Complot Contra La Iglesia 1

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MAURICE PINAY COMPLOT CONTRA LA IGLESIA TOMO I

Primera, segunda y tercera parte EL MOTOR SECRETO DEL COMUNISMO EL PODER OCULTO TRAS LA MASONERÍA LA SINAGOGA DE SATANÁS

EDICIONES DE LA IDENTIDAD

ÍNDICE DE LA OBRA TOMO I INDICE Prólogo a la edición venezolana Prólogo a la edición italiana Prólogo a la edición austríaca PRIMERA PARTE EL MOTOR SECRETO DEL COMUNISMO Capítulo I Capítulo II Capítulo III Capítulo IV Capítulo V

El comunismo destructor y asesino Los creadores del sistema La cabeza del comunismo Los financieros del comunismo Testimonios judíos

SEGUNDA PARTE EL PODER OCULTO TRAS LA MASONERÍA Capítulo I Capítulo II Capítulo III Capítulo IV Capítulo V

La masonería: enemiga de la Iglesia Los judíos: fundadores de la masonería Los judíos: dirigentes de la masonería Crímenes de la masonería La masonería, propagadora de las revoluciones jacobinas

TERCERA PARTE LA SINAGOGA DE SATANÁS Capítulo I Capítulo II Capítulo III Capítulo IV Capítulo V Capítulo VI Capítulo VII Capítulo VIII Capítulo IX Capítulo X

Imperialismo judío y religión imperialista Algo más sobre las creencias religiosas de los judíos Maldiciones de Dios a los judíos Matanzas de judíos ordenadas por Dios como castigo Antisemitismo y cristianismo Cristo Nuestro Señor, símbolo del antisemitismo según los judíos El pueblo deicida Los Apóstoles condenan a los judíos por el asesinato de Cristo Moral combativa y no derrotismo mortal Los judíos matan cristianos y persiguen a los Apóstoles

Capítulo XI

Las persecuciones romanas provocadas por los judíos

TOMO II CUARTA PARTE LA QUINTA COLUMNA JUDÍA EN EL CLERO Capítulo I Capítulo II Capítulo III Capítulo IV Capítulo V Capítulo VI Capítulo VII Capítulo VIII Capítulo IX Capítulo X Capítulo XI Capítulo XII Capítulo XIII Capítulo XIV Capítulo XV Capítulo XVI Capítulo XVII Capítulo XVIII Capítulo XIX Capítulo XX Capítulo XXI Capítulo XXII Capítulo XXIII

El pulpo estrangula a la cristiandad Orígenes de la quinta columna La quinta columna en acción El judaísmo, padre de los gnósticos El judío Arrio y su herejía Los judíos, aliados de Juliano el apóstata San Juan Crisóstomo y San Ambrosio condenan a los judíos San Cirilo de Alejandría vence a Nestorio y expulsa a los judíos Invasión de los bárbaros: triunfo arriano-judío Victoria católica El Concilio III Toledano elimina a los judíos de los puestos públicos El Concilio IV Toledano declara sacrílegos y excomulgados a obispos y clérigos que apoyen a los judíos Condenación de reyes y sacerdotes católicos negligentes en su lucha contra el criptojudaísmo. La Iglesia combate el criptojudaísmo. Excomunión de obispos negligentes. El Concilio XVI de Toledo considera necesaria la destrucción de los judíos quintacolumnistas El Concilio XVII Toledano castiga con la esclavitud las conspiraciones de los judíos. Reconciliación cristiano-judía: preludio de ruina Los judíos traicionan a sus más fieles amigos Los concilios de la Iglesia luchan contra el judaísmo Intento de judaización del Sacro Imperio Romano Germánico El Concilio de Meaux lucha contra los judíos públicos y secretos Terror judío en Castilla en el siglo XIV Los judíos traicionan a su más generoso protector

TOMO III Capítulo XXIV

La infiltración judía en el clero

Capítulo XXV Capítulo XXVI Capítulo XXVII Capítulo XXVIII Capítulo XXIX Capítulo XXX Capítulo XXXI Capítulo XXXII Capítulo XXXIII Capítulo XXXIV Capítulo XXXV Capítulo XXXVI Capítulo XXXVII Capítulo XXXVIII Capítulo XXXIX Capítulo XL Capítulo XLI Capítulo XLII Capítulo XLIII Bibliografía

Un cardenal criptojudío usurpa el papado San Bernardo y San Norberto libertan a la Iglesia de las garras del judaísmo Una revolución judeo-republicana en el siglo XII La quintaesencia de las revoluciones judaicas. Ataques seculares a la tradición de la Iglesia El criptojudaísmo y las herejías medievales. Los albigenses El judío, el más peligroso enemigo de la Iglesia. Los valdenses El gran Papa Gregorio VII (Hildebrando) destruye una teocracia judaica en el norte de Italia Quinta columna judía en al Iglesia ortodoxa rusa Los judíos, propagadores del culto a Satanás La Iglesia y los Estados Cristianos organizan su defensa contra la gran revolución judaica medieval Un arzobispo y siete obispos procesados por adorar a Lucifer El Concilio III de Letrán excomulga y destituye a obispos y clérigos que ayuden o se opongan fuertemente a los herejes El gran Papa Inocencio III y el famoso Concilio de Letrán imponen como bueno y obligatorio lo que los judíos llaman racismo y antisemitismo Frailes, monjas y prelados criptojudíos Infiltración judeo-masónica en la Sociedad de los Jesuitas Las conjuras de la Historia y de los ritos Papas, Padres de la Iglesia y Santos luchan contra los judíos y los condenan. La verdadera doctrina de la Iglesia sobre los judíos Fraternidades judeo-cristianas, ¿logias masónicas de nuevo cuño? El acercamiento amistoso cristiano-judío

INTRODUCCIÓN DEL EDITOR PARA INTERNET. Aunque este libro contiene algunas opiniones políticas e históricas sobre cuestiones del siglo XX con las que no estamos del todo de acuerdo, resulta una obra insustituible para creyentes y no creyentes, pues dota de un arsenal de conocimientos históricos tan extenso e iluminador que no tiene parangón en ninguna otra obra. Completadas con lecturas de autores como Walsh, Bochaca, Borrego, Romanescu, etc., proporcionan una imagen cabal del mundo antiguo y moderno. Corresponde al lector volver una y otra vez a su lectura, y reflexionar para apartar los velos tendidos por los enemigos de Dios y de los hombres, que nos ocultan la Verdad, aún cuando pensemos que vemos ya. El uso por el autor (o autores) de fuentes judías de primera magnitud nos proporciona una visión clara de cómo ven los judíos la Historia sin la censura y desinformación que esparcen en el mundo cristiano, musulmán, etc.

PRÓLOGO A LA EDICIÓN VENEZOLANA UN LIBRO SENSACIONAL “COMPLOT CONTRA LA IGLESIA” Los hechos confirman que no es exagerado el término de sensacional aplicado al libro “Complot contra la Iglesia”. A raíz de la primera edición italiana, repartida en el otoño de 1962 entre los padres del Concilio Vaticano II, la prensa de diversos países del mundo empezó a hacer comentarios sobre esta obra cuya lectura es de capital importancia, no sólo para los católicos, sino también para todos los hombres libres. Puede asegurarse, sin temor a exageración, que ningún libro en el presente siglo ha sido objeto de tantos comentarios en la prensa mundial; virulentamente desfavorables, los de los periódicos comunistas y todos aquéllos controlados por masonería y judaísmo; y favorables en extremo, los de algunos periódicos católicos, independientes de esas fuerzas oscuras y que además han tenido el valor y la posibilidad de expresar con libertad sus puntos de vista. Todavía un año después de repartida en el santo Concilio la primera edición italiana, la prensa de diversos países sigue ocupándose del extraordinario libro, cosa verdaderamente inusitada en cuestiones editoriales. Para que los lectores puedan darse cuenta de la importancia de esta obra, transcribiremos interesantes párrafos de lo que el corresponsal de Roma del periódico portugués “Agora” de Lisboa, del 1º de marzo de 1963, página 7, dice a sus lectores: “Roma. Febrero de 1963. Vamos a referirnos a una publicación que salió hace tiempo en Roma. Además de la información, pudimos conseguir un ejemplar de este libro que se convirtió en un par de meses en una rareza bibliográfica...El libro fue impreso en una tipografía romana, pero cuando las actuales autoridades demócrata-cristianas de Italia, favorables al marxismo, se dieron cuenta de su publicación, los ejemplares del grueso volumen de 617 páginas ya habían sido repartidos –entre los padres del Concilio Ecuménico-, provocando alarma en el gobierno del Vaticano, alarma en el mundo diplomático y en los partidos de izquierda. Durante varios días la imprenta recibió la visita de altísimas autoridades policíacas, que sólo obtuvieron la declaración de que se les había encargado imprimir la obra y que el precio de la edición había sido totalmente pagado. La prensa de las izquierdas le lanzó ataques furibundos... La excepcional importancia del libro reside principalmente en un elemento fundamental y es que, ya sea uno o ya sean muchos sus autores (es más fundada la segunda hipótesis), se deja adivinar por cualquier persona de elemental cultura que la compilación fue hecha por clérigos. Naturalmente que con respecto a este asunto aparecen las más variadas versiones. Hay quienes afirman que fueron prelados italianos en colaboración con elementos del catolicismo inglés; otros hablan de un grupo de sacerdotes incluyendo algunos obispos, de un país de América meridional no bien identificado...Esta obra, por la enorme seriedad de su minuciosa, escrupulosa y erudita documentación, no es uno más de esos productos del antisemitismo basados en los “Protocolos de los Sabios de Sión”* [* Nota del Editor: En el transcurso de la obra, no se hace mención o referencia alguna al mencionado libro de “Los Protocolos de los Sabios de Sión”.] Finalmente, en las páginas, en los argumentos, y en el propio estilo del libro, se advierte

inconfundible, la presencia de clérigos católicos, en militancia contra la eterna herejía, que ha tendido siempre a subvertir las bases religiosas, éticas e históricas del cristianismo, sirviéndose sucesivamente de Simón el Mago, de Arrio, de Nestorio, de los albigenses y actualmente de los izquierdistas del Concilio Ecuménico”. Hasta aquí las citas del interesante comentario hecho sobre “Complot contra la Iglesia” por el periódico portugués “Agora”. Sin embargo, la versión que más se ha impuesto, tanto en Roma como en la prensa mundial, es que el sensacional libro fue elaborado, ni más ni menos que por elementos destacados de la Curia romana que, como es sabido, es el gobierno supremo de la Iglesia, auxiliar de S.S. el Papa en sus máximas funciones. Se ha venido repitiendo que la obra “Complot contra la Iglesia” es uno de los mayores esfuerzos hechos por la Curia romana para hacer fracasar las reformas que intenta realizar el ala izquierda del clero católico; reformas, que de verificarse, subvertirán por completo las bases sobre las que descansa la Santa Iglesia. Hay periódicos que a este respecto han sido todavía más explícitos, y que afirman que fue el llamado “sindicato de cardenales” quien elaboró el libro. Es preciso explicar que los masones, los comunistas y sus cómplices han dado en llamar “sindicato de cardenales” al grupo heroico de cardenales de la Curia romana que están luchando en el Concilio Vaticano II por impedir que un grupo de clérigos, que en forma extraña se encuentra al servicio de la masonería y del comunismo, impongan en el Sínodo universal toda una serie de tesis subversivas y algunas hasta heréticas, destinadas a causar la ruina de la Iglesia, cosa que no llegará a consumarse, porque escrito está “que las fuerzas del infierno no prevalecerán contra Ella”, aunque también profetizado está, en el Apocalipsis de San Juan, que tales fuerzas infernales lograrán vistosos triunfos temporales después de los cuales serán vencidas y aniquiladas. Para no alargar demasiado este prólogo, sólo transcribiremos a continuación lo que dice al respecto un importante periódico de la América Latina de tendencias masónicas y comunistas. Nos referimos al semanario “Tiempo”, publicado en la ciudad de México por el señor Martín Luis Guzmán, distinguido jerarca de la masonería, y que en el número 1.119, volumen XLIII, página 60, del 14 de octubre de 1963, dice refiriéndose a los obispos llamados progresistas: “La rebelión de los obispos fue considerada por Ottaviani y demás cardenales del “sindicato” como un principio de herejía. Hasta se habló en “L´Osservatore Romano” de la posibilidad de que el Concilio depusiera al Papa si lo consideraba hereje. El “sindicato” editó por entonces, octubre de 1962, un libelo titulado “Complotto Contro la Chiesa” y con el seudónimo de Maurice Pinay”. Hasta aquí el comentario del periódico antes mencionado. Lo que le da a este libro un definitivo valor probatorio es que se trata de una magnífica e importante compilación de documentos y fuentes de indiscutible importancia y autenticidad que demuestran, sin lugar a dudas la existencia de una gran conspiración que contra la Santa Iglesia Católica y contra el mundo libre han tramado sus tradicionales enemigos, quienes pretenden convertir el catolicismo en un instrumento ciego al servicio del comunismo, de la masonería y del judaísmo, para así debilitar a la humanidad libre y facilitar su hundimiento, y, con ello, la victoria definitiva del comunismo ateo. Los instrumentos más útiles en tal conspiración son los clérigos católicos que traicionan a la Santa Iglesia e intentan destruir a sus más leales

defensores, al mismo tiempo que ayudan en todo lo que pueden a comunistas, masones y judíos en sus actividades subversivas. Con la presente edición pretendemos dar la voz de alerta no solamente a los católicos, sino a todos los anticomunistas de Venezuela y de la América Latina, para que se den cuenta de los graves peligros que amenazan actualmente no sólo a la Iglesia Católica, sino a la Cristiandad y al mundo libre en general, y para que se apresten a brindar todo su apoyo al grupo benemérito de cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes que están luchando en el Concilio y en sus respectivos países contra los enemigos externos e internos, tanto de la Santa Iglesia como del mundo libre, que con perseverancia satánica intentan destruir las más sagradas tradiciones del catolicismo y hundirnos a nosotros y a nuestros hijos en la espantosa esclavitud comunista. Caracas, Venezuela, 15 de diciembre de 1963. EL EDITOR

PRÓLOGO A LA EDICIÓN ITALIANA CONSPIRACIÓN CONTRA LA IGLESIA URGENTE AL LECTOR Roma, 31 de agosto de 1962. Se está consumando la más perversa conspiración contra la Santa Iglesia. Sus enemigos traman destruir sus más sagradas tradiciones y realizar reformas tan audaces y malévolas como las de Calvino, Zwinglio y otros grandes heresiarcas, con el fingido celo de modernizar a la iglesia y ponerla a la altura de la época, pero en realidad con el oculto propósito de abrir las puertas al comunismo, acelerar el derrumbe del mundo libre y preparar la futura destrucción del cristianismo. Todo esto, que parece increíble, se pretende realizar en el Concilio Vaticano II. Tenemos datos de que todo se ha tramado en secreto contubernio con lo altos poderes del comunismo, de la masonería mundial y de la fuerza oculta que los controla. Planean iniciar un sondeo previo y comenzar por las reformas que menos resistencia provoquen en los defensores de la Santa Iglesia, para ir llevando, poco a poco, la transformación de ésta hasta donde la resistencia de aquellos lo permita. Afirman, algo todavía más increíble para quienes ignoran que esas fuerzas anticristianas cuentan dentro de las jerarquías de la Iglesia con una verdadera quinta columna de agentes incondicionales a la masonería, al comunismo y al poder oculto que los gobierna, pues indican que esos cardenales, arzobispos y obispos serán quienes formando una especie de ala progresista dentro del Concilio, tratarán de llevar a cabo las perversas reformas, sorprendiendo la buena fe y afán de progreso de muchos piadosos padres. Aseguran que el llamado bloque progresista, que se formará al iniciarse el Sínodo, contará con el apoyo del Vaticano, al que esas fuerzas anticristianas dicen influenciar. Esto nos parece increíble y fruto más bien de alardes jactanciosos de los enemigos de la Iglesia que de una realidad objetiva. Sin embargo, hacemos mención de esto para que se pueda ver hasta dónde quisieran llegar los enemigos de la catolicidad y del mundo libre. Además de reformas peligrosas en la Doctrina de la Iglesia y en su política tradicional, que contradicen manifiestamente lo aprobado por Papas y concilios ecuménicos anteriores, tratan los enemigos de la catolicidad de nulificar la Bula de excomunión lanzada por S.S. Pío XII contra los comunistas y los que con ellos colaboran, para tratar de establecer una convivencia pacífica con el comunismo, que por otra parte, desprestigie a la Santa Iglesia ante todos los cristianos que luchan contra el comunismo materialista y ateo, y por otra parte, quebrante la moral de estos luchadores, facilite su derrota y provoque la desbandada en sus filas asegurando el triunfo mundial del totalitarismo rojo. Estos enemigos procuran, que por ningún motivo sean invitados como observadores aquellos protestantes y ortodoxos que heroicamente están

luchando contra el comunismo, sino únicamente las Iglesias o consejos de Iglesias controlados por la masonería y el comunismo o el poder oculto que los dirige. En esta forma, los masones o comunistas vestidos de hábito sacerdotal que usurpan los puestos directivos en tales Iglesias, podrán colaborar sutil, disfrazada, pero efectivamente, con sus cómplices introducidos en el clero católico. Por su parte, el Kremlin ha aprobado ya negar pasaporte a los prelados firmemente anticomunistas, permitiendo solamente la salida de los Estados Satélites a sus agentes incondicionales o a quienes sin serlo, se hayan doblegado ante el temor de las represalias rojas. De esta manera, la Iglesia del Silencio carecerá en el Concilio Vaticano II, de quienes mejor podrían defenderla informando al santo Sínodo la verdad de lo que ocurre en el mundo comunista. Sin duda, a quienes lean esto les va a parecer increíble, pero lo que ocurra en el santo Concilio ecuménico les abrirá los ojos y los convencerá de que estamos diciendo la verdad, porque es allí en donde el enemigo piensa jugarse una carta decisiva, contando, según asegura, con cómplices incondicionales en las más altas jerarquías eclesiásticas. Otro de los planes siniestros que fraguan es el de lograr que la Santa Iglesia se contradiga a sí misma, perdiendo con ello autoridad sobre los fieles, porque luego proclamarán que una institución que se contradice, no puede ser divina. Con este argumento piensan dejar las iglesias desiertas y lograr que los fieles pierdan toda su fe en el clero para que lo abandonen. Proyectan que la Iglesia declare que lo que durante siglos afirmó era malo, ahora afirme que es bueno. Entre otras maniobras que preparan con dicho fin destaca por su importancia el cambio de actitud de la Santa Iglesia con respecto a los judíos réprobos, como llamó San Agustín tanto a los que crucificaron a Cristo como a sus descendientes, enemigos capitales del cristianismo. La unánime doctrina de los grandes Padres de la Iglesia, ese “unanimis consensus Patrum” que la Iglesia considera como fuente de fe, condenó a los judíos infieles y declaró buena y necesaria la lucha contra ellos; lucha en la que poniendo el ejemplo participaron destacadamente, como lo demostraremos con pruebas irrefutables, San Ambrosio Obispo de MIlán, San Jerónimo, San Agustín Obispo de Hipona, San Juan Crisóstomo, San Atanasio, San Gregorio de Nazianzo, San Basilio, San Cirilo de Alejandría, San Isidoro de Sevilla, San Bernardo y hasta Tertuliano y Orígenes; estos dos últimos en su época de indiscutible ortodoxia. Además, durante diecinueve siglos la Iglesia luchó enérgicamente contra los judíos, como lo demostraremos también con documentos fidedignos como las bulas de los Papas, actas de concilios ecuménicos y provinciales como el famosísimo IV de Letrán y muchos otros, doctrinas de Santo Tomás de Aquino, de Duns Scott y de los más importantes doctores de la Iglesia, y también con fuentes judías de incontrovertible autenticidad, como las enciclopedias oficiales del judaísmo, las obras de ilustres rabinos y las de los más famosos historiadores judíos. Pues bien, los conspiradores judíos, masones y comunistas pretenden en el próximo Concilio, aprovechando, según dicen ellos, el desconocimiento de la mayoría del clero sobre la verdadera historia de la Iglesia, dar un golpe de sorpresa pugnando porque el santo Concilio ecuménico que está por reunirse

condene el antisemitismo y condene toda lucha contra los judíos, que, como lo demostraremos también en esta obra con pruebas incontrovertibles, son los dirigentes de la masonería y del comunismo internacional. Pretenden que se declare que los judíos réprobos, considerados como malos por la Iglesia durante diecinueve siglos, sean declarados buenos y queridísimos de Dios, contradiciendo con ello el “unanimis consensus Patrum” que estableció precisamente lo contrario, así como lo afirmado por diversas bulas papales y cánones de concilios ecuménicos y provinciales. Como los judíos y sus cómplices dentro del clero católico consideran toda la lucha contra las maldades de los judíos y sus conspiraciones contra Cristo Nuestro Señor y la Cristiandad, han declarado, según lo demostraremos también en este libro, que las fuentes del antisemitismo han sido: el mismo Cristo, los Evangelios y la Iglesia Católica, que durante casi dos mil años lucharon en forma perseverante en contra de los judíos que repudiaron a su Mesías. Lo que tratan pues, con la condenación del antisemitismo –que a veces llaman racismo antisemita- es que S.S. el Papa y el sacro Concilio que está por reunirse, al condenar el antisemitismo se siente el precedente catastrófico de que la Iglesia se contradiga a sí misma y condene además, sin darse cuenta y en forma tácita, al mismo Cristo Nuestro Señor, a los Santos Evangelios, a los Padres de la Iglesia y a la mayoría de los Papas, entre ellos a Gregorio VII (Hildebrando), a Inocencio II, a Inocencio III, a San Pío V y a León XIII, que como lo demostraremos en esta obra lucharon encarnizadamente contra los judíos y la Sinagoga de Satanás. Al mismo tiempo, con tales condenaciones lograrían sentar en el banquillo de los acusados a muchísimos concilios de la Santa Iglesia, entre ellos, los ecuménicos de Nicea y II, III y IV de Letrán, cuyos cánones estudiaremos en este libro y que tanto lucharon contra los hebreos. En una palabra, los siniestros conspiradores traman que la Santa Iglesia, al condenar el antisemitismo se condene a sí misma, con los resultados desastrosos que es fácil comprender. Ya en el Concilio Vaticano anterior intentaron iniciar, aunque en forma encubierta, este viraje en la Doctrina tradicional de la Iglesia, cuando por medio de un golpe de sorpresa y de insistentes presiones lograron que muchísimos padres firmaran “un postulado a favor de los judíos”, en el que, explotando el celo apostólico de los piadosos prelados, se hablaba inicialmente de un llamado a la conversión de los israelitas, proposición impecable desde un punto de vista teológico, para deslizar a continuación, encubiertamente el veneno, haciendo afirmaciones que, como lo demostraremos en el curso de este trabajo, significan una contradicción abierta con la Doctrina establecida al respecto por la Santa Iglesia. Pero en esa ocasión, cuando la Sinagoga de Satanás creía tener asegurada la aprobación del postulado por el Concilio Vaticano, la asistencia de Dios a su Santa Iglesia impidió que el Cuerpo Místico de Cristo se contradijera a Sí Mismo y fructificaran las conspiraciones de sus milenarios enemigos. Estalló súbitamente la guerra franco-prusiana; Napoleón III tuvo que retirar precipitadamente las tropas que defendían a los Estados Pontificios y los ejércitos de Víctor Manuel se aprestaron a avanzar arrolladoramente sobre Roma, por lo que se tuvo que disolver con rapidez el santo Concilio Vaticano I y

tuvieron que regresar a sus diócesis los prelados, antes de que pudiera ponerse siquiera a discusión el famoso postulado en favor de los judíos. Por cierto, no fue esta la primera vez que la Divina Providencia impidió por medios extraordinarios un desastre de tal género; la historia nos muestra que lo ha hecho en infinidad de casos, utilizando como instrumento, en la mayor parte de ellos, a los Papas, a piadosos prelados como San Atanasio, San Cirilo de Alejandría, San Leandro, el Cardenal Aimerico y hasta humildes frailes como San Bernardo o San Juan Capistrano. En casos como el citado anteriormente, incluso se ha valido de monarcas ambiciosos como Víctor Manuel y el Rey de Prusia. Sabedores nosotros a mediados del año pasado que el enemigo volvía a la carga con una conspiración que tiene por objeto abrir las puertas al comunismo, preparar el hundimiento del mundo libre y asegurar la entrega de la Santa Iglesia en las garras de la Sinagoga de Satanás, nos lanzamos sin pérdida de tiempo a recopilar documentos y escribir la presente obra que, más que un libro sostenedor de cierta tesis es un conjunto ordenado de actas de los concilios, bulas de los Papas y toda clase de documentos y fuentes de las que desechamos todas aquéllas de autenticidad o veracidad dudosa, seleccionando las de valor probatorio incontrovertible. En este libro no sólo se denuncia la conspiración que el comunismo y la Sinagoga de Satanás han tramado en contra del Concilio Vaticano II, sino que se hace un estudio concienzudo de las anteriores conjuras que en más de diecinueve siglos le sirvieron de precedente, pues lo que ocurrirá en el santo Sínodo que está por reunirse ha ocurrido ya repetidas veces en los siglos anteriores. por ello, para poder entender en toda su magnitud lo que va a suceder es indispensable conocer los antecedentes y también la naturaleza de esa quinta columna enemiga introducida en el seno del clero, haciendo para ello un estudio detenido en la Cuarta Parte, basado en documentación impecable. Como además lo que se pretende de la Santa Sede y del Concilio Vaticano II es que destruyan ciertas tradiciones de la Iglesia con el fin de facilitar los triunfos del comunismo y la masonería, en las dos primeras partes de esta obra hacemos un estudio minucioso recurriendo a las fuentes más serias sobre lo que podría llamarse la quintaesencia de la masonería y del comunismo ateo y estudiando la naturaleza del poder oculto que los dirige. De esta manera, siendo la Cuarta parte de la obra la más importante, las tres primeras, y sobre todo la tercera, hacen verdaderamente comprensible en toda su magnitud la conspiración que amenaza a la Santa Iglesia; conspiración que no se reduce a las actividades del próximo Sínodo universal, sino que abarca todo el futuro de la Iglesia, ya que el enemigo tiene calculado que si por cualquier motivo surgen en el santo Sínodo fuertes reacciones contra sus proyectadas reformas que hagan fracasar el intento en el Concilio Vaticano II, seguirá con posterioridad aprovechando cualquier oportunidad para volver a la carga, utilizando las fuertes influencias que dice tener en la Santa Sede. Pero estamos seguros a pesar de las asechanzas del enemigo, la asistencia de Dios a su Santa Iglesia hará fracasar esta vez, como en otras anteriores, sus pérfidas maquinaciones. Escrito está: “Las fuerzas del Infierno no prevalecerán sobre Ella”. Desgraciadamente hemos durado en la elaboración de este muy documentado libro como catorce meses y faltan dos escasos para iniciarse el

santo Concilio Vaticano II. Dios nos ayude a vencer todos los obstáculos para poder terminar su impresión, siquiera sea al iniciarse el Sínodo o cuando menos antes de que el enemigo pueda causar los primeros daños, pues aunque sabemos que Dios Nuestro Señor no permitirá una catástrofe como la que planean, debemos recordar como dijo un ilustre santo que aunque sepamos que todo depende de Dios, debemos obrar como si todo dependiera de nosotros. Y como afirmó San Bernardo en una crisis tan grave como la actual: “A Dios rogando y con el mazo dando”. En el Segundo Tomo de esta obra se incluirán las partes quinta y sexta de la misma, pero su publicación se hará con posterioridad, esperando las réplicas y acostumbradas calumnias que lance contra ella el enemigo para contestárselas en forma aplastante y contundente.

PRÓLOGO A LA EDICIÓN AUSTRÍACA Viena, 20 de enero de 1963. Debido a las innumerables peticiones que hemos recibido de parte de miembros ilustres del respetable clero austriaco y alemán, hemos resuelto imprimir la edición austriaca de la obra “Complot contra la Iglesia”. Los padres del Concilio Vaticano II a quienes fue dedicada, tuvieron oportunidad de comprobar en el transcurso del santo Sínodo que nuestra voz de alarma sobre la existencia de un verdadero complot contra las sagradas tradiciones de la Iglesia y sus defensas contra el comunismo ateo, tuvieron plena confirmación en los hechos ocurridos en la primera parte del santo Concilio. Esto demuestra que nuestras aseveraciones correspondían a una trágica verdad. Los sucesos que irán ocurriendo en los meses venideros irán confirmando a los lectores que nuestra denuncia está fundada en una increíble pero triste realidad. Los enemigos de la Iglesia, por medio de sus cómplices en el alto clero, renovaron en la primera sesión del Sínodo universal el intento ya realizado por los valdenses, los husitas y otros herejes medievales y posteriormente por Calvino, Zwinglio y otros heresiarcas, consistente en negar o restar a la Tradición de la Iglesia el carácter de fuente de revelación. Sólo que ahora esgrimieron como pretexto el ideal sublime de la unidad cristiana que todos deseamos, mientras que los herejes de antaño aducían, en apoyo de esa misma tesis, otros tan diversos como sofísticos argumentos. Intentar que la Iglesia niegue a la Tradición su carácter de fuente doctrinal reservando sólo a la Sagrada Biblia tal atributo, es intentar, ni más ni menos, que la Santa Iglesia se contradiga a sí misma asegurando que es negro lo que durante casi veinte siglos ha afirmado que es blanco, con el desastroso resultado de que al contradecirse el Cuerpo Místico de Cristo pierda su autoridad ante los fieles, puesto que una institución que se contradice en los substancial no puede ser divina. Dar un paso semejante, sería colocar a la Santa Iglesia en situación tan falsa, que no se justificaría ni con el señuelo de una pretendida unidad cristiana, cuya realización es por ahora muy problemática y cuyo logro sobre tan absurdas bases, significaría que la Santa Iglesia, reconociendo que estaba en el error, se convertía en masa al protestantismo, cuyo postulado esencial ha sido siempre reconocer únicamente la Biblia como fuente de la Verdad Revelada, negándole tal carácter a la Tradición de la Iglesia Católica. Es increíble que los enemigos del catolicismo y sus cómplices en el alto clero hayan tenido la audacia de ir tan lejos. Eso demuestra también que lo predicho en nuestra obra, escrita antes del santo Concilio, fue confirmado por los hechos y que el enemigo tenía infiltrados cómplices en el alto clero en muy elevadas posiciones; pero según sabemos de muy buena fuente, al aparecer este libro y ser distribuido entre los padres, los enemigos renunciaron, aunque sólo por el momento, a lanzar las proposiciones todavía más audaces que tenían preparadas como golpe de sorpresa fuera de las agendas para los últimos días del Concilio. Entre estas proposiciones estaba la tendiente a pedir la derogación de la Bula de excomunión de S.S. Pío XII contra los comunistas y

sus cómplices, el establecimiento de la convivencia pacífica entre la Iglesia y el comunismo y la condenación del antisemitismo. Sin embrago, ese retroceso obligado por la denuncia hecha en este libro sería sólo temporal en espera de que una cuidadosa propaganda elaborada de acuerdo con el Kremlin, doblegara la resistencia de los defensores de la Santa Iglesia en favor del establecimiento de una convivencia pacífica con el comunismo ateo, que debilite frente a éste las defensas de la Iglesia y del mundo libre, labor que sería realizada con el apoyo del dictador rojo el cual: liberaría de sus prisiones a prelados sumidos en ellas durante largos años, enviaría felicitaciones a Su Santidad el Papa y realizaría otros actos de aparente amistad hacia la Iglesia para vigorizar los argumentos esgrimidos por los cómplices del Kremlin en el alto clero en favor de la derogación de la Bula de excomunión, haciendo posible un pacto de la Santa Sede con el comunismo. Se planea en Moscú, en contubernio con ciertos cómplices incrustados en las altas esferas del Vaticano, que incluso se establezcan relaciones diplomáticas entre la Santa Iglesia y el Estado soviético –ateo y materialistacon el pretexto de que serían establecidas con el estado Vaticano, que lograría en esa forma suavizar la persecución religiosa en Rusia. En realidad, lo que tratan el Kremlin y sus agentes de la jerarquía eclesiástica es desmoralizar a los católicos y al heroico clero que lucha en Europa y en el resto del mundo contra el comunismo, dando la impresión de que éste ya no es tan malo desde el momento en que la Santa Sede acordó establecer relaciones diplomáticas con la Unión Soviética y con otros Estados comunistas. Se trata también de quebrantar el espíritu de combate de los anticomunistas norteamericanos, ya que con este nuevo paso se verían muy debilitados en su lucha contra las fuerzas oscuras que tratan de sumir a los propios Estados Unidos en el caos comunista. En una palabra, se pretende, como ya lo indicamos en la Introducción a la edición italiana, quebrantar las defensas del mundo libre y facilitar el triunfo final del marxismo ateo. Pero la audacia del comunismo, de la masonería y de los judíos llega a tal extremo que ya hablan de controlar la próxima elección del Papa, pretendiendo colocar en el trono de San Pedro a uno de sus cómplices en el respetable cuerpo cardenalicio. Para ello, planean con las influencias que dicen tener en el Vaticano, ejercer presión sobre Su Santidad el Papa, cuya salud es muy delicada, induciéndole a hacer un nombramiento masivo de nuevos cardenales aunque se rompan los límites establecidos, llegando al número necesario para asegurar la designación de un Pontífice que convierta a la Santa iglesia en un satélite al servicio del comunismo, de la masonería y de la Sinagoga de Satanás. Con lo que no cuentan las fuerzas del Anticristo es con la asistencia que Dios Nuestro Señor dará a su Iglesia impidiendo que prevalezca semejante maniobra. Baste con recordar que no es la primera vez en la historia que lo intentan y que como lo demostramos en esta obra, con documentos de indiscutible autenticidad, los poderes del dragón infernal llegaron a colocar en el Pontificado a un cardenal manejado por las fuerzas de Satanás, hasta dar la sensación por un momento de que eran dueños de la Santa Iglesia. Pero Cristo Nuestro Señor, que nunca la ha desamparado, inspiró la acción y armó el brazo

de hombres piadosos y combativos como San Bernardo, San Norberto, el Cardenal Aimerico, los Padres de los Concilios de Etampes, de Reims, de Pisa y del II Ecuménico de Letrán, que desconocieron su carácter de Papa al Cardenal Pierleoni, ese lobo con piel de oveja que llegó por muchos años a usurpar el trono de San Pedro, excomulgándolo y relegándolo al papel de antipapa que le correspondía. Los planes del Kremlin, de la masonería y de la Sinagoga de Satanás, por más adelantados que se supongan, serán frustrados evidentemente por la mano de Dios, pues como siempre surgirán nuevos San Atanasios, San Juanes Crisóstomos, San Bernardos y San Juanes Capistranos, auxiliados con la inspiración y fortaleza que Cristo Nuestro Señor les otorgue, para hacer fracasar en una forma o en otra la siniestra conspiración que contra su Santa Iglesia y contra el mundo libre traman una vez más las oscuras fuerzas del Anticristo para facilitar el triunfo universal del imperialismo totalitario de Moscú. En la primera edición italiana nos vimos obligados a suprimir once capítulos de la Cuarta Parte de este libro por la urgencia que teníamos de repartirla entre los padres del Concilio Vaticano II, antes de que la bestia lanzara sus primeros zarpazos; pero ahora que tenemos más tiempo para imprimir esta edición, incluimos en ella los once capítulos mencionados que son de vital importancia para la mejor comprensión de la diabólica conjura que amenaza en nuestros días a la Santa Iglesia. EL AUTOR

PRIMERA PARTE EL MOTOR SECRETO DEL COMUNISMO

Capítulo Primero EL COMUNISMO DESTRUCTOR Y ASESINO. De todos los sistemas revolucionarios ideados en el devenir histórico con el fin de destruir nuestros valores civilizados, sistemas que han ido siendo aplicados a través del tiempo en la forma más efectiva y en el momento siempre más oportuno, el más perfecto, el más eficiente y el más inmisericorde es, sin duda, el comunismo, porque representa la etapa más avanzada de la revolución mundial en cuyos postulados ya no solamente se trata de destruir determinada institución política, social, económica o moral, sino de anular a la vez a la Santa Iglesia y, más aún, a todas y cada una de las manifestaciones culturales cristianas que son parte de nuestra civilización. Si todas las tendencias revolucionarias de origen judío han atacado con curiosa unanimidad al cristianismo en diversos aspectos, el comunismo lucha por hacerlo desaparecer de la faz de la Tierra sin dejar de él ni el menor rastro. La saña destructiva de esta tendencia satánica, exhibiendo ante los ojos del mundo los más espantosos cuadros de horror y destrucción que se hayan imaginado, no puede estar fundamentada sino en la misma esencia de la negación y en el repudio más virulento y lleno de odio hacia todo lo existente hasta la fecha, porque de otra manera no sería concebible la vesania inaudita de sus tácticas criminales y el espíritu de destrucción, aniquilamiento, vulneración, contradicción y oposición de sus dirigentes hacia todo aquello que representa criterios axiológicos, no solamente católicos, sino religiosos en general. La finalidad del comunismo, como es patente en Rusia y en los demás países en donde se ha implantado, no es otra que la nulificación del pueblo en lo económico, en lo político, en lo social, en lo humano y en lo trascendente para posibilitar a una minoría el dominio por la fuerza. En términos internacionales la meta no puede ser más clara: lograr por la fuerza el dominio mundial de una minoría insignificante aniquilando a todos los demás humanos por medio del materialismo, del terror y si es necesario de la muerte, aunque para ello haya que asesinar a grandes núcleos de la población. Bastante conocido es en el mundo entero el impulso homicida que ha caracterizado a los dirigentes soviéticos; pocos hay que no hayan sentido escalofríos de terror al conocer las sangrientas depredaciones llevadas a cabo en Rusia por los marxistas. Basta recordar algunos datos que llenan de pavor e indignación a las mentes civilizadas: “En sus comienzos, el terror rojo se dedicaba, sobre todo, a exterminar la intelectualidad rusa” (1) y en prueba de esta afirmación, S.P. Melgunov constata lo siguiente, refiriéndose a las comisiones extraordinarias que surgieron en Rusia en los primeros tiempos de la revolución soviética: “Las comisiones extraordinarias no son órganos de justicia, sino de exterminio sin piedad, según la expresión del Comité Central Comunista” que también declaró lo siguiente:

“La comisión extraordinaria “no es una comisión de encuesta”, ni un juzgado, ni un tribunal, sino que ella misma determina sus atribuciones. “Es un órgano de combate que obra sobre el frente interior de la guerra civil. No juzga al enemigo, sino que lo extermina; ni perdona al que está al otro lado de la barricada, sino que lo aplasta”. No es difícil representarse cómo debe obrarse en realidad ese exterminio sin piedad, cuando en lugar del “código muerto de las leyes”, reina solamente la experiencia revolucionaria y la conciencia. La conciencia es subjetiva, y la experiencia deja sitio forzosamente a la voluntad, que toma formas irritantes según la calidad de los jueces...” (2). “No hagamos la guerra contra las personas en particular (escribió el dirigente comunista Latsis), exterminemos la burguesía como clase. No busquéis en la encuesta de los documentos y de las pruebas lo que ha hecho el acusado en obras o en palabras contra la autoridad soviética. la primera pregunta que debéis hacerle es: a qué clase pertenece, cuál es su origen, su educación, su instrucción, su profesión” (3). Durante la dictadura sangrienta de Lenin, la comisión de encuesta de Rohrberg, que entró en Kiev después de la toma de esta ciudad por los voluntarios en agosto de 1919, señala lo siguiente: “Todo el suelo de cemento del gran garaje (se trata de la sala de ejecución de la Checa provincial de Kiev) estaba inundado de sangre; y ésta no corría, sino que formaba una capa de algunas pulgadas; era una horrible mezcla de sangre, de sesos, de pedazos de cráneos, de mechones de cabellos y demás restos humanos. Todas las paredes, agujereadas con millares de balas, estaban salpicadas de sangre, y pedazos de sesos y de cuero cabelludo estaban pegados en ellas”. “Una zanja de 25 centímetros de ancho por 25 de hondo y de unos 10 metros de largo, iba del centro del garaje a un local próximo, donde había un tubo subterráneo de salida. esa zanja estaba completamente llena de sangre”. “De ordinario, inmediatamente después de la matanza, transportaban fuera de la ciudad los cuerpos en camiones, automóviles o en furgones y los enterraban en una fosa común. En un rincón del jardín topamos con otra fosa más antigua que contenía unos ochenta cuerpos; y allí descubrimos en los cuerpos señales de crueldades y mutilaciones, las más diversas e inimaginables. Allí yacían cadáveres destripados; otros tenían varios miembros amputados; algunos estaban descuartizados; y otros los ojos sacados, y la cabeza, la cara, el cuello y el tronco cubiertos de profundas heridas. Más lejos encontramos un cadáver con una cuña clavada en el pecho; y otros no tenían lengua. En un rincón de la fosa descubrimos muchos brazos y piernas separados del tronco” (4). La enorme cantidad de cadáveres que ha amontonado en su haber y sigue amontonando en términos espantosos el socialismo comunista de Marx, quizá no se llegará a conocer nunca, pero rebasa todo lo imaginable. “No es posible saber con exactitud el número de víctimas. Todos los cálculos son inferiores a la realidad”. “En el diario de Edimburgo, `The Scotsman´ del 7 de noviembre de 1923, da el profesor sarolea las cifras siguientes: “28 obispos; 1.219 sacerdotes; 6.000 profesores y maestros; 9.000 doctores; 54.000 oficiales; 260.000 soldados; 70.000 policías; 12.950 propietarios; 355.250 intelectuales y profesionales liberales; 193.290 obreros y 815.000 campesinos”. “La comisión de información de Denikin sobre las intrigas bolcheviques durante el período 1918-1919, en un ensayo sobre el terror rojo, contó en sólo estos dos años, un millón setecientas mil víctimas” (5). Ev. Kommin, en el “Roul” del 3 de agosto de 1923, hace la siguiente consideración:

“Durante el invierno de 1920 la URSS comprendía 52 gobiernos, con 52 comisiones extraordinarias (Tchecas), 52 secciones especiales y 52 tribunales revolucionarios. Además de innumerables `Erte-Tchecas´, redes de transporte, tribunales de ferrocarriles, tribunales de tropas de seguridad interior. A esta lista de cámaras de tortura hay que añadir las secciones especiales, o sea, 16 tribunales de ejército y división. Entre todo, hay que contar mil cámaras de tortura, y si se toma en consideración que en ese tiempo existían comisiones cantonales, hay que contar más. Luego, los muchos gobiernos de la URSS aumentaron; la Siberia; la Crimea, y el Extremo Oriente fueron conquistados. El número de Tchecas (comisiones) aumentó en proporción geométrica”. “Según los datos soviéticos (en 1920, cuando no había disminuido el terror y no se habían reducido las informaciones), se podía establecer una cifra media al día para cada tribunal; la curva de las ejecuciones se eleva de uno a cincuenta (en los grandes centros), y hasta ciento en las regiones recientemente conquistadas por el ejército rojo. Las crisis del terror eran periódicas, y luego cesaban; de manera que puede fijarse el número (modesto) de cinco víctimas diarias...que, multiplicado por los mil tribunales, dan cinco mil cada día. Y al año, alrededor de millón y medio” (6). Recordamos estas matanzas inauditas no porque sean las más cuantiosas en conjunto ni las más inmisericordes, sino porque al encontrarnos a cuarenta y cinco años de estas masacres pueden haberse borrado del cuadro actual comunista, incluso para las personas que todavía alcanzaron a ser contemporáneas de los acontecimientos, y, que viviendo aún, se han olvidado de esas tragedias con esa facilidad con que los humanos olvidan no solamente los hechos desagradables que no les afectan directamente, sino aun aquellos de los que fueron víctimas. Desgraciadamente el tiempo ha venido a mostrarnos una superación verdaderamente demoníaca del comunismo en sus actividades asesinas, de las cuales no damos los detalles ni presentamos las monstruosas estadísticas por ser de todos conocidas, máxime que algunas de estas feroces matanzas han sido tan recientes que parecen escucharse todavía los gritos de terror de los torturados, los lamentos de los acosados, los estertores de los moribundos y la muda, pavorosa y constante acusación de los cadáveres. Basta recordar las gigantescas y recientes matanzas de Hungría, de Katyn, de Polonia, de Alemania Oriental y de Cuba; las anteriores purgas masivas de Stalin y el aniquilamiento de millones de chinos por el gobierno comunista de Mao Tse-tung. Una estadística valiosa de las víctimas del comunismo obra en la publicación titulada “Rivelazione d’interesse mondiale”, Vermijon, Roma, 1957, reproduciendo a su vez información tomada del “Russkaja Mysl”, periódico ruso publicado en Francia el 30 de noviembre de 1947. Pero aun los ensayos comunistas que no pudieron tener permanencia definitiva, como el del comunista Bela Kun, que de manera rapsódica ocupó Hungría a mediados del año 1919; el de España de 1936 en que los bolcheviques se apoderaron de Madrid y parte de las provincias hispanas, asesinando “más de 16000 sacerdotes, religiosas, religiosos y doce obispos” (7); y el ensayo, felizmente fracasado, de Alemania de 1918 dirigido por Hugo Haase y que tuvo su mejor realización en la República roja de Baviera en 1919, fueron verdaderas orgías de sangre y de bestialidad desenfrenada. Y no hay que olvidar que esta apocalíptica tormenta que va formando un henchido cauce de cadáveres, sangre y lágrimas, se desploma sobre el mundo con un solo fin: destruir no sólo a la Iglesia Católica y a toda la civilización

cristiana, sino también al Islam, al budismo y a toda religión, menos a una de la que hablaremos después. Ante este cuadro estremecedor el mundo se pregunta con el corazón oprimido: ¿Quién puede odiar de tal forma criterios cristianos para tratar de destruirlos con saña tan malvada? ¿Quién ha sido capaz de urdir esta sangrienta maquinaria de aniquilación? ¿Quién puede con tanta insensibilidad dirigir y ordenar este criminal proceso gigantesco? Y la realidad nos contesta, sin lugar a dudas, que son los judíos los responsables, como se demostrará más adelante.

Capítulo Segundo LOS CREADORES DEL SISTEMA No cabe la menor duda de que los inventores del comunismo son los judíos. Ellos han sido los forjadores de la doctrina sobre la cual se fundamenta todo ese monstruoso sistema que actualmente domina con poder absoluto en la mayor parte de Europa y Asia, que convulsiona a los países de América y que invade progresivamente a todos los pueblos del mundo como un cáncer letal, como un tumor que va comiendo las entrañas de las naciones libres, sin que parezca encontrarse un remedio eficaz contra él. También son los inventores y directores de la práctica comunista, de las eficientes tácticas de lucha, de la insensible y precisa política inhumana de gobierno y de la agresiva estrategia internacional. Que los teóricos comunistas fueron todos judíos, es cosa que está plenamente comprobada, pese al sistema que constantemente usaron los judíos –tanto los teóricos como los revolucionarios prácticos- de adquirir a modo de sobrenombre un apellido y un nombre que velara su origen a los ojos del pueblo en donde vivieron. 1.- El fundador del sistema fue, como es sabido, Karl Heinrich Marx; judío alemán, cuyo verdadero nombre era el de Kissel Mordecay, nacido en Treves, Prusia Renana, hijo de un abogado judío. A sus doctrina comunista le dio el nombre de socialismo científico, nombre injustificado ya que los hechos han demostrado que ninguna base científica tiene muchos de sus postulados básicos. Antes de su famosa obra “El Capital” –concepción fundamental del comunismo teórico y cuyas ideas se dedicó a propagar por el mundo con inagotable actividad hasta su muerte en 1887- había escrito y publicado en Londres el “Manifiesto Comunista” en compañía del judío Engels el año de 1848. Anteriormente, entre 1843 y 1847, había formulado en Inglaterra –cuyos gobiernos en forma extraña lo protegieron- la primera concepción moderna del nacionalismo hebreo a través de sus artículos, como el publicado en 1844 en la revista “Deustch-Französische Jahrbücher” titulado “Zur Judenfrage” (Sobre la cuestión judía) y que tiene una tendencia ultranacionalista judía. 2.- Frederik Engels, creador junto con Marx de la Primera Internacional y colaborador íntimo de Marx. Judío, nació en Barmen, Alemania, siendo su padre un comerciante judío de algodón de la localidad. Murió en 1894.

3.- Karl Kautski, cuyo verdadero apellido fue Kaus; autor del libro. “Los orígenes del cristianismo” en donde principalmente combate los fundamentos del cristianismo. Fue el más importante intérprete de Marx. Publicó en 1887 “Las enseñanzas económicas de Karl Marx para el entendimiento de todos”; “La matanza de Chisinaw” y “La cuestión judía” en 1903; “La lucha de clases”, que fue para Mao Tse-tung, en China, el libro fundamental para la instrucción comunista; y la obra intitulada “La vanguardia del socialismo”, en el año 1921. Fue también el autor del “Programa socialista” de Ehrfurt, Alemania. Este judío nació en Praga en 1854 y murió en 1938 en La Haya, Holanda. Debido a esos pleitos de familia que surgen con frecuencia entre los dirigentes judíos, se vio envuelto con posterioridad en una enconada lucha con Lenin. 4.- Ferdinand Lassalle, judío nacido en Breslau en 1825; después de haberse mezclado en la revolución democrática de 1848, publica en el año de 1863 su obra titulada “Contestaciones abiertas”, en la que traza un plan revolucionario para los obreros alemanes. Desde entonces trabajó incansablemente en una intensa campaña “socialista” tendiente a la rebelión de los obreros, para lo cual publica otra obra con el título de “Kapital und Arbeit”. Su socialismo, aunque en algunos aspectos difería del de Marx, coincidía con éste en sus resultados finales, o sea, suprimir la propiedad privada para ponerla en manos del Estado, controlado por el judaísmo, naturalmente. 5.- Eduard Bernstein, judío nacido en Berlín en 1850. Sus principales obras son: “Suposiciones sobre el socialismo”, “Adelante socialismo”, “Documentos del socialismo”, “Historia y teoría del socialismo”, “Socialdemocracia de hoy en teoría y práctica”, “Los deberes de la socialdemocracia” y “Revolución Alemana”, todas ellas estructurando la doctrina comunista y fundamentadas en las concepciones de Marx. En 1918 fue nombrado ministro de Hacienda del Estado alemán socialista, que felizmente no llegó a sostenerse sino unos meses. 6.- Jacob Lastrow, Max Hirsch, Edgar Löening, Wirschauer, Babel, Schatz, David Ricardo y otros muchos escritores del comunismo teórico, fueron judíos. En todos los países se encuentran casi exclusivamente escritores judíos predicando el comunismo a las masas, aunque tratando en muchas ocasiones de proceder con cautela en sus escritos, dándoles siempre un sentido de humanidad y hermandad que ya hemos visto en la práctica lo que significan (8). Todos los judíos anotados –por muy teóricos que hayan sido- no se han contentado solamente con sentar las bases doctrinarias del socialismo marxista o comunismo, sino que cada uno de ellos ha sido un revolucionario práctico que se ha dedicado en el país donde se encontraba a preparar, dirigir o ayudar la subversión de hecho, y, como jefes o miembros connotados de asociaciones revolucionarias, han tomado siempre parte activa en el desarrollo del marxismo. Pero aparte de los judíos considerados como principalmente teóricos, encontramos que casi todos los dirigentes materiales que desarrollan las tácticas comunistas son también de esta misma raza y llevan a cabo su cometido con la máxima eficiencia. Por lo pronto, en los países en donde abortó la conjuración judía comunista ya a punto de estallar o en donde el marxismo se apoderó del gobierno inicialmente, aunque después haya sido expulsado, los datos verídicos con que se cuenta hoy en día demuestran la plena y total

responsabilidad judía. Como ejemplos incontrovertibles pueden señalarse dos movimientos de este tipo: A.) Alemania en 1918 es teatro de una revolución comunista dirigida por los judíos. La República de los Consejos de Munich era judía, como, lo prueban sus jefes Liebknecht, Rosa Luxemburgo, Kurt Eisner y otros muchos. A la caída del imperio, los judíos se apoderaron del país y el gobierno alemán queda dominado por los judíos: Haase (ministro de estado) y Landsberg, apareciendo con ellos Kautski, Kohn y Herzfeld. El ministro de Hacienda, también judío, tiene como ayudante al judío Bernstein y el del Interior, Preuss, también judío, busca la colaboración de su hermano de raza el doctor Freund quien lo auxilia en sus labores. Kurt Eisner, presidente de la República Bávara de los Consejos, fue el jefe de la revolución bolchevique de Munich. “Once hombrecillos hicieron la revolución –decía Kurt Eisner en la embriaguez del triunfo a su colega el ministro Auer-. Es muy justo conservar el recuerdo imperecedero de estos hombrecillos, que son los judíos: Max Löwenberg, el doctor Kurt Rosenfeld, Gaspar Wollheim, Max Rotschild, Carlos Arnold, Kranold, Rosenhek, Birnbaum, Reis y Kaisser. Los diez, con Kurt Eisner van Israelovitch, estaban al frente del `tribunal revolucionario de Alemania´. Los once son francmasones y pertenecían a la logia secreta número 11, que tenía su asiento en Munich, Briennerstrasse 51” (9). “El primer gabinete de Alemania en 1918 estaba compuesto por los judíos: 1.- Preuss, ministro de Gobernación. 2.- Freund, ministro de Gobernación. 3.- Landsberg, Hacienda. 4.- Karl Kautski, Hacienda. 5.- Schiffer, Hacienda. 6.- Eduard Bernstein, secretario del Tesoro del Estado 7.- Fritz Max Cohen, jefe del servicio oficial de informaciones. (Este judío era antes corresponsal del diario judío “Frankfurter Zeitung”). “El segundo gobierno `socialista´ alemán de 1918 estaba integrado por los judíos: 1.- Hirsch, ministro de Gobernación. 2.- Rosenfeld, ministro de Gracia y Justicia. 3.- Futran, Enseñanza. 4.- Arndt, Enseñanza. 5.- Simón, secretario de Hacienda. 6.- Kastenberg, director del negociado de las Colonias. 7.- Stathgen, ministro de Fomento. 8.- Meyer-Gerhardt, director del Negociado de las Colonias. 9.- Wurm, secretario de Alimentación. 10.- Merz, Weil, Katzenstein, Löwenberg, Fränkel, Schlesinger, Israelowitz, Selingsohn, Laubenheim, etc., ocupaban altos cargos en los ministerios. “Entre los otros judíos que controlaban los sectores vitales del estado alemán, derrotado por la intervención americana en la guerra, se encontraban en 1918 y más tarde: 1.- Kohen, presidente del Comité de los Soldados y los Obreros Alemanes (similar al soviético de los Soldados y Obreros de Moscú, el mismo año). 2.- Ernst, presidente de la Policía de Berlín. 3.- Sinzheimer, presidente de la Policía de Frankfurt. 4.- Lewy, presidente de la Policía de Hessen.

