Obras de Teatro Elio Gallípoli
Obras de Teatro Elio Gallipoli *** Teatro abierto fue la convocatoria del universo teatr...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli
Obras de Teatro Elio Gallipoli *** Teatro abierto fue la convocatoria del universo teatral independiente argentino, a fines de la década de los años setentas del siglo pasado, a resistir la dictadura; también una notificación: la perdurabilidad del espíritu frente a la concretitud de terror. Como iniciativa cultural fue más que notable, y el público se comprometió en el desafío; como expresión estrictamente teatral, Teatro Abierto mostró que un llamamiento al combate podía ser hecho desde la más alta calidad de los textos y puestas en escena. Pocas veces un país mostró semejante reserva de talento, ética y valor. Lo demás es anecdótico, incluso la destrucción de la sala donde se realizaron las primeras jornadas (un incendio en absoluto inocente); anécdota desde el pasado también es la utilización política ulterior que se quiso hacer de este esfuerzo colectivo. La historia, a veces, se quiere escribir de una manera, pero nunca faltan lectores y memoriosos que la ponen sobre sus pies. Estas obras de Elio Gallipoli, publicada en un volumen por Ediciones del Leopardo y la Wordtheque, sitúan al lector frente a un dramaturgo de poderoso aliento y además ante una época reflejada con altura por sus textos. Leerlos es una honda aventura que impide olvidar los valores que sustentan a la condición humana. Lagos Nilsson *** Participacion — Obras escritas para Teatro Abierto — Las piezas: Después de la lluvia El 16 de octubre (Y si...) La ñata contra el tiempo Construyendo Para amarte mejor Duelo... y después A Osvaldo Dragún, que supo sortear cornisas a dentelladas secas y calientes ******* Después de la lluvia Personajes: Padre Madre Abuelo
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Hija Hijo Primo bobo Un paisaje desolado. En un lugar del camino, una familia, intenta reconstruir la vida con deshechos de la cultura humana. El abuelo y la Hija andan por el lugar como de paseo. La Madre está en un rincón en cuclillas. De vez en cuando alza las manos al cielo emitiendo un trágico “Ah”. En el centro de la escena el Primo Bobo, cubierto con un trapo hasta la cabeza, que de a ratos gira de un lado a otro y, emite un sonido gutural. El Padre sostiene un tronco con el que hace palanca para mantener unas maderas en alto. El hijo pasa una soga por las maderas tratando de sujetarlas. Padre: ... La pantera anduvo por el bosque y dejó su reguero de sangre. Alerta, hay que estar alerta por si vuelve a pasar. El Hijo tira de la soga, pero como no atinó a hacerle un nudo, cae al suelo por efecto del envión Hijo: ¡Mierda! El Padre se queda mirando al Hijo. Se rasca la cabeza lleno de dudas Padre: Habrá que volver a empezar... Hijo: Pero, ¿cómo? Padre: Seguramente habrá algún modo de evitar la caída. Hijo: No sé... no sé. Ya no sé cómo sujetar esas madera. Padre: Antes era posible. Hijo: ¿Antes? ¿Qué cosa es “antes”? Padre: La vida... Hijo: No entiendo... Padre: ¡Antes, cuando éramos humanos! Hijo: ¡Ah, eso era antes! Padre: Volvamos a intentarlo... El Hijo se pone de pie, toma la soga y repite el intento de sujetar las maderas P. B.: (en su espacio): Misericordia... misericordia... Madre: (inquieta): ... Ni siquiera era imaginable un destrucción semejante; ¿cómo fue que pudo pasar? Silencio ¡Ah, si por lo menos supiera cuál es la oración que corresponde a este momento! Crea su propia rezo Santa desolación que nos guías con tus deshechos. Danos tu reino y aleja de nosotros la tentación de volver a empezar... Sigue con sus lamentos trágicos Padre: ... La pantera anduvo por el bosque y dejó su reguero de sangre. Alerta, hay que estar alerta por si vuelve a pasar. El Hijo tira de la soga, pero como no atinó a hacerle un nudo, cae al suelo por efecto del envión Hijo: ¡Mierda! El Abuelo y la Hija comienzan a dialogar Abuelo: Shsh... shsh... shsh... ¿Te dice algo el sonido? Hija: ¡Silencio! Abuelo: ¡No! Prestá atención... Shsh... shsh... Hija: ¡Silbido! Abuelo: ¡¡No!!... Pero algo de eso hace... shsh... shsh... Hija: ¡Aullido! Abuelo: ¡Tampoco!... Pero anda por ahí. Hija: Tam... tam... tam - po- co. Mira a su alrededor ¡Nada! Abuelo: No, nada no. Shsh...Shsh... Vien- to. ¡Viento!
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Hija: ¿Viento? Abuelo: Sí, eso es: viento. ¿Recuerdas el viento? Hija: No... Abuelo: El viento... desparramándose sobre el paisaje de la vida. Hija: ¿Cuándo? Abuelo: Antes... Antes... Con nosotros, aquellos que fuimos. La lluvia y el viento, la fascinación de la materia, los secretos insondables del alma... Hija: Éramos Dios. Abuelo: No, no... Éramos hombres. El abuelo se aparta Hija: ¿A dónde vas abuelito? Abuelo: Por ahí... Se aleja. La hija comienza a llorar desconsoladamente P. B. : (en su espacio, recordando): ¿Cómo fue posible generar tanta luz? En medio de la noche, sin que nada lo anuncie, una explosión de mil soles hizo este amanecer. Hubo que esconderse debajo de la tierra... ciegos por tanto resplandor. Estoy ciego. Soy un ciego. Madre: (idem): Protegidos en... No puede pronunciar la palabra “agua” ... estuvimos en un comienzo. En la oscuridad cubierta de savia se modela la forma... Cubiertos de sangre nos sorprende el primer aullido, pero quién puede asegurar que ahí empieza algo... Continua con sus gemidos trágicos Padre: ... La pantera anduvo por el bosque y dejó su reguero de sangre. Alerta, hay que estar alerta por si vuelve a pasar. El Hijo tira de la soga, pero como no atinó a hacerle un nudo, cae al suelo por efecto del envión Hijo: ¡Mierda! El Abuelo está orinando en un rincón apartado. La hija se acerca al Abuelo y se arroja a sus pies para beber de su orina. El Abuelo la aparta violentamente Abuelo: ¡Fuera!... Lejos de lo que es mío. El Abuelo se inclina sobre su propia orina para beberla Mía... es sólo para calmar mi sed. Sólo para mí... La Hija, resignada, mira a su alrededor Hija: Shsh... shsh... Nada. No quedó nada... Apenas nubes. Nubes de todas las cosas... Y sin embargo, perdurar es nuestro destino. El abuelo, animado, va de un lado a otro por el sitio, discurseando Abuelo: ¡Manteca! A la mañana, con el desayuno, se unta tostadas con manteca. Luego se camina. Se anda por los campos al amanecer, cerca del arroyo cristalino. Se camina bordeando los campos sembrados de trigo... y entre los árboles del bosque. La vida en su plenitud, como debíamos haberla vivido. Lógica. Lógica elemental es lo que faltó. Después de todo, si el negro es negro, no es en oposición a que el blanco es blanco... Lo importante es la diferencia, no lo parecido, sino, ¿dónde estaría la justicia?... También podríamos hablar del deseo. Pero, ¿cómo desentrañar sus leyes? ¿Cómo gobernarlo? ¡Ah, que tristeza lo humano! Una vez que el Abuelo inicia su paseo y su discurso, la Hija va levantando cosas del suelo, que sostendrá en sus brazos como si fueran flores. Llega hasta donde está el Primo Bobo y trata de tomar el bulto que se destaca en el cuerpo de él. La sensación en su mano la turba, al tiempo que el P. B. emite un gemido. La Hija deja las demás cosas y se dedica solamente a ese bulto. Intenta arrancarlo como si se tratara de una planta. Se sienta sobre las piernas del P.B. mirando hacia el frente. Comienza un movimiento ondulante. Después alza sus brazos y los sostiene en movimiento, como si empezara a volar. El P. B. aparece por detrás de la Hija, de un lado y del otro alternativamente. Su clamor empieza a ser inquietante P. B. : Piedad... piedad... piedad... Abuelo: ¿Qué estás haciendo, hijita?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Hija: (alegre): El viento abuelo, ahora recuerdo lo que era el viento... Aquellas dunas cerca del mar cuando el verano rajaba la tierra... y mi cuerpo. Abuelo: ¿Dunas? Hija: ... Mis brazos pueden permanecer en el aire como pájaros. Abuelo: Pero, ¿cómo es posible? Hija: Sucede... naturalmente... sin que nada lo explique. P. B. : Piedad... piedad... Hija: No te alarmes primo querido... Entregate a mi duna y que el verano se empape con nuestros cuerpos. P. B. : Soy yo... soy yo... Abuelo: (con ternura): Pero, ¿qué le pasa a nuestro chiquito? ¿Qué le pasa? P. B. : Piedad... piedad... Abuelo: ¿Qué te duele? ¿Qué apareció en tu cuerpo para alterar de este modo a nuestra niñita? P. B.: Piedad... piedad... Abuelo: ¡Hablá idiota! P. B.: ... Me apareció en la noche como una fuerza imparable... Creció, se endureció y cosquillea en todo mi cuerpo... Es una alucinación... un sueño... Hija: ¡Eso! Eso es lo que estoy sintiendo... Una alucinación... un sueño... Abuelo: ¿No es doloroso? Hija: Para nada, abuelito. Para nada... Abuelo: Entonces, dejame probar hijita. Tengo que saber de qué se trata. Hay que someter el hecho a la experiencia... clasificar, codificar, registrar... Hija: ¡Pero no, abuelito! Yo no quiero dejar este lugar. Abuelo: No desoigas a tus mayores. Hija: No me debo a nadie y nadie me manda. Abuelo: ¿Qué estás diciendo, desgraciada? Que se haya debilitado la memoria, no quiere decir que hayan desaparecido las jerarquías... Hija: Soy padre y madre de mí misma... y esto que siento sobre mi primo es lo mejor que me pasó desde que me olvidé de las cosas. Abuelo: Pero entendelo, hijita. Tengo que comprobar qué es eso que le creció al primito. Hija: Por nada del mundo logrará moverme de aquí. Abuelo: Algún principio de autoridad tiene que haber en el absurdo de este condado, en la entelequia de este país, en el sinsentido de este continente, en el páramo de este mundo... El Abuelo trata de sacar a la Hija de su posición tomándola de los cabellos Hija: Es mío... es mío... Abuelo: Te voy a arrancar de esa cosa de nuestro chiquito aunque no quieras... La Hija, decididamente defiende su posición Hija: No hay argumento... no hay argumento que pueda convencerme de que deje este lugar. Abuelo: ¿¡Ah, no!? Hija: ¡No! Abuelo: ... Y si en nuestro chiquito apareció el hueso de la armonía, ¿cómo lo vamos a saber si yo no lo compruebo? Hija: Sea lo que sea, es mío. Abuelo: ¡Miles de años buscando ese huesito! P. B.: Soy yo... soy yo... Misericordia. Hija: Si me saca de aquí algo malo puede pasar... Abuelo: ¡Desgraciada mal parida! Fuera... fuera de ahí... El abuelo en un arranque de furia logra sacar a la Hija de arriba del Primo Bobo, para ocupar el lugar Padre: ... La pantera anduvo por el bosque y dejó su reguero de sangre. Alerta, hay que estar alerta por si vuelve a pasar.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli El Hijo tira de la soga, pero como no atinó a hacerle un nudo, cae al suelo por efecto del envión Hijo: ¡Mierda! Hija: (apartada del Primo Bobo, en un susurro melancólico): Nube, nube, nube de todas las cosas... Abuelo: (haciendo un movimiento ondulante sobre el P. B.): Pareciera que es eso, un huesito. El huesito que nos conecta al principio de las cosas... y señala un camino... ¡Pero caramba! Nunca pensé que podía producir tanta felicidad... P. B.: ¿Por qué? ¿Qué hice de malo para tener que soportarlos a todos encima mío? Si yo... solo quiero estar en la vida... mirar los atardeceres...cuidar el trigo... Padre mío... Madre mía... ¿por qué me han abandonado? Padre: (alterándose ante la mención de la palabra “padre”): ¿Dónde? ¿Dónde? Madre: (alterándose ante la mención de la palabra “madre”): Es a mí... es a mí... Padre: ¿Quién me llama? ¿Quién clama por mí en este sitio? Madre: Es a mí... Es a mí a quién están llamando. Padre: ¿A vos? Pero por favor. Madre: ¿Acaso no fui yo quién dio a luz cerca de una ciénaga? Padre: Pero rajá... ¿Dónde se ha visto que clamen por “mamá”? Aparta a la Madre de un empujón Madre: ¡Ah! ¡Ah, que desgracia que a una no la reconozcan en su dolor! Padre: No te desesperes, mujer. Ya encontrarás a quién echarle tus culpas. Madre: ¿A quién? ¿En dónde? ¿Cuándo? Padre: Bastante hiciste de las tuyas en otros tiempos, madrecita. Madre: ¡Qué injusticia! Se me condena por nada al siempre de la soledad... ¡Ah, desgraciada de mí! ¿Qué alegría, qué futuro puede haber, si nadie se ocupa de mi pena? Padre: Aquí nadie te necesita. Madre: ¡Mentira! Eso es una mentira interesada... para que vos puedas gobernar sobre todas las cosas. Padre: Es así porque soy el padre... P. B.: Padre... Padre... ¿por qué me has abandonado? Padre: ¡Ves! Sólo claman por mí... Madre: ¡Ah, injusticia! Injusticia de los hombre... Sufrirán... sufrirán todos por esta infamia. P. B.: (trágico): Tormenta de los cielos... Remolino de los mares... Fuego de los soles... Viento... Espasmo... Cuerpo... Aire... Un poco de aire... Piedad y aire... Aire para seguir vivo. Abuelo: Tranquilo, chiquito. Tranquilo. P. B.: Misericordia... misericordia... Padre: (junto Al Primo Bobo): ¡¿Se puede saber qué mierda está pasando aquí?! P. B.: Piedad... piedad... Padre: ¡Dejá de lamentarte y hablá, idiota! P. B.: ... Creció durante la noche. Se endureció mientras dormía... Es como una fuente que me inunda... Me inunda todo el tiempo... Padre: Pero, ¿cómo pudo pasar? Abuelo: Pasó... Es un huesito... el principio de la armonía... y le vino a crecer a nuestro chiquito. P. B.: Soy yo... soy yo... Padre: Veamos de que se trata. Abuelo: Estoy comprobando el sucesocomo corresponde: en carne viva. Vos seguí en lo tuyo. Padre: Lo mío... es ocuparme... personalmente... de lo que le pasa a cada uno... de ustedes. Por lo tanto... no sos la persona indicada para... ocupar ese lugar. Abuelo: ¡Cómo que no! Soy el mayor... el que más sabe... el que más se pregunta.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Padre: Lo que importa es la fuerza... y vos ya estás medio decrépito. Abuelo: ¡Sin insultos, padrecito! Soy el mayor de esta prole... el único que puede decidir sobre las cosas. Padre: De qué nos sirve tu sabiduría, si ni siquiera tenemos heladera. Abuelo: La tecnología se opone al saber... Lógica... lógica pura. Padre: Nos quedamos sin extractor de aire en medio de este infierno. Expuestos a los caprichos de la naturaleza... dependiendo nuevamente de ella... ¿Esa es la lógica? Abuelo: Habrá sido por no escuchar a los mayores... a los que saben. Padre: ¡No seas pelotudo, querés! Abuelo: En ningún caso hay que despreciar el saber... Padre: Pero salí, salí de ahí, viejo estúpido. El Padre aparta al Abuelo y ocupa su lugar sobre el Primo Bobo Padre: Vamos a ver qué es esto... vamos a ver. P. B.: Soy yo... soy yo... Padre: ¡Callate tarado! Abuelo: (solo): ¡Y sí!... La vida es incierta... Frágil... La memoria se olvida de sí misma, y nada de lo que sabemos nos ayudará a salvarnos... Hija: (apartada): Aprenderé a cantar una canción... Seré Ofelia... Buscaré un arroyo... Me cubriré de guirnaldas... y dejaré que las ... No puede pronunciar la palabra “aguas” ... me lleven a la deriva. Nieve... nieve en mis sueños... Madre: (sola): ¡Ah, desdicha que te empecinas con los justos! ¡¿Cuánto dolor sin venganza debe soportar una madre?! ¡Qué desamparo dar a luz! ¿Qué cosa terrenal puede llenar ese vacío?... Sola, sola en este campo de tinieblas... Hijo: Madre... madrecita, no te desesperes por mí. Madre: ¿Por ti? Hijo: ¿Acaso no soy tu hijo?... El sujeto de tus esperanzas... Madre: Vos no sos nada... nadie. Apenas una sombra, que aparece cuando menos se espera. Hijo: ¡Mierda! Esto sí que no lo esperaba de mi madre... Madre: Si algo tenía que hacer por vos, ya lo he hecho: te dí la vida. De aquí en más, todo depende de vos... Hijo: (desconsolado): Madre... madre... ¿por qué me has abandonado? Madre: Nadie abandona a nadie... Los deseos son de cada uno... esa es la ley primera... Apartándose... ¡Ah, quién tuviera un hijo lunático por medio del cual se pudiera gobernar al mundo! Padre: (entusiasmado sobre el Primo Bobo): Se despierta y crece... crece. Hay algo que empieza a crecer en mí... Una sensación nueva... un sentido nuevo... Lo sagrado que se manifiesta y cosquillea en mi cuerpo... El movimiento inaugural se engendra en mi cuerpo... Queda estático con un brazo en alto, mientras con la otra mano se toma el miembro erecto Padre: Luz... Tengo luz... Hija: (acercándose al Padre): Padre... padre... sácame de las tinieblas... Déjame compartir tu luz... Tu luz... Padre: Pero, claro... Claro que sí, hijita del alma... El Padre le extiende la mano para que la Hija se acomode arriba suyo Madre: ¡Cagamos! De nuevo me ganó la iniciativa... Abuelo: Volvemos a empezar... Madre: Desgraciado... desgraciado... Abuelo: Vení, mujer... Sentemosnos juntos... y dejemos que la vida avance. Se acomodan. El Hijo se acerca al padre haciéndo un nudo en la soga Hijo: Papá... papá, ahora sé como sujetar las maderas... Padre: ¡¿A quié le importa eso?! Hijo: (decepcionado): ¡Papá! P. B.: (desesperado): Yo... Soy yo... Yo...