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Anatoli F. Schulgovski Doctor en ciencias históricas, jefe del departamento de problemas sociopolíticos del Instituto de América Latina (Academia de Ciencias de la URSS).
Recopilación de las conferencias dictadas por A. F. Schulgovski en Bogotá y Cali, en febrero de 1983. Traducción del ruso: Carlos A. Duffo
CATEDRA BOLIVARIANA
EL PROYECTO POLITICO DE EL LIBERTADOR ANATOLI SHULGOVSKI
Ediciones CEIS Bogotá, 1983.
Derechos reservados por el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales (CEIS).
CONTENIDO INTRODUCCIÓN Pág. Introducción
……………………………………..
7
La lucha ideológica en torno a la personalidad de Bolívar ……………………………………..
10
Bolívar y la guerra de liberación de las colonias españolas de América …………………………….
16
Bolívar y el Siglo de las Luces
…………………..
23
Libertad e igualdad en la herencia ideológica Bolivariana ……………………………………..
34
Bolívar y la utopía social …………………………….
62
Ideología y política en las vías de desarrollo de Colombia ………………………………………
70
Bolívar y los liberales europeos
…………………...
97
Bolívar y la religión
……………………………..
117
Bolívar y el monroísmo
……………………………..
126
El dilema trágico del Libertador
……………………
142
Bolívar y los decembristas
…………………...
151
“En la historia los meritos se juzgan, no por lo que dejaron de aportar los políticos en relación con las exigencias actuales, sino por lo nuevo que aportaron en relación con sus antecesores”. V. I. Lenin. Sobre la vida de Simón Bolívar, las principales etapas de la guerra de independencia y su participación en ellas, se ha escrito no poco en los países de América Latina y en otras áreas; ahí están sus obras clásicas, que han ingresado al género de la crestomatía.1 Al mismo tiempo, es clara la insuficiencia de trabajos en los cuales se exponga de manera sistemática las ideas políticas y filosóficas y los ideales sociales de Bolívar, ante todo en el marco de las principales corrientes del pensamiento social de si época. Con frecuencia estos problemas son expuestos a la ligera, como complementación particular de similar presentación detallada de las campañas militares de Bolívar. En nuestra opinión, tal método de aproximación no permite seguir la dialéctica del desarrollo del pensamiento bolivariano, ver el permanente enriquecimiento y profundización de sus apreciaciones políticas sobre la sociedad y el Estado, el papel de la personalidad y de las masas en la historia; impide comprender el verdadero sentido de sus incansables reflexiones sobre la Libertad y la igualdad social y sobre los caminos para la afirmación de tales conquistas en la vida de la sociedad. 1
Vicente Lecuna. Crónica razonada de las guerras de Bolívar. Nueva Cork, The colonial press, 1950 (tres vol.); Ibid. Catálogo de errores y calumnias en la historia de bolívar. Nueva Cork, The colonial press, 1956 (3 vol.); Cristóbal L. Mendoza. Prólogo a los escritos del Libertador. Caracas, 1977; Augusto Mijares. El Libertador. Caracas, 1964.
En semejante género de trabajos se estampa con frecuencia la idea de que Bolívar, en esencia, no tenía ningún sistema elaborado de concepciones sobre la sociedad y el Estado, y en el mejor de los casos ellas representan algo extraño, extravagante e incluso una fantástica combinación de diverso tipo de ideas desvinculadas de la realidad.
Este sentido el último período de la vida del Libertador.3 Probablemente todo lo dicho con anterioridad sea en gran medida reflejo de la compleja y contradictoria evaluación de la personalidad de Bolívar y sus ideales sociales, la cual se conoció aún en vida del Libertador.
En los mismo ensayos, dedicados a analizar los criterios políticos y sociales de Bolívar, estos a menudo considerados desde el punto de vista de su apropiación en otros países y pueblos. De ahí, por ejemplo, la tesis sobre las inclinaciones anglófilas de Bolívar. Lo más importante es que en los mencionados trabajos se vierte insistentemente la idea de que en el último período de su vida Bolívar, al parecer, se apartó de sus anteriores ideales libertarios, acercándose a la “reacción negra” más extrema y colocándose casi como precursor de dictadores y tiranos que tanto han abundado en los países de Latinoamérica.2 Pero precisamente el último período de la vida de Bolívar, a nuestro entender, es clave para comprender las particularidades del desarrollo y profundización de sus ideas políticas y sociales. Hasta los últimos días de su vida, Bolívar continúo siendo revolucionario y reformador. Es muy alentador que hayan empezado a aparecer investigaciones cuyos autores intentan demostrar la evolución de las concepciones de Bolívar hacia una reforma social cada vez más clara y expresiva, sobresaliendo especialmente en
2
C. Parra Pérez. Bolívar. Contribución al estudio de las ideas políticas. Caracas, 192; Víctor Andrés Belaunde. Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoamericana. Madrid, 1959.
3
J. L. Salcedo Bastardo. Bolívar: un continente y un destino. Caracas, 1972; Historia fundamental de Venezuela. Caracas, 1976; Indalecio Liévano Aguirre. Bolívar. Caracas, 1974.
LA LUCHA IDEOLÓGICA EN TORNO A LA PERSONALIDAD DE BOLÍVAR
Una aguda lucha en torno al papel desempeñado por Bolívar en el devenir de la independencia de los Estados americanos se desenvolvió todavía en vida de aquél. Sus enemigos lo calificaron de tirano y usurpador, comparándolo con Napoleón. Empezó a elaborarse un estereotipo propio, cuando el elevado nivel de los elogios a Bolívar por parte de algunos biógrafos denotó una búsqueda de rasgos semejantes a los del emperador francés. Estos clisés y estereotipos impidieron valorar correctamente la dimensión de la personalidad de Bolívar y de su significado histórico, penetrar en su mundo espiritual, tener conciencia del verdadero brío de su actividad histórica. Esto no podía por menos de turbar y alarmar a los representantes de su generación, que se consideró como continuadora inmediata de la causa de Bolívar y de otros dirigentes y héroes de la revolución libertadora. Reflexionando sobre el significado de Bolívar para los pueblos latinoamericanos en su famoso libro “Facundo” (1845), el argentino Domingo Faustino Sarmiento escribió que en las biografías se reconoce el talento e incluso el genio de Bolívar. Si embargo, Sarmiento anotó con perspicacia que n muchas de ellas “he visto al general europeo, a los mariscales del Imperio, a un Napoleón menos colosal, pero no he visto al caudillo americano, al jefe de un levantamiento de las masas (…) Bolívar, al verdadero Bolívar no lo conoce aún el mundo, y es muy probable
que cuando lo traduzcan a su idioma natal aparezca más sorprendente y mas grande aún”.4 Simón Rodríguez y Andrés Bello comenzaron a traducir su acción a la “lengua materna”. Su amigo y maestro Simón Rodríguez (1771-1854) fue un hombre a quien sus contemporáneos, por la dimensión de su personalidad, su valor, su profundidad y escala de ideas compararon con Saint-Simon, Fourier y Owen. Todavía en vida de Bolívar, publicó un libro admirable por la profundidad y originalidad de ideas, bajo la memorable denominación de “La defensa de Bolívar. Defensa del Libertador del Mediodía de América y de sus compañeros d armas, por un amigo de la causa social”. Rodríguez caracterizó a Bolívar como jefe popular republicano convencido, revolucionario, quien, al investirse de poderes extraordinarios e inclusive dictatoriales, lo hacía en nombre de la defensa y consolidación de las conquistas de la revolución liberadora y de la ejecución de las reformas sociales. Refutando las acostumbradas acusaciones a Bolívar con motivo de sus supuestas ambiciones de erigirse en el Napoleón americano, Simón Rodríguez escribió con indignación que tal comparación había sido inventada desde el principio hasta el fin. Napoleón Bonaparte pasó por el sendero del general republicano hasta convertirse en enemigo de la libertad, en emperador cubierto de halagos palaciegos. En cambio Bolívar, en palabras de Rodríguez, encabezó la guerra de independencia, fundó la república y permaneció fiel a los ideales de la libertad. Al ejército napoleónico, que combatió por una causa injusta, Rodríguez contrapuso el ejército de Bolívar, Animado por elevados ideales, en bien de los cuales realizó hazañas sin precedentes.5 4
Domingo Faustino Sarmiento. Facundo. México, 1957, Pág. 36.
En Bolívar, Rodríguez vio un estadista que no solamente estaba creando nuevos Estados sino que se esforzaba también por orientar su desarrollo por el camino de una “nueva filosofía social”. Ardiente partidario de las ideas del socialismo utópico, Rodríguez expresó la esencia de ese pensamiento en su conocida formula de “pensar cada uno en todos para que todos piensen en uno”,6 contrapuesta, según sus palabras, a la hipócrita fórmula “cada uno para sí y Dios para todos”.7 Andrés Bello (1781-1865), cuyo trabajo titánico en el campo de la cultura y de la ilustración le granjeó la gloria inmortal de libertador espiritual, llamó a Bolívar dirigente estatal, sabio y clarividente , que irrumpe valientemente en las inexploradas esferas de la estructura del Estado y la forma de Gobierno, rechazando toda copia mecánica de constituciones políticas extranjeras , reflexionando sobre la forma de garantizar una verdadera libertad para los jóvenes Estados latinoamericanos, no limitándose a una repetición de los viejos principios filosóficos y políticos.8 La evolución de las valoraciones marxistas sobre la personalidad de Simón Bolívar tiene su propia historia. En el curso de un largo período de tiempo, en tales variaciones ejercieron Influencia los juicios de Carlos Marx sobre Bolívar expuestos en el artículo “Bolívar t Ponte”, escrito a comienzos de 1858. 5
Simón Rodríguez. Obras completas. Caracas, 1975, t. II, Pág. 353. Ibíd., t. I, Pág. 228. 7 Ibíd., t. II, Pág. 126. 8 Estas ideas fueron expresadas por Bello en su famosa carta a Bolívar (21.III.827). En ella apoyó a Bolívar en su lucha por la creación de un fuerte Estado centralizado, basado en los elevados principios patrióticos y morales de la justicia social (E. Orrego Vicuña. Don Andrés Bello. Santiago de Chile, 1953, Pág. 461).
En este tiempo Marx no disponía de fuentes sólidas y se vio obligado a utilizar libros y memorias de personas que por una serie de causas estaban predispuestas con el Libertador y se dedicaban a veces simple y llanamente a la calumnia y la falsificación. Tal ocurrió, por ejemplo, con las memorias del francés Ducoudray Holstein y del inglés Hippisly. Todo ello imprimió su huella, influyendo en el contenido del artículo de Marx y en su calificación de la personalidad de Bolívar. Ella fue, en general, negativa. Bolívar era representado como un separatista criollo inconsecuente y en extremo irresoluto en su acción, ambicioso además de poder personal, a imitación de Napoleón.9 En la valoración de la actividad bolivariana por Marx jugó papel no despreciable la lucha contra el bonapartismo, así como en el hecho de que en los trabajos de los enemigos del Libertador se le dibujaba como obsesionado por las ideas del “bonapartismo”.10 En una u otra medida, estas valoraciones se reprodujeron en investigaciones marxistas extranjeras y en algunas de historiadores soviéticos. Esta circunstancia fue utilizada como pretexto por los opositores del marxismo y del socialismo científico para especulaciones ideológicas y políticas de especie diversa. Unos afirmaban que se trataba de una negación general del marxismo Del papel de la personalidad en la historia, al ignorar los valores morales esenciales y reducir el proceso histórico a un cruel y unilateral determinismo económico. Otros llegaron incluso a
6
9
C. Marx, F. Engels. Obras, t. XI, parte segunda, Pág. 618-630. En los comentarios al artículo de Marx en las Obras, el Instituto de Marxismoleninismo se detuvo particularmente en el análisis de las causas que predeterminaron en general una relación negativa de Marx a Bolívar (Ibíd., Pág. 753-757). 10
formular la existencia de cierto “odio estratégico soviético hacia Bolívar”, argumentando para ello que el Libertador había intervenido acerbadamente contra la política expansionista de la autocracia zarista, como si la Unión Soviética continuara tal política.11 Sin embargo, la dialéctica inmanente e inherente al mismo marxismo y al enfoque histórico-concreto de un problema como el del papel de la personalidad en la historia predeterminaron la evolución lógica de las valoraciones marxistas de la personalidad de Simón Bolívar. Gran papel en el enfoque creador del significado de Bolívar jugó el ensayo “Sobre la estela del Libertador”, escrito en 1942 por el dirigente comunista colombiano Gilberto Vieira. En las páginas de ese trabajo Bolívar fue caracterizado como el hombre que encabezó la revolución libertadora de los pueblos de América Latina y la condujo hasta la victoria final.12 En la superación de las equivocadas apreciaciones del genio bolivariano tuvieron también destacada actuación los pronunciamientos de los latinoamericanistas soviéticos en las páginas de la revista “Cuestiones de Historia” (Nº 11, 1956), aportes ellos altamente valorados por la opinión pública democrática latinoamericana. Los científicos soviéticos subrayaron la sobresaliente actuación de Bolívar en la liberación de los pueblos de América Latina, señalando que por sus aspiraciones e ideales él estuvo inconmensurablemente
11
Ver: A. Brice. Bolívar visto por Carlos Marx. Caracas, 1961; Jesús Antonio Cova. El Libertador y el odio soviético. Historia de la historiografía, Caracas, 1961. 12 Voz Proletaria, suplemento, 18. XII. 1980.
Por encima de los representantes de la clase de cuyas filas salió.13 Importante significado para la definición marxista de la vida y la lucha de Bolívar tuvieron los trabajos de I. R. Lavretski, que han merecido varias ediciones en español. A medida que se profundiza la investigación del complejo de problemas relacionados con la vida y la actividad de Bolívar, se descubren nuevos rasgos de su personalidad y la consonancia de sus ideas con nuestro tiempo se revela con la fuerza de los argumentos incontrovertibles. “Creemos en el Bolívar de masas – se dice en resolución del XIII Congreso del Partido Comunista Colombiano -, el que soportó durante quince años, al nivel de sus soldados, los rigores de un naciente ejercito de pobres. Que fraternizó material y espiritualmente con pardos, esclavos e indios. Que desbordó a su propia clase social al bregar porque la liberación de la patria trajese la liberación de los hombres y la devolución de tierras a los despojados. Que imaginó una guerra de independencia de contenido social, con formas y estilo americanos. Que amasó una concepción de democracia no con teorías abstractas sino con las esencias de la América en marcha”.14
13
M. Alpervich, V. Ermolayev, J. Lavretski, S. Semionov. Sobre la Guerra de liberación de las colonias españolas de América. “Cuestiones de Historia”, 1956, Nº 11. 14 Voz Proletaria, 13. XI. 1980.
BOLÍVAR Y LA GUERA DE LIBERACIÓN DE LAS COLONIAS ESPAÑOLA DE AMÉRICA Es difícil comprender la dialéctica del desarrollo de las ideas políticas y sociales de Bolívar en toda su complejidad y polifacético significado sin detenerse brevemente en los principales rasgos y particularidades de la guerra de independencia de las colonias hispanoamericanas (1810-1826). La guerra de independencia – o revolución liberadora, como la llaman algunos historiadores -, llena una brillante página de la historia de las revoluciones y guerras de liberación de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, con etapas y jalones tan importantes como la guerra liberadora de las colonias inglesas de Norteamérica y la gran revolución francesa. Fue la época en que cayeron los reyes y se desmoronaron los tronos, nacieron nuevos Estados y el “viejo régimen”, el orden feudal, cedió su lugar a las relaciones sociales burguesas. Caracterizando la lucha anticolonial de los pueblos de Hispanoamérica, José Carlos Mariátegui escribió: “Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades del desarrollo de la civilización occidental o, mejor dicho, capitalista”.15 Los latinoamericanistas soviéticos consideran que la guerra de independencia corresponde tipológicamente a las revoluciones nacional-liberadoras, ya que en el curso de ellas fueron resueltas
15
José Carlos Mariátegui. Obras completas. Lima, 1973, vol. II, Pág. 17.
Las tareas reliquidación del yugo colonial español y creación de nuevos Estados independientes. Al mismo tiempo, por su esencia social la guerra de independencia fue una revolución burguesa, por cuanto en el curso de ella fueron promovidas las tareas de destrucción de todo el sistema de estructuras coloniales, basadas en la división jerárquica y de castas de la sociedad, en la explotación colonial-servil de las masas, en la cual se combinaron, rara y peculiarmente, elementos esclavistas y de explotación feudal de servidumbre con elementos de explotación característicos de la naciente formación capitalista. La guerra de intendencia demostró el papel decisivo de las masas populares, sin cuya activa participación hubiera sido imposible echar abajo el yugo colonial. En el curso de la revolución liberadora se hizo más evidente el hecho de que en el campo de los combatientes por la liberación existían contradicciones bastante agudas en relación con los objetivos y tareas de la empresa. Las masas populares oprimidas se esforzaron por profundizar las conquistas sociales de la revolución, alcanzar la ejecución de profundas reformas. Mas las capas privilegiadas de la población criolla local se interesaron en lo fundamental por limitar las tareas de la revolución a la autodeterminación política de las colonias, sin permitir su transformación en movimiento de las masas oprimidas; obstaculizaron así cualquier rompimiento radical de las estructuras económico-sociales tradicionales. En este plano la guerra de independencia de Suramérica estuvo tipológicamente próxima a la revolución independentista de las colonias norteamericanas. La cuestión estriba en que esta última, con todo y su progresismo histórico, le son inherentes claros rasgos conservadores, que la diferencian visiblemente de la gran revolución francesa. Según palabras del historiador soviético N. I. Boljovitinov, en las colonias norteamericanas, aun antes de la guerra de independencia,
Se había conformado en lo fundamental la sociedad burguesa, con su palmaria y expresiva desigualdad social y sus antagonismos de clase. La conservación de la esclavitud aún después de la conquista de la independencia simbolizaba, si así puede decirse, limitación y conservadurismo de algunos objetivos y tareas muy importantes de la revolución norteamericana. “De qué manera – considera Boljovitinov -. Habiéndose levantado en lucha por la libertad y la independencia, por los derechos naturales del hombre, al mismo tiempo los norteamericanos conservaron y consagraron en la ley (la Constitución de 1787) la esclavitud de los negros? Todo el asunto, sin embargo, reside en que los colonos combatieron no solamente por la libertad sino también por la propiedad, dos conceptos que en ese tiempo se consideraban como casi idénticos. Solamente la propiedad daría la libertad, y como salvaguarda de su sagrada propiedad ante los atentados de Inglaterra los colonos vieron solamente su libertad; pero combatieron por la posesión de la libertad y de la propiedad, simultáneamente combatieron por la conservación de la esclavitud de los negros”. Las capas privilegiadas de la población criolla latinoamericana, aunque lejos de ser, por su esencia tipológica, análogas de la burguesía norteamericana, objetivamente se guiaron por esos mismos ideales e imperativos. En efecto, defendiendo su libertad de las arremetidas de los poderes coloniales, al mismo tiempo actuaron, por lo regular, contra el menoscabo de sus derechos a la propiedad. De ahí su inclinación hacia la alianza de las clases dominantes de los Estados unidos de Norteamérica, las cuales percibieron con profunda animadversión cualquier intento de liquidación de la esclavitud en Suramérica. Al mismo tiempo, sus simpatías hacia los Estados Unidos se explican en cierto grado por el hecho de que en sus filas fueron promoviéndose a primer plano, de manera
cada vez más activa, representantes del capital comercial usurero, Portadores, así fuera en potencia, del espíritu empresarial capitalista, por cierto en su forma más primitiva y bárbara. Ellos percibían como tentativa contra los “sagrados” derechos del individuo cualquier amago de limitar sus insaciables apetitos de enriquecimiento a cuenta de la explotación de los esclavos negros, el saqueo de los indios y la ruina de los artesanos. A esta tendencia se contraponía otra corriente. Sus representantes, combatientes sin compromiso por la independencia de las colonias hispánicas, se esforzaron por imprimir un profundo carácter social a la revolución liberadora, con el fin de realizar reformas y transformaciones en interés de los oprimidos y desdichados. “Si loas americanos quieren que la revolución política que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica”, escribía Simón Rodríguez.16 Los representantes de la corriente revolucionaria se esforzaron por apoyarse en las masas populares, buscaron respaldo a su política reformadora. En ese sentido la revolución de los pueblos latinoamericanos, por su esencia tipológica, se acerca a la gran revolución francesa. El conocido historiador de la República Democrática Alemana, Manfred Kossok, prestando atención a los aspectos socales de la guerra de independencia, escribió sobre los jacobinos latinoamericanos, los cuales trataron de profundizar su contenido social y buscaron sostén del pueblo. Naturalmente, hubo significativas distinciones entre los jacobinos franceses y los más consecuentes revolucionarios 16
Simón Rodríguez. Ob. Cit., t. I, Pág. 241.
hispanoamericanos, por fuerza de la diferencia de condiciones histórico-concretas en las cuales les correspondió actuar. Anotando esta circunstancia, Kossok subraya que las aspiraciones de los revolucionarios suramericanos coincidieron objetivamente con las de los jacobinos franceses en lo que se refiere a la lucha por la profundización y radicalización de las transformaciones sociales en interés del pueblo y para el pueblo.17 Simón Bolívar perteneció a esta tendencia revolucionarioreformadora de la revolución anticolonial. Hace tiempo se hicieron clásicas las palabras de Bolívar: “Nuestro partido está tomado, retrogradar es debilidad y ruina para todos. Debemos triunfar por el camino de la revolución, y no por otro”.18 Los biógrafos del Libertador no cesan de plantear la pregunta: cómo se explica que un joven venezolano, salido de una rica familia criolla, se convirtiera en jefe de una revolución liberadora, además de que aspirara a otorgar a ésta un profundo carácter social , dándolo todo, incluso hasta su propia fortuna, para llevarla hasta la victoria final? Es indiscutible el papel que desempeñó la circunstancia de que la educación de Bolívar transcurrió bajo la fecunda influencia de Simón Rodríguez, pedagogo iluminista que inculcó a su alumno el espíritu de los grandes ideales y del amor a la libertad. Una huella indeleble dejó en el alma del joven caraqueño su estancia en Europa. En Roma (1805), en las Colinas del Monte Sacro, juró junto con Rodríguez combatir por la liberación de Suramérica. En tierras del Viejo Mundo fue testigo de la
coronación de Napoleón y esto conmovió sus sentimientos. Desde entonces Bonaparte se convirtió apara él en la personificación del despotismo que ahoga la libertad. Reconociendo al general francés su talento militar, a lo largo de toda su vida Bolívar afirmó reiteradamente no querer imitarlo en absoluto, y con mayor razón en sus ambiciones de coronarse emperador. La saludable influencia de Rodríguez y la experiencia de su estancia en Europa coadyuvaron en no poca medida a la formación de la personalidad bolivariana. El Libertador estaba dotado de una inteligencia profunda y perspicaz, de sensibilidad ciudadana, así como también de capacidad de guiarse por los intereses de la causa común, desdeñando los personales y secundarios. Precisamente estas cualidades ayudaron a Bolívar al determinar el camino de su vida y a seguir por él consecuentemente. Fue consciente del papel que estaba llamado a desempeñar en la historia, por fuerza de las circunstancias. Nada menos propio en él que la vanidosa opinión sobre sí mismo, de ser el jefe, el dirigente, como algo bajo merced de los dioses. “En medio de este piélago de angustias – dijo -, no he sido más que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Yo no he podido hacer ni bien ni mal: fuerzas irresistibles han dirigido la marcha de nuestros sucesos: atribuírmelos no sería justo, y sería darme una importancia que no merezco”.19 Bolívar habló de que sólo las personas ingenuas y supersticiosas pueden pensar que han sido enviadas por la Providencia para salvar a los pueblos. En palabras suyas, si no hubiera sido él, otro cualquiera hubiera encabezado la lucha liberadora, colocando en
17
Manfred Kossok. El sol de la revolución. El jacobismo en Latinoamérica. “Historia y Sociedad”, México, 1977, Nº 13. 18 Simón Bolívar. Ob. Cit., vol. I, Pág. 444.
19
Simón Bolívar. Ob Cit., vol. III, Pág. 675.
ella el sello de su personalidad. El llegó a una extraordinaria e importante conclusión: que el hombre, poseyendo Libre albedrío, concedido a éste por Dios, no es un instrumento pasivo de cualesquiera fuerzas desconocidas y fatales. Conceptuó que la fuerza de las circunstancias, las capacidades, la convicción, la pasión por las ideas lo hicieron jefe de la revolución liberadora.20
BOLÍVAR Y EL SIGLO DE LAS LUCES Bolívar y el Siglo de las Luces. Bolívar y la ilustración francesa. Estos problemas tienen gran significado para la comprensión de las ideas del Libertador. Él mismo dijo que las obras de escritores y pensadores tales como Voltaire, Helveius, Candillac, D`Alambert, Montesquieu y muchos otros habían jugado un gran papel en la formación de su personalidad.21 Pero en verdad el compañero de su vida fue Juan Jacobo Rousseau. De su “Contrato Social” Bolívar no se separaba ni en tiempo de campaña; se convirtió en su libro de cabecera.22 Los trabajos e ideas de la Ilustración fueron utilizados activamente por Bolívar para la confirmación de los derechos a la independencia de los pueblos de las colonias hispanoamericanas y para denunciar las arbitrariedades y atrocidades de los colonizadores españoles. A este fin sirvieron las reiteradas referencias de Bolívar los iluministas franceses Reynal y Volney y al historiador inglés Robertson. No pocas veces se refirió a las ideas del conocido pensador francés Montesquieu, en especial a su ensayo “El espíritu de las leyes”, para la reconfirmación de su idea de que las instituciones de los jóvenes Estados suramericanos deberían fundamentarse en la historia, tradiciones y costumbres de los pueblos de estos países. Sin embargo, sería unilateral afirmar, como suelen hacerlo algunos biógrafos de Bolívar, que él fue algo así como un latinoamericano afrancesado, volteriano de mentalidad y de carácter. Bolívar se formó en gran medida bajo la fuerte y saludable 21
S. Bolívar. Ob. Cit,. Vol. III, Pág. 137. La relación entre Bolívar y Rousseau se salió de los marcos del problema de la ilustración clásica. Por ello adelante tocaremos este problema en forma más detallada. 22
20
Luís Perú de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Medellín, 1967, Pág. 9.
influencia de tan interesante fenómeno, en esencia insuficientemente estudiado, como fue la Ilustración latinoamericana23. Si los Ilustradores franceses prepararon espiritual e ideológicamente el clima de la revolución francesa, con igual razón puede decirse que los iluministas latinoamericanos desempeñaron un papel sobresaliente en la preparación de la guerra de independencia de las colonias hispanoamericanas. Cuando se hace referencia a los iluministas latinoamericanos, se rememoran al instante los nombres del ecuatoriano Eugenio Espejo, de los colombianos Antonio Nariño y Francisco José de Caldas, de los peruanos Hipólito Unanúe y Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. A los iluministas pertenecieron en su juventud Simón Rodríguez y Andrés Bello. Muchos rasgos importantes de la Ilustración europea, con su culto a los conocimientos, a la ciencia y a la lucha contra la escolástica, fueron igualmente característicos de los ilustrados latinoamericanos. El entusiasmo iluminista es evidente en las intervenciones de Bolívar, cuando afirma, por ejemplo que “La esclavitud es la hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción..,”24. Sin embargo, tipológicamente el Iluminismo latinoamericano se diferencia ostensiblemente de la Ilustración clásica, ante todo 23
En su conocido ensayo “Premisas escolásticas de la revolución hispanoamericana”, el científico americano Carlos Stroetzer afirma que la Ilustración latinoamericana en esencia no representa otra cosa que una variante un tanto modernizada del pensamiento escolástico hispánico de la época del “Siglo de oro” 1967, p. 103. Simón Rodríguez. Inventamos o erramos. Caracas, 1980, p. 31.
llevado de la mano de su preceptor criollo, Simón Rodríguez, mientras éste llevaba en la otra el “Emilio” del ginebrino, del que tomaba orientación para conducir paso a paso, puntualmente, a aquel niño de avisada predestinación”.46 Indiscutiblemente, en el criterio pedagógico de Rodrigues ejercieron influjo las ideas de Rousseau. Sin embargo, ellas fueron reelaboradas creadoramente por el genial pedagogo latinoamericano, integrándolas orgánicamente en una concepción original e independiente de la educación del hombre nuevo en las nacientes repúblicas latinoamericanas. Con justa razón se puede atribuir a Bolívar lo dicho atrás. Pero precisamente esta circunstancia comprueba que no se trata de cualesquiera aspiraciones de Bolívar de transferir mecánicamente las ideas de Rousseau a las condiciones históricas de Suramérica, por sobre todo distintas, sino que evidencia las intenciones de avanzar por el sendero social reformador, superando muchos estereotipos y dogmas, entre ellos las ilusiones ilustradoras. No hay nada de asombroso en que Rousseau, quien tan sagaz y apasionadamente criticara estas ilusiones desde posiciones democrático-revolucionarias, estuviera cercano a Bolívar y a muchos otros revolucionarios latinoamericanos. Se me ocurre que para una comprensión más profunda del problema “Rousseau y Bolívar”, y en un plano más general “Rousseau y el pensamiento social de Latinoamérica”, no es infructuoso remitirnos a las palabras de José Martí: “Ni de Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma”.47
46 47
Ibíd. p. 30-31. José Martí. Nuestra América. La Habana, 1974, ~ 210.
Como subrayando que no se trataba de algún aislacionismo espiritual o cultural, Martí anotó con toda precisión: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.48 Me corresponderá dirigirme más de una vez a estas ideas de Martí en el análisis dc la evolución de las posiciones de Bolívar en relación con la doctrina democrático-revolucionaria de Rousseau. Según su opinión, en dos intervenciones de Bolívar se concentraron acaso sus incansables búsquedas de la mejor formación social para los jóvenes Estados hispanoamericanos. En ellas fueron formuladas con la mayor claridad las ideas de Bolívar en torno a la igualdad y la libertad. Me refiero al discurso de apertura del congreso de Angostura (15.II.1819), el cual sentó las bases de la República de Colombia, y a la misiva de Bolívar al congreso constituyente de Bolivia (25.V.1826). Difícil transmitir —y resulta aquí innecesario— el contenido del discurso del congreso de Angostura con toda la riqueza de las ideas expuestas en él, por la original y paradójica manera del razonamiento, los inesperados giros de las ideas, las interesantísimas contraposiciones de las épocas más diversas de la historia mundial. En el caso merece, a nuestro parecer, dar respuesta solamente a una pregunta: ¿Con qué objetivo pronunció Bolívar su famoso discurso? La respuesta a este interrogante es extraordinariamente importante, por cuanto se dieron y se dan las más diversas versiones. Arrancando del contexto general del mensaje de Bolívar situaciones e ideas por separado, algunos de sus biógrafos aseguran que todas las concepciones de Bolívar están penetradas de un espíritu de reverencia ante el orden estatal inglés; en otras palabras, de preferencia por lo inglés, o anglofilia. 48
Ibid., p. 24.
Otros ven en el discurso la exposición del credo de un partidario del federalismo norteamericano, que se lamentaba de que aun no habían madurado las condiciones para que estas “formas ideales” de gobierno echaran raíz en el suelo suramericano. En tanto, citando el discurso en Angostura, Laureano Vallenilla Lanz, ideólogo del régimen dictatorial de Gómez en Venezuela, intenté presentar a Bolívar como fundador de la cacareada doctrina del “gendarme necesario”, cuyos partidarios justificaron la inevitabilidad “fatal” de las formas dictatoriales de gobierno ante la necesidad de neutralizar la influencia de “instintos destructores” en la sicología y la conducta de las masas populares. En la obra “El cesarismo democrático” (1919), Vallenilla Lanz, usando este “evangelio de los regímenes dictatoriales”, dedujo incluso una particular “ley bolivariana” sociológica acerca de la supuesta inevitabilidad de las dictaduras prácticamente en todos los países de América Latina.49 El Libertador intervino en favor de la creación de gobiernos estables y con autoridad, pero esto estaba lejos de constituir un objetivo en si. Bolívar también había planteado reiteradamente, y entre otros en el discurso de Angostura, la necesidad de tomar en cuenta en lo posible los factores históricos, étnicos y demás en la elaboración de las constituciones de los Estados suramericanos. “Es imposible asignar con propiedad, a qué familia humana pertenecemos —dijo Bolívar en Angostura—. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el Europeo se ha mezclado con el Americano y con el Africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el Europeo. Nacidos todos del seno de una misma Madre, nuestros Padres, diferentes en origen y en sangre, son extranjeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; esta 49
L, Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Estudio sobre las bases sociopolíticas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, 1952, p. 151.
desemejanza trae un reato de la mayor trascendencia”.50 Pese a lo que hubiese hablado Bolívar, todos sus argumentos y razonamientos, por abstractos y filosóficos que parecieren, eran atraídos como por un imán hacia el problema de la igualdad. En ella el Libertador vio una especie de palanca de Arquímedes con ayuda de la cual esperaba transformar de manera radical el Nuevo Mundo. “Necesitamos de la igualdad —manifestó— para refundir, digámoslo así, en un todo, la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas”.51 En la concepción de la igualdad bolivariana fue depositado un profundo contenido, constantemente enriquecido por nuevas Ideas y tonalidades. En la conquista de la independencia política para los pueblos de SurAmérica él captó el medio de alcanzar la igualdad de derechos en la arena internacional. En el sostenimiento de los principios republicanos en lucha contra los intentos de implantar instituciones monárquicas, Bolívar encontró la garantía de que las fuerzas de la contrarrevolución no alcanzaran a revivir los regímenes jerárquicos y aristocráticos de privilegios y de pomposos títulos cortesanos, eliminando la igualdad ciudadana. Sin embargo, el Libertador consideró como forma superior de la igualdad la igualdad social, sin la cual, según su entrañable convicción, no podría existir la sociedad justa. -En el planteamiento de este tema se exteriorizaron con particular evidencia la orientación democrático-revolucionaria de las concepciones de Bolívar, la diferenciación principal de éstas respecto de las opiniones de los representantes de las capas criollas privilegiadas, y la coincidencia de sus concepciones con las de Rousseau.
