Víctor Hugo Arévalo Jordán
Días extraños
DÍAS EXTRAÑOS
Víctor Hugo Arévalo Jordán
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Arévalo Jordán, ...
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Víctor Hugo Arévalo Jordán
Días extraños
DÍAS EXTRAÑOS
Víctor Hugo Arévalo Jordán
Días extraños
Arévalo Jordán, Víctor Hugo Días extraños - 1ª ed. - Córdoba: Ediciones del Sur, 2005. 88 p ; 21x14 cm ISBN 987-22001-8-1 1. Poesía Argentina. I. Título CDD E861
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede reproducirse, almacenarse o transmitirse de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin la previa autorización escrita por parte del autor.
© 2005, por Víctor Hugo Arévalo Jordán. © Primera edición virtual y en papel, Ediciones del Sur, febrero de 2006. Impreso en Buenos Aires. Hecho el depósito que marca la ley 11723. ISBN 987-22001-8-1 Distribución gratuita. Visítenos y disfrute de más libros gratuitos en: http://www.edicionesdelsur.com
SOBRE EL AUTOR
VÍCTOR HUGO ARÉVALO JORDÁN nació en Cochabamba, Bolivia el 23 de diciembre de 1946. A la edad de cuatro años se trasladó con sus padres a la ciudad de La Paz, donde vivió hasta 1982 cuando, por razones de familia debió residir en la ciudad de Santa Fe, Argentina. Entre 1971 y 1973 se radicó en la costa del pacífico, en Mollendo, Perú. En 1964 (bachiller egresado del santuario de Don Bosco), se inició en teatro, en un taller de los padres Maryknoll, que trabajaba en la Iglesia de San Pedro, con representaciones dominicales de la vida de Cristo, que hacían reflexionar a quienes observaban las escenas religiosas. La máxima reflexión de este grupo fue “Murió por nosotros”, trabajo realizado sobre la vida, obra y milagros del Cristo. Y que posteriormente fuera llevada a escenarios naturales y al coliseo abierto de la Paz, Bolivia. Posteriormente (1965) trabajó con el estudio “Arte Dramático” que se fundó a iniciativa de algunos miembros del Teatro Nacional Popular (TNP), donde desarrolló sus conocimientos sobre este género. Arévalo trabajó con este grupo llevan-
do a escena obras como “Collacocha” del peruano Enrique Solary, “Tres historias para ser contadas” de Oswaldo Dragún; “El canto del cisne” y “El aniversario” de Anton Chéjov; “El loco” de Nikolái Gogol; “El socavón” de Hiber Conteris; “El Diablo se fue al diablo” de Guido Calabi Avaroa; “El cuento del zoo” de Edward Albee; y “La azotea” de Sergio Suares Figueroa. En este periodo “Arte Dramático” presentó en las Primeras Jornadas Julianas (La Paz) “El hombre de sombrero de paja”, con la cual ganó el premio nacional a la mejor presentación, Arévalo Jordán protagonizaba el papel de Margal. Dejó el teatro después de escribir varias obras, entre ellas, “La puerta” y “El Apocalipsis”. Desde esta época, se propuso mantener un perfil bajo, lo que logró hasta el presente. La puerta. Originalmente concebida como novela, fue posteriormente adaptada al teatro y obtuvo un premio nacional en el “Concurso Literario Franz Tamayo”, auspiciado por la Alcaldía Municipal, el año 1968, en La Paz. Esta comedia, reconocida en toda América, tiene un carácter socio-existencialista que trata de sacar a flote los problemas y pasiones de una familia sometida a formulismos educacionales. La obra se estrenó en Lima en el teatro “La Cabaña” por el grupo teatral “Ayar”. En 1973 fue presentada por otro grupo en Santiago de Chile en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional. El golpe de estado los sorprendió, pero lograron salir de Chile. La pieza teatral fue presentada posteriormente en Buenos Aires, por el elenco peruano “Ayar”. Dirigido por Edmundo Tipacti, este grupo presentó varias obras del autor que nos ocupa, entre ellas el “Réquiem”, “Reír”, tanto en Lima (Perú) como en algunas ciudades del Ecuador.
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En la ciudad de Lima fue premiado por el Palais Concert, en mérito al éxito que obtuvieran estas dos obras: La puerta y Réquiem, donde obtuvo el Boletín de Plata, y fue invitado a la ceremonia anual que organizaba Palais Concert para premiar a destacados autores extranjeros. Además de las dos piezas teatrales citadas es autor de otras nueve: “Los inadaptados”, “Semillas en arena”, “El último juego de la última cena”, “El plazo”, “La patética”, “El Apocalipsis”. Continuó contribuyendo con poemas y relatos en la prensa nacional. Los Augures. Una primera versión fue escrita en 1968, cuando Víctor Hugo decidió alejarse del “ruidanal mundo”, y se internó en el agreste altiplano. Trabajaba como profesor rural, en una localidad situada a 4.500 metros de altura, en Umala, a 20 km de “Patacamaya”, una estación ferroviaria de cierta importancia. Una parte de esta monumental obra fue presentada bajo el nombre de “El Apocalipsis” como poesía escenificada en tres partes, en la que había que reunir varias artes como coro, orquesta, ballet y declamación teatral. Se la consideró modernista, dada la influencia de la corriente cultural de los años ’60, que cubría a Perú, Chile, México, Argentina y Haití. El “Apocalipsis” de Arévalo Jordán se constituye en una constante incorporación del eterno al contingente. Y, por otro lado, a la abstracción de las dimensiones de tiempo y espacio que suprimen la perspectiva de los planos y su desplazamiento histórico-mítico, confundidos todos en una súper-realidad, apenas una línea tangencial que delimita lo invisible por lo visible. Pero no se trata del súperrealismo en el sentido de la escuela francesa, hay constante de la fuerza, de la inteligencia y del corazón, deno7
minado el tumulto de las fuentes del subconsciente. Poesía muy de católico, terriblemente consciente del pecado original, que trata de ser purgado con un fulgurante amor por sus semejantes y las cosas de la Creación. Para los años ’70, Arévalo Jordán figuraba en la Bibliografía Nacional Boliviana de Luis Raúl Duran. En 1976, La última sinfonía del mago: El mar de las gaviotas. Poesía. Fue premiada en el X Concurso Anual de Literatura “Franz Tamayo”. El jurado estuvo integrado por Berta A. de Alvéstegui, Yolanda Bedregal, Oscar Cerruto, Oscar Rivera Rodas y Norah Zapata-Grill. Ha dicho su prologuista Carlos Urquizo Sossa: La última sinfonía del mago: El mar de las gaviotas presenta una constante de añoranzas marinas. Su inspiración se remonta en alas de gaviotas, sobre el viento en el desierto, cual si se tratara de un viaje eterno, que renace en la magia del paréntesis y la esperanza, que retorna al vacío de la sombra y la soledad de una muerte que no es tal.
