BOLIVAR: UN CONTINENTE Y UN DESTINO
José Luis Salcedo Bastardo
Obra suministrada por la Universidad de los Andes. Luce...
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BOLIVAR: UN CONTINENTE Y UN DESTINO
José Luis Salcedo Bastardo
Obra suministrada por la Universidad de los Andes. Luces de Bolívar en la Red , Venezuela
Prólogo de esta Edición J. L. Salcedo Bastardo Los frutos de treinta años de estudio se resumen en este volumen. Lo esencial de una tesis sostenida, difundida y explicada, durante varios lustros de quehacer investigativo y docente a nivel universitario, divulgada a través de todos los medios de comunicación social, y en alto número de nuestros países, ha ganado en la presente oportunidad el reconocimiento y la proyección internacionales; ello, para nosotros, es consagratorio y definitivo estímulo, recompensa sobrada para muchos esfuerzos que siempre creímos útiles y juzgamos rectamente orientados. En este libro se busca como tarea previa, y con afán sistemático, ubicar a Simón Bolívar dentro del contorno de una circunstancia y situarlo en una perspectiva, ambas auténticamente latinoamericanas, como fiel expresión que él fue de ellas. Se analizan su vida y su obra, sin hacer biografía al estilo tradicional ni tampoco un ensayo erudito sobre ideas abstractas. Se pesquisan los antecedentes formativos de su personalidad y su pensamiento; también se averiguan el curso y la suerte de los efectos históricos de aquella singular presencia. Aquí nos empeñamos en dar cuenta del servicio de Simón Bolívar al mundo latinoamericano en los órdenes de la política, la transformación social y económica, el derecho internacional, la cultura y la historia. Los temas de la independencia y de la unidad moral de estos pueblos, lo mismo que los de la honda y constante preocupación de Bolívar por la compenetración y solidaridad de todos ellos, nos ocupan en estas páginas con esmerada preferencia. No pocos desacuerdos y diferencias hay en esta obra con respecto a la historiografía tradicional y a las rutinarias interpretaciones que se han hecho y siguen haciéndose del Libertador, pasto de superficiales enfoques y de inexactos comentarios que se copian y reiteran sin cesar. El insigne caraqueño ha sido tema favorito para obstinados ejercicios de mentiras y para convencionales falseamientos, el menos reprobable de los cuales no
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es precisamente el que pretendiendo magnificarlo lo reduce porque lo desvirtúa. De él es la sentencia: "Las cosas falsas son muy débiles". Con responsable claridad hemos dicho antes, y aquí debemos repetirlo, que a Bolívar lo universaliza no la acomodaticia manipulación para cubrir nominalmente la heterogeneidad de las Américas, sino su autenticismo latinoamericano. A Bolívar lo universaliza y lo levanta sobre los tiempos, el diáfano signo de su tenacidad aglutinadora de lo homogéneo, la enseñanza de su dedicación a una razón suprema de vivir o morir, y el trágico desvelo de su lealtad inconmovible a la inmensa patria de lenguajes romances, de afinidades sustantivas y de intereses coincidentes. Para la América que el Apóstol Martí llamaría sencilla y exactamente "nuestra", Simón Bolívar asume categoría de arquetipo cabal. En la angustia y los sueños del hijo de Caracas se reconocen todas las figuras más eximias de nuestras naciones. En él existen, y de modo recíproco él existe en ellos, como en las antinomias palpitantes del individuo-multitud y del humano-intemporal, los precursores: Miranda, Tiradentes, Viscardo, Espejo, Picornell, Nariño... más atrás: Atahualpa, Cuauhtémoc, Guaicaipuro, Lautaro, Hatuey, Andrea de Ledesma, Tupac Amaru, Chirinos, Galán...; sus coetáneos: San Martín, Sucre, O´Higgings, Petion, Santander, José Bonifacio, Hidalgo, Morelos, Valle..., toda la legión paradigmática que en la vastedad latinoamericana componen: Dessalines, Louverture, Montúfar, Murillo, Saavedra, Belgrano, Yegros, Moreno, Artigas, Carrera..., y a la distancia en los años que siguen: Morazán, Juárez, Duarte, Sánchez, Mella, López, Céspedes, Martí, Gómez, Maceo..., todos egregios para la identidad continental sobre la vocación y los propósitos a los cuales responde la maciza confluencia de dirigentes y parcelas de pueblo anónimo, abnegado y heroico, firmes ayer y hoy en el mandato de una historia incumplida. En Bolívar se inspiran y de él derivan cuantos maestros laboran por la definición del alma latinoamericana: Bello, Sarmiento, Lastarria, Rodó, Alberdi, Nabuco, Rui Barbosa, Hostos, Darío, Varona, Mariátegui, Vasconcelos, Haya, Martínez Estrada, Caso, Henríquez Ureña, Gallegos, Vaz Ferreira, Reyes, Palacios, Picón Salas, Arciniegas, Asturias, Freyre, Athayde, Uslar Pietri, Carrión, Paz y Zea... Una serie de tres siglos de sacrificios y de anhelos quebrantados llega completa hasta Bolívar. Para nuestro crucial presente y para el porvenir, él es el destino. Desde el Descubrimiento y la creación del Nuevo Mundo, acá el hombre ha buscado siempre lo que Simón Bolívar estructuró en un todo armónico de banderas y aspiraciones capitales: la libertad y la justicia sobre todas las cosas, la igualdad absoluta racial y social, la redención de su pobreza secular vale decir, reivindicaciones tangibles que en todas partes son las mismas, la posibilidad de su plena realización en la cultura, y el señorío legítimo y verídico sobre su heredad. En procura de objetiva exactitud al comentar a Bolívar, hemos querido presentarlo en este libro con sus propias palabras. De allí la insistencia en remitir a sus textuales expresiones escritas su "alma pintada en el papel", como él dijera en feliz metáfora, siempre bien identificadas para una rápida y fácil comprobación de fuentes. A la vez podrá notarse que sin excluir entusiasmo ni emoción por lo demás lícitos en una obra
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que quisimos viva y ágil, y donde nos ilusionaba combinar seriedad, ciencia e investigación con arte literario es persistente nuestro cuidado en ceñir la glosa a sobrias licencias interpretativas No olvidamos que en 1829, a las puertas de la perennidad, ya el Libertador sabía que muchos apoyaban errores que eran de ellos, en el pensar bolivariano, cosa bien sensible pero inevitable; con su nombre pretendían hacer el bien y el mal, y hasta lo invocaban como "el texto de sus disparates". Por otra parte, y para esclarecimiento de la exégesis, tratamos de reconstruir cuantas veces resulta necesario la coyuntura histórica, propia e intransferible de Bolívar, el ambiente diverso y complejo donde él se forma y desenvuelve Por eso se multiplican las referencias a Venezuela y Colombia. Sin duda ninguna, Bolívar es exponente de nuestra América, emanación justa y directa de toda ella; sin embargo, en su patria natal y en la república mayor de su creación, tuvo sus raíces y una como plataforma de arranque para la tarea supranacional desde allí emprendida. Entre muchas otras, y sin que contraríen ni un instante su amplitud, sus palabras de 1827 y 1829 son concluyentes: "Yo estoy resuelto a servir a Venezuela todo el tiempo que pueda y a no hacer otra cosa. Este es mi país y éste es mi deber Venezuela es el ídolo de mi corazón y Caracas es mi patria, júzguese cuál será mi interés por su prosperidad y engrandecimiento". Al fin de su trayectoria existencial, el voto es inequívoco, simple y rotundo: "No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia". Un verdadero estudio sobre Bolívar quedaría incompleto sin un cotejo franco entre lo que él quiso realizar y lo que consiguió positivamente. Vuelve a resaltar su imponente magnitud, esta vez con palabras de Goethe, iluminando de consuno su relativo fracaso y su infortunio: "Que no puedas llegar es lo que te hace grande". Creemos que a través del desconocimiento, de la oposición cerril y de la negación enconada por parte de sus contemporáneos y de los inmediatos sucesores, es como se establece el vínculo entre Bolívar y las épocas que siguen. En lo incumplido, Bolívar está vigente. América demanda con soberana urgencia, orientación. Bolívar, el conductor más completo de nuestro hemisferio, está vivo en la historia, despierto y actuante en el magisterio de sus hechos y en la iluminada permanencia de su verbo, mostrándonos el deber que nos obliga. Por muchas rutas puede escalarse la cima que Bolívar señaló. Cuando nosotros cumplamos la responsabilidad que a cada uno y a todos nos corresponde, de modo idéntico a como él afrontó la suya, nos hallaremos todos en la cumbre, presididos por su nombre augusto que es como el nombre de la libertad, "único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres". Y habrá igualdad, "ley de las leyes", las distinciones raciales no serán más de lo que son: un "accidente"; y habrá moral y luces, "nuestras primeras necesidades"; y habrá justicia y desarrollo, desarrollo con justicia, y democracia alerta y creadora, presupuestos imprescindibles para la independencia y la paz. Por razón de la historia, por gracia de la verdad, por imperativos de una ineludible y promisoria actualidad, Bolívar es un continente y un destino.
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Nota José Luis Salcedo-Bastardo Nace en Carúpano (Venezuela) el 15 de marzo de 1926. Doctor en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela (1950) con estudios de postgrado en París y Londres (1950-52). Rector de la primera universidad privada venezolana (1953-56). Profesor Titular de Sociología desde 1958. Senador de la República (1959-64). Embajador en Ecuador (1959-61), Brasil (1961-63) y Francia (1974-76). Presidente del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (1965-66). Pertenece a la Academia Nacional de la Historia (1972) y a la Academia Venezolana de la Lengua (1977). Fue Ministro de la Secretaría de la Presidencia (1976-77) y Ministro de Estado, para la Ciencia, la Tecnología y la Cultura (1977-79). Entre sus numerosos libros se destacan: Visión y Revisión de Bolívar -1957-(13 ediciones) e Historia Fundamental de Venezuela -1970- (8 ediciones). Ha dictado conferencias en centros de alta calificación pertenecientes a veintisiete naciones de cuatro continentes. Desde 1976 es Presidente del Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar. La obra que publicamos, Bolívar: un Continente y un Destino (1972), obtuvo el Premio Continental de la OEA (1972) y el Premio Nacional de Literatura de Venezuela (1973). Asimismo, ha tenido, con ésta, 12 ediciones, en español y en otros idiomas (francés, inglés, vasco, alemán y sueco) y ha sido considerada como un trabajo esencial en lo relativo a la dilucidación histórica y humana del Libertador, a través de una moderna metodología
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INDICE GENERAL
I. CONTORNO PARA EL ESFUERZO II. CALIDAD Y RAZON DEL PERSONAJE III. CRONICA DEL SERVICIO IV.PENSAMIENTO PROGRAMATICO V. EL DRAMA DE LAS NEGACIONES VI. VIGENCIA Y PROYECCIONES
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CAPITULO I CONTORNO PARA EL ESFUERZO
EQUIDISTANCIA GEOCULTURAL El ámbito territorial de la acción de Simón Bolívar abarca unos cinco millones de kilómetros cuadrados en el septentrión y oeste de la Amé rica del Sur, desde el límite inferior de Centroamérica hasta el inicio norte de Chile y Argentina. Es una vasta zona que se extiende sobre los Andes y el océano Pacífico hasta los confines amazónicos del Brasil, y sobre el Atlántico y la costa del Caribe. En esa dilatada área de Bolívar se reúne la mayor diversidad natural que el planeta encierra: así en paisajes, climas, altitudes, montes, valles y llanuras; en ríos como el Orinoco, Magdalena, Guayas, Tumbes; selvas impenetrables, inhóspitos arenales. Allí se encuentran, sin faltar uno, todos los accidentes de la geografía, toda la muy rica variedad de flora y fauna que vive en este continente. Este campo físico de la actividad bolivariana, como en general toda la América, fue desentrañado de la mar tenebrosa en las postrimerías del siglo XV con la feliz aventura, rebosante de gloriosa audacia de Cristóbal Colón. Creador y padre de nuestro hemisferio lo llamará justamente Bolívar. En penumbras insondables se pierden las conjeturas sobre la aparición del hombre en América. Discutir en torno a tres mil o treinta mil años, para el lector común, tiene el mismo valor que indicar mil millones, cien millones o un millón de años, como edad de la galaxia en la cual se incluye a la Tierra. Aquí los ceros, aunque a la derecha, parecen valer nada o muy poco. Para la fecha del Descubrimiento, América ofrece como características, en lo humano y cultural, la heterogeneidad. Al respecto, por lo menos tres grados perceptibles con cierta facilidad podrían dar base para concebir tres Américas: una, la del adelanto mayor y de más numerosa población; otra, sin ningún rasgo qu e sobresalga, medianamente habi
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tada, con una cultura inferior a la de los pueblos de máximo desarrollo mas por encima de la que exhiben las dispersas comunidades del tercer rango. A éste, último e inferior, podrían asimilarse, además, las inmensas soledades americanas. La América del grado superior estuvo localizada en la región que usando conceptos de hoy va desde México, inclusive, hasta el norte de Chile. En esa muy grande zona se comprenderían dos comarcas notables: al norte, la de México a Nicaragua, y al sur la del Ecuador hasta Bolivia y la parte septentrional de la Argentina. En la primera de esas dos, se produjo con los aztecas una civilización que, pese al indiscriminado aniquilamiento de sus restos por el conquistador ibero, todavía asombra al mundo. Un milenio antes de Cristo, los mayas habían dominado allí y brillaron por sus obras; poseyeron un sistema de escritura relativamente perfeccionado y conocimientos muy elevados en matemáticas y astronomía; de su avanzada cultura hablan los restos de ciudades como Copán, Palenque, Chichen Itza, Tulum, Uxmal, Mayapan. Con posterioridad a los mayas, distintos grupos nahuas mantienen la supremacía: toltecas, zapotecas, chichimecas. Finalmente, fue el turno de los aztecas, los cuales para 1325 fundan a Tenochtitlán, sobre la cual se yergue hoy la pujante metrópoli de los mexicanos. También en la gran subárea del sur, l a del incario, se sucedieron di versas y memorables dominaciones. Igualmente las ruinas de urbes como el Cuzco, maravillan al hombre contemporáneo. Dos centros impor tantes hubo en las cercanías del lago Titicaca: el Tiahuanaco y Chavín. Los quechuas levantaron un importante imperio regido por incas, y el sistema político de éstos ha dado el nombre a la cultura más notable de Sudamérica inferior en lo tecnológico a las de mayas y aztecas, pero más avanzada socialmente, objeto también de la furia depredadora de los conquistadores españoles. Como sirviendo de enlace a las dos zonas de más alta cultura centradas sobre México y Perú, estaba la re gión de los chibchas que corres pondería al grado que en el esquema antes sugerido pudiera estimarse intermedio o secundario, con apreciables poblaciones, bien alimentadas por una agricultura en interesante desarrollo; allí fueron famosos los ceramistas y orfebres quimbayas. Joyas de excepcional belleza atestiguan la fina calidad de su arte. No han dejado muestras espectaculares de arquitectura. Dentro de las comunidades de este rango medio, y acreciendo la visión esquemática, rápida y simplificada de tan complejos tiempo y cultura, podría quizá situarse a los taínos de las Antillas y a los araucanos de Chile; ambos grupos un tanto por debajo de los chibchas. La tercera América, la del grado infer ior: pobreza, primitivismo, per manente belicosidad; la de manifestaciones culturales simples, y de la más elemental estructura política y social, era la menos habitada. Allí había gente nómada; reinaba la dispersión y la diversificación hasta el infinito, de lenguas, creencias, hábitos. Los interminables conflictos ín tertribales configuraron ahí una generalizada situación de inestabilidad y violencia. Concretando la observación al aspecto sociopolítico de todo el continente, en aquella larga hora precolombina, se halla entre los aztecas una estructura teocrática y militar, un orden aristocratizante con clases diversas. Los incas se rigieron por un ce ntralismo
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absolutista. Los chib chas, tamos, araucanos, timotocuicas, tupis, guaraníes, caribes, e igualmente los mil grupos del tercer grado americano, tuvieron como rasgo común con la totalidad hemisférica, la insignificancia del hombre. Ante el aparato soberbio y mayestático del Estado en el caso de las sociedades complejas y perfeccionadas, lo mismo que ante la simple autoridad despótica del cacique en l as organizaciones tribales y ru dimentarias, es nulo el valor del individuo; la libertad no cuenta, es como pertenencia del jefe o soberano, o parte del botín que toma el ven cedor. La esclavitud era conocida en el continente, y en distintos lugares se practicaba la antropofagia. La vida era un motivo plausible para la ofrenda a dioses bárbaros que tan sólo se satisfacían con briosos corazones, o con doncellas en flor. La dignidad humana en la América precolombina era un valor muy subalterno. Otros eran los principales. En el escenario de la actividad de Simón Bolívar hoy repúblicas de Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia están repre sentadas las tres Américas. Su ámbito tiene por centro al centro mismo del hemisferio. Respecto a lo social, Simón Bolívar surge y lucha de preferencia en un mundo relativamente joven; no gravita sobre él, ni sobre la comunidad donde nace, la herencia determinante y exclusiva de un solo y extremo signo: ni adelanto ni atraso absolutos. Bolívar es la expresión de una América promedio, en la cual lo mayor y lo menor se encuentran presentes. En su realidad humana y personal se halla un como símbolo seguro e indudable del hombre americano, del poblador de todas las la titudes iberoamericanas. En su Colombia, donde transcurrieron tres cuartas partes de su vida política, se estaba como a mitad de camino en tre las comunidades punteras y las más precarias y atrasadas. Bolívar sabrá honrar estas circunstancias, representará a todas nuestras naciones y a todos sus seres. En él hallará la América su más eximia y cabal expresión. La historia de su vida pública es la de una actuación denodada en nombre y por razón de todos los americanos. Para los tiempos, Bolívar habla por todos, y a todos nos representa. Servirá, siempre, integral mente a América Latina.
TRES PRESENCIAS En la Venezuela mestiza y colonial que vio despuntar a Bolívar es moderada la participación indígena. No hay la aplastante población originaria que había en México o Perú, ni tampoco el vacío propio de los lugares donde el indio quedó exterminado y el cruce racial hubo de realizarse nada más que entre blancos y africanos. Escasos eran los aborígenes que existían en Venezuela para el momento del Descubrimiento. Investigaciones minuciosas no permiten llevar más allá de 350.000 la cifra de ocupantes del millón de kilómetros cuadrados venezolanos para el inicio de la Conquista. Esa población iba a recibir el impacto hispano en una confrontación que, por distintas razones, sería larga y sangrienta.
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No existía, en efecto, en aquella imprecisa Venezuela, una unidad que permitiera, tras la toma de su cabeza o centro neurálgico, la posesión completa y definitiva de todos los seres y del suelo. Los indígenas de allí, estaban divididos en muchas parcialidades; no menos de quince familias lingüísticas, además de numerosos dialectos, han sido referidos a ese territorio, donde la moderna Antropología ha llegado a distinguir unas diez áreas culturales precolombinas. No pudo la Conquista ser, en Venezuela, rápida e incruenta. El dominio sobre los indios implicaba, en las comarcas de Venezuela, vencerlos uno a uno o aniquilarlos. La Conquista, más que guerra, era una cacería. Una parte considerable de los aborígenes allí eran caribes, definidos como valientes guerreros. El nivel cultural de la mayoría de aquellos -excepción relativa de los timoto cuicas situados en la región andina estaba entre los más bajos del hemisferio. El contingente indio, aunque muy diezmado, no llegó sin embargo a desaparecer en aquel tremendo choque indohispano, y pudo servir de base a la formación étnica que dio lugar al pueblo venezolano. El bagaje cultural, espiritual y anímico, de esos pobladores, cualquiera sea su cuantificación y cualificación, fue traspasado al producto que resultó de la combinación propia con españoles y africanos. Interesa insistir en la característica de heterogeneidad aborigen en la comarca natal bolivariana. Nunca existió el indio venezolano , ni hubo un tipo único de poblador común; hubo indios, no en demasía por cierto, entre los cuales era notoria la d isimilitud así en sus rasgos so máticos y genéticos como en las caracte rísticas culturales y en su dis tribución geográfica. Diferencias en los tonos o matices de la piel, en la talla, en las formas del cráneo, en los ojos y labios, fueron siempre apuntadas. Puede inferirse que tal di versidad resultaba de una combi nación o mestizaje previo al Descubrimiento. De todos modos, los indios en Venezuela presentaban en común algunos rasgos generales que serán precisamente la aportación del factor vernáculo a la nacionalidad que allí habrá de elaborarse. La gente hispana que llega a las provincias venezolanas como supuesto elemento blanco , trae en su ser a distintos pueblos del Asia Menor y de la muy compleja Europa, y hasta trae al negro recibido a través de la dominación árabe que tantas sangres de Africa llevó a la península Ibérica. Unas diecisiete estirpes vienen con el español. Por otra parte, a Venezuela arriban todos los exponentes del mosaico peninsular, no sólo vienen individuos de Castilla, sino de los distintos reinos: de Aragón, Andalucía, Extremadura y León, seguidos por hombres de Euzkadi, Cataluña y de todas las hispánicas tierras. El español viene sin mujeres, acá consigue a las tan alabadas hembras indígenas, el mestizaje es libre. El número de conquistadores españoles para Venezuela es muy pequeño, se calcula en no más de cinco mil los que llegan en el primer siglo tras Colón. Esta cantidad, exigua en comparación con los indios, se compensa con la unidad cultural idiomática, religiosa, política y con la superioridad tecnológica e instrumental. El producto ha de tomar el tono de España: pertenecerá al occidente. Sus símbolos al decir certero de Mario Briceño Iragorry no son el tabú africano, ni el totem aborigen. Sus símbolos son una transfiguración, con sentido de mayor universalidad, de los símbolos hispánicos. En el orden de las categorías históricas, nosotros aparecimos como evolución del mundo español . [1]
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El africano entra al crisol del Nuevo Mundo conducido por la fuerza. El número de negros para Venezuela fue también relativamente modesto y, entre ellos, las diferencias eran d e igual modo ostensibles. La Antropología subraya, en el controvertido tema de las razas , que los pueblos del tronco negroide son los que presentan las mayores variacio nes entre sí; la diversidad tipológica fue patente en aquella forzada inmigración africana; y de nuevo cabe la observación de que si grande era la desigualdad genética y somática, no era menor la de los rasgos culturales. Unos diez mil africanos fueron traídos en el primer siglo venezolano. No había motivos económicos ni de ninguna otra índole que justificara el asentamiento allí de una más extensa masa esclava. En el hombre de Venezuela se va a observar, con más claridad que en el de cualquier otro pueblo de América, un carácter ecuménico, que será útil recordar a la hora de comprender la acción de Bolívar. En Venezuela está presente, en efecto, la América de los indios, a través de los cuales están vivos el Asia, y quizá la remota Oceanía por los posibles contactos transpacíficos con la Polinesia, evidenciados en fecha reciente por experiencias como la de la Kon Tiki. América, Asia, Oceanía hallábanse, pues, en el indígena. Europa llega con el español íberos, ligures, celtas, romanos, vascos, griegos, germanos, visigodos, suevos, alanos; viene también el Asia Menor fenicios, judíos, musulmanes de Arabia; y el Africa cartagineses, pueblos de Egipto, Libia, Túnez, Argelia, Marruecos, del Congo y el Níger, todos del torrente derramado sobre la península hispana. El Africa propiamente ha de concurrir, además, en sus vástagos bantús, sudaneses y yurubas, arrancados de su heredad por la ignominia de la esclavitud. Todas las razas, todos los continentes, todas las culturas, confluyeron a encontrarse sobre el suelo venezolano, lugar de encrucijada para las migraciones interamericanas en lejanos tiempos. Ese territorio, desde las Antillas hacia el Sur, y viceversa, y a todo lo largo de su costa, de oriente a occidente, y de occidente a oriente, vio pasar a muy diversos pueblos aborígenes. Luego del Descubrimiento, el encuentro ecuménico se realiza sin descartar la violencia, y llega realmente a un amplio, profundo y diversificado mestizaje. No hay exclusión de ningún elemen to para la fusión, ni hubo renuencia de ninguno a participar en la génesis de la Patria por venir. La actitud abierta y propicia al cruce está certificada en un testimonio de la mayor significación, el del sabio Humboldt. Para 1800, tres siglos después de iniciado el proceso donde no existía ni el nombre ni el hombre, y empezado con unos 350.000 aborígenes, 5.000 españoles y 10.000 africanos, Venezuela llega a contar 800.000 habitantes. Hum boldt atestigua que la mitad de éstos nada menos que 400.000 son fruto de la mezcla: ni españoles, ni indios, ni africanos. En otros lugares de América el fenómeno era parecido, también el mestizaje era la regla, pero no pocas ve ces el resultado fue la predomi nancia del indígena en la mezcla, o bien sucedió que por la aniquilación del aborigen y por razones económicas, la densa población negra diera al producto su sello fundamental. En Venezuela, una vez más equidistante, se lograba una combinación equilibrada. La tierra de Bolívar resultaba, así en lo cultural como en lo humano, bien representativa del promedio de la verdadera América.
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EN EL PRIMER TIEMPO ¿Qué sistema se impuso, para organizarse, y para regir su vida, a ese conglomerado venezolano, mayoritariamente mestizo? No fue por cierto el orden indígena. Ya se dijo que, muy diferente de las vastas agrupaciones de México y Perú, donde se realizó a plenitud como muy pocas veces en el mundo la institución imperial, la situación de Venezuela era la de tribus simples; no hay noticias de que una sola de ellas se aproximara siquiera a contener 40.000 ó 50.000 indios. Ya recordamos que sólo en cuanto a las lenguas, se distinguían allí no menos de quince familias lingüísticas. La atomización político social era similar en la mayor parte de aquella América, incluida la que luego sería portuguesa. La tribu, bastante elemental, con las potestades confundidas dentro de un minúsculo absolutismo, o a lo sumo dentro de formas monocráticas más o menos atenuadas, no servía a los fines del conquistador español, el cual por lo demás no venía a aprender de estadios por él superados, ni a conformarse descendiendo a grados subalternos y diferentes del suyo, sino a imponer su concepción con miras al dominio. El conquistador español, desde el primer momento, se empeñó en trasladar a América su sistema metropolitano, y en repetir aquí lo que ya conocía y practicaba en la península. En su conducta, aparte de que a él correspondía la decisión, obraban los muy poderosos móviles psicológi cos de la imitación y del hábito: le resultaba fácil y más hacedero, en efecto, hacer lo que siempre vio hacer y lo que siempre hizo. La organización sería, pues, la organización de España, desde luego que siempre con las variantes impuestas por las muchas diferencias que existían entre los dos continentes, y también, ello es obvio, por los distintos tamaños entre el mundo ya hecho o cuajado de la península y el que nacía en América. No podía ser idéntico el régimen para una ciudad como Madrid o Sevilla, que para las incipientes Cumaná, Coro o Santiago de León de Caracas. Durante la primera hora léase circa siglo XVI, en Venezuela se teje una urdimbre institucional muy tosca: la que exige la circunstancia. El propósito de España es el de una dominación absoluta, vale decir, una superposición suya a la sociedad americana para moldearla y hacerla a su imagen. Para eso, a cada objetivo está destinada la correspondiente respuesta instrumental: A la necesidad primera y previa, de la plena posesión del territorio y de todo cuanto él sustenta y contiene, superando además el inconveniente de la resistencia aborigen, obedece e l esquema de fuerza de las Expe diciones de Conquista. La Corona española, pese a su poderío manifestado en un absolutismo naciente y pujante que abarca la política, la economía y la religión, no estaba en capacidad de acometer con sus solos medios, y con carácter exclusivamente estatal, la empresa americana. Necesita la colaboración de los particulares; con ellos tuvo que pactar en las Capitulaciones, matriz del derecho para América los deberes y los premios que correspondían a los participantes en esas muy riesgosas aventuras de la Conquista y la Colonización.
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Al frente de cada expedición abigarrado cuerpo de mercenarios re clutados en disímiles actividades viene el Adelantado. En su persona se resumen, por obra de la capitulación en la cual graciosamente el monarca hace las concesiones pertinentes, atribuciones políticas, administrativas, militares y jurisdiccionales. Puede distribuir tierras entre los que forman sus huestes, e igualmente entre ellos puede repartir indios. También tiene el derecho de dictar ordenanzas, disfrutar de privilegios impositivos y hasta puede acuñar su propia moneda. La muy notoria escasez de gente, además del azar de la acción conquistadora, que pide un mando fuerte y rápido, explican esta natural concentración de atribuciones del primer momento y la correlativa indeterminación jurisdiccional, todo lo cual hace del Adelantado la célula viva y actuante de un microabsolutismo de estirpe occidental. Así han de realizarse la exploración intrépida y las primeras fundaciones. Para el objetivo de la dominación espiritual asunto de primera im portancia en un pueblo como el español, tan sensibilizado durante siglos en materia religiosa, y tan idealista, objetivo que encierra también la imposición de la cultura particular mente de la fe, lengua y costum bres viene el frustrado programa de la Evangelización Pura que los dominicos diseñaron para Venezuela. Pensaban éstos en un proselitismo, tal como el de Jesús y los Apóstoles, sin armas ni fuerza práctica. A pesar del fracaso de su iniciativa, a los dominicos ha de corresponder, con los franciscanos, empezar la obra de catolización en esta parte americana. Otras órdenes religiosas se sumarán, más luego, para que entre la segunda mitad del siglo XVII y primera del siguiente una red de misiones cubra lo que será Venezuela. Al dominio social y al económico se encaminan, respectivamente, instituciones como la encomienda y el reparto de tierras. Buscaba la primera un variado conjunto de finalidades: premiar y estimular al conquistador, disciplinar al aborigen dentro de un régimen que entrañaba la restricción de su albedrío, y que en el fondo conducía a una relativa esclavitud. La encomienda frenó la destrucción que sufría la raza indígena; facilitó la propagación del cristianismo en concentraciones humanas vigiladas, y alentó la incorporación del indio a la cultura hispana. Complementaria de la encomienda es la repartición de tierras; ésta envolvía el despojo; era la versión final y pragmática de una serie de doctrinas y acciones entonces muy prestigiosas: la propiedad temporal del globo en cabeza del Sumo Pontífice como sucesor del Hijo de Dios, el derecho del Papa a repartir los continentes, el derecho de la Corona hispánica derivado de las bulas Inter cetera, y el derecho del adelantado a asignar tierras en virtud de las capitulaciones. Con la encomienda, y sobre el suelo así recibido, el español inicia acá la producción agrícola y ganadera; era un importante desarrollo de las fuerzas productivas que sustituían a la dispersión agrícola individualista de los indios. Mas éstos, en fin de cuentas, quedarían privados d e lo que les pertenecía, y pasa ban de la categoría de señores, o de súbditos de un vasallaje propio y autóctono, a la de siervos de una prepotencia extranjera. Respecto al africano ni siquiera hay la consideración del ser humano; es una cosa, o un animal más, y puede ser objeto de comercio y de cualquiera transacción. Una irritante desigualdad y una tangible injusticia, lado a lado, están en la base de la organización americana que nace desde el siglo XVI.
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HACIA LA DEFINICION Pero si ese era el esquema de la que llamamos América media, en los extremos de la escala se perciben vari antes aunque no demasiado signi ficativas. Donde el mestizaje era a dos: español y africano, bien porque el indio fue aniquilado o porque nunca vivió allí, España se imponía más fácilmente con todo lo que podía arrastrar en su bagaje institucional y cultural traído de la península. El español construía y reproducía un orden franco de esclavismo; al negro le correspondía adaptarse y someterse al superior; éste, a despecho de todo, también debería hacer las concesiones propias de la convivencia entre desiguales, pero el sacrificio del otro sería mayor; en el caso venezolano, y en América en general, el inmigrante del Africa perdió primero que nada su propio idioma. En cuanto a la América más poblada, organizada y culta, avanzada dentro de las relatividades, España sirvióse a maravilla con los sistemas locales de injusticia, opresión y desigualdad, ya peculiares de la realidad aborigen, y los siguió utilizando con el único cambio que suponía sustituir al titular autóctono por el hi spano, y alguna que otra modifi cación superficial. Para las multitudes aztecas o incas, la conquista significó primordialmente un trueque de señoríos, de lenguaje y de exterioridades. Para ellas el conquistador personificaba el traumático desprecio a sus viejas y propias creencias, para asimilar, por fuerza y con prisa, otras nuevas y ajenas. Un caso bien ilustrativo se halla en el Perú, donde España conserva el caci cazgo para aprovecharse de abo rígenes como instrumentos de su dominación explotadora. Sin duda que, por parte del conquistador, resultaba inteligente este recurso de degradar a una parte selecta y minúscul a de los conquistados para apro vecharlos en la administración y el manejo de la gran mayoría. Bolívar en 1825 eliminaría, con el deseo de que fuera para siempre, estas especies de submagistraturas vergonzosas. Bolívar será junto con los verdaderos libertadores, y a la distancia de tres siglos, el vengador supremo de las iniquidades que, entonces en uso por las potencias, presiden la aparición del Nuevo Mundo. En nombre de los más, de los sujetos a la coyunda ibera, de los esquilmados, enca bezando a los auténticos y genuinos exponentes de América, buscará hacer añicos ese aparato que a la distancia de los tiempos apreciamos como corrupto y corruptor, de oprobio y humillación, para establecer en su lugar el sistema que la dignidad de la persona humana y sus derechos imprescriptibles señalan como el único compatible con ellos, único propicio además para el progreso y para la perfección social. Durante los siglos XVII y XVIII, se prosigue en la que sería tierra de Simón Bolívar la empresa ingente y afanosa de construcción de una nacionalidad que no existía. Verificado el encuentro de los primeros componentes: naturaleza, gente y cultura, fundidos cual los metales en el horno de la violencia típica de la Conquista, viene ahora el tiempo de la activa esperanza. No son los siglos XVII y XVIII una coyuntura apacible. Para desmentir la falsa imagen de una etapa colonial quieta y tranquila, arcádico remanso de la historia, espera silenciosa donde nada crece ni nada sucede, están las continuas convulsiones internas en el seno de la desi gualitaria comunidad naciente, y la reiterada violencia pirática, suerte de revulsivo esta última con importantes efectos para la nueva sociedad, pues enfrentando
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a la agresión foránea, el venezolano adquiere conciencia de sí mismo, confraterniza ante el peligro común, supera sus localismos. Habla por primera vez de patria contra el extranjero de creencias, lengua e idiosincrasia. España persiste, a lo largo de estas dos centurias, en su obstinada y heroica vocación de sembrarse y de dar todo de sí, de no rechazar sino de acoger a los demás factores, con todos los cuales quiere moldear la América a su semejanza. El proceso venezolano de los últimos dos siglos de coloniaje es el de la consolidación nacional; a ésta se llega partiendo de la dispersión. Los centros diseminados por su suelo se funden, y es decretada y empieza a lograrse la unidad fiscal y económica, en seguida la unidad militar y política, luego la unidad judicial, administrativa, social y religiosa: la Venezuela donde Simón Bolívar nace en 1783, surge por cierto formalmente en el decenio 1776 86 de la organización y suma de muchas partes. En toda América los doscientos años 1600 1800, son paralelamente de activa cristalización del coloniaje; se definen las jurisdicciones mayores y menores, se nutren los centros poblados con el flujo de España y la incorporación de esclavos pedidos por el crecimiento material. La cul tura esplende en los campos más variados; arquitectura en México, Lima y Córdoba, pintura en Quito, música en Caracas. El absolutismo colonialista llega a la cima en su plenitud hermética. Bien elocuente resulta el virrey de México que recuerda a los americanos que ellos no han nacido para opinar sobre el gobierno, materia reservada al gran monarca que ocupa el trono de España, sino para callar y obedecer. La Iglesia robustece su poder. Las órdenes religiosas, como los jesuitas, se aseguran a través de la educación una determinante influencia. Como oponiéndose a la pretensión de España, el medio americano no permitió el trasplante fiel de todo lo que caracterizaba a la metrópoli; a la larga el resultado fue bien distinto del que en un principio se quiso. La coexistencia obliga a mutuos ajustes; cada elemento vivo, de los participantes en el proceso, modificase en el roce y por imperativos de la vecindad. Ninguno puede ignorar a nad ie; el escenario es uno, los ac tores varios; el deber y el destino es de todos.
LA MADUREZ DEL COLONIAJE Para inicios del siglo XIX, Venezuela es bien otra de la que vieron Cristóbal Colón, Juan de la Cosa y Alonso de Ojeda. Sobre la cautivante heredad que el propio Descubridor llamara Tierra de Gracia , no están únicamente las escasas parcialidades indígenas con su precaria cultura. Ahora existe allí un pueblo que es la resultante de trescientos años de historia. Venezuela se ha formado y encaminado hacia la unidad. A las escasas treinta ciudades de la primera centuria, en torno a las más importantes de las cuales se delimitaron unas seis provincias, se han añadido unos trescientos núcleos urbanos que son fruto del esfuerzo misionero. Esas seis provincias que estuvieron, por más de dos siglos, sin relaciones de subordinación entre sí, con dependencia varia de distintas metrópolis el
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caso de Cumaná es bastante ilustrativo: en lo político mediato sometida a Madrid; en lo inmediato gubernativo y judicial, a Santo Domingo y Santa Fe; en lo económico, dependiente de México; en lo religioso, de San Juan de Puerto Rico; en lo universitario, dentro del área de Caracas son aglutinadas bajo el reinado de Carlos III. La unificación que da nacimiento propiamente dicho a Venezuela, no a la provincia homónima que también se llamaba Caracas, sino a la realidad geopolítica de la cual es emanación jurídica la nación que hoy se distingue con este nombre, se inicia con la Compañía Guipuzcoana. El consorcio mercantil vasco une y funde, de hecho, a las provincias que luego serán venezolanas obtiene del rey una especie de primera independencia dentro de la dependencia cuando el soberano acuerda desligarlas de Santa Fe y ponerlas bajo la tuición de Caracas. Esto es en 1739, ratificado en 1742; el rey deja constancia de que en su decisión fue importante el criterio de la entidad vizcaína. Originalmente se había asignado a la Compañía sólo la provincia caraqueña, aunque con facultad para abastecer también a Cumaná, Trinidad y Margarita,, las cuales después se incluyen en su dominio, igual que a Guayana, donde bajo su inspiración se perseguirá el contrabando; por último se incorpora Maracaibo, en 1739, a la órbita guipuzcoana, que terminaría siendo la órbita venezolana. En el decenio 1776 a 1786, se establecen en Caracas: la Intendencia, que centraliza la materia fiscal (1776); una Capitanía General primada con atribuciones gubernativas y militares sobre las Capitanías Generales y Gobernaciones de Cumaná, Guayana, Margarita, Trinidad y Maracaibo (1777); el Consulado, un tribunal mercantil y órgano de fomento económico (1785); la Audiencia, máxima entidad para la justicia, con tareas de gobierno y hasta de cuerpo legislador. (1786). Para 1804 toca a Monseñor Francisco de Ibarra ser el primer Arzobispo de Caracas y Metropolitano conforme a bula del año anterior; así desaparecen del territorio venezolano ya unificado las tres jurisdicciones eclesiásticas: Puerto Rico, Santo Domingo y Santa Fe, pues el prelado de Caracas sube a la categoría dicha, y sufragáneos suyos quedan los obispos de Mérida de Maracaibo y de Guayana. La creación de la Arquidiócesis confirma a Caracas su completa capitalidad de la nación. La creación de la Universidad en 1721, le había otorgado preeminencia cierta en lo cultural. Bolívar nace casualmente en medio de esa década de integración ve nezolanista. Cuando en su infancia se asoma al mundo de la razón, ya no hay caraqueño , guayanés , cumanés , margariteño , trinitario , marabino o merideño , como gentilicios excluyentes; por sobretodos priva el de venezolanos . En términos continentales hispanoamericanos, el desenvolvimiento no fue paralelo, ni idéntico, al que en las dos centurias fundamentales se cumplía en esa área bañada por el Caribe. Venezuela estuvo siempre en retardo. En las comunidades mayores y más densamente pobladas, se vio desde el mismo siglo XVI con claridad permitida por una macropresencia, el mismo fenómeno que tardíamente se percibe en Venezuela: el perfeccionamiento y vigorización del sistema colonial. Aparecieron los grandes virreinatos tan pronto la monarquía española abandonó la actitud de espera, deslumbrada por el Descubrimiento, y tomó firme conciencia de su negocio. Carlos V crea los virreinatos de la Nueva España y del Perú. En el siglo XVIII se constituyen los
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de Nueva Granada y del Río de la Plata. También aparecen Capitanías Generales para Guatemala, Chile, Cuba y Florida, una Presidencia en Chile. Las Audiencias surgen sucesivamente, desde 1511 en Santo Domingo, luego la de México en 1527, Panamá o Tierra Firme en 1535, Lima en 1542, Guatemala en 1543, Guadalajara en 1548, Santa Fe en 1549, Charcas en 1551, Quito en 1563, Chile en 1609, Buenos Aires en 1661, hasta las de Caracas y el Cuzco en 1786. Numerosas Intendencias establecieron los Borbones en América; era un paso de avance en la administración fiscal que dejaba muy atrás a la burocracia incipiente de los primeros tiempos. En cuanto a Consulados, se contaron once en el continente. Ad emás, por doquiera se habían re producido y multiplicado los Cabildo s como únicos cuerpos deliberan tes aunque de ámbito local que el absolutismo permitía. A pesar de que los Cabildos sufrieron altibajos en su importancia, jugaron un papel siempre de relieve; eran ciertamente la representación del común; el de Caracas consiguió en 1676 la facultad para que sus alcaldes mandaran en toda la provincia en caso de falta absoluta del Gobernador. Eran entes muy celosos de sus prerrogativas y, fieles a su composición, servían de preferencia, casi exclusivamente, a los criollos. El Derecho para regir América fue, en un principio, el mismo de Castilla, holgado repositorio de predominante extracción latina. Ya en las postrimerías del siglo XVII en 1680 se completa la recopilación de un Derecho ad hoc para el Nuevo Mundo: las leyes de Indias: 9 libros, 218 títulos, 6.377 leyes. Esta legislación es, por muchos conceptos, una obra admirable: aparte de reflejar el orden político social que la produce, y de servir eficazmente a la monarquía, se ilumina con el idealismo que es rasgo capital del alma hispánica. En muchos aspectos de las leyes de Indias es notoria la orientación hacia elevados objetivos; sin embargo, la práctica rutinaria, así como el medio social americano y los intereses en pugna, desvirtúan aquella noble aspiración en la que es digno de notarse un persistente humanitarismo en favor de los aborígenes, y el cual, así no cuaje, enaltece a sus idealizadores. En tan extraordinario cuerpo de leyes hállase como la raíz de un rasgo cultural que va a constituir vivo drama en nuestra América: la falta de correspondencia entre el Derecho y el hecho. Contrariamente a lo que sucede en las sociedades anglosajonas, acá el Derecho será una elaboración modelo, ejemplo perfecto, abstracto y puro, más que una regla de conducta, útil, eficiente y funcional. La legislación de Indias caracterizóse por un idealismo y una inoperancia, que desde aquella época auroral dio a la norma jurídica en nuestra América el valor de un artículo de lujo, sin conexión con su circunstancia. Importa mucho examinar estos aspectos que configuran particularmente a la Venezuela de Simón Bolívar, así como en general al continente donde aquel país se encuentra inserto, todo lo cual concurre a explicar la ulterior acción del gran dirigente revolucionario. En los trescientos años de coloniaje, la tutela imperial de España se mantuvo incólume, conservó siempre su carácter inapelable, y se ejerció con la misma intransigencia desde un principio. La estructura no sufrió, en su esencia, ningún cambio trascendental. Quizá la variación más importante a señalar sea la del temp eramento y estilo de las dos di
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nastías que por ese tiempo se suceden en el trono español desde 1701, cuando empieza el reinado de Felipe V. Naturalmente que cada soberano tiene también su propia personalidad y su manera de gobernar, pero el sistema, regido en general por leyes y por procedimientos de derecho, pasa de uno a otro sin mengua ninguna de su invariable autocratismo.
LAS DINASTIAS Y LA SOCIEDAD El gobierno de los Austrias o Habsburgos era duro, obsesionado de catolicismo y cerrado a cualquiera innovación en lo que no fueran las artes desinteresadas, sobre las cuales flot aba la filosofía político teoló gica del severo régimen. Esa dinastía, integradora en lo nacional, encarnó la españolidad que empezó a verse unitaria, y sirvió a los conceptos tradicionales con toda eficacia. Su absolutismo se irguió sobre un carácter teocrático y un centralismo egoísta, no enteramente limpios de resabios medievales. Desde el principio, los Borbones marcan su sello diferente. En Francia, sus reyes habían patrocinado una política atrevida, de reforma y novedades; eran católicos sin excesos, amigos de las artes, del debate filosófico, de la investigación científica y del progreso, todo ello sin ceder en su absolutismo. Los Borbones auspician en la península, como doctrina estatal, la uniformidad en el derecho y una más esmerada cen tralización. En sus acciones de entrada, Felipe V cortó las viejas liber tades de Aragón y Cataluña, de Valencia y Mallorca: robustecía de este modo, y sin perder ni un instante, su poder personal. A la maquinaria estatal fue incorporada la Intendencia, bien pronto convertida en eje de la nueva administración. Las Cortes y los Cabildos perdieron fuerza. En materia social, experimentó América el impacto de la nueva política borbónica. Esta dinastía hacía gala de un relativo liberalismo y no ocultaba su propósito de abatir a las a ristocracias metropolitana y co lonial; su política en Venezuela resulta de claro tinte popular. Si bien no se borraban las condiciones originales e intrínsecas de des igualdad, es indudable que otras perspectivas se esbozaban en el Nuevo Mundo para 1800. El desarrollo demográfico y el cruce que con tra todas las prohibiciones se verificó entre los tres grandes troncos étnicos, permite percibir con más nitidez el carácter desigualitario y lo absurdo de su mantenimiento. La esclavitud tiene ahora, naturalmente, mayor importancia que antes. Al modesto tráfico del siglo XVI, que era como de tanteo, los lucros exagerados se llegan a estimar sobre el 20.000 por ciento lo han animado extraordinariamente; aho ra participan en el negocio: In glaterra, Holanda, Portugal, Francia, etc. Se calcula que del Africa extraen entre doce y treinta millones de individuos a lo largo de todo el coloniaje. A Venezuela fueron conducidos unos 120.000 negros. Grandes asientos hubo en las Antillas, en el Brasil, en la costa norte del Golfo de México y en el Caribe.
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Para comienzos del siglo XIX, la esclavitud indígena se ha reforzado en el hemisferio. En la América precolombina fue práctica común a muchas colectividades indias el comerciar con prisioneros; la libertad de ellos era parte del botín de los vencedores. Tan rendidor era ese comercio que muchos caciques se dedicaron a apresar gente, de parcialidades enemigas, para venderla a los españoles. En la América de superior desarrollo la esclavitud no era desconoci da. Pese a que la Corona de Castilla declaró a los indios vasallos libres , la licencia que en 1503 otorga la reina Isabel para reducir los caribes y araucanos al cautiverio, so pretexto de caníbales y rebeldes, vino a significar el beneplácito regio al sistema esclavista que empezaba a imponerse. Pero, aparte de la existencia del esclavismo, suficiente para mostrar la palpable desigualdad, hay además el hecho ostensible de que no todos los elementos libres vale decir, no esclavos están en idéntico nivel. Entre los libres, en Venezuela, se distinguen por lo menos ocho estratos. Los blancos, en general favorecidos, comportan tres categorías: los privilegiados peninsulares , montados en el vértice de la pirámide social, luego los presuntuosos criollos o mantuanos, y en seguida los subalternos canarios. Después, en orden descendente, sigue el vasto sector de los pardos nada menos que la mitad de los venezolanos, para 1800 allí incluidos: mestizos stricto censu, mulatos, zambos, tercerones, cuarterones, quinterones, moriscos, coyotes, chamisos, ahí te estás, salto atrás, gíbaros, sambaigos, tente en el aire, no te entiendo, cholos, cuatralbos, tresalbos, castizos, etc. Finalmente, en la base de la pirámide: los indios vasallos libres y los indios esclavos, después los negros libres y, por último, los negros esclavos; No sólo la sangre o raza daba un criterio para la estratificación, también el derecho, la educación, la fortun a o riqueza, las costumbres, in tervenían poderosamente en este empeño de dividir la sociedad y de marcar diferencias. Los reglamentos u ordenanzas bajaban a ocuparse del uso de mantos, joyas, perlas,, seda, terciopelo, cojines, paraguas, asientos, reclinatorios, etc. Incluso en el culto religioso, los negros estaban separados de los blancos; por mucho tiempo la dignidad sacerdotal fue monopolio de éstos. En Caracas llegóse a verificar una especial distribución de los templos entre los di versos estratos sociales: Cande laria era particularmente reservado para los canarios, San Mauricio para los pardos, San Francisco para los criollos.... Sobre las profesiones y oficios, no poco hay que decir. La educación como complemento del orden establecido, aporta otras razones para las diferencias. Los estudios a los cuales se pueda entrar capacitan para carreras que, a su vez, conllevan punt os muy precisos de ubicación so cial; igual sucede con el adiestramiento y desempeño de determinadas tareas. Para la gente influyente era la instrucción más avanzada, es decir, para peninsulares y Criollos o mantuanos. Eran crecidos los derechos que cobraba la Universidad. A los pardos, sistemáticamente, les negaron escuelas. Nadie se ocupó de enseñar a los negros; incluso se registró el caso de un negro que en Catamarca aprendió a leer, él solo, y al ser descubierto se le azotó públicamente. Para los indios, apenas se preveía, en las encomiendas, la estricta alfabetización intelectual y religiosa.
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Otros elementos para la división: las ocupaciones: militares, licenciados o clérigos, la calidad del empleo, o el ramo de oficio, la veteranía y experiencia, colocan en planos distintos a los habitantes de la Colonia. Para optar a un grado en la Universida d había que probar ser hijo le gítimo, limpio de toda mala raza... y de padres evidentemente conoci dos . Los expósitos, aunque fueran blancos, no podían graduarse sin dispensa del rey. Los trabajos manuales, por mucho tiempo, descalificaron para la declaración de hidalguía. Felipe II, en 1562, había señalado a los oficios bajos, viles y mecánicos , indignos de personas encumbradas. A la artesanía tuvieron que dedicarse preferentemente los pardos. Cum pliendo tareas imprescindibles para la comunidad, incluso la cirugía llamada romancista , los pardos llegaron a dominar totalmente en esa esfera, y con su valioso trabajo alca nzaron mejores oportunidades pe cuniarias, muy convenientes para su elevación social. Para los negros se reservaron las tareas más duras, rep ugnantes y crueles. Ellos encon tráronse siempre coartados por chocantes restricciones; así, no podían circular de noche, ni trasladarse de un poblado a otro; en Caracas les estaba vedado ir a las quebradas si no fuera yendo por agua para el uso hogareño; desde 1545 se les prohibió montar a caballo. Hacia 1620 se les recuerda que no les está permitido portar armas. Estaba prohibido, también, negociar con cualquier esclavo; y había una presunción, contra éste, de suponer robado o malhabido cualquier oro que se hallare en su poder. El sector de los pardos, vale decir, el grueso de la población la mitad, en Venezuela, era víctima del desprecio y la explotación. Estaban confinados a los menesteres subalternos; no podían ser cursantes de la Universidad, y mucho menos nunca obtendrían títulos ni diplomas. Tampoco podían entrar al Seminario, ni recibir órdenes sagradas. Al Colegio de Abogados y a la Audiencia no tenían acceso ni en calidad de porteros. Para ellos había unas milicias segregadas, pero no tenían opción sino hasta el rango de capitán. Les estaba prohibido el matrimo nio con blancos; a sus entierros no podía asistir el Cabildo de Canónigos; no podían sentarse en los bancos de los templos ni llevar alfombras para arrodillarse. Todavía en 1805 el Ayuntamiento de Caracas persistía en negarles la más elemental posibilidad docente. En 1796 ese organismo se había pronunciado porque se les mantuviera sin la instrucción de que hasta ahora han carecido y deben carecer en adelante .
ECONOMIA Y PENSAMIENTO En el cuadro de la América colonial ha de mencionarse, también, la Inquisición, pieza institucional de treme ndo efecto al servicio de la mo narquía absolutista y contra la libertad. A diferencia de la inquisición medieval, principalmente religiosa y en manos puramente eclesiásticas, la Inquisición en España fue más po lítica y hasta económica conser vando, desde luego, su ropaje de guardiana de la fe. En este Tribunal del Santo Oficio, siempre el monarca fue preponderante; el Papa Sixto IV había dado en 1478 al poder real la facultad de nombrar los jueces inquisidores; cuatro años después el S umo Pontífice readquirió esa po testad, pero dejaba a la Corona el derecho de presentar los
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candidatos. De uno y otro modo, los custodios del dogma fueron siempre instrumen tos del poder político. El objeto inicial de la Inquisición era destruir el judaísmo, luego enfilóse contra el Islam y, finalmente, contra los protestantes. En América su eficacia fue muy cuestionable; pero de todas maneras asustaba hasta a las autoridades religiosas y civiles, y naturalmente servía de prudente intimidación a favor de los designios de la monarquía metropolitana. La imagen que se ha transmitido a los tiempos exagera sin duda el diabólico y terrífico efecto de la Inquisición, pero su desaparición liberó a las almas de un temor adicional que en el coloniaje configuraba una general situación de reserva, inhibiciones y miedos. En materia económica, América se formó sobre la base de las mayores injusticias. Conforme a la tesis del Ostiense, el Papa tenía atribuciones para distribuir el globo; así por la redonación pontificial recibieron los Reyes Católicos las tierras del Nuevo Mundo; a su vez los soberanos dispondrían de ellas en las capitulaciones, y los Adelantados por su parte harían otros repartos. En todo caso, el acto de la conquista y posesión para los fines de erigir la propiedad española o colonial en América se levantaba sobre el despojo a los aborígenes. Con el trabajo de éstos y con la mano de obra de los esclavos africanos, comenzaron a construirse las grandes fortunas. Las haciendas son directa consecuencia de la conquista y de la esclavitud. En todos estos países hay memoria de extraordinarios latifundios coloniales; la Iglesia era también gran terrateniente. Ser dueño de un suelo mayor o menor, poseer mejores o peores cultivos, el número de esclavos o de cabezas de ganado, en fin, la cantidad y la calidad de la riqueza, determina una ubicación social. Frente a los potentados, mantuanos , grandes caca os , funcionarios superiores fa vorecidos con la probabilidad de una fortuna a corto plazo, frente a rentistas con capital acumulado que rinde cuantiosos intereses, están los medianos propietarios y los artesanos, los desposeídos, condenados a la pobreza, y más abajo aún los caracterizados por la absoluta carencia de bienes incluido el supremo: la libertad. En Venezuela, muchos nobles no tuvieron escrúpulos en comerciar; los rescates de la Conquista habían iniciado una actitud tolerante y complaciente frente a la especulación mercantil. En América, de modo general, el desempeño del comercio no era afrentoso para los señores, tampoco la actividad minera, ni la agricultura o ganadería, a través de indios encomendados o de esclavos africanos. Los Borbones sanearon las finanzas e spañolas, e inauguraron una dis tinta política mercantil que terminó concediendo la total libertad de comercio. Respecto a la cultura y a la difusión de los conocimientos, debe señalarse cómo el absolutismo borbónico que auspició en la metrópoli la era de la Ilustración , de discutibles resultados recuerda siempre a las colonias que toda decisión incumbe al rey y que las liberalidades que pueden concederse son relativas. La Corona, sin un programa previo, pero con la espontaneidad de quien todo lo absorbe, y lo hace en forma irresistible, no fomenta la educación; y en cuanto al desempeño pedagógico de la Iglesia y a lo que deja para la iniciativa particular, los controla con miras a la determinante conveniencia monarquista.
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La Venezuela donde iba a nacer Simón Bolívar, era en lo cultural, de las más atrasadas y descuidadas porciones del imperio. Su Universidad se instala en 1725; mientras que Santo Domingo la tuvo en 1538, y Perú y México en 1551. Con la imprenta sucede lo mismo: México la tiene en 1536, algunos la refieren como establecida antes en Guatemala; para 1581 estaba en Perú, al Paraguay y Cuba es introducida en 1705 y 1701, respectivamente; para 1747 se la halla en Brasil, y en 1750 en Haití; antes en 1738, llega a Nueva Granada, después a Quito (1755) y al Río de la Plata (1766). En cambio, Venezuela no tiene la imprenta propiamente sino en 1808. Contra enormes obstáculos debía batallar la inquietud intelectual de los venezolanos. América era un mundo cerrado por el absolutismo y, además, tratado con rigor y desconfianza. En las Leyes de Indias se castigaba con pena de muerte el comerciar con extranjeros, cualquiera fuera el pretexto. Grandes restricciones pesaban sobre la lectura, igual sobre la impresión y venta de libros. A los inflexibles comisarios del Santo Oficio correspondía otorgar el pase para la entrada, circulación y uso de libros, cualquiera fuera el sitio de donde éstos procedieren y el idioma en que se hallaren escritos. La posesión de libros no permitidos se castigaba duramente; el rey dispuso que sus funcionarios civiles y eclesiásticos en el Nuevo Mundo recogieran los textos heréticos y cuanto material escrito dejaran los piratas pr otestantes en sus vandálicas in cursiones. La vigilancia del imperio ocupóse hasta de las minucias de mandar que no se consintieran en Indias, libros profanos y fabulosos, libros de romances que contaran historias fingidas; eso aparece en la legislación indiana y lo ratifica una Real Cédula de Carlos V el 29 de setiembre de 1543. Extremo cuidado puso la Corona con las obras que se ocupaban del Nuevo Mundo; se exigía el visto bueno del Consejo de Indias para que tales impresos pudieran pasar a América; ningún editor ni librero podía publicarlos, tenerlos ni venderlos sin el previo examen de dicho Consejo, so pena de crecida multa y decomiso. Aun cuando por vías lícitas, y no obstante lo apuntado, llegaran libros de España a Venezuela en algunos casos con singular prontitud, el contrabando ayudó mucho a la formación de importantes bibliotecas, tanto en Caracas como en otras provincias. La Real Compañía Guipuzcoana traería en sus bajeles, c omo al amparo de cierta inviola bilidad, material de lectura actualizado y atrevido. Así fue la América que se elaboró en trescientos años: unidades políticas y administrativas dependientes de la Corona: virreinatos, intendencias, capitanías generales, consulados, audiencias. Ciudades más o menos vistosas, palacios, mansiones, catedrales y templos, conventos; grandes servidumbres, hatos y plantaciones; importantes universidades; caminos, fortalezas, plazas; explotaciones mineras y azucareras, etc., en suma un complejo institucional, material y cultural que, juzgado con imparcialidad, asombra. Si se considera que, estrictamente, antes de la proeza colombina no existían América ni los americanos, y que tr es si glos después ya había un mundo, y en él patrias abocadas a un destino trascendental, se comprende la justa dimensión del empeño cumplido en el continente donde nació Bolívar, y en la parcela de ese vasto mundo en la cual despuntó esta ingente personalidad.
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UN ESPIRITU GERMINA Importante fue en verdad el saldo del coloniaje. La realidad material de la América y de la Venezuela de 1800, tan distinta de lo que existía para el año 1500, tiene su paralelo en el fenómeno de la confluencia de todas las razas para producir al hombre americano ni indígena, ni español, ni africano , un ser universal, expresión de todos los continen tes. Era nuevo el hombre, y eran nuevos los nombres: la voz América era una novedad. También lo eran Venezuela, Nueva Granada, Nueva España, La Española, Puerto Rico, Santo Domingo, Santa Fe, Florida, Río de la Plata, Asunción y muchas más. Pero en los tres siglos donde tal obra se hizo, se consiguió otro producto de análo ga o mayor relevancia: se formó un espíritu, se definió una conciencia, ya bastante madura y segura de sí, pese a ser joven todavía, para 1800. Trescientos años era mucho, pero al mismo tiempo era muy poco. No hay ejemplo de que en tan breve lapso, y en cualquier otro lugar de la tierra, se haya hecho con tanta rapidez un mundo de la magnitud y cali dad de nuestra América. Sin recurrir a comparaciones con la antigüedad ni con pueblos del Oriente Extremo y Medio, en la historia de España hay cifras aleccionadoras: dura seiscientos años el solo período de los romanos, y luego unos ocho siglos la dominación árabe; en Inglaterra los normandos mantuvieron su supremacía por más de cuatrocientos años; y esos tramos cronológicos, no obstante ser cualesquiera de ellos bastante más largo que todo el curso del coloniaje, apenas se recuerdan como fases, etapas, segmentos o incidencias en el proceso de aquellas nacionalidades. Para nuestra América, tres siglos eran su completa historia. En trescientos años se hizo conocer un espíritu. Se empezó una cultura. El signo de ese espíritu, reiterado a través de aquel tiempo, y tenaz e insistente en todos nuestros pueblos, fue el de la inconformidad, el del rechazo aunque diverso en forma, modo y grado del sistema colonial basado en la injusticia, la desigua ldad y la opresión. Desde el pro pio moment o cuando comenzó a haber americanos , ellos emp iezan a manifestar su oposición , con ánimo resuelto, contra el orden imperante. España trajo a América su sistema absolutista. Este no era muy diferente, en su esencia, del que las potencias colonizadoras imponían en sus po sesiones. El absolutismo hispano es, de todos modos, el más pleno que ha existido: era un absolutismo único, como no lo tuvo Francia ni en los momentos culminantes del anci en régime. Luis XIV podría decir que el Estado era él, y no mentía, pues al sistema político lo tenía en su puño; los monarcas españoles, sin embargo, podían decir más: Carlos V o Felipe II estaban en capacidad de afirmar, sin equivocarse ni un áp ice, que ellos eran el Estado... más la nación. Ninguno de estos personajes hubiera desvariado en caso de asegurar que cualquiera de ellos era Es paña, y que de ellos era el imperio con la masa completa de todos sus contenidos. El absolutismo español se revelaba no s ólo en lo político sino, conjun tamente, también en lo económico y lo religioso. El mercantilismo daba al soberano un dominio cabal sobre las actividades productivas; todo el proceso económico, hasta el consumo, estaba bajo su conduc ción . Particular significación se concedía al trabajo de las minas; el atesoramiento de oro y metales preciosos, y el evitar que la riqueza escapara en
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beneficio de un competidor, eran sus cuidados primordiales. Toda una extensa serie de medidas de una reglamentaridad excesiva, com pletaban este sistema ultrainte r ventor . El Patronato y la Inquisición redonde aban el poder del rey con un influjo sobre las conciencias, y en la religión total, como sólo un Vicario de Cristo lo hubiera podido ejercer. Los reyes eran de hecho jefes de la Iglesia en sus reinos; no eran solamente protectores de los sagrados cá nones y administradores eclesiásticos, sino que a través del Pase Re gio quedaban a su arbitrio hasta autor izar el conocimiento de la pala bra del Papa entre los católicos de sus dominios. El Santo Oficio, por su parte, además de la unidad de la fe, proporcionaba a los reyes un apreciable caudal de bienes, confiscados a los herejes. Solamente la honra de los súbditos escapaba al absolutismo del rey. La reina Isabel afirmando su poder dijo que los reyes eran propietarios de los reinos; dentro de semejante panorama de irrestricto e ilimitado poder, se subrayaba que el derecho de los particulares a bienes in muebles basábase en la gracia o merced del soberano. La libertad es una gracia concedida por quien tambié n dispensa la vida. No hay dere chos personales ni garantías dentro del absolutismo. Prácticamente, el individuo no existe frente a la omnipotencia estatal. El absolutismo configura un orden consecuencial en América. Ni libertad de pensamiento ni libertad de expresión; de no permitirlas se ocupaban las dos instancias que emanaban d el rey: la censura civil y admi nistrativa, y la censura religiosa. Ni libertad de locomoción ni de fijar residencia; el rey debía autorizar expresamente todo y cualquier viaje o traslado, hasta de una provincia a otra. Ni libertad de trabajo, pues en vigor estaban importantes y pormenorizadas restricciones sobre el acceso a profesiones y oficios, a los estudios o al adiestramiento respectivos y al ejercicio. No había tampoco libertad de cultos; ésta lógicamente la más peligrosa para la unidad española; la expulsión de los judíos fue decretada en España en 1492; diez años más tarde se dispuso la de los musulmanes no conversos, incluyendo los viejos mudéjares de Castilla, y en 1609 fue el extrañamiento de los moriscos. Protestantes no eran tolerados; sus casos, y los de algunos judaizantes, fueron en América la materia principal del trabajo inquisitorial. No había tampoco, dentro del absolutismo monopolista, libertad de comercio ni de navegación. Le iba a corresponder a Carlos III decretar la libertad mercantil, Carlos IV permitiría en 1797 que llegaran a los puertos de América barcos no españoles. El sistema absolutista era, en suma, un sistema totalitario, en el cual además la Corona a través de sus funcionarios se permitía cobrar impuestos excesivos para satisfacer sus crecientes requerimientos buro cráticos y militares. Como característica propia del absolutismo se ha de recordar que, dentro de su indudable legalismo y del ajuste a su concepción normati va, es notoria la ausencia de derechos políticos. Los gobernantes no son los que la sociedad quiera y pueda darse, sino los que el soberano tiene a bien escoger. Como únicas posibilidades deliberantes no existían en América más que los Cabildos con relativa autonomía, pero sólo en el ámbito municipal y los Consulados referidos al ramo mercantil y de fomento únicos
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organismos a los cuales entraban los criollos, sin mayores limitaciones. Los americanos estaban excluidos de las máximas responsabilidades de gobierno en su tierra. Manuel Palacio Faj ardo tras una sorprendente y minuciosa investigación, pudo certificar que a partir de la época de las primeras colonizaciones, hasta el año 1810, de los 166 virreyes y 588 capitanes generales, gobernadores, y presidentes [vale decir los 754 más altos funcionarios] nombrados en la América española, no se encuentran má s que 18 criollos . [2] Los ameri canos eran personas de segunda clase en sus países; la preferencia. como y a se ha dicho recaía toda en gente de ultramar. Simón Bolívar enjuiciaría esta situación así: La posi ción de los moradores del hemis ferio americano ha sido, por siglos, puramente pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más abajo de la servidumbre. La América no sólo estaba privada de su libertad sino también de la tiranía activa y doméstica. Se nos vejaba con una conducta que , además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas. Los americanos no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuándo más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes. Estábamos abstraídos y ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del estado. Jamás éramos virreyes, ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas , y casi ni aun comerciantes , I 164, 165, 166.
LA RESISTENCIA CONSTANTE Contra el estado de cosas antes referido, podría decirse que el espíritu rebelde de América se manifiesta desde el Descubrimiento. Mestizaje y rebeldía son fenómenos coetáneos. Esclavitud y resistencia se dan juntos en América. Prácticamente no hay un solo lugar del hemisferio donde, para 1800, no se haya derramado sangre por la libertad y la justicia. En los sitios más diversos, y en los tiempos más diferentes, la dignidad de los americanos así fuera a l precio de la vida supo mostrarse activa y recia. No fue en textos de ideólogos en boga para el siglo XVIII nortea mericanos, franceses e ingleses donde los pueblos latinoamericanos hicieron su aprendizaje de libertad. No fue el ejemplo de París toma de la Bastilla, ejecución de los reyes Capetos, derogatoria del antiguo orden el que iluminó y decidió a los americanos a luchar. América no necesitó que ningún doctrinario foráneo específicamente, ni ningún inspirado jacobino, le hablara de justicia. El pueblo de América aprendió a amar la libertad y a buscarla por la vía del sacrificio, se empeñó en conseguirla sin parar mientes en el precio. Bolívar iba a señalar una poderosa razón afirmativa de la independencia y libertad continentales, en la mismísima fuente que las negaba: por eso habló de la independencia y libertad que las leyes mismas de España, y los ejemplos de su historia, nos autorizab an a recobrar por las armas , II 1130. Miranda, glorioso exponente de la misma tierra, pudo afirmar: Yo me
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consagré al servicio de la libertad mucho antes de que Francia hubies e pensado en ocuparse de ella . [3] La crónica de los sucesos en los cuales se hace presente el espíritu de lucha de los americanos, por la libertad, la justicia y la igualdad, es rica y variada. Podrían reco rdarse algunos de los ejemplos más notorios. Ya en 1501 ocurre en La Española una revuel ta de negros esclavos. Entre l51 9 y 1533 se suceden las rebeliones del indio Enriquillo, en Santo Domingo; la raza aborigen sería exterminada casi totalmente en el Caribe. Para 1534 es intensa la resistencia autóctona en las guerras de Arauco en Chile; dentro de las relativ idades cuantitativas, esta heca tombe del Sur fue muy parecida a la que más al norte escenificaban los caribes en las islas y costas de su mar. En el Perú, por el año de 1536, Manco II tiene unos cien mil indios insurrectos; sin embargo, la superioridad cultural y técnica de los pequeños núcleos de españoles hace a éstos imbatibles. En Venezuela, cuentan viejos infolios, hubo en 1532 una sublevación de esclavos en la recién nacida Villa de Santa Ana de Coro. Siguiente manifestación por la libertad y la justicia: la rebelión del Negro Miguel en 1552, en las minas de Buría, región de Yaracuy. Graves conmociones agitan la c omarca de los incas: Tupac Amaru perece en 1572; seis años atrás un intento de sublevación originado en Quito se extiende hasta Chile. De tal modo estaba sensibilizada la región que, para 1577, cuando el pirata Drake se dirige al Callao, los negros de la zona pugnan por aproximársele y ayudarlo. Bastante lejos de allí, al norte de México en Topia revienta una insurgencia en 1589. Para las insolentes correrías del corsario Hawkins, por el Caribe, es fructífero el año de 1597. Menudean, en el curso del siglo XVII, las más diversas manifestaciones de rechazo contra el sistema que, a lo largo de nuestros países, estaba aún entonces en fase embrionaria. Entre Huila y Tolima se alzan los pijaos en 1601. Panamá confronta sacudimientos parecidos en 1608, México en 1612. De la guerra activa que mantienen en Perú los subyu gados indios contra los españoles, la lucha es particularmente intensa en 1625. Lima y el norte de Chile padecen movimientos similares de 1629 a 1630. Tucumán en 1645 y, otra vez, un decenio más tarde, es escenario de grandes conflictos. Chillán es destruido en 1651. Sobre Lima se ciernen y se materializan amenazas de revueltas internas en 1666, 1675 y 1676: México experimenta lo mismo en 1692. EL siglo XVII es en Venezuela de mucha actividad. Un sucinto análisis revela cuán seguidas son las ocurrenc ias. Para 1603, los negros apli cados a la pesca de perlas en Margarita se sublevan por el trato inhumano que reciben, extendiéndose la rebelión a la costa cumanesa. En Nirgua es abortada una revolución en 1628; las autoridades reales no podí an imponerse por la fuerza a la ma yoría de color que al fin mereció consideración especial del rey y pudo organizarse a su gusto en lo que, por mofa, se llamó república de los zambos y mulatos . Diversas partidas de negros cimarrones se mueven, en 1650, a través de los valles del Tuy y vecindades de Charallave, Yare, Par aguán, Paracotos y La Guaira. Las autoridades, a más de la ejecución sumaria para los cabe cillas, disponen sanciones drásticas para los vecinos libres que auxilien a los revoltosos. Gastados en una como sistemática campaña de exterminio, grupos caribes y
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otomacos al mando del cacique Chiparara, libran hacia 1652 y 53, en las sabanas guariqueñas, los postreros encuentros masivos contra los españoles. Por Carora y Monay, en los años de 1671 y 1677, reina la agitación. ¿Qué hay de común en todas estas acciones? La participación siempre en plano decisivo de los estratos sociales inferiores, y muy especialmente de los más sometidos: indios con clara vocación para morir sacudiendo el vasallaje, el cual se les tornaba infinitamente más odioso que la ancestral sujeción vernácula, negros, pardos mulatos, mestizos y zambos. El conflicto, pese a sus mil facetas y maneras, tiene en todo caso como objetivo la reivindicación (social, económica, cultural o política) de quienes, caracterizados por la rebeldía que es fuerza interior incontenible, se niegan a aceptar una situación desfavorable en demasía. En el siglo XVIII las acciones subversivas ganan madurez. Se comienza a hacer presente además de la motivación económica y social la razón política. Para 1721 revienta en Paraguay una insurgencia criolla, que triunfa en su designio. Fue dirigida por el magistrado Antequera contra la autoridad virreinal; se estableció un gobierno que duró diez años apoyado por los comuneros; el movimiento fue aplastado en 1735. Un lustro antes, en Cochabamba, el platero Alejo Calatayud encabeza un levantamiento contra los impuestos. Es la época de las manifestaciones de protesta contra las cargas tributarias y los reglamentos administrativos. Se oyen gritos de Nuevo Rey y nueva ley . Los movimientos son de criollos; más adelante, dice Carlos Pereyra, cada país encontrará en una remota glorificación precolombina el punto de arranque d e sus aspiraciones nacionales . [4] Para cada lugar habrá un rótulo: aztequismo, incaísmo, araucanismo, mosquismo, caribismo, nativismo Brasil , siboneyismo. ... La Compañía Guipuzcoana en Venezuel a, con su monopolio comercial q ue lesiona a los ricos, y con la indi scriminada represión del contra bando, dentro de la cual maltrata a los pobres y afecta a todos, logra el primer frente unitario de los disímiles componentes sociales de las colonias venezolanas, antes de que éstas sean oficialmente aglutinadas. El zambo valenciano Andrés López del Rosario, mejor conocido como Andresote, inicia en 1732 la guerra contra el consorcio vasco; la acción se sitúa en los valles del Yarac uy y la faja costera de Puerto Cabello y Tu cacas, área de contrabandistas muy irradiada por la influencia holandesa. En 1741 sucede el motín de San Felipe; aunque el pretexto sea una discrepancia jurisdiccional, el motín m archa contra todo el orden colo nial, en el cual los criollos son forzados a aceptar las imposiciones de la empresa guipuzcoana. El Tocuyo presencia en 1744 una importante sublevación contra el gobierno de la Provincia y sus representantes locales. En el curso de esta incidencia brota la idea y se alega por primera vez, usando el término preciso, la realidad naciente de la Patria ; el vocablo alumbra en el informe de varios caballeros tocuyanos al gobernador, enumerándole los tres motivos que ante la masa alzada esgrimieron para justificar la marcha: La defensa de nuestra religión católica, el servicio de nuestro Rey y señor natural y d efensa de nuestra propia Patria . [5] Seis años más tarde, en las haciendas de Yare es sofocada la rebelión del negro Miguel Luengo; se habla entonces de una Real Cédula que dispone la libertad de los esclavos, pero que los amos la tienen
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escondida. Para 1749 sigue l a efervescencia en conciliábulos celebrados en los cumbes y haciendas tuyeras; fue ejecutado el negro Manuel Espinoza, presunto instigador. El acontecimiento mayor, dentro del panorama de cincuenta años de lucha cívica suscitada por la Compañía, es la insurrección de Juan Fran cisco de León en 1749 y 1751. Vuelve a ag itar se la incipiente idea de la Patria; alúdela ahora Nicolás de León, el solidario hijo nacido en Cara cas del líder canario: Nos toca de obligación el defender nuestra patria porque si no la defendemos se remos esclavos de todos ellos . [6] Una y otra vez las feraces campiñas del Tuy son semillero de acciones subversivas; de 1771 a 1774 el negro Guillermo, esclavo de Marcos Ri bas, mantiene por allí en jaque a las autoridades coloniales. Cuando Andresote se batía en Venezuela, Juan Vélez de Córdova luchaba en Oruro contra los tributos y por la restauración del régimen in caico. También en Castrovirrein a y Cotabambas, numerosa plebe se insubordinaba. Desde 1742 hasta 1761 el guerrillero peruano Juan San tos Atahualpa no dejaba apagar el faro de su heroica lucha. Para 1750 el virrey Manso de Velasco sofoca una intentona en Lima. Por entonces, toda América está congestionada. En 1755 estalla una insurgencia en Cuba. En el Sur: otra vez la guerra de Arauco para 1766. Al Norte: los simpatizantes de los jesuitas promueven disturbios en México, 1767 y 1768. Por estos mismos años las revueltas menudean en Quito, Chile, Nueva Granada, Perú, contra la aduana y el estanco de aguardiente, contra impuestos, contra funcionarios. En 1778 y 1784 hay movimientos en Buenos Aires. Los descontentos s acudieron también Puebla, Guana juato, San Luis de la Paz, San Luis de Potosí y Patzcuaro. Más tarde, el mismo fenómeno se riega por lo s pueblos peruanos: Chumbivilcas , Llata, Urubamba, Lambayeque, Conchucos, Huarás, Yungay, Huan cavelica, Pasco, Arequipa y el Cuzco. Mención especial merece la soberbia revuelta acaudilla da por José Gabriel Condorcanqui llamado por sí mismo Túpac Amaru, en honor del inca ejecutado un par de siglos atrás por el virrey Toledo . Movilizó sesenta mil hombres en pos de la idea de abolir las mitas, clausurar los obrajes y prohibir los repartimientos. La multitud indígena se excedió en su venganza; a pesar de lo extenso de su aparente poder, que llegó a cubrir una gran zona del Perú, hasta Tucumán, la falta de organización y de disciplina militar la redujo a la nada cuando una tropa menor se le enfrentó. El adalid murió descuartizado en 1781. Un primo suyo, Túpac Inca, prolongó la insurrección por un par de años más. Los dos virreinatos del Sur eran un hervidero: Carlos Nina Catan sitió a La Paz y Sorata. Otro Catan asaltó a Chayanta. Menudearon los seguidores de Túpac Amaru haciendo su justicia: Jacinto Rodríguez en Oruro, Diego Cristóbal, hermano de Condorcanqui; Mariano, hijo de Diego Cristóbal; Luis Lasso de la Vega en Tupiza; Julián Apasa (Túpac Catari), Alejandro Calisaya, Pedro Vilcapasa, y muchos más. Por las afinidades espirituales y por la identidad de factores, los hechos del Perú tuvieron gran efecto en Sudamérica. En la Nueva Granada el descontento estalló en el movimiento de los Comuneros del Socorro; en esa localidad, la población comandada por José Antonio Galán y Juan Francisco Berbeo, se unificó contra los impuestos y obtuvo las después incumplidas Capitulaciones de Zipaquirá ; la gesta de estos rebeldes evoca la de los Comuneros de Castilla dos siglos antes. La socorreña Manuela Beltrán
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prendió la chispa despedazando los textos de los decretos que establecían tan odiados impuestos. Cuatro años después en 1782 moriría Galán en el patíbulo con tres de sus fieles compañeros. Otra vez el contagio. Del virreinato de Santa Fe se comunicó la insu rrección a los Andes venezolanos y llegó hasta Trujillo. Lo que por junio y agosto de 1781 había sacudido a las comarcas de Táchira, Mérida, Maracaibo y Trujillo era una auténtica onda tumultuaria de genuina reivindicación popular que se la quiso extender a toda la Capitanía General recientemente constituida. A la cabeza de la caudalosa insurrección llegó a estar, escogido por las masas como su Comandante General , el gritense Juan José García de Hevia. El lema de la revuelta era: Viva el Rey, muera el mal gobierno ; y su objetivo la supresión de los pechos y derechos con que los recaudadores abrumaban a todos. La escaramuz a concluyó en Trujillo cuando el Cabildo resolvió negarse a apoyar a los capitanes comuneros merideños; para ese instante ya el movimiento avanzaba hacia Barinas y el Zulia. También los mantuanos caraqueños hicieron patente su desagrado por algunas medidas que afectaban a sus intereses económicos. Su malestar los hizo pensar hasta en un cambio político. En julio de 1781, don Juan Vicente de Bolívar y Ponte a la sazón de cincuenta y cinco años escribe a Francisco de Miranda quien recién inicia su gallarda treintena sobre la tiranía que a juicio de los aristócratas locales ha establecido en Caracas el Intendente de la Real Hacienda, José de Abalos. Al año que sigue, exactamente dieciocho meses antes del nacimiento de Simón Bolívar, el mismo don Juan Vicente, en unión de Martín de Tovar, y del marqués de Mijares, vuelve a tremolar ante aquel mismo y ya distinguido caraqueño la idea de la libertad; los tres ofrecen a su joven paisano seguirlo como a su caudillo y derramar hasta la última gota de nuestra sangr e en cosas honrosas y grandes . [7] De la relación de tantos y tan variados acontecimientos, por toda la inmensidad del mundo hispanoamericano, se percibe cómo era larga, continua y sostenida, la lucha por la libertad, la justicia y la igualdad, vale decir, por los que ya eran valores entrañables del hombre nuevo de nuestra América. En todos y en cada uno de esos hechos está presente, con mayor o menor nitidez, una misma e irreductible voluntad, contraria al vasallaje y dispuesta al sacrificio, terca en la negativa a aceptar el sistema colonial con toda su carga deprim ente. La decisión en tantos líde res y en tantos seguidores es inequívoca, así se manifieste imperfecta o ingenuamente y no consiga a veces una expresión feliz. Cada uno de esos actos ha cumplido el papel de incentivo histórico; ha demostrado que no hubo tranquilidad alcahueta para el colonialismo esclavista, injusto y despótico. La represión resultó ineficaz; nadie se arredró. Se cumplía una fase esencial de un destino.
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VIENE LA ACCION Los decenios finales del siglo XVIII pertenecen a los Precursores. Francisco de Miranda, José Joaquim da Silva Xavier, Juan Pablo Viscardo y Guzmán, Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo y Antonio Nariño, están entre los máximos. Miranda (1750 1816) es un eslabón esencial en la cadena definidora de la nacionalidad americana. Él abre la trilogía de caraqueños que ocu parán por cerca de una centuria, en sorprendente sucesividad cronológica, el primer plano continental: Miranda, Bolívar y Bello. Él es el primer criollo de proyección universal; nunca antes otro como él ha escalado un puesto de tanta significación, por igual, en las naciones más importantes y avanzadas de su hora. La consagración de Miranda a la independencia de América Latina tiene un punto de arranque cierto, él mismo lo concreta: cuando batallaba por la emancipación de los Estados Unidos, dirá, lo primero que brotó de mi alma fue un ferviente voto por la libertad de la tierra que me vio nacer, pues no me atrevía por entonces a llamar patria a la América del Sur .[8] En Miranda está como el epicentro de la revolución continental. Cerca de él se hallan hombres de lugares muy diferentes, hermanados en idéntica fe: así O´Higgins, quien recordará en 1828: A Miranda debo la inspiración que me lanzó en la carrera de la revolución para salvar a mi Patria ;[9] allí están el venezolano Jo sé del Pozo y Sucre, los neogra nadinos Antonio Nariño y Pedro Fermín de Vargas; el peruano Pablo de Olavide, otro chileno Manuel José Salas; el cubano Pedro José Caro. Muchos de ellos se han iniciado masónicamente en la logia Gran Reunión Americana , que él funda en Londres, y a la cual pertenecen también Bolívar, Bello, el mexicano fray Servando Teresa de Mier, el argentino José de San Martín, el qu iteño Carlos Montúfar, el guaya quileño Vicente Rocafuerte; Bernardo Monteagudo y Mariano Moreno, del Río de la Plata. Sus corresponsales están en México, Caracas, Guatemala, Río de Janeiro, Buenos Aires. Todos son sus compatriotas. Cuando viene a libertar a Venezuela, piensa Miranda en América. A su gente, que él llama Ejército de Colombia para el servicio del pueblo libre de Sur América , le jura y la hace jurar en Jacmel: ser fiel y leal al pueblo libre de Sur América, independiente de España, y servirle honrada y lealmente contra todos sus enemigos y opositores .[10] Sur América era una forma de nombrar a Hispanoamérica. El río Mississippi era frontera. En aquella época Texas y California, el ilímite oeste del septentrión, eran hispanos, Canadá un verdiblanco y gélido desierto, los Estados Unidos una faja experimental noratlántica de trece colonias que ensayaban su unidad federal. Miranda y, como él, todos los precursores, no estimaba necesario aclarar cuál era su América; en esa hora no hay sino una sola: la hispana, la nuestra, hoy Latinoamérica con Brasil y el Caribe . Miranda traía cuidadosos proyectos para la nueva América; algunas de sus ideas aparecen desenvueltas con más prolijidad por contemporáneos como Picornell, Gual y España; muchas de ellas serán las de Bolívar y por éste realizadas, así la aspiración de hacer a Colombia.
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En el colosal Brasil desempeñaría un gran papel histórico José Joaquim da Silva Xavier (1748 1792), conocido por el nombre de Tiradentes. La revolución arranca, como en el resto de América, del empeño exagerado de la monarquía portuguesa en la recaudación de los impuestos: de ese malestar se pasó a articular un programa completo que incluía la creación en Brasil de una república independiente; la ban dera sería blanca con un verso de Virgilio: Libertas quae sera lamen. Se declararían extinguidas las deudas de los contribuyentes atrasados; se aboliría condicionalmente la esclavitud; habría libertad de comercio, se crearían escuelas para el pueblo y fábricas para producir todo cuanto se importaba de la metrópoli. Al Estado tocaría proteger a los padres con más de cinco hijos. El grito de los conjurados sería ¡Viva a Iiberdade! Tiradentes era el predicador de este evangelio de renovaciones. La conspiración fracasó, y el líder fue preso y juzgado junto con sus camaradas. Se le condenó a muerte y su sentencia resultó ser la única que la reina no conmutó. La ejecución de Tiradentes fue el 21 de abril de 1792; el virrey había ordenado que se hiciera de forma lo más apa ratosa. Así fue. Su figura apostólica y su ejemplo de abanderado de una causa justa, lo mantienen eternamente vivo en el alma de su pueblo. El Perú recuerda la importante presencia de un esclarecido precursor: Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748 1798), nacido en jurisdicción de Arequipa. Jesuita en su mocedad, y después extrañado de la famosa congregación, fue un crítico acerbo del coloniaje, para quien los primeros tres siglos de América se podrían reducir a cuatro palabras: ingratitud, injusticia, servidumbre y desolación . Los levantamientos contra España en América, así como los intentos de penetración inglesa en Argentina, impresionaron a Viscardo. Concibió la independencia del Perú y diez años más tarde, en 1792, al escribir su célebre Carta a los Españoles Americanos que empezó a ser conocida en 1801 extendió sus planes de emancipación a todo el continente hispanoamericano. A través de Viscardo se expresan los resentimientos de los criollos tan despreciados por los peninsulares. Su difundida carta publicada de inicio en francés, para mejor divulgación europea de las razones americanas contiene una vibrante requisitoria contra las injusticias sustantivas del colonialismo; con su verbo franco, y bien seguro en su argumentación difícil de refutar, alumbra y sacude las mentes más diversas. Su crítica a la esclavitud y al aislamiento, a la explotación humillante que se padece acá en provecho egoísta de una metrópoli desconsiderada, cala hasta en las conciencias más indiferentes. Si corremos nuestra desventurada patria de un cabo al otro, hallaremos donde quiera la misma desolación, una avaricia tan desenfrenada como insaciable; donde quiera el mismo tráfico abominable de injusticia y de inhumanidad, de parte de las sanguijuelas empleadas por el gobierno, para nuestra opresión . Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo (1747 1795), representa en el Ecuador el primer adelantado histórico por la Independencia. Era un mestizo de tres sangres, con calidad de hombre excepcional. Médico, jurista, filósofo, teólogo, periodista y escritor de nota. Pensó también en América como una unidad; su plan revolucionario atendía a la totalidad por la cual abogaba sin ningún distingo.
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Preconizaba la autonomía y la autodeterminación para los americanos, sin necesidad de exterminar ni perseguir a los españoles, a los cuales tan sólo quería privar de las posiciones preeminentes que en la política detentaban. Espejo proponía la nacionali zación del clero, y la expropia ción de los cuantiosos bienes eclesiásticos en beneficio de la nación. En todo el período trisecular de la colonia, en el Ecuador, nadie es superior a este mestizo. Los discípulos y seguidores de Espejo, quien tuvo que padecer indecibles persecuciones, prepararon y realizaron la jornada gloriosa del 10 de agosto de 1809. Ese día, los patriotas quiteños dispusieron reasumir la soberanía popular, cambiar el gobierno deponiendo a las autoridades hispanas y constituir una Junta Suprema que ejercería el poder con independencia completa de la península. Los sufrimientos de Espejo, y el martirio de los patriotas del 10 de agosto, éstos vilmente asesinados, inmortalizan y realzan la calidad singular de su epopeya cívica. Don Antonio Nariño (1765 1823), en el Virreinato de Santa Fe, llena por estos tiempos una gran tarea igualmente precursora del cambio que Bolívar habrá de conducir. Nariño, amigo de Miranda, era, como éste y como Espejo, un hombre de vasta cultura y de fina sensibilidad. Por agosto de 1794 llegó a sus manos el texto francés de los Derechos del Hombre; Nariño lo tradujo y lo dio a la estampa en una imprenta de su propiedad. La casa de este prócer e ra centro de reunión de la inte lectualidad criolla que, en Bogotá, discutía y preparaba la transformación política. Sobre Nariño se ejerció la severidad que era usual en estos casos por las autoridades colonialistas; sus bienes fueron confiscados y él mismo condenado a diez años de presidio en Africa. De todos los precursores fue el único que alcanzó a ver triunfa nte el movimiento de la indepen dencia que él animara en su embrión. En favor de la emancipación del Río de la Plata y del Perú trabaja, en 1782, don Antonio de Prado. Igualmente busca la independencia el mexicano don Francisco de Mendiola. De similar manera es precursor, o promotor propiamente dicho de la independencia hispanoamericana, el abate chileno Juan José Godoy y del Pozo. Para comienzos del siglo XIX, cuando Simón Bolívar aún no cumple veinte años, Venezuela ha enriquecido, con nuevas acciones, su expe riencia de lucha por la libertad y la justicia. José Leonardo Chirinos ya capitaneó un alzamiento de importancia en Coro. La conducta insoportable de un funcionario de Hacienda, desencadenó en aquella zona esa reacción sangrienta. Hasta los negros corianos de Chirinos llegan los ecos estimulantes de la Revolución Francesa y de la jacobina gesta de Haití; en Coro ellos pregonan, además de la libertad de los esclavos y de los aborrecidos impuestos, los principios políticos de libertad, fraternidad e igualdad Ley de los Franceses y hasta se pronuncian por el establecimiento de la República. Cuando Chirinos estaba aún aguardando el veredicto de sus jueces y captores entra a La Guaira el bergantín correo La Golondrina, el 3 de diciembre de 1796, trayendo a su bordo al reo de Estado don Juan Bautista Picornell, quien será artífice del movimiento revolucionario, definidamente independentista, mejor preparado en Venezuela. En ese puerto hay animación subversiva desde 1794; Picornell engrana al minuto con Manuel
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Gual y José María España; arriba al sitio exacto, y en oportuno instante para la creación revolucionaria. La obra fundamental de esta conspiración está en las Ordenanzas Constituciones salidas de la pluma de Picornell. Allí se encuentra el ideario completo del movimiento. Con la absoluta claridad de todos sus planteamientos, se declara la independ encia política. Venezuela se or ganizaría como una república federal y democrática; sus valores máxi mos son la ley, la justicia y la libertad. Proclámase la igualdad no sólo legal, sino la igualdad racial más completa: Igualdad natural entre todos los habitantes de la Provincia y Distritos: y se encarga que entre Blancos, Indios, Pardos y Morenos reine la mayor armonía, mirándose todos como hermanos en Jesucristo, iguales por Dios, procurando ave n tajarse sólo unos a otros en mérito y virtud, que son las dos únicas distinciones reales y verdaderas que hay de hombre a hombre, y habrá en lo sucesivo entre todos los individuo s de nuestra república . En con cordancia con esta declaración queda desde luego abolida la Esclavi tud como contraria a la humanidad .[11] No obstante que se trata de un proyecto venezolano, con su centro en La Guaira y ramificaciones en Caracas, Carúpano, Valencia, Puerto Cabello, Barlovento, etc., es reiterado a cada instante e l carácter de rei vindicación continental. Se insiste, como principio central, en la unidad americana. Así, la idea que en 1781 asomara en Miranda, halla aquí su más inequívoco y sostenido desarrollo. Nunca antes se ha sido tan explícito y tenaz en una afirmación de unidad y de fraternidad americanas. Todos los documentos, lemas, divisas, canciones, panfletos, etc., todo, sin faltar un elemento, se dirige expresamente al pueblo americano . A partir de este intento entra, segura y textualmente, a la mejor ideología venezolana el pensamiento sobre la patria americana, concepción que será el más firme vínculo común entre Miranda, Bolívar y Bello. Venezuela, en lo sucesivo, será el país guía de la integración y del entendimiento continentales. El fracaso de esa admirable conspiración, en julio de 1797, no devuelve la calma al régimen español en tierras venezolanas; la nacionalidad que surge, cada vez más nítida, pugn a por hacerse reconocer cual co rresponde a un pueblo adulto. Siguen a Picornell, Gual y España, el frustrado alzamiento de Pirela en Maracaibo (1799), y unas fallidas acometidas subversivas en Oriente. Para 1806 está frente a las costas de la Patria, ahora en persona, don Francisco de Miranda, en su incansable afán emancipador. Es un paso más, en este curso responsable y firme, articulado con planes de coope ración internacional, con una visión culta y completa de la vasta empresa muy próxima a iniciar su cristalización en los años fundamentales de 1810 y 1811. El lustro primero del siglo XIX ve triunfar a los patriotas haitianos que ya para 1804 son independientes. En Tepic (México), Mariano combate por la autonomía, Villalba y Sanz hace lo propio en Potosí. En el suelo de Venezuela, desde el alzamiento de los primeros esclavos en Coro (1532) hasta la ocupación de la misma ciudad por Miranda (1806), va más de un cuarto de milenio de renovada y sacrificada fe en ideales que signan de manera indeleble una nacionalidad. Entre los episodios finales de la serie, la trabazón o cruce de líneas, igual
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que la sucesividad, muestran como un relevo histórico en el cual pasa la an torcha de una mano a otra: Chirinos, Picornell, Gual, España, Pirela, Miranda. En el continente, de un extremo a otro, se han sucedido las revueltas e insurrecciones, las luchas y lo s sacrificios, el valor y la ab negación; la sangre ha corrido generosa en aras de un orden diferente: justicia, independencia, libertad, igualdad. Cuando el coloniaje hace crisis y ha y madurez en los esfuerzos revo lucionarios, cuando ya Francisco de Miranda es un veterano servidor de la libertad, despunta Simón Bolívar. Le toca recibir la herencia de tres siglos de acción despierta de un mundo en rebeldía. Un glorioso fardo de inquietudes y anhelos llega íntegro a la responsabilidad de este caraqueño. Él será el Libertador.