50 51
S. Bolívar. Ob. cit., vol. III, p. 682. Ibíd., p. 683.
Siguiendo a este último, reconoció solamente una desigualdad: aquella que, según sus palabras, se explica por la desigualdad física y moral: “La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres”.52 Y en la misma ocasión agregó con toda exactitud: “Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social. Es una inspiración eminentemente benéfica, la reunión de todas las clases en un estado, en que la diversidad se multiplicaba en razón de la propagación de la especie”.53 Basándose en tal comprensión de la igualdad, Bolívar abogó por la inmediata y total liberación de los esclavos. Dirigiéndose a los delegados del congreso proclamó: “Yo pongo a vuestra elevadísima consideración la cuestión sobre la revisión o derogación de todos mis estatutos y decretos, pero yo imploro sobre la confirmación de la absoluta libertad de los esclavos, como imploraría por la conservación de mi vida y la vida de la república”.54 La idea de implantar la igualdad social en los Estados, el resuelto rechazo de Bolívar a la desigualdad social, todo esto fue inaceptable para quienes vieron en la propiedad el principal criterio de la sociedad, negando a la masa de desposeídos el derecho real a la igualdad. Así, Francisco Javier Janes, venezolano de nacimiento, irreconciliable enemigo ideológico y político del Libertador y partidario iracundo de las ideas de los maestros del liberalismo europeo y del federalismo norteamericano, defendió celosamente el punto de vista sobre la inevitabilidad de la división de la sociedad en pobres y ricos,
apoyándose para ello en las insuperables diferencias entre las personas. Como los liberales europeos, defendió la idea de la “libertad absoluta” en la sociedad, proclamando como objetivo principal del Estado su obligación de conceder completa libertad a las aspiraciones del individuo, eliminando todos los obstáculos que frenan su iniciativa.55 Polemizando abiertamente con las concepciones de Rousseau, Francisco Janes escribió: “La Igualdad cede el puesto de primacía a los principios de la propiedad, cuando ellos chocan entre sí y se excluyen mutuamente, ya que la propiedad se presenta como un elevado derecho sagrado entre todos los -derechos del hombre, sin el cual no puede existir la sociedad humana”.56
Contra semejante género de opiniones estaba dirigido todo el pathos de la intervención de Bolívar en Angostura. Bolívar fue un partidario convencido dc la igualdad social, pero de ninguna manera entendida como un ordinario igualitarismo nivelador. Sus tesis no negaban el derecho a la propiedad, pero invariablemente colocaban en primer lugar el logro de la igualdad social, lo cual imprimía dinamismo a sus criterios y profundizaba la orientación social reformadora de sus aspiraciones. En este sentido, su aguda critica de la “libertad absoluta” en la sociedad adquirió una forma más clara y expresiva del enfoque clásico de este problema. “No aspiremos a lo imposible, no sea que por elevarnos sobre la región de la Libertad descendamos a la región de la tiranía —conceptuó—. De la Libertad absoluta —añadió— se desciende siempre al Poder absoluto, y el medio entre estos dos términos es la Suprema Libertad social. teorías abstractas son las que producen la perniciosa idea de una
52
Ibid., vol. III, p. 682. Ibid. 54 Ibid., vol. III, p. 691. 53
55 56
Francisco Javier Janes. Manual política del venezolano. Caracas. 1961, p. 148. Ibid., p. 147.
Libertad ilimitada”57. Bolívar intentó frenar y limitar esta “libertad” con ayuda de un Estado fuerte e ilustrado basado en los principios de la asociación. Concibió su encarnación en una formación social que se compondría no de individuos atomizados, partidarios del culto a la “libertad absoluta”, sIno de personas compenetradas de elevados y patrióticos ideales, que construyen sus relaciones con base en nobles principios morales. A tal régimen social, antiburgués en esencia, debería corresponder un Estado original por sus objetivos y estructura. Por su pathos reformador, el proyecto de tal Estado, expuesto por el Libertador en Angostura, se diferenciaba radicalmente del “modelo” liberal del Estado ilustrador, construido, ya en los principios de la división de poderes de Montesquieu, ya en los principios del federalismo norteamericano. “Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades”.58 Estas palabras de Bolívar son claves para la comprensión del “modelo” de Estado propuesto por él en Angostura. Él promovió la idea de crearlas para entonces particulares instituciones de “poder moral, complementarias de los tres poderes clásicos” y que debían constar de dos cámaras: “Una Cámara para las cuestiones de la moral” y “una Cámara para las cuestiones de la educación pública”. La primera dispondría de poderes amplios y extraordinarios. En su competencia se incluía un control que abarcaba tanto las actividades del poder ejecutivo como las del legislativo. Si esta cámara llegase a la conclusión de que estos poderes habían violado principios éticos y morales de la república, entonces tenía el derecho de exigir su sustitución. En otras palabras, en la misma iniciativa de creación de tal 57 58
S. Bolívar. Ob. cit., vol. III. p. 691. Ibid., p. 692.
cámara fue expuesta la idea tan valiosa para Bolívar de la prevalescencia del bien común sobre los intereses particulares e individuales. El principal objetivo de esta cámara consistió en asegurarle derechos al pueblo para que como soberano supremo pudiera impedir que se reemplazara su voluntad por las imposiciones de una minoría. Una idea no menos profunda y novedosa fue expuesta en la propuesta bolivariana de crear una “Cámara para las cuestiones de la educación pública”. Entre sus obligaciones entraba el cuidado por la educación física, intelectual y moral de los niños, hasta que hubieran alcanzado doce años de edad. En esencia Bolívar intervino en la introducción de la educación popular general obligatoria, y según su pensamiento la cámara debería velar por la educación de la juventud “en el espíritu de comprensión de los derechos y obligaciones del hombre y el ciudadano”.59 Defendiendo la idea del “poder moral” dijo Bolívar refiriéndose a los diputados del congreso: “Una institución semejante, por más que parezca quimérica, es infinitamente más realizable que otras que algunos Legisladores antiguos y modernos han establecido con
59
Lorenzo Lozuriaga. Origen de las ideas educativas de Bolívar y Simón Rodríguez. Caracas, SA. p. 11-12. Hay que -anotar que quizás el punto crucial de la actividad reformadora de Bolívar en la esfera de la educación fue su famoso decreto (fines de 1825) sobre la designación de Simón Rodríguez como director general para asuntos de la educación popular en el Estado de Bolivia, recientemente creado. En la primera parte de este auténtico documento histórico están formuladas las principales ideas de Bolívar sobre las cuestiones de la educación pública: 1) La primerisima obligación del Estado es la de otorgar al pueblo educación; 2) La educación para el pueblo debe ser general y única; 8) Las instituciones en las citadas esferas deben estar conformes con las leyes y actividades de la nación; 4) La salud espiritual de la república depende de las cualidades morales que sus ciudadanos adquieren desde la Infancia.
menos utilidad del género humano”60. Hablando propiamente de aquella esfera estatal, donde parecería que indivisiblemente domina el principio de la división clásica de poderes, hay que señalar que Bolívar intentó introducir en ella el espíritu de sus “instituciones morales”. Al llegar a este punto es necesario evaluar la idea bolivariana sobre la creación del Senado hereditario y el cargo de presidente vitalicio. A primera vista puede parecer que Bolívar intentó crear una variante latinoamericana de la cámara de los lores. Realmente, en más de una ocasión se refirió a las instituciones estatales inglesas y llamó a estudiar el mecanismo de su funcionamiento. Sin embargo, ante todo, ellas le interesaron desde el punto de vista de la aclaración de las causas de su estabilidad y del papel de las tradiciones históricas. Así, en varías ocasiones se refirió con toda exactitud a que para Latinoamérica eran inadmisibles las instituciones de la Gran Bretaña, basadas en los aristocráticos principios de la nobleza y la riqueza. En este plano el senado hereditario principalmente se distinguía de la cámara de los lores. Los senadores, según la idea de Bolívar, no serian representantes de una noble y rica aristocracia de nacimiento sino héroes de la guerra de independencia glorificados por sus elevadas costumbres, calidades morales y patriotismo. Precisamente los senadores deberían transmitir de generación en generación las heroicas tradiciones de la revolución liberadora, permitiendo la unidad del pueblo con base en ellas. En Angostura Bolívar determinó su posición en relación con las instituciones estatales de los Estados Unidos de Norteamérica.
60
S, Bolívar. Ob. cit., vol. III. p. 692.
Según sus palabras, los pueblos suramericanos deberían orientarse no por el código de Washington sino por sus propias leyes, las cuales habrían de corresponder a sus condiciones de vida, costumbres y tradiciones históricas.61 El principal argumento del Libertador en Angostura consistió en que el principio del federalismo era inadmisible para las naciones del sur del continente, las cuales -solamente bajo el amparo de un fuerte poder centralista podrían llevar hasta el final victorioso la guerra de independencia. Pero así mismo él llegó paulatinamente a conclusiones y generalizaciones más profundas, relacionando su actitud negativa hacia el federalismo con su criterio de crear el Estado con base en los principios de la asociación. Los debates en el congreso de Angostura demostraron la falta de apoyo a las proposiciones de Bolívar por parte de la aplastante mayoría de los diputados. Sus ideas parecieron a algunos demasiado “quiméricas”, y para otros, educados en los principios del “liberalismo clásico”, resultó inaceptable esta intervención tan amplia y directriz del Estado en la vida de la sociedad. Ciertos diputados intervinieron a fin de que los pueblos de Suramérica se guiaran cada vez más por las instituciones estatales de la república norteamericana. Bolívar encontró resistencia a sus planes de completa liberación de los esclavos. A sus proposiciones les fue emasculado el contenido revolucionario, y las condiciones para la liberación de los esclavos quedaron con tan numerosas cláusulas que en la práctica ella se redujo a un no. Este mismo destino tuvo la “ley sobre distribución de bienes nacionales” (10.X.1817). Fue un intento de realizar un tipo de reforma agraria, por cuanto el objetivo básico de la ley consistía en transmitir las tierras confiscadas a los enemigos de la revolución, así como las tierras estatales, a los soldados del ejército libertador. 61
Ibid., p. 680.
Los diputados del congreso de Angostura introdujeron en la ley tales enmiendas, que prácticamente la invalidaron. El derecho a la adquisición de tierra lo obtuvieron altos dignatarios y, lo más importante, se emitieron vales especiales cuyos portadores podrían adquirir tierras en libre compraventa. Las consecuencias de estas enmiendas fueron catastróficas para las masas de soldados. Privados de medios de existencia, se vieron obligados a vender los vales a precios irrisorios, facilitando así su compra por los especuladores de tierras, personas todas ellas relacionadas con la alta burocracia. Muy poco de común tuvo con los planes institucionales de Bolívar la Constitución elaborada en 1821 en la ciudad colombiana de Cúcuta, la cual devino en ley principal de la República de Colombia (Gran Colombia). En esta constitución no - había ni una palabra sobre los organismos del “poder moral”. La principal atención de los legisladores se concentró en la elaboración de los principios de la división clásica de poderes en el espíritu liberal ortodoxo. Esencialmente, fueron limitadas las prerrogativas del presidente, aunque sus derechos no se redujeron al mínimo que pretendían los más ardientes partidarios del federalismo. En el texto de la Constitución aparecían no pocas palabras sobre los derechos del hombre. Pero ellas, cuando menos, tenían un carácter formal, si se considera que los legisladores cucuteños no fueron hasta la abolición real de la esclavitud, no garantizaron a los indígenas sus derechos a la tierra y, de hecho, sancionaron enmiendas a la ley sobre distribución de bienes nacionales introducidas por los diputados del Congreso de Angostura, con lo cual se la privó de su carácter progresista. El conservadurismo de la aplastante mayoría de los legisladores cucuteños en relación con los objetivos sociales fue evidente.
Por eso es explicable el hecho de que, a medida que se evidenciaba más claramente el sentido social de la Constitución de Cúcuta, las masas oprimidas y con ellas el ejército revolucionario, que en gran parte reflejaba sus intereses, actuaran más resueltamente en contra de aquélla, apoyando la lucha de Bolívar por la profundización del contenido social de la guerra de independencia. Precisamente esta lucha es un factor resolutorio que da la clave para la comprensión del contenido de aquel proyecto de Constitución con el cual Bolívar se dirigió al congreso constituyente de Bolivia. Tras esto quedaban años de Intensas reflexiones y meditaciones y también de lucha revolucionaria, en el curso de la cual a Bolívar le tocó enfrentarse a problemas que estaban exigiendo soluciones completamente nuevas y originales. Asombra la multilateral actividad del líder caraqueño en la esfera de la educación popular, que no suspendió ni en el mismo fragor de las campañas militares. Fundó escuelas y emitió importantes decretos sobre cuestiones de instrucción popular, que hasta hoy asombran por su profundidad y clarividencia. A su iniciativa se debió la erección de diferentes tipos de escuelas profesionales e instituciones de enseñanza medía. Ideó la creación de un valioso sistema de educación femenina y prestó gran atención al desarrollo de la educación universitaria y a la modernización de los programas universitarios y los métodos de estudio. Por su requerimiento se democratizaron las condiciones de ingreso a la universidad de Caracas y se derogaron medidas discriminatorias por consideraciones sociales, religiosas y de raza, en particular la exigencia de la “pureza de sangre”. En el pensamiento de Bolívar, la universidad debería preparar no a estrechos especialistas profesionales, sino a gente multilateralmente educada.
Los estudiantes de las facultades de medicina, aparte de las materias especiales, deberían cursar obligatoriamente las lenguas francesa e inglesa, géneros literarios y ciencias físicas. Bolívar se esforzó para que la universidad fuera el centro de estudios de la realidad nacional, de los problemas esenciales y concretos de los jóvenes Estados suramericanos. El decreto bolivariano sobre la creación de la universidad en la ciudad de Quito consideraba, además del estudio de las más importantes lenguas europeas, la enseñanza del idioma indígena quechua.62 La actividad reformadora de Bolívar en la esfera de la educación se basó en una meditada concepción orientada hacia la creación de un Estado avanzado e ilustrado, el cual realizaría una política dirigida a educar a sus ciudadanos en el espíritu de una moral elevada y de ideales patrióticos. Las cuestiones de la educación e ilustración -de las masas: he aquí una importantísima parte integrante de los planes de Bolívar para la creación de un Estado basado en los principios de asociación. “... Las Naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si ésta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y hunden en la oscuridad, si se corrompe o absolutamente se abandona”,63 escribió. Como ya se ha dicho, a finales de 1825 Bolívar emitió el decreto sobre la designación de Simón Rodríguez como director general para asuntos de la educación popular en el recientemente creado Estado de Bolivia. Y no es casual que el momento culminante de la actividad 62 63
J. L, Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 371. S. Bolívar, Ob. Cit., Vol. III, p. 338.
pedagógica reformadora de Rodríguez hubiese sido la creación, en la ciudad boliviana de Chuquisaca, de una escuela experimental basada en los principios de la educación laboral. En ella estudiaron y trabajaron, adquirieron, conocimientos y profesión centenares de jóvenes y muchachas, blancos, indios y mestizos procedentes de familias pobres. Rodríguez se esforzó por educar personas de nuevo –tipo, no solamente útiles a la sociedad, sino además unidas por ideales sociales comunes. Rodríguez se planteó la tarea de crear un sistema de educación completamente nuevo, que no se limitaría sencillamente a la instrucción de los alumnos sino que también prepararía gente para la sociedad, basándose en los principios de la asociación. De ahí las famosas palabras de Rodríguez, penetradas de fe en que en la tierra libre viviría el hombre libre: “colonizar el país con sus propios habitantes”.64 Tenía que colonizarlo la joven generación, siguiendo el curso de las enseñanzas recibidas en la nueva escuela laboral, pues, según la profunda convicción de Rodríguez, solamente así se podrían sentar las bases de una nueva “civilización social”. En la creación de la nueva escuela, basada en los principios de la “civilización social”, Simón Rodríguez vio un medio efectivo para evitar que en Latinoamérica —como ya había ocurrido en Europa— las clases dominantes acorralaran en casas de trabajo a masas de gente pauperizada y desposeída, en tanto que los filántropos reducían la solución de la cuestión social a la creación de casas de caridad y al reparto dadivoso de una mazamorra (el honor de cuya creación le perteneció al filántropo inglés Rumford), El gran aporte histórico de Simón Bolívar fue visto en parte por Rodríguez en el hecho de que con su decreto sobre la educación popular puso los cimientos de la “civilización social” en América Latina, preparando a las nuevas generaciones para la vida en la nueva sociedad.65 64 65
S. Rodríguez. Ob. cit., Vol. II, p. 357. Ibíd.., p. 109.
Conociendo las concepciones pedagógicas de Bolívar, su apasionada propensión a las ideas de la educación popular general, es imposible pasar por alto la influencia en ellas de los magnánimos ideales de Rodríguez. No es casual que su trabajo básico en torno a los problemas de la pedagogía, “Sobre la Instrucción pública”, fuera escrito, como se supone, en 1825, es decir, en el periodo de la fructífera colaboración de Bolívar con su maestro y amigo. Las aspiraciones bolivarianas de relacionar las tareas de la revolución liberadora con las transformaciones sociales se fueron haciendo cada vez más claras y determinadas. La actividad social reformadora del Libertador se evidencia con mucha claridad en la política relacionada con las masas indígenas oprimidas. Su legislación sobre la cuestión indígena nos deja pasmados por la profundidad y dinamismo de las ideas, por la desinteresada y sincera aspiración de servir a la causa de las masas explotadas. Bolívar proclamó la igualdad de derechos de los Indígenas en la sociedad, los liberó de las cargas feudales y se esforzó por garantizarles derechos políticos. Tal ocurrió, por ejemplo, con el “decreto Sobre la protección de los naturales en Cundinamarca” (20.V.1820) y el “decreto sobre la proclamación de los derechos ciudadanos de los indígenas” (4 VII. 1325). Su empeño por garantizar la igualdad social de los indígenas no desmayó. Así, el “decreto sobre distribución de tierras comunales” (4.VII.1825) consideraba el retorno a las comunidades aborígenes de las tierras que les habían sido usurpadas y el restablecimiento de los correspondientes derechos legales. La importancia de este decreto reside, pues, en que se diferenciaba radicalmente de la solución ortodoxa-liberal de la cuestión indígena, cuyos partidarios, actuando en favor del “libre derecho” de los indígenas a disponer de las tierras recibidas, fueron creando condiciones para su posterior despojo.
En el decreto, por el contrario, se establecieron medidas destinadas a conservar las tierras comunales, evitando hacerlas objeto de compraventa. El decreto anunció la liquidación de la institución de los caciques, de esa arma de explotación de los indígenas oprimidos.66 No dejaba de tener interés el hecho de que este decreto fuese editado en territorio peruano (en la ciudad de Cuzco), donde eran particularmente fuertes las posiciones de la tradicional aristocracia latifundista. En palabras de Bolívar, a ésta le interesaba solamente la riqueza y los privilegios; y no es casual que la aristocracia criolla hubiese emprendido allí la marcha hacia la traición directa de los intereses nacionales, actuando en alianza con los colonizadores españoles. Es sabido que en el Perú Bolívar fue investido de extraordinarios poderes dictatoriales (febrero de 1824), los cuales utilizó no solamente para la decisiva lucha contra los colonizadores españoles sino también para la realización de transformaciones sociales, superando la encarnizada resistencia de la aristocracia criolla, que lo acusaba de ejercer tiranía y despotismo. Los representantes de las fuerzas democráticas peruanas valoraron de otro modo la actividad de Bolívar, comprendiendo el carácter revolucionario-liberador de su dictadura. El patriota peruano José Faustino Sánchez Carrión se hizo cercano compañero de lucha de Bolívar y fue además ministro del interior y de relaciones exteriores. Refiriéndose a la actividad del gobierno de Bolívar entre 1825 y 1827, el informe histórico de Sánchez Carrión ante el congreso legislativo señaló con fuerza especial que la dictadura revolucionaria del Libertador había salvado al país del desastre y 66
412.
Decretos del Libertador> Caracas> 1981> t. 1, 1813-1825>
p,
410-
permitido realizar una serie de transformaciones extraordinariamente importantes. A la legislación de Bolívar sobre la cuestión indígena la llamó “... la primera tabla de la ley agraria del Perú, y el documento práctico de la independencia en pro de los indígenas”.67 La experiencia peruana, así como sus reflexiones sobre las vías a seguir para lograr la igualdad de derechos sociales, reafirmaron la de-cisión de Bolívar de combatir contra toda forma de racismo. Desenmascaró el carácter social de la albocracia (así denominó al poder de los blancos sobre los indios), sustentada tras argumentaciones racistas. Al mismo tiempo, con no menos resolución se refirió a los peligros de la pardocracia (el poder de color de la población mulata y mestiza). Tal posición de Bolívar fue considerada no pocas veces dizque como prueba de impopularidad, aristocratismo y desprecio hacia las masas. Con tal espíritu interpretó las concepciones sociales bolivarianas Laureano Vallenilla Lanz.68 Pero ese género de afirmaciones carece de base propia. Bolívar siempre se refirió con simpatía a la lucha de las masas oprimidas. Valoró altamente el heroísmo de Espartaco y las actuaciones de los antiguos ilotas, y calificó la revolución de los esclavos de Haití como históricamente justificable. Por este mismo tiempo Bolívar vivió la trágica muerte de dos repúblicas venezolanas, las cuales en gran medida cayeron a causa de que la cúspide criolla ignoró los intereses de las masas populares. Precisamente de esto se aprovecharon los colonizadores españoles para atraerlas a su lado, recurriendo ampliamente a la demagogia social, seduciéndolas con la división de la propiedad de los blancos. El destructor 67 68
José Faustino Sánchez Cardán. Los ideólogos. Lima, 1977, t. 1, p. 594. Laureano Vallenilla Lanz. Ob. cit., p. 133-137.
movímiento venezolano de carácter “antiblanco” fue encabezado por Boves (1813-1814), quien llevó la lucha de las masas oprimidas a un callejón sin salida, alejando la solución de la cuestión social. Bolívar vio que la aspiración a semejante “igualdad” en el espíritu de la pardocracia solamente llevaría al alzamiento de caudillos enriquecidos, así hubiesen salido de las capas plebeyas, en tanto que las masas paupérrimas, ya fueran blancas o de color (pardos), permanecerían como antes, sin derechos. Precisamente con base en la exaltación de esa “moral” de condotiero dichoso, Vallenilla Lanz construyó su concepción de la “igualdad social” —el igualitarismo—, con su inclinación a permitirlo todo, en un verdadero individualismo zoológico. Tal clase de “igualdad”, que se reducía a una lucha de todos ¡contra todos, al “derecho” del más fuerte, no fue reconocida por Bolívar, resuelta e indiscutiblemente. En ese caso, como en la crítica a la concepción liberal de la igualdad, se manifestaba claramente la profunda esencia progresista de los ideales sociales del Libertador. En gran medida, gracias a la enérgica y persistente actividad de Bolívar en la esfera de las reformas sociales se logró atraer a las masas del lado de la revolución liberadora, privando a los colonizadores españoles de la posibilidad de especular con la desigualdad social de las capas explotadas de la población. El principal objetivo estratégico de Bolívar consistió en reforzar este éxito, haciéndolo irreversible. Al logro de este objetivo sirvió el proyecto de Constitución elaborado por Bolívar para la que llamó Nueva República de Bolivia. Como las intervenciones en el congreso de Angostura, el mensaje bolivariano al congreso constituyente de Bolivia resalta la idea de la igualdad social como basamento inicial de un régimen social justo. “He conservado intacta la ley de las leyes - la igualdad: sin ella perecen todas las garantías, todos los derechos. A ella debemos
hacer los sacrificios. A sus pies he puesto, cubierta de humillación, la infame esclavitud”69.
la igualdad social, refrenando los codiciosos intereses de los privilegiados.
Es difícil encontrar en la historia del pensamiento social de América Latina una fustigación más ardorosa de la esclavitud y de la desigualdad social en general. “Nadie puede romper el santo dogma de la igualdad. Y habrá esclavitud donde reina la igualdad?”70 Esto lo decía un hombre no sólo consciente de la necesidad de avanzar por el camino de las transformaciones sociales, sino que además actuaba, como ocurrió en el Perú, en abierta confrontación con el ¡poder de los acaudalados.
La personificación de estas funciones del Estado y la garantía de su estricta ejecución las ubicó Bolívar en la institución de la presidencia vitalicia, con el derecho de elección del sucesor. Como reiteradamente lo dijo el mismo jefe de la revolución, las funciones vitalicias del presidente tenían muy poco en común con las prerrogativas del poder presidencial de los Estados Unidos de Norteamérica. En verdad, si en Norteamérica el fuerte poder presidencial, según la intención de los “padres fundadores”, estaba en gran parte orientado a limitar la soberanía popular, Bolívar pretendió, al contrario, hacer del presidente justamente el garante de la completa expresión de la voluntad popular.
Nuevamente, como en Angostura, Bolívar promovió la idea de crear instituciones de “poder moral”, encarnadas en la “cámara de los censores”. “Son los Censores los que protegen la moral, las ciencias, las artes, la instrucción y la imprenta. La más terrible como la más augusta función pertenece a los Censores. Condenan a oprobio eterno a los usurpadores de la autoridad soberana, y a los insignes criminales. Conceden honores públicos a los servicios y a las virtudes de los ciudadanos ilustres. El fiel de la gloria se ha confiado a sus manos: por lo mismo, los Censores deben gozar de una inocencia intacta, y de una vida sin mancha. Si delinquen, serán acusados hasta por faltas leves. A estos Sacerdotes de las leyes he confiado la conservación de nuestras sagradas tablas, porque son ellos los que deben clamar contra sus profanadores”.71 Con mucha más fuerza y precisión que en Angostura, Bolívar defendió el proyecto de creación de un fuerte Estado ilustrado, capaz de garantizar la encarnación en la vida de los principios de 69 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p. 768. 70 Ibíd., p. 769. 71 Ibíd., p. 764.
Con fines de crear, pues, un efectivo mecanismo para la realización de la voluntad popular, Bolívar propuso erigir un “poder electoral” especial. Fundamentando la conveniencia de la institucionalización de tal poder, subrayó: “No se exigen sino capacidades, ni se necesita de poseer bienes, para representar la augusta función del Soberano; mas debe saber escribir sus votaciones, firmar su nombre, y leer las leyes. Ha de profesar una ciencia, o un arte que le asegure un alimento honesto. No se le ponen otras exclusiones que las del crimen, de la ociosidad, y de la ignorancia absoluta. Saber y honradez, no dinero, es lo que requiere el ejercicio del Poder Publico”.72 Este fue en esencia un paso revolucionario, que rompía resueltamente con la concepción de la democracia censal. Es cierto que se privó de derechos electorales a los, analfabetos, es decir, ante todo a las masas indígenas. No obstante, esta medida fue una clara expresión de carácter antioligárquico, contra la 72 Ibíd., p. 763.
“esclavitud electoral”; Bolívar se enfrentaba así a la utilización de los ignorantes por la oligarquía para beneficio de sus ávidos intereses, Lo importante, pues, consistió en que, con ayuda del sistema de educación general pública obligatoria, Bolívar intentó liquidar el analfabetismo en el plazo más corto, transformando de tal manera el “poder electoral” en un poder auténticamente popular. Precisamente esto despertó una encarnizada resistencia de la oligarquía, la cual recibió con la espada el proyecto de constitución de Bolívar, acusándolo de aspirar a implantar el poder de la “chusma” y de elevar socialmente a los indígenas.73 Es importante anotar que la concepción del “poder electoral” se diferenciaba esencialmente de la teoría y la práctica del federalismo norteamericano. El mismo mecanismo de realización de los derechos electorales del pueblo fue concebido por los ideólogos del federalismo en no poca medida como medio de desviar la atención de las masas populares de los cardinales problemas estatales, limitándolas a los marcos de los problemas locales. Bolívar, pues, ideó el “poder electoral” como el derecho de ejercer efectivamente el control popular sobre la actividad de todas las instituciones del poder estatal. No es casual que los 73 En su famosa obra “Historia critica del asesinato del gran mariscal de Ayacucho” (1846), el escritor y publicista guatemalteco Antonio Irisarri anotó que el proyecto político boliviano, que debía ser ejecutado por el primer presidente de Bolivia, el mariscal Sucre, amigo cercano y compañero de lucha del Libertador, consistió en elevar socialmente a los indios, dándoles educación, por cuanto no podría existir una auténtica república democrática mientras la aplastante mayoría de la población permaneciera en la condición de esclava. El mismo escribió con ironía que los opositores de este proyecto intervinieron ‘para que tanto en Bolivia como en otros jóvenes Estados latinoamericanos surgieran “repúblicas democráticas sin pueblo”. (Antonio 5. Irisarri. Historia critica del asesinato del gran mariscal de Ayacucho. La Habana, 1966, p. 101-102).
biógrafos de Bolívar de orientación conservadora que han investigado sus concepciones socio-políticas lo condenen con particular aspereza e intolerancia dizque por haberse apartado de las anteriores concepciones en que se apoyaba, de acuerdo con “las realidades latinoamericanas”, y también por jugar con la idea de la “libertad absoluta”. En tales posiciones aparece, en particular, el conocido historiador peruano Víctor Andrés Belaunde. Según sus palabras, la “apostasía” de Bolívar de sus ideas constitucionales expuestas en el discurso de Angostura se manifestó en que, habiendo rechazado el “modelo” autoritario de Estado, promovió en calidad de alternativa un proyecto de constitución penetrado de espíritu jacobino.74 No tenemos aquí posibilidades de comparar textualmente el proyecto de constitución de Bolívar con el proyecto de constitución francesa jacobina (1793). Señalamos solamente que muchas posiciones bolivarianas sobre soberanía popular y medios efectivos de garantizarla se acercan al proyecto de constitución jacobina. Sin embargo, la cuestión no consiste en las adopciones directas; lo importante está en que los Imperativos de profundización del contenido social de la revolución liberadora, en otras condiciones histórico-concretas, reprodujeron mucho de lo que fuera característico de los revolucionarios jacobinos franceses. Gran interés representa la valoración de la constitución boliviana dada por Indalecio Liévano Aguirre. Subrayando que la igualdad social fue la piedra fundamental de la constitución, la caracteriza como democrático-revolucionaria, basada en los principios del continentalismo democrático.75
74 Víctor Andrés Belaunde. Ob. cit., p. 249-250. 75 Indalecio Liévano Aguirre. Bolívar, p. 418-419.
El historiador colombiano estima que la originalidad de esta Carta estriba en el hecho de que el Libertador intentó utilizar en ella los mecanismos estatales españoles de interrelación entre el Estado y el pueblo existentes hasta el ascenso al trono de la dinastía de los Borbones. Según sus palabras, por este tiempo la monarquía estaba llamada a proteger los intereses generales, mientras que los pequeños órganos municipales (los cabildos) deberían defender los intereses de las personas, sus libertades. Para ser exactos, la cuestión puede ir hasta el periodo anterior al reinado de los Habsburgos. Con la llegada de los Borbones, estos mecanismos de enlace entre el Estado y la sociedad fueron destruidos en España y en su lugar surgió el sistema de centralización burocrática de la monarquía absolutista. Precisamente esta circunstancia, en palabras de Liévano Aguirre, permitió en no poca medida que en Europa Occidental el papel del Estado empezara a identificarse con el despotismo y la tiranía, mientras que en calidad de remedio mágico para la solución de todos los problemas sociales fue promovida la fórmula “dejar hacer y dejar pasar”.76
La originalidad del proyecto constitucional boliviano consistió en que, desechando resueltamente los principios del “absolutismo monárquico”, no pudo simultáneamente solidarizarse con los principios del “liberalismo anti-estatal”. 78 Realmente, el historiador colombiano planteó un problema extraordinariamente Importante, ante el cual no puede pasar de largo ningún investigador que intente desentrañar profunda y seriamente la herencia ideológica de Bolívar. Es sabido que al final de su vida en más de una ocasión dijo que él intentaba retornar a las “sencillas leyes españolas”, utilizándolas en la esfera de la estructura estatal de la república de Colombia. Sus opositores se Sirvieron varias veces de estas palabras para acusarlo de haber renegado de sus ideales libertarios, en tránsito a las posiciones conservadoras.