En 1977 publica por sus propios medios Soledad, hoy. Poesía. Periodo en el que alterna con miembros del Grupo “Prisma” de Bolivia, en el que confluyeron notables escritores como Pedro Shimose, Yolanda Bedregal, Guido Calabi, Guido Orias y Julio de la Vega. Estos dos últimos alentaron permanentemente el trabajo de Arévalo Jordán. La columnista de “El diario”, matutino de La Paz, Bolivia, Isabel Muñoz Reyes comenta que: Al iniciarse la vanguardia, coincidiendo más o menos con la segunda guerra mundial, los poetas decidieron revolucionar por completo el sentido de la poesía; ya no se
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trataba de buscar una armonía en el ritmo, una combinación de sonidos buscando la rima, ni siquiera un esfuerzo por embellecer el idioma a base de juegos de palabras e idealización. No es la forma lo que interesa, sino solamente el mensaje que se puede exponer en forma directa y concreta. El lirismo como expresión íntima del corazón, cobra una importancia muy grande, desaparece la idealización de la mujer y el paisaje muestra un realismo severo, casi agresivo. La denuncia social, el tenebrismo y la melancolía, son las armas favoritas de los poetas de vanguardia. Se trata de mostrar al hombre como víctima del ambiente y la soledad. V.H.A.J. ha conseguido con este cambio en el sentido de la poesía, una obra densa, embellecida con una serie de figuras literarias que son dignas de un análisis más severo. Con acertadas palabras, V.H.A.J. da nueva vida a temas muy antiguos como la soledad, la melancolía y el amor. Sus metáforas son límpidas y aunque un poco arriesgadas, embellecen notablemente sus poemas. También el tema de la “muerte” de Dios, de la incomunicación del hombre y su desconsuelo ante un destino sin sentido, está presente en este pequeño libro.
Ha dicho René Pomarino de la Universidad de Salta, Argentina: La poesía de Víctor Hugo Arévalo Jordán se despliega en medio de un ámbito teórico-concreto de la realidad totalizante, reflejándonos de una manera casi mítica la transformación de un mundo conflictivo a un mundo humano. Se observa la identificación plena con la naturaleza recogiendo de ella símbolos y objetos para adecuarlos a una determinada imagen pensante, logrando así una definición más concreta de su vivencia con la experiencia crítica. Como producción humana es poesía, es creación y es una confesión íntima que tiene caracteres universales y
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nos hace ver que el cosmos en directa relación con el actuar del hombre, guarda signos de dolor al encontrarse impotente en su soledad y sujeto a las transformaciones naturales. Su poesía es objetiva, una posición realista; pero el horizonte en cuya dirección se proyecta el núcleo de su concepción es necesariamente filosófico; por la sencilla razón de que no se capta de inmediato su manifestación si no es acomodándose en una posición dialéctico-reflexiva entre el sentir humano y su naturaleza. En suma, la presente obra constituye un gran aporte al lenguaje literario y al entendimiento de la filosofía poética sobre todo al empleo de nuevas formas de expresión y consiguientemente a nuevas concepciones de carácter ontológico.
En 1978 sale a la luz La noche de los elegidos. Ha dicho Virginia Reyes, periodista de “El diario”, de La Paz, Bolivia: Es una pequeña obra de tipo alegórico. Todos los elementos en juego son simbólicos. Los dos protagonistas, Runa Sua y Luntata, son los dos aspectos del alma del hombre. Runa Sua es el lado negativo, el odio, el rencor, el egoísmo; en tanto que Luntata representa al amor, a la sensibilidad espiritual. El tema central, la disputa por el fuego, es la lucha perenne que sostiene el hombre en cada minuto crítico de su vida. Como leitmotiv se habla de “la noche de los elegidos” y el ladrón de almas no puede ser otro que Cristo. Con esto ha conseguido una obra de fondo alegórico semejante a las “Moralidades” de la Alta Edad Media, pero adaptada a nuestras costumbres y a nuestro lenguaje.
En 1982, publica Geometrías del dolor, en Santa Fe, Argentina. Las geometrías del dolor se estructuran en tres partes. En la primera de ellas el poeta parte de las geometrías del pasado, accediendo al juego de los recuer10
dos en un viaje de ida y vuelta. En esos recuerdos subyace lo ancestral identificado en la sombra materna, donde fugacidad y eternidad permiten el despertar angelical, que posibilita la interpretación de la oscuridad de las sombras, a través del temor que ellas engendran. El temor se corporiza en el temor hacia esas sombras, disipadas a partir del juego concéntrico de una taza blanca de café, donde paisaje, jardín y gato muerto necesitan ser consolados. Cielo y mundo. Mundo y cielo intercambian elementos: nube blanca, verde e inocencia. La amistad, el amor, la vida y la creación. En las nuevas geometrías la culpa de la existencia y el tiempo se amontonan, siendo sólo liberados por la existencia del amor. En la fisiología de las geometrías el poeta se reencuentra consigo mismo y con la soledad del mundo, la nada y el tiempo. En 1985 se lo ve acompañando a Luis Di Filippo, junto a Edgardo Pesante, Adrián Escudero, Catalina Pistone, Nilda Vincentín y otros, conformando la Comisión Directiva de la Asociación de Escritores de Santa Fe. En 1989 se edita definitivamente Génesis. La prologuista María Isabel Copes dice con referencia a Génesis: Estamos ante un nuevo poema de la Creación: en parte síntesis de todas las cosmogonías, las imágenes dominantes devienen de los mitos indoamericanos. También está presente la moderna cosmogonía de la ciencia a través de su terminología específica, amalgamándose sin riesgos de disonancia con los nombres sagrados de todos los dioses de los orígenes más predominantes de la actualidad. El trabajo es un resultado del conocimiento intelectual y de la compenetración emocional con los valores de las
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tradiciones más antiguas y arraigadas, de los pueblos que han dado la matriz de las actuales culturas. Nos encontramos con un universalismo de nuevo cuño, en el que la cosmogonía de las ciencias adquiere una nueva dimensión existencial, transformándose ella misma en un nuevo mito de Creación, en el que anida también la destrucción, como en todos los mitos fun-dacionales de las antiguas civilizaciones, como en un moderno mito fundacional de nuestra actual civilización.