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Padre: (increpándolo): ¿Qué te pasa? P. B.: (animándose): Yo... Yo tengo la luz... Yo... Luz... Padre: Tu luz es una luciérnaga comparada con la mía... Padre: (saca a la hija de arriba suyo y se pone de pie, sosteniendo su pene erecto): Bien... Les quiero decir algo... Hija: (melancólica): Si, padre... Te escucho... te escucho. Abuelo: (resignado): Te escuchamos Raimundo... Madre: (idem): Hablá... hablá, Chuni. Hijo: (desesperado): Padre... Padre... Padre: Les comunico que ha sucedido algo... determinante... fundamental... Algo, que nos ayudará a salir de este atolladero en el que estamos. Así, como todo se pierde, también, todo se recupera... (Político)... Aquello que en la noche de la razón se nos presenta como tenebroso, acaba por ser simple a la luz del día... ¡Soy esa luz, soy ese día!... (Teatral)... Es el viento lo que despeja la tormenta... ¡Soy el viento!... (Patético)... Se ha corrido el velo que cubría mi mirada... Y ahora soy la mirada, el entendimiento... la luz. (Confidencial)... Lo digo simplemente para compartir con ustedes, mis queridos congéneres, este soplo de vida que hay en mí... (Político)... No, no les prometo nada, simplemente les digo: síganme... obedezcan sin chistar... y les daré la libertad... Las acotaciones indicadas en el discurso precedente, también podrían ser textos Hija: (alborozada): Padre, padre... De nuevo tendremos viajes de placer... Los perfumes, mis vestidos... Abuelo: (realista): Raimundo, lo único nuevo es que te creció un huesito, como a nuestro chiquitín desamparado... Padre: ¡Cuando llega la hora del destino, nadie puede interponerse! P. B.: Yo... yo también tengo la luz... Padre: No podemos permanecer indiferentes frente a la benevolencia de un padre. Soy el elegido...para que este comienzo incipiente, se constituya en el fundamento. y... y estatuto... de una nueva vida. Verbo y carne tomados de la mano. Alegría sin culpa... Alegría constante... Abuelo: (apartado): ¡Cagamos! Lo único que falta es que ahora pida un sacrificio... Padre: (en el atrio y la barricada): ¿Qué pide un padre a cambio de tanta felicidad? ¡Nada! El buen padre no pide nada... ¿Pueden ustedes ser desagradecidos? ¡No!... Entonces, ¿qué corresponde hacer? ¡Un tributo! La ofrenda de un sacrificio... Hija: Sí, sí, hagamos un sacrificio. Abuelo: Lo sabía, lo sabía... Padre: Necesitamos un ser puro... incontaminado... P. B.: Yo... yo tengo la luz... Madre: ¡Ah, pobre inocente! Qué manera estúpida de pisar el palito... Padre: ¡Basta de palabras! Pasemos a los hechos... Toma del cuello al Primo Bobo con intención de estrangularlo Niñito mío, que tu alma... sea un espejo de mi alma... en el cielo. P. B.: Piedad... Misericordia... El Padre comienza a hacer fuerza para estrangularlo, el Primo Bobo se defiende P.B.: Soltame... soltame, hijo de puta. Padre: Morí... Morí desgraciado... El Padre se esfuerza para ahogar al Primo Bobo P. B.: (entre estertores): ... Sin mí... Sin mí... El Primo Bobo muere. El Padre se refriega las manos Padre: ... Ya está. Ahora empieza esta historia... Mi historia... Se escucha un sonido estrepitoso ¿Y eso?! ¿Qué es eso? ¿Qué será? Hija: Tengo miedo... tengo miedo... Madre: El trueno de la justicia terminará por hacer pelotas a todos los machos. Hijo: ... La soga... ¿dónde dejé la soga?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Padre: Es la pantera que vuelve a andar por el bosque. Madre: No tenías que haberla nombrado. Abuelo: Lo que se invoca, termina por convocarnos... Padre: ¡Callate, viejo pelotudo! Abuelo: El equilibrio se impone... Madre: (al Padre, violenta):Por tu culpa de nuevo se alteró la bocha de este paraje, en este descanso, entre lo que era y lo que es. Padre: Yo sólo honré a Dios... A los padres... A los que se ponen sobre sus espaldas la responsabilidad de mandar... Desaforado... El poder... el poder... Abuelo: Los dioses ni siquiera se conmoverán con tu muerte. Padre: ¿Mi muerte? Abuelo: Ya no queda otra alternativa... Madre: (poniéndose un pañuelo en la cabeza): No se puede ofender a la vida... y permanecer impune... Abuelo: En ningún caso... Madre: ¡Nunca! El Abuelo y la Madre toman al Padre para matarlo Padre: Sin mí... sin mí... una cadena de infortunios acompañará a los hombres hasta el fin... Un fin lastimoso, insignificante, inexorable... Sin mí, que les prometí la libertad... Sin mí todo será un desierto, un páramo... páramo... páramo... Madre: (esforzándose en matarlo): Morí... morí, hijo de puta... Abuelo: (ídem): Todos prometen la libertad... todos... Y ninguno cumple... y siempre quedamos en pelota, en el comienzo y en pelotas. Padre: (entre estertores): Me ahogo... me ahogo... Aire... aire para mí... para mí... mí... El Padre muere. Silencio Abuelo: Lo que se debía hacer, al menos nosotros, lo hemos hecho... Hija: Huérfana... Seré huérfana... De aquí en más... huérfana por siempre... en medio de tanta tiniebla. Hijo: Padre... padre mío... Sin ti, también seré un huérfano... Sin ti... sin mí... Nuevamente se escucha el ruido estrepitoso Madre: Siguen los terremotos... Abuelo: No... la tierra sigue firme. Madre: Nuestra amada y protectora tierra... Nuevamente se escucha el sonido estrepitoso Hija: Un cataclismo... Hijo: Una pantera... Abuelo: No... No es nada... nada de eso... Por un momento todos se quedan estáticos. Una cascada de agua inunda la escena. Para obviar dificultades técnicas esta cascada puede darse con el chorro de agua de una manguera que cae en una palangana- El sonido del agua que cae es sobredimensionado por algún efecto sonoro Madre: Agua... Hijo: Agua... Abuelo: Una cascada de agua... Hija: Sí, abuelito... Una cascada de agua cristalina. Se conectan con el agua Madre: ¡Agua! Hijo: ¡Agua! Hija: ¡Agua! Abuelo: ¡Agua!... Sólo el agua satisface la sed... Por un momento se siguen sensibilizando con el agua, luego apagón “Después de la Lluvia” fue escrita durante 1979, en una instancia que podríamos definir como de pre Teatro Abierto. En aquel momento estaba abocado a la puesta en escena de “Las Paredes”, obra de Griselda Gambaro, que se realizaba en la baulera de un tercer subsuelo de un edificio de la Calle Corrientes, frente al bar Ondine, con los actores Hugo Decilio, Nestor Villa y la actriz Alicia Denegri.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli La motivación que nos guiaba en la realización de esa obra era doble; por un lado se trataba de denunciar, de algún modo, lo que pasaba en la realidad y, también, que la autora se encontrara con una obra en escena en su regreso al país. En la presentación de este trabajo, en ese espacio de Catacumba, acompañaron a la autora dramaturgos de la talla de Roberto Cosa, Osvaldo Dragún, Ricardo Monti, Máximo Soto; el escultor Juan Carlos Distéfano –marido de Griselda Gambaro– y, en una función posterior, Roberto Duran, ese gran maestro del teatro argentino que nos pidió vivenciar ese experimento de teatro, digamos, clandestino. Los posteriores encuentros con Osvaldo Dragún (todos le decíamos Chacho) en el bar “Ondine” resultaban muy estimulantes, y fue en esas circunstancias que me invita a escribir una obra de tono erótico para un grupo que pretendía hacer un espectáculo “fuerte”. Acepté encantado la invitación y escribí “Después de la Lluvia”, a su vez Dragún escribió “Al Violador”. Lo curioso es que el grupo que pedía las obras, al leerlas, las consideró demasiado fuertes y desistió del proyecto, según me comentó Chacho. Con Dragún nos planteamos hacerle frente al destino, tratando de organizar algo que se opusiera a ese contexto particularmente cerrado, y comenzamos a reunirnos con otras personas de teatro con la convicción de armar algo pero sin saber muy bien qué. Una vez constituido Teatro Abierto, incluido como autor, volví a presentar esta obra. Se le asignó director y todo se encauzaba hacia un camino de realización. Llegado el tiempo de ensayos, el director asignado para “Después de la Lluvia”, desistió del proyecto y todo vuelve a un punto muerto para este material. Se me pide que escriba otra obra, cosa que acepto por convicción de militancia. De este modo, “Después de la Lluvia”, se queda nuevamente sin destino de estreno. Lo mismo le pasó a Dragún quién, en definitiva, presentó en el primer Teatro Abierto “Mi Obelisco y Yo”. ******* EL I6 DE OCTUBRE (Y SI... ) / 1980 REPARTO: ABEL................ Ricardo Goldman CAÍN................. Roberto Martínez MADRE.............Tina Serrano MABEL..............María Elena Mobi Compaginador musical Jako Zeler Escenógrafo René Langlois DIRECTOR Alberto Ure Abel: Estoy solo, abandonado y sin destino. Caín: No digás macanas. Abel: Es lo que siento. Caín: ¿Cómo, qué, cuándo? Abel: Ahora... Aquí... Después... ¡Qué sé yo! Caín: Vení, Abel... Conversemos, conversemos... Abel: ¡No, Caín!... Mejor me voy a la esquina... tomo un colectivo... y doy una vuelta por la ciudad. Caín: ¿Adónde irías? Abel: ¡Qué sé yo!... ¡Por Ahí! Caín: Te podés perder.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Abel: ¿Cómo me voy a perder en un colectivo?... Yo sólo me dejo llevar... A lo mejor llego hasta el río. Caín: ¿Y qué vas a hacer ahí? Abel: Me quedo mirando la noche... ¡qué se yo!... Imagino cosas. Silencio Caín: ¿Tan mal estás? Abel: ¡Qué te parece! Estoy solo, abandonado y sin destino... Caín: ¿Tanto? Silencio Abel: ... No se puede creer, ¿no? Caín: Realmente. Abel: Un desastre. Silencio Caín: ... Sí, pero que no se entere la vieja, che. No vaya a ser que le demos un disgusto. Abel: ¡Pero quién te pensás que soy! ¿Cómo voy a meter a la vieja en esto? Caín: Lo digo para cuidarla. Abel: Ah, como si yo no supiera que hay que cuidarla. Caín: Y qué sé yo... Empezaste a quejarte y fue lo primero que me vino a la mente. Abel: Pero que tenés en la mente para pensar una cosa de esa naturaleza. Caín: Está bien. Si la vieja está cuidada ... está todo bien. Abel: Te agradezco el llamado de atención... Pero yo sé como hay que comportarse cuando uno está mal... ¿Acaso no fuimos al mismo colegio?... Lo entiendo, eso lo entiendo... ¿O te pensás que voy a dejar que otros sufran por mí? Caín: Entonces, ¿entendiste cuál fue el propósito? Abel: ¡Ni que fuera un detractor! Caín: Uno nunca sabe lo que puede producir una palabra. Silencio Abel: ¿Dónde te crees que empezaron mis males? Ni más ni menos que ahí: en las palabras. Caín: ¿Un malentendido? Abel: No sé... Sí, sé... ¡No sé! Caín: La duda, no es la mejor de las virtudes. Silencio Abel: Todo estaba tranquilo en mi casa, hasta que un día llego y le digo a mi mujer: “¿Qué te parece negrita si escuchamos un poco de música?”... Lo dije inocentemente como para salir un poco de esas voces celestiales y meterme en las cosas... Fue sólo cuestión de decirlo y ver el vendaval. Las cosas empezaron a tener vida propia y volaban por el aire. Los chicos, iban de un lugar a otro, llorando... y había ruidos que venían de todas partes. La Negrita, sacó todas las cosas del ropero y las tiró en medio del cuarto... Se vestía y desvestía para elegir la ropa que iba poniendo en la valija... No había manera de pararla... Yo apenas podía murmurar: “Cálmate Negrita, cálmate...” Algunos vecinos empezaron a espiar por la ventana, desde los pasillos, por la terraza... Todos hablaban al mismo tiempo... cuestionándome... insultándome... Lo menos que se me dijo fue pusilánime... Imagínate que la Negrita, en el apuro... en la confusión, hasta se olvidó la colonia para después del baño... Caín: ¿Pusilánime, te dijeron? Abel: ¿Te das cuenta? Caín: ¡Pusilánime! Abel: ¡A mí! Que sólo proponía escuchar un poco de música humana. Caín: Dijeron pusilánime. Abel: ... Se agarró a los pibes en medio de la noche... y se fue. Caín: Es muy triste lo que me contás... Muy triste. Abel: Desesperante. Caín: Es para no creer. Abel: ¿Quién podría imaginarse que la negrita se iría así?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Silencio Caín: ... Como los accidentes que suceden cuando uno menos los espera. Tronchan vidas inocentes, inundan caminos, se caen los puentes... Abel: Le puede pasar a cualquiera. Caín: ¡Y sí...! Silencio Abel: Decime vos, ¿cómo después de eso no voy a estar desesperado? Caín: No es para menos, claro... Y de guita, ¿cómo andas? Abel: ¿De guita? Caín: Claro... de guita. La guita es... movimiento, sangre que se desparrama, que circula... Abel: No sé... no sé... Caín: ¡Che, te dejó muy mal esta cuestión con la Negrita! Abel: ¿Y qué te estoy diciendo? Caín: Pero digo yo, ¿no hay manera de que se vuelvan a juntar... que se reconcilien? Abel: Y, yo quisiera... Mientras pueda voy a ir todas las tardes a buscarla y a pedirle que vuelva a casa, si no, imagínate: mi vida queda truncada, atormentada... Y ahora, ¿qué te pasa a vos? ¿Por qué llorás? Caín: ... De golpe me acordé de cuando éramos pibes y andábamos con chirolas en los bolsillos. Abel: ¿Qué sentido tiene recordar el pasado? Caín: Me pasa siempre que escucho algo triste. Abel: El pasado es pasado y la vida continúa, aún sin chirolas en los bolsillos. Caín: ¡Y sí...! Abel: Mirá, mejor me voy a la esquina y tomo el colectivo... Caín: ¿Vas a irte así? Abel: De extranjeros y dolor está habitado el universo. Caín: Me preocupa que pases la noche a la intemperie. Abel: ... Un vagabundo. Como esos vagabundos a la deriva... Caín: Quédate... Conversar conmigo te puede servir de consuelo. Abel: Vos no sabés lo bien que me hace. Es como... un fin de semana en el Delta... un sosiego. Caín: Entonces, quédate. Abel: Pero... ¿y si entra la vieja y me ve la cara? Caín: ¡Qué sé yo! Disimulas un poco... Abel: ¡Qué me estás proponiendo! Eso es mentir... Mentirle a la vieja es una bajeza. Si uno es capaz de perder ese mínimo de respeto, ya nada es seguro. Caín: Nunca lo había pensado de ese modo. Abel: Es así como hay que pensar las cosas. Caín: ¡ Y sí... ! Silencio Abel: Ahora, ¿qué te pasa? Silencio Caín: ... Vos a mí me enseñaste algo bárbaro esta noche. Silencio Abel: Bueno, pero cálmate. Caín: Es la emoción... La emoción del conocimiento. Abel: La luz que se opone al oscurantismo. Caín: Y yo no lo sabía... no sabía que una pequeña mentira nos puede arrastrar a un torrente de males. Abel: Sí, pero también te dije muchas barbaridades. Te hablé de soledad... a vos... que estás poniendo tanto empeño en acompañarme. Caín: Fue un momento de arrebato. Abel: Egoísmo, puro egoísmo... Caín: No te preocupes... ¿quién no tiene un momento de debilidad? Abel: Pero yo no tengo medida... Me entristezco de ser tan demandante... Frente a vos me siento un egoísta total, un impuro... ¡Impuro! Esa es la palabra justa para definirme.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Caín: No digás eso, por favor. O no te acordás de todo lo que hacías por mí cuando éramos purretes... ¡¿Quién me enseñó a fumar el primer pucho?! ¿No fuiste vos el primero que me llevó a un potrero? Abel: No lo recuerdes. Caín: Y aquel descampado donde “le vimos la cara a dios”, ¿quién lo descubrió? ¿Quién? Abel: Vicios, sólo vicios pude enseñarte. Caín: Como extraño todo aquello que compartíamos cuando éramos niños. Abel: Me voy, Caín. Caín: Quédate, Abel. Abel: No, mejor me voy... No sé qué puedo encontrar por ahí, pero al menos no voy a seguir molestando a la gente que quiero. Caín: ¡Pero, hermano! Abel: No me digas nada, Caín. Ni una sola palabra más... Me voy... ¡Chau! Abel sale Caín: ... Qué macana... qué macana... ¡Y sí...! Se escucha la voz de Mabel llamando a Caín Mabel: Chuni... Chuni... Caín reacciona desmesuradamente Caín: ¿Quién me llama? ¿Dónde estoy? ¿Qué impulso extraño domina mis gestos? ... Está bien, está bien... subiré a un caballo y dejaré que desbocado corra por el campo... Entra Mabel ¿Quién es? ¿Quién es? Mabel: ¡Chuni!... Soy yo, tu mordisco terrenal. Caín: ¿Mi mordisco? Mabel: ... en este páramo celeste. Caín: ¡Mabel! Mabel: Chuni... Chuni... Caín: ¿Dónde estabas? Mabel: Atendiendo a tu madre... Caín: ¡Mamá! Mabel: Oí que estabas con alguien. Caín: Ah, era mi hermano Abel que vino a verme. Mabel: ¿Y se fue sin saludarme? Caín: No quería que lo viera la vieja... Mabel: Pero cómo es posible... Caín: Estaba preocupado, tiene un problema... Mabel: Siempre que vino a casa, lo menos que hacía era venir al cuarto a darme un beso y contarme algún chiste para levantarme el ánimo. Caín: ¿Eso te hacía? Mabel: A tu madre también... Caín: ¡¿A mamá?! Mabel: ...Cuantas veces pasábamos las horas leyendo revistas de humor. Caín: Bueno, esta vez fue distinto. Se fue sin contarles nada. Mabel: Entonces, le pasó algo serio... Caín: No, no pasó nada. Mabel: (exagerando): Me estás mintiendo. Seguro que le pasó algo al pobre inocente... le pasó algo... le pasó algo... Caín: Pero cálmate, no te pongas así...”mi mordisco” Mabel: No, no puedo calmarme hasta saber la verdad... Toda la verdad... Caín: Está bien... está bien... te lo voy a contar. Mabel: ¿Qué le pasó? Caín: Está desesperado... Mabel: ¿Desesperado? Caín: ¡Desesperado! Mabel: ¿Por qué? Caín: Se siente solo, abandonado y sin destino. Mabel: ¿Tanto? Caín: ¡Y sí... !
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Mabel: Pobrecito... Caín: Es para llorar. Mabel: ¿Pero cómo puede un hombre llegar a semejante situación? Caín: El sino... El entramado de los días...La patria. Mabel: ¿Dónde está ahora? Caín: En un colectivo. Mabel: ¿Pero vos no pudiste hacer nada para detenerlo? Caín: No pude... No pude... Mabel: No empecés... no empecés. Caín: Se fue porque no quería que la vieja sufriera viéndolo apenado. Mabel: ¡Pero qué estás diciendo! Una madre es capaz de soportarlo todo tratándose de un hijo... es como un país protegiendo a sus ciudadanos... Una madre no es lo mismo que una mujer que no ha tenido hijos... Caín: Si nosotros no los tuvimos fue por tu culpa. Mabel: Ahora nos ocupa otro problema. Caín: Las cosas se ligan... unas tienen que ver con otras... Mabel: ¡¿Quién te metió esas ideas en la cabeza?! Cada cosa es cada cosa... y tiene que estar en su lugar, si no, ¿adónde iríamos a parar?... Lo que pasa es que vos todo lo querés discutir. Caín: Hablamos para entendernos mejor. Mabel: Con vos no siento ninguna alegría de hablar... El es otra cosa... viene a mi cuarto... me levanta el ánimo... Caín: Nos complementamos: yo sostengo para que él avance. Mabel: Ahora está solo, vaya a saber dónde. Caín: Es un tormento saber que anda por ahí, a la deriva. Mabel: De esto se tiene que enterar tu madre. Caín: No pensarás contarle... Mabel: Claro que le voy a contar... Ella tiene que estar al tanto de lo que le pasa a sus hijos... (Llama)... ¡Matilde... Doña Matilde...! Caín: Mejor que no lo sepa, puede sufrir. Mabel: Ustedes los hombres, no tienen ni idea de lo que puede soportar una madre. Bien mal que conocen a sus propias madres... ¡Matilde... Doña Matilde! Entra la madre Madre: Me llamabas... Caín: ¡Mamá! Madre: Hijo querido... Mi predilecto en este huerto. Mabel: Matilde, tengo que decirle algo... Caín: ¡Por favor no, Mabel! Madre: Pero, ¿qué pasa? ¿Qué pasa? Mabel: Abel, está en dificultades. Madre: ¡¿Qué le pasa a mi hijo?! Caín: Nada, mamá... está bajo control. Madre: ¿Cómo va a estar bajo control si le está pasando algo, de lo cual, no estoy al tanto? Caín: Tuvo un inconveniente con la Negrita, pero ya se va a solucionar. Madre: ¿Sin mi consejo? Caín: No quisimos preocuparla, mamá. Mabel: No confían en nuestra ayuda. Madre: Eso no puede ser... Sería... discriminatorio. Caín: ¿Discriminatorio? Madre: Sí, discriminatorio... separado, excluido, borrado... Mabel: Viste, dijo discriminatorio. Caín: Pero no mamá. No quisimos molestarla. Eso es todo. Madre: Si frente a un problema de un hijo puedo dar una mano, ¿por qué evitarlo? Mabel: Claro, por qué evitarlo, ¿no? Silencio Madre: ¿Qué le pasó a Abel? Caín: ... Está solo, abandonado y sin destino. Madre: ¿Tan mal está? Caín: ¡Y sí...!