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NOTAS.... [1] Briceño Iragorry, Mario: Introducción y defensa de nuestra historia, p. 78. [2] Palacio Fajardo, Manuel: Bosquejo de la Revo lución en la América españ ola. p. 16. [3] Parra Pérez, C.: Historia de la Primera Repú blica, t. I , p. 121. [4] Pereyra, Carlos: Breve Historia de Améri ca, p. 367. [5] Fe lice Cardot, Carlos: Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII venezolano, p. 204. [6] Documentos relativ os a la Insurrección de Juan Francisco de León, p.58. [7] Miranda, Francisco de: Archivo, t. XV, p. 68. [8] Cf. Mancini, Jules: Bolívar y la emancipación de las Colonias españolas, p. 160. [9] Cf. Ugalde, Pedro: Presencia y magisterio de Miranda en la Revolución chilena. p. 47 . [10] Cf. Biggs, James: Historia del intento de Don Francisco de Miranda para efectuar una revolución en Sur América, pp. 37 y 38. [11] Cf. López, Casto Fulgencio: Juan Picornell y la Conspiración de Gual y España. p. 354. Se le citará en lo adelante: CFL p.
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CAPITULO II CALIDAD Y RAZON DEL PERSONAJE EXPRESIÓN E INICIO Simón Bolívar es exponente genuino del hombre americano, producto del intenso y múltiple proceso de mestizaje del cual emerge el hombre auténtico de nuestra América. A la individualidad humana de Bolívar confluye una variada legión de antepasados que se cruzaron en este hemisferio. Sobre su ancestro español el ambiente americano ha dejado la huella de su acción permanente durante doscientos años, desde cuando en 1589 llega a Venezuela el primer Bolívar, por coincidencia llamado Simón. En el ser físico de Simón Bolívar puede decirse que estaba el indio, aunque esta sangre él no llevara, pues en toda persona, de cualquier oriundez, radicada en lo que fue el hábitat del aborigen, el ambiente explicador de las esencias humanas que son su expresión actuaba de manera inevitable y constante. [1] En nuestro medio geográfico existen los elementos que conformaron al indígena cual lo conocieron los españoles y que habrían y habrán, además, de dejarse sentir sobre quienquiera aquí establecido. Ese moldeamiento fue resultante de la múltiple e inexorable acción de factores numerosos, unos palpables y otros hasta invisibles. Todos ellos representan al indio y explican la presencia de un ingrediente aborigen aun en venezolanos que están distantes de tener ancestro indígena. El hecho de que entre los ascendientes de Bolívar, por la rama paterna, figure doña María Josefa Marín de Narváez, hija natural de Francisco Marín de Narváez, nacida en Caracas en 1668, de cuya madre se ignora la identidad, ha dado pie para suponerle algún ancestro africano, todo ello habida cuenta de su hermosura y del bello matiz moreno de su piel. Simón Bolívar habría recibido así, por una parte, la herencia de su medio geográfico en tantas generaciones afincadas aquí, y por otra, algo de sangre africana, además de la que le llegó primordialmente a través de castellanos, gallegos, vascos, navarros, portugueses, aragoneses, andaluces, italianos, alemanes, extremeños, asturianos, franceses, catalanes, ingleses, húngaros, canarios, etc. Con razón asienta Salvador de Madariaga: los sesenta apellidos son como otras tantas
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raíces por donde llegan hasta Simón Bolívar las savias de tantas familias del nuevo y del viejo mundo para nutrir su ser con memorias y tradiciones mucho más fuertes que su propia conciencia de ellas. No ha calado hasta lo hondo del Libertador ni ha comprendido su carrera accidentada y a veces al parecer incoherente, quien no haya explorado primero esas avenidas de su abolengo por donde su ser arraigaba en la tierra histórica de su pueblo. Porque todo hombre, grande o pequeño, es suma de miles de antepasados y, por consiguiente, resumen, de todo el pueblo en cuyo seno viene a la vida. [2] En lo físico, O’Leary describe: Bolívar tenía la frente alta, pero no muy ancha y surcada de arrugas desde temprana edad indicio de pensador . Pobladas y bien formadas las cejas. Los ojos negros, vivos y penetrantes. La nariz larga y perfecta: tuvo en ella un pequeño lobanillo que le preocupó mucho, hasta que desapareció en 1820, dejando una señal casi imperceptible. Los pómulos salientes; mejillas hundidas, desde que le conocí en 1818. La boca fea y los labios algo gruesos. La distancia de la nariz a la boca era notable. Los dientes blancos, uniformes y bellísimos; cuidábalos con esmero. Las orejas grandes, pero bien puestas. El pelo negro, fino y crespo lo llevaba largo en los años de 1818 a 1821, en que empezó a encanecer, y desde entonces lo usó corto. Las patillas y bigotes rubios; se los afeitó por primera vez en el Potosí en 1825. Su estatura era de cinco pies y seis pulgadas inglesas. Tenía el pecho angosto; el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera. Las manos y los pies pequeños y bien formados que una mujer habría envidiado , O’L. N I-491. Para lo espiritual hay, de otro extranjero inteligente también imparcial, el canadiense general John Robertson. , una semblanza de mucho valor: Entre sus conciudadanos [Bolívar] no tiene igual, y menos todavía un competidor. Pocos hombres poseen un mayor sentimiento del honor y la delicadeza. Su generosidad y desinterés son ilimitados; su bondad de carácter se manifiesta en todas las ocasiones que despiertan su simpatía. Su mayor satisfacción, cuando poseía la cuantiosa fortuna que heredó, era el socorrer a los infortunados merecedores de compasión. Nunca dejó de aliviar sus miserias de una manera privada y delicada. Su mente nunca divaga, y en este aspecto constituye una singular excepción. Es capaz de soportar fatigas y sufrir privaciones como ningún otro hombre. Pocos poseen tanta constancia como él ante el peligro o en la adversidad; su perseverancia no tiene límites. Estas dos cualidades de su carácter han sido más que plenamente confirmadas por acontecimientos por mí personalmente conocidos . [3] La Caracas de su infancia es una modesta urbe, recién estrenada como capital de todas las provincias venezolanas. Fundada por Diego de Losada en 1567, la villa tiene para la fecha cuando nace Bolívar, el 24 de julio de 1783, algo más de veinte mil habitantes. Allí ve la luz y se forma este cuarto hijo de la aristocrática unión de don Juan Vicente Bolívar y Ponte y doña María de la Concepción Palacios y Blanco. A los dos años y medio fallece su padre, y a los nueve la madre. Su educación corre al cuidado de tutores y maestros de los mejores que hay en la ciudad. Nada escatimó su progenitora para esta importante finalidad. El mismo dice que fue educado como podía serlo un niño rico en aquella América bajo el dominio hispano. Para la enseñanza inicial lo atendieron el presbítero José Antonio Negrete, el maestro Carrasco, Guillermo
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Pelgrón, Fernando Vides y otros distinguidos pedagogos; entre éstos también contóse Andrés Bello como preceptor de literatura y geografía. Igualmente recibió lecciones de matemáticas del ilustrado capuchino fray Francisco de Andújar, quien en la casa de Bolívar estableció una academia especialmente para éste. Fue don Simón Rodríguez, sin embargo, el más influyente maestro de Bolívar; a ningún otro en los años de gloria y altura, le reconoció tanto poder sobre su corazón; sólo de Rodríguez dijo: cuyos consejos y consuelos han tenido siempre para mí tanto imperio , I-21. Animador y heraldo de la inquietud bolivariana, don Simón Rodríguez, por antonomasia es el Maestro del Libertador. Antes de que éste independice a América, aquél su maestro universal , I-22 hace su tarea: ayuda a la independencia del propio Bolívar, contribuye a desligarlo de la realidad tradicional y lo acerca a la verdad futura; lo impulsa en el esfuerzo de conseguir la perspectiva propia de un creador, lo ayuda a intuir el sentido y dimensión de su faena y a calcular las fuerzas en juego para la acción de la historia. Simón Rodríguez llama a Bolívar a romper con sus coetáneos que se autoestiman depositarios del buen juicio y de la sensatez, y a los ojos de los cuales la lógica debía recomendar a Bolívar esforzarse en conservar y acrecer la preeminencia de su familia, buscar el ascenso dentro del orden colonial que le aseguraba el incremento de su influencia y de su patrimonio, y nunca exponer la propia vida al azar de peligrosas circunstancias. Don Simón Rodríguez, el incomprendido filósofo de Caracas, trabaja sobre la adolescencia de Bolívar, quien frecuentó la escuela pública que él dirigía, y hasta vivió en su casa. Además, y sobre todo esa enseñanza fue intensa en los umbrales de la edad adulta, en tiempos de íntima convivencia en Europa, donde la compenetración entre ambos se hizo profunda. Por el carácter independiente y rebelde de Rodríguez se comprende que él cale tan hondo en el espíritu del joven Bolívar. Aparte de los maestros dichos, cuya labor docente se desenvolvía sin estricto método , y con irregularidades e interrupciones motivadas por circunstancias propias de un alma inquieta y mimada, hay que señalar como estudios sistemáticos realizados por Bolívar, los de matemáticas en la Academia de San Fernando, en Madrid. En Madrid, donde Simón Bolívar residió por tres años, se realiza la parte más significativa y fundamental de su formación. Un especialista muy autorizado, el profesor Manuel Pérez Vila, asienta: El ardor por el estudio y la lectura, que habrán de caracterizarle durante toda su vida, al parecer se despertaron de un modo definitivo en él en Madrid. [Los estudios que hizo en Caracas] se convirtieron en España, gracias al cambio de ambiente y a la benéfica influencia de Esteban Palacios en un esfuerzo ordenado, metódico, en el cual empezó a aplicarse aquella admirable voluntad que poseía . [4] En la capital española Bolívar estudió francés e inglés con profesores calificados, bajo la inspección de su representante, el sabio marqués Jerónimo de Ustáriz y Tovar, anciano de trato amable y franco, dueño de hondos conocimientos en las ciencias morales y políticas. Bolívar en Madrid dice Pérez Vila recibe la educación propia de los jóvenes aristócratas de su tiempo que se destinan a la carrera de las armas. Durante esos años,
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por otra parte, si él se dedica con entusiasmo y con ardor al estudio, asiste también, sin duda, a tertulias y veladas, va al teatro, algunas veces a la Corte . [5] Es preciso añadir que los responsables de la formación bolivariana no se preocuparon solamente por los conocimientos teóricos; el Libertador recibió desde niño lecciones de esgrima, equitación y baile. El ponderaría más tarde las ventajas de semejante atención plural y diversificada. Intuitivamente aquéllos se acercaban al concepto más pleno de la educación, y propendían a formar una personalidad integral que se acrecería por otros medios. En sí mismo Bolívar llevaba la calidad del genio, pues creó mucho más de lo que sistemáticamente aprendió y leyó. Supo más de lo que se le enseñó. Sobre su prodigiosa mentalidad se ha pronunciado de manera unánime la nutrida totalidad de sus críticos, investigadores y estudiosos. Cierta vez definió a la política como el arte de precaver, y éste consiste en saber juzgar bien a los hombres y las cosas, en el conocimiento profundo del corazón humano y de los móviles o principales motores de sus acciones . Añadía: Los hombres que dicen conocer la política, que se dicen hombres de Estado, deben preverlo todo, deben saber obrar como tales y probar con resultados que efectivamente son tales como se creen . [6]
POR EL MUNDO Y LOS LIBROS Los viajes fueron otra importante fuente formativa de la personalidad de Simón Bolívar. Desde la antigüedad se ha conocido la significación de éstos para edificar el ser moral e intelectual. Nada mejor para conseguir una mentalidad comprensiva y tolerante, una visión perspectivista capaz de percibir la relatividad de las culturas y, por ende, de facilitar el progreso y desterrar el dogmatismo. El propio Libertador asignaría a los viajes una influencia capital en su destino; el 10 de mayo de 1828 decía: Es de creer que en Caracas o San Mateo no me habrían nacido las ideas que me vinieron en mis viajes, y en América no hubiera tomado aquella experiencia ni hecho aquel estudio del Mundo, de los hombres y de las cosas que tanto me ha servido en todo el curso de mi carrera política . BUC-230. A Europa viajó Bolívar por tres veces. Los motivos eran diversos, pero tácitamente el fin fue uno solo: buscar y acumular experiencias, definir un sentido de gloria. Los dos primeros viajes suman un septenio, en dos partes de casi igual duración. En su tercera visita al Viejo Mundo, pasa en Londres nueve semanas del semestre que gasta en todo el recorrido. El viaje primero de Simón Bolívar, siendo un mozo quinceañero, lo emprende muy al principio de 1799 (el 19 de enero); podría decirse que es de estudios. Pasa por México y Cuba, se sitúa en España y conoce Francia. Culmina con su matrimonio en Madrid el 26 de mayo de 1802; regresa a Caracas en agosto siguiente.
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Distraer la temprana viudez es el propósito de su segunda travesía atlántica desde Venezuela. Zarpa a fines de octubre de 1803. Permanece en Europa tres años y ocho meses, en los cuales disipa una cuantiosa fortuna material; este periplo halla su culminación en el Monte Sacro y en el juramento definitivo; es el viaje del aprendizaje y la camaradería con Rodríguez. Ha de ser también el de los encuentros determinantes y el de la elección de su destino. Visita España, Francia, Italia, Austria, Bélgica, Holanda y Alemania; a su regreso desde Hamburgo en octubre de 1806, desembarca en el puerto norteamericano de Charleston enero 1807 , se demora cuatro meses en los Estados Unidos, volviendo a Caracas en junio. De su breve estadía en ese país declara: Durante mi corta visita a los Estados Unidos, por primera vez en mi vida vi la libertad racional . [7] Un moderado y justo relativismo es el producto de tantas experiencias. La visión de los distintos pueblos europeos, colectividades con tradición ciertamente añeja, lo hará ser comprensivo con su pueblo. Adquirirá en Europa más exacto sentido de las proporciones, encuentra allá un óptimo mirador para asomarse al espectáculo del devenir universal. Europa lo incita a la reflexión. Con satisfacción maravillada ahora ve a la América con más claridad. Bolívar se descubre a sí mismo en Europa, se autocrítica con justicia; en sus recorridos cimentó la evidencia de que no iba equivocado. Bolívar calibra las diferencias entre Europa y América: un continente con entidad espiritual lograda en más de dos mil años; y otro, con el problema de culturas desiguales que no logran fundirse, con tres siglos apenas de historia conocida, en trance de indagación de su propia alma. En el viaje tercero, Bolívar va a Europa como diplomático. Llega a la Gran Bretaña, encabezando la más importante de las primeras embajadas venezolanas. Bolívar tiene ocasión esta vez de gustar la vida inglesa; este viaje es también, por eso, fundamental; sentirá siempre una admiración extraordinaria por el pueblo inglés, en el cual le produce la más viva impresión mucho de lo que falta en América, y que él se empeña en fundar: estabilidad, respeto, dignidad, sensatez, sentido práctico; quiere para América ese grupo de sencillas virtudes británicas: realización efectiva de la libertad y democracia en un clima sin violencias; tradición amorosamente cultivada como elemento vertebrador de la personalidad colectiva a través de las épocas. Esta justa valoración de la calidad social de la Gran Bretaña ha de ser la razón que lleve a Bolívar a recomendar como modelo, cuantas veces pueda, el estilo de vida de aquella madura sociedad. En Londres, y en la casa de Miranda, por su directa relación con el Precursor, se hizo Bolívar americano. Hasta allí y hasta entonces, puede decirse, él era un criollo con ideas, preocupaciones y horizontes circunscritos a su modesto ámbito venezolano. En Londres adquiere en 1810 junto con Bello, y por adoctrinamiento de Miranda, la real dimensión americana. Allí y entonces, nació Simón Bolívar para América. Pero la inquietud bolivariana no sólo se dirige a Europa. Después, en plena campaña emancipadora y por imperativos y necesidades de la misma, recorre a pie, a caballo, en flecheras, bergantines, goletas, etc. la mayor porción del continente americano. Boston y Plata fueron, respectivamente, los puntos más al septentrión y más al mediodía del itinerario bolivariano. Él tuvo la vivencia exacta de la patria americana; la sintió
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integralmente. Un vuelo hoy sobre los Andes, ilustra exactamente sobre la dimensión material increíble del esfuerzo que él desplegara. Desde su adolescencia, y en particular desde su paso por la disciplina de sus estudios madrileños, Bolívar tuvo el hábito de la lectura; el suyo fue un proceso continuo de robustecimiento y de renovación intelectual. Consta que en su propia casa había una importante biblioteca, su padre coronel de las milicias criollas dejó al morir una significativa colección de obras que fue repartida entre sus hijos. [8] Aparte de numerosos volúmenes individuales allí figuraban los famosos quince tomos del Espectáculo de la Naturaleza, del abate Pluche, dieciocho tomos del padre Feijoo, trece de Ordenanzas Militares, trece de Historia Antigua, siete de comedias de Calderón; algunos de los libros allí reunidos eran de muy reciente edición. En los ensayos del profesor Pérez Vila se obtiene una clara idea de lo que pudo ser el ámbito de las lecturas en el hogar de Bolívar, vale decir, de lo que pudieron ser los textos que él tuvo a su alcance durante su primera edad. No resulta posible hacer una lista completa de los autores leídos por Bolívar, pero del examen de sus escritos puede deducirse que era cierta su aserción de que conocía a los clásicos de la antigüedad, griegos y romanos: Homero, Polibio, Plutarco, César, Virgilio; todos los géneros. Clásicos modernos de España, Francia, Italia e Inglaterra; igualmente de los más diversos sectores intelectuales. En sus cartas pueden hallarse muchos nombres regados con espontaneidad: frecuentemente cita a los Enciclopedistas y autores de la Revolución Francesa, conocidos y estudiados a fondo, y cuya influencia en el pensamiento bolivariano, es fácil de señalar. Aunque desde abril de 1810 y más acentuadamente a partir de 1813 la acción militar y política, la organización y administración del Estado, absorben la casi totalidad del tiempo y de las energías de Bolívar, su espíritu permanecerá siempre abierto a las lecciones que la experiencia ofrezca; su mente estará alerta para captar, a través del periódico, del folleto, del libro, el verdadero sentido de lo que ocurra en otras latitudes, así como los nuevos aspectos del pensamiento contemporáneo. Por eso, oficiales y soldados, en los campamentos, o al hacer alto en las marchas, le veían dedicar con frecuencia a la lectura esas horas de forzosa inactividad dictadas ya las disposiciones militares del momento que otros abandonarían al ocio, al juego, a la bebida. En la Casa Natal del Libertador se conserva un ejemplar de los Comentarios de César, que fue de Bolívar, bastante maltratado por el uso. Según asevera el historiador José de Austria, oficial del ejército patriota, se puso en tal estado en la hamaca del Libertador Simón Bolívar, donde lo tenía siempre y lo leía de continuo en los campamentos . [9]
¿CÓMO ERA SU CARACTER? Bolívar nos ofrece interesantes apreciaciones autocríticas que concuerdan, en efecto, con testimonios imparciales de diferentes procedencias. Ciertamente, se conoció a sí mismo. En una de sus primeras cartas escribió: Es siempre útil el conocerse, y saber lo que se puede esperar de sí , I-24. Con claridad entiende cuál es su empresa, y no se equivoca en cuanto a su temperamento y sus aptitudes. Dice que no está hecho para la
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función sedentaria, y que detesta la administración. Sabe que los peligros tonifican; siente que su ánimo se estimula ante la adversidad. No pedía reposo material para pensar mejor; sabía abstraerse, aislarse en medio de humanos torbellinos y concentrarse en la reflexión. Hay hombres decía que necesitan estar solos y bien retirados de todo ruido para poder pensar y meditar; yo pensaba, reflexionaba y meditaba en medio de la sociedad, de los placeres, del ruido de las balas. Sí, me hallaba sólo en medio de mucha gente, porque me hallaba con mis ideas y sin distracción . BUC. 154. El mismo ha dejado la descripción más exacta y condensada que existe de su estricta naturaleza mental, data de 1825: No soy difuso, soy precipitado, descuidado e impaciente, multiplico las ideas en muy pocas palabras , I-1099. Aparte de los escritos, susceptibles del más severo examen, el testimonio de Luis Peru de Lacroix en 1828, confirma la concisión bolivariana. El autor del Diario de Bucaramanga lo observó muy de cerca: En todas las acciones del Libertador y en su conversación se ve siempre, una extrema viveza: sus preguntas son cortas y concisas; le gustan contestaciones iguales, y cuando alguno sale de la cuestión, le dice, con una especie de impaciencia, que no es lo que ha preguntado: nada difuso le gusta , BUC. 335. Desde su niñez, él mismo había percibido su precipitación. En la primera carta que de él se conserva, cuenta que se le ocurren todas las especies de un golpe , I-14. Es fácil comprobar lo que afirma sobre su descuido e impaciencia. [10] En cuanto a su afirmación de que multiplica las ideas en muy pocas palabras, el mérito de Bolívar, implícito en su peculiar aptitud para la síntesis, es el de su riqueza conceptual e ideológica. Por la densidad y riqueza, su pensamiento ha sido objeto de las más diversas interpretaciones; todos los políticos han buscado en frases bolivarianas, banderas para sus empresas, cualesquiera que sean. Ello en verdad no lo asombra: Con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates , II-837. Para acercarse a su obra, la fórmula válida es la de penetrar en la unidad, buscar la estructura, entender en conjunto y asimilar de manera global. Era así, y no de otro modo, como recomendaba a su amigo don Guillermo White que debía interpretarse el Discurso de Angostura: sin atender a sus partes, sino al todo de él , I-442. Su espíritu ecuánime, esplende en numerosas pruebas. Era la suya una mentalidad objetiva, apta para mirar la verdad sin apasionamiento. Todo ello se confirma repetidas veces en su obra y en sus actos. La rectitud e imparcialidad que le caracterizan no se empañan ni se desmienten, ni aun cuando se trate de hechos que le atañan por referirse a su familia o a sus amigos. [11] Su capacidad de observación, unida a su ecuanimidad, llévalo a un conocimiento exacto de sus hombres y de las aptitudes de ellos; estudiaba el psiquismo de sus amigos y
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aplicaba a cada uno el tratamiento adecuado. Sus cartas más cuidadosas y políticas son para Santander. [12] Las más llenas de noble afecto son para Sucre. Pero donde puede estudiarse mejor el conocimiento psicológico del Libertador respecto a los tipos humanos de nuestros países, es en el caso de Páez. Para el investigador contemporáneo resulta fácil esta prueba por ser el del llanero uno de los caracteres más divulgados y tratados en la literatura, las ciencias y el arte en general. Sobresale entre las notas definidoras de la personalidad bolivariana, su firmeza moral. La ética articula su comportamiento y da sentido a la actividad intelectual. Visto desde este ángulo, el Libertador se presenta como un celoso apreciador de la virtud; sin hombres virtuosos dice no existe la república. No yerra al estimar que nuestras primeras necesidades son moral y luces; su leit motiv insiste: la mejor política es la rectitud , I-652, la felicidad consiste en la práctica de la virtud , II-1136. Sin un gobierno moral la sociedad se extravía, no se olvide que a veces son los hombres no los principios los que forman los Gobiernos , II-1142. La altura de espíritu, que permite remontarse sobre pequeñeces, es, sin duda, cualidad moral bolivariana. [13] También lo es la constancia; jamás él cede en sus rectos propósitos; su voluntad no desmaya y aun se fortifica con la adversidad , II-105. El valor, la habilitad y la constancia corrigen la mala fortuna , II-43, dijo en su primer memorial político. Por los días de marzo de 1830, cuando se declara muerto políticamente y para siempre , II-865, Bolívar hacía, en íntima confesión a José Fernández Madrid, juicios descarnados sobre su propia personalidad: Todo lo que es pérfido, doble o falso que se me atribuya, es completamente calumnioso. Lo que he hecho y dicho, ha sido con solemnidad y sin disimulo alguno. [ ] He sido magnánimo con la mayor parte de mis enemigos. [ ] No he dado un paso en la guerra, de prudencia o de razón que se me pueda atribuir a cobardía. El cálculo ha dirigido mis operaciones en esta parte, y aún más, la audacia , II863. Encaminado directamente hacia sus objetivos, el carácter de Bolívar era práctico y dinámico. Su vida fue siempre fiel a la idea de la acción permanente; reconocía en todo instante la creadora proyección de la energía. El de la justicia definida por él como la primera ley de la naturaleza y la garantía universal de los ciudadanos , II-1266 fue uno de sus valores de inspiración determinante. La justicia es una realidad susceptible de mostrarse en niveles diversos. En el plano político, rige el gobernante, especialmente en la selección de los hombres para los cargos, honores y responsabilidades del Estado. Yo no busco más que la capacidad y la honradez , II-44, dirá Bolívar. Yo he mandado buscar el mérito oculto para conocerlo en el tribunal, he solicitado con esmero a los que profesaban modestamente el culto de la conciencia: la religión de las leyes. Yo no he exigido más que probidad de los candidatos: he desatendido a los pretendientes, he solicitado la virtud oculta para elevarla al magisterio. Mi constante principio en esta parte ha sido el muy conocido aunque desandado, el no emplear sino a los que temen la responsabilidad; a los que huyen de los destinos públicos , II-1203, 1205. Es norma suya emplear hombres
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honrados, aunque sean enemigos, reorganizar el Estado sobre la probidad y los talentos de sus más distinguidos ciudadanos, sin atender a otra consideración , II-293, 1205. La justicia, en lo personal, se traduce en Bolívar en otra virtud que lo define: la gratitud; al culto de ella se consagró con auténtico esmero. A su juicio, la ingratitud es el crimen más grande que pueden los hombres atreverse a cometer , I-867. Otras manifestaciones de su mismo empeño justiciero: Los elogios debidos al mérito alimentan las almas sublimes. El premio del mérito es el acto más augusto del poder humano; [y algo más] es muy importante premiar a tiempo , I-2 14, 462, II-1114.
INFLEXIBLES PRINCIPIOS En su conducta de hombre público, Bolívar es particularmente intachable y severo. En el manejo de los dineros nacionales su pulcritud es extremada. Él es verídico cuando llama agradable necesidad [al] deber sagrado para un republicano, de dar cuenta de su administración a los Representantes del pueblo , II-1216. Ante los caraqueños formula desde 1814 un consecuente precepto de ética fiscal: La hacienda nacional no es de quien os gobierna. Todos los depositarios de vuestros intereses deben demostraros el uso que han hecho de ellos , II-1048. En el proyecto de Constitución sometido al Congreso de Angostura, al referirse a los deberes del ciudadano, llamados por él correctamente derechos de la sociedad , incluye con atinada puntualización: el de vigilar sobre la legítima inversión de las rentas públicas, en beneficio de la sociedad, y acusar ante los Representantes del pueblo a los defraudadores de ellas, bien sea el fraude de parte de los contribuyentes, bien de parte de los administradores, o del gobierno que las dirige , O’L. XVI-14l. En el proyecto para Bolivia estatuía como deber ciudadano: Velar sobre la conservación de las libertades públicas , BOL. II-324. En uno y otro caso buscaba una democracia no sólo de representación sino de participación. No bastaba cumplir la ley, era necesario que cada ciudadano se sintiera y fuera celoso guardián de su observancia. La honradez administrativa es la más confiable y segura piedra de toque usada por los pueblos para apreciar la solidez moral de sus dirigentes. Bolívar resiste victorioso esa prueba. Más aún, llega al total desprendimiento; ni sueldos ni haberes le interesan. [14] Inicia rico su carrera política en 1804 se estima su fortuna en cuatro millones de pesos . Consume su patrimonio en la guerra. De 1828 es su dicho lapidario: Quisiera tener una fortuna material para dar a cada colombiano; pero no tengo nada: no tengo más que corazón para amarlos y una espada para defenderlos , II-508. Después de tres lustros en los cuales tócale manejar, sin más control que el de sus rigurosos principios, los erarios de Venezuela, Colombia y Perú, muere en la pobreza; así declara en su testamento: No poseo otros bienes más que las tierras y minas de Aroa, adquiridas por sus antepasados, en tiempos de la conquista, por cuarenta mil pesos , I-1020 situadas en la provincia de Carabobo, y unas alhajas que constan en el inventario que debe hallarse entre mis papeles , II-988. Dígase, para mayor exactitud, que las minas de Aroa habían sido hipotecadas por él con el fin de traer al gran pedagogo inglés Joseph
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Lancaster a Venezuela; así comprometía su peculio privado en beneficio de un objeto público. Diversos testimonios certifican su línea intransigente y drástica frente a la corrupción. El 11 de septiembre de 1813, imponiendo la ética del nuevo orden y defendiendo al único ramo -que podía proporcionar algunos recursos a los revolucionarios, decreta: Todo aquel que fuera convencido de haber defraudado los caudales de la renta nacional de tabaco, o vendiéndolo clandestinamente fuera del estanco, o dilapidándolos con robos y manejos ilícitos, será pasado por las armas, y embargados sus bienes para deducir los gastos y perjuicios que origine , O’L. XIII-358. En Lima, el 12 de enero de 1824, no vaciló: Todo funcionario público, a quien se le convenciere en juicio sumario de haber malversado o tomado para sí de los fondos públicos de diez pesos arriba, queda sujeto a la pena capital , DL. I-283. En esta oportunidad, como en la anterior de Puerto Cabello, se establece que serán condenados a la misma pena los jueces que no procedieren conforme a la obligación que el decreto les señala; en Venezuela ‘sufrirían igual sanción los funcionarios que por connivencia, parcialidad u otra cualquiera causa, mitigaran la pena capital en favor de los delincuentes. El inflexible rigor bolivariano se muestra, una vez más, en su decreto dictado en Trujillo (Perú) el 18 de marzo del referido 1824: Todo empleado en Aduana, Resguardo, Capitanía de Puerto o cualquier otro destino de Hacienda pública, que tomare parte en los fraudes que se cometen contra ella, bien sea interviniendo como principal, bien sea sabiendo el fraude y no delatándolo, quedará sujeto a la pena capital que se le aplicará irremisiblemente . En el mismo texto se introduce un importante esclarecimiento de pedagogía cívica que repite, en esencia, la idea del proyecto constitucional de Angostura ya citada: Todo ciudadano tiene derecho a velar sobre la Hacienda Nacional. Su conservación es de un interés general. Los que la defrauden son enemigos capitales; y en este caso, la delación lejos de degradar al que la hace, es una prueba de su ardiente celo por el bien público , O’L. XXII-115. Contra los malhechores de cualquier clase es terminante su decreto limeño de 1825: Todo individuo que se aprehendiere robando, será pasado por las armas, previo un consejo verbal , DL. I-338. Pocas semanas después de Carabobo, había recordado, en San Carlos, que: La pena capital se ha establecido por bandos del Ejército para los que roben aunque sea el valor de un real , ACOT. 221. En decreto del 8 de marzo de 1827, en Caracas, es drástico fijando que todo individuo que usurpare los derechos y caudales del Estado, por pequeño que sea su montamiento, incurrirá en la pena de muerte y confiscación de todos los bienes, si no tuviere hijos, y la del tercio y quinto si los tuviere, indemnizando además el montamiento de las costas procesales y la cantidad sustraída . El Tesorero, Administrador Principal o Subalterno u otro cualquier empleado de Hacienda que sustrajere cualquier suma por pequeña que sea su cuenta, y con sólo el dicho de tres testigos veraces y presunciones, o indicios que lo corroboren, incurrirá en la misma pena de muerte . Igual sanción máxima recaerá sobre el empleado que por tolerancia o culpable disimulo permitiere se usurpen los intereses del Estado y tenga parte en la usurpación, DL. II-146,
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La respuesta de Bolívar, cuando Santander le propone asociarse ambos en el patrocinio de la empresa que quería abrir el canal de Panamá, y procura hábilmente inducirlo con las más halagüeñas y tentadoras razones, es concluyente: He visto la carta de usted en que me propone sea yo el protector de la compañía que se va a establecer para la comunicación de los dos mares por el Ystmo. Después de haber meditado mucho cuanto usted me dice, me ha parecido conveniente no sólo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga usted en él. Yo estoy cierto que nadie verá con gusto que usted y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos, y nuestros enemigos, particularmente los de usted que está más inmediato, darían una mala interpretación a lo que no encierra más que el bien y la prosperidad del país. Esta es mi opinión con respecto a lo que usted debe hacer y, por mi parte, estoy bien resuelto a no mezclarme en este negocio ni en ninguno otro que tenga un carácter comercial , I-1276. [15] Cuando el Congreso del Perú dispone para él, entre homenajes varios, la recompensa de un millón de pesos, Bolívar la rechaza por dos veces. En su respuesta final, dice no haber poder humano que me obligue a aceptar un don que mi conciencia repugna. [ ] El Congreso me ha nombrado Padre y Salvador del Perú; me ha decretado los honores de Presidente perpetuo; ha mandado grabar mi busto en una medalla; me ha llamado Libertador y me ha obligado a encargarme del mando del Perú, y después me señala una enorme fortuna. Yo he aceptado todo con gozo, menos lo último; porque las leyes de mi patria y las de mi corazón me lo prohíben , I-1052. Indiferente a sus estrecheces pecuniarias, escribe desde Pativilca el 9 de enero de 1824 al Presidente del Congreso de Colombia: Renuncio desde luego la pensión de treinta mil pesos anuales que la munificencia del congreso ha tenido la bondad de señalarme: yo no la necesito para vivir, en tanto que el tesoro público está agotado , I-866. [16] De todos modos la línea de Bolívar estaba fijada, y lo había sido por él y por nadie más. Cuando servía conjuntamente a Perú y Colombia, como responsable de los destinos supremos de ambas naciones, por su extremada pulcritud no recibía sueldo en ninguna de las dos. Sin que nada ni nadie lo obligara aparte de su escrupulosa y espontánea voluntad su caso, como explicaba a Santander, era bien singular: Diré a usted, de paso, que mi posición actual es tan rara que no tengo con qué vivir, siendo a la vez presidente de Colombia y dictador del Perú. Por no ponerme a gajes de este país, no cobré el sueldo que me asignaron, y no teniendo autoridad en Colombia, ya no puedo pedir sueldo allá. Así es que estoy pidiendo dinero prestado, y tendré que vivir de prestado hasta que vuelva a Guayaquil , I-1021.
LIBERTAD Y GLORIA Con tenaz reiteración, Simón Bolívar insiste en que las metas y razones de su vida son, a la par, la libertad y la gloria. [17] La primera manifestación suya (1795) que ha sido documentada se refiere, precisamente, como en una premonición certera, a los temas de la libertad y el desinterés contaba él doce años . En sus palabras últimas (1830), al resignar el mando y despedirse de sus compatriotas, la misma idea se hace presente en
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el resumen de sus esfuerzos contra la tiranía, II-1275, 1281. La libertad es así alfa y omega de su existencia creadora, generosa, romántica y sacrificada. La gloria movió siempre sus acciones. Algunas veces a la libertad y la gloria como objetivos supremos, las acompaña con otros valores de alta jerarquía. [18] Aunque situadas en el mismo plano eminente la libertad y la gloria, si hay que decidirse entre una u otra, no titubea: Mi mayor flaqueza es mi amor a la libertad; este amor me arrastra a olvidar hasta la gloria misma. Quiero pasar por todo, prefiero sucumbir en mis esperanzas a pasar por tirano, y aun aparecer sospechoso. Mi impetuosa pasión, mi aspiración mayor es la de llevar el nombre de amante de la libertad , II-124. Semejante afecto vehemente gravitó de tal modo en su destino que, a tenor de sus palabras, modificó su carácter en el sentido de obligarlo a ser, más que severo, inexorable. El amor a la libertad dijo a Santander me ha forzado a seguir un oficio contrario a todos mis sentimientos , I-1417. De la imperturbable rectitud de su conducta habla su declaración de 1823: Ni aun la salud de la patria, ni la gloria misma, me hacen la menor impresión, si se oponen a la letra de mi deber , I-737. Variadas son las formas de mencionar su binomio rector. En 1828 dice: Yo he combatido por la libertad y por la gloria, y no por mi engrandecimiento , II-317. Un año después, recalca a Leandro Palacios: Yo he combatido por la libertad y por la gloria; de consiguiente, juzgárseme de tirano y con ignominia, es el complemento de la pena. No dude Ud. que estoy resuelto a todo, si Uds. allá no vindican mi gloria , II-719. En frase lapidaria plasmó la advertencia del desinterés: Siempre he pensado que el que trabaja por la libertad y la gloria no debe tener otra recompensa que gloria y libertad , I-825; era su idea desde antes: El exterminio de los tiranos y la libertad de los pueblos oprimidos siendo el único objeto y ambición del ejército libertador, son también la única recompensa a que aspira , I-395. ¿Quién como él ha podido ser tan enfático y verdadero, y decir a todos los vientos, sin que nadie pueda desmentirlo, su pensamiento sobre la libertad peruana en marzo de 1823? Allí están sus palabras, sin ripio ni desperdicio: Sí, Colombia hará su deber en el Perú: llevará sus soldados hasta Potosí, y estos bravos volverán a sus hogares con la sola recompensa de haber contribuido a destruir los últimos tiranos del nuevo mundo. Colombia no pretende un grano de terreno del Perú, porque su gloria, su dicha y su seguridad se fijan en conservar la libertad para sí, y en dejar independientes a sus hermanos , I-1189. En un fugaz instante, dentro de una existencia atormentada por las angustias y esfuerzos sobrehumanos de la creación, el Libertador se creyó feliz: Yo he querido la gloria y la libertad, ambas se han conseguido y, por lo mismo, no tengo más deseos , I-1310. El par inspirador y determinante de Bolívar no es un recurso retórico, ni un estribillo simpático de dos vocablos vacíos. El Libertador posee una ideología fundamentada sobre criterios y principios exigentes. Bien demuestra que no falta ni un eslabón siquiera en la cadena de su orden mental. La libertad, sencilla y simplemente, es el poder que tiene cada hombre de hacer todo cuanto no esté prohibido por la ley , O’L. XVI-138. La libertad de expresar el pensamiento es, nada menos, el primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aun la ley misma podrá jamás prohibirlo, y sólo podrá señalarle justos términos , O’L. XVI138. De modo consecuente, a su juicio, el título de Libertador es superior a todos los que
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ha recibido el orgullo humano; título más glorioso y satisfactorio que el cetro de todos los imperios de la tierra. Libertador es más que todo , I-71, 1284, 1436. La libertad, en fin, es el único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres , II-1078. ¿Y qué es la gloria? El más poderoso estímulo, para que los hombres arrostren los peligros, olvidándose de sí mismos, por la felicidad de sus conciudadanos , II-1042. En cuanto a su concepción personal, de 1814 data la primera respuesta: Yo cifro mi gloria en servir bien y no en mandar; en vencer a los enemigos, y en ceder en todo la palma a mis conciudadanos , I-103. Nunca su individual y justo criterio sobre la gloria se compadecerá con la idea tradicional que concreta a aquella sobre el poder, la fama y la riqueza. Para 1826, él reafirma: La gloria no es mandar sino ejercitar grandes virtudes , I-1310. En cuanto a mí pienso explica en 1828 que la gloria es mil veces preferible a la felicidad y que la vindicta de Colombia pesa más en mis balanzas que los viles goces de la vida , II-488. Antes ha asegurado: despreciaré todas las ofertas dcl Universo por mi gloria , I-1212. A la hora de las confesiones trascendentales, la serena conciencia de su valor lo lleva a puntualizar en una epístola memorable al marqués del Toro: Mis tristezas vienen de mi filosofía; yo soy más filósofo en la prosperidad que en el infortunio. Esto lo digo para que usted no crea que mi estado es triste y mucho menos mi fortuna. Si estoy triste, es por Uds., pues mi suerte se ha elevado tanto, que ya es difícil que yo sea desgraciado. Cuando yo perdiera todo sobre la tierra, me quedaría la gloria de haber llenado mi deber hasta la última extremidad, y esta gloria será eternamente mi bien y mi dicha , I-1000. Bolívar concibe la gloria fundada sobre el deber y el bien , I-1477. Dicho de modo sintético y definitivamente, la gloria está en ser grande y en ser útil , I-986. Si se indaga sobre la grandeza, Bolívar contesta: Las cualidades eminentes que caracterizan al hombre grande son: valor para arrostrar el peligro, inteligencia para vencer, amor a la patria y odio a la tiranía , I-287. Don Simón Rodríguez corrobora a su discípulo: Las tres cosas que hacen a un hombre público recomendable: valor, patriotismo y servicios . [19] Ambos coinciden en la primacía del valor como presupuesto de la grandeza. Bolívar fue, al respecto, siempre categórico: El valor, la habilidad y la constancia corrigen la mala fortuna , I-43; el valor y la habilidad suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si estas virtudes morales no equilibrasen y aun superasen las físicas! El amo del reino más poblado sería ‘bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia a un puñado de hombres libres vencer a imperios poderosos , I-356. El convencimiento de Bolívar es sostenido en su fluidez lógica: Sin energía no resplandece nunca el mérito, y sin fuerza no hay virtud, y sin valor no hay gloria. Más le sirvió a Cicerón un rasgo de vigor que todos los prodigios de su genio . II-326. Devoto de la inteligencia, otro pilar de su arquitectura de la grandeza, consideraba que en todo caso la ética debía acompañar a aquélla, y que a la combinación de ambos elementos correspondía la exclusividad en la conducción social: Los hombres de luces y honrados son los que debieran fijar la opinión pública. El talento sin probidad es un azote , II-479. Amor a la Patria y odio a la tiranía son, a su vez, otro par de sentimientos afines y complementarios. Sobre el patriotismo forjó la sentencia lacónica, inmensa y absoluta: la Patria es preferible a todo , I-909. En cuanto a la intransigencia militante y radical contra el despotismo, allí la consigna que alienta: Siempre es grande, siempre es noble,
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siempre es justo conspirar contra la tiranía, contra la usurpación y contra una guerra desoladora e inicua , I-492. Y un mensaje de fe para los valientes y los decididos: Todos los pueblos del Mundo que han lidiado por la libertad han exterminado al fin a sus tiranos , II-1063. Sobre el alcance de lo útil, el Libertador responde con hechos: ninguna tarea es humilde, ni despreciable ni indigna, si se dirige a un fin positivo y superior. No desmerece Bolívar de su elevada condición ocupándose de las minucias de la guerra, de los ínfimos detalles de la logística; sería interminable citar las referencias que hay en sus escritos sobre los víveres (arroz, bacalao, galletas, carne, plátanos..), sobre los clavos para las herraduras, sobre papel, agujas, zapatos, hule para las gorras, camisas y pantalones... A todo prestó atención su capacidad prodigiosa. [20] En procura de lo que necesitaba para la guerra por el pueblo, se decía dispuesto a ir hasta el polo , I-138. A su juicio, cualquiera posición era buena para servir. Servir siempre. El que lo abandona todo por ser útil a su país no pierde nada y gana cuanto le consagra , I-149. En 1828 resume su admiración y estima hacia el ilustre don Cristóbal Mendoza, viendo en éste el modelo de la virtud y de la bondad útil , II-457. La personalidad de Bolívar revela, para todos los tiempos, una segura coherencia. Cuando en diciembre de 1830 se va a cerrar esta vida ejemplar, recoge en un afán de síntesis y de consecuencia consigo mismo todo lo que había prometido, así en las finezas concretas como en el orden ideal. Al recibir el 4 de agosto de 1826 la medalla que le ofrece la entrañable nación boliviana, había asegurado: La conservaré toda mi vida en señal de mi profundo reconocimiento hacia Bolivia, y a mi muerte devolveré este presente nacional al cuerpo legislativo , I-1406. El 10 de diciembre de 1830, en su testamento, dicta: Es mi voluntad, que la medalla que me presentó el Congreso de Bolivia a nombre de aquel pueblo, se le devuelva como se lo ofrecí, en prueba del verdadero afecto que aun en mis últimos momentos conservo a aquella república , II988. Desde 1815 había anunciado que su último suspiro sería por su tierra, a la cual debía el ser y era la causa primordial de sus empeños: Cualquiera que sea mi suerte en lo adelante, mi último suspiro será siempre por mi país , I-130. En 1827 repitió lo que fue idea sembrada en su alma: Mi espada y mi corazón, siempre serán de Colombia; y mis últimos suspiros pedirán al cielo su felicidad , II-34. Siete días antes de la partida definitiva, cumple: Mis últimos votos son por la felicidad de la patria , II-1282. Es infinita su proyección de guía para los pueblos del Nuevo Mundo que aún pugnan por hallar un sendero cierto. Mario Briceño Perozo, historiador y pedagogo de obra calificada, recuerda el deber general para América: En la escuela, en el liceo, en la universidad, en el cuartel, en el taller, en todas partes ha de estar de cuerpo entero el Libertador; la tarea de llevarlo allí y hacer que su aliento sea perenne, insustituible, corresponde al ductor; éste, mejor que nadie, sabe que las conciencias que a diario moldea hay que impregnarlas de la doctrina bolivariana, si es que en verdad la cívica empresa magisterial se dirige a estructurar hombres libres, respetuosos del derecho ajeno y defensores acérrimos de la dignidad humana . [21]
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NOTAS.... [1] El prestigioso historiador chileno Francisco A. Encina, refiriéndose a Luis de Bolívar y Rebolledo (1627-1702), antepasado del Libertador, comenta que la esposa de éste María Martínez de Villegas, descendía de Elena Fajardo y, a través de ella, del genial mestizo Francisco Fajardo, hijo de español y de una india descendiente del cacique de Choraima, señor del valle de Maya, margariteño, que, a mediados del siglo XVI, con su instinto político, su audacia y su asombrosa fertilidad de recursos, se levantó al primer plano en el escenario de Tierra Firme. Las gotas de sangre indígena que este lejano antepasado transmitió a Bolívar, disimuladas como estigma vergonzoso, tienen tal importancia psicológica que, sin ellas, la carrera del Libertador, quizás, habría concluido desastrosamente al comienzo, estrellada contra su falta de correspondencia con el mantuano clásico, que la afinidad simpática con el criollo mestizo logró superar . Encina, Francisco A.: Bolívar y la Independencia de la América Española. La primera República de Venezuela. Bosquejo psicológico de Bolívar , p. 302. No coincide con el precedente comentario la información del experto genealogista venezolano Ramón Darío Suárez, para quien aquella María Martínez de Villegas y Ladrón de Guevara, casada con Luis de Bolívar y Rebolledo, descendía efectivamente a través de cinco generaciones de Elena Fajardo, hija de Alonso Yáñez Fajardo, nieta de Juan Alonso Fajardo y bisnieta de Alonso Yáñez Fajardo, quien para 1383 fue premiado por el rey Juan I de Castilla con el nombramiento de Adelantado Mayor del reino de Murcia. Suárez, Ramón Darío: Genealogía del Libertador. pp. 75, 108, 109. [2] Madariaga, Salvador de: Bolívar. t. I, p. 49. [3] Cf. Pi Sunyer, Carlos: El General Juan Robertson, un prócer de la Independencia.p . 257. [4] Pérez Vila, Manuel: La formación intelectual del Libertador. pp. 48, 51. [5] Pérez Vila, Manuel: id., p. 54. [6] Peru de Lacroix, Luis: Diario de Bucaramanga, pp. 163 y 149. En lo adelante se le cita BUC p.... Se electriza S. E. cada vez que habla de sus viajes a Europa: se conoce
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que ha sabido observar y aprovecharse de sus observaciones. A más de la viveza de su espíritu, del fuego de su imaginación, tiene un juicio pronto y recto; sabe comparar y bien apreciar las cosas, y posee el talento, poco común, de saber aplicar sus comparaciones según los lugares, las circunstancias y los tiempos: sabe que tal cosa es buena en sí, que es excelente, pero que no conviene por el momento, o que es buena aquí y no allí , BUC.-230. [7] Manning, William R.: The Independence of the Latin American Nations , t. II p 1.322. [8] Véase: Pérez Vila, Manuel: ob. Cit., p. 43. [9] Pérez Vila, Manuel: Id.. p. 81. [10] Bolívar confesaba tener el hábito de firmar las cartas sin examinarlas y de dictar varias simultáneamente: Firmé la carta sin leerla, como lo hago muy frecuentemente cuando estoy de prisa , II-725. Véase BUC-154. En una de sus cartas, que don Vicente Lecuna publica con salvedades, se lee: He sabido por Demarquet que su señora ha parido felizmente un robusto niño, y que tuvo Vd. el sentimiento de perder al mismo tiempo al que le precedía. Creo que fácilmente reparará Ud. esta pérdida y, por lo mismo, doy a Vd. y a mi señora Dolorita muchos parabienes por ambos sucesos , II-680. En otra oportunidad escribe el siguiente pésame: Nada era más natural que el fallecimiento de este amable caballero, no siendo la vida eterna en este mundo , I-758. Además, cf. 1-968. [11] Decía: Es preciso el último rigor con los malvados, sean godos o sean patriotas, porque la república tanto gana con la destrucción de un buen realista como de un mal ciudadano , I-417. Un recado para Briceño Méndez: Dígale Vd. a don Perucho que me he alegrado mucho de que haya peleado con mi hermana por cumplir con su deber, y que si hubiera hecho otra cosa me hubiera parecido infame , I-853. Cf. su sentido de justicia. I-426, 91, 1277, 780, 817, II-459, 946. [12] Bien conocida es la lúcida mentalidad del general neogranadino. Bolívar le observaba: Las cartas de Vd. son más pequeñas que las mías: no sé por qué será , I1090. Cf. I-445, 793, 1049. Véase nuestro Visión y Revisión de Bolívar, pp. 56 y ss. [13] En mayo de 1823 escribe a Santander: En el caso que Vd. está debe mostrar moderación y generosidad de principios. Rousseau decía que las almas quisquillosas y vengativas siempre eran débiles y miserables, y que la elevación del espíritu se mostraba por el desprecio de las cosas mezquinas. Yo he ganado muchos amigos por haber sido generoso con ellos, y este ejemplo puede servir de regla , XII-280. [14] En el Archivo Nacional de Colombia reposan originales, numerosas comunicaciones de Bolívar para el Vicepresidente de la República, acordando pensiones y entregas mensuales que debían descontarse de su sueldo de Primer Magistrado. Cf. XII-254, 255, 256, 258, 270, 317. Véase igualmente II-192. En julio de 1825, desde El Cuzco, escribe el Libertador: El señor secretario de Hacienda puede creer que, a pesar de mis sueldos, no tengo ya un peso de qué disponer, pues todas las rentas de mis haciendas y de mi empleo están distribuidas anticipadamente ,
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XII-294. A Urdaneta le dice, en enero dc 1830: Yo me iré del país sin llevar un peso con qué vivir, pero prefiero pedir limosna en país extraño, a ser espectador de tantos horrores como nos esperan , XII-385. [15] La carta del general Santander al Libertador decía: Bogotá, 22 de setiembre dc 1825. A S.E. el General Bolívar. Mi General: He resuelto poner a Vd. esta carta en alcance del correo ordinario que partió ayer para imponer a Vd. de un proyecto particular y grande que tenemos algunos colombianos. Es el de abrir la comunicación de los dos mares, o uniendo los ríos que forman el antiguo proyecto, o por un camino de hierro en el Ystmo; la obra se ha calculado en diez millones de pesos, y contamos con algunos capitalistas extranjeros. Don Jerónimo Torres, Domingo Caicedo, Mosquera y Baralt se pondrán al frente de la compañía, y muchos amigos de Vd. tomarán parte. Nuestro interés estriba en que sea una asociación colombiana la que tome a su cargo el negocio, y no una sociedad extranjera. Para conseguir el privilegio hay que ocurrir al Congreso, y se cuenta con que el Cuerpo Legislativo favorecerá la empresa de los hijos del país capitalistas conocidos. Como Vd. ha tomado tanto interés en la apertura de un canal o mejor, en la comunicación de los dos mares, yo he pensado que esta ocasión pudiera ser favorable a las vastas miras de Vd. en el particular. Me atrevo a pedirle a Ud. dos cosas, que espero recibir, si cree Vd. que es posible y no se compromete en nada: 1a. que Vd. de oficio recomendara muy eficazmente al Gobierno que favoreciese la empresa de comunicar los dos mares que tomase a su cargo cualquiera asociación de colombianos que inspirase seguridades y que las diese de llevarla a cabo: 2a. que Vd. consintiese en que se pusiese a Vd. en la asociación como protector de la sociedad. Me parece, y es la opinión de los Secretarios, que el nombre de Vd. como protector daría una reputación grande a esta empresa y se facilitaría más. Ya vienen de los Estados Unidos ingenieros que han de reconocer el terreno, y se han dado otros pasos importantes preliminares. Los de Guatemala están tratando de unir los mares por medio del lago de Nicaragua, y es de nuestro orgullo nacional y de nuestro interés no dejarnos ganar de mano. A mí me parece que es muy sencilla la consecución de estas dos cosas, y que lejos de comprometer a Vd. en nada, le agregaría un algo a su fama; sin embargo, me someto, como debo, al juicio de Vd. y lo que Vd. me dijere, esa será mi regla invariable. Paro si Vd. conviniese, he de merecer que complete el negocio disponiendo que venga la respuesta volando y sin perder momentos, pues en Enero ha de hacerse la petición al Congreso. / Nada ocurre de particular. Renuevo a Vd. mis protestas de invariable amistad, gratitud y eminente aprecio. / F. P. Santander . A la severa y clara respuesta de Bolívar, la contestación de Santander, disimulada en una extensa carta sobre otros asuntos, fue la siguiente: Bogotá, 6 de mayo de 1826. A S.E. el General Bolívar, &., &., &., Mi General: He recibido dos cartas de Vd. de 21 y 27 de febrero. El proyecto sobre el camino del Ystmo se ha suspendido, porque yo tenía mis recelos; veo que Vd. no está de acuerdo por un principio de excesiva, aunque justa delicadeza, y yo suscribo desde luego a su opinión. / Illingrot no puede ser todavía Intendente de Guayaquil porque la Constitución requiere para este empleo las mismas.... . Cartas de Santander. t. II, pp. 96 y 202. [16] No estaba de acuerdo el Vicepresidente con tal desprendimiento; y en carta privada desliza una reconvención: U. déjese de renuncias de sueldos; porque la experiencia me
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está enseñando que lo más seguro es tener uno con qué vivir. Los servicios y la gratitud se olvidan y nadie se apura por otro. Acuérdese U. que el vencedor en Maratón, el que mereció tantos homenajes de sus compatriotas después de su victoria, ha sido encarcelado por no tener con qué pagar sus deudas . O’L. III-164. [17] La mención conjunta y repetida de la libertad y la gloria, puede verse en: I-169, 745, 825, 859, 985, 1023, 1190, 1310, 1455; II-317, 719, 721, 1020, 1126, 1133, 1198, 1224, 1275. [18] Cf. virtudes, libertad y gloria , I-76; honor, gloria y libertad , I-287; libertad, gloria y paz , I-1377; gloria, libertad y Colombia , II-436; gloria, libertad y dicha , II-752, 1052; libertad, gloria e independencia , II-1169; gloria, paz y libertad , II-1183; libertad, gloria y reposo , II-1176; gloria, libertad y virtud , II-1234; libertad, gloria y leyes , II-1241; gloria, libertad, existencia , II-1280. [19] Rodríguez, Simón: El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social. p. 53. [20] Véanse algunas muestras de su minuciosidad: Que las tropas anden tres o cuatro leguas al día. Que se dividan las jornadas en dos partes; por la mañana muy temprano marcharán dos o tres horas, y a la tarde otras tantas cuando haya menos calor; que las tropas se acampen en los palmares y montañuelas donde haya agua y sesteen lo mismo, para que no se estropeen ni mueran de cansancio , II-558. Sobre el cuido de los caballos, cf. I-754, 948. Sobre vestuario para las tropas. I-434, 1250, II-86. Los clavos para las herraduras fueron objeto de su detenida atención, cf. I-956, 964 y ss. Sobre víveres y raciones, cf. I-220, 512, 819. [21] Briceño Perozo, Mario: Historia Bolivariana. p. 15.
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CAPITULO III CRÓNICA DEL SERVICIO PARA LAS DECISIONES Refiere don Simón Rodríguez, y aparece confirmado por varios testi-monios, que en una calurosa tarde del verano de 1805 el 15 de agos-to Bolívar recorría en compañía suya y de Fernando Toro las afueras de Roma, y que en el famoso Monte Sacro manifestó, de manera solemne y clara, su compromiso: Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español ! [1] ¿Cuál era su Patria? Era Caracas, era Venezuela, era América: era el mundo que Colón creo . La situación en cualquiera de las comarcas de éste, y desde luego en la totalidad también, era evidentemente y en sustancia la misma, así se percibieran de un país a otro diferencias de grado. Se vivía dentro de un régimen colonial, absolutista y dependien-te, sin libertades de ningún género; en una sociedad esclavista, desigua-litaria e injusta; en un continente atomizado, disperso y muy a la zaga de Europa. En su Caracas natal, Simón Bolívar desde niño, por razón de la alcurnia de su familia y de la preeminencia económica de sus padres, era un individuo fuera del rasero común. Cuanto a él atañía no pasaba inadvertido. Su orfandad, su tutela, la escapada del hogar del tío, el refugio junto a su hermana, su envío a Madrid, seguramente eran asuntos de la diaria comidilla en el círculo de los criollos de la pequeña Caracas en aquel tiempo. De entonces datan las primeras palabras, en documento incontrovertible, de la personalidad bolivariana incipiente, y la prime-ra firma de su puño y letra que de él se conserva; tenía Simón Bolívar doce años, los temas fueron como ya dijimos los que serían siempre: la libertad y el desinterés. El escribano de cámara de la Real Audiencia oyó y no quiso copiar pero lo hizo cuidadosamente el tío - cuando el párvulo dijo que los tribunales bien podrían disponer de sus bienes, y hacer de ellos lo que quisieran mas no de su persona;
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y que si los esclavos tenían libertad para elegir amo a su satisfacción, por lo menos no debía negársele a él la de vivir en la casa que fuese de su agrado . [2] Muy a principios de 1797, cuando Bolívar aún no había alcanzado los catorce años, ingresó como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos en los valles de Aragua, cuerpo del cual su padre había sido coronel. Repetidos indicios revelan que sus representantes lo habían des-tinado a la prestigiosa y condigna carrera de las armas. Fue ascendido a subteniente en julio de 1798. El reconocimiento no era gratuito; en la hoja de servicios, de la época, consta: Valor: Conocido. Aplicación: Sobresaliente. Capacidad: buena. Conducta: buena . [3] Así empezaba él, o continuaba, el camino de los mozos de linaje esclarecido. A España viajó en enero de 1799. Realizaba entonces el sueño aplazado durante un lustro nada fácil en cuanto a complicaciones de su fa-milia; iba buscando al amado tío y padrino Esteban Palacios. El 31 de mayo desembarcaba en el puerto vasco de Santoña. El 10 de junio llega a Madrid. En la capital de España el desenvuelto caraqueño prendóse de una bella señorita, parienta suya; el enlace, por exigirlo el futuro suegro, no se verificó de inmediato en consideración a que el novio era muy mo-zo. Finalmente en 1802, recibida la licencia que el rey Carlos IV concedió en Aranjuez, el oficial venezolano pudo celebrar nupcias. Todo transcurre con gran celeridad; el viaje de retorno a Venezuela y la súbi-ta viudez: ocho meses tan sólo de dicha connubial. Tras la catástrofe que, una vez más, la muerte dejaba en su vida, el joven Bolívar regresa a Europa. Decisivo en la historia del caraqueño es el año de 1804. Dos acontecimientos, dos encuentros distintos, con sendas personalidades muy diferentes, y en circunstancias disímiles, contribuyen a definir un rumbo. Fue el primero, en la casa parisina de Fanny Du Villars. Allí conoce Bolívar al barón de Humboldt, recién llegado de su largo recorrido por el Nuevo Mundo; cruzando ideas so-bre el porvenir de América, derivaron al tema político. Bolívar habló de la independencia; el sabio alemán respondió: Yo creo que su país ya está maduro; mas no veo al hombre que pueda realizarlo . [4] Con Napoleón, en la apoteosis de las calles de París, sería el segundo encuentro. Bolívar refiere con segura palabra: Ya entonces iba toman-do algún interés en los negocios públicos, la política me interesaba, me ocupaba y seguía sus variados movimientos. Vi en París, en el último mes del año de 1804, el coronamiento de Napoleón: aquel acto o fun-ción magnífica me entusiasmó, pero menos su pompa que los senti-mientos de amor que un inmenso pueblo manifestaba al héroe francés; aquella efusión general de todos los corazones, aquel libre y espontáneo movimiento popular excitado por las glorias, las heroicas hazañas de Napoleón, vitoreado, en aquel momento, por más de un millón de individuos, me pareció ser, para el que obtenía aquellos sentimientos, el último grado de aspiración, el último deseo como la última ambición del hombre. La corona que se puso Napoleón en la cabeza la miré como una cosa miserable y de estilo gótico: lo que me pareció grande fue la aclamación universal y el interés que inspiraba su persona. Esto, lo confieso, me hizo pensar en la esclavitud de mi país y en la gloria que cabría al que lo libertase , BUC. 229.
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Tendría veintidós años para la fecha de jurar en Roma, meses des-pués, que se iba a consagrar a la libertad de su Patria. Su viudez jugó en la elección de este destino, decisivo papel. Sus comentarios del 10 de mayo de 1828 a Peru de Lacroix, son concluyentes: Si no hubiera enviudado, quizá mi vida hubiera sido otra: no sería el general Bolívar, ni el Libertador, aunque convengo que mi genio no era para ser alcalde de San Mateo. Sin la muerte de mi mujer no hubiera hecho mi segundo viaje a Europa. La muerte de mi mujer me puso muy temprano sobre el camino de la política; me hizo seguir después el carro de Marte en lugar de seguir el arado de Ceres: vean, pues, Uds. si ha influido o no sobre mi suerte , BUC. 226 a 230. Los años de este viaje a Europa 1803-1807 son determinantes en Bolívar por el acopio de vivencias y de conocimientos, y por la definitiva orientación que a su carrera él imprime entonces. El hogar de tan distinguido caraqueño no era ajeno a la política. El padre, coronel de las Milicias de Aragua, había conspirado poco an-tes de que naciera Simón contra el despotismo del Intendente Abalos, quien mucho perjudicaba los negocios de los mantuanos. Don Juan Vicente, conjuntamente con el marqués de Mijares y Martín Tovar, escri-bió al parecer a Francisco de Miranda. Por otra parte, la sonada ejecu-ción de José Leonardo Chirinos en diciembre de 1796 mártir por resistir a la opresión y por cobrar en sangre ultrajes numerosos im-presionó sin duda al chico que un año atrás alegaba libertad para vivir donde quisiera. Con el movimiento de Chirinos se enlaza el de Picornell, Gual y España, en el cual se ha dicho que estuvo implicado el maestro de Bolívar: el genial don Simón Rodríguez. Aunque no men-cionado en el expediente de esa intentona, el educador criollo estaría in-volucrado en el trabajo conspirativo de su colega mallorquín Juan Bautista Picornell; esta versión la recogen historiadores acreditados como Alfonso Rumazo González en su excelente biografía del Libertador . Rodríguez habría sido apresado por corto tiempo y visitado por su tierno discípulo en la cárcel. Recuerdo imborrable debió ser ése para el adolescente que en 1797 ingresaba a las Milicias, y a quien la súbita partida de su mentor muy probablemente relacionada con la ocurrencia revolucionaria dejaba como en una tercera orfandad. Por todo lo dicho, puede comprenderse que cuando Simón Bolívar en una escala de su primer viaje visita a la ciudad de México y es preguntado por el virrey Azanza sobre esos sucesos caraqueños, que pocos meses después llevan al patíbulo a don José María España, responda con cierto desenfado no prudente, manifestando simpatía hacia los heroicos complotados y criticando con aspereza al régimen absolu-tista que los sacrificaba. El propio Bolívar según testimonio del historiador Felipe Larrazábal, ratificado en esencia por O’Leary recor-daría que en aquella ocasión defendí sin desconcertarme los derechos de la independencia de América .[5] Cuando en junio de 1807 Simón Bolívar regresa a Venezuela, toda-vía un menor de edad según el derecho español, ya es un personaje. Su casa de campo a orillas del río Guaire va a ser centro de tertulias donde sin mucho recato se enjuicia la política de la época, y se conspira. Es una auténtica y completa conjuración la que se trama en conciliábulos patricios de 1808, en los cuales, se llega a hablar de una junta o con-greso criollo Junta Superior Gubernativa y hasta se comenta de un partido de gente joven que
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tiene a los hermanos Bolívar entre los más activos adherentes. El trabajo subversivo queda al descubierto y el achacoso Gobernador dispone el confinamiento, extramuros de la capital, de algunos sediciosos. Bolívar debe salir de Caracas, donde el proceso político continúa y evoluciona, al compás de la situación española, hacia el exitoso golpe del 19 de Abril de 1810.
CARACAS AL FRENTE Con habilidad y cautela, Bolívar ha sorteado las dificultades de estos años confusos, 1808 y 1809. Los criollos han hecho suya la idea emanada del irreflexivo Juan de Casas, Capitán General, de constituir una Junta como la de Sevilla para suplir temporalmente al soberano, despojado del trono, y tras de eso se movilizan de inmediato. Los oficiales de las milicias pardas y los estratos sociales populares, una vez más, respaldan a la autoridad hispana contra esta embestida de los aristó-cratas; a la península es enviado uno de los comprometidos principales en la maniobra. Ninguna simpatía tiene en el pueblo la causa de los mantuanos, esos mismos sostenedores de la discriminación contra la mayoría mestiza, que hace poco han maniobrado contra la Cédula de Gracias al Sacar dictada por el Rey a favor de los pardos , y que han conservado a la Universidad y al Seminario como infranqueables reductos exclusivos suyos. Ellos dominan en el Consulado; en la Iglesia ya han tenido un Arzobispo monseñor Francisco de Ibarra . Les falta sólo el poder político, pues ejercen el dominio económico, social, cultural y religioso. En todo caso, el rey despierta más afecto en el pue-blo porque en las disputas intrasociales se pronuncia generalmente a favor de los humildes. Las milicias de pardos son leal sostén de la Co-rona, ahora en cabeza de Fernando. El comportamiento popular resulta lógico. Era mucho pretender que los estratos sociales subalternos pudieran mirar con beneplácito, siquiera pasivo, y más aún contribuir a una transformación que para ellos entrañaba una clara amenaza. En los conflictos sucedidos en el seno de esta colectividad, el rey se venía manifestando bajo la dinastía borbónica siempre a favor del pueblo y contra las aristocracias presuntuosas, lo mismo en la metrópoli como en ultramar. Bien conocían y agradecían los sectores populares la importante Cédula de Gracias al Sacar, que permitía la compra de determinados privilegios, y el ascenso y reconocimiento social mediante el pago de un determinado arancel; bastante se comentaban en la colonia las decisiones y sentencias de alcance liberal que el monarca suscribía, indiferente a las quejas de los mantuanos. Precisamente esta inclinación hacia la que consideraban chusma, le enajenaba a la Corona la simpatía de los pode-rosos e influyentes de la colonia, muy interesados por lo demás en cortar la dependencia. Visto el asunto desde el ángulo de los humildes y subalternos, los criollos encarnaban un peligro efectivo para las aspiraciones populares. Era preferible un monarca lejano, comprensivo y bueno, a un poder local orgulloso y arrogante, empeñado en marcar distancias. Fuerza es recalcar que todavía para estos años, los pardos, vale decir, la mitad de la población, no habían podido obtener en Caracas un plantel público para la instrucción de su numerosa prole; el Cabildo en 1805 lo había negado expresamente.
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En mayo de 1809 un nuevo Gobernador y Capitán General, Vicente de Emparan, asume el cargo. En sus esfuerzos por captar a los díscolos criollos, justamente el 24 de julio cumpleaños de Simón Bolívar nombra a éste Teniente Justicia Mayor del pueblo de Yare. A través de apoderado quiere Bolívar se le ponga en posesión del empleo: el Ayuntamiento exige la comparecencia personal; él protesta contra ese requisito. Para el 19 de Abril de 1810, se hallaba Simón Bolívar en sus haciendas de los Valles de Aragua. Los mantuanos, con aguda destreza, con-siguen por fin dar ese día el golpe que desplaza a las autoridades monar-quistas. Esta vez no hablan de un rompimiento franco con la Corona; todo lo contrario, tratan de aparentar ser más realistas que los repre-sentantes del rey; proclaman que la razón del gesto es conservar y cui-dar los derechos del soberano. Se hace ver, incluso, que el Capitán General y el Intendente son menos celosos y confiables en su lealtad a los Borbones. En la agitada sesión especial del Cabildo ese jueves santo, han irrumpido siete moderados caballeros autotitulándose diputados del clero y del pueblo , diputados del pueblo y diputados nombra-dos por el gremio de pardos ; era de tal monto la novedad, que el veterano y diestro secretarioescribano arma en el acta una tremenda confusión con estos diputados . Son todos ellos, y el Cabildo entero, la clave del pronunciamiento; Roscio el mentor y Cortés Madariaga el ac-tivista decisivo. La Junta Suprema constituida en esa jornada, asciende a Bolívar, el 24 de mayo, de teniente de la 5a. Compañía del Ba-tallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua, a capitán de la 4a. Compañía del mismo cuerpo. Al tiempo de estos sucesos venezolanos, en Europa y en el resto de América ocurren hechos trascendentales. Napoleón ha rendido un gran servicio al Nuevo Mundo desquiciando al Viejo, y afectando especial-mente a España y Portugal. La familia reinante portuguesa es obligada a asilarse en el Brasil; allí establece la sede del Imperio; cuando años más tarde retorna a Lisboa, un príncipe Don Pedro resolverá quedarse y constituirá su monarquía en América: Independencia o muerte , grita en Ipiranga; culmina de ese modo la obra paciente del lúcido patriota José Bonifacio, y así en 1822 se produce la emancipación de esta gigantesca porción americana. Bonaparte había impulsado estos cambios en Portugal cuando llevó allá sus tropas a través de España. Godoy, el favorito de la reina María Luisa, consiguió el permiso de tránsito; luego el ejército francés modi-ficó sus miras y resolvió adueñarse de España. No contó el gran corso con la resistencia hispana; este error y no otro sería el definitivo; él hubo de reconocerlo así. En la conmoción popular española, el decadente Carlos IV fue forza-do, por las muchedumbres, a abdicar en favor del joven y simpático Fernando VII; pero Napoleón, ya señor de la situación y con sus curiosos pruritos de legitimidad, mandó retroceder los hechos para encau-zarlos a su conveniencia: hizo que el hijo devolviera el trono a su desprestigiado progenitor, y que fuera éste quien en Bayona le entregara el cetro de España para su hermano José Bonaparte. La reacción hispana contra el ocupante galo, la formación de la Junta Central y luego del Consejo de Regencia, y la epopeya del pueblo español en defensa de su nacionalidad, repercutieron como era obvio en el Nuevo Mundo. Los enviados napoleónicos
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fracasaron en los propó-sitos de ser admitidos como emisarios de la nueva situación y para que fuera aceptada la transferencia pacífica de la dependencia de España, y de los Borbones declinantes, al coloniaje de Francia y los Bonaparte en alza. Con el pretexto de la fidelidad a Fernando empezó la revolución en Venezuela. A los caídos en los sucesos de Caracas les consolará ver que el pueblo no tuvo intervención en esa bien tramada escaramuza. El cambio allí es rápido y certero: se desplaza al Capitán General, al Intendente, a los señores de la Audiencia, al Auditor de Guerra, asesor general de gobierno y al Teniente Gobernador. No se depone al Consulado, bastión de los criollos. En virtud de la suprema autoridad asumida se hacen las subrogaciones pertinentes en personas de confianza del nueva orden. Se constituye con prontitud el nuevo aparato militar. Se forma un gobierno que representa a cabalidad al sector triunfante, la clase de los criollos, por eso es colegiado y numeroso: veintitrés vocales, dos presidentes, dos Juntas: una de Guerra y Defensa y otra de Hacienda, con siete miembros en cada una; un Tribunal de Policía con un juez y doce diputados. Desmedido número de magistrados para una provincia, aunque fuera la mayor, pues se ignoraba cuál sería la respuesta del resto de la confederación. La Junta Suprema invita a las demás provincias a seguir el ejemplo de Caracas. Mensajeros distintos van presurosos al interior con el objeto de explicar el paso dado y conseguir la adhesión. Las influyentes oligarquías regionales, antagonistas y rivales de la caraqueña, hacen patente en esta ocasión el escaso agrado que les produjo la integración ordenada por Carlos III, la cual menguóles su tradicional individualidad, subordinándolas a Caracas. Guayana, vacilante en un comienzo se define luego por el Consejo de Regencia; Maracaibo también se manifiesta firme en la oposición a los caraqueños. La ciudad de Coro apro-vecha la sacudida para desvincularse de Caracas; más aún, llega a sostener que con la deposición de las altas autoridades confederales ya no hay ciudad capital, y que por ser ella la urbe más antigua del país le tocaría ocupar ese rango. En cada una de las otras provincias se declara una condicional solidaridad con la insurrecta Caracas, se le promete acatamiento siempre que ella reconozca la autonomía respectiva de cada cual. Nótese cómo, por ser la unión venezolana de muy reciente data, los lazos de sujeción entre sí y de reconocimiento a Caracas, no eran aceptados con gusto y resultaban por demás débiles. Si bien la Junta Suprema se conduce muy cautelosamente en mate-ria social y económica, cuida con esmero el aspecto internacional que ya era parte de la mejor conciencia de los caraqueños. El espíritu conti-nentalista de Venezuela, que ya diáfanamente había aflorado en Miranda y en los textos de la conspiración de Picornell, Gual y España, vuelve a hacerse presente en iniciativas y pronunciamientos muy since-ros. A una semana del 19 dc Abril, la junta caraqueña se dirige a todos los cabildos de América, invitándolos a imitar la conducta de Venezuela. Ese signo de extroversión, de altruismo y de vocación política ya había sido observado desde muy atrás. En la Historia de José de Oviedo y Baños la primera que de esta tierra se hizo quedó noticia del rasgo, del cual habló también Humboldt.
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Bajo la expresa dirección de Roscio, se preparan misiones diplomá-ticas en busca de apoyo para la nueva empresa. La más importante de estas embajadas se confía a Simón Bolívar, a la sazón de veintiséis años, y ya mencionado como coronel a pocos días de su promoción a capitán. Se lo acompaña con Luis López Méndez; ambos sugieren sea integrado a la delegación el serio y responsable Andrés Bello, lo que así se aprue-ba. El trío marcha a Londres; entre julio y setiembre desempeña su co-metido, Bolívar deja ver la maniobra de los caraqueños; no se trata de conservar derechos de Fernando VII, sino de abrir paso a la inde-pendencia. El contacto de Bolívar con Miranda en Londres es muy importante; el Precursor, animado por él, regresa a Caracas después de casi cuarenta años de ausencia. Al presentarse en La Guaira vacila el gobierno en admitirlo, pues no parece muy lógico aceptar a un enemigo convicto del rey en cuyo nombre se ejerce la autoridad; una manifestación popu-lar hábilmente movida acompaña a Miranda en triunfo hasta Caracas. El Precursor ha vuelto a su patria, y llega a tiempo para ganar la diputación por El Pao. Los documentos de la Junta Suprema poseen calidad y altura de excepción; el nuevo gobierno se presenta ante todas las naciones y ante la historia con segura dignidad; la argumentación para las decisiones to-madas es brillante, bien fundada y convincente. Los patricios del 19 de Abril y también los parlamentarios de 1811, muy cerca igualmente de quienes a través de la prensa y en la Sociedad Patriótica guiaban a la opinión, tienen el don de la palabra justa y del conocimiento necesario. Los escritos de la transformación política son auténticas piezas maestras. Una envidiable formación en las disciplinas del hombre y del Estado, y un singular dominio de la dialéctica esplende en los pronunciamientos y en la conducta tan juiciosa de esos años. Si la controversia con España hubiera sido para dirimirla en un foro mundial, ante maestros del Derecho Público y a la luz de la razón más imparcial, por la idoneidad de sus causídicos el veredicto habría indudablemente favo-recido a Venezuela. El primer Congreso, convocado por la Junta Suprema con el fin de hallar una salida estable a la situación provincial, se ha instalado el 2 de marzo con representantes de Cumaná, Margarita, Barcelona, Bari-nas, Caracas, Mérida y Trujillo. Después de su regreso a Caracas, cumplida la misión en Londres, Bo-lívar ha sido muy activo en la prédica y en la agitación separatistas. La Sociedad Patriótica es el escenario de sus esfuerzos. En el aniversario de la Revolución el 19 de abril de 1811 su discurso, junto con los de Antonio Muñoz Tébar y José Félix Ribas, es de los más vehementes y categóricos. Para el 4 de julio, el movimiento de presión sobre el Congreso llega a su clímax. Sobre la Independencia se centra el debate. Es un torneo jurídico y político, que recuerda por cierto a las discusiones en la Constituyente francesa de 1789. Miranda convence con su erudi-ción y su pasión arrolladoras. Roscio se eleva con su sabiduría asom-brosa. El 5 de julio el soberano cuerpo declara solemnemente la Independencia; sólo el diputado Maya, de La Grita, se niega a suscribir el Acta. No figuran las provincias de Guayana y Maracaibo, ni Coro.
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En la ruta de su destino internacionalista, Venezuela da un importan-te paso, el 28 de mayo de 1811, cuando por iniciativa de su gobierno se firma con el de la vecina Cundinamarca, que participa de iguales senti-mientos fraternales, el primer instrumento diplomático de la historia de ambos pueblos: un Tratado de Alianza y Federación. El competente en-viado de Caracas, don José Cortés de Madariaga, pone la piedra que servirá de base a Colombia, la patria mayor, tan cara a Miranda y a Bolívar. En verdad es una fusión, más que una alianza, la que en pocas semanas, concierta el dinámico e ilustrado canónigo chileno. El tratado lo ratifica el Congreso venezolano, sin oposición ni objeciones, el 22 de octubre del mismo 1811; en el articulado se incluía, además de la obvia materia política, una importante cláusula reveladora del interés primor-dial por los asuntos de la cultura en aquel tiempo estelar: Serán comu-nes para la educación de los súbditos de ambos Estados, las escuelas, colegios y universidades de ambos, sin que se exija cosa alguna por la enseñanza . [6] Los criollos alcanzan, con la Independencia, la plenitud del mando; sólo el poder político les faltaba: dueños del económico, social y cultural, han triunfado en la insurgencia contra la capitis deminutio que en su propia tierra los convertía en personas de segunda clase. Todavía en la euforia del magno cambio, se propugna crear el prometido orden con-forme a los imperativos de los nuevos tiempos y a los sustanciales requerimientos de la nueva sociedad. La victoria ha sido posible por la conjunción de todos los sectores sociales de Caracas; mas tan pronto conquistan la cima, los mantuanos quieren desembarazarse de los que poco antes fueron palancas imprescindibles. Otra vez, Venezuela reitera su signo americanista. En la primera Constitución libre y representativa que ha visto el Continente Colombiano [7] y la cual es la Constitución sancionada en Caracas el 21 de di-ciembre de 1811, aparece la novedad jurídica de un epílogo trascenden-tal. En éste dicen los representantes de las provincias venezolanas: Por cuanto el Supremo Legislador del Universo ha querido inspirar en nuestros corazones la amistad y la unión más sinceras entre nosotros mis-mos, y con los demás habitantes del Continente Colombiano que quieran asociársenos para defender nuestra Religión, nuestra Soberanía natural, y nuestra Independencia nos obligamos, y comprometemos a observar y cumplir inviolablemente todas y cada una de las cosas que en ella se comprenden , y luego añaden esta notable afirmación: protestando sin embargo, alterar y mudar en cualquier tiempo estas resoluciones, conforme a la mayoría de los Pueblos de Colombia que quieran reunirse en un Cuerpo nacional para la defensa y conservación de su libertad, e Independencia política, modificándolas, corrigiéndolas y acomodán-dolas oportunamente y a pluralidad y de común acuerdo entre nosotros mismos, en todo lo que tuviere relaciones directas con los intereses generales de los referidos Pueblos, y fuere convenido por el órgano de sus legítimos Representantes reunidos en un Congreso general de la Colombia, o de alguna parte considerable de ella, y sancionado por los comi-tentes .[8] Lo que en el texto precedente se promete, la propia Constitución lo cumple en su parte dispositiva. Es así como, para los miembros del triunvirato que encabeza al Poder Ejecutivo en Venezuela, se exige simplemente, en el artículo 73: Ser nacido en el continente colombiano y sus islas (llamado antes América Española) . De ese modo, el
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primer Congreso abre la posibilidad de que a Venezuela pueda presidirla nada menos un compatriota cualquiera de nuestro mundo hispanoamericano. Bolívar no desempeña bajo el régimen constitucional de la I República otra responsabilidad que las funciones militares que le encomiendan entre julio de 1811 y julio de 1812. Él no figura en ninguna posición política descollante. Miranda, con méritos sobrados para el liderazgo, es sin embargo excluido a la hora de formarse el superior gobierno; los escogidos son Cristóbal Mendoza, Juan Escalona y Baltasar Padrón. Todos ellos patricios probos y honorables, con prestigio ganado en las lides de la paz, en el orden de la civilidad y del derecho. La Patria quiere en su primer momento confiar su suerte a quienes suman entereza y virtud. Un Ejecutivo así compuesto es ideal para tiempos bonancibles, sin embargo resultará pesado e inoperante en los tiempos críticos que no han de tardar. Habrá un relevo de generaciones, y en la cresta de la ola renovadora, que barrerá incluso al insigne Precursor, deberá Simón Bolívar abocarse a la responsabilidad de la conducción.
YA EN LA GUERRA Contra el flamante gobierno de Venezuela se confabulan los más extraños y singulares adversarios. La propia naturaleza física, en un terre-moto arrasador el 26 de marzo de 1812 pareciera alentar la insurrección que capitaneada por Domingo Monteverde se desprende desde Coro hacia el centro. Con Monteverde vienen los canarios. Todos los complejos de largas humillaciones, y la frustración misma de las esperanzas que ellos pusieron en la independencia para también sacudir la coyunda de los peninsulares, salen a flote procurándose una satisfacción en esta carrera de venganza. La Primera República debe hacer frente a la grave emergencia y, co-mo en la crisis de la Roma clásica, el triunvirato constitucional cede su lugar a un dictador; se escoge esta vez a Miranda, quizá con siniestra malevolencia. El anciano, ya con una tarea concreta demasiado compli-cada, no acierta, cae víctima de los más variados factores, sobre todo de la desvinculación con su circunstancia: ocho lustros de ausencia es mucho tiempo. Su propio carácter irascible y autoritario perjudica su papel político. Bolívar lo conoció en Londres, allá lo vio de gran señor dentro de un marco superior y lo animó a venir, sin presentir el drama que el contraste de ambientes generaría.- Ahora en Venezuela, Miranda luce fuera de sitio. No quiso el Generalísimo admitir al joven coronel Bolívar en el ejército, mas terminó cediendo y lo tuvo cerca en el delicado encargo de la to-ma de Valencia el 13 de agosto de 1811. Allí Bolívar se distinguió. Enviado por Miranda, trajo a Caracas el parte de la victoria. Para mayo del año siguiente, Simón Bolívar vuelve a filas. Hace poco ha sucedido el sismo de Caracas y en la plaza de San Jacinto su coraje ha frenado el pánico. Contra el oscurantismo que pretende interpretar el terremoto como señal divina adversa a la insurgencia, Bolívar responde con un desafío. El 4 de mayo le toca asumir la jefatura militar y política de Puerto Cabello. La República se tambalea. La traición consumada el 30 de junio, produce la pérdida de aquella importante plaza. La guarni-ción del castillo de San Felipe se subleva, suelta los prisioneros realistas y ataca
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con su artillería a la ciudad en la cual se encuentra Bolívar; en cinco días de combates y acosado por gente de Monteverde procedente de Valencia, es Puerto Cabello ganada por los españoles. El fracaso en Oriente del marqués del Toro jefe expedicionario sin experiencia en la guerra , el temor de que Caracas fuera presa de los esclavos barloventeños, alzados esta vez por instigación de sus amos reaccionarios, la actitud de Guayana y Maracaibo, el sabotaje persistente y la ola de descrédito contra Miranda, quien no pasa a la ofensiva sino que se afinca en un plan defensivo con elementos que se le diluyen, todo presagia el inminente final. Deserciones, rumores, insubordinacio-nes, la perspectiva dramática de no conseguir recursos bélicos para la prosecución de la campaña, todo, en suma, arrastra sin remedio la es-trella del sexagenario paladín. Miranda termina capitulando ante Mon-teverde el 25 de julio; en menos de cinco meses consumóse el derrumbe. Él creía en la fiel observancia de las estipulaciones solemnes y en el ho-nor castrense de los triunfadores. En todo ello evidenciaba, una vez más, desconocer aquella, su ruda y bárbara coyuntura. Miranda no traicio-na a la Patria ni a sus compañeros de armas. Fue abatido por la errónea apreciación sobre la fuerza real de los efectivos a su cargo, y sobre la verdadera calidad del enemigo, apreciación nacida del desconocimiento del medio que él no domina. Con Miranda cae la República. Personalmente él queda en manos de sus enemigos para, tras un crucero trágico: La Guaira-Puerto Cabello-Puerto Rico-La Carraca, extinguirse en el curso de un cuatrienio triste. Uno de los más autorizados mirandistas afirma en estupenda síntesis: Su vida fue una bella aventura iluminada siempre por el riesgo y la tragedia. Hay que comprenderlo y admirarlo con mayor conciencia his-tórica y con mayor sentido de responsabilidad americana, porque es el hombre americano de más espléndida aventura con proyección univer-sal. Así era y así es hoy el aventurero de la gloriosa aventura que en-nobleció la palabra haciéndose admirable. No cambió. Cambiaron los tiempos y le dieron la razón. Contribuyó a ese cambio con ideas servidas por la espada nunca con la espada sobre las ideas y ya en la quietud perenne, continúa en vigencia su lección que fue de responsabilidad americana, de perenne acción humana, porque las libertades de los hombres están en riesgo y peligro a toda hora, en todo el ámbito universal .[9] En aquella circunstancia tremenda, el pueblo no dio respaldo alguno al nuevo orden. El gobierno no había atendido a otro interés que al de los criollos, los cuales, es bien cierto, fueron hábiles en aproximarse a la mayoría parda y en asociarla al golpe feliz del 19 de Abril. Ninguna satisfacción concreta dio la Junta Suprema a los anhelos populares; tan sólo eliminó el tributo que recaía sobre los indios, y anunció el 4 de agosto de 1810, vale decir, cuatro meses después de tomado el poder prohibir la introducción de negros en estas Provincias . La esclavitud quedaba en pie. Durante el régimen de jure, no habrá tampoco nada nuevo para el pueblo. La Constitución promulgada el 21 de diciembre de 1811, contempla primordialmente lo que importa a la nobleza criolla. En cuanto a la forma del Estado se concilia la inspiración norteameri-cana con la francesa, dentro de un sistema mixto. Se adopta la estructura federal, que la realidad geográfica y la historia venezolana imponen. Proclámanse todas las libertades políticas y las garantías ciudadanas: igualdad ante la Ley, abolición de títulos y privilegios, cese de
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discrimi-naciones entre las castas ; respeto a la persona humana, libertad de pensamiento. El Estado se compromete a proteger la propiedad; así mantiene incólume una institución claramente cimentada sobre la usurpación de la conquista y los siglos de coloniaje. En materia religiosa, el régimen fue conservador y cauteloso. No abrió la instrucción a las mayorías pardas. Se estatuyó, en fin, una democracia más o menos exótica y abstracta, incomprensible y remota para las masas, ninguna de cuyas aspiraciones apareció reconocida con franqueza. Los sectores populares no podían amar el orden que había nacido; no lo sentían suyo. Sin apoyo de la mayoría venezolana, era imposible que el cambio revolucionario se sostuviera. Todavía, en la próxima tentativa Segunda República se ha de repetir el mismo equivocado esquema: cambios simplemente políticos, con idéntico resultado: el fracaso. Bolívar pudo escapar de La Guaira cuando allí entró Zervériz. En Caracas, por generosa intercesión de su amigo, el español don Francisco Iturbe, obtuvo de Monteverde el pasaporte necesario para salir al exterior. Así llegó a Curazao y siguió a Cartagena. En esta ciudad, a la sazón bajo un gobierno autonómico, Simón Bolívar escribe el 15 de diciembre de 1812, y difunde su famosa Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño . Ese Manifiesto revela a un político reflexivo, pese a encontrarse entonces en la flor de sus veintinueve años. Esta obra es de primera importancia para calibrar al estadista que hay en él, y sobre todo para medir la calidad del conocimiento de Bolívar en el comienzo mismo de su acción pública. Es sobresaliente su análisis de las causas de la reciente caída de Venezuela. Observador profundo, perspicaz y ponderado, dueño de un estilo propio, es este joven líder en el umbral de su destino. Existe ya el primer documento de la serie fundamental. En la Nueva Granada desempeña Bolívar varias tareas militares; sirve a la libertad donde sea necesario. Allá consigue la ayuda requerida para otro intento de redimir su Venezuela natal. El esfuerzo cumplido entonces, se conoce en la historia como la Campaña Admirable. El 12 de marzo de 1813, el gobierno neogranadino con sede en Tunja, le con-fiere el grado de Brigadier y lo hace ciudadano de la Nueva Granada. Dos meses después está en el umbral patrio para iniciar el 14 de mayo su marcha redentora. El 15 entra en San Cristóbal, el 23 es aclamado en Mérida como Libertador . El 15 de junio dicta en Trujillo su proclama de Guerra a Muerte; con esto aporta una clarificación necesaria aunque insuficiente a la situación. La República, con ese acto, acepta la lucha en los términos que las tropas realistas vienen aplicando, y con solemnidad promete replicarlos. Se delimitan con certeza los bandos: libertad u opresión, pueblos o tronos, emancipación o coloniaje. Bolívar quiere indicar que en Venezuela no hay sino una de las dos alternativas, y procura forzar a la cohesión interna apuntando a un enemigo común, el cual debe ser combatido de preferencia, en lugar de distraer energías en el estéril y suicida enfrentamiento intervenezolano ya en curso. Para el deslinde esgrime el terror revolucionario; no logra sin embargo sus objetivos. El terror no basta, ni la sola satisfacción de la equiparación jurídica entre los adversarios resuelve gran cosa. El movimiento rebelde sigue siendo impopular, parece no tener mensaje práctico, no se traduce en mejoras para los explotados de siempre; por el contrario, sigue como encerrando la amenaza de que el predominio de los criollos sea fortalecido.