“Al reducir las funciones del gobierno a las de un simple espectador de la vida social o acucioso vigilante de los casos de policía, los débiles y desamparados quedan privados de su natural personero y defensor, y las nociones de ¡justicia, equidad e igualdad van eclipsándose para dejar el paso a las de competencia, lucha por la vida y supervivencia de los más aptos. De esta manera la sociedad occidental pierde su equilibrio, y a las injusticias del absolutismo siguen las injusticias de la libertad”.77
76 Ibíd., p. 414. 77 Ibíd.
78 Ibíd., p. 415.
Esto último se caracterizó por el hecho de que sus adeptos —los fundadores del socialismo científico— vieron en Robespierre
BOLÍVAR Y LA UTOPÍA SOCIAL La clave para la comprensión de las concepciones de Bolívar en la esfera social se debe buscar no en cualesquiera aspiraciones nostálgicas suyas de regenerar los viejos órdenes e instituciones sociales, congelando, por así decirlo, el desarrollo social, La cuestión se refiere, en nuestra convicción, a que los ideales sociales de Bolívar estaban proyectados hacia el futuro. Sobrepasaron a su tiempo, tocando con la esfera de la utopía social, en el más generoso y profundo sentido de esta expresión. Seria probablemente exagerado considerar a Bolívar partidario del socialismo utópico, como fue, por ejemplo, Simón Rodríguez. Sin embargo, en sus reflexiones sobre las vías y medios de crear la mejor organización estatal en el espíritu de la asociación, Bolívar se fue aproximando objetivamente hacia aquellos temas que inquietaron a los socialistas utópicos. Para una comprensión más avanzada del influjo de la utopía social sobre las concepciones bolivarianas se debe subrayar que en ellas se combinaron, a su manera y originalmente, rasgos del hombre del siglo XVIII, es decir, de la época de la ilustración, con los del hombre del siglo XIX, cuando el pensamiento ilustrado fue cediendo lugar a otros valores y aspiraciones. En este plano, indiscutiblemente, la concepción bolivariana del Estado se basó, en determinado nivel, en los principios del racionalismo, tan propio del Siglo de las Luces y cuyos representantes se acercaron al problema del Estado desde las posiciones del “raciocinio político”.
un ejemplo brillante de aquél y consideraron la actividad consciente y orientadora del Estado como un medio efectivo de encauzar el desarrollo económico-social espontáneo de la sociedad por el camino de los “verdaderos” intereses de las personas, unidas en los principios de la asociación. “Precisamente porque la fuerza de las cosas siempre intenta eliminar la igualdad —escribió Rousseau—, la fuerza de las leyes deberá siempre esforzarse por conservarla”.79 La influencia de semejante tratamiento del papel del Estado es completamente evidente en las concepciones de Bolívar. Al mismo tiempo, no es posible limitarse a este aspecto del problema. El conocido historiador venezolano contemporáneo José Luis Salcedo Bastardo señala justamente que es difícil comprender las ideas de Bolívar sobre la organización social de los nacientes países latinoamericanos si se los toma por separado, no contando con que ellos se desarrollaron cuando en Europa la burguesía apelaba a las consignas de “libertad” e “igualdad” y reforzaba sus posiciones acentuando la explotación de las masas trabajadoras.80 Caracterizando esa época, Federico Engels escribió que los llamados de los iluministas para crear la “sociedad de la razón”, el “estado de la razón”, en realidad encarnaron en la formación de instituciones de distinto tipo. En una palabra, subrayó Engels, “Las instituciones sociales y políticas establecidas con el “triunfo de la razón” resultaron dañinas y provocaron amargo desengaño como caricatura decepcionante e insultante de las brillantes promesas de 79 J. J. Rousseau. Tratados, p. 250. 80 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, Caracas, 1970, p. 338-339.
los ilustrados”.81 El desencanto en el Siglo de las Luces dejó su sello en - la búsqueda ideológica de - Bolívar, predeterminando el roce de sus concepciones con la esfera de la utopía social. Es interesante anotar que la critica de Simón Rodríguez a los órdenes europeos es puesta en claro con, la asombrosa profundidad de sus palabras. El lugar donde esto se haga (la civilización social. -Nota del autor) no será imaginario, como el que se figuró el Canciller Tomás Moro: su utopía será en realidad la América”.82
Refiriéndonos al significado de la utopía social en las concepciones bolivarianas se debe señalar que su actividad reformadora encontró encarnizada resistencia no solamente de la aristocracia terrateniente y de otras fuerzas coloniales tradicionalistas sino también de aquellos a quienes Bolívar llamó aristócratas del dinero y de la riqueza. En palabras suyas, ellos intentaron suplantar a la aristocracia hereditaria o en último caso estar al nivel de ella.84 Para expresarlo de otra manera, los elementos del utopismo social en las concepciones de Bolívar explican su desagrado, así fuera espontáneo y a veces inconsciente, respecto al proceso de acumulación originaria del capital, que sentenciaba a la miseria y las privaciones a las masas populares.
Es clara la coincidencia de concepciones entre Bolívar y Rodríguez en relación al futuro de América Latina. En más de una ocasión expresó que los pueblos de América Latina deberían seguir su camino sin Imitar a nadie. Esto no significa que se aspirara a cercar los países del continente separándolos del resto del mundo, encerrándolos en los marcos del aislacionismo y de una presuntuosa “autenticidad”. Nada semejante. Tal posición de Bolívar estaba testificando su aspiración de abrir una brecha hacia el futuro, de encontrar formas de convivencia humana que hicieran a las gentes libres y felices. Precisamente al influjo de la utopía social —y no de otra inspiración— por poco se creó el “Estado totalitario”, como aseguraban los opositores de Bolívar. Se trataba de la influencia que descansaba en la institución del “poder moral” propuesto por aquél. Recordemos que Engels, caracterizando las opiniones de los socialistas utópicos, escribió que a cada paso se desgarraba, “a través de un velo fantástico, el embrión de ideas geniales”.83
Estamos de acuerdo con el publicista colombiano Camilo Galán quien, caracterizando la actividad social reformadora de Bolívar, señala que en determinado nivel se puede hablar de lo antiburgués de sus acciones, por cuanto procuró que las consignas de “libertad” y “fraternidad” fueran realmente encarnadas en la vida.85 En nuestra opinión, la explicación de este fenómeno se debe buscar en que a Bolívar le correspondió actuar en las condiciones de una sociedad tradicionalista estancada, con relaciones capitalistas en extremo insuficientemente desarrolladas, y sin embargo con expresivos elementos de aburguesamiento, suficientemente claros, en la política y en general en la percepción de los fenómenos de la vida social. Portadores de este aburguesamiento fueron los representantes del capital comercial usurero. Como señaló Carlos Marx, la riqueza monetaria actuó en este grupo social “no como forma de capital sino (...) como premisa para el capital”.86 Hablando entonces sobre el papel del capital usurero en el establecimiento de
81 C. Marx y F, Engels. Obras, t. 20, p. 268. 82 S. Rodríguez. Ob. cit., Vol. II, p. 131. 83 C. Marx y F, Engels. Obras, t. 20, p, 269.
84 L. Peru de Lacroix. Diario de Bucaramanga. -Medellín, 1967. 85 Voz Proletaria. Bogotá, 18.111.1980, suplemento, p. 3. 86 C. Marx, F, Engels. Obras, t. 46, parte 1, p. 469.
nuevas relaciones de producción, Marx subrayó que “la riqueza monetaria en forma de capital mercantil, desde luego ayudó a acelerar la descomposición de las anteriores relaciones de producción, elevando a los ojos del propietario el significado del valor de cambio”.’87 En América del Sur la dualidad capital comercial-capital usurero se manifestó en forma particularmente clara. Sus representantes, sin atentar en esencia contra los pilares de la sociedad tradicional, manifestaron un iracundo “liberalismo” con relación a los indígenas, permitiendo su expropiación, y defendieron la esclavitud con argumentos manchesterianos. La democratización de la propiedad territorial era para ellos semejante a la eliminación de todas las barreras que impedían su concentración en manos de unos pocos. Para estos apologistas de la acumulación originaria del capital era inaceptable la posición de Bolívar, quien mediante su política social intentaba obstaculizar la pauperización de las masas populares. ¿No seria acaso de aquí de donde partió la versión acerca de que Bolívar supuestamente se presentaba como partidario tradicionalista del retorno a los órdenes coloniales, con sus instituciones corporativistas? Tal vez una de las piezas claves para la comprensión de los ideales sociales de Bolívar fue la resolución sobre que los indios colombianos paguen una contribución llamada “contribución personal de Indígenas” (15.X.1828).88 En el texto del decreto se enfatizó que la ley sobre igualdad de los indígenas con otras categorías de la población en la esfera del pago de impuestos provocaba que, “lejos de haber mejorado su condición, se ha empeorado y se han agravado sus necesidades”.89 87 Ibíd., p. 449-450. 88 Decretos del Libertador, Vol. III, p. 171. 89 Ibíd.
La introducción del impuesto personal para los indígenas tenia el objetivo de mejorar la situación de los mismos por la vía de la liberación de la anterior carga impositiva y de muchas otras obligaciones. Por ello el decreto consideraba una serie de medidas concretas dirigidas a salvaguardar sus intereses, a crear condiciones para alcanzar la igualdad real: aligeración de la carga impositiva, exención del servicio militar obligatorio, defensa de las tierras comunales indígenas del saqueo y muchas otras cosas. Precisamente este decreto fue inmediatamente declarado “reaccionario” por los opositores de Bolívar, como si se tratara de una demostración de la aspiración de retornar a los órdenes coloniales estableciendo prestaciones de servidumbre para los indígenas. Este punto de vista encontró su reflejo en la historiografía. Así, el historiador norteamericano Bushnell ve en este decreto una manifestación del “pensamiento económico reaccionario” de Bolívar.90 Víctor Andrés -Belaunde lo considera una aspiración bolivariana de “liquidar en parte significativa las conquistas de la revolución”. 91 Sin embargo, la cuestión es en esencia mucho más compleja de lo que parece. Con su decreto, Bolívar intentó crear para los 90 David Bushnell. El régimen de Santander en la Oran Colombia. Bogotá, 1956, p. 376. 91 Victor Andrés Belaunde. Ob. cit., p. 376. La posición de Andrés Belaunde es por completo explicable si se recuerdan las palabras de José Carlos Mariátegul acerca del papel jugado por la legislación liberal en el destino de las comunidades indígenas. “El liberalismo de la legislación republicana, inerte ante la propiedad feudal, se sentía activo sólo ante la propiedad comunitaria. Si no podía nada contra el latifundio, podía mucho contra la comunidad (...) .Destruir las comunidades no significaba convertir a los indígenas en pequeños propietarios y ni siquiera en asalariados libres, sino entregar sus tierras a los gamonales y a su clientela. El latifundista encontraba así, más fácilmente, el modo de vincular el indígena al latifundio”. (José Carlos Mariátegui. Obras completas, Vol. II, p. 75). Para Andrés Belaunde, portavoz de los Intereses de la “Ilustrada oligarquía”, la liquidación de tal legislación adelantada por Bolívar era, naturalmente inaceptable.
aborígenes condiciones que les permitieran disfrutar de una igualdad auténtica, mas no de una igualdad formal, que los condenaba a la quiebra económica y a la miseria. No se puede negar que la política social de Bolívar llevaba en si el sello de su originalidad e incluso de una paradoja exterior, lo cual - en parte se reveló en sus referencias a las leyes “sencillas” o “españolas”. Aquí es conveniente recordar lo que escribió F, Engels sobre la “sociedad de la razón” de los ilustrados. “La contraposición entre ricos y pobres, en vez de resolverse por la prosperidad general, se agudizó aun más como resultado de la eliminación de los privilegios gremiales y otros, que habrían servido como puente entre esta contraposición, y también como resultado de la eliminación de la beneficencia religiosa, que la atenuaba un poco”.92 Precisamente a fin de evitar la pauperización de las masas populares Bolívar se remitió a las “leyes españolas”, sin idealizarlas de ningún modo, es decir, se remitió a aquellas instituciones que, en palabras de Engels, sirvieron de puente de unión entre ricos y pobres. En el Libertador no había nada en común con los tradicionalistas, cuya actitud antiburguesa se orientaba hacia el pasado, limitándose a nostálgicas aspiraciones de renacimiento de las viejas instituciones. Lo antiburgués de Bolívar, en toda la peculiaridad de sus manifestaciones, fue dirigido hacia el futuro y, repetimos, ello tocaba con la esfera de la utopía social. Sin embargo, lo más importante está en que este decreto siguió el curso de las búsquedas, de Bolívar de medios efectivos para prevenir el empobrecimiento de las masas populares.
peculiar, se combinaron los rasgos sicológico-sociales de la personalidad de Bolívar como hombre de “raciocinio político”, quien, con ayuda de la fuerza y la autoridad de la ley, intentaba impedir que la “fuerza de las cosas” eliminara la igualdad. El líder de la revolución obraba bajo una atracción cada vez mayor hacia la utopía social, con la aspiración de elaborar, si se utilizara la terminología política contemporánea, una alternativa del “modelo” estatal basado en los principios del liberalismo clásico. La confrontación ideológica y política de Bolívar con los partidarios de este “modelo” fue inevitable. No casualmente Bolívar hubo de decir que si anteriormente le había correspondido luchar con los colonizadores españoles, ahora encontraba una encarnizada resistencia de parte de aquellos que se autocalificaban como liberales.93
Lo dicho arriba da base para deducir que ya a mediados de los años 20 habían cristalizado en sus rasgos generales los principios fundamentales del original proyecto político. En él, en forma 92
C. Marx, F, Engels. Obras, t. 20, p. 264.
93
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 851.
sus temperamentos y en general en el distanciamiento polar de sus caracteres.95
IDEOLOGÍA Y POLÍTICA EN LAS VÍAS DE DESARROLLO DE COLOMBIA I. BOLÍVAR Y SANTANDER Bolívar y Santander. Hasta ahora no se ha acallado la aguda polémica alrededor de las causas de la ruptura de sus relaciones y de la acerba confrontación. Todavía se enuncian puntos de vista diametralmente opuestos y se dan distintas valoraciones, por demás polarizadas. Así, Laureano Gómez contrapuso a Bolívar, según sus palabras, defensor de la fe católica y de los “valores espirituales” de la nación, y Santander, el “masón impío”, destructor de la unidad de los colombianos, perseguidor de la fe y de la Iglesia.94 A su turno, los más fervorosos adeptos de Santander lo exaltan como el combatiente por el civilismo, es decir, por las formas democráticas y ciudadanas de gobierno, presentándolo como hombre poseído de una especial propensión por las leyes, incluso al pie de la letra. Lo contraponen al Bolívar, a quien se representa como hombre utopista de pasiones irrefrenables, de procederes imprevisibles, preso de una sed insaciable de poder y lleno de ambiciones dictatoriales. Es ampliamente difundido el punto de vista de que el choque entre Bolívar y Santander es un reflejo de la lucha entre el civilismo y el militarismo. Se promueve además el punto de vista de quienes ven las causas de la ruptura de relaciones entre los dos dirigentes de la República de Colombia en las diferencias de 94 Laureano Gómez. El mito de Santander. Bogotá, 1966, t. I, P. 47-48.
Se ofrece, en fin, una interpretación cuya idea, en el fondo, se reduce a la afirmación de que Bolívar y Santander no presentaban diferencias que los dividieran, y si acaso se percibían algunas tonalidades en el estilo de dirección política. En tal posición está, por ejemplo, el conocido historiador norteamericano David Bushnell, quien afirma que Bolívar, semejantemente a Santander, actuó en favor del “individualismo económico y social” y la “libre empresa”, y no tuvo la intención, ni mucho menos, de colocarse en el camino de la reforma social, en particular en la esfera de las relaciones agrarias.96 En su libro “El régimen político de Santander en la Gran Colombia”, el historiador norteamericano expresó claramente sus simpatías, viendo en el proyecto político cuyo partidario fue Santander la variante más “democrática” del desarrollo del país, argumentando esto con aquello de que él sentó las bases para el desarrollo del liberalismo en Colombia. Fuerza de persistente tradición tiene el punto de vista promovido por el conocido historiador venezolano José Gil Fortoul. En su trabajo “Historia constitucional de Venezuela” contrapuso al Bolívar “inmortal” y “grandioso” el Bolívar de los “decretos reaccionarios de 1828”, 95 Alirio Gómez Picón. Bolívar y Santander. Historia de una amistad. Bogotá, 1971; Julio Hoenigsberg. Santander. Ensayo histórico-biográfico. Barranquilla, 1969, t. I-II; J. A. Osorio Lizarazo. El fundador civil de la República (Santander). Bogotá, 1940; Santiago Jiménez Arrechea. Santander, Libertador y padre de la República. Cali, 1970; Alberto Miramón. Luis Vargas Tejada. Estampa de un poeta conspirador. Bogotá, 1970. 96 David Bushnell. Bolivarismo y santanderismo. Colección Lecturas de Historia, Bogotá, N° 3, p. 20-21.
el Bolívar que “agonizaba en – 1829”, el Bolívar parecido a un “cadáver viviente” en 1830.97 En los ensayos de otro historiador venezolano, Carlos Irazábal, se desarrolla en gran parte análoga concepción, subrayando la idea de que el “decaimiento intelectual” de Bolívar coincidió con su tránsito a posiciones reaccionarias abiertas, que concluyeron en la alianza con la propia “reacción negra”, con la esperanza de revivir el antiguo orden colonial. A él, según Irazábal, se le opusieron partidarios de Santander como Francisco Soto y otros, quienes combatían por la libertad y la democracia.98 Este punto de vista fue defendido recientemente por el historiador venezolano Lovera de Sala.99 Tal vez la tesis más extrema sobre un reaccionarismo de las posiciones bolivarianas, que se redobla cada vez más, se expone en el trabajo del historiador español Salvador de Madariaga, que fuera sometido a una seria y fundamentada critica de parte de eminentes científicos latinoamericanos, Madariaga ratifica que las convicciones “monárquicas” y “ultraconservadoras” de Bolívar, quien se habría esforzado por restaurar las instituciones españolas, lo condujeron inevitablemente al choque con el liberal Santander. En esencia, toda la concepción del libro de Madariaga se reduce a que Bolívar aparentemente habría imitado en todo a Napoleón e intentado repetir su camino haciéndose emperador.100 97 José Gil Fortoul. Historia constitucional de Venezuela. Caracas, 1930,. t. I, p. 600, 612, 677. 98 carlos Irazábal. Venezuela esclava y feudal (episodios de la historia de Venezuela). Ensayos de interpretación dialéctica. Caracas, 1914, segunda edición, p. 100-128. 99 R. J. Lovera de Sala. Simón Bolívar: el último año. El postrer aliento. “Resumen”, Caracas, 21. XII. 1980, p. 40-42. 100 Salvador de Madariaga. Bolívar. México, Buenos Aires 1953, t. 1. p. 403420.
El punto de vista arriba citado es opuesto, por ejemplo, a la posición del historiador colombiano Guillermo Ruiz Rivas, quien ha subrayado que la oposición de Santander y de sus partidarios a la actividad de Bolívar se comprende por la aspiración de este último de realizar un amplio programa de transformaciones revolucionarias y antioligárquicas.101 Esta concepción ha sido formulada con mayor amplitud en los trabajos del destacado historiador colombiano Indalecio Liévano Aguirre, sobre cuyo gran aporte a la investigación de la vida y luchas de Bolívar se ha hablado en más de una ocasión. Es importante señalar que cada vez más aparecen trabajos en los cuales es evidente la aspiración de sus autores de comprender de manera detallada y objetiva la última etapa de la vida del Libertador y poder responder al interrogante de cuáles fueron los imperativos que le guiaron al investirse de poderes dictatoriales en agosto de 1828. Así, el investigador venezolano Cristóbal Mendoza, bolivarista competente plantea que las aspiraciones de Bolívar durante el período de su dictadura iban en interés de consolidar y estabilizar las conquistas revolucionarias.102 Salcedo Bastardo ha subrayado que en el lapso de su dictadura el Libertador emprende un ultimo intento de “impulsar la revolución y hacerla tangible”.103 Liévano Aguirre señala especialmente la utilización por Bolívar de extraordinarios poderes dictatoriales en interés de la realización de reformas sociales.104 101 Guillermo Ruiz Vivas, Bolívar más allá del mito. Bogotá, t. I y II. 102 C. L. Mendoza. Prólogo a los escritos del Libertador. Caracas, 1977, p. 6970. 103 J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 319-380. 104 Indalecio Liévano Aguirre. Razones socioeconómicas de la conspiración de Septiembre contra el Libertador, p. 35, 37-38.
Álvaro Delgado habla de que los extraordinarios poderes de que se invistió Bolívar no lo separaron del pueblo sino que, por el contrario, lo acercaron a él.105 El historiador cubano Alberto Prieto escribe que Bolívar utilizó los plenos poderes dictatoriales para realizar transformaciones sociales en beneficio de las masas populares.106 Haciendo un balance de lo expuesto anteriormente, es posible sacar la deducción de que las causas de la brusca agudización de las contradicciones entre Bolívar y Santander deben buscarse en la fuerte lucha que se desarrolló en Colombia en torno a los caminos para el ulterior desarrollo de la serie de jóvenes Estados latinoamericanos, creados como resultado de las campañas libertadoras del ejército revolucionario bolivariano.107 La situación se conformó de tal manera que alrededor de Santander se agruparon todos aquellos que por uno u otro motivo y causa se pronunciaron en favor de conservar la Constitución de Cúcuta, considerando que las instituciones estatales que ella creaba garantizaban de manera más segura sus intereses. Indiscutiblemente, desde el punto de vista del espectro político, de las concepciones y del estado de ánimo, el campo de los partidarios de Santander resultaba bastante abigarrado; no obstante, si nos abstraemos de esta circunstancia, se puede entonces, concluir que en el bando de los partidarios de
105 Hojas universitarias. Bogotá, noviembre de 1976, p. 79. 106 Alberto Prieto. Próceres latinoamericanos. La Habana, 1981> p. 102-103. 107 Esto, desde luego, no libera al investigador de la obligación de prestar atención a las personalidades de Bolívar y Santander, tipológica y diametralmente opuestas. Indiscutiblemente, esta circunstancia influyó en sus relaciones, atribuyendo no pocas veces, a primera vista de manera exclusiva, por así decirlo, un colorido personificador a sus diferencias políticas e ideológicas.
Santander estaban representados en esencia los intereses de aquellos que se precavían de perder sus privilegios sociales, relacionándose hostilmente con la lucha que los desposeídos y explotados adelantaban por sus derechos. Es revelador e interesante el hecho de que en carta dirigida a uno de sus adeptos el propio Santander afirmara que los partidarios de Bolívar podrían provocar “Una guerra interior en que ganen los que nada tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los que tenemos, que somos pocos”108. No menos heterogéneo por la composición de sus participantes fue el campo de los partidarios de Bolívar. No obstante; en este caso no tenemos base para aferrarnos a este punto de vista relativista, negándonos a adelantar determinadas valoraciones y generalizaciones. Objetivamente, y en gran parte subjetivamente, Bolívar actuó como ya lo hemos dicho reiteradamente, desde posiciones de defensa de las masas populares, las cuales recibieron muy poco de la guerra de independencia. No por casualidad expresó Bolívar que el pueblo se encontraba en la esclavitud, en tanto que la libertad existía solamente para los privilegiados, entre los cuales se contaba una “aristocracia de rango” de empleos y de riqueza, que en nada se diferenciaba de la aristocracia hereditaria. En palabras suyas, para esta gente las conversaciones sobre igualdad sirven como justificación de sus pretensiones y para elevarse en la escala social, mas de ninguna manera para aproximarse a las “clases inferiores de la sociedad”, a las cuales ellos quisieran mantener en la esclavitud, “a pesar de los alardes de demagogia y liberalismo”109.
108 Cartas y mensajes del general Francisco de Paula Santander. Bogotá, 1955, Vol. VII, p. 371. 109 L. Peru de Lacroix. Diario de Bucaramanga. Medellín, 1967.
Es interesante anotar que Simón Rodríguez fue uno de los pocos que aun en vida de Bolívar percibió en sus actos el reforzamiento de la orientación social reformadora. Él promovió la siguiente idea, asombrosa por su profundidad: “Si los americanos quieren que la revolución política que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica…”110 La concepción de Rodríguez se acerca en gran parte a la de Manuel Maria Madiedo. Eminente representante del socialismo utópico en Colombia, Madiedo valoraba todo desde las posiciones de las masas populares. Ellas vertieron su sangre en los campos de batalla durante los años de la revolución de independencia, gracias a su valentía y a su abnegación. Ella triunfó, pero, como antes ocurría, el pueblo “se encontró pobre, mutilado, explotado en su sangre para la guerra y en su sudor para la paz, y en medio de las más bellas leyes, los hombres por cuya libertad se había sacrificado todavía lo llamaban la plebe, la canalla, y le dieron un puntapié cuando quiso ser algo, apenas algo más que lo que había sido bajo los esbirros de la tiranía ultramarina”.111 Desde el punto de vista del pueblo desposeído y explotado, Madiedo se aproximó a la valoración de las causas de las discrepancias entre Bolívar y Santander. Advirtió con clarividencia que no se trataba de un conflicto entre partidos, ya fueran militaristas o civilistas, sino de cuestiones inconmensurablemente mucho más serias, y precisamente de la lucha en torno a las vías para el desarrollo de Colombia. Madiedo vio en Santander y sus partidarios unos defensores de 110 S. Rodríguez. Obras completas, Vol. I, p. 241. 111 Véase.~ “Orígenes de los partidos políticos en Colombia”. Bogotá, 1978, p. 34.
intereses de las capas privilegiadas de la población, los cuales, con ayuda de las masas populares, derrocaron el dominio colonial español, al tiempo que intervinieron desde posiciones defensivas y conservadoras para impedir la realización de transformaciones sociales en interés del pueblo. Aunque los opositores del Libertador se hubiesen denominado a si mismos liberales, en el fondo, según Madiedo, no fueron más que legistas interesados en la conservación del orden de cosas existente.112 Al mismo Santander lo comparó con un patricio romano de los tiempos de la República, “cuando los Gracos morían apaleados por los senadores, a causa de sus tendencias democráticas”.113 Madiedo contrapuso a Santander y sus partidarios con Bolívar y su ejército libertador. Con la forma aforística que le fuera propia, escribió: “…sin riesgo a equivocarse, podría decirse que en esos tiempos la república estaba en el cuartel”.114 Al igual que Simón Rodríguez, Madiedo vio en el ejército libertador a las masas populares armadas, con sus instintivas y espontáneas aspiraciones democráticas dc justicia social. Por ello Madiedo llegó a la conclusión de que “la democracia guerrera del héroe de Colombia tenía más títulos a la República” que el partido civilista encabezado por Santander y sus partidarios.115
112 Ibid., p. 38. Madiedo consideró corno verdadero liberalismo a la doctrina cuyas Ideas estaban basadas en los principios de la solidaridad fraterna entre la gente, así como también en las ideas de justicia social. 113 Ibid., Tiene interés el hecho de que en una de sus cartas el mismo Santander reprendió a los Uracos por sus intentos de socavar el régimen social existente en Roma durante el periodo dcl sistema republicano. 114 Ibid., p. 37. 115 Ibid., p. 35.
Rindiéndole tributo al mito sobre las ambiciones napoleónicas de Bolívar —a quien llamó brillante compañero (satélite) del emperador francés—,116 Madiedo no pudo revelar completamente su fructífera idea referente a que los ideales sociales y políticos del Libertador correspondían a las aspiraciones democráticas de las masas populares y estaban en consonancia con ellas. No obstante, sus reflexiones siguieron el curso de búsqueda de muchos representantes del pensamiento social avanzado latinoamericano, encaminada a encontrar la génesis del profundo democratismo y la popularidad de los ideales sociales de Bolívar.117 Un criterio en todo diferente en la valoración del tema de Bolívar y las masas surge del conocido sociólogo venezolano Laureano Vallenilla Lanz, quien, como ya se ha dicho, contrapuso el “Bolívar aristócrata” a las masas y sus espontáneas aspiraciones de igualitarismo social.
116 Ibid., p. 35. 117 Sobre esto reflexionó, como ya se dijo, Faustino Domingo Sarmiento. Asombrosas ideas en cuanto a profundidad y perspicacia, referentes a un Bolívar que como dirigente de masas comprendía lo espontáneo de sus aspiraciones democráticas, fueron expresadas por el distinguido escritor y publicista uruguayo José Enrique Rodó en su ensayo titulado “Bolívar” (José Enrique Rodó, La América nuestra. La Habana, 1970). En Venezuela ha meditado no poco sobre este problema el conocido escritor y periodista Rufino Blanco Fombona, quien sostiene que Bolívar logró dirigir toda la energía y las aspiraciones de las masas por el camino de la revolución liberadora (R. Blanco Fombona. Bolívar y la guerra a muerte. Época de Boves. 1813-1814. Caracas, 1972). Un poco más tarde el jefe político y publicista colombiano Gilberto Alzate Avendaño, en el agudo ensayo polémico “El nuevo descubrimiento de Bolívar” y refiriéndose a los trabajos de Sarmiento y Rodó, escribió sobre la aspiración del Libertador de atraer al lado de la revolución liberadora a las masas populares, uniendo en un solo torrente a las reglones urbanas y rurales (G. Alzate Avendaño. Obras selectas. Bogotá, 1979).
Pero estas mismas masas, como afirmó Vallenilla Lanz, no estaban orgánicamente en capacidad de familiarizarse con el conocimiento del ideal social y por tanto sobre ellas debería gobernar un “César democrático” o “gendarme necesario”.118 La aspiración de cambios en el espíritu de la justicia social, así fuese una expresión espontánea de las masas populares que Bolívar intentara encarnar en su proyecto político: he aquí el nudo que hace falta deshacer para encontrar la causa de tan encarnizada resistencia a los planes del Libertador por parte de sus opositores. Exteriormente, todo en ello parecía la aspiración de obstaculizar las ambiciones “cesaristas” y “napoleónicas” de Bolívar. de defender la libertad ante la tiranía. De ahí los encarnizados ataques al ejército libertador, al cual se emparentaba con el militarismo, declarándolo arma del despotismo. Uno de los partidarios próximos de Santander, el poeta Luis Vargas Tejada, cuyos versos y tragedias antitiránicos se combinaron extravagantemente con el conservadurismo de sus concepciones sociales, escribió que el ejército, habiéndose granjeado la gloria en los campos de batalla por la causa de la libertad, dirigió sus armas contra ella, llevó el país a la subyugación.119 La causa de tan acerbo antimilitarismo reside ante todo en el hecho de que, en medio de la aguda pugna en torno a las vías de desarrollo de la sociedad colombiana y de los Estados aliados, el ejército no podía permanecer al margen de la política; su voz sonaba fuertemente en los debates y discusiones públicas de aquel tiempo. La orientación social de múltiples exigencias de los militares asustó especialmente a los partidarios de la conservación del statu quo político y social. 118 Laureano Vallenilla Lanz. Cesarismo democrático. Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela. Caracas, 1952. 119 Luis Vargas Tejada. Recuerdo histórico. Bogotá, 1978, p. 74.
No es casual que los opositores de Bolívar señalaran que el principal contenido de la lucha política e ideológica en este periodo era el choque entre el civilismo y el militarismo.120
éste era un godo, es decir, un partidario del imperio español que en una u otra forma soñaba con el restablecimiento del anterior ordenamiento colonial.121
Los opositores de Bolívar no se limitaron a fustigar sus “ambiciones militaristas” sino que también intentaron introducir la división y el espíritu de discordia en las filas del ejército. Con ayuda de soldados colombianos, lograron realizar una revuelta antibolivariana en el Perú, impidiendo así mismo la profundización de las transformaciones sociales en ese país, elaboradas por Bolívar en su Constitución. Como resultado de las artimañas de los enemigos de Bolívar, quienes utilizaban para sus fines a un determinado sector de los militares, Antonio José de Sucre, quien encarnaba los mejores rasgos de la generación de los libertadores, se vio forzado a asumir los poderes de primer presidente del Perú.
No era raro por este tiempo escuchar en las calles de Bogotá vociferaciones de los opositores del Libertador del tipo de “Viva la libertad y abajo el godo Bolívar”.122
La campaña antibolivariana en las filas del ejército se llevó a cabo bajo las consignas de defensa de la Constitución y eliminación de las amenazas de restauración de las instituciones monárquicas, que traerían consigo la liquidación de los derechos concedidos a la población de color en los marcos del Estado colombiano. En el léxico político de los opositores del Libertador,
120 El historiador colombiano Germán Colmenares señala que semejante género de interpretaciones sobre el papel del ejército en la historia devino en una especie de constante en la vida política del país. “Al ejército se atribuían en gran parte las oscilaciones políticas puesto que se lo identificaba como a un agente de la reacción. Peor que esto, el ejército aparecía como una supervivencia del régimen monárquico” (Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales en Colombia. Bogotá, 1968, p. 160).
