; todo me entristece, las bromas de Micaela me enternecen porque tengo el corazón más para llorar que para reír, y así mi querido Moreno, si no te perjudicas procura venirte lo más pronto que puedas o si no hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir, la casa me parece sin gente, no tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen y participen de tus disgustos; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso, Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios.” La carta estaba fechada el 14 de marzo de 1811. El cadáver de Moreno había sido arrojado al mar diez días antes (47).
4. EL CABALLO “BLANCO” DE SAN MARTÍN
El general Espejo, quien combatió a las órdenes del Libertador, es el único que se ocupa, en sus Memorias, de la descripción de los caballos de San Martín. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (6 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
EL AGUILA GUERRERA PARTE I
El caído bajo la metralla goda en San Lorenzo era un “bayo de cola cortada al corvejón”, regalo de un tal Rodrigáñez. En la campaña de los Andes, el mismo memorioso describe a don José cabalgando por las calles de Mendoza sobre un “hermoso alazán tostado de cola recortada y tuse criollo”, y en otras ocasiones en un “zaino negro y de largas crines”. No hay referencias entonces de que el “caballo blanco de San Martín” fuese blanco...(1).
5. “NO ES COSA DE LOCOS?”
La logia Lautaro, que gobierna Buenos Aires, teme al creciente poder del caudillo “oriental” Artigas, líder carismático que seduce a la plebe y que amenaza con establecer alianzas con otros gobernadores, especialmente con el poderoso Francisco Ramírez, de Entre Ríos. El 20 de enero de 1814, furioso porque Buenos Aires se niega a convocar el congreso que reconocería su importancia militar y política y sus consiguientes derechos, Artigas abandona el sitio de Montevideo, enarbolando su propia bandera para hacer aún más irritativo su desplante (la azul y blanca de las Provincias Unidas cruzada en diagonal con la banda punzó del federalismo). Aunque la plaza está a punto de caer en manos de sus sitiadores, la mayor parte de las tropas orientales sigue a su jefe, conducidas por Otorgués, “mano derecha” del caudillo. En cuanto a las que quedan, muy reducidas –informa Rondeau, comandante de las tropas porteñas, a su gobierno-, “no puede contarse con confianza porque a pesar de su disimulo se advierte una disposición a seguir el partido de aquel jefe”. Gervasio Posadas, que acaba de ser nombrado Director Supremo por la logia, declara el 11 de febrero a José Artigas “infame, privado de su empleo, fuera de la ley y enemigo de la Patria”; considera http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (7 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
EL AGUILA GUERRERA PARTE I
crimen de alta traición darle “cualquier clase de auxilio”, y fija una recompensa de seis mil pesos “al que entregue su persona, vivo o muerto”. Pero Artigas tenía el prestigio del que él carecía. “Rondeau renuncia, French y Usted renuncian –escribiría Posadas al coronel Soler, días más tarde-, Artigas renunció y nos arrancó 500 hombres. Los oficiales que ha hecho prisioneros me escriben que los he sacrificado inocentemente porque la causa de Artigas es justa. Belgrano renunció y está enojado. San Martín dice que a su mayor enemigo no le desea aquel puesto. Días Vélez ha renunciado y está enojado. ¿No es cosa de locos? ¿Se puede así marchar a ninguna empresa?”(67).
6. LA NECESARIA DISCIPLINA.
Era amante del orden y de la disciplina. Fue eso lo que lo hizo partidario de la monarquía para estas tierras del Plata y lo que, años más tarde, lo llevó a simpatizar con Juan Manuel de Rosas. Un oficial le reclamó que no podía mantenerse con el escaso sueldo que cobraba. San Martín le contestó “que era de admirar la frescura con que aspiraba el solicitante a gravar al Estado en medio de las más premiosas urgencias públicas y cuando todos los jefes y oficiales del ejército sufrían sin quejarse iguales molestias y privaciones.” A un soldado sanjuanino que, prisionero de los realistas, había sido obligado a jurar que no volvería a empuñar las armas: “Quedan sus manos libres para atacar el enemigo; mas si una ridícula preocupación aun se las liga, se le desatarán con el último suplicio.” Al pie de una solicitud de un prisionero español que pedía que en obsequio y gracia de la Patrona del ejército, se lo acordase la libertad:”No ha sido poca gracia que librase la vida.” En el sumario de una chacarera presa por haber malhablado de la patria: “Sobreséese mediante la entrega de diez docenas de zapallos que el ejército necesita para su rancho.” A veces la firmeza del Libertador se mezclaba con el humor: cuando el capitán general de Chile, el español Marcó del Pont, recibió el oficio en que se le comunicaba la declaración de nuestra independencia, al entregar al mensajero Álvarez Condarco la contestación correspondiente, dijo racistamente: “Yo firmo con mano blanca, no como la de su general, que es negra.” http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (8 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
EL AGUILA GUERRERA PARTE I
Triunfantes los argentinos en Chacabuco, el mandatario realista intentó huir pero fue hecho prisionero antes de embarcarse en Valparaíso. Llevado a presencia de San Martín, éste lo recibió en pie y tendiéndole la mano con semblante risueño, dijo a quien había puesto buen precio a su cabeza, vivo o muerto: “Venga esa mano blanca...” (11. 24. 30).
7. LA ESCLAVITUD, ¿ABOLIDA?
La Asamblea del año XIII sancionó la “libertad de vientres”, es decir abolió la esclavitud. Dicho decreto del 2 de febrero fue completado dos días más tarde por otro en el que se declaraba libres “a los esclavos que de cualquier modo se introduzcan desde este día en adelante por el solo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas”. Esta disposición tuvo carta vida pues provocó la protesta del todopoderoso embajador inglés, lord Strangford, quien, en protección del comercio de su país, pretextó que así se favorecía la fuga de esclavos brasileños y se impedía el paso por el territorio de las Provincias Unidas de propietarios brasileños con su séquito de esclavos. El decreto fue anulado”como una prueba irrefragable de la sinceridad con que desea conservar y promover la buena inteligencia establecida entre ambas posesiones a influjo de la respetable interposición de V.E.” (67).
8. “¡VA EL DEMONIO! ¡VA LA CARNE!”
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
Del Directorio de Juan Martín de Pueyrredón escribió el general Tomás de Iriarte: “Fue tiránico hasta el exceso. Se violaban todas las garantías, o por mejor decir, ninguna existía de hecho, pero aquel gobierno fue el más regularmente cimentado de cuantos se había sucedido del año diez”. A su favor debe decirse que fue la única vez que San Martín recibió algún apoyo de Buenos Aires para sus campañas. “Van los 2.000 sables de repuesto que me pidió; van doscientas tiendas de campaña, y no va más. ¡Va el demonio! ¡Va la carne! Y yo no sé cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo... y me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando y, ¡carajo! No me vuelva a pedir más si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado de un tirante de la fortaleza”. (Carta del 4 de junio de 1816) (29, 49).
9. LA TOMA DE MONTEVIDEO
El general español Vigodet decide rendir la plaza de Montevideo. Una de sus condiciones es entregar la llave de Montevideo a los “orientales” (artiguistas) y no a los porteños. Alvear, quien está al mando de las tropas por disposición de su tío, el director Posadas, se lo comunica al jefe Otorgués, estrecho colaborador de Artigas: “Mi estimado paisano y amigo. Nada me será más satisfactorio que ver la plaza de Montevideo en poder de mis paisanos y no de los godos”. En sus Narraciones, Alvear dice que invitó a Artigas “pero no vino, lo cual fue un suceso feliz http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (10 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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porque a él no hubiera sido fácil alucinarlo”. Es decir, engañarlo. Otorguéz cayó en la trampa. Se acercó a Montevideo acampando en Las Piedras. Alvear había entrado en la ciudad, violando los acuerdos, el 23 de junio de 1814. La tarde del 24 sale al encuentro de Otorgués con el pretexto de saludarlo y coordinar la entrada de los orientales en Montevideo. Su verdadero objetivo era comprobar in situ el poderío delas fuerzas artiguistas. Vuelve a la ciudad, mete presos a los dos delegados de Otorgués que lo acompañaban –el Dr. Revuelta y Antonio Suanes-, a quienes somete a un simulacro de fusilamiento, y regresa a Las Piedras a las 9 de la noche con un importante ejército. Ametralla a los hombres de Otorgués que estaban durmiendo, matando a varios centenares. Comunica a Posadas al día siguiente que sólo pudo apoderarse de “ollas, calderas y chinas con que esta chusma está siempre cargada”. Alvear, que acababa de cumplir 24 años, impedía así que Montevideo cayera en poder de Artigas, constituido en el enemigo N° 1 de Buenos Aires. En premio, su tío lo nombra brigadier general y “Benemérito de la Patria en Grado Heroico” (64, 67).
10. CLAUSULAS RESERVADAS Y RESERVADISIMAS
El Congreso de Tucumán, el 9 de julio, había proclamado nuestra independencia de España. Sin embargo, menos de dos meses después, ante la amenaza de la invasión portuguesa a la Banda Oriental que temían se extendiese a las provincias http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (11 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
EL AGUILA GUERRERA PARTE I
mesopotámicas, sostenían una sesión secreta. El 4 de setiembre de 1816 se aprobaban las cláusulas reservadas: que los comisionados tratasen, tanto en la Corte portuguesa (trasladada al Brasil) como ante el general Lecor (jefe del ejército invasor), “sobre la base de la libertad e independencia de las Provincias representadas en el Congreso” (abandonando, pues, la Banda Oriental a los invasores); “desimpresionarlos de las ideas exageradas que acaso se habrán formado del desorden ñeque nos suponen”; conseguir un manifiesto público de Lecor de no tener pretensiones sobre esta Banda (la Oriental), para no alertar a Artigas y a sus simpatizantes, engañando sobre “el objeto de la expedición militar contra la Banda Oriental”; “persuadir al gabinete del Brasil a que se declare Protector de la libertad e independencia de estas Provincias restableciendo la casa de los Incas y enlazándola con la de Braganza”. Las cláusulas reservadísimas votadas por unanimidad revelan que los temores de los congresales iban mucho más allá. Instruían a su comisionado que en el caso “de exigírsele que estas Provincias se incorporaren a las del Brasil, se opondrá abiertamente manifestando que sus instrucciones no se extienden a este caso, pero si después de apurados todos los recursos de la política y del convencimiento insistiese en el empeño, indicará, como una cosa que sale de él, que formando un Estado distinto del Brasil reconocerán por su monarca al de aquél mientras mantenga su Corte en ese continente, pero bajo una constitución que le presentará el Congreso”. Es decir que nuestros prohombres de la independencia, aquellos que tan majestuosamente retrató Blanes, se mostraban dispuestos, pocas semanas después, con algunas condiciones, a pasar a depender del soberano brasileño... Esa misma tarde se votaron los comisionados: Terrada sería el público e Irigoyen el secreto. Ni uno ni otro fueron a Río de Janeiro. Es que Pueyrredón no creyó necesario entregar el país al Brasil para salvarlo del artiguismo. Prefería, como veremos más adelante, hacerlo con Francia (67).
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11. EL HIMNO NACIONAL
El 24 de mayo de 1812 se presentaba en la Casa de Comedia una pieza, “El 25 de Mayo”, de Luis Ambrosio Morante, que terminaba con un himno coreado por los actores. Un espectador, Vicente López y Planes, se sintió inspirado y compuso esa noche la primera estrofa de un himno para reemplazar el de Morante, al que Blas Parera había puesto música. La letra era inflamadamente independentista, como correspondía al espíritu de la época. Tiempo más tarde la Asamblea del alo XIII pide un “arreglo” acorde con los nuevos vientos que soplan: Inglaterra se opone vigorosamente a todo arresto de autonomía en las colonias de España, su aliad en la guerra contra Napoleón. El embajador británico lord Strangford hace saber al gobierno de Buenos Aires “lo loco y peligroso de toda declaración de independencia prematura”. Desaparecen entonces estrofas que anunciaban que “se levanta a la faz de la Tierra una nueva y gloriosa Nación”. Se infiltran, en cambio, conceptos monárquicos tan en boga entonces, cuando nuestros prohombres parecían competir en candidaturas de príncipes europeos para gobernarnos. Portugués, francés, italiano... No extraña entonces el “ved en tono a la noble igualdad”, afrancesamiento relacionado con el propósito de coronar al duque de Orleáns. O “sobre alas de gloria alza el pueblo, trono digno a su Gran Majestad”, estrofa desaparecida en la versión definitiva. O “ya su tono dignísimo abrieron, las Provincias Unidas del Sur”, texto del que nos ocuparemos más adelante.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE I
El Himno sufrió en 1860 otra lamentable modificación encomendada a Juan Pablo Esnaola: la marcha vibrante y guerrera se transformó en una pieza pretenciosamente majestuosa, tan estirada que va en camino de convencernos de que nuestra canción patria consta solamente de su introducción, que es lo que habitualmente se ejecuta. Para colmo de males, por razones diplomáticas, el texto fue mutilado devastadoramente durante la segunda presidencia de Roca, suprimiendo las estrofas denigrantes a España. Se evaporaron así marciales referencias a “los bravos que unidos juraron su feliz libertad sostener, a esos tigres sedientos de sangre fuertes pechos sabrán oponer”. Tampoco cantaremos: “son letreros eternos que dicen: aquí el brazo argentino triunfó, aquí el fiero opresor de la Patria su cerviz orgullosa doblo”. De allí en más los escasos retazos sobrevivientes nos harán repetir absurdamente hasta tres veces “y los libres del mundo responden...” (2).
12. UN SOBERANO PARA EL PLATA (I)
“V.E., que sabe calcular las probabilidades, no trepidará en mover el real ánimo de S.M. Cristianísima (el Rey de Francia) para aprovechar las disposiciones favorables que han conservado siempre estos habitantes por los nacionales franceses, y que pudiera ser en lo sucesivo el fundamento de relaciones sumamente provechosas a ambas naciones”. Así escribía el Director Supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, el 16 de junio de 1818, al hombre fuerte de la Corona francesa, el http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (14 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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cardenal Richelieu. En respuesta, a mediados de agosto llegó a Buenos Aires el coronel francés Le Moyne, caballero de San Luis y de la Legión de Honor, para seguir por encargo de Richelieu las tratativas iniciadas por Henri Grandsire, nombre seguramente ficticio de un eficaz agente secreto galo. El 2 de setiembre Le Moyne daba a Richelieu seguridades sobre Pueyrredón: “A pesar de que ha recibido otras proposiciones, tengo la garantía del señor Pueyrredón de que se entregará a Francia. Pueyrredón, francés, está animado de los mejores sentimientos hacia su país”. El Director Supremo reorganizaba la logia Lautaro buscando eliminar, o al menos disminuir, alvearismo anglófilo. “Desean que las consecuencias no tarden – continúa Le Moyne-. Desean al duque de Orleáns y todas las tropas serán puestas a nuestra disposición”. Más adelante: “Pueyrredón y sus colegas que trabajan en estos momentos en la Constitución la hacen tan monárquica como lo permiten las circunstancias”. Francia ha propuesto la coronación de uno de sus príncipes. La respuesta no se hace esperar: “Puede V.S. estar seguro y contar con que el proyecto relativo a los intereses de este país que ha propuesto V.S. tendrá los resultados favorables que debemos prometernos”. En secreto se elige al comisionado argentino que debía concluir con el gabinete francés los detalles de la coronación del duque de Orleáns: el canónigo Valentín Gómez (67).
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13. LAS ESCUELAS DE BELGRANO
El gobierno de Buenos aires, a raíz del triunfo de Salta, dispuso que al jefe de los ejércitos patriotas, general Manuel Belgrano, se lo premiaría con un sable con virola de oro, en el que podría leerse “La Asamblea Constituyente, al benemérito general Belgrano”. Además se lo otorgarían cuarenta mil pesos como recompensa. Siendo vocal del primer gobierno patrio ya el generoso don Manuel había renunciado en 1810 a su sueldo de tres mil pesos, y cuando se lo nombró jefe del Regimiento de Patricios también cedió la mitad de su recompensa pecuniaria. Al anoticiarse de la decisión de la Asamblea don Manuel envió desde Jujuy una correspondencia a Buenos Aires en la que expresaba su decisión de “destinar los cuarenta mil pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras, en las que se enseñe a leer, escribir, la aritmética, la doctrina cristiana y los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombre en sociedad hacia ésta y el gobierno que la rija, en cuatro ciudades, a saber, Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, que carecen de un establecimiento tan esencial e interesante a la Religión y al Estado y aun ni arbitrios para realizarlos.” Pero no se limitó don Manuel a desprenderse de una suma entonces importante para que los niños pobres de esas comarcas recibieran educación gratuita, generosidad que su patria mal retribuiría al cabo de los años condenándolo a morir en la más absoluta pobreza y sin atender a sus reclamos por sueldos impagos, sino que también redactó un “Reglamento” para el funcionamiento de dichos establecimientos educativos. Los artículos de dicho reglamento son poderosamente reveladores de l lúcida concepción que Belgrano tenía de lo educativo y de su importancia en la sociedad. Es así que en el artículo 1° privilegia la buena retribución al maestro estableciendo que se destinen quinientos pesos anuales para cada escuela, de los que cuatrocientos serán para su pago y los icen restantes para “papel, pluma, tinta, libros y catecismo para los niños de padres pobres que no tengan http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (16 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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como costearlo”. Para evitar el “dedazo” o “acomodo” imponía el sistema del concurso u oposición: “Se admitirían los memoriales de los opositores con los documentos que califiquen su idoneidad y costumbres, oirá acerca de ellos el síndico procurador, y cumplido el término de la convocación, que nunca será menor de veinticinco días, nombrará dos sujetos de los más capaces e instruidos del pueblo, para que ante ellos, el vicario eclesiástico y el procurador de la ciudad, se verifique la oposición públicamente en el día señalado”. Dicho concurso, como lo indica el artículo 4°, debía abrirse cada tres años, para garantizar que el maestro fuera el más capacitado para ejercer tan delicada tarea. No era ajeno a la voluntad de don Manuel el estímulo a los jóvenes que así lo merecieran: “Se les dará asiento de preferencia, algún premio, distinción de honor, procediéndose en esto con justicia” (artículo 6°). Tres artículos, el 7°, el 8° y el 9°, están dedicados a la formación espiritual de los niños y jóvenes. Belgrano era católico confeso y practicante: años más tarde, al ser relevado San Martín, le escribirá, en camino hacia Buenos Aires para ser juzgado por sus derrotas en Vilcapugio y Ayohúma: “ Acuérdese V. de que es un general cristiano, apostólico romano, cele V. de que en nada, ni aun en las conversaciones más triviales, se falte respeto de cuanto diga a nuestra Santa Religión.” Prudente en penitencias y castigos, en épocas propensas a los mismos, siempre obsesionado por la justicia, Belgrano propone que “si hubiese algún joven de tan mala índole o de costumbres tan corrompidas que se manifieste incorregible, podrá ser despedido secretamente de las escuela con la intervención del alcalde de primer voto, el regidor más antiguo y el vicario de la ciudad, quienes se reunirán a deliberar en vista de lo que previa y privadamente les informe el preceptor”. Insiste en que a los alumnos “por ningún motivo se les expondrá a la vergüenza pública! (artículo 15°). Tendrá también maravillosas expresiones hacia el maestro, de sorprendente actualidad: “Procurará con su conducta en todas sus expresiones y modos inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación y http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (17 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la verdad y a al ciencia, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que tienda a la profusión y al lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado y estimar en más la calidad de americano que la de extranjero” (artículo 18°). En seguida, en el artículo 19°, nos seguirá asombrando: “Tendrá gran cuidado en que todos se presenten con aseo en su persona y vestido, pero no permitirá que nadie use lujo aunque sus padres puedan y quieran costearlo”. Quizá lo más remarcable del”Reglamento” de don Manuel Belgrano es la jerarquía que confiere a la tarea del educador. Tanto es así que en el artículo 8° no duda en indicar, ejemplarmente: “En las celebraciones del Patrono de la ciudad, del aniversario de nuestra regeneración política y otras de celebridad, se le dará al maestro en cuerpo del Cabildo, reputándosele por un padre de la Patria”. Aunque las circunstancias lo obligaron al fragor de las batallas para hacernos libres, nuestro prócer coincidiría con lo que Epicteto había afirmado siglos antes: “Sólo las personas que han recibido educación son verdaderamente libres” (35).
14. UN REVOLUCIONARIO ARREPENDIDO
Carlos de Alvear, derribado del gobierno y condenado al exilio, por sus excesos y por el descrédito de la logia Lautaro que él dirigía, escribe desde Río de Janeiro al Rey de España (23 de agosto de 1815): http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (18 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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“Es muy deplorable a un español ** que ha nacido con honor y que procuró acreditarlo entre los gloriosos defensores de la Nación, presentarse ahora a vindicar su conducta en actitud de delincuente y con las sombras de rebelde o enemigo del Rey. Yo me habría ido lejos de los hombres a ocultar mi vergüenza si no conservase una esperanza de hacer disculpables mis procedimientos o si conociera menos de la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus ministros”. Expone que fue a Buenos Aires y se mezcló en política, “animado de la esperanza de rectificar las ideas que alimentaba el fanatismo de la multitud (...) agrégueme al partido de los que eran conocidos por más vehementes y acalorados con el objeto de adquirirme en crédito elevado de patriota y de tomar ascendiente sobre los que suponía más capaces de una oposición sostenida a las ideas de conciliación” *** Ocupó el Directorio Supremo para “aventurarse a un paso decisivo que pusiese término a esta maldita revolución **** pero había quienes no querían que el país volviere a su antigua tranquilidad (...) Y por eso he caído, por eso he sido víctima; porque mi decidido conato ha sido volver estos países a la dominación de un Soberano que solamente puede hacerlos felices”. El Rey español no ido respuesta a esta carta. Carlos de Alvear, recuperado por su condición de “venerable” en la dominante sociedad secreta y por sus parentescos y afinidades con los “doctores” de Buenos Aires, volverá a tener activa participación en la política nación, conduciendo el ejército patrio en l victoria de Ituzaingó contra Brasil y desempeñándose como embajador en los Estados Unidos durante el gobierno de Rosas(67).
15. ¿“ABRIERON” O “ALZARON”? http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (19 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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Cuando se canta el Himno coreamos: “Ya su trono dignísimo abrieron”. Es, indudablemente, una frase sin sentido. Todo indica que cuando la Asamblea del Año XIII sancionó nuestra canción patria lo hizo sobre una copia defectuosa del texto de López y Planes. Su autor, cuando era consultado indicaba como correcto lo de “alzaron”. Pero finalmente terminó por inclinarse ante la fuerza del uso, y en 1847 declaró en testimonio que se encuentra en el archivo Mitre, autenticado por su hijo Vicente Fidel López, que el término adecuado era el incomprensible “abrieron” (2).
16. UN SOBERANO PARA EL PLATA (II)
En carta a Richelieu del 27 de abril de 1819, el enviado francés Le Moyne le comunica lo que Pueyrredón había dicho en su presencia: “Soy de la patria de Enrique IV, recibí mi educación en Francia, conozco el carácter nacional y sé que es el único que puede convenir a Sudamérica”. Le cuenta que las principales familias de Buenos Aires se disputaban los maestros de francés para recibir mejor al futuro soberano del Río de la Plata. Pueyrredón había tomado uno para su mujer y otro para una de sus hermanas. Los diputados del Congreso recibirían la noticia de la coronación de Luis Felipe I, duque de Orleáns, “con un entusiasmo difícil de describir”. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (20 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
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El entusiasmo de Le Moyne se justificaba ya que el Director Supremo había llegado a confiarle: “Si Francia nos concede el príncipe que deseamos, le entregaremos no sólo la soberanía de estas Provincias del Sud de América, sino que haremos todos los sacrificios posibles para asegurarle su pacífica posesión” (en la misma carta del 27-4-1819). Al llegar a París el enviado argentino, Valentín Gómez, había cambiado el gabinete francés y Richelieu fue sustituido en la jefatura del gobierno por el duque de Decazes. Luis Felipe, que llegaría a ser Rey de Francia, estaba descartado como soberano del Plata. En su lugar se enviaría a Carlos Luis de Borbón, joven príncipe de Lucca, con dominio sobre el ducado de Parma. Tal candidatura no agradó a Gómez. Su misión era poner las Provincias Unidas bajo la protección de una gran potencia como Francia y no de un pequeño ducado italiano. Pero el marqués de Dessolle, canciller, en una entrevista que tuvo lugar el 1° de junio, le aseguró que el príncipe, sobrino lejano del rey Luis XVIII y pariente más cercano de Fernando VII de España, sería bien recibido por Inglaterra y Rusia, y sobre todo que un ejército francés lo acompañaría hasta Buenos Aires para “hacer respetable el trono”ante una posible reacción de los caudillos federales. El 18 de junio Gómez se dirige al congreso y a Rondeau, flamante Director Supremo en reemplazo de Pueyrredón, instando a que, si bien no era exactamente lo esperado, “no podía dejarse pasar ocasión tan favorable y ventajosa” (67).
segunda parte http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20Parte%20I.htm (21 of 22) [26/05/2003 10:35:35]
EL AGUILA GUERRERA PARTE I
∗ Estos números indican las referencias bibliográficas ordenadas al final del libro. ** N. Del A.: sí, Alvear escribe “español”. *** N. Del A.: “infiltrarse” para cambiar el rumbo revolucionario. **** N. Del A.: quien hasta hace pocos días gobernaba en las Provincias Unidas no vacila en calificar de “maldita” a la proclama de Mayo.
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1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
2ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9
3ª Parte
Capítulo 10
Capítulo 1
Capítulo 11
Capitulo 2
Capítulo 12
Capítulo 3
Capítulo 13
Capítulo 4
Capítulo 14
Capítulo 5
Capítulo 15
Capítulo 6
Capítulo 16
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE II
4ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
5ª Parte Capítulo 1
Capítulo 9 Capitulo 2 Capítulo 10 Capítulo 3 Capítulo 11 Capítulo 4 Capítulo 12 Capítulo 5 Capítulo 13 Capítulo 6 Capítulo 14 Capítulo 7 Capítulo 15 Capítulo 8 Capítulo 16
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
6ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
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Capítulo 17
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SEGUNDA PARTE 1. CARTAS COMPROMETEDORAS
El desastre de Cancha Rayada pareció derrumbar las esperanzas de libertar a Chile del yugo hispánico. Además corrieron rumores sobre la muerte de San Martín y de O’Higgins. Muchos chilenos de significación, aterrados por su propia suerte, escribieron al general realista Osorio declarándose ardientes partidarios de la metrópolis y firmes sostenedores de la causa del rey. No ahorraban tampoco denuncias de patriotas.
Estas cartas estaban en la valija que encerraba la correspondencia secreta del jefe español, y que éste abandonó al huir derrotado y perseguido, del campo de Maipú. A la sombra de unos álamos, según relató su edecán O’Brien, leyó el Libertador una a una las cartas que tanto y a tantos hombres notables comprometían. Luego, serenamente, sin revelar a nadie su contenido, las hizo pedazos y las arrojó al fuego (8, 39).