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Para 1813, una acción paralela por los dos costados del territorio, brinda el triunfo. Al tiempo que Bolívar ha iniciado por el occidente la Campaña Admirable, cuarenta y cinco jóvenes, con Santiago Mariño a la cabeza, Piar, Bermúdez, Valdés, Bideau, entre ellos, provistos de fusiles y pertrechos de Trinidad, han acometido la liberación de Oriente; es la Expedición de Chacachacare, cuya proclama de guerra vindica el nombre ilustre de Miranda. Mariño estará en Cumaná cuando, el 6 de agosto, Bolívar haga su entrada a Caracas. Los dos Jefes, cada uno Superior en su respectiva mitad del país, se encontrarán el 5 de abril de 1814 en La Victoria. No muy tarde, habrán de salir juntos al exilio, al derrumbarse la República. El Cabildo de Caracas asumiendo, una vez más por su sola voluntad, la representación de Venezuela, el 14 de octubre de 1813, declara a Bo-lívar General en Jefe de sus ejércitos y le otorga el título de Libertador, con el cual Mérida ya lo había distinguido. Se reorganiza el Gobierno. Todo este año ha sido de sangrienta lucha; mayores sacrificios habrá que hacer en 1814. En uno de los raros intervalos de tranquilidad relativa, en su ciudad, el adalid convoca una Asamblea Popular el 2 de enero ante la cual rinde cuenta pormenorizada de su actuación; de allí sale investido de plenos poderes. No obstante los rutilantes triunfos de Bolívar y de Mariño, la reacción realista no ha cesado; a ella desde Maracaibo y Guayana se le pro-porcionan constantes y renovadas energías de gente y recursos ; además, por vía de esas provincias le llega el imprescindible material de guerra procedente de Cuba, Puerto Rico y las islas inglesas. 1814 es el año negro de la República; los estratos populares ganados por los mo-narquistas acosan a los revolucionarios; las tropas de éstos no hallan cómo proveerse de armas: Estados Unidos ayuda a los peninsulares e Inglaterra, ante el temor efectivo de Napoleón, no quiere malquistarse con España; más le interesa esta amistad en Europa que las tentadoras ofertas de beneficios mercantiles que desde América se le hacen. José Tomás Boves, un asturiano audaz, logra imponerse entre los realistas; éstos, mejor armados y provistos que los patriotas, tienen gene-ral éxito en su ofensiva; aceleradamente su líder gana enorme prestigio en densos núcleos de escasa cultura y grandes necesidades: los llaneros. Son mestizos, con mucho de caribes, hechos para las duras actividades del pastoreo de reses, caracterizados por el arrojo y una impavidez im-presionante. A ellos, como a todos sus seguidores, pardos principalmente, surgidos de la auténtica entraña popular, les permite Boves depredar los bienes del adversario y saciar en el vencido todo el encono y la saña alimentados por injusticias ancestrales. Saqueo, destrucción y muerte, parece la consigna; una combinación que apunta a reivindicaciones concretas de quienes nada poseen aparte de su miseria. Venezuela sufre crímenes inauditos dentro de la táctica de tierra arrasada que aplica el enemigo de sus libertades. La Segunda República tiene una duración efímera. Boves, con sus bravos jinetes y con partidas alzadas en todo el país, la aniquila. El llanero, semidesnudo cabalgante, sin silla
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ni arreos, nada más que con su lanza, hace de la caballería el arma decisiva en esta coyuntura. La guerra se ha trasladado a las sabanas; hay allí abundancia de bestias. Muy poca artillería se usa en las campañas de la Independencia; la obtención de fusiles, pólvora y plomo será siempre problemática. Al destierro han de volver Bolívar y sus principales camaradas. Mas regresarán al esce-nario del deber y de la fama. Lo grandioso en la vida del Libertador escribe el historiador Augusto Mijares es verlo ascender desde el extremo infortunio hasta las cimas del predominio y de la gloria llevado por la fuerza invencible de su carácter, que después de cada derrota se afirma y se robustece . Desde España, Fernando VII, reinstalado en su trono gracias a la quiebra napoleónica, envía en febrero de 1815 una poderosa expedición; son más de 10.000 hombres, veteranos y bien pertrechados; los comanda Pablo Morillo. Los imperialistas hispanos quieren reintegrar América a su dominio, aconsejan dureza contra los rebeldes, no se resignan a perder las vastas posesiones de ultramar, incluso reniegan de los principios liberales que las propias autoridades peninsulares de la reciente crisis promulgaron en justicia del Nuevo Mundo. Morillo ocupa a Mar-garita; sojuzga temporalmente a Venezuela y Nueva Granada. El poder español tiene así su esplendor postrero. No está lejos el colapso final. Bolívar, escapado en setiembre del año 14 por Carúpano, pudo regresar a Cartagena. En Tunja informó al Congreso sobre su fracaso; este cuerpo ratificóle la confianza y le encargó tareas militares que allá co-ronó felizmente. Ante la imposibilidad inmediata de volver a Venezuela en otra tentativa de liberación, fue a procurar ayuda en las Antillas. En Jamaica permanece siete meses; es fecundo este exilio para su obra de pensador; lee y medita; escribe en Kingston su epístola iluminada. El humanista Luis Beltrán Guerrero ha juzgado con feliz penetración esa pieza notable del Libertador, y así se expresa: En la Carta Profética, Bolívar es un historiador del futuro, un historiólogo, a más de ela-borar historia pensada, con referencia a valores, .esto es, historiosofía. Causas económicas, políticas, sociales, ideológicas, desfilan por su pensamiento antes de anticiparnos que la América española se dividirá en quince o más repúblicas independientes; que México será una república representativa con un presidente vitalicio, si desempeña sus funciones con acierto y justicia o que traerá, en caso contrario, la mo-narquía apoyada por el partido militar o aristocrático. Tres ensayos de Imperio: Iturbide, Maximiliano, Porfirio Díaz, y el partido único gobernante después de la revolución del actual siglo, confirman estas pre-dicciones. Confederación CentroAmericana; Canal de Panamá e inmi-nencia del de Nicaragua; anarquía caudillista en el Río de la Plata, con la secuencia de Rosas y la oligarquía territorial; estabilidad política de Chile gracias al férreo Portales y las lecciones de Bello; el muelle y rico ambiente de Lima que hará víctima al propio profeta: traiciones de Torre-Tagle y Riva-Agüero; la Gran Colombia; la Organización de los Estados Americanos, con la suspicacia respecto al contiguo imperialismo; poder ejecutivo en Venezuela cuando más vitalicio y jamás hereditario, todo está previsto. Más tarde, la Constitución Boliviana y otros escritos ratificarán este don magnífico de la profecía. Es una sapiencia, una sabiduría; más, mucho más que ciencia y arte. Los místicos y los santos desarrollan un
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sexto sentido, llegan a una cuarta dimensión que la razón no alcanza. Bolívar concilió los contrarios: adivinación y conocimiento .[10] -En diciembre de 1815 llega Bolívar a Haití. La decisión de trasladarse a Puerto Príncipe es afortunada, casi providencial para su futuro. El presidente Petion, noble y magnánimo, el resuelto y decisivo curazole-ño Luis Brión y el generoso protector Robert Sutherland, lo auxilian en la preparación de la Expedición de Los Cayos. En Haití viven numerosos asilados venezolanos, entre los cuales hay vivas diferencias; Bolívar se impone con apoyo de Brión; un selecto cuerpo de oficiales se embarca con ellos. Mariño viene como Jefe del Estado Mayor y Brión como Almirante de la República. El Libertador se ocupó de procurar armas y municiones durante todo el año de 1815. En Venezuela numerosas guerrillas hostigan a las tro-pas realistas. Bolívar estaba convencido como antes lo estuvo Miranda de que era imprescindible la colaboración del exterior; reitera a la Gran Bretaña sus ofrecimientos de ventajas comerciales; igualmente anuncia facilidades para el canal interoceánico. Bolívar concretaba su aspiración a unos veinte o treinta mil fusiles, un millón de libras esterlinas y quince o veinte buques. En seguimiento de los recursos sin los cuales no habría independencia ni libertad, Bolívar insiste en gestionar la ayuda extranjera; pese a las negativas norteamericanas, se empeña en conseguir allá material bélico. No se le comprende, ni se le ayuda. An-teriormente, Palacio Fajardo se estrelló ante la impasibilidad y la indiferencia de los Estados Unidos respecto a nuestra revolución. Cuidando la neutralidad y los buenos términos con España, se dio a Palacio Fa-jardo en el trágico 1812, una respuesta glacial que algún día dice éste podrá servir de regla para nuestras relaciones con aquella potencia .[11] La Tercera República empieza cuando la expedición procedente de Los Cayos llega a Margarita, en mayo de 1816. Muy en breve hay un descalabro más Ocumare y otro forzoso escape hacia el pródigo Haití. Es en este instante cuando Petion se crece y gana para siempre el rango principal de Benefactor de Venezuela, propio de quien Bolívar, entusiasmado y justiciero, llamará el primero de los bienhechores de la tierra . No abandona al infeliz amigo, ni siquiera usa el cómodo expediente por él mismo sugerido de obsequiarle los medios para que viaje a Norteamérica, Inglaterra, México o Argentina. El historiador Paul Verna, en excelente libro, inserta la respuesta ejemplar del in-signe Petion: Si la fortuna se ha reído de Ud. por dos veces, quizá le sonría en la tercera oportunidad. Yo, por lo menos, tengo ese presentimiento, y si algo puedo hacer para mitigar su pesar y su dolor, cuente con todo lo que esté al alcance de mis posibilidades. Dése, pues, prisa y venga a esta ciudad. Deliberaremos juntos . [12] Es septiembre de 1816. Empiezan unos cien días muy activos; favorecido y respaldado por Pe-tion, auxiliado con desinteresada e incondicional largueza por Sutherland, con la presencia resuelta de Brión, prepara Bolívar la acometida final: de suelo haitiano arranca el impulso que cristaliza irreversible en Carabobo y después en El Callao con la victoria de Salom. Así advino una fecunda etapa para la acción libertadora. Es otro, ahora, el lenguaje de la Revolución: más social que político. Bolívar ha asimilado la experiencia sufrida, ha entendido la razón práctica de las victorias realistas; en Jamaica reconoció que los independientes no habían ofrecido la libertad absoluta como lo hicieran las guerrillas españolas , I-180. En un acto congruente con sus ideas desenvolvimiento del genuino proceso revolucionario, que además place a Petion decreta por primera vez la
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libertad absoluta de los esclavos; en seguida legisla sobre distribución de tierras para el pueblo combatiente. El tema de la igualdad, lo mismo que el de la justicia tangible, pasa a ser principal entre sus preocupaciones; en las filas patriotas se amplían y confirman las posibilidades a militares propiamente del pueblo . Ya la lucha guerrillera de esos años había hecho como una selección de los hombres más aptos para la contienda; por esta causa, individuos de los estratos inferiores suben ahora a elevadas posiciones. Morillo anota que cualquiera de los caudillos revolucionarios que se presente solo en algún territorio donde no haya tropas del rey, alarma los habitantes, liberta las esclavitudes y forma en pocos días un nuevo ejército . [13] De antiguos esclavos salen flamantes oficiales; en las misérrimas masas rurales tiene la revolución reservas humanas inagotables. Muerto Boves en la bata-lla de Urica (1814), un nuevo conductor hereda la adhesión ferviente de los aguerridos llaneros: José Antonio Páez; los suma al bando nacional y republicano; les ha prometido la justicia agraria que Bolívar avala inmediatamente: ello deberá traducirse en el cese de los monopolios latifundistas sobre el llano, libertad de pastoreo, y tierras para los campesinos convertidos en soldados de la Patria. Para América mejoran las perspectivas tras el total eclipse napoleónico. La presión de los industriales y mercaderes británicos, descartado el peligro bonapartista, impone modificaciones a la política de su potente imperio. Ahora interesa más la perspectiva americana para la expansión del comercio, que las buenas relaciones con la disminuida España. A mayor abundamiento, Inglaterra tiene a la sazón armamento sobran-te y viejo que puede colocarse lucrativamente en estos países. Los productos de aquí, cacao, café, frutos, cueros y mulas, muy apreciados allá, son objeto de trueque en las Antillas, desde las cuales se reanima la guerra. Para los patriotas mejoran progresivamente las posibilidades de obtener armas; ya no cuentan sólo con las que capturan en sus victorias; ya no son, como antes, expoliados por los especuladores y traficantes que aprovechaban la ocasión para imponer sus leoninas condiciones. En el curso de esta Tercera República, un importante cambio se introduce. No es Caracas el objetivo inmediato, como otras veces. Al arribo de la segunda expedición haitiana, Piar es de los primeros en avizorar la trascendencia de tomar ante todo a Guayana; los recursos íntegros se movilizan con ese fin; él mismo dirige la batalla de San Félix que les depara tan fabulosa provincia. Angostura representa la base geopolítica de la cual los revolucionarios han carecido; su ubicación estratégica, las facilidades de contactos exteriores por el Orinoco, sus condiciones de seguridad, realzan el valor de sus cuantiosas reservas. En gran parte, por obra de sus ejemplares Misiones franciscanas, era Guayana un colosal depósito de medios, prácticamente intacto; la pro-vincia, hasta entonces mantenida continuamente en manos realistas, pudo escapar ilesa de la destrucción nacional. Morillo suscribiría más tarde la misma intuición de Piar; de Guayana diría: emporio donde los enemigos han asegurado su fortuna . [14] Para él, la pérdida de esta importante comarca acarreaba inevitablemente la caída de Caracas y de Bogotá. En verdad, una vez que los patriotas se afianzan, no hay más reveses de importancia para la Independencia; el camino parece despejado para la República.
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LA RUTA CONTINENTAL Desde Angostura arranca Simón Bolívar para la liberación de América; frente al gran río auspicia la creación de Colombia. En Angostura vuelven a echarse los fundamentos institucionales de la República; Ve-nezuela cambia positivamente su faz; al inorgánico y turbulento des-pedazarse de las mil facciones, lo reemplaza una imagen seria de orden y juridicidad: el Consejo de Estado, el Congreso que delibera y guía ante el cual Bolívar se confirma como el exponente cumbre de la Revolución , la Alta Corte, el Poder Ejecutivo y sus Secretarías o Despachos. En suma, es la potestad civil encuadrada por la Ley y enaltecida por la inteligencia, la que ahora se coloca delante de la fuerza. En Angostura se crea, además, el órgano adecuado para registrar y difundir el nuevo mensaje: el Correo del Orinoco. En las cancillerías de Eu-ropa se percibe la distinta realidad: un Estado serio, progresista, civil y constitucional entra al concierto de los pueblos libres. Por fin, para mediados de 1818, los patriotas tienen cuanto necesitan en armas y material de guerra. Nunca habían dispuesto de un parque tan abundante y surtido; además han instalado maestranzas militares en varias ciudades. La hazaña portentosa del Paso de los Andes y la consecuente libertad de la Nueva Granada, robustecen a Venezuela. El cruce de los páramos con soldados llaneros suma otra proeza coronada por la brillante ac-ción de Boyacá (7 de agosto de 1819) a las más relevantes de estos tiempos marciales. Para los soldados de Bolívar hay un testimonio enaltecedor; Morillo, combatiente experimentado contra los ejércitos franceses, manifiesta su admiración por la bravura y valentía de estos hombres, que han supera-do sus primitivas deficiencias con la irrevocable voluntad de luchar por una sociedad libre, igualitaria y justa. La historia tiene también como materia prima la generosidad y el idealismo. Año crucial en esta crónica es el de 1820. El alzamiento de Riego y Quiroga, que obliga a Fernando VII a jurar la Constitución liberal del año 12, impide el despacho de nuevas expediciones de la península contra América, e incluso determina significativas variantes en la conduc-ta hispana. En Venezuela, mientras tanto, los realistas se han ido aislando de la población que al principio los sostenía. El gran Contingente de Morillo, único ejército extranjero de peso que llegó allí, se suicida en su política de hostigamiento general contra la población nacional. La importancia de los llaneros en el bando patriota, la superioridad numé-rica de éste y su buen armamento, marcan el diferente curso de la his-toria. Se le ordena a Morillo negociar; por iniciativa de él se firma un armisticio de seis meses para discutir luego un convenio final de paz. En la entrevista personal que celebran el 27 de noviembre, y la cual un año atrás hubiera parecido imposible, Bolívar propone la regularización que devuelva a la guerra sus rasgos ceñidos al Derecho de Gentes. Co-lombia se equipara como nación soberana con España. Para abril de 1821, luego de roto el armisticio, se acentúa la agonía del poder hispano en Venezuela. En el campo de Carabobo se sella el 24 de junio la Emancipación de la patria natal bolivariana. No menos de dos mil muertos cuesta la batalla. Comandados por Simón Bolívar han ido a esa cita fundamental: Páez y sus llaneros, Mariño el disidente de ayer, Cedeño y Plaza, mártires de la acción, Briceño Méndez, Salom, más voluntarios de la Legión Británica, oficiales y soldados seis mil cuatrocientos hombres de Venezuela entera. El jefe español Miguel de La Torre, cuyo ejército derrotado en Carabobo constaba de unos cinco mil doscientos hombres españoles y ve-nezolanos por mitad consiguió encerrarse en Puerto Cabello con un
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batallón; en diciembre sale y ocupa a Coro; en mayo de 1823 los patriotas liberan esa ciudad. La batalla naval de Maracaibo será el último encuentro importante de la resistencia peninsular; Morales entrega la plaza el 3 de agosto. Finalmente Páez toma a Puerto Cabello el 10 de noviembre de 1823; concede a los jefes Calzada y Carrera una genero-sa capitulación; con todos los honores pueden evacuar del país los restos del poder español que, por casi tres siglos exactamente, imperó en esta parte de América: cincuenta y seis oficiales y quinientos treinta y nueve soldados. Ha terminado la guerra en Venezuela. Lo que sigue en el novenio final de la carrera y de la vida de Bolívar ha de ser examinado en el desarrollo central de esta obra; por eso en el final de la presente crónica el lapso 1821-30 será objeto de comprimido resumen. Después de Carabobo, a Simón Bolívar lo aguardan otras responsa-bilidades. Vuelve a la Nueva Granada, cuya liberación es afirmada con la batalla de Bomboná (7 de abril de 1822). Ahora debe marchar hacia el mediodía del hemisferio; emprende la Campaña del Sur (1822-26); sabe bien que Colombia no estará garantizada mientras sobre su flanco más sensible esté amenazante el dominio hispano. Tremenda necesidad la de esta consagración al Sur, consagración que desmorona su obra en el Norte; le costará el poder efectivo aunque retenga el nominal y arrastrará el destino último de la Revolución, e incluso de la República, ya para 1826 un laberinto horrible ,. I-1432, un edificio semejante al del Diablo, que arde por todas partes , I-1444. En la nueva cruzada lo acompañan tropas y oficiales venezolanos y neogranadinos. Allí va José Antonio Anzoátegui, a quien estima como el mejor jefe de infantería; en él apreciaba su alto sentido de responsabilidad y su espléndida formación profesional. Entre todos sobresale el leal, recio y firme Antonio José de Sucre. Redimidos quedarán Ecuador y Perú batallas de Pichincha (mayo 24 de 1822), Junín (agosto 6 de 1824) y Ayacucho (diciembre 9 de 1824). En Anzoátegui había puesto Bolívar su esperanza de que fuera el hombre del norte, como Sucre lo iba a ser del sur. En Guayaquil se ha entendido con el glorioso Capitán de los Andes, José de San Martín; sobre el venezolano, más fuerte y seguro en cuanto a sus apoyos en ese momento, recae la obligación de completar la obra que desde su país venía impulsando el argentino. Bolívar lleva al Perú el mensaje de la revolución verdadera. Sucre se le adelanta, y contra-riando el principio del utipossidetis, auspicia con las provincias de Chuquisaca, La Paz, Potosí, Santa Cruz, Cochabamba y Oruro, la fundación de una nueva República con el nombre de Bolivia. El Libertador desaprueba de inicio el gesto de su principal teniente, pero luego con-cuerda y acepta el hecho cumplido cuando se convence de que en el Sur habrá una filial de su Colombia, la más avanzada nación de esa hora americana. También allá se marchará por la unidad y la cultura, por la democracia, contra la esclavitud y por el reparto de tierras. La labor administrativa y militar de Bolívar es por entonces tan importante como su desvelo constitucionalista y su gestión diplomática: personalmente dirige las misiones de Joaquín Mosquera y de Miguel Santa María; redacta y presenta el proyecto de la Carta Fundamental para Bolivia, convoca al Congreso de Plenipotenciarios que debe reunirse en Panamá, recibe a los enviados del Río de la Plata los cuales invítanlo a asumir, el protectorado de la América hispana; deja honda huella en materia de educación y de justicia social. Esta es su hora estelar. A través de su fama, Colombia se proyecta en su mejor momento. Nunca los gérmenes de la descomposición han dejado de amenazar su empeño; favorecida por su ausencia, la desorientación se generaliza y fortalece en su tierra; el caudillismo anárquico y las maquinaciones oligárquicas lo obligan a volver a Caracas: es
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La Cosiata, alerta trágico y fatal de que los días de la unión están contados y el fin se halla próximo. Estaba en el destino de Bolívar el incesante recomenzar; para él no había reposo. Ahora en 1827 el deber lo trae, en marcha redoblada, a la ciudad donde nació; se arranca estoicamente de la vida limeña, y a su deber tremendo viene sin demora. En todo esto hay la ratificación de una conducta que muy bien calibra el distinguido historiador colombiano Rafael Bernal Medina: Sustraerse por propio dominio, de un medio social que lo colma de gozo y honor, de placer y deleite, para atender la voz de los deberes de la patria, cuando ya no existe el acicate dc las victorias ni el señuelo del aura popular y cuando habría podido holgar de su gloria, es una de las demostraciones más meritorias de que su vida ardió en una entrega total y viril a su excelsa pasión orientadora . [15] En la divergencia entre Páez y Santander está prefigurada y clara la querella que romperá a la gran república; no podrá Bolívar remover ni vencer a la oligarquía que se ha nucleado en torno al caudillo neogranadino; por su parte, el díscolo llanero se ha asegurado los apoyos esenciales para la empresa disolvente que ha de beneficiar de manera conjunta a caudillos y mantuanos. Colombia se ha convertido en un gran negocio para los políticos ávidos de riqueza y de poder. Un empréstito contratado en Inglaterra es causa de escándalo y de lucro enorme para sus ges-tores santafereños y antioqueños. Bolívar es flexible y parece suavizar y satisfacer a Páez, pero el malestar es más profundo y extenso; inténtase el examen de la situación en una Convención especial; se reúne en Ocaña (abril de 1828) sin ningún resultado. Forzado, el Libertador asume el mando dictatorial; es su última carta; ya la suerte está echada; aspira a salvar la obra del naufragio, pero todo es en vano. No es la suya una dictadura del tipo y especie de las que serán luego muy frecuentes en América; es una dictadura en el sentido romano de gobierno para la emergencia. Antes que un desliz reaccionario es el intento final para hacer que la revolución se logre. Sus acciones de esta crítica etapa en favor de los esclavos, en pro de los indios, en la economía, en las relaciones eclesiásticas, etc., todo confirma el sentido creador de sus desvelos. Conforme a su palabra, entrega el poder a principios de 1830. De Bogotá se aleja buscando el mar para la odisea del exilio último. El 17 de diciembre, siguiendo a Sucre, quien con Manuela Sáenz, fue en su calvario de ingratitudes, incomprensión y desencanto, la confortadora excepción, su única esperanza, fiel y seguro sin vacilaciones, Simón Bolívar pasa a lo imperecedero. En el instante supremo, perdona. Y a los compatriotas que, ganados por el fanatismo y la estupidez, amargan sin razón su triste declinar, execrando su nombre y privándolo de la Patria que fue libre por su sacrificio, responde en su testamento lección de sencilla grandeza a la posteridad : Es mi voluntad, que después de mi fallecimiento mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi país natal , II-988. Sobre el tránsito último de esta existencia sin igual, muy pocos pensadores alcanzan en serena y tersa hondura al notable don Ramón Díaz Sánchez, quien escribe: Él ha sido una luz. ¡Cuán maravillosa experiencia! Rodeado en su cuna de bienes materiales, muere pobre de ellos, pero ¿es que son más felices los que ven su sepulcro rodeado de aquellos bienes? Lo del morir, como lo del vivir, son hechos, o sentimientos o ideas, relativos. Se vive y se muere en mayor o menor pro-porción según las obras, no según las riquezas acumuladas. Él, por ejemplo, vivirá mucho más que los seres egoístas que le persiguen. La cercanía de la descarnación eso que vulgarmente se llama muerte le rodea de una
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claridad y le comunica una gran lucidez. Ahora lo com-prende todo mejor. Su corazón está vacío de odios y de rencores porque su espíritu y su conciencia están llenos de claridad . [16] Coincidiendo en el símil de la luz, el ilustre decano de los historiadores venezolanos, doctor Cristóbal L. Mendoza a quien debemos el estímulo que nos decidió a componer esta obra ha dicho en inspirada oración sobre Bolívar: En el correr de su vida, palpita constantemente la obsesión de dar a sus pensamientos y actuaciones el recto sentido histórico de la Emancipación para erigirse en su auténtico personero. Nadie como él, penetró los alcances últimos de la transformación ni co-noció mejor las características del medio y de la tierra que habría de enseñorear. Sobre su figura se refleja toda la luz que despide, como un despertar, el brote triunfal de las nuevas aspiraciones. Esa luz es su gloria y para hacerla cada vez más viva y que alcance más distintas latitudes, realiza aquellas hazañas como para confundir en una sola noción, igualándolas, la trascendencia del acontecimiento y su propia actuación . [17]
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NOTAS.... [1] Itinerario Documental de Simón Bolívar. p. 14. [2] Transcripción del Expediente Original de la Real Audiencia de Caracas, sobre do-micilio tutelar del menor Don Simón de Bolívar, originado por la fuga de éste de la casa de su tutor Don Carlos Palacios y Sojo, en el mes de julio de 1795 . Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, No. 149, p. 22. [3] Rumazo González, Alfonso: Bolívar. p. 39. [4] Lecuna, Vicente: Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar, t. 1, p. 160. [5] Larrazábal, Felipe: Vida de Bolívar. t. I, p. 7. [6] Cf. Mendoza, Cristóbal L.: Las primeras misiones diplomáticas de Venezuela. t. II, p. 127. [7] Constitución Federal de Venezuela, p. 18. [8] Id. p.38 [9] Nucete-Sardi. José: Aventura y tragedia de Don Francisco de Miranda. pp. 395, 406. [10] Guerrero, Luis Beltrán. Bolívar, historiador del futuro . En Candideces, quinta serie, pp. 8 y 10. [11] Cf. Parra-Pérez, C.: Una misión diplomática venezolana ante Napoleón en 1813, p. 20. [12] Cf. Verna, Paul: Petion y Bolívar. p. 256. [13] Cf. Rodríguez Villa, Antonio: El Teniente General don Pablo Morillo. t. II, p. 18. [14] Cf. id., t. II, p. 80. [15] Bernal Medina, Rafael: Ruta de Bolívar, p. 182.
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[16] Díaz Sánchez, Ramón: El caraqueño. p. 138. [17] Mendoza, Cristóbal L.: Discurso en el Sesquicentenario de la Batalla de Carabo-bo . Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas. No. 214, p. 165.
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CAPITULO IV PENSAMIENTO PROGRAMÁTICO. DEMOCRACIA Y SOBERANIA Bolívar construye en los veinte años de su vida pública, con sus textos, acciones y anhelos, el programa de la Revolución que hará posible una América ciertamente nueva. Él no inventa en estricto sentido uno por uno todos los elementos que ensambla en tan vasto mecanismo de cambios y de progreso; produce una parte considerable de los mismos, a la vez que recoge una herencia rica y llena de sustancia histórica. Llegaba hasta él una tradición vigorosa, definida en centurias de sueños incumplidos. Su acierto y su valor residen en fundir todo eso dentro de una unidad formidable y vital. Don Simón Rodríguez, tan justo como certero, puntualizaba desde la objetividad de sus sesenta años: Bolívar dio a la América muchas ideas suyas; y de las ajenas propagó las más propias para hacer pueblos libres, con los elementos de la esclavitud. [1] En los escritos del Libertador, donde al tenor de sus palabras estaba su alma pintada en el papel , I-881, se encuentran muchas autodefiniciones de su tarea. En todas ellas, con un melancólico lirismo, en punzantes metáforas, están expresados el signo y la dimensión de su papel histórico, drama del hombre solo como se llamó tantas veces. Cuando hacia 1820 se mira así mismo, considera que nadie lo sobrepasa como arquitecto de castillos en el aire , I-508. La última visión, a escasos días de la muerte, es la del torturado en la faena ardua e inútil que una y otra vez las olas tornan vana; arador en el mar II-959. En su mejor momento se vio convertido en alfarero de repúblicas, oficio de no poco trabajo, pero al mismo tiempo glorioso ; I-963. Desde la serenidad de Bucaramanga contemplaba el festival disparatado de Ocaña, y así le parecía el Nuevo Mundo como un medio globo que se ha vuelto loco y cuyos habitantes se hallasen atacados de frenesí y que, para contener este flotamiento de delirios y de atentados, se coloca en el medio, a un loquero con un libro en la mano para que les haga entender su deber , II-350. Sobre la dualidad funcional de obrero y arquitecto, de realizador e inspirador, a la que alude en esas alegorías, insistirá no pocas veces; él las resumirá en una síntesis autocrítica de su esfuerzo, diciendo con sencillez: Yo no he hecho más que dos cosas: pelear y dar algunas ideas, de legislación , I-1379.
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Debemos repetir que varias de las distintas piezas del aparato revolucionario que Bolívar estructura han sido elaboradas por el pueblo de América, y vienen también de los precursores que fueron la vanguardia de este hemisferio en la búsqueda incesante y sacrificada por la libertad. De la cultura clásica antigua tomó el Libertador ideas muy importantes para su concepción política, como lo ha sistematizado en valioso estudio el investigador Julio Febres Cordero. [2] De los pensadores coetáneos, y revelando su actualización, Bolívar tomó no escaso material. Su verdadero logro, insistimos, reside en la composición de la plenitud, en la integración de todas esas partes, en la ordenación de todos esos factores, y en formar con ellos una unidad homogénea; pudiera decirse que él los percibió todos como radios de una misma circunferencia. Mérito de Bolívar es el trabajar y luchar, hasta la muerte, en pro de cada uno de los elementos de la construcción revolucionaria; a todos les dio atención esmerada sin desmedro de las obvias prioridades y de la consecuente gradación de importancias. Por si fuere poco, deberá reconocérsele a Bolívar haber prestado a cada idea la gracia fresca de su palabra exacta, de su recio estilo, de su prosa diáfana, iluminada y vertical. En un proceso de afirmación y de clarificación revolucionarias, que arranca del mero y escueto autonomismo de los patriciados criollos de 1810, hasta la radicalización madura de su último quinquenio, elaboró y perfeccionó el ideario para la nueva América. Y entre todos los líderes americanos fue además de insuperado difusor y propagandista el que más avanzó en la concreción práctica de ese dilatado y complejo programa de revolución. Si debiera ser definido en cuanto a su actividad o profesión, o respecto al sentido dominante en, de y a través de su obra intelectual e histórica, Simón Bolívar deberá ser reconocido como un político; justamente por este campo empieza su programa, vale decir, su realización para el continente.
LA VIEJA REALIDAD ¿Cuál era la situación política en Venezuela antes de 1800? La misma de América entera; hay un paralelismo visible. Aunque entre una región y otra se perciben diferencias de grado, las estructuras son análogas.. América era parte del imperio español. Tradicionalmente se ha denominado colonia a este status de dependencia, dentro del cual es resaltante el hecho de que el destino político de una entidad depende por entero de lo que disponga la autoridad metropolitana. En numerosos documentos, la Corona así lo proclama explícitamente; todavía en enero de 1809, Martín de Garay, en nombre de Fernando VII, lo puntualiza ante sus subordinados gubernamentales de América: En ningún tiempo ha sido más precisa que ahora, la unión entre la metrópoli y sus colonias. [Ahora] se trata de reformar abusos, mejorar las instituciones, quitar trabas, proporcionar fomentos, y establecer las relaciones de la metrópoli y las colonias sobre las verdaderas bases de la justicia .[3] Fue en vísperas de la Revolución, y ante la crisis que confrontaba España como consecuencia de la invasión napoleónica, cuando la Asamblea de Bayona, reconociendo
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tácitamente los tres siglos pasados bajo la relación colonial, promete para lo -venidero que los reinos y provincias españoles en América, gozarán de los mismos derechos que la metrópoli . [4] Sólo al término del coloniaje, y a través del inestable gobierno del Consejo de Regencia, admitió España rectificar la injusticia política, relativamente natural y forzosa, de trescientos años. En su confiteor, y tras reiterar la convocatoria hecha por su predecesora (la Junta Central sevillana), para una reunión de Cortes en las cuales estén representadas las posesiones americanas, el Consejo de Regencia no se exime de reconocer que los males de América provienen de la arbitrariedad y nulidad de los mandatarios del gobierno antiguo , y promete con tono solemne: Desde este momento, españoles americanos, os veis elevados a la dignidad de hombres libres: no sois ya los mismos que antes, encorvados bajo un yugo mucho más duro mientras más distantes estábais del centro del poder, mirados con indiferencia, vejados por la codicia y destruidos por la ignorancia. Tened presente que al pronunciar o al escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el congreso nacional, vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores: están en vuestras manos . [5] Reléase: bajo un yugo mucho más duro... mirados con indiferencia, vejados ... y destruidos. A confesión de parte, relevo de pruebas. Las más altas magistraturas de América: virreyes, intendentes, capitanes generales, presidentes de las Audiencias, etc., eran ocupadas casi exclusivamente por españoles europeos; los criollos (blancos) tenían cerrado el acceso a estos destinos. De los pardos no es necesario hablar; eran los marginados de aquel tiempo. Por lo demás, el régimen de administración y dominio colonial, como era el uso normal, desconoció siempre los más elementales derechos individuales, no concedió nunca ninguna garantía como no fuera la indirecta de los juicios de residencia y de las visitas únicos medios de encauzar el despotismo legalizado y contener el arbitrio de los gobernantes. El sistema jurídico absolutista proscribía por completo las libertades. Aunque es bien cierto que la población española no estaba en mucho mejor condición, en todo caso y desde América la dependencia se sentía respecto a España entera, así la Corona insistiera en ser ella la dueña de ambas porciones de su imperio, Atlántico por medio. Hay testimonios abundantes y expresivos de esa situación humillante y subalterna de las comunidades americanas. El coloniaje, dentro del absolutismo que regía a España, implicaba, además, la ausencia de toda forma de representación popular, distinta de la mediatizada y discutible que se manifiesta en los Cabildos, y que excepcionalmente llega a culminar en el Consulado. No había otra posibilidad de presencia de los americanos en ningún aspecto de los negocios públicos. Es sabido que el ámbito de la más común de esas instituciones de representatividad colonial, que era el Cabildo o Ayuntamiento, es el menor de todas las jurisdicciones; es el de la ciudad. Sobra decir que en este esquema, y lógicamente en armonía y correspondencia con el absolutismo, que por lo demás era un régimen de derecho, estaba vetada cualquier manifestación de discrepancia con el criterio oficial; no se toleraba la más mínima
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divergencia, y la sanción era siempre drástica para las osadías. Bajo el absolutismo recuérdese la libertad no existe.
EL CAMBIO POLITICO Al coloniaje, al absolutismo y la opresión, enfrenta con total franqueza la Revolución: independencia, democracia, soberanía, libertad, valores políticos positivos. La política aparece en primera línea en las prelaciones de entonces, pues sin la toma del poder, es decir, sin la posesión de los medios del mando y de las palancas de la autoridad, nada podía hacerse en el esfuerzo revolucionario. Varios espíritus esclarecidos, en distintas localidades de América, concibieron antes que Bolívar la independencia y le ofrendaron sus vidas. Miranda pensaba en ella desde 1781, cuando luchaba a favor de los Estados Unidos. Tiradentes, Espejo y Nariño, imaginaron un orden autonómico que reconociera a nuestro pueblo la personalidad libre y soberana que tenían las sociedades adultas y civilizadas del mundo. Antes citamos el documento que muestra en la Venezuela de 1781-82 un primer atisbo de revolución política stricto sensu; precisamente aquel donde el padre de Simón Bolívar, con el marqués de Mijares y Martín de Tovar, describen al joven Francisco de Miranda la insoportable e infame opresión que padecen por las tiránicas providencias del Intendente, y con los brazos abiertos y puestos de rodillas por el amor de Dios le piden sea el caudillo que ponga fin a esta desesperación general y los rescate de tan maldito cautiverio.[6] Ideas políticas Ley de los Franceses , república y libertad-aprendidas y contagiadas del jacobinismo haitiano, se agitan en la insurrección coriana del bravo José Leonardo Chirinos. Pero después de Miranda, fue Juan Bautista Picornell, con Manuel Gual y José María España, quien en Venezuela mejor avizoró esta fase previa e inicial de la Revolución. Puede decirse que Bolívar recibe el mandato de los hombres del 19 de Abril y del 5 de Julio. Su objetivo era doble: primero destruir el viejo sistema; segundo, construir el nuevo. Liquidar el régimen despótico y opresivo, romper los vínculos del sometimiento a la corona hispana propietaria de los reinos, ganar la autonomía, entregar la conducción responsable y soberana de sus asuntos públicos a los nacidos en este suelo. En fin, la reivindicación de los americanos cuya minusvalía está excelentemente retratada en la Carta de Jamaica: siervos para el trabajo, simples consumidores, y aun esto coartado con restricciones chocantes... Más adelante, Simón Bolívar escribirá que en Europa no nos consideran como naciones, sino como países de producción y de consumo , XII-377.
LAS NUEVAS BASES: EL SUFRAGIO El orden auspiciado y promovido por la Revolución quiere situar su origen en la voluntad popular. En carta a Petion confirma Bolívar su tesis sobre el título genuino del poder: el
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libre querer del pueblo. Así felicita al prócer haitiano por haber sido electo por la aclamación libre de sus conciudadanos, única fuente legítima de todo poder humano , I214. Desde 1812, Bolívar vivía en la ilusión del nuevo orden y, al abrir la campaña del Magdalena, siendo entonces coronel dependiente de Cartagena, lo bosquejaba ante los ciudadanos, magistrados y pastores, de la villa de Tenerife, con palabras que hacen recordar la alocución de la Regencia antes citada: Ya sois hombres libres, independientes de toda autoridad, que no sea la constituida por vuestros sufragios, y únicamente sujetos a vuestra propia voluntad, y al voto de vuestra conciencia legalmente pronunciado según lo prescribe la sabia Constitución que vais a reconocer y a jurar. Constitución que asegura la libertad civil de los derechos del ciudadano en su propiedad, vida y honor; y que además de conservar ilesos estos sagrados derechos, pone al ciudadano en aptitud de desplegar sus talentos e industria, con todas las ventajas que se pueden obtener en una sociedad civil, la más perfecta a que el hombre puede aspirar sobre la tierra , II-1007. Es permanente en el Libertador la referencia a la consulta comicial como base del poder. La soberanía reside en la universalidad de los ciudadanos , ella es inseparable del pueblo y también es imprescriptible vale decir, que no corresponde al Rey, y que el hecho de no haberla ejercido antes no implica su perención por desuso. Así lo expresó claramente en Angostura; la voluntad del pueblo, correctamente manifestada, da origen incontrovertible a las potestades públicas. Al salir de Lima, rumbo al Sur en 1824, ratifica su fe en estos principios y, a la, vez vuelve a comprometer la neutralidad del Ejecutivo sobre el proceso comicial en puertas: ordena al Consejo de Gobierno tomar el más celoso empeño en hacer ejecutar las elecciones populares para el nuevo congreso; de modo, que la nación quede plenamente satisfecha de que el gobierno no ha tenido otra intervención en las elecciones, que la que la ley señala para poner al pueblo en la plena libertad de elegir, según la conciencia. Esta recomendación la hago simplemente, para manifestar el vivo interés que tengo en que las elecciones populares se hagan del modo más libre que sea posible . OL. II-340. En Colombia quedan muchas muestras de idéntico interés. Recuérdese su testimonio muy sincero al fiel Pedro Briceño Méndez, confidente para quien no tenía secretos; el 14 de agosto de 1822 le escribe desde Guayaquil: Seré en las elecciones del Sur lo que he sido en las de todas partes. Quiero decir que no tendré en ellas la menor intervención, como no la he tenido jamás: que los pueblos hagan lo que quieran y los electores lo que les parezca bien. Sólo me interesa la libertad de mi patria y el que los enemigos no se apoderen de ella; para este género de servicio estoy siempre dispuesto , I-671. Para 1826, ante las dificultades que perturban la vida de Colombia, donde los regionalismos atentan contra la existencia nacional, Bolívar encuentra que no hay otra forma de superar la crisis que la gran vía popular, dejando que el bien o el mal se haga por la voluntad de todos , I-1447. Por entonces ha dicho que la Soberanía del Pueblo es la única autoridad legítima de las Naciones , II-1229. Todavía tres meses antes de morir, hace un planteamiento enérgico a quienes le piden retorne al mando desentendiéndose de la ley: Decid a vuestros comitentes, que, por respetable que sea el pronunciamiento
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de los pueblos que han tenido a bien aclamarme Jefe Supremo del Estado, sus votos no constituyen aún aquella mayoría que sólo puede legitimar un acto semejante. Decidles que, si se obtiene aquella mayoría, mi reposo, mi existencia, mi reputación misma la inmolaré sin titubear en los altares de la patria , II-1281. La verdadera soberanía recalca para todos los tiempos es la mayoría nacional , I-1477. En los días que corren, cuando por distintos lugares de América llega a cuestionarse el sistema democrático, que reposa exacta y justamente en el voto limpio y puro de las mayorías, las enseñanzas de Bolívar y sus consejos cobran una viva y trascendental actualidad. Sobre las periódicas consultas al pueblo, la palabra bolivariana fue siempre enfática: las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el Poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle, y él se acostumbra a mandarlo; de donde se origina la usurpación y la tiranía , II-1134. Cuando ante el Congreso constituyente de Bolivia propone la creación del Poder Electoral, lo hace convencido de que ningún objeto es más importante a un ciudadano que la elección de sus legisladores, jueces y pastores , II-1221. Tiene mucha importancia, dentro de la concepción bolivariana, la emisión del voto. Así cada ciudadano contribuía a la formación de la ley, y ejercía propiamente su función de miembro del soberano . Con el voto, y en el acto mismo de consignarlo, se igualan los ciudadanos; en ese instante, precioso y preciso, de la existencia del Estado y de la sociedad republicanos, desaparecen las diferencias de hecho entre los individuos y todos se equiparan en el sabio principio de la regla igualitaria más plena. En busca de una elevación general de los bajísimos niveles de cultura y de vida, heredados del largo coloniaje, en estas colectividades en agraz, propuso el Libertador en Angostura distinguir entre ciudadanos activos y ciudadanos pasivos. Usaba para ello no criterios pecuniarios, sino de trabajo y saber. Su fórmula propendía al estímulo más amplio para, que la totalidad alcanzara la ciudadanía activa. Años después en Bolivia elimina la diferenciación sugerida, y ratifica su oposición al sistema censitario; así dice: Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del poder público , II-1221. Los ciudadanos deben ser aquellos que tengan cualidades y habilidades pero no fortuna. El que no sabe escribir, ni paga contribución, ni tiene un oficio conocido, no es ciudadano , I-1254. La significación que atribuye Bolívar al sufragio, se aprecia bien en el fuerte castigo, consistente en nada menos que la suspensión del ejercicio de la ciudadanía, para la persona que cometa el delito de comprar o vender sufragios en las elecciones o turbar el orden de ellas , BOL. II-325. La expresada repulsa al fraude y al cohecho, y a toda deformación o corrupción del deber sagrado de votar, así como la concepción eminente de un Poder para la materia
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electoral, ratifica la autenticidad democrática del Libertador, muchas veces mal interpretada. Sectores e intereses muy conocidos en América han usado a su gusto la frase de la última proclama: Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro , II-1282, en ella quieren ver un desahogo reaccionario y antidemocrático. Es bien claro que Bolívar no se refería a partidos políticos , entes que para su época no se conocían y los cuales aparecen en el mundo hacia 1850. No es lícita tal interpretación porque conllevaría al absurdo de la negación de piezas fundamentales de la democracia por parte de quien ha previsto un Poder Electoral y exalta la función comicial como única fuente legítima del poder humano. En su última proclama, él alude a las antipatías locales , II-774, o manifestaciones de malsano regionalismo que conforme a un uso de las comarcas andinas, todavía en vigor se denominan partidos . Fiel a la democracia, que se basa en la adhesión, en la participación y en la representación ciudadana, Bolívar aspira a la superación de los antagonismos igual que de las banderías caudillistas y regionalistas para que se consolide la Unión que es la república tripartita, y así su Colombia pueda enfrentarse, entera y completa, a sus tareas irrenunciables, bien segura de que en su seno, como en toda democracia, habría divergencia de opiniones. Ese contraste ideológico, en todo caso, no debía atentar contra la intangibilidad de la República.
LA DEMOCRACIA PARA AMERICA Simón Bolívar se pronunció, sin ninguna reserva, por la forma democrática de gobierno. No le fue dado realizarla ni siquiera en el grado factible que él hubiera deseado porque su tiempo todo fue, como él decía, una campaña . Mas es admirable su celo en mantenerse, por sobre cualquier circunstancia, fiel a este sistema político. Tanto en sus rasgos jurídicos capitales, como en los fundamentos teóricos y morales, los varios gobiernos que planificó respondieron a la esencia de la democracia: fueron gobiernos populares republicanos, responsables y representativos, en los cuales era decisiva la intervención de las mayorías. Para la acción administrativa cotidiana, declaraba: Aunque sea errada esta máxima, la he tenido siempre: que en los gobiernos no hay otro partido que someterse a lo que quieren los más , II-776. Ha de insistirse en que Bolívar era en su genuina sustancia un demócrata, pero no de los ingenuos de la aurora independentista; su crítica a los personeros de la Primera República se afinca precisamente sobre el idealismo desmesurado en el cual aquellos naufragaron. El Manifiesto de Cartagena es al respecto una vibrante requisitoria. En tenaces ejercicios de sensatez política, Bolívar quiere morigerar. la democracia absoluta adaptándola a nuestras ineludibles peculiaridades. Es preciso que el Gobierno se identifique, por decirlo así, al carácter de las circunstancias, de los tiempos y de los hombres que lo rodean , II-1002. La realidad vivida y padecida le enseña mucho en estos esfuerzos. Para 1815 se atrevía a enunciar una conclusión cierta: Los acontecimientos de Tierra Firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas, no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y las virtudes políticas que
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distinguen a nuestros hermanos del Norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina , I-168. La mitología le suministra elementos metafóricos de gran efecto para esclarecer esta convicción que los hechos sociales hacen irrefutable; y aun cuando pudiera parecer pesimista, no quiere ocultar aquello de lo cual está seguro: ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera de la libertad, sin que, como a Icaro, se le deshagan las alas y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza , I-169. En la historia halla Bolívar argumentos abundantes para cimentar su juicio sobre la debilidad e insuficiencia de la democracia absoluta. Así, él revisa con buido y seguro discurrir los anales de Atenas, Esparta, Roma, Inglaterra, Francia, para concluir en que ni la teoría ni los moldes ni mecanismos de un régimen importan y sí el ser apropiado a la naturaleza y la índole de la comunidad para la cual se instituye. El fervoroso partidario del sufragio no se ciega ante la lección de su momento y de su medio. El alerta que todo no se debe dejar al acaso ni a la ventura de imperfectas elecciones. Incluso en las colectividades más cultas y de mayor experiencia política hay posibilidad de yerros. Hay, además, una constante universal que tiene su raíz en la condición humana; debemos confesarlo: los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses, y constantemente procuran asaltarlos en las manos de sus depositarios: el individuo pugna contra la masa, y la masa contra la autoridad , II-1144. Con particular acuciosidad estudia Bolívar el punto de las elecciones, acto primordial, acto generativo de la libertad o de la esclavitud de un pueblo , II-1151. Con su diáfana teoría, y también con su fe que lo ha llevado a prever un Poder Electoral, se compagina su celo práctico al respecto, preocupación bien comprensible en aquella etapa de ensayo y arranque de un sistema nuevo, opuesto al pretérito absolutista. Las elecciones populares hechas por los rústicos del campo y por los intrigantes moradores de las ciudades, añaden un obstáculo más a la práctica de la federación entre nosotros; porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros tan ambiciosos que todo lo convierten en facción , II-1002. El espíritu de facción o bandería -como antes explicamos se llamaba de partido , cosa muy distinta hay que repetirlo de partido político realidad entonces inexistente. Ese espíritu tendía a la división y a la anarquía, y de allí a la recaída abyecta no había sino un paso. Desde la primera Constitución se introdujo ese disolvente morbo del sentimiento regionalista provincial que dio al traste con la posibilidad necesaria de un fuerte poder central. En Angostura, el Libertador se torna patético en su rechazo al federalismo: Horrorizado de la divergencia que ha reinado y debe reinar entre nosotros por el espíritu sutil que caracteriza al Gobierno Federativo, he sido arrastrado a rogaros para que adoptéis el Centralismo y la reunión de todos los Estados de Venezuela en una República sola, e indivisible. Esta medida, en mi opinión, urgente, vital, redentora, es de tal naturaleza, que sin ella, el fruto de nuestra regeneración será la muerte , II-1152.
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De todos esos sentimientos disgregadores, el alimentado por las pretensiones locales fue siempre el de más nocivos efectos; a la hora de resumir la etiología del fracaso de la nación en 1812, Bolívar no titubea: las facciones internas en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro , II-1003. Para 1828 se reincidió en el mismo trágico dislate; la Convención de Ocaña fue fulminada por la igual intransigencia regionalista, exaltación de los partidos; y por lo mismo se disolvió, sin que los miembros que la componían hubiesen podido acordarse en las reformas que meditaban , II-1271. Pese al debido reconocimiento que el Libertador presta a las limitaciones frustrantes de aquella sociedad que él no podía, por su solo gusto y voluntad hacer que no fuera la que era, su fe ni su entusiasmo combatientes decaen. Bolívar es, incluso en la más rotunda adversidad, un luchador optimista, no otra cosa es el hombre que creía como él creyó en la educación. Por la escuela pasa la ruta hacia la superación democrática y la grandeza política. Convencido estaba él de que su causa no era personal sino la causa del pueblo, que su acción de todos los días iba dirigida al beneficio común. En lo íntimo se satisfacía puesto que la gloria y la libertad eran sus móviles; él no buscaba su engrandecimiento ni su provecho material. Ninguna vanidad lo tentaba, y en sus advertencias clarividentes, a veces rudas y desnudas, marca su divorcio con la demagogia. Adversario a muerte de la tiranía, recomienda a cada instante inspirarse en los grandes objetivos populares, servir y acatar la voluntad pública. A Briceño Méndez le escribía en 1829: Sobre lo que convenga que haga el congreso respecto a nuestra forma política, ya he dicho antes mi opinión. Sólo debe hacerse la voluntad del pueblo, y, por mi parte, estoy firmemente decidido a someterme a las deliberaciones de la nación representada en el congreso constituyente que debe reunirse, cualquiera que ella sea. El congreso fijará los destinos de Colombia, establecerá la forma que más convenga, hará el bien o el mal, y de cualquier modo yo obedeceré su voluntad soberana , II-806. Ese era el camino. Todavía hoy para nuestra América no existe vía más amplia y confiable hacia el progreso y el desarrollo que la democracia auténtica. El querer de las mayorías es el soberano al cual han de someterse los demócratas. En cruciales momentos Bolívar da una consigna: No tengo otra ley que cumplir que la voluntad pública; no la obligaré ciertamente ni aun para su propio bien, siendo mi insignia: obediencia al pueblo , II-464. La tolerancia con los criterios discrepantes de los ciudadanos, la atención a las críticas de éstos y la actitud de respeto a la opinión pública son otros de los rasgos de la democracia genuina, los cuales Bolívar se complace en subrayar. En carta de 1820, le indicaba a Páez con sencillez: El que gobierna una gran familia tiene que pasar por todo, sea agradable o no. V. no debe incomodarse porque le digan el dictamen de los otros; a mí me lo dicen todos los días y no me incomodo, porque el que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores. Todos los moralistas y filósofos aconsejan a los Príncipes que consulten a sus vasallos prudentes y que sigan sus consejos; con cuánta más razón no será indispensable hacerlo en un gobierno democrático en que la
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voluntad del pueblo coloca sus jefes a la cabeza para que le hagan el mayor bien posible, y no le hagan el menor mal , XII-183. Toda una larga tradición de absolutismo prepotente influía en la soberbia, y en la susceptibilidad, incluso, de los gobernantes republicanos; a cada paso debía salir el pedagogo que había en Bolívar, a recordar la lección que no debía olvidarse: Los hombres públicos están sujetos a la censura de todos los ciudadanos, sobre todo en un gobierno puramente popular; si fuese suficiente razón para no servir a la República la crítica de los súbditos, tiempo ha que yo no serviría, pues no solamente se me ha criticado sino que en Bogotá me han lanzado anatemas, en Cartagena proscrito, y en la Provincia de Cumaná tratado como a enemigo, XII-185.
LOS SENTIDOS DE LA LIBERTAD Bolívar es fiel a la más irreprochable esencia democrática: sólo la democracia es susceptible de una absoluta libertad , II-1137. Su meta capital, su nombre histórico, y todo cuanto es él, se cifra en la libertad; único objeto digno del sacrificio de la vida de los hombres , II-1078. En el proyecto constitucional de Angostura, está la definición: La libertad es el poder que tiene cada hombre de hacer cuanto no esté prohibido por la ley. La ley es la única regla a que debe arreglar su conducta , OL. XVI-l38. Sobre todo importa mucho, como antes dijimos, lo que se refiere a la irrestricta manifestación del pensamiento, primero y más inestimable don de la naturaleza. Ni aun la ley misma podrá jamás prohibirlo , OL., íd. La censura que pueda atribuirse al Poder Moral sobre libros, periódicos y cualquier impreso, no será sino posterior a su publicación ; siempre deberá opinar este Poder vale decir, siempre deberá orientar pero jamás impedirá la expresión del pensar. Desde luego que, en interés de la existencia misma de la sociedad, la ley contemplará sanciones justas y adecuadas para quienes ejerzan licenciosamente el periodismo perjudicando la tranquilidad pública, la vida, honor, y el patrimonio moral y material de los ciudadanos. Bolívar insiste en el alcance efectivo de los principios; gusta por eso repetir que la libertad práctica no consiste en otra cosa que en la administración de la justicia y en el cumplimiento de las leyes, para que el justo y el débil no teman, y el mérito y la virtud sean recompensados , II-1262. La libertad apareja un extraordinario esfuerzo de educación. No puede fundarse un orden libre sino sobre bases de cultura. El peso de la libertad es liviano, pero también es difícil mantenerlo en equilibrio aun en las naciones más cultas y civilizadas , I-176. No evita el señalamiento franco, y deja constancia de que lo hace con la autoridad que le da el haber nacido aquí: Nuestros pueblos tienen muchos vicios, muchas preocupaciones, poco amor a la verdadera libertad que es inseparable de la práctica de la virtud , II-1258. Ya se verá cuán extensa y minuciosa era su preocupación educativa y ética. Para formar repúblicas, como le había enseñado don Simón Rodríguez, era preciso empezar por el alma de los niños. Su alerta sobre estas verdades incontrovertibles es reiterado y constante: No quieren creer los demagogos que la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y que donde éstas reinan es impotente la tiranía. Así, pues, mientras
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que seamos viciosos no podemos ser libres, désele al estado la forma que se quiera; y como nunca se ha convertido un pueblo corrompido por la esclavitud, tampoco las naciones han podido tener sino conquistadores y de ninguna manera libertadores. La historia ha probado esto , II-309. Por esa misma consecuencia del respeto a la intimidad humana, Bolívar considera que en cuanto de religión se trata, el Estado en función de imparcialidad debe garantizar la libertad de cultos sin pronunciarse por ninguno en particular. Su lema es que la religión es la ley de la conciencia. En una constitución política no debe prescribirse una profesión religiosa. La Religión gobierna al hombre en la casa, en el gabinete, dentro de sí mismo: sólo ella tiene derecho a examinar su conciencia íntima , II-1227. Refiriéndose a la Iglesia, en su carácter de jefe del Estado, heredero del derecho de patronato que poseía el rey de España, fue impulsado por su convicción democrática a formular si ello es posible principios de democracia eclesiástica. Resuelve así, en 1817, como Jefe Supremo de la República, a excitar, llamar y convocar con todo el afecto de mi corazón, y en caso necesario con el poder de la autoridad, a todos y a cada uno de los que componen el muy respetable clero de esta Diócesis, para que se presenten por sí a sus legítimos poderes en esta capital en el preciso término de cincuenta días, a deliberar sobre las necesidades de esta Santa Iglesia y muy particularmente a nombrar un superior eclesiástico que la administre , II-1116. Bolívar estaba consciente de que, con la Revolución, las actividades políticas y las preocupaciones correspondientes pasaban a un plano relevante en América. No se asustaba con las manifestaciones connaturales de la libertad, posteriormente perseguidas con tanta saña por las tiranías. El ejercicio de la libertad, lo ha dicho en las más variadas formas, no es fácil; y en el buen uso de la misma, cuenta mucho la experiencia que por lo demás no puede adquirirse nunca bajo regímenes autocráticos. Una gran dosis de paciencia, y la serenidad para juzgar qué es esencial y qué es secundario, ha de acompañar siempre a los dirigentes de la cosa pública. Nada más contrario a la libertad que el quietismo y la inercia de las tiranías. Bolívar habla repetidas veces del dulce movimiento de la libertad , I-1153; y como satisfacción suprema que los pueblos deben valorar debidamente, insiste en la gloria de vivir en el movimiento de la Libertad, bajo la tutela de Leyes dictadas por su propia voluntad , II-1137. El no se atemoriza con espejismos; el fuego y el movimiento mismo de la libertad, visto de lejos, presenta el aspecto de sediciones y de guerra , I-532. Un recto y sostenido esfuerzo educativo podrá a la larga llevarnos a la ansiada meta de los pueblos experimentados, seguros y conscientes de sus auténticas conveniencias. En América vivimos siempre al borde de una crisis donde la democracia y la libertad están expuestas, con el menor tropiezo, al trastorno y la ruina. La diversidad de origen decía Bolívar en Angostura requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración , II-1141. Labor tremenda la del loquero de América, la del condenado de la fábula, la del piloto solitario con el barco desarbolado y sin timón. Es penoso y sensible, pero necesario, tener que prestar atención a las bagatelas, sacaliñas y minucias de la politiquería, incluso a los anónimos; el verdadero dirigente ha de estar
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en todo; esas son miserias dice pero de las cuales dependen nuestra vida y alma, sin contar el honor y la gloria , I-578.
SENSIBLE A LA OPINION El Libertador quiere que en todo instante la democracia reciba e interprete con la mayor sinceridad las sugestiones colectivas; en los momentos difíciles se remite al puro pueblo en un intento de alcanzar la verdad. Aun cuando reconoce que la opinión pública a veces no está bien orientada, la prefiere al juicio de representantes que traicionan el interés social. Tengo mil veces más fe en el pueblo que en sus diputados , I-1442; por eso, en una hora tremenda para Colombia recalca: Yo no conozco más partido de salud, que el de devolver al pueblo su soberanía primitiva para que rehaga su pacto social. Se dirá que esto no es legítimo; y yo, a la verdad, no entiendo qué delito se cometa en ocurrir a la fuente de las leyes para que remedie un mal que es del pueblo y que sólo el pueblo conoce. Digo francamente que si esto no es legítimo, será necesario a lo menos, y, por lo mismo, superior a toda ley; pero más que todo es eminentemente popular, y por lo mismo, muy propio de una república eminentemente democrática , I-1446. A través de la consulta comicial para la cual, como ya recordamos, prevé en Bolivia nada menos que todo un Poder público: el cuarto: el Poder Electoral, evidencia su deseo de inspirarse en los anhelos legítimos de la mayoría. Nadie sino la mayoría, es soberana. Es un tirano el que se pone en lugar del pueblo: y su potestad: usurpación , II-1236. Yo antepongo siempre la comunidad a los individuos , II-489. La suya es democracia sin adulteraciones. El descontento no se corta con la fuerza , II-590. Bolívar buscó establecer un gobierno democrático efectivo; concede poca importancia a la cuestión de la forma y, en cambio, le asigna a los pueblos un decisivo papel. Es justa su advertencia: La sabiduría no aconseja al Legislador la pretensión insensata de darle al gobierno sólo la responsabilidad de la suerte de los ciudadanos; porque el que manda, en cierto modo está sujeto al impulso general , PB 239. Los gobiernos, como expresiones democráticas de la realidad, como instituciones emanadas del pueblo y para beneficio del pueblo, deben ser formados por hombres solventes y capaces, que procedan de las actividades ciudadanas ordinarias. Bolívar insiste categóricamente en la diferencia de atribuciones entre los miembros del Estado; al referirse a militares y civiles deja cortos a los máximos civilistas de América. El delicado asunto de la administración pública, respecto a las condiciones, el reclutamiento y la estabilidad de los funcionarios, fue debidamente considerado por Bolívar. Grande y sincera fue su insistencia en la búsqueda de la capacidad y la honradez , II-44, del mérito oculto , II-1203, de la virtud silenciosa. En 1813 no titubeó en proclamar francamente: Ciudadanos, desde ahora os anuncio que habrá una reforma saludable en todos los empleos de la República, sea con respecto al número, sea con respecto a los sueldos. Nuestras erogaciones deben ser en proporción de nuestros ingresos para que se salve la patria. No faltarán hombres virtuosos que en todos ramos se contenten con lo necesario para su subsistencia; y de éstos son de los que me valdré para darle vigor a todos los ramos de la administración pública , II-1026.
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Fue drástico e inflexible en la persecución de delitos cometidos por funcionarios del Estado; antes, en relación con su carácter, examinamos las sanciones severas que establece contra la corrupción. Pero también él es recto cuando puntualiza: No me parece justo que si alguno está ejerciendo el empleo pretendido bien y tiene servicio e inteligencia, se le vaya a quitar para dárselo a otro, porque esto es contra el espíritu de la democracia , I-439. En un decreto de 1824 relativo al personal de la Hacienda Pública, fija como causales de remoción: que haya datos fundados de su mala conducta en el servicio, que sean ineptos, o que sin impedimento legal falten a sus labores en las horas señaladas por la ley, o que sin embargo de su asistencia, no se dediquen al trabajo con la laboriosidad y esmero que corresponden , DL. I-294. Con su ejemplar sentido de la justicia, Bolívar evadió el tremedal de las complacencias familiares. No se le puede imputar nunca el haber procedido con favoritismos de ninguna clase. A las altas posiciones de la administración pública no llevó a ningún pariente cercano, y más bien con respecto a algunos de ellos su imparcialidad y sus escrúpulos llegaron casi a la injusticia. La historia confirma sus palabras de Bucaramanga: No se me acusará de haber elevado y puesto en los altos destinos del Estado a individuos de mi familia; al contrario, se me puede reprochar el haber sido injusto para con algunos de ellos que seguían la carrera militar. Por ejemplo: mi primer Edecán Diego Ibarra, que me acompañaba desde el año 13, cuántos años se ha quedado de Capitán, de Teniente Coronel y de Coronel. Si no hubiera sido mi pariente, estuviera ahora de General en Jefe como otros que quizá han hecho menos que él: hubiera entonces premiado sus largos servicios, su valor, su constancia a toda prueba, su fidelidad y su patriotismo, su consagración tan decidida y hasta la estrecha amistad y la alta estimación que siempre he tenido para con él; pero era mi pariente, mi amigo, estaba a mi lado, y estas circunstancias son causa de que no tenga uno de los primeros empleos en el ejército. Mi sobrino Anacleto Clemente se ha quedado en el grado de Teniente Coronel , BUC. 157.
LAS FORMAS: EL CENTRALISMO Respecto al gobierno, órgano eficaz al cual atañe impulsar la obra nueva, Bolívar se inclina por una estructura interna centralista, distinta del federalismo que, como compromiso con la desarticulación provincial del coloniaje, se adoptó en Venezuela en 1811. En el Manifiesto de Cartagena había sido muy terminante: Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más completas ventajas. sistema federal, bien que sea el más perfecto, y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes Estados , I-44. Volvía en agosto de 1813, a sostener: No son naciones poderosas y respetables sino las que tienen un gobierno central y enérgico. Jamás la división del poder ha establecido y perpetuado gobiernos, sólo su concentración ha infundido respeto para una nación, y yo no he libertado a Venezuela sino para realizar este mismo sistema , EL. V-24. En las meditaciones del exilio, su pensamiento sobre estos asuntos se hizo más preciso. Por ello en la epístola de Jamaica escribe a Mr. Cullen: No convengo en el sistema
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federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehuso la monarquía mixta de aristocracia y democracia, que tanta fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos, que nos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor , I-170. En el curso de su carrera, y a la luz de las enseñanzas que le daba la realidad geográfica, histórica y social, sus principios ganaron firmeza; así, en 1829 indicaba sin vacilación: No queda otro partido a Colombia que el de organizar, lo menos mal posible, un sistema central competentemente proporcionado a la extensión del territorio y a la especie de sus habitantes. Por las dificultades del terreno y la ignorancia del pueblo, nos veremos forzados a dar a nuestras instituciones más solidez y energías que las que en otros países se juzgan necesarias.¿Cuáles no serán nuestros embarazos y dificultades para manejar un dilatadísimo imperio con los brazos de un gobierno apenas capaces de gobernar mal una provincia? , II-774. En cuanto a la exterioridad, más interesa el resultado: El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política , II-1141. Así lo había aprendido en la Declaración de Virginia, y en los propios textos del primer Congreso venezolano. [7] En puridad para él, no lo olvidemos, la excelencia de un Gobierno no consiste en su teoría, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la Nación para quien se instituye , II-1143. El pediría sencillamente un gobierno en que la ley sea obedecida, el magistrado respetado, y el pueblo libre: un gobierno que impida la transgresión de la voluntad general y los mandamientos del pueblo , II-1253.
LOS PODERES La coordinación y el equilibrio, más que la división de los poderes es otro de sus basamentos. En Aristóteles, Locke y Montesquieu, conoció Bolívar la argumentación para tan importante asunto. Piensa que en el poder hay que distinguir funciones y ramos con áreas muy especificas; no llega, sin embargo, a proponer entre ellos una separación infranqueable; más que de dividir se trata de enlazar los poderes con los vínculos de la armonía que mantenga el respeto recíproco entre los diferentes órganos del Estado. Bolívar elabora la idea de un gobierno orgánico. Un gobierno democrático, republicano, popular, efectivo, sencillo, moralmente fuerte, capaz de sobreponerse a la anarquía y a la tiranía, apto para defender y completar la Revolución. En el cuadro esbozado por él, desde el arranque de su carrera, todo está previsto: El supremo magistrado del Estado, de quien todo depende en el poder ejecutivo, se halla dotado de cuantas cualidades morales e intelectuales se requieren en un Jefe. El senado compuesto de hombres prudentes y sabios, vigila incesantemente sobre la conducta de los magistrados y
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jueces. El cuerpo legislativo, que represente a la soberanía del pueblo, defiende sus derechos con rectitud y ciencia. Los legisladores son los padres del pueblo, pues que de ellos nace su prosperidad y gloria, estableciendo los fundamentos sobre los que se elevan las naciones, a su mayor grandeza. Hay un poder judicial que distribuye imparcialmente la justicia, sin adherirse ni al poderoso, ni al intrigante; la más estricta equidad reina en sus juicios y nadie se ve privado de sus derechos naturales y legítimos por sentencias arbitrarias, o por viciosa interpretación de los códigos , II-1008. Los dos proyectos de Constitución redactados por Bolívar se orientan, a grandes rasgos, tras esquemas de Locke y Montesquieu, con más de éste que de aquél. En ambos casos, al conocido plan trilogístico, añade el Libertador un cuarto elemento: en Angostura el Poder Moral y en Bolivia el Poder Electoral. El Poder Legislativo reproduce en Angostura la forma bicameral corriente, con la particularidad de que recomienda el senado hereditario. Para Bolivia propone una tercera cámara: Censores, a la cual asigna la materia del Poder Moral propuesto en 1819. Para el Ejecutivo, en Angostura prevé un presidente electo popularmente, responsable y alternativo, un vicepresidente y ministros. Allí presenta el sistema del gabinete solidario del presidente. En el proyecto boliviano surge la figura del presidente vitalicio. Es de subrayar que el Libertador fue contrario, en la teoría y en la práctica, a que todo el poder se resumiese en un solo individuo. Si bien la experiencia de la República hacía desaconsejables los colegiados triunviratos o juntas no recomendaba erigir autocracias ni tiranías monócratas. Además, Bolívar fue siempre radicalmente adverso y contrario a la monarquía. Sus empeños en establecer, junto a presidentes unipersonales, Consejos de Gobierno y de Estado, sus autolimitaciones incluso cuando el poder de facto le correspondía a él sin límites, son sinceros y efectivos. Durante la experiencia dictatorial de 1828, el asunto es bien claro, lo mismo cabe decir de su gobierno en el Perú; aquí extremó la delicadeza en consultar y escuchar a los nacionales y en dejarles la decisión de sus más graves y sustanciales asuntos. Pese a haber recibido la plenitud de los poderes, respetó que los propios peruanos marcaran el rumbo aunque éste fuera a menguar -como en efecto sucedió su aspiración americana de Panamá. Tanto en Angostura como en Bolivia propone el Libertador un Poder Judicial independiente. Dos principios, había dicho en Angostura, son esenciales para el éxito de este Poder: estabilidad e independencia, II-1148. En Bolivia proclama consecuente y complacido: El Poder Judicial que propongo goza de una independencia absoluta: en ninguna parte tiene tanta. El pueblo presenta los candidatos, y el Legislativo escoge los individuos que han de componer los Tribunales. Si el Poder Judicial no emana de este origen, es imposible que conserve en toda su pureza, la salvaguardia de los derechos individuales. Estos derechos son los que constituyen la libertad, la igualdad, la seguridad, todas las garantías del orden social. La verdadera constitución está en los códigos civiles y criminales y la más terrible tiranía la ejercen los Tribunales por el tremendo instrumento de las leyes. De ordinario el Ejecutivo no es más que el depositario de la cosa pública; pero los Tribunales son los árbitros de las cosas propias,
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de las cosas de los individuos. El Poder Judicial contiene la medida del bien o del mal de los ciudadanos; y si hay libertad, si hay justicia en la República, son distribuidas por este poder. Poco importa a veces la organización política, con tal que la civil sea perfecta; que las leyes se cumplan religiosamente, y se tengan por inexorables como el Destino , II-1225. En su proyecto de Constitución para Bolivia, quería ver el Libertador la suma de las ventajas y garantías de un sistema ecléctico armonizador de exclusiones, conciliador de antagonismos, satisfactorio para los más, siempre en acción militante del máximo beneficio popular americano, construido sobre el conocimiento de la peculiar idiosincrasia de nuestra gente. En una preciosa carta, suerte de confidencia absolutamente franca al más querido de sus ayudantes, ligado a él por vínculos consanguíneos, Bolívar se explaya: Yo creo que el proyecto de Constitución que presenté a Bolivia puede ser la señal de unión y de firmeza en el gobierno de Colombia. Tan popular como ningún otro, consagra la soberanía del pueblo, y tan firme y tan robusto con un ejecutivo vitalicio y un vicepresidente hereditario, evita las oscilaciones, los partidos y las aspiraciones que producen las frecuentes elecciones. Sus cámaras con atribuciones tan detalladas y tan excelentes y tan extensas, impiden que el Presidente y demás miembros del gobierno puedan abusar de su poder. Depositario de cuanto puede halagar la ambición de los ciudadanos, desnudan al ejecutivo de los medios de hacerse prosélitos pero lo dejan vigorosamente fuerte en los importantes ramos de guerra y hacienda. En ningún pacto se ve tanta libertad popular, tanta intervención inmediata de los ciudadanos en el ejercicio de la soberanía y tanta fuerza en el ejecutivo como en este proyecto: en él están reunidos todos los encantos de la federación, toda la solidez del gobierno central, y toda la estabilidad de los gobiernos monárquicos. Este proyecto parece aplicable bien a las confederaciones de grandes Estados, bien a las federaciones de pequeños Estados , XII-309.
EL PODER MORAL Sobre ese capítulo esencial de la estructura juspolítica bolivariana que es el Poder Moral, ha surgido recientemente la interpretación del eminente educador venezolano doctor Luis B. Prieto F. [8] En esa institución advierte el ilustre político y jurista un contrapeso al fuerte y poderoso Ejecutivo que Bolívar indica siempre como necesario para su difícil y dramática hora americana. El Poder Moral sería, conforme a esta tesis, una organización para el control del gobierno. Y, al respecto, obedecería a la intención de crear un sustituto para el derecho popular de resistencia a la opresión, derecho que no obstante figurar en la Constitución de 1811, es omitido por Bolívar en sus dos proyectos constitucionales. Así, el Areópago propuesto en Angostura, y más clara y concretamente la Cámara de Censores de Bolivia, irían encaminados a atenuar la preponderancia del Ejecutivo, y a contener a éste en beneficio de la libertad, principio superior de la existencia social. En el Discurso de Angostura, que sin duda es la más brillante y panorámica expresión del pensamiento bolivariano, está escrita con transparente sencillez su doctrina sobre los
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Poderes; a los comentarios que antes dedicamos a cada uno de ellos, hay que añadir la siguiente consideración general del propio Simón Bolívar, elocuente y certera: Nada es tan contrario a la armonía entre los Poderes, como su mezcla. Nada es tan peligroso con respecto al Pueblo, como la debilidad del Ejecutivo y si en un Reino se ha juzgado necesario concederle tantas facultades, en una República, son éstas infinitamente más indispensables , II-1146. La meta del gobierno fuerte y democrático, presupuesto sine qua non para el esfuerzo revolucionario, lo estimuló a enfrascarse en la difícil tarea de diseñar instituciones y de redactar fórmulas legales, sin ser especialista del derecho. Buscaba una democracia fuerte, con Poderes vigorosos y plenos, con aptitud técnica y política, además de patriótica y moral, para hacer la revolución que estos pueblos intuían y esperaban. En su empeño del robustecimiento institucional hay siempre la plena conciencia de que debe trabajarse para los siglos y no para un efímero presente. Que se fortifique, pues, todo el sistema del Gobierno, y que el equilibrio se establezca de modo que no se pierda, y de modo que no sea su propia delicadeza, una causa de decadencia. Por lo mismo que ninguna forma de Gobierno es tan débil como la Democrática, su estructura debe ser de la mayor solidez; y sus instituciones consultarse para la estabilidad. Si no es así, contemos con que se establece un ensayo de Gobierno, y no un sistema permanente: contemos con una sociedad díscola, tumultuaria y anárquica y no con un establecimiento social, donde tengan su imperio la felicidad, la paz y la justicia , II-1147.
VARIANTES CIRCUNSTANCIALES Algunos actos políticos del Libertador durante la crisis colombiana llamada Dictadura han servido para atribuirle un supuesto reaccionarismo y para forjar una leyenda que persigue desvirtuar su esencial calidad liberal y democrática.[9] Es cierto que en la urgente necesidad de sostener el régimen, Bolívar tomó forzadamente algunas medidas políticas, pero no es menos cierto que las más de ellas pese a la apariencia en contrario no lesionan en modo alguno la democracia sino que antes bien la sinceran y hasta la fortalecen. Respetables historiadores critican con dureza, aunque sin fundamento, la supresión de las municipalidades, hecho en el cual quieren ver una manifestación de autocratismo centralizador. El punto ya había sido enjuiciado por Bolívar ante la fracasada Convención de Ocaña, y bien vale la pena transcribir su extenso razonamiento para que se vea cuán infundado es el reparo que se hace a tal medida: Las municipalidades, que serían útiles como consejo de los gobernadores de provincia, apenas han llenado sus verdaderas funciones; algunas de ellas han osado atribuirse la soberanía que pertenece a la nación, otras han formado la sedición; y casi todas las nuevas, más han exasperado, que promovido el abasto, el ornato y la salubridad de sus respectivos municipios. Tales corporaciones no son provechosas al servicio que se les ha destinado: han llegado a hacerse odiosas por las gabelas que cobran, por la molestia que causan a los electos que las componen, y porque en muchos lugares no hay siquiera con quien reemplazarlas. Lo que las hace principalmente perjudiciales es la obligación en que pone a los ciudadanos de
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desempeñar una judicatura anual, en que emplean su tiempo y sus bienes, comprometiendo muy frecuentemente su responsabilidad y hasta su honor. No es raro el destierro espontáneo de algunos individuos de sus propios hogares, porque no los nombren para estos enojosos cargos. Y si he de decir lo que todos piensan, no habría decreto más popular que el que eliminase las municipalidades , II-1251. Bolívar no atentó contra la libertad de expresión como también se ha dicho, apenas ratificó que se aplicaría la ley contra los abusos de prensa. Otras resoluciones de aquella coyuntura dramática deben examinarse con ecuanimidad dentro de la misma, advirtiendo que no son hechos esenciales para invalidar y objetar una construcción revolucionaria plena y orgánica, de la cual la política era sólo un aspecto. Más pertenecen a la anécdota que a una rectificación sustancial de gobierno las medidas transitorias de incremento de los estudios de latín y teología, la prohibición de las sociedades secretas a cuyo amparo se conspiraba activamente y el veto a enseñar algunos libros didácticos, como los Tratados de Legislación, de Bentham. Estos últimos por cierto contrariaban al dogma católico, pero perjudicaban, al mismo tiempo, las miras idealistas y generosas de la Revolución; con sus preceptos se tendía a fundar la cultura sobre la utilidad y el lucro. La oligarquía plutocrática que conspiraba contra Bolívar en Bogotá, inspirada en estas ideas, defendía sin rubor ninguno el agio y la prisión por deudas; y rechazaba airadamente cualquier injerencia del Estado en la economía. Bajo la Dictadura hay una aparente inclinación hacia la Iglesia, en verdad no efectiva ni profunda; el gobierno promete sostener y proteger el catolicismo como la religión de los colombianos cosa diferente de una supuesta declaratoria de religión de Estado que le imputan algunos historiadores; y es cierto que se incluyó al Arzobispo en el Consejo de Estado un miembro entre diecisiete; pero lo más resaltante y verdadero es que no se deroga el Patronato, ni siquiera considerando que el respaldo brindado en esta oportunidad por la institución católica es tan valioso como ilimitado. Bolívar fue muy hábil en su diplomacia para sumarse al influyente clero en esa emergencia. Mas de la clara e incontrovertible independencia suya en este delicado asunto, es buena prueba que él subraye precisamente entonces de manera expresa, el carácter superior del Estado en los negocios religiosos y, por decreto del 24 de noviembre de 1829, reitere que la Cancillería de la República es el conducto único para las relaciones de Colombia arzobispos, obispos, clero secular y regular, y hasta cualesquiera individuos colombianos con la Santa Sede, DL. III-366. El gran problema concreto que Bolívar confrontaba en su tiempo era el de la estabilidad; vivíase dentro de una movediza situación de anarquía e inseguridad que hacía imposible cuajar el orden revolucionario. Para conseguir la estabilidad, Bolívar no escatima esfuerzos. Todo sirve para tan alto y primordial objeto, y todo debe a ello convergir. Incluso logros de eminente magnitud, como la unión de nuestra América, han de redundar en apoyo de este requerimiento previo y básico de la estabilidad política. En efecto, paladinamente preconiza Bolívar en la invitación para Panamá, la urgencia de una base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos , I1012. Para 1829, la convicción era profunda y dramática, y el horizonte no podía ser más sombrío: Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto
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de la consolidación de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad , II-733. Cuánta dolorosa y exacta vigencia encierra, todavía, su observación de Angostura transcrita antes, sobre lo frágil de nuestras colectividades: La diversidad de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración , II-1141. Bolívar procura superar la inestabilidad política con instituciones como el Senado Hereditario y la Presidencia Vitalicia. Ambas debían ser transitorias. Aunque fueron propuestas por Bolívar y él dio argumentos para su adopción circunstancial, ni el Senado Hereditario ni la Presidencia Vitalicia son instituciones propiamente bolivarianas; tienen las dos el carácter de accidente, son expresiones formales que no desvirtúan la naturaleza típica y medular de su obra. Indudablemente que el Senado Hereditario fue el más aristocrático de los organismos imaginados por Bolívar. Ello diseña en esa agónica y permanente búsqueda de estabilidad antes mencionada, procurando el equilibrio y la solidez en la hora difícil del enrumbamiento. En cierto modo, la escasez de gente apta da sentido al intento. Bolívar concibe a ese Senado como un cuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofendido y desarme al ofensor, contrapeso para el Gobierno y para el Pueblo: será una potestad intermedia que embote los tiros que recíprocamente se lanzan estos eternos rivales. En todas las luchas la calma de un tercero viene a ser el órgano de la reconciliación, así el Senado de Venezuela será la traba de este edificio delicado y harto susceptible de impresiones violentas: será el Iris que calmará las tempestades y mantendrá la armonía entre los miembros y la cabeza de este cuerpo político , II-1144, 1145. Evidente prueba de la desvinculación de ese Senado respecto de la obra bolivariana, está en que el Libertador no lo incluye en sus posteriores esquemas institucionales. Tampoco la Presidencia Vitalicia, propuesta en el proyecto para Bolivia, se amolda a las líneas generales del sistema democrático bolivariano. Ella obedece a la misma terrible y compleja necesidad de fijar la fórmula inmediata y eficaz para garantizar la estabilidad, asegurar la libertad, corregir la anarquía y detener el despotismo. La presidencia vitalicia no se compagina con la unidad programática del Libertador, choca con la teoría bolivariana aunque algunos intelectuales notables hayan forjado sobre esta base una explicación cesarista, y choca con la línea humana del propio Bolívar campeón del desinterés. Es bueno aclarar que la Presidencia Vitalicia sugerida por el Libertador nada tiene que ver con los autócratas, perpetuos y vitalicios per se, que la América ha padecido hasta la saciedad. Baste indicar que por mandato expreso de la Constitución, el presidente no podrá privar de su libertad a ningún boliviano, ni imponerle por sí pena alguna. No podrá impedir las elecciones ni las demás funciones que por las leyes competen a los poderes de la república . BOL. II-338. El Vicepresidente de la República es el verdadero jefe del Gobierno; los tres secretarios de Estado despacharán bajo sus órdenes inmediatas.
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La imperiosa necesidad de estabilización política mueve al Libertador como ya dijimos en esta formulación para Bolivia. El miraba en el magistrado que proponía, las ventajas de conservar el orden de las cosas y la subordinación entre los ciudadanos, con un poder firme, y una acción constante , II-1225. En todo caso, la verdadera teoría bolivariana es la de la alternabilidad republicana. El pensamiento integral suyo es el que recomienda el justo celo como garantía de la libertad ciudadana. En este sentido, nunca dejó de cautivarlo el ejemplo de Washington, y así lo ponderaba ante sus compatriotas: La hermosa lección que nos ha dejado el héroe ciudadano, el padre de la gran república americana, no debe ser inútil para nosotros. El pueblo quiso nombrarlo nuevamente para la suprema magistratura, generosamente mostró el peligro, aquel virtuoso general a sus conciudadanos, de continuar indefinidamente el poder público en manos de un individuo. El héroe fue oído, el pueblo fue dócil; la república americana hoy día es el ejemplo de la gloria, de la libertad, y de la dicha de la virtud , I-1361. Es la idea que repite desde sus veintiún años: ¡Qué virtudes es preciso tener para poseer una inmensa autoridad sin abusar de ella! ¿Puede tener interés ningún pueblo en confiarse a un solo hombre? , I-25. Se confirma la accidentalidad de la Presidencia Vitalicia en el hecho de que ella fue pensada con nombre y apellido, y no como panacea universal. Bolívar sugiere la Presidencia Vitalicia confiando en la idoneidad política, y en la solvencia moral y administrativa del Mariscal de Ayacucho. Para el Libertador, únicamente Sucre podía dirigir con eficiencia los primeros pasos de la nueva república, la infeliz Bolivia, que llegó a tener cuatro Jefes distintos en menos de dos semanas , II-1302 (y que en 30 de los últimos años de vida republicana lleva cerca de 20 presidentes). La capacidad y el vigor ético de Sucre eran, para Bolívar, la garantía de que en la práctica ni el republicanismo ni la democracia serían menoscabados en Bolivia. Yo aquí no hago falta [decía a Unanúe desde Chuquisaca] pues he dado infinidad de decretos orgánicos, he formado la Constitución que me ha pedido la asamblea de este país, y creo, en consecuencia, que el general Sucre hará todo lo demás tan bien o mejor que yo , I-1254. El general Sucre es necesario para esta Constitución, y sin él no hay nada: por lo mismo [escribe a Santander] ruego a Ud. inste para que le manden facultad para aceptar este mando por algunos años , I-1254. Esa era su opinión desde meses atrás: El general Sucre debe quedarse por acá algunos años para que esta república pueda formarse , I-1178. Obsérvese de paso que Bolívar no pretende que Sucre gobierne vitaliciamente; aspira simplemente a algunos años , los básicos en la infancia de un Estado; quizás no más de una década, que tal era el plazo instituido para que se verificara la revisión constitucional. [10] Para Bolívar las constituciones nunca son armazones rígidas, destinadas a castigar un cuerpo en crecimiento. El se ha alejado del jusnaturalismo hacia el historicismo, justo lo suficiente para comprender que las constituciones evolucionan, y que lejos de ser hechas para enojo de los pueblos, son bocetos de programas de felicidad nacional. La Presidencia Vitalicia y la Constitución de Bolivia en general, no son para la perennidad. En sociedades nuevas como las de Hispanoamérica, las leyes y de esta regla no escapan las fundamentales están llamadas a revisiones periódicas que, sin
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desnaturalizar su sustancia democrática, permitan ajustarlas a las exigencias del proceso histórico.
EL REGIMEN CIVIL Bolívar deslindó con inequívoca firmeza, y con su incomparable sentido de justicia, el campo de la actividad civil del campo de la actividad militar. Por fuerza de su coherencia y ejemplaridad, sobrevive como maestro genuino de nuestro continente. Aunque actuó y vivió en una época de turbulencias, nunca desmintió su credo, que fue inalterablemente el mismo desde el comienzo hasta el fin de su carrera. En los albores de su vida pública, fija su ruta: Yo soy soldado, y mi deber no me prescribe otra cosa que la ciega obediencia al gobierno, sin entrar en examinar la naturaleza de sus disposiciones , I-53. Y ésta es la línea que a lo largo de tantas vicisitudes, y en las horas espléndidas de su existencia, conserva sin modificación. En plena y dolorosa crisis de 1828 explica el pronunciamiento militar y hace un voto solemne: El ejército no ha querido más que conservar la voluntad y los derechos del pueblo. Por tanto, él se ha hecho acreedor a la gratitud y al aprecio de los demás ciudadanos; y por lo mismo yo lo respeto. Este ejército ha sido la base de nuestras garantías y lo será en lo sucesivo. Yo lo ofrezco a nombre de este ejército como primer soldado de él, séame permitida esta vanagloria. Yo sé que él nunca hará más que la voluntad general, porque conozco sus sentimientos. Nunca será más que el súbdito de las leyes y de la voluntad nacional , II-1264. Todavía en 1829, enfrentado el desenlace, repite seguro: Serviré en las armas hasta la muerte; influiré en la mejora y sostenimiento del nuevo gobierno; apoyaré con mi brazo y con mis amigos los militares al magistrado que nos den: me gloriaré de prestarle ciega y dócil obediencia; lo defenderé dentro y fuera de la República; no excusaré mi reputación y vida en este servicio. Yo haré todo, hasta todo, seré hasta vasallo , II-832. Hay en esa continuidad bolivariana una doctrina para el diario cumplimiento del deber castrense, y una sistemática actitud del hombre depositario de la fuerza, actitud de acatamiento y respeto a la potestad civil emanada del pueblo. Es la soberanía del pueblo repetimos la única autoridad legítima de las naciones , II-1229. Es al pueblo, fuente máxima y definitiva del auténtico poder entre los hombres, al que deben responder y servir las magistraturas que del pueblo nacen, como también al cual se debe la institución armada que tiene la obligación de ser su amparo y su defensora. Para el Libertador era insoportable el espíritu militar en el mando civil; el sistema de aquél es el de la fuerza y la fuerza no es gobierno , I-222. No vacilaba en definir como incompatibles el menester castrense y el administrativo; aunque un soldado salve a su patria, raras veces es un buen magistrado. Acostumbrado al rigor y a las pasiones crueles de la guerra, su administración participe de las asperezas y de la violencia de un oficio de muerte , I-1364. Sobre este mismo y delicado tema, la Constitución de Angostura dio majestad y forma de ley a sus nobles previsiones en un lacónico concepto: La fuerza pública es esencialmente obediente, ningún cuerpo armado puede deliberar ; versión jurídica de su aforismo que advierte: El soldado no debe deliberar, y ¡desgraciado del pueblo cuando el
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hombre armado delibera! , II-1264. Ante el Constituyente de Bolivia, fue categórico: El destino del ejército es guarnecer la frontera. ¡Dios nos preserve de que vuelva sus armas contra los ciudadanos! Basta la milicia nacional para conservar el orden interno , II-1226. En el proyecto de Constitución dedica a la composición de la Fuerza Armada el Título VIII; allí trata también de un resguardo militar para impedir el contrabando.
LA PATRIA Y LA ARMONIA Bolívar busca una situación de equilibrio entre los términos actuantes de la relación política: pueblo y gobierno. Los ciudadanos deben gozar de todas las garantías, de toda la libertad e igualdad que son posibles, y el gobierno debe ser respetado, y estar afianzado en situación que le permita hacer respetar la voluntad colectiva. Son dos entes en plano de equiparación; y esa equiparación es factible por la norma jurídica que dibuja dos círculos secantes: el de los deberes y derechos ciudadanos, y el de las facultades gubernamentales. El objetivo de la Revolución en cuanto a lo político es en síntesis conciliar la existencia de la república, los derechos de los ciudadanos, la firmeza del poder, la estabilidad de las instituciones, dar al pueblo toda la suma de dicha y de libertad, y al gobierno toda la energía y fuerza posibles, sin conmociones escandalosas , I-1404. Siempre con el empeño decidido y con la mira puesta en la positiva función de construir, de fundar y crear y teniendo presente la urgencia de la estabilidad, él hace su receta: Para formar un Gobierno estable se requiere la base de un espíritu nacional, que tenga por objeto una inclinación uniforme hacia dos puntos cardinales, moderar la voluntad general, y limitar la autoridad pública: los términos que fijan teóricamente estos dos puntos son de una difícil asignación; pero se puede concebir que la regla que debe dirigirlos es la restricción y la concentración recíproca a fin de que haya la menor frotación posible entre la voluntad y el Poder legítimo , II-1149. Esa estabilidad no excluye sino que contempla y requiere, como su complemento, la dinámica social. Uno y otro principios son la sustancia prima de un régimen político. En la fuente del diáfano pensamiento francés, mucho aprendió Bolívar, y sus deducciones son lógicas. Otra vez con la idea concreta de la formación, allí está: Para formar el universo pedía Descartes, materia y movimiento. Para formar un sistema de Justicia o un gobierno se debe pedir la igualdad que es la materia sin la cual no hay nada justo, ni útil por lo mismo; y la libertad que es el movimiento de la naturaleza social, pues no hay acción moral sin cierta libertad, PB. 240. Mas toda la construcción política, por sencilla o compleja que ella sea, tiene una razón que la motiva, ésa es la patria. Para él, la patria es la América , II-1072. Una sola debe ser la patria de todos los americanos, ya que en todo hemos tenido una perfecta unidad , I-294. Del mes de agosto en el crucial 1815, es su declaración, segura e incontrovertible en su exacta amplitud: Como hijo de la América del Sur yo no puedo ver con indiferencia los terribles acontecimientos que han ocurrido en el país que me vio nacer , I-152. La patria es una realidad actuante y dinámica; es Hispanoamérica; se llama Colombia,
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Venezuela; se llama Caracas, porque su ciudad es nota constante en su alma. Por Caracas inicia el itinerario de su servicio continental. Uniendo con apasionado afecto los varios componentes, e incitando al culto de la Patria, elabora Bolívar para todos los tiempos una definición no superada: Primero el suelo nativo que nada: él ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro propio país; allí se encuentran los testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia, de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado. ¿Qué títulos más sagrados al amor y a la consagración? , I-1449. Ahí está dicho todo. En el suelo sobre el cual nacimos, en el aire que respiramos y en el agua que bebimos, en los alimentos que nos nutrieron está la tierra nativa componiéndonos con sus elementos. Pero al hombre no lo forman únicamente las sustancias químicas ni la materia y los procesos físicos, sino también en manera y grado conjuntos e importantes las relaciones humanas, la comunicación espiritual, el intercambio moral. En la patria están nuestros padres, autores de nuestra vida corporal, y están los maestros, autores de nuestra vida intelectual, de ellos recibimos el idioma, las creencias, la fe, los principios, los conocimientos que nos enaltecen y todo lo que cuenta para nuestra condición humana. Allí, en el suelo nativo, están nuestras raíces en los antepasados ya dormidos en el seno de la tierra. Allí nos abrimos a la existencia plena, ¿qué es vivir?; sensaciones, emociones, afectos; allí despuntamos a la luz del saber, al milagro del pensamiento creador y de la inteligencia. En verdad, ¿qué títulos más sagrados al amor y a la consagración?