5.- Kurt Eisner, presidente del Estado de Baviera. 6.- Jaffe, ministro de Hacienda del Estado de Baviera. 7.- Brentano, ministro de Industria, Comercio y Tráfico. 8.- Talheimer, ministro de Würtenberg. 9.- Heimann, otro ministro de estado de Würtenberg. 10.- Fulda, Gobierno de Hessen. 11.- Theodor Wolf, redactor jefe del periódico `Berliner Tangenblatt´. 12.- Gwinwer, director del `Deutsche Bank´ “. (10) El pueblo de Estados Unidos fue engañado por su presidente francmasón Wilson y jamás pensó que su intervención en la Primera Guerra Mundial iba a tener por resultado entregar a Alemania al dominio de los judíos. B).- Hungría en 1919: el 20 de marzo de 1919, el judío Bela Kun (Cohn), se apodera de Hungría y proclama la República Soviética Húngara a la que sumerge a partir de ese momento en un horripilante mar de sangre. “Con él (Bela Kun), 26 comisarios componían el nuevo gobierno y de éstos, 18 eran israelitas. Proporción inaudita, si se tiene en cuenta que en Hungría había un millón y medio de israelitas sobre 22 millones de habitantes. Los 18 comisarios tenían en sus manos la dirección efectiva del poder, y los ocho comisarios cristianos no podían hacer nada” (11). “Más del 90% de los miembros del gobierno y de los hombres de confianza de Bela Kun fueron también judíos. He aquí la lista de los miembros del gobierno de Bela Kun: 1.- Bela Kun, secretario general del Gobierno, judío. 2.- Sandor Gabai, presidente `oficial´ del Gobierno, usado por los judíos como pantalla; húngaro. 3.- Peter Agoston, lugarteniente del secretario general; judío. 4.- Dr. E. Landler, comisario del pueblo para Asuntos Interiores; judío. 5.- Bela Vago, lugarteniente de Landler; judío apellidado Weiss. 6.- E. Hamburger, comisario para la Agricultura; judío. 7.- Vantus, lugarteniente de Hamburger; judío. 8.- Czismadia, lugarteniente de Hamburger; judío. 9.- Nyisztor, lugarteniente de Hamburger; húngaro. 10.- Varga, comisario para los Asuntos Financieros; judío llamado Weichselbaum. 11.- Szkely, lugarteniente de Varga; judío llamado Schlesinger. 12.- Kunfi, comisario para la Educación; judío llamado Kunstater. 13.- Lukacs, lugarteniente de Kunfi; judío llamado en realidad Löwinger, hijo del director general de una casa bancaria de Budapest. 14.- D. Bokanyi, comisario para el Trabajo; húngaro. 15.- Fiedler, lugarteniente de Bokanyi; judío. 16.- Jozsef Pogany, comisario para la Guerra; judío llamado en realidad Schwartz. 17.- Szanto, lugarteniente de Pogany; judío llamado Schreiber. 18.- Tibor Szamuelly, lugarteniente de Pogany; judío llamado Samuel. 19.- Matyas Rakosi, comisario para el Comercio; judío llamado en realidad Matthew Roth Rosenkranz. Dictador comunista en la actualidad. 20.- Ronai, comisario para la `Justicia´. 21.- Ladai, lugarteniente de Ronai; judío. 22.- Erdelyi, comisario para el Abastecimiento; judío llamado Eisenstein. 23.- Vilmos Boehm, comisario para la Socialización; judío. 24.- Hevesi, lugarteniente de Boehm; judío llamado Honig. 25.- Dovsak, segundo lugarteniente de Boehm; judío.

26.- Oszkar Jaszai, comisario para las Nacionalidades; judío de nombre Jakubovits. 27.- Otto Korvin, comisario para la Investigación Política; judío llamado Klein. 28.- Kerekes, fiscal del Estado; judío llamado Krauss. 29.- Biro, jefe de la Policía Política; judío llamado Blau. 30.- Seider, ayudante de Biro; judío. 31.- Oszkar Faber, comisario para la Liquidación de los Bienes de la Iglesia; judío. 32.- J. Czerni, comandante de la banda terrorista conocida con el nombre de “Los jóvenes de Lenin”; húngaro. 33.- Illés, comisario superior de Policía; judío. 34.- Szabados, comisario superior de Policía; judío llamado Singer. 35.- Kalmar, comisario superior de Policía; judío alemán. 36.- Szabó, comisario superior de Policía; judío ruteno llamado en realidad Schwarz. 37.- Vince, comisario popular de la ciudad de Budapest; judío llamado en realidad Weinstein. 38.- M. Krauss, comisario popular de Budapest; judío. 39.- A. Dienes, comisario popular de Budapest; judío. 40.- Lengyel, presidente del Banco Austro-Húngaro; judío llamado Levkovits. 41.- Laszlo, presidente del Tribunal Revolucionario Comunista; judío llamado en realidad Löwy” (12) En este gobierno que ocupó temporalmente Hungría, sobresalen por sus innumerables crímenes y depredaciones, además del mismo Bela Kun, que recorría el país en un lujoso coche –con su eficiente secretaria judía R. S. Salkind, alias Semliachkay-, y una gran horca instalada en el vehículo a manera de distintivo; y el jefe de la checa húngara, el judío Szamuelly, que viajaba por Hungría en su tren particular sembrando el terror y la muerte, según lo describe un testigo de la época: “Aquel tren de la muerte atravesaba rugiendo la negrura de las noches húngaras; donde se detenía había hombres colgados de los árboles y sangre que corría por el suelo. A lo largo de la vía, se veían cadáveres desnudos u mutilados. Szamuelly, dicta sus sentencias en aquel tren, y nadie que se vea obligado a subir a él podrá contar nunca lo que vio”. “Szamuelly vive en él constantemente. Una treintena de terroristas escogidos velan por su seguridad. Verdugos seleccionados le acompañan. El tren está compuesto de dos cochessalón, de dos coches de primera clase, que ocupan los terroristas, y de dos coches de tercera para las víctimas. Allí se perpetran las ejecuciones. La tarima de estos coches está manchada de sangre. Los cadáveres son arrojados por las ventanillas, mientras Szamuelly, cómodamente sentado en el despacho coquetón de su departamento tapizado de damasco rosa y adornado con lunas biseladas, con un gesto de la mano decide la vida o la muerte” (13). El periódico italiano “La Divina parola” (La Divina Palabra) del 25 de abril de 1920, resalta cómo en Hungría: “...durante la reacción antibolchevique contra el israelita Bela Kun, fueron encontrados cadáveres de frailes amontonados confusamente en unos subterráneos. Los diplomáticos extranjeros llamados por el pueblo para constatarlo con sus propios ojos, han atestiguado que vieron muchos cadáveres de religiosos y religiosas que tenían clavado en el corazón el crucifijo que solían llevar sobre el pecho”.

Capítulo Tercero LA CABEZA DEL COMUNISMO No cabe la menor duda de que la teoría marxista (comunista) es obra judía, como lo es también toda acción encaminada a poner en práctica esta doctrina y los millones de asesinatos cometidos. Los directores y organizadores de cualquier movimiento comunista anterior al establecimiento definitivo del bolchevismo en Rusia fueron judíos en su casi totalidad, como también la gran mayoría de los dirigentes materiales de las revoluciones a que dieron origen. Pero en Rusia, primer país en donde triunfó definitivamente el bolchevismo y que ha sido y es en estos momentos el centro motor de la comunización mundial, la paternidad judía del sistema, de la organización y de la práctica soviética no deja tampoco lugar a error. De acuerdo con los datos incontrastables, plenamente demostrados y aceptados por todos los escritores imparciales que han tratado este tema, la obra comunista de los hebreos en la nación de los zares, queda tan patente, que sería vano empeño negarles este ominosos triunfo en exclusiva. Basta con recordar los nombres de los que formaron los gobiernos y los principales organismos directivos en la Unión Soviética para saber a qué atenerse, ante la clara y rotunda demostración de los hechos. I. MIEMBROS DEL PRIMER GOBIERNO COMUNISTA DE MOSCÚ (1918) (Consejo de “Comisarios del Pueblo”) 1.- Ilich Ulin (Vladimir Ilich Ulianov o Nicolás Lenin), presidente del Soviet Supremo; judío en la línea materna. Su madre se llamaba Blank, judía de origen alemán. 2.- Lew Davidovich Bronstein (León Trotsky), comisario del Ejército Rojo y de la Marina; judío. 3.- Iosiph David Vissarionovich Djugashvili-Kochba (José Vissarionovich Stalin), comisario de las Nacionalidades; descendiente de judíos georgianos. 4.- Chicherin, comisario para los Asuntos Exteriores; ruso. 5.- Apfelbaum (Grigore Zinoviev), comisario para los Asuntos Interiores; judío. 6.- Kohen (Volodarsky), comisario de la Prensa y Propaganda; judío. 7.- Samuel Kaufman, comisario para los Terrenos del Rstado; judío. 8.- Steinberg, comisario de Justicia; judío. 9.- Schmidt, comisario de la Prensa y Propaganda; judío. 10.- Ethel Knigkisen (Lilianan), comisaria del Abastecimiento; judía. 11.- Pfenistein, comisario para el Acomodo de los refugiados; judío. 12.- Schlichter (Vostanolenin), comisario para los Encuartelamientos (traspasos de casas particulares a los rojos); judío. 13.- Lurie (Larin), presidente del Soviet Económico Superior; judío. 14.- Kukor (Kukorsky), comisario de la Economía; judío. 15.- Spitzberg, comisario de la Economía; judío. 16.- Urisky (Radomilsky), comisario para las `Elecciones´; judío. 17.- Lunacharsky, comisario de Enseñanza Pública; ruso. 18.- Simasko, comisario para la Higiene; judío. 19.- Protzian, comisario para la Agricultura; armenio (14).

En el apéndice existente al final de este volumen se insertan las interesantes e ilustrativas listas de los funcionarios judíos de todos los cuerpos gubernativos de la Unión Soviética, del Partido Comunista, del Ejército Rojo, de la Policía Secreta, sindicatos, etc. “De un total de 502 cargos de primer rango en la organización y dirección de la Revolución comunista de Rusia y en la dirección del Estado soviético durante sus primeros años de existencia, nada menos que 459 puestos han sido ocupados por judíos, mientras que solamente 43 de estos cargos, por cristianos de diversos orígenes. ¿Quiénes son los que han hecho realmente esta horrorosa revolución? ¿Los cristianos?”. “Otra estadística, publicada al parecer por el periódico contrarrevolucionario ruso “Le Ruse Nationaliste”, después del triunfo de los judeo-comunistas en Rusia, indica que de un número de 554 dirigentes comunistas de primer orden, en diversos cargos, han sido: Judíos Lituanos Rusos Armenios Alemanes Finlandeses Polacos Georgianos Checos Húngaros

447 43 30 13 12 3 2 2 1 1” (15)

Durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente hasta nuestros día, la pandilla judaica que gobierna la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas sigue siendo muy numerosa, pues sus nombres están encabezados por el mismo Stalin, que durante algún tiempo se ha considerado como georgiano de pura cepa y se ha venido a descubrir que es de raza judía, porque Djugashvili, que es un apellido, significa “hijo de Djou” y Djou es una pequeña isla de Persia hacia donde emigraron muchos judíos “marranos” portugueses exiliados, que posteriormente pasaron a Georgia. Actualmente está totalmente comprobado que Stalin tenía sangre judía, aunque él jamás haya confirmado o desmentido los rumores que comenzaban a correr al respecto (16). Veamos una lista de los funcionarios soviéticos judíos en el gobierno de Stalin. 1.- Zdanov (Yadanov); judío, llamado en realidad Liphshitz, ex-comandante de la defensa de Leningrado durante la guerra; miembro del Politburó hasta 1948 y uno de los autores de la resolución que excluía a Tito del Cominform en 1948; muerto poco más tarde. 2.- Lavrenty Beria; judío, jefe de la M.V.D. (policía secreta) y de la Industria Pesada soviética, miembro de la Industria Atómica soviética; ejecutado por orden de Malenkov por el mismo motivo que Stalin liquidó a Yagoda. 3.- Lazar Kaganovich; judío, jefe de la Industria Pesada soviética; miembro del Politburó desde 1944 hasta 1952; luego miembro del Presidium y actualmente presidente del Presidium Supremo de la URSS. 4.- Malenkov (Georgi Maximilianovich Malenk), miembro del Politburó y Orgburó hasta 1952; después miembro del Presidium Supremo; presidente del Consejo de Ministros tras la

muerte de Stalin; ministro del gobierno de Bulganin desde 1955. Es judío de Ornenburg, no cosaco como se afirma. El nombre de su padre, Maximilian Malenk, es típicamente judío ruso. Hay después un detalle muy importante que descubre el verdadero origen de Malenkov y también el de Khruschev. La actual esposa de Melenkov es la judía Pearl-Mutter, conocida como la `camarada Schemschuschne´ , que ha sido ministra (comisaria) de la Industria del Pescado en el gobierno soviético en 1938...No existe una biografía oficial de Malenkov y esto se debe seguramente a que no quiere que se descubra su origen judío. 5.- Nicolás Salomón Khruschev, actual jefe del Partido Comunista soviético; miembro del Politburó desde 1939, es decir, el año en que Malenkov fue elegido miembro del Orgburó. Es hermano de la esposa de Malenkov, o sea, de la judía Pearl-Mutter. Khruschev es judío y se apellida en realidad Pearl-Mutter. 6.- Mariscal Nicolai Bulganin, actual primer ministro soviético; ex-funcionario de un banco, fue uno de los diez judíos miembros del comisariado para la Liquidación de los Bancos particulares de 1919. 7.- Anastasio Iosifovich Mikoyan, miembro del Politburó desde 1935; miembro del Presidium Supremo desde 1952; ministro de Comercio y vice-presidente en el gobierno de Malenkov. Es judío de Armenia y no armenio auténtico como se cree. 8.- Kruglov; judío, jefe de la M. V. D. (policía secreta) después de Beria. Por orden de Kruglov fueron puestos en libertad los médicos judíos arrestados en 1953 por Riumin; sub-jefe de la policía durante el mandato de Beria. Al morir Stalin surgieron esos pleitos de familia entre judíos que estallan a veces por ambiciones de mando. El judío Beria fue asesinado por sus hermanos israelitas del gobierno de Moscú, como años antes los judíos Stalin, Vishinsky, Kaganovich y socios habían mandado matar a los judíos Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Radek, Bujarin y a miles de sus partidarios israelitas en la lucha intestina, verdadera guerra civil ocurrida en el seno del judaísmo. Guerra que ambas facciones hebreas sostuvieron entre sí por el control de la infeliz Rusia y del comunismo internacional. 9.- Alejandro Kosygin; judío; fue miembro del Politburó hasta 1952, después suplente en el Presidium Supremo y ministro de la Industria Ligera y de Alimentación en el gobierno de Malenkov. (Cuando se imprime esta edición mexicana es ya primer ministro del Gobierno Soviético, después de haber participado en el derrocamiento del israelita Nikita Salomón Khruschev, en otro pleito entre judíos comunistas por ambiciones de mando).* *(Nota del editor: Esta aclaración corresponde a la 1ª ed. mexicana de Complot contra la Iglesia, México, D. F.: Ed. Mundo Libre, 1968). 10.- Nicolás Schvernik, miembro del Politburó hasta 1952; luego miembro del Partido Supremo y miembro del Presidium del Comité Central del Partido Comunista; judío. 11.- André Andreievich Andreiev, que era conocido como el `Politburócrato´ de las 3 A; miembro de Politburó entre 1931 y 1952; judío de Galitzia, Polonia; utiliza seudónimo ruso. 12.- P. K. Ponomarenko; judío; miembro del Orgburó en 1952; después miembro del presidium Supremo y ministro de Cultura en el gobierno de Malenkov, 1953; judío. 13.- P. F. Yudin (Iuden), miembro suplente del Presidium Supremo y titular del ministerio de Materiales de Construcción en el gobierno de Malenkov, 1953; judío. 14.- Mihail Pervukin; judío, miembro del Presidium del Comité Central del Partido Comunista desde 1953. 15.- N. Schalatin, potentado en el sub-secretariado del Comité Central del Partido Comunista; judío. 16.- K. P. Gorschenin; judío, ministro de Justicia en el gobierno de Malenkov.

17.- D. Ustinov (Zambinovich); judío, embajador soviético en Atenas, Grecia, hasta la Segunda Guerra Mundial. Ministro de Defensa en el gobierno de Malenkov. 18.- V. Merkulov, ministro del Control del Estado en el tiempo de Malenkov; judío. 19.- A. Zasyadko, ministro de la Industria del Carbón con Malenkov; judío. 20.- Cherburg, jefe de Propaganda soviética; judío. 21.- Milstein, uno de los jefes del Espionaje soviético en Europa; judío. 22.- Ferentz Kiss, jefe del Servicio de espionaje soviético en Europa; judío. 23.- Potschrebitscher (Poscrevichev), ex-secretario particular de Stalin; actualmente jefe de los Archivos secretos del Kremlin; judío. 24.- Ilya Ehremburg, diputado de Moscú en el Soviet Supremo; escritor comunista; judío. 25.- Mark Spivak, diputado de Stalino (Ucrania) en el Soviet Supremo de Moscú; judío. 26.- Rosalía Goldenberg, diputada de Birobidjan en el Soviet Supremo de Moscú; judío. 27.- Ana E. Kaluger, diputada de Besarabia en el Soviet Supremo; judía. Su hermano, llamado ahora no Kaluger sino Calugaru en rumano, es un potentado comunista en la administración de Rumania. También Kalinin, presidente títere durante el gobierno de Stalin, muerto hace tiempo, era judío (17). Ya es bien sabido que fue una gran falsedad el antisemitismo de Stalin y que la matanza de los judíos trotskistas, zinovietistas y bujarinistas que llevó a cabo para asegurarse en el poder, se realizó por otros judíos. En última instancia, la lucha entre el judío Trotsky y el judío Stalin, fue una contienda entre bandos judíos por el control del gobierno comunista que ellos crearon; simplemente un pleito de familia. Sirva de prueba la siguiente lista de comisarios de Asuntos Exteriores, cuando Stalin se deshacía de cuantos judíos eran peligrosos para su poder personal. 1.- Maxim Maximovich Litvinoff, ministro soviético de Asuntos Exteriores hasta 1939 cuando fue reemplazado por Molotov; ocupando después altos cargos en el mismo ministerio hasta su muerte en febrero de 1952. Nació en Polonia, hijo del `bankleark´ (agente de banca) judío Meer Genokh Moiseevich Vallakh. Para ocultar su verdadero nombre Maxim Moiseevich Vallakh (Litvinoff) utilizó durante su carrera varios seudónimos entre ellos Finkelstein, Ludwig Nietz, Maxim Harryson, David Mordecay, Félix y por fin cuando llegó a potentado en el régimen comunista de Rusia adoptó el de Litvinoff o Litvinov. Cuando este judío fue reemplazado por Molotov en 1939, la judería del mundo occidental y toda la prensa judeo-masónica comenzaron a gritar que había sido alejado por Stalin `porque era judío´ ; pero no dijeron después que Litvinov quedó en el ministerio hasta su muerte. ¿Para qué decirlo si esto no interesaba a la conspiración?. En las memorias de Litvinov publicadas después de su muerte, está escrito que en su opinión nada cambiará en Rusia soviética después de la muerte de Stalin. En efecto, Stalin murió un año después que Litvinov y nada cambió en la política interior y exterior soviética. Lo que en Occidente llaman cambios en la política de la URSS no son más que sencillos engaños de propaganda, adecuados a las necesidades del plan de dominación mundial de los judíos. Nada ha cambiado tras la muerte de Stalin. Hay un poco de agitación debido a la falta de un nuevo jefe único del calibre de Stalin o Lenin; eso es todo. Por esto, los conspiradores judeomasones de Occidente quieren pintar al tenebroso cuervo soviético-comunista con colores brillantes de `pacifismo´, `coexistencialismo´, `humanización´, etc., para presentarlo al mundo como algo inofensivo... Cuando Litvinov afirmó que nada cambiaría con la muerte de Stalin sabía muy bien que esto ocurriría, porque Stalin no era más que uno de los trabajadores de la banda judaica que dirige a la URSS, y que después de éste se quedarían otros judíos para seguir el plan de

dominación mundial en el que colaboran Bulganin, Baruch, Reading, Thorez, Mendes France, David Ben Gurión y otros muchos. Continuando la lista de los judíos en el ministerio de Asuntos Exteriores de la URSS tenemos a: 2.- Andrés Ianuarevich Vishinsky, muerto ya; fue ministro del Exterior de la URSS antes de la muerte de la muerte de Stalin; después, delegado permanente de la Unión Soviética en la ONU, donde no perdía oportunidad para lanzar palabrotas contra los países no comunistas tal como lo hacía cuando era `juez popular´. Su nombre judío era Abraham Ianuarevin (Este judío fue fiscal en los procesos que condenaron a muerte a sus hermanos de raza judía que constituían la vieja guardia revolucionaria de Lenin y que fueron asesinados por Stalin y su pandilla también judía en la lucha por el poder en Rusia). 3.- Jacob Malik, representante soviético ante la ONU y gran personaje en la jerarquía diplomática soviética; judío. 4.- Valerian Zorin, un tiempo embajador en Londres y también gran figura de la diplomacia soviética que cambia de cargo según las necesidades. 5.- Andrei Gromyko, diplomático judío de Galitzia; hoy, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS. 6.- Alejandro Panyushkin, ex-embajador soviético en Washington; embajador en Pekín en 1955, considerado como el verdadero dictador de la China Roja hasta que Mao Tse-tung, fiel al stalinismo, se rebeló contra Khruschev cuando éste traicionó al dicho stalinismo. 7.- Zambinovich (Ustinov), embajador en Atenas hasta 1940; judío. 8.- Almirante Radionovich, embajador en Atenas entre 1945 y 1946, o sea hasta cuando se preparó el `golpe de Estado´ comunista en Grecia; judío. 9.- Constantin Umansky, enviado a Washington durante la Segunda Guerra Mundial y después potentado en el ministerio de Asuntos Exteriores de Moscú; judío. 10.- Dimitri Manuilsky, ex-representante en Ucrania y en la ONU; ex-presidente de Ucrania; judío. 11.- Ivan Maisky, embajador en Londres durante la guerra; luego alto funcionario del ministerio de Asuntos Exteriores en Moscú; judío. 12.- Madame Kolontay; judía; embajadora en Estocolmo hasta su muerte en marzo de 1952. (Antes estuvo en México. Su familia hebrea se había mezclado con la aristocracia rusa a la que traicionó, como lo han hecho todos esos judíos infiltrados en la nobleza por medio de matrimonios mixtos o por títulos de nobleza obtenidos por servicios prestados a los reyes, los cuales sin darse cuenta minaron en esa forma la fuerza de la nobleza de sangre, facilitando al judaísmo su control; como ocurrió en Inglaterra o el derrocamiento de las monarquías como sucedió en otros países). 13.- Daniel Solod, embajador en El Cairo en 1955. Este, ayudado por un grupo de judíos afiliados al cuerpo diplomático en El Cairo, dirige la conspiración israelita dentro del mundo árabe bajo la protección diplomática soviética, sin que el gobierno egipcio se dé cuenta. Este gobierno no debería olvidar que David Ben Gurión, primer ministro de Israel y también Golda Meyerson, ministra de Israel en Moscú, son judíos rusos como D. Solod (18). No debe olvidarse que fue el judío Yagoda, jefe en esos días de la policía secreta de Stalin, el que dirigió con su equipo de verdugos israelitas la matanza de los judíos enemigos de Stalin en la URSS. Actualmente, según los datos comprobados entre el 80% y el 90% de los puestos clave en todos los ministerios de Moscú y de las demás repúblicas soviéticas están ocupados por judíos. El Duque de la Victoria después de minucioso estudio concluye: “No creo que pueda haber duda del origen de todos los que dirigieron y ocuparon los primeros puestos en Moscú desde los primeros momentos de la revolución; lo lamentable para

los rusos es que después del tiempo transcurrido están muchísimo peor, porque ha aumentado de una manera alarmante la cantidad de judíos que existen en Rusia y todos los principales puestos directivos están en sus manos...” (19). Al igual que Rusia, los países de Europa en donde el bolchevismo se ha enseñoreado, han sido totalmente dominados por la minoría judía que aparece siempre dirigiendo el gobierno comunista con mano férrea, criminal e inmisericorde, para lograr la total esclavitud de los ciudadanos autóctonos por un grupo insignificante de judíos. Pero más convincente que cualquier argumento, es pasar revista a los principales dirigentes de las dictaduras socialistas europeas que se encuentran siempre en manos de los israelitas. haremos mención de los principales. A.- HUNGRÍA: 1.- El jefe comunista más importante desde que el país fue ocupado por las tropas soviéticas es Mathias Rakosi; israelita cuyo verdadero nombre es Mathew Roth Rosenkranz, nacido en el año 1892 en Szabadka. 2.- Frenk Muennich; judío, primer ministro de Hungría en 1959, después de Janos Kadar. 3.- Ernö Gerö, ministro del Interior hasta 1954; judío. 4.- Szebeni, ministro del Interior antes del judío Gerö, israelita. 5.- General Laszlo Kiros, ministro del Interior desde julio de 1954; al mismo tiempo jefe de la A.V.O. (policía secreta) correspondiente húngara de la M.V.D. soviética; judío. 6.- General Peter Gabor, jefe de la Policía Política comunista de Hungría hasta 1953; judío, llamado en realidad Benjamin Ausspitz, antiguo sastre de Sátoraljaujhely, Hungría. 7.- Varga, secretario de Estado para la Economía Planificada; judío, llamado en realidad Weischselbaum; ex-ministro del gobierno de Bela-Kun. También presidente del Consejo Superior Económico. 8.- Beregi, ministro de Asuntos Exteriores. 9.- Julius Egry, ministro de Agricultura de la R.P.H.; judío. 10.- Zoltan Vas, presidente del Consejo Superior Económico; judío llamado en realidad Weinberger. 11.- Josef Revai, dictador de la prensa húngara y director del periódico rojo `Szabad Nep´ (El pueblo libre); judío, llamado en realidad Moisés Kahána. 12.- Révai (otro), ministro de Educación Nacional; judío, llamado Rabinovits. 13.- Jozsef Gerö, ministro de Comunicaciones; judío, llamado Singer. 14.- Mihály Farkas, ministro de Defensa Nacional; judío, llamado Freedmann. 15.- Veres, ministro de Estado; judío. 16.- Vajda, ministro de Estado; judío. 17.- Szántó, comisario para la Depuración, encviado desde Moscú en 1951; judío, llamado Schreiber; ex-ministro del gobierno de Bela Kun. 18.- Gyula Déssi, ministro de `Justicia´hasta 1953; hoy, jefe de la Policía Secreta; judío. 19.- Emil Weil, embajador de Hungría en Washington. Es el doctor judío que torturó al Cardenal Mindszenty. Entre otros potentados judíos de marca, hay que mencionar a: 1.- Imre Szirmay, el director de la sociedad magyar de radiodifusión. 2.- Gyula Garay, juez `popular´del tribunal comunista de Budapest. 3.- Coronel Caspo, sub-jefe de la Policía Secreta. 4.- Profesor Laszlo Benedek; judío, dictador en cuestiones de enseñanza. El único comunista importante de origen cristiano fue el masón Laszlo Rajk, ex-ministro de Asuntos Exteriores, juzgado y condenado bajo culpa de `traición´ por sus `hermanos´ judíos (20), como

les ha pasado en las dictaduras comunistas a todos los masones de origen cristiano o gentil, engañados por el poder oculto judaico que controla tras bambalinas la fraternidad masónica, que los ha empujado en algunos países a trabajar por el triunfo de la revolución socialista, para después al instaurarse la llamada `dictadura del proletariado´ irlos matando en las famosas purgas. B.- CHECOSLOVAQUIA: 1.- Clement Gottwald, uno de los fundadores del Partido Comunista en Checoslovaquia y presidente de este país entre 1948 y 1953; judío, muerto poco después de Stalin. 2.- Wladimir Clementis, ex-ministro comunista de Asuntos Exteriores de Checoslovaquia, `juzgado y condenado´ en 1952; judío, víctima de esas pugnas internas surgidas entre los hebreos comunistas. 3.- Vaclav David, el actual ministro de Asuntos Exteriores de Checoslovaquia (1955); judío. 4.- Rudolf Slaski, ex-secretario general del PCCH, `condenado´ en 1952; judío, llamado Rudolf Salzmann. 5.- Firi Hendrich, el actual secretario general del P.C.; judío. 6.- General Bendric Reicin, `condenado´ en 1952; judío. 7.- Andrés Simón, `condenado´ en 1952; judío, llamado Otto Katz. 8.- Gustav Bares, secretario general adjunto del P.C.; judío. 9.- Iosef Frank, ex-secretario general adjunto del P.C., `condenado´ en 1952; judío. 10.- Karel Schab, ex-ministro de Seguridad, `condenado´ en 1952; judío (21). C.- POLONIA: 1.- Boleislaw Beirut, presidente de Polonia hasta 1954; judío. 2.- Iacob Berman, secretario general del P.C.P.; judío. 3.- Iulius Kazuky (Katz), ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, bien conocido por sus discursos violentos en la ONU; judío. 4.- Karl Swierezewsky, ex-viceministro de la Defensa Nacional de Polonia, muerto por los campesinos anticomunistas ucranianos en el sur de Polonia; judío. (No siempre es amorfa la masa del pueblo). 5.- Iosif Cyrankiewicz, primer ministro de Polonia desde 1954, después de Beirut; judío. 6.- Hillary Mink, vice-primer ministro desde 1954; judío. 7.- Zenon Nowek, segundo primer ministro de Polonia desde 1954; judío. 8.- Zenon Kliszko, ministro de Justicia; judío. 9.- Tadeo Kochcanowiecz, ministro de Trabajo; judío. El único comunista polaco de origen cristiano, importantes, es Wladislaw Gomulka, que fue alejado de la dirección política desde 1949 cuando perdió el cargo de primer ministro, y más tarde o más temprano, pasará con él lo que ha pasado con Rajk en Hungría (22). Últimamente fue repuesto en la dirección del Partido y del Estado. D.- RUMANÍA: 1.- Ana Pauker; judía, ex-ministra de Asuntos Exteriores de la `República Popular Rumana´ y agente No. 1 del Kremlin en Rumanía hasta el mes de junio de 1952 cuando pasó a la sombra, pero libre en Bucarest hasta hoy día. Esta hiena judía llamada originalmente Anna

Rabinsohn, es hija de un rabino judío venido a Rumanía desde Polonia. Nació en Moldavia en 1892... 2.- Ilka Wassermann; ex-secretaria particular de Anna Pauker; actualmente la verdadera dirigente del ministerio de Asuntos Exteriores; judía. 3.- Iosif Kisinevsky, el actual agente No. 1 del Kremlin en Rumanía; miembro del Comité Central del Partido Comunista y vice-presidente del Consejo de Ministros. Es judío de Bessarabia; su nombre real es Ioska Broitman. Es el verdadero jefe del Partido Comunista en Rusia, aunque `oficialmente´ el secretario general de este partido es el cerrajero rumano Gheorghe Gheorghiu Dez, que juega un simple papel de pantalla política. Kisinevski tomó su actual seudónimo del nombre de la ciudad de Kisinau, Bessarabia, donde antes de la llegada del Ejército Rojo tenía una sastrería; judío. 4.- Teohari Georgescu, ministro de Asuntos Interiores en el gobierno comunista de Bucarest entre 1945 y 1952; en la actualidad está relegado a un cargo secundario, aunque `oficialmente´ fue `expulsado´ del Partido Comunista. Está en la misma situación que Anna Pauker. Su nombre verdadero es Burach Tescovich, y es un judío originario de Galatz, puerto rumano del Danubio... 5.- Avram Bunaciu, es el actual (1955) secretario general del Presidium de la Gran Asamblea Nacional de la `República Popular Rumana´, o sea el verdadero jefe de esta asamblea, ya que Petru Groza, el presidente `oficial´, es solamente un viejo maniquí, masón, casado con una judía, cuyo papel es puramente decorativo. Avram Bunaciu se llama en realidad Abraham Guttman (Gutman traducido es el nombre correspondiente en rumano a `Bunaciu´, o sea el seudónimo adoptado por este judío). 6.- Lotar Radaceanu, otro ministro del gobierno comunista de Bucarest `depuesto´ en 1952 y reaparecido en la tribuna de honor en 1955. Es judío de Transilvania. Se llama Lothar Würtzel. Como la palabra `würtzel´ traducida al rumano significa `radacina´, o sea `raíz´ en castellano, este judío ha transferido sencillamente su nombre hebreo al rumano y se llama ahora `Radaceanu´. 7.- Mirón Constantinescu, miembro del Comité central del Partido Comunista y ministro de las Minas y el Petróleo, cambia de vez en cuando sus cargos ministeriales. Es un judío de Galatzi, Rumanía, llamado en realidad Mehr Kohn, y usa, como es costumbre en ellos, seudónimo rumano. 8.- General Locotenent Moisés Haupt, comandante de la Región Militar de Bucarest; judío. 9.- Coronel General Zamfir, jefe de la `Seguridad General´ comunista de Rumanía y el responsable de millares de asesinatos ejecutados por esta policía secreta. Es judío originario del puerto de Braila, sobre el Danubio. Se llama Laurian Rechler. 10.- Heim Gutman, jefe del Servicio Secreto Civil de la `República Popular Rumana´; judío. 11.- Mayor General William Suder, jefe del Servicio de Información y Contraespionaje del Ejército comunista rumano. Es judío llamado Wilman Süder. Ex-oficial del Ejército soviético. 12.- Coronel Roman, ex-director del Servicio E.C.P. (Educación, Cultura y Propaganda) del Ejército rumano hasta 1949, y actualmente ministro en el gobierno comunista. Su nombre judío es Walter. 13.- Alejandro Moghiorosh, ministro de la Nacionalidad en el gobierno rojo; judío de Hungría. 14.- Alejandro Badau, jefe del Servicio de Control de los Extranjeros en Rumanía. Es judío originario de la ciudad de Targoviste cuyo nombre auténtico es Braunstein. Antes de 1940 su familia tenía un gran almacén comercial en Targoviste. 15.- Mayor Lewin, jefe de la censura de la Prensa; judío, ex-oficial del Ejército Rojo.

16.- Coronel Holban, jefe de la `Seguridad´ comunista de Bucarest; judío, llamdo Moscovich. Ex-jefe sindical. 17.- George Silviu, secretario general administrativo del ministerio de Asuntos Interiores; judío, llamado Gersh Golinger. 18.- Erwin Voigulescu, jefe de la división de pasaportes en el ministerio de Asuntos exteriores; judío, llamado Erwin Weinberg. 19.- Gheorghe Apostol, jefe de la Confederación General del Trabajo de Rumanía; judío, llamado Gerschwin. 20.- Stupineanu, jefe del Servicio de espionaje Económico; judío, llamado Stappnau. 21.- Emmerick Stoffel, ministro de la `República Popular Rumana´ en Suiza; judío de Hungría, especialista en cuestiones bancarias. 22.- Harry Fainaru, `ex-consejero´ (jefe) de la Legación comunista rumana en Washington hasta 1954; y actualmente potentado en el ministerio de Asuntios exteriores de Bucarest; judío, llamado Hersch Feiner. Antes de 1940 su familia tenía un comercio de cereales en Galatzi. 23.- Ida Szillagy, la verdadera jefa de la Legación rumana de Londres; judía, amiga de Anna Pauker. 24.- Lazarescu, el `chargé d´affaires´, del gobierno rumano en París; judío, llamado en realidad Burach Lazarovich, hijo de un comerciante judío de Bucarest. 25.- Simón Oieru, sub-secretario de estado rumano; judío, llamado Schaffer. 26.- Aurel Baranga, inspector general de la Artes; judío, llamado Ariel Leibovich. 27.- Liuba Kisinevski, presidenta de la U.F.A.R. (UNión de mujeres antifascistas `rumanos´ ); judía, originaria de Cernautzi, Bucovina, llamada en realidad Liuba Broitman, esposa de Iosif Kisinevski, del Comité Central del partido. 28.- Lew Zeiger, director del Ministerio de Economía Nacional; judío. 29.- Doctor Zeider, jurisconsulto del Ministerio de Asuntos Exteriores; judío. 30.- Marcel Breslasu, director general de Artes; judío, llamado Mark Breslau. 31.- Silviu Brucan, redactor jefe del diario `Scanteia´, órgano oficial del partido; judío, de nombre Brücker. Éste dirige toda la campaña de mentiras con la cual se quiere engañar al pueblo rumano sobre la verdadera situación creada por el comunismo. Al mismo tiempo el judío Brücker dirige la falsa campaña `antisemita´ de la prensa comunista de Rumanía. 32.- Samoila, director administrativo del periódico `Scanteia´; judío, llamado Samuel Rubinstein. 33.- Horia Liman, el segundo redactor del periódico comunista 34.- Ingeniero Schnapp, director administrativo del periódico comunista `Romania Libera´(Rumania Libre), el segundo diario comunista en tiraje; judío. 35.- Jean Mihai, jefe de la Cinematografía rumana (propaganda comunista a través de las películas); judío, cuyo nombre es Iacob Michael. 36.- Alejandro Graur, director general de la sociedad rumana de radiodifusión, totalmente al servicio del partido Comunista. Es un profesor judío llamado en realidad Alter Brauer, originario de Bucarest. 37.- Mihail Roller, actual presidente de la Academia Rumana, es un oscuro profesor judío totalmente desconocido antes de la llegada de los soviéticos a Rumanía. Hoy es `presidente´ de nuestra Academia y más aún, ha escrito una `nueva historia´ del pueblo rumano falsificando las realidades históricas. 38.- Profesor Weigel, uno de los tiranos judíos de la Universidad de Bucarest que dirige la `depuración´ permanente de los estudiantes rumanos abiertamente hostiles al régimen comunista judío.

39.- Profesor Levin Bercovich, otro tirano de la Universidad de Bucarest que controla con sus agentes la actividad de los profesores rumanos y sus relaciones sociales; judío, llegado de Rusia. 40.- Silviu Iosifescu, el `crítico literario´ oficial que ha `censurado´ y cambiado la forma y el fondo de las poesías de nuestros mejores poetas como Eminescu Alecsandri, Vlahutza, Carlova, etc., - todos muertos hace decenas de años o más de medio siglo- porque estas poesías `no estaban en concordancia con las ideas marxisto-comunistas´. Este asesino literario es judío, llamado en realidad Samoson Iosifovich. 41.- Ioan Vinter, el segundo `crítico literario´ marxista del régimen, autor de un libro titulado `El problema de la herencia literaria´; judío, de nombre Iacob Winter. Los tres ex-secretarios de la Confederación General del Trabajo hasta 1950, o sea Alejandro Sencovich, Mischa Levin y Sam Asriel (Serban), eran todos judíos (23). E.- YUGOSLAVIA: 1.- El mariscal Tito, cuyo verdadero nombre judío es el de Iosif Walter Weiss, originario de Polonia. 2.- Moisés Pijade, secretario general del Partido Comunista y en realidad la `eminencia gris´ del régimen; judío sefardita. 3.- Kardelj, miembro del Comité Central del P.C. yugoslavo y ministro de Asuntos Exteriores; judío de origen húngaro, llamado en realidad Kardayl. 4.- Rankovic, miembro del Comité Central del P.C. yugoslavo y ministro de Asuntos Interiores; judío austríaco, llamado antes Rankau. 5.- Alejandro Bebler, miembro del Comité Central del P.C. y delegado permanente de Yugoslavia en la ONU; judío austríaco. 6.- Ioza Vilfan (Joseph Wilfan), consejero económico de Tito, en realidad el dictador económico de Yugoslavia; judío de Sarajevo (24). Como en Yugoslavia no había tantos judíos como en otros países, encontramos mayor número de nacionales en el gobierno comunista de su país, pero siempre en puestos secundarios, porque los principales dirigentes antes señalados son los que en realidad dominan totalmente el gobierno yugoslavo. Numerosos autores católicos han realizado estudios estadísticos que también demuestran que el comunismo es obra judía. En el libro “La guerra oculta” de Malinski y de Poncins, edición italiana, Milán, 1961, recientemente publicado, se incluye un apéndice de Monseñor Jouin con datos estadísticos muy reveladores al respecto. Es importante también el estudio sobre la materia aparecido en Roma con el título: “La rivoluzione mondiale e gli hebrei” (La revolución mundial y los hebreos), publicado por la revista de los jesuitas en esta ciudad, titulada “Civiltà cattòlica” en el opúsculo 17361 del año de 1922.

Capítulo Cuarto LOS FINANCIEROS DEL COMUNISMO La judería internacional tiende en conjunto al socialismo comunista de Marx realizado por ellos actualmente en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y en todos sus satélites, porque el comunismo es la meta inmediata de sus aspiraciones de dominación mundial y de poder omnímodo sobre todos los pueblos de la Tierra. Siempre han manifestado tal criterio y desde el principio han tendido conjuntamente a este fin. Este resultado final comunista es concebido por todos los judíos como su propia meta con una absoluta unanimidad, aunque muchas personas no judías, defectuosamente informadas o intencionalmente engañadas, piensen que el gran número de judíos multimillonarios que hay en el mundo y que incluso dominan las finanzas mundiales, tienen que estar situados frente a esa tendencia que trata de arrebatarles sus riquezas. A simple vista, nada más lógico que pensar en un acaudalado financiero, en un rico comerciante o en un importante industrial como el enemigo natural más acérrimo del comunismo; pero si los industriales, comerciantes o financieros son judíos, no habrá la menor duda de que serán también comunistas, ya que el socialismo comunista de Marx ha sido creado y realizado por ellos no para perder los bienes que poseen, sino para adueñarse de todos los demás que aún no les pertenecen y acaparar en sus manos toda la riqueza mundial, que según su sentir detentan indebidamente todos los que no son de la raza israelita. El conocido escritor Werner Sombart, dice: “El principal carácter de la religión judía consiste en que es una religión que no tiene que ver con el más allá, una religión, por decirlo así, única y esencialmente terrestre”. “El hombre no puede experimentar el bien o el mal mas que en este mundo; si Dios quiere castigar o recompensar, no puede hacerlo mas que en vida del hombre. Por eso aquí abajo debe prosperar el justo y sufrir el impío”. “Es inútil insistir sobre las diferencias que se deducen de esta oposición entre las dos maneras de ver tocante a las actitudes respectivas del judío piadoso y del cristiano piadoso con respecto a la adquisición de las riquezas. Mientras el cristiano piadoso que se había hecho culpable de usura, está atormentado en su lecho de muerte por las torturas del arrepentimiento y estaba dispuesto a renunciar a cuanto poseía porque el bien injustamente adquirido le abrasaba; el judío piadoso, llegado al término de la vida, miraba con complacencia las arcas y cofres llenos hasta crujir, en donde estaban acumulados los cequíes (moneda) descontados durante su larga vida sobre los pobres cristianos y también sobre los pobres musulmanes; espectáculo en el que su corazón piadoso podía regocijarse, porque cada perrilla de interés que estaba allí encerrada era como un sacrificio ofrecido a su Dios” (25). Al mismo tiempo el dinero judío es el instrumento poderosísimo que ha permitido al socialismo marxista financiar ampliamente los movimientos revolucionarios, sin cuyo apoyo no hubiera podido triunfar jamás; y la forma de corromper en todos los aspectos la civilización cristiana, ya sea materializando al individuo al hacerle preferir la riqueza a los valores trascendentes, o bien por los medios directos que tan efectivamente saben usar como el cohecho, el peculado, la concusión y en general la compra de las conciencias. La idea judía de acaparar todo el dinero del mundo por medio del comunismo aparece con toda diafanidad en muchos famosos escritores judíos

como Edmond Fleg, Barbusse, André Spire y otros, pero principalmente en la conocida carta enviada por el célebre judío neomesianista Baruch Levy a Karl Marx, descubierta en 1888 y publicada por primera vez en ese mismo año. Su texto es el siguiente: “El pueblo judío tomado colectivamente será él mismo su Mesías. Su reino sobre el universo se obtendrá por la unificación de las otras razas humanas, la supresión de las fronteras y de las monarquías que son los baluartes del particularismo, y el establecimiento de una república universal que reconocerá por doquier los derechos de la ciudadanía a los judíos. En esta nueva organización de la humanidad, los hijos de Israel diseminados actualmente sobre toda la superficie del globo, todos de la misma raza y de igual formación tradicional, sin formar no obstante una nacionalidad distinta, llegarán a ser sin oposición el elemento dirigente en todas partes, sobre todo si llegan a imponer a las masas obreras la dirección estable de algunos de entre ellos. Los gobiernos de las naciones al formar la república universal pasarán todos sin esfuerzo a manos de los israelitas a favor de la victoria del proletariado. La propiedad individual podrá entonces ser suprimida por los gobiernos de raza judía que administrarán en todas partes la fortuna pública. Así se realizará la promesa del Talmud que cuando los tiempos del Mesías hayan llegado los judíos tendrán bajo sus llaves los bienes de todos los pueblos del mundo” (26). Siguiendo esta táctica de acaparamiento económico, es perfectamente natural que veamos a los más ricos financieros y a los banqueros más importantes del mundo financiar las revoluciones comunistas; y no es difícil, teniendo en cuenta los datos citados, aclarar una situación que superficialmente parecería paradójica y absurda al contemplar siempre unidos a los más acaudalados judíos del mundo con los dirigentes israelitas de los movimientos comunistas. Si las explicaciones de los más connotados judíos son suficientes para mostrarnos esta estrecha relación con claridad meridiana, más ilustrativos son los hechos tan notorios que nos permiten borrar hasta el más leve resquicio de incertidumbre. Después de la derrota francesa de 1870 y la caída del Imperio de Napoleón III, los marxistas, dirigidos desde Londres por Karl Marx, se adueñaron de París el 18 de marzo de 1871 por más de dos meses, con apoyo de la guardia nacional que se había constituido en un organismo armado totalmente dependiente de la Internacional marxista. Cuando la Comuna no pudo resistir el ataque de las tropas del gobierno que tenían su sede en Versalles, y al considerar los comunistas segura su derrota, se dedicaron al robo, al asesinato y al incendio para destruir la capital de acuerdo con la consigna dada anteriormente por Clauserets en 1869: “¡Nosotros o nada! Yo os afirmo: París será nuestro o no existirá más”. En esta ocasión quedó claramente manifiesta la complicidad de los banqueros judíos franceses con los comunistas, al constatar –como lo señala Salluste en su libro “Les origines secrètes du bolchevisme”- que Rothschild, por una parte, hacía presión en Versalles ante Thiers, presidente de la República, para evitar una acción decidida del ejército en contra de los comunistas marxistas, hablando de posibles entendimientos y acomodos con el Comité central de los Federados (marxistas); y por otra parte, gozaba de una total impunidad tanto en su persona como en sus bienes en la ciudad de París, sumida en un espantoso y sangriento caos. A este respecto nos dice Salluste en su obra citada, pág. 137:

“M. de Rothschild es cierto que tenía buenas razones para creer posible la conciliación: su chalet de la calle Saint-Florentin estaba protegido día y noche por un piquete de federados (marxistas) encargados de evitarle cualquier depredación, piquete que estuvo renovándose durante dos meses hasta el momento en que la gran barricada que se levantaba a dos pasos de ahí fue tomada por las tropas de Versalles”. “Cuando los rehenes eran fusilados, cuando los más bellos palacios de París ardían y millares de franceses morían víctimas de la guerra civil, es curioso constatar que la protección acordada por los comunistas al gran banquero judío no cesó por un momento”. Otro ejemplo acaecido ya en nuestro siglo, mencionado por Esteban J. Malanni en su obra “Comunismo y Judaísmo” es el siguiente: “En 1916 el teniente general del ejército imperial ruso A. Nechvolodof transcribe una información secreta de uno de los agentes del Estado Mayor, con fecha 15 de febrero de ese año, recibida en el Estado Mayor del generalísimo ruso en los siguientes términos: El Partido revolucionario ruso en Norteamérica ha determinado llegar a los hechos. En consecuencia, de un momento a otro, se pueden esperar revueltas”. “La primera reunión secreta que señala el principio en la era de los actos de violencia se verificó el lunes por la tarde del 14 de febrero, en el East End de Nueva York. Debían reunirse sesenta y dos delegados, de los cuales cincuenta eran `veteranos´ de la revolución de 1905, y los demás, miembros nuevos. La mayor parte de los asistentes eran judíos, y entre ellos, muchos eran gente instruida, como doctores, publicistas, etcétera...También se encontraban entre ellos algunos revolucionarios de profesión...”. “Los comienzos de esta primera reunión fueron casi totalmente dedicados a examinar los medios y posibilidades de hacer en Rusia una gran revolución. El momento era de los más favorables. “Se dijo que el partido acababa de recibir de Rusia informes secretos, según los cuales la situación era del todo propicia, porque ya estaban concluidos todos los acuerdos preliminares para una sublevación inmediata. El único obstáculo serio era la cuestión del dinero; pero apenas se hizo esta observación, contestaron inmediatamente algunos miembros que eso no debía suscitar ninguna duda, porque en el momento que se necesitare, darían sumas considerables personas que simpatizaban con el movimiento para libertar al pueblo ruso. Y a este propósito se pronunció repetidas veces el nombre de Jacobo Schiff (acaudalado banquero judío) ” (27). A principios de 1919, el servicio secreto de Estados Unidos de Norteamérica, entregó al alto delegado de la República Francesa en ese país un memorial en el que categóricamente señala la participación de los principales banqueros en la preparación de la revolución comunista rusa: “ 7-618-6 No. 912-S. R. 2 II

Transmitido por el Estado Mayor del ejército 2º. despacho

En febrero de 1916, se supo por primera vez que en Rusia se estaba fomentando una revolución. Se descubrió que las personas y firmas bancarias que se mencionan estaban complicadas en esta obra de destrucción: 1.- Jacob Schiff; judío. 2.- Kuhn, Loeb and Co., firma judía. Dirección: Jacobo Schiff, judío; Félix Warburg, judío; Otto Kahn, judío;