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2. LA PELIGROSA AGUA BENDITA
La asamblea del Año XIII declara que “habiendo conocido con dolor y perjuicio de la población que multitud de infantes perecen luego de nacidos del mal vulgarmente llamado de “los siete días”, un espasmo que entre otras cosas se origina por el agua fría con que son bautizados, y habiendo oído al efecto a los profesores ilustrados en la materia; resuelve que no se bautice en pueblo alguno de los comprendidos en el territorio de las Provincias Unidas sino con agua templada en cualquiera de las estaciones del año; y a efecto de ocurrir por todos los medios posibles a reparar los males consiguientes con que son tratados los infantes al nacer, y l7uego de nacidos por las primeras manos a que deben su socorro, se reencarga muy particularmente al Supremo Poder Ejecutivo la vigilancia del cumplimiento de la ley” (4 de agosto de 1814) (23).
3. INSTRUCCIONES DEL LIBERTADOR.
San Martín instruyó a su ejército antes de librarse la batalla de Maipú:
“1º- Cada soldado, para batirse, llevará cien tiros y seis piedras; la mitad consigo y la otra mitad detrás de su respectivo cuerpo. “2º- Antes de entrar en batalla, se les dará una ración de vino o aguardiente, prefiriendo lo primero. Los jefes perorarán con denuedo a la tropa antes de entrar en batalla, imponiendo pena de la vida al que se separase de su fila, sea al avanzar, sea al retirarse. “3º- Se dirá a los soldados, de un modo claro y terminante por sus jefes, que si un cuerpo se retira es porque el general en jefe lo ha mandado así por astucia. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (4 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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“4º- Si algún cuerpo de infantería o caballería fuere cargado con arma blanca, no será esperado a pie firme, sino que le saldrá cincuenta pasos al encuentro con bayoneta calada o con sable. “5º- Los heridos que no puedan andar con sus pies no serán salvados mientras dure la batalla, porque necesitando cuatro para cada uno, se debilitaría la línea en un momento. “6º- Recomiendo a los jefes de caballería llevar a retaguardia un pelotón de 25 a 30 hombres para sablear a los soldados que vuelvan cara, así como para conseguir al enemigo mientras se reúne el resto del escuadrón. Siendo el carácter de nuestros soldados más propio para la ofensa que para la defensa, los jefes no olvidarán que en caso de apurado deberán tomar la primera” (43, 49).
4. UN SOBERANO PARA EL PLATA (III)
El mismo Congreso que el 9 de julio de 1816 había declarado nuestra Independencia del imperio hispánico, poco más de dos años después, el 12 de noviembre de 88, votaba secretamente las cláusulas del acuerdo con Francia por el cual nuestro país pasaría a depender del pequeño ducado de Parma. “Que S.M. cristianísima* tome a su cargo allanar el consentimiento de las altas cinco potencias de la Europa, y aún de la misma España”. Fue aprobado con la adición de que “se exigiera especialmente el de Inglaterra”. “Que conseguido este allanamiento sea también del cargo del Rey Cristianísimo facilitar el enlace del duque de Lucca con una princesa del Brasil, debiendo este enlace tener por resultado la renuncia por parte de S.M. Fidelísima ** de todas sus pretensiones a los territorios que poseía la España conforme a la última demarcación, y a las indemnizaciones que pudiera tal vez solicitar en razón de los gastos invertidos en su actual empresa contra los habitantes de la Banda Oriental.” http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (5 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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“Que la Francia se obligue a prestar al duque de Lucca una asistencia entera de cuanto necesite para afianzar la monarquía en estas Provincias y hacerla respetable, debiendo comprenderse en ella cuando menos todo el territorio de la antigua demarcación del Virreinato del Río de la Plata, y quedar por lo mismo dentro de sus límites las provincias de Montevideo con toda la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay”. “Que estas Provincias reconocerán por su monarca al duque de Lucca bajo la constitución política que tienen jurada, a excepción de aquellos artículos que no sean adaptables a una forma de gobierno monárquico hereditaria, los cuales se reformarán del modo constitucional que ella provee”. “Que estando convenidas las principales potencias de la Europa en la coronación del duque de Lucca, deberá realizarse el proyecto aun cuando la España insista en un empeño de reconquistar estas provincias”. “Que en dicho caso hará la Francia que se anticipe la venida del duque de Lucca con toda la fuerza que demanda la empresa, o pondrá a este gobierno en estado de hacer frente a los esfuerzos de la España auxiliándolo con las tropas, armas, buques de guerra, y un préstamo de tres a cuatro millones de pesos pagaderos luego que se haya concluido la guerra y tranquilizado el país”. Se modificó “tres o cuatro” por “tres o más”. “Que de ningún modo tendrá efecto este proyecto siempre que se tema con fundamento que mirando la Inglaterra con inquietud la elevación del duque de Lucca pueda empeñarse en resistirle y frustrarlo por la fuerza”. “Que a este fin se procurará a nuestro Enviado el tiempo que considere necesario, para que pueda volver de aquí despachado este asunto de tan alta importancia, conduciéndolo con toda la circunspección, reserva y precaución que impone su naturaleza delicada, así por que no aborte el proyecto como para impedir las funestas consecuencias que ocasionarán, si llega a transpirarse prematuramente, las glosas malignas que sabrán darle los enemigos de la felicidad de nuestra Patria”. La mayoría de las cláusulas fueron aprobadas por unanimidad (67). http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (6 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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5. LA VERDAD DE CHACABUCO
San Martín tarda diez días en redactar el parte de batalla. Tiempo sin duda excesivo. En el mismo señala: “El bravo brigadier O’Higgins reúne los batallones 7 y 8, al mando de sus comandantes Cramer y Conde, forma columnas cerradas de ataque y carga a la bayoneta sobre la izquierda enemiga (...) El general Soler cayó al mismo tiempo sobre la altura que apoyaba su posición”. Años más tarde, harto ya de la sistemática campaña que se había llevado a cabo en Chile para disminuir la importancia de su papel en la independencia de ese país, y ante la publicación en 1844 de una denigrante Memoria del Exmo. Señor Don Bernardo O’Higgins, el Libertador hace reveladoras acotaciones al margen de su puño y letra (este ejemplar se encuentra en al Archivo Mitre y ha sido estudiado por el coronel L.R. Orstein). En la página 29 su autor, un tal Casimiro Albano, imagina que San Martín debió destinar a O’Higgins al mando de la vanguardia por “opinión uniforme de los bravos”. San Martín se despacha: “El General O’Higgins era bravo hasta el extremo, pero sus conocimientos militares eran nulos. Desde la cima de la Cuesta de Chacabuco lo destiné a perseguir al enemigo con el Batallón 8 con la orden expresa de no comprometer ninguna acción con el enemigo hasta que la caballería que yo llevaba pasase el desfiladero de más de una legua. Al poco tiempo yo oí que el fuego había comenzado; a la media hora llegué con dos escuadrones de granaderos, y vi con sorpresa que O’Higgins marchaba en http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (7 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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columna sobre los españoles y que éstos lo habían rechazado, dispersándole el Batallón 8. Todo mi plan estaba trastornado por la precipitación de este ataque que no daba tiempo a la división Soler de llegar a tiempo de atacar por la espalda. En tan criticas circunstancias no me quedó otro partido que el de atacar con la caballería la izquierda de la línea enemiga, la que fue destrozada coincidiendo a este resultado el comandante Necochea, que al mismo tiempo atacó la retaguardia”. Ahora se comprende por qué San Martín tuvo que tomarse diez días para adjudicar generosamente a O’Higgins un mérito que no le correspondía (2, 74).
6. DOS VALIENTES
El coronel francés don Carlos Luis Federico de Brandsen había combatido durante años en las contiendas europeas, mereciendo por sus méritos militares ser condecorado varias veces por Napoleón. Después de la caída del vencedor de Arcole, emigró como muchos otros oficiales y ofreció su espada mercenaria a la causa de los pueblos sudamericanos. Al igual que Brown, Bouchard, Miller, terminó enamorándose y haciendo propio el anhelo libertario de nuestra patria. El 19 de setiembre de 1817 se incorporó como capitán al Regimiento de Granaderos a Caballo. Tal era la fama que se había ganado en Europa y que rápidamente confirmó en nuestras tierras que el general Monet, prestigioso jefe español, en diálogo con http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (8 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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Tomás Guido, quien se encontraba en Lima en misión diplomática ante el virrey del Perú, le preguntó: -
Dígame usted, señor general, ¿tienen ustedes muchos oficiales como Brandsen?
Guido, en un rapto de sinceridad, respondió: No, general, nadie lo supera en valor, y en cuanto a conocimiento y pericia en el arte de la guerra, no es fácil igualarle. Me alegro –comentó sonriendo Monet-, porque si así n fuera se nos enredaría mucho más la madeja.
Brandsen murió en la batalla de Ituzaingó, heroicamente al frente de su caballería, en una carga suicida ordenada por el jefe de las tropas argentinas, Carlos de Alvear, quien le mandó tomar por asalto un bastión brasileño a todas luces inexpugnable. En esa misma acción murió Simón Lavalle, hermano de Juan. * El coronel Alvarado, durante la campaña del Perú, el 24 de noviembre de 1820, despachó una partida de 18 Granaderos a Caballo al frente del teniente Juan Pascual Pringles, con una comunicación ara el jefe del Batallón Numancia, comandante Tomás Heres. La partida marchó durante toda la noche y al amanecer del 27 ocupó su puesto, en un terreno quebrado, en la caleta de Pescadores, sobre el mar. Allí fue sorprendido por la vanguardia enemiga al mando del coronel Valdez, muy superior en número y armamento. El teniente Pringles, en lugar de reiterarse, arremetió temerariamente. Su ataque fue lógicamente rechazado por una fuerza cuatro veces mayor en efectivos y con piezas de artillería de las que él carecía. Para colmo de males al retroceder se encontró con otra compañía de Dragones que le cerraba la retirada. No se arredraron los granaderos y volvieron a cargar sobre este nuevo enemigo, siendo deshechos y sufriendo tres muertos y once heridos. Entre éstos, el mismo Pringles. Pero al bravo puntano, a pesar de lo dramático de situación, no le pasó por la mente rendirse. Tomó una resolución temeraria: ahogarse antes que caer prisionero. Sus hombres se lanzaron al agua tras él.
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Valdez, el jefe enemigo, acudió rápidamente al lugar e impresionado por el acto de coraje, ordenó el cese del fuego y ofreció garantía de vida a quienes ya casi desaparecían bajo el oleaje (8, 26, 44).
7. “¡RECOGE LA SOTA!”
Los marineros mercenarios reclutados para la incipiente flota patriota carecían del fuego sagrado que da el saberse luchando por una causa noble que les competía. Eran además indisciplinados y codiciosos. El almirante Brown decidió resolver el problema alistando a criollos y también indios, aunque carecieran de toda experiencia en el tema. Como su instrucción era deficiente y les resultaba imposible memorizar el nombre de las velas, de las cuerdas y de las maniobras, el comandante irlandés ideó una treta ingeniosa: Conocedor de que sus inexpertos reclutas eran maestros en el juego de naipes, reemplazó los términos náuticos por las cartas de la baraja. Entonces podía escucharse: “¡larga el as!”, “¡ata el caballo!”, “¡recoge la sota!”, en vez de nombrar a la mayor, el bauprés o los rizos (2).
8. EL ACTA DE RANCAGUA
Fuertes vientos soplaban en contra de los proyectos de San Martín en Chile.
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En Tucumán el Ejército del Norte se había sublevado tomando prisionero a su amigo, el general Manuel Belgrano; en San Juan el Batallón 1° de Cazadores, unidad del Ejército de los Andes, se había declarado en rebeldía; para colmo de males el gobierno de Buenos Aires, principal apoyo del jefe del Ejército de los Andes, había visto derrotadas sus tropas, al mando del inepto Rondeau, en la batalla de Cepeda por la coalición militar de las provincias sublevadas de Santa Fe y Entre Ríos. La anarquía se había instalado en las provincias del Río de la Plata: cada una de ellas erigidas en republiquetas independientes que velaban por sus propios intereses y provechos, desentendidas de toda causa nacional. San Martín, desolado, comprendió que ningún apoyo podría recibir de su patria, donde, por el contrario, era tildado de “aventurero”, “ladrón”, “loco” y otras lindezas por el estilo. Se lo acusaba de que se ocupaba más de los destinos de países extraños que de los avatares del propio. Como si la caída de Chile y especialmente del Perú no fueran condiciones indispensables para nuestra independencia . Se encontraba entonces en suelo extraño a la cabeza de un ejército representante de una nación cuyas autoridades, que lo designaron a él jefe, habían caducado, por lo que la legitimidad de su mando quedaba indudablemente cuestionada. Pero don José estaba decidido a que tanto infortunio no fuera suficiente para desviarlo de su férreo objetivo: acabar con la resistencia española en Lima, para así asegurar la independencia de los países del sur de América, meta que sus compatriotas parecían haber olvidado. La tantas veces demostrada dignidad de don José, pero también su fina intuición política, lo convencieron de que ninguna empresa le sería posible si su mando no le era reafirmado por sus subalternos. En caso de que así no fuese estaba persuadido de dejar paso a otro que lo sucediera en la seguridad de que lo primordial era garantizar la victoria militar sobre España. “El Congreso y el Director Supremo de las Provincias Unidas no existen, de estas autoridades emanaba la mía de General en Jefe del Ejército de los Andes, http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (11 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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y de consiguiente creo de mi deber y obligación el manifestarlo al cuerpo de oficiales del Ejército de los Andes, para que ellos por sí y por su espontánea voluntad nombren un General en Jefe que deba mandarlos y dirigirlos, y salvar por este medio los riesgos que amenazan a la libertad de América.” Así se iniciaba el texto secreto, en sobre lacrado, que envió a su fuel subalterno, el general Las Heras, el 26 de marzo de 1820, para que éste lo diera a conocer a todos los oficiales del Ejército de los Andes acantonado en Rancagua. Lo que San Martín también buscaba era que sus hombres legitimaran sus reiteradas desobediencias al poder central. Pocas semanas antes de su derrota en Cepeda, Rondeau lo había conminado a regresar a Buenos Aires para oponerse a las fuerzas federales; también fue llamado para conducir la resistencia contra una probable flota que zarparía de España para reconquistar sus colonias; no faltaron tampoco los emisarios que lo reclamaron para sofocar la revuelta popular que provocaría el delirante proyecto de Pueyrredón y Valentín Gómez de coronar en el Río de la Plata a un príncipe con el poyo de Francia. Mientras Buenos Aires lo convocaba por motivos que lo repugnaban y lo confundían, O’Higgins le hablaba con el lenguaje que entusiasmaba a San Martín: “Fortuna propicia nos está convidando a dar la última mano a la libertad de América; y le proporciona a un ocasión y un motivo justo para asistir la orden de su gobierno”. La respuesta de sus oficiales fue unánime: “Respetadísimo Jefe. Queda asentado como base y principio que la autoridad que recibe el General de los Andes para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país, no ha caducado ni puede caducar, porque su origen, que es la salud del pueblo, es inmudable”. Este documento se mantuvo en secreto durante más de medio siglo y pasó a la posteridad como “El Acta de Rancagua”. En carta confidencial, revelada en sus memorias, Las Heras reprochaba a su Jefe: “La verdad, mi general, que yo nunca hubiera creído que V. me pusiese en tanto y tamaño aprieto. En fin, ya está hecho, y por resultado se acabará de convencer qué clase de hombres son sus amigos”.
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Bartolomé Mitre hace un comentario muy interesante respecto del “Acta”: se trató de un acto revolucionario que sancionaba por el voto de un congreso militar una desobediencia declarada, ligando un ejército con la persona y con los designios de su general, levantados sobre el escudo de sus soldados como un imperator romano. El ejército se hacía solidario de su desobediencia y de su gloria, por una adhesión entusiasta y llena de confianza hacia él, y el general a su vez reconoció en principio que su autoridad emanaba del voto de sus saldados. El Libertador, el resto de sus días, pagaría muy caro ésta y otras desobediencias. Que eran encubiertas desobediencias a la logia a la que había jurado acatamiento eterno. Fue el castigo, según muchos, lo que lo habría llevado a abdicar ante Bolívar, a ver su vida amenazada y a huir de su Patria. (6, 24, 30, 49).
9. UN SOBERANO PARA EL PLATA (IV)
-Déjese de embromar, brigadier, con el asunto ése del príncipe y todas esas macanas... El Director Supremo, herido, se plantó frente a ese coronel que tanta fama de valiente tenía, todavía rengo por una metralla de Suipacha. -Nuestra situación es muy débil; coronel Dorrego. Solos no podremos resistir –intentó explicar Pueyrredón. Dorrego lo miró fijo a los ojos, con esa intensidad que San Martín había reflejado en una de sus cartas a su amigo Miller: http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (13 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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-¿Resistir a quién? Nuestros enemigos son los portugueses, no los orientales. El director estaba ya francamente molesto. -Artigas es un traidor, un ambicioso. Dorrego: -Artigas es un americano como nosotros, sólo nos separa un río... y los celos de quienes están dispuestos a regalar la Patria a un principito gringo con tal de no reconocerle su poder y su prestigio. Pueyrredón supo que quien condujo la vanguardia del Libertador en sus mejores batallas lo estaba incriminando. -No se insubordine, coronel –dijo con fiereza-, respete mi grado. Entonces Dorrego escupió, mordaz, la frase que más podía herir a ese interlocutor cuya bravura nunca se elogiaba. Condenado al exilio, es intempestivamente embarcado en su buque corsario con la orden de conducirlo a la isla de Santo Domingo. Por ser colonia española, tal decisión significaba la horca o, si había suerte, trabajos forzados en Ceuta. Pueyrredón, en su furor, ni siquiera le había concedido permiso para despedirse de su familia y recoger algunas pertenencias. El capitán Almeida se deja convencer y lo desembarca en la casi deshabitada Isla de Pinos, al sur de Cuba. Dorrego logra no ser descubierto por los realistas y sube a una nave con destino a Estados Unidos, pero como él mismo relata en correspondencia a un amigo, “habiendo el capitán de presa en la costa de Jamaica metídose a contrabandear, fui preso por los ingleses y conducido a esta isla en la Villa de Montero”. Juzgado como pirata salva a duras penas su vida, llegando a ver armada la horca que le estaba destinada. Logra convencer de su inocencia a los captores y http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (14 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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llega por fin a Baltimore. Son sus años de extrañamiento en los Estados Unidos los que transforman a aquel arrogante oficial en un estadista de fuste que dejará huellas en nuestra historia. -No sé en qué batalla nos hemos visto juntos, brigadier – le había descerrajado Dorrego a Pueyrredón, con una media sonrisa burlona (47, 73).
10. SANTIFICADO SEA EL AZAR
Entre 1816 y 1820 Buenos Aires tuvo una lotería que dependió, para sus fines benéficos, de la Hermandad de la Santa Caridad. Una vez adquirido el número, el sorteo se realizaba de inmediato. El vendedor ambulante de la esperanza entregaba a su cliente una cedulilla dividida en dos partes. Seña y contraseña. La primera era una oración: “San José Bendito”, decía por ejemplo, y el lotero la cantaba con voz estentórea. Si coincidía con la de su cedulilla, el afortunado ya tenía seguro algún premio. Contestaba entonces, en voz alta con la contraseña, que el lotero también tenía impresa en su duplicado. Por ejemplo “¡Ánima de mi abuela, protégeme!”. Entonces se cantaba la cifra de la buena suerte: “Con 100 pesos fuertes, ¡favorecido el número 250!”. Otra seña podía ser “Virgen Milagrosa”, y su correspondiente contraseña: “Que los hombres tengan el corazón limpio”, Y luego: “Con 85 pesos fuertes, ¡el http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (15 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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número 123!...” El azar y lo religioso, unidos (15).
11. COCHRANE VS. SAN MARTÍN (I)
El almirante Cochrane era un héroe naval de Gran Bre-taña, condecorado con la muy prestigiosa Orden del Baño por sus hazañas en las guerras napoleónicas. Llegó a ser también miembro de la Cámara de los Tories. Pero su codi-cia lo llevó a embarcarse en estafas financieras que lo ence-rraron en la Torre de Londres y lo despeñaron en el despres-tigio social. Ello lo llevó a ofrecerse como mercenario, aceptando la propuesta de Álvarez Condarco para conducir la armada chilena.
Desde un principio compitió con San Martín por la co-mandancia de la conquista de Lima. "El objeto de la presente expedición -consigna un ofi-cio que O'Higgins hace llegar a manos del almirante el 19 de agosto de 1820, víspera de la partida- es extraer al Perú de la odiosa servidumbre de España elevándola al rango de una potencia libre y soberana y concluir por ese medio la grandiosa obra de la independencia continental de Sud América. El capitán general del ejército, don José de San Martín, es el jefe a quien el gobierno y la república han confiado la exclusiva dirección de las operaciones de esa gran empresa..." El gobernante chileno deseaba poner coto a las intemperancias del altivo lord. Cochrane, despechado, hace que veintitrés oficiales, ig-norando la disposición de O'Higgins, se declaren exclusiva-mente subordinados a él, cuyos poderes "no pueden transferirse a otro". "O'Higgins, semejante a otros muchos buenos http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (16 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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capitanes -escribe al dictado el secretario del al-mirante-, no desarrolló en el gabinete aquel tacto con que tan brillantemente había servido a la patria en el campo de batalla, permitiendo que el general San Martín, con su habil-idad peculiar de volver en provecho suyo las proezas de los otros, se esforzase en llevar la palma, porque la gloria era en realidad de O'Higgins". También trata de hacer aparecer a su odiado antagoni-sta como cobarde: "El general San Martín, al llegar a Pisco, no quiso entrar en la villa, bien que las fuerzas españo-las no contasen allí más que 300 hombres escasos. Ha-ciendo desembarcar las tropas al mando del mariscal (sic) Las Heras, se marchó costa abajo en la goleta `Moctezuma'. Una conducta tal de San Martín causó gran descontento en el ejército y la escuadra, puesto que había un contraste con la primera toma que se hizo de dicha plaza el año anterior, por el teniente Charles y el mayor Miller, acompañados de un puñado de hombres". Cuando San Martín procede a proclamar la indepen-dencia del Perú, en el marco de la más imponente solemni-dad, hace acuñar y distribuir medallas con el texto: "Lima obtuvo su independencia el 28 de Julio de 1821, bajo la Protección del general San Martín y el Ejército Liberta-dor". Ninguna mención a la flota ni a su almirante... Cochrane quedó muy ofendido. Para hostigar al Liber-tador aprovecha que el pago de los sueldos de la escuadra se había atrasado, debido a la escasez de recursos de la expedición, para fomentar inquietud y amenazas de suble-vación por parte de los marinos.
"Al día siguiente, 4 de agosto, no sabiendo lord Cochrane que San Martín había cambiado de título -re-dacta su secretario, en un remedo de ventrilocuismo- fue a palacio y rogó al general en jefe propusiese un medio para pagar a los marineros extranjeros, que habían cumplido sus contratos." San Martín respondió a esto que "él nunca pagaría a la escuadra chilena a menos que fuese vendida al Perú, y que entonces el pago sería considerado como parte del precio de adquisición". Lord Cochrane le respondió malamente. San Martín se volvió entonces hacia el almirante y le dijo: "¿Sabe Ud., mi lord, que yo soy el Protector del Perú?" El inglés ironizó entonces sobre las veleidades nobiliarias y aristocratizantes de don José. Éste lo interrumpió, altanero, dando por terminado el diálogo: "Lo único que tengo que decir es que yo soy el Protector del Perú". Al pie de lo que atribuye a su empleado, Cochrane agrega un infundio: "Una circunstancia ha sido omitida en la presente narración. El general San Martín, al conducirme hasta la escalera, tuvo la temeridad de proponerme si-guiese su ejemplo, esto es, faltase a la fe que ambos había-mos jurado al gobierno de Chile, apropiase la escuadra a sus intereses y aceptase el grado más elevado de Primer
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Almirante del Perú. Es casi excusado decir que deseché proposiciones tan deshonrosas. San Martín, al ver mi nega-tiva, me declaró en un tono irritado que ni pagaría a los marineros sus atrasos ni la recompensa que les había pro-metido". El lord estaba decidido a enajenar a San Martín el apoyo de Chile, la amistad de O'Higgins y su prestigio en la nación hermana (37, 42, 49).
12. LA CIUDAD DE SUS SUEÑOS
Bernardino Rivadavia se propuso hacer de Buenos Ai-res, ese villorrio austral que hasta no hace mucho había sido un ignoto puerto de contrabandistas, una ciudad que no desmereciera ante las europeas que había conocido y admiraba. Se propuso dotarla con escuelas lancasterianas, avenidas, ochavas, alumbrado, empedrado, museos, acotar la re-trógrada influencia eclesiástica y darle una apariencia polí-tica europea con "parlamentos" abigarrados y ministros que discursearan en sus tribunas. La exterioridad, en fin, del aparato que acababa de ver en los Comunes de Londres y la Cámara parisiense. Y también un Presidente: él mismo. Para una obra así era necesario el dinero, y los recursos locales de Buenos Aires apenas llegaban a 400.000 pesos al año (contribución directa, creada en 1821, licencias, patentes, anatas, "permisiones", rentas de propios, etc.). Un pre-supuesto tan escuálido hacía imposibles los sueños de gran-deza municipal de Rivadavia. Pero allí estaba el impuesto de aduanas que rendía dos millones anuales. Las autoridades provinciales se lo incau-taron sin escrúpulos porque "no había Nación".
Claro está que sin recursos nacionales, San Martín no podía seguir su guerra en el Perú, ni Güemes defender la quebrada de Humahuaca, ni prepararse la http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (18 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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reconquista de la Banda Oriental. Pero los gobernantes de Buenos Aires no veían la Nación, sino el "porvenir maravilloso" de su ciudad. La posteridad reconoce a Rivadavia su espíritu progre-sista: Buenos Aires tuvo escuelas, universidad, avenidas, ochavas, edificios públicos, porque don Bernardino fue un gran intendente municipal que disponía del presupuesto nacional. Aunque la Nación perdió la Banda Oriental y el Alto Perú, y San Martín, abandonado a su suerte, debió abdicar ante Bolívar (18, 46, 58).