LA JUSTICIA AGRARIA La distribución de la riqueza, dentro del orden colonial, era la más injusta. Una inmensa distancia separaba a aquellos que todo lo poseían de los que, aparte de su extrema pobreza, nada tenían. Con el esfuerzo de los esclavos, pertenencia de sus amos, se formaron haciendas y explotaciones mineras. Con los indios encomendados se labraba la tierra y se hacía más placentera la vida de los privilegiados. Los sectores subalternos de la sociedad estaban excluidos de la participación en el disfrute de los resultados de su propio trabajo. Hasta la artesanía indígena era objeto de especulación desmedida por los españoles, tanto así que desde un principio véanse las ordenanzas para las encomiendas que dicta Juan de Villegas en Venezuela, 1552 se procuraba contener esa inicua práctica. Por otra parte, en el derecho existía una presunción, por la cual se reputaba robado cualquier oro que se hallara en poder de un negro. Vanas resultaban las previsiones de las Leyes de Indias sobre el trabajo de los aborígenes; las mismas autoridades encargadas de hacerlas cumplir eran las más
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interesadas en la explotación. Por todo ello, América presentaba en este aspecto dos mitades bien definidas: una, la menor, de privilegiados, ricos y favorecidos, otra, la más grande, de los siervos y esclavos, de los discriminados, desposeídos y miserables. El pauperismo indígena y la humillación constante, el esclavismo africano, el trato deprimente e inequitativo contra los pardos, empujó irremediablemente a muchos contra el sistema socioeconómico que de modo tan tenaz como profundo los lesionaba y les cerraba cualquier elemental posibilidad de superación. Particularmente contra el sector de los pardos se ejercía una intransigencia agresiva; se despreciaba a los oficios manuales y hasta el comercio mismo era mal visto. Los encumbrados criollos no descendían nunca a esos menesteres, considerados viles e infamantes. La mayor parte de las sublevaciones, insurgencias y manifestaciones de descontento, sucedidas en la tierra de Bolívar durante los treinta decenios de coloniaje, tuvieron por motivo la exasperante injusticia económica, tan íntimamente unida a la rechazada situación social. No puede olvidarse que los habitantes de América aspiraban a un trato más equitativo en cuanto a las cargas públicas. Odioso era el sistema de la desigualdad. Los Comuneros de El Socorro, los Comuneros de los Andes, movimientos en Perú, Argentina, México y en los más diferentes lugares del continente, insurgían contra la injusticia tributaria. La historia de Venezuela es muy rica al respecto. El alzamiento de José Leonardo Chirinos en Coro, el motín de San Felipe, las manifestaciones tumultuosas de Juan Francisco de León, se movían contra la empresa a la cual dio Felipe V el monopolio comercial de las provincias venezolanas; la Compañía Guipuzcoana resultaba una máquina más en la recaudación y, por ende, más detestable que la obsoleta y achacosa administración colonial. En numerosas y violentas protestas de negros e indios, durante los XVI, XVII y XVIII, el motivo económico es el determinante. Desde luego que ello va unido a lo social, en cuanto uno y otro punto cristalizan prácticamente en esclavitud y servidumbre.
DISCRECION DE LOS PRIMEROS GOBIERNOS En las primeras fases de la Revolución venezolana, los sectores que tomaron el poder fueron duchos en la defensa de sus intereses particulares, y postergaron indefinidamente la consideración de las necesidades básicas de los marginados sociales. Ninguna medida de importancia fue acordada en beneficio de la inmensa mayoría rural del país. Hombres como el licenciado Sanz habían clamado por una ley agraria que atendiera a la justicia y a la vez estimulara el desarrollo. Los patricios caraqueños no estaban sin embargo interesados en una seria revisión de la propiedad; por eso en los actos de gobierno de la Junta Suprema e incluso del primer régimen constitucional, y hasta en los de la fugaz y sacudida administración que surge de la Campaña Admirable, en vano se busca una providencia siquiera sobre esta materia. Por el contrario se percibe, de modo general, un discreto y cauteloso comportamiento en pro de los intereses patrimoniales de los revolucionarios acaudalados. Como medida económica se acordó en un principio la disminución de los impuestos, hecho que de preferencia beneficiaba a los ricos. La supresión de las cargas más odiosas se había
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producido de facto al desmantelarse el aparato fiscal de la administración peninsular; se caía de esta manera en una ausencia de orden donde nadie pagaría contribución; a la misma situación conduciría la emergencia bélica tan prolongada que ocupó casi todo el ciclo 1810-1830. Es de advertir, por otro lado, que la falta de recursos debida al corte súbito de los ingresos públicos afectó gravemente a la administración republicana. Después del 19 de Abril, en poco tiempo se consumieron los fondos existentes. Bolívar, en su Manifiesto de Cartagena, describe bien este panorama crítico; la emisión de papel moneda causó grave daño al orden que se pretendía implantar. Independientemente de la derogatoria del sistema impositivo colonial operada por obra de las circunstancias y, podría decirse, por la natural reacción de todos los sectores a aprovecharse de la coyuntura propicia para mejorar su status en lo posible, el pueblo mismo fue haciendo su revolución económica.
EL HECHO INDETENIBLE Los llaneros, por entonces los venezolanos más pobres, y en general los marginados pardos de las ciudades, rodearon y secundaron a Boves cuando éste, intérprete sagaz de la miseria rústica, toleraba el pillaje y llegó hasta a institucionalizarlo. Boves avanzó incluso a prometer tierras a sus depauperadas huestes. A los resentimientos y rencores alimentados por muchos decenios de humillación, se añadía así otra causa atractiva muy poderosa para nutrir las filas realistas; mucha gente se les sumaba con la ilusión de que por fin conseguiría la redención práctica de su hambre en los bienes de los criollos. José Antonio Páez, del mismo habitat llanero y de estructura mental no muy discorde de la que podía percibirse en Boves y sus seguidores, asimiló bien la enseñanza del feroz asturiano y percibió con claridad la causa de su arrollador éxito. Así lo certifica Pedro Briceño Méndez en julio de 1821: Cuando el señor General Páez ocupó el Apure en 1816, viéndose aislado en medio del país enemigo, sin apoyo ni esperanza de tenerlo por ninguna parte, y sin poder contar siquiera con la opinión general del territorio en que obraba, se vio obligado a ofrecer a sus tropas, que todas las propiedades que correspondiesen al Gobierno, en el Apure, se distribuirían entre ellas liberalmente. Este, entre otros, fue el medio más eficaz de comprometer aquellos soldados y de aumentarlos, porque todos corrieron a participar de iguales ventajas . Páez sintió entonces tan vívidamente esta reivindicación que a la hora de acatar la autoridad de Bolívar, la única condición que puso para ello fue la de que el Libertador confirmara ese compromiso Bolívar, ya para entonces en plan de profundizar y sincerar la revolución, no sólo suscribió la promesa sino que la extendió a todos los cuerpos combatientes. En el mismo testimonio de Briceño Méndez, a renglón seguido, todo ello consta de modo inequívoco: Tan persuadido estaba el General Páez de la importancia de este paso y de los saludables efectos que había obrado, que al someterse y reconocer la autoridad de S.E. el Presidente, entonces Jefe Supremo, no exigió sino la ratificación de aquella oferta. S.E. no pudo denegarse a ella, y creyéndola muy justa en su objeto, aunque demasiado extensa e ilimitada, creyó conveniente modificarla y hacerla al mismo tiempo extensiva a todo el ejército , OL. XVIII-400.
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Obsérvese cómo la idea del reparto de tierras, en cuanto a los patriotas se refiere, arranca de Páez, y Bolívar la endosa con toda conciencia de que ella viene a coronar la construcción revolucionaria. Bolívar le presta, además, todo el apoyo de la juridicidad naciente, y procura implementarla con normas que la hagan en verdad operativa.
LAS NORMAS REVOLUCIONARIAS El decreto dictado en la antigua Guayana, el 3 de setiembre de 1817, abre camino a los actos legales de la revolución en esta materia, y es bien explícito y claro: Todos los bienes y propiedades muebles e inmuebles de cualquiera especie, y los créditos, acciones y derechos correspondientes a las personas de uno y otro sexo que han seguido al enemigo al evacuar este país o tomado parte activa en su servicio, quedan secuestrados y confiscados, a favor del Estado. La propiedad debe entenderse en toda la extensión de la palabra, comprendiendo créditos, títulos, derechos y acciones. Todas las haciendas y propiedades de cualquiera especie pertenecientes a los Padres Capuchinos y demás misioneros que han hecho voto de pobreza, quedan confiscadas a favor del Estado. Quedan igualmente confiscadas todas las propiedades del Gobierno español y de sus vasallos, sea cual fuere el país de su residencia , DL. I-76. Otro decreto, veinte días más tarde, reglamenta al Tribunal de Secuestros que debía ocuparse de este importante asunto, DL. I-78; en la misma fecha designa el Libertador a los funcionarios que formarían ese organismo. El 10 de octubre se promulga finalmente la Ley sobre repartición de los bienes nacionales entre los militares de todos los grados de las fuerzas patriotas de Venezuela. ¿Piensa el Libertador en beneficiar a la casta guerrera, como se ha dicho después? No. El pueblo es el destinatario de su empeño revolucionario; él sabe que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está, y porque ha conquistado este pueblo de manos de los tiranos; porque además es el pueblo que quiere, el pueblo que obra, y el pueblo que puede , I-565. La trascendencia del asunto aparece ratificada a la luz de su declaración de 1814: Nosotros por mucho tiempo no podemos ser otra cosa que un pueblo agricultor , II-1290. Hay sinceridad en su disposición hacia la justicia agraria; Bolívar tiene presente que los ejércitos se componen de hombres de carne y hueso, que necesitan de todo, y, por consiguiente, con pasiones que se deben satisfacer , I-914. En el mensaje bolivariano al Consejo de Estado, el 1º de noviembre de 1817, queda constancia de la intención y significado de estas grandes resoluciones: Los soldados del ejército libertador eran demasiado acreedores a las recompensas del Gobierno, para que hubiese podido olvidarlos. Hombres que han arrostrado todos los peligros, que han abandonado todos los bienes, y que han sufrido todos los males no debían quedar sin el justo galardón que merecen su desprendimiento, su valor y su virtud. Yo pues, a nombre de la República he mandado distribuir todos los bienes nacionales entre los defensores de la patria. La ley, que fija los términos y la especie de esta donación, es el documento que con mayor satisfacción tengo el honor de ofrecer al consejo. El premio del mérito es el acto más augusto del poder humano , II-1114. Quince meses después, en el Discurso de Angostura, están las mismas ideas mejor elaboradas literariamente: Hombres que se
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han desprendido de todos los goces, de todos los bienes que antes poseían, como el producto de su virtud y talentos; hombres que han experimentado cuanto es cruel en una guerra horrorosa, padeciendo las privaciones más dolorosas, y los tormentos más acerbos; hombres tan beneméritos de la Patria, han debido llamar la atención al Gobierno. En consecuencia he mandado recompensarlos con los bienes de la Nación , II-1153. A estas palabras las rubrica con un ruego dramático: Si he contraído para con el pueblo alguna especie de mérito, pido a sus Representantes oigan mi súplica como el premio de mis débiles servicios. Que el Congreso ordene la distribución de los bienes nacionales, conforme a la Ley que a nombre de la República he decretado a beneficio de los militares venezolanos , II-1153. Se debe tener presente que el reparto de tierras a los soldados, lo que la correlativa abolición de la esclavitud, otro de los fundamentos máximos y concretos de la revolución por la cual aboga en el mismo estilo patético: Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o revocación de todos mis Estatutos y Decretos; pero yo imploro la confirmación de la Libertad absoluta de los Esclavos, como mi vida, y la vida de la república , II-1152, constituyen los dos principales actos que Bolívar se siente obligado a presentar al Congreso. Especialmente a esos dos, los califica él de los más notables de mi mando. Se trata, señor, de las resoluciones más importantes de este último período , II-1152.
ALCANCES DE LA LEY AGRARIA Las tierras, conforme a la ley comentada, se repartirían atendiendo al rango militar de los beneficiarios. Buscando un criterio objetivo para justicia, se considera que los grados obtenidos en la campaña son prueba incontestable de los diferentes servicios hechos por cada uno de los individuos del ejército . Hay una escala de doce grados que desde el General en Jefe, con derecho a bienes por 25.000 pesos, hasta el soldado con derecho a 500 pesos . [11] Cuando haya méritos especiales puede acordarse una mayor asignación al solicitante. Con esta Ley esboza Bolívar un programa sencillo de Reforma Agraria. Él está consciente ya lo dijimos de que principalmente de agricultores se componen las tropas de la revolución; lo confirma el que un par de días después del decreto de confiscación precipitado, el 5 de septiembre de 1817, escriba al coronel José Félix Blanco: Según he sabido el escuadrón formado por Ud. está acuartelado en San Antonio, y los soldados se quejan de que se les tenga sin necesidad fuera de sus casas y labranzas. No me ha parecido injusta esta queja, porque, a la verdad,. no teniendo qué hacer por el momento, este cuerpo podría emplearse útilmente en la agricultura de sus campos, mientras se acerca la hora de la marcha , I-262. El renombrado investigador norteamericano Charles C. Griffin, especialista en Historia Económica y Social de Hispanoamérica, piensa que es quizá un poco exagerado denominar a un sistema de bonificaciones para los soldados, una ley agraria. [12] A su juicio, el número de individuos que podrían haber sido beneficiarios de la disposición bolivariana era bajo de quince a veinte mil personas en una población rural no menos de
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diez veces mayor. En respuesta cabría apuntar que, por la materia, la ley preconizada por Bolívar es desde luego una ley agraria, ubicada además dentro de una concepción político-social revolucionaria. Podría añadirse que, de haber sido aplicada, otra sería la historia seguramente. Pese a la elementalidad de esas normas, en ellas estaba el comienzo para una transformación a fondo de la estructura económica. En cuanto a la intención que movió a Bolívar, el fin político es evidente y sus logros inmediatos indican que él estaba en lo cierto. De todos modos, el interesante cálculo numérico que aporta el profesor Griffin ayuda a la comprensión de los hechos, pues si bien eran pocos en principio los destinatarios de la disposición bolivariana, no hay duda de que la medida conseguiría aumentarlos y comprometerlos en favor de la causa de la Patria. Ya Briceño Méndez certificó que la oferta de Páez fue un medio eficaz para esos objetivos porque, en los sectores populares de los llanos, todos corrieron a participar de iguales ventajas . En otras zonas del país donde la propiedad del suelo tuviera más interés para los campesinos, y éstos no se conformaran con el uso libre de las sabanas para un irrestricto pastoreo, ya desaparecidos los monopolios de grandes terratenientes, los resultados de este acuerdo bolivariano iban a ser aún más halagadores para los patriotas. No propendía el Libertador a una demagógica distribución de parcelas, lo cual podría ser perjudicial a la conveniencia pública que se cifraba en alcanzar una producción bastante para el consumo y para la exportación. Parece advertirse en él una idea concreta de la unidad productiva cuando en un como anticipo de las granjas colectivas que mucho después se ensayarían en otras latitudes permite que diversos beneficiarios puedan unirse para solicitar en comunidad las fincas mayores. Esta oposición tácita al conuco minifundio muestrario, derivado de los indios reafirma su revolucionarismo; se tendía a abrir en el campo la posibilidad de la producción capitalista en gran escala, propia del trabajador asalariado. Atrás quedaban los rezagos de la feudalidad, que en América se revistieron con las exterioridades de la Encomienda y sus variantes.
REVISION DE CONCEPTOS En el desenvolvimiento de estas acciones políticas y prácticas, Bolívar revela una concepción por igual coherente y consecuente. Importa ver su modo de apartarse de los criterios más comunes en su tiempo para trillar sendas propias. Frente a la propiedad, derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes y del fruto de sus talentos, industria o trabajo , como la definió en el proyecto constitucional de Angostura, OL. XVI-139, la actitud de Bolívar contiene varias novedades. También para él, corresponde al Estado garantizar y proteger la propiedad. Llega a colocarla, al lado de la igualdad, la libertad y la seguridad, entre los cuatro grandes derechos que expresamente consagra, influido por Locke y Hume -inspiradores de los Enciclopedistasy por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Mas por lógicos imperativos del movimiento revolucionario hispanoamericano, Bolívar hace esclarecedoras correcciones al texto difundido por la Revolución Francesa. Los fundamentos de la propiedad para él no pueden ser otros que la equidad, la moral y la
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justicia; cuando éstas faltan, la propiedad es usurpación y violencia. Entonces, la propiedad que al Estado resultante de una revolución popular le incumbe proteger, es la propiedad legítima conforme a la ética y la ley del nuevo orden. Absurdo y contradictorio sería que un régimen de prestigio democrático cierto, prestara el apoyo de su fuerza a la propiedad que vulnera la igualdad, y que afecta negativamente a la Revolución al escamotear la justicia e impedir la superación de las masas que por ella se han sacrificado. Mientras las necesidades de éstas no sean satisfechas, el ideal bolivariano milita contra la propiedad inmoral, injusta e ilegítima, como milita contra los factores opuestos a los fines supremos de la acción libertadora. El avanzado criterio del Libertador se hace notorio cuando, refiriéndose a la normal propiedad privada, reconoce los derechos más altos de la sociedad. De esta manera, sin vacilar, admite la expropiación al ser ella exigida por la necesidad pública o la utilidad general, probada legalmente; en estos casos la condición de una justa indemnización, cuando las circunstancias lo permitan, debe presuponerse . Véase respecto a la propiedad, al comparar los textos, que a la redacción del abate Sièyes acogida en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Bolívar le quita lo de derecho inviolable y sagrado , y también amplía la causal expropiatoria añadiendo, a la necesidad pública, el concepto más extenso de utilidad general ; o sea, que a su juicio procede la expropiación al requerirlo la salud pública (necesidad), imperativo ineludible, e igualmente cuando la pida el bien público (utilidad general), imperativo no forzoso pero conveniente para el progreso social. Además, él descarga al Estado del compromiso obligatorio de la indemnización estableciéndola para cuando las circunstancias lo permitan ; y por último le suprime el carácter de previa . Así, decía el texto francés: Siendo las propiedades un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ellas, sino cuando una necesidad pública legalmente comprobada, lo exija evidentemente y bajo la condición de una justa y previa indemnización ; Bolívar proponía: Nadie puede ser privado de su propiedad, cualquiera que sea, sino con su consentimiento, a menos que la necesidad pública o la utilidad general, probada legalmente, lo exijan. En estos casos la condición de una justa indemnización, cuando las circunstancias lo permitan, debe presuponerse OL. XVI- 140. El Libertador no buscaba únicamente repartir tierras, esto era, en verdad, la médula tangible de su programa que llamamos de justicia agraria, pero había más: distintas medidas acordó encaminadas todas, al mismo tiempo que a un indesviable esfuerzo revolucionario, a un sostenido afán de progreso económico y social. Figuran entre ellas: la supresión de derechos internos para el transporte y comercio de frutos, créditos para fomento agrícola, prohibición de exportar ganado vacuno y caballar, establecimiento de un banco de comercio, restauración sobre bases nuevas, de la importante institución que fue el Consulado (decreto del 7 de noviembre de 1817), y disposición a dotar de tierras a los inmigrantes (por ley de Colombia, se destinó a este objeto un millón de fanegadas de tierras baldías).
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NUEVAS REGLAS EN CUNDINAMARCA No sólo en su país Bolívar abrazó la causa de la justicia agraria, vale decir, de la revolución económica; llevó el mismo decidido empeño a todas partes a donde hubo de ir en su empresa de construcción del nuevo orden. No fue, pues, únicamente en Guayana, ni sólo para los venezolanos, que tales perspectivas de redención material se abrieron de manera tan promisoria como resuelta. Después de su insistencia ante el Consejo de Estado y ante el Congreso de Angostura, Bolívar sigue con el mayor interés el curso de esta directriz revolucionaria, y hará cuanto pueda por efectivarla. El 20 de mayo de 1820, sin saber todavía cuál ha sido la suerte de su súplica Congreso de Angostura, da otro paso en la misma ruta de sinceramiento y profundización revolucionarios. Considerando que es inaplazable corregir los abusos que sobre las tierras de los indios se vienen cometiendo en Cundinamarca, dicta un decreto a favor de los indígenas respecto a la propiedad y libertad de los mismos, en el cual ordena todo carácter: se devuelvan a los naturales, como propietarios legítimos, todas las tierras que formaban los resguardos según sus títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores. Las fundaciones que carguen sobre los dichos resguardos, no teniendo aprobación de la autoridad a quien corresponde o ha correspondido concederla, quedarán sin efecto ni valor aunque hayan subsistido por tiempo inmemorial. Integrados los resguardos en lo que se les haya usurpado, los jueces políticos repartirán a cada familia tanta extensión de terreno cuanto cómodamente pueda cultivar cada una, teniendo presente el número de personas de que conste la familia y la extensión total de los resguardos . Como previsión inusitada y reveladora de la sinceridad del contenido de este acto jurídico, Bolívar dispone en el mismo: El presente decreto no sólo se publicará del modo acostumbrado, sino que los jueces políticos instruirán de su contenido a los naturales, instándolos a que representen sus derechos aunque sea contra los mismos jueces y a que reclamen cualquiera infracción , DL. I-194, 197. Las tierras sobrantes se arrendarán, y se aplicará la renta a un programa de instrucción para los indios, previsto con bastante minuciosidad en el mismo texto jurídico. En el Rosario de Cúcuta supo Bolívar, pocos días después del decreto antedicho, que el Congreso de Angostura había aprobado el 6 de enero con modificaciones, aparentemente leves pero en verdad sustanciales, el proyecto por él presentado para el Reparto de Bienes Nacionales. Bolívar se refiere a comentarios imprecisos, y dice a Santander: Han hecho cierta reforma en la ley, según se asegura, aunque no he visto la ley. Se mandan entregar vales de bienes nacionales a los militares, para que los compren en remate en el mejor postor , 1-I-444. Intuyendo las tremendas consecuencias de esta alteración, el Libertador procura que de inmediato se haga la debida rectificación.
EL ENCARGO A PAEZ Bolívar se empeña infructuosamente, a través de su ministro Pedro Gual, en que no se desnaturalice la revolución económica. Buscando en todo caso materializar sin demora
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la entrega de tierras, así, sea dentro de esas normas nada satisfactorias, da carta blanca a José Antonio Páez, en enero de 1821, para que éste haga la justicia agraria en Venezuela. Al conferirle toda la facultad que por la Ley del Congreso General sobre la repartición de los bienes nacionales está sometida al Presidente de la República para la adjudicación de los respectivos haberes , Bolívar lo orienta con sencillas y eficaces recomendaciones: debe él diligenciar que se abrevien y simplifiquen las fórmulas que la Ley ha exigido y se salve el obstáculo que opone para que no se asignen propiedades sino valores . Debe él, llegado el caso de la repartición, cuidar y celar de que no disipen sus haberes los agraciados en perjuicio de ellos mismos y sus familias y en desprecio de la intención de la Ley . [13] Para el 12 de febrero de 1821, Bolívar se ve obligado a ratificar su decreto de mayo anterior en favor de los indios. Las disposiciones sobre escuelas para los naturales han sido buen pretexto para la burla total. El Libertador encarga esta vez al Gobernador Comandante General de Tunja para que él mismo, personalmente, haga el reparto y cuide del cumplimiento respectivo. Insiste Bolívar en reintegrar a los indios en el goce de todos los resguardos que les corresponden, cualquiera que sea el poseedor que los tenga. Distribuir el todo de los resguardos a los indios para que tengan todo el terreno que puedan cultivar y puedan así salir del estado miserable a que están reducidos. Incluir en la distribución, y hacerlo especialmente, el terreno de los resguardos que sea más rico y fértil y más fácil de cultivar, para que tengan los indios estas ventajas de sus tierras y no otros poseedores , M. 284. A continuación, en esta serie orgánica de empeños consecuentes, el Libertador decreta en Pasto, el 13 de enero de 1823, la distribución de bienes nacionales entre los libertadores de aquella región del Mediodía. Al efecto crea una Comisión que deberá repartir los bienes que han sido confiscados por otro decreto de igual fecha, DL. I-275.
JUSTICIA PARA LOS PUEBLOS DEL SUR Llegado al Perú, no tarda en proseguir su acción revolucionaria. La situación allí, no difiere en sustancia de la colombiana índice claro y elocuente de la comunidad de origen; y para enfrentarse a iguales problemas, con iguales o similares autores y con causas análogas, las medidas de Bolívar son correspondientes y paralelas a las que ha tomado antes. El 8 de abril de 1824 decreta en Trujillo: Las tierras llamadas de comunidad se repartirán conforme a ordenanza entre todos los indios que no gocen de alguna otra suerte de tierra, quedando dueños de ellas. [ ] Se hará este repartimiento con consideración al estado de cada porcionero, asignándole siempre más al casado que al que no lo sea . El objetivo magno y sincero queda allí estampado: que ningún indio pueda quedarse sin su respectivo terreno , M. 379. El 4 de julio del año siguiente, ahora en el Cuzco, convencido Bolívar que a pesar de las disposiciones de las leyes antiguas nunca se ha verificado la repartición de las tierras con la proporción debida; que la mayor parte de los naturales han carecido del goce y posesión de ellas; que mucha parte de dichas tierras aplicables a los llamados indios se hallan usurpadas con varios pretextos por los caciques y recaudadores , vuelve a
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recordar el decreto anterior, emitido en Trujillo, y ratifica la revolución que debe hacerse en el Perú. Distintas previsiones contiene este decreto cuzqueño, todo con el fin de evitar la consabida burla a las posiciones revolucionarias que favorecen a los indios. Cada indígena de cualquier sexo o edad que sea, recibirá un topo de tierra en los lugares pingües y regados. En los lugares privados de riego y estériles recibirán dos topos , B. y A. X-32. Se establecía una indemnización para los que fueron despojados de sus propiedades en tiempos del coloniaje. Para evitar el traspaso a instituciones religiosas o semirreligiosas que por presiones psicológicas y espirituales, quieran adueñarse de los bienes indígenas, se estatuye que la propiedad absoluta para los indios se entienda con la limitación de no poderlos enajenar hasta el año 50, y jamás en favor de manos muertas so pena de nulidad , B. y A. íd. Otra prueba de cuán sinceramente interesado estaba el Libertador por la justicia agraria, la hallamos a continuación, esta vez en el curso de su estadía en Bolivia. Muy parecida es la resolución que allí toma el 14 de diciembre de 1825 con la precedente del Perú. El empeño es el mismo: que el nuevo orden se construya sobre bases de justicia material; por tanto, ordena repartir las tierras pertenecientes al Estado, preferentemente entre los indígenas y los que hayan acreditado mayor decisión por la causa de la independencia o que hayan sido perjudicados por este principio , BOL. I-442. Como en el Perú, acuerda en Bolivia un reparto universal: Cada individuo de cualquier sexo o edad que sea, recibirá una fanegada de tierra en los lugares pingües y regados, y en los lugares privados de riego y estériles recibirá dos , BOL. íd. Se concede el plazo de un año después de la adjudicación para que los interesados emprendan el cultivo; si tal no hicieren se les separará de la posesión y propiedad de dichas tierras y se adjudicará a otros que las cultiven cual corresponde . En tenaz seguimiento de la equidad y la imparcialidad, y buscando el más eficiente reparto, Bolívar dispone que éste sea hecho por personas de probidad e inteligencia , BOL. I-443.
EL RETARDO EN VENEZUELA Cuando Bolívar visitó su país natal por última vez, grande fue la desilusión al comprobar cómo la relativamente larga ausencia de Colombia había entrañado la frustración más completa de sus ideales y de sus claras y categóricas disposiciones revolucionarias. A cada paso hallaba que ciertamente había arado en el mar. Resultaba imposible para un hombre solo como tantas veces se definió a sí mismo transformar un orden arcaico, donde los mismos habitantes eran como él decía enemigos de su propia existencia. Enorme fue el desencanto al cerciorarse de que luchaba por una causa que al tenor de sus palabras para Brión sus propias criaturas despedazaban . Para entonces él encarnaba aquel triste símbolo del condenado de la fábula muchas veces evocado, que debía recomenzar a cada paso la tortura de un esfuerzo estéril e ímprobo. No mentía: Lo que hago con las manos lo desbaratan los pies de los demás , II-113. En Caracas, a través de Revenga, tiene que volver sobre la confiscación de las propiedades acordadas diez años atrás; a estas alturas en el tiempo, tras un decenio malgastado, resulta melancólico el oficio encaminado el 19 de febrero de 1827 al señor Intendente del Departamento de Venezuela: Dispone al mismo tiempo el Libertador que se active
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cuanto pueda ser, y en efecto se efectúe muy luego la confiscación de las propiedades que están secuestradas: e instruido S.E. de que tiene mucha parte en la demora, la falta de diligencia de parte de los escribanos, por hacerse la confiscación de oficio, ha resuelto que el escribano o escribanos que actúen en cada una, lleven cuenta de lo que se les deba por ella conforme al arancel, y aquel a quien finalmente se adjudique la casa, finca o propiedad, satisfaga aquel costo de la confiscación , M. 489. Es oportuno repetir que sólo ignorando la continua y coherente insistencia, tan diáfana, de Bolívar sobre este tema capital de la Revolución, tema que ha de verse conjuntamente con la preocupación sistemática contra la esclavitud, puede desconocerse que hay en esta serie progresiva y sostenida de acciones revolucionarias el ánimo verídico de empezar una transformación real de la estructura económica.
NACIONALIZACION DE MINAS En relación con las minas, hay también un comportamiento igualmente justo y avanzado en los actos del Libertador. Por decreto del 24 de octubre de 1829 en Quito, establece Bolívar la nacionalización de los yacimientos mineros: la República sucede, en forma solemne y expresa, a España en la propiedad legal de las minas. En un continente como América, casi en exclusividad proveedor de materias primas, las minas estaban ligadas de modo indisoluble a los fundamentos de la nacionalidad; el Estado no podía ser indiferente en un asunto de tan marcada trascendencia. Este decreto tiene sus antecedentes en otro del Libertador fechado en La Paz, en setiembre de 1825, y en el cual se dispone que todas las minas perdidas y abandonadas pertenecen de hecho al gobierno para pagar la deuda nacional , I-1176. B. y A. X.-59. El decreto de Quito es muy importante en su tiempo, y más en el siguiente, porque prorroga en la República de Colombia las sabias previsiones de la Ordenanza de Minas de Nueva España 1703 vigente en Venezuela desde 1784. Pareciera anticiparse el Libertador a la consideración de la inmensa riqueza en hidrocarburos que guarda el subsuelo venezolano; en efecto, su decreto declara expresamente que las minas de cualquier clase, corresponden a la República .[14] Se extendía de esta manera el sistema regalista ahora a cargo del Estado revolucionario a las minas no metalíferas, las cuales anteriormente y bajo las Leyes de Indias pertenecían al propietario del suelo. Bolívar resolvió en su época para los habitantes de estos países la propiedad de nuestros yacimientos de petróleo y demás hidrocarburos y combustibles minerales. Nuevamente el método científico de investigación recomienda ubicar las palabras del Libertador en el contexto de su vida y de su obra. Bolívar sabe bien, y lo dice en Bolivia, que la riqueza nacional de la república está casi toda en sus minas , BOL. I-446. Nacionalizar las minas, para él, no puede ser solamente que el Gobierno se proclame propietario, sino que ejerza la propiedad.
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ATENCION A LOS TEMAS ECONOMICOS En otras materias muy próximas a la economía se observan también rasgos importantes de la misma presencia bolivariana y de su sello inconfundible. El Libertador auspicia una reforma en los conceptos sociales exaltando y estimulando debidamente el trabajo como necesario para la construcción revolucionaria y nacionalista. A los prejuicios seculares contra el esfuerzo manual y los oficios mecánicos, Bolívar los barre con su actitud sincera, la cual halla cabal expresión en las palabras sobre el destino profesional de su sobrino Fernando, vale decir, del hijo que él no tuvo. Indicaba efectivamente el Libertador, que si el joven se decidiera a aprender algún arte u oficio yo lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar , II-1296. Con esto sólo Bolívar rompe con una pésima tradición que ha obstruido el desarrollo de nuestra América. No otra podía ser la actitud de quien, él mismo trabajador insigne, estimulaba y alentaba el esfuerzo constante, premiaba y recompensaba la faena positiva, enaltecía al industrioso y al activo, fundaba la gloria en la grandeza y en ser útil, a la vez que fustigaba al holgazán y al perezoso. Es su idea: Necesitamos trabajar mucho para regenerar el país y darle consistencia: por lo mismo, paciencia y más paciencia, constancia y más constancia, trabajo y más trabajo, para tener patria II-64. Distintos capítulos del Derecho y de la Administración revelan igualmente su huella que perdura. La cuestión de los impuestos en general, siempre es manejada por Bolívar con visión política, y atendiendo de manera preferente a la función social que cumplen. En muchas oportunidades el Libertador habló de la carencia de colaboradores en la administración, y sobre todo en lo concerniente a las materias delicadas. Bien sabe que lo atinente a la economía es de suma complejidad, y lo que más imperiosamente reclama personal calificado; por eso busca con esmero, entre sus compañeros y auxiliares, a los más capaces para encomendarles la responsabilidad de estos negocios. Su principio es no emplear a los que quieren sino a los que saben: El modo de hacerse popular y de gobernar bien es el de emplear hombres honrados, aunque sean enemigos , II-293. No era fácil, en aquellos tiempos, hallar individuos versados en estos asuntos que tan rudimentaria y mínima consideración merecían dentro de la ciencia española. Bolívar, como jefe de Estado, percibe que lo más difícil de obtener es un Ministro de Hacienda, I-1202, vale decir, un funcionario digno y competente a quien confiarle una materia de la cual depende la vida de la patria , I-1207. Al pedirle a Revenga que se encargue de ese Despacho, Bolívar subraya la trascendencia de la Secretaría de Hacienda: ella debe ser la principal base sobre la que deben girar las reformas del Estado , I-1395. Lo económico, para el Libertador, es esencial, por ser uno de los fundamentos de la vida colectiva. Su clara conciencia de estos temas lo lleva a afirmaciones gráficas de tipo organicista: el dinero es el aire vital de las sociedades , I-843, las rentas son el nervio de la república , II-273; la vida del Estado no se alimenta sin que el oro corra por sus venas
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, II-1203. Con esas expresiones que evocan indistintamente fórmulas mercantilistas y fisiocráticas, algunas ya superadas en su época, otras de viva contemporaneidad, dice llanamente sus verdades. Esta suerte de naturalismo económico coincidiría con su jusnaturalismo político. La hacienda dice es la fuente del bien y del mal , I-1460, la madre del crédito público , II-388. Son muchas las pruebas de que el Libertador percibe cuánto influyen los fenómenos económicos sobre la vida social. Cierta vez le dice a Santander: Acuérdese usted que una de las principales causas que motivaron la revolución de Francia fue el mal estado de su hacienda , I-1334. La autonomía de América tiene, a su juicio, una razón económica indudable; la decadencia industrial de España no le permite abastecer ni sujetar a sus colonias. En la Carta de Jamaica ha escrito: 16.000.000 de americanos defienden sus derechos o están oprimidos por la nación española, que aunque fue, en algún tiempo, el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente, por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está la Europa sorda al clamor de su propio interés? ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin tesoro, y casi sin soldados! Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? I162. Para Bolívar el índice de la actividad económica es el mejor termómetro de la realidad política, I-1069, 1071. Sobre materia tan esencial se empeña, de modo conjunto con su esfuerzo en el orden político, por la cristalización plena e íntegra del programa de la revolución.
EL DIAFANO AMERICANISMO Mientras América formó parte, en calidad de posesión o dependencia, del imperio español, América no existía en el orden internacional. Estábamos ausentes del universo , I-166, decía Bolívar. La personalidad jurídica del continente, como la de toda colonia, se hallaba absorbida por la metrópoli. Esa fue la realidad por espacio de trescientos años. Hasta los comienzos del siglo XIX las grandes potencias, o sus ocasionales combinaciones en Europa, siendo la última de éstas la Santa Alianza, disponían del mundo a su antojo, sin considerar siquiera la existencia de América y, desde luego, sin dignarse escucharla sobre las cuestiones de su privativo destino. Por lo demás, este vasto hemisferio carecía de representación emanada de sí; ninguna había. Es doble la imagen de América que tiene la metrópoli y, en consecuencia, es dúplice también el tratamiento en veces lo más contradictorio que ella dispensa a las tierras de ultramar. América, para España, es una unidad en cuanto a ésta le conviene: dominación, monopolio explotador, intervencionismo mercantilista; América es un
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enjambre de producciones complementarias, un todo gobernado desde una sola e incuestionable cabeza. Pero en el seno de sus posesiones, la idea que España se empecina en inculcar es como la de un archipiélago, un laberinto de jurisdicciones; con esmero digno de mejor causa, la metrópoli se dedica a fabricar un conjunto de tabiques legales y culturales para romper y esconder la unidad que nunca debe verse a sí misma. Severas prohibiciones coartan la libre edición y circulación de impresos sobre cosas de Indias. La Corona llega hasta pretender como un secuestro gigantesco de todo el Nuevo Mundo, el acceso al cual está rigurosamente prohibido a los súbditos de nacionalidad extranjera. A los propios habitantes americanos se les impide desplazarse de una provincia a otra sin autorización real. Las Leyes de Indias prohíben a los pobladores de América, nada menos que bajo pena de muerte, negociar con los extranjeros cualquiera sea el pretexto que se alegue. Herencia de la propia mentalidad peninsular, donde un mosaico de sensibilidades y prejuicios componía la unidad española, en América las propias colonias fueron formadas dentro de un rabioso particularismo. A ello contribuían poderosamente los hechos geográficos de la enorme superficie, el variado relieve, la impresionante orografía, la incomunicación y las selvas aisladoras, todo para fomento del mutuo desconocimiento. Además, si hay alguna característica espiritual en el coloniaje es precisamente la de los recelos y las desconfianzas de unos pueblos contra otros, eso cuando la antipatía no se reviste con modos más rudos de rechazo. El peligro común ataques de piratas, calamidades generales y cataclismos actuó muchas veces como aglutinador, pero superada la emergencia, renacía el recalcitrante individualismo. En la mayoría de los pueblos de América, y de manera cierta entre los componentes de las provincias que fueron englobadas en la unidad venezolana, se cultivó una conciencia como federalista, o aislacionista, que excluía toda perspectiva unitaria. No puede olvidarse el aludido inconveniente físico de las distancias que separaban a las comunidades americanas, hecho atentatorio contra una efectiva fusión continentalista entre pueblos hermanos de los cuales podría decirse sin temor a la paradoja que eran convergentes y paralelos. Don Andrés Bello, en 1811, ilustraba esta circunstancia con ejemplos reales, de los cuales extraía sin embargo una moraleja edificante: Los Estados Unidos han sido para Caracas el conducto por donde han recibido casi todas las noticias que le han llegado de Buenos Aires, así como los pueblos de esa comprensión no han podido informarse de los sucesos de Caracas por otro que los papeles ingleses. Mas para los que se hallen impuestos de los obstáculos naturales y políticos que han embarazado esta comunicación, será siempre una materia de asombro que el patriotismo americano se haya desplegado en los dos extremos de la gran Península con una uniformidad, que raras veces se observa aun entre los Pueblos que han tenido tiempo y facilidad de combinar sus medidas . [15] Bolívar corroboraría, en 1825, desde el Perú: Primero sabemos de Rusia que de Caracas; los partes de Junín nos han llegado primero de Inglaterra que de Caracas; y algunas veces recibimos con la misma fecha papeles de Londres y Bogotá , I-1070. Desde Plata le preguntaría a Santander: ¿Creerá Ud. que nosotros recibimos aquí noticias de Europa siempre más frescas que las de Bogotá? , I-1245.
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LA APERTURA VENEZOLANA Variados testimonios coinciden en apuntar como nota característica de la gente de Venezuela desde el inicio de su historia la amplitud espiritual, la tolerancia, la comprensión, el interés y la receptividad para las ideas altruistas; en suma, una actitud abierta y liberal que contrastaba ostensiblemente con la estrechez de otras comunidades, incluso de este hemisferio. En los venezolanos hubo siempre el germen de una concepción, social y política, continentalista. Pudiera ser que en la raíz de semejante apertura moral e intelectual, que con Simón Bolívar daría sus manifestaciones más logradas en el siglo XIX, estuvieran los hechos primarios configurativos de la venezolanidad. Así, por ejemplo, el intenso mestizaje del cual resulta esa población; mestizaje libre, total y hondo, al punto de que, para 1800, la mitad de los habitantes sea resultante del cruzamiento de los tres principales factores del origen, a su vez cada uno y todos cruzados y mestizos. Y también, como nota importante, es probable que en el dicho carácter tenga que ver la privilegiada situación geográfica de esas provincias, situación que habría de repercutir notablemente en el orden cultural así económico, lo mismo que espiritual y político. En efecto, la ubicación sobre el Caribe, en vecindad con las posesiones europeas de Holanda, Inglaterra y Francia, daba a Venezuela podría decirse la ventaja de una frontera con sociedades como la de los Países Bajos, considerada la más tolerante y liberal del Viejo Mundo. La relativamente atenuada presencia de España en Venezuela, no profunda en razón de la pobreza y del poco interés que las tierras venezolanas merecían a una metrópoli ávida de oro y de plata, hacía que el fanatismo ibero se sintiera en esta porción americana con bastante levedad; la Inquisición fue acá más anecdótica que verdadera. Incluso se dio el caso de que Venezuela fuera la única colonia de Tierra Firme que llegó a ser arrendada a gente extraña a la idiosincrasia española: tal los Welser. La vecindad de las Antillas, pues, el forzoso y comprensible contrabando, el intercambio frecuente con núcleos protestantes, modernos y permeables, habían de influir en el carácter de esta naciente colectividad. José de Oviedo y Baños, en la primera historia de Venezuela que hubo publicada en Madrid en 1723 dice de los caraqueños: Son de agudos y prontos ingenios, corteses, afables y políticos; hablan la lengua castellana con perfección, sin aquellos resabios con que la vician en los más puertos de las Indias; son en general de espíritus bizarros y corazones briosos, y tan inclinados a todo lo que es política, que hasta los negros (siendo criollos) se desdeñan de no saber leer y escribir... En 1800 llama la atención de Humboldt, tras recorrer extensamente Venezuela y observar a sus habitantes, haber hallado en Caracas más luces sobre las relaciones políticas de las naciones, miras más extensas sobre el estado de las colonias y de las metrópolis , cómo sólo había encontrado en La Habana, de los muchos lugares de América por él conocidos.[16] La vocación política del venezolano es, como se ve, de vieja data; buen índice de preocupación social nada egoísta, de interés por problemas y asuntos que atañen a todos, que a él no le importan exclusivamente. Podría decirse que el pueblo venezolano en sus exponentes representativos nació con un sentido continental, con la noble ambición de expandirse espiritualmente; surgió para proponer e impulsar novedades
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trascendentales; con vocación y aptitud para servir a ideales verdaderamente superiores.
CONCEPTOS CLAROS DE AMERICANIDAD Cuando Francisco de Miranda se hallaba colaborando en el curso de 1781 para asegurar y decidir la independencia de las colonias inglesas del Norte, aparece expresado efectivamente, por primera vez, el interés de Venezuela por América. Para entonces ya existían contactos prerrevolucionarios entre el joven y distinguido caraqueño y gente inconforme de su provincia natal, pero fue allí, en los Estados Unidos -como él mismo lo refiere donde concibió la idea de redimir a su Patria: la América hispana. Un bienio más tarde, otra vez en los Estados Unidos, Miranda se relaciona con las figuras más prestigiosas e influyentes de la nueva democracia y a todos habla con entusiasmo acerca de los futuros destinos de la América española . Al representante diplomático de Francia en Filadelfia, le asegura: Nuestros reinos de América no tardarán en experimentar una revolución parecida a ésta de la que es usted testigo . En Nueva York preparó para Alexander Hamilton su proyecto de la independencia y libertad de todo el Continente Hispano Americano... (1784). La idea núcleo de la conspiración de Picornell, Gual y España, por los años de 1797 a 1799 es la unidad americana. La mete de esos líderes era el hacer cuanto fuera posible por concretar tal unidad, superando los prejuicios que en contrario España animó por siglos. La frase más repetida en los numerosos textos de la insurgencia es el pueblo americano . En la catequesis que al respecto realiza Picornell en la prisión de La Guaira, sus fascinados contertulios escuchaban, muchas veces en cada sesión, que América debía ser para y por los americanos . Expresión casi textual sería lema después, aunque distorsionada su intención, de la doctrina del presidente James Monroe. Todavía más explícitamente, en las Ordenanzas de Picornell, que apuntan como objeto restituir al Pueblo Americano su libertad , hay normas minuciosas para el comportamiento en la fase inicial de la Revolución: Se armarán los vecinos del mejor modo posible, y divididos en varias Quadrillas, mandada cada una por un Cabo que entre sí elijan, harán resuene por todas sus calles y plazas la voz Viva el Pueblo Americano, CFL: 348. En una de las proclamas se lee: Llegó ya el día, Padres de la Patria, en que se puede anunciar la libertad del Pueblo Americano... CFL: 365. El Soneto Americano redactado por Manuel Cortés de Campomanes, repite: Pueblo Americano, / ya ha llegado el día / que el Partido muera / de la tiranía , CFL: 375. También en las coplas propagandísticas, con el título de Canción Americana , se declama: Tiembla tú, Rey infame / tiembla pérfido Carlos / que todos tus delitos / van a ser castigados. / Ya la terrible espada / del Pueblo Americano / va a destruir tu orgullo, / déspota sanguinario . CFL 381. Al Precursor Miranda le cabe insistir, con acciones prácticas, en 1806, sobre la unidad continental que él ha percibido tan lúcidamente en sus largos años de andanzas europeas. En Jacmel jura y obliga a jurar: Ser fiel y leal al pueblo libre de Sur América, independiente de España . La distancia le ha permitido apreciar cuán semejantes son los
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pueblos hispánicos de América; desde lejos, como si se esfumaran nuestras diferencias, resalta lo unitario. En sus proyectos, tanto la empresa toda como las instituciones que él propone, se refieren siempre a la integridad del Nuevo Mundo; incluso para el Brasil tiene planes precisos. Además, funda en Londres la logia revolucionaria donde fraternizan hombres oriundos de diversos puntos del hemisferio.
PROYECCION OFICIAL DE LA IDEA INTEGRADORA Tras sólo una semana después del 19 de Abril, retorna la idea americanista a la actualidad venezolana. La Suprema Junta caraqueña se dirige a todos los Cabildos de las capitales de América invitándolos a asociarse en la causa común. En ese llamamiento, Caracas convoca a la grande obra de la confederación americana española. Una es nuestra causa dice el mensaje, una debe ser nuestra divisa; fidelidad a nuestro desgraciado Monarca; guerra a su tirano opresor; fraternidad y constancia .[17] Que esa fidelidad es un pretexto, lo aclara con cierta ligereza Simón Bolívar, Jefe de la primera misión diplomática de la América española, representante del Gobierno de Caracas, en Londres a donde en realidad llega como encubierto servidor de la insurgencia inminente. Su idea integracionista la expone Bolívar por primera vez por escrito durante esta visita a Inglaterra. A través del Morning Chronicle, edición del 5 de setiembre de 1810, dice El día, que no está lejos, en que los venezolanos se convenzan de que su moderación, el deseo que demuestran de sostener sus relaciones pacíficas con la Metrópoli, sus sacrificios pecuniarios, en fin, no les hayan merecido el respeto ni la gratitud a que creen tener derecho, alzarán definitivamente la bandera de la independencia y declararán la guerra a España. Tampoco descuidarán de invitar a todos los pueblos de América a que se unan en confederación. Dichos pueblos, preparados ya para tal proyecto, seguirán presurosos el ejemplo de Caracas .[18] La historia continúa. Venezuela persiste en este camino con un logro brillante: por iniciativa suya se firma el 28 de mayo de 1811, con Cundinamarca, el primer Tratado en los anales diplomáticos de ambas naciones. El talentoso agente de Caracas, José Cortés de Madariaga, echa de ese modo la base de Colombia, la patria mayor, tan entrañable para Miranda y Bolívar. A la estrecha alianza concertada entre las fraternas repúblicas la ratifica el Congreso venezolano, el 22 de octubre del mismo 1811. El Tratado contenía, como ya se ha dicho, además del tema político, una importante cláusula sobre educación y cultura. El mismo año, en la Constitución venezolana, que es por cierto la primera libre y representativa del continente hispano, se hace un fervoroso llamado al entendimiento entre los países de nuestra América; Venezuela se abre efectivamente a los compatriotas de todo este vasto mundo. Resonó en la sala de la Sociedad Patriótica, en ese mismo 1811, el verbo de Simón Bolívar invitando a poner sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana , II993.
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Bolívar será hasta su muerte el más eficiente y convencido agente de un nacionalismo hispanoamericano, perfectamente compatible con una concepción de auténtica universalidad, en el seno de la cual la paz y la comprensión entre los hombres sean los valores supremos. La unión es su divisa, ahora y siempre. No habrá otro lema mejor para la eternidad.
LOS MOTIVOS BOLIVARIANOS La revolución que Bolívar ha querido concretar en lo político con la Independencia, y en lo económico con la justicia agraria, se expresa en la esfera del Derecho revelando y poniendo énfasis sobre la unión continental, y trabajando afanosamente por convertir esa unión de hecho en una unión funcional revestida de legalidad, unión operativa para beneficio de la propia América ante todo, y para la humanidad. Si algo caracteriza a la Revolución es su amplitud mundial, la acogida que brinda a los hombres de cualquier clase, color y condición que sean. El interamericanismo insistimos no rechaza la universalidad, la acoge; no discrimina pueblos ni razas, ni credos, a todos se ofrece sinceramente. Ninguno de los grandes dirigentes de América fue nunca mejor ni más fiel intérprete que Bolívar, del credo mirandino y del carácter ecuménico del hombre americano. En esta conducta y en el substrato ideológico que la inspira, hay una suprema consecuencia con la realidad y con la historia. No se olvide que a la formación de nuestra etnia, la más representativa del orbe entero, han convergido seres de todos los continentes: Asia, Oceanía, América, Europa y Africa. Temprano en su carrera pública, Bolívar ha captado la verdad real de la unidad americana; en su primer escrito y en su primer discurso ya se ha visto esplende la misma afirmación. La comunidad de origen, lengua, costumbres y religión, es base imperativa para el entendimiento; sobre tan evidente materialidad debe cimentarse la integración política, para la cual hay, además, como argumento: La identidad de causa, principios e intereses , I-532. En la creadora, aunque difícil soledad del exilio jamaiquino, por 1815, Bolívar ha analizado con sereno criterio la realidad total del continente; al pro y al contra de la perspectiva unionista los pesa con insuperada maestría: Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América , I-172. En verdad, América es una por su origen; para la hora del Descubrimiento presenta diferencias entre sus muchas colectividades, pero sobre esas diferencias la hazaña de Colón proporciona una fecha común para indicar el ingreso de todas aquellas a la escena universal; y las etapas de la Conquista y la Colonia son vividas continentalmente con cierta simultaneidad. índice de la comunidad de origen es la circunstancia de que los brotes independentistas se producen casi al mismo tiempo, y que desde el principio se
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manifiesta la solidaridad entre todos nuestros pueblos. En 1813 se complacía el Libertador en apuntar que desde los primeros reveses, se vio cuánto es el interés que toma el americano por el americano , II-1034. Hasta la misma anarquía que, en forma sorprendente por su sincronización y paralelismo, sacude al continente luego de obtenida la autonomía, es prueba de unidad histórica, que no puede desdeñarse, y la ratificación de que similares causas actuando sobre hechos similares engendran naturalmente efectos similares.
FUNDAMENTOS DE LA UNIDAD El primer elemento unificador es el idioma. Conquistada la América por España, le fue impuesto el idioma castellano. El lenguaje, entonces como siempre, es un fortísimo instrumento de dominación; con él se transmite la cultura en general y se implanta, desde luego, hasta un estilo de pensar. El idioma de Castilla, para Bolívar, es poderosa razón de unidad americana; cuando él habla de América, alude a la del Sur. En varios párrafos de la convocatoria al Congreso de Panamá que es pieza decisiva al respecto él precisa el concepto de su América: la invitación se dirige exclusivamente a la América antes española , a nuestras repúblicas , a las repúblicas americanas, antes colonias españolas , I-1012. Al tratar de una exacta definición política, América, para él, es la meridional. Esto no excluye, ni tiene por qué, el sentimiento de afectuosa amistad hacia los pueblos americanos cuyos sistemas políticos, o los intereses circunstanciales de éstos, puedan alejarlos provisionalmente de la totalidad hispanoamericana y democrática. Hagamos dice Bolívar que el amor ligue con un lazo universal a los hijos del hemisferio de Colón, y que el odio, la venganza y la guerra se alejen de nuestro seno y se lleven a las fronteras a emplearlos contra quienes únicamente son justos, a saber, contra los tiranos , II-1080. La religión, otro elemento de unidad en la América bolivariana, resultó igualmente impuesta por el conquistador. Para la época de la Emancipación el catolicismo domina casi absoluta y exclusivamente todo el ámbito iberoamericano. La religión tiene, además, proyecciones aglutinantes en la moral, la tradición y los usos sociales, y se dilata incluso hasta la economía y el derecho. Bolívar invoca a la comunidad de costumbres como otra de las bases reales de la unidad continental. El trisecular período colonial determinó incuestionablemente, en todos los países de origen ibérico, paralelas costumbres. Con pequeñas variantes de una nación a otra, en Hispanoamérica el comportamiento social reviste una forma análoga. Los usos colectivos, así como los patrones de conducta, no diferían gran cosa; y en toda la dilatada esfera de los convencionalismos la afinidad es todavía visible. De la mayor trascendencia resulta igualmente la identidad en los ideales. Ella supone una integración innegable del espíritu hispanoamericano; el Libertador la subraya. Esta América tiene por entero un objetivo unitario, de aquí que el afán de independencia y de progreso, así como la vocación de sacrificio por la libertad y por la paz, sean el denominador común de todos nuestros pueblos.
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También supremas razones políticas, aconsejan y apoyan la unión hispanoamericana. La liga preconizada por Bolívar presenta, entre sus más directas ventajas, la de ser un factor estabilizador de paz y bien. Inspirado en Rousseau, intuye el Libertador una ley que, en otra oportunidad hemos llamado de física política; así, al pensar en la unión busca el peso de la totalidad para que absorba el desorden posible en el interior de las partes, I-708. La unión exige seriedad a los integrantes e infunde respeto a los extraños. Establecida la América española como un solo ente y resueltos los problemas socioeconómicos locales, desaparecerá consecuentemente el caos interno de sus porciones, el poder se robustecerá, y los caudillos aprenderán que para conquistarlo ha de emprenderse una actividad muy otra del forcejeo minúsculo y de la conspiración parroquial. La intriga aldeana y las pugnas entre pequeños jefes carecerán de sentido. El Estado dispondrá de los elementos de fuerza suficientes para garantizar la estabilidad y combatir la anarquía; se habrá avanzado entonces hacia la paz y, al propio tiempo, hacia la dignificación de las actividades públicas. En favor de la unidad, viene también el necesario reconocimiento por parte de los otros Estados. Bolívar comprueba con desesperanza, que durante la guerra emancipadora sufrimos, por parte de los norteamericanos y los europeos, una indiferencia que a su juicio tiene, entre las explicaciones más valederas, la multitud de soberanías. A los ojos de los grandes países, la América hispana aparecía como una constelación de desórdenes, un amorfo conjunto de conflictos. No comprendían que era toda una nacionalidad comprometida en la obtención de su autonomía; veían varias pequeñas repúblicas empeñadas en una batalla muy desigual contra una metrópoli poderosa. Aparte de lo que esto significaba para cada uno de nuestros países, en cuanto un consumo exagerado de esfuerzos que por su desarticulación resultaban estériles, no lograba el continente hispanoamericano la consideración debida, ni la atención siquiera en sus deseos de intercambio político y económico. Si desde el principio hubiera funcionado la unidad, la liberación habría costado mucho menos en vidas, años y riquezas hasta de orden moral y social, y fácil hubiera sido también conseguir ayuda para acelerar la obra autonómica. En 1819, persistiendo Bolívar en su conocido modo de pensar, dice: La falta de unidad y consolidación, la falta de acuerdo y armonía, y sobre todo la falta de medios que producía necesariamente la separación de las repúblicas, es, repito, la causa verdadera del ningún interés que han tomado hasta ahora nuestros vecinos y los europeos en nuestra suerte. Secciones, fragmentos que, aunque de grande extensión, no tienen ni la población ni los medios, no podían inspirar ni interés ni seguridad a los que deseasen establecer relaciones con ellos , I-407. Siempre Bolívar tuvo ideas muy claras y distintas sobre estos particulares; en el documento donde asoma ya con segura claridad y amplitud la creación de Colombia fechado en 1813 explica a Mariño no solamente los peligros de fragmentar a Venezuela, sino las ventajas de promover la fundación de la célula matriz de la gran unidad hispanoamericana; las reflexiones de aquella época en pro de la intangibilidad de su patria originaria y de un pacto venezolano-granadino, son valederas para toda nuestra América: Si constituimos dos poderes independientes, uno en el Oriente y otro en el Occidente, hacemos dos naciones distintas, que por su importancia en sostener su representación de tales, y mucho más de figurar entre las otras, aparecerán ridículas.
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Apenas Venezuela unida con la Nueva Granada podría formar una nación que inspire a las otras la decorosa consideración que le es debida. ¿Y podremos pretender dividirla en dos? Nuestra seguridad y la reputación del gobierno independiente nos impone al contrario el deber de hacer un cuerpo de nación con la Nueva Granada. Este es el voto ahora de los venezolanos y granadinos, y en solicitud de esta unión tan interesante a ambas regiones, los valientes hijos de Nueva Granada han venido a libertar a Venezuela. Si unimos todo en una misma masa de nación, al paso que extinguimos el fomento de los disturbios, consolidamos más nuestras fuerzas y facilitamos la mutua cooperación de los pueblos a sostener su causa natural. Divididos, seremos más débiles, menos respetados de los enemigos y neutrales. La unión bajo un solo gobierno supremo, hará nuestras fuerzas, y nos hará formidables a todos , I-81. Mas, por si fuera poco, toda la decisiva argumentación a favor de la unidad, se apoya en el tácito y auténtico fundamento de la comunidad de intereses. Las alianzas que Bolívar preconiza descansan en ventajas para todos los socios; los países de esta América tienen importantes conveniencias económicas y espirituales que defender, y por eso necesitan fundirse en un organismo vigoroso. Ya preveía Bolívar que el desarrollo demográfico de estos pueblos los llevaría a poseer la población mayoritaria del hemisferio; por lo cual, en los asuntos del continente no tendrían por qué callar ni ceder su importancia; ninguna otra posición les incumbiría como no fuera el lugar decisivo de la vanguardia. Dentro del correcto pensamiento bolivariano, ninguna nación grande ni pequeña puede vincularse a la organización latinoamericana por la vía de una múltiple discusión bilateral con cada uno de nuestros Estados, sino entendiendo a Hispanoamérica como un bloque de energías unificadas por objetivos coincidentes, bloque dispuesto a una comprensión sinalagmática con el otro contratante. La enseñanza del testamento de Washington a su país extraordinario, sobre rehuir convenios de favor con potencias dispensadoras de prestigio y riquezas porque se debe tener presente en toda ocasión que es una locura para una nación esperar favores desinteresados de otra, y que todo cuanto una nación recibe como favor, será pagado más o menos tarde con parte de su independencia... No puede haber error más grande que la esperanza que una nación tenga en los favores de otra es la misma enseñanza que se encuentra en Bolívar alertando a sus pueblos. La unidad de Hispanoamérica, previa a la celebración de tratados equitativos y justos con los pueblos más poderosos, es indispensable, pues formado una vez el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil , I-792. Examínese el comentario que el Libertador redactó para enviar a Revenga en 1826 sobre la iniciativa de Santander respecto a una posible alianza, de la confederación hispanoamericana que debía surgir en Panamá, con Inglaterra, nación de toda su simpatía; Bolívar lo dejó en borrador y, acuciado por su dramática urgencia de la estabilidad política, necesitó variar en aquel instante su criterio. De todos modos, hay allí una muestra espontánea de sagaz visión política que todo lo analiza objetivamente, y que concluye con una advertencia de valor permanente: Por ahora me parece que nos dará una grande importancia y mucha responsabilidad la alianza de la Gran Bretaña, porque bajo su sombra podremos crecer, hacernos hombres, instruirnos y fortalecernos para presentarnos ante las naciones en el grado de civilización y de poder que son necesarios a un gran pueblo. Pero estas
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ventajas no disipan los temores de que esa poderosa nación sea en lo futuro soberana de los consejos y decisiones de la asamblea: que su voz sea la más penetrante, y que su voluntad y sus intereses sean el alma de la confederación, que no se atreverá a disgustarla por no buscar echarse encima un enemigo irresistible. Este es, en mi concepto, el mayor peligro que hay en mezclar a una nación tan fuerte con otras débiles , I-1267. No es de menos valor para su empresa de solidaridad, la satisfacción de que la ofensa o daño inferido a cualquiera de los miembros de la asociación, sean cobrados por la totalidad; nuestra América ganaría de ese modo la consideración merecida, y ello habría de inhibir a los que quisieran atacarla en cualquiera de sus componentes.
RELACION DE LOS ESFUERZOS BOLIVARIANOS La historia de los trabajos efectivos de Simón Bolívar en pro de la unidad americana empieza por marzo de 1813, cuando, tras las victorias de la Campaña Admirable que ha traído soldados neogranadinos, él quiere empezar su obra integracionista por la fusión de Venezuela con la vecina Cundinamarca. Ya en Cartagena ha escrito por primera vez, el 2 de noviembre de 1812 el vocablo Colombia, inventado por Miranda, y se ha visto cuán categórico fue su planteamiento unitario a Mariño el 16 de diciembre de 1813. Ahora, por boca de Muñoz Tébar y con inspirada brillantez, él expone el 2 de enero de 1814 las razones que recomiendan tal asociación: Si en esos siglos de ignominia, en que un Continente más poblado y más rico que la España fue la víctima de las miras pérfidas del Gabinete de Madrid; si éste pudo desde dos mil leguas de distancia, sin enormes fuerzas, mantener la América, desde el Nuevo-México hasta Magallanes, bajo su duro despotismo, ¿por qué entre la Nueva Granada y Venezuela, no podrá hacerse una sólida reunión?, y aun, ¿por qué toda la América Meridional no se reuniría bajo un gobierno único y central? Es menester que la fuerza de nuestra Nación sea capaz de resistir con suceso, las agresiones que pueda intentar la ambición europea; y este coloso de Poder, que debe oponerse a aquel otro coloso, no puede formarse, sino de la reunión de toda la América Meridional, bajo un mismo cuerpo de Nación, para que un solo Gobierno central pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin, que es el de resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente multiplicándose la mutua cooperación de todos ellos, nos elevarán a la cumbre del Poder y la prosperidad .[19] El asume la representación de todos y trabaja por todos; el reconocimiento de España debe ser para todos nuestra voz es la de la América meridional , I-653. Esa es su diplomacia frente a la antigua metrópoli. Le dirá a San Martín: Mi primer pensamiento en el campo de Carabobo, cuando vi mi patria libre, fue V.E., el Perú y su ejército libertador. V.E. debe creerme: después del bien de Colombia, nada me ocupa tanto como el éxito de las armas de V.E., tan dignas de llevar sus estandartes gloriosos donde quiera que haya esclavos que se abriguen a su sombra , I-582. En pos de beneficios para todo el continente, sale lo mejor de Venezuela. A Nueva Granada, y a las Antillas, la colaboración que generosamente brindan a la revolución de
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Bolívar se les devuelve con libertad, garantías y gratitud. En el peregrinaje bolivariano, ahora, como en las diligencias euroyanquis de Miranda anteriormente, la Patria continental es una obsesión. Manuel Palacio Fajardo y Pedro Gual, los mejores diplomáticos de entonces, actúan impulsados por iguales móviles. Palacio Fajardo entiende a la América plena y unida, y trabaja por ella compacta; en su Bosquejo de la Revolución en la América Española, suerte de libro blanco publicado en forma anónima en inglés, francés y alemán entre 1817 y 1818 hace un concienzudo análisis de historia hispanoamericana comparada. En aquel tiempo de románticas hazañas, cuando la contienda lo consume todo, unos cuantos venezolanos idealistas protagonizan con otros compatriotas latinoamericanos la aventura de la República de Florida , suceso que reafirma la vocación continental de Venezuela. A fines de junio de 1817 ocupan el puerto de Fernandina, en la isla Amelia, inmediata a la costa de la hermosa península norteamericana; allí proclaman la República de Florida, que vive apenas siete meses, y cuyo pabellón se inspira, como el de Venezuela y después el de Colombia, en la enseña que Miranda izó en Jacmel el 12 de marzo de 1806. Los patriotas esperan grandes resultados de su empeño en aquel septentrional paraje donde se reúnen -militares como Mac Gregor, Aury y Codazzi, con civiles como Roscio y Pedro Gual; este último escribe: Aquí estamos haciendo algo en beneficio de Suramérica. Este es el único y exclusivo objeto que nos une a todos. El establecimiento de una República en la Florida reclama la atención y el apoyo de todos los verdaderos amigos de Suramérica . [20] De esta manera, están los compatriotas de Bolívar, fundando en el Norte una cabecera de puente para ayudar a la Revolución, y concretamente a los patriotas de México y de toda la noble comarca centroamericana. Su energía y su prestigio, por entero, los ha de consagrar el Libertador a hacer de Colombia una realidad. Cuando las circunstancias son menos inclementes, instala el Congreso de Angostura, y por sus empeños y propuesta se dicta al fin la Ley Fundamental de la nueva República. Para Bolívar, Colombia es la garantía de la libertad de la América del Sur , II-1162, nada menos; por ello se dedica a formarla a la medida justa de semejante responsabilidad, y empieza a estructurarla como la nación más avanzada moral y políticamente de su momento. En ningún otro lugar del mundo se discurre y se batalla más por la democracia, por la justicia y la libertad, todo traducido en el reparto de las tierras a los trabajadores, la abolición de la esclavitud, la defensa de la igualdad absoluta, la educación como deber primordial del gobierno, y en un moderno y popular régimen de derecho. En ningún otro Estado se pregonan como necesidades primeras la moral y la cultura. Bolívar erige la primera nación de nuestra América en su época; primera no desde el punto de vista cronológico varias aparecen antes, tampoco en el sentido material Perú es más rica, México más poblada, Brasil más extensa, sino la primera en cuanto tiene programa, y programa de novedades, la primera nación americana con destino. A Venezuela toca comandar este primer ensayo de unidad y sabe hacerlo. Esa Venezuela no cobra honorarios ni dividendos por sus sacrificios, no aspira a tomar ni un palmo de territorio ajeno. Su empeño no envuelve la más leve sospecha de hegemonía, no pretende establecer gobiernos satélites ni ejercer influencias indebidas; le basta simplemente con realizar su personalidad histórica, cumplir su signo. La aspiración
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venezolana supera con mucho el resultado concreto obtenible, por importante y sustancial que éste pueda ser. Venezuela, en la pauta de su arquetipo, busca la gloria, sigue la libertad, apunta a la grandeza, que son metas de ese genio espiritualista, romántico y clarividente, con el cual la Patria, en esta empresa, se identifica.
LAS BASES JURIDICAS Para materializar su política de unidad, Bolívar, quien confiaba especialmente en el Derecho, sentía la necesidad de una doctrina y de los correspondientes mecanismos jurídicos; en esta esfera él se aplicó a establecer las bases. El Derecho Americano, con cuya concepción reafirma Bolívar su voluntad tenaz y sinceramente revolucionaria, es parte preciosa de su mejor obra creadora. Cada uno de los grandes sectores de lo social recibió su impacto en un esfuerzo simultáneo de construcción sincronizada de la revolución continental. En cada uno de ellos, Bolívar dijo su palabra nueva y dio el impulso inaugural para la nueva obra. El inventa un sistema que se yergue sobre bases no conocidas hasta entonces, y que persigue objetivos igualmente inéditos. Tal sistema no tiene antecedentes, ni semejantes, en las vinculaciones de las famosas alianzas europeas; por primera vez se intenta una estrecha unión de Estados no agrupados por la violencia bajo la tutela de grandes potencias, ni asociados para negocios de agresión o imperialismo. Su Derecho Americano, expresión de un anhelo común de la más sana conciencia de Latinoamérica, incompatible con cualquier sistema de hegemonías, es en todo caso instrumento defensivo, vía para la unidad suprema, y camino para orientar los esfuerzos que nuestra América aporta a la comunidad universal, al acervo cultural del hombre y a sus anhelos de porvenir. En una actitud ciertamente nueva y audaz, frente al fementido equilibrio ya decadente en Europa, el de los apetitos, el que busca la paz sobre la neutralización recíproca de ambiciones rivales, Bolívar proclama otro, el universal, ese equilibrio que pide con vehemencia la victoria del pensamiento afirmativo y nuevo. Bolívar lo nombra al recordar el deber inexcusable de trabajar por la Independencia de América, porque el equilibrio del mundo así lo exige , I-162. Desde el principio, ésta es su idea: Las lecciones de la experiencia no deben perderse para nosotros: el espectáculo que nos ofrece la Europa, inundada en sangre por restablecer un equilibrio que siempre está perturbado, debe corregir nuestra política para salvarla de aquellos sangrientos escollos. Después de ese equilibrio continental que busca la Europa donde menos parece que debía hallarse, en el seno de la guerra y de las agitaciones, hay otro equilibrio; el que importa a nosotros: el equilibrio del universo. La ambición de las naciones de Europa lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a éste, el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana . [21] A la vista salta su originalidad entusiasta y visionaria. Al revelar y proclamar la unidad hispanoamericana y al consagrarse tan decididamente a servirla, Bolívar formula y
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actualiza el principio de las nacionalidades que bastante después habría de desarrollar Mazzini y triunfaría en el viejo continente: las asociaciones políticas deben cimentarse sobre un auténtico haz de vínculos nacionales. A juicio del Libertador, la lógica es concluyente; ya recordamos: puesto que la América hispana tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse , I-172. No importa el volumen de obstáculos y dificultades, la nacionalidad hispanoamericana existe; en la guerra dio muestras inequívocas de vitalidad, nuestros pueblos a despecho de las ocasionales fricciones entre sus caudillos jamás negaron sino que rubricaron con sacrificios el pacto implícito y virtual de la identidad de causa, principios e intereses , I532. En el principio del uti possidetis juris se contiene el fundamento territorial del nuevo orden: Los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales o presidencias , I-1045. Esta declaración entraña la idea general tácita de la unidad mayor, mediante la cual el mundo colonial de España en América tiene razón para pretender la formación de un solo régimen político. Excepcional trascendencia tiene este principio, tan repetido por Bolívar y tan ajustado a su integridad ideológica. El uti possidetis expresión que, por cierto, referida a los límites interamericanos, es usada documentalmente por vez primera en 1823, por Pedro Gual logra el compromiso conjunto de evitar los conflictos por motivos fronterizos, de afirmar claramente el respectivo ámbito de las soberanías y de garantizarse recíprocamente su seguridad, negando además, para siempre, la posibilidad de establecer colonias aquí. La unidad hispanoamericana repudia la existencia de sociedades dependientes en América. Este principio, por sí solo, acredita la visión revolucionaria del Libertador. Sosteniendo el uti possidetis juris, Bolívar sostenía en apretada síntesis su más justo y categórico ideario americanista, y señalaba una vez más de manera inequívoca, cuál era el camino.
AMERICA RESPONDE El itinerario del servicio bolivariano dedicado al continente es bien expresivo. A todo alcanza la infatigable actividad del Libertador, a todo abarca y cubre su previsión unionista y justiciera. El prestigio de su nombre, más de una vez, hace el prodigio de la adhesión a sus ideales y a la causa americana por la cual él combate con tanto denuedo. En la capital del Istmo se reúnen los panameños en junta general de todas sus corporaciones el 28 de noviembre de 1821 y declaran la libertad e independencia de su Patria. Perciben sin embargo que innúmeros peligros acechan a la pequeña nación, y a través de la gloria de Bolívar, que es un amparo real, encuentran la vía cierta: la calificada representación del pueblo centrada en el Cabildo de Panamá, promotor de la Junta interpreta y ejecuta el sentimiento de todos, decreta que el territorio de las provincias del Istmo pertenece al Estado republicano de Colombia, a cuyo Congreso irá a representarle oportunamente su diputado , B. y A. VIII-221. Ante el acontecimiento, Bolívar no pudo contener su satisfacción y, aun sin recibir el informe oficial, se aprestó a
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manifestar con su proverbial sinceridad: No me es posible expresar el sentimiento de gozo y admiración que he experimentado al saber que Panamá, el centro del Universo, es regenerada por sí misma, y libre por su propia virtud. La Acta de Independencia de Panamá, es el monumento más glorioso que puede ofrecer a la historia ninguna provincia americana , I-626. El Caribe también dice presente. En las Antillas, por donde Bolívar paseara sus penas de exiliado, su constancia y su esperanza, encuentra eco su hazaña de romper un orden caduco y edificar el sistema del porvenir. Cuando en Santo Domingo el licenciado José Núñez de Cáceres Auditor de Guerra declárase Presidente del Estado Independiente de Haití Español (1º de diciembre de 1821), se prescribe en el Acta Constitutiva del Gobierno: la alianza y federación con Colombia, para formar con esa porción insular uno de los Estados de la unión colombiana. Aunque Boyer asesta duro golpe a esta ilusión, pues realiza en seguida la fusión de las dos mitades de la isla, buscará a su vez en 1824, ya con el carácter de Presidente de todo Haití, aproximarse diplomáticamente a Colombia. La cuarta parte de su vida pública tiene que dedicar Bolívar a las patrias meridionales. Ese fue sin duda su mayor sacrificio -de trágica y exacta veracidad resultaron sus palabras: este sacrificio es más grande que todo lo que he hecho en mi vida . I-935. Para el hombre solo que él era, no había escapatoria en el dilema: Si yo me voy al Norte se pierde, el Sur, y si yo me quedo en el Sur se pierde el Norte , I-933. La ausencia suya de la escena colombiana le acarrea la pérdida de quizá la mejor parte de su obra: Colombia se extravía y desmorona, el poder se le escapa, oligarquía y caudillismo en connivencia se entronizan, y a los impulsos revolucionarios y democráticos los transmutan paulatinamente en orientaciones reaccionarias. Creía Bolívar que el peligro para la revolución y para Colombia estaba principalmente en el Sur, de allí que considerara perentorio quebrar la resistencia española en el Perú, su más firme bastión; únicamente así podría estabilizarse la Independencia en el Norte. Esta parte última de la intuición bolivariana era correcta: una colusión de aristócratas peruanos y jerarcas españoles obstaculizó reiteradamente la causa popular en esas tierras; el Callao iba a ser el postrer dominio continental de las fuerzas de la Corona. Simón Bolívar sale a la Campaña del Sur con tropas de Venezuela y Nueva Granada; lo secunda Sucre, llamado a la gloria máxima en Ayacucho. Es arduo el afán; se diría que hasta las inmensas moles andinas parecieran confabularse contra la libertad, mas la tenacidad patriota supera todos los obstáculos y la victoria corona sus desvelos. En mayo de 1822, el triunfo de Pichincha abre las puertas de Colombia a los pueblos de la Audiencia de Quito. Al encomendar a Sucre este delicado encargo militar y diplomático, el Libertador ha sido bien preciso mandándole asegurar a los ecuatorianos que no es una sujeción lo que se intenta, sino la formación de un gran todo, compuesto por partes completamente iguales . Dispone Bolívar que el idóneo negociador procure convencer de las ventajas generales que resultan a la República de la reunión de aquel Departamento; las ventajas particulares que resultan a éste de pertenecer a una gran República que asegure, proteja y defienda su existencia, sin ofender por esto sus
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derechos y representación política .[22] Se reactualizan los nexos prehispánicos entre las tierras de los quitus y los caracas. El de Guayaquil es un caso aparte. Provincia independiente a partir de 1820, aunque incluida dentro de la Presidencia de Quito desde ciento veinte años atrás, Guayaquil es cortejada por Perú y por Colombia; se decide por ésta, y Bolívar, quien llega a la ciudad el 13 de julio de 1822, la pone bajo su protección. Allí, el 26 tiene lugar la entrevista en la cual se entienden los dos grandes conductores de la guerra: Bolívar y San Martín. Intereses mezquinos, de diversa índole, han tejido sobre esta entrevista las más peregrinas y caprichosas interpretaciones. En desmedro del uno o del otro protagonista se han forjado leyendas insostenibles a la altura presente de los conocimientos históricos. Un investigador probo y docto, el argentino don Enrique de Gandía, ha resumido el esclarecimiento de esta importante reunión de los dos grandes capitanes de América: San Martín no se dirigió a la bella ciudad del Pacífico para incorporarla al Perú. Siempre sostuvo, en gran número de documentos, que Guayaquil debía decidir por sí misma su destino. Por ello, cuando se enteró de que Bolívar la había anexado a Colombia y perdió las esperanzas de que pudiera anexarse al Perú, lo lamentó en cierto modo; pero no hizo una cuestión de ese asunto que, para él, era secundario frente al motivo fundamental que lo llevó a Guayaquil. San Martín fue a Guayaquil, para tratar con Bolívar la unión de los ejércitos de Perú y de Colombia a fin de terminar cuanto antes la guerra contra España. La renuncia de San Martín no fue renuncia, no se debió al fracaso de Guayaquil ni, mucho menos, a ninguna ambición de Bolívar. San Martín estaba decididísimo, desde que asumió el mando en Lima, a no gobernar más de un año, y cuatro meses antes de partir para Guayaquil, convino los detalles de su renuncia o retiro, la forma en que lo haría, con su Ministro de Estado y Relaciones Exteriores, García del Río .[23] Al regresar de la entrevista, San Martín proclama ante los peruanos: Tuve la satisfacción de abrazar al héroe del sur de América. Fue uno de los días más felices de mi vida. El Libertador de Colombia auxilia al Perú con tres de sus bravos batallones. Tributemos todo un reconocimiento eterno al inmortal Bolívar . Este, por su lado, destaca los puntos resaltantes del entendimiento con el Protector: eterna amistad entre sus naciones, arreglo limítrofe, federación completa, mancomunidad diplomática frente a España y la coincidencia en el gran tema de América: primordialmente San Martín desea que todo marche bajo el aspecto de la unión, porque conoce que no puede haber paz y tranquilidad sin ella , I-662. En nota a Sucre se enfatiza sobre el asunto que interesa a la posteridad: El Protector aplaudió altamente la Federación de los Estados Americanos como la base esencial de nuestra existencia política , I-660. La entrevista logró lo que de ella, ambos contertulios, esperaban. Ni intransigencia ni obstrucción. Horizontes abiertos hacia la misma meta superior de la unidad en la libertad. No cabía en el registro espiritual de aquellos paladines ningún sentimiento que no fuera grande. Ante la historia, Bolívar y San Martín son los camaradas a los cuales el destino encargó la ciclópea tarea de libertar un mundo. Amigo le llamo a Ud. -dice Bolívar al ínclito San Martín y este nombre será el solo que debe quedarnos por la vida, porque la amistad es el único vínculo que corresponde a hermanos de armas, de empresa y de
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opinión , I-654. El héroe de Yapeyú responde: Defensores de una misma patria, consagrados a una misma causa y uniformes en nuestros sentimientos por la libertad del Nuevo Mundo . Amigo querido; que el acierto y la felicidad no se separen jamás de V., éstos son los votos de su invariable J. de San Martín .[24] La efigie del venezolano, pintada por la hija del glorioso argentino, acompañará la agonía de éste, en tierras de Francia, por 1850. Sobre Bolívar recaen más pesadas responsabilidades. Otro gran rioplatense ha escrito en frase lapidaria: Antes de Pichincha, Bolívar triunfante en el norte, era el más fuerte; después de Pichincha era el árbitro y podía dictar sus condiciones de auxilio al sud .[25] Bolívar sigue a su apogeo por la escala de penas, satisfacciones, expectativas y dolores. San Martín se retira como lo había previsto. El 31 de julio, Guayaquil declara solemnemente su incorporación a Colombia. De este modo son cinco los considerables soportes colombianos: Venezuela, Nueva Granada, Panamá, Quito y Guayaquil. Por ese entonces, Colombia acomete cinco empresas diplomáticas, todas con instrucciones del Libertador y seguidas, muy de cerca, por él. Joaquín Mosquera va al Perú, Chile y Buenos Aires, Miguel Santa María es enviado a México, y Bernardo Monteagudo a Centroamérica. El primero suscribe en 1822 con los gobiernos peruano y chileno Tratados de Unión, Liga y Confederación, que corresponden al genuino bolivarismo. El tercero firma con México, en 1823, instrumento análogo a aquellos dos. Monteagudo en 1824 cumple en Guatemala una útil labor preparatoria de la asistencia al Congreso de Panamá. Sólo fracasa, relativamente, la misión de Mosquera ante el gobierno de Rivadavia. En esta ofensiva diplomática perseguía Bolívar bastante más que entendimientos bilaterales de Colombia con las otras naciones hermanas. Ya él estaba decidido en su programa de integración continental, y con estas misiones daba un primer paso, pero un gran paso de gran alcance hacia aquella meta superior. Era idea central y común en todos y cada uno de estos convenios el comprometer a los países para interponer sus buenos oficios con los demás de la América hispana a fin de llegar al pacto de unión, liga y confederación perpetua de todos. El Perú fue particularmente acogedor con Bolívar; los plenos poderes de esa importante nación fueron depositados en las manos del caraqueño, al cual se tributaron los más halagüeños honores. El Congreso Constituyente del Perú, por ley del 12 de febrero de 1825, reconoce a Simón Bolívar como su Libertador y le acuerda premios varios.
SAN MARTIN COINCIDENTE La ideología del ilustre libertador del Sur, José de San Martín, en cuanto a lo interamericano es de total identificación con el carácter integracionista de Simón Bolívar. En San Martín su vida pública empieza bajo el signo de esa convicción. Él sirvió por veinte años hasta 1811 en el ejército español, en la metrópoli, a donde su familia lo había trasladado en su infancia. Buena era su posición en la península, pero supo de la
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revolución en su país, y no vaciló: al abandonar mi fortuna y mis esperanzas dice, sólo sentía no tener más que sacrificar al deseo de contribuir a la libertad de mi patria; llegué a Buenos Aires a principios de 1812 y desde entonces me consagré a la causa de América . Incluso habla de la sagrada causa de la América , la causa santa de América que era esa de la independencia plena . Sus empresas militares no tuvieron otro objeto. La batalla de Maipú, afianzaba la libertad de América . Se negó a inmiscuirse en las contiendas fratricidas, pues sólo desenvainaría su espada contra los enemigos de la independencia de Sud América . La patria es para él una real y grande pluralidad de pueblos. Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestras disensiones me llena de amargura. Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón . Para marzo de 1821 escribiría a Santander encargado del poder en Colombia: Anhelo entablar las más estrictas relaciones y dar a nuestros nativos recursos un punto de contacto que aumenté su poder por la unidad del impulso que reciban, porque hallándose pendiente de ambos los grandes intereses que agitan la presente generación, es un deber suplir por la combinación las medidas que retardan inevitablemente tiempo y distancia . Cuando a San Martín le toque declinar el ejercicio del Protectorado del Perú, manifestará: Yo no tengo la libertad sino para elegir los medios de contribuir a la perfección de esta grande obra, porque tiempo ha que no me pertenezco a mí mismo, sino a la causa del continente americano . En comunicación suya al Virrey La Serna, hizo San Martín una preciosa afirmación que alargaba más aún la vastedad cordial de su criterio político: los liberales del mundo son hermanos en todas partes . Y al año siguiente, de su corazón y de su pluma salió su declaración rotunda: Mi país es toda la América
DIPLOMACIA SOBRE DERECHO Debemos recalcar que es inconfundible el signo de la obra diplomática bolivariana. El Libertador buscaba sustentar la diplomacia en el derecho antes que en la política. Afirmativa es la herencia doctrinaria que él deja, a la América y a la humanidad, para edificar un sistema regional y universal de paz y de justicia. El Derecho Internacional Público de Bolívar se cimenta sobre la dignidad, el respeto y la paz. Primero es la exaltación de la personalidad del Estado. Honrar los compromisos internacionales, cumplir la palabra empeñada. De allí su devoción por la deuda nacional, y su recomendación solemne a los legisladores: La deuda nacional es el depósito de la fe, del honor, y de la gratitud de Venezuela. Respetadla como el Arca Santa, que encierra no tanto los derechos de nuestros bienhechores, cuanto la gloria de nuestra fidelidad. Perezcamos primero que quebrantar un empeño que ha salvado la Patria y la vida de sus hijos , II-1154. En ninguno de los políticos americanos de la época se sorprende, al respecto, una temática tan constante. El buen nombre y crédito internacionales constituyen el mayor patrimonio de un pueblo. Por ello, él sugiere una especie de cordón sanitario contra el miembro de la comunidad mundial que falte a sus compromisos. Las relaciones entre los Estados no pueden tener fundamentación más
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cierta que el sometimiento voluntario al querer colectivo, y la autolimitación de su libre actividad en cuanto es materia pactada. Si falta la base de la buena fe, la asociación se desquicia; por eso es grave crimen burlar los tratados. La nación que infringe una capitulación solemne, incurre en la proscripción universal. Toda comunicación, toda relación con ella, debe romperse: ha conspirado a destruir los vínculos políticos del Universo, y el Universo debe conspirar a destruirla , II-1021. El recíproco reconocimiento de las autonomías nacionales, es también de la pura doctrina bolivariana. De allí que el método sea, para él, alcanzar la unión por el camino del interés mutuo de los pueblos antes que por la imposición forzosa. Miranda en sus proyectos concede poca importancia a la decisión de las colectividades americanas, por suponer que tal decisión es obviamente favorable a la unidad cuyas ventajas son harto evidentes. Bolívar, militar vencedor con prestigio continental efectivo, hubiera podido establecer por su voluntad, en buena parte de América, una unión como la que deseaba, pero su vocación democrática y respetuosa de las naciones, y la propia dinámica de la Revolución le señalan otro camino: la consulta a la opinión popular; esperar la constitución de los diversos Estados, para que éstos nombren sus representantes a una libre asamblea donde se debatan de modo franco y sin apremio estos asuntos. Semejante respeto a los Estados es compatible con cierto intervencionismo en casos máximos de defensa de la unidad continental o de los principios cardinales de ésta. En la concepción bolivariana hay una escala de prelación donde la existencia misma, la justicia, la libertad y la democracia ocupan el más alto sitio. La existencia es el primer bien, y el segundo es el modo de existir , II-1120. En interés de tan eminentes fines se autoriza la derogatoria temporal, cuando sea ineludible, de cualquier compromiso de menor trascendencia que en un momento dado pueda ser esgrimido con intención manifiestamente adversa en perjuicio de lo mayor. Yo creo le decía a Santander que nosotros debemos imitar a la Santa Alianza en todo lo que es relativo a seguridad política. La diferencia no debe ser otra que la de los principios de justicia. En Europa todo se hace por la tiranía, acá es por la libertad. Para elevarnos a la altura correspondiente y capaz de sostener la lucha, no podemos menos que adoptar medidas iguales , I-1048. En la misma ocasión sostiene: El enemigo no tiene fronteras, ni es país extranjero el que ocupa el enemigo , I-1051. Esa es su norma de 1825. Antes, cuando emprendía la Campaña del Sur, le ha dicho al mismo Santander: Ud. me repite que debemos cuidar de preferencia nuestra casa antes que la ajena; esto no merece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena sino muy propia , I-689. El repudio a la guerra como medio de resolver disputas, es otro gran principio del Derecho Internacional bolivariano. El ideario del Libertador es sinceramente pacifista; recoge así el imperativo del continente cuyas máximas tareas tienen perfiles domésticos: la conquista de su propia naturaleza física, su desarrollo económico, su perfeccionamiento social, moral e intelectual. Es insistente Bolívar en su rechazo a la guerra por la guerra misma; la acepta y la realiza como medio para obtener metas trascendentes. La proclamación de la neutralidad perpetua y del arbitraje obligatorio conllevan a la paz como requisito esencial de la vida de los pueblos. Aunque pudiera parecer paradójico, al bosquejar su aspiración de armonía, Bolívar llega a concebir que el ejército en práctica y ejercicio de madurez sea el primer factor de la paz. Siempre es
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grande, siempre es noble, siempre es justo conspirar contra la tiranía, contra la usurpación y contra una guerra desoladora e inicua , I-492. A sus compañeros militares les diría en 1823: Todos los ejércitos del mundo se han armado por los reyes, por los hombres poderosos: armaos vosotros, los primeros, por !as leyes, por los principios, por los débiles, por los justos. Armad siempre en vuestros fusiles al lado de las bayonetas, las leyes de la libertad y seréis invencibles , II-1193. La integración que Bolívar motorizaba debía desembocar en una ciudadanía común hispanoamericana, propia y correspondiente de una homogeneidad, política y social, de repúblicas identificadas sobre una misma sustancia cultural, sobre principios políticos democráticos y sobre un irreductible antiesclavismo.
ECOS EN LAS NACIONES La historia ha documentado de manera suficiente la relación de Bolívar con las distintas comunidades del continente. Por Centroamérica, por las islas de Cuba y Puerto Rico, por las naciones del Sur, por todas partes, el eco de la fama del Libertador ha dejado el respectivo monumento de un recuerdo sustantivo. En Costa Rica halla Colombia admiración y simpatía. El ilustre pensador y pedagogo don Rafael Francisco Osejo nicaragüense, residente en Cartago es el campeón allá del republicanismo bolivariano. Para febrero de 1823 sugiere la unión de Costa Rica con Colombia, como medio de evitar la incorporación al imperio mexicano. Osejo escribe al Libertador cuando éste viaja por Ecuador hacia el sur. En entusiastas manifestaciones populares en San José, Aserrí, Tres Ríos, Ujarrás, Cartago, Curridabat, Escazú, Pacaca y Alajuela prácticamente todas las poblaciones del Valle Central costarricense, con excepción de Heredia se aclama al gobierno federativo con Colombia. Las deficientes comunicaciones y sobre todo el gigantesco problema de la no resuelta libertad del Sur, vulnerable talón de Colombia, no permiten al instante la debida atención al importante planteamiento, I-735. Colombia en todo caso es el nombre protector que moviliza al pueblo, guiado por el meritorio Bachiller Osejo, para la verdadera independencia de Costa Rica. En Cuba, por ese tiempo, la epopeya del Libertador alienta un movimiento conspirativo, distinguido justamente con el nombre de Los Soles y Rayos de Bolívar . En la mente de Sucre había nacido desde 1824 la idea de libertar a Cuba y Puerto Rico, utilizando las tropas disponibles después de la victoria de Ayacucho. La carencia de medios prácticos inmediatos, y en importante medida las implicaciones de la política norteamericana y europea en el Caribe, obligan a Bolívar a posponer la acción enérgica que él ha considerado por la libertad de las islas mayores, donde comunidades de nuestra propia estirpe aspiran a la misma libertad que el continente refiriéndose a cubanos y portorriqueños, Bolívar preguntaba en la Carta de Jamaica: ¿No son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar? , I-162. La idea no desaparece de la mente del Libertador. En Lima lo visitan fugitivos de Los Soles y Rayos José Agustín Arango, cubano, Antonio Valero, portorriqueño. Desde la bella y virreinal ciudad recuerda Bolívar en 1826-a sus agentes en Panamá, Gual y Briceño Méndez, su
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proyecto para ser realizado conjuntamente con Guatemala y México: Este plan se fundará: lº defender cualquiera parte de nuestras costas que sea atacada por los españoles o nuestros enemigos; 2º expedicionar contra La Habana y Puerto Rico; 3º marchar a España con mayores fuerzas, después de la toma de Puerto Rico y Cuba, si para entonces no quisieren la paz los españoles , I-142l. [26] Hora singular aquella de las convergencias. La misma holgura con que Bolívar transita por el inmenso panorama de la estrategia continental involucrando a distintas naciones nuestras, de México y Guatemala al Perú y Bolivia, en la libertad de Cuba y Puerto Rico, esplende en el pensamiento de O’Higgins. Así cuando San Martín se crece en el servicio americano y Bolívar se bate por idéntico objetivo, el gran chileno se acerca al hijo de Caracas y le propone la mancomunidad que está en el ánimo de todos ellos: La causa que defiende Chile es la misma en que se hallan comprometidos Buenos Aires, la Nueva Granada, México y Venezuela; es la de todo el continente de Colombia. Las armas de Chile y Buenos Aires pronto darán libertad al Perú, y la escuadra chilena puede franquear las comunicaciones con Nueva Granada y Venezuela por el Chocó y Panamá, y ayudar a los patriotas de esos países . El propio O'Higgins diría luego a los peruanos: Ha llegado el día de la Libertad de América, y desde el Mississippi hasta el Cabo de Hornos, en una zona que casi ocupa la mitad de la tierra se proclama la independencia del nuevo mundo . Bajo el mando experto de Sucre, los hombres de Bolívar completan la limpieza del Sur. El Perú, liberado por la acción de Ayacucho, ocupa su puesto en el concierto de los pueblos independientes; sobre sus estructuras sociales y económicas, la presencia venezolana es todo un fecundo impacto, todavía hoy de segura resonancia. El bravo y talentoso Mariscal de Ayacucho, por propia iniciativa, y en un acto de penetrante lucidez política, promueve y logra la creación de Bolivia, llamada a ser la Colombia sureña. También allí se tratará de la justa distribución de las tierras, de la abolición de la esclavitud y la servidumbre, de reformas en la educación, del imperio del derecho y la virtud. En la hora estelar de Bolívar, hasta la altiplanicie boliviana suben los plenipotenciarios del Río de la Plata, general Carlos de Alvear y doctor Miguel Díaz Vélez, quienes invitan al Libertador a pasar a Argentina para, unidos, combatir al imperio de Pedro I. El Uruguay sería el beneficiado con este acuerdo.[27] A Bolívar ofrecen los diplomáticos porteños el protectorado de la América , I-1189, vale decir, la inmensa gloria de cuidar la libertad del continente. Jamás él había recibido halago semejante. En la tierra de San Martín, el prestigio bolivariano es muy grande. Aunque Rivadavia tiene recelos del programa confederativo de Bolívar y por eso frustra, parcialmente, la misión de Mosquera suscribiendo con éste, no el tratado que Colombia propone al estilo de los convenidos con Perú y con Chile, sino uno de Amistad y Alianza presentado por él personalmente (mayo de 1823), la verdad es que entre los partidarios de Bolívar se encuentran allá los más calificados próceres: Pueyrredón, Necochea, Monteagudo, Alvear, Guido, Alvarado, y por sobre todos Manuel Dorrego y el deán Gregorio Funes. Dispuesto siempre a la lucha contra la opresión, cualquiera sea su tipo, el Libertador acaricia la idea de redimir al heroico Paraguay. Ahí el régimen de Rodríguez Francia ha
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cerrado el país e instaurado una abominable tiranía, la cual, pese a todo, contribuye a salvar la gallarda nacionalidad guaraní de la voracidad de sus poderosos vecinos. Por entonces, prácticamente no hay un solo lugar de América que no sea sensible a la fama de Bolívar, a su actividad o a sus planes. A todos los comprende en su afecto continentalista. A la América Central, que él quiere ver formando una sólida asociación, la enaltece con vaticinios de elogio y optimismo: Esta magnífica posición entre los dos grandes mares, podrá ser con el tiempo el emporio del universo, sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio! . I-171. Guatemala, forma de nombrar entonces a esa patria más Costa Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua, le mereció en 1824, expresiones de acendrado cariño: Yo espero que el tiempo podrá concederme amplio campo para extender mis servicios a Guatemala hasta los límites de mis deseos , I-984. En el Brasil, los adversarios del emperador Don Pedro I, especialmente los patriotas de Pernambuco, esperan a Bolívar en 1825 para la campaña que cristalizaría el sueño republicano de ellos. A él se acercan los exiliados, restos vencidos de la revolución popular de marzo de 1817 en Recife. José Ignacio de Abreu y Lima, hijo de uno de los mártires de ese movimiento que proclamó en el Nordeste brasileño la república y la independencia segunda era da liberdade pernambucana , es un excelente nexo histórico; él se bate con valentía por la libertad colombiana. No obstante el triunfo del régimen monárquico en el colosal país vecino, y pese a la sabia evolución que dirige el civilizador y moderado José Bonifacio de Andrade e Silva desde 1822, en los descontentos brasileños pervive la ilusión de su República y el modelo afamado es Colombia.