En 1991 el Banco BICA imprime una plaqueta con poemas de Arévalo Jordán, acompañado de Danilo Doyharzabal, Belkis Escudero, y Alba Yobe de Abalo. En 1992 la Asociación Cultural Maya publica Recuerdos y silencios, en Santa Fe, Argentina. La prologuista Nora Didier de Iungman ha dicho: El poeta es aquel que no ha olvidado lo que es sentir, y su poesía es aquella que produce una emoción clara; en ella vale el término de Paul Valery “sensación de universo”. Ahondar el discurso lírico es, entonces, sentir su sentido, porque la palabra poética encamina a sus receptores hacia las sensaciones, las emociones, la conmoción estética, una especie de relámpago que se desliza sinuoso, a lo largo del hábeas poético.
En 1993, sale a la luz Testimonio. Poesía. Auspiciado por la Asociación Cultural San Jerónimo. Se presentó esta obra en la IV Feria Santafesina del Libro. En esa ocasión dijo Adrián Néstor Escudero: Testimonio es la renovada epopeya del Hombre que, asumido como semilla de cruz, batalla y libra el buen combate en las fronteras de su propio espacio-tiempo. “Siglo veinte, siglo veinte, viviendo en una sola noche/ desde el nacimiento hasta el fin”, sin perder la fe, ni la esperanza ni
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la generosidad en su trato con los semejantes, confiado en que la misericordia del Creador también se renueva eternamente, en un diciembre sin tiempo, sin edad...
Todos estos años, se han realizado segundas y hasta terceras ediciones de estos libros. EL EDITOR
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PRÓLOGO
“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.” FRANCOIS MAURIAC
ESTA obra de Víctor Hugo Arévalo Jordán, surge desde la evocación, evocación del ayer, de la muerte como un irse por decisión propia, no personal sino de un ser tan sagrado como es la Mujer —y esto nos trae a colación un poema publicado en 1977, “Piedra Húmeda” dedicado a una mujer-amiga. Ante esta decisión el poeta re-nace, nace de nuevo, pero ahora sin el apoyo de la Mujer, maternal a veces, por eso nos dice “nuevamente abrí los ojos”, porque con ella los abrió por vez primera, ahora lo hace solo y el espectáculo es otro, sólo es congoja, angustia, anhelo de pasado... Es “profunda emoción recordar el ayer”... La muerte es para el poeta una partida, un irse con un deseo ferviente de los que pisan aún la tierra, “llegar” a la Gran Casa... Casa Eterna, lugar al que partimos apenas nacemos, porque nacer, es empezar a morir, es comenzar a irnos cada día sin saberlo, a irnos cargando en nuestro bolso, nuestras obras, y nuestra magia, para dejar en la partida definitiva, el dolor del ya no estar, del
ser solo un recuerdo que a veces carcome, un silencio que despliega ausencias, imágenes, sensaciones, olores y abandono... Abandono... Cuando cae la tarde Cuando muere el día Cuando reina el misterio... Es un viaje hacia “el secreto del ser uno mismo” y es un deseo “qué bueno sería llegar hoy/a la Casa de los Misterios”, especialmente si el viaje es de ese maravilloso ser que a través de los años se cubre para nosotros de anhelos inmortales... Imagen de mujer, que encierra un mundo seguro, sin límites, ni riesgos... Mujer que para el poeta es: ...sonrisa de nubes olvidadas... ... Alegría... ...Manos blancas y delgadas que sujetan tu ternura... La muerte es una partida, un viaje sin equipaje, viaje del alma: Tu equipaje, casi nada, tu costumbre, sólo tu alma empaquetada bajo el brazo frágil, fino y suave, y tu escándalo de luces y sombras y tus pasos de concierto, casi nada. Viaje en el que nadie puede acompañarte, único lugar al que uno parte solo. Extraña realidad del ser: * Para concebir se necesitan dos, uno es concebido acompañado (naturalmente por supuesto), donde ella, la mujer-madre es indispensable.
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* Se gesta el nuevo ser en ella, que presta su cavidad, su vida. En ella mujer-madre, que brinda amor, paciencia, su todo y por sobre todo su compañía. * Se nace por ella a pesar de su dolor, castigo bíblico. En ese momento también somos dos que pujamos hacia la vida. * Se comienza el camino de su mano, mano extendida que acompaña, que guía, que educa. Ella siempre está y sigue estando, a pesar de que a medida que crecemos, muchas veces, por los avatares de la vida, nos separamos, pero buscamos otros seres, otros pares para desandar al destino, pero morimos solos, tan solos, pero tan solos que me hacen darle la razón al viejo Bécquer “qué solos se quedan los muertos”... solos para dejar de ser ya realidad y habitar desde ese mismo momento el mundo de la historia personal de quien gestaste, de quien pariste, de quien amaste, de quien criaste, y de a poco transformarte en mito: Y no es tan fácil que te vayas cuando cada uno de nosotros, todos tenemos solo la culpa de ser, como una ley escondida, sonoridad que nos relatan tu historia, mitad realidad, ahora, mitad mito. Viaje voluntario que nos espera a todos, viaje en el que llegamos a las insondables regiones de ser tan solo un recuerdo que a veces se desarma en imagen para rearmarse en sepia: si por lo menos, pudiera volver a tu sonrisa... rostro latente, y tanta alegría en tus ojos que ha llegado a mi locura,
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muere la melancolía del crepúsculo en tu recuerdo... Decisión-consuelo de los que quedan, de los que esperan algún día seguir y despegar hacia el recuerdo, con la esperanza solo de quedar en alguien... ...tú te quedaste a vivir entre nosotros, todos, para siempre, será por eso que nunca te despediste... De permanecer... Mujer-madre, que eres símbolo de lo eterno, de la vida, que eres hacedora de milagrosas caricias, de sabores ocultos, para Arévalo eres: Mujer nacida del agua, piel sensible, caricia de lágrima, risa que suena a pan casero, silencio marmóreo. Piel casera con llanto de lluvias perpetuas... Eres todo lo que encierra la palabra madre, cuando arriba en la barca a la frontera del mito, más allá de la muerte, más acá del olvido eres MUJER-MADRE: ...Solo madre porque cuidaste de nosotros, todos y como lo hacen los buenos, tu imagen antes de pasar al recuerdo, cambió, el milagro se produjo porque te quedaste a vivir entre nosotros, todos para siempre... Reiteradas palabras que reflejan el golpe de la muerte... “Cuando te fuiste yo estaba/en otra cosa”, golpe que sacude, que se transforma en descubridor, en conquista
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dolorosa de la pérdida que a veces muele los principios, que desequilibra la fe: Y cuando te fuiste me pregunté si estabas ante Dios? quién era? cómo era? Ninguna voz, nada, supe entonces que estabas muy lejos. Y descubrimos allí que solo quedan las palabras, para vomitar dolor, que muchas veces, de tan dolorosas se transforman en silencio: No existe nada antes de ser hablado, solo la lengua crea cuando genera y pronuncia la palabra y me quedó mi largo silencio que lo guardé como si se tratara de un recuerdo muy preciado, a veces lo saco a tomar un poco de aire a este recuerdo indeleble, cada vez más indeleble aun, mi largo silencio. Porque solo nos tenemos a nosotros mismos, porque ahora hemos pedido el “cordón”, la guía y tratamos de recuperar la imagen, la fragancia, los sueños, los ecos y mantener viva a pesar de la memoria, corta y huidiza, de la oscuridad terrosa y el dolor, el recuerdo de ese rostro, que no volveremos a encontrar en ninguna esquina, ni en ninguna calle, que solo habita mi imaginario, a pesar del dolor real de haberte dejado en la tierra “haciendo esfuerzos para que no se borre”, tu cara, tus manos de mi retina... Pérdida, dolor, desamparo que sólo es de uno, porque esto no se puede compartir, dolor que como gota que horada la piedra de a poco se transforma en soledad, has-
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ta convertirse en orfandad... Orfandad que alberga un deseo imposible: Pero algún día despertaremos y tú estarás como todas las madres que esperan a todos sus hijos antes de reunirse con el creador de todo.