13. NUESTRA BANDERA EN LAS MALVINAS
En 1820 un barco argentino se presentó en las Islas Malvinas para izar, por primera vez, el pabellón argentino. La fragata "Heroína", al mando del coronel de marina David Jewett, tuvo la misión de reafirmar la presencia de nuestra enseña en el remoto archipiélago. Se trataba de un ex oficial norteamericano al servicio de Buenos Aires, como corsario, desde 1815. Se había pre-sentado a "prestar servicios en la gran causa de la emancipación y de la independencia de estas provincias, porque estaba animado de la justa idea de la libertad inculcada en las gloriosas instituciones de los Estados Unidos", según explicaba él mismo en oficio al gobierno porteño. Antes de su misión a las Malvinas, Jewett había pro-porcionado al país valiosos servicios. Vencedor en no pocos enfrentamientos navales contra escuadras españolas, su jefatura de la "Heroína" tenía un inequívoco sentido oficial, puesto que el barco fue declarado "fragata del Estado". Pero desde el principio la misión de Jewett a las Malvinas estuvo signada por la fatalidad. Debió enfrentar un motín, capear una epidemia de escorbuto, soportar la muerte de su segundo, afrontar problemas técnicos en la fragata (que al desarrollar escasa velocidad le impedía per-seguir a los barcos enemigos que sorprendía en alta mar) y otros inconvenientes inquietantes. La "Heroína" contaba con 34 cañones en sus casi 500 toneladas. En su tripulación de más de 200
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hombres abun-daban los marinos ingleses, muchos de ellos desertores de naves mercantes; también un grupo numeroso de presidia-rios y un destacamento militar en su mayoría de criollos, al mando del capitán Laureano Anzoátegui.
Éstos fueron, precisamente, quienes ayudaron al co-mandante Jewett a dominar la rebelión del resto de la tri-pulación, acaudillada por los marinos británicos. La ener-gía de Jewett quedó de manifiesto al ajusticiar al jefe del motín, un inglés de apellido Thomas. Todas las dramáticas alternativas de la expedición ma-rina no fueron suficientes para disuadir a Jewett de cum-plir con su deber. Con una tripulación raleada por enferme-dades y conspiraciones enfiló hacia las islas, apoderándose en la travesía de una nave portuguesa, la "Carlota", que incorporó a la expedición. Poco antes de arribar a Puerto Soledad, como si de un mal sino se tratase, aún debió afrontar un fortísimo tempo-ral que desarboló seriamente a la "Heroína" y hundió a la "Carlota". Pero el pabellón flameó (2).
14. "EL LUGAR MÁS DESPRECIABLE"
Lord Ponsonby, que tanto influyera en nuestra historia durante los años en que representó a Inglaterra en las Pro-vincias Unidas, era un dandy bien parecido y galante que sedujo a lady Conyngham, amante del rey Jorge IV. Ello generó un serio conflicto en la Corte británica, que obligó al primer ministro George Canning a sugerir al rey enviarlo lo más lejos posible. Es decir a nuestras tierras. Para ello fue necesario que Gran Bretaña reconociese final-mente al nuevo Estado americano. Comprensiblemente disgustado llegó lord Ponsonby a Buenos Aires. Escribe apenas llegado que era "el lugar más despreciable (vilest) que jamás vi. Me colgaría si encontra-se un árbol apropiado (...) un lugar para bestias (beastly place)". En otras cartas: "Nadie vio un sitio tan desagrada-ble como Buenos http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (20 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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Aires. Suspiro cuando pienso que tendré que quedarme aquí, en este lugar de barro y osamentas pútridas, sin carreteras, ni caminos, ni casas pasables, ni libros ingleses, ni teatro soportable (...) clima detestable, nunca falta polvo o barro con temperatura que salta en un día 20 grados." A Rivadavia, gobernante porteño, le advierte que "no estaba dispuesto a cenar con él en público ni en privado" pues le aburrían sus discursos de sobremesa... Su opinión sobre don Bernardino no era buena: "Me hizo acordar a Sancho Panza por su aspecto, pero no es ni la mitad de prudente", escribe al Foreign Office el 17 de octubre de 1826; "como político carece de muchas de las cualidades necesarias". El lord deseaba regresar a su país y a su amante lo antes posible y puso enseguida las cartas sobre el tapete. Apenas llegado -el 20 de setiembre- notificó a Rivadavia que la guerra con Brasil debía concluirse, a la brevedad, con la independencia de la Banda Oriental y la "libre nave-gación" -es decir, la renuncia a la soberanía- de los ríos interiores. El Presidente argentino no se horroriza ante planteo tan irreverente: "Acogió mis palabras -informa a Canning- en la forma más favorable que me era dado esperar, y habló muy extensamente a favor de la paz y con mucha vehemencia de las dificultades de la guerra y los peligros que encerraba su continuación para las institucio-nes de la República" (67).
15. COCHRANE VS. SAN MARTÍN (II)
Lord Cochrane no ahorra agravios de grueso calibre en contra de su enemigo San Martín: "En cuanto a su promesa de dar a los marinos la paga de un año, nunca la cumplió ni pensó cumplirla; mientras que los 50.000 pesos prometidos por la captura de ‘La Esmeralda’ y que dice que estaba tra-tando de recoger, hacía tiempo que los había recogido y en cantidad mucho mayor de los españoles, guardándoselos". El rencoroso marino cuenta que una feliz casualidad le permitió apoderarse del tesoro del Estado peruano, que San Martín trató de poner a buen recaudo, embarcándolo, ante la posibilidad de un contraataque de los españoles. Quizás, también, al demostrar confianza en el lord británi-co deseaba disminuir el voltaje de su confrontación, dañina para el proyecto libertario. Sin embargo, el almirante aprovechará para redoblar sus ataques de mala fe: "Este dinero -escribiráhttp://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20II.htm (21 of 23) [26/05/2003 10:35:58]
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había sido enviado a Ancón bajo el pretexto de ponerlo a salvo de cualquier ataque de las fuerzas españolas, pero con el áni-mo quizá de hacerlo servir a las miras ulteriores del Pro-tector". Fueron inútiles los esfuerzos de San Martín y de su estrecho colaborador Monteagudo para que Cochrane resti-tuyera tan importante caudal. Éste saca partido de las ínfulas monarquizantes de don José -flanco que también aprovecharía Bolívar para denigrarlo- para describir, cargando las tintas, la Lima de 1820: "Se había formado una casi guardia real de escolta al Protector cuando salía al público; precaución no del todo inútil, a pesar de hallarse los limeños desarmados. En una palabra, los limeños tenían una república que hormigueaba de marqueses, condes, vizcondes y otros títulos de monarca, a cuyo fin todos creían se encaminaba el Protector". Recorde-mos que sus enemigos se burlaban de San Martín apodándo-lo "el Rey José". Al producirse el regreso de San Martín a Chile, luego de Guayaquil, escribe el almirante: "Los patriotas de Chile ansiaban que yo lo arrestase y estoy cierto que si así hubiese procedido los hombres del poder no se habrían quejado; pero yo preferí que el gobierno siguiese su propio curso". Falta a la verdad Cochrane, en su supuesta magnanimi-dad, puesto que el 12 de octubre de 1822 ha urgido al gobier-no chileno a "formar un sumario acerca de la conducta del mencionado Dn. José de San Martín", aprovechando que "habiendo llegado hoy a Valparaíso hállase ahora bajo la jurisdicción de las leyes de Chile". Se manifiesta "pronto a probar el haberse apoderado violentamente de la autoridad suprema del Perú; el haber intentado seducir a la marina de dicho Estado; el colocar sin derecho alguno a las fragatas `Prueba' y `Venganza' bajo la bandera del Perú; y otras de-mostraciones y actos hostiles a la República de Chile". El Libertador debió huir del país que había liberado, a toda prisa, con una escolta proporcionada por su amigo O'Higgins, con su vida pendiente de un hilo, esquivando a los tribunales de un país que había llegado a execrarlo. Por alguna inexplicable razón nuestra historia oficial reconoce como únicos antagonistas del Libertador a los godos y a las altas cumbres andinas, ocultando que fue escarnecido y hasta amenazado de muerte por algunos de sus poderosos contemporáneos, entre ellos Alvear, Rivadavia y Cochrane. Y no fueron los únicos. Nada más hipócrita que la explicación oficial de que nuestro Libertador emigra a Europa para “completar la educación de su hija" (37, 42, 49).
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16. LOS EMISARIOS
Rivadavia había dictado una Constitución unitaria y presidencialista, que contradecía los reclamos federales de las provincias. A sus gobernadores envió emisarios con la noticia. Vélez Sarsfield no tuvo coraje para presentarse ante Facundo Quiroga y le envió el texto constitucional por chasque desde Mendoza. El Tigre de los Llanos ni siquiera se dignó a abrir el sobre y se lo devolvió con una nota: "Regrese Cecilio Bardeja -el correo- a la ciudad de Mendoza conduciendo el pliego que condujo de la Diputa-ción del Congreso General en razón de que el que habla no se halla en el caso de ver comunicaciones de individuos que dependen de una autoridad que tiene dadas órdenes para que le hagan la guerra, pero sí está en el de contestar con obras pues no conoce peligros que le arredren, y se halla muy distante de rendirse a las cadenas con que se pretende ligarlo al pomposo carro del despotismo". A Tezanos Pinto no le fue mejor en Santiago del Estero con el gobernador Ibarra. Según informa a Buenos Aires, una mujer del servicio introdujo al comisionado y a su solemne comitiva en el dormitorio donde Ibarra dormía, o fingía dormir la siesta. "El diputado que suscribe no pudo menos que llenarse de la mayor sorpresa al ver al señor gobernador de Santiago del Estero en un traje semisalvaje inapropiado para las circunstancias, tomado de propósito para poner en ridículo al Soberano Congreso en la persona del comisionado (...) una forma que choca con el pudor y la decencia: en calzoncillos, con la camisa abierta y una vincha en la cabeza” (48, 67).
Tercera parte
* N. del A.: el Rey de Francia. ** N. del A.: el Emperador de Portugal.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE III
1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
2ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
3ª Parte Capítulo 9 Capítulo 1 Capítulo 10 Capitulo 2 Capítulo 11 Capítulo 3 Capítulo 12 Capítulo 4 Capítulo 13 Capítulo 5 Capítulo 14 Capítulo 6 Capítulo 15 Capítulo 7 Capítulo 16 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE III
4ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
5ª Parte Capítulo 1
Capítulo 9 Capitulo 2 Capítulo 10 Capítulo 3 Capítulo 11 Capítulo 4 Capítulo 12 Capítulo 5 Capítulo 13 Capítulo 6 Capítulo 14 Capítulo 7 Capítulo 15 Capítulo 8 Capítulo 16
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
6ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE III
EL AGUILA GUERRERA
TERCERA PARTE
1. APRENDIENDO A COIMEAR...
El empréstito Baring tuvo una enorme importancia en la política de nuestro país a lo largo de casi todo el siglo XIX. Fue el primer compromiso financiero contraído por la Argentina y resulto una operación de ostensible venalidad. Su teórico destino era la construcción de un puerto, la instalación de aguas corrientes en la ciudad, la fundación de pueblos en las fronteras y otros propósitos de parecida nobleza. Sin embargo los fondos obtenidos tuvieron aplicaciones distintas. ¿Por qué la casa Baring, que en 1824 no tenía el desenvolvimiento alcanzado después? Lo lógico hubiera sido dirigirse a Nathan Rothschild y Cía., iniciador de los empréstitos externos en Londres y sin disputa el banquero más solvente de la City. Rothschild acababa de concertar con el marqués de Barbacena, representante del Brasil, un empréstito en condiciones aceptables: dos millones de libras al tipo 85, con 5% de intereses y 1% de amortización; como garantía, el cuarto de la renta aduanera. Pero Rothschild, desconfiado, nunca quiso cerrar trato con países descendientes de España. Tanto es así que el primer empréstito hispanoamericano, el de Colombia, contratado en marzo de 1822 por dos millones de libras, se hizo por intermedio de la Casa Herring, Graham & Powles. La operación tratada con Baring por los hermanos Parish Robertson, con la complicidad de distinguidos ciudadanos como don Félix Castro, don Braulio Costa, don Miguel de Riglos y don Juan Sáenz Valiente, era sencillamente una estafa a las Provincias Unidas del Plata.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE III
El 25 de junio de 1824, Castro, emisario de Rivadavia y Robertson, hacia saber a Baring que el empréstito de un millón de libras debería “colocarse” al tipo de 85, pero “girarse a Buenos Aires” solamente al tipo de 70, repartiéndose la diferencia entre banqueros y comisionistas. Es decir, quedaba establecida una suculenta y pionera coima. Alexander Baring expresó su temor de que el gobierno de Buenos Aires no aprobase una operación semejante que dejaba en el camino 150.000 libras, además de las comisiones de estilo a cargo del deudor. Pero Castro y Robertson aseguraron que nada tenia que temer. El ministro Rivadavia participaba del negociado. “Está también entendido que al pasar a nuestro crédito la antedicha suma de ciento veinte mil libras, nosotros garantizamos expresamente a Uds la aprobación del gobierno de Buenos Aires sobre esta disposición.” Es decir, ellos se encargarían de distribuir los beneficios ya acordados... En la documentación aún hoy consultable en la Casa Baring, Nº 60. 630/2 del Archivo de Canadá, se registra “el reparto” del empréstito:
Al gobierno de Buenos Aires (debiendo descontarse comisiones para el “consorcio” y retenerse por Baring cuatro servicios de intereses y amortizaciones más sus comisiones) 700.000 A la Casa Baring, su diferencia
30.000
Al “consorcio”, su diferenca
120.000
Total
850.000
No paró allí el aprovechamiento. La Casa Baring, al terminar de lanzar el empréstito en abril, tenía en su caja, por lo menos, la respetable cantidad de 850.000 libras, si hubiera colocado los bonos a 85, y de 931.000 si hubiese aprovechado el mejor momento. De ellos, 700.000 solamente serán acreditados a Buenos Aires, sobre los cuales, como si no les hubiera sido ya bastante, se lanzaron ávidos "con-sorcios" y banqueros para mejorar aun más sus ganancias. Uno de ellos fue Hullet, banquero privado de Rivada-via, con quien planeó los negocios de la enfiteusis ("Provinces of the Rio Plata Agricultural Association") y de las minas de Famatina ("Provinces of the Rio Plata Mining Association"). Para ello fue conveniente que don Bernardi-no renunciara a su cargo y se embarcase con destino a Lon-dres el 26 de junio. No hubo obstáculos para sustraer 6.000 libras esterlinas del empréstito para sus gastos de estada europea. Se adujo "carácter diplomático", aunque el viaje de Rivadavia era por asuntos comerciales de índole perso-nal. El puesto diplomático vendría después. Parish Robertson y Castro aprovechan la ocasión para hacerse reconocer 7 mil libras de "comisión" y 3 mil de "gastos". Baring también "premia" a ambos y al agente de Rivadavia, a cambio de que se le http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20III.htm (4 of 21) [26/05/2003 10:36:14]
EL AGUILA GUERRERA PARTE III
permitiera cargar 131.300 libras por "cuatro servicios adelantados de intereses y amortizaciones", más una comisión del 1% sobre los mis-mos (120 mil de intereses, 10 mil de amortizaciones y 1.300 de comisión). El empréstito del millón de libras había quedado redu-cido a 552.700 netas antes de finalizar el mes de julio.
El ahora gobernador Las Heras reclama el envío del dinero a Buenos Aires, que debía realizarse en lingotes de oro. Pero desde el 2 de julio la banca inglesa informaba que "por prudencia" no convenía mandar oro a tanta distancia, y proponía que el remanente -salvo 60.000 libras (exacta-mente 64.041, 62.000 en letras y lo restante en doblones de oro) que creyó prudente remitir a Buenos Aires- quedase depositado en la Baring de Londres, abonándose al gobier-no porteño un interés del 3 por ciento anual, "que es todo lo que podemos dar". Puede hacerse también historia de nuestros desfalcos públicos... (67).
2. LA MARCHA "ITUZAINGÓ"
Entre los efectos abandonados por los brasileños en su huida luego de la derrota de Ituzaingó, figura una valija que contiene un manojo de partituras musicales. En una de ellas y en caracteres de gran tamaño podía leerse: “Para ser ejecutada después de la primera gran victoria que alcancen las tropas imperiales, debiendo darse a esta marcha el nombre del campo en que se libre la batalla.” Alvear, el jefe vencedor, que poseía conocimientos musicales, reconoció la jerarquía de dicha composición y decidió cumplir con el propósito de su ignoto autor: que sirviera para conmemorar una “gran victoria”. Pero de las tropas argentinas. Fue ejecutada por primera vez por una banda del ejército patriota el 25 de Mayo de 1827, al festejarse en el campamento de los argentinos el decimoséptimo aniversario de la Revolución del año 10 (41, 64).
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3. LA MASACRE DE PERROS
Se había hecho fama de hombre petulante. Solía recorrer las calles de su amada Buenos Aires, a la que tanto había embellecido y hecho progresar. El viejo J. A. Beaumont, británico, relata en su Diario: “El presidente Rivadavia hacía su paseo a caballo por la ciudad con su escolta militar cuando he ahí que un perro sedicioso y de mala ralea mordió en una pata al caballo del presidente; que cayó a tierra y rodó por el suelo, felizmente sin herirse. Este atentado a la dignidad presidencial se consideró tan atroz, que no era para expiarse con la muerte de un solo y miserable can. “Toda la raza de los canes fue proscrita y se designó la mañana siguiente para proceder a su exterminación completa. Fue uno de los días de mayor animación y bullicio que presencié en Buenos Aires. Los amos de los perros de toda clase muy mal heridos o apenas estropeados andaban chillando por las calles; los ejecutores, seguidos por bandas de muchachos, podían verse cumpliendo con amore su verdadera vocación, desde la mañana a la noche” (“2).
4. LAS MÁS DULCES EMOCIONES
Tucídides, el historiador de la guerra del Peloponeso (siglo V a.C.), describía: “En tiempo de guerra despierta la avaricia; la justicia es hollada, reinan la fuerza y la violencia, la disolución toma su libre vuelo, el poder pasa a manos de los hombres más perversos, los buenos se ven oprimidos, la inocencia arruinada, ultrajadas las matronas y las vírgenes, las comarcas destruidas, los templos asolados, violados los sepulcros...”.
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Muchos siglos después nuestras guerras fratricidas se empeñaban en darle la razón. Luego de la batalla de Cayastá se redacta el parte correspondiente, dirigido al gobernador López: “El infrascripto tiene la grata satisfacción de participar a Usted, agitado de las más dulces emociones, que el infame caudillo Mariano Vera, cuyo nombre pasará maldecido de generación en generación, quedó muerto en el campo de batalla”. Quien firma es Calixto Vera, hermano de Mariano (67).
5. “VOS, DIVERTIDO CON TU INGLESA”
“... y así, mi querido Moreno, porque Saavedra y los pícaros como él son los que se aprovechan y no la patria, pues lo que vos y los demás patriotas trabajaron está perdido...” (20 de abril de 1811). “... yo estaré llorando como estoy, y sufriendo tu separación que me parece la muerte, expuesta a la cólera de nuestros enemigos, y vos divertido, y encantado, con tu inglesa...” (9 de mayo de 1811). Lupe continúa escribiendo a su esposo Mariano. Las cartas, absurdamente inútiles, sin abrir, seguirán acumulándose sobre algún escritorio en Londres (30).
6. “CARTAS COMO ÉSTA SE ROMPEN”
“Cartas como éstas se rompen”, escribe, sibilinamente, Juan Cruz Varela al final de la misiva al
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general Lavalle en la que argumenta a favor de la muerte de Manuel Dorrego. No es de extrañar que sobre su firma asiente los tres puntos masónicos ya que la sociedad secreta estaba a favor del unitarismo rivadaviano y temía que si Dorrego era traído prisionero a Buenos Aires la “chusma” se volcaría a las calles para expresarle su apoyo. También Salvador María del Carril opera sobre la “espada sin cabeza” como lo llamaría Echeverría: “Que las víctimas de Navarro no queden sin venganza (...) el partido de Dorrego se compone de la canalla más desesperada (...) general, prescindamos del corazón en esta caso”. Volvamos tiempo atrás. Rivadavia había sido derrocado del gobierno de buenos Aires al sucumbir ante el descontento popular provocado por la vergonzosa abdicación de su emisario Manuel García quien, a pesar de que nuestro país había triunfado militarmente sobre el Brasil, en las negociaciones de paz había renunciado a la Banda Oriental bajo presión (¿o soborno?) del embajador inglés lord Ponsonby. En lugar de Rivadavia el fervor popular encumbró a Manuel Dorrego, quien había sabido conquistar el favor de la mayoría de los gobernadores de provincia, así como también el de los sectores marginales de la sociedad: paisanaje, tolderías, descastados, etc. Puede decirse que Manuel Dorrego es el primer líder popular de nuestro país y eso es lo que, a la postre, le costará la vida. Pero los rivadavianos sabían que el margen de maniobra del nuevo gobernador era limitado. Así, en una carta de Agüero a Rivadavia puede leerse: “Nuestra caída es aparente, nada más que transitoria. (...) Tendrá que hacer la paz con Brasil, aceptando la deshonra que nosotros hemos rechazado (...) Sea lo que fuere, hecha la paz el ejército volverá al país; y entonces veremos si nos ha vencido”. Tal como lo señaló el lúcido Agüero, el grave problema se planteó cuando las tropas vencedoras de Ituzaingó, comandadas por el general Lavalle, regresaron a Buenos Aires con su carga de frustración y exigencias. El gran oficial de San Martín fue rápida y hábilmente captado por los unitarios de verba fácil y bolsillo inflado. Finalmente Lavalle se subleva y los mil quinientos veteranos de guerra son demasiados para los seiscientos inexpertos que el gobernador de Buenos Aires puede oponerles. Derrotado en Navarro el destino hace que sea un compadre de Dorrego, el mayor Acha, quien lo toma prisionero y lo pone a disposición del general victorioso. Es entonces cuando Bernardino Rivadavia, Valentín Gómez, Salvador María del Carril, Juan Cruz Varela y otros acosan desde Buenos Aires a Lavalle instándolo a la ejecución sumaria. “Este país se fatiga hace dieciocho años en revoluciones sin que uno sola haya producido un escarmiento (...) (si no fusila V. a Dorrego) habrá V. perdido la ocasión de cortar la primera cabeza de la hidra y no cortará las restantes”. El héroe de Riobamba toma la decisión de buena fe, convencido de que así terminaría la anarquía que asolaba esa patria por la que él tanto había luchado y tanto había sufrido. “La historia –dice el parte de un compungido Lavalle- juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, pude estar http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20III.htm (8 of 21) [26/05/2003 10:36:14]
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poseído de otro sentimiento que el bien público”. El arrepentimiento lo atormentará el resto de su vida. Pocos minutos antes de morir, Dorrego expresa su último deseo en carta a Estanislao López, el nuevo jefe federal: “Que mi muerte no sea causa de mayor derramamiento de sangre”. Pero nuevamente se confirmó una constante de nuestra historia: la violencia sólo engendra más violencia en contra de quien la ejerce. Los unitarios, que creyeron que con la desaparición de Dorrego se terminaba la amenaza federal, sólo abrieron el camino para quien durante muchos años los perseguiría, exiliaría y degollaría: don Juan Manuel de Rosas (11, 214, 49).
7. ENEMIGOS DE SAN MARTÍN (I)
Casi inmediatamente después de la inmolación de Dorrego, Lavalle percibió que los doctores porteños lo deja-ban librado a su suerte. Hasta Salvador María del Carril, uno de los principales instigadores del fusilamiento, le es-cribe, cínicamente: "Me tomo la libertad de prevenirle que es conveniente que recoja Ud. un acta del consejo verbal que debe haber precedido a la fusilación. Un instrumento de esta clase, redactado con destreza, será un documento histórico muy importante para su vida póstuma" (Carta del 15 de diciembre de 1828, dos días después del ajusticia-miento). Lavalle intenta una salida salvadora: ofrecerle el go-bierno a San Martín, que se mece a bordo del "Countess of Chichester", sin desembarcar, en el puerto de Buenos Aire El Libertador había puesto proa a su patria, después de años de exilio, al enterarse de la caída de su enemigo Rivadavia y del ascenso de su ex oficial, a quien mucho respetaba y quería, Dorrego. Pero los acontecimientos se precipitaron luctuosamente durante su travesía. A bordo recibe al secretario de Lavalle, Juan Andrés Gelly, y al coronel Eduardo Trol, quienes le ofrecen el gobierno. San Martín rehúsa, y le escribe a Lavalle una carta con un intencionado consejo: "Una sola víctima que pueda economizar al país le será de un consuelo inalterable". La alusión al repudiable sacrificio de Dorrego es clara. ¿Por qué no desembarca San Martín? Nuestra Historia oficial jamás reconocerá el miedo como un sentimiento digno de nuestros próceres. Pero es bueno reconocer que don José tuvo temor de pisar tierra argentina y quedar a merced de sus enemigos. Si los legistas rivadavianos habían sido capaces de asesinar a Dorrego...
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A su amigo epistolar, Tomás Guido, le cuenta (carta del 27 de abril de 1829): "¿Ignora usted por ventura que en el año 23, cuando yo por ceder a las instancias de mi mujer de venir a darle el último adiós, resolví en mayo venir a Buenos Aires, se apostaron partidas en el camino para prenderme como a un facineroso, lo que no realizaron por el piadoso aviso que se me dio por un individuo de la misma administración, ¡y en qué época!, en la que ningún gobierno de la revolución ha tenido más regularidad y fijeza? ¿Y después de estos datos, no quiere usted que me ponga a cubierto, no por mi vida, que la sé despreciar, pero sí de un ultraje que echaría un borrón sobre mi vida pública?". San Martín no sólo tenía un justificado miedo de que se atentara contra su vida sino también de ser víctima de una campaña de prensa que enlodara su prestigio aun más de lo que ya estaba. Los prohombres del partido unitario lo tratan con una prevención rayana en lo agraviante. José María Paz, gobernador interino, informa a Lavalle de la inesperada aparición: "Calcule usted las consecuencias de una aparición tan repentina". Al referirse al Libertador lo hace como "el rey José", mote despectivo referente a sus tendencias monarquizantes. La enemistad entre Rivadavia y San Martín nacía del 8 de octubre de 1812 cuando el entonces coronel, al frente de su regimiento de Granaderos y secundando a Alvear, irrumpió en la plaza de la Victoria para defenestrar a don Bernardino y su Triunvirato, en lo que algunos consideran el primer golpe de Estado de militares contra civiles. Don José regresa a su exilio europeo. Con meridiana claridad política, escribe a su amigo O'Higgins: "El objeto de Lavalle era el que yo me encargase del mando del ejército y provincia de Buenos Aires y transase con las demás provincias a fin de garantir a los autores del movimiento del 1° de diciembre (...) Pero los autores de este movimiento son Rivadavia y sus satélites y a Ud. le consta los inmensos males que estos hombres han hecho no sólo a este país sino al resto de la América con su infernal conducta; si mi alma fuese tan despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado". Años antes, previamente a partir (¿huir?), San Martín había visitado al dominante don Bernardino en su despacho, temiendo por su vida y la de los suyos, convenciéndolo de su decisión de alejarse de su patria. Obsecuente, medroso, le regaló entonces la valiosa campanilla de plata de la Inquisición de Lima. Aunque, quizás, fue un agraviante mensaje encubierto (39, 56, 58, 71).