EL CONGRESO ANFICTIONICO En esta hoja de servicios bolivarianos a la unidad de nuestra América, el punto cumbre lo marca el Congreso de Panamá. Esta idea del magno encuentro en el Ystmo, aparece documentada en Miranda desde 1809 un espía de la corte española transmite lo que escuchó en Londres al propio Precursor: que su plan estaba aprobado, que es el de la independencia de la América, y dice realizarse, según Miranda, para enero o febrero próximo, que conceptúan subyugada la España por los franceses, y deben concurrir Diputados de todas las Provincias a Panamá y allí elegir sus Gobiernos respectivos . Especial precisión puso el Libertador sobre el alcance territorial-político de la unión que él auspiciaba: al respecto, las falsificaciones y vaguedades de algunos historiógrafos carecen de fundamento. En la convocatoria suscrita en Lima en 1824, y dirigida a los gobiernos de las repúblicas de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala, él reafirma tres veces su idea capital: Es tiempo ya de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las repúblicas americanas, antes colonias españolas, tengan una
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base fundamental que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos. Tan respetable autoridad no puede existir sino en una asamblea de plenipotenciarios, nombrados por cada una de nuestras repúblicas, y reunidos bajo los auspicios de la victoria obtenida por nuestras armas contra el poder español. El Gobierno del Perú [y el de Colombia quedaron comprometidos] a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de América, antes española, para que entrando todos en el mismo pacto, se verificase la reunión de la asamblea general de los confederados , I-1013. Por motivos geográficos, Bolívar elige el Istmo, comparándolo al de Corinto de los griegos; mira a Panamá en el centro del globo, casi equidistante de Asia, de Africa y de Europa, y a igual distancia de los polos. La institución central de la unión es el Congreso. Dentro del cuadro de funciones supremas que Bolívar le atribuye, se destacan dos de un alcance juspolítico particular: lº La unificación de la conducta americana respecto a lo exterior, esto es, servir como centro coordinador de la defensa común, y 2º Ser órgano de conciliación y entendimiento de nuestras naciones. El Congreso de Panamá a su juicio debía ser el arbitrador de nuestras diferencias, la más calificada instancia para dictaminar sobre el sentido justo de nuestros tratados públicos y de las diferentes aspiraciones que de ellos se derivaran. En suma, el Congreso sería el órgano por excelencia de la paz y armonía continentales; desde Panamá se irradiaría a todo el universo el ideal pacifista característico de nuestra América. En Panamá quería Bolívar que se debatieran los grandes asuntos del Nuevo Mundo, que se formularan las leyes supranacionales y se orientaran todos los esfuerzos en pos de un ideal forjado por la presencia de todos. Para el futuro, allí nuestra América advertiría su unidad esencial; allí debía cumplirse su voto de 1822: El gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto las tablas de sus leyes tiránicas y fundado instituciones legítimas: mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de Repúblicas , I-619. La palabra profética y poética de Bolívar no conoce límites cuando toca estas alturas: La imaginación no puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso, que semejante al Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad? , I-619. Bolívar salta épocas y forja ensueños: Cuando, después de cien siglos, la posteridad busque el origen de nuestro derecho público y recuerde los pactos que consolidaron su destino, registrara con respeto los protocolos del Istmo. En él encontrará el plan de las primeras alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo. ¿Qué será entonces el Istmo de Corinto comparado con el de Panamá? , I1014. El quería que el Congreso fuera permanente, con periódicas reuniones con órganos de fuerza propios -ejército y flota confederales. El mismo carácter de permanencia tendrían los órganos institucionales complementarios, todos de alcance supranacional y establecidos en una sede precisa y fija. Desde allí iba a promoverse el acercamiento cada vez más íntimo entre nuestros países.
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Esa liga que Bolívar deseaba perpetua, y que debía ser pura y exclusivamente hispanoamericana, contenía, conforme a la idea de su creador, bases muy ciertas para el desarrollo económico. Estaba contemplado en los convenios, que los países del sistema se darían entre sí un trato de comercio preferencial. De esa manera llegaría a cristalizar la previsión tan certera como adelantada de Andrés Bello quien, desde 1810, indicaba a la Junta Suprema de Caracas: Lo que en mi opinión importa sobre todo es una íntima confederación entre los pueblos que ya han sacudido las antiguas cadenas, hacer causa común, entenderse con frecuencia, y nunca formar convenciones separadas .[28] En 1811, el sabio humanista había insistido, una vez más, sobre la necesidad que hay de abrir y estrechar comunicaciones entre todos los pueblos. Comprometerse a no entrar en convenios separados, y uniformar un plan ostensible de política, deben en nuestro concepto ser los objetos preliminares de la asociación. Siempre es de desear que pues los derechos y los intereses son idénticos, las declaraciones y la conducta pública sean uniformes . [29] En Chile, andando el tiempo, la cláusula de la nación más favorecida se llamaría cláusula Bello . La preocupación del gran polígrafo coincidiría con el empeño muy claro en Bolívar sobre esa unión que debía ser estrecha y total, y donde las partes no podrían contraer alianzas con países de fuera del sistema sin el previo asentimiento del conjunto. El de Panamá era el primer caso en los anales del mundo, y hasta ahora el único, de varias naciones autónomas y democráticas, invitadas a deliberar, sin presión ni apremio, sobre una agenda específica con miras al acercamiento y a las mutuas conveniencias generales. Colombia, la promotora del encuentro, no abrigaba propósitos hegemónicos.
LA HERMANDAD AMERICANA Simón Bolívar, como jefe de Estado en la más prestigiosa de las repúblicas americanas, y como conductor afamado de la guerra de liberación continental, no tuvo nunca ambiciones de poder sino de gloria, y de gloria muy bien definida: ser grande y ser útil , no mandar sino ejercitar grandes virtudes . En su política de todos los días, el romántico idealista que él era, usa conceptos un tanto ajenos al léxico ortodoxo del Derecho Público: tal su idea cristiana y humana de la hermandad , y su constante repetición en el llamado de hermanos para todos y cada uno de los distintos pueblos del Nuevo Mundo. A las patrias del continente las mira como hijas de América y de su tiempo, vástagos de la humanidad, ligadas por los nexos de la hermandad más sincera. La serie cronológica de la reiteración fraternalista es bien expresiva. A partir de 1812 se amplían de modo progresivo, con segura firmeza, sus conceptos al respecto. A fines de ese año, que fue crítico para el inicio de la Independencia venezolana, despunta por primera vez la idea, en la exposición dirigida al Congreso de la Nueva Granada: Caracas, cuna de la Independencia Colombiana, debe merecer su redención como otra Jerusalén, a nuevas cruzadas de fieles republicanos y estos republicanos no pueden ser otros que los que tocando tan inmediatamente los tormentos que sufren las víctimas de Venezuela se penetrarán del sublime entusiasmo de ser los libertadores de sus hermanos cautivos , II-998. Por esos mismos días -exactamente el 2 de noviembre ha
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estrenado Bolívar, por escrito, el vocablo Colombia , II-995, ahora repetido en el Manifiesto de Cartagena, donde vuelve a hablar del árbol de la libertad de Colombia , II1005, y pide a los neogranadinos no ser insensibles a los lamentos de vuestros hermanos , I-1006. Un par de años más tarde, cuando la adversidad lo regresa a Cundinamarca, declarará por cierto, en la famosa proclama de Pamplona, donde afirma alto: Para nosotros la Patria es la América : Yo no soy más que un soldado que vengo a ofrecer mis servicios a esta nación hermana , II-1072. En 1818, desde Angostura, llama entusiasmado y agradecido a los granadinos: Reunid vuestros esfuerzos a los -de vuestros hermanos. Venezuela conmigo marcha a libertaros, como vosotros conmigo en los años pasados libertasteis a Venezuela , II-1124. Tras la turbulencia de muy graves querellas, en 1826, son palabras de amnistía y concordia las que dirige a todos los colombianos en el momento de reintegrarse al suelo patrio: Os ofrezco de nuevo mis servicios, servicios de un hermano. Yo no he querido saber quién ha faltado; no he olvidado jamás que sois mis hermanos de sangre y mis compañeros de armas. Os llevo un ósculo común, y dos brazos para uniros en mi seno: en él entrarán, hasta el profundo de mi corazón, granadinos y venezolanos, justos e injustos: todos del ejército libertador, todos ciudadanos de la gran república , II-1232. En 1820 el 2 de mayo envía Bolívar al gobierno de Chile la Constitución acá en vigor, para que sepa el pueblo chileno por qué sistema se rigen sus hermanos de Colombia , XII-l91. El Libertador siempre tiene a O'Higgins en muy elevada estima; es justo por ello que la amistad y simpatía, y la conciencia del origen común que a todos nos funde fraternalmente, lo muevan a escribir en agosto de 1821 al notable prócer chileno, sobre reunir los ejércitos de Colombia con los de Chile , ocasión en la cual agrega que donde quiera que estos hermanos de armas [realicen su primer encuentro] allí nacerá una fuente de libertad para todos los ángulos de América , I-584. Idéntico espíritu se patentiza en la elocuente nota al Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, suscrita por Bolívar en Tunja el 4 de febrero de 1821: Mi objeto se limita a garantizar a V.E. sobre la conducta de Colombia en esta ocasión, presentándola a la consideración de V.E. y del heroico pueblo que dignamente rige, en testimonio de la pureza de los sentimientos de unión y amistad con que deseo ver estrechadas nuestras relaciones, no como entre dos pueblos distintos, sino como entre dos hermanos que mutuamente se sostienen, protegen y defienden , I-533. Al ilustre Libertador don José de San Martín no tarda él en ratificarle el mismo sentimiento ya antes citado: hermanos de armas, de empresas y de opinión , I-654. A los Plenipotenciarios Alvear y Díaz Vélez díjoles complacido y ponderando con exactitud cada palabra: El pueblo argentino debe contar siempre con que nuestro corazón no se apartará jamás de su futura suerte; que nuestro más vivo interés y nuestro más cordial afecto serán por aquel pueblo que empezó simultáneamente con nosotros la hermosa carrera de la libertad , II-1213. Con cariño hondo, igualmente cordial y conmovido, cubre a los compatriotas del magnánimo Petion. El Libertador jamás olvida a Haití; con sinceridad dice al Presidente Boyer en 1818: Deseo ardientemente que Venezuela sea libre, con el fin de poder
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establecer relaciones más frecuentes con los valientes haitianos, y poder manifestarles los sentimientos fraternales y amistosos de los venezolanos hacia ellos, y los míos en particular , XII-98. Similar actitud él expresa para los entrañables ecuatorianos. Al dirigirse al Sur, -en su cruzada redentora que lo lleva al Potosí, expone al Congreso su propósito de marchar sin demora a las extremidades de Colombia a romper las cadenas de los hijos del Ecuador, a convidarlos con Colombia, después de hacerlos libres. Espero que me autoricéis para unir con los vínculos de la beneficencia a los pueblos que la naturaleza y el cielo nos han dado por hermanos . II-1178. Era el 3 de octubre de 1821. Una semana después, el mismo sentimiento que comentamos es ratificado, en toda su amplitud, para los mexicanos: Que Colombia y México se presenten al mundo asidas de la mano, y aún más por el corazón. En la desgracia la suerte nos unió, el valor nos ha unido en los designios, y la naturaleza nos dio un mismo ser para que fuésemos hermanos , I-598. A esa grande y fuerte nación mexicana, un lustro después, Bolívar se complace en llamarla nuevamente: Una república aliada, confederada y hermana de Colombia , II-1233. En 1828, la idea es la misma, XII-354. En las instrucciones que transmite el Canciller Gual a los diplomáticos colombianos Santa María y Mosquera, a finales de 1821, se halla otra vez la idea fraternalista con las mismas palabras de Bolívar: la confederación, por la cual ellos abogarían -en el curso de sus gestiones por el Norte y el Sur, no debe formarse simplemente sobre los principios de una alianza ordinaria para ofensa y defensa: debe ser mucho más estrecha que la que se ha formado últimamente en Europa contra la libertad de los pueblos. Es necesario que la nuestra sea una sociedad de naciones hermanas, separadas por ahora y en ejercicio de su soberanía por el curso de los acontecimientos humanos, pero unidas, fuertes y poderosas para sostenerse contra las agresiones del poder extranjero . [30] También el Perú ganó el expreso tratamiento fraterno; a esa patria tan cara al amor de Bolívar, la considera él en 1825 que puede formar una excelente hermana de Colombia , I-1051. Dirigiéndose al presidente Unanúe, casi le reproduce textualmente aquellas expresiones para la Argentina de 1821: Nuestras repúblicas se ligarán de tal modo, que no parezcan en calidad de naciones, sino de hermanas, unidas por todos los vínculos que nos han estrechado en los siglos pasados, con la diferencia de que entonces obedecían a una sola tiranía, y ahora vamos a abrazar una misma libertad con leyes diferentes, y aun gobiernos diversos, pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía según la voluntad de su conciencia , I-1239. Hasta a los ciudadanos de los Estados Unidos dilata el Libertador el ámbito de la fraternidad; a ellos alude en la Carta de Jamaica como a nuestros hermanos del Norte , I-168; igual forma aparece en una nota oficial de 1819, I-406. De análogo modo genérico se refiere en 1822 a los habitantes del otro extremo del continente: Nuestros hermanos del Sur , I-652-653.
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Por último, el 30 de marzo de 1830, al recibir en Bogotá al representante diplomático del gran Brasil, Bolívar hace propicia la ocasión para manifestar que la llegada a Colombia del enviado de la corte de Río de Janeiro: asegurará para siempre la más perfecta amistad entre nuestras naciones, vecinas y hermanas , II-1278. Compaginable con la fraternidad americana es la idea de la solidaridad universal que, en la política, ha de traducirse en logros sustantivos como son los de la paz mundial y la cooperación positiva, la intercomunicación y el adelanto conjunto de la humanidad. Para el desarrollo urgente e inmediato, y para otros objetivos específicos y muy concretos, cuenta mucho la homogeneidad más próxima.
PUERTAS ABIERTAS La amplitud integracionista y fraterna de Bolívar explica su política inmigratoria, abierta a todos los hombres, para ser acogidos sin discriminaciones absurdas en este continente que no tiene barreras. Su invitación, excepcionalmente amplia a los extranjeros, es el acto inicial de su gestión pública y será la constante de sus desempeños administrativos. Tan pronto llega a Caracas, al término de la Campaña Admirable, resuelve: Lo primero: que se invite de nuevo a los extranjeros de cualquiera nación y profesión que sean, para que vengan a establecerse en estas provincias, bajo la inmediata protección del Gobierno, que ofrece dispensársela abierta y francamente, en la segura inteligencia de que la fertilidad de nuestro suelo, sus varias y preciosas producciones, la benignidad de nuestro clima, y un régimen prudente de administración que garantice la seguridad individual, y el sagrado derecho de propiedad, debe proporcionarles todas las ventajas y utilidades que podrían desean en su país , II-1027. Forzoso es insistir en la organicidad y coherencia de la ideología bolivariana. En el Perú años después concede facilidades para el ejercicio del comercio a los extranjeros, dispone que ellos deben gozar de la protección de las leyes a la par con los peruanos, y estar sujetos a las mismas cargas [pues] las trabas impuestas están en contradicción con los principios liberales que han presidido la organización de la República no menos que con la práctica de las naciones más ilustradas , OL. XXIII-79. Sin discriminaciones raciales ni nacionales, quiere el Libertador la inmigración para poblar nuestros desiertos, y para desarrollar con el esfuerzo más culto y a través del mejor ejemplo, a nuestras nacientes sociedades. Venezuela, dice, no sólo ha convidado, sino que desea ver entrar por sus puertos a todos los hombres útiles que vengan a buscar un asilo entre nosotros, y a ayudarnos con su industria y sus conocimientos, sin inquirir cuál sea la parte del mundo que les haya dado la vida , II-1038. Respondiendo jurídicamente a sus ideas, que procuran borrar las diferencias artificiales entre los hombres, la Constitución de Angostura consagra la equiparación casi total de los extranjeros a los nacionales; sus condiciones para la obtención de la ciudadanía son posiblemente las más amplias y liberales de toda la historia constitucional americana. El Estado acoge a los extranjeros con vivo beneplácito y les otorga todas las garantías. Como ya se indicó, tal concepción se manifiesta desde 1813 cuando, en el alba misma de su administración, ordena que a cualquier extranjero que pertenezca al ejército de
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Venezuela se le declare ciudadano del país y que se recompensen de un modo competente sus servicios, II-1027. Con optimismo bien fundado le habla a Hyslop, en 1815, de las regiones de nuestra América que esperan la libertad para recibir en su seno a los europeos continentales, y formar de la América en pocos años otra Europa , I-134. En 1818 tiene el agrado de ratificar al general John DEvereux toda esta doctrina de inmigración liberal que es también campaña política proselitista: al distinguido militar le recuerda la simpatía con la cual América ve a todos aquellos virtuosos y magnánimos extranjeros que prefieren la libertad a la esclavitud, y que abandonando su propio país, vienen a nuestro continente trayendo ciencias, artes, industrias, talentos y virtudes , I340. Con palabras bastante parecidas, abundará en 1824 sobre estos particulares que él mira tan ligados al progreso continental: Se debe fomentar decía la inmigración de las gentes de Europa y de la América del Norte, para que se establezcan aquí trayendo sus artes y sus ciencias. Estas ventajas, un gobierno independiente, escuelas gratuitas y los matrimonios con europeos y angloamericanos cambiarían todo el carácter del pueblo y lo harían ilustrado y próspero , B. y A. IX-324. Los extranjeros que América desea, han de ser los autores y factores de su adelanto material, y los hombres de buena voluntad sin los cuales no puede haber orden social ni político estables; por eso, con fundado entusiasmo por la Revolución, cuenta para el futuro con que el orden estará establecido, los gobiernos fortificados con las armas, la opinión, las relaciones extranjeras y la emigración europea y asiática, que necesariamente debe aumentar la población , I-181. A don Pedro Gual expone estos puntos de vista, recomendándole la correspondiente e imprescindible propaganda: La protección que el Gobierno concederá a los extranjeros honrados que quieran establecerse entre nosotros, reparará nuestra despoblación y nos dará ciudadanos virtuosos. Sírvase Ud. difundir estas ideas entre todos los extranjeros de probidad, haciéndoles ver las ventajas que les esperan , I-219. Para los propios españoles, su llamado es cordial: Si queréis ser Colombianos seréis Colombianos, porque nosotros deseamos hermanos que aumenten nuestra familia , II-1181. Sobra decir que en Bolívar no hay prejuicios de raza. O´Leary forjó una interpretación errónea sobre el pasó de Bolívar por Haití y las relaciones con Petion. Documentos recientemente descubiertos, como la comunicación del Libertador al eximio Presidente haitiano Tengo la esperanza, señor Presidente, de que nuestra afinidad de sentimientos en defensa de los derechos de nuestra patria común, me granjeará, por parte de V.E., los efectos de su inagotable benevolencia , EL. VIII-290, han iluminado definitivamente la cuestión. Con exactitud asevera el responsable historiador don Cristóbal L. Mendoza: Por lo que hace a las supuestas cavilaciones del Libertador acerca de las embarazosas consecuencias que podrían derivarse de sus contactos con los dirigentes de Haití, la carta revela que no sólo no las temía sino que, por el contrario, encontraba en tales relaciones, un factor favorable para el éxito de las finalidades que atribuía al movimiento emancipador. Su declaración sobre la afinidad de sentimientos existentes entre él y Petion, en defensa de los derechos de nuestra patria común, ofrece una clara noción del concepto que abrigaba sobre la cuestión racial , EL. VIII-XXXVII. En su programa de fomento a la inmigración Bolívar no indica ninguna preferencia racial. Jamás se declararon abiertas las puertas de un país, tan absolutamente sin limitaciones, como lo hizo él invitando a radicarse aquí a los extranjeros de cualquier nación y
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profesión que sean , II-1027. Si un requisito exige a los inmigrantes que vienen al crisol del Nuevo Mundo, no es el de cierta porción de melanina, ni un determinado índice cefálico, sino una cualidad moral positiva: la probidad. Los caracteres raciales -en su opinión no son de la esencia somática. Al más manoseado de esos caracteres: el color de la piel, lo llama en forma tajante, simple y definitiva: accidente , II-1105. El tenía la conciencia justa de nuestra compleja composición étnica, y pensaba en los beneficiosos efectos del mestizaje. [31] Yo considero a la América en crisálida decía en 1822; habrá una metamorfosis en la existencia física de sus habitantes; al fin habrá una nueva casta de todas las castas, que producirá la homogeneidad del pueblo [32] En Angostura, es entusiasta su consigna: La sangre de nuestros ciudadanos es diferente, mezclémosla para unirla , II-1149.
ECUMENICIDAD Y FORMAS Sobre esta realidad humana integrada, Bolívar procura la unidad de nuestra América, y va más lejos. Llega hasta pensar que América, tierra del hombre bueno, suelo de la libertad y del amor, pueda comunicar su aliento revolucionario a Africa y al Asia para destruir el yugo esclavizante que a la sazón impone Europa al mundo: Yo llamo a esto el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana . El Libertador, tiende a una liga ecuménica más positiva que las efímeras y débiles asociaciones de Estados que hasta entonces han existido; prevé hasta la federación mundial donde los principios que dan vida a nuestra América tengan plena vigencia. En la marcha de los siglos, podría encontrarse, quizá, una sola nación cubriendo el universo la federal , II-1215. Es de señalarse que aun cuando Bolívar se declara acérrimo centralista respecto al régimen para cada uno de nuestros Estados, en lo interamericano es federalista. En verdad, percibe dos problemas diferentes que exigen el tratamiento desigual que él les aplica; en el orden interno: centralismo; en lo internacional: federalismo. El sabe que, en puridad, la federación continental es antitética de la federación nacional: aquélla es la unión de la fuerza en grandes masas, mientras que la otra es la división de la fuerza de una de estas masas en pequeñas fracciones , II-19. La federación americana avizorada por Bolívar es sui generis. Tiende a la representación exterior unitaria y a la comunidad en la defensa interna, características de esta forma política; así lo contempla en los puntos lo. y 7o. de su Pensamiento sobre el Congreso de Panamá: El nuevo mundo se constituiría en naciones independientes, ligadas todas por una ley común que fijase sus relaciones externas y les ofreciese el poder conservador en un congreso general y permanente. [ ] La fuerza de todos concurriría al auxilio del que sufriese por parte del enemigo externo o de las facciones anárquicas , II-1214, 1215. Pero la congregación hispanoamericana deja de ser federación por carecer de un Ejecutivo común, y se acerca más bien a la confederación en cuanto a que el orden interno se conservaría intacto entre los diferentes Estados, y dentro de cada uno de ellos. Ninguno sería débil con respecto a otro; ninguno sería más fuerte , II-1215.
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Bolívar está consciente de que los viejos rótulos son inadecuados para identificar esta nueva realidad; pero se enfrenta al problema de la estricta tipificación jurídica de la liga interamericana por él auspiciada, y por tratarse de un asunto formal y secundario, lo elude usando indistintamente los términos de federación y confederación y prefiriendo en algunas oportunidades vocablos de contenido. social y moral más que jurídico y político; así, en un determinado momento, declara gustar más del término unión que de federación, I-1423, 1424. Concretamente eso manifiesta, por agosto de 1826, cuando desencantado por el fracaso del Congreso de Panamá, piensa, como recurso sustituto, en la factible integración de Colombia, Perú y Bolivia. Aunque abarcando una superficie menor que la correspondiente a la totalidad hispanoamericana, la fusión de esos tres países, de cuya libertad él había sido autor, representaba un área respetable cinco millones de kilómetros cuadrados, un ámbito físico igual al de medio continente europeo y respecto a población incluía una parte bien significativa de nuestra América. Tan íntima y segura fue la convicción americanista de Bolívar que jamás la abandonó, ni aun bajo el impacto de las más hostiles incomprensiones. Cuando sobre los tan menguados frutos de Panamá se cierne la amenaza de la frustración total pues ninguna de las naciones signatarias de los acuerdos del Istmo los ratificaría, excepto Colombia, Bolívar declara su fe inalterable en los principios que mueven su afán integracionista. Su comunicación de agosto de 1828, para el presidente de México, proclama esa firmeza y esperanza irrevocables: Colombia no desistirá nunca de la Confederación Americana que debe ser tan ventajosa a todas las naciones de este continente para asegurar su independencia, y uniformar su política estrechando sus relaciones; y contando con los esfuerzos de su aliada, hermana y confederada, la República de los Estados Unidos Mejicanos, no dejará de promover en mejores días y en más felices circunstancias la reunión de plenipotenciarios que debe tratar de nuestros comunes intereses , XII-354. El Libertador había designado a Pedro Gual y Miguel Santamaría como plenipotenciarios de Colombia a la segunda gran Asamblea Americana. Este esfuerzo asociacionista último cumplido en el ciclo de la Dictadura, donde quiso vanamente salvar la Revolución, cierra el capítulo de sus iniciativas prácticas para hacer una materialidad tangible el gran principio de la unión. A muy poco de allí Bolívar sería tema para la posteridad.
LA UNION SIEMPRE Es ciertamente el tema de la unidad y de la unión, el tema vertebral de Bolívar. No fue otro el asunto esencial para él, en cada instante, desde el inicio al fin de su vida pública. Unión y unidad internas para el trabajo inmediato; unión y unidad externas, para la supervivencia y el progreso. En su primer escrito público, ya citado, el del periódico londinense (setiembre de 1810), expone con certeza su idea de integración y solidaridad americanas: los hijos de Venezuela tampoco descuidarán de invitar a todos los pueblos de América a que se unan en confederación. Dichos pueblos, preparados ya para tal proyecto, seguirán presurosos el ejemplo de Caracas . Ante la Sociedad Patriótica, en el primer discurso que de él se conserva, ratifica el mismo concepto: ¿Cómo fomentarán el cisma los que más conocen la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos
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para reposar, y para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición , II-993; allí clama por que se ponga, sin temor, la piedra fundamental de una libertad que sea para toda su América, la nuestra. Después, sin faltar uno, en todos sus documentos capitales el mismo pensamiento es el eje articulador. En el Manifiesto de Cartagena, insiste admonitivo: Nuestra división, y no las armas españolas, nos tomó a la esclavitud , II-1002. Dentro del Manifiesto de Carúpano, el tema es tácito iluminando todo el dramático texto donde la idea central es: que la desunión nos llevó al caos también en el segundo gran empeño por consolidar la democracia soberana: Así parece que el cielo para nuestra humillación y nuestra gloria ha permitido que nuestros vencedores sean nuestros hermanos y que nuestros hermanos únicamente triunfen de nosotros , II-1068. En la Carta de Jamaica, repite: Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Yo diré lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unión, ciertamente , I-174. Ante el Congreso de Angostura, exhorta reiterativo: Unidad, Unidad, Unidad, debe ser nuestra divisa , II-1149. Luego de la solemne convocatoria para la unión hispanoamericana, desde Lima en 1824, y de señalar al Congreso de Bolivia que sus dos monstruosos enemigos son la tiranía y la anarquía , II-1221, a la Convención de Ocaña le recuerda que ninguna nación se hizo respetable sin la unión que la fortifica , II-1253. El adiós con que cierra su vida pública no puede ser más conmovedor: Compatriotas: Escuchad mi última voz al terminar mi carrera política; a nombre de Colombia os pido, os ruego que permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos , II-1276. En la postrera despedida, al ofrecer su vida a cambio de que se consolide su irrenunciable anhelo, subraya para siempre la obligación común: Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión , II-1281. De un extremo a otro del continente, el alma y centro de la unión irradia a nuestra América: es Bolívar. A él todos convergen. José Gervasio Artigas le ratifica la disposición de ánimo sobre la cual se yergue una identificación esencial de causa: Unidos íntimamente por vínculos de naturaleza y de intereses recíprocos, luchamos contra tiranos, que intentan profanar nuestros más sagrados derechos . José Cecilio del Valle, coincide en lo efectivo, le tiende la mano para poner nuestro destino y el de la posteridad bajo la salvaguardia de una solemne unión, y arreglar al mismo tiempo nuestros intereses recíprocos sobre bases tan sólidas como son nuestros deseos sinceros . [33]
LA LEY DE LAS LEYES Si se examina el coloniaje, desde el estricto ángulo social, resalta por sobre cualquiera otra nota definidora la más completa y generalizada desigualdad. A todos dividían barreras odiosas con privilegios inicuos y degradaciones absurdas , II-1172. Ya la esclavitud, la encomienda y la servidumbre, configuran en sí mismas una división tajante y vergonzosa entre los seres humanos: los libres (esclavizadores, encomenderos y
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señores), y la mayoría (esclavos, siervos, vasallos, sometidos), los que carecen de ese don sublime que es la libertad. La esclavitud, desde luego, no es una invención española. En Europa fue practicada desde la más remota antigüedad. Los romanos dentro de su admirable construcción jurídica trataron minuciosamente de tal institución; se entendía de derecho natural el privilegio del vencedor sobre el vencido: la vida y la libertad de éste se consideraban botín de aquél. La esclavitud llega a América insita en la conciencia de superioridad que el español se atribuye respecto a los aborígenes, y en términos más históricos y precisos viene con los negros capturados en Africa para la explotación del Nuevo Mundo. Los primeros esclavos negros recibidos en tierras americanas habían nacido en la península ibérica; hacia allá, desde mucho antes de los viajes colombinos se había incrementado este comercio después del descubrimiento de Guinea. El tráfico negrero al Nuevo Mundo fue siempre de un volumen tan alto, y tan significativo para el desenvolvimiento de la colonia, que la esclavitud resultó como elevada a la categoría de institución fundamental e imprescindible para el sistema impuesto por España en nuestro hemisferio. Sobre los indios recaía, en la práctica, un régimen de explotación similar, aunque en la teoría no llevara el mismo nombre. Primero fue el Repartimiento, modo de sujeción sin control ni límites, con el cual se atentó gravemente contra la supervivencia de la raza vernácula. Después fue la Encomienda; trajo algo de paz y protección para los indios, pero con sus correlativos tributos y servicios personales reafirmó la servidumbre, la cual hubo de coexistir con la esclavitud negra, formando con ella el motor de producción que confería valor a la tierra. Durante la dominación hispánica, en lo social era, pues, notoria la desigualdad más reiterada. Entre los blancos había diferencias hondas, y entre éstos y los productos humanos del mestizaje la distancia era grande. Los propios pardos o mestizos, soportes capitales del coloniaje, estaban subdivididos en numerosas categorías para hacer más dura y segura esa realidad de irritantes desigualdades. Eran por demás notorias las discriminaciones basadas en el color de la piel, el lugar de nacimiento, las leyes y costumbres, y apoyadas sobre la riqueza, lo mismo para los oficios que para el estudio de las carreras liberales, igual respecto a las funciones públicas y las instituciones coloniales, etc.
LOS ANHELOS DE IGUALDAD A esa estructura desigualitaria y esclavista, opone la Revolución un objetivo preciso e inequívoco, la igualdad. De ella será Bolívar el campeón. No estuvo la Primera República a tono con las aspiraciones del pueblo venezolano, hechas evidentes en la serie, diversa y numerosa, de luchas contra la esclavitud y movimientos antisegregacionistas, todo porque terminaran los privilegios y se pusiera fin a los abusos de unos pocos encumbrados en perjuicio de las mayorías. En América, sin
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excepción, el anhelo fue siempre el mismo, brotaba de la propia naturaleza humana, y se enfrentaba a una situación casi idéntica en todas partes, pues de modo general en sus posesiones la Corona auspició el mismo esquema desigualitario. Contra éste se manifiestan las más de las rebeldías que estallan desde el siglo XVI. El propio Simón Bolívar en su adolescencia ha sabido de la inmolación de José Leonardo Chirinos, mártir por la igualdad social; y tomó conocimiento en los comentarios de aquella pequeña Caracas, de la conspiración que Juan Bautista Picornell, Manuel Gual y José María España tramaron contra el régimen español. En las Ordenanzas de tan sinceros revolucionarios se atacaba de frente a la cuestión; se declaraba no sólo la igualdad legal ya conocida y divulgada por la Revolución Francesa, sino la igualdad de castas , vale decir, la igualdad racial que invita a todos los hombres a mirarse como hermanos en Cristo, creados todos por Dios, y entre los cuales el mérito y la virtud deben ser las únicas distinciones. En el texto de Picornell, y conforme al principio enunciado, se dispone desde luego, abolida la esclavitud como contraria a la humanidad , y también es abolido el pago del tributo de los indios, a los cuales se darán propiedades y medios para que sean tan felices como los demás ciudadanos , CFL. 354. Pasos tímidos, nada más, fueron los del primer gobierno revolucionario de Caracas en favor de la igualdad. Suprimió los fueros o exenciones con que varios sectores privilegiados se distinguían, y hasta tenían derecho a jueces exclusivos para una justicia especial. Las distinciones y títulos hereditarios también fueron anulados; la preposición de en los apellidos, los tratamientos de excelencia , merced , señoría , etc., fueron sustituidos por el nivelador ciudadano y por el usted . Levemente mejoró la condición de los pardos bajo la Primera República. Pero ellos, que constituían la verdadera y gran mayoría nacional, siguieron siendo excluidos de los asuntos públicos concernientes a su propio país. Ninguna disposición, de las que se esperaban para derogar las viejas iniquidades, llegó a ser dictada franca y expresamente. La Junta Suprema hizo lo menos que podía hacer: eliminar el tributo indígena. No prohibió la esclavitud, ni el tráfico esclavista, sino que acordó apenas con muchas reticencias y cuatro meses después de asegurado el mando: prohibir la introducción de negros en estas Provincias, bien entendido que no debe entenderse esta prohibición con las expediciones emprendidas con este objeto, y para las que se había obtenido antes el permiso; luego que éstas se efectúen, tendrán su debido y puntual efecto las órdenes dichas . [34] Miranda invitó a pardos, negros y hasta esclavos, a la Sociedad Patriótica. Buscando hacerse una plataforma de apoyo en su pueblo, donde en realidad era un extranjero, cortejó sin fortuna a los sectores humildes. Pero, si bien en sus proyectos aparecen abolidos el tributo y cualquier gravamen personal, nada de fondo dice contra la esclavitud. Cuando Bolívar viene en la Campaña Admirable cree que todavía es posible confiar la suerte toda a los hechos de armas, así como a los principios doctrinarios de un republicanismo puro y perfecto, pero remoto e indiferente a las urgencias materiales de nuestro pueblo. El no titubea ante el tremendo paso de proclamar la Guerra a Muerte, mas nada dice de abolir la esclavitud. En las acciones y resultados de ese difícil tiempo
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hay una elocuente enseñanza: la República cae porque el pueblo no la defiende, y no la defiende porque no la ama. No puede amarla porque hasta entonces se ha vivido en un juego de palabras y abstracciones sin contenidos prácticos ni repercusión concreta. El exilio antillano, aunque penoso y amargo la vida misma estuvo en un hilo fue fecundo para que Bolívar percibiera con claridad la razón de esos fracasos. Petion le brinda una ayuda decisiva, y entre ellos queda convenido que en Tierra Firme los negros esclavos serán libres. Al magnánimo presidente de Haití le basta la grandeza del objetivo, y pide a Bolívar que no lo mencione a él personalmente, la propaganda no le interesa. Este encuentro de Puerto Príncipe gravita sobre el curso que, en seguida, después de las Expediciones de Los Cayos y de Jacmel, toma la revolución en Venezuela. Ahora lo importante es que en la mente de Bolívar el proceso revolucionario es más genuino y consciente. Los triunfos de Monteverde y Boves, con toda su carga de infortunio para los patriotas, han enseñado mucho a éstos. Tan pronto el Libertador llega a Margarita en 1816, el 23 de mayo desde la Villa del Norte, anuncia la buena nueva del fin de la esclavitud: No habrá más esclavos en Venezuela que los que quieran serlo. Todos los que prefieran la libertad al reposo, tomarán las armas para sostener sus derechos sagrados, y serán ciudadanos , II-1092. Diez días después, en Carúpano, formaliza el ofrecimiento: Considerando que la justicia, la política y la Patria reclaman imperiosamente los derechos imprescindibles de la naturaleza, he venido en decretar, como decreto, la libertad absoluta de los esclavos que han gemido bajo el yugo español en los tres siglos pasados . II-1092. Un mes después ratifica a los habitantes de la provincia de Caracas la de mayor población esclava en el país: Esa porción desgraciada de nuestros hermanos que ha gemido bajo las miserias de la esclavitud ya es libre. La naturaleza, la justicia y la política piden la emancipación de los esclavos: de aquí en adelante sólo habrá en Venezuela una clase de hombres, todos serán ciudadanos , II-1904. El 9 de enero de 1817 repite a los caraqueños, desde el Cuartel General del Tuy: Ya no habrá más esclavos en Venezuela. Todos los ciudadanos serán iguales ante la ley. Seremos para siempre libres, iguales e independientes , II-1097. A los nuevos ciudadanos la Revolución les pone sólo una condición , recomendada por la equidad y por el interés político: la obligación de que defiendan su libertad, vale decir, que demuestren merecerla. ¿Será justo que mueran solamente los hombres libres por emancipar a los esclavos? , I-425. Salvo este implícito corolario de la libertad en sí, Bolívar se manifiesta por la proscripción total e irrestricta de tan odiosa institución. El estilo de las locuciones del Libertador ante el Congreso de Angostura, revela cuán profundo y terminante es su convencimiento sobre la materia. Al dar cuenta de los actos que él mismo llamó bien los más notables de mi mando, las resoluciones más importantes de este último período , II-1152, presenta a los congresistas únicamente dos asuntos: su decreto de repartición de los bienes nacionales al pueblo combatiente (revolución económica), y sus correlativas medidas radicales contra la esclavitud (revolución social); ningún otro hecho le mereció entonces atención semejante. Yo imploré la protección del Dios de la humanidad, y luego la Redención disipó las
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tempestades. La esclavitud rompió los grillos, y Venezuela se ha visto rodeada de nuevos hijos, de hijos agradecidos que han convertido los instrumentos de su cautiverio en armas de Libertad. Sí, los que antes eran Esclavos, ya son Libres: los que antes eran enemigos de una Madrastra, ya son defensores de una Patria. Encareceros la justicia, la necesidad y la beneficencia de esta medida, es superfluo cuando vosotros sabéis la historia de los Helotas, de Espartaco, y de Haití: cuando vosotros sabéis que no se puede ser Libre y Esclavo a la vez, sino violando a la vez las Leyes naturales, las Leyes políticas y las Leyes civiles , II-1152. Poco importa a Bolívar la suerte de sus otros muchos actos jurídicos, en comparación con la de éste que los resume a todos y es su exponente más fiel y directo; por si alguna duda hubiere, su ruego es determinado y concluyente: Yo abandono a vuestra soberana decisión la reforma o la revocación de todos mis Estatutos y Decretos; pero yo imploro la confirmación de la Libertad absoluta de los Esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República , II-1152.
LA FILOSOFIA DEL PRINCIPIO En esa solemne ocasión hace Bolívar una importante disquisición teórica de la igualdad, supremo bien social y político al cual se refiere, en el proyecto de Constitución, como el derecho de todo ciudadano para contribuir a la formación de la ley, como miembro del soberano . OL. XVI-140. He allí la esencia de la igualdad: participar en la producción de la norma que, sin distingo alguno, luego ha de cubrir y de superponerse a todos los ciudadanos, y hará de todos ellos sin la más mínima exclusión sujetos idénticos en el carácter de componentes del plural depositario y titular de la soberanía. Por todo eso, Bolívar propone se diga en la Constitución que la verdadera igualdad no existe sino en la formación y delante de la ley que liga y comprende a todos indistintamente , bien premiando o recompensando o bien castigando y reprimiendo; en el primer caso nombra al virtuoso, al justo, al sabio, al valiente, al honrado, al prudente, al industrioso, al activo y al benéfico, y en el segundo: al vicioso, al injusto, al inmoral, al cobarde, al temerario, al holgazán y al perezoso. Ambas enumeraciones revelan en su minuciosidad tipológica una mente aguzada que conoce todas las categorías sociales y a ninguna olvida, tanto sea positiva como negativa. Bolívar entiende que para el ejercicio de esa facultad igualitaria, un uso disciplinado y serio debe ser previsto; así aclara: Para conciliar este derecho con el orden, tranquilidad, circunspección, prudencia y sabiduría que exigen la discusión y sanción de la ley, y que no puede hallarse en las reuniones populares, siempre tumultuosas, se ha creado la Representación nacional, que elegida por el pueblo es el órgano que expresa legítimamente su voluntad , OL. XVI-140. A un observador analítico y penetrante no podían escapar las diferencias reales que de hecho existían entre los ciudadanos; de allí que él insistiera en que la ley encerraba no sólo en la letra misma sino en el proceso de su formulación, la posibilidad de corregir de manera tangible esa dispareja realidad fáctica hacia la debida equivalencia. Bolívar hace un incisivo señalamiento al afirmar que la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física , II-773. Igualdad legal, dentro de su teoría, es la efectivamente
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producida por la Ley, más que la declarada por ésta. La igualdad en las solas frases de la ley lo sabe él ahonda la desigualdad física o práctica, en vez de hacerla desaparecer; de ahí su deseo de que la ley, mediante un adecuado sistema compensatorio de fuerzas, corrija a aquella en lo social. Se adelanta a su tiempo al pensar que donde existen energías o posibilidades desiguales debe haber la norma que las equilibre. Esta ha de ser la idea matriz del Derecho Social que aparecerá con posterioridad a los años del Libertador. En cierto modo hay como un retorno a la justicia distributiva, la cual no recomienda un mismo trato para todos, sino trato igual a los iguales y desigual a los desiguales. La igualdad preconizada por Bolívar, así comprendida, es la única que encaja en su plan de justicia revelado en la unidad de su obra, y también la única que armoniza con su preferencia por las materialidades positivas antes que por las abstracciones así sean admirables. En el discurso de Angostura, se complace en ponderar que el pueblo venezolano ha impuesto la igualdad, y con franca satisfacción abunda en las razones para que este principio figure debidamente en la Ley Fundamental: Los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la Constitución, intérprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia, y en América, deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente existe. Mi opinión es, Legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema, depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela , II-1140. Respecto a la esclavitud, no había otra escapatoria. Bolívar llega a la abolición de la esclavitud, impulsado por la propia dinámica y por la lógica natural de su orgánico credo revolucionario: Me parece una locura dice que en una revolución de libertad se pretenda mantener la esclavitud , I-435. Páez habría de corroborar, en la Autobiografía que escribe en 1867, la diáfana coherencia del pensamiento bolivariano: Pensar que nosotros creyésemos hacedero, ni que en la lógica de los acontecimientos sea posible libertar un país, dejando sumida en la servidumbre a una parte de sus habitantes, es absurdo en que nunca hubiera incurrido el Libertador de Colombia , A. I-380. Vale notar que el mismo vocablo absurdo, para aludir a esa monstruosa contradicción lo hubiera usado en 1820 el propio Bolívar en carta a Santander: Es, pues, demostrado por las máximas de la política, sacada de los ejemplos de la historia, que todo gobierno libre que comete el absurdo de mantener la esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces por el exterminio , I-425.
A FAVOR DE LOS INDIGENAS No sólo por la suerte de los negros se interesó el Libertador; quiso también que los indios, a los cuales consideraba la parte más vejada, oprimida y degradada de la población, recibieran el beneficio palpable de sus medidas redentoras.
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La primera disposición bolivariana en favor de los naturales aparece en 1818, cuando ya el Libertador está empeñado, decidido y consagrado, a sincerar y completar la revolución extendiéndola al orden social. No sólo apruebo que [a los indios] se les permita trabajar todo el día del miércoles y sábado, sino que prevengo a V. S. que se les den tres días en la semana para sus labores, y que conozcan que ya son hombres libres y no esclavos como lo eran en tiempo de los capuchinos , M.214. El 20 de mayo de 1820, en el Rosario de Cúcuta, promulga además de la ya comentada devolución de las tierras que formaban los resguardos unas cuantas reglas de avanzado contenido social: Ni los curas, ni los jueces políticos, ni ninguna otra persona empleada o no, podrán servirse de los naturales de ninguna manera; ni en caso alguno, sin pagarles el salario que antes estipulen en contrato formal celebrado a presencia y con consentimiento del juez político. El que infringiere este artículo pagará el doble del valor del servicio hecho y los jueces políticos exigirán esta multa irremediablemente a favor del agraviado por la menor queja que tengan; cuando los jueces mismos sean los delincuentes, serán los gobernadores políticos los que exigirán la multa dicha , DL.I-196. Sabedor Bolívar de cómo, especulando con las cosas de la fe, clérigos indignos utilizaban a la religión para esquilmar a los indígenas, acuerda en el mismo decreto otras medidas fuertes y radicales: Cesarán absolutamente desde este momento, como escandalosas y contrarias al espíritu de la religión, a la disciplina de la iglesia y a todas las leyes, las costumbres de no administrar los sacramentos a los feligreses mientras no han pagado los derechos de cofradía y congrua, la de obligarlos a que hagan fiestas a los santos y la de exigirles derechos parroquiales de que están exentos los naturales por el estipendio que da el Estado a los curas. Los curas que contravinieren a este artículo, continuando los mismos abusos, sufrirán el rigor de las leyes en un juicio severo, y al efecto los jueces políticos velarán la conducta de los curas para dar cuenta al gobierno de la menor falta que noten en esta parte y que se provea lo que corresponda , DL. I197. Este importante instrumento jurídico, suerte de Carta de Liberación para los indios, contiene expresamente en su artículo 15 una declaración de derechos que vale por sí sola para acreditar la decisión revolucionaria de Simón Bolívar: Los naturales, como todos los demás hombres libres de la República, pueden ir y venir con sus pasaportes, comerciar sus frutos y efectos, llevarlos al mercado o feria que quieran, y ejercer su industria y talentos libremente del modo que ellos elijan sin que se les impida , DL. 1197. Tal importancia asignaba el Libertador a este decreto, que en el propio texto disponía fuera además de publicado como de ordinario explicado su contenido a los indios, instando a éstos a reclamar cualquiera infracción que los perjudicara y quienquiera fuera el contraventor. El siguiente paso en la escala de acciones liberadoras y en pro de la igualdad social que emprendió Bolívar, es su comparecencia ante el Congreso de Cúcuta. El móvil es de nuevo el de su lucha contra la esclavitud para transformar la estructura social colombiana. Ante el parlamento de la patria unida, razona: Los hijos de los esclavos que en adelante hayan de nacer en Colombia deben ser libres, porque estos seres no pertenecen más que a Dios y a sus padres, y ni Dios ni sus padres los quieren infelices. El Congreso general, autorizado por sus propias leyes, y aún más, por las de la naturaleza, puede decretar la libertad absoluta de todos los colombianos al acto de
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nacer en el territorio de la república. De este modo se concilian los derechos posesivos, los derechos políticos, y los derechos naturales , I-576. Ante los congresistas de Colombia aprovecha un momento de euforia para pedir una declaración a fondo antiesclavista. Nada más solicita en esa oportunidad victoriosa, en vía de ascensión y de triunfos: en recompensa de la batalla de Carabobo, ganada por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido sólo por la libertad , I-576.
CONTINUIDAD Y PERSEVERANCIA Bolívar no dejará pasar una sola ocasión aprovechable para su ideal abolicionista. Es suyo el espíritu que, en las instrucciones para los Plenipotenciarios de Colombia ante el Congreso de Panamá, recomienda incluir la lucha contra la esclavitud entre los altos fines de ese cónclave: El interés que ha manifestado el mundo civilizado por la abolición y supresión del tráfico de esclavos de Africa, exige también que la Asamblea de los Estados americanos se ocupe de ella. Esta materia presenta a nuestras Repúblicas una bella oportunidad de dar un ejemplo espléndido de la liberalidad y filantropía de sus principios ; por eso la misión de ellos a Panamá se contrae, entre otros puntos esenciales, a lograr la abolición del tráfico de esclavos de Africa y a declarar a los perpetradores de tan horrible comercio incursos en el crimen de piratería convencional , OL. XXIV-273, 275. En el Perú fue particularmente intenso el esfuerzo redentor de Bolívar. Allí se daba, en efecto, el tremendo binomio enemigo de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad: se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas , I-172. Quizás una de las situaciones más desigualitarias de América fue la que se formó en el Perú; contra ella la lucha de Bolívar fue frontal y constante. En la ciudad de Trujillo, el 24 de marzo de 1824, el Libertador toma una decisión importante, curiosa y significativa. Acuerda allí que se proteja a los esclavos que tengan o no razón, y aun cuando sea por capricho , quieran cambiar de señor; correlativamente debía obligarse a los amos a respetar y acceder al deseo de los esclavos. El secretario del Libertador comunica la resolución al Prefecto del Departamento: S.E. previene a V.S. dispense a los pobres esclavos toda la protección imaginable del Gobierno, pues es el colmo de la tiranía privar a estos miserables del triste consuelo de cambiar de dominador. Por esta orden S.E. suspende todas las leyes que los perjudiquen sobre la libertad de escoger amo a su arbitrio y por su sola voluntad. Comunique V.S. esta orden al Síndico Procurador General para que esté entendido de ella y dispense toda protección a los esclavos , DL.I-290. Es curioso que el hombre ya definido en su combate sin tregua contra la esclavitud, no insista en la abolición esta vez, sino que se remita a una libertad pequeña, como era la del cambio de amo: curioso es que esta disposición sea en esencia lo que el niño Simón Bolívar, recién cumplidos sus doce años, alegara ante el escribano de diligencias de la Audiencia de Caracas. A casi treinta años de distancia, Bolívar legalizaba aquellas no tan ingenuas ni cándidas
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manifestaciones de su infancia, las cuales a su tutor, Carlos Palacios, parecieron ideas impropias de su edad y lo que es peor y más sensible las más impolíticas y erróneas. Las más impolíticas y erróneas [subrayaba] porque nadie sino un ignorante seductor es capaz de enseñar que los esclavos tienen libertad para variar y elegir amos a su satisfacción, máxima es ésta que, si tomase cuerpo y se hiciese persuasible trastornaría nuestra monarquía y causaría en ella los más funestos estragos y por lo mismo es máxima opuesta a todo buen gobierno y al sistema de nuestra legislación . [35] En la propia Trujillo, el 8 de abril de 1824, dispone Bolívar la distribución de las tierras llamadas de comunidad entre todos los indios que no gocen de alguna otra propiedad inmueble. Se busca la fundación de nuevos pueblos, y junto a esa meta colectiva, el propósito es de justicia inquebrantable: que ningún indio pueda quedarse sin su respectivo terreno , DL.I-296. Más adentro en el fascinante mundo del incario, desde el Cuzco, impulsará Simón Bolívar en un día de libertad como lo era el 4 de julio de 1825, aniversario de la independencia norteamericana su obra redentora de los aborígenes. La ciudad, donde se halla hace nueve días, ha causado en él una enorme impresión: Abstracción hecha de toda poesía, todo me recuerda altas ideas, pensamientos profundos; mi alma está embelesada con la presencia de la primitiva naturaleza, desarrolla por sí misma, dando creaciones de sus propios elementos por el modelo de sus inspiraciones íntimas, sin mezcla alguna de las obras extrañas, de los consejos ajenos, de los caprichos del espíritu humano, ni el contagio de la historia de los crímenes y de los absurdos de nuestra especie. Aquí todo es original y todo puro como las inspiraciones que vienen de lo alto , I-1116, 1119. En medio de ese sobrecogedor escenario, en Bolívar se remueve su virtualidad libertadora y guía; así decreta: Que ningún individuo del Estado exija directa o indirectamente el servicio personal de los peruanos indígenas sin que preceda un contrato libre del precio de su trabajo. Se prohibe a los Prefectos de los Departamentos, Intendentes, Gobernadores y Jueces, a los Prelados eclesiásticos, Curas y sus tenientes, hacendados, dueños de minas y obrajes que puedan emplear a los indígenas contra su voluntad en faenas, séptimas, mitas, pongueajes y otras clases de servicios domésticos y usuales . Previsión importante y avanzada hacia el futuro Derecho Obrero: Los jornales de los trabajadores en minas, obrajes y haciendas, deberán satisfacerse según el precio que contrataren en dinero contante, sin obligarles a recibir especies contra su voluntad, y a precios que no sean corrientes de plaza , B. y A. X-3l. El Libertador rodea a esas medidas de las previsibles seguridades para que sean cumplidas: la violación de cualesquiera de esas nuevas y justas disposiciones produciría acción popular y debería ser capítulo expreso de que se haría cargo en residencia. El mismo día de ese decreto, Bolívar dispone también en favor de los indios que se haga efectivo el reparto de las tierras, nombradas de la comunidad, ordenado en Trujillo. En igual ocasión extingue el título y autoridad de los caciques; éstos eran indígenas utilizados como instrumentos de la dominación colonial contra sus hermanos de sangre; inconscientemente muchos de esos infelices se allanaban a la corrupción que los degradaba como piezas de la operación forastera. Bolívar comprende todo este cuadro
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complejo, y ordena con delicadeza: Los antiguos caciques deberán ser tratados por las autoridades de la República como ciudadanos dignos de consideración, en todo lo que no perjudique a los derechos e intereses de los demás ciudadanos , B. y A. X-33. Desde el Cuzco y Urubamba, asistido por la estimulante presencia de don Simón Rodríguez, toma Bolívar otras importantes providencias de alcance social. Significativos decretos para la educación son entonces dictados; crea varios institutos docentes y modifica otros. Declara que es contra la ley la diferencia entre párrocos de españoles y párrocos de naturales. Funda dos hospicios, uno para inválidos y mendigos; ordena que se dedique la Casa de San Buenaventura en Urubamba a orfanato y hogar de expósitos. También se ocupa de caminos carreteros que faciliten el intercambio social y mercantil. Meses más tarde, entonces en Chuquisaca, reafirma Bolívar la revolución social con órdenes orientadas en idéntico sentido al de las normas revolucionarias que promulga para el Perú. Así, en Bolivia, por cuanto dejaron de existir las clases privilegiadas y debe eliminarse toda contribución degradante a la dignidad del ciudadano , decreta la abolición de la carga impuesta a los indígenas exclusivamente, con el nombre de tributo, que gravita sobre la clase más miserable de la sociedad , BOL. I-456.
ELOCUENTES PRONUNCIAMIENTOS Es difícil hallar una materia sobre la cual Bolívar se exprese con más apasionada y enfática certidumbre que sobre la esclavitud. Su elocuencia al respecto alcanza a lo sublime. En Angostura dijo: La esclavitud es la hija de las tinieblas; un Pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción , II-1135. Si se indaga sobre algún rasgo recio y constante, suerte de columna vertebral de su doctrina y sus anhelos, allí está la actitud antiesclavista. Al Congreso de la República distinguida con su nombre, su verbo llega con vehemencia arrebatadora: La infracción de todas las leyes es la esclavitud. La ley que la conservara, sería la más sacrílega. ¿Qué derecho se alegaría para su conservación? Mírese este delito por todos los aspectos, y no me persuado que haya un solo boliviano tan depravado, que pretenda legitimar la más insigne violación de la dignidad humana. Fundar un principio de posesión sobre la más feroz delincuencia no podría concebirse sin el trastorno de los elementos del derecho, y sin la perversión más absoluta de las nociones del deber , II-1227. El Libertador insiste ante los constituyentes bolivianos, que en su proyecto ha conservado intacta la ley de las leyes, la igualdad: sin ella perecen todas las garantías, todos los derechos. A ella debemos hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de humillación, a la infame esclavitud , II-1226. A los asambleístas de esa patria que nace bajo su advocación, propone estampar en la Carta Fundamental: Son bolivianos todos los que hasta el día han sido esclavos; y por lo mismo quedarán, de hecho, libres en el acto de publicarse esta Constitución: por una ley especial se determinará la indemnización que se debe hacer a sus antiguos dueños . BOL. II-324. No lo abandona nunca el convencimiento sobre los efectos perniciosos de la esclavitud. A Bentham escribe en 1827: Por desgracia el peso de la esclavitud apaga los espíritus y
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los pone en estado de ser indignos de la libertad. Por eso es que tanto merece atención el cultivo de las ciencias de que Ud. me habla, para que el hombre, aun en medio de sus cadenas, pueda descubrir siquiera que tiene derechos que vindicar , II-16.
LA TENACIDAD IGUALADORA Es constante en Bolívar su propósito de libertad, de eliminar barreras, de propiciar la igualdad. En la reforma de las reglas de la Universidad de Caracas dispuesta por él, en 1827, para franquear esa casa de estudios a todos los venezolanos, sin diferencias, está otra faceta de su inconfundible espíritu social revolucionario. Por todas partes, predica lo mismo: dejaron de existir las clases privilegiadas dice en Bolivia; en Perú afirma: La igualdad entre todos los ciudadanos es la base de la Constitución de la República , se hallan extinguidos los títulos hereditarios , la Constitución de la República no conoce desigualdad entre los ciudadanos, B. y A. X-31-32. Los pardos recibieron de Bolívar el justo reconocimiento, y el trato a que tenían derecho dentro de un orden nuevo y revolucionario. Incluso en circunstancias por demás dramáticas, él no ocultaba su satisfacción en mostrar el contraste de los tiempos donde su esfuerzo había sido tan determinante: Antes de la revolución los blancos tenían opción a todos los destinos de la monarquía, lograban la eminente dignidad de ministros del rey, y aun de grandes de España. Por el talento, los méritos o la fortuna lo alcanzaban todo. Los pardos degradados hasta la condición más humillante estaban privados de todo. El estado santo del sacerdocio les era prohibido: se podría decir que los españoles les habían cerrado hasta las puertas del cielo. La revolución les ha concedido todos los privilegios, todos los fueros, todas las ventajas. Todo lo inicuo, todo lo bárbaro, todo lo odioso se ha abolido y en su lugar tenemos la igualdad absoluta hasta en las costumbres domésticas , II-1106. Con plena autoridad moral, enfocando sincera y específicamente el caso de Piar, a quien se acusaba de promover la anarquía a través de una guerra de colores de impredecibles repercusiones, el Libertador decía a los soldados: Vosotros lo sabéis. La igualdad, la libertad, y la independencia son nuestra divisa. ¿La humanidad no ha recobrado sus derechos por nuestras leyes? ¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos? ¿La odiosa diferencia de clases y colores no ha sido abolida para siempre? ¿Los bienes nacionales no se han mandado repartir entre vosotros? ¿La fortuna, el saber y la gloria no os esperan? ¿Vuestros méritos no son recompensados con profusión, o por lo menos con justicia? ¿Qué quería, pues, el general Piar para vosotros? ¿No sois iguales, libres, independientes, felices y honrados? ¿Podía Piar procuraros mayores bienes? No, no, no , II-1110. En el ejército, Bolívar no discriminaba a los hombres por ninguna causa; las posibilidades estaban abiertas todas a todos; en verdad el pueblo mismo había impuesto esta apertura y en la conducta de su líder supremo halló la debida y entusiasta receptividad. El Libertador reconocía en Bucaramanga 1828: En los primeros tiempos de la independencia se buscaban hombres, y el primer mérito era el ser guapo, matar muchos españoles y hacerse temible: negros, zambos, mulatos, blancos, todo era bueno, con tal que peleasen con valor; a nadie se le podía recompensar con dinero, porque no lo había; sólo se podían dar grados para mantener el ardor, premiar las hazañas y estimular el
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valor: así es que individuos de todas las castas se hallan hoy entre nuestros generales, jefes y oficiales, y la mayor parte de ellos no tienen Otro mérito personal si no es aquel valor brutal y todo material que ha sido tan útil a la República, y que en el día, con la paz, resulta un obstáculo al orden y la tranquilidad. Pero fue un mal necesario , BUC. 216. Ni en los actos ni en los escritos de Bolívar hay prejuicios pueblerinos, regionalistas, ni nacionales, ni menos aún familiares; no encumbró a ninguno de sus parientes, atrás recordamos sus expresiones terminantes en Bucaramanga, cuando fue justo, hizo que la severidad más irreprochable se les aplicara. En abril de 1827, escribió a Páez: En la semana pasada ha sido testigo Caracas de un acto de justicia, que ha contribuido en mucho a la moral pública y a dar una prueba de que la ley es igual para todos, pues que su peso cayó sobre uno, por el cual se empeñaban hasta mis parientes; pero yo, volviendo a mi carácter, fui inexorable , II-89. A su sobrino, Anacleto Clemente, lo reprende con especial rigor: ¿No te da vergüenza ver que unos pobres llaneros sin educación, sin medios de obtenerla, que no han tenido más escuela que la de una guerrilla, se han hecho caballeros; se han convertido en hombres de bien; han aprendido a respetarse a sí mismos tan sólo por respetarme a mí? ¿No te da vergüenza, repito, que siendo tú mi sobrino, que teniendo por madre a la mujer de la más rígida moral, seas inferior a tanto pobre guerrillero que no tiene más familia que la patria? , I-1342. En relación con sus propios intereses inmobiliarios, escribió muy claramente a su hermana María Antonia: No quiero exceder los límites de mis derechos, que por lo mismo que mi situación es elevada, aquellos son más estrechos. La suerte me ha colocado en el ápice del poder; pero no quiero tener otros derechos que los del más simple ciudadano. Que se haga justicia y que ésta se me imparta si la tengo. Si no la tengo, recibiré tranquilo el fallo de los tribunales , I-1073. A la hora de recomendar en Perú la escogencia de diez jóvenes para ser enviados a estudiar en Europa, insiste sobre la justicia, la equidad y la igualdad en la selección: Estos diez individuos deben tomarse cuatro en el departamento de Lima, dos en el de Trujillo, dos en el de Cuzco y dos en el de Arequipa , .OL, II-344. El mismo propósito de compenetración y fusión igualitarias, lo lleva a pensar en eliminar las viejas fronteras; una vez dice a Páez: Se me olvidó decir a Ud. que hemos pensado fundir juntos dos o tres mitades de los departamentos de Boyacá, Zulia y Barinas, para que no haya más frontera de Venezuela ni de Nueva Granada; porque esta división es la que nos está matando y, por lo mismo, debemos destruirla , II-455.
ADELANTO EN EL TIEMPO No ha sido valorizada con justicia la presencia de Bolívar en el cuadro social americano. Fue verdaderamente audaz y moderno el impacto de su concepción colectiva, revolucionaria sincera. Conforme a la previsión bolivariana, la revolución buscaba poner la América a tono con la hora social que pronto habría de vivir Europa; en este sentido, rebasa sobradamente el ámbito continental, y más que venezolana o americana la revolución que él encabeza es de toda la humanidad. Las comparaciones son bien
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decidoras: mientras en el Viejo Mundo se afinca el individualismo liberal, Bolívar busca implantar en el Nuevo la justicia y la equidad efectivas, promueve la igualdad verdadera, y atiende a la auténtica reivindicación de los oprimidos. Cuando Inglaterra aplica la libertad de contratos (establecida desde 1813 y 1814), dejando sin protección a los económicamente débiles y renunciando el Estado a intervenir en la comunidad, Bolívar lucha por dar al movimiento revolucionario hispanoamericano todo su alcance colectivo: habla de suprema libertad social , de seguridad social , de garantías sociales y de derechos sociales . La supresión de las corporaciones en Europa desde 1791, y el castigo a todo intento de restaurarlas, hacía que para principios del siglo XIX no se aplicara en cuanto a condiciones de trabajo, ninguna regla, ni legal ni corporativa, ni convencional. Cuando allá la situación del naciente proletariado industrial era, por lo dicho, peor que la de los esclavos romanos y los siervos del Medievo, situación inaguantable por los años 1825 al 35, Bolívar estaba legislando en América para el trabajo de los indios con normas claramente intervencionistas y protectoras, las cuales no eran simples ni aisladas expresiones de humanitarismo, sino parte calificada de una temática coherente de dignificación cultural y política. Cuando en Europa la meta era la ilusoria libertad individual, y se consideraba que la sociedad toda, o cualquiera forma de asociación, restringía el albedrío personal y negaba los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuando allá se pensaba que el Estado debía esfumarse como obsoleta realidad despótica, con lo cual se retrocedía a una especie de etapa presocial, donde iba a reaparecer el homo homini lupus, y el fuerte se impondría, Bolívar partiendo justamente de la base ya citada de que nada es tan peligroso con respecto al pueblo, como la debilidad del Ejecutivo , II-1146 trabajaba por un régimen republicano sólido, centralista, democrático y civil, un sistema vigoroso que pueda comunicar su aliento vital a toda la sociedad , I-1404. Una y otra posición, la avanzada que Bolívar asumía y la reaccionaria de los círculos tradicionalistas, se enfrentaban en el seno de Colombia, personalizándose entre quienes buscaban hacer del Estado el instrumento de las clases privilegiadas, manso servidor de sus intereses, y aquellos que en procura de la democracia cierta se afanaban, en cambio, por hacerlo un organismo soberano, activo para la justicia y para una profunda rectificación socioeconómica a favor de las mayorías expoliadas. El rumbo era muy claro y no había posibilidad de error. Bolívar siguió, hasta el fin, tercamente fiel a su responsabilidad y a la política que él había marcado. Cuando estuvo en Caracas por última vez, averiguó sobre el cumplimiento de la Ley de Manumisión de 1821. La investigación oficial, ordenada por él, reveló que de las varias decenas de millares de esclavos habían sido menos de trescientos los liberados en la gran república entre 1821 y 1826. Comprobada la engañifa, Bolívar respondió enérgicamente con su decreto caraqueño del 28 de junio de 1827: todo lo que se adeude de los fondos de manumisión debe quedar cobrado dentro de un año ; para mayor celeridad y eficacia el impuesto se recaudará en adelante por los administradores de Rentas Internas. Se destinará íntegramente al mismo objeto el líquido del patrimonio de quienes mueran ab intestato y sin herederos legales. Se consagran explícitamente, además, los derechos del esclavo a alimento, medicinas, vestido y alojamiento, y la protección a los manumisos ancianos. El impuesto, para lo sucesivo, habrá de quedar satisfecho dentro
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de un año contado a partir de la muerte del testador. Hay sanciones severas para los funcionarios que incumplan estas reglas. DL. II-345. Por si fuera necesaria otra prueba de esta línea diáfana, pronto la Dictadura le deparó poderes extraordinarios. A sólo tres días de asumidos éstos, promulgó un decreto con instrucciones precisas, urgentes y rápidas, para que actuaran las Juntas manumitoras, las cuales se organizarían dentro de ocho días después de la publicación de este decreto , y en cada Cantón tendrán por lo menos una sesión semanal ; se responsabilizaba del cumplimiento al Jefe Político del Cantón y en su defecto al Alcalde Primero Municipal. DL. III-86. El revolucionarismo bolivariano, en lo sustancial, no sufre mengua en esa breve y convulsa coyuntura dictatorial. Todo lo contrario, Bolívar lo subraya y profundiza. El no se desdice, ni negocia ni echa atrás ninguna de sus líneas cardinales. En efecto, queda incólume y ratificada expresamente su muy clara posición antiesclavista, igualitaria, sincera; su decisión franca en pro de los indígenas es ahora más nítida; lo mismo su actitud colombianista y continental, vale decir, a favor de la unidad; también su insistencia en la ética; metas todas a las cuales reafirma con sus decretos y actos de este difícil tiempo. Considerando de modo específico la cuestión social indígena, durante la Dictadura promulga el importante decreto del 15 de octubre de 1828, tan mal interpretado por los historiadores tradicionales. Se le ha imputado al Libertador, con base errónea en ese acto, un supuesto restablecimiento del tributo personal sobre los indios. La verdad es que Bolívar equipara entonces, como muy pocas veces se había intentado, a los indios con todos los ciudadanos a los cuales corresponde el deber de contribuir al sostenimiento del Estado; y que, además, reconoce valientemente en ese texto, de manera expresa, cómo en vez de haber mejorado la condición de los indígenas se ha empeorado y se han agravado sus necesidades . Varias disposiciones, todas en favor de esos colombianos marginados, contiene el decreto del Padre de la Patria. Se procura aliviarlos en su miseria, se les exime de todo servicio en el ejército a menos que se presenten voluntariamente, se les declara libres de pagar derechos parroquiales y de toda otra contribución nacional de cualquiera clase que sea ; se les exime de pagar alcabala; no se les llevarán derechos algunos por los tribunales y juzgados seculares y eclesiásticos . En su artículo 17, el decreto desenvuelve y ratifica una ya conocida disposición bolivariana: No podrán ser destinados los indígenas a servicio alguno por ninguna clase de personas sin pagarles el correspondiente salario según la costumbre del país . El fiscal o fiscales de las Cortes de Justicia serán protectores generales de indígenas , y entre otras atribuciones les corresponderá promover por cuantos medios estén a su alcance, el establecimiento de escuelas para la educación de los hijos de los indígenas, y excitarán a los padres a que los envíen a estos establecimientos con toda la frecuencia posible. [ ] Los curas y protectores estimularán a los indígenas por los medios más suaves a trabajar en común una porción suficiente de tierra del sobrante de los resguardos para invertir sus productos precisamente en beneficio de los mismos indígenas , DL. III-171 y ss.
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La posición revolucionaria de Bolívar es absolutamente inequívoca, firme y segura en pro de la igualdad, base fundamental desde el día glorioso de nuestra insurrección , II1105. Nunca él respondió mejor a su título de Libertador, como en esta dinámica e invariable adhesión al igualitarismo sincero. La sociedad que la Revolución promete, por su voz, no es sino la que tiene por bases constitutivas una absoluta igualdad de derechos, y una regla de justicia, que no se inclina jamás hacia el nacimiento o fortuna, sino siempre en favor de la virtud y el mérito , II-1007. Para la historia quedará Bolívar como el primer líder de América en el combate por la igualdad, ley de las leyes , II-1226.
EMPEÑO Y DESEMPEÑO CULTURAL En esta obra, hemos venido examinando las manifestaciones del ideal bolivariano en pro de la efectiva independencia de nuestros pueblos democracia, justicia, igualdad, unidad a los cuales en todos sus aspectos esenciales él atendía. Ese saldo programático es, al propio tiempo, la aportación de su esfuerzo, de su espíritu e ingenio, a favor de la unidad y solidaridad del Continente. El punto de arranque de Bolívar era siempre nuestra identidad moral y material; de allí que cuanto él resolvía o pensaba para la más pequeña e insignificante de las comunidades americanas lo estaba pensando para el conjunto hemisférico y total que nos comprende a todos. Oportuno es repetir lo que nunca se debe olvidar: para Bolívar la patria es la América , II-1072, vale decir, ahora Latinoamérica; por la entrañable Caracas inicia el periplo de su amor continental.. De Venezuela, de Colombia, Ecuador, Panamá, Perú y Bolivia, desde las principales ciudades igual que desde los minúsculos conglomerados dispersos por tan vasto escenario geográfico, proyecta a todo el mundo de Colón la presencia revolucionaria que con tanta coherencia y organicidad en él se encarna. La unidad y la solidaridad del continente latinoamericano no podía basarse, a juicio de Bolívar, sino sobre la dinámica del progreso o de la transformación sustantiva de esta América, o sea, de su construcción creadora, que era como se aludía entonces al desarrollo. Ya se ha visto, en atento análisis, cómo Bolívar entiende e impulsa a la Revolución de América como una empresa seria y sólida, estructurada y plena, que ha de marchar simultáneamente por cinco vías y con sendos objetivos convergentes. En el orden político, se trata de la emancipación, ruptura radical de los nexos políticos con la monarquía de ultramar; surgimiento de una magna entidad nueva; implantación de la democracia; reconocimiento y disfrute de la libertad. En lo económico, aspira a sustituir el sistema agrario del esclavismo por el del asalariado propio del régimen monetario; trabaja decidido por la justicia en la distribución de los bienes; apunta a la independencia económica por la distribución de la tierra a los trabajadores, es decir, situar los medios de producción en las manos de sus verdaderos agentes; y tiende al desarrollo material a través de un Estado que no sea ente pasivo en la sociedad; cuida también la nacionalización de la riqueza minera. En el orden social conjunta e indisolublemente ligado a lo económico se pronuncia por la igualdad absoluta, abolición de la esclavitud,
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derogatoria de los privilegios. La meta es reivindicar la dignidad humana, eliminar las diferencias sociales: liberar a los negros, redimir a los indios, propender a la superación de los mestizos o pardos; igualdad de oportunidades para todos. En lo jurídico e internacional, su acción revolucionaria cristaliza en la concepción de un Derecho Americano, en la elaboración y la defensa aguerrida de principios legales fundamentales para regular las relaciones de nuestros pueblos dentro y fuera de la comunidad continental. El da la pauta y reúne por primera vez la asamblea de los países americanos; establece el núcleo germinal de una ágil y vasta unidad jurídica. En lo cultural e histórico, Bolívar se empeña en una protección decidida a la educación popular; así entendía afianzar el imperio de la moral, elevar la virtud a norma rectora en el ejercicio constante de la vida social, lograr un alma nueva, sólidamente erguida sobre los principios éticos culminantes de nuestra civilización. La revolución preconizada y servida por Bolívar debía dar paso, hacia la escena universal, a una nueva, inmensa y rica unidad continental con un programa de justicia, de paz y armonía internacional, con propia conciencia de su existencia original y de su autentico destino. El desempeño y el afán cultural de Bolívar se comprenderán mejor examinando la correlativa situación de América, en esta materia específica, para el momento cuando él insurge. El atraso era la regla. La propia metrópoli no descollaba en el mundo europeo; cerrada sobre sí misma por la intransigencia y el fanatismo teocrático, no participó en los cambios técnicos ni en el desarrollo industrial derivados de la atmósfera del libre examen reformista. España respondió al cambio religioso con la Contrarreforma y la Inquisición. Salvo en el arte, su cultura quedó retrasada; en la ciencia era evidente su inferioridad. Los centros universitarios más prestigiosos de América no podían superar, dentro del coloniaje, la situación ya de por sí postergada de la península. Por lo demás, España no repartió igualitariamente sus frutos culturales en América; su preferencia como era obvio resultaba marcadamente a favor de las colonias ricas. Venezuela estaba entre las últimas de la escala. Caracas tuvo Universidad en 1725, y la imprenta le llegó en 1808; hacía más de doscientos años que uno y otro medio del espíritu habían sido trasplantados a este hemisferio. Como característica general de la política cultural de España, estaba el sometimiento a normas rígidas de censura, temor y pensamiento restringido. Al Santo Oficio correspondía otorgar el pase para la entrada, circulación y uso de libros, en general. Estaban condenados los libros que contuvieran proposiciones adversas al dogma católico, o que ofendieran al pudor y a las buenas costumbres, o que tendieran a menguar la consideración debida a la monarquía o el respeto que era forzoso prestar a la ley. En el índice Expurgatorio que regía para fines del siglo XVIII, la Inquisición tenía anotados unos 5.420 autores prohibidos, amén de una infinidad de obras anónimas. El rigor en la aplicación de estos controles sobre la conciencia, creció a medida que el régimen absolutista perfeccionaba su aparato policial y burocrático. La Corona fue especialmente celosa con las obras referentes a América; era imprescindible el visto bueno del Consejo de Indias para que tales libros pudieran llegar
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al Nuevo Mundo. Nadie podía editarlos, tenerlos ni venderlos sin el examen previo de ese organismo. No obstante las restricciones apuntadas, se formaron en América importantes bibliotecas. La propia casa de los Bolívar guardaba un acopio de volúmenes nada desdeñable. Una concepción de cerrada catolicidad imperaba por doquier en los ámbitos de España. Dentro de la cultura colonial venezolana, como en toda América, la nota constante es la presencia religiosa en posición de centro y motivo, así en la educación, igual en la filosofía, en la pintura las normas del Concilio, tridentino explican la ausencia del desnudo, también en la arquitectura, la música, el teatro y las letras.
UN INTERES TAN VIVO Y PODEROSO Frente a ese panorama cultural de generales negatividades se levanta Simón Bolívar; recuérdese, una vez más, que él se define por su vocación popular y revolucionaria. Su lucha fue por destruir, en todas sus manifestaciones, una compleja situación que no convenía a los reclamos de su presente ni del futuro; y trabajó no solamente en romper estructuras, sino en construir las más convenientes a la sociedad del porvenir. Por ello su acción, aunque aparentemente desordenada, y no obstante dilatarse a través de cuatro lustros sobre una superficie equivalente a la de más de veinte países europeos en total, es una acción como planificada, conjunta y simultánea en todos los dominios de lo social. Bolívar buscaba edificar un nuevo orden, de allí que cuanto sirviera a este objetivo fuera por él apreciado; atendió a todos sin excluir ni uno de los factores que desde diferentes ángulos convergían al beneficio de su noble y colosal propósito. Ineludiblemente Bolívar tenía que prestar singular atención a la educación. En ese proceso, que ha sido definido como la procreación espiritual de la humanidad, el Libertador tenía que advertir una palanca necesaria y sine qua non para hacer un mundo nuevo. Sólo trabajando sobre las almas y las conciencias de los niños y jóvenes, pueden sembrarse efectivamente las semillas de un porvenir distinto. A tres grupos de problemas concedió el Libertador una atención minuciosa y primordial: los de la guerra, los de la diplomacia y los de la educación. Ninguna otra clase de asuntos le mereció una consideración tan permanente y esmerada. Si se indaga sobre la causa de este hecho, habrá de convenirse en que entre todos esos temas existe una relación esencial, como que son facetas complementarias de una misma responsabilidad y de un igual deber: libertar. Desde los clavos para las herraduras de los caballos hasta la estrategia continental frente a las amenazas de la Santa Alianza; desde el modo de enseñar a leer a los niños, o a comer en la mesa a rústicos oficiales del ejército patriota, hasta una reforma universitaria; desde elaborar pautas e instruir incluso en cortesía a los noveles diplomáticos de su América, hasta la doctrina y la operación de la unidad continental, y más todavía, hasta la idea de un nuevo sistema universal; todo en los tres campos dichos, está previsto y es atendido por Bolívar.
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De ese modo respondía el líder a su obligación de tres momentos. El primero, formación concreta de América libre: guerra emancipadora: planes y batallas, logística y armamentos, órdenes de mando, soldados, oficiales, tropas, legionarios. El segundo, preparación de las generaciones nuevas para la vida nueva: educación, enseñanza primaria, moderna y popular, creación de escuelas del más diverso tipo, protección a las letras y las artes, estímulo a las ciencias, ideas pedagógicas, universidades, proyecto de un Poder Moral, señorío de la cultura. El tercero, ratificación y consolidación de los vínculos para unir su gran patria americana entre sí y con el mundo: diplomacia: tratados y congresos internacionales, ideología y fórmulas para los pactos de solidaridad; la unión colombiana; la anfictionía americana, la asamblea de Panamá, la unión de los Andes. Un nuevo programa mundial de justicia y de paz. A medida que crece su experiencia en la lucha americana, aumenta la atención que Bolívar dispensa a la educación. Más aún, antes de entrar propiamente a la empresa redentora, su convencimiento era lúcido y firme; el gran educador inglés Joseph Lancaster lo registra con exactitud para la historia: Me acuerdo yo de ti, cuando tuve el gusto de perorar, usando algunos diseños explicativos, a los Diputados de Caracas (de que tú formabas parte) en la habitación del General Miranda, en Grafton Street, Piccadilly, Londres, hacia el 26 ó 27 de setiembre de 1810. Mi sistema excitó en tu mente un interés vivo y poderoso cuando estabas en Londres .[36] A mitad de su trayectoria vital, en pleno esfuerzo bélico, subraya el valor de la ética y de las luces, y se detiene a proyectar la formidable novedad de todo un Poder Moral. En 1828 promete ante el rector de la Universidad de Bogotá, que ningún objeto será de tanta preferencia para mí en lo sucesivo como la dirección de esos retoños de la vida, de esos ciudadanos que van a ser los sucesores de nuestros derechos, de nuestra libertad y de nuestra independencia, para que conserven estos preciosos bienes por sus virtudes y por su ciencia e ilustración. Yo dirigiré desde ahora mis pasos a la instrucción de los pueblos y a la de sus hijos , II-1264. Y una semana antes de la muerte, en su testamento, tiene para la Universidad de Caracas un recuerdo significativo y afectuoso. BASE PARA LA LIBERTAD Bolívar está consciente de que la existencia colectiva depende de la educación; sin ésta no hay historia, ni fisonomía nacional que se mantenga a través de los tiempos. La escuela, según él, es piedra de toque para la apreciación de una sociedad, crisol de patria. No puede ser buen ciudadano ni hombre honrado el que olvidando que su familia pertenece más a la Patria que a sí misma, descuida la educación de sus hijos , OL. XVI-141. En su programa de gobierno el apoyo, fomento y estímulo total a la educación, figura en sitio dominante. Ante el Congreso de Angostura no titubea: La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso , II-1150; en Bolivia repite seis años después: El primer deber del gobierno es dar educación al pueblo. La salud de una república depende de la moral que por la educación adquieran los ciudadanos en la infancia , BOL. I-432. El plan de las Escuelas Mutuas de Joseph Lancaster fue el escogido por Bolívar para la instrucción primaria. Este sistema, que permitía a un maestro dirigir, mediante la colaboración de los estudiantes más avanzados, basta un millar de niños, era sin duda el más recomendable para la realidad americana, donde no había personal capacitado y eran mínimos los recursos financieros. Ninguna vía mejor para obtener el máximo
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rendimiento de los muy pocos maestros que poseía Colombia. En carta de amonestación a la Municipalidad de Caracas repite Bolívar su adhesión a ese método que él calificó de obra maravillosa , I-1067. Recuerda a los ediles caraqueños cómo, con el objeto de que el maestro inglés fundase ahí los institutos de enseñanza mutua, puso a su disposición 20.000 pesos y lo entusiasmó a radicarse en esa tierra con promesas y halagos; mas cuál ha sido mi sorpresa al saber, por los informes de este mismo señor, que la M. I. Municipalidad del año pasado en lugar de propender a que se extendiese un plan tan útil a la juventud de Caracas lo ha combatido desde su principio , I-1282. Bolívar escribe enérgicamente con el objeto de reclamar contra un abuso que aún no puede creer y para exhortar al Ayuntamiento a que, en vez de oponerse a las escuelas lancasterianas, les preste toda aquella protección que es su deber dar a los establecimientos que tienden a la propagación de las luces y que interesan tan inmediatamente al pueblo , I-1282. Más tarde, Bolívar reafirmará esta misma fe, declarando: Yo he hecho establecer el sistema lancasteriano en toda Colombia y eso sólo hará a la generación venidera muy superior a la presente , B. y A. IX-324. El 31 de enero de 1825 decretó en el Perú el establecimiento en cada capital de Departamento de una Escuela Normal lancasteriana. Justamente en la decidida protección a tal sistema educativo, debe verse una prueba más de la organicidad de la concepción revolucionaria bolivariana. Con seguro conocimiento acoge complacido la invitación para seleccionar estudiantes con destino a la escuela de Hazelwood, en Inglaterra, cuyo plan de educación práctica le recomienda Jeremías Bentham como el mejor para desenvolver el espíritu, II-16. En el Libertador existe la convicción de que es imprescindible, para una real labor de independencia y de superación culturales en América, formar a nuestros jóvenes sobresalientes en los más afamados centros de capacitación del universo. Sus minuciosas recomendaciones al Consejo de Gobierno, en Lima, sobre envío de becarios a Londres, para ser perfeccionados en derecho, diplomacia y administración pública, corresponden a esta misma preocupación. En sus previsiones de Angostura fue muy cuidadoso en el bosquejo del sistema para educar a los venideros integrantes del Senado Hereditario por él propuesto; allí piensa en un Colegio especialmente destinado para instruir aquellos tutores, legisladores futuros de la Patria. Aprenderían las artes, las ciencias y las letras que adornan el espíritu de un hombre público; desde su infancia ellos sabrían a qué carrera la Providencia los destinaba, y desde muy tiernos elevarían su alma a la dignidad que los espera , II-1144. Ampliando estas ideas, insistía: La educación forma al hombre moral, y para formar un legislador se necesita ciertamente de educarlo en una escuela de moral, de justicia y de leyes , I-442. Son por demás abundantes los testimonios de las medidas concretas que en pro de la educación dicta Bolívar. Más de cuarenta decretos y resoluciones, dictados en los lugares más distintos, en el curso de un decenio tremendo se refieren a las facetas todas de tan vasta y compleja problemática. Esos diez años de esfuerzo educacional corren del 17 de setiembre de 1819 cuando en Bogotá dispone crear una escuela para huérfanos, expósitos, o pobres a los cuales la República debía sostener y educar, hasta el 5 de diciembre de 1829 fecha del nuevo plan de estudios promulgado en Popayán. En su inicial decreto sobre esta materia, el primer considerando contiene el germen de una
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doctrina, suerte de idea matriz para su carrera: La educación e instrucción pública son el principio más seguro de la felicidad general y la más sólida base de la libertad de los pueblos , OL XVI-464. En el último de sus decretos sobre educación, hace un examen completo de la misma en Colombia; se apoya en la Iglesia católica para la instrucción primaria; revisa las otras ramas y particularmente la universitaria y prevé distintas reglas generales para bien de la cultura. En su decenio de acción educativa enmarcado entre los años dichos de 1819 al 29, sobre el dilatado escenario de la América por él administrada Bolívar toma muy variadas medidas de gran importancia. Funda escuelas para menores sin padre y en estado de abandono. Legisla sobre planteles y maestros para los indios, con la inclusión del detalle de que a los naturales se les enseñen entre otras cosas los derechos y deberes del hombre y del ciudadano en Colombia conforme a las leyes , DL. I-196. Hace obligatoria la enseñanza en Perú; ordena que todo joven que se encuentre sin una boleta que acredite ser alumno de alguna escuela o colegio, sea en castigo tomado para el servicio público o de las armas . Repetidas veces ocúpase de la instrucción femenina; en Cuzco en 1825, considerando que la educación de las niñas es la base de la moral de las familias , decreta la creación de un plantel en el cual se admitirán las niñas de cualquier clase, tanto de la ciudad como del departamento, que estén en aptitud de recibir la educación , B.y A.X-41. En Caracas 1827 atendiendo a que el importante objeto de la educación pública quedaría muy imperfecto no mejorando la de las niñas , impulsa decididamente la enseñanza de las futuras madres de familia, DL. II-343. Dispone en Bolivia que las cuartas episcopales de los curatos de este Departamento que hasta ahora han pertenecido al obispado de La Paz, se apliquen a beneficio de los colegios de ciencias y artes , OL. XXIII-293. En Urubamba ordena que el Convento de Recoletos, con sus respectivas rentas se destine, y apliquen éstas a un establecimiento de enseñanza pública, donde la juventud de toda esta Provincia pueda recibir las primeras lecciones para su posterior educación , OL. XXIII-249. Varias veces transforma colegios privados y conventos en colegios públicos. Dispone reiteradamente se arrienden determinados bienes nacionales para fomento de la enseñanza general. Establece escuelas lancasterianas en Colombia, Perú y Bolivia. Funda una escuela náutica en Guayaquil. Cuando atravesaba el Perú con don Simón Rodríguez en su séquito, concretamente en 1825 que fue el año más notable en estos afanes culturales, toca los temas pedagógicos más distintos. Importantes decretos dicta en Chuquisaca: han de aplicarse todas las obras pías a la enseñanza pública; en cada capital departamental se establecerá una escuela primaria para niños de uno y otro sexo; en la propia ciudad andina habrá un colegio de ciencias y artes; además una escuela militar, y su colegio seminario será para ordenados de toda la República. Del seminario de Caracas también se ocupa en 1827. A las universidades, así en Bogotá, Trujillo, Arequipa, Quito, etc., las atendió con esmero. Nada escapó a su preocupado celo.
EL EDUCADOR MILITANTE Como si se tratara de un profesor en ejercicio, Bolívar expresa muy diversas ideas didácticas y pedagógicas que desde otro ángulo confirman la coherencia de su
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personalidad. Sobre las fuentes formativas de semejante conocimiento hay investigaciones novedosas y recientes. Es larga la tradición que a partir de la obra del notable pedagogo Luis B. Prieto F., El magisterio americano de Bolívar, queda corregida: desde José Gil Fortoul, a comienzos de siglo, hasta 1969 pasando por Mancini, un roussoniano fervoroso y de prestigio, para la gran mayoría de cuantos han trabajado estos temas, Bolívar se había nutrido de manera principal en las vertientes ideológicas de Rousseau. El maestro Prieto Figueroa esclarece la cuestión, y no con generalizaciones infundadas, sino con severa precisión científica, ahora de fácil comprobación, así afirma que de quien se halla más distante Bolívar en esta materia es por cierto de su pretendido mentor ginebrino. Los verdaderos inspiradores del Libertador en educación son al fin identificados y documentados: Diderot, Condorcet, Helvecio, Vives, La Chalotais... Contemporáneos y amigos de Bolívar también influyeron en su pensamiento educativo. Don Simón Rodríguez, el propio maestro, de quien él dijera: cuyos consejos y consuelos han tenido siempre para mí tanto imperio , I-21; su adicto José Rafael Revenga y el doctor José María Vargas, están presentes en sus actos, escritos y su pensamiento pedagógicos. Rodríguez estaba con Bolívar en Perú en 1825, año en el cual fue redactado el borrador del artículo periodístico sobre La Instrucción Pública que aparece editado en los papeles del Libertador. De 1825 es también el boceto metodológico para la educación de Fernando Bolívar, a la sazón estudiante en los Estados Unidos. El Libertador tenía un concepto humano de la escuela y del maestro; éste no necesita ser un erudito, pero sí un hombre culto. La escuela deber ser centro de inquietudes, de satisfacción y hasta de recreo para los niños; es preciso cancelar aquella hora cuando decirle a un niño vamos a la escuela, o a ver al maestro era lo mismo que decirle: vamos al presidio, o al enemigo , II-1292. Sobre la recompensa. del trabajo escolar, dice: Los premios y castigos morales, deben ser el estímulo de racionales tiernos; el rigor y el azote, el de las bestias. Este sistema produce la elevación del espíritu, nobleza y dignidad en los sentimientos, decencia en las acciones: Contribuye en grande manera a formar la moral del hombre, creando en su interior este tesoro inestimable, por el cual es justo, generoso, humano, dócil, moderado, en una palabra hombre de bien , II-1293. Dentro de un avisado perspectivismo, nunca pierde de vista la dimensión social de la Escuela; debe ésta acomodarse a las exigencias colectivas, no puede ser la misma para todos los pueblos ni para todos los tiempos; tampoco igual para todas las criaturas, debe ser siempre adecuada a su edad, inclinaciones, genio y temperamento , II-1295. Asigna a la escuela, junto a la formación cultural que le es propia, y a la ético-religiosa y cívica, otras tareas no por sencillas y modestas menos fundamentales: la urbanidad, el aseo, la prosodia; quiere, desde la infancia, las prácticas de la democracia: los niños deben elegir a sus compañeros más meritorios para celadores de sus clases. Para enseñar a leer, recomienda que después del conocimiento de las letras se pase a la lectura de palabras, sin deletrear , II-1294; en avance de muchos años hacia la novísima didáctica advierte que el deletreo es un método dificultoso e impráctico. También se ocupa del esparcimiento: Los juegos y recreaciones son tan necesarios a los niños, como el alimento: su estado físico y moral así lo requieren , II-1295.