CLAUDIA SUPPO Enero 2005
ÍNDICE
Sobre el autor ............................................................ 5 Prólogo por Claudia Suppo .......................................... 14 Días extraños ............................................................ 21
DÍAS EXTRAÑOS
Qué profunda emoción Recordar el ayer… CHARLES AZNAVOUR
I
Yo estaba en otra cosa cuando A mediados de diciembre y de sorpresa Tomaste decisión propia, tu costumbre, Optaste por no respirar, y te fuiste, Como si fuera posible, solo cerrar los ojos Entrar en el silencio tenue de la tarde En pleno verano, y terminar, como si nada Hubiera pasado, mujer de blanca piel y Ojos de cielo, esos eternos ojos de cielo Que no dejan nunca de mirarme.
II
Nuevamente abrí los ojos, Encendí la mañana; pero... Este retrato de las 7 a.m. Más bien parece un bodegón Pintado fuera de tiempo y lugar, Paisaje de naturaleza abandonada Horizonte como siempre dibujado De un solo trazo tembloroso, Nube, cielo, solo monotonía Gris, no me ayuda en mi congoja, No, y me pregunto angustiado ¡Y ahora qué? Con este autorretrato Cambiado con los años continuos Luz a mi derecha, sombras a mi izquierda Y este ser que se me muestra Justo ahora, luz a la derecha Del retrato de las 7.10 a.m. Sin afeitar Aun, si, y ahora qué, tú empezaste
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Este mi sueño, que continuará Para siempre, y nuevamente Pregunto si no fue ya suficiente Todo lo que hice en el pasado?
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III
Yo estaba en otra cosa cuando Tomaste decisión propia y partiste: Optaste por irte y ni remedio queda, Pero qué bueno sería, que puedas llegar, Hoy, a tu destino seguro, la Gran Casa Aquella que apenas vislumbramos, En sueños, y pensamos que ahí, justo, Habitan los misterios, todos: De la vida, de la luz, de mis cantos. Hoy es tierra, hoy es piedra, Mañana es nube y nuevamente La lluvia, remojará mis vestiduras, Como nos mojaba juntos cada vez Que corríamos engreídos de ser Libres bajo el temporal, Desesperados y creídos, los dos, Solo los dos, nadie más,
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Estaré hecho sopa; pero, Al menos se lavará mi congoja, Ilusión, eso dicen, pero creo Más bien, que hoy, no estoy aquí, Por eso nadie percibe, este dolor.
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IV
Pero qué bueno sería que pudieras llegar, Y entrar por el Gran Portal, ese mismo Que dibujamos en silencio, a diario; Tendrás que mostrar, (supongo, Porque así lo dicen las escrituras De nuestros antepasados), Prueba infalible de tu ser divino, Restos y recuerdos de vida, pegados Todos, en las suelas de tus sandalias, Si el solo hecho de nacer Te da derecho a la Eternidad. De tu bolso sacarás tus obras, será magia, Magia divina, espero que estés preparada, De lo contrario, curiosa, de puntillas, Tendrías que entrar susceptible Por los vestíbulos del viento,
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Y hablando bajito, muy quedo, tendrás que cruzar Por mis paisajes sonoros y penumbras Grises.
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V
Te convertiste en un frágil recuerdo Que partiendo de ti, vuelve a ti: Formando círculos todos los días, Indefinidamente, Hasta encontrar tu cielo, Me regalaste sin querer, así, Todos los caminos, Los senderos envejecidos. Pero eso sí, me quede huyendo Por rincones conocidos, Comunes para los dos, Y resoplando del cansancio, De tanto buscarte en las sombras, Me encierro en la muralla verde del bosque Erguido, que duerme, lo mismo Que cuando tú no estás,
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¿Por qué tanto silencio? Hoy Si solo faltas tú y nadie mas. ¿Es tu presencia o mi ausencia? Son Esos rincones de hongos, miedos y misterios, De animales agazapados en la duda. Como una visión de santos. Este sendero de jungla, Trazado a pie hollado, Sin saber nada de los días, Días sin nombre son, Ni del tiempo de vida, solo Encogido en mi grito sin respuesta.