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8. LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
La carta estaba fechada el 12 de agosto de 1822 y dirigida a don Francisco Bustos, a quien se daba el trato de "Embajador". Era en respuesta a otra, recibida dos días antes, protestando por un artículo aparecido en la prensa de Buenos Aires que fue considerado ofensivo por el entonces gobernador de Córdoba, hermano del "Embajador", título sin duda sarcástico ante la elevación de Rivadavia a "Presidente". El texto es, sin duda, un meritorio ejemplo de los propósitos de constitucionalidad que animaban a don Bernardino en un país anárquico, sangriento y sin leyes. "El Gobierno debe antes de todo declarar al Señor Embajador, que él ha sentido extremadamente la publicación del precitado artículo, y que le ha considerado no menos injusto que impolítico; pero también tiene que manifestarle que hasta aquí hasta donde puede extenderse en el presente caso y en cualquiera otro aun cuando las invectivas se contrajesen a su misma actividad. "La facultad de los Escritores para escribir libremente, es decir con absoluta independencia de la autoridad del Gobierno, les está acordada por una Ley especial subsistente en ésta y en las demás Provincías, mediante la sanción de todos los Gobiernos y Cuerpos representativos del país (...). "Bajo estos conceptos pués, el Gobierno reducido a sólo poder hacer patente al Señor Embiado cuales son sus sentimientos en orden al asunto que ha motivado su honorable comunicación, cree debe agregar por último que el Señor Enviado está en el caso de poder adoptar cuantos arbitrios sugieren las Leyes del País para reclamar contra la ofensa inferida a la respetable persona del Señor Gobernador de Córdoba y para poner su reputación en el lugar que se merece”. Admirables conceptos, de gran actualidad, que confirman que nuestros próceres eran, como todos nosotros, un damero de virtudes y defectos... (Documento en mi poder).
9. LA ARISTOCRACIA DEL DINERO
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La Constitución de Rivadavia suspendió, por el voto mayoritario de los diputados, el derecho a votar de los menores de edad, los analfabetos, los naturalizados en otro país, los deudores privados y del tesoro público, los dementes, los vagos, los procesados por delitos infamantes. Pero también a los "criados a sueldo, peones jornaleros y soldados de línea". Dorrego levanta su voz: "He aquí la aristocracia, la más terrible, porque es la aristocracia del dinero (...) Échese la vista sobre nuestro país pobre: véase qué proporción hay entre domésticos, asalariados y jornaleros y las demás clases, y se advertirá quiénes van a tomar parte en las elecciones. Excluyéndose las clases que se expresan en el artículo, es una pequeñísima parte del país, que tal vez no exceda de la vigésima parte (...) ¿Es posible esto en un país republicano?". Siguió en ese tono: "¿Es posible que los asalariados sean buenos para lo que es penoso y odioso en la sociedad, pero que no puedan tomar parte en las elecciones?". El argumento de quienes habían apoyado la exclusión era que los asalariados eran dependientes de su patrón. "Yo digo que el que es capitalista no tiene independencia, como tienen asuntos y negocios quedan más dependientes del Gobierno que nadie. A ésos es a quienes deberían ponerse trabas (...) Si se excluye a los jornaleros, domésticos, asalariados y empleados, ¿entonces quiénes quedarían? Un corto número de comerciantes y capitalistas". Y señalando a la bancada unitaria: "He aquí la aristocracia del dinero y si esto es así podría ponerse en giro la suerte del país y mercarse (...) Sería fácil influir en las elecciones; porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas. Y en ese caso, hablemos claro: ¡el que formaría la elección sería el Banco!" Los buitres de la muerte ya planeaban, ávidos, sobre la cabeza de don Manuel (67).
10. ENEMIGOS DE SAN MARTÍN (II)
Otros acérrimos enemigos de San Martín eran los "carreristas", que se habían jurado acabar con su vida, adjudicándole la muerte de sus jefes Juan José y Luis Carrera. Los acaudillaba el hermano sobreviviente, José Miguel, astuto y despiadado, quien había llegado a ser Director Supremo en Chile, y que con el obsesivo propósito de venganza había ganado influencia en la política de las Provincias Unidas constituyéndose en hombre de confianza del poderoso caudillo entrerriano Francisco Ramírez. El Libertador pagaba con su miedo culpas ajenas ya que el verdadero responsable de la muerte de los
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hermanos Carrera había sido Bernardo de Monteagudo, hombre de pluma brillante y escrúpulos escasos. Ideólogo del levantamiento chileno, fue el redactor de la proclama independentista del país trasandino. Como otros muchos, la sorpresiva tragedia de Cancha Rayada lo había convencido de que la revolución en Chile había fracasado y de que San Martín y O'Higgins habían muerto. Huye entonces hacia Mendoza. Llegado allí se enteró de que San Martín no se había suicidado, como había llegado a sus oídos, ni su ejército estaba destrozado, gracias a la acción de Las Heras que logró salvar el grueso de las tropas en una prolija retirada en medio de la noche. Jamás podrá dilucidarse si esta actitud de Monteagudo se debió a la cobardía y a su capacidad, ya revelada durante el gobierno de Alvear y su logia, a la que él también pertenecía, para saltar rápidamente de bando de acuerdo con las conveniencias, o si fue, como él lo manifestó vigorosamente hasta el fin de sus días, una maniobra para pre-servar la tambaleante revolución haciéndose fuerte en territorio argentino. Monteagudo se encontró entonces en una situación complicada: en Mendoza, alejado de sus protectores, quienes se sentían defraudados por su actitud, como era evidente por la absoluta falta de respuesta a las cartas que ansiosamente les hacía llegar desde el otro lado de la cordillera. Había que hacer algo. La oportunidad se le presentó dramáticamente al enterarse de que en las cárceles mendocinas estaban alojados los hermanos Juan José y Luis Carrera, por delitos meno-res, y que pronto serían dejados en libertad. Seguramente recordó entonces la carta de O'Higgins a San Martín: "Siempre han sido lo mismo (los Carrera) y sólo variarán con la muerte; mientras no la reciban fluctuará el país en incesantes convulsiones (...) Un ejemplar castigo, y pronto, es el único remedio que puede cortar tan grave mal. Desaparezcan de entre nosotros los tres cínicos Carrera, júzgueseles y mueran, pues lo merecen más que los mayores enemigos de América". Los hermanos chilenos tenían gran ascendiente en la plebe y su innegable patriotismo y coraje los exaltaba en la consideración popular. Su proyecto político era inconciliable con el de San Martín y O'Higgins y les planteaba permanentes dificultades.
Escribe Bartolomé Mitre: "Por desgracia para los hermanos llegaba a Mendoza, entre los fugitivos del campo de batalla y poseídos de los pavores de la derrota, el doctor Monteagudo, auditor del Ejército de Chile. Este personaje, cuya figura aparece en todas las hecatombes de la revolución, terrorista por temperamento y por sistema, era el genio político que iba a decidir con su http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20III.htm (13 of 21) [26/05/2003 10:36:14]
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influencia de revolucionario y jurisconsulto, la suerte de los presos". Decidido a congraciarse con O'Higgins, Monteagudo se presenta ante el gobernador Luzuriaga, quien debía su cargo a San Martín, y le manifiesta venir en misión secreta confiada por el general. El gobernador parece desconfiar al principio pero no son pocas las veces que ha visto a don Bernardo junto al Libertador y constatado la confianza que éste le dispensaba. Finalmente la seducción y la verba de Monteagudo terminan por convencerlo y se abre así el juicio contra los Carrera. Los verdaderos cargos eran que hacía ya años que los tres Carrera, junto a la vigorosa Javiera, su hermana, planeaban acciones políticas, militares y hasta terroristas para desembarazarse de quienes ellos consideraban el obstáculo para hacerse del poder en Chile y enfrentarse, según ellos, en mejores condiciones con el invasor español. Monteagudo se erigió, como lo había hecho cuando se fusiló al héroe de las Invasiones Inglesas, Álzaga, en principal fiscal del proceso: los acusa de un supuesto intento de fuga de su prisión mendocina. Luego de un juicio acelerado y en muchos sentidos procesalmente cuestionable, los Carrera son condenados a muerte y la ejecución se lleva a cabo velozmente, argumentando, como deja constancia en el dictamen, que "estaba autorizado en tal terrible y extraordinario conflicto. No sólo para cumplir sumariamente la causa sino para también proceder a la ejecución de la sentencia, sin previa consulta a la superioridad por ser el peligro inminente". Como Monteagudo lo anticipase, la noticia llenó de sa-tisfacción a O'Higgins, quien veía así despejado su camino de tan fastidiosos adversarios. Tanto fue así que lo manda a llamar para que regrese a Santiago y nuevamente le adjudica tareas de gran responsabilidad en su gobierno. Lo que quizás estaba fuera de los cálculos del tucumano era la ira que se desató en San Martín, en primer lugar debido al engaño del que había sido objeto su fiel Luzuriaga, cuando Monteagudo invocó su nombre arteramente. Pero también, y principalmente, porque San Martín, magnánimo había prometido a Ana María Cotapos, esposa de Juan José Carrera la conmutación de la pena. Promesa que cumplió enviando el siguiente mensaje a O'Higgins: "Excelentísimo Señor, si los cortos servicios que tengo rendidos en Chile merecen alguna consideración, los interpongo para suplicar a V.E. se sirva mandar se sobresea la causa que sigue a los señores Carrera. Estos sujetos podrán tal vez algún día ser útiles a la patria, y V.E. tendrá la satisfacción de haber empleado su clemencia uniéndola al beneficio público". Pero cuando esta comunicación llegó, la terrible sentencia hacía ya tres días que se había cumplido, lo que fue aprovechado por los enemigos chilenos del Libertador para acusarlo de falso y de haberse burlado de una viuda desconsolada. Desde entonces, la vida del Libertador estuvo en peligro (53).
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11. "A MI NO ME TOCÓ NADA"
Eran las vísperas de Ituzaingó. El general Alvear se vuelve hacia él y le dice: -¿Ve usted esta galera cuán grande capacidad tiene? Pues bien, pienso llenarla de oro y plata, y si la suerte nos es adversa, nos embarcaremos en el río Grande y haremos un corte de manga al ejército y a la república. Todos son unos botarates y el primero y más clásico es don Bernardino Rivadavia. No tenga usted cuidado, de esta hecha lo he de enriquecer a usted. El aludido comenta: "Tales fueron, poco más o menos, sus palabras. Tal el discurso extravagante e inmoral de aquel hombre que pasa en el concepto de algunos por una cabeza privilegiada". Y sigue: "Al extinguirse la gloriosa batalla, el general en jefe se apoderó de la vajilla de plata del marqués de Barbacena. Era hombre que no se descuidaba (...) El general Soler participó del botín aligerando los baúles del marqués. Después repartió algunos trapos entre los jefes del cuerpo de ejército que él mandaba. A mí no me tocó nada, no sé por qué. Pero habría desdeñado admitir una sola prenda, a no ser que hubieran sido libros o cartas topográficas. Para nada de esto se acordó Soler de mí" (General Tomás de Iriarte, Memorias) (41).
12. EL EMBAJADOR Y EL CORONEL
"Veré su caída, si tiene lugar, con placer -escribía el embajador Ponsonby a la Corona británica el 1° de enero de 1828-; mi propósito es conseguir medios para impugnar al coronel Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra".
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El gobernador de Buenos Aires no se resignaba a que Rivadavia y García hubieran entregado la Banda Oriental al Brasil a pesar del triunfo de nuestras armas. Concibe un arriesgado plan en complicidad con José Bonifacio de Andrada y otros opositores brasileños. Se sobornaría a los mercenarios alemanes para que se sublevaran en Pernambuco. Asimismo la guarnición irlandesa de Río de Janeiro se amotinaría y se apoderaría del Emperador, embarcándolo en una fragata que lo trasladaría preso hasta Buenos Aires. También se había acordado una ofensiva de los orientales al mando de Lavalleja y parecía seguro el apoyo de Bolívar y sus tropas acantonadas en el Alto Perú. El eficiente servicio secreto inglés en las Provincias Unidas desbarata el intento. "Su Excelencia no debería hacer caso a la doctrina de algunos crudos teóricos que creen que América debe tener una existencia política separada de los intereses de Europa -aleccionará lord Ponsonby al insurrecto gobernador porteño-. El comercio y los intereses comunes de los individuos han formado lazos de unión que el poder de ningún hombre podría quebrar. Mientras ellos existan, Europa tendrá el derecho, y con certeza no le faltarán los medios, para intervenir en la política de América cuando fuere necesario para la seguridad de los intereses europeos". Pero Dorrego no cejaba. Lo que ahora se proponía era la autodeterminación de los uruguayos, seguro de que se reunirían a las Provincias Unidas. O, al menos, se proclamarían independientes del Brasil. Lord Ponsonby, rabioso, lo increpa: "¿Usted habla de una paz bajo la base de que los beligerantes desocupen la Banda Oriental y la dejen libre para elegir su destino, sea independencia o unión con alguno de los beligerantes?" La respuesta de Dorrego es reproducida por el aristocrático embajador en su informe a Londres del 23 de enero: "Sí" (67).
13. BÁRBAROS Y CIVILIZADOS
Los años de la anarquía fueron de una extremada crueldad. Unitarios y federales saqueaban, torturaban, degollaban, empalaban. Ambos bandos hicieron una guerra sin prisioneros. Sin embargo, mientras algunos pasaron a la historia como "bárbaros", tal el caso de Facundo Quiroga,
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otros no perdieron su condición de "civilizados", como José María Paz. Pero Domingo Arrieta, que fuera oficial de Paz en la "campaña de la sierra", cuenta en sus Memorias de un soldado: "Mata aquí, mata allá, mata acullá, mata en todas partes, no había que dejar vivo a ninguno de los que pillásemos y al cabo de dos meses quedó todo sosegado". Se calcula que fueron 2.500 los muertos y desaparecidos en esta represión "civilizada". Tampoco Lavalle dejó fama de sanguinario. Sin embargo, es suya la proclama contra Estanislao López: "¡La hora de la venganza ha sonado! ¡Vamos a humillar el orgullo de esos cobardes asesinos! Se engañarían los bárbaros si en su desesperación imploran nuestra clemencia. Es preciso degollarlos a todos. Purguemos a la sociedad de esos monstruos. Muerte, muerte sin piedad". También: "Derramad a torrentes la inhumana sangre para que esta raza ..maldita de Dios y de los hombres no tenga sucesión" (31, 48).
14. “LOS SAGRADOS DERECHOS”
“... quienes derrocaron al gobierno general (N. del A.: del coronel Manuel Dorrego) son los mismos que en 1814 pidieron a Carlos IV, un vástago de la Casa de Borbón, para que se pusiese de rey entre nosotros (por Rivadavia), los que en 1815 protestaron al embajador español en el Janeiro, conde de Casa Flores, que si habían tomado intervención en los negocios de América había sido con el objeto de asegurar mejor los derechos de S.M. Católica en esta parte de América (por Alvear), los mismos que en 1816 nos vendieron a Juan VI, entonces príncipe de Lucca (por Valentín Gómez y Pueyrredón), en fin, los autores de todas las desgracias en América. América no lloraría tantas desgracias si cuando en octubre de 1811 botó esa facción por tierra al gobierno que se había formado en 1810, un castigo ejemplar les hubiera enseñado que no se podían hollar los sagrados derechos de los Pueblos" (Circular del gobernador Francisco Bustos, de Córdoba, a todas las provincias, 10 de diciembre de 1828) (48, 67).
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EL AGUILA GUERRERA PARTE III
15. LOS PUEBLOS LIBRES
"El objeto y fines de la Convención del Pilar, celebrada por V.S. sin mi conocimiento ni autorización le escribe Artigas a Ramírez, furioso-, no ha sido otro que confabularse con los enemigos de los Pueblos Libres* para destruir su obra y atacar al Jefe Supremo**." El enojo del caudillo oriental se debía a que el gobernador de Entre Ríos iba a concurrir al encuentro con sus pares de Santa Fe, Estanislao López, y de Buenos Aires, Manuel de Sarratea, en representación de su alianza con Artigas. Sin embargo, firma el tratado tripartito olvidando este acuerdo, con lo que don José Gervasio queda aislado y a merced de los invasores portugueses. "No es menor crimen haber hecho el vil tratado del Pilar sin haber obligado a Buenos Aires a que declarase la guerra a Portugal -continúa la carta- y entregase fuerzas suficientes y recursos bastantes para que el Jefe Supremo y Protector de los Pueblos Libres pudiese llevar a cabo esa guerra y arrojar del país al enemigo aborrecible que trata de conquistarlo. Ésta es la peor y más horrorosa de las traiciones de V.S." El "supremo entrerriano" no demora su réplica: "La Provincia de Entrerríos no necesita su defensa ni corre riesgo de ser invadida por los portugueses, desde que ellos tienen el mayor interés en dejarla intacta para acabar la ocupación de la Provincia Oriental a la que debió V.S. dirigir sus esfuerzos (...) Mi patriotismo no necesita de las recomendaciones de V.S. (...) ¿Por qué extraña que no se declarase la guerra a Portugal? ¿Qué interés hay en hacer esta guerra ahora mismo y en hacerla abiertamente? ¿Cuáles son los fondos de los Pueblos, cuáles sus recursos?". La disputa epistolar pasa a las vías de hecho. Artigas y Ramírez se enfrentan rabiosamente en Arroyo Grande, en Las Guachas, en Sauce de Luna y otros sangrientos combates. Finalmente, el entrerriano, con la ayuda de sus nuevos aliados, derrota definitivamente al "Protector de los Pueblos Libres" obligándolo a refugiarse en territorio paraguayo, de donde no regresará jamás. Una de las estipulaciones secretas del tratado del Pilar permite la entrada triunfal de los federales en Buenos Aires. Lo narra, con repugnancia, Vicente Fidel López: "Sarratea, cortesano y lisonjero, no tuvo bastante energía o previsión para estorbar que los jefes montoneros vi-niesen a ofender, más de lo que ya estaba, el orgullo local de la ciudad. El día 25*** regresó a ella acompañado de Ramírez y de López, cuyas numerosas escoltas compuestas de indios sucios y mal trajeados a término de dar asco, ataron sus caballos en los postes y cadenas de la pirámide de Mayo, mientras los jefes se solazaban en el salón del ayuntamiento" (12, 44).
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16. LAS ÁCIDAS MEMORIAS DE UN SOLDADO
El general Tomás de Iriarte hace en sus Memorias jugosos comentarios sobre protagonistas de nuestra historia, contemporáneos y conocidos suyos: Almirante Guillermo Brown: "Había desertado, robándose uno de nuestros buques de guerra, con el que fue a piratear en el mar Pacífico hasta que lo tomaron los ingleses y hubieron de ahorcarlo. De regreso a Buenos Aires se le formó causa y quedó arrinconado sin destino gracias a la parcialidad de nuestros jueces, porque en un país constituido habría sido sentenciado al banquillo. Así, Brown vegetaba en la oscuridad y se moría de hambre cuando fue llamado para tomar el mando de la marina". Martín Güemes: "Jamás expuso su pecho a las balas (...) Era un jefe ambicioso y anarquista. La provincia de Salta, la única barrera de la República Argentina, estaba entonces muy mal guardada por las tropas montoneras del caudillo Güemes. Los españoles la invadían con facilidad, siempre que así convenía a sus intereses". El general Iriarte no fue una personalidad intrascendente de su época. Fue oficial de nuestra independencia e intervino en no pocos sucesos decisivos de la misma. Más tarde actuó como diplomático en los Estados Unidos, tuvo heroica participación en la batalla de Ituzaingó y, ya en la madurez, redactó el Código Militar, juntamente con Bartolomé Mitre. Juan Manuel de Rosas: "Era una especie de señor feudal. Estableció reglamentos extravagantes y crueles, a los que él mismo quiso sujetarse, y así, gradualmente, fue ascendiendo en consideración y prestigio entre los habitantes de la campaña del Sur: eran éstos los criminales, ladrones, salteadores de caminos, asesinos, hombres inmorales y delincuentes, a quienes perseguía la justicia de las leyes y que, por evitar un merecido e infalible castigo, se refugiaban en los campos de Rosas...". Feliciano Chiclana: "Un día me citó a tener una entrevista en su casa, pretextando enfermedad y que no podía venir a la mía. Cuando entré en su alojamiento estaba en la cama, envuelto en una asquerosa frazada. Me dijo que tenía que comunicarme un asunto de la mayor, gravedad, pero, entretanto, la mujer y las hijas rodeaban su cama, y yo no estaba en ánimo de entrar en materia delante de testigos". Iriarte comprendió que los familiares estaban ex profeso para actuar como eventual testimonio de lo que allí se hablase, y se retiró, sospechando que "en alguna pieza vecina estuviesen ocultos algunos agentes". Y agrega: "¡Qué hombre el tal Chiclana! ¡Qué ser tan abyecto y degradado! ¡Y fue miembro de la Primera Junta revolucionaria y después del Poder Ejecutivo en el año doce!". http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20III.htm (19 of 21) [26/05/2003 10:36:15]
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Manuel Dorrego: "El saqueo fue general. También las violaciones y los asesinatos (...) Los gemidos, los gritos y -las amenazas de muerte eran tan altos e incesantes que no se oía apenas al compañero con quien se hablaba. Es decir, que los libertadores, los que levantaban tan alto el grito contra las depredaciones de los enemigos, saquearon completamente a San Nicolás. Pero lo saquearon a vista y presencia del gobernador Dorrego y de generales y jefes que estaban dentro de la ciudad, sin que tomasen medida alguna para contener a la soldadesca desenfrenada". Bernardino Rivadavia: Iriarte reconoce su labor de estadista, pero también lo acusa de haber importado el pedantismo europeo en nuestro país, "su fatua hinchazón". Cuando "paseaba por las calles de Buenos Aires, como era corto de vista, preguntaba al edecán que llevaba a su lado: ¿Quién es ese hombre incivil que no ha saludado al Presidente de la República?". Tampoco escapó al memorioso general la rivalidad entre sus colegas San Martín y Alvear: cierta vez, en Londres, asistió a un banquete en el que ambos estuvieron a punto de tomarse a puñetazos cuando el segundo se mofó de las ideas absolutistas del Libertador. "Alvear detestaba a San Martín y este odio era recíproco. En Alvear obraba un sentimiento de envidia por el nombre glorioso de su adversario." El encono de don José, según Iriarte, tenía otro origen que denuncia su toma de partido: "Era el conocimiento que de él tenía" (41).
17. LOS DEUDORES NO DEBEN MORIR
A veces surgía el humor de las entrañas del caos y del espanto. El coronel Nicolás Dávila había combatido corajudamente en la defensa de La Rioja. Fue inútil, ya que el general rosista Benavídez arrolló a las fuerzas que se le oponían, haciendo prisioneros a Dávila y a dos de sus hijos. La suerte del coronel parecía echada pues eran épocas de crueles represalias contra el vencido. Y el general triunfante era de los que habían ganado mayor fama de sanguinario. Había acampado en Sañogasta, y entrada ya la noche, Benavídez, que era muy dado al juego, mandó llamar a Dávila y le propuso una partida. El coronel, sin hacerse rogar, aceptó. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20III.htm (20 of 21) [26/05/2003 10:36:15]
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Horas después, de regreso a la carpa que servía de prisión, le contaba a su hijo Cesáreo: -¿Sabés que me ha invitado a jugar el general? -¿Y usted qué ha hecho, mi padre? -He jugado y he perdido seiscientos bolivianos. -Ha hecho usted muy mal, tata -exclamó Cesáreo, preocupado-, ¿con qué pagamos ahora esta deuda? -No seas tonto, m'hijo -repuso sonriendo el coronel-, me he dejado ganar para que este bárbaro, con la esperanza de cobrar, nos respete y no nos degüelle en el camino. Las previsiones de Dávila se cumplieron (8).
Cuarta parte
* N.
del A.: los partidarios "artiguistas".
** N.
del A: él mismo
*** N. del
A.: 25 de febrero de 1820.
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1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
2ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9
3ª Parte
Capítulo 10
Capítulo 1
Capítulo 11
Capitulo 2
Capítulo 12
Capítulo 3
Capítulo 13
Capítulo 4
Capítulo 14
Capítulo 5
Capítulo 15
Capítulo 6
Capítulo 16
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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4ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
5ª Parte Capítulo 1
Capítulo 9 Capitulo 2 Capítulo 10 Capítulo 3 Capítulo 11 Capítulo 4 Capítulo 12 Capítulo 5 Capítulo 13 Capítulo 6 Capítulo 14 Capítulo 7 Capítulo 15 Capítulo 8 Capítulo 16
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
6ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
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Capítulo 17
EL AGUILA GUERRERA
CUARTA PARTE
1. CUANDO ARGENTINA OCUPÓ CALIFORNIA
Hipólito Bouchard zarpó de Buenos Aires el 9 de julio de 1817 al mando de la fragata "La Argentina", rebautismo del navío "Consecuencia" que él mismo había capturado poco antes a los realistas del Pacífico. El periplo fue largo: Madagascar, India, océano índico, Filipinas, Borneo, Java, Macasar, las Célebes, el archipiélago de la Sonda, siempre con la bandera argentina al tope. En Macasar venció a cinco navíos malayos, y según lo cuenta el mismo Bouchard en su diario de a bordo, "a la hora y media de fuego y del golpe de las armas, el capitán de la proa (se refería a un tipo especial de barcos, propio de los piratas malayos), viendo frustrados sus designios, se dio dos puñaladas y se arrojó al agua. Lo mismo hicieron otros cinco, y el resto de la tripulación se defendió muy poco tiempo después". Luego, durante dos meses "La Argentina" bloqueó la ciudad filipina de Luzón, centro del poder español en el Mar de la China. Hundió dieciséis barcos, abordó otros die-ciséis y apresó a cuatrocientos realistas. La fama del corsario argentino se expandía velozmente inspirando el terror con sólo pronunciarse su nombre. En ruta a Oceanía se detuvo en Hawaii, donde poco antes el rey Kameha Meha se había apropiado ilegalmente de un barco argentino. Se trataba del "Chacabuco", ex navío norteamericano originalmente bautizado "Liberty", que estaba en poder del monarca por haberse sublevado su http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (3 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
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tripulación. Bouchard habló con Kameha Meha, rescató la nave mediante una indemnización y obtuvo la devolución del cabecilla, que fue juzgado y ejecutado en forma sumaria. El comandante argentino también firmó un tratado de unión, amistad y comercio con el soberano isleño y logró que Hawaii reconociera la independencia nacional. Fue el primer Estado que lo hizo. Finalmente Bouchard volvió a hacerse a la mar y el 22 de noviembre de 1818 la aguerrida flotilla argentina fondea en la bahía de Monterrey, California, entonces posesión española. Bouchard, sobre "La Argentina", y su subordinado Peter Corney al mando de la reconquistada "Chacabuco", con una desusada tripulación de criollos y polinesios, sitiaron la ciudad enemiga. Las baterías realistas cañonearon a las naves patriotas, que respondieron el fuego implacablemente y lograron desem-barcar sus tropas de ataque. Al día siguiente se produjo la rendición de la plaza. El diario de Bouchard cuenta que un cobrizo guerrero hawaiano fue quien arrió la bandera española e izó la celeste y blanca en territorio del que es hoy el país más poderoso de la Tierra. La ocupación de la Alta California por parte de la Armada argentina se prolongó por seis días, tiempo que duró el saqueo y la reparación de las naves. El mortífero raid continuó por las colonias centroameri-canas, poniendo en jaque a las armas del soberano hispánico y apoderándose de los fuertes de San Juan, Acapulco, San Blas, Sonsonate y Santa Bárbara. Cabe resaltar un combate feroz frente a la costa nicaragüense, de resultas del cual una flotilla realista fue desmembrada totalmente por los argenti-nos. Es éste el motivo por el cual muchas banderas de las actuales naciones de Centroamérica tienen ostensiblemente la nuestra como base, pues significó para quienes lucharon por sus respectivas independencias, gracias a Hipólito Bouchard, un símbolo altivo de lucha contra el opresor colo-nial (2).