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Otros preceptos suyos son: que los idiomas muertos deben estudiarse después de poseer los vivos. Asimismo, la historia debe comenzarse a estudiar por la contemporánea para llegar gradualmente hasta la fábula, II-1295. Igualmente llama la atención sobre el cultivo armónico de todas las facultades intelectuales; al niño memorioso debe estimulársele la comprensión y al mentalmente despierto deben proponérsele pruebas de memorización; tanto la memoria como el cálculo, están sujetos a fortalecerse por el ejercicio , II-1296. En las matemáticas advierte un instrumento para aprender a pensar y a raciocinar con lógica , II-1296. En su empeño por lograr personalidades recias pero elegantes, no olvida como complemento de la virtud y de la ciencia la práctica de la vida social. Frente a quienes creen que ser revolucionario significa ser tosco y rudo, Bolívar defiende para los jóvenes republicanos los principios y modales de los caballeros; la enseñanza de las buenas costumbres o hábitos sociales es tan esencial como la instrucción , II-1296; se debe inspirar a los estudiantes el gusto por la sociedad culta donde el bello sexo ejerce su benéfico influjo; y ese respeto a los hombres de edad, saber y posición social, que hace a la juventud encantadora, asociándola a las esperanzas del porvenir , II-1297. Bolívar no quiere perder un detalle en esta materia de la educación; busca abarcarlo todo, mirar la totalidad y, a la vez, cada una de las aristas, hasta las menores. Su función libertadora se conjuga con su función de maestro cabal, iniciador de una política educacional americana que no desestima ninguna de las notas del fenómeno. Por sobre todo, como estribillo de su esfuerzo, aparece su característica preocupación por lo esencial, su desprecio por el formalismo y las superficialidades. El Poder Moral propuesto en Angostura constaba de dos cámaras: una de Moral y otra de Educación; entre las atribuciones de éstos cuerpos figuran: la vigilancia de las costumbres, el premio a la virtud y el castigo al vicio; la propaganda de reglas sencillas acomodadas a la inteligencia de todas las madres de familia para la educación de los niños en sus primeros años; el estímulo a los sabios para que publiquen obras sobre educación conforme a nuestros usos, costumbres y gobierno ; comisionar a hombres celosos, instruidos y despreocupados que viajen, inquieran por todo el mundo y atesoren toda especie de conocimientos sobre la materia . Más amplia es aún su previsión cuando, consciente de que son nuestros colegios actuales incapaces de servir para un gran plano de educación , propone que sea cuidado muy especial de la Cámara delinear y hacer construir los que se necesitan en toda la República ; para ello se tomarán en cuenta todos los factores: forma, proporción, situación, de estos establecimientos, elegancia, higiene, comodidad, ventajas del lugar para la concentración de niños, salubridad del terreno, etc. [37] Su programa apunta en breves líneas hacia el maestro clave de todo el proceso: Un hombre de genio que conozca el corazón humano, y que le dirija con arte; un sistema sencillo, y un método claro y natural, son los medios eficaces por donde la sociedad puede hacer en pocos días extraordinarios y brillantes progresos. Sin estos requisitos en vano se amontonarán preceptos y trabajos: todo será embarazo y confusión , II-1295.
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A los maestros prodiga Bolívar los mayores elogios. Los ama con la misma viril pasión que a sus soldados. El objeto más noble que puede ocupar al hombre es ilustrar a sus semejantes , II-133. Esta es la tarea creadora por antonomasia, la que verdaderamente construye de la nada, levanta y edifica a base de palabra y ejemplo. Ese hombre generoso y amante de la Patria, que sacrificando su reposo y su libertad se consagra al penoso ejercicio de crearle Ciudadanos al Estado que le defiendan, le ilustren, le santifiquen, le embellezcan, y le engendren otros tan dignos, como él, es sin duda benemérito de la Patria: merece la veneración del Pueblo y el aprecio del Gobierno. El debe alentarle y concederle distinciones honrosas , II-1292. Por esta misma vía Bolívar rinde homenaje constante a los intelectuales. Él reconoce como eficaz para la regeneración ética de los pueblos la estimación a los literatos; éstos con los científicos, los artistas y los educadores, labran la imagen moral de la Patria. Los científicos son a su juicio los verdaderos descubridores de la realidad física nacional, el Estado debe apoyarlos, II-133, I-1312, I-367. Bastante adelantado a la irrupción y apogeo del Positivismo, Bolívar participa del entusiasmo por la ciencia. La considera aliada necesaria de la libertad; el cultivo de aquella interesa para que el hombre tenga noción de sus derechos y sea capaz de vindicarlos, II-16. En la ciencia advierte una de las cuatro potencias del mundo corporal junto con el valor, la riqueza y las virtudes I1130; en ella hay, a su juicio, una fuente efectiva de poder, I-162. A los europeos los convida a venir para que traigan sus ciencias a la construcción de nuestra América. Con intelectuales notables de su tiempo mantiene activo intercambio. Como gobernante acoge con simpatía a investigadores y sabios, a todos abre las puertas de Colombia. Hay cartas de gratitud a Bolívar del Museo de Historia Natural de Francia, de numerosas personalidades, como el científico alemán Eric Bollman pesquisidor de platino en Colombia, del explotador y geógrafo irlandés J. Barclay Pentland, quien estuvo en Perú y Bolivia con total apoyo de estos gobiernos. Fósiles, muestras de minerales, especies botánicas y zoológicas, reliquias indígenas, informaciones y datos de los más variados, se pedían al Libertador. Escritores y autoridades científicas de distintas especialidades y países le remitían sus obras y mantenían con él correspondencia. Historiadores y geógrafos le comunican el curso de sus investigaciones. Profesores del Liceo Louis le Grand , de París, le proponen fundar en Colombia una Academia de Matemáticas y Física. Pintores, editores, periodistas, políticos, todos se interesan por la república civilizada que gracias a él está naciendo en América.
EL PAPEL DEL ESTADO La materia educativa suministra una nueva prueba de cuán grande es la distancia que separa a Bolívar de la concepción política simplista del Estado liberal que renunciaba a todo asunto que no fuera defensa, policía o justicia. Dentro del laissez faire se deja a la educación en manos de los particulares; para Bolívar tal no es el camino. Es el Estado el ente que establece la educación pública y la dirige , II-1290. En junio de 1820, en El Rosario hace la declaración más enfática al respecto: la supremacía estatal en el ramo, y la correspondiente uniformidad de orientación y planes, vale decir, el patronato, dirección y gobierno de los colegios de estudios y educación establecidos en la
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República pertenece al gobierno, cualquiera que haya sido la forma de establecimiento de aquéllos . Se comprenden expresamente en este artículo hasta los colegios seminarios que hay en toda la extensión de la República, cuyos jefes, rectores, maestros y demás empleados dependerán del gobierno y serán nombrados por él , DL. I-205. Un año antes, en Angostura, en el proyecto del Poder Moral asigna exclusivamente a la Cámara de Educación: establecer, organizar y dirigir las escuelas primarias, así de niños como de niñas . El Estado no puede a su juicio ceder ni entregar la formación de la sociedad, ni hacer dejación en manera alguna de las grandes responsabilidades que le corresponden. La sociedad es en gran medida lo que su escuela y sus maestros quieren que sea. Cuando la institución docente encaja dentro de un sistema social, obtiene éxito duradero; cuando, por el contrario, entra en conflicto con su circunstancia no pueden predecirse los resultados de su trabajo. La nación será sabia, virtuosa, guerrera si los principios de su educación son sabios, virtuosos y militares: ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática si se la cría en la escuela de estos errores. Por esto es que las sociedades ilustradas, han puesto siempre a la educación entre las bases de sus instituciones políticas , II-1290. Hacia el principio de la gratuidad de la enseñanza, el cual en nuestro tiempo, y dentro de la democracia, es precepto indiscutido, también avanza el Libertador. Corresponde al Estado sufragar los gastos educativos, brindar igual oportunidad a todos sus miembros, poner al alcance de éstos las fuentes de cultura. En el Cuzco, ante la penuria fiscal, se ve obligado a establecer que en la escuela nacional las hijas de los ciudadanos pudientes contribuyan a acrecer los fondos del instituto, B. y A., X-41. Con el mismo fin de aumentar las escuálidas rentas asignadas a la educación toma algunos ingresos eclesiásticos; también edificios de antiguos conventos son destinados a tal objeto. Su visita al interior del Perú cumple este propósito; en todos los pueblos del tránsito ha hecho arreglar la Hacienda Nacional, poner en buena administración las propiedades y fomentar la cultura, OL. XXIII-171. En Bolivia, por su empeño, el gobierno se compromete a señalar en favor de la educación todos los ahorros que en lo sucesivo puedan hacerse en el arreglo de otros ramos de la administración pública , BOL. I-433.
DEVOCION UNIVERSITARIA Sin haber sido universitario, estuvo el Libertador atento siempre con afectuoso interés a la suerte de las casas máximas de cultura. A pocos pasos del sepulcro rubrica la conducta consecuente de su vida entera con un hermoso gesto para la Universidad de Caracas. Así confirma su devoción: a la hora de repartir sus escasos bienes expresó en su testamento: Es mi voluntad, que las dos obras que me regaló mi amigo el señor general Wilson, y que pertenecieron antes a la biblioteca de Napoleón, tituladas el Contrato Social de Rousseau y El arte militar de Montecuccoli, se entreguen a la Universidad de Caracas , II-988. [38] En el curso de su última estada en Caracas, no solamente se ocupó en superar la disidencia de La Cosiata , sino que con auxilio de Revenga y Vargas redactó y promulgó
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una nueva Constitución para la Universidad. Se derogaron entonces normas arcaicas, se remozó y modernizó debidamente la magna institución, se sentaron las bases de un nuevo trato que bien podría estimarse punto de partida de una verdadera reforma universitaria para la época, y buena parte de cuyos principios no han perdido vigencia. Gracias a las nuevas reglas la Universidad consolidaba su autonomía, se le adjudicaban bienes y rentas propias para atender de modo independiente a sus requerimientos, OL. XXV-446. En esa constitución bolivariana se proclama una política universitaria de puertas abiertas, enfáticamente se establece que en calidad de asistente no se impedirá a ninguno oír las lecciones de un catedrático , OL. XXV-414. A los estudiantes les reconoce participación en el comando del instituto y hasta los responsabiliza dentro de una idea de evaluación recíproca respecto a los profesores; de este modo dispone que además de las visitas que el Rector hará a las clases cuando se lo sugiera su celo, elegirá en cada bimestre dos estudiantes de cada clase, para que informen sobre la conducta del catedrático , OL. XXV-411. En beneficio de los estudiantes se consigna categóricamente la exención del servicio militar y de cualquier tarea que los aleje de su función específica, OL. XXV-415. Los estudiantes son solidariamente responsables con los profesores del prestigio del instituto; en los actos públicos llamados certámenes , junto a cada profesor, participarán obligatoriamente en número de dos, ninguno de los cuales podrá excusarse , para que enteren al país de los progresos que hacen los jóvenes y el estado que tienen los estudios en la Universidad , OL. XXV-423. En las normas de Bolívar, se abre la vía para un sistema justo de equivalencias y reválidas que unifique a las diversas universidades; se reconoce la igualdad de títulos con todas las de Colombia. Para la provisión de cátedras se consagra el sistema de libres concursos de oposición y se recomienda expresamente a los jurados obrar en justicia sin afición ni pasión , OL. XXV-436. A los profesores los quiere como maestros integrales, les prescribe que no deben ser solamente transmisores de conocimientos, sino también el modelo de los jóvenes confiados a su enseñanza: la decencia, el decoro, la urbanidad, la cultura en el idioma, todo debe relucir en los maestros, a fin de que con estas lecciones prácticas formen buenos discípulos , OL. XXV-438. Considera que en interés de la majestad misma del cuerpo colegiado es muy importante la presencia de los profesores en los actos del instituto, y prevé sanciones severas para los inasistentes consuetudinarios. Se funda un sistema de jubilaciones con renta entera a los veinte años de servicio, y como estímulo a la producción de obras de texto, se premia especialmente con reconocimiento de méritos computables para una jubilación anticipada a quien escriba o traduzca libros fundamentales. Esta cuestión de los textos didácticos preocupó mucho a Bolívar, quien estaba consciente de la magnitud del asunto, aumentada ésta por la carencia de personal idóneo que siquiera en parte podría ser suplido por buenos libros y material educativo. El interés bolivariano por los libros de enseñanza mereció una significativa previsión en el decreto donde prohibía la enseñanza de los Tratados de Legislación, de Bentham: Siendo muy importante que se multipliquen las obras elementales, especialmente en algunos ramos en que no las hay propias para la juventud colombiana, la Dirección General excitará a las Subdirecciones y Universidades
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para que se redacten, por los catedráticos más capaces de hacerlo, algunos cursos, y que se impriman a costa de las rentas de las Universidades, las que se reintegrarán después con lo que produzca la venta de los libros , DL. III-54. Respecto a la rectoría universitaria, el Libertador ratifica su confianza en la alternabilidad republicana; al propio tiempo, mirando la conveniencia institucional en el sentido de dar oportunidad a mayor número de personas en la conducción del establecimiento, manda que el Rector dure tres años en su cargo. Dentro de este nuevo régimen señala, como ideal, el tipo del universitario culto o humanista; hacia esa meta se dirige el propósito bolivariano cuando para los futuros médicos se contemplan clases obligatorias de francés, inglés, bellas letras y ciencias físicas, OL. XXV-420; y conste que tal complemento de cultura se establece para los estudios médicos cuya enseñanza, él indica textualmente, será más bien práctica que teórica , OL. XXV-430. Bolívar concibe a la Universidad como centro motor de la cultura nacional, por eso incluye dentro del plan universitario la creación de las Academias; éstas deberán, de modo igual a la Universidad en general, orientar su esfuerzo al estudio de la realidad circundante para buscar soluciones a los problemas propios de la sociedad donde actúan. Precisamente en su último decreto sobre educación el fechado en Popayán el 5 de diciembre de 1829, el Libertador encarga a las universidades un trascendental cometido en la gerencia y administración educativas: Quedan suprimidas las subdirecciones de estudios donde quiera que haya universidad, y sus funciones se desempeñarán por las respectivas universidades en junta general o particular según la importancia de la materia: ellas se entenderán con la dirección general de estudios en todo lo relativo a la educación pública . Además, quedan autorizadas las universidades para fomentar el reglamento que prescriba la educación física, moral, religiosa y social que se ha de dar a los jóvenes en las universidades y colegios . [39] La reforma de la Universidad caraqueña, por medio de las disposiciones de Bolívar, consagra, como ya se ha dicho, la verdadera autonomía de esa institución: con su Rector electo libremente por el Claustro pudiendo ahora ser doctor en Medicina y del estado regular; y con bienes bastantes para su financiamiento. El Libertador dispone se asignen a la Universidad usufructos y propiedades referentes a magníficas haciendas: Chuao, Cata y la Concepción, ésta con su trapiche; los bienes de los expulsados jesuitas; rentas y obras pías; manda a conservarle y respetarle contribuciones establecidas desde 1592; le acuerda además, ingresos sobrantes de los resguardos indígenas, del desaparecido Colegio de. Abogados y otros proventos. Los nuevos estatutos o constituciones, en cuanto al ingreso de estudiantes, sobra decirlo, ponen fin a la discriminación social, religiosa y racial queda abolida la exigencia de limpieza de sangre . En lo docente, implica una auténtica reforma el aumento de cátedras, sobre todo en Medicina donde sobre el viejo Protomedicato se crea en firme la Facultad, a la cual además, se le dio edificio exclusivo y en Matemáticas. En el mismo 1827, el espíritu reformista docente llega a la Universidad de Quito; el correspondiente decreto de Bolívar dispone entre otras novedades que junto a los
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idiomas importantes de Europa se estudie la lengua quechua. Tres años antes, en Perú, el Libertador decretó la erección de la Universidad de Trujillo. En aquella nación hermana, corriendo agosto de 1825, fija, también, las bases de la que habrá de ser la Universidad de San Agustín, en Arequipa. Por diciembre de 1827 establece Bolívar en el Colegio de Antioquia un régimen universitario para los estudios de jurisprudencia, comienzo de la Universidad de Medellín. Durante el período de la Dictadura, y atendiendo a las dificultades políticas de entonces, se introducen algunas modificaciones en los planes de diferentes universidades. En noviembre de 1828 se autoriza nuevamente a los Colegios Mayor del Rosario y de San Bartolomé, para que reasuman su categoría superior. Conocida en círculos científicos de Europa la preocupación cultural del Libertador, a él se ofrecieron varios catedráticos franceses Brunner, matemático; Pelegrin, gramático y políglota; Avon, químico y farmacéutico para fundar la que debía ser propiamente la Universidad de Colombia, y a la cual vendría en breve un total de dieciocho profesores galos y españoles constitucionales .
LA ARTILLERIA DEL PENSAMIENTO No se equivocó el Libertador considerando al periódico, como lo hizo siempre, un excepcional vehículo para la educación de las masas, suerte de tribuna portátil para la difusión de las nuevas ideas. De un enconado adversario, José Domingo Díaz, ha quedado el testimonio consagrador de que la imprenta fue siempre la primera arma de Simón Bolívar. A la prensa la considera tan útil como los pertrechos, I-258. Petion, el glorioso patrocinador de las expediciones fundamentales, le obsequió una imprenta, perdida en el desastre de Ocumare; de todos modos, la Revolución tuvo éxito en el empeño de poseer su vocero propio, ese fue el Correo de Orinoco (1818-21). A un haitiano meritorio, Juan Baillío, le tocó ser el esforzado impresor del Congreso de 1811, del primero y segundo gobiernos republicanos, y también de la expedición libertadora de 1816. Bolívar actuó personalmente, más de una vez, como periodista; escribió artículos y notas para la prensa. Hizo en varias oportunidades muy sagaces y atinadas recomendaciones para que los periódicos llenaran mejor su cometido. Insistía sobre la forma y estilo convenientes. Véanse sus minuciosas recomendaciones al general Santander: El Correo de Bogotá tiene cosas admirables, me divierte infinito, no tiene más defectos que su monotonía de cartas; parece una correspondencia interceptada. Dígale Ud. al redactor que anuncie al público que no dará más los artículos remitidos en forma de cartas, sino que los encabezará con un título de su contenido. No hay diario en el mundo que tenga la forma del Correo de Bogotá. A todas las cosas se le deben dar las formas que corresponden a su propia estructura,. y estas formas deben ser las más agradables para que capten la admiración y el encanto. Mucho importa que ese diario que tiene tan buenos redactores trate las materias de un modo regular y periodístico , I-714. [40]
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En la política educativa y cultural de Simón Bolívar nada es obra del acaso, toda ella es la cotidiana ratificación del ideario y de la práctica revolucionarios más genuinos. Joseph Lancaster, aquel testigo del interés tan vivo y poderoso que desde 1810 mostró Bolívar por la educación, llegará a percibir claramente esa integridad revolucionaria; en una de sus cartas el Libertador coincide con éste reconociendo que la emancipación de la mente [es] la única medida que al parecer falta para coronar las libertades con la plenitud de la gloria y el honor ; en otra carta, Lancaster coincide nuevamente con Bolívar en el anhelo de que los colombianos unan los conocimientos a la libertad, y que edifiquen la gloria de su libertad sobre los cimientos de sus luces .[41]
LA OPINION PUBLICA Bolívar fue educador siempre; en su propia conducta pública hace patente su eximia condición de maestro de América. La espontánea y sistemática subordinación suya a principios morales inflexibles es ejercicio de alto magisterio político. Con su actitud de atento escucha de la opinión pública, dice cómo respeta la voz y la voluntad del pueblo. El no es el magistrado que se cree suficiente e infalible; podría decirse que el de la opinión pública es uno de sus cultos permanentes. Fuerza que vale aún más que los ejércitos llama a la opinión pública, I-227. La primera de todas las fuerzas , II-1114. La cree esencial para la apreciación de todo líder, los hombres públicos valen tanto cuanto es la opinión que se tiene de ellos , I-692. A caudillos personalistas, como Páez, les da sobriamente su lección: El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que producen los errores , XII-183. Por los días de 1820, y dentro de la misma línea de constructiva tolerancia, procurando además que se estimule a la opinión pública para que se pronuncie, y que se aproveche su manifestación, puntualiza ante el Vicepresidente del Departamento de Cundinamarca: Los hombres públicos están sujetos a la censura de todos los ciudadanos, sobre todo en un gobierno puramente popular , XII-185. Una concepción clara y orgánica de la cultura como una unidad, y no como un arbitrario y caótico montón de pedazos, se encuentra repetidas veces en los textos y las acciones del Libertador; también es fácil citar locuciones de su prédica insistente sobre la utilidad del trabajo intelectual. Es muy difícil apreciar dónde termina el arte y principia la ciencia , dice al declarar sin ambages que si su sobrino Fernando se inclinara hacia los estudios prácticos (arte u oficio), él lo celebraría, pues abundan entre nosotros médicos y abogados, pero nos faltan buenos mecánicos y agricultores que son los que el país necesita para adelantar en prosperidad y bienestar , II-1296. Bolívar exagera cuando para subrayar la crónica carencia de agricultores, de técnicos y de artesanos especializados, habla en términos tan enfáticos de una supuesta abundancia de aquellos profesionales liberales. Es cierto que las universidades de Latinoamérica, hasta hoy, han atendido a lo intelectual, a veces con prescindencia absoluta de aspectos capitales del orden material, como la explotación racional de la tierra y de los recursos renovables, la protección científica de las fuentes de la naturaleza, la construcción de ciudades, obras y servicios, y sobre todo cuanto atañe al hombre y a las colectividades y a sus problemas en nuestro hemisferio. Pero todavía hoy, y más en aquel tiempo cuando la crisis era
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aguda, faltan médicos que defiendan el potencial humano, abogados que rescaten la justicia de manos ignaras y deshonestas, ingenieros, pedagogos, investigadores que dirijan la batalla por el dominio de la circunstancia natural como dijera en su apóstrofe caraqueño, maestros verdaderos, filósofos, literatos, humanistas, etc., todos los cuales por igual convergen a la misma preocupación de patria positiva y en marcha. En todo caso, en la exageración bolivariana se comprueban matices complementarios de su consecuencia revolucionaria. Obsérvese que en la alusión a su sobrino, vale decir, al hijo que no tuvo, y sobre la posible inclinación de éste hacia ocupaciones viles o indignas según entonces, Bolívar no dice que toleraría esa elección, ni que se resignaría a ella como a lo inevitable, sino que francamente lo celebraría . De este modo desagravia y exalta a las artes manuales y técnicas, consideradas siempre por él de urgencia inaplazable. El Libertador redime al trabajo manual del secular desprecio que sobre éste hicieron recaer los más absurdos prejuicios Ya desde Bolívar se pide a las universidades americanas, al lado de su celo tradicional por lo especulativo, la debida atención a estos ramos que tanto necesita el Nuevo Mundo para adelantar en prosperidad y bienestar . Tal es su insistencia perenne sobre los dos polos de la cultura: espíritu y materia. Bolívar pide una Universidad a la orden de la construcción total de América, al servicio cabal de la revolución del continente.
DEL SER Y LA CULTURA Mas la preocupación pedagógica del Libertador fuerza es repetirlo no se limitó nunca a los institutos de enseñanza, así fueran colegios, seminarios, institutos castrenses, escuelas, universidades. Sus temas son más vastos como ya se ha visto, por ejemplo, en relación con la prensa; abarcan toda la problemática de la cultura en nuestra América. Se entiende aquí por cultura el conjunto armónico de los productos del quehacer colectivo, fruto de historia y síntesis de labor común, que caracteriza a una sociedad. La cultura es a la vez producto y causa del pueblo. Los hechos culturales de América reflejan su débil fisonomía y actúan a la vez sobre ella. La cultura americana existe en vías de hacerse, tal como existe América. Bolívar fue lo bastante perspicaz para advertir desde el magnífico mirador que era Europa, y en su peregrinaje por las tierras del Nuevo Mundo, que su América tiene un sello peculiar. Y en su programa está pulir y definir ese sello, salvar y vigorizar esos rasgos esenciales. Cuando a América le negaban personalidad espiritual, Bolívar se la reconocía sin reticencias: él no se sacrificaba por una hipótesis sino por una realidad concreta; y es por deber de consecuencia con la colosal patria indoafrolatina en América, por lo que se entrega a la tarea de hacer posible y fuerte la frágil existencia del ente naciente. América, a su juicio, debe encaminarse a la definición de su propia entidad. A los intelectuales tan apreciados por él, corresponde papel decisivo en esa labor de forja del alma americana, articular en el tiempo y el espacio una concepción de vida e historia, fundir los anhelos con la realidad y con el pretérito inmortal. También aquí Bolívar quiere ser libertador. La condición juvenil de América es proclive al desconocimiento y al olvido de su verdad óntica. Es pueril pensar, sin análisis, que la juventud por sí misma sea una virtud.
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Juventud es un instante de historia que significa promesa, pero que al mismo tiempo dice: escasa y débil realidad, verdad en germen. La juventud de América no es mérito para la inercia, sino deber y obligación e impulso para el desvelo futuro. Bolívar presiente la avalancha de sistemas y formas culturales que, como vanguardia disimulada de positivos intereses económicos, de imperialismos opresivos y absorbentes, pueden a la larga diluir la nacionalidad hispanoamericana. Prensa, escuela, maestros, universidades, pensadores, artistas, constituyen la materia efectiva para este dique espiritual en previsión y defensa de catastróficas inundaciones foráneas. En su fuero íntimo, Simón Bolívar basa tan dilatada e integral inquietud por la totalidad del tema educativo, sobre un convencimiento categórico: Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si ésta vuela; retrogradan, si retrograda, se precipitan y hunden en la oscuridad, si se corrompe, o absolutamente se abandona. Estos principios dictados por la experiencia, e inculcados por los filósofos y políticos antiguos, y modernos, hacen hoy un dogma tan conocido que no se hallará tal vez individuo alguno que no se sienta penetrado de su verdad , II-1291. A la conciencia de América habla, con el espíritu de Bolívar, su lúcido mentor don Simón Rodríguez; allí está la advertencia, allí el camino: Persuádanse los Jefes del Pueblo que nada conseguirán si no instruyen: Por haber visto la Instrucción Republicana como objeto secundario, han perdido los Jefes mucho tiempo, y arriesgan perder el que les queda. El fundamento del Sistema Republicano está en la opinión del pueblo, y ésta no se forma sino instruyéndolo. Si el hombre es capaz de instruirse si es necesario que se instruya si cuesta poco el instruirlo y no se emprende su instrucción.., es culpa del que lo debe enseñar. Nadie hace bien lo que no sabe, por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante sea cual fuere el plan que se adopte. Y no se ha de enseñar a medias las obras no han de estar a medio hacer, sino mientras se estén haciendo. ¡ Republicanos ! pensadlo bien. Educad muchachos si queréis hacer República . [42]
BALANCE DE ASPIRACIONES A través de un extenso recorrido quedan plasmadas en las páginas anteriores las líneas programáticas de Simón Bolívar. Antes se ha resumido la circunstancia que sirve de telón de fondo a aquella despierta e incansable actividad. Bolívar era acción pura. De la historia de América recibió un mandato: cambiar la fisonomía del continente, cambiar sus estructuras coloniales; hacer un mundo nuevo en el Nuevo Mundo. Su ideal independentista no comprende tan sólo la política; no porque este objetivo específico careciera de grandeza, sino porque la obligación era mayor, y la visión del héroe globaliza con segura espontaneidad una perspectiva donde cabe al lado de la política todo cuanto importa a la sociedad. Bolívar se empeñó en la Independencia, en la democracia, en cimentar la constitucionalidad republicana y consolidar un Estado de Derecho. Luchó y combatió por
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la igualdad absoluta: libertad de los esclavos negros, igualdad de los indios vasallos y explotados, igualdad para los pardos discriminados y postergados. Su meta era la justicia económica, situar la riqueza en las manos de los trabajadores, erigir la propiedad sobre bases justas e inobjetables, no sobre el despojo ni sobre la usurpación alentada y movida por la fuerza. Bolívar se consagró sin reservas a la unión y la unidad, a la hermandad en el continente y entre todos los seres humanos, a la fusión sincera de la América Latina, no para la agresión, nunca para la guerra, sí para el desarrollo y el progreso. Su preocupación dominante fue ésta de la solidaridad. A todo ese magnífico edificio de pensamiento, conceptos y doctrina, lo corona un plan de educación y cultura como el reseñado. El programa bolivariano, vale decir, el programa de la Revolución, no puede ni debe entenderse como un abigarrado conjunto de piezas, sino como una estructura inteligente, como una unidad dinámica. Para nosotros, la pauta interpretativa no es otra cosa que la dada por el mismo Libertador a don Guillermo White sobre el discurso de Angostura: Tenga usted la bondad de leer con atención mi discurso, sin atender a sus partes, sino al todo de él , I-442. América tiene en el pensamiento de Bolívar un programa nacido de su propia entraña continental, enfrentado correlativamente a cada una de las facetas del viejo orden, y que guarda entre sí una armonía y una coherencia tangibles para hacer efectiva y auténticamente una nueva sociedad. Mucho de lo que Bolívar recoge y ensambla fue diseñado antes, elaborado por algún especialista en esta o aquella latitud; el mérito de Simón Bolívar es el de la creación del conjunto, la organicidad, la unificación; el verter todo en un estilo humano, sincero y profundo, de entusiasmo contagiante; lección inmarcesible para la posteridad, punto de arranque práctico para un inicio concreto e inmediato. Hoy inaplazable.
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NOTAS.... [1] Rodríguez, Simón: El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas defendidos por un amigo de la causa social. p. 5. [2] Febres Cordero, Julio: Arcaísmos institucionales e influencias románticas en el Libertador . Boletín Histórico de la Fundación John Boulton. No. 26, mayo 1971, p. 153. [3] Blanco, José Félix y Ramón Azpurúa: Documentos para la Historia de la Vida Pública del Libertador. t. II, p. 232. Se le citará en adelante: B. y A., t. p. [4] Cf. Parra-Pérez, C.: Bayona y la política de Napoleón en América, p. 6. [5] Cf. Parra-Pérez, C.: Historia de la Primera República, t. I, p. 379. [6] Miranda, Francisco de: Archivo. t. XV, p. 68. [7] El artículo 3º de la Declaración de Virginia, expresa: De todos los modos o formas de gobierno, el mejor es el que sea capaz de producir el más alto grado de felicidad y seguridad y esté más eficazmente garantizado contra el peligro de una mala administración... El articuló 191 de la Constitución venezolana de 1811 dice: El mejor de todos los Gobiernos será el que fuere más propio para producir la mayor suma de bien, y de felicidad, y estuviere más a cubierto del peligro de una mala administración . [8] Véase su importante libro: El magisterio americano de Bolívar. Caracas, 1968. Hay edición en inglés: Simón Bolívar: educator. Doubleday & Co., Inc. Nueva York, 1970. [9] Véase especialmente: Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de Venezuela. t. 1, Libro Tercero, Capítulo VI. [10] Sobre la oportunidad para reformas de la Constitución, en sus dos proyectos Bolívar propone el mismo régimen de diez años. [11] Véase la escala completa en B. y A. VI-80. [12] Griffin, Charles C.: Los temas sociales y económicos en la época de la Independencia, p. 49.
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[13] Materiales para el estudio de la cuestión agraria en Venezuela, p. 283. Se le citará en adelante: M. .... [14] Cf. González Miranda, Rufino: Estudios acerca del régimen legal del petróleo en Venezuela, p. 50. [15] Bello, Andrés: Derecho Internacional. t. II, p. 91. [16] Oviedo y Baños, José de: Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela. p. 422. Humboldt, Alejandro de: Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. t. II, p. 330. [17] Textos Oficiales de la Primera República de Venezuela. t. I, p. 119. [18] América y el Libertador. p. 7. Véase también EL. IV-63. [19] Gazeta de Caracas. Nº XXX. Enero 6 de 1814. También pertenece a Miranda la primera referencia documental que se conoce respecto a la unión de Venezuela y Nueva Granada 1811 para formar un solo cuerpo político y social . El contacto de Bolívar con Miranda en Londres, del cual fueron partícipes Bello y López Méndez, resulta a la postre fecundo para esta continuidad de pensamiento y para las realizaciones que Bolívar acomete de las iniciativas magnas del Precursor. [20] Bierck jr., Harold A.: Vida pública de don Pedro Gual, p. 143. [21] Gazeta de Caracas. id. [22] Cf. Silva Otero, Arístides: La diplomacia hispanoamericanista de la Gran Colombia, p. 30. [23] Gandía, Enrique de: Bolívar y la libertad. pp. 90 y 91. [24] Bolívar y su época. t. 1, pp. 69, 115. [25] Mitre, Bartolomé: Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. t. III, p. 75. [26] En Caracas, un año después, la suerte de las dos islas hispanoamericanas persiste ocupando la atención de Bolívar. El 27 de enero de 1827, su Secretario de Estado y General José Rafael Revenga manifiesta decidido al Secretario de Guerra: El Libertador cree que debemos aprovechar estos momentos para emancipar a Cuba y Puerto Rico. No sólo alejaremos así de todo el hemisferio aun las últimas reliquias del poder español, sino que pondremos en acción nuestras tropas, conservaremos su disciplina y daremos mayor firmeza a nuestra existencia y gloria nacional . O.L. XXV-50. El programa esta vez era concreto y sólo se suspendió, al parecer, por la oposición británica; Revenga detallaba la estrategia que volvía a implicar en la empresa a distintas patrias de nuestra América tal como era y debía ser: un objetivo común de estos países: Se necesita al intento: lº que se envíen a La Guaira todos los auxilios de tropas, buques, armamento y dinero que por mi conducto y durante la marcha había pedido S.E.; 2º que a ellos se agreguen 1.000 hombres y todos los demás buques que haya en Cartagena a propósito
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al intento; y 3º que se inste al Gobierno de Méjico para que inmediatamente amenace y acometa a la Isla de Cuba. La debilidad en que de este modo quedará el Departamento del Magdalena, puede remediarse con tropas que sean innecesarias en el Istmo o con las que pueden hacerse venir del Perú; y hostilizando activa y eficazmente a Cuba el Gobierno de Méjico, mientras que S.E. obra sobre Puerto Rico con las fuerzas que reciba y con las que pueda sacar de este Departamento y del de Maturín, se impedirá que esta Isla sea auxiliada por la otra y se conseguirá emanciparlas ambas a menor costa, pues libre Puerto Rico, se formará allí la gran expedición que se necesita para Cuba , OL. XXV-5l. [27] El pensamiento de Bolívar para abril de 1828 era no intervenir entre los argentinos y el Emperador, sino en el caso de que pudiéramos inducir al último a la idea justa de dejar a la Banda Oriental en libertad de formar su gobierno propio , II-301. [28] Bello, Andrés: Derecho Internacional, t. II, p. 75. [29] Bello, Andrés: Id., p. 91. [30] Cf. Liévano Aguirre, Indalecio: Bolivarismo y Monroísmo. p. 18. Se le citará en adelante: ILA. B. p... [31] Véase nuestro Visión y Revisión de Bolívar, p. 269 y ss. [32] Cf. Gil Fortoul, José: Historia Constitucional de Venezuela. t. 1, p. 674. [33] Bolívar y su época, t. 1, pp. 59 y 130. [34] Textos oficiales de la Primera República de Venezuela. t. 1, p. 214. [35] Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Nº 149, p. 22. [36] Bolívar y su época. t. I, p. 146. [37] Véase el Proyecto del Poder Moral, en El Libertador y la Constitución de Angostura de 1819, pp. 197 y ss. [38] Cuando en 1824 tuvo noticias Bolívar del obsequio que le había hecho el general sir Robert Wilson, escribió a éste desde Chancay: El Vicepresidente de Colombia me ha escrito participándome que Vd. ha tenido la bondad de hacerme el precioso presente de dos libros de derecho y de guerra, de un valor inestimable: El Contrato Social y Montecuccoli, ambos del uso del gran Napoleón. Estos libros me serán muy agradables por todo respecto. Sus autores son venerables por el bien y por el mal que han hecho; el primer poseedor es el honor y la desesperación del espíritu humano, y el segundo, que me ha honrado con ellos, vale para mí más que todos porque ha trazado con su espada los preceptos de Montecuccoli y en su corazón se encuentra grabado el Contrato Social, no con caracteres teóricos, sino con hechos que se comparten entre el heroísmo y la beneficencia , I-1006. [39] Registro Oficial. Nº 54, p. 428.
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[40] Al general Tomás de Heres le hace también detalladas indicaciones sobre la misma materia. I-956, 1160. Véase, además, I-470, 961. [41] Bolívar y su época. t. I, p. 146, y t. II, p. 30. [42] Rodríguez, Simón, ob. cit.. pp. 129, 141, 142, 148.
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CAPITULO V EL DRAMA DE LAS NEGACIONES LOS ELEMENTOS DESORGANIZADORES No figuró en el programa de la Revolución el agente que habría de frustrarla: el caudillo. Cuando se emprendió el cambio revolucionario pensaron los dirigentes criollos que la transformación habría de limitarse a la toma del poder político. Ellos, como promotores del movimiento y como sector pensante y esclarecido, único en aquella colectividad, actuaban conforme a su estricta conveniencia, y a ésta no interesaba ninguna de esas grandes banderas de contenido social, económico y cultural que terminaron decidiendo a las mayorías populares en favor de la causa patriota. Al principio nadie pensó en la guerra que todo lo consumiría. Los criollos imperaban en la sociedad colonial, les faltaba sólo el mando político. Bolívar mismo inició sus servicios dentro de semejante esquema conceptual. Fue capaz en 1813 de proclamar la Guerra a Muerte, amenazando con el exterminio aun a los indiferentes , pero hasta entonces no había considerado siquiera formular una oferta de alcance material para los pardos, ni prometer nada a los indios, ni menos halagar y llamar a los negros. El pueblo con certera intuición prestó en las primeras etapas de la guerra todo apoyo a quien mejor lo interpretó; no hay duda de que Monteverde y Boves representantes de una monarquía que resultaba mucho más aceptable que la prepotencia criolla, tan presuntuosa y empeñada en marcar su predominio estaban más cerca de la comprensión y de la sensibilidad de las masas. Los fracasos de la Primera y Segunda Repúblicas, esto es, la incontrovertible inclinación mayoritaria a favor del realismo término que en este caso cuadra exactamente, mostraron a Bolívar que el camino andado hasta 1815 no era el correcto. En el exilio antillano compartido entre Jamaica y Haití, y en el apoyo conmovedor del magnánimo Petion, se insinuaba otra perspectiva. Después de Los Cayos y de Jacmel, la Revolución halló su rumbo. A Simón Bolívar no le fue difícil situarse en la auténtica verdad. Pese a su abolengo, la enseñanza de Simón Rodríguez, así como su aprendizaje en el libro del mundo, en la naturaleza de estos países y en la experiencia vivida, lo mismo que su
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sensibilidad sinceramente popular y, también, aquella docilidad a la razón de que hablara su maestro, lo convirtieron en portavoz, líder, conductor y servidor de la causa del pueblo. Ya el pueblo había indicado cuáles eran sus metas: igualdad social, justicia económica, mejoramiento cultural; ello habría de coronarse y perfeccionarse con la emancipación que se revestiría de constitucionalidad republicana y democrática, y con el esfuerzo de aglutinar a nuestra América en una dinámica y vigorosa unidad. La Corona española nunca transigió en su irreductible propósito de mantenimiento del coloniaje, y la luz de un patriotismo seguro no se hizo en todas las mentes venezolanas; hasta el fin, la causa hispana tuvo acérrimos defensores acá. En esta lucha civil que no civilista ni civilizada Venezuela se desangró. La guerra impuso su propia escala de valores, resucitó el orden axiológico de la Conquista que tenía en el punto más alto a la fuerza, la rusticidad y la vehemencia. La guerra necesitó hombres valientes , guapos , machos ; los principales de éstos fueron promovidos al liderazgo. El caudillo, súbitamente elevado por gracia de sus armas, reclamado por el vacío que se produjo en el poder, no tuvo tiempo de acomodarse ni siquiera mentalmente a la nueva situación. Al satisfacer en medida individual su problema de resentimiento y de apetitos, olvidaba lo demás. Bien fácil caía en la urdimbre de las maquinaciones tradicionales. El caudillo, factor y consecuencia del fracaso revolucionario, sirve a los intereses de los poderosos; las galas y ventajas materiales del mando son el precio de su primogenitura. El prepara la transición, viene de la lucha independentista y va hacia la paz mentirosa que ampare a la explotación rediviva. Cuando el caudillo se atolle en los enredos de inspiradores perversos ya no será el enemigo, sino el instrumento obediente del cual se dispone y el socio con quien se concierta al fin un estrecho maridaje. La agonía de Bolívar, su drama verdadero estuvo en enfrentar dentro de la Revolución a semejantes desorganizadores , contradictorios y negativos. Muy pocos, pero muy pocos, entendían su desprendimiento: ¿cuántos eran sinceros en sus protestas de idealismo y grandeza? Los más querían, y al fin lo lograron, mantener una apariencia de palabras nuevas y pomposas, combinadas con apetitos groseros; él no. Bolívar se orientaba por el binomio libertad-gloria; Yo he combatido por la libertad y por la gloria, y no por mi engrandecimiento afirma rotundamente en 1828. Con la elocuencia digna de un Don Quijote que no admite réplica, puntualizó: Siempre he pensado que el que trabaja por la libertad y la gloria no debe tener otra recompensa que gloria y libertad , I-825. Es comprensible que Bolívar muera convencido de la frustración de su esfuerzo. En el mensaje de despedida significativamente cerrado con su binomio clave, él quisiera manifestar alguna esperanza; dice a los colombianos: ¡Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás. Pero ella nos abre la puerta para reconquistarlos bajo vuestros soberanos auspicios, con todo el esplendor de la gloria y de la libertad , II-1275. El convencimiento sobre la dimensión descomunal del deber y la dolorosa nulidad del esfuerzo, le ha venido tras los muchos golpes. En 1823 le recapitula a Heres: A la verdad, es obra magna la que tenemos entre manos, es un campo inmenso de dificultades, porque reina un descontento que desalienta al más determinado. El campo
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de batalla es la América meridional; nuestros enemigos son todas las cosas; y nuestros soldados son los hombres de todos los partidos, y de todos los países, que cada uno tiene su lengua, su color, su ley y su interés aparte. Sólo la Providencia puede ordenar este caos con su dedo omnipotente, y hasta que no lo vea no creo en tal milagro , I-845. Perfectamente lógico es que a cinco semanas de la muerte, el balance suyo sea el que resume para Juan José Flores; allí están, después de cuatro lustros agónicos, los pocos resultados ciertos: lº la América es ingobernable para nosotros; 2º el que sirve una revolución ara en el mar; 3º la única cosa que se puede hacer en América es emigrar... , II-959. Bolívar, un hombre solo , como se llamó muchas veces (II-641, 876), hizo lo que estaba a su alcance, y mucho más; el escenario y la tarea tan extensos se lo tragaron. La ausencia de colaboración no dejó que cristalizara sino el cambio político, y ello parcialmente. Con decretos, órdenes de mando, resoluciones, llamamientos patéticos y vehementes, con su infatigable dinamismo quiso abarcarlo y remediarlo todo. Su viaje al Sur le costó la pérdida del poder en el Norte; en Colombia se consolidó, en los cinco años que duró su ausencia de Bogotá, consagrado a las patrias del Sur, toda la estructura contrarrevolucionaria respecto a la cual él terminó siendo impotente y expulsado al fin como heterogéneo. Todos esos factores de la desintegración, los externos y los internos, la circunstancia de las oligarquías micronacionalistas y el cáncer del caudillismo, dieron muerte a la construcción revolucionaria. A José Fernández Madrid, destinatario de sus confidencias más íntimas, el Libertador le dice el 21 de diciembre de 1827: Lo cierto del caso es que veo como imposible fijar la estabilidad de este país. Colombia y la América entera son países perdidos para esta generación. No se alucine Ud. con otras ideas, y si es preciso confiéselo Ud. a los ministros británicos, porque el engañado siempre es el engañador , II-233. Un año atrás le sangraba el alma cuando debía escribir para Santander este melancólico reconocimiento: ¿Qué debo yo hacer? ¿Y qué debe hacer Colombia? Yo, por servir a la patria, debiera destruir el magnífico edificio de las leyes y el romance ideal de nuestra utopía. Colombia no puede hacer otra cosa, fallida como está, sino disolver la sociedad con que ha engañado al mundo, y darse por insolvente. Sí señor, éste es el estado de las cosas, y a mi despecho tengo que conocerlo y decirlo , I-1440.
LA INVOLUCION POLITICA La finalidad política de tantos esfuerzos, durante la Revolución, se concretaba para muchos en la simple y escueta separación de la Corona española. Sobre este punto estrictamente no había mayor discrepancia entre los patriotas, no pocos de los cuales subestimaban las derivaciones teóricas del tema público, y eran ante él indiferentes. Mas, pese a tal indiferencia, no había receptividad siquiera pasiva ni adhesión entusiasta a las ideas políticas de Bolívar, quien encontró en el curso de su carrera muy terca oposición a su pensamiento.
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Las negaciones comenzaron en la pugna misma por la jefatura; Bolívar fue desconocido por sus compañeros en Venezuela y en Nueva Granada; también en Haití. En 1817 se instala en Cariaco un Congreso que intenta desplazarlo del mando. Cuando presenta su proyecto constitucional en el Congreso de Angostura, los parlamentarios poco reparan en las proposiciones bolivarianas. Ni el patetismo ni la vehemencia del líder los conmovió sobre asuntos fundamentales como el reparto de tierras y la abolición de la esclavitud. Respecto a la Constitución específicamente, el Congreso prefirió regresar al teoricismo ya superado y desmentido en los hechos de la Carta de 1811. Los constituyentes de Angostura marginaron por impracticable el proyecto de Poder Moral, desecharon el concepto bolivariano de la igualdad, no atendieron el ruego tan hondo y sincero contra el esclavismo, no aceptaron el carácter hereditario del Senado, no admitieron incluso la adelantada previsión de Bolívar sobre lo que hoy se llama recurso de casación por la Corte Suprema de Justicia. La opinión autorizada del jurista Tomás Polanco A. dispensa de cualquier otro comentario: El esquema constitucional del Libertador resultaba científica y filosóficamente correcto, adecuado a la realidad nacional, y políticamente eficaz. El Congreso no lo admitió integralmente, sino que introdujo en él tantas modificaciones que la idea original quedó destruida . [1] No tuvo más acierto ni más fortuna la actuación del Congreso de Cúcuta, primer parlamento de la unión colombiana. Bolívar desde el primer instante percibió el desatino general de la orientación política de aquel cuerpo soberano, cuyos errores fatalmente arrastrarían al fracaso toda la empresa revolucionaria. A Santander decía el 13 de junio de 1821, desde San Carlos: por aquí se sabe poco del congreso y de Cúcuta. Por fin, por fin, han de hacer tantos los letrados, que se proscriban de la república de Colombia, como hizo Platón con los poetas en la suya. Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos. Piensan esos caballeros que Colombia está cubierta de lanudos, arropados en las chimeneas de Bogotá, Tunja y Pamplona. No han echado sus miradas sobre los caribes del Orinoco, sobre los pastores de Apure, sobre los marineros de Maracaibo, sobre los bogas del Magdalena, sobre los bandidos de Patía, sobre los indómitos pastusos, sobre los guajibos de Casanare y sobre todas las hordas salvajes de Africa y de América que, como gamos, recorren las soledades de Colombia. ¿No le parece a Ud., mi querido Santander, que esos legisladores más ignorantes que malos, y más presuntuosos que ambiciosos, nos van a conducir a la anarquía, y después a la tiranía, y siempre a la ruina? Yo lo creo así, y estoy cierto de ello. De suerte, que si no son los llaneros los que completan nuestro exterminio, serán los suaves filósofos de la legitimada Colombia. Los que se creen Licurgos, Numas, Franklines, y Camilos Torres y Roscios, y Uztaris y Robiras, y otros númenes que el cielo envió a la tierra para que acelerasen su marcha hacia la eternidad, no para darles repúblicas como las griegas, romana y americana, sino para amontonar escombros de fábricas monstruosas y para edificar sobre una base gótica un edificio griego al borde de un cráter , I-566. El culto historiador venezolano Carlos Felice Cardot, ha estudiado con profundidad el tema de la reacción de los círculos caraqueños ante la Constitución de Cúcuta. Esta no fue nunca bien vista por ellos en razón de que, al consolidar la unión colombiana, implicaba la pérdida de sus privilegios de metropolitanía tradicional [2] . En la
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Constitución de Cúcuta estaban los gérmenes de La Cosiata; esa suprema ley iba a ser como una bomba de acción retardada para contribuir a que se volviera añicos la creación bolivariana. En distintas latitudes hispanoamericanas se mostraba un panorama idéntico. Tampoco en el Perú, ni en Bolivia, fueron oídos los consejos del Libertador. Las oligarquías, en todas partes, eran hábiles para disfrazar y neutralizar las disposiciones revolucionarias de Bolívar; a veces conservaban la apariencia de las palabras, pero sabían exactamente lo que convenía a sus intereses, y nunca pasaban de concesiones verbalistas y huecas.
PERDIDA DEL PODER Los años de Bolívar en el Sur, los aprovecharon los patriciados oligárquicos de Bogotá, Caracas y Quito, para adueñarse de la maquinaría del Estado colombiano, o de sus circuitos respectivos, y ponerlos totalmente a su servicio. El ideal revolucionario y de Patria grande, queda postergado ante la minisatisfacción conservadora de las posiciones conquistadas y de la patria antigua o desvalorizada. En el seno de Colombia, para los años de 1826, 27 y 28 la situación fue haciéndose cada día más crítica. A los sectores populares los desilusionaba paso a paso el orden republicano de la Independencia. En la práctica, por el contrario, se afianzaba continuo el predominio de los tradicionales usufructuarios del poder. A tal punto llegó la grave pugna interna que Bolívar pensó, y lo expuso muy sinceramente, que debían formularse las bases de la organización política mediante una consulta directa al pueblo. Auspició la idea de un congreso donde todos los asuntos de Colombia, y en especial los errores derivados de la insuficiente y equivocada Constitución de Cúcuta, pudieran ser examinados a fondo y acordadas las rectificaciones pertinentes. Un gran escritor colombiano, el historiador Indalecio Liévano Aguirre, analiza con envidiable agudeza el curso de esa iniciativa bolivariana que iba a desembocar en la Convención de Ocaña: El empeño de Bolívar, manifestado desde el Perú, de convocar una Gran Convención Constituyente que permitiera al pueblo expresar libremente su voluntad, no pudo aislarse de las explosivas controversias que entonces dividían a los colombianos. La idea de la Convención sólo fue aceptada por los adversarios del Libertador después de que tomaron las medidas necesarias para asegurarse, por anticipado, del completo dominio de la gran Asamblea. Cuando Bolívar se encaminaba a la Capital, de regreso de Venezuela, el Congreso, presionado por el Ejecutivo, los abogados de la burguesía granadina y de la aristocracia mantuana de Venezuela, expidió el famoso Reglamento de Elecciones que, prácticamente, privaba al 95 por ciento de la población del derecho de voto. De acuerdo con dicho Reglamento, sólo podrían sufragar los que tuvieran una propiedad raíz o ejercitaran una profesión sin dependencia de otro en clase de jornalero o sirviente. El Reglamento adoptó, además, el sistema de elecciones indirectas a fin de multiplicar, en las distintas escalas, los filtros antidemocráticos y exigió para los electores de cantón y los Diputados a la Convención requisitos extraordinarios en cuanto a sus propiedades y sus rentas, haciendo obligatoria la calidad de ser profesor de alguna ciencia o tener un grado científico. La Convención
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de Ocaña fracasó porque el gran conflicto entre el espíritu democrático de la nación y las pretensiones de sus estamentos acaudalados no tuvo cabida en los debates de la Asamblea, cerrada al pueblo por el Reglamento de Elecciones . [3] Es bien conocida la historia de la incidencia que empujó a Bolívar hacia la dictadura . Sobre esa dolorosa y trágica etapa de la carrera política del Libertador ha circulado por América una leyenda que procura homologar las dictaduras y despotismos antipopulares padecidos en todo el continente, con el gobierno de emergencia de Simón Bolívar en 1828; quieren así atenuar su culpa los tiranos de todos los colores acogiéndose a una analogía que los redima siquiera parcialmente. La comparación es inaceptable. Un calificado biógrafo de Bolívar, el escritor y profesor Alfonso Rumazo González, hijo del Ecuador, la tierra que ostenta el procerato de la lealtad al Libertador, recuerda que, en 1828, el pueblo acepta la dictadura con evidentes muestras de complacencia. Las autoridades del resto del país aprueban y respaldan lo hecho en Bogotá. Cuando entra Bolívar en la capital, se celebra su llegada con desbordadas expresiones de júbilo . [4] La dictadura de Bolívar es del tipo y razones de las dictaduras en la república romana, y como fue la de Miranda. Es un régimen de derecho; espontáneamente se declara provisional, se fija término y se obliga a reunir la representación nacional en fecha precisa: el 2 de enero de 1830. Además, no toca al Libertador la totalidad del poder; el Consejo de Estado impone muchas veces su criterio de cuerpo colegiado, incluso respecto a asuntos delicados que atañían en lo personal a Bolívar. [5] El asunto es de tal proyección que bien merece repitamos el juicio nuestro, el cual, sobre esta materia, se aparta radicalmente de las interpretaciones tradicionales. En lo sustancial, durante esa breve y convulsa coyuntura, el revolucionarismo bolivarista no sufre mengua alguna. Bolívar no se desdice, ni negocia, ni echa atrás ninguna de sus líneas cardinales. Antes bien, queda incólume y ratificada expresamente su muy clara posición antiesclavista; su decisión franca en pro de los indígenas es a la sazón más nítida, lo mismo su actitud colombianista y continental; su insistencia en la ética, metas todas a las cuales reafirma con sus decretos y actos de este difícil tiempo. Si se examina con prolijidad, y se juzga imparcialmente, la dictadura, antes que un desliz reaccionario, es el postrer intento de Bolívar por impulsar la Revolución y hacerla tangible. Los últimos esfuerzos del Libertador por salvar su obra republicana y democrática, fueron en vano. La salud ya no lo acompañó. A las puertas del sepulcro tuvo alientos y lucidez suficientes para dar, a través de su fiel Urdaneta, inmarcesibles lecciones para América. El leal marabino, movido de su afecto al Padre de la Patria, lo incitaba a tomar el poder por la fuerza, y había promovido en Bogotá pronunciamientos llamándolo a la capital; Bolívar responde: Por más que he querido rendirme a los argumentos y exhortaciones de los comisionados, de los amigos que hay en este país, y aun de las cartas recibidas de Bogotá, no me ha sido posible decidirme a aceptar un mando que no tiene otros títulos que dos actas de dos concejos municipales. Yo no puedo reducirme a la situación de usurpador por más que me esfuerce a dominar mi repugnancia. Santa María me dice que si no acepto el mando habrá infaliblemente una espantosa anarquía, pero ¿qué he de hacer yo contra una barrera de bronce que me separa de la
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presidencia? Esta barrera es el derecho: no lo tengo ni lo ha cedido el que lo poseía; por consiguiente, esperaremos a las elecciones. Llegado este caso, la legitimidad me cubrirá con su sombra o habrá un nuevo presidente; se habrá despejado el horizonte político, y sabremos, en fin, si hay patria o no hay patria. Entonces, y sólo entonces, podré entrar en el poder ejecutivo, suponiendo siempre que las elecciones se hacen conforme a la ley , II-915. Bolívar pasó a la eternidad. Colombia no sobrevivió a su creador. Páez, Santander y Flores, encabezando los antiguos y reducidos nacionalismos resucitados, se regocijaron con las partes del ansiado botín que a cada uno correspondió. Había llegado el momento de abandonar ilusiones de igualdad, justicia, libertad. Había desaparecido el gran estorbo, el portavoz de los humildes, el maestro de la Revolución. Cada quien en su patriecita trataría de cimentar el adecuado orden civil con el indeleble sello militarista para que, sobre las haciendas recibidas como haberes y con los burlados esclavos heredados del viejo sistema, empezara la nueva era.
LA ANTIDEMOCRACIA El trágico destino de Venezuela, en el siglo que sigue a la desaparición de Bolívar, es por demás elocuente. No es un caso único ni singular, si bien es quizá el más expresivo de nuestro continente porque esta nación fue la cuna y la base histórica del Libertador. Muy pocas colectividades de esta América lograron evadir los escollos en los cuales naufragó la patria bolivariana. Muchos tiranos van a levantarse sobre mi sepulcro y estos tiranos serán otros Silas, otros Marios que anegarán en sangre sus guerras civiles , I-1324, avizoró Bolívar. Aproximándose el fin, insiste en el sombrío vaticinio: este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas , II-959. Y, efectivamente, la historia venezolana que sigue a 1830, es como el relato de una sola zozobra irremediable. El rayo original del destino libertador de esa nación parecía trocarse por la excrecencia del liberticidio. La centuria que la presente generación ha visto finalizar, contempla cómo desde tanta altura se desciende a tan hondos abismos, cavados éstos, en buena parte y debe decirse claro, por los mismos que en el foso doliente habrían de expiar las propias y ajenas culpas. Tras el eclipse bolivariano, los caudillos realizan a perfección su macabro designio. Hombres de presa y plumanios de mente prostituida, suben juntos al rústico tinglado a montar la tragedia que no, por conocida, deja de ser abominable. En torno al caudillo habrá siempre una camarilla, presta a verter en prosa leguleya los caprichos del jefe cuando la voluntad de éste es la dominante, o lista a empujarlo por el atajo que conviene a ella, cuando por incapacidad el dirigente es el dirigido. A la influencia de estos asesores, más que a la insuficiencia de los caudillos algunos de buena fe ha de cargarse el costo de muchas desventuras en Hispanoamérica.
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La ruina subsecuentemente producida y sufrida en concreto por Venezuela durante ese siglo interminable, es plural y proteica; manifiéstase, en lo institucional: por la implantación sucesiva de siete grandes autocracias que dominan exactamente el ochenta por ciento de sus primeros ciento cinco años de república. Deprimente catálogo de despotismos pasa a ser esa historia, la misma que antes complaciérase en inventariar excelencias. Tiranías de todos los tipos y clases y para todos los disgustos; llaneras, orientales, centrales, andinas; de próceres y cobardes; de doctores y de analfabetos; unipersonales y familiares; consanguíneas y por afinidad; seudoprogresistas, reaccionarias, entreguistas y chauvinistas; implacables y con ribetes de bonachonas; larguísimas, largas y menos largas. Todas retrógradas y odiosas. Todas tienen de común, entre sí y con sus congéneres de América, la actitud rígida y ofensiva de menoscabo de la libertad, vale decir, de lesión a lo más hondo y entrañable del alma popular; de muchos modos lo recordó Bolívar: El hombre, al perder la libertad, decía Homero, pierde la mitad de su espíritu , II-1141. Ruina política, también, por más de trescientas guerras intestinas, llamadas civiles para reiterado escarnio de elevados conceptos; violencia e inestabilidad en igual lapso. Ruina física por la orgía de fuego para arrasar tierras y bienes, para sembrar la muerte donde hubo vida; por devastadores terremotos, cataclismos, epidemias, pestes, hambre, éxodo incesante en ese tiempo aciago. Ruina económica por la depauperación correlativa; por la instalación del imperialismo en propósitos de neocolonización; explotación injusta y no compensada de las riquezas nacionales, virtual despojo de la Patria. Ruina histórica por la fractura que de la afirmativa continuidad impusieron los despotismos; por la ausencia de metas, pon el aislamiento y los ultrajes de Gobiernos extranjeros más fuertes y por la usurpación pretendida y realizada por Inglaterra sobre el territorio de Guayana. Ruina moral también, por los vicios que aparejan las dictaduras y la miseria. Ruina intelectual, en fin, por el estancamiento y decadencia de la incipiente cultura nacional en medio del arrebato bélico, la falta de libertades, la pobreza y la nada. José Antonio Páez inicia en Venezuela el siglo de la Contrarrevolución, tiempo en el cual se va a vivir allí como en una pertinaz acción empecinada en marcar diferencias con todo cuanto Bolívar quiso edificar. La Constitución que produce el congreso paecista de 1830 es hecha a la medida del hombre fuerte. Se implanta el sistema censitario, por cuyo efecto la participación popular en la actividad política se reduce a un voto restringido con criterio económico para escoger a los electores de cada cantón, los cuales serán los verdaderos ciudadanos con plena capacidad, y serán muy pocos por cierto. En la Ley Fundamental se mantiene la esclavitud, y se adopta una forma centro-federal. Error del Centauro fue apadrinar a José Tadeo Monagas. Así advino la tiranía familiar y sombría. Nepotismo, una fórmula nueva. Tres generales, dos hermanos y un hijo, una
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extensa parentela: doce años de mando, casi cuarenta de figuración. Desprecio claro a la voluntad nacional, evidenciado en la frase cínica: la Constitución sirve para todo . Tras el apocalipsis de la Guerra Federal (1859-64), surge el gobierno de Falcón. Supuestamente popular, nada hace en favor de las multitudes sacrificadas. Original autocracia: indiferencia por el mando, el quinquenio del Mariscal se reduce a un año y seis meses al frente del poder; lo comparte con siete encargados: cuatro corianos, uno de ellos cuñado suyo. Retroceso. Inestabilidad y anarquía. Otro estilo, dinámico y emprendedor, pero éticamente pervertido, es el de Antonio Guzmán Blanco. Hombre civilizado, viajero, universitario; ególatra y soberbio. Acumuló un patrimonio colosal. Alcanzó verdadera popularidad, mas otra vez fue defraudada Venezuela. Gobernó directamente catorce años; no menos de veinte en total están bajo su responsabilidad. Impuso el sistema absurdo de los bienios , que se tradujo en mayor discontinuidad: en catorce años pasaron por la jefatura del Estado unas treinta personas, sólo el Ilustre Americano permanecía. Figura diferente es Joaquín Crespo. Autocracia campechana, rústica y liberaloide; dos lapsos, unos ochos años, y deseos de perpetuación a través de su pupilo Ignacio Andrade. Explota al país a su gusto. Tiranía pretendidamente venezolanista, con un nacionalismo de rebato y arrebatado, la de Cipriano Castro; delirante, falso y locuaz. 1899-1908. En el colmo de sus despropósitos, se entrega al ministro yanqui para que le deshaga sus entuertos; el cual, como plenipotenciario de Venezuela y en nombre de este país, firma un tratado con su jefe, el Secretario de Estado representando a los Estados Unidos. Frases altisonantes; vértigos; ni un acierto. Honda frustración. De nuevo otra esperanza: seriedad y orden. Otro desencanto. Juan Vicente Gómez, la vergüenza de América , 38.000 presos, algunos con más de veinte años en las mazmorras. Es la tiranía interminable y sanguinaria; hermética, cruel, lacónica, rica. 1908-1935. Entregada al imperialismo petrolero. Desde antes de consumar la traición al compadre, traiciona a la Patria: llama naves de guerra europeas, norte y sudamericanas, para ayudar a mantener el orden interior del país . Cinco acorazados estadounidenses: Maine, North Carolina, Des Moines, Montana y Panducah, lo apuntalan en el poder. Nuestro continente tiene una triste memoria de estos execrables ejercicios antidemocráticos. ¿Cuántos años perdidos, malbaratados en la reincidencia de la abyección y del atraso? En Argentina: Rosas dominó por veinticuatro años, Perón por diez. En Paraguay, Rodríguez Francia se afinca veintisiete años, su sobrino Carlos. Antonio López dieciocho, Stroessner ya cuenta treinta años. En Bolivia, Melgarejo despotizó durante un septenio. En Perú, Ramón Castilla y más tarde Leguía, llenan cerca de treinta años. Ecuador empieza su calvario con Juan José Flores, después será García Moreno, luego Veintemilla, en total casi treinta años también. En Colombia, Rafael Núñez, tres gobiernos. Guatemala es quizá la que más se aproxima a Venezuela: Rafael Carrera dieciocho años, Justo Rufino Barrios quince, Estrada veintidós, Ubico trece. Sobre El Salvador, Hernández Martínez se clava trece años. En Honduras, Tiburcio Carías, dieciséis. Nicaragua padece a Zelaya por dieciséis años y a Adolfo Díaz
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por diecisiete; hallóse en poder de la familia Somoza por cuarenta y tres. Brasil tuvo la llamada dictadura de Getulio Vargas por quince años. Sobre la República Dominicana la era de Trujillo se prolongó por treinta y un años. En Cuba: Machado y Batista suman diecisiete años. En México, Porfirio Díaz mandó treinta y dos años. En Haití, dos emperadores Christophe y Soulouque ocupan cerca de cinco lustros; y la ignominia dinástica duvalierista alianza veinticinco años. Estos son los gobiernos del primitivismo y del subdesarrollo políticos. Gobiernos fáciles, no requieren capacidad especial ni esfuerzo alguno, ni siquiera agilidad mental, ni despliegue de conocimientos, apenas voluntad. A todo lo largo y ancho del continente americano las autocracias han hallado su sustentación en el militarismo, que fue tan fustigado por el Libertador, como degeneración viciosa de una digna responsabilidad, vecina del sacrificio y del desprendimiento. En diversos tiempos se han formado verdaderas fraternidades castrenses entre tiranos de distintos países. La función militar tan noble a la hora de ganar para estas patrias la libertad, ha sido envilecida por los déspotas. Los oficiales de ejércitos que han sido ocupantes y expoliadores de sus propios pueblos, se han visto a su vez ignominiosamente utilizados como caporales en las haciendas del superior prepotente, y los soldados han sido convertidos en el peonaje gratuito que los gobiernos pagan con raciones de hambre, adicional buen pretexto sin embargo para el enriquecimiento indebido.
LAS GUERRAS FRATRICIDAS Otra manifestación de la misma Contrarrevolución antibolivariana, junto a las autocracias, es la serie larga de guerras internas que azotaron a nuestros países, y particularmente como ya fue dicho a aquel donde nació Bolívar. Igualmente deplorables han sido los encuentros armados entre las naciones de América, unas contra otras. Sólo Venezuela es la excepción esta vez: única nación americana que nunca ha tenido guerras con sus vecinas, así ella misma se haya destrozado reiteradamente su propia entraña. Más adelante, al estudiar el fracaso del interamericanismo bolivariano volveremos sobre este penoso tema de la sangre derramada en los conflictos entre pueblos que Bolívar quiso y llamó hermanos . No menos de 354 sucesos sangrientos y violentos mayores, que engloban una infinidad de acciones de guerra , registra la historia venezolana en el siglo largo de la Contrarrevolución. Allí el péndulo fue de la congelación autocrática a la ebullición fratricida; del quietismo enervante a la turbulencia sin freno. Bolívar tuvo conciencia de que los ejércitos se componían de hombres de carne y hueso , I-914, con necesidades que era preciso atender, y también de que el ejército era el pueblo en armas, pueblo mayoritariamente agricultor, explotado e ignorante, sin condiciones para entender las excelencias teóricas de la democracia, pero sensible e intuitivo, y sobre todo, ilusionado con la merecida recompensa de sus sacrificios. La
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abolición de la esclavitud y el reparto de tierras debían devolver a su pacífica y tradicional actividad a los esforzados combatientes ya libres ciudadanos, dueños de sus campos en medio de una situación abierta al progreso, bajo el amparo de la constitucionalidad republicana y democrática. Los caudillos quiebran esa justa secuencia. Hacen befa de la confianza que sus palabras despiertan en seguidores ingenuos y generosos; como instruidos en Maquiavelo, olvidan la fe jurada tan pronto pasa la ocasión de la promesa y cuando cumplir ésta no les favorece. Hubo ciertamente un cambio social, pero en la cumbre: condes, marqueses y señores de la colonia, dieron paso o se aliaron a generales, coroneles y doctores de la nueva situación. Por su parte, los soldados de la liberación al ser licenciados se hallan sin empleo; el deber militar los ha adiestrado en un arte de muerte, el cual en otro tiempo anunciaba un botín: fama, respeto y temor, igual que pingües materialidades inmediatas. Es natural, por tanto, que tales individuos, con sus necesidades acrecidas y sus satisfacciones postergadas, se presten a la aventura que por lo menos los ocupa en el oficio que conocen; y se comprende así, que haya masas listas al llamado de cualquier mesías. Yo temo más la paz que la guerra, y con esto doy la idea de todo lo que no digo, ni puede decirse , I-560, confesó Bolívar en una de sus muy raras expresiones enigmáticas. Persuádase Ud. [le añadía a Gual] que estamos sobre un abismo, o más bien sobre un volcán pronto a hacer su explosión , I-560. Comprendía la razón de los llaneros burlados, sin esperanza de coger el fruto de las adquisiciones de su lanza , I560; y vislumbraba que el amplio contingente de engañados, lo engrosarían hombres de todas las otras comarcas, todas proveedoras de carne de cañón para las dentelladas fratricidas. Con esta situación colectiva, con semejantes gestores de la disolución, comienza el cataclismo de la guerra interna que marcha y crece como en espiral; las consecuencias de hoy, serán causas mañana. No es excesivo estimar en un millón de vidas las pérdidas humanas originadas por las guerras civiles venezolanas. Desde 1830 a 1935, no hay en Venezuela ni siquiera un solo lustro continuo de paz estable. Un ochenta por ciento del período de la Contrarrevolución se consume en agitación y desastres. La relación de las guerras intestinas en los diferentes países de América es impresionante. Desde 1828 a 1855, México es sacudido por una casi continua guerra nacional. Centroamérica lo mismo. Igualmente Argentina y Colombia. Dice el malogrado profesor Jesús de Galíndez: Sólo hay dos países iberoamericanos que se salvan de esas guerras civiles, y por muy distinta razón: Paraguay y Brasil . [6] Hay más todavía en el caso venezolano. La más sangrienta de las luchas internas, fue realizada bajo el señuelo de una bandera muy nítidamente antibolivariana, como era el federalismo. En efecto, antes de que transcurrieran tres decenios después de 1830, hizo crisis el mediocre orden contrarrevolucionario, ese de explotación y sujeción particularmente de las masas rurales, de mentiroso Poder civil , de sistema censitario, de
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leyes para el agio y para castigar de modo ejemplarizador al bandolerismo surgido del hambre y de la desesperación. La Convención de Valencia, entre cuyos hombres hay algunos muy brillantes y honestos, nada puede hacer por evitar el estallido inminente. La represión, cada vez más dura, no basta para contener lo que no eran sino las manifestaciones de una honda y real frustración. En cinco años 1859-64, cuando sus heridas no estaban todavía cicatrizadas, la nación venezolana se vuelve a desangrar. El fácil inicio de lo que a simple vista pareciera nada más que la demagogia, revelada incluso en la hipocresía del rótulo si los contrarios señores hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho Centralismo , confiesa desvergonzadamente Antonio Leocadio Guzmán, es un detalle acusador de la quiebra enorme que con esta guerra se aspira inútilmente a superar. Cuando se dice que la Federación es santa, celestial, divina palabras de Estanislao Rendón, se está transfiriendo, inconscientemente, el valor de un anhelo notable a un móvil en cuyo ropaje por lo demás no se repara bien, puesto que, si se analiza con cuidado, la Federación en Venezuela era, en sí, una fórmula reaccionaria: volver a la disolución colonial, regresar al punto departida: Venezuela nació federal, de puntos sueltos en su irregular geografía, puntos que fueron centros de provincias muy recelosas unas de otras, que sólo a fines del coloniaje fueron aglutinadas sin mayor consistencia. Lo progresista era el centralismo, inscrito por Bolívar en su bandera, la articulación de un país y no la dispersión de sus pedazos. El centralismo convenía más al deseado régimen dinámico y creador, mientras que el federalismo propiciaba un estilo de laissez faire que restaba energías a la unidad nacional, erigía feudos y atomizaba las fuerzas mayores en chispazos intrascendentes.
EL EXTRAVIO FEDERALISTA El fenómeno es parecido en varios pueblos de América: el argentino Rosas hablaba de la Santa Federación ; en Venezuela se la llamó también voz arrobadora y magnánima . Esta coincidencia americana es señal de la unidad paralelamente evolutiva, o regresiva en este caso, ya que ante lo insatisfactorio del orden instaurado a raíz de la Independencia sólo revolucionario a medias, se pasa a insurgir contra el sistema, del cual se toma erróneamente la exterioridad centralista como fundamental. El federalismo en Venezuela, al descentralizar el gobierno y multiplicar los Estados, multiplicaba a la vez los focos de conspiración y malestar. En una como suerte de metástasis social, se inaugura entonces una nueva modalidad en las revueltas: movimientos locales para derribar gobiernos provinciales. Triste confirmación de la cruda y llana denuncia bolivariana cuarenta años atrás: Eso es lo que quieren los bochincheros; gobiernitos y más gobiernitos para hacer revoluciones y más revoluciones: Yo no; no quiero gobiernitos , I-713. La regla indefectible dentro de esa trágica y lamentable Federación, pasó a ser la inestabilidad y el desconcierto. No menos de sesenta conmociones locales se registran en el quinquenio posfederalista. En América el federalismo ha dejado también secuelas más que lamentables. En el debate originado en la burla a la verdadera revolución, se perdía de vista lo esencial y se
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tomaba en cambio por primero lo accesorio. Se soslayaba la crucial cuestión de la miseria popular y de las discriminaciones contra los sectores humildes, y se ponía todo el énfasis en la superficialidad de la morfología política. Para 1838 el federalismo fragmentó a Centroamérica. En la Argentina, la ciudad de Buenos Aires y las provincias protagonizaron largas escaramuzas en su lucha federal . El federalismo había fracasado en Chile allá por 1828. Brasil y México, los más grandes países de América Latina, adoptarían esta forma no sin conmociones. México padeció por 1858-60 su guerra federal, que demócratas afiliados a esta consigna libraban contra conservadores clericales, y la cual se prolongó en la lucha contra la intervención francesa y el infeliz emperador Maximiliano. El Brasil lo establece en 1891 al cambiar su estructura imperial por la republicana. La inestabilidad política que campea en América como consecuencia de la Contrarrevolución, tiene su muestra bien lograda en la proliferación de Constituciones , cada una de las cuales era la resultante de una grave crisis política y el código de una nueva intención o de otro propósito de enmienda, generalmente fallido a breve plazo. Jesús de Galíndez resume e informa: Antes de cumplirse el siglo y medio de vida independiente, vemos que la República Dominicana ha tenido 25 Constituciones, 23 Venezuela, 18 Haití y Ecuador, 16 Bolivia, 14 Honduras, 12 El Salvador, Perú y Nicaragua. Hay países que tienen distintas Constituciones en años sucesivos; los hay que tienen dos el mismo año. Hay Constituciones que se derogan, y vuelven a restablecerse más tarde; las hay que no llegan a entrar en vigor . [7] América paga con sangre los costosos errores de su extravío político. Bolívar señaló caminos ciertos para la superación y el desarrollo. El desastre que se instaura y se hace crónico, confirma con creces sus terribles visiones: La América entera es un tumulto, más o menos extenso , II-694. La situación de América es tan singular y tan horrible, que no es posible que ningún hombre se lisonjee conservar el orden largo tiempo ni en siquiera una ciudad , II-933. La América entera es un cuadro espantoso de desorden sanguinario. Vivimos sobre un volcán y nos desmoralizamos hasta el punto de desconocer todo principio de derecho y de deber, no quedándonos otro resorte capaz de producir efecto, sino el de la fuerza efectiva empleada con inteligencia y oportunidad , II684. Ese inmenso desorden de América , II-644, o para decirlo una vez más con palabras de Bolívar, el desarrollo de todos los elementos desorganizadores , II-1133, ha sido la constante en la historia continental, y quién sabe por cuánto tiempo más lo será. La advertencia de Bolívar queda con todas sus letras para el presente y para el porvenir, después de haberse cumplido sobradamente en el pasado que nos antecede: Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto de la consolidación de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad , II-733. Independencia, libertad, democracia y justicia son las banderas de Bolívar para las generaciones de hoy. Ese conjunto es su aporte a la historia, independientemente de los escasos frutos que una circunstancia, en general menguada y negativa, permitió.
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Decisión para enfrentar al futuro, ánimo resuelto para superar el presente, y sobre todo voluntad para seguir al guía que no es otro que Simón Bolívar, son los requisitos para el auténtico establecimiento de un nuevo orden político en América.
FRACASO EN LO ECONOMICO No sólo en lo político se experimenta una involución, tan pronto desaparece físicamente Simón Bolívar. Cada una de sus grandes metas resultó a la postre negada y desvirtuada; y sobre el fracaso de la plural aspiración bolivariana se restauró el mismo orden caduco, o algo peor, que existía antes de la revolución. A la injusta distribución de los bienes, típica del coloniaje, Bolívar procuró oponer un sistema justo de reparto de tierras al pueblo combatiente. Además, auspició la adopción de medidas complementarias para el desarrollo, y se esforzó en la salvaguardia de la riqueza nacional empezando por proclamar expresamente la propiedad de las minas para el Estado. A todo eso, el caudillaje autocrático y las oligarquías le dieron marcha atrás. Pese a la patética invocación de Bolívar ante el Congreso de Angostura, para que fuera aprobada sin tardanza, y en los sinceros términos de su redacción original, la ley de reparto de tierras al pueblo combatiente, el Soberano cuerpo hizo a ésta objeto de modificaciones que la neutralizaron. Allí empieza la historia de lo que hemos llamado burla agraria. Lo mismo que respecto a otras avanzadas previsiones del Libertador, en relación con esta importante y sustantiva materia el Congreso se queda atrás. Ya, al redactar la Constitución, frente al derecho de propiedad, que Bolívar había propuesto formular con audacia descargando al Estado de compromisos perentorios para la expropiación, cuyas causales a la vez ampliaba, el Congreso respondió conservadoramente: podó las palabras necesarias y dejó incólume el derecho tradicional; devolvió a la indemnización su previa obligatoriedad. En cuanto al reparto de bienes, el Congreso introdujo el 6 de enero de 1820 significativas modificaciones al texto sometídole por el Libertador. Lo que se había previsto para el pueblo en armas, en su mayoría de extracción rural, fue extendido en forma desmesurada, no solamente a los militares, sino a los empleados en la administración y servicio de los ejércitos, y cuantos en esta época de angustia y de peligro han servido a la República en cualquier destino civil , M.264. Donde la Revolución quería y necesitaba una acción rápida y efectiva, y encomendaba la repartición verdaderamente tal a una Comisión ad hoc que debía constituirse luego, el Congreso colocó el explosivo que reventaría todo el programa: El pago de estas asignaciones se hará en vales del Tesoro Público . El Reglamento para la distribución de esos vales, fue promulgado el 31 de julio de 1820.
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EL ERROR DE LOS VALES Cuando la ley se publicó en Angostura, estaba Bolívar cumpliendo su deber en Bogotá. Días después, ya en El Rosario de Cúcuta recibió la noticia un tanto imprecisa de esas variantes que golpeaban de muerte sus sinceras intenciones; desde allí escribió a Santander: La ley de repartición de bienes es para toda Colombia, y ahora, bien y mal, es para todos. Mas han hecho cierta reforma en la ley, según se asegura, aunque no he visto la ley. Se mandan entregar vales de bienes nacionales a los militares, para que los compren en remate en el mejor postor , I-444. A la luz de la experiencia inmediata, Bolívar combate con severidad este exabrupto. Demanda en forma categórica una revisión de esa medida que ha burlado y hecho nulo el objeto benéfico de la ley, y ha cargado al Estado de una deuda inmensa, sin asegurar ni aliviar en ninguna manera el establecimiento y la subsistencia de los defensores de la patria en sus épocas calamitosas , OL. XVIII-394. A través de Briceño Méndez se dirige al ministro Gual para que con toda urgencia pida al Congreso la necesaria corrección, pues el mal viene de la adulteración de esa ley que proponiéndose por objeto recompensar las privaciones de los militares y proporcionarles al mismo tiempo un establecimiento con bienes raíces, casi perdió el objeto al presentar los medios de hacer efectiva la asignación, por las trabas y dificultades que opuso, exigiendo la subasta y remate de los bienes nacionales y la repartición anticipada de los vales, cuando no podía verificarse aquélla por las circunstancias del país, y porque la profesión de las armas no permite a los que las llevan dejar sus puntos para ir a un remate , OL. XVIII-394. Para que la reforma sea clara y la intención original no se extravíe, Bolívar orienta a Gual con algunas preguntas: Siendo el objeto de la ley hacer propietarios a los militares para recompensarlos, asegurarles la subsistencia, y darles estabilidad y arraigo en el país, ¿se logra esto entregándoles unos simples billetes, cuando no tienen medios de subsistir, cuando no hay bienes que subastar ni rematar, porque no se sabe siquiera cuáles sean los nacionales, y cuando no pueden ocurrir a las capitales o pueblos distantes de las operaciones, que es donde deben hacerse las ventas? , OL. XVIII-394. Seguro de la magnitud del daño, no se limita Bolívar á recomendar al ministro que pida con toda urgencia la reforma legal, sino que ante todo suspenda la emisión y distribución de los vales para impedir la entera destrucción de su crédito, y no aumentar la ruina de nuestros militares , OL. XVIII-395. En previsión de lo que ciertamente ocurrirá, Bolívar reitera a Gual, que entretanto es de absoluta necesidad que el Congreso dicte algunos medios que hagan esperar al ejército el cumplimiento de las ofertas que tantas veces se le ha repetido sobre la ley de su haber. Sería muy peligroso que por un momento se llegase a dudar del cumplimiento de aquellas ofertas, en que cada uno funda sus esperanzas. Se acerca el día de la paz, se acerca el momento de licenciar el ejército; y si entonces, al retirarse a sus casas, no llevan la seguridad de entrar en el goce de la asignación, no será extraño que se repitan las mismas defecciones que sufrieron los españoles cuando subyugaron a Venezuela en 1814, y ojalá que no sea ésta la señal de la desastrosa guerra civil que nos amenaza, por la aparente diferencia de nuestra población , OL. XVIII-395. No obstante la prontitud de Gual en dar curso de la recomendación bolivariana, la Cámara con evidente ausencia de entusiasmo por la rectificación pedida, accede al fin el
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6 de septiembre de 1821 a proscribir los mencionados vales. Para entonces ha sucedido lo que era de esperarse: los vales, ya en el comercio, eran objeto de acaparamiento. El daño y el negocio estaban hechos; por eso, expresamente queda salvo el derecho que tengan los terceros poseedores de estos vales , a quienes se les irá amortizando lo debido, B. y A. VIII-1 11. Los vales además se han desvalorizado en un 95 por ciento, y se creen muy felices los militares que logran el cambio a este precio [dice Briceño Méndez], puede asegurarse que ninguno de los que han recibido sus haberes en vales, los posee, y que todos, o la mayor parte, han pasado a otras manos, a manos usureras, por la despreciable cantidad que he dicho. Poca previsión se necesitaba para conocer que semejante emisión y circulación de simples billetes iba a causar la pérdida completa y absoluta de nuestro crédito público así porque era una creación de un papel moneda sin los requisitos, seguridades y fondos necesarios para sostenerlo y acreditarlo, como porque iban a ser propietarios de él hombres que, reducidos a la indigencia, se veían en la necesidad de cambiarlo por cualquier cantidad efectiva que remediase al pronto sus necesidades , OL. XVIII-393. Por si fuera poco, persistiendo en la línea contraria al genuino bolivarismo, el Congreso deja en pie una modificación a la que sin ambages se había opuesto, anticipadamente el Libertador: la extensión de los beneficios, en equiparación a los empleados civiles fundada ésta con frases de dudosa consistencia y sinceridad: sujetos a las mismas privaciones, corriendo diversos riesgos, y muchas veces bajo el cañón enemigo , M.264, con lo cual, so pretexto de ampliar la justicia, los saboteadores del esfuerzo de Bolívar lograban precipitar el fracaso de esta especie de reforma agraria aumentando desmesurada e irrazonablemente el número de aspirantes y asignándole tierras a burócratas que por su oficio ningún interés tenían en la faena agrícola. A través de Briceño Méndez, preguntaba Bolívar: ¿Hay la misma razón para conceder la asignación a un militar que ha sacrificado su salud, su reposo, su sangre y cuanto hay de precioso y estimable en la vida, y a un empleado civil que lejos siempre del peligro, no corre sino el mismo que los demás habitantes del país, con la diferencia de la consideración que goza el uno sobre los otros, y los emolumentos que siempre han producido los empleos de esta clase? , OL. XVIII-394. Ni las incomprensiones ni las tercas negativas logran nunca que Bolívar desista de su idea de hacer la justicia en el campo. Aunque reprobara la insuficiencia y criticara la alteración de las normas que, a sus espaldas, fueron acordadas en desmedro de tan delicado objeto, respetando la ley nada satisfactoria a su juicio quiso en todo caso materializar la entrega ceñido a ella que, en fin de cuentas, era una posibilidad, raquítica y pobre, pero una posibilidad. Así, en enero de 1821, da poderes plenos al general José Antonio Páez uno de los principales autores de la idea del reparto para que éste haga la justicia agraria en Venezuela. Conforme a la expresa indicación bolivariana, al caudillo llanero corresponde procurar que se abrevien y simplifiquen las fórmulas que la Ley ha exigido y se salve el obstáculo que opone para que no se asignen propiedades sino valores . Bolívar insistía como ya recordamos que, al repartir, Páez debía cuidar y celar que no disiparan sus haberes los agraciados en perjuicio de ellos mismos y sus familias y en desprecio de la intención de la Ley , M.283.
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TIERRAS PARA CAUDILLOS Páez prefirió más bien cuidar y celar su propio interés. Nueve meses después de investido de esas amplias facultades, manifiesta el deseo de que se le traspase la magnífica hacienda La Trinidad , secuestrada al marqués de Casa León. En halagüeña respuesta, el Gobierno ordena al Vicepresidente: en atención de los servicios relevantes de S. E. el General Páez, benemérito de Colombia, se le adjudique por V. E. la referida hacienda nombrada La Trinidad por su valor intrínseco, precediendo para ello su legal avalúo por peritos, y otorgando V. E. a su favor en nombre del Gobierno la correspondiente escritura; y que en pago de ella se le admita: primero, el hato de Yagua [que antes le fue adjudicado por el Libertador] por su legítimo valor precedido también su avalúo: segundo, la suma de sueldos devengados que se le adeuden y liquidarán al efecto: tercero, los sueldos sucesivos: y cuarto, las cantidades que puede enterar de los productos de la misma hacienda, pues de este modo quedarán satisfechos los deseos de tan ilustre jefe, y el gobierno con la satisfacción de haberlo complacido , M.316. Aunque sobre la paternidad de la idea que origina esta faceta de la Revolución, olvide Páez más adelante lo que no le convenga, la conexión suya con el tema es inequívoca. En su Autobiografía describe con minucias las ceremonias del reconocimiento a Bolívar, pero nada recuerda de la única condición tan comprensible y entrañable entonces que le puso para sometérsele, y que Briceño Méndez -como ya fue visto anotó muy bien. Pero de 1825 hay otra huella comprometedora de la responsabilidad del aguerrido caudillo. Siempre atento a sus propios negocios, que maneja a la par de los asuntos públicos, el general Páez, en la ocasión de proponerle al Gobierno de Colombia venta de sus propiedades ganados, bestias caballares y tierras en Apure, y de las cuales no puede precisar a punto fijo a cuánto ascenderá todo , dice sobre la satisfacción de los haberes de los militares: Fui el primero que me serví de estas ofertas para levantar este Ejército , M.421, 422. En todas partes hallaba Bolívar resistencia para que se cumpliera la ley de la justicia agraria, y la principal oposición radicaba precisamente en los encargados de aplicar las normas revolucionarias. Desde su cuartel general de Pasto, el 13 de enero de 1823, creó la Comisión para el reparto de tierras a los militares del Sur, en la cual aparecía el coronel Juan José Flores; debían distribuirse los bienes confiscados por decreto de la misma fecha. Lo mismo que Páez, comenzó Flores por cuidar sus propios intereses; bien pronto devendría en el personaje dominante de la escena ecuatoriana; por su instigación se separa Quito de Colombia, y bajo su despotismo prolongado y desarticulador se neutraliza y contradice allá todo cuanto la Revolución prometió.
ENGAÑO CONTRA LOS INDIOS Si triste fue el destino del reparto a los soldados, pardos en su gran mayoría, no corrió con mejor suerte la sincera y muy justa y revolucionaria disposición de dotar de tierras a los indios, devolviéndoles lo que les correspondía. El decreto de mayo de 1820 en favor de los indígenas se convirtió bien pronto en letra muerta, y, peor aún, en motivo de escarnio y apoyo para querer justificar lo injustificable. Un elocuente documento suscrito
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el 12 de febrero de 1821 por Pedro Briceño Méndez siguiendo instrucciones del Libertador, ilustra con detalles incontrovertibles sobre esta vergonzosa situación. Son innumerables las quejas que ha escuchado Bolívar en todos y cada uno de los pueblos de esta provincia por donde ha transitado , pues no solamente ha reinado un abuso general en todos los corregimientos indígenas sino que los infelices naturales lejos de ser mejorados y haber adquirido sus tierras, y con ellas los medios de sostener sus familias, han sido despojados de ellas y confinados en muchas partes a terrenos estériles, y reducidos a una menor extensión que la que gozaban antes . En seguida viene la revelación fundamental: S. E. sabe que el pretexto de que generalmente se han servido para ejercer tamaña iniquidad contra el -espíritu del decreto dictado en favor de los indios, es el establecimiento de las escuelas y dotación de los maestros , M.283. Una vez más se repetía la infamia consabida. El Libertador ratifica ahora su decreto de mayo del año anterior, y hace responsable al Gobernador Comandante General de Tunja, en persona, del reparto y del cumplimiento respectivo hasta sus últimas consecuencias. El objeto de Bolívar, que el expresado Comandante debe tener siempre a la vista, es favorecer esta parte de nuestra población tanto o más que lo que ha sido deprimida y degradada hasta aquí . Bolívar concluye su comunicación con la esperanza de no volver a oír quejas ni clamores sobre esto, y subraya que su causa y la de los indios es la de la justicia, de la naturaleza y de la razón , M.284. El decreto comentado, tan caro al interés de Bolívar y tan expresivo de su revolución socioeconómica, siguió el penoso curso de muchos otros, pasando por ser recreado en ley del 4 de octubre de 1821, para en definitiva no quedar en nada. El juego es el ya conocido: primero el homenaje retórico a las ideas generales: se declara que los indios quedan en todo iguales a los demás ciudadanos y se regirán por las mismas leyes , después la transcripción casi textual del pensamiento de Bolívar, pero con su inmediato añadido que lo neutralice, para concluir dejando todo sin variación: las tierras se les repartirán en pleno dominio y propiedad, luego que lo permitan las circunstancias. Entretanto, los resguardos continuarán poseyéndose por los naturales, bajo las mismas reglas que se han observado hasta ahora , M.309. Cuando al regresar del Perú, a fines de 1826, averigua Bolívar sobre esa ley, que pese a todo aludía también a una medida redentora para los indios, encuentra que estos son objeto de descarado despojo en la supuesta liquidación de los resguardos. Al reactivar la debida corrección se topa de frente con las egoístas conveniencias de la soberbia oligarquía instalada en el poder colombiano desde 1821, y de esta manera crece más todavía el bando de sus influyentes opositores. Lo acontecido en las regiones de Guatavita y Guasca, tiene valor de símbolo. Sobre la más inicua explotación de los indios cimentaba su poder el prepotente patriciado reaccionario y antibolivariano. Para 1830 el problema de la injusticia económica y de la miseria de las masas subsiste, casi idéntico, con un simple cambio de personajes en la cumbre. El propósito revolucionario resulta torcido en beneficio de varios ambiciosos, algunos de extracción humilde que, saltando a los rangos de privilegio, reniegan de su origen popular. Para ésos sí es pródiga la independencia; a sus patrimonios ingresan completas las más codiciadas fincas. Reiteradas operaciones de adjudicación, arrendamiento, permuta,
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etc., se refieren por esos años a destacados jefes militares: al general Santiago Mariño, la hacienda La Soledad , en Güiria; al general Juan Bautista Arismendi, Yaguaraparo ; al coronel Cornelio Muñoz, El Trapichito ; al Coronel José Lugo, El Rincón , en Maracay; al coronel Francisco Martínez, Yoco , en Güiria; al general José Francisco Bermúdez, haciendas de Cumaná y Caracas; a los generales Monagas... Contra las tierras con las cuales contaba la República para el reparto prometido, también hubo movilización. Notables propietarios de Caracas, los mismos que en 1819 han volcado sobre el Libertador en manifiesto trilingüe difundido al mundo los peores vituperios, buscan en 1821, con desvergonzadas adulaciones, se les devuelvan sus bienes confiscados. La respuesta de Bolívar a este deseo de restauración del viejo status económico es glacial y ajustada a derecho: no está en sus facultades variar lo dispuesto por la ley; si los reclamantes se creen asistidos de la justicia deben ocurrir a los tribunales respectivos. Caudillos inescrupulosos, y sus comparsas de ricos propietarios muchos de éstos doblados de senadores, diputados y funcionarios ejecutivos, deturparon la Revolución. El memorial que en el año 28 dirigen los militares de la División del Magdalena a la Convención de Ocaña, denuncia extensamente la farsa: Todo ha sido injusticia, todo abandono, todo desprecio. ¿En manos de quiénes paran los bienes confiscados? Sujetos acaudalados que se hicieron de muchos documentos por la quinta y sexta parte de su valor; el Gobierno les dio por consecuencia una preferencia injusta, y cuando ocurría algún militar exigiendo la adjudicación de alguna finca, ya la hallaba aplicada a un particular. Se vendieron los documentos por el valor que les dio entonces el comercio: se hizo con esto un género de especulación, de intriga, de agio, de corrupción para unos y de vergüenza para todos; sólo el Ejército fue la víctima; sólo nosotros fuimos los burlados, y la ley , B. y A. XII-135, 137. Repetidas veces la propiedad se desplaza en las alternativas y vicisitudes de este siglo contrarrevolucionario, mas siempre queda incólume la colonial estructura económica y social.