Acusando a Bolívar de aristocratismo y godismo, sus opositores, quienes propiamente no se preocupaban de la lógica y trascendencia de sus palabras, procuraron presentarlo al mismo tiempo como un demagogo social que jugaba con la “negramenta”. Bolívar no tuvo más que crear en Colombia una filial de la sociedad “El gran Caupolicán”,123 para que inmediatamente sus contrarios se lanzaran al ataque declarando que tal entidad había unido a todas las “heces de la sociedad» levantadas desde el fondo de la revolución y que bajo la divisa del despotismo se armaban contra la libertad. A fuerza de que “sus intervenciones se ilustraban en el prestigio de Bolívar y se favorecían del apoyo del
121 Hay que decir que la campaña antibolivariana dio sus resultados, levantando contra Bolívar a una parte de los militares. Para algunos, ante todo aquellos procedentes de las capas bajas, que estaban ascendiendo socialmente e incluso enriqueciéndose, las acusaciones a Bolívar sobre planes restauradores equivalían a la posibilidad de perder sus privilegios. Para otros, poseídos de ambición, los llamados a la defensa de la libertad y de la Constitución de Cúcuta fueron una excusa seductora para jugar el papel de salvadores de la patria, lo cual en algunos casos llevó a resultados trágicos. Bastaría recordar el destino del talentoso general Córdoba. 122 Véase: Sotero Peñuela. Doctrina conservadora. Bogotá, 1940, p. IV. 123 Una sociedad idénticamente denominada en memoria al heroico jefe de los araucanos, fue creada por Bolívar en el Perú y en calidad de objetivo fundamental se trazó la tarea de la liberación social de las masas aborígenes.
ejército”,124 tales elementos representaban un peligro especial para la “causa de la libertad”, como señalaban los partidarios de Santander. Las contradicciones ideológicas y políticas entre partidarios de Bolívar y Santander se evidenciaron con especial agudeza durante las sesiones de la Convención de Ocaña (abril-junio de 1828), convocada con el objetivo de reformar la Carta de Cúcuta. Garantizando para si las posiciones dominantes, con ayuda del denominado reglamento electoral —por el cual se privaba de derechos electorales al 95 por ciento de la población—, los santanderistas desplegaron en la convención una encarnizada lucha contra Bolívar. Ellos recibieron con inocultable hostilidad las intervenciones de las guarniciones militares y de los sencillos representantes del pueblo, quienes exigían a la asamblea que se pusiera fin al escandaloso enriquecimiento de unos pocos y al empobrecimiento y pauperización de las masas.125 “Este es el resultado de la desmoralización a que se ha querido habituar al pueblo y al ejército, enseñándole a que haga actos y representaciones sediciosos”,126 escribió el general Santander.
124 Luis Vargas Tejada. Ob. cit., p. 19. 125 En el memorial dirigido a la Convención de Ocaña por la composición personal de la División del Magdalena se decía: “Todo ha sido injusticia, todo abandono, todo desprecio (...) ¿En manos de quiénes paran los bienes confiscados? Sujetos acaudalados que se hicieron de muchos documentos por la quinta y sexta parte de su valor; el gobierno les dio por consecuencia una preferencia injusta, y cuando recurría algún militar exigiendo la adjudicación de alguna finca, ya la hallaba aplicada a un particular (…) Se vendieron los documentos por el valor que les dio entonces el comercio: se hizo con esto un género de especulación, de intriga, de agio, de corrupción para unos y de vergüenza para todos; sólo el ejército fue la victima; sólo nosotros fuimos los burlados, y la ley”. (Citado por J. L. Salcedo Bastardo, Historia fundamental de Venezuela, p. 412). 126 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VII, p. 369.
En tal tipo de pronunciamientos los opositores de Bolívar observaron una manifestación del espíritu de la revolución francesa, tan hostil a ellos. Vargas Tejada, elegido diputado a la convención ocañera, habló, por ejemplo, de “la fracción jacobina, que oprimía a la Convención francesa y que es un tipo exacto de la fracción bolivariana de la Convención de Colombia”. La única diferencia era que en Francia Robespierre había sido diputado a la Convención, mientras que en Colombia el general Bolívar, ese Robespierre criollo, se encontraba fuera de su recinto. En Francia los jacobinos apelaron a los sans-culotte, quienes ocupaban las tribunas de la convención. En tanto en Colombia, en palabras de Tejada, la fracción jacobina encabezada por Bolívar tuvo sus “descamisados” en el ejército y en el pueblo y los provocó a adelantar acciones de protesta, envenenándolos contra todos los “buenos republicanos, que aspiraban a salvar a la nación del despotismo oclocrático”.127 Dibujando a Bolívar como dictador y tirano, uno de los ideólogos de la fracción antibolivariana, Francisco Soto, declaró que aquel que juega con el populacho y desata la “revolución contra los propietarios” ineluctablemente se torna en “monstruo del género humano”.128 Fue una campaña minuciosamente ideada y planeada contra el Libertador. El propio Santander confesó con suficiente franqueza en una de sus cartas: “Por mi profesión se evita dar una batalla campal a un enemigo poderoso y bien situado, cuando hay esperanzas de destruirlo en partidas, sorpresas, emboscadas y todo género de hostilidades”.129 ¿Qué se escondía, pues, tras las acusaciones. de jacobinismo a los partidarios de Bolívar, y a 127 Luis Vargas Tejada. Ob. cit., p. 164-165. 128 Guillermo Ruiz Vivas. Ob. cit., Vol. I, p. 442. 129 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VII, p. 371.
él mismo de aspirar a convertirse en el Robespierre colombiano? ¿Fue esto acaso resultado de exageraciones políticas y de la aspiración de denigrar a Bolívar de la mejor manera posible ante los ojos de los poderosos propietarios? ¿O será acaso que la cuestión se refiere a ciertos rasgos de Bolívar tipológicamente similares a los del heroico jefe de los jacobinos? La respuesta a estos interrogantes puede darla el análisis de la evolución de las concepciones de Bolívar, que lo llevaron a convencerse de la necesidad de establecer una dictadura revolucionaria temporal, tan frecuentemente, a mi parecer, tergiversada en su comprensión y sus interpretaciones. II. LA DICTADURA REVOLUCIONARIA TEMPORAL Tres puntos de vista bastante tangibles se contemplan al evaluar el lugar y papel del corto gobierno dictatorial de Bolívar en la evolución de sus concepciones políticas y sociales. Uno de ellos debe examinarse en los marcos de la concepción general acerca del supuesto tránsito de Bolívar a las posiciones reaccionarias en el último periodo de su vida. Así, el historiador y publicista venezolano Juan Uslar Pietri enlaza tal evolución de Bolívar ante todo con aquel periodo, cuando fue investido por el congreso peruano con los poderes dictatoriales, los cuales recordaban un género de poderes propio de los cónsules de la antigua Roma republicana. Según afirma Uslar Pietri, las ambiciones autocráticas cesaristas inherentes a Bolívar llegaron a determinar cada vez más su actividad. “Bolívar comienza, en el pináculo de su gloria, la senda descendente de la tiranía”, escribe Uslar Pietri. 130 130 Juan Uslar Pietri. Historia política de Venezuela. Caracas, Madrid, 1970. p. 113.
El conocido filósofo mexicano Leopoldo Zea, sin negar que la dictadura de Bolívar lleva el sello de la influencia de la teoría y la práctica de funcionamiento de las instituciones estatales de la Roma antigua, llega a deducciones completamente diferentes. Compara la dictadura bolivariana con la dictadura temporal de los cónsules en la Roma republicana, establecida para salvar las instituciones republicanas. “En otras palabras —escribe Leopoldo Zea— es una dictadura que no es tiranía sino una forma de gobierno que, en situaciones especiales, adoptan los pueblos para salvarse a si mismos”.131 El filósofo mexicano subraya que Bolívar, ante todo, continuó siendo un republicano convencido, enemigo de la tiranía y de la explotación.132 El científico colombiano Antonio José Rivadeneira desarrolla la concepción del carácter revolucionario de la dictadura bolivariana, y distingue tres tipos de regímenes dictatoriales. La dictadura de los cónsules de la antigua Roma se planteó el objetivo de defender las instituciones existentes en el periodo, cuando el país se encontraba en situación crítica. La dictadura reaccionaria derroca por la fuerza al gobierno democrático y establece el régimen despótico y antipopular. La dictadura revolucionaria, en palabras de Rivadeneira, plantea el objetivo de consolidar las conquistas revolucionarias. “No se requiere mayor esfuerzo dialéctico para demostrar que la dictadura de Bolívar fue revolucionaria”, afirma.133 Si nos remontamos a la historia, entonces no será difícil ver que en el curso de toda la guerra de independencia no pocas veces se 131 Leopoldo Zea. Imperio romano e imperio español en el pensamiento de Bolívar. Bolívar, ideología, utopía, historia. Nuestra América, México, 1980, N° 1, p. 23. 132 Ibíd., p. 23-24. 133 Antonio José Rivadeneira Vargas. Historia constitucional de Colombia. Bogotá, 1962, p. 71-72.
revistió a Bolívar de plenos poderes dictatoriales. Como fuera característico de esa época, la necesidad de estas medidas se argumentaba frecuentemente con ayuda de referencias a los tiempos de la antigua república romana, a la práctica del establecimiento de la dictadura consular temporal. El mismo Bolívar tomó para sí la carga del pleno poder dictatorial en nombre de la conducción de la guerra de independencia hasta el final victorioso y el triunfo de la causa de los patriotas. “La dictadura ha sido mi actividad constante (…) —escribió Bolívar—. Esta magistratura es republicana, ha salvado a Roma, a Colombia y al Perú”.134 Hay que señalar que la dictadura de Bolívar en el Perú se diferenciaba por muchos rasgos esenciales de los períodos anteriores de su actividad cuando fue también investido de plenos poderes dictatoriales. En verdad, a él le correspondió combatir en el Perú no sólo por el triunfo terminante de la causa de la revolución de independencia, sino también por la profundización de su contenido social; es decir, si utilizamos las palabras de Simón Rodríguez, por la transformación de la revolución política en económica> No fue casual que la actividad reformadora de Bolívar en el Perú encontrara tan encarnizada resistencia de la oligarquía y —como veremos más adelante— de los círculos dirigentes de los Estados Unidos de Norteamérica, 134 Simón Bolívar. Ob. cit., vol. II, p. 484. Es interesante anotar lo que entonces planteara con clarividencia Andrés Bello, referente a que la dictadura de Bolívar debería examinarse en el contexto de los imperativos que fueron presentándose en el curso de la guerra de independencia: “Nadie amó más sinceramente la libertad que el general bolívar, pero la naturaleza de las cosas lo avasalló como a todos; para la libertad era necesaria la independencia y el campeón de la independencia fue y debió ser un dictador. De aquí las contradicciones aparentes y necesarias de sus actos”. (Andrés Bello. Obras completas. Caracas> 195>7, Vol. XIX, p. 170).
los cuales vieron en la política del Libertador una amenaza a sus intereses. No es casual otro aspecto. Todos los auténticos patriotas y demócratas peruanos se agruparon en torno a Bolívar, viendo en su dictadura el único medio de salvación del país. Es sabido que su más allegado compañero de armas fue Faustino Sánchez Carrión, fervoroso adicto de la doctrina revolucionario-democrática de Rousseau y quien soñaba con la época en que surgiera en el Perú un auténtico régimen popular, basado en los principios del “Contrato social”.135 Muy distinta fue la situación para Bolívar, una vez que chocó con la necesidad de hallar medios efectivos y caminos de salida de la profunda crisis en la cual se vio envuelta la República de Colombia. Los medios, ora corrientes ora enérgicos, en los marcos del sistema político existente, fueron considerados por él desactualizados e inefectivos. Por ello en sus reflexiones fue ocupando mayor lugar la cuestión en torno a las posibilidades y conveniencias de establecer un régimen fuerte, capaz de salvar al país sacándolo de la crisis. En marzo de 1828 escribió que estaba enteramente absorbido por la idea de cómo crear “un gobierno poderoso y justo”, o mejor, según sus palabras, temporal, “pues todo es provisional en una revolución”.136 Aquí es muy importante seguir el pensamiento dialéctico del jefe de la revolución. Si anteriormente había hablado de la necesidad de buscar la victoria sobre los españoles sólo en los caminos de la revolución, ahora, cuando la guerra de independencia ya había 135 Escribió sobre este libro valorándolo de “pequeño” pero “asombroso”, “con ayuda del cual se derrumbaron tronos” (Los ideólogos. José Faustino Sánchez Carrión, p. 350). 136 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 799.
terminado, veía en la dictadura revolucionaria temporal un medio efectivo para lograr el avance de la revolución, sin considerar de ninguna manera que ésta había terminado. Como confirmación de esta idea dialéctica de Bolívar puede servir la referencia cada vez más persistente a las ideas democrático-revolucionarias de Rousseau, por demás particularmente formuladas en su “Contrato social”. Leyendo la correspondencia bolivariana de aquellos años, es imposible no advertir cómo se refuerza cada vez más en él la convicción de que la violación de la voluntad popular por el gobierno —lo cual quiere decir pisotear el contrato social— da derecho al pueblo a cambiar el sistema político existente. De aquí la apelación tan insistente de Bolívar a la voluntad del pueblo, el cual, según sus palabras, apoya sus planes. Es interesante e importante anotar que, por lo regular, rememorando la voluntad popular, Bolívar también hablaba del respaldo que a sus planes brindaba el ejército. En el ejército él vio ante todo al pueblo armado. En él cifró sus principales esperanzas en la guerra de independencia. Con él Bolívar continuó contando más tarde, al elaborar sus planes para el establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal. Además de esto, cuando solamente se encontraba en su estadio inicial el complejo y contradictorio proceso de formación de las comunidades étnicas, el ejército revolucionario del Libertador venía como a personificar en miniatura a estas comunidades que se estaban formando, las cuales, como él lo consideraba, irían a unirse mediante grandes ideales patrióticos, basados en los principios de la igualdad y la justicia social. Por ello Bolívar fue tan acerbo en su crítica al poder de las fuerzas vivas, que en los años de la independencia, según sus palabras, valoraban las riquezas por encima de todo y se negaban a depositar un digno
aporte a la lucha por la libertad, prestando ayuda al ejército. Más tarde chocó con el creciente “antimilitarismo” de las capas privilegiadas de la población, las cuales se negaron a pagar impuestos para el sostenimiento del ejército revolucionario. En una de sus cartas (24. III. 1827) propuso inclusive encarcelar a aquellos que se negasen a pagar y vender sus propiedades en pública subasta. “El ejército perece y junto con él perece la república”, dijo.137 Con no menor insistencia combatió Bolívar para impedir que en las filas del ejército tomaran ascenso los partidarios de la pardocracia, es decir, aquellos que intentaban encender los conflictos raciales, que acarrearon gran perjuicio a la causa de la lucha por la independencia, e invariablemente contrapuso a esta peligrosa tendencia su política social reformadora.138 Durante las deliberaciones de la Convención de Ocaña Bolívar se hallaba en la ciudad de Bucaramanga. Entonces reflexionó intensamente sobre los destinos del país, sus problemas radicales, los caminos de salida dc la crisis y de profundización del contenido social de la revolución liberadora, y llegó a la conclusión de que sus opositores no eran más que “diferentes monopolistas de la opinión y de la fortuna”.139 Y precisamente por este tiempo pudo llegar con mayor exactitud a la deducción de que en Colombia se estaba conformando una sociedad basada en la desigualdad social y en la 137 Ibíd., p. 590. 138 Despierta interés el hecho de que ya desde 1817 Bolívar se viera obligado a sancionar el fusilamiento del general Piar, quien, apelando a consignas racistas, intentó introducir la división en las filas del ejército libertador. Condenando las actividades de Piar, de procedencia étnica mulata, Bolívar subrayó con especial persistencia que en las vías para lograr la igualdad había que buscar el mejoramiento de la consolidación y unidad del ejército revolucionario, mas no aspirar a encender la enemistad de raza (Simón Bolívar. Ob. cit., Vol. III, p, 651652). 139 S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 902.
explotación de las masas populares oprimidas. Posiciones cada vez más fuertes en la sociedad eran conquistadas por la “aristocracia de la riqueza”, para la cual, en palabras de Bolívar, las pláticas sobre la igualdad servían de justificación a sus pretensiones de ascenso social y de ninguna manera para acercarse a las “clases inferiores de la sociedad”, a las cuales la oligarquía pretendía mantener en la esclavitud, “a pesar de sus alardes de demagogia y liberalismo”.
De tal manera, el camino constitucional corriente para sacar al país de la crisis ya había dejado de existir, precisamente por este tiempo se fortaleció en Bolívar su resolución de utilizar, como último medio, la dictadura revolucionaria temporal. De ahí sus invocaciones cada vez más persistentes a las tesis de Rousseau sobre la dictadura, sus reflexiones sobre el derecho del pueblo, como portador de la voluntad general, de entregar temporalmente su soberanía a un dictador.
No es casual que justamente por esa época enfrentara con decisión a quienes, apelando a los “nuevos principios filosóficos”, exaltaban los “derechos individuales”, y que contrapusiera a los predicadores del individualismo su idea de la sociedad basada en los principios de la asociación. Bolívar subrayó perseverantemente: “No quieren creer los demagogos que la práctica de la libertad no se sostiene sino con virtudes y que donde éstas reinan es impotente la tiranía. Así, pues, mientras que seamos viciosos no podemos ser libres, désele al Estado la forma que se quiera”.140
No es también casual el gran interés de Bolívar en aquel tiempo hacia la experiencia de la gran revolución francesa, las reflexiones en torno de las causas de su degeneración termidoriana. Caracterizaba a esta revolución como uno de los acontecimientos más sobresalientes en la historia de la humanidad pero al mismo tiempo decía con amargura que ocho años y un hombre le dieron una dirección diametralmente opuesta.142
Por culpa de la encarnizada resistencia de los santanderistas a los planes de Bolívar de crear, según sus palabras, un gobierno fuerte y estable capaz de garantizar la libertad y la igualdad, la Convención de Ocaña terminó en un fracaso. “La Convención de Ocaña fracasó —escribe Liévano Aguirre— porque el gran conflicto entre el espíritu democrático de la nación y las pretensiones de los estamentos acaudalados no tuvo cabida en los debates de la asamblea, cerrada al pueblo por el reglamento de elecciones”.141
Precisamente en aquel tiempo, tanto por el pathos de su actividad como por sus ideales sociales, Bolívar estaba muy próximo a los jacobinos y a su jefe Robespierre, tomando en cuenta, claro está, las diferencias en las condiciones históricas concretas. Ambos eran hombres de “raciocinio político” y aspiraban a transformar la sociedad mediante la fuerza de las leyes, impidiendo el ahondamiento en su seno de la desigualdad social. A ambos les unía la simpatía hacia las ideas democrático-revolucionarias de Rousseau, en quien veían a su aliado en la lucha contra la tiranía y la injusticia social.143 142
S. Bolívar. Ob. cit., Vol. II, p. 928. Refiriéndose a Rousseau en uno de sus discursos, dijo Robespierre: “Ah!, si él que fue su precursor y cuyos restos mortales descansan en el Panteón— hubiese podido ser testigo de esta revolución, no podemos dudar de que su noble alma habría abrazado con fervoroso entusiasmo la causa de la justicia y la igualdad” (ver: Robespierre. Obras escogidas. Moscú, 1965, t. III, p. 173. En ruso) 143
140
Ibíd., p. 821. Indalecio Liévano Aguirre. Razones socioeconómicas de la conspiración de septiembre contra el Libertador, p. 36. 141
Los dos personajes intentaron profundizar el contenido social de la revolución, buscaron persistentemente formas revolucionarias de gobierno con ayuda de las cuales fuera posible derrotar a los opositores a profundos cambios sociales. Refiriéndose a la dictadura revolucionaria jacobina en su famoso discurso “Sobre los principios del gobierno revolucionario”, (25. XII. 1793) Robespierre subrayó: “La teoría del gobierno revolucionario es así mismo tan novedosa como la revolución que ha creado este orden de dirección. Seria vano buscar esta teoría en los libros de los escritores políticos que no han previsto la revolución, o en las leyes de los tiranos…”144 Mas como quiera que sea que la dictadura jacobina se hubiese inspirado en las ideas de Rousseau, de todas maneras la práctica revolucionaria llevaba mucho de lo nuevo e inexplorado. En vísperas del establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal, Bolívar escribió literalmente acerca de que las nuevas instituciones estatales de Colombia deberían inspirarse no en libros extranjeros, “enteramente ajenos de nuestras cosas y de nuestros hechos”, sino apoyarse “sobre nuestras costumbres, sobre nuestra religión y sobre nuestras inclinaciones, y últimamente, sobre nuestro origen y sobre nuestra historia”.145 No obstante que el espíritu revolucionario democrático de la doctrina de Rousseau fuera particularmente valioso para Bolívar en ese período, al investirse de plenos poderes dictatoriales procuró en lo posible contar con las realidades latinoamericanas, apoyándose en ellas, adelantando una política social reformadora. Si parafraseamos un tanto las conocidas palabras de José Martí, se puede decir que las ideas de Rousseau se injertaron orgánicamente al tronco del árbol americano.
Prueba de ello es la proclama de Bolívar a los colombianos del 27 de agosto de 1828, en la cual afirma que se invistió de poderes dictatoriales, lo que en gran parte se presenta como análogo de las ideas de Rousseau sobre la dictadura revolucionaria temporal. Una comparación textual de la proclama con el capitulo “Sobre la dictadura” de “El contrato social” muestra una evidente coincidencia de ideas y de argumentos. Rousseau escribió que “… nunca se puede suspenden la sagrada fuerza de las leyes, si la cuestión no se refiere a la salvación de la patria. En estos casos, ranos y evidentes, la preocupación sobre la seguridad social se expresa por un acto especial, el cual deposita esta obligación en el más digno”.146 Con todo y eso, en casos extremos, en palabras de Rousseau, “designan un gobernante supremo, el cual hace cesar, todas las leyes y suspende por cierto tiempo la actividad del poder supremo del soberano. En semejante situación, en la cual concluye la voluntad general, no cabe duda y es evidente que el primer deseo del pueblo consiste en que el Estado no muera”.147 En la proclama a los colombianos Bolívar opinó que el fracaso de la Convención de Ocaña forzó al pueblo a negar a ésta la confianza y a tomar para si la totalidad de su soberanía, a fin de ocuparse de su propia seguridad. “El soberano —dijo Bolívar reuniéndose al pueblo— quiso honrarme con el titulo de su ministro y me autorizó, además, para que ejecutara sus mandamientos”.148 Rousseau planteó con insistencia la necesidad de limitar al máximo la duración de la dictadura. “En tiempos de crisis, las cuales forzan a instituir la dictadura, el Estado es rápidamente eliminado o salvado, y una vez pasada la necesidad
146 144
M. Robespierre. Obras escogidas, t. III, p. 91. En ruso 145 S. Bolívar. Ob. Cit. Vol. II, p. 957.
J. J. Rousseau. Tratados, p. 244. Ibíd., p. 274. 148 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III. p. 809. 147
imperiosa, la dictadura se hace tiránica o inútil”.149 Bolívar enfatizó constantemente en la corta duración de su dictadura: “Yo, en fin, no retendré la autoridad suprema sino hasta el día en que me mandeis devolverla, y si antes no dispondréis de otra cosa, convocaré dentro de un año la representación nacional”.150
¿Cómo se proponía alcanzar este objetivo? En su proclama a los colombianos Bolívar dijo que transformaba “la justicia por ser la primera ley de la naturaleza y la garantía universal de los ciudadanos”.153 En efecto, en el periodo de la dictadura revolucionaria temporal Bolívar actuó ante todo como reformador social en procura de aliviar la suerte de las masas oprimidas e impedir el proceso de su pauperización.
Terminaba la proclama con una nota asombrosa por su sinceridad y tragedia: “Colombianos! No os diré nada de la libertad, porque si cumplo mis promesas, seréis más que libres, seréis respetados; además, bajo la dictadura quién puede hablar de libertad? Compadezcámonos mutuamente del pueblo que obedece y del hombre que manda solo!”151
Quizás el despegue más elevado en la esfera social reformadora de aquel tiempo fue la resolución según la cual los indios colombianos deberían pagar una contribución llamada “contribución personal de indígenas” (15.X.1828), en torno a la cual hemos escrito en detalle en la parte dedicada a la influencia de la utopía social en las concepciones bolivarianas.154
Tal comparación, suficientemente minuciosa en lo textual y en lo semántico, es importante ante todo porque demuestra de manera convincente los verdaderos imperativos que incitaron a Bolívar a llevar sobre si la carga de los plenos poderes dictatoriales temporales, y porque impugna al mismo tiempo las afirmaciones de quienes vieron en esta acción un deslizamiento del Libertador hacia las posiciones reaccionarias y su orientación a la alianza con las “fuerzas negras” de la reacción. Empero, es importante subrayar aquí otro aspecto. Este paso de Bolívar era solamente el umbral tras el cual comenzaba la esfera de lo inexplorado e impronosticable. Mas acaso podría haber sido de otro modo, si, según palabras del mismo Bolívar, él intentaba “echar los fundamentos de un gobierno sólido y capaz de sobrevivir a sus fundadores”.152
Asombra la riqueza de las ideas innovadoras y profundamente patrióticas de la legislación de Bolívar sobre los problemas de la economía y la defensa de los recursos naturales. Al determinar la estrategia de su legislación, él mismo expresó que ella se planteaba como objetivo revivir la vida económica del país, alcanzar el progreso de la agricultura, preservar los intereses nacionales de la concurrencia extranjera; “que el extranjero pague, y se alivie al nacional”,155 expresó. Toda una serie de decretos emitidos con la firma del Libertador estipulaba la defensa de la industria naciente y de la producción artesanal respecto de la concurrencia extranjera. Con este objetivo fueron elevados los aranceles a la importación de mercancías extranjeras, se emitieron especiales decretos prohibiendo introducir tales mercancías industriales, las cuales 153
Ibíd., p. 808. No sin interés se señala que inmediatamente después del establecimiento de la dictadura, Bolívar consideró necesario, en calidad de tarea política de primer orden para su régimen, destacar especialmente la solución sin dilaciones de la cuestión indígena. 155 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 51. 154
149
J. J. Rousseau. Tratados, p. 274. S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 809. 151 Ibíd. 152 Ibíd., p. 65. 150
estaban siendo producidas en el país (por ejemplo, el decreto “Sobre prohibición de importación de tejidos extranjeros en beneficio de los intereses de la industria ecuatoriana”, (1.VIII.1829). Importantes decretos fueron emitidos por Bolívar con el fin de racionalizar la utilización de las riquezas naturales, para su defensa de la explotación rapaz. Baste con mencionar el conocido decreto sobre “Medidas de protección y mejor aprovechamiento de la riqueza forestal de la nación” (31.VIII.1829) De acuerdo con la legislación bolivariana, las minas abandonadas por sus propietarios privados pasaron a manos del Estado mientras se consideró su más pronta puesta en servicio. La patriótica legislación rechazó la ideología manchesteriana con su consigna de “libertad de comercio” que negaba el proteccionismo estatal. Cuando en nuestros días las fuerzas Progresistas latinoamericanas se remiten frecuentemente a la herencia ideológica de Bolívar utilizándola como arma eficaz en la lucha contra el neoliberalismo (de la “escuela de Chicago” y en defensa de los recursos naturales ante la expansión de las corporaciones transnacionales tal actitud no tiene el aspecto de una modernización artificial y no convincente del pasado, por cuanto las ideas de Bolívar armonizan con nuestro tiempo. La dictadura revolucionaria temporal de Bolívar fue recibida con inocultable enemistad por sus opositores tanto en Colombia como en el exterior. Y cuando, en septiembre de 1828, se Organizó contra Bolívar una intrincada conjura de la cual se salvó prodigiosamente, a la cabeza de ella estuvieron furibundos partidarios del manchesterismo representantes de la oligarquía liberalizante.
BOLÍVAR Y LOS LIBERALES EUROPEOS I.
BOLÍVAR Y LOS LIBERALES FRANCESES
La confrontación de Simón Bolívar con los santanderistas trajo consigo la ruptura con los liberales europeos. La estrepitosa campaña contra Bolívar, acusado de querer usurpar el poder y de preferir la tiranía, había sido desatada por el ideólogo liberal francés Benjamin Constant, cuyas concepciones gozaban de extraordinaria popularidad en los medios liberales latinoamericanos. Con esto, tanto en América como en Europa pareció haberse creado un frente único contra el Libertador. “Toda la América —escribió— resuena en declamaciones contra mí, quedándome la única esperanza de que la Europa me hiciera justicia; Pero ahora me ha burlado ésta con el desengaño que acaba de darme el señor Constant”.156 Hasta hacia poco tiempo los liberales franceses, entre ellos Constant, habían colmado a Bolívar de incontenibles elogios, viendo en él al prototipo del héroe de la lucha por la libertad en Sudamérica. Por aquel entonces Constant había llegado a escribir: “En América se ha destacado un hombre extraordinario que durante más de diez años ha sido el alma de la revolución. En el consejo y en los combates Bolívar ocupa siempre el primer lugar”.157 Refiriéndose al mismo personaje, otro liberal francés, Alejandro Lameth, sostenía que la lucha de los pueblos suramericanos por la libertad le daba ejemplo a la “cansada Europa”,
156 157
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 263. Bolívar y su época. Caracas. 1953. t. I, p. 188.
sobre la cual aun pendía la “amenaza del absolutismo”.158 Los liberales franceses de la época de la Restauración, a quienes había correspondido adelantar una lucha permanente contra los intentos de la reacción realista de liquidar la carta constitucional de 1814 y revivir el absolutismo, debieron ver en Bolívar a su aliado natural en la brega por la libertad y la Constitución, ante los planes restauradores de los monarquistas. En las referencias de los liberales franceses hacia Bolívar se dejaba sentir una especial melancolía por una “personalidad fuerte”, en torno de la cual podrían unirse los partidarios de la Constitución, enemigos del absolutismo y de las ambiciones restauradoras de la “Santa Alianza”. El héroe galo de la guerra de independencia en las colonias norteamericanas, el marqués de Lafayette, no lograba satisfacer las esperanzas de los liberales para transformarse en su figura principal, cosa que no le permitían ni su avanzada edad ni sus cualidades personales, así como tampoco las condiciones histórico-concretas. No es casual que Lafayette hubiese visto en Bolívar a su compañero de luchas latinoamericano, quien, en su opinión, había logrado encarnar en la vida mucho de lo que él mismo no había alcanzado a realizar. En sus cartas al Libertador habría de desempeñar el papel de una especie de mentor espiritual que, desde las alturas de una sabiduría dada por los años, aleccionaba a su alumno y correligionario. En sus interpretaciones sobre Bolívar los liberales franceses transmitieron su contradictoria, compleja y al mismo tiempo versátil relación hacia Napoleón. Aceptaron e incluso elogiaron al Napoleón que derrumbara a las monarquías y a los cesares, al combatiente contra el “viejo régimen”. Empero, no reconocían
al Napoleón Bonaparte que, según sus convicciones, no pudo vencer la tentación del autocratismo monárquico y regeneró a la aristocracia, colocándose en el camino restaurador de los principios legitimistas, contra los cuales había combatido antes tan resueltamente. “Si, Napoleón era omnipotente en Europa —escribía Lameth a Bolívar—, pero rechazó la libertad y cayó”.159 En otras palabras los liberales franceses vieron en Bolívar una fuerte personalidad carismática, una especie de Napoleón latinoamericano, hasta que este último, por así decirlo, hubiese cometido pecado mortal. Constant escribía que si Bolívar llegase a morir sin haberse llegado a enarbolar una corona en su cabeza, entonces permanecería por los siglos, como un inmortal.160 Saltaban a la vista el eurocentrismo y el evidente normativismo en los juicios de los liberales franceses sobre Bolívar. Esto lo testifica mayormente el hecho de que todos fueran admiradores exaltados del régimen estatal de la joven república norteamericana, en tanto que veían en sus principios constitucionales un cierto patrón a ser imitado por los pueblos de Suramérica. Precisamente las instituciones de los Estados Unidos de Norteamérica, como reiteradamente lo manifestaban los liberales en sus misivas al Libertador, no serian sino la perfecta encarnación práctica de los ideales de libertad y democracia. Washington era presentado invariablemente a Bolívar en calidad de modelo a ser imitado, señalando de modo inequívoco que la observación de su ejemplo crearía cierta inmunidad ante las inducciones al “bonapartismo”. Pero precisamente sobre los problemas de una mejor encarnación en la vida de las ideas del poder y la soberanía populares existían serias diferencias de principio entre Bolívar y los liberales, como se 159
158
Ibíd., t. II, p. 22.