2. LOS "DESCAMISADOS"
La primera vez que esa palabra con tanta significación en nuestra Historia aparece escrita es en las Memorias del general Iriarte. Cuenta que cierto día, acompañado por Carlos de Alvear, se cruzaron con Dorrego en una de las calles céntri-cas de Buenos Aires. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (4 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
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-Caballeros -les dijo el jefe federal-, les aconsejo que no se acerquen mucho... -Como quien no quiere conta-minar. Dorrego vestía un traje ostensiblemente desaliñado y su apariencia era sucia. Iriarte anota entonces: "Excusado es decir que esto era estudiado para captarse la multitud, los descamisados" (41).
3. UNA TORTURA AUTÓCTONA
Uno de los suplicios más atroces puestos en práctica durante la época de las montoneras fue el "enchalecamiento" o "retobo". Un cronista de la época lo describe: "Figúrese el lector un hombre desnudo a quien le envuelven en una an-cha faja de cuero de vaca mojado, en forma de chaleco, abro-chado por delante, y sobre ésta otra más ancha aún, que le oprime toda la caja del cuerpo y los brazos, colocados en posición vertical sobre los costados. Terminada esta bárbara operación lo ponen al rayo del sol, con cuyo calor se seca lentamente el cuero, que se encoge y va oprimiendo el pecho y pulmones del infeliz retobado, que empieza a sentir los más agudos dolores y que, al cabo de cuarenta y ocho horas, siente agonías de muerte, en tanto que la corrupción se apo-dera de su cuerpo y comienza a ser devorado por los gusa-nos" (65).
4. LOS ASCENSOS DE SAN MARTÍN
Sus triunfos militares hacían inevitable el ascenso del coronel José de San Martín.
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Alvear, que había accedido al generalato como premio a la toma de Montevideo y por disposición de su tío, el director Posadas, era renuente a que su adversario en la logia Lautaro alcanzara su mismo grado. Por ello, el Direc-torio crea el insólito grado de "coronel mayor" para el ven-cedor de San Lorenzo. Años más tarde, el Cabildo porteño decide nombrarlo Brigadier General. San Martín, desde Chile, lo rechaza en El Censor de Buenos Aires: "Estamos en revolución, y, a la distancia puede creerse, o hacerlo persuadir genios que no faltan, que son acaso sugestiones mías (...) No atribuya usted a virtud esta exposición, sí al deseo que me asiste de gozar de tranquilidad el resto de mis días". Es que ya estaba escaldado de la infundiosa enemistad de muchos de sus compatriotas. Especialmente en Buenos Aires (49, 66).
5. "NO SOY PARA GOBERNAR"
"Aquí me tiene, señor, en el puesto del que me he creído más distante. Nunca creí que llegase este caso, ni lo deseaba porque no soy para ello. Yo he tenido mi sistema particular: conozco y respeto mucho los talentos de muchos de los seño-res que han gobernado al país, pero a mi parecer todos come-tían un error grande: se conducían muy bien con las clases ilustradas, pero despreciaban al hombre de la clase baja. Yo comprendí esto y me pareció que los lances de la revolución habían de dar lugar a que esa clase baja se sobrepusiese y causare los mayores males. Me fue preciso hacerme gaucho como ellos, hablar como ellos y hacer cuanto ellos hacían, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su con-cepto. Creen que soy federal; no señor, no soy de partido alguno sino de la patria. En fin: todo lo que yo quiero es evitar males y restablecer las instituciones, pero siento que me hayan traído a este puesto porque no soy para gobernar" (Carta de Juan Manuel de Rosas a Santiago Vázquez, 13 de diciembre de 1829) (19, 40).
6. SE VENDE REGIMIENTO http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (6 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
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Muerto Francisco Ramírez, Lucio Mansilla regía pro-visionalmente los destinos de Entre Ríos. Buenos Aires reclamaba a dicha provincia, sin mayores esperanzas, una deuda de 10.000 pesos. Quien años más tarde fuera el jefe de la gesta de Obli-gado sabía que Buenos Aires había quedado menguado de hombres tras su aporte al Ejército de los Andes. Ahora necesitaba reclutar efectivos para conquistar el desierto pampeano. En Entre Ríos, a su vez, no sabía qué hacerse con las tropas regulares del extinto Ramírez (no mucho más que montoneras), que durante su vida no habían hecho otra cosa que pelear. Buenos Aires comisionó a Juan García del Cossio para negociar la operación. Se suscribió en Concepción del Uru-guay el 9 de noviembre de 1823 y estipulaba que el gobierno de Entre Ríos remitiría al servicio del Estado de Bue-nos Aires "doscientos Dragones, con sus mujeres e hijos, geles, oficiales, armas y monturas". Buenos Aires pagaría 30.000 pesos por estos soldados en la siguiente forma: 10.000 al contado, otros tantos al año de la aprobación del tratado, y los restantes 10.000 se consideraban pagos con la cancelación de deuda. A los Dragones incorporados se les reconocerían fue-ros, grados y privilegios, sueldos y pensiones "con las de-más gracias y ventajas que por leyes y ordenanzas puedan corresponder y correspondan”. No existen antecedentes, en la historia mundial, de una compraventa de esta especie... (51).
7. "LOS CAPRICHOS DE UN PUEBLO INSENSATO"
El general Pezuela creyó que podía aprovechar las dife-rencias de Artigas con el gobierno porteño y le escribió sobre "los caprichos de un pueblo insensato como Buenos Aires que han ocasionado la sangre y desolación en estos domi-nios". Le expresaba estar "impuesto que V.S., fiel a su mo-narca, ha sostenido sus derechos combatiendo contra la fac-ción; por lo tanto cuente V.S., sus oficiales y tropa con los premios a que se han hecho acreedores".
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Soborno. Artigas contesta el 28 de julio de 1814: "Han engañado a V.S. y ofendido mi carácter cuando le han infor-mado que yo defiendo a su rey. Si las desavenencias domésticas han lisonjeado el deseo de los que claman por estable-cer el dominio español en estos países (...) yo no soy vendi-ble ni quiero más premio por mi empeño que ver libre mi Nación del poderío español. Vuelva el enviado de V.S. pre-venido de no cometer otro atentado como el que ha propor-cionado" (67).
8. LOS COLOMBIANOS
La terminación de la guerra independentista en Suda-mérica generó "mano de obra desocupada", organizada en bandas mercenarias que vendían su ferocidad al mejor postor. Una de ellas, de activa participación en nuestras gue-rras fratricidas y famosa por su bestialidad, fue la de "los colombianos", cuyos integrantes tuvieron aguerrida participación en la definitoria batalla de Ayacucho bajo el man-do del mariscal Sucre. Fueron "los colombianos" quienes, con su funesta cele-bridad, dieron pábulo al lema de "salvajes unitarios" tan utilizado en épocas de la Confederación rosista. Facundo Quiroga decide terminar con ellos. Escribe al cordobés Bustos: "Corro a dar alcance a esa tropa de bandidos que no han dispensado crimen por cometer; que no sólo han incen-diado poblaciones y degollado a los pacíficos vecinos, sino que, atropellando lo más sagrado, han violado jóvenes deli-cadas. Tengo yo jurado dejar de existir o castigarlos de un modo ejemplar (...) Muy en breve sabrá V.E., o que he pere-cido al frente de mis fuerzas, o que uno solo de ellos no existe ya sobre la tierra". Facundo cumplió con su promesa. La mayor parte de los colombianos fueron muertos en el campo de batalla y el resto pasados por las armas al caer en poder de Quiroga y los suyos. Para ellos no hubo cuartel, ni tampoco lo pidie-ron. Solamente su jefe, un tal Matute, se rindió al entonces joven comandante Ángel Vicente Peñaloza. Pero, astuto, conseguiría escapar e ir a Salta donde mandaba el unitario Gorriti. Pero éste, temeroso de las consecuencias que podría traerle dar refugio a alguien tan odiado, ordenó fusilarlo. Hubo que hacerlo con grillos por-que Matute pidió como último favor que se le dejara oír misa, pretexto para apoderarse del cáliz consagrado y ame-nazar con volcar las hostias de su interior. Herejía que http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (8 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
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horrorizó a sus verdugos (9).
9. UN MILITAR DE FUSTE
Corría 1838. Francia había decidido deshacerse de Ro-sas. Bloqueaba el puerto de Buenos Aires pero su temor a la irritación de Inglaterra le impedía invadir territorio argentino con sus propias tropas. Para ello le era necesario, enton-ces, contar con "auxiliares" nativos. Juan Bautista Alberdi ideologiza y justifica la inter-vención extranjera. Si la patria de los argentinos era Mayo, y Mayo era "Libertad, Igualdad y Fraternidad", no había diferencia con la patria del rey Luis Felipe de Francia, el mismo que no mucho tiempo atrás había sido propuesto para soberano de las Provincias Unidas. "Nosotros traicio-namos al tirano, si es que se puede ser traidor con un tira-no, para ser fieles a la patria que ese tirano despedaza" (El Nacional, Montevideo, 27 de noviembre de 1838). Un militar de fuste, el general Juan Lavalle, expatria-do en la Banda Oriental, se indigna con quien años más tarde será el autor de nuestra Constitución Nacional. Llama "madama" a quien Sarmiento también llamará "eunu-co" y señala: "Estos hombres conducidos por un interés propio muy mal entendido quieren trastornar las leyes eternas del patriotismo, el honor y el buen sentido. Confío en que toda la emigración preferirá que se la llame estúpi-da a que su patria la maldiga mañana con el dictado de vil traidora". Sigue: "El gobierno de Rosas es nacional y yo tengo la ambición de regresar a mi país con honor". En Montevideo, a mediados de diciembre de 1838, se forma la "Comisión Argentina", compuesta por emigrados unitarios adherentes a la complicidad con el país galo: Martín Rodríguez, Florencio Varela, Salvador del Carril, Valentín Alsina... Los mismos que habían convencido a Lavalle de ajusticiar a Dorrego. Dicha comisión financiará sus actividades con los aportes franceses y con el producido del contrabando con la sitiada Buenos Aires. El general uruguayo Fructuoso Rivera, que dominaba la Banda Oriental con el apoyo francés, no contaba con el prestigio suficiente para provocar la insurrección contra Rosas en tierras argentinas. La Comisión envía $ 3.500 (tres mil quinientos pesos) a Lavalle, pero éste, desde su estancia "El Vichadero", cer-ca de Mercedes (Uruguay), devuelve indignado el dinero. Los doctores unitarios no cejan en su intento y le envían un emisario, Francisco Pico, quien el 9 de febrero de 1839 es-cuchará http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (9 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
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de labios del prestigioso oficial de San Martín: "¡Dios nos libre de suscitar contra nosotros el espíritu na-cional! Desde entonces no sería nuestro enemigo Rosas, sino la nación entera. Nuestro destierro sería eterno, y lo que es peor, merecido". La presión continuará. Alberdi, para borrar el mal efecto que su artículo había producido en Lavalle, le escri-be: "Soy uno de los muchos jóvenes que hemos aprendido a venerar el nombre de Lavalle (...) una de las glorias ameri-canas más puras y más bellas (...) se trata de que Usted acepte la gloria que le espera y una gran misión que le llama en esta segunda faz de la Revolución de Mayo". La "gloria que le espera" a Lavalle era, claro, aceptar la conducción de las tropas terrestres de la invasión france-sa a nuestra patria. Una vez más Lavalle cede a los cantos de sirena de los doctores porteños, ahora exiliados en Montevideo. No son pocos los que sostienen que lo que lo convenció fue una importante suma de dinero. Sin embargo, el héroe de Riobamba demostró a lo largo de toda su trayectoria una honestidad y una integridad a toda prueba. Era su inteli-gencia la que quedaba muy rezagada ante esas virtudes. Lavalle fue convencido de que era su deber de patriota de-rrocar a Rosas. Sea como fuese. Su única condición es no aceptar compartir la jefatura con Rivera. El "Ejército Libertador", como dio en llamársele, cruza el Paraná e invade Entre Ríos, transportado en embarca-ciones francesas. En el Parlamento francés, en los debates de 1844, se revelará que se gastaron más de dos millones de francos en esa "política de intervención que consistía en ganar aliados en Montevideo y excitar los partidos unos contra otros". Lavalle avanza inconteniblemente sobre Buenos Aires. Rosas escribe: "El hombre se nos viene y lo peor es que se nos viene sin que podamos detenerlo". A lo que sí atinó el Restaurador fue a sofocar por la violencia todo intento de "quintacolumnismo" -en el territorio que dominaba. Los Maza, padre e hijo, y otros destacados ciudadanos fueron acusados de conspirar y ejecutados. Pero al poco tiempo Lavalle escribía a su esposa, desde Yeruá: "Aquí estoy solo con mis brazos desnudos, sin cartu-chos y sin un real ¡esto es el `Ejército Libertador'!". Es que en su avance no había encontrado el apoyo que los doctores de Montevideo le aseguraron. Los pobladores no parecían entusiasmados en sumarse a esa gesta contra la tiranía. Además, varios prestigiosos civiles y militares antirrosistas abandonaron su exilio para sumarse a la de-fensa de su patria amenazada por Francia: Cavia, Espino-sa, los generales Soler y Lamadrid, etcétera. Los fondos no llegan. Es que los francos son enviados desde ultramar a Rivera y a la Comisión y, aunque cuantio-sos, pocos llegan a Lavalle. Éste se dirige el 28 de diciembre al almirante francés Le Blanc exigiendo "un millón de francos para los gastos de guerra que entrarán en la caja del ejército". Sólo le llegan 25.000 junto con una nota de la Comisión en la que se le ordena tratar con más prudencia y respeto a los aliados franceses... Lo que el jefe de la coalición franco-argentina no sabe es que la protesta inglesa contra la intervención francesa en el Plata, que considera lesiva para sus intereses comer-ciales, ha ido haciendo efecto y el http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (10 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
EL AGUILA GUERRERA PARTE IV
rey galo ha iniciado ya tratativas con el Restaurador con vista a una retirada de-corosa de la escuadra francesa. Las torres de Buenos Aires están ya a la vista de Lavalle, pero su ánimo ha ido minándose por la falta de apoyo y por las crecientes deserciones en sus filas. En la ciudad sus habitantes se preparan para una defensa deses-perada aunque todo indica que su caída será inevitable. Rosas, infatigable, va de un punto al otro organizando las barricadas y redoblando el terror. Ni sitiados ni sitiadores comprenderán lo que sucede: Lavalle ha ordenado el repliegue de sus tropas. "No podré tomar Buenos Aires ¡por falta de veinte días de víveres!", había escrito a su esposa el día anterior. La retirada de ese ejército aún inmenso será desorde-nada, anárquica, plagada de actos vandálicos, saqueos, la-trocinios, matanzas (67).
10. EL DUELO Cierto día, en plena guerra argentino-brasileña, dos héroes de la Armada Argentina decidieron batirse a duelo para lavar ofensas recíprocas. Eran Rosales y Espora. Como estaban a bordo bajo las órdenes de Guillermo Brown, le pidieron a éste autorización para bajar a tierra. Además lo nombraron director del duelo. El almirante aceptó. "Ante todo, hay que postergar el encuentro", dijo Brown. "El enemigo está cerca y debemos salir en su busca. En cuanto a ustedes, les prometo que pronto se batirán." A los pocos días, al estar frente a frente las escuadras y brasileñas, el almirante llamó a Espora y a Rosales a su puente de mando. "Llegó el momento del lance pendiente -les dijo-. No olviden que cuento con su prome-sa de cumplir escrupulosamente mis órdenes." Asintieron los marinos y el jefe naval prosiguió: "Den-tro de unos momentos entraremos en combate. Nosotros estamos listos -apuntó con su dedo-. ¿Distinguen ustedes la -insignia de la capitana brasileña?" Rosales y Espora volvieron a asentir. "Bien. Ustedes van a atacar esa nave por muchos costados. Aquel de ustedes que consiga hacer arriar su pabellón, será el vencedor del duelo. La sangre de unos bravos como ustedes sólo debe derramarse en aras de la patria. Andando, pues". La anécdota es auténtica pues fue relatada por sus tres protagonistas (2).
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11. EL INFORTUNADO GENERAL
La mujer restregaba nerviosamente un pañuelito entre sus dedos. El gobernador intendente de Cuyo, José de San Martín, la escuchaba con amable severidad. -Mi esposo corre peligro en Chile, los ejércitos realistas están ya cerca de Coquimbo. El hombre había huido a través de los Andes, ayudado por contrabandistas, hacía ya algunos años, para no caer en prisiones argentinas. Sus enemigos se habían aprovechado de su alejamiento de Buenos Aires, destinado a reorganizar el ejército del Norte luego del desastre de Huaqui, para destituirlo y privarlo de su rango militar. Además se le abrió juicio. -Fue el único al que no alcanzó la amnistía dictada por el director Posadas -continuaría Saturnina Otárola, que así se llamaba esa mujer suplicante. San Martín se inclinó sobre ella, compasivo. -¿Cuáles son los cargos? Doña Saturnina vaciló, como si lo que iba a decir le quemara los labios. De rabia, no de vergüenza. Traición a la patria... A la mujer le dio pudor nombrarla delante de quien había sido uno de los organizadores: -Es la logia... Nunca se lo perdonarán. El gobernador recordó los disturbios de abril de 1811, la chusma inundando la plaza de la Victoria, las amenazas contra los jóvenes conspiradores... -La "Sociedad... -doña Saturnina se interrumpió, amnésica. -"Patriótica" -completó don José-. La "Sociedad Patriótica". -Mi esposo no se dio cuenta de que era la fachada de la logia. O no le importó.
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San Martín suspiró. Los lautarinos sabían ser muy crueles con quienes consideraban sus enemigos. Él lo sabía bien... Palmeó el timbre sobre su escritorio, arrancándole un tañido. El edecán se presentó de inmediato. -Extienda una autorización para que el esposo de esta señora pueda reingresar a nuestro país -la mujer respingó de gratitud. El gobernador bajó su mirada. No había que irritar tanto a los porteños-. Fíjele residencia en San Juan -Doña Saturnina, comprensiva, no alteró su sonrisa. -¿Nombre? -preguntó, solícito, el edecán. -Cornelio Saavedra -se adelantó a responder, espe-ranzada, la mujer (26, 75).
12. LAS "TABLAS DE SANGRE"
Florencio Varela, emisario de los unitarios exiliados en Montevideo, debía convencer a las cancillerías europeas so-bre la necesidad de invadir a su propia patria. Para ello necesitaba algún documento que reforzara la imagen san-guinaria que Juan Manuel de Rosas se había ganado con sus excesos. Su confección quedó a cargo del escriba José Rivera Indarte. Nadie mejor indicado. Su odio a Rosas era mayúsculo; había sido federal, miembro de la Sociedad Popular Restauradora y a su pluma pertenecía el "Himno a Rosas" ("¡Oh, Gran Rosas, tu pueblo quisiera 1 mil laureles poner a tus pies...!"). Según los unitarios, cruzó el río, como tantos otros, asqueado por las tropelías del rosismo. Según los federales, debió escapar de Buenos Aires procesado por estafa y falsificación de documentos y no perdonaba que Rosas no hubie-se hecho nada por salvarlo. En 1843 se le encargan las "Tablas de sangre", inven-tario de las atrocidades atribuibles al rosismo. Los partida-rios de don Juan Manuel, citando el Atlas de Londres del 1° marzo de 1845, en artículo reproducido por Emile Girardin en La Presse de París, afirman que la casa Lafone, conce-sionaria de la aduana de Montevideo, habría pagado la macabra nómina a un penique el cadáver. Juntó 480 muertes y le atribuyó a Rosas todos los crí-menes posibles: el de Quiroga y su comitiva, Heredia, Villafañe, etc., enunció nombres repetidos y otros indivi-dualizados por las iniciales N. N. Los métodos variaban: fusilamientos, degüellos, envenenamientos (uno con masitas en una http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20IV.htm (13 of 19) [26/05/2003 10:36:25]
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confitería), etcétera. De ser ciertas las imputaciones del rosismo, los 480 cadáveres habrían reportado dos suculentas libras esterli-nas para Rivera Indarte... Pero la lista no terminaba allí ya que las "Tablas" agregaban 22.560 caídos y posibles caídos en todas las batallas y combates habidos en la Argentina desde 1829 en adelante. El informe que Varela llevó consigo inventariaba otros actos bárbaros que justificarían la intervención extranjera por motivos de "humanidad": las "costosas festividades" que celebraban los aniversarios de la suba al poder de Ro-sas, las rentas de la Universidad desviadas al ejército en 1838 "para defender su tiranía". Los procedimientos para matar eran escalofriantes: "las cabezas de las víctimas son puestas en el mercado público adornadas con cintas celes-tes", los degüellos se hacían "con sierras de carpintero desafiladas". Rivera Indarte agregó como apéndice su opúsculo: "Es acción santa matar a Rosas". En él se revela que "su hija ha presentado en un plato a sus convidados, como manjar delicioso, las orejas saladas de un prisionero". También "ha acusado (Rosas) calumniosamente a su respetable madre de adulterio (...) ha ido hasta el lecho en que yacía mori-bundo su padre a insultarlo". Y como si todo esto no fuera suficiente: "Es culpable de torpe y escandaloso incesto con su hija Manuela a quien ha corrompido". Según José María Rosa, la casa Lafone & Co. (de Samuel Lafone), que habría pagado las "Tablas de sangre", era materialmente dueña de Montevideo: en 1843 había comprado las rentas de la Aduana hasta 1848, lo que le significaría una gran ganancia si el puerto de Buenos Aires fuese bloqueado por potencias extranjeras decididas a im-poner orden y civilización. Cabe señalar que Lafone & Co. era propietaria de Pun-ta del Este, también de la isla Gorriti, y se le había conce-dido en exclusividad la caza de lobos marinos en la isla de Lobos por trece años (40, 67).
13. UN DIARIO MUY ESPECIAL
En el encabezamiento, el domingo 31 de octubre de 1830, podía leerse: "Este periódico se publicará todos los domingos por la Imprenta Republicana, calle de Suipacha número 29. Allí mismo se reciben suscripciones y se encon-trará a venta. Su precio será el de dos reales por cada ejem-plar".
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Había sido bautizado como La Argentina. Dicho nom-bre ya sugería su notable particularidad, sobre todo en el Buenos Aires pacato y machista de entonces: era un perió-dico escrito por mujeres y para mujeres... A pesar de su corta vida, quedaron huellas sabrosas: "El día festivo entre nosotros es muy fastidioso. Con-cluidas las funciones religiosas, no hay más remedio que entregarnos a la ociosidad. Las señoras se preparan a reci-bir sus visitas. Éstas en el día son muy pocas. Los hombres, ya sea por economía o como -dicen ellos por evitar compro-misos, se están con más gusto en el café, con la baraja o el taco, que en un estrado al lado de las damas. Para evitar el enfado que ocasiona el no tener qué hacer, nos hemos re-suelto a escribir un periódico que solamente debe publicarse los domingos y, si nos es posible conciliar nues-tras ocupaciones, también saldrá los días festivos. Su for-ma es nueva, de modo que pueda llevarse en el ridículo" (así llamaban a la cartera femenina). A Rosa Guerra y a Petrona Sierra, sus redactoras, las animaba una anticipatoria reivindicación femenina: "Cau-sará novedad una mujer (sic) de periodista, pero ha llegado el caso de ensayar, si tenemos influjo. Los hombres están extraviados (sic) en su mayor parte, y es preciso traerlos a la razón". Algunos reclamos son memorables: "Puestas ya en la palestra, principiaremos nuestros trabajos exhortando a los hombres a la calma de sus pasio-nes. Nuestro país, destinado por la naturaleza a ser una mansión de delicias, está convertido en un campo de bata-lla. Los militares, por lo general gente turbulenta e inquie-ta, lo han puesto en ese estado. Ejercen en las provincias del interior un despotismo inaudito, y es muy singular cu-bran sus atentados con el pretexto de constituir el país. Jamás hemos oído que los legisladores de un pueblo sean los fusiles, las espadas y las lanzas. La constitución es como todas las cosas que son buenas y duraderas mientras se quieren. Mas por la fuerza nadie hasta ahora se ha he-cho amar". Es particularmente conmovedor el reclamo de un espa-cio para el amor en medio del horror de la guerra y de la anarquía: "Cada momento nos convencemos de que es preciso que el bello sexo interponga todo su influjo para llamar a los hombres a la calma, porque en su estado de furor es imposible amarlos. Un hombre que no habla más que de muer-tes, de sangre y horrores, no puede menos que infundir temor, mucho más a una joven que ha de entregarse en sus brazos para que la proteja y la acaricie" (2).
14. "LA ESPADA SIN CABEZA"
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Los cabecillas unitarios, que han seguido las alternati-vas desde Montevideo o a bordo de los barcos franceses, y que ya daban por segura la derrota de Rosas, se indignan ante la retirada de Lavalle.
"Todo estaba en su mano, y lo ha perdido. Lavalle es una espada sin cabeza (...) Lavalle, el precursor de las derrotas. ¡Oh Lavalle, Lavalle! Muy chico eras para llevar sobre ti cosas tan grandes." ESTEBAN ECHEVERRÍA
También Florencio Varela: "No hay una sola persona, una sola, general, incluso sus hermanos de usted, y aun su sensatísima señora, que no hayan condenado abiertamente ese funestísimo movimiento". La retirada de aquel malón apocalíptico que fue deshilachándose en sangre y horror continuó hasta el ase-sinato de Lavalle en Jujuy. De aquel sobre quien San Martín había escrito a O'Higgins: "Lo que Lavalle haga como valiente muy raro será el que lo imite, y el que lo exceda ninguno". Se había dado tiempo para escribir una vez más a su mujer, con la lucidez de los condenados: "El hecho es que los triunfos de este ejército no hacen conquistas sino entre la gente que habla*; la que no habla y pelea nos es contra-ria y nos hostiliza como puede" (67).