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Mabel: ¿Vio? Y él no quería decir nada. Madre: La culpa es mía. Seguro que hay una mancha en mi pasado que toma venganza en mi pobre hijo. Alguna mentira no confesada. Algún deseo oscuro que yo haya tratado de satisfacer sin darme cuenta, en los atardeceres de verano en el monte de nogales. Alguna sombra... ¡Ah, ¿cómo saberlo?! Si nunca tuve recuerdos... y cada día he venido a este jardín silvestre para borrar el anterior. Seguramente habré visto algo que no debía mirar... Un detalle. Seguramente que se trata de algo mínimo... Para reparar lo que fuera, lo mejor es que empiece por lo más evidente: esposo mío, perdón... perdón... Mabel: ¡Matilde! Madre: Es seguro que los males de los hijos son por los pecados de los padres... Ergo... soy pecadora. Caín: ¡Mamá! Madre: ¡No me detengas! Volveré a mi cuarto... Inventaré la memoria para recordar el pecado... y la religión para expulsarlos. La Madre sale Caín: ¡Cagamos! Ahora mamá se va a conectar con la culpa. Mabel: Algo va a inventar. Caín: A veces no está bien contarse todo entre íntimos. Mabel: Vos lo decís porque querés que la mentira se mantenga siempre viva. Caín: Es por piedad. Mabel: Cuando le pasa algo a un ser cercano, es como si le pasara a uno mismo. Caín: Entonces te cuento... te cuento lo que le pasó a Abel. Mabel: Es lo que estoy esperando. Caín: Mirá que es algo duro, difícil de soportar. Mabel: Lo que sea... contame lo que sea. Caín: Abel se separó de la negrita. Mabel: ¡No! Caín: Sí. Mabel: Pero, ¿ cómo pudo pasar una cosa así? Caín: Inimaginable. Mabel: Contá... contá... Caín: Llegó a su casa y le pidió a la negrita que pusiera un poco de música Mabel: ¿A la negrita le pidió eso? Caín: Sí. Mabel: ¡No! Caín: Sí... Mabel: Evidentemente no tienen los mismos gustos. Caín: Ahora están separados. Mabel: Separados, ¿de qué? Caín: De todo. Ella se fue con los chicos hacia una dirección incierta... De aquí en más cada uno por su camino... Mabel: Una tragedia. Caín: Un desastre. Mabel: Pero, ¿cómo es posible que pase una cosa así? Caín: Pasó. Mabel: ¡Qué desgracia... qué desgracia! Caín: Y sucedió, se puede decir, en nuestra propia casa. Entra la Madre Madre: ¡Ahora lo sé! Fue cuando realizaba mis estudios que sucedió. En aquel tiempo yo era joven y revoltosa. Todas las tardes iba detrás del maestro, que en voz alta dictaba su lección, mientras paseábamos por el jardín... y nos desviábamos entre matas y senderitos... ¡Qué gloria!... La adolescencia y la sabiduría en constante intercambio. En uno de esos días cometí un exceso: con un alfiler de gancho, le pinché la nalga al maestro... y después negué, negué... Mi pecado fue no pedir disculpas y correr por el parque, en donde los manzanos me tentaban con sus frutos maduros. Por suerte, ahora que lo sé, puedo reparar aquel mal. (Toma el teléfono)... Hola... Sí, soy yo... ¿Cómo quién?...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Matilde... Matilde, aquella niña pícara, que ahora reconoce todo el mal que desencadenó en su adolescencia... ¿Cómo que no te acordás de mí? Es imposible... estábamos solos en este jardín... Además del que luego fue mi esposo, claro... ¡El mismo!... Entonces, ¿empezás a recordar?... Sí, es de la época feliz que te estoy hablando... ¡Y cómo nos divertíamos!... Trepábamos los castaños, y dormíamos la siesta debajo de la higuera... Todo era posible, porque nada se había hecho... Fue esa noche que te pusiste la barba blanca cuando se empezó a podrir todo...¡Qué no puede ser!... Si te vi con mis ojos... Me asusté aquella noche y fue ese miedo, seguramente, el que empujó mi mano para pincharte con un alfiler... ¿Qué nunca usaste barba?... Entonces, ¿quién se puso aquella barba blanca?... ¡Mi marido!... ¿Te parece?... Y claro, él siempre estuvo celoso de vos... Claro que todo sería distinto si me hubiera guiado por tu consejo y no me morfaba la manzanita... Pero lo hecho, hecho está... No, perdoname, no era mi intención hacerte llorar... No llores... no llores...¿Estás mejor?... No sabés, no sabés cuánto me conmueve tu sensibilidad. Sensibilidad... ¿Cómo?... Mirá, yo pensé que con vos se podía hablar de cualquier cosa... ¿Por qué te llamé? ¡Ah, sí!... Quería pedirte que me perdones aquella travesura... No, no importa que haya pasado tiempo... la falta sigue. Sí, sí, yo estoy arrepentida... Entonces, ¿no me guardás rencor? No sabés cuánto aprecio ese gesto... Claro que seguiremos siendo amigos... Seguro que te vuelvo a llamar... ¡Que te vaya a visitar!...Me es imposible... mis hijos... sus esposas... ¿Más adelante?... Sí, más adelante... ¡Qué lindo es oírtelo decir!...Seguro que te vuelvo a llamar... Me siento como aquella niña pícara... Hasta pronto... Tu voz, siempre tuve debilidad por tu voz... (Deja el teléfono) ... Ahora podemos estar tranquilos. Mi hijo Abel no seguirá sufriendo. Caín: ¡Mamá! Madre: No digas nada, hijo querido... No digas nada. La Madre sale Mabel: ¿Ves cómo se arreglan las cosas? Caín: ¡Qué entereza de carácter! Mabel: Atributo de mujer... Caín: Estoy asombrado... ¿Cómo decirlo?... Emocionado y avergonzado. ¿Cómo pude dudar de la entereza de mi propia madre? Mabel: De dudas resueltas se va haciendo el camino. Caín: ¡Y sí... ! Mabel: Ahora descansá... Descansá, como los niños satisfechos después de amamantarse. Mabel sale Caín: ... Hoy mi vida ha cambiado. Ahora comprendo la naturaleza profunda de la mujer. Ya lo decía el filósofo: “En los grandes momentos se entienden las pequeñas cosas”... ¿O era al revés?... ¿Cómo era aquella frase?... Aquella frase... Entra Abel Abel: ¡Caín! Caín: ¡Abel! Abel: Me pasó algo extraordinario. Caín: No me lo cuentes. Abel: Cómo que no, si vine corriendo para eso. Caín: Tengo algo que decirte antes de que me hables de cualquier otra cosa. Mamá lo supo... y lo entendió... ¿Te das cuenta lo que significa? ¿Te das cuenta, lo maravilloso que es la naturaleza de la mujer?... Entiende, sin mayores esfuerzos... ¡Esa es nuestra madre! Abel: ¿Lo entendió todo? Caín: Sí... Abel: ¿Sin dolor? Caín: Con redención. Abel: ¡Qué alivio! Caín: Es para no creer, ¿no? Abel: Me dan ganas de llorar... Caín: ¿De nuevo?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Abel: Sí, pero ahora de alegría... Caín: Pero contame, ¿qué pasó que volviste corriendo? Abel: Fue algo extraordinario... Cuando salí a la calle iba entristecido caminando lentamente hacia la esquina. Una señora que ya había cruzado la calle se volvió para decirme: “Levante la cabeza , mi amigo”. Me lo dijo con una sonrisa en los labios, y al instante, me di cuenta que estaba caminando con la cabeza gacha. Caín: No hay duda, no hay duda... La mujer también es un ser humano. Abel: Ahí, recién empieza la cosa. Caín: Te escucho... te escucho con atención. Abel: Cuando ya estaba en la esquina, a los cuarenta y tres segundos exactos llegó el colectivo. Se detuvo junto al cordón para que subiera. El chofer, gentilmente, me preguntó hasta dónde iba. Como le contesté que quería ir al río, enseguida comprendió que mis necesidades no eran de traslado. Para que el diálogo fuera espiritual y profundo detuvo el colectivo en mitad de cuadra. Los demás pasajeros enseguida comprendieron... Caín: ¡Qué bien... qué bien! Abel: Les expliqué exactamente lo que me había pasado, lo mismo que te conté a vos, que llegué a casa y le pedí a mi Negrita que pusiera un poco de música humana. Caín: Después de todo, ¿quién no ha escuchado de vez en cuando un poco de música? Abel: Eso dijeron algunos pasajeros. Caín: Entendieron... Abel: Como si les estuviera pasando a ellos mismos. Caín: ¿Y entonces? Abel: Le pedí al colectivero que siguiera su ruta...no era cuestión de que por mí culpa esa gente que viajaba en el colectivo llegara tarde a sus citas. Después de todo era un viaje de línea, no un viaje de placer. Caín: Pero por supuesto... Abel: Entonces, una ancianita, me pidió que me sentara junto a ella... Tenía algo que decirme, dijo. Los demás volvieron discretamente a sus asientos; uno de ellos se puso la gorra. Caín: ¿En el colectivo? Abel: Un detalle que se le escapó... Caín: Pero, ¿qué dijo la viejita? Abel: Estaba preocupada por la separación. Caín: No es para menos. Abel: Me contó que en su familia hubo un caso similar al mío en generaciones anteriores. La experiencia fue muy dolorosa y sentó precedente. Desde entonces, todos los miembros de su familia, se dedicaron a enseñar a los jóvenes que las uniones son para siempre. Caín: ¡Qué nobleza... qué nobleza! Abel: No pude evitar que la desazón me oprimiera el pecho y lloré... lloré. Caín: Yo... yo... ¡Y sí...! Abel: El colectivero, para distraernos un poco de tanta emoción familiar, propuso que fuéramos hasta el Pensionado de la Misericordia, en Azcuénaga y Peña. Caín: ¿A qué? Abel: Por ese barrio vivía su madre... Caín: ¡Ah! Abel: Siempre que está desalentado vuelve a ese lugar, dijo. Además, en el pensionado de la Misericordia fue donde se perdieron los cuadernos de Juan Bautista Alberdi, agregó. Caín: ¿Qué cuadernos? Abel: Aquellos en donde escribió sus sueños durante cuarenta años. Caín: ¡Cuarenta años escribiendo sus sueños! Abel: ¡Imaginate! Caín: ¡Las cosas que habrá escrito! Abel: Todo. Caín: Los chistes que ocultaría...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Abel: Imaginate. Caín: El inconsciente de la Patria. Abel: ¡Y sí...! Caín: Menos mal que se perdieron. Abel: ¿Te parece? Caín: Claro, así nos queda sólo la conciencia. Abel: Nada. Caín: ¿Nada? Abel: ¡Y sí...! De qué nos sirve la conciencia, si se nos perdieron para siempre los sueños de la patria! Caín: ¿Y el colectivo? Abel: Siguió su marcha... La viejita me daba con el codo para que entendiera que nuestra complicidad era total... Un señor, supongo que para alentarme, me guiñaba un ojo a cada rato... y las muchachas pestañeaban cada vez que las miraba. Caín: ¿Te hacían caiditas de ojos? Abel: Sí... eso. Caín: ¡Siempre supe que eras un gran seductor! Abel: ... Agarramos por cortadas y callejuelas, que iban a las avenidas... y sin darnos cuenta llegamos al río... embriagados de fervor colectivo. Caín: En esos casos silencio. Abel: Sí, silencio. Silencio Fue el chofer el que propuso que todos juntos tomáramos aire fresco cerca del río, para disfrutar a pleno esa noche Argentina. Caín: El gran Río de la Plata, siempre motivo de inspiración... de poetas y políticos. Abel: Se escuchaba una música. Caín: Seguro... algún pescador melancólico. Abel: Era una mujer, que sola en la orilla, miraba hacia las profundidades... oscuras. De su cassettera emanaba una música... humana. Caín: “Profundidades... oscuras” Abel: ... Corrí, corrí desesperado porque estaba seguro que era ella: mi Negrita. “La Norma”. Nos abrazamos fuerte y después nos miramos... Era ella... por suerte era ella. Caín: Menos mal que no fue una intuición equivocada... Abel: Lloraba. Caín: ¡Y sí...! Abel: ... Me pidió perdón... me pidió perdón de todas las maneras posibles... Y me dijo que me iba a dejar escuchar música cada vez que quisiera... que ella misma ya no iba a poder vivir sin música... humana. Caín: Para, viejo... ¡Pará! Abel: ... Ahora está en casa haciéndole una sopita a los chicos. Caín: No sabés cuánto me emociona todo esto... Me emociona hasta el descontrol. Abel: Lástima que se tuvo que enterar la vieja. Caín: Le vino bárbaro. Se sacó una mancha de encima... Abel: Tendría que entrar a verlas... a tu mujer también... y contarles un chiste para levantarles el ánimo. Caín: Andá. A ellas les gusta escuchar tus chistes. Abel: ... Y a vos, ¿cómo puedo agradecerte que me hayas bancado tanto? Caín: Por favor... Es lo de menos. Abel: Y... lo menos a veces es lo más. Caín: La vida. Abel: Claro, si no, ¿en dónde? En 198I, ya conformados los equipos de trabajo para la realización artística de Teatro Abierto, me encontraba asignado al proyecto como autor, pero sin obra y sin director. Recorriendo el mapa de autores y directores nos encontrábamos con grandes ausencias, lo que alteraba el propósito inicial de incluir a todos los que quisieran participar. Esta situación era más notoria en cuanto a la inclusión de actores,
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Obras de Teatro Elio Gallípoli escenógrafos y técnicos. Uno de esos grandes ausentes era Alberto Ure. Ante la vacante existente se iniciaron arduas gestiones para que fuera convocado, lo que creó la feliz circunstancia de que pudiera trabajar con él. El hecho de que no hubiera obra escrita, nos daba a Ure y a mí, la posibilidad de intentar una experiencia artística de una mayor integración estética. Entonces, además de escribir una obra debía tener en cuenta la estética de un director. Lo más adecuado para la ocasión era concebir un material cuasi poético, que no condicionara ninguna direccionalidad escénica y a que a la vez no limitara mi expresión. Los actos, aparentemente, conforman la historia, pero poco nos ocupamos de los sucesos del pre-acto, de los modos de pensamientos que los determinan. En las circunstancias que vivíamos era inaceptable una complacencia con el gobierno de facto, un gobierno que se creyó fundante, cuando en realidad, lo único que intento hacer fue cortar de cuajo cualquier diferencia que se opusiera a su modo de ver las cosas. Pensando en un acto primero que fuera significante de esta cadena de conductas políticas arbitrarias, me vino a la mente el asesinato de Abel, en manos de Caín. Pensé que era posible tomar el Génesis en un sentido ontológico y concebí una especie de relato paródico con elementos de ese texto y de la realidad cotidiana. Así, guiado por esas sensaciones, fui escribiendo “¡Y sí...!”. La lectura de Ure del material lo llevo a poner en escena como suceso, o acto original, el 17 de octubre del 45, lo que le daba al material una ubicación política contundente en el escenario y en lo dramático. De Ure, como consecuencia directa de su concepción escénica, surgió la propuesta de cambiar el título preexistente por “El I6 de Octubre”. Cosa que acepté inmediatamente porque se adecuaba mejor a ese espectáculo y no alteraba en nada el sentido de la obra. ******* LA ÑATA CONTRA EL TIEMPO Presentada en Teatro Abierto 82 como “ Varón V.” REPARTO: TOTO......................Roberto Rego ROLO......................Héctor Nogués LÓPEZ....................Maximiliano Paz MORALES.............Hernán Zavala MIRTA....................María Elena Mobi SUSANA................María Julia Moreno RAMÓN.................Carlos March MOZO....................Enrique Latorre Escenografía: René Langlois Coreografía: Lulio López Asistente: Carmen Fernández DIRECCIÓN Alberto Ure Interior de un bar de la calle Corrientes. El salón está vacío. Sólo queda un cliente en la barra, cerca de la caja, conversando con el dueño del bar. Al fondo se ve un mozo que termina de cambiarse para salir. El lavacopas dormita de pie apoyando la cabeza en los brazos que descansan sobre el mostrador. Es de madrugada.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Toto: ¡Che, Rolo! ¿Qué calle es esa? Rolo: ¿Cuál? Toto: ¡Esta!... La que pasa por delante del boliche. Rolo: ¡La calle que pasa...! No me jodás, ¿querés? Toto: ¡En serio...! ¿qué calle es? Rolo: ¡Dejate de hinchar!... Hace más de diez años que te tengo todas las noches aquí metido... y me venís a preguntar que calle es... ¡Haceme el favor! Toto: Necesito oírlo de alguien... dale, ¿qué te cuesta? Rolo: ¡Vos me estás cargando! Toto: Para nada, Rolo. Te lo pregunto en serio... Estoy tratando de ver... Rolo: ¿Qué es lo que querés ver? Toto: A veces me confundo... ¿A vos no te pasa? Los recuerdos se me embrollan y entonces necesito parar... parar y ver. Rolo: ¿Ver qué? Toto: Donde estoy parado. Rolo: Vos nunca estuviste parado... tenés el culo pegado a la banqueta. Toto: Dale, Rolo... ¿qué calle es? Rolo: (después de un momento): ¡Corrientes! Toto: Eso es... Gracias por decirlo, Rolo. ¡La gran calle Corrientes! Silencio Rolo: ¡Estás loco! Toto: No... Rolo: Sí, estás loco. Bien loco. Toto: Te digo que no. Rolo: Entonces, ¿qué te pasa? Toto: (incómodo en el asiento): Nada... nada... Es este silencio... ¡Qué la calle Corrientes esté silenciosa es raro, ¿no?! Rolo, con gesto de desplante se aparta de Toto. Se dirige a una dependencia interior del bar. Al pasar junto a Ramón le da una palmada Rolo: ¡Despabílate, jetón! Ramón: ¡¡Eh!!... No hice nada... Yo no hice nada... El Mozo se ríe de la reacción de Ramón Mozo: Vas a dejar un lamparón en la madera... Ramón: ¡Andá a cagar! Indiferente, se vuelve a acomodar sobre el mostrador en la misma posición, como queriendo volver a atrapar la imagen del sueño ¡Moria!... El culo de Moria... Mozo: ¡Y sí...! Seguí soñando... Toto: ¿Qué le pasa? Mozo: Se pajea con el mostrador. Toto: Y bueno, che. Cada uno se relaciona con dios de la manera que puede. Mozo: Va a terminar marmota de tanto imaginarse el culo de Moria. Toto: Y a vos, ¿qué te jode su imaginación? Mozo: ¡Má sí! Por mí que reviente. Rolo vuelve al mostrador, frente a la caja Toto: ¡Che, Rolo! ¿Los lugares cambian para voz? Rolo: Cambian y no cambian... Las calles son siempre las mismas calles... donde hay un árbol siempre hay un árbol... ¡Pero mirá las cosas que me haces decir! Toto: Cambian... hay lugares que se ven distintos. Por ejemplo: si ahora ponemos un tango, en vez de alegrarnos nos espanta... ¿Te diste cuenta de eso? Rolo: Hay que calmarse, viejo... Tomar las cosas como vienen. Toto: Sí, como vienen... Con un dedo dibuja un arabesco en el aire Rolo: Y bueno, ¿qué querés que te diga? Toto: Nada. Vos, Rolo, no tenés que decir nada... El Mozo está mirando a Rolo del otro lado del mostrador Mozo: ... Me voy. Rolo: Chau, hasta mañana.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Mozo: Le pedí algo... ¿o ya no se acuerda? Rolo: ¡Ah, sí! Cómo no me voy a acordar. Mozo: Bueno... Deme el adelanto. Rolo: Sí, claro... Pero decime, ¿no te alcanza la propina para ir tirando? Mozo: Si le pido algo sé porque lo hago. Rolo: Yo lo digo para que cobres el sueldo todo junto... Mozo: Necesito plata. Rolo: Está bien, está bien... Saca un fajo de billetes de la caja y los cuenta ostensiblemente, luego los vuelve a poner en la caja No tengo. Mozo: ¿Cómo que no tiene? Rolo: Mañana me entra la tarjeta... y no me alcanza. Mozo: Pero esa es guita del negocio... se hizo con mi laburo. Rolo: ¡Mi laburo! Aquí tu laburo es lo de menos. Además, mirá negro: yo no tengo ninguna obligación de darte guita adelantada... Mozo: Sos un hijo de puta. Tenés la guita en la mano y me la estás negando. Rolo: No me insultes. Cuidadito, ¡eh!. Por menos de eso a más de cuatro los dejé sin laburo. Mozo: Pero andá a la puta madre que te remil parió, gallego hijo de puta. Toto: ¡Eh, pará la mano, negro!... El Rolo no es ningún gallego... es argentino. Mozo: ¡Má qué argentino ni gallego!... Si este hizo la guita laburando de mozo en Nueva York... y ahora es un resentido... Rolo: Bueno, acabemos con esto, che. A ver si en serio te tengo que dar el vionde. Si querés guita vení mañana y hacé más propina. Mozo: ¡Remedios te vas a comprar por no darme el adelanto! Rolo: ¡”Finíshila”, che! Mozo: Seguro que me voy a arreglar, no te preocupes. De algún culo va a saltar sangre. Rolo: ¡Tomátelas! El mozo se dirige a la salida Toto: ¡Negro! Mozo: ¡Qué? Toto: El Atlético de Tucumán nunca va a salir campeón del Nacional. Mozo: (mientras sale): Y a mí que mierda me importa. Toto: (levantando la voz): En serio, negro. Nunca van a salir campeones... El Mozo sale. Toto, después de un momento, como para decir algo se dirige a Rolo: Este sí que no tiene problemas, se gana la propina y todavía pide adelanto. Rolo: Lo que me da bronca es que viene a pedirte adelanto y todavía te mira torcido. Toto: ¿Te mira torcido? Rolo: Sí, te mira torcido. Toto: Ni me di cuenta. Silencio Así que el tucumano cuando pide adelanto mira torcido... ¡Qué negro hijo de puta! Rolo: Bueno, córtala. Toto: Vos dijiste que el negro mira torcido... Rolo: Sí, pero ya está. Basta... Terminá ese vino de una vez y vamos todos a dormir. Toto: Para, Rolo... ¿qué apuro hay?... La noche recién empieza. Rolo: Que va a empezar si ya está por amanecer. Toto: ¡Y qué hay! Esto todavía se puede llenar de gente. Vos sabés como es la calle Corrientes... Rolo: Vamos, vamos a dormir.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Toto: Además... Soy el cliente. Creo que merezco un poco de respeto, ¿no? Rolo: ¡Cliente vos! Venís a las seis de la tarde, pedís un vino y te dura hasta la madrugada. Toto: ¿Y los amigos que vienen a charlar conmigo? Bien que con ellos cubrís los gastos fijos del boliche. Rolo: Hace rato que nadie viene a charlar con vos. Toto: Tiene razón el tucumano... sos una mierda. ¿Cómo podés negar lo que yo soy en este boliche? Después de todo si los amigos no vienen... Rolo: ¡Por algo será! Toto: ... Ya van a aparecer... Vas a ver, van a aparecer... Rolo: Dale, terminala y a dormir... Manipula unos papeles al tiempo que se dirige a Ramón Ramón, despertá que tenemos que irnos. Ramón se recompone para dirigirse a una dependencia interior del bar Toto: ... Fredy y Lacorte, no. Ellos ya no van a venir. Rolo: ¿Qué decís? Toto: Nada, nada... ¡La gran calle Corrientes! Eso es... Canturrea el verso de un tando: “Dolor, color, circo querido”. Rolo: ¡Pero acabala, querés! Toto: (en un susurro): Fredy y Lacorte... (enfático):¡La gran calle Corrientes! (normal): Un país... Vivimos en un país, ¿no? Rolo: ¿Qué te parece si la seguimos mañana? Toto: ¿Mañana?... Es ahora que hay cuerda para seguir... Se escucha el sonido de un coche que se detiene en la calle Rolo: La puta madre que lo parió... A vos, que no terminás nunca ese vino, y a mí que siempre me engancho... Toto: ¿Y ahora qué te pasa, Rolo? Rolo: Nada, nada... Se pone en movimiento ¡Ramón! Después de un momento, Ramón aparece y se queda parado en la puerta de la cocina esbozando una gran sonrisa, tratando de ocultar con las manos su sexo erecto Ramón: ¿Qué pasa? Rolo: Apagá la máquina... Aquí no hay más café. Ramón no se mueve Despabílate, ¿querés?! Ramón: Sí, sí... apago la máquina y no hay más café. Ramón vuelve a la cocina. Rolo junto a Toto Rolo: ¡Y dale! Mándate el sorbo del estribo... Toto no le presta atención. Está ocupado en mirar hacia fuera, donde se vislumbra la presencia de gente Toto: Gente, Rolo... ¿Ves como siempre hay alguien que viene? Gracias a Dios, todavía, un poco de gente... Rolo: No te dije... No te dije que había que irse. Entra López y después Morales Morales: Parece que están por cerrar. López: Ahora está abierto. Decile a las chicas que vengan. Morales: Están en que no quieren perder tiempo... López: “Están, están...” Morales: Es lo que dicen... López: Están en lo que yo quiera. Agradecida tienen que sentirse de que las haya elegido... Morales: (después de mirar el lugar): ¿Y qué vamos a hacer aquí? López: Tomamos unos copetines... nos divertimos un poco y después seguimos. Morales: La rubia dice que está apurada. López: Me parece que te preocupás demasiado por lo que les pasa a esas tipas. Morales: Trato de entenderlas... escucharlas. López: ¡Haceme el favor!