160
Bolívar y su época. p. 22. Ver: Ignacio Méndez. El ocaso de Bolívar. Bogota. 1951, p. 7.
hiciera evidente. Es sabido que al decidirse finalmente por el establecimiento de la dictadura revolucionaria temporal, arrancó de la concepción de que la soberanía popular concedía al pueblo —siempre y cuando se hubiesen violado sus intereses esenciales— el derecho de derrocar al gobierno que, habiendo ignorado la voluntad de la mayoría, intentara confirmar en el poder la “tiranía de la minoría”. Las ideas democráticorevolucionarias de Rousseau, de las cuales Bolívar era consecuente y convencido seguidor, fueron hostiles a los liberales europeos, amigos del culto al individualismo y la “libertad absoluta”. En el apego bolivariano a las ideas de Rousseau los liberales no vieron mas que una manifestación del espíritu jacobino, tan opuesto a ellos, no más que un pisoteo que la “negramenta” hacía de los intereses de la “minoría ilustrada”. Constant consideraba qué la teoría del contrato social de Rousseau servía como justificación de las peores formas de despotismo, como exaltación de la “tiranía de la mayoría”.161 En las instituciones estatales de los Estados Unidos los liberales vieron, pues, un sistema político que levantaba un muro de contención a la omnipotencia de la “plebe”, que aspiraba a establecer la “tiranía de la mayoría”. Más precisamente, en la teoría y práctica de los padres-fundadores del campo federalista norteamericano, dispuestos en favor del conservadurismo en las personas de algunos de sus representantes, como Adams, Madison, Hamilton y otros, vieron los liberales europeos la encarnación de sus ideales y aspiraciones. No es casual que ellos hubiesen recibido con tanta alegría la aparición de 161
Benjamin Constant. Oeuvres politiques. Paris, 1874, p. 5-6. El biógrafo de Constant, Paul Bastial, escribe que toda su vida él Intentó refutar las ideas de Rousseau, haciendo de esta crítica poco menos que la piedra angular de su doctrina (Paul Hastial. Benjamin Constant et sa doctrine. Paris, 1960, t. II, p. 511).
la obra de Alexis Tocqueville “La democracia en América”, en la cual, sin ser partidario del liberalismo clásico en el sentido estrecho de la palabra, objetivamente reflejó afección por sus convicciones e ideales. El lado más atrayente de la democracia norteamericana, según Tocqueville, estaba en que ésta, en su opinión, había creado instituciones estatales que limitaban a la “omnipotente mayoría”, con su pasión por el desorden y la anarquía, colocando con esto mismo obstáculos en el camino hacia el abuso de la libertad.162 Es interesante que Tocqueville, siguiendo tras los liberales, haya hecho clara preferencia a la guerra de independencia de las colonias norteamericanas frente a la revolución francesa, por cuanto, según sus palabras, “La revolución de los Estados Unidos (...) no se apoyó en la pasión por el desorden sino, al contrario, se desarrolló con afición por el orden y la legalidad”.163 En el contexto de toda la problemática expuesta hay que evaluar el sentido y énfasis de las intervenciones de Constant contra Bolívar. Al asumir poderes dictatoriales, Bolívar, según Constant, pasó al camino de la tiranía y usurpación del poder, convirtiéndose en un César latinoamericano o un Napoleón, haciendo de sus
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Ver: A. Tocqueville. La democracia en América. Moscú, 1879. No es extraño que cite con tanto asentimiento las palabras de Alexander Hamilton, uno de los creadores de la Constitución norteamericana: “Yo sé que hay gentes a quienes el poder ejecutivo no les podría gustar más que como ciego sometimiento a los deseos del pueblo o de la asamblea legislativa. No obstante, me parece que ellas tienen una comprensión muy ordinaria, tanto de los objetivos de todo gobierno como de los medios reales para el logro del bienestar general (…) Es cierto que el pueblo habitualmente quiere alcanzar solamente el bienestar general, pero tratando de lograrlo frecuentemente comete errores (…) El deber de quien ha sido colocado por él para salvaguarda de sus intereses es combatir contra los equívocos, cuya víctima temporal viene a ser el pueblo, para darle a éste tiempo a recapacitar y examinar con sangre fría el estado de cosas” (Ibíd., p. 121). 163 Ibíd., p. 53.
conciudadanos un pueblo de esclavos.164 Pero esto, por así decirlo, no era más que la capa superficial de su argumentación de liberal francés. En esencia la cuestión se refería a la lucha contra la concepción de la dictadura revolucionaria temporal, planteada por Bolívar en su programa de agosto a los colombianos. No por casualidad toda la argumentación de Constant recuerda sorprendentemente su crítica de la dictadura jacobina. En breve, su esencia se reducía a que el “dogma” sobre la soberanía popular en los años de la revolución francesa devino en instrumento de la tiranía, la cual oprimió al pueblo apelando a su misma soberanía. “No es difícil demostrar, con innumerable copia de ejemplos —escribió Constant—, que los sofismas más ordinarios utilizados por los más ardorosos apóstoles del terror con sus manifestaciones más abominables, no fueron otra cosa que la interpretación consecuente de los principios de Rousseau”.165 En sus invectivas contra Bolívar, Constant no invocaba desinteresadamente la proclama de Bolívar a los colombianos. Como solía hacerlo en sus juicios sobre la dictadura jacobina, declaraba que las referencias del Libertador a la soberanía popular le eran necesarias solamente dizque para justificar el establecimiento de la dictadura y obligar al pueblo a callar. “Esta afectación de respeto por el pueblo al que se tiene bajo el yugo —escribió— es el artificio de cuantos aspiran a la tiranía”.166
164
Benjamin Constant. Ob. Cit., p. 14-15. Además de esto, basaba sus intervenciones contra Bolívar en que los opositores de los liberales en Francia hubiesen invocado a Bolívar para justificar el establecimiento de la dictadura en el país y la liquidación de la Carta (Paul Bastial. Ob. Cit.. t. I, p. 427) 166 Víctor Andrés Belaunde. Bolívar y el pensamiento político de la revolución hispanoamericana. p. 387.
Constant se mofaba de establecimiento del poder palabras los subterfugios afirmaba, “quieren al compadecidos”.167
la declaración bolivariana referente al dictatorial temporal, viendo en dichas de todos los tiranos, quienes, según mismo tiempo ser obedecidos y
La reacción del Libertador a estos ataques fue bastante fuerte. Denunció que los “señores liberales” europeos mentían, tergiversando la esencia de su actividad. “Es lamentable, sin duda —escribía a Leandro Palacios, representante diplomático de Colombia en Paris—. que el señor Constant se arrogue el derecho de juzgar sin conocimientos de datos ni de causa”.168 Al repudiar los ataques de Constant por inconsistentes y calumniosos, Bolívar no se limito sin embargo a tal tipo de constatación. Como él mismo lo subrayara, sus opositores en Colombia encontraron un sólido apoyo en la persona de Constant.169 Por ello consideró necesario refutar las invectivas de Constant, dando orden para que se publicara en Francia y en otros países europeos todos los materiales y documentos que ilustraban sobre las verdaderas causas y circunstancias de la implantación de la dictadura revolucionaria temporal.170 Su resolución de responder en tal forma a los ataques de Constant y otros liberales europeos era bastante significativa. No consideró necesario ocuparse de una humillante justificación en relación con la ausencia en él de cualesquiera ambiciones napoleónicas —su relación hacia Napoleón ya había sido expresada por él anteriormente, agotándola por completo—; No obstante, consideró indispensable intervenir una vez más frente a los liberales de Europa con la presentación de sus
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167
Ibíd. Ver: Paul Bastial, Ob. Cit., t. I, p. 427. S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 261. 169 S. Bolívar. Ob, Cit., Vol. III, p. 254. 170 Ibíd., p. 262. 168
convicciones acerca de la soberanía popular en el espíritu de las ideas democrático-revolucionarias de Rousseau, lo cual testimoniaba el profundo convencimiento de Bolívar de la justeza de su posición. Tiene interés el hecho de que Bolívar, en esencia, hubiese descorrido el velo que ocultaba a quien durante muchos años había actuado en defensa suya como su corresponsal, el abad De Pradt. Bolívar respetaba a De Pradt por su sincero apoyo a la lucha de los pueblos suramericanos, a pesar de que no compartía sus proyectos políticos, referentes al establecimiento en esta región de monarquías “liberales” independientes.171 Siendo generalmente paciente e indulgente con las opiniones de su corresponsal, por esta vez se apartó de la norma. A los conceptos vertidos por De Pradt en la polémica con Constant los calificó como simples alabanzas retóricas, en vez de una defensa argumentada y seria.172 Y en verdad, De Pradt defendía al Libertador remitiéndose al exotismo de Suramérica, a su total diferenciación con Europa, a la imposibilidad de gobernar con leyes estables en una situación de anarquía general.173 Naturalmente Bolívar, quien en su polémica con los liberales intentaba presentar su posición real con el máximo de exactitud, no podía solidarizarse con semejante género de defensa. Acaso tampoco pudo quedar satisfecho por completo con la argumentación que utilizaron sus partidarios al publicar un folleto especial en su defensa. Su principal idea consistía en que, si bien Bolívar se invistió de poderes extraordinarios, esto lo hizo
temporalmente, sin intentar, imponer a nadie sus proyectos constitucionales, en particular la constitución boliviana.174 Empero, el mismo Bolívar comprendió que la continuación de la polémica con los liberales europeos perdería, en general, toda razón de ser, por cuanto, como irónicamente escribió, ellos solamente quedarían satisfechos por completo si él llegara a abandonar el poder.175 Efectivamente, los liberales europeos recibieron con júbilo inocultable la novedad sobre la renuncia de Bolívar a sus facultades extraordinarias y su salida de la actividad estatal. Se apresuraron a hacer comentarios sobre este acontecimiento, con su inherente espíritu normativo-constitucional. Se le concedieron a Bolívar honores incluso de parte de Lafayette, quien expresó satisfacción porque no se hubiese convertido en el Napoleón latinoamericano sino que, despreciando las tentaciones de la ambición, hubiera seguido siendo republicano.176 Ardoroso admirador de las instituciones políticas de los Estados norteamericanos, en su carta a Bolívar Lafayette no pudo contenerse de recomendarle el sistema estatal de los Estados Unidos en calidad de modelo para la República de Colombia, cuya adopción, escribía, “sería un medio poderoso para avanzar en la civilización constitucional”.177 Una especie de balance dc la actividad de Bolívar realizaron los liberales franceses en el articulo del conocido historiador Mignet, publicado después de la muerte del Libertador. La idea fundamental de Mignet se reducía a que los liberales europeos se 174
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Ver: M. De Pradt, ancien archeveque de Malines. Des colonies et de la revolution actuelle de l’Amérique. Paris, 1817, t. I-II. 172 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 263. 173 Ver: Victor Andrés Belaunde. Ob. Cit., p. 387.
Ibíd., p. 388—389. Bolívar, con triste ironía, escribió: “Mis enemigos son muchos y escriben con gran calor en tanto que mis defensas son bien tenues y frías” (S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 285). 175 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol., III, p. 263. 176 Bolívar y su época, t. II, p. 154-155. 177 Ibíd., p. 156-157.
habían equivocado al atribuir a Bolívar la aspiración de establecer la tiranía y la monarquía. Solamente después de su muerte se hizo posible conocer “el secreto de su alma, tan frecuentemente acusada de encerrar vulgares ambiciones”.178 Elogiando la negativa de Bolívar a las facultades dictatoriales extraordinarias, Mignet escribió que con esto mismo había demostrado su fidelidad a la libertad. “Tenemos ahora dos Washington”, exclamaba con entusiasmo el historiador francés, terminando el articulo con un verdadero panegírico de la ideología del liberalismo: “Nuestros principios han conseguido una notable victoria; tenemos ahora un motivo más para no desesperar del porvenir”. 179 En el articulo de Mignet, así como en las intervenciones de otros liberales franceses, se silenciaba la idea clave de la proclama de Bolívar a los colombianos, a la cual ellos habían aludido tan frecuentemente. La cuestión se refiere a sus palabras llenas de tragedia y dolor: “Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás”.180 Eran palabras profundamente padecidas de un hombre que en el camino de la realización de sus planes, llenos de entusiasmo social reformador, hubo de encontrar una encarnizada resistencia, cargando sobre si todo el peso de injustas acusaciones y calumnias. Pero justamente fue este “nervio” de las intervenciones bolivarianas el que palpó inmediatamente Santander, entonces residente en Francia. Tan pronto como le fue posible publicó un articulo en el cual acusó al Libertador de haber violado principios constitucionales y liberales al implantar la dictadura militar.181
Si para los liberales franceses era por lo general conveniente, ante todo por consideraciones políticas, presentar la cuestión como si Bolívar hubiese regresado al seno del liberalismo, entonces otros imperativos políticos empujaron a Santander por distinto camino, lo cual terminó por recrudecer sus posiciones en relación con Bolívar. Es interesante anotar que por dicho camino se orientó el conocido filósofo inglés creador de la doctrina del utilitarismo, Jeremías Bentham, quien pidió que cayeran sobre la cabeza de Bolívar todos los castigos celestiales y terrenales, soñando con que un tiranicida lo castigara por su “apostasía a la causa de la libertad”.182 Es igualmente curioso que Santander hubiera hallado en la persona de Bentham a su correligionario, quien lo apoyó entusiasmado en la lucha contra Bolívar. La irreconciliable relación de Bentham con Bolívar había tenido su prehistoria: el carácter de sus mutuas relaciones personales, causas de la irrevocable ruptura. El análisis de estas causas ayuda a comprender más profundamente la relación negativa de Bolívar hacia los ideólogos del liberalismo en sus diferentes apostasías, en este caso en su variante manchesteriana y librecambista.
II.
BOLÍVAR Y EL BENTHAMISMO
Jeremías Bentham fue conocido como escritor prolífico. Creía en serio haber sido llamado, por sus trabajos y proyectos de organización estatal, a beneficiar a la humanidad, y entre ella a los pueblos de los jóvenes Estados latinoamericanos. Inclusive tuvo la
178
Bolívar y su época, p. 174. Ibíd., p. 176. 180 S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 817. 181 Cartas y mensajes de Santander. Vol. VIII 179
1829-1833, p. 54. 182 Diario del general Francisco de Paula Santander en Europa y los Estados Unidos, 1829-1832. Bogotá, 1963, p. 173.
intención de dirigirse a Venezuela, donde, estaba seguro, los habitantes de ese país acudirían a escucharlo como a un oráculo.183 En su fórmula “la mayor felicidad para el mayor número de personas” vio la solución mágica de todos los problemas sociales en todas partes del mundo, sin tomarse la molestia de estudiar los usos y costumbres de otros países y pueblos. Señalando lo presuntuoso de las concepciones de Bentham, el gran pensador ruso N.G. Chernichevski consignó: “Solamente da consejos para llevar a cabo de igual manera en cada país, sea cual fuere su forma de gobierno. Inglaterra y Austria, Prusia y los Estados norteamericanos encuadran por igual en su programa”.184 Propiamente, la tan encomiada fórmula de “la felicidad en conjunto” no era una creación original de Bentham sino una desfiguración e interpretación vulgar de las ideas de Helvetius, y otros iluministas franceses sobre el derecho de todas las personas a la felicidad. Hay que subrayar que de las ideas de Helvetius, 183
Myriam Williford. Jeremy Bentham on Spanish America. Louisiana University Press. Baton-Rouge and London, 1980, p. XIV. 184 N. A. Chernichevskí Selección de obras completas (en ruso), t. IV, Moscú, 1948, p. 495. Resulta interesante traer a colación al conocido escritor ruso y original pensador del siglo pasado V. F. Odoevski: “Consintamos, quizás, con Bentham, y en el caso ocurrido preguntémonos a nosotros mismos qué tan útil podría ser en el siguiente orden de ideas: 1) a la humanidad; 2) a la patria; 3) al circulo de amigos o a la familia; 4) a si mismos. “Comenzar esta progresión al contrario es la fuente de todos los males que rodean al hombre desde la cuna. Aquello que solamente es útil a nosotros mismos, reflejado sobre la familia, la patria, la humanidad, infaliblemente retorna al mismo hombre en forma de calamidad” (V. F. Odoevski. Sobre la literatura y el arte. Moscú, 1982, p. 95).
penetradas de espíritu humanista, era factible hacer deducciones de largo alcance sobre que solamente en condiciones de ausencia de la explotación del hombre por el hombre es posible garantizar tal derecho. Proclamando el derecho de todas las personas a la felicidad, Bentham se ocupó de la apología del individualismo (a decir verdad, un tanto velado con razonamientos sobre la igualdad política de todas las personas), con su culto a la propiedad, y al logro del éxito personal a cualquier precio en la lucha concurrente. En esta cuestión clave se trataron por el filósofo inglés categorías sociales como la libertad, la igualdad y la propiedad. Bentham se pronunció en la forma más intransigente y vehemente contra la teoría del contrato social de Rousseau, negando el propio concepto del bien común. Con ironía cortante, Marx describió así la esencia social del utilitarismo benthamista: “La esfera de la circulación y del cambio de las mercancías en los marcos de la cual se realiza la compra y venta de la fuerza de trabajo es un verdadero Eden de derechos innatos del hombre: aquí dominan solamente la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham! Libertad!, ya que el comprador y el vendedor de la mercancía fuerza de trabajo, por ejemplo, se someten tan solo a los mandatos de su libre voluntad... Igualdad!, ya que ellos se relacionan uno al otro tan sólo como poseedores de mercancías e intercambian un equivalente por otro equivalente... Propiedad!, ya que cada uno de ellos dispone tan sólo de lo que a él le pertenece. Bentham!, ya que cada uno se preocupa tan sólo de si mismo. La única fuerza que los mantiene atados en conjunto es la aspiración de cada uno a su propio beneficio, el interés propio, el interés personal”.185
185
C. Marx, F. Engels. Obras, t. 14, p. 325.
Marx mostró un rasgo más característico aun de la personalidad de Bentham, al llamarlo “fenómeno inglés puro” y “oráculo tristemente parlanchín de la trivial razón burguesa del siglo XIX”.186 Efectivamente, es difícil encontrar un filósofo y un moralista equiparable a Bentham, quien con tanto ahínco y persistencia pulió la fachada de la sociedad inglesa con sus sorprendentes contrastes sociales y soluciones de la “cuestión obrera” por el camino de la fundación de casas de trabajo y la distribución de un caritativo puchero, creación de los filántropos ingleses. Su aporte a la solución de las cuestiones sociales lo introdujo Bentham promoviendo proyectos de creación de “cárceles modelo”, las cuales, en su opinión, serian capaces de resolver el problema de la pauperización de las masas. Aun más: defendió la usura con celo irresistible, considerándola manifestación del inabarcable derecho de la persona a la libertad absoluta.187 He aquí al hombre, a ese “genio de la tontería burguesa”, en palabras de Marx, que tuvo la intención de convertir a su fe a Simón Bolívar. El análisis de las cartas de Bentham a Bolívar (la primera fue enviada en 1820 y la última en 1826) demuestra que permaneció fiel a si mismo, ocupándose de su propia propaganda y autoelogio, pretendiendo jugar el papel de combatiente por las leyes para los nacientes Estados latinoamericanos. En algo así como su carta de presentación, en su primera misiva al Libertador (24.I.1820) se esforzó por mostrarse como “el Newton de la legislación”, e incluso declaró con solemnidad que bajo la influencia de sus ideas los Estados norteamericanos habían llegado a abolir la ley sobre prohibición de la usura.188
En otras cartas a Bolívar, haciendo publicidad a su filosofía del utilitarismo, procuraba convencer a su corresponsal de que solamente por los caminos de realización de su doctrina seria posible Nevar la felicidad a los pueblos de América Latina. Con el demostrativo democratismo de sus recomendaciones, aconsejaba a Bolívar combatir resueltamente contra la herencia colonial española y crear un gobierno que colocara en calidad de objetivo principal “el logro de la mayor felicidad para el máximo número de personas”. En esencia, se trataba de un persistente llamado a crear un modelo de Estado basado en la ideología manchesteriana. No por casualidad señalamos que Bentham excluyó de su fórmula de la “felicidad general” a la población indígena nativa, a la cual no vio como ejemplo que mereciera digna atención. La historiadora norteamericana Myriam Williford observa en este hecho, como en muchos otros, la testificación del completo desconocimiento de Bentham acerca de América Latina, de los problemas cardinales que correspondió resolver a los pueblos de los Estados independientes apenas creados.189 Se piensa, sin embargo, que en este caso se reveló esa especie de síndrome benthamiano en la forma de “fenómeno inglés puro”, con sus ambiciones y arrogantes relaciones hacia los demás pueblos, en particular hacia los “no blancos”. A juzgar por las bien poco numerosas cartas que Bolívar dirigió o no dirigió a Bentham, el Libertador de ninguna manera se vio atraído por la idea de crear en tierra colombiana un paraíso individualista a lo Bentham. Comprendiendo perfectamente la vanidad enfermiza e incluso la manía de grandeza del filósofo, Bolívar elogió sus trabajos en forma totalmente descomprometida,
186
Ibid. Ver: Jeremy Bentham’s economic writings. London, 1952, vol. 1, p. 142146. 188 Myriam Williford. Ob. cit., p. 116. 187
189
Ibíd., p. 139-140.
llamándolo “geómetra de la legislación”.190 No obstante, Bolívar no manifestó deseo alguno por hacer de Colombia una especie de campo experimental de las ideas benthamistas. En marzo de 1828. fue publicado con la firma de Bolívar el conocido decreto sobre la prohibición de enseñar la doctrina del utilitarismo en las universidades de Colombia. El primer articulo de este decreto estipulaba: “De ningún modo, en ninguna de las universidades de Caracas se enseñarán los tratados de legislación de Jeremias Bentham, quedando por consiguiente reformado el artículo 168 del plan general de enseñanza”.191 Este paso de Bolívar no se puede comprender, en nuestra opinión, sin explicar el sentido y la dirección de la lucha ideológica y política que por aquel tiempo se desató en Colombia. Si bien los diversos grupos y fracciones de los liberales colombianos y en general latinoamericanos extrajeron sus ideas políticas de las obras de Constant y de los ideólogos del federalismo norteamericano, ante la defensa de sus posiciones económico-sociales ellos, por lo regular, apelaban a Bentham. En sus obras contemplaron extasiados la condena de las ideas de Rousseau sobre la igualdad social, tan hostiles a los mismos; la exaltación nada menos que de los ilimitados derechos del individuo a la adquisición de la propiedad. Remitiéndose a Bentham, los representantes del capital comercial-usurario justificaron “su derecho” a la expropiación de artesanos e 190
Ibíd., p. 117. Como se puede evidenciar de la última carta de Bolívar a Bentham (15. I. 1827), él no interpretó a su corresponsal como al hombre llamado por voluntad de la Providencia a beneficiar a los pueblos de Suramérica. Bolívar, quien aspiraba a crear un nuevo sistema de educación popular que contara con todo lo mejor de las ideas pedagógicas universales, se dirigió a Bentham solicitando que le fuesen enviadas nuevas informaciones y materiales relacionados con los últimos avances. 191 Decretos del Libertador, 1828-1830, t. III, p. 53.
indígenas, al saqueo del fondo de tierras estatales, y asimismo ensalzaron la política librecambista. A él apelaron también los esclavistas para proceder contra la abolición de la esclavitud, o los mismos dirigentes políticos opuestos a Bolívar al acusarlo de tiranía y aspiración de retornar el país a los tiempos coloniales. Sobre todo en Colombia surgieron numerosas sociedades y clubes cuya actividad se desenvolvió bajo la insignia de la apología de la filosofía utilitarista. Con todo, eso estaba lejos de ser pura actividad iluminista para la difusión de cierto género de ideas. Como regla, bajo el manto exterior inofensivo y neutral de las sociedades y clubes, se desplegaba una actividad política e incluso conspirativa, dirigida contra Bolívar. Puede mencionarse la actividad de la “Sociedad Filológica”, la cual devino en el centro de reunión de las fuerzas opositoras al Libertador. En palabras de Liévano Aguirre, “Los especuladores enriquecidos con el usufructo de la guerra de independencia cerraban por las tardes sus libros de cuentas para reunirse en la “Filológica” para escuchar las soporíferas exposiciones de don Ezequiel Rojas sobre el benthamismo y los versos de Vargas Tejada contra Bolívar”.192 Precisamente a esta sociedad pertenecieron muchos de los participantes en el atentado septembrino contra la vida del Libertador. Sociedades y clubes a semejanza de la “Filológica” se hicieron centro de encuentros ilegales y secretos de los enemigos de Bolívar, con la presencia de comerciantes extranjeros y representantes de casas comerciales, quienes no pudieron por menos de tomar inocultable ojeriza a la actividad reformadora del Libertador.
192
30.
Indalecio Liévano Aguirre. Razones socio-económicas de la conspiración. p.
De manera que Bolívar tenía bases más que suficientes para una brusca relación negativa hacia el benthamismo. Había de ser, ante todo, una animadversión de principio hacia la filosofía utilitarista, penetrada de espíritu individualista y del más rastrero pragmatismo. No es posible divergir de Salcedo Bastardo cuando escribe que el idealismo revolucionario de Bolívar se sublevó contra las ideas de Bentham, quien se aproximó a los problemas de la cultura desde las posiciones del pragmatismo y de la apología al enriquecimiento. El historiador venezolano subraya que “La oligarquía plutocrática que conspiraba en Bogotá, inspirada en estas ideas, defendía, sin ningún rubor, el agio y la prisión por deudas; rechazaba radicalmente cualquiera injerencia del Estado en la economía”.193 Simultáneamente, las causas de tan áspera reacción de Bolívar hacia la filosofía utilitarista son explicables porque las ideas benthamistas habían pasado a ser arma de las fuerzas enemigas de él, convirtiéndose en una especie de insignia alrededor de la cual se creó la alianza de la liberalizante oligarquía con los empresarios extranjeros. La lucha ideológica en torno al benthamismo en Colombia dio inicio dos tradiciones diametralmente opuestas. Para los círculos tradicionalistas las ideas de Bentham iban en detrimento de los valores religiosos tradicionales y españoles, de los fundamentos de la sociedad. Naturalmente, no podían dejar de aplaudir la prohibición de enseñar la filosofía utilitarista en las universidades. Como escribiera un convencido defensor de esta tradición, Laureano Gómez, “La depravada filosofía de Bentham enseña un sensualismo burdo y cínico, destruye las nociones espirituales de las almas y quiere entregar la sociedad humana a
los apetitos de la más grosera animalidad”.194 Sin embargo, son infundados los intentos de Gómez y de otros integristas por presentar a Bolívar como un tipo de combatiente por esta tradición. En realidad, a mi entender, Bolívar se encontraba en las fuentes de una tradición ligada a una aguda critica del benthamismo, tradición propia de los representantes del socialismo utópico. Simón Rodríguez escribió no pocas páginas brillantes, fustigantes, condenando y criticando la sociedad donde se rinde culto al metal contante y a la indiferencia por los valores espirituales. Con su forma punzante y aforística anotó: “No hay libertad donde hay amos, ni prosperidad donde la casualidad dispone de la suerte social”.195 El venezolano Fermín Toro, hombre de gran generosidad y humanismo y partidario convencido del socialismo utópico, condenó fuertemente a Bentham porque con su apología del ilimitado individualismo en la esfera de la economía conducía a sacrificar el principio de la igualdad, “el cual puede llamarse fin y objeto de la sociedad”.196 Así, el pensador y dirigente político colombiano Manuel Murillo Toro, revelando el sentido del manchesterismo, planteó que en esencia y en resumidas cuentas significaba nada menos que “dejad robar, dejad oprimir, dejad a los lobos devorar a los corderos”.197 No es una coincidencia el hecho de que los benthamistas, al enfrentarse a los partidarios del socialismo utópico, promovieran, por así decirlo, su variante de la “utopía social”. El ideólogo liberal colombiano Florentino González consideraba que precisamente en América Latina
194
Laureano Gómez. Ob. Cit., Vol. II, p. 31. S. Rodríguez. Ob. cit., vol. II, p. 178. 196 Fermín Toro. La doctrina conservadora. Caracas, 1960, p. 172. 197 Manuel Murillo Toro. Obras selectas, Bogotá 1979, p. 62. 195
193
J. L. Salcedo Bastardo. Historia fundamental de Venezuela, p. 379.
podría encontrar realización la idea de la edificación de la sociedad basada en los principios de libertad, “individualismo” y soberanía de la “persona”. En palabras de florentino González, a ello contribuía la circunstancia de que las instituciones estatales de los países suramericanos se habían conformado bajo fuerte influencia de las ideas políticas anglosajonas, las cuales rechazaban la tutela del Estado sobre la sociedad y la doctrina de la igualdad social. La misma Europa, donde las ideas socialistas y colectivistas recibían cada vez una mayor difusión, ya no podría —acaso con exclusión de Inglaterra— convertirse en una especie de paraíso del individualismo, tal como ocurrió con los Estados Unidos en el hemisferio occidental.198
BOLÍVAR Y LA RELIGIÓN El problema de la ligazón de Simón Bolívar con el benthamismo ofrece un aspecto de no poca importancia. Por lo regular, la tesis sobre el “reaccionarismo” del Bolívar del último periodo de vida, además de su negativa posición frente a la filosofía utilitarista, argumenta la modificación de su actitud ante la religión. Del volterismo y el amor a la libertad al clericalismo: tal es aproximadamente el curso de los razonamientos que se hacen. Semejante género de argumentación es poco convincente, por cuanto ignora todo el sistema de concepciones de Bolívar, la dialéctica de su desarrollo en el curso de la revolución liberadora. Hombre de amplias y libres concepciones, Bolivar se pronunció en favor de la tolerancia religiosa, contra la persecución de las personas por motivo de sus creencias religiosas. La religión es una ley de la conciencia —dijo Bolívar—, y no es competencia del Estado establecer una creencia religiosa obligatoria.199 “Aplicando estas consideraciones —agrega el Libertador—, ¿podrá un Estado regir la conciencia de los súbditos, velar sobre el cumplimiento de las leyes religiosas, y dar el premio o el castigo, cuando los tribunales están en el cielo, y cuando Dios es el juez? La inquisición solamente sería capaz de reemplazarlos en este mundo. ¿Volverá la inquisición con sus teas incendiarias?”200 199
198
Ver: Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales, p. 125-127.
200
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 769. Ibíd.
