ECLIPSE
Supe cuando había llegado el momento ansiado. Atrás quedaban las miradas llenas de caricias nunca efectuadas... los besos profundos y anhelantes que nuestras bocas compartían cuando coincidíamos en una habitación... con metros de distancia... los gestos ambiguos y para m í tan elocuentes que fundían mi sangre como mercurio líquido... adiós a las huidas repentinas al servicio, recuperando el aliento que me abrasaba, mitigando entre jadeos la pesadez que me invadía el vientre... lentamente recuperando la cordura como las olas regresan al mar tras chocar con las rocas. Fui tan bruscamente arrancada de la silla que apenas tuve conciencia del movimiento. El impacto visual me anuló la voz. Los papeles de la mesa volaron por el despacho como confeti, obnubilándome la visión. Sus manos desgarraron mi blusa, y las m ías buscaron un apoyo para mantener el equilibrio, encontrando el borde de la mesa. Presa del más brutal de los deseos, arqueé la espalda acercando mis dolorosos pechos a su boca, en busca del fuego, la absoluta purificación que me ofrecían. Supe que algo se moriría dentro de esa habitación. Cuando el orgasmo llegara, cuando entrara en m í arrastrando consigo lo más oculto de mis entrañas, algo tendría fin. Su mano se metió bajo la falda, rozando y ... conociendo cada pliegue de mi sexo. Me tomó de la cintura para sentarme sobre la mesa, pero me desasí, y temblando le desabroché el pantalón y le introduje en mi boca, comenzando una pequeña tortura que se evidenciaba en sus músculos tensos y sus gruñidos de satisfacción. Me cogió de nuevo, y me colocó en el borde. Me arqueé tan ligera y dolorosamente sensual me sentía, esparciendo tras de mí el pelo sobre la pulida superficie. Su boca me besaba y lamía por los pechos y el vientre, en claro descenso hacia la tierra de fuego.
Los gemidos escapaban sin control, y la pesadez fluía en espasmódicos movimientos. Se irgui ó, me levantó sujetándome la nuca, y entremezclando los alientos, me penetró profunda y anhelantemente. Me impactó la invasión, el dominio, el deseo que me atravesaba hasta la m édula desde su miembro. Apreté los músculos de los muslos para prolongar la dulce agonía, pero sus embestidas eran tan urgentes que en unos momentos... o toda una vida... mi ser explotó en mil pedazos, como una lluvia de estrellas. Sentí como era inundada por su deseo, esa locura ciega y sorda, caliente y avasalladora que alcanzaba lo más oculto de mi ser. Lentamente, los gemidos se alejaron sinuosos hacia las paredes... ocultando cualquier prueba de nuestro encuentro en los cimientos del edificio. Los cuerpos sudorosos se apartaban con dificultad, cada poro de mi piel lanzando lamentos al perder el contacto... ese perfecto puzzle que habíamos construido desfragmentado de nuevo... era como si lleváramos milenios en tan dolorosa separación... Nuestras miradas chocaron, pero eran otros ojos... la percepción absoluta de que lo que allí había ocurrido transgredía todo lo humano.... Pausadamente, se vistió y salió del despacho. El sol, desapareciendo lentamente por el horizonte, contemplaba a la luna, su amada, su amiga... en silenciosa despedida... esperando el próximo eclipse y que de nuevo sus almas se reencontraran en los cuerpos de dos amantes... para gozar de su amor...
Vanessa Martínez Clavijo
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