Mortimer Schiff, judío; Jerónimo H. Hanauer, judío; 3.- Guggenheim, judío; 4.- Max Breitung, judío “. (28) “A principios de 1917 el poderoso banquero Jacobo Schiff comenzó a proteger a Trotsky, judío y francmasón, cuyo verdadero nombre es Bronstein; la misión que se le encomendaba era dirigir en Rusia la revolución social. El periódico de Nueva York “Forward”, cotidiano judío y bolchevista, también le protegió con el mismo objeto. También le ayudaban financieramente los grandes bancos: Casa judía Max Warburg, de Estocolmo; el Sindicato “Westphalien-Rhenan”, por el judío Olef Aschberg de la Nye-Banken de Estocolmo y por Jivotovsky, judío, cuya hija se casó con Trotsky y de este modo se establecieron las relaciones entre los multimillonarios judíos y los judíos proletarios...” “La firma judía Kuhn, Loeb and Co., está en relación con la Sindical “WestphalienRhenan”, firma judía de Alemania; lo mismo que los hermanos Lazare, casa judía de París, lo está con la Gunzbourg, casa judía de Petrogrado, Tokio y París; si observamos además que todos los asuntos se resuelven también con las casas judías Speyer and Co., de Londres, Nueva York y Francfort-sur-le-Mein, y lo mismo con las casas Nye Banken, que es la encargada de los negocios judíos-bolchevistas de Estocolmo, podremos deducir que la relación que tiene la Banca con todos los movimientos bolchevistas, debe pensarse que en la práctica representa la expresión verdadera de un movimiento general judío, y que ciertas Casas de banca judías están interesadas en la organización de esos movimientos” (29) “En el folleto de S. de Baamonde vuelvo a encontrar más sobre la banca Kuhn and Co. Jacob Schiff era un israelita de origen alemán. Su padre, que vivió en Francfort, fue en esa ciudad un modesto corredor de la casa Rothschild. El hijo emigró a los Estados Unidos y allí hizo una rápida carrera que le convirtió pronto en jefe de la gran firma Kuhn, Loeb and Co., principal banco israelita de (Estados Unidos) América”. “En el mundo bancario judío Jacobo Schiff no se significó solamente por su ciencia en los negocios y por el atrevimiento de sus concepciones. Aportó también proyectos e intenciones muy decididas, aunque no nuevas ni propias, sobre la acción política dirigente que esa banca debe ejercer sobre los destinos del mundo: `The spiritual direction of human affairs´.” “Otra de las constantes preocupaciones del plutócrata, era la intervención a toda costa en los asuntos políticos de Rusia para provocar en ese país un cambio de régimen. La conquista política de Rusia que hasta entonces había escapado a la influencia masónica, gracias a un régimen nacional, debía ser el mejor medio de asegurar en el Universo entero el poder de Israel” (30). “En la primavera de 1917, Jacobo Schiff comenzó a comanditar a Trotsky (judío) para que hiciera la revolución social en Rusia. El diario judío bolchevique de Nueva York, “Forward”, se cotizó también con el mismo objeto”. “Desde Estocolmo, el judío Max Warburg habilitaba igualmente a Trotsky y Cía; y lo mismo hacían el Sindicato Westfaliano-Renano, importante consorcio judío; el judío Olef Aschberg, del Nye Banken de Estocolmo; y Yivotovsky, un judío con cuya hija está casado Trotsky”. “Al mismo tiempo, un judío, Paul Warburg, demostraba tener relaciones tan estrechas con los personajes bolcheviques que no fue reelegido en la `Federal Reserve Board´. “ (31) El “Times” de Londres del 9 de febrero de 1918 y el “New York Times”, en dos artículos de Samuel Gompers publicados en los números de 1º. de mayo de 1922 y 31 de diciembre de 1923, decía lo siguiente: “Si tenemos en cuenta el hecho de que la firma judía Kuhn-Loeb and Co. está en relaciones con el Sindicato Westfaliano-Renano, firma judía de Alemania; con Lazare Frères,

casa judía de París; y también con la casa bancaria Gunzburg, firma judía de Petrogrado, Tokio y París; y si advertimos además que los precedentes negocios judíos mantienen estrechas relaciones con la casa judía Speyer and Co., de Londres, NuevaYork y Francfort del Meno; lo mismo que con el Nye Banken, casa judía bolchevique de Estocolmo; comprobaremos que el movimiento bolchevique en sí, es, hasta cierto punto, la expresión de un movimiento general judío y que determinadas casas bancarias judías están interesadas en la organización de este movimiento” (32). El general Nechvolodof apunta en su obra el fuerte financiamiento judío a la revolución comunista de Rusia: “Durante los años que precedieron a la revolución, doce millones de dólares habían sido entregados por Jacobo Schiff a los revolucionarios rusos. Por otra parte, según M. Bakmetieff, embajador del gobierno imperial ruso en Estados Unidos, fallecido en París, hace algún tiempo, los bolcheviques triunfantes habían remitido, entre 1918 y 1922, 600 millones de rublos de oro a la firma Kuhn, Loeb and Co.” (33). Después de estas pruebas tan concluyentes, no creo que a ninguno se le ocurra llegar a la optimista conclusión de que hay judíos malos (los comunistas) y judíos buenos (los capitalistas); y que mientras unos tienden a acabar con las riquezas de los particulares y a hacer desaparecer la propiedad privada, otros tienden a defender ambas cosas para no perder sus enormes fortunas. Desgraciadamente para nuestra civilización el complot judío presenta caracteres de absoluta unidad y el judaísmo constituye una fuerza monolítica tendiente a acaparar, por medio del socialismo comunista de Marx, todas las riquezas del mundo sin excepción. El hecho de que –como en todas las instituciones humanas- en el judaísmo surjan a veces rivalidades y luchas internas no altera esta situación. Estos pleitos de familia surgen generalmente por ambiciones de mando, aunque sean disfrazados por razones religiosas o de estrategia a seguir, pero los bandos en pugna siempre coinciden en desear el dominio del mundo (en los órdenes político, económico y religioso) y en que el mejor medio de lograr ese dominio total es por medio de la dictadura socialista o comunista, que permitirá a los judíos adueñarse de la riqueza de todos los pueblos de la Tierra. Hoy en día, en nuestro mundo civilizado se considera el racismo como el mayor pecado en que pueden incurrir los humanos, falta que deja perenne y escandaloso estigma de salvajismo y brutalidad, siempre que no sea el pueblo judío el que lo practique. Gracias a la propaganda (casi totalmente acaparada en el mundo por los israelitas: cine, radio, prensa, televisión, editoriales, etc.), el antisemitismo es la manifestación racista más abominable de todas. Los judíos han hecho del antisemitismo un arma verdaderamente demoledora, que sirve para nulificar el esfuerzo de las innumerables personas u organizaciones que habiendo comprendido claramente cuál es la verdadera cabeza del comunismo –pese a los disfraces y estratagemas usados por esta raza para ocultar sus verdaderas actividades-, han querido dar la voz de alerta horrorizados ante el ominoso fin que cada vez está más próximo. Su labor mendaz ha sido tan efectiva, que la mayoría de los anticomunistas queriendo acabar con el monstruo marxista lanzan sus valerosos y decididos ataques a los tentáculos del pulpo, ignorando la existencia de la terrible cabeza, que regenera los miembros destruidos, dirige los movimientos y armoniza las actividades de todas las partes de su sistema. La única posibilidad de destruir el socialismo comunista de Marx, es atacar a la cabeza del mismo, que actualmente es el judaísmo, según nos lo indican los

hechos más incontrovertibles y los testimonios más irrecusables de los mismos judíos. Mientras los países cristianos son anti-racistas porque fundamentan su idea en el concepto del prójimo, los judíos has sido siempre y son en la actualidad los racistas más furibundos. Basan su racismo en las ideas del Talmud, partiendo del principio de que el no judío ni siquiera es un ser humano. Pero este anti-racismo cristiano es explotado muy hábilmente por los judíos y, a la sombra del mismo, tejen sus infernales maquinaciones en contra de la Iglesia Católica y de todo orden cristiano, estructurando el sistema comunista en donde no hay Dios, no hay Iglesia, ni hay principios trascendentales de ninguna clase. En cuanto son atacados, se quejan con clamorosas lamentaciones presentándose como víctimas del racismo inhumano, con el fin de paralizar cualquier labor de defensa que se oponga a sus ataques destructores. Sin embargo, la verdadera defensa contra el comunismo, que forzosamente tiene que dirigirse contra los judíos (contra la cabeza), no puede considerarse de ningún modo como una pecaminosa manifestación de un sentimiento de aversión a una raza determinada, ya que el criterio de discriminación racial es totalmente ajeno a nuestra cultura y a nuestros principios cristianos; pero no se puede soslayar un problema de tanta gravedad y trascendencia por el sólo hecho de temer el calificativo de “antisemita” que sin duda caerá sobre cualquiera que comprenda la situación actual del mundo. No se trata, pues, de luchar contra una raza por consideraciones de orden racial. Si el problema se nos plantea actualmente en estos términos, la culpa es exclusivamente de los judíos que no nos dejan lugar a escoger con su racismo a ultranza, su absoluto desprecio por todos los que no son de su raza y sus ansias de dominación mundial. Para los católicos en particular y para el mundo civilizado en general, que todavía cree en los principios axiológicos y en los valores trascendentes, la planeación no puede ser más sencilla puesto que se trata de un problema de legítima defensa, perfectamente aceptado en el orden moral y jurídico, ya que el nítido dilema que nos presenta el judaísmo es: dominación judía comunista o exterminio.

Capítulo Quinto TESTIMONIOS JUDÍOS Los mismos judíos –no obstante su hermetismo acostumbrado e incluso a pesar de sus tácticas de engaño y ocultamiento con que han logrado permanecer generalmente en la oscuridad para no revelar su plan comunista de conquista mundial- han sufrido algunos momentos de debilidad, llevados por el optimismo o el excesivo júbilo ante la contemplación de sus éxitos, que han provocado en determinadas ocasiones algunas declaraciones indiscretas, sumamente ilustrativas. Kadmi-Cohen, prestigiado escritor judío, señalaba: “En lo concerniente a los judíos, su papel en el socialismo mundial es tan importante que no puede pasar en silencio. ¿No basta recordar los nombres de los grandes revolucionarios judíos de los siglos XIX y XX, como los Carlos Marx, Lasalle, Kurt Eisner, Bala Kun, Trotsky y León Blum, para que aparezcan así los nombres de los teóricos del socialismo moderno?”. “¡Qué confirmación brillante no encuentran las tendencias de los judíos en el comunismo fuera de la colaboración material en organizaciones de partidos, en la aversión profunda que un gran judío y gran poeta, Enrique Heine, sentía por el derecho romano! y las causas subjetivas, las causas pasionales de la rebelión de Rabbi Aquiba y Bar-Kochba del año 70 y 132 después de Jesucristo contra la paz romana y el derecho romano, comprendidas y sentidas subjetiva y pasionalmente por un judío del siglo XIX que aparentemente no había conservado ningún lazo con su raza”. “Y los revolucionarios judíos y los comunistas que atacan el principio de la propiedad privada, cuyo monumento más sólido en el Código de derecho Civil de Justiniano, de Ulpiano, etc...., no hacen sino lo que sus antepasados, que resistían a Vespasiano y a Tito. En realidad, son los `muertos que hablan´ ” (34). El blasfemo escritor judío, Alfredo Nossig, nos dice: “El socialismo y el mosaísmo de ninguna manera se oponen; sino, por el contrario, entre las ideas fundamentales de ambas doctrinas hay una conformidad sorprendente. No debe desviarse más el nacionalismo judío del socialismo, como de un peligro que amenaza su ideal, que el socialismo judío, del mosaísmo, pues ambos ideales paralelos se han de realizar en el mismo camino” (35). “Del examen de los hechos resulta de modo irrefutable que no sólo los judíos modernos han cooperado de una manera decisiva a la creación del socialismo; sus propios padres ya eran los fundadores del mosaísmo...La semilla del mosaísmo obró a través de los siglos en cuanto a doctrina y a ley de un modo consciente para unos e inconsciente para otros”. “El movimiento socialista moderno es para la mayoría obra de judíos; los judíos fueron los que imprimieron en él la marca de su cerebro; igualmente fueron judíos los que tuvieron parte preponderante en la dirección de las primeras repúblicas socialistas...”. “El socialismo mundial actual, forma el primer estado del cumplimiento del mosaísmo, el principio de la realización del estado futuro del mundo anunciado por los profetas” (36). En su libro, “Integrales Judentum”, ratifica esta idea del socialismo como doctrina judía, cuando escribe lo siguiente: “Si los pueblos quieren progresar de veras deben despojarse del temor medieval de los judíos y de los prejuicios reaccionarios que tienen contra ellos; deben reconocer lo que son en realidad: los precursores más sinceros del desarrollo de la humanidad. Hoy exige la salvación del judaísmo que reconozcamos el programa del socialismo abiertamente a la faz del mundo. Y la salvación de la humanidad en los siglos venideros depende de la victoria de ese programa” (37).

La razón de esta postura revolucionaria judía está claramente explicada por el conocido escritor judío E. Eberlin, en la siguiente cita: “Cuanto más radical es la revolución, tanta más libertad e igualdad para los judíos resulta de ella. Toda corriente de progreso no deja de consolidar la posición de los judíos. Del mismo modo, todo retroceso y toda reacción los alcanza en primer lugar. A menudo basta una simple orientación en las derechas para exponer a los judíos al boicoteo...Bajo este aspecto, el judío es el manómetro de la caldera social”. “Como entidad, la nación judía no puede colocarse al lado de la reacción, porque la reacción, es decir, la vuelta al pasado, significa para los judíos la continuación de las condiciones anormales de su existencia” (38). El connotado judío Jacob de Haas en “The Maccabean”, nos dice claramente que: “La revolución rusa es una revolución del judaísmo. Ella significa un cambio en la historia del pueblo judío. Digamos francamente que era una revolución judaica, porque los judíos eran los revolucionarios más activos de Rusia”. En el periódico judeo-francés, titulado: “Le Peuple Juif”, del 16 de febrero de 1919, se lee lo siguiente: “La revolución rusa que estamos viendo, será obra exclusivamente de nuestras manos”. Por su parte Ricardo Jorge, que prologa un libro del famoso escritor judío Samuel Schwarz, dice lo siguiente: “Si de las cumbres de la ciencia pura descendemos a la arena en que se entrechocan las pasiones y los intereses de los hombres, surge ante nosotros el oráculo de la nueva religión socio-política, el judío Karl Marx, el caudillo doctrinario de la guerra sin cuartel del proletariado, que encuentra en la cabeza y en el brazo de Lenin, la realización de sus credos, inspiradores del estado soviético, que amenaza subvertir los fundamentos de las instituciones tradicionales de la sociedad ” (39). Asimismo, otro judío, Hans Gohen, en “Die Politische Idee”, afirma que: “El socialismo de Marx es el fin de nuestras aspiraciones”. En el Nº. 12 del periódico “El Comunista”, publicado en Karkoff con fecha 12 de abril de 1919, el judío M. Cohen, escribía: “Sin exageración puede asegurarse que la gran revolución social de Rusia se llevó a cabo por medio de los judíos...Cierto es que en las filas del ejército rojo hay soldados que no son judíos, en cuanto toca a los soldados rasos, pero en los comités y en la organización soviet, como los comisarios, los judíos llevan con valor a las masas de proletariados rusos ante la victoria”. (40) “Al frente de los revolucionarios rusos iban los alumnos de la Escuela Rabínica de Lidia...Triunfó el judaísmo sobre la espada y el fuego...mandando con nuestros hermano Marx, que es el encargado de cumplir con lo que han mandado nuestros profetas, elaborando el plan conveniente por medio de las reivindicaciones del proletariado. Todas estas frases aparecen en el periódico judío “Haijnt” de Varsovia del 3 de agosto de 1928” (41). El “Mundo Judío” del 10 de enero de 1929, expresaba esta blasfema opinión: “El hecho del bolchevismo mismo, y que tantos judíos son bolcheviques, y que el ideal del bolchevismo está sobre muchos puntos de acuerdo con el más sublime ideal del judaísmo, del que una parte formó la base de las mejores enseñanzas del Cristianismo, todo eso tiene gran significación, que examinará cuidadosamente el judío reflexivo” (42). Para no extendernos demasiado, citaremos por último las referencias que hace orgullosamente el israelita Paul Sokolowski, en su obra titulada “Die Versandung Europeas”, en las que se vanagloria del papel preponderante que jugaban los judíos en la revolución rusa, dando detalles de las claves que

usaban para comunicarse entre ellos, incluso por medio de la prensa, sin llamar la atención de las autoridades y de cómo repartían la propaganda comunista que elaboraban por medio de los niños judíos, a los que entrenaban cuidadosamente en sus colonias para estos menesteres (43). Este odio infernal judeo-comunista, principalmente manifestado hacia la civilización cristiana, no es meramente gratuito, sino que tiene sus causas muy hondas, que pueden apreciarse con claridad en este párrafo del “Sepher-haZohar”, libro sagrado del judaísmo moderno, que se transcribe y que representa el sentir de todos los judíos: “Jeshu (Jesús) Nazareno, que ha apartado al mundo de la fe del Santo, que bendito sea, será juzgado eternamente en esperma hirviente; su cuerpo es reconstituido todos los viernes por la tarde, y al amanecer del sábado es arrojado en la esperma hirviente. El infierno se consumirá, pero su castigo y sus tormentos no acabarán nunca. Jeshu y Mahoma son esos huesos impuros de la carroña de que dice la Escritura: `Los arrojaréis a los perros´. Son la suciedad de perro que mancha, y por haber seducido a los hombres, los han arrojado al infierno, de donde no saldrán jamás” ( 44 ).

NOTAS: [1] León de Poncins, Las fuerzas secretas de la revolución: Francmasonería – Judaísmo. Madrid: Ediciones Fax, 1932, p. 161. [2] S. P. Melgunov, La terreur rouge en Russie: de 1918 a 1923 (El terror rojo en Rusia). Payot, 1927. [3] Latsis, “El terror rojo” del 19 de noviembre de 1918. [4] S. P. Melgunov, obra citada, p. 161. [5] León de Poncins, obra citada, pp. 164-165. [6] S. P. Melgunov, obra citada, p. 104. [7] Traian Romanescu, La gran conspiración judía. 3ª ed. México, D.F. 1961. p. 272. [8] Datos tomados de Traian Romanescu, obra citada, pp. 19-23. [9] Monseñor Jouin, Le péril judéo-maçonnique (El peligro judeo-masónico). (5 vols. 1919-1927). Vol. I, p. 161. [10] Traian Romanescu, obra citada, pp. 259-260. [11] J. J. Tharaud, Causerie sur Israël. Marcelle Lesage, 1926. p. 27. [12] Traian Romanescu, obra citada, pp. 203-205. [13] Cécile de Tormay, Le livre proscrit (El libro proscrito). Plon Nourrit, 1919. p. 204. [14] Traian Romanescu, obra citada, p. 143. [15] Traian Romanescu, obra citada, p. 161. [16] Bernard Hutton, revista francesa “Constellation”, marzo de 1962, no. 167. p. 202. [17] Traian Romanescu, obra citada, pp. 174-176. [18] Traian Romanescu, obra citada, pp. 176-178. [19] Duque de la Victoria, Israel manda. México: Editora Latino Americana, S.A., 1955. pp. 287-288. [20] Traian Romanescu, obra citada, pp. 206-207. [21] Traian Romanescu, obra citada, pp. 210.

[22] Traian Romanescu, obra citada, p. 213. [23] Traian Romanescu, obra citada, pp. 187-193. [24] Traian Romanescu, obra citada, pp. 200-201. [25] Werner Sombart, Les juifs et la vie économique (Los judíos y la vida económica). Payot, 1923. pp. 277, 286, 291. [26] Salluste, Les origines secrètes du bolchevisme: Henri Heine el Karl Marx (Los orígenes secretos del bolchevismo: Enrique Heine y Carlos Marx). París: Jules Tallandier, 1929, p. 23. [27] Esteban J. Malanni, Comunismo y judaísmo. Buenos Aires: Editorial La Mazorca, 1944. pp. 54-55. [28] Esteban J. Malanni, obra citada, pp. 56-57. [29] Duque de la Victoria, obra citada, pp. 312-313. [30] Duque de la Victoria, obra citada, pp. 318-319. [31] Esteban J. Malanni, obra citada, pp. 58-60. [32] Esteban J. Malanni, obra citada, pp. 62-63. [33] Esteban J. Malanni, obra citada, p. 63. [34] Kadmi-Cohen, Nomades; essai sur l´âme juive (Nómadas; ensayo sobre el alma judía). F. Alcan, 1929, p. 86. [35] “Westfällschen Merkur”, diario de Münster, no. 405 de 6 de octubre de 1926. [36] Alfred Nossig, Integrales Judentum (El judaísmo integral). París: L. Chailley. pp. 68, 71, 74. [37] Alfred Nossig, obra citada, p. 79. [38] Elie Eberlin, Les juifs d´aujourd´hui (Los judíos de hoy). París, 1928, p. 201. [39] Ricardo Jorge, Pró Israel, prólogo a la obra de Samuel Schwarz Os cristiãos-novos em Portugal no século XX. Lisboa, 1925, p. XI. [40] Citado por Nesta H. Webster en World Revolution; The Plot Against Civilization (La revolución mundial; Complot contra la civilización), 2ª ed. Constable & Co., 1922. [41] Alfonso Castro, El problema judío. México, D. F.: Editorial Actualidad, 1939. pp. 152-153. [42] “The Ideals of Bolshevism”, “Jewish World” del 10 de enero de 1929, no. 2912. [43] Alfonso Castro, obra citada, p. 153. [44] Sepher-Ha-Zohar, II, tr. Jean de Pauly. París: Ernest Leroux, 1907, p. 88.

SEGUNDA PARTE EL PODER OCULTO DE LA MASONERÍA Capítulo Primero LA MASONERÍA: ENEMIGA DE LA IGLESIA En vista de que el tema de este Segundo Libro ha sido tratado con tal maestría y profundidad por personalidades eminentes y copiosamente documentadas, como Su Santidad el Papa León XIII, el Eminentísimo Cardenal José María Caro R., Arzobispo de Santiago de Chile, por Mons. León Meurin, S.J., Arzobispo Obispo de Port-Louis y otros varios eruditos escritores eclesiásticos y seglares, nos limitaremos a transcribir literalmente tan autorizadas opiniones para no desvirtuar en lo más mínimo su gran autoridad. Su Santidad León XIII, en su Encíclica “Humanum Genus”, dice literalmente: “Los Romanos Pontífices, Nuestros Antecesores, velando solícitos por la salvación del pueblo cristiano, conocieron bien pronto quién era y qué quería este capital enemigo apenas asomaba entre las tinieblas de su oculta conjuración, y cómo, declarando su santo y seña, amonestaron con previsión a Príncipes y pueblos que no se dejaran coger en las malas artes y asechanzas preparadas para engañarlos. Dióse el primer aviso del peligro el año 1738 por el Papa Clemente XII (Const. In eminenti, die 24 Aprilis 1738), cuya Constitución confirmó y renovó Benedicto XIV (Const. Providas, die 18 Maii 1751), Pío VII (Const. Ecclesiam a Iesu Christo, die 13 Septembris 1821) siguió las huellas de ambos, y Leon XII, incluyendo en la Constitución Apostólica Quo graviora (Cont. Apost. data die 13 martii 1825) lo decretado en esta materia por los anteriores, lo ratificó y confirmó para siempre. Pío VIII (Encicl. Traditi, die 21 Maii 1829), Gregorio XVI (Encicl. Mirari vos, die 15 Augusti 1832) y Pío IX (Encicl. Qui pluribus, die 9 Novemb. 1846; Aloc. consist. Multiplices inter, die 25 Septemb. 1865, etc.) por cierto (...) repetidas veces, hablaron en el mismo sentido...” “Ahora a ejemplo de Nuestros Predecesores, hemos resuelto declararnos de frente contra la misma sociedad masónica, contra el sistema de su doctrina, sus intentos y manera de sentir y obrar, para más y más poner en claro su fuerza maléfica e impedir así el contagio de tan funesta peste (...). No puede el árbol bueno dar malos frutos, ni el árbol malo dar buenos frutos (Matth. cap. VII, v. 18), y los frutos de la secta masónica son, además de dañosos, acerbísimos. Porque de los certísimos indicios que hemos mencionado antes resulta el último y principal de sus intentos, a saber: el destruir hasta los fundamentos todo el orden religioso y civil establecido por el Cristianismo, levantando a su manera otro nuevo con fundamentos y leyes sacadas de las entrañas del Naturalismo...” “Sin esto, los turbulentos errores que ya llevamos enumerados han de bastar por sí mismos para infundir a los Estados miedo y espanto. Porque quitado el temor de Dios y el respeto a las leyes divinas, menospreciada la autoridad de los Príncipes, consentida y legitimada la manía de las revoluciones, sueltas con la mayor licencia las pasiones populares, sin otro freno que la pena, ha de seguirse por fuerza universal mudanza y trastorno. Y aún precisamente esta mudanza y trastorno es lo que muy de pensado maquinan y ostentan de consuno muchas sociedades de comunistas y socialistas, a cuyos designios no podrá decirse ajena la secta de los masones, como que favorecen en gran manera sus intentos y conviene con ellas en los principales dogmas...” “Sea como quiera, ante un mal tan grave y ya tan extendido, lo que a Nos toca, Venerables Hermanos, es aplicarnos con toda el alma en busca de remedios. Y porque sabemos que la mejor y más firme esperanza de remedio está puesta en la virtud de la religión divina,

tanto más odiada de los masones cuanto más temida, juzgamos ser lo principal el servirnos contra el común enemigo de esta virtud tan saludable. Así que todo lo que decretaron todos los Romanos Pontífices, Nuestros Antecesores, para impedir las tentativas y los esfuerzos de la secta masónica, cuanto sancionaron para alejar a los hombres de semejantes sociedades o sacarlos de ellas, todas y cada una de estas cosas damos por ratificadas y las confirmamos con Nuestra autoridad apostólica” (1). Como se ve, tanto Su Santidad el Papa León XIII como varios Sumos Pontífices anteriores son muy claros al condenar la masonería, reconociendo asimismo sus intentos de destruir a la Cristiandad, aliada con socialistas y comunistas. ¿Y quiénes dirigen la masonería? Como lo demostraremos en los capítulos siguientes, son los mismos que dirigen al socialismo, es decir: los judíos.

Capítulo Segundo LOS JUDÍOS: FUNDADORES DE LA MASONERÍA “Desenmascarar a la masonería es vencerla”, dijo León XIII. Si la desnudamos de sus velos, todo espíritu recto, todo corazón honrado se apartará de ella con horror; y por este solo hecho caerá anonadada y execrada por los mismos que la obedecen. El Ilustre sabio jesuita Monseñor León Meurin, S.J., Arzobispo Obispo de Port-Louis, en su laboriosísima obra “Simbolismo de la Masonería”, nos demuestra con documentación aplastante que los judíos son los fundadores, organizadores y dirigentes de la masonería, la cual utilizan para lograr el dominio mundial, destruir a la Santa Iglesia Católica y demás religiones existentes. Entre la autorizada bibliografía que presenta al respecto figuran algunas citas que mencionaremos a continuación: “El Primer Consejo Supremo, como ya hemos dicho, fue constituido el 31 de mayo de 1801, en Charleston, grado 33 de latitud norte, bajo la presidencia del judío Isaac Long, hecho Inspector General por el judío Moisés Cohen, que había recibido su grado en Spitzer, de Hyes, de Franken y del judío Morin” (2). “Eran pues judíos los fundadores del primer Gran Consejo que había de convertirse en el centro de la masonería cosmopolita. Y lo situaron en América, en una ciudad elegida precisamente en el grado 33 de latitud norte. El Jefe Supremo vive desde 1801 en Charleston. Este jefe era en 1889 Albert Pike, a quien ya hemos nombrado en su Carta Encíclica, fechada el 14 de julio de 1889, aniversario y centenario célebres, él toma los títulos de cada uno de los 33 grados y añade los siguientes: `Muy Poderoso Soberano Comendador, Gran Maestre del Supremo Consejo de Charleston, Primer Consejo Supremo del Globo, Gran Maestre Conservador del Palladium Sagrado, Soberano Pontífice de la Masonería Universal´. Con estos títulos pomposos, publicó su carta Encíclica, en el año trigésimo primero de su pontificado, asistido por diez Ilustrísimos, Muy Iluminados y Muy Sublimes hermanos, Soberanos Grandes Inspectores Generales, Magos Elegidos, que componen el Serenísimo Gran Colegio de los masones eméritos, Consejo de la Falange de Selección y del Batallón Sagrado de la Orden” (3). “La Encíclica enumera a los 23 Consejeros Supremos `engendrados´ hasta el presente, ya directamente, ya indirectamente, por el de Charleston, esparcidos por el mundo entero. Luego

enumera cien Grandes Orientes y Grandes Logias de todos los Ritos en comunicación con el Supremo Consejo de Charleston como soberana Potencia masónica; por ejemplo, el Gran Oriente de Francia, el Consejo General del Rito de Misrain, el Gran Consejo de los masones Oddfellows, etc. De lo que antecede hemos de concluir que la Masonería es una sobre todo el globo, con formas innumerables, pero bajo la dirección suprema del Soberano Pontífice de Charleston...” (4). ORIGEN JUDÍO Los ritos y símbolos de la masonería y de otras sociedades secretas recuerdan constantemente la cábala y el judaísmo: la reconstrucción del Templo de Salomón, la estrella de David, el sello de Salomón, los nombres de los diferentes grados, como por ejemplo: Caballero Kadosh (“Kadosh” en hebreo significa santo), Príncipe de Jerusalén, Príncipe de Líbano, Caballero de la serpiente de Airain, etc. Y la plegaria de los masones ingleses, adoptada en una reunión celebrada en 1663, ¿no recuerda de una manera evidente el judaísmo? (5). “Finalmente la masonería escocesa se servía de la Era judía; por ejemplo, un libro del masón americano Pike (6), escrito en 1881, está fechado en el `anno mundi 5641´. Actualmente no se conserva esta cronología sino en los altos grados, mientras que los masones añaden generalmente cuatro mil años en la Era cristiana y no 3760 como los judíos” (7). El sabio rabino Benamozegh escribe lo que sigue: “Los que quieran tomarse el trabajo de examinar cuidadosamente las cuestiones de las relaciones entre el judaísmo y la francmasonería filosófica, la teosofía y los misterios en general, perderán un poco de su soberbio desdén por la Cábala. Cesarán de sonreir despectivamente ante la idea de que la teología cabalística puede tener una misión que cumplir en la transformación religiosa del porvenir” (8). ¿Quiénes son los verdaderos dirigentes de la masonería? Este es uno de los misterios de la secta, uno de los secretos más cuidadosamente guardados; pero puede asegurarse que el trabajo masónico en el mundo entero se desarrolla de acuerdo con un mismo y único plan, que sus medios son siempre y en todas partes idénticos, y que los fines perseguidos son constantemente los mismos. Esto nos induce a creer que existe un centro único que dirige todos los movimientos de la secta. Más adelante abordaremos esta cuestión, pero recordemos que la “Carta de Colonia” fechada el 24 de junio de 1535 hablaba de un director de la masonería: el Gran Maestre Patriarca que aunque conocido por muy pocos hermanos existe en realidad; y Gougenot des Mousseaux indica que “esta selección de la Orden, estos jefes efectivos que muy pocos iniciados conocen, funcionan en la provechosa y secreta dependencia de los cabalistas israelitas”, y que los verdaderos jefes de la masonería son “los amigos, los auxiliares, los vasallos del judío a quien acatan como soberano señor” (9). De la misma opinión participan Eckert, Drumont, Deschamps, Monseñor Jouin, Lambelin y otros conocedores de las cuestiones masónicas y judías. Dejemos a un lado las enseñanzas dogmáticas de la masonería y del hebraísmo y examinemos las alianzas entre el judaísmo y la masonería desde el punto de vista meramente práctico y real. Discurriendo con lógica no puede menos que aceptarse la conclusión siguiente formulada por L. de Poncins en “Las fuerzas secretas de la revolución”:

“La universalidad de la Francmasonería, su duración, la invariabilidad de sus fines, que se explican perfectamente si se trata de una creación judía para servir a intereses judíos, serían absolutamente incomprensibles si su origen fuera cristiano. La misma finalidad de la Francmasonería, la destrucción de la civilización cristiana, nos descubre al judío, porque sólo el judío puede resultar beneficiado y únicamente el judío está animado de un odio suficientemente violento contra el Cristianismo, para crear una organización semejante”. Prosigue Poncins: “La Francmasonería es una sociedad secreta. Está dirigida por una minoría internacional. Ha jurado un odio implacable al Cristianismo. Estos tres rasgos característicos son precisamente los mismos que definen al judaísmo y constituye la demostración de que los judíos son el elemento director de las logias” (10). La “Revue Internationale des Sociétés Secretès” informaba en 1926 que: “Ya en 1867 se organiza la “Liga Internacional permanente de la Paz” y su secretario el judío Passy esboza la idea de un tribunal para zanjar sin apelación todos los conflictos entre las naciones” (11). LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES: OBRA JUDÍA. El periódico “Los Archivos Israelitas” soñaba con un tribunal análogo en 1864. “¿No es natural y aún necesario –escribía un tal Levy Bing- que veamos pronto establecido otro tribunal, un tribunal supremo al que se sometan los grandes conflictos públicos, las querellas entre nación y nación, que juzgue en última instancia y cuya última palabra haga fe? Esta palabra será la palabra de Dios, pronunciada por sus hijos primogénitos (los hebreos), y ante la cual se inclinará con respeto la universalidad de los hombres, nuestros hermanos, nuestros amigos, nuestros discípulos” (12). Tales son los sueños de Israel. Como siempre, coinciden con los de la masonería. El “Almanaque de los Francmasones”, escribe: “Cuando se haya establecido la república en toda la vieja Europa...será cuando reine Israel en autócrata sobre esta vieja Europa” (13). En el Congreso Universal de la Juventud Judía celebrado el 4 de agosto de 1926, proclamaba el masón H. Justin Godard que los judíos son “el más firme sostén de la Sociedad de las Naciones, que les debe su existencia” (14). Aún precisa más el judío Cassin: “El renacimiento del Sionismo es obra de la Sociedad de las Naciones (15). Por eso las organizaciones judías se presentan como defensoras de la Sociedad de las Naciones y por eso los representantes del pueblo elegido pululan en Ginebra” (16). El Eminentísimo Cardenal José María Caro, Arzobispo de Santiago y Primado de Chile, también en su documentada obra “El misterio de la masonería”, demuestra que son los judíos quienes dirigen a dicha secta con el objeto de dominar al mundo y aniquilar a la Santa Iglesia. En relación a su origen afirma: “El Ritual masónico denuncia con evidencia su origen judío: los símbolos, comenzando por la misma Biblia, el escudo de armas, en que se trata de desplegar heráldicamente las varias formas de los querubines descritos en la segunda visión de Ezequiel, un buey, un hombre, un león y un águila, las dos columnas del templo masónico, recuerdo este último del templo de Salomón; la reconstrucción del templo, que es la obra masónica, etc. Las leyendas y catecismos, tomados de gran parte de la Biblia, tergiversándola casi siempre al saber masónico,

especialmente la leyenda de Hiram, que tan importante papel desempeña en el ritual masónico. Las palabras o términos usuales, como los nombres de las columnas, Boaz y Jakin, las palabras de reconocimiento y de pase, v.gr., Tubalcaín, Schiboleth, Mac-benac, Giblim o Moabon, Nekum o Nekam, Abibalc, etc. La importancia que se da a los números, cosa muy propia de la Cábala, es también otro testimonio de la influencia cabalística en la masonería”. “Finalmente, los hechos, el reinado de terror, la explosión de odio satánico contra la Iglesia, contra N.S. Jesucristo, las horribles blasfemias en que prorrumpían los revolucionarios masones de Francia, no son más que la expresión y el cumplimiento de las aspiraciones de las sectas cabalísticas y secretas que durante tantos siglos venían trabajando secretamente en contra del Cristianismo. Lo que los bolchevistas, judíos en su mayor parte, hacen ahora en Rusia contra el Cristianismo, no es más que otra edición de lo que hicieron los masones en la Revolución Francesa. Los ejecutores son distintos; la doctrina que mueve y autoriza y la dirección es la misma” (17).

Capítulo Tercero LOS JUDÍOS: DIRIGENTES DE LA MASONERÍA El ilustre sabio jesuita Monseñor León Meurin, Arzobispo Obispo de Port-Louis, en su documentada obra “Filosofía de la masonería”, afirma lo siguiente: “Los primeros once grados de la masonería (del rito escocés) como veremos más adelante, están destinados a transformar al `profano´ en `Hombre verdadero´, en el sentido masónico; la segunda serie que va del grado 12 al 22 debe consagrar al Hombre `Pontífice judío´ y la serie tercera del grado 23 al 33 ha de consagrar al Pontífice `Rey judío´ o `Emperador cabalístico´...” “Lo primero que sorprende al nuevo adepto a una logia es el carácter judío de todo cuanto en ella encuentra. Desde el grado uno hasta el 30 no oye hablar sino de la `Gran obra´, de reconstruir el templo de Salomón, del asesinato del arquitecto Hiram-Abiff; de las dos columnas Boaz y Jakin (III, Reyes, VII, 21), de multitud de contraseñas y palabras sagradas hebreas y de la Era judía, añadiendo 4000 años a la nuestra, para no honrar el nacimiento del divino Salvador” “Tras haber establecido firmemente a la masonería en los diversos países cristianos, los judíos se aseguraron el predominio de los Grandes Orientes en número e influencia. Por otra parte establecieron gran número de logias formadas exclusivamente por judíos. Ya antes de la revolución de 1789, los hermanos von Ecker y Eckhoffen habían fundado en Hamburgo la `Logia de Melquisedec´, reservada a judíos. Los hebreos von Hirschfeld y Cotter crearon en Berlín a finales del siglo XVIII la `Logia de la Tolerancia´, con el fin de aproximar por medio de la masonería a los cristianos y a los judíos....” (18). Ya desde entonces usaban los judíos el truco de aproximar a judíos y cristianos con el fin de controlar ideológica y políticamente a estos últimos, o desorientarlos; pero, en esa época tenían que recurrir a las “Sociedades Secretas”, ya que las leyes y las costumbres de los estados cristianos de Europa estaban saturadas de medidas tendientes a proteger a los cristianos en contra de los engaños de los judíos. El citado arzobispo sigue diciendo que: “El periódico secreto masónico de Leipzig en su número correspondiente a octubre de 1864 decía que `el centro de las logias judías funcionaba en París, bajo la dirección de Crémieux y el Gran Rabino´ ” (19).

LAS DOCTRINAS, SÍMBOLOS Y GRADOS MASÓNICOS PROVIENEN DEL JUDAÍSMO. El ilustre Arzobispo Obispo de Port-Louis, hablando sobre el origen judío de las doctrinas masónicas, dice lo siguiente: “Los dogmas de la masonería son los de la Cábala judía y en particular los de su libro `Zohar’ “. (Luz). “Ello no consta en ningún documento masónico pues es uno de los grandes secretos que los judíos guardan para sólo conocerlos ellos mismos. Sin embargo, hemos podido descubrirlo siguiendo los rastros del número once...” “Es aquí donde hemos descubierto los dogmas fundamentales de la Cábala judía incorporados a la masonería” (20). Y en su obra “Simbolismo de la masonería” el citado arzobispo dice: “En los capítulos precedentes quedaba siempre cierto número de símbolos masónicos más o menos inaplicables. En éste todo cuanto representa un papel en la masonería y en su leyenda se aplica al pueblo judío con una facilidad asombrosa. En realidad cuanto existe en la masonería es profunda, exclusiva, apasionadamente judío desde el principio hasta el fin”. “¿Qué interés tienen las demás naciones en reconstruir el templo de Salomón? ¿Lo hacen por ellas mismas o por los judíos? ¿Son estas naciones o son los judíos quienes obtendrán de ello algún beneficio? ¿Qué ventajas representa para ellas devorarse unas a otras a fin de que triunfen en todo el mundo los `Príncipes de Jerusalén’ (grado 16), `Jefes del Tabernáculo´ (grado 23) o `Príncipes del Tabernáculo´(grado 24)? ¿Se han puesto de acuerdo las naciones para servir de escabel a los pies de los judíos? (Salmo 109) ¿Por qué, pues, se apresuran a colocar la corona (kether) en su cabeza y el reino (malkuth) bajo sus pies?”. “Es tan evidente que la masonería no es sino una herramienta en manos de los judíos, que son los que la manejan, que uno se siente tentado a creer que los masones no judíos pierden la inteligencia y la facultad de raciocinio el mismo día en que por primera vez les vendan los ojos” (21). El Eminentísimo Cardenal Caro en su obra “El misterio de la masonería” dice: CONSIDERACIÓN MASÓNICA POR LOS JUDÍOS “En la masonería se ha visto siempre una grande y especialísima consideración por los judíos: cuando se habla de superticiones jamás se menciona la religión judía. Cuando estalló la Revolución Francesa, se pidió con instancia la ciudadanía francesa para los judíos; rechazada una vez, se insistió en pedirla, y fue concedida. El lector recordará que en esos días se perseguía a muerte a los católicos. Cuando la Comuna de París, fue menester defender del saqueo la Caja de fondos del Banco de Francia; nadie amenazó los Bancos judíos. (`La FrancMau. Secte Juive¨, 60)”. “La masonería ha mirado con horror el antisemitismo, a tal punto, que un Hermano antisemita, que creía de buena fe en la tolerancia de las opiniones políticas de la masonería se presentó en Francia como candidato a diputado una vez y salió elegido y cuando de trató de la reelección, se dieron órdenes expresas a las logias para que se le hiciera la guerra, órdenes que no se ven casi nunca en las logias y tuvieron que ser cumplidas”.

PREPONDERANCIA JUDAICA EN LAS LOGIAS “En 1862, un masón de Berlín, dándose cuenta de la preponderancia judía en las logias, escribía en una hoja de Munich: `Hay en Alemania una sociedad secreta de formas masónicas que está sujeta a jefes desconocidos. Los miembros de esta asociación son en su mayor parte israelitas...´En Londres, donde se encuentra, como se sabe, el foco de la revolución, bajo el Gran Maestre Palmerston, hay dos logias judías que no vieron jamás a cristiano pasar sus umbrales; allí es donde se juntan todos los hilos de los elementos revolucionarios que anidan en las Logias Cristianas”. “En Roma, otra Logia enteramente compuesta de judíos, donde se reúnen todos los hilos de las tramas urdidas en las Logias Cristianas, es el Supremo Tribunal de la Revolución”. “Desde allí son dirigidas las otras logias, por jefes secretos, de modo que la mayor parte de los revolucionarios cristianos no son más que muñecos puestos en movimiento por judíos, mediante el misterio”. “En Leipzig, con ocasión de la feria que hace acudir a esa ciudad una parte de los altos negociantes judíos y cristianos de la Europa entera, la Logia Judía secreta es cada vez más permanente, y jamás masón cristiano ha sido recibido en ella. He ahí lo que hace abrir los ojos a más de uno de nosotros...No hay sino emisarios que tienen acceso a las logias judías de Hamburgo y de Francfort”. Gougenot des Mousseaux refiere este hecho que confirma lo anterior: “Desde la recrudescencia revolucionaria de 1848 me encontraba en relación con un judío que, por vanidad, traicionaba el secreto de las sociedades secretas en las cuales estaba asociado y que me advertía con ocho o diez días de anticipación todas las revoluciones que iban a estallar en un punto cualquiera de Europa. Le debo la inquebrantable convicción de que todos esos grandes movimientos de los pueblos oprimidos, etc., son combinados por una media docena de individuos que dan sus órdenes a las sociedades secretas de toda Europa. El suelo está enteramente minado bajo nuestros pies y los judíos suministran un gran contingente a esos minadores”. “En 1870, De Camille escribía a `Le Monde´ que una gira por Italia había encontrado a uno de sus antiguos conocidos, masón, y habiéndole preguntado cómo estaba la Orden, le respondió: `He dejado mi Logia de la Orden definitivamente, porque he adquirido la convicción profunda de que no éramos sino los instrumentos de los judíos que nos empujaban a la destrucción total del Cristianismo’ . (`La F. M. Secte Juive´, 43-46). “Como confirmación de lo anterior voy a transcribir una información que se encuentra en la `Revue des Sociétés Secrètes´(págs. 118-119, 1924). “1ª. La Internacional dorada (plutocracia y alta finanza internacional), a cuya cabeza se encuentra: a) En América: P. Morgan, Rockefeller, Wanderbilt y Wanderlippe (Varios de estos nombres no parecen ser de lo mejor escogidos); b) En Europa: la casa Rothschild y otras de orden secundario. 2ª. La Internacional roja o Unión Internacional de la democracia social obrera. Esta comprende: a) la segunda Internacional (la de Bélgica, judío Vandervelde); b) la Internacional No. 2 ½ (la de Viena, judío Adler); y c) la Internacional No. 3 o Internacional comunista (la de Moscú, judíos Apfelbaum y Radek). A esta hidra de tres cabezas que para más comodidad obran separadamente, se agrega el Profintern (Oficina Internacional de las asociaciones profesionales) que tiene su sede en Amsterdam y dicta la palabra judaica a los sindicatos no afiliados aún al bolchevismo. 3ª. La Internacional negra o Unión del Judaísmo de combate. El principal papel es desempeñado en ella por la organización universal de los Sionistas (Londres); por la Alianza Israelita Universal fundada en parís por el judío Crémieux; por la Orden judía de los B´naï Moiche (hijos de Moisés) y las sociedades judías `Henoloustz`, `Hitakhdoute´, `Tarbout´, `Keren-

Haessode´, y otras ciento, más o menos enmascaradas, diseminadas en todos los países del viejo y del nuevo mundo. 4ª. La Internacional azul o Masonería Internacional que reúne por medio de `la Logia Reunida de la Gran Bretaña´, por medio de `la Gran Logia de Francia´ y por medio de los Grandes Orientes de Francia, Bélgica, Italia, Turquía y de los demás países, a todos los masones del universo. (El centro activo de esta agrupación, como lo saben los lectores, es la Gran Logia `Alpina´). La Orden judeo-masónica de los `B´naï-B´rith´, que, contra los estatutos de las logias masónicas, no acepta sino judíos, y que cuenta en el mundo más de 426 logias puramente judías, sirve de lazo entre todas las Internacionales enumeradas más arriba. Los dirigentes de la `B´naï-B´rith´ son los judíos: Morgentau, antiguo Embajador de los Estados Unidos en Constantinopla; Brandeis, juez supremo en los Estados Unidos; Mack, sionista, Warburg (Félix), banquero; Elkuss; Krauss (Alfred), su primer presidente; Schiff, muerto ya, que ha subvencionado el movimiento de emancipación de los Judíos en Rusia; Marchall (Luis), sionista. Sabemos de cierto, dice Webster, que los cinco poderes a que nos hemos referido –la Masonería del Gran Oriente, la Teosofía, el Pan-Germanismo, la Finanza Internacional y la Revolución Social- tienen una existencia muy real y ejercen una influencia muy definida en los negocios del mundo. En esto no tratamos de hipótesis sino de hechos basados sobre evidencia documentada...” (22) “Los judíos han sido los más conspicuos en conexión con la Francmasonería en Francia desde la Revolución” (23).

Capítulo Cuarto CRÍMENES DE LA MASONERÍA Sobre los monstruosos crímenes de esa obra maestra del judaísmo moderno que es la masonería, dice textualmente el Emmo. Cardenal Caro: “La lectura del Ritual masónico deja ver, al menos en varios grados, que prepara a sus adeptos para la venganza, la revolución y, por lo tanto, el crimen. `En todos sus ritos´ dice Benoit, `los masones son sometidos a una educación que les enseña, en la teoría y en la práctica, la violencia. Se les dice que la Orden masónica tiene por fin vengar la muerte de Adonhirán, de sus tres compañeros traidores, o la de Jacobo Molay, de sus asesinos, el Papa, el Rey y Noffodai. En un grado, el que va a iniciarse ensaya su valor sobre el cuello y cabezas guarnecidas de tripas llenas de sangre; en otro grado, el que va a ser recibido debe derribar cabezas colocadas sobre una serpiente, o aun degollar un cordero (grado 30 del Rito Escocés A.A.), creyendo matar a un hombre. Aquí debe trabar sangrientos combates con enemigos que le disputan la vuelta a la patria; allí hay cabezas humanas expuestas sobre estacas, hay un cadáver encerrado en un ataúd y, alrededor, los hermanos, de duelo, conciertan la venganza´”. “Estas ceremonias diversas...tienen como fin enseñar a los adeptos que es por medio de la violencia como la masonería ha de destruir a sus enemigos, los sacerdotes y los reyes...” (24). Pero suspendamos por un momento la cita que transcribimos del Cardenal Caro R., para preguntar: ¿Por qué la masonería considera sus enemigos a los sacerdotes y a los reyes y ha luchado por destruirlos?

La contestación la encontrará el lector a partir de la Cuarta Parte de esta obra, en que con vasta documentación demostramos que fueron durante casi dieciocho siglos, precisamente los sacerdotes y los reyes, quienes, una vez tras otra, hicieron fracasar las actividades judías tendientes a dominar al mundo. Pero sigamos con lo que afirma el Cardenal Caro R. en su documentada obra: “Todos conocen el asesinato de Rossi, Ministro de Pío IX, por sus antiguos hermanos de la Carbonaria. Todos saben que Orsini fue encargado por las logias, en 1858, para atentar contra la vida de Napoleón III...” (el intento de asesinato fracasó). “En el último siglo, el caballero Lescure, que quiso renunciar a la Logia Ermenonville, fue envenenado: `Muerto víctima de esta infame horda de los iluminados...´”. “El 22 de octubre de 1916 fue asesinado el conde Stürgkh, canciller de Austria. Fritz Adler, el asesino, era masón o hijo de masón, miembro de una logia de altos dignatarios masónicos en Suiza. En su declaración defendió el derecho de hacer justicia por sí mismo...”. “En Francia, con ocasión del asunto Dreyfus, fueron asesinados el Cap. d´Attel, que declaró contra él; el diputado Chaulin Serviniere, que había recibido de d´Attel los detalles de la confesión de Dreyfus; el prefecto Laurenceau, que denunció sumas de dinero enviadas al extranjero a los amigos de Dreyfus, a su parecer para soborno; el empleado del presidio, Rocher, que sostenía haber oído a Dreyfus confesar parcialmente su delito. El Cap. Valerio, uno de los testigos contra Dreyfus, y el presidente Faure, que se había declarado contrario a la revisión del proceso, desaparecieron también en breve. Todos los defensores de Dreyfus eran masones, especialmente judíos”. “En Suecia, el Hermano Gustavo III fue asesinado por el H. Ankeström, Emisario de la Gr. Log. que presidía Condorcet, según acuerdo de los masones reunidos en 1786, en Francfort sur Maine...”. “En Rusia, fue asesinado Pablo I, masón, que, conociendo el peligro de la Hermandad, la prohibió estrictamente. Igual suerte y por igual motivo tuvo su hijo Alejandro I, asesinado en Taganrog, 1825. (`Los grandes crímenes de la masonería’ . Trad.)” ASESINATOS DE PROFANOS “En Francia, se les atribuye la muerte de Luis XVI. El Card. Mathieu, Arzob. de Besançon, y Mons. Bessan, Ob. de Nimes, han referido en cartas conocidas de todo el mundo, las revelaciones que les han sido hechas sobre la resolución tomada en 1787, por el convento de Wilhelmsbad, de asesinar a Luis XVI y al rey de Suecia. Estas revelaciones les habían sido hechas por dos antiguos miembros de este convento...El asesinato del duque de Berry...el del gran patriota y ardiente católico de Lucerna, Suiza, Leu..., han sido resueltos y ejecutados por sectarios...” “En Austria, el famoso crimen de Sarajevo, ocasión de la Gran Guerra, fue decretado, anunciado con anticipación y ejecutado a su tiempo por la masonería. `Un suizo, alto dignatario masónico, se expresó en el año 1912, sobre este hecho, de la siguiente manera: El heredero es un personaje de mucho talento, LASTIMA QUE ESTE CONDENADO; MORIRÁ EN EL CAMINO AL TRONO. Madame de Tebes anunció su muerte los dos años que la precedieron. Los principales culpables eran en su totalidad masones´. Todo esto, dice Wicht, no es suposición, sino hechos judicialmente comprobados que se silencian intencionalmente...” “En Alemania fueron asesinados el mariscal Echhorn y su ayudante, el capitán von Dressler, el 30 de julio de 1918. El día antes el diario masónico de París. `Le Matin´, escribía que una `sociedad secreta patriótica´ había ofrecido un subido premio por la cabeza de Echhorn. ya se puede suponer qué clase de sociedad suministraría a `Le Matin´ la noticia”.