Es al mismo tiempo difícil comprender las concepciones de Bolívar si no se cuenta con el hecho de que la Iglesia católica ejercía una enorme influencia en las masas, y en el nivel más elevado injería en su mundo espiritual y en sus acciones. En los años de la revolución liberadora Bolívar enjuició severamente a los servidores del culto que actuaron del lado de los colonizadores españoles encendiendo el fanatismo religioso de las masas. Analizando las causas del fracaso de la primera república venezolana, observó que la Iglesia estaba “abusando sacrílegamente de la santidad de su ministerio, en favor de los promotores de la guerra civil”.201 En el curso de sus campañas militares no se detuvo, en nombre de la libertad, ante la requisición de la propiedad eclesiástica, imponiendo una contribución a la Iglesia. Al mismo tiempo, apoyó con todos los medios posibles a los clérigos patriotas e intentó conseguir, al nivel máximo posible, el apoyo de la Iglesia a la revolución liberadora, llamando a la jerarquía eclesiástica a apoyar la lucha de las oprimidas masas del pueblo, tanto más cuanto que frecuentemente dichas masas ingresaban en ella bajo consignas religiosas. Es así como, reflexionando sobre las particularidades de las contiendas de los patriotas mexicanos bajo la dirección de su héroe nacional, el cura Morelos, Bolívar llegó a señalar que ellas habían acaecido bajo banderas religiosas, bajo la divisa de la adoración a la Virgen de Guadalupe. “Con esto —estimaba el Libertador—, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad”.202 El mismo Bolívar empleó con cierta frecuencia las argumentaciones de la religión, declarando que la causa de los patriotas era del gusto de Dios y que por ello
201 202
Ibid., p. 545. Ibid., vol. 1, p. 174.
deberían de triunfar infaliblemente al combatir por la libertad y contra la tiranía. Desde este punto de vista tiene gran interés la actividad de Bolívar en el Perú, donde, como es sabido, fue investido de plenos poderes dictatoriales. Con su elástica y clarividente política, logró atraer del lado de los patriotas a influyentes representantes de la jerarquía eclesiástica, quebrando la resistencia de aquellos servidores del culto que, utilizando el estado de ánimo religioso de las masas, intentaron impedir su participación en la guerra liberadora. En no poca medida gracias a la política de Bolívar las masas creyentes empezaron a apoyar a los patriotas en forma más activa y resuelta. En su misiva al congreso constituyente del Perú, al cual ya nos hemos referido, Sánchez Carrión señaló que gracias a la clarividente política de Bolívar en la cuestión religiosa comenzó a modificarse la relación hacia la guerra de independencia por parte de aquellos que, en general, entendían su justeza, mas no participaban en la lucha del lado de los patriotas, al considerar que ello era algo así como “un crimen contra la religión”.203 El historiador peruano Rubén Vargas Ugarte, en un ensayo dedicado a las concepciones de Bolívar sobre la religión, asegura que éste actuaba como si estuviera ubicado entre dos apostasías. Habría sido liberal cuando intervenía como pensador o personalidad individual, lo cual no pocas veces lo habría conducido a la contradicción e incluso a la colisión con la doctrina religiosa. Sin embargo, en palabras del historiador peruano, el liberalismo de Bolívar no resultaba ser “irreconciliable” o “agresivo” en relación con la religión, lo cual predeterminó, en los últimos años de su vida, su acercamiento al Papa. Al mismo tiempo, en el papel de político 203
Los ideólogos. José Faustino Sánchez Carrión, t. I, p. 593.
y hombre de Estado, Bolívar se habría comportado como católico ortodoxo, pleno de respeto por la Iglesia.204 Es difícil estar de acuerdo con tal concepción. En el fondo, el historiador peruano reduce el problema a que en el alma del Libertador ocurría una permanente lucha entre el liberalismo y el volterismo, de un lado, y el hombre religioso, del otro, y que este último, al final de sus años, había terminado por imponerse en el líder caraqueño, sobre cuyas concepciones habrían ejercido negativa influencia las ideas del Siglo de las Luces y la amistad con Simón Rodríguez.205 Tal enfoque reduce un problema tan complejo y serio al tamaño de las búsquedas espirituales y religiosas del Libertador, y no brinda la posibilidad de analizar tal problemática en el amplio contexto de la lucha ideológica y política de aquel tiempo. Solamente este último tratamiento permite comprender que no hubo “dos Bolívar”, diferenciados uno del otro en la apreciación de la religión. A Bolívar, menos que nada, le era propia la aspiración de utilizar la religión con el fin de manipular a las masas populares. El hablaba con desprecio de aquellos cínicos liberalizantes que, jactándose de su volterismo, se atrevían a declarar: “Soy filósofo para mi solo o para unos pocos amigos, y sacerdote para el vulgo”. A tales personas Bolívar los denominó “charlatanes”.206
Ilustración francesa, muchos de cuyos representantes por lo regular fueron ateístas, los iluministas latinoamericanos en su mayoría se aferraron a otras concepciones en relación con la religión. Sus ideas iluministas no estaban libres de la influencia religiosa, además de que, por lo regular, esta influencia no se presentaba en su variante ortodoxa dogmática, sino en el espíritu del humanismo católico, con su evidente simpatía por el cristianismo temprano. ¿Sería acaso esto una debilidad, una cierta “insuficiencia” de la Ilustración latinoamericana en comparación con la francesa? Pensamos que seria improcedente plantear así la cuestión. No se puede disentir de Manfred Kossok cuando en su ensayo “La Ilustración en América Latina. ¿Mito o realidad?” manifiesta que quizás sería vano hablar de cualquier “inconsecuencia” filosófica en América Latina.207 Estrechamente enlazados con las masas populares, los iiuministas no podían dejar de contar con su espíritu religioso, directamente ligado a la esperanza en el logro de la justicia social. Basta con recordar —señala justamente Kossok— que en México la lucha patriótica y revolucionaria de las masas campesinas e indígenas oprimidas, bajo la dirección de Hidalgo y Morelos, hubo de desenvolverse tras consignas religiosas.208
Difícilmente se llega a comprender las concepciones de Bolívar sobre la religión si no se presta atención a la circunstancia de que ellas llevaban en si mismas el sello de la Ilustración latinoamericana. A diferencia, digamos, de la
Para la comprensión de la actitud de Bolívar respecto de la religión es importante dilucidar las causas de su remisión a la revolución francesa. Sensible al estado de ánimo de las masas populares, comprendiendo su sicología social, Bolívar consideró que el “anticlericalismo vulgar”, utilizando la terminología contemporánea, podría conducir al pueblo a una “Vandea”, como sucedió en Francia. Por ello él se refirió a las lecciones de la revolución francesa, señalando que su política en la esfera de la religión (la “descristianización”) le había ocasionado no pocos
204
207
Testimonios peruanos sobre el Libertador, p. 151. Ibíd., p. 149-151. 206 L. Peru de Lacroix. Ob. Cit., p. 153. p. 153. 205
Manfred Kossok. La Ilustración en América Latina. ¿Mito o realidad? Iberoamericana Pragencia. Praha, 1973, p. 93. 208 Ibíd.
perjuicios. En América Latina, dijo Bolívar, las masas son religiosas y atraerlas sólo es posible respetando los sentimientos religiosos del pueblo. El acatamiento de Bolívar a la religión se explica, según sus palabras, por la aspiración de encender el entusiasmo de las masas utilizándolo en interés del reforzamiento de la independencia de la patria, de su felicidad.209 Es interesante anotar que en este caso Bolívar estuvo próximo de Robespierre, Se sabe que este último, interviniendo resueltamente contra la persecución a la religión y en contra de la política de “descristianización”, subrayó que todo esto había instigado contra la revolución a masas de creyentes, haciéndole el juego a la contrarrevolución. “¿Qué dieron los conjurados en lugar de aquello que destruyeron? —dijo Robespierre desenmascarando los planes de los perseguidores de la religión y partidarios de la “descristianización”—. Nada, acaso sólo caos, vacuedad y violencia. Desdeñaban demasiado al pueblo para tomarse el trabajo de convencerlo, y en lugar de darle luces solamente querían dividirlo, intimidarlo y pervertirlo”.210 El desagrado de Robespierre por la política de “descristianización” tuvo un aspecto adicional de no menor importancia, que ayuda a comprender más a fondo la proximidad de Bolívar con el jefe de los jacobinos. Intentando profundizar el contenido de la revolución, de construir un Estado basado en elevados principios morales y patrióticos, Robespierre llegó a una mayor comprensión de que el “reinado iluminista de la razón” en esencia resultó ser por sobre todo diferente de lo que había sido en las teorías que hubieron de enceguecer con su optimismo. Además de esto, con 209 210
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 927. Maximiliano Robespierre. Obras escogidas, t. III. p. 17 (en ruso).
las consignas iluministas se encubrían a menudo aquellos para quienes resultaba odiosa la aspiración de los jacobinos de ahondar el contenido social de la revolución en nombre de los intereses de las masas populares. Robespierre comentó que “Ellos aceptaron con entusiasmo el sistema que entreveraba la suerte de los buenos y la de los malos, dejando ver entre los dos bandos solamente diferencias suscitadas por indefinidos favores del destino, y considerando como árbitro entre los mismos el derecho del más fuerte o del más pícaro”.211 Obstaculizar tal desarrollo de los acontecimientos, el cual llevaría a la creación de una sociedad de individuos atomizados donde habría de dominar el derecho del más fuerte, o sea, del propietario, eso fue lo que intentó realizar Robespierre, aparte de todo, por el camino del culto del “ser supremo”. En diferentes condiciones históricas y esforzándose por evitar la formación de una sociedad en la cual, empleando expresiones de Simón Rodríguez, dominaría el principio “cada uno para si y Dios para todos”, Bolívar se remitió a la religión tratando de apoyarse en ella para adelantar su actividad social reformadora. Pero en este caso tuvo no poca injerencia una situación histórica en la cual las ilusiones ilustradoras fueron dispersadas por la cruel y prosaica realidad burguesa. Justamente esta situación histórica condicionó el surgimiento de las diversas teorías y concepciones del socialismo utópico, muchos de cuyos representantes se refirieron a la religión interpretándola, por lo regular, en el espíritu del cristianismo temprano, asignándole importante lugar en sus planes de reconstrucción de la sociedad con base en los principios de la asociación. Precisamente contando con todos estos factores y circunstancias se deben comprender las palabras de Bolívar sobre la “hermosa quimera de la perfección social”,
211
Ibíd., p. 175.
a cuyo reemplazo debería acudir la idea religiosa.212 Ya hemos dicho que Bolívar, al rechazar la filosofía del liberalismo, en especial el manchesterismo con su apología del enriquecimiento y la carencia de valores espirituales, se remitió a las “sencillas” leyes españolas, esperando obstaculizar, con su ayuda la pauperización de las masas populares. El interés de Bolívar por la religión explica en no poca medida su aspiración de dirigirse a aquellas instituciones, que en palabras de Engels —las repetimos nuevamente— sirvieron de puente tendido sobre la contraposición entre ricos y pobres. De aquí la aspiración de Bolívar de referirse en la solución de este problema en particular a las instituciones de “beneficencia religiosa”, interpretadas en el espíritu de la cristiandad temprana. La remisión bolivariana a la religión no entrañó en forma alguna, lo repetimos, el repliegue de su actividad social reformadora en interés de las masas desposeídas. Además de eso, justamente en el último periodo de su vida, Bolívar, como se verá en detalle más adelante, sostuvo quizás con mayor persistencia que antes su adhesión a la doctrina democráticorevolucionaria de Rousseau sobre la igualdad. Indiscutiblemente, los círculos religiosos intentaron sacar provecho de la situación que se estaba conformando, para reforzar su influencia en la sociedad guiándose frecuentemente por motivos totalmente distintos a los del Libertador. Su crítica del liberalismo se llevó a cabo desde posiciones tradicionalistas ultraconservadoras. En este mismo espíritu, y exitosamente, procuraron tener ascendiente en las masas. La jerarquía clerical se amparó en la autoridad de Bolívar, tratando de presentarlo como su correligionario. ¿No será acaso 212
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 928.
de aquí de donde viene la inconsistente versión sobre Bolívar como padre del conservatismo colombiano y del clericalismo? Si, la aspiración de Bolívar de utilizar la religión en interés de la profundización del carácter social de la revolución liberadora no pudo evitar traer consigo contradicciones dramáticas. Empero, no hay fundamento en esta esfera para reducir la actividad de Bolívar a una “situación sin salida”: la historia de los movimientos liberadores en el mundo ofrece no pocos ejemplos de cómo el factor religioso desempeñó y desempeña en ellos no poca importancia. A la religión apela Pinochet tratando de reforzar sus posiciones con ayuda de las más reaccionarias ideas del integrismo católico, pero también bajo consignas religiosas considerables masas de creyentes se suman a la lucha por la renovación de la sociedad en América Latina. Hombro a hombro junto con las masas populares los sacerdotes católicos construyen una nueva vida en Nicaragua. No pocos ejemplos podrían traerse acerca de cómo la Iglesia latinoamericana interviene en defensa de las libertades democráticas y la justicia social.
BOLIVARISMO Y MONROÍSMO. La enemistosa campaña contra Simón Bolívar fue desatada no sólo en Colombia y Europa, sino también en los Estados Unidos. Y aun en este país, que para los opositores de Bolívar se constituyera en patrón de la organización estatal, lo acusaron de usurpación del poder, de antiliberalismo, contraponiéndole a Santander como al “liberal auténtico”. Mas, como ocurrió en la polémica con los liberales europeos, Bolívar defendió su concepción revolucionario-democrática de la soberanía popular en el espíritu de las ideas de Rousseau, por lo cual en sus valoraciones de la campaña enemiga de los Estados Unidos se mantuvo en las posiciones de resuelto rechazo a las instituciones estatales norteamericanas. Refutando a quienes veían la solución de todos los problemas de los países latinoamericanos en la implantación de las formas estatales estadounidenses, Bolívar expresaba con toda exactitud: “Es desgracia que no podamos lograr la felicidad de Colombia con las leyes y costumbres de los americanos”.213 Y hace tiempo son conocidas las siguientes palabras de Bolívar, las cuales se han vuelto clásicas: “Los Estados Unidos (...) parecen destinados por la providencia para plagar la América de miserias a nombre de la Libertad”.214 Frecuentemente estas palabras se consideran de modo general, como testificación de la asombrosa capacidad de Bolívar de prever el gran peligro que podían encerrar las ambiciones Imperiales de los Estados Unidos, con su política expansionista, para los pueblos latinoamericanos. 213 214
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 272-273. Ibíd., p. 279.
En tal enfoque Bolívar es caracterizado como el precursor del antiimperialismo, lo cual, fuera de toda duda, es importante. Sin embargo, el enfoque resulta bastante insuficiente si se parte de la situación histórico-concreta en la cual le correspondió actuar al Libertador y de la orientación y sentido de la lucha política e ideológica que se desenvolvió entre él y sus partidarios, de un lado, y la élite dirigente norteamericana, del otro. En este contexto es especialmente importante dilucidar a cuál libertad se refirió Bolívar respecto a los Estados Unidos. ¿Por qué estos últimos parecían, según sus palabras, destinados por la misma Providencia a traer males a los jóvenes Estados latinoamericanos, en nombre de la sagrada libertad? Corrientemente esta pregunta se intenta responder en los marcos de un problema tal como el de “bolivarismo contra monroísmo”. Además de que este mismo problema es tratado de manera diversa, en dependencia de las concepciones políticas, filosóficas e incluso religiosas a las cuales adhiere uno u otro intérprete. Durante los últimos años se ha promovido, ante todo por sociólogos y politólogos norteamericanos, el punto de vista de que la aguda confrontación de Bolívar y sus partidarios con los círculos dirigentes de los Estados Unidos se explica por el tratamiento diametralmente opuesto de categorías fundamentales como son la libertad, la democracia y la igualdad. Sin consignar por ahora nuestras valoraciones de tal planteamiento, quisiéramos solamente señalar que esta problemática merece atención extrema, en tanto que todo ello es importante. En efecto, el rechazo de Bolívar a las instituciones estatales estadounidenses debe examinarse en el contexto general de su búsqueda de los ideales sociales que mejor se adecuaran a las condiciones históricas concretas de la vida de los pueblos de América Latina y de las bases sociales y políticas de los jóvenes
Estados de la región. El asunto había sido tratado por Bolívar desde su discurso de Angostura, como ya se dijo, aunque en verdad de manera un tanto tangencial. Pero resurgió con toda su fuerza durante el último periodo de la vida del Libertador, en especial después de que se promoviera el proyecto de Constitución para Bolivia. Como es conocido, en él encontraron encarnación, de la manera más completa, los persistentes esfuerzos de Bolívar por crear una sociedad de justicia social y de igualdad. No fue menos importante el hecho- —reiteramos esto una vez más— de que el “modelo” constitucional elaborado por Bolívar, por principio, se diferenciaba en gran parte de la Constitución norteamericana, con su recortada y limitada soberanía popular, por los innumerables obstáculos jurídicos en el camino de su realización. Sin hablar de que ambas constituciones se distanciaban diametralmente una de la otra con respecto a la esclavitud. El general Santander y sus partidarios vieron su ideal político en las instituciones estatales de los Estados Unidos, acercándose en sus concepciones a la ideología del federalismo norteamericano. No fue casual que Santander y su circulo se hubieran transformado en los adeptos más fervorosos de la política de los círculos dirigentes norteamericanos, los cuales intentaban impedir a cualquier precio la plasmación en la vida de los proyectos revolucionarios bolivarianos. Todo esto se encubría con razonamientos sobre la aspiración de transformar a los nacientes Estados latinoamericanos en baluarte de la democracia y de la libertad bajo la égida de Norteamérica. Al pronunciarse en el parlamento colombiano en pro de una estrecha colaboración con los Estados Unidos, Francisco de Paula Santander expresó (2.I.1825): “Colombia va a tener el laudable orgullo de ser el primer Estado de la antigua América
española unido con la nación más favorecida del genio de la libertad”.215 Incluso más tarde, después de la muerte de Bolívar, Santander, en el tiempo de su estancia en Norteamérica, calificó a los colombianos como “hermanos menores”, manifestando la esperanza de que se convirtieran en “dignos discípulos” que habrían de agradecer a la Providencia por “haber encontrado el sitio de nuestra dicha en el mismo continente Americano”.216 Con no menor emoción se refería Santander a las instituciones inglesas. Un verdadero panegírico del régimen social de Inglaterra fue hecho por Santander durante su estancia en ese país. Consideraba al ordenamiento Inglés casi que como la perfecta encarnación en la vida de los ideales de libertad y democracia. Le causaba particular asombro el hecho de que el gobierno británico alentara por todos los medios la iniciativa privada sin intervenir en la economía, al contrario de lo que hacían “nuestros políticos caseros”, según sus palabras.217 No pudo ahogar en el silencio el problema de la pobreza en Inglaterra, pero se maravillaba de que en ese país hubiese sido resuelto el problema de los pobres toda vez que a tales personas, sencillamente, no se las veía en las calles.218 Quisiera llamar la atención en torno a la caracterización que de la Constitución norteamericana hiciera Federico Engels. Según él, “inicialmente se pronunció por el reconocimiento de los derechos del hombre, a tiempo que sancionaba la esclavitud de las razas de 215
Citado por: Francisco Pividal. Bolívar, pensamiento precursor del antiimperialismo. La Habana,1977, p. 198. 216 Cartas y mensajes de Santander, Vol. VIII, p. 189. 217 Ibid., p. 56. 218 Ibid.
color existente en América; los privilegios clasistas fueron refrendados; los privilegios raciales, santificados”.219 En sus pronunciamientos contra Bolívar los representantes de la clase dirigente norteamericana manifestaron con gran evidencia lo que a primera vista fuera una combinación paradójica de declaraciones ampliamente difundidas sobre adhesión a los ideales de libertad y democracia, inocultable apología de la esclavitud y prejuicios sociales y racistas en relación a los pueblos de América Latina. La campaña antibolivariana de los círculos dirigentes de los Estados Unidos adquirió gran envergadura después de que el Libertador, pertrechado de poderes dictatoriales en el Perú, puso en marcha la reforma social e intentó realizar su proyecto democrático-revolucionario, como dice Liévano Aguirre, en los marcos continentales, contando con el éxito del congreso de Panamá. El periodo peruano en la actividad de Bolívar está relacionado con el inicio en gran escala de la política de, defensa de la naciente industria ante la concurrencia extranjera, y con la realización de medidas proteccionistas para salvaguardar la producción artesanal nacional. Todo esto entró en aguda contradicción con la política de los núcleos gobernantes estadounidenses, los cuales, al promover en 1823 la doctrina Monroe, intentaban no solamente obstaculizar a sus competidores de los países de Europa Occidental, así como de la Rusia zarista, impidiéndoles reforzar sus posiciones en el continente americano, sino también ejercer decisiva influencia en el curso del desarrollo de los jóvenes Estados latinoamericanos. 219
C. Marx, F. Engels. Obras, t. 35, p. 153.
Era natural que el monroísmo fuera hostil a la labor democráticorevolucionaria del Libertador, a su aspiración de abolir la esclavitud y liberar a los indígenas, igualando en derechos a la población de color. Quisiera llamar la atención hacia otro rasgo del monroísmo Apelando a su supuesta predestinación especial para trasladar el espíritu de la civilización industrial a sus vecinos del sur, quienes se encontrarían al borde del estado de barbarie a causa del multisecular dominio español, los ideólogos de los círculos dominantes norteamericanos intentaban acelerar el proceso de acumulación originaria del capital mediante la realización de la política de “libertad de comercio” y “libertad de empresa”. Entretanto, sus representantes diplomáticos en América Latina estaban llamados a despejar el camino para la conducción de tal política. La actividad de dos de tales representantes diplomáticos fue quizás típica en relación con esto. Nos referimos al cónsul general en Lima, William Tudor, y al embajador en México, Joel Poinsett. La correspondencia diplomática de Tudor se halla penetrada de inocultable enemistad hacia Bolívar. A lo largo de su hilo central corría la tesis de que Bolívar, imitando en todo a Napoleón, intentaba crear un imperio en Latinoamérica, obstaculizando la consolidación de instituciones republicanas estatales en esas naciones. Con ello, afirmaba Tudor, Bolívar frustraba todas las esperanzas, negándose a convertirse en el Washington latinoamericano.220 Sin embargo, las acusaciones a Bolívar de alentar ambiciones imperiales y despotismo militar, en esencia eran tan sólo la fachada 220
8. Diplomatic correspondence of the United States concerning the independence of Latin-Amerícan nations. Ed. by Manning W.R., New York, 1925, vol. II, 1810-1811.
exterior tras la cual se ocultaban los verdaderos objetivos de los partidarios del monroísmo. Como justamente anota Liévano Aguirre, las causas de la enemistad hacia Bolívar por parte de la clase dirigente norteamericana y de sus aliados de la oligarquía criolla se explican por su temor a que la abolición de la esclavitud en los jóvenes Estados latinoamericanos pudiera provocar, desde sus puntos de vista, las consecuencias más imprevisibles.221 Verdaderamente, al leer los reportes diplomáticos de Tudor a los responsables de la política exterior norteamericana y ante todo al Secretario Henry Clay, no es posible pasar por alto el especial rechazo que provocaba la posición antiesclavista de Bolívar, su aspiración de suprimir la esclavitud como base de su política continental. Tudor escribió que los llamados de Bolívar a la abolición de la esclavitud, que hubieron de encontrar reflejo en la Constitución Boliviana —el cónsul norteamericano la llamó “caótica”-, representaban un gran peligro para los esclavistas norteamericanos. Calificó a Bolívar como “enemigo peligroso de los Estados Unidos” y se refirió con inocultable enemistad al ejército libertador, en el cual, decía, “los soldados y muchos oficiales tienen no poca mezcla de sangre africana” y por ello inevitablemente tendrían que sentir hostilidad hacia los opositores de la abolición de la esclavitud.222 Poinsett aparece con pretensiones de fundamentar filosóficamente el derecho estadounidense al liderato espiritual y político en el hemisferio occidental. Aseguraba que poseyendo efectivas y casi perfectas instituciones estatales, los Estados Unidos tenían el derecho de persuadir a los latinoamericanos para que marcharan por el camino de sus vecinos norteños, rechazando la perniciosa influencia de la “herencia española” — 221
Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y monroísmo. Bogotá, 1969, p. 54-55. 222 Diplomatic correspondence of the United States… 1818-1819.
en particular de la religión católica—, herencia que impedía el ingreso de los jóvenes Estados latinoamericanos al mundo del progreso y la civilización. Como Poinsett opinaba que una de las premisas para que ello ocurriera consistía en que los países de América Latina se convirtieran en compradores de las mercancías norteamericanas, los voceros oficiales del Norte comenzaron a proclamar el principio de la “libertad de comercio”.223 La insidiosa campaña política estadounidense contra Bolívar adquirió mayor envergadura después de que éste asumió plenos poderes dictatoriales. Los representantes de los círculos dirigentes del Norte intervinieron a través de una especie de Solón norteamericano, llamado a beneficiar con sus leyes a los latinoamericanos. Efectivamente, el Secretario de Estado Henry Clay se dirigió al Libertador en carta especial (27.X.1828).224 En ella expresaba inquietud porque no encontraban justificación o satisfacción las esperanzas de los Estados Unidos referentes al establecimiento en Suramérica, como resultado de la guerra de independencia, de instituciones estatales “libres”, análogas a las norteamericanas, que garantizasen “todos loa beneficios de la libertad civil”. “Todos nosotros —agregaba Clay— esperamos ansiosamente la consecución de este objetivo”.225 223
Ibíd., p. 167. Henry Clay fue uno de los más enérgicos partidarios de imponer a los países de América Latina el “modelo” político y estatal de los Estados Unidos. En una de sus intervenciones declaró con espíritu mesiánico providencial: “Deberíamos convertirnos en el centro de un sistema que constituyese el foco de reunión de la sabiduría humana contra el despotismo del Viejo Mundo (…) Seamos real y verdaderamente americanos y situémonos a la cabeza del sistema americano” (citado por: Francisco Pividal. Bolívar, pensamiento precursor del antiimperialismo, -p. 219). 225 Bolívar y su época, t. II, p. 124. 224
Como uno de los requisitos principales para alcanzarlo Clay “recomendaba” insistentemente a Bolívar disolver el ejército libertador, fundamentando su propuesta ora con la derrota de las tropas españolas, ora con el supuesto peligro que para la causa de la libertad entrañaría la existencia de un ejército permanente. Tan “amable” consejo tenia, en nuestra opinión, un fin completamente predeterminado: romper una de las más importantes fuerzas en que, al lado del pueblo, intentaba apoyarse Bolívar para realizar la política social reformadora y antioligárquica. Clay insistió ante el Libertador para que depusiera sus plenos poderes dictatoriales y estableciera las “instituciones liberales” en Colombia sólo entonces, según sus palabras, Suramérica podría aportar “un nuevo triunfo a la causa de la libertad humana”.226 Los sectores dirigentes norteamericanos no se limitaron a semejante tipo de alocuciones mentoras. Justamente Clay dio instrucciones especiales al nuevo embajador norteamericano en Bogotá, general Harrison. Según aquél, éste debía conseguir a cualquier precio que surgieran en Colombia instituciones estatales análogas a las norteamericanas. Para el logro de este objetivo Harrison utilizó todos los medios a su alcance, apoyó abiertamente a los enemigos de Bolívar y él mismo, en forma por demás agresiva, hubo de aleccionar al Libertador en torno a cuál era la forma de gobierno que debería elegir Colombia. Sus concepciones, como las de los círculos dirigentes de los Estados Unidos, las expuso Harrison en carta a Bolívar (27.IX.1829). En ella aparecen los principales postulados del monroísmo, con su exaltación de las instituciones estatales norteamericanas y su altanera referencia a la cultura y las tradiciones espirituales de los pueblos latinoamericanos. Los groseros ataques a la religión católica se combinaban en esta misiva con fuertes embates contra 226
Ibíd., p. 124-125.
el ejército colombiano, entidad a la cual se calificaba como la encarnación del despotismo militar.227 Poco faltó para que, a manera de ultimátum, Harrison exigiera restablecer la Constitución de Cúcuta y seguir el ejemplo de los Estados Unidos!228 ¿Qué podía, pues, contraponer Bolívar a esta política agresiva tan abierta? Toda su legislación social-económica de los años de la dictadura revolucionaria temporal estaba penetrada de profundo patriotismo y de animadversión hacia aquella “libertad’ que habría de sentenciar a la ruina a las masas trabajadoras en interés de los capitalistas extranjeros. El comprendió que los razonamientos grandilocuentes sobre la libertad hechos por los ideólogos de la clase dirigente de los Estados Unidos en la práctica se combinaban con la despiadada explotación de los esclavos negros. Tal concepción de la “libertad” y la “democracia” era por completo ajena al Bolívar reformador y revolucionario. Sobre el verdadero estado de cosas en los Estados Unidos no fue poco lo que pudo extraer Bolívar de las cartas de sus corresponsales. Gran interés suscitan, por ejemplo, dos cartas enviadas a Bolívar desde Norteamérica por su ayudante el coronel Wilson (10.II. y 1.IV. 1829). Sin ocuparnos de la tonalidad de las cartas, escritas por un hombre que no ocultaba sus simpatías por las 227
Ver: O. Parra Pérez. La monarquía en la Gran Colombia. Madrid, 1957, p. 520-521. 228 Ibíd., p. 521-522. La indignación por la descarada intervención del embajador norteamericano en los asuntos internos del país fue tan impetuosa, que se le declaró persona no grata y tuvo que abandonas el territorio colombiano. En su reemplazo llegó el coronel Mur, persona que, si bien actuó con mayor elasticidad y circunspección, de todos modos continuó adelantando en relación a Colombia y a Bolívar la política del “imperialismo constitucional”, para utilizar una expresión de Andrés Belaunde.
instituciones inglesas, basadas, según él en los principios de la “libertad práctica”, queremos llamar la atención alrededor de sus denuncias sobre la esclavitud. Con ironía y amargo sarcasmo, Wilson informaba que en los Estados Unidos se predicaban “hermosas teorías” pero que en el fondo se observaba una “desenfrenada libertad que colinda con la esclavitud más cruel”.229 Los negros, según el corresponsal de Bolívar, Vivian en condiciones peores que los animales de carga.230 “Aquí —testificaba Wilson— se ve la anomalía singular de unos hombres cuyo solo objeto parece ser tratar de dar mayor extensión a la democracia para sí, pero defendiendo con el furor de caníbales el despotismo más feroz cuando conviene a sus intereses personales. Su apego a su sistema de esclavitud es tal, que será mil veces más fácil persuadir a un fiel católico de los absurdos de su religión o a un mahometano de la falsedad de la suya, que a todos los liberales de su inconsecuencia”.231 Lo expresado arriba ayuda a comprender con mayor profundidad, por así decirlo, la génesis de las palabras de Bolívar acerca del peligro que acarreaba una tal “libertad”, ofrecida por los Estados Unidos a los países de América Latina. Ahora podemos exponer en forma detallada el punto de vista acerca del problema del monroísmo y el bolivarismo. Es difícil aceptar la interpretación tradicionalista de la doctrina Monroe que se da en la ciencia histórica norteamericana. Algunos de sus representantes afirman que fue promovida de cara ante la
amenaza que para el hemisferio occidental representaban las potencias de la “Santa Alianza”. Otros consideran que Norteamérica salvó a los jóvenes Estados latinoamericanos de la restauración del orden monárquico.232 Desde luego que los principios sostenidos en la doctrina Monroe estaban lejos de ser reaccionarios si se los compara con las argucias restauradoras y legitimistas de las monarquías contrarrevolucionarias, encarnadas en la política de la “Santa Alianza”. Sin embargo, como ha sido demostrado convincentemente en las investigaciones de muchos científicos, y entre ellos los soviéticos, no existía amenaza alguna de agresión de parte de la Santa Alianza hacia el hemisferio occidental.233 Por lo que se refiere a América Latina, la doctrina Monroe estaba dirigiendo su filo contra la actividad reformadora-revolucionaria de Bolívar, para malograr sus planes de creación de una firme unidad de los nuevos Estados latinoamericanos. Indiscutiblemente, en la teoría y práctica del monroísmo hubieron de ejercer influencia los postulados y dogmas del protestantismo, con sus pretensiones providenciales y mesiánicas. Mas ellos carecían de un significado autónomo y fueron, digamos, utilizados, por los representantes diplomáticos de los Estados Unidos en América Latina pata justificar las pretensiones imperiales del capitalismo norteamericano en franco desarrollo, para adelantar la política de colonialismo espiritual y cultural. En este plano se podría denominar a Poinsett y a los demás diplomáticos de su 232
229
Recordemos lo que escribiera Simón Rodríguez sobre los Estados Unidos. El veía un símbolo sui generis de este país en el hombre que con una mano enseña a los reyes el gorro frigio, y en la otra tiene un látigo con el que fustiga a un negro arrodillado a sus pies. S. Rodríguez. Ob. Cit., t. I, p. 342). 230 C. Parra Pérez. Ob. Cit., p. 376. 231 Ibíd.
D. Perkins. The Monroe doctrine (1823-1826). Cambridge. Massachusets, 1927; J. Latane. From isolation to leadership. N.Y., 1920; E. May. The mar-king of the Monroe doctrine. Cambridge (Mass.), London, 1975. 233 Ver, por ejemplo: E. Ramírez Novoa. Monroísmoo y Bolivarismo en América Latina. Buenos Aires, 1957; Indalecio Liévano Aguirre. Bolivarismo y monroísmo; Manfred Rossok. La historia de la Santa Alianza y la emancipación de América Latina. Buenos Aires, 1968.
género como “virtuosos del protestantismo práctico”, para utilizar una definición de Carlos Marx. Continuando con esta idea, hay que señalar que seria de igual manera inadecuado tratar al bolivarismo como una especie de cruzada católica contra la agresión protestante.234 La interpretación del bolivarismo en el espíritu de un hispanismo extremo provoca una réplica resuelta, no solamente porque ignora el sentido profundamente revolucionario, reformador y democrático de la actividad de Bolívar, su coparticipación orgánica en la lucha por la justicia social y la libertad en todo el mundo.235 Tal disquisición de la herencia ideológica de Bolívar no da, además, la posibilidad de entender cuáles fueron los valores culturales, portadores del sello del fructífero influjo de la cultura e historia españolas que él defendía para asegurar a los pueblos suramericanos el derecho a preservar su autenticidad. 234
“El bolivarismo —escribe el publicista colombiano Hugo Velasco— es unidad de todo lo nuestro, verdadera hermandad en la religión católica. Es ser intransigente con otra causa y otra religión distinta a la de Cristo. Nuestra victoria como hijos de Bolívar está única y exclusivamente en la suprema unidad de pensamiento y acción. Tenemos que desechar al quintacolumnjsmo protestante que quiebra la moral y la unidad histórica” (Hugo Velasco A. Retorno a la hispanidad Bogotá, 1953, p. 90). 235 No fue casual que los franquistas se hubiesen referido a Bolívar con marcada hostilidad Para ellos, Bolívar fue tan odiado como el jefe militar español Rafael del Riego. En enero de 1941, Casarilgo, director del periódico “El Alcázar”, publicación oficiosa del régimen franquista, fustigaba acremente la figura del Libertador. Bolívar fue caracterizado allí como un “liberal exaltado”, enemigo del hispanismo y del imperio católico español y quien, igual que del Riego, se apoyaba en los protestantes y los masones para adelantar su actividad destructora. “Bolívar es un hombre desconcertante; embebido en la revolución francesa, él cree en todos los mitos cuya falsedad la demostró el tiempo” (citado por: Milton Puentes. Bolívar, padre de las izquierdas liberales. Bogotá, 1963, p. 75-76).