15. EL SECRETARIO SABE QUE VA A MORIR
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Facundo Quiroga abandona la gobernación de La Rioja y se instala en Buenos Aires, donde desarrolla una intensa actividad política, seduciendo tanto a federales como a unitarios, con la idea de proponerse como la figura clave para la por todos ansiada reorganización nacional, en competencia con el autocrático gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas. Como lo señala Domingo Faustino Sarmiento, "su con-ducta es mesurada, su aire noble e imponente, no obstante que lleva chaqueta, el poncho terciado y la barba y el pelo enormemente abultados". Dinero no le falta pues al ya con-siderable patrimonio familiar ha agregado el que le han reportado sus desprejuiciadas actividades políticas y sus correrías por las campañas al frente de sus "llanistos". "Sus hijos están en los mejores colegios", continúa Sar-miento, "jamás les permite vestir sino de frac o levita y a uno de ellos, que intenta dejar sus estudios para abrazar la carrera de las armas, lo pone de tambor en un batallón hasta que se arrepienta de su locura." Aprovechando el prestigio que Facundo, o "don" Facun-do como le gusta hacerse llamar ahora, tiene en las provin-cias, pero también para alejarlo del centro de decisiones porteño, el Restaurador le encarga la misión de mediar entre los gobiernos de Salta, Tucumán y Santiago del Este-ro, que amenazan con enfrascarse en una guerra. Si bien al principio vacila, el 18 de diciembre de 1835 el riojano parte en su galera, no sin presagios: "Si salgo bien te volveré a ver", se despide de Buenos Aires, "si no ¡adiós para siempre!". A su lado, en el zangoloteante asiento, viajará su fiel secretario, el doctor José Santos Ortiz. Es éste el que le infor-ma que Rosas ha enviado un chasque que ha partido pocos minutos antes que ellos. Tal noticia inquieta sobre manera a Quiroga, quien intuye que la misión de tal mensajero es de-nunciar su itinerario, acordado con don Juan Manuel. Esto explica el porqué de la ansiedad del Tigre de los Llanos, tal como después lo informaran los encargados de las postas, por contar con caballos frescos y muy veloces: no dar tiem-po a que los anuncios de sus arribos permitieran la puesta en marcha del atentado que seguramente intuía. Su apuro es particularmente notable cuando llega a la ciudad de Cór-doba, donde su gobernador, uno de los hermanos Reinafé, hombres de confianza de su enemigo de siempre, el caudillo santafesino Estanislao López, lo espera para agasajarlo con cenas y festejos. Por única respuesta recibe la orden perentoria: "¡Caballos!". La breve detención da tiempo suficiente a Santos Ortiz para enterarse de lo que en Córdoba se rumoreaba: el ase-sinato de Quiroga estaba ya decidido, sus asesinos seleccionados, las tercerolas compradas. Sólo la llegada prematura ha impedido el drama. Pero cuando la galera se aleja, difuminada por el polvo, los pronósticos arrecian: el asesi-nato tendrá lugar en el viaje de regreso. El secretario se lo comunica a su jefe quien, en una actitud que nuestra historia aún no ha podido explicar, hace caso omiso a las advertencias e inclusive rechaza las escoltas que le ofrecen los gobernadores de Santiago y Tucumán, cuyos diferendos ha sabido resolver. Facundo tenía una enorme confianza en su capacidad de influir so-bre los demás, había llegado a creer en las dotes mágicas que las imaginerías de la época le adjudicaban, quizás él también estaba convencido de que su caballo "Moro" no era sino el mismísimo Diablo.
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Lo que resulta difícil de comprender es por qué el doc-tor Ortiz, hombre moderado y culto, lo acompañó hasta un destino que no ignoraba fatal. Mucho menos cuando, antes de llegar a la posta de Ojo de Agua, la diligencia es inter-ceptada por un joven que se cruza en el camino y pide ha-blar con el secretario. Éste le ha hecho alguna vez un favor importante, y él está dispuesto a devolvérselo, aun a riesgo de su vida. Todo se lo cuenta: Santos Pérez, un malandado con varias muertes en su haber, está emboscado en un paraje llamado Barranca Yaco, al frente de una partida armada hasta los dientes y con la orden de que nadie, absolutamen-te nadie, debía quedar vivo. Tal era la orden. El joven Sandivaras había traído un caballo a la rienda y se lo ofre-ce a Ortiz para que salve su vida. Habrá vacilado, seguramente, el secretario. Habrá mi-rado el caballo que lo tentaba con la supervivencia y habrá mirado a su jefe, aquel hombre por el que sentía una devoción rayana en la adoración. O que le inspiraba un temor tal que le impedía pensar en su propia conveniencia. Por fin, cumple con su destino y con aquella sentencia de Marco Aurelio: "La vida es guerra, y la estancia de un extraño en tierra extraña". El doctor Santos Ortiz trepa otra vez a la galera para morir en la tierra extraña de las disputas de otros... (9, 16, 22).
16. LOS ENEMIGOS DE SIEMPRE
"Envanecido con glorias que debió a la suerte y a los esfuerzos de otros, San Martín quiso hacer en Lima lo que Bolívar intentó en Colombia con mayor caudal de poder, de riquezas, de recursos y de prestigio. Conoció su error y en la disyuntiva de mandar como absoluto o reducirse a la nulidad, elige este segundo partido; abandona la tierra, se va a disfru-tar lo que la buena suerte le dio en doce años de afanes; dejó a sus compañeros corriendo los azares de las conflagraciones políticas. Vive contento de no haber marchado hasta el pi-náculo de la gloria cuyo término dudoso, o no era para su corazón o no supo continuar" (El Nacional de Montevideo, 13 de noviembre de 1839, comentando las protestas del Liberta-dor por el bloqueo francés a Buenos Aires) (11, 39).
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EL AGUILA GUERRERA PARTE IV
Quinta parte
* N. del A.: indudable referencia a los doctores porteños que una vez más lo habían convencido de un error fatal.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE V
1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
2ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9
3ª Parte
Capítulo 10
Capítulo 1
Capítulo 11
Capitulo 2
Capítulo 12
Capítulo 3
Capítulo 13
Capítulo 4
Capítulo 14
Capítulo 5
Capítulo 15
Capítulo 6
Capítulo 16
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE V
4ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
5ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
6ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE V
EL AGUILA GUERRERA
QUINTA PARTE 1. EL "MORO"
La relación entre Facundo Quiroga y Estanislao López fue siempre tirante. Tanto que no son pocos los historiadores que acusan al caudillo santafesino de ser el verdadero insti-gador de la muerte del riojano. Quiroga tenía un motivo fundamental para odiar a López: Lamadrid se había apoderado en La Rioja del caba-llo de Facundo, el famoso "Moro" al que su dueño le adjudicaba poderes sobrenaturales. Una representación luciferi-na a la que consultaba y cuyos consejos seguía al pie de la letra. Luego de la batalla de El Tío, el tan mentado equino cae en manos de López. Cuando Quiroga se lo reclama, don Estanislao se niega a devolvérselo. El general Paz, en sus Memorias, se ocupa de la impor-tancia que el "Moro" tenía para su dueño. Recuerda una sobremesa de oficiales en la que todos se mofaban del caballo "confidente, consejero y adivino del general Quiroga". Picado, un antiguo oficial de éste cuenta: "Señores, digan ustedes lo que quieran, rían cuanto se les antoje, pero lo que yo puedo asegurar es que el caballo moro se indispuso terriblemente con su amo el día de la acción de La Tablada, porque no siguió el consejo que le dio de evitar la batalla ese día. Soy testigo ocular de que habiendo querido el gene-ral montarlo el día de la batalla, no permitió que lo enfrenasen por más esfuerzos que se hicieron, siendo yo mismo uno de los que procuraron hacerlo, y todo para manifestar su irritación por el desprecio que el general hizo de sus avisos". A pedido de Facundo, Rosas interviene sin éxito ante el caudillo santafesino para resolver el pleito.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE V
"Puedo asegu-rarles compañeros que dobles mejores se compran a cuatro pesos donde quiera responde López-; no puede ser el decantado caballo del general Quiroga porque éste es infa-me en todas sus partes". Pero no lo devolvió. Siguiendo instrucciones del Restaurador, Tomás de Anchorena escribe a Facundo rogándole que no haga del tema del caballo un asunto de Estado que podría perturbar la marcha de la República y ofreciéndole una indemniza-ción económica. En la respuesta de Quiroga (12 de enero de 1832) se evidencia su furor: "Estoy seguro de que pasarán muchos siglos de años para que salga en la República otro caballo igual, y también le protesto a usted de buena fe que no soy capaz de recibir en cambio de ese caballo el valor que contiene la República Argentina (...) Me hallo disgustado más allá de lo posible". El santafesino nunca devolvió al "Moro". En su Facun-do, Sarmiento pone en boca del enfurecido Tigre de los Lla-nos: "¡Gaucho ladrón de vacas! ¡Caro te va a costar el placer de montar en bueno!" (9, 48, 67).
2. QUIÉN ASUME LA RESPONSABILIDAD
Cuando el gaucho Zevallos le acertó con sus boleadoras a las patas del caballo del general Paz, un enorme alivio cundió en la Confederación Argentina. Sus líderes, Rosas, Quiroga, López, veían desaparecer a su principal adversa-rio. Cabía decidir sobre su suerte. Estanislao López, que lo tiene en su poder, consulta al Restaurador, y éste le responde el 22 de febrero de 1832: "Si hemos de afianzar la paz de la República, si hemos de dar respetabilidad a las leyes y a las autoridades legítimamente constituidas, si hemos de restablecer la moral pública y repa-rar las quiebras que ha sufrido nuestra opinión entre las na-ciones extranjeras y garantir ante ellas la estabilidad de nuestro gobierno; en una palabra, si hemos de tener Patria, es preciso que el general Paz muera. En el estado incierto y como vacilante en que nos hallamos, ¿qué seguridad tenemos de que viviendo el general Paz no llegue alguna vez a mandar en nuestra República? Y si aquello sucediese, ¿no sería un opro-bio para los argentinos?". López a Rosas: "A pesar de que mi carácter es y ha sido siempre inclinado a la indulgencia no puedo menos que confesar que el fallo de usted es imperiosamente reclamado por la justicia en desagravio de http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (4 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
EL AGUILA GUERRERA PARTE V
los atentados atroces infe-ridos a los pueblos y a las leyes". Pero para no responsabi-lizarse, quería que la muerte de Paz fuese "por pronuncia-miento expreso de todos los gobiernos confederados o por una cosa semejante", y le pide a Rosas que consulte a las provincias. Don Juan Manuel comprende que don Estanislao trata de escurrir el bulto: si se consultaba a las provincias la nota debería firmarla exclusivamente quien "lo hizo prisio-nero y lo custodia en su territorio" (28 de marzo). López pide a Rosas el 24 de abril que le redacte un bo-rrador "para salir de una vez de este negocio". Rosas no cae en la trampa. El 17 de mayo escribe: "Me excuso, compañero, hacer la redacción que me pide; esta obra es exclusivamente suya y nadie sino usted mismo es quien la debe dirigir y firmar". José María Paz salvaría su vida, y luego de algunos años de confinamiento en Luján, escapará y retomará su lucha en contra de Rosas y López (59, 67).
3. ¿HAY ENFERMEDADES "INNOBLES"?
En la historia que nos enseñaron, nuestros próceres mueren pronunciando a veces frases para la posteridad, pero nunca se especifica la patología que los arranca de la vida. Como si su memoria hubiera de ser protegida de virus o bacterias "innobles"... "Nada hay de terrible en lo que nos libra de todo lo que puede ser temido" (Tertuliano). Sin embargo, no poca con-moción causó nuestro aserto de que Güemes habría muerto desangrado por una hemofilia que transformó en mortal un sesgado trabucazo en su trasero. Tampoco tiene sentido disimular, porque en nada devalúa sus méritos, que Manuel Belgrano murió a raíz de la sífilis contraída en su juventud.
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4. LA SOMBRA DE DORREGO
El "Ejército Libertador" franco-argentino avanzaba so-bre Buenos Aires para acabar con la tiranía de Rosas. Su jefe, Juan Lavalle, ordena hacer alto. Con el pretexto de sosegar a algunas partidas federales se desvía al frente de un regimiento. Entra en Navarro el 22 de agosto de 1840 y se dirige a la estancia "La Almeira". El general Iriarte, entonces su subordinado, anota en sus Memorias que Lavalle cae en una profunda melancolía. Durante cinco días se encierra en un hondo mutismo, sentado en el mismo escritorio donde doce años antes había firmado la sentencia de muerte. El mayordomo de la estancia, en señal de amistad, le regala el tintero en el que había mojado su pluma. Lavalle lo tomó en su mano desprevenidamente y, al reconocerlo, lo arrojó lejos como si le quemara. El tintero se hizo trizas, hiriéndolo con sus destellos de fusilería (67).
5. LA MULATA TORIBIA
"Tuvieron muy buen efecto los balazos que hice hacer el 29 del mes pasado -escribe a su esposo en abril de 1834, refiriéndose a los atentados contra los generales Tomás de Iriarte y Félix de Olazábal-, http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (6 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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como te lo anticipé en la mía del 28, pues a eso se ha debido que se vaya a su tierra el fascineroso canónigo Vidal." Doña Encarnación Ezcurra de Rosas fue una mujer de carácter. Cuando don Juan Manuel está lejos de Buenos Aires, empeñado en su Campaña del Desierto, ella le informa: "Las masas están cada vez más dispuestas y el deseo de los paisanos es acabar con estos pícaros". Las elecciones se avecinan: "No las hemos de perder, pues en caso de debilidad de los nuestros en alguna parro-quia, armaremos bochinche y se los llevará el diablo a los cismáticos*. Lo mismo me peleo con los apostólicos** débi-les, pues los que me gustan son los de hacha y tiza" (Carta del 13 de abril de 1834). Tampoco se salvaban los parientes: "A tu hermano Prudencio le ha entrado una defensa particular por Viamonte, como si fuera su mejor amigo (...) Cuánto me alegraría que le echaras una raspa...". Prudencio Rosas fue uno más de los expatriados en Montevideo. En otra correspondencia le adjunta ejemplares de El Defensor y El Látigo: "Verás cómo anda la reputación de tu mujer y la de tus mejores amigos. A mí nada me intimida, yo me sabré hacer superior a estos malvados y ellos paga-rán caros sus crímenes (...) Todo esto se lo lleva el diablo. Ya no hay paciencia para sufrir a estos malvados y estamos esperando cuando se maten a puñaladas los hombres por la calle". Doña Encarnación, a quien sus enemigos ridiculizaban apodándola "la mulata Toribia" por su fealdad, fue la crea-dora de la temible "Mazorca", que hoy sería definida como un grupo parapolicial que practicaba el terrorismo de Esta-do. Su objetivo era acabar, por muerte o intimidación, con la oposición a su esposo. En cuanto al nombre, algunos, magnánima o ingenua-mente, suponen que representaba de manera simbólica al campo argentino. Otros, más sofisticados, suponen un jue-go de palabras: más - horca. Sin embargo, su verdadera razón era que una de las torturas preferidas por los "mazorqueros" era introducir un choclo en el ano de sus víctimas...
"Aquesta marlo que miras de rubia chala vestida en las entrañas se ha hundido de la unitaria facción."
(Rivera Indarte, en su época rosista) (4, 22, 40).
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6. EL CHACAL DEL RÍO
Las jóvenes corrían despavoridas por las calles de Colo-nia del Sacramento, aullando de terror con sus ropas desga-rradas. Los saqueadores arrasaban con todo lo que encontraban. El cielo parecía cobrar vida con el relumbre de los in-cendios. El jefe de los vándalos, nacido en Niza pero criado en Italia, echó las culpas a lo "difícil de mantener la disciplina que impidiera cualquier atropello, y los soldados anglo franceses, a pesar de las órdenes severas de los almirantes, no dejaron de dedicarse con gusto al robo en las casas y en las calles. Los nuestros, al regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo aun cuando nuestros oficiales hicieron lo posible por evitarlo. La represión del desorden resultó difí-cil, considerando que la Colonia era pueblo abundante en provisiones y especialmente en líquidos espirituosos que aumentaban los apetitos de los virtuosos saqueadores". Ni siquiera la iglesia se libró de los desmanes, ya que en ella se celebró la victoria con orgías y borracheras. Días después, la escuadra de mercenarios italianos, con sus talegos rebosantes de oro y plata, leva anclas y se interna en el Uruguay. Al llegar a Gualeguaychú repiten el saqueo. El pueblo estaba desguarnecido y fue fácil para los italianos, que actuaban a las órdenes de la escuadra anglofrancesa que invadía las Provincias Unidas del Río de la Plata, desarro-llar sin inconvenientes su cruel codicia y lujuria. "Durante dos días los legionarios saquearon las casas de familia y principalmente las de comercio", dice Saldías apoyándose en las protestas de los comerciantes (sardos, españoles, portugueses y franceses) que la Gaceta Mercantil publicó el 23 de octubre. El jefe de los saqueadores, a quien los diarios de Bue-nos Aires apostrofaban como "el chacal de los tigres anglo-franceses", se disculpará en sus Memorias: "El pueblo de Gualeguaychú nos alentaba a la conquista por ser un ver-dadero emporio de riqueza, capaz de revestir a nuestros harapientos soldados y proveernos de arneses (...) Adquiri-mos en Gualeguaychú muchos y muy buenos caballos, la ropa necesaria para vestir a toda la gente, los arneses de la caballería y algún dinero que se repartió entre nuestros pobres soldados y marineros que tanto tiempo llevaban de miseria y privaciones". El jefe mercenario de esta horda salteadora era Giuseppe Garibaldi, que años más tarde se constituiría http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (8 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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en el héroe de la unidad italiana y prócer nacional de Italia (5, 67).
7. PEDRO, EL HIJO ILEGÍTIMO
Sabía, desde que tenía conciencia, que su nacimiento había sido azaroso. Su madre, María Josefa Ezcurra, había muerto muy joven, anonadada quizás por la reprobación de una sociedad tan pacata como la porteña. Pedrito fue adoptado por don Juan Manuel de Rosas, a instancias de su esposa, doña Encarnación, hermana de la infortunada María Josefa. La relación del niño con su padre adoptivo siempre fue excelente, tanto que, se decía, el Res-taurador lo prefería a su propio hijo, el apático y medroso Juan. -Siéntese, m'hijo. Don Juan Manuel lo había mandado a llamar y Pedrito, que ya había ido volviéndose Pedro con la voz enronquecida, los músculos rotundos y los sentimientos en torbellino, supo que el día había llegado. -Sí, tatita -susurró, acomodándose en el borde del banco. Se hizo un silencio mientras don Juan Manuel hacía anotaciones y firmaba algunos papeles que se amontonaban sobre su escritorio. -Lindo día -volvió a decir el joven, quien nunca había tenido miedo de cruzar esa mirada que todos rehuían. -Vamos al grano, m'hijo. Ya tiene edad para saber quién fue su padre. Pedro tuvo miedo de no escuchar por el estrépito de su corazón. Ese hombre al que todos temían lo observaba sere-namente, casi con ternura. -Su madre era una mujer muy bonita. La más bonita de las Ezcurra -no lo dijo, pero era como si lo hubiera dicho, "más bonita que mi Encarnación". -Gracias -dijo el joven y enseguida dudó si era eso lo que debía haber dicho. -Belgrano -estaba diciendo esa voz acostumbrada a mandar. Pedro no entendió, o no se atrevió a http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (9 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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entender, y se quedó mirándolo. -Belgrano -repitió don Juan Manuel-. Su padre fue Manuel Belgrano. Había retratos de Belgrano por todas partes. En casas, en iglesias, en ayuntamientos. También en el salón de los Rosas. Era un prócer de la patria. -Su padre fue un gran hombre, puede estar orgulloso, m'hijo. -Pedro no percibió el levísimo temblor en los dedos del Restaurador. A continuación, ese hombre, que años más tarde lo haría coronel de sus ejércitos para tenerlo siempre cerca, hizo una seña para que se retirara. Un embajador aguardaba en el salón contiguo y Reyes, el edecán, se había asomado para recordárselo. Cuando el joven, esforzándose para que su paso parecie-ra firme, iba a cerrar la puerta tras de sí, escuchó: -De aquí en más, m'hijo, puede firmar Pedro Rosas y Belgrano.
8. LA COSTURERA
La paga de las costureras era miserable. Solía ser un oficio reservado para personas de baja condición social. La ropería de Simón Pereyna daba empleo a varias. Entre ellas estaba Ángela Baudrix, viuda de Manuel Dorrego (7).
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9. OPINIONES SOBRE EL RESTAURADOR
En el Parlamento francés se debatía la invasión a las Provincias Unidas en alianza con Gran Bretaña. Las opinio-nes sobre Rosas que allí se escuchaban reproducían bastante fidedignamente lo que de él se decía allende el océano. Habla Thiers, jefe de la facción nacionalista: "Montevi-deo es una colonia francesa (...), está llamada a un desen-volvimiento que Buenos Aires no puede pretender". Si el partido de las campañas*** había prevalecido en Buenos Aires era por los procedimientos de Rosas, "hombre tan célebre por sus crueldades. Ha fusilado sin juicio, que es el modo más humano de conducirse en ese país, porque habitualmente se degüella (...) se ponen juntos hombres y mujeres entre tablas y se los asierra. Rosas ha colocado cabezas humanas en los mercados donde habitualmente se expenden las cabezas de los animales (...) Por todo eso la población civilizada o semicivilizada de Buenos Aires se ha ido a Montevideo. Buenos Aires tenía antes 80.000 habitantes, y hoy apenas 40.000 sobrevivientes. En cambio en Montevideo de 15.000 ha pasado a 50.000. Recuerda la fallida intervención de 1838. Continuaba siendo un deber de Francia derribar a Rosas del poder, porque eso era lo prometido a los unitarios al impulsarlos a la guerra, "así ese desgraciado general Lavallée (sic), que nosotros llevamos a la insurrección y que ha pagado con su cabeza la devoción a nuestra causa". Interesaba a la huma-nidad, de la que Francia era la expresión más alta, "borrar del mundo ese monstruo de barbarie e iniquidad". Si Rosas estaba todavía en Buenos Aires era por la inefi-cacia y pusilanimidad del entonces gobierno francés. Bastaba unirse con Inglaterra "y Rosas de un soplo se vendría por el suelo. ¿O vosotros dejaréis que la indigna marina de Rosas continúe bloqueando Montevideo y revisando buques de nues-tra bandera que quieren entrar a ese puerto?". Laurent de l'Ardeche, socialista, contesta a Thiers: "La guerra de los gauchos del Plata contra los unitarios del Uruguay representa en el fondo la lucha del trabajo indígena contra el capital y el monopolio extranjero, y de este modo encierra para los federales una doble cuestión: de nacionalidad y de socialismo. "Los unitarios y sus amigos lo saben bien (...) A sus ojos el jefe del federalismo es un vecino peligroso para Bra-sil a título de propagandista y libertador de los esclavos; a sus ojos, si hay algo en las orillas del Plata que ofrezca analogía con las doctrinas de los revolucionarios y factores de barricadas, son las doctrinas y los actos del general Rosas (...) Lo que hay de cierto es que su poder se apoya en efecto sobre el elemento democrático, que Rosas mejora la condición social de las clases inferiores, y que hace mar-char a las masas populares hacia la civilización dando al progreso las formas que permiten
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las necesidades locales. Lo que hay de cierto es que él hace todo esto sin necesitar revoluciones y barricadas, puesto que la soberanía nacional es la única que lo ha elevado al poder donde lo mantienen invariablemente la confianza, la gratitud y el entusiasmo de sus conciudadanos" (67).
10. LA DELFINA
No vaciló. A pesar de que sólo le quedaban dos hombres de su escolta, no vaciló. Dando alaridos y revoleando su sa-ble cargó contra la partida santafesina que acababa de cap-turar a su Delfina. Era ésta una bella "gaúcha" riograndense que había subyugado a Francisco Ramírez, el caudillo entrerriano. Era una mujer de armas tomar y participaba activamente en las correrías del "supremo entrerriano". El anecdotario de la pasión que los unía era muy exten-so. A nadie llamó la atención que don Pancho perdiera su vida -su corazón fue atravesado por un certero trabuca-zo- por salvar la de su amada. El jefe de la partida, Zabaleta, llevó la cabeza como obsequio al caudillo santafesino Estanislao López, quien tantas batallas había librado junto a Ramírez (48).
11. LA PATAGONIA PARA CHILE
Años más tarde sería presidente de los argentinos, me-morable por su pasión en hacer del nuestro un país moderno, constitucional y alfabetizado. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (12 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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En 1840 era un exiliado en Santiago de Chile, inte-grante de la Comisión Argentina que presidía el general Las Heras, cuyo objetivo era agotar todos los medios posi-bles para lograr la caída de Rosas. Dichos medios no excluían la violencia, como lo de-muestran las máximas de guerra, escritas por Sarmiento y dirigidas al general unitario Lamadrid que operaba en la zona de Cuyo: "Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos". "Debe manifestarse un brazo de fierro y no tenerse con-sideración con nadie". "Debe tratarse de igual modo a los capitalistas que no presten socorros". "Es preciso desplegar un rigor formidable". "Todos los medios de obrar son buenos y deben em-plearse sin vacilaciones". Sarmiento intentó también crear situaciones de con-flicto entre ambos países. Sólo así pueden explicarse acti-tudes alevosamente antipatrióticas sostenidas durante su extrañamiento. Su odio a Rosas daba para todo... El ministro Montt adquirió y subvencionó un diario, El Progreso, que encomendó al sanjuanino. Desde el primer número, el 11 de noviembre de 1842, Sarmiento desarrolló una campaña "demostrando" los derechos chilenos sobre el estrecho de Magallanes e insistió en la necesidad de que su país de adopción se adelantara a la Argentina en la ocupa-ción del territorio. La campaña encontró gran eco. No era un chileno quien lo decía sino un argentino de nota. En el ejemplar del 28 de noviembre podía leerse: "Esta habilitación del estrecho ha de acarrearnos inmensas ventajas y nos asegurará un porvenir colosal. ¿Quedan acaso dudas, después de todo lo que hemos dicho sobre la posibilidad de hacer segura la navegación del estrecho y establecer allí poblaciones chile-nas? (...) Para Chile basta, en el asunto de que tratamos, decir ¡quiero! Y el estrecho de Magallanes se convierte en un foco de comercio y civilización". Sarmiento, en La Crónica del 11 de marzo de 1849: "Un territorio limítrofe pertenece a aquel de dos Esta-dos a quien aproveche su ocupación (...) Para Buenos Aires es una posesión inútil. ¿Qué haría el gobierno de Buenos Aires con el estrecho de Magallanes, país remoto, frígido, inhospedable? (...) ¡Que pueble el Chaco y el sur hasta el Colorado y el Negro y deje el estrecho a quien lo posea con provecho...! Magallanes, por lo tanto, pertenece a Chile por el principio de conveniencia propia sin daño de terceros". No solamente el estrecho, sino toda la Patagonia: "Quedaría por saber aún si el título de erección del virrei-nato de Buenos Aires expresa que las tierras al sur de Mendoza entraron en su demarcación; que, a no serlo, Chi-le pudiera reclamar todo el territorio que media entre Magallanes y las provincias de Cuyo". Estas frases pesaron sobre la trayectoria sarmientina hasta su muerte. Sus contemporáneos no cejaron de repro-chárselo. Y aún hoy provocan escozor (57). http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (13 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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12. UN HOMBRE DE HONOR
El acuerdo Mackau-Arana había puesto término a la intervención francesa en el Río de la Plata. La resistencia argentina y las presiones británicas habían dado su fruto. El vicealmirante Mackau sintió que era su deber comu-nicárselo formalmente a Lavalle, que continuaba su deses-perada huida hacia el Norte. Para ello fue comisionado el capitán de corbeta Eduar-do Halley, quien lo alcanza en Ranchos (Córdoba), pocos días después de haber sufrido otra derrota, de las muchas que jalonarían la espantada del desintegrado "Ejército Li-bertador", en Quebracho Herrado, a manos de Oribe. Era el 4 de diciembre de 1840. Halley se enfrenta a un jefe casi andrajoso, de ojos desaforados, que pocos días des-pués escribirá, en una epistolaridad incansable, a su esposa: "Estas tierras de mierda donde no hay quien me mate gracias al terror que inspiramos". El mismo que le espeta-ría al coronel Villafañe, quien intentara alarmarlo por la anarquía de sus tropas: "¿Disciplina quiere Usted para los soldados? ¡Déjelos que maten! ¿Quieren robar? ¡Déjelos que roben!". Pero ese oficial no ha perdido su dignidad de militar. Aunque su patriotismo sea tan confuso. "Mi honor me impi-de aceptar", replica indignado y echa a Halley del rancho miserable donde lo había recibido. El emisario de Mackau acababa de transmitirle el ge-neroso ofrecimiento de Francia: 100.000 francos para él y una suma igual para distribuir entre sus oficiales. Además sería transportado a Francia, donde se lo incorporaría a su ejército con el máximo grado de Mariscal, con los sueldos y galones correspondientes (67).