“En Italia fue asesinado Umberto I por el anarquista Pressi, masón de una logia de Paterson, en Nueva Jersey, Estados Unidos, aún cuando él mismo no había estado en América...Así se ponía en práctica la explicación que en ciertos grados daban los carbonarios a la inscripción de la cruz: I.N.R.I. `iustum necare reges Italiae´: es justo asesinar a los reyes de Italia”. “El 26 de marzo de 1855 cayó asesinado en Parma el duque Carlos III; el asesino Antonio Carra, había sido escogido y estimulado por Lemni el día antes en reunión secreta presidida por Lemni, que fue más tarde Soberano Gran Maestre de la Masonería Italiana y mundial, según parece. Un tal Lippo había confeccionado un maniquí para enseñar a dar golpes de puñal más terribles y el ejecutor fue sorteado”. “El 22 de mayo murió Fernando II de Nápoles; se le dio en una rebanada de melón un veneno que le ocasionó una muerte horriblemente dolorosa. El autor de este regicidio fue un francmasón afiliado a una de las ramas más criminales de la secta, la llamada de los `Sublimes Maestros Perfectos´. Era discípulo de Mazzini y una de las personas más respetables de la corte. Margiotta no se atreve a dar su nombre (Marg., A.L. 21-34). En este autor se pueden leer innumerables crímenes más cometidos por la masonería en Italia”. “En Portugal fue asesinado el rey Carlos y su hijo Luis. Los masones prepararon la caída de la monarquía. El Ven. H. Magalhaes da Lima fue a París, en diciembre de 1907, donde el H. Moses, miembro del Consejo de la Gr. Lo. lo recibió solemnemente. Magalhaes dio conferencias en las que anunciaba `el hundimiento de la monarquía en Portugal, la próxima constitución de la República´. El conocido adversario de la masonería, Abbé Tourmentin, escribía entonces que los masones estaban preparando manifiestamente un golpe contra la casa real portuguesa, expresando el temor de que dentro de poco se arrojaría o se asesinaría al rey Carlos. Diez semanas después se cumplían sus temores y Tourmentin inculpaba pública y francamente a los masones de ese asesinato. Estos han preferido el silencio”. “En América. Se puede leer en Eckert algunos detalles de la persecución y del asesinato de que fue víctima Morgan, en Estados Unidos, por querer publicar un libro para revelar los secretos de la Masonería, y la destrucción de la imprenta y persecución del impresor, y de otros odiosos crímenes que sucedieron a ese asesinato, y la indignación pública que hubo al saberse todo el favor que las autoridades, masones por lo general, prestaron a los asesinos y el favor con que las logias los miraron. (Eckert, II, 201 y sigs.)”. “Es sabido también el asesinato del presidente del Ecuador, García Moreno...”. MATANZAS, EJECUCIONES SUMARIAS Y SAQUEOS.. “Sería necesario leer la descripción de Taine, librepensador, para tener idea de lo que pasó en Francia cuando dominaron los masones en 1789 y tres años siguientes: Cuenta más de 150.000 fugitivos y desterrados; 10.000 personas muertas sin ser juzgadas en la sola provincia de Anjou; 50.000 muertos en la sola provincia del Oeste. En 1796 el general Hoche escribía al ministro del Interior: `No hay sino un hombre por veinte de la población de 1789´. Ha habido hasta 400.000 detenidos a la vez en las prisiones, Más de un millón doscientos mil particulares han sufrido en sus personas; varios millones, todos los que poseían algo, han sufrido en sus bienes. (Taine, cit. por Benoit, F.M. II, 268, nota)” (25). El que desee más datos debe leer la obra del Eminentísimo Cardenal Caro “El misterio de la masonería”.

Capítulo Quinto LA MASONERÍA JACOBINAS

PROPAGADORA

DE

LAS

REVOLUCIONES

El Arzobispo Obispo de Port-Louis, Monseñor León Meurin, en su obra “Filosofía de la Masonería”, dice: “En 1844, Disraeli ponía en boca del judío Sidonia las siguientes palabras (Coningsby, VI, XV): `Desde que la sociedad inglesa ha comenzado a agitarse y sus instituciones se ven amenazadas por asociaciones poderosas, ven ustedes a los judíos, antes tan leales, en las filas de los revolucionarios...Esa misteriosa diplomacia rusa que tanto alarma a los occidentales, está organizada, y en su mayor parte realizada por judíos...: la formidable revolución que se está preparando en Alemania, cuyos efectos serán aún más grandes que los de la Reforma, se lleva a cabo totalmente bajo los auspicios de los judíos. En el conde Cancrín, ministro de finanzas ruso, reconozco a un judío lituano; en el ministro español señor Mendizábal, veo un judío aragonés; en el presidente del Consejo francés mariscal Soult, reconozco al hijo de un judío francés; en el ministro prusiano, conde de Arnim veo un judío...Ya ve, querido Coningsby, que el mundo está gobernado por personajes muy distintos de los que creen los que no están entre bastidores´”. “Durante la revolución de 1848, dirigida por el Gran Oriente de Francia, su Gran Maestre, el judío Crémieux, llegó a ser ministro de Justicia. Este hombre fundó en 1860 la Alianza Israelita Universal y proclamó, con inconcebible descaro en los Archivos Israelitas de 1861 (pág. 651) que `en lugar de los Papas y los Césares, va a surgir un nuevo reino, una nueva Jerusalén´. ¡Y nuestros buenos masones, con los ojos vendados, ayudan a los judíos en la `Gran Obra´ de construir ese nuevo Templo de Salomón, ese nuevo Reino césaro-papista de los cabalistas!”. “En 1862, un masón berlinés hizo editar un folleto de ocho páginas, quejándose de la preponderancia que los judíos tenían en las logias. Bajo el título `Signo de los tiempos´, señalaba el peligroso carácter de las elecciones berlinesas del 28 de abril y 6 de mayo del mencionado año. `Un elemento –decía- ha aflorado a la superficie y ha ejercido una peligrosa influencia disolvente en todos los sentidos: el judío. Los judíos están a la cabeza con sus escritos, palabras y acciones; son jefes y agentes principales en todas las empresas revolucionarias, hasta la construcción de barricadas. Bien claro se ha visto esto en Berlín, en 1848. ¿Cómo es posible que en Berlín hayan sido elegidos 217 electores especiales judíos y que, en dos distritos, hayan sido elegidos sólo judíos con exclusión de cualquier otro candidato cristiano?”. “Este estado de cosas iba a empeorar desde entonces. Los judíos formaban la mayoría de la Corporación municipal, de modo que Berlín podía ser llamado, con justicia, la capital de los judíos”. “En la Prensa, los judíos hablan del `pueblo´ y de la `nación´, como si sólo hubiese judíos y los cristianos no existiesen. La explicación de tal hecho pueden darla los masones agitadores que, según el Hermano Lamartine, originaron las revoluciones de 1789, 1830, 1848, etc, etc., declaración confirmada por el Hermano Garnier Pagés, ministro de la República, que declaró públicamente, en 1848, que `la revolución francesa de 1848 constituía el triunfo de los principios de la liga masónica; que Francia había recibido la iniciación masónica, y que 40.000 masones habían prometido su ayuda para concluir la obra gloriosa del establecimiento de la República, destinada a extenderse por toda Europa, y, al fin, sobre toda la faz de la tierra´”. “El colmo de todo esto es el poder político y revolucionario de los judíos, según las palabras de J. Weil, jefe de los masones judíos, que decía en un informe secreto: `Ejercemos una poderosa influencia sobre los movimientos de nuestro tiempo y del progreso de la civilización hacia la republicanización de los pueblos´. Otro jefe masónico, el judío Louis Boerne,

decía, también en un escrito secreto: `Hemos sacudido con mano poderosa los pilares sobre los que se asienta el viejo edificio, hasta hacerles gemir´. “Mendizábal, también judío, alma de la revolución española de 1820, llevó a cabo la toma de Oporto y Lisboa y, en 1838, realizando, mediante su influencia masónica, la revolución en España, llegando a primer ministro”. Y sigue diciendo el Excmo. Sr. Arzobispo: “El judío Mendizábal, había prometido como ministro, restaurar las precarias finanzas de España, pero, en corto espacio de tiempo, el resultado de sus manipulaciones fue un terrible aumento de la deuda nacional, y una gran disminución de la renta, en tanto que él y sus amigos amasaban inmensas fortunas. La venta de más de 900 instituciones cristianas, religiosas y de caridad, que las cortes habían declarado propiedad nacional a instigación de los judíos, les proporcionó magnífica ocasión para el fabuloso aumento de sus fortunas personales. Del mismo modo, fueron tratados los bienes eclesiásticos. La burla impudente de los sentimientos religiosos y nacionales, llegó hasta el punto de que la querida de Mendizábal se atrevió a lucir en público un magnífico collar que, hasta poco tiempo antes, había servido de adorno a una imagen de la Santa Virgen María, en una de las iglesias de Madrid.” “El masón berlinés de que hacíamos mención al principio continuaba diciendo: “El peligro para el trono y el altar, amenazados por el poder de los judíos, según acaban de hacer los jefes de la Masonería Alemana´, al decir: `Los judíos han comprendido que el `arte real´ (el arte masónico) era un medio capital para establecer sólidamente su propio reino esotérico...El peligro amenaza, no solamente a la masonería, nuestra Orden, sino a los estados en general...Los judíos encuentran en las logias múltiples ocasiones para practicar su archiconocido sistema de corrupción, sembrando la confusión en muchos asuntos...Si se tiene presente el papel que jugaron los judíos en los crímenes de la Revolución francesa y en la usurpación corsa; si se tiene en cuenta la obstinada creencia de los judíos en un futuro Reinado israelita sobre todo el universo y su influencia sobre el gran número de ministros de Estado, se advertirá cuán peligrosa puede ser su actividad en los asuntos masónicos. El pueblo judío forma una casta en oposición hostil a toda la raza humana, y el Dios de Israel no ha elegido más que a un pueblo, al que todos los demás han de servir de `escabel´”. “Considerad que entre los 17 millones de habitantes de la Prusia, no hay más de 600.000 judíos; considerad con qué ardor convulsivo trabaja esta nación, de vivacidad oriental e irreprimible, para lograr por todos los medios subvertir el estado; por ocupar, incluso mediante dinero, los establecimientos de enseñanza superior y monopolizar en su favor los puestos del Gobierno...” Y continúa diciendo el ilustre Arzobispo: “Carlyle, una de las mayores autoridades masónicas, dice, (pág. 86): `La Masonería de la Gran Logia es, en la actualidad, enteramente judía’.” “La `Gaceta de la Cruz´, órgano principal de los conservadores prusianos, dedicó, del 29 de junio al 3 de julio de 1875, una serie de artículos en los que se demostraba que los principales ministros de los gobiernos alemán y prusiano, sin exceptuar al príncipe de Bismarck, estaban en manos de los reyes judíos de la Bolsa, y que los banqueros judíos eran quienes, de manera práctica, gobernaban Prusia y Alemania. Esto hizo decir al judío Gutzkow: `Los verdaderos fundadores del nuevo Imperio alemán son los judíos; judíos son los adelantados en todas las ciencias, la prensa, la escena y la política´ “. “M. Stamm escribió en 1860 un libro sobre este tema, en el que se prueba que `el reino de la libertad universal sobre la tierra será fundado por los judíos´. En el mismo año, Sammter publicó en el Volsblait una larga carta para demostrar que `los judíos ocuparán muy pronto el lugar de la nobleza cristiana; la aristocracia caduca debe perder su puesto en esta época de luz y de libertad universales, a la que tan próximos estamos. ¿No comprendéis –escribe- el verdadero sentido de la promesa hecha por el Señor Dios Sabaoth a nuestro padre Abraham?,

promesa que se ha de cumplir con seguridad, la de que un día todas las naciones de la tierra serán sometidas a Israel. ¿Creéis que Dios se refería a una monarquía universal, con Israel como rey? ¡Oh, no! Dios dispersó a los judíos sobre toda la superficie del globo, a fin de que constituyesen una especie de fermento, entre todas las razas, y al cabo, como elegidos que son, extendiesen su dominación sobre ellas´ “. “No es probable que la terrible opresión sufrida por las naciones cristinas de Europa, que se ven empobrecidas por la usura y la avaricia de los judíos, y que se quejan de ver las riquezas nacionales acumuladas en manos de los grandes banqueros, se calme con esporádicos levantamientos antisemitas. Las monarquías cuyos cimientos no están aún pulverizados por el martillo masónico, y cuyas dinastías no están aún reducidas al nivel de los masones descamisados, descalzos y con los ojos vendados, se coaligarán contra la secta monstruosa, y harán pedazos las filas de los anarquistas. El propio Carlyle, masón furioso dice, aterrado de la suerte de la humanidad entre las manos de los judíos: `Cuando los legisladores vuelvan a ocuparse de las sociedades secretas, harán bien en no hacer una excepción en favor de la Masonería´ ”. “El privilegio del secreto está legalmente acordado a los masones en Inglaterra, Francia, Alemania, y, creemos que en todos los países. El hecho de que todas las revoluciones salgan del fondo de las logias, sería inexplicable si no supiéramos, que, con la momentánea excepción de Bélgica, los ministerios de todos los países se hallan en manos de masones dirigidos, en el fondo, por los judíos” (26). Uno de los testimonios más interesantes es seguramente el del masón Haugwitz, inspector de las logias de Prusia y de Polonia. En 1777 –escribe en sus memorias- “me hice cargo de la dirección de las logias de Prusia, Polonia y Rusia. Allí he adquirido la firme convicción de que todo lo que ha sucedido en Francia desde 1789, la Revolución, es una palabra, incluso el asesinato del rey con todos sus horrores, no sólo se había decretado en aquel tiempo,, sino que todo fue preparado por medio de reuniones, instrucciones, juramentos y señales que no dejan lugar a duda ninguna acerca de la inteligencia que todo lo meditó y dirigió” (27). En lo que concierne al asesinato de Luis XVI, tenemos igualmente el testimonio del jesuita padre Abel. “En 1784 –declara- tuvo lugar en Francfort una reunión extraordinaria de la Gran Logia Ecléctica...Uno de los miembros puso a discusión la condenación a muerte de Luis XVI, rey de Francia, y de Gustavo III, rey de Suecia. ese hombre se llamaba Abel. Era mi abuelo” (28). Barruel, en su obra “Memorias para la historia del Jacobinismo”, dice: “Después de esta reunión uno de sus miembros, el marqués de Visieu, declaraba lo siguiente: `Lo que puedo deciros es que se trama una conspiración tan bien urdida y tan profunda, que será muy difícil que no sucumban la religión y los gobiernos´ “ (28). Maurice Fara, en su libro “La masonería en descubierto”, dice que: “La existencia de esta conspiración y su propósito de asesinar al rey de Francia y al rey de Suecia aparecen igualmente confirmados por la mayor parte de los autores que han hecho investigaciones serias sobre la cuestión masónica (30) y los acontecimientos trágicos las confirman igualmente. El 21 de enero de 1793 el rey Luis XVI muere guillotinado después de un simulacro de juicio en el que la mayoría de los jueces son masones. Un año después, el rey Gustavo III es asesinado por Aukastrem, discípulo de Condorcet. El mismo año desaparece misteriosamente el emperador Leopoldo”. “En un discurso pronunciado el 4 de marzo de 1882 en la logia `Libre Pensamiento´, de Aurillac, decía el masón Paul Roques: `Después de haber trabajado en la revolución política, la Franc-Masonería debe trabajar en la revolución social...´ “ (31). Y en la Memoria del Gran Oriente de Francia se afirma:

“Que Francia, para vivir, no sacrifique la razón misma de su existencia: el ideal filosófico, político y social de sus antepasados de 1789; que no apague la antorcha del genio revolucionario con la que ha iluminado al mundo”. Y añade el mismo orador: “La peor humillación para Francia consistiría en renegar de la obra de la revolución...que perezca al menos sin haber abdicado su ideal”. (32). Otros documentos masónicos de indiscutible valor nos informan que: “Nunca se podrá olvidar que fue la revolución francesa la que dió realidad a los principios masónicos preparados en nuestros templos”, decía un orador en el Congreso Masónico de Bruselas (33) y en una reunión de la logia de Angers celebrada en 1922 exclamaba uno de los hermanos: “La Franc-Masonería, que ha desempeñado el papel más importante en 1789, debe estar dispuesta a suministrar sus cuadros de combate a una revolución siempre posible” (34). “Pasemos al estudio de la participación de los judíos en las revoluciones en general. Ya en 1648 el gran jefe revolucionario Cromwell estaba sostenido por los judíos; una delegación venida `del fondo de Asia y dirigida por el rabino Jacob ben Azabel´ se presentó ante el dictador inglés. No se hicieron esperar los resultados de las conversaciones que se entablaron y Cromwell usó de todo su poder para derogar las leyes de restricción impuestas a los judíos en Inglaterra (35). Uno de los más íntimos colaboradores de Cromwell fue el rabino de Amsterdam, Manassé ben Israel”. (36) El famoso investigador de la masonería Maurice Fara, nos cita que: “Ernesto Renán, que no puede ser sospechoso de antisemitismo, escribía lo que sigue: `En el movimiento revolucionario francés el elemento judío desempeñaba un papel capital´ y es muy difícil no estar de acuerdo con él. Es verdad que hacia 1789 los judíos operaban con mucha prudencia y se ocultaban tras las organizaciones masónicas y las sociedades filosóficas, pero esto no impedía que algunos de los hijos de Israel tomaran parte activa en los acontecimientos revolucionarios y se aprovecharan de ellos desde el punto de vista material. El primer tiro contra los guardias suizos de la Tullerías, el 10 de agosto de 1791, fue disparado por el judío Zalkind Hourwitz Lang (37). pero como este ardor bélico encierra muchos peligros, prefieren los judíos dedicarse a otras actividades menos peligrosas y sobre todo más lucrativas. El viejo hebreo Benoltas, hombre millonario de esta plaza (Cádiz) queda nombrado por ahora tesorero general de la Orden, y cuenta ya con un fondo disponible de trescientos mil pesos fuertes (Máxima 44 del Grande Oriente Español, 1º de abril de 1824)” (38). P. Gaxotte, en su obra “La Revolución Francesa”, afirma que: “El avituallamiento de los Ejércitos republicanos se realizaba por los israelitas Bidermann, Max Beer, Moselmann y otros, y esto dio lugar a las quejas formuladas por el comandante Bernanville, del Ejército del Mosela, porque se le enviaban para las tropas calzados de adolescente con suela de cartón, medias de niño y lonas para tienda completamente podridas” (39). Capefigue, en su obra “Las grandes operaciones financieras”, dice que: “En cuanto fueron abolidas las leyes que restringían los derechos de los judíos gracias a la intervención del abate Gregoire, de Mirabeau, Robespierre y otros (esto lo hacen el primer día todos los Gobiernos revolucionarios), y `en cuanto prevalecieron las ideas de 1789, descargó sobre Francia una verdadera nube de extranjeros, especialmente judíos de las orillas del Rhin´ (40). Entonces fue cuando aparecieron en la arena política los Klotz, los Benjamin Veitel Ephraim, los Etta Palm, etc. `El Mesías ha venido para nosotros el 28 de febrero de 1790 con los Derechos del Hombre´ (41), escribía el judío Cahen, y, en efecto, la concesión a los judíos de todos los derechos de ciudadanía fue una de las grandes victorias de Israel”. Dice el historiador israelita Bédarride: “La revolución de 1830 no ha hecho sino consagrar estos felices resultados. Cuando en 1848 la soberanía del pueblo alcanzó sus últimos límites surgieron nombres israelitas en las más

altas regiones del poder” (42). Estos elegidos, estos representantes del pueblo ostentaban apellidos tan franceses como los de Fould, Cerfbeer, Crémieux, etc. Pero no fue sólo en Francia donde la judería desempeñó un papel preponderante en los movimientos revolucionarios. El culto escritor francés R. Lambelin afirma: “El movimiento revolucionario que agitó la Europa central en 1848, fue preparado y sostenido por los judíos” (43), así lo demuestran numerosos hechos y documentos. “Entre los autores de la revolución de 1870 y entre los miembros de la Commune, aparecen igualmente los judíos representados por Ravel Isaac Calmer, Jacob Pereyra y otros. El autor precitado señala la presencia de 18 judíos entre los principales miembros de la Commune” (44). Asegurando el escritor francés Drumont, que durante el incendio de París en 1871 los incendiarios dejaron intactos los 150 edificios que pertenecían a la familia Rothschild. Continuando el estudio de estos movimientos en Europa, volvemos a encontrar a los judíos: el poeta Heine, Carlos Marx, Lasalle y otros muchos. Drumont escribe: “Para destruir la antigua sociedad que lo repelía, el judío ha sabido colocarse a la cabeza de la acción democrática. Los Carlos Marx, los Lasalle, los principales nihilistas, todos los jefes de la revolución cosmopolita son judíos. de este modo imprimen los judíos al movimiento la dirección que le conviene” (45). Y el escritor francés, Mauruce Fara, dice: “No olvidemos que los fundadores de la Internacional en 1864 fueron los judíos Marx, Neumeier, Fribourg, James Cohen, Lasalle, Aaron, Adler, Franckel y, el único no judío (¿), Compers”. “Para dirigir el movimiento revolucionario se fundó en Francia el tan conocido diario `L´Humanité´. Para ello se abrió una suscripción que proporcionó la suma de 780.000 francos. Citaremos entre los doce donantes que `por casualidad´ eran todos judíos: Levy Brul, Levy Bram, A. Dreyfus, L. Dreyfus, Herr, Eli Rodríguez, León Picard, Blum, Rouff, Kasevitz, Salomón Reinach y Sachs” (46). Después de leído lo que procede no puede causar extrañeza que en el sínodo judío de Leipzig del 29 de junio de 1869 se aprobara la siguiente moción: “El Sínodo reconoce que el desarrollo y la realización de los principios modernos (léase revolucionarios) son las más firmes garantías para el presente y el porvenir del judaísmo y de sus miembros. Son las condiciones más enérgicamente vitales para la existencia expansiva y el mayor desarrollo del judaísmo” (47). “En muchos aspectos la revolución no ha sido sino una aplicación del ideal que `Israel había traído al mundo´ “ (48) según escribe Leroy Beaulieu, autor nada tachado de antisemitismo. Es preciso darle la razón porque no se puede negar la importancia de la intervención judía en la obra revolucionaria. ORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES. El citado investigador Maurice Fara, afirma que: “Hemos visto a la Sociedad de las Naciones fundada y sostenida por las mismas fuerzas ocultas que nos encontramos siempre que se trata de destruir; hoy en día la masonería, sus auxiliares, los partidos de izquierda y, detrás de todos, la judería, tratan de exterminar el sentimiento nacional y el principio de soberanía de los estados por la creación de un supergobierno internacional, y al mismo tiempo de desmoralizar a los pueblos con una propaganda

antimilitarista y pacifista. Perdido el sentimiento nacional, esos pueblos estarán completamente desarmados frente a esta fuerza oculta y sagaz que pudiéramos llamar el imperialismo judeomasónico”. “La Sociedad de las Naciones fue inaugurada el 10 de enero de 1920; los estatutos elaborados en las Asambleas masónicas fueron muy poco modificados...” (49). Y en una nota del traductor argentino, a la citada página 115 de la obra de Maurice Fara, se lee lo siguiente: “El H. Eugenio Berteaux ha propuesto recientemente a la Gran Logia de Francia que se derogue el artículo 17 de la Constitución de dicha Gran Logia, que prescribe a todos sus adeptos que se sometan a la `legislación del país en que tengan facultad de reunirse libremente, y que se hallen dispuestos a todos los sacrificios que su patria les exija´, porque `conforme a los principios de una moral universal, todo franc-masón es por definición, un hombre esencialmente libre, que no depende sino de su conciencia´, y `nuestra conciencia masónica no puede exigir imperativamente a sus adeptos que estén dispuestos a todos los sacrificios que la Patria les exija´. La derogación que propone redundará `en beneficio de la salvaguardia de las conciencias individuales, entendiéndose que, en caso de reproducirse conflictos trágicos, esas conciencias individuales obedecerán o no, bajo su propia responsabilidad, a los llamamientos de su sensibilidad, de su razón y de su fe en la Verdad Suprema´ “ (50). LA ACCIÓN JUDÍA Y MASÓNICA FRENTE AL CRISTIANISMO El Eminentísimo Cardenal Caro, nos asegura, a este respecto, que: “Es indudable que la acción de la masonería contra la Iglesia Católica no es más que la continuación de la guerra a Cristo practicada por el Judaísmo desde hace más 1900 años, eso sí que acomodada, mediante el secreto, el engaño y la hipocresía, a las circunstancias en que tiene que hacerla...” “No olvidemos que el Judaísmo rabínico es el declarado e implacable enemigo del Cristianismo, dice Webster. El odio al Cristianismo y a la persona de Cristo no es cosa de historia remota ni puede mirarse como el resultado de persecución: forma una parte íntegra de la tradición rabínica originada antes de que tuviera lugar cualquiera persecución de los judíos por los cristianos, y ha continuado en nuestro país mucho después de que esa persecución ha terminado...” (51). Por su parte, el “The British Guardian” (13 Marzo 1925), hace esta afirmación: “...la Iglesia Cristiana es atacada hoy como no lo ha sido jamás durante siglos, y este ataque es casi exclusivamente la obra de los judíos” (52). Añade el Excmo. Mons. Cardenal José Mª Caro: “Por lo demás, las relaciones de la Masonería o del Judaísmo perseguidor de la Iglesia Católica y, según los casos, de todo el Cristianismo, con el Bolchevismo y Comunismo, en Méjico, en Rusia, en Hungría y con la amenaza de hacerlo en todas partes, es cosa pública, como lo es la relación del Judaísmo con la Masonería” (53).

NOTAS: [1] León XIII, Carta Encíclica Humanum Genus, abril 20 de 1884. [2] Pablo Rosen, Satán y Cía. Buenos Aires, 1947. p. 219. [3] Adolphe Ricoux, L´existence des loges de femmes (La existencia de logias femeninas). París: Téqui, 1891. pp. 78-95. [4] Monseñor León Meurin, S.J. Arzobispo Obispo de Port-Louis, Simbolismo de la masonería. Madrid: Editorial Nos, 1957. pp. 201-202. [5] “Revue Internationale des Sociétés Secrètés” (RISS). París, 1913, no. 2, p. 58 [6] Albert Pike, La moral y el dogma en el rito escocés. Anno mundi 5641 (1881). [7] Maurice Fara, La masonería en descubierto. Buenos Aires: La hoja de roblre, 1960. p. 23. [8] Rabino Benamozegh, Israel y la humanidad. París, 1914. p. 71. [9] Gougenot des Mousseaux, Le juif, le judaïsme et la judaïsation des peuples chrétiene (El judío, el judaísmo y la judaización de los pueblos cristianos). París, 1869. pp. 338-339. [10] León de Poncins, Les forces secrètes de la Revolution (Las fuerzas secretas de la revolución), pp. 139-140 de la edición francesa. [11] “Revue Internationale des Siciétés Secrètes” (R.I.S.S.), 1926, no. 8, p. 269. [12] “Archivos Israelitas”, 1864, p. 335. [13] “Almanaque de los franc-masones”. Leipzig, 1884. [14] “Les cahiers de l´ordre”, 1926, no. 3-4, p. 22. [15] “Les cahiers de l´ordre”, 1926, no. 3-4, p. 23. [16] Maurice Fara, obra citada, p. 111. (A cuya diligencia debemos los datos anteriores sobre la Sociedad de las Naciones). [17] José María Cardenal Caro R., Arzobispo de Santiago, Primado de Chile, El misterio de la masonería. 2ª ed. Buenos Aires: Editorial Difusión, 1954, p. 258. (Col. Hoy, no. 49). [18] Monseñor León Meurin, S.J., Arzobispo Obispo de Port-Louis. Filosofía de la masonería. Madrid: Editorial Nos, 1957. pp. 30, 211-212. [19] Monseñor León Meurin, S.J., Arzobispo Obispo de Port-Louis. Filosofía de la masonería. Madrid: Editorial Nos, 1957, p. 212. [20] Monseñor León Meurin, S. J., Arzobispo Obispo de Port-Louis. Filosofía de la masonería. Madrid: Editorial Nos, 1957, pp. 41-42. [21] Monseñor León Meurin, S.J., Arzobispo Obispo de Port-Louis, Simbolismo de la masonería. Madrid: Editorial Nos, 1957. p. 34. [22] José María Cardenal Caro R., Arzobispo de Santiago, Primado de Chile, obra citada, pp. 263, 265-266. [23] Jewish Encyclopedia. New York: Funk and Wagnalis Company, 1903. Vol. V, p. 504. [24] José María Cardenal Caro R., Arzobispo de Santiago, Primado de Chile, obra citada, pp. 190-191. [25] José María Cardenal Caro R., Arzobispo de Santiago, Primado de Chile, obra citada, pp. 190-191, 193-201. [26] Monseñor León Meurin, S. J., Arzobispo Obispo de Port-Louis, Filosofía de la masonería. Madrid: Editorial Nos, 1957. pp. 212-215, 217-218. [27] Von Haugwitz, Memorias.

[28] Declaración del P. Abel en “La nueva prensa libre”. Viena, 1898. [29] Barruel, Mémoires pour servir a l´histoire du Jacobinisme. (Memorias para historia del jacobinismo). Citado por Maurice Fara, obra citada, p. 62. [30] P. Deschamps, Cardenal Mathieu, Monseñor Besson y otros. [31] “Cadena de Unión” de julio de 1882. Citado por Maurice Fara en “La masonería en descubierto”, p. 63. [32] “Memoria de la Asamblea General del G. O. de Francia”, 1913. p. 337. Citado por Maurice Fara, obra citada, pp. 63-64. [33] “Memoria del congreso masónico internacional de Bruselas de 1910”, p. 124. [34] “Boletín oficial del G. O. de Francia”, oct., 1922. p. 281. [35] León Halevy, Resumen de la historia de los judíos. [36] R. Lambelin, Las victorias de Israel, p. 44. [37] León Kahn, Los judíos de París durante la revolución. Citado por Maurice Fara, obra citada, pp. 82-83. [38] Maurice Fara, obra citada, p. 83, nota n. 28 del traductor. [39] P. Gaxotte, La revolución francesa, pp. 279-280. [40] Capefigue, Histoire des grandes opérationes financières (Historia de las grandes operaciones financieras). [41] “Archivos Israelitas”, 1847. Vol. VIII, p. 801. [42] Bédarride, Les juifs en la France, l´Italie et l´Espagne (Los judíos en Francia, Italia y España), pp. 428-430. [43] R. Lambelin, obra citada, p. 62. [44] R. Lambelin, obra citada, p. 10. [45] Edouard Drumont, La France juive (La Francia judía). París, 1888. [46] Maurice Fara, obra citada, p. 85. [47] Gougenot des Mousseaux, obra citada, p. 332. [48] Leroy Beaulieu, Israel entre las naciones, p. 66. [49] Maurice Fara, obra citada, p. 115. [50] Maurice Fara, obra citada, p. 115, nota del traductor. [51] José Mª Caro R., Arzobispo de Santiago, Primado de Chile, obra citada, p. 267. [52] “Revue Internationale des Societés Secrètes” (R.I.S.S.), 1925, p. 430. [53] José Mª Cardenal Caro, Arzobispo de Santiago, Primado de Chile, obra citada, pp. 267-268.

TERCERA PARTE LA SINAGOGA DE SATANÁS.

Capítulo Primero IMPERIALISMO JUDÍO Y RELIGIÓN IMPERIALISTA. El pueblo hebreo fue escogido por Dios como depositario de la verdadera religión, cuya conservación le fue confiada en medio de los pueblos idólatras, hasta la venida del Mesías prometido con Quién se cumplirían las profecías del Antiguo Testamento. Pero los judíos empezaron, ya antes de la venida de Cristo, a tergiversar las profecías dándoles una interpretación falsa, racista e imperialista. La promesa de un reinado del verdadero Dios en la Tierra –reinado espiritual de la religión auténtica-, lo interpretaron los judíos como el reinado material de su raza, como la promesa de Dios a los israelitas de un dominio material de su raza, como la promesa de Dios a los israelitas de un dominio mundial y de la esclavización, por ellos, de todos los pueblos de la Tierra. Como ejemplo de esas falsas interpretaciones se pueden citar los siguientes pasajes. En el Génesis (capítulo XXII, versículos 17 y 18) el Ángel del Señor dice a Abraham: “17. Te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y como la arena que está a la ribera del mar: Tu posteridad poseerá las puertas de sus enemigos, 18. Y en tu simiente serán benditas todas las naciones de la Tierra...” (1). Los judíos imperialistas han dado a estos versículos una interpretación material al considerar que Dios les ofrece, como descendientes sanguíneos de Abraham, adueñarse de las puertas de sus enemigos, siendo sólo en ellos, en los de raza judía, en quienes podrán ser benditas todas las naciones de la Tierra. En cambio, la Santa Iglesia interpreta espiritualmente estas profecías: “...cual es la victoria, que por virtud de Jesucristo y por el don de una justicia perseverante habían de conseguir los hijos espirituales de Abraham (es decir los cristianos) de todos los enemigos visibles e invisibles de su salud. Y así el cumplimiento a la letra de esta profecía se verificó después del establecimiento de la Iglesia, cuando se sometieron a Jesucristo todos los pueblos del mundo, y recibieron de Él la bendición y la salud” (2). En el Deuteronomio (capítulo II, versículo 25), dice el Señor: “25. Hoy comenzaré a poner tu terror y espanto en los pueblos, que habitan debajo de todo el cielo: para que oido tu nombre se pongan despavoridos y como las mujeres que están de parto tiemblen, y sean poseídos de dolor”. También a este pasaje la Santa Iglesia da una interpretación restringida, completamente distinta del sentido imperialista judío, traducido, a través de la historia, en hechos palpables que demuestran la aplicación práctica de esta interpretación falsa. Dondequiera que triunfaron a través de la Edad Media los movimientos heréticos dirigidos por judíos (aunque tales triunfos fueran locales y efímeros), iban siempre acompañados del crimen, del terror y del espanto. Lo mismo ha ocurrido con sus revoluciones masónicas, como la de 1789 en Francia o la de 1931-1936 en España. ¡Y ya no se diga de las revoluciones judeo-comunistas! En la Unión Soviética, donde los hebreos han logrado

implantar su dictadura totalitaria, han sembrado el pavor y la muerte de manera tan cruel que los pobres rusos esclavizados al oir actualmente la palabra “judío” tiemblan de terror. Otro ejemplo de este tipo nos lo proporciona la falsa interpretación que hacen los israelitas del versículo 16, del capítulo VII del citado Deuteronomio, que dice: “16. Devorarás todos los pueblos, que el señor Dios tuyo te ha de dar. No los perdonará tu ojo ni servirás a sus dioses...”. Mientras la Santa Iglesia da a este pasaje una interpretación igualmente restringida, los judíos lo entienden de una manera monstruosa, en el sentido de que Dios les ha dado el derecho para devorar a todos los pueblos de la Tierra y adueñarse de sus riquezas. ya vimos (en el capítulo IV de la Primera Parte de esta obra), lo que el rabino Baruch Levi escribía a su discípulo el joven judío Karl Marx (más tarde fundador del socialismo malamente llamado científico), dando supuestos fundamentos teológicos al derecho de los judíos para adueñarse de las riquezas de todos los pueblos de la Tierra mediante los movimientos proletarios comunistas, controlados por el judaísmo. El versículo 24 del mismo capítulo VII, reza así: “24. Y entregará sus reyes en tus manos, y borrarás los nombres de ellos de debajo del cielo: nadie te podrá resistir, hasta que los desmenuces”. Esta profecía que la Santa Iglesia refiere a los reyes pecadores que gobernaban en la tierra de Canaán, los judíos la entienden con carácter universal: consideran todas sus revoluciones y conspiraciones contra los reyes de los tiempos modernos como empresas santas realizadas en cumplimiento de las profecías de la Sagrada Biblia y además como un medio útil para lograr el dominio del mundo, que también creen les fue ordenado por Dios en las Sagradas Escrituras. La constante tergiversación del sentido verdadero de las profecías de la Biblia por los judíos, se encuentra nuevamente al leer el versículo 27 del capítulo VII de la profecía de Daniel: “27. Y que todo el reino, y la potestad, y la grandeza del reino, que está debajo de todo el cielo, sea dado al pueblo de los santos del Altísimo: cuyo reino es reino eterno, y todos los reyes le servirán, y obedecerán”. Mientras la Santa Iglesia interpreta esta profecía en relación al reinado eterno de N.S. Jesucristo, los judíos consideran que ese reinado eterno sobre el mundo será el de su raza sobre los demás pueblos, que llegarán a formar un solo rebaño con un solo pastor, salido, naturalmente, de la grey de Israel. La profecía de Isaías señala: (capítulo LX, versículos 10, 11 y 12), “10. Y los hijos de los extraños edificarán tus muros, y los reyes de ellos te servirán...11. Y estarán tus puertas abiertas de continuo: de día y de noche no se cerrarán, para que sea conducida a ti la fortaleza de las naciones, y te sean conducidos sus reyes. 12. porque la nación y el reino, que a ti no sirviere, perecerá; y las naciones serán destruidas y desoladas”. Esta profecía, que se refiere al reinado de Cristo y de su Iglesia (3), adquiere para los judíos un sentido totalmente diferente que viene a cristalizar en hechos, claramente reconocibles, dondequiera que se haya impuesto la dictadura judeo-comunista en los diversos países que han tenido la desgracia de caer en las garras del monstruo.

En todos estos pueblos, los que no han servido a los judíos o han osado rebelarse contra su servidumbre, han sido destruidos. No hay más dueño que los judíos, porque ellos se apoderaron de la fortaleza de todas esas naciones. Así, podrían seguirse citando versículos del Antiguo Testamento que han sido falsamente interpretados por el imperialismo judaico. Hay que tener presente que muchos de los profetas fueron asesinados por los judíos sólo porque contradecían y censuraban sus perversidades. Pero lo más grave de esas interpretaciones falsas de las profecías de la Biblia fue la que se relacionó con la venida del Mesías, Redentor del género humano, que establecería el reinado del verdadero Dios en el mundo. Aquí fue donde los judíos se desviaron en forma más grave de la Verdad Revelada, dando a las promesas sublimes relacionadas con el Mesías un carácter racista e imperialista. Ya en tiempo de N. S. Jesucristo estaba tan arraigada entre los israelitas esa interpretación falsa, que la generalidad pensaba en el Mesías prometido como en un rey o caudillo guerrero, que, con la ayuda de Dios, conquistaría a todas las naciones de la Tierra por medio de guerras sangrientas en las que Israel resultaría siempre vencedor y acabaría por dominar materialmente al mundo entero. Por ello, cuando Jesús ante tales pretensiones se opuso a todo derramamiento de sangre, manifestando que su reino no era de este mundo, los imperialistas judíos sintieron naufragar todas sus esperanzas y ambiciones y empezaron a temer seriamente que la doctrina de Cristo llegara a convencer a todos los hebreos, y los hiciera reconocer en El al Mesías prometido. Cuando Jesús predicó la igualdad de todos los hombres ante Dios, los judíos pensaron –y con muy justa razón- que Cristo con sus doctrinas echaba abajo sus equivocadas creencias acerca de Israel como pueblo escogido de Dios para dominar materialmente al mundo, anulando, al mismo tiempo, la idea de un pueblo superior a los demás por voluntad divina que estaba, según ellos, destinado por orden de Dios a esclavizar a los demás pueblos y a adueñarse de sus riquezas. Por ello, los dirigentes del judaísmo en esa época, sacerdotes, escribas, etc., sintieron que Jesús amenazaba el brillante porvenir acordado al pueblo de Israel como futuro amo del Universo, ya que al ser todos los pueblos iguales ante Dios, como lo predicaba N.S. Jesucristo, no había lugar en la Tierra para uno de ellos, escogido a manera de futura casta privilegiada y dominante de la humanidad. En defensa de la tesis imperialista judía, Caifás, sumo pontífice de Israel, señalaba la conveniencia de que muriera un hombre, Jesucristo, para salvar a un pueblo. Con posterioridad al crimen más negro y trascendental cometido en la historia de la humanidad, o sea, el asesinato de Dios Hijo por los judíos, éstos siguieron empecinados en sus ambiciones imperialistas, tratando de compilar y justificar en un nuevo libro sagrado sus falsas interpretaciones de la Sagrada Biblia. Así, surgió el Talmud, especie de Nuevo Testamento de los judíos, condenado por la Santa Iglesia y en el cual, según ellos por inspiración divina, se contiene la más perfecta interpretación del Antiguo Testamento. Después surgió la recopilación de la Cábala judía, que quiere decir tradición, en la que fue consignada –también por inspiración divina, según los judíos- la interpretación esotérica, es decir, oculta y verdadera de las Sagradas Escrituras. A continuación pasamos a citar unos cuantos pasajes de esos

“libros santos” del judaísmo moderno, ya que la índole de este trabajo nos impide extendernos más sobre la materia. “Vosotros israelitas, sois llamados hombres, en tanto que las naciones del mundo no merecen el nombre de hombres, sino el de bestias” (4). “La progenie de un extranjero es como progenie de animales” (5). En los anteriores pasajes dan los falsos intérpretes de las Sagradas Escrituras un paso de gran trascendencia: el de quitar a los cristianos y gentiles, es decir, a todos los pueblos de la Tierra, su carácter humano, dejándolos en la categoría de bestias. Para darse cuenta de la importancia de este paso infame hay que tener en presente que, según la Revelación Divina del Antiguo Testamento, todos los animales y bestias fueron creados por Dios para servicio del hombre, el cual puede comer su carne, utilizar su piel como vestido, matarlos, desollarlos y hacer con ellos todo aquellos que le convenga. En cambio, obligó al hombre a guardar los Mandamientos respecto a sus semejantes, los demás hombres. Para los judíos –según la falsa interpretación que dan de las Escrituras-, tanto los cristianos como los gentiles son simples animales y no seres humanos, por lo que automáticamente, los hebreos quedan sin obligación de guardar los Mandamientos con respecto a ellos, sintiéndose, al mismo tiempo, con todo el derecho de matarlos, desollarlos y privarlos de todo lo que tengan, como a cualquier animal. Jamás ha existido, ni existe sobre la Tierra, un imperialismo tan implacable y totalitario como el de los judíos. Este concepto trascendental acerca de la animalidad de los demás pueblos explica claramente la conducta implacable, cruel y despectiva hacia todo derecho humano, observada por los jerarcas judíos del comunismo internacional. Su desprecio por los demás llega al extremo de hacerlos afirmar: “¿Qué es una prostituta? Cualquier mujer que no sea hebrea?”. Esto explica, según lo han repetido y denunciado varios escritores de distintas nacionalidades, el hecho de que los judíos hayan sido en todas partes los más inescrupulosos comerciantes en la trata de blancas y los más asiduos defensores de las doctrinas disolventes, el amor libre y la promiscuidad, mientras mantienen a sus familias en la más absoluta disciplina y moralidad. Es que siendo animales los cristianos y gentiles, nada de extraño tiene que vivan en la prostitución y en la promiscuidad. En cuanto a los instintos asesinos de los judíos, manifestados a través de los siglos, se ven alentados con la que ellos creen inspiración divina del Talmud y de la Cábala, pero que según la Santa Iglesia, no es sino obra satánica. “Al mejor entre los gentiles, mátalo” (7). Si Dios les ordenó tal cosa, tratándose como se trata de un pueblo cruel y sanguinario, como lo demuestra la Pasión y Muerte de Cristo, las torturas y matanzas de la Rusia comunista, etc., ¿qué de extraño tiene que, donde pueda hacerlo, asesine a todos aquellos que en alguna forma se oponen a sus perversas maquinaciones? Ese odio diabólico, ese sadismo que han demostrado siempre los judíos en contra de los demás pueblos, tiene también su origen en la interpretación falsa de la Revelación divina, es decir, en la cábala y el Talmud. Sirva de ilustración el siguiente ejemplo:

“¿Qué significa `Har Sinai´ ¿ Significa el monte desde el cual se ha irradiado el Sina, es decir, el odio contra todos los pueblos del mundo” (8). Es necesario recordar, que fue en el Monte Sinaí donde Dios reveló a Moisés los Diez Mandamientos; pero los judíos modernos consideran, en forma tan equivocada como absurda, que allí fue revelada la religión del odio que ellos observan hasta nuestros días; odio satánico contra los demás pueblos que ha tenido su manifestación extrema en los tormentos y matanzas perpetradas por el comunismo internacional. La Cábala, reservada para los altos iniciados del judaísmo, no para la plebe, llevó la división entre judíos y gentiles –entre los que incluyen a los cristianos- a los extremos más absurdos. Mientras por una parte, se rebajaba a los gentiles a la categoría de simples animales, por otra parte, se elevaba a los judíos a la categoría de dioses, identificándolos con la divinidad misma. ¡Hasta ese grado han falseado los judíos el significado del Pentateuco y en general del Antiguo Testamento! El blasfemo pasaje que aparece a continuación, es sumamente ilustrativo al respecto: “Dios se exhibe en la Tierra en las semblanzas del judío. Judío, Judas, Judá, Jevah o Jehová, son el mismo y único ser. El hebreo es el Dios viviente, el Dios encarnado, es el hombre celeste, el Adán Kadmon. Los otros hombres son terrestres, de raza inferior; sólo existen para servir al hebreo, son pequeñas bestias” (9). Es natural que semejante manera de pensar haya llevado a los judíos a la conclusión lógica de que todo cuanto existe en la Tierra les pertenece, incluso las bestias –entre las que nos incluyen a los demás hombres- y todo lo que a esas bestias pertenece. Los falsificadores de las Sagradas Escrituras intentaron, tanto en el Talmud como en la Cábala, fortalecer el imperialismo judaico dándole el carácter de mandato divino. Los siguientes pasajes lo demuestran: “El Altísimo habló a los israelitas así: Vosotros me habéis reconocido como único dominador del mundo y por esto yo he de haceros los únicos dominadores del mundo” (10). “Dondequiera que se establezcan los hebreos, es preciso que lleguen a ser amos; y mientras no posean el absoluto dominio, deben considerarse como desterrados y prisioneros. Aunque lleguen a dominar naciones, hasta que no las dominen todas, no deben cesar de clamar: `¡Qué tormento!´ `¡Qué indignidad!´” (11). Esta falsa revelación divina, contenida en el Talmud, es una de las bases teológicas de la política del judaísmo moderno, que realizándola al pie de la letra cree cumplir con la voluntad de Dios. Cuando los pueblos cristianos y gentiles han abierto generosamente sus fronteras a los emigrantes judíos, equiparándolos a los de otras naciones, jamás han podido imaginar que dan albergue a eternos conspiradores, siempre dispuestos a trabajar en la sombra y sin descanso hasta dominar al pueblo ingenuo que les abrió sus puertas. El Talmud claramente señala que los judíos no deben descansar hasta que el dominio sea absoluto. Los judíos Los judíos han comprendido que la democracia y el capitalismo –que les ha permitido dominar a los pueblos- no les ha proporcionado ese dominio absoluto ordenado por el Dios de que habla el Talmud; por eso, los judíos Karl Marx y Federico Engels inventaron un sistema totalitario que les asegure poder quitar a cristianos y gentiles todas sus riquezas, todas sus libertades y, en general, todos sus derechos humanos, hasta igualarlos con las bestias.

La dictadura del socialismo comunista de Marx permite a los judíos alcanzar ese dominio absoluto; por ello, desde que la implantaron en Rusia, han trabajado sin descanso para destruir el régimen capitalista que ellos mismos habían creado, pero que fue incapaz de hacerlos llegar a la meta deseada. Como revela el Talmud, no basta a los judíos dominar algunas naciones, sino que deben dominarlas todas; mientras no lo logren, deben clamar: “¡Qué tormento!” “¡Qué indignidad!”. Esto explica el por qué es insaciable el imperialismo judío comunista. Pone de manifiesto lo absurdo que es creer en una sincera convivencia pacífica o en la posibilidad de que el comunismo cese en su ambición de conquistar a todas las naciones de la Tierra. Los judíos creen que Dios les ha ordenado imponer un dominio total a todas las naciones y que ese dominio total lo conseguirán sólo por medio de la dictadura totalitaria socialista del comunismo. Como ese dominio integral debe extenderse a todas las naciones del mundo, no descansarán hasta imponer la esclavitud comunista a todos los pueblos de la Tierra. Es indispensable que los cristianos y gentiles acaben tan tremenda tragedia. La existencia de un totalitarismo cruel e imperialista, impulsado por un grupo de místicos, fanáticos y locos que realizan todos sus crímenes y todas sus perversidades creyendo firmemente que están cumpliendo con fidelidad los mandatos de Dios, es una ominosa realidad. Llega su maldad hasta tal grado, que creen moralmente lícito hacer triunfar el ateísmo y el materialismo comunista en todo el mundo, de manera transitoria, mientras ellos, que son religiosos y creyentes, logran destruir “al odiado cristianismo y demás religiones falsas”, con el fin de hacer imperar sobre las ruinas de todas, la religión actual de Israel, la cual reconoce el derecho de los judíos a dominar el mundo y su carácter de casta privilegiada –por derecho divino- en la humanidad de los tiempos venideros. Por otra parte, el Talmud dice dar a los judíos la verdadera interpretación de las promesas bíblicas acerca del Mesías: “El Mesías dará a los hebreos la dominación del mundo y a ella estarán sometidos todos los pueblos” (12). Podría seguirse citando pasajes de los distintos tratados del Talmud y de la Cábala judía –tan elocuentes como los anteriores- que nos permitirían percibir cuál es el significado y trascendencia de la actual religión de los judíos y el peligro que ella significa para la Cristiandad y para el resto de la humanidad. Cuanto más se profundice en esta materia, más claro se verá el abismo que media entre la primitiva y verdadera religión revelada por Dios a los judíos a través de Abraham, Moisés y los profetas, y la falsa religión que fueron elaborando a base de la falsa interpretación de la Sagrada Biblia, tanto aquellos hebreos que crucificaron a Cristo Nuestro Señor como sus descendientes, sobre todo, a partir de la aparición del Talmud de Jerusalén y el de Babilonia y de la posterior elaboración de los libros cabalísticos “Sepher-HaZohar” y “Sepher-Yetsirah”, libros sagrados que son la base de la religión de los judíos modernos. Si media un abismo entre la religión de Abraham y de Moisés y la del judaísmo moderno, éste se hace insondable entre el cristianismo y dicho judaísmo moderno; puede decirse que este último es la antítesis y la negación

misma de la religión cristiana, contra la cual destila odio y afán destructor en sus libros sagrados y en sus ritos secretos. La lucha de siglos, emprendida por la Santa Iglesia en contra de la religión judía y sus ritos, no tuvo por origen, como falsamente se ha dicho, la intolerancia religiosa del catolicismo, sino la maldad inmensa de la religión judía, que presentaba una mortal amenaza para la Cristiandad.. Esto fue lo que obligó a la Iglesia –tan tolerante en un principio- a adoptar una actitud decidida en defensa de la Verdad, de la Cristiandad y de todo el género humano. Es, pues, errónea y sofística la opinión de algunos clérigos que se dicen cristianos, pero que le hacen el juego a los judíos en forma bastante sospechosa, en el sentido de que es ilícito combatir al judaísmo porque los judíos fieles –los judíos creyentes- tienen una religión afín y hermana de la cristiana. En primer lugar, es falsa la base de su tesis. Lo hemos demostrado en este capítulo y podrá comprobarlo quien profundice su estudio en los secretos de la religión judía postbíblica; secretos que fueron condenados en la doctrina de los Padres de la Iglesia, en los concilios ecuménicos y provinciales y en los estudios de ilustres clérigos católicos de la Edad Media y de los siglos anteriores al presente. En segundo lugar, lo que los judíos pretenden realmente con imponer a los católicos esa tesis de la ilicitud de combatir a la criminal secta judaica, es lograr la adquisición de una nueva patente de corso que les permita, sin exponerse a contraataques directos, seguir adelante en sus movimientos revolucionarios masónicos o comunistas, hasta lograr la destrucción de la Cristiandad y la esclavización de la humanidad. Los judíos y sus cómplices dentro del cristianismo quieren asegurar, en forma cómoda el triunfo definitivo del imperialismo judaico, ya que si los cristianos se abstienen de atacar y vencer a la cabeza de toda la conspiración, reduciéndose a atacar únicamente su rama masónica, anarquista, comunista o cualquier otra, la cabeza –el judaísmo-, libre de ataques, conservará todo su vigor mientras sus tentáculos masónicos y comunistas, con todos sus derivados, se dedicarán a atacar de manera inmisericorde, como lo han venido haciendo, a las instituciones religiosas, políticas y sociales de la Cristiandad y del mundo entero.