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Morales: Uno nunca sabe que le puede pasar con una mina... López: Andá a avisarles que bajen. Morales: ¿Y si no quieren venir: López: Si no quieren venir, que esperen en el coche... Andá. Morales sale. López entra al salón Toto: (comedido): Buenas noches. López: Buenas noches. Rolo: Estamos por cerrar... Ya se apagó la máquina y no hay más café. López: ¿Y quién le dijo que quiero café? Rolo: (pusilánime): Bueno... es para que sepa. Usted puede pedir cualquier cosa... menos café. López se acerca a una mesa y se detiene para encender un cigarrillo. El encendedor y el atado los pone sobre la mesa. Se instala. Por un momento se entretiene tamborileando con los dedos. Deja de tamborilear y canturrea: López: Buenos Aires, la reina del Plata Buenos Aires mi tierra querida... Pasa un dedo por la mesa Che, esta mesa está sucia. Es una mugre. Rolo: (instantáneo): Ramón, pásale una rejilla... López sigue canturreando mientras Ramón, cansinamente, pasa la rejilla por la mesa López: ... Escuchá, mi canción que con ella va mi vida.. Ramón: Permítame, señor... López : (recostándose en la silla): Haga, che. Ramón termina de pasar la rejilla. López saca un billete importante y se lo da de propina Tomá, agarrá... Ramón: Gracias, señor... Ramón se aparta. López vuelve a tamborilear sobre la mesa Toto: (tratando de entablar relación): Es un boliche de mierda... Lo único, que está abierto hasta tarde. López: Si está abierto hasta tarde es un buen boliche. Toto: Claro... Siempre queda la esperanza. López: La esperanza no necesita de nosotros. Toto: No, por supuesto... No la imagino conmigo... Me da gracia de sólo pensarlo. Toto, por un momento, es como si se riera de su propio dicho López: ¿Qué está tomando? Toto: Vino. López: Pídase otro. Toto: Bueno, si invita... (a Rolo): Un vino, Rolo. Sigue en complicidad con López Este sí que riega la esperanza... Contá, Rolo... Contá como aprendiste a apretar el mango. Rolo: ¡Acá tenés tu vino! Toto: Gracias, Rolo. Rolo: Agradecé al señor que te invitó. Toto: (esboza un brindis con López): ¡Salud!... La próxima vuelta es mía. López: Tome tranquilo... Conmigo no son necesarias las retribuciones... Silencio. Toto toma su vino y chasquea con los labios antes de decir: Toto: “Es un boliche de mierda”...¿Cómo seguía?... ¡Ah, sí!... “lo único que está abierto hasta tarde”. Se queda rumiando. Entra Morales con Mirta y Susana Morales: ... Tomamos una copa y seguimos viaje. Mirta: Si sabía que eran de tantas vueltas no hacía ningún arreglo con ustedes. Morales: Es un momento, che. Susana: Vamos Mirta... hasta puede ser agradable. Morales: ¡Claro que sí!
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Mirta: Los momentos agradables me los quiero elegir yo misma... Morales: Pará... Párala con los caprichos, ¡eh!. Mirta: Vamos a ver si esto lo tienen en cuenta en el momento de los billetes. Morales: Che, ni que fueras una máquina de calcular... López: (desde la mesa): ¿Por qué no vienen a sentarse? Morales, Mirta y Susana se instalan en la mesa de López Susana: No está mal el lugar... Lástima que no tenga un poco de música. Mirta: Será que los señores sólo quieren conversar. López: Seguro que vamos a hablar. Morales: No sabés... no sabés las historias que se podrían contar desde esta mesa. Mirta: (desafiante): Me encantan las historias... Cada vez que un hombre me cuenta una historia... se me deshace la pelvis de emoción. Susana: ¡Mirta! Mirta: ¿Qué, dije algo malo?... ¿No les parece gracioso que la pelvis se emocione? López: Es gracioso... muy gracioso... López se queda con la mirada perdida. Silencio Susana: Fijate si en tu cartera tenés un poco de brillo... Mirta busca en su cartera y le da un lápiz labial. Susana se pinta los labios. Rolo, ya está junto a la mesa para hacer el pedido Rolo: ¿Qué van a tomar? López : (a la mesa): ¿Qué les parece si seguimos con el champagne? Morales: (a Las chicas): Pero esta vez se lo toman de verdad... Susana: (en postura): Para mí total... López: (a Mirta): ¿Y vos? Mirta: (también en postura): No hay nada como el champagne... Me encanta... Me encanta... Me encantan las burbujitas... ese saborcito que se parte en la boca... López: (a Rolo): Traiga una botella de Barón B, y ponga otra a enfriar. Rolo: ¡Barón B! López: Sí, ¿qué pasa? Rolo: Esta casa no trabaja esa bebida. López: ¡Ah, no! Rolo: No. López: Entonces, ¿qué nos puede ofrecer? Rolo: Tengo vino blando, whisky nacional... importado. Mirta: Si no hay champagne, a mí que me traiga una menta. Susana: ¿Cómo vas a tomar menta? Hace mal al hígado... Mirta: Lo único que me hace mal al hígado son algunas posiciones... Susana: ¡Mirta! Mirta: ¿Qué pasa? ¿Qué dije de malo ahora? Susana: Nada, nada.. Silencio Rolo: ¿Qué les parece whisky? Morales: (a las chicas): Pero un whisky en serio, para que lo tomen de verdad... Susana: (en postura): Para mí, total... Mirta: (ídem.): No hay como el whisky... Me encanta... me encanta... Me encanta ese sabor seco que se parte en la boca... Morales: (a López): ¿Qué les pasa a estas? López: Se portan bien... son educadas. Rolo: Entonces, ¿qué les sirvo? López: ¡Barón B! Rolo: Pero señor, ya le dije que no tengo... Yo lo complacería con gusto pero no puedo... López: ¿En serio me querés complacer? Rolo: Figúrese...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli López: Entonces es muy simple... Te tomás un taxi y te recorres Buenos Aires hasta que encuentres un boliche que te preste dos botellas de Barón B. Rolo: Eso no puede ser... Yo soy el dueño de este lugar. López: ¿Y qué hay? Rolo: Imagínese... No puedo abandonar el negocio. López: Yo te lo cuido mientras estés afuera... Saca dinero, en cantidad suficiente, como para que Rolo Cambie de opinión Rolo: (mirando los billetes): ¿Le parece? López: Claro que sí... Agarrá la plata y apurate. Rolo: (decidido): ¡Ramón!...Atendé a los señores que yo enseguida vuelvo. Rolo toma los billetes y sale Toto: ¡Eh, Rolo! ¿Adónde vas? Rolo: Vos callate... Termina de salir. Morales ríe Toto: ¡Qué boludo! Me podía haber pedido a mí que haga el mandado... Si estoy al pedo... López: (amable): Usted disfrute de su vino... Toto: Sí, sí... Silencio Susana: Acompáñame al baño... Susana y Mirta se ponen de pie Mirta: Permiso... Mirta toma del brazo a Susana y van al baño Toto: ... Pero mirá vos a este atolondrado de Rolo... Y hace un momento quería cerrar el boliche... Me quería negar que la calle Corrientes sigue siendo espléndida... sorprendente... López: ¡La misteriosa Buenos Aires! Toto: Espléndida a toda hora de la noche. López: Se ve que usted, sí sabe. Toto: No tiene idea... no tiene idea de cómo tengo metida esta calle en el “cuore”... Pero... no sé. Ustedes por ahí tienen que hablar... y yo... y yo los molesto con la “lata”. López: Usted no molesta. Toto: Vió que raro... las minas de los boliches, siempre se acompañan al baño... Morales carraspea. López saca unos papeles y se enfrasca en ellos. Toto se da por aludido y se queda callado. López vuelve a guardar los papeles López: (en conversación con Morales): ...Se abrió con Celulosa en alza. Vendimos. A la hora estaba un veinte por ciento abajo. Compramos. Y apenas cinco minutos antes de que suene la campana estábamos un diez por ciento arriba de la apertura. Volvimos a vender. Ahí nomás tomamos posición en Alpargatas que promete el mismo trámite para mañana... Una rueda de antología, hermano. Morales: Eso es mucha guita, ¿no? López: Un montón. Tanto como para cerrar cuatro cabarets... comprar cien trajes... quinientas camisas... pagar unas cuantas comidas en un buen restaurante... Esto sin contar lo de ayer, ni lo de mañana. Morales: Usted es un maestro... ¡Qué muñeca! López: Estoy ahí. Morales: La informática. López: ¡Qué informática! La década de oro para los negocios. Mano firme para manejar plata gorda... Toto: (comedido): Cuestión de cábala. Morales: ¿Qué dice? Toto: La Bolsa... la intuición... el azar. El capital que va y viene sin depender de nada... La fluctuación de la vida. López: ¡Ah, no viejo! No me venga con complicaciones sobre la vida. Toto: Poder leer entre líneas es una virtud... una filosofía... Costumbre... Silencio
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Ciclos... Ciclos que suben y bajan arrastrando a generaciones enteras... La cuestión es como evitar el destino del zanjón... la ausencia... el vacío... Silencio La historia... es una ola muy grande... llega hasta la playa, deja su mierda y se vuelve al mar... López: Pero, ¡vamos amigo!. No se ponga de ese modo... Festeje con nosotros. Toto: ¿Y qué festejamos? López: Un día más en Buenos Aires... con nosotros... que ya llegamos a los cuarenta y todavía seguimos vivos. Toto: ¿Vivos? López: Sí, vivos... Vivos en este maravilloso País que nos da tantas posibilidades... Una rueda en la Bolsa... noches de cabaret... dólar... plazo fijo... mordidas a granel... Toto: Es cosa de guita... López: La guita protege, resguarda... hace que el mundo camine. Toto: Pero no sirve para acabar con el miedo, con la humillación, ni con las guerras... López se mueve inquieto en la silla Morales: Tome su vino, amigo. Toto: ... La guita no evita la injusticia. Morales: Está bien, está bien... No se ponga en zurdito. Toto: Estamos hablando, nomás. Morales: ¿Y a quién le interesa hablar? Toto: ¡A mí!... Por eso vengo al boliche... Morales: ¡Boludeces! Está diciendo boludeces... Toto: Señor, yo soy una persona respetuosa... Y no ofendo a nadie diciendo lo que pienso. López: No ofende a nadie, no molesta a nadie, no es nadie... (a Morales): Decíle a ese que nos traiga algo de tomar. Morales: ¡Eh, mozo! Ramón se acerca a la mesa Ramón: ¿Qué pasa? Morales: Traé algo para tomar. Ramón: ¿Qué? Morales: Un vino... Traé un vino blanco. Ramón se aparta. Mirta y Susana salen del baño y vuelven a la mesa Mirta: ... Te digo que es la mejor posición. No te toca nada y la sentís toda. Si te ponés así... Arma una figuración con sus manos ... no sentís nada y te duele todo... Se instalan en la mesa ¿Nos extrañaron? Morales: Por supuesto. Susana: Mentiroso. Mirta: (querendona): ¡Papito! Morales: Salí, salí... Mirta: ¡Ah, pero que arisco que había resultado! Morales: No jodás... no jodás... Susana: Che, es un mimo... Sólo te está haciendo un mimito. Morales: No es momento... no es momento. Mirta: ¡Duro! Susana: Así son... cuando una se quiere acercar ellos te rechazan... López: Hay modos y modos. Mirta: ¿De qué? López: De acercarse. Mirta: ¡Ah! Silencio. Ramón llega con el vino y comienza a servir Ramón: ¿A ellas también les sirvo? López: Pero claro... Son nuestra homenajeadas. Morales: ¡¿Qué te pasa?! ¿No sabés atender una mesa con señoritas? Ramón: Soy lavacopas... no mozo. Morales: ¡Ah!