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VI
Hoy las nubes juegan a la altura De tus manos batientes y habladoras, Henchidas ellas, pletórica tú. No es nada. Es solo este pueblo, Estas calles con naranjos. Estos jardines que pretenden linajes nobles. Es solo este silencio de calles abandonadas. Es mi dolor compartido en la vida, y la lluvia, Es permanente, lejos del mundo, Es solo hondura del ser, de sueños Débiles como todos mis sueños Porque nunca son realidad. Cada sueño es solo esperanza
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Como cediendo a la vida misma Para no sentir su dureza a pleno, Soñamos alegrías dibujadas Para reírnos de algo, Para descomprimirnos el corazón. Todo esto es solo un retrato, un bodegón Todo esto es solo hastío a las 7.30 a.m. De todas las mañanas Cuando tomando precauciones Abro los ojos y los vuelvo a cerrar Para no ser atropellado por tantas cosas Del día, ya sin tu presencia, Bodegón abandonado en un rincón Oscuro, ni siquiera colgado De la pared blanca de los recuerdos, Solo en estos tiempos, cuando La tierra se transforma inhóspita Solo para los enfermos de soledad.
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VII
Tomaste decisión propia y partiste: En el silencio de la tarde, Cerca del Ángelus, que tanto te intrigaba —Porque callaban las aves A esa hora, —y cual ave mía Te callaste, te fuiste Hacia el secreto del ser uno mismo, Ay qué oscura belleza De nuestro propio misterio. Piel y resuello, el que habla, nunca está, Solo escondido en la sombra, meditando, Por si los truenos, la espiga, El lecho como concha gigante, El augurio. Todo esto es cuestionable Incluso la cataclismal existencia tuya O mía; Trémulo tañido de campanas, ecos en el aire,
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Sin fuerzas para seguir adelante, Quedan los campos amarillos, consumados, Invernales espacios del bosque, en fin, Qué bueno sería, que puedas llegar hoy A la Casa de los Misterios.
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VIII
Tomaste decisión propia y partiste: Antes de diciembre, tus ojos Mirones, eran de color cielo, hoy El cielo tomó el color de tus ojos, mirones. Mujer tus ojos, mirones, Siempre atentos, mirada dulce Que nunca me abandona, fidelidad, Como el bosque compacto, mudo, Destellos inciertos en la retina, En la luz celeste de tu mirar, Rocío matinal, sorprendida a veces, Tú, con los brazos cruzados En tu mundo, como esperando Una sonrisa. Mujer, hoy, transmutas Por si fuiste vestida de costumbres Tu alma se abrió, prenda a prenda, y
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Perdí mucho de mi, casi todo te lo di, Como se da al amigo, confidente Paciente de nuestras cuitas, Y qué armonías de la creación, sombras, Qué de músicas ocultas, luces, destellos, Y tesoros escondidos tenuemente Debajo de tus costumbres... La única culpa que arrastramos es la del Ser. Amé en silencio tu verdad.
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IX
Si solo era una vida, en curso, Que se desarrollaba, gota a gota, Y los días transcurrían, como si nada Palabra a palabra, como frases Que no concluyen nunca sobre todo Cuando no se dice nada, al respecto, Tú jugando con tu destino, siempre, Respirabas cada vez menos, probando Tu propio aire, ahorrando vida Cada día un poco menos, delicada Probando tu eternidad, de a sorbos, Poco a poco, y nunca nos decías nada; Que te volvías inmortal, solo intuías Que nosotros lo sabíamos, intuíamos, todos, En silencio, que tú lo sabías Que cada día eras más inmortal. 38
X
Qué grillo tan obstinado aquel. Oculto en algún secreto de hojas diferentes. Quietud de laguna en el horizonte, Aun en tu recuerdo lleno de rocas, Escondrijos y alacranes Perdidos en los ojos de la oscuridad Cantando mi silencio y tu imagen, real, El viento y el grillo y la laguna, quietud, Serenidad con música monótona sin sonrisa. Sonando el violín solitario por el camino De las estrellas, sin poder ser substituidos Nuestros anhelos de las manos, con tu sonrisa De nubes olvidadas, En los días conocidos De tu collar; con tanta bulla Perdida por ahí. Es que las olas son hoy tan diferentes Apenas aguas que se acuerdan de danzar 39
Idas y venidas, idas y venidas Idas de mi alegría y venidas tu alegría Y es que tus ojos tenían ya un mirar triste Lo mismo que una impresión sensible, Marioneta de las manos blancas y delgadas Que sujetan tu ternura, Tu tiempo y mis sueños Ya tan lejos... De las aguas Y, qué obstinado aquel grillo.
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XI
No me dijiste que te ibas, solo Tomaste tu camino solitario y sola, Tomaste tu equipaje, casi nada, Tus costumbres, Solo tu alma empaquetada Bajo el brazo frágil, fino y suave, Y Tu escándalo de luces y sombras, Tus pasos de concierto, casi nada. Yo que pensé que podía Enseñarte cómo cruzar la barca, Pero te fuiste primero, tomé En mis brazos las primaveras, Y el misterio de cada alba fue inmenso Como un vuelo de campanarios floridos, Y cada nueve días, obligados
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Soplaron los vientos sobre las cuevas Y escuchamos los lamentos cavernosos. Yo que pensé que podía enseñarte Cómo cruzar la barca, pero te fuiste Primero, tú, gran luz, amiga dilecta, Las águilas te llevarán mi mensaje, Siempre, Y en la noche sembrarán los astutos. Entonces, estaré en posesión de alguna cosa Que no se pueda encontrar, nunca, Estaré en posesión de nada, todo De lo que se puede encontrar. Nunca.
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XII
Los objetos no oscuros del deseo Se desplazan silenciosos en su horario Extendiéndose siempre más allá Del modo en que las cosas se curan; Te despojaste sin pena, ni canto, Ni pausa, de las prendas de la vida, Sé que lloraste en tu soledad, segura De no ser escuchada ni comprendida, Cuando la realidad te quitó impaciente Tus saladas lágrimas, optaste por irte, Sin despedirte siquiera, tus tiempos Se hicieron temporales, no habría ya Forma de convencer tu retorno, Si cada día eras más inmortal y lo sabías. Y no es tan fácil que te vayas Cuando cada uno de nosotros, todos, Tenemos solo la culpa de ser, como
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Una ley escondida, sonoridad Que nos relatan tu historia, mitad Realidad, ahora, mitad mito.
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XIII
Vientos nuevos para antiguos recuerdos, Se caen los días que ya tienen nombre, Precipitándose por las horas discontinuas Hacia los límites del cansancio, sueño Buscando la hora escondida, del reposo. ¿Por qué te fuiste al fondo del tiempo Reclamando cada minuto olvidado En aquellos atardeceres amables En que no podíamos ver el paisaje gris Porque éramos los protagonistas Del aire, del fuego, del agua, Menos de la tierra que hoy te cubre? Cómo explicarnos a nosotros, todos, Que no era necesario que fueras Tan lejos, pero que en este aquí, Ningún sitio, habían agotado recursos
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Entonces te fuiste voluntaria, sin Decir adiós siquiera, y no era un adiós Sino un hasta pronto a nosotros, todos.