Capítulo Segundo ALGO MÁS SOBRE LAS CREENCIAS RELIGIOSAS DE LOS JUDÍOS La falsa interpretación de las Sagradas Escrituras hizo a los judíos apartarse cada día más de la primitiva religión de los hebreos que les fue revelada por Dios a través de Abraham, Moisés y los profetas, para llegar, con la aparición del Talmud y de la Cábala, a una creencia sectaria, anticristiana e imperialista, que nada de común tiene con la primitiva Verdad Revelada. Utilizamos para demostrarlo, entre otras pruebas, pasajes de esos mal llamados libros sagrados que sirven de base a la religión del judaísmo moderno. En el presente capítulo se verá algo más sobre las creencias religiosas de los llamados judíos fieles para poder demostrar, con mayor claridad, que ninguna afinidad o parentesco existe entre éstas y la religión de los cristianos. Lo primero que debe tomarse en cuenta al abordar el problema de la religión judía moderna, es que se trata de una religión secreta, a diferencia de las demás religiones cuyos dogmas, doctrinas y ritos son de carácter público y, por lo tanto, pueden ser conocidos por cualquier extraño a ellas. Los judíos, después de la crucifixión del Señor, fueron –a través de los siglos- ocultando a los cristianos y a los gentiles todas aquellas doctrinas y ritos que, por constituir una amenaza contra los demás hombres, necesitaban mantener en secreto. Temían, con toda razón, que al conocer su doctrina, las gentes reaccionaran violentamente en contra de los judíos. Ya en un texto talmúdico puede leerse lo siguiente: “Comunicar algo de nuestra ley a un gentil equivale a al muerte de los hebreos, pues si los Goyim (gentiles) supieran lo que nosotros enseñamos a propósito de ellos, nos exterminarán sin más” (13). La mentira ha sido el arma principal de lo que Cristo Nuestro Señor llamó, ya desde entonces, la “Sinagoga de Satanás”. Con mentiras y engaños han controlado a los pueblos en sus revoluciones masónicas y con mentiras y engaños llevan a las revoluciones comunistas. baste decir que hasta se valen de la mentira para los asuntos relacionados con su propia religión. A los cristianos y a los gentiles los engañan haciéndoles creer que la actual religión judía es como todas las demás: que se limita a rendir culto a Dios, a fijar normas de moralidad y a defender los valores del espíritu. Pero tienen mucho cuidado de ocultar que su religión es, en realidad, una secta secreta que conspira para destruir a la Cristiandad, que sigue odiando a muerte a Cristo y a su Iglesia y que trata de dominar primero y esclavizar después a los demás pueblos de la Tierra. No es de extrañar, por lo tanto, que en su propio libro sagrado, el Talmud, afirmen que si los gentiles (entre los que incluyen a los cristianos) “supieran lo que nosotros enseñamos acerca de ellos, nos exterminarían sin más”. La historia nos demuestra lo acertado de esta previsión talmúdica. La Santa Iglesia, al descubrir lo que en secreto enseñaban los maestros o rabinos a sus fieles, mandó requisar y destruir en diversas ocasiones los libros del Talmud, ante el peligro que significaban sus enseñanzas para los judíos, convirtiéndolos en una secta de conspiradores, ladrones y hasta asesinos; peligro mayor para aquellos que, siendo más fervorosos en su religión,

aceptaban sin condiciones y con fanatismo las enseñanzas del Talmud y de la Cábala. De nada sirvió otro fraude judío, consistente en hacer textos apócrifos del Talmud, dados después a conocer a las autoridades civiles y eclesiásticas sin los pasajes cuya lectura se consideraba peligrosa para los cristianos. Con frecuencia, tanto la Santa Iglesia como los gobiernos civiles descubrían los textos auténticos ante la indignación general, manifestada a menudo en reacciones violentas contra la secta religiosa del judaísmo, cuyos auténticos libros sagrados contienen ya los lineamientos de la conspiración que han venido desarrollando en contra de la humanidad entera. El escritor judío Cecil Roth, en su obra “Storia del pòpolo ebraico”, habla con extensión de la condenación del Talmud por el Papa Gregorio IX y demás condenaciones sucesivas hasta aquella del Papa León X, en el siglo XVI, que tuvo su origen en una denuncia al Cardenal Carafa, de que la obra era perniciosa y blasfema. Esta denuncia fue hecha por el judío Vittorio Eliano, que era sobrino del sabio judío Elia Levita y tuvo como consecuencia, la quema pública del Talmud en el “Campo dei fiori”, de Roma, en el otoño de 1553 (14). En los procesos de la Inquisición, seguidos en contra de los judíos clandestinos, llamados por la Santa Iglesia, “herejes judaizantes”, se encuentra otra fuente muy copiosa sobre las ocultas y verdaderas creencias religiosas de los judíos. Quienes deseen profundizar en este estudio necesitarán consultar los archivos de la Inquisición de esta capital del mundo católico; los de las ciudades italianas donde más se introdujeron los judaizantes; de Carcasona, de Narbona y de otros lugares de Francia; de Simancas, en España; de la Torre do Pombo, en Portugal; de México y de otros países de la catolicidad. Por nuestra parte, nos limitaremos a citar los “Procesos de Luis de Carvajal” (El Mozo), en donde se puede apreciar la mentalidad de los judíos y conocer ciertas creencia religiosas de los mismos, muy reveladoras. Se trata de una edición del Gobierno de México del año de 1935, publicación oficial del Archivo General de la Nación. En éste se encuentran los manuscritos originales con las consiguientes firmas del judío procesado, de los inquisidores, testigos, etc. La autenticidad de estos valores manuscritos queda fuera de duda; ni los mismos judíos contemporáneos han podido negarla jamás, por el contrario, los consideran como valiosos documentos históricos y los citan en algunas obras hebreas. El contenido de estos documentos es algo espantoso: monstruosas blasfemias contra Nuestro Señor Jesucristo y María Santísima; odio satánico hacia el cristianismo; odio que nada tiene que ver con la auténtica ley dada por Dios a Moisés en el Sinaí, pero que es la esencia de la religión oculta del judaísmo moderno; religión de odio, de odio feroz contra la Cristiandad; odio que inspira las matanzas de cristianos y las persecuciones contra la Santa Iglesia y que se ha desatado en forma explosiva, irrefrenable y ominosa en todos los lugares donde han triunfado las revoluciones judeo-masónicas y judeo-comunistas. Del segundo proceso contra Luis de Carvajal, iniciado a fines del siglo XVI, en el año 1595, nos atrevemos a transcribir con verdadera repugnancia lo que sigue, porque es urgente desagraviar a Cristo Nuestro Señor y a María Santísima de las blasfemias que lanzan los judíos; y porque es necesario demostrar palpablemente la mendacidad de esta tesis extraña, sostenida actualmente por algunos clérigos que afirman que es indebido combatir al

judaísmo por su afinidad con la religión cristiana, afirmación que raya en la demencia y que sólo puede prosperar entre quienes, desconociendo el problema, caen víctimas de las fábulas judaicas. La intensa religiosidad de Luis de Carvajal se manifiesta en diversos pasajes del proceso. Transcribimos a continuación el testimonio de Manuel de Lucena, judío, amigo de Luis de Carvajal: “...y lo que pasa es que habrá año y medio que yendo éste a Santiago a ver a Luis de Carvajal y visitándole en el colegio de los indios en un aposento de él, que estaba sacando moralidades de la Biblia, y éste le dijo: `cosas lindas estáis escribiendo´ ; y el dicho Luis de Carvajal le respondió que tales eran, y que se espantaba cómo no abría los ojos tosa criatura, y que quebrantado fuese quien quebrantaba la palabra del Señor, diciéndolo por los cristianos que fuesen quebrantados, porque quebrantaban la Ley de Moisén, que llamaba la Ley del Señor;...” Después, sigue diciendo Manuel de Lucena, que manifestándole algunas dudas: “...al dicho Luis de Carvajal como a hombre que guarda la Ley de Moisén y es muy leído en la Biblia, se las declaraba y le satisfacía; y el dicho Luis de Carvajal le decía a éste cómo vio que guardaba la Ley de Moisén y que también estaba en ella por habérsela comunicado a Ley y tratado de autoridades del Testamento Viejo: que de allí en adelante le tendría por hermano y aunque indigno, lo encomendaría a Dios en sus oraciones...” (15). Hasta aquí aparece Luis de Carvajal como un piadoso judío, fervorosamente religioso; pero que ya demuestra su odio al cristianismo cuando dice: “quebrantados sean los cristianos”, porque quebrantan la Ley de Moisés. El mismo judío, Manuel de Lucena, afirma que en cierta ocasión preguntó a Luis de Carvajal “...cómo se entendía un capítulo de Zacarías que comienza, que el principio de él no se acuerda más de que se dice en él: `despierta, cuchillo, contra mi pastor y contra el hombre, conjunto amigo, etc.´. Y el dicho Luis de Carvajal le respondió que aquella autoridad y aquello que en aquello se contiende, diría el Señor el día del Juicio a Jesucristo, por haberse hecho Dios, condenándole a Él y a todo su reino a los infiernos;...” (16). Aquí, las interpretaciones equivocadas del Antiguo Testamento levan a un judío piadoso en su religión, a destilar odio contra Cristo Nuestro Señor, al afirmar que Este y su reino serán condenados a los infiernos, blasfemia lanzada contra el Hijo de Dios por un hebreo intensamente religioso, considerado actualmente por los judíos como un santo varón y mártir. Sigue diciendo después el mismo Lucena, en su testimonio, que cierto día fue a casa de Luis de Carvajal y halló “...al dicho Luis de Carvajal, doña Francisca su madre, doña Isabel, doña Leonor y doña Mariana, sus hermanas, hincadas de rodillas hacia el Oriente, rezando Salmos y oraciones de la Ley de Moisén, y con voz baja y llorando el dicho Luis de Carvajal, decía los dichos Salmos y oraciones; y las dichas doña Francisca, doña Isabel, doña Leonor y doña Mariana respondían de la misma manera, la voz baja y llorando; todo lo cual hacían en guarda y observancia de la Ley de Moisén y del Día Grande del Señor...” (17). La religiosidad y piedad de este ferviente judío quedan, por tanto, fuera de duda. Los frailes dominicos inquisidores, para ayudarse en el esclarecimiento de la verdad, utilizaban, además de los testimonios de algunos judíos, un medio consistente en introducir a la celda del reo a un sacerdote católico, que conociendo las creencias y ritos secretos del judaísmo, apareciera ante el preso como otro judío encarcelado en la misma celda. Con esta estratagema,

se logró que Carvajal, creyéndose acompañado por un hermano y correligionario, externara los verdaderos sentimientos ocultos en su corazón. El clérigo escogido fue don Luis Díaz, cuyos testimonios constan en las actas de la audiencia celebrada en la ciudad de México, el 9 de febrero de 1595. Ante el Inquisidor Don Alfonso de Peralta, el sacerdote mencionado, bajo juramento prestado, hizo, entre otras, las siguientes declaraciones: “...que es verdad que él ha pedido audiencia, para decir y declarar dichas cosas que le han pasado con Luis de Carvajal, compañero de cárcel de éste, acerca de la Ley de Moisén; y en aprobación de ella le dijo a éste el dicho Luis de Carvajal que no se encomendase a Ntra. Sra. la Virgen María, porque era una mujercita embaidora, mujer de un carpintero, para que éste viese lo poco en que la había de estimar, le hacía saber que estando un día la Virgen Santísima, apartada de José, su santo esposo, vino a visitarla un herrero que andaba enamorado de su Divina Majestad, y estando con su menstruo tuvo acceso carnal con ella y entonces engendraron a Nuestro redentor Jesucristo, llamándole el perro embaidor, barbillas, y que por él había venido la perdición de todo el género humano y la que agora había entre todos los cristianos que guardaban su secta, y que por esta causa están Nuestro redentor Jesucristo y su Santísima Madre y todos los Apóstoles y Stos. que los cristianos llaman mártires, ardiendo en los infiernos; y porque la creyese éste y no tuviese duda, le dijo el dicho Luis de Carvajal que Adonay, verdadero Dios de los Ejércitos y de las hazañas, había pronosticado al profeta Daniel que había cuatro reinos, y que en el postrero vio el dicho profeta que había una figura espantable, y que le salían de la frente diez cornezuelos y entre los cuales había uno muy pequeño que tenía ojos y boca, y daba a entender esta bestias fiera que era Jesucristo Ntro. Redentor, llamándole bestia abominable; y que esta visión que vio el dicho profeta pronosticaba la perdición que (a la venida de Jesucristo, habría en el mundo, y que como Cristo había sido tan gran pecador, lo eran también los Sumos Pontífices y todos los prelados de las iglesias) que seguían su doctrina y que cuando la magdalena fue a pedir perdón a Cristo y le ungió y le dijo: `Remitunt tibi peccato´, la estaba contemplando para pecar con ella” (18). Sigue la declaración del clérigo católico, Luis Díaz, en los siguientes términos: “Item, dijo: que queriendo éste saber del dicho Luis de Carvajal qué cómplices había que guardasen la Ley de Moisén, fingiendo éste que la quería guardar, para venir luego y manifestarlos ante los Sres. inquisidores, le dijo el dicho Luis de Carvajal que pues él estaba determinado a confesar y a morir en la Ley de Moisén, podría acudir éste a Manuel de Lucena y a Manuel Gómez Navarro y a Pedro Enríquez, que eran grandes judíos y guardaban con perfección la Ley de Moisén...” (19). A continuación, se transcribe una escena inmunda relatada por el padre Luis Díaz, en la que se ve de lo que pueden ser capaces esos judíos muy fervorosos y apegados a su fe religiosa. Se trata del propio Luis de Carvajal, cuya religiosidad es ya conocida, de Manuel Gómez Navarro, de quien dice aquél ser gran judío y guardar con perfección la Ley de Moisés y de Diego Enríquez, de quien dice ser el mayor judío que había en la Nueva España. La declaración del R.P. Díaz dice: “...se acuerda que el dicho Luis de Carvajal dijo a éste que Diego Enríquez, penitenciado por este Santo Oficio, hermano del dicho Pedro Enríquez, era aunque mozo, el mayor judío que había en al Nueva España y de mayor pecho y valor, y que estando en esta ciudad, en casa del dicho Diego Enríquez, se quedaron a dormir con el dicho Diego Enríquez en una misma cama el dicho Luis de Carvajal y Manuel Gómez Navarro, y toda la noche estuvieron en mucha chacota comiendo nueces y pasas, y el dicho Luis de Carvajal les hizo una plática en alabanza de la Ley de Moisén, y el dicho Diego Enríquez, después de una plática, se levantó al servicio, y habiendo puesto un Cristo que tenía a la cabecera de la cama, atado a los pies de ella, estándose

proveyendo, decía: por Nuestro Redentor Jesucristo, esto puedo almorzar este perro por la mañana; y volviéndose a la cama, como dormía el dicho Diego Enríquez en medio del dicho Luis de Carvajal y Manuel Gómez Navarro, teniendo el rostro de Cristo a sus pies, alzaba la copa y ventoseaba diciendo al Cristo: bebe, perro, juro a Dios que os he de poner las barbas bermejas; y el dicho Manuel Gómez Navarro, no pudiendo sufrir el hedor, dijo al dicho Diego Enríquez: idos de ahí, lleva a ese perro con todos los diablos, y ponelde en otra parte y allí dalde de beber cuanto vos quisiéredes; y entonces dijo el dicho Luis de Carvajal: dexaldo estar que yo me huelgo mucho y no hay agua rosada ni agua de ángeles para mí, como ver tratar mal a este perro ahorcado, embaidor y hechicero” (20). La terrible escena demuestra que, el odio satánico de los judíos hacia Cristo Nuestro Señor seguía siendo el mismo mil seiscientos años después de su crucifixión. Y, del mismo modo, evidencia que es falsa la tesis sostenida por muchos israelitas en el sentido de que, los enemigos implacables de Cristo y de su Iglesia son los judíos descreídos y no los judíos fieles a su religión, la cual es pariente cercana de la cristiana. Es evidente, que los judíos más fieles a su monstruosa religión son los más enconados enemigos de Cristo y de la Cristiandad, ya que es en tal secta religiosa donde beben el odio implacable contra Jesús y contra todo lo cristiano. Por el contrario, los pocos hebreos que venciendo el temor a las terribles amenazas –incluso el asesinato de los llamados apóstatas y de represalias contra sus familias- logran desligarse de la secta demoníaca y adquieren el calificativo de judíos de sangre; pero incrédulos en su religión, acaban por perder su odio hacia la Cristiandad y hacia la humanidad entera, al dejar de absorber constantemente ese ambiente de odio contra la Iglesia, ese afán de esclavizar y odiar a la humanidad, que infesta las Sinagogas de Satanás. Desgraciadamente son poquísimos los que lo hacen, puesto que casi nadie se atreve a desafiar las iras de los dirigentes judíos manifestadas, a menudo, por represalias y bloqueo económico, excomuniones terribles y amenazas de muerte, siempre pendientes sobre las cabezas de los incrédulos que se atrevan a desligarse de la Sinagoga. Siguiendo con las constancias del expediente del segundo proceso en contra del judío Luis de Carvajal, encontramos en las declaraciones del Padre Díaz que habiendo preguntando al primero con qué otros judíos de confianza podía tratar, respondióle Carvajal: “...con el dicho Antonio Díaz Márquez, porque era gran siervo de Dios y guardaba la Ley de Moisén y que si no fuera casado con una perra cristiana, hija de villanos, se hubiera ido a una judería...que el dicho Antonio Díaz Márquez, cuando iba a la iglesia y se hincaba de rodillas y hacía que rezaba y decía a las imágenes de los santos semejantes sean a vosotros los que en vosotros adoran...y que cuando salía el sacerdote a decir misa al altar, de la hostia decía el dicho Antonio Díaz Márquez, en un solo Dios creo, en un solo Dios adoro y no en este perro que no es sino un pedazo de engrudo...y luego se apartó hacia donde tenía el dicho Luis de Carvajal un Cristo y unas imágenes, y se llegó al Cristo y le dio una higa, metiéndosela en los ojos por dos veces y diciéndole: ¿qué secreto nos tendrá este perro de barbillas? y entonces le escupió en el rostro y luego se levantó el dicho Luis de Carvajal, diciendo: no me habéis de llevar en eso ventaja; y escupiendo a la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, dijo: no habéis de llamar a éste perro, sino Juan Garrido...y que cuando la dicha Constanza Rodríguez va a la iglesia, cuando el sacerdote alza la hostia, dice: encomendado seas a los diablos tú y quien te alza, confundido seas por misterio del cielo, caiga aquí un rayo y confunda a todos estos herejes, diciéndolo por los cristianos...” (21).

Lo que sigue es algo terrible; pero es preciso citarlo para que los católicos se den cuenta del peligro que encierra la llamada religión judía. En el testimonio de Pedro de Fonseca, mandado por los inquisidores a petición del Padre Díaz, para que escuchara junto a la puerta de la cárcel la conversación sostenida por el sacerdote con Luis de carvajal, afirmó que pudo escuchar, en la hora fijada por el Padre Luis Díaz, entre otras cosas, lo siguiente: “...que el Mesías no había venido y que Jesucristo era profeta falso, y que era el Antecristo que dicen los cristianos y que cuando venga el Antecristo, vendrá el Mesías prometido en la Ley, y que los cristianos andan engañados y están en los infiernos, y que el que tiene mayor dignidad entre ellos, terná (tendrá) mayor pena en los infiernos, y que el Papa y el rey y todos los grandes inquisidores y ministros del Santo Oficio, perseguidores de los que guardan la Ley de Moisén que es la verdadera, y que los apóstoles están también en el infierno, y que no hay santos en el cielo, y que Jesucristo estuvo amancebado con la Magdalena, y que Nuestra Señora está en los infiernos y era una puta que había parido cinco veces, y entonces el dicho Luis Díaz de Carvajal, respondió: cómo se ha de creer en María Hernández, madre de Juan garrido, que asó los llaman los judíos, diciendo María Hernández, por Nuestra Señora y Juan Garrido, por Nuestro Redentor Jesucristo...tenía una imagen de Juan Garrido, diciéndolo por Jesucristo, a los pies de su cama, y que cuando se bajaba de ella para sus necesidades, pasaba por encima de él y lo ventoseaba, para ver si le respondía, y que algunas veces lo ensuciaba, y que el dicho Juan Garrido (diciéndolo por el Cristo), le tenía buen secreto y se reía de él” (22). Estos eran los judíos que la Inquisición, con la autoridad de la Santa Iglesia, relajaba a la justicia y brazo secular para que fueran quemados en la hoguera o muertos por medio del garrote. Sólo la ignorancia de los que es la secta religiosa del judaísmo, puede hacer que gentes de buena fe acusen a la Santa Iglesia de intolerancia por tales motivos. En realidad, se requiere mucha ignorancia o mala fe, para asegurar a los cristianos que puede haber un convenio entre la Santa Iglesia y la Sinagoga de Satanás; ya que, si es imposible concebir un pacto o entendimiento entre el catolicismo y el comunismo o entre aquél y la masonería, tanto más imposible es un pacto entre la Santa Iglesia y el judaísmo satánico, que es la cabeza del comunismo y la masonería, impregnados –por los judíos- de ese odio diabólico a Cristo, a María Santísima y a la Cristiandad. Luis de Carvajal, judío ejemplar, maestro de la –ya falsificada- ley de Moisés, identificó al Mesías que ellos esperaban con el Anticristo de los cristianos. Es muy significativo que, por otra parte, diversos concilios de la Santa Iglesia católica, con su gran autoridad, hayan afirmado que los judíos son verdaderos ministros del Anticristo. Desde el año 633, el Concilio IV de Toledo, integrado por los metropolitanos y obispos de España (incluyendo la actual Portugal) y las Galias visigodas, aseguraba en el canon LVIII que eran del cuerpo del Anticristo los obispos, presbíteros y seglares que prestaran apoyo a los judíos en contra de la fe cristiana, declarándolos sacrílegos y excomulgados (23). En su Canon LXVI llama a los hebreos “Ministros del Anticristo” (24). No deja, pues, de ser muy notable que personas tan autorizadas de las dos partes en pugna, es decir, de la Santa Iglesia de Cristo y de la Sinagoga de Satanás, hayan establecido alrededor del problema del Anticristo posiciones similares, aunque desde un ángulo opuesto. Por otra parte, del estudio profundo de la secreta religión de los judíos en la Era Cristiana –cuyos secretos se han ido descubriendo a pesar de las precauciones tomadas por ellos para

evitarlo-, se llega a la conclusión cierta, de que dicha religión, lejos de tener parentesco y afinidad con el cristianismo, es la antítesis y la negación suprema de la fe de Cristo, con la que no hay la más remota posibilidad de entendimiento.

Capítulo Tercero MALDICIONES DE DIOS A LOS JUDÍOS La judeo-masonería, el comunismo y las diversas fuerzas políticas que ambos controlan, han lanzado innumerables ataques contra la política secular de la Santa Iglesia Católica. Uno de los puntos más atacados, ha sido el relativo al Santo Oficio de la Inquisición y a sus autor de fe, que algunos clérigos –por ignorancia de la historia y por influencias propagandísticas masónico-liberales- los han llegado a ver tan deformados hasta que la Santa Iglesia se equivocó en su política inquisitorial, llegando al extremo de tratar de evadir esta cuestión en cualquier controversia, con un sentimiento de culpabilidad a veces subconsciente. Esta actitud vergonzante, contrasta con la propia postura de algunos historiadores judíos que, conocedores de la verdad, aceptan algunos aspectos positivos del sistema inquisitorial, como Cecil Roth, que en su obra “Storia del pòpolo ebraico”, dice textualmente: “...Es necesario reconocer que, desde un punto de vista, la Inquisición era justa. Raramente procedía sin base seria; y, cuando un asunto estaba en marcha, el objetivo último era el obtener una confesión completa que, unida a la expresión del arrepentimiento, salvaría a las víctimas de los horrores de los tormentos eternos. Los castigos impuestos eran considerados más como una expiación que como un castigo...” (25). En este asunto tan controvertido –que los enemigos del catolicismo han considerado como el tendón de Aquiles de la Iglesia-, es preciso no perder vista la realidad en medio del cúmulo de mentiras, distorsiones y fraudes históricos que ocultan la verdad con una espesa maraña tejida especialmente con este objeto, por los judíos y sus cómplices. La política inquisitorial de la Santa Iglesia, lejos de ser algo condenable, algo de los cual la Iglesia tenga que avergonzarse, fue, no sólo teológicamente justificada, sino de grandes beneficios para la humanidad. Gracias a la Santa Inquisición –llamada santa por Papas, concilios, teólogos y santos de la Iglesia- la humanidad se vio entonces, libre de la catástrofe que ahora la amenaza y que se habría producido hace varios siglos. La Inquisición logró detener seis siglos la espantosa revolución mundial judía que está a punto de arrasarlo todo y de esclavizar a todos los hombres. No somos partidarios de que en la actualidad se trate de imponer la religión por la fuerza, ni de que se persiga a nadie por sus ideas; porque la verdad deberá imponerse solamente por medio de la libre discusión, sin necesidad de medios coercitivos. Sabemos que la Santa Iglesia, tolerante y benévola en sus primeros tiempos, tuvo que enfrentarse a una situación extraordinaria: la amenaza de muerte planteada a la Cristiandad entera, por el judaísmo internacional, en el siglo XII; amenaza cuya gravedad es comparable

tan sólo con la que representa actualmente el comunismo judaico para la humanidad libre. Para salvar a la Cristiandad de ese peligro, la Santa Iglesia tuvo que recurrir a medios extraordinarios, cuya justificación se evidencia con el solo hecho de haber aplazado varios siglos el desastre que ahora se cierne sobre la humanidad. En su lucha milenaria contra la Iglesia de Cristo, los judíos emplearon un arma básica de combate: la quinta columna. Esta nació al irse convirtiendo fingidamente al cristianismo millares y millares de judíos de todo el mundo. El ya mencionado historiador judío, Cecil Roth, afirma textualmente en la pág. 229 de su obra (“Storia del pòpolo ebraico”, edición Milán, 1962): “...Naturalmente en la mayor parte de los casos las conversiones eran fingidas...”. Los falsos conversos tomaban las aguas del bautismo y seguían siendo en secreto tan judíos como antes; aunque adoptaban nombres cristianos, iban a misa y hasta recibían sacrílegamente los sacramentos. Asistían a sinagogas secretas; se reunían en casas particulares y en otros sorprendentes lugares, como después se verá. Estas familias cristianas en apariencia, observadoras –hasta ostentosas- del culto, ritos y oraciones cristianos, no sólo practicaban el judaísmo en secreto, sino lo transmitían a sus hijos, que a determinada edad eran iniciados ocultamente en el judaísmo por medio de secretas e imponentes ceremonias, que nos recuerdan las iniciaciones masónicas. Este sistema de judaísmo subterráneo ha existido desde los primeros siglos del cristianismo hasta nuestros días, sin solución de continuidad. Pronto se vio que la Cristiandad entera estaba amenazada de muerte si no tomaba con urgencia las medidas necesarias para contrarrestar las organizaciones secretas del judaísmo y las asociaciones ocultas que los judíos clandestinos estructuraban entre los verdaderos cristianos; llegándose a la conclusión de que la Santa Iglesia sólo podría defenderse y defender a la humanidad de la destrucción, formando una organización represiva, también secreta. No quedaba más remedio que oponer a las organizaciones ocultas anticristianas, estructuras de represión también secretas. Así nació la eficacísima organización oculta del Santo Oficio de la Inquisición. Mucho se ha criticado el procedimiento secreto empleado por la Inquisición, así como el sigilo absoluto que rodeaba a todas sus actividades. La Santa Iglesia no tuvo alternativa, y hubo de comprender lo infructuoso que resulta combatir a una organización secreta con simples actividades públicas. también los gobiernos han necesitado combatir las actividades secretas de espionaje y sabotaje de sus enemigos, con servicios secretos equivalentes, ya que de lo contrario, sucumbirían.. Siendo las organizaciones secretas la única medida verdaderamente efectiva contra el judaísmo emboscado, no es extraño que éstas hayan sido las que con más saña han combatido los judíos por todos los medios posibles. Así, cuando Santo Domingo de Guzmán y otros santos varones de su época lucharon por la creación de la Inquisición, los judíos ocultos, metidos en el clero, organizaron innumerables intrigas para impedirlo, tratando incluso de sublevar a los obispos en contra de la medida y atacando sistemáticamente lo relativo al secreto. No hay cosa que tema más la quinta columna judía, que el que la Santa Iglesia y los católicos utilicen para combatirla, las mismas armas secretas que ella.

Por eso aún en nuestros días, cuando para combatir a la masonería o a las organizaciones secretas del comunismo, algún grupo de católicos quiere oponerles organizaciones también reservadas, inmediatamente, los judíos subterráneos, organizan intrigas para que el obispo de la diócesis o sus superiores condenen y destruyan la organización reservada. Los judíos y sus agentes dentro del clero católico, saben muy bien que contra una organización oculta fracasarán todas las de carácter público que se le enfrenten y que para dominarla serán precisas estructuras también de carácter secreto que, como la Santa Inquisición, funcionen de acuerdo con la Doctrina católica. Otro aspecto muy atacado de la Inquisición, es el relativo a la quema de judíos y herejes o a su ejecución por el garrote; siendo difícil precisar las cifras exactas de los ejecutados por herejes de distintas sectas o por herejes judaizantes, como llamaba la Iglesia a los que, siendo cristianos en apariencia, practicaban en secreto el judaísmo. Muchos calculan en millares y otros hasta en decenas de miles, tan sólo los judíos clandestinos muertos por la Inquisición en la hoguera y por medio del garrote; pero sea la cantidad que sea, los enemigos de la Iglesia han lanzado contra ésta injustificados ataques por estos procedimientos. La defensa que se ha hecho de la Iglesia, sobre la base de que ella no los ejecutaba directamente, sino que los relajaba al brazo seglar para que éste dictara las sentencias de muerte y las ejecutara, es fácilmente refutada por los enemigos del catolicismo, diciendo que aunque la Iglesia no los condenara ni matara directamente, había dado su aprobación a los procedimientos inquisitoriales y a las leyes que penaban con la muerte a los herejes judíos relapsos y que, además, durante seis siglos había dado su aprobación a estas ejecuciones. Otro argumento débil de los defensores de la Iglesia, ha sido el pretender que la Inquisición de España y de Portugal eran instituciones de Estado, no dirigidas por la Iglesia; pero el razonamiento es endeble, puesto que éste no puede aplicarse a la Inquisición pontificia que funcionó durante tres siglos en toda la Europa cristiana y que estaba dirigida, nada menos que por Su Santidad el Papa, quien personalmente nombraba al Gran Inquisidor. Los demás inquisidores, franciscanos o dominicos, ejercían sus funciones como delegados papales con autoridad papal. Es cierto que la Inquisición Pontificia llevó a la hoguera a millares de judíos y herejes que, aunque ajusticiados por el brazo seglar, morían, no obstante, con la aprobación de la Santa Iglesia que había sancionado los procedimientos para juzgarlos, las leyes que los condenaban y las ejecuciones mismas. Si la Iglesia no hubiera estado de acuerdo con las condenaciones a muerte de judíos y herejes, las hubiera evitado con sólo ordenarlo. Incluso, en lo referente a la Inquisición española y portuguesa, que eran instituciones de Estado donde el Gran Inquisidor era nombrado por el rey y no por el Papa, la Santa Iglesia autorizaba a la Orden de Santo Domingo para constituir los tribunales de la Inquisición, para perseguir y descubrir a los judíos y herejes, para encarcelarlos y para llevar todo el proceso hasta la relegación al brazo seglar. También en estos casos, la Iglesia había dado su aprobación a las leyes que autorizaban al brazo seglar para quemar o dar garrote a estos delincuentes. Para lograr una defensa eficaz y contundente de la Santa Iglesia y de la Inquisición, es preciso tener el valor de recurrir a la verdad y a toda al verdad.

La Santa Iglesia no podrá jamás temerla ya que sus actos han sido siempre normados por la equidad y la justicia. Por eso, con la verdad, que es siempre arrolladora, -expuesta ampliamente en la Cuarta Parte de este libro (“La quinta columna judía en el clero”)-, se logrará una defensa colectiva de la Santa Iglesia Católica, en lo que respecta a su política inquisitorial. Por lo pronto, empezaremos demostrando que los judíos no son un pueblo intocable por el hecho de haber sido un tiempo el pueblo escogido de Dios, sino que, por el contrario, Dios predijo que si no cumplían con todos sus mandamientos, serían castigados muy severamente. Por esta consideración, la política de la Iglesia contra los judíos, en materia inquisitorial, tiene una base teológica amplia. Mucho se vanaglorian los judíos de ser todavía, en la actualidad, el pueblo elegido de Dios, basándose para fundamentarlo en ciertos pasajes de la Sagrada Biblia, a los que dan una interpretación falsa o imperialista, cuidándose mucho, sin embargo, de considerar otros pasajes en los que Dios claramente condicionó aquel privilegio al hecho de que se cumplieran fielmente con los mandamientos y demás órdenes del Señor, amenazándolos, si no lo hacían, con retirarles la distinción de pueblo escogido para convertirlos en un pueblo maldito, sobre el que caerían varios anatemas señalados expresamente por Dios al propio Moisés. Pero los judíos tratan de ocultar esta situación, así como tratan de hacerlo también ciertos clérigos cristianos, cuya conducta, que parece inexplicable, más beneficia al judaísmo y a sus planes subversivos que a la Santa Iglesia de Cristo. En el Deuteronomio (capítulo XXVIII, versículos 1 y 2), Moisés, transmitiendo a los hebreos la voluntad divina, define claramente esa situación. “1. Y si oyeres la voz del Señor Dios tuyo, para cumplir y guardar todos sus mandamientos, que yo te intimo hoy, el Señor te ensalzará sobre todas las gentes, que hay sobre la Tierra. 2. Y vendrán sobre ti, y te alcanzarán todas esa bendiciones: con tal que escuches sus mandamientos”. Hay que tener presente que después de mencionar Moisés todas las bendiciones que otorgaría Dios a los israelitas si cumplían con todos los mandamientos y oían la voz del Señor, enumera las tremendas maldiciones que haría caer sobre ellos si hacían lo contrario. Quien quiera conocerlas íntegras puede consultar el propio Deuteronomio, capítulo XXVIII; y Levítico, capítulo XXVI. Nos reduciremos aquí únicamente a insertar algunas de las más importantes: En el Deuteronomio (capítulo XXVIII), dice Moisés, transmitiendo lo ordenado por Dios: “15. Pero si no quisieres escuchar la voz del Señor Dios tuyo, para guardar, y cumplir todos sus mandamientos y ceremonias, que yo te prescribo hoy, vendrán sobre ti, y te alcanzarán todas estas maldiciones. 16. Serás maldito en la ciudad, maldito en el campo. 17. Maldito tu granero, y malditas tus obras. 18. Maldito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu tierra, las manadas de tus vacas, los rebaños de tus ovejas. 19. Serás maldito cuando entres, y maldito cuando salgas. 20. El Señor enviará sobre ti hambre y ansia por comer, y maldición sobre todas tus obras, que tú hicieres: hasta que te desmenuce, y pierda prontamente, a causa de tus malísimas invenciones, por las cuales me abandonaste. 22. El Señor te hiera con suma pobreza, con calentura y frío, con ardor y bochorno, y aire corrompido, y añublo, y te persiga hasta que perezcas. 24. Dé el Señor a tu tierra polvo en vez de lluvia, y descienda del cielo ceniza sobre ti, hasta que seas desmenuzado. 25. Haga el Señor que caigas delante de tus enemigos (tremenda amenaza de destrucción). Salgas por un camino contra ellos, y huyas por siete, y seas disperso

por todos los reinos de la Tierra. 43. El extranjero, que vive contigo en tu tierra, subirá sobre ti, y estará más alto: y tú descenderás, y quedarás más bajo (26). 45. Y vendrán sobre ti, y te perseguirán y alcanzarán todas estas maldiciones, hasta que perezcas: por cuanto no oíste la voz del Señor Dios tuyo, ni guardaste sus mandamientos y ceremonias que te mandó. 48. Servirás a tu enemigo, que el Señor enviará contra ti, con hambre y con sed, y con desnudez, y con todo género de carestía: y pondrá un yugo de hierro sobre tu cerviz, hasta que te desmenuce. (Tremenda profecía de esclavitud primero, y luego, de aniquilamiento de los judíos, a manos de enemigos que el mismo Dios les echará encima, como castigo y maldición). 54. El hombre más delicado de los tuyos, y el más entregado a placeres, será mezquino con su hermano, y con su mujer, que duerme en su seno. 55. Para no darles de las carnes de sus hijos, que se comerá: por cuanto ninguna otra cosa tendrá en el cerco y en la penuria, con que te habrán destruido tus enemigos dentro de todas tus puertas. 62. Y quedaréis en corto número, los que antes por la multitud erais como las estrellas del cielo, por cuanto no oíste la voz del Señor Dios tuyo” (27). El Levítico (capítulo XXVI), también hace mención al dilema presentado por Dios al pueblo judío, prometiéndole que será su pueblo escogido y bendito si cumple con los mandamientos y lo maldecirá si no los cumple; profetizando además, los castigos con que penará su mala conducta. De las maldiciones lanzadas directamente por Dios contra los israelitas, en este último caso, insertaremos sólo las que consideramos de mayor trascendencia, remitiendo a los quieran conocerlas todas a la propia Sagrada Biblia, que nos sirvió en este asunto. “14. Mas si no me oyéreis, ni cumpliéreis todos mis mandamientos. 15. Si despreciáreis mis leyes, y no hiciéreis aprecio a mis juicios, de manera que no cumpláis las cosas que yo he establecido, e invalidáseis mi pacto: (Aquí alude Dios Nuestro Señor, al hecho de que los judíos, con sus pecados, son los que invalidan y rompen el pacto o alianza que celebró Dios con dicho pueblo). 16. Yo también haré esto con vosotros: Os visitaré prontamente con carestía, y con un ardor que acabe con vuestros ojos, y consuma vuestras almas. En vano sembraréis granos, que serán devorados por vuestros enemigos. 17. Pondré mi rostro contra vosotros, y caeréis delante de vuestros enemigos ( otra predicción de aniquilamiento) y quedaréis sujetos a aquellos que os aborrecen. Huiréis sin que ninguno os persiga. (Es impresionante cómo el delirio de persecución colectivo, que sufre actualmente el pueblo judío, coincide sorprendentemente con esta maldición divina). 18. Y si ni aun así me obedeciéreis, añadiré siete tantos más a vuestros castigos por causa de vuestros pecados. 38. Pereceréis entre las gentes, y la tierra enemiga os consumirá. 39. Y si quedaren aún alguno en sus iniquidades en las de ellos, se pudrirán en sus iniquidades en la tierra de sus enemigos, y serán afligidos por los pecados de sus padres y por los suyos” (28). La palabra de Dios habla por sí sola. Dios dio a Israel enorme privilegio, pero no para que usara de él como de un fuero que le permitiera cometer impunemente toda clase de pecados y de crímenes, violando los mandamientos y órdenes divinas. Es por esto que Dios, que es todo justicia, sujetó la existencia de ese privilegio y de esa bendición a condiciones muy rigurosas, que garantizaran el buen uso de los mismos por parte de los judíos, imponiéndoles como condición guardar no solamente algunos, sino precisamente todos los mandamientos, tal como expresamente lo dicen diversos versículos del Deuteronomio y del Levítico. Les mandó también que oyeran los mandatos divinos, hicieran aprecio de sus juicios y cumplieran las cosas por Dios establecidas (Levítico, capítulo XXVI, versículos 14 y 15), so pena de invalidar el pacto o alianza otorgada por Dios a dicho pueblo. Pero, ¿qué es lo que han hecho los judíos durante tres mil años? En vez de cumplir

con los mandamientos y demás condiciones por Dios establecidas, asesinaron a gran parte de los profetas, renegaron del Hijo de Dios, lo calumniaron y asesinaron; faltando al primer mandamiento que es amar a Dios sobre todas las cosas; al 5º que prescribe no matar; al 8º que prohibe levantar falso testimonio y mentir. Además de asesinar a varios discípulos de Cristo, manchan sus manos en sangrientas revoluciones en donde han matado a millones de seres humanos y despojado a los cristianos y gentiles de sus riquezas, robándolos primero, con la usura y luego con el comunismo. Blasfeman horriblemente contra el nombre de Dios en los países comunistas, sin que valga la justificación que dan en sus reuniones secretas, en el sentido de que sólo lo harán transitoriamente durante algunos siglos, mientras la máquina destructora del socialismo comunista aniquila todas las religiones falsas, para edificar sobre la ruina de éstas la religión –totalmente deformadadel Dios de Israel y de su pueblo escogido, que será la futura aristocracia de la humanidad. Es preciso notar que las blasfemias contra Dios y las negaciones del comunismo materialista no van dirigidas contra tal o cual religión tenida como falsa, sino contra Dios en general y contra todos los valores del espíritu. Ni el delirio de grandeza de la Sinagoga de Satanás ni su imperialismo demoníaco, podrán justificar jamás las monstruosas blasfemias que contra Dios se lanzan en los Estados sujetos a la dictadura socialista del comunismo: aunque se diga que es una situación meramente transitoria de unos cuantos siglos. En una palabra, en lugar de cumplir con los mandamientos y con todo aquello que Dios puso como condición para que fueran su propio pueblo escogido, lo han violado todo sistemáticamente en la forma más trascendental, sobre todo al perpetrar el deicidio –crimen horrendo consistente en el asesinato de Dios Hijo-, culminación espantosa de tantos crímenes y violaciones a los mandamientos, que han continuado cometiendo hasta nuestros días. Así, se han hecho merecedores de todas las maldiciones y castigos con que Dios mismo los amenazó, ya que, en vez de cumplir todos los mandamientos, los desobedecieron. Estas maldiciones y castigos profetizados por el propio Dios Nuestro Señor, se han ido cumpliendo al pie de la letra, hasta el más terrible de ellos, consistente en el aniquilamiento y la destrucción en masa. Si se repasan de nuevo los versículos de la Biblia insertados anteriormente que hablan de esa destrucción y se comparan con las matanzas de judíos en la Europa ocupada por los nazis, se podrá comprobar que una vez más, en la historia, se cumplieron las maldiciones y castigos anunciados por Dios Nuestro Señor hace miles de años para el pueblo judío. Evidentemente, Dios Nuestro Señor ha utilizado incluso a los pueblos paganos –como los caldeos, los romanos y últimamente los nazis -, como instrumentos de la Divina Providencia para castigar los delitos y pecados del pueblo judío y hacer cumplir las maldiciones predichas por el mismo Dios. La Santa Inquisición, al castigar con la muerte a los judíos infiltrados en la Iglesia y en el clero, no fue más que otro instrumento de la Divina Providencia para aplicar sobre ellos los castigos anunciados por Dios al propio Moisés. Si los hebreos o sus instrumentos dentro de la Cristiandad se sienten molestos al leer estas líneas, deben reconocer, sin embrago, que ni debemos ni podemos modificar los mandatos divinos.

En el capítulo siguiente veremos cómo los profetas bíblicos, transmitiendo la voluntad de Dios, fueron todavía más claros que Moisés en lo que respecta a los castigos que azotarían a los judíos en virtud de sus pecados y crímenes.

Capítulo Cuarto MATANZAS DE JUDÍOS ORDENADAS POR DIOS COMO CASTIGO De los tremendos castigos prescritos por Dios en contra de los judíos, hablan también, constantemente, los profetas de la Sagrada Biblia. En la profecía de Isaías, Dios, por boca de aquél, predice contra los israelitas varias sanciones que sería largo transcribir, reduciéndonos solamente a estos dos versículos del capítulo LXV (remitiendo a quienes quieran profundizar este tema a las Sagradas Escrituras): “11. Mas vosotros que desamparásteis al Señor, que olvidásteis mi santo monte, que ponéis mesa a la Fortuna, y derramáis libaciones sobre ella. 12. Por cuenta os pasaré a cuchillo, y todos caeréis en la matanza: porque llamé, y no respondísteis: hablé, y no oísteis: y hacéis el mal delante de mis ojos, y escogísteis lo que yo no quise” (29). El profeta Ezequiel narra que, indignado el Señor por la idolatría de los judíos (¿cómo estará indignado ahora con ese tipo nuevo de idolatría del Estado socialista y de otros fetiches que los judíos han instaurado en los infiernos comunistas?), le había revelado Dios: Capítulo VIII. “18. Pues también yo haré en mi furor: no perdonará mi ojo, ni tendré piedad: y cuando gritaren a mis orejas a grandes voces, no los oiré” (30). Capítulo IX. “1. Y gritó en mis orejas con grande voz, diciendo: Se han acercado las visitas de la ciudad, y cada uno tiene en su mano un instrumento de matar. 5. Y les dijo, oyéndolo yo: Pasad por la ciudad siguiéndole, y herid: no perdone vuestro ojo, ni os apiadéis. 6. Matad al viejo, al jovencito, y a la doncella, al niño, y a las mujeres hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel, sobre quien viéreis el tháu no le matéis, y comenzad por mi santuario. Comenzaron pues por los hombres más ancianos, que estaban delante de la casa. 7. Y les dijo: profanad la casa, y llenad los patios de muertos: salid. Y salieron, y mataban a los que estaban en la ciudad. 8. Y acabada la mortandad, quedé yo: y me postré sobre mi rostro, y dije a voces: Ah, ah, ah, Señor Dios: ¿por ventura destruirás todas las reliquias de Israel, derramando tu furor sobre Jerusalén? 9. Y me dijo: La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es grande muy en demasía, y llena está la tierra de sangres, y la ciudad llena está de aversión: porque dijeron: Desamparó el Señor la tierra, y el Señor no ve. 10. Pues tampoco mi ojo perdonará, ni tendré piedad: retornaré su camino sobre sus cabezas” (31). La palabra de Dios Nuestro Señor habla por sí sola. No podemos, sin blasfemar, contradecirla o criticarla. Es la justicia divina, tal como nos la revelan las Sagradas Escrituras, y no como la falsifican tanto los judíos declarados como los clérigos que se dicen cristianos, pero que obran como si fuesen judíos, haciéndole el juego a la Sinagoga de Satanás. En la profecía de Oseas, se habla de los crímenes de Israel y de Judá y de los castigos que Dios les impondrá: Capítulo IV. “1. ...porque no hay verdad, ni hay misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. 2. La maldición, y mentira, y homicidio, y robo, y adulterio la inundaron, y un homicidio se toca con otro homicidio” (32).

Capítulo V. “2. Y las víctimas hicísteis caer en el abismo...5. Y se mostrará la arrogancia de Israel y Ephraím caerán en su maldad, caerá también Judá con ellos” (33). Al tiempo que se refiere a las maldades de Israel, expresa Dios Nuestro Señor, en la profecía de Amós, su resolución de no permitir que esas maldades pasen más adelante: Capítulo VIII. “2. Y dijo: ¿Qué ves tú, Amós? y dije: Un garabato para frutas. Y me dijo el Señor: Venido es el fin sobre mi pueblo de Israel: no le dejaré ya pasar más adelante” (34) Capítulo IX. “1. Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Hiere en el quicio, y estremézcanse los dinteles: porque hay avaricia en la cabeza de todos, y mataré a espada hasta el ínfimo de ellos: ninguno escapará. Huirán y ninguno de los que huyere se salvará” (35). En la profecía de Daniel, menciona éste lo que le reveló el Arcángel San Gabriel acerca de la muerte de Cristo, manifestando que el pueblo que lo repudió no sería ya más el pueblo escogido de Dios, sino que vendría la desolación a Israel hasta la consumación y el fin del mundo: Capítulo IX. “25. Sabe pues, y nota atentamente: Desde la salida de la palabra, para que Jerusalén sea otra vez edificada, hasta Cristo príncipe, serán siete semanas, y sesenta y dos semanas: y de nuevo será edificada la plaza, y los muros en tiempos de angustia. 26. Y después de sesenta y dos semanas será muerto el Cristo: y no será más suyo el pueblo que le negará. Y un pueblo con un caudillo que vendrá, destruirá la ciudad, y el santuario: y su fin estrago, y después del fin de la guerra vendrá la desolación decretada. 27. Y afirmará su alianza con muchos (es decir, con lo que abracen el cristianismo que sustituirá al antiguo pueblo elegido) en una semana: y en medio de esta semana cesará la hostia y el sacrificio: y será en el templo la abominación de la desolación: y durará la desolación hasta la consumación y el fin” (es decir, hasta el fin del mundo) (26). Es increíble que algunos clérigos que se dicen buenos cristianos, pero que más se preocupan por defender al judaísmo que por defender a la Santa Iglesia, se atrevan a sostener, en nuestros días, que el pueblo deicida sigue siendo todavía el pueblo escogido de Dios, a pesar de todos sus crímenes y de los pasajes de las Sagradas Escrituras, que demuestran qué lejos de ser en la actualidad el pueblo elegido –como lo fue antes de Jesucristo-, es un pueblo maldito de Dios por haber caído sobre él las maldiciones que el Señor le lanzó en caso de que no cumpliera con todos sus mandamientos; maldiciones que con mayor razón cayeron sobre los judíos por haber cometido el crimen más atroz y punible de todos los tiempos: desconocer, martirizar y crucificar a Dios Hijo en persona. Es muy duro comprender toda la verdad sobre este asunto. Sobre todo la verdad desnuda en un mundo influenciado, desde generaciones atrás, por un cúmulo de mentiras y de fábulas judaicas, usando las propias palabras de San pablo (37); fábulas que han ido deformando la verdad acerca del problema judío, en la propia mente de los católicos. Es, pues, urgente que alguien se atreva a hablar claro, aunque resulte desagradable a todos los que en la Cristiandad, con sus actitudes erróneas o de mala fe, se sientan heridos en carne propia. Recordemos que el mismo Cristo Nuestro Señor nos dijo claramente que sólo la verdad nos haría libres (38). Por otra parte, la palabra de Dios antes transcrita, nos demuestra que así como Dios fue enérgico e implacable en su lucha contra Satanás, también es implacable en su lucha contra las fuerzas de Satanás en la Tierra. Esto deja sin fundamento los intentos del enemigo de maniatar a los cristianos con una moral derrotista y cobarde, basada en la idea de una supuesta caridad cristiana que ellos modelan a su antojo y cuyo uso prescriben

para enfrentarse a las ya señaladas fuerzas de Satanás en la Tierra; moral que contradice visiblemente la actitud combativa y enérgica de Dios Nuestro Señor en estos casos. Con los anteriores pasajes del Antiguo Testamento, que contienen lo que Dios Nuestro Señor reveló por conducto de Moisés y de los profetas, queda echado por tierra el mito de que el pueblo judío es intocable, que nadie puede combatir sus crímenes porque es una especie de pueblo sagrado, pues ya se ha visto que Dios prescribió los castigos que haría caer sobre él si lejos de cumplir con todos los mandamientos, los violara. La Santa Iglesia, al dar su aprobación a la política represiva del Santo Oficio de la Inquisición. Obró en armonía con lo que Dios había previsto en el Antiguo Testamento y defendió a toda la humanidad, deteniendo durante varios siglos el progreso de la conspiración sangrienta que está por hundir al mundo en el caos y en la esclavitud más monstruosa de todos los tiempos. Nosotros, sinceramente, somos enemigos del derramamiento de sangre; nuestro fervoroso anhelo es que las guerras desaparezcan de la faz de la Tierra. Pero los judíos deben comprender que esas terribles matanzas que han sufrido a través de los milenios, además de estar anunciadas en el Antiguo Testamento como castigo divino, han sido la consecuencia, en su mayor parte, de una conducta criminal observada por los israelitas en el territorio de los pueblos que generosamente los dejaron inmigrar y les brindaron cordial hospitalidad. Si los hebreos en cada país que los recibe con los brazos abiertos pagan esa bondadosa acogida iniciando una traidora guerra de conquista, organizando complots, haciendo estallar revoluciones y matando por millares a los ciudadanos de esa nación, es natural que sufran las consecuencias de sus actos criminales. Y si nosotros lamentamos el derramamiento de sangre hasta de los criminales (aunque tenga su justificación), con mayor razón, lamentamos el derramamiento de sangre cristiana y gentil que los judíos hacen verter a torrentes con sus revoluciones masónicas y comunistas o con el terror rojo donde logran imponerlo. Si los judíos no quieren que en el futuro los pueblos reaccionen violentamente contra ellos, es necesario que demuestren su buena voluntad con hechos y no con promesas que nunca han cumplido; y que se abstengan de seguir agrediendo a dichos pueblos con sus organizaciones revolucionarias y terroristas de distinto género. Deberían disolver la masonería, los partidos comunistas y demás asociaciones que ellos utilizan como medio de dominación; también deberían libertar a los pueblos esclavizados por sus dictaduras comunistas, permitiéndoles la realización de elecciones libres. En una palabra, cesar la agresión que en todo el mundo realizan contra las distintas naciones, pues deben comprender que quien inicia una conquista, está expuesto al contraataque que en legítima defensa le lance el agredido.