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Ramón termina de servir y se queda mirando a Susana Morales: ¿Qué les parece si hacemos un brindis? Susana: (en postura): Sí, sí... hagamos un brindis. Mirta: (ídem.): Adoro los brindis... Ese sonido cuando los cristales chocan entre sí y hacen clin...clin... Morales: ¡Por la oscuridad! López: ¡Salud! Morales: (a las chicas): Y esta vez lo toman... me lo toman de verdad. Susana: Siempre tomo de verdad. Mirta: ¡Qué gracioso! Silencio Bueno... aquí estamos. Morales: Sí, aquí estamos. Silencio Mirta: Ya brindamos... ¿qué esperamos para irnos? López: El champagne. Susana: Claro, todavía falta el champagne... Silencio López: ¿Por qué no se cuentan algo? Mirta: ¿Qué? López: Por ejemplo: a qué se dedican cuando no trabajan... ¿qué piensan? Susana: Pensamos de todo... López: ¿Qué es de todo? Mirta: Ah, bueno. Entonces le cuento... La vida es maravillosa, es el don más preciado que tenemos. Todos los días nos enfrenta a una experiencia nueva, a una aventura... Yo nunca miro los problemas con mala cara: los resuelvo... Siempre hacia delante... como si el atrás no existiera. El atrás no existe... Ríe... En eso soy sanita, sanita... Le agradezco al cielo por haberme evitado el dolor de atrás... Susana: ¡Mirta! Mirta: ¿Qué dije ahora? Susana: Nada, nada... Mirta: El señor quiere saber... y yo le cuento. ¿Lo hago bien? López: Muy bien... muy bien... Por un momento mantiene en suspenso a la mesa, luego llama a Ramón ¡Nene! Ramón se acerca a la mesa Ramón: Sí, señor. López: ¿Cuál te gusta? Ramón: ¿Qué cosa? López: ¡Las señoritas! ¿Cuál te gusta? Ramón: ¡Ah, las señoritas!... son muy lindas... están muy bien... López: ¿Cuál te gusta para vos? Ramón: ¡¿Para mí?! López: Sí, no te hagas el boludo. Ramón: (después de un momento señala a Susana): Ella. López: ¿Y te gusta mucho? Ramón: (con una sonrisa tensa): Me encanta... Susana: Sería mejor que te vayas a limpiar el piso... Ramón: Yo sabía... yo sabía que la señorita se iba a enojar. López: Como si nada hubiera pasado ¿Cuál te gusta? Ramón se queda paralizado ¡Y dale, elegí! Ramón: (ahora señala a Mirta): Ella... Mirta: ¡Ah, es un halago! López: (a Mirta): ¿Y a vos te gusta? Mirta: (en postura): Me encanta... esas manos... esos dientes... López: Cuánto querés para hacerlo con él? Mirta: (seria): ¡Ni loca! López: ¿Por qué no? Es un cliente... Yo pongo la plata. Mirta: (seria): Es una humillación para el muchacho.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli López: ¡Vamos! Mirta: En serio: no. Ramón: Yo... tengo que hacer. Morales: Vos te quedás. López: (a Mirta): Te pago lo que quieras. Saca dinero y lo pone sobre la mesa Susana: Pero, ¿por qué? López pone más dinero sobre la mesa. Mirta, después de un momento mira a Susana, toma el dinero y lo guarda en el corpiño. Se pone de pie, mira a Ramón que permanece con una sonrisa estereotipada, lo toma de un brazo y lo lleva hacia el baño Toto: (comedido): ¡Eh, eh, no se pueden meter ahí! López: Discreción, amigo. Toto: Es que no pueden... A ver si terminamos todos en cana. López: Todo está en orden... todo está en orden. Toto: (buscando argumento): Además... si vienen los muchachos... van a pensar que esto se convirtió en un quilombo... No, no señor... hay que mantener la conducta. Morales: ¿Conducta? Toto: Por los muchachos... Morales: ¿Quiénes son los muchachos? Toto: ¡Los muchachos! Morales: ¿Cuáles muchachos? Toto: La barra. López: A esta hora no viene nadie. Toto: Sí, sí... Fredy y Lacorte seguro que no van a venir... Pero están los otros... Los otros pueden caer en cualquier momento. López: ¿Cómo lo sabe? Toto: Lo sé, lo sé... Lo huelo en el aire... Es como un sabor... López: ¡Así que los muchachos! Toto: Los amigos... los amigos. Se oye a Ramón bramando y luego la voz de Mirta Mirta: Nene... nene... Despacio... Ramón: Sí, sí... Se oye a Mirta bramando Toto: ... Se les va la mano. Me parece que se les va la mano. Morales: ¿Qué? ¿Estas en cuida? Toto: Digo... López: Acariciando maquinalmente el cabello a Susana. Contame algo... Susana: No tengo ganas. López: Dale...me gusta escuchar... Me divierten las palabras... las gesticulaciones... esas ideas que no dicen nada... las fantasías palurdas que se hace la gente. Susana: ¡Qué malicia! Qué malicia. López: (íntimo): Será nuestro secreto... Deja de ocuparse de Susana y se pone de pie. Se dirige a Toto, sin ningún Interés ¿Por qué no se cuenta algo? Toto: ¿Le parece? López ya está dirigiéndose hacia el fondo del salón. Se para frente a la puerta del baño para escuchar lo que pasa adentro Toto: ... Acá están pasando cosas que no pueden ser. Morales, también, se pone de pie para ir junto a Toto amenazante Morales: ¿No oyó lo que le pidieron? Toto: ¿De qué puedo hablar? Morales: A qué se dedica... Algo que le pasó. Toto se rasca la cabeza. Desde el baño se siguen escuchando bramidos y palabras sueltas Toto: Champagne yo no tomo. Morales: No, claro. Toto: Vino. Tomo mi vino... y ando. Vivo en la casa que me dejó la vieja... Hago changas... y a la noche me vengo al boliche.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Morales: ¡Las luces del centro! Toto: ... A veces pienso que la vida tendría que ser de otra manera...Pero parece que siempre son los otros los que disponen como tiene que ser... Es ahí donde me confundo... Por eso me prendo al estaño... y resisto... Le resisto al tiempo. Se escucha la voz de Mirta Mirta: ¡Despacio, querés! Morales: Parece que se divierte. Toto: ¡Má sí! Que revienten todo... Se oye un bramido continuo de Ramón y luego la voz de Mirta: Mirta: Pará... pará... López se ríe a carcajadas y vuelve a la mesa junto López: (a Susana): Parece que este chico está resultando un prodigio. Susana apenas contesta con un gesto López: Me parece que vos también necesitarías algo... generoso. Susana: ¿De quién? López: De alguien... Algo de alguien sólo para vos. Silencio. Desde el baño no llega ningún indicio de lo que pasa Toto: ¿Usted fue alguna vez a las cataratas? Morales: ¡¿Qué decís?! Toto: ¿Alguna vez visitó las cataratas? Morales: ¡Las cataratas! No puede reprimir la risa. Se aparta de Toto y va al fondo del salón. Se para frente a la puerta del baño para espiar Toto: ... Así como me ve, yo soy de los que recorren el País... Claro que es como si nada de eso existiera cuando uno está en un boliche de la calle Corrientes...Yo conozco mucho de nuestro territorio... Y le digo más: el País no está en el culo del mundo, como andan diciendo... Es la mente podrida que se desarrolla en Buenos Aires lo que hace que tengamos un culo de País... López: ¡La vieja ilusión del paraíso! Toto: ¡No, no... qué paraíso! La falta de relación con el territorio... la ausencia de paisaje... La astucia... nada más que la astucia para sacar ventajas. Total, para qué ocuparnos de otra cosa si tenemos la mejor carne del mundo... y el trigo crece hasta en las piedras... Desde el baño se oye un sonido estrepitoso y luego la voz de Mirta Mirta: Sosteneme... sosteneme... Ramón: Sí, sí... Mirta: Hacé algo, hacé algo... Hacé algo para tapar ese caño... Morales entra al baño Morales: ¿Qué hicieron? Ramón: Se rompió... Mirta: Se rompió la piletita... Morales: Sí, ya veo que se rompió... Mirta: Este tarado me hizo sentar ahí... Morales: Andá, andá a buscar algo para tapar esto... Ramón sale del baño terminando de arreglarse los pantalones. Busca unos trapos y vuelve al baño. Se enfrenta con Mirta que quiere salir Mirta: Salí, salí... Ramón le da paso a Mirta, que acomodándose la bombacha por encima del vestido vuelve a la mesa. Ramón entra al baño. Se escucha la voz de Morales Morales: ¡Qué animal! ¡Qué animal! Mirá lo que hiciste. Ramón: Y bueno, ¡qué querés! No se puede controlar la calentura... Morales: ¡Má sí! Arréglalo como puedas... Aparece Morales. bastante mojado, sacudiéndose la ropa Morales: ¡Qué barbaridad! ¡Qué barbaridad! Deambula por el lugar y después va a sentarse junto a Mirta, que está maquillándose. Ramón aparece en la puerta del baño y se queda ahí con su gran sonrisa López: (a Toto): ¿ Qué estaba diciendo de las cataratas? Toto: ¿Las cataratas?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli López: Era de lo que estaba hablando, ¿no? Toto: ¡Ah sí, las cataratas!... Ahí están los remeros que lo llevan con sus botes hasta unos metros del salto mayor... Yo hablé con uno de ellos... me contó una fantasía, un sueño... Muchas veces le venían ganas de dejarse abandonar a ese torrente de agua del salto mayor... Pero no podía... no podía hacerlo porque conocía demasiado las corrientes subterráneas del río... López: Usted es un idiota. Toto: ¿Por qué me insulta? López: “Corrientes subterráneas”... Me parece que le gusta fantasear. Toto: Observo como funcionan las cosas... Hablo con la gente... Todo queda en la memoria... Y esos recuerdos salen de mí como fantasía... ideas... gestos... Me pasa... Es lo que me pasa. López: ¿A quién le importa lo que a usted le pasa? Toto: Es verdad... No tiene que importarle a nadie... a nadie. López: Eso está mejor... mejor que hablar por hablar. Mirta: (sin poder dejar de intervenir): Claro, usted lo dice porque desciende de la bragueta del Varón V. López: Explicame eso, ¿querés? Mirta: Simple, mi querido... Barón de varoncito y B. de boludazo. ¡Puto! Morales: La boquita, nena...Cuidá la boquita, ¡eh! Silencio. Toto saca un cigarrillo y busca con qué encenderlo. Ya no le quedan fósforos López: (a Morales, ambiguo): Dale fuego al señor... Morales toma el encendedor de López, que está en la mesa, y va a darle fuego a Toto Morales: ¿Me permite? Toto: Gracias... gracias... Morales le da fuego, luego palmea a Toto y sin que este se de cuenta le coloca el encendedor en el bolsillo del saco, ante la mirada cómplice de López. Vuelve a sentarse Susana: Me quiero ir. Morales: ¡Ah, sí! Susana: Por favor, me quiero ir... Mirta, decí algo... hacé algo para que nos vayamos... Mirta: Ya no tengo apuro... Mirta se queda toqueteando la plata que tiene dentro del corpiño Susana: ¡Mirta! Mirta: ¿Qué dije, ahora? Susana: Nada, nada... López: Están por traer el champagne. Susana: (sincera): Nunca me gustó el champagne... Tengo ganas de irme, ya me hinché las pelotas. Morales: ¿Qué estás diciendo? ¿Te volviste loca? Susana: ¡Qué loca! ¡Qué loca!... Me aburro... ustedes me aburren... ¡Dios mío, que aburrimiento! Morales: Dejate de joder, che. Susana: Se me fue el ánimo a la mierda... Ya no me quedan ganas de emperifollar la noche... Se me fueron las ganas... Quiero volver a casa... López: Morales, hacé que se calle. Morales: ¡Callate! Susana: (sigue con su discurso): Quiero llegar a casa y marearme... Marearme con recuerdos... hasta perder la conciencia... Quiero estar sola... soñar de nuevo con el príncipe azul, o emborracharme de verdad y ahogarlo para siempre... López: (a Morales): ¡Que se calle... que se calle! Morales: ¡Callate! Susana: ... Si tan sólo fuera posible hablar con alguien. Mirta: Cuando lleguemos a casa te preparo una sopa de verdura.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Susana: Me encantaría... Una sopita de verdura... un huevito pasado por agua... Susana pasa un brazo por el hombro de Mirta Nosotras nos entendemos... ¿No es cierto que nos entendemos? Mirta: Claro que nos entendemos... López: Pero la puta madre que lo parió... Será posible. Susana: Tengo vergüenza, Mirta. Morales: ¡Callate! Susana: Y no es por mí... es por todo lo que pasa que siento vergüenza... Todos se quedan en silencio. López lleva un cigarrillo a la boca y busca su encendedor López: ¿Dónde está mi encendedor? Morales busca en la mesa Morales: No está... López: Lo tenía sobre la mesa. Morales: No está. López: Fijate en los bolsos de estas. Mirta: No pensará... López: ¡Revisalas! Mirta: ¡Ah, no! Esto no lo voy a permitir... López: Vas a permitir todo lo que yo disponga... ¡Revisalas! Morales obliga a Mirta a que se ponga de pie y la revisa de un modo lascivo. Mirta se contiene Morales: Esta no lo tiene... Susana se pone de pie dispuesta a defenderse Susana: No se atreva a tocarme... Silencio Morales: ¿Qué hago? López: Que se sienten... que se sienten... Morales: ¡Sentate! Empuja a Susana para que se sienta, luego lo hace con Mirta López: Revisalo a ese. Toto: ¿A mí? Pero, ¿cómo se les puede ocurrir que yo...? López: ¡Revisalo! Morales se acerca a Toto, por un momento lo palpa sin resultados, después mete la mano en el bolsillo del saco y saca el encendedor, se lo muestra a López ante la sorpresa de Toto. López se pone de pie, repentinamente transformado López: ¡Tenémelo! Morales toma a Toto, sin dejarle posibilidades de movimiento Toto: ¡Eh! ¿Qué hace? López: Te convido lo que quieras... y vos me robás. Toto: ¿Qué está diciendo?... El me dio fuego... López lo golpea ¿Qué hace? ¿Qué hace? López: (golpeándolo): ¡Hijo de puta, hijo de puta! López le sigue pegando a mansalva. Las chicas se ponen de pie, sin atinar a hacer nada. Ramón queda paralizado, mientras López sigue golpeando a Toto hasta cansarse. Morales suelta a Toto, que cae al suelo atontado López: ¡Vámonos! Saca dinero para dejarlo en la mesa. Morales toma a las chicas del brazo y las lleva hacia fuera Morales: ... Ustedes calladitas, eh. Calladitas... Y aquí nadie vió nada. Toto se arrastra hacia la puerta detrás de López Toto: Esperen... Yo no... esperen... Estábamos conversando... Se equivocan conmigo. Yo no robo... no robo... López, Morales, Mirta y Susana salen. Toto intenta ponerse de pie pero no puede. Se toma de una silla y trabajosamente lo logra. Entra Rolo con las botellas de Barón B. Rolo: ¿Qué pasó?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Toto: Se fueron... Rolo: Sí, ya veo que se fueron. Toto: ... Estuvimos hablando. Rolo: ¿Qué te hicieron? Toto: Nada, nada... Rolo va y viene por el salón Rolo: Pero son unos locos... Esa gente está loca... Mirá como te dejaron... A Ramón ¿Y vos no pudiste hacer nada? Ramón: No pude, no pude... Rolo: Y ahora, ¿qué hago con este champagne? Ramón: No sé... Toto: “Barón de varoncito, y B de “boludazo””. Así dijo la chica... así... Rolo ve el dinero sobre la mesa, deja las botellas para tomar el dinero y contarlo. Es suficiente como para que cambie de humor. Ramón se coloca frente a la puerta del baño tratando de ocultarle a Rolo lo que pasó adentro Rolo: (para sí) ¡Qué rara es la gente! Toto: ... Estuvimos hablando. Rolo: (que no quiere escucharlo más): Ramón, levantá todo que nos vamos. Toto: Pero no, Rolo... No podés hacerme esto. Rolo: (conteniéndose): Pero vos... ¿por qué no te vas a dormir de una vez? Toto: (tratando de recobrarse): Todavía puede venir alguien... Fredy y Lacorte, no. Otros... otros... Rolo: Pero, ¿qué te pasa? ¡Estás enfermo! Toto: No... Rolo: Sí, vos estás enfermo. Toto: Te digo que no... Rolo: ¿Entonces? Toto: (después de un momento): Es... ganas de seguir... Rolo no puede dejar de mirar el estado en que está Toto Rolo: Pero... si estás muerto. Toto: No...¿no ves que estoy vivo? Apenas estoy herido... herido, nada más... Se retuerce en sí mismo hasta quedar en posición fetal Apagón. Para la realización artística del segundo Teatro Abierto, ganó dentro de las líneas de opinión que se debatían dentro de la conducción, la idea de que los autores debían surgir por medio de un concurso. En un sentido promocional creo que los concursos pueden ser estimulantes, pero no me resultaba el mecanismo más idóneo para Teatro Abierto. De todos modos era un desafío seguir participando en Teatro Abierto y me lance a la aventura de escribir una obra con algún condicionamiento hacia la estética imperante. Ciertas situaciones reales de las cuales venía siendo testigo fueron determinando un estilo realista que necesitaba para sortear el escollo del concurso. De todas maneras se trataba de arbitrariedades de la conducta humana que yo quería poner en juego. De este sentimiento surge “La ñata Contra el Tiempo”. Nuevamente fue Alberto Ure el director asignado para realización de esta obra. Guiado por su sentido superlativo de lo estético, puso en escena las circunstancia de esta obra en un espacio, podríamos decir, de pandemonio; llevando la denuncia de estos comportamientos sociales a una protesta cósmica. ******* CONSTRUYENDO