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XIV
Tu rostro llenó mi ambiente, contigo, El río, las criaturas y la cosecha trigal, Cubrían mis ojos somnolientos. Anochece, ahora que vemos jugar A las estrellas, tomando ritmo candente Siempre en mi pensamiento tu imagen Diálogo de dos que parece monólogo Y los sueños que no se desvanecen. Si Por lo menos, Pudiera volver A tu sonrisa... Rostro latente, Y tanta alegría en tus ojos Que ha llegado mi locura,
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Muere la melancolía del crepúsculo En tu recuerdo. Si por lo menos Pudiera repetir la noche... Olvidada Tomaste por descuido tu tiempo Y te lo llevaste, así de sorpresa, Te llevaste tu fuego como pañuelo, Tus arrullos, tus manos acariciantes, Manos sanadoras, te llevaste en silencio Tus chaparrones y mis aguaceros fríos Todo lo que nos sofocaba te llevaste, Incluso, las mordeduras del destino.
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XV
Apoyamos entonces las cabezas Sobre cenizas que dispersa el viento, Nuestras manos cerraron heridas allí Donde goteaban podredumbres, las horas Se consumían en el silencio de la felicidad, Apoyamos las manos entrelazadas mientras Veíamos pasar al país de los amorfos, Bebíamos de las tempestades por los ojos Escuchábamos aullidos de los hombres, Vimos al país de las aguas al Este Y al Oeste, aquí, presencia bíblica Del Edén, ahogándonos sobre nuestra carne, Abriendo a diario caminos del verbo Conjugando palabra por palabra. ¿Por qué tomaste por fondo el tiempo?
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XVI
Me avisaron por teléfono que Te fuiste sin decir mucho, eras De pocas palabras, cohibida A veces, pero nunca cobarde. Virtud. De tal suerte mi silencio retornó A mi interior, como algo encerrado En una caja, paredes de granito sacralizado, Soñando a cada instante con el exterior Como hoy y como tantos ayeres, Como tantos silencios compartidos Con la roca y acumulados en mi olvido Como si no pasara nada, solo inviernos, Tacto áspero de roca, pesadumbre De destino escogido, suerte ambulando Su soledad sin poder ser ya aquel Ser que busca la comprensión Del ruido, la ilusión mundana 50
Con perfiles de agonía, vana esperanza Teniendo las ansias encadenadas; De tal suerte mi silencio, retorna Cada día más adentro, a mi interior. Estabas tan segura tú, de tu alma, Que cada día pertenecías más al porvenir, Lo recordabas a diario y te fuiste. No me dijiste adiós, no obstante que sabías Que te ibas, pero al final. La paradoja, Que fue tu vida, inventada, para Consuelo de tontos. Tú te quedaste A vivir entre nosotros, todos, Para siempre, será por eso Que nunca te despediste, mujer nieve...
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XVII
Yo creo que estabas molesta De conocer tu abismo y Optaste por pasar la frontera. Mujer nacida del agua, Piel sensible, caricia de lágrima, Risa que suena a pan casero, Silencio marmóreo, piel casera Con llantos de lluvias perpetuas, Mujer con dulces agonías En la penumbra, con noches Y días de horas masticadas, Amor de sorpresas que se cubre De polvo, sol y viento, Historias de porteños, silenciosas, Sepultadas en el olvido,
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Bebiendo aguas del pasado Estremecimientos fríos de edades, Sombra y luz, oscuridad De donde nacen los colores, Misterios de la ciudad, de la raza, Mujer nacida del agua.
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XVIII
Tenemos restos adheridos, de vida En la suelas de las sandalias, Caminamos juntos, hasta que optaste Por partir sola y me dejaste consumir Mi vida solitaria, gota por gota, Palabra por palabra, hasta conjugar Mi verbo y mi tiempo. Es como un hechizo, Lo sé, magnificencia de la luz, grito De aves alegres desparramadas En los árboles, despertando A los hijos del sol, de la luna Del viento Del manzano Del pino De la higuera De la hierba Que trasmutan las esperanzas en luz.
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XIX
Es como un hechizo, lo sé, Permaneces despierta toda la vida Cuando caes en el influjo, de la luz, Aquella que te hace inmortal, Nada a medias, simple tu amor. Permaneces con los ojos atentos Toda la vida, ojos de cielo, Es como un hechizo, lo sé Penumbra que se expande en los horizontes Sobre las planicies solitarias de tu cuerpo, Iluminadas curvaturas de tu torso desnudo, Aúllan las perezas con ronqueras De filosofía, Buscan las sombras sus glorias De sal. Recuerdos del retorno Donde ceden las oscuridades
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Y no hay clamor que se oiga En estas calles de sauces y naranjos Que las caminaste y te devoraste Solitaria tus noches de sombras Y cuando te fuiste me pregunté ¿Si estás ante Él? ¿Quién es? ¿Cómo es? Ninguna voz, nada, Supe entonces que estabas muy lejos, ¿Estabas presente en las piedras animadas Del origen? Y se hacen grandes cosas, Nos predicen y nos enferman, Nos curan según los méritos. No existe nada antes de ser hablado, ¡¡¡Solo la lengua crea Cuando genera y pronuncia la palabra!!! Y me quedó mi largo silencio Que guardé como si se tratara De un recuerdo muy preciado, a veces Lo saco a tomar un poco de aire A este recuerdo indeleble, cada vez Más indeleble aún, mi largo silencio. Es como un hechizo, lo sé, Al influjo de la oscuridad Donde se espera ansioso a la luz.
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XX
Yo estaba en otra cosa cuando De pronto, lloramos todos, aun Sin saber a ciencia cierta De qué se trataba, solo lloramos, todos, Hasta que la realidad nos quitó las lágrimas Y tú ya te habías ido, éramos pocos, Todos. Y tú ya no eres sombra Solo sueño que todos soñamos. Ya no eres viento, solo Madre Porque cuidaste de nosotros, todos y Vimos cómo en tu sudario te transformaste, Como lo hacen los buenos, tu imagen Antes de pasar al recuerdo, cambio, El milagro se produjo porque te quedaste A vivir entre nosotros, todos, para siempre Será por eso que nunca me dijiste 57
Adiós, con esa voz humana, grave, suave, Te busqué y ya no estabas, porque Cuando te fuiste yo estaba En otra cosa, y con calor de verano, Y volví a buscarte y solo escuchaba El eco de mis zapatos cuando caminaba, Los latidos de mi corazón cuando me detenía.