Capítulo Quinto ANTISEMITISMO Y CRISTIANISMO En todas sus empresas imperialistas y revolucionarias, los judíos han empleado una táctica inconfundible para engañar a los pueblos, utilizando conceptos abstractos y vagos o juegos de palabras de significado elástico que pueden entenderse en forma equívoca y aplicarse de diferentes maneras. Aparecen, por ejemplo, los conceptos de igualdad, libertad, fraternidad universal y, sobre todo, el de antisemitismo, vocablo este último de elasticidad enorme; abstracción a la que van dando distintos significados y aplicaciones tendientes a encadenar a los pueblos cristianos y gentiles, con miras a impedir que puedan defenderse del imperialismo judaico y de la acción destructora de sus fuerzas anticristianas. La engañosa maniobra puede sintetizarse como sigue: PRIMER PASO. Lograr la condenación del antisemitismo por medio de hábiles campañas y de presiones de todo género –insistentes, coordinadas y enérgicas-, ejercidas por fuerzas sociales controladas por el judaísmo o ejecutadas por medio de sus agentes secretos introducidos en las instituciones cristianas, en sus iglesias o en sus estados. Para poder dar ese primer paso y lograr que los dirigentes religiosos y políticos de la Cristiandad vayan, uno tras otro, condenando el antisemitismo, dan a éste un significado inicial que lo representa: 1º Como una discriminación racial del mismo tipo que la ejercida por los blancos de ciertos países contra los negros o por los negros contra los blancos. También presentan el antisemitismo como un racismo que discrimina por inferiores a otras razas, contrario a las enseñanzas y a la doctrina del Mártir del Gólgota, que estableció y afirmó la igualdad de los hombres ante Dios. 2º Como simple odio al pueblo judío, que contradice la máxima sublime de Cristo: “Amaos los unos a los otros”. 3º Como ataque o condenación al pueblo que dio su sangre a Jesús y María. A éste, los judíos le han llamado el ”argumento irresistible”. Dando al antisemitismo inicialmente esos u otros significados análogos, han logrado los judíos o sus agentes infiltrados en la Cristiandad, sorprender la caridad, la bondad y buena fe de muchos gobernantes cristianos e incluso de jerarcas religiosos, tanto de la Santa Iglesia Católica como de las iglesias protestantes y disidentes (39) para que, cediendo a tan bien organizadas como oscuras y persistentes presiones, se formulen censuras o condenaciones abstractas y generales contra el antisemitismo, sin entrar en detalles sobre lo que realmente se condena o sobre lo que significa ese antisemitismo censurado, dejando así, impreciso y vago, lo que fue realmente objeto de condenación, con peligro de dejar a los judíos y a sus agentes dentro de la Cristiandad como únicos intérpretes de tan graves decisiones. Cuando los jerarcas religiosos –sometidos a inconfesables presionestienen por lo menos el cuidado de definir lo que entienden por ese antisemitismo que condenan, el peligro es menor, ya que en la condenación quedan bien precisos los términos de lo que se condena, por ejemplo, la discriminación racial o el odio a los pueblos. Así, aunque los judíos tengan, de todos modos, la audacia de pretender una interpretación más amplia del antisemitismo para extender mañosamente

el radio de acción de la condenación, es más fácil descubrir y demostrar el sofisma en todos sus alcances. SEGUNDO PASO. Después que los judíos o sus agentes secretos logran esas condenaciones del antisemitismo, dan a este vocablo un significado muy distinto del que le asignaron para obtener tales condenaciones. Entonces, serán antisemitas: 1º Los que defienden a sus países de las agresiones del imperialismo judaico, haciendo uso del derecho natural que tienen todos los pueblos de defender su independencia y su libertad. 2º Los que critican y combaten la acción disolvente de las fuerzas judaicas que destruyen la familia cristiana y degeneran a la juventud con la difusión de falsas doctrinas o de toda clase de vicios. 3º Los que en cualquier forma censuran o combaten el odio y la discriminación racial, que los judíos se creen con derecho a ejercer en contra de los cristianos, aunque hipócritamente traten de ocultarlo; y los que, en alguna forma, denuncian las maldades, delitos y crímenes cometidos por los judíos contra los cristianos, musulmanes o demás gentiles y demandan el merecido castigo. 4º Los que desenmascaran al judaísmo como dirigente del comunismo, de la francmasonería y de otros movimientos subversivos, pidiendo que se adopten las medidas necesarias para impedir su acción disolvente en el seno de la sociedad. 5º Los que en cualquier forma se oponen a la acción judía tendiente a destruir a la Santa Iglesia y a la civilización cristiana en general. Este juego sucio salta a la vista: obtienen censuras o condenaciones contra un antisemitismo que identifican con una discriminación racial o con una manifestación de odio a los pueblos ejercida contra los judíos, ambas contrarias a la Doctrina cristiana, para después dar al vocablo nuevos significados y tratar de que quienes defienden a la Santa Iglesia, a sus naciones, a sus familias o sus derechos naturales en contra de las agresiones del imperialismo judío, queden atados de pies y manos e impedidos para realizar tan justa defensa. Para lograrlo, las fuerzas hebreas públicas y secretas montan un aparato estruendoso de propaganda y de lamentos, quejándose clamorosamente de los antisemitas, que son los que hacen uso de tales derechos de legítima defensa. Se desgañitan afirmando que la Iglesia condenó el antisemitismo y condenan en su nombre a dirigentes que, según aseguran, ningún creyente debe secundar en esa antisemítica labor de defensa de sus pueblos, de sus familias y de la Santa Iglesia contra la acción revolucionaria del imperialismo judío; maniobra burda, pero que logra sembrar la desorientación y provocar la desbandada, debilitando la acción de esos respetables caudillos en defensa de sus naciones y de la civilización cristiana. Es la forma más segura que ellos han ideado para conseguir el triunfo de las revoluciones judeo-masónicos o judeo-comunistas. Estas tácticas han asegurado el triunfo del judaísmo en los últimos tiempos y han provocado la consiguiente catástrofe que amenaza al mundo cristiano. Por ello, este asunto debe ser estudiado a fondo y meditado por todos

los que estamos obligados a defender a la Santa Iglesia y a nuestra patria del imperialismo anticristiano que representa el judaísmo moderno. Un ejemplo de estas increíbles maniobras nos lo presenta el siguiente caso: el respetable escritor católico don Vicente Risco, nos describe cómo ciertas organizaciones, fundadas para lograr la conversión de los judíos, han sido más eficaces para defender a la raza judía que para convertirla. Los hermanos Lemann, por ejemplo, aprovecharon el celo evangélico de la Santa Iglesia, más para defender al pueblo judío que para lograr resultados eficaces en la conversión. Así, cuando el escritor católico Drumont denunció el siglo pasado en su obra “La France Juïve”, la conspiración judía para destruir a la Cristiandad y dominar al pueblo francés, el P. Lemann contestó en defensa de su raza, colaborando con ello a la derrota de los católicos en Francia y al triunfo judeo-masónico. Otro tanto ocurre con la Orden de Nuestra Señora de Sión, fundada por judíos conversos, la cual se dedica más a defender a los hebreos afiliados a la Sinagoga de Satanás, que a convertirlos de verdad. En el presente siglo se fundó otra asociación (“Amigos de Israel”) destinada a incorporar a los judíos a la Iglesia, mediante su conversión. Tan evangélico ideal captó muchas simpatías, logrando atraer innumerables adhesiones de clérigos y seglares. El culto historiador Vicente Risco dice al respecto: “De ella formaban parte numerosos fieles influyentes y ricos, obispos y hasta cardenales. Hacían propaganda, y publicaron un folleto favorable a los judíos, titulado “Pax Super Israel”. Esta asociación comenzó a sostener doctrinas extravagantes `un poco al margen del genuino espíritu de la Iglesia católica, separándose paulatinamente de la tradición y de las enseñanzas de los Santos Padres y de la Liturgia´, dice una revista católica”. Decían que no debía hablarse de `conversión´ de los judíos, sino solamente de `ingreso´ en la Iglesia, como si los judíos no tuvieran para ello que abandonar sus errores. Rechazaban los calificativos de pueblo `deicida´ aplicado a los judíos, de ciudad `deicida´ aplicado a Israel, como si los judíos no hubiesen contribuido a la muerte de Jesús, y como si la liturgia no les llamase `pérfidos´. Incriminaban a los Santos Padres por `no haber comprendido al pueblo judaico´, como si éste no fuese culpable al persistir voluntariamente en el judaísmo. Por último, insistían en la nacionalidad judía de Jesucristo, y hacían observar que los cristianos, por medio de la Sagrada Comunión, nos unimos con los judíos y contraemos con ellos parentesco de sangre...” Naturalmente, esto era ya demasiado aventurado. La Iglesia no podía tolerarlo y la Sagrada Congregación del Santo Oficio no tuvo más remedio que intervenir. Como entre tan temerarios `Amigos de Israel´ había muchos fieles de buena fe, obispos y cardenales, la Congregación, en su decreto, que es del año 1928, no pronunció una condena formal, sino implícita, suprimiendo la asociación y el folleto `Pax Super Israel´, origen de la intervención” (40) La revista de la Compañía de Jesús “Civiltá Cattòlica” editada en Roma, dedicó –en el año de 1928- el opúsculo 1870 a combatir esa infiltración judía bajo el título de: “El peligro judaico y los `Amigos de Israel´”. La asistencia divina fue patente, una vez más, al quedar desbaratada esta nueva conjura llevada a las más altas esferas de la Santa Iglesia. Este ejemplo tiene gran actualidad, porque según hemos sabido, los israelitas están tramando algo mucho más grave para el Concilio Vaticano II, en donde aprovechándose del santo celo de la unidad cristiana y de al conversión de los judíos, tratan de lograr que se aprueben resoluciones respecto a los hebreos que no sólo contradigan la Doctrina sostenida por la Santa Iglesia durante

siglos, sino que, en forma casi imperceptible para la gran mayoría de los Padres del Concilio, constituyan, tales resoluciones, una condenación tácita de la política observada por Papas y concilios anteriores, durante mil quinientos años. Respecto a la asociación filosemita “Amigos de Israel”, de la cual formaban parte cardenales, obispos y fieles, y su folleto “Pax Super Israel”, su condenación implícita por el Santo Oficio –mediante el decreto de supresión del año 1928-, no fue cosa fácil. Hubo lucha encarnizada en las más altas esferas de la Iglesia, según se dice en fuentes dignas de crédito; y cuando sus miembros vieron inevitable la disolución de la sociedad y la prohibición consiguiente, dieron un contragolpe desesperado, aprovechándose nuevamente de la caridad cristiana y de la buena fe de los altos jerarcas de la Santa Iglesia para lograr que se condenara también el antisemitismo, considerándolo como una manifestación del odio de razas contrario a las prédicas de Cristo Nuestro Señor, basadas en el sublime lema: “Amaos los unos a los otros”. Así lograron, después de ejercer influencias y presiones múltiples, que el Santo Oficio que disolvía a la asociación filosemita, promulgara un decreto el 25 de marzo del mismo año en el cual se establecía que la Santa Iglesia: “Así como reprueba todos los odios y animosidades entre los pueblos, así condena el odio contra el pueblo en otros tiempos escogido por Dios, este odio que hoy de ordinario se designa con la palabra antisemitismo”. Como de costumbre, el judaísmo –por medio del grupo condenado “Amigos de Israel” y su publicación “Pax Super Israel”- consiguió también una condenación del antisemitismo, identificándolo como un odio a determinado pueblo, odio incompatible con las prédicas de amor de Cristo Nuestro Señor; con posterioridad ha tratado de hacer caer esa condenación sobre los católicos que defienden de la conspiración judía a la Santa Iglesia, a su patria y a sus hijos, dándole a la palabra antisemitismo otro significado distinto del que sirvió de base a la condenación. Con esta técnica seguida por los judíos, cuando algún católico de estados Unidos pide que se castigue a los espías hebreos por entregar secretos atómicos a Rusia dando al comunismo poder para avasallar al mundo, se le dice que eso es antisemitismo, condenado por la Iglesia y que debe callarse. Si alguien denuncia a los judíos como dirigentes del comunismo y de la masonería y pone en claro sus deseos de destruir a la Santa iglesia, será también condenado por antisemita. El resultado de estos sofismas e intrigas, es lograr que se considere a los judíos como intocables, para que puedan cometer toda clase de crímenes contra los cristianos, musulmanes y demás gentiles; urdir las más destructoras conspiraciones en contra de la Iglesia y de los estados cristianos y realizar las más demoledoras revoluciones francmasónicas o comunistas, sin que nadie pueda tocarlos, castigarlos ni mucho menos impedir sus actividades, pues sería acusado de antisemitismo y caería dentro de la condenación del Santo Oficio. Si los dirigentes de esta benemérita Institución (Sagrada Congregación del Santo Oficio), que disolvieron la organización filojudía “Amigos de Israel” y su folleto “Pax Super Israel”, se hubieran dado cuenta del mal uso que iban a hacer –el judaísmo y todos sus agentes- del decreto que condena el odio a todos los pueblos y por lo tanto, al pueblo judío, se habrían quedado, sin duda, horrorizados.

Si se quiere ver más claramente la patraña urdida por el judaísmo a este respecto, basta con tener en cuenta un ejemplo muy elocuente que hace ver lo malévolo de estos verdaderos malabarismos, realizados por los hebreos y sus cómplices, con la palabra antisemitismo. ¿Qué les parecería a los judíos, si partiendo de la base de que la Santa Iglesia condena el odio de unos pueblos contra otros, se hubiera llegado durante la guerra pasada a la conclusión de que dicha condena incluye el odio al pueblo alemán, llamado por analogía antigermanismo, para luego declarar ilícita toda lucha contra los nazis, ya que éstos eran alemanes, y que combatirlos es una manifestación de antigermanismo, condenado previamente? ¿Hubieran los judíos aceptado semejante manera de razonar, permitiendo que al amparo de estos juegos de palabras se pretendiera declarar intocable a la Alemania nazi? Ante un silogismo semejante, los judíos, como su antecesor Caifás, hubieran desgarrado sus vestiduras protestando contra los criminales juegos de palabras, lo cual no obsta para que los hebreos, con tranquilidad y cinismo utilicen estos equívocos para tratar de impedir que los cristianos puedan defenderse. Los judíos acechan actualmente a la Santa Iglesia como antes acechaban a Cristo Nuestro Señor. Recordemos cuántas veces sus dirigentes, sacerdotes, escribas y fariseos, le tendían lazos y le ponían trampas para lograr que se contradijera y perdiera su influencia sobre el pueblo o para tratar de colocarlo en una situación falsa que les permitiera justificar su asesinato. Algo similar ocurre ahora con la Santa Iglesia, que habiendo condenado al judaísmo y a los judíos en repetidas ocasiones, durante mil ochocientos años y habiendo también luchado contra ellos en forma tenaz y enérgica durante mil quinientos años, está teniendo que sortear más que nunca, las trampas y lazos que le preparan los hebreos para hacerla contradecirse a sí misma, utilizando a sus espías dentro del clero con el fin de empujarla por medio de engaños sutiles a condenar la doctrina y la política de los padres de la Iglesia, de SS. SS. los Papas y de los concilios ecuménicos y provinciales que durante tantos siglos condenaron repetidamente a los judíos como ministros del demonio, y también a quienes, dentro del clero, los ayudaban en perjuicio de la fe cristiana. En cuanto a las condenaciones del racismo, ocurre algo por el estilo. Los israelitas y sus cómplices dan al vocablo racismo un significado restringido, equiparándolo a la pretensión de determinada raza de considerar inferiores a los demás o a un racismo antisemita que sacrílegamente incluye en sus diatribas a Cristo Nuestro Señor y a la Santísima Virgen. Los judíos y sus colaboradores dentro del clero quieren lograr con tan impresionantes argumentos, una condenación del racismo en general, para luego acusar los judíos y a sus colaboradores dentro del clero como racistas a todos los que luchan en defensa de la Iglesia y de su patria en contra de la agresión, infiltración y dominio judaicos. Además, debemos tomar en cuenta que eso de condenar al racismo en una forma explotable por los hebreos es peligrosísimo para la Iglesia católica, ya que existen bulas de SS. SS. los Papas Paulo III y Paulo IV, prohibiendo y confirmando la prohibición del acceso a las dignidades de la iglesia a los católicos de raza judía; existen también bulas que definen esta doctrina –las cuales estudiaremos mas adelante- por lo que una condenación al concepto abstracto del racismo, al que los hebreos le van dando la interpretación y significado que mejor les conviene, según las

circunstancias, se prestará a que los malintencionados puedan afirmar que la Santa iglesia se contradijo a sí misma, y lo que es más grave aún, que condena tácitamente a algunos de sus más ilustres Papas, que confirmaron los llamados Estatutos de Limpieza de Sangre.

Capítulo Sexto CRISTO NUESTRO SEÑOR, SÍMBOLO DEL ANTISEMITISMO SEGÚN LOS JUDÍOS Para que se den cuenta los clérigos católicos bienintencionados de lo peligroso que es este asunto del antisemitismo, deben saber que los hebreos en distintas épocas han considerado como antisemitas a Nuestro Señor Jesucristo, a los Evangelios, a diversos Papas, concilios y santos de la Iglesia. Y es natural que lo hayan hecho, ya que consideran como antisemita a todo aquel que critica o combate sus maldades, sus crímenes o sus conspiraciones contra la humanidad; tanto Nuestro Señor Jesucristo como los apóstoles y demás autoridades católicas mencionadas, criticaron y combatieron en diversas ocasiones las depredaciones de los judíos. El Nuevo Testamento de la Sagrada Biblia, los cánones de los concilios, las bulas y breves de los Papas y los testimonios fidedignos de santos canonizados por la Iglesia, así como las confesiones de parte hechas por los mismos judíos, lo demuestran irrecusablemente las depredaciones de los judíos. Para que los católicos no tengan la menor duda sobre los testimonios que se señalan, vamos a transcribir, por principio de cuentas, lo que el destacado escritor sionista, Joseph Dunner, escribió en su libro “La República de Israel”, en el cual afirma lo siguiente: “Para toda secta creyente en Cristo, Jesús es el símbolo de todo lo que es limpio, sano y digno de amar. Para los judíos, a partir del siglo IV, es el símbolo del antisemitismo, de la calumnia, de la violencia, de la muerte violenta” (41). Al considerar a Cristo Nuestro Señor como símbolo del antisemitismo, o mejor dicho, del antijudaísmo, los israelitas tienen toda la razón, pues si llaman antisemita a todo aquel que censura y combate sus maldades, nuestro Divino Redentor fue el primero que lo hizo. Jesucristo Nuestro Señor, discutiendo con unos judíos entabló con ellos el siguiente diálogo, según lo narra el Evangelio de San Juan: Capítulo VIII. “39. Respondieron, y le dijeron: NUestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si sois hijos de Abraham, haced las obras de Abraham. 40. Mas ahora me queréis matar, siendo hombre, que os he dicho la verdad, que oí de Dios: Abraham no hizo esto. 41. Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Y ellos le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación: un Padre tenemos que es Dios. 42. Y Jesús les dijo: Si Dios fuese vuestro Padre, ciertamente me amaríais. Porque yo de Dios salí, y vine: y no de mí mismo, mas El me envió. 43. ¿Por qué no entendéis este mi lenguaje? Porque no podéis oir mi palabra. 44. Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre: él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad: porque no hay verdad en él: cuando habla mentira, de suyo habla, porque es mentiroso, y padre de la mentira. 47. El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios. 48. Los judíos respondieron, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres Samaritano, y que tienes demonio? 49. Jesús respondió:

Yono tengo demonio: más honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado. 52. Los judíos le dijeron: Ahora conocemos, que tienes demonio. Abraham murió y los profetas: y tu dices: el que guardare mi palabra, no gustará muerte para siempre”. Y este pasaje de Evangelio termina con estos versículos: “57. Y los judíos le dijeron: ¿Aún no tienes cincuenta años, y has visto a Abraham? 58. Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo, que antes que Abraham fuese, yo soy. 59. Tomaron entonces piedras para tirárselas: mas Jesús se escondió, y salió del templo” (42). En el pasaje anterior del Evangelio de San Juan, se ve cómo Cristo Nuestro Señor, con palabras serenas les echa en cara sus intentos homicidas, llamando concretamente a los judíos hijos del diablo. Este pasaje tan ilustrativo muestra cómo los hebreos desde esos tiempos tenían las mismas malas ideas que ahora. En efecto, los judíos no pueden sostener una discusión en forma serena y honesta sin hacer intervenir en ella los insultos, la calumnia o la acción violenta, según les conviene. Y si con nuestro Divino Salvador emplearon la mentira y el insulto tratando de deshonrarlo –como El mismo lo testifica en el mencionado versículo 49- o pretendiendo terminar la discusión a pedradas; ¿qué podemos esperar de ellos nosotros, pobres seres humanos? En el capítulo XXIII del Evangelio según San Mateo, Nuestro Señor Jesucristo, refiriéndose a los dirigentes judíos que tanto lo combatieron (43), los llama hipócritas (versículos 13, 14, 15); llenos de iniquidad (versículo 28); necios, ciegos (versículo 17); limpios por fuera y llenos de rapacidad y de inmundicia por dentro (versículo 25); sepulcros blanqueados, que parecen de fuera hermosos a los hombres y dentro están llenos de huesos de los profetas (versículo 31); terminando dicho capítulo de los Santos Evangelios con esta terminante acusación de Nuestro Señor Jesucristo contra los judíos que renegaron de su Mesías y lo combatían y que por su importancia insertamos completa: “33. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo huiréis del juicio de la gehenna (infierno)? 34. Por esto he aquí, yo envío a vosotros profetas y sabios, y doctores, y de ellos mataréis, y crucificaréis y de ellos azotaréis en vuestras Sinagogas; y los perseguiréis de ciudad en ciudad: 35. Para que venga sobre vosotros toda la sangre inocente, que se ha vertido sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matásteis entre el templo y el altar. 36. En verdad os digo, que todas estas cosas vendrán sobre esta generación. 37. Jerusalén, que matas los profetas y apedreas a aquellos que a ti son enviados, ¿cuántas veces quise allegar a tus hijos, como la gallina allega sus pollos debajo de las alas, y no quisiste?” (44). Cristo Nuestro Señor, mejor que nadie, denuncia aquí los instintos asesinos y crueles de los judíos, siendo comprensible por qué en la revelación que hizo a su discípulo amado y que éste consignó en el Apocalipsis, llamó a los judíos que desconocieron a su Mesías, la “Sinagoga de Satanás” (45); denominación tan acertada, como divina, que en los siglos posteriores fue usada por la Santa Iglesia Católica, con mucha frecuencia, como designación del judaísmo criminal y conspirador, ya que desde que asesinó al Hijo de Dios no ha cesado de cometer toda clase de crímenes contra Dios y contra la humanidad. Por nuestra parte, en el presente libro utilizaremos el término Sinagoga de Satanás para identificar con frecuencia al judaísmo moderno, ya que difícilmente se podrá encontrar un calificativo más apropiado que el concebido por Cristo Nuestro Señor.

Muy difícil será encontrar entre los caudillos, que han combatido al judaísmo en la Era Cristiana, quiénes hayan usado palabras tan duras en su contra como las que usó el propio Jesucristo. No es, pues, de extrañar que el escritor judío Joseph Dunner, en su obra citada, asegure que los judíos consideran a cristo como “símbolo del antisemitismo”, máxime cuando muchos cristianos y gentiles han sido acusados de antisemitismo por ataques mucho más leves. Por eso es tan peligroso que los clérigos cristianos bienintencionados se dejen arrastrar por aquellos que no lo son, a lanzas condenaciones generales y vagas del antisemitismo que los expone a condenar al propio Cristo Nuestro Redentor, a sus apóstoles, santos y papas –calificados como antisemitas por la Sinagoga de Satanás-. También es peligroso que lo hagan, porque los judíos tratan luego de utilizar tales condenaciones como una nueva patente de corso capaz de facilitarles la ejecución y garantizarles la impunidad en toda clase de crímenes, delitos y conspiraciones contra la humanidad, que ni siquiera podrá defenderse eficazmente de ellos. Es preciso tener en cuenta que en todo país o institución en que el judaísmo llega a tener influencia suficiente, ya sea con sus actividades públicas o de manera secreta, por medio de su quinta columna, lo primero que hace es lograr una condenación del antisemitismo que impida o paralice, según el caso, cualquier intento de defensa. Cuando logran con sus engaños imponer una situación tan irregular, cualquier complot, cualquier traición, cualquier crimen o delito político tan sólo podrá ser castigado si es cometido por un cristiano o un gentil; pero no si los cometen uno o más judíos. Si alguien quiere imponer en este caso la sanción a los responsables, escuchará el clamor de las campañas de prensa, radio y de cartas, artificialmente organizadas por el poder oculto judaico, protestando airadamente contra el brote de antisemitismo que, cual peste odiosa, acaba de surgir. Esto es a todas luces injusto, increíble y absurdo, ya que los judíos carecen del derecho de exigir un privilegio especial que les permitía impunemente cometer crímenes, traicionar a los pueblos que les dan albergue y organizar conspiraciones y revueltas con el fin de asegurar su dominio sobre los demás. Sin distinción de razas o religiones, toda persona u organización responsable de la comisión de esta clase de delitos, debe recibir el merecido castigo. Esta verdad no puede ser más evidente y simple y aunque los judíos no lo quieran, está plenamente vigente también para ellos. Es también muy frecuente que los judíos además de aprovechar las condenaciones del antisemitismo en la forma que ya se ha visto, utilicen otro ardid con iguales fines. Este artículo se basa en el sofisma, urdido por los mismos judíos y secundado por clérigos católicos y protestantes que consciente o inconscientemente les hacen el juego, consistente en afirmar en forma solemnemente dogmática “que es ilícito luchar contra los judíos porque son el pueblo que dio su sangre a Jesús”. Tan burdo sofisma es muy fácil de refutar, citando tan sólo el pasaje de los Santos Evangelios en que Cristo Nuestro Redentor, después de llamar una vez más a los judíos que lo combatían “raza de víboras” (46); rechaza claramente, para lo sucesivo, los parentescos de carácter sanguíneo, reconociendo sólo los de carácter espiritual. En efecto, en este pasaje se lee lo siguiente:

San Mateo (capítulo XII). “47. Y le dijo uno: Mira que tu madre, y tus hermanos (es decir, tus parientes cercanos) (47), están fuera y te buscan. 48. Y El respondiendo al que le hablaba, le dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? (es decir, mis parientes). 49. Y extendiendo la mano hacia sus discípulos, dijo: Ved aquí mi madre, y mis hermanos. 50. Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos: ese es mi hermano, y hermana y madre” (48). Por ello, aunque Jesús tuvo parentesco sanguíneo por parte de su madre con el antiguo pueblo hebreo de los tiempos bíblicos, es evidente que para el futuro daba valor sólo a los parentescos espirituales, prescindiendo de los nexos sanguíneos existentes con sus allegados y con mayor razón con el pueblo judío, que lo rechazó como Mesías, renegando de El; lo martirizó y asesinó en medio de lento y cruel suplicio hasta consumar el crimen más atroz de todos los tiempos, convirtiéndose en el pueblo deicida. Pero al llamar Cristo a los judíos –que lo repudiaron- hijos del diablo y raza de víboras, afirmaba ser Él el Hijo de Dios; haciendo ver que ningún parentesco podía vincularlo a ellos, ya que ninguno puede haber entre el Hijo de Dios y los hijos del demonio, ni puede existir nexo alguno entre el bien y el mal. Es, pues, completamente falsa y hasta herética la tesis de que la Sinagoga de Satanás, es decir, el judaísmo moderno, haya dado su sangre a Cristo y que por ello no pueda combatírsele. Si fuera cierta tan infame tesis ni Jesucristo mismo, ni sus apóstoles, ni muchos santos, concilios y Papas, lo habrían combatido. Es absurdo identificar al primitivo pueblo hebreo de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, María Santísima y los apóstoles, que recibió el privilegio divino de ser el pueblo escogido del Señor, con los judíos posteriores, quienes al violar la condición impuesta por Dios para ser pueblo escogido, se hicieron acreedores por sus crímenes, apostasías y maldades al título de la Sinagoga de Satanás. El privilegio de pueblo escogido de Dios ha sido heredado por la Santa Iglesia de Cristo, verdadera sucesora espiritual del primitivo pueblo hebreo de los tiempos bíblicos. Las profecías del Antiguo Testamento respecto al verdadero pueblo de Dios rigen para la Iglesia de Cristo, que actualmente es, según la Doctrina de la Iglesia, el verdadero pueblo de Dios. Por lo tanto, considerar ahora pueblo de Dios al de Israel, es negar los efectos de la venida de Cristo y negar la razón de ser del cristianismo. Sólo los clérigos sucesores de Judas Iscariote podrían afirmar semejante aberración. En la misma confusión en que incurren los clérigos cristianos que hacen el juego a la Sinagoga de Satanás, cayeron –aunque con objetivos completamente opuestos- ciertos sectores extremistas del nazismo, los cuales en su afán de combatir al judaísmo internacional, inventaron una doctrina racista que identificando en forma tan absurda, como blasfema, al pueblo escogido de Abraham, Isaac, Moisés, María Santísima y los apóstoles con la Sinagoga de Satanás, o sea, con el judaísmo moderno, repudiaron por igual a unos y a otros, como miembros de una raza indeseable, sosteniendo una tesis inaceptable para los cristianos. Los alemanes anticomunistas que en forma tan heroica están luchando contra el imperialismo soviético, deben meditar serenamente este asunto, para que aquellos que están combatiendo contra el judaísmo satánico no cometan de nuevo el error de los nazis extremistas que los lleve a esa absurda y

anticristiana confusión de tipo racista, que además de ser injusta, equivocada y blasfema, provocaría la indignación de los cristianos en estos momentos en que es necesaria la unión de todos los hombres honrados del mundo, de todos los que creen en Dios y en la causa del Bien, para combatir a la bestia judeocomunista que avanza incontenible y sanguinaria, amenazando por igual a toda la humanidad, sin distinción de razas o de religiones. Para dar un prueba contundente de lo peligroso que es formular condenaciones generales del antisemitismo, vamos por último a citar un documento irrefutable, el de una de las obras oficiales más importantes del judaísmo contemporáneo, la “Enciclopedia Judaica castellana” (publicada en 1948 por la Editorial Enciclopedia Judaica, México, D. F.), y en cuya elaboración colaboraron, entre otros: Ben-Zion Uziel, gran rabino de Tierra Santa; máximo Yagupsky, del departamento latinoamericano del “American Jewish Commitee” de Nueva York; Profesor Dr. Hugo Bergmann, catedrático y ex-rector de la Universidad Hebrea de Jerusalén; Isidore Meyer, bibliotecario de la “American Jewish Historical Society” de Nueva York; Haim Nahoum Effendi, gran rabino de Egipto; Dr. Georg Herlitz, director de los archivos centrales sionistas de Jerusalén y muchísimos otros destacados dirigentes y hombres de letras del judaísmo mundial. Lo más importante es que dicha enciclopedia judía, en la palabra “antisemitismo”, hace una definición de lo que los hebreos consideran como tal, diciendo entre otras cosas lo siguiente: “B). En la edad Media.- Con el establecimiento de la Iglesia cristiana como religión de estado y su expansión en Europa, empezó la persecución de los judíos por los cristianos. Los motivos fueron al principio puramente religiosos... La autoridad espiritual de la Iglesia no quedó en realidad establecida sino muy imperfectamente. A medida que la herejía levantaba la cabeza, la persecución se hacía más intensa y se abatía comúnmente también sobre el judío, perenne y cómoda cabeza de turco. Frente a los esfuerzos propagandísticos de la Iglesia, el judío era el negador constante. Gran parte del antisemitismo cristiano se debía a la transformación del ritual religioso que la Iglesia había adoptado del judaísmo, en simbolismo antijudío. La fiesta judía de la Pascua se relacionó con la crucifixión...Y los sermones empezaron a llamar a los judíos pérfidos, sanguinarios, etc., y a excitar contra ellos los sentimientos del pueblo. Se les atribuían poderes mágicos y maléficos debido a su alianza con Satanás. El mundo católico llegó a creer que los judíos sabían que la doctrina cristiana era la verdadera, pero que se negaban a aceptar esa verdad y que falsificaban los textos bíblicos para impedir su interpretación cristológica. La alianza judía con Satanás no era una alegoría para al mentalidad medieval, ni invento de un clero fanático. El mismo Evangelio (Juan 8, 44) decía que los judíos son hijos del diablo. Los ministros de la Iglesia recalcaban constantemente el satanismo de los judíos y los llamaban discípulos y aliados del diablo... La constante acusación eclesiástica del deicidio, de su sed de sangre cristiana, de sus azotamientos mágicos de crucifijos, de su irrazonabilidad y de sus malos instintos produjeron un cuadro demasiado horrible para que no ejerciera los efectos más profundos sobre las muchedumbres... Aunque la Iglesia trató de contener, por medio de bulas papales y encíclicas, el odio popular que ella misma había creado, los sentimientos antijudíos de la época se tradujeron en excesos del populacho, en matanzas de judíos, expulsiones, conversiones forzadas...”. Y después de citar los enciclopedistas hebreos las leyes antijudías de algunos monarcas cristianos, algunas de las cuales dicen haber sido inspiradas

por varis Padres de la Iglesia, como Ambrosio y Crisóstomo, concluyen afirmando que: “Sin embargo, la legislación más hostil provenía de la misma Iglesia, de sus concilios, de los acuerdos papales y del derecho canónico, cuya severidad creció constantemente desde el siglo IV hasta el XVI” (49). Una de las últimas manifestaciones de la literatura judía, que sostiene la tesis de que la Iglesia ha sido injusta contra los judíos desde que: “los romanos condenaron a Cristo”, son los libros de Jules Isaac: “Jésus et Israël”, y el reciente, “L´enseignement du Mépris” enaltecidos por el escritor y político Carlo Bo (50). Las presiones constantes de quienes –dentro de la Santa Iglesia- sirven a los intereses del judaísmo, dirigidas a obtener condenaciones ambiguas del antisemitismo, no pueden tener otro objeto siniestro que lograr que la Iglesia acabe condenándose a sí misma, ya que los judíos que se sienten más que nadie autorizados para definir el antisemitismo, consideran a la Santa Iglesia, como aquí puede verse, como la responsable principal de un feroz antisemitismo cristiano.

Capítulo Séptimo EL PUEBLO DEICIDA Recordemos que la asociación “Amigos de Israel” –de la que formaban parte incluso cardenales y obispos- fue disuelta por S.S. Pío XI, por conducto de la sagrada Congregación del Santo oficio, en el año de 1928. Entre las novedades escandalosas que dicha asociación divulgó, se encuentra la afirmación de que el pueblo judío no fue deicida; contradiciendo lo sostenido por la Santa Iglesia durante casi veinte siglos. Condenada implícitamente por la Iglesia, esta asociación fue disuelta por el decreto mencionado. Nadie imaginaba que volvieran a resurgir sus aventuradas y –según algunos- hasta heréticas tesis hasta que, con gran sorpresa, se comprobó que más de treinta años después, los judíos las han hecho resucitar, siendo secundados por un grupo numeroso de clérigos que, desafiando la condenación implícita del Santo Oficio, aseguran que es completamente falso que Nuestro Señor Jesucristo haya sido muerto por los judíos, siendo los romanos los verdaderos responsables del asesinato; debido a lo cual, es injustificado llamar deicida al pueblo judío. La audacia de los nuevos amigos de Israel raya en los límites de lo inconcebible, puesto que se atreven a contradecir no sólo a los apóstoles del Señor sino al propio Cristo, como se demostrará a continuación con textos del Nuevo testamento que revelan las siguientes tesis: 1ª Que Cristo acusó a los judíos y no a los romanos de quererlo matar. 2ª Que fueron los judíos y no los romanos quienes planearon matar a Jesús y quienes intentaron destruirlo en varias ocasiones antes de su Pasión y Muerte. 3ª Que fueron los judíos y no los romanos los instigadores y verdaderos responsables del crimen.

4ª Que los apóstoles culparon a los judíos y no a los romanos de la muerte de Jesús. TESIS PRIMERA. – Cristo acusó a los judíos y no a los romanos de quererlo matar. PRUEBAS: En el Evangelio según San Juan (capítulo VIII), narra el apóstol que, discutiendo Jesús con unos judíos les dijo: “37. Yo sé que sois hijos de Abraham: mas me queréis matar, porque mi palabra no cabe en vosotros”. Y después, según lo indica el apóstol, (capítulo VIII, versículo 40), Jesucristo Nuestro Señor vuelve a decir a los judíos: “40. mas ahora me queréis matar, siendo hombre que os he dicho la verdad, que oí de Dios: Abraham no hizo esto” (51). Y en otro capítulo (VII) señala el discípulo amado que cierto día habiendo subido Jesús al templo a predicar, decía a los judíos: “19. ¿Por ventura no os dio Moisés la ley: y ninguno de vosotros hace la ley? 20. ¿Por qué me queréis matar?...” (52). En ningún pasaje de los Santos Evangelios aparece que Cristo Nuestro Señor haya dicho que los romanos querían matarlo, sino por el contrario, acusa a los judíos de quererlo hacer. ¿Creen, pues, los clérigos que sostienen la novedosa tesis, que Cristo Nuestro Señor se equivocó y que ellos acaban de descubrir en este siglo lo que Nuestro Señor Jesucristo no pudo ni sospechar o sea, que eran los romanos y no los judíos los que lo querían matar?. TESIS SEGUNDA.- Fueron los judíos y no los romanos quienes repetidamente planearon e intentaron matar a Jesús, antes de su pasión y Muerte. PRUEBAS: El Evangelio según San Mateo (capítulo XXI), nos narra que Cristo Nuestro Señor, “23. Y habiendo ido al templo, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se llegaron a El a sazón que estaba enseñando, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta potestad?”. A continuación, el evangelista sigue narrando la discusión sostenida por Jesús con tan altos dirigentes del pueblo judío; para terminar el pasaje con estos dos versículos: “45. Y cuando los príncipes de los sacerdotes, y los fariseos oyeron sus parábolas, entendieron que de ellos hablaba. 46. Y queriéndole echar mano, temieron al pueblo: porque le miraba como un profeta” (53). Este pasaje muestra que los intentos de agresión no partían de judíos irresponsables, sino de los principales dirigentes del pueblo judío que eran entonces los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, así como los fariseos que también eran de influencia decisiva en el gobierno de esa nación. En el Evangelio de San Marcos (capítulo III), se lee lo siguiente: “1. Y entró Jesús de nuevo en la Sinagoga, y había allí un hombre que tenía una manos seca. 2. Y le estaban acechando, si sanaría en día de sábado, para acusarle. 5. Y mirándolos alrededor con indignación, condolido de la ceguedad de su corazón, dice al hombre: Extiende tu mano. Y la extendió, y le fue restablecida la mano. 6. Mas los fariseos saliendo de allí, entraron luego en consejo contra El con los herodianos, buscando medios de hacerle perecer” (54).

Se ve entonces, que los sectores dirigentes del pueblo judío habían tramado la muerte de Jesús mucho antes de que fuera llevado a Pilatos, sin que exista, en cambio, ningún pasaje de los Evangelios que indique alguna intención o plan de los romanos tendiente a realizarla. San Juan consigna que habiendo sanado en sábado Jesús al paralítico, los judíos lo perseguían, diciendo (capítulo V, versículo 18): “18. Y por esto los judíos tanto más procuraban matarlo: porque no solamente quebrantaba el sábado, sino porque también decía que era Dios su Padre, haciéndole igual a Dios...” (55). En el Evangelio de San Lucas, el apóstol nos relata cómo estando Cristo en Nazaret fue el sábado a la sinagoga y empezó a predicar, causando gran disgusto en muchos de los asistentes con sus prédicas. Dice el evangelista (capítulo IV, versículos 28, 29): “28. Y fueron en la sinagoga todos llenos de saña, oyendo esto. 29. Y se levantaron, y lo echaron fuera de la ciudad: y lo llevaron hasta la cumbre del monte, sobre la cual estaba edificada su ciudad, para despeñarlo” (56). Si en su propio pueblo intentaron matarlo, quiere decir que, los deseos de asesinarlo eran generales, no sólo confinados a los dirigentes judíos de Jerusalén. Nuevamente San Juan señala (capítulo VII, versículo 1): “1. Y después de esto andaba Jesús por la Galilea, porque no quería pasar a la Judea, por cuanto los judíos le buscaban para matarle” (57). Más claro no puede ser este pasaje. En toda Judea los judíos buscaban a Jesús para matarlo; mas no habiendo llegado su hora El prefería no entrar a esa región. Fueron varios los intentos y conjuras previas para matar a Jesús; fueron los judíos también y no los romanos los que prepararon la conspiración final que dio como resultado su muerte. TESIS TERCERA.- Fueron los judíos y no los romanos los instigadores y verdaderos responsables del crimen. PRUEBAS: En el Evangelio de San Lucas (capítulo XXII), dice el apóstol: “1. Y estaba ya cerca la fiesta de los Azimos, que es llamada Pascua. 2. Y los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, buscaban cómo harían morir a Jesús...” (58). A su vez, en el Evangelio según San Juan (capítulo XI), se encuentra lo que sigue: “47. Y los príncipes de los sacerdotes, y los fariseos juntaron concilio, y decían: ¿Qué hacemos, porque Este hombre hace muchos milagros? 49. Mas uno de ellos llamado Caifás, que era el sumo pontífice de aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada. 50. Ni pensáis que os conviene que muera un hombre por el pueblo, y no que toda la nación perezca. 53. Y así desde aquel día pensaron cómo le darían la muerte. 54. Por lo cual no se mostraba ya Jesús en público entre los judíos...” (59). San Lucas dice que fueron los judíos y no los romanos quienes sobornaron a Judas, para que entregara a Cristo (capítulo XXII): “3. Y Satanás entró en Judas, que tenía por sobrenombre Iscariotes, uno de los Doce. 4. Y fue, y trató con los príncipes de los sacerdotes, y con los magistrados, de cómo se lo entregaría. 5. Y se holgaron, y concertaron de darle dinero. 6. Y quedó con ellos de acuerdo. Y buscaba razón para entregarlo sin concurso de gentes” (60).

Fueron, por tanto, los judíos y no los romanos, quienes tramaron el complot final para asesinar a Cristo Nuestro Señor y quienes además pusieron los medios para capturarlo, dando dinero a Judas Iscariote. San Juan (capítulo XVIII) deja constancia en su Evangelio de cómo fue aprehendido Jesús: “1. Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos de la otra parte del arroyo de cedrón, en donde había un huerto, en el cual entró El, y sus discípulos. 2. Y Judas, que lo entregaba, sabía también aquel lugar: porque muchas veces concurría allí Jesús con sus discípulos. 12. La cohorte pues, y el tribuno, y los ministros de los judíos prendieron a Jesús, y lo ataron. 13. Y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice aquel año. 14. Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos: Que convenía que muriese un hombre por el pueblo. 24. Y Anás lo envió atado al pontífice Caifás. 28. llevan pues a Jesús desde casa de Caifás al pretorio. Y era por la mañana: y ellos no entraron en el pretorio, por no contaminarse, y por poder comer la Pascua. 39. Costumbre tenéis vosotros de que os suelte uno en la pascua: ¿queréis pues que os suelte al Rey de los Judíos? 40 Entonces volvieron a gritar todos diciendo: No a éste sino a Barrabás. Y Barrabás era un ladrón” (61). Y en el capítulo XIX sigue narrando que después de azotar Pilatos a Jesús, con el fin (según comenta la nota 3 de la Biblia de Scio, tomo V, página 255), de que viendo a Jesús en ese estado que podía mover a compasión a las mismas fieras, se ablandara su corazón: “4. Pilato pues salió otra vez fuera, y les dijo: Ved que os le saco fuera, para que sepáis que no hallo en El causa alguna. 5. (Y salió Jesús llevando una corona de espinas, y un manto púrpura). Y Pilato les dijo: Ved aquí al hombre. 6. Y cuando le vieron los pontífices, y los ministros daban voces diciendo: Crucifícale, crucifícale. Pilato les dice: Tomadle allá vosotros, y crucificadle: porque yo no hallo en El causa. 7. Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según la ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios. 15. Y ellos gritaban: Quita, quita, crucifícale. Les dice Pilato: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los pontífices: No tenemos Rey, sino a César. 16. Y entonces se lo entregó para que fuese crucificado. Y tomaron a Jesús, y le sacaron fuera. 17. Y llevando su cruz a cuestas salió para aquel lugar, que se llama Calvario, y en hebreo Gólgotha. 18. Y allí lo crucificaron, y con El a otros dos, de una parte, y a Jesús en medio” (62). A Pilatos le ocurrió lo que a otros que no son de esa “raza de víboras” – utilizando las propias palabras de Cristo- quien no se imaginó hasta qué grado llegaría su crueldad, pues es algo excepcional en la historia de la humanidad. Y es que habiendo renegado de su Dios y Señor, cayeron hasta lo más profundo del abismo. Si con Jesús hicieron lo que hicieron, ya no puede extrañarnos el horrible crimen ritual que estuvieron realizando los judíos durante varios siglos, de cuyos monstruosos casos existen irrefutables testimonios, incluso de santos de la Iglesia Católica. Este crimen ritual consistía – según es sabido- en capturar un inocente niño cristiano y someterlo, en Viernes Santo, a todas las torturas de la Pasión, haciéndole padecer la muerte cruel que dieron a Cristo Nuestro Señor. Reproducían con sangre fría, en el infeliz niño, la Pasión y Muerte de Jesús. La veneración que se rinde aquí en Italia al B. Simoncino de Trento y al B. Lorenzino de Marostica, tienen precisamente su origen en que ambos fueron martirizados por los judíos. Todo esto nos parecería increíble si no existieran pruebas irrefutables de su realización, no sólo a través de la Edad Media, sino también en la Edad Moderna. Sólo una “raza de víboras” –como la calificara el Hijo de Dios- raza fría e inmisericorde, asesina de Jesucristo, puede haber llegado a esos extremos de

vesania, que aún hoy día seguimos presenciando en los países comunistas en donde con lujo de crueldad torturan y matan a millones de cristianos y gentiles. Mientras la bestia permaneció encadenada –según los términos del Apocalipsis de San Juan- durante mil años, es decir, del siglo V al siglo XV, se redujo a crucificar niños indefensos, a escupir crucifijos e imágenes de maría Santísima, a ultrajar objetos sagrados, a intentar enlodar la santa memoria de Jesús y de María con blasfemias y calumnias horrendas; pero cuando la bestia se desató, a principios del siglo XVI, terminó por arrollar al mundo en los siglos XIX y XX. Ya no se redujo entonces a escupir y ensuciar sacrílegamente a los crucifijos ni a las imágenes de maría Santísima, ni a calumniar horriblemente la memoria de Estos. A falta de otros objetivos, ya no fue necesario que reconcentrara todo su odio y toda su crueldad sobre niños inocentes. Libre el monstruo apocalíptico de sus cadenas, libre ya de las leyes eclesiásticas y civiles que mantenían a los judíos encerrados en los guettos, separados de los cristianos, sin la prohibición de ocupar puestos dirigentes en la sociedad una tras otra, desatando su odio diabólico sobre toda la Cristiandad, que en los países comunistas está siendo sistemáticamente destruida. Confirma lo anterior el escritor judío Salvatore Jona, al decir: “Los hebreos, salidos del Guetto, se lanzaron a la conquista de todas aquellas posiciones, materiales y espirituales, que les habían sido negadas en los siglos pasados...” (63). Sólo la mano que martirizó a Jesucristo puede ser capaz de organizar checas y policías secretas para cometer crímenes espantosos y en número escalofriante, que no tienen paralelo en la historia. San Marcos en el capítulo XIV de su evangelio, nos dice: “1. Y dos días después era la Pascua, y los Ázimos: y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas andaban buscando cómo lo prenderían por engaño, y le harían morir. 10. Y Judas Iscariotes uno de los Doce, fue a los príncipes de los sacerdotes, para entregárselo. 11. Ellos, cuando lo oyeron, se holgaron: y prometieron darle dinero. Y buscaba ocasión oportuna para entregarle”. Es necesario hacer notar que Judas no intentó siquiera entregarlo a los romanos, sino a los judíos, porque eran ellos y no los romanos los interesados en matar a Cristo. Por otra parte, no fueron los romanos, sino los judíos los que pagaron a Judas por su traición. Con un pasaje que demuestra cómo fueron los dirigentes espirituales y civiles del pueblo judío y no los romanos los que mandaron aprehender a Jesús, San Marcos, continúa: “43. Y estando aún El hablando, llega Judas Iscariotes, uno de los Doce, y con él grande tropel de gente, con espadas, y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas y de los ancianos. 44. Y el traidor les había dado una señal, diciendo: Aquel que yo besare, Aquel es: prendedle, y llevadle con cuidado. 46. Entonces ellos le echaron las manos, y le prendieron. 53. Y llevaron a Jesús a casa del sumo sacerdote: y se juntaron todos los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos. (Es decir, los dirigentes del pueblo judío, la más amplia representación de Israel). 55. Y los príncipes de los sacerdotes, y todo el concilio buscaban algún testimonio contra Jesús para hacerle morir, y no lo hallaban. 56. Porque muchos decían testimonio falso contra El...59. Y no se concertaba el testimonio de ellos. 60. Y levantándose en medio el sumo sacerdote, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes alguna cosa, a lo que estos atestiguan contra Ti? 61. Mas El callaba, y nada respondió. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote, y le dijo: ¿Eres ti el Cristo, el Hijo de Dios bendito? 62. Y Jesús le dijo: Yo soy: y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y venir con las

nubes del cielo. 63. Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué necesitamos ya de testigos? 64. Habéis oído la blasfemia: ¿Qué os parece? Y le condenaron todos ellos a que era reo de muerte. 65. Y algunos comenzaron a escupirle, y cubriéndole las cara, le daban golpes, y le decían: Adivina: y los ministros le daban de bofetadas” (64). Durante cerca de dos mil años, todo el mundo se ha quedado horrorizado de la crueldad y dureza de corazón demostradas por los judíos en el martirio de su propio Dios, crueldad y sadismo que se ha manifestado con posterioridad en dondequiera que intervienen, especialmente en aquellos países en los que han logrado imponer su dictadura totalitaria, socialista o comunista. Los santos Evangelios nos muestran claramente tres –de las que han sido y siguen siendo- armas favoritas del judaísmo en su lucha contra la Cristiandad: el engaño, la calumnia y el crimen; las tres, utilizadas implacablemente hasta contra su Dios y Señor. Posteriormente las utilizan contra toda la humanidad, habiéndoles valido el nombre que tan justamente ostentan de “padres del engaño y de la calumnia”. Con estas innobles armas abaten fácilmente a los más firmes defensores de nuestra fe, quienes caen sin remedio ante el ataque traidor de los agentes del judaísmo metidos en la Iglesia. Los supremos gobernantes y dirigentes de Israel –el sumo pontífice Caifás, los príncipes de los sacerdotes, los ancianos, magistrados, escribas, herodianos y hasta los influyentes fariseos- fueron responsables del deicidio, puesto que en un principio la masa seguía a Cristo y los que planeaban su muerte temían al pueblo; pero, poco a poco, fueron los sacerdotes y dirigentes envenenando el ambiente y convenciendo al pueblo en contra de Jesús, hasta que por fin consiguieron enfrentar a las turbas contra su Mesías, como lo prueba el siguiente pasaje del Evangelio según San Mateo: Capítulo XXVII. “1. Y venida la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarle a la muerte. 2. Y lo llevaron atado, y lo entregaron al presidente Poncio Pilato. 15. Por el día solemne acostumbraba el presidente entregar libre al pueblo un preso, el que querían. 16.- Y a la sazón tenía un preso muy famoso, que se llamaba Barrabás. 17. Y habiéndose ellos juntado, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os entregue libre? ¿A Barrabás, o por ventura a Jesús, que es llamado el Cristo? 20. Mas los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos persuadieron al pueblo que pidiese a Barrabás, y que hiciese morir a Jesús. 21. Y el presidente le respondió, y dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os entregue libre? Y dijeron ellos: a Barrabás. 22. Pilato les dice: ¿Pues qué haré de Jesús, que es llamado el Cristo? 23. Dicen todos: Sea crucificado. El presidente les dice: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos levantaban más el grito, diciendo: Sea crucificado. 24. Y viendo Pilato que nada adelantaba, sino que crecía más el alboroto; tomando agua, se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo: allá os lo veáis vosotros. 25. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Sobre nosotros, y sobre nuestros hijos sea su sangre. 26. Entonces les soltó a barrabás: y después de haber hecho azotar a Jesús, se lo entregó para que lo crucificasen” (65). Este pasaje, por sí solo, constituye una prueba de plena culpabilidad de los judíos en el asesinato de Cristo Nuestro Señor. Demuestra también, la responsabilidad que tuvo el pueblo judío en este crimen, pues, no obstante que sus dirigentes religiosos y civiles y sus representantes legales lo premeditaron, lo prepararon y lo consumaron, a última hora el pueblo en masa pudo haberlo salvado, pidiendo a Jesús en lugar de barrabás, en vez de lo cual pidió que se

dejara libre a este último y exigió que se crucificara a Jesús, aunque cayese sobre ellos y sus descendientes la sangre del Hijo de Dios.

Capítulo Octavo LOS APÓSTOLES CONDENAN A LOS JUDÍOS POR EL ASESINATO DE CRISTO TESIS CUARTA.- Loa apóstoles culparon a los judíos y no a los romanos de la muerte de Cristo. PRUEBAS: En el libro de la sagrada Biblia los Hechos de los Apóstoles (capítulo II), San Pedro, dirigiendo la palabra a los judíos de diversos países reunidos en Jerusalén, en donde cada cual (después de la venida del Espíritu Santo) entendía la palabra del apóstol en su propia lengua, les dijo: “14....Varones de Judea, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd con atención mis palabras. 22. Varones de Israel, escuchad estas palabras: A Jesús Nazareno, Varón aprobado por Dios entre vosotros, como también vosotros sabéis. 23. A Este que por determinado consejo y presciencia de Dios fue entregado, lo matasteis, crucificándole por manos de malvados” (66). San Pedro echa, pues, claramente la responsabilidad des asesinato de Cristo sobre todo el pueblo judío y no culpa a los romanos. ¿Supondrán los clérigos que sostienen en forma tan increíble lo contrario, que San Pedro mintió cuando dice a los judíos venidos de otras tierras: “Varones de Israel, lo matasteis, crucificándolo”? En el Capítulo III de los Hechos de los Apóstoles, encontramos el pasaje relativo a la curación del cojo de nacimiento: “11. Y estando asido de Pedro, y de Juan, vino apresuradamente a ellos todo el pueblo al pórtico, que se llama de Salomón, atónitos. 12. Y viendo esto Pedro, dijo al pueblo: Varones Israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto, o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestra virtud o poder hubiéramos hecho andar a éste? 13. El Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis, y negasteis al Santo, y al Justo, y pedísteis que se os diese un hombre homicida. 15. Y matásteis al Autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos” (67). En este pasaje del Nuevo Testamento, estando reunido todo el pueblo, San Pedro echó en cara a los judíos el haber matado a Cristo. Aún encontramos en los hechos de los Apóstoles (capítulo V), un pasaje en que no sólo San Pedro sino también los demás apóstoles acusan categóricamente de la muerte de Cristo al Concilio de Ancianos de Israel, convocado por los sacerdotes: “29. Y respondiendo Pedro y los Apóstoles, dijeron: Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres. 30. El Dios de nuestro padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matásteis, poniéndole en un madero” (68). Tenemos aquí, un testimonio colectivo de los apóstoles acusando a los judíos y no a los romanos de haber dado muerte a Cristo. Por si todo esto no fuera suficiente, citaremos los testimonios de San Pablo y de San Esteban primer mártir del cristianismo.