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Personajes: HOMBRE FLACO PETISO MUSCULOSO FLACO DESDENTADO PEDRO JUAN MAESTRA CASERO ARQUITECTO HOMBRE I HOMBRE II HOMBRE III VIEJO VAGABUNDO El escenario está vacío. Entra el Hombre Flaco, escoltado por el Petiso musculoso y el Flaco Desdentado. H. F.: (por el fondo del escenario): ¿Ahí que queda? F. D.: Una pared. P. M.: Es el fondo. H. F.: ¿El fondo de qué? F. D.: ¡Una medianera! P. M.: ¿La tiramos también? H. F.: No, no hace falta... F. D.: Claro, puede resultar un fondo de apoyo en caso de emergencia. P. M.: Claro, nos puede venir muy bien para aplastar hormigas. H. F.: Bien, aquí estamos... y las circunstancias son las más apropiadas para iniciar un “Forefo”. P. M.: Sobre eso no hay ninguna duda. F. D.: En realidad, para nosotros, siempre es un buen momento. H. F. (discursivo): Las ciudades, tal como nos enseña la historia, aseguran su proyección arqueológica cuando se construyen sobre otras ciudades. P. M.: Así es... así es. F. D.: Este es el lugar y aquí nos quedamos. P. M.: Por siempre. F. D.: Para siempre. P. M.: Es lo mismo... F. D.: Entonces, por y para siempre. P. M.: Sí, señor. Afirmando nuestra presencia en el mundo. H. F.: Disfrutando de los buenos aires, protegidos de los climas adversos... ¡Señores, manos a la obra! El Hombre Flaco avanza hacia proscenio ... Será un acto de servicio que haremos con amor. Se queda en postura de firme, encorvado hacia delante P. M.: (en movimiento): Empecemos por aquí... H. D.: (idem.): No, empecemos por allá... P. M.: ¡Empecemos! H. D.: Sí, empecemos... P. M.: Avanzando. H. D.: Marchando... El Petiso Musculoso y el Hombre Desdentado, en una movilidad exacerbada, salen y entra de la escena P. M.: ¡A la derecha! F. D.: Siempre a la derecha. P. M.: Avanzando. F. D.: Marchando... Se ve a Pedro y Juan que entran a escena cargando con elementos que sirvan para construir una casilla P. M.: (ordenando los movimientos de Pedro y Juan)... Hacia el fondo. Empiecen desde el fondo.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli F. D.: (idem.): ¡Hacia el fondo y a la derecha! P. M.: A la derecha. Siempre a la derecha... Pedro y Juan arman el frente de una casilla al fondo y a la derecha del escenario. El Petiso Musculoso y el Flaco Desdentado incitan a Pedro y Juan a acelerar la tarea. Entran y salen de la escena trayendo nuevos elementos para desarrollar la construcción H. F.: ¡Alto! Todos se detienen. El Hombre Flaco va a ocupar la casilla ¡Ustedes... conmigo! El Hombre Flaco ocupa la casilla P. M.: (a Pedro y Juan): ¡Ustedes trabajen! H. D.: (idem.): ¡Trabajen! El Petiso Musculoso y el Flaco Desdentado van a ocupar la casilla. Pedro y Juan por un momento se quedan quietos, después, comienzan a tirar una línea de piolines para indicar la orientación de los cimientos Pedro: (sin dejar la tarea): Che, ¿qué es lo que vamos a construir? Juan: (ídem): Creo que una escuela. Pedro: ¿Una escuela? Está bueno... está bueno que hagamos una escuela. Juan: ¡Y claro! Ahora todo va a ser distinto. Pedro: ¿Te parece? Juan: ¡Y...! Desde la casilla se oyen carcajadas y voces alteradas Pedro: Che, tengo frío. Juan: ¿Qué te pasa, estás enfermo? Pedro: No sé... Me agarró frío. Juan: Es un día de primavera, viejo. Si hasta parece un día... Bueno, es un buen día. Pedro: Será un día de primavera, pero a mí me agarró un frío en toda la espalda. Juan: A ver, vení para acá... Pedro va junto a Juan y se queda parado a su lado. Juan le comienza a toquetear la espalda Juan: ¡Y claro! Como no vas a tener frío si tenés la columna derecha. Pedro: Es lo normal, ¿no? Juan: No... no mí querido. Ahora la columna de la gente tiene que estar inclinada hacia delante... Imita la postura del Hombre Flaco Así, ¿ves? Vuelve a su posición normal Si tenés la columna derecha quedas expuesto a cualquier enfermedad. ¿No viste al encargado? Ese es el tipo de cuerpo que hay que cultivar... Huesos, fibra... inclinación. ¿O vos te crees que es encargado de casualidad? No, mí viejo. Fue elegido entre miles de postulantes... Es el modelo. El modelo. Pedro: Me parece que a vos te venden cualquier historia. Juan: ¡No te fijaste en la mirada! Pedro: ¿Qué tiene la mirada? Juan: Es como si destellara. Pedro: Y eso, ¿qué es? Juan: ¡La inteligencia! El brillo extraño en la mirada... Pedro: ¡Es flaco y jorobado! Juan: La anatomía del futuro: fibra y elasticidad. Pedro: Te tragas todo. Vos te tragas todo, hermano. Juan: Lo escuché en la radio después de la marchita. Pedro: ¡Y vos qué sabés quien es el que habla! Juan: Cuando en la radio te hablan en cadena después de la marchita es porque te dicen algo serio. Pedro: ¡Ponete a silbar! Cuando en la radio te empiezan a hablar después de la marchita, ponete a silbar... Juan: Sos un descreído... Vos sos un descreído, eso es lo que sos. Silencio
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Anda, anda a hacer cascotes. Pedro deja de tirar líneas y por un momento se queda mirando el horizonte Pedro: ... Un páramo. El horizonte es un páramo. Se aparta para empezar a romper cascotes. Entra la Maestra y el Casero. La Maestra viste un guardapolvo mini y es realmente agraciada en cuanto a formas. Trae materiales didácticos de todo tipo. El Casero trae una campana de cobre Maestra: ¡Hiuju!... Aquí estoy... Aquí vengo para alentar la gran obra que todos juntos vamos a realizar... No, no... por favor. Nada de agradecimientos. Es lo menos que puedo hacer para poner de manifiesto mi apoyo personal a este “Forefo”. El Casero se queda retrasado Venga Don Francisco. Venga... La Maestra se desplaza por la escena llevándose por delante los piolines que estuvieron instalando Pedro y Juan Juan: ¡Eh, cuidado! Fíjese dónde camina. Casero: (junto a la Maestra): Aquí vamos a molestar. Seguro que vamos a molestar, señorita. Maestra: Pero, ¿qué está diciendo? Nunca como ahora este lugar será nuestro lugar. El país liberado de toda chusma. Es aquí donde voy a poner en práctica mis mejores aptitudes pedagógicas. Vamos a preparar a mujeres libres... Mujeres y hombres libres. Y usted va a estar con nosotros para tocar la campana cuando se llame a recreo. El Petiso Musculoso y el Flaco Desdentado salen al frente de la casilla para mirar la escena Casero: Sí, yo entiendo su entusiasmo, señorita. Pero todavía hay que levantar las escuelas; hay que ver los planes de estudio, hay que esperar los nombramientos. Maestra: ¿Quiere que le diga una cosa?: Usted es un escéptico. Casero: No, señorita. Nadie más esperanzado que yo para colocar esta campana y llamar a recreo... Pero, ¿cuándo... dónde? Maestra: ¿Cómo puede dudar de que es ahora que la va a colocar? Casero: No sé... no sé... El Petiso Musculoso se acerca a la Maestra P. M.: ... Y ustedes, ¿qué están haciendo aquí? Juan: Vinieron a ver como se empieza a construir la escuela. P. M.: ¡La escuela! Maestra: ¿No es aquí donde se está construyendo una escuela? P. M.: ¿Un escuela? Sí, claro... El Flaco Desdentado se suma F. D.: Así que una escuela... El Petiso Musculoso y el Flaco Desdentado comienzan a reír a carcajadas Pedro: (sumándose Juan): Es una escuela lo que vamos a construir, ¿no? Juan: ¡Y sí...! El Petiso Musculoso y el Flaco Desdentado dejan de reír P. M.: Ustedes sigan laburando... y chitón. F. D.: ¡Callados! P. M. (tomando a la Maestra y haciéndole señas al Casero): Vengan. Ustedes vengan conmigo... El Petiso Musculoso, el Flaco Desdentado, la Maestra y el Casero entran en la casilla Pedro: Che, ¿por qué se los llevan? Juan: Será para que no molesten mientras laburamos...creo. Desde la casilla se vuelven a escuchar voces y risas, además de algunos grititos de la Maestra. Pedro: (de nuevo activo): Parece que no es una escuela lo que vamos a construir. Juan: (ídem): Nosotros estamos para hacer los cimientos. Tenemos laburo y nos pagan... En esta empresa vamos a tener laburo hasta jubilarnos. Pedro: Me parece que vos te tomas en serio todo lo que dicen. Juan: En serio, en serio... ¡Avisá! Cada uno sigue con su tarea. Se escucha la voz del Arquitecto
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Arquitecto: Adelante señores, adelante... Pasen y vean nuestro avance en la ciencia de la construcción... Entra el Arquitecto seguido de un séquito de interlocutores Es un proyecto espectacular que nuestro país tiene el privilegio de poner en marcha a través de este “Forefo”. Nuestro país que tanto le debe a hombres preclaros de la experimentación, la perturbación y la desaparición...me honra con ponerme al frente de esta construcción. Todo buen “Forefo” empieza por los cimientos. Hombre 1: Pero, por supuesto. Hombre 2: Es como debe ser. Hombre 3: Sí, sí...por supuesto. Así es como debe ser. Arquitecto: ... Según estudios realizados, tanto en matemática, como en estadísticas aplicadas y siempre tomando en cuenta nuestra circunstancia histórica en referencia al Planeta Júpiter, los cimientos de esta construcción serán de treinta centímetros... Transicin Si habré recibido reproches de mi esposa por dedicarle tanto tiempo a este proyecto. Me vació tres tarjetas de crédito... y digo yo: ¿qué hay de malo en que la mujer de uno haga algunos gastitos extras? ¡Nada! Es lo menos que podemos hacer por ellas cuando ponen tanto empeño en oponerse nuestros proyectos... Festeja su propio chiste. Sigue Como ustedes saben estos terrenos fueron preparados especialmente con desechos... ¡Un pantano! Todo esto no era más que un pantano. Y ahora, ¿qué hay debajo de nuestros pies? ¡Suelo firme! Prueben... salten... El Hombre 1 se aparta Arquitecto: Usted tampoco quiere saltar? El Hombre 2 no se da por aludido ¡Tierra firme! El Arquitecto comienza a saltar ... Uno salta y no se mueve ni un pelo... ¡Tierra firme!... Toda una cultura debajo de nuestros pies... Chapitas de Coca - Cola, envases descartables, palos, piedras y todos los desechos imaginables... Inclusive algunos huesos... Hombre 1: Esto es maravilloso. Hombre 2: Realmente una avanzada de la ciencia. Hombre 3: ¡Ahorro! Todo el ahorro que esto implica. Arquitecto: (satisfecho): ...Sí, es un modo práctico de evitar los desechos. Una medida práctica. Concretamente: no queda nada ni nadie que hinche las pelotas... Hombre 1: Es un principio. Hombre 2: Muy justo. Hombre 3: La armonía y el orden por sobre todas las cosas. Arquitecto: Les agradezco... les agradezco tanta comprensión. La Maestra aparece en la puerta de la casilla. Está con el guardapolvo deshilvanado, protegiéndose los pechos. Llora, y a la vez, se comporta con desenvoltura. El casero la acompaña, ya sin campana y desaliñado Maestra: Yo... quería... ser pedagoga... Y estaba equivocada... Muy equivocada... Arquitecto: Bueno, pero cálmese... No es bueno dar rienda suelta a la desesperanza. Maestra: Soy una tonta, una idealista... Una inconsciente que no se atrevía a ver sus posibilidades... ¡Pedagogía! ¿Qué tiene que ver con mi naturaleza? Arquitecto: Nada. Maestra: ¡Vio!... Y yo no me daba cuenta. Arquitecto: Siempre se está a tiempo... Maestra: Me hablaron. Allí... Señala la casilla Allí me hablaron. Se tomaron la molestia de explicarme. Me abrieron los ojos y pude comprender... Estoy desesperada, desesperada de alegría por lo que me dijeron allí. Arquitecto: Lo importante es comprender, claro.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Maestra: ¿Se da cuenta? Arquitecto: ¡Claro que me doy cuenta! Maestra: Allí... Nuevamente señala la casilla Allí me hicieron tomar conciencia del rumbo que necesito para mí... De aquí en adelante voy a ser guía de turismo en barcos de la armada anclados en alta mar. ¿Se da cuenta? ¿Se da cuenta de la diferencia? Arquitecto: Claro, la pedagogía termina por agriar el carácter. Maestra: Y yo que estuve a punto de sacrificarme inútilmente por una profesión equivocada. Casero: A mí me sacaron la campana. Dicen que en la nueva escuela no hace falta. Maestra: Le ofrecieron un nuevo empleo... Casero: Sí, eso dicen. Arquitecto: Lo importante es servir al “Forefo”. Maestra: Equivocada. Ahora comprendo que viví equivocada... Se acomoda el corpiño ¿Cómo me veo en mi nueva vida? Arquitecto: Bien... se la ve muy bien. Maestra: Sigamos, Francisco. Sigamos adelante... Comenzando a caminar ¡Hiuju! La Maestra y el Casero salen. Pedro y Juan se quedan mirando como se alejan Arquitecto: ¿Y ustedes por qué se quedan ahí parados? A trabajar, a trabajar... Pedro y Juan vuelven a la tarea. El Arquitecto vuelve a juntarse con el grupo de hombres ... Comprenderán que poner en marcha un “Forefo” no es cosa fácil. Hay detalles, formar... personas que acomodar. El Hombre Flaco aparece en la puerta de la casilla escoltado por el Petiso Musculoso y el Flaco Desdentado H. F.: Es un lindo día. Silencio P. M.: Está nublado. Silencio F. D.: Hay mucha humedad. H. F.: Contundente ¡Es día espléndido! El Arquitecto se acerca al Hombre Flaco Arquitecto: Los caballeros quieren hablar con usted. Por un momento intercambian miradas entre los dos grupos H. F.: Caballeros estoy dispuesto a escucharlos. Hombre 1: ¿No sería conveniente hablar en privado? H. F.: ¡En este “Forefo” todo es cristalino. No hay oposición, la que hubo ya no está. Desapareció de la luz del día. Hombre 2: Siendo así... Hombre 3: Bien... Muy bien... Gesticulan para darse la palabra Hombre 2: Por favor... Hombre 3: Faltaba más... Hombre 1: Si me permiten... Hombre 3: Adelante. Hombre 2: Diga, diga... Hombre1: Bien... Quiero informarle que después de profundos y sesudos análisis hemos llegado a la conclusión de que un buen “Forefo” para llegar a buen puerto necesita depósitos. H. F.: ¿Depósitos? Hombre I: Sí, depósitos. Hombre 2: Así es, así es... Hombre 3: Inversión... Mucha inversión en depósitos. Hombre 1: (al Hombre 3): Sin entrar en detalles, por favor. H. F.: Tome nota Arquitecto. Depósitos. Muchos depósitos. Arquitecto: Pero señor, nosotros prometimos caminos... escuelas... edificios públicos...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli H. F.: ¡Corrija los planos y haga depósitos! Arquitecto: Sí, señor. El Arquitecto va en busca de los planos y luego los estudia en el centro de la escena Hombre 1: Entonces, ¿se harán depósitos? H. F.: (cuadrándose): ¡Sí señor, se harán depósitos? Arquitecto: (estudiando los planos): ?Claro, lo importante es mantener la línea... la línea, a gravedad... La circulación importa, pero no importa tanto... Espacio, hay que ganar espacio de cualquier forma... Se acerca a Pedro y Juan Pedro, Juan... hay que modificar la línea de orientación Norte hacia orientación Sur - Este. Juan: ¿ Sur - Este? Pedro: ¿Para qué? Arquitecto: ¡Orientación Sur - Este! Rápido, rápido... hay que ganarle al tiempo con ingenio y creatividad, Juan: Pero Arquitecto, las líneas ya están tiradas... Arquitecto: ¡Objetivo! Sólo hay que tener en cuenta el objetivo... A trabajar, a trabajar... Pedro y Juan desarman lo armado y vuelven a armar otra línea de piolines. El Hombre 2 gesticula junto al Hombre Flaco un nuevo pedido H. F.: ¡Arquitecto! Arquitecto: (junto al Hombre Flaco): Sí, señor... El Hombre Flaco articula para el Arquitecto el pedido del Hombre 2 Pero señor... H. F.: ¡Subsuelos! Además de los depósitos construya también subsuelos. Arquitecto: Veré cómo es posible hacerlos, señor... El Arquitecto nuevamente consulta los planos en el medio de la escena Hombre 2: Entonces, ¿se harán subsuelos? H. F.: Sí, señor. Se construirán depósitos y los subsuelos que me pide. Arquitecto: (estudiando los planos): Claro, claro... lo importante es mantener la línea de altura. La gravedad importa, pero no importa tanto... Deja los planos y se acerca a Pedro y Juan Pedro, Juan. Hay que modificar la orientación Sur - Este hacia Oeste Altura. Pedro: ¿Oeste - Altura? Arquitecto: Sí, Oeste- Altura, carajo. Es la orientación adecuada para construir subsuelos sin piso y depósitos de altura.. Pedro: (desalentado): Como usted diga, señor. Juan: (ídem.): Se hará lo que usted mande. Arquitecto: Rápido, rápido... Hay que ganarle al tiempo con ingenio y creatividad... El Hombre 3 gesticula un nuevo pedido para el Hombre Flaco. El Arquitecto se une a ellos. El Hombre Flaco le gesticula al Arquitecto el nuevo pedido del Hombre 3. El Arquitecto vuelve a enfrascarse en sus planos, el Hombre Flaco y los caballeros se desplazan a otro sector de la escena H. F.: (caminando): Este “ Forefo” se ha puesto como objetivo perdurar por siempre sobre la faz de la tierra. Satisfacer lo que nos piden será un acto de servicio que haremos como corresponde... Aplausos discretos de los Hombres que lo acompañan Arquitecto: (estudiando los planos) La obedencia debida por encima de todo... tengo que metérmelo bien en la cabeza... Toda orden, por más descabellada que parezca, es un servicio, un servicio... Cambiando el orden del discurso ¡Si ahora me viera Nené! Seguro que me vacía todas las tarjetas de crédito...¡Orientación espacial! Sí, si... es la mejor orientación para construir paredes sin piso, depósitos de altura y catacumbas espaciales. Deja los planos y se acerca a Pedro y Juan para darles indicaciones
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Pedro, Juan... Orientación espacial. Espacial. Vayamos directamente a orientación espacial... Juan: ¿Orientación espacial? Pedro: Pero. señor. Esto es para el suicidio. Arquitecto: (en su delirio lo toma como elogio): ¿Se da cuenta? ¿Captó la idea? Se trata de un planteo espacial totalmente nuevo, sutil, imaginativo... ¡Inimaginable!...Y lo veremos, lo veremos realizado. Se imagina después de su logro De todo el mundo van a venir al club al club del Progreso a saludarme especialmente... Y yo estaré allí para responderle a todos, siempre con una sonrisa a flor de labio y en compañía de Nené... Sí, sí... en el mundo entero se ocuparán de nuestra construcción... Pedro: (realista): Señor, digo que es para suicidarse realmente. Arquitecto: ¡¿Qué está diciendo?! Pedro: ¡Eso! Arquitecto: Trabajen, trabajen... Hay que ganarle al tiempo con ingenio y creatividad... Pedro: Yo no hago más nada. Renuncio. Juan: Pedro, Pedro... nos vamos a meter en un lío. Pedro: Vos hacé lo que quieras, pero yo renuncio. Juan: Y bueno, si vos renuncias... Dejan de trabajar Arquitecto: Pero, ¿qué les pasa? Ustedes no pueden dejar de trabajar... No pueden. Trabajen, trabajen... Pedro y Juan se quedan quietos Arquitecto: ¡Orientación espacial, carajo! El grito del Arquitecto moviliza al Petiso Musculoso y al Hombre Desdentado P. M.: (ya junto al Arquitecto): Pero, ¿ qué pasa señor? Arquitecto: Estos boludos, que no quieren seguir trabajando. P. M.: ¿Cómo es eso? F. D.: El trabajo es el trabajo. Arquitecto: Es lo que siempre digo. F. D.: Tal ves quieran un descansito... P. M.: Ya lo tuvieron... Ahora a seguir trabajando. Pedro: Quisiera saber... de qué se trata... toda esta construcción. P. M.: Ah, esto ya es grave. F. D.: Semejante curiosidad puede entenderse como falta de colaboración. P. M.: Y cada cosa tiene su precio. Arquitecto: Además, anda diciendo que quiere suicidarse. Pedro: Yo nunca dije que quiera suicidarme. Arquitecto: Ah, entonces ¿pretende hacer metaforitas? Pedro: No sé qué es “metaforitas”. P. M.: Hablar de suicidio es una inmoralidad. F. D.: Estaría bueno, estaría bueno que cada individuo pretenda ser dueño de su vida y de la muerte a su antojo. P. M.: No va, eso no va... F. D.: Nosotros tenemos una razón de ser... Juan: Me parece que aquí hay un malentendido. P. M.: Nosotros somos expertos en aclarar malentendidos. Arquitecto: (tratando de serenar los ánimos): Está bien, está bien... Yo voy a hacer como si nada hubiera escuchado si siguen trabajando... P. M.: Por favor, señor arquitecto. Esto es una maquinaria, cuando se mueve un engranaje, el pistón viene detrás. F. D.: Usted siga... Siga con su orientación espacial del modo que pueda, que nosotros nos ocupamos de los rulemanes, los pistones, los engranajes... P. M.: ¡El “Forefo” no se detiene nunca! F. D.: Vengan, ustedes vengan... El Petiso Musculoso y El Flaco Desdentado obligan a Pedro y Juan a salir de la escena. El Arquitecto vuelve a enfrascarse en sus planos