BOLIVAR SUBVERSOR Bien representativo y típico de la actitud contrarrevolucionaria en esta esfera es el decreto del Congreso paecista, derogando el 5 de agosto de 1830 la ley de confiscación de bienes dictada en el ciclo bolivariano. El cinismo es aquí de antología. Ahora en 1830, descubre Páez que las confiscaciones son contrarias a los derechos de un pueblo libre . Ya los caudillos empezando por el propio héroe de Las Queseras han tomado posesión de los bienes principales. El comentario-prólogo oficial que en la Gaceta del Gobierno se hace al acto legislativo que borra todo vestigio de revolución en el agro, texto en el cual implícitamente se llama a Bolívar subversor , tiene toda la elocuencia de un como manifiesto de la retrógrada posición: No es menos digno de la aprobación pública el decreto que insertamos a continuación aboliendo las leyes de confiscación, que fundadas en las represalias de la guerra, siempre detestables a los ojos de la justicia, habían consagrado en Colombia como un derecho legítimo de la sociedad, casi el
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mismo violento despojo -que infama y condena al particular sin autoridad. Este rasgo de civilización y humanidad con que nuestros representantes han marcado la época de la regeneración de Venezuela, conciliará a nuestra causa el amor, respeto y decisión de todos los hombres de bien de dentro y fuera del país. Con providencias como ésta que tan imperiosamente demandaba la justicia, es que podremos ir restableciendo el orden, la quietud y la moral, no menos que el aprecio y concepto exterior que los subversores de la república nos hicieron perder enteramente. Después de promulgado este filantrópico decreto el honrado propietario podrá gozar tranquilo la hacienda que recibió de sus mayores o que labró con sus manos, y vivir seguro de que ella le servirá también de apoyo a su inocente posteridad, libre de la zozobra de que algún vigilante tenedor de vales descubra en sus abuelos una mancha gótica que sirva de pretexto para arrancarles su patrimonio , M.536. Sobra decir que todo el perjuicio de la marcha atrás que este filantrópico decreto acarrea, revierte sobre las personas de poca influencia que por casualidad han sido justamente favorecidas, tales como la viuda del noble y malogrado general Anzoátegui, a la cual se desposeyó del predio con que atendía a la subsistencia de su familia, para ser devuelto a los herederos de un realista connotado. Los gobiernos caudillistas, a partir del de Páez, serán por lo demás implacables contra la agitación campesina originada en la estafa agraria. En ese tiempo nadie supera ni alcanza a Páez en la magnitud y calidad del enriquecimiento conseguido en el Poder. En mayo de 1822, el propio caudillo escribía a Santander: Mi cabeza está llena del deseo de destruir a mis enemigos: si mañana fuesen expulsados del territorio, mi sola ambición sería gobernar y aumentar las propiedades que la patria me ha dado la patria me ha llenado de honores; ha recompensado superabundantemente los esfuerzos que hice por mi propia defensa y por la independencia . [8] Bolívar confiaba a Peru de Lacroix el 12 de mayo de 1828: Las cartas de Caracas me afligen, todas me hablan de la miseria del país y del estado de muerte en que se hallan los negocios mercantiles y la agricultura: sólo el General Páez nada me dice de esto, seguramente porque los negocios suyos están en buen estado y poco le importa la pobreza pública , BUC.241. En su testamento, hecho en Nueva York el 24 de julio de 1865, el famoso llanero declara que cuando se casó 1809 no poseía yo bienes ningunos , sin embargo, y aunque ocupado en la guerra y la política desde 1811, su fortuna llega a incluir: hacienda de caña y café La Trinidad , en Maracay finca valiosísima , él mismo recalca el superlativo, de la cual forman parte y le pertenecen también: la hacienda Los Cocos , comprada a Mariño, y terrenos adquiridos en porciones distintas de Vicente Ibarra y Pedro Canino; la casa de la Aduana de Puerto Cabello probablemente el edificio principal de aquella ciudad; casa de habitación en Maracay y un solar con otra casa de poco valor, contiguos; casas alquiladas en Valencia así en plural; terrenos de corta extensión heredados en la provincia de Apure, inmediatos al pueblo de Rincón Hondo; por si fuera poco, el inmenso hato de San Pablo quizás el mayor de la República, extendido por varias provincias, hato que en 1848 fue notoriamente valioso [dice él] con 20.000 reses, 700 yeguas, 300 mulas y cerca de 500 caballos . Además, tenía Páez en arrendamiento la hacienda Chuao , pertenencia universitaria, sobre la cual alegaba poseer la mitad de las mejoras; él se ufanaba de haberla convertido en finca de gran precio: 106.000 árboles de cacao,
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400.000 de café, 50 tablones de caña, edificios, trenes y repartimientos . Páez en su cuenta anotaba igualmente, sin rubor: Tengo que haber del Gobierno de Venezuela el valor de los esclavos que me pertenecían y existían en la hacienda de La Trinidad y en el hato de San Pablo... . [9] Nada más elocuente que esta manifestación de última voluntad, cuando el individuo enfrentado a la muerte como realidad próxima e ineluctable ya no puede ocultar sus haberes y no disimula sus sentimientos. El testamento de Santander contrasta, lo mismo que el de Páez, con el de Simón Bolívar en Santa Marta. De esas tres piezas la posteridad extrae con certeza su juicio, y ubica y califica a cada quien. [10]
LA TERROFAGIA Bajo las subsiguientes autocracias se acentúa la concentración de la tierra en muy pocas manos. El mando político es la vía más expedita para un enriquecimiento grande, sólido y veloz. En las demás desventuradas repúblicas de América el fenómeno es sensiblemente el mismo; la Revolución mexicana en el siglo XX por ejemplo se va a topar con latifundios de increíble extensión. Todavía subsisten no pocos de impresionante magnitud en varios países. Asociada a la tiranía, la estructura latifundista agrava la tendencia al monocultivo, la nulidad de la industrialización, la pobreza común, el estancamiento demográfico y cultural, la ignorancia y la debilidad incluso física de la población. El latifundio deviene en régimen típico de la explotación agraria en esta centuria; impone, sin posibilidad de protesta, salarios de hambre y agotadoras jornadas, y clava al peón sobre la tierra. En el país de Bolívar, la autocracia de Juan Vicente Gómez ya en el primer tercio de esta centuria resulta la más característica en la dirección contrarrevolucionaria. El formidable tirano poseía 1.242.403 hectáreas para ganadería y 120.470 para cultivos; en la comarca favorita el Estado Aragua tenía 2.631 fundos, en el contiguo Carabobo 1.569, en su Táchira nativo 274, y así en diez provincias venezolanas más y en Colombia. La más llamativa antítesis de la conducta bolivariana, a este respecto, podría expresarse en el insólito negocio de los Hatos del Caura , gran latifundio que forma el general Joaquín Crespo desde la jefatura de la República, y a uno de cuyos sucesores el general Juan R. Guerra se lo compra Juan Vicente Gómez, en 1911, por ochenta mil bolívares. Tierra inútil, en 1926 la vende Gómez a la Nación por ¡diecisiete millones de bolívares!
ESPECULACIONES FINANCIERAS Si se examina la situación fiscal de la República de Colombia, se verá cómo, los años que Bolívar hubo de dedicar al Perú y Bolivia, sirvieron para cimentar acá un orden totalmente divorciado de las orientaciones del Padre de la Patria. El Congreso de Cúcuta suprimió los impuestos tradicionales sin sustituirlos debidamente. La oligarquía que se estructuró en torno y sobre los poderes de Colombia fue sin recato renuente a establecer las justas cargas que ella debía pagar para, con tales recursos, cubrir los gastos del
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Estado. Era más cómodo y rendidor, para todos estos beneficiarios de la Revolución, el expediente de contratar onerosos préstamos. La preferencia de los burgueses colombianos por este sistema era fácil de explicar, dice Liévano Aguirre. Mediante él, la guerra de Independencia sería una fuente de lucrativas especulaciones. El pueblo pondría los muertos, su cuota de sangre no redituaría intereses, y los hombres de negocios, en cambio, cobrarían el interés y el capital prestado , ILA.9. Bien pronto se cansaron los círculos financieros de Bogotá, Antioquia y Cartagena, de hacer suministros de sus numerarios, y con presiones hábilmente dirigidas forzaron la contratación de un crédito cuantioso en el exterior. La historia del empréstito inglés es de las más bochornosas. Los agentes de Colombia en la operación pertenecían a los grupos financieros aludidos, y a despecho de su carácter oficial, se hicieron remunerar como comisionistas. Sobre el destino del dinero conseguido en Inglaterra, escribe Liévano Aguirre: Dominado el país por una poderosa oligarquía mercantil, los fondos del empréstito, que en forma tan profusa llegaron a manos de los particulares, se destinaron al comercio de importación de textiles y productos ingleses, de manera que ellos regresaron a Inglaterra en corto plazo, sin haber cumplido una verdadera función de desarrollo económico. La disponibilidad de divisas, hecha posible por el empréstito, no favoreció las importaciones de bienes de capital, maquinaria industrial o instrumentos agrícolas, sino de bienes de consumo, que, en su mayor parte, constituían competencia para productos nacionales similares. De tal manera que los fondos del empréstito sólo sirvieron para satisfacer los costosos lujos de una minoría privilegiada , Id. 18. Parte del dinero inglés, además, se perdió en la inmediata quiebra de la firma concesionaria del préstamo; Colombia, una vez más, era objeto de una reprobable maniobra especulativa. Bolívar debió hacer frente, en el cuatrienio final de su existencia, a la virulenta oposición de los grandes intereses económicos existentes en Colombia, animadores ellos de varios atentados contra su vida, incluso el del 25 de septiembre de 1828. Bolívar procuró poner cese a la sangría de los recursos colombianos; en Venezuela se ocupó de preferencia en la organización hacendística. Desde Caracas anuncia a Urdaneta en 1827: Se va a mandar un reglamento de hacienda que dará bastante dinero, de suerte que, quitando pícaros, ahorrando gastos y aumentando la renta iremos para adelante y tendremos con qué pagar todo , II-64. A José Gabriel Pérez le escribía poco después: En dos días que estuve en Bogotá libré al Estado de seis millones de gastos, y en Venezuela se han hecho reformas muy considerables; la moral misma ha tenido ejemplos edificantes y lecciones severas , II-116.
ENTREGUISMO VERGONZOSO Respecto a las riquezas nacionales se cumple en Hispanoamérica a lo largo de decenios posteriores a la época de Bolívar, otro capítulo de la contrarrevolución económica. Donde el Libertador quiso la nacionalización de las minas de todas clases , con lo cual
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parecía desde entonces aludir intuitivamente a los hidrocarburos, se realizó una política de entrega de la riqueza propia de la República a consorcios del extranjero. En Venezuela los grandes intereses foráneos encontraron ocasiones siempre favorables para su desmedido lucro. Con Juan Vicente Gómez culmina la traición a la dignidad y a las conveniencias nacionales. Entreguismo es el nombre de esa innoble conducta, dócil a la rapacidad extranjera; la tiranía fue sirviente contra Venezuela. Gómez rebajó los impuestos mineros vigentes en la época de su repudiado antecesor Cipriano Castro. En 1927, la Venezuela Oil Concession del grupo Shell, sobre un capital de diez millones de dólares, gana tres millones cuatrocientos mil dólares. La Lago Petroleum Corporation dependiente de la Standard Oil, sobre un capital de trabajo de tres y medio millones de dólares, recibe utilidad de casi ocho millones de dólares. Las acciones de las empresas aumentan su valor en casi el 600 por ciento entre 1924 y 1927. Desde la Compañía Guipuzcoana no hubo en Venezuela un negocio más remunerador para sus gestores ni menos justo para el país. En el septenio 1923-30 percibe la República por hidrocarburos Bs. 187 millones; en el mismo lapso las empresas son dispensadas de derechos aduaneros por Bs. 219 millones. El Ministerio de Fomento certifica la insólita y trágica verdad: Las Compañías se llevan el petróleo y el Gobierno de Venezuela les paga para que se lo lleven . [11] La regulación legal del ramo aceitero se hará a la medida de las conveniencias foráneas; apenas en la letra se mantiene el principio bolivariano de la nacionalización del subsuelo. Al primer Código de Minas venezolano, de 1854, lo suceden sin variaciones de fondo el de 1885 y las leyes de Minas de 1887, 1891 y 1893. Castro dicta en 1904 su Código, que cambia el conocido sistema regalista por el dominial donde la concesión no es forzosa sino facultativa, y sanciona también una Ley de Minas en 1905. En realidad nada se avanza. Nuevos textos jurídicos son promulgados en 1909, 1910, 1915 y 1918; al petróleo se aplican disposiciones generales y comunes de la minería. La primera ley específica venezolana para hidrocarburos es de 1920; sólo favorece y ello en proporción cicatera al círculo gomecista que succiona tan sólo partículas, aunque relativamente gordas, del espectacular negocio; se la modifica en 1921. La ley no gusta a las empresas; Gómez, tan fiero en lo interno como complaciente con los magnates del exterior, los llama: Ustedes saben de petróleo les dice. Hagan ustedes las leyes. Nosotros somos novatos en eso . [12] Abogados de los empresarios redactan el instrumento de 1922, que ellos mismos hacen modificar en 1925, 1928 y 1935. Las leyes petroleras de Venezuela son las mejores del mundo para las compañías , declara con desenfado la tiranía en 1930. Por entonces, los prepotentes consorcios y los formidables medios a su alcance, igual que sus tutores y socios, ubicados en distintos gobiernos muy influyentes, cuando no son estos mismos los participantes en la pingüe industria, prestan al gomecismo una sólida asistencia. En torno a la primera riqueza venezolana se monta un festival execrable, encabezado por el clan gobernante. Lo referido sobre Venezuela puede extenderse con leves retoques a la mayor parte de nuestro mundo hispanoamericano. Apenas habría que cambiar algunas fechas, y donde
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dice petróleo escribir: oro, cobre, plata, estaño o hierro, bananas, café o maderas, caucho u otras materias. El tema da no sólo para cantos de protesta y para novelas de indignación ante el saqueo y el escarnio asaz reiterado. Allí se hallará inspiración para las acciones del porvenir. La conclusión de esas historias es la misma: América sacrificada y expoliada. La balcanización de nuestro continente venía como anillo al dedo a favorecer los intereses antinacionales en el seno de las respectivas patrias hermanas. La habilidad, la competencia técnica, la superioridad en suma, de los negociantes extranjeros acentuaba nuestra dependencia y hacía más remota e imposible la lección de Bolívar. Sobre bases tan sustanciales del orden social, como son los fundamentos económicos de su América, puede decirse que se frustró la revolución bolivariana. No hubo aquí, tampoco, realizaciones del ideal del Libertador. Bolívar sigue en pie, vigente y exacto para servir al presente y al porvenir. Su causa es y será siempre la del rescate de la dignidad, la equidad y la justicia.
CONTUMACIA ESCLAVISTA Ya se ha visto cómo los propósitos bolivarianos de libertad, democracia, constitucionalidad, paz y armonía internas, centralismo republicano, justicia agraria, nacionalización de la riqueza minera, equidad tributaria, corrección administrativa, sufrieron la más rotunda desnaturalización, y terminaron siendo sustituidos por una realidad muy diferente: opresión, despotismo, autocracia, regímenes defacto, guerras intestinas, federalismo equivocado, latifundio, entrega de la riqueza, injusticia en las cargas fiscales, deshonestidad administrativa. En el orden social también se registra un indudable estancamiento, o quizá más propiamente un retroceso. El objetivo de Simón Bolívar era la igualdad. La meta clara y precisa: la libertad de los esclavos, una consecuencia lógica de la propia revolución redentora que estaba en marcha, y una derivación natural del propio signo histórico personal bolivariano evidenciado en su título: Libertador. El propósito era derribar las barreras intrasociales, las separaciones de castas, los prejuicios estamentistas y clasistas, integrar nuestros disímiles componentes humanos y colectivos, fundir la sociedad en un todo: La masa del pueblo en un todo: la composición del Gobierno en un todo: la legislación en un todo: y el espíritu nacional en un todo. Unidad, unidad, unidad, debe ser nuestra divisa , II-1149, clamaba en 1819. Pero lo tristemente cierto es que el esclavismo sobrevive a Bolívar, y que por la complicidad de los propios coautores de la Independencia las disposiciones bolivarianas, sus medidas radicales, y sus pronunciamientos sinceros y a fondo, no pasan de leves anatemas contra tan horrible lacra social, la más feroz delincuencia la más insigne violación de la dignidad humana , II-1227. Al patético ruego de Angostura: Yo imploro la confirmación de la libertad absoluta de los esclavos, como imploraría mi vida, y la vida de la República , II-1152, el Congreso. respondió en forma análoga a como lo hizo sobre el reparto de las tierras. Dilación,
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palabras vacías, concesiones verbalistas, magnificación del asunto para tornarlo más difícil, y al fin la vuelta al origen para dejar las cosas como estaban.
DIFERIMIENTO EN ANGOSTURA El Congreso se tomó nada menos que once meses para concluir en enero de 1820 remitiendo el punto de la abolición de la esclavitud a la Representación de Colombia, que ha de reunirse a principios del año próximo . [13] Importante victoria se apuntaba así el esclavismo: un diferimiento prácticamente por dos años. En las Actas de Angostura se puede seguir el curso del debate sobre la fundamental cuestión. De entrada al tema, don Fernando Peñalver, aunque subrayando su urgencia, recordó que en Venezuela la agricultura dependía del trabajo esclavo, y se manifestó porque lo pedido por Bolívar no se pusiese en ejecución mientras no se diesen por el Congreso los reglamentos que determinasen el modo con que habían de usar de la libertad los que no están acostumbrados a ella . [14] La materia fue pasada a los mismos diputados que tenían el encargo de estudiar la Constitución, para que presentasen cuanto antes el proyecto correspondiente. Cuatro meses después nada se había hecho; el diputado Pumar fue, hasta entonces, el único que replanteó el tema; al fin, tras otro mes, el 31 de julio, llegó la ponencia para empezar. La discusión fue lenta pero agitada; en la sesión del 17 de agosto causó varios altercados anota el Secretario; se aplazó repetidas veces. Lo sucedido en la sesión del 8 de noviembre es inaudito: Se siguió dice el acta la discusión del proyecto de la libertad de esclavos, y el señor España tomó la palabra y expuso: que creía de mucha más importancia el averiguarse la certidumbre o incertidumbre de la voz difundida de que en el río han aparecido en estos días ciertos cadáveres... , C. y C., 21, 102, 120, 163 y 220. Así llegó el 11 de enero de 1820 cuando se adoptó aquel acuerdo diferidor que, no obstante declarar en el artículo 1º a la esclavitud abolida de derecho , dispone en el 2º, como en broma, que las cosas quedarán en el estado mismo en que se hallan hoy día en cada uno de los tres Departamentos de la República, sin hacerse la menor novedad en Provincia, ni lugar alguno , CO. No. 51. Eso sí, se establece en todo caso la obligación para el Estado de indemnizar a los propietarios cuyos esclavos puedan ser llamados a las armas por el Presidente de la República. Se prohibe la introducción de esclavos en el territorio de la República , y cosa increíble haciendo profesión de respetar las leyes, usos y costumbres de todas las Naciones, se declara que todo Esclavo fugitivo de país extranjero será puesto en prisión y restituido a su amo , castigándose además a los que hayan favorecido su venida, y a los que los ocultaren y protegieren , CO-Nº 51. Hábiles los parlamentarios, tejen en los considerandos del Decreto frases que en apariencia superan los propósitos de Bolívar: Es preciso en el estado de ignorancia y degradación moral a que esta porción desgraciada de la humanidad se halla reducida hacer hombres antes de hacer ciudadanos. Es igualmente necesario proporcionarles la subsistencia con libertad. La libertad como la luz del alma debe dárseles por grados,
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como a los que recobran la vista corporal, que no se les expone de repente a todo el esplendor del día , CO-Nº 51.
MANIOBRAS EN CUCUTA El intento ha de resultar vano otra vez, cuando ante el Congreso de Cúcuta presente el Libertador la misma petición. La respuesta será insatisfactoria, así el pedido sea reforzado con nuevos argumentos, incluso en la onda emocional de la euforia por el triunfo de Carabobo, ganado por el ejército libertador, cuya sangre ha corrido sólo por la libertad , I-576. El Congreso, en un falso homenaje a las fórmulas y a las superficialidades, y en un pronunciamiento que ya no podía excusar ni retardar más, dicta una complicada Ley sobre la libertad de.los pardos, manumisión y abolición del tráfico de esclavos julio de 1821. En ella se contiene de nuevo la idea de la extinción gradual de la esclavitud, a fin de no comprometer la tranquilidad pública, ni vulnerar los derechos que verdaderamente tengan los propietarios . A cada uno de los principios positivos que allí se estampan, se le neutraliza a renglón seguido; el artículo lº declara libres los hijos de las esclavas que nazcan desde el día de la publicación de esta Ley , pero el 2º advierte que ellos compensarán a los dueños de aquéllas por los gastos de alimentación, vestido, y educación en su infancia con sus obras y servicios que les prestarán hasta la edad de diez y ocho años cumplidos . En el artículo 5º se establece que ningunos esclavos podrán venderse para fuera de la provincia en que se hallen, separándose los hijos de los padres , y a continuación se agrega: Esta prohibición sólo subsistirá hasta que los hijos lleguen a los años de la pubertad . Como único aspecto en verdad consecuente y lógico, se manda: Los esclavos introducidos contra la prohibición de esta ley, serán por el mismo hecho libres . Para la manumisión se crea un fondo que a la postre será casi inoperante, máxime en un país desorganizado y pobre: ese fondo se formaría con un 3 por ciento del quinto, de los bienes de quienes mueren dejando descendientes legítimos; un 3 por ciento del total de los bienes de los que dejan herederos colaterales, y un 10 por ciento sobre los bienes de los que mueren dejando herederos extraños. [15] El Congreso -como en procura de que ni aun esta insuficiente ley se cumpliera encargó prácticamente su observancia a personas interesadas en mantener incólume el esclavismo. Las Juntas de Manumisión que debían administrar el fondo, no funcionaron sino muy raramente.
CONTRARREVOLUCION EN MARCHA Sobre los adversarios de la abolición, ninguna duda cabe. No son únicamente los supérstites del orden derogado; los hay entre los propios dirigentes de la liberación, generales, magistrados y parlamentarios. Los mismos que acapararon, con el subterfugio de los vales, las tierras de los señores coloniales, necesitan ahora mano esclava para reforzar su poder económico y político. Por ellos, en la Nueva Granada,
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aboga Santander, identificado con la posición contrarrevolucionaria; a su intercesión en favor de los propietarios, todos buenos republicanos , la respuesta de Bolívar es aleccionadora: El impulso de esta revolución está dado, ya nadie lo puede contener , I444; echar atrás era, aparte de una injusticia y un error, un contrasentido imprudente y temerario. Bolívar recomienda al caudillo neogranadino persuadir a sus egoístas protegidos de la conveniencia de aceptar el nuevo orden: Yo creo que sería muy útil ilustrar la opinión de esos hombres alucinados por su propio interés y a quienes su verdadero interés debe desengañar. Creo que se debe escribir tanto a los jefes como a los magnates lo que conviene que sepan, para recomendarles lo que afectan ignorar , I444. Por los mismos días, cuando el Libertador-Presidente insta para que no se pierda un momento en ejecutar la orden de la leva de los esclavos y aduce la tremenda experiencia sufrida con Boves, el Vicepresidente hace causa común con los mantenedores de la ignominia social. En una antología de piezas para la perplejidad bien cabría la carta insólita que el 3 de mayo de 1826 escribe desde Buga el gobernador José Cancino a Santander: Señor General y amigo: Tengo presente que hablando con usted en su casa sobre la medida que me convendría tomar acerca de esclavos, me dijo y con acierto: que la libertad de éstos arruinaría enteramente el Chocó. En esta atención tuvo a bien, en uno de los artículos de las instrucciones, dejar a mi prudencia, esta medida con advertencia de que en el caso de tomarla, jamás fuese con generalidad. Luego llegué a la Provincia de mi mando y tomé conocimiento de ella, cuando advertí que de 14.000 habitantes que tiene, los 9.000 son esclavos; nada creí menos conveniente que dar la libertad ni a uno solo, pero que por fin, aquellas razones que tengo dichas a usted, me obligaron a tomar esta providencia, pero de un modo que me parece menos gravoso y sin una peligrosa transición. He quintado las cuadrillas sin alarmar, como tengo comunicado a usted; pero a mi llegada al Cauca he oído publicar un bando que cobija a todos sin excepción y con una generalidad que será la ruina de esta Provincia y la del Chocó. Preveo muchos males, deseo evitarlos y para ello he procurado acordarme con el señor Gobernador Concha, como verá usted por la adjunta que acompaño, mientras ordena usted lo que mejor convenga, después de meditadas mis reflexiones [16] En el Perú, todos los decretos de Bolívar a favor de los indios, incluso la sui generis disposición de proteger a los esclavos en el deseo de cambiar de amo, también se hicieron letra muerta. La idea que, en armonía con sus previsiones, se comunica a los representantes colombianos ante el Congreso de Panamá, sobre conseguir de aquella magna asamblea se declare a los traficantes de esclavos incursos en el crimen de piratería, básase en una ley de Colombia fechada el 18 de febrero de 1825, la cual considera piratas , y en consecuencia castigados con la pena de muerte , a los ciudadanos de Colombia o extranjeros que fueren sorprendidos transportando o negociando esclavos procedentes del exterior o prestando ayuda a quienes comerciaren con ellos; el buque nacional o extranjero que sirva a tales piratas será confiscado con todo el cargamento . Nótese, de paso, que tampoco esta ley escapa a la ya habitual duplicidad; el artículo 4º aclara que, a pesar de lo antes dispuesto, no debe entenderse prohibido el tráfico o introducción, de un puerto a otro de Colombia, de los esclavos existentes en ella, bien se haga con el objeto de venta, o bien con algún otro [17]
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TAMBIEN EN BOLIVIA En cuanto a la gestión ante el Congreso de Bolivia organismo que debía, conforme a proposición del Libertador, estampar en la Carta Fundamental el reconocimiento de ciudadanos para los esclavos, quienes quedaban de hecho libres en el acto de publicarse aquella, obtuvo respuesta idéntica a la de todos los intentos anteriores; cosa muy explicable, siendo el Congreso allá expresión de la misma estructura que en Venezuela. La contestación, jugando con las palabras y escamoteando lo esencial, en claro sabotaje a la Revolución, fue el texto que el Congreso aprobó: Son bolivianos: Todos los que hasta el día han sido esclavos: y por lo mismo quedarán de derecho libres, en el acto de publicarse la Constitución: pero no podrán abandonar la casa de sus antiguos señores, sino en la forma que una ley especial lo determine . BOL. II-346. Nunca jamás varió Bolívar el camino escogido. Cuando hubo de volver a Caracas por causa de La Cosiata, se interesó en que al menos se cumpliera la ley de 1821 sobre manumisión, de cuya aplicación mandó se le informara directa y personalmente con la mayor frecuencia; en esta oportunidad descubrió la complicidad de los muchos interesados en que tales normas no funcionaran. Al descubrir cómo se había violado y desnaturalizado aquel cuerpo normativo, Bolívar dictó su enérgico decreto del 28 de junio de 1827, por el cual todo lo que se adeudara de los fondos de manumisión debía quedar cobrado en el plazo de un año. Para mayor eficacia y rapidez, el impuesto lo recaudarían en adelante los administradores de Rentas Internas. Al mismo objeto se aplicaría en su totalidad el patrimonio de quienes fallecieran sin herederos legítimos. El decreto del Libertador en forma explícita consagra, además, los derechos del esclavo a alimento, medicinas, vestido y alojamiento, y estatuye igualmente la protección para los manumisos muy viejos, DL- II-345. Al año que sigue, en Bogotá, y a tan sólo tres días de asumidos los poderes dictatoriales, el Libertador promulgó un decreto, con instrucciones precisas, urgentes y rápidas para que actuaran las Juntas Manumitidoras, las cuales debían organizarse dentro de los ocho días siguientes a la publicación del referido acto legal, y tendrían por lo menos una sesión por semana; quedaba responsabilizado del cumplimiento el Jefe Político cantonal y, en su defecto, el Alcalde Primero del Municipio.
ÉL NO SE ENGAÑABA Consciente estuvo Bolívar de lo poco que había logrado de sus empeños revolucionarios. Solicitado por la pluralidad de manifestaciones de la anarquía, absorbido por una agobiante labor militar y por un complejísimo desvelo administrativo, no pudo aquel hombre solo batallar contra una confabulación tan obstinada, reacia a colaborar y a admitir un sistema justo, y decidida a oponerse a la verdadera revolución con todo el vigor de su egoísmo intransigente. Con claridad vio Bolívar cómo su obra era atacada por todos los frentes. Su advertencia sobre la imposibilidad de construir un nuevo orden sin revolución social, ha quedado en términos concisos y graves. No basta la ley, ha dicho mil veces. Con angustioso pesimismo ha escrito en julio de 1826 a Santander: Es imposible hacer nada de bueno con simples reformas legales; digo más, ya estamos
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hartos de leyes.. . , I-1291. Era preciso libertar y educar, orientar a los emancipados, robustecerles su estructura moral y conducirlos hacia la auténtica grandeza, dotándolos de principios que transformaran en positivo su vigor inconsciente, anárquico y en el fondo suicida, el cual sin adecuado encauzamiento inundaría y socavaría toda la sociedad. La igualdad legal repite no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la inclinación natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada , I-1076. Bien claro es que la estabilidad y el orden no vendrían en ningún caso de la pardocracia , pero él señala que tampoco resultarían de la albocracia que era dogma absoluto en el Sur, I-1441, y mucho menos serían consecuencia de la nigrocracia , aquel espantajo con que asustan a todo el mundo en Guayaquil por 1830, II-957. Ni pardocracia, ni albocracia, ni nigrocracia; democracia sí. El progreso nacional y la empresa del mundo nuevo en América no es producto de castas, clases ni sectores, sino de armonía, fusión y conciliación de todas las voluntades útiles, unificadas sobre la irrenunciable libertad y sobre la esencial igualdad. No hay duda ninguna de que Bolívar conoció bien la verdadera realidad social de su pueblo, y de que sabía con exactitud el muy escaso logro de sus afanes. Extensamente le ha hablado a Perú de Lacroix, en los días de Ocaña, del estado de esclavitud en que se halla aún el bajo pueblo colombiano: que está bajo el yugo no sólo de los Alcaldes y curas de parroquias, sino también bajo el de los tres o cuatro magnates que hay en cada una de ellas: que en las ciudades es lo mismo, con la diferencia de que los amos son más numerosos, porque se aumentan con muchos clérigos, frailes y doctores: que la libertad y las garantías son sólo para aquellos hombres y para los ricos y nunca para los pueblos, cuya esclavitud es peor que la de los mismos indios; que esclavos eran bajo la Constitución de Cúcuta, y esclavos quedarían bajo la Constitución más democrática: que en Colombia hay una aristocracia de rango, de empleos y de riqueza, equivalente, por su influjo, por sus pretensiones y peso sobre el pueblo, a la aristocracia de títulos y de nacimiento la más despótica de Europa: que en aquella aristocracia entran también los clérigos, los frailes, los doctores o abogados, los militares y los ricos; pues aunque hablan de Libertad y de garantías es para ellos solos que las quieren y no para el pueblo, que, según ellos, debe continuar bajo su opresión: quieren también la igualdad, para elevarse y ser iguales con los más caracterizados, pero no para nivelarse ellos con los individuos de las clases inferiores de la sociedad: a éstos los quieren considerar siempre como sus siervos a pesar de todo su liberalismo , BUC.310. La situación social en los años postreros de Colombia, que son también los últimos del Libertador, es bien clara y típica del proceso contrarrevolucionario. Definidas con suma nitidez estaban las posiciones: de una parte, Bolívar, la gente sencilla del pueblo y la Revolución; por la otra, Santander, Páez, Flores, las oligarquías bogotana, caraqueña, quiteña, limeña, paceña y cochabambina, etc. Muy representativa de esta alineación es la epístola de Santander para su adicto Azuero, el 18 de enero de 1828, donde se refiere a los consecuentes y numerosos partidarios de Bolívar que han amenazado frecuentemente nuestra existencia ; teme por el enfrentamiento: ¿Cuál puede ser el resultado? Una guerra interior en que ganen los que nada tienen, que siempre son
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muchos, y que perdamos los que tenemos, que somos pocos . Obsérvese la identidad estructural y estilística con las propias palabras que definían en el Perú la política de San Martín, dirigida a mantener las barreras que separan las diferentes clases de la sociedad, para conservar la preponderancia de la clase instruida y que tiene que perder . [18] La política de la oligarquía era la misma en Buenos Aires que en Lima, Bogotá o México. Torre Tagle, exponente de los poderosos del Perú, no tuvo empacho en proclamar su traición y los motivos: Peruanos: El tirano Bolívar y sus indecentes satélites han deseado encovar el Perú, a este país opulento bajo el dominio de Colombia. Mis deseos han sido veros con los españoles, como la única alternativa que podía evitar nuestra ruina. Bolívar me había invitado privadamente a abrir negociaciones con los españoles en el Perú, a fin de ganar tiempo para traer nuevas fuerzas, destruirlos y envolver a los peruanos en sus cadenas. Yo me aproveché de esta oportunidad para proporcionaros una unión ventajosa con los españoles y evitar nuestra ruina [19] El Libertador era para los reaccionarios de Lima, como para los peninsulares, el enemigo común . En todos los lugares y para todos los círculos privilegiados, Bolívar encarnaba el factor subversivo; era el adversario. En Caracas, sus compatriotas agotaron los denuestos; en manifiesto trilingüe difundido en 1819 lo llaman: sedicioso, impostor, aturdido y viciado en la libertad de una vida sin freno ni respetos, ingrato, traidor, bárbaro, tirano, asesino, cobarde, imprudente... B. y A. VI-648. El zambo lo llamaban en Lima; el viejo Simón , el tirano y Longanizo le decían despectivamente en Bogotá; manipulador de todas las heces de la sociedad que las agitaciones de la revolución y de la guerra habían diseminado en la masa del pueblo colombiano , lo definía un vehemente conspirador santafereño.
RETROCESO FRANCO Desaparecido el Libertador y consumada la división de Colombia, se olvida la abolición. Peor aún, se da expresamente marcha atrás en lo poco y fallo que se había andado. A la ley de Manumisión de Cúcuta la sustituye el Congreso de Valencia con otra del 30 de septiembre de 1830, la cual agrede a los esclavos elevando a veintiún años la edad del servicio obligatorio previo a la libertad; tres años más de esclavitud los más dinámicos de la vida deberán regalar los hijos de las esclavas al amo, por educarlos , vestirlos y alimentarlos, mientras la madre ha padecido su cautiverio. Y algo más grave, se fija en veinte el número máximo de esclavos que de manera oficial podrán ser manumitidos anualmente en todo el país a ese paso, no menos de dos milenios iban a ser necesarios para la completa erradicación de esta vergonzosa lacra social en Venezuela. Apenas 118 individuos pudieron alcanzar allí su libertad entre 1831 y 1839. Más todavía, ulteriormente la propia autocracia paecista, en acto refrendado por Angel Quintero, consuma el mayor de los atropellos. Alegando un supuesto cumplimiento del artículo 6 de la ley el cual debía interpretarse para la protección del joven liberto y pretextando el ejercicio de la potestad reglamentaria sobre ese artículo, dicta Páez su decreto del 27 de abril de 1840. En éste, considerando que al salir los manumisos del
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poder de sus patronos, habrán de hallarse por lo común sin el respeto siquiera de la autoridad paterna y en una edad y condición en que la policía debe ejercer sobre ellos sus eficaces e inmediatos cuidados , manda que se procure que los manumisos, para su aprendizaje, contraten sus servicios con sus antiguos patronos; y desconociendo elementales principios de derecho, contra el espíritu, la razón y la propia letra de la ley dilata seguidamente hasta veinticinco años la edad de la manumisión efectiva; todo ello, cuando la expectativa de vida en esa categoría de deprimidos individuos no iba posiblemente mucho más allá de los treinta años. La forma es hábil y taimada: Cuando se disolviere alguno de los convenios de servicio, o aprendizaje, las Juntas harán que los manumisos, mientras no cumplieren la edad de veinticinco años, vuelvan a constituirse en igual compromiso con otros propietarios o dueños de establecimientos (Art. 10). El lenguaje es contundente: El aprendiz o sirviente manumiso que se separe del servicio a que está comprometido sin causa fundamental, será restituido a dicho servicio por las autoridades locales de policía (Art. 9). Ningún individuo admitirá en servicio o aprendizaje a los manumisos dentro de la edad de veinticinco años, sino bajo las reglas del presente decreto. Serán aplicables a este caso las penas impuestas por los reglamentos de policía a las personas que admitan a jornaleros que abandonan otro servicio a que estén comprometidos (Art. 11). [20] Bien seguro se estaba de que nadie protestaría contra semejante exabrupto, antijurídico e inhumano, que concedía a los amos sobre los tres años que antes se habían añadido graciosamente a lo dispuesto en Cúcuta otros rendidores cuatro años de esclavitud, y lo más grave, incluso al margen y en clara contravención de una ley injusta. ¿Qué tipo de ciudadano iba a ser éste que pasaba los primeros veinticinco años de su vida educado y protegido en la esclavitud? Este decreto representa la culminación en el proceso de persistencia descarada del esclavismo. El general Páez se jacta, en la Autobiografía, de su Ley de Manumisión, y entre varios conceptos erróneos que emite al respecto, incurre en el inaceptable de relacionar el antiesclavismo de Bolívar con una supuesta iniciativa anterior del español Rosete. Todavía más, Páez mismo pretende atribuirse haber declarado libres a los esclavos en el Apure, sin parar mientes en lo contradictorio de aquella posible actitud justa, con la reaccionaria de su ley de 1830, y más con la notoriamente ilegal y atentatoria implícita en este decreto de 1840. Después, y aunque Venezuela celebra en 1839 un tratado con la Gran Bretaña sobre prohibición del tráfico esclavista, en lo interno podría decirse que la esclavitud sobrevive a todo lo largo de la centuria contrarrevolucionaria, desde luego que bajo formas varias y en medio de persistentes conmociones. De 1830 a 1854 se incrementa la lucha que desde el siglo XVI han protagonizado los esclavos en esa tierra; ahora son fugas a diario, insubordinaciones y rebeldías, acciones cruentas y constantes. Documentadas están cerca de ciento cincuenta rebeliones y conatos de sublevación promovidos por esclavos en los iniciales cinco lustros de república siguientes a Colombia. José Gregorio Monagas auspicia y ejecuta su Ley de Abolición en 1854. Para entonces tal bandera ha perdido mucho de la importancia que tuvo antes. Mientras las oligarquías y las autocracias han estado eludiendo la libertad de los esclavos, se ha verificado un cambio apreciable en la situación. La esclavitud ha llegado a transformarse en un
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sistema antieconómico de producción, vale decir, muy oneroso. Su liquidación se promueve como negocio para los amos; hay por lo menos la expectativa de obtener una buena indemnización por una mercancía desvalorizada o, en todo caso, de soltar una carga que pesa. Según las propias estimaciones oficiales, el esclavo costaba más de lo que producía; el rendimiento del esclavo no compensaba los gastos de su manutención. De allí que para la época monaguista, la esclavitud se hallara en metamorfosis, y que la declaratoria de su abolición ocurriera en paz dentro de la complacencia general. Ahora los terratenientes se aseguran para los latifundios peones baratos, prácticamente gratuitos, con mucho menos costo y sin contratiempos. El liberto es el siervo ideal para los acaparadores terrófagos. La ley redentora, de todos modos, honra a Monagas y a Venezuela; pero tras esta abolición el sacrificado es el débil, como siempre; los antiguos esclavos deben retornar a sus ex-amos, porque el Estado los deja en el desamparo. Para los que no tienen la suerte de amos comprensivos, la explotación se reedita con más crueldad; ahora no hay obligación de educar , vestir y alimentar, ni hay trato familiar; ahora al liberto se le oprime y exprime como peón libre , con un salario mísero a base de fichas , válidas sólo en la pulpería de la hacienda, donde los precios son por lo general más del doble de los corrientes, con deudas eternas que lo atan a la tierra con la cual se lo arrienda, con jornadas de sol a sol, sumisión, látigo y torturas. En la categoría de los aparceros otra modalidad tras la cual se esconde la esclavitud, bajo fachada de libertad se incluyen conuqueros, medianeros, pisatarios, arrendatarios, colonos, fundadores. Todos ellos jurídicamente libres, están sujetos, sin embargo, por la servidumbre económica que generalmente entraña la negación de su libertad personal; todos vegetan expoliados por los dueños, y ante la indiferencia del Estado, a su vez aplastado por la autocracia, sin la más mínima consideración, sin higiene, sin cultura, sin derechos. La existencia de esta situación revela que la Revolución social está muy lejos de concretarse. Durante el gomecismo, en las ciudades la supervivencia y deformación del servicio doméstico a veces sin salario, bajo la férula del señor o la señora , es otra forma disimulada de esclavismo relativo. Algo parecido ocurre con el obrero, e incluso con el empleado de comercio, sin ley ni garantías, sin horario de trabajo ni una ínfima protección. La recluta es otra fuente subsidiaria de semiesclavitud bajo las autocracias. Hasta diez años en las haciendas de los jefes, bajo la máscara de servicio militar , pasarán muchos venezolanos. El propio Juan Vicente Gómez en uno de sus primeros Mensajes oficiales dejó constancia de esta tremenda realidad. Las autocracias estancaron a nuestra América en el individualismo. Propiciaron la división y el aislamiento, y se caracterizaron por la sordera y la ceguera ante la hora social que el mundo vive desde el siglo XIX. [21] Es muy marcado el contraste entre la modernidad que Bolívar había presentido y hecho carne en su programa, y el retroceso donde se hunden nuestras patrias, en el cual lo más resaltante es la esclavitud que se niega a desaparecer y adopta ropajes diversos para persistir. En todo el ámbito de la acción bolivariana, vale decir, en seis naciones de nuestra América, y más allá también, el hecho más llamativo por invariable en el tramo histórico que sigue a la desaparición del Libertador, es de un modo general la ausencia del
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pueblo de todo cuanto es vida y actividad públicas. Para la política han contado principalmente las minorías gobernantes o las abocadas a reemplazarlas; el que teórica o retóricamente el pueblo tenga abierto el acceso al poder en la letra de las Constituciones, significa muy poco. Persiste en América Latina la discriminación sistemática para grandes sectores de su población. Especialmente el indio se halla en una situación de atraso antiguo y desesperante. Exceptuando el esfuerzo de Bolívar por redimir a los primitivos americanos de su miseria ancestral, esfuerzos que eran parte de una política revolucionaria integral, frustrada toda ella por una coalición de intereses que ha perpetuado en muchas partes su predominio, nada más se ha hecho en el orden de los empeños trascendentales, sinceros y sostenidos. Toda la historia del continente, en este sentido, es una sola y larga serie de explotación e injusticia. En términos exactos, afirma el profesor boliviano Carlos A. Carrasco: En los países indios de América Latina, la segregación racial no ha tenido interrupción desde que Hernán Cortés se hizo del poder en México y cuando Francisco Pizarro protagonizó el primer golpe de Estado en Sud América, despojando a Atahualpa de su reino en el Perú. Son cerca de cinco siglos que los indígenas de la región, soportan con estoica paciencia el inapelable cargo de no tener alma que les lanzara entre otros el cura Valverde. Un rápido censo nos demuestra que en México, Guatemala, Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Panamá, Paraguay y Brasil confrontan su destino sin la posibilidad de una pronta redención treinta millones de indígenas que hablan sus propios idiomas, producen y consumen sus alimentos, tejen y confeccionan sus vestimentas, fabrican materiales y construyen sus propias viviendas, constituyendo algo que los sociólogos llamarían grupos marginales [22] El drama de la marginalidad en la presente América Latina, ahora complicado con una vasta gama de problemas de todas clases, no ya en las zonas rurales sino en los cinturones de miseria que rodean a las pujantes metrópolis del hemisferio, demuestra bien claro a los gobernantes y dirigentes de hoy que ha de emprenderse con audacia un trabajo de rescate como el que Simón Bolívar auspiciara en su tiempo para la incorporación de los excluidos de entonces. La causa de los humildes, esa y no otra, era la causa de Bolívar. Por eso han de sentirlo en lo más hondo de sus conciencias, los indios, los oprimidos en el trabajo agrícola o minero para beneficio de intereses forasteros o para la injusticia local. Una democracia de auténtica participación, motor del desarrollo y de la promoción del hombre, con auténtica igualdad y sobre todo en la libertad consustancial del espíritu americano, sigue siendo hoy como en tiempos de Bolívar la fórmula válida para los habitantes de estos países hermanos. Sobre una realidad social y económica satisfactoria, un régimen político bien fundado y con clara visión de sus responsabilidades, puede alcanzar las previsiones del Libertador.
DISOLUCION AMERICANA La unidad fue el sueño dominante de Bolívar. La unión de nuestras patrias en una sólida hermandad de naciones fue el objetivo de todo su trabajo político. La tarea previa era
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libertarias, el paso segundo y definitivo: unirlas. Libertad para unir, unir para avanzar. La integración fue la finalidad maestra de quien no se esforzó sino por servir a la nacionalidad hispanoamericana. Tras estos ideales, Bolívar forjó minuciosamente los principios, diseñó los mecanismos, y se dio en cuerpo y alma a concretarlos. Pero si naufragaron las otras aspiraciones revolucionarias: políticas, económicas y sociales, del propio modo ésta de la unificación se redujo a muy poca cosa, y también ello ocurrió en vida del Libertador. Por eso su invocación patética, y su clamor desgarrado, a punto de bajar al sepulcro. Trabajos de Sísifo fueron los de Simón Bolívar sobre esta senda unitaria; Primero hubo que salvar la unidad venezolana. La nación originaria de Bolívar era la consecuencia de una federación de provincias hecha muy tardíamente. Cuando él nació, Venezuela no contaba ni siquiera un decenio; apenas siete años atrás había dispuesto Carlos III la creación de la Intendencia, y un sexenio había transcurrido desde cuando el Capitán General de la provincia primada Venezuela viera enriquecido su poder con una superioridad gubernativa y militar sobre sus colegas de Cumaná, Margarita, Trinidad, Guayana y Maracaibo. Cuando la Revolución estalla en 1810, no han pasado cuarenta años de historia conjunta para la unidad venezolana. A raíz del 19 de Abril, las provincias regresan a sus celos y sus pequeños orgullos, y es la débil fórmula del federalismo la que se consagra en la Constitución de 1811. La guerra que no tardó en seguir, produjo en el jefe oriental Santiago Mariño la primera manifestación del sentimiento de patriecita ; así, le propuso al jefe occidental Simón Bolívar constituir dos poderes separados: la República de Oriente y la República de Occidente. Bolívar como ya vimos censura francamente la idea; en su reprobación categórica puntualiza la inconveniencia de atentar contra la intangibilidad de Venezuela; al propio tiempo presenta las ventajas de promover la fundación del núcleo matriz de la gran unidad hispanoamericana.
LOS CAUDILLOS A LA CARGA Los elementos del caudillaje retrógrado han de oponerse a toda idea de integración así nacional, como americana; la cerrilidad que muestran al respecto es paralela al entusiasmo tenaz que pusieron en desvirtuar el reparto de tierras, en falsear la abolición de la esclavitud y en instaurar un sistema político reaccionario y antipopular. El caudillo, por definición, tiene un ámbito mental y geográfico de exiguas dimensiones; no lo convence otra medida que su parroquia, y se encamina a reivindicar su zona de influencia como coto privado para explotación particular. Otro jefe patriota de grandes condiciones militares, Manuel Piar, encabeza después de Mariño una disidencia más grave, no ya la fragmentación político-territorial, sino la disgregación y la anarquía sociales; Bolívar tiene que ser enérgico y severo en el castigo. El caudillo de los Llanos José Antonio Páez será por excelencia el jefe para la patriecita ; no amenaza con un cisma, ni lo intenta abiertamente porque la mediterraneidad de su comarca no lo hace viable; además, aguarda la no lejana ocasión de capturar el poder
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en toda Venezuela. Por lo pronto no deja que en sus dominios se levante ninguna potestad distinta de la suya; así barre en 1816 con un proyecto de gobierno civil que en Apure pretenden formar el doctor Francisco Javier Yanes y los oficiales de superior graduación: Santander, Urdaneta, Serrano y Serviez, entre otros. La República de Colombia que el Libertador se empeña en erigir con la fusión de Venezuela y Nueva Granada, y con las ulteriores adhesiones de Panamá, Quito y Guayaquil, nunca mereció el afecto de los socios mayoritarios y principales. Recuérdese que el pueblo o los pueblos, propiamente dichos, no tenían voz en la política. Es fácil entender que para los sectores oligárquicos resultaba muy forzado desprenderse de los intereses y prejuicios, levantados sobre una tradición nacionalista o particularista de pequeño alcance, para dar paso a una idea incierta y futura de vasto internacionalismo o de supranacionalidad. Al hombre solitario que era Bolívar asistido de algunos muy contados colaboradores que por lo demás no se identificaban totalmente con él, pues ellos tampoco lo comprendían en su plenitud le era más dura y difícil la tarea de mantener la obra de integración política dentro del cauce de su natural desenvolvimiento, acosada por todos los flancos. Lo que hago con las manos dice el Libertador lo desbarataban los pies de los demás. Un hombre combatiendo contra todos no puede nada , II-113. Es ilustrativa la grotesca coincidencia de que, por los mismos días, cuando está a punto de comenzar a hacerse realidad el Congreso de Panamá, matriz de la anfictionía americana, se agite Venezuela en la descomposición de La Cosiata, a la cual no es ajena la conducta del gobierno de Bogotá. Ni Santander ni Páez, protagonistas del suceso, defienden a la República unida; por el contrario, se atrincheran en sus orgullos y en sus intereses anhelantes por el cisma. Sólo Bolívar es capaz de percibir que no debe arriesgarse la existencia mayor la de la Patria fuerte por una intransigencia subalterna; él, comprensivo, cede; en la última visita que haría a su ciudad natal se empeña otra vez en la armonía; Sacrifica lo secundario en aras de lo primario. El mal pareció conjurado. La presencia física de Bolívar, todavía para 1827, era poderosa y decisiva. Sin embargo, entre los caudillos, con sus respectivas oligarquías sustentadoras, seguía creciendo el antagonismo.. Ni Páez ni Santander, ni más tarde Flores, improvisado hegemón del Ecuador, entendían ni querían entender la idea de la Patria grande y, desde luego, menos comprenderían la de una más amplia congregación de naciones. Entre estos personajes, las diferencias son meramente de estilo: el esquema caudillesco y regionalista, los apetitos o propósitos son los mismos; las camarillas de las cuales se sirven y a las cuales sirven son similares. El deterioro de la situación colombiana obligó a Bolívar al uso forzado del mando dictatorial . Él cumplió a todo evento su promesa y, ajustado a la palabra empeñada en el Decreto Orgánico de su autoridad de emergencia, convocó al Congreso que, instalado en enero de 1830, conoció de su renuncia final. Su salud no daba para más. En la ruta hacia el exilio la muerte lo detuvo. El movimiento de los paecistas aumentaba entre tanto; el santanderismo crecía; Flores aseguraba las riendas en el Quito señorial. La pugna anárquica se agudiza; las pasiones
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se encrespan. Pronunciamientos hábilmente estimulados dan pretexto a Páez para seguir por la pendiente secesionista. El 13 de enero convoca su Congreso; se instalará en Valencia el 30 de abril.
FINAL COLOMBIANO En el año trágico y crucial de 1830, el Congreso de Colombia, desde Bogotá, promueve un encuentro franco con los separatistas. El Mariscal Sucre preside al soberano Cuerpo, y él mismo viene encabezando una misión amistosa con el obispo José María Esteves y el licenciado Francisco Aranda. Las autoridades militares de la frontera andina en Venezuela, bajo la jefatura de Mariño, a quien Páez ha confiado esa responsabilidad, impiden el paso hacia Caracas a los parlamentarios Nada significa que un ilustre venezolano de los más patriotas la presida, y que sea una delegación pacífica. Desde La Grita Nueva los devuelven, y la cita es obligada a celebrarse en la Villa del Rosario, en Cúcuta, el 18 y 19 de abril. Allá fueron los representantes de Páez: el general Santiago Mariño, monseñor Ignacio Fernández Peña y Martín Tovar. En los protocolos de la reunión consta que Sucre apuntó directamente a la médula real del problema; son tino y sencillez reveló para la historia la verdad e hizo gala, una vez más, de su singular integridad moral y de su adhesión a la perspectiva bolivariana de la Patria grande. Así, dijo que en el supuesto de que los señores Comisionados de Venezuela se empeñaban en demostrar que las novedades ocurridas allí eran una revolución popular, y no un movimiento ejecutado y dirigido por los militares, como se había asegurado hasta ahora, era justo convertir en provecho del pueblo sus resultados; y que ningún poderoso, bajo el pretexto de protegerlo, lo sometiese después a un yugo tanto o más pesado que aquel de que se pretendía libertario; pues aunque había estado seis años fuera de Colombia, entendía que los males públicos emanaban, no de lo que se ha llamado despotismo del Libertador (puesto que iguales o mayores quejas hubo en la administración anterior y en la época constitucional), sino esencialmente de la misma revolución, y del despotismo de una aristocracia militar que apoderándose del mando en todas partes, hacía gemir al ciudadano por un absoluto olvido de las garantías y derechos; siendo este abuso tan arraigado, que ni el tremendo poder de la dictadura había podido contenerlo. Que con este objeto, y para facilitar el completo restablecimiento de las garantías y de los derechos, iba a presentar una proposición a los señores Comisionados de Venezuela, para que, si les parecía bien, se comprometiesen a sostenerla allá, así como él en este caso la sostendría en el Congreso de Colombia . Su proposición fue formulada así: Habiéndose hecho azarosos algunos militares que, abusando de su poder o de su influencia, han hollado los unos las leyes, y acusándose a otros por sospechas de intentar un cambio de las formas del Gobierno, se prohibe que durante un período, que no será menos de cuatro años, pueda ninguno de los Generales en Jefe, ni de los otros Generales que han obtenido los altos empleos en la República en los años desde 20 al 30, ser Presidente o Vicepresidente de Colombia, ni Presidente o Vicepresidente de los Estados, si se establece la confederación de los tres Grandes Distritos; entendiéndose por altos empleos el de Presidente o Vicepresidente, de Ministros de Estado y Jefes Superiores , B. y A. XIV-174, 179.
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Sucre anteponía el interés patriótico de la genuina Revolución al suyo personal, que habría sido afectado de aprobarse su proposición. No vaciló. Los delegados paecistas, Tovar y Fernández Peña, consideraron que la propuesta del ínclito cumanés, por justa , podría adoptarse; pero el general Mariño, quien habló de último y creyéndose ofendido , A. II-56, manifestó que la proposición de Sucre no debía ser admitida por ellos, y allí ratificó finalmente que los Comisionados de Venezuela no estaban autorizados ni siquiera para permitir a la delegación venida de Bogotá que pasara a enterar al proyectado Congreso venezolano de las disposiciones del Congreso de Colombia. La suerte de Colombia estaba echada. Otras gestiones conciliadoras, del ecuánime Mariscal de Ayacucho, serían en Venezuela rechazadas de plano. En la Nueva Granada, por lo demás, no eran mayores el interés ni la simpatía por Colombia; allá se deseaba igualmente la separación como remedio para detener la dominación de los venezolanos, a los cuales se acusaba de monopolizar desde el inicio de la República las posiciones máximas y hasta medianas, civiles y militares, en las tres dependencias de la misma, y para cerrar el drenaje de sus recursos económicos que decían influyentes neogranadinos habían sido extraídos abundantemente en su perjuicio para el subsidio de Venezuela. [23] En el Ecuador, aunque con menos intensidad, se manifestaba cierto antagonismo, de igual origen localista, contra neogranadinos y venezolanos, llamados colombianos , como excluyéndose ellos del gentilicio común. Por el color de las venezolanas tropas de liberación, los albócratas quiteños decían que su país parecía un campamento senegalés , y hablaban de una nigrocracia . Idénticos factores y personajes producían en todos los lugares las mismas consecuencias. Triunfaban el caudillismo y la oligarquía disolventes. Páez dirá: Unánime y concorde estuvo la opinión de los venezolanos en ponerme al frente de la situación, como lo prueban las actas que pueden verse en el tomo 21 de los Documentos de la Vida Pública del Libertador , A. II-16, y de los cuales reproduce en su Autobiografía párrafos escogidos. A esta declaración ingenua en apariencia y pretendidamente objetiva, la desmiente la verdad; en numerosos viajes y diligencias de muchos emisarios se prefabricaron esas noventa y una actas . [24] La separación contaba con todos los recursos de la fuerza inmediata, siempre más contundentes que los principios lejanos. Los adversarios y sospechosos eran perseguidos y reducidos sin mayor miramiento. Hasta las comunicaciones postales con Bogotá pasaron al control absoluto y estricto de la autoridad paecista. [25] La censura y los terrores se esgrimían para convencer a los vacilantes. El pueblo tan sólo era el escucha de las alusiones al pequeño nacionalismo resucitado. Personas influyentes fueron plegándose. Páez recobraba, al fin, su patriecita . Santander y Flores lo mismo. A poco Sucre caería, víctima de cobarde emboscada. Bolívar no tardaría en acompañarlo a la eternidad. El terreno estaba despejado. Las camarillas de consejeros de los hombres de presa, celebrarían también la reivindicación del modesto honor nacional respectivo que tantas satisfacciones prácticas habría de proporcionarles.
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SE DESDIBUJA EL HISPANOAMERICANISMO Paralelo al naufragio de Colombia, proyección menor del programa integracionista de la revolución bolivariana, es el fracaso del americanismo que el Libertador sustenta. Intereses análogos a los que quiebran la República grande, son los que fragmentan, desvirtúan y anulan el ideal magno de contorno hispanoamericanista. La visión local de caudillos y grupos oligárquicos, los intereses de las potencias adversas al sistema, todo, en fin, conduce al mismo resultado: a la negación de la interamericanidad bolivariana, y a la recurrencia al consabido y arcaico estilo, el cual ahora sirve espléndidamente a los apetitos inmediatos e inconfesables que van contra el futuro y contra las conveniencias auténticas de nuestros pueblos. En distintas partes de este libro recordamos lo preciso que es el Libertador cuando en la invitación, del 7 de diciembre de 1824, dirigida a los gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala, define el alcance concreto de la reunión que pretende en Panamá. En tres oraciones expresas, y en otras elípticas, de ese breve y fundamental documento, él insiste sobre el carácter iberoamericano del Congreso propuesto. La idea viene desde 1810 y no ha variado nunca, ni variará; en 1822, pensando en la asociación de los cinco grandes Estados hispanoamericanos, dijo: El gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto las tablas de sus leyes tiránicas y fundado instituciones legítimas; mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de Repúblicas , I-619. Dos meses antes de la solemne convocación de Lima, exactamente el 7 de octubre de 1824, el general Santander, Vicepresidente encargado del poder en Colombia, muy entusiasmado por las declaraciones del presidente Monroe contra la Santa Alianza y contra la colonización Europea de América, se ha precipitado a instruir por conducto de Gual, desde Bogotá, al Ministro de Colombia en Washington José María Salazar, para que invite al Gobierno de los Estados Unidos a enviar plenipotenciarios a la reunión panameña. OL. XXII-514. De este importante acto se enterará el Libertador el 6 de abril seis meses después de ordenado; Santander se lo ha notificado el 6 de febrero, al avisarle recibo de la invitación circular de Lima, I-1075. La divergencia de criterios entre Santander y el Libertador es, al respecto, completa. Bolívar no ha autorizado este proceder, ni lo convalidará, por dos razones, una de oportunidad y otra de fondo; la primera, para no desanimar a la Gran Bretaña, cuyo auxilio espera, e importa mucho, y la segunda, por ser fiel a la homogeneidad de la asociación procurada. Del 7 de abril de 1825 es la primera advertencia bolivarista para el caudillo granadino: La federación con los Estados Unidos nos va a comprometer con la Inglaterra. Haga Ud. examinar bien esta cuestión y yo veré con placer su resultado, porque a lo menos podremos desengañarnos, Ud. o yo, de las prevenciones que hemos concebido , I-1076. Igual idea le repite el 8 y el 20 de mayo, con absoluta claridad, I-1089, 1097. El tiempo y la atención que le reclaman una gira por el interior del Perú en campaña de regularización administrativa y haciendo cristalizar sus aspiraciones de un sistema justo para todos, con medidas especialmente beneficiosas para los sectores humildes, no lo distraen de recalcar a Santander su idea original y primera, de que al encuentro del Istmo no deben ir los Estados Unidos. No hay
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en sus escritos animadversión hacia nuestros hermanos del Norte como dice en la Carta de Jamaica, ni él buscaba cultivar gratuitos antagonismos; pero consciente de la desproporción de los tamaños y las fuerzas, de los intereses no comunes, de las disimilitudes culturales e históricas, entre las cuales sobresale la diferencia de idiomas y de metas políticas, consideraba inconveniente mezclar y confundir las diversas, pequeñas y medianas, porciones del Sur con la potente aglutinación del Norte. En el discurso de Angostura había sido tajante; tras grandes elogios al país, modelo a la sazón, de las libertades, él aclara: Debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el Inglés Americano y el Americano Español , II-1138. A Bernardo Monteagudo, en 1823, le explicaba francamente lo peligroso de asociar naciones muy dispares, concretamente situar a la liga americana bajo el patrocinio británico, pues sin negar las ventajas de una paz inmediata, formado una vez el pacto con el fuerte, ya es eterna la obligación del débil. Todo bien considerado, tendremos tutores en la juventud, amos en la madurez y en la vejez seremos libertos ; su intuición no lo engaña, la fábula es oportuna: Después que estemos reunidos será la fiesta de los Lapitas, y ahí entrará el León a comerse a los convivios , I-792. La insistencia bolivariana es prolija. Ratifica el Libertador a Santander el 30 de mayo de 1825 lo que diez días antes, una vez más, le había repetido con absoluta diafanidad: Los americanos del Norte y los de Haití, por sólo ser extranjeros tienen el carácter de heterogéneos para nosotros. Por lo mismo, jamás seré de opinión de que los convidemos para nuestros arreglos americanos , I-1108. El 8 de octubre, Bolívar hizo un categórico pronunciamiento sobre esta materia; al ser requerido por los plenipotenciarios argentinos, en Potosí, les afirma sin ambages: que él no había sido de opinión ni le había agradado que se hubiese invitado a los Estados Unidos, y que aun en sus comunicaciones particulares había manifestado a sus amigos su disgusto; que una invitación tal lo había sorprendido, y que había escrito a Santander que si los Estados Unidos entraban, casi era necesario o conveniente eludir dicho Congreso, pero que se lisonjeaba de que no sucedería porque los Estados Unidos no concurrirían . [26] Seguidamente, el 21 de octubre volvía a ser rotundo: No creo que los americanos deban entrar en el congreso del Istmo , I-1211. A todos estos planteamientos y recomendaciones Santander da oídos sordos, apenas a los del 7 de abril ha respondido: Por lo que hace al comprometimiento que Ud. teme entre los Estados Unidos y la Inglaterra, me parece que no es tan fundado el temor ; a los otros los elude en sus contestaciones. [27] Ante una opinión de fondo tan reiterada por Bolívar, la terquedad del Vicepresidente, Jefe del Gobierno, colombiano, es irreductible. No rectifica la pauta comunicada a Salazar. Este, por su parte, el 2 de noviembre de 1825, en nombre de Colombia invita formalmente a los Estados Unidos a concurrir a Panamá; en la gestión lo acompañan Pablo Obregón y Antonio José Cañas, Ministros de México y de Centroamérica en Washington. El Presidente mexicano, Guadalupe Victoria, suscribía explícitamente la iniciativa de Santander. El gobierno del Norte responde el 30 de noviembre aceptando el convite; sus plenipotenciarios, sin embargo, no llegan a participar en la reunión porque una prolongada polémica parlamentaria y de prensa, en favor del aislacionismo, los
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retiene; sólo a Tacubaya a donde el Congreso se traslada después de iniciado en Panamá llegó uno de los designados, el abogado y ex-parlamentario John Sergeant. Un importante esclarecimiento sobre la participación del canciller Gual, por lo demás tan identificado con Bolívar, en esta iniciativa santanderiana, viene de la pluma autorizada de Liévano Aguirre: El señor Gual se plegó, es verdad, a las directrices del Vicepresidente Santander en esta materia, pero no dejó de percatarse, a la vez, de que un cambio tan drástico en las conocidas opiniones del Libertador sólo se podía justificar si se conseguía la ventaja de quitarle a la Doctrina Monroe su carácter de declaración unilateral de un gobierno americano, para convertirla en compromiso de índole continental, de manera que su efectividad y las circunstancias en que ella se podía aplicar fueran decididas no por los Estados Unidos sino por todos los países del Hemisferio americano , ILA, B-84. Siempre fue Bolívar coherente y consecuente con la hispanoamericanidad del cónclave panameño. Él procuraba reunir países homogéneos que, además, tenían una posición democrática solidaria y de coincidencias frente a los propósitos revanchistas de la Santa Alianza y respeto a las políticas anglosajonas. Pese a su interés por la Gran Bretaña, y aunque era vital la preocupación por la estabilidad política en aquellas circunstancias dramáticas, no es del Libertador la idea de traer a esa potencia europea a la reunión americana del Istmo. La iniciativa corresponde entera a Santander, campeón de estas distorsiones. Hallándose Bolívar en Lima, le llega la consulta desde Bogotá cuando, por cierto, el paso estaba dado también. Sus respuestas del 17 de febrero de 1826 a Santander y Revenga, I-1265, 1268, son circunstancial y provisionalmente favorables por ahora en atención a las ventajas positivas, próximas y sensibles que la alianza con la Gran Bretaña prometía de inmediato, cuando se temía una agresión de incalculables proyecciones desde ultramar. Pero en la misma fecha reitera los argumentos que tres años atrás diera a Monteagudo; nuevamente afloran las reservas, el desasosiego y los recelos graves ante esta otra desnaturalización de su idea. En agosto de 1823 había dicho a Monteagudo:. A primera vista, y en los primeros tiempos, presenta ventajas; pero después, en el abismo de lo futuro y en la luz de las tinieblas, se dejan descubrir algunos espectros espantosos. Me explicaré un poco: tendremos en el día la paz y la independencia, y algunas garantías sociales y de política interna; estos bienes costarán una parte de la independencia nacional, algunos sacrificios pecuniarios, y algunas mortificaciones nacionales. Luego que la Inglaterra se ponga a la cabeza de esta liga seremos sus humildes servidores , I791. En el borrador del 17 de febrero de 1826, vuelve a la distinción entre las oportunidades y los tiempos, sopesa el beneficio del primer instante y el daño que a la larga se experimenta: Por ahora me parece que nos dará una grande importancia y mucha respetabilidad la alianza de la Gran Bretaña. Pero estas ventajas no disipan los temores de que esa poderosa nación sea en lo futuro soberana de los consejos y decisiones de la asamblea , I-1267. Los temores efectivos a un ataque de la Santa Alianza, influyen ciertamente en la respuesta oficial. El quiere, sin embargo, ilusionarse y hace una extraña combinación de pesimismo al aceptar el presente inevitable y el hecho ya cumplido con la esperanzada manifestación de su fe en el porvenir; de ese modo, sin descartar los temores aludidos, se sitúa nuevamente en la oportunidad: Nacer y
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robustecerse es lo primero; lo demás viene después. En la infancia necesitamos apoyo, que en la virilidad sabremos defendernos. Ahora nos es muy útil, y en lo futuro ya seremos otra cosa , I-1268. Un mes y cinco días atrás de estas cavilaciones el 11 de enero el senador Manuel José Hurtado, de la plutocracia granadina adicta a Santander, representante de Colombia en Londres, había pedido a la Gran Bretaña hacerse representar por un comisionado en el evento de Panamá; fue escogido Edward James Dawkins con rango de Ministro Plenipotenciario. Más todavía, Santander el 28 de mayo de 1825 ha requerido a Francia para acreditar un observador; esta invitación ratificada al año siguiente, no fue atendida por el Gobierno de Charles X, aliado de España. Holanda, por su lado, acoge favorablemente las gestiones de aproximación del Ministro colombiano en Londres; se siente convidada y, dado su interés por el continente donde tiene varias colonias, asiste de manera espontánea: será su representante el coronel Carlos Van Ver. Santander invita, también inconsultamente, al Imperio del Brasil, que designa el 30 de octubre de 1825 como su delegado al Comendador Theodoro José Biancardi Ministro del Consejo Imperial y, ante la imposible concurrencia de éste, nombra al vizconde de San Salvador do Campo. Era ese régimen bastante afín a la Santa Alianza, por ello la exclusión bolivariana no era caprichosa. En relación con Haití, país al cual Bolívar no invitaba por razón de la homogeneidad hispanoamericana de la reunión, el gobierno santanderiano, tan empeñado en congregar a los países más disímiles, llega a la contradicción y al increíble absurdo de expresamente fundamentar la exclusión sobre prejuicios raciales. El régimen bogotano declara entonces, sin eufemismos, sentir mucha repugnancia a guardar con Haití aquellas consideraciones de etiqueta generalmente recibidas entre las naciones civilizadas , OL. XXIV-283. Antes por medio de Gual frustró la misión de acercamiento que el presidente Boyer había encomendado a Jean Desrivieres Chanlatte en Colombia. Encuadrado así dentro de los designios segregacionistas de los Estados Unidos, Santander insiste e instruye, a los delegados colombianos, por conducto de Revenga, para evadir toda cuestión que tenga por objeto reconocer la independencia de Haití, enviar, y recibir ministros diplomáticos y celebrar tratados públicos en la forma que la República de Colombia usa y acostumbra hacerlo con las demás potencias de Europa y América , OL., Id. Otra vez el caudillismo se exhibía de cuerpo entero, y en esta ocasión infeliz se equivocaba redondamente, así en lo ético -cometiendo el crimen de la ingratitud, tan abominado por el Libertador, como en lo social y en lo propiamente internacional desvirtuando una concepción política coherente en la cual jamás pesó el accidente étnico. Tanto más repugnante es el comportamiento de Santander cuanto que el documento referido lo redacta y suscribe Revenga, un provinciano de la Venezuela mayoritariamente mestiza quien, además, en su persona, había sufrido la injusticia del racismo colonialista con la postergación por tres años de su grado universitario debido a lo incompleto del informe sobre su limpieza de sangre. Aun cuando Bolívar, por las
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razones aludidas, convide solamente a seis Estados de la América antes española , para concurrir a Panamá, profesaba a Haití el más sincero y genuino de los afectos. A Petion lo llamó el autor de nuestra libertad , I-189, nada más exacto, y le había escrito: En el fondo de mi corazón, digo que Vuestra Excelencia es el primero de los bienhechores de la tierra. Un día la América lo proclamará su Libertador . En Angostura había afirmado: Deseo ardientemente que Venezuela sea libre, con el fin de poder establecer relaciones más frecuentes con los valientes haitianos, y poder manifestarles los sentimientos fraternales y amistosos de los venezolanos hacia ellos, y los míos en particular . [28] Desautorizando abiertamente la conducta prejuiciada e indefendible de Santander-GualRevenga respecto a Haití, Bolívar puntualizará categóricamente en 1829 para la historia: Cuando hubo en Bogotá una negociación entre un agente de Haití y el ministro de estado, yo estaba en el Perú, y no supe de la negociación hasta después de finalizada; entonces yo no ejercía ninguna autoridad en Colombia porque la constitución y el congreso me la habían quitado. Por mi parte soy incapaz de negarme a tratar con el gobierno de Haití, porque le debo demasiado para ello , II-742. Los responsables de esta adulteración del propósito bolivariano sin reparar en el dislate de su discriminación de colores, seguramente se estimaban más universales y abiertos que el Libertador; hasta posible es que tal creyeran de buena fe, y que no percibieran cómo al falsificar la intención original, por la vía excusada de ampliarla con países extraños a la conveniencia concreta hispanoamericana, la llevaban sin remedio al fracaso. Las asociaciones políticas internacionales se basan sobre mutuas y recíprocas conveniencias concretas, así como sobre afinidades prácticas y reales. En este sentido, Bolívar acertaba al decir a Gual y Briceño Méndez que un pacto con un mundo entero viene a ser nulo en realidad , I-1421. La táctica en este caso es, mutatis mutandis, la misma seguida cuando, so pretexto de extender la justicia económica bolivariana, no se aprueba el reparto de tierras a los soldados sino que se alarga la recompensa a todos los servidores públicos, con lo cual en realidad resulta no ser para unos ni para otros; e igual la ocurrencia con la esclavitud: no se da libertad, porque se alega que es preciso pensar previamente en la subsistencia del liberto, en su educación y porvenir; en suma, complicar el objetivo, magnificarlo para hacer más remota y distante su obtención. ¿Qué pensaba Bolívar de las pugnas raciales y sociales en el seno de la gran unidad americana? La marcha hacia la homogeneidad igualadora todo lo allanaría, bien segura es su convicción: La diferencia de origen y de colores perdería su influencia y poder , II1215. A su juicio, nuestra América se encaminaba a una síntesis de todas las síntesis étnicas. En Angostura, consciente de la diversidad de sangres, pedía la mezcla para unirlas. Abierto al mestizaje, convencido de sus positivos beneficios, amplio con los extranjeros, a los cuales invitaba sinceramente a venir acá, Bolívar se colocaba en posición contraria a la de los prejuicios segregacionistas y del divisionismo basado en mil antipatías, que complicarían más el panorama continental después de 1830. Al cierre de este recorrido por las vicisitudes del interamericanismo bolivariano, corresponde indicar que las divergencias señaladas entre el Libertador y el gobierno de Santander no fueron, infelizmente, las únicas. El serio y competente caudillo neogranadino tenía su política, y en su desempeño resolvió guiarse por sí mismo y por
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los intereses localistas que lo sustentaban en el poder. Es claro el desacuerdo sobre la conflictiva situación argentino-brasileña de 1825, complejo nudo problemático en el cual estaban implicados Uruguay y Paraguay, y también Perú y Bolivia. Los plenipotenciarios del Río de la Plata visitaron al Libertador en Potosí, éste refiere a Santander: Los señores Alvear y Díaz Vélez se han avanzado a proponerme, como uno de los principales objetos de su misión, que destine una expedición a libertar el Paraguay oprimido por Francia. Aquellos señores dicen que nosotros estamos en la actitud más favorable para ejecutar esta operación, de la cual resultarían grandes ventajas para Buenos Aires, muy particularmente en la guerra contra Brasil. Piense Ud., pues, cuál debe ser el embarazo en que me hallo sumergido, hallándome a la cabeza de dos Estados, y sin poder decidir de sus opiniones ni menos aún de sus intereses. Así es que yo me veo en la dolorosa necesidad de no poder tratar decididamente con esta comisión, ni prestar mi consentimiento absoluto a sus demandas. Yo les he dicho francamente, que haré por el Río de la Plata cuanto me es permitido en mi actual posición, y que tomaré el mayor empeño en recomendar con todo mi influjo y con toda mi alma los auxilios, y aun sacrificios que ellos crean necesarios pedir a Colombia y al Perú, para asegurar la libertad de su patria. Yo espero, mi querido general, que Ud. tomará en consideración lo interesante de esta carta, y que hará de ella el uso que crea oportuno para dar al congreso los informes necesarios en una materia tan difícil, tan interesante y tan delicada , I-1190. ¿Cuál fue el destino de esa recomendación hecha por Bolívar con todo su empeño, su influjo y su alma? ¿Cuál fue la actitud de Santander sobre tan cordial promesa bolivariana de auxilio al Sur, y hasta de sacrificios, todo congruente con la razón de ser de Colombia? Volvieron a chocar los dos criterios consabidos: la visión general americana y el caudillismo neogranadino en función de mando colombiano. El resultado sería el de siempre, prevalecerían los conceptos de la inmediatez estrecha sobre el futurismo amplio mas sin asideros momentáneos. El vicepresidente colombiano respondió a las iniciativas de Bolívar con sus reservas de leguleya medianía sobre miras políticas continentales: Conformándonos a nuestras leyes, convendremos en que ni Ud. ni yo podremos disponer de fuerza alguna colombiana para auxiliar a Buenos Aires. Mi opinión es que no debemos dar auxilio a Buenos Aires, sin tener conocimiento de lo que pensará la Inglaterra. Respecto del Paraguay, yo sostendría que no se puede; por sí mismos no lo podemos hacer, porque no tenemos derecho ninguno sobre el Paraguay ni la provincia está dependiente del Gobierno español; tampoco en calidad de auxiliares, porque ¿en virtud de qué pacto ni obligación auxiliamos a Buenos Aires en sus diferencias intestinas? , OL. III-239. La opinión precedente era la conclusión de repetidas manifestaciones contrarias a una aproximación positiva hacia los argentinos: No tenemos tratado con el Río de la Plata dice Santander. El que se hizo fue sólo una indicación de las bases que debían establecerse después y definirse, y además no se ha presentado aquí ratificado por parte de aquel gobierno. Esos señores nos buscan ahora que pueden necesitarnos; cuando se creían superiores nos despreciaban con una altanería insoportable . [Dos meses después, insistía]. No he variado de opinión relativamente a los auxilios que pide
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Buenos Aires. No podemos dárselos, lo uno, porque sin autorización del Congreso no podemos ni usted ni yo disponer de un solo soldado. La cuestión en su esencia merece también mucha meditación, no sea que vayamos a buscar una camorra sin necesidad , OL. III-210, 230. El insigne investigador bolivariano, don Rufino Blanco-Fombona, encuentra semejanza entre el exclusivismo nacionalista de Santander y el de Rivadavia, ambos contrastantes con el ideal generoso y americanista del Libertador. Recuerda Blanco-Fombona que en 1824 cuando, tras muchas gestiones, Bolívar pudo obtener la autorización colombiana para pasar al Perú, consiguió el vicepresidente que el Congreso en Bogotá prohibiera por ley la salida del Libertador del territorio de aquel virreinato para otro Estado de Suramérica. La actitud del gobierno y de la opinión en Colombia fue uno de los principales obstáculos que tuvo el Libertador, como se ha visto, para no intervenir en los negocios argentino-brasileros el año de 1826 . [29]
ATAQUES POR TODOS LOS FLANCOS En los distintos países que, tras la Independencia fueron constituyéndose en América, era bien notoria la oposición contra el bolivarismo integrador. Privaba en cada uno de ellos la poderosa corriente histórico-económica-social que, nutrida en la caprichosa geografía, en una tradición anómala, y en el particularismo fomentado desde un principio por España, despertaba los apetitos de poder de las respectivas oligarquías criollas. Para éstas, nada más favorable que la proliferación de mini-repúblicas; así, de modo fácil asegurarían el mando político a perpetuidad y disfrutarían de las ventajas accesorias correspondientes, sin mirar que éstas emanaran de las injusticias y desigualdades del coloniaje. Dice el historiador Indalecio Liévano Aguirre, en esclarecedor estudio cuyas ideas seguimos muy de cerca: La plutocracia granadina, los terratenientes mantuanos de Venezuela, la oligarquía de mercaderes y agiotistas de Buenos Aires, los pelucones de Chile, la aristocracia peruana, los plantadores esclavistas del Brasil, etc., tenían el interés común de convertir las antiguas divisiones administrativas de la Colonia en Estados Soberanos, para apropiarse de su parcela de poder político y tener la seguridad de que los conflictos entre los de arriba y los de abajo se resolverían por un Ejecutivo, un Legislativo y un Poder Judicial configurados a su imagen y semejanza , ILA, BM-11. Contra esas raquíticas y tristes perspectivas se erguía el integracionismo bolivarista. Nada de raro tiene que el esfuerzo diplomático del Libertador, para conseguir una rectificación sustancial de las separaciones del coloniaje, para servir a los pueblos y unirlos en un frente contra la explotación, hallara generalizado recelo cuando no abierta oposición. De las misiones encomendadas por Bolívar a Joaquín Mosquera, tuvo éxito la cumplida en el Perú porque la necesidad de ayuda colombiana ablandaba al Gobierno de Lima; sin embargo, allí se expresó reserva sobre el uti possidetis iuris, y hubo que estampar en el tratado suscrito la obligación de mutua ayuda militar, cláusula que tuvo multiplicador
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efecto negativo para las ulteriores gestiones en Santiago y Buenos Aires, y el Congreso de Colombia la objetó más tarde. En Chile no encontró el plenipotenciario colombiano mayor entusiasmo ni hubo mejor acogida para sus proposiciones. Varias enmiendas que a las propuestas colombianas presentó el gobierno de OHiggins debieron ser aceptadas, aunque disminuían la eficacia y la significación del tratado que se firmaría. Mucho peor fue -como ya quedó dicho el resultado ante Rivadavia; en Buenos Aires nada querían de alianzas hispanoamericanas y mucho menos de uniones a perpetuidad. La convención que llegó a suscribirse fue por eso un enteco instrumento sin relieve. Hacia el norte no eran más halagadoras ni más risueñas las posibilidades. Difíciles circunstancias de México frustraron al principio la misión del enviado bolivarista Miguel Santa María caído lturbide, pudo después concretar el plenipotenciario de Colombia un interesante tratado con el canciller Lucas Alamán. Este instrumento, firmado por Santa María el 19 de febrero de 1824, fue rechazado después por el Congreso colombiano, porque comenta Liévano Aguirre ya el Vicepresidente Santander, ese portento de estadista, había firmado sendos Tratados de comercio con los Estados Unidos y la Gran Bretaña, en los cuales se les otorgó, sin reservas, el privilegio de la nación más favorecida. En estas circunstancias, Colombia no podía convenir en el régimen de preferencias establecido en el tratado Santa María-Alamán, porque ello implicaba el otorgamiento automático de idénticos favores a los países anglosajones , ILA, BM-25. El historiador citado, agrega: No resulta sorprendente, por tanto, la aversión y alarma que manifestaron los países anglosajones, y particularmente los Estados Unidos, ante la política hispanoamericana de Bolívar, ni el acucioso interés que los indujo a ofrecer su respaldo a cuantos esfuerzos se realizaban entonces para consumar la balcanización de la antigua América española. Una organización política que parcelara a la gran sociedad hispanoamericana en un archipiélago de Estados hostiles entre sí, era el marco ideal para los nuevos imperialistas que se proponían ocupar el puesto de metrópoli que España dejaba vacante; y estos imperialismos se iban a sumar, por lo mismo, a la oposición que desatarían los patriciados criollos de Hispanoamérica contra el proyectado Congreso Anfictiónico de Panamá , id,-32.
EL ESCAPE MONROISTA John Quincy Adams, el competente diplomático norteamericano, sugirió al presidente Monroe rechazar la propuesta que Inglaterra había hecho a los Estados Unidos para un pronunciamiento conjunto contra la Santa Alianza. En ese pronunciamiento querían los ingleses se garantizara la seguridad de los viejos dominios hispanos en el Nuevo Mundo a salvo expresamente debía decirse de apetencias anglosajonas. Adams se empeñó en que Monroe hiciera por cuenta propia su declaración, sin atarse en la promesa con la cual Inglaterra buscaba más contener a los intereses de Norteamérica que proteger a los países hispanoamericanos.
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La Doctrina Monroe aparece así, en diciembre de 1823 y en mensaje al Congreso de la Unión, con el pretexto de detener algunas incursiones rusas por el norte del Pacífico: La nación norteamericana dice está consagrada a la defensa de nuestro sistema, formado a costa de tanta sangre y tanto dinero, y madurado por la sabiduría de sus más sabios ciudadanos, sistema bajo el cual hemos alcanzado una felicidad sin ejemplo. La sinceridad y relaciones amistosas que existen entre los Estados Unidos y aquellas potencias, nos obligan a declarar que consideraríamos peligroso para nuestra paz y seguridad cualquier tentativa de parte de ellas que tenga por objeto extender su sistema a una porción de este Hemisferio, sea la que fuere . El verdadero sentido de esta declaración es el de tutelar los intereses estadounidenses, frenando cualquier ambición europea, pero sin que ello envuelva altruismo ni generosidad ninguna hacia nuestras patrias sureñas. Para los estadistas norteamericanos dice Liévano Aguirre, la Doctrina Monroe se limitaba a anunciar la eventual intervención de la República del Norte sólo en aquellos casos y en aquellas zonas del Continente en los que un interés específicamente nacional de los Estados Unidos lo exigiera. Así se apresuró a precisarlo el mismo Secretario de Estado Clay, quien en nota remitida al Ministro norteamericano en México, Joel Poinsett, le decía: Los Estados Unidos no han contraído ningún compromiso ni han hecho ninguna promesa a los gobiernos de México o Suramérica o a algunos de ellos, garantizándoles que el gobierno de los Estados Unidos no permitirá que una potencia extranjera atente contra la independencia o la forma de gobierno de esas naciones, ni se han dado instrucciones aprobando tal compromiso o garantía (29 de marzo de 1826) , ILA, BM-40. Sobra decir que al abogar por los pueblos pobres del mundo, y muy especial por las recién creadas repúblicas americanas, Bolívar chocaba con los intereses detentadores del predominio internacional, a los cuales afectaba esta nueva prédica que abría los ojos de aquellos y los llamaba a formar unidad. El que la Liga se perfilara, de acuerdo con el pensamiento de Bolívar, como la contrapartida democrática de la coalición conservadora del Viejo Mundo, no sólo dio origen a virulentos ataques de la prensa europea y de los gabinetes de París, San Petersburgo y Viena, sino que indujo al Ministro inglés Canning a llamar a su despacho al representante de Colombia en Londres, señor Hurtado, para advertirle que el gobierno de Su Majestad no juzgaba conveniente ni deseable que las nuevas Repúblicas de Hispanoamérica formaran una alianza fundada en principios populares, principios que constituían un verdadero reto para las Cortes europeas , ILA, BM-53. De los planes de Bolívar, no realizados todavía para 1826, preocupaban particularmente a los Estados Unidos las proyectadas independencias de Cuba y de Puerto Rico y la consecuente liberación de las relativamente grandes masas esclavas de esas Antillas. Toda la política bolivariana constituía, sin duda, una barrera preventiva frente al imperialismo yanqui que en la mente de los más connotados estadistas de ese gran país existía ya con toda claridad. Los diplomáticos norteamericanos, Joel Poinsett en México, Anderson en Bogotá y William Tudor en Lima, aunque inexpertos, mezclados en la política interna de los países donde estaban acreditados, y movidos por su militancia antibritánica, formaron una verdadera red de intrigas, cuyos hilos se movían en Washington y en la sede central de las Logias del rito yorkino, intrigas que se orientaban
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a ofrecer toda clase de estímulos al espíritu regionalista y a las rivalidades de las distintas Repúblicas hispanoamericanas, a fin de crearle constantes obstáculos a la formación de la Liga Confederal ideada por Bolívar , ILA, BM-56. Contrastaba el propósito unificador del Norte con el divisionismo que fomentaban en el Sur; desgraciadamente, entre no pocos de nuestros influyentes políticos caló la campaña norteamericana y, fascinados por un espejismo, se extraviaron por veredas de problemático e improbable retorno. Pruebas adicionales y sobrantes, aunque suficientes en sí mismas, de que Bolívar estaba en lo cierto al negarse a incluir a los Estados Unidos en la reunión americana, las suministran otros hechos: desde 1822, y expresamente ratificado en la convocatoria de 1824, el objetivo bolivariano era una asamblea de plenipotenciarios de cada Estado que nos sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete en los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de conciliador, en fin, de nuestras diferencias , I-1012. A este propósito se opone frontalmente el gobierno de los Estados Unidos; las instrucciones a sus delegados son rotundas y terminantes: Se rechaza toda idea de un consejo anfictiónico investido con poderes para decidir las controversias entre los Estados americanos o para regular en cualquier forma su conducta [30] Más radical no puede ser el antagonismo. Otra diferencia, de mucho monto, salta a la vista: la cuestión de la esclavitud. Mientras en los Estados Unidos el temor de que ella pueda ser planteada en Panamá, es causa en buena parte de la oposición movida por los senadores del Sur para no concurrir a la Asamblea del Istmo. Colombia, por el contrario, esta vez consecuente con Bolívar, incluye tal materia entre los seis puntos básicos que deben allí ser defendidos. A mayor abundamiento, el Senado norteamericano rechazaría igualmente la convención prohibitiva del tráfico de esclavos, que habían suscrito, a fines de 1824 en Bogotá, el Canciller Gual y el Ministro norteamericano en Colombia, Richard C. Anderson, por cierto a iniciativa inconsulta al parecer de este último.
LA FANTASIA PANAMEÑA A la convocatoria y a la idea misma del Congreso de Panamá, las naciones invitadas respondieron con reticencias. En ninguna de ellas se reveló entusiasmo, comprensión, ni el debido interés por la trascendental iniciativa. Resultó inútil la delicadeza de Bolívar en señalar un sitio remoto al norte de Colombia, y de hallarse él personalmente ausente fuera de esta República bastante al Sur, para garantizar la máxima libertad de las deliberaciones. El gobierno argentino, después de confusas y ambiguas actitudes, dejó conocer oficiosamente sus singulares razones para no concurrir a Panamá: Hemos demostrado que la idea de establecer una autoridad suprema o sublime que regle los negocios más importantes entre los Estados del Nuevo Mundo, es bajo todos los aspectos peligrosa, y no sería extraño que llegara a ser el germen de guerras destructoras entre pueblos que tanto necesitan del sosiego de la paz. No podemos desconocer que habrá, sin duda alguna, puntos de interés general que convendría arreglar en un Tratado común en que
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interviniesen Plenipotenciarios de todos los Estados, lo que equivaldría a lo que hoy se llama Congreso Americano. Pero aun esto, que en otras circunstancias podría aparecer conveniente, en las presentes sería peligroso. La influencia que tendría en las deliberaciones la República de Colombia, o, sin que ella la ejerza de hecho, la sola aptitud que le han dado los sucesos para poderla ejercer, bastaría para inspirar celos y hacer que se mirase con prevención el ajuste más racional, el pacto más benéfico, el tratado en que se estableciesen con más escrupulosa igualdad los derechos y los deberes de todos los Estados de la Liga. Esta idea nos asusta y nos hace mirar con horror el proyecto..... . [31] En Chile había sido derribado OHiggins; el gobierno siguiente, alegando motivos de poca consistencia, se negó a enviar plenipotenciarios al Congreso. Respaldó la política antibolivariana de Argentina y se identificó con ella. En cuanto al Perú, la responsabilidad de su política exterior quiso el Libertador que la asumieran totalmente los peruanos. Volvía a ser consecuente con su idea de que a la unión debía llegarse por el camino voluntario del interés común de los pueblos antes que por la imposición forzosa. Pero tan pronto se inhibió Bolívar en el caso, el gobierno peruano modificó libremente la línea de colaboración y amplitud que en principio ofreció su agente Vidaurre, y adoptó la ordinaria y general posición de recelo y desconfianza que reinaba entre los miembros de la comunidad continental. Inglaterra anunció que su representante no tomaría parte en las deliberaciones; ratificaba además su neutralidad en el conflicto de nuestra América contra España. El Emperador del Brasil igualmente ponía énfasis en su estricta neutralidad. Por todos esos antecedentes, muy escasa y limitada tenía que ser, y lo fue en efecto, la obra de aquel cónclave, en el cual había puesto el Libertador sus esperanzas al decir en 1825: Esta debe ser la guerra. universal. El plan definitivo es librar en una contienda general el triunfo de los tronos contra la libertad. Esta lucha no puede ser parcial de ningún modo, porque, se cruzan intereses inmensos esparcidos en todo el mundo. El remedio paliativo a todo esto si se encuentra es el gran congreso de plenipotenciarios en el Istmo, bajo un plan vigoroso, estrecho y extenso, con un ejército a sus órdenes de 100.000 hombres a lo menos, mantenido por la confederación e independiente de las partes constitutivas , I-1064. El Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre las Repúblicas de Colombia, Centroamérica, Perú y Estados Unidos Mexicanos, y la convención de contingentes, suscritos en Panamá el 15 de julio de 1826, eran un pobre y débil reflejo de las vigorosas aspiraciones que alimentó el Libertador. En la difícil y laboriosa empresa de acercar criterios divergentes, se limaron y desnaturalizaron ideas esenciales promovidas por Bolívar quien, a la sazón, era el único en poseer una visión orgánica de la política integral de nuestra América y de su porvenir. Entre muchos puntos que podrían mencionarse, la ponencia bolivariana sobre la extradición de delincuentes políticos fue rechazada. Asienta el competente internacionalista Silva Otero: Para el Libertador, todos aquellos que atentasen contra las formas democráticas legítimas de los Gobiernos constituidos, que propiciasen el desorden y la agitación a fin de satisfacer ambiciones
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personales, no deberían disfrutar de una inmunidad como la que se les confiere otorgándoseles asilo . [32] A pocos días de la clausura del tan controvertido y menguado encuentro de los ocho personajes deliberantes del Istmo, y sin haber recibido todavía las noticias que confirmarían su decepción, Bolívar volvía a su realismo melancólico: El Congreso de Panamá, institución que debiera ser admirable si tuviera más eficacia, no es otra cosa que aquel loco griego que pretendía dirigir desde una roca los buques que navegaban. Su poder será una sombra y sus decretos, consejos: nada más , I-1407. Solicitado con urgencia por el pleito separatista que protagonizaban Páez y Santander, emprende el Libertador precipitado viaje a Venezuela. En Guayaquil se encuentra con el plenipotenciario Vidaurre quien regresa del Istmo rumbo a Lima. Bolívar lee los convenios panameños y su desilusión no tiene límites; era el 13 de setiembre de 1826 cuando se convencía de la triste realidad. Él insinuó al diplomático peruano que se detuviera en aquel puerto por un tiempo, así buscaba retardar el arribo del protocolo al Perú. En seguida escribe a Briceño Méndez: He leído los tratados celebrados en Panamá y voy a darle a Ud. francamente mi opinión. El convenio sobre contingentes de tropas, principalmente sobre el modo, casos y cantidades en que deben prestarse es inútil e ineficaz. Puede el enemigo obrar bajo principios ciertos e invadir con fuerzas dobles. No llamar invasión sería sino la que pase de 5.000 hombres, y fijarla como el caso desde donde principian los auxilios, es condenar a ciertos estados a una ocupación positiva. El décimo de caballería es incompatible con todos los principios del arte militar. También es defectuoso lo que se ha estipulado con respecto a la artillería. La traslación de la asamblea a México va a ponerla bajo el inmediato influjo de aquella potencia, ya demasiado preponderante, y también bajo el de los Estados Unidos del Norte. Estas y otras muchas causas, que comunicaré a Ud. de palabra, me obligan a decir que no se proceda a la ratificación de los tratados antes de que yo llegue a Bogotá, y antes de que los haya examinado detenida y profundamente con Ud. y con otros. El de unión, liga y confederación contiene artículos cuya admisión puede embarazar la ejecución de proyectos que he concebido, en mi concepto, muy útiles y de gran magnitud. Así, insto y repito que no se ratifiquen antes de mi llegada. Lo mismo digo al general Santander, y dígaselo Ud. también , I-1431. Tantos fracasos hubieran hecho a otro desistir de sus objetivos. Bolívar no se rinde; persiste en su esfuerzo, así vea desmoronado el trabajo de Panamá. Ahora, como último intento en lo que ha de ser el bienio más doloroso de su vida, se aferra a una idea más factible: la Confederación de los Andes Colombia, Perú y Bolivia, que tampoco cristaliza. De todos modos, y para el porvenir, en 1828 declara rotundamente que no desistirá nunca de la Confederación Americana [y que] no dejará de promoverla en mejores días y en más felices circunstancias , XII-354. En la historia subsiguiente de América, los altibajos, más bajos que altos, darán la razón a Bolívar. La unidad que pudo salvar a estos pueblos del caos minúsculo, múltiple y reiterado, y de la tragedia de las patriecitas , se esfumó; en su lugar quedó el gran desorden, el de siempre, el que Bolívar procuró inútilmente contener. Este inmenso desorden de América justifica mi conducta política y los principios que la guían. Espero
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que mis amigos se acordarán de mí en esta época de turbulencias para oponerme en contraste con los efectos de la anarquía y hacerme la justicia que yo he deseado , II-644.