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13. ¿AMIGO O ASESINO?
Como todos los días, el 3 de marzo de 1835, destinaba parte de la mañana a dictar notas y comunicaciones referen-tes a hechos cotidianos. Rosas, incansable, se ocupaba de todos los aspectos de su gobierno, aun de los más nimios. "Mi querido don Juan José". Era uno de sus mayordo-mos. "Ésta sólo tiene por objeto prevenirle que a Pascual me le entregue veinte bueyes aparentes y como para las carretas. Deseo que le haya ido bien en su viaje". Allí se interrumpió porque en ese instante le transmi-tieron la noticia. Con la letra cambiada por su alteración anímica, seguiría: "El general Quiroga fue degollado en su tránsito de regreso para ésta el 16 del pasado último febrero, 18 leguas antes de llegar a Córdoba. Esta misma suerte corrió el coronel José Santos Ortiz y toda la comitiva en número de 16, escapando sólo el correo que venía y un ordenanza, que fugaron entre la espesura del monte. "¡Qué tal! ¿He conocido o no el verdadero estado de la tierra? Pero ni esto ha de ser bastante para los hombres de las luces y los principios. ¡Miserables! ¡Y yo, insensato, que me metí con semejantes botarates!" Entonces, la ira: "Ya lo verán ahora. El sacudimiento será espantoso y la sangre argentina correrá en porciones". Sin embargo, pocos instantes antes de morir, el confeso asesino, Santos Pérez, gritará: "¡Rosas es el asesino de Quiroga!" Lo cierto es que el juicio, en el que también fueron ajusticiados los hermanos Reinafé, contratantes de Santos Pérez, fue sumario y no se dio a los acusados posibilidades de defensa. Sin embargo, el doctor Marcelo Gamboa lo intenta. Im-pugna el juicio por la falta de una Constitución escrita y cuestiona a Rosas como juez por considerar que ha prejuzgado la culpabilidad de sus defendidos en las comunicacio-nes cursadas a las provincias. No es ése lenguaje para dirigirse a alguien que detenta "la suma del poder público". Rosas se irrita: "Sólo un atre-vido, insolente, pícaro, impío, legista y unitario" ha podido presentarle, bajo la apariencia de ejercer el derecho de de-fensa, un pedido de publicar "un escrito de propaganda po-lítica". Lo condenaba a corregir "uno a uno, todos los ren-glones de su atrevida representación", no
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salir a más dis-tancia de veinte cuadras de la plaza de la Victoria, no ejer-cer su profesión de abogado y "no cargar la divisa federal, ni ponerse, ni usar en público los colores federales". Si no cumpliese, sería "paseado por las calles de Buenos Aires en un burro celeste", o fusilado si tratase de escapar (9, 67).
14. NOMBRES
El nombre completo de Belgrano era Manuel Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano. El de Güemes, Martín Miguel Juan de la Mata Güemes Saavedra: Cornelio Judas Tadeo de Saavedra. French: Domingo María Cristóbal French. Rosas: Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas. Con zeta. Lo modificó en su adolescencia cuando, enemistado con sus padres, abandonó el hogar. Un caso curioso es el de Rivadavia, cuyo nombre original era Bernardino de la Trinidad González. Ribadabia, con "b" las dos veces, era el apellido de su abuela paterna; que él adoptó como propio sin que se conocieran los motivos. Carlos María de Alvear: Carlos Antonio José Gabino del Ángel de la Guardia Alvear y Balbastro. Nunca se sabrá de dónde surgió el "María" que le adjudicaron algunos de sus biógrafos. Otro caso: la familia de Dorrego era de origen portu-gués y su verdadero nombre, Manuel Críspalo Bernabé do Rego. Pueyrredón: Juan Martín de Pueyrredon. Sin acento (2).
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15. CÓMO ENGAÑAR A UN EMBAJADOR
Siempre manejó con habilidad las relaciones exteriores de su gobierno. Supo elegir a sus embajadores: Manuel de Sarratea en Francia, Manuel Moreno en Gran Bretaña, Car-los de Alvear en Estados Unidos, Tomás Guido en Brasil. Además, no se arredraba ante los representantes de las potencias de su época. Saldías cuenta una anécdota oída a Antonio Reyes, edecán del Restaurador durante mucho tiempo: "Rosas llamó a Reyes y le dijo: `Dentro de poco ven-drá Mr. Mandeville****, usted entrará a darme cuenta de que las divisiones del ejército de Vanguardia están a pie, que no se ha empezado a pasar por el Tonelero los pocos caballos que hay, que por esto y la falta de armas el ejército no puede iniciar operaciones. Yo insistiré para que usted hable en presencia del Ministro". Eran épocas del conflicto entre la Confederación y las potencias europeas con sus aliados uruguayos. "Media hora después entró Mr. Mandeville. Asegurába-le a Rosas que se esforzaría para que terminase dignamente la cuestión entablada, cuando se presentó Reyes a dar cuenta de lo que, con carácter urgente, avisaban del ejército de Vanguardia. `Diga Ud. -ordenóle Rosas-, el señor Ministro es un amigo del país y hombre de confianza.' "Reyes habló, y Rosas se levantó irritadísimo, excla-mando: “Vaya Ud., señor, y dirija una nota para el jefe de las caballadas haciéndole responsable del retardo en entregar los caballos para el ejército de Vanguardia, y otra en el mismo sentido al jefe del convoy. Tráigame pronto sus no-tas, para firmarlas...' "Y como Mr. Mandeville quisiera calmarlo, arguyendo que quizás a esas horas ya todo había llegado a su destino:” `¡No señor, no puede haber llegado todavía!... y si el "pardejón"***** supiera aprovecharse... ¡así es como vienen los contrastes, así es como vienen!', decía Rosas cada vez más agitado. "Mr. Mandeville pidió licencia para retirarse. Inmedia-tamente Rosas ordenó al capitán del puerto que vigilase los movimientos de la rada. "Esa misma noche tuvo parte de que salía para Monte-video un lanchón en el cual iba un hombre de http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (17 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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confianza de Mr. Mandeville. Transmitiría lo que el diplomático inglés había escuchado de boca del Restaurador". Con la seguridad de un dato inapreciable, el general Rivera se mueve con prontitud ordenando marchar contra Arroyo Grande, que suponía débil y desguarnecido al no llegar los refuerzos de Rosas "retrasados" en el Tonelero. El general César Díaz, entonces oficial de Rivera, se extraña en sus Memorias de que el jefe de las fuerzas franco-uru-guayas, a las que se sumaban los unitarios exiliados, orde-nase una batalla a todas luces apresurada. Se lanzó contra el general Oribe, aliado de Rosas, a las primeras horas del alba del 6 de diciembre de 1835, estre-llándose contra fuerzas superiores a las suyas en arma-mentos y posición. Y a las que no le faltaba caballada... "Todo se perdió", relata Díaz, "hasta el honor." Enga-ñado y completamente vencido, don Fructuoso escapó "arrojando su chaqueta bordada, su espada de honor y sus pistolas" (67).
16. CUARENTA Y DOS PESOS
El original de la factura está en el Archivo de la provin-cia de Santa Fe: Pesos "Por doze pesos de estrato de Vino ratificado Más de diez pesos de iodo alcanforado Por veinte pesos de mi trabajo personal por las operaciones que he executado con la expresada Caveza, como son la del Trépano i demás Cirúrgicas cuyo valor es sumamente ínfimo como lo descontará qualesquiera Facultativo en el dicho Ramo IMPORTA PESOS
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Por manera que según la Cuenta que precede asciende esta a la cantidad de cuarenta y dos pesos y por ser así firmo el presente documento en la Ciudad de Santa Fe a 23 de julio de 1821.
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Manuel Rodríguez." ¿Para qué servía esta extraña fórmula? Nos lo aclara el encabezamiento: "RELACION DEL GASTO OCASIONADO PARA PRESERVAR DE CORRUPCION LA CAVEZA DEL FINADO SUPREMO DE ENTRE RÍOS FRANCO RAMIREZ, EL QUE HE VERIFICADO POR MANDATO DEL GOBERNADOR SUBSTITUTO DE ESTA PROVINCIA." Estanislao López conservó la cabeza de su enemigo Fran-cisco Ramírez sobre su escritorio, durante varios meses (48).
17. LA RELACIÓN ENTRE ROSAS Y SAN MARTÍN
Nuestra historia oficial nunca logró digerir la cláusula tercera del testamento del general don José de San Martín: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Ro-sas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranje-ros que trataban de humillarla". Don José celebraba así la gesta de Obligado. Tan extraordinaria disposición testamentaria de nues-tro máximo prócer ha sido soslayada o directamente silen-ciada en nuestros textos históricos. Hasta Sarmiento opinó insolentemente que se debía a la senilidad del Libertador de América... Sin embargo, la relación entre San Martín y Rosas fue intensa a lo largo de muchos años. Habiendo transcurrido ya un tiempo prolongado del exilio europeo de don José, casi olvidado por la prensa y los gobernantes de Buenos Aires, el joven estanciero Rosas dio el nombre de "San Martín" a una de sus estancias y poco después, en el mismo año de 1820, bautiza a otra como "Chacabuco", ambas en el actual partido de General Bel-grano. San Martín, como militar de alma que era, aborrecía el desorden y la indisciplina. Estaba seguro de http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20V.htm (19 of 22) [26/05/2003 10:36:34]
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que la anarquía en que se había sumido su patria terminaría por de-rrumbarla y hacer fracasar la lucha por su independencia, en la que él había invertido tantos esfuerzos y sacrificios. "Conviene en que para que el país pueda existir es de nece-sidad absoluta que uno de los dos partidos en cuestión des-aparezca de él -escribía el 3 de abril de 1829 a su gran amigo Tomás Guido-. Al efecto se trata de buscar un sal-vador que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan". De los dos partidos, el unitario o el federal, las simpa-tías del Libertador se inclinaban hacia el último. Por el obstinado saboteo que sus planes libertarios siempre habían sufrido por parte de Buenos Aires, bajo el dominio político de sus enemigos Alvear o Rivadavia; también por-que en su peregrinar por las provincias al frente de sus tropas había aprendido a valorar el coraje y el patriotismo de sus caudillos. Es la anarquía que sucede al fusilamiento de Dorrego la que le impide desembarcar en Buenos Aires cuando, re-clamado por algunos y odiado por otros, se niega a participar en las luchas intestinas, como justifica nuestra historia oficial. También, seguramente, porque San Martín temía, con razón, por su vida. Eran tiempos violentos y los legistas y rivadavianos que habían vuelto al poder, con Lavalle como pantalla, desconfiaban de San Martín y se lamentaban de su presencia. Los periódicos bajo su control, los más importantes, no ahorraban infundios sobre el Libertador sugiriendo corrup-ción, amoralidad, cobardía y otras lindezas. Otra carta de San Martín a Guido: "El foco de las revo-luciones, no sólo en Buenos Aires sino en las provincias, ha salido de esa capital, en ella se encuentra la crema de la anarquía, de los hombres inquietos y viciosos, porque el lujo excesivo multiplicando las necesidades se procura sa-tisfacer sin reparar en medios: ahí es donde un gran núme-ro no quieren vivir sino a costa del Estado y no trabajar". El 17 de diciembre de 1835, San Martín celebra la "mano dura" de Rosas: "Ya era tiempo de poner término a males de tal tamaño para conseguir tan loable objeto, yo miro como bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable". Don Juan Manuel es para el Libertador la antítesis de la anarquía y valoriza la despótica tranquilidad que reina en su país: "Sólo ella pue-de cicatrizar las profundas heridas que ha dejado la anar-quía, consecuencia de la ambición de cuatro malvados...". Y al año siguiente: "Desengañémonos, nuestros países no pueden, al menos por muchos años, regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos, más claro: despóticos". Rosas le agradece a San Martín su apoyo, que le sirve, gracias al prestigio de éste en Europa, para contrarrestar la acción de no pocos compatriotas que recorren las cancillerías extranjeras buscando aliados para derrocarlo. Le ofrece ser embajador en Perú, cargo que el Libertador re-chaza con el pretexto de que eran muchos los lazos que lo unían a Lima y a sus habitantes como para poder desempe-ñar correctamente tal responsabilidad. También aduce que él es "sólo un militar" y que carece de condiciones como diplomático. Algunos historiadores consideran que este re-chazo se debió a que San Martín no quiso comprometerse con los desbordes totalitarios de don Juan Manuel. En esa línea está también la carta que el 21 de setiembre de 1839 escribe a su amigo Goyo Gómez
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lamentando el asesinato del doctor Maza: "Tú conoces mis sentimientos y por consi-guiente yo no puedo aprobar cuando veo una persecución general contra los hombres más honrados del país (...) el gobierno de Buenos Aires no se apoya sino en la violencia". Sin embargo, el tono predominante de la relación entre ambos es la cordialidad. Conociendo Rosas las penurias económicas del exilio sanmartiniano, ordena en 1840 "que se otorgue la propiedad de seis leguas de tierra al Señor General de la Confederación Argentina don José de San Martín." Y más adelante, sabiéndolo enfermo y necesitado de atención, designa a su yerno Mariano Balcarce como oficial en la Embajada Argentina en Francia, e instruye reservadamente a Manuel Sarratea, embajador, para que exima a Balcarce de residir en París, asiento natural de la representación diplomática, con objeto de no privar al pró-cer de la presencia y asistencia de su hija Mercedes. San Martín continuará opinando, en su activa corres-pondencia con Buenos Aires: "En mi opinión el gobierno en las circunstancias difíciles debe, si la ocasión se presenta, ser inexorable con el individuo que trate de alterar el orden, pues si no se hace respetar por una justicia firme e imparcial se lo merendarán como si fuera una empanada, lo peor del caso es que el país volverá a envolverse en nuevos males". Y Rosas seguirá correspondiéndole: el 11 de octubre de 1841 el almirante Guillermo Brown le solicita que lo autori-ce a designar "Restaurador Rosas" a la nave capitana de la escuadra de la Confederación Argentina, a lo que aquél le responde ordenándole que la nave deberá llamarse "Ilustre General San Martín". Cabe señalar que también nues-tra. historia oficial ha silenciado la colaboración que nuestro máximo prócer naval, el almirante Brown, prestó al gober-nador Rosas. Cuando Francia e Inglaterra atacan a la Confederación Argentina, nuestro Libertador máximo no vacila en escri-bir a Rosas, poniéndose a sus órdenes y ofreciéndole regresar a la patria para combatir contra los invasores en una declaración pública que pudo haberle provocado serias difi-cultades ya que vivía en una de las potencias beligerantes. San Martín y Rosas comparten un hondo sentimiento na-cional que para algunos críticos roza la xenofobia. Una de las últimas cartas que escribe San Martín tres meses antes de su muerte, con letra dificultosa, fue justa-mente a Juan Manuel de Rosas: "( ...) como argentino me llena de un verdadero orgullo, el ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor establecidos en nuestra queri-da Patria, y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos Estados se habrán hallado" (Boulogne-Sur-Mer, 6 de mayo de 1850) (21, 39).
* N. Del A.: federales no rosistas.
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EL AGUILA GUERRERA PARTE V
** N. Del A.: rosistas moderados. ***
N. del A.: la "barbarie", según unitarios y franceses.
**** N. del A.: representante de Gran Bretaña en las Provincias Unidas del Río de la Plata. ***** N. del A.: el general oriental Fructuoso Rivera, jefe de las tropas antirrosistas.
Sexta parte
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EL AGUILA GUERRERA PARTE VI
1ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
2ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9
3ª Parte
Capítulo 10
Capítulo 1
Capítulo 11
Capitulo 2
Capítulo 12
Capítulo 3
Capítulo 13
Capítulo 4
Capítulo 14
Capítulo 5
Capítulo 15
Capítulo 6
Capítulo 16
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE VI
4ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16
5ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
6ª Parte Capítulo 1 Capitulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17
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EL AGUILA GUERRERA PARTE VI
EL AGUILA GUERRERA
SEXTA PARTE 1.
LOS ÚLTIMOS REALISTAS
Años después de Ayacucho, que expulsó definitivamente de Sudamérica a las tropas regulares al servicio del Rey de España, un batallón continuaba defendiendo su causa en la remota Patagonia. Los cuatro hermanos Pincheira: Antonio, Pablo, Santos y José Antonio pertenecían a acomodadas familias de Chile y habían recibido en España instrucción militar. Enrolados en el partido realista, la derrota de los suyos los arrojó al sur donde obstinadamente se negaron a arriar la bandera de Fernando VII. Perseguidos por los chilenos, se refugiaron del lado ar-gentino de los Andes y levantaron sus toldos trashumantes en la región que va desde Choele-Choel por el este hasta Nahuel Huapi en el sur. Formaron un ejército irregular de soldados españoles y americanos "españolizados", que mantuvo causa hispá-nica guerreando contra fuerzas argentinas y chilenas. Lo hicieron por convicción o quizás porque así daban justifi-cación ideológica a su accionar y ello les permitía reclutar adeptos. La necesidad de subsistencia y la obvia falta de apoyo para su causa los llevaron al bandidaje. Sus tolderías se convirtieron, además, en el refugio de quienes escapaban a la justicia de Chile. Los Pincheira alentaban a sus aliados indígenas, borugas y ranqueles, a Galonear y robar vacas en las estancias argentinas, que introducían en Chile por el "camino de los chilenos" y vendían en Valdivia y Llanquihue, retribu-yendo a los indios con alcohol y armas de fuego.
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Tenían alguna impunidad en Chile debido al predomi-nio del partido liberal o "pipiolo", enemigo de los hacenda-dos chilenos enrolados en el partido conservador, que eran quienes más sufrían las andanzas de los hermanos. Siempre con el propósito manifiesto de restablecer la autoridad de España en sus antiguas colonias, llegaron a ser una amenaza considerable, como cuando una partida del Regimiento de Cazadores a Caballo, mandada por el teniente Juan de Dios Montero, en vez de combatirlos se pasó a sus filas. En 1829, los conservadores fueron restablecidos en Chile y la férrea mano del presidente Diego Portales se propuso imponer orden en el caos. A fines de 1831 el general Bulnes operó en la zona cordillerana internándose en el actual territorio argentino, entonces no delimitado. Con 2.000 hombres de línea cayó de sorpresa sobre el campa-mento de los cuatro hermanos Pincheira entre los ríos Atuel y Salado y mató a todos sus componentes, blancos o indios, hombres, mujeres y niños.
Fueron quemadas, entonces, las últimas banderas es-pañolas izadas en nuestro territorio (67).
2.
OBLIGADOS A DAR LA VUELTA
-Resistiremos hasta el fin, señor, pero será muy difícil vencerlos -opinó, prudente, el general Lucio N. Mansilla. -¿Difícil?... imposible -replicó el Restaurador, en un tono vivaz, casi alegre. Se venían los ingleses y los franceses, máximas poten-cias planetarias, con una poderosa escuadra provista del armamento más moderno: los "Peyser", primeros cañones rayados, en las naves inglesas. Las francesas contaban con el novísimo cañón-obús "Paixhans", que disparaba balas de ochenta libras. También los cohetes "Congreve" que habían demostrado su eficacia en el reciente sojuzgamiento de China. -Se trata de una aventura comercial, Mansilla. Tene-mos que hacerles la mayor cantidad posible de agujeros -Rosas hablaba con firmeza y su jefe lo escuchaba con atención-. Para que la expedición les dé pérdidas. Ésa será nuestra victoria. Ambos sabían que en Paraguay no encontrarían el al-godón que las industrias británicas necesitaban para susti-tuir al tejano. A las potencias europeas les resultaba más cómodo atacar a las expugnables http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20VI.htm (4 of 24) [26/05/2003 10:36:46]
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Provincias Unidas del Plata, también debilitadas por el prolongado embargo que les impidió abastecerse de armamento, que a la poderosa América del Norte. "¡Allá los tenéis! -arengará Mansilla a sus tropas el 20 de noviembre, con el fondo de las tres gruesas cadenas que cruzan el Paraná-. ¡Considerad el insulto que hacen al la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país!" Eran ciento tres los barcos mercantes, de las más va-riadas nacionalidades, que avanzaban detrás de los navíos de guerra, relamiéndose por el botín esperado. El jefe de la caballería gaucha en la Vuelta de Obligada fue Facundo Quiroga (hijo) lo que, según el rosismo, de-muestra que don Juan Manuel nunca pudo haber sido el asesino de su padre. La invasión anglo francesa contó con el apoyo de José María Paz, gobernador de Corrientes, cuya vida Rosas y López habían perdonado, quien apoyaba el propósito anglo francés de crear una nueva república: la de la Mesopotamia (Misiones, Corrientes, Entre Ríos y quizás Paraguay). Confiaba en que él sería su primer presidente. La invasión al Río de la Plata, gracias a la heroica defensa de civiles y militares, fue un desastre militar, eco-nómico y político para Francia e Inglaterra. Inglaterra, deseosa de terminar con el asunto envía a un negociador, el prestigioso diplomático Henri Southern. Don Juan Manuel, arrogante, se niega a recibirlo. El primer ministro lord Aberdeen protestará en la Cámara de los Pares el 22 de febrero de 1850: "Hay límites hasta para aguantar las insolencias, y esta insolencia de Rosas es lo más inaudito que ha sucedido hasta ahora a un ministro inglés. ¿Hasta cuándo hay que estar sentado en la antesala de este jefe gaucho? ¿Habrá que esperar a que encuentre conveniente recibirle?... Es una insolencia inaudita". Francia e Inglaterra aceptarán su derrota y se retira-rán sin imponer condiciones. Alguien quedará herido: el general Urquiza, jefe de los ejércitos de la Confederación, ha sido postergado por Ro-sas, quien ha preferido a su cuñado, Lucio N. Mansilla (40).
3. HERMANOS DE LECHE
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Ambos habían mamado de la misma teta. Mucho tiempo después, el soldado mulato José Bracho fue generosamente recompensado por uno de ellos, Juan Manuel de Rosas. Lo declaró "Benemérito de la Patria en Grado Heroico„ y lo ascendió a teniente de Caballería con 300 pesos mensuales de sueldo. Además le regaló 3 leguas cuadradas de buen campo, 600 cabezas de ganado vacuno y 1.000 ovejas. También un premio especial de 2.000 pesos fuertes y una valiosa meda-lla de plata. Todo esto le fue entregado en acto público en una ciudad festivamente embanderada, iluminada por los relámpagos de los fuegos artificiales que estallaban en sus alturas. El mérito del soldado Bracho había sido disparar el trabucazo que terminó con la vida de Juan Lavalle, elimi-nando una seria amenaza contra el gobierno de la Confede-ración. Las familias Lavalle y Ortiz de Rozas cultivaban una amistad estrecha y era sabido que Juan, el héroe de Río Bamba y fusilador de Dorrego, había sido el otro bebé ama-mantado por doña Agustina, madre de Juan Manuel.
4. UN MILITAR OFENDIDO
El imperio brasileño sondea a Urquiza, jefe del Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina, si podría contar con su neutralidad en caso de guerra contra la Argen-tina de Rosas. El agravio es tremendo: "¿Cómo cree, pues, el Brasil, cómo puede haberlo imaginado por un momento, que per-manecería frío e impasible espectador de esa contienda en que se juega nada menos que la suerte de nuestra naciona-lidad o de sus más sagradas prerrogativas sin traicionar a mi patria, sin romper los indisolubles vínculos que a ella me unen, y sin borrar con esa ignominiosa mancha todos mis antecedentes? (...) Debe el Brasil estar cierto de que el general Urquiza sabrá lidiar en los campos de batalla por los derechos de su patria y sacrificar, si necesario fuera, su persona, sus intereses, fama y cuanto posee" (Carta del 20 de abril de 1850, pocos meses antes de aceptar la conducción del ejército binacional) (67).
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5. LA LOCURA UNITARIA
El fraile Aldao, luego de derrotar a Lamadrid en Rodeo del Medio, se autodesigna gobernador de Mendoza. El 31 de mayo de 1842 da a conocer un bando: "Todos los unitarios son locos" y, por lo tanto, irresponsables. No debía llevárselos a la cárcel sino a "un hospital para que fuesen tratados como locos". Por su decretada enajenación mental ningún unitario podía "testar, ser testigo, tener personería civil ni política, ni poder disponer de más de diez pesos". Debía designárseles un administrador de sus bienes. Los defensores del fraile aducen que con dicho decreto Aldao evitaba obedecer las crueles órdenes de Rosas de ex-propiar y matar a sus adversarios (44).