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Arquitecto: ... El bosque...sólo tengo que mirar el bosque. Es el único modo de convertir esta selva salvaje en un jardín... No debo detenerme en detalles. El Objetivo por sobre todas las cosas... El sudor de los hombres no es nada, comparado a la obra que lo inmortaliza... Cueste lo que cueste... ¡Quiero ser inmortal! Inmortal, inmortal... P. M. (entrando): ¡Señor! Arquitecto: ¿Y ahora qué pasa? P. M.: Quiero que venga a ver algo... El Arquitecto sigue al Petiso Musculoso, que sale de escena. El Hombre Flaco y los que lo acompañan se trasladan a otro lugar de la escena. Entra el Viejo Vagabundo y detrás al Flaco Desdentado F. D.: ... Eh, usted. ¿Adónde va? V. V.: Camino. F. D.: Para andar por aquí tiene que tener autorización. V. V.: Siempre ando por aquí... y nunca tuve inconvenientes. F. D.: Ahora no se puede. ¿No ve que estamos construyendo? V. V.: ¡¿Aquí?! F. D.: ¡Es el “Forefo” que se levanta en este lugar! V. V.: Aquí no se debe. Estos terrenos no son para eso. Todos los que intentaron construir sus “Forefos” en este lugar, terminaron devorados por el río. F. D.: Esta vez va a ser distinto. V. V.: Ni un arbusto de “Forefo” puede crecer en este lugar. Son terrenos robados al río, y el río siempre vuelve a buscar lo que es suyo... El Viejo Vagabundo cruza la escena y sale. Hay un momento de duda en todos los que quedan en escena. El Flaco Desdentado también sale. Hay un movimiento nervioso de los Hombre alrededor del Hombre Flaco Hombre 1: Señor, ¿hay algún plazo para la existencia de este “Forefo? H. F.: Ninguno. Hombre 2: Señor, ¿hay algún código a partir del cual se nos pueda cuestionar? H. F.: Ninguno. Hombre 3: Señor, ¿no hay curiosos que nos estén mirando? H. F.: Nadie. Nadie nos mira. Entra el Arquitecto para dirigirse, decidido, al Hombre Flaco Arquitecto: Señor, quiero comunicarle que le ganamos al pantano otro terrenito. H. F.: ¿De qué dimensiones? Arquitecto: Chiquito... El espacio que ocupan dos personas. H. F.: ¿Tan poco? Hombre 1: Algo es algo. Hombre 2: La suma de terrenos chiquitos termina haciendo un campito. Hombre 3: Cada campito ganado al pantano termina siendo la civilización que avanza. H. F.: Pero, ¿para qué nos sirve un terrenito de esas dimensiones? Arquitecto: Yo le informo. Hombre 1: Ahí podríamos construir un monumento. Hombre 2: Todo buen “Forefo” tiene que tener sus monumentos. Hombre 3: La historia son las obras que se realizan. Hombre 1: Podríamos organizar una inauguración. Hombre 2: ¡Una inauguración! Hombre 3: Eso, hagamos una inauguración. H. F.: Me encanta... me encantan las inauguraciones. Apagón Para el tercer T. A. se resolvió conformar equipos de autores y directores, que en conjunto, concibieran los espectáculos del ciclo a presentar. En el equipo que integraba tuvimos un rápido acuerdo en cuanto a lo que pretendíamos hacer. Se concibió la idea de poner en escena a cada uno de los cuatro Generales que presidieron la Argentina bajo el signo del “Proceso de Reconstrucción Nacional”. A mí me toco poner en escena al primer presidente de aquel “Proceso”. Una vez
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Obras de Teatro Elio Gallípoli terminada la obra “Construcción” la puse a consideración del grupo. Hasta ese momento era el único material concreto en relación a la idea general que nos convocaba. Luego de discutir pro y contras en relación a la marcha del proyecto prevaleció la idea de cambiar el orden general del trabajo, quedando la obra “Construyendo” como único material de aquel intento frustrado. ******* PARA AMARTE MEJOR / 1983 Obra concebida en el taller de investigación actoral coordinado por Elio Gallipoli, en base a una idea de trabajo de Alicia Denegri y Enrique Mazza. Textos de Elio Gallipoli. Reparto: ALDO .................. Aldo Piccione DORA .................. Dora Faide Escenografía: Susana Helmar Música: Sergio Aschero Canto: Angeles Rubial y Sergio Aschero Asistente: Adolfo de la Fuente DIRECCIÓN: Elio Gallipoli El tema musical utilizado es el “Bolero” de A. Ravel. Las canciones: “Tristes Guerras”, “LLegó con tres heridas” y “Cantar” son poemas de Miguel Hernández musicalizados por Sergio Aschero. En escena se destaca una pequeña mesita ubicada a proscenio. Sobre la mesa hay un candelabro. En el lateral izquierdo hay una puerta y sobre el lateral derecho una mesa de comedor. Se escucha una música melancólica, mientras Dora, acomoda una flor en un pequeño florero. Golpean en la puerta. Alguien hace entrar una botella de vino. Dora va a hacia la puerta y se queda mirando hacia el exterior sin ver a nadie. Cierra la puerta, toma la botella y la sostiene entre sus brazos, bailoteando hasta llegar a dejarla en la mesa. Golpean la puerta. Alguien hace entrar un paquete pequeño. Dora va hacia la puerta y se queda mirando hacia el exterior sin ver a nadie. Cierra la puerta, toma el paquete y lo sostiene entre sus brazos, bailoteando hasta llegar a dejarlo en la mesita de proscenio. Nuevamente se escuchan golpes en la puerta. La música comienza a diluirse. Dora va a abrir pero alguien del exterior se lo impide. Aldo: (sin verse):Apaga la luz Dora: Vamos Aldo... No abuses de mí, que ya no aguanto las ganas de verte. Dora intenta abrir la puerta, Aldo se lo impide Pero, ¿qué te pasa? Aldo: Por favor, apagá la luz. Dora: ¿Querés que juguemos?... Está bien, juguemos un poco si es lo que querés. Va a encender la vela del candelabro, luego se queda expectante mientras la luz se va diluyendo. Aldo entra y se queda apoyado en la puerta
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Viniste... Tuviste la valentía de venir. Aldo: Ni bien me llamaste por teléfono, sólo pensé en este encuentro. Cuando llegué a la puerta de tu casa me temblaban las piernas. No andaba el ascensor, o me enrede tratando de hacerlo andar... Subí corriendo las escaleras... Silencio Tenía tantas ganas de verte... Dora: Tu voz...cuánto hace que no escucho tu voz. Dora esboza acercarse a Aldo Aldo: Quedate... quedate ahí por un momento. Dora: Quiero abrazarte. Aldo: Ahora no... No creo que resista el contacto de tu cuerpo. Dora: Dejá que encienda la luz. Aldo: No quisiera que te encuentres con un extraño. Gocemos de esta quietud... Dora: Yo también cambie mucho. Aldo: Es curioso, como de repente, el dolor deja de tener importancia... Dora: ¿Estás llorando? Aldo: No, no estoy llorando... Dora: Pensé tanto en este encuentro... ¡Tanto! Silencio Aldo: De nuevo siento tu perfume. Dora: Ya sé lo que vamos a hacer. Nos ocultamos la cara... y enciendo la luz. Se tapa la cara y se desplaza, al pasar junto a Aldo, éste le saca el foularde que Dora lleva al cuello y con él se tapa la cara. Aldo se desplaza hasta detenerse en el centro de la escena, de frente al público. Dora lo mira mientras aumenta la luz Tenés bigotes... Aldo: ¡Dora! Dora: (con hilaridad): Tenés bigotes... Aldo: (ídem): Y vos el pelo corto. Dora: Es cierto... lo tenía más largo en mi adolescencia. Aldo: ... Es tan suave tu pelo. Dora: Estás muy lindo. Aldo: No... Si tuve que dejarme el bigote para disimular... Termina con un gesto para referirse a la nariz. La hilaridad entre los dos es creciente, mientras Dora lo circunda hasta detenerse para seguir mirándolo Dora: (seria): Cuanto creciste. Aldo: (ídem): Vos estás como te imaginaba...Embelleciste con los años. Esa mirada... cuánto te embellece. Dora: Pasaron tantas cosas. Aldo se acerca a Dora y le acaricia los cabellos, extendiendo la caricia como si el pelo fuera más largo Aldo: No me da vergüenza acariciarte. Dora: ¿Por qué habrías de tenerla? Aldo: Es cierto... Vos y yo no tenemos que avergonzarnos de nada. Dora: No, no tenemos que avergonzarnos de nada... Aldo: Pagamos. Dora: Sí, pagamos. Aldo: Pagamos un costo desmesurado, cruel, aberrante... Dora: ¡Qué malentendido, mí Dios! Aldo: ¿Cómo pudieron cortar de cuajo esas ganas de participar? Dora: Lo hicieron... lo hicieron.... Aldo: La intolerancia... el salvajismo de la intolerancia sólo pedía sangre, sangre... Dora: Esta noche sólo quiero que pienses en mí. Aldo: Lo recuerdo todo, Dora... Con mis recuerdos mil veces he muerto y mil veces he vuelto a renacer... No puedo olvidar... no puedo olvidar... Silencio Dora: ¿Destapamos el vino? Aldo: Sí, destapemos nuestro vino...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Aldo va a descorchar la botella y llena las copas. Dora, ya con su copa en la mano, se desplaza lentamente hasta la mesita en proscenio. Deja la copa junto al paquete y toma la vela. Aldo va al centro de la escena, en donde desarrollará su discurso con la luz de un solo cenital, mientras que Dora circunda la escena a oscuras prendiendo y apagando la vela Aldo: ... Me acuerdo de cuando te esperaba en el bar. Me sentaba en la mesa junto a la ventana y de ahí miraba toda la cuadra hasta verte cruzar la plaza. Ni bien te veía, me ponía de espaldas a la ventana porque me daba vergüenza que me vieras de perfil... La bronca que me agarraba cuando entraba en el bar y la mesa estaba ocupada. A veces estaba el “Pachita”, y los muchachos me cargaban con vos: “Che, qué bien que está la Dorita”, le decían... Y cuando jugamos la final del campeonato “Evita”. ¡Qué lío se armo en el bario! Todo el mundo quería tener un lugar para ver ese partido. Yo jugaba al arco... Me iba a practicar con “peludo” en la vereda de tu casa. El “peludo” me hacía pata en todo... Yo hacía el arco de la pared de tu casa al árbol. El “peludo” pateaba y yo volaba atajando esas pelotas. Gritábamos y hacíamos todo el despelote posible, pero vos nunca saliste a la puerta... Cuando jugamos el partido, todo el mundo fue a la cancha con la esperanza de ver los goles del “Pacha”. Pero ni que “Pacha”, ni qué “Pacha”. Ese partido lo ganamos porque yo pude atajar el penal... Íbamos ganando uno a cero y nos cobraron un penal. Si nos empataban, adiós campeonato... Todavía no sé como pude atajarlo. Lo que sí me acuerdo es que ni bien caí al suelo con la pelota apretada en mí pecho, lo primero que hice fue mirar hacia donde estabas vos... Fui yo el que atajó el penal y el “Pacha” no metió ningún gol. Después del partido me llevaron en andas hasta mí casa y todos gritaban: sifón, sifón... Yo sabía que mi viejo se iba a embroncar, porque a él no le gustaba que me pusieran sobrenombres. Era un tipo... ¡que sé yo!... chapado a la antigua... Y cuando venías a la Unidad Básica y te traías la sillita verde para ver las películas que daban en la T. V... Yo te miraba y te miraba todo el tiempo. Me acuerdo cuando dieron una de Robert Mitchun... Esa de amor, en donde el protagonista esperaba a la muchacha en un lugar oscuro para agarrarla de prepo y besarla... La muchacha se defendía, pero al final Robert Mitchun lograba besarla y la chica dejaba de resistirse y se entregaba toda. Yo me hacía la fantasía de que también te iba a esperar en un lugar oscuro, y que te apretaba contra el cerco... Después me enfermé, y cuando volví de Córdoba, vos ya no estabas en el bario. Fue el “Peludo” el que me dijo que te habías casado con el “Pacha”...¡Y bueno, se caso con el “Pacha”! le dije, haciéndome el indiferente. ¡Y qué me importa! Después de todo, tengo la vida por delante... Pero sabés; pasaba el tiempo... me case... tuve un hijo...después me separé... Y en el fondo, siempre me moría de ganas de verte... Dora: (por el presente. Rara): Yo también me moría de ganas de verte... Deja de encender la vela y vuelve a colocarla en el candelabro, mientras se suma al cenital la luz de escena Aldo: ...Después me entere de lo que le pasó a “Pachita”... Vi su foto en el diario. Aldo termina su vino y vuelve a servirse. Dora también toma su vino y va hasta la mesa para servirse más. Después se acerca a Aldo y le acaricia el pelo Dora: ... Mi hijo también tenía el pelo enrulado, y jugaba de arquero como vos. Había que verlo revoloteando por la casa, y todo el bario, para darse cuenta de cuanta alegría había en ese desorden... Yo no lo comprendía entonces. Me quejaba de todo: de que trajera a sus amigos a casa, de que volviera sucio del colegio. Lo ponía en penitencia cada vez que me traía en el boletín un irregular en conducta... Sabes, hay noches en que escucho su respiración y su voz... su voz. Es natural, ¿no es cierto? Era mi hijo y yo lo amaba. Lo amaba tanto... Tenía once años. Ahora sería un muchacho grande... Un muchachote... Silencio Murió junto a su padre... pero no salió en la foto de los diarios... Dora va a inclinarse frente a la mesita de proscenio. Aldo esboza acompañarla, pero se queda circundando la mesa de comedor
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Aldo: Sabes... En el lugar donde compré el vino había un lechón recién cocinadito. Por un momento me quedé mirándolo... Estaba en una bandeja arriba del mostrador de la rotisería. Tenía chimichurri y un tomatito en la boca. Pensé que podía traer un pedazo para la fiesta de esta noche... ¿Te imaginás? Aldo se ríe solo con una risa estertórica. Dora se aparta de la mesita del proscenio Dora: ¿Trajiste la carta de tu hijo? Aldo se pone serio y va al centro de la escena mientras despliega la carta que va a leer Aldo (leyendo): Malvinas 28 de Mayo de 1982. Querido papá: Te escribo desde esta húmeda trinchera, en medio de una gran tiniebla. Es curioso, pero hay momentos en que esto es como la paz total. Te extraño y creo que me haces falta. Pero en el fondo no quiero que estés a mí lado. Es a mí que me toco en suerte cuidar esta trinchera. Sabes, a veces tengo la sensación de que el tiempo no pasa nunca, y sin embargo, las cosas más dolorosas suceden como un relámpago. Casi no duermo de tanto pensar. Es muy difícil hacerse a la idea de que esto es la guerra. Por momentos me vienen ganas de estar en casa fumando un cigarrillo y hablando con vos de cualquier cosa... ¡Y bueno, viejo! No va a faltar la oportunidad. A lo mejor esto me sirva para entender mejor y crecer... creo. Es la primera vez que te lo digo: te quiero mucho. Un abrazo fuerte. Guillermo. Aldo, por un momento se queda estático, sosteniendo la carta. Dora, muy lentamente, se acerca a Aldo mientras se empieza a escuchar una música envolvente, tipo Bolero de Ravel. Dora toma la carta que sostiene Aldo y la deja caer al suelo, lo circunda en una abrazo, luego se desplazan juntos hasta la mesa para tomar el vino, para dirigirse a la mesita de proscenio. Aldo Sirve las copas, y entre los dos abren el paquetito, se ven dos pequeños frascos. Cada uno hecha en el vaso del otro el contenido de esos frascos. Toman el vino mezclado con el contenido de los frascos hasta vaciar las copas Aldo: Ya pasó todo... Ahora tenemos derecho a elegir... Aldo, muy lentamente apaga la vela, con los dedos; luego se queda mirando a Dora. Dora le acaricia la cabeza y se pone de pie. Se dirige hacia el centro de la escena mientras se va sacando la blusa. Una vez que está en el centro de la escena se saca la pollera, que dando en viso. Se toma el vientre con sus dos manos Dora: Acariciame... Aldo, se pone de pie. Mientras se acerca a Dora se va sacando la camisa. Ya junto a ella comienza a acariciarla. La acaricia hasta quedar de rodillas apoyando su cabeza en el vientre de Dora Aldo: Te deseo tanto. Dora: La muerte es inexorable... Dora, lentamente va a quedar también de rodillas. Aldo la sostiene. Aldo: Y la vida también. Aldo acompaña a Dora hacia el suelo en donde quedan entrelazados en un abrazo. La música sigue. Los dos se recomponen y vuelven a empezar la escena final Dora: Te deseo tanto. Aldo: La muerte es inexorable. Dora: Y la vida también... Los dos vuelven a caer. La música sigue. Se repite nuevamente la escena final y luego apagón Desechado el proyecto grupal sobre los presidentes del “Proceso”, cada uno quedó liberado para presentar el proyecto que creyera conveniente. “Para Amarte Mejor” era un material que veníamos trabajando fuera de Teatro Abierto, en un taller d investigación teatral que estaba coordinando. De dicho taller ya habíamos presentado “Del Tiempo Nuestro”, un mimodrama interpretado por la actriz Alicia Denegri y teníamos a punto de estreno una obra llamada “El Dintel” de la cual
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Obras de Teatro Elio Gallípoli participaba la actriz Mirta Moreno y los actores Aldo Pichine y Enrique Mazza. La propuesta de presentar “Para Amarte Mejor” en Teatro Abierto puso en estado de convulsión a todos los integrantes del taller y a muchos compañeros de Teatro Abierto. Lo que parecía un procedimiento simple se impregnó de múltiples factores complejos de dilucidar. El tono de “Para Amarte Mejor” no se adecuaba al carácter paródico de la mayoría de las obras presentadas por Teatro Abierto en el año 83. ******* DUELO... Y DESPUÉS Personajes: PATRICIA ALDO LUIS A modo de prólogo Un cenital demarca la figura de Aldo de pie en el centro de la escena, sosteniendo una carta. Patricia se desplaza por los contornos de la escena encendiendo y apagando intermitentemente la luz de una vela del candelabro que lleva en la mano. Aldo: (leyendo): Malvinas 28 de Mayo de 1982. Querido papá: Te escribo desde esta húmeda trinchera, en medio de una gran tiniebla. Es curioso, pero hay momentos en que esto es una paz total. Te extraño y creo que me haces falta. Pero en el fondo no quiero que estés a mi lado. Es a mí que me toco en suerte cuidar esta trinchera. Sabes, a veces tengo la sensación de que el tiempo no pasa nunca, y sin embargo, las cosas más dolorosas aquí suceden como un relámpago. Casi no duermo de tanto pensar. Es muy difícil hacerse a la idea de esta guerra. Por momentos me vienen ganas de estar en casa fumando un cigarrillo tranquilo y hablando con vos de cualquier cosa... ¡Y bueno, viejo! No va a faltar la oportunidad. A lo mejor todo esto me sirva para entender mejor y crecer... Creo. Es la primera vez que te lo digo: te quiero mucho. Un abrazo fuerte. Guillermo. Aldo se queda como estático. Comienza a escucharse Bolero de Ravel. Patricia deja su recorrida y va a la mesa para servir dos copas de vino; se acerca a Aldo y le da una. Esbozan un brindis y beben Patricia: La muerte es inexorable. Aldo: ...Y la vida también. Se apaga la luz del cenital y se va diluyendo la música hasta el silencio Luz de escena y comienzo Patricia está sentada en el suelo sosteniendo en su regazo la cabeza de Aldo, que duerme recostado en el suelo. Patricia canturrea una especie de canción de cuna. Aldo se sobresalta: Aldo: ¡Eh! ¿Qué pasa? Patricia: (natural): Te quedaste dormido, Aldo: ¿Me quedé dormido? Patricia: Sí, te quedaste dormido. Aldo: ¡Qué barbaridad! Me quede dormido sin darme cuenta, sin proponérmelo. Patricia: Me gustó cuidar tu sueño. Aldo: De golpe me mareé. Patricia: Yo también me mareé. Aldo: ¡El vino!