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XXI
Quizá un tiempo antes, cuando Lo tomaste por descuido (tu tiempo) Habías tejido esta telaraña de silencios Amontonados en las tardes tenues, Lánguidas como las sábanas blancas Que al final fueron tu sudario. Ausencia. Cuando te fuiste, solo me quedó El diálogo quebrado, de mi voz, Con tus ecos desparramados, en mi recuerdo. Yo sabía que me quedaba solo Por eso anduve entre tus naranjos y sauces Por si habría quedado algo de tu fragancia, Recogí algunos de tus sueños también, Dejé que otros, más miserables, se ocupen De tus cosas materiales, ahora tengo Tus fragancias, tus ecos y tus sueños, Vives, siempre vives, siempre estás, Siempre resuenan tus ecos y siempre 59
Sueño tus sueños, con tu fragancia Desparramada en los recovecos secretos En la memoria de mis silencios. Tus ojos llenaron mi vacío, luz, Como el amanecer llena mi oscuridad, Ocurre que tu triste mirar llenaba Mi silencio, como el sol que cubre Las brumas del amanecer. Podría La vida ser más vida, Más silencioso El amor, y las voces solo rumores apagados, Secretos románticos y mujeriles Más virgen y pudorosa que nunca, tú, Que contemplaste mis amaneceres, Que te asombraste con el rocío, Con el horizonte sin fin, tú, Esparcida en los sueños, de todos, Dueña de los pensamientos, de todos, Pisando el mismo andén, pie desnudo, De las cuatro estaciones, Con las mismas esperas cotidianas Preguntando a diario al cielo Sin hablar, Que estamos ahí. Podría ser. Si.
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XXII
Tú más que nadie lo sabías que la flor Abre feliz sus pétalos al sol que amabas, Hechizada, pero ante la inercia del tiempo Del atardecer, que enloquece adormecido, Optaste partir sin adioses. Tú querías Venir de arriba, no comprendes todavía Que la rosa no desespera su soledad De crecimiento, su agonía de florecer. Mujer de mis pupilas, escóndete bajo La sombra gris de los gorriones y Escucha el melódico lamento de la flor Cuando se abre al sol que hiere su corazón. ¿Dónde estaba tu frontera?, ¿dónde la mía? ¿Coincidiremos más allá, no encontraremos? No lo sé, aún no es tiempo de partir, Y hasta quizá vuelvas como las flores.
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XXIII
Yo estaba en otra cosa cuando La noticia fue temible, reservada A solitarios que vagan por el mundo, Como yo, que escuché, que tomaste Tu decisión propia y te fuiste Después de haber amado, con ese Amor tan bueno, que era solo tuyo. Hoy después de tanto buscar, Llueve en mi interior, mojando recuerdos Como cuando tomados de la lluvia Buscamos ateridos protegernos Persiguiendo sueños olvidados Por Dios, en el pasado. En algún rincón olvidado del alma, Perdidas entre imágenes y colores inquietos Habitan las figuras flotantes del recuerdo.
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Danzan las formas con pasos furtivos, Sin tiempo, ni ritmo, ni música Como en los viejos sueños Las tristes figuras del ayer, Tan relativo puede ser el pasado, Fueron realidad. Del recuerdo nace hoy Mi canto, presto atención a mis misterios, Arpegios sonoros no entonados aún, Diluidos en el inconsciente divino Del ser. Cantares de los jueves míos. Y mañana olvido, futuro incierto, Pueden ser tuyas todas las mañanas De los jueves, que son míos En algún rincón olvidado del alma.
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XXIV
El mal no viene al acaso y esto Era una demostración palpable Del tiempo ese que no recuerdo, Porque es hoy eterno, con cielo Con luna, y con sol, con nube y Dios? ¿Lo viste? Cuenta ¿cómo es? Estaba en otra cosa cuando Las campanas tañeron a melancolía Escuchaba al viento Y la sombra fue sombra Como las horas cercanas al crepúsculo, Cuando las sombras se acuestan En el horizonte, y el gemido Fue solo silencio, ni aves Ni hermanos bulliciosos.
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XXV
Se palpaba el silencio Soledad apretujada en el paisaje: Silencio Llovizna Soledad, Las montañas maduran con la soledad Los altiplanos se yerguen. Se insinúan las malezas Se inspiran los solitarios caminos Se moldean las rocas Se ilumina el infinito Y el gemido se hace sonoridad Amanecer no esperado Crepúsculo no anunciado. El misterio del alba canta En el concierto de rocas manzanas Al borde del río, canto de vientos
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Que cruza el cañón del lecho, ecos, Hasta que de pronto nace el horizonte En la mano de la creación Que levanta nuevamente Entre fuegos de luces y luces Sobre el horizonte, De luces y sombras que se estiran, Bajo el horizonte. Flores cultivadas del jardín eterno Camino de nómadas, Todo fuego bueno crepita Cuando arde a favor del bien.
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XXVI
No estabas para refrescarme con tu aliento, Ni para amainar al viento, ni en la lluvia Para mojarnos juntos, hasta ahogarnos, no, Te llevamos a un campo, verde, Solitario y santo Eso si, me acuerdo del día ese, Estuve mucho tiempo Al lado tuyo, cubierta tú de sábanas, Cuerpo desnudo, Pudorosa siempre, charlamos mucho tiempo En silencio, tú al fin serena, tan serena Que no me dejabas llorar a gusto, el día Que te llevaron, El sol se escondía de mi pena, Me mordí la lengua, El alma y los ojos y aun así Lloré más mi soledad y Lloré tu ausencia y continúo
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Escuchando mis latidos Haciendo esfuerzos porque no se borre Tu imagen, tu voz, tu gesto De mi recuerdo, no olvido tu andar, Y todos tus movimientos, ni tu mirar Fueron muy lindos años mientras Dios Preparaba el terreno para llevarte. Tanta delicadeza, en esta vida Que toda flor se fractura Con el viento. El alma se llena de flores Fracturadas, una a una, Sin explicación alguna, Sin prisa de alarma, Sin suerte, Eternidad averiada.