San Pablo, en su Epístola Primera a los Tesalonicenses (capítulo II), refiriéndose a los judíos, dice: “15. Los cuales también mataron al Señor Jesús, y a los Profetas, y nos han perseguido a nosotros, y no son del agrado de Dios, y son enemigos de todos los hombre” (69). San Pablo, en este versículo, calificó contundentemente a los judíos como “enemigos de todos los hombres”, realidad que no puede ser puesta en duda por quien haya estudiado a fondo la ideología y las actividades clandestinas del pueblo judío. Pero es muy probable que si San Pablo hubiera vivido en nuestros días, habría sido condenado por antisemita al declarar públicamente una verdad que, según los judíos y sus cómplices dentro del clero, no debe jamás mencionarse. Por su parte, el protomártir San Esteban, dirigiéndose a los judíos de la sinagoga de los libertinos, de los cireneos, de los alejandrinos y de aquellos que eran de Cilicia y del Asia, es decir, a judíos de distintas partes del mundo, les dijo en presencia del sumo sacerdote, jefe espiritual de Israel: “51. Duros de cerviz, e incircuncisos de corazones y de orejas, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo, como vuestros padres, así también vosotros. 52. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, del cual vosotros ahora habéis sido traidores, y homicidas” (70). El testimonio de San Esteban coincide, pues, con el de los apóstoles y el de San pablo, al considerar a los judíos globalmente como pueblo, es decir, tanto a los de Jerusalén y demás lugares de Judea, como a los que vivían en otras partes del mundo, responsables del deicidio. Todo esto consta en los libros sagrados; donde no se encuentra un solo versículo que culpe a los romanos del asesinato. En resumen, tanto las denuncias previas de Cristo Nuestro Señor, como los testimonios de los apóstoles, de los Santos Evangelios, de san Pablo y de San Esteban, constituyen una prueba irrefutable de que la Santa Iglesia, lejos de haber estado equivocada durante diecinueve siglos al considerar deicida al pueblo judío, ha estado en lo justo; y que al achacar a los romanos la responsabilidad del crimen, carece de todo fundamento. En consecuencia, es de sorprender la postura de ciertos clérigos al pretender adulterar la verdad histórica en forma tan increíble, en un intento verdaderamente audaz y demente, consistente en tratar de realizar casi una nueva reforma en la Santa Iglesia, al pretender hacerla renegar de su pasado y contradecirse consigo misma. Si Cristo Nuestro Señor condenó a los judíos que lo desconocieron, si los apóstoles tuvieron que combatir sus maldades, si San pablo y San Esteban lucharon constantemente en contra de ellos, si los Papas y los concilios ecuménicos y provinciales durante varios siglos les lanzaron las más tremendas condenaciones y lucharon en contra de la Sinagoga de Satanás, los nuevos reformadores pretenden, no obstante, contradiciendo la Doctrina tradicional de la Santa Iglesia, que ésta se alíe con la Sinagoga de Satanás y entre en arreglos con ella. Esta es una de las cosas que desea imponer al Concilio Vaticano II este grupo de clérigos, en el que a semejanza de la asociación “Amigos de Israel” –condenada por el Santo Oficio en 1928- figuran hasta cardenales y según hemos sabido, dicho grupo trata de cambiar a la Santa Iglesia de ruta, pugnando porque se tomen acuerdos que impidan a los cristianos defenderse de las agresiones del imperialismo judío.

En estas circunstancias, no podría lograrse que un concilio ecuménico anulara lo establecido por otros al respecto, sin antes establecer la creencia de que fueron los romanos y no los judíos los responsables del crimen deicida. Con este fin están realizando una activa propaganda tendiente a lograr sus objetivos. También proyectan –si no les da resultado culpar a los romanos de la muerte de Cristo- hacer recaer esa culpa en toda la humanidad, empleando el sofisma de confundir la causa eficiente con la causa final y afirmando que, puesto que Cristo murió con el fin de redimirnos, nosotros fuimos los asesinos y no los israelitas. Este burdo sofisma equivaldría al que se utilizara diciendo que, puesto que muchos judíos han sido muertos por los árabes por defender a su Estado de Israel, fue este último el que los mató y no los patriotas árabes que en esas luchas les dieron muerte. Esto es el colmo. No sólo tratan de obligar a la Iglesia que les retire a los judíos su responsabilidad en la muerte del Señor, sino que pretenden hacernos creer a los fieles cristianos, que nosotros fuimos los asesinos. Los planes judíos para convertir a la Iglesia en un dócil instrumento a su servicio, llegan a los límites de la locura. Hemos sabido, además, que los judíos ya cantan victoria asegurando que han logrado mover con todo éxito sus influencias para conseguir que en breve se haga también una verdadera reforma en la liturgia católica, de todos los ritos alusivos a las “supuestas” perfidias y maldades del pueblo judío. En una palabra, entre las reformas a la Iglesia que proyectan los judíos, por medio de sus amigos, figura la supresión en la liturgia y en los ritos católicos de todo aquello que tiene por objeto prevenir a los cristianos y a la Santa Iglesia en contra del peligro judío y de las acechanzas de la Sinagoga de Satanás, para que, al desconocer los clérigos y los fieles la gravedad de esos peligros, sean vencidos y dominados más fácilmente por el judaísmo. Pero por más que realicen toda clase de ardides para tratar de engañar a Su Santidad o para controlar el Concilio Ecuménico Vaticano II, se estrellarán ante la asistencia Divina a la Iglesia. Confiamos tranquilos en la sublime promesa hecha a Pedro por Dios Nuestro Señor de que “las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella”.

Capítulo Noveno MORAL COMBATIVA Y NO DERROTISMO MORTAL Uno de los más perversos ardides, de magnífico resultado para los judíos es su lucha por el debilitamiento del cristianismo con el fin de lograr su destrucción, ha sido el de explotar la idea de una supuesta moral y caridad cristiana –creada a su arbitrio- que utilizan con demoledora precisión como arma destructiva contra la Cristiandad. Parece increíble que cosas tan nobles como la moral y la caridad cristiana queden convertidas a su influjo maléfico, en peligrosas emboscadas. Los judíos han venido haciendo esta hábil y letal transmutación con resultados tan destructivos para la Santa Iglesia, que es preciso dar la voz de alerta, exponiendo el peligro con claridad para evitar a los cristianos una fatal caída en la trampa. Para la mejor comprensión de este asunto, se puede recurrir a comparaciones, que si bien son un tanto vulgares, resultan, sin embargo, muy

ilustrativas: supongamos que en una pelea de boxeo se obliga en los momentos decisivos de la lucha a uno de los boxeadores a seguir peleando con una mano atada, dejándoles la posibilidad de utilizar sólo la otra para golpear al adversario, mientras éste sigue utilizando las dos, ¿cuál sería el resultado de tal pelea? No sería de extrañar que sucumbiera en ella el infeliz al que ataron una mano. Pues bien, esto es precisamente lo que ha logrado en diversas ocasiones el pérfido judaísmo con los pobres cristianos, al deformar la caridad y la moral cristianas que luego serán utilizadas para atarlos de pies y manos y lograr así su derrota en las luchas que tiene emprendidas el judaísmo para dominarlos y esclavizarlos. Así, cada vez que los cristianos reaccionan en un intento de defenderse de la Sinagoga de Satanás, de defender a la Santa Iglesia, a su patria, o de preservar los derechos naturales que tienen como personas, como padres de familia, etc., siempre que están a punto de obtener la victoria, de derrotar y de castigar a los judíos o sus satélites, éstos recurren a la tabla de salvación: a la caridad cristiana, tratando de conmover a los cristianos con ese recurso para lograr que suspendan la lucha o se abstengan de coronar la victoria a punto de lograrse. También recurren a este ardid para impedir que se les imponga el castigo que proceda, como criminales responsables de la agresión repelida. Todo con el fin de que al amparo de esa tregua o perdón obtenidos, gracias a un abuso de la caridad cristiana, puedan las fuerzas del judaísmo rehacer sus huestes, recuperar el poder necesario e iniciar de nuevo el ataque arrollador e inmisericorde, demoledor e irremediable, tras de cuya victoria no habrá que esperar ninguna clase de moral ni de caridad judía. Para lograr sus intentos de maniatar a los cristianos e impedir que se defiendan eficazmente del imperialismo judaico, los israelitas echan mano de juegos de palabras y de conceptos sofísticos. Dicen por ejemplo: si Dios perdona a cualquier pecador que se arrepiente antes de la muerte, ¿por qué ustedes, cristianos, no imitan a su Dios y Señor? Parten, pues, de una premisa verdadera, la Doctrina cristiana acerca del perdón de los pecados, para tratar de aplicarla de forma sofística, sacando consecuencias falsas, olvidando además que Dios castiga a los pecadores que no se arrepienten, con el terrible infierno eterno y a los que sí se arrepientes, con el purgatorio; castigos divinos estos, más duros que los que los hombres puedan aplicar. Pero los judíos quieren tergiversar lo relativo al perdón cristiano. En esta forma deducen, por ejemplo, con base en dichas premisas, que los cristianos están obligados a dejar sin el justo castigo a los criminales judíos que asesinan a reyes, presidentes de república o a cualquier otro cristiano. Sacan también en consecuencia que los católicos están obligados a dejar en libertad a los espías que entreguen secretos vitales a una potencia enemiga, para que puedan seguir en sus actividades traidoras y faciliten la derrota de la patria. Llegan, asimismo, a la conclusión de que los cristianos están obligados a dejar sin castigo –y aun a poner en libertad a los conspiradores- a los que urden una revolución sangrienta y a los que la realizan, para que libres y sin castigo puedan seguir conspirando hasta implantar la dictadura judeocomunista en el país, con todo su aparato de represión sangrienta y de tiranía. Con juegos sofísticos como estos, sorprenden los judíos y sus agentes infiltrados en el clero cristiano la buena fe de muchos que caen fácilmente en el

engaño, dando a los conspiradores judíos y sus satélites la posibilidad de triunfo en sus satánicos propósitos. Sin embargo, está bien claro que el hecho de que la Iglesia Católica acepte el perdón de los pecados, no implica la aceptación de que los criminales y los delincuentes deban escapar a la justicia humana y menos a la justicia divina. En muchas ocasiones, los judíos y sus satélites tienen el cinismo y el atrevimiento de utilizar ese ardid de la moral y de la caridad cristiana incluso para impedir que los cristianos se defiendan y defiendan a sus naciones e instituciones religiosas de las conspiraciones y agresiones provenientes de la Sinagoga de Satanás, para lo cual utilizan siempre clérigos católicos o protestantes que, diciendo ser buenos cristianos, hacen el juego constantemente a la masonería, al comunismo o a cualquier otra empresa judía, y mientras hablan como cristianos devotos, actúan en beneficio de la revolución judaica y en perjuicio de la Santa Iglesia. El escritor filosemita, Ernesto Rossi, cita como un llamado de atención a los cristianos –en un capítulo dedicado a la defensa de los judíos- las palabras del evangelista San Mateo: “Entonces Pedro, acercándosele, le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que haya pecado contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le responde: Yo no te digo que hasta siete, sino setenta veces siete (71). Y Julien Green, citado por Carlo Bo, en el artículo a que nos hemos referido, dice: “No se puede golpear a un judío sin tocar al mismo tiempo a aquél que es el hombre por excelencia y la flor de Israel: Es Jesús...Cristiano, seca las lágrimas y la sangre de tu hermano judío y el rostro de Cristo resplandecerá”. Los clérigos filosemitas han llegado al extremo de recordar a los cristianos el Sermón de la Montaña y otras prédicas de Nuestro Señor Jesucristo sobre el perdón a los enemigos, el amor a los enemigos, etc., con vistas a conmover y hasta presionar espiritualmente a los fieles, por medio de semejantes sofismas, debilitándolos en algunos hasta paralizar su lucha contra las fuerzas del mal. La acción de estos típicos clérigos ha sido con frecuencia responsable en gran parte de los triunfos masónicos y comunistas. Podemos asegurar, sin temor a duda, que estas perversas maquinaciones han sido en gran parte las que permitieron a la Sinagoga de Satanás cambiar, al menos hasta ahora, el rumbo de la historia en forma desastrosa para las fuerzas del bien y de manera favorable para las huestes del mal. la Santa Iglesia pudo, durante mil años, hasta fines del siglo XV, derrotar a la Sinagoga de Satanás en todas las batallas que año tras año tuvo que librar contra ella. la Cristiandad estuvo, entonces, a punto de obtener una victoria definitiva que hubiera salvado al cristianismo del cisma protestante, de las sangrientas guerras de religión, de las revoluciones masónico-liberales que ensangrentaron al mundo entero y de las revoluciones socialistas del comunismo, todavía más sangrientas y amenazadoras. El Santo Oficio de la Inquisición tan calumniado por la propaganda judía –que fue creado con el fin de combatir y vencer al judaísmo y a los movimientos subversivos que en forma de herejías utilizaba para dividir y desgarrar a la Cristiandad- habría podido, con lo medios con que contaba, obtener una victoria definitiva de la Santa Iglesia si los pérfidos judíos no hubieran logrado impedirlo, utilizando los ardides que estamos analizando, precisamente en los momentos decisivos de esas luchas, esgrimiendo sofísticamente la caridad cristiana (que los judíos nunca practican) para

conmover a los jerarcas cristianos, eclesiásticos y civiles, y lograr su protección contra los celosos inquisidores y conseguir aun perdones generales de los criminales, quienes en vez de agradecerlos, los utilizaban sólo para rehacer en secreto sus fuerzas y volver años después a la lucha con nuevas herejías una, otra y más veces. por fin, a principios del siglo XVI, la judería internacional logró quebrar la unidad de la Cristiandad y abrir el boquete a través del cual se lanzó al asalto de la ciudadela cristiana, con las consecuencias catastróficas que en la actualidad todos podemos percibir. Se aprovecharon, por tanto, muy astutamente de la bondad de los cristianos, utilizando las medidas de perdón y de tregua logradas por medio de engaños de todo género, para cambiar el rumbo de la historia en sentido favorable a las fuerzas de Satanás y de su Sinagoga. La Santa Iglesia puede medir la magnitud de la catástrofe, considerando los millones y millones de almas que se perdieron para el catolicismo con la escisión protestante, las revoluciones masónico-liberales y sobre todo con las revoluciones comunistas de nuestros días. Es preciso hacer constar esta significativa coincidencia: aquellos períodos de la historia en que los jerarcas cristianos, civiles o eclesiásticos han tolerado y protegido más a los judíos, son los períodos en que la Sinagoga de Satanás ha hecho más progresos en su lucha contra la Santa Iglesia y los pueblos cristianos logrando victorias arrolladoras. Por el contrario, aquellas otras etapas históricas en que los Papas, los concilios ecuménicos y los monarcas cristianos observaron una política enérgica contra el judaísmo, fueron de triunfo para la Santa Iglesia y para los pueblos cristianos en su lucha contra los hebreos y las herejías que éstos organizaban y esparcían; triunfos logrados a veces hasta con la fuerza de las armas y que permitieron salvar millones de almas cristianas. No es idea nuestra criticar o censurar a los jerarcas cristianos, religiosos y civiles, que de muy buena fe cometieron errores políticos al dar al enemigo una protección que a la larga facilitó a éste sus triunfos sobre la Cristiandad. Lo que realmente ocurrió, fue que sucumbieron frente a los hábiles engaños de la Sinagoga atraídos por el señuelo de esas temibles “fábulas judaicas” de que hablaba San Pablo. Es preciso recordar que el Demonio es el padre de la mentira y maestro en el arte de engañar a los hombres, arte que fue heredado por sus hijos espirituales, los judíos modernos, de quienes Cristo Nuestro Señor dijo que eran “hijos del Diablo”. No es el momento de criticar a nadie ni de lamentaciones inútiles sobre lo que otros pudieron hacer y no hicieron; lo que urge es que nosotros actuemos con rapidez y energía antes de que sea demasiado tarde. Es apremiante que los católicos y demás cristianos interrumpamos nuestro sueño y despertemos a la actual realidad. En Rusia, al implantarse la dictadura socialista, millares de arzobispos, obispos, dignidades eclesiásticas y sacerdotes, fueron sumidos en cárceles inmundas donde pasaron años enteros hasta su muerte; otros muchos fueron torturados cruelmente y asesinados; millones de cristianos de todas las clases sociales estuvieron sujetos a indecibles tormentos e introducidos en oscuras y sucias prisiones por años y más años; otros millones de ellos sufrieron espantoso aniquilamiento a manos de los judíos implacables que no perdonan, que destruyen y esclavizan.

Estos tremendos peligros amenazan a todo el mundo por igual. Si el comunismo llegara a triunfar en la totalidad del planeta, como va a suceder si no nos unimos para impedirlo –ya que Dios no ayuda al que no se ayudaentonces, cardenales, arzobispos, obispos, canónigos, sacerdotes y frailes serían internados en oscuras cárceles y horrendos campos de concentración por largos años, torturados y finalmente asesinados. Sirvan de ejemplo Rusia, China comunista y todos los demás países en donde va triunfando el arrollador alud del comunismo judaico. Karl Marx, Engels y Lenin, cuyas doctrinas siguen los comunistas, lo dijeron claramente en sus obras: el clero de las distintas religiones y sobre todo el cristiano, debe ser exterminado. La clase burguesa tiene que ser destruida, aniquilada totalmente; entendiendo por clase burguesa a los propietarios de fincas urbanas o rurales, de fábricas, de servicios públicos, de talleres y de comercios. Todos deben ser asesinados sin distinción de ideología, sean derechistas, centristas o izquierdistas, pues se trata no de la destrucción de tal o cual sector burgués, sino de la totalidad de la clase burguesa. Así está decretado por los fundadores y jerarcas del comunismo. Los únicos que se escapan de la matanza, como es natural, son los judíos, aunque pertenezcan a cualquiera de las clases sentenciadas, ya que ni siquiera se salvan los masones burgueses de origen cristiano, quienes también son asesinados. Con esto último, demuestra una vez más el judaísmo su ingratitud hacia los que lo ayudan, a los cuales aprovecha mientras los necesita para luego eliminarlos. Tampoco se salvarán del desastre las clases obreras y campesinas utilizadas por el judaísmo como escalón para instaurar las dictaduras socialistas, porque el experimento ruso y el chino han demostrados claramente que dichas clases sociales, además de haber sido cruelmente esclavizadas, fueron diezmadas por el asesinato de millones de sus componentes, que habían cometido el grave delito de protestar por el engaño urdido en su perjuicio por aquellos que prometiéndoles un paraíso les habían dado el infierno. Esta es la tremenda realidad. Es inútil que se trate de ocultarla, restarle importancia o hasta negarla. Los miembros de esa “quinta columna” enemiga introducidos en las filas de la Cristiandad y cuya existencia demostraremos –en la Cuarta Parte de esta obra- con pruebas evidentes e irrefutables; estos falsos católicos quintacolumnistas al servicio del enemigo, tratan de hacer creer que el peligro no existe o cuando menos de restarle la importancia e inminencia que realmente tiene, para adormecernos a todos e impedir que nos defendamos con eficacia. Si a esto se añade la hábil explotación malintencionada y sofística de la caridad y de la moral cristiana, se dará una idea de los demoledores recursos con que cuenta el enemigo para desarmarnos, impidiéndonos luchar contra el comunismo ateo y contra la Sinagoga de Satanás. No hay que olvidar que la caridad cristiana obliga a proteger a los buenos de la corrupción de los malos, dejándoles manos libres para que puedan pervertir a los buenos, robarlos y esclavizarlos, al mismo tiempo que se ata de pies y manos con una moral falsa, a las fuerzas del bien para que puedan ser dominadas por las fuerzas del mal. Es evidente, sujetándonos absoluta e incondicionalmente a las declaraciones de SS. SS. los Papas –al hablar ex-cátedra- y a las de los concilios ecuménicos, que cualquier interpretación que se quiera hacer de la

moral o de la caridad cristiana, que tenga por resultado facilitar el triunfo de las fuerzas del mal sobre las fuerzas del bien, estará equivocada, pues Dios Nuestro Señor hizo la moral y la caridad para lograr el triunfo del bien sobre el mal y no a la inversa. El judaísmo, por medio de su quinta columna en el clero cristiano, utiliza a esos sacerdotes y jerarcas que le sirven de instrumento para paralizarnos e impedir nuestra defensa contra las fuerzas de Satanás y sus cómplices, llenándonos de escrúpulos contra la licitud de los medios más necesarios en un momento dado para detener el triunfo del bien sobre el mal, tergiversando el objeto básico de la moral cristiana, que es precisamente lograr dicho triunfo del bien sobre el mal, el cual jamás podrá obtenerse con una moral derrotista y falsa sino con una moral combativa que llene su objetivo básico. Las palabras del Señor, transcritas en el capítulo tercero de esta parte de la obra, dan cuenta de cómo Dios, en su lucha contra Satanás o contra los judíos, que siguieron la senda de éste, fue enérgico y no débil; fuerte y no derrotista. No vale alegar con recursos de pillo, como lo hacen los quintacolumnistas, que Cristo Nuestro Señor predicó el amor a los enemigos y el perdón a los mismos, poniendo una aparente y sofística contradicción entre lo dicho por Dios Hijo en el Nuevo Testamento y lo establecido por Dios Padre en el Antiguo; los teólogos saben muy bien que esas contradicciones no existen y que el amor y el perdón a los enemigos –doctrina sublime de nuestro Divino Salvador-, se refiere a los enemigos de orden personal y privado que surgen a cada momento en nuestras relaciones sociales; pero no al enemigo malo, a Satanás, ni a las fuerzas del mal encabezadas por él. Ni amor ni perdón predicó jamás Cristo para Satanás y sus obras, sino todo lo contrario. Cuando se trató de atacar a las fuerzas del mal, fue tan terminante y enérgico Jesús como su Padre Eterno. En vano se trataría de hallar contradicción entre la actitud de una y otra Persona Divina. Por lo que respecta a los judíos –que renegaron de su Mesías- fueron denominados por Cristo mismo “la Sinagoga de Satanás”. Jesús lo trata en forma enérgica e implacable en varios pasajes del Evangelio; sobre todo cuando el apóstol San Mateo expresó textualmente: “11. Y os digo, que vendrán muchos de Oriente, y de Occidente, y se asentarán con Abraham, y Isaac, y Jacob en el reino de los cielos. 12. Mas los hijos del reino (es decir los hebreos) serán echados en la tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes” (72). Este pasaje de los Santos Evangelios demuestra cómo Cristo anuncia que los gentiles venidos de fuera, por su fe en el Mesías, heredarían el privilegio que el pueblo de Israel no supo conservar; mientras que éste –el judaísmo que desconoció a Cristo- será lanzado al infierno donde imperará el llanto y crujir de dientes. Contra las fuerzas del mal Jesús fue estricto como Dios Padre; y existe congruencia y armonía entre la actitud de ambas personas del mismo Dios. Por eso, nuestra lucha contra las fuerzas de Satanás debe ser lo suficientemente enérgica, lo suficientemente eficaz, para permitirnos derrotarlas; los judíos y los clérigos que les hacen el juego tratan de llenar nuestra conciencia con escrúpulos de una falsa moral cristiana que ellos mismos nos han inoculado, para hacer nuestra postura tan débil y derrotista que asegure el triunfo de las fuerzas del infierno, aunque sea temporalmente y con pérdida de millones de almas para la Santa Iglesia y asesinatos en masa de millones de inocentes,

como ocurre en los países que por nuestras debilidades y falta de acción enérgica, sigue conquistando el comunismo ateo. “L´Osservatore Romano”, citando una importante publicación dice: “La revista `Time´, en su número del 6 de marzo de 1956, menciona que en China, en 5 años de dominación comunista, han sido asesinadas 20 millones de personas y otros 23 millones retenidas en campos de trabajos forzados” (73). Para terminar, aduciremos la autoridad de los grande Padres de la Iglesia y el significado que daban a la caridad cristiana. Vamos a utilizar como fuente la “Historia de la Iglesia Católica” , escrita por tres padres jesuitas, Llorca, García-Villoslada y Montalbán, por todos conceptos insospechables de antijudaísmo y por cuya razón preferimos utilizarla en este caso, ya que se limitan a seguir la corriente unánime de los historiadores de la Santa Iglesia. Al efecto dice tal obra textualmente: “5.- Grandes figuras de la caridad cristiana en el Oriente.En medio de este ambiente tan cristiano, no es de sorprender sobresalieran algunas figuras por su acendrada caridad para con los pobres y necesitados, las cuales contribuyeron a su vez poderosamente a fomentar ese mismo espíritu. En la imposibilidad de enumerarlas todas, escogeremos algunas de las que más se distinguieron en los siglos IV-VII”. Después de citar los mencionados padres jesuitas a San Basilio, pasan a describir la figura del gran Padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo y dicen: “No menos ilustre es San Juan Crisóstomo como gran promotor de la caridad cristiana”. A continuación, los autores siguen relatando una serie de hechos que presentan al Crisóstomo como ejemplo de la caridad cristiana y pasan, luego, a referirse a otros dos grandes Padres de la Iglesia, San Ambrosio, obispo de Milán, y San Jerónimo. Del primero, entre otras cosas, afirman: “6.- Grandes figuras de la caridad en Occidente.San Ambrosio ha sido siempre el modelo de un Obispo católico. Por esto no es de sorprender que fuera también el ejemplo más acabado de la caridad y de la beneficencia”. A continuación siguen narrando los citados jesuitas, hechos que comprueban su aserto de que San Ambrosio fue el ejemplo más acabado de la caridad cristiana. Refiriéndose a San Jerónimo, señalan los estudiosos sacerdotes que: “San Jerónimo, que tan profundamente conocía la sociedad más elevada de Roma, con todas sus sombras y sus lados luminosos, nos ha transmitido los ejemplos más sorprendentes de la caridad cristiana...” (74). A este respecto, los mencionados jesuitas citan las obras de Liese y de San Gregorio Nacianceno, gran Padre de la Iglesia, irreprochables como fuentes y autoridades eclesiásticas. Ahora veremos lo que relata el clásico historiador israelita Graetz –cuyas obras son tenidas en los medios judíos como dignas de todo crédito- sobre San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Jerónimo, considerados por la Iglesia como ejemplos de caridad cristiana dignos de imitar. En la obra “Historia de los Judíos” que los hebreos cultos consideran una honra poseer, dice Graetz textualmente, refiriéndose a la tremenda lucha sostenida en esos tiempos entre la Santa Iglesia y el judaísmo: “Los principales fanáticos contra los judíos fueron en esta época Juan Crisóstomo de Antioquía y Ambrosio de Milán, quienes los atacaron con gran ferocidad”.

Luego detalla Graetz las actividades de San Juan Crisóstomo contra los hebreos, de las que se hablará en la Cuarta Parte de este libro. Refiriéndose a las de San Ambrosio dice: “Ambrosio de Milán, era un oficial violento, ignorante de toda Teología, cuya violencia célebre en la Iglesia, lo había elevado al rango de Obispo, él era sin embargo, más virulento todavía contra los judíos” (75). También, en la Cuarta parte de esta obra, nos referimos a la lucha antijudía de San Ambrosio, gran Padre de la Iglesia. Y en el índice de materias del tomo segundo de la obra de Graetz, páginas 638 y 641, sintetiza el objeto de esta materia en forma muy elocuente: “Ambrosio, su fanatismo contra los judíos” y “Crisóstomo, su fanatismo contra los judíos”. Por lo que respecta a San Jerónimo, otro gran Padre de la Iglesia, símbolo de la caridad cristiana, el tan autorizado escritor en medios hebreos, Graetz, señala que para recalcar dicho santo su ortodoxia, dijo literalmente: “Y si es requisito despreciar a los individuos y a la nación, yo aborrezco a los judíos con un odio imposible de expresar...” comentando, en seguida, el prestigiado historiador israelita. “Esta profesión de fe, concerniente al odio hacia los judíos, no era una opinión privada de un escritor aislado, sino el oráculo para toda la Cristiandad, que presurosa aceptó los escritos de los Santos Padres de la Iglesia, que fueron reverenciados como santos. En tiempos posteriores, esta profesión de fe, armó a los reyes, al populacho, a los cruzados y a los pastores (de almas), contra los judíos, que inventaron los instrumentos para su tortura, y construyeron las hogueras fúnebres para quemarlos” (76). Como se ve, esos símbolos de la caridad cristiana que fueron San Juan Crisóstomo, San Ambrosio de Milán y San Jerónimo, nos dejaron una definición clara de la misma, indicándonos que ella no excluye la acción enérgica, implacable contra los judíos y contra la Sinagoga de Satanás, lucha que ellos convirtieron en parte importantísima de su santa vida; nos enseñaron, también, que la caridad cristiana no se ejerce en beneficio de las fuerzas del mal, que ellos identificaron principalmente con el judaísmo. Por otra parte, es cierto lo que dice el israelita Graetz al afirmar que ésta fue la doctrina unánime de los Padres de la Iglesia. Los que se interesen en profundizar en este tema, pueden hacerlo directamente en las obras de los Padres. Ahí podrán comprobar que todos condenaron enérgicamente a los judíos y lucharon en forma resuelta y sin titubeos en contra de esos enemigos de la humanidad, como acertadamente los llamó San Pablo. Los católicos sabemos que la opinión unánime de los Padres de la Iglesia en materia doctrinal es, en muchos casos, norma obligatoria de conducta para todos los fieles y en todos los casos, sin excepción, ejemplo digno de imitar; solamente el complejo de Judas Iscariote puede explicar el hecho de que muchos clérigos que se nombran católicos, pero que sirven más a a la Sinagoga de Satanás que a la Iglesia, pretendan darnos falsas normas de moral y de caridad cristiana para atarnos de manos e impedir que luchemos con toda energía y eficacia contra el judaísmo y sus satélites: la masonería y el comunismo.

Capítulo Décimo LOS JUDÍOS MATAN APÓSTOLES

CRISTIANOS

Y

PERSIGUEN

A

LOS

El judaísmo hizo una guerra a muerte a la iglesia desde el nacimiento de ésta, sin motivo alguno, sin provocación, sin que la Iglesia durante sus tres primeros siglos contestara siquiera a la violencia con la violencia. Los judíos abusaron en forma cruel de la mansedumbre de los primeros cristianos que se redujeron a combatir a sus mortales adversarios, simplemente, con bien fundamentados razonamientos, teniendo que sufrir en cambio, las demoledoras calumnias de los judíos, sus encarcelamientos, asesinatos y todo género de persecuciones. Empezaron por matar a cristo Nuestro Señor en forma injusta y cruel; siguieron con el homicidio de san Esteban, que la Sagrada Biblia, en “Los hechos de los Apóstoles”, nos describe en todo su horror desde la planeación del crimen en el seno de las sinagogas, pasando por el soborno empleado para que algunos lo calumniaran lanzándole acusaciones venenosas, hasta el empleo de falsos testigos para comprobar estas acusaciones y el final asesinato del santo por los judíos, consumado a pedradas en forma fiera, sin que San Esteban haya cometido otro delito que predicar la verdadera religión (77). Fue el protomártir del cristianismo; y fueron los israelitas quienes tuvieron el honor de ser los primeros en derramar la sangre cristiana, después del deicidio de Jesús. La misma Biblia, en los hechos de los Apóstoles (capítulo XII), señala cómo el rey judío Herodes: “1. ...envió tropas para maltratar a algunos de la Iglesia. 2. Y mató a cuchillo a Santiago hermano de Juan. 3. Y viendo que hacía placer a los judíos, pasó también a prender a Pedro...” (78). Los hebreos no contentos con iniciar el asesinato de los santos dirigentes del naciente cristianismo, se lanzaron a realizar crueles persecuciones que degeneraron en tremendas matanzas, según nos narra la Biblia en los hechos de los Apóstoles, que dieron al cielo los primeros mártires de la Iglesia. En estas persecuciones participó Saulo –el futuro San pabloantes de convertirse (79), con un celo que él mismo describe en su Epístola a los Gálatas (capítulo I), de la siguiente manera: “13. Porque ya habéis oido de qué manera vivía en otro tiempo en el judaísmo: y con qué exceso perseguía la Iglesia de Dios, y la destruía” (80). LOS JUDÍOS NO SON DEL AGRADO DE DIOS, AFIRMA SAN PABLO. Los hebreos persiguieron con especial empeño, como es natural, a los apóstoles y a los primeros caudillos de la Iglesia, de lo cual nos da testimonio San Pablo, en su Epístola primera a los Tesalonicenses, en la que también afirma que: “los judíos no son del agrado de Dios”. Dice textualmente lo siguiente: “14. Porque vosotros, hermanos, os habéis hecho imitadores de las Iglesias de Dios, que hay por la Judea en Jesucristo: por cuanto las mismas cosas sufrísteis también de los de vuestra

nación, que ellos de los judíos: 15. Los cuales también mataron al Señor Jesús, y a los profetas, y nos han perseguido a nosotros, y no son del agrado de Dios...” (81). Es, por ende, falso que los judíos sean del agrado de Dios, como están afirmando los clérigos que les hacen el juego con el fin de paralizar la defensa de los pueblos católicos en contra del imperialismo judaico y su acción revolucionaria. ¿Será posible que esos eclesiásticos filosemitas pretendan tener razón y que San Pablo mintió cuando aseguró que los judíos no eran del agrado de Dios? Sin embrago, bien claro se ve que las fuerzas del mal, los hijos del Diablo –como les dijo Cristo- integrantes de la Sinagoga de Satanás, no pueden ser del agrado de Dios. Los judíos con frecuencia encarcelaron a los apóstoles. En “Los Hechos de los Apóstoles”, se afirma que los sacerdotes judíos, los saduceos y el magistrado del templo, echaron mano de San Pedro y San Juan “...y los metieron en la cárcel...” (82). Y en el capítulo V se narra lo siguiente: “17. Mas levantándose el príncipe de los sacerdotes y todos los que con él estaban (que es la secta de los saduceos), se llenaron de celo: 18. Y prendieron a los apóstoles, y los pusieron en la cárcel pública” (83). Entre las persecuciones desatadas por los judíos contra los primeros cristianos caudillos de la Iglesia destaca, por su encarnizamiento, la que llevaron a cabo contra San Pablo. En los Hechos de los Apóstoles (capítulo IX), se señala: “22. Mas Saulo mucho más se esforzaba, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, afirmando que Este es el Cristo. 23. Y como pasaron muchos días, los judíos tuvieron juntos consejo para matarlo” (84). Después, en Antioquía, discutiendo San Pablo y San Bernabé sobre cuestiones religiosas con los judíos, éstos acabaron con su acostumbrado fanatismo e intolerancia; empleando el argumento de la violencia. Los citados “Hechos de los Apóstoles”, lo consignan: “50. Mas los judíos concitaron a algunas mujeres devotas e ilustres, y a los principales de la ciudad, y movieron una persecución contra Pablo, y Bernabé: y los echaron de sus términos” (85). Luego (capítulo XIV), sea firma que en la población de Iconio, después de otra discusión teológica de San Pablo y San Bernabé con los judíos, ocurrió que: “4. Y se dividieron las gentes de la ciudad: y los unos eran por los judíos, y los otros por los apóstoles. 5. Mas como los gentiles, y los judíos con sus caudillos se amotinasen para ultrajarlos, y apedrearlos, 6. Entendiéndolo ellos, huyeron a Lystra, y Derbe, ciudades de Lycoania...18. Mas sobrevinieron algunos judíos de Antioquía, y de Iconio: y habiendo ganado la voluntad del pueblo, y apedreando a Pablo, le sacaron arrastrando fuera de la ciudad, creyendo que estaba muerto” (86). Se ve por tanto, que ya para estas fechas la división estaba clarísima: por una parte los partidarios de los apóstoles, es decir los cristianos; y por otra parte, los judíos. El Nuevo Testamento de la Sagrada Biblia –ya en estos libros- se sirve de la palabra “judíos” para designar a los miembros del antiguo pueblo elegido que asesinaron a Dios Hijo y combatían a su Iglesia. Asimismo se señala que los que se habían convertido a la fe del Señor no eran hebreos, sino cristianos. El Evangelio de San Juan –el discípulo amado- también ya titula “judíos” en

forma expresa a los miembros del antiguo pueblo de Dios, que se negaron a reconocer a Cristo, lo llevaron a la muerte y combatieron a los apóstoles. El Evangelio de San Juan ha sido considerado por los israelitas como el más antisemita de los evangelios; el judaísmo proyecta eliminarlo de la Santa Misa y para lograrlo dice tener poder suficiente en el Vaticano. Tal eliminación la proyecta –según hemos sido informados- recortando la Misa para que termine con la Bendición, suprimiendo así el Evangelio de San Juan, el más antisemita de los evangelios, con el que actualmente finaliza la Misa. Nos parece increíble que los judíos tengan tantas infiltraciones en el Vaticano como para poder lograr esto. Pero ante cualquier eventualidad, hemos considerado necesario denunciar esto para que las autoridades eclesiásticas impidan este atraco a la Santa Misa por parte del judaísmo y sus agentes secretos en el alto clero. Los judíos, que en nuestros días siguen persiguiendo a la Iglesia y amenazan con dominar y esclavizar a la humanidad, son los descendientes de esos mismos judíos ya designados por el Nuevo Testamento como los peores enemigos de Cristo y de su Iglesia, que nada de espiritual tenían de común con el antiguo pueblo escogido de Dios en los tiempos bíblicos. El pueblo escogido fue amado de Dios, pero los judíos –que renegaron de su Mesías, que lo asesinaron y que combatieron y combaten al cristianismo, siguiendo aferrados a sus organizaciones criminales en nuestros días, como dijera antaño San Pablo- no son del agrado de Dios. Los clérigos que en lugar de servir a la Iglesia están sirviendo a la Sinagoga de Satanás, hacen una sofística mezcla de conceptos para engañar a los sinceros católicos y hacerles creer, en contradicción con lo asegurado por San Pablo, que los criminales judíos modernos son del agrado de Dios, con el fin de impedir que los cristianos defiendan a sus pueblos y a sus familias contra sus pérfidas empresas imperialistas y su acción corruptora. En el capítulo XVII del antes citado libro del Nuevo Testamento, se dice que San Pablo y Silas: “1...llegaron a Thesalonica, en donde había una sinagoga de judíos. 5. Mas los judíos, movidos de celo, y tomando consigo algunos de la plebe, hombres malos, y haciendo gente, levantaron la ciudad: y asediaron la casa de Jasón, queriendo presentarlos al pueblo. 6. Y no hallándolos, trajeron violentamente a Jasón y a algunos de los hermanos a los magistrados de la ciudad, gritando: Estos son los que alborotan la ciudad, y vinieron acá. 7. A los cuales ha acogido Jasón, y todos éstos hacen contra los decretos de César, diciendo que hay otro rey: que es Jesús. 8. Y alborotaron al pueblo y a los principales de la ciudad al oir estas cosas. 9. Mas recibida satisfacción de Jasón, y de los otros, dejáronlos ir libres” (87). Los pasajes citados de las Sagradas Escrituras, demuestran claramente que fueron los judíos los únicos enemigos del naciente cristianismo; pero en todas partes no sólo perseguían directamente a los cristianos sino que con calumnias, trataban de sublevar contra ellos a los pueblos gentiles y lo que es más grave, a las autoridades del Imperio Romano. En el anterior pasaje de “Los Hechos de los Apóstoles” se ve diáfanamente cómo empleaban la calumnia en un criminal intento de lanzar toda la fuerza del entonces invencible Imperio Romano sobre la Santa Iglesia, acusando a los cristianos, ni más ni menos, que de reconocer a otro rey en substitución del César, delito que enfurecía al máximo a los emperadores romanos y a sus colaboradores, ya que esta forma de traición contra el César acarreaba la inmediata pena de muerte. Por ello, no cabe duda alguna de lo que pretendían los israelitas. Estos

siguieron durante muchos años empleando todo el veneno de sus calumnias e intrigas, no logrando sin embargo, lanzar al Imperio Romano contra los cristianos; hasta que por fin, a fuerza de insistir tanto, lo lograron con Nerón. Hubo también un intento de lanzar a los gobernantes de Roma contra San Pablo, como lo muestra el siguiente pasaje del Nuevo Testamento: “12. Y siendo Galión procónsul de la Achaya, los judíos se levantaron de acuerdo contra Pablo, y le llevaron al tribunal. 13. Diciendo: Que éste persuade a los hombres que sirvan a Dios contra la ley. 14. Y como Pablo comenzase a abrir su boca, dijo Galión a los judíos: Si fuese algún agravio, o enorme crimen, os oiría, oh judíos, según derecho. 15. Mas si son cuestiones de palabra, y de nombres, y de vuestra ley, vedlo allá vosotros: porque yo no quiero ser juez de estas cosas. 16. Y los hizo salir de su tribunal. 17. Entonces ellos echándose sobre Sóstenes príncipe de la sinagoga, le daban golpes delante del tribunal: sin que Galión hiciese caso de ello” (88). Este pasaje de la Sagrada Biblia nos hace ver por una parte, la tolerancia religiosa de las autoridades romanas y la falta absoluta de interés en hostilizar a los cristianos; por otra parte, que los hebreos eran los que constantemente estaban buscando medios para lanzar a los gobernantes del Imperio Romano contra los cristianos en intentos repetidos, aunque carentes de éxito; y por último, que como buenos paranoicos, los judíos, al fracasar en un intento malvado, acaban por pelearse unos contra otros con una furia de verdaderos locos. Aquí fue Sóstenes, el príncipe de la sinagoga, el infeliz objeto de esa rabia y furor hebreos. Y desde luego, no podemos dudar de la veracidad de estos hechos, ya que se trata de un pasaje literal del Nuevo Testamento. Es pues, muy explicable, que cuando esta jauría de lobos quedó desatada y además con plenos poderes al triunfar las revoluciones comunistas, haya realizado increíbles matanzas haciendo correr torrentes de sangre cristiana y gentil para terminar despedazándose, tanto en la Unión Soviética como en los estados satélites, unos a otros sin respetar nada, ni siquiera la dignidad rabínica, como en el caso del pobre Sóstenes, citado en el anterior pasaje bíblico. No cabe la menor duda que siguen siendo los mismos de siempre. El apóstol San Lucas, en los hechos de los Apóstoles nos narra otra de las persecuciones llevadas a cabo por los judíos contra San Pablo, y al pintarnos la manera de ser de los hebreos en esos tiempos, cualquiera diría que nos los está describiendo ahora. Nada parece haber cambiado en casi dos mil años. Cuenta que estando el santo de Jerusalén: “27. ...los judíos que estaban allí del Asia, cuando le vieron en el Templo, alborotaron todo el pueblo, y le echaron mano, diciendo a gritos: 28. Varones de Israel, favor: éste es aquel hombre, que por todas partes enseña a todos contra el pueblo y contra la ley, y contra este lugar, y demás de esto ha introducido los gentiles con él por la ciudad a Trophimo de Epheso, creyeron que le había metido pablo en el templo. 30. Y se conmovió toda la ciudad, y concurrió el pueblo. Y trabando de pablo, le arrastraron fuera del templo: y luego fueron cerradas la puertas. 31. Y queriéndole matar, fue dado aviso al tribuno de la corte: Que toda Jerusalén estaba en alboroto. 32. El tomó luego soldados y centuriones, y corrió allá. Ellos, cuando vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de herir a Pablo” (89) Este pasaje del Nuevo Testamento nos señala cómo los judíos acusaban a san Pablo de “enseñar a todos contra el pueblo”, es decir, lo hacen aparecer calumniosamente como enemigo del pueblo, para ellos justificar su asesinato. Más de diecinueve siglos después, cuando los judíos en la Unión

Soviética y países comunistas quieren matar a alguien, lo acusan de ser enemigo del pueblo y enemigo de las clases trabajadoras. Los métodos son los mismos; no han cambiado en cerca de dos mil años. Lo acusan calumniosamente de predicar contra el templo, igual que en los simulacros de procesos de los países comunistas acusan a las futuras víctimas de hacer labor subversiva contra la Unión Soviética o contra el estado proletario. Finalmente, acusan también a San Pablo de introducir gentiles al templo profanando ese santo lugar, ya que los judíos para tales fechas consideraban cerrado el templo para los gentiles, como ahora consideran cerrado el judaísmo para los hombres de otras razas. Si entonces admitían sólo a los prosélitos de la puerta, que nada más podían asistir al templo de puertas para afuera, dejándolos en organizaciones periféricas, comunidades de judaísmo espiritual, engañándolos sin introducirlos nunca en las verdaderas sinagogas y comunidades de la judería. También en esto, los métodos siguen siendo los mismos. Siguen narrando las Sagradas Escrituras que cuando el tribuno permitió a Pablo dirigir la palabra a los judíos amotinados, tratando con palabras serenas de suavizarlos, ocurrió que: “22. Y le habían escuchado hasta esta palabra, mas levantaron entonces el grito, diciendo: Quita del mundo a un tal hombre: porque no es justo que él viva. 23. Y como ellos diesen alaridos, y echasen de sí sus ropas, y arrojasen polvo al aire” (90). Ya vemos aquí a los verdaderos energúmenos, que siglos después, en medio del terror judío comunista, despedazarán a sus infelices víctimas con todo lujo de crueldad. Esta narración del Nuevo Testamento continúa después diciendo que el tribuno romano quiso saber al día siguiente: Capítulo XXII. “30. ...de cierto la causa que tenían los judíos para acusarle, le hizo desatar, y mandó que se juntasen los sacerdotes y todo el concilio, y sacando a Pablo, lo presentó delante de ellos. Capítulo XXIII. 6. Y sabiendo Pablo, que una parte era de los saduceos, y la otra de fariseos, de la esperanza y de la resurrección de los muertos soy yo juzgado. 7. Y cuando esto dijo, se movió una grande disensión entre los fariseos y los saduceos, y se dividió la multitud. 8. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu: mas los fariseos confiesan lo uno y lo otro. 9. Hubo pues grande vocería. Y levantándose algunos de los fariseos altercaban diciendo: No hallamos mal ninguno en este hombre: ¿cuánto más, si le ha hablado espíritu, o ángel?” (91). Magnífica lección de cómo pueden utilizarse, en beneficio de la causa del Bien, las discordias internas de los bandos y sectas judaicas; cosa que puede hacerse con eficacia conociendo las intimidades secretas del judaísmo que permitan evitar el engaño de falsas pugnas, con frecuencia simuladas entre sí, para lograr fines políticos determinados. Después de la violenta pugna entre los citados dirigentes judíos, que obligó al tribuno romano a hacer intervenir a los soldados, sigue narrando el apóstol (capítulo XXIII): “12. Y cuando fue de día, se coligaron algunos de los judíos, y se maldijeron, diciendo: Que no comerían ni beberían hasta que matasen a Pablo. 13. Y eran más de cuarenta hombres los que habían hecho esta conjuración: 14. Los cuales fueron a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos, y dijeron: Nosotros nos hemos obligado so pena de maldición a no gustar bocado, hasta que matemos a Pablo. 15. Pues ahora vosotros con el concilio significad al tribuno, que os lo saque fuera, como que queréis conocer con más certidumbre de su causa. Y nosotros estaremos esperando para matarle antes que llegue”.