No menor controversia provocan las explicaciones que del rechazo de Bolívar a las instituciones estatales norteamericanas y a la ideología del federalismo se dan por parte de científicos norteamericanos que consideran que el desarrollo de los países de América Latina no puede comprenderse sin prestar atención a la influencia en ellos de las ideas y tradiciones autoritariocorporativas. Los partidarios de esta concepción buscan tales causas en la existencia de singulares “tradiciones iberoamericanas”, en las particularidades de la cultura política de los pueblos latinoamericanos, con su culto de los valores jerárquicos mediante la prevalencia de los intereses corporativistas sobre los individuales. En los marcos del modelo “autoritario-corporativo” de organización estatal de los países de América Latina, como afirman los partidarios de este punto de vista, surge un tipo “singular” de democracia, radicalmente opuesto a la concepción anglosajona. Si esta última concede prioridad a los intereses de las personas, ya sea en libertad individual o de grupo, las tradiciones iberoamericanas se caracterizan por una clara superación de lo general sobre lo particular, por la integración de los intereses individuales o de grupo en un “todo orgánico”. De acuerdo con los partidarios de este punto de vista, las constituciones de los países latinoamericanos están basadas en los principios de sometimiento de los intereses privados a los intereses comunes, a tiempo que el sistema político de los Estados Unidos se ha orientado hacia la creación de mecanismos de poder para garantizar los intereses privados.236
236
Ver: Authoritarianism and corporatism in Latin America. Pittsburgh, University press, 1977; New corporatism social-political structures in the Iberian World. Notre Dame-London, 1974; The new authoritarianism in Latin America. Princeton University, 1981.
El normativismo y relativismo de semejante posición se hacen especialmente evidentes cuando en los marcos de este esquema se estudia la actividad de Bolívar y sus concepciones políticas. Considerando a Bolívar partidario de una democracia “autoritaria” o “monista”, el científico estadounidense Glen Dely subrayaba que mientras los patriarcas fundadores de los Estados Unidos planteaban como objetivo principal la descentralización del poder, sus homólogos latinoamericanos se esforzaban por su concentración.237 La cuestión, naturalmente, no reside en tales diferencias formales. La clave de la comprensión del problema descansa en otro plano. Si para los ideólogos del federalismo norteamericano la aspiración principal fue levantar diques en el camino hacia la “tiranía de la mayoría” (a propósito, el mismo Dely escribe sobre esto), entonces Bolívar fue un resuelto adversario de la “tiranía de la minoría”. En otras palabras, la concepción bolivariana de la soberanía popular y su efectivo mantenimiento eran mucho más revolucionarios y consecuentes que las interpretaciones de estos mismos problemas hechas por los “padres fundadores” de los Estados Unidos. De tal manera; la contraposición de los dos tipos de democracia, anglosajona e iberoamericana, para explicar las opiniones políticas y sociales de Bolívar, aclara muy poca cosa, además de que tergiversa el sentido y el pathos de su acción reformadora. Es importante anotar que la tradición norteamericana del pensamiento político de ningún modo se circunscribe a la estrecha ideología conservadora del federalismo. En verdad, 237
Politics and social changes in Latin America. The distinct tradition. University press, Massachusetts, 1974, p. 395.
existen tradiciones democrático-revolucionarias cuyos portadores fueron dirigentes del movimiento liberador norteamericano tan sobresalientes como Jefferson y Paine. Precisamente ellos, esgrimiendo la concepción democrático-revolucionaria de la soberanía popular, ejercieron contrapeso a los ideólogos del federalismo y reconocieron a las masas el derecho de derrocar por medio de las armas al gobierno que hubiese escapado del control popular. A Jefferson pertenecen aquellas palabras encendidas de fe en el pueblo: “Yo no pertenezco a la clase de seres que le temen al pueblo. El pueblo, y no los ricos, es nuestro apoyo en la lucha permanente por la libertad”. Las tradiciones jeffersonianas se aproximan a las tradiciones bolivarianas y su confrontación e investigación comparativas pueden dar resultados fructíferos, ayudando a superar muchos estereotipos y moldes elaborados al estilo de la contraposición “democracia monista” versus “democracia pluralista”.
EL DILEMA TRÁGICO DEL LIBERTADOR Al final de su vida, a Simón Bolívar se le opusieron fuerzas poderosas, tanto en el interior del país como en el exterior. Las actividades de sus enemigos políticos se vieron favorecidas porque muchos factores se desenvolvieron a contrapelo de los planes del Libertador. El ejército colombiano se encontraba en una crisis cada vez más grave y su unidad estaba socavada por la fuerza centrífuga de hondas contradicciones políticas. “En la historia de los ejércitos —observaba Marx en una conocida carta a Engels (25.IX.1857) se resume con asombrosa claridad toda la historia de la sociedad civil”.238 Estas palabras son aplicables al ejército libertador, colombiano. La ley sobre distribución de bienes nacionales fue puesta al servicio de los intereses de los especuladores de tierra, de los “caballeros de la acumulación originaria”, y como resultado las masas del ejército quedaron al borde de la miseria. Una vez licenciados, muchos combatientes debieron engrosar las filas de aquellos a quienes la sociedad negaba el derecho a la existencia como seres humanos, transformándolos en mendigos o vagabundos. Al mismo tiempo, sobrevino el enriquecimiento de la cúspide militar y la transformación de sus representantes en grandes propietarios de tierras.
238
C. Marx, F. Engels. Obras, 1. 28, p. 825.
Aquellos salidos de las capas bajas, partidarios de la pardocracia, encontraron fácilmente un lenguaje común con aquellos contra los cuales habían combatido anteriormente. Los nuevos ricos, siendo plebeyos, como había ocurrido con uno de los dirigentes del ejército libertador en Venezuela, el general Páez, procedieron a entrar en alianza con la cumbre criolla privilegiada, transfigurándose en garantes del statu quo social. En las filas del ejército surgieron diferentes grupos que rivalizaban entre sí y que levantaron como estandartes a sus afortunados caudillos. En otras palabras, Bolívar se vio privado del apoyo personificado en el ejército revolucionario, el cual, según sus cálculos, debería constituirse en su puntal. No había con qué reemplazar al ejército, además de que las masas de población desposeída y pauperizada, no habiendo recibido de la revolución ningún beneficio palpable, expresaban su protesta social en forma espontánea, por no estar preparadas para la acción organizada. Bolívar comprendió que el terror escueto contra sus opositores políticos no podría reemplazar al respaldo masivo, sino que engendraría aun mayores problemas irremediables. Ante sus ojos estaba la trágica experiencia de la revolución francesa, cuando el terror, al comienzo justificable por las necesidades de la guerra revolucionaria, gradualmente se fue convirtiendo en objetivo en si mismo, socavando la revolución. En otras palabras, el camino del terror abierto puede solamente conducir a un callejón sin salida, a la degeneración del régimen en tiranía y despotismo personal. Bolívar, revolucionario y reformador social, naturalmente no podía llegar a eso. No podía estar de acuerdo tampoco con los planes de establecer en el país la monarquía constitucional, por la cual se pronunciaban algunos de sus influyentes partidarios. Entre ellos figuraban el presidente del consejo de Estado, José Maria Castillo y Rada; el ministro de relaciones exteriores, Estanislao Vergara; el de
gobierno, José Manuel Restrepo, y el de guerra, Rafael Urdaneta. Ellos aspiraban a que Bolívar fuera elevado al rango de presidente vitalicio y que, después de su muerte, se incorporara a algún príncipe europeo en calidad de heredero legal al trono. Según palabras de Restrepo, hombre de Estado y destacado historiador, a idea de la monarquía constitucional maduró en Colombia cuando el país atravesaba por una profunda crisis y se acercaba al umbral de una sangrienta guerra civil entre los bandos “militarista” y “civilista”. El historiador colombiano estimaba que el establecimiento de la monarquía colocaría las bases de unas instituciones que habrían de suministrar “garantías personales”, “orden” y “paz”, así como una “libertad razonable” para los colombianos.239 Al mismo tiempo, Restrepo reconocía que estos planes habrían de encarar encarnizada resistencia de parte de las masas populares, en medio de las cuales las ideas de igualdad habían echado profundas raíces, al igual que entre los partidarios del republicanismo. Restrepo reconoció que al tomar en cuenta todas estas circunstancias, difícilmente se podría alcanzar el éxito de la empresa sin contar con el apoyo de Bolívar.240 Sin embargo, todos los intentos por persuadir al Libertador para que apoyara con su autoridad el proyecto monárquico encontraron su firme rechazo. En más de una ocasión dijo que no contribuiría al establecimiento de la monarquía en Colombia. Además de ello, de la manera más categórica prohibió al Consejo de Estado y al gobierno adelantar cualesquiera conversaciones con las casas reales europeas en relación a una posible candidatura de futuro monarca colombiano.241
Tal posición de Bolívar se explica no sólo por su hondo convencimiento de que la monarquía, en cualquier forma que fuese, no tendría futuro en Colombia y demás países de América Latina, sino, además, por su profunda fe de revolucionario y reformador en la necesidad de la lucha por la verdadera igualdad de las masas populares, lucha que no renegaba de los modestos resultados conseguidos en el curso de la guerra de independencia. Para llegar a un discernimiento más penetrante de la posición bolivariana en esta situación tan compleja, signada por una aguda lucha ideológica y política en torno a las vías de desarrollo para Colombia, resulta clave una carta que Bolívar dirigió al general Daniel F. O’Leary (13.IX.1829). Es inadmisible disentir del conocido escritor venezolano Mariano Picón Salas cuando ve justamente en esta carta la clave para comprender la inmutabilidad del hondo democratismo que pervivía en las convicciones del Libertador, la asombrosa consonancia de sus ideales sociales con la actualidad.242 Esta carta puede ser considerada como una especie de testamento en lo que toca con sus ideales sociales, penetrados de conceptos sobre la verdadera igualdad y fraternidad. En lo sucesivo Bolívar no habría de referirse con tal plenitud y en forma tan circunstanciada a estos problemas. En la carta a O’Leary, Bolívar aludió de nuevo, con penetrante convencimiento, a la doctrina democrático-revolucionaria de Rousseau acerca de la igualdad, trazando la frontera entre las desigualdades sociales y las desigualdades “físicas”, “naturales”, las cuales no es posible reparar, por cuanto en esto la responsabilidad la llevan las “Injusticias de la naturaleza”. Aquí, pues, como subraya Bolívar, desarrollando en verdad su entrañable idea, la “fuerza de
239
Julio C. Vargas y Vergara. Vida de Estanislao Vergara, 1790-1855. Bogotá, 1951, p. 228. 240 Ibíd., p. 229. 241 Ibíd., p. 280-281.
242
Ver: Mariano Picón Salas. Prefacio a: José Luis Busaniche. Bolívar visto por sus contemporáneos. México, Buenos Aires, 1960, p. 10.
las leyes” es capaz de defender la igualdad, corrigiendo así mismo las “injusticias de la naturaleza”, que engendran la “desigualdad física”.243 En esta carta, como antes, Bolívar defendió la justeza de las aspiraciones a la igualdad por parte de las numerosas “clases bajas”, y habló de su natural democratismo.244 Apelando a las ideas de igualdad, remitiéndose al democratismo de las masas, Bolívar, en la carta a O’Leary, rechazó terminantemente el proyecto monárquico, al considerar que los intentos de ponerlo en práctica habrían de acarrear al país muchas calamidades. Admitiendo hipotéticamente, por así decirlo, la posibilidad de erección de la monarquía en Colombia, Bolívar nuevamente hubo de tocar el problema de la pardocracia, que tanto lo inquietara toda la vida. Según él, esta nueva nobleza, salida de las masas del pueblo, habría de arrastrar muchos rasgos negativos, propios de un pueblo iletrado. “Nadie —escribió— sufriría sin impaciencia esta miserable aristocracia cubierta de pobreza e ignorancia y animada de pretensiones ridículas... No hablemos más, por consiguiente, de esta quimera”.245 Estas profundas reflexiones filosóficas y sicosociales del Libertador impregnaron el contexto general de sus consideraciones sobre los destinos de Colombia, penetradas ellas de la trágica premonición de que la causa de toda su vida estaría condenada al fracaso y que ninguna fuerza seria capaz de conjurar la disolución de la Gran Colombia.
243
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 315. Ibíd. 245 Ibid.
“La fuerza de los sucesos y de las cosas —anotó con amargura— impele a nuestro país a este sacudimiento, o llámese mudanza política”.246 Esta carta, asombrosa por la pureza y generosidad de pensamiento, ayuda, si se la estudia con atención, a comprender en el fondo el sentido de la tragedia del Libertador. El vio cómo la “fuerza de las cosas”, la irremediable lógica de los hechos conduciría al crecimiento de la desigualdad en la sociedad, mientras que las masas del pueblo, cuya situación trató de aligerar con ayuda de las leyes, quedarían cada vez con menos derechos, en tanto que solamente unos pocos salidos de abajo entrarían a completar el circulo del poder de los acaudalados. En otras palabras, llegó a la conclusión de que la desigualdad engendrada por las “desigualdades de la naturaleza” se transformaba en desigualdad engendrada por la injusticia social. Mas si Bolívar no contaba con fuerzas para cambiar el “estado de cosas”, no obstante, estaba dentro de sus posibilidades determinar para siempre su lugar en la historia. En verdad, en varias ocasiones había expresado que el hombre poseía libre voluntad y libre elección en la historia, por lo cual el camino de Cromwell o el de Napoleón resultaban inadmisibles para él. Plenamente consciente y resuelto por entero, Bolívar, al negarse a apoyar los planes monarquistas, hizo su elección histórica, dando el único paso posible para él en tales condiciones. Depuso los plenos poderes dictatoriales temporales y transmitió el poder al congreso legislativo de la República de Colombia, el cual se hubo de reunir en Bogotá en enero de 1830. Refiriéndose a los diputados del congreso, y declarando su irrevocable decisión de negarse a continuar en el poder, Bolívar
244
246
Ibid., p. 314.
pronunció estas palabras llenas de amargura y dramatismo: “Conciudadanos! Me ruborizo al decirlo: la independencia es el único bien que hemos adquirido a costa de los demás”.247 Eran las palabras pronunciadas por el hombre que no sólo había combatido por la independencia de los pueblos de Latinoamérica sino que pretendía también que la creación de los Estados latinoamericanos independientes abriera el camino hacia la igualdad, la justicia social y la completa libertad. Empero, estas palabras eran algo así como el testamento político de Bolívar, una especie de llamado a los pueblos de América Latina para que combatieran por la realización de elevados ideales sociales, para la transformación de las repúblicas latinoamericanas en Estados de justicia social y de igualdad. Los últimos meses de la vida de Bolívar fueron trágicos. La calumnia, las groseras insinuaciones, agregadas a las exigencias de destierro fuera del país lo ofendieron en lo más profundo, acelerando su extinción física. Golpe• terrible para él fue la noticia del alevoso asesinato (junio de 1830) del mariscal Antonio José de Sucre, hombre supremamente cercano a su espíritu. Pero inclusive en los momentos más trágicos de su vida, el sentimiento de responsabilidad por el destino de la patria nunca abandonó a Bolívar. Cuando en septiembre de 1830 sus partidarios, encabezados por el general Urdaneta, se tomaron el poder y se dirigieron a Bolívar con un llamado para que encabezara el gobierno, él se negó; y procedió así no tanto porque estuviera empeorando su catastrófico estado de salud cuanto por otra consideración de principio. Como anteriormente todo lo valoraba con el medidor de la soberanía popular, de la voluntad del pueblo, y puede decirse que esta idea lo martirizó.
Pero precisamente el pueblo no estaba, por esencia, tras las espaldas de los militares, y él en el mejor de los casos guardaba completo silencio. Reconociendo subjetivamente los móviles generosos y desinteresados de sus partidarios, Bolívar no quiso ser cabeza de un gobierno que, en el fondo, surgiría como resultado de un pronunciamiento.248 Mas, podría ser que él hubiese visto en estos acontecimientos cierto tipo de variante colombiana de los “cien días” napoleónicos? De todos modos, no quiso tomar parte en tal empresa. Hasta los últimos días de su vida Bolívar conservó la inteligencia clara, la exactitud y determinación de criterios morales para valorar a las personas. Un poco antes de su consumación, como transmiten sus interlocutores, Bolívar habló con sentimientos de asco y desprecio de los nuevos ricos que habían alcanzado posiciones a cuenta del saqueo del patrimonio nacional de Colombia.249 Finalmente, el 17 de diciembre de 1830 desapareció Bolívar. Había muerto para pasar a la inmortalidad. La herencia espiritual del Libertador estampó el sello de su poderosa influencia en la vida y la lucha de las generaciones posteriores, inspirándolas en la brega por la libertad y el progreso social. Es profundamente simbólico el hecho de que en los grandes movimientos sociales e insurrecciones populares que se han desenvuelto en Venezuela, Colombia y otros países latinoamericanos, las masas populares frecuentemente se hayan dirigido a las ideas de Bolívar, subrayando así mismo a quién en definitiva le pertenece el Libertador. José Martí encontró palabras muy claras y exactas al caracterizar el secreto de la influencia inquebrantable del pensamiento bolivariano sobre los patriotas 248
247
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. III, p. 817.
249
José Ignacio Méndez. El ocaso de Bolívar. Bogotá, 1951, p. ‘76-77. Ibíd., p. 94.
latinoamericanos: “A Bolívar aun le corresponde hacer no poco en América”.250
BOLÍVAR Y LOS DECEMBRISTAS Como continuando el pensamiento de Martí, el héroe nacional de Nicaragua, Augusto César Sandino, dijo que la misión de la nueva generación debe consistir en contribuir con todas sus fuerzas a encarnar en la vida las profundas ideas de Bolívar. “Yo estoy profundamente convencido —expresó Sandino— de que en el siglo actual nosotros seremos testigos de la realización de cosas admirables”.251
“Respeto al pasado es precisamente el rasgo que diferencia al civilizado del salvaje”. Con estas palabras del poeta ruso Alejandro Pushkin quiero empezar estas notas. Creo que ayudan a entender en toda su profundidad el significado de las tradiciones históricas en la vida de la sociedad, de la experiencia del pasado para las nuevas generaciones. Quiero hablar precisamente sobre aquella tradición, a la cual hace referencia el distinguido escritor e historiador venezolano Mario Briceño Iragorri: “es la onda creadora que va del ayer al mañana y sin consultarla no crecerán para lo porvenir las sociedades”.252 Pienso que el mismo tema de mi conferencia no seria útil si no mostrara, ante todo, aunque sea una vez más, el hecho de que existen viejas y fructíferas tradiciones que vinculan al pueblo de Rusia con los pueblos de América Latina en la lucha por la libertad, contra la tiranía, en defensa de la dignidad humana. Se puede citar muchos ejemplos.
250
José Martí. Nuestra América, p. 212. Augusto César Sandino. Carlos Fonseca Amador. Nicaragua: la estrategia de la victoria. México, 1980, p. 93. Comparando a Bolívar con Napoleón, Sandino escribió: “Si, Napoleón fue una personalidad sobresaliente, pero el se orientaba en sus actividades por un exclusivo egoísmo. En más de una vez yo inicié la lectura de su biografía, pero cada vez abandonaba el libro. La vida misma de Bolívar inmodificablemente me inquietaba, obligándome a llorar” (Ibíd., p. 94). 251
Así, a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, hombres de vanguardia de Rusia, que luchaban contra la servidumbre y la autocracia, prestaron atención a la América hispana, a la situación de miseria de sus habitantes, que arrastraban las cadenas del yugo colonial. Naturalmente, mostraron particular simpatía por los Indios oprimidos y por los esclavos negros. Conmovidos por su deplorable situación, condenaban a los opresores y explotadores y al mismo tiempo aprovechaban esas denuncias para desenmascarar con indignación la servidumbre en la Rusia autocrática. 252
Mario Briceño Iragorri, Mensaje sin destino. Caracas, 1952, p. 38-39.
Por su lado, en su conocida obra “Viaje de Petersburgo a Moscú”, escrita desde las posiciones de rotundo rechazo a la servidumbre, el conocido escritor y revolucionario ruso A. Radischev (1749-1802) se refería con profundo dolor a la opresión implacable de los pueblos de la América hispana como si estuviera señalando el dato que la esclavitud y la servidumbre producían sobre el pueblo ruso.253 Los motivos contra la servidumbre y la tiranía caracterizan los versos del poeta ruso Nicolai Gnedich escritos a comienzos del siglo pasado y recogidos en su obra “Peruano al español”. En ellos el indio amenazaba a sus opresores con levantamientos populares. “Con la misma mano con la cual arrastro las cadenas de la servidumbre aplastante desplegaré la bandera de la libertad ante mis amigos”,254 proclamaba. Estos versos fueron utilizados por los revolucionarios decembristas en su labor de agitación, y no es casual que en 1825 la autocracia zarista los señalara como subversivos y los sumara a la acusación contra los decembristas. Una nueva etapa del crecimiento y fortalecimiento de las simpatías en Rusia hacia la lucha de liberación de los pueblos de América hispana está ligada con aquel periodo de la historia rusa que empezó después de la Guerra Patria de 1812, cuando en la escena política hicieron su aparición los decembristas, aquellos abnegados revolucionarios y patriotas que el 14 de diciembre de 1825 se lanzaron a derrumbar la autocracia y empuñando las armas se presentaron en la Plaza del Senado de Petersburgo.
253
A. N. Radischev. Obras completas, 1988. t. 1, p. 316-317. Por la publicación de este libro Radischev fue condenado a la pena de muerte, luego conmutada por la de destierro a largos años. 254 N. I. Gnedich. Versos. Moscú-Leningrado, 1963, p. 82-86
Aunque fueron derrotados, no se puede menospreciar la importancia de su hazaña en la historia de nuestro país. V.I. Lenin los nombraba como a los primeros revolucionarios rusos y subrayaba que era necesario empezar con los decembristas la historia del movimiento revolucionario ruso.255 Puede surgir la pregunta de por qué nosotros consideramos a los decembristas los primeros revolucionarios rusos, si antes de ellos se produjeron levantamientos populares, por ejemplo, las insurrecciones campesinas encabezadas por Stepan Razin y Pugachev. La historiadora soviética Militsa Nechkina responde así a ese interrogante: “Hasta ese momento ocurrieron en Rusia levantamientos campesinos espontáneos. Los campesinos insurrectos lucharon heroicamente contra el yugo servil y el signo de esa lucha fue progresista. Socavó los fundamentos del régimen de servidumbre y abrevió los plazos de su existencia. Pero el movimiento campesino espontáneo era políticamente confuso, no poseía conciencia política; los campesinos fueron a la lucha contra los terratenientes, pero su atraso no les permitió hacer conciencia de lucha contra el zarismo, contra el régimen de la servidumbre: confiaban en un “zar bueno”, estaban bajo el influjo de la ideologia del “monarquismo ingenuo”. No es posible considerar a una insurrección campesina espontánea como movimiento revolucionario. La lucha revolucionaria la adelantan gentes políticamente conscientes que se organizan. Los revolucionarios tienen un programa político y elaboran conscientemente una táctica de lucha. Por eso los decembristas fueron revolucionarios, ya que, según M. Nechkina, su levantamiento fue políticamente consciente, se colocó ante “la tarea 255
V. I. Lenin. Obras completas, t. 30, p. 315.
de liquidar el régimen del absolutismo feudal, estaba iluminado por las ideas de vanguardia de la época. Por primera vez en la historia de Rusia se puede hablar de un programa revolucionario, de una táctica revolucionaria consciente, y analizar unos proyectos constitucionales”.256 Hablando del carácter y la esencia del movimiento decembrista conviene tener en cuenta la apreciación leninista de que él estuvo representado casi exclusivamente por nobles.257 En cierta manera, este hecho predeterminó la limitación de los decembristas, aunque en fin de cuentas reflejaban los intereses y sentimientos seculares del pueblo sojuzgado, ante todo del siervo de la gleba, e intentaron alcanzar sus objetivos con el apoyo del estamento militar. Al mismo tiempo, no es posible olvidar que los decembristas más radicales, buscando revolucionar al ejército, desarrollaron en sus filas una campaña consciente y tenaz contra la servidumbre, que contribuyó a elevar la conciencia política de los soldados, quienes provenían en su mayor parte del campesinado y ayudaron a despertar políticamente al mismo pueblo. Con valentía inigualable, uno de los más destacados representantes del movimiento decembrista, el mayor Vladimir Raevski, desenmascaró ante los soldados los vicios y el papel nefasto de la servidumbre, exhortándolos a levantarse contra la autocracia. Sólo un revolucionario convencido podía condenar la servidumbre con estas frases: “Quién dio derecho a un hombre de considerar a su semejante como su propiedad? Con qué derecho su cuerpo y su espíritu y hasta su propiedad deben pertenecer a otro? Dónde está la ley que permite comerciar, cambiar, jugar, regalar y tiranizar a los
hombres? No es acaso su fuente la ignorancia profunda y brutales e inhumanas pasiones?”.258 El líder indiscutible del ala radical de los decembristas fue el coronel Pavel Pestel (1793-1826). Hombre de gran talento, a quien Pushkin consideraba una de las personalidades más inteligentes de Rusia, de una pureza cristalina y de elevados principios morales, Pestel fue un convencido e inflexible partidario del derrumbe de la autocracia por el camino revolucionario y del establecimiento en Rusia de un régimen republicano. Fue el creador del proyecto constitucional conocido como “Rúscaia pravda” (“ley rusa”), interesante por su originalidad y profundidad. Según su criterio, “La esclavitud deberá ser liquidada resueltamente y la nobleza deberá renunciar para siempre al odioso derecho de propiedad sobre otros hombres”. Pestel planteaba profundas transformaciones sociales, ante todo la reforma agraria y la entrega de tierras a los campesinos, la liquidación de los privilegios de los estamentos sociales, la democratización radical de las relaciones sociales.259 Por ahora conviene posponer para más adelante el análisis de las concepciones y del programa de Pestel para la reconstrucción de Rusia, y referirse a la actitud de los decembristas frente a la guerra de Independencia de los pueblos de América Latina. Característica de los decembristas fue su profunda solidaridad con la lucha liberadora de los pueblos en todo el mundo. Con gran alborozo recibieron la noticia de la victoria de la revolución española de 1820 y se entusiasmaron con su jefe, Rafael del Riego. 258
V. Bazanov. V. F. Raevski. Nuevos documentos. Moscú-Leningrado, 1949, p.
22. 259 256
M.V. Nechkina. Los decembristas. Moscú, 1982, p. 154. 257 V. I. Lenin. Obras completas, t. 30, p. 315.
Pestel llamó a su proyecto “ley rusa” en honor a la legislación rusa antigua de Kiev. Al rendir homenaje a las tradiciones nacionales, enfatizaba la ligazón entre el patriotismo del pasado y la revolución del futuro del pueblo ruso.
Con el mismo interés y atención acompañaron los acontecimientos de la lucha de liberación de los patriotas sudamericanos. Pestel hablaba sobre la influencia que las conmociones revolucionarias en el mundo, entre ellas “en toda América”, tenían sobre el desarrollo del movimiento revolucionario en Rusia.260 La simpatía de los decembristas se volcaba hacia los combatientes latinoamericanos por la libertad, y vieron en Bolívar a uno de los hombres más destacados de la época. Les interesaron los proyectos constitucionales en los cuales se basarían las nuevas instituciones estatales de los países latinoamericanos y les llamó particular atención la idea de Bolívar de convocar el Congreso de Panamá, que podría conducir como afirmaba el decembrista Zavalishin, a la creación de una “república federativa” en América. El mostraba la posibilidad de crear semejante república también en Rusia.261 Los decembristas expresaron sin vacilar su convicción en la victoria de la justa causa de los patriotas suramericanos. Por ejemplo, en 1816 el decembrista N. Turguenev escribió en su “Diario”: “España lucha con sus colonias americanas (…) con qué derecho el honor del pueblo puede estar representado por el despotismo terco y ciego de España? Las colonias romperán con su pesado yugo (...) Parece que ya es hora de convencerse de que el despotismo no puede vencer a la libertad cuando el pueblo lucha por alcanzarla”.262
Es interesante observar que Bolívar se refirió no pocas veces a los acontecimientos de Rusia, particularmente los del periodo de ascenso del movimiento decembrista. Convencido adversario de la “Santa Alianza”, vio en la Rusia zarista a uno de los baluartes principales y desde estas posiciones condenó la política de la autocracia zarista. Son interesantes sus juicios sobre el levantamiento de los decembristas. Pese a no disponer de información suficiente sobre los motivos de lucha de los decembristas, supo ver lo principal. Según sus palabras, el fracaso del levantamiento de una parte del ejército ruso, aplastado sangrientamente, llevó a que en lugar de Alejandro I accediera al trono Nicolás I, otro déspota partidario de la reacción monárquica.263 Más tarde, en su carta al general Robert Wilson (16. IV. 1828), refiriéndose al rol reaccionario de la Rusia zarista como baluarte de la “Santa Alianza”, Bolívar estimó que para impedir el triunfo de la reacción en Europa hacia falta derrotar a Rusia y desmembrar ese inmenso imperio.264 A estas palabras recurre, por ejemplo, el historiador venezolano Antonio Coya para elaborar toda una concepción sobre el “odio estratégico” de la Unión Soviética hacia Bolívar, ya que ese país, según Coya, continúa practicando la política exterior del zarismo. Con esta clase de interpretaciones se pretende presentar al Libertador como defensor de la “civilización occidental”, algo así como “precursor del anticomunismo”.265
260
“La insurrección de los decembristas”. Moscú, Leningrado, 1927, t. 4, p. 105. 261 Ibíd., t. 3, p. 321, 334, 340, 342. 262 Archivo de los hermanos Turguenev, III ed., 1913, p. 326, 327.
263
S. Bolívar. Ob. Cit., Vol. II, p. 352, 356, 364. vol. II, p. 352, 356, 364. Ibid., p. 830-831. 265 Jesús Antonio Coya. El. Libertador y el odio soviético. “Historia de la historiografía venezolana”. Caracas, 1961, p. 161-162. 264
No es necesario refutar tales “elucubraciones teóricas”. Es suficiente señalar que Bolívar, al criticar la política zarista, al mismo tiempo criticaba agudamente las posiciones de las monarquías europeas. En general, el jefe caraqueño no estuvo inclinado a asentar en América Latina instituciones estatales europeas. El intentó, porfiadamente, elaborar un proyecto constitucional original, de acuerdo a las condiciones históricas concretas del continente, proyecto que correspondía con sus ideas sobre la justicia social, la igualdad y la libertad verdaderas. Eso de que Bolívar defendía la “civilización occidental” contra la “barbarie oriental” no tiene ningún fundamento. Y aquí el tema de Bolívar y los decembristas se enriquece con un nuevo contenido, que permite ver la coincidencia tipológica de los ideales bolivarianos con los de los revolucionarios rusos. Por eso conviene remitirse a las concepciones políticas y sociales de Pavel Pestel, comparándolas en este caso con las de Bolívar. Aproxima al jefe de los decembristas y al Libertador el odio a la esclavitud, a la servidumbre, a la tiranía, a todas las formas de opresión del hombre por el hombre. Pero lo más importante que los aproxima es la búsqueda incansable para lograr que las concepciones de libertad, igualdad y fraternidad no quedaran como simples consignas sino que tuvieran un contenido real al servicio del pueblo. En este sentido el pensamiento de Pestel como el de Bolívar escapan de los marcos de las concepciones tradicionales liberales sobre la sociedad e irrumpen en el futuro, alcanzando la esfera de la utopía social. El gran pensador ruso Alejandro Herzen (1812-1870) escribía sobre el innovador programa revolucionario de Pestel: “El cree que la proclamación de la república no se llevará a cabo si no incorpora la revolución de la propiedad territorial”.