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XXVII
Puedo decir que me senté al lado Del muro cruel, para lamentar en silencio Cuando tú ya no estabas para Preguntar ansiosa, ¿qué me pasa? Y no, no había quién me preguntara Qué me pasaba y el muro fue Más muro y cruel que nunca.
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XXVIII
Persiste en mi memoria tu recuerdo, Otra cosa, Como esquivando, cuando en tu lecho La blancura del sudario envidiaba tu albor, Tez blanca, ojos de cielo, ay de mí, que Nuevamente peregrino solo, recordando Que tuve mucho que ver contigo, que Discutimos como almas gemelas Sobre el tiempo, el pasado, la lluvia, Dios, la mujer Eva, el hombre Adán y Sobre todo el tiempo, tan efímero, Corto y precioso, vimos la nada Vimos el sol, la tarde tenue como aquella Que optaste por irte sin decir nada, Vimos el agua, ah, el agua te brotaba De los poros tus ansias de aguas juguetonas.
Adormecida, balbuciente, cae gota a gota Sobre los campos verdes, la llovizna, Penumbra fresca que humedece tus cabellos Y mi barba, brillos a ratos, como respuestas A tanta pregunta esparcida por ahí.
XXIX
¿Se puede perder el corazón? Te pregunto seguro de no recibir Tu respuesta, solo tu recuerdo Me responde, con una sonrisa enigmática Como si supieras ya, mis respuestas. Que me acosan tus recuerdos, me acosan Para siempre, impregnado en mis sueños Y mis aguas, y mi sol, y mi pasto, Y mi rosa, y mis bonsái, todo Se convierte en conversable, hablo Con las cosas, casi seguro que detrás Te esconderías juguetona, traviesa tú, Rodeada de ángeles de locura y blanco, Rodeada de mis ríos que huyen al mar Y mis ángeles de fiebres incurables, Escribo porque estoy en silencio.
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XXX
Repaso imagen por imagen, Todos los días como una oración, Molestando tal vez tu descanso, Porque vives entre nosotros, todos, y Nadie se muere ni se marchita, Sino que solo ocurre que te vistes De una blancura imperdonable, Entonces, nos pareces lejana o ausente, Pero algún día despertaremos y tú Estarás como todas las madres Que esperan a todos sus hijos antes De reunirse con el creador de todos.
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XXXI
Y nuevamente Ante el espejo de enero Creciendo hacia el fin, tirando ilusiones Amontonadas, dejando los miedos atrás, Mi paz y mis sueños perdidos, solo El cielo que sigue siendo azul, indiferente, Las nubes parecen siempre las mismas Mientras que uno continúa envejeciendo Buscando la paz. Donde está tu nombre están tus huesos, Y todo un tiempo de penas y alegrías Que siguen, como si a eso llamáramos Vida, que hay que seguir viviendo, Pero yo me olvidé de hacerte promesas Si te ibas así de repente, y tú te olvidaste De decirme adiós cuando realmente te ibas, Qué cosa,
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No pensamos en eso, y tuve que ser yo Quien se despierte entre tumbas, muchas, Dios, ¡¡cómo muere la gente hoy!! y ahí Está tu nombre, tus huesos y todo eso. Otoño; Hoy Que mi alma se ha convertido en una rosa De silencios que trepan por la hiedra Hincando las espinas, siempre hacia arriba Hacia el llanto de la lluvia, Persiguiendo a mi plegaria, y Cuando aun no terminó mi noche, Nace mi canto en enredaderas, De caricias y sobre todo sueños, Temores a despertar Ahora que te lo doy todo Incluso los sueños Sujetos en las ramas de la hiedra Impregnados de mi lejanía De mi presencia. Todo te lo doy Menos tu recuerdo, Que en las horas futuras de mi soledad Terminarán de convertir mi alma En la rosa de tus sueños, Bañada siempre por la lluvia Y tus caricias Y mis ansias.
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XXXII
Quise ser dueño de mi destino Y soy esclavo sin cadenas, Ya nada puedes hacer Cuando el amor nace a traición Sin avisarte siquiera. Hay destinos que son insuperables, Si los hay, pero hay soledades También que lo redimen todo. Los silencios se amontonan, son el silencio Trae muchas vidas en su sombra Pero son una sola vida. ¿Quién cantó en el albirrojo amanecer Antes que yo lo hiciera Que dejó su música Imperceptible melodía Como un perfume viejo? ¡Ay! ¿Quién juntó tus manos Y te enseñó la oración de la costumbre?
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Mis preguntas son tu duda, Mis sueños arcanos solo deseos Que se deslizan por las curvas De tus líneas dibujadas a diario. ¿Cómo llegamos a esto? Nadie lo comprendió Tanto dolor acumulado, Tanto llanto perdido, En mis silencios amontonados En mi soledad que siempre fue Nadie lo comprendió. Solo me quedaron mis preguntas dudonas Bogando sobre las olas agitadas De ese espíritu milenario, De esta tormenta interior. Y tampoco nadie se dio cuenta Que es toda una vida tan corta Para un dolor tan largo. Vive, pero dadme vida, Ama, pero dadme amor, Y mis sueños serán al fin Tu comunión y mi realidad. Entre soles y pensamientos Entrecruzados Que se pierden en las páginas De un pequeño diccionario. Tropezones de la vida Angustias compartidas A diario, con tus ojos, Angustias compartidas Y augurios del futuro
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En la mesa de la confesión. El café se enfría Mientras tu voz se esconde En los recovecos de la pieza Tejiendo pequeños futuros Cercanos, mañana, Pequeños futuros, un día Crepúsculos repetidos Café frío, triunfos Abandonados en recuerdos, Pequeños triunfos de la vida Que obligan a vivir Salvaje, indómito. Tú, recién cerca de la vida Yo, años de meditación De esperanzas de encontrarte Y hoy soledad Como resultado de la razón. Justificando la tertulia De la mesa abandonada Recordando tantos presagios En aquellos celajes rojos De las nubes y lunas mulatas, Son otros espacios, mujer Que compartes la locura De los crepúsculos. Toca esa guitarra llorona A soledad del ángelus, Hoy que mi soledad recuerda Tus horas rezagadas Y los sueños abandonados.
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Si tan solo Perdurara, esta sensación A nada... Me conmueve la brisa, Asombro, Soy nuevamente el opuesto Misterio del verbo conjugado, Arrojado más que invitado A participar de las sensaciones del día Y nuevamente en este mundo aturdido —Ah, buenos días —eso era.
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XXXIII
Me duele el alma de darte una mano Ahora y esperar un día, me la des tú...
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