La visión del tribuno, que conocía bien a los judíos, frustró sus planes criminales mandando a San Pablo escoltado por doscientos soldados al mando de dos centuriones, aclarando el versículo lo que hizo el tribuno romano: “25. (Porque temió no se lo arrebatasen los judíos, y lo matasen, y después le calumniasen a él de haber recibido dinero:)” (92). Este ilustrativo pasaje del Nuevo Testamento pone en evidencia que los judíos farsantes, inventores de las huelgas de hambre, ya las ponían en práctica en tiempos de San Pablo, cuando juraron no comer ni beber hasta que lograran matarlo. Los Hechos de los Apóstoles no nos aclaran si después de salvado San Pablo por la previsión del tribuno romano, sostuvieron los judíos huelguistas su juramento hasta la muerte, pero el silencio que guarda al respecto el apóstol, nos hace suponer que en esa, como en las huelgas de hambre de nuestros días, los comediantes hebreos al no lograr sus propósitos, encontraron el pretexto adecuado para suspender la huelga. Por otra parte, se ve que ya desde lejanísimas fechas, practicaban el sistema de asesinar a los presos al ser trasladados en el camino de una población a otra; y se observa que hasta los romanos tenían miedo a las calumnias de los judíos, a quienes sin duda conocían como maestros en este arte maléfico. Para dar a conocer las actividades siniestras del judaísmo y su manera de actuar, para nada se necesitan los famosos “Protocolos de los Sabios de Sión”; basta con las enseñanzas de la Sagrada Biblia y otros documentos fidedignos e indiscutibles, muchas veces procedentes de las más insospechadas fuentes hebreas. Después de conducido San Pablo ante el gobernador, siguen narrando los Hechos de los Apóstoles: “2. Y los príncipes de los sacerdotes, y los principales de los judíos acudieron a él contra Pablo: y le rogaban. 3. Pidiendo favor contra él, para que le mandase venir a Jerusalén, poniéndole asechanzas para asesinarle en el camino. 4. Mas Festo les respondió, que estaba guardado Pablo en Cesarea: y que él cuanto antes partiría. 5. Y los principales (dijo) de vosotros vengan conmigo, y si hay algún delito en este hombre, acúsenle. 7. Y cuando fue llevado, le rodearon los judíos, que habían venido de Jerusalén, acusándole de muchos y graves delitos, que no podían probar. 8. Y Pablo se defendía, diciendo: En nada he pecado, ci contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César” (93). Para comprender esta terrible tragedia, hay que tomar en cuenta que San pablo era un hombre virtuoso e iluminado por la gracia divina, en forma que le ha hecho digno de ser considerado como uno de los más grandes santos de la Cristiandad; pero a pesar de ello, los judíos, con su perfidia peculiar y su perseverancia paranoica, se ensañaron contra él en la forma descrita por los anteriores pasajes de la Sagrada Biblia, agravándose el problema porque no fueron sólo los judíos de Palestina sino los de las más diversas partes del mundo, los que demostraron sus instintos asesinos y malvados; y que no fueron sólo los de la secta de los fariseos sino también los saduceos, rivales de los anteriores. No fueron individuos aislados y sin representación los que destilaron tanta maldad sino los príncipes de los sacerdotes, los escribas, jerarcas y hombres más ilustres de Israel. Todos cortados con la misma tijera. Los pasajes del Nuevo Testamento, nos enseñan a conocer el peligro que significa para la humanidad el judaísmo moderno, cuya maldad traspasa los límites de todo lo que otras naciones pueden imaginar. Por ello los Papas y

los concilios les llamaron repetidamente “judíos pérfidos”; haciendo figurar éste y otros elocuentes términos en la liturgia y ritos de la Santa Iglesia, que los israelitas quieren ver del todo eliminados para sumirnos a los católicos en mayor ignorancia todavía, acerca de la inmensa perversidad de nuestros milenarios enemigos y así podernos vencer más fácilmente, utilizando con mayor éxito sus engaños y sus acostumbrados golpes de sorpresa. Lo más significativo es que en la descripción de la perfidia de esta raza de víboras –como los llamó Cristo Nuestro Señor- coinciden perfectamente el Nuevo Testamento de la Sagrada Biblia con los escritos elaborados siglos después por los Padres de la Iglesia, con los conceptos contenidos en el Corán de Mahoma, con los cánones de diversos concilios de la Iglesia, con los procesos de la Santa Inquisición, con las opiniones de Martín Lutero y con las acusaciones que en distintos siglos, en los más diversos países, fueron lanzadas por conocedores del problema, católicos, protestantes, ortodoxos, rusos, mahometanos e incrédulos como Voltaire y Rosemberg, que sin haberse puesto de acuerdo, han coincidido en denunciar la perfidia y maldad extremas de los judíos a través de los últimos dos mil años. Esto demuestra que por desgracia esa maldad y perfidia, peligrosísimas para los demás pueblos, corresponden a una realidad comprobada e incontrovertible. San Matías apóstol propagó largamente la palabra de Dios, primero en Macedonia y después en Judea, convirtiendo a muchos a la fe de Jesucristo con su predicación y prodigios. Se dice que no pudiendo los judíos sufrir esto, le echaron mano, le apedrearon hasta el punto de dejarlo poco menos que muerto y por último fue degollado (94)

Capítulo Undécimo LAS PERSECUCIONES ROMANAS PROVOCADAS POR LOS JUDÍOS Ya estudiamos en el capítulo anterior diversos intentos hechos por los judíos para lanzar a las autoridades romanas en contra de San Pablo, acusando a éste de ir contra el César y reconocer a otro rey en su lugar, diciéndolo por Jesús. Sobre estas intrigas y calumnias constantes nos da noticia un documento incontrovertible, o sea el Nuevo Testamento de la sagrada Biblia. Estas repetidas tentativas de lanzar el poderío del Imperio Romano en contra de la naciente Cristiandad se sucedieron con frecuencia; aunque infructuosamente durante algún tiempo. Que los romanos eran tolerantes en materia religiosa es un hecho históricamente incontrovertible y también que no eran hostiles por ningún concepto a los cristianos, como lo demuestran además de la postura de Pilatos en el caso de Jesús, las intervenciones favorables de las autoridades del Imperio en las persecuciones desatadas por los judíos contra San Pablo y los primeros cristianos. El siguiente hecho es del todo significativo y es consignado por Tertuliano y Orosio, al señalar que “ante los conatos de persecución hebrea surgida contra los cristianos, el emperador Tiberio hizo publicar un edicto amenazando de muerte a los que acusen a los cristianos”. (95) El año noveno de su imperio, manda Claudio que todos los judíos salgan de Roma porque según testimonio de Josefo, habían hecho abrazar los ritos

judaicos a Agripina su mujer; o también, como escribe Suetonio, porque a impulso de las persecuciones de los cristianos, movían frecuentes sediciones (96). Se ve pues que el emperador pagano Claudio fue en extremo tolerante hacia los cristianos y harto ya de los motines que promovían los hebreos, los expulsó de la ciudad de Roma. De esta expulsión hablan también los Hechos de los Apóstoles (97). Se ve aquí la tendencia hebrea de hacer subir su valimiento hasta las gradas del trono controlando a la emperatriz para poder ejercer –por medio de ella- su influencia sobre el emperador, observando al parecer, las enseñanzas todas desfiguradas por una interpretación imperialista, tomadas del libro bíblico de Esther; esa judía que ocultando su judaísmo, logró convertirse en reina de Persia y ejerció su influencia decisiva sobre el rey para destruir a los enemigos de los israelitas. Sin embargo, en el caso del emperador Claudio fracasó, por lo visto, el intento; cosa que no sucedió con Nerón, a quién lograron acercarle una judía llamada Popea, quien pronto se convirtió en amante del emperador y, según algunos cronistas hebreos, en la verdadera emperatriz de Roma, la cual llegó a ejercer una influencia decisiva sobre este emperador. Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia, quien en su obra “Scorpiase” dice: “Las sinagogas son los puntos de donde salen las persecuciones de los cristianos”. Y en su libro “Ad nationes” escribe el mismo Tertuliano: “De los judíos es de donde salen las calumnias contra los cristianos” (98). Durante el reinado de Nerón hubo en un principio tolerancia hacia los cristianos, pero acabó el emperador por ceder a las intrigas persistentes de su amante judía Popea, a quien se señala como autora de la idea de inculpar a los cristianos por el incendio de la ciudad de Roma, hecho con el cual se justificó la primera y cruel persecución de los cristianos llevada a cabo por el Imperio Romano. Los padres jesuitas B. Llorca, R. García-Villoslada y F. J. Montalbán, reconocen, en relación con las persecuciones iniciales de la Roma pagana contra los débiles e inermes cristianos, a partir de Nerón, lo siguiente: “Los judíos fueron los elementos más activos en fomentar el ambiente de odio contra los cristianos, a quienes consideraban como suplantadores de la ley mosaica...” “Esta actividad de los judíos debió ejercer notable influencia, pues nos consta que ya en el tiempo de Nerón gozaban de gran ascendiente en Roma, y es bien sabido que, con ocasión del martirio de san Pedro y San pablo, algunos insinuaron la idea de que habían muerto por celos de los judíos”. “Existiendo, pues, este ambiente, azuzado por el odio de los judíos, se concibe fácilmente la persecución de Nerón. Como capaces de toda clase de crímenes, fue fácil señalar a los cristianos como causantes del incendio de Roma. Al pueblo no le costó mucho creerlo” (99). En efecto, los judíos llegaron a acusar a los cristianos calumniosamente hasta de cometer el nefando crimen de comerse a los niños en sus ceremonias (100), lo que indignaba como es muy natural, a las autoridades y al pueblo romano. Es comprensible que esta intriga constante, esta persistente labor de calumnia y difamación que los hebreos lanzan siempre contra quienes estorban sus planes, realizada en el Imperio Romano por miles de individuos mes tras mes, año tras año, haya por fin logrado sus objetivos un buen día, lanzando contra la naciente Cristiandad, que ellos no podían aniquilar por sí solos, todo

el gigantesco poderío del Imperio Romano en un afán destructor jamás conocido en la historia de la humanidad. En apoyo de esta verdad citaremos el testimonio incontrovertible de una autorizada fuente judía: “El Rabino Wiener, que en su libro “Die Juvisechen Speisegsetz”, confiesa que los judíos fueron los causantes de las persecuciones de Roma contra los cristianos; observando que en el reinado de Nerón y en el año 65 de nuestra Era, cuando Roma tenía por emperatriz a una judía, Popea, y por Prefecto de la Ciudad a un judío, se inicia la era de los mártires, que debía prolongarse 249 años” (101). En estas instigaciones de los hebreos para provocar las persecuciones de los romanos en contra del cristianismo, intervinieron incluso rabinos tan destacados en la historia de la Sinagoga como el famoso “...Rabino Jehuda, uno de los autores del Talmud (que como se ha dicho, es uno de los libros sagrados, fuente de la religión del judaísmo moderno), obtuvo en el año 155 de nuestra Era una orden para que fueran sacrificados todos los cristianos de Roma, muriendo en virtud de ella muchos miles, siendo precisamente judíos los verdugos de los Papas mártires Cayo y Marcelino” (102). El Arzobispo Obispo de Port-Louis, Monseñor León Meurin, S.J., en su obra “Filosofía de la Masonería”, página 172, afirma que cuando los judíos acaudillados por Bar Kochba, un falso Mesías, se sublevaron contra Roma y recobraron por tres años (132-135 d.C.) su independencia, en ese corto espacio de tiempo asesinaron por lo menos a ciento cuatro mil cristianos. Cantidad exorbitante en relación con la población cristiana de Palestina en esa época. Esto nos da una idea de lo que sucederá cuando los judíos impongan a todo el mundo su dictadura totalitaria. Durante tres siglos, los cristianos resistieron heroicamente sin contestar a la violencia con la violencia; pero es comprensible que cuando el cristianismo –después de tres siglos de persecuciones- logró un triunfo completo en el Imperio Romano con la conversión de Constantino y la adopción de la religión cristiana como religión de estado, se haya por fin resuelto a contestar a la violencia con la violencia, para defender de las conspiraciones constantes del judaísmo, tanto a la triunfante Iglesia como a los pueblos que habían depositado su fe en ella y que también se encontraban siempre amenazados por la acción destructiva y demoledora del imperialismo judaico. Por otra parte, es preciso que los cobardes que ante la situación actual piensan capitular por miedo a las persecuciones, al poderío u la influencia de la Sinagoga de Satanás, tomen en cuenta que las terribles amenazas de nuestros días están muy lejos de ser tan graves como las que tuvieron que afrontar Cristo Nuestro Señor, los apóstoles y los primeros cristianos, enfrentados no sólo al poderoso judaísmo sino al entonces aparentemente invencible poderío del Imperio Romano, el más grande y fuerte de todos los tiempos. A estas amenazas mortales, hay que añadir la originada por la desintegración interna que los hebreos, por medio de su quinta columna, provocaron en el seno del cristianismo, con el gnosticismo y otras destructoras herejías. Tomen en cuenta que si a pesar de esa situación mucho más difícil y trágica que la actual, la santa iglesia no sólo pudo salvarse sino hasta lograr una completa victoria sobre sus mortales enemigos, fu porque contó con unos pastores que jamás desmayaron, jamás se acobardaron ni aceptaron pactos vergonzosos con las fuerzas de Satanás. En ningún momento pensaron buscar situaciones de componenda, basadas en una tan pretendida como falsa

prudencia, ni coexistencias pacíficas, ni capitulaciones diplomáticas, que son siempre sofismas empleados por los clérigos cobardes o cómplices del enemigo, los cuales pretenden, en nuestros días, que la santa iglesia y sus pastores entreguen en las garras del lobo las ovejas cuya custodia celosa les encomendó Cristo Nuestro señor, con perjuicio del prestigio de la misma Iglesia y de la fe que en ella han depositado los fieles católicos.

NOTAS: [1] Biblia Scio traducida al español de la “Vulgata” latina por el Ilmo. Sr. D. Felipe Scio de San Miguel, 5 vols. Madrid: Gaspar y Roig, Editores. 1852. Tomo I, p. 59. [2] Biblia Scio, anotaciones autorizadas a la sagrada Biblia. Tomo I, p. 59. [3] Biblia Scio, Profecía de Isaías, Cap. IX, Vers. 10-12. Tomo IV, p. 115. [4] Talmud tratado “Baba Metzia”. Folio 114, columna 2. [5] “Jebamoth”. Folio 94, columna 2. [6] “Eben Ha Eser” 6 y 8. [7] “Aboda Sara” 26B Tosephot. [8] “Shabbath”. Folio 89, columna 2. [9] Kabala ad Pentateucum. Folio 97, columna 3. [10] “Chaniga”. Folio 3ª. 3b. [11] Talmud de Babilonia, tratado “Sanhedrín”. Folio 104, columna 1. [12] Talmud de Babilonia, tratado “Schabb”. Folio 120, columna 1; tratado “Sanhedrín”. Folio 88, columna 2 y folio 89, columna 1. [13] Divre en “Dav”. Folio 37. [14] Cecil Roth, Storia del popolo ebraico. Milán: 1962. pp. 327, 408. [15] Gobierno de México, Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). México: Publicaciones del Archivo General de la nación, 1935. XXVIII, pp. 127-128. [16] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, p. 128. [17] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, pp. 130-131. [18] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, pp. 140-141. [19] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, pp. 141. [20] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, pp. 158-159. [21] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, pp. 143-144, 150. [22] Procesos de Luis de Carvajal (el mozo). Edición citada, pp. 162-164. [23] Juan Tejada y Ramiro, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia en España y América. Madrid, 1859. Tomo II, p. 305. [24] Juan Tejada y Ramiro, Colección de cánones y de todos los concilios de la Iglesia en España y América. Tomo II, p. 308. [25] Cecil Roth, Storia del pòpolo ebraico. Milán, 1962. p. 477. [26] “Los Padres de la Iglesia entienden en esta profecía la vocación de los gentiles a la fe, los cuales fueron por esta causa gloriosamente preferidos a los judíos” (San Cipriano, Contra Judae. Libro I, Cap. 21) en Biblia Scio, edición citada. Tomo I, nota 2, p. 447. [27] Biblia, Deuteronomio, Cap. XXVIII, Vers. 43, 45, 48, 54, 55, 62. [28] Biblia, Levítico, Cap. XXVI, Vers. 14-18 y 38-39. [29] Biblia, Profecía de Isaías, Cap. LXV, Vers. 11-12.

[30] Biblia, Profecía de Ezequiel, Cap. VIII, Vers. 18. [31] Biblia, Profecía de Ezequiel. Cap. IX, Vers. 1, 5-10. [32] Biblia, Profecía de Oseas. Cap. IV, Vers. 1-2. [33] Biblia, Profecía de Oseas. Cap. V, Vers. 2, 5. [34] Biblia, Profecía de Amós. Cap. VIII, Vers. 2. [35] Biblia, Profecía de Amós. Cap. IX, Vers. 1. [36] Biblia, Profecía de Daniel. Cap. IX, Vers. 25-27. [37] San Pablo (Epístola a Tito, Cap. I, Vers. 13-14) le decía: “Y que no den oído a las fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres, que se apartan de la verdad”. [38] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. VIII, Vers. 32. [39] Nos abstenemos de emplear términos más duros para designar a las iglesias protestantes y cismáticas, atendiendo al deseo que tenemos de lograr la unidad de los cristianos, sobre las bases de la auténtica ortodoxia. [40] Vicente Risco, Historia de los judíos. 3ª edición. Barcelona: Editorial Surco, 1960, 1960. pp. 430-431. [41] Joseph Dunner, The Republic of Israel. Edición octubre de 1950. p. 10. [42] Biblia. Evangelio según San Juan, Cap. VIII, Vers. 39-44, 47, 48, 49, 52, 57, 58, 59. [43] Nuestro Divino Redentor increpa aquí a los escribas, fariseos y rabinos, gentes todas que integraban la intelectualidad dirigente del pueblo judío. [44] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XXIII, Vers. 33-37. [45] Biblia, San Juan, Apocalipsis, Cap. II, Vers. 9; Cap. III, Vers. 9. [46] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XII, Vers. 34. [47] Es común en el lenguaje bíblico llamar hermanos a los parientes cercanos. [48] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XII, Vers. 47-50. [49] Enciclopedia Judaica Castellana, México, D. F.: Editorial Enciclopedia Judaica Castellana, 1948. Vocablo “antisemitismo”. Tomo I, pp. 334-337. [50] Carlo Bo, E ancora deficile dire ebreo, artículo de la revista “L´Europeo”. [51] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. VIII, Vers. 37 y 40. [52] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. VII, Vers. 19, 20. [53] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XXI, Vers. 23, 45 y 46. [54] Biblia, Evangelio según San Marcos, Cap. III, Vers. 1, 2, 5, 6. [55] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. V, Vers. 18. [56] Biblia, Evangelio según San Lucas, Cap. IV, Vers. 28, 29. [57] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. VII, Vers. 1. [58] Biblia, Evangelio según San Lucas, Cap. XXII, Vers. 1, 2. [59] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. XI, Vers. 47, 49, 50, 53, 54. [60] Biblia, Evangelio según San Lucas, Cap. XXII, Vers. 3-6. [61] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. XVIII, Vers. 1, 2, 12, 13, 14, 24, 28, 39, 40. [62] Biblia, Evangelio según San Juan, Cap. XIX, Vers. 4, 5, 6, 7, 15, 16, 17, 18. [63] Salvatore Juna, Gli ebrei in Italia durante il fascismo. Milán, 1962. p. 7. [64] Biblia, Evangelio según San Marcos, Cap. XIV, Vers. 1, 10, 11, 43, 44, 46, 53, 55, 56, 59-65. [65] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. XXVII, Vers. 1, 2, 15, 16, 17, 2026. [66] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. II, Vers. 14, 22, 23. [67] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. III, 11-15. [68] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. V, Vers. 29, 30. [69] Biblia, Epístola I de San Pablo a los Tesalonicenses, Cap. II, Vers. 15.

[70] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. VI, Vers. 9; Cap. VII, Vers. 51, 52. [71] Ernesto Rossi, Il manganello e l´aspersorio, Florencia, p. 356. [72] Biblia, Evangelio según San Mateo, Cap. VIII, Vers. 11, 12. [73] “L´Osservatore Romano” del 19 de abril de 1956, p. 3. [74] B. Llorca, S.J., R. García-Villoslada, S.J. y F. J. Montalbán, S.J., Historia de la Iglesia Católica. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960. Tomo I, pp. 927, 928. [75] Heinrich Graetz, History of the Jews. Filadelfia: Jewish Publication Society of America, 5717 (1956). [76] Graetz, obra citada, edición citada. Tomo II, pp. 625-626. Tomo II, pp. 613614. [77] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. VI, Vers. 7-15; Cap. VII, Vers. 54-59. [78] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XII, Vers. 1, 2, 3. [79] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. VIII, Vers. 1, 2, 3; Cap. XXVI, Vers. 10, 11; Cap. XXII, Vers. 4, 5. [80] Biblia, Epístola de San Pablo a los Gálatas, Cap. I, Vers. 13. [81] Biblia, Epístola I de San Pablo a los Tesalonicenses, Cap. II, Vers. 14, 15. [82] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. III; Cap. IV, Vers. 1, 2, 3. [83] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. V, Vers. 17, 18. [84] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. IX, Vers. 22, 23. [85] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XIII, Vers. 44-50. [86] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XIV, Vers. 1-6, 18. [87] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XVII, Vers. 1, 5-9. [88] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XVII, Vers. 12-17. [89] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XXI, Vers. 27-32. [90] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XXI, Vers. 35-40; Cap. XXII, Vers. 19-23. [91] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XXII, Vers. 30; Cap. XXIII, Vers. 1-9. [92] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XXIII, Vers. 12-15. [93] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XXV, Vers. 2-5, 7, 8. [94] San Jerónimo en el Catálogo citado en las tablas cronológicas de Adricomio (compendiadas por la Biblia Scio, edición citada, Tomo V, p. 670, columna 2). Esta misma fuente cita otra versión distinta sobre la muerte de este apóstol (San Matías), en la cual se señala Egipto o Etiopía como el lugar de su fallecimiento. Sin embargo, dada la persecución desatada por los judíos contra los cristianos en todo el mundo, la primera versión nos parece muy factible; además, la fuente que señalamos, la cita en primer término. [95] Tertuliano, Apologeticum, Libro V; Orsio, Libro VII, Cap. II. [96] Tablas cronológicas de Adricomio, citadas en Biblia Scio, Tomo V, p. 662, columna II. [97] Biblia, Hechos de los Apóstoles, Cap. XVIII, Vers. 2. [98] Tertuliano, Scorpiase y Ad Nationes, citado por Ricardo C. Albanés en Los judíos a través de los siglos, México, 1939, p. 435. [99] B. Llorca, S.J., R. García-Villoslada, S.J. y F.J. Montalbán, S.J., Historia de la Iglesia Católica, edición citada, Tomo I, pp. 172, 173. [100] Ricardo C. Albanés, obra citada, p. 435. [101] Rabino Wiener, Die Jüdischen Speisegesetze, citado por Ricardo C. Albanés, obra citada, p. 435. [102] August Rohlieng, sacerdote católico, Die Polemik und das Manschenopfer des Rabbinismus, citado por Ricardo C. Albanés, obra citada, p. 435.

APÉNDICE Datos estadísticos sobre los organismos del gobierno comunista de la Unión Soviética, del Partido, del Ejército, de la Policía y los Sindicatos.

II. COMISARIADO DEL INTERIOR (1918). (Altos funcionarios dependientes de este comisariado) 1.- Ederer, presidente del Soviet de Petrogrado; judío. 2.- Rosenthal, comisario de la Seguridad de Moscú. 3.- Goldenrudin, director de la propaganda del Comisariado de Asuntos Exteriores; judío. 4.- Krasikov, comisario de la Prensa de Moscú; judío. 5.- Rudnik, vicepresidente del Comisariado de Higiene; judío. 6.- Abraham Krochmal, primer secretario del Comisariado para el Acomodo de los Refugiados; judío, alias Saguersky. 7.- Marthenson, director de la Oficina de Prensa del Comisariado de Asuntos Interiores: judío. 8.- Pdeierman, comisario jefe de la Policía comunista de Petrogrado; judío. 9.- Schneider, comisario político de Petrogrado; judío. 10.- Minnor, comisario político de Moscú; judío americano.

III. COMISARIADO DE ASUNTOS EXTERIORES. (Funcionarios superiores) 1.- Margolin, director del Servicio de pasaportes; judío. 2.- Fritz, director del Comisariado de Asuntos Exteriores; judío. 3.- Iafet (Joffe), embajador soviético en Berlín; judío. 4.- Lewin, primer secretario de la embajada soviética de Berlín; judío. 5.- Askerloth, director de la oficina de Prensa e Informaciones de la embajada soviética en Berlín; judío. 6.- Beck, enviado especial del gobierno soviético a Londres y París; judío. 7.- Benitler (Beintler), embajador soviético en Oslo; judío. 8.- Martius, embajador soviético en Washington; alemán (¿). 9.- Lew Rosenfeld (Kamenev), embajador soviético en Viena; judío. 10.- Vaslaw Vorovsky, ex-ministro soviético en Roma hasta el año 1922; asesinado por el ex-oficial zarista M. A. Kontrady, el 10 de mayo de 1923, en Lausana; judío. 11.- Peter Lazarovich Voicoff, ministro soviético en Varsovia hasta el día 7 de junio de 1927 cuando fue asesinado por un joven ruso; judío.

12.- Malkin, cónsul soviético en Glasgow, Inglaterra en 1919; judío. 13.- Kain Rako (Rakovsky), presidente del Comité para la Paz, de Kiev; judío. 14.- Manuilsky, primer ayudante de Rako y actualmente gran potentado comunista de Ukrania; judío. 15.- Astzumb-Ilssen, primer consejero jurídico del Comisariado de Asuntos Exteriores Soviético (1918); judío. 16.- Abel Beck, cónsul general en Odessa; judío. 17.- Grundbaum (Cevinsky), cónsul general en Kiev; judío.

IV. FUNCIONARIOS SUPERIORES EN EL COMISARIADO SOVIÉTICO DE LA ECONOMÍA (1918). 1.- Merzvin (Merzwinsky), primer comisario económico; judío. 2.- Solvein, secretario de Merzvin; judío. 3.- Haskyn, secretario general del Comisariado de Economía Soviética; judío. 4.- Bertha Hinewitz, ayudante de Haskyn; judía. 5.- Isidor Gurko (Gurkowsky), segundo comisario de la Economía; judío. 6.- Jaks (Gladneff), secretario de Gurko; judío. 7.- Latz (Latsis), presidente del Consejo Económico; judío, de Lituania. 8.- Weisman, secretario del Consejo Económico; judío. 9.- Satnikov, consejero del Banco Popular de Moscú; ruso. 10.- Jaks (hermanod el otro), consejero del Banco Popular; judío. 11.- Axelrod (Orthodox), consejero del Banco Popular; judío. 12.- Michelson, consejero del Banco Popular; judío norteamericano. 13.- Furstemberg (Ganetsky), comisario para la Reglamentación de los Asuntos Económicos “Soviético-Alemanes”, en realidad el agente de enlace entre los revolucionarios judíos de Rusia y los grupos bancarios judíos Kuhn-Loeb and Co. de Nueva York; Warburg de Estocolmo; Speyer and Co. de Londres; Lazar Frères de París, etcétera, que subvencionaban la revolución comunista de Rusia, a través del sindicato bancario Renano-westfaliano de Alemania; judío. 14.- Kogan (uno de los hermanos Kaganovich), primer secretario de Furstemberg; judío.

V. FUNCIONARIOS SUPERIORES DEL COMISARIADO DE JUSTICIA (19181919) 1.- Ioseph Steimberg, hermano del Steimberg titular del Comisariado; judío. Ocupa la función de primer comisario “popular”. 2.- Iacob Berman, presidente del Tribunal revolucionario de Moscú; judío. Es probablemente el mismo Iacob Berman, jefe actual del Partido Comunista de Polonia. 3.- Lutzk (Lutzky), comisario judicial de la Fuerzas Militares “populares”; judío. 4.- Berg, comisario judicial de Petrogrado; judío. 5.- Goinbark, director de la oficina de Codificaciones; judío. 6.- Scherwin, primer secretario de la “Comuna Popular” de Moscú; judío.

7.- Glausman, presidente de la Comisión de Control, adjunta del Comisariado de Justicia; judío. 8.- Schraeder (Schräder), comisario jefe de la Corte Suprema de Moscú (El Tribunal Supremo); judío. 9.- Legendorf, controlador-jefe del Tribunal revolucionario de Moscú; judío. 10.- Schultz (Glazunov), controlador segundo del Tribunal revolucionario de Moscú; judío. VI. FUNCIONARIOS SUPERIORES DEL COMISARIADO DE LA ENSEÑANZA PÚBLICA 1.- Groinim, comisario para las Regiones del Sur de Rusia; judío. 2.- Lurie, hermano del presidente del Soviet Económico Superior; director de la Sección de las Escuelas Primarias del Comisariado de la Enseñanza Pública; judío. 3.- Liuba Rosenfeld, directora de la Sección Teatral del Ministerio de la Enseñanza Pública; judía. 4.- Rebeca Jatz, secretaria de la antes mencionada; judía. 5.- Sternberg, director de la Sección de Artes Plásticas, del Comisariado de la Enseñanza Pública; judío. 6.- Iacob Zolotin, presidente del Consejo de Dirección del Instituto de Educación Comunista; judío. 7.- Grünberg, comisario de Enseñanza para las Regiones Nórdicas; judío. 8.- Max Eikengold, primer secretario del Comisariado de la Enseñanza Pública; judío. VII. POTENTADOS EN EL COMISARIADO DEL EJÉRCITO 1.- Schorodak, consejero particular de Trotsky; judío. 2.- Slansk, consejero particular de trotsky; judío. 3.- Petz, consejero particular de Trotsky; judío. 4.- Gerschfeld, consejero particular de Trotsky; judío. 5.- Fruntze, comandante supremo de los Ejércitos Comunistas del Sur; judío. 6.- Fichman, jefe del Estado Mayor de los Ejércitos Comunistas del Norte; judío. 7.- Potzern, presidente del Soviet (Consejo de Dirección) del Frente del Oeste; judío. 8.- Schutzman (Schusmanovich), consejero militar de la Región de Moscú; judío. 9.- Gübelman, comisario político de la Región Militar de Moscú; judío americano. 10.- Levensohn, consejero jurídico del Ejército Rojo; judío. 11.- Deitz, consejero político de la Región Militar de Vitebsk; judío. 12.- Glusman, consejero militar de la Brigada Comunista de Samara; judío. 13.- Beckman, comisario político de la Región de Samara; judío. 14.- Kalman, consejero militar de las Fuerzas Comunistas de Slusk; judío.

VIII. FUNCIONARIOS SUPERIORES EN EL COMISARIADO DE HIGIENE 1.- Dauge, vicecomisario del Comisariado de Higiene; judío. 2.- Wempertz, presidente de la Comisión para la Lucha contra las Enfermedades Venéreas; judío. 3.- Rappoport, director de la Sección Farmacéutica del Comisariado; judío (más tarde comisario político de Petrogrado). 4.- Fuchs, secretario de Rappopport; judío. 5.- Bloschon, presidente de la Comisión para la Lucha contra las Enfermedades Contagiosas; judío. IX. MIEMBROS DEL SOVIET SUPERIOR DE LA ECONOMÍA POPULAR (MOSCÚ, 1919) 1.- Rosenfeld (Kamenev), presidente del Soviet Económico de Moscú; judío. 2.- Krasikov, vicepresidente del Soviet Económico de Moscú; judío. 3.- Abraham Schotman, director del Soviet Económico de Moscú; judío. 4.- Heikina, secretaria de Schotman; judía. 5.- Eismondt, presidente del Soviet Económico de Petersburgo; judío. 6.- Landeman, vicepresidente del Soviet Económico de Petersburgo; judío. 7.- Kreinitz, director del Soviet Económico de Petersburgo; judío. 8.- Abel Alperovitz, comisario de la Sección Metalúrgica del Soviet Económico Superior; judío. 9.- Hertz (Herzan), comisario de la Sección de Transportes del Soviet Económico Superior; judío. 10.- Schlimon, secretario de Hertz; judío. 11.- Tavrid, presidente del Comisariado para la Colección del Aceite de Tornasol; judío. 12.- Rotemberg, presidente del Comisariado de la Industria Carbonífera, dependiente del Soviet Económico Superior; judío. 13.- Klammer, presidente del Comisariado para la Colección de Pescado; judío. 14.- Kisswalter, presidente del Comisariado de la Reconstrucción Económica; judío americano.

X. MIEMBROS DEL PRIMER SOVIET DE LOS SOLDADOS Y OBREROS DE MOSCÚ 1.- Model, presidente del Soviet; judío. 2.- Smitdowitz, presidente de la Delegación de los Obreros; judío. 3.- Leibu Kuwitz, presidente de la Delegación de los Soldados; judío. 4.- Klautzner, miembro del Soviet; judío. 5.- Andersohn, miembro del Soviet; judío. 6.- Michelson, miembro del Soviet; judío. 7.- Scharach, miembro del Soviet; judío. 8.- Grünberg, miembro del Soviet; judío.

9.- Riphkin, miembro del Soviet; judío. 10.- Vimpa, miembro del Soviet; lituano. 11.- Klammer (otro); miembro del Soviet; judío. 12.- Scheischman, miembro del Soviet; judío. 13.- Lewinson, miembro del Soviet; judío. 14.- Termizan, miembro del Soviet; judío. 15.- Rosenkoltz, miembro del Soviet; judío. 16.- Katzstein, miembro del Soviet; judío. 17.- Zenderbaum (Martov), miembro del Soviet; judío. 18.- Sola, miembro del Soviet; lituano. 19.- Pfalin, miembro del Soviet; judío. 20.- Krasnopolsky, miembro del Soviet; judío. 21.- Simson, miembro del Soviet; judío americano. 22.- Schick, miembro del Soviet; judío. 23.- Tapkin, miembro del Soviet; judío. XI. MIEMBROS DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA SOVIÉTICO (1918-1923) 1.- Gimel (Sujanov); judío. 2.- Kauner; judío. 3.- Pappopport; judío. 4.- Wilken; judío. 5.- Siatroff; ruso. 6.- Gräbner; judío. 7.- Diamandt; judío. XII. MIEMBROS DEL COMITÉ CENTRAL DEL CUARTO CONGRESO DE LOS SINDICATOS DE LOS OBREROS Y LOS LABRIEGOS SOVIÉTICOS 1.- Iankel Swerdin (Swerdlov), presidente del comité; judío. 2.- Gremmer, miembro del comité; judío. 3.- Bronstein (no Trotsky), miembro del comité; judío. 4.- Katz (Kamkov), miembro del comité; judío. 5.- Goldstein, miembro del comité; judío. 6.- Abelman, miembro del comité; judío. 7.- Zünderbaum, miembro del comité; judío. 8.- Urisky, miembro del comité; judío. 9.- Rein (Abramovich), miembro del comité; judío. 10.- Benjamín Schmidowitz, miembro del comité; judío. 11.- Tzeimbus, miembro del comité; judío. 12.- Rifkin, miembro del comité; judío. 13.- Schirota, miembro del comité; judío. 14.- Tzernin Chernilovsky, miembro del comité; judío. 15.- Lewin (Lewinsky), miembro del comité; judío. 16.- Weltman, miembro del comité; judío. 17.- Axelrod (Orthodox), miembro del comité; judío.

18.- Lundber, miembro del comité; judío. 19.- Apfelbaum (Zinoviev), miembro del comité; judío. 20.- Fuschman, miembro del comité; judío. 21.- Krasicov, miembro del comité; judío. 22.- Knitzunck, miembro del comité; judío. 23.- Radner, miembro del comité; judío. 24.- Haskyn, miembro del comité; judío. 25.- Goldenrubin, miembro del comité; judío. 26.- Frich, miembro del comité; judío. 27.- Bleichman (Soltntzev), miembro del comité; judío. 28.- Lantzer, miembro del comité; judío. 29.- Lishatz, miembro del comité; judío. 30.- Lenin, miembro del comité; judío en línea materna. (Aquellos apellidos que aparecen dos o más veces en estas listas representan a individuos distintos, que tenían los mismos apellidos o a veces los mismos individuos que entre 1918 y 1923 han tenido diversos cargos).

XIII. MIEMBROS DEL COMITÉ CENTRAL DEL QUINTO CONGRESO DE LOS SINDICATOS SOVIÉTICOS 1.- Radek, presidente; judío. 2.- Ganitzberg, miembro; judío. 3.- Knigknisen, miembro; judío. 4.- Amanessoff, miembro; judío. 5.- Tzesulin, miembro; judío. 6.- Rosenthal, miembro; judío. 7.- Pfrumkin, miembro; judío. 8.- Kopning, miembro; judío. 9.- Krilenko, miembro; ruso. 10.- Jacks, miembro; judío americano. 11.- Feldman, miembro; judío. 12.- Bruno, miembro; judío. 13.- Rozin, miembro; judío. 14.- Theodorovich, miembro; judío. 15.- Siansk (Siansky), miembro; judío. 16.- Schmilka, miembro; judío. 17.- Rosenfeld (Kamenev), miembro; judío. 18.- Samuel Kripnik, miembro; judío. 19.- Breslau, miembro; judío. 20.- Steiman, miembro; judío. 21.- Scheikman, miembro; judío. 22.- Askenatz, miembro; judío. 23.- Sverdin, miembro; judío. 24.- Stutzka, miembro; judío. 25.- Dimenstein, miembro; judío.

26.- Rupzuptas, miembro; lituano. 27.- Schmidowitz, miembro; judío. 28.- Nachamkes (Steklov), 29.- Schlichter, miembro; judío. 30.- Peterson, miembro; judío. 31.- Sasnovsky, miembro; judío. 32.- Baptzinsk, miembro; judío. 33.- Valach (Litvinov), miembro; judío. 34.- Tegel (Tegelsky), miembro; judío. 35.- Weiberg, miembro; judío. 36.- Peter, miembro; lituano. 37.- Terian, miembro; armenio. 38.- Bronstein, miembro; judío. 39.- Ganletz, miembro; judío. 40.- Starck, miembro; judío. 41.- Erdling, miembro; judío. 42.- Karachan, miembro; armenio. 43.- Bukharin, miembro; judío. 44.- Langewer, miembro; judío. 45.- Harklin, miembro; judío. 46.- Lunatarsky, miembro; ruso. 47.- Woloch, miembro; judío. 48.- Laksis, miembro; judío. 49.- Kaul, miembro; judío. 50.- Ehrman, miembro; judío. 51.- Tzirtzivatze, miembro; georgiano. 52.- Longer, miembro; judío. 53.- Lewin, miembro; judío. 54.- Tzurupa, miembro; lituano. 55.- Iafet (Joffe), miembro; judío. 56.- Knitsuck, miembro; judío. 57.- Apfelbaum, miembro; judío. 58.- Natansohn (Babrof), miembro; judío. 59.- Daniel (Danielevsky), miembro; judío.

XIV. LOS JEFES DE LA POLICÍA C.E.K.A. (1919) 1.- Derzhin (Derzinsky), jefe supremo de la C.E.K.A.; judío. 2.- Peters, subjefe de la C.E.K.A.; lituano. 3.- Limbert, el director de la famosa prisión Tagansky de Moscú, donde fue asesinada gran parte de la aristocracia zarista, y muchos ex ministros, generales, diplomáticos, artistas, escritores, etc., del viejo régimen. Limbert es también judío. 4.- Vogel, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 5.- Deipkyn, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 6.- Bizensk, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío.

7.- Razmirovich, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 8.- Iankel Swerdin (Sverdlov), comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 9.- Janson, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 10.- Kneiwitz, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 11.- Finesh, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 12.- Delavanoff, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 13.- Ziskyn, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 14.- Iacob Golden, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 15.- Scholovsky, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 16.- Reintenverg, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 17.- Gal Pernstein, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 18.- Zakis, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; lituano. 19.- Knigkisen, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 20.- Skeljizan, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; armenio. 21.- Blum (Blumkin), comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 22.- Grundberg, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 23.- Latz, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 24.- Heinika, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 25.- Ripfkin, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 26.- Katz (Kamkov), comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 27.- Alexandrovich, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; ruso. 28.- Jacks, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 29.- Woinstein (Zwesdin), comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 30.- Lendovich, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 31.- Gleinstein, comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 32.- Helphand (Parvis), comisario ejecutivo de la C.E.K.A.; judío. 33.- Silencus, comisaria ejecutiva de la C.E.K.A.; judía. 34.- Iacob Model, jefe de la guardia comunista “Pedro y Pablo”, para represiones en masa; judío. XV. COMISARIOS POPULARES DE PETROGRADO 1.- Rodomill; judío. 2.- Djorka (Zorka); judío

XVI. COMISARIOS EJECUTIVOS DE LA C.E.K.A.

1.- Isilevich; judío. 2.- Anwelt; judío. 3.- Meichman; judío americano. 4.- Iiudith Rozmirovich; judía. 5.- Giller; judío.

6.- Buhan; armenio. 7.- Dispper (Disperoff); judío. 8.- Heim Model; judío. 9.- Krasnik; judío. 10.- Koslowsky; polaco. 11.- Mehrbey; judío americano. 12.- Paykis; lituano.

XVII. MIEMBROS DEL COMISARIADO SUPERIOR DEL TRABAJO EN MOSCÚ 1.- Benjamín Schmitd, comisario popular; judío. 2.- Zencovich, secretario de Schmitd; judío. 3.- Raskyn, secretario general del Comisariado de Trabajo; judío. 4.- Zarach, director de la Sección de Abastecimiento de los Trabajadores; judío. 5.- Weltman, segundo comisario de los Trabajadores Públicos; judío. 6.- Kaufman, ayudante de Weltman; judío. 7.- Goldbarh, presidente de la Comisión de Obras Públicas; judío. 8.- Kuchner, primer consejero del Comisariado de Trabajos Públicos; judío. XVIII. COMISARIOS Y POTENTADOS COMUNISTAS EN PROVINCIAS 1.- Isaac Latsk, comisario supremo de la República del Don; judío. 2.- Reichenstein, comisario popular de la República del Don; judío. 3.- Schmulker, secretario del anterior; judío. 4.- Levinson, presidente del Soviet del Don; judío. 5.- Haytis, comisario para Siberia; judío. 6.- Dretling, presidente del Soviet de Kiew; judío. 7.- Ziumperger, ayudante del anterior; judío. 8.- Zackheim, presidente del Soviet de Jaroslaw; judío. 9.- Sheikman, presidente del Soviet civil de Kazan; judío. 10.- Willing, presidente del Soviet de Ornemburg (hoy Chicalov); judío. 11.- Berlin (Berlinsky), presidente del Soviet de Penza; judío. 12.- Limbersohn, presidente del Soviet de Sizrn; judío. 13.- Somur, comisario económico de Transcaucasia; judío. 14.- Schlutz (Slusky), presidente del Soviet de Tavrida; judío. 15.- Herman, presidente del Soviet de Tzarinsk; judío. 16.- Rotganzen, presidente del Soviet de Bielatzerkowsk ; judío. 17.- Lemberg, el secretario de Rotganzen; judío. 18.- Daumann, presidente del Soviet de Narwsky; judío. XIX. REDACTORES DE LOS PERIÓDICOS COMUNISTAS “PRAVDA”, “EKONOMICHENSKAYA ZIZIN” E “IZVESTIA”

1.- Najamkes (se firma Steklov); judío. 2.- Iacob Golin; judío. 3.- Kohn; judío. 4.- Samuel Daumann; judío. 5.- Ilin Tziger; judío. 6.- Máximo Gorky; ruso. 7.- Dean; judío. 8.- Bitner; judío. 9.- Kleisner; judío. 10.- Bergman; judío. 11.- Alperovich; judío. 12.- Laurie (se firma Rimiantzeff), judío. 13.- Brahmson; judío. 14.- Grossman (se firma Rozin); judío. 15.- Abraham Toberth; judío. Por consiguiente, con la excepción de Gorki, toda la prensa comunista se encontraba en manos judías, lo mismo que ahora.

XX. REDACTORES DEL PERIÓDICO COMUNISTA “TORGVOPROMISLEVNOY GAZZETY” 1.- Abel Pretz; judío. 2.- Rafalowitz; judío. 3.- Gogan; judío. 4.- Bastell; judío. 5.- Grochmann; judío. 6.- Bernstein; judío. 7.- Moch; judío. 8.- Abraham Salomón Emanson; judío. 9.- Goldenberg; judío. 10.- Slavensohn; judío. 11.- Benjamín Rosenber; judío. 12.- Schuman; judío. 13.- Kulliser; judío. 14.- Goldman; judío. 15.- Iacob Giler (se firmaba Gilev); judío. Todos los redactores de este periódico “ruso” son judíos.

XXI. REDACTORES DEL PERIÓDICO COMUNISTA “LA BANDERA DEL TRABAJO” (1920) 1.- Schumacher; judío. 2.- David (Daviodv); judío.

3.- Jarin (Yarolavsky); judío. 4.- Lander; judío. 5.- Samson Lewin; judío. 6.- Steinbeck; judío. 7.- Bilin; judío. 8.- Evron; judío. XXII. REDACTORES DEL PERIÓDICO COMUNISTA “LA BANDERA DEL TRABAJO” (1920) 1.- Katz (Kamkov); judío. 2.- Jacks; judío. 3.- Eisenberg (Poliansky); judío. XXIII. MIEMBROS DE LA COMISIÓN PARA LA DETENCIÓN DE LOS SIMPATIZANTES DEL RÉGIMEN ZARISTA 1.- Muraviov, presidente; ruso. 2.- Salomon, miembro; judío. 3.- Edelsohn, miembro; judío. 4.- Goldstein, miembro; judío. 5.- Gruzenberg, miembro; judío. 6.- Tanker, miembro; judío. XXIV. MIEMBROS DE LA OFICINA CENTRAL DEL SOVIET ECONÓMICO SUPERIOR 1.-Rabinovich; judío. 2.- Weinberg; judío. 3.- Larin; judío. 4.- Galalt; judío. 5.- Kreitman; judío. 6.- Zupper; judío. 7.- Krasin; ruso. 8.- Alperovitz; judío.

XXV. MIEMBROS DE LA OFICINA CENTRAL DE LAS COOPERATIVAS DEL ESTADO 1.- Sidelgenim; judío. 2.- Heikinn; judío. 3.- Lubomirsky; ruso.

4.- Kritzer (Krisev); judío. 5.- Tanger; judío. 6.- Kinstung; judío. XXVI. MIEMBROS DEL COMITÉ CENTRAL DEL SINDICATO DE LOS ARTESANOS 1.- Ravetz; judío. 2.- Zmirnov; ruso. 3.- Gitzemberg; judío. 4.- Davidsohn; judío. 5.- Brillante; judío. XXVII. REPRESENTANTES DEL EJÉRCITO ROJO EN EL EXTRANJERO 1.- Sobelsohn (Radek), representante militar soviético en Berlín; judío. 2.- Neisenbaum, representante militar en Bucarest; judío. 3.- Bergman, representante militar en Viena; judío. 4.- Abraham Baum, representante militar en Copenhague; judío. 5.- Moisievich, ayudante de Baum; judío. 6.- Alter Klotzman, representante militar en Varsovia; judío. 7.- Abraham Klotzman, ayudante del anterior; judío. XXVIII. MIEMBROS DEL CUERPO JUDICIAL SUPERIOR 1.- Katzell; judío. 2.- Goldman; judío. 3.- Walkperr; judío. 4.- Kasior; judío. 5.- Schnell; judío. 6.- Schorteil; ruso. 7.- Zercov; ruso. 8.- Schmitd; judío. 9.- Blum; judío. 10.- Rudzistarck; judío. XXIX. PROFESORES DE LA ACADEMIA “SOCIALISTA” DE MOSCÚ (Centro de Instrucción de los agentes del comunismo mundial) 1.- Sketenberg; judío.

2.- Nadezda Krupp (Krupskaya, o sea la esposa de Lenin, también judía, no rusa como se dice corrientemente). 3.- Kraskowsko; judío. 4.- Gleitzer, judío, amante de la segunda esposa de Stalin, fusilado en 1932, por este motivo, aunque el asunto se hizo aparecer como “trotskista”. 5.- Keltsman; judío. 6.- Schutzka; judío. 7.- Schirolla; judío finlandés. 8.- Rotstein; judío. 9.- Reisner; judío. 10.- Iosif Rakovsky; judío. 11.- Iakov Lurie; judío. 12.- Rozin; judío. 13.- Petrovsky; ruso. 14.- Karl Levin; judío. 15.- Gimel (Sujanov); judío. 16.- Budin; judío. 17.- Ehrperg; judío. 18.- Nemirovich; judío. 19.- Goikburg; judío. 20.- Rappopport; judío. 21.- Grossmann; judío. 22.- Fritz; judío. 23.- Najamkes; judío. 24.- Ludberg; judío. 25.- Dand (Dauzewsky); judío. 26.- Goldenbach (Riazanov); judío. 27.- Kusinen; finlandés. 28.- Weltman; judío. 29.- Salomón Olansky; judío. 30.- Ursiner (Ursinov); judío. 31.- Gurivich; judío. 32.- Rosa Luxemburg; judía alemana. 33.- Eichenkoltz; judío. 34.- Tzerkina; judía. 35.- Gatze; judío. 36.- Moisés Ulansk; judío. 37.- Broito (Broitman); judío. XXX. MIEMBROS DEL SOVIET SUPERIOR DEL COMITÉ DEL DON 1.- Polonsky; ruso. 2.- Rosenthal; judío. 3.- Krutze; judío. 4.- Bernstein (Koganov); judío. 5.- Zimanovich; judío. 6.- Klasin; letón. 7.- Otzkins; judío. 8.- Wichter; judío.

9.- Kirtz; judío. 10.- Liphsitz; judío. 11.- Bitzk; judío. XXXI. MIEMBROS DE LA COMISIÓN DE AYUDA A LOS COLUMNISTAS 1.- Ethel Knigkisen, comisaria popular; judía. 2.- Geldman, secretario de la anterior; judío. 3.- Rosa Kaufman, ayudante del anterior; judía. 4.- Pautzner, director de la Comisión de Ayuda; judío. 5.- K. Rosenthall, jefe de la oficina directora de la Comisión de Ayuda; judío.

XXXII. AGENTES ECONÓMICOS SOVIÉTICOS EN EL EXTRANJERO 1.- Abraham Shekman, agente económico en Estocolmo, conectado con los bancos Warburg y Nye Banken; judío. 2.- Landau, agente económico en Berlín; judío. 3.- Worowski, agente económico en Copenhague; judío. XXXIII. JUECES POPULARES DE MOSCÚ 1.- Iacob Davidov; judío. 2.- Raúl Bitzk; judío. 3.- Iakob Adokolsk; judío. 4.- Iosiph Beyer; judío. 5.- Abraham Gundram; judío. 6.-Kastariaz; armenio. 7.- Veniamin Aronovitz; judío. XXXIV. COMISARIOS PERMANENTES A LA DISPOSICIÓN DEL SOVIET SUPREMO DE MOSCÚ 1.- Tziwin (Piatinsky); judío. 2.- Gurevich (Dan); judío. 3.- Silberstein (Bogdanov); judío. 4.- Garfeld (Garin); judío. 5.- Rosenblum (Maklakowsky); judío. 6.- Kernomordik; judío. 7.- Loewenshein; judío. 8.- Goldenberg (Meshkowski); judío. 9.- Tzibar (Martinov); judío.

XXXV. CONSEJEROS MILITARES DEL GOBIERNO COMUNISTA DE MOSCÚ 1.- Lechtiner, consejero del Soviet Militar del Ejército de caucasia; judío. 2.- Watsertish, comandante del Frente del Oeste, contra los checoslovacos; judío. 3.- Bruno, consejero especial para el Frente del Este; judío. 4.- Schulman, consejero segundo del Gobierno de Moscú (Consejo de los Comisarios del Pueblo) para el Frente del Este; judío. 5.- Schmidowitz, comandante de las Fuerzas Comunistas de Crimea; judío. 6.- Jack, comandante segundo de las Fuerzas Comunistas de Crimea; judío. 7.- Schnesur, tercer comandante del mismo ejército; judío lituano. 8.- Melgor, jefe del Soviet Militar de Kazan; judío. 9.- Nazurkolyz, comisario del Soviet Militar de Kazan; judío. 10.- Rosenkoltz, comisario del Soviet Militar de Kazán; judío. 11.- Samuel Gleitzer, comisario comandante de la Escuela Soviética de Tropas para la Frontera (guardafronteras); judío. 12.- Kolmann, comandante de la Comuna Militar de Moscú; judío. 13.- Latzmer (Lazimov), ayudante del anterior; judío. 14.- Dulis, consejero militar del gobierno soviético; judío. 15.- Steingar, consejero militar del gobierno; judío. 16.-Gititz, comisario político de la Región Militar de Petrogrado; judío. 17.- Dzenitz, comisario político de 15ª Brigada Comunista; judío. 18.- Bitziss, comandante de la Región Militar de Moscú; judío. 19.- Gecker, comandante del Ejército Comunista de Jaroslav; judío. 20.- Mitkaz, consejero militar del gobierno para la Región Militar de Moscú; judío. 21.- Tzeiger, comandante del Soviet Militar de Petrogrado; judío. XXXVI. MIEMBROS DEL COMISARIADO PARA LA LIQUIDACIÓN DE LOS BANCOS PARTICULARES 1.- Henrik, comisario especial del gobierno; judío. 2.- Moisekovsk, ayudante del anterior; judío. 3.- Kahn, contralor general de los depósitos bancarios particulares; judío americano. 4.- Iakov Giftling, consejero técnico del Comisariado; judío. 5.- Nathan Elliasevich,; segundo consejero técnico; judío. 6.- Sarraeh Elliasevich, ayudante del precedente; judía. 7.- Abraham Ramker; consejero del Comisariado; judío. 8.- Plat, consejero; judío letón. 9.- Abraham Rosenstein, consejero; judío. 10.- Lemerich, consejero del Comisariado; judío. XXXVII. MIEMBROS DE LA SECCIÓN FILOLÓGICA DEL PROLETARIADO

(Encargados de la creación de un nuevo diccionario propagandístico comunista). 1.- Veniamin Zeitzer; judío. 2.- Pozner; judío. 3.- Maxim Gorky; ruso. 4.- Alter; judío. 5.- Eichenkoltz; judío. 6.- Schwartz; judío. 7.- Berender; judío. 8.- Kalinin; judío. 9.- Hadasevich; judío. 10.- Leben (Lebedeef); judío. 11.- Kersonskaya; judía. (Estadística de los listados anteriores). La estadística de cuántos cargos de mando del nuevo Estado judío-soviético han sido ocupados por comunistas de origen cristiano y cuántos por judíos, es la siguiente: Cristianos

Judíos

1.- Miembros del primer Gobierno Comunista de Moscú (Consejo de los Comisarios del Pueblo).

3

16

2.- Altos funcionarios dependientes del Comisariado de Asuntos Interiores.

0

10

3.- Funcionarios superiores del Comisariado de Asuntos Exteriores.

2

16

4.- Funcionarios superiores del Comisariado de Economía.

1

13

5.- Funcionarios superiores del Comisariado de Justicia.

0

10

6.- Funcionarios superiores del Comisariado de Enseñanza Pública.

0

8

7.- Potentados del Comisariado de las Fuerzas Armadas.

0

14

8.- Funcionarios superiores en el Comisariado de Higiene.

0

5

9.- Miembros del Soviet Superior de la Economía Popular.

0

14

10.- Miembros del Primer Soviet de los Soldados y

4

19

Obreros de Moscú. 11.- Miembros del Comité Central del Partido Comunista Soviético.

1

6

12.- Miembros del Comité Central del IV Congreso de los Sindicatos de Obreros y Labriegos Soviéticos.

0

30

13.- Miembros del Comité Central del V Congreso de los Sindicatos Soviéticos.

9

50

14.- Dirigentes de la Policía C.E.K.A. de Moscú.

5

29

15.- Comisarios populares de Petrogrado.

0

2

16.- Comisarios ejecutivos de la Policía C.E.K.A., de Petrogrado.

3

9

17.- Miembros del Comisariado Superior del Trabajo.

0

8

18.- Comisarios y potentados comunistas en provincias.

1

17

19.- Redactores de los periódicos “Pravda”, “Izvestia” y “Economichenskaya Zizin”.

1

14

20.- Redactores del periódico comunista “Torgo-Promislevnoy-Gazzetty”.

0

15

21.- Redactores del periódico comunista “La Bandera del Trabajo”.

0

8

22.- Redactores del periódico “Vola-Truva”.

0

3

23.- Miembros de la Comisión para la Detención de los Simpatizantes del Régimen Zarista.

1

6

24.- Miembros de la oficina central del Soviet Económico Superior.

1

7

25.- Miembros de la oficina central de las Cooperativas del Estado.

1

5

26.- Miembros del comité central del Sindicato de Artesanos.

1

4

27.- Representantes del Ejército Rojo en el extranjero.

0

7

28.- Miembros del Cuerpo Judiciario Superior.

1

9

29.- Profesores de la Academia Socialista de Moscú.

2

34

30.- Miembros del Soviet Superior del Comisariado del Don.

2

9

31.- Miembros de la Comisión para la Ayuda de los Comunistas

0

5

32.- Agentes económicos soviéticos en el extranjero.

0

3

33.- Jueces populares de Moscú.

1

6

34.- Comisarios permanentes a la disposición del Soviet Supremo.

0

9

35.- Consejeros Militares del Gobierno de Moscú.

2

19

36.- Miembros del Comisariado para la Liquidación de los Bancos Particulares.

0

10

37.- Miembros de la Sección Filológica del Proletariado.

1

10 (*)

(*) Traian Romanescu, La Gran Conspiración Judía, pp. 143-161.

[ Transcripción fiel del tomo I del libro de Pinay, Maurice. Complot contra la Iglesia (1962). Ediciones “Mundo Libre”. México. 1985. ]