CUNDE LA DISGREGACION Por los años cuando Colombia se divide en sus tres componentes, la onda disgregacionista azota a Centroamérica, y de la unidad federal de ayer salen otras cinco repúblicas al esfuerzo angustioso de hacerse, defenderse y crecer separadas. En las propias comarcas de la preferente actividad bolivariana Venezuela y Nueva Granada se tiende ya bien entrado el siglo XIX a la disgregación más completa, esta vez bajo la consabida fórmula del federalismo. Trescientas mil víctimas se le imputan al quinquenio lúgubre de la Guerra Federal venezolana. Por entonces, en Nueva Granada se declaran separados de la Confederación granadina los Estados del Cauca, Bolívar y Santander, para constituir éstos en 1860 los Estados de Nueva Granada. Es curioso que de entonces sea la ocurrencia en la cual el viejo presidente Mosquera, y el demagogo venezolano Antonio Leocadio Guzmán, llegan a declarar sobre la posible restauración de Colombia. Guzmán presenta un proyecto en la Asamblea neogranadina, a la cual asiste dada su íntima amistad con Mosquera caudillo del federalismo en el país hermano; en la Constitución colombiana de 1863 el artículo 90 manda al Ejecutivo iniciar con los Gobiernos existentes en Venezuela y el Ecuador las negociaciones que conduzcan a la unión de las tres secciones en un cuerpo de Nación . Todo quedó allí. La afirmación patológica, o mejor la deformación, de los nacionalismos que al fin prevalecieron sobre el ideal integracionista, tuvo como obvio corolario las guerras entre patrias hermanas. Desde el Norte hasta el Sur, esa fue la regla. Por 1825-28 sucede la guerra entre Brasil y el Río de la Plata, de la cual sale el Uruguay independiente. Contra este recién nacido país estalla a menos de una década un largo conflicto, en el cual el tirano Rosas quiere anexárselo; la primera etapa va de 1836 a 1838, y la segunda de 1844 al 52. El general Santa Cruz forma, por las armas, la Confederación Peruano-Boliviana en 1835; al año siguiente Chile empezó la guerra que en 1839 terminó con ese binomio. Haití y la República Dominicana libran guerras de aniquilamiento fronterizo entre 1844 y 1856. Otros conflictos continentales: entre Estados Unidos y México, por la anexión de Texas, 1846-48. Años después ocurre la más pavorosa de las guerras interamericanas: la de Brasil, Uruguay y Argentina contra el Paraguay: 1864-70, con el espeluznante saldo de unos ochocientos mil muertos. Durante un lustro 1878-83 se reenciende la guerra de Chile contra Bolivia y Perú. Entre los países de Centroamérica las guerras estallan repetidas veces. La guerra del Chaco 1928-38, desangra a Paraguay y Bolivia. No paran allí las desventuras criminales. Sigue un variado surtido de enojosos litigios: Tacna-Arica entre Perú y Chile; conflicto de Leticia, entre Colombia y Perú; entre Perú y Ecuador; en Centroamérica.
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Varios países europeos han aprovechado la disgregación americana para cometer con pleno éxito e impunidad atropellos y despojos en nuestro continente. Francia intervino en México auspiciando la entronización del Emperador Maximiliano de Austria, 1861-67; antes, los franceses habían incursionado dos veces por el Río de la Plata 1838-41 y 1845-47, y por el puerto mexicano de Veracruz. España se anexa a Santo Domingo en 1861-65, e interviene también en Perú, 1863-67. Sobre el Brasil varias potencias tuvieron ilusiones de engullir zonas de aquel inmenso territorio. Inglaterra ocupa las islas Malvinas 1833, también Belice en la América Central y extiende su abusiva penetración en la Guayana de Venezuela. Este último país tuvo, además, sus costas atacadas a principio del siglo XX por naves de Alemania, Francia, Inglaterra e Italia. A partir del pequeño territorio de las trece colonias, Estados Unidos se ha expandido por todo el norte a expensas de México; ocupó la isla de Cuba, y se quedó en Puerto Rico, intervino en Nicaragua, Haití, República Dominicana, Panamá. De ingrata memoria el presidente Teodoro Roosevelt. A la vista salta lo escandaloso de la desproporción en estas querellas que protagonizan las potencias de Europa, y los propios Estados Unidos, contra las débiles repúblicas de América. Y a la distancia de los tiempos, Bolívar vuelve a tener razón en su empeño unitario para imponer respeto y salvaguardar la dignidad de nuestros pueblos. Cuando Inglaterra consuma su apropiación de un sexto del territorio de Venezuela, ésta no acababa de salir de la penosa etapa de sus luchas intestinas; el imperio inglés a la sazón cubre la quinta parte de la superficie de la tierra y comprende la cuarta parte de la humanidad. Por solicitud del despotismo de Juan Vicente Gómez, los Estados Unidos intervienen en Venezuela para apuntalarlo en el poder. El canciller venezolano hace la petición infamante, y cinco acorazados vienen al vergonzoso propósito. El país que repartió libertad más allá de sus fronteras, llega a implorar oprobio del extranjero. Las guerras interamericanas destruyen las ideas de la hermandad, y de la paz, como principios del derecho internacional americano. ¿Cuál es el país nuestro sin cicatrices? ¿Dónde no hubo humillaciones y ultrajes por las potencias, de allende y aquende el Atlántico, saqueos de sus riquezas, atropellos y vejámenes a sus poblaciones? Se han sembrado odios y resquemores difíciles de superar, recelos y rivalidades, agravios profundos. Los intereses extranjeros, en uso de su superioridad tecnológica y de sus requerimientos para un standard de vida superior en las metrópolis, han venido en empresas de explotación, y entran buscando personeros dóciles, corrompiendo y envileciendo el sano nacionalismo, subvencionando y financiando aventuras indignas para a través de títeres capturar el poder y usufructuar sus ventajas. La historia se repite sobre el oro, la plata, el estaño, el hierro, el salitre, el petróleo, el cobre, las frutas, etc. En tantos lustros de incesante crisis, América perdió buena parte de su fisonomía; ya no era el continente de la esperanza humana, que diría Martí. La ilusión de Bolívar quedaba en el reino de las fantasías. La libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo . II-1195 había dicho él. La libertad del mundo está pendiente de la salud de América , I1006.
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La rapacidad alienígena se filtra por las grietas de nuestra turbulencia y nuestra desunión, por entre la anarquía y las tiranías que no dan reposo, por entre nuestras confusiones. Tendía a cumplirse el lúgubre presentimiento del glorioso Precursor don Francisco de Miranda quien, en sus días postreros, hablando de la lejana Patria que para él fuerza es insistir era Sudamérica, le decía a Level de Goda, que vendría esto a ser presa de los extranjeros, no en clase de propiedad extranjera, sino dominando ellos y nosotros haciendo los gastos como propietarios, obligados a mantener productiva la finca . Resuena el eco insomne del Libertador: Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto de la consolidación de sus gobiernos; y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad , II-73.3 En nuestras manos, y no en otras, está el hacer realidad aquella fecunda, promisoria y factible visión del genio americano que miraba a nuestra gran Patria continental unida en la democracia y la igualdad, en la virtud y el derecho, dentro de aquel cuadro de excelencias que, lanzado al porvenir, él pintaba así: Volando por entre las próximas edades, mi imaginación se fija en los siglos futuros, y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región, me siento arrebatado y me parece que ya la veo en el corazón del universo, extendiéndose sobre sus dilatadas costas, entre esos océanos que la naturaleza había separado, y que nuestra Patria reúne con prolongados, y anchurosos canales. Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio, a la familia humana: ya la veo enviando a todos los recintos de la tierra los tesoros que abrigan sus montañas de plata y de oro; ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo; ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuán superior es la suma de las luces, a la suma de las riquezas, que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sentada sobre el Trono de la Libertad, empuñando el cetro de la Justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno , II-1154.
ATRASO Y CORRUPCION La preocupación bolivariana tan insistente en la cultura, no escapó al trágico y general destino de las negaciones, ya visto en los aspectos político, económico, social e interamericano. También en la esfera particular del espíritu se siente la quiebra y se padece el retorno a situaciones superadas por el desempeño ético de Simón Bolívar. Bien vale la pena recapitular el contraste. Dentro de la generación revolucionaria, un grupo de conspicuas personalidades estuvo consagrado al esfuerzo de sentar las bases de la nacionalidad en la cultura, la educación, la moral, la diplomacia y el derecho. Conmueve el hecho de que un patriota como José Rafael Revenga, quien se encontraba en Londres en gestiones de la República y fuera injustamente encarcelado, al lograr la vindicación de su honor y serle entregada una indemnización en dinero, aplique éste a comprar libros y material didáctico para las escuelas colombianas. Impresiona la austeridad de un grande espíritu, talentoso y abnegado diplomático: Manuel Palacio
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Fajardo. Este costeándose con su escaso peculio los viajes y permanencia en Europa para el servicio de su país ante diversos gobiernos, vivía tan estrechamente que las autoridades francesas dudaban del carácter diplomático suyo, vista la nulidad de los medios puestos a su disposición por sus compatriotas . [33] Cuánto enseñan, como ejemplos de extremada pulcritud, las solicitudes dirigidas al Congreso por parte del general Pedro Briceño Méndez, senador de la República, y del doctor Pedro Gual, ministro plenipotenciario en la asamblea americana, por las que piden el previo consentimiento constitucional, para aceptar las cajas de polvo, que les ha presentado a nombre de Su Majestad Británica su encargado de negocios . [34] Es aleccionador el celo y la consagración del Libertador a la causa de la educación, al periodismo, al magisterio siempre y en todo lugar. Podría decirse que Bolívar se prolonga en Andrés Bello, su compañero de Caracas, una de las figuras más eminentes de aquella coyuntura creadora. Bello solo, con su intelecto, hace por la real autonomía de América más que muchas legiones de aguerridos generales; es un libertador del espíritu. A la unidad, más que discursos y declaraciones, le da normas sustantivas. Su labor humanística no tiene paralelo en el hemisferio. Su obra tiende plenamente a enaltecer la nacionalidad hispanoamericana, a defender el alma de la misma, a sostener la paz. En Bello es dominante la preocupación institucionalista: piensa que sin orden y sin normas no es posible la vida social; su esfuerzo es sobresaliente en el campo del Derecho. Pero a las luces que Andrés Bello prodiga a todo lo largo de su existencia fértil, tan cuajada de aciertos y de sabias directrices, añade tres frutos concretos de su ingenio paciente y laborioso: son su contribución para establecer sobre cimientos permanentes la unidad: su Derecho de Gentes, su Gramática, su Código Civil. El primero significa más de veinte años de meditado trabajo: texto para la comprensión y la paz interamericanas, manual de diplomacia. La Gramática está destinada a preservar el más funcional instrumento de la unidad de nuestras patrias: el idioma; es libro concebido para uso de los americanos ; entiende al lenguaje como proceso vivo y dinámico que, sin embargo, debe ser protegido de la disgregación. El Código Civil le ocupa treinta años de persistente estudio; todavía vigente en Chile, fue modelo en Colombia, Ecuador, Uruguay, Nicaragua, e influyó en Brasil, Argentina y Venezuela. Ninguna de sus obras carece del aliento vivificante de América, todas consultan y atienden a la genuina raíz americana. En el terreno práctico, conduciendo de hecho las relaciones exteriores de Chile desde 1832, tiene Bello ocasión de desenvolver una sincera política de unión continental sobre la sensatez y la juridicidad. Fruto de su iniciativa es la humanización del derecho de la guerra, anticipado en mucho al Congreso de París de 1856. Para todos los tiempos sirve la observación bellista: Perseguimos bienes dudosos, como el salvaje corre a tocar el Iris que despliega sus vistosos colores sobre el horizonte; y entretanto, apenas damos un momento de atención a ventajas seguras, que podemos fácilmente efectuar, entendiéndonos amistosamente, y arrostrando las controversias y desavenencias internacionales con un espíritu fraternal y conciliatorio . [35]
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Todo en Andrés Bello mira a la justicia y a la igualdad, creando las instituciones para formar propiamente nuestras patrias. La pasión civilizadora y civilista de Bolívar y Bello, de Miranda y Rodríguez, de Gual y Revenga, de Roscio y Palacio Fajardo, para citar sólo algunos nombres esclarecidos de la hora constructiva, no fue compartida ni entendida siquiera por los más de sus camaradas. Entre los pocos que configuran la excepción, Sucre es una estrella. En la figura de ese adalid cumanés al que Bolívar distinguió con su afecto, y con las expresiones más sinceras y enaltecedoras, la posteridad reconoce un valor insigne de la nueva América. En todas las áreas de su esfuerzo, él fue notable. Fue un magistrado modelo y un administrador eficiente y sagaz. Afortunado, prudente y hábil diplomático. Dominaba con brillo las diversas ramas de la actividad civil. Su vida está signada por una sólida y ejemplar fidelidad a la Revolución, a la democracia, a la virtud en su mejor sentido, y también a Bolívar, quien tenía puesta en el joven Mariscal la esperanza de un sucesor. Por desgracia, en el ciclo histórico posterior a la vida de Bolívar y muy especialmente en su Venezuela natal, los aludidos valores positivos de la cultura, la pulcritud y la moralidad en el más lato sentido, sufren un colapso de tremendas proporciones. Pasa a imperar la negatividad como un ingrediente más de la generalizada decadencia y desorientación que entonces se padece. No podía ser de otro modo; las autocracias bárbaras, el esclavismo resurrecto, la explotación permanente, el aislamiento cada día más acentuado, no componían precisamente el ambiente para atender la moral y las luces con la prioridad que Bolívar definía.
ANTICULTURA CAUDILLISTA El caudillo por esencia siente aversión por la cultura; está reñido con los refinamientos espirituales que la educación conlleva, a los cuales desprecia y considera impropios de machos y de jefes . En el año 1825 escribía Páez al Libertador un diagnóstico sui generis: Este país necesita otra cosa distinta de la presente que establezca el orden, le dé la debida consideración a los que la merecen e imponga silencio a los tramoyistas , I-1287. Así, quizá sin proponérselo, forjaba en una síntesis eufemística lo que habría de ser como el programa de los gobiernos autocráticos. Silencio a los tramoyistas alude a restringir la libertad de expresión, a no tolerar críticas. Bolívar le indicó al prócer llanero, más de una vez, el deber de escuchar y respetar la opinión pública. La reconciliación de Páez con los jurisconsultos y letrados , por los cuales sentía ojeriza, se hará dice Gil Fortoul al precio de la sumisión de éstos a su voluntad soberana. Otros autócratas superarán con creces al valiente lancero en eso de la enemistad contra la inteligencia. La libertad de expresión del pensamiento, a juicio de Bolívar, el primero y más inestimable don de la naturaleza , OL. XVI-138, y aun cuando, textualmente inscrita en todas las Constituciones, fue abolida de hecho por las más de las tiranías americanas. Nunca dejó de haber periodistas y estudiantes en las cárceles; con el exilio se pagaba la osadía de una crítica
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al déspota de turno. La prensa, a la cual Bolívar estimaba tan útil como los pertrechos , I258, sufre de lleno el agobio de los regímenes brutales que contra ella desatan la coacción, la censura y todas las variantes de la hostilidad. Aparte de silenciar a los periódicos por el miedo, las tiranías les niegan la atmósfera propia descuidando la alfabetización general. Por entonces hay también una como mortalidad infantil de las luces: es abultada la cifra de voceros periodísticos que desaparecen en los primeros números. Dentro de tan asfixiante circunstancia no hay posibilidad sino para un periodismo genuflexo, de espaldas al país, para goce exclusivo del jefe y sus secuaces. Los gobiernos tiránicos que asuelan a América desde 1830 a nuestros días, tienen como rasgo común la incompatibilidad con la inteligencia a la que no dan tregua ni cuartel. El atropello a los centros superiores de educación es triste materia de todos los días. Muy representativa de toda esta infeliz situación resulta la suerte de la Universidad preferida por Bolívar, la de su ciudad natal, aquella a la que dio reglamentos modernos para su funcionamiento, y respecto a la cual se esmeró en una política de protección y estímulo, de amplitud y libertades. En su testamento tuvo la delicadeza de legarle dos libros que reúnen la gloria singular de haber sido pertenencia suya y de Napoleón. El Libertador enumera, en el artículo 250 de su decreto emitido en fecha 24 de junio de 1827, el cuantioso patrimonio que asigna al Alma Mater caraqueña, OL. XXV-446. Arduas diligencias fueron necesarias para que las autoridades del ilustre Instituto pudieran conseguir que Páez cumpliera, aunque fuera parcialmente, la obligación que el Libertador había impuesto al Estado por el antes referido instrumento jurídico. Los bienes de la Universidad no fueron entregados a ella en su totalidad, y sobre lo recibido bien pronto empezó el saqueo. Baste indicar que la famosa hacienda Chuao, destinada por el Libertador para esa casa de estudios, fue arrendada al propio general José Antonio Páez, y finalmente tan espléndida y codiciada propiedad ingresó al peculio del presidente Guzmán Blanco. Pero no sólo se perderían los bienes patrimoniales, igualmente la dignidad y el nombre y la vida misma de la institución serían mancillados. Joaquín Crespo y Cipriano Castro, y más atrás los Monagas y Falcón le harían sentir su férula. En pleno siglo XX, Juan Vicente Gómez supera a todos sus antecesores imponiéndole una clausura de diez años (1912-22). Es vasto también el capítulo de la corrupción moral. La historia de los sufridos pueblos de nuestra América parece muchas veces un catálogo vergonzoso de perversiones. Todos los conceptos nobles son envilecidos y desnaturalizados. Empezando por la política. Las tiranías establecerán una antinomia inaceptable entre política y trabajo ; así, aquello que para Bolívar era un ejercicio elevado de rectitud y eficacia, vocación de sacrificio y de servicio, lo mirarán como una variación de la picardía, menester de bandidos y pillos. Ninguna de las virtudes cívicas es dejada incólume en la erosión moral de la negatividad contrarrevolucionaria. La traición a la Patria se dará con frecuencia, de ordinario casi impunemente. Gobernantes mercarán hasta con el sagrado territorio de sus naciones. Las dificultades con gobiernos extranjeros servirán muchas veces a conspiradores locales en sus desastradas maquinaciones. Al servicio de los intereses antinacionales se encuentran siempre representantes domésticos; nunca faltan para las reclamaciones ni
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para los contratos lesivos a la conveniencia pública. Alcahuetes y testaferros que trafican con sus relaciones familiares y con sus nombres, son muy conocidos en todos nuestros países. Crímenes inauditos ensombrecen los anales de los pueblos americanos en los largos decenios de opresión de las más sanguinarias tiranías. Bien atrás y maltrecho queda el concepto bolivariano que considera augusta la condición humana. Familias enteras han sido exterminadas por represalias políticas. De Venezuela por ejemplo emigraron millares de tachirenses huyendo de las crueldades del gomecismo; tanto más sorprendente el hecho por ser el déspota oriundo de esa sufrida comarca. Los pueblos de Pregonero y Queniquea, sufrieron en 1921 una devastación total. Por entonces, Eustoquio Gómez, verdugo de su propia región, como magistrado provincial desde 1913, daba por consigna, a sus desalmados secuaces, unos tres nombres simples e inocentes: Candelario, Mateo y Roberto ; tal era su clave, que debía entenderse y cumplirse: queme, mate, robe , para quebrar toda resistencia e imponer con más fiereza su infame opresión. [36] Un libro admirable, el de la extraordinaria mujer que fue Cecilia Pimentel, paradigma de virtudes y valentía, narra con cruda y aleccionadora exactitud la intimidad dantesca de las cárceles de Gómez y el cuadro todo de terror que él imponía. [37] La novelística americana, en piezas admirables de nuestros mejores escritores, testimonia con no superada vivacidad ese panorama político, social y cultural, de los desgobiernos contra los pueblos. Sin menoscabo del arte literario, en esas novelas de la desventura general hay como la documentación directa de increíbles realidades.
SENTIMIENTOS MEZQUINOS El regionalismo, un sentimiento deletéreo para la unidad de nuestras naciones adverso a la gran patria continental, hace también su enconada irrupción en el tiempo de extravío que sigue al ocaso de Bolívar. El regionalismo exacerbado da al traste con Colombia. Actúa desde el Norte hasta el Sur como principio excluyente contra hermanos de nuestra misma sangre, siembra odios y recelos, discrimina a los extranjeros. En la tierra de Bolívar, los despotismos intentan desvirtuar la amplitud característica de los venezolanos genuinos; pretenden olvidar que la universalidad y el interamericanismo fueron principios ductores de la existencia general de Venezuela. Gente venezolana se regó por América en práctica efectiva de hermandad. Por ello el regionalismo no cabe en el registro de sentimientos de los connacionales de Bolívar, manifestación que es un hecho artificial explicado dentro de su contorno subalterno. Por otro lado, hombres provenientes de patrias fraternales hallaron ahí hogar acogedor y oportunidad para el servicio político que la hora reclamaba; con los venezolanos compartieron las alegrías y las penas del común afán. En el regionalismo influye el aislamiento de los diversos núcleos de población, aislamiento no pocas veces fomentado por los mismos caudillos, para los cuales una manera de afirmarse era plantar la rivalidad entre regiones contiguas, entre pueblos de la misma zona, hasta entre barrios de una misma urbe. La falta de contactos, la carencia de vías y medios de comunicación, y la ignorancia tan extendida, llevan a perseguir en el vecino pacífico al enemigo ; todo es bueno para halagar la agresividad y encender la
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pugna aunque sea estéril que consolide prestigios y dominio. Un inventario real de las energías inmoladas estúpidamente en aras de esas equivocadas tendencias, arrojaría un saldo aterrador.
LAS VERSIONES DEL DELITO El peculado y el robo a la sombra del poder, son otras dos lacras inseparables de las autocracias. Bolívar las combatió con ejemplar severidad; su vida fue lección palpable de desprendimiento y pulcritud máximos en el manejo de los dineros públicos. Muy pocos lo imitaron. Por América se propagó precisamente el ejemplo contrario. Peculios inmensos acumularon por medios ilícitos y torcidos, de un modo general los principales autócratas de América. En Venezuela, por ejemplo, Páez, quien todavía en 1809 no tenía bienes ningunos , y dedicó su vida a la guerra y la política sin interrupción, deja, sin embargo, una fortuna enorme, especificada en su testamento de 1865. Lo acumulado por Guzmán Blanco excede a todo lo conocido hasta entonces; él pregonaba con descaro su riqueza; tenía para 1879, en el solo Banco de Londres, diez millones de pesos. Era ciertamente desmesurado el número de casas que llegó a poseer en Caracas. Por millares se contaban los fundos de Juan Vicente Gómez; el renglón de inmuebles de la herencia que dejó, pasaba de doscientos millones de bolívares. Todos aquellos sueños bolivarianos de pureza política, de castigo implacable a los usurpadores del poder público, a los cuales situaba en la categoría de los insignes criminales ; todo su celo por la corrección administrativa y por el irreprochable desempeño de los funcionarios públicos, pasó como una exhalación. Muerto el Libertador, e incluso durante su propia administración, cuando su vigilancia podía ser burlada, se comenzó a instaurar un orden diametralmente opuesto, el del vicio y la corrupción delictuosa. No había obstáculos para el saqueo del erario público. Aquel hombre que por delicadeza no cobraba ningún sueldo cuando siendo Presidente de Colombia era Dictador del Perú, hubo de conocer la asquerosa corrupción que el honesto Revenga le denunciaba: Convertidas en lonjas de comercio algunas oficinas, era tan notorio el vergonzoso tráfico que en ellas se hacía de las órdenes y pagos, que no entraba a ellas ningún acreedor sino sobrecogido de la deducción que se le propondría para conseguir el reintegro del resto , B. y A. XI-285. En los haberes militares se advertía la misma corrupción y descuido: las pensiones en buena parte eran pagadas a personas enteramente ajenas al ejército, o que solamente en calidad de viajeros, o para proteger sus propiedades, se ciñeron alguna vez la espada. La vigilancia fiscal era casi enteramente inexistente, o por lo menos negativa o inútil. Los funcionarios pervertidos se las ingeniaban para dar aspecto honorable a su gestión, y para neutralizar los medios legales de inspección. En su informe, Revenga se atreve a referencias específicas, omite el nombre pero singulariza cuando tiene pruebas: No era raro ver a un administrador envidar al juego partidas de treinta o cuarenta onzas de oro, algunos de ellos se han retirado opulentos al cabo de pocos meses; y aun ha habido subalterno que habiendo entrado a servir destituido de lo necesario ha adquirido dentro de un año más de 50.000 pesos de caudal
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, B y A. XI-285. Conste que la situación era igual en Caracas como en Bogotá, Quito o Lima; era un problema continental: sus causas y consecuencias eran sensiblemente las mismas en todas partes. Una combinación imposible, de gloria y dinero, movía a los más de los caudillos. Proliferó en América la escuela del hecho cumplido. El golpe de fuerza suplantó al voto popular como fuente del poder; los usurpadores, por obra de su reprobable aventura, se convertían de inmediato en próceres reverenciables. Los tiranos se autoelegían y reelegían a su gusto; gobernaban por sí y también a través de personas interpuestas. El puro y noble ejercicio del sufragio quedó en muchas partes reducido a una pantomima vacía que el déspota manejaba. Las cifras eran siempre falsificadas y los pocos votantes que llegaban a participar en el remedo del acto comicial lo hacían bajo las más crudas presiones. El aclamacionismo por gente arrebañada, sujeto de amenazas o de halagos, ha sido en esta América la pieza más montada del repertorio de la deprimente farándula vernácula. Cundió el estilo del funcionario ensoberbecido, autosuficiente, que hacía de su autoridad un despliegue de insolencia. El hombre promovido a las alturas del poder por un golpe de audacia, consideraba a la nación y particularmente al tesoro público un botín al cómodo alcance de sus avideces. En tan desoladoras e inclementes circunstancias, el intelecto languidece. América se queda atrás en las ciencias y las artes. No hay posibilidad para el estudio. El pensar se convierte en actitud peligrosa. La tradición humanística de Bello no tiene continuadores de calidad, y en muchos países se produce al respecto un tremendo vacío. América se convierte en vasalla o sufragánea de las corrientes intelectuales de Europa; caja de resonancias para movimientos pesimistas y desacreditados, el positivismo, los determinismos derrotistas, el modernismo y los estilos y maneras por lo general decadentes de otras colectividades. En cuanto a la técnica y las invenciones, nuestros pueblos pasan en blanco por la lista de las grandes realizaciones del ingenio humano. Países sin verdaderos equipos dirigentes, sin condiciones ni oportunidad ni medios para formarlos, han sido campo propicio para las penetraciones foráneas que han deteriorado al máximo nuestras nacionalidades, todo en beneficio de aquellos ajenos y contrarios intereses. Cómo cobra actualidad la observación de Bolívar en 1821: Si la sagacidad y la intriga de nuestros enemigos logra sembrar la discordia, suscitar la rivalidad en las clases de nuestra sociedad, dividir nuestros corazones, nuestros deseos y nuestros intereses, entonces seremos infaliblemente la presa del invasor , I-609. Al desaparecer el Libertador, y en la onda de la reacción generalizada de inmediato contra su doctrina y su política, el continente americano se desmoronó como posibilidad unitaria, y en vez de una comunidad puntera para el servicio del hombre, para el equilibrio entre Europa y los pueblos explotados, en vez de ser la tierra como quería Bolívar de la libertad y la justicia, con desarrollo, igualdad, progreso, con planes ciertos y horizontes despejados para el porvenir, se convirtió exactamente en la antítesis de aquellos ideales. Tiranía e injusticia, atraso, desigualdad, opresión, miseria. Sobrecoge el ánimo comprobar en documentos fehacientes hasta dónde, se avanzó por la ruta perdida de la ingratitud y la desorientación. Véase la carta del Gobernador de
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Maracaibo en febrero de 1831 para el Ministro del Interior del Gobierno paecista: Anoche ha llegado a esta ciudad el capitán inglés Pil Riton en la corbeta Rosa, procedente de Jamaica, y salido el 16 del presente de aquella isla. Trae por noticias la confirmación de la muerte del general Bolívar en la villa de Soledad, provincia de Cartagena; de cuyo acontecimiento no hay ya la más pequeña duda, pues todos los informes y noticias sobre el particular son cónsonos. / Un acontecimiento de tanta magnitud y que debe producir bienes innumerables a la causa de la libertad y al bien de los pueblos, es el que me apresuro a comunicar al gobierno por el conducto de US y por medio de un oficial que sólo lleva esa comisión. / Bolívar, el genio del mal, la tea de la discordia; o mejor dicho, el opresor de su patria, ya dejó de existir y de promover males que refluían siempre sobre sus conciudadanos. Su muerte, que en otras circunstancias y en tiempos del engaño, pudo causar el luto y pesadumbre de los colombianos, será hoy, sin duda, el más poderoso motivo de sus regocijos porque de ella dimana la paz y el avenimiento de todos. ¡Qué desenlace tan funesto para sus partidarios, y qué lección tan impresiva a los ojos de todo el mundo, al ver y conocer la protección que por medio de este suceso nos ha prestado el supremo hacedor! / Me congratulo con US por tan plausible noticia, ofreciéndole mi consideración y respeto, soy de US obediente servidor, Juan Antonio Gómez . El académico venezolano Joaquín Gabaldón Márquez, en un breviario de agudeza y de fina calidad, comenta el texto insólito: Podríamos haber pensado que se pudiera suprimir siquiera una línea de esta carta, por insignificativa, o que se encontrara en ella, siquiera una línea reveladora de un noble sentimiento, sobre aquella inmensa tumba recién cerrada. Nada de ello, sin embargo. Cuando empezamos a leer aquello de Su muerte, que en otras circunstancias..., nos esperamos a una tardía siquiera tardía confesión de la obra del Libertador. Mas no. El posible luto, la pesadumbre posible de los colombianos, no habría sido posible sino en los tiempos del engaño. Así, con estas tres simples palabras, se borra la esperanza que nos forjamos, un instante brevísimo. Así, con esas tres palabras simplísimas, borraba el Gobernador de Maracaibo toda la obra del Libertador. ¡Si la epopeya no había sido sino los tiempos del engaño! . [38] Ese es el panorama, sombrío y desalentador, hasta bien entrado el siglo XX. Esa es la situación que de súbito azota incluso a colectividades que durante muchos años parecieron a salvo de estas lacerantes recurrencias. Es tal el atraso que, por obra y desgracia de las más odiosas tiranías, muchos de nuestros pueblos hoy, cuando nos aproximamos velozmente al año 2000, dan todavía la impresión de estar lejos de llegar al siglo XX.
OTRO BOLIVAR La adulteración de Bolívar ha sido otra constante menguada de esta larga era tenebrosa. Los más diferentes intereses han falseado la imagen histórica del Libertador. En los puntos controversiales y más tristes de su crítica circunstancia se ha afincado, con siniestro y esmerado regusto, una historiografía cómplice y coautora de nuestras desventuras, para ofrecer un Bolívar muy distinto del que ciertamente fue. Bolívar ha
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sido presentado así como heraldo o precursor de los tiranos, como la encarnación de la arbitrariedad, como el socio inspirador o mentor de los desgobiernos contra los pueblos. Se ha predicado como característica intelectual de Bolívar la dispersión y el desorden, ello bajo hipócrita pretexto de elogio, por ser hombre oceánico , inmenso y múltiple, que supuestamente trató de todos los temas, pero sin concierto, y donde por tanto caben todas las contradicciones para que cada cual escoja la de su gusto, y para que nadie se horrorice de ninguna enormidad. Esta supuesta incoherencia, por desbordamiento, de Bolívar, ha servido para engañar a los pueblos que intuyen y sienten al Bolívar genuino, al cual se deforma y desvirtúa, con citas truncas y frases arregladas para alguna aviesa y hasta perversa finalidad. Cuando él no ha sido francamente negado y contradicho, lo más que se ha logrado es ubicarlo en la quietud del museo, relegarlo a la inmovilidad de la estatua mezquina u ostentosa, considerarlo realizado, tema para discursos retóricos y homenajes cursis. Ninguna de estas derivaciones lo hubiera sorprendido de haber él vivido ahora. Allí está la advertencia de 1829 que antes recordamos: Si algunas personas interpretan mi modo de pensar y en él apoyan sus errores, me es bien sensible, pero inevitable: con mi nombre se quiere hacer en Colombia el bien y el mal, y muchos lo invocan como el texto de sus disparates , II-837. Ya nuestra América está madura para recibir la enseñanza del Libertador. Es necesario que cese tanto engaño, que no se prive al pueblo del tesoro del pensamiento ductor de su exponente más cabal, servidor por antonomasia de nuestra patria continental. Bien lo expresa Mitre: Un ensueño suele ser el hilo fijo en la trama de la vida de un hombre. El de Bolívar fue la unificación de la América Meridional. De este ensueño sacó sus fuerzas morales para crear una gran potencia militar, y llevar sus armas triunfantes por todo el Continente, como Alejandro al través del Asia . Preciso es rescatar a Bolívar de las camarillas que lo han usufructuado. Es urgente devolverlo a las naciones de este hemisferio por cuyo bienestar y felicidad se dio completo, y por las cuales se preocupó sobre todas las cosas. De norte a sur y de sur a norte, todos proclaman su grandeza. Los más eximios valores de la intelectualidad americana le han dedicado expresiones consagratorias, suficientes para certificar la verdad de su eminente proyección histórica. El uruguayo Rodó se crece en la admiración. Grande en el pensamiento, grande en. la acción, grande en la gloria, grande en el infortunio, grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes, y grande para sobrellevar en el abandono y en la muerte la trágica expiación de la grandeza . El apóstol Martí proclama: De hijo en hijo, mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas . El norteamericano Sherwell comunica a todos su emoción: El que estudia a Bolívar siente, al terminar su tarea, la misma reverencia que se experimenta al dejar un lugar sagrado donde el espíritu ha estado bajo la influencia de lo sobrenatural y sublime .
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El maestro Sarmiento asevera sin la más mínima vacilación: Bolívar, el verdadero Bolívar, no lo conoce aún el mundo y es muy probable que cuando lo traduzcan a su idioma natal aparezca más sorprendente y más grande aún . Desde la madre España, y para el orbe entero, don Miguel de Unamuno lo dice en siete palabras: Sin Bolívar la humanidad habría quedado incompleta . Para la responsabilidad que nos incumbe, su verbo franco, su ejemplo iluminado, su fecundo sacrificio, nos conducen. Rescatado del mausoleo, bajado de la estatua, fuera de la vitrina del museo, cálido y palpitante, sereno, indetenible, lo seguiremos, sin pedir reposo, en esa cruzada que al decir de Montalvo no permite treguas: Bolívar tiene aún que hacer; su espada no va a suspenderse en el templo de la gloria, pues mientras haya en el Nuevo Mundo un pueblo esclavo su tarea no ha concluido . Con las palabras del máximo poeta de esta hora mundial Pablo Neruda la inteligencia y el espíritu cantan al paladín americano: Todo lo nuestro viene de tu vida apagada, tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios, tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre. Capitán, combatiente, donde una boca grita libertad, donde un oído escucha, donde un soldado rojo rompe una frente parda, donde un laurel de libres brota, donde una nueva bandera se adorna con la sangre de nuestra insigne aurora, Bolívar, capitán, se divisa tu rostro. (...) hacia la esperanza nos conduce tu sombra Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos. La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron; de nuestra joven sangre venida de tu sangre saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos . Otro gran escritor, Miguel Angel Asturias, también Premio Nobel de Literatura, le dedica emotivas preces: Creo en la Libertad, Madre de América, creadora de mares dulces en la tierra, y en Bolívar, su hijo, Señor Nuestro
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que nació en Venezuela. padeció bajo el poder español, fue combatido, sintióse muerto sobre el Chimborazo y con el iris descendió a los infiernos, resucitó a la voz de Colombia, tocó al Eterno con sus manos y está parado junto a Dios! No nos juzgues, Bolívar, antes del día último, porque creemos en la comunión de los hombres que comulgan con el pueblo, sólo el pueblo hace libres a los hombres, proclamamos guerra a muerte y sin perdón a los tiranos, creemos en la resurrección de los héroes y en la vida perdurable de los que como Tú, Libertador, no mueren, cierran los ojos y se quedan velando .
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NOTAS.... [1] El Libertador y la Constitución de Angostura de 1819. (Prólogo), p. 27. [2] Felice Cardot, Carlos: Mérida y la Revolución de 1826 o La Cosiata . [3] Liévano Aguirre, Indalecio: Razones socioeconómicas de la conspiración de septiembre contra el Libertador. pp. 33, 34 y 36. Se le citará en adelante: ILA, p... [4] Rumazo González, Alfonso: Bolívar. p. 347. [5] Entre numerosas pruebas al respecto, véanse: A Briceño Méndez (noviembre 1828): Con respecto a la convocatoria de la representación nacional que he ofrecido en mi decreto orgánico, y que parece no ha gustado a la mayor parte, por lo aburridos que están de los congresos, el Consejo de Estado se halla actualmente trabajando sobre cuándo y cómo deba reunirse, y aunque yo he deseado que se forme el reglamento de elecciones, el Consejo no ha tenido a bien esta medida. Las cosas han llegado a un punto que me tienen en lucha conmigo mismo, con mis opiniones y con mi gloria , II-506. En noviembre de 1829: Al general Urdaneta: Con respecto al negocio entablado con los gobiernos de Francia e Inglaterra, me parece que nos hemos empeñado ya demasiado y la cosa es muy peligrosa e inevitable. No debemos, pues, dar un paso más adelante, y dejar al congreso que haga su deber y lo que tenga por conveniente. Todo lo demás es usurparle sus facultades y comprometerse demasiado; así lo escribo al señor Vergara de oficio porque el gobierno me ha dado parte de oficio , II-825. Al general Pedro Alcántara Herrán: Yo mando de nuevo a entregar a Vd. el ministerio de guerra, y a Cuervo lo propongo para otro destino al Consejo. Vd. lo sabrá si lo admiten , II-827. A don Estanislao Vergara: Mi dictamen decisivo es que el Consejo haga o deshaga lo que le parezca mejor. [ ] Todo esto y lo más que ocurra debe decidirlo el Consejo; al cual me refiero en todo, todo, todo, pues estoy resuelto a no mandar más , II-829. Cf., además, 11-825, 463. [6] Galíndez, Jesús de: Iberoamérica. Su evolución política, socioeconómica, cultural e internacional. p. 197.
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[7] Galíndez, Jesús de: ob. cit., p. 187. [8] Felice Cardot, Carlos: Venezolanos de ayer y de hoy. pp. 36 y 37. [9] El Universal. Caracas. Suplemento Estampas . No. 731. Octubre 8 de 1967. [10] Véase el testamento del Libertador, otorgado en Santa Marta el 10 de diciembre de 1830, en II.987. El de Santander puede leerse en el tomo XXIV del Archivo del ex presado General, pp. 347 y ss. [11] Cf. Betancourt, Rómulo: Venezuela: política y petróleo. p. 54. [12] Confidencias de los gerentes de las empresas al periodista Clarence Horn. Revista Fortune. Nueva York, marzo 1939. [13] Correo del Orinoco. No. 51. Angostura, febrero 5 de 1820. Se le citará en adelante: CO. No. 51. [14] Cortázar, Roberto y Luis Augusto Cuervo: Congreso de Angostura. Libro de actas, p. 21. Se le citará en adelante: C. y C., p ... [15] Cuerpo de Leyes de la República de Colombia. 1821-1827, p. 31. [16] Archivo del General F. de P. Santander. t. IV, p. 245. [17] Cuerpo de Leyes de la República de Colombia. 1821-1827. p. 271. [18] Véase la excelente biografia Bolívar, por Indalecio Liévano Aguirre, p. 298. [19] Liévano Aguirre, Indalecio: Bolívar, p. 325. [20] Gazeta de Venezuela. Año X. No. 485. Caracas, mayo 3 de 1840. [21] En nota editorial, a raíz de la promulgación de la Rerum Novarum, decía el diario La Religión, de Caracas: Esta Encíclica no afecta a los países de la América del Sur en su principal objeto . Ver edición No. 350: septiembre 23 de 1891. [22] Carrasco, Carlos A.: Segregación Racial en América Latina, p. 5. [23] En la recopilación de Blanco y Azpurúa se transcribe un resumen de la argumentación granadina: Ved la inmensa lista militar que ahora gravita en mucha parte sobre nuestras rentas disminuidas; pues más de los dos tercios de su monta son de venezolanos, que regresarán a su país, y nos dejarán aliviados. Observad quiénes desempeñan las Prefecturas generales, las de los Departamentos, los gobiernos de provincia, las Comandancias generales y de armas; quiénes mandan los cuerpos del ejército y ocupan el mayor número de los empleos de oficiales: son casi todos venezolanos en la Nueva Granada, sin que en Venezuela haya empleados granadinos, que Páez ha tenido buen cuidado de enviar desde antes a su país. Miserables son las sumas que se han traído de Venezuela a la Nueva Granada durante la unión, y de las rentas granadinas se han enviado cuantiosos auxilios de dinero a Venezuela, fuera de pagar nosotros casi todo lo que cuesta el Gobierno supremo. De allá han venido
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constantemente los oficiales generales y los subalternos, a que les hicieran en Bogotá los ajustamientos de sus sueldos, donde recibían sus alcances de las rentas de la Nueva Granada, sin que a granadino alguno le ocurriera ir a ser pagado en Venezuela. Estos son los males que la unión y el Gobierno colombiano han causado a los venezolanos. Si exceptuamos la respetabilidad y la fuerza moral que la unión da a la República, la Nueva Granada será más libre, más rica y más feliz separada de Venezuela y gobernada por sus hijos. Cesará entonces la dominación venezolana en todos los altos puestos civiles y militares, la que ciertamente no ha sido amable ni hecho felices a los granadinos , B. y A. XIV-173. [24] Bien elocuente es la carta del secretario privado del caudillo conspirador, Antonio Carmona, al licenciado Rufino González: Valencia, 17 de noviembre de 1829. Mi querido Rufino: No puedo hacerle una larga carta aunque mucho tengo que decirles; pero no hay tiempo ni para rascarnos la cabeza, trabajando en esta Secretaría día y noche, y hasta la madrugada para despachar la correspondencia y los comisionados que van a Oriente, a Apure, al Occidente, Maracaibo y al quinto infierno; y todos, quiere el General y quiere Dn. Carlos que lleven instrucciones detalladas para obrar cortando todo nudo que encuentren; y han de llevar escritos de aquí los pronunciamientos que deben hacer las Municipalidades, las juntas de caseríos y todo Dios: porque conviene que vengan todas, todas, todas, las actas, sin quedar un rincón que no pida tres cosas, a saber: nada de unión con los reinosos; Jefe de Venezuela en General; y abajo Dn. Simón. Todo el mundo debe pedir esto, o es un enemigo; y entonces... Enrique Domínguez es el comisionado que va en propaganda por los valles, a Calabozo y hasta Apure. Lleva todos esos pronunciamientos en la canana y este es muchacho de confianza. Si Domínguez, que deberá tocar en la Victoria, viere allí que necesita pasar a Caracas antes de seguir a Calabozo, será por pocos momentos, que UU. podrán aprovechar para hablar con él: él lleva el santo y seña: les dirá lo que se debe hacer: óiganle como si fuera el mismo General, el mismo Dn. Carlos y el Doctor. Si no va a Caracas, vean las cartas para Iribarren y Alfonso; y manos a la obra. Separación de Venezuela. Desconocimiento de Bolívar. El mando en Páez. No hay que salirse de aquí. Sin tiempo para más. Su afectísimo amigo, A. C., Noviembre 24, ya no va Domínguez a Caracas. Debe volar a Calabozo y Apure: se fue por Güigüe , B. y A. XIII-707. El señor Francisco A. Labastida ha dejado una excelente prueba de cómo se obtenía esa opinión unánime y concorde ; sobre los métodos del Jefe Militar del Cantón de Escuque, escribe el propio Páez, inocentemente, en febrero de 1830: Las mismas Asambleas Populares han sido juguetes de su insolencia, pues ha pretendido que firmen los ciudadanos no lo que realmente han dicho y acordado en sus reuniones, sino algunos papeles que a su modo escribía él en su casa, amenazando con sus terrores a los que no querían obedecer. Y ¿será tener libertad esto, Excmo. Señor? ¿Podrá hablar con libertad un pueblo que en el momento de reunirse ve formado en la plaza un escuadrón de caballería y una compañía de fusileros? Si el contenido de los papeles que el señor Segarra quería que firmásemos hubiesen sido algunas quejas justas y fundadas, para comprobar nuestro pronunciamiento, en buena hora que insistiese; pero querer que suscribiésemos una multitud de dicterios, injurias e insolencias contra el General Bolívar, no nos pareció regular, porque hemos creído que podíamos desconocer
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su autoridad y tratarlo con decoro . Cf. Mijares, Augusto: La evolución política de Venezuela, p. 81. [25] Desde Barinas informaba el Gobernador al Secretario de Estado en el Despacho del Interior el 2 de marzo de 1830: Hoy me ha comunicado el Señor General Comandante General la orden de ese ministerio fecha 21 del mes que expiró, relativa a que el correo de Bogotá siga a ese Cuartel General cerrado y custodiado sin permitir que persona alguna lo abra.... Ver folio 269 vto., tomo V de los documentos: Gobierno de la República. Secretaría del Interior y Justicia. Sección General: en el Archivo General de la Nación. Caracas. En el folio anterior al citado se lee otra carta: Habiendo recibido orden del Ministerio del cargo para que se envíe cerrada la correspondencia que llegue a esta capital del Gobierno de Bogotá.... , id. [26] Restelli, Ernesto: La gestión diplomática del General de Alvear en el Alto Perú. p. 126. [27] Véanse en el tomo II de Cartas de Santander recopiladas por don Vicente Lecuna, las páginas 34, 39, 62, 75, 80 y 161. [28] Cf. Verna, Paul: Petion y Bolívar. pp. 178 y 387. [29] Blanco-Fombona, R.: Bolívar, pintado por sí mismo, pp. 217 a 220. [30] Cf. Yepes, J. M.: Del Congreso de Panamá a la Conferencia de Caracas, t. I p. 62. [31] Cf. Zubieta, Pedro A.: Congresos de Panamá y Tacubaya, p. 31. [32] Silva Otero, Arístides: El Congreso de Panamá. p. 35. [33] Cf. Parra-Pérez, C.: Una misión diplomática venezolana ante Napoleón en 1813. p. 73. [34] Codificación Nacional de Colombia, t. III, p. 330. [35] Gamboa Correa, Jorge y Bernardo Márquez Bretón: Bello y la unidad de América Latina, p. 114. [36] Ver Boletín del Archivo Histórico de Miraflores. Nº. 14, p. 209. [37] Pimentel, Cecilia: Bajo la tiranía 1919-1935. [38] Gabaldón Márquez, Joaquín: El Bolívar de Madariaga y otros Bolívares, p. 171.
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CAPITULO VI VIGENCIA Y PROYECCIONES NECESARIA CLARIDAD CONCEPTUAL Se impone en el presente un nuevo y justo examen de la personalidad histórica y de los ideales de Simón Bolívar. La trágica expiación de la grandeza, de que hablara Rodó, se ha hecho pungente realidad en la adulteración, el falseamiento y la tergiversación continuos de cuanto Bolívar hizo, de cuanto quiso hacer y de cuanto significa para América. A esta tremenda distorsión se llega por varios atajos. Hay un pensamiento estático, hechizado en la inmóvil contemplación del pretérito, que deriva hacia una posición reaccionaria y sin vuelo, e invoca a Bolívar como una sombra ritual. Desde esa perspectiva, se considera que para el gran combatiente no hay sino el homenaje de la ceremonia fúnebre. Por otra parte, el autocratismo tradicional en América, incluso el más cruel, ha querido conseguir grandeza pescando supuestos apoyos en analogías más que dudosas con rasgos sueltos de la crítica circunstancia bolivariana. No ha habido un solo tirano que no fuera estimado, por sus áulicos, algo así como Bolívar redivivo. Con los recursos estatales, muchos de esos déspotas han patrocinado celebraciones dedicadas a la gloria del Libertador, tanto más vacías e insinceras cuanto más ostentosas. Un culto farisaico de insoportable cesarismo donde ellos ofician de sumos sacerdotes, termina generando en el pueblo indiferencia, cuando no aborrecimiento, hacia la figura ínclita que se esgrime como factor cómplice de sus desventuras. En los años recientes, un revolucionarismo que es trasunto, calcado en los detalles, de situaciones remotas y ajenas, procura en Bolívar determinadas facetas de aquella, su auténtica voluntad revolucionaria, de sus desvelos y sacrificios, de su verbo esclarecido, para la implantación de regímenes que sólo atiendan a reivindicaciones materiales en desmedro del espíritu y de la libertad que en el gran caraqueño eran esenciales. De este modo, después de muchos decenios de cuasi monopolio bolivarista por las derechas conservadoras, ahora pasa el Libertador a ser disputado por la ultraizquierda: su justa y segura calidad revolucionaria resulta en ambos casos afectada.
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El desafío para las corrientes democráticas fundadas en principios de justicia distributiva, cualquiera sea el grado de su ubicación en el espectro político mundial, será demostrar la sinceridad de su bolivarismo. Para satisfacción de la verdad, se observa en hechos recientes cómo bolivarianos de la izquierda han comprendido que la figura del Libertador se sitúa por sí misma encima de reivindicaciones politizadas extremas; ahora, más que desfigurar a Bolívar convirtiéndolo en marxista, se procura convalidar y reivindicar la autenticidad de su obra social como expresión y conquista determinada por factores históricos necesarios. Hay, además, otra enorme desnaturalización de Simón Bolívar, la cual cuenta por cierto con recursos ingentes y con medios bastantes para perpetuarse y difundirse extensamente, como que la mueven intereses expertos y poderosos que saben bien a dónde se dirigen y qué quieren. Hace ya varios decenios, en efecto, se viene confundiendo con el bolivarismo una doctrina de acción que camina tras objetivos que mucho difieren de los auténticos del Libertador. Es el panamericanismo. Interesante es, sin duda, el empeño de aproximar situaciones políticas y económicas además de sociales y culturales disímiles y hasta antagónicas, en atención primordial a la vecindad geográfica. Pero el fin que pudiera ser loable no autoriza, sin embargo, a prorrogar ni a esparcir la confusión. Ya la luz ha empezado a hacerse; y la objetividad categórica de la historia verdadera muestra, con meridiana certeza, que hay poco de común entre esas dos concepciones. Dígase en justicia que, junto a numerosos efectos discutibles y censurables de esa particular idea continentalista difundida desde Washington, existen también frutos útiles y positivos. Mas, independientemente de valoraciones sobre éxitos y errores, sobre altruismo fraternal y avidez imperialista, sobre generosidad y egoísmo, incumbe al estudioso imparcial y no comprometido con ninguna bandería, enseñar que la doctrina de Bolívar como se explica objetivamente en este libro es diferente del panamericanismo. Por diligencia del Secretario de Estado James O. Blaine, se reunió en la hermosa capital de los Estados Unidos en 1889-90 la Primera Conferencia Internacional Americana. Hacía unos doce lustros que el Libertador había muerto en Santa Marta, y algo más de tiempo había transcurrido desde el frustrado intento de reunir a la América española en Panamá. El programa internacional de Simón Bolívar no convino nunca a la política de los Estados Unidos nación ya muy influyente y con metas definidas en sus negocios exteriores, desde principios del siglo XIX, aspirante a llenar el vacío metropolitano que dejaba España. Eran, en verdad, como se ha repetido mucho y lo indicó el propio Libertador, dos Estados tan distintos, II-1138. Por eso, con todos los medios a su alcance, en ejercicio del natural derecho de preservación de sus conveniencias particularistas, y sin atender a otra consideración pues ninguna los ataba, los gobiernos estadounidenses dedicáronse a entorpecer y reducir ese programa a la nada. El clásico divide y vencerás se dibujaba como patrón regio en los afanes diplomáticos de la naciente potencia norteña.
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No fue muy laborioso ni difícil el cometido; ya se vio cómo la América que Bolívar quería unir, estaba corroída por las disensiones, recelos, rivalidades y suspicacias entre sus partes constitutivas. Los grupos oligárquicos dominadores en cada país, coincidían en negarse a participar, en la forma y grado que Bolívar demandaba, dentro de una integración que los privaba de su razón de ser al superar los estrechos y hasta agresivos nacionalismos. Estos, en verdad, no eran otros que los deplorables regionalismos arrastrados del coloniaje. En el triunfo de los fines de los más egoístas sectores estadounidenses fue, pues, espontánea e inconsciente la colaboración de no pocos de los países americanos. La divergencia neta entre los horizontes históricos de una y de otra entidad, vale decir, entre la América de Bolívar y la América de los políticos yanquis no se percibe en el discurso con el cual cerró Blaine los trabajos de la Primera Conferencia dicha, epítome de generalidades que en sí no chocan con los ideales de paz y prosperidad comunes a todos los hombres y todos los tiempos, sino en el órgano que resultó de tales deliberaciones, y cuyo simple nombre es bien decidor: Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas. Por lo demás, es un deber reconocer en el texto de Blaine su franca conciencia de la diversidad intrínseca de los dos magnos conjuntos cuyo acercamiento promovía; así hablaba de la deliberada, sincera y solemne consagración de dos grandes continentes a la paz y la prosperidad que tiene a la propia paz por fundamento.[1] Como era de suponerse, y sobre ello no podía haber engaño, fue muy escaso lo conseguido en esta heterogénea reunión, tanto que el aludido Secretario si se descuentan los puntos de intercambio mercantil, comunicaciones y conexos, que mucho convenían a la expansión de los Estados Unidos apenas pudo poner énfasis en el tema precario y mínimo de lo que en puridad era la negación a lo negativo, esto es, del no a las contiendas armadas: Nosotros mantenemos que esta nueva Carta Magna que ha abolido la guerra sustituyéndola por el arbitraje entre las repúblicas de América, es el primero y más importante fruto de la Conferencia Internacional Americana. [2] Recuérdese que una formulación más perfeccionada de la misma idea fue hecha por el Libertador para el cuadro superior y múltiple de aspiraciones del cónclave panameño.
DE LA OFICINA A LA UNION En el año 1910, cuando Hispanoamérica conmemoraba el primer siglo de su Independencia, un siglo en general perdido para los grandes propósitos de la Revolución bolivariana el caso de Venezuela quizá sea el más elocuente en su crudo simbolismo: allí campeaba por entonces la tiranía de Juan Vicente Gómez que aún iba a despotizar a esa tierra mártir por cinco lustros más, la Oficina Comercial se trueca en Unión Panamericana. En la ideología de ésta, divulgada en sus panfletos propagandísticos, encontrará nitidez de conceptos quien sepa leer sin las sugestiones que al respecto y habitualmente se pretenden. Véase la tesis del señor Lyn S. Manduley: Aunque el Congreso de Panamá fracasó en el logro de los objetivos de Bolívar, constituyó un primer paso en el camino de la unidad continental y de la creación del Sistema Interamericano. [3] Son rigurosamente exactas las dos ideas. Primero: el Congreso de Panamá fracasó en la búsqueda de las metas bolivarianas, ello es evidente y antes
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hubimos de razonarlo en forma muy explícita. Segundo: el fracaso de aquella Asamblea es, no cabe duda, el primer paso en la consolidación del panamericanismo siguiente y todavía existente, y ello porque este último no tiene identificación con el genuino bolivarismo. Los anhelos panamericanistas animados por esa Oficina Comercial rebautizada con una denominación menos pragmática, se concretaban no a la vigorización del espíritu continental ni a la cooperación sobre bases irreprochables, morales y justas, sino a miras vulgares y utilitarias, relativamente beneficiosas para todos, desde luego, pero rendidoras casi en exclusividad para la primera potencia económica del hemisferio: así, por ejemplo, el Ferrocarril Interamericano y la Carretera Panamericana. Debe anotarse que la Oficina Sanitaria Panamericana, establecida en 1902 para coordinar la lucha contra la fiebre amarilla y la malaria, representa una iniciativa de alcances humanos muy plausible. En el presente, es la entidad internacional de mayor edad en las Américas, y sus resultados la hacen digna de apoyo y encomio. Diez grandes Conferencias de gobiernos de América se celebran entre 1890 y 1954. A lo largo de todas ellas, ningún nombre más invocado que el de Bolívar, ningún personaje más reverenciado protocolarmente que el Libertador, pero ninguna concepción más distante del verdadero bolivarismo que la panamericanista que en todos esos eventos se iba perfeccionando. En esos diez encuentros de las Américas, el dividido mundo de raíz hispánica ha carecido tradicionalmente, por influencias externas al mismo y por múltiples mediatizaciones imputables a su propia responsabilidad, de un criterio común que pueda ser su punto de vista específico para comparación y entendimiento con el de la otra América. En la historia del panamericanismo la superioridad estadounidense se ha impuesto siempre. Muchas veces ni se han cuidado las formas del rudo estilo anglosajón para evitar posturas humillantes a los demás países de la comunidad. Los abundantes recursos que del erario de los Estados Unidos se han destinado a ayudas de nuestros pueblos, han venido siempre en pos de una contrapartida de subalternidad y adhesión política. La Buena Vecindad y la Alianza para el Progreso, auspiciadas por los presidentes Franklin D. Roosevelt y John F. Kennedy, han sido esfuerzos rectificatorios pero parciales y efímeros. Los mecanismos de explotación no han desaparecido y, por el contrario, han incrementado extraordinariamente su lucro. La penetración económica yanqui en América Latina no ha dejado de crecer un solo día. La alienación de nuestras colectividades por obra de las numerosas influencias que de allá proceden, es un hecho tan incontrovertible como irritante en el presente de esta América. Para nuestros países la justicia social internacional, limpia de la deprimente idea de donación o regalo, sería una posibilidad tangible para reconciliarla con las ideas de la cooperación que entre las dos Américas debe realizarse. La Organización de los Estados Americanos reestructurada y así llamada desde 1948 podría ser el punto de encuentro de los Estados Unidos del Norte con los Estados del Centro y del Sur también unidos. Nadie discute que la conexidad geográfica recomienda
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intercambio y colaboración, pero éstos deben ser fundados en bases equitativas y de provecho mutuo. Dentro de la OEA, y bajo la égida de Simón Bolívar debe tener lugar el diálogo franco de las dos Américas. Allí debe estar presente, como una sola voz, la que el apóstol Martí llamaría simple y exactamente nuestra, la vertebrada en tres centurias de quehacer histórico, y sólidamente erguida sobre la plataforma de la unidad de lenguas, religión, costumbres y anhelos, la que Bolívar quiso fundir dentro de una anfictionía con miras al equilibrio en el hemisferio y, más allá, al equilibrio del universo. Allí debe estar también la otra América de personalidad específica y con su propia idiosincrasia, ligada con el idioma de sus padres anglosajones, ejemplo vivo, en su fortaleza y modernidad, del aforismo bolivarista de que ninguna nación se hizo respetable sin la unión que la fortifica, II-1253. Los unidos Estados del Norte, cuyo poderío es el mejor monumento a la unión, constituyen la prueba triunfal de la certidumbre del evangelio unificador de Bolívar. Ellos enseñan, que hacia la victoria no hay otra ruta que la unión.
LOS IMPERATIVOS A Latinoamérica le corresponde, además, conforme a lo previsto por el Libertador, una aproximación franca hacia las otras zonas de la tierra. Así se debía propender a lo que él intuía como un nuevo esquema mundial. Su argumentación de 1814 atrás citada bien cabe, con los ajustes de circunstanciales referencias, a este tiempo próximo al siglo XXI: La ambición de las naciones de Europa (léase hoy: metrópolis imperialistas de cualquier signo y origen) lleva el yugo de la esclavitud a las demás partes del mundo; y todas estas partes del mundo debían tratar de establecer el equilibrio entre ellas y la Europa, para destruir la preponderancia de la última. Yo llamo a éste el equilibrio del universo, y debe entrar en los cálculos de la política americana. Especialmente para el Tercer Mundo, ese que surge equidistante de las polarizaciones excluyentes, resulta válido Simón Bolívar. Él, a la vez que nos convoca a dos siglos de su nacimiento, para una lucha denodada que es la de preservar nuestra esencia contra el asedio de los vasallajes, nos manda a ofrecer nuestra experiencia dolorosa a esa parte tercera del universo de la cual somos solidarios en razón de vicisitudes compartidas y paralelas, y también por causa de ideales y de insatisfechas aspiraciones afines. En efecto, la descripción casi fotográfica que en la Carta de Jamaica ofrece Bolívar acerca del monopolio ejercido por el absolutismo español en esta parte del mundo, se aplicaría nítida y proféticamente a cualquiera antigua colonia en Asia o en Africa: La posición de los moradores ha sido puramente pasiva; su existencia política era nula. Estábamos en un grado más abajo de la servidumbre. El lugar era el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes. ¿Quiere Vd. saber cuál era nuestro destino?: los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón, las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta, I-165.
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Respecto a la gran nación norteamericana, Bolívar no oculta ni regatea su admiración; allí vio él un ejemplo de libertad racional durante su estancia de cuatro meses en 1807. Ante los congresistas de Angostura la llama modelo singular de virtudes políticas y de ilustración moral. La Libertad ha sido su cuna, se ha criado en la Libertad y se alimenta de pura Libertad, II-1138, pero en el mismo solemne documento, y en forma que despeja en absoluto cualquier duda, aclara con precisión: Debo decir, que ni remotamente ha entrado en mi idea asimilar la situación y naturaleza de dos Estados tan distintos como el inglés americano y el americano español, II-1138. Dentro de aquella poderosa unidad política, social, cultural y económica, la mente de Bolívar revela diferenciar, por un lado, a la superestructura imperialista y explotadora que parece destinada por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad, II-737, y por el otro, al pueblo nuestros hermanos del Norte, I-162 al cual insiste, todavía en noviembre de 1826, en calificar de modelo: ellos que reúnen la mayor suma de dicha social al poder que da el orden; al poder que da la libertad. Los Estados Unidos hijos de la Inglaterra, fueron los primeros que nos enseñaron el sendero de la independencia, y esta tierra que tiene la gloria de haber sido descubierta por el gran Colón, cifra su dicha en imitar los ejemplos de gloria, de libertad y de virtud que recibe de los Estados Unidos, II-1234. En las presentes circunstancias de nuestra América, dentro de un sistema ecuménico cada vez más interdependiente, conflictivo y convulsionado, dinámico y cambiante a velocidad supersónica, donde la ciencia y la técnica proporcionan al hombre grandes e inesperadas posibilidades de dominio sobre la naturaleza, se impone como deber un plan orgánico y vasto de todos nuestros países para la acción y el desarrollo. Para eso, para la buena causa del ser americano, y del hombre sufrido de todas las latitudes, el pensamiento y el ejemplo de Bolívar, es decir, su mensaje, puede ayudar a estas patrias fraternas a encontrarse a sí mismas; nadie, en efecto, aventaja a aquel visionario en la plenitud de su perspectiva, en lo global y completo de su enfoque, en la cabalidad de su decisión tras metas certeras y factibles. Su lección es reiterativa sobre la libertad. Nuestros países, altruistas y generosos por índole, románticos e idealistas por razón de su ser, cifran en la libertad un patrimonio supremo al cual nunca han estado dispuestos a renunciar. A la libertad se ha de condicionar todo y cualquier empeño de justicia tangible. Bolívar, Libertador, no conquistador ni opresor, se inmoló por ella. Su revolución quiso ser en el orbe el primer intento magno de un movimiento de libertad integral y conjuntamente de contenido económico-social. El insurgió contra el absolutismo, y en particular contra su peor modalidad: la colonialista, mas para instaurar un sistema popular y positivo que respetara los fueros de la persona humana reconociendo el interés colectivo superior. Ante agresivas modalidades de neocolonialismo que surgen hoy especulando y aprovechando la inferioridad tecnológica del Tercer Mundo, debe recordarse la lucha bolivariana por la genuina independencia, que alerta a los disímiles pueblos de la gran familia universal marginada sobre el deber de escoger libremente sus fórmulas y definir sus metas, sin copiar un modelo de desarrollo ajeno, sólo apto para los ya desarrollados. Con base en el relativismo que enseña Montesquieu, advierte Bolívar: que es una gran casualidad que las leyes de una nación puedan convenir a otra. Que las leyes deben ser
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relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su extensión, al género de vida de los pueblos; referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales. He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington, II-1138.
UNA INSTRUMENTACION UTILIZABLE Los países de América disponen hoy de instituciones y de instrumentos varios que, con las rectificaciones necesarias, pueden ser utilizados a favor de las metas señaladas por Bolívar. En lo político, la Asamblea General y el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, así como la Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores, tendrían a su cargo la responsabilidad del contacto superior que corresponda entre los dos continentes ya previamente coordinados en su seno. Otras entidades como el Consejo Interamericano Económico y Social, y el Consejo Interamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura, auspiciarían el entendimiento de las Américas en las áreas de sus particulares y trascendentales especialidades. Para tareas específicas existe un respetable acervo corporativo: el Comité Jurídico Interamericano, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, la Organización Panamericana de la Salud, la Comisión Interamericana de Mujeres, el Instituto Interamericano del Niño, la Comisión Especial de Consulta sobre Seguridad, el Instituto Indigenista Interamericano, el Instituto Panamericano de Geografía e Historia, el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas, el Instituto Interamericano de Estadística, la Comisión Interamericana de Energía Nuclear y la Junta Interamericana de Defensa. Algunas experiencias son muy estimulantes y provechosas. En lo cultural, iniciativas del tipo de los Tratados de los países bolivarianos en 1911 para propiedad literaria, equivalencia de estudios, títulos académicos, y otras cuestiones no menos importantes y el Convenio Cultural Andrés Bello de 1970, además de distintos planes concretos de becas, intercambios de libros, de información científica, de programas artísticos, de educadores, etc., son hitos plausibles que deben multiplicarse y robustecerse. Asociaciones obreras, estudiantiles, pedagógicas, de profesionales en todos los ramos, entes suprauniversitarios como la Unión de Universidades de América Latina, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, el Centro Latinoamericano de Pesquisas en Ciencias Sociales, la Asociación de Universidades e Institutos de Investigación del Caribe (UNICA), convergen a la fusión que nos hace fuertes y mejores. En lo económico, la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), el Pacto Subregional Andino (Acuerdo de Cartagena), el Mercado Común Centroamericano, los proyectos para la zona del Caribe, y también la CEPAL, buscan dar base tangible a la integración que preconizó el Libertador. Iniciativas como la Flota Mercante Grancolombiana y la Sociedad Anónima Empresa Naviera Multinacional del Caribe (Namucar), constituidas en 1946 y 1975, respectivamente, representan esfuerzos fructíferos de unidad material en tiempos cuando desarrollarse es ineludible, aunque costoso y prohibitivo, para los pueblos de pequeña población y de escasos recursos. En materia de la preservación y defensa de la riqueza renovable, que constituyó parte del
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mensaje pedagógico, ecológico y ético de Bolívar, se vislumbran iniciativas loables de cooperación entre nuestros pueblos como las que respecto a los recursos del mar promueven la COI (Comisión Oceanográfica Intergubernamental) IOCARIBE y la Comisión de Pesca para el Atlántico Centro Occidental (COPACO). Inspirada en los ideales del Libertador ha cumplido Venezuela, en los años recientes, un programa de asistencia a los países hermanos en la región. Parte considerable de su producto territorial, elevado en razón de los nuevos y más justos precios del petróleo, se destina a ese fin. El ejemplo victorioso de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP), entidad promovida por Venezuela en 1960, y a la cual entra Ecuador posteriormente, estimula a todas las naciones del área latinoamericana y del Tercer Mundo para procurar en la unidad solidaria la defensa de sus productos básicos. En la misma línea se ubica el programa conjunto Venezuela-México para facilitar con esa nación hermana, reconocida como nueva potencia petrolera a partir de la mitad de la década del 70 el precioso líquido energético a los pequeños países en desarrollo del área del Caribe y Centroamérica. La solidaridad económica entre los países en desarrollo ha impulsado el promisorio y rápido acercamiento entre América Latina y los otros continentes del sur. Han sido varios los encuentros de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), que han perseguido liberalizar las condiciones draconianas en que las antiguas colonias podían practicar el intercambio limitado de bienes y servicios, ya fuera con sus ex patronos imperialistas o entre sí. A mediados de la década del 70 se impuso el diálogo Norte-Sur en pos del anhelado Nuevo Orden Económico Internacional, y es justamente entonces y en aquél donde la Venezuela de Bolívar asume otra vez sus responsabilidades históricas al copresidir el encuentro en nombre del grupo Sur. Este, bautizado desde la década anterior Grupo de los 77, llama a Venezuela para ejercer su presidencia en 1980 cuando ya sus miembros pasan de 120 y abarcan prácticamente todas las antiguas colonias explotadas en su añil, grana, café, caña, cacao, algodón, ganados u oro (ayer amarillo, hoy negro, verde o de muchos colores) tal como lo englobara en visión panorámica, hace unos 170 años, la incomparable percepción lógica de Bolívar. Un prometedor y audaz ensayo lo constituye el Sistema Económico Latinoamericano (SELA), fundado en octubre de 1975. Se trata de un organismo regional permanente de consulta, coordinación y cooperación conjunta así económica como social. Su estructura y funciones lo definen como un mecanismo flexible, no ortodoxo, permeable a soluciones y alternativas no convencionales para impulsar el desarrollo de sus miembros. Debe hacerse hincapié en que el SELA, por el contrario de la OEA, nace de la iniciativa exclusiva de los países latinoamericanos a los cuales se asimilan hoy los nuevos Estados de estirpe afro-asiática-americana, varios de éstos presentes en el arranque del proyecto, todo lo cual subrayaría las características del nuevo sistema como típico de países en desarrollo donde se excluye a los Estados Unidos. Pocos testimonios sobre la universalidad de Simón Bolívar alcanzan en elocuencia a los pronunciados en el homenaje que la III Conferencia de las Naciones Unidas sobre
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Derecho del Mar, rindió al Libertador en la sesión sustantiva celebrada en su ciudad natal con ocasión del 191 aniversario de su nacimiento, en 1974. Los voceros de los bloques de países pertenecientes al Tercer Mundo, superando el formalismo ceremonial expresaron allí lo que sentían como revelación y estímulo cerca de la cuna y de la tumba del máximo héroe americano. Dijo el delegado de Senegal en nombre del bloque africano: Simón Bolívar es un símbolo para todo el Tercer Mundo... En todo caso es para Africa un ejemplo de todos los movimientos de liberación, ahora y antes. Reconociendo su papel rector en la creación de normas civilistas de Derecho Internacional, el delegado de Egipto, se expresó en nombre del bloque árabe cinco años antes de que Venezuela donara a El Cairo la estatua de Bolívar que hoy contempla al Nilo y las pirámides: Los internacionalistas de todo el mundo reivindican la memoria de Simón Bolívar como la de uno de sus héroes. Para muchos hombres es el padre espiritual del panamericanismo, precursor de la Sociedad de las Naciones y un profeta de las Naciones Unidas. El embajador del Perú, hablando por el bloque latinoamericano, concluyó relatando el encuentro del Libertador con una delegación nutrida de los dueños originales del Tahuantinsuyo, encabezada por José Domingo Choquehuanca, descendiente de incas quien, palpando en la obra de Bolívar el epílogo de la tragedia que sufriera su raza durante tres siglos, comprende el valor trascendental del momento en el cual toda una civilización pisoteada se yergue, dispuesta a resucitar, hispanizada como su verbo pero libre como su alma, y exclama: Libertador: Sois el hombre de un designio providencial. Nada de lo hecho ahora se asemeja a lo que habéis hecho. Vuestra grandeza se elevará a donde ninguna ha llegado. Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina.
PRINCIPIOS PARA EL DESARROLLO El gran reto que en las vecindades del siglo XXI enfrenta nuestra América es el reto del desarrollo, y la obligación primordial es elaborar las fórmulas y combinar los medios para salir del estancamiento sin sacrificar los valores máximos que -como la libertad y la igualdad son cuerpo, sangre y alma, esencia la más pura de nuestra común nacionalidad. Las posibilidades naturales de este hemisferio son cuantiosas; el hombre americano, síntesis de síntesis, con su amplitud y su espíritu libre, sin el lastre de torvos fanatismos, puede ser el exponente de un tiempo ciertamente nuevo para la humanidad. En el presente, surcamos una etapa histórica cuajada de deberes para todos. Dentro de ella los moldes caudillistas son irremediablemente anacrónicos, y el individualismo está más que obligado a ceder el paso a concepciones colectivas superiores. El militarismo, factor intrínseco de atraso, tiene que ser sobrepasado por la concientización de la institución armada como órgano corresponsable de la estabilidad y de la seguridad requeridas por el orden representativo, constitucional y democrático. Nuestras naciones necesitan mecanismos pulcros e inobjetables para la selección de sus dirigentes, y deben tener abierta la posibilidad de alternarlos y sustituirlos en un ambiente normal y sereno de paz. También la clase obrera, a través de sus organizaciones sindicales, ha de revelarse cada vez más consciente de su singular papel. Los partidos políticos han de
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situarse a la altura de su responsabilidad de piezas imprescindibles de la democracia, necesarios para el importante funcionamiento de mayorías y minorías, de gobierno y oposición. Las entidades del capital se deben encuadrar dentro de una genuina y creadora justicia, limitando sus lucros y colocándose en el plano de equidad donde un orden de libertades estimule, en cuanto es útil, su desenvolvimiento. A ellas toca ser las auspiciadoras de un trato que realmente disminuya las distancias intrasociales. Al recordarles sus enormes deberes, cabría repetir las palabras de Bolívar a Santander respecto a los prepotentes y cerriles adversarios de la liberación antiesclavista: Yo creo que sería muy útil ilustrar la opinión de esos hombres alucinados por su propio interés y a quienes su verdadero interés debe desengañar. Creo que se debe escribir tanto a los jefes como a los magnates lo que conviene que sepan, para recomendarles lo que afectan ignorar, I-444. La modernización de nuestra América aparece como un prerrequisito para la integración y el desarrollo inminentes. Es preciso revisar a fondo las estructuras que, en más de un siglo de extravíos, nos condujeron a distintas formas de neocolonización. América Latina reclama el concurso de sus hombres de luces y de buena voluntad para contener la penetración de todo y cualquier imperialismo, de éste o de otros continentes, y del signo económico-político que sea. A las universidades incumbe, al lado de sus tareas irrenunciables e intransferibles, ayudar a esa toma de conciencia que posibilite la transformación social en el sentido de las grandes metas bolivaristas: justicia, igualdad, libertad, unidad, desarrollo, democracia. Para el debido intercambio, es forzoso vigorizar las distintas áreas culturales de nuestra América presentes en su variada individualización real y en el folklore que las identifica. La doctrina integradora de Latinoamérica debe ser de preferente y obligatoria difusión a través de la escuela y de los medios de comunicación de masas. En la enseñanza sobre el pasado de nuestros pueblos hay que eliminar las referencias subjetivas que contribuyen al cuarteamiento de nuestra necesaria y esencial unidad. Los pueblos de América Latina piden con urgencia una actitud mental y moral crítica que les permita enfrentarse, con éxito, a la tarea suprema de su liberación como la concibiera Simón Bolívar, y que no sólo quiebre los mecanismos claves de los sistemas actuales de opresión que aún sobrevivan, sino que se adelante a impedir radicalmente que nuevos coloniajes ocupen el sitio de los periclitados. A los intelectuales de los más variados géneros (ensayistas, poetas, novelistas, dramaturgos, músicos, periodistas, pintores, maestros, profesores, estudiantes, etc.) les está señalada esa gran tarea. El cambio revolucionario que América Latina se plantea en nuestros días es un cambio retardado por más de 150 años; la revolución integral que debió ser el complemento de la ruptura de los vínculos políticos de la dependencia, ha permanecido congelada por más de un siglo y medio. La dinámica propia de la sociedad latinoamericana, además de la evolución del mundo, hacen hoy inaplazable su continuación o acometimiento. Desde un punto de vista humano y universal, no puede ser finalidad plausible ni estimuladora del quehacer histórico la perpetuación de un determinado sistema, vale decir, su inmutabilidad. Ello contrariaría el propio curso vivo de la existencia social y la serie fluyente de la historia, esto es, la vida misma. Pero tampoco se acertaría al sustituir
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una situación opresiva o deficiente por otra insatisfactoria o alienante, sólo por el prurito de cambiar. Lo correcto es conseguir, con tenacidad sostenida, la transformación dentro de la libertad y la justicia, valores que, es bueno recalcarlo una vez más, no pueden ser mancillados. Ha de haber energía y coherencia, unidad en el esfuerzo y claridad en las metas nuevas que deben ser necesariamente superiores, nunca inferiores ni iguales, pues para estas dos últimas alternativas tendría más sentido prorrogar la situación conocida, ya que además de ser más fácil vivirla, se ahorraría el costo de la conmoción. El cambio es un imperativo histórico, generacional, cronológico y hasta biológico. Inevitable y necesario. Pero, ¿cuál cambio? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Cuándo? Dentro del sistema democrático, que es el mejor para encauzar los esfuerzos hacia las superiores aspiraciones del hombre, se puede y se debe avanzar hacia los objetivos que desde Bolívar poseemos definidos con certeza panorámica y total: una sociedad nueva, libre, justa, igualitaria, unida, desarrollada.
VALIDEZ DEMOCRATICA La democracia ejercicio político del intelecto como la llamara Thomas Mann sigue siendo el método más indicado para las realizaciones plenas de la persona humana. En la mayor parte de nuestra América, de un modo general, la democracia es la gran desconocida; sólo fortaleciendo, mejorando y afianzando regímenes de esa índole podremos remontar las tremendas dificultades contemporáneas y despegar francamente en la ascensión al desarrollo. Bolívar lo dijo sin ambages en 1829, y en esta obra lo recordamos varias veces: Si la América no vuelve sobre sus pasos, si no se convence de su nulidad e impotencia, si no se llama al orden y a la razón, bien poco hay que esperar respecto de la consolidación de sus gobiernos: y un nuevo coloniaje será el patrimonio que leguemos a la posteridad, II-733. Ratificó después: La posteridad no vio jamás un cuadro tan espantoso como el que ofrece la América, más para lo futuro que para lo presente, II-933. Lo peor de todo escribía en 1827 es que mi error se obstina hasta imaginar que no somos capaces de mantener repúblicas, digo más, ni gobiernos constitucionales. La historia lo dirá, II-112. En términos latinoamericanos, la democracia es objeto ahora de un erróneo y tendencioso cuestionamiento. Al desprestigio de la democracia se ha dedicado una variada gama de líderes frustrados y con ansias de trepar por las vías torcidas que ellos esperan les sean más propicias, y a tas cuales llaman novedosas siendo en el fondo los trajinados vericuetos de las manidas autocracias con disfraces de ocasión. La respuesta frontal y franca no debe retardarse. Contrariamente a lo que se propala, una sincera auscultación de la historia, que es pretérito y también presente, nos conduciría, antes que a entonar un réquiem por un muerto que no lo es, a comprometernos en un empeño serio y perseverante de construcción y perfeccionamiento de ese sistema que encarna los anhelos más legítimos y entrañables del hombre americano. La democracia debemos insistir en ello es el régimen del pueblo, de la libertad, de la igualdad de oportunidades para todos, de la alternabilidad, de la ley y de la justicia. Viene de Grecia, donde fue forjada como obra eximia de la inteligencia. Si el Derecho
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Romano era la razón escrita, la teoría política de los griegos dentro de la cual fue concebida la democracia era la razón en ejercicio cívico. Hoy es unánime el reconocimiento a su favor por parte de la determinante mayoría del mundo, casi la totalidad de las naciones, a través de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se exaltan los altísimos valores de esta eminente forma de gobierno. Sin duda que la democracia entraña un esfuerzo exigente. Ella es la instancia superior sobre los otros regímenes políticos. A todos pide el sacrificio de la dedicación, la vigilancia sin pausa, la mayor sinceridad y lealtad. Paga con derechos y garantías, cobra deberes. Mas, pecaría de estrechez mental quien sostuviera que la democracia se reduce a los actos comiciales y a las formalidades del sufragio. La democracia es un contenido, no un esquema mágico, y la eficacia es el título más sólido de su justificación. La democracia es un método todavía sin sustituto aceptable para atender a los imperativos sociales y económicos de una época de transición como la presente; es también un invalorable estilo para la convivencia social y política. Insistimos en que la meta del sistema democrático, en estos decenios cruciales no puede ser nada más que la práctica de la soberanía popular, ni la garantía de las libertades, sino la realización de la justicia y de la igualdad, todo ello dentro de modernas estructuras que no tienen por qué contradecir a la democracia pues, por el contrario, dentro de la libertad que ella patrocina es como mejor se llega a la más adecuada formulación de las mismas y a su adopción. El democrático es el único régimen que a sus bondades específicas suma el tener como acto normal la producción y puesta en marcha inmediata de sus propios correctivos. El bolivarismo de estos años tan próximos al siglo XXI, no puede ser la reproducción textual de los conceptos vertidos por el Libertador hace más de una centuria y media. Bolívar no fundó una religión. No escribió cartillas inmutables ni dogmas para ser seguidos con devoción intransigente o fanatismo miope al pie de la letra. No en balde corren las épocas. Los procedimientos para alcanzar aquellos objetivos de afirmación, objetivos revolucionarios de quien medularmente fue un revolucionario arquitecto y obrero de la transformación de nuestras bases sustantivas, quedan a la elección libérrima de cada pueblo, las fórmulas a cada coyuntura, los medios a cada posibilidad. El contenido sustancial de aquella ideología, siempre al servicio de la independencia de los pueblos americanos y de su unidad, sigue vigente. Pongamos en marcha su concepción de solidaridad, interpretándola y adaptándola al tiempo duro pero fascinante que nos toca vivir. Examinado con criterio de continuidad, el pensamiento de Bolívar ofrece sugerencias lógicas y viables hacia la realización de la unidad continental. En la luz de sus textos se percibe el proceso de búsqueda hacia el encuentro de una fórmula feliz que permita orientar el esfuerzo político. A ello se encamina en una secuencia de alto nivel doctrinario. En tres intervalos simétricos, de dos cuatrienios 1814, 1818 y 1822 descubrimos la solución afortunada de una única nación, matriz plural de nuestros pueblos, sin menoscabo de sus individualidades cooperadoras. De Bolívar viene la enseñanza de que para la unidad no es preciso diluirse. La integración no obliga a renunciar al carácter particular que aporta sana variedad al grupo, previniendo el hastío de lo monótono. Los coros bien acoplados no se forman con voces idénticas. En enero
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de 1814, a través de Muñoz Tébar, el Libertador hace el planteamiento: ¿Por qué la América Meridional no se reuniría bajo un gobierno único y central? Este coloso de poder que debe oponerse a aquel otro coloso, no puede formarse sino de la reunión de toda la América Meridional, bajo un mismo cuerpo de Nación. El 12 de junio de 1818, Bolívar discurre en su famosa nota a Pueyrredón, sobre el pacto americano que formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente al mundo un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones, y la madre de las repúblicas. Cuatro años más, posteriormente, el 8 de enero de 1822, surge la expresión que mejor compendia el deber vigente, Reconstruyamos el proceso evolutivo de la idea: Empezó en nuestra nación, la América Meridional bajo un solo cuerpo político; siguió con la reina de las naciones y madre de las repúblicas; para arribar a la síntesis cabal de una nación de repúblicas. Así dice: El gran día de la América no ha llegado. Hemos expulsado a nuestros opresores, roto las tablas de sus leyes tiránicas y fundado instituciones legítimas: mas todavía nos falta poner el fundamento del pacto social, que debe formar de este mundo una nación de repúblicas. Ninguna duda cabe en torno a cuál sería nuestra situación si este siglo y medio gastado a partir de las inmortales campañas de la libertad hubiera sido rectamente aprovechado. ¿En qué sitio de la felicidad se ubicaría hoy, entre las potencias, a aquel coloso cuya magnitud decía Bolívar la imaginación no puede concebir sin pasmo [y el cual] semejante al Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada? ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una ley y guiada por la antorcha de la libertad? I-619. Este coloso de poder [y es suya la reiteración en el símil de lo gigantesco] no puede formarse, sino de la reunión de toda la América Meridional, bajo un mismo cuerpo de nación, para que un solo Gobierno central pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin, que es el de resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente multiplicándose la mutua cooperación de todos ellos, nos elevarán a la cumbre del Poder y de la prosperidad. Es así como Bolívar concibe a esta América, cuya revolución a juicio de él es nada menos que la esperanza del Universo, II-1195. Situado en esa perspectiva magnífica, Bolívar ve en el Chimborazo pináculo de su Colombia gloriosa la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo, I-881.
LOS SIGNOS DEL PORVENIR Nuestra América tiene una proyección ya comprometida, y un papel magno en el mundo de hoy, deberes de presencia categórica y de fidelidad a su destino. Ello es tanto más obligante cuanto otros continentes también pugnan por elevar sus gentes a la augusta condición de verdaderos hombres, cuando otros pueblos se esfuerzan por erradicar la injusticia, implantar la libertad, afianzar la democracia, fomentar la unidad, impulsar la creación cultural. Para las responsabilidades que nos confiere la historia, tenemos el ejemplo y las palabras que nos legó Bolívar; en su verbo iluminado y franco está la senda a seguir. En sus textos, él lo ha dicho bien, está su alma pintada en el papel, I-
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881, y es ella precisamente la que desde la letra impresa, que a nosotros toca traducir en acción, ha de guiamos. Los actos criticables o discutibles de Bolívar tienen su explicación en el contexto de su tremenda circunstancia. Tuvo defectos, errores y limitaciones como es lo humano y como lo evidencia, además, el relativo fracaso de sus aspiraciones. Pero lo más importante es que nunca incurrió en yerros debidos a voluntad deliberada. Mi conciencia decía no ha participado nunca del error voluntario o de la malicia, aunque por otra parte haya obrado mal y sin acierto. La convicción de mi inocencia me la persuade mi corazón, y este testimonio es para mí el más auténtico, bien que parezca un orgulloso delirio, II1070. Su calidad de dirigente tiene el aval pleno de la historia. Para el futuro sus consejos tienen prioridad. Nuestra América será invencible cuando sus energías no se dispersen, ni sus fuerzas se neutralicen, cuando para la acción diaria tenga la enseñanza del incansable y generoso conductor que por ella se entregó. El Libertador no predica odio ni destrucción, ni sangre ni muerte. Para él, la guerra no debe ser sino para emplearla contra quienes es justa, contra los tiranos. Tan sólo por los sagrados motivos de la justicia, la libertad y la independencia, es noble hacer el sacrificio de la guerra, II-1101. No era partidario Bolívar de la violencia loca y total. Usó de la violencia exigida por la causa revolucionaria. Él nos alerta: la violencia indiscriminada o torpemente orientada destruye a las sociedades en agraz como las nuestras. Bien nos enseña, como arriba recordamos, que aquí la diversidad de origen requiere un pulso infinitamente firme, un tacto infinitamente delicado para manejar esta sociedad heterogénea cuyo complicado artificio se disloca, se divide, se disuelve con la más ligera alteración, II.1141. La grandeza y la certidumbre de Bolívar estriban en su carácter de intérprete y servidor de éste, nuestro mundo. Bolívar es el símbolo de esta América, su voz y su luz. El habla por las generaciones que dieron la existencia por la libertad, por los héroes que no claudicaron en el combate por la justicia, por los hombres todos que fueron fieles a lo que creyeron. Hasta Bolívar llegan los raudales del pretérito y en él se arremansan para convertirse en la fuente energética inmensa que ha de motorizar al porvenir. Ninguno de los que trabajaron y lucharon por América está fuera de él. En él están los símbolos de la resistencia aborigen y africana y de la propia altivez hispana contra el feudalismo y el absolutismo opresivos; en él están los precursores, adelantados en la tarea que él cumpliría; en él están los libertadores todos, los constructores de nuestro hemisferio, los forjadores de su grandeza, artífices del hoy y del mañana. Son todos compatriotas de una patria general, solidarios a través de la vinculación que entre ellos funda un entrañable parentesco; todos amigos son dentro del concepto suyo de que la amistad es el único vínculo que corresponde a hermanos de armas, de empresas y de opinión, I654. En términos de América, asevera el Libertador: Yo he recogido el fruto de todos los servicios de mis compatriotas, parientes y amigos. Yo los he representado a presencia de los hombres; y yo los representaré a presencia de la posteridad, I-1126.
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Tu porvenir Bolívar, son los tiempos canta el poeta. El responde: Nada se hace cuando aún falta que hacer, I-1312. A la espera de pueblos y líderes están sus banderas entusiastas. De soberanía e independencia, no para el aislamiento autárquico ni para el menguado trueque de un imperialismo por otro imperialismo, sino para la afirmación debida, sin hegemonías, con vista a impulsar desde ella la hermandad activa y mutuamente beneficiosa. De unidad, no para agredir ni separar; de unidad para la paz y el desarrollo. De democracia, no para la contemplación de excelencias teóricas ni para frívolo despliegue de formalismos hueros, sino para efectivo ejercicio político, libre y superior. De progreso, no para el ensimismamiento ni el goce egoístas, sino para intercambiar y compartir las obras del amor y la faena propios. De igualdad, no para vengar recónditas frustraciones, ni para solventar ocultas inferioridades, sino para dignificar a los marginados y corregir inaceptables injusticias que no pueden ni deben soportarse más. A siglo y medio de los sueños de Bolívar, centrados en la expectativa de Panamá, sus ideas, su certeza y su fe, empiezan a cuajar en increíbles resultados, con sorprendente alcance práctico. Precisamente sobre Panamá, y sobre el destino de su Canal interoceánico, América Latina en presencia integral y unitaria fue decisiva para la concertación del Tratado Carter-Torrijos (1977) que hace justicia a la ístmica nación y satisface plenamente a la historia de nuestros pueblos. En absoluta paz, con la razón y el derecho, solidariamente respaldada por la comunidad latinoamericana entera, recobró Panamá su canal de las manos de la nación más poderosa de la tierra. La feliz culminación en el empeño por la reivindicación de los derechos de Panamá es prueba estimulante de que el camino cierto es el de la unión. Simón Bolívar es exponente real del hombre americano, producto del intenso y múltiple mestizaje de sangres y culturas, crisol de nuestra América. Es el núcleo vital de la más vigorosa y plena aspiración histórica, nacida en esta parte del globo. Animados por el efluvio de su gloria cierta, debemos mirarnos como él quería, moral, política y geográficamente, nosotros estamos en el centro del Universo y en contacto con todas las naciones; ¿quién puede decir otro tanto? , I-708.
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NOTAS.... [1] El sistema interamericano. Su evolución y función actual. p. 4. [2] Id., Id. [3] Id..p.2.
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