No debemos olvidar que se trata de acontecimientos que ocurrieron entre 1817 y 1825. En ese entonces en Europa nadie se preocupaba de los problemas sociales. El “loco y salvaje” Graco Babeuf había sido olvidado; Saint-Simon, que escribió tratados al respecto, no era leído; en la misma situación estaba Fourier, y ya no interesaban los artículos de Owen. Los más destacados liberales de este tiempo, como Benjamin Constant y P. Currie, recibirían con gritos indignados las proposiciones de Pestel, formuladas en un club del cual no eran miembros los obreros. Ante un gran auditorio (se trata de la intervención de Pestel en las sesiones de la “Sociedad del Norte” de los decembristas de Petersburgo), compuesto por los aristócratas más ricos, Pestel propuso a estos personajes alcanzar, aun a costa de la vida, la expropiación de sus propiedades. Pero ellos no estuvieron de acuerdo con él, pues sus convicciones socavaban los principios de la economía política recién adoptados por ellos.266 Estos pensamientos claros y profundos de Herzen ayudan a comprender bastante la proximidad de los ideales sociales de Pestel y de Bolívar, de sus proyectos políticos y constitucionales. Como se sabe, en sus reformas sociales el Libertador avanzó más allá del liberalismo, con sus principios de economía política basada en el manchesterismo. Herzen plantea la hipótesis de la inevitabilidad del choque de Pestel con los ideólogos del liberalismo europeo, así como el choque de los partidarios de Bolívar con Constant y otros liberales fue un hecho real. Pestel y Bolívar intentaron no sólo entregar la tierra a los campesinos, sino también crear barreras para que no fueran nuevamente desposeídos. Es importante recordar que ambos
266
A. I. Herzen. Sobre el desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia. Moscú, 1958, p. 63.
planteaban la conservación y hasta el restablecimiento de las formas comunitarias de aprovechamiento de la tierra. Los aproximaba su animadversión no sólo a la “aristocracia feudal” sino también a los “aristócratas de la riqueza”, a la democracia “empadronada” con la cual los grandes capitalistas manejaban la vida política.267 En este sentido el proyecto de “ley rusa” de Pestel, que planteaba la liquidación de todas esas ventajas del censo, coincidía de modo extraordinario con el proyecto constitucional del Libertador para Bolivia, que negaba tales ventajas a las clases privilegiadas de la población. Tanto Pestel como Bolívar consideraban que con la ayuda de leyes efectivas el Estado podía impedir el ahondamiento de la desigualdad social, contribuir a que las relaciones entre las personas se asentasen en los principios de la asociación y la justicia social. En este plano, ambos revolucionarios y reformadores pertenecían al tipo de representantes políticos en los cuales el “razonamiento político” estaba estrechamente ligado con las aspiraciones hacia la esfera de la utopía social. Pestel, como se sabe, fue partidario del establecimiento, luego del derrumbe de la autocracia, de una Dirección Suprema revolucionaria temporal, con el propósito de realizar las transformaciones revolucionarias antioligárquicas en interés del pueblo. También Bolívar, al final de su vida, fue llegando al convencimiento de que sólo empleando formas extraordinarias de gobierno temporal era posible llevar a cabo las transformaciones antioligárquicas en interés de las masas, de 267
Como subrayó Pestel en la primera variante de la “ley rusa”, es allí donde la “aristocracia de la riqueza’ sustituyó a la “aristocracia del feudalismo”: los pueblos no sólo no sacaron provecho de ello sino, al revés, en cierto sentido se encuentran en peor situación política que antes, porque los colocaron bajo la dependencia forzosa de los ricos” (El levantamiento de los decembristas, t. VII, Moscú, 1958, p. 189).
modo que el surgimiento de los jóvenes Estados políticamente independientes fuese al mismo tiempo un avance hacia la liberación social de las capas oprimidas y desposeídas. Se podría continuar haciendo más paralelos, pero los expuestos parecen suficientes para convencernos de que no se trata de mostrar cuestiones inventadas o artificiales, sino de hacer comparaciones fructíferas en la esfera del análisis histórico. Esto comprueba también la atención que prestó la prensa rusa a la guerra de independencia de las colonias españolas de América y al papel que jugó Simón Bolívar. Esa guerra fue un acontecimiento de tan notorio alcance mundial que la prensa oficial rusa, que no ocultaba sus simpatías legitimistas, informó sobre los acontecimientos sistemáticamente y de modo bastante amplio. Mucho interés tiene para el desarrollo de nuestro tema la posición al respecto de las diferentes revistas, principalmente aquellas que orientaban, a la opinión pública. Escogemos para el análisis a tres de ellas: “Moskovski Telegraf” (El Telégrafo de Moscú), “Syn Otiechestva” (El Hijo de la Patria) y “Vestnik Evropi’ (Mercurio de Europa). La elección de estas publicaciones se debe a que en sus páginas aparecieron constantemente diferentes materiales, tanto originales como traducidos, sobre los acontecimientos de la América hispana y, lo más importante, en ellos ocupó lugar cimero la figura de Bolívar. En muchas valoraciones las revistas ocuparon posiciones diametralmente opuestas, que, naturalmente, no podían dejar de influir en la apreciación de la guerra de independencia de los patriotas latinoamericanos y de la personalidad del Libertador, pues la apreciación de los acontecimientos de América del Sur servia, en grado no pequeño, a los objetivos de la lucha política e ideológica
que se desenvolvía en Rusia entre los partidarios de la autocracia y la servidumbre y las fuerzas antifeudales, a cuya vanguardia estaban los decembristas. “Moskovski Telegraf” comenzó a editarse en 1825, es decir, en el año en que los decembristas intentaron derrocar a la autocracia y fueron derrotados en batalla desigual. En medio de la reacción negra que avanzaba después de la derrota decembrista, los colaboradores de esa revista, bajo la dirección de Nikolai Polévoi (1796-1846), emprendieron precisamente la noble y difícil tarea de continuar la batalla contra la autocracia y la servidumbre. Polévoi, talentoso periodista dueño de gran sensibilidad social hacia los problemas cardinales de la época, transformó la publicación en la mejor tribuna de las agrupaciones progresistas. Utilizando como regla el lenguaje de Esopo, recurriendo a las parábolas, en condiciones de rigurosa censura y persecución contra el pensamiento libre, “Moskovskí Telegraf” luchaba contra la autocracia y la servidumbre, se pronunciaba en favor de la instrucción popular y de cambios progresistas en Rusia. Herzen escribió sobre Poiévoi: “Su periódico “Moskovskí Telegraf” gozó de gran influencia y debemos reconocer su servicio, tanto más cuanto se imprimió en los momentos más duros. Qué se podía escribir al día siguiente de la insurrección, en vísperas de las ejecuciones? La situación de Polévoi era muy difícil”.268 Escribir sin ocultar las simpatías por la guerra de independencia de las colonias españolas, como lo hizo el periódico de Polévoi, fue una hazaña cívica. El mismo, con un grupo de amigos, editó un periódico manuscrito que utilizaba este epígrafe: “Bolívar es un grande hombre”.269
En 1827, el autor de una denuncia anónima contra Polévoi decía que “todo lo que está prohibido hablar en Petersburgo acerca de las regiones independientes de América y sus héroes, es referido con entusiasmo en “Moskovski Telegraf”.270 Posición diametralmente opuesta adoptó “Vestnik Evropi”, que comenzó a editarse en 1802. Si bien en los primeros años de su existencia —cuando su director fue el famoso escritor Karamzin— se distinguió por su calidad literaria, criticó con frecuencia los aspectos más odiosos de la servidumbre y profesó las ideas de la monarquía ilustrada, después de 1811, cuando su único redactor fue el profesor Karchanovski, pasó a defender incondicionalmente la autocracia y el régimen de servidumbre; adoptó una actitud extremadamente reaccionaria, bajo la divisa de que cada quien debe estar satisfecho con su situación, lo cual significaba una defensa abierta del sistema imperante, adverso a cualquier cambio. Desde las posiciones del legitimismo, la revista enfocó con hostilidad la guerra de independencia de las colonias españolas, exteriorizando su simpatía hacia los colonizadores. Cuando llegó a Rusia la noticia sobre la batalla de Ayacucho, la revista no ocultó su desilusión y expresó que “lamentablemente se confirmó que las tropas españolas fueron derrotadas”.271 Conviene advertir que en esta gaceta se publicaban materiales en los cuales el lector podía encontrar noticias sobre los acontecimientos que ocurrían en Suramérica, incluso en el plano de los recursos naturales y la vida económica de los nacientes Estados, entre ellos Colombia. 270
268
A. I. Herzen. Sobre el desarrollo de las ideas revolucionarias en Rusia, p.
79. 269
L. Y. Sleskin. Rusia y la guerra de independencia de América hispana. Moscú, 1964, p. 336-338.
Ver: V. Orlov. Nikolai Polévoi, literato de los años 30. Materiales de historia de la literatura y el periodismo rusos de los años 30. Leningrado, 1934, p. 46. 271 “Vestnik Evropi”, 1825, N° 7, p. 232.
Una evolución complicada y contradictoria experimentó la revista “Syn Otiechestva”, cuya primera edición data de 1812. Durante largo tiempo (1816-1825), en su orientación política y literaria ejerció gran influencia el despertar de la vida pública rusa, la actividad de los decembristas. En sus páginas colaboraron destacados militantes de esa agrupación, como F. Glinka, N. Muraviov, K. Riliev, Kinjelbeker y muchos otros, y se imprimieron obras de sobresalientes escritores rusos, como A. Pushkin y A. Griboedov. No era casual, pues, el talante de la publicación, firme en su condena de la servidumbre y cuyos artículos sobre la historia y la cultura rusas se distinguían por el patriotismo y las virtudes cívicas. Sin embargo, después de la derrota del movimiento decembrista, su veterano y principal redactor, N. Grech, viró bruscamente a la derecha, aproximándose a las posiciones de “Vestnik Evropi”. Aunque en las cuestiones relativas a la guerra de independencia hispanoamericana “Syn Otiechestva” no ocupaba una posición claramente adversa a la causa de los patriotas latinoamericanos, y publicaba documentos neutrales. No fue poco el espacio que se dedicó en las páginas de las publicaciones rusas a enfocar la personalidad de Simón Bolívar, su actividad como jefe militar, hombre de Estado y legislador. Las valoraciones se han diferenciado radicalmente unas de otras, y las mismas temáticas, e inclusive los mismos hechos han sido dibujados de modo diferente, dándoles interpretaciones personales. A menudo las referencias a las mismas fuentes llevaban carga ideológica y servían de base para sacar conclusiones distintas. Por ejemplo, las tres revistas publicaron simultáneamente artículos resumidos dedicados a Bolívar y a otros jefes militares colombianos. A juzgar por todo, cada publicación utilizaba, en mayor o menor grado, documentos del
viajero francés Mollien, quien visitó a Colombia. Sus impresiones de viaje están en general escritas desde posiciones de malevolencia hacia Bolívar, de hostilidad a la lucha de liberación del pueblo colombiano. “Moskovski Telegraf” utilizó algunos datos de las notas de viaje de Mollien y en un articulo titulado “Jefes militares colombianos” desvirtuó las evaluaciones del francés y formuló su propia interpretación acerca de la actividad del Libertador y del resto de patriotas colombianos. Todo el articulo está impregnado de admiración por la personalidad de Bolívar, por sus acciones heroicas en aras de la patria y de la libertad. “Bolívar es una de las personalidades más admirables de la historia americana contemporánea”, fueron palabras que servirían como leitmotiv de ese y otros artículos aparecidos en “Moskovski Telegraf”. La revista evaluó el arte de dirección militar del Libertador y subrayó la diferencia que tenía con el que había inspirado las campañas militares llevadas a cabo de acuerdo con las normas y patrones de la ciencia militar tradicional. Al respecto, la revista anotaba que la conducción de la guerra por Bolívar se caracterizaba por la velocidad de maniobra, el cubrimiento de grandes distancias, las imprevisibles incursiones sobre el enemigo. Señalaba así mismo la perseverancia bolivariana en la búsqueda de la victoria, sacando lecciones de los desaciertos y las derrotas y sin desesperar nunca de conseguir el objetivo fijado. En su deseo de acentuar tal vez el no tradicionalismo y la ausencia de esquematismo en la actividad de Bolívar, la revista lo llamó “jinete intrépido”, contraponiéndolo a los jefes militares de la vieja escuela.272 Con matices completamente diferentes se caracterizó la dirección militar bolivariana en las páginas de “Vestnik Evropi”. La publicación se limitaba a reproducir las valoraciones de Mollien y 272
“Moskovski Telegraf”, 1825, N° 10, mayo, p. 187.
calificaba al Libertador como un “guerrillero intrépido” y no como un jefe militar, capaz de dirigir a una gran cantidad de personas.273 En cuanto a “Syn Otiechestva”, al caracterizar el arte militar del héroe venezolano rememoraba más al guerrillero audaz que al jefe militar capaz de poner en movimiento todo un ejército.274 Debe anotarse que, no obstante la diferencia en las valoraciones del arte militar bolivariano, en las publicaciones aludidas se enfatizaba invariablemente el arrojo e intrepidez del héroe, su indiscutible liderato sobre los demás jefes militares de la guerra liberadora. La culminación de la guerra con la victoria de los patriotas latinoamericanos planteó con agudeza, naturalmente, la cuestión del porvenir de los jóvenes Estados y de sus formas de gobierno. Tal problemática encontró reflejo en las páginas de las revistas rusas, ante todo en el plano evaluador de las concepciones bolivarianas sobre la organización estatal. Entonces se expresaron con particular claridad las simpatías y las antipatías políticas de una y otra publicación, lo cual se reveló en la evaluación de la acción legislativa estatal de Bolívar y en la selección de los documentos a ser traducidos. En esencia, se coincidía en que las instituciones estatales surgidas en el curso de la contienda anticolonial resultaban insuficientemente estables y tenían tal vez un carácter temporal. Al analizar la organización estatal de la República de Colombia, todas ellas coincidían en sostener que en esta esfera habían sido tomadas como modelo las instituciones de los Estados Unidos, aunque, según su criterio, no podía hablarse de una copia mecánica. Pero más adelante las
simpatías y antipatías políticas de los editores se fueron diferenciando entre si. “Moskovski Telegraf” se irguió de nuevo en defensa de Bolívar, pronunciándose contra las tesis de sus opositores referentes a su capacidad como legislador, que lo limitaban sencillamente a ser un combatiente más. En relación a este asunto la revista subrayaba que Bolívar, por participar prácticamente de tiempo completo en las campañas libertadoras, no pudo dedicarse a una sistemática tarea legislativa, no obstante que en el fuego de los combates reflexionaba sobre el futuro de las naciones latinoamericanas y sobre sus formas de dirección.275 Es interesante recalcar el hecho de que “Moskovski Telegraf”, desde sus primeras apreciaciones sobre el Libertador, dio a entender de modo inequívoco que el hombre estaba lejos de experimentar admiración por las instituciones norteamericanas. Más tarde expuso este punto de vista de manera detallada, admitiendo que los ideales bolivarianos respecto de la organización estatal estaban imbuidos en buena parte en el espíritu del movimiento decembrista. Sirviéndose una vez más de las apreciaciones de Mollien, “Vestnik Evropi” afirmaba que Bolívar no tenía una concepción seria, armónica y profunda sobre el Estado, y que las instituciones estatales de Colombia, creadas a imagen y semejanza de las norteamericanas, no se distinguían por la estabilidad y se apoyaban solamente en el ejército de Bolívar, compuesto, según la gaceta, por soldados de procedencia mulata.276 Resulta curioso advertir que el ejército libertador era representado casi como un cuerpo pretoriano, al cual era indispensable lisonjear con regalitos para conservar su fidelidad.
275 273
“Vestnik Evropi”, N° 3,1825, p. 215. 274 “Syn Otlechestva”, 1826, 119 21-24, p. 182.
24 “Moskovski Telegraf”, 1825, N° 10, p. 189; 1828, N° 16, p. 615. 276 “Vestnik Evropi”, 1825, N° 3, p. 215.
Al subrayar la fragilidad e inconsistencia de las instituciones colombianas, la revista parecía llevar al lector a la idea de que sólo por el camino de la monarquía seria posible el desarrollo político estable de los jóvenes países latinoamericanos. La agudización de la lucha política en Colombia, unida al problema de la elección del camino de desarrollo del país, fue ampliamente ilustrada en las páginas de las revistas rusas. “Moskovski Telegraf” publicó un extenso material titulado “Simón Bolívar, presidente de la República de Colombia”, con el subtitulo “Notas de un testigo ocular”, que delataba su traducción del francés. Allí se analizan con bastante profundidad las causas del rechazo bolivariano de las instituciones norteamericanas y se caracterizan sus concepciones sobre el Estado. La aclaración de estos asuntos es importante en sumo grado, por cuanto el autor expone con objetividad y simpatía las concepciones del Libertador, defendiéndolas de ataques y tergiversaciones. Al reproducir las “Notas de un testigo ocular”, “Moskovskl Telegraf” confesaba con suficiente franqueza, una vez más, sus simpatías por los ideales decembristas, como sugiriendo la idea de que el líder caraqueño continuaba la causa de los revolucionarios rusos. Conviene tener en cuenta que en las “Notas de un testigo ocular”, las razones de la repulsa bolivariana a las instituciones estadounidenses en el plano de su implantación en los nacientes Estados latinoamericanos eran explicadas por sus profundas convicciones de principio.
partía de la base de que los pueblos de América Latina habían sufrido la esclavitud colonial durante varios siglos, con todas las consecuencias. Superarlas sólo era factible con ayuda de un poder ejecutivo fuerte, mediante la elaboración de una legislación que pudiese conducir a crear un Estado capaz de ayudar al pueblo a encontrar la libertad.278 No cabe duda de que “Moskovski Telegraf”, permaneciendo fiel a las tradiciones del decembrismo, procuraba transmitir al lector la idea de que era posible dar libertad al pueblo, que durante siglos languidecía atado a las cadenas de la esclavitud. Ello se lograría con ayuda de un Estado ilustrado fuerte, cuyo objetivo seria la liberación de la explotación de las masas populares. Observamos una circunstancia más, no menos importante desde el punto de vista del influjo de las ideas del decembrismo en la mencionada publicación. Es sabido que los más radicales representantes decembristas idearon la forma de impedir que la “aristocracia de la riqueza” determinara los destinos de Rusia, reduciendo a cero las conquistas populares. Por eso se explica, como lo hemos dicho atrás, su negativa a que fueran trasplantadas a las condiciones de Rusia las instituciones estatales de los países europeos y de los Estados Unidos, lugares donde se habían reforzado las posiciones de tal aristocracia.
“Independencia, gloria, libertad para Colombia: he aquí los únicos beneficios que (Bolívar) quiere conquistar y quiere conservar, como producto de sus propias manos”,277 se decía en el referido articulo. Al refutar, según el autor del articulo, “el alboroto de la ruidosa democracia” norteamericana, Bolívar
Conviene señalar que el gran poeta Pushkin, próximo a los decembristas por sus ideas, censuraba claramente los hábitos políticos que se habían establecido en los Estados Unidos. Un aparte de su articulo titulado “John Tunner” (1836) dice así: “El respeto hacia todo pueblo nuevo y hacia la codificación de sus leyes, fruto de la ilustración contemporánea, ha tambaleado fuertemente. Hemos visto con asombro que la democracia ostenta
277
278
“Moskovski Telegraf”, 1828, N~ 16, cap. XXII, p. 615.
Ibíd., p. 616-617.
cinismo repulsivo, crueles prejuicios, insoportable tiranía. Todo magnánimo desinterés, todo lo que es enaltecedor en el espíritu humano se halla sometido a un inexorable egoísmo y a la pasión por el acopio de bienes. Una minoría que desvergonzadamente oprime a la sociedad; la esclavitud de los negros en medio de la educación y de la libertad; la persecución genealógica contra el pueblo carente de linaje; la avidez y la envidia de parte de los electores; la timidez y la obsecuencia de quienes dirigen; el talento compelido al ostracismo voluntario a causa del respeto por la esclavitud; los ricos revestidos de harapientos abrigos para que no injurien en la calle a la pobreza altanera que ellos desprecian en secreto: tal es el cuadro de los Estados americanos que viene exhibiéndose ante nosotros. La actitud de los Estados hacia las tribus indígenas, antiguos detentadores de la tierra ahora poblada por emigrantes de Europa, fue sometida también al riguroso examen de los nuevos observadores. La injusticia, la inhumanidad del congreso norteamericano son evidentes y condenadas con indignación. De una u otra manera, a través de la espada y el fuego, del ron y la denuncia, o de medios más morales, el salvajismo habrá de desaparecer ante la aproximación de la civilización. Tal es la ley inevitable. Los restos de los antiguos habitantes de América pronto se extinguirán por completo, y las extensas llanuras y los interminables ríos en los cuales con saetas y redes lograban el sustento se transformarán en campos laborables, y en las, aldeas y los puertos comerciales, donde humean los piróscafos, ondeará la bandera norteamericana”.279 Las criticas expresiones respecto a la esclavitud se encuentran también en las páginas de “Syn Otiechestva”, durante el periodo de activa colaboración periodística de los decembristas. La revista, vaya un caso, dio cabida al articulo “La experiencia de
los norteamericanos en el traspaso de sus congéneres negros de vuelta al África” (1825, N° 20). En él se decía: “El prejuicio que rige respecto a la población negra africana, condenada por tanto tiempo a agotadora esclavitud y cuya situación es bastante inferior a la del blanco, reina de tal manera en todas partes de América que los Estados Unidos no han podido librarse de él. “El color negro de la piel es a los ojos de los norteamericanos índice de insuficiencia espiritual y motivo de desprecio”.280 Al imprimir un material próximo a su espíritu, “Moskovski Telegraf’ perseguía, en nuestra opinión, otro objetivo ético. Nos referimos a la defensa, así fuera en forma indirecta, de la justa causa de los decembristas, enarbolada explícitamente como defensa de Simón Bolívar. El autor condena inocultablemente las tretas de los enemigos del Libertador, su ambición de acabar con la causa de su vida. Al periodista lo acongojaba en especial el hecho de que tales enemigos hubieran podido encontrar “personas ingratas, semejantes a ellos mismos, incluso en el ejército colombiano”, aludiendo así al levantamiento de parte de la tropa colombiana estacionada en el Perú.281 La revista impugnó las acusaciones de sectores de oposición a Bolívar tanto de América Latina como de Europa, que lo acusaban de alentar ambiciones dictatoriales y de aspirar a la corona imperial. Muchas publicaciones europeas —denunciaban las “Notas de un testigo ocular”— estaban repletas de acusaciones embusteras y disparatadas contra el Libertador. “Por desgracia, la calumnia siempre deja huellas tras de si (...) otras fuentes de igual impureza confluyen para aumentar el torrente de acusaciones y engaños”,282 280
Citado por: “Historia del periodismo ruso”, Moscú, 1909, p. 139. “Moskovski Telegraf”, 1828, N° 16, p. 618. 282 Ibid. 281
279
A. S. Pushkin. Obras completas, t. 7, p. 298 (en ruso).
añadía. Como argumentos fundamentales, que refutaban las calumnias contra el jefe de la revolución suramericana, la revista rusa, como ocurría anteriormente, concentraba su atención en su desinterés, abnegación e ilimitado amor por la patria. Resaltaba un rasgo adicional del carácter de Bolívar: su generosidad con relación a sus compatriotas y amigos. “Al recibir en Lima la noticia de la gran victoria de Ayacucho —consignaba “Moskovski Telegraf”—, rindió majestuosamente honores al general Sucre y después dejó de llevar la guerrera militar”.283 Pero el mayor aporte de “Moskovski Telegraf” a la defensa de Bolívar consistió en que rechazó consecuentemente la idea de su aspiración a convertirse en monarca, manifestando que si bien hubo de imponerse poderes extraordinarios y dictatoriales, ‘lo hizo en aras de la consolidación de un Estado fuerte e ilustrado, cuyo apoyo debía ser el pueblo libre, consciente de sus auténticos derechos y obligaciones. Las páginas de “Syn Otiechestva” caracterizaban la lucha política colombiana de manera totalmente diferente. Gran atención prestaba a la pugna entre los partidarios de Bolívar y los de Santander, que adquiriera carácter tan agudo durante las sesiones de la Convención de Ocaña, así como después de que ella fracasara. Tal confrontación era presentada muy unilateralmente y tergiversada: de acuerdo con ella, los bolivarianos, monarquistas por convicción, se contraponían a los adeptos de Santander, aferrados a concepciones republicanas.284 El principal objetivo de los partidarios de Bolívar consistiría en proclamarlo dictador, despejando con ello el terreno para establecer “en el Nuevo Mundo una monarquía absoluta”.285 La
negativa de los bolivarianos a participar en los trabajos ulteriores de la Convención de Ocaña era considerada como un paso adelante en la realización de los planes para establecer la monarquía. La proclamación de Bolívar como Libertador-Presidente fue caracterizada por la revista rusa como un importante cambio en el sistema político colombiano. “Bolívar tomó con mano fuerte las riendas del gobierno —afirmaba— y el último intento de los republicanos, o partidarios de Santander, de derrocar al dictador resultó un fracaso”.286 Hay que señalar que la revista reconocía que la política bolivariana disfrutaba de apoyo popular, y acompañaba su aseveración con datos que daban base para suponer que las masas campesinas le mostraban simpatía.287 Sin embargo, la revista presentaba al mismo tiempo un material de tal manera organizado, con alusión a hechos tratados tendenciosa y malintencionadamente, que sus lectores tenían que formarse el criterio de que Bolívar efectivamente había emprendido marcha resuelta hacia el establecimiento de la monarquía en Suramérica.288 Con mayor persistencia se recurría a esta idea en la elaboración de “Vestnik Evropí”. Por lo regular, en calidad de argumento principal, por así decirlo, de artillería pesada de la argumentación, se imprimían extractos de diferentes fuentes extranjeras. Así, la revista publicó unos —textos bajo el título de “Los planes de Bolívar en relación con la monarquía americana”, tomados de los informes del señor Bustos, exembajador de Argentina en Bolivia. En tales informes Bolívar y su compañero de lucha, el mariscal Sucre, entonces presidente de Bolivia, aparecían como prosélitos
283
286
284
287
Ibid., p. 619. “Syn Otiechestva”, 1829, N° 15-20, p. 175. 285 Ibíd., p. 177-179.
Ibíd., N° 1-7, p. 353-354. Ibíd., N° 15-20, p. 171-179 288 Ibíd., N° 27—33, p. 122; 1830, N° 1-6, p. 191.
convencidos de las formas de gobierno monárquicas. Bustos afirmaba que el Libertador actuaba en connivencia con las autocracias europeas a fin de lograr la realización de sus planes en Suramérica.289 Naturalmente, al reproducir los reportajes de Bustos, en los cuales se aludía a las convicciones republicanas del exembajador argentino, la revista no sentía ningún entusiasmo por los principios republicanos. Su objetivo principal consistía en presentar bajo una luz difusa las ideas de Bolívar y al mismo tiempo llevar al lector a la idea de la inevitabilidad del triunfo de los principios monárquicos en Suramérica. No fue casual que la revista rusa imprimiera extractos del ensayo “Sobre las repúblicas hispanas”, salido de la pluma de Chateaubriand, conocido escritor y diplomático francés y elocuente defensor de los principios legitimistas. Ese trabajo está penetrado de la idea de que los pueblos hispanoamericanos, como consecuencia de las particularidades de su desarrollo histórico, de su composición étnica y de otras causas y factores, no había madurado, por decirlo así, para la libertad, que era ajena a las formas de gobierno republicanas. Es interesante descubrir que Chateaubriand escribiera sobre la aspiración bolivariana de acelerar la familiarización del pueblo con la libertad utilizando métodos de gobierno extraordinarios e inclusive dictatoriales. Pese a todo, se refería con escepticismo a los planes del Libertador, considerando que deberían pasar muchos años antes de que el pueblo pudiera llegar a adquirir educación política. La dictadura misma, según sus palabras, era “mal conducto para alcanzar la libertad’.290 En otras palabras, la comprensión de Chateaubriand sobre la dictadura, a la cual equiparaba con el despotismo, estaba lejos de la concepción de la
dictadura revolucionaria en el espíritu de la doctrina de Rousseau, partidario de la cual fuera Bolívar. En calidad de alternativa, si así puede decirse, Chateaubriand recomendaba a los pueblos hispanoamericanos dirigirse a la monarquía constitucional, la cual, según él era una forma de gobierno incomparablemente más efectiva que la republicana, pues “une el orden con la libertad”.291 Como argumentos, el escritor francés se remitió a aquello de que “el pueblo, salido súbitamente de la esclavitud y lanzado en pos de la libertad, puede fácilmente caer en la anarquía, y la anarquía casi siempre está acompañada de su madre el despotismo”.292 La renuncia de Bolívar del cargo de Libertador-Presidente a comienzos de 1830 provocó evidente desconcierto en las publicaciones rusas, que tan insistentemente consignaban la inevitabilidad de la proclamación del imperio. Por eso se limitaron, como en el caso de “Syn Otiechestva”, a publicar un simple comunicado sobre ese acontecimiento, sin comentario alguno.293 En verdad, la revista advirtió tangencialmente que al abandonar Bolívar a Bogotá comenzaría la persecución de sus adeptos.294 La muerte del Libertador entristeció profundamente a toda la opinión pública avanzada de Rusia. “Moskovski Telegraf” publicó una nota necrológica especial. El breve texto, penetrado de sincera congoja y de profundo sentimiento de amor y admiración por el Libertador, consignaba: “Uno de los grandes de nuestro siglo ha desaparecido: Bolívar falleció en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Suramérica conserva ahora en sus 291
Ibid., p. 224. Ibid., p. 225 293 “Syn Otlechestva”, 1830, N9 27 -53, p. 307-308. 294 Ibid., p. 308. 292
289 290
“Vestnik Evropi”, 1829, N° 17-20, p. 133-135. Ibíd., p. 221.
entrañas las cenizas del grande hombre, quien bajó a la tumba con el nombre de Libertador y bajo inmaculada gloria, así como Norteamérica se enorgullece de guardar los restos de otro Bolívar: Washington. “El Washington suramericano desapareció a los 48 años de su gloriosa vida, agotadas su salud y su riqueza familiar en la batalla por la felicidad de la patria. A menudo se había especulado sobre el interés personal de Bolívar, y cuchillos asesinos habían amenazado frecuentemente su vida ante las sospechas de que podía reafirmar su poder en el continente pero el jefe supremo de Colombia murió sin dejar para si ni un centavo, a tal punto que hubo de enterrársele por cuenta del gobierno y de recolectas de personas dadivosas. Le sobrevivieron valiosas condecoraciones y medallas ofrecidas por las comunidades de las diferentes ciudades que él liberó. Al morir, pidió enviarlas de regreso a sus lugares de origen, para que pudieran rememorarlo. Su manifiesto emitido pocos días antes de su muerte no puede leerse sin sentir honda emoción. Es la estremecedora voz de la virtud”.295 La aparición de la revista continuó por poco tiempo. Su intervención en defensa de la libertad, el progreso y la dignidad humana provocó el odio de la autocracia zarista, y las informaciones y quejas sobre la sospechosa posición política de la gaceta subieron hasta el zar y la dirección de la gendarmería. En 1834, el viceministro de educación, S. Uvarov, elevó una nota declaratoria a Nicolás I, en la cual Comparaba a Polévoi con un insurrecto que en medio de la plaza y ante la concurrencia propagaba la revolución.
295
“Moskovski Telegraf’, 1831, N° 37, p. 579-580.
Por disposición del soberano, en abril de ese mismo año la edición de “Moskovskl Telegraf” fue prohibida. Con la suspensión de su tirada culminaba un brillante periodo en la historia del periodismo progresista ruso. Conviene señalar una vez más que este período estuvo en gran parte enlazado con la defensa que la periodística rusa avanzada hizo de la justa causa de los patriotas latinoamericanos, defensa señalada por el análisis profundo, para esos tiempos, de la vida y lucha de Simón Bolívar, de sus ideales liberadores. José Carlos Mariátegui escribió que “por caminos universales, ecuménicos, que tanto se nos reprochan, nos vamos acercando cada vez más a nosotros mismos”.296 Parafraseando un tanto estas palabras, quisiéramos anotar que ya desde comienzos del siglo pasado en los caminos del universo ocurrió un fructífero y enriquecedor encuentro de los revolucionarios rusos con Bolívar y otros patriotas y revolucionarios latinoamericanos. Desde entonces ha pasado no poco tiempo, y nuevamente, en el umbral del bicentenario del nacimiento del Libertador, ocurre un nuevo encuentro del pueblo soviético con él. Y probablemente como nunca antes se percibe con mayor acento y Profundidad la verdad de que la lucha por los ideales sociales fortalece la amistad y hermandad entre los pueblos, sin hacer caso de distancias temporales y territoriales. Semejantes a los estafetas de las generaciones de combatientes por la libertad en distintos países y épocas, los pueblos se transmiten unos a otros su experiencia, sus indestructibles tradiciones, testificando inextinguiblemente sus aspiraciones a la libertad, la justicia y la vida noble y digna. La imagen de Simón Bolívar surge entonces como símbolo de la vitalidad y la solidez de esas tradiciones. 296
José Carlos Mariátegui. Obras completas Vol. II, p. 351.
Este libro se terminó de imprimir en los talleres de la Editorial Colombia Nueva Ltda., para el Centro de Estudios e Investigaciones Sociales —CEIS— —, en el mes de abril de 1983.
El presente estudio constituye un aporte insustituible para la preparación y desarrollo de la “cátedra bolivariana” en este año del bicentenario del nacimiento de El Libertador. Porque el autor del libro es un latinoamericanista con condiciones excepcionales para investigar y captar el pensamiento de Bolívar con una visión universal. Bolívar aparece con esta obra ya no sólo desde la perspectiva latinoamericana qué él mismo crea sino desde su impacto en el mundo antiguo, en la vieja Europa. El autor, Anatoly Sshulgovsky, es Doctor en Ciencias Históricas y jefe del Departamento de los Problemas Socio-políticos del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de la URSS. Es igualmente vicepresidente de la Sociedad URSS-Perú y miembro directivo de la Sociedad URSS-México. Y actualmente está encargado de preparar la recopilación de las principales obras de Simón Bolívar, la cual será puesta en circulación a mediados del presente año en la Unión Soviética con el título “Ideales Sociales del Libertador”.
Carátula: A. NEIRA G. ARANGO