6. LOS JESUITAS, AFUERA
La Compañía, oficialmente admitida, venía a ser un poder dentro de otro poder demasiado celoso como era e gobierno de Rosas. Su acción se dirigía a los jóvenes de la clase principal y su Colegio era solamente accesible a los estudiantes de recursos. Las familias que frecuentaba el padre Berdugo, superior del Colegio, pertenecían a la oposi-ción unitaria. La Compañía se puso al tono de la clase social donde buscaba influencia: en el Colegio no se pronunciaba la pa-labra "federación" ni se admitía la divisa punzó. Inevitablemente, San Ignacio fue http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20VI.htm (7 of 24) [26/05/2003 10:36:46]
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convirtiéndose en un reducto de unitarios con las consecuencias imaginables. Su marcha era "gambetera", según Rosas, y Manuelita les enrostró "que no andaban de frente". Es que en San Ignacio no se hacían "funciones federales" ni el retrato del gobernador era llevado al presbiterio, como en las otras parroquias. Cuando se descubrió la conspiración de Maza sólo allí no se rezó una solemne misa cantada con el corres-pondiente sermón "federal". Ni el padre Berdugo felicitó a Rosas públicamente, como lo hizo todo el clero. Para Rosas, como para todo dictador, "quien no está conmigo está contra mí". La prescindencia no era aceptable en el Buenos Aires de entonces y la paciencia del Restaura-dor fue agotándose. Ningún federal -diría el coronel Mariño al rehusarse a asistir a una boda celebrada en San Ignaciopisaba su iglesia "para no rozarse con los salvajes inmundos unitarios". Comenzaban a escucharse gritos contra los “jesuitas, salvajes unitarios ingratos". No pocas familias retiraron a sus hijos del Colegio temiendo un asalto, sobre todo porque aparecieron pasquines con jesuitas colgados de horcas. Finalmente el padre Berdugo, el superior, y otros sa-cerdotes escapan a Montevideo. Rosas hará saber entonces a la población que dicha huida, como si hubiera sido tomada en pleno libre albedrío, confirmaba el compromiso de los jesuitas "por los salvajes unitarios, su ingratitud y su perfidia" (19, 27).
7. EN LA CRESTA DE LA OLA
No faltaría algún periodista que hoy lo calificase de "camaleónico". Aunque quizás se tratase de la tácita regla universal de que todo gobierno necesita mostrar a algún prestigioso para compensar tanto aventurero y advenedizo. Lo cierto es que Vicente López y Planes demostró talento para perpetuarse en el poder a pesar de los terremotos polí-ticos que sacudían su patria. Su actuación pública se inicia durante las Invasiones Inglesas cuando revista en el Regimiento de Patricios. Pre-cisamente la victoria sobre los británicos permite su reconocimiento como poeta, al componer su famoso "El triunfo argentino", apelando a un gentilicio que no tardaría en ser nacional.
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Después de Mayo, López y Planes es designado auditor de la Expedición Auxiliadora al Norte. Poco tiempo después escribe el Himno, en colaboración con un oscuro músico, Blas Parera. El Primer Triunvirato lo nombra secretario de Hacien-da. En 1813 fue diputado a la Asamblea General Constitu-yente y actuó en nuestro primer cuerpo legislativo como secretario. Se suceden los gobiernos y en ellos siempre hay un lugar para don Vicente. Con Balcarce fue secretario de Gobierno. Con Pueyrredón, el mismo cargo. Cuando el Congreso de Tucumán se trasladó a la Capital, López y Planes se incorpora como representante porteño. En el gobierno de Martín Rodríguez dirigió el Registro Esta-dístico. Accede a la Presidencia de la República al caer Rivada-via, y al recuperar la provincia de Buenos Aires su existen-cia formal es designado, simultáneamente, gobernador. Al abandonar la Presidencia y la Gobernación, su suce-sor, el coronel Manuel Dorrego, lo retiene en su gabinete como ministro de Hacienda. Guando se produce el trágico fusilamiento de Navarro sobreviene, como escribe J. M. Rosa, "la primera y única ruptura en esta permanente devoción de López y Planes por el servicio público". Enfrentado con Lavalle por su do-blez ante el obcecado unitarismo de algunos porteños pode-rosos, sin perdonarle tampoco el asesinato de quien don Vicente mucho apreciaba, cruza el río y se radica en Merce-des a esperar la caída de la "espada sin cabeza". Durante la administración de Juan José Viamonte inte-gra el Senado Consultivo, un cuerpo deliberativo que se acer-caba a las formas parlamentarias de la época. También forma parte de una comisión especial nombrada por Viamonte para estudiar la reforma de la enseñanza pública. Cuando Juan Manuel de Rosas accede al poder convoca a López y Planes. Pasa a desempeñarse como presidente del Superior Tribunal de Justicia. No basta con Caseros para desalojarlo de la función pública: Urquiza lo designa gobernador de la provincia de Buenos Aires. Como tal participa de la histórica reunión, en 1852, que deliberó en San Nicolás de los Arroyos.
Su nieto contó que el abuelo había cerrado los ojos en-tonando en voz baja pero audible unos versos de Ovidio (2).
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8. LA DESTITUCIÓN DEL SANTO
En la metrópoli, la elección de los santos patronos e decisión de responsabilidad, acompañada a veces de ceremonias a las que no les faltaba boato. Pero cuando las ciudades por patronizar no eran de importancia, como la lejana Buenos Aires, un puerto de contrabandistas enclavado en tierras inhóspitas y deshabitadas, bastaba con introducir los nombres de todos los santos en una bolsa de terciopelo negro para que fuera el azar quien decidiese. Tres veces seguidas, inauditamente, salió el papelito de un santo sin mayor renombre, San Martín de Tours. Buenos Aires tuvo entonces su santo patrono. Nadie podía prever que lo que la negra bolsa de paño brilloso había anticipado era el nombre del general libertador de aquellas tierras australes. Muchos años más tarde, el bloqueo francés al puerto de Buenos Aires enardecía los espíritus patrióticos. El pretex-to de la potencia agresora era reclamar para sus súbditos el mismo trato preferencial que Rosas reconocía a los británi-cos, a quienes, por ejemplo, relevaba de la obligación de incorporarse a las filas de sus ejércitos. Además, en la Banda Oriental del general Rivera y de los exiliados unita-rios se habían radicado tantos vasco-franceses que Francia consideraba a Montevideo casi como una colonia a proteger de Rosas y de Oribe. Por otra parte, la importancia de las potencias se medía entonces por la presencia militar más allá de sus fronteras, y los franceses habían estado dema-siado ausentes, a diferencia de España o de Inglaterra, de tierras americanas. El odio contra el invasor crecía en la población. Al-guien recordó entonces que Tours era ciudad de Francia. No tardó mucho el Restaurador en dictar el decreto corres-pondiente, obediente al reclamo de la chusma: "¡Viva la Santa Confederación Argentina, mueran los salvajes unitarios! "Buenos Aires, 31 de julio de 1839, año 30 de la Liber-tad, 24 de la Independencia y 15 de la Confederación. "El gobierno, considerando que esta ciudad fue puesta desde su fundación bajo la protección de un francés, San Martín, natural de Tours, quien no ha sabido hasta la fecha librar a esta ciudad de las fiebres periódicas, escarlatinas, ni de las secas y epidemias continuas que en diferentes épocas han arruinado nuestra campaña, nuestras cosechas y nuestros ganados, ni de las extraordinarias crecientes de nuestro río que destruyen casi anualmente una cantidad de obras y monumentos de la ciudad que se encuentran sobre la costa. "En fin, que la viruela acaba de desaparecer a causa del descubrimiento de la vacuna, sin que el patrono por su parte haya jamás hecho el menor esfuerzo para librarnos de esa terrible calamidad.
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"Que para combatir las invasiones de los indios en la frontera, para sostener las guerras civiles y extranjeras que nos han sobrevenido, hemos tenido que recurrir en el primer caso a la Santa Virgen de Luján, en el segundo a la Virgen del Rosario y la Merced y también a Santa Clara Virgen, con cuyo único consuelo hemos podido triunfar, mientras que nuestro patrono, el francés, permanecía indi-ferente en el cielo sin ayudarnos en lo más mínimo como era su deber. "En vista de los motivos expuestos venimos en decretar y decretamos: "Artículo 1°) El francés unitario San Martín de Tours, que ha sido hasta hoy el patrón de esta ciudad, habiendo perdido la confianza del pueblo y del gobierno, abandonado por sus compatriotas, aliado del traidor Rivera y demás salvajes unitarios, es destituido para siempre del empleo de patrón de Buenos Aires". Los demás artículos eran de forma (69).
9. ¿LIBERTADOR DE BÉLGICA?
Los belgas se sublevaron en 1831 contra el tiránico go-bierno de los reyes holandeses, proclamando la independen-cia de su país. Los patriotas bruselenses carecían de un jefe militar de prestigio. Su caudillo, el valeroso conde de Mérode, era un simple conductor de milicias sin la preparación y los conocimientos necesarios para resistir a los experimenta-dos oficiales holandeses. Alguien propuso que se ofreciera el mando militar de la revolución al general San Martín, circunstancialmente en Bruselas, cuyas campañas en Sudamérica lo habían hecho célebre en todo el mundo. La idea fue aprobada con entu-siasmo. Nuestro Libertador se mostró profundamente agrade-cido e hizo votos por el triunfo de la libertad y de la inde-pendencia del pueblo belga, pero rehusó el honor y la con fianza que se le dispensaba, aduciendo los deberes que las leyes de la hospitalidad le imponían. Una vez más don José renunciaba. Lo había hecho ante Bolívar, luego en Lima al rechazar el Protectorado que se le ofrecía, más tarde abdicó de morar en su patria al abandonarla y al no http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20VI.htm (11 of 24) [26/05/2003 10:36:46]
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desembarcar en su regreso. La vida del Liber-tador está signada por renuncias. ¿Dignidad, como afirma nuestra historia oficial? ¿Ca-racterísticas de personalidad? ¿Imposiciones de aquel juve-nil pero obligante juramento secreto a la logia? (10).
10. LOS INTELECTUALES Y EL PODER
A fines de la década del treinta, al inaugurarse el Salón Literario que orientaban Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez y Marcos Sastre, este último proclamó: "A la faz del mundo nuestro divorcio de toda política y legislación extranjeras". Ello los acercaba al nuevo gobernador, Juan Manuel de Rosas, apasionado defensor de lo nacional. Agra-deció "a la Providencia el hombre grande" que gobernaba, y por quien se podía "rechazar toda creación anárquica o ex-traña que intente oponerse a las esperanzas de la Nación". Entre ellas, en primerísima línea, la "literatura española" que sólo podía dar "compilaciones monstruosas e indigestas, ideas rancias, pésimas traducciones, poesías insípidas, no-velas insulsas y despropósitos periódicos". Alberdi, el siguiente orador, elogió a la Revolución de Mayo porque había servido para desprenderse del españo-lismo caduco y abrirse a la cultura de Francia "que en materia de inteligencia es la expresión de Europa". Los argentinos deberían hablar en francés, que se ajustaba "mejor a nuestro pensamiento que los eternos contoneos del pensamiento español". Gutiérrez llegó a afirmar, a continuación, que en la península ibérica "no encontraréis un libro que encierre los tesoros que brillan en cada página de René, en cada canto del Childe Harold, en cada meditación de Lamartine, en cada uno de los dramas de Schiller". A Rosas, hombre práctico y rústico, estas especulacio-nes le habrán sonado a desvaríos. Excesivamente afrancesados, además, para su gobernante que tuvo que sostener dos guerras contra Francia. Desconfiaba de los "doctores" de Buenos Aires, aunque fueran jóvenes e inclinados a la cultura. Y aunque le expresaran una simpatía que no al-canzaba a comprender. Lo cierto es que don Juan Manuel no hizo ningún caso a los jóvenes intelectuales, y éstos no se lo perdonaron ja-más. "Si Rosas – escribe un resentido Echeverría en su Dog-ma socialista- hubiese comprendido su posición, habría llamado y patrocinado a la juventud y puesto se a trabajar con ella en la obra de http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20VI.htm (12 of 24) [26/05/2003 10:36:46]
EL AGUILA GUERRERA PARTE VI
organización nacional (...) Hombre afortunado como ninguno, todo se le brindaba para acome-ter con éxito esa empresa. Su popularidad era indisputa-ble; la juventud, la clase pudiente y hasta sus enemigos acérrimos lo deseaban, lo esperaban cuando empuñó la suma de poder (...) Rosas hubiera puesto a su país en la senda del verdadero progreso; habría sido venerado en él y fuera de él como el primer estadista de la América del Sud, y habría igualmente paralizado sin sangre ni desastres toda tentativa de restauración unitaria” (67).
11. EL NATURALISTA CAMBIA DE IDEA
En 1833 el joven Carlos Darwin, inglés, que con el co-rrer de los años alcanzaría la celebridad con su "teoría de las especies", emprende un viaje de exploración y estudio alre-dedor del mundo. Todo indica que trabajaba para los servi-cios secretos de su país. Llega a Carmen de Patagones, entonces un miserable villorrio en medio de un páramo interminable. Se entera de que el general Rosas, de quien mucho había oído hablar, campaba a orillas del río Colorado, empeñado en su campaña de exterminio y desalojo de los indígenas patagónicos. Los escasos veinticuatro años del naturalista le dan confianza y energía suficientes para atravesar los desiertos que separan el río Negro del río Colorado, guiado por baqueanos. "El campamento del general Rosas -apuntará Darwin en su Diario de viaje- es un cuadrado formado por carretas, artillería, chozas de paja, etcétera. No hay más que caballería, y pienso que nunca se ha juntado un ejército que se parezca más a una partida de bandoleros. Casi todos los hombres son de raza mezclada; casi todos tienen en las venas sangre negra, india y española. No sé por qué, pero los hombres de tal origen rara vez tienen buena catadura." Le habían contado de ese gaucho rubio que lanceaba indios en el confín del mundo. De sus grandes estancias y del reglamento férreo con que las gobernaba. De sus peonadas armadas militarmente y convertidas en ejército. De su humor extravagante y muchas veces cruel. Del ascendiente que tenía sobre los paisanos. De su extraordinaria habilidad como jinete.
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La impresión fue inmejorable: "En la conversación el general Rosas es entusiasta, pero a la vez está lleno de buen sentido y gravedad, llevada esta última hasta el exceso. Mi entrevista terminó sin que se sonriera ni una sola vez". Darwin observó que Rosas tenía cerca de él dos bufones, "como los antiguos señores feudales". Éstos eran negros. Y uno de los negros le contó cómo había sido estaqueado por importunar al general. Anota una sagaz observación del moreno: "Cuando el general se ríe no perdona a nadie". Darwin concluye: "Es un hombre de carácter extraordinario que ejerce la más profunda influencia sobre sus compatriotas, influencia que, sin duda, pondrá al servicio de su país para asegurar su prosperidad y ventura." Más de veinte años después, en 1845, al corregir una nueva edición de su Diario de viaje, al pie de página donde narraba la entrevista con Rosas, agrega: "Los aconteci-mientos han desmentido cruelmente esta profecía." Gran Bretaña estaba entonces empeñada, junto con Francia, en sojuzgar a aquel gaucho que tanto lo había impresionado (2).
12. SÓLO CINCO AÑOS
A los ocho años se embarca con su familia hacia España para ingresar en el Seminario de Nobles de Madrid. Había nacido en 1778. Regresa al Río de la Plata en 1812 y se pierde detrás de los Andes en 1817. Nunca más regresará a su patria salvo un breve paso, que no contaremos, para subir a la nave que lo llevará al exilio definitivo. Muere en 1850. Es decir que de los setenta y dos años de vida de nuestro héroe máximo, trece los pasó en la Argentina. De ellos, sólo cinco de vida adulta.
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13. UN MENSAJE EN CLAVE Cuyas, comerciantes, hombre de confianza de Urquiza, era su delegado para negociar con los brasileños. El gobernador de Entre Ríos, para sellar su alianza con el ejército imperial y levantarse contra Rosas, exigía que la escuadra brasileña se desplegase en el Río de la Plata: “Yo aseguro que V.E. –escribe Cuyas, en clave, como si se tratase de una carta comercial, a Urquiza el 2 de mayo de 1850- no despacharía sus buques sin que la contrata estuviera firmada, porque entiendo que mientras la niña se enamora todo se concede, y después que ha cedido la ilusión disminuye y falta la voluntad de cumplir las ofertas. En fin: se espera la llegada de un buque de aquel destino para ponernos todos de acuerdo. Mas, por ahora yo sigo el plan de mostrar que V.E. no está todavía decidido a entrar en la negociación, y que será fácil que la deje si el contrato no se concluye de la manera por mí indicada”. Descifremos: “No despacharía sus buques”: Urquiza no se pronunciará públicamente. “La contrata”: la alianza con el Imperio. “Mientras la niña se enamora todo se concede”: para ganarse a Urquiza, los brasileños harían todos los sacrificios. “Y después que ha cedido la ilusión disminuye”: una vez hecho público su alzamiento la cotización de Urquiza bajaría. “Falta la voluntad de cumplir”: las ventajas debían obtenerse antes del pronunciamiento. “Se espera la llegada de un buque de aquel destino”: se esperan poderes o instrucciones de Río de Janeiro para su delegado. “Para ponernos todos de acuerdo”: para firmar el tratado. “V.E. no está todavía decidido a entrar en la negociación, y que será fácil que la deje”: si Brasil no cumple con nuestras exigencias, V.E. seguirá siendo leal a Rosas (67).
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14. ¿QUIEN ES EL TRAIDOR?
Enterarse de que su patria sería invadida por topas brasileñas en alianza con compatriotas al mando de Urquiza, hizo arder la sangre de Martiniano Chilavert. Abandonó su exilio montevideano y cruzó el río para ponerse a las órdenes del Restaurador, quien, sabiendo de sus quilates de militar valiente y avezado, puso la artillería a su mando. En la batalla disparó hasta l último proyectil, haciendo blanco sobre el ejército imperial que ocupaba el centro del dispositivo enemigo. Cuando ya no le quedaron balas hizo cargar con piedras sus cañones. Luego, derrotado el ejército de la confederación, recostado displicentemente sobre uno de los hirvientes cañones, pitando un cigarrillo, esperó a que vinieran a hacerlo prisionero. No se estaba rindiendo, Sólo aceptaba el resultado de la contienda. -Si me toca, señor oficial, le levanto la pata de los sesos –advirtió a un osado, mientras le apuntaba con su pistola-. Lo que busco es un oficial superior a quien entregar mis armas. Enterado, Urquiza ordena que sea conducido a su presencia. Ante su además, sus colaboradores se retiran dejándolos a solas. Puede reconstruirse lo que entonces sucedió. El vencedor de Caseros habrá reprochado a Chilavert su deserción del bando antirrosista. Don Martiniano le hará respondido que allí había un solo traidor: quien se había aliado al extranjero para atacar su patria. Urquiza habrá considerado que no eran momentos y circunstancias para convencer a ese hombre que lo miraba con deprecio de que todo recurso era válido para ahorrarle a su patria la continuidad de una sangrienta tiranía. Pero algo más habrá dicho don Martiniano. Quizá referido a la fortuna de don Justo, de la que tanto se murmuraba. El entrerriano abre entonces la puerta con violencia, desencajado, y ordena que lo fusilen de inmediato. -Por la espalda- aullará. El castigo de los traidores. El sargento Modesto Rolón tuvo a su cargo conducir al reo hasta donde habría de fusilársele. Relataría que Chilavert, sereno, le pidió: “Está bien, permítame reconciliarme con Dios”. Luego de rezar unos minutos le anunció: “Estoy listo, señor oficial”. http://www.odonnell-historia.com.ar/anecdotario/EL%20AGUILA%20GUERRERA%20parte%20VI.htm (16 of 24) [26/05/2003 10:36:46]
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Apenas tuvo tiempo de encargar a su fiel asistente Aguilar que le entregara a su hijo Rafael su reloj de bolsillo. A los soldados que formaban el pelotón les advierte que en su tirador encontrarían tabaco y algún dinero. El coronel se dispone a morir. Pero cuando un oficial, cumpliendo con las instrucciones de Urquiza, intenta ponerlo de espaldas, recibe un puñetazo que lo arroja al piso. Ofendido, altivo, golpeándose el pecho y echando atrás la cabeza, Chilavert grita a sus verdugos: “¡Tirad aquí, que así mueren los hombres como yo!”.
El oficial, con su nariz sangrante, secundado por varios subordinados, se abalanza sobre él para reducirlo. En el tumulto suena un tiro que roza el rostro de Chilavert y casi le hace perder el conocimiento. Sin embargo, entre insultos, sigue gritando: “¡Al pecho, tirad al pecho!”. Finalmente fue ultimado a bayoneta, sable y culatazos. De rente (57).
15. EL PUNTO NEGRO
El máximo biógrafo del Libertador, Bartolomé Mitre, no pierde oportunidad de exaltar la generosidad de don José. Cuando una rica vajilla de plata le fue ofrecida en Santiago de Chile como premio a su triunfo en Chacabuco, Mitre reproduce el notable texto de rechazo: “No estamos en tiempo de tanto lujo. El Estado se halla en necesidades, y es preciso que todos contribuyamos a remediarlas. Por lo tanto, doy orden e que con ésta se ponga a disposición de V.E. dicha vajilla, como asimismo el sueldo que se me tiene señalado por este Estado”. Sin embargo, dando muestras de su rigor de historiador, don Bartolomé no duda en dar a conocer lo que llama “un punto negro en la vida de San Martín y de O’Higgins”. Reproduciré textualmente:
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“En Santiago, lo mismo que en Buenos Aires, el general continuó sus silenciosos trabajos en medio del bullicio de las fiestas; pero esta vez parece que la liga del oro se alió al bronce heroico del Libertador. En el mismo día de la ovación despachada a Londres a su ingeniero y ayudante de campo Álvarez Condarco, con algunos fondos y el encargo de proporcionarse mayores recursos, a fin de adquirir otro buque y elementos bélicos para la expedición proyectada. Álvarez Condarco, que era también su compadre, llevaba otra misión, a la que está ligado un misterio, que se ha señalado como un punto negro en la vida de San Martín y de O’Higgins, y que, sin disminuir la grandeza americana del primero como guerrero y libertador, deprimiría su elevación moral como hombre. Tratábase de la remisión de una suma para ser colocada en aquella ocasión en Londres por cuenta de O’Higgins y San Martín, que, según algunas referencias, sería de 25.000 pesos, y según interpretación a que se presta, podría alcanzar a 100.000 pesos. Los documentos que con este punto se relacionan, escritos en cifra, han permanecido secretos durante más de sesenta años. Sólo tres personas los han conocido, de las cuales dos han muerto, siendo el último el autor de esta historia, que los descifró personalmente, quien, consultado por el depositario sobre si debían destruirse o no, opinó que debían conservarse, porque la historia, en presencia de los documentos que la forman, no debe a los grandes hombres, por lo mismo que son grandes, sino la verdad, para que se presenten a la posteridad tales como fueron, dejándole a ella pronunciar el fallo definitivo.” Evidentemente, lo de las cuentas secretas, cifradas, en bancos extranjeros, no es un invento moderno... (49).
16. LA REVANCHA DE ITUZAINGÓ
El marqués de Caxias, jefe de las tropas brasileñas en Caseros, informa al ministro de guerra Souza e Mello: “La 1° División, formando parte del Ejército aliado que marchó sobre Buenos Aires, hizo prodigios de valor recuperando el honor de las armas brasileñas perdido el 27 de febrero de 1827”. Es decir en la batalla de Ituzaingó, victoriosa para las tropas argentinas. No es de extrañar entonces que, a pesar de que la derrota de Rosas fue el 3 de febrero, el ingreso triunfal de las tropas de la alianza argentino-brasileña se haya producido recién el 20. Sin duda se trató de una imposición de los brasileños que Urquiza acató.
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El jefe argentino pareció arrepentirse e inconsultamente decide que el desfile será el 19 pero su par brasileño se mantiene firme: “A victoria desta companha e uma vitoria de Brasil, e a Divis•o Imperial entrará em Buenos Aires com todas as honras que lhe sao devidas quer V. Excia ache conveniente ou nao”. Urquiza se niega a devolver las banderas de Ituzaingó que estaban en la Catedral e intenta una última estratagema para evitar el desdoro ante sus compatriotas de desfilar al frente de tropas extranjeras. Informa erróneamente la hora del desfile. Inicia la marcha con un malhumor que sostendrá durante toda la ceremonia, montado en un caballo con la marca de Rosas, al que Sarmiento califica de “magnífico”. Para consternación de los unitarios luce un ancho cintillo punzó en la solapa, reivindicándose como federal. Ni siquiera irá al estrado de la catedral donde era esperado por autoridades, diplomáticos y notables, quizás para que la ceremonia terminase lo antes posible, antes de que las tropas imperiales iniciaran su desfile triunfal. Algunos días antes se había producido un hecho significativo: Honorio, el representante del emperador del Brasil, concurre a Palermo el día 9 para entrevistarse con el vencedor de Caseros. Pero siente tanta repugnancia por los cadáveres que cuelgan por doquier, pudriéndose entre el follaje de los árboles, que decide regresar al día siguiente. Entonces se produce un áspero diálogo cando es brasileño le recuerda las concesiones territoriales que Argentina debía hacer por el apoyo recibido. Urquiza, rabioso, responde que es Brasil el que le debe a él, pues “Rosas hubiera terminado con el Emperador y hasta con la unidad brasileña si no fiera por mí”. También: “Si yo hubiera quedado junto a Rosas, no habría a estas horas Emperador”. Honorio se retira ofendido. Pero días más tarde recibirá la visita de Diógenes Urquiza, hijo de don Justo José, quien en nombre de su padre le pide 100.000 patacones y además “el compromiso de contar con esa subvención en adelante”, según informa Honorio a su gobierno. Y agregará: “Atendiendo a la conveniencia de darle en las circunstancias actuales una prueba de generosidad y de deseo de cultivar la alianza, entendí que no podía rehusarle el favor pedido” (67).
17. LA PATRIA HIPOTECADA
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Tanta guerra, tanta anarquía, tanto saqueo, tanto negociado, tanta irracionalidad, no podían sino conducir a nuestra patria hacia la bancarrota. En 1861, asumía como presidente Juan Esteban Pedernera, luego de la batalla de Pavón, en reemplazo de Santiago Derqui. Su ministro de Hacienda era un rico terrateniente, el doctor Vicente del Castillo. El acoso de los acreedores nacionales y extranjeros era mayúsculo. Don Vicente pagó de su bolsillo algunas deudas. Pedernera y los otros ministros, José de Olmos y Nocolás Molina, establecieron en los considerandos del correspondiente decreto que “no era justo que los desinteresados servicios de dicho funcionario fueran desatendidos por el Gobierno, ni que debiera responder él, con su peculio, a obligaciones contraídas en nombre de la República”. Por ello constituyeron “en formal hipoteca el Palacio del Gobierno, con todos sus enseres, al pago de la cantidad de 36.969 pesos con 78 centavos” a favor del doctor Vicente del Castillo. A pesar de que la deuda quedó impaga, don Vicente nunca hizo uso de su derecho. Quizás deba ser considerado un prócer...(2).
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* Las obras citadas que no llevan referencia a editorial son ediciones privadas, mimeografiadas o fotocopiadas.
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