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Patricia: El vino... Volver a encontrarnos. Silencio Aldo: No lo puedo creer... No puedo creer que estemos juntos... Se relaciona con el lugar Sabés... me gusta tu casa. Tiene calor... es como si la conociera desde siempre. No me siento un extraño... Es raro, porque en general, no puedo estar tranquilo en ninguna parte. Patricia: De la casa me ocupo a medias. Aldo: No, no... Está bien cuidada. Tranquiliza. Patricia: A veces tengo la sensación de que falta aire... luz... Silencio Aldo: ¡Las cosas que me pasaron por la mente mientras venía para acá! Caminaba por las calles con los recuerdos golpeándome en la cabeza... Patricia: Los años pasaron, Aldo. Eso es muy real. Aldo: Mirá que es loca la memoria: a veces te hace olvidar lo que más querés. Patricia: Cuando se ofende a la vida, la memoria no olvida. Silencio Aldo: ¡Que chiquita que eras! Silencio Cuando hace una semana te volví a encontrar en el tren casi no te reconozco. Sentí algo al verte pero no te reconocí. No estabas en mi imaginación, en mis sueños. Recién cuando te vi sacando el cospel en la estación de subte me pareció que eras vos. Si es Patricia, me dije. Patricia: Yo te reconocí cuando pasaste por el pasillo del tren. Aldo: ¿Y por qué no me llamaste? Patricia: No tuve fuerza. Aldo: ... Por primera vez viajamos juntos. Patricia: Sí, viajamos juntos por primera vez. Aldo: Somos los mismos, venimos del mismo barrio. Patricia: No sé, no sé si somos los mismos. Silencio Aquella época en que te conocí es tan lejana, que no puedo creer que me haya pasado a mí. Aldo: ¿Cómo te vas a olvidar de la adolescencia ? Patricia: Me pasaron tantas cosas, que solo puedo recordar aquello como un mundo extraño. Aldo: Entonces, ¿yo también te parezco un extraño? Patricia: Vos ahora estás aquí... Es lo que yo era lo que me parece imposible. Aldo: Fuimos creciendo. Patricia: (alterada):Pero, ¿cómo? ¡¿Cómo?! ¡¡¿Cómo fuimos creciendo?!! Silencio Aldo: No sé. Tanto no sé... Silencio Patricia: Disculpame... Me pongo violenta sin darme cuenta. Se me escapa la medida del diálogo... Estoy muchas horas sin salir de este lugar, sentada en los rincones... Y cuando hablo con alguien me vienen como ataques de rabia sin ningún motivo. Me pasa. Por momentos pienso que estoy enferma de los nervios... ¡Y bueno! Seguro que un poco enferma debo de estar. Aldo: Yo también a veces grito por cualquier cosa. Patricia: ¿Sí? Aldo: Pero nunca me pongo violento del todo... Silencio Patricia: Sabés, en un momento creí que no venías. Aldo: ¡Cómo te iba a fallar! Patricia: Yo pensé en plantarte. Aldo: Pero me esperaste... Silencio Patricia: Me alegro de que estés aquí. Aldo: Estoy bien. Patricia: Yo también estoy bien.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Silencio Aldo: ¡Qué chiquita que eras! Silencio Patricia: Me escapaba de casa para verte bailar en el club. Aldo: ¿A mí? Patricia: Sí, a vos. Aldo: ¡Si era un bruto bailando! Lo tenía que hacer porque me obligaba mi novia... Se me enredaban las piernas... y siempre chocaba con alguien. Me acuerdo que cada vez que bailaba el pasodoble siempre había alguien que me chocaba... Patricia lo mira de manera huidiza, luego comienza a reírse ¡De veras, siempre había alguien que me chocaba! Patricia: Entre risas ¿Te acordás de eso? Patricia sigue riendo Aldo: ¡¿Vos?! Patricia hace gestos de que no. Aldo comienza a acompañarla en la hilaridad, hasta crear con la risa una complicidad del recuerdo. Silencio Patricia: Aquellos fueron momentos muy lindos. Aldo: Éramos jóvenes... Silencio Después me case... Al club fui dejando de ir, pero seguí viviendo en el mismo barrio... Patricia: ¡Cuánto cuesta saber algo de la vida! Y que triste es dejarla sin haber entendido nada. Aldo: Ahora no te vas a poner melancólica. Patricia: No, tenés razón. No hay que dejarse vencer por la melancolía... Silencio Aldo: Me dan ganas de abrazarte... Patricia se aparta por reflejo ¿Qué te pasa? Patricia: Nada... Aldo: Algo te pasa. Patricia: Te digo que no me pasa nada... Silencio En cualquier momento llegan con la comida. No me di tiempo para prepararla ... y la encargue. Aldo: Si es por comer, salimos y comemos por ahí. Patricia: No, no tengo ganas de salir. Silencio Mientras esperamos podemos tomar un poco de vino. Aldo: Sí, descorchemos una botella de vino. Patricia va a buscar una botella de vino y se la alcanza a Aldo para que la descorche Patricia: Aquí tenés. Aldo: (mientras manipula la botella): ? La verdad es que a tus viejos mucho no los tragaba. Patricia: (sonriente): ¿Por qué? Aldo: Eran los más pitucos del barrio. Patricia: (seria): No tanto. Aldo: ¡Y, sí! Eran un poco estirados. Había que verla a tu vieja haciendo los mandados... Caminaba llevándose todo por delante. Patricia: Pobre vieja... Aldo: En cambio tu viejo no era tan estirado, pero tampoco se daba con nadie. ¡Nunca se le vio el pelo por el club! Patricia: ¡El viejo...! Aldo: ¡Eran bien pitucos! Patricia: No tanto, no tanto. Aldo: Mientras todos viajábamos en colectivo, ellos ya tenían coche propio. Patricia: Vivíamos en el mismo barrio.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Aldo: Sí, eso sí, vivíamos en el mismo barrio... Le alcanza la copa y propone un brindis ¡Salud! Patricia: Toma la copa y responde al brindis ¡Salud! Silencio Aldo: Rico. Patricia: Es un buen vino. Aldo: Sí, es un buen vino... Silencio En realidad, qué querés que te diga, me dio lástima cuando a tus viejos se le incendió la casa... Lo perdieron todo en ese incendio. Patricia: Casi todo. Aldo: Ni una pared de la casa quedó en pie. Patricia: ¡Ellos, sí! Aldo: De la farmacia no quedó ni una aspirina... Un desastre. ¿Vos ya no vivías con ellos? Patricia: No. Aldo: ... Se hizo lo que se pudo. Imginate como fue aquello que hasta hubo un principio de incendio en las casas vecinas. Un poco más y se incendia todo el barrio... Patricia termina de arrancar el tallo de una planta y lo corta Patricia: ...Igual que este tallo. Así de débil es a veces la vida. Aldo: Fue una noche terrible. Patricia: Pobres viejos. Aldo: Con lo puesto. Se quedaron con lo puesto. Después nadie supo de ellos en el barrio. Patricia: Volvieron a España. Aldo: ¡Ah, sí! Patricia: Unos amigos los ayudaron para que pudieran viajar. Querían que me fuera con ellos, pero yo no podía, no podía... Silencio Tenía un hijo... y de alguna manera, también, un marido. Aldo: ¡Qué cosa! Un descuido, un accidente, y de pronto toda una familia que se hace bolsa. Patricia: Aquello no fue un descuido, o un accidente. Aldo: ¿Cómo que no? Patricia: Fue provocado... Aldo: Pero, ¿por quién? ¿Por quién? Patricia: Lo buscaban a mi marido... y lo encontraron. ¡Vaya si lo encontraron! Silencio Todo fue tan rápido, tan desmesurado... Una alucinación, un plan macabro... Silencio Si sigo viva es porque no iba tomada de la mano. Aldo: No entiendo. Silencio prolongado Patricia: ¿Sabés como pelearon los chinos? Pero no en una guerra de la antigüedad, o de un pasado remoto. Ahora, como pelearon en una guerra reciente... Aldo: Preferiría que sigamos hablando de nosotros. Patricia: Yo te lo quiero contar. Aldo: ¿Para qué? Patricia: Como una cosa cualquiera... Silencio Resulta que los chinos tenía que avanzar por una zona de colinas, pero el terreno estaba minado, y en lo alto de cada colina había una línea de morteros controlando los valles. A simple vista era imposible el avance. Entonces los chinos decidieron alinearse, tomándose de las manos, para avanzar por el campo de minas. Detrás de la infantería se alinearon los blindados, avanzando a paso de hombre detrás de los “explota-minas”, pasando por encima de cadáveres y de compañeros heridos... Y eran
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Obras de Teatro Elio Gallípoli kilómetros de chinos tomados de las manos... kilómetros. Esa guerra duro apenas unas semanas y la penetración China en Vietnam no fue más que de quince kilómetros. Como se trataba de una guerra de escarmiento, los chinos inmediatamente volvieron a sus líneas de frontera... En esa acción murieron muchos, muchísimos jóvenes chinos... Cualquier cifra que imagines va a estar lejos de la realidad... Silencio Aldo: Cada uno ocupa su lugar. Patricia: No siempre. Aldo: En situaciones límites, cada uno ocupa su lugar. Patricia: ¿Puede ser así de dura la vida? Aldo: Hay momentos, momentos... Patricia: ¡Y al que le toca le toca! Aldo: No, yo no quise decir eso... Patricia: ¡Qué absurdo, mí Dios! ¡Qué absurdo! Silencio Aldo: Me estabas hablando de tu marido... Patricia: ¡¿Qué pasa con mi marido?! Silencio Aldo: ¿Cómo era...? Patricia: Vos lo conocías. Aldo: ¡No me digas que era del barrio! Patricia: ¿Te acordás cuando el club fue cede del campeonato “Evita”? Aldo: ¡Como no me voy a acordar, si en la final atajé un penal! Patricia: ¿Y quién era el que tenía que meter los goles? Aldo: ¡El Pachita! No puede evitar un gesto de incredulídad y sorpresa ¡¿El!? Patricia: Sí, el Pacha. Aldo: Si era un chiquilín. Patricia: Entonces, todos éramos chiquilines... Aldo: Claro... Silencio ¡Así que el pachita! Silencio Patricia: Lo quise tanto... Silencio Aldo: Era el goleador del equipo. Patricia: No quiso seguir con el fútbol. Aldo: Era bueno de verdad. Patricia: Al comienzo me resultaba difícil entenderlo. Parecía como si siempre estuviera preocupado por algo. Había que sacarle las palabras... pero era muy claro, muy claro con los sentimientos. Silencio Me fui acostumbrando al mundo de Pachita... lo quise. ¿Me entendés? Lo quería, lo quería de verdad... Aldo: No lo vi más... Una vez... mirando una foto en un diario me pasó por la mente. Silencio ¡Mirá que cosa! Ahora que hablamos del Pachita estoy seguro que me acordé de él mirando aquella foto en el diario... Patricia se aparta y se concentra en buscar algo en un mueble. Toma una foto y se la muestra a Aldo Patricia: ¿Es esta la fotografía que viste? Silencio Aldo: (no puede asimilara la imagen):No... no era esta. Patricia: ¡Mírala bien! Aldo: (evasivo): En la que yo vi él estaba solo. Patricia: Tapando una parte de la foto ¿Así? Aldo: (sigue sin poder con la imagen):No sé... Patricia: ¡Mírala bien! Aldo: (en el linde del trastorno):En la que yo ví no había ningún chico...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Patricia: Pero estaba ahí... Silencio Aldo: ¡Qué barbaridad, qué barbaridad! Silencio Patricia: ... Aquella tarde, Pachita iba desarmado... Con Mario... con Mario tomado de la mano... Y Mario, en ningún momento se soltó... Nuevamente le muestra la foto ¿Ves como están tomados de las manos? Aldo: Sí, están tomados de las manos. Silencio Patricia: No permitieron que el Pachita se rindiera: le dispararon a mansalva, como si él solo fuera un grupo de combatientes... Silencio Sólo supe de ellos por esta foto... Esta foto que, vaya a saber quién, la dejó en la puerta de mi casa. Aldo: ¿Y sus cuerpos? Patricia: Se encargaron de todo... Lo ocultaron todo... Ni siquiera sé de un lugar donde llevar una rosa para recordarlos. Aldo: ¡Qué turrada, qué turrada! Patricia: Un accidente particular en medio de tanta tragedia. Aldo: Era tu marido... Era tu hijo... Patricia: Solo yo sé cuanto los quería... Silencio Mario acababa de cumplir catorce años... Y había que verlo... había que ver lo vital que era. Siempre me llenaba la casa de amigos... Silencio De tiempo en tiempo hacíamos arreglos para que se encontrara con el padre. Era difícil... Cada vez se hacía más difícil... Yo sabía que en cualquier momento podía pasar cualquier cosa...Y pasó. Silencio Supe cuando pasaba sin estar con ellos. No fue nada sorprendente. Apenas una pequeña puntada en el corazón. Nada más que eso. No hizo falta que nadie me viniera a dar la noticia... Silencio Al caer el sol empecé a caminar por el cuarto... y caminé, caminé, caminé hasta quedar desmayada... Silencio Por favor... alcansame un vaso de agua. Aldo le sirve el agua Gracias... Patricia bebe un sorbo de agua luego sigue reflexiva más que comunicativa ...Lo que empezó como algo natural, con idealismo, con rebeldía... se convirtió en un pandemonio... sin medida. No hay medida cuando se rompen las leyes de la vida. Silencio Aldo: ¿Y qué se hace con uno? Patricia: Resistir... hasta lo imposible. Aldo: Es mucho. Eso es mucho para una persona... Patricia: El sufrimiento no tiene fondo... y sólo una ventaja: es menos fulminante que la muerte. Un poquito menos... Silencio. Patricia se va a servir un poco de vino. Hay un movimiento de luces como señalando un paso de tiempo o de escena Aldo: Siempre viví como al descuido. Luché por algunas cosas pero a medias. Siempre a medias, sin poner nunca del todo los pies en el plato. Me casé porque mi novia era una buena chica, pero no sé, no sé si me hizo feliz... Silencio El tallercito lo usé para pucherear... Silencio Cuando mi mujer me abandonó, ni siquiera hice el intento de ir a buscarla. Me seguí ocupando del pibe... sin preocuparme mucho por lo que iba pasando a mi alrededor. Silencio
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Siempre viví en el mismo barrio y al centro solo vengo de vez en cuando... Apenas de vez en cuando... Patricia: ¿Cómo era? Aldo: No sé... No sabría decirte como era... A veces íbamos a comer pizza... Nunca tuvimos grandes disgustos... A veces se quedaba unos días en casa... Pero no hablábamos... No hablábamos mucho... Se escucha el timbre. Por un momento ninguno de los dos atina a reaccionar Están llamando. Patricia: Seguro que traen la comida. Aldo: ¿La comida? Patricia: Ya te dije que había encargado comida... Va a abrir la puerta. Se ve a Luis cargando varios paquetes ¡Ah, pasá! Luis entra y va a pararse en el centro de la escena sosteniendo los paquetes Luis: (a Aldo): Buenas noches, señor. Aldo: Buenas noches. Patricia y Aldo se quedan mirando a Luis. Largo silencio Luis: (rápido):... Si tardé en llegar les pido disculpas. En general somos muy eficientes con el servicio. Pero resulta que hoy faltó un compañero, y todo se atrasó un poco. Parece que tenía una cita. Patricia: ¿Una cita? Luis: Un encuentro con alguien, se entiende. Aldo: Así que una cita. Luis: Por supuesto algo especial... creo. Patricia: ¿Y qué es algo especial? Luis: Exactamente no sabría definirlo. Me imagino una vibración en el cuerpo, un golpe de percepción. Una decisión en donde los sentidos se imponen a la razón. Silencio Puede resultar una percepción equivocada, pero vale la pena correr el riesgo. Después de todo ejercitar los sentidos no daña el corazón. Patricia: ¡Ah, no! Luis: ¡No! Silencio Aldo: ¿Son sólo muchachos los que trabajan en la empresa? Luis: En general, sí. Hay una persona mayor que recibe los pedidos y el dueño que atiende la caja. Pero del reparto nos encargamos sólo jóvenes. Hay que recorrer la ciudad... hay que andar ligero. Esas cosas, vio. Aldo: Claro, es una tarea... dinámica. Luis: Digamos que sí. Silencio Patricia: Pero vos sos muy joven. Luis: No tanto. Ya pasé los dieciocho. Aldo: Bueno, no es un privilegio. Luis: No, claro. Es lo natural... Patricia: No siempre es tan natural. Luis: Sí, a veces no se da. Aldo: ¿Y entonces? Luis: No sé... Patricia: ¿Qué se hace entonces? Luis: No sé... Silencio Haciendo este trabajo de repartidor se corren riesgos. Pero uno se adapta, agiliza los reflejos... y avanza... Aldo: Con el tráfico tan loco de la ciudad estás expuesto a cualquier accidente. Luis: No se puede vivir pensando en los accidentes. Patricia: ¿Por qué no? Luis: Son inevitables, y cuando llegan hay que aceptarlos. Patricia: ¿Así de simple? Luis: No, no. No es simple. Es aprender de golpe. Algunos pueden y otros se descompensan gravemente... Pero a la larga todos se adaptan.
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Patricia: ¿Y si no se puede? Luis: Siempre se puede. Patricia: ¡¿Ah, sí?! Luis: Sí... Aldo: ¿Vos cómo lo sabés? Silencio ¡Contestame! Luis: ¿Dónde dejo los paquetes? Aldo: ¡¡Contestá!! Silencio Luis: Permiso... Va a colocar los paquetes en la mesa. Vuelve al centro de la escena. Hay un movimientos de luces o como un cambio de escena Mis padres murieron en un accidente. Un movimiento simple que se desencadenó en una ruta cualquiera... Un golpe feroz que no alteró la distancia entre las estrellas... Silencio Me recogieron cerca de la laguna... y seguí latiendo. En mí siguió latiendo la vida, a pesar de todo... Silencio En el tiempo libre estudio las religiones. Trato de entender los aspectos físicos del espíritu. Aldo: ¿No le parece demasiado, jovencito? Luis: ¿Qué cosa, señor? Aldo: Que así, de golpe, cuente sus intimidades. Luis: Hablábamos de accidentes y yo les conté el mío. Aldo: ¡A quién le importa lo que a usted le pasa! Patricia: ¡Aldo! Es un chico... apenas un chico. Silencio Luis: No era mi intención molestar a nadie. Patricia: No molestas... Vos no molestas... Luis: Es probable que el señor tenga razón: no tengo que contar mis intimidades a extraños. Patricia: ¿Extraños? Silencio Claro, nosotros para vos no somos más que extraños. Silencio Luis: Le pido disculpas, señor. Aldo: ¡Señor un carajo! ¡¡Señor un carajo!! ¡¡¡Señor un carajo!!! Silencio. Hay un nuevo movimiento de luz o cambio de escena Patricia: ¿Cómo te llamás? Luis: Luis. Aldo: ¿Luis? Silencio Luis: Señor, lamento mucho que se haya molestado conmigo. Aldo: Disculpame, fue sin pensarlo... No pude dominarme. Luis: No es la primera vez que me pasa. En general la gente se violenta conmigo, a pesar de los esfuerzos que hago por ser amable. Debe ser algo que despierta mi presencia a pesar mío. Aldo: Tu aspecto sólo inspira confianza. Luis: No sé, no sé porqué me pasa... Silencio Debe ser algo referido a mi pensamiento... Es como si pensara hablando, entonces lo que digo es como si no fuera pensado. Silencio Hay palabras que se meten en las heridas... y cuando las heridas siguen en yaga viva, lo lógico es agarrárselas con quien habla. La vieja historia del mensaje y el mensajero... Aldo: Nunca lo pensé de ese modo. Luis: La conciencia es un devenir. Uno no puede estar en un lugar y al mismo tiempo en un futuro...
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Patricia: ¿No querés sentarte, ponerte cómodo? Luis: Estoy bien. Gracias. Silencio Aldo: ¿Cómo eran tus padres? Luis: No tengo ningún recuerdo de ellos. Era apenas un bebé cuando murieron. Patricia: ¿Quién se ocupó de vos? Luis: Gente... Pero nunca una familia fija... Ahora tengo cierta autonomía y me mantengo trabajando. Patricia: ¿Vivís solo? Luis: Tengo una amiga que me visita. Patricia: ¿Una novia? Luis: No, precisamente. Aldo: Digamos, un rebusque. Luis: Digamos, una compañera. Aldo: ¡Ah, muy bien! ¡Muy bien! Silencio Patricia: ¿No te gustaría quedarte a comer con nosotros? Luis: No puedo... Tengo que hacer otras entregas. Aldo: El trabajo es el trabajo... Luis: Me resultó muy agradable conversar con ustedes. Silencio Patricia: Hay algo que quisiera preguntarte... Luis: Por favor... Silencio Patricia: ¿De dónde te viene el interés por las religiones? Luis: Mi interés no son precisamente las religiones, sino, el espíritu. Al comienzo no tenía noción de la diferencia, y lo que ahora sé, todavía no alcanza para dar una explicación... Silencio ¡Bien! Aldo: ¿Te vas? Luis: Sí. Patricia: Seguro que te volveremos a llamar. Luis: Será un gusto volver a atenderlos... Perdón, ¿la boleta la van a pagar con tarjeta o en efectivo? Patricia se pone en movimiento para tomar su cartera. Aldo se anticipa y saca dinero de su bolsillo. Le paga a Luis Aldo: Aquí tenés. Luis: Gracias, señor... ¿Puedo retirarme? Patricia: Por favor... Silencio Luis: Buenas noches. Aldo: Buenas noches. Patricia acompaña a Luis hasta la puerta. Luis sale. Silencio. Hay un cambio de luz o de escena. Patricia se acerca a la mesa para abrir los paquetes de comida Patricia: Ahora tenemos comida. Aldo: Menos pena. Patricia: Sí, menos pena... Silencio Aldo: A ver que nos trajo ese muchacho. Aldo se acerca a Patricia y revisa los paquetes de comida ... Una ensalada de apio... Carne... Postre con dulce de leche... Todo en porciones dobles. Patricia: Descorchemos otro vino. Aldo: Sí, descorchemos el vino. Se ponen en movimiento. Patricia le alcanza el vino y luego se ocupa de ordenar la mesa. Aldo descorcha el vino ¿Te llegaste a enterar de la pelea de la Matilde con Mabel? Eso sí que fue un escándalo en el barrio... Patricia: ¿Qué pasó?
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Aldo: Lo que pasó nadie lo sabe... La cosa es que la Matilde agarró de los pelos a Mabel en plena calle a las diez de la mañana, justo en la vereda de la verdulería del Toto... Imaginate la escena con todos los vecinos alrededor haciendo coro. Patricia: La pobre tuvo un ataque de nervios. Aldo: Parece que de celos por su hijo... La soltó del pelo solo para darle con un cajón de verdura. Silencio ¡Mirá que pegarle con un cajón!... Hay que tener voluntad para levantar un cajón de verdura y tirárselo a alguien. Patricia: ¿Eso hizo? Aldo: No te estoy diciendo. La vieja se fue a buscar a la Mabel y le dio con un cajón de verdura en las costillas. Patricia: Algo grave tiene que haber pasado. Aldo: Seguro que una pavada... ¡Qué cosa de locos, che! Patricia: Pobrecita... Aldo: Sí, pobrecita la Mabel. Patricia: ¿Y siguen viviendo juntas? Aldo: Sí, pero no se hablan. No se dicen ni buen día... Patricia: Pero el marido de Mabel, ¿no hace nada? Aldo: ¡Qué puede hacer el pobre tironeado por la madre y la mujer! Primero tuvo que resolver el lío de la pelea en la comisaría... Y después, ¿qué iba a hacer? Se las llevó a las dos a su casa... Dicen que esa noche tomaron la sopa en silencio, y después nunca más volvieron a hablar del asunto. Patricia: Mirá las cosas que pasan en el barrio. Aldo: Pasa de todo... Silencio. La mesa ya está ordenada. Aldo le alcanza una copa de vino a Patricia Patricia: Es un buen vino. Aldo: No tiene penas. Patricia: Sí, el vino no tiene penas... Patricia se dispone a sentarse a la mesa Aldo: Esperá... Patricia: ¿Qué pasa? Aldo: Falta algo... Patricia: ¿Qué? Aldo: Música... Un poco de música. Patricia: Tenés razón... tenés razón... Patricia va a activar un aparato de música. Se comienza a escuchar una melodía suave. Patricia trata de ocultar una risa que empezó a tomarla, pero al final se deja ganar por ella, y dice entre risas ¡Señor un carajo! ¡¡Señor un carajo!! ¡Señor un carajo! Patricia se va calmando Aldo: (con una sonrisa): ¡Qué chiquita que eras! Patricia va a instalarse en la mesa Patricia: Comamos... Aldo se instala en la mesa Aldo: Sí, comamos... Se sigue escuchando la melodía mientras se diluye la luz A modo de epílogo. Luz de escena. Patricia termina de echar el contenido de un frasquito en las copas de vino. Ambos toman las copas y después de esbozar un brindis, beben simultáneamente. Patricia: La muerte es inexorable. Aldo: ... Y la vida también. Aldo se va a colocar en el centro de la escena. La luz se diluye por completo dejando un solo cenital iluminando a Aldo. Patricia enciende una vela y lo va circundando en las sombras apagando y encendiendo la vela. Aldo lee una carta:
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Obras de Teatro Elio Gallípoli Malvinas 28 de Mayo de 1982. Querido papá: Te escribo desde esta húmeda trinchera, en medio de una gran tiniebla... Patricia llega cerca de Aldo. Se cambia el cenital por luz de escena Patricia: Abrazame. Aldo: ... Estoy entre tinieblas. Patricia: Abrazame, Aldo. Abrazame fuerte... Aldo la abraza Parece tan poco... y sin embargo es todo. Aldo: ¿Era esto? Patricia: Es esto... es esto. Patricia y Aldo se acarician mutuamente en una mezcla de ternura y torpeza. Aldo mordisquea a Patricia hasta hacerle sangrar un labio Aldo: Estas sangrando. Patricia: Un rasguño... apenas un rasguño. Aldo: ¡Qué torpe, qué torpe! Patricia: No pienses en la ternura... Aldo: Soy un bruto... un salvaje. Patricia: Amame... Con tu pena... con tu salvajismo... Aldo va desvistiendo a Patricia. Patricia toma la cabeza de Aldo y la lleva hasta sus senos ¿Ves? No tengo vergüenza de tus caricias... Aldo: No, no tenemos de qué avergonzarnos. Patricia: Vos y yo no tenemos nada de que avergonzarnos... Se van desnudando al tiempo que se desplazan hasta terminar acostados Apagón. Obras de Teatro Elio Gallipoli 7
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